La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la...

139
1 La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca la letra “E”

Transcript of La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la...

Page 1: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

1

La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca la letra “E”

Page 2: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

2

Texto de

Leandro Yanco

Ilustraciones de

Geber Luís de la Cueva

Page 3: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

Primera edición: marzo de 2019

Moby Dick Sin Límites

Texto: ©Leandro Yanco

Ilustraciones: ©Geber Luís de la Cueva

Maquetación: ©Gabriel Regueiro

Creación y edición: ®DOWN ESPAÑA, C/ Machaquito, nº 58, L - 10. 28043

Madrid (España) - Tel.: (+34) 917 160 710 - Fax.: (+34) 913 000 430

®CERMI, Comité Español de Representantes de Personas con Discapacidad),

C/. Recoletos, 1 Bajo, 28001 Madrid - 91 360 16 78, España.

Impresión: ®Edipack, Avda. de Castilla, 39 - P.I. San Fernando de Henares.

Madrid - Tlf: 916 487 324.

DOWN ESPAÑA. La inclusión de las personas con síndrome de Down es

posible, nuestro objetivo es conseguirla. Unimos a 91 asociaciones de síndrome

de Down de toda España.www.sindromedown.net

CERMI. El valor de la unidad. Defendiendo los derechos de todas las personas

con discapacidad y sus familias.3.8 millones de personas con discapacidad, más

de 8.000 asociaciones luchando por sus derechos. www.cermi.es

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o trans-

formación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titu-

lares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de

Derechos Tipográficos, www.cedro.org ) si necesita fotocopiar o escanear algún

fragmento de esta obra.

Page 4: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

4

Sobre este libro

El libro que estás leyendo es un libro único. Una versión de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa que defiende: demostrar de que, con ganas y fuerza de volun-tad, no existen limitaciones que nos impidan vivir historias maravillosas.

Al no existir la letra «e» en esta novela, el capitán Ahab no perseguirá a una feroz ballena, sino a un mítico pulpo gigante; no le faltará una pierna, sino un brazo; y la histo-ria no sucederá en Nantucket sino en Cuba. Con la dis-capacidad que supone no poder usar la letra «e», el relato cambiará, por supuesto, pero seguirá siendo inspirador y maravilloso.

Miles de personas en todo el mundo escriben sus his-torias a diario sin usar la letra «e» o la «b» o la «r», y no por ello son peores historias. A veces hay que cambiar la escalera por una rampa o corregir el desánimo con volun-tad, pero al final todas las historias, aunque diferentes, son igualmente maravillosas.

Esta visión de la realidad de miles de hombres y muje-res es lo que ha inspirado este libro, que pretende defender los derechos de las personas con discapacidad a través de la cultura, demostrando a lectores de todo el mundo que no existen limitaciones que nos impidan alcanzar lugares inimaginables.

Page 5: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

5

Capítulo 1Voy a contar mi historia

Soy Isma y voy a contar mi fatídica historia. Palabra por palabra. Todo lo vivido no ha sido algo ficticio. Po-

dríais opinar lo contrario, mas mis ojos lo han visto todo.No muchos años atrás partí hacia Cuba. Había vivido

toda una vida como un ciudadano británico más. Mi papá trabajaba como informático y mi mamá como doctora in-fantil. Soy alto y musculoso. Graduado con un título como programador, por lo cual podría trabajar aquí o allá. Do-minaba C++, Cobol, Fortran y Basic: los idiomas básicos para programar.

Page 6: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

6

A mis 24 años ya no soportaba ni un día más mi trabajo como oficinista. Pasaba las horas atrapado. Miraba a mi lado y solo había cosas minúsculas y absurdas, como clips, bolis, grapas o fotocopiadoras. ¡Ah!, y algún camarada tan aburrido como yo mirando la pantalla con una planilla con cálculos y sus fórmulas sin acabar. Atrapados como yo, sin vivir la vida, no hacían sino suspirar amargados.

—Ay… —suspiraba uno. Y otro corroboraba:—Ay, sí…Nada ilusionaba mi ánimo. Al contrario, mi alma apaga-

da abrigaba un otoño lluvioso, y solo ansiaba ir a comprar un ataúd para mis camaradas y sus suspiros. Acabaría con todos sin dudar.

«Isma, —cavilaba para mí todos los días y a todas ho-ras—, pronto vivirás como tus admirados camaradas ma-rinos. Matarás pulpos, viajaras mucho. Cuidado con los contagios, los mocos y la tos». Soñando soy un poco hipo-condríaco, un poco tonto, y un loco absoluto.» Hasta un dichoso sábado por la mañana, cuando gruñí: «¡Basta ya! ¡Ni modo! Ahora mismo acabo con mi vacilación y doy inicio a mis hazañas. ¡Mañana parto hacia la mar, voy a vivir mi vida!».

Salí con una mínima mochila. Solo cabían dos mudas, pantalón largo, pantalón corto, algo para la playa, un baña-dor o dos, una toalla, jabón, champú, todo lo básico, y un libro con historias arrolladoras, todas protagonizadas por la mar y sus criaturas. Abrí mi cajón buscando un arpón

Page 7: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

7

corto, lo había comprado cuando hacía submarinismo, vi-sitando Las Palmas con mi familia.

Cogí un rápido hasta Gatwick, y un avión hasta Jamai-ca. Volaba con Jamaican Air, la compañía más barata para viajar hasta allí.

No conocía Kingston, su capital. Una parada obliga-da si buscaba la forma más rápida para viajar sin gastar mucho. Buscaba dormir como todos los turistas con poca pasta. Había volado casi 10 horas y ansiaba un lugar tran-quilo para dormir y tomar una ducha. Con una App, mi móvil halló un hostal llamado Bob’s Inn. Allí alquilaría una habitación sin baño privado. Un autobús y otro hasta pisar una zona con una población muy colorida, no muy turísti-ca. Hacía falta una larga caminata hasta la playa. Un hostal limpio y cuidado. Dormiría allí, sin dudarlo.

Cuatro jornadas bastaban para visitar Jamaica y su cul-tura. Para sus playas haría falta toda una vida. Admiraba su música, su ritmo y su costa dorada. Playas blancas, un mar diáfano con una colorida fauna marina. Un paraíso total.

Dormí una hora, o dos, y salí a caminar un rato. Fui a la playa para pisar sus aguas. Soñaba con un gran chapuzón, con un gran salto al agua, y mirar hacia un mar cristalino.

Tras nadar y saltar un rato, fumaba acostado mirando todo y a todos, usando mi toalla como tumbona. Así cono-cí a Jalissa, una chica muy guapa.

—¿Británico, no?—¿Sí, por?—Son los únicos con tanta loción solar.—Lógico, sino acabaríamos todos anaranjados como

gambas.

Page 8: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

8

Y Larissa soltó una carcajada.Nos pusimos a hablar y al rato dijo:—Con mis amigos vamos a bailar hasta la madrugada.

¿Vamos juntos?—Pon hora y lugar… —Hay una disco con un DJ colombiano junto al mar.

Un sitio con mucha marcha. ¿A las 9 o 10 quizás?—Ok, vamos a bailar.Y con una sonrisa por mi súbita conquista, volví al

Bob’s Inn.Dormí un poco más. Salí hacia un diminuto bar junto al

hostal y comí un sandwich con langosta, o quizás gambas. Al salir la luna, salí a caminar hasta hallar un raro garito

junto a la playa. La música nos atraía a todos hacia allí. Larissa con una falda roja bailaba con mucho ritmo junto a la barra.

—¡Vas guapísima!—Gracias…Todo pasó volando. Bailamos. Risas. Charlas y tragos.

Margaritas, caipiriñas y vodka. Rock, bossa nova y chacha-chá. Hablando sin parar con Larissa y con sus amigos.

Al otro día por la mañana salí a caminar, aún un poco adormilado, y una anciana tomó mis dos manos y mirando mis palmas dijo:

—Has viajado mucho, has cruzado un mar. Mas un os-curo nubarrón nubla tu futuro. Un marino con un solo brazo y un monstruo marino con mucho valor luchando por su vida, o tú por la tuya.

—¿Algo más?—Voy a orar por ti, hijo. Por tu salvación.

Page 9: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

9

Como propina, la anciana tomó un dólar jamaicano. Salí caminando tan rápido como podía. Había pagado un dólar para caminar con mal rollo por un rato.

Unos minutos más andando y volví a la misma playa. Larissa nadaba como una ninfa marina. Nos saludamos, hablamos y nos hicimos aún más amigos. Sí, amigos y nada más. Al final solo nos pasamos los contactos y nos dijimos adiós con una tímida caricia. Hasta la próxima. Mis amigos y camaradas dirían: «Hala, pagafantas!»

Una barca llamada Fortuna zarpaba por la mañana, al alba. Al fin viajaría con un diminuto barco hasta Matanzas, la afamada ciudad cubana. «Pagarás con tu trabajo», dijo Nicolás, su capitán. Surcando la mar varias horas, hasta hallar la oscuridad.

Mirando hacia arriba vi algo raro.—¡Un ovni!Un punto luminoso corría muy rápido cruzando un

manto oscuro.—¡Mira allí!—Bah, patrañas. No hay ovnis. Lo habrás imaginado.Lo había visto. Lo juraría por mi familia.

No podía aguardar otra cosa, sino lluvia, calor y mosqui-tos. Y así, con lluvia, calor y mosquitos, fui acogido por la no muy vasta ciudad tropical. Había caído la oscuridad, y no

Page 10: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

10

podía lograr divisar dos pasos más allá. Y no acababan ahí los obstáculos: ningún hostal podía brindar cobijo al último turis-ta tardío, todas sus camas, alquiladas, todos los portillos, obs-truidos, todos los invitados, dormidos y los amos, distraídos.

Ya vagaba mucho rato por Matanzas cuando vi una po-sada llamada La Boca. No la podría calificar como lujosa, ni tampoco cómoda; al contrario, la calificaría como un antro poco cuidado, algo sucio y muy gastado. Mas a ningún otro lugar podía ir y, por tanto, di todos mis ahorros. A cambio, cogí una habitación con olor a sal, sábanas mojadas y un ratón por toda compañía.

—Dormirá como un niño —afirmó don Carlos. Mi anfitrión mostraba rasgos ancianos. Sus rizos habían

sido oscuros, mas ahora lucían canos. Y cuando sonaba su rotunda nariz con un trapo, su boca dibujaba una sonrisa irónica.

Un sol ilumina toda la ciudad. Salgo a caminar y a visitar-la. No hay muchos sitios para vagar. Fotografío una capilla llamada Santa Marta, con un Cristo oscuro, latino, distinto, mirando a su altar. Ando por los barrios más antiguos, cami-no por su historia tomando algunas fotos con mi móvil para subir a Instagram. Y voy a admirar a las cubanas y sus atrac-tivas figuras. Unos pasos más allá hay un bonito bar, ¡voy a probar un mojito! Un garito con músicos tocando salsa. Junto a la banda, muchos bailan. Con un mojito, o dos, ron con cola, yo ya bailo como los otros. Como un turista más.

Así, bailando, conocí a Samanta, una llamativa cubana. No pasó nada, dijo algo así como:

Page 11: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

11

—Contigo no busco nada.Ya cansado con tanto trajín y con tantos tragos, volví

caminando a La Boca.Allí, algo mosca con sus guiños, barruntaba si don Car-

los tramaba algo. Bastó probar la comida para disipar todas mis dudas. Mi anfitrión sirvió un plato dadivoso y humoso. Con ansias lo dirigí a mi boca y… ¡nunca había probado algo tan sabroso! Algo turbado por tanto gozo, no podía sino indagar por la vianda. ¿Don Carlos había surtido a su invitado con un pato cubano?

—¡No, por Dios…! —don Carlos quiso aclarar las co-sas y corrigió mi absurdo con dulzura—: Solo había pollo con arroz, un plato típico cubano…

—¡Cocinado por un artista! —Toda Cuba cocina arroz con pollo… —matizó.Alzando mi copa con vino tinto, brindamos por una

comida sabrosa y por la amistad.No discutimos. Tras una comilona, solo podía abrir mi

corazón y lo admití: si había viajado hasta la isla, solo había una razón.

—¿Turismo? Al contrario. Muchos turistas arriban a Cuba para vi-

sitar un mar claro y cristalino, tomar mucho sol, dormir y atiborrar sus panzas con pollos, mojitos y caipiriñas… Por contra, yo odiaba a los turistas. Mi propósito pasaba por vivir junto al mar, y dar caza a sus más bravas y magníficas criaturas. No hacía ascos a ninguna, mas había una muy particular, mi diablo particular: un mítico y colosal pulpo blanco. Si había traído mi arpón hasta allí, había sido para cazarlo.

Page 12: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

12

Había mostrado mi alma a don Carlos y añadí una sú-plica:

—Busco un barco para zarpar al mar. Mi anfitrión halló la solución, mas quiso cobrarla. —Algo pagarás, ¿no?—Mil pavos. —Ok —dijo don Carlos, y añadió—: Busca a Quinn. —¿Quinn?—Sí, como Anthony, ¿nunca has visto Zorba? Un film

clásico. ¡Cómo bailaba Anthony!

Al otro día por la mañana, fui a buscar a Quinn. Gracias a toda la información suministrada por don

Carlos, di con mi individuo con facilidad. La tasca La Piña, situada junto a la laguna, alojaba a Quinn, un indio orgu-lloso con ojos claros.

—¿Quinn?Y mirando con sorna dijo:—Los incultos no pronuncian la t. Quint, no Quinn.

Con una t al final. Tomaba una caipiriña tras otra. Su figura lucía mil tat-

toos. Los había pavorosos, como una araña, los había absur-dos, como un dragón chino, y los había cariñosos, como la inscripción «Amo a mamá». A su lado había un gran arpón afilado como una guadaña.

—Hola, amigo. —Quint no dijo nada, y yo insistí—. ¿Gusta otra caipiriña?

—Sí, claro. —Y añadió—: Mas no subasto mi arpón a turistas. Solo lo uso contra criaturas marítimas.

Page 13: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

13

Blandí mi arpón portátil con bravura, y añadí:—No soy un turista. Busco un barco para zarpar a la

mar. Para salir a cazar octópodos, sin importar su tamaño.Admirado, Quint masculló:—Yo zarpo mañana. Quizá Costa busca otro marino

para su barco. —Y soltó la caipiriña, ahora con gran hu-mor—. ¡Vamos!

Fui tras sus pasos, buscando a su amigo. Quint camina-ba rápido. Pasamos por una plaza, una farmacia, un colma-do, un bar, otro y otro más allá. Tras una corta caminata, lo hallamos tomando algo.

Nunca había visto a un tipo tan duro como Costa. Bar-ba larga y poblada, ojos furibundos y oscuros, una sonrisa sarcástica y ruda. No sin pavor, fui a su lado para constatar mi admiración.

—Busco un barco para salir a cazar pulpos.—¿Cazar? ¿Tú? Mira tus manos… Si nunca has cazado

nada.—Cazar, sí. —Aquí no admitimos turistas… —¡No soy un turista! Ahora sus ojos rugían con bravura, más todavía: supu-

raban odio. Como si Costa no hablara conmigo, tampoco con un humano, sino solo con un vil gusano.

—¿Has trabajado como marino? ¿Solo contra la mar? —inquirió. Y añadió—: La mar agota, y oculta mil trampas y criaturas grandísimas. —Sus manos alargadas, como una gaviota.— ¡Así!

Page 14: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

14

—¡Adoro las trampas marítimas, son algo nimio, solo un ridículo obstáculo más! Como todo marino, solo aspiro a luchar contra la mar y sus criaturas, mayúsculas o minús-culas.

Ahora Costa soltó una sonora risotada. —¡Jo, jo, jo!—Un colosal pulpo blanco —admití—. No hay otro

rival para mí. Voy a ir a cazarlo, contigo o con otro.—Mañana igual borras tu sonrisa, —suspiró—, mas lo

admito, tozudos como tú hay pocos. Mañana salimos a las ocho. Zarpamos con puntualidad. Ni un minuto más.

¡Cuánta fortuna la mía! ¡Iba a cazar un gran pulpo! ¡Y uno blanco!

—Muchas gracias, Costa.

Page 15: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

15

Capítulo 2Capilla San Pío

Al otro día, volví a doblar y guardar mi ropa. Cogí mi mochila cargada con todas mis cosas.

Camino hacia mi barco, haría una corta visita para orar. No podía olvidar a la adivina cubana.

Subí andando hasta la capilla San Pío, una parada obli-gada. Un altar visitado por todos los marinos como yo. Todos oramos allí buscando ayuda divina.

Al acabar, salí rumbo al Pod, tal como había indicado Costa. Al subir a bordo, Quint dijo:

—Para ti la ocho. Vas a compartir habitación conmigo.

Page 16: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

16

—Claro.—Ronco muchísimo.—No importa. Lo soporto, yo ronco un poco.—Y cada tanto largo algún gas. Lo tomas o marchas sin

viajar con nosotros —dijo con una amplia sonrisa.Así conocí mi dormitorio. Un sitio con lo básico: dos

camas, la mía con un duro colchón. Un amplio baúl para cada uno. Con mucho lugar para guardar mis pocas cosas. Un cuadro horroroso con unas frutas pintadas. Y una cla-raboya para mirar al infinito mar azul y acariciar su brisa con olor a sal.

Salí a caminar y a mirar al Pod, mi futuro hogar. Un barco no tan antiguo, muy cuidado y óptimo para viajar. Un mástil mayor y otro más bajo, sin ningún motor auxi-liar, impulsado solo por las brisas.

Un barco con todo lo básico para una larga marcha con su tripulación. Un navío amplio y ancho, había mucho sitio para caminar. Con cuatro chalupas, unas barcas sin motor, situadas a sus lados, y una plataforma para lanzar un arpón largo y cazar un gran pulpo. Soñaba sin dormir, imaginando mi brazo arrojando muy rápido un gran ar-pón, lo clavaría con su filosa punta hasta alcanzar a un pulpo, o a muchos.

Quint pasaba por allí y dijo:—Allí hay una cabina con un gran timón, un lugar có-

modo con mucha visibilidad para situar al capitán al man-do y guiar su rumbo.

—¿Podríamos visitarla?—Todavía no, hay mucho por cargar. Ya sufrirás a Cos-

ta, a Ahab y a su mala baba.

Page 17: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

17

—¿Ahab?—Sí, a Ahab y su maldita misión.Los dos oímos un sonido agudo. Silbando y con una

mano, Costa nos convocaba a todos para trabajar. Y gri-tando, dijo:

—¡Hala, todos a currar! ¡A cargar como monos! ¡Va-mos, rápido! ¡Todos, o no vamos a salir pronto a la mar!

Juntos nos pusimos a cargar comida, líquidos y otros ar-tículos básicos para viajar por muchos días. Cajas y más ca-jas. Varias con pollos. Otras con maíz. Otra con alubias. Otra con yogur. Otra con ron. Otra con arroz, con azúcar, con patatas, con harina. Mucho rato acomodándolo todo, como si nos aprovisionáramos para casi todo un año. Con tantos marinos a bordo, quizás solo nos duraría para la mitad.

Al acabar, Costa salió a saludarnos y dijo:—Todo listo para matar a Moby Dick. No hay más pa-

voroso y colosal pulpo blanco surcando la mar. Vamos a zarpar.

Ya con todo cargado a babor, volví a mi habitación imaginando a Moby Dick. Quint ya había finalizado con lo suyo. Nos pusimos a hablar, contándonos cada uno su vida. Lo ya vivido por mí, tras tantas largas horas como insípido y amargado oficinista. Cómo había podido volar tan barato a Jamaica, buscando por todas las páginas hasta hallar una tarifa ridícula. Mi visita a la conocida capilla San Pío. Y cómo había orado como todos los marinos.

Page 18: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

18

Quint no conocía la tradición ligada a la capilla, y dijo:—¿Tu dios os podrá oír más si vais hasta la capilla? Mi

dios nunca nos ha solicitado un lugar propio. Solo con una figura tallada, ya lo podríamos invocar.

—Mi Dios podrá oírnos aquí o allí. A los míos y a mí nos gusta ir a un lugar sagrado para rogar y orar.

Y así di paso a contar a Quint cómo había conocido dicho sitio:

Camino al barco, había ido a visitar la famosa capilla consagrada a San Pío.

La diminuta capilla blanca coronaba un acantilado lla-mado Arisco, y todos los marinos la visitaban para orar cuando iban a zarpar. Al caminar por las rocas, cogí una bifurcación mal indicada y, andando solo y ansioso como un niño, di con la capilla.

Nada más cruzar su umbral, arrancó una pavorosa lluvia. Al otro lado, contra un acantilado ahora borroso por un súbito diluvio, los pájaros volaban buscando asi-lo. Los rayos iluminaban un mundo ahora oscuro y los tronidos sonaban como si anunciaran un Juicio Final. Su furia apuntaba contra nosotros, como si nos acusara por homicidas.

La capilla había sido tomada por ancianos marinos y por las viudas. Todos atraídos a un lugar para no mojar sus ropas con la copiosa lluvia. Unos y otras aguardaban sin murmurar una sola palabra. Todos oraban por las almas más amadas: maridos idolatrados, amigos admirados, to-dos invocados con sollozos callados…

Un Cristo clavado miraba lloroso al fondo, como si buscara huir, nadando bajo la lluvia, al infinito mar.

Page 19: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

19

Junto al altar vi unas gastadas lápidas. Sus palabras ins-critas, con punzón y martillo marcando un turbio mármol, hablaban con profunda rotundidad:

«A Tom, ahogado cuando iba hacia Valparaíso»«A John, mordido por un gran pulpo»«A Jim, cuyo barco hundió un huracán»Nunca había añorado tanto la luz clara.

¿Iba a sacrificar mi vida por nada? Asustado por tal po-sibilidad, oraba a Dios por mi alma. Cuando un tipo famo-so con sotana subió al púlpito: Fray McIntosh.

