La Trinidad en La Unidad

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La Trinidad en la unidad. La herejía de Práxeas piensa estar en posesión de la pura verdad cuando profesa que para defender la unicidad de Dios hay que decir que el Padre, el Hijo y el Espiritu Santo son lo mismo. Como si no se pudiera admitir que los tres sean uno por el hecho de que los tres proceden de uno por unidad de sustancia, manteniendo el misterio de la economía divina, que distribuye la unidad en la trinidad, poniendo en su orden el Padre, el Hijo y el Espíritu. Son tres, no por la cualidad, sino por el orden; no por la sustancia, sino por la forma, no por el poder, sino por el aspecto; pues los tres tienen una sola sustancia, una sola naturaleza y un mismo poder, porque no hay más que un solo Dios, a partitr del cual, en razón del rango, la forma y el aspecto, se dan las designaciones de Padre, Hijo y Espíritu Santo; y aunque se distinguen en número, no por eso están divididos 16. El Logos de Dios. TRI/TERTULIANO Antes de todas las cosas Dios estaba solo: él era para sí su universo, su lugar, y todas las cosas. Estaba solo porque nada había fuera de él. Pero en realidad, ni siquiera entonces estaba solo, pues tenía consigo algo de su propio ser, su razón. Porque Dios es un ser racional, y la razón estaba primero en él, y de él derivó a todas las cosas. Esta razón es la conciencia que Dios tiene de sí mismo. Los griegos la llaman «logos», que equivale a lo que nosotros llamamos «palabra»: por esto ya se ha hecho corriente entre nosotros que digamos, para simplificar, que en el comienzo la Palabra

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Antes de todas las cosas Dios estaba solo: él era para sí su universo, su lugar, y todas las cosas. Estaba solo porque nada había fuera de él.

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La Trinidad en la unidad.

La herejía de Práxeas piensa estar en posesión de la pura verdad cuando profesa que para defender la unicidad de Dios hay que decir que el Padre, el Hijo y el Espiritu Santo son lo mismo. Como si no se pudiera admitir que los tres sean uno por el hecho de que los tres proceden de uno por unidad de sustancia, manteniendo el misterio de la economía divina, que distribuye la unidad en la trinidad, poniendo en su orden el Padre, el Hijo y el Espíritu. Son tres, no por la cualidad, sino por el orden; no por la sustancia, sino por la forma, no por el poder, sino por el aspecto; pues los tres tienen una sola sustancia, una sola naturaleza y un mismo poder, porque no hay más que un solo Dios, a partitr del cual, en razón del rango, la forma y el aspecto, se dan las designaciones de Padre, Hijo y Espíritu Santo; y aunque se distinguen en número, no por eso están divididos 16.

El Logos de Dios. TRI/TERTULIANO

Antes de todas las cosas Dios estaba solo: él era para sí su universo, su lugar, y todas las cosas. Estaba solo porque nada había fuera de él. Pero en realidad, ni siquiera entonces estaba solo, pues tenía consigo algo de su propio ser, su razón. Porque Dios es un ser racional, y la razón estaba primero en él, y de él derivó a todas las cosas. Esta razón es la conciencia que Dios tiene de sí mismo. Los griegos la llaman «logos», que equivale a lo que nosotros llamamos «palabra»: por esto ya se ha hecho corriente entre nosotros que digamos, para simplificar, que en el comienzo la Palabra estaba en Dios. Propiamente la razón debiera considerarse como anterior a la palabra, porque Dios no hablaba desde el principio, pero estaba dotado de razón desde el principio, y la misma palabra proviene de la razón y muestra así que ésta es anterior y como su fundamento. Pero esto no cambia las cosas, ya que si Dios todavía no había pronunciado su Palabra, sin embargo la tenía dentro de sí con la misma razón y en la razón, pensando y disponiendo consigo y en silencio lo que luego había de decir con su Palabra. Porque cuando pensaba y disponía en su razón, convertía ésta en palabra, ya que lo

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hacía verbalmente. Para que lo entiendas más fácilmente, reflexiona sobre ti mismo, que estás hecho a imagen y semejanza de Dios: también tú, siendo animal racional, tienes en ti mismo razón, porque no sólo has sido hecho por un artífice dotado de razón, sino que de su mismo ser has recibido la ida. Observa, pues, cómo esto sucede siempre dentro de ti, cuando en silencio andas pensando algo en tu razón: la razón se te expresa en palabras en cualquier pensamiento que te ocurra y a cualquier estímulo de tu conciencia. No piensas nada que no sea en palabras, ni tienes conciencia de nada que no sea por la razón. Inevitablemente te pones a hablar en tu interior, y al hablar tu palabra se te convierte en interlocutor, y en esta palabra está la misma razón por la que hablas pensando y por la que piensas hablando. De esta suerte, la palabra es en ti en cierto modo como una segunda persona (secundus quodammodo est in te sermo): en sí misma la palabra es algo distinto de ti, ya que por ella hablas pensando, y por ella piensas hablando. ¡Con cuánta mayor plenitud se dará esto en Dios, de quien tú te consideras imagen y semejanza! También él tiene en sí mismo la razón cuando está en silencio, y la Palabra cuando raciocina. Así pues, sin temeridad alguna, tengo motivos para suponer que Dios antes de la creación del universo no estuvo solo, pues tenía en sí mismo a su razón, y con la razón su Palabra que era distinta de él por su actividad dentro de él 17.