La Sombra de las Espadas

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 La sombra de las espadas Sabed que el Paraíso  está bajo la sombra de las espadas. Sahih Bukhari,  4:52:73 Al este de los Países Bajos, entre interminables y chatas llanuras, yace un pequeño pueblo habitado por un par de miles de personas. Una sola calle, rodeada por una antigua iglesia católica, dos bares y un supermercado, recorre toda su extensión, un poco más de una milla. El crimen es virtualmente inexistente y el ingreso promedio equivale al promedio nacional. Casi todas las casas tienen un pequeño patio delantero y son pareadas, características de los viejos pueblos rural es que hoy están en su mayoría habitados por la clase media. Los días no tienen fin y transcurren idénticos, marcados por la lluvia y los columpios vacíos en el  parque de la escuela. En el verano de 2004, un niño común y corriente con una predilección por poleras de Soulfly y de Nirvana acababa de terminar la enseñanza escolar. En la cita de su anuario se  puede leer: “Tengo 16 años. No tengo idea de lo que haré luego de que me gradúe, pero les deseo a todos lo mejor en la vida”. Después de graduarse vive con sus padres y pasa sus días repartiendo corr eos en el pueblo y tomando los fines de semana. En 2005, una entrada al blog dice: “¡Por la mierda que estoy aburrido! He mirado por la ventana durante días sin que pase nadie. Tremenda porquería, quiero acción, que algo suceda . Luego de ocho años, el niño (que ya no es un niño) presenta una cabeza calva y una barba larga y roja. Viste una djellaba y mira hacia la cámara con una intensidad vacía. “Hola  papá, h ola mamá. Este es un mensaje personal para ustedes. Este mensaje significa que ya no estoy en los Países Bajos. He atendido el llamado de Allah, revelado en el Qur’an”. Entre las ruinas de Alepo, el niño, que probablemente nunca había conocido a un musulmán en toda su vida, explica cómo descubrió el Qur’an en medio del frenesí mediático sobre la campaña del Partido de Libertad, de extrema derecha, contra la inmigración y el Islam. Recuerda una noche particular en una fiesta, donde se siente asqueado con todo lo que lo rodea, deambulando borracho, vacío de todo propósito y dirección. Cómo la asfixia del  pueblo, la p lácida seguridad que le ofrecía, y el ciclo interminable de repetición sin sentido que lo corroía comenzó a desvanecerse a la luz de la shahada. Pronto, un fuego comienza a arder en su interior, llevándolo a establecer contacto con yihadistas radicales. Aislado en su dormitorio, entre turnos laborales de repartidor de correos y el alcohol cada vez menos frecuente, el internet le abre una puerta a un mundo cargado de significado y provisto de una intensidad hasta entonces desconocida. Comienza a devorar obras de Sayyid Qutb y corta todo contacto con sus viejas amistades. Finalmente, se sube a un vuelo a Turquía y viaja clandestinamente a Siria para encontrarse con agentes ya sea de Jabha Al-Islamia o de Jabhat Al-Nusra. En su último video dice que no planea volver jamás a casa. Si no se convierte en un mártir en Siria, si llega a ver la caída de Al-Assad y la instauración del Califato, viajará a Irak para continuar por el camino de la espada. No está claro si el niño

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The Shade of Swords, La Sombra de las Espadas, Ritual Magazine.http://ritualmag.com/shade-of-swords/

Transcript of La Sombra de las Espadas

  • La sombra de las espadas

    Sabed que el Paraso est bajo la sombra de las espadas.

    Sahih Bukhari, 4:52:73

    Al este de los Pases Bajos, entre interminables y chatas llanuras, yace un pequeo pueblo

    habitado por un par de miles de personas. Una sola calle, rodeada por una antigua iglesia

    catlica, dos bares y un supermercado, recorre toda su extensin, un poco ms de una milla.

    El crimen es virtualmente inexistente y el ingreso promedio equivale al promedio nacional.

    Casi todas las casas tienen un pequeo patio delantero y son pareadas, caractersticas de los

    viejos pueblos rurales que hoy estn en su mayora habitados por la clase media. Los das

    no tienen fin y transcurren idnticos, marcados por la lluvia y los columpios vacos en el

    parque de la escuela.

    En el verano de 2004, un nio comn y corriente con una predileccin por poleras de

    Soulfly y de Nirvana acababa de terminar la enseanza escolar. En la cita de su anuario se

    puede leer: Tengo 16 aos. No tengo idea de lo que har luego de que me grade, pero les deseo a todos lo mejor en la vida. Despus de graduarse vive con sus padres y pasa sus das repartiendo correos en el pueblo y tomando los fines de semana. En 2005, una entrada

    al blog dice: Por la mierda que estoy aburrido! He mirado por la ventana durante das sin que pase nadie. Tremenda porquera, quiero accin, que algo suceda.

