LA METODOLOGIA EN ASCETICA DIFERENCIAL
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LA METODOLOGIA EN ASCETICA DIFERENCIAL
La importancia que tiene la cuestión de método en todo trabajo científicú -pudiendo en ocasiones invalidar los resultados de una investigación-, y la diversidad de criterios, que actualmente existen en metodología científica, justifican que le dediquemos unas breves reflexiones.
La ocasión de estas líneas es la crítica que el Rdo. P. Perreault, O.P., hace de nuestra obra Introducción a la Ascética Diferencial (1). El autor, aun reconociendo "que los tres hagiotipos presentados son muy seductores" (p. 393), Y "que esos polos poseen un valor explicativo real" (ib.) (2), pretende anular prácticamente ese valor, basado en supuestos defectos de tipo metodológico. N o vamos a dar ahora -pues no es este su sitio- lo que el autor exige. En una nueva edición (no la 2.a , que está ya en prensa), expondremos con mayor amplitud los medios utilizados y los recursos metodológicos de que nos hemos valido. Ahora basten las aclaraciones que pide la nota de Perreault. Haremos dos consideraciones: unas relativas al caso concreto de nuestra obra; otras de tipo más general, sobre las exigencias metodológicas propias de cada ciencia, y más en particular de la Ascética Diferencial.
1. La metodología en nuestra "Introducción a la Ascética Diferencial".
Se sorprende Perreault de que en poco más de una página resolvamos la cuestión de método (p. 385). Desde luego que hemos sido parcos en este género de consideraciones. La razón de este hecho es que el libro tiene casi 500 páginas, y no va dirigido exclusivamente a especialistas, sino principalmente a directores de espíritu. Pero lo que nos extraña es que sea precisamente un especialista quien haya tropezado en esto, pues creemos sinceramente haber dado a los peritos suficientes elementos de juicio para hacerse cargo de la validez del
(1) A-M PERREAULT, O. P., L'axétique différentiene, en «Angelicum» 38 (1961) 382-397. -
(2) En varios pasajes insiste en la idea: «Ciertamente reconocemos valor real a su tipología. (P. 394); «No pretendemos negar a la tipología elaborada por el A. todo valor empírico» (p. 396).
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método seguido, y aun para repetir la misma experiencia en orden a su comprobación. Los datos met.odológicos apuntados en nuestro estudio que creemos suficientes, son estos, que con gusto explicitamos algo más: 1) Nuestra investigación no parte "ab ovo" como la de Sheldon, sino que se fundamenta sobre los resultados obtenidos por éste; 2) Los métodos intentados fueron dos: el análisis factorial y la encuesta. Habiendo tropezado en el primero con la dificultad de precisar el contorno de las virtudes morales, recurrimos al método de la encuesta; 3) El control que dimos de los hagiotipos hallados. Desarrollemos algo estas ideas.
1) Ante todo, los casos estudiados por nosotros, no son tan pocos como supone Perreault. Sheldon hizo su investigación tomando sujetos al azar y sin selección tipológica alguna; nosotros, en cambio, hemos tomado sujetos cualificados en la tipología de Sheldon como muy dominantes, que por lo mismo -en un trabajo de tipología polar, en orden a determinar posibles componentes hagio· típicos- equivalen a un número mucho mayor de los no cualificados. De seguro que si hubiésemos presentado 200 casos, no habría tomado el autor la actitud de desconfianza que adopta; sin embargo, eso es lo que prácticamente hemos hecho. El no haber dado nosotros esa equivalencia se debe a no poder expresarla en cifras exactas, como enseguida indicamos. Calculemos brevemente la equivalencia aproximada de los 48 casos estudiados. Si hubiese una fórmula matemática de carácter general, que expresase la equivalencia que buscamos, no habría más que aplicarla; pero como no existe ---,que sepamos-, pues la curva de frecuencias de Gauss es sumamente variable y depende de la naturaleza de los elementos que agrupa, hemos de recurrir a casos concretos de frecuencia de tipos en una colectividad dada. Usemos, por ejemplo, la tabla que nos ofrece Sheldon sobre 200 casos (3). Supongamos que los biotipos sheldonianos usados en una investigación tipológica superasen el 5 en su componente más puntuado, y no pasasen de 2 en el menos puntuado. Si contamos los biotipos que cumplen estas condiciones en dicha tabla, veremos que son 25 casos, es decir, la octava parte del total. Esto quiere decir que un trabajo tipOlógico que se hiciese con sujetos seleccionados con esta puntuación, equivaldría al realizado con una población ocho veces más numerosa, pero tomada indis'criminadamente.
