La vaquita

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¿Qué me pasaría sin la vaquita? Versión de René F. Pérez Se cuenta que un sabio deseaba enseñarle a uno de sus discípulos una lección importante. Una día salieron de viaje y recorrieron el país pasando entre valles y montañas. Casi al atardecer de una jornada, el maestro vio a los lejos un sitio de apariencia pobre, y decidió desviarse para hacer una visita al lugar. Mientras caminaban, el maestro le explicó al aprendiz sobre la importancia de las visitas, de conocer a las personas y las oportunidades de aprendizaje que tenemos con esas experiencias. Cuando llegaron al lugar, se dieron cuenta de la lamentable situación en la que estaban las personas: una pareja, dos hijos y dos hijas, descalzos, vestidos con ropas sucias y rasgadas, viviendo en una casa era de madera con techo de palma. Al ver llegar a aquellos desconocidos, el padre de familia salió a recibirlos. Después de intercambiar saludos y comentar sobre la belleza el lugar, el sabio preguntó: --En este lugar parece que hay pocas posibilidades de trabajo y poco comercio. ¿Cómo hacen ustedes para sobrevivir aquí? Con toda la calma del mundo, el señor contestó: -- En toda esta región la mayoría de personas vive en la pobreza, la mayoría vive de cultivar la tierra o sale a trabajar a los pueblos alrededor; pero nosotros tenemos una vaquita que nos da varios litros de leche todos los días. Una parte del producto lo vendemos o lo cambiamos por otros alimentos en la ciudad vecina y con la parte que nos queda sacamos crema, queso y requesón para nuestro consumo y así es como vamos pasando la vida. El sabio agradeció las atenciones, contempló el lugar por unos instantes, se despidió y siguió su camino. Cuando se había alejado a una distancia prudencial, rompió el silencio y le dijo a su ayudante: --Amigo, busque a la vaquita de los señores, llévela a ese barranco que está enfrente y empújela. El joven sorprendido objetó: --maestro, esta familia depende de la vaquita para vivir. Si hago lo que usted me ordena, ¿que va a pasar con esta gente? Se van a morir de hambre, no es cierto? Si usted ve, viven en la pobreza, lo único que los hace ricos ante sus vecinos es la posesión de esa única vaquita. El maestro no respondió. El absoluto silencio del sabio implicaba cumplir la orden. Así, mientras el hombre se sentó a esperar a la orilla del camino, el joven fue en busca de la vaquita, la llevó lo más cerca que pudo de la orilla del precipicio, la empujó y salió corriendo. El discípulo no sintió el resto del camino a la ciudad, a la que llegaron avanzada la noche. ¿Qué pasará a esta familia sin la vaquita? Se preguntaba.

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Una historia que nos deja lecciones sobre la necesidad del cambio.

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Page 1: La vaquita

¿Qué me pasaría sin la vaquita? Versión de René F. Pérez

Se cuenta que un sabio deseaba enseñarle a uno de sus discípulos una lección importante. Una

día salieron de viaje y recorrieron el país pasando entre valles y montañas. Casi al atardecer de

una jornada, el maestro vio a los lejos un sitio de apariencia pobre, y decidió desviarse para

hacer una visita al lugar. Mientras caminaban, el maestro le explicó al aprendiz sobre la

importancia de las visitas, de conocer a las personas y las oportunidades de aprendizaje que

tenemos con esas experiencias.

Cuando llegaron al lugar, se dieron cuenta de la lamentable situación en la que estaban las

personas: una pareja, dos hijos y dos hijas, descalzos, vestidos con ropas sucias y rasgadas,

viviendo en una casa era de madera con techo de palma.

Al ver llegar a aquellos desconocidos, el padre de familia salió a recibirlos. Después de

intercambiar saludos y comentar sobre la belleza el lugar, el sabio preguntó: --En este lugar parece

que hay pocas posibilidades de trabajo y poco comercio. ¿Cómo hacen ustedes para sobrevivir

aquí? Con toda la calma del mundo, el señor contestó: -- En toda esta región la mayoría de

personas vive en la pobreza, la mayoría vive de cultivar la tierra o sale a trabajar a los pueblos

alrededor; pero nosotros tenemos una vaquita que nos da varios litros de leche todos los días. Una

parte del producto lo vendemos o lo cambiamos por otros alimentos en la ciudad vecina y con la

parte que nos queda sacamos crema, queso y requesón para nuestro consumo y así es como

vamos pasando la vida.

El sabio agradeció las atenciones, contempló el lugar por unos instantes, se despidió y siguió su

camino. Cuando se había alejado a una distancia prudencial, rompió el silencio y le dijo a su

ayudante: --Amigo, busque a la vaquita de los señores, llévela a ese barranco que está enfrente y

empújela. El joven sorprendido objetó: --maestro, esta familia depende de la vaquita para vivir. Si

hago lo que usted me ordena, ¿que va a pasar con esta gente? Se van a morir de hambre, no es

cierto? Si usted ve, viven en la pobreza, lo único que los hace ricos ante sus vecinos es la

posesión de esa única vaquita.

