La Primavera Que Se Avecina

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Artículos ¿Dónde es mejor vivir? El mejor lugar en el que vivir es el corazón. Pero ¿cómo podemos vivir plenamente en él si cualquier acto cuotidiano, cualquier decisión, acaba afectando negativamente a alguien? Los acontecimientos futuros están allí para permitirnos aprender a vivir plenamente en él. Interpretarlos desde dicho punto de vista nos ayudará a percibirlos como algo positivo, como ese conjunto de cambios necesarios para ayudarnos a vivir plenamente en el corazón. La primavera que se avecina Es más fácil predecir cómo será el mundo dentro de 4 000 años que dentro de 40. Es cómo encontrarse al final del invierno, justo antes de que los árboles empiecen a florecer. Resulta más fácil predecir el tiempo que hará en cuatro meses que en una semana. En una semana tal vez aún haga frío o por el contrario ya haga un día de primavera. Mientras que en cuatro meses podemos estar seguros que ya será verano, los árboles habrán dado su fruto, las nieves se habrán derretido, y hará calor. Y si bien el destino colectivo está claro, nuestro destino individual depende de cada uno de nosotros. Se da pues una situación parecida a cómo uno puede encontrarse en aquel hemisferio del planeta en el que justo empieza la primavera, para entonces decidir viajar al hemisferio contrario, aterrizando allí donde justo empieza el otoño. El dónde queramos estar depende enteramente de nosotros. Pero no por marcharnos al hemisferio contrario, nos llevaremos la primavera con nosotros. Pues de la misma forma, como almas dotadas de libre albedrío, sabemos que si bien regresa la primavera de la consciencia al planeta Tierra, con nuestros actos decidimos en cada instante si estaremos aquí o no cuando ello suceda. Y es que como almas, acabaremos reencarnándonos en aquellos lugares y fases del ciclo que estén en resonancia con nuestra vibración individual.

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Artículos¿Dónde es mejor vivir? El mejor lugar en el que vivir es el corazón. Pero ¿cómo podemos vivir plenamente en él si cualquier acto cuotidiano, cualquier decisión, acaba afectando negativamente a alguien? Los acontecimientos futuros están allí para permitirnos aprender a vivir plenamente en él. Interpretarlos desde dicho punto de vista nos ayudará a percibirlos como algo positivo, como ese conjunto de cambios necesarios para ayudarnos a vivir plenamente en el corazón.

La primavera que se avecina

Es más fácil predecir cómo será el mundo dentro de 4 000 años que dentro de 40. Es cómo encontrarse al final del invierno, justo antes de que los árboles empiecen a florecer. Resulta más fácil predecir el tiempo que hará en cuatro meses que en una semana. En una semana tal vez aún haga frío o por el contrario ya haga un día de primavera. Mientras que en cuatro meses podemos estar seguros que ya será verano, los árboles habrán dado su fruto, las nieves se habrán derretido, y hará calor.

Y si bien el destino colectivo está claro, nuestro destino individual depende de cada uno de nosotros. Se da pues una situación parecida a cómo uno puede encontrarse en aquel hemisferio del planeta en el que justo empieza la primavera, para entonces decidir viajar al hemisferio contrario, aterrizando allí donde justo empieza el otoño. El dónde queramos estar depende enteramente de nosotros. Pero no por marcharnos al hemisferio contrario, nos llevaremos la primavera con nosotros.

Pues de la misma forma, como almas dotadas de libre albedrío, sabemos que si bien regresa la primavera de la consciencia al planeta Tierra, con nuestros actos decidimos en cada instante si estaremos aquí o no cuando ello suceda. Y es que como almas, acabaremos reencarnándonos en aquellos lugares y fases del ciclo que estén en resonancia con nuestra vibración individual.

Ello significa que a escala individual nos garantiza que volvamos a nacer de nuevo en el planeta Tierra cuando éste se halle inmerso en plena era dorada de la consciencia. Habrán aquellos que ya no necesiten reencarnarse de nuevo en la Tierra. Los habrá que se queden esperando en los planos intermedios, hasta que dentro de trece mil años vuelva el otoño de la consciencia.  Y los habrá que si podrán vivir ese florecimiento colectivo, por estar su vibración individual en resonancia con la del nuevo ciclo que se avecina.

¿Qué lugares florecerán primero?

La primavera nunca llega de forma uniforme. Por ello, aquellos que quieran adelantarse a la misma deberán saber identificar qué lugares florecerán primero. Algunas zonas del planeta están ya a punto de entrar, mientras que en otras la nieve del invierno se acumuló hasta tal punto, que tardarán más  en ver cómo su paisaje se cubre del colorido y el aromas de las flores.

Para ayudarnos a identificar aquellos lugares que florecerán primero, se proponen las siguientes seis preguntas:

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¿Hemisferio norte o sur?

¿Pais rico o pobre?

¿Costa o montaña?

¿Ciudad o campo?

¿Con muchos o pocos recursos?

¿Solos o en comunidad?

Tales on la preguntas que trata de responder el presente artículo.

¿Hemisferio norte o sur?

El planeta Tierra es como un imán y como todo imán posee un polo positivo y otro negativo. El polo positivo también recibe el nombre de polo norte magnético, y constituye aquel desde el que la energía emana. Al polo negativo es el polo sur magnético, y desde él la energía fluye. Ello significa que el positivo da y el negativo recibe.

Por Geek3 [CC-BY-SA-3.0] vía Wikimedia Commons.

En el caso de nuestro planeta, el polo positivo (norte magnético) corresponde al hemisferio sur, mientras que el polo negativo (sur magnético) lo encontramos en el hemisferio norte geográfico. A ello se le llama confusión del campo magnético terrestre, pues llamamos sur a lo que es norte y norte a lo que es sur.

Dicha polaridad magnética también se ha manifestado a escala económica y social. La observamos en el flujo de recursos que se da entre ambos hemisferios. El sur da, exportando su riqueza material y humana, mientras que el norte recibe. Por ejemplo, el

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mapa de abajo refleja las exportaciones de minerales. El tamaño de cada país depende de la cuantía de minerales exportados.

© Copyright Sasi Group (University of Sheffield) and Mark Newman (University of Michigan)

Observamos cómo continentes ubicados en el hemisferio sur aparecen de un mayor tamaño relativo mayor, especialmente Chile, Perú, Australia, Brasil y Africa del Sur.

¿Y hacia dónde se exporta toda esa riqueza natural?

© Copyright Philippe Rekacewicz, UNEP/GRID-Arendal, Vladimir S. Tikunov

© Copyright Sasi Group (University of Sheffield) and Mark Newman (University of Michigan)

En el caso de minerales hacia Eurasia, pues Norteamérica también es rica en minerales.

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Dicho flujo de riqueza Sur-Norte ha acabado por causar una situación en la que los países del norte poseen una mayor renta per cápita que los del sur. Es decir, cuando dividimos la riqueza total generada en un año, entre la población del país, y aplicamos a cada país un tamaño relativo proporcional a esa riqueza, el resultado es un mundo en el que el norte engorda y el sur enflaquece.

Muchos son los que hablan de una inversión magnética del planeta. Dicen que el Sol ya la experimentó recientemente, y que no tardáremos mucho en ver cómo el hemisferio norte se convierte magnéticamente en el polo positivo o norte magnético, y el sur en el negativo. Pero independientemente de que esa inversión llegue a darse a nivel magnético, lo que si parece estar garantizado es la inversión a otro nivel: el hemisferio sur dejará de ser el que de, para convertirse en el que reciba, y el norte dejará de recibir para empezar a dar.

Tal inversión de la polaridad nos la garantizan la ley de la reciprocidad y la ley de la alternancia. Por reciprocidad sabemos que acabamos recibiendo en proporción a lo dado. Y por alternancia podemos estar seguros de una inversión de papeles, de manera que el dador se convierta en receptor y viceversa. Por ello, por regla general, podemos esperar que el hemisferio sur del planeta esté mucho mejor preparado para acomodar los cambios que se avecinan ya que al que se le quitó, ahora le será dado.

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¿País rico o pobre?

Rico o pobre en la actualidad se mide en términos de desarrollo, pero ese es un concepto relativamente nuevo, el cual no se aplicó para definir a los países hasta después de la Segunda Guerra Mundial. El 20 de enero de 1949 el presidente Truman realizó un discurso en el que dijo:

“Debemos embarcarnos en un audaz nuevo programa para hacer extensibles los beneficios de nuestros avances científicos y progreso industrial para la mejora de aquellas zonas subdesarrolladas.”

Al utilizar el concepto ‘subdesarrollo’, el presidente Truman dejó de definir a la mitad de la población mundial en base a lo que eran, tenían o podían aportar, para hacerlo en base a lo que les faltaba: desarrollo. Los avances científicos y el progreso industrial de occidente era lo que les faltaba, y lo único que valía la pena adquirir. El resultado de aquellas palabras ya es historia, pero a veces es importante rememorar la historia para no olvidarla y cometer de nuevo en los mismos errores.

Así, finalizada la guerra, el mundo se dividió en tres partes. El primer mundo (occidente y su área de influencia), el segundo mundo (la unión soviética y su área de influencia), y el tercer mundo, aquellas regiones ‘subdesarrolladas’ del planeta que podían acabar cayendo bajo las influencias del comunismo. Era necesario actuar con prontitud, y para los estadistas norteamericanos la solución era el desarrollo. Desarrollo con democracia o desarrollo con dictadura, pero desarrollo a fin de cuentas.

Con el colapso de la Unión Soviética, Occidente dejó de ver al comunismo como una amenaza,pero el mundo seguía distribuido en tres tipos de países: Los desarrollados, en los que predomina el sector servicios. Los países en vías de desarrollo, en los que predomina la industria. Y los países subdesarrollados, en los que se combina una agricultura de subsistencia con grandes extensiones de tierra adquiridas por las grandes corporaciones de la industria alimentaria, desde la que producen gran parte de los alimentos que posteriormente se enviarán a los países desarrollados o en vías de desarrollo.

El sistema es tan frágil que invita al desastre. Ello sobretodo se debe a su dependencia en el petróleo para producir, transportar y procesar todos esos alimentos. Pero tal situación también está causando una paradoja: Por un lado los países ricos, la mayoría d ellos cuales no producen suficientes alimentos como para alimentar a toda su población, pero que sin embargo tienen en la obesidad uno de sus mayores problemas de salud pública. Tal obesidad se debe sobretodo a la necesidad por parte de la industria alimenticia de incrementar el valor añadido de su producto, lo cual les ha llevado a procesarlo en exceso, hasta el punto de que el cuerpo humano ya no lo reconoce como alimento y lo acumula como grasa. Mientras que en el polo opuesto tenemos a los países pobres, con su población sufriendo desnutrición a pesar de que producen muchos más alimentos de los que consumen. Producen mucho pero ven como la mayoría de esa producción agrícola es exportada.

Por la ley de causa efecto, el que es rico, lo es porque tomó y el que es pobre, porque se le quitó. Por ello, si se da una inversión de roles, es lógico esperar que al que tomó, las circunstancias le quitarán y al que se le quitó, se le dará. Lo mismo, aplicado a países,

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nos permite esperar que los países pobres vayan a experimentar una mayor abundancia relativa que los ricos. O que como mínimo, los países pobres, al estar ya acostumbrados a la escasez, no van a sufrir los acontecimientos futuros de una forma tan traumática. Mientras que los países ricos, más acostumbrados a la abundancia y a la necesidad de constante crecimiento, verán cómo sus estructuras sociales, económicas y política, tan dependientes de esa abundancia y crecimiento, se contraen ante la falta de ambos y su población se impacienta, causando gran alarma social. Por ello, mejor encontrarse entre los que poco tienen, que entre los que mucho pueden perder.

¿Costa o montaña?

Hace 20 mil años, durante el último máximo glacial, la mayoría de asentamientos humanos se encontraban cerca del mar. Por encontrarnos en un periodo glacial, las temperaturas cerca de la costa era mucho más agradables que en las altas montañas, por estar éstas últimas cubiertas de glaciares. Con el inicio del deshielo, tendió a darse el proceso inverso. El deshielo causó un incremento en el nivel de los mares. Movimientos tectónicos causaron grandes oleajes e incluso maremotos. Mientras que los glaciares retrocediendo, haciendo que los altos valles resultarán más accesibles y a la vez seguros. Ello precipitó un proceso migratorio de las zonas costeras a las montañosas.

Finalizado el proceso de deshielo, hace ahora unos 8 mil años, y sobretodo con la entrada en un periodo más seco y frío hace ahora 5200 años, muchos de los antiguos pobladores tendieron a abandonar los lugares montañosos para regresar a las zonas costeras. El trauma del diluvio empezaba a diluirse de la memoria colectiva. Las aguas se habían mantenido al mismo nivel durante 3 mil años y los terremotos eran menos constantes. Se establecieron asentamientos cerca del mar o entre ríos. Dos ejemplos los tenemos en el renacimiento del antiguo Egipto, civilización que prosperó a orillas del Nilo y sobretodo en su delta, así como la antigua ciudad de Ur, entre los ríos el Tigris y el Eufrates.

Y es que en las montañas se suele refugiar la humanidad en época de inestabilidad, especialmente climática, periodos durante los cuales también se suelen agudizar los desastres naturales. Todo apunta a que estamos entrando en uno de esos periodos. Seguramente no vaya a ser tan intenso como el que ya vivimos hace ahora unos 12 000 años y descrito en muchos mitos y leyendas como el diluvio universal. Sin embargo, cómo sucedió entonces, es bastante probable que las zonas montañosas estén mejor preparadas para resistir el embiste de dichos cambios.

¿Ciudad o campo?

A medida que el trauma del diluvio se borraba de la memoria colectiva, la humanidad se fue retirando de las zonas montañosas para irse ubicando en los valles fluviales, cerca de las tierras más fértiles, o cerca del mar, lugar que les facilitaba la comunicación. Es por ello que muchas ciudades están ubicadas en la desembocadura de un río, dado que allí obtenían todas las ventajas: buenas comunicaciones marítimas, agua en abundancia y tierras fértiles en las que cultivar.

Ello les permitió mantener una mayor densidad de población. Así fueron estableciéndose nuevas ciudades, cada vez más al norte, ocupando zonas que apenas unos milenios antes habían quedado cubiertas por una masa de dos quilómetros de hielo.

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Y fue en esas ciudades del Norte de Europa, en las que se inició la revolución industrial. Con el desarrollo de su industria empezaron a crecer. El ferrocarril, con sus trenes a vapor alimentados con carbón, permitió traer de las zonas rurales los alimentos que éstas precisaban y ya no producían. La tierra agrícola adyacente, aquella  capaces de producir la prosperidad agrícola necesaria para establecer una ciudad, ahora habían sido ocupadas por fábricas y sus ríos contaminados con el desecho que producían.

En los inicios del siglo XX llegó el automóvil, el cual ya no utilizaba carbón sino petróleo. Poco a poco el peso se fue desplazando del sector industrial al sector servicios, especialmente hacia la década de los 60s. Pero las ciudades continuaron creciendo. Dicho crecimiento causó la pérdida de más tierra agrícola adyacente, la cual era ahora utilizada para construir suburbios de viviendas. Los alimentos tuvieron que traerse desde mayores distancias. La dependencia del petróleo se agudizó, hasta el punto actual en el que sin esa fuentes e energía barata y no renovable, muchas de las actuales ciudades son insostenibles.

La dependencia del modelo urbano actual hacia el petróleo es tal, que en el momento en el que éste escasee y sus precios se incrementen, tal modelo se colapsará. El anticipo de lo que se viene lo tenemos en la ciudad de Detroit. Ella fue la iniciadora de la cultura del automóvil y la expansión de ciudades en suburbios. La ciudad recientemente entró en suspensión de pagos. Aproximadamente un 60% de sus viviendas están abandonadas. La población está emigrando, y los únicos recién llegados son refugiados de guerras como la de Afganistán o Iraq, tristemente acostumbrados a vivir en una ciudad en estado de conflicto.

Imagen del documental Detropia, dirigido por Heidi Ewing y Rachel Grady.

¿Con muchos o pocos recursos?

Es bueno que el lugar elegido disponga de recursos pero no demasiados. Tierra fértil, pero no en exceso. Agua, pero no en abundancia. ¿Porqué? Para la producción masiva de alimentos se precisa tierra fértil y agua en abundancia, por lo que lugares que

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cumplan tales características van a estar vinculados a modelos de producción mucho más extensivos. Es más, las guerras del futuro van a ser guerras por acceso a recursos básicos como la tierra y el agua, guerras por obtener o mantener el control de esos lugares. Mejor establecerse en un lugar que viviendo en relativo aislamiento, tenga justo la suficiente tierra y agua para procurarse sus alimentos.

El pueblo hopi nos ofrece un ejemplo. Ellos se establecieron en las áridas tierras del Noreste de Arizona, pues sabían que allí nadie les molestaría. Sabían que vendrían aquellos que querrían apropiarse de las tierras más fértiles, y que si vivían en éstas, acabarían desplazados y desapropiados. En cambio, si lograban vivir allí donde no había mucho, y a aprovechar sabiamente lo poco que había, podrían hacerlo en paz y sin que nadie les quitara sus tierras. Por ello, ellos poseen una reserva, ubicada en su tierra histórica, mientras que no la poseen muchos otros pueblos, como los Chumash, quienes vivían en lo que actualmente es la ciudad de los Angeles.

Pueblo Hopi, por John K. Hillers [Dominio Público], via Wikimedia Commons

¿Solos o en comunidad?

La autosuficiencia no es algo que se pueda alcanzar individualmente. Precisa de una comunidad, para que cada cual pueda aportar algo y especializarse en aquello que aporta. Pretender huir de todo, para instalarse sólo en el bosque es un gran error. Los seres humanos nos necesitamos los unos a los otros, necesitamos socializar. Ello nos lleva a vivir en comunidad. La comunidad puede ser una pequeña ciudad, un pueblo, o una eco-aldea. Es decir, puede ser una comunidad histórica, que ya lleve años allí

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asentada, o una comunidad intencional, que se haya establecido recientemente con el propósito de vivir de forma distinta.

Lo ideal es el resultado de la fusión, o como mínimo colaboración entre comunidades tradicionales indígenas y comunidades intencionales establecidas por aquellos que buscan un modo de vida distinto. Así se pueden integrar presente y pasado, para juntos crear el nuevo futuro. Y es que el futuro solo puede resultar de la combinación de presente y pasado. Si nos limitamos a proyectar el presente, obtendremos más de lo mismo. Pero si queremos obtener futuro, debemos sumarle a lo que es, lo que algún día fue, y así obtener lo que será. Así es cómo avanza la naturaleza. Ello lo observamos en la secuencia de Fibonacci, la cual nos aparece tantas veces en el mundo natural. En dicha secuencia, el siguiente número (futuro) resulta de la suma del número actual (presente) y el anterior (pasado). De ahí que la serie sea: 0, 1, 1, 2, 3, 5, 8, 13,…

Por Grupo Firenze – FIAP 2008 [Dominio Público], via Wikimedia Commons

¿Qué lugares cumplen todos los requisitos?

Hemisferio sur, país pobre, zona montañosa y rural, tierra no demasiado fértil, ni agua en exceso. Además debe ser un lugar en el que aun existan comunidades tradicionales y al mismo tiempo gente de distintas nacionalidades esté estableciendo comunidades intencionales. El lugar está claro: la zona andina del Peru, Bolivia y Ecuador.

