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PORTULARIA VOL. VII, Nº 1-2. 2007, [3-15], ISSN 1578-0236. © UNIVERSIDAD DE HUELVA LA MEDIACIÓN FAMILIAR: UNA APROXIMACIÓN NORMATIVA THE FAMILIAR MEDIATION: A NORMATIVE APPROACH LETICIA GARCÍA VILLALUENGA [email protected] Universidad Complutense de Madrid RESUMEN La mediación es una forma de entender las relaciones humanas, pero es también un modo más participativo de hacer justicia, ya que son las partes en conflicto las verdaderas protagonistas del proceso que busca dar satisfacción a sus intereses. Ésta es una de carac- terísticas principales que la distinguen de figuras afines. Se nutre la mediación de diversas disciplinas para configurarse, cada día más, como una institución con caracteres propios; asimismo, produce efectos jurídicos de los que, sólo en parte, se hacen eco las leyes dictadas en España. Sin embargo, la necesidad de determinar el alcance de aquéllos aspectos se plantea como un reto necesario, pues en la medida que la consolidación de la mediación responda más a la demanda social de la misma que a la necesidad de ella, se plantearán situaciones y problemas jurídicos que conviene prever y tratar de dar respuestas. A la reflexión sobre estas cuestiones se dedica el presente artículo. ABSTRACT Mediation is a way of understanding human relations, but it is also a more participative way of doing justice, since the individuals involved are the real protagonists of the process that seeks to give satisfaction to their interests. This is one of main characteristics that distinguish it from related concepts. As a discipline, mediation is influenced by several ones but is increasingly being distin- guished by its own characteristics. It also produces juridical effects that are partly echoed by Spanish laws. Thus, the need to determine the scope of such aspects becomes a necessary challenge. Since the consolidation of mediation answers to its social demand rather than the factual need of it, there will be situations and legal problems in need of solutions. PALABRAS CLAVE: Conflicto, Justicia, ADR, Mediación, Normativa KEYWORDS: Conflict, Justice, ADR (Alternative Dispute Resolution), Mediation, Regulation 1. JUSTICIA, JURISDICCIÓN Y ADR Como todos sabemos, el conflicto es consustancial al ser humano y forma parte de nuestra realidad cotidiana en todos los ámbitos en que nos realizamos como personas 1 . 1 Contextos familiares, profesionales o, v.gr, como miembros de una comunidad.

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la MediaciÓn FaMiliar: Una aPrOXiMaciÓn nOrMativa

tHe FaMiliar MediatiOn: a nOrMative aPPrOacH

leticia García [email protected]

Universidad Complutense de Madrid

resUMen

La mediación es una forma de entender las relaciones humanas, pero es también un modo más participativo de hacer justicia, ya que son las partes en conflicto las verdaderas protagonistas del proceso que busca dar satisfacción a sus intereses. Ésta es una de carac-terísticas principales que la distinguen de figuras afines.

Se nutre la mediación de diversas disciplinas para configurarse, cada día más, como una institución con caracteres propios; asimismo, produce efectos jurídicos de los que, sólo en parte, se hacen eco las leyes dictadas en España. Sin embargo, la necesidad de determinar el alcance de aquéllos aspectos se plantea como un reto necesario, pues en la medida que la consolidación de la mediación responda más a la demanda social de la misma que a la necesidad de ella, se plantearán situaciones y problemas jurídicos que conviene prever y tratar de dar respuestas. A la reflexión sobre estas cuestiones se dedica el presente artículo.

abstract

Mediation is a way of understanding human relations, but it is also a more participative way of doing justice, since the individuals involved are the real protagonists of the process that seeks to give satisfaction to their interests. This is one of main characteristics that distinguish it from related concepts.

As a discipline, mediation is influenced by several ones but is increasingly being distin-guished by its own characteristics. It also produces juridical effects that are partly echoed by Spanish laws. Thus, the need to determine the scope of such aspects becomes a necessary challenge. Since the consolidation of mediation answers to its social demand rather than the factual need of it, there will be situations and legal problems in need of solutions.

Palabras clave: Conflicto, Justicia, ADR, Mediación, NormativaKeywOrds: Conflict, Justice, ADR (Alternative Dispute Resolution), Mediation, Regulation

1. JUsticia, JUrisdicciÓn y adr

Como todos sabemos, el conflicto es consustancial al ser humano y forma parte de nuestra realidad cotidiana en todos los ámbitos en que nos realizamos como personas1.

1 Contextos familiares, profesionales o, v.gr, como miembros de una comunidad.

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La consideración del conflicto como divergencia percibida de intereses, o la creencia de que las aspiraciones actuales de las partes no pueden ser alcanzadas simultáneamente (Rubin, Pruit, y Hee Kim, 1994), permite reconocerlo no sólo como una fuente de crisis, sino, también, de oportunidades. Como señala Alzate Sáez de Heredia (1998), el con-flicto “Evita los estancamientos, estimula el interés y la curiosidad, ayuda a establecer las identidades tanto personales como grupales. Asimismo, en un plano más concreto, el conflicto ayuda a aprender nuevos y mejores modos de responder a los problemas, a construir relaciones mejores y más duraderas, a conocernos mejor a nosotros mismos y a los demás” (p. 16). Por ello, se pueden derivar de aquél valores positivos en la medida que se gestione y resuelva de modo satisfactorio para las partes.

El hecho de que tradicionalmente se haya considerado la vía jurisdiccional como la única posible para dar respuesta a las disputas, responde a modelos autoritarios de Esta-do que actualmente están dando paso a otros más democráticos (Ortuño Muñoz, 2000); éstos, apuestan por una mayor participación en la toma de decisiones de las personas directamente afectadas por la controversia. Sin embargo, en algunos periodos históri-cos, principalmente hasta la Revolución industrial, existían junto a los Tribunales otros sistemas para resolver los conflictos que surgían entre los individuos y se caracterizaban por la intervención de una o varias personas de prestigio o autoridad que generalmente actuaban con carácter privado, como eran la conciliación o el “hombre bueno”, tradicional en las sociedades agrarias. Algunos de estos sistemas han perdurado hasta nuestros días (Ejemplo de ello es, sin duda, el Tribunal de las Aguas de Valencia, que viene actuando desde el siglo XIII. Dicho Tribunal, cuyos miembros son popularmente elegidos por los campesinos, tiene como función resolver problemas referentes a la repartición equitativa del agua en la comunidad, por lo que los campesinos de Valencia pueden regular sus con-flictos recurriendo a un tribunal arbitral formado por personas respetadas de su propia clase y contexto socio-cultural).

Tras la “Revolución Industrial” se produjo un profundo cambio que afectó al ámbito económico, y que a su vez fue modificando las propias relaciones sociales. La creciente complejidad de las sociedades industriales hizo que los conflictos que surgían en su seno exigieran, cada vez más, que las personas que intervenían en su resolución fueran especia-listas en las diversas materias que se les presentaban, por lo que los sistemas tradicionales privados fueron perdiendo importancia.

Otra circunstancia que contribuyó a que estos sistemas quedaran en buena parte relega-dos por los públicos fue el intervencionismo del Estado a través de políticas paternalistas, que, justificándose en la máxima garantía que ofrecían al justiciable, copaban en buena medida la resolución de conflictos, distanciando la justicia de sus destinatarios, trayendo consigo una excesiva judicialización de la sociedad, y, por ende, una importante saturación de la Administración de justicia.

En España, tras la Constitución de 1978, el Poder judicial tiene el reconocimiento de ser garante de los derechos fundamentales e intereses legítimos de las personas, a tenor del art. 117.3 CE: “El ejercicio de la potestad jurisdiccional en todo tipo de procesos, juzgando y haciendo ejecutar lo juzgado, corresponde exclusivamente a los Juzgados y Tribunales determinados por las leyes, según las normas de competencia y procedimiento que las mismas establezcan”.

No obstante, ante la denominada “crisis de la Administración de justicia”, debida a la aprobación constante de normas, la mayor conciencia de los ciudadanos para exigir sus

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derechos, los nuevos tipos de conflictos o la demanda de una mayor agilidad y eficacia del sistema jurisdiccional por parte del justiciable, se están valorando ampliamente las ventajas que presentan las denominadas ADR (dichas siglas se utilizan universalmente para denominar las “Alternative Dispute Resolution”, también conocidas como M.A.R.C. (Methodes Alternatives de Resolution de Controversies) y M.A.S.C. (Métodos Alternos de Solución de Conflictos). De estas fórmulas destacan, v.gr., la mediación, la negociación y la conciliación2.

En efecto, estos métodos descongestionan los Tribunales; economizan tiempo; au-mentan la participación de los actores y con ello su responsabilidad para comprometerse y cumplir dichos pactos, posibilitando relaciones posteriores entre ellas y favorece que las partes adquieran la capacidad de so lucionar otros futuros conflictos del mismo modo.

En el mismo sentido se expresa La Propuesta de Directiva al Parlamento Europeo y al Consejo, sobre determinados aspectos de la mediación en materias civiles y comerciales, de 22 de octubre de 2004, que en la Exposición de Motivos, apartado 1.1.3, señala: “La utilidad de ampliar el recurso a la mediación la constituyen esencialmente las ventajas del propio mecanismo de solución de litigios: una manera más rápida, simple y rentable de solucionar conflictos que permite tener en cuenta más aspectos de los intereses de las partes. Ello aumenta las posibilidades de alcanzar un acuerdo que respetarán voluntariamente y preserva una relación amistosa y sostenible entre ellos”.

Por todo ello, junto a las fórmulas tradicionales heterocompositivas, como vías de solu-ción de conflictos a través de un tercero que adopta la decisión por las partes, cada vez adquieren mayor relevancia las fórmulas que implican autocomposición. Es decir, son las propias partes las que, con la intervención o no de un tercero, que en ningún caso tiene poder decisorio y sí funciones de aproximar intereses, toman las decisiones convenientes sobre sus conflictos.

En cualquier caso, hay que tener presente que los sistemas no confrontativos, denomi-nados ADR, no tienen, ni han de tener como finalidad reemplazar al sistema judicial, que necesariamente ha de existir, sino que, al configurarse como complementarios de aquél, pretenden ampliar el abanico de opciones para que los ciudadanos puedan resolver los conflictos según su naturaleza y características, y ello, siempre, con la garantía de la tutela judicial efectiva que preconiza el art. 24 de la Constitución española3.

La mediación presenta características coincidentes con otras instituciones, como el arbitraje, del que también se aleja en aspectos esenciales. Así, en relación a estas figuras, hemos de apuntar que comparten el hecho de que las partes han de tener voluntad previa de someterse a las mismas para resolver el conflicto, que ha de ser de derecho disponible. Ambas son también sistemas extrajudiciales de resolución de conflictos y atienden a los criterios de mayor pron titud, economía y reserva que los Tribunales. Asimismo, estas instituciones ofrecen la posibilidad de que el acuerdo de las partes pueda dar por terminada la controversia, obli-gándose éstas a mantener la confidencialidad respecto de las informaciones que conozcan a través de los respectivos procesos. Sin embargo, junto al carácter heterocompositivo del arbitraje y autocompositivo de la mediación, difieren porque el laudo arbitral tiene fuerza ejecutiva, de la que carece el acuerdo de mediación. En efecto, en el arbitraje, el laudo que pone fin al

2 Utilizamos las siglas ADR, por identificarnos con las que se recogerán en la Directiva de la U. E. que a estos efectos habrá que trasponer a la legislación española.

3 Art. 24 CE: “Todas las personas tienen derecho a obtener la tutela efectiva de los jueces y tribunales en el ejercicio de sus derechos e intereses legítimos, sin que, en ningún caso, pueda producirse indefensión”.

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conflicto tiene efectos de cosa juzgada, aunque el árbitro carezca del “imperium” necesario para hacer ejecutar lo juzgado, que sí tienen por Ley los Tribunales.

En cuanto a la naturaleza del contrato del que trae su origen, si el arbitraje presenta una natu-raleza híbrida y compleja, al tener al mismo tiempo características del contrato y del juicio, a modo de una “justicia privada”, considerándose por gran parte de la doctrina como un contrato con eficacia procesal (en el sentido apuntado de que el laudo que soluciona el conflicto tiene los mismos efectos que una sentencia (ejecutoriedad incondicional y cosa juzgada), dichos caracteres no corresponden en modo alguno a la mediación, a pesar de que ésta también surja de un contrato, como expondremos.

Se diferencian, también, por la mayor formalidad que presenta el arbitraje frente a la mediación, a pesar de que aquél sea más sencillo que los procedimientos ordinarios. En efecto, la mediación es un proceso estructurado, pero sus fases son flexibles y tiene un iter que se pauta en atención al hecho de que el mediador considere que la negociación fluye entre las partes. Finalmente, hay que reseñar que en el arbitraje el árbitro actúa de modo parcial, reconociendo la razón de las pretensiones de una parte e imponiendo la decisión, sin embargo, en la mediación, el mediador ha de ser absolutamente imparcial, sin dar la razón a ninguna y sin posibilidad de imponer su decisión.

Otra de las figuras con perfiles similares a la mediación, pero con rasgos distintivos, es la conciliación. Téngase en cuenta que el párrafo primero del apartado 2 del artículo 771, tras la reforma introducida en la Ley 1/2000, de 7 de enero, de Enjuiciamiento Civil, por la Ley 15/2005, de 8 de julio, queda redactado del siguiente modo :“2. A la vista de la soli-citud, el Tribunal mandará citar a los cónyuges y, si hubiere hijos menores o incapacitados, al Ministerio Fiscal, a una comparecencia, en la que se intentará un acuerdo de las partes y que se celebrará en los diez días siguientes. A dicha comparecencia deberá acudir el cónyuge demandado asistido por su abogado y representado por su Procurador”.

Ciertamente, la potestad conciliadora que reconoce la Ley al Juez para que intente un acuerdo de las partes, no debe confundirse, en ningún caso, con la labor mediadora (en el sentido estricto que le venimos dando al término), que no realiza, ni debe realizar en ningún caso, la autoridad judicial cuando actúe investida con tal carácter. Distinto es que el Juez pueda utilizar técnicas que faciliten la comunicación entre las partes para que éstas conecten sus intereses y puedan llegar a acuerdos.

La mediación también presenta semejanzas con el con trato de transacción, en el que las partes me diante recíprocas concesiones, ponen fin a una controversia jurídica, ex art. 1809 C.c.: “La transacción es un contrato por el cual las partes, dando, prometiendo o reteniendo cada una alguna cosa, evitan la provocación de un pleito o ponen término al que había comenzado”.

Parte la transacción, al igual que la mediación, de una relación jurídica conflictiva, que tiene por objeto un derecho disponible. Se trata, asimismo, de un sistema autocompositivo, que permite a las partes satisfacer el interés común, a pesar de renunciar de algún modo a sus pretensiones. Sin embargo, una de las diferencias esenciales entre la transacción y la me-diación viene determinada por la necesaria intervención del tercero. El mediador canaliza los intereses de las partes en su negociación, sin embargo, esta figura está ausente en el contrato de transacción, que tiene carácter bilateral, en el que sólo participan como sujetos las partes afectadas (cabe la transacción a través del mandatario con mandato expreso, ex art. 1723 C.c. y, sin embargo, la mediación tiene un carácter personalísimo).

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Como venimos apuntando, el desarrollo de la mediación y del resto de las ADR res-ponden a la necesidad de mejorar el acceso a la justicia como apuesta política de la Unión europea. No obstante, la mediación se perfila también con un significado específico, tal como se contempla en La Exposición de Motivos de la referida Propuesta de Directiva de 20044, recogiéndose la necesidad de que los Estados, además de impulsar estos métodos, garanticen, en todo caso, un sistema jurídico eficaz y justo que cumpla los requisitos del Convenio Europeo de Derechos Humanos.

En efecto, La mediación, como instrumento de paz social que conlleva una mayor participación cívica, no sólo debe atender a la finalidad de aliviar la carga de los juzgados, sino que responde, más bien, a un concepto amplio de hacer justicia desde y para sus protagonistas.

En lo que respecta a nuestro país, hemos de apuntar que han sido muchas e importantes las reformas que, como la LEC 1/2000 o la 15/2005 de 8 de julio, se han llevado a cabo en los últimos años, a fin de agilizar y simplificar los procesos jurisdiccionales. También hay que recordar el hecho de que la jurisdicción se constituye como la “ultima ratio” a la que todos los ciudadanos pueden acudir para obtener la tutela de sus derechos fundamen-tales e intereses legítimos, evitando cualquier situación de indefensión. No obstante, abrir cauces a procesos no jurisdiccionales, como la mediación, permite ofrecer vías idóneas para abordar las disputas dentro de un concepto amplio de justicia, basado en un mayor protagonismo y responsabilidad de los individuos, pero que en ningún caso se puede convertir en un “sucedáneo del poder de tutela, con menos garantías para el justiciable” (Barona Vilar, 1999), como pudiera temerse por algunos.

Así, entre los colectivos que más se opusieron a la mediación en EEUU en sus inicios fueron los grupos de “feministas”, ya que argumentaban que la mujer era la parte más débil en un conflicto matrimonial y este método no ofrecía las suficientes garantías de equilibrio e igualdad para ella. En este sentido, señala Suares (1996), que entre las investigaciones importantes que se han llevado a cabo por pensadoras feministas destaca la de Jannet Rijkin. En dicho estudio se sostiene que las mujeres logran peores acuerdos cuando concurren al sistema de me diación que cuando solucionan sus conflictos en el sistema judicial formal. En materia de dinero, dice Rijkin, las cuotas que obtienen las mujeres son menores, y además, apunta, no se ventilan casos de violencia. La razón que argumenta Rijkin es que en los encuentros de mediación se mantiene la misma “pauta interaccional” que existía en la pare ja, y por lo tanto, si lo que predominaba era el temor de las muje res hacia sus maridos, este mismo temor se va a manifestar en la mediación. Critica Suares estos extre-mos aludiendo a la experiencia de Sara Coob, de cuyas investigaciones se desprende que el tema de la violencia se aborda en el 80 % de las mediaciones.

Respecto al equilibrio de hombres y mujeres en las mediaciones, si bien se entienden las suspicacias que generó en su día, hay que considerar que una de las labores más importantes que ha de desarrollar el mediador en las sesiones, y en la que ha de poner mayor interés, es precisamente la de equilibrar el poder de las partes. En el caso de situaciones de violencia, para favorecer el equilibrio, se suele permitir a la persona más débil venir acompañada

4 E.M. Propuesta de Directiva al Parlamento Europeo y al Consejo, sobre determinados aspectos de la mediación en materias civiles y comerciales, de 22 de octubre de 2004: “la mediación tiene un valor propio como método de resolución de litigios al que los ciudadanos y empresas debieran poder acceder fácilmente y merece promoverse independientemente de su efecto de descarga de la presión sobre el sistema judicial...”.

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de su abogado/a o de algún familiar que le inspire confianza, modificar turnos y tiempos de intervención, e incluso ubicar a las partes en el espacio físico en que se encuentren más seguras (cerca de la puerta, etc). En cualquier caso, hay que tener en cuenta que La Ley Orgánica 1/2004, de 28 de diciembre de de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género (BOE 29 de diciembre), dispone en el art. 44.5º que “en todos estos casos, está vedada la mediación”, aunque esta cuestión no deja de ser controvertida.

La importancia de educar en valores de resolución no adversarial de conflictos, para prevenir situaciones de desigualdad y de violencia de género, se pone de manifiesto en la referida Ley Orgánica 1/2004, de 28 de diciembre, al afirmar, en el art. 4º, que el sistema educativo español incluirá entre sus fines la formación para prevención de los conflictos y para la resolución pacífica de los mismos. Se vincula, por tanto, la prevención de la violencia con el aprendizaje de formas no confrontativas de resolver los conflictos, que pretenden incorporarse al sistema educativo desde Educación infantil.

La medida nos parece realmente acertada, y consideramos que con ello se potenciará, sin duda, que las personas desde su infancia vayan aprendiendo el valor de resolver por ellos mismos sus conflictos y que puedan hacerlo de un modo más razonable y menos violento. Hay que tener en cuenta que las instituciones educativas han sido uno de los espacios que se han visto más beneficiados por una de las formas de resolución no ad-versarial de conflictos: la mediación. Todas estas acciones permitirán que, no pasando mucho tiempo, la cultura de paz que genera la mediación y, también, la protección a la familia y a las relaciones familiares y sociales que se derivan de ella, sean una realidad para todos los ciudadanos.

2. la MediaciÓn: cOncePtO y eFectOs JUrídicOs

El importante reconocimiento de las ADR en todo el mundo, como fenómeno global, se ha puesto de manifiesto también en Europa, tal como queda patente en las numerosas Directivas, Recomendaciones y demás Instrumentos de Derecho comunitario que se han dictado al respecto.

En el ámbito de familia es de referencia obligada la R.(98)1del Comité de Ministros a los Estados miembros sobre la mediación familiar5 .

Aunque, ciertamente, las Recomendaciones no son fuentes de derecho en sentido es-tricto y carecen de fuerza obligatoria, al contrario que los Tratados (Derecho primario) y los Reglamentos, Directivas o decisiones (Derecho derivado), la referida R (98)1 ha marcado un punto de inflexión en mediación familiar en toda Europa, pudiendo considerarse como “documento fundacional” de la misma en nuestro continente (López González y Marín López, 2003). En ella se contienen tanto la fundamentación de aquella institución, como los principios que han de presidirla y recomienda a los gobiernos de los Estados miem bros “Instituir o promover la mediación familiar o, en su caso, reforzar la mediación familiar existente”.

El concepto de mediación familiar que ofrece la R (98)1 es amplio, entendiéndola como “proceso en el que un tercero -el mediador-, imparcial y neutro, asiste a la partes de la negociación sobre las cuestiones que son objeto del litigio con vista a la obtención de acuerdos comunes”.

5 Adoptada por el Comité de Ministros, en la reunión 616 de los Delegados de Ministros, celebrada el 21 de enero de 1998.

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La figura del mediador, que define en buena medida la propia figura de la mediación, tiene reconocida en la R (98)1 otras funciones, tales como velar por el interés de los me-nores en el proceso, detectar situaciones de violencia y valorar si en cada caso es viable o no la mediación; informar a las partes de la posibilidad que tienen de recurrir a cualquier tipo de ayuda para resolver sus problemas conyugales y familiares, o de consultar a un abogado o a cualquier otro profesional que consideren necesario (v.gr. asesor fiscal), ya que el mediador no es un asesor jurídico, tal como se reconoce en el propio Texto.

Respecto a la formación del mediador, parece desprenderse de la R (98) 1, la necesidad de que éste tenga una adecuada capacitación y de que se ajuste a un Código deontológico, imponiéndose a los Estados la necesidad de velar por ello.

En cuanto al concepto amplio de mediación familiar, al que atiende la referida Reco-mendación, permite afirmar que tanto los ámbitos que pueden ser objeto de la mediación familiar, como los sujetos destinatarios de la misma, responden igualmente a un carácter extenso, dejándose a la iniciativa de los Estados la potestad de determinarlos. Así, se pueden considerar incluidos en el citado concepto no sólo los conflictos que surjan de separaciones y divorcios, a los que la Recomendación alude expresamente, sino todos aquellos que resulten perjudiciales para las familias y especialmente para el interés de los menores, para los que la mediación cobra un significado especial, ex apartado 6 de la Recomendación, y III.viii.

De lo anterior resulta que la Recomendación hace suya la conveniencia de extender la mediación familiar a todas las posibles relaciones familiares, para que se beneficien de este sistema, lo que atiende, sin duda, a un concepto global y extenso de familia, fiel reflejo en la realidad social europea. Asimismo, se pretende favorecer en el texto la oportunidad de que las partes puedan solicitar la mediación en cualquier fase del proceso, permitien-do incluso interrumpirlo para instaurarla6, adquiriendo así la voluntariedad un carácter notable en aquél.

Por último, la necesidad de que los acuerdos a que lleguen las partes puedan ser apro-bados por la autoridad judicial o cualquier otra autoridad competente cuando lo soliciten aquéllas y se proporcionen mecanismos de ejecución de dichos acuerdos, se plantea como exigencia a cumplir por los distintos Estados de la Unión.

Otro instrumento internacional de notoria trascendencia, y que una vez que se convierta en Directiva habrá que trasponer a la legislación de los estados miembros de la unión, es la Propuesta de Directiva del Parlamento Europeo y del Consejo, sobre determinados aspectos de la mediación en materias civiles y comerciales (COM (2004) 718 final) de 22 de octubre de 2004. Se trata de un documento de mínimos que pretende dar homogeneidad a los principios esenciales que han de regir en este ámbito en los países de la Unión.

La Comisión parte de una amplia concepción de la mediación que, además de configu-rarse como un procedimiento alternativo al proceso judicial, se valora como un importante método para la resolución de determinados litigios, de ahí que la Comisión tenga como finalidad dotar a la mediación de un marco jurídico estable y fiable, equiparable, en buena medida, al proceso judicial.

En consecuencia con el marco fijado, principalmente, por la R(98) 1, se puede definir la mediación familiar como un sistema cooperativo de gestión y resolución de conflictos entre

6 Vid. Ap. II, a y b, y A.p. V. a y b. Recomendación (98) 1.

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los miembros de una familia, entendida ésta en sentido extenso, que a través de un proceso no jurisdiccional, voluntario y confidencial posibilita la comunicación entre las partes, para que traten de plasmar los intereses comunes en un acuerdo viable y estable que resulte satisfactorio para ambas, y atienda, también, a las necesidades del grupo familiar, especial-mente las de menores y discapacitados. Dicho proceso es facilitado por el mediador, que es un tercero imparcial, neutral, capacitado idóneamente y sin ningún poder de decisión (García Villaluenga, 2006).

En España, la mediación ha sido definida, además de en las distintas disposiciones que las Comunidades Autónomas han dictado al efecto7, en la Ley 15/2005, de 8 de julio, por la que se modifican el Código Civil y la Ley de Enjuiciamiento Civil en materia de separación y divorcio. Dicha norma es una de las que mayor trascendencia ha tenido a estos efectos en los últimos tiempos, y parte de la protección del interés del menor y de la importancia de mantener la comunicación y el diálogo en el sistema familiar, incidiendo en el carácter alternativo de la mediación y en los principios que son su eje y su esencia (voluntariedad, imparcialidad y neutralidad y confidencialidad), en la línea planteada por la R (98)1.

Dicha norma faculta a las partes para pedir al Juez, en cualquier momento del proceso, la suspensión de las actuaciones judiciales para acudir a la mediación familiar y “tratar de alcanzar una solución consensuada en los temas objeto de litigio”. Derivado de lo anterior, modifica los arts 770.7 y 777.2 de la LEC, comprometiéndose en su Disposición final 3ª a remitir a las Cortes un Proyecto de Ley sobre mediación, basada en los principios establecidos en las disposiciones de la Unión Europea: voluntariedad, imparcialidad, neutralidad y confiden-cialidad (es decir, los recogidos en la R (98) 1, a la que nos hemos referido anteriormente) y que respete “los servicios de mediación creados por las Comunidades Autónomas”8 .

Echando ligeramente la vista atrás, podemos afirmar que, en los últimos años, se ha avanzado mucho en el desarrollo de la mediación en nuestro país. Así, tras la Constitu-ción de 1978 y en cumplimiento de su mandato, se dictaron leyes que, v.gr. reconocían la igualdad de los cónyuges, que garantizaba el art. 32 CE, y que permitieron a éstos negociar en equilibrio ante cualquier conflicto existente entre ellos o en relación con sus hijos (ex Ley 11/81 de 13 de mayo), o disolver el matrimonio por divorcio (ex Ley 30/81 de 7 de julio de 1981). Ambos presupuestos fueron fundamentales para la incardinación de la mediación familiar en España.

La protección máxima de la familia y del interés del menor, a partir del art. 39 CE, y en el marco de las competencias transferidas, determinó que la institución mediadora tuviera un franco apoyo por parte de la Administración en sus tres vertientes (Central, Autonó-mica y local). Así, si en un primer momento se subvencionaron servicios de mediación de distinta índole (García Villaluenga, 2006, p.318-327), en un segundo momento, el proceso normativo para configurar los perfiles de la mediación comenzó su andadura.

La Ley 1/2001 de 15 de marzo, de mediación familiar de Cataluña, introdujo la media-ción familiar en España como institución jurídicamente normada9, a ella le han seguido,

7 Vid. Infra.8 Más que los servicios de mediación creados, entendemos que el legislador se ha querido referir a las leyes

dictadas por las Comunidades Autónomas dentro del marco de su competencias.9 Ley 1/2001, de 15 de marzo, de mediación familiar (DOGC nº 3.355, de 26 de marzo de 2001) y Dec.

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hasta el momento, otras leyes en las Comunidades Autónomas de Galicia10, Valencia11, Canarias12, Castilla-La Mancha13, Castilla y León14, Baleares15, Madrid16 y Asturias17, to-mando todas como referente fundamental la Recomendación (98)1 y los principios que la inspiran.

Parten las referidas normas de un notable reconocimiento de la institución mediadora, conceptuándola como un instrumento de paz social en apoyo a la familia y de los intere-ses superiores de los niños, con capacidad de promover la participación ciudadana en la Administración de justicia, pero con un importante reconocimiento como servicio social especializado18. De ahí que dependa en la mayoría de las Comunidades Autónomas de las Consejerías que tienen competencia en materia de servicios sociales19.

Todas las leyes coinciden en definirla como un proceso voluntario, extrajudicial, complementa-rio a la vía jurisdiccional, a pesar de que puede utilizarse en evitación de ella, dirigido a ayudar a las partes y facilitarles la obtención por ellas mismas de un acuerdo satisfactorio.

La importancia de la figura del mediador queda patente en todos los textos legales. Este tercero, desde el máximo respeto a las partes y a la autonomía de la voluntad de éstas, ya que no decide, ni asesora, ni propone (a pesar de lo que pueda señalarse en alguna Ley de mediación, como la Gallega)20, facilita la comunicación entre aquéllas, en el respeto a los principios rectores de la mediación.

Algunas leyes se hacen eco también de la actuación del mediador dirigida a “obtener acuerdos justos, duraderos y estables y al objeto de evitar el planteamiento de procedimientos judiciales contenciosos, o poner fin a los ya iniciados o bien reducir el alcance de los mismos” (v.gr. Art. 2 de la Ley de mediación familiar de Canarias). Sin embargo, entendemos que el mediador, más que comprometido con el resultado del proceso lo está con el proceso mismo. Es decir, lo que ha de garantizar no es que las partes concluyan la mediación con un pacto, si no que de llegar a él, éste sea realmente querido y adoptado desde el equilibrio de poder de los sujetos y con plena voluntariedad.

En cuanto a las personas legitimadas para instar la mediación, hay que apuntar que se encuen-tran íntimamente vinculadas a los ámbitos a los que las leyes dan cobertura y que, según las normas, tienen mayor o menor extensión, afectando a los miembros del sistema familiar

10 Ley 4/2001 de 31 de mayo, reguladora de la mediación familiar de la Comunidad Autónoma de Galicia, B.O.E. nº. 157 de 2 de julio de 2001.

11 Ley 7/2001, de 26 de noviembre DOGV nº 4138, de 29 de noviembre de 2001.(BOE nº 303, 19 di-ciembre 2001).

12 BOE nº 134, de 5 de junio de 2003 y Ley 3/2005, de 23 de junio, para la modificación de la Ley 15/2003, de 8 de abril, de la mediación familiar.

13 Ley de la C.A. de Castilla-La Mancha 4/2005, de 24 de mayo, del Servicio Social Especializado de Me-diación Familiar. B.O.E. 25-08-2005.

14 Ley 1/2006, de 6 de abril, de mediación familiar de Castilla y León. (BOE núm 105, 3 de mayo de 2006)

15 Ley 18/2006, de 22 de noviembre, de mediación familiar de la Comunidad Autónoma Islas Baleares (BOE nº 303, de 20 de diciembre de 2006. BOID, núm 170, 30 de noviembre de 2006).

16 Ley 1/2007, de 21 de febrero, de mediación familiar de la Comunidad de Madrid 17 Ley 3/2007, de 23 de marzo, de mediación familiar de Asturias (BOPA Nº 81 - Lunes, 9 de abril de

2007)18 Vid. La Ley de mediación familiar de Castilla La Mancha.19 Como excepción, v.gr. vid. Ley de mediación familiar de Cataluña y la de Canarias que la hacen depender

de Justicia.20 Vid. Preámbulo y art. 3 de la Ley de mediación familiar de Galicia.

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(cónyuges, parejas de hecho, padres-hijos, hermanos, abuelos, acogedores, titulares de tutela, alimentistas…). Así se desprende de la consideración amplia que de la mediación familiar tienen dichas leyes, al seguir el camino abierto por la R (98) 1, que, como hemos expues-to, contempla una mediación global no circunscrita al ámbito de las crisis matrimoniales o de pareja (V.gr., la Ley de mediación de Castilla y León hace referencia a las personas unidas por vínculo matrimonial; personas que forman una unión de hecho, personas con hijos, no incluidas en los apartados anteriores, para promover que encuentren soluciones satisfactorias a los conflictos familiares que surjan respecto a ellos, personas incluidas en los apartados anteriores o entre cualesquiera otras personas con capacidad de obrar que tengan entre sí cualquier relación de parentesco, en los que el procedimiento de mediación sirva para prevenir, simplificar o poner fin a un litigio judicial (art. 3).

En efecto, los ámbitos de la mediación familiar se extienden a aquéllas materias de derecho disponible, en el ámbito de las relaciones familiares, respecto de las cuáles las partes tengan interés en negociar, dentro del respeto a la ley, a la moral y al orden público21. Así, alimentos, emancipación, capitulaciones matrimoniales, algunos efectos personales del matrimonio, como la elección del domicilio, el convenio regulador en crisis matrimoniales o de pareja con hijos, el derecho de visita con abuelos y otros parientes del hijo menor y ciertas cues-tiones relativas a instituciones tutelares, sucesiones, acogimiento y a adopción, entre otras, pueden beneficiarse de este proceso no adversarial de resolver los conflictos.

Los principios de la mediación recogidos en las leyes son unánimemente aceptados por distintos internacionales (V.gr. Recomendación (98)1 del Comité de Ministros del Consejo de Europa, Libro Verde sobre modalidades alternativas de solución de conflictos en el ámbito del derecho civil y mercantil, Código de Conducta Europeo para los Mediadores, Propuesta de Directiva al Parlamento Europeo y al Consejo, sobre determinados aspectos de la mediación en materias civiles y comerciales…).

Voluntariedad, imparcialidad, neutralidad, confidencialidad y profesionalidad, junto a la buena fe, la flexibilidad del proceso, el carácter personalísimo del mismo o el interés del menor y de la familia, son los puntos cardinales entre los que se configura y ha de desarrollarse la mediación.

La importancia que la voluntariedad adquiere en el inicio22, desarrollo y conclusión de la mediación viene determinada por participación de las partes en el uso pleno y constante de su capacidad para tomar decisiones, comprometiéndose con cada etapa del proceso. La necesidad de que el espacio de mediación garantice la autonomía de los mediados, al mismo tiempo que permita al mediador evaluar el interés y buena fe de las partes por permanecer en el mismo, es una exigencia que delimita rotundamente los perfiles de esta institución.

21 Vid, por todas, la Ley de mediación familiar de Islas Baleares, que al señalar los ámbitos de la mediación, dispone: “En cualquier caso, las cuestiones que pueden someterse a la mediación familiar deben referirse siempre y necesariamente a materias de derecho civil de familia, que sean disponibles por las partes de acuerdo con este derecho y que sean susceptibles de ser planteadas judicialmente” (art.8). Aunque no estamos de acuerdo con lo propugnado “in fine”, ya que la mediación familiar debe ser un recurso para ayudar a gestionar cooperativa-mente los conflictos familiares, todos los que surjan de las relaciones interpersonales entre los miembros de la familia, aunque pudieran no tener trascendencia jurídica (v.gr. el encuentro entre familia biológica y adoptiva a través de la mediación, que se contempla como ámbito específico en la Ley de mediación familiar Valenciana, Canaria, Castilla y León y Madrid).

22 Sin que sea inconveniente, se entiende, que pueda ser preceptiva una sesión inicial de información que en modo alguno les conmina a continuar el proceso.

