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LO QUE VENDR` NUEVA ÉPOCA | AÑO 2, N° 3 | JUNIO 2005 PUBLICACIÓN PERIÓDICA DE LA CARRERA DE CIENCIA POL˝TICA FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES UBA ISSN 1668-7167 La soberanía popular en Rousseau | Bernard Manin Aportes y límites en la obra de Bernard Manin: La política a la prueba de la discusión | Gabriel Nardacchione El estudio de los partidos en AmØrica Latina | Juan Abal Medina RESEÑAS & REVISIONES Robert Axelrod | Francisco Naishtat | Isidoro Cheresky e InØs Pousadela

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ISSN 1668-7167

La soberanía popularen Rousseau�|� Bernard Manin

Aportes y límitesen la obra de Bernard Manin:

La política a la prueba dela discusión�|� Gabriel Nardacchione

El estudio de los partidosen América Latina�|� Juan Abal Medina

RESEÑAS & REVISIONESRobert Axelrod | Francisco Naishtat | IsidoroCheresky e Inés Pousadela

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�|�DirectorMartín D�Alessandro

�|�Comité EditorialLuis AznarFranco CastiglioniArturo FernándezFederico SchusterLilia Puig de StubrinTomás Várnagy

Carrera de Ciencia Política. FCS/UBA.

Director: Jorge MayerSecretario Académico: Miguel De LucaCoordinadora Técnica: Jazmín Sáenz

Junta de Carrera:Darío Cantón, Luis Aznar, Emilio Saguir, Francisco Naishtat, Jorge Lulo (profesores),Esteban Crevari, Juan Pablo Micozzi, Lucía Cargnel, Osvaldo Luoni, ChristianGribaudo (graduados), Ezequiel Lacovsky, Antonio Gómez Cavallini, Gabriela Cheli,Rodrigo Borges Brun, Martín Akike (estudiantes).

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*aurelia riveraG R U P O E D I T O R I A L

HAY MUCHOS TIPOS DE HÉROES, pero ningunocomo éste, arrancando tan de atrás. Hay enPopeye un marinero, un compadrito,asociado al ambiente marino y por ende aremarla cuantas veces sea necesario, perosiempre arrancando desde atrás, desdeabajo. Esa actitud refleja en los lectores unagran esperanza, porque saben que al finaldel camino y sin escatimar esfuerzos él gana,él vence. Como quien después de una grancrisis �imaginemos la del ´30 que es la desu contexto� con esfuerzo e inteligencia sepueden superar los problemas que nostienen atados a las injusticias y lasdesigualdades. ¿Todos podemos ser Popeye?Sí, no es difícil si tomamos a los libros comoespinacas y nos dan fuerzas para pelearesperanzadamente.

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ESTE NÚMERO 3 DE Lo Que Vendrá contiene una revisión de ciertas ideas en la obra de Jean-Jacques Rousseau a cargo de Bernard Manin (con un comentario adicional sobre el autor acargo de Gabriel Nardacchione), más un repaso de los estudios acerca de los partidos políti-cos rubricado por Juan Manuel Abal Medina (h) y las habituales reseñas y comentarios delibros. Estas pocas palabras bastan para invitar a su lectura. Sin embargo, la oportunidad quebrinda este comentario editorial es excelente para plantear un escueto comentario sobre laexperiencia de la publicación en su nuevo formato.

Presentar a nuestros estimados lectores el número 3 de Lo Que Vendrá resulta hoy una tareamucho más sencilla que lo que parecía hace ya casi un año, cuando desde la Dirección de laCarrera de Ciencia Política nos embarcamos en el desafío de �relanzar� el tradicional boletínque contenía información general sobre la licenciatura, los programas de las materias quecomponen el plan de estudios y los horarios de cursada. Hoy cumplimos muchas de esastareas informativas a través de nuestro sitio web. A su vez pusimos en circulación esta revistade divulgación sobre temas de nuestra disciplina que crea un nuevo espacio hasta ahoradesconocido. Este humilde formato en papel de diario y su modalidad electrónica han gene-rado el saludable celo de muchas universidades del mundo.

Esta coyuntura auspiciosa ha sido posible, ante todo, gracias al esfuerzo y al trabajo compar-tido de muchas personas. En primer lugar, las prominentes personalidades de la ciencia polí-tica internacional que brindaron su aporte (o que se han comprometido para hacerlo enbreve) y/o proporcionaron consejos muy útiles. Segundo, una serie de destacados graduadosde nuestra casa, que respondieron con entusiasmo y celeridad a la invitación que les formu-lamos para que nos presentaran un panorama -breve pero conciso- de las novedades y losdebates más recientes en sus áreas de estudio. En tercer término, los profesores, auxiliaresdocentes y estudiantes de ciencia política, quienes colaboraron acercándonos reseñas, noti-cias y comentarios. Y, por último, la innumerable cantidad de lectores -del país y del exterior-que trajeron su aliento, comentarios y sus nuevas ideas.

Con semejante cantidad y calidad de apoyos detrás de este emprendimiento no hay obstáculoinfranqueable. Pero, al mismo tiempo, saber de la existencia de tantas personas involucradase interesadas en Lo Que Vendrá se convierte en una tremenda responsabilidad: la de mante-ner la calidad y el equilibrio de enfoques y temáticas en cada número de la publicación. En taltarea ponemos todo nuestro empeño.

Por último quiero pedir a los lectores de esta publicación que nos ayuden a difundir estelogro. Por su calidad editorial en primer término, pero fundamentalmente porque es un ele-mento básico en la conformación de nuestra identidad y un homenaje permanente a quienesconstruyeron esta Carrera y a los estudiantes, graduados, auxiliares docentes y profesores quela hacen realidad todos los días. Esta es nuestra manera de decirles gracias.

�|� Jorge A. MayerDirector.[Carrera de Ciencia Política, UBA]

Y la nave va

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La soberanía popularen Rousseau

�|� Bernard Manin(Director de Investigación en el Centre National de la Recherche Scientifique,Francia, y Profesor de Teoría Política de la New York University)

Traducción de Inés Rodríguez Caillava

SABEMOS QUE, para Rousseau, el pueblo es so-berano. Se sabe mucho menos, en cambio, sobrequé y cómo vota el pueblo soberano. Después dedos siglos, las concepciones rousseaunianas de lasoberanía popular y de la voluntad general han sidoobjeto de innumerables análisis y críticas. El tér-mino �voluntad general� ha de cierta manera he-cho la historia: los actores políticos han invocadola noción y han utilizado la fórmula en múltiplescircunstancias. Por el contrario, los análisisinstitucionales de Rousseau y de sus propuestasconcretas no han tenido más que una posteridadínfima. La tradición ha retenido, sin duda, que élrechazaba el sistema representativo. Pero el pen-samiento institucional de Rousseau no se reduceal rechazo de la representación. Las numerosas dis-posiciones y procedimientos propuestos por elautor de El contrato social casi no han suscitado in-terés entre los actores políticos. Los teóricos y loshistoriadores de las ideas han adoptado en generaluna actitud análoga: a excepción de la crítica de larepresentación, las propuestas institucionales deRousseau han sido tratadas como curiosidadesperiféricas.

No hay ninguna duda, sin embargo, de queRousseau poseía un vivo interés por las institucio-nes y su historia. El contrato social presenta una re-flexión extensa sobre las instituciones de Roma (Elcontrato social, libro IV, capítulos 4, 5 y 6, en Oeuvrescomplètes, vol. III, pp. 444-4581 ). También formulavarias recomendaciones institucionales precisas.Rousseau prescribe, por ejemplo, que las asambleasdel pueblo se reúnen periódicamente en fechas fi-jas, evitando así que la convocatoria dependa de lavoluntad de quien corresponda en cada caso (Elcontrato social, III, 13 y 18). Notemos además que laperiodicidad automática de las asambleas del ór-gano legislativo era considerada por Rousseau mis-mo como una de sus más importantes invencio-nes (Consideraciones sobre el gobierno de Polonia, VII).Encontramos también en El contrato social las re-glas concernientes a las formas de mayorías (sim-ple o calificada) requeridas para diferentes tiposde decisiones, o sobre el empleo del sorteo y de laelección para la designación de los gobernantes(El contrato social, IV, 1, 2 y 3; ver también Manin,1996, pp. 102-1082 ). Además, en las Consideracionessobre el gobierno de Polonia, Rousseau enuncia pro-puestas institucionales detalladas que, señala él con

1 En adelante, las referencias sólo incluirán el título de laobra citada seguido de los números de libro y de capítulo,ó de la subdivisión utilizada en el escrito correspondien-te, ó de la página de la edición indicada en la bibliografía.

2 N. de la T.: En el caso de la edición en español, la cita esBernard Manin, Los principios del gobierno representativo,Madrid, Alianza, 1998, pp. 96-102.