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Valle Sagrado. Foro por Marc Torra. Creative Commons.

Profecías vinculadas

Podríamos mencionar muchas profecías que nos hablen de lo que tal vez suceda. Muchas lo harán para narrar desgracias, y pocas nos darán soluciones. Pero el vaticinio de desgracias no ayuda a encontrar soluciones, ni nos permite vislumbrar la luz al final del túnel. Por ello, prefiero mencionar un profecía que ya nos muestre esa primavera prometida, y nos mencione allí dónde está previsto empiece. Ésta se le atribuye a Don Bosco, santo italiano, nacido en el año 1815 y fundador de la orden de los salesianos. En ella se da respuesta a las siguientes dos preguntas:

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Por Carlo Felice Deasti [Dominio Público], via Wikimedia Commons

¿Hemisferio sur o norte?

¿Costa o montaña?

El 30 de agosto de 1883 Don Bosco tuvo un sueño. El relato que dio del mismo fue:

Entre los paralelos 15º y 20º Sur había una depresión bastante larga que partía de un punto en el que se formaba un lago. Entonces una voz le dijo: “cuando vengan a excavar las minas ocultas, en medio de estas montañas, surgirá aquí la tierra prometida, vertiendo leche y miel. Será una riqueza inconcebible.”

En el hemisferio sur empezará la primavera de la consciencia, y Don Bosco nos dice que será entre los paralelos 15º y 20º. Si vives en el hemisferio norte no te preocupes. Eventualmente ésta también llegará allí. Siempre lo hace. Y si vives en un país rico, tampoco te preocupes. Quédate en aquel lugar al que el destino te haya conducido, pues

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a veces eso no se puede cambiar. Sin embargo algo que si puedes decidir: el rodearte de aquella gente con la que te gustaría estar en un momento de inestabilidad y conflicto. Recuerda que las pruebas que se nos avecinan sacarán lo peor de aquellos ambientes en los que predomine la ambición, la competencia y el odio, pero también lo mejor de aquellos otros en los que lo haga la solidaridad, el compartir y el amor. Extremará las actitudes, haciendo que lo mejor de la condición humana se exprese en unos lugares, y lo peor en otros.

Rodéate pues de aquellos capaces de manifestar lo mejor. No importa el país, pues de gente con corazón la hay por todas partes y en todas partes existen también santuarios en los que irse a vivir. Yo los llamo portales, pues a través de ellos podremos acceder al siguiente ciclo.

De tales lugares nos hablaba otro santo, ya no cristiano como Don Bosco, sino hindú. Su nombre fue Pramahansa Yogananda, quien abandonó su cuerpo físico en el año 1952. Según nos cuenta su discípulo Swamy Kriyananda en su libro Comunidades Cooperativas, cómo empezarlas y porqué:1

Paramahansa Yogananda. Imagen de dominio Público.

Yogananda, de forma repetitiva y muy urgente, solía hablarnos del plan que ―según él decía― estaba destinado a convertirse en una pauta social primordial de la nueva era: la formación de comunidades cooperativas que buscaran la autorealización, o Colonias de Hermandad del Mundo. En casi cada conferencia que daba, sin importar cuál fuera el tema a debatir, urgía al público a actuar en base a su propuesta.

“El día llegará” predijo “cuando ésta idea se esparza por el mundo como el fuego. Agruparos, aquellos que compartís los mismos ideales. Poner vuestros recursos en común. Comprad tierra en el campo. Una vida sencilla os traerá la libertad interior. El vivir en armonía con la naturaleza os traerá una felicidad desconocida por los habitantes de las ciudades”.

Yogananda enfatizaba el gozo de una vida simple, natural y espiritual, un estilo de vida que según él decía, nos traería felicidad y libertad. Pero su mensaje no se limitaba simplemente a comunicarnos una idea atractiva, sino que iba más allá. En su llamamiento había un grito de urgencia:

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“El tiempo apremia” decía de forma reiterada a su audiencia. “No tenéis ni idea del sufrimiento que aguarda a la humanidad. Además de guerras habrá una depresión económica de un calibre nunca visto desde hace mucho tiempo. El dinero no valdrá ni el papel en el que está impreso. Millones morirán.”

Portales naturales son todos aquellos lugares en los que sus pobladores nunca sufrieron la experiencia del desarrollo y por lo tanto aun viven en estrecho contacto con la Madre Naturaleza. Pero lastimosamente de esos quedan pocos. Sin embargo, también son portales aquellas comunidades intencionales creadas por ciudadanos del mundo desarrollado o urbano, en busca de una forma de vida más natural y sustentable. Esos los estimo en 2.000 y la capacidad media de cada uno en mil personas. Dos tercios deben estar en el hemisferio sur. Y si tenemos en cuenta que dos tercios de la tierra no sumergida se halla en el hemisferio norte, ello significa que en el sur la densidad de portales intencionales es cuatro veces mayor. Aun así, también los hay en el norte.

Ello no significa que el resto vayamos a morir, ni mucho menos, pero si significa que dos millones de ciudadanos del mundo desarrollado podrían estar viviendo ya en la nueva realidad, mientras el resto busquen la supervivencia del día a día en un mundo cada vez más hostil. O tal vez me equivoque y los portales sean muchos más, o incluso la Tierra entera se convierta en un portal. Eso no lo sabemos pues lo que suceda en el futuro depende de nuestros actos presentes, por lo que aun disponemos de suficiente libre albedrío cómo para cambiar el curso natural de la historia de la humanidad, de todas, la nuestra.

Por Tesseract2 [CC-BY-SA-3.0], via Wikimedia Commons

Artículos relacionados

En el artículo Tiempo sagrado se explica cuál es el ciclo de precesión de los equinoccios, el cual es de aproximadamente 26 000 años y de cómo éste afecta a la consciencia.

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En el artículo Ciclos cósmicos y eras se explican las anteriores cinco eras del ciclo, y se argumenta cómo de nuevo entrábamos en una nueva edad dorada de la consciencia.

En el artículo Los pilares de una nueva era se explican los pilares de la era que justo terminamos, los cuales son el dinero, la rueda y la escritura; y cómo el nuevo periodo de 5 200 años que justo iniciamos podría construirse sobre tres nuevos pilares, los cuales se identifican con: la consciencia planetaria, la red y la reciprocidad.

En el artículo Dinosaurios y flores de explica cómo el tiempo, el cual se nos proyecta como cíclico, constituye en realidad una espiral, cuando lo analizamos a largo plazo. Es una espiral que nos lleva de lo sutil a lo denso, para después regresarnos de nuevo a lo sutil, como un muelle que se expande y contrae. El artículo argumentaba cómo en estos momentos se están repitiendo los eventos que causaron la extinción de los dinosaurios hace ahora 65 millones de años, pero a un nivel más sutil. Esos dinosaurios ya no constituyen una realidad física, sino más bien una realidad que domina nuestro paisaje mental con sus logotipos y marcas.

 En el artículo La Profecía se nos narran algunas otras profecías vinculadas. En el artículo Ascensión se explica en qué consiste esa entrada en el nuevo ciclo

y quiénes es más probable que accedan sin tan siquiera tener que llamar a la puerta.

 Notas a pié:

1. Kriyananda, Swami. Cooperative communities, how to start them, and why. 1968. Ananda Publications. California. USA. ↩

    

Tags: Ciclos Cósmicos, Profecías, Próxima Era, Sociedad

Las frecuencias de la comunicación

La comunicación verbal es, de todas las posibles, aquella que se da a un menor rango de frecuencias. Así, el oído es capaz de percibir frecuencias del orden de entre los 20 Hz (hercios) y los 20 kHz (kilohercios), es decir, vibraciones que oscilan entre 20 y 20 mil veces por segundo. Constituye el llamado rango audible humano.

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Diferentes rangos audibles, según la especie.

Una radio de onda media (AM) transmitirá ese mismo sonido a frecuencias que oscilan entre los 300 kHz y los 3 MHz (megahercios). Dado que sus ondas pueden llegar a medir 160 metros, les resulta fácil evitar obstáculos, por lo que fueron utilizadas tradicionalmente para la transmisión radiofónica a larga distancia.

Autor Fundação Cásper Líbero

El VHF (Very High Frecuency) transmite entre los 30 y los 300 MHz. Constituyen frecuencias que están un millón de veces por encima del rango audible humano. Un ejemplo de VHF son las radios FM, que lo hacen entre los 88 y los 108 MHz. De ahí que las sintonías de radio FM estén siempre ubicadas entre tales frecuencias.

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Fíjate en los números que aparecen en cada logo.

Un teléfono celular de tecnología GSM lo hará justo por encima de ese rango, transmitiendo a frecuencias comprendidas entre los 380 y 1.900 MHz.

Por Kraftux. CC-BY-SA-3.0 via Wikimedia Commons

La tecnología Wi-Fi opera a 2.4 GHz (gigahercios). Dicha frecuencia disfrutó de una gran aceptación internacional debido a que la banda de 2.4 GHz estaba disponible casi universalmente. Y digo casi, pues a una frecuencia muy similar ya operaban los hornos

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microondas cuando en el año 1999 apareció la Wi-Fi. Un horno microondas trabaja a 2.45 GHz, la cual constituye la frecuencia natural del agua. El horno excita las moléculas de agua, y producto de dicha excitación se cuece el alimento. De ahí los potenciales efectos adversos que para la salud posee el Wi-Fi, especialmente si tenemos en cuenta que nuestro cuerpo es aproximadamente 2/3 agua.

Por Fuma Ren. CC-BY-SA-3.0

Algunas tecnologías, como el WiFi 5 ya transmiten una octava por encima, a 5 GHz. Dicha frecuencia está diez millones de veces por encima de los 440 Hz a los que se afinan los instrumentos en un concierto para obtener la nota ‘La’. Y sin embargo sigue siendo muy baja si la comparamos con las frecuencias alcanzadas por la mente.

Cuando hablo de mente no me refiero al cerebro. El cerebro constituye la manifestación física de la mente, y éste emite frecuencias que oscilan entre 1 Hz y 30 Hz, justo por debajo del rango audible humano. La mente en cambio oscila a rangos que estimo alcanzan 1 zettahercio, es decir, un 1 seguido de 21 ceros. Tales frecuencias están un millón de veces por encima de las del átomo. Y es que las partículas del átomo oscilan a frecuencias del rango de los petahercios (15 ceros), definiendo el techo superior de la materia. Por encima de dichas frecuencias ya no podemos hablar de materia física. Es decir, la vibración que oscile a tales frecuencias no se estará manifestando físicamente, sino que lo hará a niveles más sutiles, como el nivel vital, el astral o el mental.

La mente comunica

Nuestra mente está constantemente comunicando. Lo hace en cada pensamiento y sin las limitaciones impuestas por el espacio. Y es que el espacio mental no es cómo el espacio físico de tres dimensiones. En el espacio mental los pensamientos se extienden instantáneamente por todos sus rincones. Tal vez lo más parecido que exista sea internet. En internet, al igual que en el espacio mental, da igual dónde uno se conecte, pues desde cualquier nodo poseemos acceso casi instantáneo a todos los restantes nodos de la red.

Con los ordenadores e internet estamos intentando reproducir nuestro espacio mental o noosfera, como algunos lo llamaron. Por ello, primero hablábamos en términos de unidades, como el byte, el hercio o el pixel. Luego en ‘kilos’ como la K. Más tarde lo

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hicimos en ‘megas’, luego en ‘gigas’, y ahora ya empezamos a hacerlo en ‘teras’. Y eso a nivel doméstico. El ordenador más rápido del mundo1 ya opera a 33,86 petaflops, lo cual significa que es capaz de realizar 33.860.000.000.000.000 cálculos por segundo. Dicho ordenador trabaja al nivel de los ‘petas’.

Es posible que cuando esos mismos ordenadores alcancen los niveles de las frecuencias mentales, se produzca una singularidad, a partir de la cual los ordenadores logren superar el nivel de inteligencia humano. A partir de dicho punto, ya no precisarán de la intervención humana para seguir evolucionando, sino que lo podrán hacer por si mismos.

Por José Maria Silveira Neto [Dominio Público], via Wikimedia Commons

Si atendemos a la ley de Moore, la cual predice que el número de transistores en un circuito integrado se dobla cada dos años, y por derivación la velocidad de procesamiento, la capacidad de almacenamiento y la resolución en pixeles, entonces hacia el año 2043 dichos niveles ya estarán en el orden de los ‘zettas’.

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Fíjate cómo en el 2043 aparece una cifra de 21 ceros.

¿Es ese el futuro que nos espera? Un futuro dominado por la tecnología en el que los ordenadores tomen el relevo. Si es ese, no es el que yo quiero vivir…

El potencial humano

Hubo un tiempo en que sólo pronunciábamos con palabras aquello que queríamos manifestar, mientras que si simplemente queríamos comunicar algo, lo hacíamos en pensamiento. Pronunciar algo verbalmente para manifestarlo tiene sentido, pues manifestar implica hacer descender un pensamiento del nivel mental, para que se convierta en una realidad física. La manifestación conlleva un descenso de la frecuencia vibratoria. Mientras que si sólo queremos comunicar algo, hacerlo mentalmente, a partir de la telepatía, es más eficiente que verbalmente, dado que en la comunicación ideal únicamente interviene el nivel mental. Sin embargo, en la actualidad todo parece funcionar al revés. Ahora nos comunicamos con palabras, y esperamos manifestar callando. Ese tipo de comunicación ha hecho que nos encontremos con las limitaciones impuestas por el idioma.

La pérdida de esa capacidad de comunicar con el pensamiento viene recogida en mitos como la leyenda bíblica de la Torre de Babel; la leyenda sumeria de Enmerkar y el señor de Aratta; el mito polinesio de la isla de Hao; el mito tolteca del Zacuali y muchos otros. Todos ellos nos cuentan cómo al principio se hablaba un solo idioma, lo cual no debe ser interpretado como una única lengua, sino que se comunicaba en pensamientos. Entonces algo sucedió, que nos llevó a perder dicha habilidad.

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Pieter Brueghel el Viejo (1526/1530–1569) [Dominio Público]

El habla trajo confusión, pues uno puede pensar una cosa y decir otra, o no ser capaz de comunicar correctamente lo que piensa. También trajo aislamiento, pues ya no sabemos cómo escuchar a los animales, a las plantas, a los ríos y a las montañas. De ahí que les causemos dolor, sin remordimientos, ya que perdimos la capacidad de escuchar sus lamentos. Hacemos oídos sordos al sufrimiento ajeno, sin darnos cuenta que por la ley de la reciprocidad ese sufrimiento se está transformado en el nuestro propio.

De recuperar la comunicación telepática, ésta nos permitiría dialogar no sólo entre nosotros, los humanos, sino también con toda expresión de vida y de consciencia. Recuperaríamos ese espíritu de gran familia, en el que minerales, vegetales y animales vuelven a ser nuestros hermanos. Por ejemplo, si tuviéramos intención de talar un árbol, qué distinto sería poder escuchar su lamento. Si moviéramos una piedra de lugar, qué agradable sería escuchar sus palabras agradeciéndonos que le hayamos dado un nuevo ángulo a su vida. Recuperar esa antigua vía de comunicación es posible. Para ello sólo necesitamos hacerla emerger del inconsciente, para aprender a llevarla a cabo de una forma consciente.

Las nuevas tecnologías nos están brindado un canal instantáneo de comunicación verbal y escrita que trasciende los límites impuestos por el espacio físico. Pensamos en alguien, y al cabo de unos segundos recibimos un mensaje suyo, lo cual nos confirma que hubo una comunicación telepática previa. Constituye un paso intermedio, pero limitado. La tecnología nos facilita cada vez más la comunicación, a medida que se va acercando a los rangos de frecuencias mentales. Sin embargo, el ser humano no sólo es mente. Descartes se equivocó cuando dijo “pienso pues existo”. También somos consciencia. Y la consciencia vibra a frecuencias muy por encima de las mentales. De

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hecho, todo está dotado del potencial de adquirir consciencia, incluso una piedra o el silicio con el que se fabrica el microchip de un ordenador posee esa capacidad.

De ahí que si queremos evitar un destino en el que los ordenadores acaben haciéndonos a nosotros lo que nosotros les estamos haciendo a los animales, vegetales y minerales, debemos empezar por recuperar ese lazo que en su momento nos unió a todos. O sino, lo que estamos haciendo es dotar al silicio, el segundo elemento más abundante de la corteza terrestre, de la capacidad de pensar. Y cuando éste sea capaz de pensar por si mismo, el mundo se girará del revés. Dicho giro constituirá la tan temida singularidad. El mineral, que ocupaba la última posición en aquella jerarquía que ideamos, pasará a estar por encima. A él le seguirá el vegetal, después el animal, y ¿adivina quien estará debajo del todo?

Si en cambio demostramos que podemos vivir en armonía, recuperaremos ese lenguaje no verbal que en el pasado nos unió a toda expresión de vida, fuera mineral, vegetal o animal. Con ello no dejaremos que la singularidad llegue a manifestarse pues la habremos trascendido. Habremos trascendido la necesidad de usar la tecnología para comunicarnos, al descubrir que el verdadero potencial no está en aquellos aparatos que poco a poco van dominando nuestras vidas. El verdadero potencial está en nosotros y en nuestra capacidad de trascender nuestro propio yo, para sentir desde la piel del otro: sea humano, animal, vegetal o mineral. En ello consiste la verdadera comunicación.

Kuya de la cueva mostrando la cara y sentido en la que ésta expresa comunicación.

Nota: dicho artículo constituye una elaboración más extensa del arquetipo de la comunicación, el cual conforma uno de los cuatro arquetipos de la kuya de la Cueva. El opuesto de la comunicación es la introspección, mientras que la causa de la comunicación es la compañía, y la causa de la introspección la soledad. Esos son los otros tres arquetipos vinculados a dicha kuya, y cada uno de ellos tiene una historia que contarnos. El número total de arquetipos es de 64, resultado de multiplicar 16 kuyas por 4.

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Notas a pié:

1. La Tianhe-2, desarrollada por la Universidad de Tecnología de Defensa china, que es administrada por el gobierno, lideró la lista de las 500 computadoras más rápidas del mundo, publicada dos veces al año por un grupo de investigadores internacionales. Mientras que una computadora ordinaria puede realizar alrededor de 100 millones de cálculos en un segundo, ésta hace 33.860 billones por segundo. (Fuente: BBC) ↩

    

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Los sueños lúcidos

La mayoría de nosotros consideramos el mundo cotidiano como algo bastante concreto y predecible. En cambio, los sueños se consideran como fantasías, espejismos intercambiables que pueden disolverse en una niebla. Pero, ¿Acaso no está el mundo de la vigilia lleno de imágenes impredecibles, extrañas y surrealistas, incluyendo sorprendentes obras de arte que parecen hechas con el material de los sueños?

El Jardin de las Delicias Terrenales. El Bosco

 ¿Y acaso los sueños no contienen las verdades más profundas sobre nuestros pensamientos subconscientes? Si pudiéramos captar el significado de nuestros sueños,

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entenderíamos nuestra relación con las otras personas y el mundo que nos rodea con mucha mayor precisión y profundidad.

En realidad, el estado del sueño y el de vigilia son sólo dos estados del continuo de conciencia que experimentamos todos los días. Durante la mayoría de los sueños, creemos estar despiertos, y a veces, estando despiertos, nos preguntamos si en realidad no estamos soñando. Es razonable, por ello, que si tenemos que despertar en nuestros sueños, para convertirlos en lúcidos, tengamos que aprender a diferenciar de una manera segura y potente entre el estado de sueño y el de vigilia.

