La Mujer Anarquista Hacia Fines Del S 222

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La mujer anarquista hacia fines del S. XIX y principios del S. XX en Chile Jueves, 05 de Mayo de 2011 20:15 | Escrito por C. Skingirl La mujer ha sido históricamente ocultada, minimizada y se la ha puesto en un nivel inferior al del hombre, por años, décadas y siglos. El volver a sacar a la luz al género femenino convirtiéndola en un actor social de igual a igual con el hombre, ha sido y sigue siendo una tarea difícil de concretar. La estigmatizada idea de la mujer pasiva, casta, dentro del hogar, ha sido la barrera más grande dentro del desarrollo y el accionar de la conciencia social femenina, ya que ha sido limitada por los hombres, desde los principios por considerarla sin la facultad de ejercer la política. Durante fines del siglo XIX la mujer cumplió un rol dentro del movimiento anarquista no menor, pero si de bajo perfil, muchos hombres trataron de incentivar la participación femenina en la lucha social y libertaria, la forma que tenían de hacerlo era a través de la prensa, en la que se escribían artículos muchas veces firmados con nombres de mujeres, aunque quizás algunos si lo fueran. Es muy difícil también poder comprobar los nombres si estos existieron o no, por la constante persecución política que sufrían. Los nombres firmantes eran falsos. Algunos de los periódicos difundidos fueron: La Tromba, El Proletario, La Agitación, El Marítimo, Germinal, El Productor, La Batalla, La Voz del Marino, Verba Roja, Acción

Transcript of La Mujer Anarquista Hacia Fines Del S 222

La mujer anarquista hacia fines del S. XIX y principios del S. XX en Chile

Jueves, 05 de Mayo de 2011 20:15 | Escrito por C. Skingirl

La mujer ha sido históricamente ocultada, minimizada y se la ha puesto en un

nivel inferior al del hombre, por años, décadas y siglos. El volver a sacar a la luz al

género femenino convirtiéndola en un actor social de igual a igual con el hombre,

ha sido y sigue siendo una tarea difícil de concretar. La estigmatizada idea de la

mujer pasiva, casta, dentro del hogar, ha sido la barrera más grande dentro del

desarrollo y el accionar de la conciencia social femenina, ya que ha sido limitada

por los hombres, desde los principios por considerarla sin la facultad de ejercer la

política.

Durante fines del siglo XIX la mujer cumplió un rol dentro del movimiento

anarquista no menor, pero si de bajo perfil, muchos hombres trataron de

incentivar la participación femenina en la lucha social y libertaria, la forma que

tenían de hacerlo era a través de la prensa, en la que se escribían artículos

muchas veces firmados con nombres de mujeres, aunque quizás algunos si lo

fueran. Es muy difícil también poder comprobar los nombres si estos existieron o

no, por la constante persecución política que sufrían. Los nombres firmantes eran

falsos.

Algunos de los periódicos difundidos fueron: La Tromba, El Proletario, La

Agitación, El Marítimo, Germinal, El Productor, La Batalla, La Voz del Marino,

Verba Roja, Acción Directa, El Arrendatario, entre otros. Los escritos de mujeres

no fueron pocos, pero afirmar que realmente eran féminas las que escribieron es

de una responsabilidad muy grande que requiere un estudio de investigación muy

minucioso.

Durante el siglo XIX la historia de las compañeras libertarias que participaron en

varios eventos de carácter revolucionario, no se registran en la historiografía

clásica, por lo que es un deber, un compromiso y una responsabilidad sacar a la

luz dicha historia de garra, compañerismo y combate.El acercamiento del

anarquismo al pueblo fue primeramente a través de obreros trabajadores

marítimos, que tenían contacto con extranjeros, sobre todo los provenientes del

sur de Europa, también con los obreros trabajadores de imprenta. Esto provocó la

expansión del movimiento a través de la palabra, boletines, diarios, etc., llegando

a ser parte influyente dentro del movimiento obrero. De esta forma fue que

nuestras compañeras empezaron a tomar conciencia sobre todo las trabajadoras

ya industrializadas como las costureras, a principios del siglo XX.

Debemos recordar que la mujer tuvo tres formas de emancipación desde el siglo

XIX a través de las mujeres artesanales rurales, las urbanas y la industrial. (Como

así lo menciona Gabriel Salazar). La última nombrada fue la que se acercó más al

pensamiento libertario y a la toma de conciencia de la condición humana y social

a la que estaban expuestas por el "patrón" y también por el hombre en sí.

Empezando a organizarse en sindicatos, mutuales o grupos de mujeres.

El boom de la mujer en cuanto a la participación en la lucha social, fue durante el

siglo XX donde empezaron a hacerse notar a través de organizaciones como lo

fueron: centros femeninos anticlericales Belén de Zarraga, el circulo de lectura de

Santiago, el partido cívico femenino, unión femenina de mujeres, MENCH, entre

otras que se fueron mostrando a mediados del siglo. Debemos decir que estas

agrupaciones eran de un carisma más individual que colectivo y más marcado por

la tendencia de género, ya que sus inquietudes apuntaban a temas como:

derecho al divorcio, aborto, anticonceptivos (sobre todo el MENCH).

Las organizaciones aludidas apuntaban a una mujer de clase social más alta,

mientras las obreras luchaban por mejoras laborales, en sindicatos, mutuales,

federaciones empezaron a participar de igual a igual que los hombres a través de

los escritos en prensa, como por ejemplo: "Es indudable que la clase trabajadora

vive sumida en un marasmo tal que la hace insensible a las manifestaciones de

su precaria vida. La masa trabajadora azotada y befada, sufre cual acémila carga

todas las injusticias todas las tiranías... " (JULIA AREVALO, Verba Roja, I9I9, N°!

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La inquietud de la mujer obrera durante los siglos referidos apuntaba a un cambio

social sobre todo laboral, sin dejar de nombrar la posición que ésta tenía bajo su

esposo, o en relación con los hijos, que tampoco fue una instancia fácil de

sobrellevar, sobre todo porque el ambiente escenográfico de trabajo y vivienda

eran paupérrimos.

De esta forma es que empieza a tomar carácter la lucha femenina, la que no para

hasta el día de hoy, desembocando en diferentes organizaciones anarquistas,

libertarias y feministas, demostrando así, que el despertar de la mujer durante el

siglo XIX ha sido la base de la organización femenina actual, dejando en claro la

paridad con el hombre en todos los aspectos que requiera la lucha, así mismo si

esto implica la vida. "ha germinado en Chile una falange revolucionaria que está

dispuesta a regar con su sangre el suelo negro en que pisan los esclavos y los

siervos."(EL REBELDE, I de mayo, 1899, tomado de Igor Goicovic Donoso, "La

propaganda por los hechos en el movimiento anarquista Chileno I890-I9I0).