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insistencia, traducen de manera concreta los prin-cipios establecidos en El contrato social (Consideracio-nes sobre el gobierno de Polonia, II, VII, p. 958, 977,978, 981, 988). Finalmente, después de un análisisdocumentado de las instituciones ginebrinas y desu evolución a lo largo de los siglos XVII y XVIII,Rousseau llegaba a conclusiones completamentedeterminantes sobre los roles respectivos de losdiferentes Consejos de su república natal (Cartasescritas desde la montaña, VII-IX).

Entonces, los estudios que prestan poca aten-ción a las reflexiones institucionales e históricasde Rousseau hacen una elección. Frecuentemen-te, sin embargo, esta elección no es presentadacomo tal, ni justificada a fortiori. Tal tratamientoimpide interrogarse sobre un fenómeno queameritaría investigación: la disimetría entre la irra-diación excepcional de los principios generalesenunciados por Rousseau y la débil posteridad desus propuestas concretas. Las recomendacionesinstitucionales de Rousseau simplemente son de-jadas en el olvido. Y tampoco se reflexiona sobreeste olvido.

Por otra parte, la coherencia, subrayada porRousseau mismo, entre sus Principios del derecho polí-tico (éste era el subtítulo de El contrato social) y susrecomendaciones prácticas sugiere que éstas acla-ran tal vez ciertas cuestiones de principio que elexamen de la teoría general, por sí sola, dejaría pococlaras. Esta hipótesis se encuentra verificada, enparticular, en lo que concierne a la organizacióndel voto en el seno de la asamblea popular.

El análisis del procedimiento de votación pre-conizado por Rousseau revela un punto frecuen-temente desapercibido: en la teoría rousseaunianael pueblo es el legislador soberano, sin duda, pero

éste vota sobre proyectos que no eligió él mismo.La iniciativa legislativa es competencia exclusivadel gobierno. El pueblo sólo tiene el poder de rati-ficar o de rechazar las propuestas que le somete elgobierno. Se sabe que, en Rousseau, el �gobier-no� es el órgano ejecutivo encargado de aplicar lasvoluntades del pueblo soberano, y que por lo tan-to está rigurosamente subordinado a la asamblea.Pero es menos conocido que este órgano disponetambién de un poder considerable conferido porel monopolio de la confección de proyectos de leyy el manejo del orden del día en la asamblea. Estadisposición es mencionada en El contrato social: �yotendría que hacer varias reflexiones sobre el sim-ple hecho de votar en todo acto de soberanía, de-recho que nadie puede quitar a los ciudadanos, asícomo sobre el de opinar, proponer, dividir, discutir,que el gobierno siempre tiene buen cuidado dedejar sólo a sus miembros� (El contrato social, IV, 1,énfasis mío3 ). Pero la formulación aquí es com-pleja; el punto esencial puede fácilmente pasar des-apercibido, anegado en cierta forma en la multi-plicidad de los términos utilizados. El aferramien-to de Rousseau al monopolio gubernamental so-bre la iniciativa legislativa y su decidido rechazo dela iniciativa popular aparecen con más claridad enlos contextos en que se dedica al análisis de insti-tuciones concretas.

Dando una imagen sobre la ciudad ideal en laque habría querido vivir, Rousseau señala en ladedicatoria del Discurso sobre el origen de la desigual-dad: �por el contrario, habría deseado que no to-dos tuvieran el poder de proponer nuevas leyessegún su fantasía; para así detener proyectos inte-resados y mal concebidos, y las innovaciones peli-grosas que perdieron a los atenienses; que tal de-

3 N. de la T.: Cita chequeada con la traducción de MaríaJosé Villaverde para la edición de la editorial Tecnos.

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recho perteneciese sólo a los magistrados� (Dis-curso sobre el origen de la desigualdad, p. 1144 ). Sin duda,Rousseau busca aquí atraerse la benevolencia delas personas a quienes dedica la obra, los ciudada-nos de la �república de Ginebra�. Él es llevadoentonces a resaltar la concordancia entre sus pro-pias aspiraciones y las instituciones ginebrinas. Estetexto es no obstante revelador en dos aspectos.

Por una parte, el poder de iniciativa era en efectouna cuestión importante y debatida de la políticaginebrina. Luego de los levantamientos de 1734que enfrentaron a la mayor parte de los �Ciudada-nos y Burgueses� que formaban el �Gran Conse-jo� (éstos constituían sólo una fracción de la po-blación, ya que muchos de los residentes nativosde Ginebra no tenían el derecho a la ciudadanía),con el círculo aún más restringido de las familiaspatricias que controlaban los pequeños Consejos(el �Pequeño Consejo� propiamente dicho, y el�Consejo de los Doscientos� en particular), las dospartes se pusieron de acuerdo sobre un texto queformaba desde aquel momento la referencia fun-damental en materia constitucional, el Reglamentode la Ilustre Mediación. Este compromiso constitu-cional reservaba a los pequeños Consejos y a losmagistrados (los Síndicos) la iniciativa de las cues-tiones sometidas al voto del Gran Consejo (artícu-los V y VI). Rousseau era entonces consciente delas posturas políticas que implicaba la localizacióndel derecho de iniciativa en un sistema institucional.

Por otra parte, la referencia a Atenas en la dedi-catoria del Segundo Discurso da una profundidadparticular a las reflexiones de Rousseau sobre elderecho de iniciativa. Al rechazar expresamente elderecho de �cada uno� a hacer propuestas �segúnsu fantasía� en la Asamblea, Rousseau tomaba por

blanco, con un discernimiento agudo e histórica-mente bien informado, una práctica que losatenienses mismos consideraban como uno de losrasgos más centrales de la democracia: el derechode �el que llega primero� (ho boulomenos) a tomaruna iniciativa y a hacer una propuesta a los ciuda-danos (Hansen, 1993, pp. 307-309; Manin, 1996,pp. 28-295 ).

Rousseau tuvo además otra ocasión para pro-nunciarse sobre el derecho de iniciativa en las ins-tituciones de Ginebra. En las Cartas escritas desde lamontaña tomó parte en las controversiasinstitucionales suscitadas por la condena a su per-sona luego de la publicación del Contrato social ydel Emilio. Rousseau, en efecto, había sido conde-nado por el Pequeño Consejo. Ciertos ciudadanos,defendiendo los intereses de Rousseau, presenta-ron entonces peticiones (Representaciones) reclaman-do que el caso fuera llevado delante del Gran Con-sejo. El Pequeño Consejo se rehusó, alegando pre-cisamente sobre su derecho exclusivo de iniciati-va. En su propia intervención, Rousseau defiendeel derecho de Representación de los Ciudadanos ylos Burgueses. Por otra parte, Rousseau establece,en el seno de las Representaciones, una distinción entreaquellas que aspiran �a hacer algún cambio a laley� y aquellas otras que sólo demandan la repara-ción de �alguna transgresión de la ley� (que era elcaso de las peticiones que le concernían). Inter-pretando el Reglamento de la Ilustre Mediación, argu-menta que sólo las primeras, pero no las segundas,necesitan el acuerdo del Pequeño Consejo para sersometidas a las deliberaciones del conjunto de losciudadanos reunidos en el seno del Gran Consejo(Cartas escritas desde la montaña, VIII, pp. 846-847).En las Cartas escritas desde la montaña, Rousseau man-

4 N. de la T.: Cita chequeada con la traducción de MauroArmiño para la edición de la editorial Alianza.

5 N. de la T.: En el caso de la edición en español, la cita esBernard Manin, Los principios del gobierno representativo,Madrid, Alianza, 1998, p. 28.

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tiene entonces, sin ninguna ambigüedad, su adhe-sión al principio de que, en un régimen bien orde-nado, las propuestas de ley son la prerrogativa delGobierno y de los magistrados.

Finalmente, es necesario señalar que la ausen-cia de iniciativa popular constituía un rasgo distin-tivo de los dos sistemas que Rousseau más admi-raba, los de Roma y Esparta. Los historiadores dehoy señalan que en Roma el pueblo reunido enComicios respondía siempre a una cuestión plan-teada por los magistrados y sobre la cual no teníala iniciativa (Nicolet, 1976, p. 345). Pero el hechoestá tan atestado en las fuentes clásicas, de las queRousseau era un gran lector, que no podría haberescapado a su atención. En cuanto al régimen deEsparta, una de las fuentes capitales (todavía utili-zada por los historiadores contemporáneos, aun-que su valor sea hoy debatido) se encuentra en untexto al que Rousseau se referiría frecuentemente,la Vida de Licurgo de Plutarco. En su presentaciónde las instituciones que Licurgo era reputado dehaber dado a Esparta, Plutarco escribía: �cuando

todo el pueblo está reunido en consejo, no es líci-to que quien quiera proponga y presente cualquierasunto a deliberar, ni diga su opinión, sino que elpueblo tiene autoridad solamente para aprobar yconfirmar, si le parece bien, lo que ha sido pro-puesto por los ancianos y los reyes� (Plutarco, Lesvies des hommes illustres, Lycurgue, 10, trad. Amyot [esla traducción que conocía Rousseau], 1951, vol. I,p. 936 )

Reubicadas en su contexto y confrontadas a lasfuentes históricas que las inspiraron, las opinionesde Rousseau sobre el derecho de iniciativa en elseno de la asamblea popular aparecen como algomás que indicaciones de procedimiento margina-les. La sustancia misma del poder ejercido por elpueblo es puesta en cuestión. La posteridad ha he-cho de Rousseau el canto al autogobierno del pue-blo. Se reconoce, por cierto, que sus prescripcio-nes diseñaban un ideal que él mismo juzgaba difí-cilmente accesible. Pero todavía es necesario iden-tificar correctamente el ideal que él proponía. Sustesis sobre el poder de iniciativa no dejan ningunaduda. Su modelo no era la Asamblea ateniense dis-cutiendo los asuntos de la polis, sino el pueblo deRoma o de Esparta ratificando o rechazando laspropuestas hechas por los magistrados. Nadie ja-más pudo pensar que ni Roma ni Esparta, inclusi-ve idealizadas, fueran modelos de gobierno por elpueblo.

