La Mujer en Tiempos de Jesús

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Casa Publicadora Brasilera Comentarios de la Lección de Escuela Sabática II Trimestre de 2015 El libro de Lucas Lección 6 (2 al 9 de mayo de 2015) Las mujeres en el ministerio de Cristo Pr Jônatas Leal Introducción Casi siempre la humanidad se ha distanciado de los designios originales de Dios. Uno de los mayores ejemplos de esto lo encontramos en el distanciamiento entre los hom- bres y las mujeres. Aun después de tantos años, la mayoría de las sociedades todavía someten a las mujeres a situaciones degradantes a causa de la diferencia de géneros. Incluso en la sociedad occidental más progresista, la situación no es muy diferente. Las mujeres poseen menos oportunidades en el mercado laboral, y cuando la tienen, en muchas ocasiones reciben menos remuneración realizando el mismo trabajo. Todavía son consideradas objeto del deseo masculino. A su vez, la violencia doméstica contra la mujer todavía es pasmosa. En la Antigüedad, las cosas no eran más fáciles. ¿Cómo encaró Jesús la cuestión de la diferencia de género? Habiendo sido fruto de una sociedad altamente patriarcal, ¿has- ta qué punto fue influenciado por ella? Para responder esta pregunta es imperativo considerar brevemente cuál era la condición de la mujer en el mundo del primer siglo. La cultura y la mujer en el primer siglo En las culturas patriarcales mediterráneas del Nuevo Testamento, “había un sor- prendente grado de variación en los roles y posiciones que las mujeres podían asu- mir de la cultura y hacia la cultura”. 1 De hecho, la cultura grecorromana que domina- ba el mundo evidenciaba una posición muy ambivalente hacia el valor de la mujer. Por ejemplo, Grecia poseía una visión muy inferior acerca del valor de la mujer. Aun- que no hubiera uniformidad, siendo que en muchas subculturas las mujeres disfruta- ban de un estatus diferente, en la mayoría de los casos, su propósito era simplemen- te “producir hijos saludables y ser instrumentos de placer”. 2 Por otro lado, en la Roma antigua, las mujeres tenían una posición mucho mejor. Aunque fue una sociedad dominada por los hombres, ellas tenían mucho más segu- ridad de la que había en Palestina y Grecia. Poseían derecho a herencia y las reglas para el divorcio que podía esgrimir el marido que lo deseara eran mucho más estric- 1 Whiterington, B. I. Women: New Testament, en Freedman, D. N.; ed., The Anchor Yale Bible Dictionary. vol. 6. New York: Doubleday, 1992, p. 958. 2 Ibíd., p. p. 957. Recursos Escuela Sabática ©

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Como el evangelio de Lucas destaca la alta consideración en que Jesús tenía a las mujeres

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  • Casa Publicadora Brasilera Comentarios de la Leccin de Escuela Sabtica

    II Trimestre de 2015

    El libro de Lucas

    Leccin 6 (2 al 9 de mayo de 2015)

    Las mujeres en el ministerio de Cristo

    Pr Jnatas Leal Introduccin Casi siempre la humanidad se ha distanciado de los designios originales de Dios. Uno de los mayores ejemplos de esto lo encontramos en el distanciamiento entre los hom-bres y las mujeres. Aun despus de tantos aos, la mayora de las sociedades todava someten a las mujeres a situaciones degradantes a causa de la diferencia de gneros. Incluso en la sociedad occidental ms progresista, la situacin no es muy diferente. Las mujeres poseen menos oportunidades en el mercado laboral, y cuando la tienen, en muchas ocasiones reciben menos remuneracin realizando el mismo trabajo. Todava son consideradas objeto del deseo masculino. A su vez, la violencia domstica contra la mujer todava es pasmosa. En la Antigedad, las cosas no eran ms fciles. Cmo encar Jess la cuestin de la diferencia de gnero? Habiendo sido fruto de una sociedad altamente patriarcal, has-ta qu punto fue influenciado por ella? Para responder esta pregunta es imperativo considerar brevemente cul era la condicin de la mujer en el mundo del primer siglo. La cultura y la mujer en el primer siglo En las culturas patriarcales mediterrneas del Nuevo Testamento, haba un sor-prendente grado de variacin en los roles y posiciones que las mujeres podan asu-mir de la cultura y hacia la cultura. 1 De hecho, la cultura grecorromana que domina-ba el mundo evidenciaba una posicin muy ambivalente hacia el valor de la mujer. Por ejemplo, Grecia posea una visin muy inferior acerca del valor de la mujer. Aun-que no hubiera uniformidad, siendo que en muchas subculturas las mujeres disfruta-ban de un estatus diferente, en la mayora de los casos, su propsito era simplemen-te producir hijos saludables y ser instrumentos de placer. 2 Por otro lado, en la Roma antigua, las mujeres tenan una posicin mucho mejor. Aunque fue una sociedad dominada por los hombres, ellas tenan mucho ms segu-ridad de la que haba en Palestina y Grecia. Posean derecho a herencia y las reglas para el divorcio que poda esgrimir el marido que lo deseara eran mucho ms estric-

    1 Whiterington, B. I. Women: New Testament, en Freedman, D. N.; ed., The Anchor Yale Bible Dictionary. vol. 6. New York: Doubleday, 1992, p. 958. 2 Ibd., p. p. 957.