Cherry Skingirl

Periódico anarquista El Surco

http://www.srhostil.org/elsurco/

Mujeres libres proyectando ilusiones y haciendo Historia

Entre 1936 y 1937, después de algunos años de organización y trabajo intenso,

surgió formalmente en España la organización libertaria Mujeres Libres. El grupo

de mujeres que la formó procedía del mundo anarcosindicalista y consideró muy

necesario crear una organización propia que tratara los problemas específicos

que afectaban a las mujeres. Una organización que, desde la autonomía, se

consideraba hermana de las otras organizaciones anarquistas y que entendía su

lucha -la liberación femenina- como una lucha paralela a la de los obreros -

liberación de clase-. Mujeres Libres situaba su lucha en el marco global de la

lucha contra todas las formas de dominación que el sistema capitalista impone a

los seres humanos.

En las relaciones hombre-mujer, podemos apreciar uno de los puntos débiles de

la práctica anarquista. Si bien es verdad que los pensadores anarquistas

insistieron en la igualdad de derechos y obligaciones entre ambos sexos y

otorgaron una importancia pareja a hombres y mujeres en el desarrolo

revolucionario, lo cierto es que en la práctica los militantes anarquistas dejaron

mucho que desear en el trato que dieron a las mujeres y en la forma en que se

relacionaron con ellas. La politóloga norteamericana Martha A. Ackelsberg recoge

en su libro sobre Mujeres Libres (Mujeres Libres. El anarquismo y la lucha por la

emancipación de las mujeres) numerosos testimonios de mujeres anarquistas que

ponen de manifiesto cómo sus compañeros varones no siempre las trataron con

respeto ni como a sus iguales, a pesar de sus continuas loas a la tolerancia y la

igualdad.

"Todos los compañeros, tan radicales en los cafés, en los sindicatos y hasta en

los grupos [de FAI], suelen dejar en la puerta de su casa el ropaje de amantes de

la liberación femenina y dentro se conducen con la compañera como vulgares

'maridos'."

Así se expresaba Lola Iturbe en 1935 desde las columnas del periódico Tierra y

Libertad. En el mismo sentido, Carmen Mesa -de la que ya hicimos mención en

una entrada anterior-nos advirtió durante una entrevista del machismo que

imperaba en muchos sindicatos anarquistas durante los años treinta del pasado

siglo:

"Porque machismo había en cantidad dentro de las ideas. En los medios

libertarios no admitían a las mujeres, no, la mujer a la cocina, yo lo he oído a

muchos compañeros muy radicales. Y ha ido la mujer a decir algo y le ha dicho 'tú

a la cocina'. [...] Mira, la mujer idealista tiene que llevar dos luchas, la lucha por el

Ideal y la lucha por deshacerse del yugo del hombre, del padre, del hermano o del

compañero, por muy idealista que sea [...] Había muchos compañeros que

trataban a su mujer como a una esclava, que pensaban que la mujer había nacido

nada más que para tener hijos y para tener una cocina en condiciones. Así

muchos militantes. Había otros que no, es verdad. E inclusive en el sindicato, yo a

veces tenía que decir 'eh, compañeros, que soy una compañera, cuidadito'. Les

tenía que parar los pies a militantes mismos, porque ya... o sea, te miraban como

mujer y no como compañera y luchadora. No era general, pero había cantidad. O

sea, que tenías que luchar en casa por tu libertad, la tenías que conquistar

primero en tu casa, antes de conquistarla en ninguna otra parte."

Para combatir estas relaciones de dominación, Mujeres Libres quiso crear, en

palabras de Ackelsberg, una organización dirigida por mujeres y para las mujeres,

una organización consagrada a superar la subordinación de las mujeres en todas

sus facetas, en el hogar, en el centro de trabajo o en el movimiento

anarcosindicalista mismo. Los programas que desarrollaron (...) debían ser

creados y llevados a la práctica por las mujeres, para las mujeres. Estos

programas incluían clases para erradicar la ignorancia y  el analfabetismo, cursos

de aprendizaje industrial y comercial, así como grupos de concienciación

diseñados para capacitrar a las mujeres e influndirles el conocimiento y la

confianza que necesitarían para participar como ciudadanas de pleno derecho en

la sociedad revolucionaria. Estos programas debían ser organizados de modo

federado y no jerárquico, y serían un ejemplo de las capacidades de las mujeres

para obrar autónomamente con el objetivo de contribuir a la transformación social.

[El libro de Ackelsberg es el mejor libro que conozco sobre Mujeres Libres. Otros

dos interesantes libros sobre el tema son : Mujeres Libres. Luchadoras

Libertarias, con testimonios y fotos de sus protagonistas; Anarcofeminismo en

España. La revista Mujeres Libres antes de la guerra civil, de Jesús María

Montero Barrado. Ambos publicados por la Fundación Anselmo Lorenzo, aunque

el primero creo que está agotado].  

Publicado por raúl en http://rruano.blogspot.com.es/

MUJER PROLETARIA, LUCHADORA SOCIAL Y GESTORA DE LAS FUTURAS GENERACIONES DE LIBERTARIOS

En esas fechas que coinciden con “celebraciones” de parte de sectores feministas

burgueses y pequeños burgueses, del “día de mujer”, las y los libertarios

debemos enarbolar más que nunca las banderas del Día Internacional de la Mujer

Proletaria, como una fecha de conmemoración y de lucha. La mujer en nuestros

países -no podemos negar esta realidad- padece, por encima del varón proletario,

la explotación de clase y la explotación de género (sexismo), de parte de la

sociedad y el propio Estado, que promueven esas prácticas para mantener

“domesticadas” sus potencialidades como luchadora social y sujeto de

transformación de la sociedad.

CONMEMORACIÓN CON LUCHA Y AGITACIÓN

Recordemos y conmemoremos en esa fecha la bravura y el temple de la mujer

trabajadora, desde aquella que día a día afronta las difíciles y extenuantes labores

en las fábricas o bajo el yugo de empresas que la sobreexplotan -de la misma

forma que a sus compañeros varones-, donde muchas veces, están sujetas al

acoso sexual y otras prácticas machistas aceptadas cínicamente por la sociedad y

la patronal.

Celebremos la pujanza y la fuerza de la mujer campesina que no duda en tomar el

arado ella misma y abrir los surcos para hacer brotar frutos de la tierra estéril

sobre la cual supervive junto a su prole.