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Este principio está consagrado en todas las leyes de las CCAA, en similares términos, así, v.gr., la Ley de mediación familiar de Castilla La Mancha, señala en su art. 8: “Las partes gozan de entera libertad para iniciar el procedimiento de mediación familiar, para desistir de él en cual-quier momento del mismo sin necesidad de alegar causa alguna y para alcanzar los acuerdos que estimen más convenientes para sus intereses, con respeto, en este último caso, a las normas de carácter imperativo establecidas en la legislación vigente”.

La actitud del mediador a lo largo del proceso, manteniéndose equidistante de los mediados, garantizando el equilibrio de poder e igualdad de éstos, en una alianza continua y simultánea con los intereses de ambos, denota su imparcialidad, que ha de ser percibida como tal por las partes. Asimismo, se presenta como valor fundamental la neutralidad, que no sólo implica que la mediación es una figura autocompositiva, sino que los valores, cri-terios y posibles soluciones que el mediador tiene ante los problemas que se le presentan no han de condicionar la decisión a que lleguen las partes. Probablemente, sólo desde la conciencia de que no se es neutral se puede uno aproximar a este principio. Vid. Por todas, la Ley de mediación familiar de la Comunidad Autónoma de Madrid, que en su art. 4 señala que el “mediador actuante, que no podrá adoptar decisiones alineándose de forma interesada con parte alguna, influirlas o dirigirlas hacia la consecución de soluciones conforme a su criterio personal o imponer soluciones”.

La conveniencia de que las partes pongan en común sus necesidades, así como las circunstancias que les permitan tomar decisiones acordes a la realidad que se les presenta, requiere de la confidencialidad del mediador23, al menos, y de las mismas partes, salvo que se dispensen mutuamente de dicha obligación. Por tanto, el mediador no es perito, ni testigo, para que no pueda servir en modo alguno a posibles intenciones torticeras de las partes, si quisieran utilizarle a tal fin (la Ley de mediación familiar de las Islas Baleares, art. 2, dispone: “la persona mediadora y la parte familiar en conflicto tienen el deber de mantener la reserva sobre los hechos conocidos”).

Como se viene reiterando, la calidad del proceso de mediación y de la propia institu-ción mediadora pasa porque los mediadores que la lleven a cabo estén cualificados para ello, reconociéndose la profesionalidad como principio fundamental en todos los Instrumen-tos internacionales relativos a esta materia. Las autoridades públicas han de promover y fomentar la formación del mediador, cerciorándose de que existen garantías mínimas de competencia.

La formación del mediador es pieza clave en la consolidación de la mediación, sin embargo, los criterios heterogéneos seguidos por las leyes dictadas hasta el momento en España hacen que resulte difícil determinar no sólo el perfil del mediador en su formación de origen (que suele coincidir con Abogados, Psicólogos, Diplomados en Trabajo Social y Asistentes sociales, Educadores sociales y Pedagogos, a pesar de que no debería haber un númerus clausus) y en la formación específica que ha de recibir a tal finalidad (núme-ro de horas, contenidos, prácticas), sino, también, qué institución ha de llevar a cabo tal formación (Universidades, Colegios profesionales, Centros de la Administración…), a qué organismo le corresponde acreditar la capacitación (Ente creado al efecto en la Consejería competente en la respectiva CCAA, administración del Estado, etc.).

23 Se exceptúa de esta obligación al mediador, en todas las Leyes de las CCAA, cuando se trate de supuestos en que exista riesgo para la vida o se trate de datos que revelan una infracción delictiva.

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Todas estas cuestiones aparecen reflejadas en los distintos textos normativos. Así, v.gr., en la Ley de mediación familiar de la Comunidad de Madrid, para ejercer la mediación familiar e inscribirse en el Registro de Mediadores Familiares de dicha Comunidad se adopta una fórmula amplia, ya que no se exige formación concreta, pero deberá acreditarse que se está en posesión de un título universitario de grado superior o medio, con validez en territorio español, además de acreditar las acciones formativas teórico-prácticas específicas de mediación, en los términos que reglamentariamente se determine (ex art 12).

El interés que cada vez se va afianzando más porque exista una profesión de mediador, suscita también recelos y críticas, pero en lo que suelen coincidir todas las instituciones y las personas que se dedican a trabajar en este ámbito, es que se necesita determinar de una manera más homogénea los conocimientos y habilidades que ha de tener quien pretenda desempeñar estas funciones, ya que de dicha capacitación depende, en buena parte, el futuro de esta institución.

Diversos son los actos jurídicos realizados a lo largo del proceso de mediación y distin-tos, también sus efectos. Así, el contrato de mediación24, que firman todas las partes (mediador y mediados), sometiéndose en su virtud a los principios de la mediación, se caracteriza por ser típico (contemplado en diversas leyes autonómicas); consensual, al perfeccionarse por el solo consentimiento de las partes que intervienen en el proceso de mediación; bilateral, ya que produce obligaciones recíprocas para las partes; oneroso, al ser recíproca, también, la contraprestación entre aquéllas, a salvo el derecho de justicia gratuita y personalísimo, ya que el protagonismo de las partes es fundamental en el proceso. Se trata, asimismo, de un contrato en el que la forma, en principio, no es esencial, sin embargo, algunas leyes de mediación familiar dictadas por las Comunidades Autónomas hacen referencia expresa a la forma escrita del Acta inicial (que podemos considerar como contrato de mediación), sin que ello sea incompatible con los principios de flexibilidad y antiformalismo que rigen este proceso.

Cuestión de notable importancia es la relativa a la responsabilidad de las partes derivada del incumplimiento del contrato de mediación, que entendemos será contractual (ex arts 1101 y ss. del C.c), con los efectos que de ello se derivan. Al mediador, sin embargo, le es aplicable el criterio de la diligencia profesional, al haber asumido su obligación en calidad de experto. En este sentido hay que tener en cuenta que las Leyes de las Comunidades Autónomas contemplan expresamente el régimen sancionador que, en su caso, les haya de ser aplicado (sanciones deontológicas junto a sanciones administrativas), sin perjuicio de las acciones civiles y penales que correspondan. Así, si es la Administración la que ofrece el servicio de mediación, la responsabilidad de ésta por los daños que causen las personas a su ser-vicio se exigiría directamente a aquélla, quedando sujeta al régimen de responsabilidad de las Administraciones públicas, de la LRJPAC, salvo que exista responsabilidad penal del personal al servicio de la Administración.

24 Destaca la trascendencia y significación especial que reconoce expresamente la Ley de mediación familiar de Baleares al contrato de mediación familiar, regulándolo, al amparo de la competencia legislativa en materia de derecho civil propio (artículo 10.23 EAIB).

Como señala dicha Ley, en su Exposición de motivos, “se adopta la forma contractual porque es la que se adapta a esta institución de acuerdo con su naturaleza jurídica. En caso de no regularse expresamente y dada la novedad de la figura, debería recurrirse a la analogía con otros contratos -por ejemplo, el contrato de arrendamiento de servicios o el contrato de mandato”.

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En el caso de que se trate de un servicio de mediación ofrecido por una empresa, ésta será quien responda ante las partes por el posible incumplimiento del contrato por el mediador, sin perjuicio de las acciones que pudiera tener frente a él.

Para concluir, señalaremos que en el supuesto de que las partes así lo deseen, la media-ción puede terminar con el que denominamos negocio jurídico mediado (García Villaluenga, 2006, p 493 y ss), o negocio jurídico de Derecho de familia que es fuente de relaciones jurídicas familiares (puede crearlas, modificarlas o extinguirlas según el caso) o contrato en sentido amplio con origen en el proceso de mediación.

Firmado exclusivamente por los miembros de la relación familiar en conflicto, dicho contrato contiene los acuerdos a los que aquéllos hayan llegado respecto de la cuestión objeto de controversia, que sea de derecho disponible, y les obligará en lo que hayan sus-crito, siempre que en el concurran los requisitos necesarios para la validez de los contratos (consentimiento, objeto y causa, ex art. 1261 C.c.). Sin embargo, la necesidad de que el referido acuerdo reciba la homologación judicial para que tenga carácter ejecutivo25, y no esté en desventaja con el proceso judicial, se presenta como constante en los instrumentos internacionales, incluso en los más recientes como la Propuesta de Directiva, anteriormente aludida, reconociendo la necesidad de que los Estados aseguren la confirmación del acuerdo a través de resolución, sentencia, o instrumento auténtico por un órgano jurisdiccional o entidad pública (v.gr. ejecución en bienes gananciales ex. Art. 541 LEC).

Como se apuntaba anteriormente, si en los últimos años se han dado pasos realmente trascendentes para que la mediación adquiera carta de naturaleza y se consolide como instrumento de paz social, también para las familias, aún son muchos los retos que tie-ne pendiente. Entre ellos se encuentra, sin duda, una regulación más homogénea de la mediación que permita identificar su perfil no sólo a nivel nacional, sino también a nivel internacional, con la globalidad que esta figura requiere.

3. reFerencias

ALZATE SAEZ DE HEREDIA, R. (1998): Análisis y resolución de conflictos. Una perspectiva psicológica. Universidad del País Vasco. Bilbao.

BARONA VILAR. S.(1999): Solución extrajudicial de conflictos, “Alternative dispute resolution”(ADR) y Derecho Procesal, Tirant lo Blanch, Valencia.

GARCÍA VILLALUENGA, L. (2006): Mediación en conflictos familiares: una construcción desde el derecho de familia. Reus, Madrid.

LÓPEZ GONZÁLEZ,R. Y MARÍN LÓPEZ, J.J. (2003): Legislación sobre mediación familiar. Tecnos, Madrid.

ORTUÑO MUÑOZ, P. (2000): “La mediación familiar intrajudicial (un reto para la práctica del Derecho de familia)”. Revista de Derecho de Familia, nº 7, 45.

RUBIN, J.Z., PRUIT, D. G y HEE KIM. (1994): Social Conflict: escalation, stalemate and sett-lement. (2ª edic). McGraw-Hill, New York.

SUARES, M. (1996): Mediación. Conducción de disputas, comunicación y técnicas. Paidós Mediación, nº 4, Buenos Aires, 53-55.

25 La homologación judicial se contempla como preceptiva, v.gr. respecto de los extremos contemplados en la propuesta de convenio regulador a tenor del art. 90 del C.c. Es decir, la propuesta de acuerdo sobre materia no disponible, requiere homologación judicial para que sea ejecutiva, ex art. 777 LEC

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HandlinG anGer in mediaTiOn: COnCePTs and sTraTeGies

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resUmen

La ira tiene base en respuesta racional y fisiológica. Por tanto, la ira puede ser afectada y potencialmente controlada por estímulos físicos y cognitivos. El mediador puede usar esta información para crear ambientes que disminuyen el estímulo físico que puede predisponer a una parte a experimentar la ira, y puede facilitar procesos de pensamiento que pueden calmar y disminuir la ira. Lejos de ser una emoción que se puede tratar solamente en terapia, el mediador debe reconocer y manejar la ira y las emociones fuertes para aclarar el camino para la comunicación efectiva en el proceso de negociación.

aBsTraCT

Anger has bases in rational and physiologic response. Anger can therefore be affected, and potentially controlled, by both physical and cognitive stimuli. The mediator can use this information to create settings that decrease the physical stimulus which can predispose a party to experience anger, and facilitate thought processes that can calm and defuse anger. Far from being an emotion to be dealt with only in therapy, the mediator must acknowledge and manage anger and strong emotions in order to clear the way for effective communication in the negotiation process.

PalaBras Clave: Mediación, Negociación, Técnicas y herramientas, Ira, Emoción KeYwOrd: Handling Anger in Mediation, Concepts and Strategies

1. inTrOdUCCiÓn

“Cualquiera se puede enfadar – eso es fácil, pero enfadarse con la per-sona adecuada, al nivel adecuado, en el punto en tiempo adecuado, por la razón adecuada, y en la manera adecuada – eso no está dentro del poder de todos y no es fácil.” Aristóteles

La ira es un componente frecuente de las interacciones en la mediación. La mediación es la intervención de un facilitador de comunicación y negociación en la resolución de un conflicto entre partes. Es una negociación que es asistida por una persona que facilita la comprensión entre las mismas (Rubin, 1981). El tema de la mediación a menudo son negociaciones estancadas, y frecuentemente incluye situaciones mareadas de emociones

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intensas, y expectativas y necesidades insatisfechas. Como nota la observación de Aristó-teles, expresar la ira adecuadamente es un reto. Intercambios calentados pueden alienar a las partes e impedir progreso en la negociación. Por otra parte, las negociaciones también se pueden estancar cuando la ira es retenida de manera inapropiada y no expresada. Aun-que el trabajo del mediador no incluye ofrecer terapia para el control de la ira, reconocer y manejar la ira es una habilidad crítica que debe aprender para promover la seguridad y efectividad de la mediación.

Este trabajo propone una manera de conceptualizar la ira e intervenir en el diálogo de las partes cuando la tensión está alta, quitando barreras a la comunicación, y controlando la escalada del conflicto. La Sección 2 provee una definición simplificada de la ira, que destila la variedad de definiciones que existen en la comunidad científica para llegar a una definición práctica de la ira en cual basar estrategias para la mediación de conflictos. La Sección 3 expone razones por las cuales es importante manejar la ira en el contexto de la mediación, y la Sección 4 ofrece ideas para manejar la ira, ayudar a las partes a expresar su ira de manera sana y efectiva, y prevenir el desahogo destructivo de la ira que rompe la comunicación y daña las relaciones. Este trabajo esta destinado para apoyar el trabajo de mediadores formales en el campo, tanto como para profesionales que también se encuen-tran trabajando de manera informal para transformar los conflictos en sus comunidades, es decir, mediando en un contexto fuera de la mediación formal.

2. Una definiCiÓn PráCTiCa de la ira

2.1 la COmPleJidad de la ira

La ira es un paquete complejo de sentidos, comportamientos, normas y practicas socia-les que coexisten y se forman alrededor de emociones primordiales. (Lindner, 2006). Las definiciones y enfoques para comprender la ira varían dependiendo en quien la estudia. El espectro corre desde medir procesos cognitivos, a identificar meticulosamente la actividad fisiológica en el cerebro, a examinar comportamiento, a atribuir la ira a mecanismos de defensa que sobraron de nuestros antepasados de las cavernas. A través del tiempo ha habido un gran debate sobre exactamente qué es la ira. Campos de estudio y entendimiento han estado divididos polémicamente, cada alguno declarando su perspectiva como la más probable, por ejemplo, la tensión larga entre los conductivistas y los cognitivistas, y la dicotomía que la ira es o una emoción reactiva o un proceso cognitivo.

Hoy, aún más perspectivas y “pruebas” han sido añadidas a la olla sopera de com-prensión sobre la ira (ver, por ejemplo, Elster 1998, Panskepp 1998, Russell & Feldman Barrett 1992, Eckman 2003, Wang, Trivedi, Treiber, & Sneider, 2005, y van Kleef, De Dreu, & Manstead, 2004). Pero, aún estudiando la ira desde campos tan diversos como la neurociencia, neuropsicología, antropología, psicología, medicina, sociología, negociación en negocios, y la toma de decisiones, científicos están tendiendo a rechazar las definiciones dicótomas rígidas de emoción versus cognición. Están considerando información de los varios campos en vez de de insistir en caminos separados y polémicos de entendimiento. La ira se comienza a entender como un proceso interactivo y multifacético; un mecanismo psicológico, influido potencialmente por muchos variables. Estos variables incluyen el desa-rrolló evolutivo, factores genéticos, el desarrollo físico individual, la fisiología, la patología, el contexto social y cultural, procesos cognitivos, motivos personales, y los valores del individuo entre otros factores posibles. Es evidente por el volumen de literatura y actividad

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en el campo que todavía estamos aprendiendo sobre la ira, y que lo que “sabemos” sigue cambiando a la par que la investigación amplía nuestra comprensión.

Antes del amanecer de la investigación empírica como la conocemos hoy, se argumentaba que la ira debía ser controlada, y a aquellos que podían hacerlo se les consideraban fuertes y sabios. Una visita ligera a las páginas web que ofrecen citas famosas enseña que filósofos como Plató, Aristóteles, Séneca y Descartes, escritores incluyendo Shakespeare y Pierce, y líderes políticos desde Cato a Thomas Jefferson y Booker T. Washington opinaban y comentaban sobre el valor y la necesidad de controlar la expresión de la ira. Las palabras de estos hombres y muchos otros hacían un llamamiento para la contención y el uso controlado de la ira para el bienestar de la persona enojada tanto como para el bien de las relaciones y de la comunidad. Aunque la ira retaba al hombre, la creencia era que debía ser controlada.

Entonces Darwin y Freud propusieron una perspectiva opuesta. Propusieron que la ira nace de función profunda biológica que no depende de razonamiento consciente, y por tanto, no es sujeta al control. Darwin (1871) argumentó que las emociones del hombre eran similares a las de los animales, y como simplemente un animal más, los humanos tienen la ira como un mecanismo protectivo. Equivalió la ira con la cólera, basándose en similitudes en las acciones de humanos y animales provocados (1872), y vio a la ira y la rabia como respuesta instintiva, agresiva incontrolable. Más tarde, Freud (1962) propuso que la naturaleza y las respuestas humanas son en gran parte determinadas biológicamente por control y motivación inconsciente en vez de elección y pensamientos conscientes ra-zonados. La perspectiva de Darwin y Freud era que la ira es un rasgo biológico humano, una respuesta automática a un estímulo amenazador, y no sujetó al control. Para a Darwin y Freud, la ira no nace racionalmente.

Un debate continuo resultó entre los que consideran la ira una respuesta incontro-lable, instintiva, innata, y puramente fisiológica a un estímulo amenazador, y aquellos que argumentaban que para manifestarse la ira necesita el razonamiento y procesos de pensamiento capaces de evaluar y juzgar una situación. Así evolucionaron los campos, y algunos científicos argumentan que la ira es el resultado de procesos cognitivos y por tanto se puede controlar, mientras otros siguen a Darwin y Freud y afirman que la ira es más como un reflejo o instinto y no se puede controlar. Con el desarrollo del tiempo, parece ser que la investigación demuestra que ambos campos tienen razón, por lo menos hasta cierto punto; la ira es a la vez un proceso intenso fisiológico y uno cognitivo.

En el esfuerzo de definir la ira, algunos científicos diferencian emoción, estado de ánimo o humor (disposición), y rasgos. Estas distinciones son interesantes ya que el mediador puede actuar para influir en cada. La ira como una emoción está relacionada a humor enojado y tendencia a la ira, pero es un mecanismo diferente. Los rasgos son estables, los humores son menos estables, y las emociones aún menos (Zizzo, 2006, citando a Golds-mith, 2004, y Eckman, 2004). Las emociones son un “cambio relativamente transitorio en el estado psicológico” y estos cambios ocurren en “sentimientos subjetivos, actividades neurofisiológicas y posiblemente procesos cognitivos, expresiones corporales y respuestas de comportamiento” (Zizzo, 2006). Emociones duran segundos, minutos y algunas veces horas. Un humor es un estado emocional, o de tendencia emocional, relativamente duradero que continúa por horas o días. Comparado a una emoción, un humor es menos específico, a menudo menos intenso, y menos probable de ser desencadenado por un estímulo o un evento en particular (Thayer, 1989).

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Rasgos son características y tendencias de la personalidad y son los que más duran. Son la manera que un individuo normalmente percibe, siente, cree, y actúa, e incluye el temperamento de la persona. Rasgos pueden predisponer humores, e humores pueden facilitar que ocurra una emoción determinada. Algunos rasgos pueden ser heredados. Las investigaciones demuestran que la genética puede influir la ira, predisponiendo que una persona tenga mucho genio, y facilitando o impidiendo su habilidad de sobrellevar la ira una vez inflamada (Wang, Trivedi, Treiber & Sneider, 2005). Comportamiento antagonista puede ser vinculado con genes identificables (Manuck, Flory, Ferrell, Dent, Mann & Mul-doon, 1999). Esto significa que la agresión, la irritabilidad y los rasgos relacionados a la ira pueden ser más difíciles dé controlar para algunas personas que otras (Rujescu, Giegling, Bondy, Gietl, Zill and Möller, 2002).

Saber que la ira puede estar genéticamente vinculada ayuda al mediador a entender que el punto de partida de la ira no es igual para todos. Algunas personas naturalmente son más calmadas y menos irritables que otras, y pueden responder menos a un mismo estímulo. A veces, los mediadores tienen dificultad en mantener una perspectiva positiva e imparcial mientras que su paciencia se acaba con una parte antagonistica. Puede ayudar considerar que hay razones potencialmente fisiológicas que pueden excusar el comportamiento de la parte. También, es posible que la parte no se dé cuenta que su ira tiene remedio y que puede controlar su comportamiento. Estar consciente de que una parte puede tener di-ficultad emocional le ayuda al mediador a empatizar, y puede mantener los esfuerzos del mediador concentrados en intervenciones efectivas para mitigar los efectos de la ira tanto en las personas que la reciben como en la parte que la expresa.

2.2 la ira COmO enfermedad

Alguna ira es síntoma de patología física o mental. Daño cerebral de lesiones traumá-ticos a la cabeza y procesos infecciosos tal como la encefalitis viral le pueden disminuir a una persona su umbral de ira y capacidad de sobrellevar la ira (Denmark & Gemeinhardt, 2002). Esto es una patología física debida a las secuelas de un agente patógeno o un si-niestro físico en vez de una trauma mental, aunque puede haber un componente mental consecuente de ira vinculado al evento causativo y la frustración que siente la persona con su nueva y a veces extrema condición. En un diferente tipo de enfermedad, algunas partes que expresan la ira en la mediación satisfacen las descripciones en el DSM-IV, un manual diagnóstico que expone trastornos de la personalidad.

Un trastorno de personalidad es un patrón de comportamiento permanente, tiene su inicio en la adolescencia, es rígido y no cambia, se aparta de las expectativas de la cultura de la persona, y comporta malestar y perjuicios para el sujeto (Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders, Fourth Edition, 1994). Estas personalidades a menudo son personalidades altamente conflictivas que pueden significar un reto para mediadores, abo-gados, trabajadores sociales, y otros profesionales (Eddy, 2003). Uno de estos trastornos de personalidad, la personalidad límite, o borderline, es propensa a la ira y puede ser altamente problemática para mediadores. La personalidad límite es un diagnóstico psiquiátrico con-troversial, y la investigación sobre ello continúa pará mejorar el entendimiento de lo que algunos creen puede ser una respuesta adaptiva del síndrome de estrés post traumático.

Aunque sólo figuran como 2% de la población general según la American Psychiatric Association, personas con personalidad límite frecuentemente están presentes en casos

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altamente conflictivos, sea en los juzgados, mediación o terapia familiar (Eddy, 2003). La descripción del DSM-IV de las características de la personalidad límite incluye “ira intense e inapropiada, o dificultad controlando la ira (por ejemplo, explosiones y demostraciones frecuentes de mal genio, ira constante, agresiones físicas recurrentes)…” Esta no es la persona normal enojada en la mediación, sino una persona con una enfermedad mental. La personalidad límite tiende a dividir el mundo, y a todos en él, en dicotomías con el consiguiente reto para el mediador; tal como bueno/malo, correcto/equivocado, verdad/mentira, honesto/falso, santo/demonio, etcétera, sin ningún entre medio.

Algunas personalidades límites pueden haber heredado rasgos de ira tal como se expuso antes (Siever, Torgensen, Gunderson, Livesley, & Kendler, 2002), sin embargo todas las personas con rasgos de ira heredados (o rasgos de ira no heredados) no tienen perso-nalidades límite. También, el DSM IV reconoce “rasgos límite” como las características que tomadas juntas componen la personalidad límite. Es posible que una persona tenga algunas de las características de la personalidad límite sin llegar a tener el diagnóstico de la personalidad límite. Se diría que esta persona tiene rasgos límite, algunos cuales pueden retar al mediador más paciente. La sección que trata estrategias para intervenir en la ira ofrece ideas para manejar la ira cuando es patológica a diferencia de la ira más corriente.

2.3 nOrmas CUlTUrales Y la ira COmO remediO

Un componente importante de la ira es la cultura y los valores personales. Estos as-pectos caben dentro del dominio de los procesos cognitivos. Los procesos cognitivos de la ira dependen de una variedad de factores, inclusive cómo el individuo percibe, procesa la información, la evalúa, la almacena, la recuerda, aprende, resuelve problemas, y toma decisiones. También están formados por valores personales, reglas y preferencias culturales, y el contexto social. Tavris (1989) argumenta que los humanos “se enfadan en el servicio de su cultura.” Ella ofrece el ejemplo interesante de acostarse con la mujer de otro hombre. En algunos contextos, si uno sigue las normas debidas, es permitido y hasta esperado por cortesía y no provoca la ira. Son expectativas incumplidas y normas saltadas, y el juzgar al rompedor de las normas (Rosenberg, 2003), que provoca la ira, no la acción en sí. Estas normas y expectativas a veces están escritas, a menudo no, pero normalmente se conocen. Pueden variar mucho a través del mundo, entre comunidades, y hasta dentro de familias en el mismo barrio. Estas normas están formadas por valores y principios morales, a menudo respetados en común. Puede ser más difícil averiguar los valores personales aunque éstos también suelen estar basados en costumbres sociales.

Al definir la ira es importante notar que la agresión y la ira no son sinónimos. Aquí volvemos a la cuestión si la ira es controlable, un tema vital para el mediador. Es posible tener ira sin agresión, y agresión sin ira (Averill, 1983). Agresión en respuesta a la ira es una elección, no un mandato innato. Además, la agresión no es catártica y no hace que la ira disipe; sea en la persona irritada o en el blanco de su ira. Por el contrario, escala a la ira y la hostilidad (Kriesberg, 2003, Tavris, 1989, citando investigaciones para adultos y niños). Los humanos posiblemente no puedan evitar el repentino aumento de ira fisiológico que altera el cuerpo y es casi como un reflejo, el estado de excitación física; pero pueden elegir cómo responder a él. Es decir, no podemos controlar si nos vamos a enfadar, pero podemos controlar cómo manejamos la ira (Novaco, 1975). Tal como se expuso en parte antes, también es importante notar que la regulación cognitiva de la ira puede ser consi-

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derablemente diferente en diferentes culturas (Johnson-Laird & Oatley, 2000). Parece ser cuanto más importante es la cohesión para que una comunidad sobreviva, menos acep-table es la agresión para expresar la ira. Por ejemplo, aunque los !Kung San del desierto Kalahari y los esquimales Utku experimentan ira, han desarrollado costumbres que evitan la agresión para el bienestar de sus pequeñas comunidades (Draper, 1978, Briggs, 2006). La expresión de la ira es una elección, y se puede controlar.

Aclarando el camino para negociaciones mejores: El vínculo entre los procesos fisio-lógicos y cognitivos de la ira

Uno de los aspectos más importantes que el mediador debe comprender sobre la ira es que los procesos cognitivos alimentan a los procesos físicos, y los procesos físicos pueden alimentar los procesos cognitivos, en una red asociativa que puede desencadenar y escalar la ira donde previamente no existía (Tavris, 1989). Por ejemplo, si una parte ya está en un estado físico de excitación, sin importar cómo llegó a el, digamos bebió demasiado café justamente antes de la mediación, le pegó un susto una moto que casi le atropella, llega tarde porque su coche se averió en el camino, o acaba de subir 10 pisos por las escaleras para llegar a tu oficina porque valora estar en buen estado físico…una provocación pe-queña, una que podría pasar desapercibida en un estado físico de calma, puede encender ira física y pensamientos iracundos. Tavris ofrece investigaciones que explican que esto ocurre porque el cuerpo reconoce el estado físico de excitación como similar (no distin-guido) al estado físico de excitación de la ira, y el salto es corto y fácil para la mente. A la inversa, el estado físico puede ser excitado desde la calma por el lado cognitivo de la ecuación… pensando y rumiando se puede provocar un estado físico de excitación que de turno vuelve a alimentar pensamientos iracundos (Rusting & Nolen-Hoeksema, 1998, Tavris, 1989). Pensamientos de este tipo incluyen culpar, juzgar, planificar represalias, pensar sobre venganza, e imaginarse que la otra parte tiene malas intenciones.

El vínculo entre los componentes fisiológicos de la ira y los procesos de pensamientos es buena noticia para la mediadora, si es consciente de ello, y malas noticias si no lo es, espe-cialmente porque sin querer puede provocar o sostener la ira ella misma. Es buena noticia porque hay estrategias y técnicas que puede usar para prevenir la escalada de la ira desde ambos los procesos fisiológicos y los cognitivos. Éstos incluyen intervenciones que la mediadora debe evitar porque potencialmente pueden incrementar la ira. El propósito de manejar la ira en una mediación es aclarar el camino para la negociación y comunicación efectiva. Manejar la ira, en si, no lleva automáticamente a resolver la disputa. Simplemente aclara la vía para poder emprender las negociaciones. Sin embargo, manejar la ira puede ser un paso necesario, y a veces es ignorado o pasado por alto. La ira puede ser una ba-rrera desalentadora a las negociaciones efectivas. La mediadora puede ayudar a crear una conversación que permite la sana, en vez de dañina, expresión de la ira. Al hacer esto, ella facilita el entendimiento, aunque no necesariamente el acuerdo, entre las partes.

Al manejar la ira, el enfoque principal de la mediadora es prevenir la escalada de la ira y el conflicto, y crear un espacio para el diálogo más bien que resolver una disputa en particular. Efectivamente, un principio clave es que la tensión se debe reducir antes de vol-ver al grano o propósito de la negociación. Por ejemplo, Pedro está que echa chispas con Paulina por quebrar su matrimonio, y especialmente hoy porque quiere vender el negocio familiar a cambio de cederle a Pedro más tiempo con los niños. El grano, o propósito, de la negociación (y de la mediación) es determinar como compartir de manera justa tiempo

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de calidad con los niños, y satisfacer las necesidades de cada padre y los niños. Proba-blemente, también deberán discutir las alternativas que tienen para manejar el futuro del negocio familiar, tanto como considerar un plan general para llevar adelante sus disputas e interacciones futuras. Sin embargo, primero la mediadora debe trabajar para calmar a Pedro y crear un entorno para un diálogo efectivo. Basado en la definición práctica de la ira, la mediadora debe prestar atención a los aspectos fisiológicos de la ira de Pedro tanto como a las motivaciones por sus pensamientos iracundos. La mediadora sabe que sería un error ignorar la ira y permitir que Pedro se desahogue de manera volátil y descontrolada. En la próxima sección nos dirigimos a las razones por cuales es importante manejar la ira en la mediación, y en la sección que sigue a la próxima, a estrategias que pueden ayudar al mediador a manejar la ira, abriendo camino para diálogos más productivos.

3. la imPOrTanCia de maneJar la ira en la mediaCiÓn

3.1. la ira COmO CaTalizadOr Y resUlTadO de Peleas Basadas en el dereCHO Y Peleas Basadas en el POder

Muchos métodos que usan las partes para “resolver conflicto” incrementan el conflicto en vez de eliminarlo. Provocan la ira en vez de disiparla. Frecuentemente, sus estrategias son adversariales en naturaleza y basadas en imponer derechos o blandir poder (Ury, Brett & Goldberg, 1988). Por ejemplo, en peleas basadas en derechos, una parte usa los procesos judiciales para hacer cumplir cláusulas de contrato o demandas basadas en legislación. De manera alternativa, las partes hacen huelga, desemplean, desconstituyen fondos, bloquean, o usan otras estrategias basadas en el poder para fastidiarle la vida al oponente, así influ-yendo, restringiendo o obligando su actuación.

En el caso de Pedro y Paulina, ella usa el tema de vender el negocio como una demos-tración de su poder para crear una situación ventajosa. Paulina sabe que ella tiene derecho legal a mitad del negocio. También sabe que Pedro no tiene el dinero para comprarle a Paulina su mitad del negocio. A la vez sabe que Pedro quiere esperar hasta que será más rentable vender el negocio, cosa que ocurrirá en unos cinco años cuando le haya dado tiempo para desarrollarlo. El bienestar de los niños y su independencia personal son más importantes para Paulina que el posible aumento de ingresos si espera para vender el ne-gocio. Pedro está frustrado porque su táctica dura de negociación basada en su derecho a tener los niños más tiempo está fallando. El está pidiendo más tiempo con los niños para castigar a Paulina por engañarle con otro hombre y pedir el divorcio. Pedro tiene plan de dejar a los niños en el cuidado de un canguro porque verdaderamente no puede estar con ellos y a la vez cuidar el negocio. Paulina lo sabe y esto le enoja. Ella sospecha que cuando Pedro pide compartir el tiempo con los niños de manera más equitativa es una estrategia manipuladora vengativa, por tanto ella blandiere su propia estrategia manipu-ladora al demandar que Pedro venda el negocio que ella sabe que a él le gusta gestionar y con cual el cuenta para la estabilidad económica del futuro. Paulina está usando su poder para coaccionar a Pedro y forzarlo a no reclamar sus derechos legales de llevarse a los niños mitad del tiempo.

Aunque el derecho y el poder son herramientas válidas e importantes que pueden re-solver muchos problemas, cuando se utilizan como las únicas herramientas para resolver conflictos tienden a polemizar los temas y a contraponer a las partes. Estrategias basadas en derechos y el poder pueden causar escaladas de conflicto y emociones, convirtiendo

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la negociación en torneos competitivos iracundos en vez de esfuerzos colaborativos. De manera contraria, tal como con Pedro y Paulina, la ira puede ser el catalítico que provoca las peleas basadas en los derechos y el poder. Sin importar si la ira ha provocado las peleas basadas en derecho y poder o al contrario, como en el caso de Pedro y Paulina, y en mu-chos otros, las emociones controlan las tácticas duras basadas en derechos y poder, y estas de turno confunden los temas tan profundamente que conversaciones enteras inútiles se crean que les da vueltas a los problemas centrales. La mediadora puede interrumpir esta dinámica abordando la ira (catalítico o producto) y reorientando la conversación.

Una estrategia mejor que es más probable de llegar a una conversación más productiva y a resolver problemas es el diálogo basado en intereses. (Ury, Brett, & Goldberg, 1988). Esto ocurre porque la estrategia se basa en lo que las partes verdaderamente quieren. Intereses básicos humanos incluyen, entre otras posibilidades, bienestar, estabilidad, reconocimien-to, dignidad, respeto, seguridad (física, mental, emocional, y económica), tranquilidad, autoestima, salud, felicidad, y justicia. Pero la negociación basada en intereses no ocurre naturalmente ni fácilmente cuando hay ira volátil. A través de su táctica de blandir poder, Paulina puede estar defendiendo sus intereses subyacentes de independencia personal y el bienestar de los niños. A través de sus demandas iracundas basadas en derechos que seudo-reclaman a los niños, Pedro expresa su dolor y frustración, y sus intereses humanos subyacentes de dignidad, respeto, relación, bienestar, y tranquilidad. En el enojo, las partes no hablan en sobres sus intereses subyacentes... hablan sobre sus armas. Reclaman “x” e “y”, pero “x” e “y” son sus posiciones, no son sus intereses. Sus intereses son las razones subyacentes que piden “x” e “y.”

La comunicación ya es suficientemente difícil (Krauss & Morsella, 2006) y la ira complica aún más que las partes puedan hablar sobre intereses subyacentes y lo que ver-daderamente necesitan. Las partes están dando vueltas en la esfera de iniciativas ofensivas y reacciones defensivas, no pensando sobre cómo mejor clarificar y expresar sus propias necesidades y entender las necesidades de la otra parte. La ira hace que las partes piensen sobre cómo protegerse a sí mismos, que es aceptable, pero a menudo esto es acompañado por pensamientos o planes para hacer daño al otro; no una buena perspectiva para la me-diación. Los ataques iracundos de Pedro en turno provocan ira indignada en Paulina. En la mediación, la ira debe de ser manejada para evitar la escalada de conflicto que ocurre a través de estrategias ineficaces de negociación, y aclarar el camino para el diálogo basado en intereses.