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  • tas. 3 No obstante, la lo licencioso del culto pagano, a veces converta a la mujer en un mero objeto sexual. Adems, las mujeres de un nivel social inferior eran mucho ms vulnerables y no disfrutaban de las mismas condiciones que las mujeres de la elite social. Como podemos ver, haba niveles de tratamiento diferenciados, aun dentro de los mismos estratos de la cultura greco-romana. En Palestina, las cosas podan ser todava peores. La cultura judaica era una de las ms patriarcales, en el contexto mediterrneo. Las mujeres no podan conformar el quorum que constitua una sinagoga, no podan recitar la Shem diaria en el servicio de la sinagoga, ni hacer peregrinaciones a Jerusaln para las grandes festividades religiosas. 4 Ciertos rabinos posteriores llegaron a extremos a afirmar que era prefe-rible que las enseanzas de la Torah fueran quemadas, que ser manoseados por mujeres (y. Sota 3:4); o la invocacin a Jehov bendito seas T [] que no me hiciste mujer (b. Menah 43b). 5 En la Palestina del primer siglo, los derechos de herencia de una mujer, la eleccin de sus relaciones, su capacidad de proseguir una educacin religiosa o incluso su libertad de movimientos 6 estaban severamente restringidos. Sin embargo, tal como en el caso del mundo mediterrneo, haba una cierta ambivalencia en la situacin de las mujeres tambin en Palestina. La evidencia histrica ha demostrado, por ejemplo, que el aisla-miento de las mujeres en el hogar suceda principalmente en las ciudades. En las reas rurales haba mucho ms libertad. Los judos ms ortodoxos de Jerusaln o de Alejandra mantenan a sus esposas literalmente secuestradas en el hogar. Las mu-chachas deban evitar a los hombres incluso dentro de su propia familia. 7 Evidentemente, esto era una gran distorsin del ideal divino en la Creacin y de ningn modo representaba la voluntad de Dios para sus hijos. En el relato de Gne-sis es posible discernir que, aunque el hombre y la mujer desempearan roles dife-rentes, ambos fueron creados iguales delante de Dios. Ambos posean la imagen y semejanza divina, por lo que eran igualmente idneos. Aunque en el mundo posterior a la cada se le hizo asumir a la mujer un papel de subordinacin, la teologa del Antiguo Testamento jams la consider como inferior al hombre. En verdad, las mujeres que emergieron como protagonistas testifican del rol esencial y activo de las mujeres en la formacin y la transmisin de la fe de Israel. 8 El Evangelio traera la dignidad de la mujer a su debido lugar. Como afirm Pablo, no hay judo ni griego, ni siervo ni libre, ni hombre, ni mujer. Todos sois uno en Cris-to Jess (Glatas 3:28). En su ministerio, Cristo trat de corregir esta visin distor-sionada acerca de las mujeres, concedindoles un lugar destacado en el discipulado. Y ninguno de los evangelistas fue tan claro en mostrar esto como lo fue Lucas.

    3 Osborne, Grant R. Women In Jesus Ministry, Westminster Theological Journal, n 51, 1989, p. 251-291, p. 264 4 Whiterington, p. 957. 5 Osborne, p. 260. 6 Whiterington, p. 958. 7 Osborne, p. 262. 8 Bird, P. A. Women: Old Testament, en Freedman, D. N., ed., The Anchor Yale Bible Dictionary, vol. 6, New York: Doubleday, 1996, p. 956.

