La Razon de Mi Vida Eva Peron

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Libro autobiográfico de Eva Duarte de Perón

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  • 2La Razon de Mi Vida - Eva PernFuente

    LA RAZON DE MI VIDAEdiciones Peuser

    Septiembre de 1951

    USO NO COMERCIAL * PROHIBIDO USO COMERCIAL

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  • 3LA RAZONDE MI VIDA

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  • 4EVA PERON

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  • 6JUAN PERON

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  • 7PROLOGO

    Este libro ha brotado de lo ms ntimo de mi corazn.Por ms que, a travs de sus pginas, hablo de missentimientos, de mis pensamientos y de mi propia vida, en todolo que he escrito, el menos advertido de mis lectores noencontrar otra cosa que la figura, el alma y la vida delGeneral Pern y mi entraable amor por su persona y por sucausa.

    Muchos me reprocharn que haya escrito todo estopensando solamente en l; yo me adelanto a confesar que escierto, totalmente cierto.

    Y yo tengo mis razones, mis poderosas razones quenadie podr discutir ni poner en duda: yo no era ni soy nadams que una humilde mujer... un gorrin en una inmensabandada de gorriones ... Y l era y es el cndor gigante quevuela alto y seguro entre las cumbres y cerca de Dios.

    Si no fuese por l que descendi hasta m y me ense avolar de otra manera, yo no hubiese sabido nunca lo que es uncndor ni hubiese podido contemplar jams la maravillosa ymagnfica inmensidad de mi pueblo.

    Por eso ni mi vida ni mi corazn me pertenecen y nadade todo lo que soy o tengo es mo. Todo lo que soy, todo lo quetengo, todo lo que pienso y todo lo que siento es de Pern.

    Pero yo no me olvido ni me olvidar nunca de que fugorrin ni de que sigo sindolo. Si vuelo ms alto es por l. Siando entre las cumbres, es por l. Si a veces toco casi el cielo

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  • 8con mis alas, es por l. Si veo claramente lo que es mi pueblo ylo quiero y siento su cario acariciando mi nombre, essolamente por l.

    Por eso le dedico a l, ntegramente, este canto que,como el de los gorriones, no tiene ninguna belleza, pero eshumilde y sincero, y tiene todo el amor de mi corazn.

    E V A P E R O N

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  • 9PRIMERA PARTE

    LAS CAUSAS DE MI MISION

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    Este es el hombre de mi pueblo...

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    I

    UN CASO DE AZAR

    Mucha gente no se puede explicar el caso que me tocavivir.

    Yo misma, muchas veces, me he quedado pensando entodo esto que ahora es mi vida.

    Algunos de mis contemporneos lo atribuyen todo alazar... esa cosa rara e inexplicable que no explica tampoconada!

    No. No es el azar lo que me ha trado a este lugar queocupo, a esta vida que llevo.

    Claro que todo esto sera absurdo como es el azar sifuese cierto lo que mis supercrticos afirman cuando dicen quede buenas a primeras yo, una mujer superficial, escasa depreparacin, vulgar, ajena a los intereses de mi Patria, extraa alos dolores de mi pueblo, indiferente a la justicia social y sinnada serio en la cabeza, me hice de pronto fantica en la luchapor la causa del pueblo y que haciendo ma esa causa me decida vivir una vida de incomprensible sacrificio.

    Yo misma quiero explicarme aqu.Para eso he decidido escribir estos apuntes.Confieso que no lo hago para contradecir o refutar a

    nadie.

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    Quiero ms bien que los hombres y mujeres de mipueblo sepan cmo siento y cmo pienso...!

    Quiero que sientan conmigo las cosas grandes que micorazn experimenta.

    Seguramente, muchas de las cosas que dir sonenseanzas que yo recib gratuitamente de Pern y no tengotampoco derecho a guardar como un secreto.

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    II

    UN GRAN SENTIMIENTO

    He tenido que remontarme hacia atrs en el curso de mivida para hallar la primera razn de todo lo que ahora me estocurriendo.

    Tal vez haya dicho mal diciendo la primera razn;porque la verdad es que siempre he actuado en mi vida ms bienimpulsada y guiada por mis sentimientos.

    Hoy mismo, en este torrente de cosas que debo realizar,me dejo conducir muchas veces, casi siempre, ms por lo quesiento que por otros motivos.

    En m, la razn tiene que explicar, a menudo, lo quesiento; y por eso, para explicar mi vida de hoy, es decir lo queahora hago, de acuerdo con lo que mi alma siente, tuve que ir abuscar, en mis primeros aos, los primeros sentimientos quehacen razonable, o por lo menos explicable, todo lo que es paramis supercrticos un incomprensible sacrificio que para m, nies sacrificio, ni es incomprensible.

    He hallado en mi corazn, un sentimiento fundamentalque domina desde all, en forma total, mi espritu y mi vida: esesentimiento es mi indignacin frente a la injusticia.

    Desde que yo me acuerdo cada injusticia me hace dolerel alma como si me clavase algo en ella. De cada edad guardo elrecuerdo de alguna injusticia que me sublev desgarrndome

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    ntimamente.Recuerdo muy bien que estuve muchos das tristes

    cuando me enter que en el mundo haba pobres y haba ricos; ylo extrao es que no me doliese tanto la existencia de los pobrescomo el saber que al mismo tiempo haba ricos.

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    III

    LA CAUSA DEL SACRIFICIOINCOMPRENSIBLE

    El tema de los ricos y de los pobres fu, desde entonces,el tema de mis soledades. Creo que nunca lo coment con otraspersonas, ni siquiera con mi madre, pero pensaba en lfrecuentemente.

    Me faltaba sin embargo, todava, dar un paso ms en elcamino de mis descubrimientos.

    Yo saba que haba pobres y que haba ricos; y saba quelos pobres eran ms que los ricos y estaban en todas partes.

    Me faltaba conocer todava la tercera dimensin de lainjusticia.

    Hasta los once aos cre que haba pobres como habapasto y que haba ricos como haba rboles.

    Un da o por primera vez de labios de un hombre detrabajo que haba pobres porque los ricos eran demasiadosricos; y aquella revelacin me produjo una impresin muyfuerte.

    Relacion aquella opinin con todas las cosas que habapensado sobre el tema... y casi de golpe me di cuenta que aquelhombre tena razn. Ms que creerlo por un razonamiento,sent, que era verdad.

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    Por otra parte, ya en aquellos tiempos crea ms en loque decan los pobres que los ricos porque me parecan mssinceros, ms francos y tambin ms buenos. Con aquel ltimopaso haba llegado a conocer la tercera dimensin de la justiciasocial.

    Este ltimo paso del descubrimiento de la vida y delproblema social lo da indudablemente mucha gente. La mayorade los hombres y mujeres saben que hay pobres porque hayricos pero lo aprende insensiblemente y tal vez por eso lesparece natural y lgico.

    Yo reconozco que lo supe casi de golpe y que lo supesufriendo y declaro que nunca me pareci ni lgico ni natural.

    Sent, ya entonces, en lo ntimo de mi corazn algo queahora reconozco como sentimiento de indignacin. Nocomprenda que habiendo pobres hubiese ricos y que el afn destos por la riqueza fuese la causa de la pobreza de tanta gente.

    Nunca pude pensar, desde entonces, en esa injusticia sinindignarme, y pensar en ella me produjo siempre una rarasensacin de asfixia, como si no pudiendo remediar el mal queyo vea, me faltase el aire necesario para respirar.

    Ahora pienso que la gente se acostumbra a la injusticiasocial en los primeros aos de la vida. Hasta los pobres creenque la miseria que padecen es natural y lgica. Se acostumbrana verla o a sufrirla como es posible acostumbrarse a un venenopoderoso.

    Yo no pude acostumbrarme al veneno y nunca, desde losonce aos, me pareci natural y lgica la injusticia social.

    Esto es tal vez lo nico inexplicable de mi vida; lo nicoque ciertamente aparece en m sin causa alguna.

    Creo que as como algunas personas tienen una especialdisposicin del espritu para sentir la belleza como no la siententodos, ms intensamente que los dems, y son por eso poetas opintores o msicos, yo tengo, y ha nacido conmigo, unaparticular disposicin del espritu que me hace sentir la

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    injusticia de manera especial, con una rara y dolorosaintensidad.

    Puede un pintor decir por qu l ve y siente loscolores? Puede un poeta explicar por qu es poeta?

    Tal vez por eso yo no pueda decir jams por qusiento la injusticia con dolor y por qu no termin nunca deaceptarla como cosa natural, como lo acepta la mayora de loshombres.

    Pero, aunque no pueda explicarse a s mismo, lo ciertoes que mi sentimiento de indignacin por la injusticia social esla fuerza que me ha llevado de la mano, desde mis primerosrecuerdos, hasta aqu...y que sa es la causa ltima que explicacmo una mujer que apareci alguna vez a la mirada de algunoscomo superficial, vulgar e indiferente, pueda decidirse arealizar una vida de incomprensible sacrificio.

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    IV

    ALGUN DIA TODO CAMBIARA

    Nunca pens, sin embargo, que me iba a tocar unaparticipacin tan directa en la lucha de mi pueblo por la justiciasocial.

    Dbil mujer al fin, yo nunca me imagin que el graveproblema de los pobres y de los ricos iba a golpear un da tandirectamente a las puertas de mi corazn reclamando mihumilde esfuerzo para una solucin en mi Patria.

    A medida que avanzaba en la vida, eso s, el problemame rodeaba cada da ms. Tal vez por eso intent evadirme dem misma, olvidarme de mi nico tema: y me entreguintensamente a mi extraa y profunda vocacin artstica.

    Recuerdo que, siendo una chiquilla, siempre deseabadeclamar. Era como si quisiese decir siempre algo a los dems,algo grande, que yo senta en lo ms hondo de mi corazn.

    Cuando ahora hablo a los hombres y mujeres de mipueblo siento que estoy expresando aquello que intentabadecir cuando declamaba en las fiestas de mi escuela!

    Mi vocacin artstica me hizo conocer otros paisajes:dej de ver las injusticias vulgares de todos los das y empec avislumbrar primero y a conocer despus las grandes injusticias;y no solamente las vi en la ficcin que representaba sino quetambin en la realidad de mi nueva vida.

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    Quera no ver, no darme cuenta, no mirar la desgracia, elinfortunio, la miseria; pero ms quera olvidarme y ms merodeaba la injusticia.

    Los sntomas de la injusticia social en que viva nuestraPatria se me aparecan entonces a cada paso; en cada recodo delcamino; y me acorralaban en cualquier parte y todos los das.

    Poco a poco, mi sentimiento fundamental de indignacinpor la injusticia llen la copa de mi alma hasta el borde de misilencio, y empec a intervenir en algunos conflictos...

