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Esta obra tiene antecedentes en tra- bajos previos de los tres autores, pero en la presente hay reelaboraciones que otorgan al nuevo libro el carácter de obra conjuntada y sistematizada. No obstante, en el libro se especifica la parte que ha redactado cada autor, y en ello se puede ver la distancia res- pecto de los originales previos. Por ejemplo, en este libro el capítulo de Karl Marx se coloca, como corres- ponde, al principio u orígenes de la disciplina de sociología del conoci- miento, redactado por Emilio Lamo de Espinosa, y no al final, como ocu- rría en obra previa de José María González. Ahora está en su sitio. Hemos dicho al principio, pero no del libro, porque éste comienza con una extensa «Introducción», donde se elaboran viejos problemas de la socio- logía, tales como «Conocimiento, individuo y sociedad», pertinentes para esta obra y para cualquier otra de sociología, en general, o de socio- logía del conocimiento, en particular. En todo lo concerniente a la socio- logía del conocimiento, el elemento intelectual unificador corresponde a la sociología reflexiva, que Emilio Lamo ha cultivado con perfiles pro- pios desde hace unos años. O sea, la reelaboración de materiales anteriores se ha hecho con un criterio nuevo, y válido, que supera lo meramente des- criptivo de las aportaciones —por orden cronológico— de diversos autores representativos de la historia de la disciplina. Con frecuencia, en los libros de sociología (o cualquiera de sus partes o subdisciplinas) se pre- senta al lector algo así —permítaseme la expresión— de la historia de las ramas de un árbol cuyo tronco, final- EMILIO LAMO DE ESPINOSA, JOSÉ MARÍA GONZÁLEZ GARCÍA y CRISTÓBAL TORRES ALBERO La sociología del conocimiento y de la ciencia (Madrid, Alianza Universidad Textos, 1994) 71-72/95 pp. 373-418

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Esta obra tiene antecedentes en tra-bajos previos de los tres autores, peroen la presente hay reelaboracionesque otorgan al nuevo libro el carácterde obra conjuntada y sistematizada.No obstante, en el libro se especificala parte que ha redactado cada autor,y en ello se puede ver la distancia res-pecto de los originales previos. Porejemplo, en este libro el capítulo deKarl Marx se coloca, como corres-ponde, al principio u orígenes de ladisciplina de sociología del conoci-miento, redactado por Emilio Lamode Espinosa, y no al final, como ocu-rría en obra previa de José MaríaGonzález. Ahora está en su sitio.Hemos dicho al principio, pero nodel libro, porque éste comienza conuna extensa «Introducción», donde seelaboran viejos problemas de la socio-logía, tales como «Conocimiento,

individuo y sociedad», pertinentespara esta obra y para cualquier otrade sociología, en general, o de socio-logía del conocimiento, en particular.

En todo lo concerniente a la socio-logía del conocimiento, el elementointelectual unificador corresponde ala sociología reflexiva, que EmilioLamo ha cultivado con perfiles pro-pios desde hace unos años. O sea, lareelaboración de materiales anterioresse ha hecho con un criterio nuevo, yválido, que supera lo meramente des-criptivo de las aportaciones —pororden cronológico— de diversosautores representativos de la historiade la disciplina. Con frecuencia, enlos libros de sociología (o cualquierade sus partes o subdisciplinas) se pre-senta al lector algo así —permítasemela expresión— de la historia de lasramas de un árbol cuyo tronco, final-

EMILIO LAMO DE ESPINOSA, JOSÉ MARÍA GONZÁLEZ GARCÍA

y CRISTÓBAL TORRES ALBERO

La sociología del conocimiento y de la ciencia(Madrid, Alianza Universidad Textos, 1994)

71-72/95 pp. 373-418

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mente, no se sabe cuál es. Al teneresta obra que presentamos un troncocomún —la reflexividad, como enfo-que epistemológico de todas sus par-tes, al menos en lo que se refiere a lasociología del conocimiento de mane-ra singular, pero también en lo relati-vo a la sociología de la ciencia—, ellibro adquiere un cuerpo, normalmen-te ausente en la literatura sociológicaal uso, que no suele pasar de una merapresentación histórica de autores (ysus correspondientes aportaciones),en que por más esfuerzo de sintetizary esquematizar a los autores presenta-dos, incluso con un didactismo quepuede resultar útil para la enseñanza,no llega casi nunca a un enfoque siste-mático de los materiales que, a losumo, se resumen.

No es éste el carácter que tiene estaobra. Hay un esfuerzo de sistematiza-ción, al someter la historia de unadisciplina sociológica a un solo enfo-que que da unidad al contenido.Aunque son fáciles de identificar losmateriales anteriores de los mismosautores, y en muchas ocasiones sonaprovechables, sólo adquieren en suactual presentación la impresión deunidad de tratamiento cuando el enfo-que de la sociología reflexiva ha per-meado todos esos materiales anterio-res. En este estricto sentido, aunqueen el libro se recojan aportacionesanteriores de los autores, esta obra sepuede calificar de realmente nueva.

Sin embargo, en lo relativo a lasociología del conocimiento, echo enfalta, a pesar de tener en cuenta laaportación de Robert K. Merton, queno se tenga en cuenta su propuesta deincluir en este campo a lo que, aun-que no como conocimiento, sino

como opinión, aparece en los media.No quisiera dar la impresión de quemagnifico el poder de la tópicamentellamada comunicación de masas, perosí es lo cierto que su presencia en lassociedades actuales ha llegado a teneruna posición de omnipresencia, quetiene que merecer —es mi opinión—el interés de los sociólogos. Estamosen una sociedad de la información, y lainformación no son sólo noticias oentretenimientos, sino también cono-cimiento. De otra parte, dentro deese campo, el desarrollo de las llama-das ciencias cognitivas (en ocasionesdesignadas como «ingeniería delconocimiento», por cuanto hacen usode las nuevas tecnologías de la infor-mación) abren nuevas perspectivas ala sociología del conocimiento, en unalínea apuntada por Karl Mannheimen que «sociología del conocimiento»significa nueva «teoría sociológica delconocimiento». No veo nada de esoen el libro.

Lo anterior se refiere a sociologíadel conocimiento strictu sensu. Perohay que destacar la inclusión en estecampo —lo que no es habitual, peroeste libro nos hace ver que es necesa-rio— de Florian Znaniecki, el siempreolvidado Pitirim Sorokin, NorbertElias o Alfred Schütz. Además, en laobra hay pequeños análisis de debatesideológicos —Ilustración, conserva-durismo, positivismo—, que com-pensan la densidad teórica del libro.En realidad, creo que es llegado elmomento de presentar, en un libro desociología del conocimiento, no sóloteorías programáticas, sino tambiénanálisis empíricos, que ya no tienenque reducirse a las ideologías, llame-mos, «clásicas». Una cierta compensa-

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ción entre ambas se hace ahora másnecesaria que en la época de los fun-dadores de la disciplina, en un pano-rama cultural de escasa presencia enla vida política de ideas e ideologías.Pero algo está ocupando su lugar, y lapregunta es qué. Comprendo que noes tarea fácil; sin embargo, cuando sehabla de la crisis del positivismo enAlemania, no se precisa que su lugarlo estaba ocupando el neokantismo.Para terminar este apartado, el capí-tulo 24 final, que tal vez tuviera susitio al principio, nos da la clave detoda la obra. Esta obra es una socio-logía del conocimiento en clave de lasociología reflexiva, de la que EmilioLamo es un maestro.

Lo referente a la sociología de laciencia es una presentación actualiza-da de esta subdisciplina en que haprimado la bibliografía de últimahora —o tal vez de penúltima—, por-que con demasiada frecuencia nostenemos que enfrentar en la sociolo-gía actual con declaraciones progra-máticas de lo que hay que hacer, fren-te a un escaso panorama de resulta-dos. (Estoy pensando, por ejemplo,en la llamada «sociología histórica»,rica en planteamientos programáticosy escasa en resultados.)

El capítulo 23, en su apartado V,sobre «sociología de la sociología enEspaña», con la mira puesta en ladifícil institucionalización de la disci-plina, es sumamente correcto, y com-parto la idea de que la constituciónde una «comunidad científica» essiempre tarea ardua, sobre todo por-que requiere tiempo. Y en España,tengo la impresión, hemos puesto eltejado antes que los cimientos. Paradecirlo de otra manera, hemos creado

Facultades de Sociología antes de queexistiese esa comunidad científica. Si aello añadimos que por sociología seha entendido en España los resulta-dos de encuestas mercantiles, con másafán de negocio que preparaciónsociológica en su personal directivo yauxiliar, con las excepciones de rigor,el resultado es que no podemos aspi-rar a que la sociedad española reco-nozca en la sociología una disciplinaacadémica del rango de consolidaciónque tienen, en nuestra Universidad,las ciencias naturales, la filosofía y lasletras (que ya no se llaman así), elderecho o la medicina, las cienciasbiomédicas o la biología, etc.

Libros como el que estamoscomentando son los pilares que tie-nen que contribuir al reconocimientodel estado de madurez de la sociolo-gía en España. Este libro, La sociologíadel conocimiento y de la ciencia, está abastante más altura —altura de lostiempos y altura del espacio espa-ñol— que los manuales al uso, espa-ñoles o extranjeros. Los autores deeste libro han expuesto el contenidode las aportaciones de diversos —enocasiones eximios— maestros de lasociología, pero con análisis y críticapropios. Han repensado por su cuentalos autores y los temas, y han refor-mulado con enfoques propios, renun-ciando a las rutinas a las que estamosacostumbrados, con lecturas de pri-mera mano en sus lenguas originales—tengo que resaltar esta obviedadpor su escasez entre nosotros—, yhan llegado a conclusiones originales,propias, que pueden entrar en eldebate internacional de estas mate-rias. Porque, con frecuencia, lo quelos sociólogos españoles escriben sólo

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está a la altura (o a la bajura) de unconsumo doméstico para uso del con-sumo escolar de un mercado cautivo.Por ahí no se va a ninguna parte.Tenemos que escribir para una comu-nidad sociológica que, inevitablemen-te, es internacional, y sólo dentro deeste ámbito se podrá hablar en su díade las aportaciones españolas, cuandolas haya. Este libro que comentamostiene un sit io en esa comunidadinternacional y, por tanto, en la

comunidad sociológica española. Ellibro mira afuera y al futuro, y ésedebe ser el horizonte de lo que pro-duzcamos. A este libro le auguro,aparte de la utilidad interna, unaexpansión fuera de España, en laAmérica de habla hispana, y en otraslenguas, que nos saque de un casticis-mo pobre, mediocre y ayuno deambiciones académicas.

José JIMÉNEZ BLANCO

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España es un caso de libro paraanalizar la transición de dictadura ademocracia. Dos décadas de experien-cia cristalizan en estudios serios queofrecen interpretaciones sociológicase históricas de ese peculiar proceso. Ellibro The New Spain: From Isolationto Influence presenta un análisis socio-político de la historia española de lasdos últimas décadas. Es seguramenteel más claro y sintético.

Son años de un experimento polí-tico-social original. Desde una dicta-dura militar con elementos de econo-mía de mercado, España pasa por unatransición democrática pacífica. Enlos años setenta y ochenta se añade laproblemática nacionalista dentro deun Estado democrático, con un pro-ceso de descentralización política y derecursos públicos. El libro terminacon el análisis de las elecciones gene-rales de 1993, que gana de nuevo el

partido socialista PSOE, liderado porFelipe González. Desde que en 1982los socialistas llegan al poder se iniciael ciclo de la integración española enla comunidad de naciones: la Comu-nidad Europea en 1986 (luego UniónEuropea), en la OTAN, y su fortaleci-miento en las Naciones Unidas.

El libro analiza la modernizaciónrápida de la infraestructura y la polí-tica industrial. Algunos de los antago-nismos históricos con Latinoaméricason superados. Para Maxwell y Spie-gel, el prestigio español en el extran-jero alcanza la máxima cota de losúltimos doscientos años. Sin embargo,según los autores, los resultados de laselecciones de 1993 pueden llevar a unperíodo de incertidumbre sociológica.Tras severos ataques, la peseta está apunto de ser expulsada del sistemamonetario europeo por las constantesdevaluaciones que ha sufrido. Hay

KENNETH MAXWELL y STEVEN SPIEGEL

The New Spain: From Isolation to Influence(Nueva York, Council on Foreign Relations Press, 1994)

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que tener en cuenta, además, los escán-dalos políticos y las divisiones inter-nas en el PSOE (en el origen, entre elvicepresidente del Gobierno, AlfonsoGuerra, y el Ministerio de Economía,cuyo titular era Carlos Solchaga).A pesar de todas esas circunstancias,González sigue en el poder, en sucuarto mandato continuado. Pero lahipótesis de la incertidumbre no tieneen cuenta (pues el libro aparece inme-diatamente antes) los escándalos delGAL, el uso de fondos reservados, elencarcelamiento de políticos comoMariano Rubio, Luis Roldán, RafaelVera e incluso de empresarios nota-bles (como Conde o De la Rosa), o elatentado de ETA a José M.ª Aznar.

Maxwell y Spiegel empiezan suestudio con el análisis de los factoresque llevan a la transición a la demo-cracia. Su hipótesis es que la situacióneconómica y social de los últimosaños del régimen franquista sitúa lasbases para el establecimiento de lademocracia en España. El país noparticipa en la Segunda Guerra Mun-dial. Como consecuencia de ello, elfranquismo incorpora elementos delfascismo y el autoritarismo, que enmuchos países desaparecieron con lavictoria de los Aliados. Un ejemplo esla legislación para controlar y dirigirla prensa y los sindicatos, tomadadirectamente de Mussolini.

A principios de los sesenta la dicta-dura franquista se suaviza, pasando aser (según algunos) una «dictablan-da». Ese proceso se debe en parte aldesarrollo económico y al deseo delrégimen de obtener el respeto de lacomunidad internacional. Francoimpone una «paz» por la fuerza, y asísu personalidad deja poco espacio

para el olvido. Los líderes de los par-tidos clandestinos viven en el exilio.En el interior de España se reprimenno sólo las manifestaciones democrá-ticas, sino además toda muestra denacionalismo (no españolista). Francose muestra vigorosamente anticomu-nista. A pesar del inmovilismo políti-co de los años sesenta, lo que se llamóel «milagro español» produce unamodernización de la sociedad rural yconservadora a través de un procesode urbanización y del desarrol loindustrial.

El año 1959 es la fecha clave enque se abandona la autarquía, y se dapaso a un Gobierno con algunosministros tecnócratas que adoptanun programa de liberalización econó-mica que conduce a la estabilización.En 1963 se diseña un plan económi-co nacional como estrategia a seguir,con los famosos Planes de DesarrolloEconómico (y Social) cuatrienales.La ejecución de esos planes contribu-ye a disminuir el aislamiento diplo-mático al que estaba sometida Espa-ña. Algunos intelectuales (como eleconomista Ramón Tamames) sugie-ren luego que España se desarrolló apesar de los Planes de Desarrollo. Selevantan las sanciones de NacionesUnidas y se producen tratados yacuerdos (de defensa) con el Vaticanoy con Estados Unidos. España entracomo miembro de las Naciones Uni-das en 1955, luego en la OCDE, enel Banco Mundial y en el FondoMonetario Internacional en 1958. Laeconomía crece de forma rápida; alrededor de 1980, España es la undé-cima potencia industrial en el mundo.

La sociedad española se enganchaal tren de la sociedad de consumo.

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Como consecuencia, se crean lazosnuevos con Europa occidental. Espa-ña empieza a recibir flujos de dineroprovenientes del turismo de masas yde la exportación de salarios que rea-lizan los/as trabajadores españolesemigrados en Francia y Alemania.Los beneficiados por ese desarrollofueron muchos pequeños empresariosdel sector de la construcción. EnEspaña crece la clase media, aparecenlos/as jóvenes tecnócratas, se producela expansión de la Seguridad Social yaumenta el acceso a la educación. Esun cambio social acelerado.

Se produce una carencia de manode obra que incrementa el poder delos/as trabajadores en sus relacionescon los/as empresarios. En 1960,Comisiones Obreras se organiza anivel nacional, llevando a cabo huel-gas amplias, que consiguen un incre-mento de salarios. La Iglesia en Espa-ña, especialmente tras el liderazgo deJuan XXIII, se distancia del régimenfranquista. En veinte años se incre-menta el acceso de la población a laeducación primaria del 50 al 90 por100. Pero la mejora de la economíaconlleva algunas desventajas (lo quellamaron «efectos no queridos deldesarrollo»). La crisis económica quese inicia en 1973 dificulta el accesode mano de obra española al mercadoeuropeo. Además, la industria espa-ñola se presenta vulnerable a losincrementos de los costes energéticos.