Ahora bien, yendo a nuestro caso, los 48 sujetos estudiados por nosotros, no tienen -si se exceptúan 6 casos (4)- ningún 4 ni 5 en la puntuación de sus componentes (es decir, que su componente dominante no baja de 6 y los otros no suben de 3), lo que les hace bastante polares. Si se tratase de somatotipos, veríamos que en la misma tabla de Sheldon se dan 38 casos, es decir, algo más del quinto del total; lo que quiere decir que un trabajo hecho con 48 somatotipos de esa puntuación equivaldría a 48 x 5,26 = 252 casos. Como en realidad en nuestro caso se trata de psicotipos, no es esa la frecuencia (en la población concreta de la tabla de Sheldon), pues encontramos 56 casos, es decir 1/3,57 del total; lo que quiere significar que los 48 sujetos seleccionados de nuestro trabajo equivalen a 48 x 3,57 = 171 casos indiferenciados. La diferencia entre el número de somatotipos y de psicotipos (dotados de la misma puntuación dicha) en los 200 casos sheldonianos, es bastante apreciable en este caso, lo que nos dice el alto índice de variabilidad que existe en esta materia, y que estamos autorizados a tomar los 171 casos con cierta amplitud. El valor relativo de este cálculo es lo que nos movió a no darlo, pero sí que nos autoriza a decir que no son tan pocos los casos estudiados, como opina Perreault. Puede provechosamente seguirse la investigación -y así esperamos que se haga-, pero no vemos que lo realizado por nosotros no pueda presentarse con validez científica, sino sólo como una hipótesis de trabajo.
2) Sobre el método usado, distingamos: a) el trabajo previo de análisis factorial; b) Y el de encuesta.
a) En cuanto al primero, hicimos previamente una lista exhaustiva de virtudes, que para no complicar el trabajo del análisis factorial, redujimos lo más posible hasta 36. El criterio de esta reducción -que ha interesado a Perreault-
(3) W. H. SHELDON, Las Variedades del Temperamento. Buenos Aires, 1955, p. 328 Y 316.
(4) En estos seis casos el componente más puntuado fué 5.
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fué sencillamente el de quitar posibles impedimentos a la investigación, evitando las interferencias en las virtudes (5), Y dejando las más diferentes entre sí -podríamos decir, virtudes "puras"-, que el análisis f3!ctorial se encargaría de integrar o de separar según la correlación que exista entre ellas. Por cierto que nos llama la atención el procedimiento metodológico que sugiere el autor. Agrupar las virtudes conforme a su interdependencia según un prnicipio teológico (6), es completamente inútil para la aplicación del análisis fa'ctorial, y suena a introducir en la experimentación prejuicios de carácter a priori, que deben estar ausentes siempre de ella. Si las virtudes en cuestión tienen correlación positiva o negativa, el análisis factorial lo acusará sin más, sin que ponga ni quite nada la agrupación previa que les hayamos dado; y si no la tienen, toda agrupación de este género es al menos inútil, si no es más bien obstáculo bajo otro aspecto. La única preparación del material en cuestión en orden a hallar posibles agrupaciones de los rasgos hagiotípicos, es buscar virtudes verdaderamente diferentes, o puras, que no sean mezcla de varias. Esto es lo único que intentarnos hacer.
Hecho esto, valorarnos a 30 sujetos de experiencia que nos eran conocidos por la íntima convivencia de varios años _con lo que creímos estaba ya suficientemente indicado que eran religiosos jesuítas estudiantes de Filosofía, corno los que realizaban el seminario- y a los resultados numér}cos de la valoración aplicarnos el método de análisis factorial según Thomson. La causa del mal resultado obtenido por esta vía fué la que ya indicarnos: la dificultad de valorar sobre virtudes morales cuyos contornos no son siempre claros, y más para discípulos, que aunque fuesen los más indicados para juzgar de sus compañeros por su íntimo conocimiento, no lo eran para matizar el carácter de algunas virtudes. Creernos que sólo sujetos muy avezados a estos estudios tipológicos están cap3!citados para valorar con objetividad sobre tantas virtudes a tantos sujetos. Este es el único sentido aceptable de la palabra "principiantes", que Perreault se complace en repetir y subrayar cinco veces, aun sin venir alguna muy a propósito (7).