    Personalmente nada me iba en ellos y nada ganaba conmeterme a querer arreglarlos; lo nico que consegua eramalquistarme con todos los que, a mi modo de ver, explotabansin misericordia la debilidad ajena. Es que eso iba resultandoprogresivamente superior a mis fuerzas, y mis mejorespropsitos de callarme y de no meterme se me venan abajoen la primera ocasin.

    Empezaba a manifestarse as mi rebelda ntima.Reconozco que, algunas veces, mis reacciones no fueron

    adecuadas y que mis palabras y mis actos resultaron exageradosen relacin con la injusticia provocadora.

    Pero es que yo reaccionaba ms que contra esainjusticia, contra toda injusticia!

    Era mi desahogo, mi liberacin, y el desahogo lo mismoque la liberacin suelen ser a menudo exagerados, sobre todocuando es muy grande la fuerza que oprime.

    Alguna vez, en una de esas razones mas, recuerdo haberdicho: Algn da todo esto cambiar... y no s si eso eraruego o maldicin o las dos cosas juntas.

    Aunque la frase es comn en toda rebelda, yo mereconfortaba en ella como creyese firmemente en lo que deca.Tal vez ya entonces crea de verdad que algn da todo seradistinto; pero lgicamente no saba cmo ni cuando; y menosan que el destino me dara un lugar, muy humilde pero lugar al

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    fin, en la hazaa redentora.En el lugar donde pas mi infancia los pobres eran

    muchos ms que los ricos, pero yo trat de convencerme de quedeba de haber otros lugares de mi pas y del mundo en que lascosas ocurriesen de otra manera y fuesen ms bien al revs.

    Me figuraba por ejemplo que las grandes ciudades eranlugares maravillosos donde no se daba otra cosa que la riqueza;y todo lo que oa yo decir a la gente confirmaba esa creenciama. Hablaban de la gran ciudad como de un parasomaravilloso donde todo era lindo y extraordinario y hasta mepareca entender, de lo que decan, que incluso las personaseran all ms personas que las de mi pueblo.

    Un da habra cumplido ya los siete aos visit laciudad por vez primera. Llegando a ella descubr que no eracuanto yo haba imaginado. De entrada vi sus barrios demiseria, y por sus calles y sus casas supe que en la ciudadtambin haba pobres y que haba ricos.

    Aquella comprobacin debi dolerme hondamenteporque cada vez que regreso de mis viajes al interior del pasllego a la ciudad me acuerdo de aquel primer encuentro con sugrandeza y su miseria; y vuelvo a experimentar la sensacin dentima tristeza que tuve entonces.

    Solamente una vez en mi vida he tenido una tristezaigual a la de aquella desilusin; fu cuando supe que los ReyesMagos no pasaban de verdad con sus camellos y con susregalos.

    As mi descubrimiento de que tambin en la ciudadhaba pobres y que, por lo tanto, estaban en todas partes, entodo el mundo, me dej una marca dolorosa en el corazn.

    Aquel mismo da descubr tambin que los pobres eran

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    indudablemente ms que los ricos y no slo en mi pueblo sinoen todas partes.

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    Todos, o casi todos, tenemos en la vida um da maravilloso.Para m, fu el da em que mi vida coincidi con la vida de

    Pern.

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    V

    ME RESIGNE A SER VCTIMA

    Un da me asom, por la curiosidad que derivaba de miinclinacin, a la prensa que se deca del pueblo.

    Buscaba una compaa... No es acaso verdad que casisiempre, en los libros, en los libros y diarios que leemos,buscamos ms una compaa que un camino para recorrer o unagua que nos conduzca?

    Por eso tal vez le la prensa de izquierda de nuestro pas;pero no encontr en ella ni compaa, ni camino y menos quienme guiase.

    Los diarios del pueblo condenaban, es verdad, alcapital y a determinados ricos con lenguaje duro y fuerte,sealando los defectos del rgimen social oprobioso queaguantaba el pas.

    Pero en los detalles, y an en el fondo de la prdica quesostenan, se vea fcilmente la influencia de ideas remotas,muy alejadas de todo lo argentino; sistemas y frmulas ajenasde hombres extraos a nuestra tierra y a nuestros sentimientos.

    Se vea bien claro que lo que ellos deseaban para elpueblo argentino no vendra del mismo pueblo. Y estacomprobacin me puso de inmediato en guardia...

    Me repugnaba asimismo otra cosa: que la frmula parala solucin de la injusticia social fuese un sistema igual y

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    comn para todos los pases y para todos los pueblos y yo nopoda concebir que para destruir un mal tan grande fuesenecesario atacar y aniquilar algo tan natural y tan grandetambin como es la Patria.

    Quiero aclarar aqu que hasta no hace muchos aos, eneste pas, muchos dirigentes sindicales (a sueldo)consideraban que la Patria y sus smbolos eran prejuicios delcapitalismo, lo mismo que la Religin.

    El cambio que despus hicieron es otra razn que mehizo desconfiar de la sinceridad de estos ardientes defensoresdel pueblo.

    La lectura de la prensa que ellos difundan me llev, esos, a la conclusin de que la injusticia social de mi Patria slopodra ser aniquilada por una revolucin; pero me resultabaimposible aceptarla como una revolucin internacional venidadesde afuera y creada por hombres extraos a nuestra manera deser y de pensar.

    Yo slo poda concebir soluciones caseras, resolviendoproblemas a la vista, soluciones simples y no complicadasteoras econmicas; en fin, soluciones patriticas, nacionalescomo el propio pueblo que deban redimir.

    Para qu me deca yo aumentar, por otra parte, ladesgracia de los que padecen la injusticia quitndoles, de esemundo que estaban acostumbrados a contemplar, la visin de laPatria y de la Fe?

    Me deca que era como quitar el cielo de un paisaje.Por qu, en vez de atacar constantemente a la Patria y a

    la Religin, no trataban los dirigentes del pueblo de poneresas fuerzas morales al servicio de la causa de la redencin delpueblo?

    Sospech que aquella gente trabajaba ms por elbienestar de los obreros, por debilitar a la nacin en sus fuerzasmorales.

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    No me gust el remedio para la enfermedad!Yo saba poco pero me guiaban mi corazn y mi sentido

    comn y volv a mis pensamientos de antes y a mis propiospensamientos, convencida de que no tena nada que hacer enaquella clase de luchas.

    Me resign a vivir en la ntima rebelda de miindignacin.

    A mi natural indignacin por la injusticia social seaadi, desde entonces, la indignacin que haban levantado enmi corazn, las soluciones que proponan y la deslealtad de lospresuntos conductores del pueblo que acababa de conocer.

    Me resign a ser vctima!

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    VI

    MI DIA MARAVILLOSO

    En todas las vidas hay un momento que parecedefinitivo.

    Es el da en que una cree que ha empezado a recorrer uncamino montono, sin altibajos, sin recodos, sin paisajesnuevos. Una cree que, desde ese momento en adelante, toda lavida ha de hacer ya siempre las mismas cosas, ha de cumplir lasmismas actividades cotidianas, y que el rumbo del camino esten cierto modo tomado definitivamente.

    Eso, ms o menos, me sucedi en aquel momento de mivida.

    Dije que me haba resignado a ser vctima. Ms an: mehaba resignada a vivir una vida comn, montona, que mepareca estril pero que consideraba inevitable. Y no veaninguna esperanza de salir de ella. Por otra parte, aquella vidama, agitada dentro de su monotona, no me daba tiempo paranada.

    Pero, en el fondo de mi alma, no poda resignarme a queaquello fuese definitivo.

    Por fin lleg mi da maravilloso.Todos, o casi todos, tenemos en la vida un da

    maravilloso.Para m, fu el da en que mi vida coincidi con la vida

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    de Pern.El encuentro me ha dejado en mi corazn una estampa

    indeleble; y no puedo dejar de pintarla porque ella seala elcomienzo de mi verdadera vida.

    Ahora s que los hombres se clasifican en dos grupos:uno, grande, infinitamente numeroso, es el de los que afananpor las cosas vulgares y comunes; y que no se mueven sino porcaminos conocidos que otros ya han recorrido. Se conformancon alcanzar un xito. El otro grupo, pequeo, muy pequeo, esel de los hombres que conceden un valor extraordinario a todoaquello que es necesario hacer. Estos no se conforman sino conla gloria. Aspiran ya el aire del siglo siguiente, que ha de cantarsus glorias y viven casi en la eternidad.

    Hombres para quienes un camino nuevo ejerce siempreuna atraccin irresistible. Para Alejandro fu el camino dePersia, para Coln el camino de las Indias, para Napolen elque conduca al imperio del mundo, para San Martn el caminollevaba a la libertad de Amrica.

    A esta clase de hombres perteneca el hombre que yoencontr.

    En mi pas lo que estaba por hacer era nada menos queuna Revolucin.

    Cuando la cosa por hacer es una Revolucin, entoncesel grupo de hombres capaces de recorrer ese camino hasta el finse reduce a veces al extremo de desaparecer.

    Muchas revoluciones han sido iniciadas aqu y en todoslos pases del mundo. Pero una Revolucin es siempre uncamino nuevo cuyo recorrido es difcil y no est hecho sinopara quienes sienten la atraccin irresistible de las empresasarriesgadas.

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    Por eso fracasaron y fracasan todos los das revolucionesdeseadas por el pueblo y an realizadas con su apoyo total.

    Cuando la segunda guerra mundial afloj un poco lainfluencia de los imperialismos que protegan a la oligarquaentronizada en el gobierno de nuestro pas, un grupo dehombres decidi hacer la Revolucin que el pueblo deseaba.

    Aquel grupo de hombres intentaba, pues, el caminonuevo; pero despus de los primeros encuentros con la durarealidad de las dificultades, la mayora empez a repetir lomismo de otras revoluciones... y la Revolucin fu quedandopoco a poco en medio de la calle, en el aire del pas, en laesperanza del pueblo como algo que todava era necesariorealizar.

    Sin embargo, entre los gestores de aquel movimiento, unhombre insista en avanzar por el camino difcil.

    Yo lo vi aparecer, desde el mirador de mi viejainquietud interior. Era evidentemente distinto de todos losdems. Otros gritaban fuego y mandaban avanzar.

    El gritaba fuego y avanzaba l mismo, decidido ytenaz en una sola direccin, sin titubear ante ningn obstculo.

    En aquel momento sent que su grito y su camino eranmi propio grito y mi propio camino.

    Me puse a su lado. Quizs ello le llam la atencin ycuando pudo escucharme, atin a decirle con mi mejor palabra:Si es, como usted dice, la causa del pueblo su propia causa, pormuy lejos que haya que ir en el sacrificio no dejar de estar a sulado, hasta desfallecer.