Celebremos asimismo, a la mujeres estudiantes y profesionales de extracción

proletaria, con mentalidad clasista, que habiendo alcanzado una conciencia de

clase, reconocen la misión histórica del proletariado y desde sus ámbitos y

espacios laborales, gremiales o sindicales pugnan por la transformación social de

esta sociedad.

Celebremos entonces, el valor de estas heroínas del día a día, que siempre están

presentes con el corazón y los puños en alto, en la protestas, movilizaciones,

reclamos, y generación de espacios y organizaciones de bases, populares, sin

aspirar a las posiciones de dominio y poder dentro del Estado burgués, que no

conllevan a una falsa “liberación” o “igualdad” del género. Este discurso de

asimilación de la mujer a los ámbitos del poder explotador y de dilución de su

potencial revolucionario, es el que pregonan las feministas burguesas y pequeño

burguesas. Así sólo contribuyen a profundizar la esclavitud de la mujer como ser

humano y brindan un maquillaje al sistema opresor y represor.

LA SUBLEVACION DE LAS 20 MIL COSTURERAS

El origen de esta fecha conmemorativa está, al igual que el día del proletariado

internacional, en un hecho clave producido en el fragor de las primeras batallas de

la clase obrera contra el capital: Es decir, en un contexto de agudización de la

lucha de clases.

El año 1909 las obreras de la fábrica de blusas Triangle (New York), iniciaron una

contundente lucha contra las condiciones extremas de explotación que padecían

en sus centros laborales. En ese entonces las obreras debían afrontar jornadas

diarias de 15 horas, en locales hacinados, sin condiciones de seguridad e higiene

algunas y sin derecho a organizarse siquiera.

Los talleres eran espacios incómodos en los que eran encerrada con candado,

cual mazmorras siniestras, bajo la supervisión de los capataces, que eran la

extensión del látigo del patrón, que cada error o demora lo castigaba con

sanciones y multas a las obreras.

Una de las acciones más significativas de estas protestas fue la sublevación de

las 20,000 Costureras. En este contexto surgió la directiva histórica que movilizó

la protesta de la clase obrera desde entonces: “A igual trabajo, igual salario”.

Ya desde entonces la mujer proletaria tomó conciencia de la doble opresión que

padece bajo el capitalismo: La opresión de género y la opresión de clase.

El hecho que colmó la indignación del proletariado en general fue el incendio

producido en Triangle, el 25 de marzo de 1911 con las obreras dentro de los

talleres, con los diferentes ambientes y vías de salida cerradas, e incluso

escaleras inexistentes o que no alcanzaban hasta el suelo. Trágicamente, las

escaleras de los bomberos que acudieron a socorrer el siniestro no alcanzaban

hasta el sexto piso. De esta forma murieron calcinadas 147 obreras y varios

cientos resultaron heridas con graves quemaduras o por asfixia.

El entierro multitudinario de las compañeras fallecidas se convirtió en un mitin de

protesta y reivindicación, donde quedó de manifiesto, el homenaje a las

proletarias revolucionarias y no a la “mujer” explotada y sumisa, en abstracto,

pues nació en el fragor de la lucha de clases, al igual que el día del proletariado

internacional, y vanamente la burguesía y la pequeña burguesía pretenden diluir

en “celebraciones” del “trabajo” o de un “género” en oposición a otro,

descontextualizando su significación, raigambre y mensaje revolucionario.

DESLINDE CON EL FEMINISMO BURGUÉS

Por ello, la “Sublevación de las 20 mil costureras”, es una conmemoración de la

mujer proletaria, de la luchadora social, de la revolucionaria, que hoy más que

nunca levanta las banderas de guerra contra el Capitalismo y el Imperialismo, los

principales enemigos de, enarbolando desde entonces las banderas del

socialismo, única garantía de la edificación de una sociedad justa, sin Estado, sin

clases sociales, sin partidos políticos, ni injusticia ni explotación de ningún tipo, es

decir, el Comunismo Libertario.

Poner en relevancia la esencia de esta conmemoración es la mejor forma de

eliminar esas teorías reaccionarias del feminismo burgués y pequeño burgués,

que enfatizan en la opresión de género y pretenden la emancipación como una

serie de reivindicaciones que enfatizan en el ascenso social y laboral o la

conquista de espacios dentro de la estructura de explotación y represión social,

en el ámbito privado y en el ámbito estatal. Es decir, desenmascarar que el

feminismo burgués en todos sus matices, busca montarse sobre esta

conmemoración, para diseminar el confusionismo ideológico y sembrar en el

proletariado femenino la traición y el oportunismo.

MUJER Y MADRE PROLETARIA

La mujer cumple un papel clave en la familia proletaria: La madre es la primera

educadora del nuevo ser, y en tal sentido, la obrera, la campesina, la mujer

progresista, son las maestras de las futuras generaciones de luchadores sociales

que deben constituirse en los cuadros que la revolución social libertaria necesita,

para arrasar con la explotación burguesa capitalista de la faz de la tierra.

Es por ello necesario rescatar el carácter clasista de la conmemoración del “Día

de la Mujer Proletaria”, que debe estar orientada a reafirmar en la lucha social

misma los valores y aspiraciones de la clase trabajadora. Que el proletariado

femenino recuerde que sólo con su acción directa y sembrando la semilla de la

revolución social logrará su emancipación: La verdadera y completa liberación de

la opresión de clase y género que aflige a la mujer trabajadora se dará con su

emancipación de la esclavitud capitalista e imperialista.

II

MIGUELINA ACOSTA CÁRDENAS:

LUCHADORA SOCIAL LIBERTARIA

Aunque no se haya tocado mucho este tema, existen en nuestro país referentes

históricos de mujeres libertarias. Este es el caso de Miguelina Aurora Acosta

Cárdenas. Nacida en Yurimaguas en octubre de 1898, Miguelina fue hija de un

empresario cauchero, y tuvo la oportunidad de viajar por Europa, donde estuvo en

contacto con las nuevas ideas. Según señalan algunos investigadores que se han

indagado en su obra y acción social, “Miguelina, siempre se caracterizó por su

independencia. Era dueña de un espíritu libre y de una gran generosidad”.

A su regreso de Europa, imbuida ya de las nuevas ideas libertarias, fundó el

Colegio de Señoritas de su ciudad natal y también el primer centro de educación

inicial.

Una vez en Lima, tras algunos obstáculos iniciales, logró ingresar a la Universidad

Nacional Mayor de San Marcos, donde cursó estudios en la Facultad de Letras, y

posteriormente en la de Jurisprudencia y Ciencias Políticas, graduándose en 1920

con la tesis “Nuestra institución del matrimonio rebaja la condición jurídica social

de la mujer”. Su doctorado lo obtuvo con la tesis “Reformas necesarias del código

civil común peruano tendientes a hacer efectiva la igualdad civil y jurídica del

hombre y la mujer”. En ellas planteaba ya el derecho de las mujeres a sufragar en

las elecciones.