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  • Jess y las mujeres Aunque todos los evangelistas enfatizaron el importante rol de las mujeres en el ministerio de Cristo, Lucas se destaca entre ellos. En l encontramos ms mencio-nes a las mujeres que en cualquiera de los dems evangelios. Podemos encontrarlas en la recepcin del Mesas (Lucas 1, 2); en las parbolas (15:8-10; 18:1-8); en los relatos de sanaciones (8:40-56); en el discipulado (8:1-3); en la muerte y la resurrec-cin de Cristo (23:27-31, 49, 54-56; 24:1-11). En rigor de verdad, el 37.5 por ciento de las personas citadas en su evangelio son mujeres. 9 En el libro de Hechos, Lucas continu enfatizando el importante rol desempeado por las mujeres en la iglesia primitiva, no slo como apoyo, sino en algunos casos incluso de liderazgo. Algunos han llegado a clasificar doce momentos diferentes en los que Lucas ense la igualdad entre los hombres y las mujeres delante de Dios. 10 Ambos son iguales en honra y gracia, estn dotados con los mismos dones y tienen las mismas respon-sabilidades. 11 El nuevo lugar de las mujeres junto a los hombres en el reino inau-gurado por Cristo es una seal de que el Dios de los oprimidos ha quebrantado el antiguo orden. 12 Una nueva regla haba sido inaugurada. Vale la pena destacar que Jess no fue un activista feminista. l claramente acept la matriz social de sus tiempos; los roles de las mujeres fueron redefinidos dentro del orden social existente. 13 De este modo, la cuestin debe ser considerada de mane-ra equilibrada. Un indicio de esto es que Cristo, aun acogiendo a las mujeres como sus seguidores directas (lo que era una novedad para aquellos tiempos), escogi a doce hombres para que fueran apstoles. As, Jess no destruy la estructura pa-triarcal de la poca, simplemente la reform. En su mayora, el liderazgo de la iglesia contina siendo masculino. Con todo, Cristo no se aferr a los aspectos negativos de la cultura patriarcal y patrilinear. Lucas colabor en gran medida para indicar esto mostrando que, desde el inicio hasta el final del ministerio de Jess, las mujeres estuvieron involucradas de manera activa. En el relato de la concepcin y la infancia de Jess, los hombres asumieron roles coadyuvantes. En el caso de Juan, el Bautista, su padre qued mudo hasta su naci-miento por haber dudado del mensajero. Fue su esposa, Elizabeth, quien a travs de su voz reconoci el carcter especial del nio que esperaba Mara (Lucas 1:39-45). En el caso de Cristo, fue Mara quien recibi la comunicacin celestial y ella es pre-sentada como la discpula ideal que asume grandes riesgos al seguir la voluntad de Dios. Ella permaneci al lado del Hijo hasta el final. Luego de su nacimiento, Ana, junto a Simen, se convirtieron en testigos del cumplimiento de la promesa divina, atendiendo a la demanda de Deuteronomio de que hubiera dos testigos para que cualquier planteamiento o ponencia fuera legtima (Deuteronomio 17:6). A lo largo del ministerio de Jess, muchas mujeres experimentaron el poder de Dios a travs de los milagros de sanacin. El segundo milagro registrado en Lucas es el

    9 Osborne, p. 277. 10 Ibd., p. 279. 11 Whiterington, p. 959. 12 Osborne, pp. 282, 283. 13 Ibid., p. 280.

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  • sanamiento de la suegra de Pedro (Lucas 4:37-39). Otros continuaron, como el de la hija de Jairo (Lucas 8:41, 42, 49-56), y el de la mujer con flujo de sangre (Lucas 8:43-48). Aun as, es posible que ninguna experimentara una situacin tan desesperante con la viuda de Nan (7:11-17). La situacin de la mujer era de total desamparo. Sin esposo, y ahora sin su nico hijo, la mujer estaba desamparada a su propia suerte. En Israel, una viuda en su situacin dependa nicamente de limosnas, ya que no haba ninguna previsin social ni lugar en el mercado de trabajo. Envuelta en una nube de tristeza sin posibilidad de un final alentador, no saba cul sera su futuro, o si tendra alguno. Pero en medio de su camino apareci Jess, quien, al verla se compadeci de ella (Lucas 7:13). En aquellos momentos, esa mujer era un prototipo de todas las sufrientes mujeres que en su desamparo no vean salida para su situacin. El Seor la vio ah mismo, en la insignificante aldea de Nan. Fue la primera vez en la que Lucas utiliz el ttulo Seor para Jess. El Seor de la vida mira el sufrimiento de las mujeres como el de aquella viuda, y siente compasin. La orden de no llorar casi sera cruel si Jess no hubiera conocido el final de la historia. El Seor tiene ms que compasin: tiene la Vida y resucit al hijo de la viuda. Para todas las mujeres sufridoras como aquella viuda annima, Jess dice: No llores. l tiene ms que compasin, tiene poder para poner fin al sufrimiento, y lo har. Las mujeres tambin formaron parte del grupo de los discpulos que seguan a Jess. Lucas fue el nico de los evangelistas en mencionarlas en detalle (8:1-3). Entre ellas haba mujeres influyentes como Juana y Susana, que apoyaban financieramente el mi-nisterio de Jess. Tambin estaba Mara Magdalena, una de sus seguidoras ms famo-sas. El episodio en el que estuvo involucrada Mara en la casa de Simn, el fariseo, es sorprendente (Lucas 7:36-50). Aunque los relatos tengan algunas diferencias en diversos aspectos, parece haber datos suficientes para confirmar que se trata de la misma historia (Mateo 26:6-13; Marcos 14:3-9; Juan 12:1-8). Lucas dirige el relato al punto en el que se presenta una secuencia de historias en el que estaban involucra-das mujeres. Siendo este el caso, la mujer pecadora es justamente Mara Magdale-na. 14 Los hombres de la fiesta, como Simn, no vieron ms que una mujer prostituta y pecadora, marginada de la gracia de Dios y despojada de cualquier valor. Sin em-bargo, la actitud de Jess fue diametralmente opuesta. Al derramar sobre los pies de Jess el caro perfume (su precio equivala al salario de trescientos das de trabajo), ella demostr su gratitud y devocin. En vez de humillarla como los dems hombres habran esperado que hiciera, Jess la exalt, contrastando la debilidad moral de ellos con la fuerza espiritual de ella. En otra ocasin, la actitud de Mara fue exaltada una vez ms. Al escoger sentarse a los pies del Maestro para escuchar sus Palabras, ella estaba escogiendo la mejor parte (Lucas 10:42). La casa de los hermanos Mara, Marta y Lzaro era un punto de apoyo para el ministerio de Cristo en Betania (Mateo 21.17; Marcos 11:11, 12; Juan 11:1; Lucas 10:38-42) que era una ciudad que quedaba slo a tres kilmetros