    El acept mi ofrecimiento.Aqul fu mi da maravilloso.

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    VII

    SI, ESTE ES EL HOMBRE DE MIPUEBLO!

    Pronto, desde los bordes del camino, los hombrescomunes empezaron a apedrearnos con amenazas, insultos ycalumnias.

    Los hombres comunes son los eternos enemigos detoda cosa nueva, de todo progreso, de toda idea extraordinaria ypor lo tanto de toda revolucin.

    Por eso dijo alguien el hombre mediocre es el msferoz y ms fro enemigo del hombre de genio.

    Todo lo extraordinario es para ellos locuraimperdonable, fanatismo exagerado y peligroso.

    Yo los he visto y los veo todava mirndomecompasivos y misericordiosos con ese aire de superioridadque los define...

    Nunca entendern cmo y por qu alguien puede haceruna cosa distinta de la que ellos piensan y nunca hacen nadaque no sea para ellos!

    Lo vieron avanzar a Pern y primero se rean de lcreyndole y an dicindole loco.

    Pero cuando descubrieron que el loco incendiaba y queel incendio se propagaba por todas partes y ya les tocaba en sus

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    intereses y en sus ambiciones, entonces se alarmaron yorganizndose en la sombra se juramentaron para hacerlodesaparecer.

    No contaron con el pueblo. Nunca se les haba ocurridopensar en el pueblo ni imaginaron que el pueblo podra algunavez por s mismo hacer su voluntad y decidir su destino.

    Por qu los hombres humildes, los obreros de mi pasno reaccionaron como los hombres comunes y en cambiocomprendieron a Pern y creyeron en l?

    La explicacin es una sola: basta verlo a Pern paracreer en l, en su sinceridad, en su lealtad y en su franqueza.

    Ellos lo vieron y creyeron.Se repiti aqu el caso de Beln, hace dos mil aos; los

    primeros en creer fueron los humildes, no los ricos, ni lossabios, ni los poderosos.

    Es que ricos y sabios y poderosos deben tener el almacasi siempre cerrada por el egosmo y la avaricia.

    En cambio los pobres, lo mismo que en Beln, viven yduermen al aire libre y las ventanas de sus almas sencillas estncasi siempre abiertas a las cosas extraordinarias.

    Por eso vieron y creyeron. Vieron tambin cmo unhombre se lo jugaba todo por ellos. Yo s bien cuantas veces lapost todo a una sola carta por el pueblo.

    Felizmente gan. De lo contrario hubiese perdido todo,incluso la vida.

    Yo, mientras tanto, cumpla mi promesa de estar a sulado.

    Sostena la lmpara que iluminaba sus noches;enardecindole como pude y como supe, cubrindole la espalda

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    con mi amor y con mi fe.Muchas veces lo vi, desde un rincn en su despacho en

    la querida Secretara de Trabajo y Previsin, l escuchando alos humildes obreros de mi Patria, hablando con ellos de susproblemas, dndoles las soluciones que venan reclamandodesde haca muchos aos. Nunca se borrarn de mi memoriaaquellos cuadros iniciales de nuestra vida comn.

    All le conoc franco y cordial, sincero y humilde,generoso e incansable, all vislumbr la grandeza de su alma yla intrepidez de su corazn.

    Vindolo se me ensanchaba el espritu como si todoaquello fuesen cielo y aire puros. La vieja angustia de micorazn empezaba a deshacerse en m como la escarcha y lanieve bajo el sol. Y me senta infinitamente feliz. Y me deca am misma, cada vez con ms fuerza: S, este es el hombre. Es elhombre de mi pueblo. Nadie puede compararse a l.

    Y cuando le vea estrechar las manos callosas y duras delos trabajadores yo no poda dejar de pensar que en l y por lmi pueblo por primera vez, daba la mano con la felicidad.

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    La luz vino nicamente desde el pueblo....

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    VIII

    LA HORA DE MI SOLEDAD

    El incendio segua avanzando con nosotros. Loshombres comunes de la oligarqua cmoda y tranquilaempezaron a pensar que era necesario acabar con el incendiario.Crean que con eso acabara el incendio.

    Por fin se decidieron a realizar sus planes.Esto sucedi en la ltima hora de la Argentina

    oligrquica. Despus, amaneci...!Durante casi ocho das lo tuvieron a Pern entre sus

    manos.

    Yo no estuve en la crcel con l; pero aquellos ocho dasme duelen todava; y ms, mucho ms, que si los hubiesepodido pasar en su compaa, compartiendo su angustia.

    Al partir me recomend que estuviese tranquila.Confieso que nunca lo vi tan magnfico en su serenidad.Recuerdo que un Embajador amigo vino a ofrecerle el amparode una nacin extranjera. En pocas palabras y con un gestosimple decidi quedarse en su Patria, para afrontarlo todo entrelos suyos.

    Desde que Pern se fu hasta que el pueblo loreconquist para l y para m! mis das fueron jornadasde dolor y de fiebre.

    Me largu a la calle buscando a los amigos que podanLa Baldrich - Espacio de Pensamiento Nacional

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    hacer todava alguna cosa por l.Fu as, de puerta en puerta. En ese penoso e incesante

    caminar senta arder en mi corazn la llama de su incendio, quequemaba mi absoluta pequeez.

    Nunca me sent lo digo de verdad tan pequea, tanpoca cosa como en aquellos ocho das memorables.

    Anduve por todos los barrios de la gran ciudad. Desdeentonces conozco todo el muestrario de corazones que latenbajo el cielo de mi Patria.

    A medida que iba descendiendo desde los barriosorgullosos y ricos a los pobres y humildes las puertas se ibanabriendo generosamente, con ms cordialidad.

    Arriba conoc nicamente corazones fros, calculadores,prudentes corazones de hombres comunes incapaces depensar o de hacer nada extraordinario, corazones cuyo contactome di nuseas, asco y vergenza.

    Esto fu lo peor de mi calvario por la gran ciudad. Lacobarda de los hombres que pudieron hacer algo y no lohicieron, lavndose las manos como Pilatos, me doli mas quelos brbaros puetazos que me dieron cuando un grupo decobardes me denunci gritando: Esa es Evita!

    Estos golpes, en cambio, me hicieron bien.Por cada golpe me pareca morir y sin embargo a cada

    golpe e senta nacer. Algo rudo pero al mismo tiempo inefablefu aquel bautismo de dolor que me purific de toda duda y detoda cobarda.

    Acaso no le haba dicho yo a l: ...por muy lejosque haya que ir en el sacrificio no dejar de estar a su lado,hasta desfallecer?

    Desde aquel da pienso que no debe ser muy difcilmorir por una causa que se ama. O simplemente: morir poramor.

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    IX

    UNA GRAN LUZ

    Conservo muchos recuerdos de aquellos das deangustias y amarguras.

    Al lado de las sombras que fueron la traicin y lacobarda de muchos aparecen, entre mis recuerdos, los gestosiluminados de la lealtad y del valor.

    Pero yo no quiero escribir todava en detalle todo eso.La semana de octubre de 1945 es un paisaje de muchas

    sombras y de muchas luces. Ser mejor que no nos acerquemosdemasiado a l... y que ms bien lo veamos otra vez, desde mslejos. Esto no me impide decir sin embargo con absolutafranqueza, y como un anticipo de cuanto alguna vez he deescribir en detalle, que la luz vino nicamente desde el pueblo.

    En este libro, que quiere exponer las causas y losobjetivos de la misin que me he propuesto cumplir, no puedodejar de recordar un episodio que figura en mi espritu comouna razn fundamental de lo que soy en esta hora de mi Patria,y que por sus hondas sugerencias contribuy a conducirme alpuesto que ahora ocupo en el movimiento justicialista.

    Recuerdo que en mi soledad y en mi amargura, ymientras recorra la gran ciudad, esperaba a cada instante recibiralgn mensaje del Lder ausente y prisionero. Me imaginabaque de alguna manera l se ingeniara para hacerme saber cmo

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    estaba y dnde estaba; y esperaba sus noticias con el alma en unhilo, torturada por la angustia.

    Conservo de aquellos das varios mensajes manuscritospor l; y en todos ellos aparece, en su letra clara, firme ydecidida, la serenidad con que su espritu afrontaba losacontecimientos.

    En todos sus mensajes no hizo otra cosa querecomendarme a sus obreros que estuviesen tranquilos, que nose preocupasen por l, que no creasen situaciones deviolencia....

    Yo lo confieso honradamente busqu con afn entodas sus cartas, una palabra que me dijese su amor.

    En cambio casi no hablaba sino de sus trabajadores...,a quienes por aquellos das la oligarqua, suelta por las calles,empez a llamar descamisados.

    Su rara insistencia me ilumin: aquel encargarme desus trabajadores era su palabra de amor, su ms sentida palabrade amor!

    Comprender aquello fu y lo es todava una granluz en mi vida.

    A m, a una humilde y pequea mujer, me encomendabael cuidado de sus trabajadores, lo que l ms quera. Y yo medije a m misma: Pudo encomendrselo a otros, a cualquierade sus amigos, incluso a algn dirigente gremial... pero no,quise que fuese yo... una mujer que no sabe otra cosa quequererlo!

    Esa era sin duda la prueba absoluta de su amor. Pero unaprueba que exiga respuesta; y yo se la di.

    Se la di entonces y se la sigo dando. Mientras viva nome olvidar que l, Pern, me encomend a sus descamisadosen la hora ms difcil de su vida.

    Mientras yo viva no me olvidar que l, cuando quisoprobarme su amor, me encarg que cuidase a sus obreros!

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    El no encontr mejor manera de expresarme su amor yahora estoy segura que eligi la ms pura y la ms grandemanera de decrmelo.

    Desde entonces, cuando yo quiero a mi vez expresarlemi amor de mujer y quiero expresrselo permanentemente! no encuentro tampoco una manera ms pura ni ms grandeque la de ofrecerle un poco de mi vida, quemndola por amor asus descamisados.

    Esto, por otra parte, es mi deber de gratitud para con l ypara con ellos y yo lo cumplo alegremente, feliz, como secumplen todos los deberes que impone el amor.

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    Como Eva Pern represento un viejo papel que otras mujeresen todos los tiempos han vivido ya....

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    X

    VOCACIN Y DESTINO

    No, no fu el azar la causa de todo esto que soy, en mipas y para mi pueblo. Creo firmemente que he sido forjada parael trabajo que realizo y la vida que llevo.

    Cuando analizo, en la intimidad de mi alma, el caso queme ha tocado vivir, ms y ms me convenzo de la mentira queson el azar y la casualidad.