Había sido marino y sabía usar un arpón con facilidad, mas ahora con su labor como cura solo buscaba consolar y dar paz a todos. Ayudar a orar a su Dios y a su Biblia. Su voz y sus discursos son famosos por toda la isla, sus pala-bras son oídas con pasión por todos los marinos cubanos.

—Amados camaradas y compatriotas —dijo—, hoy vamos a contar una gran historia. Jonás no podía sopor-tarlo más y quiso huir. Vagando por todos lados, buscando un sitio sin ningún Dios. Y Dios lo castigó por agnóstico, lo lanzó al mar, rompió su barco con sus olas y así lo co-mió una fantástica criatura marítima. Jonás sufrió por su orgullo. Ya sin ninguna solución, volvió a orar. Y Dios así pudo mostrar a Jonás un camino para cambiar. Para lograr un virtuosismo. Para vivir con amor y paz. Jonás no lo habría logrado solo, sin un guía. Os lo digo a todos: Dios os pondrá obstáculos y vallas. Montañas o ríos para cruzar.

Page 20: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

20

Así busca mostrarnos su camino. Iluminarnos. Nos ayuda con sus formas a hallar por nosotros mismos su sabiduría. Jonás lo supo así. Volvió a orar a Dios con los suyos y pudo contarnos su historia.

Quint tomaba un guaraná a sorbos cortos junto a la claraboya; la luna iluminaba su cara. Oía mis historias y, al oír la palabra Dios, cantó bajito con su musicalidad paga-na. Sus tattoos no lo ocultaban, podía divisar con facilidad su alma honrada.

Cogió un ídolo tallado —olía a nogal— y quiso orar arrodillado.

—Orad conmigo a mi Dios. Hagámoslo juntos.—Soy cristiano.—No importa. Mi Dios no lo notará.Unidos, oramos por los antiguos marinos ahogados y

para viajar con tranquilidad.Quint contó cómo vivía con su familia. Una isla llamada

Rokovoko había sido su hogar. Había sido caníbal. Lo atra-paron como a un animal. Y viajó muchas millas, muchos años. La cristiandad y la civilización lo habían cambiado.

Al principio, cuando no lo conocían, lo odiaban por su co-lor, por sus formas. Y al mirar cómo cazaba, todos acababan admirándolo por su valor. Con tantos años junto a cristianos, Quint ya lo sabía. La maldad vivía tanto junto a indios como junto a blancos, y si iba a morir, moriría como un pagano.

Con tanta charla nocturna, ya casi podíamos llamarnos amigos. Abrió su arcón, sacó un mapa y dijo marcando una isla:

Page 21: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

21

—Aquí los marinos pasan toda su vida buscando algo, para cocinar o disfrutarlo. Y sus niños, con pocos años, caminan por las rocas buscando navajas y quahogs, y los arrancan. Ya cuando hay más confianza, caminan avanzan-do. Y si ya aguantan con mucha agua a la cintura, podrán soltar sus tramas anudadas, formadas por hilos y lazos, buscando atrapar alguna gran caballa o algún marisco. Al cumplir los 12, la familia los obliga a partir, a salir con bar-cos a capturar bacalaos.

—No imaginaba un lugar así. Con tanta magia, y tan distinto.

—Hay una historia. Una gran fábula. Mucho, muchí-simos años atrás, lanzaron una flota con muchos navíos, iban a trazar sus propios mapas. Así visitaron la Antártida, Canadá, Islandia, y muchos sitios más. Con barcas diminu-tas surcándolo todo. Luchando solos contra la mar. Do-minaron al gran monstruo azul. A la mayor masa animada formada por un gran diluvio, la más monstruosa y la más montañosa; sus olas dibujaban un arcaico mamut formado por agua salada. Los blancos todavía no sabían nadar. Y los míos ya habían conocido todo un gran mundo. Do-minaban cada mar. Atlántico, Índico y Pacífico, ningún rincón sin visitar. Todo lo llamaban hogar. Nunca hubo paz. Muchas tribus lucharon para conquistar a los otros usando los mapas sagrados. Hoy ya no hay más mapas. Un dios maligno nos los quitó para castigarnos. Y así ya no lo controlamos todo. La mar nos volvió a aislar.

La fantástica historia contada por Quint había tocado mi alma. ¿Acaso todas las tribus contarían historias así?

Page 22: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

22

Ya muy cansado y abatido, dormí soñando con una barca diminuta, avanzaba sin prisas y dibujaba con su cola un trazo infinito, marcando la mar al pasar. Atrás mío, marca-ba un trazo, como los usados para la latitud o la longitud. Trazaba un mapa con mi imaginación, surcaba una mar imaginaria buscando al famoso monstruo. Yo iba a cazar a Moby Dick.

Las olas columpiaban al Pod. Lo movían con mucho cuidado. Sin prisas y sin pausas. Acunando con suavidad sus camas, y acurrucando a sus marinos. Casi todos dor-míamos con una inusual comodidad. Incautos por no vis-lumbrar un trágico futuro. Todavía no imaginábamos cuán-to nos tomaría hallar al famoso pulpo blanco. Nos faltaban muchas millas, muchas horas y días viajando.

Al otro día por la mañana, Quint y yo bajamos al gran salón junto a la cocina. Consumí una infusión con un bo-cadillo.

Con mi charla buscaba mi lugar. —¿Ya conocías al capitán Costa?—¿Costa, capitán? No, Costa no manda nada. —¿Cómo? ¿No manda?—Solo nos manda a nosotros. A Costa lo mandan. Tra-

baja como adjunto al capitán Ahab.—¿Ahab?—Sí, ahora Ahab comandará tu vida, como comanda la

mía. Moby Dick arrancó su brazo cuando buscaba cazarlo unos años atrás, y ahora Ahab solo ansía con locura casti-gar al animal y aniquilarlo. Un odio irracional.

Page 23: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

23

—No lo sabía.—Costa vio como Moby Dick arrancaba su brazo al

capitán, salvó su vida con una camisa rota atándola como gasa y rociándola con alcohol. Yo no habría sido tan huma-nitario como Costa. Por mí, no viviría.

Al nombrar al adjunto, vi una sombra a mi costado. Y Quint saludó con formalidad.

—Hola don Costa.—Hola Quint. ¿Cómo llamas a tu amigo?—Mi amigo Isma, un futuro bravo marino.—Hola don Costa. Mucho gusto.Y Costa dijo:—¿Tú no has surcado mucho mar, no?—Solo unos días como turista. —Todos lo notarán por tu andar sin confianza. Todavía

no caminas pisando la proa o la popa con tranquilidad, como un marino.

—Jamás había trabajado como marino.—Soy Costa, adjunto al capitán. Cuando yo diga baila,

tú bailarás. Y si yo digo salta, tú saltarás.—Sí, adjunto Costa.—Para ti, solo Costa. Al principio trabajarás con un

rango bajo. Lo mínimo. Como un marino raso.—Sí, adjunto Costa.Mi cara solo transmitía júbilo, soy un marino raso. Y

Costa añadió:—Un marino raso trabaja sin importar las circunstan-

cias. Con lluvia o sol. Por ninguna vicisitud pararás tu la-bor.

—Voy a trabajar como nunca.

Page 24: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

24

—Lo harás. Trabajarás a rajatabla. Sin parar. Voy a vi-gilar todos tus pasos. Si noto alguna indisciplina o algo in-usual, irás al calabozo o caminarás por la plancha.

—No hará falta. Soy muy disciplinado.—Harás guardia mirando al mar, buscando obstáculos,

o si algo raro flota. Subirás al palo mayor, avanzarás por su mástil. Guiarás la botavara y dominarás la arboladura y los palos. Sabrás cómo atar los cabos o la jarcia. Nos avisarás si alguna brisa cambia su rumbo.

—¡Contad conmigo!—Vamos, a trabajar. Aquí no aguantamos vagos. Al

subir al palo mayor actuarás como vigía al principio. Ya vamos a zarpar.

Subir al palo mayor por un rato, solo unos pocos mi-nutos y mirar a la distancia, maravilloso. Trabajar como vigía todo un día, un horror. Aguantando las brisas, un sol arrollador, mirando al infinito con obligada constancia, haga frío o calor.

Así pasaría toda la jornada con unos prismáticos gasta-dos mirando hacia la mar, y con una radio lista para avisar si divisaba algo raro. Iba a pasar muchas horas buscando algo llamativo o anormal.

Horas y horas, quizás días, mirando un confín vacío. Allí casi nunca pasa nada. La mar podrá cambiar su color, podrá mostrar olas altas como montañas. Himalayas formados por agua marina. Poco más. Con muy poca asiduidad, usa-mos la radio para avisar si divisamos algún lobo, un tiburón o una caja flotando con alguna carga podrida sin valor.

Page 25: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

25

A gran distancia, un radar podría marcar algo flotando, y con su pantalla solo mostraría un punto titilando. Mas un vigía podrá avisar si tal punto significaba algo valioso o llamativo.

Page 26: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

26

Capítulo 3A bordo

Así vivía mi iniciación como marino: aburrido miran-do a la nada. Las horas no pasaban. Ya no sabía si iba

a pasar así toda mi vida. Los libros no contaban la amarga monotonía, solo contaban si pasaba algo atractivo, llama-tivo o inusual.

Mis libros y sus historias los protagonizaban gallardos marinos. Jugaban mucho a las cartas: a la brisca, al mus, al cinquillo, al chinchón y al solitario. Cantaban y toma-ban mucho ron, su jarana nunca paraba. Ya sabía la razón: solo lo hacían para no morir hastiados. Como yo, un vigía

Page 27: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

27

aburrido mirando horas y horas al mar. ¿Cómo hago para matar mi hastío? Cantando como un marino bravo, osado y audaz.

Cantaba para aguantar tanto sopor una antigua canción infantil:

Un marino baila, baila, baila.Bailando con sus manos, manos, manos. Un marino canta, canta, canta.Cantando con su boca, boca, boca.Un marino aúlla, aúlla, aúlla.Aullando como un lobo, lobo, lobo.Un marino nada, nada, nada.Como un tiburón, tiburón, tiburón.

No buscaba baladas con historias profundas, solo algo para soportar rato mirando y mirando hacia la gran nada. Algo fácil para olvidar cómo pasaban las horas con pasmo-sa tranquilidad.

Cinco horas subido al palo mayor hasta oír a Costa gritar:—¡Muchacho, baja! ¡Hay muchas patatas por mondar y

cortar! ¡Busca a don Ramón! ¡Baja rápido a la cocina!Con mucho cuidado fui bajando paso a paso por mi

lustroso mástil. Y corrí raudo hasta la cocina. Allí, Ramón, adjunto al capitán, dominaba cada fogón con inusual habi-lidad. Colocaba un cazo, movía una olla o dos, o cargaba con agua una gran marmita. Miró hacia mí al pisar sus do-minios y dijo:

—Soy Juan Ramón Lobo, hoy vas a cocinar conmigo. ¿Has cocinado algo?

Page 28: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

28

—No, don Lobo. No soy muy ducho con las ollas y los cazos.

—Ufff… —suspiró con suspicacia—. Toma un cu- chillo y allí hay un saco con patatas. Hoy harás lo más bá-sico.

Con mucho cuidado y un cuchillo diminuto con muy poco filo, mondaba y cortaba las patatas, soltándolas a un cubo cargado con agua. Si mi labor como vigía había sido aburrida, mi trabajo como auxiliar con la cocina tampoco ayudaba a cambiar mi visión. Un solo día trabajando como marino, y todo lo vivía con hartura. Había hallado otro significado para la palabra aburrido.

Al acabar con las patatas, había a mi lado cinco cubos cortados y mondados. Lobo tomó un frasco con jabón lí-quido y un paño mojado, y abrió un grifo.

—Toma, ahora lavarás los trastos, todo lo utilizado para cocinar.

Al acabar subí a admirar los astros nocturnos. Quint jugaba con su arpón lanzándolo al mar, alargando su bra-zo como si su alma viajará volando junto a su arma para clavarla a un tablón atado al Pod con una soga. La tabla flotaba a una gran distancia, a unas 80 o 90 yardas. Quint tomaba la soga y tiraba hasta alcanzar su arpón. Soltaba la soga y la tabla volvía a viajar hasta 80 o 90 yardas, arrastra-da por las olas. Con una vista como un águila, no fallaba jamás ningún tiro. Con gran control, dominaba su arpón lanzándolo con un magnífico impulso. Varios marinos ad-miraban a Quint y su maña con su arma. Costa dijo:

—Quint, has mostrado una maravillosa habilidad con tu arpón. Buscamos un cazador principal. Julián lo hacía y

Page 29: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

29

ya no trabaja más con nosotros, nos ha abandonado por otra compañía. Nos hará falta un sustituto.

Quint asintió con una sonrisa por la grata noticia, y dijo:

—Contad conmigo. Voy a trabajar como cazador prin-cipal lanzando mi arpón y los suyos bajo su mando. Vamos a aniquilar juntos al gran monstruo.

Pasada la Navidad cubana, habíamos partido hacia la mar con un barco apodado Pod. Al principio lo iban a lla-mar Podquod y, gracias a Dios, su armador con gran sabi-duría, cambió a última hora la palabra tan complicada por una mucho más fácil y cómoda: Pod.

Con dicho navío iniciamos la marcha con los camara-das, todos conformábamos la tripulación, surcábamos la mar abrigados por un calor óptimo para viajar, nos acom-pañaba un clima tropical.

La brisa marina soplaba calmada y abría un mundo ig-noto a mis ojos, mi ilusa imaginación auguraba un futuro con una vida muy plácida.

Costa figuraba como adjunto al capitán para la misión, y sus duras formas iban a la par con las propias para la capitanía. Sus modos podían sonar como duros, toscos o bruscos. Mas su moral y su disciplina al trabajar lo mos-traban como un marino justo y honrado. Un poco inculto y con muy poca habilidad social, mas con una capacidad innata para la vida como marino y toda su amplitud.

Page 30: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

30

Otro subordinado miraba al infinito junto al capitán, un tipo llamado Stubby. Había sido nombrado por su patrón como cargo principal para la organización naval, y contaba con un rasgo curioso: una calva impoluta y lustrosa. Usaba un apaño ocular poco práctico: un monóculo.

—¡Isma, tú formarás grupo con Quint! —soltó gritan-do Costa, apuntando con su pulgar hacia mí.

Yo, sin juzgar, cumplí la disposición gustoso. ¡Fortuna la mía! No todos miraban a Quint como yo lo hacía. Lo co-nocía como a un individuo fantástico y habilidoso para dar cháchara, había mostrado su don para la palabra, pasando ratos con los camaradas afincados por la tasca próxima a la costa. Un varón dotado con una gracia innata para los chascarrillos. Algunos muy malos como:

Un marino visita una óptica.—Hola, busco unas gafas.—¿Para sol?—No, para mí.Y otros aún más malos como:—¿Cómo llamarías a 50 físicos y a 50 químicos juntos? —Fácil, 100… tíficos…

«No importa la música, sino cómo la cantas» dijo an-taño un Rolling como Mick. Así podía Quint contar sus chascarrillos malísimos y lograr iluminar la jornada con toda su gracia. Ninguno podía imitar la forma como narra-ba sus historias. Quint podía contarnos un gran drama y nos hacía soltar a todos una carcajada. Si no surcara la mar con nosotros, habría sido un gran cómico.

Page 31: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

31

* * *

Cuando fui a comunicar mi disposición para subir al Pod y di todos mis datos, ya lo había calado y no podía dar más las gracias al azar por la unión astral. Mis andanzas daban inicio junto a una compañía fantástica. No sabía si sacaría algo positivo al viajar tantos días, mas con Quint lo pasaría como nunca.

A marcha rápida cruzamos millas y millas junto a mis conocidos camaradas, Quint, y los otros marinos. Viajar con tan poca prisa surcando cálidas y cristalinas aguas, po-sibilitaba largas charlas con modos pausados. Nos sobra-ban horas.

Toda la tripulación trabajaba sin pausa para salvar todos los obstáculos, para transitar sin pausa una ruta ya trazada. Dimos al fin, y pasadas horas, con la única laguna cubana, una falsa laguna. Una gran bahía mirando al mar.

Un cosmos natural, pacífico y con una disposición fa-bulosa. La idílica vista, conformada por una flora y fauna colosal, y bañada por unas aguas cristalinas, nos invitaba a nadar y provocaba a los camaradas a disfrutar unos in-sólitos baños. Al soltar anclas y clavarlas, Pod bailaba con suavidad arrastrado por las olas, movido por la mar. Un murmullo marino nos acariciaba.

Las vistas contrastaban con los ánimos gastados por la capitanía. Ahab, un antiguo asociado a un caudillo naval,

Page 32: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

32

asustaba con su mirada y sus malas formas al tratar a sus lacayos, sin mostrar ni las más mínima amabilidad.

—¡Maldición! —largaba Ahab sin parar con una boca colmada por un color dorado bucal, por su molar bañado con oro. Casi coincidían las formas con su colaborador Cos-ta, quizás no tan bruto para mandar, un poco más humano.

—¡Rayos! —añadía.Dichos gruñidos suponían una difícil situación para

toda la tripulación, y hacían aciagos los días por un pavor absoluto hacia la figura paladina. Al oír sus pasos, la tri-pulación huía con sigilo hacia otro lugar buscando cobijo. Caminaban asustados, como si un fantasma los visitara.

Quizás aquí la causa para una razón nublada, guardaba vínculos con la dolorosa carga por los años pasados por Ahab: cargaba a su dorso una vida difícil y angustiosa. Un dolor con tonalidad oscura. Algo muy profundo, arraigado a su lomo con un modo sólido. Mostraba unas formas osa-das, y tintaba con un halo sombrío a toda la flota. Ahab y su irritación sin fin asustaban a toda la tripulación con sus bramidos y su arraigado mal humor.

Ahab gritaba sin parar y los suspiros propiciados por los marinos achacados por la situación, surgían francos: podías oírlos por todos lados. Yo, novato, no hacía caso. Al contrario, la situación suponía una incitación a finalizar rápido los arduos trabajos.

Mas los gritos apagados y los sollozos arribaban por todos los conductos. Mi gran imaginación todavía no lo-graban divisar al capitán y su cara. Pasaron muchos días

Page 33: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

33

hasta mirar su rostro con claridad, y cuando ocurrió, Ahab pasó gritando como un loco sin control. Ni mirarlo, como si no lo notara.

Un individuo con una faz dura, su boca contaba con po-cos cachos para masticar. Sus ojos toscos y cansados, con profundas arrugas surcando sus párpados por las muchas y largas jornadas sumido por la disciplina marina. Con sus gritos buscaba dar una instrucción a sus muchachos. Afinó su ronca y dura voz, a conjunto con su físico gastado:

—Ummm, ummm —raspó—. ¡Camaradas! —dijo con tono vigoroso.

—¡Sí, mi capitán! —argüió al unísono y como un coro la tripulación.

Ahab buscaba contar con la implicación grupal para dar una instrucción básica a sus subordinados. Tras la pos-tura impávida había sin duda unas palabras casi sagradas para Ahab, mas no había garra y brío acompañándolas sino todo lo contrario: ritual y pompa para justificar la si-tuación.

—Ahora voy a dar la disposición a cumplir cuando los ojos consigan avistar al pulpo blanco. Dicho bicho habita con mucha comodidad un profundo fondo marino —dijo, soltando una fría carcajada—, solo va a salir para mostrar sus largos brazos una última ocasión, sin más oportunidad. Acabar con la alimaña y pacificar las costas cubanas son mis únicos propósitos —concluyó.

—Mas capitán… —dijo una voz aguda y tímida.—¡Callad! —cortó Ahab. La voz autoritaria prosiguió

dando marcha a las palabras y las batallitas tomaron prota-gonismo. Al fin y al cabo, las normas habían sido claras y

Page 34: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

34

concisas: si por casualidad los marinos daban con la figura blanca con ocho patas, gritos, gritos y más gritos para avi-sar a la tripulación, sacar los ganchos y cada arpón apto para la misión, y dar fin al animal.

La agitación tomó la barcaza y los marinos lanzaban gri-tos para alabar la próxima hazaña. Ahab había soñado años y años con castigar a dicha monstruosidad, y ahora iba a pasar.

Cánticos y rondas alcohólicas acompañaron mis juicios. «La oportunidad brindada por la mar y los camaradas

van a trazar una marca para mi futuro», razonaba para mí. Yo, individuo no iniciado con las gracias marinas, mas ma-duro por los caminos dañinos, arribaba a un mundo único y suponía, sin duda alguna, algo insólito.

Algo borroso portó mi mirada al barco. Volvía. Ahab continuaba charlando y la alimaña blanca captaba todas las miradas.

—… sus ocho patas van a acabar por los más sabrosos antros cubanos…

—¡Viva! —gritaban airosos unos.—¡A por la alimaña albina! —bramaban otros, anima-

dos.

Ahab, la voz principal para la tripulación, actuaba sin bridas. Puso su mano zurda tocando la bolsa colocada tras los bombachos a rayas rojas y blancas, conjuntado con la

Page 35: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

35

zamarra por camisa, una ropa antigua y mordida por ratas y polillas.

Ahab acariciaba dicho zamarro; un sonido singular surgía con su trajín. Una música similar a las campanillas colocadas a los caballos y otros ganados, avivaban a los marinos.

Ahab pasó sus pinzas por la profundidad musical y sacó un doblón dorado, puro oro, un cuarto, y lo clavó con modo rudo y un solo martillazo al mástil mayor, muy arriba. Lo cobraría un individuo cuyo arpón acabara con Moby Dick, un maldito pulpo blanco.

—¡Hurra! —gritaban todos los camaradas con una mi-rada ansiosa al acariciar la posibilidad para acumular una fortuna similar.

Dicho cuarto contaba con un gran valor, igualaba a una paga para todo un ciclo anual.

La fracción caudal aspiraba a constituir una motivación más para los marinos. Jolgoriosa, la charla iba a durar hasta alcanzar una profunda nocturnidad.