ORGANIZADORA Y LUCHADORA SOCIAL

Miguelina llegó a ser Presidenta de la Federación de Universitarias Peruanas, que

agrupaba a estudiantes universitarias y a profesionales, y cuya finalidad era

mantener un intercambio intelectual con todas las instituciones femeninas del país

y del extranjero, principalmente los gremios estudiantiles.

Desde este espacio se planteaba “generalizar la educación secundaria para la

mujer e incrementar las organizaciones obreras femeninas”. Para dicho fin se

propuso “desarrollar un plan de Extensión Universitaria, organizando comisiones

de propaganda y enseñanza”.

Miguelina Acosta Cárdenas fue la primera mujer abogada en la historia del Perú.

Y desde ese espacio ganado para su género, abrió su estudio al público para

defender a las obreras y de mujeres en los procesos judiciales.

Desde muy joven estuvo imbuida de una grande, admirable y tenaz emoción

social, Miguelina, apenas con 19 años de edad, se integró a la Asociación Pro –

Indígena (1), asumiendo la dirección junto a Dora Mayer, otra destacada

luchadora por los derechos de la mujer peruana, el semanario La Crítica, de

tendencia anarcosindicalista, entre 1917 y 1919. También fue secretaria de las

asociaciones feministas “Evolución Femenina”, “Sección Femenina de la Liga

Agraria” y de su anexo “El Bazar Nacional”. Fue socia honoraria de la “Sociedad

Labor Feminista” y presidenta del “Comité Femenino Pro – Abaratamiento de las

Subsistencias”.

“Participó en la Conferencia Pan Americana de Mujeres que se llevó a cabo en

Lima en 1924, con la ponencia “Creación de maestros rurales ambulantes”. Formó

parte de la “Liga Internacional de Mujeres por la Paz y la Libertad en el Perú”. Es

decir, fue una gran activista por los derechos de la mujer proletaria.

Estuvo muy cercana al movimiento obrero, sobre todo al anarcosindicalismo. Fue

asesora de varios sindicatos, principalmente en el Callao. Ella, en persona

participó en la propia lucha sindical y obrera contra el alza del precio de la

subsistencia, haciendo huelga de hambre en el Callao.

Miguelina Acosta Cárdenas era simpatizante de las ideas anarquistas, de su

impulso a la lucha por un mundo justo y mejor, dentro de cuya batalla por la

transformación social, la mujer tenía un papel protagónico. Es así como su sola

presencia realzaba los actos y conmemoraciones de las organizaciones obreras

donde era convocada y querida.

POLEMICA CON MARIATEGUI

Así mismo, Miguelina Acosta fue colaboradora activa en la prensa obrera de ese

tiempo: El Obrero Textil, La Crítica y Amauta en la década de 1920, fueron las

publicaciones más destacadas que publicaron sus artículos. Una discrepancia

suya, con algunos textos de José Carlos Mariátegui llevaron a este a hacer ciertas

precisiones ante estas “observaciones justas”. Esto aparece en un pie de página

de “Los Siete Ensayos” (2).

“La montaña, sociológica y económicamente carece aun de significación”, había

afirmado temeraria y charlatanescamente el “amauta”, en algunos de sus textos

previos a uno de sus “ensayos”. Sin embargo, ante la contundente réplica de doña

Miguelina, recordándole el auge del caucho y la importancia en la economía

nacional que significó esto, además de la importancia de tener en cuenta la

sociología de su población diversa, Mariátegui sólo “aclara” que Miguelina está en

lo correcto y que sí debe considerarse a Loreto como una Región “mas no al resto

de la Montaña”. Acepta también su ignorancia respecto a la sociología de la

“Montaña”, que lo llevó en sus textos a relegarla en su importancia en el

movimiento comercial. Es decir, no termina rectificando sus afirmaciones, sino

intenta acomodar los hechos que la contradicen al conjunto de sus afirmaciones.

Es decir, trata de dorar la píldora.

Lamentablemente, en este caso, Mariátegui hace gala de una pobre capacidad de

debate y de mucho de soberbia en proponer conclusiones sobre la base de

afirmaciones subjetivas y no hechos concretos. Así, en un intento de “contentar” a

doña Miguelina, y quizás tratando de prever astutamente una nueva réplica,

termina aceptando que “no se puede dejar de considerar a Loreto como una

Región”, pero precisa, “a Loreto y no a la Montaña”. Es decir, sólo acepta las

“tradiciones y costumbres propias” de los pueblos de Loreto… ¿y de los pueblo

del resto de la Selva o “Montaña”?.

Así de ardorosa defensora de su género, del proletariado y de los pobres y

marginados de todas partes, era doña Miguelina Acosta Cárdenas.

EL LEGADO DE MIGUELINA A LA MUJER PERUANA

Miguelina Acosta era una convencida que a través de la educación el pueblo

podría acceder a una sociedad más justa, por ello defendió la instrucción

racionalista y laica para las mujeres. Así, instruyó a las mujeres obreras a

cultivarse intelectualmente y destruir la ignorancia y luchar contra los prejuicios

que refrenaban su rol de maestras y moldeadoras de las generaciones futuras.

Instaba a las proletarias y trabajadoras a asistir a los centros donde se impartían

conocimientos que las doten de las herramientas para emanciparse, centros de

educación como las recién emergentes “universidades populares”.

Como hacen referencia algunos trabajos respecto a su vida y obra (3), doña

Miguelina “defendió el derecho de las mujeres al trabajo y a un salario justo, de la

misma manera que reflexionó acerca del respeto hacia la mujer tanto en la esfera

doméstica como en el ámbito público, declarándose en contra de que las mujeres

fueran tuteladas”.

Su activismo, y lo avanzado de sus ideas y propuestas le conllevaron no pocas

dificultades en su vida profesional y la marginación en algunos sectores. Sin

embargo, ella siguió bregando en favor de las luchas sociales y la educación del

pueblo, dictando clases en las escuelas de capacitación de obreras, en torno a

sus derechos y desarrollo de sus potencialidades.

Cabe señalar que en el número 12 de la revista Amauta, en 1928, escribió un

artículo en torno al derecho de los niños indígenas a la educación. En dicho

artículo, tras dar un panorama de la realidad educativa, propone el

establecimiento de escuelas itinerantes.