    Si el azar y la casualidad gobernaran el mundo todosera un grotesco caos; y no podramos vivir en un escenario tanvariable. No, el azar no gobierna al mundo ni a los hombres.Por fortuna, gracias a Dios las cosas suceden de otra maneraque unos llaman Destino y otros Providencia y casi todosatribuimos a Dios.

    Yo creo firmemente que, en verdad, existe una fuerzadesconocida que prepara a los hombres y a las mujeres para elcumplimiento de la misin particular que cada uno deberealizar.

    Si esa fuerza es maravillosamente divina o ha sidopuesta por Dios en la naturaleza de la sociedad o del almahumana, yo no lo s ni pretendo averiguarlo, pero creo queexiste y que nos conduce sin forzarnos con tal que nosotros nole neguemos nuestra generosidad.

    Lo indudable es que esta solucin espiritual es tambin

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    mas fecunda que a otra del azar: el que se cree hijo de la suerteno se siente obligado a nada, puesto que el azar no tienepersonalidad ni puede tener exigencias de ninguna clase: pero elque sabe hijo de un Destino o de la Providencia o de una fuerzadesconocida pero de un origen superior a su vida y a sunaturaleza, tiene que sentirse responsable de la misin que le hasido encomendada.

    Perdnenseme estas explicaciones que, sin quererlo, casihan venido a dar con cierto tono de filosofa que no entiendo yno deseo hacer.

    Sin embargo pienso que deb decir todo cuanto he dichoen primer lugar porque as lo siento y en segundo lugar porqueme parece una cosa de simple sentido comn.

    Mi vida es una prueba de todo lo que he dicho. Si yo nohubiese llegado a ser lo que soy, toda mi vida hubiese quedadosin explicacin.

    Por qu yo he sufrido siempre ante la injusticia?Por qu yo no me resign jams a ver pobres y ricos

    como una cosa natural y lgica? Por qu siempre sentindignacin ante los dueos del poder y del dinero queexplotaban a los humildes y a los pobres?

    Por qu no pude librarme nunca de aquella angustiantima que me ahogaba?

    Por qu hasta mi da maravilloso me sent sola,desconcertada, como si mi vida no tuviese sentido, ni razn?

    Demasiadas preguntas hubiesen quedado sin respuesta sino hubiese encontrado a Pern en mi camino, y en l, la causade mi pueblo.

    No, no es el azar lo que pone a los hombres y a lasmujeres al frente de las grandes causas.

    Por el contrario, parece como que las grandes causaspreparasen el alma de sus hombres y de sus mujeres. Esto enparte puede ser vocacin, pero adems hay evidentemente otra

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    cosa cuya explicacin no est en nosotros, ni est librada a lasuerte del azar.

    Por eso yo me permito insistir todava en este tema condos palabras ms, que quisieran ser de humilde consejo.

    Creo que alguien se ve, de pronto, llevado a un puestode responsabilidad en la lucha por una gran causa, debe buscar,en su vida y en sus recuerdos, la explicacin de su caso; y lahallar sin duda.

    As sentir todo el peso de su responsabilidad y trabajarlealmente por la causa que sirve.

    Y pienso tambin que los que sean espectadores de unhecho tal no deben atribuirlo sin ms trmite al azar. No serams sensato aceptar la presencia de algo ms?

    Y conste que yo no digo que sea directamente Diosquien determine todas estas cosas, pero s que en su magnficoordenamiento de todas las leyes y de todas las fuerzas habrcreado alguna ley o alguna fuerza que conduce a quieneslibremente y generosamente quieran dejarse conducir.

    Esta es la humilde explicacin que yo doy de mi vida yde mi caso.

    Guardo entre los manuscritos de Pern uno que escribisobre un tema parecido poco tiempo despus de asumir laPresidencia.

    En este borrador, l abord, con su franqueza habitual,este raro asunto de la vocacin y del destino.

    Nada me ha parecido mejor que reproducirlo tal como llo escribi; y como all aparece toda su alma, en su sencillez yen su grandeza o sea en su genialidad, yo me ahorro el gravecompromiso de presentarlo... cosa que lo confieso seratarea imposible para m.

    Para saber cmo es el sol no basta ni su descripcin nisu pintura, y nadie, si no es loco, intenta ni pintarlo nidescribirlo. Para saber cmo es, hay que salir a mirarlo y aun

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    mirndolo no se le puede ver sin deslumbrarse.Aqu estn sus palabras y su pensamiento, su alma y su

    corazn. Yo me limito a invitar que salgamos a verlo!

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  • 43

    XI

    SOBRE MI ELECCIN(1)(1) De las memorias del General Pern

    En la vida de los pueblos, como en la vida de loshombres, no todo lo hace el destino.

    Es necesario que los pueblos, como los hombres, ayudena su destino.

    En mi vida, lo mismo que en la vida de mi pueblo, estose cumple al pie de la letra.

    Yo estoy al frente de mi pueblo no slo por decreto deldestino. Estoy porque, sin saberlo tal vez, me prepar para estocomo si hubiese sabido que algn da iba a tocarme estaresponsabilidad y este privilegio.

    Y puedo afirmar y demostrar tambin que mi pueblo seprepar paciente, aunque inconscientemente, tambin para estahora de su destino.

    Lo que hace la Providencia es poner las circunstanciasnecesarias para que las cosas sucedan luego de una manera y node otra. Pero las cosas suceden casi siempre por culpanuestra.

    Muchas veces pienso que si hubiese nacido en cualquierotra parte de mi pas tal vez no sera hoy Presidente de laRepblica.

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    Porque naciendo en otra parte, el medio me hubiesedado otras inclinaciones... no hubiese elegido ser militar, nohubiese aprendido all las cosas que aprend, nunca me hubiesevisto obligado a hacer una Revolucin... Esas son las cosas queestn en manos de la Providencia!

    Ella combina las infinitas circunstancias y no creo quepueda averiguarse por qu ni explicarse nada de su mecanismo.

    Todo lo dems lo hacemos nosotros!As fu como un da me vi en una circunstancia que

    decidi mi destino.El pas estaba solo. Marchaba a la deriva sin conduccin

    y sin rumbo. Todo haba sido entregado al extranjero. El pueblosin justicia, oprimido y negado. Pases extraos y fuerzasinternacionales lo sometan a un dominio que no era muydistinto a la opresin colonial.

    Me di cuenta de que todo eso poda remediarse.Poco a poco advert que yo era quien poda remediarlo.En ese momento, el problema de mi pas pas a ser un

    problema de mi conciencia.Lo resolv decidindome por la Revolucin.Esta decisin fu mi ayuda al destino.

    Dos aos y medio despus todo pareca perdido.Haba luchado intensamente en la Secretara de Trabajo

    y Previsin.El pueblo me haba comprendido. Los trabajadores de

    mi pas conocan ya lo que era la justicia social y me seguancasi como si yo fuese una bandera.

    Lo nico que yo haba hecho era decirles la verdad ydarles lo que todos hasta entonces les haban negado.

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    Pero las fuerzas conjuradas de la oligarqua y de lospoderes internacionales pudieron en un momento ms que elpueblo y que mi voluntad.

    Fue en octubre de 1945.Esa es historia conocida.Durante ocho das conoc todos los matices de la

    soledad, el abandono y la amargura.As como yo haba pensado un da que era necesario

    hacer una Revolucin, el pueblo sinti el pueblo siente! que haba llegado un momento crucial de su historia.

    Se di cuenta de que todo estaba perdido, pero que todopoda salvarse.

    Por suerte advirti que eso dependera de su decisin.Y se decidi.Todo lo dems lo hizo la Providencia... pero la decisin

    la puso el pueblo... su decisin fu la ayuda que el pueblo leprest al destino.

    All estn las razones de mi eleccin.Dos decisiones en dos momentos providenciales.Pero para que haya una decisin en un momento

    providencial es necesario estar ya preparado para eso.A m me prepar la vida misma: mi hogar paterno, mi

    niez en la Patagonia brava, mi carrera militar, mi vida en lamontaa, mis viajes por Europa... Todo eso me acostumbr avencer. Vencer a la naturaleza es ms difcil que conducir ydominar a los hombres, y a m me toc muchas veces lucharcon las fuerzas naturales y vencerlas.

    Todo eso me prepar para que empezara a sentirprofundamente la suerte de mi pueblo.

    Esto me prepar para el momento de la decisin.Para que el pueblo, a su vez, tomara en octubre de 1945

    la decisin de salvarme y darme luego la conduccin de susLa Baldrich - Espacio de Pensamiento Nacional

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    destinos tambin fu necesario realizar una tarea depreparacin.

    Esta tarea consisti en algo as como un despertar.Desde 1943 a 1945 el pueblo fu despertado de un viejo

    letargo que ya duraba ms de un siglo. Pero durante ese siglohaba vivido de sus viejas glorias. No pudo olvidar la hazaa desus granaderos por medio continente. No pudo olvidar suvocacin por la libertad y la justicia. Por eso me result fcildespertarlo. Me bast insistir en los viejos temas de la horainicial de su vida: la justicia, la libertad, la independencia y lasoberana.

    Mi eleccin no es evidentemente una cosa del azar. LaProvidencia hizo su parte, indudablemente, y de eso siempredoy gracias a Dios.

    Pero el pueblo y yo le ayudamos.La clave del porvenir reside en cuidar precisamente que

    eso no deje de ocurrir entre nosotros.

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    XII

    DEMASIADO PERONISTA

    Ahora ya pude comprender quien haya ledo el captuloprecedente que siendo as Pern en su grandeza, que unida a susencillez lo hacen genial, sea yo como soy: fervorosa yfanticamente peronista.

    A veces me suele decir cariosamente el mismo Lderque soy demasiado peronista.

    Recuerdo que una tarde despus de haberle estadohablando durante largo rato de... de qu iba a hablarle sino del, de sus sueos, de sus realizaciones, de su doctrina, de susconquistas? me interrumpi para decirme:

    Tanto me hablas de Pern que voy a terminar porodiarle! No se extrae pues quien buscando en estas pginasmi retrato encuentre ms bien la figura de Pern.

    Es que lo reconozco yo he dejado de existir en mmisma y es l quien vive en mi alma, dueo de todas mispalabras y de mis sentimientos, seor absoluto de mi corazn yde mi vida.

    Por otra parte, esto es un viejo milagro, un antiguomilagro del amor que a fuerza de repetirse en el mundo ya nisiquiera nos parece milagro.

    Un da me dijeron que era demasiado peronista para quepudiese encabezar un movimiento de las mujeres de mi Patria.

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    Pens muchas veces en eso y aunque de inmediato sent queno era verdad, trat durante algn tiempo de llegar a saber porqu no era ni lgico ni razonable.