    Luego de ocho aos, el nio (que ya no es un nio) presenta una cabeza calva y una barba

    larga y roja. Viste una djellaba y mira hacia la cmara con una intensidad vaca. Hola pap, hola mam. Este es un mensaje personal para ustedes. Este mensaje significa que ya

    no estoy en los Pases Bajos. He atendido el llamado de Allah, revelado en el Quran. Entre las ruinas de Alepo, el nio, que probablemente nunca haba conocido a un musulmn

    en toda su vida, explica cmo descubri el Quran en medio del frenes meditico sobre la campaa del Partido de Libertad, de extrema derecha, contra la inmigracin y el Islam.

    Recuerda una noche particular en una fiesta, donde se siente asqueado con todo lo que lo

    rodea, deambulando borracho, vaco de todo propsito y direccin. Cmo la asfixia del

    pueblo, la plcida seguridad que le ofreca, y el ciclo interminable de repeticin sin sentido

    que lo corroa comenz a desvanecerse a la luz de la shahada. Pronto, un fuego comienza a

    arder en su interior, llevndolo a establecer contacto con yihadistas radicales. Aislado en su

    dormitorio, entre turnos laborales de repartidor de correos y el alcohol cada vez menos

    frecuente, el internet le abre una puerta a un mundo cargado de significado y provisto de

    una intensidad hasta entonces desconocida. Comienza a devorar obras de Sayyid Qutb y

    corta todo contacto con sus viejas amistades. Finalmente, se sube a un vuelo a Turqua y

    viaja clandestinamente a Siria para encontrarse con agentes ya sea de Jabha Al-Islamia o de

    Jabhat Al-Nusra. En su ltimo video dice que no planea volver jams a casa. Si no se

    convierte en un mrtir en Siria, si llega a ver la cada de Al-Assad y la instauracin del

    Califato, viajar a Irak para continuar por el camino de la espada. No est claro si el nio

  • sigue vivo. Luego de su ltimo video ha habido completo silencio. Cualquiera haya sido su

    destino, parece saber qu es lo que ahora debe hacer.

    Este nio est lejos de ser un caso excepcional. Los servicios de inteligencia estiman que

    miles de combatientes extranjeros de Europa Occidental han emigrado a Siria e Iraq

    atendiendo el llamado a las armas de distintas organizaciones yihadistas que operan all,

    siendo la ms importante de ellas el Estado Islmico y su visin milenarista de un Califato

    en constante expansin. A diferencia de las redes y clulas yihadistas pre-existentes que

    acudieron a la zona, o de los militantes chechenos que crecieron en una tradicin de

    insurgencia islamista que atravesaba generaciones, los hombres y (en menor medida) las

    mujeres jvenes que abandonan sus familias en Occidente no calzan con ningn perfil

    definido. Informes de distintas agencias europeas de inteligencia sealan que se trata tanto

    de hombres como mujeres, tanto provenientes de familias educadas de clase media como

    de nios de barrios marginales con un pasado delictivo, tanto de personas de ascendencia

    europea como de inmigrantes de segunda o tercera generacin. La mayora parece conocer

    slo superficialmente los principios fundamentales del Islam.

    Qu es lo que estos jvenes, creciendo en la tranquila comodidad del corazn de este

    supuesto mejor de los mundos posibles, esperan hallar entre las ruinas y los cadveres de Alepo? Por qu miles abandonan el supuesto sueo suburbano para luchar y morir bajo la

    bandera de una maquinacin brutal cuya apariencia e ideologa parecen una sombra atvica

    ajena a nuestros tiempos?

    Entre las diversas entrevistas, documentales y videos sobre - y hechos por- combatientes extranjeros en Siria, hay un fragmento de dos yihadistas belgas discutiendo qu los motiva a quedarse, a participar de una sangrienta guerra territorial en una ciudad bsicamente

    desierta con la que no tienen ninguna conexin. La conversacin inicialmente se enfoca en

    el deber teolgico, en un sentido de empata humanitaria con las vctimas del rgimen de

    Al-Assad y en la frustracin respecto a la poltica internacional de Occidente: se trata de

    temas recurrentes. Pero pronto se desva hacia la vida diaria de la militancia. Cmo aqu, en

    la primera lnea de una guerra perdida, han hallado una comunidad de creyentes que comen

    juntos, rezan juntos, se cuidan entre s sus heridas y cubren sus espaldas en la batalla. Como

    lo plante un yihadista britnico: Somos como un slo cuerpo, si una parte sufre, el resto reacciona. Lo que estas almas errantes esperan encontrar entre las ruinas y los muertos del Levante es algo en lo que creer, algo que sature cada accin con un significado inagotable

    que trascienda lo breve y lo pasajero, una comunidad por la cual valga vivir y morir, unida

    por algo distinto al dominio del oro.