b) En cuanto al método de encuesta seguido de hecho, creernos que dimos también suficientes datos para comprender el camino seguido (8). El cuestionario ordinario no es lo más indi'cado en materia corno la presente, en que median finos análisis psicológicos. En estos casos, o bien las preguntas son excesivamente detalladas y elaboradas -lo que supone en quien lo prepara un trabajo a priori que puede desviar el libre curso de la experiencia-, o bien por el contrario, deja al interrogado demasiado margen en la respuesta, con lo que sujetos no preparados pueden responder lo que no interesa, u omitir lo más -importante. Por eso elegirnos un término medio. Los pasos fueron estos:
- Orientados por la consulta previa de tres tipos sheldonianos bastante polares (de los mismos que debían ser luego interrogados) redactarnos los hagiotipos, deduciendo las virtudes y defectos morales que corresponden a cada componente sheldoniano. Esta fué la primera redacción de los componentes hagiotípicos_
- Dicha redacción fué entregada a 48 sujetos bastante polares (16 de cada tipo), cuya puntuación máxima -corno hemos indi<;ado- no bajaba de 6
(5) Quien haga una lista prácticamente completa de las virtudes, verá que además de los múltiples sinónimos que deben ser eliminados, existen muchas que interfieren con otras, a corno el todo y la parte, O' simplemente corno quienes tienen una zona común. Ahora bien, pretendiendO' encontrar centros de polarización de las virtudes, es mucho mejor jugar con virtudes puras que con mixtas.
(6) «Or, on ne nous dit pas comment fut opéré ce groupement syslématique des vertus morales, de fa<;on a 'constituer les 36 traits hagiotipiques, qui devaient enfin donner: naissance aux trois hagiotipes. A-t-on procédé a un groupement axé sur l'interdépendance des vert~s en regard de quelque principe théologique?» (p. 386-387).
(7) Por lo demas, <:le. los cuatro su.jetos. que realizaron este trabajo de seminario, uno es Doctor en MedlCma P0r _ la, UnIversIdad de Barcelona, y otrO' es ingeniero industrial en la Escuela de IngenIena de la misma ciudad. Pero naturalmente respec-to a la valoración sobre virtudes eran «principj~"teS».' ,
(8) Aunque el A. no es .de este parecer: «Mais une enquete peut etre menée au moyen d'une observation dIrecte, d'une entrevue d'un questionaire d'un test pro-jecif, d'une consultation de dossiers dignes de fol, 'etc.» (P. 391). '
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y la mllllma no subía de 3, los cuales corrigieron, añadieron y anotaron al margen, cuanto creyeron no reflejaba su psiquismo ascético. Las minuciosas observaciones fueron tenidas en cuenta en sucesivas redacciones, que volvieron a pasar por los mismos sujetos hasta que todos estuvieron conformes. La cuarta redacción de éstas es la que hemos ofrecido.
Como se ve, no se trata de una encuesta hecha por observación directa, ni por un cuestionario en sentido corriente, ni de un test proyectivo, ni de una consulta de expedientes dignos de fe -hipótesis todas sugeridas por Perreault-, sino de una consulta sobre descripciones previamente elaboradas, en orden a hacerlas fidedignas (como ya lo indicamos brevemente en nuestro libro).
3) Control de los hagiotipos. Hemos ofrecido también un primer control de LOS hagiotipos hallados, y nos extraña que el autor, enjUiciando exclusivamente el aspecto metodológico de la obra, no haga siquiera mención de él. Si los hagiotipos iniciales representan la reacción de los tipos de Sheldon ante el problema fundamental de la santidad, ha de haber correspondencia entre la puntuación de los psicotipos y de los hagiotipos, lo que constituye una comprobación fácil de su validez. Los resultados han sido por ahora plenamente satisfactorios. Tenemos más de 100 casos, de los que hemos puesto unos 30 como muestra. La diferencia de puntuación entre ambas puntuaciones no sobrepasa el entero en el 96 por 100 de los casos, lo que puede considerarse como un resultado enteramente positivo (aunque deba ser todavía confirmado). Los 30 primeros hagiotipos están hechos sobre la descripción analítica de los 60 rasgos, pero para simplificar esa labor tan penosa y poco práctica, hemos redactado un test-cuestionario de 30 preguntas (que sale en la 2.a edición). Sobre él se han hecho todos los hagiotipos de control posteriores al n. 30. A vueltas de su mayor simplificación, presenta el pequeño inconveniente de que los sujetos tienden a valorarse algo- más alto en las virtudes (defecto que no tiene el :test reducido de Sheldon). Pero- este error, en primer lugar, no es notable, como acabamos de indicar; además queda algo contrarrestado con la valoración de los defectos, 'en los que la tendencia' subconsciente es contraria; y, en fin, es corregible, o bien rebajando en 0,5 los resultados '-ya que sobre 30 preguntas, las de virtudes [22] dominan mucho sobre las de defectos [8]-; o bien, más sencillamente, avisando ,al sujeto de este peligro antes de llenar el cuestionario.