Page 36: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

36

Capítulo 4Abrazado al mástil

Pod surcaba día a día por las bravas olas marinas. Los camaradas trabajábamos duro para cumplir con cada

ocupación asignada. Yo contaba con Quint y su ayuda al-truista, y mi adaptación a la vida marina iba avanzando poco a poco. Aguantándolo todo, como toda la tripula-ción, hacía unos nudos incomodos impulsados por Ahab y sus broncas asiduas. Por fortuna, la óptima concordancia mostrada por todos nosotros ayudaba a la paz y a la tran-quilidad, y aplacaba con calma los ratos incómodos.

Page 37: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

37

Cuando no ayudaba a Quint, pasaba las largas jorna-das, algunas muy aburridas como vigía, subido al punto más álgido. Analizaba con constancia la mar para llamar a la tripulación y al capitán si surgía bajo las olas alimaña alguna. Avistaba gaviotas, algas, algún cormorán y mu-chas orcas, focas, lobos marinos, tortugas, un manatí y toda su familia y, cada tanto, algún tiburón blanco. ¿Un pulpo? Ni rastro.

—¡Isma! —gritaban los chicos por la proa— ¿pasa algo por allí?

Mis palabras no cambiaban con las horas y los días. Habíamos viajado muchas millas, y ya no podíamos divisar la fantástica costa cubana.

—¡No! —anunciaba yo, amagando unos suspiros pro-fundísimos.

—¡Ánimo, chico! —zanjaban.

Hastiado, los días transcurrían y mi trabajo no cam-biaba para nada. Al pasar tantas horas solitarias, añoraba la compañía y compartir charlas con los camaradas. Por fortuna, había adquirido insólitas gracias. Había logrado una gran capacidad para cantar borracho como una cuba, gracias a las grandiosas barricas con ron guardadas para la larga misión. Asimismo, cantaba a gritos unos hits magnífi-cos, distracción obligatoria para la tripulación.

Subido al susodicho mástil, podía admirar con mucha calma cómo la sal pudría con parsimonia un tablón. Mira-ba un gran palo abrazado y limado por tanto polvo salino, arrastrado por las sinuosas brisas. Unos bichos canijos ha-

Page 38: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

38

bían horadado un hoyo y allí moraban. Mirarlos suponía mi única distracción. Algunas moscas, larvas y hormigas colmaban los orificios provocados por la carcoma y daban vida a mi taciturno hábitat laboral.

La vida por la oficina y sus aburridas horas, su forma-lidad y su rutina, ya habían pasado a un plano sin impor-tancia, y ahora vivía no por casualidad, sino por mi obs-tinación, para la caza mayor. Iba acompañado por unos amigos raros. Todos habitábamos unas salas inmundas y sucias, como mi habitación. La vida pirata, si podíamos llamarla así por las vastas cuantías alcohólicas y la ropa hi-lada, contaba con caras malas, mas su cara más loca lo valía todo. ¿Acaso podían dichas andanzas ir a más?

Había cambiado los suspiros urbanos, guiados por don Carlos, por los sollozos marinos y los absurdos gritos pro-vocados por los daños pasados, mas no imaginaba compa-ración alguna para tal situación.

Allí arriba, cada tanto sintonizaba un antiguo transis-tor. Onda corta. Con tal altura podía oír todas las radios, incluso las situadas a muchísima distancia. Radios cubanas, uruguayas, británicas, italianas, polacas. Podía oír música, las noticias y algunos partidos como Boca Colo-Colo o un clásico Madrid contra Barça. Gritaba cada gol como si divisara las gradas.

* * *

Page 39: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

39

La cavilación continua no hacía los días más cortos, o las horas más rápidas, y tampoco nos aproximaría al pulpo blanco. Con una cosa por aquí y otra por allá, las jornadas pasaban un poco más rápido y la distancia aminoraba.

Una jornada, un ruido pavoroso acabó con mi filo-sófica cavilación. Rayos y rudos sonidos anunciaban una brutal borrasca, los cumulonimbos y, con su tono gris oscuro, avanzaban hacia nosotros. Había arribado a di-cha andanza sufrida por todos los marinos. Rayos y más rayos, la situación no paraba y la gran barcaza continuaba aguantando.

Quizás yo contaba con la obligación más dificultosa. Arriba, coronando la insignia marina obligatoria para sur-car las aguas saladas y trastocadas, mi figura aguantaba la compostura con dificultad. Los pulpos acostumbraban a salir con la mala mar, y Ahab ansiaba tal circunstancia. No contaba con ninguna justificación para bajar y huir.

Tal mástil y toda su vara naval, bailaban una horro-rosa conga, o un chachachá a un compás huracanado. Y yo, agarrado al palo mayor como una gran garrapata. Un barco antiguo sufría aún más tal rudo avatar, y los años calaban hondo. Pod crujía y yo sufría. Todo por alcanzar a una mítica sabandija blanca con ocho patas.

Los aciagos minutos pasaban poco a poco y sabían a fracaso. La lluvia iba picando por las distintas zonas con furia y yo pronosticaba un futuro dudoso para mí. Cal-

Page 40: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

40

culaba las alturas y la larga distancia si, por alguna fatal casualidad, caía a uno u otro costado. No confiaba mucho salir con vida.

La lluvia no paraba.

Mas lo más nocivo no guardaba vínculos con las cuan-tiosas gotas caídas sin traba alguna, los rayos y su fluida luz todo lo iluminaban y así, los marinos, podían mirar como mi figura inmóvil todavía mostraba más alarma.

Oí unos gritos a distancia. Ni un alma había aguardado. La tripulación aguantaba la borrasca agazapada, mas unos alaridos anónimos alarmaron mis oídos.

Una lucha allí abajo originaba tal bullicio. Dos mari-nos, discutían con acritud sin ningún motivo con impor-tancia. A mi juicio la acción no iba a conformar una batalla por motivos íntimos. Uno lanzó un puño a la cara. Otro contraatacó con una brusca patada. Los dos luchaban sin control y los otros marinos los avivaban con sus gritos. Un circo romano. Luchaba como un gladiador sin armas. Algunos marinos solo miraban y otros apostaban por un ganador. Todo acabó ipso facto con un silbato pitando a todo gas: Costa llamaba a la calma.

—¡Basta ya! Sois como críos. Tantas horas a la mar y para no aburriros lucháis como niños.

Los marinos continuaban con sus últimos manotazos y patadas. Y su público los aplaudía y aclamaba.

Costa volvió a usar su silbato y dijo:

Page 41: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

41

—Si no paráis ya mismo, vais a dar al calabozo. ¡Vamos, a trabajar!

Así acabo todo. Incluso la lluvia. Por fortuna ambos marinos no sabían luchar y no hubo ninguna víctima mor-tal. Solo magulladuras y algún raspón sin mayor importan-cia.

La lucha había distraído a todos. La lluvia ya no im-portaba. Habíamos podido olvidar un chaparrón histórico, cuyos frutos podían acabar con la marcha y obligarnos a tomar la ruta hacia casa sin la gloria ansiada; viajar a casa sin dar caza al pulpo blanco.

La oscuridad nocturna nos inundaba, los chicos y yo oíamos al capitán Ahab pasando las horas caminando arriba y abajo, ansioso, turbado. Su alma intranquila solo buscaba dar con un pulpo oculto hasta hoy. Como inútil antídoto, Ahab caminaba con monotonía por su habitá-culo. Sus acompasados y amargados pasos, sonaban con una forma similar a las ataduras arrastradas por un marino aprisionado.

Ahab comandaba a su tripulación con malas formas y sin ninguna amabilidad.

A toda hora buscaba hallar y dar caza al maldito pulpo, cual zombi hipnotizado. Como si con tal locura buscara acabar con su única misión, su máxima aspiración como marino. Su patológica fijación con hallar a la famosa alima-ña no rozaba la normalidad; si Ahab visitara a un psiquia-

Page 42: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

42

tra o un psicólogo, lo diagnosticarían como un psicótico compulsivo.

Muchos años atrás la criatura marina había arrancado un brazo al capitán. Buscaba aplacar su ira castigando al animal. Matándolo.

Ahab no había podido dormir, con insomnio, camina-ba cavilando cómo atraparía a su víctima. Al otro día Costa nos llamó a todos, íbamos a oír al capitán.

Ahab nos miraba con furia y dolor oculto tras sus ojos. No solo odio. Podía vislumbrar algo primitivo, casi animal. O solo una profunda locura, como jamás había visto.

Costa nos dijo a toda la tripulación:—¿Cómo vais a actuar si divisáis un pulpo? Y al unísono todos gritamos:—¡Vamos a avisar a todos, capitán!—¿Y cómo vamos a actuar?—¡Todos vamos a bajar las lanchas y salir a cazar!Ahab nos miró con satisfacción y dijo:—Han cambiado las tornas. Ya no hará falta matar

al pulpo para ganar un doblón dorado. Yo voy a matar a Moby Dick. Voy a ahorcarlo con una mano. O acuchillarlo. Colgarlo con una soga. O clavar un arpón. No importa. Yo voy a liquidar al pulpo.

Los marinos gritamos con admiración:—¡Hurra!—¡Bravo!—¡Capitán, capitán!—Shhh, ¡callad! —mandó Costa.

Page 43: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

43

Y Ahab continúo con su proclama:—Si algún marino divisa al pulpo blanco, podrá subir al

mástil y arrancar tal doblón. Así podrá gastarlo a su gusto.Los marinos gritaron con algarabía, ya no hacía falta

usar un arpón para ganar un doblón. Ganarían un disco formado con sólido oro puro solo por mirar al mar y hallar al gran pulpo.

Al pasar los días, yo apuntaba todo con un boli azul. Via-jaba con un diario privado, mi propia bitácora. Así podría contar a mi familia todas mis andanzas. Cada tanto, manda-ba algún corto wasap para contar cómo iba todo y tranquili-zar a mi mamá y a mi papá, o a mis amigos británicos.

No importaba cuántos años pasaran, ni mis 24 otoños como todo un adulto, si no mandaba algo cada cuatro o cin-co días. Mi mamá no podía dormir sin alguna noticia mía.

Page 44: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

44

Capítulo 5Juramos matarlo

Ahab miraba las horas pasar con intranquilidad, aguar-dando con dolor y furia algún indicio. Alguna pista

útil para hallar a la criatura. Nos llamó a toda la tripulación al gran salón, y a viva voz dijo:

—Buscamos a un pulpo blanco con la boca torcida, una cicatriz a un lado y, si lo acorralan, lucha como un taimado diablo.

La tripulación lo miraba con asombro, algunos aplau-dían apoyando al capitán y su bravata.

—Lo llamo Moby Dick, y dicho pulpo arrancó mi bra-zo y lo almorzó sin ningún pudor.

Page 45: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

45

Ahab gritó con rabia, como si imaginara al pulpo arran-cando su brazo.

—¡Voy a buscarlo y lo vamos a alcanzar hasta matarlo! ¡Vamos a acabar con tal animal satánico!

Ahab continuaba y los marinos aplaudían más y más, cual mitin político.

—Lo odio con toda mi alma y con todo mi corazón. No vamos a parar hasta aniquilarlo. Voy a batirlo y así no podrá arrancar ningún brazo más, ni afligir a ninguna otra familia.

Sus palabras sonaban cual oscuro vaticinio, como un mal augurio.

Sin dudarlo, todos juramos al unísono matar al pulpo. Íbamos a liquidar a Moby Dick y afilamos las lanzas, como si faltaran solo unos pocos minutos para hallarnos junto al colosal monstruo.

Los días pasaban aciagos, nos hartábamos con tanta monotonía. Hasta alcanzar al gran pulpo, nos buscaríamos la vida cazando otros pulpos con un tamaño más normal. No un pulpo blanco, sino los normalitos. Los más rosados. O algunos con gran tamaño. Y cada tanto, algún calamar para variar.

Un domingo por la mañana, gritaron:—¡Pulpo a babor!

Page 46: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

46

Soltamos las barcas y fuimos a buscarlo. Movíamos las largas palas unidas a la barca con los brazos. Arriba, avanza, abajo y atrás. Arriba, avanza, abajo y atrás. Arriba, avanza, abajo y atrás. Así sin parar ni un minuto. Movía-mos agitados las barcas impulsadas por nosotros. Sudando y avanzando rápido. Mi corazón latía a mil por hora. Más barcas avanzaban a la par, hasta parar a unos pocos pasos, casi junto a la futura víctima.

Un pulpo grandísimo, con un tamaño mayor a lo cal-culado; un animal colosal. Robusto, forzudo y con mil ba-tallas ganadas.

Casi sin avisar, Quint arrojó su arma para iniciar la jugada. Lanzó un filoso arpón atado con una larga soga. Atamos dicho cabo a la barca para arrastrarlo al finalizar o para alcanzar al pulpo hacia nosotros y dominarlo con facilidad.

Al oírnos hablar y arrastrar las palas pisando la mar, nos vió y buscó cómo huir. Con un rápido impulso, hundió su tronco, tras su ágil zigzag, Quint vió cómo su arpón fallaba su blanco, tocando solo agua. Yo lanzaba mi arpón y lo clavaba uno tras otro, todos lanzaban sus armas. Con furia y todo su vigor, dicho animal buscaba cómo salvar su vida. Un arpón tras otro lo alcanzaban. Quint grito:

—¡Vamos todos! ¡Va a acabar como un colador!Cuando ya no batallaba, y sus músculos no daban más,

todos tiramos una larga soga atada a cada arpón. Arrastra-mos al pulpo junto a la barca y Quint, con una lanza, picó al animal con inquina y saña, cual troglodita matando un mamut con un palo largo. Agitaba la barca hacia los lados con ira y rabia; un poco más y podía volcarla. Tras unos

Page 47: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

47

pocos minutos, una gran mancha roja daba color al mar. La víctima ya no luchaba más. No movía ni un brazo, sus ojos miraban paralizados hacia la nada. Lo subimos a bordo para transportarlo.

Ya acabada la caza, todos juntos movíamos los brazos para impulsar las palas: arriba, avanza, abajo y atrás. Arriba, avanza, abajo y atrás. Así, viajando por un brumoso mar con muy poca visibilidad, volvíamos al Pod cargando un glorioso botín.

Camino al barco, un brazo gomoso tocó mi hombro. Con su rigor mortis, la víctima tuvo una última sacudida. Al girar la mirada y divisar cómo movía su brazo cuando ya no contaba con vida, mi rostro no pudo disimular tal sus-to. Quint y los otros largaron una sonora carcajada. Quint imitaba mi cara, nunca paraba con sus payasadas.

Mas para trabajar como cazador, no bastaba solo con cazar. Había mucho más. Quint pinchaba al gran pulpo con una gran lanza puntiaguda para ayudarnos a izar al animal a bordo. A continuación lo cortábamos y dividía-mos para guardarlo. Acumulábamos todo lo valioso y cus-todiábamos con finas barricas su carísima tinta. Hacía falta un lugar frío para guardar líquidos y trozos. Por fortuna, Pod contaba con una gran cava para cargas, acondicionada y climatizada, un sitio magnífico para la labor. Al bajar al lugar, hacía mucho frío, como si pisaras la Antártida blanca y compacta.

Finalizada la laboriosa jornada, todos mostrábamos una gran sonrisa tonta. Ya habíamos cazado un pulpo. Ha-bíamos inaugurado la caza. Y viajábamos para cazar mu-chos más.

Page 48: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

48

Bajamos al gran salón para disfrutar una sabrosa comi-da nocturna; nos la habíamos ganado. Brindamos con ron por tal hazaña. La algarabía nos atrapaba.

Ahab comía amargado y solitario, arrinconado a un lado sin dar ninguna importancia a la noticia. No significa-ba nada. Cazar a otros pulpos no lo satisfacía. Nos manda-ba a cazar para justificar su paga. Solo vivía para una sola cosa: matar a Moby Dick.

Costa alzó su copa y siguió brindando:—¡Por los camaradas marinos y sus hazañas!Así una ronda y otra más. Mi maldición como novato

había acabado, ya había matado a un pulpo. Ya podía mirar con orgullo a mis camaradas, a toda la tripulación. Volví a mi cabina agotado y dormí con profundidad, como atrapa-do por un profundo coma.

Por la mañana, abrí los ojos y tanta luz blanca dolía.No tomaba nunca tanto alcohol. Todo giraba. Bajo la

ducha, tragaba litros y litros; solo agua. Al salir vi cómo mi móvil no paraba. Había quitado su modo avión por si captaba algo. La pantalla mostraba solo dos barras y pitaba y pitaba. Inundado por mails y wasaps.

«Hijo, ¿cómo vas?»«¿Ya has cazado un pulpo?»«¿Cómo has pasado la Navidad?»«Ya han contratado a otro para tu trabajo informático,

no tan majo como tú.»Mi familia y mis amigos vivían intrigados por mí, sin

olvidar mi marcha. Con dos barras y una jornada calma,

Page 49: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

49

mi yo digital volvía a la civilización por un rato para contar mis andanzas. A papá, a mamá, a Jalissa, a Carl y a Marcus. Una mañana productiva.

Los gourmands pagaban mucho por cocinar al famoso pulpo cubano, con un sabor único y distintivo.

Algunos, cada tanto salíamos a buscar algún atún o una caballa con una caña. Algo para variar y no aburrirnos con la rutina marítima. No podría olvidar mis inicios con dicho arti-lugio. Nunca había usado una caña. No las usas cuando habi-tas una gran ciudad. Si buscas algo, vas y lo compras, sin más.

Había lanzado mi hilo y aguardaba con mucha tranqui-lidad. La boya hizo un raro giro y bajó un poco. Quint dijo: —Ha picado uno, tira con ganas o va a huir.

Mi mano giraba a todo gas para liar la bobina. Algo tira-ba hacia atrás. Mi brazo aguantaba la caña y mi mano giraba arrastrando hilo para sacar una criatura. Al rato una guapí-sima caballa brillaba al sol. Luchaba, contorsionando sus lados, buscaba salir, sacar su boca atrapada por un gancho diminuto. Un poco más y caigo al mar junto a mi víctima y la caña. Quint salió a mi auxilio y cogió la caña. Con asom-bro dijo:

—¡Mira tú! A ojo yo calculo unos dos kilos. —¿Solo dos?—Dos o quizás un poco más, vaya potra.—La fortuna abraza a los no iniciados. ¿Podríamos co-

cinarlo?

Page 50: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

50

—¡Claro! Don Ramón nos lo cocinará, con la caballa nunca falla.

Don Ramón cada día nos cocinaba una carta muy apa-ñada. Buscaba halagarnos con sus ricos platos para no originar un motín agravado por la monotonía gastronó-mica. Gustaba cocinarnos arroz como los chinos, gazpa-cho, comida india, gambas al ajillo, un rico cocido, torti-lla, cochinillo, calamar a la romana, migas, patatas bravas, pollo al horno, caldo tradicional, fabada, mousaka, risotto con hongos, lasaña, pastas como raviolis o ñoquis, pollo al piri piri, bacalao al pil pil, patatas a la riojana, costillas a la barbacoa, alubias con tocino, y para acabar, todos los días lo mismo: fruta, flan y tarta Tatin acompañados con una infusión y un chupito para bajar la comilona.

Un día don Ramón agonizaba con un rostro pálido; sudaba sin parar y al tocarlo notamos mucho calor. Su cara ardía. Ahab dudaba si fingía o no. Bajó a la cocina y con un látigo soltó un latigazo y alcanzó su panza.

—Aquí no viajan los vagos. No hay ninguna razón para no trabajar.

Don Ramón no aguantó tal latigazo y cayó tiritando. Yo no podía aguantar la ira, y casi lanzo una patada al capitán. Quint advirtió mi actitud y dijo:

—Todos lo odiamos. No nos trata como a humanos. Con una sola patada, Ahab o Costa podrían sacar la horca y usar su injusta justicia por insubordinación.

Page 51: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

51

Y yo, con voz muy baja:—Algún día voy a matar al bastardo.Y Quint dijo:—Saca tu turno: muchos buscamos lo mismo.Trajimos una silla para don Ramón y lo ayudamos.

Ahab llamó sin ganas al doctor García. Al auscultarlo, dijo sin dudar:

—Un virus, nada con importancia.—¿Cómo nada con importancia, lo ha visto?—Con 72 horas acostado y unas aspirinas ya basta.Ahab dijo con su habitual mala baba:—Dos días sobran, no más. —Capitán, con dos días no curará.—Aspirinas y whisky, unos tragos al día lo curan todo.La tripulación lo miraba asombrado por su inhumano

trato. No cabía ninguna duda, nos comandaba un psicópa-ta. A sus ojos no valíamos nada.

Por unos días Ahab puso a cocinar las viandas a Stubby. Sin tanta maña ni tantas tablas como don Ramón junto a los hornillos, su comida no nos fascinaba. Igual la comía-mos, no había ninguna otra opción ni ningún bar a mano.

Tuvimos unos días sin una mínima brisa, varados. Pa-saban las horas y Pod no podía avanzar ni un palmo. Ahab salía y solo largaba insultos:

—Maldigo a todos los climas, a todas las isobaras mal-nacidas.

—¿Hay alguna solución, capitán?—Solo orar para cambiar la situación. Si pasamos más

días sin brisa, parados sin avanzar, la compañía buscará algún ridículo motivo para no pagar las nóminas.

Page 52: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

52

Por fortuna un sábado todo volvió a la normalidad, pu-dimos continuar la marcha.