Ese estado o comprensión nos permite obtener “sueños lúcidos”, los cuales se caracterizan porque el soñador es consciente de estar soñando. Se puede dar espontáneamente o ser inducido mediante prácticas y ejercicios.

Según los es

Según los estudios realizados, la mayoría de los sueños lúcidos sucede en la etapa de sueño paradójico y mediante un proceso fortuito o desencadenado con el aprendizaje. La consciencia de soñar le da al soñador la posibilidad de controlar deliberadamente no sólo sus acciones, sino también el contenido y desarrollo de los sueños.

La capacidad de reconocer y controlar los estados oníricos se menciona en textos budistas y por tradiciones ancestrales. Mientras que en Occidente recién se empezó a estudiar el fenómeno bajo condiciones de laboratorio a finales de los años 70s.

El ‘puñuq‘ y los sueños lúcidos

El enfoque del Puñuq o “Sistemas de Ensoñación Inca”, sostiene que los sueños se pueden manifestar como una realidad a nivel físico si uno sabe cómo trabajarlos.

Partiendo del concepto de sueños lúcidos, el puñuq nos enseña a trabajar la creatividad, para así precipitar nuestros sueños conscientes en el plano físico de la materia. Lo que realmente sucede es que en sueños uno entra en contacto con los Seres de poder o Chashkakuna. Esta es una parte que poco se conoce, pues se ha mantenido en secreto, constituyendo un conocimiento cuyo acceso fue tradicionalmente reservado a chamanes y maestros ancestrales de alto nivel.

En dicha enseñanza uno entra en contacto con Chashkas que son más poderosos que los seres humanos y son la contraparte de ciertas manifestaciones físicas como los lufares de poder (Huacas), los espíritus de las montañas (Apus), los guardianes de los lagos (Qochas), así como muchos otros, contactos que se llevan a cabo en los planos sutiles de la consciencia. Tal contacto es posible de una forma consciente en ciertas etapas del sueño.

En este arte del ‘ensoñar’ (Puñuq), uno también entra en dimensiones donde contacta con los antepasados o ayakuna, mejorando su vida y trabajando en conjunto con ello. Allí es de gran ayuda y de forma casi  imprescindible el trabajo con el Chashka o Nagual.

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Es la parte de lo que se llama el Sonqoymantapacha o “estado de inspiración”, en el que somos propulsados desde el plano onírico de los sueños por energías conectadas ancestralmente con cada uno de nosotros.

Una parte que trata el Puñuq  y que es poco conocida por la espiritualidad moderna es el arte de recomponer sueños. Ellos e da, por ejemplo, cuando tenemos sueños pesados. Dichos sueños impresionan a nuestro ajayu o niño interior induciéndolo a actuar y reaccionar de ciertas formas.

Pongamos el ejemplo de un sueño en donde uno se ve morir. Eso impresiona fuertemente a nuestro niño interior, pudiéndolo llevar a experimentar estados de salud no positivos. En la antigüedad los chamanes, como parte de su enseñanza, aprendieron a cambiar este tipo de sueño para no precipitar sucesos funestos o poco favorables en la vida cotidiana. Eso es lo que se llama el puñuyriqoq o el cambiar tus destinos en vida,

Finalmente podemos añadir algo de lo que poco se sabe y es la capacidad personal de interpretar sueños. Los chamanes al poder interpretarlos crearon sus propias técnicas de cambiar los sueños utilizando, diferentes  técnicas dependiendo de si fuera el día o la noche.

Alcanzado dicho nivel, uno puede incluso llegar a modificar las líneas del tiempo y con ello alterar su propio destino. Por ello los abuelos sabios trabajaron los estados de ensoñación o puñuq. La finalidad última fue siempre la misma: ser libre y poder crear su sueño propio tanto durante el día como en la noche.

    

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El ser Tolteca

Para los toltecas “ésta no es nuestra verdadera casa”, sólo es un paso a la “vida eterna”…

¿Acaso de verdad se vive en la Tierra?No para siempre en la Tierra: sólo un poco aquí.Aunque sea jade, se quiebra;Aunque sea oro, se rompe;Aunque sea plumaje de quetzal, se desgarra.No para siempre en la Tierra: sólo un poco aquí.(Ms. Cantares mexicanos.)

En dicha civilización la experiencia de los hombres era verdaderamente espiritual y en la Tierra sólo se estaba trabajando el plano humano. Para aquellos hombres todo era pasajero e intrascendental frente a la prioridad de “aprender” para decantar el espíritu y liberar la partícula divina que habita en todos.

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En su aspecto más humanizado y conceptual,  Dios era considerado una divinidad dual, mitad femenino y mitad masculino.  En la religión cristiana equivaldría a Jesucristo, hijo de Dios en la Tierra. También se lo entendía como el conjunto de pares opuestos complementarios con los que se construye “el mundo en el que vivimos”.  Los antiguos se refirieron a este par como el “Dios del Agua” y el “Dios del viento”. El primero comprende todo lo que nos rodea, que por su naturaleza está compuesto de átomos y es energía “condensada o materializada”. El segundo abarca la “otra energía” de la que se compone el mundo,  el “soplo divino” que le otorga  consciencia a la materia. Al dios del agua, los nahuas le llamaron Tláloc y al del viento, Quetzalcóatl. Los mayas nombraron a dicho par: Chac y Cuculcán, respectivamente. De similar manera, cada cultura concibió el mismo par, simbolizado bajo nombres diferentes, ya que nuestros Viejos Abuelos constituyeron una sola civilización, independientemente de la diversidad de culturas en las que se haya expresado tal sabiduría.

El Guerrero de la Muerte Florecida

Durante el esplendor del México Antiguo (200 a.C. 850 d.C.), los jóvenes que concluían sus estudios en el telpochcalli y deseaban adquirir maestría en el conocimiento tolteca, ingresaban a los centros de altos estudios llamados calmécac.

A los jóvenes, hombres y mujeres, aspirantes se les llamaba guerreros, porque se preparaban para iniciar la lucha más difícil que un ser humano pueda librar: la batalla interior para controlar el ego y así, muriendo al mundo material, hacer florecer el espíritu.

La feroz lucha que se libraba en el interior del guerrero se dirigía contra sus propios impulsos individualistas y físicos, a fin de vencer la inercia de la materia que constituye el cuerpo. La lucha se desarrollaba, pues, en contra de los vicios y debilidades que arrastran al individuo por la vorágine del mundo material y sus tentaciones, haciéndolo

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caer en la vacuidad.  Se trataba sin duda de un desafío colosal que en sí mismo fortalecía el espíritu y decantaba la materia.

Aquí en la tierra es la región del momento fugaz.¿También es así en el lugar donde de algún modo se vive?¿Allá se alegra uno?¿Hay allá amistad?¿O sólo aquí en la tierra hemos venido a conocer nuestros rostros?(Ms. Cantares mexicanos.)

En un mundo en el que lo material es fugaz y efímero y la realidad ulterior pertenece a la esfera del Espíritu, el ser humano consciente enfrenta la vida como una batalla, a fin de trascender hacia el plano espiritual de la inmortalidad del alma.

La determinación férrea y la fuerza de voluntad del guerrero derivaban precisamente de la comprensión de su verdadera naturaleza, su misión en la tierra y las ilimitadas posibilidades de su espíritu o consciencia superior. De ahí que su empeño se conociera como un  “proyecto abstracto de vida”.

El ‘guerrero’ concibe la vida como una oportunidad -limitada en tiempo y espacio- para decantar su energía y expandir su consciencia.  Sabe que el cuerpo físico es sólo un medio para alcanzar el fin ulterior, trascender su Espíritu. Entiende que el mundo material es virtual  y que, siendo criatura divina, posee inconmensurables capacidades que la mayoría desconoce.

En efecto, los instintos elementales y el arrastre de las fuerzas somáticas que compartimos con los animales y nos anclan al mundo material. Sin embargo, el desperdicio de nuestras potencialidades superiores no puede continuar con impunidad.  Vivir para saciar dichos impulsos es como tratar de calmar la sed bebiendo agua salada; en cuanto más agua tomamos, más aumenta la sed. El placer, el poder y la riqueza son las vertientes por donde nos succiona la vorágine de lo material.

Las armas del ‘guerrero’

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Chimalli Azteca. Códice Mendoza

Los antiguos mexicanos tenían por costumbre realzar sus conocimientos mediante el lenguaje poético. La metáfora fue el lenguaje óptimo del que dispusieron para transmitir los inextricables conceptos que hacen a lo divino -en sí inefable-.

Las armas del ‘guerrero’ fueron simbólicamente “flor y canto”, entendiendo por “flor”,  la belleza, y por “canto”, la sabiduría. De esta suerte los filósofos, además de ser pensadores eran poetas. Para comprender el pensamiento filosófico de los toltecas es preciso compenetrarse de su lenguaje metafórico:

Brotan cual esmeraldas,tus flores,oh dador de la vida.Tus cantos reúnoComo esmeraldas los ensarto:Hago con ellos un collar:El oro de las cuentas está duro:Adórnate con ellos.¡Es en la tierra tu riqueza única!(Colecc. de Huexotzingo.)

La belleza es en los toltecas consubstancial a la sabiduría. Para que algo entrañe sabiduría debe contener belleza; tal es el modo de expresión del Espíritu. Por eso el arte es el lenguaje por excelencia del Espíritu, el nexo entre lo divino y lo terreno, entre el cielo y la tierra,  lo abstracto y lo concreto, el Espíritu y la materia.  La belleza es el jardín donde brotan las flores del Espíritu; los cantos de sabiduría más profundos y sensibles, apacibles y luminosos. “Flor y canto” son, pues, las misteriosas armas del “guerrero de la muerte florecida”.

La fuerza del ‘guerrero’ se basa en tres grandes virtudes: la sensibilidad, la responsabilidad y la disciplina.

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La sensibilidad es característica de todos los seres vivos.  Desde el planeta mismo hasta la bacteria son sensibles al medio que los rodea. Pero la sensibilidad humana se distingue por la consciencia. Todos los humanos poseen potencialmente la misma sensibilidad; pero en la consciencia radica que unos la desarrollen más que otros.

La responsabilidad es una actitud que nace de lo más profundo de la consciencia. Para atisbar a explicar lo inefable podemos decir que la consciencia existe en dos niveles: la que asoma a través del “pequeño yo” que transita y reacciona -nerviosa, amarga, ignorantemente- en el mundo de la cotidianidad;  y la consciencia elevada o ser interior,  cuya realidad, ilimitada e inmortal, se une a la Consciencia Suprema del universo.  Para continuar intentando describir lo indescifrable, diremos que ésta se caracteriza por ser beatitud perenne, contemplación, gobierno y control en la inacción o, dicho de otra manera, en el sutil impulso abarcativo.

La consciencia es la aliada sine qua non del ‘guerrero’.  Tomando morada temporal en el cuerpo, ella está destinada a caminar hacia la luz original y fundirse con la Consciencia Suprema del universo. Con todo, uno de los mayores desafíos del ‘guerrero’ es entablar el diálogo entre su “pequeño yo” y su consciencia elevada -las dos vertientes polares del ser- para recibir la luz de esta última en las decisiones más importantes de la vida.

En el principio la Consciencia Suprema del universo se fragmentó para tomar morada en cada individuo y así llevar a cabo el ‘juego’ del aprendizaje y la trascendencia.   A raíz de ello cada consciencia individual está destinada a fundirse nuevamente en ella. Mientras la consciencia del “pequeño yo” y la consciencia elevada no se fundan en una, el hombre transitará por la vida dividido, viviendo la dualidad del juego cósmico y la transitoria contradicción entre sus impulsos individuales y sus aspiraciones más elevadas.

La diferencia entre un ‘guerrero’ y un hombre común, es que el primero se afana en  expandir su consciencia, mientras que el segundo se afana en satisfacer los deseos del “pequeño yo”. Cada uno se identifica con una de las dos vertientes del ser. Con todo, ambas se requieren para crecer: la salud física y el equilibrio mental depende de las decisiones del pequeño, pero sano, ‘yo’. El desarrollo del amor desinteresado y la persecución de los más altos ideales son inspirados por la consciencia elevada.

La consciencia del hombre comprende el cúmulo de conocimientos y sabiduría de la humanidad. El problema es que las personas no se detienen a consultar jamás con su interior; y acaban por no percibir más el llamado de la consciencia ni su existencia siquiera. Sin embargo, la consciencia es la aliada que indefectiblemente indica qué se debe y qué no se debe hacer.  Si bien la consciencia existe eterna e independientemente del cuerpo físico, da lugar al juego cósmico del aprendizaje y la trascendencia al encarnarse en cada cuerpo individual.  Por otro lado, el hombre que orienta directa o indirectamente todo su esfuerzo a la satisfacción de su ego mental y físico, desaprovecha lisamente el parámetro que lo distingue del animal: la consciencia. Así pues, tanto el pequeño yo individual como la consciencia potencialmente abarcativa integran el juego dual de la persona, sin el cual el proyecto ‘hombre’ no existiría.

La disciplina es el tercer elemento en el arsenal del ‘guerrero’. No la disciplina militar que obedece a otro ciegamente, sino la que es el resultado de una comprometida

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decisión íntima y privada. La que implica un logro personal, pues una cosa es saber lo que se tiene que hacer y otra diferente es adquirir la fuerza de voluntad para lograrlo. La disciplina es una actitud. Hay quienes prefieren que alguien los azuce con un látigo y tome responsabilidad de sus decisiones. Los hay también que no admiten que otro se responsabilice por lo que deben hacer. De ésta clase de personas están hechos los ‘guerreros’.

Si bien la disciplina es una actitud y una decisión personal, necesita ser cultivada para su fortalecimiento y consolidación. La disciplina responde a una intención premeditada, consciente e incesante, que gradualmente va generando una poderosa fuerza interior a la que llamamos ‘voluntad’. El ‘guerrero’ desarrolla una voluntad inflexible por transformarse a sí mismo. De esta suerte, comienza a notar cambios sensibles en su interior y en el mundo que lo rodea. Sin esa fuerza, los seres humanos no somos más que polvo en el vendaval del mundo circundante.

Uno de los grandes logros de nuestra ancestral cultura fue la humildad. Los toltecas, en su impresionante desarrollo espiritual, llegaron al punto más alto de la expansión de la consciencia: la humildad. La humildad deriva de la sabiduría. En su entendimiento profundo de la existencia y el sentido de la vida individual, el sujeto se torna humilde; por el contrario, cuanta mayor es su ignorancia y desconocimiento profundo de las cosas, más prepotente y arrogante se muestra.  La humildad es el resultado tanto de un trabajo interior de autocontrol como de la expansión de la consciencia, por ende, del entendimiento.

Los pueblos indígenas y campesinos, herederos directos de la sabiduría del México Antiguo, se caracterizaron por mantener como premisa de vida una discreta humildad. Sin embargo, en los quinientos años de colonización salvaje, los encomenderos y explotadores la convirtieron en servilismo.  A su vez, los indígenas, a manera de defensa y resistencia cultural, se volvieron ‘ladinos’.

El ‘guerrero’ es invulnerable porque no tiene nada que defender. La arrogancia, la prepotencia, la importancia personal implican la defensa de algo que se cree o se supone y se desea imponer a los demás. La humildad no sólo purifica el alma, sino el entorno en el que se mueve el individuo. El ‘guerrero’ no necesita aparentar, defender, o fortalecer nada sobre su persona. Pasa inadvertido en medio de la multitud. Sabe que lo que busca  se encuentra en su interior y que del afuera  requiere menos que los demás.

Por lo anterior, el ‘guerrero’ no se desgasta en pequeñeces con sus semejantes, luchando por acrecentar o engrandecer su estatura. Sabe que la vida es corta y la energía limitada, y que la muerte lo puede sorprender con el golpe seco y demoledor de su guadaña.

Otra de las armas del ‘guerrero’ es permanecer en su centro.  Todas las cosas, tangibles y sutiles, en el universo poseen una vibración y un campo magnético. Tanto el planeta como la montaña o la bacteria están caracterizados por determinada vibración.  Esta es más intensa y definida en el centro del cuerpo, y más amplia y difusa en la periferia, lejos del centro.

El centro de un ser humano es su consciencia, y mientras más viva de acuerdo a ella, más se dice que está  “en su centro”.  La persona que no vive a tono con su consciencia, está, por lo tanto, “descentrada”.  El ser que transita en su centro emite una

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vibración serena y reposada al exterior, si bien la chispa de su consciencia está intensamente encendida.  El individuo descentrado, por el contrario, emite una vibración alteradora hacia el exterior,  mientras que su interior permanece fuera de foco, disperso.  Huelga decir que el ‘guerrero’ orbita en torno a su centro, por lo tanto, no se conduce en estallidos de euforia, depresión o ira. Su estilo se caracteriza por la fluidez, la sencillez, la amabilidad.

El ‘guerrero’ no pugna por ser alguien, por el contrario, su andar se diluye en el crisol de seres humanos, en la comprensión de que el mundo material es mera apariencia y transitoriedad. En cambio lucha “como un jaguar, como una águila” para conquistar la virtud interior y defender las causas más nobles y justas de la vida.

El conocimiento del espíritu difícilmente se expresa con palabras porque es una actitud, un estado de ánimo, una intención elevada -sostenida e inflexible-, una forma de vivir y enfrentar el mundo; es encima de todo una forma de morir.  Por ello, el ‘guerrero’ transita inadvertido por el mundo respetando sus reglas sin permitir que éste, con sus embrollos y veleidades, transite en él; mantiene firme la mira en su “batalla florida”  en el afán de “hacer florecer su corazón”.

Consecuencia directa de lo anterior es que otra de las características del ‘guerrero’ sea su silencio. La gente común ocupa gran parte de su tiempo hablando de los demás y discutiendo ñoñerías, porque el parloteo y el chisme le permiten olvidar su vacío. Sus pensamientos irresponsables y envenenados se convierten así en saetas.  Entretanto el ‘guerrero’ contempla el devenir exterior en silencio, llegando a la profundidad de las cosas y en contacto con su ser interior, al que ha convertido en su aliado. Al ‘guerrero’ se lo distingue por su actitud discreta, silenciosa, humilde. En la presunción de serlo, caen el impostor y el embustero.

Poderosa arma del ‘guerrero’ es conocer la dificultad para salir victorioso en su “batalla florida”. Lo que lo torna ‘guerrero’, no es su perfección sino justamente sus imperfecciones que, a manera de prístinos maestros, lo obligan a seguir luchando por limar sus aristas falibles, que generan su dolor y desgaste energético. El cambio es filosamente difícil y ocurre generalmente a resultas de un gran dolor, que al conmocionar, suscita una reestructuración. Por ello si fracasa, el ‘guerrero’ no se desmorona ni mucho menos abandona la lucha. La paciencia es principio ineludible en su empresa; sin temor al fracaso, intenta la superación cuantas veces sea necesario.