Con las breves indicaciones que acabamos de hacer nos parece haber aclarado suficientemente nuestro proceder en metodología. Estamos de acuerdo con ·el criterio- sostenido por Perreault, cuando dice que "todo trabajo científico- exige una comunicación de las condiciones de experimentación, de manera que permita la verificación y eventualmente, la repetición, por no importa que otro investigador" (p. 388); pero la duda puede estar en precisar qué se entiende por tales con,diciones. Es evidente que el sentido de esa frase no puede ser, que las indicaciones metodológicas sean tales que un principiante aprenda con ellas el modo concreto de realizar la experiencia, sino que el perito pueda repetirla y verificarla; y los datos que hemos emitido creemos no impiden eso. Pero levantémonos al tema más general, pues el autor muestra tener ideas sobre metodología científica que no compartimos, y tal vez exige en nuestra investigación lo que opinamos no se debe dar.
2, La metodología en Ascética Diferencial.
Son varios los capítulos de exageración en que puede incurrirse en metodología científica, y más concretamente en la de la Ascética Diferencial. Enumeremos algunos.
1) El primero puede ser exigir en toda ciencia el mismo método experimental y con idéntico- rigor, como si la aplicación de las normas metodológicas fuesen algo automático y no requiriesen una técnica de acomodación. Hay ciencias de interferencia, como la Psicología Religiosa, la Ascética Diferencial y otras, que no pueden tratarse como puras ciencias experimentales; y algunas de las exigencias metodológicas que Perreault formula, dicen bien con la ciencia pu-
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ramente positiva, pero las creemos innecesarias en Ascética Diferencial, que tiene otra fuente de información distinta del experimento de laboratorio.
La impresión global que producen las observaciones metodológicas del autor es que considera la Ascética Diferencial como si fuese, por ejemplo, Psicología Fisiológica, en la que todo se ha de esperar de la experimentación rigurosamente científica. Sin embargo, la Ascética Diferencial por ser el entronque de la Teología Espiritual con la Caracterología, tiene otra fuente de información que el puro experimento. Pongamos un ejemplo. El autor deduce rectamente que nuestra encuesta se hizo exclusivamente con sujetos masculinos, pero que "habría sido muy útil y tal vez muy luminoso, saber además cómo reacciona a la acción de la gracia el devotus femineus sexus" (P. 385). Esta observación la, encontraríamos en su punto, si -como decíamos--. el único medio de obtener conocimientos en Ascética Diferencial fuese el de la Psicología Positiva, pero hay otros modos de salir de duda. Si tenemos presente estos datos: a) que la diferencia entre hombre y mujer no es primaria en Tipología (tanto somática como psicológica); sino de Icomponente secundario puramente sexual, o sea que no existe un 4.'" tipo; b) que la Teología afirma que en el problema fundamental de la santificación, no hay diferencia sustancial entre hombre y mujer; c) que el único problema tratado en nuestro libro es el básico de la reacción fundamental de los tipos sheldonianos ante el problema de la santidad; creemos que hay suficientes elementos de jUicio para suponer que la mUjer no implica una actitud fundamental distinta de las descritas. Si la investigación positiva lo confirmase, tendríamos un motivo más para mantener esa afirmación, pero no es necesario. ¿Es que si, estudiando el medio masculino, los componentes de ~a caridad son tres, habrían salido cuatro de entrar en cuenta la mujer? E'ste es un interrogante que puede darse por resuelto en sentido negativo antes de toda comprobación experimental. Otra cosa es si se tratase de problemas más particulares en Ascética Diferencial (que no hemos tocado), en los que las variantes del psiquismo femenino se han de proyectar obviamente en la problemáüca as· cética, pero eso son matices que no afectan al problema fundamental que nos hemos planteado.
2) El segundo capítulo de exageraciones puede darse en ignorar una corriente actual en psicología científica, menos exigente en metodología que otras, y que tiene plena vigencia y valor reconocido. Ya es sabido que dentro de la Psicología se ha producido en los últimos decenios un cambio no sin importancia en la concepción metodológica; La Psicología que desde hacía muchos siglos había vigido en las aulas era sólo la filosófica o racional, no la experimental. Después de las experiencias de E. Weber, G. Fechner y otros, quedó el terreno preparado para que se diese un cambio radical en la ciencia del alma humana, y W. Wundt tiene el mérito de haber fundado la Psicología como ciencia positiva sobre bases experimentales. En su primer laboratorio de Leipzig fijó las condiciones científicas de la introspección. El entusiasmo fué grande al principio, pero no tardó en verse las limitaciones de esta dirección. Desde luego que la Psicología que nació con Wundt era excesivamente fisiológica (9), y era pre· visible el choque cuando la Psicología recuperase de nuevo el estudio del yo, la persona, y las funciones superiores desde un ángulo de visión mucho más personalista y total. La reacción ha venido más concretamente cuando se ha empezado a distinguir en Psicología entre experimento y experiencia. J. Frobes refleja esta situación en el Prólogo a la 3.a edición española de su Tratado de PsiCOlogía Experimental. Cambia este su primer título por el de Tratado de Psicología Empírica y Experime'ntal; y explica lo que hace por no estar en consonancia con el modo de hablar hoy dominante. Dilthey, Spranger, Lersch son psicólogos de fama reconocida, y, sin embargo, no usan el experimento estrictamente tal: "Se apoyan en la experiencia obvia y en el lenguaje ordinario, y se valen de 'casos concretos llamativos" (10). Esta ampliación del concepto de experimento hasta el de experiencia o empiría, es significativa, y debe moderar
(9) El mismo título del l\bro en que Wundt expuso su psicología es significativo: tElemerutos de Psicolol/Ía F'isiol6giclL. _ (v 10) J. FnoEBEs, Tratado de Psicología Empírica y Experimental. I. Madrid, 1944.