    Mientras tanto, presentadores de noticias, "ciudadanos decentes" y polticos de izquierda a

    derecha, chorrean espuma sobre el peligro inminente que presenta el "enemigo interno". Se

    pretende que leyes anti-terroristas, campaas contra el radicalismo y un mayor

    fortalecimiento del omnipresente aparato de vigilancia, reviertan la situacin, extirpen esa

    podredumbre que ha infectado el corazn mismo del paraso. Pero lo que ellos nunca

    entendern es que esta misma sociedad que buscan desesperadamente proteger, con su ciclo

    ritualizado de trabaje-carretee-duerma-repita, su secuencia interminable de no-eventos

    promocionados hasta el hasto y su imperativo casi totalitario a "disfrutar", es la que

    produce sus propias pesadillas. Cuando jvenes de clase media de pueblos letrgicos en el

  • centro de Europa deciden tomar las armas por una maquinacin brutal que no ofrece mucho

    ms que un mar de decapitaciones y una muerte bajo el despiadado sol levantino, poco

    queda que agregar sobre el supuesto "triunfo" del progreso, el capitalismo y la democracia

    liberal. En las palabras de un imam canadiense cuyos estudiantes fueron a luchar por ISIS:

    Cuando no encuentras un propsito y sentido en la vida, lo nico que anhelas es la muerte.

    Viva la muerte!

    En este caso, la dinmica y trayectoria histrica del yihadismo contemporneo no son de

    importancia. Mientras que un factor de primer orden en el surgimiento del Estado Islmico

    es su rol como milicia sun en una regin atravesada por un caos sectario cada vez mayor,

    fomentado por maniobras geopolticas locales e internacionales, esto no es lo que motiva a

    la mayora de los combatientes extranjeros. Y ciertamente no motiva a quienes carecen de

    lazos previos de tipo tnico, cultural o religioso con el conflicto. No es la identificacin

    tribal con el sun promedio oprimido por los regmenes de Al-Assad o Al-Maliki lo que los

    empuja, ni una antigua historia de compromiso con el salafismo radical. De hecho, este

    ltimo ha sido considerado por centros de pensamiento y agencias de inteligencia como un

    factor inhibitorio para la participacin en la yihad armada. Los radicales salafistas ultra-

    conservadores estn demasiado preocupados con las diferencias teolgicas, el aislacionismo

    social y la prdica, o simplemente prefieren participar a distancia mediante ayuda

    financiera o humanitaria. No, lo que empuja a estos jvenes combatientes son los videos

    impecables mostrando largas procesiones de camionetas Toyota ondeando la bandera

    negra, mientras proclaman el advenimiento del Califato. Lo que los empuja es la imagen de

    Abu-bakr Al Baghdadi, auto-proclamado califa, el sheikh invisible, vestido completamente de negro, sobrio, mientras anuncia la llegada de un mundo resucitado de un

    pasado distante. Lo que los empuja son las imgenes de combatientes luchando codo a codo

    al son de nasheeds milenarios que hablan del advenimiento del Mahdi, cuya llegada sera

    sealada por los estandartes negros avanzando desde Khorasan. Lo que los empuja es la

    idea de abrazar la muerte como parte de una ummah renaciente y verdadera, morir con un

    propsito y no entre desconocidos como un subproducto despreciable de la economa.

    Borrachos de su propio vino ideolgico, los comentaristas polticos se preguntan, Pero acaso no ofrecemos la ms amorosa de las comunidades? El abrazo clido y suave del

    mundo moderno? La ilimitada libertad de hacer lo que uno quiera, de realizar todo el

    sentido que hay en el mundo? Slo hazlo! Porque lo mereces!. Obviamente, los hechos hablan por s mismos. Lo que todos los comerciales demogrficamente inclusivos y alegres

    del mundo no pueden esconder es el profundo abismo que se halla al centro de todo, desde

    el cual brota el vaco. No puede ser aceptado o visto, pues verlo es como observar

    directamente al sol radiante.