La transición política se producedesde el consenso y la reconciliación.Tras la muerte de Franco, el 20 denoviembre de 1975, algunas de lasinstituciones franquistas se disuelvenellas mismas. El nuevo sistema incor-pora a las fuerzas antifranquistas de

la clandestinidad, y la oposición acep-ta la continuidad de la era franquistaen áreas como la seguridad y lo mili-tar. El conductor de la transición esAdolfo Suárez, líder de una ampliacoalición de centro, la UCD. Suárezinicia con éxito un diálogo entre elcentro y la izquierda, con el objetivode lograr realizar unas eleccionesgenerales que fuesen vistas desdetodas las facciones y grupos políticoscomo justas y honestas.

Pero la UCD es incapaz de resolversus divergencias internas, con lo cualse posponen decisiones difíciles eneconomía y sobre la puesta en prácti-ca de la nueva Constitución. Variascaracterísticas reflejan este primerproceso de democratización: Francodesigna como sucesor al rey Juan Car-los I. El monarca establece su presti-gio en la democracia y apoya la tareade Suárez. Utiliza los poderes autori-tarios que le había garantizado Francopara llevar a cabo iniciativas de refor-ma, asumiendo su papel comomonarca en una democracia parla-mentaria, con funciones de represen-tación y poderes debidos. En segundolugar, renace un partido socialista(PSOE) fuerte, mayoritario y mode-rado. Felipe González y Alfonso Gue-rra transforman el partido hacia unmodelo socialdemócrata europeo.Luego, el cambio aumenta la popula-r idad del part ido y acceden alGobierno en 1982. La Constituciónespañola de 1978 se acepta de formauniversal, y no se limita a ser unaConstitución programática. Los pac-tos desarrollados reunieron a los sin-dicatos, la Iglesia, las fuerzas econó-micas y los partidos políticos de laderecha y la izquierda. La Iglesia y el

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Partido Comunista se mueven haciael centro. La Iglesia deja de legitimara los enemigos de la democracia.España se mantiene al margen deintervenciones o interferencias exter-nas por parte de otros países en lossetenta.

El desarrollo español supone unaclara ruptura con el pasado inmedia-to. La sociedad cambia, se moderni-za, se orienta hacia un consumomoderado y de clases medias. A suvez, la transición a la democraciareconcilia las diferencias entre insti-tuciones y sociedad. El terrorismosupone un elemento constante en laescena política, amenazando las insti-tuciones españolas durante todo elperíodo de la transición. Unido a losmovimientos separatistas, aparececomo el principal problema de lajoven democracia.

Las Fuerzas Armadas son parteesencial, con Franco, de la dictadura.El 23 de febrero de 1981, elementosdel ejército y de las fuerzas de seguri-dad paramilitares atentan para derro-car la nueva democracia constitucio-nal. Desde la muerte de Franco hastael abortado golpe de Estado de 1981,el ejército español se sitúa de malagana en los márgenes como institu-ciones del antiguo régimen reempla-zadas y sustituidas por la nueva Cons-titución. El descontento en las Fuer-zas Armadas continúa durante unosaños sobre cuestiones como la legali-zación del Partido Comunista en1977 y el que la Constitución reflejeexplícitamente el carácter multina-cional y multilingual de la sociedadespañola.

El 23 de febrero de 1981 se produ-ce un intento de golpe de Estado. El

teniente coronel Tejero secuestra lasCortes, ante la (supuesta) dificultadde la clase política para solucionarproblemas como el «terrorismo vasco»o la «cuestión regional». El papeldesempeñado por el Rey, tomandoposición con la democracia y desau-torizando a los golpistas, consolida suposición como monarca constitucio-nal. Desde una perspectiva de autori-dad y continuidad, se convierte enuna figura central de protección de lademocracia ante el golpe de Estado.Al final de la larga noche, el Rey dejaclaro a los golpistas que no va a apo-yar el golpe, y que tampoco va a abdi-car. El golpe acabó con el apoyo ofi-cial del Ejército y la rendición de losmilitares golpistas.

Para muchos analistas, el intentode golpe de Estado en realidad refuer-za la democracia. La clase política seda cuenta de la necesidad de moder-nizar el estamento militar y contarcon su colaboración para hacerlo.España tiene la suerte de no teneramenazas externas serias durante elproceso de democratización. Sinembargo, existe una amenaza internaque es el terrorismo vasco (y, duranteun cierto período, también el catalán).La crisis es continua en el País Vasco,donde un amplio sector de la pobla-ción desea mayores cotas de autono-mía, y una minoría desea la indepen-dencia. El 44 por 100 de los vascos(en una encuesta realizada en 1984)continúa creyendo que la violencia esun medio aceptable de promover elinterés nacional vasco. La amenazaterrorista, paradójicamente, facilita laintegración de los servicios de inteli-gencia y seguridad del viejo régimenen las nuevas estructuras democráti-

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cas. El golpe de Estado fallido tiene elefecto de sacar a la luz los elementosantidemocráticos dentro de las Fuer-zas Armadas.

Otro problema pendiente de laEspaña invertebrada es la cuestión delcentralismo y el regionalismo. ElGobierno de Suárez actúa de formarápida para responder a los dos nacio-nalismos más activos de España: elvasco y el catalán. Entre diciembre de1979 y febrero de 1983 se extiende elEstado de las autonomías a todas lasregiones españolas, creando gobiernosregionales (Comunidades Autóno-mas). El problema que se plantea es elequilibrio entre autoridad y democraciaen un Estado multinacional . ElGobierno debe mediar entre lasdemandas de las autonomías y los lla-mados «poderes fácticos» (militares,Iglesia y el sistema bancario y finan-ciero). Administrar la democracia escasi más difícil que conseguirla.

Suárez se muestra dudoso y pocopreparado para el liderazgo en ciertosambientes políticos y ante presionesde algunos grupos de interés. En elperíodo de transición la simbiosisentre el mundo financiero, la Admi-nistración Pública y el Gobierno per-mite desarrollar políticas de estabili-zación política y económica, perotambién conlleva algunos escándalosfinancieros. El Gobierno de Suáreztiene problemas en resolver cuestio-nes económicas: 25 por 100 de infla-ción, paro y la cohesión interna deUCD (un part ido-paraguas queempieza a desintegrarse). Suárezacaba dimitiendo el 29 de enero de1981, sin llegar nunca a dar explica-ciones claras. Cuando en el Parlamen-to se estaba eligiendo a su sucesor, el

23 de febrero, es precisamente cuan-do se intenta el primer golpe de Esta-do de la democracia.

Leopoldo Calvo Sotelo, sucesor deSuárez, consigue un apoyo multipar-tidista. También logra el acuerdolaboral para establecer un aumentosalarial por debajo de la inflación. Elnuevo Gobierno decide de forma pre-cipitada formar parte del Tratado delAtlántico Norte (OTAN), decisiónque crea controversia y acciona eldisenso de los socialistas (el partidomayoritario de la oposición). Lasdivisiones internas en UCD conti-núan. La trama militar parece a vecesimponerse al Gobierno, y tan sólodos líderes del golpe de Estado sonencarcelados. Según algunas fuentes,en esa época en el país hay oficialesde derechas que se ríen abiertamentede las instituciones democráticas, eincluso del Rey, sin que sean repren-didos.

El Gobierno observa, además,cómo las elecciones en las nuevasautonomías incrementan el númerode opositores en la derecha (Fragavence en Galicia) y en la izquierda(los socialistas en Andalucía). Loscatalanes moderados cesan en suapoyo al Gobierno, y éste queda enminoría. La supervivencia del Go-bierno está en manos de los socialis-tas, que escogen el mejor momentoestratégico para convocar eleccionesgenerales. Las elecciones de 1982confirman las encuestas y el PartidoSocialista sale vencedor por mayoríaabsoluta.

La democracia española se consoli-da desde la victoria socialista en1982. Se realizan numerosas reformaseconómicas, mil i tares , y España

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ingresa en la Comunidad Europea. ElPSOE había participado en los pactosde la transición y adquiere ahoraexperiencia de gobierno. Felipe Gon-zález, secretario general del PSOE, seperfila en sus primeros años como unlíder carismático y dinámico, quepone en marcha la transformación delpartido hacia una organización demasas organizada. Surge como cabezade una nueva generación en el poder.Los/as socialistas son reelegidos en1986; y en 1989 ganan las eleccionespero pierden la mayoría absoluta porun escaño. Esta pérdida no tienerepercusiones dada la inasistencia enel Parlamento de los/as diputados deHerri Batasuna.

Los social istas mantienen unGobierno central fuerte. Tambiéndesarrollan (al principio) lazos estre-chos con el sindicato UGT. En esascircunstancias el partido acaparacotas considerables de poder, dejandofuera de juego posiciones extremas,como la de los comunistas. La opi-nión pública es part idaria de lamoderación y europeización. Con lossocialistas, y tras el golpe de Estado,se inicia la reforma y profesionaliza-ción del Ejército. El ministro deDefensa, Narcís Serra, subordina elEjército al mando civil, reorienta susobjetivos (defensa nacional, frente alanterior mantenimiento de la seguri-dad interna) y moderniza la institu-ción.

La relación entre Suárez y el Ejérci-to fue siempre tensa; el presidentetrató de mantenerlos alejados, fueradel proceso de constitucionalizacióndemocrática. En cambio, los socialis-tas optan por un sistema de consultascontinuadas sobre los temas propios.

Aparecen tres objetivos prioritarios:crear una estructura de defensa alestilo de Europa occidental, profesio-nalizar las Fuerzas Armadas y conse-guir más desarrollo de la industrianacional de armamento, frente a lasimportaciones que hasta entonces sehabían realizado. Las élites militaresse convierten en órgano de consulta,con poca capacidad de actuaciónautónoma. El ministro de Defensapasa a ser responsable de las FuerzasArmadas y diseñador de sus políticasde actuación. Se inicia una fase dereducción del 16 por 100 de los man-dos del Ejército, que permite acelerarsu democratización y modernización.

La cuestión del ingreso de Españaen la OTAN, en 1982, tiene una sig-nificación especial. Antes de esa fechalos socialistas consideraban las rela-ciones entre Estados Unidos y Francocomo una subordinación de la sobe-ranía española y un apoyo estadouni-dense a la dictadura franquista. Estacooperación se interpreta como unobstáculo a las aspiraciones democrá-ticas. La decisión de Calvo Sotelo deingresar en la OTAN es controverti-da, y se toma más por razones políti-cas que de seguridad. Es, en el fondo,un medio para mantener al Ejércitoalejado de la política. La opiniónpública no está, sin embargo, prepa-rada para ese cambio. Es escépticaante las intenciones de Estados Uni-dos, y los socialistas triunfan en laselecciones de 1982 con una campañaanti-OTAN. Sin embargo, una vez enel poder, y contra todo pronóstico,los socialistas cambian de posición. Sedan cuenta de que la pertenencia a laOTAN es un elemento crucial paraingresar en la Comunidad Europea.

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Felipe González inicia personalmenteuna campaña en favor de la perma-nencia. A pesar de los vaticinios delas encuestas, el Gobierno socialistagana el referéndum a favor de laOTAN con un 52,6 por 100 de losvotos.

España siempre ha visto en laComunidad Europea un modelo deeconomía próspera y de política demo-crática. En ese sentido, los/as españolesse muestran muy europeístas. Las ini-ciativas para entrar en la Comunidadse inician ya en 1962, pero el ingresoes denegado ante la falta de democra-cia del régimen franquista. Trasmuchas negociaciones, España empie-za hacia 1970 a recibir un trato pre-ferencial por parte de la ComunidadEuropea. En 1977 (muerto ya Franco)se vuelve a solicitar el ingreso. Los dosmayores obstáculos residen en la polí-tica agrícola y la pesquera. Pero, al fin,se fija la fecha de ingreso para enero de1986. Tras alcanzar el estatus de«miembro», España pasa de formarápida a tomar parte en las deliberacio-nes importantes. En 1989 se ingresa enel Sistema Monetario Europeo y en labanda ancha de oscilación. En cuatroaños se dobla la renta per cápita, y seincrementa el comercio y la finan-ciación exterior.

Ante los nuevos retos comunita-rios, y el dilema entre expansión oprofundización, González apoya unamayor integración; y, así, se muestra afavor del Tratado de Maastr icht(1991) con el objetivo de lograr unaEuropa unida. González se erige tam-bién en el portavoz de los paísesmenos ricos dentro de la Comunidad,obteniendo ayudas financieras a tra-vés de los Fondos de Cohesión (que

se dirigen a España, Portugal y Gre-cia). Por otra parte, los fondos estruc-turales no sólo benefician a estos paí-ses , s ino también a las regionesmenos desarrolladas de Europa. Así,estos países se ven beneficiados doble-mente. La situación favorable que seexperimenta en los años ochentaempieza a pasar cuentas en la décadasiguiente. El incremento de compe-tencia precisa de ajustes económicos;especialmente en un país como Espa-ña, donde el Gobierno se dedica asubvencionar monopolios prohibidospor la Unión Europea. Los ajusteseconómicos llevan a la recesión de losaños noventa.

La crisis del petróleo de 1973 yahabía hecho mella en la economíaespañola debido a la dependencia dela industria respecto de la energía.Pero durante un cierto tiempo secamufló la crisis a través de subsidiosa empresas poco eficientes. Las refor-mas económicas no se inician con laspolíticas, sino que tienen que esperarhasta la integración en la Comuni-dad. Al Estado español se le imponenajustes estructurales y, además, seintroduce el IVA. La política econó-mica seguida desde entonces por elPSOE se basa en estimular la inver-sión, reducir la rigidez del mercadolaboral, reestructurar la industria yreducir los monopolios estatales. Seconsigue cierta estabilidad a través dela reducción de la inflación. Españaempieza a depender de las inversionesexteriores, que más tarde se convier-ten en juegos de especulación que lle-van a la caída del valor de la peseta.

Pasan así los años dorados y lacorrupción, que afecta a todos los par-tidos, se empieza a hacer evidente;

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pero en especial la del partido en elGobierno. El PSOE se había movidocon libertad en todos esos años en elpoder gracias a la inexistencia de unaoposición fuerte. El paro crece y larecesión golpea. Queda ya clara laimposibilidad de seguir las pautaspara una monea única y ser un paísde primera velocidad dentro de unaUnión Europea de dos velocidades. Eldéficit en los presupuestos sigue cre-ciendo y alcanza más del 5 por 100del PNB.

En cuanto a las relaciones interna-cionales , España juega un papelimportante de apoyo durante la gue-rra del Golfo Pérsico; y se convierteen el actor principal de las relacionesentre la Unión Europea y Latinoamé-rica. Las negociaciones de paz árabe-israelí se inician en la Conferencia deMadrid (1991). La integración en lacomunidad internacional es plenadesde el restablecimiento de relacio-nes con Israel, en 1986.

Las dificultades políticas y econó-micas propician las oportunidadespara la oposición al PSOE tanto desdela derecha como desde la izquierda.En la derecha, el Partido Popular (PP),antes Alianza Popular, logra desmar-carse de su vinculación con la dicta-dura franquista a través de la sustitu-ción de su líder (Manuel Fraga) porotros líderes más jóvenes. El primersucesor es Miguel Hernández Man-cha, que fracasa pronto y es sustituidopor José María Aznar. El PP vatomando posiciones de centro, con-tradiciendo la idea de que el PSOE esel único partido capaz de gobernar.

El resto de la oposición en el Parla-mento está formada por el PartidoNacionalista Vasco, Herri Batasuna

(que, a pesar del debilitamiento deETA, mantiene un 18 por 100 delvoto en el País Vasco) e IzquierdaUnida (formada por el antiguo Parti-do Comunista y diversos grupos deizquierda). El apoyo a la extremaizquierda, que fue débil en los añosochenta, resurge con IU en las elec-ciones de 1989, bajo la mano de sulíder, Julio Anguita. El apoyo a IUrefleja la crít ica al Gobierno delPSOE y el escepticismo respecto deEuropa de la opinión pública. Conlos resultados de las elecciones de1993, el PSOE precisa ya del apoyototal de Convergència i Unió paragobernar. Es un apoyo que se renuevacon cada decisión importante, ya queel PSOE no logra formar una coali-ción en el sentido estricto de la pala-bra. Convergència i Unió es el parti-do catalán —y catalanista— de cen-tro-derecha liderado por Jordi Pujol.En el año 1992 (Exposición Universalen Sevilla y Juegos Olímpicos en Bar-celona), la corrupción que se destapaataca la reputación del PSOE (Filesa,Malesa, Time Export) con facturasfalsas que habían proporcionado(supuestamente) financiación ilegal alpartido. También el PP y CiU se venenvueltos en problemas similares. Elcaso Filesa es una de las causas de ladimisión del vicepresidente AlfonsoGuerra en 1991.

