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La memoria y el Quijote Aurora Egido * El español melancólico llegó a ser en la época de Cervantes y Shakespeare tan tópico como lo fue el splenetic englishman. Ambos escritores dieron un enfoque moderno a la melancolía, concepto de variada fortuna que desde Platón y Aristóteles navegaba entre su consideración como enfermedad y su estimación como don intelectual privilegiado de creación poética. 1 La doctrina de los cuatro humores y su relación con la obra cervantina ha gozado de cierta atención por parte de la crítica. La imagen de don Quijote melancólico y colérico se adecúa a las teorías de Huarte de San Juan, cuyo Examen de ingenios proporciona numerosos datos para la configuración psíquica del héroe y su carácter híbrido, en consonancia con la figura del sabio-loco que nutriera la leyenda de Tasso y otros melancólicos de fama. 2 De tal mixtura y variabilidad resulta el temperamento de este héroe que alterna su melancolía con accesos coléricos y que al final de su vida cede en su cólera para dar paso cada vez más a la melancolía, según el viejo canon clásico de las edades que marcaba la evolución de la cólera, en la madurez, hacia la melancolía, en la vejez. 3 Pero no es mi propósito volver sobre los sistemas cuaternarios de los humores, los elementos y las edades, sino relacionar cuánto debe la memoria a la melancolía para ver cómo aquélla actúa en la mente del héroe cervantino y en el propio decurso de la obra en cuestión. Cervantes se afilió al carácter positivo neoaristotélico de la melancolía, pero también a la línea ficiniana que homologó a ésta con la visión poética; 4 de ahí el doble interés del humor melancólico, por cuanto afectaba no sólo al comportamiento, sino a las capacidades creativas del individuo. En principio, nos interesa destacar las grandes facultades memorativas de los melancólicos o saturnianos, como Aristóteles declara en De memoria et reminiscentia. 5 Esa memoria generará actos que van de la genialidad a la locura, pues los dos extremos cabían en la tradición de los partícipes de tal humor, aparte el valor positivo que le concedieron los estoicos en relación con el desengaño. Los

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La memoria y el Quijote

La memoria y el QuijoteAurora Egido*El espaol melanclico lleg a ser en la poca de Cervantes y Shakespeare tan tpico como lo fue el splenetic englishman. Ambos escritores dieron un enfoque moderno a la melancola, concepto de variada fortuna que desde Platn y Aristteles navegaba entre su consideracin como enfermedad y su estimacin como don intelectual privilegiado de creacin potica.1 La doctrina de los cuatro humores y su relacin con la obra cervantina ha gozado de cierta atencin por parte de la crtica. La imagen de don Quijote melanclico y colrico se adeca a las teoras de Huarte de San Juan, cuyo Examen de ingenios proporciona numerosos datos para la configuracin psquica del hroe y su carcter hbrido, en consonancia con la figura del sabio-loco que nutriera la leyenda de Tasso y otros melanclicos de fama.2 De tal mixtura y variabilidad resulta el temperamento de este hroe que alterna su melancola con accesos colricos y que al final de su vida cede en su clera para dar paso cada vez ms a la melancola, segn el viejo canon clsico de las edades que marcaba la evolucin de la clera, en la madurez, hacia la melancola, en la vejez.3 Pero no es mi propsito volver sobre los sistemas cuaternarios de los humores, los elementos y las edades, sino relacionar cunto debe la memoria a la melancola para ver cmo aqulla acta en la mente del hroe cervantino y en el propio decurso de la obra en cuestin.

Cervantes se afili al carcter positivo neoaristotlico de la melancola, pero tambin a la lnea ficiniana que homolog a sta con la visin potica;4 de ah el doble inters del humor melanclico, por cuanto afectaba no slo al comportamiento, sino a las capacidades creativas del individuo. En principio, nos interesa destacar las grandes facultades memorativas de los melanclicos o saturnianos, como Aristteles declara en De memoria et reminiscentia.5 Esa memoria generar actos que van de la genialidad a la locura, pues los dos extremos caban en la tradicin de los partcipes de tal humor, aparte el valor positivo que le concedieron los estoicos en relacin con el desengao. Los melanclicos no slo eran memoriosos, sino dados a la penitencia, al amor y al estudio desde la Edad Media. Cervantes, una vez ms, recogi las contradicciones que en torno al tema haban desarrollado con anterioridad telogos, mdicos y filsofos para expresar la doble faz de un humor que, como en don Quijote, produce resultados de variado signo y que haba contado con ilustres precedentes, como el de Santa Teresa, para quien era extremo de enfermedad peligrosa.6 Cervantes, quien declara en el prlogo al Quijote de 1605 su deseo de que la obra moviera a risa al melanclico, pareca seguir el principio aristotlico de similia similibus curantur, al consolar al lector con la traza de un hroe semejante a l.

Pero vayamos por partes. El Quijote se afilia ms a la concepcin mdica y filosfica de la memoria que a la tradicin retrica de la misma, tal y como la tradicin la legara desde Cicern, Quintiliano y la Rhetorica ad Herennium. En ello reside precisamente su modernidad. La memoria, como una de las cinco partes de la retrica tradicional, era lugar comn en la poca de Cervantes. Los ingenios de la mquina mnemotcnica, basada en la usual compaginacin de loci e imagines, produjeron un sinfn de posibilidades combinatorias y favorecieron en la literatura toda clase de espacios alegricos. Pero el autor del Quijote ya haba desdeado tales presupuestos en La Galatea y se haba afiliado a una corriente marginal, iniciada en Espaa por Luis Vives, que prefera considerar la memoria como potencia anmica, agrandando as el corto espacio que se le conceda en la retrica.7 Vives, contra la escolstica tradicional, prefiri considerar a la memoria como facultad necesaria para todas las artes y no como exclusivo patrimonio retrico.8 En otros pases, la retrica se iba inclinando igualmente hacia los terrenos de la elocutio en detrimento de las otras partes. La memoria, como la inventio se discuta desde otros presupuestos.9 La imprenta favoreci, en principio, la irrelevancia retrica de la memoria artificial y la pronunciacin, siendo Erasmo un claro representante de tal tendencia.10 Claro que la memoria sigui, a pesar de todo, siendo fundamental en la oratoria, lo mismo que la imaginacin, y sus secuelas en la creacin literaria fueron desbordantes. sta andaba claramente diferenciada del intelecto, en Huarte y en otros preceptistas como Carvallo, segn ya sealara Ruth El Saffar a propsito de Cervantes.11 De la una dependen las percepciones de los sentidos; del otro, la facultad de recibir y ordenar los datos sensoriales de la imaginativa. Don Quijote se corresponde con los ingenios inventivos que gustan de andar por sendas intrincadas en busca de novedades, sin someterse a la facilidad del camino trillado, como se dice en el Examen de ingenios.12 Las ilimitadas capacidades de la imaginativa de don Quijote fueron a su vez asumidas por Sancho, particularmente en la segunda parte, donde convierte sus mentiras elementales en bien trabadas visiones y encantamientos, producto de una imaginacin creadora que ha sabido asimilar las enseanzas de tan avezado maestro.13En este punto, Sancho opera al principio de forma mimtica, siguiendo el modelo aprendido, aunque tambin, y como contrapartida, ensee a don Quijote nuevas lecciones al respecto.14 Claro que Cervantes, por encima de la imaginativa y la memoria, valoraba como Pinciano la rara invencin15 y, para lograrla, no aplic ni los modelos retricos y poticos ni los tratados fisiolgicos y psicolgicos de su tiempo de forma servil, sino que se aprovech de las distintas funciones que la memoria ofreca con fines narrativos. Para ello, comenz por dotar a su hroe de una inventiva poco comn, sin el control permanente del intelecto a que l mismo sometiera su obra artstica, con las ventajas de una mente ingeniosa. La memoria para los retricos era la retencin en la mente no slo de la materia, sino de las palabras y la ordenacin, de ah que don Quijote refleje en sus actos no slo las hazaas caballerescas, sino los aspectos elocutivos de tales narraciones, imitndolos reiteradamente en su vida prctica, tras un proceso de sntesis y seleccin de los modelos que luego aprender Sancho Panza, sacando as provecho de la memoria ajena.16Cervantes, como Aristteles y Huarte, era consciente, sin embargo, del papel accidental de la memoria, de ah que la considere como parte subsidiaria, no autnoma. Junto a ella, el olvido aparece no slo como una capacidad humana, sino como tcnica constante de creacin literaria, sometiendo el relato a silencios y elipsis. Pues al margen de los tpicos olvidos propios de la tradicin oral, el olvido andaba ntimamente ligado con la locura, como el propio Erasmo haba mostrado irnicamente en las ltimas lneas de su Moria, burlndose de la memoria obligada a los oradores antiguos. Con ello, mostraba la libertad del autor para hacer arte de las omisiones y silencios.17La factura caballeresca de don Quijote, vale decir, la memoria de lo ledo en los libros de caballeras, favoreci adems el olvido de sus obligaciones (I, 76). Perdido el juicio, la memoria libresca se apodera de su fantasa y transforma las invenciones literarias en verdades de peso. Desde tales premisas, avanzar hasta el final de la obra, trastocando los espacios y los tiempos vividos por los ledos, provocando una coetaneidad ficticia en permanente sincrona con la realidad. La imaginativa del hroe opera siempre a partir de la memoria que es continuo pasto de sus invenciones. Memoria e imaginacin trabajan conjuntamente a la hora de recrear las lecturas. De ambas surge su nombre y el de Rocinante, y por fidelidad a sus modelos, inventa todo lo dems, incluidos la amada y el mismo amor.18 Conviene tener en cuenta, sin embargo, el ya mencionado papel secundario de la memoria desde Galeno. Como deca Huarte, sta no hace sino de arca en la que se custodian las cosas, pero es necesaria otra facultad racional que saque las figuras de la memoria y las represente al entendimiento.19 La memoria era una de las cinco potencias del alma, junto con el entendimiento, la imaginativa, la reminiscencia y el sentido comn.20El proceso inicitico del hroe es una constante apelacin a la memoria caballeresca desde los primeros captulos. Memoria mimtica que procura convertir en imitacin fiel lo ledo, aunque la realidad imponga constantes alteraciones a los planes iniciales, lo que equivaldr a una continua reinvencin de cuanto don Quijote almacenaba en los desvanes de la memoria, a travs de un proceso de adaptacin constante. As va viviendo lo que ley tratando de reproducirlo, en la medida de lo posible, hasta en las instancias lingsticas. Desde el principio surge adems la obsesin por la fama y el afn de que sus actos merezcan permanecer en la memoria futura, tal y como l guarda en la suya las hazaas de otros hroes:

Dichosa edad y siglo dichoso aquel adonde saldrn a luz las famosas hazaas mas, dignas de entallarse en bronce, esculpirse en mrmoles y pintarse en tablas para memoria en lo futuro.

(I, 84)As la memoria acta desde el pasado libresco hacia un futuro que tambin se pretende acabe en los libros y en el arte, provocando una ruptura del tiempo y una aspiracin a la eternidad heroica, pues don Quijote trata por todos los medios de que su nombre se instale para siempre en el panten pico.21La memoria andante de don Quijote es tan poderosa que las imgenes que percibe y los lugares por los que transita pasan a identificarse inmediatamente en ella con los lugares e imgenes que guardaba en su mente. De este modo, la realidad se va acomodando a las percepciones pasadas, sin discernimiento temporal alguno. El arte de la memoria artificial produca toda clase de mimetismos, pero siempre como algo que, perteneciendo al pasado, se trasladaba como tal al presente para ser evocado, sin aberracin temporal alguna. Don Quijote, a diferencia de los memoriosos ilustres de su tiempo, acopla a la realidad su recuerdo, identificando los loci e imagines del pasado con las percepciones del momento, representndolos a lo vivo. No se trata, por tanto, de que el proceso de percepcin de la realidad sufra una tergiversacin posterior en la imaginativa, sino que sta acte sobre el presente en una permanente adulteracin de lo percibido, por obra y gracia de la omnipresente memoria y del ejercicio de la fantasa. La memoria hace de filtro constante entre la percepcin sensitiva y la imaginativa, obligndola a representar lo recordado y no aquello que captan los sentidos en el momento presente:

y como a nuestro aventurero todo cuanto pensaba, vea o imaginaba le pareca ser hecho y pasar al modo de lo que haba ledo, luego que vio la venta se le represent que era un castillo con sus cuatro torres y chapiteles de luciente plata, sin faltarle su puente levadiza y honda cava, con todos aquellos adherentes que semejantes castillos se pintan.