p.
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las exigencias excesivas en materia metodológica, aun en la pura Psicología. Cuando Spranger nos describe la edad evolutiva, no nos dice el número de sus experiencias, ni nos presenta curvas de frecuencia, ni grupos de control, ni nos dice las condiciones de observación, etc., sino que nos describe atinadamente y con profundidad el alma del adolescente y su evolución a través de la crisis puberal. A. Godin ha notado acertadamente cómo estas dos tendecias de que hablamos se hayan bastante delimitadas geográficamente por los dos Continentes, Viejo y Nuevo; y mientras en América del Norte no se aprecia lo que no vaya avalado por números, en Europa se da bastante preferencia a las ideas (11).
Esta innovación es delicada ----¡no puede negarse!-. Es evidente que en esta nueva postura, algo queda un poco al aire desde el punto de vista del rigor de la experimentación científica, pero ante las exageraciones, el buen sentido se ha impuesto. Hay trabajos perfectamente documentados metodológicamente -como el que acabamos de citar de Simoneaux......,. que después de un esfuerzo meritorio de metodología científica, no logra ·decirnos apenas nada de interés (12); mientras que, por el contrario, vemos que un Lersch ~ue es tal vez el psicólogo más caracterizado en Alemania actualmente---- y un Spranger, se han impuesto sin bata blanca ni atuendo de laboratorio. Nosotros apreciamos el rigor científico de la experimentación, y por eso nos hemos sometido a ella, pero nos desagradan los excesos. Tal vez una descripción caricaturizante de los dos extremos opuestos, puede dejarnos provechosamente al descubierto los defectos que señalamos. En un extremo, podríamos describir al psicólogo apriorista, que guiado por la sola intuición, va tejiendo, como la araña, toda la urdimbre de su tela, sacándola de sus propias entrañas, de espaldas a la experiencia, y sin valor científico alguno. En el extremo opuesto veríamos al científico positivo ultraexperimental, que desconfiando de toda otra fuente de saber que el experimento, somete a su riguroso control toda afirmación no comprobada por ese medio. Este, al querer -por ejemplo- hacer uso en sus experiencias, del azúcar como sustancia dulce, se percata de que no está esto controlado científicamente, y no quiere usar ese supuesto hasta que lo arrojen las estadísticas mejor fundadas. Hace pasar por su laboratorio a miles de personas de toda profesión, edad, sexo y nación; pues de lo contrario, el valor de la experiencia sería limitado; les da una porción de azúcar medida rigurosamente -siempre la misma y de la misma clase para que la experiencia tenga valor científico-; les saca un film mientras ingieren el dulce, para controlar la expresión mínima manifestativa de la función agradable; les hace llenar un cuestionario en el que se detalle con todo pormenor la vivencia íntima e indescriptible de la dulzura sensorial; y, en fin, les aplica técnicas proyectivas para que al' describir la función grata no se dejen llevar por ningún influjo del subconsciente.
Estos son extremos a todas luces reprobables, y la duda reposa siempre sobre los términos medios. Admitir en Psicología la experiencia común junto al experimento, la intuición junto a los test en cadena, es expuesto. Requiere una reglamentación metodológica que no está hecha todavía; pero esto no debe cerrarnos al hecho de la mayor abertura actual en este punto. La Senne, por ejemplo, al estudiar el método en Caracterología, admite junto al primer tiempo
(11) GODIN en el Prólogo' a H. SIMONEAUX, Dirección espirituaL y diversidad de caracteres. Madrid, 1960.
(12) Léanse las conclusiones, y se verá una serie de generalidades y de afirmaciones perfectamente conocidas del lector antes de toda experimentación. El atuendo metod~lógico que allí se despliega, merece el doctorado (para el que se hizo el trabajo) pero no la pérdida de tiempo que supone la lectura de sus 300 páginas.