Bibliografía

1) FuentesRousseau, J. J. (1964) Oeuvres complètes, vol. III, París,

Gallimard.

Plutarco (1951) Vies des hommes illustres, traducción Amyot[1559], 2 vols., París, Gallimard.

2) EstudiosDerathé, R. (1995) Jean-Jacques Rousseau et la science politique de

son temps, París, Vrin.

Hansen, M.H. (1993) La démocratie athénienne à l´époque deDémosthène, París, Les Belles Lettres.

Manin, B. (1996) Principes du gouvernement representatif, París,Flammarion.

Nicolet, C. (1976) Le métier de citoyen dans la Rome républicaine,París, Gallimard.

Rosenblatt, H. (1997) Rousseau and Geneva, Cambridge,Cambridge University Press.

Shklar, J. (1969) Men and Citizens: a Study of Rousseau´s SocialTheory, Cambridge, Cambridge University Press.

6 Para el estado actual de la investigación sobre las institu-ciones espartanas y la discusión dada por Plutarco, verRuzé, F., Déliberation et pouvoir dans la cité grecque de Nestor àSocrate, París: Publications de la Sorbonne, 1997, p. 129 yss.

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UNA DE LAS GRANDES OBRAS contemporáneas dela teoría política francesa, Principes du gouvernementreprésentatif 1 , vio la luz hace exactamente 20 años.Ella marcó una nueva perspectiva sobre el gobier-no representativo, realizando una aguda crítica a lateoría elitista de la democracia y renovando la an-tigua interrogación sobre el lazo que existe entrelas preferencias populares y las decisiones de losrepresentantes.

Allí, Bernard Manin postula cuatro grandesprincipios de un gobierno representativo: a) elmargen de independencia de los gobernantes, b)la libertad de la opinión pública, c) la periodicidadde las elecciones y d) la prueba de la discusión.Mediante el primero muestra cómo el sistema re-presentativo anula dos prácticas antes contempla-das dentro de un régimen democrático: larevocabilidad de mandato y el mandato imperati-vo. Así se logra el margen de maniobra necesariopara la acción de los representantes. Mediante elsegundo muestra cómo se debe mantener la inde-pendencia en la formación de las opiniones de losrepresentados. Para ello, todos deben poder acce-der libremente a la información política y tener lalibertad para expresar dichas opiniones aun contra

Aportes y límites en la obra de Bernard Manin:

La política a la prueba de la discusión

�|� Gabriel Nardacchione(Sociólogo y Politólogo UBA, Magister en Administración Pública UBA, Diplome d�Etudes Approfondies y Docto-rando Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales EHESS de París)

las manifestaciones de la voluntad general (elec-ciones). Mediante el tercero el autor destaca cómola creación de un sistema periódico de eleccionesfunciona como control de las acciones de los re-presentantes. Así el potencial juicio retrospectivode los representados pone límites a las decisionesde los primeros. Pero particularmente queremoscentrarnos en el cuarto principio. La prueba de ladiscusión, según Manin, opera como un procedi-miento que permite actuar, que permite tomardecisiones a los representantes. Su valor no radicaen la verdad que surge de la discusión sino en sufunción de filtro que permite activar las decisionespolíticas. Éstas deben justificarse pues, tarde o tem-prano, podrán ser criticadas. Pero eso no significa,agrega Manin, que el gobierno representativo seaun gobierno que opere siempre mediante la discu-sión. El dominio retórico en donde la discusiónpolítica tiene lugar, reduce su misión a la produc-ción de consentimiento para la acción. Allí está laclave de la prueba de la discusión: producir deci-siones que cuenten con un consentimiento o apro-bación del juicio colectivo. Este último eje proble-mático nos conduce al centro de nuestra preocu-pación.

1 N. del E.: La edición es español es Bernard Manin, Losprincipios del gobierno representativo, Madrid, Alianza, 1998.

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Diez años antes de la publicación de Principes dugouvernement représentatif, y cumpliéndose hoy trein-ta de su aparición en la revista Le Débat, Maninpresentó un artículo fundador de la precedenteobra: �Volonté Générale ou délibération?� A estetrabajo algo desconocido en la ciencia política lati-noamericana queremos hacer un homenaje, desta-cando sus postulados y presentando algunas críti-cas que no intentan sino rejuvenecerlo frente a al-gunas de las discusiones actuales sobre la materia.

El artículo se enmarca dentro del comienzo deun nuevo debate en torno a la democracia. Éste seexpande por Europa durante la década de losochenta y apunta a las nuevas formas de delibera-ción pública que deben suponer los procesos polí-ticos. La apertura a la participación política deja deser el único imperativo que permite profundizar lademocracia, una vez que se han comprobado rei-teradamente �todas las formas� en que dicha am-pliación puede ser reducida y/o limitada por losmecanismos de decisión política. Así, el foco setraslada al procedimiento de la discusión-decisión.Allí es donde se intenta postular ciertos principiosbajo los cuales la discusión pública debe llevarse acabo, si se pretende profundizar los marcosinstitucionales de la democracia. Lo interesante delaporte de Manin es introducir el problema de ladeliberación en política sin caer en presupuestosnormativos exigentes. Para ello, el autor contrape-sa la tarea argumentativa con la tarea retórica, asabiendas que el político delibera fundamentalmen-te frente a un auditorio al que debe convencer.

En este trabajo, primero plantearemos el pro-blema que, según el autor, subyace a la tensión en-tre la construcción de la voluntad general y la de ladeliberación pública. Luego, resumiremos la pos-tura de Manin opuesta a los mecanismos de deci-sión de la tradición liberal, mostrando por qué elautor piensa que se trata de principios que debenpredominar sobre los mecanismos democráticostradicionales. Finalmente plantearemos tres postu-lados críticos al planteo del autor, de forma de abriruna discusión sobre este esquema de deliberaciónpolítica.

De la búsqueda del interés general alrespeto por la discusión

Según el autor, el problema se encuentra en labúsqueda del acuerdo universal. Si bien se recono-ce la imposibilidad para arribar a la unanimidad, latradición liberal-democrática intenta �saltar� el pro-blema buscando reglas generales que operen comosi fueran acuerdos universales. Tanto el velo de laignorancia de Rawls como la voluntad general deRousseau son mecanismos que intentan resolverdicha dificultad. El principio de la mayoría es unclaro ejemplo de cómo el liberalismo clásico pre-tende crear una forma de unanimidad que sea, porun lado, legítimo, y por otro, realista y eficaz. Manindenuncia la interpretación que supone el paso deser una simple mayoría de voluntades individualesa la construcción de una voluntad común. La trans-formación de una mayoría en unánime en Sieyès yla suma de las felicidades del mayor número en losutilitaristas, son otros ejemplos de dicha interpre-tación liberal.

Pero el nudo de la cuestión, según Manin, apa-rece en la distinción conceptual entre la delibera-ción y la decisión. Allí se observa cómo la volun-tad general rousseauniana no supone una delibera-ción de manera autónoma a la decisión colectiva.El ginebrino no acepta la existencia de partes quedeliberan ni toma en cuenta el intercambioargumentativo en ese escenario. El problema paraél radica en cómo se pasa de la opinión individuala la voluntad colectiva. Ésta es la operacióninterpretativa que instrumenta la voluntad generalpara ser más legítima que la simple agregación deopiniones particulares. Así, la deliberación es �desdesu origen� una decisión, porque se supone quevoluntades individuales ya formadas que arriban ala asamblea y que se transforman en generalesmediante una elección-decisión. De esta manera,la formación de la opinión es racional, porque vie-ne dada en el plano individual y se transforma engeneral mediante una elección colectiva (lo quequiere decir: de-todos-juntos). En esta lógica ladeliberación argumentativa está excluida, pues nose concibe la modificación de las opiniones duran-

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te la asamblea, si no es para forzar la creación deuna voluntad colectiva.