(I, 85-86)Don Quijote certifica as cuanto en el captulo II imagina no slo de lo que ve, sino de lo que oye, toca, come y bebe: castillo, msica, truchas, pan, damas y alcaide. Con ello se prueba la fusin aristotlica entre el alma y el cuerpo y el sometimiento de los sentidos a una vida superior intelectiva y libre.22 La falta de juicio queda suplida por la memoria gloriosa que imita a cada instante. Y la gracia estriba en que quienes le rodean al armarse caballero slo ven lo que tienen delante y no lo que bulle en la mente del protagonista (I, 91). Claro que el ventero suplir como puede su falta de lecturas, entrando tambin en el ceremonial jocoso.23Don Quijote, no obstante, sabe dar seales de memoria prctica de lo inmediato. A su recuerdo acuden los consejos del ventero respecto a las prevenciones para el diario vivir. Ya en el captulo IV se ve un cruce interesante entre memoria y experiencia que ir aumentando paulatinamente. Pues si aqulla le impuls a salir, sta le devuelve a casa para proveerse de lo necesario. Pero en punto a asuntos caballerescos, su mente acta de forma mimtica frente a los lugares e imgenes que contempla, actuando por analoga, aunque sta sea totalmente forzada. As en la encrucijada del camino ve inmediatamente aquellas otras en las que se vieron los caballeros andantes. Su memoria es selectiva, y de cuanto lleva ledo, elige lo que ms a molde le cuadra, segn la ocasin y el caso (I, 103). El hecho de que sea su carcter un hbrido de melancola y clera hace ms lgicas las variaciones de su mente, pues el entendimiento es ms propio de aquellos en quienes domina la melancola y no la clera. sta, en cambio, presta ms alas al ingenio y a la prudencia del individuo.24La memoria de los libros es adems remedio ordinario en el que se refugia y del que trae, por ejemplo, la aventura de Valdovinos. Pero esa memoria, como cosa del diablo, queda reemplazada inmediatamente por otra, la de Abindarrez, pues la memoria ocupa lugar y unos recuerdos desplazan a otros (I, 105-108). La presencia de Satans en relacin con los libros de caballeras es mentada posteriormente por el ama y la sobrina como razn para su expurgacin y quema. Ah, sin embargo, en el expolio de la biblioteca, queda de manifiesto lo imperecedero de la obra escrita que perdurar, a pesar de su desaparicin material, en la memoria viva de don Quijote, convertido en el mejor de los archivos caballerescos. l, como los buenos autores, no sigue a ningn modelo en particular, sino que selecciona, segn la ocasin y el lugar, tratando adems de emularlos en un ejemplar ejercicio de imitacin compuesta. A este propsito, se asemeja al narrador (o narradores) que omite y calla, selecciona y no cuenta, por ejemplo, los quince das que el hroe pas en su casa sosegadamente.

Los auxilios de la memoria no siempre juegan a favor de las circunstancias, como ocurre cuando no ve en sus recuerdos caballerescos escudero alguno que llevase su asno a la aventura (I, 126). De tales desajustes surge precisamente lo ms sabroso del relato. Paso a paso el mundo libresco, sin embargo, no le har olvidarse de cumplir con sus necesidades vitales, como comer o apercibirse de cuanto le aconsej el ventero en punto a provisiones junto a Sancho. El mvil de la salida de ste vendr, a su vez, marcado en el futuro por el recuerdo omnipresente de la prometida nsula (I, 127) y con tales esperanzas saldr el nuevo escudero a lo desconocido.

La de los molinos es una clara confirmacin de cmo las imgenes de la memoria se superponen de tal modo a la realidad que ciegan la percepcin en la imaginativa de los sentidos de don Quijote. Hasta pierde el sentido de la perspectiva y ni siquiera llega a verlos (I, 129). Parecen cumplirse as las palabras de Sabuco de Nantes cuando dice que la imaginacin es como un espejo, que todas las figuras que vienen essas recibe y muestra, confundindose en la mente la imaginacin con la misma verdad.25 Ya Aristteles haba sealado que los contenidos sensoriales de la conciencia perduran o se reproducen en la imaginacin o en la memoria.26 El sentido comn debe ser capaz de distinguir entre las imgenes nuevas y las que estn ya impresas en la memoria por anteriores experiencias; y ah es donde reside el problema de don Quijote, que carece de esa facultad sensitiva comn y adems no es capaz de discriminar el tiempo, identificando, como apuntamos, el pasado de sus lecturas con las percepciones presentes, pues la memoria tiene como objeto el pasado y don Quijote la proyecta hacia el futuro o la actualiza sin apenas fisuras.27La memoria no siempre es simultnea a la aventura, puede ser tambin preparacin previa a la misma, como ocurre con el recuerdo de Diego Prez de Vargas (I, 130-131). Su programa caballeresco le va marcando la pauta de sus acciones. Y as no duerme por acomodarse a lo que haba ledo (I, 132) y alimentndose del recuerdo, dio en sustentarse de sabrosas memorias. Sancho, por su lado, ir aleccionndose con la memoria caballeresca de su amo actuando en consonancia. El determinismo de la mente de don Quijote se impone sobre la realidad y la transforma.28 Hay adems constantes referencias a la memoria escrita de los pasos del hroe que guardarn los archivos. Con ella se nutre la atencin del lector, o se le distrae, como ocurre con la aventura del vizcano. La memoria caballeresca no pretende sino resolverse en una lucha permanente contra el tiempo. Pues don Quijote es consciente de que ste es devorador y consumidor de todas las cosas (I, 140) y oculta las hazaas. De ah su obsesin permanente por la fama. El narrador, por su parte, tras la aventura del vizcano, informar al lector de la inmediatez y modernidad de la historia de don Quijote, aventurando que ya que no estuviese escrita, estara en la memoria de la gente de su aldea y de las a ella circunvecinas (ib.). Surge as la doble memoria, oral y escrita, de las hazaas del hroe en sucesin ordenada, que acompasa el transcurrir de la historia. El propio narrador pone en marcha los oportunos trmites para informarse de su vida y milagros, haciendo as paralela su fama a la del protagonista:

Digo, pues, que por estos y otros muchos respectos es digno nuestro gallardo Quijote de continuas y memorables alabanzas, y aun a m no se me deben negar, por el trabajo y diligencia que puse en buscar el fin desta agradable historia.

(I, 141)El descubrimiento del cartapacio de Cide Hamete se convierte en hazaa del narrador que corre parejas con las que el hroe lleva a cabo para acrecentar su fama. Cervantes no slo se preocupa de insertar numerosas voces en el marco narrativo,29 sino de declarar su traslado a la escritura. Memoria fiel y fija que va ms all de las evidencias efmeras de la memoria oral que tie toda la obra.

Don Quijote, como los maestros de la memoria artificial, es capaz de sacar un discurso partiendo de una palabra. El de la edad dorada viene as por las bellotas de los cabreros (I, 155). Vale decir, a partir de tal evocacin, surge la memoria asociativa. El sistema se repite varias veces. La obra ofrece adems las marcas de la novela pastoril en este punto, mostrando las grandes facultades mnemotcnicas de los pastores enamorados para recitar o cantar de coro, como hace Antonio en ese pasaje. Tambin ante los cabreros ignorantes don Quijote preguntar si han ledo del rey Arts y de los Caballeros de la Tabla Redonda (I, 167), ocasin para ilustrarles sobre un mundo que desconocen y en el que l se repite, recordando de nuevo a Lanzarote o nombrando la autoridad de los caballeros que aquilatarn la suya propia. Aqu se plantea adems algo que slo en ocasiones se trata. Me refiero a la cultura libresca del hroe que se enfrenta as con ventaja a personas iletradas e ignorantes que, como el propio Sancho, le escuchan y cuyo territorio pertenece nicamente al de la cultura oral. Cuando as no ocurre, el planteamiento se ofrece desde una posicin de igualdad propicia al debate, a la contradiccin (I, 170-171) y, en definitiva, al desvelamiento de la verdad.

Don Quijote permanece fiel a muchas leyes de la retrica y as, en el linaje de Dulcinea, ensarta una serie de personajes de fama para acabar con el de Toboso de la Mancha. Tcnica pardica, la del linaje heterclito, de tan larga fortuna en el Siglo de Oro: No es de los antiguos Curcios, Gayos y Cipiones romanos, ni de los modernos Colonas y Ursinos, etc. (I, 172). La poliantea se pone as al servicio de la invencin jocosa.

El peso de la memoria literaria, unido a la fama amorosa, se plasma tambin en Grisstomo, en su vida ejemplar y en unos escritos que deberan salvarse de la quema como lo fuera La Eneida. Don Quijote se halla entre iguales al lado del culto cabrero Ambrosio, tambin atado a la fama clsica. De hecho, la tumba de Grisstomo se alza como memoria perpetua de amador perfecto (I, 185), al igual que aquellas que cubrieron el Valle de los Cipreses en La Galatea. El monumento como memoria tiene aqu un ejemplo ms de entre los muchos que Cervantes cultivara en sus obras.

Paso a paso don Quijote se convierte en historia para ser narrada (I, 186). A medida que avanza el relato, su memoria es suplantada por la memoria ajena, como ocurre con los pastores, o con la vida misma que l va descubriendo y que se hace experiencia. Parte de la memoria para ser memoria y es un archivo permanente de historias susceptibles de ser contadas (I, 192) o tomadas como ejemplo para la ocasin. La ignorancia de Sancho, en el polo opuesto, servir de contraste permanente a tal exhibicin. Adems don Quijote es consciente de los lmites de la memoria humana, de su carcter efmero:

Con todo eso, te hago saber, hermano Panza replic don Quijote, que no hay memoria a quien el tiempo no acabe, ni dolor que muerte no le consuma.

(I, 193)Ser el episodio de Sierra Morena el ejemplo ms rico de la primera parte respecto a cmo opera la mquina mnemotcnica, pues va a ser el nombre de Amads, hecho Beltenebros en la Pea Pobre, vale decir, su recuerdo, el que desate la imaginacin de don Quijote para tal aventura (I, 194 y cap. XVIII). Pero antes hay otras pruebas del mtodo. El silencio y la quietud de la venta le harn imaginar que es un famoso castillo. El narrador dibuja con luminosa claridad el momento: la maravillosa quietud, el recuerdo de los libros de caballeras, todo le trae a la imaginacin una extraa locura con la que forja su nueva quimera, aunque l la tenga por firme y valedera (I, 200). El desajuste temporal salta una vez ms a la vista, pues no discierne bien que el recuerdo pertenece al pasado y adems no es consciente de cuanto ello supone. En este sentido, se ofrece un claro acoplamiento a la psicologa de Aristteles, quien ya hablaba de Antifern de Oreo y otros alienados que trataban de las imgenes recordadas como si tuviesen lugar en el presente.30 Para el estagirita, la memoria perteneca a la facultad sensitiva primaria con la que percibimos el tiempo, y ste, en la visin caballeresca de don Quijote, haba sido abolido y mitificado, como sabemos, viviendo en perpetua anacrona.