, (13) El mismo Frobes al exponer la idea antes dicha, de la mayor amplitud en la Psicología actual, insinúa algunas: condiciones de la experiencia usada por esos grandes psicólogos no-experimentales. La simple experiencia puede tener valor en tales casos: a) en determinadas materias' solamente (donde entra el sentimiento, o factores afectivos); b) cuandc> se trata de verdades comunmente percibidas, y que son admitidas por todos. en cuanto fundadas en miles de experiencias vulgares: c) cuando una intuición feliz sefiala un hecho, o su causa, presentido por todos, pero no explicitado' d) cuando la observación psicológica se fundamenta en el lenguaje ordinario, que' cumple también las condiciones dichas; e) cuando una verdad se basa en un caso de excepción, que puede incluso fundar una teoría de gran vuelo, y que por naturaleza no es repetible, ni por lo mismo sometible a experimentación; etc. Pe-
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de inducción caracterológica, un segundo tiempo de intui·ción (14); y es que en Psicología sucede lo que en Medicina: que no basta el conocimiento de los sínc tomas por separado para poder diagnosticar. Para constatar un síndrome a través de la multitud de síntomas (muchas veces inespecíficos, tomados por separado) se requiere ojo clínico, que es el equivalente en Medicina de la intuición psicologica; y esto no lo da ni el experimento ni las prescripciones metodológicas, ni norma alguna fija. ¿Puede pasarse en el Rorschach, por ejemplo, de los resultados numericos de formas vistas, color, claroscuro, etc., a la interpretación caractereológica del protocolo eomo un todo, por normas reglamentadas y sin intuición caracterológica? Diríamos que la intuición es el alma de la investigación psicológica, y que en Caractereología una experimentación con metodología impecable, pero sin intuición, "eS un cuerpo sin alma.
Todas estas consideraciones, forzosamente imprecisas por la rapidez y poca matización con que están formuladas, no pretenden en modo alguno sugerir que el P. Perreault incurra en exageraciones tan palmarias como las que hemos señalado; pero creemos que no está en el justo medio, y que ha exigido a nuestro trabajo más de lo debido.
El autor, por ejemplo, para asegurarse de que en la encuesta hecha por nosotros, los sujetos se han percibido rectamente y han eliminado todos los subterfugios del subsconsciente (15), sugiere el uso de algún método proyectivo "capaz de forzar las resistencias, .conscientes o inconscientes, de esos sujetos y descubrir ciertos componentes personales susceptibles de influir sus juicios" (p. 391). Nuestro parecer es que j non erat hic locUSi! Estas técnicas se aplican cuando hay motivos especiales para suponer que en la encuesta habrá resistencias, inhib1cionesy otras formas de defensa del inconsciente, que pueden perturbar la objetividad de la observación analítica de virtudes y defectos, que el sujeto debe solamente decir si reflejan su modo hagiotípico de ser, o no; y no vemos que pueda haber interés especial subconsciente en tergiversar aquí la verdad. Se trata, por otra parte, de sujetos de buena voluntad, como los usados por nosotros, que desean cooperar positivamente a la investigación y ser sinceros. En tales circunstancias nos parece innecesaria la técnica proyectiva. La única precaución que tomamos de este género fué la de recomendar a los sujetos antes de la comprobación que atendiesen expresamente a ser lo más objetivos posibles.
El autor duda también de la capacidad de los religiosos estudiantes de Filosofía para "percibirse de modo suficientemente penetrante y valerse con toda la objetividad deseable para los fines de una investiga·ción científica" (p. 391). En el método usado por nosotros de presentar al sujeto una descripción analíti· ca de las virtudes y defectos, para su conformidad o disconformidad, no vemos que tenga valor la objeción. Si los dedicados a la perfección religiosa, con nivel cultural universitario, no son sujetos aptos para esta prueba (que no supone la distinción teórica de virtudes ~como el trabajo que intentamos previamente al análisis factorial-, sino controlar en la práctica si la descripción analítica de una serie de virtudes y defectos dice, o no, con su modo de ser), no vemos quién puede realizar encuesta alguna científica sobre este, u otro tema. Incluso la edad elegida (seis o siete años de vida· religiosa) la vemos aptísima para este cometido, ya que, por un lado, han podido entrar de lleno en el mundo de lo sobrenatural y percibir matices ascéticos que antes no hubieran sabido captar, y, por otro, no es tiempo suficiente para que la gracia haya influido visiblemente en las manifesta!Ciones temperamentales espontáneas. En esta misma dirección cree el autor que el material elegido por nosotros, es una "población ya notablemente dife· renciada en relación a la media de los fieles de modo que su comportamiento, teóricamente orientado hacia una investigación sistemática de la perfección
ro todo esto ya se ve que es insuficiente, y que requiere una reglamentación metodológica.