Pasaban las jornadas, cada tanto divisábamos a otro pul-po, y volvíamos a soltar las barcazas para atraparlo. Así mu-chos días y muchos pulpos. Ya notaba cómo, con tal rutina, había adquirido una notoria forma física. Nunca jamás ha-bía logrado tal masa muscular. Con mis brazos tonificados podía nadar muchas horas sin parar. Todo sumado a cuán-tas calorías había consumido con los días transcurridos. No podía hallar muchos fast food viajando por alta mar. Cada tanto soñaba con una pizza. Una clásica napolitana. O una con salami, daba igual. Tanto trabajo físico y la comida sana, habían dado sus frutos. No podía ocultar mi asombro por todo lo logrado solo con mi arduo trabajo, como un marino más. Si con una máquina fantástica para viajar al pasado adoptara la fórmula cuando solía vivir como un simplón y aburrido oficinista británico, habría ahorrado muchísimas horas visitando mi inútil y carísimo gimnasio. ¿Cuántas ho-ras había gastado caminando rápido por la cinta, sudando sin parar y agotando mi figura con tanto cardio? No impor-taba, ya no vivía tal vida. Ahora buscaba fortuna cazando pulpos y viajando por la mar.

Page 53: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

53

Capítulo 6Finos filipinos

Una mañana, todavía acostado y cobijado con mucha comodidad, tapado solo con una sábana, abrí mi mó-

vil y vi como mi horóscopo y su pronóstico no auspiciaban un día afortunado. «Tauro: Los astros no lo acompañan, Sa-turno transita por Capricornio y trastoca toda su vida labo-ral. No salga a la mar. No hay ningún lugar como su cama.»

Sin buscarlo soltaba un largo suspiro —uffffff— Y oía mi propia voz, hablando conmigo mismo:

—Isma, hoy vamos a pasar un día largo…Con una sola mano, Quint tiró mis sábanas y dijo:

Page 54: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

54

—¡Vamos arriba! Ya son las ocho, vamos al gran salón, a tomar algo.

—¡5 minutos más!—Por 5 minutos Ahab podría usar la guillotina o la

horca contigo, «no soporto a los vagos»— dijo Quint imi-tando cómo habla tal ilustrísimo capitán.

Bajamos juntos y, cuando tomábamos una infusión, vi-mos a Ahab cruzar la sala con su habitual andar intimida-torio. Todos callaron; podíamos oír volar una mosca por la gran habitación.

Ahab, con su nula simpatía, dijo:—¡Vamos! ¡Continuad! ¡Daos prisa! ¡Hay muchas millas

por viajar!Todos acabamos pronto. Ninguno gustaba pasar mu-

cho rato mirando al duro capitán.

A cada minuto, todos los días, Ahab imaginaba a Moby Dick, y su blanca tonalidad, como al mismísimo Satanás. Como a un diablo acuático cuyo único fin pasaba por di-fundir la maldad, bajo todas sus formas, por matar, mutilar, hundir, fagocitar y amputar. Como un anticristo nadando por la mar.

Sin hablar ni una palabra, todos podíamos imaginar lo maquinado por Ahab tal mañana. No suponía ni la más mínima dificultad.

* * *

Page 55: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

55

Para arrancar con mi rutina habitual, cogí mis cosas y subí con cansancio hasta lo más alto. Vigilaba con mis prismáticos subido al palo mayor. Al rato, un punto dimi-nuto surgía hacia la proa. Pod viajaba hacia su ubicación, con cada minuto tal punto agigantaba su tamaño. Ya podía divisarlo con claridad, hacía foco con mi binocular para mirar con asombro un antiguo barco cazador casi igual al Pod. Muchísimo más antiguo y con su pintura rasgada y gastada.

—¡Barco a la vista! ¡Barco a la vista!Costaba visualizar sus insignias. A su popa, una tipo-

grafía gastada ponía Aqu tania. Faltaba una «i». Sin dudarlo, cogí la radio para hablar con Ahab.—Capitán, hay un barco, muy similar al Pod. Girando

unos grados a babor, nos cruzaríamos y podríamos hablar con su tripulación.

Ahab dijo:—Ok, ¿cuántos grados?—Con solo 3 grados al sur nos lo cruzaríamos.—Ok, ¡virad 3 grados!Unas horas más y podíamos divisar con claridad, a solo

unos yardas, al Aquitania, un barco construido por la mis-ma compañía. Pod había hallado un primo, un familiar, un barco con su misma historia y su mismo ADN. Más sin tanto cuidado y muy gastado. Un navío sin un alicatado anual, oxidado y sin funcionar al 100 %.

Colocamos al Pod junto al Aquitania. A no mucha dis-tancia, todos podíamos divisar a su tripulación conformada

Page 56: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

56

por antiguos marinos. Agotados, cansados y abatidos. Sus apagados ojos mostraban una aflicción y una amargura sin igual. Usaban ropas zurcidas y gastadas. Sus manos arruga-das vibraban casi sin pulso. A todos costaba alzar sus armas.

Como nosotros, los marinos cazaban pulpos. Y bus-caban al más caro: al afamado pulpo cubano. Un animal inusual con un sabor distinto a los otros pulpos gracias a su nutrición: un pulpo cubano mastica algas y sabrosas langostas, y busca tragar alcantriñas, alfonsinos, anchoas, anguilas, atún, bacalao criollo y patagónico, barracudas, bonitos, brótolas, caballas, cabrillas, catalufas, chanchitos, chuchos, congrios, corocoros, córvalos, corvinas, doradas, gallos, gatopardos, gatuzos, golondrinas, japutas, killis, li-sas, malachos, malcaraos, mojarras, ñatas, ochavas, pagua-ras, palomos, pámpanos, pirajicas, rayas, róbalos, rubios, rufos antárticos, sanguzos, saracas, sardinas, sargos, algún tiburón cada tanto, trillas y unicornios.

Un gusto tan variado y conspicuo incorpora a su sabor agrio un picor único. Guisado, asado, a la plancha, frito, cocinado a la barbacoa con sus brasas o con alguna salsa; cada bocado combina lo amargo, lo salado, lo ácido y lo umami, como lo llaman los asiáticos. Un platillo muy caro solo apto para gourmands con muchos ahorros.

Mirando al Aquitania a tan poca distancia, podíamos notar cómo la tripulación había surcado mucho mundo. Conocían Alaska, Jakarta y Katmandú. Habían pisado la Antártida y la Bahía Tuktoyaktuk, un lugar inhóspito y ais-lado. Todos habían viajado juntos a 10.000 sitios o más,

Page 57: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

57

como una sola alma. Sus rostros mostraban mil batallas, sus historias y su gran sabiduría. Vivian agotados por tanto trajín. Su pasión había volado por los muchos días traba-jando sin parar, con una horrorosa rutina. Sin caricias, sin amor, sin visitar a su familia.

Ninguno alcanzaba los 55 años, mas por sus arrugados rostros, podríamos imaginarlos como con 20 o 30 años más. Caminaban como ancianos. Los años matando pul-pos y alimañas no pasan así como así, cada minuto cazan-do nos cobra una tasa. «Un año viajando como cazador son ocho años como un humano normal», dijo un sabio capitán.

Ahab, con un altavoz, gritó a una calculada distancia:—¡¿Han divisado algo raro?! Y una voz distorsionada por la brisa, dijo:—¿Algo raro? No, solo pulpos, soplos y brisas, y mu-

chísima agua salada.—Buscamos un monstruoso pulpo blanco.—¿Pulpo blanco?—Sí, lo llaman Moby Dick.—Nosotros no nos lo cruzamos. Más oímos historias.

Muy malas. Un año atrás, lo divisaron junto a Krakatoa.—Una historia pasada. Vamos al sur. —¿Gustan arrimar su navío para juntarnos a almorzar

y compartir historias? —inquirió la voz sin rostro.—No, vamos rumbo a Java sin malgastar ni un minuto.

Gracias —dijo Ahab. Y sin vacilar gritó:—¡Izad anclas!

* * *

Page 58: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

58

Ahab nos dijo:—Una hora sin trabajar, para la compañía podría sig-

nificar mucha pasta sin ganar. Finanzas contabiliza cada minuto. Y todo lo apuntan con su planilla. Adoran sus ri-dículas filas y columnas con símbolos. Todos los días nos llaman para controlar la situación. Para calcular cuánto han gastado con nosotros. Al final solo importa la pasta.

Quizás la prisa habría sido un motivo válido. Mas Ahab buscaba no contaminarnos con la agrupación con la otra barca. Mirar a tal tripulación habría sido como un vistazo a nosotros mismos con 10 o 20 años más. Quizás por tal motivo, Ahab nos imposibilitaba hablar con los ancianos marinos. Buscaba no contagiarnos con sus historias, y con sus fallos. Trataba no aplacar ningún ánimo por oír sus murmullos plagados con camaradas o amigos ahogados, o las hambrunas provocadas por no lograr cazar ni un míni-mo bocado para cocinar al cruzar alguna inhóspita latitud. Ahab buscaba ahorrarnos la sabiduría alcanzada por tantos malos tragos. Procuraba no abatirnos sin motivo. Ya vivi-ríamos cosas como las vividas por los marinos Aquitanos.

Al otro día, Ahab comandaba al Pod rumbo a Java. Una isla diminuta con muchísimas plantas y un raro animal au-tóctono, algo similar a un ornitorrinco.

No viajaríamos mucho, y con tal corta distancia, podía-mos acicalar al Pod y controlar hasta la última minucia. La clásica ocasión para trabajar duro. Ajustar tornillos. Pulirlo

Page 59: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

59

todo. Fijar los clavos y las tablas. Mirar los palos. Atar los cabos. Limpiar la brújula. Controlándolo todo: timón, an-cla, lanchas, portacañas, salvavidas y portillos.

Un navío sin un control óptimo podría mostrar anoma-lías, producir tardanzas u ocasionar alguna dificultad mor-tal a su tripulación. A todos los marinos nos gusta contar historias fantásticas, con barcos fantasma sin rumbo, y sin ningún humano a bordo. Fábulas para no olvidar cómo los barcos nos obligan a controlarlos y a cuidarlos con cons-tancia si buscamos continuar con vida.

Rumbo a Java, un marino indio llamado Tashtago vio con sus prismáticos a un gran pulpo situado a solo unas millas. Ahab puso al Pod rumbo hacia la latitud y la longi-tud indicadas con habilidad por Tashtago.

Junto a la tripulación, viajaba un antipático clan con cuatro filipinos, comandados por Aquino, cuya única función pasaba por acabar con Moby Dick, sin compar-tir nunca otra función o trabajo con la tripulación. Ahab los había contratado por su afamada habilidad para matar pulpos, mas ningún marino los había visto cazar nada con valor. Pasaban todas las mañanas tocando la guitarra y mi-rando al mar, cual turistas disfrutando un tour con todo incluido.

—Son cuatro cantamañanas —dijo Quint al pasar jun-to a los filipinos.

Los filipinos no buscaban un pulpo normal, ni hacían nada similar a trabajar. Pasaban los días junto a su arpón y lo afilaban cuando pasaba Ahab por su lado. Vivían sin dar un palo al agua, jugando a las cartas. Usaban su idioma natal, tagalo, para hablar con privacidad.

Page 60: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

60

Cuando tal grupo oyó al indio gritar, saltaron a una bar-ca para alcanzarlo solos.

Quint y yo hicimos lo mismo, junto a otros marinos y a otras barcas. Corríamos tras los filipinos. Íbamos por la mitad cuando un filipino gritó:

—¡Falsa alarma, falsa alarma! Y sin dudarlo, giraron su barca rumbo al Pod. Todos

los mirábamos con asombro.—Son unos golfos.—Vaya cara más dura.—Solo forman una panda, son solo unos vagos.Podíamos oír a los otros marinos criticándolos al viajar

hacia lo indicado por Tashtago. La tripulación no los valo-raba.

Nosotros continuamos avanzando para cazar al pulpo. A unos palmos, notamos cómo nos habíamos confundido. No había ningún pulpo. Solo un monstruoso calamar sin vida, flotando y con un olor pútrido.

Quint, con asco, dijo:—Vámonos, no hay nada aquí.Y yo, con mi habitual ignorancia, cogí un largo arpón

con mucho filo para pinchar un poquito su torso, solo por curiosidad. Para mirar si todavía había algún órgano con vida.

—¡Noooooo! —gritó Quint.Al tocar al calamar, lanzó un chorro con algo similar

a agua podrida, mojando toda mi ropa. Casi vomito. Al morir, sus grandiosos órganos rancios habían producido un gas y un líquido horrorosos.

—¡Jajajaja! La has liado parda.

Page 61: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

61

Quint no podía parar sus risas, y yo sólo podía aguantar sin chistar todas las carcajadas motivadas por mi novatada.

—Vamos, rápido, volvamos al Pod. Ni una palabra más.No aguantaba mi propio olor. Daba asco. Buscaba im-

pulsar la barca para arribar lo más rápido a mi habitación. Solo ansiaba tirar mi ropa a la basura y saltar a la ducha para disfrutar un baño tibio con mucho, muchísimo, jabón y champú. Limpiar a fondo toda la inmundicia lanzada ha-cia mí gracias a mi ridícula curiosidad innata.

Habíamos salido con las barcas solo para buscar a Moby Dick, y solo nos cruzamos con un calamar podrido con un olor inmundo. Un animal sin vida y comido por la fauna marina.

Ahora todos los marinos harían bromas con mis an-danzas.

—¡Hala chaval! ¡A pinchar calamar!—¿Usas colonia con olor a difunto?Y así continuaron muchos días. Yo soportaba todas las

chanzas como si no importara. Quint disfrutaba como un niño, contaba cuántos días faltaban para carnaval.

—Vamos a buscar un disfraz para ti. —¿Un disfraz?—Sí, calamar zombi con mal olor ¿Lo vas a usar, no? Y las risas no paraban. La curiosidad mató al gato, más para mí, la curiosidad

mató mi curiosidad por algunos días. Disfrutaba al lograr brindar a toda la tripulación algún motivo para olvidar, por un corto lapso, la locura hacia la cual nos guiaba Ahab.

Page 62: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

62

Capítulo 7Mirando al mar

Buscábamos a Moby Dick sin parar ni un minuto. Mas la compañia obligaba a toda la tripulación a cumplir

con su labor asignada; ninguna razón podía justificar no cumplirla. Nos obligaban a atrapar, matar, cargar y acumu-lar producto para financiar la ruta. A cazar pulpos y, cada tanto, algún calamar. Todos los días trabajábamos cazando cuantos bichos podíamos. Sin importar la hora. Cuando ya no había mucha luz natural, atábamos los pulpos a la popa con una soga, y Pod los arrastraba viajando bajo la oscuri-dad o iluminado por la luna. Así, al otro día, la tripulación

Page 63: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

63

podía continuar con su labor. Trozando y cortando cada animal para utilizar toda su tinta, su tronco, su lomo y sus brazos.

Un día pudimos cazar un gran pulpo, con un tamaño colosal, mayor al habitual. Ya casi sin luz solar, lo atamos al Pod intacto. Habíamos planificado iniciar su manufactura al alba, por la mañana. Por su tamaño, habría sido un pulpo muy valioso. Nos habría dado muchas ganancias, muchos litros y muchos kilos para acopiar.

A unas poca millas, un gran tiburón gris nadaba hacia nosotros guiado por su olfato. Un singular aroma a pulpo lo atraía. Agotados, todos dormíamos como troncos, sin notar nada.

Un sigiloso toc toc toc sonaba, conciso, cada rato. Con cada bocado sonaba otro toc muy sigiloso. Clavaba sus afi-lados colmillos, mordía poco a poco. Un tiburón muy listo; había hallado la forma para disfrutar su comida como un glotón sin sudar ni una gota. Ningún marino lo había oído hasta pasadas unas cuantas horas.

Stubby salió por la mañana para mirar al pulpo y vio asombrado como ya faltaba casi la mitad. Gritó alarmado:

—¡Han comido al pulpo! ¡Un tiburón ladrón!Otros marinos gritaban con un gran disgusto:—¡Maldito granuja!—¡Canalla!—¡Cabrón!La sabandija, con cada mordisco, hacía sangrar al pul-

po, y sus gotas marcaban un halo circular flotando; una clara guía para otro animal carnívoro. Su líquido rojo funcionaba como una campana, como una gran alarma,

Page 64: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

64

o como una gran valla publicitaria anunciando una gran comilona.

Otro tiburón había olido al pulpo. Su rastro actuaba como un imán. Podíamos divisar cómo nadaba rápido ha-cia nosotros, para acompañar a su amigo y así masticar juntos hasta no dar más. Con cada bocado, nos iban ro-bando, poco a poco y mordisco a mordisco, toda la pasta. Una o dos horas más y otro tiburón, o varios más, habrían acudido a tal comilona sin dudarlo.

Costa salió con curiosidad atraído por los gritos. Al mi-rar al tiburón y cuánto había comido, gritó:

—¡Rápido! ¡Mi pistola! Id a buscarla, la guardo bajo la almohada, y las balas tras mi armario, junto a la cama.

Un marino corrió a buscar la pistola y las balas.Costa disparó muchos tiros al mar. Vació su cargador

y gritó:—¡Malparido! Ahora vas a masticar mi plomo.Al acabar sus balas, Costa continuaba gatillando, furio-

so, su arma sin parar. Solo sonaba un clic clic clic. Vimos cómo un tiburón ya nadaba panza arriba, sangrando con balazos por todos lados. Su primo huyó y nunca más lo vimos.

Costa continuaba gatillando como un trastornado. Sin soltar su pistola y apuntándonos a todos, gritaba:

—¡Nunca más vamos a arrastrar pulpos flotando! ¡Ni uno más!

Ahab lo había visto todo y, con fastidio, dijo:—Costa habla por mí, ninguno podrá ir a dormir ja-

más hasta izar a bordo a todos los pulpos cazados, ¿lo han oído?

Page 65: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

65

Y al unísono, la tripulación dijo:—Sí, mi capitán.Y Costa continuó comandando a todos los marinos

para acabar con su labor inconclusa.—¡Vamos a izar al pulpo o su mitad, a bordo y a guar-

darlo!Todos nos pusimos a trabajar con ahínco. Costa y su

pistola nos habían motivado mucho. Izamos al pulpo cor-tando y trozando su torso, hachando sus largos brazos. Acopiamos toda la tinta con las barricas y las colocamos apiladas. La tinta caía por litros y litros. Cogíamos las ba-rricas y las poníamos con mucho cuidado bajo la alimaña.Un oscuro líquido caía, al principio a chorros y tras un rato gota a gota. Uno a uno colmaríamos cada barrica con su carísima tinta natural. Al acabar con una, un marino la cogía y colocaba otra vacía para continuar. Otro clavaba los clavos con un martillo para fijar la tapa. Cargábamos un río oscuro con la tinta para imprimir ocho mil libros, quizás muchos más.

Los sabios y los ilustrados podrán utilizar la tinta para transmitir su gran sabiduría, para acabar con la ignoran-cia o para buscar la solución a todas las incógnitas pasa-das. Podrán filosofar, historiar, contar, discurrir, figurar, mostrar, calcular, compartir, dialogar, maquinar, pintar o dibujar con tinta gracias a su infinita imaginación y a su ilustrísima cultura.

Las máquinas podrán imprimir sus libros con muchos y variados asuntos: cocina, idiomas, camping, biografías,

Page 66: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

66

fotografía, música, cómics, fantasía, historia, informática, humor, romanticismo, lírica y política.

Los más acaudalados millonarios podrán usar la tinta para ocupar páginas y más páginas con sus palabras. Todo para mostrar a otros cuanto dominan. Una forma para agi-gantar su gloria, por pura vanidad, o para mirar a los otros por arriba. Algunos solo para ligar más. Un ridículo orgullo solo por contar con un libro, o un inútil tratado sin valor alguno, con su firma al final.

Viajamos unas horas más y arribamos a Java. Soltamos anclas cara la paradisíaca isla. Su diáfano mar nos mostraba aguas nítidas y cristalinas: si mirabas hacia abajo, podías divisar su fauna sin ninguna dificultad, como si visitaras un acuario tropical. Uno con tamaño prodigioso, sin muros, y con litros y litros colmados con vida marina.

Podíamos pasarnos horas y horas mirando sus rayas con sus alas, a cada tiburón buscando comida, al coral in-móvil y a las algas y sargazos danzar.

—¡Mira allí! Uno rojo, junto al coral.—¡Pasó nadando uno naranja con franjas blancas! ¿Un

payaso?—¡Al fondo hay uno gris buscando atrapar a otro! ¡Casi

lo pilla!—¡Hala! ¡Una tortuga y su cría!—¡Ostras! ¡Una barracuda!—¡Cuántos bichos nadando por todos lados!Las gaviotas cazaban con ridícula facilidad. Con un

agua tan límpida y clara, no hacía falta trabajar mucho para

Page 67: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

67

hallar una víctima. Nunca había visto gaviotas tan gordas. No vivían nada mal.

Una mañana notamos como Pod flotaba con muy poca agua bajo su casco, solo unos pocos palmos. La bajamar nos atrapó distraídos. No habíamos calculado cuánto po-día bajar la nao anclada a tal latitud.

Trastornado por la súbita situación, Ahab maltrataba a la tripulación comandándola a gritos con su conducta habitual:

—¡Izad anclas! ¡Tú, tú y tú, id hacia popa y mirad hacia abajo! ¡Gritad si notáis poca agua!

Así, con los marinos vigilando cada paso a popa, Pod avanzaba como una tortuga o un caracol; con una parsi-monia muy poco habitual. La circunstancia nos obligaba a avanzar con mucha calma hasta hallar un sitio con más agua y soltar anclas con tranquilidad.

Ahab solo procuraba no varar al Pod, mirando a toda hora cuánta agua había bajo su barco. Cuidando su casco para avanzar sin tocar fondo marino. Como contaba un an-tiguo dicho: «Con poca agua, poco avanzas». Si no viajára-mos con tal constancia y la bajamar bajara aún más, Ahab nos obligaría a lanzar la carga para alivianar al barco y salvar al Pod. Una maniobra clásica para lograr un mayor franco-bordo. Mas Ahab jamás asumiría malgastar tanta carga.

Podíamos fracasar por algo tan nimio como no mirar una ridícula tabla con los horarios, pronosticando cómo subían y bajaban las aguas. Si tocábamos fondo marino, las rocas y todo su coral podrían dañar al Pod y su armazón.