La ira es corriente para la mediadora porque cuando las partes llegan a la mediación suelen traer consigo sus técnicas adversariales de “resolver problemas,” las mismas provoca-doras de ira probablemente responsables por haber quebrado su negociación. La mediadora puede influir en la conversación y las estrategias de negociación de las partes iracundas, y de hecho, ayudarles a calmar su ira y a comunicarse de manera más eficaz. Aunque las intervenciones de la mediadora pueden ser terapéuticas, su objetivo es la comunicación y la negociación entre las partes mientras trabajan para acordar condiciones que puedan resolver su situación. Esto es diferente de terapia, una distinta intervención que ofrecen otros profesionales cuyo objetivo es ayudar a las partes a comprender y manejar su ira, y encontrar una manera de sanar su dolor. Es posible y corriente mediar casos que tienen componentes fuertes de ira, dolor, y frustración. Sin embargo, algunos casos deben ser

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derivados a terapia, y la mediación ser reanudada más adelante. Derivar a otros procesos, tal como la terapia, es una de las maneras que la mediadora puede manejar la ira.

3.3. el efeCTO Y COsTe de exPresar desCOnTrOladamenTe la ira en la mediaCiÓn

Es normal que la ira esté presente en los métodos tradicionales adversariales de la resolución de conflictos. Desde fingir la ira para intimidar a la otra parte hasta la ira ver-dadera expresada de manera explosiva y verdaderamente sentida en frustración, injusticia, decepción, discriminación, impotencia, debilidad, miedo, dolor, irritabilidad, venganza, o simple “¡quién se cree que es!” exasperación. Desafortunadamente, la mediación no es normalmente un primer recurso para la mayoría de las partes. Las partes a menudo llegan marcadas por la lucha como muchas parejas que se están divorciando, o su caso ha navegado el sistema hasta ser derivado a la mediación por un juez, un estatuto, la política del tribunal, o hasta la policía en algunos casos. Los afortunados (porque su disputa pue-de estar más fresca y menos polemizada) pueden llegar por la vía corta a través de una cláusula en un contrato. Aunque la mediación supuestamente es un proceso colaborativo, no empieza así de manera usual. Normalmente, la pelea se ha estado estofando un buen rato y las partes no han sido capaces de aclarar la situación entre ellas. Las partes llegan portando sus estilos adversariales de negociación, sus derechos, sus demandas, cualquier poder que puedan tener, y su ira; más o menos contenida. Las partes necesitan nuevas estrategias para qué sea efectivo su diálogo, y el mediador debe crear un nuevo entorno para su negociación.

Manifestar ira en un proceso adversarial puede ser una buena idea hasta cierto punto... puede asustar a la otra parte y hacerles saber que el tema va en serio. También, negociadores iracundos, si no consiguen alienar totalmente a su oponente, pueden conseguir concesiones porque expresan ira y decepción en vez de alegría, remordimiento, o culpa (van Kleef, De Dreu, & Manstead, 2004, 2006). Pero estas ganancias potenciales deben ser medidas contra sus costes potenciales. Manifestaciones de ira pueden ser más aceptables o tolerables en un proceso adversarial porque hay poca preocupación que la ira cree distancia o dificultad en comunicación entre las partes. Al fin, la propia naturaleza del sistema adversarial es contraponer a las partes, y la “comunicación” entre las partes ya se cedió a cambio de la posibilidad de ser declarada “vencedora” por el juez o árbitro. En contraste, en mediación la mediadora trabaja para disminuir la distancia entre las partes y devolverles su habilidad de comunicación. Esto no quiere decir que no hay lugar para la ira en la mediación, sólo que la manera de expresar la ira debe de ser medida para evitar daño a la parte que expresa a la ira y al blanco. A la vez habrá menos daño al proceso de mediación y a la habilidad de comunicarse las partes.

El desahogo descontrolado de la ira cobra un precio alto. Cuando hay desahogo hostil de ira varias cosas contraproducentes a la mediación ocurren. Primero, el lenguaje y las actividades de las partes pueden tomar un tono negativo y cáustico que es de naturaleza adversarial. Aunque muchos de estos tipos de actividades pueden ocurrir sin la presencia de la ira, ocurren de manera más frecuente y rápida frente la ira. Las partes no suelen negociar o expresarse bien cuando están rabiando. Éstas incluyen acusaciones, demandas rígidas, ofertas de “esto o nada,” ultimátums, insultos, amenazas, ridiculizar, faltas de respeto, tono de voz fría, áspera o dura, gritos, comentarios mordaces y humillantes, interrumpir de manera grosera, y agresión física.

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Segúndo, las partes que experimentarán un estado físico de excitación que, como co-mentado antes, puede provocar una escalada de ira a través de la red asociativa de respuesta fisiológica y respuesta cognitiva. El estado físico de excitación incluye aumento en el ritmo cardiaco, aumento en ritmo de respiraciones, músculos tensados, dilatación de las pupilas, aumentó en tensión arterial, irritabilidad, enrojecimiento, sudar y otras indicadoras de la respuesta “luchar o correr” del sistema nervioso simpático. Éste estado físico de excitación predispone a las partes a irritabilidad e ira.

Tercero, mientras expresa la ira de una manera descontrolada, la parte hostil atacante probablemente se sentirá de una manera que también es contraproducente. Esto no es en referencia a qué le enojó o por qué está enojado, sino cómo se siente cuando expresa su ira de una manera hostil. Expresar la ira de una manera descontrolada volátil puede hacer que la persona iracunda se sienta tensa, acalorada y alterada, a la ofensiva, beligerante, mal, agresiva, destructiva, no respetuosa, creciéndole la ira, descontrolado, no importándole de los sentimientos del otro, enfocado en atacar a la otra parte o demandar su punto de vista en vez de resolver el problema, teniendo dificultades siendo creativo sobre alternativas, sin paciencia, histérico, avergonzado, rabioso, perdiendo el objetivo y el enfoque, y sin poder pensar claramente.1

Cuarto, el desahogo hostil de la ira también tiene efecto contraproducente en la parte que recibe la ira, la parte que es el blanco de la ira. Se puede sentir asustado, insultado, provocado, que se hincha con emoción física, enojado, indignado, intimidado, que se le ha faltado el respeto, no valorado, mentalmente bloqueado, imitado, agresivo en su respuesta, a la defensiva, confuso, físicamente irritado, queriendo montar represalias, y que le es difícil escuchar a la persona enojada.2 Sintiéndose de esta manera, es fácil entender el blanco de la ira probablemente no querrá relajarse y negociar de manera colaborativa.

Quinto, el desahogo hostil causa una escalada del conflicto y hace difícil o imposible llevar adelante la mediación. El entorno de la mediación procura disminuir las distancias entre las partes, y mejorar su comunicación, justamente lo opuesto a la separación causada por contraponer a las partes en el sistema adversarial judicial. Si el proceso en la mediación se permite ser altamente contencioso como lo puede ser en los procesos adversariales, un gran beneficio de la mediación se pierde. Pero algunos profesionales refutan este punto. Acompañando el gran debate a través del tiempo sobre la naturaleza y la definición de la ira, hay otro gran debate sobre qué hacer con ella. Se han desarrollado terapias y tenden-cias que promueven el desahogo abierto y volátil de la ira como beneficioso y catártico.

1 Esta lista refleja algunas de las respuestas más frecuentes dadas por miles de alumnos a lo largo de 10 años de clases de seminario y talleres de manejar la ira en la mediación y la negociación. Los participantes fueron en mayoría alumnos universitarios de postgrado en psicología, derecho, y trabajo social; y abogados y negociadores de relaciones laborales. Las respuestas contestan las preguntas “¿Cómo te sientes cuando expresas tu ira de manera descontrolada y volátil?” y “¿Cómo se siente una persona cuando él o ella expresa su ira de manera descontrolada y volátil?,” preguntado mientras los alumnos participan en una discusión en clase. Además, cuando los alumnos en juegos de rol supervisados toman un rol iracundo (y están expresando ira de manera descontrolada y volátil contra otro que ha asumido un papel) se les piden que paren y comenten cómo se sienten, normalmente ofrecen esta misma lista de sentimientos. Respuestas a menudo recibidas de los que están jugando un papel pero no recibido usualmente de la clase son “frustrado” y “queriendo hacerle daño.”

2 Está lista es una compañera a la lista explicada en la nota de pie número 1. Responde a las preguntas “¿Cómo te sientes tú cuando alguien expresa su ira contra ti de una manera hostil y descontrolada?” y “¿Cómo se siente una persona cuando otra expresa su ira contra él o ella de una manera hostil y descontrolada?,” también mientras los alumnos participan en discusión en clase.

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Sin embargo la experiencia y las investigaciones enseñan que en vez de ser beneficioso, el desahogo hostil es destructivo y dañino en un espectro de impactos, desde lo interper-sonal, al nivel de sociedad, al estado mental personal, hasta la propia salud y bienestar del individuo (Siegman & Snow, 1997, Tavris, 1989).

El trabajo de Siegman and Snow (1997), una investigación empírica médica, apoya el argumento que el mediador debe abreviar el desahogo volátil de la ira y promover el debate calmado de temas que la provocan. La investigación mira los efectos físicos personales de diferentes maneras de expresar la ira. Los investigadores estudiaron tres maneras de manejar la ira inclusive (1) ira-afuera (anger-out), en cual eventos que provo-caron la ira fueron descritos rápidamente y con una voz alta; (2) ira-adentro (anger-in), en cual eventos que provocaron la ira se revivieron interiormente en la imaginación del sujeto; y (3) expresión incongruente con humor y disposición (mood incongruent speech), en cual eventos que provocaron la ira fueron descritos despacio y bajito, tal como podría ser promovido por una mediadora. Signan y sino encontraron que sólo la condición ira-afuera estaba asociada con altos niveles de reactividad cardiovascular. Las condiciones ira-adentro y expresión incongruente con humor estaban asociadas con casi cero, y niveles muy bajos de reactividad, respectivamente. Valoración subjetiva de la ira fue más alta en la condición ira-afuera, moderada en la condición ira-adentro, y la más baja (no enojado) en la condición expresión incongruente. Los investigadores encontraron que “la expresión completa de la ira, en toda su intensidad verbal, es patogénica y la mera experiencia interior de la ira no lo es.” Contrario a la idea equivocada que mantener la ira dentro es “malo para ti,” parece ser que el desahogo volátil de la ira es “malo para ti,” y mantener la ira controlada adentro no lo es. También, esta investigación apoya que hablando en una manera no volátil y usando la expresión incongruente con el humor que se siente sobre temas que pueden provocar la ira de hecho rebaja la ira que siente la parte.

Cuando se desahoga la ira de una manera descontrolada y hostil tiene efecto perju-dicial en la persona que la expresa, la persona que es el blanco de la ira, y en el proceso de la mediación. El debate sobre qué hacer con la ira en la mediación se puede contestar de la siguiente manera: el mediador debe permitir y de hecho facilitar la expresión de la ira cuidando que su expresión no dé lugar a los efectos perjudiciales enumerados en los cinco puntos expuestos, y que no lleve a abandonar el diálogo basado en intereses a favor de peleas basadas en derechos o poder. Si la manera que una parte está expresando su ira llevará a una o más de las condiciones expuestas, la mediadora debe intervenir para facilitar la expresión de la ira en una manera que evita el daño. En resumen, la expresión de la ira debe tener como objetivo reclamar intereses y marcar límites protectivos, no debe prestar un tono hostil a la negociación, no debe desencadenar la excitación física de la respuesta del mecanismo defensivo en ninguna parte, no debe hacer a la parte que expresa la ira o el blanco sentirse bloqueado e incapaz de negociar, y no debe causar una escalada del conflicto. La siguiente sección ofrece sugerencias para manejar la ira de manera que se pueda conseguir estos objetivos.

4. esTraTeGias Para faCiliTar la exPresiÓn de la ira en el COnTexTO de la mediaCiÓn

4.1 maneJandO la ira en General

Nada funciona siempre, algunas estrategias funcionan a menudo, y a veces nada sirve. A pesar de rezos de vez en cuando, no hay una barrita mágica o un agujero que se trague

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a alguien, mediador o parte, cuando se ponen las cosas feas. En cambio, hay una colección de actitudes, estrategias y técnicas que pueden tener un efecto calmante en la ira. No es el objetivo anular la ira. La ira es un mecanismo que señala una necesidad insatisfecha, peligro inminente, u otro evento que requiere atención. Puede ser una herramienta efectiva en la negociación. Demostrar la ira puede conseguir más concesiones para una parte (van Kleef, De Dreu, & Manstead, 2004), y establece límites advirtiendo al oponente. El mediador debe respetar el uso de la ira, como mecanismo protectivo o estrategia de negociación, mientras que no es manifestada en su variedad cáustica y dañina.

Dos principios fundamentales para manejar la ira son que 1) se debe abordar el estímulo o fuente subyacente de la ira, y 2) se debe prestar atención a los componentes fisiológicos de la ira tanto como a los aspectos cognitivos por que se alimentan uno a otro. La fuente o el estímulo subyacente de la ira es la razón por cual la parte se siente enojada, por ejemplo, está frustrado, se siente tratado injustamente, o juzga las acciones de otro como inapropia-das; normalmente a causa de sus propios intereses y necesidades insatisfechos (Rosenberg, 2003). Los componentes fisiológicos incluyen el nivel de tensión que siente una parte y su estado físico de excitación. Los aspectos cognitivos son los procesos de pensamiento de la parte e incluyen procesar información, percepción, juicios, anhelos, conciencia de sus sentimientos, y otros componentes que incluyen sus valores sociales y preferencias.

La ira es una reacción de estrés en la cual respuestas fisiológicas, y cognitivas y de conducta son cada una importante (Novaco, 1975). Cómo una persona se comporta cuando está enojada es el resultado de la mezcla particular de respuestas fisiológicas y cognitivas del individuo. Conducta de turno alimenta a ambos los procesos fisiológicos y cognitivos potenciando un ciclo. Por ejemplo, conducta beligerante subirá el sistema de excitación física, y el sistema cognitivo fomentará pensamientos que racionalizan y apoyan la actividad, así evitando la disonancia cognitiva. También, estar en un humor enojado puede provocar que una parte esté más dispuesta a evaluar a otros como merecedores de la ira, así haciendo episodios de ira más probable (Zizzo). Por tanto, en general el mediador debe abordar los componentes fisiológicos que pueden provocar, mantener, o causar escalada de la ira, los procesos de pensamiento que pueden hacer lo mismo, y las conductas que pueden ser a la vez el resultado de la ira tanto como la fuente que puede provocarla y perpetuarla. Las sugerencias para manejar la ira que se exponen a continuación se dividen en los as-pectos fisiológicos, cognitivos, y de conducta de la ira, con una sección al final para la ira patológica. No es una lista exhaustiva porque las estrategias eficaces dependen del caso y pueden ser tan variadas como la creatividad del mediador. Muchas de las sugerencias propuestas para un aspecto de la ira también tienen efecto beneficioso en otros aspectos, punto que señala la conectividad de la ira como un proceso multifacético, a la vez un reto y un principio que guía al mediador.

4.2 Prestando atención a los efectos físicos

Hay una variedad de factores que pueden afectar los aspectos fisiológicos de la ira, algunos al alcance de la manipulación del mediador. El mediador procura incrementar factores que calman la ira y disminuir factores que la pueden irritar y provocar. Es útil recordar que un estado físico de excitación dura unos 20 minutos para aclararse mientras el cuerpo regresa a homeostasis. Esto generalmente es verdad no importando la causa de la excitación física espontánea. Sin embargo, si los pensamientos que provocaron la

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ira continúan, pueden mantener o exacerbar el estado de excitación y puede tomar más tiempo para aclararlo. También, alguna excitación producida por sustancias puede durar más tiempo mientras el cuerpo trabaja para eliminar el estimulante.

La causa de la excitación física puede ocurrir antes de la mediación y ser relativamen-te no relacionada a los temas de la mediación, por ejemplo, hacer esfuerzo físico (subir escaleras, llegar en bicicleta, caminar rápidamente a la sesión para evitar llegar tarde), ingerir estimulantes (cafeína, fumar, pastillas de régimen, descongestionantes con seudo efedrina), estar preocupado (preocupación por el bienestar de un ser querido), tener mie-do (posiblemente perder mañana el trabajo, o temer que el banco ejecutará la hipoteca), estar frustrado (recibir una multa por exceso de velocidad, buscar sin encontrar un lugar para aparcar) y sentirse tratado injustamente (al final encontrar un lugar para aparcar y otro se lo lleva de manera injusta). Puede ser difícil averiguar este tipo de condición pre-existente. Posiblemente se puedan ver algunas pistas exteriores, tal como respiraciones laboradas, piel enrojecida, hablando de manera irritada, o quejándose de un evento tal como perder el autobús que le traería a la sesión a tiempo. El mediador puede recoger información preguntando de de manera genuina a la persona como se siente cuando le da la bienvenida, a la vez escuchando para notar si hay problema de excitación física. En general, es buena idea crear un entorno calmado, no-amenazador para la mediación, y los primeros 20 minutos, más o menos, pueden ser especialmente importantes para poner el escenario e influir en los niveles de confort e ira potencial de las partes. Agregado a cual-quier excitación pre existente estará la aprehensión natural que sentirá la parte al llegar a la mediación, estresante en sí. Puede que la parte no conozca el proceso de la mediación, y probablemente tiene ansiedad de encontrarse con la otra parte.

El estrés y estar cansado y nervioso también puede predisponer una parte a la ira. Si estos factores son significantes (un cirujano en un caso de mala praxis ha estado sin dormir y de guardia por dos días consecutivos, una madre de un recién nacido lloroso que piensa que dos días es nada), puede ser mejor volver a citar la mediación para un día más tranquilo. También puede ayudar mantener cortas las sesiones y tomar descansos. Además, el mediador puede ofrece alimentos y bebidas que no contengan cafeína que son refrescante y reconfortante. El espacio físico y el entorno deben ser cómodos y propicios a relajar. Aire acondicionado que no funciona en un día ardiendo o el sol que brilla en los ojos de una parte puede causar incomodidad física y predisponer la parte a la ira. Ruido, inclusive una voz irritante, puede tener el efecto de poner a personas de nervios, tal como puede algunos olores irritantes.

La conducta de la mediadora es un factor contribuyente al entorno y como ello debe ser sereno, paciente, cálido y positivo. Establecer relación con la mediadora puede tener un efecto calmante y ayudar a la parte a relajar, por lo menos en cuanto al proceso sino en cuanto a la situación. La mediadora puede separar a las partes y reunirse con ellas en una sesión privada que también se llama caucus. Un caucus ofrece la oportunidad que una parte relajé aparte de la otra y hablé de manera confidencial con la mediadora. El tiempo pasado en un caucus puede servir para descansar y aclarar un estado físico de excitación. La distancia física que permite un caucus puede ayudar a algunas partes a mantener controlada su ira. El caucus ofrece privacidad útil para indagar en temas subyacentes que provocan la ira pero que una parte pueda no querer discutir en sesión conjunta.

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Otro principio fundamental de manejar la ira es no dejar que el componente físico de la ira suba antes de intervenir. El mediador debe atender un estado de irritación tan pronto como lo nota, y no esperar una manifestación de ira mayor. El truco de manejar la ira reside en hacer muchas intervenciones pequeñas desde el principio para positivizar la mediación. Desde crear un ambiente no amenazador, a establecer relación respetuosa con las partes, a mostrar preocupación e interés en ellas, a expresar esperanza, a modelar respeto y entendimiento de cada parte, al reformular comentarios iracundos para extraer las preocupaciones e intereses subyacente. La escucha activa es una de las herramientas más útiles del mediador pero se debe hacer correctamente para disminuir en vez de in-crementar la tensión.

Hacer un resumen de la posición rígida de una parte en vez de resumir sus intereses subyacentes lo encierra en su declaración o demanda y polemiza la conversación. Nugent and Halvorson (1995) subrayan la habilidad de la persona que hace la escucha activa y el parafraseo de influir en el afecto (comportamiento emocional exterior) y los pensamientos de la persona al escuchar la interpretación de sus palabras. La mediadora puede disminuir la tensión de la parte y mejorar la comunicación cuando los resúmenes son empáticos, basados en intereses en vez de posiciones, y reflejan la intensidad de los sentimientos de la parte tanto como los hechos expresados en la información. La escucha activa efectiva ayuda que la parte se sienta comprendida por la mediadora, y de este modo también disminuye su tensión. A la vez, resúmenes efectivos transforman declaraciones potencialmente cáusticas a comentarios aceptables. Un resumen empático efectivo retiene y clarifica el contenido de la información expresada por la parte a la vez que contiene la subida de excitación física y la escalada del conflicto. El ejemplo siguiente es ilustrativo.

PEDRO: (acalorado, a Paulina) “¡Estoy harto de todo esto! Todo tiene que ver contigo, ¿¡no?! ¡Siempre! ¡Siempre estás pensando en ti! ¡No puedo vender el negocio ahora, no es tiempo! ¡Tú sabes que ese no es el plan! ¡Tendría que darlo regalado!

MEDIADOR: “Veo que lo que ha dicho Paulina te ha irritado mucho. Creo que entiendo que tú prefieres vender el negocio luego porque significaría más ingresos y mejor bienestar para la familia en lo global, pero también porque es lo que has planificado y cuentas con ello… ¿significa estabilidad para ti?”

PEDRO: “¡Sí! Ella solamente está pensando en sí misma otra vez… ¡ella tuvo su aventura, destrozó la familia, y ahora quiere fasti-diarme mi sueño y quebrarme a mí!… ¡me está manipulando porque no quiere que me llevé los niños la parte del tiempo que me corresponde…usa el negocio como amenaza!”

MEDIADOR: “Estás enojado con cómo se han desarrollado las cosas y ahora mismo te estás sintiendo atrapado…”

PEDRO: “Sí… (voz y postura física calmando).” MEDIADOR: “Parece ser que verdaderamente te gustaría sentir que las

cosas son justas y ahora mismo no te sientes de esa manera para nada, ¿no?”

PEDRO: “Sí…que desastre… (calmándose más).”

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MEDIADOR: “pasado por tiempos muy difíciles con todo esto y parece ser que sientes que todavía es difícil...” (mirando a Pedro para confirmación)

PEDRO: (Asintiendo con la cabeza y relajándose más) “Sí… y no es buena idea vender el negocio ahora mismo…”

4.3. inflUYendO lOs PrOCesOs COGniTivOs

Tal como se presentó antes, existe evidencia que las bases de los componentes fisioló-gicos de la ira no son exactamente iguales para todos. Puede que algunos sintamos ira de manera más intensa o tengamos menos recursos con cuales responder a ella (Wang, et al., 2005, Manuck et al., 1999, y Rujescu et al., 2002). Los procesos cognitivos probablemente difieren aún más. Éstos dependen de cómo una parte percibe y juzga una situación, depen-diendo en parte en valores y preferencias personales, tradiciones, y normas contextuales o culturales. También dependen de la cantidad y calidad de la información disponible a la parte. Es difícil que la mediadora sepa como y de qué está pensando una persona si no lo pregunta. Muchas de las intervenciones de la mediadora son preguntas, sea para solicitar información o pedir que una parte confirme una observación que ha hecho la mediadora en forma de un resumen.

Los pensamientos de una persona se basan en parte en la información que tiene. La información puede ser un factor importante en la ira que surge de procesos cognitivos. Esta información puede ser incompleta, errónea, totalmente ausente, o interpretada desde una perspectiva sesgada. La información que dispone una parte es juzgada, medida contra otros factores tal como normas y valores. Juzgar una situación como injusta es una fuente común de la ira. Power & Dalgleish escriben sobre la ira como una emoción cognitiva o “moral” que tiene que ver con injusticia... “un mal intencional, decidido, negligente o por lo menos evitable” (1997). Cuando la información que lleva a una evaluación es incorrecta, incompleta, o falta, la mediadora puede hacer preguntas para facilitar el intercambio de información para aclarar malentendidos, o facilitar que la parte explique la motivación subyacente a la actividad que provocó la ira. Aún cuando la información es correcta, y la parte tiene derecho a estar enojada, las investigaciones enseñan que saber la razón por cual una persona actuó de manera que provocó la ira ayuda a disipar la ira y a la persona enojada a perdonar el traspaso. (Tavris, 1989). Es posible que la parte encuentre más fácil perdonar una transgresión si puede ver que no se pudo evitar (Power & Dalgleish, 1997), si la parte podría haber actuado de la misma manera en circunstancias similares, o si la parte juzga la actividad como aceptable dado las circunstancias.

De manera similar, la percepción que una parte se merece (o no) que uno esté enojado con ella mitiga la ira (Zizzo, 2006). La mediadora puede comprobar pensamientos que culpan creando una conversación que aborda los temas de motivación y ser merecedor. A veces el juicio de que alguien merece castigo está basado en información defectuosa, o interpretaciones erróneas. La cultura y valores personales a veces pueden torcer procesos cognitivos y resultar en interpretaciones erróneas o evaluaciones de maldad. El mediador puede actuar de intérprete haciendo preguntas para identificar temas importantes para las partes y clarificar sus expectativas. También puede ser útil crear oportunidades para el reconocimiento entre las partes, es decir ver a la otra parte como un ser humano digno de

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respeto, con prioridades que al momento pueden ser diferentes que aquellos de la parte enojada (Baruch Bush & Folger, 1994).

Tal tomó en manejar los componentes fisiológicos, las técnicas de escucha activa de resúmenes empáticos y reformulación de comentarios iracundos sirven para contener la ira que surge de de procesos cognitivos. Temor, frustración, preocupación y necesidades insatisfechas a menudo se expresan como ira o ataques iracundos contra la otra parte. Él parafraseo y la reformulación ayudan a clarificar la fuente de la ira y la necesidad insatis-fecha, reorientando la energía hacia entendimiento y resolver los problemas en vez de la agresión. Modela para la parte iracunda una manera mejor para expresar su ira. El para-fraseo del mediador debe reformular los comentarios iracundos, todo el tiempo basando la conversación en intereses en vez de posiciones. La mediadora procura elegir palabras, o conseguir que las parte use palabras, que mejor refleje la manera que verdaderamente se siente y lo que verdaderamente necesita. Por ejemplo, la parte puede estar triste, temerosa, o frustrada en vez de enojada, y querer reconocimiento o respecto en vez de una concesión simbólica. Esta reformulación, a veces necesariamente hecha después de cada comentario hasta que la parte se sienta a entendida y empiece a relajar, control a la escalada del conflicto y transforma las dinámica agresiva del diálogo. El siguiente ejemplo es ilustrativo.

MEDIADOR: “Hablemos sobré Joselito y Jaimito…”PAULINA: “No los puede tener. Ya se lo he dicho. Es un idiota... sí se

los quedara, eso sería diferente, pero los va a dejar con un canguro... lo sé.”

MEDIADOR: “¿Estás preocupada por su bienestar…?” PAULINA: “Pero él no lo está, los esta utilizando para fastidiarme. Mira

la sonrisa de fresco que tiene en la cara. Intenta castigarme por haberme ido. (A Pedro) No puedes sofocarme y con-trolarme ya, no te dejaré.”

PEDRO: “Tú sabes que el juez me los dará mitad del tiempo, es mi derecho...”

PAULINA: “¿Lo ves? ¡Él es el manipulador! Vale, ¡muy bien!... y el juez te hará vender el negocio si digo que quiero mitad ahora mismo.”

MEDIADOR: “Paulina, ¿tu preferencia es que Joselito y Jaimito se queden contigo en vez de con un canguro porque quieres que estén con familia si es posible?”

PAULINA: “Sí, ya les es muy difícil llevar el divorcio. No quiero que piensen que no queremos tenerlos con nosotros, o que no los queremos.”

MEDIADOR: “Estás muy preocupada por ellos, y quieres que estén lo que más feliz y bien posible…(mirando a Paulina para confirma-ción).”

PAULINA: “Exacto.” MEDIADOR: “Creo que también te entiendo decir que sabes que Pedro está

dolido por el divorcio pero que también es muy importante para ti la independencia y el espacio personal, ¿es así?”

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PAULINA: “Sí… (piensa en silencio por un momento). Pedro, tú sabes que no te quise hacer daño.” (Pausa larga)

MEDIADOR: “Dices que no era tu plan que las cosas se desarrollarán de esta manera…” (Mirando a Paulina para confirmación)

PAULINA: “Correcto.” (Pausa, después se dirige a Pedro) “¿Quizás se pueden quedar con tu madre?”

PEDRO: “Sí.”

Otras estrategias para manejar la ira que surge de procesos cognitivos incluyen nor-malizar la ira, contar narrativas, hablar sobre diferencias culturales, explicar expectativas, distraer la atención de la parte a otro tema, enfocar en un bien universal (por ejemplo, el bienestar de los niños en una disputa de divorcio, o el bienestar de la compañía en una disputa laboral), enfocar en el futuro, crear oportunidades para empatía, modelar el respecto y entendimiento, y cambiar de lugar para entender mejor la perspectiva de la otra parte. Cuando se maneja la ira, no es la meta reprimir su expresión, sino ayudar a las partes a controlar la manera que se expresa para que no dañe a ninguna parte ni a su habilidad de comunicar.

4.4. CamBiandO la COndUCTa

Cientos de libros sobre cambiar la conducta iracunda llenan las estanterías de las librerías desde los más científicos a la variedad de autoayuda. El Internet tiene una ofer-ta parecida de material. También abundan terapias que prometen hacer la vida menos problemática para personas para cuales el antagonismo llega fácilmente. Naturalmente, algunas son más fructíferas que otras. Las investigaciones enseñan que las personas pue-den aprender a manejar su ira en diferentes situaciones, con específicas personas o tipos de personas, inclusive actividad fisiológica relacionada a la ira, y aprender nuevos hábitos para sobrellevar rasgos (Deffenbacher, Storey, Brandon, Hogg & Hazaleus, 1988). Pero a veces personas con problemas de ira son ambivalentes con referencia a la terapia y no asisten, aún que aquellos que asisten demuestran una reducción significante en las medi-das de rasgos de ira, e informan que la frecuencia e intensidad de sus ataques iracundos se reducen (Siddle, Jones, & Awenat, 2003). Novaco (1975), y muchos que han seguido su camino, han enseñado que es posible controlar y cambiar conducta iracunda. Usando un instrumento de inventario psicológico desarrollado por Novaco, profesionales en una variedad de campos desde terapia a criminología a educación de personas con necesidades especiales identifican y evalúan propensión y rasgos de ira, y a través de terapia de inoculación de estrés o terapia cognitiva conductista entrenan a la persona a gestionar de manera efectiva su conducta, humores, y rasgos iracundos (Beck & Fernandez, 1998).

Humores pueden causar emoción y emoción puede causar humores y rasgos predis-ponen humores. Personas con un rasgo emocional tienen más propensión a estar en el humor emocional correspondiente y a sentir la emoción correspondiente (Zizzo, 2006). Pero humores y percepciones se pueden controlar y manejar, tal como se pueden los ras-gos o hábitos. Algunas personas requieren ser medicadas para alcanzar este control pero no la mayoría. Terapia cognitiva conductista usa con éxito las vías cognitivas y las señales fisiológicas para ayudar a las personas a evitar conducta iracunda destructiva, y estar en control de cómo expresan su ira. Percepciones y hábitos son factores importantes en la

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modificación de conducta. Por ejemplo, rumiar y pensar negativamente puede crear humor iracundo, criar la ira, y se puede parar si se quiere. Rusting et al. (1998), encuentran que la distracción puede disminuir un humor iracundo. Encontrar una alternativa y aceptable razón por la actividad que provocó la ira puede ayudar a la parte enojada a excusar o per-donar, y a sobrellevar su irritación sin actuar en ella. Este tipo de pensamiento se puede incorporar a hábitos e incluyen, “habrá sido un accidente que él hiciera eso,” “lo ignoraré porque sino perderé mi tiempo si me meto en esta pelea y yo soy más fuerte que eso,” y “él tendrá que ser muy necesitado / dolido / inseguro / estúpido / débil / preocupado.” El truco para la parte enojada es que se dé cuenta de la subida de la excitación física, que elija no responder de manera irritada, que trabaje para disminuir el estado físico, y que se premie los procesos cognitivos por elegir controlar en vez de explotar.

Aunque es mejor si el núcleo de control es interno a la parte, la mediadora también puede ayudar a controlar la conducta de la parte. Muchos mediadores comentan o imponen reglas que pueden ayudar a crear un espacio seguro para el diálogo, e imponen límites en cuanto al tipo de conducta que es aceptable en la mediación. La mediadora puede controlar los turnos de las partes y controlar el ritmo de los intercambios. De nuevo, las habilidades de la escucha activa y de la reformulación son importantes porque modelan una mejor forma de expresar la información, controlan la escalada del conflicto, y controlan el ritmo o los turnos al intercalarlos con los comentarios alentadores de la mediadora. Otra de las herramientas de la mediadora para limitar conducta indeseable es separar a las partes a sesiones privadas.

Puede ser útil dar a las partes información sobre la ira y como controlarla. El media-dor puede ofrecer folletos informativos o hablar con las partes para ayudarles a preparar para la mediación. Puede ser provechoso que las partes consideren los temas y conductas que les provoca la ira y que planifiquen cómo responder o que hacer si ven que se están irritando. A veces es útil practicar respuestas que calman a comentarios o situaciones que potencialmente pueden provocar. Las partes también deben saber que pueden pedirle al mediador un descanso o una sesión privada. Otras actividades que pueden disminuir la conducta y el humor iracundo incluyen no argumentar mientras irritado, esperar antes de responder, no planificar represalias, alejarse uno de la fuente de la irritación, no gritar insultar o desahogar de manera hostil, y hablar en un tono suave y bajito, incongruente con el humor (Siegman & Snow, 1997).

4.5 esTraTeGias Para la ira COmO PaTOlOGía

No todas las partes son candidatos apropiados para la mediación, ni pueden ser ayuda-dos a comunicar mejor y resolver su conflicto a lo largo de una mediación. Puede ser difícil saber cuándo la ira es parte de una enfermedad mental. Factores a considerar incluyen la historia, comentarios de otras partes o profesionales, la propiedad de la ira, la intensidad de la demostración de ira, la habilidad de controlar la ira, y a quién va dirigida a la ira. Amenazas a lastimar a otros y la expresión física de la ira también pueden ser señales. Un caso verdadero sobre una disputa sobre la convivencia y adecuada utilización de terreno mercantil sirve como un ejemplo que reunió muchos de estos factores, los suficientes para poner fin rápidamente la mediación:

El caso fue derivado a la mediación por el juzgado, y el funcionario que lo derivó escribió una nota que pegó a la portada del archivo para advertir al coordinador de los

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casos de mediación diciendo que una de las partes era “bastante hostil.” Fue difícil citar (programar) a las partes para la mediación. Mientras la parte enojada esperaba para entrar en la sala de la mediación, la mediadora vio que una trabajadora de la plantilla tuvo que abrirse paso poco a poco alrededor de la parte en el pasillo porque no se quitaba del medio para dejarla pasar.

Enfadado que tenía que cambiar sus actividades de 20 años debido a sus nuevos vecinos, la parte enojada gruñó desde el principio de la sesión, quejándose de todo desde tener que estar allí, a la calidad de los asientos, y hasta de la hora que se programó la mediación, aunque se había programado según su preferencia. De vez en cuando, apenas audible, se volvía a su socio y hacía comentarios con palabras vulgares. En voz alta hacía comentarios hostiles sobre las nuevas carreteras que se estaban construyendo y las nuevas señales de stop que ahora le requería parar cuando antes no tenía que hacerlo. Dijo, “Estoy acostumbrado a hacer lo que me da la gana allí, y eso incluye correr por el camino con el coche a 120.” (El camino era uno pequeño en mal estado, de tierra y de sólo una vía.)

En un punto, miró a la otra parte y de manera calmada y deliberada dijo, “Bien, claro, esa es una idea buena que acabas de proponer…” Sorprendido, la otra parte entonces alegremente le pregunto, “¡Ay, que bien! ¿Entonces estás diciendo que está bien si la próxima vez simplemente me acerco y llamo en tu puerta cuando hay un problema?” La parte enojada entonces se puso de pies y de manera maligna rugió en las caras de la otra parte. “Sí, y cuando yo abra la puerta y te vea allí voy a tener mi escopeta en la mano y te voy a llenar de balas, os voy a matar, cabrones, hijos de p---, rezar que nunca os coja en mi terreno...” la mediadora se puso de pies en cuanto empezaron a salir las palabras iracundas y dijo “Vamos a tomar un descanso” a la vez que acompañó a la parte de fuera de la sala. Mientras que la parte iracunda dejaba el cuarto unos pasos delante de la media-dora la mediadora señaló a la otra parte que daba la mediación por terminada pero que ella volvería.