El episodio de Maritornes muestra bien a las claras que el sentido interior de la memoria libresca impide a don Quijote percibir lo que captan los sentidos exteriores y ni oye, ni huele ni toca, ni ve lo que hay, sino lo que imagina. La memoria proporciona los referentes y la imaginacin acta more platonico, desvindose las percepciones sensoriales por la pictura creada en la imaginativa:

y, finalmente, l la pint en su imaginacin de la misma traza y modo que lo haba ledo en sus libros de la otra princesa.

(I, 201)La oscuridad del antro hace ms verosmil, si cabe, el proceso de usurpacin que adems Sancho traduce inmediatamente a encantamiento, sirvindose del recuerdo de otras experiencias anteriores. Don Quijote hace uso frecuente de las tcnicas de la memoria artificial, tan al uso en su tiempo, no slo desde el silencio en el que imagina, sino desde los trminos que emplea, como cuando dice al ventero: Recorred vuestra memoria (I, 209), clara alusin a los espacios mnemotcnicos de los loci. El final de la aventura mostrar, sin embargo, el reverso del engao a los ojos, y don Quijote confesar su error al ventero: pues es ans que no es castillo sino venta (I, 210), mostrando rasgos de lucidez que rompen su vivida fantasa.

El episodio de las dos manadas se dibuja desde idnticos presupuestos. Viendo su imaginacin lo que no vea ni haba (I, 217), convierte la realidad en otro trasunto caballeresco. Pero aqu no slo hay error de los sentidos, sino todo un alarde de invencin al crear don Quijote los caballeros, sus nombres, sus armas y sus divisas, en una amplia localizacin geogrfica. Alarde erudito que deja colgado de sus palabras a Sancho, como en el mito de las cadenillas de Hrcules. Aqu la memoria se hace tambin creacin elocutiva y luego accin, pues don Quijote no slo llega a ver, sino a sentir los relinchos, los clarines y los atambores de su magn. En el pasado de sus lecturas (como le ocurre a Sancho con el recuerdo del refranero) siempre encuentra explicacin para todo (I, 223). Don Quijote es un consumado maestro en la composicin de lugar y en la representacin a lo vivo, tan caras a la escuela jesutica y a Baltasar Gracin, por no hablar de Caldern.

Sancho se convierte paso a paso en la memoria interesada de su amo, recordndole promesas y juramentos que el otro, aparentemente, olvida (I, cap. XIX). La memoria de los libros o de su mencin se va entretejiendo en ambos con la de la experiencia y esas dos zonas del pasado alteran los hechos cotidianos y las expectativas futuras de uno y otro. Don Quijote, pese a todo, no ceja y as, ante la litera, ver unas andas y atacar una vez ms con su acostumbrada clera. Sancho crece tambin en inventiva y a partir de los datos propiciados por su amo, lo bautizar de Caballero de la Triste Figura. Don Quijote, asombrado por el hallazgo, lo entender como algo impropio del escudero y se lo atribuir al sabio que escribi su historia (I, 232). Por otro lado, la memoria no se hace slo de entes de ficcin, sino de seres histricos, pero unos y otros andan en la mente de don Quijote ubicados en la misma zona indeterminada de los mitos, sin aparentes distingos, como ocurre con el Cid, cuya memoria romanceril, vale decir, oral, traer a colacin don Quijote (I, 233).31La memoria de Sancho se hace cada vez ms interesada, como es sabido, con la esperanza de la nsula (I, 236), pero mientras llega o no, l es vivo reflejo del sustrato folklrico de que se nutre; y no slo en materia refraneril, sino con cuentos folklricos, como el de las cabras (cap. XX), basado adems en las tcnicas orales del olvido (I, 241). El refranero, en escala diferente, tambin es patrimonio de don Quijote. ste cada vez se contamina ms de ese bagaje que le aparta del mbito de los libros y le sume en la vox populi. La sabidura proverbial de la que tambin hace gala el licenciado Vidriera tiene desde luego sus puntos de ligazn con la locura que remite a la tradicin bufonesca.32 El refrn, como el adagio o las dems frmulas paremiolgicas, serva para amueblar la memoria, segn ya mostrara Erasmo.33 Y otro tanto puede decirse de los cuentecillos insertados. stos no se reproducen al modo de las miscelneas, sino que surgen de forma natural en el dilogo de los protagonistas, como indicara Maxime Chevalier.34 En ambos casos, se confirma, una vez ms, la ruptura mimtica y la incorporacin de cuantos materiales se acarrean al propio acontecer novelesco.

El error de los sentidos en don Quijote es, desde luego, transitorio baste recordar su agudo odo y mejor olfato en el captulo XX pero vuelve constantemente (I, 250) y se convierte en acicate de su inmensa facultad fabuladora, como cuando traza ante Sancho la aventura posible del caballero andante (I, 255-257) sobre una utopa futura. El valor de la imaginacin es evidentemente superior al de la memoria, aunque sta es la estofa con la que aqulla trabaja. Y otro tanto ocurre con la imaginada historia que al lector se le ofrece. La oposicin de la historia fingida a la verdadera la encarna, frente al Lazarillo de Tormes, Ginesillo de Pasamonte. Pero la fusin de los dos niveles en la mente de don Quijote es, segn dijimos, moneda corriente. La memoria, no obstante, tiene tambin sus poderes fcticos y se representa persuadiendo y forzando, como ocurre al final del discurso que dirige don Quijote a los galeotes (I, 269).

Sabuco de Nantes declaraba en su Nueva filosofa de la naturaleza del hombre (1587) que la soledad hace al contrario que la buena conversacin, fomentando la melancola. Es mala a los tristes y melanclicos y les acarrea ms dao que a los otros.35 Motivacin que casa perfectamente con el episodio de Sierra Morena. ste, segn dijimos, se ofrece como perfecto ejercicio de mnemotecnia. El lugar buscado y apartado resucita en don Quijote los recuerdos, segn el usual mtodo de los lugares e imgenes de la retrica, pero transportndolo a otro mundo que le enajena:

As como don Quijote entr por aquellas montaas, se le alegr el corazn parecindole aquellos lugares acomodados para las aventuras que buscaba. Reducansele a la memoria los maravillosos acaecimientos que en semejantes soledades y asperezas haban sucedido a caballeros andantes. Iba pensando en estas cosas, tan embebecido y transportado en ellas que de ninguna otra se acordaba.

(I, 275-276)La presencia en tal episodio del librillo de memoria lleno de material potico ofrece adems el testimonio del cartapacio escrito dentro del libro del Quijote; lo mismo que la historia del Roto de la Mala Figura corre en paralelo con la del propio Caballero de la Triste Figura. Las memorias del Roto y de don Quijote se cruzan en un punto. El recuento de las unas ensarta experiencias de las otras. All se confirma una vez ms, como en el caso de Gins, hasta qu punto la memoria es autobiografa y procede contarla ab initio: Mi nombre es Cardenio; mi patria, una ciudad de las mejores desde Andaluca; mi linaje, noble; mis padres, ricos (I, 287). En ese discurso no falta, claro est, la memoria amorosa. Precisamente este triste de amores coincide con don Quijote en la evocacin de Amads, palabra tras la cual discurre a su vez, por no poder callar en cuanto oye mentar cosas de caballeras. Dos locos de amores cruzan sus memorias literarias y su furia. Poetas ambos de su propia historia de enamorados furiosos y perdidos en la soledad de los montes, como marcaban los cnones.36Don Quijote busca de nuevo la fama y sigue para ello lo esencial en la mmesis potica o artstica en general: la imitacin. La mencin de los modelos de virtud (Ulises y Eneas) con que adorna su discurso (I, 299) no le hacen olvidar, sin embargo, su modelo por excelencia, Amads de Gaula. Y en tan acomodados lugares no tiene ms remedio que aprovechar la ocasin. Pero su mente trabaja como la de quien elige poticamente un caso de imitacin compuesta. Y as la eleccin de Amads no le privar del recuerdo de las locuras de Orlando que estime ms convenientes. Don Quijote ofrece as la historia de una imitacin que se torna en invencin como la propia creacin literaria.37 El lugar ad hoc motiva sus resortes mnemotcnicos sobre las reglas de caballera (I, 305) y ser fiel a Amads hasta en no estampar su firma en la carta que escribe en el cartapacio de Cardenio (I, 306).

Curiosamente tamaa fidelidad literaria no empeora su juicio en otros puntos: Dulcinea no sabe leer ni escribir y en doce aos que la ha querido no la ha visto ms que cuatro das. Los elevados fines de su soledad y apartamiento chocan con la prosaica certidumbre del para lo que yo lo quiero (I, 309). A esta alturas don Quijote confirma bien a las claras que la literatura es fingimiento e invencin, pero que engaa slo al que lo desea. Si Filis y Amarilis traen los poetas por dar sujeto a sus versos y porque los tengan por enamorados, a l le bastar pensar y creer que la buena de Aldonza Lorenzo es [] la ms alta princesa del mundo (ib.). La invencin del amor y de la amada encuentra aqu su evidencia en el enamorado platnico que la dibuja en su alma siguiendo su gusto:

yo imagino que todo lo que digo es as, sin que sobre ni falte nada y pntola en mi imaginacin como la deseo. (Ib.)

Don Quijote elige adems el modelo de carcter que mejor le viene, prefiriendo a los colricos furores de Orlando la melancola de Amads. Imitar, como saba Erasmo, es elegir.38 Don Quijote, que participa de ambos humores, se aviene mejor a las melanclicas locuras de Amads que no perdi el juicio (I, 315). Se nos ofrecen as, en su anchura, los pasos del proceso creador: la soledad, la eleccin de los modelos y la invencin, para luego proceder a su disposicin y discurso, con la subsiguiente representacin a lo vivo. Con salvas a Amads, don Quijote proceder a obrar segn su dictado: Ea, pues, manos a la obra: venid a mi memoria cosas de Amads y enseadme por dnde tengo de comenzar a imitaros (I, 316). La memoria le dictar los planes y el modo de llevarlos a trmino. Pero don Quijote no se parar ah, claro est, sino que avanzar con su imaginativa para adaptar los modelos a las circunstancias y encontrar as aventuras nuevas. Los erasmistas eran en este punto contrarios a la imitacin ciceroniana y procuraban huir de la copia mimtica y de la identificacin servil.39 Lo curioso es que tambin el cura y el barbero fingirn segn sus modelos, teatralizndolos con su invencin a la hora de disfrazarse.

La memoria juguetona de Sancho correr por otros derroteros, con sus olvidos y trampas o sembrando el camino de retamas para hallar la vuelta de la Sierra (I, 313), como en los relatos folklricos. Al final olvidar el libro de memoria y tendr que rascarse la cabeza para tratar de recordar lo que all haba o de suplantarlo a su manera (I, 320).40 En ausencia de texto escrito, la memoria vacila y en su repeticin transformadora da en una retahla de disparates. Claro que Sancho tom muy bien de memoria cuanto le dijeron el cura y el barbero y la burla mnemotcnica de las ramillas dispersas surte el efecto deseado, segn parece. La franja de la memoria oral ocupa singularmente todas las acciones del escudero.