    Ahora creo que puedo dar mis conclusiones.Si, soy peronista, fanticamente peronista.Demasiado no, demasiado sera si el peronismo no fuese

    como es, la causa de un hombre que por identificarse con lacausa de todo un pueblo tiene un valor infinito. Y ante una cosainfinita no puede levantarse la palabra demasiado.

    Pern dice que soy demasiado peronista porque l nopuede medir su propia grandeza con la vara de su humildad.

    Los otros, los que piensan, sin decrmelo, que soydemasiado peronista, sos pertenecen a la categora de lohombres comunes. Y no merecen respuesta!

    Que por ser peronista no puedo encabezar elmovimiento femenino de mi Patria? Esto s merece unaexplicacin.

    Cmo va usted me decan a dirigir unmovimiento feminista si usted est fanticamente enamorada dela causa de un hombre? No reconoce as la superioridad totaldel hombre sobre la mujer? No es esto contradictorio?

    No, no lo es. Yo lo senta. Ahora lo s.La verdad, lo lgico, lo razonable es que el feminismo

    no se aparte de la naturaleza misma de la mujer.Y lo natural en la mujer es darse, entregarse por amor,

    que en esa entrega est su gloria, su salvacin, su eternidad.El mejor movimiento feminista del mundo ser tal vez

    entonces el que se entrega por amor a la causa y a la doctrina deun hombre que ha demostrado serlo en toda la extensin de lapalabra?

    De la misma manera que una mujer alcanza su eternidady su gloria y se salva de la soledad y de la muerte dndose poramor a un hombre, yo pienso que tal vez ningn movimiento

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    feminista alcanzar en el mundo gloria y eternidad si no seentrega a la causa de un hombre.

    Lo importante es que la causa y el hombre sean dignosde recibir esa entrega total!

    Yo creo que Pern y su causa son suficientementegrandes y dignos como para recibir el ofrecimiento total delmovimiento feminista de mi Patria. Y aun ms, todas lasmujeres del mundo pueden brindarse a su Justicialismo; que conello, entregndose por amor a una causa que ya es de lahumanidad, crecern como mujeres.

    Y si bien es cierto que la causa misma se glorificarrecibindolas, no es menos cierto que ellas se glorificarn en laentrega.

    Por eso soy y ser peronista hasta mi ltimo da, porquela causa de Pern me glorifica y, dndome la fecundidad de suvida, me prolongar en la eternidad de las obras que por lrealizo y que seguirn viviendo como hijas mas, despus queyo me vaya.

    Pero no solamente soy peronista por la causa de Pern.Soy peronista por su persona misma y no sabra decir por culde las dos razones ms.

    Ya he dicho cmo y en que medida soy peronista por sucausa. Puedo decir cmo y en qu medida soy peronista por l,por su persona?

    Aqu tal vez sea conveniente que den vuelta la pginaquienes piensan que entre Pern y yo pudo darse unmatrimonio poltico.

    Quienes lo crean as no vern en esta pgina sinoliteratura o propaganda.

    Nos casamos porque nos quisimos y nos quisimosporque queramos la misma cosa. De distinta manera los doshabamos deseado hacer lo mismo: l sabiendo bien lo quequera hacer, yo, por slo presentirlo; l, con la inteligencia; yo,

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    con el corazn; l, preparado para la lucha; yo, dispuesta a todosin saber nada; l culto y yo sencilla; l, enorme, y yo, pequea;l, maestro, y yo, alumna. El, la figura y yo la sombra.

    El, seguro de s mismo, y yo, nicamente segura de l!Por eso nos casamos, aun antes de la batalla decisiva por

    la libertad de nuestro pueblo con la absoluta certeza de que ni eltriunfo ni la derrota, ni la gloria ni el fracaso, podran destruir launidad de nuestros corazones.

    Si, yo estaba segura de l!Saba que el poder no lo deslumbrara ni lo hara

    distinto.Que seguira siendo lo que era: sobrio, llano,

    madrugador, insaciable en su sed de justicia, sencillo y humilde;que nunca sera sino tal como le conoc: dando generosamente yfrancamente su mano grande y tibia a los hombres de mipueblo.

    Saba que los salones estaran dems para l porque enellos se miente demasiado como para que eso pudiese sersoportado por un hombre de sus quilates.

    Yo tampoco ignoraba cul tendra que ser mi conductapara que resultase armnica con la suya.

    Saba que para armonizar con l necesitaba subir acumbres muy altas pero conoca como era maravillosa suhumildad descendiendo hasta m.

    Me atrevo a decir que me propuse formalmente que lviese cada da en m un defecto menos hasta que no me quedaseninguno.

    Cmo poda desear y hacer otra cosa conociendo comoconoca sus proyectos y sus planes?

    Porque l no me conquist con palabras bonitas yelegantes, ni con promesas formales y risueas. No meprometi ni gloria ni grandeza, ni honores. Nada maravilloso.

    Ms: creo que nunca me prometi nada! Hablando delLa Baldrich - Espacio de Pensamiento Nacional

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  • 51

    porvenir me habl siempre nicamente de su pueblo y yotermin por convencerme que su promesa de amor estaba all,en su pueblo, en mi pueblo. En nuestro pueblo!

    Es muy simple todo esto.Es el camino que hacemos todas las mujeres cuando

    amamos al hombre de una causa.Primero la causa es su causa. Despus empezamos a

    decirle mi causa. Y cuando el amor alcanza su perfeccindefinitiva, el sentimiento de admiracin que nos haca decir sucausa y el sentimiento egosta que nos haca decir mi causason sustitudos por el sentimiento de la unidad total y decimosnuestra causa.

    Cuando llega este momento no se puede decir ya si elamor por la causa es mayor o menor que el amor por el hombrede esa causa. Yo pienso que los dos son una sola cosa.

    Por eso digo ahora: S, soy peronista, fanticamenteperonista! pero no sabra decir qu amo ms: si a Pern o a sucausa; que para m, todo es una sola cosa, todo es un solo amor;y cuando digo en mis discursos y en mis conversaciones que lacausa de Pern es la causa del pueblo, y que Pern es la Patria yes el pueblo, no hago sino dar prueba de que todo, en mi vida,est sellado por un solo amor.

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  • 52

    XIII

    EL APRENDIZAJE

    Puedo seguir hablando de Pern?Aunque alguien diga y vaya si se ha dicho! que

    eso no es elegante ni es inteligente, tengo que seguir haciendoel elogio de mi Lder.

    Quin si no podr hacerlo bien? Yo le conozco comomujer y como peronista; le conozco en su misin de Presidentey en su vida hogarea; s cmo trabaja y cmo descansa, cmohabla y cmo calla, cmo goza y cmo sufre. Conozco suspequeos gestos, esos pequeos gestos que slo pueden nacerde las grandes almas.

    Yo sera desleal con mi pueblo si no hablase de l. Porotra parte nadie puede pensar que mi elogio tenga algn inters.

    Ya de l he recibido todo cuanto podra pretender;mucho ms de lo que yo mereca.

    Y no es por gratitud tampoco que siempre hablo de l,en todas partes, en todos mis discursos y en todas misconversaciones sin ninguna excepcin. Hablo de l simplementepor necesidad, por la misma razn que los poetas hacen versos ylas rosas florecen.

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    Recuerdo como l, por ejemplo, fu ensendome sudoctrina, mostrndome sus planes, hacindome conocer losgrandes problemas de la vida nacional; y cmo me hizodistinguir lo posible de lo imposible, lo ideal de lo prctico.

    Cada conversacin que sostengo con l es una leccinmaravillosa que nunca parece leccin.

    Esto no solamente lo digo yo, su ms constantediscpula. Lo dicen tambin todos los que se acercan a l porcualquier motivo.

    Sabe hablar sencillamente de las cosas ms simples y delas ms complicadas. Para l nada hay que no se pueda explicarde alguna manera, incluso a los que saben menos, y l loconsigue siempre. Nadie se aburre ni se fatiga con l, nadie sesiente incmodo. Mucha gente entra a su despacho con ciertolgico temor, en cuanto l dice las primeras palabras, el primersaludo, ya no ven en l al Presidente, lder de millones dehombres y mujeres; y aparece ante ellos un amigo, amable ycordial.

    As, amable y cordial es siempre en todos los actos de suvida. As, amable y cordial, hacindome casi creer que yo leestaba enseando a l, me hizo conocer todo cuanto eranecesario saber para cumplir la misin que yo tena quecumplir.

    De l he aprendido por ejemplo a dejar de lado todo loque es negativo, y a buscar siempre las cosas por hacer, loscaminos que nadie recorre.

    Muy frecuentemente me ha sucedido esto: concibo unaidea, siento que es fecunda y til y que, realizada, darbeneficio a la causa del pueblo. Cuando la expongo, primero a

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    algunas personas, por lo general amigos, casi todos apruebanaunque no todos crean tal vez que eso es lo mejor, pero nofaltan nunca quienes lealmente intentan persuadirme de que nome conviene y as me entero de que todos o la gran mayorapiensa que tal vez no convenga. A veces tienen razn, perocuando yo estoy absolutamente convencida, cuando sientoclaramente que la idea tiene que salir bien, me lanzo a realizarlaa pesar de todos los augurios; y son las mejores realidades demi vida!

    As naci la Fundacin. As surgi el movimientoPeronista Femenino.

    Aprend de Pern a ver los caminos que nadie recorre,que nadie se anima a recorrer.

    De l tambin aprend a realizar. El siempre esconstructivo. En su conversacin lo mismo que en su conducta.

    Siempre suele decirme: No hay que olvidar que lo mejor es enemigo de lo

    bueno. Y l que siempre habla tan fervorosamente de sudoctrina, nunca se olvida de aadir: De nada vale una grandoctrina sino tiene sus realizadores.

    Confieso que padezco casi de fiebre permanente derealizar, y que es una fiebre de contagio.

    El me ha enseado que para realizar no es necesario,como cree la mayor parte de la gente, hacer grandes planes. Silos planes existen, mejor; pero si no, lo importante es comenzarlas obras y luego hacer los planes.

    Para que no piensen mal sin embargo quienes crean queesto es un pecado contra el arte de gobernar, me apresuro adecirles que Pern es el primer argentino que ha gobernado alpas, segn un plan premeditado.

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    De Pern aprend a tratar con los hombres.Pero en esto reconozco que en m subsisten algunos

    defectos. Aunque tampoco estoy convencida de que lo sean!El nunca espera demasiado de los hombres y se satisface

    con muy poca cosa. Confa siempre en ellos, sin excepcin,mientras no tenga pruebas de la falsa de sus procederes. Poreso, el defecto que ms desprecia y que ms le duele de susamigos o de sus colaboradores es la mentira.

    Yo, en cambio, exijo mucho ms de quienes son misamigos o mis colaboradores inmediatos.