Ellos entendieron y asintieron con las cabezas. La mediadora entonces clausuró la mediación, hablando primero en privado con la parte iracunda para calmar su ira, espe-cialmente su estado físico de excitación.

Si los detalles del caso hubiesen sido diferentes, puede que la mediadora no hubiese dado por terminada la mediación. Ira intensa, exasperación, y hasta amenazas pueden ser un componente normal de las “peleas” en la mediación. Sin embargo, en este caso, la parte era demasiado hostil, inapropiada, y amenazadora. Había una historia de ira y hostilidad tal como contaron las otras partes y se puso en evidencia por la nota de funcionario del tribunal que notó que la parte era “bastante hostil.” Su ira parecía general y difusa, diri-giéndose hasta a la trabajadora de plantilla que intentaba pasar por su lado en el corredor. Especialmente decisivo era la amenaza (aunque no tuviese intención de cumplirla), y el nivel de de hostilidad. La mediadora considera el escenario completo cuando determina si la mediación es un proceso adecuado dado la presencia de la parte enojada.

No es útil reflexionar si una persona tiene una personalidad límite u otro desorden psicológico. Éstos son diagnósticos complejos y difíciles de hacer hasta para los profesio-nales. Basta con usar estrategias que puedan funcionar con ellos, tal como límites firmes, reglas claras, y no enfrentarse con la parte. La mediadora evalúa la calidad y cantidad de ira y determina si debe continuar la mediación. Estrategias útiles incluyen no enfrentarse con la parte ni entrar en argumentos con ella. La mediadora debe reconocer lo que dice

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la parte, tal como con cualquier otra parte, reformulando para destacar los intereses y las preocupaciones subyacentes de la parte. Debe imponer normas para conducta y no abandonarlas, marcando límites y consecuencias. Si una parte es volátil la mediadora debe de poner fin a la mediación, alejándose ella misma y a las otras partes de posible daño. La mediadora puede entretener a la parte iracunda mientras que las otras partes se van primero y se alejan del lugar.

La mediadora debe incorporar en su entendimiento de la ira la expresión de la misma como síntoma de enfermedad mental. Las intervenciones y las actividades inmediatas de la mediadora pueden ser las mismas que para la ira no basada en enfermedad mental, y algo más. Sin embargo la mediadora debe de tomar pasos para protegerse a ella misma y a las otras partes en la mediación estableciendo límites firmes en cuanto a conducta aceptable. Algunos casos y algunas partes no deben estar en la mediación

5. COnClUsiÓn

La ira es un proceso emotivo que todavía no se entiende completamente. Sin embargo, sabemos que es de naturaleza fisiológica y cognitiva, y también puede ser afectada por conducta. La mediadora puede usar una variedad de estrategias y técnicas para abordar los componentes de la ira, previniendo su escalada y facilitando su expresión sana. Estas intervenciones tienen un efecto calmante o profiláctico en los aspectos fisiológicos de la ira, y facilitan información y entendimiento para influir en los procesos cognitivos de la parte. Algunas partes pueden beneficiarse de información o entrenamiento que les ayuda a cambiar su conducta para manejar su ira o sus rasgos de ira. Alguna ira es patológica en su naturaleza y debe ser derivada a otros procesos, o por lo menos no ser atendida en la mediación.

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iñaki Bolaños CartUjo

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MediaCiÓn transiCional

transitional Mediation

iñaki Bolaños [email protected]

Universidad Complutense de Madrid

resUMen

El concepto de mediación como método de resolución de conflictos ha ido evolucio-nando con el paso de los años y ha tenido que adaptarse progresivamente en la medida en que se han modificado las estructuras familiares en las que se aplica. Los modelos más contemporáneos introducen la transformación de conflictos como un objetivo menos ambicioso y más centrado en los recursos propios de los participantes. En este artículo se propone la mediación transicional como una práctica coherente con los ciclos evolutivos del conflicto familiar, donde los acuerdos y compromisos adoptados supongan desbloqueos y pasos adelante en dichos procesos más que metas finales a conseguir. Desde ese plantea-miento se sugiere la necesidad de un modelo de cambio que incorpore la metodología y las técnicas empleadas como instrumentos de avance que permita a la persona mediadora caminar en los territorios conflictivos junto a las familias con las que interviene, más que ejercer como la experta guía a seguir.

aBstraCt

The concept of mediation as a method of resolution of family conflicts has developed along the years and had to adapt progressively to new family structures. The most contem-porary models introduce the transformation of conflicts as a less ambitious objective that is more centred on the participants’ own resources. In this essay, I propose transitional mediation as a practice that is coherent with the developing stages of family conflict, where the agreements and commitments are considered as steps forward in the above-mentioned processes rather than final goals to be obtained. I suggest the need of a model of change that incorporates the methodology and skills that allow the mediator to walk side by side with families instead of playing the role of an expert guide to be followed.

PalaBras Clave: Mediación transicional, Modelo de cambio, Transformación de con-flictos, Territorios del conflicto, Punto de desbloqueo.

keywords: Transitional Mediation, model of change, conflict transformation, conflict territories, unblocking point.

1. introdUCCiÓn

La mediación es un espacio transicional de diálogo cooperativo en el que, al menos, dos partes implicadas en una determinada situación conflictiva y, al menos, una tercera parte inicialmente no implicada en ella (la persona mediadora), abordan de manera constructiva los diferentes temas que los protagonistas del conflicto desean tratar. El

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objetivo de las conversaciones que se producen en el contexto de la mediación no está predeterminado por la persona mediadora sino que se acuerda entre todos los partici-pantes en los momentos preliminares del proceso. La función de la persona mediadora es acompañar a las personas implicadas en una parte de la evolución de su proceso conflictivo (transición), durante el tiempo necesario para que ellos retomen su capaci-dad de decisión sobre las cuestiones que motivaron el inicio de la mediación. Otorgar permiso a una tercera parte para participar en este proceso es una decisión voluntaria, de manera que no es posible hablar de un auténtico contexto de mediación hasta que todos los participantes están de acuerdo en un objetivo común y en la función que cada uno de ellos tiene en la consecución de ese objetivo. En ocasiones la mediación finaliza con un acuerdo escrito y en otras con compromisos verbales. En ocasiones no hay acuerdos ni compromisos. Pero el éxito de la mediación no radica en acordar o en comprometerse sino en la decisión, clara y con conocimiento de causa, de las partes sobre si quieren o no acordar o comprometerse. El hecho de participar en este espa-cio conlleva inevitablemente una nueva dimensión en el ciclo evolutivo del conflicto, constituye un paso diferente que tendrá una segura incidencia en el desarrollo de los momentos posteriores del mismo.

2. Modelo, Método y téCniCas de MediaCiÓn

El desarrollo de la mediación como un método de gestión de conflictos en ámbitos cada vez más diversos ha supuesto la incorporación a la misma de profesionales que pro-vienen de múltiples disciplinas. No es posible obviar la enorme riqueza de planteamientos que ofrece esta circunstancia y, sobre todo, la contribución a que la mediación sea una intervención con una identidad interdisciplinar particular. Al mismo tiempo, tal vez ése sea uno de los factores que inciden en la escasez de propuestas para la construcción de modelos teóricos específicos que den sustento a su práctica y, por otra parte, uno de los motivos por los que en muchas ocasiones la mediación sea identificada únicamente como un proceso basado en una mera sucesión de fases y técnicas.

La persona mediadora que se sitúa ante sus primeras experiencias como tal, descubre muy pronto que las fases y las técnicas no son suficientes en sí mismas, que la mediación es algo más que el método tantas veces repetido en los textos y en los programas de formación. Es entonces cuando surge la necesidad de un modelo que dé coherencia a método y técnicas. Ese modelo debe ser construido por la propia persona mediadora en consonancia con su formación, su experiencia (tanto profesional como personal) y las referencias de modelos externos ya consolidados. Es obvio que el modelo se construye con la práctica y que está en constante evolución pero debe tener una buena fundamentación teórica desde las primeras experiencias.

Un modelo de mediación puede incluir una concepción del conflicto, una visión de cambio que explique la manera en que un conflicto se transforma y una ubicación de la persona mediadora como elemento facilitador de dicho cambio. Todo ello permitirá un concepto determinado de mediación. De manera simple, para alguien que inicia su prác-tica profesional en la mediación podría ser útil tener una respuesta clara a estas cuatro preguntas:

¿Qué se entiende por conflicto?¿Qué tiene que ocurrir para que un conflicto se transforme?

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¿Qué papel juega una persona mediadora en esa transformación?¿Qué es, por tanto, mediación?Las posibles y variadas respuestas a estas preguntas pueden definir distintas maneras

de entender la mediación. Aunque siempre pervivan unos principios básicos comunes a todas ellas, la interpretación de los mismos y las consiguientes intervenciones variarán en función de los presupuestos citados. Así, un principio universalmente aceptado como esencial en la mediación, el protagonismo de las partes, puede tener distintas conno-taciones teóricas que a su vez conlleven diversas maneras de actuar. Está claro que el protagonismo se reduce en la medida en que una persona externa tiene permiso para intervenir. Pero entre una mediación en la que se intenta aplicar este principio estricta-mente y otra en la que la persona mediadora asume un papel de co-protagonista junto a las partes, existe un amplio espectro de posibilidades metodológicas. Y seguramente en todas ellas estamos hablando de mediación, un espacio de diferentes coloquios relacionales que, en palabras de Andolfi (2003) están condicionados por “las motivaciones, la im-plicación y el contexto en el que tiene lugar la comunicación, las actitudes, las miradas, las experiencias y el lenguaje”.

3. territorios del ConfliCto

Cuando dos o más personas se encuentran inmersas en una situación conflictiva es fácil reconocer la tendencia a identificar el conflicto con el objeto de la disputa, la mayoría de las veces centrada en los aspectos sustantivos de lo que se está discutiendo. García Vi-llaluenga (2007) señala que “las partes de usn conflicto tienden a pensar que la diferencia principal que los separa y los enfrenta radica en los contenidos”. Desde esa perspectiva, lo obvio sería buscar soluciones únicamente en esas cuestiones y eso es lo que propugnan algunos sistemas de resolución de conflictos basados en la negociación transaccional o en la adjudicación de una alternativa por una tercera instancia generalmente investida de autoridad. Pero sabemos que las cosas son mucho más complejas.

Cuando hablamos de conflicto podemos identificar al menos dos dimensiones. Una de ellas es estructural, transversal, centrada en el aquí y ahora. La otra es evo-lutiva y secuencial, centrada en el proceso de transición por el que atraviesan sus protagonistas.

La dimensión estructural incorpora diferentes elementos entremezclados, a veces superpuestos, que constituyen un entresijo dinámico de territorios que, en su globalidad, conforman lo que entendemos por conflicto. Este se muestra en cada uno de ellos, está presente en todas sus modalidades y puede abordarse de forma particular. Pero el presu-puesto básico para su resolución implica adoptar una posición de complejidad desde la cual no es posible entender una parte sin hacerlo con las demás. Esto no impide pensar que podemos acceder al conflicto desde uno, cualquiera, de sus territorios pero sin obviar el efecto que produce en el resto. Todos están presentes en el origen y la continuidad del conflicto y también en su proceso de transformación. Un posible mapa con el que orientar esta aproximación es el que se plasma en la figura nº 1.

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Fig. 1. Territorios del conflicto

Sistémico

PERSONA -A- PERSONA -B-

Narrativo

Cognitivo

Emocional

Comportamental

Relacional

Interaccional

Comunicacional

Sustantivo

Narrativo

Cognitivo

Emocional

Comportamental

Sistémico

Imaginemos que A y B son una pareja, con dos hijos, en proceso de ruptura. Ima-ginemos a su vez que acuden a mediación porque no se encuentran en condiciones de abordar sus diferencias en torno a las nuevas dimensiones de sus vidas y las de sus hijos. Desde esta perspectiva, podríamos entender que el conflicto está centrado en las decisiones que deben tomar en cuanto a los efectos de su separación, es decir, la orga-nización del tiempo con los hijos, los domicilios, la distribución de los bienes comunes, los aspectos económicos… Estos elementos forman parte del territorio sustantivo del conflicto (“quiero la custodia de los niños”). Pero sabemos que hay más. Seguramente A y B han llegado a sus posiciones actuales tras un proceso más o menos largo en el que progresivamente han ido consolidando sus opciones. El territorio narrativo de su conflicto tiene que ver con el discurso (interno y externo) que cada uno de ellos ha construido sobre su relación de pareja, la resolución de la misma, la relación propia y del otro con los hijos o las posibles opciones y soluciones ante los temas que se deben decidir (“siempre me he ocupado de los niños, mucho más que ella, que se ha dedicado más a su propio crecimiento que a la familia”). A su vez, las narrativas se relacionan directamente con la identidad de cada individuo, pero a diferencia de ésta, son susceptibles de negociación y por tanto de cambio (Linares, 1996). Íntimamente vinculado a éste, se encuentra el territorio cognitivo, donde tienen cabida todos los procesos de pensamiento generados en el contexto del conflicto. En muchas ocasiones se trata de malos entendidos, de ideas distorsionadas o rígidas en relación al otro y a sus intereses, ideas que requerirán una cierta reestructuración en aras de una posible transformación más positiva de la situa-ción (“lo único que quiere es hacerme la vida imposible”). A su vez, este proceso, como todos los procesos conflictivos, transcurre plagado de diversas emociones asociadas a los diferentes pasos que en él se producen. El territorio emocional está tan presente en los conflictos que sería un error obviarlo para cualquiera que quisiera realizar una mínima aproximación a ellos (“me siento muy dolido por todo lo que me ha hecho”). El alcance de los sentimientos es tan amplio y diverso que no sólo impregna cada actuación de los protagonistas sino que se extiende inevitablemente a los posibles movimientos de esa tercera parte, inicialmente no implicada, que llamamos persona mediadora y que entre sus

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recursos debe incluir la “competencia emocional en relación con los demás” (Redorta, 2006). Todo ello está en la base de las diferentes actuaciones que se llevan a cabo para conseguir lo que se quiere o, en muchas ocasiones, para que el otro no consiga lo que desea. El territorio comportamental incluye no sólo acciones destructivas o confrontativas. También están presentes intentos de solución adoptados desde una perspectiva unila-teral que son interpretados en sentido diferente por la otra parte y que se convierten en un elemento más de la disputa. Aquí están, entre otras, las denuncias y las demandas judiciales, pero también las iniciativas para acudir a un proceso de mediación (“voy a hablar con tu hermana para que testifique en el Juzgado”).

Los territorios descritos forman parte de A y de B. Son sus aportaciones indivi-duales al conflicto y son una parte esencial del conflicto mismo. Entran en contacto a través de los territorios intermedios. Hemos visto cómo el sustantivo es uno de ellos, pero no el único. La relación entre las partes, desde sus diversas dimensiones, consti-tuye ese territorio relacional que tanto respeto genera entre las personas mediadoras. La evolución de la pareja y su resolución es sólo uno de los contenidos a tener en cuenta. Sabemos que los procesos relacionales suponen a su vez procesos de negociación en los que se acuerda o no la propia definición de la relación. La imposibilidad de acordar estos aspectos está en la esencia de muchas de las disputas de difícil resolución en el terreno sustantivo (“los problemas de pareja no nos permiten hablar como padres”). Por su parte, la interacción es una de las formas de expresión de la relación. En el territorio interaccional encontramos las interacciones conflictivas que implican pautas más o menos estables de comunicación, de reparto de poder o simplemente de ne-gociación. A y B, como todas las parejas que se separan, no inventan inmediatamente una nueva manera de interactuar, no hay tiempo, con lo que pasan a abordar las im-portantes y cruciales decisiones que su nueva situación les plantea desde los mismos esquemas interactivos que ya venían utilizando con mayor o menor éxito (“cada vez que hablamos nos ponemos a gritar y no podemos parar”). El territorio comunicacional incluye las dificultades propias de la situación de conflicto, es decir, la disminución de canales de comunicación o la utilización de otras personas como intermediarias de lo que hay que decirse. Además están las posturas individuales ante estas dificultades que en sí mismas pueden constituir un obstáculo más para el diálogo (“no voy a decir nada, que hable ella”, “siempre me interrumpe cuando hablo”). Por último, el territorio sistémico incide ni más ni menos que en el contexto en que se desarrolla el conflicto. Es imposible enumerar todos los elementos que aquí tienen cabida y que van desde personas relacionadas con las partes (familia, amigos, abogados, otros profesionales) hasta aspectos culturales presentes en cada uno de los protagonistas o que afectan al conflicto en ese momento concreto.

Si en nuestra manera de entender la mediación optamos por identificar qué obstáculos dificultan la transformación del conflicto en los diferentes territorios descritos, precisare-mos reubicar el abanico de las técnicas que disponemos en un lugar específico para cada uno de ellos. A continuación se enumeran algunas de ellas.

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territorio narrativo

Reformulación, legitimación e historias alternativas

territorio Cognitivo

Parafraseo, reformulación, resumen, identificación de distorsiones, cuestionamiento del pensamiento, ruptura de estereotipos.

territorio eMoCional

Escucha activa, desahogo, consuelo, expresión emocional, reconocimiento, promoción del perdón, desagravio, reparación.

territorio CoMPortaMental

Prescripciones, tareas, acciones pactadas, periodos de prueba.

territorio relaCional

Redefinición relacional, compromisos, rituales.

territorio interaCCional

Manejo de interacciones ambivalentes, cerradas, de lucha de poder, enredadas o de confrontación abierta.

territorio CoMUniCaCional

Establecer reglas, sistemas de doble escucha, balanceo.

territorio sUstantivo

Gestión de presupuestos, calendarios de tiempo compartido, búsqueda de información, gestión de recursos externos.

territorio sistéMiCo

Intervenciones dirigidas al exterior

4. la transforMaCiÓn del ConfliCto

Con independencia del territorio en el que nos movamos, cuando nos preguntamos por los aspectos esenciales que deben ocurrir en un proceso conflictivo para que éste se transforme, las respuestas posibles pueden incluir algunos de los siguientes:

Voluntad. Entendida como el deseo de las partes de encontrar una salida positiva al conflicto. Ello no implica necesariamente que, en los momentos iniciales, esa salida co-incida con los presupuestos básicos de la mediación (una salida cooperativa mutuamente acordada). Basta con que haya voluntad de avanzar, lo que implica la existencia de fuerza y energías imprescindibles para el cambio. La voluntad no es objetivamente mesurable y no es algo que está o no está en el inicio de la mediación. Es algo que puede incremen-tarse a medida que el proceso avanza. Por otra parte, no debemos confundir voluntad con voluntariedad. Esta última afecta al deseo de participar en un proceso de mediación mientras que la primera se refiere al deseo de resolver el conflicto.

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Poder. Implica la sensación percibida de capacidad para influir en la solución o en el proceso que encamina hacia ella. La evolución de muchos conflictos conlleva que los protagonistas hayan ido progresivamente perdiendo esa sensación, a veces al mismo tiempo que el poder se delega en personas o instancias externas (abogados, Justicia…). En ocasiones el poder se atribuye exclusivamente a la otra parte, en muchos casos vincu-lado a la atribución de responsabilidad en el conflicto (“el otro es quien creó el problema y quien tiene que resolverlo”). Por tanto, asumir poder implica asumir responsabilidad y eso es algo que a veces cuesta demasiado esfuerzo debido a que supone un cambio de posicionamiento en el conflicto.

Comprensión compleja del conflicto. Habitualmente todas las partes tienen razón, o al me-nos eso parece cuando explican su versión del conflicto. La manera en que se construyen dichas versiones supone un proceso en el que destaca la tendencia a simplificar las causas y las repercusiones, a personalizar las responsabilidades y a interpretar las emociones en una dirección interesada. Un pensamiento complejo implica una disposición a revisar las propias percepciones y a adoptar posiciones de flexibilidad que permitan obtener otras percepciones posibles sobre los hechos.

Ampliación de puntos de vista. Escuchar al otro no es únicamente una disposición forzada en medio de la disputa. Es precisa una actitud abierta que permita al que escucha contemplar rea-lidades diferentes sin correr el riesgo de que ello suponga tener que ceder en su propia visión. Es necesaria, por tanto, una escucha asertiva que haga posible un entendimiento sin renuncia. Únicamente desde esa perspectiva puede producirse un auténtico proceso de escucha mutua.

Comprensión mutua. Para que un conflicto se transforme no es suficiente la escucha. Es necesario ir más allá. Dar valor a lo que el otro dice, a sus necesidades. La lógica cooperativa exige pensar en soluciones válidas para todos y ese esfuerzo solo se produce cuando todas las realidades son contempladas de forma legítima y cuando se llega a la conclusión de que la única salida posible pasa por un camino de esfuerzos compartidos y no de fuerzas contrapuestas.

Alternativas compartidas. La dimensión cooperativa del conflicto requiere procesos de pen-samiento prosocial. A veces se asimila la mediación con los métodos clásicos de resolución de problemas donde la lluvia de ideas da paso a las soluciones, pero la dinámica de los conflictos es un tanto diferente. En la práctica, las alternativas encajan unas con otras, se completan y se complementan. Se convierten en piezas de un puzzle donde la negociación no consiste simplemente en elegir cual es la más adecuada sino cual es su lugar y cómo colocarla.

Compromisos. El compromiso no es el acuerdo. El compromiso es una actitud personal y relacional. Es un acuerdo no escrito que sostiene a los que sí se escriben. Implica una dispo-sición hacia el otro y hacia aquello que se está decidiendo con el otro. Hacer las decisiones comunes y optar por hacerlas posibles es el paso definitivo para una nueva dimensión del conflicto, probablemente más positiva. No hay acuerdos sin compromisos.

Un método de mediación que quiera ser coherente con un modelo debe integrar un proceso y unas técnicas que persigan los objetivos descritos. Una propuesta esquemática podría ser la recogida en la figura nº 2. En ella se integran los diferentes aspectos que pueden ser necesarios en un proceso de transformación del conflicto (recordemos la pregunta: ¿Qué tiene que ocurrir para que un conflicto se transforme?) con las intervenciones que pueden promover su desarrollo efectivo (respondiendo a la pregunta: ¿Qué papel juega una persona mediadora en esa transformación?). Se trata de un esquema abierto y diná-

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mico que cada mediador puede adaptar a su experiencia, incorporando elementos que le son de utilidad y desechando aquellos que no lo son. En él no encontramos una sucesión consecutiva de fases. Más bien se trata de momentos que se superponen en el tiempo, que muchas veces coinciden y que tienen características cíclicas. Así, en un mismo proceso de mediación es habitual tener que volver a revisar la visión del conflicto que tienen las partes en diferentes momentos, o tener que trabajar con su voluntad incluso cuando el proceso está a punto de finalizar. Ello requiere una actitud flexible por parte de la persona mediadora que suponga la adaptación de este modelo a las personas con las que trabaja, sus necesidades y sus tiempos, y no al contrario.

Fig. 2. Conflicto, cambio y técnicas en mediación

A CONFLICTO B TÉCNICASPOSICIÓN A POSICIÓN B Recogida de información y

definición del conflicto. PreguntasHistorias conflictivas.Doble diálogo.Escucha activaParafraseoResumenReformulación

Intereses Necesidades

Identificar la visión del conflicto que tienen las partes (percepciones)

Intereses Necesidades

Identificar el tipo de conflicto

Territorios del conflicto

Detectar y promover voluntad e interés en la resolución

Construcción de un espacio de cooperación.Confianza en el mediador, el proceso y la otra parte. Encrucijadas y dilemas.

Buscar puntos en comúnIntereses comunes o compatibles.

Promoción de la comprensión mutuaRevalorización,Reconocimiento y Legitimación

Definición alternativa del conflicto

Replanteamiento.Historias alternativas

Promover alternativas compartidas de solución

Generación de opciones.Tormenta de ideas

Negociación FacilitaciónDesbloqueoRuptura de puntos muertos

Satisfacción, Entendimiento,Compromiso, Cambio...

Formalización de compromisos

ACUERDO

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El elemento diferencial de la mediación con respecto a otras intervenciones psicoso-ciales o jurídicas es la importancia decisiva que se concede al protagonismo de las partes. Son las personas implicadas en el conflicto quienes deciden cómo abordarlo, cual es la agenda de temas a tratar o la duración de su proceso. Desde esta perspectiva, es obvio que el planteamiento expuesto no se trata de una guía para mediadores. No es la hoja de ruta que todo mediador deba seguir para alcanzar el éxito (por cierto, ¿qué éxito?) de su actuación. Si entendemos la mediación en los términos con que se inicia este texto, es decir, como un espacio transicional de diálogo cooperativo, el método y las técnicas a que aludimos no suponen más que herramientas de acompañamiento a lo largo del proceso de tránsito en el que las partes se encuentran inmersas. El mediador rastrea los obstáculos que bloquean los avances en la evolución del conflicto. Las dificultades se producen en los diferentes territorios descritos y el método y las técnicas convergen en ese objetivo.

5. el Modelo de CaMBio: HaCia Una MediaCiÓn transiCional

Sabemos que los conflictos son procesos que se desarrollan y evolucionan a lo largo del tiempo. Esto ha llevado a muchos autores a hablar más bien de procesos conflictivos (Suares, 1996), presentándolos en sus intervenciones “no como únicos e inmóviles sino como capaces de avanzar, de encontrar todas sus ramificaciones y de permitir llegar a acuerdos creativos que puedan ser aceptables por las partes” (Ripol-Millet, 2001). En los conflictos familiares, esta dimensión temporal va íntimamente ligada al propio ciclo evolutivo de la familia, de tal manera que cada avance en éste puede conllevar ciertas dosis de interacción conflictiva y, por tanto, necesita una serie de transacciones que permiten avanzar hacia la siguiente fase.

Entendemos por espacio transicional el conjunto de negociaciones de carácter relacio-nal que los diferentes miembros de una familia llevan a cabo cada vez que es preciso un avance en su ciclo evolutivo. No podemos afirmar que dichas negociaciones sean la causa del cambio, pero tampoco la consecuencia. Forman parte del cambio mismo, el cual no es posible sin ellas.

Por su parte, el espacio transaccional incluye los procesos necesarios de negociación que permiten tomar las decisiones sustantivas, no relacionales, que requiere cada avance tran-sicional. En este espacio se acuerdan cuestiones materiales o de contenido.

Ambos espacios caminan juntos, íntimamente ligados, de manera que no es posible definir uno sin contextualizarlo con el otro. Ello implica al mismo tiempo que cuando se producen bloqueos o disfunciones en uno es fácil encontrar la correspondencia en el otro. Un ejemplo: unos padres y una hija adolescente discuten sobre los horarios de regreso de ésta al domicilio familiar. Esta negociación tiene sentido si existe un acuerdo previo que permite a la hija estar en disposición de negociar y, por tanto, si hay un reconocimiento de que su edad y los aspectos personales vinculados a ella le otorgan esa capacidad. Este es el espacio transicional. Los horarios forman parte del espacio transaccional, lo mismo que la asignación de una cantidad económica o el reparto de responsabilidades en el hogar. Si el acuerdo transicional no se produce difícilmente se obtendrá acuerdo transaccional y la discusión derivará en un regateo sin fin en el que nadie está dispuesto a ceder. Pero no olvidemos que algo parecido ocurre a la inversa. La reivindicación transaccional de la hija puede provocar el inicio de un diálogo transicional que aún no se ha producido.

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Otro ejemplo: nuestra ya conocida pareja (formada por A y B) en proceso de ruptura debe decidir cómo se organiza el tiempo de convivencia con sus hijos, aspectos relativos al reparto de bienes, cuestiones económicas y de domicilio entre otras. Todas ellas forman parte del espacio transaccional. En el espacio transicional deben tomarse decisiones res-pecto a la relación, básicamente en torno a la ruptura de la pareja (vínculo conyugal) y la continuidad del vínculo parental. De nuevo, la imposibilidad de muchas parejas de acordar la relación puede bloquear provisionalmente la capacidad de acordar todo lo demás. Cuando este bloqueo se mantiene en el tiempo, la necesidad ineludible de tomar determinadas de-cisiones puede provocar el contacto de la familia con instancias externas (como la Justicia) con el fin de que esas decisiones sean adoptadas por terceras personas.

La mediación ofrece un espacio transaccional y transicional adecuado al momento específico de la evolución del conflicto. Así, en los casos de ruptura, asumiendo que el divorcio no es el final de una familia, sino un paso hacia una nueva dimensión en su ciclo evolutivo (Carter y McGoldrick, 1980), la mediación se adapta a la necesidad que esa familia tiene en ese momento de avanzar y de decidir. La mezcla de estas dos necesidades genera niveles complementarios en la intervención mediadora. En el espacio transaccional tienen cabida los intercambios de información, la negociación, los acuerdos. Pero estos elementos no tendrían sentido sin una dimensión temporal de referencia, aquella que per-mite ubicarlos en la relatividad de un contexto de avance, de evolución, no de resolución definitiva. Es el espacio transicional, que ofrece a la pareja la oportunidad de pensar en términos más flexibles (no están decidiéndolo todo para siempre) al mismo tiempo que desarrollar inevitables mecanismos de autonomía (en el futuro tendrán que seguir siendo capaces de negociar).

La mediación transicional enfatiza en la actitud sensible y respetuosa del mediador hacia el momento conflictivo con el que trabaja y hacia el estilo de negociación propio de las partes. En este sentido, el mediador propone un método que reconoce e incluye las pautas familiares, permite las transacciones relevantes para los protagonistas, incluso las que no tienen relevancia legal. Al mismo tiempo, el mediador propone un camino, que reconoce la necesidad de un tiempo y un lugar para las transiciones familiares. Es esta mutua inter-dependencia la que favorece un éxito de la mediación entendido como la consecución de los acuerdos necesarios para avanzar al menos un paso en el conflicto planteado.

Desde esta perspectiva, el cambio se produce cuando se llevan a cabo una serie de transacciones exitosas que conllevan un salto de nivel, una transición en el desarrollo del conflicto. En ocasiones, este cambio supone únicamente un desbloqueo de la capacidad para negociar, paralizada durante el conflicto. En otros casos el cambio requiere modificaciones significativas en las percepciones del conflicto que tienen las partes. En las situaciones más contenciosas puede incluso necesitar de acciones de desagravio entre ellas. El cambio, por tanto, no es el acuerdo, sino el proceso recorrido para conseguirlo, un “proceso creativo que induce imaginativamente nuevos entramados de relación” (Aisenson, 1994).

En el contexto de la mediación en casos de ruptura conyugal, nos resulta de utilidad el modelo de crisis propuesto por Pittman en 1990. Este autor plantea que una crisis se produce cuando una tensión (una fuerza que tiende a distorsionar) afecta al sistema fa-miliar, exigiendo un cambio en su repertorio usual, y permitiendo, además, la entrada de influencias externas de una forma incontrolada. Describe cuatro categorías de crisis:

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1. Desgracias inesperadas. Son sucesos imprevisibles, cuyas causas suelen ser extrínsecas a la familia (fallecimientos, accidentes, etc.). Su resolución puede suponer un esfuerzo común para adaptarse a la situación, o puede implicar el riesgo de una búsqueda de culpables que genere mecanismos de ataque y defensa.

2. Crisis de desarrollo. Son universales y previsibles. Forman parte de la evolución normal de cada familia (matrimonio, nacimientos de hijos, etc.). Una superación adecuada facilita el crecimiento, aunque los problemas pueden aparecer cuando una parte de la familia intenta impedirla o provocarla antes de tiempo.

3. Crisis estructurales. Son recurrentes y se insertan en las propias pautas intrínsecas de una familia (psicosis, alcoholismo, etc.). Suelen manifestarse en un solo miembro, aunque afectan directamente a todos los demás, de forma que dificultan cualquier posible proceso de cambio.

4. Crisis de desvalimiento. Ocurren en familias en las que los propios recursos se han agotado o son ineficaces, de tal forma que dependen de instancias externas para uno o varios aspectos de su supervivencia (familias que dependen de los recursos sociales, incapacidades crónicas, etc.).

Desde la perspectiva transicional, parece obvio que una separación pueda ser integrada en la categoría de crisis del desarrollo. Como tal, estaríamos ante una auténtica situación adaptativa cuyo resultado, una vez superada, debería colocar al sistema familiar en un punto más avanzado de su evolución. Pero esto no ocurre con todas las rupturas. Existe un porcentaje elevado de ellas que pudiera ser enmarcado en las restantes catego-rías. Así, en separaciones cuyo detonante último es una relación extramatrimonial, puede ocurrir que una parte de la familia reaccione como si de una desgracia inesperada se tratase, creándose un persistente rechazo del miembro “infiel”, que es identificado como culpable, y evitándose cualquier tipo de interacción con él. Por otro lado, hay familias en las que el conflicto conyugal se reactiva periódicamente, incluso pasados varios años desde la separación, cada vez que son necesarias nuevas negociaciones o nuevos cambios en la relación. El conflicto mediatiza todas las interacciones, y adquiere el carácter de una crisis estructural que forma parte de la evolución familiar y de la de todos sus miembros. En estos casos, las transacciones son imposibles. En el extremo estarían aquellas parejas que deben recurrir constantemente a intervenciones judiciales. La capacidad para tomar decisiones sobre su propia vida se ha visto tan disminuida que, desde una situación de desvalimiento, han generado una irreversible dependencia de la institución legal.

Estos tres últimos casos incluirían diversos grados de bloqueo en la transición, a veces difícilmente superable. En muchas ocasiones suelen expresarse en intensos e interminables conflictos legales que, acumulados en los juzgados, tratan de poner a prueba la eficacia de la Justicia en determinadas crisis psicosociales.

Lisa Parkinson (2005) señala cinco tipos de bloqueos interpersonales: falta de conocimiento sobre alguno de los temas a tratar, información incorrecta que genera expectativas poco realistas, diferentes nociones de equidad, desconfianza y mala fe.

La confrontación responde al bloqueo producido ante la incapacidad de lograr acuerdos transicionales. Supone el desarrollo de pautas competitivas que muchas veces tienden a apoyarse en procedimientos judiciales contenciosos. Cuando la confrontación se ha convertido en pauta pueden ser necesarias intervenciones de desbloqueo que den la oportunidad a las partes de retomar la utilización de sus propios recursos.

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6. el PUnto de desBloqUeo Podríamos definir el punto de desbloqueo como el momento a partir del cual en

la evolución de un conflicto se produce un avance transicional tras un estancamiento temporalmente significativo. Aunque este cambio puede deberse al efecto inesperado de circunstancias externas, se trata de un paso adelante que incluye necesariamente un incremento en los niveles de protagonismo de las partes. En mediación, el punto de des-bloqueo es el momento en que ambos procesos, el conflictivo y el mediacional recuperan su capacidad de transformación a partir de un determinado cambio generado por alguna de las partes o por la persona mediadora. Podemos, por tanto, promover el desbloqueo a través de espacios transicionales que provoquen el consenso relacional necesario para seguir avanzando. Este procedimiento no supone una intervención larga ni estructurada a lo largo del tiempo. Se trata más bien de actuaciones breves que tienen lugar como máximo en una sesión conjunta o individual con cada una de las partes. El objetivo no es cambiar la relación, es simplemente el acuerdo relacional necesario para devolver el movimiento a una situación que se ha estancado temporalmente. No podemos denominar técnicas a estas actuaciones, porque son algo más complejo, y ello implica una dificultad para su categorización, porque responden a momentos puntuales y especiales de cada situación conflictiva. Teniendo en cuenta esta salvedad, describimos a continuación algunas de ellas en diferentes situaciones de bloqueo propias de mediaciones en procesos de ruptura en los que el conflicto se centra en los hijos.

Situación bloqueante Intervención DesbloqueoPugna legal por la custodia de los hijos en un procedimiento contencioso previo a la mediación.

Dilema parental. Elegir si quieren ser unos padres que luchan por sus hijos o colaboran por ellos. La decisión es “con” o “contra”

Inicio de una vía de colaboración a través del espacio de mediación.

Pugna por la custodia de los hijos en el contexto de la mediación.

Equipo parental. Decidir si quieren que sus hijos tengan un padre y una madre o unos padres.

Inicio de una vía de diálogo sobre la organización conjunta del tiempo y los cuidados de los hijos.

Bloqueo centrado en dificultades de adaptación de los hijos tras la ruptura ante dos nuevos entornos familiares contradictorios.

La historia alternativa de la ruptura. Pactar una nueva manera conjunta de explicar a los niños la separación.