Justamente el planteo de Manin se orienta a dis-tinguir la voluntad general de la deliberación detodos. Si la primera supone una voluntad indivi-dual ya determinada, la segunda se dirige a una elec-ción dentro de un campo de incertidumbre. Pri-mero porque los deseos de las partes son diferen-tes y conflictivos, y segundo porque la informa-ción es siempre incompleta. De esta manera losobjetivos de la entrada a la deliberación son siem-pre modificados por múltiples compromisos quetienen origen en la lógica de la política: evaluar locorrecto, en el momento oportuno, dentro de uncampo de imperativos e intereses que se oponen.En consecuencia, la legitimidad del proceso no ra-dica en formar una voluntad común sino en abrirun escenario de deliberación común; la legitimi-dad no radica en la manifestación de una voluntadpredeterminada sino en la formación de esa vo-luntad (individual y colectiva).

Un segundo aspecto radica en la distinción en-tre la decisión colectiva y el intercambio de argu-mentos, como mecanismos que operan el pasajede la voluntad individual a la colectiva. Como yaplanteamos, Manin rechaza la función de la deci-sión colectiva dentro de las discusiones tradiciona-les, a la vez, se centra en la noción de deliberaciónargumentativa. Esta última tiene dos funcionesprimordiales: expandir los puntos de vista indivi-duales, dominados por los intereses particulares, yconvencer a un auditorio general, más amplio queel que puede estar involucrado en el conflicto. Allíse destaca la tarea de la persuasión.

Este es un punto central que distingue el abor-daje de Manin de otros autores que postulan ladeliberación mediante argumentos como la formamás legítima para resolver los diferendos. Maninplantea que su trabajo se orienta al campo de lapolítica, y allí la discusión se realiza mediante argu-mentos a fortiori. Pero, ¿por qué el eje de la delibe-ración política es la persuasión del otro mediantelos argumentos más convincentes y no mediante

argumentos verdaderos o aceptables universalmen-te? El autor ofrece dos razones encadenadas: pri-mero porque la argumentación política no demues-tra nada del orden de la verdad, es por eso que surechazo no es una demostración de su error; y se-gundo porque resulta muy difícil ligar, de maneracausal, una decisión política a su fracaso. En todocaso, se trata de una presunción contra el principioque guiaba dicha política. Y esto es, a su vez, otrotrabajo de persuasión. En otras palabras, el descré-dito de una decisión política se debe antes a la pér-dida de su potencial persuasivo que a la demostra-ción objetiva de su fracaso. En conclusión, la deli-beración política se lleva a cabo mediante el inter-cambio de argumentos, pero su cierre se liga a laadhesión al argumento más convincente. La nece-sidad de reducir los conflictos es el imperativo fun-damental de la política, en consecuencia, en unmarco de incertidumbre acerca del mejor argumen-to, es inevitable adherirse al más razonable.

De manera de imponer su argumento, finalmenteManin embate contra tres pilares de la teoría polí-tica moderna: la elección racional, el contrapesomecánico de poderes y las teorías absolutas sobrela justicia.

En el primer caso, plantea que los efectos posi-tivos o negativos de una política se perciben siem-pre de una manera difusa y dispersa. Estrictamen-te, dentro de la órbita política no se puede elegircon certeza (mucho menos de una manera racio-nal), por ello que uno �debe� ser persuadido. Ladecisión (que persuade) por un lado otorga solu-ciones posibles a conflictos de intereses opuestos,pero fundamentalmente permite esclarecer un es-tado de incertidumbre. A diferencia de ofrecer so-luciones alternativas para que alguien �elija�, po-dría decirse que �crea� soluciones posibles. Al mis-mo tiempo, la deliberación política debe ofreceruna pluralidad limitada de alternativas para que elpúblico pueda ser persuadido por alguna de ellas.De ninguna manera existen múltiples opciones aelegir en política, más bien siempre se trata de unnúmero reducido de soluciones posibles (con un

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mínimo de razonabilidad) dentro de las cuales seimpondrá alguna como la más convincente.

En el segundo caso, Manin discute el principiode contrapeso de poderes que se basa en la rela-ción de equilibrio entre una mayoría y una mino-ría. La preeminencia intercambiable de estas dospartes del cuerpo político legitima al principiomayoritario como un principio de decisión. Den-tro de este escenario, Manin plantea que la legiti-midad de la deliberación política no se basa en unprocedimiento para arribar a una decisión (princi-pio mayoritario), sino en un �juego procedimental�(intercambio argumentativo) del cual todos pudie-ron haber formado parte. Más que imponer la de-cisión de una mayoría sobre la minoría (más alláde la ficción legítima que se le sobreimprima), setrata de una decisión a la que se arriba medianteuna discusión de argumentos. De esta manera, ladecisión final se vestirá de legítima una vez quehaya pasado por una real deliberación, que hayapersuadido (potencialmente) a todos.

En el último caso, Manin rechaza de plano lasteorías universales acerca de la justicia. El autorplantea que la definición acerca de lo justo en elmarco de un conflicto se encuentra permanente-mente sujeta a su redefinición. Según Manin, comolos conflictos deben ser resueltos, y lo son bajocriterios diversos o plurales de justicia, nos encon-tramos bajo el dominio de lo justificable (entre loracional y lo arbitrario, dice el autor). Finalmente,podría decirse que lo justo en política es lo razo-nable, lo que es capaz de convencer mediante ar-gumentos y que a la vez resulta incontestable comocierre de algún conflicto. Se trata de un procedi-miento de racionalización imperfecta, lo más ra-cional posible, con resultados razonables. La críti-ca de Manin contra las teorías universalistas (tantoidealistas, como es el caso de Rawls o Habermas,como realistas, el de Sieyès o Rousseau) consisteen plantear que no se trata de definir un principiomás o menos justo para resolver los conflictos, sinode actuar con razonabilidad dentro de un procedi-miento legítimo de deliberación. Su objetivo esanalizar cómo se pueden resolver de manera justa

los conflictos concretos sin perder de vista una ideaprocedimental de la deliberación. Para concluir,Manin podría decir que abandonar el principio deunanimidad o de universalidad, por inadecuados,no significa despreocuparse por la legitimidad.

A modo de conclusiónPara terminar, tres señalamientos críticos que pue-

den ayudar a extender una discusión sobre la ten-sión entre la deliberación y la decisión en los con-flictos políticos. La primera apunta a poner en cues-tión el carácter meramente procedimental de ladeliberación política. Así como Elster (1994) sub-estima la influencia de la persuasión en su análisissobre la argumentación y su articulación con lanegociación, en este caso Manin parece descono-cer la importancia de la negociación dentro de ladeliberación. Las relaciones de fuerza, bajo la lógi-ca del interés, de una manera u otra, siempre inter-vienen en las discusiones políticas. La cuestión pasapor comprender cómo se desarrollan (normalmen-te en instancias de baja publicidad de la discusión),cómo se presentan de manera mixta (por ejemplo,como advertencias en lugar de amenazas), peronunca desconociéndolas como variableinterviniente (reconociendo que, por sí sola, nopuede legitimar un acuerdo).

Una segunda crítica se dirige a la concepciónde la retórica que utiliza el autor. Por un lado esta-mos de acuerdo cuando Manin plantea que la dis-cusión política se desarrolla mediante argumentosa fortiori, que el trabajo argumentativo no se basaen una racionalidad de tipo científica sino enrazonabilidad débil. Sin embargo, cuando el autorpostula como características principales de la per-suasión la oferta de soluciones posibles y el escla-recimiento de la incertidumbre propia de la deci-sión política, pensamos que subestima buena par-te del potencial de la retórica. La retórica puedeconvencer en muchos casos mediante técnicas depersuasión que no tienen nada que ver con unadeliberación argumentativamente abierta. Y si biensiempre es necesaria la intervención de la retórica

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para poner de acuerdo intereses diversos, en mu-chos casos se instrumenta como una forma quepermite la imposición del orador más competen-te, silenciando muchos argumentos alternativos.

La última crítica tiene un condimento másinstitucional. Si bien Manin acepta la intervenciónde la decisión del Estado en los conflictos públi-cos, el autor no la considera conveniente sino enúltima instancia. El peligro de esta perspectiva con-siste en separar en demasía el proceso deliberativode la decisión institucional (en última instancia).Algunas preguntas se nos aparecen: ¿cómo se pue-de hablar de procesos deliberativos �ideales� queson interrumpidos por decisiones instrumentales?En este caso, y para terminar, es necesario com-prender el carácter pluridimensional de los con-flictos públicos (Urfalino, 1999). Su discusión nohay que dejársela a una argumentación y/o per-suasión demasiado luminosa, reenviando la pesa-da tarea instrumental de interceder en los conflic-tos que no pueden ser resueltos de maneraargumentativa a la decisión del gobierno. Es nece-sario considerar la complejidad intrínseca de ladeliberación pública. Esto implica reflexionar nosólo sobre la articulación entre la argumentación yla persuasión sino también incorporar la nociónde interés, la influencia de la fuerza de negocia-ción. Evitar �expulsar� alguna de estas tres dimen-siones (tanto por criterios normativos como rea-listas) del estudio de las discusiones públicas favo-recería su comprensión.