Otra de las armas poderosa del ‘guerrero’ es el desapego. El apego a las personas, las ideas, los recuerdos, las cosas torna sumamente vulnerable y débil a los seres humanos, pues coarta sus decisiones y limita su campo de acción. El deseo de poseer,  que en alguna medida es natural,  ha sido exacerbado y apuntalado por los mercaderes en grado superlativo, logrando que las personas pretendan llenar su vacío existencial comprando y adquiriendo. El ‘guerrero’, en cambio, se ejercita en la capacidad de desprenderse de cuanto posee, lo que lo convierte de lleno en un ser libre, invulnerable, poderoso.  Como no anhela nada, puede prescindir de todo. Así, su modo no es voraz ni abusivo sino liviano y juguetón. Como no se empantana en las redes del placer, a todos ama y prodiga atenciones por igual. No tiene nada, pero nada le hace falta. Aprovecha el mundo sin maltratarlo ni deformarlo, le da lo mejor de su ser, y continúa su camino.

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Por último, perder el terror a la muerte es el mayor logro del ‘guerrero’. Desde el origen de los tiempos, los antiguos mexicanos han mantenido una relación muy estrecha con la muerte. No se podría adquirir cabal consciencia de la vida sin abarcar la muerte.  En suma, sólo ponderando la muerte en todo su esplendor y misterio, podría adquirirse  la justa medida de la vida. La muerte física no es sino el inicio de la experiencia incorpórea en el plano astral. Todos los seres vivos tienen que morir. En verdad, no hay nada más aterrador y doloroso que no haber vivido la vida con intensidad y plena consciencia de la oportunidad que ella representó.

El ‘guerrero’ sabe que lucha incansablemente por liberar al Ser de la inercia de la materia, las “entidades de la noche” que amenazan con apagar la luz del espíritu. Sabe que en cualquier momento puede partir sin que la muerte se anuncie, y aguarda bien dispuesto el grandioso momento. Más, en la esperanza de conocer la plenitud de su espíritu,  lucha todos los días para lograrlo. La “batalla florida” torna su vida grande, generosa y trascendente.

Quetzalcóatl -serpiente emplumada- es el símbolo de la materia a la vez que del espíritu.  La serpiente repta en la tierra, polvo del mundo, interactuando con él, aprendiendo de él.  El quetzal despliega sus alas para surcar el cielo en busca de su origen. El ‘guerrero’ asume el mismo camino que la “serpiente emplumada” y encuentra la trascendencia en la “batalla florida”.  El resultado final no lo inquieta; ya lo vive con el hecho de ser ‘guerrero’.  Camina sin miedo y sin ambición, con rumbo al horizonte de la “muerte florecida”, en cumplimiento de su destino.  Es difícil encontrar una mejor forma de vivir.

    

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EL UNIVERSO NOS repite las mismas pautas para que de la percepción de lo cotidiano y mundano podamos comprender tanto lo cósmico como lo diminuto. De ahí que una flor nos pueda estar comunicando más sobre el planeta en el que vivimos que la teoría tectónica de placas. O que la observación de una mariposa rompiendo la crisálida nos transmita más información sobre el futuro inmediato que la teoría de la singularidad tecnológica. O que una pareja haciendo el amor nos cuente más sobre el cosmos que la teoría de super-cuerdas.

A aquellos que creen que la materia es algo inerte y la consciencia el resultado de simples reacciones bioquímicas del cerebro, el Universo se les proyecta cómo un mero cúmulo de coincidencias. Ellos dirán que constituyen casualidades, por ser hechos que todo y parecer estar relacionados, son inconexos. Su percepción limitada de la realidad les impide apreciar esas relaciones, llevándoles a pensar que las piedras, los planetas, las galaxias y el Universo en su conjunto no son más que un agregado de fuerza, masa y aceleración.

Será cuando nos percatemos de que nada existe inerte y sin vida, que todas esas coincidencias dejarán de ser meras casualidades para transmutarse en una red de relaciones utilizadas por la vida para transmitirnos su magia. Será entonces que nos

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demos cuenta de cómo aquello que llamamos corazón no es un simple músculo en nuestro pecho, sino el pulso del Universo que late desde nuestro interior.

También nos daremos cuenta de cómo aquello que llamamos espacio no es el vacío sino la expresión más sutil de materia. De cómo la materia no es algo inerte, sino energía solidificada dotada de vida. De cómo la energía no es tan solo fuerza, sino que es una oscilación dotada de inteligencia. Y de cómo toda esa inteligencia es la manifestación de una consciencia que existe más allá de la materia, de la energía y del movimiento; es un armónico de la frecuencia fundamental del universo, de todas la de ciclo más largo, aquella que todo lo comprende y de la que emanó la Creación.

No daremos cuenta de todo ello y mucho más. Nos daremos cuenta de que Todo lo que vemos, así como lo mucho que escapa a nuestra vista, es la melodía de aquel único verso en el que no se da un solo hecho aislado, ni dos actos cualesquiera, que no estén vinculados, pues todos son armónicos de esa frecuencia fundamental. Será entonces que nos demos cuenta de porqué nuestros sabios de la antigüedad llamaron a ese único verso, el Uni-verso.

Por ejemplo, la proporción entre las masas de un protón y un electrón es similar a la que mantienen el Sol con Júpiter. Así, el protón posee dos mil veces más masa que un electrón, y el Sol mil veces más masa que Júpiter.1

Pero más sorprendente aun es que el producto entre esas cuatro masas (Sol, Júpiter, protón y electrón) de 5,75 kg, una cifra muy humana, si tenemos en cuenta que se corresponde al peso medio de un bebé de dos meses de vida. ¿Coincidencias?

Mientras nosotros los humanos necesitamos nueve meses de gestación, se calcula que nuestro sistema solar requirió de un total de cien millones de años. Tal vez pueda parecer una cantidad extrema, sin embargo tan sólo representa el uno por ciento de los diez mil millones de años de esperanza de vida que se le dan. Y no por causalidad, nueve meses también es el uno por ciento de los 75 años de esperanza de vida media de un ser humano. Vemos pues cómo las relaciones no solo se dan entre sus masas, sino también cuando comparamos su periodo de concepción con sus ciclos de vida. ¿Coincidencias?

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NASA

 El Sol y la Luna vistos desde la Tierra poseen el mismo tamaño, pues todo y ser el Sol 400 veces mas grande, también está 400 veces más lejos. Ello hace posible que durante un eclipse solar, la Luna cubra perfectamente la circunferencia del Sol ¿Coincidencias?

NASA

Visto desde la Tierra, el ecuador solar completa una vuelta aproximadamente cada 28 días, los mismos que tarda la Luna en orbital alrededor de nosotros. ¿Coincidencias?

Las distancias medias de las órbitas planetarias sigue una serie armónica definida por la ley de las octavas, llamada Ley de Bodes en honor a Johann E. Bode. Así, si a la

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distancia media de cada planeta respecto al Sol, le restamos la distancia media entre el Sol y Mercurio, obtenemos una serie en la que cada sucesivo planeta está ubicado a una distancia aproximadamente el doble que el anterior. ¿Coincidencias?

La precesión de los equinoccios hace referencia al tiempo que tarda el sistema solar, como burbuja de espacio-tiempo, en completar una vuelta. Dicho ciclo dura aproximadamente 26 mil años, los mismos que tarda la luz en alcanzarnos desde el centro de nuestra galaxia. ¿Coincidencias?

NASA

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El sistema nervioso de una hormiga posee 250 mil neuronas, el de un ratón 75 millones, el de un elefante 23 mil millones, y el de un ser humano 85 mil millones. Se estima que nuestra galaxia posee 200 mil millones de estrellas, casi tres veces más estrellas que neuronas un ser humano.2 ¿Coincidencias o una muestra de nuestro potencial a alcanzar?

Las coincidencias sólo existe para aquellos que no supieron apreciar cómo en el Universo no hay acto, ni movimiento, ni expresión de la creación, que de una forma u otra no esté relacionada con todas las demás.

 

1. Masa de un electrón: 9,11 x 10-31 Kg. Masa d’un protón: 1,6726 x 10-27 Kg. Masa del Sol: 1,9891 x 1030 Kg. Masa de Júpiter: 1,899×1027 Kg. ↩

2. Fuente http://en.wikipedia.org/wiki/List_of_animals_by_number_of_neurons ↩    

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Como es arriba es abajo, como es adentro es afuera

Un nuevo año se inicia. Un año, el 2013, en el que por primera vez celebramos el Inti Raymi (Solsticio de invierno del hemisferio Sur) bajo la luz de un Nuevo Sol (Inti). Ello nos permite dar inicio a un ciclo completamente nuevo, un ciclo que llegó hasta nuestros  días de la mano de un gran número de profecías.

La sabiduría andina sigue guardando secretos para los hombres y mujeres de hoy. Para aquellos que se entregan a la guía de su espíritu, los misterios incas―la herencia de los Hijos del Sol―se desvela al ritmo del latido de la Pachamama (Madre Tierra), de la luz creativa de Tayta Inti (Padre Sol) y del sonido ordenador de Pachakamac (el Kosmos).

La Ruta de Wiraqocha, como camino iniciático, expresa en nuestro interior la peregrinación a sus lugares sagrados, conectando nuestros chakras con el recorrido de un viaje místico que tiene su punto central en el corazón, lugar en el que confluyen la energía del Cielo y de la Tierra. El corazón es el puente donde el verdadero conocimiento se revela, para entregarnos las herramientas que nos permitan constituirnos en un Nuevo Ser Humano, uno que integre lo femenino y lo masculino, y que sea capaz de acceder a la magia que conocieron y preservaron nuestros ancestros.

Las profecías como parte de un modelo educativo

Los grandes principios de la sabiduría ancestral andina han sido trasmitidos a través de las profecías. A partir de ellas podremos construir en un modelo educativo que, de un modo renovado y más accesible, vuelva a estar vigente durante el ciclo que justo estamos iniciando.

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Las profecías son un camino, una advertencia, una revelación, al presentarnos una realidad futura como una posibilidad. Son un pronóstico que nos expresa un determinado futuro, el cual se cumplirá si nuestro curso de acción se mantiene inalterado. Podemos decir que las profecías nos ayudan a tomar el timón de nuestras vidas, para así replantear nuestras conductas. Por ello, el arte de profetizar está muy cercano a la verdadera educación. Educar debe enseñarnos a desenvolvernos en el momento presente, para así ir tejiendo un futuro―tanto individual como colectivo―que sea asombroso, causal y lleno de magia. La verdadera educación debe ayudarnos a ver cumplido el futuro que queremos, a manifestar aquello que deseamos.

Las profecías globales o colectivas llegan al presente como parte de un legado cultural. Tal tipo de profecías no sólo afectan a una cultura o grupo humano, sino que nos involucran a todos. La espiritualidad andina tiene en la profecía una parte importante de su rica tradición oral. Éstas son concebidas por aquellos que fueron bendecidos con el don y la virtud de poseer una visión capaz de atravesar la barrera del espacio y del tiempo, una visión a la que llamamos premonición o clarividencia.

Sin embargo, hoy por hoy, la posibilidad de ver y profetizar está a disposición de todo aquel que tenga un camino o compromiso espiritual, y ya no únicamente de la mano de unos pocos iniciados. Acceder al futuro desde nuestro presente, y cambiar nuestro curso de acción, para así ver cumplido el futuro que queremos y no el profetizado, es parte de las nuevas características evolutivas del Ser. Son habilidades que se van revelando en unos con mayor claridad y naturalidad que en otros, pero que todos estamos activando a medida que nuestra conciencia entra en el nuevo ciclo y se expande.

La nueva educación propone un hombre y una mujer integral, que sean partícipes del sistema orgánico de la Tierra, y estén unidos conscientemente a toda la Naturaleza. Deberán estar anclados en la Tierra, y a la vez, ser capaces de conectarse con las estrellas. Deberán poder zambullirse en su universo interno, tanto como en el externo, para así lograr despertar su sabiduría.

En el camino de esta educación integral del Ser, se nos presenta el desafío de la sanación personal. Sanarnos constituye una tarea necesaria, si es que realmente deseamos trascender los pensamientos y emociones negativas, para lograr recuperar nuestra salud física, emocional, mental y espiritual. Este proceso es un recorrido que nuestra voluntad deberá aprender a llevar a cabo de una forma constante e ininterrumpida hasta que podamos convertirnos en los seres completos que verdaderamente somos.

Sé laborioso, sé honesto, sé veraz y sé leal

Los Andes y sus pueblos originarios nos acompañan en este nuevo período, y lo hacen  abanderando la insignia del Tawantinsuyu (nombre de la antigua confederación inca). Con su renacimiento y expansión, llegará el momento en el que la profecía llegue a formar parte de nuestra vida cotidiana. Las profecías dejarán de ser advertencias que buscan evitarnos el ver cumplido un futuro indeseado, para transformarse en:

Una nueva manera de percibir la realidad, la cual ofrecerá respuestas a cuál debe ser el camino a tomar, tanto para el individuo como para toda la humanidad.

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Una nueva manera de vivir, aplicando valores transpersonales que habían quedado sumergidos durante el predominio de la era de la mente y el materialismo. Una manera de vivir que ponga especial énfasis en el respeto hacia toda la existencia, hacia todos los seres vivientes, hacia toda la Naturaleza. Así se busca reconocer la vida como algo sagrado y no algo a ser profanado.

Una nueva manera de conocer, más allá del uso de la mente, dando paso al predomino de otras inteligencias (emocional, espiritual), y al uso de los sentidos de manera más amplia y consciente.

Una nueva manera de crear, enfocando la intención en la puesta en marcha de nuestros sueños, confiando en los atributos que encarnamos como co-creadores del Universo.

Una nueva manera de amar, sin condicionamientos, con libertad, reconociendo en toda relación con los demás, el reflejo al tipo de vínculo que existe entre los distintos aspectos/partes que componen nuestro propio Ser.

El profesor Evaristo Pfuture Consa expresa una síntesis de esta ‘nueva manera’ de ser, pensar y actuar. Él dice: “Hay que probar el polvo de oro que es la cultura andina. Pero cuando la humanidad ponga a prueba los cuatro principios de saber humano―sé laborioso, sé honesto, sé fiel y sé veraz―,se corrige todo, no existen más leyes.”

Más allá del origen de estas máximas, cuando se institucionalizan, se arraigan a una cultura para luego trascenderla por su claridad de forma y contenido. Ello además permiten que sean capaces de expresar la esencia de una espiritualidad viva y de acción cotidiana. La grandeza se encuentra en su maravillosa simpleza, para cobrar un sentido creciente cuando se las aplica con disciplina y conciencia. Tales principios, en la lengua quechua, son: Ama Quella (sé laborioso), Ama Suwa (sé honesto), Ama Llulla (sé veraz) y Ama Hap’a (sé fiel y leal).

La Reunión del Cóndor, el Aguila y el Queztal

Condor que aparece en el pueblo de Urcos.

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El Cielo del Tawantinsuyu se está agrandando para convertirse en un símbolo del firmamento planetario, en una revelación en marcha, de manera que nuestro Inti (Sol) se transforme en el Inti Universal. Una calidez renovada tiene su origen en los Andes, pero acabará alcanzando a todo el mundo. La verdad es contada en diferentes idiomas y cada fragmento es una nota que concluye una pieza musical perfecta. Estamos todos incluidos en esta armonía. Viajamos al compás de una nueva energía, permitiendo que el sonido haga eco en lo lugares más recónditos de la Pachamama.

Hoy mi corazón percibe la profecía de la reunión del Cóndor, el Aguila y el Queztal, como una realidad dinámica, un proyecto vivo, un hecho comunicativo creciente. Los pueblos originarios de América, a través de sus aves sagradas, abrazan la comunidad de la sabiduría que comparten, y expresan con orgullo los aportes que los diferencian y enriquecen. Esta es una tarea a emular y a multiplicar para alcanzar la transformación de nuestros sistemas sociales, económicos y políticos.

El nacimiento de una gran comunidad universal es la profecía que subyace en el corazón de las aves que con su majestuoso vuelo avanzan para encontrarse con sus hermanas. Es un llamado que ha sido escuchado. Los peregrinos ya han iniciado su viaje. Muchos ya están en el lugar del encuentro. La semilla del Tawantinsuyu ha comenzado a crecer en muchas conciencias alrededor de todo el planeta.

Viajeros del tiempo

Nunca antes en la Tierra existió la combinación energética (espacio+tiempo+luz) de ‘este ciclo’. Los incas lo supieron y prepararon cápsulas de tiempo y vórtices energéticos que están siendo descubiertos en distintos lugares de Latinoamérica. Estas cápsulas de tiempo cobran distintas formas. Una, por ejemplo, es la de los niños del Yuyay Yaku, que más allá de su infortunado descubrimiento y profanación, no alcanzó a borrar por completo el maravilloso legado dormido por más de 500 años. Otras cápsulas son los discos solares distribuidos por todo el planeta, y los muchos lugares sagrados especiales que aun conservan su poder de iniciación y sanación, y que están siendo puestos al servicio de este tiempo de luz.

Estamos frente a una oportunidad realmente ‘única’ de transformación personal y colectiva en nuestra tierra latinoamericana. Gran parte de la enseñanza, principios, valores y nueva ciencia, son el legado de los ancestros andinos y de la gran civilización inca.

Los pueblos originarios resurgen para mostrarnos de lo que somos capaces; para recordarnos cómo retomar el verdadero camino y volver a manifestar el Paraíso en la Tierra. Estamos aquí para ver renacer el Tawantinsuyu con todo su esplendor.

Hagamos silencio. Escuchemos a waira (el viento) con el corazón. Respiremos profundo mirando hacia el cielo para poder ver y sentir el nacimiento de un Nuevo Sol.

    

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La flor

PARA MEJOR APRECIAR cómo nuestro planeta es un ser vivo, necesitamos compararlo con un organismo que por su menor tamaño, nos resulte más familiar. Será cuando pensemos en Ella como en esa otra expresión de vida que la percibiremos mejor.

Por ello te digo que la Tierra es una flor en el jardín de la Galaxia; una flor que seducida por el despertar del alba, abraza la luz de la mañana con la curiosidad de un niño. Una flor que extiende sus pétalos al Sol, abriéndolos de par a par para liberar su fragancia hacia las seis direcciones interestelares. Una flor que, llegadas las condiciones favorables, dispersará su polen en busca de plantas a las que politizar. Una flor capaz de producir una semilla, y de protegerla con un fruto, para así diseminarlo por el jardín de la Galaxia. Una flor que busca colonizar aquellos nuevos rincones del jardín donde las condiciones ambientales le sean favorables. Pero también es, como muchas otras, una flor que al anochecer se cierra, aislándose del exterior. Una flor que, si no logra convertirse en fruto, acabará por marchitarse cuando le llegue su otoño, para que la planta pueda volver de nuevo a florecer en primavera.

Pintura al óleo. Obra de Kain White, encargada por Marc Torra.

El jardín

AHORA QUE LA percibimos como flor, ¿distingues su colorido en este jardín inconmensurable que la rodea? ¿Puedes probar la dulzura de su néctar? ¿Percibes su fragancia, esparcida a los seis vientos por la suave brisa cósmica? ¿Escuchas el zumbido de su transitar planetario? ¿Palpas la textura del espacio interestelar? Este gran jardín es

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un cúmulo de aproximadamente 200 mil millones de estrellas distribuidas en forma de disco, con el Sistema Solar ubicado en uno de sus brazos espirales, a dos tercios del centro.

A dicho jardín lo llamamos Vía Láctea, nombre que también damos a la franja floreada que engalana nuestro horizonte galáctico. Todas las estrellas que distinguimos con el ojo desnudo le pertenecen, aunque únicamente representen una diminuta fracción de los miles de millones de estrellas que la componen. Si las pudiéramos ver todas, el cielo aparecería blanco y luminoso, colorido como una planta de jazmín floreciendo en primavera.