Diálogo sobre la adaptación progresiva de los hijos a dos nuevos mundos convivenciales que suponen una única realidad familiar.

Acusaciones de manipulación a los hijos ante dificultades de transición entre los domicilios parentales.

Reconocimiento del dolor. Ofrecer la posibilidad de que ambos padres piensen juntos en el dolor que la ruptura ha supuesto para sus hijos. Promover diálogo con hijos sobre lo hablado.

Diálogo sobre la superación progresiva de sentimientos de abandono por parte de los hijos.

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iñaki Bolaños CartUjo

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Dificultades de separación de los hijos de uno o ambos progenitores.

Diferenciación de sentimientos. Identificar el inevitable traspaso de sentimientos a los hijos y pensar conjuntamente en la manera de manejarlo.

Diálogo sobre sentimientos de padres y de hijos.

Atribución mutua de culpas en la causa de la ruptura.

Asunción individual de responsabilidades. Redefinir la ruptura en términos de responsabilidad interaccional.

Diálogo sobre los efectos de la ruptura más allá de la causa.

Rechazo de nuevas figuras afectivas tras la ruptura (nuevas parejas, hijos…)

Normalización del ciclo vital. Redefinir en términos de incorporación negociada.

Diálogo sobre efectos, afectos y funciones de las nuevas figuras.

Daños pendientes derivados de la evolución relacional o legal de la disputa.

Promoción del desagravio. Revisión conjunta del proceso conflictivo con valoración de los daños producidos. Desactivar la historia superflua utilizada en el litigio.

Diálogo sobre el reconocimiento expreso de los agravios.

Síndrome del desdoblamiento. Los hijos expresan a sus padres, por separado, deseos contradictorios.

Liberación tensional. Acuerdo sobre la base de la veracidad de ambas versiones fruto de la tensión existente.

Diálogo sobre los mensajes que los hijos transmiten a cada uno de los padres.

Conflictos de lealtades Lealtades permitidas. Decisión sobre el permiso a los hijos para relacionarse y sentir afecto por ambos.

Diálogo sobre las lealtades filiales.

7. ConClUsiÓn

La mediación familiar transicional supone una noción de acompañamiento más que de intervención. El mediador es un invitado de excepción (no un convidado de piedra) en un proceso privado en el que tiene el privilegio de participar. La mediación es sólo una pequeña porción de ese proceso. En ella, la persona mediadora se incorpora como una parte más que, desde la no implicación inicial en el conflicto, pasa a una posición de implicación no protagonista, con una función clara de promoción de un espacio para el diálogo. El método y las técnicas le permiten recorrer junto a los protagonistas diferentes territorios del conflicto y avanzar por las diversas rutas que conforman su ciclo evolutivo. Entre el antes y el después de su participación hay un incremento en la sensación de poder de las partes, un avance en el que éstas asumen su capacidad de decisión para acordar o para no hacerlo, para continuar sus espacios de diálogo o para buscar otros diferentes. Pero en último término será su decisión la que valga, la decisión que se toma cuando ya no hay mediación, cuando lo que corresponde es comprometerse con lo acordado y construir sobre ello, retomar los compromisos que no finalizaron en acuerdos o simplemente asumir

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MediaCiÓn transiCional

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que el camino aún será largo y quedará por delante la seguridad de espacios futuros de transición donde nuevas necesidades de transacción sean posibles.

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Evaristo BarrEra algarín • José luis Malagón BErnal • José luís sarasola sánchEz-sErrano

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Mediación intergeneracional y Personas Mayores

intergenerational Mediation and elders

evaristo Barrera algarín

José luis Malagón BErnal

José luís sarasola sá[email protected]

Universidad Pablo de olavide

rEsuMEn

a niveles profesionales, los técnicos del campo de lo social, mediadores, trabajadores sociales, psicólogos, terapeutas, pedagogos, educadores, profesionales del campo de la salud, etc., vienen percibiendo en los últimos años un aumento considerable de personas mayores en el perfil de sujetos, bien sean clientes o usuarios, que atienden en su quehacer cotidiano.

El envejecimiento poblacional, es algo que afecta a todos los órdenes de la sociedad, programación de televisión y radio, estructura de los espacios urbanos, políticas públicas, y en especial políticas sociales, anuncios televisivos, programas de actividades de los ayun-tamientos, estrategias de ventas en las empresas, y creación de productos específicos para el mercado de mayores, desarrollo de centros y servicios geriátricos y gerontológico, desa-rrollo en las universidades de itinerarios formativos especializados en mayores, así como de estudios de postgrado, y un largo etc. la intervención social y el desarrollo de la mediación no queda fuera de estas influencias. Cada vez se van encontrando más situaciones de me-diación relacionadas con aspectos de nuestra población mayor, en los más diversos campos, la familia, temas vecinales, situaciones en contextos geriátricos, en contextos del sistema sanitario, cuestiones jurídicas, de conflicto intergeneracional, y otras. El buen mediador estará cualificado y formado para atender las cuestiones relacionadas con el incremento de esta población, que afecta a nuestra sociedad y que continuará modificando aspectos de la misma, y también de sus profesionales sociales. Si los perfiles de nuestros clientes y usuarios se transforman, el mediador se ha de adecuar, ajustándose a esta realidad.

aBstract

At the professional level, the experts in the social field—mediators, social workers, psychologists, therapists, educators, doctors, etc.—have noticed the ageing of the subjects they work with. The ageing of population affects all the scopes of society; TV and radio programming, the structure of urban spaces, public and social policies, TV advertising, local activities, marketing strategies, new products, geriatric services, graduate and undergraduate studies, and a long etcetera. Social intervention and the development of mediation are also influenced by such tendency. Ageing is becoming increasingly present in circumstances when social mediation is required; family or neighbouring conflicts, within the context of the health system, legal questions, intergenerational conflict and others. Mediators must be qualified to meet circumstances related to the increasing number of the aged.

PalaBras clavE: Mediación, Personas Mayores, Metodología, cuidadores informales, familia.KEywords: Mediation, Aged Population, Methodology, informal attention, family.

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MEdiación intErgEnEracional

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1. concEPto dE MEdiación

El concepto deriva etimológicamente del latín mediare (interponerse) y ha sido em-pleado a través de los tiempos para designar una oferta de interposición con frecuencia impuesta a dos beligerantes. Hoy el término sobrepasa ampliamente esta concepción, denotando un interés relevante por su práctica en el dominio de la acción social y se asume también como un modo de gestión de un “sistema de transacciones” (Bondu, 1998:14). La tendencia que hoy se diseña para la construcción de nuevos perfiles profesionales en el contexto de la intervención social demuestra la significación que se atribuye a la cuestión de la mediación, un concepto polisémico que es necesario explicar y que se construye en lo cotidiano de las relaciones sociales y profesionales. (neves almeida, 2001:82)

la mediación es la intervención en una disputa o negociación, de un tercero aceptable, imparcial y neutral que carece de un poder autorizado de decisión para ayudar a las partes en disputa a alcanzar voluntariamente su propio arreglo mutuamente aceptable. (Moore, 1995: 44)

2. El ProcEso dE MEdiación y El MEdiador

Una cuestión apriorística en el campo de la mediación con mayores, va a ser el hecho dicotómico de la formación inicial que presente el mediador. Es decir, en nuestro espectro profesional, y concretamente en el contexto nacional, el mediador accede al ejercicio de la mediación a partir de una formación inicial (estudios universitarios), y una formación posterior de postgrado en mediación. este elemento se presenta de forma muy positiva, pero también conlleva algunas interferencias en el quehacer del mediador. Si partimos de que la mediación es un proceso por el que un agente mediador (un profesional) de forma objetiva y por encima de los intereses particulares de las partes, ayuda a estas a encontrar medios para solucionar de forma adecuada sus conflictos, no se puede entender como un contexto para el “tratamiento” del caso o los sujetos, ni para la “intervención” con los mismos, trabajemos desde el campo que trabajemos. La mediación, depende de la orientación del mediador y de su actuación en el proceso de mediación (samper,1998:63) .Muchos mediadores, al tener otro tipo de formaciones iniciales (trabajadores sociales, licen-ciados en derecho, psicólogos, educadores, pedagogos, etc.) tienden a mezclar las técnicas y procedimientos de mediación junto con los procedimientos de intervención y trabajo ortodoxos de las disciplinas en las que están formados. Hemos de tener claro que para la mediación podemos hacer uso de multitud de conceptos y técnicas de nuestras formaciones iniciales, pero siempre dentro del procedimiento y los objetivos de la mediación. Podemos ser trabajadores sociales, psicólogos o licenciados en derecho, que hagamos mediación, siendo conscientes de que en ese momento estamos trabajando como mediadores.

nuestra formación inicial sólo supone un freno en el proceso de mediación cuando no somos capaces de discernir las diferencias entre esta y el rol de mediador. en caso contrario, toda esta formación y experiencia profesional previa supone un tesoro en los procesos de mediación.

Sobre el proceso de mediación, cuando trabajamos con mayores, hemos de tener presente lo complicado de la situación del mediador, que en ningún caso resuelve o haya la solución del conflicto, y donde nunca deberá posicionarse hacia ninguna de las partes.

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tal y como se recoge en el diagrama 11, l mediador queda justo entre dos posturas en-frentadas, y que en principio son irreconciliables , por lo que se acude a la mediación. El proceso de mediación se resuelve cuando las partes, a partir del uso de la metodología y técnicas de mediación, son capaces de encontrar una solución aceptable para ambos, y que normalmente, les permita la continuidad de las relaciones. En muchos casos en la media-ción con mayores, la resolución del proceso mediador no implicará la continuidad de las relaciones, sino precisamente la separación, alejamiento o disolución de la relación causa del conflicto (normalmente son conflictos de orden intergeneracional, o por necesidad de cuidados mas intensivos en mayores dependientes que pueden requerir de internamiento en algún centro especializado).

diagraMa 1: ProcEso dE MEdiación

En cualquier caso, en mediador habrá de seguir un proceso metodológico claro y lo más técnico posible. Normalmente, en mediación, hemos de pasar por distintas fases, tal y como se recogen en el diagrama 22.

diagraMa 2: MEtodología

1 elaboración propia.2 elaboración propia.

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MEdiación intErgEnEracional

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Como podemos observar, todo proceso de mediación tendrá necesariamente que iniciarse por una exhaustiva recogida de información que nos permita el poder obtener con claridad la “definición del problema”; es decir, conseguir conocer lo más posible las dos versiones enfrentadas, así como todos aquellos elementos que las alimentan y las limitan. Esto es esen-cial para poder realizar la mediación de forma correcta. tras estos pasos iniciales, y cuando el mediador es capaz de discernir el problema en sí, necesitará conseguir que las partes sean capaces igualmente de “definir el problema”. Esto hace que todos los pasos posteriores resulten más sencillos. El comportamiento humano se basa en una premisa clara; cuando reconoce una necesidad (un problema), surge la necesidad de quererlo resolver. Con esto jugará el me-diador. A partir de aquí se podrán generar opciones al problema reconocido o detectado. Es necesario que las opciones no salgan del mediador (sería un proceso dirigido), sino más bien, que el mediador sea capaz de alentar a los implicados en la propuesta de soluciones posibles. Todas las alternativas que se generan durante el proceso, implicarán en sí una ”redefinición del problema” inicial, a modo de futuro deseable alternativo. con ello no termina el proceso de mediación, sino que se abre paso a la “negociación” entre las posturas “A” y “B” entorno a la situación mediada. En este momento se negocian las soluciones que anteriormente han ido surgiendo. Fruto de esta negociación (en la que el mediador habrá de cuidar constantemente el transcurso) deberá de surgir el “acuerdo”, que no será más que el culmen a todo el proceso metodológico, y que implicará que las dos posturas inicialmente irreconciliables han encontrado el camino o la vía para la resolución del conflicto, y que se comprometen a ello.

3. Motivos y contExtos Para la MEdiación con MayorEs

En las páginas anteriores, el lector ya habrá podido vislumbrar que en la mediación con mayores, uno de los principales contextos de conflictos que puedan requerir nuestra implicación profesional es precisamente el ámbito doméstico. Es el hogar donde resida el mayor –bien sea su casa o la de algún familiar- el ámbito en el que se presentan mayores situaciones conflictivas. La casa es el espacio en el que se da una mayor interacción entre los sujetos, y además donde las relaciones también son más intensas y personales, y por tanto donde más puede surgir el conflicto, muy por encima de otros contextos en los que podamos encontrar a los mayores.

Una de las situaciones que tienden a acentuar los conflictos susceptibles de medicación intergeneracional, es precisamente (y como hemos explicado anteriormente) la situación de dependencia y necesidad de cuidado del mayor (en muchos casos una pareja de mayores).

tal y como se recoge en el diagrama 33, en situaciones de conflicto entre mayores de-pendientes y sus cuidadores (muchos de los casos) esta se da especialmente por la tensión y estrés que provoca la propia relación de cuidado y dependencia. De hecho incluso los cuidadores pueden llegar fácilmente a la “sobrecarga”, con la que se podrían ver avocados a dejar de cuidar al mayor por cuestiones incluso de salud para el propio cuidador. no olvidemos, que en las situaciones de cuidado de un mayor, el cuidador en la mayoría de los casos está renunciando a su propia vida, deseos, inquietudes, hobbies, o poder estar con otros familiares (normalmente son mujeres que no pueden estar con sus hijos o pareja). Estas situaciones se pueden hacer tremendamente complejas dependiendo de la relación que exista entre el mayor y su cuidador (no nos referimos a mayores “encamados” o seniles, con los que la mediación sería prácticamente imposible).

3 elaboración propia.

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diagraMa 3: algunos FactorEs rElacionados

¿Por qué se puede producir tanto estrés o ansiedad en una situación de cuidado con mayores? Básicamente estamos hablando de que los contextos de convivencia con mayores suelen ser “forzadas” (por las situaciones) e inesperadas (ver diagrama 44). normalmente la causa por la que se produce la convivencia de un mayor con otro familiar (mayoritariamente con la hija) es por que una situación sobrevenida e inesperada ha provocado en la persona mayor algún tipo de necesidad de atención y cuidado que no puede procurarse por sí misma. esta situación (un accidente, el agravamiento de alguna enfermedad, síntomas de senilidad, alguna experiencia de inseguridad ciudadana, etc.), van a exigir un cambio de vida tanto para el mayor como para la persona o personas con las que se vaya a iniciar la relación de convivencia. Ninguno de los dos estaba preparado para esta situación, y ambos habrán de renunciar a multitud de cosas. toda situación inesperada y sobrevenida tiende a provocar ansiedad en aquellos que la viven, sobre todo si esta modifica sustancialmente las rutinas y la cotidianeidad de los sujetos. Esta ansiedad y tensión es lanzadera para los conflictos y genera multitud de situaciones que pueden requerir de la intervención del mediador.

diagraMa 4: la situación dE convivEncia

4 elaboración propia.

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MEdiación intErgEnEracional

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Sería extremadamente simplificador el pensar que estas situaciones de cuidado sólo generan conflictos o incidencias entre el mayor y el cuidador. Los conflictos siempre afectarán a todo el núcleo de convivencia. Imaginemos una situación en la que una persona mayor queda limitada tras sufrir una caída. Esto provoca que tenga que ser atendida, pero su pareja, también con li-mitaciones, no puede hacerse cargo. Entra en juego una hija, que se hará cargo de la situación. Esta hija al tener niños aún pequeños (10, 12 y 14 años), no se puede ausentar de su casa para ir a cuidar a la persona mayor, por lo que se decide, que el mayor y su acompañante se trasladen de manera inminente al domicilio de la hija. El piso de la hija, de unos 80 m2 posee 3 habitaciones. Una de ellas es ocupada por el matrimonio de mayores, lo que implica que la niña que dormía en ese dormitorio quede fuera. En otro de los dormitorios se ubica a los dos niños (en este no cabe la niña). Y en el dormitorio de matrimonio se ha de ubicar (mediante cama supletoria) a la niña.

Sin introducir más elementos que los mencionados, es decir, el hecho de no poseer espacio suficiente, rápidamente podemos observar que el contexto invita a la generación de tensión, estrés y por tanto de conflicto. En este sentido toda la unidad de convivencia ha quedado modificada y alterada, y todos los miembros van a tener que adecuarse de manera muy significativa a la nueva situación. Estas situaciones que se describen son tremendamente habituales en la cultura mediterránea.

Hemos de recordar que estas situaciones no implican necesariamente una relación de mediación con la presencia directa del mayor. es decir, nos podemos encontrar en un des-pecho del mediador a dos hijos de un mayor que a partir del hecho de la dependencia de su padre han tenido conflictos entre ellos (por ejemplo, que uno de ellos se cargue más el cuidado del mayor que el otro); otra situación en la que se personen los dos miembros de una pareja en la que tras la llegada a la casa del padre de uno de ellos, se han generado tensiones y conflictos entre ambos; o también conflictos entre padres e hijos por la llegada a casa del abuelo o abuela. Como vemos se pueden producir un sin fin de situaciones de mediación, provocadas directamente por la presencia de personas mayores, y en las que a lo mejor, la acción mediadora no tiene presente al propio mayor (aunque sea causa del conflicto).

Siendo coherentes con la propia realidad social, no podemos quedarnos en que el hecho de la dependencia de un mayor es la única causa por la que pueden llegar mayores a la mediación. como se recoge en el diagrama 55, podemos encontrar muchas otras.

diagraMa 5: otros Motivos Para la MEdiación

5 elaboración propia.

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Problemas de intromisión/amenaza: En muchos casos la convivencia con mayores puede percibirse como una verdadera amenaza, sobre todo si se dan situaciones de intro-misión en aspectos vitales de unos o de otros. en este caso son muy comunes las tensiones entre el mayor con la pareja de su hija o hijo, y a la inversa.

Problemas de espacio: Ya hemos ejemplificado antes como la limitación de espacio puede acarrear un incremento de la incomodidad y la tensión en la convivencia.

Problemas de autoridad: este elemento es muy importante. suele afectar especialmen-te al hecho de que en muchos casos alguna de las partes quiere ejercer su autoridad por encima de la otra parte; padre mayor sobre el hijo/a, hijo/a sobre alguno de sus padres, u otras. este elemento también se relaciona con el siguiente.

Los nietos: Es habitual en nuestra sociedad encontrar a los llamados “abuelos canguro”, que se encargan de la crianza total o parcial de sus nietos por la imposibilidad de los padres (normalmente por cuestiones laborales) para poderlo hacer. Esto hace que en muchos casos se produzcan conflictos de roles y conflictos en los criterios de crianza de los nietos, que confunden a los propios abuelos, a los padres, y por supuesto, a los nietos. En otros, aunque los abuelos no sean cuidadores de los nietos, pueden darse situaciones de control y directividad de los abuelos hacia la forma y los criterios de crianza de los padres sobre los nietos. En cualquier caso, todos estos elementos son contextos de conflictos, que en muchas ocasiones terminan ante la presencia de un mediador.

Distintos criterios en el cuidado: Este es otro foco de conflicto. Entendemos en este apartado cuando los distintos cuidadores no se ponen de acuerdo en el cómo y/o en el dónde del cuidado al mayor. Suelen ser principalmente conflictos entre los hijos o también entre los hijos y el cónyuge del mayor que requiera la ayuda. Aquí pueden aparecer impor-tantes recriminaciones de unos hacia otros, sobre todo si se entiende que unos tengan más carga que otros. O cuando algunos entienden que el cuidar al mayor esta exigiendo más “sacrificio” que lo que supone para otros. También el hecho de no ponerse de acuerdo en dónde se va a cuidar al mayor. Normalmente el mayor intentará que el contexto de cuidado sea su propio domicilio, lo que implica mayor complejidad para los cuidadores, que el hecho de trasladarlo al domicilio del cuidador.

No se permite el cuidado: Nos referimos especialmente a la situación en que el mayor necesitado de atenciones, rechaza ser cuidado o rechaza las formas en que se hace. También puede rechazar el que lo cuide una persona porque “prefiere” que lo cuide otra. Todas estas situaciones son muy duras para el cuidador y genera en él mucho estrés y ansiedad. Entendamos que estos elementos tienden a sobrecargar aún más la relación de cuidado.

Problemas en contextos geriátricos: Es obvio que se producirán situaciones de me-diación con mayores, en todos los contextos en los que estos se encuentren. Pensemos por ejemplo en las residencias de mayores, centros de día, unidades de estancia diurnas, , hospitales, y un largo etc. En todos estos contextos el mediador encontrará situaciones susceptibles de ser intervenidas: Problemas de convivencia entre residentes, conflictos con los profesionales o con la dirección del contexto geriátrico, y un largo etc. se aconseja en estos contextos habilitar figuras de mediación entre el personal del contexto geriátrico, así como contar con figuras mediadoras entre los propios clientes y/o usuarios (estas suelen ser muy beneficiosas para rebajar el nivel de conflictos).

Para finalizar estas aportaciones, sería oportuno mencionar lo útil de la mediación en la prevención del maltrato a personas mayores. Está demostrado que el principal contexto de

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maltrato a los mayores es su propio domicilio, y en espacial en situaciones de dependencia/cuidado. citando a luís rojas Marcos, nos dice: “De hecho, Los Seres humanos tenemos mayor probabilidad de ser asaltados, maltratados o torturados –física y mentalmente- en nuestro propio hogar, a manos de alguien supuestamente querido, que en ningún otro lugar” (rojas,1996:30). nos referimos a que los principales maltratadores de mayores suelen ser paradójicamente sus propios cuidadores. ¿En qué reside la importancia de la mediación? Normalmente, la causa principal de la violencia hacia el mayor es encontrarse en una situación de levada ansiedad y estrés, y/o en situaciones de excesiva sobrecarga del cuidador. esta violencia (en sus múltiples formas) tiene periodos anteriores y generalmente prolongados de conflictos no atendidos. La mediación puede suponer un elemento preventivo que evite la degeneración de estas situaciones conflictivas en violencia hacia la persona mayor. Por tanto, sería necesario la detección precoz (en muchos casos muy compleja) de estas situaciones estresantes en las relaciones de cuidado, donde el mediador actuara. El hecho de la mediación entre las partes, en muchas ocasiones habrá servido para frenar los detonantes y causantes de una posterior situación de maltrato a mayores.

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Pilar MUnUera GóMez

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el MOdelO CirCUlar narraTivO de sara COBB Y sUs TÉCniCas

sara COBB’s CirCUlar narraTive MOdel and iTs TeCHniQUes

Pilar MUnUera Gó[email protected]

Universidad Complutense de Madrid

resUMenEl objeto de este articulo, es mostrar como el modelo circular narrativo de Sara Cobb,

ayuda a resolver creativamente desde una nueva “narrativa” los conflictos y a la vez, disfrutar con las soluciones elegidas, las cuales son determinadas por las partes en conflicto.

Este proceso genera un pensamiento diferente en la medida que nuevos parámetros determinan la conducta de las personas implicadas. La persona se centra sobre sus propias responsabilidades, y deja de “cargar” las mismas en otras personas. Proceso de comunicación que lleva a la persona a un adecuado desarrollo, evitando mayores conflictos. En definitiva es un aprendizaje que permite una mejor comunicación con los distintos sistemas donde el individuo esta inserto.

aBsTraCT

The object of this essay is to show how Sara Cobb’s “narrative circular model” helps to solve conflicts in a creative way by the use of a new “narrative”, and, simultaneously, helps to enjoy the solutions chosen by the parts in conflict. Such process generates a different thought in the sense that new parameters determine the behaviour of the people involved. People focus on their own responsibilities, and stop “loading” them on others. It is a com-munication process that leads individuals to their adequate development, avoiding greater conflicts. As a conclusion, it is a process of learning that allows a better communication with the different systems in which the individual is inserted.

PalaBras Clave: Modelo circular narrativo, Proceso de mediación, Componentes del conflicto, Técnicas.

KeYwOrds: Narrative circular model, Mediation process, Components of the conflict, Techniques.

1. inTrOdUCCión

Los modelos ofrecen un referente teórico, que guían la práctica profesional dado que establecen un proceso metodológico y el uso de técnicas en la consecución de unos objetivos determinados. Están marcados por la ideología y el análisis del conflicto que realiza el mediador. Actualmente sería más adecuado hablar de tres escuelas en mediación a nivel internacional y sus respectivos modelos. Se debe valorar positivamente el consenso

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el MOdelO CirCUlar narraTivO de sara COBB Y sUs TÉCniCas

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y la unidad de criterios que hasta ahora mantienen los autores y los seguidores de cada modelo en sus directrices generales. Hecho que favorece el crecimiento de la mediación como profesión indistintamente del modelo que el mediador utilice.

Los aspectos teóricos ofrecen la posibilidad de codificar e investigar sobre los resultados y beneficios de los diferentes componentes de cada modelo para enriquecer a los mismos en la consecución de sus metas y así descartar prácticas inadecuadas.

Desde 1990 aproximadamente en mediación se habla de los siguientes modelos teóricos: En primer lugar, del modelo tradicional: introducido por Harvard, se basa en la búsqueda de los intereses subyacentes, surgió desde el paradigma de la simplicidad, con una concepción estructuralista. Su meta es lograr acuerdos, disminuyendo las diferencias y aumentando las semejanzas, valores, intereses, etc.…sin proponer cambios en las relaciones. En segundo lugar del modelo transformador de Bush y Folger: es de tipo relacional desde el paradigma de la complejidad, sin embargo algunas de sus técnicas son aplicaciones individualistas, aunque producen modificaciones en la relación. Se le considera el modelo intermedio entre los tres propuestos, dado que recoge los preceptos de la comunicación humana a la vez que incorpora la circularidad. Su objetivo es modificar la relación entre las partes desde el empowerment, potenciando el protagonismo de las mismas. Se centra en la “transformación de las rela-ciones”. Y por último, del modelo circular-narrativo de Sara Cobb: el cual está totalmente ubicado en los nuevos paradigmas, al apoyarse en las teorías posestructurales de la narrativa. Trata de cambiar la historia que cada parte ha elaborado y conseguir acuerdos en la medida de lo posible. Este modelo es el foco de nuestro artículo, por considerar que es necesario una mayor profundización en el conocimiento del mismo dada su eficacia.

2. MOdelO CirCUlar-narraTivO

El modelo circular-narrativo se fundamenta en los siguientes componentes teóricos: en primer lugar la psicología del yo, y en particular en la formulación de Erikson y White. El mediador se propone reforzar y facilitar el aprendizaje de las funciones del yo a través de liberar, estimular, orientar la motivación de la persona para cambiar. El mediador, busca junto con la persona reducir sus temores y su ansiedad, para ello apoya y estimula su espe-ranza de mejora, disminuyendo la tendencia a recurrir a mecanismos de defensa inoperantes, aumentando con ello la zona del yo liberada de conflicto, permitiéndole implicarse en la tarea de resolución de las dificultades presentes. Liberar las capacidades afectivas, cognitivas y activas que permiten a la persona resolver la dificultad. Encontrar los recursos necesarios para la solución del problema planteado y hacer accesible los obstáculos.

En segundo lugar, en la Pragmática de la Comunicación Humana, en la Teoría General de Sistemas y en conceptos Cibernéticos. La persona se encuentra inserta en un “sistema”, siendo los miembros de ese sistema interdependientes. Han sido las contribuciones cien-tíficas de autores como Bertalanffy, Haley, Russell, Shannon, Von Neumann, Watzlawick, Wiener… las que ayudan en la comprensión de los procesos de comunicación en la familia, El ciclo de vida familiar: roles y reglas, Los procesos de cambio…

En tercer lugar, en la causalidad circularidad de las pautas de interacción familiar. En el modelo clásico de la ciencia pura, se considera que la causalidad es lineal. En cualquier situación dada, se nos enseña a entender la “causa” de un “efecto” alterando las variables una por una hasta que se aísla el factor que produce el hecho particular. Sin embargo, si se trabaja a partir de la premisa de que los aspectos significativos de un sistema sólo pueden

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comprenderse examinando el sistema como una “totalidad”, se hace necesario considerar la etiología desde un punto de vista diferente, tal y como se plantea en la Teoría General de Sistemas.

Si bien en las cadenas progresivas lineales de causalidad, tiene sentido hablar acerca del comienzo y el fin de una cadena, tales términos carecen de sentido en los sistemas con circuitos de retroalimentación. En un círculo no hay comienzo ni fin. En el mundo no es posible encontrar el claro y lineal ordenamiento de causa y efecto, a menos que se lo imponga artificialmente. La teoría general de sistemas considera que la causalidad es un proceso circular.

G. Bateson (citado en Berger, 1993), demostró que todo conocimiento de los acon-tecimientos externos proviene de las relaciones que existen entre ellos, se reconoce en el hecho de que, para adquirir una percepción más exacta, un ser humano recurrirá siempre a los cambios en la relación entre él y el objeto externo. Sirva el ejemplo que para saborear un líquido dulce en la boca, lo deslizamos por la lengua, dando así lugar a una descarga de impulsos nerviosos con una estructura secuencial definida, de la cual se puede deducir el sabor y otras características... En este sentido, nuestros datos sensoriales iniciales son siempre “derivados primarios”, afirmaciones sobre las “diferencias” existentes entre los objetos externos o afirmaciones sobre los “cambios” que se producen en ellos o en nuestras relaciones con ellos... Lo que se percibe es la diferencia y el cambio, y a su vez la diferencia es una relación. La “circularidad” es el reconocimiento, o mejor, la convicción de poder obtener de la familia (y por lo tanto, dar a la familia) una auténtica información solamente si se trabaja con estos fundamentos: la información es una diferencia y la diferencia es una relación (o cambio en la relación).

En la causalidad lineal, la línea etiológica se desplaza del pasado hacia el presente, y de este hecho proviene la necesidad de retroceder hasta el comienzo de la sucesión de los hechos para poder comprenderlos. Cuando se utiliza el concepto de causalidad circular, se enfatiza el “aquí y ahora”, porque es en el “aquí y ahora” cuando se puede apreciar la conexión entre los elementos. Como una espiral donde en el presente vuelve a actuar el pasado de modo tal que el significado debe buscarse dentro de los límites de los procesos actuales del sistema.

En cuarto lugar, la construcción de historias, historias que contienen argumentos organizados en secuencias temporales y/o lógicas, que funcionan a veces como simples o puras descripciones o como interpretaciones de hechos y/o comportamientos, que ocurren en determinados escenarios o contextos, con personajes que cumplen roles, siendo estos roles “la razón” de determinados comportamientos, que a su vez sirven impulsivamente para “consolidar el rol” que se desempeña basado en valores.

Estas historias construidas son más o menos estables. Cuanto más estables son, más encarcelados quedan las personas. La forma de construirlas es la que, aun sin desearlo, “daña” a las personas en las disputas para resolver los diferentes conflictos en los que están involucradas. Entre los conflictos a resolver destacamos: legitimación, poder, au-toestima, identidad, expectativas, atributivo e inhibición, como queda reflejado en este relato corto de autor desconocido:

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“Cuidado con los pensamientos: estos se transforman en palabras,cuidado con las palabras: estas se transforman en acción,cuidado con las acciones: estas se transforman en hábitos,cuidado con los actos: estos moldean el carácter,cuidado con el carácter: este controla tu destino”.

El sentir, el pensar y el hacer son tres características del ser humano, donde se añade una cuarta: la construcción y narración de historias. Por ello el mediador dirige su actua-ción en la construcción de nuevas narrativas que desestabilizan las historias que no dejan crecer a las personas y a la vez posibilita la construcción de nuevas historias donde el protagonismo recae en la persona y no en el contexto.

3. sara COBB: rePresenTanTe inTernaCiOnal del MOdelO CirCUlar narraTivO

Sara Cobb, madre de seis hijos, divorciada, y casada en segundas nupcias. Doctora en comunicación por la Universidad de Massachussets. Directora del Instituto de Análisis y Resolución de Conflictos (ICAR), de la Universidad George Mason. Ha sido directora ejecutiva del Programa de Negociación de la Harvard Law School y rectora asociada del Programa de Desarrollo Humano y Organizacional del Institute Fielding de Santa Bárbara, California. Ha contribuido de forma importante: al estudio del discurso en; el proceso narrativo en relación a la mediación en; la gestión de conflictos y los derechos humanos desde sus contribuciones a la violencia de género. Es el referente teórico del modelo circular-narrativo. Es autora de numerosos artículos en revistas especializadas. Defiende que en la mediación «no se puede pensar en control y mucho menos cuando se trata de la vida de los demás». En este sentido, señala que «es preciso reflexionar sobre el poder hegemónico de muchos abogados en materia de mediación».1

El primer contacto en mediación debe ser un proceso que permita a la persona aprender a percibir, a reflexionar y a actuar con relación a su problema, fortaleciéndola y dándole seguridad, este ejercicio aporta un apoyo desconocido hasta ese momento.

Cobb2, a diferencia de otros autores, valora la construcción de las narrativas que cada parte ha realizado en relación a tres criterios: primero, la coherencia narrativa, entendida como “la unidad presentada de las relaciones establecidas entre las partes”, la cual se puede entender a través del siguiente ejemplo: cuando se realiza un puzzle, se sabe que en el puzzle todas las piezas son importantes y a cada una se le ha asignado un lugar y una forma determi-nada para conseguir una imagen final, la coherencia en las relaciones, es el diseño previo y minucioso que cada parte ha elaborado para que todas las piezas encajen a la perfección dando una imagen final, de infelicidad o culpabilidad del contrario. Entre los elementos que componen esta coherencia, encontramos: Las tramas (secuencias de hechos “encajados” con una lógica causal “lineal”). Los roles de cada uno de los personajes (agresores y victi-mas) Los temas, valores (motivo de conflicto), y la conexión con “historias /narraciones” anteriores que se mantienen latentes por no haber sido resueltas.

1 Cobb, Sara (2004, Junio) Extraído 30 de abril de 2007 desde http://www.barcelona2004.org/esp/actua-lidad/noticias/html/f042663.htm.

2 COOB, S : “Una perspectiva narrativa en mediación “, en Nuevas direcciones en mediación , coord. FOL-GER, JOSEPH P. y JONES, TRICIA S. Paidós. Mediación nº 7. Buenos Aires. 1997. pp. 89 y 100.

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Segundo, el cierre narrativo, formado por dos factores: plenitud de la narrativa y resonancia cultural. La persona que durante años ha construido una historia donde su papel ha sido de no-protagonismo responsabilizando al contexto y a otras personas de lo que a ella le sucede construirá una nueva “historia” de protagonismo dependiendo del cierre realizado. Siguiendo con el ejemplo anterior del puzzle, cuantas más piezas hay en la composición, más difícil resulta desarmar el puzzle y construir otro con las mismas piezas, sino “descomponemos” las piezas encajadas y la imagen previa que permanece en nuestra mente, en la intervención mediadora se trata de cambiar el rol de victima, por el rol de protagonista. Los mediadores deben tener cuenta la organización estructural, tanto vertical o horizontal de la narrativa para conseguir su ruptura a través de la desestabilización de las mismas.

En tercer lugar, la interdepedencia narrativa, funciona como “teoría de la responsabi-lidad”, donde se vislumbra un desenlace negativo con las acciones de un “responsable”, estas teorías proporcionan la justificación racional de la “narrativa construida”. Las parejas en proceso de separación suelen responsabilizar al “otro” o a “otros” como responsables del desenlace negativo, lo que lleva a la construcción del “ yo victima” y la construcción del otro como “agresor” o victimario. Determinando de esta forma las relaciones entre ellos de una interdependencia “cargada de mutua culpa”, y generando relaciones en cons-tante confrontación, donde ambos se deslegitiman y quedan deslegitimizados. Lo que lleva implícito relaciones establecidas en escaladas de conflicto. La función del mediador es modificar las historias o narrativas construidas y elaborar “historias de la mejor forma posible” o “historias mejor formadas”. El mediador ayuda a percibir una realidad diferente desde las historias de cada parte, que crean una nueva realidad que deja a las personas libres. Proceso que se refleja en las tres figuras que aparecen a continuación:

FiGUra 1 FiGUra 2 FiGUra 3

Construcción narrativa 1 Desestabilización narrativa Transformación narrativa 2 Elaboración propia

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4. PrOCesO MeTOdOlOGiCO 3

Sara Cobb establece el siguiente proceso de mediación:Recepción de las partes.Sesión (es) de intervención con objetivos predeterminados en cada una de ellas:- Sesión pública: • Establecimiento de las reglas de juego • Identificación del problema (según el modelo de Harvard o de Cobb)- Sesiones privadas: • Desarrollo de los intereses y las necesidades • Brainstorming- Caucus: • Evaluación del panorama- Sesión pública: • Invención/ Revisión de las Opciones • Construcción del acuerdo- Implementación y control del acuerdo- Evaluación

Mantiene la importancia de tener sesiones privadas con ambas partes desde la neu-tralidad, por considerar que es la forma más adecuada de comprender mejor a cada uno y de buscar los intereses comunes.