    El comunista francs Jacques Camatte dijo una vez que toda la historia humana es la historia de la prdida de su comunidad. Describi las consecuencias de la destruccin de ese comunismo primitivo y de la comunidad humana que caracteriz las primeras sociedades humanas, junto a la subsecuente marcha de la sociedad de clases, como la errancia de la humanidad. Esta errancia es la historia de la fragmentacin de las comunidades humanas en formaciones estratificadas con sus correspondientes divisiones

  • sociales del trabajo y la alienacin cada vez mayor de las personas respecto a sus

    actividades cotidianas, su ambiente y ellas mismas. De estas errancias, el capital es la

    mayor fuerza social transformadora que la historia haya presenciado. Demuele todo lo que

    obstaculiza su paso y transforma todo a su alcance, rehacindolo a su propia imagen. Es el

    gran desarraigador, sin considerar a nada ni a nadie como algo sagrado, puesto que todo lo slido se desvanece en el aire. Ms que nunca, toda la comunidad es subsumida bajo los dictados de la lgica impersonal del capital a medida que su fuerza desarraigadora no slo

    somete sociedades enteras, sino que tambin transforma cualitativamente su carcter

    interno. Este proceso de transformacin cualitativa de las relaciones sociales humanas

    tambin es conocido como subsuncin real o dominacin real. [1] Mientras bajo la as

    llamada dominacin formal uno se relaciona en buena medida externamente con el capital,

    a la manera, por ejemplo, de un campesino que produca para su propia subsistencia y que

    ahora vende su produccin en el mercado, bajo la dominacin real es el conjunto del

    proceso productivo mismo (y, como resultado, las relaciones sociales y la vida social que

    produce) el que se transforma para satisfacer las demandas del capital. La vida y la

    humanidad misma se integran al capital siendo digeridas por l.

    El ser humano bajo dominacin real es un ser humano modular, para siempre un apndice

    de los procesos integrados de produccin y consumo, y sus configuraciones particulares.

    Como un macabro Sr. Cara de Papa, el ser humano modular no tiene accesorios que no

    puedan ser fcilmente dispensados tal como fueron adjuntados. No hay nada propio a l que

    no pueda ser intercambiado por algo igualmente propio (esto es, igualmente

    intercambiable). Los amigos se convierten en una red social, mientras que las convicciones

    y los gustos estticos en una marca personal. Asimismo, el ser humano no pertenece a

    ninguna parte, pero s pertenece al capital. Mientras ms fantico se convierte de

    banalidades nacionalistas tales como el ocaso de Occidente o la destruccin de la cultura tradicional europea twittendolo ni ms ni menos que desde un McDonalds-, ms revela cun desesperadamente busca pertenecer. Un poco ms simptico, pero igualmente trgico

    es el hippie del siglo XXI que ocupa su tiempo sentado en los puffs de una oficina

    tecnolgica en Silicon Valley, as como en los crculos de tambores animados por cido en

    el festival de Burning Man, preguntndose por qu ninguno logra experimentarlo como la

    unida tribu que todos pretenden que sea. No es que el ser humano modular haya nacido

    esencialmente de esta manera, sino que es azotado y amarrado hasta cobrar forma o, en su

    defecto, es arrojado como escombro humano (en sus prisiones, instituciones mentales o

    cunetas), un error de la produccin social. Bajo la dominacin real del capital no hay otra

    comunidad que la del capital. Es tanto el cielo como el nico horizonte, y las fuerzas

    mecnicas que simulan vida en su interior estril son la muerte organizada con toda la apariencia de vida. No se trata de un problema de la muerte en cuanto extincin de la vida,

    sino de la muerte en la vida, muerte con toda la sustancia y poder de la vida. El ser humano

    est muerto y no es ms que un ritual del capital.[2]

    Es esta interminable errancia, este sentido de absurdo desarraigo que parece saturar cada

    fibra de la vida moderna, la que agita los corazones de esos nios -quienes nunca antes en

    sus vidas haban disparado un arma- para embarcarse en la yihad internacional. Camatte vio

    que incluso el fascismo (quiz, especialmente el fascismo) extraa su fuerza de sus

    promesas de superar esta fractura esencial del mundo:

  • Toma diversas formas, pero tiene una base profundamente consistente y es

    sorprendentemente uniforme donde sea que existan poblaciones humanas. As, al

    intentar restaurar (e instalar) el Volksgemeinschaft, incluso los nazis constituyen un

    intento de crear tal comunidad (cf. tambin su ideologa de Urmensch, el hombre original). Creemos que el fenmeno del nazismo es ampliamente incomprendido: es visto por muchas personas slo como una expresin demoniaca del totalitarismo.