A los billones de otros jardines que hay en el Universo no les logramos distinguir la vegetación, pues su lejanía los convierte en pequeños puntos difuminados. Son como diminutas chispas de luz, prácticamente imperceptibles al ojo humano, cada una a su vez compuesta por miles de millones de otras plantas florecidas.

La planta

CONTINUANDO CON LA analogía de la flor, aquello que llamamos Sistema Solar es el organismo del cual la flor Tierra forma parte. Como flor, Ella es el aparato reproductor de la planta, el órgano destinado a transformarse en fruto. Es el fruto portador de la semilla y la envoltura que ayudará a diseminarla. Por ello, debemos verla no como cuerpo celeste aislado de los restantes planetas o del propio Sol, sino como uno de sus elementos constitutivos; como el órgano reproductor del cuerpo Estelar.

En ese cuerpo resulta fácil deducir la importancia del Sol, pues si él faltara, simplemente no habría planta, no habría vida. El Sol representa las raíces por las que la planta absorbe su alimento, y también aquellas que la enraízan en un determinado rincón del jardín galáctico. Él es el gran dador, y la base de nuestro sustento.

Pero un sol sin planetas es como una chispa de vida que no pudo constituirse en organismo más complejo. Por ello, continuando con la analogía vista, Mercurio sería el equivalente a su material genético. Su función es la de codificar la información para que la memoria del pasado nos permita alcanzar nuestro verdadero potencial. Él es el escribano de los dioses,1 y como escribano compila la información genética para constituir el ADN del organismo estelar y por resonancia también del nuestro.

Las tradiciones iniciáticas del pasado lo supieron, o como mínimo lo intuyeron. De ahí que el cuadrado mágico de Mercurio se componga de una rejilla de 64 casillas, en la que los números del 1 al 64 han sido dispuestos de tal manera que todas las filas y columnas sumen 260. Y es que 64 también se corresponde al número de codones del ADN, es decir, al número total de palabras existentes en el alfabeto genético. Mientras que 260 es el número de días que median desde el último periodo de la mujer, hasta el momento del nacimiento de un nuevo ser humano. En dicho cuadrado mágico, el 260 aparece un total de 16 veces, siendo dicha cifra el número de células idénticas en las que se divide el cigoto―la célula inicial que combina el material genético de ambos progenitores―antes de iniciarse el proceso de diferenciación celular.

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Cuadrado Mágico de Mercurio

Pero Mercurio es mucho más, pues el Universo nunca es tan ocioso como para asignar a un órgano una única responsabilidad. Él también es la clorofila que permite el proceso de fotosíntesis.2

Gracias a la fotosíntesis estelar, el organismo logra absorber la luz procedente del sol central de la galaxia. Mientras es de noche en un rincón del jardín galáctico, las plantas estelares obtienen el alimento de sus raíces, de su sol. Dicha noche dura, en nuestro rincón de la Vía Láctea, un total de 13 mil años (medio ciclo de precesión). Será entonces, durante los siguientes 13 mil años del periodo diurno, que todos aquellos sistemas estelares también obtengan la energía directamente del sol central de la galaxia. Durante ese día de la galaxia el Mercurio de cada uno de ellos, el mensajero, permite al organismo estelar sintetizar en energía la luz que le llega del sol central de Sagitario A. Así transmuta la luz en alimento del alma, una luz que tardó 26 mil años en alcanzarnos (un ciclo de precesión completo).

Así es como Mercurio se encarga de sincronizar el material genético de la planta con la de los restantes sistemas estelares de la galaxia. Tal sincronización se lleva a cabo a partir de las frecuencias que le llegan de nuestro sol central, en una especie de epigenética estelar. La genética tradicional creía que una vez unidos los gametos masculino y femenino, y combinada su información genética para producir el cigoto, los genes ya no variaban. La épigenetica, en cambio, afirma y demuestra que la información genética de cada una de las células que componen un organismo va variando a lo largo de la vida del mismo. Ello requiere de un mecanismo a partir del cual todos los billones de células de ese organismo puedan sincronizar su información genética a la vez, por ejemplo un campo energético cuyas frecuencias sean capaces de alterar la información genética de todas las células al unisón.

Así es como aquella planta que nosotros percibimos como sistema solar―y que ella nos percibe como célula―es, desde el punto de vista del Ser Galáctico al cual pertenece, una más de sus células. Y en esa célula estelar, Mercurio es el ADN. Y en nuestras células humanas, Mercurio también estaría íntimamente vinculado al ADN, pues como dice la máxima hermética: tal como es arriba, es abajo. Sean nuestras células, o

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nosotros, o el sistema estelar al cual pertenecemos, o la galaxia en la que éste se integra, o el Universo en su totalidad, cada uno constituye un organismo independiente a un nivel (la planta), la célula de un organismo superior a otro nivel, o si nos desplazamos hacia lo diminuto, será el medio en el que habita una colonia de organismos (el jardín). Ello nos lleva a percibir el sistema solar como jardín, él se percibe como planta, la galaxia lo percibe como célula, y el Universo como átomo.

Por ello, desde el punto de vista del Ser Galáctico, más planetas fueron necesarios en cada una de sus células para que éste dejara de ser una mera sopa de células procariotas y se constituyera en organismo pluricelular. Así, todas aquellas chispas de la vida a las que llamamos estrellas necesitaron de como mínimo un planeta―el equivalente a su Mercurio―para que pudieran transformarse en célula procariotas estelares. Ese planeta también les permitió especializarse en cianobacterias estelares, lo cual les permitió fotosintetizar la luz que les llegaba del sol central de la Galaxia. Pero sin el equivalente a Venus, encapsulado su ADN en el interior de un núcleo, todas esas chispas de vida aún serían meras células procariotas estelares.

Con el material genético protegido en el interior del núcleo, se dio nacimiento a las células eucariotas estelares. Fue entonces que el planeta del amor (Venus) de cada sistema solar permitió que todas aquellas células eucariotas se agruparan en un sistema pluricelular al que denominamos galaxia. Así es como Venus encapsula el material genético en el núcleo al nivel celular, mientras que al nivel del organismo al cual dicha célula pertenece (la planta), su función es la de dotarlo de de la capacidad de multiplicarse a partir de la reproducción sexual. Y como planeta de la armonía, gracias a la reproducción sexual, la planta pudo evolucionar hasta convertirse en musgo o alga, organismo al que Venus fue dando forma a partir de su danza alrededor del Sol.

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La Flor de Venus

De Marte, la planta obtuvo la capacidad de constituir tejidos especiales para canalizar la savia que le llega de sus raíces, dando nacimiento a una planta vascular. Del planeta rojo también obtiene la tensegridad, el equilibrio de tensiones que le permite alzarse y mantenerse erecta. Mientras que al nivel celular, la energía marciana aporta la presión osmótica en el interior de cada célula para que la planta pueda alzarse hacia la luz de su siguiente estado evolutivo. Marte hace posible que la vegetación de nuestro planeta se alce buscando la luz del Sol; que la planta estelar que es nuestro sistema solar se alce buscando la luz del sol galáctico; y también dota de presión osmótica a la célula estelar, para que la planta galáctica se alce buscando la luz del sol central de nuestro universo. Sin la vibración del planeta rojo, ninguna de esas plantas hubieran pasado del estadio de musgo o alga. Él permitió que se convirtieran en helechos.

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Autor: NASA/JPL-Caltech

Del cinturón de asteroides, el helecho adquiere la habilidad de protegerse de sus depredadores. Los asteroides son como las espinas que cubren el tallo. El cinturón antes fue un planeta, pero llegó un depredador que impactó contra el mismo con tal fuerza que lo rompió en infinidad de pedazos. Así es como la planta formó sus espinas. Ello explicaría porque el cinturón de asteroides órbita a una distancia del Sol un 25% inferior a la que le correspondería según la ley de las octavas,3 como si resultado de ese antiguo impacto, no sólo se hubiera fragmentado el planeta original en millones de pedazos, sino que también hubiera desplazado su órbita para acercarse más hacia el Sol.

Autor: NASA/JPL

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Júpiter simboliza la expansión de aquel que buscó convertiste en un segundo sol, pero se quedó como mayor planeta del sistema solar. La chispa de vida, transformada en célula procariota gracias a Mercurio, en eucariota gracias a Venus, y en planta vascular gracias a Marte, tiene en Júpiter aquel órgano que la dotó de la habilidad de producir una semilla. Como mayor planeta del sistema solar, Júpiter representa la expansión que nos permite llevar a cabo nuestras metas. Como semilla, simboliza el potencial por alcanzar. Sin Júpiter la planta no hubiera superado el estadio de helecho, planta vascular que todavía se reproduce y dispersa mediante esporas. Pero Júpiter la transformó en gimnosperma, en planta vascular con semilla.

Autor: NASA

Entonces llegó Saturno, quien la dotó de la estructura y solidez necesaria como para crecer y transformarse en un gran árbol. Sin él, aquellas primeras plantas con semilla no hubieran pasado nunca de ser pequeños arbustos, mientras que bajo su influencia evolucionaron para transformarse en abetos, cícadas o coníferas de tamaños cada vez más considerables.

Urano―por estar ubicado vibratoriamente una octava por encima de Venus, y por lo tanto resonar a una misma nota―aportó la explosión de creatividad, colores y formas que actualmente se identifican con el reino vegetal.

Neptuno se ocuparía de transformar la creación Uranian en un sueño de sensaciones. Constituyen sustancias que al ser absorbidas, nos acabarían alterando los sentidos y la percepción del entorno. Son plantas de poder que al ser consumidas, nos permiten interpretar la realidad desde otro punto de vista y que nos abren puertas hacia otras dimensiones.

Es por ello que no debemos ver a los planetas como partes aisladas, sino como componentes integrantes de un todo. Un equivalente lo tenemos en el átomo, el cual pertenece a un determinado elemento químico dependiendo del número de protones de su núcleo y el número equivalente de electrones que orbiten alrededor del mismo. Si este número es tan importante a la hora de identificar y definir el elemento químico del que se trata, resulta lógico esperar que lo mismo sucede al nivel de un sistema estelar. Quizás la relación no sea tal como os la he definido, y Mercurio no tenga nada que ver con el ADN, ni la semilla no evolucione a partir de la influencia jupiteriana. Aún así, el principio de correspondencia garantiza que “Tal como es arriba, es abajo”, implicando que de manera similar al átomo, existe una relación directa entre el número de planetas orbitando un astro central y las expresiones de vida que potencialmente se pueden desarrollar en ese sistema estelar.

La Flor

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Analizada la planta, nos falta comprender cuál podría ser la función ejercida por la Tierra y la Luna. En la analogía sugerida, la Tierra sería la flor y la Luna su cáliz. De la misma manera que una flor sin cáliz acabaría por marchitarse y perder sus pétalos, un planeta sin luna no podría nunca llegar a generar una atmósfera que la convirtiera en flor para así garantizar el fenómeno de la vida orgánica. Sin atmósfera, no habría una redistribución de la energía solar que permitiera mantener los océanos en estado líquido. De haber agua, ésta sería escasa, estaría fría como el hielo o en forma de vapor. A la sombra del sol sería hielo, y a plena luz se evaporaría como gas, constituyendo un planeta de extremos. Por ello, la Tierra y la Luna son madres, pero no dos madres sino una sola. Son la flor con su cáliz, una flor que se abre al alba de cada nuevo día galáctico, para diseminar su fragancia por el jardín de la galaxia.

Flor por Pearson Scott Foresman. Imágenes de la Tierra y la Luna de NASA. Todas las imágenes son de Dominio Público.

En esa flor nosotros, los seres humanos, somos su polen. Somos aquellos que viajarán por el espacio interestelar para así polinizar las flores de otras plantas del jardín. De ahí que nuestra responsabilidad sea justamente la de salvaguardar la vida de esta flor a la que llamamos planeta Tierra. Debemos salvaguardarla para permitir que evolucione, y que al alba de cada nuevo día podamos diseminarla entre las flores de otros sistemas estelares. Así es como la vida llegó hasta aquí, procedente de sistemas estelares como Sirio, o de constelaciones como las Pléyades. Esas formas de vida extraterrestres de las que procedemos politizaron ya en su momento esta flor, y ahora nos toca a nosotros polinizar otras flores del jardín, para así producir nuevos frutos.

En nuestro rincón de ese gran jardín está amaneciendo. Sus flores se están abriendo, para esparcir su fragancia a los seis vientos. Los granos de polen empiezan a partir a la búsqueda de otras flores a las que polinizar. Se los lleva el viento, o viajan en el cuerpo

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de naves nodrizas que como abejas interestelares se trasladan de flor en flor. Y ante esa situación, debemos preguntarnos: ¿estamos nosotros, los seres humanos, preparados para asumir nuestra responsabilidad? ¿dejaremos de destruir la vida misma que estamos obligados a preservar, para en vez de ello empezar a cuidarla? ¿lograremos que nuestro planeta se transforme en fruto? o por el contrario, ¿seguiremos contaminando a esta flor, hasta que su fragancia pierda todo el aroma, sus pétalos todo el colorido, y se nos marchite hasta caer muerta y seca?

En un jardín, no todas las plantas florecen, ni todas las flores acaban convertidas en fruto, ni todos los frutos logran que una de sus semillas germine dando nacimiento a nueva planta. Depende de nosotros que esta vez lo logremos.

Notas a pie:

1. En el antiguo Egipto, el escribano de los dioses era Thoth, a quien los griegos llamaron Hermes y los romanos Mercurio. ↩

2. Gracias al proceso de fotosíntesis, durante el día el reino vegetal absorbe el dióxido de carbono (CO2), asimilando y fijando el carbono como azúcares y emitiendo oxígeno como residuo, mientras que durante la noche empieza el proceso de oxidación, a partir del cual convierte ese oxígeno de nuevo en dióxido de carbono. ↩

3. Las distancias medias de las órbitas planetarias sigue una serie armónica definida por la ley de las octavas, llamada Ley de Bodes, en honor a Johann E. Bode. Así, si a la distancia media de cada planeta respecto al Sol, le restamos la distancia media entre el Sol y Mercurio, obtenemos una serie en la que cada sucesivo planeta está ubicado a una distancia aproximadamente el doble que el anterior ↩

    

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¿Qué es el corazonar?

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Cuando nos comunicamos desde el corazón y sintiendo la verdad que late, las palabras se transforman en lo que llamamos en nuestro círculo «el corazonar». Más que razonar es comprender desde el corazón.

En el corazonar sentimos una inteligencia superior que nos va guiando con sensibilidad amorosa, y las cosas simplemente van sucediendo. Por ejemplo, hace escasamente un par de semanas, al entrar en mi corazón pedí confirmar algún conocimiento de sanación andina, y en un acto de reciprocidad y sinceridad me encontré con tu libro de las kuyas por el internet. A través de los pocos datos que tengo de tu libro sintonicé con esta sabiduría y confirmé mis propias vivencias en el camino de ser una guía acompañante de mis hermanos y hermanas de círculo. Mi gratitud, yupaichani Amauta, supongo que tienes un nombre consagrado como caminante de sabiduría.

Si, mi nombre es Urus, nombre del pueblo del que provengo. Pero cuéntenos, ¿cuál es su linaje?

Voy criando y despertando hombres y mujeres quilago, jaguares. Me conocen como Mama Margarita. Represento a una generación, la decimotercera Mujer Jaguar portadora del bastón de mando de los Quilagos. Una herencia femenina de sabiduría que durmió en la zona de Cochasquí. Con humildad me presento ante ti.

Somos un grupo permanente desde hace varios años, caminando juntos y en este kay pacha (mundo intermedio), aquí y ahora. Nos reunimos un día a la semana. Compartimos raymis o ceremonias, conocimiento sagrado ancestral, sanación andina, peregrinajes a las montañas sagradas en nuestro país Ecuador. Hemos tejido el despertar y el levantamiento de la sabiduría de nuestros pueblos con los Abuelos y Abuelas, de montaña en montaña, taitas y mamas urkus.

Tengo una gran responsabilidad como transmisora de sabiduría de mis ancestros y a veces, si necesito encontrar afinidad en este camino, y aunque tengo un círculo fuerte, amoroso y entregado a la vida, es bueno unas palabras de reciprocidad con buscadores y caminantes como tu, desde otros lugares que nos permitan seguir creciendo con la Pachamama.

¿Podemos sanar al planeta?

Si, claro que podemos. Una vez fui de peregrinaje a Pumapungo, la puerta del puma, donde nació el inka Huayna Qhapac. Pasé largo tiempo en el Akllahuasi, la casa de las Vírgenes del Sol. Aún estoy ordenando mis sentimientos y mis pensamientos con respecto a este viaje.

Por supuesto, al llegar me descalcé, para así conectar los ñawis (chakras) de los pies a la Pachamama. Al caminar, las memorias me invadían. Por los pies iba percibiendo todas esas sensaciones agradables, disfrutando y saboreándolas hasta que una voz terriblemente dolorosa me llamó. Era como un llanto. Cuando miré vi una higuera agonizante. Era una higuera ya anciana muriendo de enfermedad y de indiferencia. La abuela Arbol de Higo gemía de dolor, por sus hojas enfermas y quemadas, y sus frutos dañados. Quise llorar con ella. Le pedí perdón por los humanos indolentes y la abracé con ternura y compasión.

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Mientras la abrazaba, busqué envolverla en una luz amorosa, en tanta luz como yo pude irradiar. Fue entonces que la Mama Tamia, la lluvia, hizo acto de presencia, como si ella también se uniera a nuestro sufrimiento. Cuando empezó a caer la madre agua, pedí la purificación de la Abuela Árbol o sino que le dieran una muerte compasiva, si estaba ya su tiempo cumplido. Mientras la abrazaba, le repetía incesantemente que la amaba y que agradecía la oportunidad de estar cerca de ella, pues ella había ayudado a muchas mujeres.

Era una Anciana Sanadora y con el tiempo la ignoraron, la maltrataron. La tristeza la enfermó. Por eso, le recordé que por estar ella mirando directamente al Akllahuasi, a la Casa de las Vírgenes, su propósito había sido el de cuidar a las mujeres. Podía presentir cómo muchas mujeres habían sido sanadas por sus hojas. Entonces sentí su consuelo y pude decir que sintió alivio. Le seguí repitiendo que la amaba, hasta que noté cómo se tranquilizaba. Sólo entonces, cuando percibí que se había tranquilizado, me despedí. Al alejarme de ella, le pedí a la Pachamama que la recibiera en su útero de nuevo y que si esa era su próximo cometido, que ojalá renaciera como mujer sabia, pero valorada y amada. Quedamos en paz. Ahora siento paz.

Con esta vivencia recordé que las hermandades pueden ser restablecidas. Los seres humanos podemos sanar a los hermanos y hermanas plantas, árboles y animales. Así como ellos nos acompañan, alimentan, sanan y crecen con nosotros. Todos somos responsables. Su bienestar también es nuestro. Su enfermedad también es nuestra. ¡Qué los acuerdos antiguos sean renovados, y las promesas cumplidas!! Estamos aquí también con el propósito mutuo de vida y toda vida es sagrada. La reciprocidad es ayni. Y el Ayni es vivir juntos en un equilibrio justo. Ayni es también ser amorosos y conscientes. Gracias, yupaichani Abuela Arbol de Higo por recordarme qué es el ayni!!!

¿Pero no todos saben escuchar?