En el siguiente cuadro se puede apreciar las diferencias de criterios entre el modelo de Harvard y el modelo circular-narrativo:

CUadrO 1

Fuente: Elaboración propia

3 Apuntes Seminario teórico-práctico sobre “Mediación familiar: “La transformación de narrativas conflic-tivas””, impartido por Sara Cobb en Madrid los días 24 y 25 de Marzo de 2000.

MOdelO de Harvard MOdelO CirCUlar-narraTivO

Diferenciar personas de problema Reformular roles e intenciones

Foco en intereses, no en posiciones Reconstruir la lógica de la posición

Inventar opciones para beneficio mutuo Construir (planificar) escenarios

Crear criterios objetivosDesarrollar la historia para interpretar el acuerdo (meta-historia)

La función del mediador es conseguir acuerdos.

La función del mediador es introducir caos para flexibilizar las posiciones.

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5. esTraTeGias UTilizadas en las eTaPas del PrOCesO MeTOdOlóGiCO

A continuación se analiza cada una de las etapas de mediación, comparando y resaltando las diferencias que existen entre otros modelos de mediación y el modelo circular-narrativo a través de la elaboración de diferentes cuadros:

Estrategias para las etapas del proceso: La primera etapa

CUadrO 2

Fuente: Elaboración propia Cobb, hace hincapié en la importancia de descupabilizar a los hijos de la separación de

su padres y evitar con ello que el sentimiento de culpa bloquee su crecimiento emocional, para ello invita a los hijos a la primera sesión de mediación para informarles de la separación de sus padres y desculpabilizarlos de la misma, diciéndoles “os podéis ir con tranquilidad puesto que no sois responsables de lo que pasa entre vuestros padres….”

Estructura según otros modelos Modelo Circular-narrativo1. PREMEDIACIÓN: Comprometerse con ambas partes y explicarles los principios y términos de la mediación.

Sesión pública- Establecer “neutralidad”- Crear el clima y la cultura de la sesiónReglas de Juego - Reglas - Confidencialidad (límites) - Recursos - Roles: ( Mediador, Partes, Abogados, Psicólogos - Responsabilidades - Encuadre temporal - Expectativas: - Predicciones: sentimientos

Sesión públicaPresentación de asuntos y reglas

Ayudarles a presentar los asuntos que necesitan resolver y a priorizar.

Diferenciar persona de problema

Construcción de la historia del problema:-Identificar roles negativos- Identificar temas/valores-Seguir el guión de los episodios-Identificar el contextoConstrucción del clima emocional: - posiciones positivas

nuevos temas/ complejidad

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Estrategias: Etapa II

CUadrO 3

Fuente: Elaboración propia

Es importante que cada parte pueda relatar el problema, tal como lo ve. Donde cada parte debe contar su versión de la situación de forma privada, es decir, sin la presencia de la otra parte. Se quiere evitar “la colonización de las narrativas”. Cuando las partes llegan a media-ción se encuentran en un contexto adversarial, que implica que sus narrativas serán relatos de acusación, reproche, negación etc. y que pueden determinar el proceso de mediación.

La historia que es contada en primer lugar, es denominada “narrativa primaria”, porque debido a las características del contexto de mediación, cuando la segunda parte comienza a contar su versión, transforma la suya en argumentos de justificación, defensa y nueva acusación, con lo cual no produce una nueva historia, sino que se transforma en un “sub-guión” de la narrativa primaria. Este sub-guión, es denominado “narrativa secundaria”. La historia contada en segundo lugar queda “colonizada” por la narrativa primaria, siendo altamente probable que el mediador también sea colonizado por estos relatos y se inhiba de esta forma la generación de nuevas alternativas. 4

El mediador debe escuchar atentamente para tener una clara comprensión de cómo se construyó esta perspectiva del problema, cómo cada parte distingue, describe y puntúa los hechos. Debe trabajar hasta obtener una definición clara del problema que incluya el reconocimiento propio de cada parte sobre sí misma y de cada parte sobre la otra. Teniendo en mente el objetivo de “abrir” las historias, que significa la posibilidad de modificar el sentido de los hechos, el mediador atenderá especialmente a “las palabras claves”. Estas palabras son aquellas que tienen alguna significación especial para él que narra la historia, ya sea por la repetición de las mismas o por el contenido emocional puesto en ellas, las cuales pueden transformarse en la puerta que nos permita cambiar las narrativas.

4 MARKUS, MIRIAM: “La narrativa en las mediaciones Acerca de las intervenciones del mediador”. Extraído 30 de abril de 2007 desde http://www.geocities.com/~suares/Publicaciones/NarrativaMiriam.htm

Estructura según otros modelos Modelo Circular - narrativo

Sesión pública

- Escuchar a cada una de las partes

- Ayudarles a identificar las necesidades de todos aquellos involucrados.

- Recoger y compartir la información necesaria

Sesión privada

- Explorar intereses y necesidades - Construir un futuro para los niños- Responder a miedos- Brainstorming de opciones

- Deconstruir supuestos y explorar estereotipos- Usando preguntas circulares, construir interdependencia y posiciones positivas- Crear nuevas definiciones del problema- Construir escenarios

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FiGUra 4 5

DEBERIAAutoridad

Las acciones son dirigidas por la autoridad del pasadoy del presente en dos direcciones

OBEDIENCIA REBELDIA

Que generan en la persona

RESENTIMIENTO…………………RESISTENCIAFRUSTRACIÓN……………………CULPA

SE VENGA COMO

VICTIMA PERSEGUIDOR

Las personas tras esta etapa entran en una fase donde son capaces de tomar decisiones de forma autónoma, tal y como podemos ver en la figura 5 y dejando actuar como en la figura 4:

FiGUra 56

TOMA DECISIONES /AUTONOMIALas decisiones son autodirigidas

ACUERDO DESACUERDO

ACEPTA LAS CONSECUENCIAS DE SUS DECISIONESEs coherente con ello

ASUME LA RESPONSABILIDAD que conlleva dichas decisiones

CREA EL CAMINO DE LA LIBERTAD PERSONAL YDEL AUTODESCUBRIMIENTO

5 CORNELIUS, HELENA y FAIRE, HOSANNA: “Tú ganas yo gano. Como resolver conflictos creativa-mente y disfrutar con las soluciones”. Gaia. 1998. Madrid, pp. 96

6 Idem

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El uso de preguntas circulares ha de enmarcase en la relación de la pareja que va a mediación, lo que lleva a una causalidad circular de los hechos. A la vez, hay que resaltar las cosas positivas que cada familia realiza, dada la importancia que este modelo da a connotar positivamente. Favoreciendo con ello una percepción diferente y una narrativa nueva donde cada una de las partes se ve como prota-gonista de sus decisiones y actuaciones.

Estrategias: Etapa III

CUadrO 4

Fuente: Elaboración propia

Estructura según otros modelos Modelo Circular - narrativo

Aclarar el problema

- Explorar las opcio-nes disponibles- Examinar la reali-dad y- Centrarse en lo que es trabajable .

Caucus (con co-mediador?)

Explorar diseños de historia:- valores/temas en común . crear jerarquía- secuencias en co-mún . futuro .pasado- ciclos de inter-de-pendencia- posiciones positivas para todas las partes

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Estrategias: En las Etapas IV, V y VI

CUadrO 3

Fuente: Elaboración propia

Estructura según otros modelos Modelo Circular - narrativo

Sesión Pública:

PROPONER SOLUCIONES

- Estimular a las parte a trabajar acuerdos que puedan aceptar ambos.

Sesión Pública:

Sintetizar las opciones que contienen beneficio mutuo

- Resumir descripciones negativas: “peor caso”- Resumir descripciones de salud, bienestar, seguridad: orientación hacia el fututo- Identificar los estados de “mejoría”: . Criterios para cada estado de mejoría: - menos violencia - menos síntomas - más responsabilidad personal - más seguridad

eTaPa v Construcción del acuerdo

Identificar las contribuciones- Estabilidad/seguridad para los niños: . tiempo/tareas . apoyo a la educación . mantenimiento de la conexión con la red de niños . juego/diversión . dinero/fondos- Apoyo parental recíproco (nuevo interdependencia)- “Ecuanimidad” (no igualdad) en distribución de propiedad

LLEGAR A UN ACUERDO

- Escribir un Memorándum de Entendimiento y una Declaración de la Información Económica proporcionada por ambos, con documentos de apoyo. (Son prerrogativas legales sujetas a asesoramiento legal ).

ETAPA VI Encuadre del acuerdo: Meta-acuerdos-temporario- foco práctico-objetivo: estabilidad (No felicidad!)

- Tiempo:. duración del acuerdo

- Criterios para evaluar cumplimiento . rendimiento escolar? . puntualidad en los pagos? . conexión con familia/amigos- Proceso para modificar el acuerdo: . consulta con el mediador (antes/después de la consulta con abogados) . sesión de mediación: acuerdos temporarios

POST-MEDIACIÓN

- Revisar memorandúm de entendimiento

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6. análisis del COnFliCTO

Para entender el conflicto, tenemos que analizar diferentes aspectos:Los motivosSe puede estar de acuerdo con la existencia de un conflicto, pero cada parte da dis-

tintas explicaciones del mismo, están condicionadas por los sistemas de referencia de cada persona. En general, podemos decir que las principales causas de conflicto están en relación con el interés directo en el tema, el contexto social en el que se genera, las ten-siones psicológicas que provoca y las divergencias de posicionamientos intelectuales o de principios. Es importante saber identificar cuáles son los verdaderos motivos o asuntos que lo provocan, como puede ser la distribución de recursos, aspectos determinados de la relación familiar, divergencias culturales...

La percepciónHay que conocer desde qué perspectiva está viviendo cada una de las partes la situación

ya que cada persona comprende la misma realidad de forma muy diferente. La percepción puede resentirse ante una situación que ya lleva tiempo sin resolverse de forma satisfactoria. Incluso la percepción errónea de los intereses del otro puede ocasionar que se perciba de manera equivocada el comportamiento e intenciones del contrario.

La comunicación Vía esencial de relación entre seres vivos, debe ser analizada desde los paradigmas

establecidos por Paul Watzlawick en la Pragmática de la Comunicación Humana.La informaciónLa información veraz, clara, directa y confrontada será seguramente un beneficio para

todas las partes.Ciclos del conflictoLa primera fase de construcción del conflicto vendrá dada por la percepción de una

persona de que sus necesidades no están siendo contempladas o cubiertas por la otra, originándose un sentimiento de frustración, a partir del cual surge el conflicto

Cuando el conflicto es latente, las personas inician, a nivel interno, un reconocimiento de enfrentamiento que les lleva a reafirmarse en posiciones contrapuestas definiendo la naturaleza del conflicto.

Posteriormente, se evidencia el comportamiento ante el conflicto y se demuestra la voluntad o no de resolverlo. Aquí es importante observar qué soluciones se buscan, por-que, en ocasiones, estas no hacen otra cosa que perpetuar el problema. Conductas como la evitación del encuentro, dejar pasar el tiempo son actitudes entre otras para no afrontar esta situación. Para solucionar el conflicto, se han de dar unas condiciones previas como dejar de lado la conducta conflictiva y estar dispuesto a compartir un espacio de escucha respetuoso, donde se restablezca la comunicación.

7. TÉCniCas UTilizadas en las nUevas narraTivas

Se suele confundir la “técnica” con la “aplicación de la técnica”, que en la mayoría de las ocasiones se acerca a un arte. Este “arte” se alcanza cuando el mediador sabe elegir la técnica adecuada en el momento oportuno y consigue el objetivo propuesto de acuerdo con el proceso, teniendo en cuenta sus habilidades personales y las características de las personas que tiene enfrente.

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El catálogo de técnicas es muy amplio según podemos ver en el cuadro 8. La utilización de una u otra, depende del sistema complejo donde son aplicadas para que produzcan los fines deseados dado que todas no tienen el mismo alcance.

TECNICAS:CUadrO 6

Fuente: Elaboración propia

Las preguntas relacionadas con las nuevas narrativas aparecen en el cuadro 9, sin descartar que en cualquier momento se puedan utilizar las técnicas descritas en el cuadro 8. Desde el inicio, se realiza un análisis minucioso de la comunicación entre la pareja que acude a media-ción, la sintáctica de las frases, el tiempo (afirmativo, interrogativo, condicional, negativo) del verbo que utilizan en sus frases para explicar lo ocurrido, etc. El uso del tiempo que trae la persona y el cambio en la formulación que realiza el mediador, va a permitirnos desestabilizar viejas historias y construir nuevas historias tal como se puede ver en el siguiente ejemplo: La persona dice: “Soy una fracasada” y el mediador puede responder “Ha fracasado en la comunicación con su pareja” o “No ha sabido interpretar sus necesidades”. La finalidad es ampliar el conocimiento del inconsciente de la persona, la imagen de un “yo” diferente, recuperando potencialidades, pasando de “una percepción 1” a una “percepción 2 de sí mismo” según se puede apreciar a continuación en las figuras 6 y 7

Percepción 1 de sí mismo Percepción 2 de sí mismoFigura 6. Figura 7.

Fuente: Elaboración propia

PSICODRÁMATICAS LEGITIMACIÓN SEMÁFORO RESILENCIACONNOTACIÓN

POSITIVA: CAMBIO DE ROLES

(verde/rojo) ASERTIVIDAD • Sobre características

DOBLE • Sobre intenciones

MANEJO DELSILENCIO

• Sobre acciones

EQUIPOREFLEXIVO

ESCULTURA

A- Esp acio pú bl ico

C: Visib le pa ra o tro s y ciego pa ra mí

D: Inco nsc ien te B: Co n ocida po r mi per o que no quie ro dar a co n oce r a o tro s .

A- Esp aci o pú bl ico

C: Visibl e par a o tro s y ciego par a mí

B: Co n ocida po r mi per o que no quie ro dar a conoce r a o tro s .

D: Inc on scien te

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Este logro depende del poder que tiene el mediador al preguntar. Es una habilidad eficaz para generar diferencias, dichas diferencias pasan a ser información sobre las in-teracciones tanto para la familia como para el mediador. Por ello, las preguntas que son inusuales son las más útiles. Se debe preguntar para generar una relación. Para preguntar hay que usar “el poder” (poder, protagonismo y responsabilidad) que se genera en la interacción asimétrica que se crea entre el mediador y la persona. Al realizar preguntas se focaliza sobre determinado tema dejando fuera todo lo demás. Se puede preguntar sobre el contenido, la relación, las partes y el contexto.

Las preguntas son técnicas importantísimas para generar diferencias. Estas diferencias pueden generarse7:

1.- En el contenido del problema: Una pregunta puede “ampliar el foco” y permitir que se observe algo que antes no había sido percibido. Por ejemplo: ¿Usted cree que esto que ha dicho es el gran problema de esta familia...?

2.- En el que pregunta, que se sienta involucrado en la situación. Un ejemplo: ¿Quiere decir que soy la única persona que ha oído esto?

3.- En las partes involucradas: ¿Qué otras personas intervienen en este tema...?4.- En el contexto: ¿…sucede solo en casa o en otro lugar...?

A continuación se presenta la clasificación que aparece en el cuadro 7 que sólo tiene fines didácticos, ya que puede suceder que una pregunta puede pertenecer a dos o más categorías a la vez.

PREGUNTAS PARA UNA NUEVA NARRATIVA

CUadrO 7

Fuente: Elaboración propia

7 SUARES, MARINES “Mediación. Conducción de disputas, comunicación y técnicas. Paidós Mediación 4. Buenos Aires. 1996. 249-255

esCUCHa aCTiva CirCUlaresPresUPOsiCiOnales

REFLEJO ACCIONES (HACER) “POR QUE AHORA”

PARAFRÁSISRETRO-ACCIONES(PENSAR, SENTIR)

“EN LA EXCEPCIÓN”

RESUMEN CONTEXTO “EXPLICACIÓN Y REDESCRIPCIÓN”

CLARIFICACIÓN TIEMPO “SECUENCIA DE LA PREGUNTA POR EL MILAGRO”

PARAFRASEO HISTORIAS “POR LA ESCALA”

PAUTAS “PORCENTAJE”

ESCALA “EXTERIORIZAR EL PROBLEMA”

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Con este tipo de preguntas se busca que las personas tomen sus propias decisiones, siendo conscientes de sus necesidades y sus sentimientos, en definitiva que sintonices cla-ramente con lo que quiere. Por ejemplo, a formulaciones impersonales como las realizadas por este cliente: “Se deben pagar los alimentos”, se puntualiza por el profesional: ¿Usted quiere decir que piensa que los alimentos debe pagarlos su ex-marido?

A continuación se analizan cada una de las técnicas propuestas:

1. Escucha Activa: Las preguntas de escucha activa se basan en la actitud empática, aceptación incondicional y congruencia establecidas por Carl R. Rogers en 1961. Las per-sonas necesitan ser escuchadas, y nada como la escucha para producir una nueva realidad personal, como queda reflejado en este relato:

<<Cuando te pido que me escuches, y tú empiezas a darme consejos, no has hecho lo que te he pedido.Cuando te pido que me escuches, y tú empiezas a decirme por qué no tendría que sentirme así, no respetas mis sentimientos.Cuando te pido que me escuches, y tú sientes el deber de hacer algo para resolver mi problema, no respondes a mis necesidades. ¡Escúchame! Todo lo que te pido es que me escuches, no que hables ni que hagas. Sólo que me escuches. Aconsejar es fácil. Pero yo no soy un incapaz. Quizás esté, desanimado o en dificultad, pero no soy un inútil. Cuando tú haces por mí lo que yo mismo podría hacer y no necesito, no haces más que contribuir a mi inseguridad. Pero cuando aceptas, simplemente, que lo que siento me pertenece, aunque sea irracional, entonces no tengo que intentar hacértelo entender, sino empezar a descubrir lo que hay dentro de mí»8.

Si la actitud empática es una disposición interior que ha de traducirse en habilidades de comunicación. La persona que está en disposición empática, bien adiestrada, será capaz de escuchar activamente, porque sólo así podrá tener acceso a la comprensión de la experiencia de la persona que acude a mediación. Las técnicas de escucha vienen a implementar la actitud empática.

Estas técnicas se utilizan como indica R. Cafkhuff, desde la atención9 física, disposición para encontrar al otro y cuidar los aspectos físicos en la medida de lo posible; cuyos men-sajes están codificados en gran medida mediante el lenguaje no verbal (distancia prudente, contacto visual proporcionado, pequeña inclinación hacia el otro, etc. son determinantes porque son en sí mismos mensajes comunicacionales que transfieren a las personas que están siendo escuchadas. (...) Por otra parte, favorecen que el mediador perciba numero-sos elementos de la experiencia del otro mediante la observación y la experiencia vital de encontrarse con la persona que está escuchando.

8 O´DONNELL R., « La escucha>, en (PANGRAZZI A., [ed])9 Citado por MARROQUÍN, M., La relación de ayuda en Robert R.. Carkhuff, Mensajero, Bilbao, 1982,

pp. l09-110.

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Entre las técnicas más utilizadas de escucha activa tenemos: La técnica del reflejo del sentimiento. Es la más importante, y, como su nombre indica,

consiste en reflejar verbalmente como en un espejo los sentimientos expresados por el cliente. Hay distintas modalidades de reflejo, el más eficaz es aquel que responde al sentimiento transmitido por las palabras de la persona, poniendo de relieve aspectos de su campo fenoménico que se hallan en el trasfondo de sus expresiones. Requiere mucha habilidad para comunicar en el momento preciso, y sin la más leve distorsión, aquellos sentimientos medulares que van al núcleo del conflicto. La devolución de los sentimien-tos recogidos en mediación es aconsejable realizarla una vez creado un adecuado clima émpatico entre las partes.

La técnica del reflejo de contenido (total, parcial, o palabras clave) recoge el contenido de los hechos. Al que no tiene experiencia le puede parecer inútil o inadecuado, repetir lo que la persona nos transmite. Pero, analizándolo bien, la respuesta empática es el resultado de un proceso activo que requiere una gran atención. Supone concentrarse intensamente en la persona, en lo que dice, poniéndose en su lugar para ver las cosas desde su punto de vista.

Clarificación, explicitar, aclarar el mensaje que la persona envía, ayudándole a seleccionar o eliminar opciones, por ejemplo: ¿Siente pena o culpa? Sería una pregunta clarificadora.

Resumen, para cerrar entrevistas dejando una síntesis de los contenidos, sentimientos y tareas propuestas así como para introducir el tema tangencial de la intervención.

Confrontación, permitir la exploración de alternativas, no abandonando el mediador el hilo conductor de la escucha activa, por ejemplo: ¿Seguro que no siente nada?

Paráfrasis, en esta técnica se refleja lo que la persona “hace con su vida”, la escucha se realiza sobre la conducta global de la persona: ¿Por qué no se permite ser feliz?

Parafraseo, expresiones que vienen a confirmar a la persona que pide ayuda que el profesional le sigue y le escucha: ¡ah, ah! ¡Hum!, etc.

Estas técnicas, no se reducen a repetir las palabras, conceptos y sentimientos que las personas traen a mediación. Exigen del mediador una concentración en el mundo feno-ménico del cliente, en donde reside la causa principal de su desajuste psicológico, y una búsqueda activa de sus sentimientos básicos y de los significados implícitos en los mismos. En este tipo de preguntas lo importante es el vínculo creado y las técnicas son vehículos o instrumentos al servicio del mismo

2. Preguntas circulares. Con este tipo de preguntas el mediador crea un circuito de inte-racción entre los entrevistados, los cuales perciben una causalidad circular en los hechos presentados que no crean otros tipos de preguntas. El éxito en este logro depende de la capacidad de dirigir la entrevista por el mediador, basándose en las retroacciones que la familia lleva a mediación, donde se les debe solicitar información en términos de relación, y por lo tanto, en términos de diferencia y de cambio” . Las preguntas circulares se realizan sobre un circuito que engloba a todos los miembros de la familia. El mediador pregunta a un miembro de la familia sobre la interacción de otros dos. La información es recibida tanto por el mediador como por la pareja o por todas las personas convocadas, los cuales comienzan a percibir una nueva causalidad, esa causalidad se percibe como circular y se desecha la causalidad lineal, donde solo una persona es la responsable de lo que sucede. Efecto que se puede valorar en la siguiente imagen donde el mediador dirige la pregunta

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a una persona para que esta perciba que está dentro de la secuencia de otras personas y donde todo sucede por la interacción de las partes.

FiGUra 8.

Fuente: Elaboración propia

Las preguntas circulares exploran:

• Acciones- retroacciones a la acción: ¿Qué hace papá cuando mamá riñe a tu hermano por hacer algo mal? ¿Qué hace su mujer cuando usted está enfadado?

• Retroacciones a las retroacciones: ¿Qué hace tu hermano cuando le riñe mamá en lugar de papá? También se utilizan para investigar acerca de las interacciones, al mostrar la interacción entre las partes, por ejemplo: ¿Qué hizo usted cuando se dio cuenta de que ella iba a retirarse?

• Sobre el contexto: ¿Tu hermano responde igual cuando le riñe mamá que cuando le riñen en la escuela?, ¿su mujer es igual en el trabajo que en casa?

• Tiempo (antes - ahora - después): Para que las partes se den cuenta de que las cosas ocurren, que integran procesos, que no son eventos que están fijados, clavados, sino que siempre se están construyendo y reconstruyendo, que están en una secuencia que inclu-ye el pasado, el presente y el futuro. Son muy útiles para modificar las historias. ¿Mamá castigaba antes igual que ahora? ¿Qué pasó antes de...? ¿Que piensas que puede pasar después de...?

• Historias (argumentos-temas-personajes-roles): ¿Qué cuenta mamá de cuando ella era pequeña y le castigaban sus padres? ¿Qué historia les ha contado a sus hijos sobre los motivos de su matrimonio?

• Pautas: ¿Qué hace mamá exactamente para castigar a tu hermano a diferencia de cuando te castiga a ti?, se le pregunta a la esposa: ¿Qué hace su marido con su madre a diferencia de lo que hace con usted?

• Relaciones: En un comienzo fueron utilizadas para preguntar a una de las personas presentes acerca de la relación entre otras dos. Por ejemplo, se le pregunta al padre ¿cómo ve la relación entre su mujer y su hija? No es necesario que todas las personas estén pre-sentes para obtener esta información.

Mediador

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Son muy útiles para realizar clasificaciones, y que las partes se den cuenta de que no existen “cosas en sí” como nuestro lenguaje nos lo hace creer, sino que todo es parte de relaciones, y que en nuestros relatos, generalmente, uno de los términos ha sido eliminado. Las preguntas circulares se pueden realizar sobre el sentir, el pensar y el hacer de las per-sonas. Solamente después de haber obtenido un cuadro articulado de las relaciones en la familia nuclear, ampliaremos el interrogatorio a las relaciones con las familias de origen de los padres, preguntando cuidadosamente sobre las relaciones entre abuelos y nietos, aten-diéndose siempre a las modalidades expuestas antes, para la recogida de información.

3. Preguntas Presuposicionales: Son preguntas que co-crean un futuro diferente, pues du-rante minutos se traslada a la persona que ha solicitado mediación, a una nueva percepción futura que ella construye y visualiza como “real”, la cual permanece en su mente como una nueva realidad a su alcance y donde el problema ha quedado resuelto.

FiGUra 9.

Fuente: Elaboración propia

El mediador dirige la atención de la persona hacia esa realidad futura que ayuda a resol-ver las dificultades del presente. Están indicadas para visualizar los cambios y excepciones, ayudan a convencer de la inevitabilidad del cambio, descubren nuevos objetivos de las personas y co-crean con éstas una realidad futura libre de problemas, algunos ejemplos de estas preguntas serían:

¿Cómo imagina que será dentro de un año la relación con su marido, después de la separación cuándo ambos han conseguido una vida estable de nuevo?;

Supongamos que nos encontramos dentro de un mes...y se han cumplido los objetivos que deseas: ¿qué medidas me dirías que has tomado?, ¿qué habrá cambiado en tu situación?, ¿en qué consistiría ese pequeño progreso?

Este tipo de preguntas están dirigidas a co-crear con la persona entrevistada toda clase de detalles hasta que viva por si misma esa realidad. Existen diferentes modalidades de pre-guntas que trabajan con las suposiciones y motivación de la persona,10 entre ellas están:

10 SELEKMAN, MATTEW: “Abrir caminos para el cambio. Soluciones de terapia brece para adolescentes con problemas”. Gedisa. Barcelona.1996. pp 65-86

Narración 1: Narración 2: Presente-Futuro

Realidad futura

Mediador Persona

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Preguntas acerca del “por qué ahora”. Desde este tipo, no se pregunta sobre el problema sino desde donde se intenta el cambio. Por ejemplo: ¿Qué les gustaría cambiar primero?, ¿Qué te trae hoy (ahora) por aquí? ¿Qué te gustaría cambiar hoy?

Preguntas centradas en la excepción. Las excepciones toman la forma de pensamientos, creencias, sentimientos y pautas útiles de conducta que ayudan al mediado a librarse de mortificaciones que le ocasionan el conflicto. Estas excepciones amplificadas sirven de bloques para construir la solución. Como se aprecian en el siguiente ejemplo: Usted me ha dado una muy buena descripción del problema..., pero necesito saber qué ocurre cuando no se presenta ese problema. ¿Hay algo más que ella puede hacer o haya hecho por ti para ayudarte cuando...? ¿Qué cosas distintas está haciendo...con respecto a su ex-marido? ¿Cómo se le ocurrió semejante idea? ¿Qué tendrá que suceder para que esta excepción en...se produzca con más frecuencia?

Las preguntas sobre la explicación y la redescripción únicas. Están indicadas para asistir a la familia en la co-autoría de nuevas historias sobre sí misma y sobre sus relaciones, que se oponen a las historias dominantes que la han estado oprimiendo. Inducen a los mediados a encontrar sentido a las excepciones significativas, vinculándolas con pautas de interacción particulares o con una serie de acontecimientos ocurridos en un determinado tiempo y lugar, como se puede ver en el siguiente caso: ¿Qué te dijiste a ti mismo en el momento de la separación para decidir “voy a ser una persona diferente cuando este proceso haya terminado? ¿Cómo se las arregló para dar un paso tan importante y “resolver” la situación? ¿Qué se dijo a sí mismo cuando se propuso tomar una medida de tal naturaleza? ¿Qué le dice esto acerca de sí mismo que es importante que usted sepa?, ¿Hasta qué punto la nueva imagen de sí mismo ha cambiado la percepción que tenía de su persona?

La secuencia de la pregunta por el milagro. Tiene el fin de desplazar rápidamente a las personas a una realidad futura exenta de problemas. Es útil para determinar objetivos accesibles a la mediación y obtener por parte de la persona, una descripción detallada de lo que sería el resultado ideal a la solución de su problema. Logra que las partes describan un cuadro detallado de cómo serán los cambios producidos por el milagro en cada contexto donde ellos interactúan y, además, que personas importantes en su vida advierten tales diferen-cias de conducta, después de ocurrido el milagro. Por ejemplo: Supongan que ustedes... regresan a casa esta noche y mientras duermen se produce un milagro y este problema esta resuelto. ¿Por qué dirían, a la mañana siguiente, que se ha producido un milagro?, ¿Qué cosas son diferentes entre ustedes?, ¿Cómo lo han logrado?, ¿Qué otras cosas pue-den ser distintas entre ustedes?, ¿Quién se sorprende más cuando ustedes hacen esto?, ¿Quién es el siguiente en sorprenderse?, Si yo fuese su perro...y observara que hacen... ¿qué cosas vería yo, que hacen juntos?,… ¿Creen que este milagro lo pueden conseguir en pequeña medida ustedes mismos? Las parejas en proceso de separación pueden ser más pesimistas y no responden bien a la pregunta por el milagro, entonces se cambia de táctica y se refleja su postura pesimista: ¿Por qué las cosas no están peor?, ¿Qué es lo que usted y otras personas están haciendo para que la situación no empeore?, y en el momento de afloración de recursos volver con: ¿Cómo se les ocurrió semejante idea? Si a pesar de ello se mantiene la secuencia pesimista. Lo más sensato es conectarse con la propia parte en su propio nivel: ¿Qué cree usted que pasará si las cosas no mejoran?, ¿Qué ocurrirá entonces?, ¿Quién sufrirá más? ¿Quién se sentirá peor?

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Preguntas por la escala. Constituye una herramienta para determinar y mantener claro el foco durante el curso de la mediación. Una vez que la persona ha identificado y calificado la situación problemática en una escala del 1 al 10, la tarea consiste en negociar con las personas lo que tendría que hacer cada una de las partes, para obtener al menos medio punto o un punto entero en la escala al cabo de una semana. Sirven para medir el nivel de confianza del cliente en cuanto a la posibilidad de resolver su problema. Por ejemplo: ¿Cómo se calificaría en una escala de 1 a 10, en donde el 10 significa tener absoluta con-fianza en la solución del problema? A continuación se les pregunta que harán para obtener una puntuación más alta. Y entonces la respuesta se transforma en el objetivo.

Preguntas por el porcentaje. Permiten enfocar con claridad y medir cuantitativamente los progresos producidos. También pueden abrir camino a nuevas posibilidades: ¿Qué por-centaje de su tiempo libre puede utilizar en el cuidado de sus hijos? ¿Qué porcentaje de tiempo...les pide...que se hagan responsables de él?

Preguntas para exteriorizar el problema. En personas muy refractarias al cambio, que no responden bien a las preguntas centradas en la solución. El conflicto familiar se exterio-riza como un estilo, una carrera o una pauta problemática, o bien se lo objetiva como un tirano. Al exteriorizar el problema, es necesario emplear cuidadosamente el lenguaje y el sistema de creencias familiares con que se alude al conflicto. (Ejemplo: Familia cuya pauta de interacción eran las acusaciones mutuas, el problema no son las personas sino la conducta, “la acusación mutua”…). La exteriorización del problema tiene los siguientes efectos: Disminuye los conflictos improductivos entre las personas incluyendo las disputas acerca de quién es el responsable del problema. Hace más manejable el problema y motiva a su solución, pues está fuera de la persona. Reduce el sentimiento de fracaso que suele producir la persistencia del problema, a pesar de los esfuerzos por resolverlo. Facilita la cooperación mutua. Las personas se unen para luchar contra el conflicto y librarse de la influencia que ejerce en sus vidas y en sus relaciones. Ofrece nuevas posibilidades para que las personas tomen medidas positivas y protejan su vida y sus relaciones del problema y de su influencia. Libera a las personas a fin de que puedan adoptar un enfoque más frívolo, más práctico y menos opresivo de los problemas “terriblemente serios”. Ofrece opciones que permiten dialogar y no solamente monologar sobre el problema.

Preguntas centradas en el futuro. Las preguntas centradas en el futuro son particularmen-te útiles en los casos crónicos de familias “refractarias” al cambio y atadas al pasado. Promueven el ensayo de nuevas soluciones, sugieren acciones alternativas, fomentan el aprendizaje, descartan las ideas de determinación y son aplicables al modelo de cambio: ¿Qué clase de cambios veré?... Piensa que has encontrado el trabajo deseado ¿Qué haces?, ¿Cómo has conseguido ascender?,…Piense que ha pasado un año desde su separación y que su vida ha vuelto a la estabilidad ¿Cómo se ve? ¿Qué hace? ¿Qué celebra con el padre de sus hijos?...

Preguntas conversacionales. Resultan especialmente eficaces para personas muy traumati-zadas y refractarias al cambio que ya han tenido múltiples experiencias de fracaso. Además de aquellas en las que existen secretos y se hallan involucrados otros profesionales de la ayuda. Admiten varias respuestas y se elaboran desde la posición de “no saber”, induce con frecuencia a revelar “lo no dicho aún”, como podemos ver en el siguiente ejemplo: Si yo me ocupara de una familia como la suya, ¿qué me aconseja que haga para ayudarla?,… Si hubiera una pregunta que desearas que yo te formulase ¿Cuál sería?,… Si hubiera algún

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problema en la familia al que aún no nos hemos referido ¿cuál sería?, ¿A qué miembro de la familia le resultaría más difícil hablar de ello?

Preguntas para consolidar el cambio. Quieren consolidar el cambio efectuado y evitar que se vuelva a interacciones anteriores. Por ejemplo, ¿qué tendrías que hacer para que estos cambios continúen?, o ¿qué tendrías que hacer para sufrir un retroceso?

Las preguntas presuposicionales se apoyan en el constructivismo. Trasladan a las per-sonas a situaciones futuras, fijando nuevas historias, nuevos relatos y recuerdos. Eliminan ciertos desgarros internos, creando una nueva identidad que se retoca de forma sucesiva, dando consistencia a un nuevo sentimiento, otorgando nueva significación... incluso la representación del mundo fenomenológico de la persona, y aun nuestra propia identidad, no se corresponden con una descripción estática pues da origen a una historia viva.

La intervención esta enfocada hacia las posibilidades de desarrollo de la persona. Los cambios vendrán determinados por la estructura de la persona y la interacción con el mediador. La expectativa es que el diálogo establecido puede hacer surgir una historia nueva, como se puede apreciar en el siguiente relato de autor anónimo:

“Le preguntaron al Maestro: - “ La gente dice que eres un genio, ¿es verdad? “, - “ ¡Ya lo creo!, -” ¿Y qué es lo que convierte a uno en un genio?”, - “ La capacidad de reconocer”, -” ¿Reconocer qué?- - “ Reconocer a la mariposa en el gusano; al águila en el huevo; y al Santo en el hombre egoísta”.