Page 68: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

68

Tal situación podría hundirnos y acabar con la misión; ja-más hallaríamos a Moby Dick.

Tras viajar casi una hora a un ritmo angustioso, ya con-tábamos con mucha agua, habíamos pasado lo más com-plicado.

Ahab no soportaba dilapidar tantas horas, ansiaba hallar algún animal para cazarlo y justificar la jornada. Subido a lo alto, trabajando como vigía, mis ojos divisaban un pulpo a no muchas millas. Un gran pulpo, mas no con tonos marfil pálido, sino rosado. No importaba, a todos nos daba igual. Los marinos solo ansiaban salir a cazar y honrar sus nómi-nas. La compañía podía soportar marinos locos, borrachos, poco lúcidos o sin ningún historial naval, mas no aprobaba jamás una jornada sin facturar más pasta.

Los marinos, ansiosos por cazar, soltaron todas las bar-cas. Quint y yo, movíamos los brazos como si una sombra maligna nos acosara y solo buscábamos huir para salvar la vida. Avanzábamos muy rápido, controlando con mucho cuidado al faltar pocas horas para acabar la jornada. Solo contábamos con una última oportunidad para justificar la jornada. Si no, la compañía no pagaría salario alguno.

Los marinos angustiados y forzados por la situación, hablaban a gritos:

—No podrá huir, hoy no. —Vamos a matar a algún animal para acabar con tan

mala racha. —¡No saldrá con vida!—¡Yo pago una ronda si lo cazamos hoy!Parado junto al timón, guiando al Pod con una sola

mano, Ahab vigilaba toda la acción con unos prismáticos.

Page 69: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

69

Como si buscara controlarnos con un mando a distancia. Miraba cómo Quint avanzaba junto a mí con la barca a la vanguardia, marcando un camino. Y tras la ruta, muchas lanchas marchaban juntas para cazar la criatura.

La criatura ni nos notaba. Almorzaba una mantarra-ya, la había atrapado agazapada. Comía y comía sin mirar nada, disfrutando bocado tras bocado su sabrosa comida.

No imaginaba su futuro a corto plazo. Un filoso arpón volaba raudo para alcanzar al incauto animal, un tiro dirigi-do sin fallar hacia su corazón. Quint gritaba:

—¡Ha sido un tiro grandioso! —¡Un tiro bonito!—¿Bonito? ¿Solo bonito? Podría ir a las olimpiadas.

Ganaría un oro. O quizás una plata. Subiría al podio solo por tirar así. Mojaría a todos con champán.

—¿Champán? ¿Acaso vas a pilotar un fórmula 1 o vas a ir a las olimpiadas?

—Listillo… —dijo Quint con una sonrisa. Tras admirar tal hazaña, las otras barcas lanzaban ráfa-

gas con sus armas. Un arpón tras otro volaban hacia la víc-tima, brillaban con un tono dorado, como iluminados por la fotográfica hora mágica, con la caída solar. Todos los marinos juntos finiquitáramos al animal. Un charco rojo inundaba la mar.

Al mirar a los ojos al pulpo, uno podía divisar su asom-brado rostro. No contaba con acabar así. Moría muy rápi-do, casi sin notar nada.

Los marinos gritaban aliviados: —¡Hurra!—¡Hoy ha sido un gran día!

Page 70: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

70

—¡Nada podrá pararnos jamás, ni la bajamar ni ningún pulpo glotón!

Page 71: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

71

Capítulo 8Pulpo a todas horas

Día sí y día no, la tripulación comía pulpo. A todas horas. A nosotros ya no nos sabía como un rico

manjar. Don Ramón cocinaba todos los trozos sin utilidad para la compañía. Si no podíamos guardarlos, o no valían mucho, iban para la cocina. Buscaba infinitas formas para cocinarlos, como Bubba Gump y sus langostinos: pulpo a la sal, pulpo asado, pulpo frito, pulpo a la plancha, pulpo a la vasca, pasta con pulpo, pulpo con arroz, pulpo al aji-llo, pulpo al horno, pulpo a la naranja, tacos y fajitas con pulpo, carpaccio con pulpo, pulpo a la albahaca, pulpo a la

Page 72: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

72

gordindola, pulpo al pil pil, pulpo da ria, pulpo borracho al brandy, pulpo al alioli… Y así probamos las mil y una for-mas para cocinar pulpo. Nos salía pulpo por todos lados.

Gracias al pulpo, don Ramón hacía durar aún más cada ración, y nos ahorraba parar con asiduidad para cargar más comida.

Un día, cuando dormíamos, oímos cómo Ahab gritaba como un loco:

—¡La criatura! ¡Salgamos a cazarla! —¿Una criatura, capitán?—Sí, Moby Dick, salid a buscarla allí —dijo Ahab apun-

tando hacia la total oscuridad.Había visto al pulpo blanco y nos obligaba a todos a

salir sin dormir ni un minuto más para ir tras la mons-truosidad. Quizás lo había soñado, o quizás no. Ya con mi ropa, fui a llamar a Quint, mas ya había salido. Quint solía anticiparlo todo y ya había cogido su arpón para salir a la mar.

La luna, oculta tras unos cirros, nos iluminaba muy poco. Casi sin divisar nada, iluminados por los faros y alguna luz manual, irrumpíamos a gatas por la oscuridad soltando las barcas. Salir a cazar así significaba una misión casi suicida. No había motivos para sufrir tanto. Podríamos aguardar al alba, solo faltaban unas pocas horas, y guiar al Pod con su radar tras algún gran punto por la pantalla. Un bip bip bip continuo nos guiaría sin jugarnos la vida.

Al arribar al sitio indicado por Ahab, no había nada. Quizás tal animal ya había nadado hacia lo más profundo.

Page 73: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

73

Quizás haya hundido sus brazos al notar cómo las barcas caían contra un furioso mar nocturno. O quizás solo haya sido la imaginación, una mala jugada.

Tras 24 horas, volvía a ocurrir la misma situación. Ahab gritaba a la madrugada:

—¡Allí! ¡Salid a buscar al monstruo!—¿Moby Dick, capitán?—Sí, salid ya mismo. Había visto a Moby Dick, lo juraba por su alma. Costa

dijo con sabiduría:—Capitán, vamos a aguardar al alba. La oscuridad lo

atrapa todo y podríamos chocar con alguna barca. Ahab admitía cómo Costa razonaba con locuacidad. Y

dijo:—Ok. Cuando haya luz natural, todos saldrán a cazar

a Moby Dick.Al alba, las barcas saltaron al agua y viajaron hasta la

ubicación indicada. Los marinos dudaban más cada día. Ahab quizás ya habría malgastado toda su cordura con su insana manía por atrapar a un solo pulpo, y a ninguno más.

Viajando rumbo al Pod, tras la infructuosa caza, miraba a Quint, lucía pálido, con mala cara. Sudaba mucho, y casi no hacía calor. Quint dijo:

—Voy a la cama. Tras dormir unas horas, voy a trabajar como nunca.

Page 74: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

74

Las horas pasaban y Quint no abría los ojos. Dormía con mucha profundidad, como comatoso.

Ahab bajó a mirar la situación y, con su conducta habi-tual, dio un duro bastonazo a Quint. Mi amigo no podía ni hablar y solo pudo mostrar su dolor con un grito apagado. Ahab continuaba bronco con Quint:

—Vamos, aquí ninguno ha sido contratado para dor-mir y viajar como turista. ¡Arriba, hay mucho trabajo con los pulpos!

Al notar cómo Quint no podía ni hablar, llamamos al doctor García, un anciano amargado con ropas oscuras, ataviado como para ir a visitar una tumba o una misa final.

García miró a Quint, lo auscultó, y tocando su rostro dijo:

—Vamos a tratar una patología complicada, quizás mortal, no un constipado normal. Sus signos no son pro-picios.

Ahab dijo:—¡Mañana saldrá a cazar con una barca!Y García, con su autoridad, dijo:—Mañana no. Harán falta dos días para curarlo. Si no,

cavará su tumba.Con tan fatídica afirmación, Ahab salió con su ira ha-

bitual.—Dos días. No más.Al doctor no gustó nada la coacción, mas asintió para

continuar su labor sin ningún trastorno mayor. —Buscad rápido algo para bajar su calor corporal.García atacaba los síntomas con unos paños mojados,

un cazo con agua fría y algún antibiótico. Uno tras otro,

Page 75: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

75

con paños mojados, Quint podía aguantar con un pulso muy frágil.

Las horas casi ni pasaban. Cada tanto, Quint tomaba con diminutos sorbos unas aspirinas machacadas y diluidas con otras drogas; no podía tragar casi nada. A su lado, junto a su cama, García lo cuidaba apoyado con un incómodo banco.

Mirando al anciano facultativo no podíamos intuir su oscuro pasado. Nos costaba imaginarlo muchos años atrás, dictando cursos a sus alumnos con una tiza y una pizarra; mostrando sus fórmulas y sus famosas curas con distin-tas plantas: amapolas para la fatiga, manzanilla como an-tiinflamatorio, tomillo para los piojos, yuca para la artritis, albahaca para la hinchazón, chilcuara para hígados malos, hibiscus para curar insomnios crónicos, sábila para cicatri-zar, arándano rojo para curar un tracto urinario, lino para la tripa, ajo para todo un poco; y muchísimas plantas más para curarlo casi todo.

García gustaba caminar por los campos o pisar las mon-tañas cuando visitaba su Andalucía natal, o andaba por sus montañas favoritas, junto a Málaga. Buscaba por toda su flora, juntando distintas plantas curativas, y guardaba cada una con una anotación para clasificarla.

Cuando García bajaba al gran salón a tomar algo, o a por sus comidas, todos podíamos oír cómo muchos murmura-ban sus historias, quizás todas falsas, y contaban un pasado muy turbio. Contaban cómo García había sido un doctor muy afamado por su sabiduría, y cómo había ganado una fortuna curando a algunos monarcas, a muchos famosos y a varias familias millonarias. Mas sus conductas poco cris-tianas lo habían arrastrado hasta su vida actual. Había dila-

Page 76: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

76

pidado todo cuanto había ganado, una atractiva fortuna. Al-gunos lo pintaban como a un ludópata, un maltratador, un drogadicto o un borracho. Incluso contaban cómo García había abandonado a sus hijos buscando no dañar aún más a los suyos. Vivía oculto como un marino aislado y solitario, sin dar ninguna pista para hallarlo. Sin ninguna comunica-ción, su familia imaginaría su final y no lo buscarían. Ya lo ubicaban junto a una tumba situada junto al mar.

Pasadas las 2, a la madrugada, Quint dijo casi sin voz: —Llamad al manitas para fabricar un ataúd para mí. —Vamos a llamar a Paul. Trabaja como ningún otro.—Algo no muy caro. Si salgo vivo, no voy a usarlo. No

por muchos años.Convocamos a Paul, un marino muy hábil con su mar-

tillo, su punzón y sus gubias. Paul podía construirlo casi todo con una tabla o dos. Midió a Quint con una larga cinta y calculó su tamaño para tal labor; si hacía un ataúd muy corto o muy angosto, no valdría para nada.

Paul bajó a su cabina y puso manos a la obra. Tomó unas tablas largas y las cortó. Nogal puro. Contaba con muy pocas horas. Si Quint iba a morir hoy, no tardaría mucho. Clavó las tablas hasta formar una caja robusta y funcional. A continuación, dio forma a la tapa y la ajustó con unas bisagras doradas. Construyó un manillar a cada lado para alzarlo, por si hacía falta soltarlo al mar con su macabra carga.

A continuación, lo cargó para subirlo a la habitación, para mostrarlo y cobrar lo pactado.

Quint lo miraba maravillado, obnubilado por tal fan-tástico trabajo: un ataúd con finos acabados y tallas a sus

Page 77: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

77

costados. Su tapa mostraba un fino grabado, un marino con su arpón cazando un gran pulpo.

Si la situación no pintara tan sombría, Paul habría sido aclamado con un gran aplauso. Su labor brillaba. Había construido un ataúd magnífico. Algo maravilloso.

Quint ya no sudaba, mostraba otra cara. Gracias a su amplia sabiduría con la flora, García pudo combinar una fórmula magistral con la cual mitigar los dañinos síntomas y curarlo muy rápido. Por la mañana ya podía hablar y ha-cía algunas bromas con García. Y con solo unas horas más, ya casi podría salir a trabajar.

García atribuía a Quint y a su patrimonio familiar, a su singular ADN, tal capacidad innata para sanar. Un caso único. Nunca había visto nada igual.

Quint miraba su sarcófago con una sonrisa y hablaba como si tratara con un antiguo conocido:

—Falta mucho, amigo. Todavía no vas a guardar mi alma.

Tras unos días Quint, salió a trabajar como si nada. Di-visamos otro pulpo y salimos a buscarlo.

Había mucha brisa y las olas no nos ayudaban. Cuando fuimos a alcanzar al animal, nos miró y vino a por nosotros con una rabia inusitada. Ya no buscábamos cazarlo, nos ca-zaba. Nos dio una gran sacudida con un brazo y nos hizo a un lado. Pip, un marino muy cualificado, salió volando por tal impacto. La mar nos atacaba con sus grandísimas olas; la barca casi naufragaba, con cada ola nos movíamos sin control. A un lado y al otro. Nos asíamos como podíamos

Page 78: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

78

para no salir volando. Avanzábamos con muchísima difi-cultad. No podíamos apuntar con ningún arpón con una situación tan volátil.

Las olas nos azotaban y notábamos cómo Pip tragaba mucha agua. Ya no podría aguantar mucho más, iba a mo-rir ahogado. O salvábamos a Pip o matábamos al pulpo. Sin dudarlo, la barca cambió su rumbo para ir a buscar a Pip.

Vimos cómo la alimaña hundía sin ningún motivo su torso y nadaba hacia abajo sin atacar más. Pip pudo subir a la barca. Nos habíamos topado con un pulpo muy listo, sa-bía utilizar al mar y sus olas como una trampa. Sabía cómo y cuándo atacar. No iba a contar con otra oportunidad.

Pasados unos días volvimos a vivir una situación si-milar. Raudos, salíamos a cazar al mismo pulpo. Nos lo habíamos cruzado casi por casualidad. Las olas subían y bajaban con rotundidad. La criminal nos atacaba como la última ocasión. Ya conocíamos sus trucos y no nos pillaba con la guardia baja. Lanzó su brazo hacia una barca para alcanzarla, buscaba arrojar algunos marinos al mar y huir con la confusión.

Pip cayó al agua disparado por tal impacto. Mas no tra-gó agua, ni una pizca; había ajustado un salvavidas a su cinturón para no sufrir lo mismo.

Quint gritaba:—¡Hoy no vas a huir, rata tramposa!Y lanzó un arpón hacia su cara. Oímos un grito apa-

gado.

Page 79: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

79

Al rato, un arpón y otro y otro hundían sus filosas puntas. Hasta 5 armas había fijadas a su torso moribundo. Como una gran figura vudú con sus agujas clavadas. San-graba por todos sus orificios, a chorros. Una gran mancha roja lo inundaba todo.

La víctima ya no podía aguantar más. Su mirada lo transmitía todo. Nunca la voy a olvidar.

Cuando íbamos tras tal pulpo, Ahab salió a buscar a Pip con su barca. Lo halló flotando, no a mucha distancia, y lo ayudó a subir a su barca. Volvían al Pod, y Pip miraba a Ahab con fascinación, como a un salvador.

Page 80: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

80

Capítulo 9Pulpo macho alfa

La mañana nos trajo un maravilloso día, cálido y con mucho sol. Los rayos brillaban al dar contra las olas;

la mar mostraba su rostro a un ritmo muy pausado. Podías contar con mucha tranquilidad cómo una ola aguardaba a la otra, avanzando con parsimonia por la plana acuosa sin rumbo ni marcha.

Un día tan idílico, invitaba a filosofar un poco. Así, yo ha-bía arribado a una maravillosa conclusión: casi todos los pul-pos no son muy distintos uno con otro. Con un solo vistazo,

Page 81: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

81

no podrías distinguir a un pulpo con algún familiar, ni con ningún primo político. Sin importar su color, por más rosa, gris, azul, lila o marrón; no podríamos distinguirlos. Aún más contando con sus cambios cromáticos, un pulpo podía cambiar su matiz cuando gustaba. Así cazan, ocultos, camu-flados contra las rocas. Son como ninjas marinos. Cambian-do su color como un arma, como si usaran un manto para lograr su invisibilidad. Son como comandos acuáticos.

Mas Moby Dick nunca cambiaba su color. Todos lo habían visto solo con su blanca tonalidad. Mostraba con orgullo a todos los pulpos cómo actuaba su macho alfa. Así, solo con mirarlo, los otros pulpos podrían localizar a su monarca, a su dictador, a su capo. Solo con mostrar su singular blanco marfil, podía infundir horror a su rival, sin importar su tamaño.

No sabía si comunicar la profunda conclusión al capi-tán, quizás valdría para algo, o quizás no. Dudaba si ayu-daría algo a su captura o a su caza. Mas por no incordiarlo y no oír sus gritos amargos, no transmití a Ahab tal infor-mación. No nos ayudaría a ubicar a Moby Dick, solo iba a glorificarlo aún más.

Arrodillado sin mucha comodidad por la zona próxima a proa, inspirando y sacando la modorra, iba mirando ha-cia allá, hacia la continua y divisoria raya horizontal acuá-tica. Así vi, no muy allí, a otro barco cazador; trabajaba como nosotros.

* * *

Page 82: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

82

—¡Hola! —soltó mi voz gritando. Mas su tripulación no podía oír mi inútil saludo. Y fui a llamar a mis camara-das apuntando hacia la nao divisada.

A tan larga distancia, podíamos mirar cómo un casco mostraba su largo uso y cómo toda la tripulación trabajaba a bordo, muchachos y ancianos con caras duras y arruga-das. Los marinos asomaban mustios y muy, muy cansados. Grosso modo, todos los muchachos mostraban un físico un poco… lastimoso. Un caso similar al Aquitania, cuando nos habíamos cruzado, con los ancianos marinos aplaca-dos por tantos años viajando.

Quint y Stubby tomaron la palabra: ansiaban parar para hablar con la tripulación contigua. Mas como cabía imagi-nar, mi capitán Ahab volvió a prohibirlo con rotundidad: para Ahab, habría sido una absurda parada. Habíamos mal-gastado muchos minutos y horas, y habría significado bajar la productividad. Nos dirigió unas palabras:

—Ni hablar. Hay mucho trabajo y cosas para urdir como para andar dilapidando horas con bobadas. Son como nosotros y no nos darán ninguna pista para atrapar a Moby Dick. Buscarán matar solos al colosal pulpo blanco. A trabajar —gruñó.

—Sí, capitán —acataron Quint y Stubby, cabizbajos y un poco asombrados por su convicción y practicidad.

Para Ahab no había nada más, solo dar caza a un mal-dito pulpo, sin disfrutar otras cosas maravillosas, como

Page 83: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

83

una aproximación a otro navío y charlar con los camaradas marinos.

Mas Ahab vivía así. La vida transcurría a su modo. Al fin y al cabo, todos compartíamos la misma aspiración… buscar fortuna. Y viajar y comandar al Pod solo significaba, para Ahab, cumplir con un único fin: matar a Moby Dick.

Por la mañana, Pod surcaba las aguas hacia Java, una diminuta isla.

Con asombro, oímos a Stubby gritar:—¡Aprisa! ¡Mirad!Todos nos volvimos hacia Stubby y su mirada, trotando

y dándonos codazos. Había visto una curiosa criatura bajo lo más profundo.

Volvió a gritar:—¡Vamos a cazar ahora mismo a Moby Dick!Para quitarnos las dudas Quint y yo lanzamos, rápidos

como una bala, la lancha al agua. Lanzados, ciamos, con modo ágil, hacia la curiosa criatura. Pasmados, lo vimos: bajo lo más profundo nadaba un mastodóntico calamar.

—Vaya, otro turno malgastado tras un falso pulpo —murmuró Quint, rabioso.

—Como mínimo lo has comprobado. Habíamos salido sin ninguna confianza —añadí yo.

Cuando volvimos a bordo, la tripulación murmuraba un poco alarmada. Al fin, un camarada dijo:

—Otro calamar… mala fortuna y mal azar.

Page 84: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

84

Todos lo mirábamos cautos y con sigilo. Así hablaban las fábulas marítimas, mas nunca sabrás si hay justificación o no.

—Solo un dicho popular, nada más —dijo Costa para apaciguar los ánimos. Y continuó:

»No hay motivos para mostrarnos asustados.Los marinos continuaron con su labor, mas algunos

continuaban con sus murmullos.Al rato, ya a bordo, Quint sacó su propia conclusión y

la compartió con todos nosotros:—¡Atiza! Todo pulpo va tras un rastro similar al cala-

mar. Van a las mismas aguas, buscan la misma comida y nadan casi igual. Si avistas un calamar, no tardarás mucho y podrás avistar algún pulpo —afirmó.

—¡Ja, ja, ja! —farfullaban algunos.—Incauto.—Quint y su lógica abrumadora —ironizaban otros.

Los gritos brotaron. Sin mostrar curiosidad alguna, Ahab solo calculaba: un pulpo blanco, solo uno. Moby Dick. Su ansia palpitaba bajo su corazón: matar al pulpo, matar con su único brazo al zampón.

—Poco valgo si no logro cazar al dichoso y mítico pul-po —susurraba para sí mismo.

A las dos horas, cuando tocaba mi próxima guardia y gastaba minutos contando las olas, vi algo nadando bajo las aguas. Nadando pausado y calmoso. No podía… No podía. No… ¿O sí?

Page 85: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

85

—¡Mirad! ¡Mirad!

Al fin, mis ojos imaginaban un pulpo. Ahora lo vi claro, clarísimo: un gran pulpo, mas no así Moby Dick. Habría sido muy fácil, una maravillosa casualidad, algo fortuito, una sincronía cósmica.