El memorioso Cardenio cumple con las condiciones del enamorado, repitiendo de coro cartas, sonetos y ovillejos, en la mejor tradicin pastoril. La memoria de Lucinda es la que le tiene en tal estado. En su caso, como en el de don Quijote, los estragos del amor hereos vienen causados por la memoria omnipresente de la amada. El mero nombre de sta desata su lgrimas y lo sume en un estado de profunda enajenacin y melancola (I, 352). Dorotea, en cambio, es el juego de la representacin de una melancola fingida que don Quijote desea desterrar (I, 362). As se da, junto al verdadero amor, su traza. Cardenio se disfrazar gracias al cura y todos inventarn nuevos lances. La vida se ofrece una vez ms como invencin y como representacin. Dorotea fingir su autobiografa, vale decir, falsificar sus recuerdos. De ah los fallos que esa lastimada memoria (I, 370) presenta en su relato. Tal invencin tiene tambin su base en la novela caballeresca, en justo paralelo con la de don Quijote. Por otra parte, la memoria ingresa en el juego cmico gracias a Sancho y a sus accesos y recesos memorsticos (I, 378), en connivencia con el lector implcito que sabe de su doble juego. Sancho recuerda falsamente, vale decir, falsifica su recuerdo cuando le interesa. Y don Quijote muestra ante el juego y la mentira un juicio clarividente (I, cap. XXXI), ya que ste slo se tambalea como no le toquen en sus caballeras (I, 378).

Conforme los personajes se muestren ms avezados en la lectura de libros caballerescos, ser mayor la capacidad de compartir las ventajas de una memoria comn y el dilogo partir de un mismo plano. En la venta (I, cap. XXXII), todos, desde el gran sabedor que es el cura al mismsimo ventero, mostrarn sus conocimientos al respecto. La maleta con la Novela del curioso impertinente se repite como archivo paralelo al del libro de memorias de Sierra Morena. Tambin en sta se trasladan versos de variado metro y un abecedario del enamorado. Ah la letra sustituye como memoria fija a la oralidad potica de otros momentos de la obra. Y en cierto modo a la memoria viva que es novela, en sentido moderno, razn por la que huir de tales extremos Cervantes en su segunda parte.

El autor, que conoca a Cicern, a Macrobio y a Luciano, refleja la relacin de la memoria con el sueo ya en esta primera parte. Los mdicos recomendaban, como hace Blas lvarez Miraval en su Tratado de la firme memoria y de el bueno y claro entendimiento, evitar las largas vigilias y los prolongados sueos, porque ofenden a la memoria.41 Tambin sta sufra segn ellos con los excesos de la lectura,42 aunque en el memorioso don Quijote los efectos fuesen contrarios. El material de los sueos tambin se fabrica de memorias diversas y as don Quijote soar estar en el reino de Micomicn con todas sus consecuencias. Captulo ste, el XXXV, en el que a don Quijote, colrico y melanclico, se le reconoce adems y se le admira por su flema, tras la aventura de los odres de vino, pues Cervantes no tena una idea limitada de los humores, y los mezcla y destaca segn conviene.

El uso de los sentidos en la captacin memorstica aparece claramente expresado en el modo con el que Luscinda reconoce a Cardenio (I, 452). Cervantes va trazando as una red sutilsima entre los aspectos psicolgicos y fisiolgicos de la persona, sin olvidar los que ataen a la elocucin retrica. La memoria desata relatos y ordena discursos, como el de las armas y las letras de don Quijote o la detallada historia del cautivo. La memoria de los hroes-narradores se ofrece, de este modo, en paralelo con la de los narradores principales del Quijote. sta opera constantemente con la perfeccin acostumbrada. Pero de nada servira la ms pasmosa reminiscencia sin el alio del buen contar. La historia del cautivo maravilla precisamente por el modo con el que se detalla. Cervantes insiste en el mtodo de la memoria desatada por un nombre que genera toda una historia, segn vemos ocurre en el captulo XLII. El poeta todo lo saca de su cabeza (I, 524), almacn permanente de canciones y romances que sustentan los personajes de la obra.

La melancola no slo tiene su lado sublime en la mente de don Quijote, sino en la de Rocinante, cuando en la escena en la que aqul se queda atado a la ventana, da en los recuerdos acostumbrados de Amads o de Urganda. No en vano Aristteles haba concedido a los animales facultad memorativa. El rocn, sin embargo, abandona su estar melanclico y triste con las orejas cadas al olor de una de las caballeras cercanas y deja colgado doblemente a su amo en su papel de triste (I, 531). Captulos ms adelante Sancho sabr tambin contemplar a Rocinante encantado, melanclico y triste como su amo (I, 579).

Desde la creacin del baciyelmo a la recreacin de la escena de Orlando furioso en el captulo XLV, es fcil percibir hasta qu punto la invencin trabaja sobre la memoria de los modelos lxicos o literarios, en consonancia con los casos de motivacin etimolgica de Huarte y del Brocense.43 Sin la memoria y sin la imitacin, esencia de toda poesa, no tendran sentido ni los juegos de Dorotea-Micomicona ni la farsa que representan ante el hroe. Todos los personajes de la venta se convierten en inventores y en actores que tienen de espectador a don Quijote, alterando an ms si cabe con tal mquina la continua y desvariada imaginacin de ste (I, cap. XLVII).

Claro que a veces la vida supera a la literatura y en este caso la invencin no casa con ninguno de los modelos recordados. O as lo siente don Quijote cuando se ve enjaulado en un carro tirado por bueyes. Ah es donde se percibe su fidelidad a los modelos y la transgresin hecha de tales principios tericos por quienes lo llevan enjaulado (I, 559). Pues don Quijote aspira a la grandeza tal como l la siente, no a la vulgaridad, tal y como se la ofrecen los otros: porque siempre los suelen llevar por los aires, con extraa ligereza, encerrados en alguna parda y escura nube, o en algn carro de fuego, o ya sobre algn hipogrifo o otra bestia semejante (I, 559). Al despedirse de los habitantes de la venta-castillo, don Quijote se siente famoso a despecho de toda envidia, como ejemplo y dechado de caballeros andantes (I, 563-564). l se construye as su propia fama y adems la difunde. El cura le seguir el juego aludiendo a los bronces duros y eternos mrmoles que guardarn la memoria de sus hazaas, a vueltas de nuevo con los variados ejercicios de ckphrasis que la obra implica. Como al final de La Galatea o como ms tarde en el Persiles, el libro guarda dentro de s la voluntad de fama creada por sus propios personajes.

Don Quijote, con su memoria de oficinas y polianteas, ensarta las consabidas series eruditas. Tratndose de encantadores, hablar de magos de Persia, bracmanes de la India y ginosofistas de la Etiopia (ib.). El recurso de los loci asalta a cada paso y el cannigo sabr usar de ellos al discutir sobre la mentira y liviandad de los libros de caballeras para sacar a colacin la serie verdadera de los hroes histricos, ordenados topogrficamente, como los cnones mnemotcnicos mandaban:

Un Viriato tuvo Lusitania; un Csar, Roma; un Anbal, Cartago; un Alejandro, Grecia; un conde Fernn Gonzlez, Castilla; un Cid, Valencia; un Gonzalo Fernndez, Andaluca; un Diego Garca de Paredes, Extremadura; un Garci Prez de Vargas, Jerez; un Garcilaso, Toledo; un don Manuel de Len, Sevilla.

(I, 581-582)A ello responde don Quijote con la serie erudita desde Hctor y Aquiles a los hroes de la materia artrica o a Suero de Quiones (I, 585). No lo pudiera hacer mejor Ravisio Textor. Pero no nos engaemos porque, como con el Primo de la Cueva de Montesinos, Cervantes muestra la caducidad de la catena scientiarum y de los loci communes que poblaban de sintagmae y digesta sapientiae los saberes de aquel tiempo. En ese sentido, el Quijote los presenta tan caducos como los propios libros de caballeras, apuntando a una edad moderna que lentamente se ira desprendiendo de los conocimientos enciclopdicos.44 Del dilogo entre el cannigo y don Quijote no slo surge la reinvencin por parte de ste del arquetipo argumental y estilstico de los libros de caballera, sino, por boca del cannigo, que los tales libros destierran la melancola que tuviere (I, 589), vale decir, sirven para lo mismo que el propio libro que el lector tiene en sus manos, segn el autor dej expresado en el prlogo. La imaginacin deturpa la memoria, la trastoca o la vela. As le ocurre a don Quijote, no queriendo reconocer a los disciplinantes. La colaboracin entre ambas se hace aqu oposicin, en favor, claro, de la imaginativa (I, 601).

De vuelta a casa, Sancho hablar en los trminos propios del discurso de su seor. La memoria de la experiencia lo ha hecho diferente. Y es ah, al final de la primera parte, donde hace una sntesis mnemotcnica de todas las pasadas aventuras, til tambin para el recuerdo de los lectores del libro:

Selo yo de experiencia, porque de algunas he salido manteado, y de otras molido; pero con todo eso, es linda cosa esperar los sucesos atravesando montes, escudriando selvas, pisando peas, visitando castillos, alojando en ventas a toda discrecin, sin pagar ofrecido sea el diablo el maraved.

(I, 607)Cervantes, sin embargo, no se recrea aqu en resmenes propios de la memoria artificial como los que l mismo utilizar en el Persiles para ayuda de los lectores, sino en series alusivas, como la presente, que por su configuracin no parecen ndices retricos del libro, sino memoria natural del personaje que los recrea. Es curioso, sin embargo, que corra a cargo de Sancho tambin la otra serie memorativa que puede servir de repaso al lector del Quijote a la altura del captulo XIII, cuando ste

dio por bien empleados los vuelos de la manta, el vomitar del brebaje, las bendiciones de las estacas, las puadas del arriero, la falta de las alforjas, el robo del gabn y toda la hambre, sed y cansancio que haba pasado en servicio de su buen seor

(I, 279)Quedan as recordadas las acciones al modo novelstico, sin el mimetismo de los tratados de la memoria artificial tradicionales.

Cervantes, en fin, cierra la primera parte con la caja de plomo convertida en cartapacio potico que guarda los epitafios de los acadmicos de Argamasilla, muestra de la memoria perenne alcanzada por su protagonista y en busca de la cual sali a la aventura. La riqueza y variedad de la memoria en el libro de 1605 es inmensa. Sin dejar de tener sus ribetes retricos, se constituye como algo vivo, capaz de ser transformado y sufrir mutaciones gracias a la imaginativa y a la experiencia, quedando as supeditada la memoria artificial a la configuracin de los personajes y a la accin. La memoria es efmera y mudable, aunque aspira a perpetuarse por la fama. Vive en la mente y tambin en los libros que la trasladan y en las voces que la pregonan. Es acicate del discurso y, en definitiva, materia de la que la invencin se nutre, como almacn de sabidura. De ah que la historia sacada de los archivos, vale decir de la memoria, sea digna de perpetuarse por propiciar tanta invencin y pasatiempo (I, 608). Pero todo eso pertenece ya al pacto entre el autor y los lectores.

En la segunda parte, Cervantes obrar milagros respecto a la primera, porque la memoria de las cosas pasadas en aqulla no slo actuar en la mente de don Quijote, sino en la de cuantos le rodean (II, 17-18). Sin olvidar, desde luego, la memoria de los lectores. El primer captulo representa la negacin del recuerdo como traca administrada contra la locura del hroe,45 aunque todo es intil, porque la memoria se aviva con fuerza en la mente de don Quijote que la falsifica y la recrea, aspirando adems a nuevas aventuras dignas de pasar de nuevo a los bronces de la fama. Al desdear la clera en demasa de Reinaldos, parece asumir cada vez ms el estado melanclico-memorioso. Paso a paso, el recuerdo de los exempla que alimentan su mente le incita a la salida, y la constatacin de que anda su historia impresa ofrece nuevas perspectivas al relato.46 Si la fama no es pstuma, sino que anda al comps de la vida del protagonista, ste se siente adems preocupado por los hechos que de l se narran. Del lector de esta parte se asume adems que ha ledo la primera y se le da, por boca del bachiller, una leve sntesis o ndice de las aventuras contenidas en aqulla para as recordarla en pocas lneas.47 Sancho y el bachiller ayudan al recuento, que ya no es slo de libros de caballeras, sino de aventuras vividas. La historia est en manos de todos y es fruto de un gran juicio y un maduro entendimiento (II, 43), aunque algunos han puesto fama y dolo a la memoria del autor (II, 44) por el olvido del rucio. De este modo, hasta esa falla se convierte en sutil materia artstica y es la memoria de Sancho la que justifica el robo en cuestin, achacndola a engao del historiador o a descuido del impresor (II, 46). Como dice Carrasco, Sancho ya no habla como quien es, sino como un catedrtico (II, 50) educado en la escuela de su amo. Aunque su memoria acta en consonancia con su cultura oral, plagada de refranes y sentencias como la oda a un predicador en Cuaresma,

el cual, si mal no me acuerdo, dijo que todas las cosas presentes que los ojos estn mirando se presentan, estn y asisten en nuestra memoria mucho mejor y con ms vehemencia que las cosas pasadas.

