La parada de los monstruos
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MONSTRUOS
(extracto del texto introducción de Relda para el libro)
Seamos sinceros, publico este libro porque la editorial tiene un nombre que remite a uno de
los monstruos más literarios que existen: la rata gigante de Sumatra. Bueno, por eso y
porque me une una extraña amistad con Mar Goizueta, a quien he querido dedicar este
conjunto de poemas.
También es verdad que he pedido que se haga un número limitado de ejemplares porque no
quiero unirme más allá de lo necesario con ninguna empresa que se dedique a sacar dinero
de lo que, cada vez más, malentendemos como “cultura”. La cultura debe ser algo accesible
para la gente incluso sin recursos y no un nido de ególatras que se masturben en público
para regocijo de sus familiares más cercanos o su propio reflejo.
Si tienes un ejemplar de la Parada de los monstruos en tus manos, podrías preguntarte (si
tienes costumbre hacerlo), ¿por qué monstruos?
Como digo en mi biografía, no me gustan los seres humanos. Me parecen fútiles, estúpidos,
dañinos y, si me apuran, innecesarios. Son ellos mismos los que crean a los monstruos para,
luego, tenerles miedo. Algo que sólo seres retorcidos y necios pueden fraguar y que es
antinatura.
Las deformidades, desde la antigüedad, se ven como maldiciones, como elementos
sobrenaturales de los que se dota a algunas personas elegidas por algún dios. Dios... otro
invento del hombre para tener un consuelo y escondite cuando se equivoca, que suele ser el
90% de las veces. Las deformidades son perseguidas y aniquiladas desde el Antiguo Egipto
hasta la Inquisición. La diferencia es algo que no hemos podido digerir con el paso de los
siglos.
El dibujo de Francisco José Asencio está en negativo para que os sorprendáis aún más cuando veáis el original
DRÁCULA
Soy el que vive en la noche.
El que muere a través de la muerte
de aquel que se hizo llamar
Dios en la tierra de quienes
le condenaron al destierro de los vivos.
El que vive por la sangre ajena.
Soy sombra a los pies de tu cama
y dolor en tu último aliento.
EL PODER
Sois como el botón que se pulsa
de manera mecánica y simple;
como la intemperie del mendigo
que a nadie importa.