Todos a bordo soltaron sus cosas, abandonaron sus trabajos y lanzaron las barcas al agua. Asombrado con tal confianza por mis hallazgos, mi rostro tornó a rojo. Y así, sin dudarlo ni un minuto, di un salto y fui a la caza con Stubby y los otros camaradas.

Bogamos con mucho brío y nos aproximamos más y más. Al fin, Stubby pudo lanzar su arpón y su tiro fa-lló, solo tocó agua. Mi arpón volaba como un misil para rasgar al pulpo, lo clavaba junto a su corazón, a solo un palmo o dos. Un poco más y habría logrado un tiro mortal.

La víctima no tardó ni un minuto para huir y salvar su alma. Mi arpón, con su soga, nos ayudaba a arrastrar al animal hacia nosotros. Mas soltamos la amarra muy rá-pido. Así, la alimaña huía hacia atrás, y Stubby notaba un gran calor: sus manos ardían al agarrar la soga con tanta fricción. Dolía con solo mirarlo. Nos pidió a gritos:

—Rápido, lanzad agua con un cubo para humidificar la amarra, o huirá con la soga clavada.

Page 86: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

86

* * *

Otras barcas asistían la caza. Todos ayudaban. Algún arpón más chocaba impactando contra la alimaña. Al rato, un flujo brotó y nos salpicó a Stubby y a mí. Habíamos cazado a un pulpo muy bruto; luchaba con garra hasta su óbito final. Pronto paró, no movió su masa nunca más.

Sin palabras por tal situación vivida, aguantamos calla-dos por un rato. Mas mi rostro hablaba por si solo, como si gritara a viva voz.

¡Había capturado a un pulpo! No podía disimular mi júbilo. Mi corazón palpitaba cual jugador marcando un gol para ganar la liga. Como un astronauta pisando la luna. Como un alpinista clavando su insignia al coronar la montaña más alta. Lo había matado yo, con mis propias manos.

¡Yo había cazado un pulpo lanzando un arpón! No lo habría imaginado jamás un año atrás, cuando dormitaba aburrido con mi monótona rutina oficinista, trabajando duro, con los muchachos moribundos al lado, aburridos y ansiosos por otra vida.

Ahora, con un cabo atado al Pod, los camaradas arras-traban las barcas. Al poco rato, vi cómo un tiburón nadaba, raudo y voraz, hacia la alimaña: ansiaba la comida. Costa sacó rápido la pistola y lo disuadió con unos tiros al mar. Nunca más lo vimos.

Page 87: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

87

* * *

Y allí acabó la cosa. Al acabar mi turno, suspiraba por una comilona. Notaba mi físico agotado. Toda la tripula-ción igual, y don Ramón dispuso todo cuanto había co-cinado para zampar como Dios manda, para saldar una turbadora jornada. Tras un atracón, muchos charlaron to-mando unos tragos; otros dormitaron bajo sus brazos, y otros miraron un nocturno confín azul, con suspiros can-sados, hasta rodar sonámbulos hasta sus cuartos.

Por la mañana y sin pausa, cortamos la alimaña para sacar toda su tinta y la guardamos. Usamos barricas. Un trabajo duro y arduo. ¡Atiborramos hasta 100 tinajas! Una cifra cuantiosa. Un sótano sirvió para amontonarlas, lo usábamos como cava para la carga. Tras la laboriosa maña-na, unos gritaban:

—¡Vamos! Y otros graznaban:—¡Pulpo! ¡Viva su tinta!La acción había animado a Ahab. Ahora casi podía olvi-

dar a Moby Dick. A sus oídos, un pulpo y su tinta mostra-ban una colosal hazaña. Y muy productiva, asimismo (por las 100 barricas, digo). Así las cosas, todos gratos.

La agotadora rutina cazando pulpos agobiaba y podía agotar a toda la tripulación. Por tal razón, había buscado un hobby para olvidar tanto trabajo y acabar con mi mono-

Page 88: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

88

tonía diaria. Una forma graciosa para soslayar la aburrida vida.

Cuando vigilaba subido al mástil, no solo miraba hacia la mar. Cada tanto, alzaba mi vista hacia arriba si algún cúmulo nuboso surgía a la distancia. Miraba los cirros, los nimbos y los cumulonimbos. Buscaba sus formas únicas. Sus rasgos distintivos.

Con mi gran imaginación podía mirar una formación nubosa y hallar cómo sus formas daban vida a protagonis-tas mitológicos romanos.

Podía buscar a Saturno, Apolo, Diana o Juno. Miraba sus claroscuros y podía vislumbrar algún animal, como una jirafa, un mono, un gato, un cocodrilo, un tiburón, un lagarto, un pingüino o un oso panda. O quizás a un uni-cornio saltando un arcoíris, o un famoso político corrupto, o un conocido dibujo animado, o una vaca pastando con tranquilidad, o un astronauta surcando la galaxia… Nada podía limitar mi imaginación.

Cada tanto, sacaba mi móvil, hacía una fotografía y la subía a Instagram con algún título para dar una pista:

«Maradona»«Woody y Buzz»«La momia»«Chiquito»«Oso y madroño»«Shin Chan»«Darth»Y así podía animar un poco tantas horas subido al más-

til como vigía y compartir los chistosos hallazgos con to-dos mis amigos.

Page 89: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

89

Capítulo 10Dos navíos

Al otro día por la mañana, luminosa y un poco nu-blada, divisamos un barco italiano. Cuando anduvo

próximo, vimos por babor su apodo: «Botticci».Al pasar, con mucho cuidado, lado contra lado, con-

trolándolo todo para no chocarnos, Stubby consultó a la tripulación italiana contigua si habían visto a Moby Dick, un fabuloso octópodo mítico y titánico. Los italianos, ca-bizbajos, soltaron solo un árido «no». No buscaban hablar, solo continuar su camino.

—Vaya, otro día sin fortuna —gimió Stubby, mirando a su capitán.

Page 90: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

90

Pronto vi algo raro: arrastraban una cosa brillando atrás. Al principio no lo intuía con convicción, mas fui poco a poco hacia babor y allí los vi con absoluta claridad. La barca «Botticci» transportaba atados a dos mastodón-ticos pulpos. Sufrí la conmoción un minuto, mas pronto moví mis manos para apuntar a mis camaradas lo inaudito. Los otros marinos lo notaron y giraron sus ojos hacia la barca.

—¡Caramba! ¡Pulpos! —anunciaron algunos, soltando chispas sus ojos.

—Usan la misma zona para buscar su caza.—Por algo iban tan callados.—Son los pulpos huidos dos jornadas atrás.—¡Mirad cada arpón clavado!Cada arpón mostraba una palabra pintada «POD».—Los habíamos matado nosotros. ¡Cuánta injusticia!—Nos los han robado. Solo los han izado sin cazarlos.

A más pulpos, más tinta. ¡Así todos nosotros podíamos ganar mucha más pasta! No nos gustaba nada compartir la fauna con otro barco, mas no podíamos prohibir su paso.

Así las cosas, dos camaradas trazaron un plan para cap-turar los pulpos y adquirir su tinta. Saltaron al barco con-trario y hablaron con su capitán. No oí con claridad todo lo dicho, no sonaba como una charla amistosa. Mas tras

Page 91: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

91

mucho insistir, con astucia y sus modos, ambos lograron la solución: los italianos y su capitán aprobaron soltar los pulpos.

Chocaron las manos y rozaron sus palmas, muy machu-nos todos. Aplausos y más aplausos: toda la tripulación a bordo y la italiana, gratas por la solución acordada. Pron-to, cara a cara, soltaron las criaturas al mar y continuaron complacidos su marcha marítima.

—¡Hasta la vista! —gritaron los italianos.—¡Sí, sí, hasta la vista! —gritamos todos, pillinos.

Y con su marcha, raudos, Stubb, Quint y yo nos apu-ramos para atrapar los pulpos y captar cuanta más tinta. ¡Muy astutos! ¡Un plan lustroso!

Con todo, había sido una aproximación muy cómoda y productiva, tal como gustaba al capitán. Mas Ahab no ponía grata cara ni mostraba satisfacción alguna. Al fin y al cabo, cavilaba yo, los italianos no habían visto a Moby Dick…

Para cazar pulpos con un tamaño mayor al normal, las trampas no son nada prácticas. Ninguna compañía com-praría trampas tan caras y tan voluminosas. Y para colmo, harían falta dos navíos para cargar con dichas añagazas. Uno para las trampas y otro para la tripulación.

Page 92: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

92

Nosotros cazamos con un práctico arpón. Un arma có-moda, rápida y práctica. Usamos solo lanzas suizas cons-truidas con aluminio, con punta afilada y mortal.

Hay muchos pulpos, a los más chiquititos los podría-mos alzar con una mano y sobraría lugar. Mas un pulpo colosal podría ocupar tanto sitio como un gran autobús o un camión, como los usados para transportar vacas, ladri-llos o golosinas. No bastan solo dos marinos para cazar un coloso. No podrías matarlo sin 8 o 10 robustos marinos a tu lado. Y para tal hazaña, harían falta las barcas para trans-portarlos. Con cuatro barcas, ya podrías salir a cazarlos.

Sus marinos marchando rápido para alcanzarlo, dos barcas por un lado y otras dos por otro. Nosotros utiliza-mos una formación cuadrangular. Una tripulación mínima aguarda para iniciar su caza mortal. Todos mirando hacia la mar. Con una indicación, iniciamos la matanza.

Un trabajo nada tranquilo ni pacífico. Combatimos contra los pulpos más bravos. Un monstruo así podría asir por la garganta a un marino con su brazo y ahorcarlo sin dudarlo. Cazamos un animal complicado. Y luchará por su vida, y tú por la tuya.

Mas, tal lucha casi nunca durará mucho. Un arpón, o dos, o cuatro, saldrán volando al unísono para acabar con su vida. Buscarán tocar alguna zona vital para matarlo muy rápido. Y casi nunca contraatacará, solo buscará huir y salir nadando sano y salvo. Salir pitando y continuar con su vida y no sufrir ningún daño. Para no mirar nunca más a ningún cazador a tan poca distancia.

Por tal razón, atamos un lazo gordo a cada arpón. Para tirar y arrastrar a la víctima hacia nosotros, y así continuar

Page 93: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

93

clavando uno tras otro hasta notar cómo su vida acaba y su corazón no da ningún latido más.

Al poco, nos topamos con un gran drama a bordo. Costa vigilaba cómo viajaba la carga y notó cómo pisa-ba un charco con tinta. La tripulación supo algo fatídico: había algunas barricas rotas y la tinta salía por muchos orificios.

—Somos unos fracasados —soltaba uno.—Mala pata, chicos… —murmuraba otro.—Ya no hay lugar para la ilusión… —lloraba otro,

arrodillado al piso.—¿Algún plan, muchachos? —proponía otro, a su lado.—Habrá algún modo para soldarlas, digo yo. ¿No?

—usaba la lógica otro.

Costa acudió al capitán para informar la atípica situa-ción. Ahab lo miró como si no importara nada. Así las cosas, Costa y Ahab iniciaron una riña como nunca, muy combativos.

—¡Costa, no siga incordiando con las tontas barricas! ¡No vamos a parar ni un minuto para solucionarlo!

—Soy Juan Costa Starbuck y trabajo para la compañía, capitán. —dijo sonando como un insubordinado.

Page 94: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

94

—¿Para la compañía?—Sí, la compañía nos paga los salarios a todos. Incluso

al gran capitán Ahab.—¿Y?—Si no paramos ya mismo, voy a llamar a la compañía

para informar.

—Todo pinta mal… —murmurábamos la tripulación. Vigilaba la movida como si mirara un film dramático.

Pronto, mi capitán sacó un trabuco y no dudó: apuntó con dicha arma hacia Costa, gritando:

—¡Yo paso! ¡Malditas las barricas y la tinta! Gritaba como un loco. Al contrario, Starbuck, más cal-

mado, lanzó una dolorosa oración:—Quizás no soy yo tu mal, amigo… Cuidado, Ahab.—Vamos a parar y solucionarlo, capitán.—No voy a soportar a ningún maldito amotinado. Ok,

Costa, buscad la forma para solucionar la situación.

Allí, dominado por su irritación, mi capitán cambió su opinión y mandó subsanar los daños causados por las ba-rricas rotas. Tal solución nos tranquilizó: la tinta significa-ba oro y una vida más cómoda para todos.

Mas tal actitud nos corroboró asimismo una cosa: para Ahab, ni las botas ni la tinta significaban nada, visto lo vis-to. No había ningún valor allí para mi capitán. La tripula-

Page 95: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

95

ción ganaba oro con la tinta, cuanto más tinta, más vida. «¡Barrabás!», gruñí rabioso para mí. Ahab nos ignoraba. Mi capitán vivía imposibilitado, ansioso por un pulpo absur-do… ¿Nosotros no importábamos nada?

Con todo, hacía un calor fastidioso y aguardábamos la oscuridad hacinados abajo, al sótano, buscando un modo para salvar la tinta y subsanar las barricas. La única masa capaz para tal actividad: Quint, único físico con muchísi-ma fibra. A su modo, pudo con todo. Quint, muy macho, propuso al fin tapar las barricas y aislarlas con corchos y caucho. Costa apoyó su gran solución. Mas Ahab anda-ba rabioso, suspicaz: no gustaba malgastar horas con la labor.

—¡Con Quint la cosa marcha! ¡La cosa marcha con Quint! —gritamos, ufanos.

Al final pudimos tapar los orificios con muchos cor-chos y mucho trabajo.

Así ocupamos las últimas horas diurnas. Todos andá-bamos sudando la gota gorda. Al fin acabamos, orondos y dichosos; y Quint, cansado y distraído, marchó a tomar la brisa. Mas ocurrió algo horroroso: dormido, cogió muchí-simo frío. Y acabó muy fastidiado.

* * *

Page 96: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

96

Su sombra nos abrazó a todos. No lo admitíamos, no calculamos tal fatal cosa. Quint sufría cada día más y más, y la tripulación andaba con murmurios:

—Ay, dichoso Quint… Nos abandona… —murmura-ba uno.

—No digas tal cosa, bobalicón —gruñía otro.—A callar, bocachancla —insultaba otro.—Ni bobo ni nada. Noto así a Quint, tan raro, como

ido… —continuaba.—Ay, ay… —llorábamos otros, afligidos.

Todos acudíamos solícitos a sus dolorosas llamadas. Quint, infortunado, abrazaba sin más la oscura caída al más allá.

Así pasamos casi 30 días con la rutina habitual. Sin nin-guna pista, sin ningún indicio para hallar a Moby Dick. Ahab ya no soportaba no contar con ninguna noticia. Cada día sin buscar a su rival lo amargaba más y más.

Un gran barco ruso pasó junto a nosotros. Su capitán, llamado Dimitri Lavinsky, sabía hablar muchos idiomas: ruso, malayo, italiano, chino y moldavo. Podía hablar con nosotros casi sin ninguna dificultad. Un marino bravo con un gancho como mano. Su barco y toda su tripulación

Page 97: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

97

no buscaban a ningún pulpo. Solo buscaban dar caza al tiburón. Sabían sacar mucha pasta por bichos así. China y Japón los compraban con asiduidad y pagaban mucho. Imaginaban al tiburón como un afrodisíaco.

Tras una visita informal, Ahab y Lavinsky charlaban y compartían sus hallazgos. Tomaban whisky, coñac y ron cambiando distintos datos; así compartían sus historias pa-sadas. Ahab contó cómo un tiburón y sus amigos habían comido la carga arrastrada. Con un gran mapa, apuntó con su pulgar hacia la posición para localizar a tal manada. La-vinsky miraba a Ahab con una sonrisa satisfactoria.

—Vamos a viajar hacia tal lugar mañana mismo. Mu-chas gracias por compartir una información tan jugosa.

Solo bastaba aguardar a su maquinista. Había parado las máquinas para ajustarlas y solucionar un gran fallo: su motor principal sacaba humo cada tanto.

—Iván ya habrá solucionado todo mañana —dijo La-vinsky con tranquilidad.

Y mirando con picardía al capitán Ahab, dijo:—Conozco una ubicación muy atractiva para su tripu-

lación y para viajar con su navío.Apuntó al mapa:—Aquí hallará a su buscada víctima. Allí han visto a

Moby Dick unos días atrás.Ahab apuntaba con un lápiz a mano unos datos: Lati-

tud 35º 56' 11.901" N Longitud 66º 19' 20.746" W.

Page 98: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

98

—Habrá mucho camino hasta allí. —¿Cómo ha logrado tal información?—Un antiguo amigo, un capitán ruso como yo, ha cru-

zado su camino con un colosal pulpo blanco.—Mi pulpo —masculló Ahab.—No pudo cazarlo. Su compañía los obligaba a viajar

a toda máquina hacia África para transportar su costosa carga.

Tras tantos brindis con alcohol caro, Ahab mostraba un humor inusual. Con un gran abrazo, saludó al capitán ruso y dijo:

—No imagina cuánta dicha ha logrado con su visita.

Al otro día, Pod viajaba hacia la ruta indicada por La-vinsky. A toda marcha y sin parar ni un minuto. Ningún barco podría viajar muy rápido con tanta carga a bordo.

Si Ahab comandara su barco con cordura, habría bus-cado algún sitio para bajar toda la carga. Para guardar to-das las barricas bajo vigilancia. Algún galpón o una granja. ¿Y si con alguna fatalidad dilapidáramos tanto trabajo? Si algún monstruo cortara las barricas o quizás algún navío pirata nos robara, tanto trabajo acumulado ya no valdría para nada.

Si al viajar nos cruzábamos con un barco, sin importar la compañía para la cual trabajaba su tripulación ni su país original, a todos inquiríamos:

—¿Han visto a Moby Dick o algún rastro suyo?Así nos cruzamos con hasta ocho navíos distintos, uno

iraní, uno uruguayo, otro colombiano, uno croata, uno búl-

Page 99: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

99

garo, uno polaco, uno boliviano y otro sudafricano. Navío tras navío, nos íbamos informando poco a poco.

Al pasar junto a un barco con insignia polaca llama-do Władysław, nos comunicó cómo su vigía había avistado con sus prismáticos una gran mancha blanca flotando a solo unas millas viajando al sur. Mas no podrían confirmar si habían visto al mastodóntico molusco o si solo habían divisado alguna otra cosa con un tamaño similar.

Los datos aportados por los polacos no ayudaban mu-cho. Ninguno podía jurar si lo habían visto o no.

Mas para Ahab no cabía ninguna duda. —Al fin nos habíamos topado con una pista clara, un

indicio para hallar al maldito pulpo —afirmó a Costa y Stubby.

Bajo su mando, poníamos rumbo hacia un sitio inhós-pito, un vacío acuoso. Un lugar junto a la nada absoluta. Viajaríamos hacia su guarida para cazarlo. Íbamos a con-frontar a Moby Dick.

Page 100: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

100

Capítulo 11La gran borrasca

Pod continuaba avanzando con rumbo fijo; nos dirigía-mos hacia la posición indicada guiados por la brújula.

Un gran nubarrón oscuro surgió muy rápido, lo cubría todo. Tapaba toda la luz solar, como si la tragara. La mar mostraba su cara más amarga. Las altas y furiosas olas no auguraban nada grato. Una gran llovizna avanzaba hacia nosotros y la acompañaba una brisa huracanada soplando con un vigor singular. Surcaba rauda y lo hacía alborotar todo. Un agudo silbido chillaba al tocar al mástil, las botava-ras, las cabinas, la cocina, los baños y las claraboyas. Una rá-faga incontrolada hacía sonar cada rincón al topar con Pod.

Page 101: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

101

Un soplo frío nos atrapaba. Una amarga brisa hacía huir a todos los pájaros y los barría hacia otro lugar. Como un tornado, mas sin su circular forma huracanada.

Como si un Dios colosal soplara por su boca y largara a todo trapo su gran caudal.

Ningún marino había vivido nunca una situación simi-lar. Ni la compañía ni ningún navío adscrito a la misma ha-bían sufrido jamás un infortunio climatológico con tama-ña magnitud. No constaba nada similar. Ninguna bitácora contaba una historia así.

Ninguna lluvia huracanada, antártica o africana podía arrastrarlo todo a su paso y tratar a un gran navío como a una liviana baratija. Nos hacía sufrir a todos sus marinos.

Tal brisa solo iniciaba una sutil alarma, un tímido an-ticipo. Arrancaba una copiosa lluvia, como si Dios y to-dos los santos lanzaran cubos con agua hacia abajo. Una lluvia fría, brutal y dura nos calaba hondo a todos. Bolas como puños caían por todos lados. Un granizo mor-tal, como cañonazos lanzados por la ira divina, sacudían al Pod tocándolo con rabia. Con un continuo toc toc toc… como si un fantasma llamara a tu portal, buscando pasar para capturar tu alma. Un fantasma angustiado, obligándo-nos a salir para luchar contra la lluvia y la gran granizada. Pasamos toda la nocturna oscuridad amarrando las barcas y todas las cosas al Pod, así nada podría salir volando.

La lluvia no paraba y mostraba con toda su furia su lado más maligno y dañino. Un rayo cayó junto al palo mayor dañando al Pod. La botavara ardía y los rayos nos ilumi-naban, mostrando solo sombras asustadas. Rayo tras rayo, como si mil fotógrafos sacaran todas sus fotos con flash.

Page 102: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

102

Mirábamos con admiración cómo la lluvia y los rayos iluminaban un vasto mar, como alumnos cuando admiran una pintura clásica, algo artístico y trágico. Ninguno podría olvidarlo jamás.

Con su habitual moralidad victoriana, un Costa arro-dillado miraba fijo a una figura, un santo; oraba con sus palmas juntas y un antiguo rosario. Había muchos motivos para orar a Dios, a santa María o al patrono marino san Nicolás. La climatología podía justificar orar al dios cristia-no o a tu dios pagano favorito. Solo así algunos podíamos calmarnos un poco buscando un modo para pasar tal situa-ción con cordura.