El maestro no respondió. El absoluto silencio del sabio implicaba cumplir la orden. Así, mientras el

hombre se sentó a esperar a la orilla del camino, el joven fue en busca de la vaquita, la llevó lo más

cerca que pudo de la orilla del precipicio, la empujó y salió corriendo. El discípulo no sintió el resto

del camino a la ciudad, a la que llegaron avanzada la noche. ¿Qué pasará a esta familia sin la

vaquita? Se preguntaba.

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Aquella escena había quedado grabada en su memoria y no podía borrarla. Se imaginaba a

aquella familia sufriendo por la falta de la vaquita. Haber empujado la vaquita le causaba

remordimiento.

Un día, agobiado por la culpa, decidió abandonar lo que estaba haciendo y regresar a buscar a la

familia para pedirle disculpas por el causante de sus desgracias. Pensaba confesarlo todo y ofrecer

su ayuda para reparar el daño. Viajó por varios días y cuando por fin llegó al lugar que recordaba,

no podía reconocerlo. A medida que se aproximaba al lugar, veía todo muy bonito, había árboles

frutales y flores en la todo el terreno; una preciosa bien construida con jardín y garaje y un carro

estacionado. Lo que más le impresionó fue encontrar a una familia feliz.

El hombre se sintió triste y desesperado. Se imaginaba que aquella humilde familia vaquita de la

había tenido que vender su terreno para sobrevivir. Aceleró el paso y al llegar fue recibido por un

señor simpático y jovial. El joven preguntó por una familia que vivía allí hacía unos cinco años. El

señor de la casa respondió que seguían viviendo allí. Intrigado el joven hizo otras preguntas,

discretamente observó a las personas y confirmó que efectivamente se trataba de la misma familia.

Después de elogiar el lugar y la prosperidad que se veía alrededor, preguntó: --¿Cómo hizo para

cambiar este lugar y cambiar de vida? Bueno, dijo el hombre, aclarándose la garganta. Hace cinco

años vivíamos en condiciones miserables, pero teníamos una vaquita que era nuestro mayor

tesoro; de ella dependíamos casi totalmente. Un día la vaquita desapareció. La buscamos

desesperados y cuando la encontramos estaba embarrancada, apenas pudimos rescatar el cuero.

Al principio todo fue muy duro si la vaquita. Nos habíamos acostumbrado tanto a ella que llegamos

a pensar que no íbamos a sobrevivir mucho tiempo. Pero luego, al no tener a la vaquita, nos dimos

cuenta de que había otras formas de trabajar más que solo cuidar a una vaquita. En cierta forma,

depender de la vaquita nos había hecho pensar que todo giraba alrededor de la vaquita, que el

mundo comenzaba y terminada con la vaquita. Al no poder conseguir otra vaquita, nos dimos

cuenta de que teníamos que cambiar. Mi esposa descubrió que podía bordar muy bonito y empezó

a hacer pequeños manteles y ofrecérselas a las señoras de las aldeas de por acá. Yo me di cuenta

que podía aprovechar mejor la tierra y empecé cultivando hortalizas que llevaba a vender al

pueblo vecino. Decidimos hacer cosas diferentes a las que estábamos acostumbrados. Pudimos

mandar a los niños a la escuela, así mejoramos nuestra forma de vivir, variamos nuestros

alimentos y hasta cambiamos nuestros hábitos de higiene. Todo esto mejoró nuestra salud y la

forma de ver la vida. También fuimos más agradecidos con Dios. Conforme íbamos mejorando nos

dimos cuenta que se podía lograr un poquito más cada día.

El monje permanecía en silencio, mientras reflexionaba en cada una de las palabras del

campesino.

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El hombre sirvió al visitante un vaso de agua. Mientras éste la tomaba a sorbos, el hombre

continuó: --¿Y ve usted? Gracias a Dios hemos mejorado mucho en cinco años. Cinco años es

bastante, pero fueron más los años que desperdiciamos con mi señora. Pero como dice el dicho

“Nunca es tarde…” ¿Y sabe qué? No lamento que la vaquita se haya embarrancado. La queríamos

mucho, era casi como nuestra hija… A veces me he preguntado, que habría pasado con nosotros

si la vaquita todavía estuviera viva… Viéndolo a la distancia, que la vaquita se embarranca fue una

bendición.

Para flexionar y responder:

1. ¿Cuál es mi vaquita?

2. ¿Qué pasaría conmigo si tuviera esa vaquita de por vida?

3. ¿Qué pasaría conmigo si perdiera mi vaquita?

4. ¿Qué cambios debo hacer inmediatamente para mejorar inmediatamente mi estilo o calidad de

vida?