    Ante todo confieso que no puedo tener a mi lado,trabajando conmigo, sino aquellos en quienes creo y confoplenamente. Y en esto pocas veces me he equivocado.

    Recuerdo que alguien en una oportunidad me pregunt: Por qu confi usted en m la primera vez que habl

    conmigo?Yo no supe darle una respuesta lgica. Si le hubiera

    dicho la verdad deb responderle: Porque senta que en usted era posible confiar.Muchas veces ocurre lo contrario, desgraciadamente, y

    desconfiar se hace a veces demasiado frecuente, mximecuando una parte de mi gran deber consiste en cuidar lasespaldas de un hombre y de su causa.

    En esto de conocer a los hombres hay mucho ms deintuicin. Y como el tema lo merece y adems me gusta, quierobrindarle un captulo aparte.

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  • 56

    XIV

    INTUICIN?

    Esto de la intuicin me tienta porque muchas veces heodo decir alabanzas de la ma; y aunque pocas veces medetengo a pensar en un elogio, tan frecuentemente se ha hechoel de mi intuicin, que alguna vez he meditado en el tema.

    Aqu estn mis reflexiones que no intentan siquieraexponer un problema psicolgico que no doy para tanto sino ms bien decir lo que pienso con toda franqueza.

    Yo creo que no es un sexto sentido, como dicen algunos,ni una facultad casi misteriosa de las mujeres, como dicen otros.

    No; es simplemente una manera de ser de la inteligencia.Cada uno de los hombres tiene una manera de ser de suinteligencia, que es distinta en todos. En unos actarpidamente, en otros es lenta.

    Cada uno ve las cosas segn sea lo que quiere conoceren ellas. Yo siempre recuerdo aquel viejo refrn que dice: lascosas son del color del cristal con que se miran.

    Cuando la gente suele atribuir intuicin a las mujerescomo virtud misteriosa, no se acuerda que nosotras tenemos quever las cosas, las personas y la vida de una manera especial.

    Nosotras sentimos y sufrimos ms el amor que loshombres. En nosotras la inteligencia se desarrolla a la sombradel corazn y por eso la inteligencia no se ve sino a travs de

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    los cristales del amor.Y el amor, cuyo misterio s que es infinito, le hace ver a

    la inteligencia cosas que ella sola nunca podra conocer porhbil que fuese.

    Los hombres no sienten ni sufren tanto el amor comonosotras las mujeres. Esto no necesita demostracin.

    En ellos entonces la inteligencia crece libremente.Y por eso en todo a travs de un razonamiento fro, casi

    matemtico, tanto ms fro y tanto ms matemtico cuandomenos hayan sentido o sufrido el amor.

    Cuando algunos elogian mi intuicin se refierensiempre al rpido conocimiento que tengo de las personas conque trato.

    A veces he confiado en quienes muchos desconfiaban yotras he desconfiado de quienes todos crean.

    Casi siempre el tiempo me ha dado la razn.Esto es una virtud misteriosa? Yo creo que no. Por el

    contrario, todo me parece muy simple. Yo he mirado siempre alas personas de una manera distinta que no es la que sirve a lainteligencia de los dems: yo miro a travs de un cristal muyfino: el amor de Pern y de su causa.

    El amor alarga la mirada de la inteligencia.Si no fuese as, podra yo intuir tanta cosas que a

    veces no entiendo del todo?Recuerdo que una noche me acost muy tarde y no pude

    dormir.Me preocupaba un problema nacional cuya solucin

    haba sido propuesta ya al Presidente por los tcnicos delGobierno.

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    No haba conversado de esto con nadie y no saba otracosa que lo que los diarios publicaban.

    Era un serio y difcil problema que nunca habaintentado ni siquiera entender. Pero la solucin no me gustaba!

    Lo peor era que no saba exactamente por qu.Evidentemente yo podra decir al da siguiente que no

    me gustaba la solucin, pero debera dar mis razones. Y no laspoda encontrar!

    Ni las encontr; pero me decid a confiarle al Presidentemis sentimientos; y acert, porque l, que tambin haba estadopensando, preocupado por el problema, estaba ya dispuesto arevisar la solucin propuesta por sus colaboradores.

    Extrao? Misterioso? No, es la maravilla del amoriluminando una inteligencia igual que la de todos.

    Nada tiene de raro, pues, que esa virtud o sentidoextraordinario est presente en los actos de Pern y seaadmirada por quienes lo conocen y lo tratan.

    El, que ama entraablemente a su pueblo, ve todas lascosas a travs de ese gran amor y por lo tanto, segn esttambin demostrado, tiene que verlo todo de una maneraespecial, distinta de la orienta la mirada de los dems.

    El ve por su pueblo y para su pueblo.Qu tiene de raro, pues, que iluminado por ese gran

    amor intuya dnde est la felicidad de los argentinos y lagrandeza nacional?

    Y yo s que puedo dar fe que esa virtud, existe en l enuna forma maravillosa. Conoce a los hombres de una solamirada y aunque intenten muchas veces disfrazare ante l.Muchas veces lo he visto tambin resolver graves problemas deuna manera distinta a la que aconsejaban los tcnicos y los

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    especialistas, y ms de una vez, ante mi pregunta extraada, lehe odo decir:

    Es cuestin de sentido comn.Ellos ven el problema desde el punto de vista tcnico,

    que es limitado, como el campo de un microscopio. Yo tengoque verlo con lentes planares; yo tengo que verlo como lo ve ycomo lo siente el pueblo.

    Despus de meditar esa explicacin, he pensado tambinque el sentido comn y la intuicin son dos virtudes todavano bien definidas y tal vez sean la misma cosa, pero creo queestn en todos los hombres y en todas las mujeres presentes enmayor o en menor cantidad y que solamente crecen y se hacenextraordinarias cuando un gran amor las vivifica con lamaravillosa fuerza de su infinito poder.

    Lo que tambin puedo asegurar es que ningn hombrecomn puede hacer o pensar nada con intuicin; porque loshombres mediocres pertenecen a la clase de los que desprecianel amor como cosa exagerada.

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    XV

    EL CAMINO QUE YO ELEG

    Llegado Pern a la Presidencia, poco a poco fuconvencindose de que las responsabilidades y tareas a su cargoeran casi incompatibles con su deseo de mantener estrechocontacto con el pueblo.

    Ese contacto, que era y sigue siendo absolutamentenecesario, debe ser realizado en forma permanente.

    Nuestro pueblo ha vivido ms de un siglo, de gobiernosoligarcas cuya principal tarea no fu atender al pueblo sino msbien a los intereses de una minora privilegiada, tal vez refinaday culta, pero srdidamente egosta.

    Despus de este siglo, solamente interrumpido poralguno que otro intento de gobierno para el pueblo, o, mejordicho, por alguno que otro gesto nunca convertido enrealidad, Pern durante tres aos de incendio revolucionariolleg al pueblo como gobernante y como conductor. Y el pueblosaba ya lo que ese contacto haba dado de bien para todos.

    Durante tres aos consecutivos, hombres y mujeres,agrupaciones gremiales, econmicas y polticas, el puebloentero, haba desfilado con sus viejos problemas y sus viejasesperanzas, ante la presencia realizadora del conductor y todossus problemas y todas sus esperanzas haban sidocumplidamente satisfechas por l en la medida de sus

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    posibilidades, y un poco ms todava.Con Pern en la Presidencia, con la plenitud de un

    poder que en la Repblica Argentina es extraordinario, cmo noiban a redoblarse las esperanzas y las ilusiones de la gente queya haba conocido el gusto de lo que es un gobierno del puebloy para el pueblo?

    Pero, precisamente la plenitud del poder era lo queimpedira al Lder su permanencia en contacto con el pueblo.Mientras estaba en la Secretara de Trabajo y Previsin no tenaotros problemas que resolver sino los viejos y urgentesproblemas que afectaban directamente al pueblo. Pero en laPresidencia los viejos y urgentes problemas eran otros cuyasolucin era indispensable para que no se derrumbase todo loque haba construdo en tres aos de reforma social. De quhubiesen valido tres aos de Revolucin si al trmino de laguerra hubisemos cado de nuevo en los brazos de nuestrostradicionales explotadores imperialistas?

    Nos hubiese valido acaso de algo la reforma social enun pas sin riqueza y sin trabajo, entregado con las manosatadas a la voluntad extraa del capitalismo internacional?

    Todo eso vio Pern con ms claridad que nunca desde elda que fu Presidente; y para que eso no sucediese eranecesario que l, personalmente l, se pusiese en forma total ahacer lo que hizo, y que era nada menos que la IndependenciaEconmica de la Nacin.

    En cuatro meses elabor su plan de gobierno para cincoaos.

    En dos aos realiz la independencia econmica. Pero,no quiero yo decir cunto hizo el General como Presidente,aunque gustosa escribira infinita cantidad de pginas sobre estetema inagotable.

    Lo cierto es que todo ese inmenso trabajo que debaempezar con la organizacin del mismo gobierno y cuyaprimera etapa culmin con la reforma constitucional, no poda

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    dejarle sino muy escaso tiempo para mantener contacto con elpueblo.

    Y si no hubisemos buscado juntos una solucin, y lahubisemos hallado, la voz del pueblo la de nuestrosdescamisados hubiese llegado a la torre de gobierno cadavez ms apagada y tal vez hubiese terminado por callar.

    Por otra parte era necesario mantener encendido en elpueblo su fervor revolucionario. La revolucin apenas habasido puesta en marcha y deba Pern cumplir todas las etapasdesde el gobierno mismo. Esto poda hacerse pero a condicinde que el pueblo mantuviese su fervor revolucionario y no fueseganado por la prdica de los hombres comunes para quienestodo acto revolucionario aparece como una imprudenciaimperdonable.

    Entre el decreto o la ley revolucionaria y sucumplimiento, o sea entre el gobierno y el pueblo, existensiempre infinitas barreras que no se ven siempre desde elgobierno, pero s, y claramente, desde el pueblo. El contacto dePern con el pueblo era necesario tambin por esta raznfundamental.

    Adems haba urgentes pero modestos trabajos quecumplir en relacin con las necesidades diarias de la gentehumilde. Entre las esperanzas de los descamisados habamuchas pequeas ilusiones que depositaban en Pern como loshijos piden a sus padres.

    En todas las familias los pedidos y las exigencias varanmucho: los mayores quieren cosas de importancia, los menorespiden juguetes. En la familia grande que es la Patria tambin lospedidos que se presentan al Presidente, que es el padre comn,son infinitos.

    Comprobamos esto ya cuando Pern era Presidenteelecto: las esperanzas del pueblo se concretaban en peticiones loms variadas, desde una obra de gobierno extraordinaria y aunfantstica que solicitaba toda una ciudad hasta la pelota de

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    foot-ball que quera un changuito del norte o la mueca quedeseaba una coyita.