(II, 57)La teora de la memoria de Sancho que, como se dice, parece corresponder a un captulo apcrifo, le da adems un matiz tico, al criticar el engao de los sentidos y la falsa moral de las apariencias. Como seala Fothergill-Payne, no slo la memoria y la voluntad andan descaminadas en nuestro hroe, sino que los sentidos se muestran impotentes y confusos ante las disfunciones de aqullos. La percepcin auditiva es, desde luego, ms precisa, como la tradicin peda, que el permanente error de la vista. Ello conlleva la identificacin del encanto con el engao y del desencanto con el desengao.48 La memoria haca posible ver y or lo que no estaba presente, e incluso lo nunca visto ni odo.49Los linajes y la caterva de los antiguos virtuosos (II, 62-63), todo el pasado se aglomera como historia imitable que incita a don Quijote a ir camino de la inmortalidad. Es esa memoria de los pensamientos caballerescos la que tira de sus sentidos y le impulsa a la aventura. Los lectores de la primera parte tienen adems ocasin de comparar, como hace Sansn Carrasco, lo que han ledo con lo que tienen delante (II, 72). Pero con la memoria sola el relato no avanza y pronto se hace sentir la voz de Cide Hamete que insta a que las nuevas aventuras hagan olvidar las anteriores.

La memoria literaria va a tener un gran peso. Desde el recuerdo de Garcilaso a los ejemplos de fama infame, la coleccin de dicta et facta (I, 78)50 y los mausoleos, todo conlleva una permanente idea de fama e inmortalidad que contrasta con las propias aspiraciones del protagonista. Aunque toda esa cultura de seorazos famosos tiene su contrapunto cmico en Sancho. La memoria negativa tambin pesa (II, 82-86), sin embargo, como sombra del pasado, en este escudero que no para de hablar en romances y refranes y que dirige la accin muchas veces, convirtindose en inventor y autor de las nuevas aventuras de don Quijote. ste, consciente del juego, no deja por ello de entrar en l (II, cap. X). La cultura refraneril de Sancho se va haciendo cada vez ms prodigiosa y hasta se le describe como un gran memorioso (II, 107). La paremiologa invade los dilogos (II, caps. XII y XIII) con sus vetas irnicas y pardicas.51 Imaginacin, memoria y olvido actan nuevamente, segn los esquemas habituales de la primera parte, aunque el peso de sta sobre la segunda se hace permanente. La memoria de una vida aparece en el auto-retrato del Caballero del Verde Gabn. Todos los personajes se nutren de la memoria y son memoria. Sancho acta como acicate de la risa frente a la melancola de su amo. La teora de los humores, empero, est vista en tono burlesco, como ocurre con el len flemtico que vuelve a su jaula en el captulo XVII. El poeta memorioso, en la figura del hijo de don Diego, hace reaparecer la memoria potica, siempre entreverada de remedos garcilasistas (II, 75 y 156). Pero frente a la memoria literaria, don Quijote parece haberse afiliado cada vez ms a la memoria de circunstancias de su escudero (II, 176-177) y no quiere acordarse de las promesas que Sancho le reclama. En esta parte, el juego prctico entre la memoria y el olvido, tanto respecto a la nsula, como respecto a otras ddivas y situaciones, va a ser permanente e intercambiable entre los protagonistas. Aparte se ha de considerar la sempiterna promesa del viaje a Zaragoza, largamente recordada y convertida poco a poco en meta inalcanzable.

La memoria teatral tiene un precioso ejemplo en la danza alegrica del captulo XX y en cuantos versos recitan las escuadras de actores. Don Quijote se aprende algunos como un autntico memorilla de corral de comedias, coincidiendo as su reminiscencia con la del narrador (I, 182), como vimos ocurre en tantos poemas insertos de La Galatea.

Camino de la cueva de Montesinos, la figura del primo va a ser la encarnacin de la sabidura intil, de los archivos inservibles de una memoria almacenada que se atiene a los olvidos de Virgilio. Amontonamiento de saberes que no importan un ardite al entendimiento ni a la memoria (II, 199). Con ello, Cervantes desbanca de un plumazo siglos de polianteas y miscelneas que iban a sumirse en el olvido, tal y como preconizara el erasmismo. No vamos a insistir aqu en los pormenores de este episodio. El captulo es clave, como luego veremos, porque la memoria de don Quijote va a ser en este punto asombrosa en cuanto a medidas y detalles de la cueva que prueban, en principio, la veracidad supuesta de lo que cuenta. Adems todo el antro se fragua con la memoria que el hroe ha ido acumulando en los captulos anteriores. Cervantes se sirvi de la tcnica de los loci e imagines mnemotcnicas en la descripcin, pero adems configur el sueo con un doble bagaje. De un lado, con el material romanceril y libresco del protagonista principal, y por otro, con el recuerdo de cuanto ha ido pensando, viendo y oyendo. Los seres que habitan la cueva viven anclados en lejanas memorias. Belerma trae siempre el recuerdo de la renovada imagen de su amante. El pasado es su territorio habitual. La cueva es un recinto de la memoria anclada en el pretrito sin retorno. Tras el recuento de don Quijote, ser el propio Sancho el que le diga que ha sido Merln o algn otro encantador el que le ha puesto en el magn o la memoria todo lo contado y lo que por contar le queda (II, 211). La memoria de lo vivido y experimentado acta tambin en los mrgenes del sueo, lo mismo que en toda esta segunda parte. A partir de la cueva de Montesinos, lo all ocurrido va a pesar constantemente en la vida de los protagonistas. El pasado acta sobre el presente y se proyecta sobre el futuro marcndolo y modificndolo.

Paso a paso unas situaciones recuerdan a otras. El hambre de Sancho le lleva a pensar en la abundancia de las bodas de Camacho (II, 219). Todo remite a situaciones previamente vividas. Por otra parte, la memoria es provechosa si se basa en modelos firmes (cap. XXIII); de ah la necesidad de guardar coplas, ejemplos, dichos. La memoria folklrica reaparece con su prodigiosa riqueza en el cuento del rebuzno y en el episodio de Maese Pedro cuyos personajes del romancero carolingio se supone conocen los presentes. Se establece siempre una connivencia entre la memoria del narrador, la de los personajes y, en ltimo trmino, la de los espectadores o lectores. Pero de vez en cuando se filtra la voz de quien maneja los hilos de los recuerdos, pues si al narrador se le olvida decir algo (II, 226), el lector puede reconocer entonces de dnde proviene cuanta informacin recibe. La memoria de los lectores cuenta tambin. As cuando se resume el episodio de los galeotes y la historia de Gins de Pasamonte: Bien se acordar el que hubiere ledo la primera parte [] (II, 244). Ginesillo vive a su vez de la memoria para hacerse adivino con su retablo y mono. As se informaba de las cosas de las gentes y usaba de ella para urdir el engao.

Don Quijote sigue viviendo de sus acostumbrados recuerdos (cap. XXVIII) y de aquellos que le ha proporcionado la experiencia. As cuando se acuerda del cuento del rebuzno (II, 247) o revive desde el Ebro la aventura de la cueva de Montesinos y la evocacin del Guadiana (II, 258-259), pues unos lugares llevan a otros. Curiosamente la melancola hace su aparicin en esta parte, convirtindose ahora en patrimonio de Sancho (II, 265), como ingrediente del proceso de quijotizacin que padece.

El captulo XXXI es una incursin en lo ledo y en lo vivido. Los duques y su corte tienen ya noticia de la primera parte y recrean no slo el mbito de cuanto el Quijote ha supuesto hasta ese momento respecto al mundo de la caballera andante, sino respecto a la tradicin cortesana festiva, con dos bufones de excepcin.52 La duquesa elogia irnicamente la memoria de don Quijote para que le describa a Dulcinea, pero aqu el hroe se encuentra con que los supuestos encantamientos se le han borrado de la idea (II, 286). Duro golpe para un enamorado platnico. El retrato de lo ya ledo es exigido por los duques, pero la evidencia de la fealdad de Dulcinea encantada lo hace imposible. La Espaola inglesa y el Persiles presentan con otros fines la prueba amorosa de la belleza de la amada destruida transitoriamente. Slo que en este caso belleza y fealdad son trasunto de la imaginativa de don Quijote que no se resiste frente a la duquesa a dejar de defender la hermosura de su dama.

En casa de los duques reina el mejor estilo caballeresco hecho farsa cortesana. Las lecturas se recrean por parte de tan renovados actores y la teatralizacin festiva remite siempre a ellas. Sancho, a su vez, refranea y romancea, en permanente alarde interpretativo. Los festejos conllevan el largo recitado de un poema sobre el sabio Merln, nueva prueba de memoria potica. Entre melanclicos saraos, se prepara un luctuoso acto que lleva el sello de la novela sentimental y cortesana. El teatro de la Trifaldi y la duea Dolorida inserta la invencin de la sorna caballeresca, en paralelo con la que el autor del Quijote va trazando ante los lectores. El ingenio y la memoria de la Dolorida, ensamblando historias de caballeras, y su erudicin, enclavada en el remedo de los caballeros de fama, son asombrosos (II, 341). La aventura de Clavileo sintetiza finalmente, en clave teatral, todos los conocimientos de novela cortesana y caballeresca de los personajes puestos a representar una comedia de repente de las llamadas particulares. Con ello, el duque invita a los protagonistas a que den cima y cabo a esta memorable aventura (II, 347). Sincrona, en verdad perfecta, en la que la fama surge simultnea a la del acto que la motiva. Don Quijote, ante la imagen de Clavileo, reaccionar debidamente, trayendo a colacin el caballo de Troya, tal y como lo leyera en Virgilio (Si mal no me acuerdo, II, 349). Los presentes recordarn a su vez el mito de Faetn, como no poda ser menos. La memoria libresca va as tejiendo las trazas de la farsa. Pero tambin los retazos folklricos, pues don Quijote aludir al cuento del licenciado Torralba al que los diablos llevaron en volandas por el aire (II, 351).

La relacin con el episodio de la cueva es evidente y el pacto de credibilidad entre amo y criado surge precisamente del recuerdo de aquella ocasin (II, 345-346). Adems en la aventura de Clavileo queda probado que a la fantasa de don Quijote slo la fuerzan los dems hasta cierto punto, siendo l libre de manejarla a su antojo.