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La declinación de la clase media argentina.Tranformaciones en la estructura social (1974-2004)Artemio López - Martín RomeoAurelia Rivera / Libros de eQuis (2004) 14 x 20 cm. 140 páginas. $ 25.-

La pobreza y la indigencia, resultantes de la forma en que se distribuyen ingresos en unasociedad, ingresaron al debate en la Argentina fundamentalmente hacia fines de la década delnoventa. Alguna vez Pablo Neruda escribió: «/Nosotros, los de antes, ya no somos losmismos/» y bien podría ser esta la conclusión sintética y precisa de los cambios que sufrió lasociedad argentina en su conjunto en los últimos 30 años. La declinación de la clase mediaargentina tiene por objeto describir y explicar los factores intervinientes en la inédita transfor-mación en la morfología social argentina. (Artemio López - Martín Romeo)

LIBROS & REVISTASEspacio cedido sin costo

El texto que ahora se re-edita gira entorno de la idea de «anomia» (o, másprecisamente) «anomia boba», que elautor asocia con «acciones colectivasautofrustrantes para los propios agentesque las ejecutan». El no pago de impues-tos, la contaminación ambiental, eldesorden en el tránsito, los abusos depoder políticos y empresariales, sonalgunos de los tantos ejemplos que Ninoexamina bajo la óptica de aquel concepto.Nino considera a la «anomia boba» comodistintiva de la práctica social argentina, yla contrapone a un ideal alternativoposible, basado en la cooperación y ladiscusión pública, en donde las normasaparecen tal como señala el autor, citandoa Jon Elster- como el «cemento de lasociedad». (Roberto Gargarella)

Entre las múltiples aplicaciones de lasnuevas tecnologías de la información y lacomunicación, el voto electrónico estáganando paulatinamente un lugar en laagenda de los gobiernos democráticos. LaArgentina no ha sido ajena a estemovimiento en distintos puntos geográfi-cos y a propósito de distinto tipo deelecciones, se está experimentado conesta nueva modalidad. (Ana MaríaMustapic)

La aparición de un número de las muypocas revistas de ciencia política de laArgentina siempre debe ser celebrado,tanto por los aportes académicos comopor su contribución a lainstitucionalización de nuestra disciplina.El número 10 de POSTData, además,presenta artículos nuevos del más altonivel en temáticas teóricas (Dahl,Morlino, Strasser, Pasquino), de investiga-ción (Linz, Stanley, Montero y Gunther) yrelativas a la ciencia política comoactividad (Bulcourf y Vazquez, Schedler,Mutti).

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EN LA ACTUALIDAD, el estudio de los partidospolíticos se inserta, en el ámbito académico inter-nacional, en el abordaje del problemático fenóme-no de la �desafección política� que afecta lainstitucionalidad democrática a nivel global. Talcomo señalan Diamond y Gunther (2001), en losúltimos años del siglo pasado, a pesar de la impre-sionante expansión alcanzada por la democraciaen todo el mundo, ha tomado fuerza una sustan-cial y creciente pérdida de confianza respecto demuchas de sus instituciones específicas, en espe-cial de los propios partidos políticos.

En este sentido, el análisis de dicho fenómenorespecto de los partidos políticos se orienta a lascuestiones relativas al rol que estos desempeñanen las democracias contemporáneas y al grado derespuesta que pueden ofrecer tanto a las expecta-tivas de funcionamiento sostenidas por los ciuda-danos como a las demandas implícitas en el con-cepto mismo de democracia representativa. Las�malas conductas� mantenidas por políticos y par-tidos en muchos países, la sensación de que go-bernantes y funcionarios conforman una clase pri-vilegiada en sí, la gran acumulación de deficienciasinstitucionales en el funcionamiento de la demo-cracia que inhibe la posibilidad efectiva deaccountability y de buen gobierno, y el modo en el

El estudio de los partidosen América Latina�|� Juan Abal Medina

(Politólogo UBA, Profesor de Sistemas Políticos Comparados e Investigador del CONICET)

cual los partidos políticos han cesado simplemen-te de desarrollar sus roles centrales respecto de larepresentación y el gobierno en las democraciascontemporáneas, son algunas de las principales lí-neas de investigación sugeridas en esa dirección.

Es así como la necesidad de expandir los alcan-ces de la investigación sobre la democracia, de for-ma tal que comprenda la actual evolución y trans-formación de los partidos como instituciones po-líticas, se ha vuelto una meta de total relevancia enel hemisferio norte. Dicho desafío implica un pro-fundo examen respecto de los partidos, a ser desa-rrollado dentro de una gran variedad de regíme-nes democráticos, de escenarios histórico-cultura-les y de niveles de desarrollo diferentes (Diamondy Gunther, 2001).

Lo que es más, Webb, Farrell y Holliday (2002)coinciden en la necesidad de considerar más deuna dimensión en lo que al abordaje de los parti-dos políticos atañe, a fin de proveer respuestasconvincentes a las preguntas sobre su relevancia ycentralidad para la política democrática moderna.Asimismo, subrayan que las reiteradas afirmacio-nes sobre la total declinación de los partidos en lasdemocracias avanzadas de occidente resultan en laactualidad por demás simplistas.

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Por último, y contra las posturas pesimistas quesostienen el fin de la época dorada de la literaturasobre partidos, Gunther, Montero y Linz (2002)sostienen que es ahora más que nunca el momen-to de analizar los partidos políticos y su rol dentrode las democracias modernas, como una de las ins-tituciones esenciales para el funcionamiento apro-piado de la democracia representativa. Por talmotivo, agregan, los estudios acerca de la evolu-ción y calidad de dichos partidos han adquiridouna central relevancia a nivel internacional en laciencia política moderna de nuestros días. Tras lar-gos años en los que el interés académico sobre lospartidos parecía haber disminuido, estos autoresdetectan una notable revitalización del subcampode los estudios partidarios. Lejos de la tan aclama-da declinación de su importancia, auguran un pro-minente lugar en la futura agenda de investigaciónde la ciencia política por esas latitudes (Gunther,Montero y Linz, 2002).

En un sentido similar, si hiciéramos un análisiscuantitativo sobre el tema de los partidos y siste-mas de partidos en los estudios actuales sobreAmérica Latina el resultado sería claro: la cuestiónocupa un lugar creciente y destacado en la reflexiónde los estudiosos de la región. Varios números delas principales revistas académicas latinoamerica-nas dedican su tema central a los partidos, distin-tas compilaciones se han publicado en los últimosaños sobre los partidos en la región, siendo variasde ellas producto de encuentros, seminarios y ta-lleres donde diversos especialistas se reunieron paradiscutir el tema. A esto habría que sumarle un sin-

número de artículos, compilaciones y libros queanalizan a los partidos de un país latinoamerica-no.1

Las razones que explican el creciente interés porlos partidos son, a mi entender, dos: una que seasocia con los cambios del contexto político, y otraque se relaciona con las transformaciones del �am-biente intelectual� (Lechner, 1990: 17).

En el transcurso de una década, la mayoría delos países de América Latina dejaron atrás regíme-nes no democráticos de diversa índole y la demo-cracia se transformó en �the only game in town» (Linzy Stepan, 1996: 5). Dejando de lado, por ahora, lasparticularidades que estas �nuevas democracias�presentan (O�Donnell, 1997: 287), las �eleccionesse volvieron la principal avenida para llegar al go-bierno� (Mainwaring y Scully, 1995: vii), por lo quelos partidos empezaron a ocupar un lugar cada vezmás importante y visible en las arenas políticas na-cionales.

La segunda causa del interés creciente por lospartidos, si bien se relaciona con la anterior, se basaen un cambio en lo que ha sido llamado �la histo-ria interna de la ciencia�. Entre las décadas de lossetenta y los ochenta van perdiendo fuerza en elambiente intelectual de las ciencias sociales lati-noamericanas los enfoques, antaño predominan-tes, que entendían a lo político como un mero�epifenómeno de lo social� o como una �guerraentre sujetos preconstituidos� (Lechner, 1990: 28).Esto llevó a una revalorización del interés teóricopor la política y por sus actores.2

1 Este interés académico en América Latina por los partidos se inició con la serie de reuniones realizadas entre 1982 y 1985,coordinadas por Marcelo Cavarozzi y Manuel Antonio Garretón sobre los partidos en el Cono Sur, que se continuaron enel marco del Grupo de Trabajo de CLACSO sobre Partidos Políticos del que participaron varios de los más renombradosespecialistas en el área y de donde surgieron algunas de las publicaciones comparativas de lectura imprescindible sobre latemática como Cavarozzi y Garretón (1989), De Riz (1986) y Mainwaring (1988).

2 Es importante acentuar esta otra causa: en América Latina ya habían existido con anterioridad países con largos períodosde funcionamiento del régimen democrático, pensemos especialmente en Chile y Uruguay; sin embargo en ellos no habíahabido un interés muy fuerte por los partidos políticos o las elecciones. En un artículo publicado a fines de la década delsesenta Scott (1966) señalaba su sorpresa por la ausencia de estudios sistemáticos de los partidos realizados por académi-cos latinoamericanos.