Su intensa actividad social y política en apoyo a los más humildes y explotados de

su país y del mundo se vio interrumpida el 26 de octubre de 1933। En esa fecha, y

a la edad de apenas 35 años, Miguelina Acosta Cárdenas falleció, legando a

todas las mujeres proletarias y luchadoras sociales una muy fructífera labor y

ejemplo que esperemos sea siempre imitado y enriquecido. (JR)

Tomado de:

http://mujeresenlasaulasuniversitarias.blogspot.com/2008/03/miguelina-acosta-

crdenas-una-semblanza.html

Mujeres libres. El anarquismo y la lucha por la emancipación de las mujeres

Martes 23 de mayo de 2006 

por Martha Ackeslberg 

En 1936, unos grupos de mujeres de Madrid y Barcelona fundaron

“MujeresLibres”, organización dedicada a la liberación de las mujeres de su

“esclavitud de ignorancia, esclavitud de mujer y esclavitud de productora”. Aunque

duró menos de tres años,“ Mujeres Libres” movilizó a más de veinte mil mujeres y

desarrolló un vasto programa de actividades diseñadas para capacitar a la mujer

como individuo al tiempo que se construía un sentimiento de comunidad. La

autora hace un estudio muy riguroso de “Mujeres Libres”, basándose en

documentación histórica y en testimonios de las mujeresanarquistas que

pertenecieron a “Mujeres Libres” y siguen vivas hoy en día; así, las mujeres que

aparecen en este libro, bien entrevistadas o bien como protagonistas de

“Mujeres Libres” son: Suceso Portales, Lola Iturbe, Mercedes Comaposada,

Azucena Fernández Barba, Enriqueta Fernández Rovira, Sara Berenguer Guillén,

Teresina Torrellas, Conchita Guillén, Amada de Nó, Pepita Carpena, Soledad

Estorach, Pura Pérez Arcos.

Las fundadoras de “Mujeres Libres” fueron: Lucía Sánchez Saornil, escritora y

poeta, Mercedes Comaposada, abogada, y Amparo Poch gascón, médica. El

libro, además de estar muy bien documentado hace una labor ingente de

visibilización de las mujeres, puesto que todas estasmujeres emprendedoras y

luchadoras de la emancipación de la mujer fueron “secuestradas” de la historia de

España, tanto por los vencedores de la Guerra Civil, como por los

propiosanarquistas que nunca les dieron la importancia que realmente tuvieron.

Esta obra es muy completa en cuanto a la descripción de la política del momento

en España y también en cuanto al movimiento libertario que protagonizaron los

y las anarquistas; movimiento que, en su momento, fue ejemplo para todos y

todas los anarquistas del mundo y en el que se incluyó “Mujeres Libres”, como

organización de mujeres que tuvieron que luchar contra todos los obstáculos

posibles. Leer este libro es una buena oportunidad para repasar todo el

movimiento anarquista en España, pero no me voy a detener en los capítulos en

que se habla de movimientos políticos en general, sino que centraré mi reseña en

lo referido a “Mujeres Libres”.

La obra se desarrolla alrededor de tres puntos de interés (puntos que, por cierto,

coinciden conlas preocupaciones que han mostrado los movimientos feministas a

lo largo de toda su historia):

COMUNIDAD.

CAPACITACIÓN

DIVERSIDAD.

Creían firmemente que el desarrollo del individuo sólo podía tener lugar dentro de

comunidades y organizaciones que reconocieran y valoraran la diversidad de sus

componentes. Haciendo un paralelismo, hay que destacar que las investigaciones

feministas contemporáneas exploran qué lugares ocupan las redes de mujeres, la

comunidad y las relaciones de grupo en la vida delas mujeres, tanto en el pasado

como en el presente. “Mujeres Libres” intentó desarrollar estrategias de

capacitación que permitieran a las mujeres tomar conciencia de sus propias

capacidades.

El capítulo I del libro versa sobre la revolución anarquista y la liberación

de las mujeres, en este sentido y centrándonos en cuestión de las mujeres, es

importante decir que, como ocurrió con los movimientos socialistas en toda

Europa, muchos anarquistas abordaron el tema de la subordinación

de las mujeres como algo secundario a la emancipación de los trabajadores,

como un problema que sería resuelto en “el día después de la revolución”, esto se

lee expresamente en una carta que Lenin escribió a Clara Zetkin, donde dice: “Si,

todo lo que dicessobre la emancipación de las mujeres está muy bien. Un objetivo

muy bueno, pero para después”. Esto llevó a que “Mujeres Libres” encontrara

también obstáculos dentro de su propia organización libertaria y a que tuviera que

hacerse un sitio con gran esfuerzo.

En el capítulo II, titulado “ La movilización de la comunidad y la organización

sindical”, se hace un recorrido por las movilizaciones y el papel de la mujer en los

sindicatos a finales del XIX y primer tercio del S. XX, justo antes de la guerra civil.

Se pone de relieve que, a pesar de su papel activo en los

sindicatos, las mujeres estaban casi sin representación en los altos cargos de los

sindicatos y encontraban obstáculos para su labor de emancipación; son muy

ilustrativas laspalabras de Enriqueta Fernández Rovira a este respecto: “ Siempre

creí que las mujeres tenían que emanciparse.

Que nuestra lucha era, y todavía es, algo más que la simple lucha contra el

capitalismo... Solíamos hablar mucho de esto, insistíamos en que la lucha no sólo

se hacía en las fábricas, en las calles, o incluso en los ateneos: tenía que llegar al

hogar. A veces, los chicos se reían y se burlaban de nosotras cuando decíamos

tales cosas. Decían que era la lucha de todos y que todos debíamos luchar juntos.

Pero yo les contestaba que no, que no sólo era eso. Necesitábamos expresarnos

por nosotras mismas, ser quienes somos y lo que somos. Que no estábamos

intentando quitarles nada, que necesitábamos desarrollarnos y exigir nuestros

propios derechos.”

El capítulo III explica los antecedentes de “Mujeres Libres”. Se expone el

contexto político y social de la guerra y también las acciones del anarquismo

español en los años de la guerra y su posterior fracaso.

En el capítulo IV asistimos ya a la fundación de “Mujeres Libres”. Aunque la

federación nacional de “Mujeres Libres” no se formó oficialmente hasta 1937, su

revista apareció por primera vez en mayo de 1936. Las fundadoras de

“Mujeres Libres” eran todas militantes del movimiento anarcosindicalista y querían

el establecimiento de una organización que luchara de forma directa por la

emancipación de las mujeres. La fundación de “Mujeres Libres” dio lugar a

encendidos debates políticos que se reflejan en este capítulo, es una

de las partes más interesantes del libro en cuanto a fundamentos teóricos de la

organización; fueron debates públicos que llevaron a la reflexión de hombres

y mujeres sobre la emancipación de la mujer; en este sentido son

importantísimas las declaraciones de Lucía Sánchez Saornil, que

representan las bases teóricas de Mujeres Libres.

