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LA PARUSÍA o La Segunda Venida de Nuestro Señor James Stuart Russell (1816-1895) Una mirada cuidadosa a la doctrina neotestamentaria de la Segunda Venida de Nuestro Señor Tomado de The Berean Bible Church Traducción de Román Quirós M. Escrito en 1878 "Esta es actualmente la introducción y la defensa impresa más popular del punto de vista preterista de la profecía bíblica. La mayoría de los teólogos de Europa de hace un siglo adoptaron la posición preterista, así que no es sorprendente oír a algunos de los bien conocidos contemporáneos de Russell decir cosas amables sobre este libro: F. W. Farrar dijo que el libro estaba "lleno de sugestividad". Milton Terry, que escribió Hermenéutica Bíblica, citó extensamente el libro de Russell y respaldó plenamente el enfoque preterista. Charles H. Spurgeon, que no sostenía la posición preterista, afirmó, sin embargo, que el libro "arroja tanta luz nueva sobre porciones oscuras de las Escrituras, y está acompañado de tantas investigaciones críticas y tanto razonamiento detallado, que no puede hacer daño a nadie y puede beneficiar a todos". (Para el texto completo de esta revisión, léase el comentario de C. H. Spurgeon sobre " The Parousia " ). Bien conocidos escritores y teólogos conservadores de nuestros días dicen cosas similares de Russell y del punto de vista preterista. Escuchemos las siguientes afirmaciones de Gary De Mar, del Dr. R. C. Sproul, del Dr. Kenneth Gentry, y de Walt Hibbard. (Edward E. Stevens). "¿Cuántas veces ha luchado usted con la interpretación de ciertos textos bíblicos relacionados con

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  • LA PARUSA o

    La Segunda Venida de Nuestro Seor

    James Stuart Russell (1816-1895)

    Una mirada cuidadosa a la doctrina neotestamentaria de la Segunda Venida de Nuestro Seor

    Tomado de The Berean Bible Church

    Traduccin de Romn Quirs M.

    Escrito en 1878

    "Esta es actualmente la introduccin y la defensa impresa ms popular del punto de vista preterista de la profeca bblica. La mayora de los telogos de Europa de hace un siglo adoptaron la posicin preterista, as que no es sorprendente or a algunos de los bien conocidos contemporneos de Russell decir cosas amables sobre este libro: F. W. Farrar dijo que el libro estaba "lleno de sugestividad". Milton Terry, que escribi Hermenutica Bblica, cit extensamente el libro de Russell y respald plenamente el enfoque preterista. Charles H. Spurgeon, que no sostena la posicin preterista, afirm, sin embargo, que el libro "arroja tanta luz nueva sobre porciones oscuras de las Escrituras, y est acompaado de tantas investigaciones crticas y tanto razonamiento detallado, que no puede hacer dao a nadie y puede beneficiar a todos". (Para el texto completo de esta revisin, lase el comentario de C. H. Spurgeon sobre " The Parousia " ).

    Bien conocidos escritores y telogos conservadores de nuestros das dicen cosas similares de Russell y del punto de vista preterista. Escuchemos las siguientes afirmaciones de Gary De Mar, del Dr. R. C. Sproul, del Dr. Kenneth Gentry, y de Walt Hibbard. (Edward E. Stevens).

    "Cuntas veces ha luchado usted con la interpretacin de ciertos textos bblicos relacionados con

    http://www.bereanbiblechurch.org/transcripts/christ_has_come/russell.htmlhttp://www.bereanbiblechurch.org/transcripts/christ_has_come/russ_sprg.html
  • el tiempo del regreso de Jess porque no encajaban en un sistema preconcebido de escatologa? La Parusa de Russell toma la Biblia en serio cuando nos habla de la cercana del regreso de Cristo. Los que afirman que interpretan la Biblia literalmente, tropiezan con el significado obvio de estos textos de tiempo haciendo que la Escritura diga lo opuesto de lo que ella declara inequvocamente. Leer a Russell es un soplo de aire fresco en una habitacin llena de humo y hermenutica de espejo". (Gary De Mar, autor de Last Days Madness).

    "Creo que la obra de Russell es uno de los importantes tratados sobre escatologa bblica disponibles para la iglesia en la actualidad. Los puntos de controversia discutidos en esta obra con respecto a las referencias del marco de tiempo de la Parusa en el Nuevo Testamento son de importancia vital, no slo para al escatologa, sino tambin para el futuro debate sobre la credibilidad de las Sagradas Escrituras". (Dr. R. C. Sproul, president de los Ministerios Ligonier).

    "Aunque no concuerdo con todas las conclusiones de J. Stuart Russell en The Parousia, recomiendo en alto grado, a estudiantes de la Biblia serios y maduros, esta bien organizada defensa del preterismo, una obra que est cuidadosamente argumentada e impositivamente escrita. Es uno de los libros ms persuasivos y estimulantes que yo haya ledo sobre el tema de la escatologa, un libro que ha tenido gran impacto sobre mi propia manera de pensar. El estudio bblico-teolgico que hace Russell de la escatologa del Nuevo Testamento establece un modelo de excelencia". (Dr. Kenneth Gentry, Jr., autor de Before Jerusalem Fell).

    "En vista de las maravillosas y penetrantes observaciones del Dr. Russell, ningn estudiante serio de la escatologa bblica debera intentar construir un esquema sistemtico de sucesos apocalpticos sin consultar primero esta obra del siglo diecinueve, La Parusa". Walt Hibbard, presidente de Great Christian Books).

    CONTENIDO

    PREFACIO

    Ningn lector atento del Nuevo Testamento puede dejar de impresionarse con la prominencia que los evangelistas y los apstoles le dan a la PARUSA, o 'venida del Seor'. Ese suceso es el gran tema de la profeca del Nuevo Testamento. Apenas si hay un solo libro, desde el evangelio de Mateo hasta el Apocalipsis de Juan, en el que la Parusa no se presente como la gloriosa promesa de Dios y la bendita esperanza de la iglesia. Fue predicha por Nuestro Seor con frecuencia y solemnidad; fue mantenida sin cesar por los apstoles ante los ojos de los primeros cristianos; y fue creda firmemente y esperada ansiosamente por las iglesias de la era primitiva.

    No puede negarse que hay una notable diferencia entre la actitud de los primeros cristianos y la de los cristianos actuales en relacin con la Parusa. Esa gloriosa esperanza, a la cual se volvieron ansiosamente todos los ojos y todos los corazones en

  • la era apostlica, casi ha desaparecido de la vista de los modernos creyentes. Cualesquiera sean las opiniones tericas expresadas en smbolos y credos, debe admitirse con franqueza que la 'segunda venida de Cristo' casi ha dejado de ser una creencia viva y prctica.

    Se pueden invocar varias causas para explicar este estado de cosas. Los apresurados vaticinios de los que con demasiada confianza se han dedicado a interpretar la profeca, y el consiguiente descrdito por el fracaso de sus predicciones, sin duda han disuadido a hombres reverentes y sensatos de adentrarse en la investigacin de 'profecas no cumplidas'. Por otra parte, hay razones para pensar que la crtica racionalista ha engendrado dudas sobre si hubo alguna vez el propsito de que las predicciones del Nuevo Testamento tuvieran cumplimiento literal o histrico.

    Entre el racionalismo, por una parte, y el irracionalismo, por la otra, ha venido a haber un estado, ampliamente prevaleciente, de incertidumbre y confusin de pensamiento en relacin con las profecas del Nuevo Testamento, lo cual explica hasta cierto punto, aunque quizs no justifica, el hecho de que se enve el tema entero a la regin de los problemas oscuros e insolubles, sin esperanza.

    Sin embargo, sta es slo una explicacin parcial. Merece consideracin, ya sea que haya o no una diferencia fundamental entre la relacin de la iglesia de la era apostlica con la Parusa predicha y la relacin con ese suceso sostenida en pocas subsiguientes. Sin duda, los primeros cristianos crean que estaban al borde de una gran catstrofe, y sabemos cunta intensidad y cunto entusiasmo inspiraba la esperanza de la casi inmediata venida del Seor; pero, si no puede demostrarse que los cristianos actuales tienen una actitud similar, habra una falta de verdad y realismo al simular la ansiosa anticipacin y esperanza de la iglesia primitiva. Un mismo suceso no puede ser inminente en dos perodos diferentes separados por casi dos mil aos. Por lo tanto, debe haber alguna grave equivocacin por parte de los que sostienen que la iglesia cristiana actual tiene precisamente la misma relacin con, y debera tener la misma actitud hacia, la 'venida del Seor' que la iglesia en los das de Pablo.

    En un espritu franco y reverente, esta obra es un intento de aclarar este malentendido, y establecer el verdadero significado de la Palabra de Dios sobre un tema que ocupa un lugar tan conspicuo en las enseanzas de Nuestro Seor y de sus apstoles. Es el fruto de muchos aos de paciente investigacin, y el autor no ha escatimado esfuerzos para poner a prueba al mximo la validez de sus conclusiones. Ha sido su nica meta establecer lo que dice la Escritura, y su nico deseo, ser gobernado por una leal sumisin a la autoridad de ella. El ideal de interpretacin bblica que ha mantenido ante s es el que fue tan bien expresado por un telogo alemn: 'Explicatio plana non tortuosa, facilis non violenta, eademque et exegeticce et Chistance conscientium pariter arridens'. (1)

  • Aunque la naturaleza de la investigacin hace necesario referirse con alguna frecuencia al original del Nuevo Testamento y a las leyes de construccin gramatical e investigacin, ha sido el propsito del autor presentar esta obra de la manera ms popular posible, de modo que cualquier persona de educacin e inteligencia normales pueda leerla con facilidad e inters. La Biblia es un libro para todo hombre, y el autor no ha escrito esta obra para eruditos y crticos solamente, sino para los muchos que estn profundamente interesados en la interpretacin bblica, y que piensan, con Locke, que 'una bsqueda imparcial del verdadero significado de las Sagradas Escrituras es la mejor manera que tenemos de emplear el tiempo'. (2) Para el autor ser suficiente recompensa de sus trabajos si logra dilucidar en alguna medida las enseanzas de la revelacin divina que han sido oscurecidas por prejuicios tradicionales, o malinterpretadas por una exgesis errnea.

    1878.