El paro s igue creciendo y elGobierno cada vez tiene menos legiti-midad. En 1993, el PSOE gana laselecciones pero pierde la mayoríaabsoluta y gobierna con el apoyo delos partidos nacionalistas vasco y,sobre todo, catalán. Esta situaciónconlleva el problema de equilibrarunas preocupaciones progresistas con

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demandas de unos socios más dederechas que, además, exigen mayorescompetencias para sus Gobiernosautonómicos. El PP consigue ya el 35por 100 de los votos frente al 39 por100 del PSOE. El CDS (continuadorde UCD, partido que dirigió la tran-sición) es incapaz de conseguir esca-ños. Las prioridades económicas delnuevo Gobierno conllevan medidaspoco populares: estancamiento de lossalarios y reforma laboral (que dismi-nuye el paro a base de aumentar lainseguridad del puesto de trabajo). Laintegración europea exige acabar conlas rigideces estructurales del mercadoque existen en España. El Gobiernosocialista encuentra la oposicióndirecta de los sindicatos, pero debemantener una política monetariaestricta, así como altas tasas de interéspara poder luchar contra la inflación,que generan un presupuesto deficita-rio. En nueve meses se producen tresdevaluaciones de la peseta. Caen lasexportaciones y crecen de forma dra-mática las importaciones.

El problema de los nacionalismosencuentra solución en la Constitu-ción de 1978 a través de la creacióndel Estado de las Autonomías. Al prin-cipio, las competencias son mayorespara las comunidades históricas yAndalucía. Más tarde, se amplía atodo el Estado con una política de«café para todos». Se reconoce el cata-lán, vasco y gallego como lenguas co-oficiales del castellano. Una preocu-pación creciente es mantener el equi-librio económico entre autonomías apesar del proceso de descentraliza-ción. Con ese fin se crean los Fondosde Compensación Interterritorial,que redistribuyen recursos de las

comunidades más ricas a las pobres,siguiendo un principio de solidari-dad.

La agenda política y económica dela década de los noventa es menosoptimista. El ambicioso programapara conseguir los objetivos de Maas-tricht es difícilmente alcanzable. Lapeseta se vuelve a devaluar y las polí-ticas monetarias restrictivas no consi-guen frenar la inflación. El déficitespañol es ya una combinación deldéficit del Gobierno central y de losGobiernos autonómicos. La tasa dedesempleo española es una de las másaltas de Europa. El Gobierno tieneque mantener la restricción salarial,así como la privatización y reestructu-ración de las empresas del Estado. Elobjetivo es que si se controla la infla-ción, la reforma del mercado laboraly se consigue eliminar las rigidecesestructurales, es posible conseguirmejorar la competitividad españolafrente a los retos establecidos por laUnión Europea.

El modelo español se ha convertidoen un ejemplo de transición pacíficade una dictadura a un régimen demo-crático. Además, el sistema de gobier-no se descentraliza y las diferentesnacionalidades se integran dentro delEstado. Se producen adelantos nota-bles: mejoras educativas, incrementosen las condiciones sociales, avance enla valoración del estatus de la mujer ymejora de la situación de las mino-rías. La profesionalización del Ejérci-to conduce a su subordinación alcontrol civil. España se enfrenta a larecesión económica de los añosnoventa. José M.ª Maravall (sociólo-go y ex minitro) describe en 1982 loscinco problemas a los que se enfrenta

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la democracia española: la tensiónentre el Estado central y los naciona-lismos periféricos; un punto de vistacínico de los políticos y la política;una crisis económica seria; desigual-dades económicas y sociales, y elterrorismo y la violencia1.

En esos años, España sufre la peorrecesión desde la Segunda GuerraMundial. Mientras que algunos secto-res son modernos y tecnológicamenteavanzados, las desigualdades regiona-les y sectoriales frenan la economíaglobal. La amenaza del terrorismocontinúa, aunque pierde apoyo entrela población incluso en el País Vasco.Tras las elecciones de 1993 los parti-dos nacionalistas vasco y catalán jue-gan un papel más importante. Lasdesigualdades económicas y socialessiguen siendo elevadas. La inmigra-ción procedente del Norte de Africaes un nuevo problema en la agendapolítica. Se trata de evitar la apariciónde un sentimiento xenófobo en lapoblación, así como la aparición departidos de extrema derecha, comoestá ocurriendo en otros países euro-peos. Con los part idos polít icosimplicados en escándalos de corrup-ción, la opinión pública se vuelveescéptica respecto de la política y lospolíticos/as, aunque no tanto del sis-tema político democrático.

Como bien reflejan Maxwell ySpiegel, la transición española secaracteriza por el consensus. La refle-xión sobre las consecuencias quepuede acarrear ese consenso no es un

análisis gratuito. Tras la construcciónde la democracia, el CDS logran tansólo dos escaños en las elecciones de1982, y desaparece del Parlamentoespañol en las elecciones de 1993.Surge el PSOE como partido hege-mónico que encauza la voluntad demodernización de la sociedad. Launanimidad del consenso al principiode la transición y las sucesivas mayo-rías parlamentarias presentan un esce-nario de uniformidad. Son Gobiernosfuertes, sin oposición importante,que encuentran su mayor hándicapen las luchas internas de sus respecti-vos partidos.

En los años noventa el PartidoSocialista se encuentra en su mayorcrisis desde que llegó al poder en1982. A los escándalos de finan-ciación se une ahora la corrupción dealguno de sus líderes, el problema delterrorismo de Estado y el asunto delos GAL. La deslegitimación empiezaa ser e l problema principal delGobierno, que se enzarza en luchascon el Poder Judicial y que no admiteresponsabilidades políticas, que pre-tende subordinar a la responsabilidadpenal. Las elecciones locales de finalesde mayo de 1995 son el anticipo decambios estructurales en el mapa departidos políticos (y de legitimida-des). El nuevo reto del sistema políti-co español es conseguir un equilibriode fuerzas, en el que ninguna de ellassea hegemónica, para que se permitaun diálogo a la hora de legislar y seeviten los abusos de poder que dete-rioran el Gobierno socialista.

El estudio de Kenneth Maxwell ySteven Spiegel ofrece una visión clara,breve y sistemática de la evolución deEspaña desde la transición a la demo-

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1 José María MARAVALL, Luis Carlos BRES-SER PEREIRA y Adam PRZEWORSKI, EconomicReforms in New Democracies: A Social-Demo-cratic Approach (Cambridge: Cambridge Uni-versity Press, 1993).

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cracia. El libro permite entender lasituación actual y realizar una progno-sis de lo que puede suceder a cortoplazo. El análisis que se realiza estábien estructurado. Las citas contienenuna información valiosa y actual sobrela situación española, incluyendo auto-res nacionales y extranjeros. La biblio-grafía que se presenta es excelente.

Parece que la cris is económicamejora, el paro desciende y los/aspolíticos aprenden ética. Con la par-

ticipación de nuevos agentes en polí-tica, como mujeres y minorías, seofrecen puntos de vista novedosos enel escenario político. Durante el pro-ceso democrático la legitimidad eco-nómica del Gobierno se va amplian-do hacia áreas de contenido mássocial. Cada vez aparece más claroque la democracia es un proceso y noun puerto de llegada2.

Tamyko YSA

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«La ciencia colegiada, institucio-nalizada, siempre es vulnerable a laacusación de que no es más que un“sistema” que sólo defiende su propiaortodoxia.»

John ZIMAN

Una de las más piadosas metáforassobre la evolución del conocimientocientífico —como un proceso grada-cional y acumulativo— era aquellaque acudía al aforismo medieval delos enanos contemporáneos que soncapaces de ver más lejos porque van alhombro de los gigantes clásicos. Pare-ce que estamos viviendo un tiempoen que los enanos se cansaron de via-jar a hombros de gigantes, y decidie-ron que en vez de ver más lejos prefe-rían descubrir que aquello que decíanver los gigantes no era verdad o que,por lo menos, era sólo su verdad. Asíhemos pasado, y estamos pasando,por un proceso de ataque, acoso y

derribo al discurso tradicional y orto-doxo del conocimiento científico—así como de sus fundamentos epis-temológicos, hasta hace poco inmacu-lados—, de tal manera que cuandorecibimos la difícil arqueología delsaber foucaultiana, que acababa deri-vando el saber del poder, o el adiósdefinitivo a la razón entonado porPaul K. Feyerabend, ya podíamosimaginarnos que los caminos habíanquedado abiertos para continuar conuna deconstrucción de los discursoscientíficos (y cientifistas) hecha conuna radicalidad y una virulencia hastaese momento inesperable.

La ironía postmoderna continuaría,de esta manera, por la senda abierta,presentando a la ciencia como una

2 Es importante para este punto leer aRobert A. DAHL, La democracia y sus críticos(Barcelona: Paidós, 1992).

CRISTÓBAL TORRES ALBERO

Sociología política de la ciencia(Madrid, CIS/Siglo XXI de España Editores, 1994)

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dama orgullosa, y un tanto autista,demasiado pesada y lenta como parapoder esquivar las flechas afiladas queesta postmodernidad rampante le lan-zaba. Al fin y al cabo, era lanzar todoun ataque desmitificador y trivializa-dor sobre la ciencia como el metarre-lato, quizá, más representativo y conmayor fuerza estructuradora de lamodernidad. Tratanto de poner endesoladora evidencia —desde elredescubrimiento de los saberesnarrativos, el cotidianismo, la hiper-complejidad y el azar— que las viejasactitudes del positivismo cientifistaestán más desnudas que el emperadorde la fábula infantil.

Pero el problema de toda estadeconstrucción y toda esta desmitifi-cación era llegar a un punto de noretorno en el que, como en el viejodicho anglosajón, tirásemos el aguasucia del baño con el niño dentro,esto es, que gran parte de los avancesdel conocimiento (lo mejor y másauténtico y no sólo lo peor y másfalso) se nos vaya por el sumidero.Quizá —vamos a ponernos en clavehabermasiana— la ciencia, como laIlustración, es un proyecto inacabadoque hay que criticar para mejorarlo ysuperarlo, y no simplemente negarlo(o, mejor, denegarlo en el sentidofreudiano) como actitud más contra-moderna que postmoderna.

El libro de Cristóbal Torres quemotiva estas páginas es un magníficoejemplo de actitud dialógica con elconocimiento científico, desde lamejor tradición de la sociología —o,mejor, de las sociologías—, hecho apartir de una escrupulosa revisión delos hitos de la sociología de la ciencia,como línea de investigación ya asen-

tada y bien madura, así como de dis-ciplinas y caminos de avance paralelo,o por lo menos cercano, como la his-toria y la filosofía de la ciencia.

De esta forma, por sus páginas vandesfilando las tesis clásicas de RobertK. Merton, de las que el autor realizauna más que minuciosa lectura, revi-sando, delimitando y engarzando susdiferentes etapas y publicaciones.Pasando luego a las revisiones delfuncionalismo hechas justo cuando lacrisis de la sociología occidental —siuti l izamos el término de AlvinGouldner— o simplemente sociolo-gía norteamericana —como insistíanuestro llorado Juan F. Marsal—empezó a poner severos límites de cir-culación y comprensión a las explica-ciones funcionales. Se revisa así unaoleada de versiones etnometodológi-cas, interaccionistas, fenomenológicasy, en general, microsociológicas queentraban con fuerza en la sociologíade la ciencia, desplazando, en parte,al sólido monolito funcionalista. Porfin, se pasa revista a la era del redes-cubrimiento de Wittgenstein, al usode las teorías narrativas y a la revolu-ción cognitivista. En una palabra, elconstructivismo en todas sus versio-nes abría la recomposición radical,«fuerte o superfuerte», de la sociolo-gía del conocimiento científ ico,recomposición que ha acabado crista-lizando en una nueva sociología de laciencia, preocupada por hacer unaetnografía concreta de la vida laboralde los científicos, lo suficientemente«caliente» como para ser capaz deabrir el blindaje que la ciencia, demodo habitual, se ha otorgado comoforma de autodefensa y diferen-ciación social.

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Paseo, por tanto, por nombrescomo Merton, Barber, Price, Barnes,Bloor, Mulkay, Knorr-Cetina, Latour,Woolgar y un larguísimo etcétera,pero también, y esto es más impor-tante, a nuestro entender, paseo poruna serie de conceptos que estructu-ran el campo de análisis. Así, el tripleacercamiento, orden, poder/autoridady cambio, en el mundo científico, nosintroduce en el núcleo de la sociolo-gía política, como conjunto de lógicasexplicativas del acontecer científico.Sociología política que se lleva hastasus últimos extremos cuando el autor,señalando las limitaciones de unavisión únicamente legal-racional de laciencia, opta por la aplicación com-pleta de los siempre enriquecedores yfructíferos tipos ideales weberianos deautoridad —y, en general, todo eltrasfondo del análisis del poder enWeber— para centrar su lectura polí-tica de la ciencia. La ciencia es unjuego de poderes —no sólo de sabe-res— donde lo carismático, lo tradi-cional y lo racional-legal se mezclan yentremezclan, formando una imagenque poco tiene que ver con la inocen-te y aséptica representación positivistay/o analítica de la ciencia. Lo mismoocurre cuando Cristóbal Torres deci-de —utilizando a otro gran clásico dela sociología: Ferdind Tönnies— des-montar, o al menos limitar, el con-cepto horizontalista y fraterno decomunidad científica para entrar, sinreparos —junto, por ejemplo, conKarine Knorr-Cetina—, en otromucho más interesado, jerárquico,anónimo y orgánico de asociación osociedad científica.

En la parte final se plantea el pro-blema de la ciencia y el cambio cien-

tífico, revisando las tesis clásicas delfalsacionismo popperiano y del pro-greso científico, con sus epígonosmás conocidos, así como la obra deFleck como punto de arranque de lastesis que luego Kuhn se encargará desistematizar, no sin ambigüedadesnotables, y difundir. Por lo que a ren-glón seguido se abre un replantea-miento de la obra de Thomas S.Kuhn en buena medida repolitizandoy resociologizando sus fundamenta-ciones o, mejor, mostrando consuficiencia que sólo desde una lecturafuertemente sociologizada de estosfundamentos, y no sólo de su con-templación desde lo estrictamenteepistemológico, se pueden defenderlos planteamientos del autor norte-americano.

Libro, por tanto, rico y enjundioso,que además es susceptible de ser leídode muchas maneras; o bien como unamagnífica revisión de los principalestópicos —en el sentido anglosajóndel término— de la sociología delconocimiento y de la ciencia, desdelos más conocidos a los más novedo-sos; o también como una relectura dela sociología de la ciencia, especial-mente en su clásica versión mertonia-na, defendiéndola de los «excesos» yataques desenfocados de las escuelas yprogramas más radicales (y tambiénen alguna ocasión más sectarios); porno olvidar una de sus virtudes princi-pales, el planteamiento de una polé-mica valiente entre las posturas con-textualistas de la sociología de la cien-cia y el análisis lógico analítico, más omenos flexibilizado, de la filosofía dela ciencia.

Obra seria, académicamente muybien afianzada, un tanto solemne

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para el estilo que últimamente obser-vamos en la sociología actual de laciencia (llena de crónicas, diálogos,historias de vida, estudios de caso,narraciones y hasta incluso ficciones),cosa, por otra parte, explicable sitenemos en cuenta que su versiónoriginal es una tesis doctoral leída enel año 1992. Sin embargo, este ori-gen académico inmediato no impidepara nada el que sea un productomaduro, bien equilibrado, con crite-rio de autor sobradamente marcado ycon independencia en la exposición ydefensa de sus argumentos principa-les; sólo la forma un tanto abrupta enla que se plantea y se concluye el epí-logo hace que se resienta algo unaobra que hasta ese momento habíamantenido un r i tmo ajustado eincluso un suave y armonioso in cres-cendo.

Puestos a echar cosas en falta, unlector quizá algo anticuado, como elque firma estas líneas, encuentra elhueco de las lecturas marxianas y susderivaciones más o menos contempo-ráneas. Directamente relacionado conesto nos aparece en toda la obra unavisión, quizá, demasiado micropolíti-ca de la ciencia, con lo que se abre elhueco en sus páginas —casi todo un«agujero negro»— de las relaciones dela ciencia con la sociedad política,considerada esta última en su acep-ción más general. Poder e ideologíatienden así, en el libro, a ser conside-rados más en el marco interno de lavida científica que en sus relacionescon la desigual estructura social gene-ral. Refugiarse en la útil, pero insufi-ciente, versión del internalismo yexternalismo de la sociología de laciencia, es encontrar un refugio segu-

ro pero que no hace más que soslayarel problema. Al fin y al cabo, comoseñalaron Han Gerth y Ch. WrightMills en su clásico Carácter y estructu-ra social, los científicos —aunqueellos se crean lo contrario— son unode los grupos más fácilmente mani-pulables —por su dependencia derecursos económicos y por su perma-nente y narcisista necesidad de reco-nocimientos y estatus— y una de laspresas más fáciles para los tiburonesde la política.