    Pero los nazis en Alemania han reintroducido una vieja temtica originalmente

    teorizada por socilogos alemanes como Tnnies y Max Weber. Y en respuesta,

    encontramos a la Escuela de Frankfurt, especialmente a Adorno, tratando con

    conceptos estriles y vacos de democracia, debido a su incapacidad de entender el fenmeno del nazismo. Han sido incapaces de comprender la idea perspicaz de

    Marx, su planteamiento sobre la necesidad de reformar la comunidad, su

    reconocimiento que esta reforma deba involucrar a toda la humanidad.[3]

    Esta bsqueda de pertenecer y de reformar la comunidad, en la forma de una comunidad en

    guerra, fue un tema particularmente importante entre los veteranos europeos de

    entreguerras. Mientras que se opusieron por el vrtice en muchos aspectos, los escritores

    alemanes del siglo XX Ernst Jnger y Erich Maria Remarque trataron sustantivamente

    sobre la camaradera de los Frontsoldaten. En cartas, literatura y peridicos de soldados, la

    nocin de grupos estrechamente unidos de Brder luchando en una guerra justa o absurda

    (pero siempre juntos) reflota una y otra vez como un elemento de cohesin. En Tormentas

    de Acero Jnger recuerda el siguiente episodio:

    Pronto estuvimos completamente rodeados de humo y polvo, pero la mayora de los

    bombardeos cayeron justo detrs o justo en frente de nuestra trinchera, si acaso uno

    puede usar esa palabra para referir nuestra golpeada hendidura. Mientras la tormenta

    se desataba alrededor nuestro, yo recorra de arriba a abajo mi sector. Los hombres

    se encontraban a bayoneta calada. Se mantenan fros e inmviles, rifle en mano, en

    el borde delantero de la trinchera, mirando hacia el campo. De vez en cuando, a la

    luz de una bengala, vea un casco de acero junto a otro casco de acero, hoja junto a

    hoja destellante, y fui sobrecogido por un sentimiento de invulnerabilidad. Puede

    que resultramos aplastados, pero ciertamente no podamos ser conquistados. [4]

    La obra de Jnger est permeada con este sentido de camaradera fra, endurecida que deba servir como antdoto a la decadencia y futilidad de la sociedad burguesa y su tedio.

    Mientras que supuestamente la guerra, una guerra justa, es emprendida por la gloria y

    sobrevivencia de la nacin, es -de hecho- la misma comunidad Frontkmpfer la que

    constituye el foco. Para Jnger, nadie haba muerto en vano en esas trincheras melanclicas

    y llenas de barro que cubran el paisaje de Verdun y del Somme: All, donde tanta sangre ha sido derramada, es donde una herencia es asumida y ciertos comienzos empiezan a ser

    vistos. Se pierda o gane la guerra: aquello no ha pasado en vano. Las masas que se arrojaron a su muerte entre nubes de gas venenoso haban muerto trabajando por un nuevo

    modo de vida cuya esencia cristalizada se hallaba en los lazos formado por las comunidades

    de guerra en la primera lnea. Para Jnger, estos hombres y el modo de vida que

    encontraron en la guerra representaban nada menos que una nueva raza, tal como se

    ejemplifica en esta cita en particular de La movilizacin total:

  • Hoy, a travs de las grietas y las suturas de la torre de Babel, ya podemos ver un

    mundo glaciar: esta imagen hace temblar a los ms valientes espritus. Dentro de

    poco, la era del progreso parecer tan extraa como los misterios de una dinasta

    egipcia. En esa poca, sin embargo, el mundo celebraba uno de esos triunfos que

    confiere la victoria, por un momento, con el aura de la eternidad. Ms amenazantes

    que Anbal, con puos poderosos, ejrcitos sombros haban golpeado las puertas de

    sus enormes ciudades y de sus canales fortificados.

    En las profundidades del crter, la ltima guerra tuvo un significado que ningn

    aritmtico puede dominar. El voluntario lo senta en su exultacin, la voz del

    demonio alemn estallando poderosamente, el agotamiento de los viejos valores,

    unidos a un anhelo inconsciente por una nueva vida Quin hubiera imaginado que

    estos hijos de una generacin materialista podan recibir la muerte con tal ardor?

    [...]

    Esto es confirmado por la agitacin que nos rodea, la marca de la nueva raza: uno

    no puede satisfacerse con ninguna de las ideas de este mundo ni con las imgenes

    del pasado. Reina aqu una fructfera anarqua, que nace de los elementos de la tierra

    y el fuego, y que encierra en s las semillas de una nueva forma de dominacin.