    Notas:

    1. Tratado de Donier, De Oratione Christi Eschatologica, p. 1.

    2. Locke, Notes on Ephesians 1:10

    Las ltimas palabras de la profeca en el Antiguo Testamento

    El Libro de Malaquas El intervalo entre Malaquas y Juan el Bautista

    PARTE I

    LA PARUSA EN LOS EVANGELIOS

    La Parusa Predicha Por Juan el Bautista

    La Enseanza de Nuestro Seor Sobre la Parusa, En los Evangelios Prediccin de la ira venidera sobre aquella generacin Alusiones adicionales a la ira venidera Destino inminente de la nacin juda (Parbola de la higuera estril) El fin del mundo, o la terminacin de la dispensacin juda (Parbolas de la cizaa y la red) La venida del Hijo del Hombre (la Parusa) durante la vida de los apstoles La Parusa ha de tener lugar durante la vida de algunos discpulos La venida del Hijo del Hombre segura y pronta (Parbola de la viuda inoportuna) La recompensa de los discpulos en la edad venidera, es decir, en la Parusa

    http://espanol.geocities.com/alfil2_1999/parusia2.htmlhttp://espanol.geocities.com/alfil2_1999/parusia1.htmlhttp://espanol.geocities.com/alfil2_1999/parusia_intro.html
  • Indicaciones profticas de la prxima consumacin del reino de Dios: 1 Parbola de las minas 2. Lamento de Jess sobre Jerusaln 3. Parbola de los labradores malvados 4. Parbola de las bodas del Hijo del Rey 5. Ayes contra los escribas y fariseos 6. La profeca del Monte de los Olivos

    Examen de la profeca del Monte de los Olivos: I. Preguntas de los discpulos II. Respuesta de Nuestro Seor a los discpulos

    (a) Sucesos que ms remotamente habran de preceder a la consumacin (b) Indicaciones adicionales del prximo destino de Jerusaln (c) Los discpulos advertidos contra los falsos profetas (d) Llegada del 'fin', o la catstrofe de Jerusaln (e) La Parusa ha de tener lugar antes de que pase la generacin actual (f) Certeza de la consumacin, pero incertidumbre de su fecha exacta (g) Lo repentino de la Parusa, y llamado a estar vigilantes (h) Los discpulos advertidos de lo repentino de la Parusa (Parbola del seor de la casa)

    II.Respuesta de Nuestro Seor a los discpulos (continuacin): (i) La Parusa, un tiempo de juicio tanto para los amigos como los enemigos de Cristo (Parbola de las vrgenes prudentes y las vrgenes insensatas) (k) La Parusa, un tiempo de juicio (Parbola de los talentos) (l) La Parusa, un tiempo de juicio (Las ovejas y los cabritos)

    Declaracin de Nuestro Seor Ante el Sumo Sacerdote Prediccin de los ayes que vienen sobre Jerusaln Oracin del ladrn penitente La comisin apostlica

    La Parusa en el Evangelio de Juan La Parusa y la resurreccin de los muertos La resurreccin, el juicio, y el ltimo da El juicio de este mundo, y del prncipe de este mundo El regreso de Cristo (la Parusa) ser pronto Juan ha de vivir hasta la Parusa Resumen de la enseanza de los evangelios con respecto a la Parusa

    Apndice a la Parte I Nota A.- Sobre la teora de interpretacin del doble sentido Nota B.- Sobre el elemento proftico en los evangelios

    http://espanol.geocities.com/alfil2_1999/parusia_apendice1.htmlhttp://espanol.geocities.com/alfil2_1999/parusia7.htmlhttp://espanol.geocities.com/alfil2_1999/parusia6.htmlhttp://espanol.geocities.com/alfil2_1999/parusia5.htmlhttp://espanol.geocities.com/alfil2_1999/parusia4.htmlhttp://espanol.geocities.com/alfil2_1999/parusia3.html
  • PARTE II

    LA PARUSA EN LOS HECHOS Y EN LAS EPSTOLAS

    En los Hechos de los Apstoles 'Irse' y 'regresar' Vienen los ltimos das La prxima destruccin de aquella generacin La Parusa y la restitucin de todas las cosas Cristo habr de juzgar pronto al mundo

    En las Epstolas Apostlicas Introduccin En la Primera Epstola a los Tesalonicenses Esperanza de la pronta venida de Cristo La ira venidera sobre el pueblo judo Significado de la Parusa para los discpulos de Cristo Cristo ha de venir con todos sus santos Los sucesos que acompaan a la Parusa Exhortacin a la vigilancia en la espera de la Parusa Oracin para que los tesalonicenses sobrevivan hasta la venida de Cristo

    En la Segunda Epstola a los Tesalonicenses La Parusa, un tiempo de juicio contra los enemigos de Cristo, y de la liberacin de su pueblo Sucesos que deben preceder a la Parusa

    1. La apostasa 2. El hombre de pecado

    En las Epstolas a los Corintios La Primera Epstola a los Corintios Actitud de los cristianos de Corinto en relacin con la Parusa Carcter judicial del 'da del Seor' (1Cor. 3:13) Carcter judicial del 'da del Seor (1Cor. 4:5) Cercana de la consumacin que se aproxima El fin del mundo ya ha llegado Sucesos que acompaan a la Parusa Los santos (vivos) transformados en la Parusa La Parusa y la 'final trompeta' 'Maranatha', la contrasea apostlica La Segunda Epstola a los Corintios Anticipaciones del 'fin' y del 'da del Seor' Los muertos en Cristo han de ser presentados junto con los vivos en la Parusa Esperanza de la futura bienaventuranza en la Parusa

    http://espanol.geocities.com/alfil2_1999/parusia11.htmlhttp://espanol.geocities.com/alfil2_1999/parusia10.htmlhttp://espanol.geocities.com/alfil2_1999/parusia9.htmlhttp://espanol.geocities.com/alfil2_1999/parusia8.html
  • En la Epstola a los Glatas 'La edad presente' Las dos Jerusalenes - la antigua y la nueva

    En la Epstola a los Romanos El da de la ira La escatologa de Pablo Cercana de la prxima salvacin Esperanza de una pronta liberacin

    En la Epstola a los Colosenses La manifestacin de Cristo se aproxima La ira venidera

    En la Epstola a los Efesios La dispensacin de la plenitud de los tiempos El da de redencin La edad presente y la venidera La (s) edad (es) venidera (s)

    En la Epstola a los Filipenses El da de Cristo Esperanza de la Parusa Cercana de la Parusa

    En las Epstolas a Timoteo En la Primera Epstola: Apostasa de los postreros das Tabla escatolgica, o sinopsis, de los pasajes relacionados con los postreros tiempos Frases equivalentes que se refieren al mismo perodo Tabla de pasajes relacionados con la apostasa de los postreros tiempos Conclusin con respecto a la apostasa Timoteo y la Parusa La apostasa ya se est manifestando En la Segunda Epstola: Esperanza de 'aquel da', es decir, la Parusa La apostasa de los 'postreros das' es inminente Espera del fin que se aproxima

    En la Epstola a Tito Anticipacin de la Parusa

    En la Epstola a los Hebreos Los ltimos das ya han llegado Las edades, o perodos mundiales

    http://espanol.geocities.com/alfil2_1999/parusia19.htmlhttp://espanol.geocities.com/alfil2_1999/parusia18.htmlhttp://espanol.geocities.com/alfil2_1999/parusia17.htmlhttp://espanol.geocities.com/alfil2_1999/parusia16.htmlhttp://espanol.geocities.com/alfil2_1999/parusia15.htmlhttp://espanol.geocities.com/alfil2_1999/parusia14.htmlhttp://espanol.geocities.com/alfil2_1999/parusia13.htmlhttp://espanol.geocities.com/alfil2_1999/parusia12.html
  • El mundo venidero, o el nuevo orden El fin del tiempo La promesa del reposo de Dios El fin de los tiempos Esperanza de la Parusa La Parusa se aproxima La Parusa es inminente La Parusa y los santos del Nuevo Testamento La gran consumacin se acerca Cercana y fin de la consumacin Expectativa de la Parusa

    En la Epstola de Santiago Vienen los ltimos das Cercana de la Parusa

    En las Epstolas de Pedro En la Primera Epstola: La salvacin a punto de ser revelada en los postreros tiempos La revelacin cercana de Jesucristo Relacin entre la redencin de Cristo y el mundo antediluviano Cercana del juicio y el fin de todas las cosas Las buenas nuevas anunciadas a los muertos El fuego de prueba y la gloria venidera Ha llegado el tiempo del juicio La gloria a punto de ser revelada En la Segunda Epstola: Burladores en 'los postreros das' La escatologa de Pedro Certeza de la consumacin que se aproxima Lo repentino de la Parusa Actitud de los cristianos primitivos en relacin con la Parusa Los nuevos cielos y la nueva tierra La cercana de la Parusa, un motivo para ser diligentes Los creyentes no deben desanimarse por la aparente demora de la Parusa Alusin de Pedro a las enseanzas de Pablo concernientes a la Parusa

    En las Epstolas de Juan El mundo pasa: viene la ltima hora Viene el anticristo, prueba de que es la ltima hora El anticristo no es una persona, sino un principio Marcas del anticristo Esperanza de la Parusa

    En la Epstola de Judas

    http://espanol.geocities.com/alfil2_1999/parusia23.htmlhttp://espanol.geocities.com/alfil2_1999/parusia22.htmlhttp://espanol.geocities.com/alfil2_1999/parusia21.htmlhttp://espanol.geocities.com/alfil2_1999/parusia20.html
  • APNDICE A LA PARTE II

    Nota A.- El reino de los cielos, o el reino de Dios Nota B.- Acerca de la 'Babilonia' de 1 Pedro 5:13 Nota C.- Acerca del simbolismo de la profeca, con referencia especial a las predicciones de la Parusa Nota D.- El Dr. Owen acerca de 'los nuevos cielos y la nueva tierra' (2 Pedro 3:7) Nota E.- El Rev. F. D. Maurice acerca de 'el ltimo tiempo' (1 Juan 2:18)

    PARTE III

    La Parusa en el Apocalipsis

    Interpretacin del Apocalipsis Limitacin de tiempo en el Apocalipsis Fecha del Apocalipsis El verdadero significado del Apocalipsis Estructura y plan del Apocalipsis El nmero siete en el Apocalipsis El tema del Apocalipsis El prlogo

    La Primera Visin Los mensajes a las siete iglesias

    La Segunda Visin Los Siete Sellos Introduccin a la visin Apertura del primer sello Apertura del segundo sello Apertura del tercer sello Apertura del cuarto sello Apertura del quinto sello Apertura del sexto sello Sellamiento de los siervos de Dios

    La Tercera Visin Las Siete Trompetas Apertura del sptimo sello Las cuatro primeras trompetas La quinta trompeta La sexta trompeta Episodio del ngel y el librito Medicin del templo

    http://espanol.geocities.com/alfil2_1999/parusia32.htmlhttp://espanol.geocities.com/alfil2_1999/parusia31.htmlhttp://espanol.geocities.com/alfil2_1999/parusia30.htmlhttp://espanol.geocities.com/alfil2_1999/parusia29.htmlhttp://espanol.geocities.com/alfil2_1999/parusia28.htmlhttp://espanol.geocities.com/alfil2_1999/parusia27.htmlhttp://espanol.geocities.com/alfil2_1999/parusia26.htmlhttp://espanol.geocities.com/alfil2_1999/parusia26.htmlhttp://espanol.geocities.com/alfil2_1999/parusia25.htmlhttp://espanol.geocities.com/alfil2_1999/parusia24.html
  • Episodio de los dos testigos La sptima trompeta

    La Cuarta Visin Las Siete Figuras Msticas La mujer vestida de sol El gran dragn escarlata El hijo varn La primera bestia El nmero de la bestia La segunda bestia El Cordero en el Monte Sin El Hijo del Hombre en las Nubes

    La Quinta Visin Las Siete Copas

    La Sexta Visin La gran ramera El misterio de la bestia escarlata Los siete reyes Los diez cuernos de la bestia Nota sobre Apocalipsis 17 La cada de Babilonia El juicio de la bestia y sus poderes confederados El juicio del dragn El reino de los santos y mrtires Satans soltado despus de mil aos La catstrofe de la sexta visin