Pero, aparte de todo esto, la obraque aquí nos ocupa nos hace abriruna perspectiva esperanzada sobre lasociología de la ciencia en nuestropaís, donde parece que goza de buenasalud, ya que en estos últimos tiem-pos hemos recibido media docena delibros en castellano —en un par deellos también figura Cristóbal Torrescomo coautor— que se inscriben enla renovación actual de la sociologíadel conocimiento y la ciencia a nivelnacional e internacional. Una genera-ción de recambio está llegando consus tesis y sus libros a la sociologíaespañola para continuar una brechaabierta ya por la generación anterior,entre la que cabe destacar aquí lafigura, ya tristemente desaparecida,de Esteban Medina, que ha dejadouna estela de la que el libro de Cristó-bal Torres es deudor inequívoco. Muypronto, me imagino, veremos llegarlos estudios de casos concretos referi-dos a la ciencia y la universidad espa-ñola, lo que será su gran prueba defuego; algunos estamos ya impacien-tes por recibirlos y, a la vez, esperan-do y deseando lo mejor. Si Paul Feye-rabend decía que la filosofía de laciencia es una disciplina con un

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espléndido pasado, pero con undudoso futuro, obras como ésta deCristóbal Torres nos hacen, afortuna-damente, concebir mejores perspecti-

vas para el futuro de la sociología delconocimiento científico.

Luis Enrique ALONSO

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Estamos ante un manual elaboradopor un grupo de destacados profesio-nales de la Facultad de Ciencias Polí-ticas de la Universidad Complutense.Su pretensión, en palabras de la coor-dinadora de la obra, la profesoraPaloma Román, es la de ser un ins-trumento para cualquier personainteresada en saber qué sea el Sistemapolítico español. No se dirige a unpúblico especialmente versado en laslides académico-científicas, su afán esclarificador, aspirando a servir a losdocentes como apoyo en su quehacercotidiano. Abundando en esa preten-sión, contiene un elemento que esclave en su desarrollo, la interacciónde las partes que lo configuran. Lostrece capítulos en los que se divide laobra constituyen un amplio esfuerzopara acercarnos al panorama de loque en esencia es el tema que lesocupa: lo político en España en unsentido amplio. Se atienden, así,desde cuestiones que tradicionalmen-te han sido tratadas por la ciencia dela administración hasta temas aborda-dos sistemáticamente por la sociolo-gía política.

Se configura el libro como un cri-sol que ha de verse en su conjunto,

carente, por paradójico que resulte,de una pretensión sistémica en strictosensu. No se cierra sobre sí mismo.Sugiere, más que dicta, y así habrá deser leído, como una incitación a laprofundización.

Los ensayos que dan contenido acada capítulo se envuelven recíproca-mente (sistémicamente, podríamosdecir, en palabras de I . Berl in),logrando de ese modo mostrarnos elSistema polít ico español de unaforma dinámica, viva. Esa es su granvirtud. Como defecto, quizá difícil-mente subsanable atendiendo a lohasta ahora apuntado, podríamosseñalar las duplicidades, los solapa-mientos, que afloran en aspectos con-cretos.

La obra comienza con el epígrafededicado a la evolución histórica yconstitucional del Sistema políticoespañol, realizado por la profesoraCarmen Ninou. Un recorrido históri-co exhaustivo, en el que la trabazónargumentativa de los cuatro apartadosgira en torno a la inestabilidad consti-tucional española. El siglo XIX, consus continuos y complejos vaivenes,se nos traslada con claridad y senci-llez, algo que sin duda percibirán los

PALOMA ROMÁN (coord.)Sistema político español

(Madrid, McGraw Hill, 1995)

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estudiantes que se asomen a estaspáginas. Tal vez se pudiera echar enfalta una mayor dedicación al períodoque comprende la Segunda Repúbli-ca, como referente básico del devenirdemocrático español en el siglo XX.

El capítulo segundo, centrado en laConstitución española de 1978, estáa cargo del profesor Secundino Gon-zález. Podemos destacar de entre suspáginas la olvidada voluntad de con-senso que imperó en el momento desu gestación. Recoge del viejo profe-sor, don Enrique Tierno, la distinciónentre «constituciones muro» y «cons-tituciones cauce» (p. 45) en su profu-so análisis de lo que la Constituciónde 1978 aporta en el orden económi-co. La definición de Estado social, yla posibilidad abierta hacia una socie-dad en la que los medios de produc-ción sean propiedad colectiva, permi-te al autor alguna valoración sobre la«erradicación» de la transformaciónestructural o esencial, tras la caída delos regímenes socialistas (p. 46).Hecho que lo único que comporta esun acicate para la imaginación de loque ha de ser una nueva teoría políti-ca sin tutelajes, sin añoranzas, en laque el referente de la justicia social nosólo puede, sino que debe encontrarcabida.

A la organización territorial delEstado dedica su atención el profesorJuan Maldonado en el tercer capítulo.Tras una breve introducción, analizael pasado que más que encontrarse enel fondo, como indica uno de susapartados, se nos cuela por los inters-ticios del hoy con fuerza, y no sólo enlo que a nuestra organización territo-rial atañe. Más adelante presta aten-ción a lo que supuso de forja la tran-

sición política, en la que una volun-tad férrea, aunque abierta, de convi-vencia democrática se ve en la actuali-dad cuestionada (p. 56). Los conflic-tos estudiados entre Estado y autono-mías se produjeron, y de hecho seproducen, como reflejo de la siempreconflictiva relación entre distintossujetos con intereses contrapuestos,bajo el auspicio de un cierto volunta-rismo refrendado por el artículo 2 dela CE, en el que la solidaridad entretodas las comunidades nos apareceestos días como un sarcasmo (p. 59).

La profesora Román desarrolla, enel capítulo cuarto, lo referido a laJefatura del Estado. Después de dedi-car unas páginas a la evolución histó-rica de la monarquía, se centra en loque la Corona supone en nuestro sis-tema político tras la confusión con-ceptual provocada por el franquismo,considerado a sí mismo técnicamentecomo un reino —así lo fue legalmen-te desde 1946— (p. 70). La recupera-ción de la figura histórica del legíti-mo heredero dinástico, don Juan deBorbón, sería, pues, una cuestión denecesidad moral, de ajuste de cuentascon nuestro pasado. Deuda que vasiendo saldada. Un epígrafe dedica laprofesora a la monarquía en la transi-ción, en la que el binomio dictadura/democracia fue resuelto con el papeldestacado del monarca en favor deesta última. Con el referéndum de1976 como remedio indirecto a lavieja polémica en torno a la forma degobierno deseada (p. 72), y tras des-glosar los componentes y relacionesde la casa real, finaliza sus aportacio-nes y el capítulo.

En las Cortes Generales deposita suatención el profesor Manuel Sánchez

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de Dios, en el capítulo quinto. Suprimer epígrafe se ocupa del bicame-ralismo de las Cortes Generales, en elque tal vez hubiese sido interesantedesarrollar, con alguna sugerencia, laposible reforma del Senado. Sobretodo para permitir una mejor articula-ción a nivel estatal de los intereses delas diferentes Comunidades Autóno-mas (p. 89), superando con ello deuna forma definitiva la inercia históri-ca con la que se creó la segunda Cá-mara: un planteamiento fundamen-talmente dilatorio. Clarificar sus fun-ciones, dotándolas de contenido,supondría un verdadero apoyo en loque se pretende, sugerir intelectual-mente incitando al conocimiento.

Al transfuguismo como un efectocolateral, si se quiere no deseado, dela prohibición expresa del mandatoimperativo, dedica sus reflexiones elautor (p. 94). Tema que resurge, des-graciadamente, hemos de decir, cadacierto tiempo en nuestro panoramapolítico. El control del gobierno y latan manida exigencia de responsabili-dad política son algunos de los aspec-tos desarrollados con una meridianaclaridad, que casi prologan al siguien-te capítulo.

La profesora Blanca Olías analiza elGobierno en el capítulo sexto. Lacomposición de éste, el carácter presi-dencialista del mismo (p. 113) o lasrelaciones siempre complejas delGobierno con las ComunidadesAutónomas (p. 115) son algunos delos aspectos en los que se nos ilustra.La cuestión de confianza (p. 119), elpapel del Ministro de la Presidencia ysu «poder» (p. 121), junto al papel delos asesores ministeriales o la dificul-tad de delimitación entre Gobierno y

Administración (p. 113), son otros delos temas glosados y llenos de actuali-dad. Un aspecto sumamente sugeren-te, por lo que puede suponer en elfuturo, es lo que atañe al programa dedirección política, exigible en términospolíticos, pero no jurídicos (p. 118),sugerencia tan sólo apuntada por laautora que, sin duda, desarrollará ensucesivos trabajos.

El profesor Sánchez de Dios se cen-tra en el poder judicial y la jurisdic-ción constitucional, en el capítuloséptimo. Actor de primer orden en lossistemas políticos (p. 130), al que lascoyunturas concretas en períodos demutación otorgan un papel protago-nista. La judicialización de la política,o la politización de la justicia, tan enboga, son buena prueba de ello. Laorganización y estructura del poderjudicial es otro de los objetos de análi-sis junto a la justicia constitucional ysu papel moderador como legitimadordel sistema político (p. 149). Tal vezpudiéramos demandar un mayor pesoen la redacción del profesor a la juris-dicción internacional (p. 156) aten-diendo al impacto, y posterior engar-ce, de la legislación comunitaria ennuestro acervo legislativo.

El profesor Jaime Ferri es el autordel capítulo octavo, dedicado a lasAdministraciones Públicas. En él rea-liza un meritorio esfuerzo de adecua-ción con el carácter sistémico queimpregna a la obra; así, nos habla delsubsistema administrativo (p. 162) yhace hincapié en su relación con elresto del sistema. La lucha contra laburocratización, contra la primacía delos intereses partidistas, incluso den-tro de los propios parlamentarios, sonalgunas de sus aportaciones (p. 174).

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A destacar, también, serían los párra-fos dedicados a los condicionamien-tos que la Administración imponesobre las decisiones políticas (p. 180).

La profesora Román desarrolla consoltura el capítulo noveno, sobre par-tidos y sistemas de partidos. Con unaestructura tripartita, analiza los ante-cedentes y las etapas de transiciónpolítica y consolidación (pp. 184-195), para pasar a un balance generalde la situación actual de los partidosy sistema de partidos en España.Apunta una opción común a los par-tidos políticos surgidos para accederde una u otra forma al poder: el prag-matismo. Verificando cómo la ten-dencia a convertirse en «partidos atra-pa-todo» va en detrimento directo desus postulados ideológicos, a lgodeterminante a la hora de entendernuestro desarrollo como sistema departidos (p. 195). Finaliza constatan-do la consolidación y firmeza que,mal que pese a algunos agoreros, halogrado nuestro sistema (p. 201).

El capítulo décimo es el redactadopor la profesora María Esther delCampo. En él se centra en los gruposde presión en la transición y consoli-dación democrática, viendo en ellosun puente entre la sociedad civil y elEstado, reformuladores de las posibles«formas de equilibrio» entre los parti-dos políticos y el Gobierno (p. 202).Tras el análisis de los sindicatos, losempresarios, la Iglesia católica y lasFuerzas Armadas en nuestra sociedad,finaliza con una conclusión plena deserenidad, en la que se destaca más laprobidad de la potencialidad demo-crática que el pesimismo por la faltade motivación en la participaciónciudadana (p. 221).

Los s istemas electorales son elmarco en el que la profesora Románse desenvuelve en el capítulo decimo-primero. Aborda los elementos inicia-les básicos: voto, censo y administra-ción electoral, para desarrollar mástarde los distintos comicios (p. 228).Con D. Rae como referente, realizaun balance general del sistema electo-ral, en el que la decisión obtiene laprimacía como objetivo de la fórmulaelectoral (p. 234).

Siguiendo al profesor Vallés, en loque concierne al comportamientoelectoral, distingue cuatro dimensio-nes en la distribución del voto: frag-mentación, polarización, volatilidad yorientación política, con dos cleava-jes: el universal o ideológico y elnacional (p. 237). De un gran aciertocabe calificar la inclusión de los datoselectorales en el período que com-prende desde 1977 a 1994, realizadapor Josep María Reniu (pp. 240-247).

El capítulo decimosegundo, a cargodel profesor Maldonado, arranca conel ímpetu que su título acredita: sobreel sentido de la cultura y la política.Y sobre cultura política en Españadesarrolla su ensayo, dentro de unenfoque claramente sistémico. Susconsideraciones en torno a la prácticapolítica se insertan en lo que Arendty Bobbio ya nos mostraron: la rela-ción entre democracia social y sistemapolítico es ya un hecho —al menosen gran parte del planeta, debemosmatizar—. Pero no podemos eludiralgo que en nuestro país los profeso-res Aranguren y Peces-Barba hanmostrado: la creciente importanciaque la ét ica, como debe ser, valogrando en el acontecer político, a

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pesar de la apatía y el cinismo quenos caracteriza como pueblo (pp.259-264). La inclusión del últimoepígrafe, sobre materialismo y post-materialismo, en el que se imbricancultura y cambio social (p. 278),tiene un claro marchamo incitador,de revulsivo intelectual hacia las«cohortes más jóvenes» que, sin duda,agradecerán.

Cierra la obra el maestro RamónCotarelo. El decimotercer capítuloparte de la herencia del pasado, denuestros condicionantes, para expli-car la polít ica exterior española.Europa, y el vuelo que sobre nuestrasconciencias colectivas ha pendido,hacen de ésta el «cuasi-exterior», másaún, si cabe, tras el ingreso españolen 1986 en la hoy Unión Europea.Ese es el centro sobre el cual gravita-ron, y aún gravitan, todos nuestrosesfuerzos en el entorno mundial,incluso los referidos a la política conlos Estados Unidos o América Latina.Pol í t ica esta últ ima que, tras e lesfuerzo del V Centenario, no exentode un cierto celo propagandístico, havisto conseguida, a través de las cum-bres de Jefes de Estado y de Gobiernode los países iberoamericanos, unaconfiguración práctica de lo previstopor nuestra Constitución: la Co-munidad Hispánica de Naciones(p. 295). A pesar de ello, nuestraaportación como mediadores entreLatinoamérica y la Unión Europeaestá aún por desarrollar. Tras afrontarel papel de España en el área africanay mediterránea, termina la obra con

los contenciosos aún vigentes de lapolítica exterior española: Gibraltar,Ceuta y Melilla.

Finalizamos también nuestras con-sideraciones con una mención inelu-dible. Atender no sólo al sistema ysus aledaños, sino al ambiente y lasinteracciones entre ambos, hubieraenriquecido sin duda las páginas,trescientas, que hemos analizado.Diera la impresión de que se coque-teó con la idea sin que ésta lograrauna forma eficiente, de ahí la necesi-dad de demandarla. En esa línea,siguiendo a D. Easton, podríamos vercómo la dedicación de una excesivaatención a los outputs, a las respuestasde las conductas de los miembros delsistema, en detrimento de los inputs,de las demandas, hace que el sistemade retroalimentación se resienta, des-virtuándose el conjunto. Los procesosde conversión y la capacidad del siste-ma de emprender acciones construc-tivas quedan discriminados cuando,de hecho, condicionan, conforman-do, su conducta posterior. El hoycomo heredero del ayer y progenitordel mañana se resiente.

La opinión pública, los posibleselectores, unidos a los entornosmediáticos, son un factor decisivo enlos «renovados» sistemas democráti-cos. La legitimidad, la fuerza, descan-sa hoy más que nunca, parafraseandoa V. Havel, en aquellos que precisa-mente no ejercen el poder, y eso esalgo difícil de olvidar.

Juan Carlos CUEVAS LANCHARES

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«La estructura social es como unaconcha marina.»

A. R. RADCLIFFE-BROWN

Tras veinticinco largos años de tra-bajo de campo en Rumanía, el profe-sor Cuisenier ha escrito una obra degran interés («El fuego vivo: El paren-tesco y sus rituales en los Cárpatos, pen-diente aún su traducción al castella-no) por lo ambicioso de la empresa,su espíritu modernizador y, muyespecialmente, por lo que sin duda seconsiderarán importantes aportacio-nes teóricas en el campo de la inter-pretación del rito.

Publicado en febrero de 1994, suscasi quinientas páginas —escritas conun estilo que demuestra una evidentevoluntad literaria, e incluso poética,sin duda reflejo de la vocación huma-nista del autor (aunque tal vez estopueda también atribuirse a la influen-cia de una determinada tradiciónfrancesa)— nos introducen, con unrigor no exento de pasión, en el fasci-nante mundo de las sociedades carpá-ticas. Sociedades éstas que, hasta hacerelat ivamente poco t iempo, nohabían sido estudiadas por la antro-pología social anglosajona ni por losetnógrafos franceses, pues no eranconsideradas —al igual que les suce-día al resto de las sociedades euro-peas, como apunta el mismo Cuise-nier en sus primeras líneas— materiade estudio para esta disciplina.

Ya en la «Introducción», el autoradelanta lo que será su principal desa-fío y posterior conquista: demostrar

que en las sociedades carpáticas elparentesco se ejerce —se «actualiza»,le gusta decir a él— por medio delrito.

Volveremos sobre esto al final deesta breve reseña. Ahora veamoscómo estructura su trabajo y hagamosun esbozo de sus contenidos.