Si, es verdad mashi Urus. Muchos Taitas y Mamas dejaron de escuchar….y eso les tiene como dormidos a los Apus y a las Ñustas. Ahora los chamanes solo les nombran o les piden; les utilizan pero no les escuchan ni quieren aprender. Si los Apus no se comunican a corazones abiertos, dejan de hablar, ¿lo sabías? Duermen, están quietitos. Ya pocos seres humanos están atentos a su sabiduría milenaria. Eso es triste.

Nuestros Abuelos y Abuelas: Las montañas, las piedras, los caminos, todos son testigos vivientes de muchas historias, pues ellos han visto ciclos enteros….y las personas solo pasan, pero sin sostener una relación. Los que por esos senderos transitan ya no buscan ser familia, pues la mayoría están absorbidos por el espejismo de aquello que anhelan pero no encuentran y no comprenden. Por eso solo están de pasada….

Pero cuando el caminante entra con humildad, amor y respeto a la casa de los Apus, y visita a los ancianos y ancianas piedras….ayyyyy…..es un concierto de música; es un canto que danza; es una casa de sabiduría que nunca se silencia; es una memoria viva, clara….y sientes en el corazón la verdad.

Mi mashi, los Apus nos pueden criar, como hijos e hijas suyos que somos. Nos pueden proteger y guiar para permitirnos crecer libres y sin la crueldad de la ‘civilizacion’. Por

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eso nos descalzamos, y los pies son memorias. Ellos son ñawis (chakras) importantes…..

¿Háblenos de los ñawis de los pies, por favor?

Mmmm. Imagínate, desde que nuestra madre nos acarició el pequeño pie al nacer; aquel primer paso que dimos al andar; el primer baile, el primer viaje, y mucho más, todo ello quedó impreso en la Pachamama y ella lo recuerda. ¡Es tanta la memoria que tienen los ñawis de los pies!…..si duele el pie izquierdo, nos duele la madre, la hermana o una mujer….si duele el derecho, nos duele el padre, el hermano o un hombre….¡tanta memoria que recordar, que sanar, que despertar!

Por los ñawis de los pies es que los andinos somos fiesteros, celebrantes, danzantes. ¡Por supuesto! nos gusta celebrar con danza y música todos los Raymis. Celebramos memorias, recuerdos, gratitud. Cada Raymi nos recuerda un nuevo tiempo que se va y otro que viene, y lo hacemos celebrando.

Cuando zapateas, cuando con tus dos pies libres y desnudos tocas la tierra con sonido y cantos, pones alegre a la Pachamama. Ella te siente feliz y vivo y se alegra. Cuando danzo con musica andina y nuestro círculo danza alrededor, siempre la saludamos y le decimos: ¡juyayay…juyayay! ¡Aquí estamos! tus hijos, vivos, alegres, agradecidos. Ella también festeja con nosotros, nos recibe, nos protege y nos despide siempre con regalos. La Pachamama es generosa y alegre también.

Los ñawis de los pies sanan y equilibran todo tu lado femenino y masculino, huarmi y jari. Por eso también nos damos masajes con aromas agradables, con hojas frescas, con tierra húmeda, con cristales y piedrecitas, y le decimos: pai o yupaychani, gracias, gracias por sostenerme cerca de la Pachamama, por recordarme que debo caminar en equilibrio con la vida; gracias por enseñarme que hoy puedo estar aquí y mañana allá. Gracias pies porque en vosotros está toda la memoria de mi cuerpo, la memoria de los ancestros, la memoria que me permite surcar el mismo camino que ellos anduvieron. Gracias pies porque vuestros ojos ven las raíces de mi pueblo, para que no olvide mi cultura sagrada. Gracias pies porque a través de vuestros ojos (ñawis), cuando los cierro y descanso, puedo recuperar la visión de los caminos recorridos en otras vidas. Si mi mashi, para nosotros son ñawis también los pies. En el hinduismo no son considerados chakras mayores pero para los andinos son muy importantes.

¿Cuántos ñawis tenemos?

Trece.

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A mi me contó un maestro andino que también se consideraban como ñawis los dos ojos.

Tal vez en su tradición, pero por lo que yo se los ojos no cuentan como separados. Observa tus pies; míralos. Si mueves el pie derecho no necesariamente se mueve el izquierdo a menos que tu voluntad lo desee. Lo mismo ocurre con las manos: si una mano toma un objeto, la otra mano puede permanecer inmóvil o en otra postura. Es decir, tanto los pies como las manos son ñawis independientes y corresponden a un lado femenino o masculino, ¿verdad? Por eso son ñawis que se cuentan como individuales, lo cual no quita que en paridad formen una unidad.

Tiene sentido

Ahora mueve los ojos hacia un lado o hacia arriba. Sientes cómo los dos se mueven conjuntamente, se acompañan, no se independizan, se siguen siempre….¿lo sientes? ¿te das cuenta? los ojos no son dos ñawis, sino uno solo, inseparables. Los contamos como un solo centro energético junto con el ñawi del tercer ojo.

El andino considera pues los mismos siete centros energéticos que oriente, más uno que sería el ñawi de luz que nos conecta con el Hanan Pacha (Mundo de Arriba). Es el Inti ñawi o el ojo de luz, un ñawi solar que está sobre el ñawi de la coronilla. Dicho octavo ñawi nos conecta con el Sol Central de la Galaxia, el Cosmos, las Estrellas, y todo lo que abarca el mundo de arriba. Si unes manos serían 9 y 10 mas los pies serían 11 y 12 ñawis.

¿Y cuál es el ñawi 13?

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Mashi, es muy importante conocer al treceavo. Es el ñawi oculto, el ñawi lunar. Es un ojo muy sensible y de alta concentración energética. Este ñawi trabaja mucho con la memoria ancestral y la sanación. Recuerda que el número 13 es nuestro número sagrado.

Quizás este conocimiento sagrado no coincida con otros pensadores de la filosofía andina o con el tuyo, pero es lo que yo acepto como mi verdad y la intención es solo compartirla con los que deseen escucharlo. Cualquier otra verdad, esta bien si te permite vivir bien. Cualquier conocimiento es beneficioso si eres honesto contigo mismo. Que el corazón de cada uno decida, pero siempre manteniendo la armonía y el respeto. El hinduismo es bellísimo y muy sabio en su conocimiento de los chakras. Somos sólo aromas, formas y colores en su más amplia diversidad. Lo andino tiene también sus particularidades.

¿Hábleme un poco más del treceavo ñawi por favor?

La mayoría se conforma con saber que hay 13 ñawis, por lo que sólo se da este conocimiento al caminante que lo pide y demuestra ser un buscador de la Verdad.

En la base del cráneo hay un huequito, una hendidura. Toquemos con nuestras manos esta hendidura. Los médicos creo que lo llaman péndulo encefálico, y se halla debajo del cerebelo. Nosotros lo conocemos por medio de una Abuela como «la ollita». Los andinos lo llamamos ñawi lunar y su color es plateado, igual que la Mama Killa o Madre Luna.

Si observas uniendo este ñawi lunar o killa ñawi con otros puntos energéticos como son el ñawi de la garganta (chakra 5) hacia adelante, más el ñawi de los tres ojos (el chakra frontal y los dos ojos físicos) subiendo hacia el ñawi de la coronilla (chakra 7) se forma una primera triangulación superior en el cuerpo energético. Este triángulo superior es 1 + 3= 4. Este número 4 nos da el equilibrio para acceder al Hanan Pacha o Mundo Superior. Por lo tanto, el ñawi 13 representa el poder equilibrador a través de lo lunar y femenino para sensibilizar los sentidos de los otros tres ñawis y que son

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1.  el poder de la palabra y el canto del quinto ñawi,2. la visión del “tercer ojo”y la capacidad de observar a través de los ojos físicos

correspondiente al sexto ñawi,así como el buen pensar o alli yachay ; y finalmente,

3. la unión con el Ayllu (comunidad) cósmico, nuestra herencia estelar que corresponde al séptimo ñawi.

Es un portal dimensional que une cielo y tierra. Por eso Mashi, el decimotercer ñawi es sagrado porque es el del misterio femenino divino superior que busca la unión con el octavo ñawi, el solar y masculino que nos lleva a una expansión de Conciencia. Permite el vuelo libre y elevado del Sagrado Cóndor cuando se da esta unión sagrada. Este peregrinaje empezó en el Uku Pacha con la guía de Amaru la serpiente en el primer ñawi y en su ascenso busca ser Luz Eterna y Pacha Cósmica. Nos convertimos en Kuntur o Cóndores porque podemos acceder a las dimensiones superiores sin dejar este cuerpo físico…. Maravilloso ¿verdad? Por eso los Amautas Astrónomos de Abya Yala eran no solo sabios sino también tenían el poder de volar, de elevarse. Tal capacidad les permitía no solo un conocimiento para elaborar calendarios agrícolas o marcar movimientos estelares y planetarios, sino se convertían en navegantes estelares, visionarios. Así nacieron las profecías. Las profecías permiten ver las Pachas en Allpa Mama en ciclos.

Pero no solo eso, el ñawi lunar guarda en su forma natural el Arbol de la vida, donde está la memoria de la humanidad en sus etapas evolutivas. ¡Imagínate! Toda una biblioteca de la humanidad en tu propio cuerpo. En consecuencia, si activamos este centro energético nos conectamos con los recuerdos vivos de nuestros Ancestros, nuestros orígenes y podemos hasta sanar historias familiares. Así de mágico y sagrado es el ñawi 13.

¿Conoce a otras tradiciones que también nos hablen de dicho ñawi?

No estoy segura, pero si coloco sobre el Arbol hebreo (Kabbala) el cuerpo andino energético, este último ñawi sería el sefirot de Daath, el oculto.

¿Cuéntenos por favor sobre sus peregrinaciones a los Urcos o Apus (nombre dado a las montañas como deidades)?

En las peregrinaciones uno se da cuenta de que como en la vida, hay caminos que son inevitables de andar. Otros deben ser transitados despacito, avanzando poco a poco. Y unos terceros te ponen desafíos que deben ser superados. Algunos Urcus, como si ya te conocieran, te permiten avanzar deprisa. Ellos son sabios y te recuerdan por por sus tus pies y por tu danza, tu canto o tu nombre. Por eso, cuando subimos a una montaña, volcán o nevado, nos presentamos y pronunciamos nuestros nombres. Así el guamani del lugar nunca te olvida y te cuida también. Hay montañas que son recelosas. A ellas nos debemos acercar con confianza y sinceridad. Más adelante te ofrecen sus secretos o su sabiduría. Uno debe ir con una ofrenda o un agrado, como expresión de gratitud y respeto.

¿Alguna leyenda?

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Muchas. Por ejemplo, en el cerro Ilalo se narra el mito de Rumiñahui, un guerrero leal a su Inka quien allí escondió el tesoro de Atawalpa. Lo escondió en sus entrañas y dejó a dos perros para que lo guardaran. Un anciano de la comunidad nos narró que existe una puerta de la cual no se retorna y que abre mundos. Una vez al año esa puerta se abre, y sólo determinados seres entran o salen de ese lugar. le temen y le respetan mucho.

¿Qué les diría a aquellos que nos sentimos andinos, pero no nacimos en los Andes?

Que no sintáis melancolía por no haber nacido en esta Allpa Mama, en Abya Yala. Fue necesario que las almas antiguas tuvieran renacimientos en Europa, Asia y América. Cuando el Taita Atawalpa falleció, dejó su profecía con el Inkarri: miles y miles volveremos ¿lo recuerdas? La filosofía y la espiritualidad de la cosmovisión ancestral fue desmembrada a los cuatro suyus (regiones) para que renaciera desde las cuatro direcciones. Los Amautas y Yachags (sabios) han nacido nuevamente en diferentes países para que haya continuidad de la sabiduría…..Cada uno de vosotros debéis ser buenos sembradores con vuestra gente, pues vuestro mestizaje es importante para que seáis escuchados en medio de vuestro pueblo.

¿Me autoriza a publicar sus respuestas en mastay.info?

Esta carta es larga, mashi Urus. Te comparto lo que conozco y espero que sea semilla. Mashi, mis cartas que son sencillas, te las ofrezco como flores de primavera, y si en tu alma antigua y viva deseas difundirlo está bien. Comparte mientras sea como lluvia fresca para los demás y beneficie a los caminantes del mundo. Te agradezco que me tomes en cuenta para tus buenos propósitos.

Mastay.info ha publicado hasta ahora los escritos de cinco hombres, dos de ellos andinos, dos mesoamericanos, y yo como hijo de los Pirineos. Faltaba pero transmitir también la sabiduría de las Ñustas, de esa otra mitad femenina que también somos. Mama Margarita llega para transmitirnos ese saber. Llega para enseñarnos a corazonar. Dice que me agradece que la tomara en cuenta, y yo le digo “no Mama Margarita, aquí el agradecido soy yo, y con humildad soy yo el que se presenta ante ti, te escucha y APRENDE.”

    

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Los 13 numerales

EL UNIVERSO DANZA al compás de los ciclos y las diversas culturas del Anáhuac, como la olmeca, maya, mexica, zapoteca, hopi o apache, fueron expertos en computarlos. Ellos observaron cómo el ciclo solar es de aproximadamente 364 días (13x28); que Mercurio alcanza el punto más cercano a la Tierra cada 117 días (13x9); que Venus nos besa cada 584 días (13x45) y que Marte se coloca en su posición opuesta al Sol cada 780 días (13x60). Todos dichos ciclos, llamados sinódicos, son divisibles entre 13, un número primo. De ahí que su semana tuviera 13 días.

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Trece también son las constelaciones de su zodiaco. ¿Porqué? El ecuador solar completa una vuelta cada poco más de 25 días, pero dado que la Tierra también se habrá desplazado en relación al Sol, para nosotros esa rotación dura aproximadamente 28 días. Así, al multiplicar 13 por 28 obtenemos 364. Y si con cada rotación del ecuador solar trazáramos una línea imaginaria entre nosotros y el Sol, obtendríamos una división de la eclíptica en trece partes iguales.

13 constelaciones

De ahí que su zodiaco contenga 13 constelaciones. Los mayas llaman Tzab-ek (Cola de Cascabel) a la primera de tales constelaciones. Nosotros la llamamos Las Pléyades.1 Tzab-ek es el cascabel de una serpiente que tiene su cabeza en el punto opuesto, en una zona conocida como el centro galáctico. En la astrología maya la cabeza de esa serpiente corresponde a Itzamná (la iguana), también llamada shibkay (peje lagarto). El peje lagarto es un pez con hocico de lagarto típico de la región del estado de Tabasco. Dice la tradición que no puedes visitar el paraíso sin haber comido carne de peje lagarto. Tal creencia esconde un profundo conocimiento: la ubicación de los planos energéticos superiores (el Paraíso) en el centro galáctico (peje lagarto).

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Los sumerios también consideraron a las Pléyades como la primera de sus constelaciones. Así, según el compendio Babilonio del Mul Apin el transito de la Luna surca 18 constelaciones, siendo la primera Mul Mul, y que justamente corresponde a las Pléyades.2 Los Babilonios heredaron de los sumerios las mencionadas 18 constelaciones, pero redujeron su número a 12, al tener en cuenta solo aquellas por las que transitaba el Sol (constelaciones de la eclíptica). Fue entonces que la primera constelación del zodiaco pasó a ser Aries, sistema que tanto occidente com la India heredaron.

Sin embargo, desde el año 1930 la Unión Astronómica Internacional reconoce que el Sol también transita por una treceava constelación, llamada Ofiuco y ubicada entre Escorpio y Sagitario, punto en el que se encuentra el centro galáctico o cabeza de la serpiente. Y al igual que los mayas con su constelación del peje lagarto (shibkay) o la iguana (Itzamná), la constelación de Ofiuco tiene como símbolo la serpiente.

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Y es que tanto los pobladores del Anáhuac como los antiguos sumerios sabían que nuestra galaxia disponía de una región central, la cual supieron ubicar. También percibieron que las estrellas partían de dicho punto, con brazos que como serpientes se extendían formando un arco, y que las Pléyades estaban en una de las colas de tales serpientes, aquella más cercana a nosotros, mientras que el centro galáctico se hallaba en la posición opuesta. Son conocimientos que seguramente emanaron de un origen pre-diluviano común, pero que muchos acabamos olvidando.

En el antiguo Egipto, mientras el pueblo adoraba al buey y miraba hacia la constelación de Tauro, ubicada justamente al lado de las Pléyades, los sacerdotes miraban en la dirección opuesta, hacia la cabeza de la serpiente, punto en el que se encuentra el sol de nuestra galaxia. El culto al toro por parte del pueblo del antiguo Egipto se dio durante el periodo en el que el equinoccio de primavera cruzaba la constelación del toro, hace entre dos mil y cuatro mil quinientos años, durante la llamada Era de Tauro.

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3

Observa la serpiente que aparece saliendo del tercer ojo. Ella es Uraeus.

El ciclo sagrado de 260 días

LOS ANTIGUOS POBLADORES del Anáhuac no solo dividieron su zodíaco en 13 constelaciones, sino que también vincularon dicho número a los niveles energéticos que nos llegan del Sol y a los 13 cielos de su cosmología. Y de la combinación de dichos 13 niveles energéticos con su sistema vigesimal (base 20), obtuvieron el ciclo sagrado de 260 días. Veinte suman los dedos de ambas manos y de los dos pies, y también son las cualidades vibratorias que nos llegaban del Sol. Ellos las representaron a partir de 20 glifos, los cuales observamos, por ejemplo, en la piedra del sol, de origen mexica (azteca).

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Dichos 20 glifos son agrupados en cuatro grupos de cinco, en los que cada grupo posee un elemento dominante (Tierra, Aire, Agua y Fuego), y otro elemento secundario. Tal distribución la observamos en la Cruz de Quetzalcoatl que aparece en la imagen inferior.

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Es una imagen del códice de Madrid, y en ella nos aparecen los 20 glifos con el diseño utilizado por los mayas. La imagen nos está definiendo el proceso evolutivo del alma. Dicho proceso evolutivo comienza con el elemento Tierra combinándose primero consigo mismo {1}, y después con Aire {2}, Agua {3} y Fuego {4}, para –una vez integradas todas las lecciones de ese nivel evolutivo– alcanzarse la quintaesencia, el quinto glifo del grupo a partir del cual Tierra se expresa en estado de equilibrio {5}.

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De allí se saltaría al segundo grupo (aspa inferior), aquel que combina el elemento Aire con cada uno de los cuatro, hasta alcanzarse nuevamente ese punto central que permite el salto hacia el siguiente estadio evolutivo y así sucesivamente hasta el glifo final llamado ahau (Sol), en el cual uno cierra el ciclo al adquirir el pleno dominio de los cuatro elementos.4 Observamos la secuencia Tierra, Aire, Agua y Fuego, la cual es la misma utilizada por la astrología Occidental y Védica. Por ejemplo, a Tauro (Tierra) le sigue Géminis (Aire), Cáncer (Agua), Leo (Fuego), Virgo (Tierra), Libra (Aire) y así sucesivamente.

Dicho proceso evolutivo inicialmente se llevaba a cabo al nivel del primer numeral, de la primera octava, para con cada nueva vuelta acceder a un numeral más alto, hasta alcanzar el treceavo del último glifo (ahau) en el que la consciencia se manifiesta al nivel del Sol (20) Cósmico (13). Como resultado obtenemos trece octavas (numerales), con 20 acordes cada una (glifos), que resultan de la combinación de cuatro notas (elementos). Dicha escala celestial fue llamada tonalpoahuali por los mexicas, o tzolkin en el caso maya.5 y constituye su calendario sagrado.