    LA SPTIMA VISIN

    LA SANTA CIUDAD, O LA ESPOSA

    Prlogo a la visin Descripcin de la santa ciudad

    EPLOGO

    RESUMEN Y CONCLUSIN

    APNDICE A LA PARTE III

    http://espanol.geocities.com/alfil2_1999/parusia35.htmlhttp://espanol.geocities.com/alfil2_1999/parusia34.htmlhttp://espanol.geocities.com/alfil2_1999/parusia33.html
  • Nota A.- Reuss sobre el nmero de la bestia Nota B.- 'Vida y Escritos de Pablo' por el Dr. J. M. MacDonald El obispo Warburton sobre 'La Profeca de Nuestro Seor Sobre el Monte de los Olivos, y sobre 'el reino de los cielos'

    LAS LTIMAS PALABRAS DE LA PROFECA DEL ANTIGUO TESTAMENTO

    El Libro de Malaquas El Intervalo Entre Malaquas y Juan el Bautista

    EL LIBRO DE MALAQUAS

    El canon de las Escrituras del Antiguo Testamento se cierra de manera muy diferente de lo que podra esperarse despus del esplndido futuro revelado a la nacin del pacto en las visiones de Isaas. Ninguno de los profetas es portador de una carga ms pesada que el ltimo del AT. Malaquas es el profeta de la destruccin. Pareca que la nacin, por medio de su incorregible obstinacin y desobediencia, haba renunciado al favor divino y demostrado ser, no slo indigna, sino incapaz, de las glorias prometidas. La partida del espritu proftico estaba llena de malos presagios, y pareca indicar que el Seor estaba a punto de abandonar el pas. En consecuencia, la luz de la profeca del Antiguo Testamento se apaga en medio de nubes y densa oscuridad. El Libro de Malaquas es una larga y terrible acusacin contra la nacin. El Seor mismo es el acusador, y con la evidencia ms clara, sustenta cada uno de los cargos contra el pueblo culpable. La larga acusacin incluye sacrilegio, hipocresa, desprecio contra Dios, infidelidad conyugal, perjurio, apostasa, blasfemia; mientras, por otro lado, el pueblo tiene el descaro de repudiar la acusacin, y declararse 'no culpable' de cada uno de los cargos. El pueblo parece haber alcanzado esa etapa de insensibilidad moral en que los hombres llaman a lo malo bueno, y a lo bueno malo, y estn madurando rpidamente para ser juzgados.

    Como resultado, el juicio venidero es 'la carga de la palabra del Seor a Israel por medio de Malaquas'.

    Cap. 3:5.- "Y vendr a vosotros para juicio; y ser pronto testigo contra los hechiceros y adlteros, contra los que juran mentira, y los que defraudan en su salario al jornalero, a la viuda y al hurfano, y a los que hacen injusticia al extranjero, no teniendo temor de m, dice Jehov de los ejrcitos".

    http://espanol.geocities.com/alfil2_1999/parusia_intro.html#EL INTERVALO#EL INTERVALOhttp://espanol.geocities.com/alfil2_1999/parusia_intro.html#EL LIBRO DE#EL LIBRO DE
  • Cap. 4:1.- "Porque he aqu, viene el da ardiente como un horno, y todos los soberbios y todos los que hacen maldad sern estopa; aquel da que vendr los abrasar, ha dicho Jehov de los ejrcitos, y no les dejar ni raz ni rama".

    Que esta no es una amenaza vaga y sin significado es evidente a juzgar por los trminos claros y definidos con que es anunciada. Todo apunta a una inminente crisis en la historia de la nacin, cuando Dios administre juicio sobre su pueblo rebelde. "Viene el da ardiente como un horno", "el da grande y terrible de Jehov". Que este "da" se refiere a cierto perodo y a un suceso especfico no admite duda. Ya haba sido predicho, y precisamente con las mismas palabras, por el profeta Joel (2:31): "El da grande y espantoso de Jehov". Y encontraremos una clara referencia a l en el discurso del apstol Pedro el da de Pentecosts (Hechos 2:20). Pero el perodo queda definido ms precisamente por la notable declaracin de Malaquas en 4:5: "He aqu, yo os envo el profeta Elas, antes que venga el da de Jehov, grande y terrible". La declaracin explcita de nuestro Seor de que el Elas predicho no es otro que su precursor, Juan el Bautista (Mat. 11:14), nos permite establecer el momento y el suceso a los que se hace referencia como "el da de Jehov, grande y terrible". El suceso no debe ser buscado a gran distancia del perodo de Juan el Bautista. Es decir, la alusin al juicio de la nacin juda, cuando su ciudad y su templo fueron destruidos, y la estructura entera del estado mosaico fue disuelta.

    Merece notarse que tanto Isaas como Malaquas predicen la aparicin de Juan el Bautista como el precursor de nuestro Seor, pero en trminos muy diferentes. Isaas le representa como el heraldo del Salvador venidero: "Voz que clama en el desierto: Preparad camino a Jehov; enderezad calzada en la soledad a nuestro Dios". (Isa. 40:3). Malaquas representa a Juan como el precursor del Juez venidero: "He aqu, yo envo mi mensajero, el cual preparar el camino delante de m; y vendr sbitamente a su templo el Seor a quien vosotros buscis, y el ngel del pacto, a quien deseis vosotros. He aqu viene, ha dicho Jehov de los ejrcitos". (Mal. 3:1).

    Que esta es una venida de juicio se pone de manifiesto por las palabras que siguen inmediatamente despus, y que describen la alarma y la consternacin causadas por su aparicin: "Y quin podr soportar el tiempo de su venida? o quin podr estar en pie cuando l se manifieste?" (Mal. 3:2).

    No puede decirse que este lenguaje es apropiado para la primera venida de Cristo; pero es altamente apropiado para su segunda venida. Hay una clara alusin a este pasaje en Apoc. 6:17, donde "los reyes de la tierra, y los grandes, los ricos, los capitanes," etc. son representados como ocultndose "del rostro de aqul que est sentado sobre el trono, y de la ira del Cordero, diciendo: El gran da de su ira ha llegado; y quin podr sostenerse en pie?" Nada puede estar ms claro que "el da de su venida" en Mal. 3:2 es el mismo que "el da de Jehov, grande y terrible" de 4:5, y

  • que ambos responden al "gran da de su ira" en Apoc. 6:17. Por lo tanto, concluimos que el profeta Malaquas habla, no del primer advenimiento de nuestro Seor, sino del segundo.

    Esto queda probado adems por el hecho significativo de que, en 3:1, el Seor es representado como viniendo "sbitamente a su templo". Entender esto como que se refiere a la presentacin del Salvador nio en el templo por sus padres, a los suyos en los atrios del templo, o a los suyos de entre los compradores y vendedores del sagrado edificio es ciertamente una explicacin de lo ms inadecuada. sas no son ocasiones de terror y consternacin, como est implcito en el segundo versculo: "Quin podr estar en pe cuando l se manifieste?" Sin embargo, la expresin sugiere vvidamente la visitacin final y judicial sobre la casa de su Padre, cuando habra de quedar "desierta", segn su prediccin. El templo era el centro de la vida de la nacin, el smbolo visible del pacto entre Dios y su pueblo; era el lugar en que "el juicio deba comenzar", y que habra de ser alcanzado por "destruccin repentina". Entonces, tomando en cuenta todos estos detalles, la "sbita venida del Seor a su templo", la consternacin que acompaa "el da de su venida", su venida como "fuego purificador", su venida "para juicio", "viene el da ardiente como un horno", "todos los que hacen maldad sern estopa", "no les dejar ni raz ni rama", y la aparicin de Juan el Bautista, el segundo Elas, antes de la llegada del "da grande y terrible de Jehov", es imposible resistirse a la conclusin de que aqu el profeta predice la gran catstrofe nacional en la cual el templo, la ciudad, y la nacin perecieron juntas; y que esto es designado como "el da de su venida".

    Sin embargo, aunque parezca extrao, el hecho indudable es que Malaquas no alude a la primera venida de nuestro Seor. Esto lo reconoce claramente Hengstenberg, que observa: "Malaquas omite del todo la primera venida de Cristo en humillacin, y deja completamente en blanco el intervalo entre su precursor y el juicio de Jerusaln". (1) Esto debe explicarse por el hecho de que el principal objeto de la profeca es predecir la destruccin nacional y no la liberacin nacional.

    Al mismo tiempo, mientras el juicio y la ira son los elementos predominantes de la profeca, los rasgos de un carcter diferente no estn completamente ausentes. El da de la ira es tambin un da de redencin. Hay un remanente fiel, aun en la nacin apstata: hay oro y plata que deben ser refinados y joyas que deben ser reunidas, as como escoria que debe ser rechazada y rastrojo que debe ser quemado. Hay hijos a quienes perdonar la vida, as como enemigos que ser destruidos; y el da que trajo consternacin y oscuridad para los impos, ver "el Sol de justicia nacer trayendo salvacin en sus alas" para los fieles. Hasta Malaquas sugiere que la puerta de la misericordia todava no est cerrada. Si la nacin regresa a Dios, l regresar a ellos. Si quieren restituir lo que sacrlegamente han retenido del servicio del templo, l los

  • compensar con bendiciones mayores de las que ellos podran recibir. Todava puede ser una "tierra deliciosa", la envidia de todas las naciones. En la hora undcima, si la misin del segundo Elas tiene xito en ganar los corazones del pueblo, la catstrofe inminente puede ser alejada, despus de todo (3:3, 16-18; 4:2, 3, 5).

    Sin embargo, existe la conclusin inevitable de que las amonestaciones y las amenazas no servirn de nada. Las ltimas palabras suenan como el taido de campanas anunciando destruccin. (Mal. 4:6): "No sea que yo venga y hiera la tierra con maldicin".

    El pleno significado de esta ominosa declaracin no es evidente en seguida. Para la mente hebrea, esta declaracin indicaba la ms terrible suerte que podra sobrevenirle a una ciudad o a un pueblo. La 'maldicin' era el anatema, o cherem, que denotaba que la persona o cosa sobre la que recaa la maldicin era entregada a una completa destruccin. Tenemos un ejemplo del cherem, o ban, en la maldicin pronunciada sobre Jeric (Josu 6:17; y una declaracin ms detallada de la ruina que ello significaba, en el libro de Deuteronomio (13:12-18). La ciudad habra de ser herida a filo de espada, toda cosa viviente en ella deba ser ejecutada, el botn no deba ser tocado, todo era maldito e inmundo, la ciudad deba ser consumida por el fuego, y el lugar entregado a desolacin perpetua. Hengstenberg observa: "Todas las cosas imaginables estn incluidas en esta sola palabra"; (2) y cita el comentario de Vitringa sobre este pasaje: "No cabe duda de que Dios quera decir que entregara a una segura destruccin tanto a los obstinados transgresores de la ley como a su ciudad, y que deban sufrir el extremo castigo de su justicia, como dirigentes consagrados a Dios, sin ninguna esperanza de obtener favor o perdn".

    Tal es la terrible maldicin que dej suspendida sobre la tierra de Israel el espritu proftico en el momento de partir y guardar un silencio que durara siglos. Es importante observar que todo esto hace referencia clara y especfica a la tierra de Israel. El mensaje del profeta es a Israel; los pecados que son reprobados son los de Israel; la venida del Seor es a su templo en Israel; la tierra amenazada con maldicin es la tierra de Israel. (3) Todo esto apunta manifiestamente a una especfica catstrofe local y nacional, de la cual la tierra de Israel habra de ser el escenario, y sus culpables habitantes las vctimas. La historia registra el cumplimiento de la profeca, en exacta correspondencia con el tiempo, el lugar, y las circunstancias, en la ruina que devast a la nacin juda durante el perodo de la destruccin de Jerusaln.