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Ahora bien, cuantitativamente no quedan du-das de que el estudio de los partidos se ha trans-formado en una de las áreas de interés privilegia-das de la disciplina, pero ¿qué decir de la calidadde la producción?

A la luz de los desarrollos de la teoría generalsobre los partidos, la mayor parte de las obras quehan sido producidas sobre América Latina dejanmucho que desear. Esto es así, incluso, cuando secompara el conjunto de la producción sobre nues-tro área con los recientes desarrollos que estudianlos partidos en los países postcomunistas.3

Con esto no estoy diciendo que no existan tra-bajos de calidad internacional, los hay y realmentebuenos, pero ellos son relativamente pocos y, engeneral, estudian individualmente un partido es-pecífico. Los principales problemas que se puedenseñalar son los siguientes.

1. Problemas conceptuales. El campo de losestudios de los partidos políticos a nivel generalsigue siendo un área relativamente confusa, po-blada de conceptos y teorizaciones antagónicas. Lasquejas por la falta de una teoría general tienen una�larga y honorable historia� (Janda, 1993: 181) quese remonta a Duverger (1996 [1960]), y el área deestudio parece estar condenada a ser un lugar �don-de diferentes marcos analíticos y enfoques compi-ten entre sí sin que ninguno de ellos pueda con-vertirse en dominante� (Ware, 1996: 377).

En un comentario bastante ilustrativo del esta-do del campo de estudio, Janda señala que si bienes cierto que no existe una teoría general tambiénlo es que �tenemos un cuerpo de proposicionesinterrelacionadas que explican, al menos, (1) lascovariaciones entre las características

organizacionales dentro de los partidos individua-les; (2) cómo y cuándo los partidos se forman, cre-cen y desaparecen; y (3) los efectos de los partidosen la vida política� (Janda, 1993: 183).

¿Presenta, en algún sentido, el análisis de lospartidos en América Latina una impresión seme-jante? Mi respuesta es un no rotundo. No sólo es-tamos muy lejos de algún cuerpo más o menosarticulado de proposiciones, sino que gran partede los trabajos no parecen tener en claro qué quie-ren estudiar a la hora de decir que van a estudiar alos partidos. Algunos recopilan materiales perio-dísticos, otros hablan de elecciones o característi-cas generales del sistema político y, finalmente, unaimportante cantidad son lamentaciones sobre loque los partidos �son� frente a lo que �deberíanser�. No estamos hablando de diferentes enfoqueso definiciones rivales, lo que no parece existir esun mínimo acuerdo a la hora de señalar el objetode estudio. En este sentido gran parte de las pro-ducciones parecen, en términos disciplinarios, seranteriores a Michels (1911) y a Weber (1922).

2. Problemas disciplinarios. Varios de losproblemas que se pueden observar en el estudiode los partidos son, en realidad, características ne-gativas de la ciencia política en nuestra región. Laausencia de rigor analítico se combina con unafuerte carga valorativa y con la poca especiali-zación de la mayoría de los académicos que sededican a los estudios partidarios, lo que va en sen-tido contrario a la evolución de la disciplina, y pro-voca que exista una idea errónea de que la temáti-ca de los partidos no es conocimiento específico ypuede ser trabajado por cualquiera que se intereseen ella sin necesidad de recurrir a autores u obrasespecíficas.

3 Para citar algunos ejemplos, Mair (1997, cap. 8), Kitscheltet al. (1999), Cook et al. (1999), Moser (1999), Biezen(2003), Miller et al. (2000), Lewis (2001), Kitschelt (2001),Bozoki et al. (2002) y Sitter (2002).

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Otro problema que se relaciona con la discipli-na es el del provincialismo, o parroquialismo, quepresenta gran parte de los estudios (Smith, 1995:22). Muchos de ellos parecen pensados como undiálogo �puertas adentro� en el que los concep-tos, discusiones, problemas coyunturales y enfo-ques que existen en un determinado país, e inclu-so ciudad, condicionan al estudio (López-Alves,1998: 22).

Este parroquialismo se manifiesta también enel desconocimiento que la mayoría de los investi-gadores que escriben sobre los partidos tienen so-bre las discusiones y la literatura contemporáneasobre el fenómeno, incluso se hace difícil muchasveces encontrar referencias bibliográficas que notengan menos de veinte años de antigüedad, sien-do para muchos suficiente para mostrarse actuali-zado citar los textos de Sartori (1976), Panebianco(1982) y Von Beyme (1982). En el caso de nuestropaís es especialmente notoria la cantidad de artí-culos, tesis y libros sobre partidos que ignoran ab-solutamente toda la literatura producida en estecampo en las últimas dos décadas.

Muchas veces el parroquialismo toma la for-ma, aún más grave, del excepcionalismo, por elque numerosos intelectuales sostienen la especifi-cidad radical de la región, o incluso de los paísesque los hace únicos y originales, y por lo tanto in-comparables (Smith, 1995: 14).

Por todo lo expuesto hasta aquí se puede pen-sar que mi evaluación sobre el desarrollo futurodel área es pesimista; por el contrario, creo firme-mente en sus potencialidades. Mi creencia se apo-ya en tres cuestiones. Primero en que, si bien esdifícil �separar la paja del trigo�, existe una impor-tante cantidad de obras recientes que logran, en

buena medida, superar los problemas que señaléen el apartado anterior.

En segundo lugar, ciertos parámetros políticosy académicos objetivos llevan a que los partidossean más y mejor estudiados; como lainternacionalización creciente de la disciplina y sumayor búsqueda de rigor analítico (Smith, 1995:10), la propia estabilidad de la competencia políti-ca (Ware, 1996: 381), los crecientes reclamos ciu-dadanos por mejorar la calidad del funcionamien-to de la democracia y la creciente idea en gran par-te de los analistas de que los cambios en los parti-dos no tienen necesariamente que ser productosde cambios en el régimen político, en la economíao en la cultura, es decir, que no son simples �varia-bles dependientes� de otros fenómenos políticoso sociales.

Y, por último, destaco el crecimiento en estostrabajos de una perspectiva explícitamente com-parada, en la que los estudios de caso, las compa-raciones cualitativas y las comparaciones cuantita-tivas se reconocen como parte de un esfuerzo co-mún y se diseñan en ese sentido.4 Sin duda, com-paraciones entre nuestra región y otras diferentespueden aportar valiosas hipótesis y funcionar comoun excelente banco de pruebas de las teorías gene-rales.

Un peligro que, sin embargo, vislumbro es laposibilidad de que, frente a los excesos delparroquialismo anterior, caigamos en el extremoopuesto, es decir, que pasemos de predicar laexcepcionalidad absoluta a sostener que la políticaen nuestra región no presenta ninguna diferenciasustantiva con la de los países centrales. O�Donnell

4 Señala Collier (1993: 116): �con mejor comunicación, losespecialistas en países y los expertos en comparacionescualitativas con �N� pequeñas pueden empujar a loscomparativistas cuantitativos hacia análisis más cuidado-sos de los contextos. Del mismo modo loscomparativistas cuantitativos pueden empujar a losexpertos en países y a los comparativistas cualitativoshacia mediciones más sistemáticas y a probar las hipóte-sis�.

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ha insistido en este punto, las naciones latinoame-ricanas sufren de una �severa incompletitud en susestados, especialmente en la dimensión del rule oflaw� (1998a: 11). Ésta y otras particularidades de-ben llevarnos, de acuerdo con este autor, a ser cui-dadosos con los �transplantes acríticos� (1998b:2) de supuestos y marcos analíticos ymetodológicos pensados para las democracias cen-trales, básicamente por especialistas norteamerica-nos.

Esto también debe alertarnos frente al uso ex-cesivo de técnicas cuantitativas para el estudio delos partidos ya que si bien algunos fenómenos sonabordables con estas técnicas otros no lo son tan-to. Asimismo, en su empleo, es necesario ser cui-dadosos de la calidad de los datos disponibles (Mair,1998: 327).5

Consideraciones finales. La producción glo-bal del campo de estudio en nuestros países hadejado, hasta el momento, mucho que desear. Sinembargo, algunos desarrollos y, sobre todo, pers-pectivas futuras interesantes me permiten vatici-nar un crecimiento cualitativo de nuestrasubdisciplina en América Latina.

Sin duda la realidad nos ha ayudado y hoy esta-mos lejos de las épocas en las que era necesariohablar de nuestros sistemas partidarios como �co-munidades políticas fluidas� (Sartori, 1976: 291) yde todos nuestros partidos como �movimientospopulistas� (Touraine, 1989: 171) o �máquinaspolíticas� (Sartori, 1976: 306). Por el contrario,ahora depende de nosotros ser lo suficientementeserios para tomar los más interesantes desarrollosteóricos y metodológicos de nuestros colegas deotras latitudes y aplicarlos críticamente al estudiode nuestra región.