    Aqu se revela una nueva forma de armamento, una que anhela forjar sus armas de

    metales ms puros y duros, y que se muestran insensibles a toda resistencia. [5]

    Aunque ambos eran archi-reaccionarios, ni Jnger ni los idelogos del yihadismo

    contemporneo eran o son fascistas. El fascismo, como movimiento, es un fenmeno

    histrico bastante especfico y que como ideologa orbita en torno la nocin de

    ultranacionalismo palingensico, algo irreconciliable con las distintas variantes de

    yihadismo o con la particular marca reaccionaria de Jnger. Pero lo que todos comparten

    con el fascismo es la relacin central entre muerte y comunidad. El tema de la inmortalidad

    del mrtir recorre las principales narrativas del fascismo, desde el soldado cado y el mito

    de Langemarck al Host-Wessel-Lied y la Blutfahne. El culto a la muerte y el martirio las permea, desde el fascismo italiano, donde las reliquias de militantes cados eran guardadas

    en santuarios locales del partido y sus nombres gritados pasando revista, seguidos de un

    grito colectivo de Presente!, hasta el Ehrentempel nazi en Knigsplatz albergando los restos de los cados durante el putsch de la Cervecera. Como dijo una vez Goebbels, los

    fascistas saban cmo morir. [6]

    Bsicamente todas las religiones (incluyendo aquellas que se reclaman polticas) tratan con la muerte integrando los cados en la comunidad, dndoles vida en el mundo de la

    memoria colectiva. En el fascismo en particular, sus vidas cobran sentido antes o despus

    de la muerte, incorporando sus muertes a la comunidad, al tiempo que la comunidad cobra

    sentido y sustancia gracias a todos los sacrificios en su nombre. Un gran ejemplo es el

    tratamiento nazi del legado de Albert Leo Schlageter, un veterano y ex voluntario del

    Freikorps que fue capturado y ejecutado mientras saboteaba a las tropas de ocupacin

    francesas en el rea de Ruhr. Schlageter no muri la muerte tradicional del hroe, pero en

    las palabras elogiosas de Heidegger, l:

  • Muri la ms difcil de todas las muertes. No en la primera lnea como lder de su

    batera de artillera, no en el tumulto de un ataque, ni en una lgubre accin

    defensiva no, se mantuvo indefenso ante los rifles franceses. [...] En su hora ms difcil, tambin tuvo que lograr lo ms grande de lo que un hombre es capaz. Slo,

    recurriendo a su fuerza interior, tuvo que colocar ante su alma una imagen del futuro

    despertar del Volk al honor y la grandeza, para as morir creyendo en el futuro. [7]

    Todo el significado de la vida y muerte de Schlageter est condensada en esta sola imagen,

    en la idea de morir sacrificndose para el futuro despertar del Volk. Esta trada de muerte-

    comunidad-sentido vuelve una y otra vez en la imaginera tanto del (para-)fascismo como

    del yihadismo, y va ms all de la conmemoracin y del lamento, convirtindose en la

    esencia de la vida tal como se ejemplifica en la consigna falangista Viva la muerte!

    Jahiliyyah

    Mientras que el yihadismo contemporneo ofrece un escenario diverso con muchas disputas

    teolgicas, su relacin a un concepto en particular emerge como un factor unificador: takfir.

    Takfir, comparable grosso modo a la excomunin, es el acto de declarar a alguien un no-

    creyente. Hay muchas visiones distintas sobre esta prctica, pero en general un takfir sin

    fundamentos es considerado un pecado mayor, especialmente por ser considerado como

    fuente principal de conflicto intra-musulman. Sayyid Qutb, cuyas obras juegan un rol

    central en la ideologa del yihadismo contemporneo, en particular el de Al-Qaeda, plante

    que la ummah, la comunidad musulmana, ha estado extinta durante siglos, deviniendo en

    jahiliyya, un trmino comnmente usado para referir al estado de ignorancia en que uno

    vive antes de conocer el Islam. La nica excepcin a este takfir generalizado es la

    vanguardia islmica que propone Qutb, la talia, modelada tras los acompaantes de Mahoma como ejemplo de un nuevo mundo:

    Tambin estamos rodeados por jahiliyya hoy, que es de la misma naturaleza que

    durante el primer periodo del islam, quiz un poco ms profundo. Todo nuestro

    ambiente, las creencias, ideas, hbitos, arte, reglas y leyes son jahiliyyah incluso al punto de que consideramos que la cultura islmica, las fuentes islmicas, las

    filosofa islmica y el pensamiento islmico son tambin construcciones de

    jahiliyyah!

    []

    Es necesario por lo tanto en el desarrollo del movimiento islmico- que en las etapas tempranas de nuestro entrenamiento y educacin nos desembaracemos de

    todas las influencias de jahiliyyah en que vivimos y de la cual derivamos beneficios.