    EL INTERVALO ENTRE MALAQUAS Y JUAN EL BAUTISTA

    Los cuatro siglos que transcurren entre la conclusin del Antiguo Testamento y el principio del Nuevo estn en blanco en la historia de las Escrituras. Sin embargo,

  • sabemos, por los libros de los Macabeos y los escritos de Josefo, que fue un perodo agitado en los anales judos. Judea fue, por turnos, vasalla de las grandes monarquas que la circundaban - Persia, Grecia, Egipto, Siria, y Roma - con un intervalo de independencia bajo los prncipes macabeos. Pero, aunque durante este perodo la nacin pas por grandes sufrimientos, y produjo algunos ilustres ejemplos de patriotismo y de piedad, en vano buscamos algn orculo divino, o algn mensajero inspirado, que declarase la palabra de Dios. Israel poda decir en verdad: "No vemos ya nuestras seales; no hay ms profeta, ni entre nosotros hay quien sepa hasta cundo". (Sal. 74:9). Y sin embargo, esos cuatro siglos no dejaron de ejercer una poderosa influencia en el carcter de la nacin. Durante este perodo, se establecieron sinagogas por todo el territorio, y el conocimiento de las Escrituras se extendi ampliamente. Surgieron las grandes escuelas religiosas de los fariseos y de los saduceos, cuyos dos grupos profesaban ser expositores y defensores de la ley de Moiss. En gran nmero, los judos se asentaron en las grandes ciudades de Egipto, Asia Menor, Grecia, e Italia, llevando consigo y a todas partes el culto de la sinagoga y la Septuaginta, la traduccin griega del Antiguo Testamento. Sobre todo, la nacin acariciaba en lo ms recndito de su corazn la esperanza de un libertador venidero, un heredero de la casa real de David, que deba ser el rey teocrtico, el liberador de Israel de la dominacin gentil, cuyo reino fuera tan feliz y glorioso que mereciera llamarse "el reino de los cielos". Pero, en su mayor parte, el concepto popular del rey venidero era terrenal y carnal. En cuatrocientos aos, no haba habido ningn mejoramiento en la condicin moral del pueblo y, entre el formalismo de los fariseos y el escepticismo de los saduceos, la verdadera religin se haba hundido hasta llegar a su punto ms bajo. Sin embargo, todava haba un fiel remanente que tena conceptos ms verdaderos del reino de los cielos, y "que esperaba la redencin en Israel". Al acercarse el tiempo, hubo indicios del regreso del espritu proftico, y presagios de que el prometido liberador estaba cerca. A Simen se le asegur que, antes de morir, vera al "ungido de Jehov"; parece que una indicacin parecida se le haba hecho a la anciana profetisa Ana. Es razonable suponer que tales revelaciones deben haber despertado gran expectacin en los corazones de muchos, y les prepararon para el pregn que poco despus se oy en el desierto de Judea: "Arrepentos, porque el reino de los cielos se ha acercado". Nuevamente se haba levantado profeta en Israel, y "el Seor haba visitado a su pueblo".

    Notas:

    1. Vase, de Hengstenberg, Nature of Prophecy. Christology. Vol. 4, p. 8.

    2. Hengstenberg, Christology, vol. 4, p. 227.

  • 3. El significado de este pasaje (Mal. 4:6) est oscurecido por la desafortunada traduccin de earth en lugar de land. La expresin hebrea ch a, como el griego , se emplea con mucha frecuencia en sentido restringido. La alusin en el texto es claramente a la tierra de Israel. Vase Hengstenberg, Christology, vol. 4. p. 224.

    PARTE I

    LA PARUSA EN LOS EVANGELIOS

    LA PARUSA PREDICHA POR JUAN EL BAUTISTA

    No hay nada ms claramente afirmado en el Nuevo Testamento que la identidad de Juan el Bautista con el heraldo en el desierto por medio de Isaas y el Elas de Malaquas. Cun bien concuerda la descripcin de Juan con la de Elas es evidente al primer vistazo. Cada uno era austero y asceta en su estilo de vida; cada uno era un celoso reformador de la religin; cada uno era un severo censurador del pecado. Los tiempos en que vivieron eran singularmente semejantes. En ambos perodos, la nacin juda era degenerada y corrupta. Elas tuvo su Acab, Juan su Herodes. No es objecin a esta identificacin de Juan como el Elas predicho el hecho de que el Bautista mismo rechaz el nombre cuando los sacerdotes y levitas de Jerusaln exigieron: "Eres t Elas?" (Juan 1:21). Los judos esperaban la reaparicin del Elas literal, y la respuesta de Juan estaba dirigida a esa opinin errnea. Pero su verdadero derecho a la designacin es afirmado expresamente en el anuncio hecho por el ngel a su padre Zacaras: "E ir delante de l con el espritu y el poder de Elas (Lucas 1:17); as como en las declaraciones de nuestro Seor: "Y si queris recibirlo, l es aquel Elas que haba de venir". (Mat. 11:14). "Mas os digo que Elas ya vino, y no le conocieron... Entonces los discpulos comprendieron que les haba hablado de Juan el Bautista". (Mat. 17:10-13). Juan era el segundo Elas, y cumpli exhaustivamente las predicciones de Isaas y Malaquas concernientes a l. Por lo tanto, soar con un "Elas del futuro" equivale a poner en duda la afirmacin expresa de la palabra de Dios, y no descansa en ninguna justificacin bblica en absoluto.

    Ya hemos aludido al doble aspecto de la misin de Juan presentada por los profetas Isaas y Malaquas. La misma diversidad se ve en las descripciones del Nuevo Testamento tocantes al segundo Elas. El aspecto benigno de su misin presentada por Isaas se reconoce tambin en las palabras del ngel por medio del cual haba sido predicho su nacimiento, como ya se ha citado, y en el pronunciamiento inspirado de su padre Zacaras: "Y t, nio, profeta del Altsimo sers llamado; porque irs delante de la presencia del Seor, para preparar sus caminos; para dar conocimiento de salvacin a su pueblo, para perdn de sus pecados" (Lucas 1:76, 77). Encontramos el mismo aspecto de gracia en los versculos iniciales de evangelio de Juan: "Este vino

  • por testimonio, para que diese testimonio de la luz, a fin de que todos creyesen por l" (Juan 1:7).

    Pero el otro aspecto de su misin no es reconocido con menos claridad en los evangelios. Es representado, no slo como el heraldo del Salvador venidero, sino como el del Juez venidero. En realidad, sus propias afirmaciones registradas hablan mucho ms de ira que de salvacin, y estn concebidas ms en el espritu del Elas de Malaquas que en el del heraldo del desierto en Isaas. Amonesta a los fariseos y a los saduceos, y a las multitudes que venan a su bautismo, a que "huyeran de la ira venidera". Les dice que "el hacha est puesta a la raz de los rboles". Anuncia la venida de Uno ms poderoso que l, "cuyo aventador est en su mano, y recoger su trigo en el granero, y quemar la paja en fuego que nunca se apagar" (Mat. 3:12).

    Es imposible no impresionarse con la correspondencia entre el lenguaje del Bautista y el de Malaquas. Como observa Hengstenberg: "A travs de todo el texto, es la profeca de Malaquas la que Juan comenta". (1) En ambos, la venida del Seor se describe como un da de ira; ambos hablan de su venida con fuego que refina y prueba, con fuego que quema y consume. Ambos hablan de un tiempo de discriminacin y separacin entre los justos y los impos, el oro y la escoria, el trigo y la paja; y ambos hablan de la completa destruccin de la paja, o rastrojo con fuego que no se apaga. Estas no son semejanzas fortuitas: las dos predicciones son la contraparte la una de la otra, y slo pueden referirse al mismo suceso, el mismo "da del Seor", el mismo juicio venidero.

    Pero lo que merece observarse ms especialmente es la evidente cercana de la crisis que Juan predice. "La ira venidera" es una interpretacin muy inadecuada del lenguaje del profeta. (2) Debera ser "la ira que viene"; esto es, no meramente futura, sino inminente. "La ira venidera" puede ser indefinidamente distante, pero "la ira que viene" es inminente. Como observa justamente Alford: "Juan est hablando ahora en el verdadero carcter de un profeta que predice la ira que pronto ha de ser derramada sobre la nacin juda". (3) As sucede con las otras representaciones en el discurso del Bautista; todo indica la rpida aproximacin de la destruccin. "Ya el hacha est puesta a la raz de los rboles". El aventador estaba realmente en las manos del labrador; el proceso de cribado estaba a punto de comenzar. Estas advertencias de Juan el Bautista no son las vagas e indefinidas exhortaciones al arrepentimiento, dirigidas a los hombres en todo tiempo, que algunas veces se supone que son; son palabras urgentes, ardientes, que tienen relevancia especfica y presente para la generacin que entonces exista, los hombres que vivan, y a los cuales les traa el mensaje de Dios. La nacin juda estaba ahora en su ltima prueba; el segundo Elas haba venido como precursor del "da grande y terrible de Jehov": si rechazaban sus advertencias, la destruccin profetizada por Malaquas seguira con toda certeza y

  • rapidez. "Vendr y herir la tierra con maldicin". Nada puede ser ms obvio que la catstrofe a la que Juan alude es especfica, nacional, local, e inminente, y la historia nos dice que, dentro del perodo de la generacin que escuchaba su clamor de amonestacin, "vino sobre ellos la ira al mximo".

    Notas:

    1. Christol., vol. 4, p. 232.

    2. thj mellousj orghj

    3. Testamento griego in loc.

    LA ENSEANZA DE NUESTRO SEOR SOBRE LA PARUSA EN LOS EVANGELIOS SINPTICOS

    A consecuencia de haber sido encarcelado por Herodes Antipas, el fin del ministerio de Juan el Bautista marca una nueva orientacin en el ministerio de nuestro Seor. En verdad, antes de ese tiempo, haba enseado al pueblo, efectuado milagros, ganado adherentes, y obtenido amplia popularidad; pero, despus de ese suceso, que puede considerarse como una indicacin del fracaso de la misin de Juan, nuestro Seor se retir a Galilea, y all entr en una nueva fase de su ministerio pblico. Se nos dice que "desde entonces comenz Jess a predicar, y a decir: Arrepentos, porque el reino de los cielos se ha acercado" (Mat. 4:17). stos son los trminos precisos con los que se describe la predicacin de Juan el Bautista (Mat. 3:2). Tanto nuestro Seor como su precursor llamaron "a la nacin al arrepentimiento", y anunciaron el acercamiento del "reino de los cielos". Se deduce que, con la frase "el reino de los cielos se ha acercado", Juan no podra significar meramente que el Mesas estaba a punto de aparecer, porque, cuando Cristo en efecto apareci, hizo el mismo anuncio. "El reino de los cielos se ha acercado". De manera semejante, cuando los doce discpulos fueron enviados en su primera misin evangelstica, se les orden predicar, no que el reino de los cielos haba venido, sino que se haba acercado (Mat. 10:7). Adems, que el reino no vino en el tiempo de nuestro Seor, ni en el da de Pentecosts, es evidente por el hecho de que, en su discurso proftico en el Monte de los Olivos, nuestro Seor dio a sus discpulos ciertas seales por medio de las cuales podan saber que el reino de los cielos estaba cerca (Lucas 21:31).