Mis ojos admiraban a un marino africano cuando can-taba y oraba hablando moosi, su idioma natal, rogando a su ignoto dios algún signo para confortar su angustia.

Un llamativo rayo nos iluminaba y nos hacía oír un rui-do atronador. Como si rajaran un árbol con un sólido y duro hachazo. La lluvia atacaba al Pod con todo su caudal, sacaba todas sus armas.

Dos rayos más así habrían partido al Pod, nos habrían hundido. Aislados por tanta agua y a una gran distancia para ir nadando hacia alguna costa. Lo sabíamos, notába-mos a toda la tripulación horrorizada. Un marino, algo ma-yor mojó su ropa con pis; no pudo controlar tanto pavor. Lloraba agitado y gritaba llamando a su mamá.

Yo contaba con un truco para una situación así. Ima-ginaba una inspiradora composición tocada al piano. Sin abrir los ojos podía casi palpar un gran piano clásico to-

Page 103: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

103

cando Rajmáninov junto a un violín. Una música inspi-radora y tranquilizadora podía cambiarlo todo. O quizás solo ayudaría a pasar tan mal trago, aislado y calmado para continuar con vida.

Quizás haya sido un milagro, quizás no, mas bajo tal lluvia continuábamos con rumbo fijo viajando por un ca-mino marcado por la brújula, sin notar los astros ocultos tras un gran nubarrón gris.

Casi toda la tripulación insistía y rogaba a Ahab:—¡Volvamos!—Vayamos a un lugar sin lluvia.—¡Cambiad rumbo, por favor!

Mas Ahab, mirando hacia la lluvia, dijo:—Dios nos ha hablado. Si salimos con vida sin ningún

daño vital, ¡podríamos batallar con todo!

La tripulación lo miraba asombrada; Ahab continuaba hablando como un loco:

—Nada podrá pararnos, ningún rival. Ni Moby Dick ni ninguna lluvia huracanada, ni lanzándonos su tosca granizada.

Los marinos lo miraban horrorizados. Ninguna lógica brotaba por su boca. Ahab continuaba con su irracional ora-toria:

Page 104: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

104

—Si continuamos con vida, ya nada podrá matarnos.—¡No, capitán! ¡Dios nos castiga a todos! —conminó

Costa.—Dios nos habla con su lluvia, nos invita a no parar.—¡Capitán, no vamos a aguantar mucho más! ¡Volva-

mos!—¡La lluvia ya parará! ¡Viajamos por un chubasco, nada

anormal! —gritaba Ahab.—No, capitán. Mirad hacia arriba. No luchamos con-

tra un nubarrón normal, una lluvia así funciona como un gran muro construido con los más duros ladrillos. Qui-zás no podamos pasar por allí. Los rayos nos indican algo. No vamos a morir por no oír a Dios y su palabra. Por no mirar a su visión apocalíptica. Dios nos grita a viva voz usando su bíblica lluvia —dijo Costa, asustado por tal si-tuación.

Así, mirando a todos como un loco, Ahab tomó un filo-so arpón y con una mirada mortal lo lanzó con toda su ira hacia la tripulación a bordo. Por fortuna, lo clavó sin tocar a ninguno. Ahab podía comandar con soltura, mas no sabía lanzar un arpón como un gran cazador. Nunca podría ir a lanzar jabalinas a ninguna olimpiada.

—¡Han jurado todos acabar con su trabajo! Han firmado para atrapar a Moby Dick, y no vamos a girar y buscar una isla o algún sitio para atracar hasta matarlo —gritaba Ahab.

La tripulación no sabía cómo parar tal discusión y cómo controlar a un capitán tan iracundo y disfuncional. Ahab continuaba gritando:

Page 105: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

105

—Si alguno no va a continuar con su trabajo, lo voy a bajar aquí mismo y saldrá nadando. Las ratas no van a viajar conmigo.

Un marino cayó al agua, una forma poco práctica para acabar con una discusión tan bárbara. No había sido algo planificado, mas funcionaba. Un grito nos llamaba a todos a la acción:

—¡Marino al agua! ¡Marino al agua!Bajo la lluvia, sonaba una campana llamando a todos

para ayudar a buscar al camarada.Todos iluminábamos a un mar difuso por tantas gotas.

La lluvia lo nublaba todo. Mirábamos hacia abajo, al agua.—¡Mirad a William allí, junto a la popa!William movía sus brazos luchando por su vida. Cada

tanto notábamos cómo tragaba agua, como si lo arrastrara una gran roca atada a sus zapatos. Buscaba subir y sacar su nariz. Ansiaba tomar una gran bocanada para conti-nuar con vida. Movía sus brazos bajo la oscuridad y sin divisar nada. Cuando sus ojos salían, podían mirar al Pod iluminando hacia su sitio, lo habían hallado, mas no sabía si podría aguantar mucho más. Quizás lo matara la líquida trampa.

Quint arrojaba un salvavidas a unos palmos, y William lo cogía ansioso para flotar agarrado al artilugio sin tragar más agua salada. Continuaba nadando como podía, agota-do. Cuatro marinos tirábamos la tosca soga atada a su sal-

Page 106: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

106

vavidas. Nos raspábamos y lastimábamos las manos para salvarlo.

William avanzaba poco a poco hacia nosotros y cogía la soga con ambas manos, como si nos abrazara a todos. Lo izamos a bordo y al subir nos miró como nunca. Nos abrazó uno a uno y rompió a llorar. Habíamos salvado su vida. Nunca lo olvidaría.

La brisa disminuía poco a poco, sin acabar. Como si la pavorosa lluvia planificara marchar y castigar a otros bar-cos, ir a otro lugar.

Sin tanto brío, aún continuaba jugando con la mar. Mo-vía al Pod hacia un lado y al contrario. Ya no tan brusco como unas horas atrás, sino con mayor suavidad. Todavía faltaba mucho para divisar una mañana con sol.

Muchos marinos continuaban orando y llorando por sus vidas. Un marino musulmán oraba con un murmullo: Al hamdu lil lahi rabbil ‘alamin. Arrahmanir rahim. Maliki yaw-middin. Iyyaka na’budu wa iyyaka nasta’in. Ihdinas siratal mus-taqim. Siratal ladhina an’amta’alaihim, ghairil maghdubi’alaihim wa lad dhallin. (Amin). Oraba un salmo con su libro sagrado. Oraba mirando al Corán.

¿Cuánto más podría aguantar Pod? Una lluvia inusual como la vivida no constituía la principal labor para la cual había sido fabricado por la Smiths Dock Company.

Page 107: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

107

Mas tal navío había nacido para durar mucho, para salir a cazar y para viajar muchísimas millas. Para cruzar una llu-via normal. No lo habían forjado para soportar un chubas-co con un tamaño singular. Mas su alma lo pudo aguantar todo. Lo habían construido con una sólida y robusta caoba africana. Gracias a Dios.

Miraba la hora y solo pasaban la 5. Miraba al mar con curiosidad, como lo hacía mi papá. Un filósofo con una gran pasión por los libros. Habíamos compartido juntos a Plutarco, Platón, Camus, Chomsky, Foucault y al inspirado Mark Twain. Ahora solo ansiaba ir a casa con papá y mamá.

Al mirar hacia arriba, unos tímidos hoyos iban calan-do al nubarrón. Disipaba su alma poco a poco. Los hoyos iban agrandando su tamaño hasta matar toda la lluvia. Ya no llovía, caían solo unas tímidas gotas, como un calabo-bos, un sirimiri o una tímida garúa. Un apocado sol salía sin prisas, y mirábamos como todo lo cubría una tupida bruma, como si cruzáramos una historia fantasmal.

Un bravo sol subía para limpiarlo todo. Sus rayos bri-llaban con un color rojizo. Una gaviota volaba y movía sus alas, buscaba algún animal para iniciar su mañana.

Había arrancado otro día, y casi todos lo vivíamos como si la vida nos donara muchos días más, como un bonus track.

Todo había cambiado con la lluvia. Los marinos, Wi-lliam, yo…

Page 108: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

108

Y Costa ya nunca más miraría a Ahab como a un ami-go, sino solo como una obligación contractual.

Page 109: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

109

Capítulo 12Un día más

Por la mañana, pasada la pavorosa lluvia, la mar mos-traba su magnífica calma, coronada por un tibio sol,

como una postal turística. Ya no había lluvia, ninguna trampa mortal. Las gaviotas volaban buscando su comida y chillando con sus graznidos. Daban vida a la imaginaria postal. Todo continuaba su curso, girábamos orbitando al sol y acabando un giro, y sus 360 grados, cada 365 días.

La pavorosa lluvia huracanada casi hizo naufragar al Pod. Con un largo silbido, Costa nos convocó a todos y

Page 110: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

110

nos colocó uno tras otro, formando unas filas, como si ju-gara con sus soldaditos fabricados con plástico. Su propia armada para jugar. Formábamos su batallón y todos aguar-dabamos parados al sol. Así nos contó uno a uno, para confirmar cuántas bajas habíamos sufrido con tal chubas-co mortal. Nos habíamos salvado casi todos. Solo faltaban dos. Había sido algo afortunado. Una noticia positiva tras tantas historias horrorosas.

Tras contarnos a todos, nos mandó iniciar la jornada, había mucho trabajo. Colocar cada mástil, arriar los cabos, limpiar todo para partir. Tal chubasco había logrado malo-grar un poco al Pod. Un barco sucio no podría avanzar con normalidad. Podríamos pisar un charco con barro y pati-nar. Con tanto polvo y agua por todos lados, la maquinaria podría no funcionar al 100%. No podríamos izar las lonas mojadas para impulsarnos con las brisas marinas.

Había muchísimo trabajo para todos. Trapos, cubos, mopas, jabón, amoníaco, ácido cítrico, bicarbonato, lim-piavidrios, un gran aspirador industrial… Usábamos todas las armas a mano para matar y liquidar toda la roña, basura y polvo. Contábamos con una táctica racional: atacar cada rincón para limpiarlo con minuciosidad. Una solución final y muy útil. Limpiábamos todo para no divisar más moho. Pasábamos la mopa por cada habitación, por cada salón, por todos lados. Aspirábamos las alfombras para quitar polvo y bichos diminutos. Con garra pasábamos los trapos por todos lados para dar brillo. Abatíamos al óxido con un spray. Con un limpiavidrios acariciábamos cada cristal, qui-

Page 111: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

111

tando hasta la más mínima mancha. Y subíamos todas las claraboyas hacia arriba, así podía circular una tímida brisa, quitando todo mal olor. Un trabajo muy poco grato, mas algo obligado. Si no, no podríamos viajar con normalidad.

Un antiguo marino con muchas canas, dijo a viva voz: —Las chicas y las mucamas limpian, los marinos traba-

jamos viajando por la mar, no dando brillo como criadas.Y Quint, con una sonrisa, dijo:—No hay ninguna niña a bordo, mas si continúas con

tus llantos, podría buscar una falda corta y un pintalabios, y aun así continuarías limpiándolo todo, ahora sí, con mu-chísimo más glamour. Quizás consigas ir a la cama con un forzudo y barbudo marino.

Una gran carcajada rompió la monotonía, a todos nos causó gracia Quint con sus palabras.

Costa alzó su mano para llamarnos a todos. Con sus largos prismáticos había visto cómo un gran navío viaja-ba hacia nosotros. La pantalla mostraba un punto gordo a muchos nudos, a una gran distancia. Un radar ayudaba mucho para ubicar a otros navíos por la zona. Habíamos viajado solos con la gran lluvia huracanada, los otros na-víos habían atracado y buscado cobijo por la mala clima-tología. Un capitán listo marcaría su rumbo buscando cui-dar a los suyos. Solo nosotros habíamos avanzado bajo la lluvia. Ahora los otros salían a la mar a continuar con sus trabajos.

Page 112: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

112

Faltaban solo dos horas y nos cruzaríamos con un gran navío.

A continuación conocimos al Rihanna. Un navío con un gran calado y significativo tamaño. No un barquito para salir con la familia: un barco con mayúsculas para trans-portar carga con muchas cajas y muchos productos para distribuir viajando por su ruta. Su amplio casco podría alo-jar dos campos para jugar al fútbol juntos, lado a lado. Al atracar juntos, Rihanna y su sombra tapaban toda la luz solar al Pod. Como si un barco mamá arrastrara a su lado a su barco hijito.

Su motor utilizaba carbón puro para impulsar tanta car-ga. Y a toda marcha, arrastraba a su lomo un nubarrón cargado con smog, como si formara una gran cola oscura atada al barco. Un barco rudo y antiguo. Su compañía lo había matriculado bajo la insignia uruguaya. Su laxa políti-ca fiscal con los navíos, los hacía ahorrar muchas tasas y así ganar mucha más pasta.

Ahab mostraba una sonrisa, algo un poco raro. Había-mos pasado mucho rato mirando al capitán con un rostro amargo. Día a día lo pasaba con un rictus cínico, sombrío y abrumado. Más hoy mostraba un júbilo inusual.

* * *

Page 113: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

113

Bajamos anclas junto al colosal navío y utilizamos una gran plancha para formar un camino, barco a barco. Ahab invitó al capitán a cargo, una visita cordial para charlar.

Toda la tripulación contraria nos lo avisó, habían visto y sufrido a Moby Dick no muchos días atrás.

Un capitán cruzando hacia al Pod. Nunca olvidaría su gran altura y su rostro afligido. Un italiano llamado Gar-dín, había sido un militar bajo la armada italiana. Había comandado dos navíos y batallado dos conflictos. Ahora solo trabajaba por la pasta hasta su jubilación. Todos los marinos bajo su mando lo llamaban «Il Capitano». Gardín buscaba a otros barcos para ayudarlos a cazar. Con angus-tia, contó a Ahab:

—60 días atrás, nos cruzamos con la monstruosa cria-tura. Un pulpo sin igual.

Gardín paró un rato para tomar un largo trago, sorbía y miraba a Ahab como si al contar lo pasado lo dañara. Afligido, como llorando.

—Ya sin sol, la luna iluminaba la mar. Un abrupto so-nido nos lo avisaba, algo raro pasaba allí. Un marino divi-só una sombra avanzando hacia nosotros. Flotaba junto a babor. Tras unos minutos, algo tocaba al Rihanna y hacía sonar su casco. Como si martillaran o tocaran un tambor sin ritmo. Abollándolo y rayando su pintura. Una situación muy inusual. Nada natural provocaba un sonido similar. Para no sufrir más daños, yo mandaba a los míos atacar. Mis marinos no lo dudaron ni un minuto y avanzaron ha-cia la criatura para atacarla.

Page 114: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

114

Suspirando hondo, Gardín continuaba con su narra-ción:

—Lanzamos 3 barcas para salir a cazar. Y por mi culpa muchos marinos la han diñado, la criatura los ahogó sin compasión. Ninguno salió con vida.

Unas lágrimas caían por su rostro:—Mi hijo salió con la última barca. Carlo viajaba junto

a todas las otras almas. Una víctima más. Tal monstruosi-dad lo ahogó y lo mató como a tantos otros. No pudimos hallarlo. Y ahora no podría cavar su tumba ni colocar una lápida para ir a visitarlo.

Ahab buscaba alguna forma para aliviar tanto dolor, mas con su infinita ignorancia solo dijo:

—No hay palabras. Lo acompaño con mi corazón. — Sonó como un discurso vacío.

Gardín continuaba contando su dolor:—¿Cómo podría informar tal fatalidad a mi amada

Carla, a su mamá? Todavía busco la forma para contar-lo. Viajábamos para afianzar lazos con mi hijo. Si matara al pulpo, podría mostrar algo para justificar mi valía, algo para mostrar a mi familia y aliviar mi dolor. Nunca podrán olvidarlo.

Ahab tomaba su trago y cada tanto largaba algún mo-nosílabo.

—Aha…—Como marino lo había combatido todo. Había lu-

chado mil batallas. Ahab lo miraba y Gardín continuaba monologando:

Page 115: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

115

—Congo, Amazonas, Líbano. Nunca había fallado. Ningún militar a mi cargo había sido lastimado. Con mi historial impoluto, sin ninguna baja, nada podría pasar.

—Las cosas pasan —dijo Ahab.—Guiado por mi orgullo, no podía imaginar algo así.

Ahora por mi culpa, lo han matado. —No conocía al monstruo. No lo sabía —dijo Ahab

para mitigar tanto dolor. —Soy un idiota. Ahora solo busco matar al gran ani-

mal. Ojo por ojo. Busco cazarlo y acabar con la criatura.—Ojo por ojo no va a solucionar nada. Vaya a Italia

para informar y consolar a su familia. Son su principal prioridad. Otros cazarán a Moby Dick.

Gardín miró con mucho asombro a Ahab al nombrar al monstruo.

—¿A Moby Dick? ¿Así lo llamáis? Ahora vamos todos a buscar a mi hijo para transportar su ataúd a casa; al aca-bar, vamos a buscarlo y a matarlo. ¿Nos ayudará, Ahab? Pago mucho por su trabajo y por su barco, con toda su tripulación. Mi familia podrá afrontar todos los gastos, vi-vimos muy acomodados. Contamos con muchos ahorros y bonos para gastar. ¿Partimos juntos?

Ahab lo miraba frío como un carámbano. No dijo nada, algo muy inusual para tal capitán. Al oír a Gardín, Ahab, absorto, volaba con su imaginación a su ciudad, Matanzas. Su amada y su hijo aguardaban allí. Habitaban una boni-ta casa con jardín. Su hijo David todavía iba al instituto. Amaba a las chicas, al futbol y jugar al Fifa, al Doom y al

Page 116: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

116

FarCry con su PlayStation. David amaba la saga Star Wars, la miraba con sus Blu Rays buscando todos los diálogos protagonizados por Han Solo y su altísimo amigo. David todavía buscaba su propio gusto musical. Con su guitarra tocaba algunos solos o riffs. Imitaba a Pink Floyd, Scor-pions, AC/DC, Black Sabbath, Nirvana, ZZ Top y alguna banda gótica industrial como Bauhaus, Joy Division y Clan of Xymox.

Ahab volvió a la dura charla. Gardín no paraba, busca-ba contratar a Ahab y a toda su tripulación. Con un tono apagado, dijo:

—Capitán Gardín, no, no vamos a ir tras su hijo. Viaja-ríamos muchos días hacia otro lado, y hoy solo buscamos al pulpo. No podríamos parar ni un minuto para subir a su hijo si lo halláramos.

Gardín, murmurando muy irritado, dijo:—Solo un animal o un pagano podrían actuar así, no

un cristiano.

—Ya son muchos años viajando para capturarlo, para cazarlo. Por lo visto, ahora casi podríamos tocarlo. No habi-tará a mucha distancia. No vamos a olvidar tal oportunidad. Casi un año viajando, planificando, mirando mapas para ha-llar su guarida. Visitamos muchísimas islas y casi todas las costas conocidas. Viajamos muchas millas con una misión clara. Ahora no vamos a olvidarla para ayudar a un ricachón a buscar a su hijo ahogado —dijo Ahab con ojos furiosos.

Page 117: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

117

Y apuntando al mástil hacia lo más alto, dijo:—Mirad allí arriba. Clavamos un doblón dorado para

no olvidar jamás la misión, un símbolo para todos los ma-rinos, altos y bajos, gordos y flacos. Hay un trabajo por acabar. Un galardón por hallar a Moby Dick, por divisarlo y ayudar a cazarlo. Ir a buscar a su hijo no nos importa, transportar su ataúd no solucionará nada, solo nos atrasa-rá. Zarpa con Rhianna, busca lo tuyo. Nosotros vamos a continuar viajando para cumplir con la misión principal.

Al capitán Gardín no gustaron nada las inhumanas pa-labras. Salió dando un gran portazo para mostrar su dis-gusto. La tripulación vio cómo había tratado Ahab a su igual. Gardín abandonó al Pod, y todos podíamos oírlo:

—Voy a contar su actuación a todos. Todos sabrán cómo tratar con un individuo así. Voy a hablar con la co-mandancia, su conducta no honra su cargo.

Ahab había mostrado su lado más crudo, sin ninguna humanidad. Quint murmuró al mirarlo:

—Un frío bastardo, sin ningún rasgo humanitario. Nada podrá justificar su actuación. A todos la vida nos ha dado malos tragos, vimos morir a camaradas y amigos, más todos mostramos compasión por los otros.

Ninguno podía hablar, solo mirábamos a Ahab; la locu-ra lo había atrapado.

Page 118: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

118

Los barcos continuaron viajando. Pod salió a buscar a Moby Dick, y Rihanna a buscar a Carlo Gardín.

Page 119: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

119

Capítulo 13Al fin, lo hallamos

Viajabamos con rumbo fijo, tras los rastros aportados por todos los otros navíos. Un día, Ahab tomaba

una infusión junto a Costa. La luz diurna iba bajando y la luna asomaba poco a poco. Miraban al frío mar y dialoga-ban, nada con importancia, solo una habitual charla trivial, como tantas otras:

—Un día con sol iniciaba mi trabajo como marino, 40 años atrás, 40 otoños viajando y cazando pulpos y otras alimañas. ¡Cómo pasan los años! ¿Nota todas mis arrugas?

Y Costa, mirando su ajado rostro, dijo:

Page 120: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

120

—Para nada mi capitán, miro su cara y no diviso ningu-na arruga. ¡Vaya chaval! Tanto odio, tanta hostilidad y tanta mala baba, funcionarán como un SPA para su organismo.

Y con una tímida sonrisa, Ahab continuó:—Tanto trabajo duro. Tanta solitud. Viajando con frío,

con calor, incluso con muy poca salud o sin agua. Tantos días sin mi amada y sin mi único hijo. Tanta privación y tanto dolor. Todo por una misión. Y por fin vamos a lo-grarlo.

Costa no sabía su historia, lo miraba anonadado por sus palabras:

—Capitán, no sabía nada. Lo imaginaba un lobo soli-tario, sin familia.