    Debemos regresar a la fuente pura de la cual esas personas extrajeron su gua, la

    fuente libre de toda mezcla o contaminacin. Debemos regresar a ella para extraer

    nuestros conceptos sobre la naturaleza del universo, la existencia humana y la

    relacin de estas dos con el Ser Real, Perfecto, Dios Altsimo. De ella debemos

    tambin extraer nuestros conceptos de vida, nuestros principios de gobierno, de

    poltica, de economa y de todos los otros aspectos de la vida. [8]

  • Aunque los escritos de Qutb han sido criticados por fundamentalistas ms ortodoxos de la

    variante salaf y wahab, y a veces estn en conflicto directo con las ideas y prcticas de

    distintos grupos yihadistas (Qutb, por ejemplo, sostuvo que la esclavitud era ahora ilegal

    bajo el Islam, algo que clrigos tradicionalistas saudes han criticado y que directamente

    contradice tanto las prcticas como las posiciones del Estado Islmico), lo cierto es que

    mantiene su centralidad en el panten ideolgico del yihadismo, as como lo hace su

    relacin con la prctica del takfir. Despus de todo, las particularidades de las disputas

    teolgicas entre el qutbismo y la ortodoxia wahab no tienen inters alguno o simplemente

    se diluyen en el tipo de combatiente extranjero que literalmente llega a Alepo con una copia

    de Islam para Principiantes en su mochila. Lo que los consternados padres, clrigos

    fundamentalistas no-violentos y trabajadores sociales, no entienden cuando proclaman

    incrdulos Pero por qu pelear? Por qu no participar de la ayuda humanitaria si los desposedos de la ummah te acongojan tanto?, es que no es la ummah misma por la cual estos combatientes extranjeros van a morir. Es el espejismo distante del Califato venidero,

    el establecimiento de la verdadera ummah. Es el sueo febril de morir como mrtir al

    servicio de una comunidad perfecta (porque todava es una comunidad inexistente, aunque

    una ya cargada del sentido conferido a ella precisamente por esta montaa de sacrificio) la

    cual en este mundo uno slo puede entrever mediante el prisma de la camaradera entre

    hermanos yihadistas y ese paraso que se halla a la sombra de las espadas.

    Pero estas comunidades tan desesperadamente anheladas por los yihadistas extranjeros y

    tan alabadas por personas como Jnger no son ms que humo, un engao, algo parecido a

    lo que la revista filosfica francesa Tiqqun ha denominado comunidades terribles:

    Se entra en la comunidad terrible porque, en el desierto, quien busca no encuentra

    nada ms. Se atraviesa esta arquitectura humana vacilante y provisional. Al

    comienzo, se cae enamorado. Se siente, entrando en ella, que ha sido construida con

    las lgrimas y el sufrimiento, y que exige an ms de stos para continuar

    existiendo; pero esto importa poco. La comunidad terrible es primero que nada el

    espacio de la abnegacin, y esto conmueve, esto despierta el reflejo de la preocupacin.

    Pero las relaciones, en el seno de la comunidad terrible, estn gastadas; ya no son

    jvenes ay! cuando nosotros llegamos. Como los guijarros del lecho de un ro muy

    rpido, las miradas, los gestos y la atencin estn gastadas. Algo falta trgicamente

    a la vida en la comunidad terrible, porque la indulgencia ya no encuentra en ella su

    lugar, y la amistad, tantas veces traicionada, se da con una parsimonia agobiante.

    Se lo quiera o no, los que pasan por una, los que llegan a una, pagan las fechoras de

    los dems. Las personas a las que querran amar estn ya demasiado daadas, de

    manera clara, como para prestar atencin a sus buenas intenciones. Con el tiempo pasar Ser preciso, por tanto, vencer la desconfianza de los dems, o ms exactamente, aprender a ser desconfiados como los dems, para que la comunidad

    terrible pueda todava abrir sus brazos descarnados. Es por la capacidad de ser duro

    con los nuevos que llegan, finalmente, que uno demostrar su solidaridad con la

    comunidad terrible. [9]

  • En sus errancias por el desierto literal, los yihadistas extranjeros ven en el Califato

    embrionario la promesa de una comunidad que puede darles sentido, incluso si es slo

    como sacrificio en su altar. Aquellos que no tienen nada que perder ofrecen esta nada a la

    comunidad terrible. Y el sentido a travs de la muerte es lo nico que todas estas

    comunidades de guerra, estos grandiosos cultos al suicidio, tienen para ofrecer, pues slo

    existen durante la guerra. Los lazos que unen su vida social son el producto de la

    administracin de una economa de guerra. No hay camaradera mtica de hermanos

    yihadistas sin la existencia perpetua de Dar Al-harb, la casa de guerra, ese enemigo externo

    que instiga la batalla.