(14) Traité rle Caractero·logie. Paris, 1957, p. 34 s. (15) «En effet, nono-bstant sa bonne volonté, un sujet peut n'etre pas capable de
renseigner autrui sur sa propre vie, parce qu'il ne la per<;oit pas assez clairement, victime qu'il est d'un aveuglement inconscient sur certains aspects de sa personna· lité, entrainant une déviation de son auto-perception; ou encore, quelque résistartce plus ou moins consciente l'empechera de communiquer a autrui les résultats de son introspection, qui seront soumis a un pro-cessus subtil de déformatiolll) (p. 390).
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evangélica, corre mucho el riesgo de no repl"eSentar la conducta habitual del pueblo cristiano" '(p. 388). Pero el autor a continuación se da a sí mismo la respuesta correcta, suponiendo que son diferencias de intensidad; y su instancia sobre el sello que un escolasticado imprime en sus educandos, ,carece de fuerza, por lo menos en sujetos de una Orden, que abarca. por su modo de ser activo-contemplativo -<como tantas otraS-----7 los tres grandes sectores de la perfección (16). Creemos sencillamente que en todo esto se trata de exigencias indebidas, que no deben ser atendidas.
3) Hay, en fin, otro capítulo de posible exageración en metodología. Aun tratando de una misma ciencia, no todo género de verdades requiere los mismos requisitos metodológicos. Tratando en una Introducción a la ascética diferencial sólo de la verdad más fundamental en esta ciencia -es decir, que hay distintos modos de enfocar el problema de la santidad-, sobran a nuestro parecer varias de las exigencias metodológicas del autor, que sólo tienen sentido en investigaciones ulteriores.
¿Qué sentido tiene, por ejemplo, exigir el sexo, preparación mental, nacionalidad de los sujetos sometidos a nuestra encuesta? (p. 390). Fuera de que al decir que son jóvenes jesuítas estudiantes de Filosofía, ya están dichos todos estos datos, y otros más, creemos que estos no tienen que ver con el tema de nuestra encuesta. ¿Es que cree de verdad el P. Perreault que un francés cerebrotónico tiene un hagiotipo fundamental diferente de un español cerebrotónico? Quien conozca los términos del problema que planteamos, cree no durará lo más mínimo. ¿Es que un somatotónico inculto, al enfrentarse -con el problema de la
,santidad, no será decidido o magnánimo como el culto? Otra cosa es el tema interesante que Perreault apunta de la posible espiritualidad francesa diferente de la española por tantas razones históricas y ambientales; pero esta es cuestión ulterior y secundaria en Ascética Diferencial, de la que no hemos tratado todavía.
Que varias de las >cuestiones que el autor nos plantea, sean ulteriores, y no tienen nada que ver con la aportación fundamental de nuestro estudio, nos pare. ce claro. ¿Quién puede dudar -por ejemplo- de que se deberían tomar precauciones metodológicas especiales para determinar si en algunos sujetos la conciencia rigurosa del deber ante Dios (rasgo [D-l] de la Deontotonía) «no representa una hipertrofia de un auténtico sentido moral, cuya interiorización progresiva habría sido más o menos impedida?" (P. 394). Estamos de acuerdo en que nuestro cuestionario, o descripción analítica de virtudes y defectos, "no es suficiente para obrar una discriminación satisfactoria entre uno u otro de esos rasgos hagiotípicos y su falsificación neurótica" (ib.); pero la verdad es que no nos habíamos propuesto esta finalidad. Nuestra tarea ha sido mucho más sencilla: preguntar a tipos cerebrotónicos marcados de Sheldon si sentían conciencia rigurosa del deber ante Dios -sea normal o neurótica (eso es cuestión ulterior)- lo cual es mucho más sencillo. Lo mismo se diga de la mortificación corporal del tipo 2.° (rasgo [P-6]), que debe distinguirse cuidadosamente de todo "miedo al cuerpo, o de todo masoquismo larvado" (p. 393); e igualmente de la predisposición a la caridad fraterna (rasgo [A-2]), que no debe tampoco confundirse con la «rendición altruista característica de quien temiendo mucho los impulsos agresivos de su envidia, desarrolla una formación reaccioñal y se hace el servidor obsequioso de la persona misma de qUien desconfía" (ib.).