Para empezar, y deteniéndonosunos instantes más en la citada«Introducción», podemos destacaralgunos aspectos fundamentales de laobra que ya se apuntan en ésta. Unode ellos sería el gran hincapié queempieza a hacer el autor desde elprincipio (p. 18) —y que, luego severá, es tremendamente coherentecon el núcleo de su argumentación ycon el bagaje teórico que utiliza—en la importancia de plantearse laaprehensión de los fenómenos cultu-rales como una realidad plurisensorialen la que cada gesto, cada olor, cadacambio de entonación y demás aspec-tos del lenguaje no verbal tienentanta importancia como los aspectostextuales de los mismos: «Como si lavida fuese una ópera». De ahí la sen-sibilidad y, casi diríamos, el mimocon los que ha tratado el materialetnográfico, su preocupación portrasladarlo hasta nosotros con lamayor fidelidad posible (tanto lostextos como el sonido, la imagen, elmovimiento, etc.), aun si algunas delas decisiones que toma en este senti-do pudieran ser discutibles (por ejem-plo, su decisión de dar más importan-cia a lo musical que a lo poético, o lade que al traducir la poesía de los tex-

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JEAN CUISENIER

Le feu vivant. La parenté et ses rituels dans les Carpates(París, Presses Universitaires de France, 1994)

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tos rumanos ha procurado que éstostengan el sonido «de la vieja poesíafrancesa»).

Otra muestra de ese interés por lafidelidad al hecho etnográfico es elprincipio que se impone el profesorCuisenier de trabajar sobre versionesíntegras de los textos asociados a losmitos y no sobre resúmenes de losmismos, como suelen hacer en otroscasos otros autores. No acaba de que-dar clara, en mi opinión, por otraparte, y a pesar de sus explicaciones(p. 23), la objetividad del criterio conel que decide que de todas las varian-tes existentes de un determinadotexto asociadas a un determinado ritoes una la que, de manera inequívoca ycasi pareciera que tangible, tiene pri-macía sobre las demás. Esta orienta-ción epistemológica del autor, que seve reflejada en distintas ocasiones a lolargo de la obra (como cuando dice,por ejemplo, que la antropologíasocial debe proceder de una determi-nada manera para «validar sus hipóte-sis», p. 28), es, desde mi punto devista, uno de los aspectos más critica-bles de esta obra. Pero de todo estonos ocuparemos más adelante. Demomento, veamos cómo se siguedesarrollando este trabajo que, porotra parte, es sin duda muy interesan-te y magistral en su género.

En los primeros capítulos del libro(caps. 1 al 5) nos situamos en el lugary en el tiempo. Tres pueblos: Dobrit-sa, Sîrbi y Sucevitsa, en tres zonasdistintas de Rumanía: Oltenia, Mara-mures y Bucovina, respectivamente. Y una época, los últimos veinticincoaños, particularmente agitada y cam-biante en la historia de esas socieda-des carpáticas, que han visto cómo el

granítico régimen de Ceaucescu sedesmoronaba para dar paso a unarevolución con problemas de identi-dad. Al profesor Cuisenier hay quereconocerle también, por cierto, elmérito y la intención de haberse pro-puesto incorporar a su estudio dichoscambios recientes, acaecidos cuandola obra estaba ya en un estado muyavanzado de elaboración, práctica-mente a medio hacer.

En estos capítulos iniciales, el autorempieza por hacer (cap. 1) una des-cripción del escenario físico y econó-mico donde transcurre la acción deesta «ópera», deteniéndose a comen-tar las visiones opuestas que de estetema tenían, por un lado, la culturatradicional de los pueblos y, por otro,el régimen comunista y supuestamen-te modernizador de Ceaucescu («elarrasador», «el demonio», «drácula»)con su destrucción y/o remodelaciónde los antiguos pueblos y su diseñofrío, impersonal y racionalista —bási-camente orientado hacia la producti-vidad— de nuevos espacios urbanos.Impetu modernizador, a la par quedestructivo, que se ve reflejado tam-bién en el empeño que puso el régi-men comunista en acabar con la cul-tura tradicional de los hutuli, porcitar un ejemplo de resistencia a losracionalizadores al que el autor prestaespecial atención —aunque, segúnéste, dicho espíritu de resistenciaestuviera mucho más generalizado.

Al final del capítulo, el profesorCuisenier, coherente desde el primermomento con un afán comparativoque es sin duda enriquecedor, exami-na los efectos de dicha modernizaciónen los tres pueblos elegidos comoobjeto de su estudio.

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Pasa después a describir (cap. 2) esemismo escenario físico tal y como essubjetivizado por sus habitantes, conreferencias a las emociones y senti-mientos que despierta en ellos, elsimbolismo y las leyendas con los quese asocia y, sobre todo, los mediosque utilizan para hacerlo suyo, parasentir que esa tierra es suya y poderasí utilizar la expresión tara noastra(«nuestro país, nuestra tierra»). Deeste modo, en un primer acercamien-to al tema de los fuegos, nos habla delos que se encendían en honor de SanJorge «para que el frío salga de la tie-rra» y de los que, por extensión, seencendían en los picos de los montesde los Cárpatos y que, según el autor,eran una forma de que sus habitantesse apropiaran de su tierra.

En su camino hacia el estableci-miento de la conexión fuego-rito-parentesco, hacia la demostración deque el parentesco en los Cárpatos seejerce primordialmente por medio delrito, el profesor Cuisenier se detienedespués para hablarnos del bosquecomo naturaleza y peligro por oposi-ción a los asentamientos humanos(cultura y seguridad). El bosque habi-tado por seres extraordinarios, reales—algo con lo que acabó Ceaucescu—o imaginarios; el bosque que alimentapero que también mata; el bosque,zona misteriosa donde se sacrifica ins-trumentalmente un cordero; el bos-que como terreno marcado simbólica-mente.

Cómo contribuye esto a establecerla relación entre fuego, rito y paren-tesco se hace evidente en los siguien-tes capítulos (caps. 3 al 5), donde senos explica cómo los pastores ruma-nos (se dedica todo un capítulo al

pastoralismo como forma preeminen-te de organización social de estospueblos) encendían ritualmente unfuego cuando querían establecer unasentamiento humano en medio delbosque, entre los lobos, más allá dellímite. Era como inaugurar unas tie-rras, y las tierras en Rumanía, segúnCuisenier, están siempre relacionadascon los antepasados. Empezamos así aintroducirnos en el mundo del paren-tesco.

En los capítulos 4 y 5, el autor sedetiene a examinar, en una primeraaproximación al problema, distintasteorías sobre el rito: Frazer, Durk-heim, Lévi-Strauss; y presta especialatención a las de este último («el rito,con sus repeticiones, intenta unir loque en la vida es discontinuo», el ritoconsiste en «palabras dichas, gestoshechos, objetos manipulados») y aciertas aportaciones de la semiología—que no deja de estar, como es evi-dente, muy relacionada con el estruc-turalismo—, para luego aplicarlas alanálisis de un primer rito que para élestá relacionado con el parentesco: losfuegos vivos, que dan título al libro.

Nos cuenta que los fuegos vivosson esos fuegos que encienden lospastores de una manera ritual parafundar un establecimiento humanoen los márgenes del bosque y paraevitar desastres naturales como el quelas ovejas dejen de dar leche, la malasuerte, etc. Su conclusión es que elfuego vivo es un ritual polisémico depurificación, protección, agregación yfundación que sirve, como no podíaser menos, para controlar lo aleatorio(proceso lógico de primer orden,como ya demostró E. E. Evans-Prit-chard en su seminal ensayo Brujería,

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Magia y Oráculos entre los azande).Una necesidad de control o de ges-tión que se hace más evidente cuandoel asentamiento humano que se va aestablecer no es el meramente provi-sional de algunos pastores con susovejas, sino un asentamiento perma-nente de hombres, mujeres, niños,vecinos, parientes, amigos, etc., en elque lo aleatorio ya no es solamente lonatural, sino también lo social. Es poreso importante hacer bien el rito delfuego vivo, no sólo para que el hom-bre se lleve bien con la naturaleza,sino para que lo haga también con losotros hombres.

El resto del capítulo 5 lo dedica elprofesor Cuisenier a demostrarnos dequé manera, como decíamos antes, latierra está indisolublemente asociada,en la cultura de estas sociedades car-páticas, con los antepasados y, portanto, con el parentesco, como yacomentábamos más arriba (tienenuna palabra —mosi— que incorporalos dos conceptos: tierra y antepasa-dos; aunque quizá tampoco debería-mos abusar del léxico como pruebainfalible de nuestros asertos).

Unas páginas más atrás, el capítu-lo 4 se cerraba, en ese espíritu deCuisenier de contextualizar y poner aldía su trabajo, con un comentario deplena actualidad haciendo referenciaal hecho de que, hoy por hoy, despuésde los cambios acaecidos en la recien-te historia de Rumanía, para los habi-tantes de estas regiones carpáticas, loaleatorio está representado por elmercado libre.

A lo largo de su exposición y entre-tejidas con ella, el autor va desgra-nando aquí y allá una serie de consi-deraciones teóricas y metodológicas

del mayor interés que, finalmente,recogerá en sus conclusiones. Yo optopor hacer esto último y, para noentorpecer este resumen meramenteorientativo de contenidos, dejaré micomentario sobre este tema para elfinal.

En el capítulo 6, el profesor Cuise-nier nos habla de los ritos asociadoscon el nacimiento y, en concreto, delas ursitoare o hadas del destino, unospersonajes que juegan un papelimportante en la determinación deldestino del recién nacido, un nuevomiembro de un sistema de parentes-co. Una vez más, la preocupación porla incertidumbre existencial (que talvez no esté tan presente en la vida delas gentes como desearían, exageran-do en alguna medida, los antropólo-gos) y acaba con unas líneas sobre lacoexistencia de tres sistemas de creen-cias: el de la Iglesia, el tradicional y eldel régimen comunista de Ceaucescu.

Sin embargo, empieza el capítulo 7,dicho régimen no ha restado impor-tancia ni fuerza al parentesco. Suimportancia no es, por otra parte —sedefiende, curiosamente, Cuisenier—,una invención de los antropólogos; «lagente se la da realmente».

En este capítulo se nos describe endetal le el s istema de parentesco,haciéndose especial hincapié en lacoexistencia de varias terminologíasdistintas y en cómo éstas se utilizanestratégicamente (al igual que lasalianzas, como veremos más adelante)para progresar. Así, por ejemplo, si elprestigio social de la familia del mari-do es menos elevado que el de lafamilia de la mujer, ésta mantiene suapellido. De todas estas consideracio-nes, el autor concluye que los colate-

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rales y aliados definen más la posiciónde una persona que el propio linaje odescendencia, algo que de algunamanera viene condicionado (¿o deter-minado?) por un tipo de organizaciónsocial pastoralista en el que la aso-ciación y la cooperación con el grupode parentesco más idóneo para el pro-greso es (o era) lo que primaba.

Los siguientes capítulos (caps. 8 al12) están dedicados a hablarnos deuno de los ritos más importantes y alque, a pesar del título del libro, sededica más atención y extensión: elritual de bodas. El profesor Cuisenierentra de lleno en la descripción einterpretación de estos ritos, que sonlos que con mayor nitidez le permitenilustrar su teoría de que el parentescose ejerce mediante el rito.

Para empezar (cap. 8), el autor sedetiene en la explicación de las dife-rencias entre los sexos, de los rolessexuales y sus consecuencias en el tra-bajo, la indumentaria y demás deta-lles del aspecto externo, la elección depareja mediante el canto y la danzacomo medios privilegiados.

A continuación (caps. 9 al 12) nosacerca, con entusiasmo y minuciosi-dad, al examen del ceremonial debodas, de los grandes ritos nupciales,de la gran fiesta de la alianza quetiene, entre otras consecuencias(¿cumple la función?), la de recompo-ner la unidad doméstica y recombinarlos bienes patrimoniales. El profesorCuisenier observa los rituales debodas en los tres pueblos objeto deestudio de este trabajo (dedica uncapítulo a cada uno de ellos), apre-ciando en éstos notables diferenciasque, según el autor, vienen determi-nadas (¿o condicionadas?) por las

diferencias existentes en su organiza-ción social.

El capítulo 10 lo dedica a la des-cripción de las bodas en Sucevitsa(Bucovina), en las que el aspecto másdestacable es el papel que desempeñala palabra y la función que cumple elrînduitor o maestro de ceremoniasque comparte con el sacerdote ladirección del rito. Fiel a su espírituminucioso y siempre en busca de lapolisemia total, Cuisenier describecon detal le e l r i tual de bodasdividiéndolo en doce secuencias.

El segundo tipo de boda es el quetiene lugar en Sîrbi (Maramures)(cap. 11), en el que el protocolo de laceremonia profana es más complejoque el de Sucevitsa porque se celebraen casa del novio y de la novia, entreotras diferencias que el autor enume-ra con detalle. En este segundo tipode boda destacan dos personajes espe-ciales: el gonfaloniero o director delrito para la juventud viril y la cocine-ra, directora del oficio matronal de laboca, que son los dos aspectos dife-renciales que el profesor Cuisenierdestaca y analiza en relación con estetipo de boda.

Y el tercer tipo (cap. 12) es el quese celebra en Dobritsa (Oltenia), consus variantes, sus marchas y contra-marchas más o menos complejas,dependiendo de si las familias viven ono alejadas; o con sus otras diferen-cias a subrayar respecto a los otrosdos modelos de boda, como la insti-tución del concacs o director del rito,que comparte también esa funcióncon el sacerdote ortodoxo, o la inter-vención musical de los lautari, siendolos dos aspectos más importantes quecaracterizan a este tipo de boda,

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según el autor, la exaltación del oficiode la palabra y el oficio especializadodel canto.

Como cuarta y última parte de sulibro, el profesor Cuisenier incluyetres capítulos que titula globalmente«La transmisión de bienes. El accesoal otro mundo», y en ella se ocupa, enprimer lugar (cap. 13), de los sistemasde herencia y de la importancia quetiene el matrimonio en la transmisióndel patrimonio familiar, algo que ilus-tra también con el comentario detemas tales como el de las reglas queexisten para determinar la edad idealde los novios, sus comportamientospre y postmatrimoniales, el númerode hijos ideal, el estatus de los reciénnacidos y la existencia de brujos defecundidad que conjuran las fuerzasdel mal (incluidos los vampiros y lavieja Muma Paduri) que impiden quelas mujeres puedan tener hijos, etc.Las últimas páginas del capítulo seocupan de analizar los problemas yconflictos que, respecto al tema de laherencia, surgen en el seno de unafratría, especialmente las diferenciasentre los hermanos mayores y elmenor, tema que se refleja también,de manera especial, en un determina-do cuento del folklore local.

Y llegamos así, finalmente, al capí-tulo en el que nos acercamos a otrode los grandes ritos mediante el cual,según Cuisenier, también se celebra elparentesco: los funerales, que unen avivos y muertos pero que también sir-ven para romper los lazos que losunen y que deben ser rotos efectiva-mente si no se quiere que esos muer-tos vuelvan en forma de aparecidos.Un rito en el que aparece una vez másel fuego (que a fuerza de polisemia

parece casi un comodín), en forma deesos fuegos rituales que sirven parahacer morir definitivamente («¡Que elfuego te queme, Muerto!») a los posi-bles aparecidos —vampiros, fantas-mas—, para evitar que vuelvan a cru-zar el límite que separa la vida de lamuerte y provoquen el horror y elpánico entre los vivos (y/o entre losestructuralistas; ver Mary Douglas,Pureza y Peligro); fuegos rituales queson lo contrario de los fuegos vivosque fundan un asentamiento, la vida—aunque, curiosa y paradójicamente,a través de la tierra relacionan con losancestros.

En este capítulo, el profesor Cuise-nier empieza por examinar dos tiposde lamentaciones, de ritualización delos sentimientos de duelo: las realiza-das por aficionados espontáneos y lasllevadas a cabo por especialistas pro-fesionales (luego veremos su impor-tancia como protagonistas de laforma casi pura de mito y rito queconstituyen las Aubes o, en traduc-ción libre de este crítico, Alboradas).Analiza también, en páginas posterio-res, variantes del rito tan interesantescomo los funerales de un «muerto-casado», por la que —siempre con laidea de que un muerto no se sientainsatisfecho con los vivos y no vuelvaa reclamarles algo, provocando alhacerlo la ruina de comunidadesenteras— si un joven muere s inhaberse casado se le ofrece una cere-monia de bodas combinada con sufuneral para que se vaya contento alotro mundo. Más adelante y en estamisma línea explica también otrasatenciones que se tienen con losmuertos para que no vuelvan: se leslava y se les viste, se les pone su mesa

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con comida en el pomana o banquetefunerario; incluso se les mete dineroen el bolsillo por si tienen que pagaralgún tipo de peaje en su viaje haciael Más Allá. Aunque, por supuesto, sia pesar de todo el muerto vuelve seaplica, aunque no se le cita, lo que yadefinió en su día Evans-Pritchardcomo «elaboración secundaria de lacreencia».