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5 Mair (1998: 327) sostiene: �el verdadero problema aquí esque el análisis de la relación entre las variables es asumi-do como mucho más importante que la calidad yfiabilidad de los de las variables en sí mismas. Esto es unproblema severo por el hecho del evidente incremento delas sofisticadas técnicas estadísticas en la PC, mientrasque los datos continúan siendo claramente toscos� .

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JON ELSTER HA DICHO que la política es el estudio de lasmaneras para superar el �dilema del prisionero�. Esta salida,desde Hobbes en el siglo XVII hasta la contemporáneacorriente neoinstitucionalista, ha debido apelar a institucio-nes que alteren la estructura de incentivos ofrecida a losindividuos, posibilitando la cooperación. El interés por estelibro de Robert Axelrod (secuela de La evolución de lacooperación, de 1984) consiste en que el autor postula laposibilidad de cooperación recíproca, aun sin ningunaautoridad central, en tanto exista perspectiva de interaccióna largo plazo; es decir, en tanto el dilema del prisionero seaun juego iterado.

El autor construye modelos que se diferencian de la teoríade los juegos en tanto suponen que, en escenarios complejosdonde es dificultoso contar con la información necesariapara calcular la estrategia óptima, los actores no se compor-tan racional sino adaptativamente, según lo que ha sidoefectivo en el pasado. El autor plantea situaciones de grancomplejidad con más de dos actores y con patrones deinteracción cambiantes, que generan efectos no linealesimposibles de ser deducidos por los procedimientosformales que utiliza, por ejemplo, la elección racional. Poreso debe apelar en su investigación a la simulación porcomputadora.

Los siete artículos que componen el libro abordan distintasproblemáticas, como dilemas del prisionero en los que seproducen malos entendidos entre los jugadores o erroresaleatorios de implementación; los procesos de alineamientoy formación de coaliciones entre actores (naciones, partidos,empresas); y el surgimiento de nuevos actores políticos(principalmente, estados) y de culturas compartidas. Detodas maneras, las cuestiones más interesantes refieren a laposibilidad de cooperación en dilemas del prisioneroiterados, y al proceso de emergencia y estabilidad de normasde comportamiento como mecanismos para regular elconflicto, incluso sin instituciones centralizadas.

�La complejidad de la cooperación. Modelos decooperación y colaboración basados en los agentes�, deRobert Axelrod, Fondo de Cultura Económica, BuenosAires, 2004, 275 páginas.

Otra perspectiva sobre lacooperación�|� Martín Alessandro

(Estudiante de ciencia política UBA)

Axelrod afirma que en interacciones a largo plazo, ycomportándose según ensayo y error, los actores puedendesarrollar estrategias de �toma y daca� (tit for tat en inglés)para alcanzar una cooperación basada en la reciprocidad. Enesta estrategia, también llamada de cooperación condicional,se coopera en la primera jugada y luego se repite lo que elotro jugador haya hecho en la movida anterior. Esto esanalizado mediante una simulación computarizada en elprimer capítulo del libro, que tal vez se concentra excesiva-mente en detalles técnicos de la herramienta utilizada y noprofundiza lo suficiente las implicancias específicamentepolíticas de las conclusiones alcanzadas.

En lo referido a la emergencia de normas, el autor sostieneque este surgimiento puede deberse al predominio dealgunos actores poderosos, o a la reputación de quien lasinicia. ¿Pero qué mecanismos, fuera de su ejecución por elEstado, pueden sustentar a esa norma emergente? El autorindica varios, como la internalización de la norma, lapenalización como disuasión de deserciones futuras, lademostración social de acciones a nuestro alrededor que nosinforman cuál debería ser nuestro propio comportamiento,la membresía voluntaria a un grupo y, finalmente, laemergencia de metanormas. Esto último significa que sedebe penar a quienes no penan una deserción: �en otraspalabras, ser vengativo, no sólo contra los violadores de lanorma, sino contra cualquiera que se niegue a castigar a losdesertores�. Además del análisis por computadora, Axelrodilustra estos mecanismos con distintos ejemplos históricos,principalmente del campo de las relaciones internacionales.

La idea de que es la reciprocidad la que permite la coopera-ción (en lugar de los incentivos selectivos, que no sonsiquiera mencionados en el libro) no convencerá a lospartidarios del neoinstitucionalismo. Y puede que tenganrazón. De todas maneras, desechar una idea requiereconocerla. Y La complejidad de la cooperación cumple, de unamanera no siempre accesible ni muy entretenida, en analizareste enfoque alternativo.

RESEÑAS &REVISIONES

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¿QUÉ ELEMENTOS CARACTERIZAN una teoría de la acciónsocial fundada sobre otras bases que no sean ni el modelodualista moderno (de relación mente-cuerpo) ni unaconcepción del conocimiento como representación?¿Puede la filosofía pragmática del lenguaje refundar dichateoría sobre nuevas bases? En ese contexto, ¿cuáles son loselementos centrales que definen una red conceptual de laacción? Estos son algunos de los interrogantes principalesabordados por Francisco Naishtat en Problemas filosóficos enla acción individual y colectiva: una perspectiva pragmática.

Este libro �publicación involuntariamente demorada desu tesis doctoral del año 1999� ofrece, en un tono que noabandona sino muy circunstancialmente el registrofilosófico, un extenso y exhaustivo recorrido por lasimplicaciones fundamentales del giro lingüístico de lafilosofía. El interés principal de este análisis es proponeruna articulación posible entre la pragmática (y su recupera-ción del carácter público del uso del lenguaje) y la tradi-ción analítica anglosajona (con eje en la noción deintencionalidad de la acción). Ese diálogo se produce apartir de una apuesta por encontrar en los usos dellenguaje una clave de exploración del entramado concep-tual de la acción o, lo que es lo mismo, asumir ��eldesafío de la estrategia analítica en el marco de la pragmá-tica� (p. 395).

En cuanto al marco ofrecido por la pragmática, G. Ryle yP. Strawson son, a juicio del autor, los mejores y másproductivos ejemplos de la herencia que dejaron lasInvestigaciones filosóficas de L. Wittgenstein. Ambos autoressientan las bases conceptuales para la noción de �conoci-miento práctico� de G.E.M. Ascombe, verdadero punto departida de una teoría ilocucionaria de la acción colectiva.En lo que se refiere a la estrategia analítica, el recorridonos conduce desde una concepción puramente individua-lista metodológica de la intención a las exploraciones querealizan filósofos como R. Tuomela, M. Bratman y J. Searlede la idea de intención-nosotros (We-intention).

�Problemas filosóficos en la acción individual y colectiva:una perspectiva pragmática� de Francisco Naishtat,Prometeo, Buenos Aires, 2005, 432 páginas

Usos del lenguaje y acción enla filosofía contemporánea�|� Sebastián Pereyra

(Politólogo UBA, Doctorando Escuela de Altos Estudios en Ciencias SocialesEHESS de París)

Dos son las lagunas que, según Naishtat, dejaron lasreflexiones weberianas sobre la acción en lo que se refierea la relación entre lo individual y lo colectivo (los proble-mas de la intención compartida y del agente colectivo) ycon ellas se relaciona la pregunta central del libro. Y larespuesta es: ningún elemento de comprensión de laacción puede ser aprehendido sin considerar la totalidadde componentes que definen la red conceptual de laacción. Naishtat acuerda aquí un carácter privilegiado aciertas descripciones de la acción desde un punto de vistapragmático: las que se orientan a dar cuenta de la materia(movimiento), la forma (el acto), la finalidad y el efecto dela acción. De entre ellas, a su vez, destaca la segunda �elacto� por ser la que permite dar cuenta de laintencionalidad de un agente (intención en la acción)relativa a un intervalo de tiempo, anclando en un puntofijo la descripción: ��hay un acto privilegiado del queechamos mano y que da cuenta de lo que hacemos como algoque entendemos hacer en el intervalo m

1-m

2 mediante la acción

básica� (p. 360).

Se llega así a la acción colectiva, a partir de su contraposi-ción con, por un lado, la acción serial (coordinación deacciones individuales basada en una regla externa, sin unaintención-nosotros) y, por otro lado, con la acción coope-rativa (aquella en la cual existe una intención común ocompartida pero que puede ser desagregada en intencionesindividuales junto con ciertas creencias mutuas). Unaacción colectiva es aquella que descansa en una intención-nosotros que es parte de nuestro saber-en-la-acción conotros. El trasfondo de donde extraemos ese saber es unadimensión intersubjetiva de la acción que no recae �según la opinión de J. Searle que el autor hace suya� enuna visión holista del agente y que es, por ende, compati-ble con una perspectiva individualista metodológica noingenua.

La acción colectiva incorpora una nueva dimensión, asaber: la ilocución colectiva en el espacio público. Si, como

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nos sugiere el autor, prestamos atención a la acción deprotesta, la acción colectiva puede ser comprendida comola presentación de un colectivo (nosotros) que sostienepúblicamente, en un ámbito que está sujeto a la constitu-ción de audiencias o públicos emergentes, una demanda(contenido proposicional) frente a un interlocutor (eldestinatario).