Los preparativos para la nsula ofrecen toda una leccin de mnemotecnia, desde el Christus que Sancho tiene en la memoria para ser buen gobernador.53 La burla de las tcnicas aforismticas y dems recursos de la educacin cortesana y del derecho en general salta a la vista. Como deca Menndez Pelayo, Don Quijote se educa a s mismo, educa a Sancho, y el libro entero es una pedagoga en accin.54 El hroe se convierte en cartilla y catn del gobierno con sus sentencias (II, 358 y ss.) y Sancho en atentsimo discpulo que procuraba conservar en la memoria sus consejos para su futuro empeo (II, 362). Don Quijote le ensea adems a seleccionar refranes, pero ante la fragilidad de tantas lecciones de las que Sancho teme olvidarse, ste pedir que se las den por escrito (II, 365). As el manual de gobierno quijotesco servir como nuevo cdigo a la frgil memoria de Sancho (II, 369), aunque para usarlo necesite intermediarios. ste personifica a contrario el dicho de Huarte sobre los que sabiendo muchas leyes de memoria, luego las usan sin entendimiento. De nada valen los cdigos sin juicio y sin imaginativa. Huarte abogaba por leyes justas, razonadas, claras y sin dubios, proclamando la posibilidad de corregirlas y enmendarlas, segn el uso.55 La imparable memoria de Sancho respecto a los refranes surge aqu en las irnicas palabras de don Quijote: que yo ando recorriendo la ma, que la tengo buena, y ninguno se me ofrece (II, 366). Frase que no slo refrenda un don Quijote memorioso visto por s mismo, sino la ya mencionada tcnica de la memoria artificial y sus itinerarios por los lugares inventados.

La melancola se agranda nuevamente con el vaco que impone a don Quijote la separacin de Sancho y as lo inquiere la duquesa (II, 371). La soledad de su cuarto le llevar indefectiblemente al recuerdo de Amads; y los puntos sueltos de su media verde, a la memoria probable del Lazarillo. Pero no slo los lugares e imgenes, sino los sonidos aumentan sus remembranzas, pues al or un harpa, qued don Quijote pasmado, porque en aquel instante se le vinieron a la memoria las infinitas aventuras semejantes a aqulla, de ventanas, rejas y jardines, msicas y requiebros y desvanecimientos que en los sus desvanecidos libros de caballeras haba ledo (II, 375). Memoria que se le vuelve adems evidencia al escuchar el canto de Altisidora (II, 375-377). El propio don Quijote, cuando canta a la vihuela el romance amoroso a Dulcinea, expresar las teoras del Filebo platnico sobre la impresin imborrable de la amada en la tabla rasa del alma, lo que equivale a la afirmacin de su imperecedero recuerdo.56A la par, Sancho mostrar en su nsula el lado pragmtico y moral de la memoria que significa experiencia, como en el juicio de la caa, en el que se hace guiar por otro caso semejante que haba odo contar al cura de su lugar; momento en el que ironiza acerca de que a no olvidrsele todo aquello de que quera acordarse, no hubiera tal memoria en toda la nsula (II, 384). Entre accesos de clera y usos permanentes del refranero por parte de Sancho, el narrador de los hechos acontecidos no slo apuntar en el epgrafe que se trata de acontecimientos dignos de escritura y de memoria eterna (II, 402), sino que constatar la existencia del coronista que tena cuidado de poner en memoria sus hechos (II, 413).57 Sancho pondr en prctica los consejos que le dio don Quijote y tendr adems la constatacin de otros muchos en la carta que de l recibe (II, 436). La memoria se convierte as en hilo de unin entre ambos, mientras estn separados. La cada de Sancho al fondo de una sima, a la salida de su gobierno, le trae a la memoria el episodio de la cueva de Montesinos, y tambin a la del lector. El narrador no oculta el parangn de ambas situaciones, slo que ahora es don Quijote quien, con la ayuda de terceros, saca al escudero de ese abismo (II, 470). La vuelta a la casa de los duques los devolver de nuevo a la farsa ms o menos lograda (II, 478) y al canto de la memoriosa Altisidora (II, 479-481).

A travs del Quijote se perfila la doble funcin, individual y colectiva, de la memoria.58 Don Quijote se convierte en el transmisor de una serie de narraciones picas que l interpreta con infinitas variantes, poniendo en ello su voz, su cuerpo y cuanto sabe, como los buenos intrpretes de la poesa oral. Y yendo tan lejos que vive su actuacin hasta mudarse en ella.59El Quijote es tambin un pequeo arsenal de memorias pictricas y emblemticas que aqu no vamos a tomar en consideracin.60 Tngase en cuenta que segn la concepcin aristotlica, es imposible pensar sin una pintura o reproduccin mental,61 lo que ampla las picturae al territorio de la mente. Y en la medida que el smbolo es tambin memoria, las tablas de San Jorge, San Diego Matamoros y San Pablo producen automticamente la lectura iconogrfica de la caballera a lo divino (II, 485). Don Quijote desata tales razonamientos con una sabidura que todos admiran, incluso el propio Sancho, parecindole que no deba haber historia en el mundo ni suceso que no lo tuviese cifrado en la ua y clavado en la memoria (II, 486).62En la Arcadia fingida o contrahecha (II, 490) que los hidalgos y dems gentes recrean se teatralizan las glogas de Camoens y Garcilaso. Recuerdos buclicos y mitolgicos que apelan a una cultura cortesana y tradicional compartida por todos. En este punto, la presencia del libro del Quijote, vale decir, de la primera parte, agranda la funcin permanente que ste ha ido teniendo en la segunda. Las bellas zagalas que han ledo las hazaas contenidas en la primera entrega reconocen a los protagonistas (II, 491). As se prepara el momento culminante en el que a travs de un sutil tabique, don Quijote oye otro captulo de la segunda parte (II, 499), porque ah tambin sern reconocidos (II, 500-501) e inmediatamente situados en la memoria de lo autntico que no debe confundirse con las falsas imitaciones y la palidez del apcrifo. De este momento depender adems, como se sabe, el cambio de itinerario que ya se haba ido gestando, y el afn de don Quijote por restaurar la verdadera memoria de sus hechos, anulando la falsedad de Avellaneda, ir en aumento.

Por otro lado, el captulo LX no slo da nuevas seales de cmo el insomnio afecta a la fantasa, sino del doble uso de lugares e imgenes con que la memoria reconstruye el pasado:

Don Quijote, a quien desvelaban sus imaginaciones mucho ms que la hambre, no poda pegar sus ojos; antes iba y vena con el pensamiento por mil gneros de lugares. Ya le pareca hallarse en la cueva de Montesinos; ya ver brincar y subir sobre su pollina a la convertida en labradora Dulcinea; ya que le sonaban en los odos las palabras del sabio Merln.

(II, 504-505)En Barcelona, don Quijote ser reconocido por las calles como el autntico.63 Convertido en memoria ajena, discurrir para achaques y provocacin de burlas. Sancho ir engrosando a su vez la memoria heroica y repasar los lugares y acciones recorridos: las bodas de Camacho, la casa de don Diego Miranda, el castillo del duque (II, 521). El narrador, por su parte, jugar con la memoria del lector y dar en la aventura de la cabeza vestigios de la del simio y Gins de Pasamonte (II, 526).

La melancola cubre la derrota de don Quijote por el Caballero de la Blanca Luna y don Antonio lamentar que con la salud de don Quijote se pierdan sus gracias y las de Sancho que qualquiera dellas puede volver a alegrar a la misma melancola (II, 549). Derrotado y de regreso a casa, don Quijote an tiene la aparente esperanza de volver dice al nunca de m olvidado ejercicio de las armas (II, 555), pero el camino se le abre con pensamientos y sucesos tristes (II, 557). La memoria, como deca Aristteles, corresponde al pasado, no al futuro. Del presente slo hay percepciones.64 Don Quijote cada vez se va alejando ms, en la segunda parte, del pretrito literario para adaptarse a lo inmediato. Ese alejamiento al final se convierte en una renuncia del futuro y de la aventura posible, lo que le conducir inevitablemente a la inaccin y a la muerte.

Su capacidad asociativa, sin embargo, sigue en l intacta. La palabra albogues le trae una nueva leccin de etimologa, en este caso arbiga (II, 563) y su discurso se vuelve cada vez ms sentencioso y potico (caps. LXVII-LXVIII). El tmulo en casa de los duques convierte las sabidas burlas en luctuosa comedia. Todo parece ya fabricado para el recuerdo. El propio Sancho pide le dejen las ropas con que le han disfrazado (II, 576) y el dolor de los martirios pasados ni le deja dormir ni hablar (II, 577). Todo se hace reliquia.

El regreso veta las memorias caballerescas y con ellas la ofuscacin identificatoria. El mesn ya no ser castillo de cava honda (II, 588). Sancho, en cambio, presumir de verse en el futuro convertido en cuadro por pintor de fama (II, 589). Tras la desautorizacin del apcrifo ante escribano y alcalde, el posible destino pastoril se plantea tambin como nuevo vado a la imaginacin desde la traza de otros modelos (II, 596). Don Quijote en este aspecto ya no se alimenta del pasado, sino de un futuro cargado de malos ageros que a duras penas trata de desbaratar Sancho. Con el Quijote, Cervantes rompe la dicotoma simplificadora de Erasmo que haba opuesto a la figura del sabio melanclico y envejecido la del necio orondo y satisfecho,65 fusionndolos y transformndolos en esa mixtura que sus hroes implican.

La melancola o el cielo disponen el fin del protagonista, al que de nada sirven las imaginaciones ajenas para amenguar su tristeza (II, 502). Melancola y desabrimiento son el diagnstico de don Quijote, a quien slo le queda ya la soledad y un sueo tras el que recobra su juicio libre y claro, sin las sombras caliginosas de la ignorancia (II, 603). Al renunciar a su pasado y abominar de su nombre, muere; aunque ya antes haba acabado con sus viejas memorias. Sancho tildar de locura el morir gratuitamente a manos de la melancola. Y don Quijote, con su arrepentimiento, se negar a vivir de la memoria de los libros ledos que, como decan Erasmo y Quevedo, le haban permitido estar en permanente conversacin con los difuntos.66 La herencia, sin embargo, borra pronto en los dems la memoria de la pena (II, 607), mostrando as, hasta en la muerte, la doble faz tragicmica que la memoria tiene en toda la obra.

Cervantes, ms all de la muerte de su hroe, se ocupar de su fama con el epitafio de Sansn Carrasco y la personificacin de la pluma de Cide Hamete, constancia y registro imperecederos que pertenecen ya a la estimacin de los lectores. El autor del Quijote ha huido de los mimetismos retricos de las artes de la memoria que l conoca tan bien como su hroe buen lector de Cicern (II, 286), aprovechando los resortes de lugares e imgenes tradicionales con fines novelsticos. Con ello avanz en el mencionado proceso de desalegorizacin de la novela, ms proclive a los tratamientos psicolgicos que propiciaban la indagacin en el anlisis de las pasiones del alma humana. El artefacto de la alegora se reconstruy en buena parte en el Persiles con propsitos bien distintos, pero el Quijote representa el gran paso de la narrativa por desprenderse del material alegrico y retrico, como ya lo hiciese el mismo Erasmo con otros fines.67El Quijote demuestra adems que frente a la memoria colectiva, la memoria individual es nica e intrasferible, aunque de ella puedan beneficiarse otros, y que las vivencias de cada ser humano le pertenecen slo a l. Ello conlleva una potica claramente relacionada con la bsqueda de la invencin y la huida de la imitacin servil. Como deca Giordano Bruno, hay tantas formas de ser poeta como seres humanos que practican la poesa. El alejamiento de los modelos y de las reglas aseguraba adems el principio de la libertad artstica.68 Don Quijote muestra la lucha entre la imitacin de los modelos y la bsqueda de nuevas aventuras que lo convirtieran a s mismo en sujeto imitable.69 En ello coincida con las pretensiones de cualquier escritor de la poca de Cervantes. Aunque su impulso fuese un tanto trasnochado, pues como le dice Montesinos en el profundo de la cueva, l haba venido a restaurar la ya olvidada caballera andante (II, 208).