Desligar a los vivos de los muertoses, en definitiva, lo que se pretendeconseguir con este rito, y «Desligar»(Dezlega) es el verbo que utiliza elsacerdote cuando absuelve al agoni-zante, para ayudarle a romper loslazos que le atan al mundo y, sobretodo, a sus parientes y aliados. Y esto,para el autor, es una prueba más deque el parentesco en las sociedadescarpáticas se ejerce principalmente enla ritualidad.

Finalmente, el último capítulo per-mite al profesor Cuisenier entrar delleno en lo que para él es un ejemploperfecto de la existencia de un mitodentro de un rito: las «Alboradas».Como un científico que descubre porfin al microscopio la molécula perfec-ta y en estado puro que estaba bus-cando, analiza esos cantos funerariosllevados a cabo por profesionales ensituaciones rituales muy codificadas ycuyos contenidos relacionan elmundo de los vivos con el mundomítico del Más Allá. Como en laantigüedad griega, oriental, india oegipcia, el mito en las Alboradas sepresenta, según el autor, en fragmen-tos de variantes múltiples que apare-cen en una situación ritual muy pre-cisa: los funerales. Y para reforzar esaidea de alianza o fusión perfecta entremito y rito —¿conciliando las dife-

rencias, solucionando así una oposi-ción que existía entre ellos (en lamente de algunos antropólogos)como formas más o menos elaboradasde pensamiento?—, el profesor Cui-senier concluye: «Si las Alboradasfuncionan es porque tienen su sitioen los ritos funerarios.» El rito y elmito se conjugan para el ejercicio delparentesco.

Así, pues, me gustaría resumir micomentario crítico de este interesanteensayo diciendo que, a un nivel mássuperficial, tal vez hubiese sido desea-ble que ese eclecticismo metodológicoque aplica el autor a su trabajo (y queincluye, entre otros, enfoques históri-cos, semiológicos, estructuralistas, lin-güísticos y artísticos) y que, por otraparte, es un elemento enriquecedor,hubiese quedado más integrado anivel interno (y con el tema que setrataba) y menos mecánicamente sepa-radas sus partes, como si fueran com-partimentos estancos o una salsa queno hubiera ligado. Y eliminaría tam-bién ciertos excesos en el estilo litera-rio que a veces hacen su lectura confu-sa (por ejemplo, el uso de la imagen«fuego», utilizada a veces como con-cepto estricto y otras como metáforaliteraria excesivamente elástica).

A un nivel más profundo, mi críti-ca se dirige al fundamento epistemo-lógico de la obra. Y es que si paraRadcliffe-Brown la estructura socialera algo tan real y tan tangible comouna concha marina, para el profesorCuisenier parecen serlo el mito y elrito. Son su concha marina. Con estoquiero decir que, en mi opinión, seproduce una cosificación y un trata-miento bastante mecánico de concep-tos que en la realidad son bastante

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vagos, intangibles y, por supuesto,discutibles. Por su forma de referirsea ellos, a veces parece como si el autorestuviera manejándolos físicamente,como si fueran modelos de armar. Mepregunto si es el enfoque más adecua-do. Me pregunto si la utilización detodos esos términos y expresionesprocedentes de la semiología («ejessemánticos que cortan y cortan elcampo de significaciones») y de algu-nas corrientes, más o menos imperan-tes, de la misma antropología socialno son también un ejemplo de dichacosificación y si esa constante distin-ción entre «nosotros» y «ellos» noplantea o debería plantear un proble-ma ético, tal vez demasiado sutil paraalgunas sensibilidades.

Me pregunto, para concluir, si noson mucho más adecuados, y arrojanmucha más luz sobre la condiciónhumana, tratamientos, por citar unejemplo célebre, como el que dio elprofesor Lienhardt a la religión dinkaen su bien conocido trabajo.

En el cajón de lo positivo habríaque destacar, como decíamos al prin-

cipio, la seriedad, la exhaustividad yla pasión con las que el profesor Cui-senier ha abordado una empresa dedimensiones considerables; su éticareivindicación del rito —frente almito— como una forma de pensa-miento no textual —como el mito—,pero igualmente racional, y lo esti-mulantes y sugerentes que serán, sinduda, sus puntos de vista sobre estostemas para quienes comparten con élel mismo paradigma.

Finalmente, y si tuviera que resu-mir lo que, en mi opinión, constituyeel verdadero núcleo teórico de esteensayo, diría que al final de tan largoperiplo lo que tiene lugar es un ciertoajuste de cuentas, un enfrentamientoentre lo no verbal y lo verbal, entre elrito y el mito, entre el profesor Cuise-nier y la f igura paterna de Lévi-Strauss, todo ello muy estructuralistay dirimido en el terreno del ya anti-guo debate sobre la racionalidad. Sinembargo, curiosamente, tiene unfinal feliz: acaba en empate.

Juan FERNÁNDEZ DÍAZ

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ANA DE MIGUEL ALVAREZ

Cómo leer a John Stuart Mill(Madrid, Júcar, 1994)

Cómo leer a John Stuart Mill es unexhaustivo análisis del pensamientosocial y político del autor inglés. Esteestudio se inscribe en la nueva inter-pretación del pensamiento de Millque le presenta como un pensadorcomplejo, sistemático y riguroso y

que le reinvindica como un pensadorde primera fila y con personalidadpropia.

La autora, después de subrayaralgunos aspectos generales del pensa-miento de Mill, analiza sus dos textosmás influyentes y apasionantes, Sobre

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la libertad y La sujeción de la mujer.En el primero de ellos, el propósitode Mill es investigar acerca de «lanaturaleza y los límites del poder quepuede ejercer legítimamente la socie-dad sobre el individuo». El autoringlés parte de una premisa: el pro-blema político fundamental no es yala defensa de la libertad como underecho del pueblo contra un supues-to poder despótico, sino el cuestiona-miento del derecho del pueblo a asfi-xiar opiniones contrarias a él.

Frente a la coacción de la mayoría,Mill afirma el principio de libertad.Libertad de expresión, pensamiento ydiscusión. ¿Cuáles son los límites dela libertad? Total libertad para lasacciones que no lesionan los intereses-derechos ajenos. El concepto de liber-tad de Mill desemboca en la defensade la individualidad como conquistade la autonomía. Este pensador defi-ne la individualidad como una elec-ción entre normas y modelos socialesalternativos de comportamiento. Enotras palabras, la individualidad no esotra cosa que la realización del propioproyecto vital. Una de las preocupa-ciones centrales del pensamiento deMill es el temor a que el Estado y laburocracia resten autonomía y liber-tad al individuo. Su exaltación de lasoberanía del individuo le lleva a cri-ticar lúcidamente el despotismo de lacostumbre y la opinión pública sobreel individuo.

Ahora bien, a juicio de Mill, lasindividualidades se desarrollan mejoren sociedades dirigidas por élites.Estas pueden contribuir de unamanera especial al progreso, experi-mentando diferentes e innovadoresmodos de organización social. La

función de las élites es la de ensan-char y enriquecer las posibilidades defelicidad humana. Más aún, llegará adecir que los genios son la sal de latierra.

La defensa de la soberanía del indi-viduo y la necesidad de las élites sonlas dos ideas fundamentales que arti-culan el liberalismo milleano. Hayque señalar la influencia que el pensa-miento de Alexis de Tocqueville haejercido sobre Mill. Los dos autorescomparten las mismas preocupacio-nes —la invasión de la autonomíaindividual por el Estado o por lasociedad— y realizan diagnósticosmuy parecidos —defensa de la liber-tad individual—. En definitiva, sonmuy similares los problemas queplantean y muy semejantes las solu-ciones que ofrecen. Ambos defiendenla libertad, pero en ambos se percibenprofundos miedos a determinadasformas de igualdad, en la medida enque ambos interpretan la igualdad enclave de uniformidad.

En su concepción del individuo,Mill tiene un pie en la postmoderni-dad. La propia autora señala su tononietscheano al señalar que el peligroque amenaza a la humanidad es lacarencia de impulsos fuertes y al con-minar a los hombres a que actúen deacuerdo con el «yo quiero» y no conel «yo debo».

Hay una cuestión de orden políti-co, sin embargo, en la que Mill yTocqueville divergen sustancialmente.Esa cuestión es el análisis que hacendel estatus que las mujeres tienen ydeben tener en la sociedad. Mill escri-be La sujeción de la mujer en la últimaetapa de su vida, en 1869. Muy pocosfilósofos importantes han considera-

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do la situación social de inferioridadde las mujeres como un problemapolítico y social de la suficiente mag-nitud como para dedicarle un libro.

Con enorme lucidez, Mill impugnamoral y políticamente la inferioridadsocial de las mujeres. Señala que lalucha contra esa marginación se ins-cribe en la lucha contra el prejuicio yla costumbre. Ahora bien, en su opi-nión, el prejuicio se sustenta en elinterés. Es decir, todos los varones,independientemente de la clase socialo la raza a la que pertenezcan e inde-pendientemente de sus cualidadesfísicas, intelectuales o morales, disfru-tan de una relación de privilegio res-pecto a las mujeres. Mill pertenece auna tradición intelectual que explicael origen de la subordinación de lasmujeres en el prejuicio y no la biolo-gía. François Poullain de la Barre oMaty Wollstonecraft precedieron aMill en esta crítica al prejuicio.

Stuart Mill analiza la marginaciónde las mujeres como un problemapolítico primordial. La sujeción de lasmujeres pone en entredicho el con-cepto de democracia. Para Mill, la víafundamental de profundizar en lademocracia es a través de la democra-cia sexual, sobre todo en la familia.¿Es posible denominar democracia—se pregunta Mill— a un sistemapolítico que excluye a las mujeres dela ciudadanía y, por tanto, de la parti-cipación política? Con La sujeción delas mujeres, el autor inglés se convier-

te en uno de los teóricos del movi-miento sufragista.

Mill cuestiona la teoría que sostie-ne que las mujeres poseen una natu-raleza específica y complementaria ala de los varones, pues, señala, en elestado actual del conocimientohumano nada puede saberse acerca decuál sea la auténtica naturaleza de lamujer. Lo que sí se sabe es que laeducación que reciben las mujeresestá orientada a la abnegación y sacri-ficio a los demás y no a desarrollarlacomo persona autónoma.

El autor inglés concluye subrayan-do los efectos positivos que producirála igualdad de los sexos. Argumentosde índole moral —la igualdad de lossexos es una condición necesaria parael desarrollo moral de la humani-dad— y de carácter consecuencialista—incremento de la capacidad o com-petencia instrumental de la sociedad:«el desperdicio del potencial de talen-tos naturales de la mitad de la especieaparece como un derroche que lasociedad no se puede permitir»— sonutilizados por Mill para mostrar losefectos benéficos que la liberación delas mujeres puede tener en la historiade la felicidad humana.

Como conclusión, hay que subra-yar que la publicación de Cómo leer aJohn Stuart Mill es una importantecontribución a la literatura españolasobre el pensador inglés.

Rosa COBO

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No es en absoluto reciente el acon-tecimiento de la participación en eltrabajo, al haber ido ligado al movi-miento obrero desde los primerosbrotes de la revolución industrial enInglaterra, extendiéndose a las socie-dades industr ia l izadas como unintento práctico de dar una serie desoluciones a la crisis surgida de aque-llos profundos cambios, que ha idorepitiéndose en las sucesivas etapasdel capitalismo, así como en las dife-rentes evoluciones que han sufrido lospaíses fundamentalmente occidenta-les, y que se debate en la actualidaden la maraña de hechos contradicto-rios en los que se mueve la sociedadtecnológica avanzada, calificada porbastantes analistas como sociedad dela información. Además, constituye,por sus características, un fenómenosociológico que debe ser estudiado entodas las épocas, y a través de cual-quier manifestación que presente.

Pero, en el ámbito de las cienciassociales, ¿a qué nos referimos concre-tamente cuando hablamos de partici-pación en el trabajo, qué alcancestiene, cómo se manifiesta, qué evolu-ciones ha tenido, qué perspectivasofrece para el futuro del trabajohumano y, por último, qué contradic-ciones presenta y cuáles han sido losresultados más favorables? Todas estasrespuestas las encontramos en unexcelente libro que el profesor LucasMarín ha elaborado recientemente yque tiene por título La participaciónen el trabajo. El futuro del trabajohumano. Esta obra es fruto de un

exhaustivo trabajo académico inicia-do en 1982, síntesis de la observacióndirecta y del análisis sociohistórico,que el autor ha efectuado duranteestos últimos años en los países nór-dicos, en la ex Yugoslavia, en Israel,en los países bálticos, en algunos paí-ses del Este de Europa, en Japón, enLatinoamérica y, en definitiva, entodos aquellos lugares donde se lleva-ron a cabo «experimentos pilotos» o,como él denomina, «genuinos» dedemocracia industrial. Asimismo, suactividad intensa como miembro delRC-10 de ISA y del Subcomité Ibero-americano, dedicados ambos demanera plena al estudio de la Partici-pación y Autogestión, en donde sehan realizado diferentes seminarios enPerú, México, España, Chile, Alema-nia, Portugal, etc., ha desembocadoen una innovadora conjunción socio-económica, y en una integración teó-rica de las peculiaridades más destaca-bles sobre el autogobierno en lasorganizaciones.

Por tanto, todo aquel lector/a quequiera documentarse y profundizaren el cooperativismo, en la autoges-tión, en la cogestión y en la democra-cia industrial y económica, entreotros, hallará en este libro un valiosotrabajo intelectual que, desde elámbito interdisciplinar y la orienta-ción sociológica, ha sistematizado losconocimientos más importantes sobrela participación en el trabajo y cons-truido una rigurosa reflexión estruc-turada en planteamientos teóricos,que se encaminan a situar el tema en

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A. LUCAS MARÍN

La participación en el trabajo. El futuro del trabajo humano(Buenos Aires, Ed. Lumen, 1995)

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el campo de la sociología, donde, a suvez, se articulan los modelos y expe-riencias concretos habidos hasta elmomento presente.

De esta manera, el autor dedica losdos primeros capítulos a las preocu-paciones teóricas que se encargan deubicar el tema en estudio en la pers-pectiva global anteriormente mencio-nada de las ciencias sociales y en laperspectiva particular de la cienciasociológica. Así, en el capítulo prime-ro: «El autogobierno en las organiza-ciones económicas», la participaciónen el trabajo aparece, en palabras deLucas Marín, «como uno de los gran-des temas básicos de reflexión de lasociedad moderna», y ya en las últi-mas décadas el término democraciaindustrial abarca «la puesta en prácti-ca del poder por parte de los trabaja-dores en las organizaciones producti-vas, desde el puesto de trabajo hastalas relaciones económicas que condi-cionan su actividad, y la consiguientedistribución más igualitaria del con-trol y la jerarquía» (p. 21). A partir deaquí empiezan a proliferar diversosconceptos que aluden a la democraciaindustrial —democracia organizativa,autogestión (self-management), parti-cipación de los trabajadores, coges-tión, codeterminación, control porlos trabajadores, participación en ladirección, democracia participativaen el trabajo, democracia en el lugarde trabajo, autoempleo, autogobier-no, dirección participativa, direcciónde alta implicación, autodesarrollo odemocracia económica.

Tras su conceptualización, se esbo-zan los elementos de análisis de laparticipación y la capacidad de elec-ción a conseguir en el trabajo. Por

otra parte, se exponen los objetivosque tienen las empresas que estánorientadas bajo el prisma democráti-co, y las desventajas que suponen losintentos de part icipación en elmundo laboral. Se concluye con lapuesta en práctica del autogobierno,que viene motivado por esa acepta-ción de la democracia que ha traspa-sado el ámbito político más general,todo el lo comprendido en unambiente intelectual que está capaci-tado, en principio, para poner enmarcha la democracia en una organi-zación.

En el segundo capítulo: «El estudioempírico de la participación», seadentra en la misma dimensión de larealidad que supone este aconteci-miento, y que está enmarcado en losestudios empíricos que se puedenefectuar. En este sentido, se ponen demanifiesto las dos grandes teorías quetratan el tema: la crítica y la funcio-nalista, y el conocimiento que se debetener sobre los experimentos, estudiosde casos y estudios de campo que sehan llevado a la práctica. Destacan,por tanto, seis modelos de partici-pación, en los que el denominadorcomún apunta directamente a la bús-queda de soluciones para evitar laalienación y la insatisfacción en eltrabajo, y desarrollar las actitudes ylas aptitudes positivas en los hombresy mujeres que trabajan, en orden a unequilibrio psicosocial y una óptimaintegración funcional. Los modelos seencuentran distribuidos en diferentesexperiencias socioculturales, señaladasalgunas de ellas más arriba: el coope-rativismo, la autogestión, la codeter-minación, la part icipación en ladirección, la democracia económica y

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la autogestión latinoamericana. Porúltimo, se esbozan algunas técnicasque nos permiten estructurar estecampo de estudio, y que se concen-tran en los índices de participación olos gráficos de control.