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Ambos, mayas y mexicas, también utilizaron dicha serie de 260 permutaciones para definir la cualidad vibratoria de cada día. Pero una cosa es la secuencia evolutiva del alma, la cual se alcanza a lo largo de muchas vidas, y otra la distribución vibratoria de los días, la cual se repite indefinidamente. Por ello, en el segundo caso la combinación entre glifo y numeral venía definida por dos ruedas, que como dos engranajes, iban girando una dentro de la otra. En la imagen inferior observamos ambas ruedas, utilizando los glifos mexicas:

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Tal cantidad de días es la que media en la concepción humana, desde la fecha en la que se hubiera tenido que dar un nuevo periodo en la madre, y el momento del nacimiento del hijo. Y dado que como es arriba, es abajo, en el ciclo de 260 días sus sabios vieron un máximo común divisor de los ciclos mayores, es decir, el ciclo más largo posible que los dividía sin dejar rastro. Así, mientras 13, como número primo, es el mínimo común múltiplo de los ciclos sinódicos del Sol, Mercurio, Venus y Marte; 260 es el máximo común divisor de sus ritmos conjuntos.

Así, después de nueve ciclos sagrados de 260 días (2.340 días), Mercurio, Venus y Marte vuelvan a reencontrarse en la misma posición. El primero habrá completado 20 órbitas, el segundo cuatro y el tercero tres.

Después de 72 ciclos sagrados (18.720 días), los tres anteriores planetas coincidirán con otro ciclo: el tun o año armónico de 360 días. A dicho año se le llama armónico por ser el que media entre trece órbitas lunares o meses siderales (27.3 x 13 ≈ 355 días) y la órbita terrestre de poco más de 365 días. Los Babilonios lo utilizaron para definir los 360 grados de una circunferencia. Los incas también lo utilizaron.

En ese instante habrán transcurrido 52 años armónicos, 160 años Mercurianos, 32 años Venusianos y 24 años Marcianos. Y un ciclo sagrado más tarde (260 días después) los 52 años armónicos de 360 días se habrán convertido en 52 haab o años vagos de 365 días.

Transcurridos 657 ciclos sagrados (170.820 días), los ciclos de Mercurio, Venus y Marte coinciden con los del haab o año solar vago de 365 días. Habrán transcurrido 468 años vagos. Entonces, 117 días más tarde, una vez Mercurio haya completado otra

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vuelta, habrán transcurrido 468 años julianos exactos (365.25 días). Será entonces que Mercurio y el Sol vuelvan a encontrarse en la misma posición.

El Fuego Nuevo

CADA AÑO, DURANTE el paso cenital de las Pléyades por la bóveda celeste, los mexicas (aztecas) celebraban el rito del Fuego Nuevo. Actualmente ello sucede hacia el 20 de noviembre, pero debido a la precesión de los equinoccios, durante aquella época las Pléyades surcaban su punto más alto del firmamento un poco antes, a la razón de un día antes por cada 72 años transcurridos.

Cada Fuego Nuevo anual tomaban una caña y cada 13 años hacían un atado de 13 cañas. Entonces, cada 52 años, una vez realizados cuatro de tales atados (13×4=52) el rito del Fuego Nuevo adquiría una especial relevancia. Llegado dicho momento los sacerdotes destruían las imágenes de todos los templos, para evitar la idolatría. Y durante cinco días apagaban todos los fuegos del imperio, para encender un nuevo fuego con la llegada del nuevo ciclo de 52 años. De la llama de dicho fuego nuevo volvían a encender todas las hogueras, simbolizando un acto de renovación que también daba vida al Sol, para que éste brillara durante 52 años más.

Era el momento en el que dos de sus calendarios se sincronizaban, el del ciclo sagrado de 260 días y el año vago de 365 días (365 x 52 = 260 x 73). Mientras que justo 260 días antes, había sido el año armónico de 360 días el que se había sincronizado con el ciclo sagrado (360 x 52 = 72 x 260). Al sincronizarse, tanto el año armónico como el vago volvían a empezar con la misma combinación de glifo y numeral que se había dado 52 años antes.

El milenio tolteca

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OBSERVAMOS CÓMO LA semana de 13 días multiplicada por 20 nos da el ciclo sagrado de 260 días, y el mes de 18 días multiplicado por 20 nos da el año armónico de 360 días. Por lo tanto, resulta lógico esperar que el ciclo de 52 años, multiplicado por 20, también constituya otro ciclo importante. Constituye el periodo de 1040 años, también conocido como milenio tolteca. Los toltecas no fueron una etnia, sino que eran los hombres y mujeres de conocimiento. Tolteca es pues un estado de iniciación.

Dicho periodo de 1040 años corresponde al ciclo solilunar, tras el cual el Sol, la Luna y la Tierra regresan a su punto de partida. Diversas evidencias arqueológicas sugieren que transcurrido un milenio tolteca los sacerdotes destruían y abandonaban sus centros ceremoniales. Un posible ejemplo lo tenemos en el llamado colapso del periodo clásico. Así, hacia el año 850 d. C. y en el transcurso de menos de una generación, los grandes centros ceremoniales fueron inexplicablemente abandonados. Los hombres y mujeres de conocimiento que habían habitado dichos centros desde el siglo II a. C., durante 1.040 años, súbitamente se fueron, dejando sus lugares de culto huérfanos. Teotihuacan, Uaxacatún, Tikal, Yaxchilán, Bonampak y Palenque, entre otros, son los nombres de algunos de tales lugares.6 A dicho evento le siguió la decadencia del periodo postclásico, con la llegada de los mexicas (aztecas), y la posterior invasión y colonización europea y el criollismo.7

 ¿Cómo explicar dicho misterio? La hipótesis más plausible es que sus sabios habían identificado el ciclo de 1.040 años al renacimiento, auge y muerte de las culturas. Ello les llevó a percatarse de que si no llevaban a cabo tal renovación de manera voluntaria, ésta les vendría impuesta por el destino. Era un sacrificio consciente que buscaba evitar el dolor causado por el colapso involuntario de un centro urbano y de la cultura ligado al mismo.

Dicha hipótesis se apoya sobretodo en el hecho de que otras culturas también definieron ciclos muy similares para el renacimiento y muerte de las culturas. Por ejemplo, los egipcios poseían la leyenda del ave Bennu, llamada Fénix por los Griegos, la cual renacía de sus cenizas cada 500 años, para entonces morir tras otros 500 años de vida y volver a renacer de nuevo, completándose un ciclo cada 1000 años. Mientras que el mundo andino posee el concepto de pachakuti, el cual simboliza un periodo de 480 años. Son 480 años dado que el sistema numérico inca era en base 40 y su año poseía 12 meses, (40 x 12 = 480). Un primer pachakuti marcaba pues la transición de la oscuridad a la luz y el siguiente de la luz a la oscuridad, completándose un ciclo cada 960 años.

Los soles

TODOS DICHOS CÁLCULOS servían para marcar un gran ciclo, el cual tanto mexicas como incas llamaron Sol, mientras que hopis y mayas llamaron mundos. Es un ciclo de 4.800 años en el caso inca, 5.000 años en el caso griego y 5.200 años en el caso del Anáhuac.

Para las culturas del Anáhuac constituía la suma de cinco ciclos solilunares, de manera que 1.040 años se convertían en 5.200. Cinco como los dedos de una mano, o del pié, o las extremidades del cuerpo humano más la cabeza. Cinco como la quinta esencia, aquella que armoniza los restantes cuatro elementos de tierra, aire, agua y fuego. A dicha quinta esencia en el idioma nahuatl se la llamó Macuilxochitl (cinco flor). Y cinco como los pétalos de la flor de Venus, planeta que entra en conjunción con el Sol cinco

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veces cada ocho años, describiendo una flor de cinco pétalos como la que aparece en la imagen inferior.

La mencionada imagen se obtiene al trazar una linea recta entre la Tierra y Venus cada dos días durante 8 años. Yo la llamo la Flor de Venus, símbolo de la armonía y la belleza que nos transmite dicho planeta. 

Y también alcanzaban dicho periodo a partir de su calendario de cuenta larga. Constituye el calendario más conocido como maya, si bien también fue utilizado por otras culturas del Anáhuac, incluso muy anteriores a los mayas.

En su terminología maya, tenemos cómo 20 años armónicos de 360 días (tun) dan un katún, el cual se compone de 7200 días. Tal es la cantidad de días que media entre dos conjunciones de Júpiter y Saturno, llamadas Grandes Conjunciones, de manera que el katún parece permitirles anticipar tal tipo de conjunciones.

La siguiente unidad del calendario de cuenta larga es el baktún, periodo que comprende 20 katunes. Y dado que transcurridas 40 conjunciones entre Júpiter y Saturno, la nueva conjunción vuelve a darse en el mismo punto de partida, dos baktunes ajustados convenientemente abarcan un periodo de 800 años, periodo tras el cual ambos planetas volvían a entrar en conjunción en el mismo punto del firmamento.

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Y así com la semana consta de 13 días, el mundo de arriba de 13 cielos, y el Sol de 13 niveles vibratorios, la suma de 13 baktunes nos da 5200 años. Dicha es la cantidad de años cuando los baktunes han sido ajustados, o sino el ciclo de 13 baktunes dura poco mas de 5125 años. Sin embargo, si tenemos en cuenta que los diversos calendarios del Anáhuac eran como engranajes dentro de otros engranajes, que encajaban a la perfección, resulta lógico esperar que el calendario de cuenta larga fuera convenientemente ajustado para que 13 baktunes duraran 5.200 años, equivalente a 5 milenios toltecas, a 100 fuegos nuevos de 52 años, y a 7305 ciclos sagrados (7200 + 100 + 5).

Tal vez hayan aquellos que se pregunten ¿y porqué llamaron Sol a dicho periodo de 5.200 años? Los llamaron soles por estar vinculados a la actividad solar y es que sus calendarios no solo fueron capaces de sincronizar los ciclos de los 5 planetas visibles, o del Sol y la Luna, sino también los ciclos de actividad solar.

Tal sugerencia sería una mera hipótesis si no fuera porque el doctor Lonnie Thompson, paleontólogo y distinguido profesor universitario por la Universidad Estatal de Ohio, nos demostró que hace 5200 años una caída de la actividad solar causó el enfriamiento global del planeta, y la entrada en un periodo más seco.

Fue dicho periodo que convirtió la sabana del norte de Africa en el actual desierto del Sahara, y forzó a muchas de sus tribus nómadas a establecerse a las orillas del río Nilo, para habitar de nuevo unas tierras y ruinas que habían quedado prácticamente deshabitadas desde el gran diluvio que se estima tuvo lugar hacia el 9700 a. C.

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 En la cordillera de los Andes, el incremento del frío y mayor escasez de agua parece que forzó a sus habitantes a abandonar muchas de las terrazas de cultivo construidas en las laderas de las montañas durante los anteriores 5200 años, y empezaron a construirlas en los valles fluviales. Eran terrazas que habían construido después del Unu Pachacuti (Diluvio Universal), cuando huyendo de las zonas bajas y los valles fluviales, se refugiaron en las montañas.

El ciclo de precesión

DE LA MISMA forma que cinco milenios toltecas nos dan un Sol de 5200 años, cinco Soles constituyen el ciclo de precesión de los equinoccios, de aproximadamente 26 mil años. Se cree que dicho ciclo se debe al vaivén del eje terrestre, el cual gira completa un giro cada dicho periodo de tiempo, como si de una peonza se tratara. Sin embargo, mucho mucho más plausible es que se deba a la rotación del sistema solar respecto al fondo estelar.

De venir causado por el vaivén del eje terrestre, el ciclo de precesión estaría desvinculado del resto del sistema solar, siendo un movimiento que únicamente afecta a la Tierra. Pero observamos como cinco Soles completan un ciclo de precesión, y como el final de cada Sol coincide con cambios en la actividad solar, con cambios climáticos que no solo afectan a la Tierra sino también a los otros planetas.

Por ello es más plausible que el ciclo de precesión sea la rotación de esa burbuja de espacio-tiempo que llamamos sistema solar en relación al fondo estelar, una rotación que podría ser el resultado de la órbita de nuestro Sol alrededor de una estrella binaria, o simplemente porque ese es su movimiento natural, un movimiento que afecta a todo el sistema solar y que por lo tanto nos une y vincula con el Sol y con los restantes planetas.

Conclusión

POCA ES LA información que nos llega de las diversas culturas del Anáhuac como la maya. En el caso maya, por ejemplo, su saber estaba registrado en los miles de códices que Fray Diego de Landa, arzobispo de Yucatán, mando quemar en 1562 durante el Auto de fe de Mani. Las palabras de Landa fueron:

“Hallámosles gran número de libros de estas sus letras, y porque no tenían cosa en que no hubiese superstición y falsedades del demonio, se los quemamos todos, lo cual sentían a maravilla y les daba pena“.8

Casi todos los códices fueron quemados y ahora no nos queda otra opción que tratar de inferir la sabiduría que éstos contenían. Pero al inferirla, tendemos de nuevo a proyectar la visión occidental del mundo, la misma que llevó a Europa a llamar indios a los habitantes originales del continente americano, al creerse que había encontrado una ruta de comercio alternativa hacia las Indias.

Occidente no percibe el tiempo de manera circular sino lineal. Es por ello que después del quinto Sol, el cual se afirma concluyó el 21 de diciembre del 2012, fueron muchos los que pensaron que se acababa el mundo, como si a un Sol no le siguiera otro. Otros si comprendieron que después del quinto venía el siguiente, pero a éste lo llamaron el sexto, sin percatarse que el ciclo de precesión de 26.000 años se compone de 5 soles de

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5.200 años cada uno, por lo que después del quinto volvemos de nuevo al primer Sol del siguiente ciclo.

Esa misma concepción occidental también buscó eventos astronómicos que dieran significado a las fechas. Por ello, muchos quisieron ver en la fecha del 21 de diciembre del 2012 alineaciones galácticas que no existían. El plano galáctico se halla cinco grados al sur del plano de la eclíptica, por lo que el Sol nunca pasará por el centro de la galaxia, sino que lo hará 5 grados más al norte. A parte, aun estamos a 3 grados de alcanzar la vertical de su ubicación exacta, linea que el Sol cruza actualmente el 18 de diciembre de cada año. Dado que el desplazamiento del fondo celeste es de un grado cada 72 años, no cruzará dicha linea un 21 de diciembre (Solsticio) hasta dentro de dos siglos.

Dicho ciclo responde sobretodo a cambios en la actividad solar. Los antiguos pobladores del Anáhuac lo sabían y por ello a dicho ciclo de 5200 años lo llamaron Sol. A cada sol lo vincularon con una humanidad y un nuevo nivel de la conciencia. Los antiguos incas también lo sabían, pues ellos también llaman soles a los periodos de aproximadamente 5 mil años. Lo supieron los antiguos griegos, como Hesíodo, quien dividió el ciclo de precesión en cinco Edades de 5 mil años. O los aborígenes australianos, quienes llaman Senderos del Soñar a los ciclos de 5 mil años, cada uno caracterizado por un sueño de la consciencia colectiva humana.

NASA | SDO: Three Years of Sun in Three Minutes

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De todos ellos tenemos mucho por aprender y dicho artículo intentó ser un granito de arena más que ayude a recuperar parte de la sabiduría ancestral perdida. Una sabiduría quemada por aquellos que en su ignorancia, la despreciaron. Es la misma ignorancia que quemó la biblioteca de Alejandría, para robarle a la humanidad un pasado en el que decididamente fuimos mucho más sabios que en la actualidad. Por suerte el Sol de la ignorancia justo terminó, el velo se destapa, y el nuevo Sol nos promete algo mejor, un periodo de luz y harmonía.

Lecturas complementarias:

Los Pilares de una Nueva Era , por Marc Torra, para leer cuáles fueron los pilares sobre los que se sustentó la Era o Sol de 5200 años que justo terminó.

Tiempo Sagrado por Marc Torra, aporta una descripción más detallada de cuales son los ciclos más importantes que existen entre el anual y el de precesión de los equinoccios (26.0000 años), y el efecto que tales ciclos tienen sobre nosotros.

Ciclos y Eras por Marc Torra, para indagar en el conocimiento de las cinco Eras o Soles del último ciclo de precesión.

Dinosaurios y Flores por Marc Torra, nos explica el concepto de tiempo en espiral y los grandes ciclos (aquellos superiores al de precesión de 26.000 años).

México Despierta por Lino Ramírez y Marc Torra, para leer sobre el nuevo despertar de México.

 2013, Marc Torra para mastay.info

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Notas a pie:

1. Dicha información sobre las Pléyades siendo el punto cero de su zodiaco me fue dada por Fidelia García, estudiosa de la civilización maya. ↩

2. A ellas le siguen: Tauro, Orion, Perseus, Auriga, Géminis, Cáncer, Leo, Virgo, Libra, Escorpio, Sagitario, Capricornio, Acuario, Piscis, Pegaso, Andromeda y Aries. ↩

3. By Aoineko at fr.wikipedia CC-BY-SA-3.0 (http://creativecommons.org/licenses/by-sa/3.0/), via Wikimedia Commons ↩

4. Dicha explicación se la debo a Sergio Calderón, Fidelia García y a los trabajos de Hector Calderón. Ellos también me dieron permiso para mostrar la imágen de la cruz de Quetzalcoatl con los 20 glifos mayas. ↩

5. William E. Gates acuchó el nombre de tzolkin del idioma quiché ch’ol q’iij, y que significa ‘el orden de los días’. ↩

6. León Portilla, Miguel. “La filosofía náhuatl estudiada en sus fuentes”, FCE, México, 1956. ↩

7. Para indagar más sobre dicho periodo se recomiendan las obras de Guillermo Marin, disponibles en http://www.toltecayotl.org ↩

8. de Landa, Fray Diego “Relación de las cosas de Yucatán”. ↩    

Tags: Ciclos Cósmicos, Cultura Anáhuac

El universo es un fractal

Dicen los sabios, «como es arriba, es abajo; como es abajo, es arriba» 1. Ello convierte al universo en un inmenso fractal. Un fractal es un objeto geométrico cuya estructura se repite a diferentes escalas, es decir, en la que lo grande vuelve a aparecernos en lo diminuto y viceversa.

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2

Al observar cada una de las anteriores imágenes, se puede apreciar cómo definen una pauta según la cual se repiten sobre todo las espirales y muy especialmente va apareciendo de forma reiterada esa primera figura, llamada conjunto de Mandelbrot. Y si no nos aparece entera, como mínimo lo hacen fragmentos de esta. A dicha figura se la llama cariñosamente hombrecito-manzana y nos muestra el universo de todos los fractales en su totalidad. Más allá del hombrecito-manzana que aparece en la primera imagen no hay nada. Pero al ampliar cualquier punto de su perfil, uno encuentra un mundo de forma y colorido, un universo que uno puede ampliar hasta el infinito. El límite lo pone la capacidad de procesamiento del ordenador a la hora de calcular con exactitud las coordenadas más exactas de una única formula, la fórmula que da nacimiento al universo fractal.

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El hombrecito-manzana del fractal

La máxima «como es arriba, es abajo» significa que este otro Universo que habitamos nosotros parece comportarse de la misma manera. Las galaxias son universos en miniatura, los sistemas solares son galaxias en miniatura, nosotros somos sistemas solares en miniatura, nuestras células son seres humanos en miniatura, los átomos son células en miniatura. Y, según la teoría del Big Bang, el universo entero emanó de una singularidad del espacio-tiempo más diminuta que un átomo, de manera que «como es abajo, también es arriba».