En resumen, podríamos decir que lo que pretendía“ Mujeres Libres” era la

preparación de lasmujeres para que pudieran, en situación de igualdad, trabajar

por una sociedad nueva junto a los hombres; además afirmaban

que las mujeres hacían frente a una subordinación específica que requería una

atención especial. De todas formas, no se unen al feminismo, incluso muestran un

rechazo abierto a él por dos razones: primera, porque ya entonces el movimiento

feminista había sido desprestigiado públicamente (como sucede hoy en día) y

segunda y más importante para las anarquistas, que el feminismo abogaba por

una igualdad de la mujer pero dentro de los esquemas sociales y políticos

existentes, y las anarquistas luchaban por una sociedad radicalmente diferente,

no querían las estructuras ya existentes y echaban en cara al feminismo que no

luchara por esa ruptura; lo veían como un movimiento de burguesas.

En otoño del 36, “Mujeres Libres” había ya empezado a establecerse como

organización independiente, con metas y programas que la diferenciaban

de las demás organizaciones demujeres de izquierdas y, hasta cierto punto, del

resto de organizaciones del movimiento anarcosindicalista. Era necesaria una

organización dirigida por mujeres y para las mujeres, una organización

consagrada a superar la subordinación de las mujeres en todas sus facetas. Estos

programas incluían clases para erradicar la ignorancia y el analfabetismo, cursos

de aprendizaje industrial y comercial, así como grupos de concienciación

diseñados para capacitar a las mujeres e infundirles el conocimiento y la

confianza que necesitarían para participar como ciudadanas de pleno derecho en

la sociedad revolucionaria. Estos programas debían ser organizados de modo

federado y no jerárquico, y serían un ejemplo de las capacidades

de lasmujeres para obrar autónomamente con el objetivo de contribuir a la

transformación social.

El capítulo V, titulado “ Educación para la capacitación: la preparación es

revolución”, expone lasdiferentes actividades llevadas a cabo por Mujeres Libres,

así como sus ideas respecto a diferentes temas de interés

para las mujeres. Las actividades educativas puestas en marcha fueron

muchísimas y todas ellas tenían los mismos objetivos:

Crear una fuerza femenina consciente y responsable que actúe como

vanguardia del progreso.

A este efecto establecer escuelas, institutos, ciclos de conferencias,

cursillos especiales, etc., tendentes a capacitar a la mujer y a emanciparla

de la triple esclavitud a la que ha estado sometida, esclavitud de

ignorancia, esclavitud de mujer y esclavitud de productora. Ya en 1938, en

boca de las fundadoras de Mujeres Libres se escuchó la reivindicación de

“A igual trabajo, igual salario”.

En el capítulo IV se da un repaso a las demás organizaciones

de mujeres existentes y se ponen de relieve las semejanzas y diferencias

con Mujeres Libres.

Conclusión

La autora hace un análisis de las semejanzas de la organización “Mujeres Libres”

con el feminismo: las personas no existen como seres aislados, la importancia de

la comunidad, la idea de emancipación, las redes de mujeres, la acción política,

etc.

“Mujeres Libres” nos sirve para conocer el papel que

jugaron las mujeres anarquistas en la emancipación de las mujeres y su lucha

constante en contra de la subordinación de lasmujeres, son un ejemplo de tantas

y tantas luchas de mujeres que fueron silenciadas en España por un régimen y

una sociedad patriarcal que nunca reconoció el papel de estasmujeres en la

historia de nuestro país. Obra importantísima, en mi opinión, para el conocimiento

y la visibilidad del trabajo de las mujeres en España en pro de la emancipación y

la libertad.Me gustaría terminar con las palabras de de las anarquistas de

“Mujeres Libres” que aún vive: “ Fueron los primeros pasos hacia la emancipación

de la mujer. Primeros pasos que quizá no pudieron ser grandes porque vino la

guerra, y el exilio... La sociedad se ha transformado. Son nuestros hijos los que

tienen que marcar el paso ahora y ser los protagonistas de los nuevos modelos.

Pero el objeto de nuestros recuerdos, esa lucha tan pura...¿es posible que haya

servido de algo?”

“Mujeres y trabajo en la prensa anarquista

limeña: La Protesta, 1911-1916”

El debate respecto al papel de las mujeres en el entorno laboral es viejo, y ha

suscitado multiplicidad de conflictos. La división sexual del trabajo, la cual cobró

mayor visibilidad a partir de la revolución tecnológica iniciada en el siglo XIX, ha

dado paso a un cada vez más amplio papel de las mujeres en los ámbitos fabriles

y obreros.

En este contexto, el anarquismo latinoamericano jugó un papel muy importante

respecto al trabajo y el debate respecto a la participación de las mujeres en este

espacio, así como las vías de su emancipación fue intenso. El anarquismo tuvo la

virtud de dar visibilidad al debate de la llamada cuestión femenina. El feminismo

anarquista se manifestó con la creación de círculos literarios, de propaganda y la

apertura de espacios periodísticos hechos específicamente por mujeres, los

cuales contaban además con la participación de figuras intelectuales masculinas

del anarquismo internacional, como Errico Malatesta. En este contexto, destaca la

creación de revistas como La voz de la mujer (1896-1897), editada en Argentina

por Virginia Bolten,[1] de periódicos como el mexicano Vésper (1901-1911), que

dirigía Juana Belén Gutiérrez de Mendoza, el cual se convirtió en el primero de

orientación anarquista publicado en este país, o el peruano La Crítica, dirigido por

Dora Mayer y Miguelina Acosta Cárdenas. Estos, que representan sólo una

pequeña muestra del gran cúmulo de publicaciones emanadas de sectores ajenos

a la burguesía, dirigidas por mujeres, nos permiten vislumbrar la importancia que

la cuestión femenina estaba desarrollando en estos primeros años de actividad

libertaria y el debate que no sólo respecto a las cuestiones laborales, se abría

paso en ellos. Fuente: Pacarina del Sur -

http://www.pacarinadelsur.com/home/huellas-y-voces/689-mujeres-y-trabajo-en-

la-prensa-anarquista-limena-la-protesta-1911-1916 - Prohibida su reproducción

sin citar el origen.