Ciertamente, el núcleo central deeste libro gira en torno al modelo másextendido y generalizado de partici-pación conocido con el nombre deCooperativismo. Por ello, el capítulotercero: «La aportación del cooperati-vismo», expone bajo la línea evolutivae histórica el movimiento cooperativoy sus tendencias (Owen y Fourier,Aranzadi, Raiffeisen, Charles Guide,Fauquet), que es analizado como unade las ramas de acción del movimien-to obrero, que se coloca al lado delsindicalismo y del socialismo. Y serála emancipación por acceso a la pro-piedad, tanto en los medios de pro-ducción (cooperativas de producción)como en la distribución (de consu-mo) o en el ahorro (de inversión), elpropósito básico que se plantea estamodalidad de participación, queimpregna el espíritu fundador deaquellas empresas que desean serautogobernadas. Sin duda, el paradig-ma del cooperativismo se halla ejem-plificado en grado sumo en la expe-riencia cooperativa israelí (el kibutz yel moshav) y en la del cooperativismode Mondragón; empero, esta últimacontiene los ingredientes básicos deléxito que puede alcanzar una coope-rativa en casi todas las dimensionessociales, laborales, económicas yhumanas que hayamos podido cono-cer.

Otro bloque del tema que alcanzael cooperativismo lo representa elcapítulo cuarto: «Las cooperativas de

trabajo en España», información que,por otro lado, resulta elemental cono-cer para todas aquellas personas quedeseen tener un acercamiento míni-mo a la estructura y esencia que ennuestro país se ha fraguado, y que vadesde sus antecedentes históricos, laaparición de la economía social, elpapel del Estado y el sistema educati-vo, hasta el ambiente que ha propi-ciado las cooperativas de trabajo enEspaña y las sociedades anónimaslaborales. Si bien hay que matizar queel rasgo educativo ha llevado a desa-rrollar en las personas una manera deconcebir la vida menos individualistay más solidaria, junto a la fragmenta-ción de la estructura franquista inicialdel movimiento cooperativo español.

Y, dando un salto a otro mundo,Latinoamérica se nos presenta comoun horizonte multicultural que absor-be los elementos de la participacióncon todo su bagaje histórico y social,en la que emerge el carácter abiertoque comprende su crecimiento eco-nómico, los conflictos sociales y lasintervenciones del Estado, que gravi-tan en una correlación de fuerzas sinpredominio de unas sobre otras. Eneste contexto, las motivaciones quehan activado la democracia industrialhan venido de la lucha contra la crisiseconómica y la promoción delempleo, dada la debi l idad de suestructura social, al haber puesto máspeso en la distribución de servicioshacia los sectores medios y ricos, y nohaber potenciado la inversión, siendoésta recogida en gran parte por lossectores extranjeros. Por consiguiente,el capítulo quinto: «Hacia un modelode democracia industrial», abarca ladescripción e interpretación de las

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experiencias económicas participati-vas en toda Iberoamérica en el trans-curso de los veinte últimos años,guiados por el objetivo de mantener ygenerar empleo, y por las corrientestransmitidas por la Europa occiden-tal, cuyas características vienen delindividualismo burgués, anglosajón,germano y latino; del colectivismodel Estado autocrático ruso o eslavosoviético, y del comunismo libre his-pano.

A continuación, el libro corta estaexposición, para profundizar en dosmaneras de ver y de modificar las rea-lidades y abre otro capítulo, el sexto:«Más allá del capitalismo y del socia-lismo», donde Lucas Marín ahondaen ambas corrientes para depositaruna crítica y aportar algunas propues-tas de superación. Capitalismo ysocialismo van juntos en un proyectode sociedad en el que no faltan desa-justes, crisis y repercusiones favorablesy desfavorables en los procesos de pro-ducción y en las configuraciones ideo-lógicas, y conjuntamente engloban lavariedad y los extremos que actúan amodo del esquema clásico de Hegelde tesis y antitesis. Pero ¿cuál es lasíntesis? La respuesta escueta es siem-pre la búsqueda de soluciones a losproblemas planteados que el capitalis-mo ha querido lograr con el Estadode Bienestar, y el socialismo con sutransformación en socialdemocracia.En estos procesos, no deja de sermenos importante la concepciónintelectual ofrecida por la DoctrinaSocial Católica, que adquiere en lasexperiencias del solidarismo en CostaRica y la cooperativa de Mondragónuna forma adecuada de legitimaciónen el trabajo.

Llegados a este nivel de conoci-mientos sobre la participación en eltrabajo, no se puede dejar de mencio-nar el modelo sueco, que se exponeen el capítulo séptimo: «Democraciaeconómica: la experiencia sueca», querepresenta un modelo mixto en el quese ha intentado mantener el capitalis-mo en el ámbito de la producción,mezclado con una distribución socia-lista de los bienes y servicios produci-dos. A pesar de lo que implica estanotable innovación, la experienciasueca entra en crisis a mediados delos setenta, y se origina generalmentepor las dificultades acaecidas en elaumento de la igualdad entre los ciu-dadanos, unido al incremento deinversión de la industria moderna,que confluyeron en distintas variantesde fomentación de la democratiza-ción del capital, y que hallaron en losFondos de Inversión de los asalaria-dos o en los Fondos de Renovación elexponente fundamental de la demo-cracia económica.

El capítulo octavo: «Las experiencias“blandas” de participación», cierra estelibro de documentación, análisis yconsulta elemental a los/as que estánpreocupados/as por los temas del tra-bajo y su futuro, y desean conocer elhorizonte trazado por las últimas ten-dencias. En esta última aportación,Lucas Marín nos recuerda que no hayque caer en los extremos y en losmitos, que tanto las teorías críticascomo las funcionalistas llevan unas aldogmatismo y a la concepción objeti-vista de la participación, y otras a unaatmósfera ideológica empresarial, queno quiere perder el último eslabón depoder —la propiedad—. La partici-pación consiste, en gran parte, en

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asumir sus riesgos y posibles errores,en no perder el compromiso que per-manece constante en toda su trayecto-ria, en no tener como objetivos prio-ritarios los económicos, en estructu-rarla con los mecanismos imprescin-dibles de la comunicación que estáimplícita en las organizaciones, enempujar más que en tirar y en lograrun hábito contagioso. Por tanto, enlos deseos de participación tienen queestar cubiertas las necesidades afecti-vas, las de eficacia y las propiamentecalificadas de participación.

Finalmente, las experiencias de par-ticipación en el lugar de trabajo nossitúan en el contexto histórico de laEscuela de las Relaciones Humanas,que ha mostrado preocupación por elestudio de la satisfacción y de la parti-cipación en el trabajo, si bien esteesquema se ha distanciado relativa-mente del tratamiento sociológico queestos hechos normalmente requieren,por la supremacía de la eficaciaempresarial. De cualquier modo, sehan producido varias propuestas deorganización en el trabajo, con el

objetivo de evitar las repercusionesque conlleva la simplificación y larepetición en las actividades laborales,sin perder por ello los fines econó-micos que tienen planteadas lasempresas en general. Dichas propues-tas requieren nuevos diseños en lastareas a realizar y modificacionesimportantes en el ambiente social ytecnológico del trabajo. Ejemplos cla-ros los tenemos en las transformacio-nes sufridas en las tareas al aplicarlesla rotación, la ampliación horizontal,la extensión, la ampliación vertical, elenriquecimiento, el plan Scanlon y losgrupos autónomos de trabajo, todoello sin alterar las relaciones de poderen las organizaciones, que destapan eltaylorismo subyacente que todavíapermanece en el seno de las mismas.

El l ibro de Lucas Marín es, ensuma, una obra que invita a la refle-xión sobre la incertidumbre del traba-jo humano y a la orientación concretay práctica que demanda la partici-pación en el trabajo.

Violante MARTÍNEZ QUINTANA

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BRUNO LATOUR y STEVE WOOLGAR

La vida en el laboratorio. La construcción de los hechos científicos(Madrid, Alianza Universidad, 1995)

Desde que Bruno Latour y SteveWoolgar publicaran en 1979 este pri-mer estudio etnográfico de una inves-tigación en ciencias naturales, La vidaen el laboratorio se ha convertido enun clásico de los estudios de la cien-cia y en un texto clave para entenderel giro sociológico experimentado por

este campo en las últimas tres déca-das. Latour y Woolgar abordaron elestudio de la práctica científica conmetodología antropológica. Su pro-pósito fue tratar a los científicoscomo miembros de un grupo culturaldiferente, sin reconocerles a prioriningún rasgo que les eximiese del

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análisis etnográfico. Ahora bien, ¿porqué este enfoque? ¿Y cómo mantenerla imparcialidad, cómo subrayar elexotismo y relativizar las asercionesde la forma de conocimiento másprestigiosa de nuestra propia cultura?

El dilema que enfrenta el antropó-logo ante la ciencia es el de creer eldiscurso de los actores (volverse nati-vo) o no creerlo (e incurrir en unaapostasía que nuestra cultura abomi-na). Un modo de afrontar el proble-ma es observar que los científicosproducen versiones discrepantes de sutrabajo, versiones que tienen lecturasdiversas y cuestionables. En la prácti-ca, los científicos logran eludir el pro-blema teórico de la indefinida inter-pretabi l idad de sus exposiciones(inconclusividad) y aseverar a menu-do que sólo existe una lectura correc-ta. El procedimiento que s iguenpuede describirse analógicamentecomo la imposición de «filtros» quereducen el «ruido» de las posiblesalternativas hasta lograr a una señalcoherente. Los «filtros» son el ordenmetodológico que permite dar signifi-cado a las experiencias y las observa-ciones de los actores.

El orden metodológico puede des-cribirse en términos de criterios,estándares, etc., aceptando literal-mente la descripción emic de los nati-vos. No obstante, la conciencia refle-xiva de los científicos no responde alos mismos intereses que la de lossociólogos observadores y, por tanto,el crédito que éstos conceden a esadescripción es diferente. Para lossociólogos, las publicaciones formalesde los ciencia deforman o estilizansistemáticamente la actividad en quesurgen sus productos; las reconstruc-

ciones históricas de la ciencia suelenestar más interesadas en la justifica-ción de los méritos relativos de losactores o en dramatizar momentosque se consideran claves a posteriorique en describirla neutralmente; losdiarios dan una imagen acaso másfidedigna de lo que ocurre en el labo-ratorio, pero rara vez proporcionandatos sobre el contexto que haceinterpretables y significativos losacontecimientos consignados en ellos.Por eso se necesita la práctica antro-pológica, para recuperar a través de laobservación participante in situ y dela descripción exhaustiva algo delcarácter artesanal y cotidiano de lapráctica científica.

Así, por ejemplo, la distinción emicentre lo técnico y lo social crea unproblema de coherencia disciplinar ala antropología de la ciencia. La dis-tinción de lo social y lo técnico-inte-lectual es un recurso básico que losactores usan para guiar su selecciónde materiales y procedimientos en elcurso de la práctica científica ordina-ria; pero, además, la emplean comorecurso instrumental para producirnarraciones sobre su propia práctica.Para ellos, lo técnico parece ser loesencial de la ciencia, y lo social algocontingente y accesorio. Pero ningúnetnólogo hace esa diferencia cuandoestudia otras culturas; no distingue,valga el caso, entre «lo Nuer-social»,accesible al análisis etnográfico, y «loesencial Nuer», que no lo sería. Todoantropólogo confía en escribir uninforme que haga globalmente inteli-gible la cultura estudiada. El interésexplicativo de Latour y Woolgar atra-viesa y borra esa dicotomía, pues lapráctica de la investigación es simul-

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táneamente técnica (esotérica) ysocial (producto de una social i-zación), y se rige en ambos casos porreglas, usos y costumbres dirigidos amantener el consenso de una comu-nidad.

Esta es la razón por la que la cuali-ficación «social» desapareció del sub-título (La construcción de los hechoscientíficos) en la segunda edición dellibro. El término social tenía sentidocuando era una noción antagónicaque se oponía a «científico» o «técni-co» en la visión heredada (positivistay mertoniana) de la ciencia. Pero¿qué sentido tiene mantenerlo cuan-do se reconoce que todos los procesosmateriales y simbólicos, todas lasprácticas de transformación e inscrip-ción que se ejecutan y transmiten enel laboratorio son acciones, hechossociales?

De otro lado, y como corolario deesto, importa señalar que los etnógra-fos no hacen en su «campo» nadadiferente a los científicos naturales ensu «laboratorio»: mediante herra-mientas interpretativas probadas enestudios previos y sistematizando almáximo los procedimientos experi-mentales y de observación, tratan dedotar de orden a problemas constitui-dos por conjuntos irregulares deobservaciones. Por tanto, la investiga-ción de Latour y Woolgar se reconoceplenamente reflexiva. La cuestión noes sólo cómo se construyen hechos enel laboratorio y cómo puede darcuenta de ello un sociólogo, sinotambién cuáles son las diferencias, silas hay, entre la construcción dehechos y la construcción de descrip-ciones. La respuesta de Latour yWoolgar es que todo cuanto conclu-

yen puede leerse como referido allaboratorio de Guillemin (objetoobservado) y también como referidoal laboratorio de Guillemin (objetorelatado), tanto a las prácticas «fisio-lógicas» de construcción socio-técni-co-textual de Guillemin como a lasprácticas «etnográficas» de construc-ción socio-técnico-textual de Latour yWoolgar.

Para analizar esas prácticas, Latoury Woolgar se concentran en losmicroprocesos donde los actores inter-actúan de formas regulares y recu-rrentes. Estos desembocan en la esta-bilización provisional y raramenteunánime (no-matizada) de una defi-nición (éxito) o la renuncia a lograrla(fracaso). El análisis de esas interaccio-nes revela rasgos clave para la inteligi-bilidad del laboratorio. Primero, quie-nes lo habitan «trabajan», esto es, seinvolucran en una serie de transforma-ciones. Segundo, los actores empleaninscriptores (prácticas e instrumentos)para transformar/representar ciertaporción de materia en una inscrip-ción. Tercero, un aspecto extraordina-rio de los inscriptores es su capacidadpara desaparecer cuando han ejecuta-do su tarea. Los actores los olvidantan pronto aceptan la inscripción, a laque así llegan a considerar expresióndirecta de la sustancia o materiatransformada por el aparato. No obs-tante, lo que suelen denotar los acto-res es que la inscripción «expresa» unarealidad independiente que existe másallá de ella. Cuarto, el trabajo tienelímites: acaba cuando se aprueba unainscripción. Pero ésta no es el pro-ducto final, sino un documento al quese somete a un minucioso escrutiniopara dotarlo de un significado que, ya

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elaborado, se usará como evidenciapara construir un objeto específico.Los científicos usan las inscripcionescomo base del trabajo rutinario deescritura que acaba en una nueva ins-cripción (artículo) que puede incluirla primitiva inscripción v. gr., unacurva.

Este conjunto de rasgos hace dellaboratorio un sistema de inscripciónliteraria. (Eso explica la obsesión desus miembros por etiquetar, codificary archivar cada ítem material queemplean.) Todos los insumos (ener-gía, animales, plantas, reactivos, apa-ratos, técnicos, doctores) que el labo-ratorio adquiere son medios para laproducción de inscripciones. La metade un sistema de inscripción literariaes la persuasión de sus lectores. Estano se produce hasta que todas lasfuentes potenciales de persuasión(procedimientos técnicos y argumen-tos lógicos) dejan de ser cuestionablesy, por tanto, desaparecen del texto. Elprocedimiento clave para la sanciónde la credibilidad y la «objetividad»de un hecho es que los actores con-cuerden en la identidad de dos ins-cripciones sobrepuestas. En el casoestudiado por Latour y Woolgar, unanueva sustancia se acepta como unhecho cuando la curva espectrográficade una depuración natural coincide(casi) exactamente con la de un pre-parado artificial previamente identifi-cado y, dadas sus especiales condicio-nes de producción, esta coincidenciapuede repetirse a voluntad.

Esta fórmula retórica se l lamatriangulación —las dos inscripcionesy el presunto objeto son los vérticesdel triángulo— y nunca es definitiva-mente estable: siempre es posible

minar la factualidad de un hecho lla-mando la atención sobre los procesosde su construcción y criticándolos,algo que demanda el empleo demodalidades. Una modalidad es unacualificación de la «objetividad» deun hecho y tiene seis niveles: unenunciado puede ser ignorado y nocitado; puede ser destruido bajo lacalificación de especulación o error;puede ser devaluado mediante moda-lidades negativas como «ser dudoso»o ver reducido su estatus al de «suge-rencia», «intuición» o «conjetura»;puede ser reforzado mediante modali-dades positivas como citas, aporta-ción de evidencia o articulación conotros hechos y teorías; se consolidacuando se refiere a él sin emplearmodalidades; y es casi indestructiblecuando se le cita por su nombre (v.gr., efecto Faraday o ley Gay-Lussac)o cuando se lo omite, dándolo porsupuesto como fundamento de lo quese af irma. La importancia de lamodalización es tal que puede afir-marse que las inscripciones públicasde la ciencia son las armas de unavirulenta lucha por persuadir a otrosmediante la generación y defensa demodalidades.