Los tres capítulos de exageraciones enumerados deben evitarse. En ellos hay peligro de que el medio se constituya en fin, y de que la metodología en vez de convertirse en una ayuda para la investigación, ahogue al investigador con su insoportable carga. Es un hecho que se presta a seria 'consideración, el que, por un lado, la mayor parte de los grandes inventos científicos no se hayan hecho siguiendo rigurosamente las prescripciones menudas de la metodología; y, por otro, que los grandes teóricos de la metodología, no sean los que hayan
(16) Ver nuestra Introducción a la Ascética Diferencial. Madrid, 1960, p. 382-393. otra cosa sería en una Orden de puros contemplativÜ's. Las diferencias de espiritualidad entre las órdenes religiosas afecta a Un problema ulterior y secundario de Ascética Diferencial, no al problema fundamental que hemos planteado en nuestro libro.
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0'frecid0' a la humanidad l0's mej0'res éxit0's de la investigación p0'sitiva. La me· t0'd0'l0'gía es un instrument0' que debe saber utilizarse.
4. Concluyendo.
Recojam0's algunas de las ideas expuestas.
1) El mét0'do pr0'pio de la Ascética Diferencial ~que es ciencia de interferencia- no es exclusivamente el de la Psic0'l0'gía p0'sitiva, ni siquiera el de la Caracter0'l0'gía únicamente, sino también el te0'lógico, según la verdad de que se trate. En 10' que la Ascética Diferencial tiene de c0'mún c0'n la Caracter0'l0'gía, su fuente de invención n0' es sól0' el experiment0', sino también la experiencia (tanto la científica c0'mo la vulgar bien hecha); más aún, p0'r versar su materia S0'bre fenómen0's religi0's0's en l0's que entra el fact0'r s0'brenatural, creem0's que es más la experiencia que el experimentO'. Por 0'tra parte, por ser la Ascética Diferencial una c0'njunción de la Te0'l0'gía Espiritual con la Caracter0'l0'gía ~no precisamente con la Psic0'l0'gía Experimental-, la intuición tiene también h0'Y su puesto junt0' a la experiencia y al experiment0', aunque debe ser precio sado todavía su rect0' uso en met0'd0'l0'gía.
2) Respect0' a nuestr0' trabaj0', rec0'n0'cem0's l0's límites de la Tip0'l0'gía en el campo ascétic0', per0' creem0'S sin 0'ptimism0's excesiv0's que es una p0'der0'sa ayuda para el c0'n0'cimiento pr0'pi0' y para la past0'ral. Entre ign0'rar "la c0'mplejidad de l0's fenómen0's human0's envuelt0's en l0's problemas de 0'rden ascétic0' y past0'ral" (p. 396), Y p0'nderarl0's estérilmente, creem0's que hay un término medio: 0'frecer una ayuda estimable a l0's que dirigen y a l0's dirigid0's, en la difícil tarea de la c0'nducción de almas. N0' p0'dem0's 0'frecer un trabaj0' de miles de cas0's, pues no disp0'nem0's de l0's grup0'S de c0'lab0'ración que este género de estudi0's requieren, pero dentro de nuestras p0'sibilidades creem0's haber 0'frecid0' un trabaj0' de valor científic0', aunque requiera ser c0'ntinuad0' y mej0'rad0'.
3) En cuant0' a la crítica del aut0'r creem0's que s0'n excesivas sus exigencias met0'd0'lógicas en nuestr0' cas0'. Apreciam0's en 10' que valen las prescripci0'nes del mét0'd0' y pr0'curam0's 0'bservarlas, per0' aplicánd0'las raci0'nalmente, pues es p0'sible en ésto excederse, c0'm0' 10' viene a rec0'n0'cer prácticamente el autor, al insinuar esta posibilidad (17). Más en concreto, n0' advierte el autor el númer0' real de casos que ofrecemos, que -aunque limitad0'~ no es despreciable (no s0'n 48, sin0' un0's 200 equivalentemente); no presta atención al control de los hagiotipos que 0'frecem0's; exige requisit0's met0'dológicos (c0'm0' las técnicas pr0'yectivas para encuestas ordinarias), que n0' suelen usarse sin0' en casos en que existan especiales peligr0's de insinC'eridad, o simplemente de m0'tivaci0'nes SUbc0'nscientes, que puedan impedir la 0'bjetividad.
Cierto que hemos sido esquemátic0's en los datos metodológicos ~por la razón antes dicha-, per0' seguimos creyendo haber dad0' suficientes element0'S de jui· cio sobre los pas0's seguid0's en nuestra investigación.
El haber intentado justificar nuestra posición es p0'r creer que la crítica de Perreault podía invalidarla indebidamente y por completo. No obstante, respetam0's 0'tr0's criteri0's metod0'lógic0's más rigurosos que los nuestros en algunas cosas.
ALEJANDRO R0'LDÁN S. J. Facl¿ltad de Filosofía, S. J.
Alcalá de Henares (Madri'd)
(11.) «No queremos exagerar las dificultades de la tarea que se ha impuesto el A .• (p. 392).