8. Para Finalizar

El conocimiento y uso de este modelo puede hacer que los mediadores estén sufi-cientemente especializados para asegurar que aquellos que acudan a mediación puedan crear nuevas historias donde se “reconozca la mariposa en el gusano” y estar en “su mundo” de manera más amable. Las técnicas presentadas en este modelo son utilizadas indistintamente por diferentes profesionales que tienen como objetivo conseguir el “empowerment” de la persona, puesto que no existen prohibiciones que limiten el uso de las técnicas a una determinada profesión.

reFerenCias BiBliOGráFiCas

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normely Pérez González

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inTerCUlTUralidad: ¿Un ámBiTo de la mediaCiÓn?

inTerCUlTUraliTy: a sCoPe oF THe mediaTion?

normely Pérez Gonzá[email protected]

Universidad Central de Venezuela (UCV)Universidad Carlos III de Madrid

resUmen

Como resultado de la globalización, la sociedad actual tiende a ser cada día más plural. Ello, a su vez, ha hecho que se susciten conflictos donde se ponen de relieve ciertas características personales, usualmente atribuidas a los diversos orígenes geográficos y culturales de las partes en disputa. Para tal tipo de casos, según ciertos autores, existe una disciplina denominada mediación intercultural, cuyo objeto es integrar al inmigrante en el país de acogida En el presente trabajo, se pone a prueba la integridad teórica y práctica de tal ámbito de la mediación, a la luz de los principios que rigen dicho mecanismo de solución de controversias. En todo caso, se defiende una definición precisa de mediación, pues ello permite una mejor práctica profesional.

aBsTraCT

As a result of globalization, the diversity in our society continues to grow. This in turn gives rise to conflicts where personal characteristics are highlighted, and are usually attributed to the differing cultural and geographical origins of the parties in dispute. For this type of conflict, according to certain authors, there is a profession called “intercultural mediation” whose objective is to integrate the immigrant into his new host country. This paper tests the theoretical and practical integrity of such a field of mediation in the light of the principles that rule this method of conflict resolution. In any case, the article sets out the importance of a clear definition of “mediation” since it allows for better professional practice.

PalaBras Clave: Conflicto, Interculturalidad, Mediación, Principios, IdentidadKeywords: Conflicts, Interculturality, Mediation, Principles, Identity

1. inTrodUCCiÓn

Desde principios del siglo pasado se ha considerado a la mediación como uno de los mecanismos más efectivos para la resolución de conflictos, pues logra satisfacer a las partes en disputa. Se concibe como una alternativa al -tedioso, costoso y traumático- proceso judicial. Se comenzó a utilizar en el ámbito laboral por entes norteamericanos y, por el éxito de los resultados de su práctica, fue encontrando distintos campos de aplicación. La mediación ha demostrado ser una herramienta útil de gestión de conflictos, pues mejora la comunicación y el entendimiento entre los individuos de la sociedad, y permite que se generen acuerdos satisfactorios y pacificadores entre las partes.

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inTerCUlTUralidad: ¿Un ámBiTo de la mediaCiÓn?

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Siempre se ha sabido de la existencia de los conflictos, que son tan antiguos como el ser humano. De hecho, la existencia del ser humano dio paso al surgimiento de los conflictos. Por tanto, éstos forman parte de nuestras vidas, por ser todas las personas distintas, con intereses y necesidades diferenciadas. Por esta razón se fueron creando mecanismos para zanjar conflictos, dando paso, desde hace algún tiempo, a la mediación.

Actualmente, la mediación está recogida en diversos textos legales, tanto nacionales como internacionales, y es una práctica que se ha extendido por gran parte de los conti-nentes americano y europeo.

Dentro de la situación actual, llama la atención que al revisar literatura relacionada con la mediación, encontramos una subcategoría que no encaja con el concepto generalmente admitido –planteado en los párrafos anteriores- y la concibe como un servicio que se presta en situaciones en las que no existe conflicto, “sino más bien dificultad de comunicación”. Es denominada mediación intercultural, y serviría a la comunicación e integración del inmigrante, así como a la mejor relación de éste con personas o grupos de diferentes culturas.

En nuestros días, estimamos necesario contar con una definición clara y precisa de mediación, especialmente cuando algunos autores niegan que el conflicto sea un compo-nente necesario de dicho concepto. Lo anterior, desde nuestro punto de vista, dificulta el esclarecimiento del término, hace poner en duda una serie de principios que guía la práctica de los mediadores y, por si ello fuese poco, impide hacer una correcta clasificación de los ámbitos de aplicación de la mediación.

Clarificar el concepto de mediación mejora la teoría y nos permite disipar confusiones surgidas alrededor de su definición. Es por ello que en el presente trabajo se propone: (i) realizar un análisis sobre el papel de la cultura en las sociedades modernas, dentro del marco de la globalización y de las ideas que giran en torno al estudio de los fenómenos sociales; (ii) dilucidar sobre el concepto de mediación -sus antecedentes, objetivos y prin-cipios- y las consecuencias que trae consigo la mala definición del término; (iii) analizar la doctrina de la mediación intercultural y establecer si los objetivos que persigue coincide con algún ámbito de aplicación de la mediación; (iv) examinar el significado de conflicto, sus elementos y causas determinantes; (v) estudiar el significado del término cultura para conocer si guarda relación alguna con el concepto de conflicto; (vi) razonar sobre la exis-tencia del conflicto intercultural y las peculiaridades que presenta; y (vii) conocer más de cerca la experiencia de profesionales en el área de la mediación intercultural y sus posibles coincidencias con la teoría estudiada.

2. FUndamenTos FilosÓFiCos: mUlTiCUlTUralismo vs. CosmoPoliTismo

Existen diferentes percepciones sobre el papel de la cultura y la identidad en los distintos fenómenos de la sociedad. Hay doctrinas que ven a la cultura como un aspecto fundamental y determinante de la conducta del ser humano, y que sirve como elemento para el análisis de los fenómenos sociológicos. En paralelo, otros estudiosos de la materia comprenden la cultura como una característica más de los componentes sociales del individuo, que influye en su conducta de igual forma que el resto de los elementos que lo integran1.

En el presente capítulo se analizará la relación entre conflicto e identidad, con apoyo en dos corrientes filosóficas actualmente abocadas al estudio del desarrollo de las socie-

1 Cfr. FARRÉ SALVÁ, Sergi. Gestión de conflictos: taller de mediación. Barcelona: Ariel, 2006, p. 164.

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dades nacionales y globales, su interacción y comprensión de la realidad. Nos referimos al cosmopolitismo y al multiculturalismo.

Con ello se busca establecer si el aspecto cultural del ser humano podría ser causa fundamental de los conflictos y si, entonces, se justificaría la interculturalidad como un ámbito de la mediación.

2.1 ConCePTos y PerCePCiones

La globalización ha enfatizado el intercambio tecnológico, académico, económico, político -en fin, cultural-, así como el traslado e intercambio de individuos a distintas partes del mundo, con lo cual se ha ido conformando una nueva sociedad global. Sobre las consecuencias de este fenómeno han surgido visiones, unas a favor de la globalización, la integración y la eliminación de las barreras nacionales y, otras a favor del desarrollo, el control y la protección de lo local frente a lo global.

De aquí se deriva una de las discusiones filosóficas más importantes de la contempo-raneidad, en el que no profundizaremos, mas sin embargo estimamos importante destacar algunas consideraciones básicas de cada doctrina, pues ello contribuiría a esclarecer mejor la posible influencia que ostenta la cultura sobre la determinación de un conflicto.

El multiculturalismo persigue el reconocimiento de lo diferente, en defensa de la identidad particular o nacional. Tiende a la homogenización interna de la sociedad y de sus normas, mientras propugna el mantenimiento de las desigualdades para con el resto de las sociedades. Conserva una concepción local-global. El multiculturalismo, como su nombre lo indica, significa convivencia entre varias culturas, entendiéndose por éstas a las distintas naciones, poniendo énfasis en cómo lograr una mejor convivencia integrada por medio de la aceptación del otro. Plantea la inevitable conflictividad en las relaciones entre los integrantes de una sociedad multicultural, dadas las múltiples percepciones sobre temas particulares.

Por su parte, el pensamiento cosmopolita pertenece a la filosofía antigua y se ha reto-mado en la actualidad bajo el manto de la globalización, donde percibe a la organización política más allá del Estado-nación, tiende a difuminar las fronteras y a ver la sociedad como un todo, donde no existe la distinción entre lo global y local. El cosmopolitismo, aun cuando reconoce lo diferente, trata de un modo más uniforme la realidad. Hace prevalecer la tolerancia y la efectividad de los derechos fundamentales de (todos) los ciudadanos y busca los mecanismos para hacer las diferencias aceptadas universalmente2.

Sobre la base de lo arriba expuesto, podemos observar que la doctrina multiculturalista atribuye parte de la problemática social de una nación particular a la diversidad de culturas que la conforman. Así, las costumbres del otro, algunas veces, chocan con las del autóctono en su interacción diaria, lo cual es fuente de disputas en la convivencia. Sin embargo, percibimos una actitud sectorial, de protección de la identidad, de cierre hacia aquello que es extraño, una resistencia por aquello que proviene de afuera. Se denota la importancia otorgada a la cultura como aspecto definidor de la conducta humana.

2 “El cosmopolitismo descansa en el principio del no sólo sino también. Lo extraño no se percibe ni se valora como una amenaza, como algo que desintegra o fragmenta, sino como algo que enriquece. (…) Quien integra en su propia vida un punto de vista de los otros, sabe más de sí mismo y de los otros”. Cfr. BECK, Ulrich; GRANDE, Edgar. La Europa cosmopolita. Sociedad y política en la segunda modernidad. Barcelona: Paidós, 2006, p. 33.

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inTerCUlTUralidad: ¿Un ámBiTo de la mediaCiÓn?

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Por otro lado, el cosmopolitismo presenta un rasgo universalista de respeto por la diver-sidad cultural, cree en la unificación de los derechos y valores que son fundamentales para todo ser humano, como lo son el derecho a la vida y el derecho a la libertad de expresión. No presupone un conflicto basándose en la proveniencia de las partes en disputa.

La interculturalidad –concepto que se desarrollará con más detenimiento a lo largo del trabajo- presenta un sesgo multiculturalista, debido a la relevancia que se le otorga al fenómeno cultural como elemento presente en los conflictos.

A juicio de Alan Ryan, el autor Kwame Anthony Appiah

equilibra una visión afectuosa de la increíble variedad de culturas con la insistencia en que mi gente significa, en ultima instancia, nada menos que los seres humanos. No construimos nuestra interpretación del mundo a partir de cero; las aprendemos en las sociedades en que nos criamos. Por otra parte somos hijos de una determinada sociedad en medida mucho menor de lo que imaginamos. (…) Somos por naturaleza más cosmopo-litas de lo que suponen muchos comentaristas recientes, que rezongan por los efectos diluyentes de la globalización sobre la cultura3.

En sintonía con lo anterior, baste con afirmar que al individuo de hoy, sea de donde sea, más allá de su voluntad y aun cuando no defienda explícitamente las tesis del cos-mopolitismo, le será harto difícil no ser cosmopolita. La globalización nos ha envuelto mediante el intercambio de ciudadanos, el desarrollo tecnológico, el aprendizaje de diversas lenguas, los documentales de televisión y la música que escuchamos de diferentes partes del mundo. Para concluir con este punto, sirva como ejemplo que el presente trabajo ha sido elaborado mediante un ordenador hecho en Malasia, con tecnología japonesa, ideado por norteamericanos, con un teclado en español y que hoy es utilizado por una venezolana que cursa estudios de postgrado en Madrid.

3. la mediaCiÓn inTerCUlTUral. aProximaCiones y ProBlemas

Hay quienes relacionan la interculturalidad con un ámbito de la mediación, pero primero habría que determinar, con precisión, a qué se le denomina mediación para luego inferir cuáles serían los diferentes ámbitos donde podría llevarse a cabo.

El presente capítulo pretende ilustrar la definición de medición y dar a conocer su his-toria, principios y objetivos. Sobre esa base observaremos qué aproximaciones y obstáculos se presentan para distinguir con facilidad sus ámbitos de acción y desarrollo. Además será presentada y analizada la visión que presentan los estudiosos de la medición intercultural, para precisar su vinculación con alguno o todos sus ámbitos de aplicación.

3.1. la mediaCiÓn. anTeCedenTes, PrinCiPios y oBjeTivos

Es importante formalizar el concepto de mediación para conocer su legítimo marco de referencia. Adicionalmente, es valioso saber sobre los antecedentes y el significado de la mediación, pues ello condiciona su aplicación práctica. Así, lograremos distinguir lo que es mediación de lo que no lo es.

3 RYAN, Alan. Identidad y cosmopolitismo. /En/ PRADERA, Javier; SAVATER, Fernando (directores). Claves de razón práctica, N° 166, 2006 (octubre), p. 33.

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Como habíamos dicho en el capítulo anterior –y como profundizaremos en el próxi-mo- los seres humanos entendemos la realidad de formas distintas y, en ocasiones, cuando nos relacionamos se presentan divergencias de intereses, valores, necesidades, creencias y conductas. Por ello se dice que las relaciones humanas son complicadas y dejan abierta la puerta para el surgimiento de conflictos. Por tanto, ante la necesidad de encontrar algún mecanismo que, a través de una norma o práctica, diera solución a las controversias, se le asignó a un tercero la labor de solucionar el problema, escuchando a ambas partes e intentando que se comunicasen entre sí. A través de la historia, esa figura fue ocupada en distintas culturas por personajes de autoridad y poder de las respectivas comunidades.

“[E]n el siglo XVIII concretamente en 1734 aparece por primera vez la voz mediación y mediador en el Diccionario de Autoridades de la Lengua Española. Esta fuente define la mediación como [la interpretación de alguno que pretende componer o reconciliar a otros que están entre sí discordes, o conseguir alguna cosa para otro]”4.

En la edad moderna se le dio un papel muy importante a la mediación en el campo del derecho internacional, y fue un mecanismo muchas veces empleado por reyes, sacerdotes y emperadores. Las antiguas civilizaciones también utilizaban la misma figura, pero no se le denominaba mediación. Eran funciones similares a las realizadas por el hombre más anciano de la tribu, que se suponía tenía mayor experiencia y sabiduría.

“La historia muestra múltiples ejemplos en todos los tiempos y culturas diferentes de medios alternativos de resolución de conflictos que pro-porcionan a las relaciones humanas un marco más plural de solución de los problemas que les afectan”5.

Con los antecedentes expuestos, desde inicios del siglo XX se ha concebido la media-ción como un método pacífico de resolución de controversias internacionales (Convención de La Haya de 18.10.1907). Con los mismos fines fue acogida por la Carta de Naciones Unidas, en 1945, y la Carta de la Organización de Estados Americanos, en 1948. Asimis-mo, desde finales del siglo pasado ha sido utilizada por los Estados Unidos de América para solventar sus problemas jurídicos de índole laboral, educativo, ambiental y familiar, debido a las demandas de la sociedad por resolver sus controversias de forma más efectiva, eficiente y con un método distinto al tradicional. Entre los años 1970 y 2000 se precipitó la introducción de la mediación, como interés nacional, en varios países de América Latina –Colombia, Argentina, Perú, Panamá y Chile-. En 1990, varios países europeos incluyen los mecanismos alternos al proceso judicial -principalmente la mediación- para la solución de conflictos. Inglaterra fue uno de los pioneros, seguido por Francia, Noruega y España.

4 OTERO PARGA, Milagros. Las raíces históricas y culturales de la mediación. /En/ SOLETO MUÑOZ, He-lena; OTERO PARGA, Milagros (coords.) Mediación y solución de conflictos. Habilidades para una necesidad emergente. Madrid: Tecnos, 2007, p. 175.

5 OTERO PARGA, Milagros. Las raíces históricas y culturales de la mediación, op. cit., p. 178.

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Todo lo expuesto al inicio del presente punto nos indica que la mediación parece presuponer un conflicto, es decir, que para que exista mediación es necesaria una disputa o controversia pendiente de solución, con la ayuda de un tercero, el mediador.

Una vez revisado el proceso histórico que dio surgimiento a la mediación como una forma distinta para la resolución de disputas, nos centraremos en esclarecer mejor su definición para evitar confusiones conceptuales relacionadas con el término.

“Margalit Cohen-Emerique apunta tres significados lingüísticos del término mediación a los que asocia, (…) un tipo de mediación locali-zado sobre el terreno. [El primero] (…) asimila ésta al hecho de servir de intermediario en situaciones en las que no existe conflicto sino más bien la dificultad de comunicación. [La segunda] (…) la considera como una intervención des-tinada a poner de acuerdo, conciliar o reconciliar personas, partes. [Y la tercera] (…) considera a la mediación como el proceso creador por el cual se pasa de un término inicial a un término final”6.

Otros estudiosos de la conflictología y sus métodos de resolución nos plantean un concepto distinto, donde “la mediación es un proceso de resolución de conflictos priva-do, confidencial y voluntario, que permite que las partes implicadas puedan comunicarse entre sí, expresando, entre otros, sus puntos de vista, argumentos, intereses, necesidades o expectativas y llegando, en su caso, a acuerdos mutuamente consentidos, acompañadas por un tercero imparcial, la persona mediadora, quien actúa como facilitadora del mismo y vela por su legítimo funcionamiento, creando así un espacio de diálogo en el que prevalezca la equidad comunicativa, la seguridad, la libertad y la igualdad entre las partes”7.

También hay quienes la definen como un método pacífico y alternativo para solucionar los problemas y que se presenta mediante una negociación cooperativa y asistida por un tercero imparcial8.

Como se puede observar, se presentan algunos vacíos conceptuales que dificultan comprender la definición del término. Más sin embargo, es importante construir sobre lo que ya conocemos, sobre aquello que tiene historia y, que pese a las transformaciones del mundo, se ha mantenido incólume. Llegado a este punto se deduce que la existencia de un conflicto entre sujetos determina, generalmente, la necesidad de mediación, donde un tercero imparcial asiste la comunicación entre las partes para que lleguen a la solución de manera cordial y pacífica.

¿Cómo se podría generar un ambiente propicio para el dialogo entre sujetos con una relación conflictual? La respuesta es: generando empatía con los personajes implicados en el proceso, las partes. Una vez puestos en sus zapatos e imaginando sus emociones, podremos comprender qué aspectos son fundamentales para llevar a cabo un efectivo proceso de mediación. Por tanto, ellas necesitarán sentirse cómodas, seguras, escuchadas, con trato igualitario, en confianza y con la certeza de que lo dicho allí no será conocido

6 BERMÚDEZ ANDERSON, Kira; CASTRO MARTÍN-PRAT, Reyes; GARCÍA GONZÁLEZ-GORDON, Humberto (et. al.). Mediación Intercultural. Una propuesta para la formación. Madrid: Popular, 2006, p. 98-100.

7 FARRÉ SALVÁ, Sergi. Gestión de conflictos: taller de mediación, op. cit., p. 119.8 FERNÁNDEZ MILLÁN, Juan M.; ORTIZ GÓMEZ, María del Mar. Los conflictos. Cómo desarrollar habilidades

como mediador. Madrid: Pirámide, 2006, p. 91.

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por terceros ajenos al proceso. Seguidamente, podríamos deducir que la seguridad, impar-cialidad, voluntariedad, equidad, confidencialidad y comunidad serían los principios que permitirían el cabal funcionamiento de un proceso de mediación.

El Artículo 4 de la Ley 1/2007, de 21 de febrero, de Mediación Familiar de la Comu-nidad de Madrid, expresa como principio la “voluntariedad de las partes para acogerse a la mediación o desistir en cualquier momento del procedimiento, y del mediador para aceptar la mediación e iniciar el procedimiento de mediación o desistir (…), [la] confidencialidad y reserva respecto a las entrevistas y a los datos y documentos producidos en el procedimiento de mediación (…) [que] afecta tanto al mediador como a las partes que intervienen en el procedimiento, (…) [la] imparcialidad y neutralidad del mediador actuante, que no podrá adoptar decisiones alineándose de forma interesada con parte alguna, influirlas o dirigirlas hacia la consecución de soluciones conforme a su criterio personal o imponer soluciones, [la buena fe de los participantes en el procedimiento, la flexibilidad y la] protección de los intereses de los menores y personas dependientes”9.

Asimismo, Sergi Farré Salvá presenta un conjunto de principios que caracterizarían mejor el proceso de mediación. Estos principios son: voluntariedad, imparcialidad, confi-dencialidad, privacidad, igualdad, seguridad, libertad y equidad comunicativa10.

Tomando en cuenta que la mediación es un mecanismo alternativo de resolución de conflictos, donde las partes de manera voluntaria e igualitaria se presentan ante un pro-ceso confidencial y privado, que en colaboración con un tercero imparcial llegan a una solución, podemos asegurar que la solución del problema es al menos uno de los objetivos que persigue la mediación.

Además de la solución, hay autores que desarrollan unos objetivos secundarios, tales como “facilitar el establecimiento de una nueva relación entre las partes en conflicto, au-mentar el respeto y la confianza entre las partes, corregir percepciones e informaciones falsas que se puedan tener respecto al conflicto y/o los implicados y crear un marco que facilite la comunicación”11. Desde luego, son objetivos específicos que todo mediador ha de tener en cuenta, ya que es importante mantener el respeto y la cordialidad entre las partes y reentablar la comunicación que se había perdido entre ellas.

Por otra parte, expertos en gestión de conflictos plantean que los objetivos de la mediación no se pueden predeterminar, sino que serán acordados por las partes a inicios del proceso de mediación. Por otro lado, expresa que será “(…) obligación de la persona mediadora cerciorarse de que dichos objetivos no sean antijurídicos o no atenten contra la integridad física y psíquica de la persona”12.

Sin embargo, sería extravagante admitir que las personas al acudir -de forma voluntaria y por acuerdo mutuo- a un proceso de mediación, no tengan como objetivo principal resolver el conflicto o, al menos, aminorarlo. Efectivamente, al llegar a la primera sesión del proceso es conveniente que las partes den a conocer los objetivos específicos que quieran lograr o las expectativas que tengan con la mediación. Estos objetivos podrían

9 Boletín Oficial de la Comunidad de Madrid, N° 54, de lunes 5 de marzo de 2007, p. 3: http://uicm.org/Documentos/Legislacion/OtrasLeyes/Ley_Mediacion_Familiar_CM.pdf (fecha de consulta: 01/05/2007).

10 FARRÉ SALVÁ, Sergi. Gestión de conflictos: taller de mediación, op. cit., p. 117.11 FERNÁNDEZ MILLÁN, Juan M.; ORTIZ GÓMEZ, María del Mar. Los conflictos. Cómo desarrollar habi-

lidades como mediador, op. cit., p. 92.12 FARRÉ SALVÁ, Sergi. Gestión de conflictos: taller de mediación, op. y loc. cit.

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ser, sin ir muy lejos, llegar a un acuerdo formal, generar un lugar adecuado para culminar una relación, crear un protocolo de empresa familiar, reanudar la comunicación perdida entre un niño y su abuelo, entre muchos otros.

En resumen, podemos decir que la mediación es un instrumento –no judicial y con más de cuatro décadas de historia y práctica- voluntario, imparcial y confidencial, en el que dos partes en conflicto, con la ayuda de un tercero neutral, intentan dar con la solu-ción. Todo ello en un ambiente de calma y cordialidad. Pues bien, el objetivo principal es solventar el conflicto o disputa y lograr cumplir las metas propuestas y acordadas por las partes involucradas.

4. visiones de la mediaCiÓn inTerCUlTUral

Conocer más de cerca la visión de la doctrina de la mediación intercultural nos permi-tirá comprender mejor el planteamiento de sus objetivos, funciones y el sector al que va dirigido. Igualmente nos concederá la oportunidad de analizar si dicha doctrina encajaría como un ámbito de la mediación.

La mediación intercultural nace en defensa de los derechos de los inmigrantes y de su presencia actual en las sociedades del mundo. La presencia de personas culturalmente distintas en un mismo espacio de convivencia ha generado distintas necesidades en las sociedades de acogida, la necesidad de integración y aceptación de lo diferente en beneficio y defensa de las identidades.

La presente diversidad cultural

“…da lugar a diversas situaciones: [1] dificultad de comunicación entre personas inmigradas y autóctonas; [2] complejidad de la convivencia entre ellas; [3] desconocimiento mutuo de los códigos de referencias culturales; [4] poco conocimiento del funcionamiento de la sociedad receptora por parte de la población inmigrada; [5] poca sensibilización y asesoramiento sobre inmigración e interculturalidad de los profesionales de servicios de atención directa; [6] inadecuación de metodologías de intervención social a las distintas especificidades culturales; [7] desigual-dad y discriminación en la atención a las necesidades de las personas inmigradas; [8]prejuicios, estereotipos y conflictos en las relaciones entre personas culturalmente diferentes; [9] vulnerabilidad psicosocial de per-sonas inmigradas en sus procesos de cambio; [10] desvinculación entre los servicios y los recursos generados por las propias comunidades”13.

Lo arriba expuesto sentó las bases para que estudiosos de las ciencias sociales tomarán la iniciativa de crear un “nuevo campo de intervención social” donde profesionales subsa-nasen esas diversas situaciones generadas por la convivencia intercultural. Así, plantean que la mediación intercultural es un servicio social que ayudaría al inmigrante en su adaptación e interacción con los otros ciudadanos miembros de una misma comunidad. Su objetivo: generar un mejor espacio de convivencia intercultural. De este modo, pretende servir de puente de comunicación y entendimiento entre los inmigrantes y autóctonos, y ofrecer

13 BERMÚDEZ ANDERSON, Kira; CASTRO MARTÍN-PRAT, Reyes; GARCÍA GONZÁLEZ-GOR-DON, Humberto (et. al.). Mediación Intercultural. Una propuesta para la formación, op. cit., p. 70-71.

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información relacionada con el nuevo espacio de acogida del inmigrante para vincularlo con los servicios y recursos que ofrecen las comunidades receptoras.

Los estudiosos de este nuevo campo establecen distintos espacios de intervención, tales como el social, sanitario, jurídico, escolar, laboral, familiar y todos aquellos donde se relacionen personas con distintos códigos culturales. Entonces, si de la mediación inter-cultural se desprenden esa serie de ámbitos, podríamos interpretar que la interculturalidad sería una de las principales causas de conflicto y que, por esta razón, lo intercultural sería el elemento principal y común presente en todos los espacios de la vida social, lo cual permitiría que la mediación intercultural operase en cada uno de ellos por separado.

También expresan que el mediador intercultural deberá ejercer funciones de intérprete y traductor para facilitar la comunicación, gestionar los conflictos que se presenten dinamizar la relación entre las partes sobre la base de valores, para así fomentar la cohesión social y promover la inserción social del inmigrado. En otras palabras, presta un servicio de ayuda al inmigrante para que logre una mejor adaptación, comunicación y entendimiento con personas de su nuevo entorno social.

Los defensores de la mediación intercultural, como hemos podido ver, presentan un servicio únicamente al inmigrante y, específicamente a aquellos inmigrantes de culturas distintas a la occidental. Ello, a nuestro entender, evidencia una percepción sectorial del conflicto y una actitud segregadora, ya que se identifica el conflicto en las diferencias culturales y de identidad del individuo.

Como expresa Sergi Farré Salvá, “la cultura es otro elemento más que define o conforma la identidad del ser humano [y] (…) no respetar la diversidad cultural es, sencillamente, no respetar al ser humano. Dicho respeto no obstante, no implica el relativizar los valores universales y humanistas de la modernidad”14.

5. soBre la exisTenCia del ConFliCTo inTerCUlTUral

Como hemos visto, la medición presupone un conflicto, que es necesario analizar. En dicho análisis brotarán diferentes elementos, materiales15 e inmateriales16, que deberán relacionarse para lograr dar con el verdadero núcleo generador del conflicto. El presente capítulo tiene como objeto estudiar la estructura del conflicto y las causas que lo generan, para poder esclarecer si guarda relación alguna con el concepto de cultura –definición, que también, será distinguida-.

Por lo arriba expuesto, hemos planteado tres interrogantes que intentaremos esclarecer a lo largo del capítulo:

a) ¿Podría limitarse la definición de interculturalidad, exclusivamente, a la interacción entre individuos de distintas nacionalidades?

b) ¿Existen elementos suficientes para determinar que la interacción entre personas culturalmente distintas, necesariamente, generará conflictos?

c) ¿Podría la cultura formar parte de los elementos que marcan los patrones de con-ducta en el individuo, y ser causa de disputas entre sujetos?

14 FARRÉ SALVÁ, Sergi. Gestión de conflictos: taller de mediación, op. cit., p. 166.15 “Los elementos supracuáticos del iceberg: propiedades, dinero, derechos de propiedad intelectual, poder po-

lítico o económico, territorios...”. Cfr. FARRÉ SALVÁ, Sergi. Gestión de conflictos: taller de mediación, op. cit., p. 196.16 “Los elementos subacuáticos del iceberg: elementos psicoemocionales, identitarios, ideologías...”. Cfr.

FARRÉ SALVÁ, Sergi. Gestión de conflictos: taller de mediación, op. y loc. cit.

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5.1.- la ProBlemáTiCa deFiniCiÓn de CUlTUra

En todos los ámbitos del conocimiento encontramos gran variedad de conceptos que definen cultura. Particularmente, al revisar la utilización del término por la doctrina relacio-nada con la mediación intercultural, percibimos una constante confusión y ambigüedad, que creemos conveniente aclarar para entender las funciones de un mediador intercultural.

Encontramos una definición de mediación intercultural que es entendida “…como un recurso profesionalizado que pretende contribuir a una mejor comunicación, relación e integración entre personas o grupos presentes en un territorio, y pertenecientes a una o varias culturas”17. Los mismos autores, a su vez, la dividen en tres tipos: preventiva, rehabilitadora y creativa. Particularmente, la primera y la segunda hacen referencia a las desigualdades culturales y a la relación entre inmigrantes y sociedades de acogida, ya que “consiste en facilitar la comunicación y la comprensión entre personas con códigos cultu-rales diferentes”18 y “la que interviene en la resolución de conflictos de valores, entre los inmigrantes y la sociedad de acogida, o en el seno de las propias familias inmigrantes”19. También hacen referencia a que dicha mediación está integrada por tres sujetos, mediador/a, inmigrante/es y receptor/es.

Por lo tanto, se puede decir que la mediación intercultural está vista como un recurso que contribuye a mejorar la comunicación entre un inmigrante o grupo de ellos y un autóc-tono o grupo de ellos del país receptor, ya que estarían presentes distintos códigos culturales que podrían ocasionar una ruptura de la comunicación o incluso generar un conflicto. De igual modo, podríamos interpretar que, en esa mediación intercultural, cuando hablan de diferencias culturales hacen referencia a personas de nacionalidades distintas.

¿Pero será así de limitado el concepto de cultura, o podríamos definirlo de una forma más integral? Tylor nos ofrece una definición más completa del término:

“[A]quel todo complejo que incluye el conocimiento, las creencias, el arte, la moral, el derecho, las costumbres y cualesquiera otros hábitos y capacidades adquiridos por el hombre en cuanto miembro de la sociedad”20.

De esta manera, la cultura encierra todos aquellos elementos que nos caracterizan, así que cada individuo posee una cultura diferente, que no necesariamente estaría marcada por el lugar de origen, ya que, incluso, a través de la obtención de nuevos conocimientos, podría adquirir costumbres ajenas a su grupo familiar o étnico. Por tanto, la cultura sería modificable y adaptable a las circunstancias de la vida.

En conclusión, podríamos definir cultura como aquel cúmulo de conocimientos, valores, costumbres, orientación sexual, posición socioeconómica y percepciones, que es dinámico

17 BERMÚDEZ ANDERSON, Kira; CASTRO MARTÍN-PRAT, Reyes; GARCÍA GONZÁLEZ-GOR-DON, Humberto (et. al.). Mediación Intercultural. Una propuesta para la formación, op. cit., p. 101.

18 BERMÚDEZ ANDERSON, Kira; CASTRO MARTÍN-PRAT, Reyes; GARCÍA GONZÁLEZ-GOR-DON, Humberto (et. al.). Mediación Intercultural. Una propuesta para la formación, op. cit., p. 99.

19 BERMÚDEZ ANDERSON, Kira; CASTRO MARTÍN-PRAT, Reyes; GARCÍA GONZÁLEZ-GOR-DON, Humberto (et. al.). Mediación Intercultural. Una propuesta para la formación, op. y loc. cit.

20 TYLOR, Edward B. La ciencia de la cultura. /En/ KAHN, J.S. (comp.). El concepto de cultura: textos fundamen-tales. Barcelona: Anagrama, p. 29.

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y caracteriza al ser humano; por ende, la interacción entre individuos con distintos rasgos de los arriba apuntados definiría la interculturalidad.

5.2. esTrUCTUra del ConFliCTo

Todos los seres humanos tenemos características distintas y entendemos la realidad de modos diversos. En consecuencia, manejamos intereses y necesidades diferentes, lo que nos lleva, algunas veces, a discrepar de situaciones específicas. Por ello surgen conflictos a lo largo de la vida. Todos los individuos vemos el mundo con un lente particular y las percepciones que tenemos con relación a un sujeto, en ocasiones, no son las mismas.

El término conflicto podríamos interpretarlo como aquella situación en la que divergen intereses, valores, necesidades, creencias y conductas particulares en la interacción entre dos o más sujetos. Sin embargo, la doctrina relacionada con la mediación intercultural hace referencia al conflicto cuando se presenta una relación entre personas con distintos códigos culturales, que tiene una ruptura en la comunicación. Expresan que hay “…de-terminados conflictos que se dan en los contextos multiculturales”21, “…que son debidos a los malentendidos por falta de conocimiento de los valores del otro”22.

Es importante destacar que hay variedad de elementos que ayudan a determinar la raíz del problema, raíz que muchas veces puede estar presente en distintos espacios de convivencia del ser humano. El individuo suele posicionarse en un conflicto y precisar una serie de intereses y necesidades con los que deberá negociar para llegar a una solución. Sergi Farré Salvá (v. notas Nos. 14 y 15) vincula los elementos materiales con las posicio-nes e intereses del sujeto, y relaciona las cuestiones inmateriales con las necesidades, pues son aspectos que muy difícilmente se colocan sobre la mesa para negociar, porque son la expresión muy personal y privada del individuo.

Sobre la base de la contextualización arriba señalada, podemos concluir la existencia de elementos inmateriales (y que podríamos denominar culturales –ya que forman parte de las características muy particulares e íntimas de un individuo-) que podrían integrar los patrones de conducta personales y, por tanto, componer la raíz generadora de un conflicto en cualquier espacio de convivencia. Así, a guisa de ejemplo, en el plano laboral, podría existir discrepancia entre dos empleados de igual nacionalidad por la redacción de un documento cuyo trasfondo conflictual reside en la discriminación racial. También, podría presentarse un conflicto familiar donde un hijo es homosexual y uno de los padres, por razones culturales, no lo acepta.

5.3. PeCUliaridades del ConFliCTo inTerCUlTUral

Literatura relacionada con el presente punto nos muestra distintos enfoques de cómo la cultura podría formar parte, o ser causa, de los conflictos. Por ello, creemos conveniente analizar estas visiones para esclarecer cuáles serían las razones que involucrarían a la cultura en el conflicto y cuáles serían sus peculiaridades.

21 FUNDACIÓN SECRETARIADO GITANO, La mediación intercultural, p. 60. http://www.gitanos.org/publicaciones/retoscontextosmulticulturales/mediacion.pdf (fecha de consulta: 20 de mayo de 2007).

22 FUNDACIÓN SECRETARIADO GITANO, La mediación intercultural, op. cit., p. 61.

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Los estudiosos de la mediación intercultural plantean que, en la relación entre personas de distintas culturas, podría presentarse un conflicto intercultural por la tensión de iden-tidad que imperaría entre el individuo del país de acogida y el inmigrante. Esta tensión se debe a la amenaza real al cambio, al no querer modificar, sino conservar, las identidades propias frente a las demás23. Así, podríamos interpretar que el inmigrante, por naturaleza, genera un choque en la interacción con los individuos receptores de la sociedad de acogi-da, palabra que, según el Diccionario de la Real Academia Española, significa “encuentro violento de una cosa con otra”. Se presenta, así, una visión particularista que encuentra en el escenario multicultural las causas del conflicto intercultural.