Cuando una afirmación alcanza elúltimo nivel es un hecho; cuando sela reduce al primero no es más queun artefacto. Si la primera preocupa-ción de los actores es producir hechos—lo que no siempre logran—, lasegunda es sin duda eludir o, en sudefecto, localizar y destruir artefactos.La producción de hechos exige elimi-nar todo elemento subjetivo o contin-gente que los oponentes puedan usarpara modalizarlo negativamente. Poreso, los científicos dedican mucho

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esfuerzo a la rutinización de las prác-ticas precisas para su estabilizaciónmediante la instrucción de los agen-tes, la normalización de los aparatos ysu funcionamiento y la automatiza-ción de los procesos.

Desde esta idea, que hace global-mente inteligible la conducta de losactores, es posible estudiar un caso,un descubrimiento: e l del TRF.Latour y Woolgar estudiaron cómo elgrupo de Roger Guillemin determinóla estructura del TRF (factor libera-dor de tirotropina), una proteína ori-ginada en el tiroides que regula laactividad endocrina y, por ende, lasfunciones de crecimiento, desarrollo ymetabólicas del hipotálamo. (Estedescubrimiento recibió el premioNobel, lo que avala la calidad del tra-bajo científico bajo inspección.) Lasdescripciones ortodoxas de la cienciapresentan el proceso como un con-junto de inferencias a partir de suce-sos pasados. Sobre el terreno parecemás propio describirlo como unaserie de decisiones acerca de un futu-ro incierto. Circunstancias contin-gentes (sobre todo los recursos huma-nos y técnicos disponibles) condicio-naron decisivamente el objetivo y losprocedimientos de investigación, asícomo los estándares para considerarsatisfactorio un resultado. En elpunto crucial, todo dependía de lahabilidad de un químico cuya capaci-dad de convicción se basaba en losresultados que obtuviera de su espec-trógrafo. Cuando las inscripciones delas muestras artificial y depuradaobtenidas en éste fueron idénticas, nohubo más objeciones. Ya no se afir-maba que el TRF tenía un espectro«similar» al de Pyro-Glu-His-Pro-

NH2 o que se parecía a ese compues-to sintético, sino que el TRF eraPyro-Glu-His-Pro-NH2. El predica-do se hizo absoluto y se abandonótoda modalización.

Conviene no reificar la existenciadel TRF, no involucrarse en el ritualen que participan los actores. El TRFsólo es la diferencia entre dos curvasobtenidas de distintos procesos, elefecto de singularizar una señal sobreun fondo de «ruido biológico», proce-so que se basa en la posibilidad delograr un nivel de «ruido» estable (lameta de la depuración). Su identidad(su morfología, según un lenguajetaxonómico compartido) y sus efectos(la sintaxis de sus covariaciones conotras identidades en otros contextos)no pueden mantenerse sólidamenteunidos por sí mismos. El carácter«exterior al sujeto» u «objetivo» de unhecho es una atr ibución que nopuede escapar, que no puede produ-cirse fuera de «las redes sociales ymateriales en las que continuamentese construyen y destruyen» (p. 206).

Los hechos son «hechos», fabrica-dos activamente por los actores.Claro que puede decirse que «la reali-dad» es la causa última de ello; perola existencia de artefactos sólidos yduraderos muestra que «la realidad»tolera muchas interpretaciones dispa-res simultáneamente. Los científicossuelen presentar su trabajo como elregistro de un objeto previamenteoculto, pero sus actos son más inteli-gibles como acciones orientadas areducir alternativas potenciales a laidentidad postulada de una entidad oproceso. Esa reducción dependemucho de qué se considere conven-cionalmente evidencia negativa, esto

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es, de la interpretación que se dé a lasdiscrepancias entre inscripciones quese contrastan para producir una iden-tidad a partir de su igualdad o dife-rencia.

Así, por ejemplo, en el caso delTRF, «un estudio centrado en unospocos individuos del laboratorio pro-duciría probablemente una versióndel TRF en términos de sus carreras.Si se centrase en la red de grupos paralos que el TRF constituye una herra-mienta analítica es más probable queacentuase su uso como técnica. Lasafirmaciones acerca de la universali-dad de la ciencia no deberían oscure-cer el hecho de que el TRF, entendi-do como “una sustancia recientemen-te descubierta”, existe sólo dentro delos confines de las redes de los endo-crinólogos. Su consideración comoaproblemático se reduce a algunoscientos de investigadores. Fuera deestas redes, el TRF simplemente noexiste» (pp. 110-111).

Este enfoque es, obviamente, prag-mático: sólo afirma la existencia de loque se cree causalmente eficiente, unaatribución que los actores negocianapelando a muestras empíricas (ins-cripciones) de sus habilidades técni-cas. Construyen así su autoridad ydevienen portavoces autorizados(representantes) de los objetos cuyaexistencia y significado defienden. Elrazonamiento científico es «sólo»parte de un fenómeno complejo deprácticas de interpretación que com-prende negociaciones locales , amenudo tácitas , evaluaciones enconstante mutación y actos tantoinconscientes como institucionaliza-dos. Las diferencias entre el razona-miento científico y el cotidiano se

construyen en el laboratorio, y éste esel proceso que merece estudiarse:cómo los científicos emplean losrecursos a su alcance para reducir laincertidumbre sobre la asociación deciertas acciones con ciertos enuncia-dos. Así resulta aparente el carácter«idiosincrásico, local, heterogéneo,contextual y polifacético de las prácti-cas científicas» (p. 153) y que elconocimiento es una construcción«social» —y no el producto accidentalde determinantes «externos» a la prác-tica de la investigación.

Los tradicionales factores «exter-nos» son, de hecho, frecuentemente«internalizados». En la observación decampo se aprecia cómo numerososintereses y preocupaciones se mezclanen las discusiones «técnicas». Entreellos pueden citarse la preocupaciónpor la difusión de la información(distinción entre hechos construidosrecientemente o establecidos de anti-guo), la ocasional regulación verbalde lo que suelen ser interaccionestácitas orientadas a ejecutar adecua-damente ciertas operaciones, la preo-cupación por la fiabilidad y credibili-dad de los métodos, el interés por elporvenir de algunas teorías de la dis-ciplina, la valoración de la personali-dad y el prestigio de otros investiga-dores, etc. También se constata laenorme dificultad de segmentar lasinteracciones verbales en descriptivas,técnicas, teóricas, etc., aspectos queocurren casi siempre simultáneamen-te —y suele ser imposible decidir elestatus formal de una misma frase,pues puede variar a lo largo de lainteracción—. En ningún caso seobservan formas de intercambio ver-bal o no-verbal que no puedan docu-

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mentarse en interacciones similaresde la vida cotidiana; sólo el tema esesotérico.

En la investigación, el razonamien-to analógico, más que la lógicadeductiva, domina la construcción dehipótesis y su puesta a prueba en laexperimentación. La visión heredadade la ciencia basa toda su arquitecturaargumental en un solo tipo de ligazónlógica entre conceptos: «A es o no esB». No obstante, ésta es sólo una delas muchas variantes que emplean loscientíficos. Formas como «A se parecea B», «A me recuerda a B» o «Apodría ser B». Todos estos vínculosanalógicos son fértiles herramientasde razonamiento científ ico. Dehecho, son los medios esenciales parala práctica de la extensión de conceptos,que sirve para manipular redes cogni-tivas tanto en ciencia como en otrasáreas especializadas de discurso y enla vida cotidiana.

Las circunstancias locales que inspi-ran buena parte del razonamientoanalógico y determinan las estrategiaslocales de producción factual cambiandeprisa y eso hace que cuando sepublican los resultados esos factoresresulten banales para los lectores (noinciden en la «reproducibilidad» del«hecho» en otros lugares; no son alia-dos esenciales de la red que puedereproducir el «hecho»). Por eso suelenobviarse. No obstante, merece aten-ción el modo cómo su desapariciónayuda a factualizar un descubrimien-to. La supresión se produce mediantedivisión e inversión. Mientras se dudade él, un enunciado sólo es una ora-ción sometida a modalidades. Cuandola controversia empieza a estabilizarseel enunciado se divide: de un lado, es

una oración que postula un objeto; deotro, corresponde a un presunto obje-to independiente. Conforme la afir-mación gana crédito, el referente vaganando realidad y la oración la vaperdiendo. Cuando las modalidadesdesaparecen ocurre la inversión y elobjeto deviene la causa del enunciado,obviando cómo se ha construido larelación entre la etiqueta-creencia ylas prácticas-observaciones-contenido.

Tres argumentos apoyan este puntode vista. Primero, la dificultad de des-cribir adecuadamente lo exterior conindependencia de los objetos y he-chos que se supone lo forman —quela descripción de la realidad (científi-ca o no) se limite casi siempre a refor-mular las mismas afirmaciones que seemplean para hablar de los objetosmuestra que el realismo es tautológi-co—. Segundo, los actores discutencontinuamente si una afirmaciónrefiere realmente a algo ahí fuera o esun artefacto que no refiere a nada. Enel curso de las luchas modalizadoraslos mismos científicos, debatiendo «elmismo objeto», pueden adoptar pos-turas realistas, relativistas, idealistas,escépticas, etc. Tercero, el mejorargumento es la existencia de artefac-tos: la eliminación de un artefactotenido antes por un hecho es un actosocial de de-construcción de la reali-dad. Este proceso muestra cómopuede destruirse el «efecto de verdad»de las operaciones de división e inver-sión y, a la inversa, cómo se logra eseefecto. En conclusión, la realidad nopuede emplearse para explicar lascreencias porque el «efecto-realidad»está constituido por las bases de esascreencias. De nuevo, conviene repe-tir que no se afirma que los hechos

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no sean «reales», sino que los sujetoslos construyen mediante formas deinteracción que integran su propiocamuflaje como parte de la técnica deconstrucción.

Un argumento que se usa a menu-do contra este punto de vista es el dela eficacia. Pero es el caso que no hayposibilidad de verificación indepen-diente de un hecho fuera del conoci-miento que se tiene del propio hecho.Se afirma que un análisis «objetivo»debe dar idéntico resultado en cual-quier laboratorio, pero puede obser-varse que los análisis de una muestradan resultados que se evalúan comoidénticos en diversos laboratorios sólocuando, por cierto, son «buenos»laboratorios. Y la definición de unbuen laboratorio es que sus análisiscoinciden casi siempre con los de losotros «buenos» laboratorios. Unmedicamento cura lo mismo en Euro-pa que en Africa siempre que no hayasido desvirtuado por una manipulaciónincorrecta y los sujetos sean similares,es decir, siempre que la red en que seinserte el objeto científico sea (signi-ficativamente) idéntica a la de origeny referencia. A lo largo de la historia,la ciencia se ha apoyado en filosofíasrealistas cuando ha gozado de mayorcrédito social y en otras convenciona-listas cuando éste ha disminuido. Deigual modo proceden los científicosparticulares en función de la seguri-dad que les inspiran sus afirmacionesconcretas.

Como resultado del análisis etno-gráfico de la acción científica en ellaboratorio, Latour y Woolgar elabo-ran cinco conceptos que permitenarticular teóricamente observacionesy notas de campo:

1. Construcción: el trabajo prácti-co mediante el que se producen ysuperponen inscripciones y narracio-nes que se apoyan o desacreditanmediante modalidades. Esto implicados cuestiones clave: primero, quetras observar la construcción de«hechos» y la deconstrucción de«artefactos», la realidad no aparececomo causa sino como resultado delcierre de una controversia; segundo,que la distinción entre hecho y arte-facto ya no puede ser el punto de par-tida del estudio de la actividad cientí-fica porque es mediante las operacio-nes prácticas que constituyen estaactividad que los científicos senten-cian qué es real y qué sólo aparente.

2. Campo agonístico: si es el cierrede las polémicas sobre modalidades loque dictamina la realidad, entoncesno es ésta sino aquéllas quienes regu-lan la actividad científica y hacia lasque ésta se orienta principalmente.Esto implica que la realidad existesólo como una entidad sólida en cam-pos agonísticos estabilizados.

3. Reificación. Cuando una afir-mación se estabiliza, puede proceder-se a su materialización o reificaciónen teorías, inferencias, habilidadesprácticas, conocimiento tácito o ins-trumentos Estos elementos son recur-sos esenciales para factualizar otrasafirmaciones y, en el desempeño deese rol, pueden agruparse bajo el tér-mino «fenomenotécnica».

4. Circunstancias. Las circunstan-cias no son irrelevantes, no «rodean»,«influyen» o «causan» los descubri-mientos, sino que la ciencia está com-pletamente fabricada a partir de lascircunstancias. Los materiales, lasprácticas, la evidencia, las habilidades

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que se alían para producir y defenderhechos son circunstanciales. Aúnmás, es mediante prácticas localesconcretas (de modalización, divisióne inversión) como la ciencia pareceescapar a toda circunstancia.

5. Ruido. O, más bien, razónseñal/ruido. Es una premisa del estu-dio de Latour y Woolgar que cuandoun actor consigue estabilizar unaseñal nítida sobre un fondo reducidode ruido, otro actor es capaz de utili-zar eso como recurso para reducir elnivel de ruido de su propia área deestudio.

Todos los conceptos apuntan a quetoda actividad científica se orienta ala transformación de una serie de afir-maciones igualmente probables enotra donde (en el caso óptimo) unaes necesaria y las otras imposibles.Eso implica crear orden a partir de unconglomerado desordenado de circuns-tancias gracias al empleo de recursosmateriales que permiten producir ins-cripciones, que son el medio de trans-ferir información seleccionada de unmedio caótico a un marco establedonde permanece ordenada. El ordense sostiene siempre que se puedaneludir afirmaciones del tipo «tambiénpodría afirmarse que...» medianteactividades retóricas y prácticas depersuasión (que a menudo consistenen elevar el coste de la crítica para lospotenciales oponentes mediante laacumulación de aparataje oneroso y elendurecimiento de los criterios yrequisitos de prueba). La meta finales producir una caja negra cuyo costede deconstrucción sea insufragablepor los actores presentes en el campoagonístico. Por supuesto, la relación

coste-beneficio varía con el tiempo,de modo que no pueden ofrecersereglas ni garantías de que un cierto«hecho» sobrevivirá indefinidamente.

El corolario de todo ello es que laciencia no «devela» la realidad, sinoque es una dura lucha por construir-la. El laboratorio es el lugar dondeconcurren las fuerzas que lo hacenposible. Los científicos no son tauma-turgos ni farsantes, sino personasenfrentadas con un caos del que sóloles separa una delgada lámina depapeles con inscripciones y los apara-tos que las materializan. El desordenes la regla, y mantenerlo apartado delorden cognitivo y conductual produ-cido en el laboratorio (y en cualquierotro ámbito de vida social) es un tra-bajo arduo y oneroso. El resultado esla realidad, el conjunto de afirmacio-nes cuyo coste de cuestionamiento esdemasiado elevado. De otro modo, loreal es lo que no se puede cambiar avoluntad, lo que res-iste. En este sen-tido, no hay diferencia entre el analis-ta que estudia y el científico estudia-do. La vida en el laboratorio rechazarepetir la imagen famil iar de unsociólogo estudiando a un investiga-dor que, a su vez, estudia la naturaleza.Muestra, por el contrario, a los soció-logos reconociendo que su trabajo essólo una de las formas de actividadcientífica, que es a su vez sólo una delas maneras como la vida se organiza.

En suma, el resultado de la cons-trucción de un hecho es que parecerevelado, que no ha sido construidopor nadie; el efecto de la acumulaciónde técnicas retóricas es que los actoresquedan convencidos de que no hansido convencidos —sino que hanapr(eh)endido algo objetivo—; el

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resultado de la materialización es quelos actores creen que el aparatajetiene un rol ancilar del proceso depensamiento; respecto a las circuns-tancias, simplemente se desvanecen;y, por fin, la naturaleza queda consti-tuida por todo aquello de lo quenadie se imagina poder dudar y losocial por todas las creencias quepodrían ser cuestionadas y que, portanto, podrían ser convencionales.

La conclusión final de Latour yWoolgar es que conviene rechazar ladistinción apriorística entre lo técni-co y lo social, entre hecho y artefac-to, entre lo interno y lo externo,entre ciencia y sentido común, entre

pensamiento y práctica, entre natura-leza y sociedad. Todas esas dicoto-mías resultan de la actividad científi-ca del laboratorio y tienen por fincoadyuvar a la sol idi f icación dehechos. Estos, como las normas y lasinstituciones sociales, son orientacio-nes colectivas para la conducta legiti-madas por la expectativa razonablede su valor de supervivencia o pro-moción de las metas de los actorescuyas decisiones orientan: nosotros,c ientí f icos naturales , c ientí f icossociales y actores legos.

Juan M. IRANZO

Rubén BLANCO

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