—Ajá —dijo monosilábico Ahab.—¿Casado y con un hijo? Su familia lo amará…—¡Claro! Y yo los adoro, son mi razón para vivir. Mi

impulso, mi brújula y mi faro. Sus sonrisas iluminan mi ca-mino. ¡No soy un animal solitario! Todos somos humanos, incluso yo.

Al contarlo, Ahab mostró su disgusto; sabía cómo lo miraba la tripulación y cómo murmuraban cuando pasaba junto a los marinos.

—No buscaba incordiarlo, capitán. Asimismo, mi fami-lia aguarda por mí. Una niña, con solo dos años. Una rapa-za malcriada, con una sonrisa única. Y su mamá, Sarah. No podría vivir sin su amor. Voy contando día a día. Ansío ir a

Page 121: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

121

casa, llamarla al arribar y abrazarlas a las dos. Como la mía, su familia aguarda. ¡Volvamos todos a Matanzas!

Y Ahab, con una mirada agria, dijo:—No, vamos a continuar. Vamos a acabar con Moby

Dick, mi misión, mi fatalidad. Voy a matarlo, no importa nada más.

Al oír tal discurso sin razón, Costa pudo vislumbrar cómo la locura había atrapado y consumido a Ahab. No había solución alguna para salvar su alma.

Al otro día por la mañana, pasada la madrugada, Stu-bby gritó:

—¡Lo hallamos, ya lo ubicamos! ¡Vamos a buscarlo!

Las noticias corrían como la pólvora, al fin habíamos localizado al maldito pulpo blanco, la gran monstruosidad ya no podía ocultar su alma. Con todos los aparatos, con GPS, las sondas y un radar ya sabíamos su posición y po-díamos hallarlo.

Ahab mandó a sus filipinos como avanzadilla. Los tai-mados asiáticos habían guardado un motor para la ocasión, lo habían ocultado al abordar al Pod sin comunicar nada a ningún oficial; contaban con un as, una carta guardada bajo la manga. Nunca habían jugado muy limpio.

Page 122: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

122

* * *

Atornillaron su motor a una barca, y viajaron muy rápi-do hasta la localización indicada. Solo vimos cómo su barca avanzaba más y más. Tras un rato, ya no podíamos divisarla. Los filipinos cargaban con una radio para hablar con no-sotros y para llamar a Ahab cuando mataran a Moby Dick.

La luna salía iluminando un maravilloso ocaso. Hoy tocaba actividad grupal. Todos los sábados y los domin-gos, justo a las 10, nos juntábamos tras una sabrosa vianda nocturna. Acomodábamos las sillas, colgábamos una gran pantalla a un lado, y mirábamos algún film todos juntos, como una gran familia. Costa nos ponía con su portátil al-gún antiguo film, su disco duro guardaba muchísimos; una magnífica compilación con todos los clásicos para un pú-blico masculino. Cuando atracábamos y pisábamos algún lugar civilizado, si captaba algún wifi y sabía su password, podía bajar lo último.

No contaba con un gusto muy sofisticado. Solo mira-bamos films con subtítulos. Y cada uno con su título origi-nal: Fast & Furious (todos), Gladiator, Tron, Iron Man 3, Mud, 42, Mamma Mia!, Thor, Appaloosa, Gran Torino, Big Fish, Toy Story, Kill Bill, Psycho, Trainspotting, Casablanca, Skyfall, Mary Poppins, Con Air, National Lampoon’s Christmas Vacation, Jaws, Pulp Fiction, Raising Arizona, Fargo, Munich, Good Will Hun-ting, Matrix, Groundhog Day, Raging Bull, Avatar, Madagascar,

Page 123: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

123

Rain Man, Midnight Cowboy, Dirty Harry, A Fistful of Dollars, Barry Lyndon, High Noon, Matilda, Hannibal, King Kong, Juras-sic Park, Hollow Point, Pan’s Labyrinth, Top Gun, Sanctum y su gran favorita: Titanic. Llorábamos como niñatos con DiCa-prio ahogado y su novia flotando a salvo con tamaña joya colgando. No llorábamos por DiCaprio sino por cuánto valía la susodicha alhaja arrojada al mar.

Tras mirar Ant Man y La Avispa, una gran historia con mucha acción, casi a la 1, nos fuimos a dormir. Los fili-pinos aún no nos habían contactado. Quizás todavía no habían hallado a Moby Dick, o quizás lo habrían matado y buscaban un comprador con más pasta para sacar una mayor tajada.

Oímos una voz por la radio, un filipino nos gritaba muy asustado. Algo raro pasaba y no podíamos oírlo con una gran claridad:

—Ningún anim…—Ha matad… a casi…—… nos odia a todos…—Jamás habíamos cazado alg…—¡Noooo!

Buscamos alguna forma para sintonizar su voz, y no hallamos ninguna para lograrlo. Las palabras sonaban más pausadas y transmitían un mayor pánico.

Page 124: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

124

—Mayday… Mayday…—S O S… O… S…—Nos ha arrancad…

Tras un rato ya no los pudimos oír más. Aguardamos unas horas sintonizando la radio, movíamos su dial a uno y otro lado. Buscábamos captar algún sonido o algo para localizarlos, para informarnos si continuaban con vida. A la madrugada, marchamos todos para la cama. Habíamos pasado muchas horas sin oír nada.

Al alba, vimos cómo una tabla blanca avanzaba hacia nosotros. Costa la miraba con sus prismáticos y dijo:

—La barca y los filipinos han naufragado.—¿Cómo?—Mirad al tablón, formaba la quilla. Han partido la

barca, la han roto.

Cuando Costa acabó sus palabras, vimos cómo avanza-ba otra tabla flotando hacia nosotros. Una pringosa mancha roja la cubría. La mirábamos con rostro horrorizado. Podía-mos intuir algo. No había ningún rastro, ninguna pista, para ubicar a los filipinos.

No nos costó mucho imaginar cómo había acabado la historia. Las tablas continuaban arribando a nosotros, una a una. No solo tablas: ropa, sogas, una caja para la vianda, las palas, un salvavidas vacío. Todo constituía una visión atroz.

Page 125: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

125

A babor, divisamos cómo una camisa rasgada, salpica-da con manchas rojas, flotaba sin rumbo al pasar junto al Pod. La mirábamos como a un fantasma.

No cabía ninguna duda: los filipinos ya no podrían con-tarnos nada. Moby Dick agigantaba su mito con más y más víctimas. No había liquidado a unos marinos bisoños, sino un grupo con muchas armas. Sabían matar y cazar. Quizás hablaban mucho y no trabajaban nada, mas los filipinos pasaban todos sus días afilando sus armas. Aguardaban para atacar practicando cómo luchar contra un animal así. No había matado a unos novatos, sino a unos soldados muy capacitados.

Costa, al mirar toda la basura flotando, dio paso a una tímida oración:

—Dios, guardad sus almas, buscad un lugar para unas criaturas filipinas, algún sitio tranquilo y pacífico a tu lado.

Y Quint, al oírlo, dijo:—Dios, salvadnos a nosotros y ayudadnos a matar al

bicho. Contamos con tu ayuda divina.

Page 126: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

126

Capítulo 14A todo o nada

Con la oscuridad, Ahab caminaba sin parar, a un lado y al otro, como un mastín atrapado. Con su habitual

nula cordialidad, nos dijo:—Voy a subir al mástil para divisar al monstruo. Voy a

hallar a Moby Dick, hoy vamos a cazarlo. Viajamos rumbo a su posición, a su guarida.

Con sus prismáticos Ahab miraba, giraba 360 grados para divisarlo todo. Avizoraba al infinito buscando alguna pista

Page 127: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

127

sutil para ubicar al animal. Las horas pasaban y un apagado sol surgía iluminando al Pod surcando las aguas marinas.

Una mañana con mucha bruma, todo lucía con un aura fantasmal. Costaba mirar con claridad, la tupida calima lo hacía todo borroso.

Ahab saltaba como un loco, un poco más y casi patina con tanta agitación. Gritaba:

—¡Mirad! ¡Mirad! ¡Un gran pulpo! ¡Blanco como una sábana!

Todos corrimos y, tras mucho trabajo, solo vimos un punto diminuto a muchísima distancia.

—¡Voy a matar al maldito! —gritaba Ahab.Costa lo miraba pasmado. Ahab no podía parar. Gri-

taba y saltaba alocado como un loco. Actuaba como un adicto al opio o al crack, loco por no tomar su dosis diaria. No hacía falta ninguna droga para Ahab, sobraba con sus ansias por matar al maldito animal.

Bajo la bruma, podía divisar una diminuta mancha blanca a algunas millas. ¿Moby Dick? ¿Un náufrago con su balsa? ¿Una caja flotando?

Ninguno podría jurar si habíamos hallado a Moby Dick u otra cosa, no con convicción.

Tras casi dos horas viajando hacia la posición indica-da por Ahab, ya podíamos garantizarlo. Ya no luchábamos

Page 128: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

128

solo contra un monstruo imaginario, o alguna alucinación; todos los indicios daban la razón al capitán.

Ahab ya podía combatir al maldito animal. Moby Dick había arrancado su brazo, y al fin podría aniquilarlo. Jun-to al Pod y a todos sus marinos, podría luchar contra su diabólico rival. Todos aguardábamos ansiosos la confron-tación final.

Como David y Goliat luchando por sus vidas. Un clá-sico, una lucha casi bíblica. Cuál David y cuál Goliat. Vivir o morir.

¿Acaso Moby Dick hacía honor a todas las historias contadas? ¿Un animal diabólico con un ansia por matar a todos los marinos o solo un tranquilo pulpo buscando salvar su alma, salir sano y salvo, contra una horda huma-na, contra unos locos cuya única misión pasaba por ani-quilarlo?

Ahab apuntaba con su mano hacia lo alto y mirando al mástil, dijo con una sonrisa:

—Su capitán ha ganado un doblón dorado por hallar a Moby Dick.

A los marinos no gustó nada la oración. «No hay justi-cia alguna», murmuraban algunos. Tal doblón funcionaba

Page 129: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

129

como una forma para inducir a la tripulación a buscar con mayor ahínco y hallar al pulpo, no podía ganarlo su tacaño capitán.

Ahab bajó a la plataforma y comandó la acción con sus gritos:

—¡Bajad 3 barcas y la mía particular!Moby Dick avanzaba hacia nosotros, quizás con curio-

sidad. Como si un humano mirara un panal con sus hormi-gas, diminutos bichos caminando arriba y abajo, cargando las barcas y cortando los cabos para cumplir con todos los mandados. Tal monstruosidad nos miraba como a micro-bios. Podía tomar al Pod, un gran navío, y usarlo para jugar. Y tomar a todos los marinos para usarlos como cromos para su álbum infantil.

Continuaba nadando sin prisa hacia nosotros, rumbo al Pod. Como si ningún arpón, ningún arma o toda la ira y la rabia acumulada por nosotros, no importaran nada.

No podíamos intuir si Moby Dick avanzaba con curio-sidad, o si calculaba atacarnos y dar paso a su sombrío plan.

Ya podía divisarlo con claridad, su colosal tamaño, toda su maldad. Un alma diabólica.

—Isma, ayuda a bajar las barcas —comandaba Costa.Y yo corrí muy rápido para ayudar a Quint bajando dos

barcas. Con las lanchas ya colocadas, tocando la mar, y con todo listo para zarpar, movíamos las palas para avanzar hacia la alimaña.

Page 130: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

130

Ahí, tan próximo… Podía mirarlo casi a los ojos. ¿Ha-bía matado a tantos? ¿Solo había oído un mito, una histo-ria para asustar a los borrachos cuando visitaban un bar como rudos marinos? Todos habíamos contado algo así, ilustrábamos historias ficticias para simular gloria. Moby Dick agigantaba su mito más y más cuando los marinos contábamos su historia por las cantinas.

Cuando nos hallábamos a solo unos palmos, a una dis-tancia corta, Quint y otros dos alzaron sus brazos. Miraban a Ahab aguardando una indicación para atacar, para iniciar la sacudida final.

Mas ninguno pudo lanzar nada. No sabíamos cómo ubicarlo. Buscábamos a un animal muy difícil, no podía-mos hallarlo por ningún lado. Cuando Moby Dick divisó cómo avanzabamos con rabia para cazarlo, buscó un sitio oculto. Nadaba hacia lo más profundo. Huía para no bata-llar con nosotros.

Al notar la jugada, Ahab insultaba más y más. Salía una cascada por su boca:

—¡Tantas millas para ubicar al maldito! ¡Solo las ratas no buscan luchar con justicia! ¡Tanta fama como aniqui-lador diabólico para nada, un animal gallina y achantado! Con sus actos va mostrando su pánico. ¡No busca luchar como un rival digno!

* * *

Page 131: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

131

Cuando Ahab pudo calmar su ira, nos dijo:—¡Volvamos al Pod! Ya saldrá la alimaña. Vamos a

aguardarlo. No podrá aguantar hundido muchas horas más. Saldrá y allí vamos a cazarlo.

Cuando todos habíamos subido al Pod, aguardamos al monstruo. Cada uno con su arpón, listos para atacar.

—Mirad al mar, avisad si notáis algo raro. Una mínima burbuja. No hagáis ningún ruido. Al oírnos, buscará huir y no vamos a tirar por la borda una oportunidad igual. Ni un sonido. —Ahab nos comandaba y todos murmuramos un:

—Sí, capitán.

Hora tras hora, aguardábamos con muchísima angustia. Ninguno abría la boca. Ni una palabra. No por pánico al monstruoso pulpo, sino por tanto horror hacia tal capitán. Ninguno marino osaba aguantar a Ahab y toda su ira.

Pasaron los minutos y un diminuto punto blanco avan-zaba hacia nosotros y agrandaba su tamaño. Nadaba con muchísima parsimonia hasta mostrar un tamaño mayúscu-lo. Un diabólico animal colosal.

Ahab cogió con su mano una larga daga, bajándola para comandarnos a iniciar la caza. Como un mariscal con su batallón: todos alistados para atacar, para matar sin ningu-na compasión, para dar paso a una gloriosa batalla.

Unas barcas bajaron al mar con la tripulación mínima. Otros marinos aguardaban a bordo, para atacar con la po-sición más alta.

Page 132: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

132

Miraba todo y mis ojos hacían fotografías, Polaroids, con los camaradas con todo a punto para saltar y atacar al animal.

Un marino cogía un gancho con una mano. Buscaba saltar hacia la monstruosidad para clavarlo al torso. Un gancho atado a una larga soga para controlar al animal ti-rando, o para ubicarlo con mayor facilidad si nadaba hacia la profundidad.

Mirando hacia arriba, vi a Stubby con un largo azadón. Nos había contado su uso: limpiar yuyos y plantas cuando no viajaba y cuidaba su granja. Ahora lo había afilado con cuidado y aguardaba para atacar al maldito animal.

A babor, Quint blandía con una mano un tomahawk, su hacha corta. Y con la otra alzaba, con su musculoso brazo, un largo y afilado arpón. Su cara mostraba las ganas por acabar con la criatura, como si ninguna otra cosa im-portara más.

Costa había sacado su pistola. A su lado, un marino dis-paraba con un trabuco dos tiros sin causar ningún rasgu-ño a la alimaña. Luchábamos contra un pulpo acorazado, como si Moby Dick usara una armadura antibalas.

Tras un rato ya no podía divisar a todos los marinos como figuras talladas con mármol. Todo pasaba muy rá-pido, como ráfagas. Como cuando das al fast forward para avanzar con un antiguo VHS.

Lanzando una pata con un vigor colosal, la monstruo-sidad horadaba un hoyo al casco, como si usara un taladro industrial. Pod iniciaba su inundación con litros y litros

Page 133: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

133

causados por los orificios. Tanta agua iba formando un lago, una catarata, una piscina. Cada habitación y cada ba-hía mojadas por todos lados. Moby Dick volvía a atacar y a horadar más hoyos. Una garrafal trampa mortal.

No podíamos tapar rápido todos los hoyos. Pod sufría un impacto mortal. Tanta agua lo hundía sin ninguna com-pasión. Un final poco digno para tal histórico navío.

Costa nos gritaba:—¡Huid como podáis! ¡Huid!Y Stubby, con pánico, gritaba:—¡No hay ninguna salvación! ¡Nos matará a todos!Otros marinos gritaban:—¡Saltad y nadad si buscáis vivir un día más!Había caído al mar y nadaba y nadaba. La criatura había

lanzado a las alturas la barca principal. Ahab ya no contaba con ningún arpón y todos sus marinos nadábamos buscan-do salvarnos. Moby Dick jugaba con la barca con tanta facili-dad como cuando una foca arrastra un balón con su hocico.

—Maldito animal criminal, ¡Dios nos ayudará y nos au-xiliará para acabar contigo! —gritaba Ahab furioso, insul-tando al pulpo.

Como un nadador paralímpico, Ahab movía su único brazo, a un lado y al otro, buscando nadar y no tragar agua.

Stubby avanzaba con su barca y, al pasar junto al capi-tán, lo izo para salvarlo. Los marinos lanzaban todas sus armas. Cada arpón volaba rumbo al pulpo. Mas tal bronco animal luchaba con furia y cruzaba todas las sogas atadas a cada arpón para tirar al agua a los marinos. La tripulación caía al mar, las barcas chocaban y zozobraban. Uno a uno todos íbamos al agua.

Page 134: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

134

Una barca volcaba, Ahab y los suyos luchaban para huir y abandonarla. Moby Dick, con júbilo y gozo por su traba-jo, nadaba para marchar a otro lugar.

Una barca volvió al Pod para constatar como hundía su casco, más y más. No faltaban muchas horas para hundirlo todo. Ahab gritaba:

—¡Ningún pulpo va a matar mi alma! ¡Ninguna criatura bárbara podrá tocar a su capitán!

Ya a bordo, había mucho trabajo para continuar con la misión.

—¡Buscad cómo salvar las barcas y mirad si hay algún arpón o algún arma! —gritaba Ahab.

Todos trabajábamos sin parar, hacíamos cuanto podía-mos. Moby Dick atacaría al alba, y lo haría con todo su vigor.

Al alba, salió un tímido sol. Todo lucía pacífico. Huyó la ilusión y un grito sordo nos avisó:

—¡Mirad! ¡Moby Dick!Yo miraba la colosal criatura con pánico y rabia. Costa,

con un rostro angustiado, solo podía murmurar:—¡Dios mío! ¡Cuánto castigo! ¡Basta ya!Moby Dick avanzaba sin prisas hacia nosotros. Y Costa

gritaba al capitán:—¡Capitán, no sigamos más, huyamos para salvarnos!Ahab solo dijo:—¡Soltad las barcas!

Page 135: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

135

Y sin dudarlo, toda la tripulación siguió al capitán. Sol-taron las barcas con todas sus armas. Iban a luchar a todo o nada. Al tocar la nao, la criatura nos atacó con toda su furia, sin compasión alguna.

Vi a un marino ahorcado con una soga atada a su gar-ganta; Smith, un chico rubio, yacía ahogado mirando hacia abajo, hacia la oscura profundidad.

Moby nadaba muy rápido. Quint, al divisarlo, lanzó su arpón con muy mala fortuna. Un cabo atrapaba su brazo y lo zambullía al agua. Con horror miraba cómo la criatura atacaba a Quint, a mi amigo. Con su brazo lo atizaba con brutalidad, como con un gran martillo. Nunca más volví a divisar a Quint, lo había hundido con solo un brazo y no volvió a salir flotando. No había dudas, lo había matado.

Tras atacar a Quint, Moby Dick continuó buscando otras víctimas. Nadó muy rápido para impactar al Pod con su lomo, y para martillar con sus brazos. Como un lucha-dor, como un psicópata. Poco a poco, machacaba al Pod y a toda su tripulación. Lo hacía trizas. Como con una pica-dora. Como dinamitándolo.

Algunos marinos saltaron al agua buscando salir con vida. Al acabar con Pod, la criatura nadó para atacarnos uno a uno. Como si mirara un horroroso film, había tripas y líquido rojo por todos lados.

Con todo su sadismo, tomaba a dos marinos por su garganta y los hacía chocar contra un tablón, martillando como si tocara un bombo. Costaba mucho no vomitar al mirar la panorámica.

Page 136: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

136

A continuación, arrancaba un mástil y lo usaba para aplastar a un par más. Buscaba matarnos a todos. No lo hacía con ira o para salvar su vida; Moby Dick disfrutaba con sus actos. Su alma oscura nos odiaba.

A Ahab lo cogió por su torso y arrancó su único brazo. Sin culpa alguna, como si podara una planta.

Al poco rato, casi nada flotaba con vida. Yo callaba in-móvil. Por todos lados flotaban los marinos, las barricas rotas y muchísimo horror. Brazos, manos, caras… Una matanza brutal y diabólica. Un cuadro para no olvidar ja-más. Ya aburrido con tanta matanza, la criatura nadaba a por más víctimas.

Solo yo, Isma, salí vivo. Ningún otro podrá contar la historia.

Con tanta basura flotando por todos lados, un ataúd pasó junto a mí. Un sarcófago labrado para Quint surgió para salvar mi alma. Abrazado al ataúd, flotaba mirando a los astros nocturnos. Oraba por mi salvación. Y miraba cada formación: Acuario, Cygnus, la Osa Mayor… Una bo-nita forma para abandonar la vida; adiós, hasta la vista baby.

Pasaron las horas y salió otro sol, la vida continuaba. La mía.

* * *

Page 137: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

137

Un navío viajaba hacia mi posición. Un gran barco con mucho humo formando una larga cola. Tras un rato sus marinos soltaron una soga y tiraron. Subí a bordo con su ayuda.

—Así había pasado todo…Llorando, contaba mi historia con mucha angustia al

capitán. Comandaba al Rihanna.

Page 138: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa

138

FIN

Page 139: La obra maestra de H. Melville, reescrita sin usar nunca ... · de Moby Dick escrita sin usar la letra «e» en ninguna de sus páginas. Un esfuerzo creativo a la altura de la causa