    Tambin atender todo esto lo grande y lo pequeo era necesario para que el pueblo no dejase de ver en Pern a suconductor.

    Yo eleg la humilde tarea de atender los pequeospedidos.

    Yo eleg mi puesto en el pueblo para ver all las barrerasque podran haber impedido la marcha de la Revolucin.

    Yo eleg ser Evita... para que por mi intermedio elpueblo y sobre todos los trabajadores, encontrasen siempre libreel camino de su Lder.

    La solucin no pudo ser mejor ni ms prctica.Los problemas de gobierno llegan a Pern todos los das

    a travs de sus ministros, de los funcionarios o de los mismosinteresados; pero cada uno de ellos no puede disponer sino deescasos minutos de la jornada agotadora de un Presidente comoPern.

    En cambio los problemas del pueblo llegan al conductortodos los das, durante el almuerzo o la cena, en las tardesapacibles de los sbados, en los domingos largos y tranquilos yllegan por mi voz leal y franca en circunstancias propicias,cuando el nimo del General est libre de toda inquietudapremiante...

    As, el pueblo puede estar seguro de que entre l y sugobierno no habr divorcio posible. Porque, en este casoargentino, para divorciarse de su pueblo, el jefe del gobiernodeber empezar por divorciarse de su propia mujer!

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  • 64

    XVI

    EVA PERON Y EVITA

    Nada hay en mi destino de extraordinario y menos dejuego de azar.

    No puedo decir que creo lgico y razonable todo cuantome ha sucedido, pero no sera leal ni sincera si no dijese quetodo me parece por lo menos natural.

    He dicho ya cules son las grandes causas de la misinque me toca cumplir en mi Patria, pero no sera completa miexplicacin si no dijese tambin algo acerca de los motivoscircunstanciales que me decidieron a iniciarme en lacolaboracin estrecha con el General Pern despus que fupresidente de los Argentinos.

    Antes de entrar en el tema es conveniente recordar quePern no es slo presidente de la Repblica; es, adems,conductor de su pueblo.

    Esta es una circunstancia fundamental y se relacionadirectamente con mi decisin de ser una esposa del Presidentede la Repblica distinta del modelo antiguo.

    Yo pude ser ese modelo. Esto lo digo bien claroporque tambin se ha querido justificar mi incomprensiblesacrificio arguyendo que los salones de la oligarqua mehubiesen rechazado.

    Nada ms alejado que esto de toda realidad, ni msLa Baldrich - Espacio de Pensamiento Nacional

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    ausente de todo sentido comn.Pude ser una mujer de Presidente como lo fueron otras.Es un papel sencillo y agradable: trabajo de los das de

    fiesta, trabajo de recibir honores, de engalanarse pararepresentar segn un protocolo que es casi lo mismo que pudehacer antes, y creo que ms o menos bien, en el teatro o en elcine.

    En cuanto a la hostilidad oligrquica no puedo menosque sonrerme.

    Y me pregunto: Por qu hubiese podido rechazarme laoligarqua?

    Por mi origen humilde? Por mi actividad artstica?Pero acaso alguna vez esa clase de gente tuvo en cuenta

    aqu, o en cualquier parte del mundo, estas cosas, tratndose dela mujer de un Presidente?

    Nunca la oligarqua fu hostil con nadie que pudieraserle til. El poder y el dinero no tuvieron nunca malosantecedentes para un oligarca genuino.

    La verdad es otra: yo, que haba aprendido de Pern aelegir caminos poco frecuentados, no quise seguir el antiguomodelo de esposa de Presidente.

    Adems, quien me conozca un poco, no digo de ahora,sino desde antes, desde que yo era una simple chicaargentina, sabe que no hubiese podido jams representar la fracomedia de los salones oligarcas.

    No nac para eso. Por el contrario, siempre hubo en mialma un franco repudio para con esa clase de teatro.

    Pero adems, yo no era solamente la esposa delPresidente de la Repblica, era tambin la mujer del conductorde los argentinos.

    A la doble personalidad de Pern deba corresponderuna doble personalidad en m: una, la de Eva Pern, mujer delPresidente, cuyo trabajo es sencillo y agradable, trabajo de los

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    das de fiesta, de recibir honores, de funciones de gala; y otra, lade Evita, mujer del Lder de un pueblo que ha depositado en ltoda su fe, toda su esperanza y todo su amor.

    Unos pocos das al ao represento el papel de EvaPern; y en ese papel creo que me desempeo cada vez mejor,pues no me parece difcil ni desagradable.

    La inmensa mayora de los das soy en cambio Evita,puente tendido entre las esperanzas del pueblo y las manosrealizadoras de Pern, primera peronista argentina, y ste s queme resulta papel difcil, y en el que nunca estoy totalmentecontenta de m.

    De Eva Pern no interesa que hablemos.Lo que ella hace aparece demasiado profusamente en los

    diarios y revistas de todas partes.En cambio, s interesa que hablemos de Evita; y no

    porque sienta ninguna vanidad en serlo sino porque quiencomprenda a Evita tal vez encuentre luego fcilmentecomprensible a sus descamisados, el pueblo mismo, y senunca se sentir ms de lo que es... nunca se convertir por lotanto en oligarca, que es lo peor que puede sucederle a unperonista!

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  • 67

    XVII

    EVITA

    Cuando eleg ser Evita s que eleg el camino de mipueblo.

    Ahora, a cuatro aos de aquella eleccin, me resultafcil demostrar que efectivamente fu as.

    Nadie sino el pueblo me llama Evita. Solamenteaprendieron a llamarme as los descamisados. Los hombres degobierno, los dirigentes polticos, los embajadores, los hombresde empresa, profesionales, intelectuales, etc., que me visitansuelen llamarme Seora; y algunos incluso me dicenpblicamente Excelentsima o Dignsima Seora y aun, aveces, Seora Presidenta.

    Ellos no ven en m ms que a Eva Pern.Los descamisados, en cambio, no me conocen sino

    como Evita.Yo me les present as, por otra parte, el da que sal al

    encuentro de los humildes de mi tierra dicindoles que preferaser Evita a ser la esposa del presidente si ese Evita servapara mitigar algn dolor o enjugar una lgrima.

    Y, cosa rara, si los hombres de gobierno, los dirigentes,los polticos, los embajadores, los que me llaman Seora mellamasen Evita me resultara tal vez tan raro y fuera de lugarcomo que un pibe, un obrero o una persona humilde del

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    pueblo me llamara Seora.Pero creo que an ms raro e ineficaz habra de

    parecerles a ellos mismos.Ahora si me preguntasen qu prefiero, mi respuesta no

    tardara en salir de m: me gusta ms mi nombre de pueblo.Cuando un pibe me nombra Evita me siento madre de

    todos los pibes y de todos los dbiles y humildes de mi tierra.Cuando un obrero me llama Evita me siento con gusto

    compaera de todos los hombres que trabajan en mi pas yaun en el mundo entero.

    Cuando una mujer de mi Patria me dice Evita yo meimagino ser hermana de ella y de todas las mujeres de lahumanidad.

    Y as, sin casi darme cuenta, he clasificado, con tresejemplos, las actividades principales de Evita en relacin conlos humildes, los trabajadores y la mujer.

    La verdad es que, sin ningn esfuerzo artificial, sin queme cueste ntimamente nada, tal como si hubiese nacido paratodo esto, me siento responsable de los humildes como si fuesela madre de todos; lucho codo a codo con los obreros como sifuese de ellos una compaera ms de taller o de fbrica; frente alas mujeres que confan en m me considero algo as como unahermana mayor, en cierta medida responsable del destino detodas ellas que han depositado en m sus esperanzas.

    Y conste que no asumo as un honor sino unaresponsabilidad.

    Creo que cada uno de los hombres y mujeres quecomponen la humanidad debiera por lo menos sentirse un pocoresponsable de todos los dems tal vez seramos todos un pocoms felices!

    De los obreros atiendo sus problemas gremiales.De los humildes recibo sus quejas y sus necesidades

    remedindolas en cuanto no corresponden al Estado, aunque aLa Baldrich - Espacio de Pensamiento Nacional

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    veces en este caso hago tambin de colaboradora oficiosa delGobierno. Al fin de cuentas siempre se trata de agua que vapara el molino del Lder comn.

    De la mujer atiendo el problema en sus mltiplesaspectos sociales, culturales y polticos.

    Si alguien me preguntase cul es mi actividad preferidano sabra responder exactamente y en forma decidida ydefinitiva.

    Si me hiciesen la pregunta estando en mi actividadgremial mi voto sera por ella. Si estuviese atendiendo a misdescamisados o a las mujeres tal vez votara por la actividadque estuviese desempeando en ese preciso momento. Y no lohara ni por diplomacia ni por poltica, no! sino porquecuando trabajo, lo que estoy haciendo me parece lo mejor, loms adecuado a mis gustos, a mi vocacin y a misinclinaciones.

    Reconozco, eso s, que en el fondo, lo que me gusta esestar con el pueblo, mezclada en sus formas ms puras: losobreros, los humildes, la mujer...

    Con ellos no necesito adoptar ninguna pose de las queme veo obligada a tomar a veces, cuando hago de Eva Pern.Hablo y siento como ellos, con sencillez y con franqueza llana ya veces dura, pero siempre leal.

    Nunca dejamos de entendernos. En cambio, a veces,Eva Pern no suele entenderse con la gente que asiste a lasfunciones que debe representar.

    No vaya a creerse por esto que digo que la tarea de Evitame resulta fcil. Ms bien me resulta en cambio siempre difcily nunca me he sentido del todo contenta con esa actuacin. Encambio el papel de Eva Pern me parece fcil. Y no es extrao.Acaso no resulta siempre ms fcil representar un papel en elteatro que vivirlo en la realidad?

    Y en mi caso lo cierto es que como Eva Pernrepresento un viejo papel que otras mujeres en todos los

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    tiempos han vivido ya; pero como Evita vivo una realidad quetal vez ninguna mujer haya vivido en la historia de lahumanidad.

    He dicho que no me gua ninguna ambicin personal. Yquizs no sea del todo cierto.

    S. Confieso que tengo una ambicin, una sola y granambicin personal: quisiera que el nombre de Evita figurasealguna vez en la historia de mi Patria.

    Quisiera que de ella se diga, aunque no fuese ms que enuna pequea nota, al pie del captulo maravilloso que la historiaciertamente dedicar a Pern, algo que fuese ms o menos esto:

    Hubo, al lado de Pern, una mujer que se dedic allevarle al Presidente las esperanzas del pueblo, que luego Pernconverta en realidades.