    Por lo tanto, arribamos a ciertas conclusiones claramente deducibles de las enseanzas de nuestro Seor:

  • 1. Que l proclam que una gran crisis, o consumacin, llamada "el reino de los cielos", se haba acercado.

    2. Que esta consumacin, aunque cercana, no habra de tener lugar durante el curso de su vida, ni durante algunos aos despus de su muerte.

    3. Que sus discpulos, o por lo menos algunos de ellos, podan esperar presenciar la llegada de esta consumacin.

    Pero el tema entero de "el reino de los cielos" debe ser reservado para una discusin ms completa en un tiempo futuro.

    PREDICCIN DE LA IRA VENIDERA SOBRE AQUELLA GENERACIN

    Hay otro punto de semejanza entre la predicacin de nuestro Seor y la de Juan el Bautista. Ambos dieron las ms claras indicaciones de la estrecha cercana de un tiempo de un tiempo de juicio que deba abatirse sobre la generacin existente, a causa de su rechazo de las amonestaciones e invitaciones de la misericordia divina. As como el Bautista habl de la "ira venidera", as tambin nuestro Seor, con igual claridad, advirti al pueblo del "juicio venidero". Jess reconvino a "las ciudades en las cuales haba hecho muchos de sus milagros, porque no se haban arrepentido", y predijo que les sobrevendra un infortunio mayor que el que haba cado sobre Tiro y Sidn, Sodoma y Gomorra (Mat. 11:20-24). Que todo esto apunta a una catstrofe que no era remota, sino cercana, y que realmente se abatira sobre aquella generacin actual, es evidente por las expresas afirmaciones de Jess.

    Mat. 12:38-46 (comprese con Lucas 11:16, 24-36): "Entonces respondieron algunos de los escribas y de los fariseos, diciendo: Maestro, deseamos ver de t seal. l respondi y les dijo: La generacin mala y adltera demanda seal; pero seal no le ser dada, sino la seal del profeta Jons. Porque como estuvo Jons en el vientre del gran pez tres das y tres noches, as estar el Hijo del Hombre en el corazn de la tierra tres das y tres noches. Los hombres de Nnive se levantarn en el juicio con esta generacin, y la condenarn; porque ellos se arrepintieron a la predicacin de Jons, y he aqu ms que Jons en este lugar. La reina del sur se levantar en el juicio con esta generacin, y la condenar; porque ella vino de los fines de la tierra para or la sabidura de Salomn, y he aqu ms que Salomn en este lugar. Cuando el espritu inmundo sale del hombre, anda por lugares secos, buscando reposo, y no lo halla. Entonces dice: Volver a mi casa de donde sal; y cuando llega, la halla desocupada, barrida, y adornada. Entonces va, y toma consigo otros siete espritus peores que l, y entrados, moran all; y el postrer estado de aquel hombre viene a ser peor que el primero. As tambin acontecer a esta mala generacin".

  • Este pasaje es de gran importancia para establecer el verdadero significado de la frase "esta generacin" [genea]. En este lugar, slo puede referirse al pueblo de Israel que entonces viva - la generacin entonces actual. Ningn comentarista ha propuesto jams llamar "genea" aqu a la raza juda de todos los tiempos. Nuestro Seor acostumbraba referirse a sus contemporneos como a esta generacin:

    "Mas, a qu comparar esta generacin?" - esto es, a los hombres de ese tiempo que no escuchaban ni a su precursor ni a l mismo (Mat. 11:16; Luc. 7:31). Hasta comentaristas como Stier, que sostiene la interpretacin de "genea" como raza o linaje en otros pasajes, admite que la referencia en estas palabras es "a la generacin que estaba viva en ese entonces y en esa poca, que era de lo ms importante". (1) As que, en el pasaje que tenemos delante, no puede haber controversia con respecto a la aplicacin de las palabras exclusivamente a la generacin que exista entonces, los contemporneos de Cristo. Nuestro Seor da aqu testimonio de la exacerbada y enorme maldad de ese perodo. Jess se acaba de dirigir a aquella generacin con las mismas palabras del Bautista: "Generacin de vboras!". Se declara que su culpa supera a la de los paganos; se la compara con un endemoniado, de quien el espritu inmundo se ha apartado por un tiempo, pero ha regresado con mayor fuerza que antes, acompaado por otros siete espritus peores que l, de manera que "el postrer estado de aquel hombre viene a ser peor que el primero". En el testimonio de Josefo tenemos una impresionante confirmacin de la descripcin que hace nuestro Seor de la condicin moral de aquella generacin. "Como sera imposible relatar en detalle sus enormidades, dir brevemente que ninguna otra ciudad sufri jams calamidades similares, y que ninguna generacin existi jams que fuese ms prolfica en el crimen. Confesaban que eran esclavos - y lo eran - la escoria misma de la sociedad, los engendros espurios y contaminados de la nacin". (2) "Y aqu no puedo contenerme, y debo expresar lo que mis sentimientos me indican. Soy de la opinin de que, si los Romanos hubiesen diferido el castigo de estos miserables, o la tierra se hubiese abierto y se hubiese tragado la ciudad, o sta habra sido barrida por un diluvio, o compartido el destino de Sodoma. Porque produjo una raza mucho ms impa que la de los que fueron as visitados. Porque, por medio de la locura desesperada de estos hombres, la nacin entera se vio envuelta en la ruina de ellos". (3) "De alguna manera, aquel perodo se haba vuelto tan prolfico en iniquidad de todo tipo entre los judos, que ninguna obra mala qued sin ser perpetrada; ... tan universal era el contagio, tanto en pblico como en privado, y tal la emulacin para superarse los unos a los otros en actos de impiedad hacia Dios e injusticia hacia sus prjimos". (4)

    Tal era la terrible condicin hacia la que la nacin se apresuraba cuando nuestro Seor pronunci estas palabras profticas. El clmax todava no haba llegado, pero ya estaba plenamente a la vista. El espritu inmundo no haba regresado a su casa todava, pero

  • estaba en camino. Como observa Stier: "En el perodo entre la ascensin de Cristo y la destruccin de Jerusaln, especialmente hacia el fin de ella, podramos decir que esta nacin aparece como poseda por siete mil demonios". (5) No es ste un cumplimiento adecuado y completo de la prediccin del Salvador? Tenemos la ms ligera justificacin para, o la ms ligera necesidad de, decir que significa alguna otra cosa, o algo ms que esto? Qu razn hay para suponer un cumplimiento adicional y futuro de sus palabras? No es un virtual descrdito de la profeca buscar algo ms que el sentido obvio que apunta tan claramente a una catstrofe inminente que estaba a punto de acontecerle a aquella generacin? Seguramente mostramos la mayor reverencia a la palabra de Dios cuando aceptamos implcitamente sus obvias enseanzas, y rehusamos las especulaciones injustificadas y meramente humanas que los crticos y los telogos han extrado de su propia fantasa. Concluimos, entonces, que, en el escandaloso libertinaje de la poca, y las sealadas calamidades que, antes de que terminara, destruiran al pueblo judo, tenemos el testimonio histrico del exhaustivo cumplimiento de esta profeca.

    ALUSIONES ADICIONALES A LA IRA VENIDERA

    Lucas 13:1-9: "En este mismo tiempo estaban all algunos que le contaban acerca de los galileos cuya sangre Pilato haba mezclado con los sacrificios de ellos. Respondiendo Jess, les dijo: Pensis que estos galileos, porque padecieron tales cosas, eran ms pecadores que todos los galileos? Os digo: No; antes si no os arrepents, todos pereceris igualmente. O aquellos dieciocho sobre los cuales cay la torre de Silo, y los mat, pensis que eran ms culpables que todos los hombres que habitan en Jerusaln? Os digo: No; antes si no os arrepents, todos pereceris igualmente".

    Cun vvidamente percibi nuestro Seor las inminentes calamidades de la nacin, y cun claras y distintas fueron sus advertencias, puede inferirse de este pasaje. La matanza de algunos galileos que haban subido a Jerusaln a la fiesta de la Pascua, ya fuera por orden o con la confabulacin del gobernador romano, y la sbita destruccin de dieciocho personas mediante la cada de la torre cerca del estanque de Silo, eran incidentes que formaban los temas de conversacin del pueblo en ese tiempo. Nuestro Seor declara que las vctimas de estas calamidades no eran excepcionalmente impas, sino que una suerte semejante alcanzara a las mismas personas que ahora hablaban de ellas, a menos que se arrepintieran. El punto de su observacin, que a menudo se pasa por alto, reside en la similitud de la amenaza de la destruccin. No es "todos vosotros pereceris tambin", sino "todos vosotros pereceris del mismo modo". Que nuestro Seor tena a la vista la ruina final que estaba a punto de alcanzar a Jerusaln y a la nacin difcilmente puede dudarse. La analoga entre los casos es real e

  • impresionante. Fue en la fiesta de la Pascua cuando la poblacin de Judea se haba agolpado en Jerusaln, y all fue encerrada por las legiones de Tito. Josefo nos cuenta cmo, en la agona final del sitio, la sangre de los sacerdotes que oficiaban fue derramada al pie del altar de los sacrificios. Los soldados romanos fueron los ejecutores del juicio divino; y al caer al suelo el templo y la torre, sepultaron en sus ruinas muchas vctimas de la impenitencia y la incredulidad. Es satisfactorio descubrir que tanto Alford como Stier reconocen la alusin histrica en este pasaje. El primero observa: la fuerza se pierde en la versin inglesa "likewise", [parecida], que debera traducirse "in like manner" [de la misma manera], como de hecho pereci el pueblo judo por la espada de los romanos". (6)

    EL DESTINO INMINENTE DE LA NACIN JUDA

    Parbola de la Higuera Estril

    Lucas 13:6-9: "Dijo tambin esta parbola: Tena un hombre una higuera plantada en su via, y vino a buscar fruto en ella, y no lo hall. Y dijo al viador: He aqu, hace tres aos que vengo a buscar fruto en esta higuera, y no lo hallo; crtala; para qu inutiliza tambin la tierra? l entonces, respondiendo, le dijo: Seor, djala todava este ao, hasta que yo cave alrededor de ella, y la abone. Y si diere fruto, bien; y si no, la cortars despus".

    El mismo significado proftico se pone de manifiesto en esta parbola, que es casi la contraparte de la que aparece en Isaas 5, tanto en forma como en significado. La verdadera interpretacin es tan obvia que apenas es necesaria alguna explicacin. Su aplicacin al pueblo judo es de lo ms clara y directa, ms especialmente cuando se la considera en relacin con las advertencias que anteceden. Israel es la higuera intil, cultivada por mucho tiempo, pero sin producir fruto para su dueo. Ahora se encuentra en su ltima prueba: el hacha, como haba declarado Juan el Bautista, estaba puesta a la raz del rbol; pero el golpe fatal fue aplazado por la intercesin de la misericordia. An en ese momento, el Salvador estaba ocupado en su obra de gracia de alimentarla y cultivarla; un poco ms, y saldra el decreto: "Crtala. Para qu inutiliza tambin la tierra?"