    Incluso si la comunidad terrible es para sus habitantes como una catedral en el

    desierto, es dentro de la comunidad que uno sufre el exilio ms amargo. Porque

    como una mquina de guerra unilateral que debe mantener con el exterior un

    equilibrio homeosttico vital, la comunidad terrible no puede tolerar dentro de sus

    filas la circulacin de cualquier discurso que la ponga en peligro. Para perpetrase, la

    comunidad terrible necesita relegar el peligro fuera de s misma: ser el extranjero,

    la competencia, el enemigo, la polica. [10]

    Esta verdad se filtr, subconscientemente, en la ltima declaracin del yihadista holands.

    Recin haba referido a la cada de Al-Assad y la instauracin del Califato cuando ya

    prometa dirigirse a otra guerra.

    Para Remarque, que retrat las luchas de la generacin perdida de 1914 por reintegrarse a una sociedad que no tena lugar para ella ni era capaz de recuperarse del trauma de la

    guerra, la comunidad de camaradas en el frente no era tanto algo que alabar en s mismo,

    como un ltimo vestigio de humanidad y de pertenencia que los devastados y abatidos

    tenan para aferrarse. La naturaleza de estas comunidades se ilustra con la irona de que

    Jnger mismo nunca pareci tener ninguna relacin cercana o significativa con ningn

    soldado en particular, slo con la idea abstracta de su comunidad e ideologa. Durante la

    guerra, la alta rotacin de soldados y de bajas en el frente haca tanto fsica como

    psicolgicamente imposible desarrollar conexiones significativas, profundas, ms all de

    aquellas impulsadas por la necesidad. Los peridicos de soldados, una de las principales

    fuentes de la nocin de Frontsoldaten Brudershaft, fueron en su mayora producidos por

    soldados ms viejos asignados a sectores relativamente pacficos. Luego de la guerra, las

    experiencias del frente slo dejaron una oscura desgracia en Alemania, y pronto la

    camaradera mantenida por el fuego y el acero de las trincheras estallara bajo la agitacin

    de la Repblica de Weimar, enfrentando a veteranos contra veteranos, desde los consejos

    de soldados, hasta el freikorps. Tanto en la guerra como fuera de ella, la comunidad de soldados era, como el espejismo del Califato, nada ms que un Notgemeinschaft que no

    poda existir fuera de la guerra y que slo ofreca guerra y el consuelo de un significado

    producido por su despiadado motor sacrificial.

    En El Obelisco Negro, Remarque concluye sombramente que:

    Pienso que quiz realmente no hay nada ms cuando todo se cae a pedazos, excepto

    este poco de compaa, e incluso eso es un dulce engao, pues cuando alguien

    realmente te necesita, t no puedes seguirlo o acompaarlo. He notado eso a

  • menudo en la guerra, al mirar el rostro de un camarada muerto. Cada uno de

    nosotros tiene su propia muerte y debe sufrirla solo; nadie puede ayudarlo entonces.

    [11]

    Notas a pie de pgina

    [1] Ver The History of Subsumption, Endnotes 2 (2010): 130-52. Online: http://endnotes.org.uk/en/endnotes-the-history-of-subsumption

    [2] Jacques Camatte, Against Domestication, en This World We Must Leave and Other Essays (New York: Autonomedia, 1995), 109.

    [3] Ibid., 95-96.

    [4] Ernst Jnger, Storm of Steel, trad. Michael Hofmann (London: Penguin, 1961), 99.

    [5] Ernst Jnger, Total Mobilization, trad. Joel Golb y Richard Wolin, en Richard Wolin, ed., The Heidegger Controversy: A Critical Reader (Cambridge, MA: The MIT Press,

    1992). 119-39.

    [6] Ver Mark Neocleus, Long Live Death! Fascism, Resurrection, Immortality, Journal of Political Ideologies 10:1 (Feb. 2005): 39.

    [7] Martin Heidegger, Schlageter, en The Heidegger Controversy, 40-41.

    [8] Ver http://unisetca.ipower.com/qutb/

    [9] Tiqqun, Theses on the Terrible Community (pamphlet), disponible en http://petroleusepress.com/post/654927992/everyone-knows-the-terrible-communities-

    having

    [10] Ibid.

    [11] Erich Maria Remarque, The Black Obelisk, trad. Denver Lindley (New York: Random

    House, 1998), 95.

    La sombra de las espadas