    14 Nichol, F. D., ed., The Seventh-day Adventist Bible Commentary. vol. 5. Hagerstown: Review and Herald Publishing Association, 1980, p. 761.

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  • de Jerusaln. 15 El relato en el que se involucra a Marta corriendo de un lado para otro para atender a su honroso Visitante, y la despreocupacin de Mara, la que sentada a los pies de Jess se goz en sus enseanzas (Lucas 10:38-42), es uno de los ms claros ejemplos de cmo Cristo trastorn la lgica patriarcal, otorgndole a la mujer un lugar honroso. La actitud de Marta en requerir la ayuda de Mara en las tareas hogareas estaba totalmente de acuerdo con la lgica de sus tiempos. Slo los hombres se sentaban a los pies de un maestro para escuchar y aprender. En la mayora de los casos, como ya hemos visto, las mujeres eran privadas aun de los conocimientos ms esenciales de la Ley. El lugar de Mara era la cocina. Pero Cristo trastorn esa manera de pensar, y al hablar le concedi un lugar a Mara, a sus pies. De hecho, todos tienen un lugar a los pies de Cristo, independientemente de la clase social o gnero al que pertenezcan. Finalmente, las mujeres tambin estuvieron activamente involucradas en los momen-tos de la muerte y la resurreccin de Cristo. Se destacaron en la multitud que acom-pa a Jess hasta el Calvario (Lucas 23:27). En el trayecto al Glgota, Jess se dirigi a ellas de manera especial (Lucas 23:28-31). En la cruz, Cristo le prest aten-cin a su madre, haciendo los debidos arreglos para el futuro de ella luego de su muerte (Juan 19:27). En su sepultura, las mujeres que haban venido con l desde Galilea (Lucas 23:54-56) estuvieron involucradas en la preparacin del cuerpo de Cristo. Y, finalmente, en la resurreccin, ellas fueron las primeras en ver el sepulcro vaco (Lucas 24:1-3), y ms dispuestas a creer en la resurreccin que los propios apstoles (Lucas 24:10, 11). Conclusin En sus debates con los fariseos, Cristo nunca apel a la tradicin humana. Siempre se aferr a la voluntad de Dios tal como est revelada en su Palabra. Al tratar el tema del divorcio, por ejemplo, se refiri al principio, en el cual Dios haba creado al hombre y a la mujer para que vivieran juntos para siempre. En su trato hacia las mujeres, Cristo mostr que no estaba sujeto a ningn paradig-ma terrenal de humillacin y desconsideracin. En verdad, actu basado en el Prin-cipio, cuando Dios cre a la humanidad a su imagen y semejanza, hombre y mujer (Gnesis 1:27, 28). Por eso, ambos poseen el mismo valor y dignidad delante de Dios. Jess dej el ejemplo. Hoy tenemos que decidirnos a seguir sus pisadas.

    Pr. Jnatas Leal Coordinador

    Escuela de Posgrado Facultad Adventista de Bahia

    Traduccin: Rolando Chuquimia

    RECURSOS ESCUELA SABTICA

    15 Nash, S. Bethany, en Freedman, D. N.; Myers, A. C.; Beck, A. B., Eerdmans Dictionary of the Bible. Grand Rapids, MI: W.B. Eerdmans, 2000, p. 168.

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