    No hay duda de que, en sta como en otras parbolas, hay principios generales aplicables a todas las naciones y todos los tiempos; pero no debemos perder de vista su referencia original y primaria al pueblo judo. Stier y Alford parecen perderse en la bsqueda de significados recnditos y msticos en los detalles menores de las imgenes; pero Neander da una luminosa explicacin de su verdadera importancia: "Como la higuera intil, que no reconoci el propsito de su existencia, fue destruida, as tambin la nacin teocrtica, por la misma razn, despus de habrsele tenido

  • mucha paciencia, habra de ser alcanzada por los juicios de Dios, y cortada de su reino". (7)

    EL FIN DEL SIGLO, O EL TRMINO DE LA DISPENSACIN JUDA

    Parbolas de la cizaa y la red

    Mat. 13:36-50: Entonces, despedida la gente, entr Jess en la casa; y acercndose a l sus discpulos, le dijeron: Explcanos la parbola de la cizaa del campo. Respondiendo l, les dijo: El que siembra la buena semilla es el Hijo del Hombre. El campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del reino, y la cizaa son los hijos del malo. El enemigo que la sembr es el diablo; la siega es el fin del siglo; y los segadores son los ngeles. De manera que como se arranca la cizaa, y se quema en el fuego, as ser en el fin de este siglo. Enviar el Hijo del Hombre a sus ngeles, y recogern de su reino a todos los que sirven de tropiezo, y a los que hacen iniquidad, y los echarn en el horno de fuego; al ser el lloro y el crujir de dientes. Entonces los justos resplandecern como el sol en el reino de su Padre. El que tiene odos para or, oiga. ... Asimismo el reino de los cielos es semejante a una red, que echada en el mar, recoge de toda clase de peces; y una vez llena, la sacan a la orilla; y sentados, recogen lo bueno en cestas, y lo malo echan fuera. As ser al final del siglo; saldrn los ngeles, y apartarn a los malos de entre los justos, y los echarn en el horno de fuego; all ser el lloro y el crujir de dientes".

    En los pasajes aqu citados, encontramos un ejemplo de una de esas interpretaciones que han hecho mucho para confundir y desorientar a los lectores ordinarios de nuestra versin inglesa. Es probable que, con la frase "el fin del mundo", noventa y nueve de cada cien lectores entiendan el fin de la historia humana y la destruccin de la tierra material. No se imaginaran que "el mundo" del versculo 38 y el "mundo" de los versculos 39, 40 [en la versin inglesa KJV] sean palabras totalmente diferentes, con significados totalmente diferentes. Pero as es. En el versculo 38, koinos es traducido correctamente como mundo, y se refiere al mundo de los hombres, pero aeon en los versculos 39, 40 se refiere a un perodo de tiempo, y debera ser traducida como era o poca. Lange la traduce como en. Es de la mayor importancia entender correctamente los dos significados de esta palabra, y de la frase "el fin del en", o de la "era". Aion es, como hemos dicho, un perodo de tiempo, o poca. Es exactamente equivalente a la palabra latina aevum, que es meramente aion con ropaje latino; y la frase (griego - venida), traducida a nuestra versin inglesa, "el fin del mundo", debera ser "el fin de esta poca". Tittman observa: (griego - venida), como ocurre en el Nuevo Testamento, no denota el fin, sino ms bien la consumacin del en, que ha de ser seguida por una nueva era. As ocurre en Mateo 13:39, 40, 49; 24:3; es de temer que este ltimo pasaje se malentienda al aplicarlo a la destruccin del mundo". (8) Era

  • creencia de los judos que el Mesas entronizara un nuevo en, o una nueva era: y a este nuevo en, o a esta era, la llamaban "el reino de los cielos". Por lo tanto, el en existente era la dispensacin juda, que ahora se acercaba a su fin; y el Seor muestra en estas parbolas de manera impresionante cmo terminara. Es en verdad sorprendente que los expositores hayan dejado de reconocer en estas solemnes predicciones la reproduccin y la reiteracin de las palabras de Malaquas y de Juan el Bautista. Aqu encontramos la misma separacin final entre los justos y los impos; la misma purificacin de la tierra; el mismo recoger el trigo en el granero; el mismo quemar de la paja [la cizaa, el rastrojo] en el fuego. Puede haber alguna duda de que es al mismo acto de juicio, al mismo perodo de tiempo, al mismo suceso histrico, al que se refieren Malaquas, Juan y nuestro Seor?

    Pero hemos visto que Juan el Bautista predijo un juicio que entonces era inminente - una catstrofe tan cercana que ya el hacha estaba puesta a la raz de los rboles - de acuerdo con la profeca de Malaaquas, de que "el da grande y terrible de Jehov" habra de seguir a la venida del segundo Elas. Llegamos, por lo tanto, a la conclusin de que esta discriminacin entre justos e impos, este recoger el trigo en el granero, y quemar la cizaa en el horno de fuego, se refieren a la misma catstrofe, es decir, a la ira que vino sobre aquella misma generacin, cuando Jerusaln se convirti, literalmente, en un "horno de fuego", y la era del judasmo termin en "el da grande y terrible de Jehov".

    Esta conclusin est apoyada por el hecho de que hay una estrecha relacin entre esta gran poca judicial y la venida del "reino de los cielos". Nuestro Seor representa la separacin entre los justos y los impos como la caracterstica de la gran consumacin que se llama "el reino de Dios". Pero se haba declarado que el reino estaba a las puertas. Se sigue, por lo tanto, que las parbolas que tenemos delante de nosotros se refieren, no a un remoto suceso todava en el futuro, sino a uno que, en el tiempo de nuestro Salvador, estaba cerca.

    Un argumento adicional a favor de este punto de vista se deriva de la consideracin de que nuestro Seor, en su explicacin de la parbola de la cizaa, habla de s mismo como el sembrador de la buena semilla: "El que siembra la buena semilla es el Hijo del Hombre". Es a su propio ministerio personal y sus resultados a lo que l se refiere, y por lo tanto, nosotros debemos considerar la parbola como que tiene una relacin especial con sus contemporneos. Esto est en perfecta armona con su solemne advertencia de Lucas 13:26 [-28], donde l describe la condenacin de los que tuvieron el privilegio de disfrutar de su presencia personal y de su ministerio, los que pretendan el discipulado, que eran cizaa y no trigo. "Entonces comenzaris a decir: Delante de ti hemos comido y bebido, y en nuestras plazas enseaste. Pero os dir: Os digo que no s de dnde sois; apartaos de m todos vosotros, hacedores de maldad.

  • All ser el lloro y el crujir de dientes, cuando veis a Abraham, a Isaac, a Jacob, y a todos los profetas en el reino de Dios, y vosotros estis excluidos". Por aplicable que sea este lenguaje a los hombres en general bajo el evangelio, es claro que tena una aplicacin directa y especfica a los contemporneos de nuestro Seor - la generacin que presenci sus milagros y oy sus parbolas; y que tiene una relacin con ellos como no la puede tener con nadie ms.

    Al final de la parbola de la cizaa, encontramos una impresionante nota bene, que llama la atencin de manera especial a la instruccin contenida en ella: "El que tiene odos para or, oiga". Podemos tomar ocasin de esto para hacer una observacin acerca de la vasta importancia de tener un verdadero concepto del perodo en el que nuestro Seor y los apstoles ensearon. Esto es indispensable para entender correctamente la doctrina del Nuevo Testamento con respecto al "reino de Dios", el "fin de la era", y la "era venidera" o mundo por venir. Ese perodo estaba cerca del fin de la dispensacin juda. La economa mosaica - como se le llama - el sistema de leyes e instituciones dadas a la nacin por Dios mismo, y que haba existido por ms de cuarenta generaciones,- estaba a punto de ser reemplazada y desaparecer. La ltima generacin que habra de poseer la tierra, - la ltima y tambin la peor, la hija y heredera de sus predecesoras - ya estaba en escena. El largo perodo durante el cual Jehov haba agotado todos los mtodos que la divina sabidura y el divino amor podan idear para cultivar y reformar a Israel estaba a punto de terminar. Habra de terminar desastrosamente. La ira, por largo tiempo contenida y reprimida, habra de estallar y destruir a aquella generacin. Su "ltimo da" habra de ser un "dies irae", "el da grande y terrible de Jehov". Este es "el fin del siglo" al que a menudo se refera nuestro Seor, y que sus apstoles constantemente predecan. Ya estaban dentro de la penumbra de aquella tremenda crisis, que cada da se acercaba ms y ms, y que por fin habra de llegar repentinamente "como ladrn en la noche". Esta es la verdadera explicacin de aquellas constantes exhortaciones a vigilar, ser pacientes, y esperar, que abundan en las epstolas apostlicas. Vivan esperando una consumacin que habra de llegar en su propio tiempo, y que podran presenciar con sus propios ojos. Este hecho es evidente en los escritos del Nuevo Testamento; es la clave para interpretar gran parte de lo que, de otro modo, sera oscuro e ininteligible, y veremos durante esta investigacin cun consistentemente es sostenido este punto de vista durante todas las Escrituras del Nuevo Testamento.

    LA VENIDA DEL HIJO DEL HOMBRE (LA PARUSA) DURANTE LA VIDA DE LOS APSTOLES

    Mateo 10:23: "Cuando os persigan en esta ciudad, huid a la otra; porque de cierto os digo, que no acabaris de recorrer todas las ciudades de Israel, antes que venga el Hijo del Hombre".

  • En este pasaje encontramos la primera mencin clara de aquel gran suceso al cual veremos que aluden con tanta frecuencia de aqu en adelante nuestro Seor y sus apstoles, es decir, su segunda venida, o Parusa. En realidad, se puede preguntar, como lo veremos, si este pasaje pertenece correctamente a esta porcin de la historia del evangelio. (9) Pero, dejando de lado la pregunta por el momento, preguntmonos qu es realmente la venida de la que se habla aqu. Puede ser, como sugiere Lange, que Jess habra de seguir tan rpidamente a sus mensajeros en su circuito evangelstico como para alcanzarles antes de que se terminara? Se refiere, como piensan Stier y Alford, a dos diferentes venidas, separadas entre s por millares de aos: la una comparativamente cercana, la otra indefinidamente remota? O debemos aceptar, con Michaelis y Mayor, el significado claro y obvio que indican las palabras mismas? La interpretacin de Lange es ciertamente inaceptable. Quin puede dudar de lo que significa aqu "la venida del Hijo", lo que significa en todo otro lugar, y que esta es la frmula mediante la cual se expresa la Parusa, la segunda venida de Cristo? Esta frase tiene un significado definido y constante, tanto como su crucifixin, o su resurreccin, y no admite ninguna otra interpretacin en este lugar. Pero, no puede tener una doble referencia: primera, al juicio inminente de Jerusaln, y segunda, a la destruccin final del mundo, siendo la primera considerada como simblica de la segunda? Alford sostiene el doble significado, y es severo con los que vacilan en aceptarlo. Nos dice lo que l cree que Cristo quiso decir; pero, por otra parte, tenemos que considerar lo que l dijo. Estn seguros los defensores del doble sentido de que l quiso decir ms de lo que dijo? Miremos sus palabras. Puede algo ser ms especfico y ms definido en cuanto a personas, el lugar, el tiempo, y las circunstancias que esta prediccin de nuestro Seor? Es a los doce que l habla; son las ciudades de Israel las que han de evangelizar; el tema es su pronta venida; y el tiempo est tan cerca que antes de que la obra de ellos est terminada Su venida tendr lugar. Pero si se nos ha de decir que ste no es el significado, ni siquiera la mitad de l, y que esto incluye otra venida, a otros evangelistas, a otras pocas, y otras tierras - una venida que, despus de dieciocho siglos, todava es futura, y quizs remota - entonces surge la pregunta: Qu no puede significar la Escritura? El sentido gramatical de las palabras ya no es suficiente para la interpretacin; la Escritura es un acertijo que debe adivinarse, un orculo que pronuncia respuestas ambiguas; y nadie puede estar seguro, sin una revelacin especial, de que entiende lo que lee. Por lo tanto, estamos a dispuestos a concordar con Meyer en que esta doble referencia "no es sino una evasin forzada y antinatural", y que las palabras significan simplemente lo que dicen, que antes de que los apstoles completaran la obra de su vida de evangelizar el pas de Israel, la venida del Seor tendra lugar.