De esta forma, este recorrido que sucintamente hemosdescrito conduce a problematizar la relación entre protestay democracia y, fundamentalmente, suma su voz a unaserie de trabajos que proponen como eje del análisis de laacción colectiva �en un contexto democrático� elfenómeno de la constitución de públicos y audiencias. Esallí que reside uno de los aportes principales de este libro.Es, para quien se interese por el análisis de la acción de

protesta en su inscripción pública, un material que permi-te, a la vez, situar y fundamentar un punto de vistanovedoso. Con este trabajo, Francisco Naishtat nos invita aredoblar esfuerzos y evaluar �con estudios específicos�la productividad de su original propuesta. Resta esperarque el autor cumpla su promesa del post scriptum y nosofrezca un segundo volumen explorando un elemento quesuele ser crucial para la investigación empírica, a saber: larelación entre la acción y sus formas de registro comoparte de un relato.

Informes e inscripción:

Secretaría Permanente SAAP

Castex 3217 1er. piso

Ciudad de Buenos Aires

Teléfono/Fax: (011) 4806-6019

www.saap.org.ar

VII CONGRESO NACIONAL

DE CIENCIA POLÍTICA

«Agendasregionales enescenarios deconflicto»

Universidad Católica de CórdobaUniversidad Nacional de Córdoba15 al 18 de noviembre de 2005

La Sociedad Argentina de Análisis Políticoes una asociación civil sin fines de lucroque nuclea a politólogos argentinos y aprofesionales vinculados a la CienciaPolítica, y los representainternacionalmente en tanto es miembropermanente de la International PoliticalScience Association (IPSA). Promuevediversas actividades entre las que sedestaca la organización de los CongresosNacionales de Ciencia Política,conjuntamente con universidades públicas,privadas y otras instituciones vinculadas ala disciplina. Los congresos de la SAAP serealizan cada dos años y se hantransformado en el principalacontecimiento institucional de la CienciaPolítica en la Argentina.

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INCLUSO ACEPTANDO LA TESIS DE LEFORT acerca del carácterparadojal del proceso electoral en un régimen democrático,es innegable que el sufragio constituye parte esencial delmismo. Y aunque, a medida que transcurre el tiempo, larepetición de tal mecanismo de representación se manifies-te, a los ojos de gran parte de la ciudadanía, como lamonótona reproducción de un sistema, lo cierto es que,durante décadas, generaciones de hombres y mujeres hanluchado para que estos mecanismos sean establecidos,garantizados y respetados por la dirigencia política, lascorporaciones y el grueso de la población.

A partir de la adhesión a estos supuestos y de la intenciónde desentrañar �el sentido oculto� del voto, el equipoencabezado por Isidoro Cheresky analiza las elecciones de2003. En la primera sección del libro, Cheresky yPousadela indagan los procesos electorales inauguradoscon el advenimiento de la democracia en 1983, dedicandoespecial atención a la evolución de los dos partidospolíticos que protagonizaron la historia argentina del sigloXX sin omitir el fenómeno del FREPASO. A su vez, losautores reflejan en detalle las notables variaciones en elcomportamiento de la opinión pública, desde lo quedenominan una �secularización política�, verificadacuando el peronismo dejó en 1983 de ser la �mayoríanatural�, hasta la actual centralidad del votante indepen-diente para cada acto electoral, lo cual ha tornado determi-nante a la campaña electoral en cuanto modeladora de lasorientaciones de voto.

Y así los autores arriban a las elecciones de 2003, las que,en más de un sentido, se revistieron de un carácter único,del cual Cheresky y Pousadela dan cuenta. Según adviertenlos autores, en un país tradicionalmente bipartidista, elescenario de cinco candidatos �tres de ellos del PJ y losdos restantes de la UCR� que evitaban invocar su perte-nencia partidaria, ratifica la acentuación del proceso de

�El voto liberado. Elecciones 2003: perspectiva histórica yestudio de casos�De Isidoro Cheresky e Inés Pousadela (editores), Biblos,Buenos Aires. 2004, 318 páginas.

La nueva Argentinaelectoral�|� María Dolores Rocca Rivarola

Politóloga UBA

progresiva preponderancia de los liderazgos por sobre losaparatos partidarios. Incluso se animan a cuestionar algoque hasta ahora parecía indiscutible: la infalibilidad de losaparatos partidarios, especialmente del PJ bonaerense, encuanto compradores de votos a través del clientelismo.

Cerrando la primera sección del libro, Cheresky seconcentra en los comicios del 2003, distinguiendo a loscandidatos presidenciales en base a sus respectivas plata-formas políticas, su imagen, los recursos con los quecontaban, las estrategias que adoptaron y los apoyos querecibieron, logrando retratarlos en forma aguda e incluyen-do algunos aspectos fueron relegados por la prensanacional durante la campaña. Luego, Cheresky comienza aexaminar el período posterior a la victoria de NéstorKirchner, apuntando en especial a dos cuestiones: lascaracterísticas extraordinarias de su gestión y las eleccionesprovinciales y locales que siguieron a las presidencialesdurante el 2003. En relación con la primera, Cheresky nosmuestra a un presidente �inesperado� �quien al inicio dela campaña sólo aspiraba a ganar reconocimiento y aunarfuerzas en vistas a una futura alianza�, imprevisible eincluso �excepcional�, que se promovía a sí mismo y a susmismas medidas como tales, un líder que establece con susrepresentados un vínculo �plebiscitario virtual� en el cualla argumentación pública, según Cheresky, será aplazada.En su consideración de la segunda cuestión, Chereskycomprueba que fueron los provinciales y locales los quetraslucieron un progresivo distanciamiento político entreEduardo Duhalde y su delfín electoral. Allí es dondeKirchner, cuya conversión en candidato oficialista sólo tresmeses antes de la elección había sido determinante para suascenso al poder, procede a apoyar a quienes, en muchosde los casos, eran los principales competidores de lospromovidos por el líder natural del PJ bonaerense. Elautor, entonces, formulará una pregunta ineludible: ¿Acaso

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esa tensión dentro de peronismo es una gresca más dentrode lo habitual �especialmente probable luego de una crisistan aguda como la de 2001� o más bien refleja los prime-ros pasos de un proceso de división en dos faccionesantagónicas?

En la segunda sección del libro, Cherny y Natansonabordan el caso de las elecciones a jefe de gobierno de laCiudad de Buenos Aires. Allí observan una oferta electoralconsistente en coaliciones heterogéneas dirigidas porlíderes de popularidad que buscan, cada uno, un criterio dediferenciación que los identifique. Los partidos conestructuras de peso a nivel nacional constituyen, en estascoaliciones, netas fracciones.

Rodríguez Blanco y Rodríguez consideran el caso de laProvincia de Buenos Aires, escenario por excelencia de ladisputa entre Duhalde y Kirchner. A partir de la verifica-ción de fenómenos tales como el aumento del voto enblanco y de la abstención, el corte de boleta y las diferen-cias en los resultados según el nivel de representación, losautores advierten que �una relativización de laperonización en el campo político�.

Los trabajos de Rodríguez y Entin examinan dos distritos�La Plata y La Matanza� cuyo contraste más evidente seaprecia en términos de conductas electorales más cautivaso autónomas, factor que arroja un resultado de estabilidado, su opuesto, volatilidad del voto.

En las elecciones de Rosario y Santa Fe, estudiadas porCherny y Delgado, la personalización de la política y la

centralidad de los liderazgos es, al igual que en la CapitalFederal, manifiesta. Sin embargo, en aquellos distritos, ladisponibilidad de recursos organizativos provenientes delos aparatos partidarios parecería seguir siendo crucial parael éxito electoral. Pousadela subraya, para el caso deMendoza, el elemento de imprevisibilidad en los resultadosde las elecciones para gobernador, que dieron el triunfo alradicalismo, abonando así la hipótesis de cuán determinan-te ha llegado a ser el momento de la campaña para ladecisión del electorado.

La impecable indagación de Vommaro de los resultadoselectorales en Santiago del Estero y de la repercusión quelos crímenes de la Dársena tuvieron en la opinión públicade la provincia deviene de indispensable lectura en vista delos desarrollos ulteriores que incluyen la intervenciónfederal por parte del gobierno de Kirchner.

Finalmente, Oliveros y Mutti, en sus respectivos trabajos,se abocan a desentrañar la complejidad de los distintosescenarios provinciales como producto de la aplicación dela ley de lemas, tomando Oliveros el caso particular deTucumán.

En suma, El voto liberado reúne una serie de artículos quetienden a coincidir en la verificación de ciertos fenómenoscomo la fluctuación del voto, la creciente autonomía delelectorado y la centralidad de los liderazgos en detrimentode las estructuras partidarias. No por ello, sin embargo,omiten los autores las peculiaridades que hacen que cadadistrito merezca ser contemplado en su especificidad.