El anarquismo había formulado sus presupuestos ideológicos tomando en cuenta

el papel de la mujer en el proceso de redención de la sociedad, y la integración de

ambos sexos en este proceso. La mujer, con el mismo derecho a la libertad que el

hombre, debía ser liberada de su esclavitud. El filósofo anarquista Mijail Bakunin

declaraba: “…en casi todos los países las mujeres son esclavas; mientras que no

sean completamente emancipadas, nuestra propia libertad será imposible”.[2]

En el caso específico que nos ocupa, el anarquismo peruano destaca por la

importante labor de sus activistas femeninas, las cuales abrieron paso a la

discusión respecto a importantes temáticas. La cuestión laboral fue un tema de

debate prioritario, considerando el cada vez más importante papel de las mujeres

en los medios obreros y fabriles, y más aún en el invisible trabajo no formal o

‘doméstico’. La prensa anarquista fungió como portavoz de estos debates y sus

páginas representan importantes testimonios de ello, destacando periódicos como

Los Parias, que se publicó en Lima entre 1904 y 1910, años que representaron

momentos coyunturales para la historia peruana; La Protesta (1911-1930), así

como El Obrero Textil (1920-1925) y su sección “Tribuna femenina”. En esta

oportunidad, dedicaremos nuestra atención al debate respecto al trabajo femenino

desde las páginas del diario limeño La Protesta.

Una radiografía de La Protesta

Editado entre 1911 y 1926 por los miembros del grupo Luchadores por la Verdad,

[3] La Protesta es, por mucho, el máximo representante del pensamiento ácrata

peruano. En sus páginas se dieron cita incontables intelectuales y obreros de

todas las condiciones socioeconómicas. Sus más de 140 números, publicados

entre persecuciones, decomisos, clausuras y aprehensiones, son prueba

fehaciente del poder de convocatoria de sus páginas. Fuente: Pacarina del Sur -

http://www.pacarinadelsur.com/home/huellas-y-voces/689-mujeres-y-trabajo-en-

la-prensa-anarquista-limena-la-protesta-1911-1916 - Prohibida su reproducción

sin citar el origen.

demás de tratar temas fundamentales de la realidad peruana, como el movimiento

obrero y las huelgas, dedicaron espacio a la reproducción de textos clásicos,

escritos por los precursores del anarquismo europeo y nacional entre ellos Mijail

Bakunin, Piotr Kropotkin, y Joseph Proudhon, sin faltar los de Manuel González

Prada, además de mantener ligas con sus símiles de otros países, como

Argentina, España, Chile, México, Estados Unidos, entre otros. Estas relaciones

les permitían asimismo, recuperar las acciones de activistas femeninas, como

Emma Goldman, fundadora de la célebre revista neoyorkina Mother Earth (1907-

1917).En este trabajo intentamos poner en un mismo plano el análisis de los

datos duros que los registros censales o las fuentes bibliohemerográficas nos

brindan respecto a las condiciones laborales de las mujeres y el contexto social,

moral y político en que dicho trabajo se desarrollaba, con el de las concepciones

anarquistas respecto al trabajo femenino plasmadas en sus órganos de

propaganda. Al contrastar dichas fuentes, esperamos vislumbrar una visión

general del panorama laboral femenino y su asimilación en el imaginario ácrata de

la época.

Una importante referencia acerca de las condiciones socioeconómicas de la

época nos la brinda el estudio de Steve Stein en la década de 1980, en el que, a

través del análisis de datos censales, registros municipales y la reconstrucción

oral de sus protagonistas, nos nuestra un panorama de los escenarios en que se

desarrollaba la vida de los sectores obreros. Estas informaciones, que nos

brindan luz respecto a las condiciones laborales, de vivienda, de alimentación y

de salud de los sectores populares, nos permiten vislumbrar las motivaciones de

las notas que eran plasmadas en sus medios de expresión.

La “cuestión femenina” en el Perú

La visión tradicional decimonónica indicaba que la mujer debía ser un ser sumiso,

dedicada casi de manera exclusiva al cuidado de la familia y el hogar. La familia,

como unidad básica de la sociedad, era el único medio en el que estaba permitido

que la mujer participara activamente como “productora”, en contraste con el varón

quien tenía como campo de producción los medios públicos (Nash, 1983:41). Las

publicaciones burguesas de la época destacaban dicha concepción, en la que la

mujer se convertía en un ser poco beneficiado intelectualmente y por tanto

siempre debería estar sujeta a la autoridad masculina, ya fuera el padre, un

hermano o el esposo (Miller, 1987: 52).

En este contexto, la existencia de una inmensa mayoría de mujeres que no se

sujetaban a estas concepciones, porque debían salir del hogar e integrarse al

mundo laboral, suscitó una serie de encuentros y desencuentros, que trataban de

conjugar dicha visión tradicional y la realidad de las masas femeninas, que no

encajaban con los cánones preestablecidos. Fuente: Pacarina del Sur -

http://www.pacarinadelsur.com/home/huellas-y-voces/689-mujeres-y-trabajo-en-

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En este debate respecto al papel de las mujeres en la sociedad y su contribución

económica para el sustento de la familia, la doble moral de la sociedad peruana,

permitía por un lado que las mujeres en situación de pobreza salieran a las calles

y se integraran a los mercados laborales, rompiendo con el esquema tradicional

que indicaba que la mujer debía ser la ‘reina del hogar’ y quedar a cargo del

cuidado y educación de los hijos. De acuerdo con la concepción tradicional, la

mujer debía ser ejemplo de virtud, fuente de “alegría, serenidad y gracia” (Miller,

Ob. Cit.: 45). Dicha visión no contemplaba la realidad de la mayoría de las

mujeres, para quienes era imposible hacer realidad el modelo de sumisión y

delicadeza que prevalecía, porque debían ser el sostén de su familia.

Estas nociones eran introducidas en el pensamiento de las masas obreras como

ideales de conducta que buscaban normar las relaciones entre los sexos y

además ejercer control en las masas obreras. El papel que la mujer debía

interpretar, no sólo como madre, sino como educadora y pilar de la familia, debía

compensar su prohibida participación en los aspectos económicos. Se

consideraba posible así la separación de los roles y la anulación de la conciencia

de clase dentro de las filas del movimiento obrero. La noción de ‘superioridad’ del

varón obrero respecto a la mujer podía hacer que en cierta forma olvidara su

sentimiento de opresión respecto a la burguesía. Fuente: Pacarina del Sur -

http://www.pacarinadelsur.com/home/huellas-y-voces/689-mujeres-y-trabajo-en-

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Frente al surgimiento de los movimientos de emancipación femenil, la prensa

burguesa limeña respondía presentando en sus publicaciones artículos que

resaltaban aún más el ideal de comportamiento femenino, en el que el único

trabajo meritorio era el de las obras de caridad “…porque su reino es el reino de la

bondad, de la belleza” (Stein, Ob. Cit.: 46). Asimismo, la asimilación de los roles

femeninos en el ámbito doméstico, dificultaban su participación en la lucha social

y como ventaja adicional, la aceptación de las mujeres de estas ‘esferas’

producidas por la clase dominante, garantizaba la transmisión de esta ideología a

las futuras generaciones, precisamente en el ámbito doméstico, el lugar ‘ideal’ de

la mujer.