    Este es el punto de vista del pasaje que asume el Dr. E. Robinson. (10). "La venida a la que se alude es la destruccin de Jerusaln y la dispersin de la nacin juda; y el significado es, que los apstoles apenas tendran tiempo, antes de que sobreviniera la

  • catstrofe, de ir por el pas advirtiendo al pueblo que se salvara de la destruccin de una generacin desgraciada; de modo que no podan darse el lujo de demorarse en ninguna localidad despus de que sus habitantes hubiesen escuchado y rechazado el mensaje".

    LA PARUSA HA DE TENER LUGAR DURANTE LA VIDA DE ALGUNOS DISCPULOS

    Mat. 16:27, 28

    "Porque el Hijo del Hombre vendr en la gloria de su Padre con sus ngeles, y entonces pagar a cada uno conforme a sus obras".

    "De cierto os digo que hay algunos de los que estn aqu, que no gustarn la muerte, hasta que hayan visto al Hijo del Hombre viniendo en su reino".

    Mar. 8:38; 9:1

    "Porque el que se avergonzare de m y de mis palabras en esta generacin adltera y pecadora, el Hijo del Hombre se avergonzar tambin de l, cuando venga en la gloria de su Padre con los santos ngeles".

    "Tambin les dijo: De cierto os digo que hay algunos de los que estn aqu, que no gustarn la muerte hasta que hayan visto el reino de Dios venido con poder".

    Luc. 9:26, 27

    "Porque el que se avergonzare de m y de mis palabras, de ste se avergonzar el Hijo del Hombre cuando venga en su gloria, y en la del Padre, y de los santos ngeles".

    "Pero os digo en verdad, que hay algunos de los que estn aqu, que no gustarn la muerte hasta que vean el reino de Dios".

    Esta notable declaracin es de la mayor importancia en esta discusin, y puede considerarse como la clave para interpretar correctamente la doctrina de la Parusa en el Nuevo Testamento. Aunque no puede decirse que haya ninguna dificultad especial con el idioma, ha causado gran perplejidad entre los comentaristas, que estn muy divididos en sus explicaciones. Ciertamente es innecesario preguntar qu es la venida del Hijo del Hombre que se predice aqu. Suponer que se refiere meramente a la gloriosa manifestacin de Jess en el monte de la transfiguracin, aunque sta es una hiptesis apoyada por grandes nombres, es tan palpablemente inadecuado como interpretacin que apenas si requiere ser refutado. La misma observacin se aplica a los comentarios del Dr. Lange, quien supone que esta venida se cumpli parcialmente con la resurreccin de Cristo. Esta exgesis de Lange es una ilustracin tan curiosa de los expedientes a los que se ven obligados a recurrir los defensores de una teora de interpretacin de doble sentido, que merece citarse. "En nuestra opinin", dice, "es necesario distinguir entre el advenimiento de Cristo en la gloria de su reino dentro del

  • crculo de sus discpulos, y ese mismo suceso aplicado al mundo en general y para juicio. Esto ltimo es lo que generalmente se entiende por el segundo advenimiento: el primero tuvo lugar cuando el Salvador resucit de los muertos y se apareci en medio de sus discpulos. De aqu que el significado de las palabras de Jess sea: se acerca el momento en que vuestros corazones descansarn en la manifestacin de mi gloria; ni ser la suerte de todos los que estn aqu morir durante el intervalo. El Seor podra haber dicho que slo dos de los de ese crculo moriran hasta entonces, es decir, l mismo y Judas. Pero, en su sabidura, escogi la expresin: "Algunos de los que estn aqu no gustarn de la muerte", para darles exactamente la medida de esperanza y ansiosa expectacin que necesitaban". (12)

    Baste decir que tal interpretacin de las palabras de nuestro Salvador jams podra haber pasado por la mente de los que las escucharon. Es tan inverosmil, intrincada, y artificial, que queda desacreditada por su misma ingenuidad. Pero la interpretacin tampoco satisface las exigencias del idioma. Cmo podra la resurreccin de Cristo ser llamada su venida en la gloria de su Padre, con los santos ngeles, en Su reino, y para juicio? O cmo podemos suponer que Cristo, hablando de un suceso que habra de tener lugar ms o menos en veinte meses, dira: "De cierto os digo: Algunos de los que estn aqu no gustarn la muerte hasta que vean el reino de Dios?" La forma misma de la expresin muestra que el suceso del que se habla no podra ser dentro del espacio de unos pocos meses, ni siquiera dentro de algunos aos: es un modo de hablar, que indica que no todos los presentes viviran para presenciar el suceso del que se habla; que no muchos lo haran; pero que algunos s. Es exactamente el modo de hablar que encajara en un intervalo de treinta o cuarenta aos, cuando la mayora de las personas entonces presentes habran fallecido, pero algunos sobreviviran y presenciaran el suceso de referencia.

    Ms razonablemente, Alford y Stier entienden el pasaje como que se refiere a "la destruccin de Jerusaln y a la plena manifestacin del reino de Cristo mediante la aniquilacin del estado judo", aunque ambos desconciertan y confunden su interpretacin con la hiptesis de una oculta y ulterior alusin a otra "venida final", de la cual la destruccin de Jerusaln habra de ser "tipo y seal". De esto, sin embargo, no se da ningn atisbo ni por Cristo mismo ni por los evangelistas. La verdad es que no puede negarse que nuestro Seor a veces usaba lenguaje ambiguo. A los judos les dijo: "Destruid este templo, y en tres das lo levantar" (Juan 2:19), pero el evangelista tiene cuidado de aadir: "Pero l hablaba del templo de su cuerpo". As que cuando Jess habl de "ros de agua viva que corrern del interior del creyente", Juan aade una nota explicativa: "Esto dijo del espritu", etc. (Juan 7:36). Nuevamente, cuando el Seor alude a la manera de su propia muerte, diciendo: "Y yo, si fuere levantado de la tierra", el evangelista aade: "Y deca esto, dando a entender de qu muerte iba a morir" (Juan 12:33). Por lo tanto, es razonable suponer que, si los evangelistas

  • hubiesen conocido un significado ms profundo y oculto de las predicciones de Cristo, habran dado alguna indicacin de ello; pero no dicen nada que nos lleve a inferir que su significado aparente no es su sentido pleno y verdadero. No hay, en verdad, ninguna ambigedad en cuanto a la venida a la que se alude en el pasaje bajo consideracin en este momento. No es una de varias posibles venidas, sino el nico, el nico y supremo acontecimiento, tan frecuentemente predicho por nuestro Seor, tan constantemente esperado por sus discpulos. Es su venida en gloria; su venida en juicio; su venida en su reino; la venida del reino de Dios. No es un proceso, sino un acto. No es lo mismo que "la destruccin de Jerusaln" - ese es otro suceso relacionado y contemporneo; pero los dos no deben ser confundidos el uno con el otro. El Nuevo Testamento conoce de slo una Parusa, una venida en gloria del Seor Jesucristo. Es un completo abuso del idioma hablar de varios sentidos en los cuales puede ocurrir la venida de Cristo -- como en su propia resurreccin; en el da de Pentecosts; en la destruccin de Jerusaln; en la muerte de un creyente; y en varias pocas providenciales. Esta no es la costumbre en el Nuevo Testamento, ni es lenguaje exacto bajo ningn punto de vista. Por s solo, este pasaje contiene tantas importantes verdades con respecto a la Parusa, que puede decirse que cubre todo el tema; y, correctamente usado, se descubrir que es la clave para la verdadera interpretacin de la doctrina del Nuevo Testamento sobre este tema.

    Concluimos entonces:

    1. Que la venida de la que se habla aqu es la Parusa, la segunda venida del Seor Jesucristo.

    2. Que el modo de su venida habra de ser glorioso - "en su gloria", "en la gloria de su Padre", "con los santos ngeles".

    3. Que el propsito de su venida era juzgar aquella "generacin perversa y adltera" (Marcos 8:38) y "dar a cada uno segn sus obras".

    4. Que su venida sera la consumacin del "reino de Dios"; el final de la poca; "la venida del reino de Dios con poder".

    5. Que nuestro Salvador haba declarado expresamente que esta venida estaba cerca. Lange observa correctamente que las palabras estn "colocadas enfticamente al principio de la oracin; no es un simple futuro, sino que significan: El acontecimiento es inminente que l vendr; est a punto de venir".

    6. Que algunos de los que oyeron a nuestro Salvador hacer esta prediccin habran de vivir para presenciar el acontecimiento del cual hablaba, es decir, su venida en gloria.

  • Por lo tanto, se deduce que l mismo declar que la Parusa, o la gloriosa venida de Cristo, ocurriran dentro de los lmites de la generacin que entonces exista, una conclusin que encontraremos abundantemente justificada en la secuela.

    LA VENIDA DEL HIJO DEL HOMBRE, SEGURA Y PRONTA

    Parbola de la Viuda Importuna

    Lucas 18:1-8: "Tambin les refiri una parbola sobre la necesidad de orar siempre, y no desmayar, diciendo: Haba en una ciudad un juez, que ni tema a Dios, ni respetaba a hombre. Haba tambin en aquella ciudad una viuda, la cual vena a l, diciendo: Hazme justicia de mi adversario. Y l no quiso por algn tiempo; pero despus de esto dijo dentro de s: Aunque ni temo a Dios, ni tengo respeto a hombre, sin embargo, porque esta viuda me es molesta, le har justicia, no sea que viniendo de continuo, me agote la paciencia. Y dijo el Seor: Od lo que dijo el juez injusto. Y acaso Dios no har justicia a sus escogidos, que claman a l da y noche? Se tardar en responderles? Os digo que pronto les har justicia. Pero cuando venga el Hijo del Hombre, hallar fe en la tierra?"

    El carcter intensamente prctico y de actualidad, si podemos llamarlo as, de los discursos de nuestro Seor, es una caracterstica de sus enseanzas que, aunque pasada por alto a menudo, requiere que no se le pierda de vista. l hablaba a su propio pueblo, en su propio tiempo. Era el mensajero de Dios para Israel; y, aunque es muy cierto que sus palabras son para todos los hombres en todo tiempo, se aplicaban principal y directamente a su propia generacin. Por no prestar atencin a este hecho, a muchos expositores se les ha escapado por completo la intencin de la parbola delante de nosotros. En sus manos, se convierte en una prediccin vaga e indefinida de una vindicacin de los justos, en algn perodo ms o menos remoto, pero sin ninguna aplicacin especial al pueblo y al tiempo de nuestro Seor mismo. Seguramente, lo que sea esta parbola para nosotros o para las edades futuras, tena una aplicacin estrecha y directa para los discpulos a los cuales se les dirigi originalmente. El Seor estaba a punto de dejar a sus discpulos "como ovejas en medio de lobos"; habran de ser perseguidos y afligidos, y odiados por todos los hombres, por amor a su Maestro; y podra muy bien ocurrir que el valor les faltara, y que sus corazones desmayaran. En esta parbola, el Salvador les anima a "orar siempre, y no desmayar", mediante el ejemplo de lo que puede hacer la oracin perseverante, an con los hombres. Si la importunidad de una pobre viuda poda constreir a un juez sin principios para que le hiciera justicia, cunto ms no sera conmovido Dios, el Juez justo, por las oraciones de sus propios hijos para que se les repararan sus agravios. Sin alegorizar todos los detalles de la parbola, como hacen algunos expositores, es suficiente subrayar su gran moraleja. Es sta. Los perseguidos

  • hijos de Dios seran vengados con seguridad y prontitud. Dios les vindicara, y pronto. Pero, cundo? El punto en el tiempo no ha sido dejado indefinido. Es "cuando venga el Hijo del hombre". La Parusa habra de ser la hora de reparacin y liberacin del sufriente pueblo de Dios.