    Y me sentira debidamente, sobradamente compensadasi la nota terminase de esta manera:

    De aquella mujer slo sabemos que el pueblo lallamaba, cariosamente, Evita.

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  • 71

    XVIII

    PEQUEOS DETALLES...

    Todo lo que yo debo hacer entre el pueblo y su Lderexige una condicin que he debido cumplir con un cuidado casiinfinito; y esa condicin es no meterme en las cosas delGobierno.

    No lo tolerara tampoco el Presidente que por suformacin militar tiene sus conceptos de las responsabilidades yjurisdicciones.

    Pero, muchas veces, sin embargo, tengo que decir alpueblo cara a cara lo que le dira su Lder, y, comoconsecuencia de eso, tengo tambin que hablar al Lder de loque el pueblo quiere hacer llegar a sus odos.

    Y esta funcin me lleva a veces a tocar, con el General,temas que son propios del gobierno. En estos casos nunca meolvido de que he elegido estar en la vereda del pueblo.

    Sin duda los hombres de gobierno deben bastar a Pernpara cumplir su tarea, pero no es intil, pienso yo, que la voz deuna persona identificada con l y con su causa le lleguediariamente con las noticias frescas de un pueblo que l quierecon entraable amor.

    Tal vez cumpliendo as mi humilde misin yo lo nicoque haga de bueno sea alegrarle el alma con las palabras y losamores de su pueblo que yo deposito en su corazn mientras l

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    descansa de sus fatigas.

    En cuanto a la falta de precedentes, no me preocupa. Porel contrario, me alegra y me reconforta. Y mientras loshombres comunes, los de mediocridad siempre despreciable,venenosa y estril, slo buscan las cosas nuevas para el ataque,nuestro movimiento les ofrece diariamente algo sin precedentes,algo original que nos pertenece con exclusividad.

    Yo s que cuando ellos me critican a m en elmovimiento lo que en el fondo les duele es la Revolucin.

    Les duele mi contacto con el pueblo. Saben que mientrasese contacto no se rompa y no se romper por m! elpueblo podr llegar a Pern y Pern cumplir con su pueblo.

    Mientras eso pueda ocurrir, ellos no volvern.Por eso tratan de destruirme.Saben tambin que no trabajo para m, no me vern

    jams buscando una ventaja personal y eso los excita.Desearan verme caer en el egosmo y en la ambicin,

    para demostrar as al pueblo que en el pueblo me busqu a mmisma.

    Saben que as podran separarme del pueblo. Noentienden que yo en mis afanes no busco otra cosa que eltriunfo de Pern y de su causa por ser el triunfo del pueblomismo.

    Ni siquiera cuando me acerco a los que trabajan o a losque sufren lo hago buscando una satisfaccin egosta de quienhace algn sacrificio personal.

    Yo me esfuerzo todos los das por eliminar de mi almatoda actitud sentimental frente a los que me piden.

    No quiero tener vergenza de m ante ellos. Voy a mi

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    trabajo cumpliendo mi deber y a dar satisfaccin a la justicia.Nada de lirismo ni de charlataneras, ni de comedias,

    nada de poses ni de romances.Ni cuando entro en contacto con los ms necesitados

    podr decir nadie que juego a la dama caritativa que abandonasu bienestar por un momento para figurarse que cumple unaobra de misericordia.

    Del mismo Pern, que siempre suele decir: el amor eslo nico que construye, he aprendido lo que es una obra deamor y cmo debe cumplirse.

    El amor no es segn la leccin que yo aprend nisentimentalera romntica, ni pretexto literario.

    El amor es darse, y darse es dar la propia vida.Mientras no se da la propia vida cualquier cosa que uno

    d es justicia. Cuando se empieza a dar la propia vida entoncesrecin se est haciendo una obra de amor.

    Yo no pretendo por eso realizar obras de amor que meparecen demasiado cerca de Dios; y me conformo con ayudar aque se cumpla la justicia social. Por eso a mi labor fraternal deauxilio a los pobres he dado el nombre de ayuda social y creoque es profundamente justicialista.

    En ella no hay por eso lugar para los excesos delcorazn. Por ser obra de justicia s que debo cumplirla en lamisma actitud del juez que la administra: como quien cumpleuna misin que le ha sido encomendada y nada ms.

    Con amabilidad, eso s, pero no con aspavientos.Es un detalle solamente, pero estoy segura de que con

    eso he ahorrado muchas humillaciones intiles.Y a nadie se hace feliz cambindole an toda la riqueza

    del mundo por una humillacin que afecte a la dignidad, que esel tesoro tal vez ms precioso y cada vez ms preciado por loshombres.

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    SEGUNDA PARTE

    LOS OBREROS Y MY MISION

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    Pienso que muchos hombres reunidos, en vez de ser millones ymillones de almas separadas son ms bien una sola alma.

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    XIX

    LA SECRETARIA

    Casi toda mi labor social se desarrolla en la Secretarade Trabajo y Previsin, de la que ocupo un pequeo sector; yatiendo mi trabajo en el mismo despacho que tuvo el CoronelPern desde 1943 a 1945.

    Todo esto tiene un significado muy especial.Aun cuando la Constitucin Justicialista convirti a la

    Secretara en Ministerio de Trabajo y Previsin los obreros lasiguen llamando como en los tiempos del Coronel: laSecretara. Y yo nunca la llamo tampoco Ministerio.

    Este simple detalle indica que el pueblo siente alltodava la presencia de Pern.

    All entr en contacto con el pueblo su personalidadvigorosa de conductor. All convenci a los primeros discpulos.All goz de los primeros xitos. All confirm su decisinirrevocable de servir al pueblo con todas sus energas y porsobre todo sacrificio!

    Para todos nosotros l est siempre en la viejaSecretara como en las horas de sus ms intensas luchas.

    No fu por sensiblera romntica que eleg trabajar all.Fu a la Secretara de Trabajo y Previsin porque en ella

    poda encontrarme ms fcilmente con el pueblo y con susproblemas; porque el Ministro de Trabajo y Previsin es un

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    obrero, y con l Evita se entiende francamente y sin rodeosburocrticos; y porque adems all se me brindaron loselementos necesarios para iniciar mi trabajo.

    All recibo a los obreros, a los humildes, a quienes menecesitan por cualquier problema personal o colectivo.

    Los funcionarios de la casa colaboran conmigo en lasolucin de los problemas gremiales, reuniendo todos losantecedentes, examinndolos en s mismos y en susrepercusiones econmicas y sociales.

    En cuanto a mis trabajos de ayuda social los cumplotambin en la Secretara, pero en esta actividad el personal de lacasa interviene solamente en algunos detalles relacionados conlos pedidos de audiencia.

    Los problemas del movimiento poltico femenino noocupan mi tiempo en la Secretara, ya que prefiero atenderlos enla sede central del Partido Peronista Femenino o en nuestraresidencia privada.

    La atencin de los obreros me lleva casi todo el tiempode mis audiencias y de mi trabajo en la Secretara. Esto resultauna exigencia propia del movimiento Peronista, cuya historia ycuya realizacin han sido cumplidas gracias al apoyo total delos trabajadores organizados de mi pas.

    Suelo orle decir al Presidente que los gobiernos y losEstados van pasando de la poca en que todo se decida enfuncin de organizaciones polticas a la poca en que todo sedecide en funcin de las organizaciones sociales.

    Y el gobierno Peronista, inspirado por su conductor,trata de adelantarse al tiempo y se apoya cada vez ms en lasorganizaciones sindicales.

    Yo pienso, inspirndome en ese concepto visionario de

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    Pern, que el pueblo est casi siempre ms representado hoypor sus organizaciones gremiales que por sus partidos polticos.

    Los partidos polticos caen frecuentemente en poder decrculos cerrados de dirigentes que se sostienen en sus cargosgracias a negociaciones y componendas no siempre claras. Estono ocurre en las organizaciones sindicales cuyos dirigentesdeben vivir en contacto con la masa que representan si noquieren desaparecer del escenario directivo.

    En mi experiencia de cuatro aos yo puedo decir, contoda franqueza, que los dirigentes gremiales conocen mejor larealidad popular que los dirigentes polticos.

    Y, en honor a la verdad, debo decir tambin que losdirigentes polticos superan a los gremiales solamente cuandosaben mantener contacto honrado con las organizacionessindicales. Y al hablar de contacto honrado me refiero al quemantienen aquellos dirigentes polticos que trabajan lealmentepor la causa de los trabajadores sin la oculta o manifiestaintencin de utilizarlos como un medio de sus ambicionespersonales.

    En la Secretara he aprendido todo cuanto s desindicalismo y de problemas de trabajo.

    All encontr todo en marcha; un estilo y una tcnicapara tratar y resolver los problemas gremiales: el estilo y latcnica del Coronel Pern. Yo no he hecho otra cosa que seguirsus huellas guiada por su ejemplo y muchas veces he recurridoa su consejo de maestro y conductor.

    As solamente me ha sido posible conseguir que laSecretara siga siendo la casa de los trabajadores argentinoscomo la concibi y la realiz el Coronel Pern en los primerosdas de su lucha.

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    XX

    UNA PRESENCIA SUPERIOR

    Desde el mirador de la Secretara se ve todo elpanorama sindical argentino. Yo, que lo he visto en 1944 y en1945 desde un rincn del mismo despacho que hay presido,cuando el Coronel Pern sola permitirme que le viese trabajar,yo solamente puedo decir tal vez cmo ha cambiado todo eneste sector de mi Patria.

    Hasta 1943 las reivindicaciones obreras en la Argentinatenan una doctrina y una tcnica que no se diferenciaban paranada de la doctrina y la tcnica de los dems pases del mundo.

    La doctrina y la tcnica eran pues internacionales, valedecir extranjeras en todas las Patrias y para todos los pueblos,porque cuando una cosa es internacional pierde incluso elderecho de tener Patria aun en su pas de origen.

    Los dirigentes de las reivindicaciones obreras argentinashaban sido formadas en aquella doctrina y les haba sidoenseada solamente aquella tcnica.

    No dir que fueron en general malos dirigentes, ni caeren el error de pensar siquiera que no representaronlegtimamente a sus compaeros. Por el contrario, creo quecumplieron honradamente lo mejor que pudieron con la masaque en ellos deposit su confianza. O su desesperacin!porque, frente al egosmo brutal de la oligarqua capitalista y

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    despiadada qu otra cosa que desesperacin poda tener lamasa obrera al elegir sus dirigentes? Por eso, muchas vecesprefiri elegir a quines proponan soluciones tericamente msradicales y extremas en vez de otorgar un mandato a quieneshubiesen podido exigir y alcanzar algn beneficio prctico einmediato, aunque fuese mnimo.

    As se explica que, elegidos por la desesperacin de unamasa obrera