Cervantes, al configurar a su hroe, no parece sino que tuviera en cuenta la concepcin aristotlico-platnica recogida en el Examen de ingenios que conceba la memoria como un lugar en el que se atesora cuanto la imaginativa percibe como el papel blanco y liso en el que ha de escrebir.70 As tuvo el hroe siempre a punto ese libro que su imaginativa haba grabado en la memoria y que impona constantemente a la realidad, por encima de toda percepcin sensorial inmediata. Con la ayuda de la imaginativa, Aristteles y Galeno ya prevean esa constante relectura que cada uno poda hacer en el libro de su propia memoria.71 sta, a solas, era como papel exento, espacio en el que escribir, y nada, en definitiva, sin los auxilios de la imaginativa. Claro que para hacer rer y procurar pasatiempo, Cervantes provey a su hroe de una imaginativa portentosa y la auxili con las dems potencias para sacar gracias nunca odas ni vistas, ayudado por Sancho.72 Frente a los arquetipos tradicionales (Demcrito risueo y Herclito melanclico), los hroes cervantinos no son planos ni uniformes, sino que evolucionan y cambian hasta mezclarse en sus humores, acciones y discursos.73 Ambos demuestran que la poesa, vale decir, la literatura, pertenece a la imaginativa y sin sta, como seala Huarte, de nada sirve la memoria.74 Juntas abren camino a la elocuencia y hacen posible la escritura artstica.75Para Cervantes, como para Huarte, el ingenio era algo ms que la conjuncin de docilidad y memoria que Cicern haba pretendido. Contra ello ya haban reaccionado Erasmo y sus seguidores. La imaginacin, el entendimiento y sobre todo la invencin formaban el frente comn anticiceroniano contra el mimetismo de la imitacin fiel a los modelos.76 La preeminencia del ingenio sobre la memoria que esa lucha conllevaba afecta evidentemente al Quijote, que ocupa as un destacado lugar en ese campo.

El trayecto de toda creacin literaria tal vez sea el que va de la primera frase del Quijote a su logro final. La invencin de la novela moderna y su fama y memoria imperecederas nacieron curiosamente con voluntad de olvido.77