    La reflexin de nuestro Seor al final del versculo ocho merece particular atencin. "Pero cuando venga el Hijo del Hombre, hallar fe en la tierra?" En este punto, debemos regresar a los hechos ya mencionados con respecto al ministerio de Juan el Bautista. Hemos visto cun oscuro y ominoso era el punto de vista del profeta que predicaba arrepentimiento a Israel. Era el precursor del "da grande y terrible de Jehov"; era el segundo Elas enviado para proclamar la venida de aqul que "herira la tierra con maldicin". La reflexin de nuestro Seor indica que l prevea que el arrepentimiento, lo nico que podra evitar el desastre de la nacin, no sera buscado. No habra fe en Dios, ni en sus promesas, ni en sus amenazas. Por lo tanto, el da del Seor sera el "da de retribucin" (Lucas 21:22).

    Doddridge ha captado bien el alcance de esta parbola, y parafrasea el versculo de apertura como sigue: "As disertaba nuestro Seor con sus discpulos acerca de la inminente destruccin de Jerusaln por los romanos; y para animarles en vista de las calamidades que entretanto podran esperar de sus incrdulos compatriotas o de otros, les dijo una parbola para inculcarles esta gran verdad, que, por angustiosas que fuesen las circunstancias, deban orar siempre con fe y perseverancia, y no desmayar bajo las pruebas". (15)

    La siguiente es su parfrasis del versculo 8: "S, os digo que l ciertamente les vindicar; y cuando lo haga, lo har rpidamente; y esta generacin de hombres lo ver y lo sentir con terror. Sin embargo, cuando el Hijo del hombre, habiendo entrado en posesin de su reino glorioso, venga para aparecer con este importante propsito, encontrar fe en la tierra?" (16)

    LA RECOMPENSA DE LOS DISCPULOS EN LA ERA VENIDERA, ES DECIR,

    LA PARUSA

    Mat. 19:27-30

    "Entonces respondiendo Pedro, le dijo: He aqu, nosotros lo hemos dejado todo, y te hemos seguido; qu, pues, tendremos?

    Mar. 10:28-31

    "Entonces Pedro comenz a decirle: He aqu, nosotros lo hemos dejado todo, y te hemos seguido.

    Luc. 18:28-30

    "Entonces Pedro dijo: "He aqu, nosotros hemos dejado nuestras posesiones y te hemos

  • Y Jess les dijo: De cierto os digo que en la regeneracin, cuando el Hijo del Hombre se siente en el trono de su gloria, vosotros que me habis seguido tambin os sentaris sobre doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel. Y cualquiera que haya dejado casas, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por mi nombre, recibir cien veces ms, y heredar la vida eterna".

    Respondi Jess y dijo: De cierto os digo que no hay ninguno que haya dejado casa, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por causa de m y del evangelio, que no reciba cien veces ms ahora en este tiempo; casas, hermanos, hermanas, madres, hijos, y tierras, con persecuciones; y en el siglo venidero la vida eterna".

    seguido.

    Y l les dijo: De cierto os digo, que no hay nadie que haya dejado casa, o padres, o hermanos, o mujer, o hijos, por el reino de Dios, que no haya de recibir mucho ms en este tiempo, y en el siglo venidero la vida eterna".

    A qu perodo hemos de asignar el acontecimiento o estado que nuestro Seor llama aqu "la regeneracin"? Evidentemente, es contemporneo con "el Hijo del Hombre sentado en el trono de gloria"; ni puede haber ninguna duda de que las dos frases, tanto "El Hijo del hombre viniendo en su reino", como "El Hijo del hombre sentado en el trono de su gloria" se refieren a la misma cosa y al mismo tiempo. Es decir, es a la Parusa a la que apuntan ambos sucesos.

    Tenemos otra nota de tiempo, y otro punto de coincidencia entre la "regeneracin" y la Parusa, en la referencia que nuestro Seor hace a "la edad venidera o el siglo venidero" como el perodo en que sus fieles discpulos habran de recibir su recompensa (Mar. 10:30; Luc. 18:30). Pero, como ya hemos visto, "el siglo venidero" habra de suceder a la poca actual, es decir, el perodo de la dispensacin juda, cuyo fin nuestro Seor haba declarado que estaba a las puertas. Concluimos, por lo tanto, que la "regeneracin", "el siglo venidero", y "la Parusa" son virtualmente sinnimos, o, en todo caso, contemporneos. Se afirma claramente que la venida del Hijo del hombre en su reino, o en su gloria, sera una venida para juzgar - "para pagar a cada uno segn sus obras" (Mateo 16:27); y el sentarse en el trono de su gloria, en la regeneracin, es evidentemente sentarse para juzgar. En este juicio, los apstoles habran de tener el honor de ser asesores con el Seor, segn su declaracin (Lucas 22:29-30). "Yo, pues, os asigno un reino, como mi Padre me lo asign a m, para que comis y bebis a mi mesa en mi reino, y os sentis en tronos juzgando a las doce tribus de Israel". Pero nuestro Seor afirma expresamente que esta gloriosa venida para juzgar ocurrira dentro de los lmites de la generacin que viva en ese entonces: "Hay algunos de los que estn aqu, que no gustarn la muerte, hasta que hayan visto

  • al Hijo del Hombre viniendo en su reino" (Mat. 16:28). No era, por lo tanto, ninguna esperanza largo tiempo diferida o distante la que Jess ofreca a sus discpulos. No era una expectativa que todava se ve en la distancia en la borrosa perspectiva de un futuro indefinido. Pedro y los otros discpulos eran plenamente conscientes de que "el reino de los cielos" estaba cerca. Lo haban aprendido de su primer maestro en el desierto; acerca de ello haban sido tranquilizados por su Seor y Maestro; haban ido por Galilea proclamando la verdad a sus compatriotas. Por lo tanto, cuando el Seor prometi que en la era venidera sus discpulos se sentaran en tronos, es concebible que quisiera que edades tras edades, siglos tras siglos, y hasta milenios tras milenios deban transcurrir lentamente antes de que ellos pudieran cosechar los prometidos honores? Estn la herencia de la "vida eterna" y el "sentarse en doce tronos" todava entre "las cosas esperadas pero no vistas" por los discpulos? Ciertamente una hiptesis tal se refuta a s misma. La promesa les habra sonado a burla a los discpulos si se les hubiese dicho que el cumplimiento iba a tardar tanto. Por otra parte, si concebimos la "regeneracin" como contempornea con la Parusa, y la Parusa con la terminacin de la era juda y la destruccin de la ciudad y del templo de Jerusaln, tenemos un punto definido en el tiempo, no muy distante, sino casi al alcance de la vista de los hombres que vivan, cuando ocurriran el predicho juicio de los enemigos de Cristo y la gloriosa recompensa de sus amigos.

    Notas:

    1. Reden Jesu, in loc.

    2. Jewish War, bk v.c.x sec.5. Traduccin de Traill.

    3. Ibid. G. Xiii. sec. 6.

    4. Ibid. bk.vii. c. viii. sec. I.

    5. sec. Reden Jesu; Mat. 12:43-45.

    6. Testamento Griego. in loc.

    7. Life of Christ, sec. 245.

    8. Synonyms of the New Test. vol. i. a. 70; Bib. Cab. N. iii.

    9. Hay una verdadera dificultad en este pasaje, que no debera ser pasada por alto. Parece inexplicable que nuestro Seor, en una ocasin como sta, cuando envi a los doce en una misin corta, aparentemente dentro de un distrito limitado, del cual habran de regresar en corto tiempo, les hablase de su venida como alcanzndoles antes de que concluyeran su tarea. Parece apenas apropiado para ese perodo en particular, y que corresponde ms a un encargo subsiguiente, es decir, el que est registrado en el discurso del Monte de los Olivos (Mat. 26;

  • Marcos 13; Lucas 21). En realidad, una comparacin de estos pasajes har mucho para satisfacer a cualquier mente sincera de que el prrafo entero (Mat. 10:16-23) ha sido traspuesto de su conexin original e insertado en la primera misin que nuestro Seor encomend a sus discpulos. Encontramos las mismas palabras relativas a la persecucin de los apstoles, que seran entregados a los concilios, azotados en las sinagogas, llevados ante gobernadores y reyes, etc., que estn registrados en el captulo dcimo de Mateo, asignado por Marcos y Lucas a un perodo subsiguiente, es decir, el discurso del Monte de los Olivos. No hay ninguna evidencia de que los discpulos sufrieran semejante tratamiento durante su primera gira evangelstica. Hay, por lo tanto, una evidencia tan fuerte como lo permite el caso, de que el vers. 23 y su contexto pertenecen al discurso del Monte de los Olivos. Esto eliminara la dificultad que el pasaje presenta en la relacin que aqu encontramos, y dara coherencia y consistencia al lenguaje que, tal como est, no es fcil descubrir. Es un hecho aceptado que ni siquiera los evangelios sinpticos relatan todos los acontecimientos en el mismo orden preciso; por lo tanto, tiene que haber mayor exactitud cronolgica en uno que en otro. Stier dice: "Mateo es descuidado en la cronologa de los detalles" (Reden Jesu, vol. iii, p. US). Neander, hablando de esta misma comisin, dice: "Es evidente que Mateo conecta muchas cosas con las instrucciones dadas a los apstoles en vista de su primer viaje, que cronolgicamente corresponde a ms tarde". (Life of Christ, _ 174, nota b); y nuevamente, hablando de la comisin encomendada a los setenta, como aparece registrada en Lucas, dice: "Segn Lucas, toda la caracterstica coherencia de todo lo que habl Cristo, con las circunstancias (tan superiores a la disposicin de Mateo)", etc. (Life of Christ, _204, nota 1). El Dr. Blaike observa: "Se entiende generalmente que Mateo dispuso su narracin ms por temas y lugares que cronolgicamente" (Bible History, p. 372).

    Por lo tanto, parece haber abundante justificacin para asignar la importante prediccin contenida en Mat. 10:23 al discurso pronunciado en el Monte de los Olivos.

    10. Vase la nota en Harmony of the Four Gospels.

    11. The Training of the Twelve, p. 117.

    12. Lange, Comm. on St. Mat. in loc.

    13. Alford, Greek Test. in loc.

    14. Vase Lange in loc.

    15. Family Expos. on Luke 18:1-8

    16. Doddridge tiene la siguiente nota sobre "Hallar fe en la tierra?" "Es evidente que la palabra a menudo significa, no la tierra en general, sino algn territorio en particular o pas, como en Hechos 7:3, 4, 11, y en otros innumerables lugares. Y el context