Pero no sólo la burguesía se expresaba a este respecto. El debate respecto a la

participación de las mujeres en el trabajo asalariado y en el doméstico en forma

indistinta, fue también presentado en las páginas de la prensa de oposición, y no

sólo por mujeres. En las páginas de La Protesta, es de destacarse la participación

de figuras masculinas en las notas que referían a las diversas formas de opresión

femenina. Ya en su primer número, La Protesta ponía en evidencia la situación de

explotación a la que se veían expuestas las obreras que debían integrarse al

sector productivo: “En la fábrica se la explota y apenas se le paga. Se aprovecha

su miseria para deshonrarla y se le menosprecia después”.[4]

En este artículo, el autor critica la construcción social que condenaba a la mujer a

ser simple objeto de decoración, cuyo único destino era el de esperar “…

resignada al varón que ha de asegurar su porvenir, librándola de la indigencia”,

convertida en esclava de la religión.[5]

Así, la mujer se convertía doblemente en víctima. Por un lado, se la explotaba

laboralmente, con extenuantes jornadas de trabajo y pésima paga; y por el otro se

veía sometida a una fuerte opresión en el seno familiar, donde estaba

subordinada a la autoridad de su compañero y los quehaceres domésticos:

La mujer en la sociedad presente no es la compañera del hombre, sino su esclava

en el hogar. El hombre está pues, en el error al sostener esta injusticia, mas la

mujer debe considerarse su compañera y no su esclava.[6]

De acuerdo con datos censales, en el periodo que estudiamos, las mujeres

constituían el 30% de la población económicamente activa en la ciudad de Lima.

Cifra que se queda corta, considerando la gran cantidad de mujeres que

laboraban en el comercio informal o que trabajaban en casa y que además debían

cumplir sus ‘obligaciones’ de mujeres. En cualquier caso, la jornada laboral podía

extenderse hasta 18 horas y los salarios eran muy inferiores respecto a los del

varón (Miller, Ob. Cit.: 19-20). Fuente: Pacarina del Sur -

http://www.pacarinadelsur.com/home/huellas-y-voces/689-mujeres-y-trabajo-en-

la-prensa-anarquista-limena-la-protesta-1911-1916 - Prohibida su reproducción

sin citar el origen.

La evidente ruptura del orden jerárquico preestablecido, que indicaba que el

hombre debía sostener el hogar, que la independencia económica de la mujer

trabajadora podía provocar, resultaba inaceptable. Sin embargo, estos preceptos

no aplicaban indiscriminadamente a todas las esferas de la sociedad. Mientras

que en la sociedad burguesa, resultaba inconcebible el trabajo femenino bajo

ninguna circunstancia, en las esferas populares se aceptaba en casos de extrema

necesidad económica, y aun así, la norma era que se dedicase a labores propias

de “su sexo”. Así, vemos una marcada división sexual del trabajo en el que oficios

como la costura, la lavandería, el doméstico, entre otros son realizados casi

exclusivamente por mujeres, labores que está por demás decir, les fueron

enseñadas durante la niñez (Miller, Ob. Cit. ).

Asimismo, La Protesta dirigió sus críticas hacia la doble moral burguesa que

negaba a las mujeres cualquier posibilidad de mejorar sus condiciones, pero

repudiaba a aquellas, que, obligadas por tales circunstancias, se veían

impulsadas en muchas ocasiones a recurrir a la prostitución como alternativa

laboral, resultado de los bajos salarios y los pocos empleos formales para

mujeres, al tiempo que los mismos varones que exigían la pureza y sumisión

femeninas, eran los que solicitaban sus servicios. La concepción de la mujer

como ser asexuado, justificaba la existencia de la prostitución al caracterizarla

como válvula reguladora, que protegía la integridad de las mujeres casadas y la

virtud de las jóvenes solteras y vírgenes (Sau, 1990: 252).

En las páginas de La Protesta podemos vislumbrar esos estereotipos, que en

ocasiones eran usados para criticar a la oligárquica sociedad limeña, pero

también para resaltar las virtudes que el revolucionario ‘maduro’ y ‘sensato’ ácrata

debía buscar en una compañera. Así se mostraban dichos contrastes: “A los

veinte años se me presentó una niña hermosa, con resplandeciente diadema de

oro y piedras preciosas, y en cuya voz habían las variantes modulaciones con que

las musas cantan sus canciones de arte, guerra y victoria, y me invitó a seguirla.

- Di, mancebo, ¿me quieres seguir? Te coronaré, con una palma inmortal […]

- No, tú no me cuidarás, ni sabrás defenderme. Tus encantos son espejismos,

que adorna la vanidad; los que por ti fueron coronados, nada hicieron de útil y

verdadero para la humanidad.

[…] de pronto, un grito ahogado resonó, volví la vista y entonces, grande,

hermosa y deslumbradora vi una mujer que trataba de arrancarse la mordaza que

ahogaba el grito que había escuchado; corrí a ella, desaté las ligaduras y

extasiado la contemplé […] Mucho he gozado y mucho he sufrido; pero si alguien

me pregunta ¿quién es mi compañera…? al instante, orgulloso respondo: La

Libertad”[7]

En las páginas de La Protesta se hizo patente el conflicto generado por la

evidente ruptura del estereotipo femenino de la mujer cuidadora de los hijos y del

hogar, porque debía salir a las calles a ganarse el sustento. El llamado libertario a

la emancipación de la mujer, se hacía imperioso:

“Mujeres del pueblo: esclavas del hogar; carne horrida que os consumís en

proporcionar lúbricos placeres a cambio de lagunas míseras monedas que

representan vuestra vida; vosotras que arrastráis una vida tenebrosa de miserias

y dolores; vosotras que lleváis sobre vuestra frente alabastrina el inri de la infamia

social… tenéis que romper las cadenas de vuestra esclavitud, tenéis que ocupar

vuestro puesto en la lucha social, tenéis que coadyuvar a libertad la humana

especie, libertándonos a vosotras”[8]

El movimiento anarquista buscaba como fin la liberación de la mujer de todas sus

ataduras, físicas, morales y hasta religiosas. Su liberación era una necesidad aún

más apremiante, dado su papel de criadora y educadora. El conformismo ante la

opresión y la explotación eran muchas veces resultado de la educación recibida

en casa, misma que Manuel González Prada, denominó mentalidad del “come y

calla” (1933: 115). Por tanto, para suprimir la dominación y el conformismo de las

masas obreras, era necesario que las mujeres se libraran de sus ataduras.