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(*) Aurora Egido, La memoria y el Quijote, en Cervantes y las puertas del sueo, Barcelona: PPU, 1994, pp. 93-135. volver (1) R. Klibansky, E. Panofsky y Fritz Saxl, Saturn and Melancholy. Studies in the History of Natural Philosophy, Religion and Art, Liechtenstein: Nendeln, 1979 (1. ed. 1964). Sobre el tema, Helga Hadjn, Das Mnemotechnische Schriftun des Mitelalters, Vienna, 1936; Lawrence Babb, The Elizabethan Malady: A Study of Melancholia in English Literature from 1580 to 1642, Michigan: State College Press, 1951; Jean Starobinsky, Histoire du traitement de la mlancolie ds origines 1900, Genve: Document Geigy, 1960; Sydney Anglo, Melancholy and Witchcraft, The Debate between Wier, Body and Scot, en Folie el draison la Renaissance, Bruxelles: d. de lUniversit de Bruxelles, 1976, pp. 209-302; George M. Foster, Humoral Pathology in Spain and Spanish America, en Homenaje a Julio Caro Baroja, Madrid: Centro de Investigaciones Sociolgicas, 1978, pp. 357-358; C. Angelino y E. Salvaneschi, Aristotele, La malinconia delluomo di genio, Gnova, 1981; A. Brilli, ed., La malinconia nel Medio Evo e nel Rinascimento, Urbino: Quattroventi, 1982; S. W. Jackson, Historia de la melancola y la depresin desde los tiempos hipocrticos a la poca moderna, Madrid: Turner, 1989. volver (2) Mauricio de Iriarte, S. J., El Doctor Huarte de San Juan y su Examen de ingenios, Madrid: CSIC, 1948, pp. 311 y ss.; Otis H. Green, El ingenioso hidalgo, en Hispanic Review, XXV (1957), pp. 174-193; Realidad, voluntad y gracia en Cervantes, en Ibrica. Revista Filolgica, 5 (junio, 1961), pp. 113-128, y El licenciado Vidriera: Its Relation to the Viaje del Parnaso and the Examen de Ingenios of Huarte, en Linguistic and Literary Studies in Honor of Helmut Hatzfeld, ed. de Alessandro S. Crisafulli, Washington: Catholic University, 1964, pp. 213-220. Chester S. Halke, Don Quixote in the Light of Huartes Examen de Ingenios: A Reexamination, en Anales Cervantinos, XIX (1981), pp. 1-13, ha sealado las deudas de Green con el trabajo de Iriarte, estableciendo el carcter colrico-melanclico de don Quijote que propiciara el Examen . Vase tambin W. Melczer, Did Don Quixote Die of Melancholy?, en Folie et draison la Renaissance, Bruselas: d. de lUniversit de Bruxelles, 1976, pp. 161-170. Sobre los humores, Leland A. Chambers, Idea and the Concept of Character in don Quijote, en Studia Iberica. Festschrift fr Hans Flasche, Bern und Mnchen: Francke Verlag, 1973, pp. 119-130; Leo Spitzer, Larmonia del mondo. Storia semantica di unidea, Bologna: Societ editrice Il Mulino, 1967, pp. 85 y ss. Y vanse pp. 98 y ss., para la relacin entre los temperamentos y la armona del mundo. A. Redondo, La folie du cervantin Licenci de Verre, en Visages de la folie (1500-1650), estudios reunidos por el mismo y A. Rochon, Pars: Publications de la Sorbonne, 1981, pp. 33 y ss., relaciona la melancola del licenciado con lo diablico. Sobre ello, Gill Speak, El licenciado Vidriera and the Glass Men of Early Modern Europe, en Modern Language Notes, 1990, pp. 850-865. Tngase en cuenta tambin Harry Sieber, On Juan Huarte de San Juan and Anselmos locura in El curioso impertinente, Revista Hispnica Moderna, 36 (1970-1971), pp. 1-8. Sobre Tasso, Alain Godard, Le sage dlirant: la folie du Tasse, selon ses premiers biographes, en Visages, o. cit., pp. 15-16 y 23-32. Y vase, para una perspectiva distinta, Carroll B. Johnson, Madness and Lust. A Psychoanalytical Approach to Don Quixote, Berkeley: University of California Press, 1983. Tambin es til Ricardo Royo Vilanova, La locura de don Quixote, Zaragoza: Imprenta de Emilio Casaal, 1905. Citar en este captulo por la ed. de Juan Bautista Avalle Arce, Miguel de Cervantes, Don Quijote de la Mancha, Madrid: Alhambra, 1979, 2 vols. volver (3) R. Klibansky et al., o. cit., pp. 14 y ss., sealan en la ttrada de las edades cmo la infancia es flemtica; la juventud, sangunea; la madurez (40 aos), colrica y la vejez (60 aos), melanclica. Tambin Huarte opinaba que en la vejez disminuye la memoria. Vase la ed. de Huarte de San Juan, Examen de Ingenios, por Guillermo Sers, Madrid: Ctedra, 1989, p. 338. Avalle Arce, en su ed. cit. del Quijote, p. 63, n. 31, declara la clera de don Quijote como algo primordial, pero seala que es la melancola la que finalmente le lleva a la muerte. Otro tanto afirma E. C. Riley, Introduccin al Quijote, Barcelona: Crtica, 1989, p. 135, apuntando el incremento de ese estado anmico a la vuelta de Barcelona, cada vez ms consciente don Quijote de s mismo (ib., pp. 141-142 y 66). Riley seala una tesis doctoral sobre el tema, aun indita, de Deborah Kong, Don Quijote, Melancholy Knight, Edinburgh: University of Edinburgh, 1980. Sobre la melancola en el Quijote y particularmente en el ltimo captulo, Louis Combert, Cervantes ou les incertitudes du dsir, Lyon: Presses Universitaires de Lyon, 1980, pp. 411-413. Daniel Eisenberg, A Study of Don Quixote, Newark, Delaware: Juan de la Cuesta, 1987, p. 92, ve en la melancola la posible explicacin de ese inclinarse el hroe por los libros de caballeras e incluso sobre la mezcla de melancola y clera. v. tambin Edwin Williamson, The Halfway House of Fiction. Don Quixote and Arthurian Romance, Oxford: Clarendon Press, 1984, pp. 22-23. [Hay trad.: Don Quijote y los libros de caballeras, Madrid: Taurus, 1991]. volver (4) R. Klibansky et al., o. cit., p. 17, sealan cmo Aristteles fundi la nocin mdica de la melancola con la concepcin platnica del furor potico. Los problemata physica atribuidos a Aristteles inciden en ello. La anormalidad, situacional o genrica, del talante melanclico tiene distintas variantes que van de la genialidad a la patologa. Platn ya haba clasificado al melanclico junto al enamorado, pero fue Aristteles quien aadi la relacin fsico-psicolgica. v. particularmente Margot y Rudolf Wittkower, Born under Saturn: The Character and Conducts of Artists, a Documented History from Antiquity to the French Revolution (London: Weidenfeld and Nicolson, 1963), para las teoras que se extendieron gracias, sobre todo, a Marcilio Ficino, De Triplici vita libri tres (Bologna, 1501). volver (5) Ib., p. 35 (Cf. Aristteles, o. cit., II, 453, pp. 185 y ss.). volver (6) Ib., pp. 41 y ss. Entre los tratados espaoles, cabe citar los de Pedro Mercado, Dilogos de filosofa moral (Granada, 1558); Andrs Velzquez, Libro de la melancola (Sevilla, 1585); y Antonio lvarez, De la melancola (Sevilla, 1588). Para ms informacin, Martn Bigeard, La folie et les fous littraires en Espagne 1500-1650,Pars: Centre de Recherches Hispaniques, 1972, pp. 15-21, 64-74 y 94 y ss.; mi artculo La enfermedad de amor en el Desengaode Soto de Rojas (1984, ahora en Silva de Andaluca. Estudios sobre poesa barroca, Mlaga: Diputacin de Mlaga, 1990), pp. 111-142, y Josette Riandire La Roche, La physiognomie, miroir de lme et du corps: propos dun indit espagnol de 1591, en Le corps dans la socit espagnole des xvie el xviie sicles, ed. por A. Redondo, Pars: Publications de la Sorbonne, 1990, pp. 51-62. Para Michle Gendreaux-Massaloux (Los locos de amor en El Quijote. Psicopatologa y creacin cervantina, en Cervantes, su obra y su tiempo, dir. por M. Criado de Val, Madrid: Edi-6, S. A., 1981, pp. 687-692), Cervantes pone en tela de juicio las teoras psicopatolgicas de su tiempo. Guillermo Sers, en su prlogo y notas al Examen de Huarte, ofrece amplia informacin sobre el tema y en relacin con el Quijote (ed. cit., pp. 365-366). Notables diferencias separan la princepsde la segunda edicin. Su base es aristotlico-galnica separando entre memoria receptiva y retentiva. En la edicin expurgada (ib., pp. 339-340), Huarte opone el entendimiento a la memoria, concediendo gran imaginativa a los memoriosos. Sobre la melancola en Santa Teresa, Juan Jos Lpez Ibor, Ideas de Santa Teresa sobre la melancola, en Revista de Espiritualidad, 22 (1963), pp. 423-433, y Alison Weber, Teresa de vila and the Rhetoric of Femininity,Princeton: Princeton University Press, 1990, pp. 139-147. No se olvide la guerra contra la melancola que iniciara la Compaa de Jess, segn Marc Fumaroli, Lge de lloquence. Rhtorique et res literariade la Renaissance au seuil de lpoque classique, Genve: Droz, 1980, p. 128, n. 189. Sobre el Quijote, pp. 129 y ss. volver (7) Vase James E. Murphy, La retrica en la Edad Media. Historia de la teora de la retrica desde San Agustn hasta el Renacimiento, Mxico: Fondo de Cultura Econmica, 1986, pp. 23-24, 31-35, 179-181, 292, 305 y 327. Otra bibliografa en mis trabajos sobre el tema: La configuracin alegrica de El castillo interior, en Boletn del Museo e Instituto Camn Aznar, X (1982), pp. 69-93; El arte de la memoria y El Criticn, en Gracin y su poca. Actas de la I Reunin de Fillogos Aragoneses, Zaragoza: Institucin Fernando el Catlico, 1986, pp. 25-66; El nuevo mundo y la memoria artificial, en nsula, 488-489 (1987), p. 8; La memoria ejemplar y El coloquio de los perros, en Cervantes. Estudios en la vspera de su centenario, Kassel: Reichenberger, 1994, t. II, pp. 465-481, y La memoria y el arte narrativo del Persiles, en Cervantes y las puertas del ensueo. Estudios sobre La Galatea, el Quijote y el Persiles, Barcelona: PPU, 1994, pp. 285 y ss. El Persiles significa hasta cierto punto un retroceso, por su fidelidad a los esquemas mnemotcnicos de la retrica artificial, aunque Cervantes los super, aprovechndolos more novelstico. volver (8) Don Abbott, La retrica y el Renacimiento: An Overview of Spanish Theory, en James J. Murphy (ed.), Renaissance Eloquence. Studies in the Theory and Practice of Renaissance Rhetoric, Berkeley: University of California Press, 1983, pp. 95 y ss. Para Huarte, o. cit., pp. 98-99; y v. pp. 117-118. Helmut Schanze, Problems and Trends in the History of German Rhetoric to 1500, donde se seala cmo, tras la aparicin de la imprenta, la memoria va perdiendo terreno, junto a la actio, a favor de la inventio. Otro tanto apunta John O. Ward, Renaissance Commentators on Ciceronian Rhetoric (ib., p. 171). V., adems H. J. Lange, Aemulatio veterum sive de optimo genere discendi, Bern and Frankfurt, 1974, pp. 35-55. volver (9) Gerald Mohrmann, Oratorical Delivery and other Problems in Current Scholarship on English Renaissance Rhetoric, en James E. Murphy (ed.), Renaissance Eloquence, o. cit., p. 6. Para Huarte, o. cit., pp. 343-345. La invencin est reida con el seguimiento de los maestros. Para l los ingenios inventivos son como las cabras que gustan de andar a solas por los riscos y alturas, y asomarse a grandes profundidades (ib.). volver (10) John O. Ward, Renaissance Commentators on Ciceronian Rhetoric, ib., p. 171, y Judith Rice Henderson, Erasmus on the Art of Letter Writing, ib., p. 337. Claro que Erasmo favoreci en el aprendizaje del estudioso el arte de la memoria artificial (Cf. mi art. cit. El arte de la memoria..., p. 33). volver (11) Cervantes and the Imagination, en Cervantes, VI (1986), pp. 81-90. Para esta investigadora, la jerarquizacin intelecto/imaginacin de la primera parte del Quijote se desmorona en la segunda junto con la oposicin realidad-ficcin. El conflicto entre ambas se deshace. Adems F. Martnez Bonati, Cervantes y las regiones de la imaginacin, en Dispositio, 2 (1977), pp. 27-53, y Stanislav Zimic, El engao a los ojos en las Bodas de Camacho, en Hispania, 55 (1972), pp. 881-886. volver (12) Compara Huarte a stos con la oveja, la cual nunca sale de las pisadas del manso (Examen, ed. cit., p. 345). Este autor cree deseable que se mezclen los temperamentos libres caprinos con los oviles para que aqullos abran camino a stos y as progresen las letras (p. 346). volver (13) R. M. Flores, Sanchos Fabrications: A Mirror of the Development of His Imagination, en Hispanic Review, XXXVIII (1970), pp. 174-182, as lo declara. Sancho lleva muy lejos su inventiva. v. al respecto R. H. Terpening, Creation and Deformation in the Episode of Dulcinea: Sancho Panza as Author, en The American Hispanist, 3, 25 (1978), pp. 4-5. volver (14) R. M. Flores, ib., ha analiado la evolucin de Sancho en este punto y su proceso gradual de quijotizacin al respecto, particularmente en el episodio de Clavileo. volver (15) Stephen Gilman, The Novel according to Cervantes, Berkeley: University of California Press, 1989, pp. 5, 71 y ss., 85 y 101. volver (16) As en la Rethorica ad Herennium, segn James J. Murphy, Sinopsis histrica de la retrica clsica (Madrid: Gredos, 1983), pp. 124, 127 y 130. La memoria es la casa del tesoro de las ideas suministradas por la invencin y la guardiana de todas las partes de la retrica. Tambin Cicern, en De inventione (ib., pp. 137 y 146), insista en que la memoria es la captacin firme y mental de argumentos y lenguaje. En cuanto a Quintiliano, su Institutio oratoria recala en el deber de seleccionar los modelos y lo que debera decirse. Todos coinciden en la necesidad de cultivarla por medio de la repeticin. Ejercicio en el que don Quijote se entrena constantemente, asegurndole as el afianzamiento memorstico. volver (17) Erasmo de Rotterdam, Elogio de la locura, Barcelona: Bosch, 1976, p. 351: Pero ya hace rato olvidndome de quin soy [] Veo que estis esperando un eplogo, pero andis muy errados si realmente pensis que an ahora me acuerdo de lo que he dicho, luego de soltar tanto prrafo de palabras. Hay aquel antiguo adagio: Detesto al comensal que tiene buena memoria. Yo os dir uno nuevo: Detesto al oyente que tiene buena memoria. Sobre ello, Jacques Chomarat, Grammaire et rhtorique chez Erasme, Pars: Les Belles Lettres, 1981, t. II, p. 982. Erasmo critic los procedimientos artificiales de la mnemotecnia cuando no iban acompaados por la inteligencia (ib., t. II, p. 1066). Vase adems, sobre la memoria como potencia del alma, Bernardo Prez de Chinchn, La lengua de Erasmo nuevamente romanada por muy elegante estilo, ed. de Dorothy Sherman Severin, Madrid: Real Academia Espaola, 1975, pp. 16-17. Para Erasmo, la adecuacin entre palabra y razn deba ser absoluta. En esta obra se hace un encomio total del silencio hasta identificarse parlera con locura. [v. mi art. De La lengua de Erasmo al estilo de Gracin, en II Curso sobre Lengua y Literatura en Aragn, Zaragoza: Instituto Fernando el Catlico, 1993, pp. 141-166; e infra, pp. 307 y ss.]. volver (18) A este propsito vase mi trabajo La invencin del amor en La Diana de Gil Polo, en Dicenda, 383-397 (1987), pp. 383-397. volver (19) Examen, ed. cit., p. 351. volver (20) Ib., p. 351. Santo Toms, Boecio y Ficino coincidan en esa divisin. Ntese cmo distingue Huarte, lo mismo que Aristteles, la memoria de la reminiscencia. Comprese con De anima de San Alberto Magno, donde ste opone, a los consabidos cinco sentidos exteriores, los interiores: memoria, apreciacin, imaginacin, fantasa y sentido comn (Cf. C. S. Lewis, La imagen del mundo, Barcelona: Bosch, 1980, p. 123). La apreciacin o vis aestimativa es el instinto. La vis imaginativa retiene lo percibido y la vis phantastica o fantasa separa y une lo percibido (ib., p. 125). Tngase en cuenta la actuacin de los phantasmata cuando se suea despierto (visum), como hace don Quijote. [v. infra, pp. 131 y ss. y mi artculo Itinerario de la mente y del lenguaje en San Juan de la Cruz, en Voz y Letra, II/2 (1991), pp. 59-103.] volver (21) V. a otro propsito Name and Fame: Shakespeares Coriolanus, en The Renaissance Imagination Essays and Lectures by D. J. Gordon, ed. de Stephen Orgel, Berkeley: University of California Press, 1975, pp. 201 y ss. Don Quijote muestra a cada paso que no hay invencin sin memoria. Junto a la imitacin surge la burla, como ocurre en el seguimiento del captulo II del Orlando Furioso de Ariosto. Vase Geoffrey Stagg, La primera salida de don Quixote: imitacin y parodia de s mismo, en Clavileo, 4, 22 (1953), pp. 4-10. Tngase en cuenta que el orador deba practicar la imitacin de los modelos y aprender en compaa de los clsicos. Don Quijote va, claro, ms lejos al llevar, como se sabe, la imitacin a la prctica vital. volver (22) Aristteles, Del sentido y lo sensible y de la memoria y el recuerdo, ed. de F. P. Samaranch, Madrid: Aguilar, 1982, pp. 14 y 17. Para este autor es fundamental la asociacin de ideas. La imagen o fantasma es un diseo interior que se graba en nosotros con fuerza y que no desaparece por la ausencia del objeto, quedando as impresas las formas sensibles en la memoria. Tambin seala la libertad de evocacin y la escala jerrquica de la inteleccin: conocimiento sensible, imagen y memoria (ib., pp. 29-30). volver (23) Otro tanto ocurre en la aventura de los mercaderes (I, 104): stos entrarn en el juego mimtico, aunque don Quijote acaba apaleado. Tambin en el dolor opera la transformacin de sus actos en hazaas caballerescas. volver (24) Huarte, Examen, o. cit., p. 353. volver (25) Obras de [doa Oliva] Sabuco de Nantes, Madrid: Establecimiento Tipogrfico de Ricardo Fe, 1888, p. 92: La imaginacin es un afecto muy fuerte y de grande eficacia, es general para todo, es como un molde vaco que lo que le han echado imprime. Y as si la imaginacin es de afecto, que mata, tambin mata como si fuera verdad. La imaginacin obra tanto en la vigilia como en el sueo y siempre con apariencia de verdad. volver (26) Aristteles, Del sentido y lo sensible y de la memoria y el recuerdo, ed. cit., pp. 17- 18. volver (27) Ib., p. 85. Para l, recordar es reexperimentar y, partiendo de los lugares, obrar por analoga (ib., p. 96). Don Quijote en este sentido es verdaderamente ingenioso, por su gran capacidad asociativa. volver (28) A. A. Parker, El concepto de la verdad en el Quijote, en Revista de Filologa Espaola, 32 (1948), pp. 287-305, seal cmo Cervantes era consciente de los engaos de los sentidos y lo relativo a la verdad. No slo don Quijote, todos los personajes falsean la realidad. sta es razonable, nada ambigua. Son los hombres los que la someten diramos a una permanente falsificacin. volver (29) Sobre el haz de narradores, J. J. Allen, The Narrator, The Reader and Don Quijote, en Modern Language Notes, 91 (1976), pp. 201-202, y James A. Parr, Don Quixote. An Anatomy of Subversive Discourse, Newark, Delaware: Juan de la Cuesta, 1988, pp. 21-40. Parr seala hasta qu punto Cervantes cuestiona el principio de autoridad, lo mismo que Ralph Flores, The Rhetoric of Doubtful Authority. Deconstructive or Self Questioning Narratives, St. Augustine to Faulkner, Ithaca y London: Cornell University Press, 1984. El autorretrato del autor y la cuestin de la auctoritas ya se plantearon en la obra de Dante. Desde los Tpica, XX de Cicern, ste fue recurso retrico que implicaba apariencia de verdad. A don Quijote le preocupaban, no obstante, ms los hroes que los autores, lo que desplaza tal fundamento retrico al plano de los modelos picos de fama. volver (30) Aristteles, o. cit., pp. 88-89. El tiempo tiene, segn l, una gran importancia en el recuerdo (p. 98). Cuando un hombre recuerda actualmente no puede suponer que no lo hace, y recordar sin ser consciente de ello (p. 100). volver (31) V. mi artculo Mito, gneros y estilos: el Cid Barroco, en Boletn de la Real Academia Espaola, LX (1978-1980), pp. 159-171. volv