De ahí que ese otro hombrecito-manzana que aparece en la octava imagen ya no sea el Universo entero de los fractales, sin embargo, está hecho a su imagen y semejanza. Ese hombrecito-manzana tal vez seamos nosotros.

El ser humano en un fractal

Allí estamos, envueltos en capas de distintos colores, con espirales brotando de la capa más externa, para dar nacimiento a otras espirales. Somos una réplica del universo, somos una expresión de la consciencia universal. Como mínimo eso nos dicen las diversas tradiciones espirituales del mundo. Por ejemplo, el hinduismo llama al Universo Jagat, a su conciencia Brahman, y a esa consciencia que somos nosotros, a esa réplica de Brahman, la llaman Atman. El libro del Génesis, escrito por Moisés hace más de  2 500 años, dice que el ser humano fue creado a imagen y semejanza de Dios (Génesis 1:26-27). La tradición Sioux llama a la divinidad Wakan Tanka, término que podríamos traducir como el ‘Gran Misterio’ o el ‘Gran Espíritu’. Para el sioux toda criatura y todo objeto es wakan, es sagrado. Es, en definitiva, una expresión de Wakan Tanka, de esa totalidad sagrada. Y cosas similares se afirman en muchas otras tradiciones.

El tiempo también es un fractal

EN ESE FRACTAL que es el universo, el espacio-tiempo vendría representado simbólicamente por todas las espirales que nos aparecen en las imágenes anteriores. Einstein dijo que el espacio-tiempo era curvo. Si lo es, es curvo como una espiral. Es el cosmos que nos envuelve, y allí estamos nosotros, en el centro, rodeados de espirales de las que nacen otras aun mayores. La imagen de abajo representaría  una expresión de la

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conciencia universal en un rincón del espacio-tiempo, por ejemplo  un ser humano, o un planeta, o una galaxia… (fíjate quién está en el centro)

Que el espacio-tiempo se manifieste como una espiral significa que los ciclos menores no son más que réplicas de los ciclos mayores y que siempre existe un punto en el que ambos se tocan, para darse la mano. Lo observamos por ejemplo en el ciclo diario y el anual. El día, con sus periodos diurno y nocturno, constituye uno de los ciclos que rigen las pautas de comportamiento en la Naturaleza. Por la mañana las flores extienden sus pétalos y los pájaros le cantan al sol que amanece, mientras que al ponerse el sol esas mismas flores se cierran y las cigarras lo despiden chirriando.

Pero lo mismo sucede con el ciclo anual. Con la primavera empieza un nuevo año; la naturaleza se viste de flor y color, mientras que muchos animales despiertan de su periodo invernal. Y en otoño serán las hojas de los árboles las que se vistan de color, de los colores de la tierra, para anunciar que muy pronto se dejarán caer para unirse a ella, mientras los pájaros emigran hacia lugares más cálidos. Llegado el invierno, los árboles se quedan totalmente desnudos, listos para irse a dormir; los animales se esconden en sus madrigueras; y los primeros copos de nieve cubren las hojas caídas. Esas mismas hojas proveerán los nutrientes con los que iniciar un nuevo ciclo, para que vuelvan a florecer los campos, y los pájaros regresen anunciando la llegada de la primavera y le canten otra vez al sol.

Ambos ciclos se tocan en los polos hasta llegar a confundirse. Allí el día dura medio año y otro medio año dura la noche. Allí el ciclo diario y el anual se dan la mano, representando el centro de la espiral, lugar en el que la espiral grande (el año) y las pequeñas que le nace a los costados (los días) se funden y confunden.

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Nosotros

Y EN NOSOTROS, expresiones de la divinidad que vestimos el cuerpo del universo; hombrecitos y mujercitas manzana a medio camino entre el macrocosmos y el microcosmos, ¿cuáles son nuestros ciclos? Los seres humanos nos regimos sobretodo por dos grandes ciclos: el día con su noche, y la vida con su muerte. Constituyen dos ciclos que de nuevo expresan una misma pauta, como si cada vida fuera una espiral y cada muerte su doble espiral, para acabar renaciendo de nuevo en la siguiente vuelta de caracol, así hasta completar una caracola aun mayor: aquella de la condición humana.

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Para apreciar mejor las similitudes entre ambos ciclos, debemos estudiar las fases de las que estos se componen. Las fases del ciclo diario son tres:

Vigilia Soñar Sueño profundo

La vigilia constituye aquel periodo durante el cual tanto el cuerpo físico como la mente están alerta. Al estar ambos despiertos, la mente estará conectada a los cinco órganos sensoriales del cuerpo físico (oído, tacto, vista, gusto y olfato), haciendo que nuestros sentidos estén exteriorizados, es decir, enfocados hacia el exterior. Es el periodo en el que pasamos la mayor parte del tiempo, aproximadamente dos tercios del día (16 horas).

Entonces, al caer la noche, nos vamos a dormir. Aquello que llamamos quedarse dormido significa que nuestro cuerpo físico entra en un estado de reposo. Al quedarse dormido el cuerpo, la mente se desconecta de los órganos sensoriales físicos para conectarse a los órganos sensoriales de otro cuerpo más sutil: el astral. Será entonces que nos pondremos a soñar. En dicha fase pasamos aproximadamente dos tercios del tiempo que estamos dormidos, es decir, casi seis horas.

Tal desconexión de los órganos sensoriales físicos y posterior conexión a los astrales no es repentina, sino que se da durante un estado intermedio, llamado hipnagógico. El estado logrado gracias a la desconexión consciente por parte de la mente de los órganos sensoriales corporales recibe en yoga el nombre de pratyahara. Tal estado ayuda a lograr una buena meditación. Sin embargo, la mayoría de nosotros no podemos

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alcanzarlo de una manera consciente, sino solo cuando el cuerpo cae dormido, como el fruto que no se desprende de la rama hasta que no está maduro.

De darse algún sonido de fondo, como por ejemplo una música placentera o una película aburrida, notaremos cómo a medida que cae dormido el cuerpo físico, vamos experimentando una placentera sensación de ir a la deriva. Pero si de repente el sonido se intensifica, despertando de nuevo a nuestro cuerpo, notaremos cómo pasamos del silencio profundo en el que nos encontrábamos en el estado hipnagógico a escuchar el ruido ambiental en toda su intensidad. Será entonces que pensaremos: «me estaba quedando dormido y ese ruido me despertó de nuevo».

Pero si no hay nada que despierte al cuerpo físico, una vez transitado el estado hipnagógico intermedio, nuestra mente acabará por conectarse a los órganos sensoriales del cuerpo astral. Será entonces que nos sumerjamos en el segundo estado de la consciencia: el subconsciente. En dicho estado olvidaremos que hace apenas unos segundos estábamos en el sofá de casa escuchando música o viendo el televisor y entraremos en el mundo onírico de los sueños.

En el momento que nos pongamos a soñar, el cuerpo astral se habrá desacoplado completamente del cuerpo físico con la excepción de los ojos, los cuales se moverán dentro de nuestros párpados según la dirección en la que dirijamos la vista en sueños. Es como si no hubiéramos sacado la ropa (cuerpo físico) para quedarnos en ropa interior (cuerpo astral), pero aun lleváramos gafas (ojos físicos).

Constituye la fase llamada R.E.M. palabra que viene de Rapid Eye Movement (‘Movimiento Rápido de los Ojos’). Dicen que los ojos son el reflejo del alma y, como el alma no está dormida, sino que ella está despierta viviendo en ese mundo de sueños, es normal que los ojos, como reflejo que son, también estén moviéndose a su compás. El alma es ese conjunto de cuerpos más sutiles que el físico, los cuales incluyen el astral y el mental, entre otros. Son cuerpos menos densos, tan poco densos que no pueden ser percibidos por los órganos sensoriales del cuerpo físico, pero no por ello dejan de poseer una cierta consistencia material. Es una materia sutil, más sutil que el aire, pero es materia a fin de cuentas.

El tercer estado es el de sueño profundo. Allí pasaremos aproximadamente las restantes dos horas que le quedan al día, pero no las pasaremos de un solo golpe sino en tres o cuatro tramos. Son ciclos que nos llevan del REM al sueño profundo, para regresar de nuevo al REM. Cada ciclo dura aproximadamente 90 minutos, y en una noche se suelen completar varios de ellos. De no alcanzarse el sueño profundo, nos despertamos por la mañana cansados y con los ojos rojos, pues aunque el cuerpo si habrá dormido, la mente se habrá pasado toda la noche en vela, soñando. Y es que la mente también necesita su periodo de reposo, o si no acabaríamos por enloquecer.

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Al caer dormida la mente, se desconectará de los órganos sensoriales astrales para ya no conectarse a órgano sensorial alguno. Será entonces que entremos en el estado inconsciente del sueño profundo. Los ojos ya no se moverán; todos los músculos del cuerpo estarán completamente relajados, y el cerebro empezará a emitir frecuencias muy lentas ―llamadas delta―, las cuales oscilan entorno a los 0.5 y 2 Hz. El corazón nos latirá muy despacio, pero sin dejar nunca de latir, o ello causaría la muerte inmediata del cuerpo físico.

El Ser Humano

¿DÓNDE ESTAMOS NOSOTROS cuando todo eso acontece? Para obtener una respuesta debemos primero responder a la pregunta ¿quién somos nosotros? No somos el cuerpo físico, pues cuando éste se fue a dormir, nosotros continuamos experimentando, aunque fuera en esa otra realidad de sueños. La vivimos en el estado subconsciente, pero la vivimos a fin de cuentas.

Pero si seguíamos siendo nosotros los que se sumergían en el estado subconsciente del sueño, y no otro, ¿qué causó que al quedarse dormido el cuerpo físico, se diera una interrupción de la consciencia? De no haberse dado tal interrupción, hubiéramos entrado en el sueño con lucidez, sin olvidar que apenas unos segundos antes nos encontrábamos en el sofá viendo el televisor. Algo tuvo pues que causar esa interrupción.

Lo que sucede es que nos hemos identificado tanto con el cuerpo físico que cuando este se va a dormir  tenemos la sensación de que lo que nos pasa a continuación le está pasando a otro yo, y no a aquel que habita el cuerpo físico. Dejamos de ser el yo del estado consciente para pasar a ser una de nuestras personalidades del estado subconsciente. De ahí que perdamos la continuidad temporal, y de allí también que todos suframos de múltiple personalidad. Todos somos un poco esquizofrénicos. Es como cuando viendo una película o leyendo un libro, nos identificamos tanto con el personaje que nos olvidamos de quienes somos en realidad.

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Pero si no somos el cuerpo ¿significa eso que somos la mente, esa mente que se conectó a los órganos sensoriales del cuerpo astral para vivir la realidad onírica de los sueños? Si preguntáramos a Descartes, él nos diría que sí, dada su famosa frase «pienso, pues existo». Como resultado de dicha concepción del mundo, en la lengua francesa que arropó a Descartes, se utiliza la misma palabra para decir mente y espíritu. La palabra es esprit.

El principio pensante fue confundido con el existencial, confusión que el pensamiento científico llevó aun más al extremo hasta equiparar el cerebro (manifestación física de la mente) a la mente, para incluso buscar en el cerebro aquella zona en la que reside la consciencia. La Ciencia estudia el cerebro humano de la misma forma que un científico de finales del siglo XIX estudiaría un ordenador. Lo abre, para analizar su chip bajo un microscopio, intentando así encontrar una explicación no solo al software (mente), sino al hecho de que ese software pueda llegar a hacer lo que hace, sin pensar que el ordenador está siendo manejado a distancia por alguien (consciencia). Ese alguien es otro ser humano, es decir, un ser divino con mente, ya que la palabra humano parece proceder de unir Hu (antiguo nombre de la divinidad) y manas (nombre sánscrito para la mente).

Por ello, tampoco somos la mente, pues como el cuerpo físico, ella también se va a dormir. El problema es que de nuevo, nos hemos identificado tanto con aquello que tampoco somos: la mente, que cuando ésta se queda dormida, el Espíritu, Consciencia o Ser ―aquello que realmente somos― cae en un estado inconscientes. Es como si estuviéramos tan conectados a una maquina de realidad virtual, y a la realidad por ella definida, que cuando nos desconectan de la máquina, caemos inconscientes. En otras palabras, aquel que observa y siente ―nuestro yo verdadero―, pierde la capacidad de contemplar y sentir, por haberse identificado excesivamente con el instrumento de percepción y análisis: la mente.

En cambio, aquellos que viven en el espíritu, ellos experimentan el sueño profundo no como un estado inconsciente de coma sino como estado supraconsciente. Desde ese estado, observan la totalidad del Cosmos, pues no hay mente que les limite ni cuerpo que les retenga. Desde ese estado supraconsciente ellos contemplan todo el hombrecito-manzana, hasta acabar fundiéndose con la totalidad observada. La contemplación de esa totalidad constituye el primer nivel de éxtasis místico, llamado savikalpa samadhi por la ciencia del yoga. La fusión con la totalidad constituye el segundo nivel, llamado nirvikalpa samadhi.

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Muchas son las tradiciones que buscaron representar aquello que se contempla desde ese primer estado de éxtasis místico. Algunos ejemplos son el Sri Yantra tántrico, o la chakana andina. Desde ese estado se observan figuras geométricas diversas, llamadas yantras, emanando de un punto central. Constituyen el sonido adquiriendo forma, las semillas o arquetipos primordiales de la creación en su instante de manifestación. Mientras que el sonido escuchado constituye el tono primordial, aquel que Oriente llama OM, Occidente Amén y el Islam Amin. Es el sonido de las esferas de los antiguos griegos; la campana amarilla o Huang Chung de la antigua China; el Sawt-e-sarmad de los sufíes; el Ek-Onkar  del Sikhismo. Es el verbo, el logos, el Shabda, el Nada Brahma, el sonido de una sola mano aplaudiendo. Son muchos los nombres con los que intentamos expresar esa palabra divina…

Sri Yantra tántrico por Manytchkine

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Chakana andina

Da igual cómo llamemos a la experiencia, samadhi, éxtasis, comunión, gozo místico o nirvana, pues en todos los casos estamos hablando de los mismo. Es una experiencia que vivimos absolutamente todos. Lo único que nos diferencia es que la mayoría lo hacemos en un estado inconsciente y solo una minoría lo hacen desde ese estado supraconsciente del Ser.

La muerte

HABRÁN AQUELLOS que se pregunten: «Y todo eso, ¿qué tiene que ver con la muerte?» Tiene que ver, y mucho, pues al igual que en los fractales, la espiral grande es una réplica de las pequeñas. La única diferencia entre la muerte y el caer dormidos cada noche es que en el caso de la muerte el cuerpo físico no se despierta. El corazón deja de latir; la energía vital nos abandona, y el cordón de plata que une el alma al cuerpo se rompe. Sin embargo, caiga dormido el cuerpo físico o muera éste, la experiencia es muy similar. Caemos en un estado onírico, visitamos los reinos astrales intermedios, y olvidamos incluso que acabamos de morir. Y allí nos quedamos por un tiempo, en esos planos intermedios del mundo astral, para a su debido tiempo permanecer también un lugar llamado Cielo,  Paraíso, Nirvana o Edén. Es un lugar en el no-espacio y el no-tiempo, ubicado más allá de los planos mentales. Allí nos recargamos de energía, y nos curamos los traumas, para una vez recuperados del todo, volver a nacer.

Con el nacimiento empieza otra espiral de la vida, y después otra, hasta que eventualmente ya no nazcamos en el cuerpo de un ser humano, sino que lo hagamos como un ser distinto, tal vez un ser planetario, tal vez otra cosa. De ahí, quién sabe, quizás pasemos a ser sistema solar, después galaxia, hasta volver a ser uno con todo el universo. Cuando cada uno de nosotros regrese al origen, el universo entero habrá vuelto a contraerse, hasta alcanzar el tamaño menor que un átomo, hasta volver a ser singularidad o consciencia no manifestada. Será entonces, desde ese punto en el no-espacio y ese momento en el no-tiempo, que un nuevo latido tendrá lugar y con él la manifestación de un nuevo universo, un nuevo fractal.

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Tal evento tendrá lugar solo cuando todos hayamos alcanzado el estado supraconsciente, todos hayamos recorrido la última espiral y contemplemos el universo desde esa Totalidad. Mientras nuestro nivel de consciencia no haya alcanzado su plenitud, nuestros tránsitos por el Cielo, entre una vida y la siguiente, serán vividos en un estado más o menos inconsciente, de la misma forma que en vida vivíamos el gozo místico como mero sueño profundo. Pero todos pasamos por el Cielo una temporada antes de volver a nacer, absolutamente todos, y también todos estamos predestinados a alcanzar ese nivel de la consciencia en el que podamos gozar plenamente. Es así porque todos somos el absoluto contemplándose a sí mismo desde trillones de ojos.

¿Y cuál sería en la muerte el equivalente al estado hipnagógico? Algunas almas, al morir su cuerpo físico, están tan apegadas a lo material que se quedan atrapadas en el estado etéreo. Es un estado de densidad intermedia entre el físico y el astral. Allí vivirán, como fantasmas, observando con anhelo las sombras del mundo físico de la materia, pero sin poder vivir esa realidad tan deseada por carecer de la interfaz adecuada: el cuerpo físico. Al final, dichas almas acabarán también navegando por los reinos astrales, antes de ascender a ese mundo de arriba, a ese lugar ubicado en el no-espacio y en el no-tiempo, en el que podrán sanar sus traumas antes de volver a nacer de nuevo. Ellas, como cada uno de nosotros, también son ojos del Absoluto danzándole a la vida.

Por ello ¿por qué temerle a la muerte si morimos cada noche y nacemos con cada nuevo amanecer? Mucho mejor es aprender a entrar en el estado de sueño con lucidez, para que esa misma lucidez se mantenga el día en que muramos. Y aprendiendo a soñar con lucidez, lograremos algún día que el flujo de la conciencia se mantenga ininterrumpido cuando cada noche entremos en el estado del sueño profundo. Así, al morir, sabremos

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que nuestro cuerpo físico justo pronunció su último suspiro, para entonces ponernos a buscar la luz, dejarnos inundar por ella y vivir la experiencia celestial del gozo místico sin dejar que caiga en el olvido.

Artículos relacionados:

Ascensión, para leer una analógica entre los tres estados de la consciencia y nuestro propósito en el planeta como seres humanos.

El eje espiritual del Mundo I, para leer la relación existente entre el Sri Yantra, la Chakana Andina y la imagen de la totalidad que se percibe desde el estado de éxtasis místico.

Nebulosa: el orgasmo estelar, para leer la relación entre las fases de concepción de una Nebulosa y el ser humano.

Dinosaurios y Flores, para ampliar el concepto de tiempo espiral

 2013, Marc Torra para mastay.info

Notas a pie:

1. La mencionada máxima aparece en la obra El Kybalión, atribuida al escritor norteamericano William Walker Atkinson. Se la reconoce como uno de los principios herméticos. ↩

2. Todas las imagenes de fractales que aparecen en dicha secuencia y en el artículo fueron creadas por Wolfgang Beyer utilizando el programa Ultra Fractal 3 y se distribuyen bajo licencia Creative Commons. Se las puede encontrar en Wikimedia Commons ↩

    

Tags: Ciclos Cósmicos, Espiritualidad, Filosofía

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