En otros textos revisados, hemos encontrado un análisis que plantea el rol de la cultura como un aspecto principal para entender y resolver el conflicto:

“Frecuentemente la cultura pasa desapercibida, no obstante es parte central de la identidad de los individuos y de la metodología por ellos utilizada para crear significación. El conflicto ocurre cuando las iden-tidades y los significados se consideran amenazados, ante lo cual los individuos reaccionan porque les interesa proteger su identidad y todo aquello que les es importante. Como resultado ellos actúan dentro de los confines de sus matrices culturales, las cuales a su vez afectan la percepción que ellos tienen de sí mismos y de los demás, así como su comportamiento en el conflicto”24.

La explicación arriba expuesta, sobre el papel de la cultura en el conflicto, identifica el término con la identidad del ser humano, que reacciona cuando se ve amenazada. Ello viene a decir que la cultura influye en el comportamiento que el individuo tiene en el conflicto, mas necesariamente no es la causa del mismo. Estas situaciones podrían producirse en cualquier espacio que sea propicio para la convivencia entre personas y, por tanto, la cultura estará presente e influirá la conducta y actitudes de todos, dondequiera que estemos.

También, hay quienes de forma similar a lo arriba planteado suscitan una relación entre conflicto e identidad “…examinando aquellos conflictos en los que una o más dimensiones de la identidad de personas o de grupos enfrentados se perciben como opuestos o como incompatibles entre sí (…) [y] se proyectan como elementos inherentes al objeto del conflicto”25. Por tanto, se sigue identificando a la cultura con la identidad y relacionando uno o más elementos de ella que, en algunos casos, en la interacción entre personas o grupos se contradicen y logran influir en la determinación de las actitudes y comportamientos del individuo que ocasionan dicho conflicto.

23 “Dos conceptos entran en clara tensión en este proceso: de una parte el mantenimiento de la identidad (entendido como la tendencia a conservar “lo que se es”) frente al cambio o la fuerza que la cultura de otros grupos e individuos ejercen sobre cada persona. De la resolución de esta tensión dependerá la capacidad y la orientación de las diferentes estrategias adaptativas al nuevo medio que supone la convivencia multicultural…”. Cfr. BERMÚDEZ ANDERSON, Kira; CASTRO MARTÍN-PRAT, Reyes; GARCÍA GONZÁLEZ-GORDON, Humberto (et. al.). Mediación Intercultural. Una propuesta para la formación, op. cit., p. 56.

24 HENNESSY, María Beatriz. El rol de la cultura en el conflicto, p. 1. http://utopiaverde.net/crearc/Elroldelaculturaenelconflicto.pdf (fecha de consulta: 20 de mayo de 2007).

25 FARRÉ SALVÁ, Sergi. Gestión de conflictos: taller de mediación, op. cit., p. 161.

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De tal manera, podríamos aseverar que la particularidad presentada por el conflicto intercultural es su relación con las diferentes dimensiones de la identidad del ser huma-no, el cual, al relacionarse con otros, podría dar cabida a una actitud y comportamiento particular que generase una controversia intersubjetiva. Así la cultura, en algunos casos, ejercería influencia sobre el conflicto.

6. análisis emPíriCo de la mediaCiÓn inTerCUlTUral

En el actual capítulo se pretende hacer una reflexión sobre la experiencia de los profe-sionales en mediación intercultural; se intentará describir las labores que desarrollan y los objetivos que desean obtener con la atención prestada en los servicios sociales.

6.1. la exPerienCia de ProFesionales en el área

Es importante tomar en cuenta la práctica de los profesionales en la mediación inter-cultural, cómo efectivamente la perciben y qué elementos consideran de mayor importancia a la hora de ejercer sus funciones. Además intentaremos comprender mejor sus visiones, en cuanto al objetivo y funcionamiento de la mediación intercultural.

Saloua Laghrich, mediadora intercultural de la Comunidad Valenciana, nos expresa que el mediador intercultural ayuda a la resolución de conflictos entre acogido y acogedor, facilitándole la comunicación. Sirve de traductora y facilitadora en los servicios sociales, siempre que entren en contacto culturas distintas.

Expone que los centros de salud, colegios y otros organismos o instituciones pueden solicitar el servicio del profesional intercultural. Hace hincapié en la importancia de la interpretación de la lengua y el lenguaje -verbal y no verbal- que se debe realizar, ya que hay palabras y gestos que podrían ser tergiversados por algunas de las partes. Por ello, el mediador también deberá conocer a profundidad la cultura del inmigrante. Considera importante lograr una correcta interpretación de los códigos de comunicación que éste emplea y para ello el mediador deberá conocer muy de cerca sus costumbres, así como, preferiblemente, haber vivido en el país del acogido.

Por lo arriba comentado, se han presentando ciertas interrogantes, tales como: “¿quién forma a un mediador intercultural?, ¿es traductor-intérprete, o debería sumar por cuenta propia una formación en interculturalidad, en culturas distintas, y sufragar los gastos de varias estancias en los países de origen del inmigrante, especialmente cuando se trata de culturas distintas?”26.

En la Universitat Jaume I de Castellón preparan un curso para los estudiantes de tra-ducción e interpretación, donde se enseñan herramientas de mediación intercultural. Dora Sales Salvador –profesora de la Universitat- manifiesta que estas dos figuras, el traductor/intérprete y el mediador, “(…) en los servicios públicos tienen evidentes puntos en común, y desde nuestra perspectiva enriquecerían sus investigaciones y actuaciones desde el trabajo conjunto, intercambiando experiencias, conocimientos y propuestas”27.

26 LAGHRICH, Saloua. Reflexiones sobre la mediación intercultural y experiencias desde la Comunidad de Valencia. /En/ Revista electrónica de estudios filológicos, N° 8, 2004 (diciembre). http://www.um.es/tonosdigital/(fecha de consulta: 5 de junio de 2007).

27 SALES SALVADOR, Dora. Panorama de la mediación intercultural y la traducción/interpretación en los servicios públicos en España. /En/ Translation journal, Vol. 9, N° 1, 2005 (enero) http://accurapid.com/journal/31mediacion.htm#10’ (fecha de consulta: 5 de junio de 2007).

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Laghrich transmite que “los organismos públicos, cuando solicitan la actuación de un mediador, no esperan solamente que informe y oriente a la persona de otra cultura, sino que sea un enlace válido, tranquilizador, comunicador, a veces esperan del mediador un milagro”28. Con lo cual podemos entender que el mediador intercultural necesitará algunas habilidades de comunicación, como son la escucha activa y la empatía, además poseer una gran sensibilidad, pasividad y paciencia para comprender mejor lo que intentan transmitir las partes.

Adicionalmente, dicha autora afirma que el mediador intercultural se involucra cuando “elige una palabra y no otra, según la situación, cuando va más allá de las funciones de intérprete, y propone a las dos partes simultáneamente una alternativa más. (…) [Además] no significa tomar partido por una parte u otra, sino compromiso con la parte más necesi-tada, y si el resultado es positivo para las dos partes, hemos podido mediar”29. Sin embargo, el hecho de tener un compromiso con la parte más necesitada denota falta de imparcialidad en el proceso, elemento fundamental en el proceso de mediación, ya que de alguna forma existe posicionamiento hacia uno de los lados afectados.

En la realización del presente trabajo, tuvimos oportunidad de entrevistar a una pro-fesional intercultural del Ayuntamiento de Getafe, en la Comunidad de Madrid, quien nos expresó que: (i) su trabajo va dirigido a los inmigrantes no comunitarios; (ii) la mediación intercultural se lleva a cabo en situaciones donde por aspectos culturales relevantes se ve afectada la comunicación; (iii) el conflicto no es necesario para que pueda efectuarse una mediación intercultural; (iv) la ruptura de la comunicación puede ser reparada a tiempo, evitándose situaciones conflictivas; y (v) los conflictos interculturales suelen generarse cuando el individuo siente amenazada su identidad o parte de ella.

Se evidencian grandes similitudes entre la teoría de la mediación intercultural y la rea-lidad del día a día de los profesionales en el campo. Ambas coinciden que el objetivo es lograr la integración social del inmigrante en la sociedad de acogida. Por ello, se tiende a favorecer a la persona que se encuentra presuntamente en desventaja –el inmigrante- y, en consecuencia, se le ofrece apoyo en la mejora de la comunicación, ya sea por traducción o interpretación del lenguaje verbal y no verbal. Tanto en la teoría como en la práctica se evidencia la inconformidad sobre la receptividad de las autoridades para la formalización de dicho servicio y la profesionalización institucionalizada.

Sin embargo, albergamos ciertas dudas sobre cómo se podrían formar profesionales que, simultáneamente, sirvan de intérpretes, manejen destrezas en las técnicas de comuni-cación, alcancen una sensibilización multicultural y tengan experiencia (vivencias cercanas y no sólo conocimiento) en la convivencia con personas de diversas culturas.

De todo lo arriba señalado, podríamos decir que el mediador intercultural ejerce un servicio exclusivamente para inmigrantes con dificultades de comunicación, o que tenga conflictos con individuos del país receptor. Por lo tanto, sus funciones no llegan a la prestación de servicios sociales a problemáticas que se presenten entre individuos con la misma nacionalidad del país de acogida. Por ejemplo, sí un catalán trasladase su vivienda a la Comunidad de Madrid y presentase dificultades de comunicación con un funcionario español en servicios sociales, ¿la situación no podría ser tratada por un mediador inter-

28 LAGHRICH, Saloua. Reflexiones sobre la mediación intercultural y experiencias desde la Comunidad de Valencia, op. cit.29 LAGHRICH, Saloua. Reflexiones sobre la mediación intercultural y experiencias desde la Comunidad de Valencia, op. cit.

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cultural alguno, a pesar de que culturalmente son distintos, por sus lenguas, tradiciones y formas de vivir?

Creemos que se presenta un elemento excluyente que no podría ser tomado en cuenta a la hora de prestar un servicio de mediación.

Sergí Farré Salvá plantea que “los llamados programas o servicios de mediación inter-cultural no deben ser concebidos como otro servicio para los inmigrantes, sino como otro servicio público universal para quien lo necesite, proyectando, desde un buen principio, los conectores positivos, como expresión de la cultura de la mediación”30.

Es importante resaltar –una vez más- que los elementos de la identidad siempre es-tarán presentes en cualquier ámbito de la mediación, porque forman parte fundamental del individuo.

7. ConClUsiones

Sobre la base del análisis teórico realizado a lo largo del presente trabajo y a modo de conclusión, podemos extraer las notas siguientes:

1. La inclinación multiculturalista que se evidencia en los temas de interculturalidad, por la importancia que se le concede a la cultura como elemento determinante en el conflicto.

2. La dificultad actual de no ser cosmopolita, como consecuencia de la globalización, ya que hemos ido enriqueciendo nuestra identidad, entremezclada con las costumbres de las sociedades del mundo.

3. El esclarecimiento del significado de mediación, como instrumento –no judicial, voluntario, confidencial e imparcial- de resolución de conflictos, que con la ayuda de un tercero neutral, las partes encuentran –mediante la comunicación- la solución a sus disputas.

4. La mediación intercultural es un servicio de ayuda al inmigrante, que facilita su integración en el nuevo entorno social de acogida. Es un mecanismo que previene el surgimiento de conflictos por falta de comunicación y entendimiento de las costumbres del acogido y el autóctono.

5. La definición de interculturalidad no podría limitarse, exclusivamente, a la interacción entre individuos de distintas nacionalidades, debido al significado amplio de cultura, que engloba aspectos diversos e íntimos de la identidad de (cada) ser humano y, que pueden estar relacionados con sus vivencias, costumbres, conocimiento, crianza, creencias, sexo, entre otras.

6. La interacción que, a diario, se presenta entre individuos culturalmente distintos podría generar conflictos, por las diversas percepciones que tenemos los seres humanos, y que muchas veces divergen entre sí.

7. La cultura, por formar parte característica de la personalidad del individuo, podría influir en su conducta con la sociedad y, de igual manera, en el conflicto.

8. La experiencia de profesionales de la mediación intercultural coincide con la teoría de su doctrina. Se dejan claras las funciones de intérprete-traductor y facilitador de la comunicación entre individuos inmigrantes (con procedencia no occidental) e individuos de la sociedad de acogida.

30 FARRÉ SALVÁ, Sergi. Gestión de conflictos: taller de mediación, op. cit., p. 186.

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reComendaCiÓn Final:Para seguir adelante con una práctica formal de la mediación, para cumplir eficazmente

con sus objetivos y respetar sus principios, es necesario tener clara su contextualización, pues ello delimita su campo de acción. Es importante evitar la deformación de su concepto, ya que afrenta su práctica y degrada su profesionalismo.

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asUnción lillo Beneyto

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Un Modelo teórico PrÁctico Para el Proceso de sUPervisión en traBaJo social

a tHeoretical-Practical Model For tHe sUPervisinG Process in social WorK

asUnción lillo [email protected]

Universidad de Alicante

Cuando las técnicas se guían por la conexión que une las cosas entre sí, es cuando la supervisión se convierte en un proceso de reflexión y de aprendizaje reciproco entre supervisor y supervisado.

resUMen

Después de varios años de supervisar alumnos/as y profesionales del Trabajo Social y de investigar sobre la situación de las prácticas pre-profesionales de los estudiantes en tra-bajo Social en la Universidad de Alicante, nos encontramos con deficiencias metodológicas dentro del proceso de supervisión que apuntaban a la necesidad de un manual detallado que ayudará al supervisor/a en el proceso de supervisión.

A partir de la construcción de los marcos teóricos necesarios, la supervisión educativa en Trabajo Social, las bases teóricas en las que se sustenta el modelo milanés de terapia sistémica; surge esta propuesta metodológica para el proceso de supervisión en Trabajo Social, desde una perspectiva sistémico relacional apoyada en los procesos cibernéticos y la teoría de la comunicación humana.

aBstract

After several years supervising social work students and professionals and the develo-pment of an applied research on the situation of the field practice of social work students in the University of Alicante, we found methodological deficiencies within the supervision process that indicated the necessity of a detailed manual to help supervisors during the supervision process.

This proposal for the process of educative supervision in Socal Work is based on the educative supervision in Social Work and the theoretical foundations of the Milanese approach of systemic family therapy, and is developed from a relational-systemic perspective supported by the cybernetic processes and the theory of human communication.

PalaBras claves: Proceso de supervisión, Trabajo Social, Modelo teórico/práctico.KeyWords: Process of supervision, Social Work, theoretical practical model.

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Un Modelo teórico PrÁctico Para el Proceso de sUPervisión en traBaJo social

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1. introdUccion

El contenido de este artículo, que por razones relativas a la extensión máxima que puede tener presentamos, forma parte de una investigación más amplia de orientación teórica, recopilación y elaboración sobre la supervisión educativa en Trabajo Social desde los aportes de la Terapia Sistémica.

Nuestro objetivo aquí, es mostrar una parte del diseño del proceso de supervisión y señalar la necesidad de identificar el proceso relacional que siempre acompaña a cualquier proceso de aprendizaje mediante la diferenciación entre los efectos, es decir todo lo re-lacionado con la interacción (metas, estructura, recursos, actividades, comportamientos) y los afectos, todo lo relacionado con la relación (necesidades, motivaciones, actitudes, valores, sentimientos, expectativas).

La unidad de análisis que se aborda es el proceso relacional de aprendizaje y crecimiento que ha de seguir el supervisado y el supervisor en un proceso de supervisión, para ello nos basamos en los marcos teóricos sobre la supervisión educativa en Trabajo Social, los aportes de la Terapia Familiar Sistémica y en el significado de la supervisión en la Escuela de Trabajo Social de Alicante.

Consideramos que se trata de un tema en plena vigencia en el panorama de las pro-fesiones de ayuda puesto que podría incorporar de novedoso dentro de la profesión y la titulación de Trabajo Social, un manual del proceso a seguir para supervisar con una base teórica, diferenciando entre el supervisor y el supervisado en un sistema donde ambos crecen juntos.

Con este articulo se pretende dar cuenta de la necesidad de “acompañar” al supervisado en su crecimiento y su proceso de aprendizaje para realizar mejor su trabajo, que tenga menos “enganches” emocionales, que no quede atrapado en un caso con el que interviene, y para ello este modelo podría ser una buena oportunidad.

2. contextUalización teórica del Modelo

El modelo, parte de la premisa sistémica que afirma que un producto de un sistema de individuos es cualitativamente diferente de la suma de lo que producirían cada una de esos individuos por su cuenta. ( Simon, Stierlin y Wynne, 1988) y de que el observador, el supervisor, forma parte integral del sistema observado. (Von Foerster, 1991).

No nos interesarán las cualidades personales de los miembros del sistema sino los circuitos recíprocamente causales que se produzcan dentro del mismo, esos circuitos se convierten en la supervisión en objeto de observación, permitiendo cambiarlos, no por uno de los miembros del sistema sino por la interacción que se produce dentro de él, a través de la comunicación.

A nivel teórico, el modelo se sustenta en la idea básica de la cibernética (Keneey, 1987) (Bateson, 1991:405-470), la “retroalimentación”, tomada en la supervisión como proceso de aprendizaje puesto que intenta reintroducir en el sistema modificaciones sobre su método y su pauta de desempeño actual. Teniendo en cuenta que para llegar a un con-texto de cambio y de aprendizaje una de las tareas principales es establecer o modificar la retroalimentación y que es imposible separar la estabilidad del cambio, hemos de trabajar con en sistema sabiendo que es imposible cimentar un cambio si no se cuenta con un techo de estabilidad sobre él, y a su vez, la estabilidad descansa en los procesos de cambio que están por debajo.

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La cibernética estudia de que manera los procesos de cambio determinan diversos órdenes de estabilidad o de control. En esta perspectiva, hay que ser capaz de distinguir no solo la retroalimentación simple, que mantiene la dificultad del supervisado, sino también la retroalimentación de orden superior que mantiene esos procesos de orden inferior que presenta el supervisado. El objetivo de la supervisión es activar el orden del proceso de retroalimentación.

Por tanto, la concepción cibernética pone de relieve que la esencia de la supervisión no son los supervisados sino su proceso mental. (Bateson, 1991:339-367)

Para supervisar es necesario saber, qué entender cómo se conoce, es inseparable de entender qué se conoce. El supervisor solo puede comprender la experiencia de su super-visado observando de que manera es puntuado su contexto social.

El supervisor debe evaluar todas las formas diferentes en que el supervisado o super-visados envían mensajes, y al mismo tiempo debe estar consciente de su propio sistema de recepción, es decir, de su propio sistema de interpretación.

El supervisado o supervisados, a su vez, tienen que responder, porque las personas no pueden no comunicar algo. Pero aunque todos los mensajes contienen solicitudes, estas no siempre se expresan verbalmente. Por lo tanto, los supervisados tienen que basarse en las metacomunicaciones para encontrar indicios respecto a qué quiere el supervisor.

Si la comunicación o el mensaje, y la metacomunicación o el metamensaje no encajan, el supervisado o supervisados tiene que traducir de alguna manera dicha discordancia y convertirla en un solo mensaje.. (Watzlawick y colaboradores, 1987).

Todos estos mensajes no se presentan “sueltos”, van unidos a la interacción que se produce en el sistema. Debemos, por lo menos, registrar qué es lo que decimos cómo supervisores, cómo responden los supervisados y cómo volvemos a responde a la respuesta del supervisado o supervisados. La comunicación es un asunto de dos lados, los emisores son receptores y los receptores también son emisores.

3.ProPUesta MetodoloGica Para la sUPervision docente y ProFesional

3.1. Fase inicial

En el contenido de esta etapa hemos de tener en cuenta la importancia de definir la relación supervisor-supervisado, lo cual significa saber quién es uno en relación con el otro, cual es el grado de autoridad, de dependencia, confianza y respeto profesional; para ello, el supervisor ha de saber coparticipar y acomodarse con los supervisados.

Difícilmente, se puede explicar como hacer para coparticipar con un sistema de su-pervisados al inicio de su formación, podemos decir que las técnicas que se utilicen serán efectivas si la actitud del supervisor es congruente con su manera de mostrarse. Es más fácil trabajar con un sistema de supervisados si ya se ha trabajado con alguno, si no se ha experimentado, una buena maniobra de coparticipación es introducirse en el sistema desde una posición de modestia, pidiendo que le ayuden a comprender, definiéndose como per-sona “lenta”. Hay que tener en cuenta que buena parte de los procesos de coparticipación se producen subterráneamente.

Sobre todo el supervisor ha de mantener un acercamiento hacia los supervisados a través de la interacción, sin olvidar la intencionalidad de sus actos. Tiene que interesarse por ellos, “conociéndolos” a través de sus presentaciones y debe conseguir un compro-miso que implique al grupo de los supervisados. En definitiva, los supervisados tienen

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que “vivir” que el supervisor se ocupa de ellos a través de mostrarse seguro, exigente pero flexible, abierto/a, es decir, si los supervisados sienten que se pueden comunicar con él, contar con él, sentir que está ahí.

Para llevar a término está primera fase, que es esencial en cualquier inicio del proceso de supervisión, el supervisor ha de conseguir crear un espacio relacional que promueva la participación y la reflexión con el ánimo de compartir y escucharse. Al mismo tiempo, despertar el interés y la curiosidad de los supervisados por conocer y entender la articulación y congruencia de los “elementos” que configuran los hechos, o las realidades analizadas.

Se hace necesaria en la primera sesión, la elaboración de un contrato de supervisión, donde se acuerden los puntos que se han de trabajar. En el caso de supervisados de nuestra escuela, es la guía docente de la asignatura donde estén inmersas las practicas de campo, su contrato de supervisión.

denoMinación: técnicas qUe Utiliza el sUPervisor Para relacionarse con el sisteMa.DESCRIPCIÓN:El supervisor puede adoptar distintas posiciones dentro del sistema, puede validar y

confirmar la realidad que presentan los supervisados, pero sabiendo que está posición, la puede utilizar solo en el inicio de la supervisión puesto que más adelante le puede quitar libertad de acción, también el supervisor se puede presenta como oyente activo, neutral, o bien puede presentarse como especialista y como tal “déjenle hacer”.

Existen ocasiones, en las que un supervisor no puede acomodarse o coparticipar con algún miembro del sistema de supervisados o le resulta bastante difícil, por tener distinta ideología, valores, estilos de relacionarse con la gente... si esto sucede, lo mejor que puede hacer un supervisor es reflexionar que es lo que está sucediendo, que es lo que realmente le molesta del otro, que hace que no nos podamos acercar a él. Y una buena solución sería verbalizarlo en el sistema, seguro que a la otra persona le está sucediendo lo mismo.

Todas las técnicas y trucos relacionales que se utilicen para coparticipar y formar parte del sistema supervisor/supervisados no pueden ser un corsé para el supervisor, la eficacia del supervi-sor está en coparticipar y cuestionar al mismo tiempo dentro del sistema que se está creando.

Los OBJETIVOS que ha de conseguir el supervisor como observador de segundo orden han de ir encaminados a aceptar la organización y estilo del sistema de supervisados y fundirse con ellos, conseguir situar a todos los miembros del mismo sistema en un mismo plano, en cuanto complementarios en relación con el sistema, sin connotarlo, evitando así trazar líneas arbitrarias de demarcación entre unos u otros, acceder al sistema mediante la confirmación de su línea homeostática, ser aceptado como miembro de pleno derecho, connotar positivamente la tendencia homeostática para provocar, paradójicamente, la capa-cidad de transformación, definir el tipo de contexto en el que se va a trabajar y la relación en el vínculo supervisor/supervisado, hacer sentir al supervisado que el supervisor se ha incorporado al sistema que ellos forman, no habiendo cuestionado a ninguno de ellos y aceptar al supervisor como “guía” en el proceso de supervisión.

METODOLOGÍA: Estas que aquí se nombran, son las técnicas y herramientas más usuales para que el supervisor consiga los objetivos propuestos:

Mantenimiento: Consiste en proporcionar un apoyo programado a la estructura que presenta el sistema de supervisados (Minuchin, 1988:186-188).

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Rastreo: El supervisor sigue el contenido de las comunicaciones y de la conducta de los supervisados y los alienta para que continúen. Actúa “como una púa que busca los surcos en un disco” .El rastreo significa el planteamiento de preguntas que clarifiquen lo que está en juego. El supervisor no cuestiona lo que se le dice, sino qué acepta las comunicaciones que suceden. (Minuchin, 1988:188-190)

Mimetismo: Es una operación humana universal. Un supervisor puede utilizar el mime-tismo para acomodarse al supervisado y a sus modalidades afectivas. Así adoptara el ritmo del los supervisados. En el marco del sistema supervisor/supervisado, las operaciones miméticas son por lo general implícitas y espontáneas. (Minuchin,1988: 190-191)

Neutralidad: Es mas una actitud del supervisor hacia todo el sistema de supervisados que una técnica. Esta actitud impide que el supervisor sea tentado a entrar en coalición con algunos de los miembros del sistema o sea persuadido para actuar de determinadas maneras dentro del mismo. No se da a ningún miembro del sistema la oportunidad de sentir que tiene una relación especial con el supervisor. Este mantiene el mismo grado de proximidad y distancia con todos los miembros del sistema de supervisados, permane-ciendo así en un nivel de metacomunicación. En este sentido, la neutralidad no es tanto una actitud interna cuanto una “maniobra técnica” que permite al supervisor mantener el rol de autoridad ante todos los miembros del sistema de supervisados. (Simon, Stierlin, Wynne, 1988:255-256).

Hacer hipótesis: La hipótesis es una suposición que no es necesariamente verdadera. Es incluso indiferente que sea verdadera o falsa. Está basada en un razonamiento y que sirve como base de partida para una investigación, es decir para la experimentación. (En una sesión con el sistema de supervisados estamos siempre en fase experimental, la hipótesis nos ayudará a tener orden dentro del sistema, y a través del método del ensayo y error, ir acercándonos a lo que realmente queremos trabajar). (Selvini y colaboradores, 1980).

Connotación positiva: El supervisor, no ha de hacer distinción alguna entre ningún miem-bro del sistema de supervisados. Ha de situar a todos los miembros en un mismo plano en cuanto complementarios en relación con el sistema, sin connotarlo, como moralista, evitando así trazar líneas arbitrarias de demarcación entre unos u otros. Ha de acceder al sistema mediante la confirmación de su línea homeostática, al connotarla positivamen-te, paradójicamente provoca la capacidad de transformación. (Selvini y colaboradores, 1988:67-79).

La utilización de la connotación positiva, permite al supervisor, definir claramente la relación en el vínculo supervisor/supervisados y el contexto como contexto de apren-dizaje.

Escenificación: El supervisor tiene la posibilidad de observar los modos verbales y no verbales en que los supervisados del sistema emiten señales unos con otros y controlan la gama de las interacciones tolerables. (Minuchin y Fishman, 1988: 90-106).

Enfoque: Cuando se observa al sistema de supervisados, el supervisor es inundado por los datos que aportan los supervisados, es preciso seleccionar y organizar estos datos dentro de un esquema que les confiera sentido. En consecuencia a través del ruido significativo del sistema de supervisados, el supervisor seleccionará un tema para trabajar sobre él. En la sesión o clase, escogerá ciertos elementos de la interacción de los supervisados y organizará el material de manera que guarde armonía con el programa de los programas que es el proceso de supervisión completo. Si esto se pierde de vista, si el supervisor se

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pierde en su estrategia, pasará la sesión recogiendo información de los supervisados, pero quedará atrapado en lo que se llama una “actividad de picaflor”. (Minuchin y Fishman, 1988: 107-123)

Intensidad: A efectos de producir cambios en el sistema de supervisados, el supervisor debe ser capaz de transmitir su mensaje de manera que éste sea comprendido. Para que éste se oiga, el supervisor utiliza la intensidad, que es una técnica para regular selectivamente el grado de sensibilidad del sistema de supervisados. El nivel adecuado dependerá de la predisposición del sistema para responder y del nivel que tenga el umbral homeostático. Por debajo de ese nivel, el sistema puede no darse por aludido o bien puede asimilar la información que se le está dando pero sin captar el mensaje. La tarea del supervisor es controlar constantemente la intensidad, aumentando su nivel hasta que se pone de evidencia lo aprendido. (Minuchin y Fishman, 1988: 124-147).

3. 2. Fase interMedia

Esta etapa se caracteriza por ser fundamentalmente de apoyo y participación compar-tida en la resolución de problemas. La relación en esta etapa promoverá el crecimiento mutuo y la no dependencia. Es en ella, cuando la situación de aprendizaje ofrece grandes oportunidades, ya que una crítica constructiva puede aceptarse y aprovecharse mucho mejor que en etapas anteriores. Y será en este momento cuando se capte la verdadera significación de la relación del supervisor y se comprenda su utilidad. El supervisor sis-témico ha de alcanzar unos objetivos relacionales para poder provocar un cambio en los mecanismos de la propia “visión” del supervisado, para ello ha de compartir y mostrar, provocar, convocar y conjugar los efectos y las afectos, facilitando la reflexión y girando el calidoscopio, consiguiendo así cambiar la “visión” del mismo “panorama”. Estar dentro de una de esas láminas de tres dimensiones, donde al final consigues ver lo que se esconde a primera vista.

El supervisor ha de saber lo que está haciendo, su intencionalidad, no debe improvisar. Debe implicar e implicarse desde no callar ni acallar los sentimientos y pensamientos de los supervisados, darles voz, escuchar atentamente y reflexionar lo que dice el otro como si fuera lo que decimos nosotros.

Para alcanzar estos objetivos, el supervisor a de analizar los mecanismos que determinan y construyen la “realidad” percibida. Investigar las bases de la diferencia entre las realidades percibidas por diferentes participantes y estimular la inteligencia, a partir de los diferentes niveles de lectura que configuran una situación, favoreciendo el reconocimiento y resaltando las diferencias que surgen de los diversos niveles de lectura de una situación.

El orden seguido por las fichas que se presentan a continuación es referencial, el su-pervisor lo podrá adaptar dependiendo de lo que suceda en el sistema de supervisados.

DENOMINACIÓN: Herramientas útiles para entender el proceso de comunicación.DESCRIPCIÓN:“Las técnicas de comunicación que las personas utilizan pueden considerarse como indicadores confiables

del funcionamiento interpersonal. Si las personas desean obtener la información que necesitan de otros, tienen que comunicarse con claridad. Como seres humanos, sin comunicación no podríamos sobrevivir. Lo que complica el problema es, por un lado que las palabras son abstracciones, símbolos que sólo sustituyen a

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aquello a lo que se refieren y por otro qué cuando juzgamos si una comunicación es clara, debemos recordar también que las personas se comunican en diversas formas además de utilizar palabras.

Una persona se comunica simultáneamente a través de sus ademanes, su expresión facial, su postura y movimientos corporales, su tono de voz e incluso por la manera como está vestida. Y toda esta comuni-cación ocurre dentro de un contexto. ¿Cuándo sucede? ¿Dónde? ¿Con quién? ¿Bajo qué circunstancias? ¿Cuál es la relación entre las personas que llevan a cabo el intercambio? Debido a todos esos factores, la comunicación es un asunto complejo, que necesita de un aprendizaje”. (Satir, 1980: 71-99).

Un supervisor que se comunica de una manera funcional puede: expresar con firmeza su opinión, pero al mismo tiempo aclarar y calificar lo que dice, pedir réplica y ser receptivo a la réplica cuando la recibe.

Si se quiere que la comunicación verbal sea razonablemente clara, tanto el supervisor que envía un mensaje como el supervisado o supervisados tienen la responsabilidad de hacer que así sea. La aclaración y la calificación mutuas reducen las generalizaciones, per-miten a ambas partes ser específicas y probar sus afirmaciones. Permiten a una persona verificar su “realidad” y compararla con la “realidad”de la otra persona. También ayudan a separar a quien percibe las cosas de lo que está siendo percibido. Frena la tendencia a proyectar en otros los propios deseos, pensamientos y percepciones y frena los esfuerzos de una persona de hablar de otra.

El supervisor ha de conseguir los siguientes objetivos dentro del sistema, Ser congruente a la hora de enviar cualquier mensaje, no contradiciéndose en los diferentes niveles que lo acompañan, evitar que las señales no verbales y el contexto se contradigan entre sí, experimentar con los supervisados los axiomas de la teoría de la comunicación humana, analizar los axiomas exploratorios de la comunicación humana y provocar en los supervi-sados la curiosidad por introducirse en el mundo de la comunicación.

METODOLOGÍA: Es necesario que todo el sistema conozca los distintos indicadores comunicacionales que las personas utilizamos cuando nos relacionamos unos con otros. En esta fase se han de trabajar los axiomas de la comunicación humana para conseguir llegar a entender que sucede cuando trabajamos con otras personas.

Simetría: “ Designa un modelo de relación que se basa en el esfuerzo por lograr la igualdad y la re-ducción al mínimo de las diferencias entre las partes”. (Simon, Stierlin y Wynne, 1988: 332-333).

Complementariedad: “Se refiere a un modelo de relación en el que la conducta y las aspiraciones de los individuos o grupos difieren pero se ajustan mutuamente en un equilibrio dinámico”. (Simon, Stierlin y Wynne, 1988: 73-74).

Puntuación de los hechos: La puntuación se refiere a la estructuración y organización que hace un observador de una secuencia continua de sucesos y conductas. El problema de determinar cómo están puntuadas las secuencias interaccionales es fundamental para tener un diagnóstico del sistema de supervisados. Conocer las puntuaciones de los miembros del sistema puede facilitar la selección de las intervenciones que debe realizar el supervisor.

Redundancias: Aparición de configuraciones repetidas.Regla: Redundancias observadas a nivel relacional.Pauta: Repetición de hechos que se dan en una secuencia determinada.Patrón: Repetición de hechos (secuencias conductuales) que se dan a lo largo del

tiempo.

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DENOMINACIÓN: La entrevista desde la visión sistémico/relacionalDESCRIPCIÓN: Los objetivos principales de una entrevista como herramienta de trabajo son los de

obtener información sobre el fenómeno o problema que motiva la visita de un usuario o familia a las instituciones donde los supervisados trabajan o realizan sus prácticas, con la intención de lograr un cambio que posibilite su crecimiento y al mismo tiempo su estabi-lidad homeostática dentro de su sistema familiar.

Los objetivos del supervisor han de introducir a los supervisados en una visión cir-cular, discernir entre el contenido y lo analógico, mostrar la técnica de la entrevista como herramienta de trabajo y no como un simple dialogo entre personas, descomponer las partes de una primera entrevista, desarrollar habilidades de observación de una realidad o fenómeno determinado, registrar un listado de técnicas de observación para la realización de una primera entrevista, aprender a utilizar la técnica de la entrevista como herramienta de trabajo.

METODOLOGÍA: Para trabajar las dificultades con las que se encuentran las personas, partimos de la concepción de que la esencia de las entrevistas, no son las personas sino el “juego” relacional, que en ella se presentan, para ello es necesario saber prepararla y analizarla, experimentando el proceso que se ha de seguir, un buen aprendizaje es analizar entrevistas grabadas, pero previamente, es importante que los supervisados trabajen sobre ellas, observen los posibles significados relacionales que ofrece la disposición espacial que nos presentan las personas, las interacciones no verbales que se producen, el tipo de configuraciones significativas que aparecen a lo largo del proceso de interacción, deducir posibles reglas relacionales, anotar las impresiones y observaciones que surgen de la pre-paración de la entrevista que les permita elaborar una o varias hipótesis que guíen y den orden, después observarán la grabación y podrán comparar los procesos realizados.

DENOMINACIÓN: Interrogatorio circular o preguntas circulares.DESCRIPCIÓN: La unidad de análisis en el interrogatorio circular es el feedback entre el supervisor y

el supervisado o supervisados. Las decisiones del supervisor sobre lo que se debe decir o hacer se encuentran la mayoría de las veces influenciadas por las respuestas que el super-visado o supervisados van dando. En el interrogatorio circular es de capital importancia el tipo de preguntas, a quién va dirigidas y en respuesta a qué, sin olvidar la actuación del supervisor, es decir, los mensajes analógicos, los canales no verbales de la comunicación, la tonalidad, la expresión facial, cadencia y movimientos del cuerpo del supervisor que han de ser congruentes con el contenido cuando la pregunta es coherente con la hipótesis.

El interrogatorio circular vincula el proceso cibernético de segundo orden. (El super-visor para bailar con sus supervisados ha de aprender su baile). Nuestros hábitos con-ceptuales fruto de nuestro quehacer diario tienden a ser predominantemente objetivos y empíricos, así que nos enfrentamos con una constante, que nos arrastra encubiertamente hacia instancias cibernéticas de primer orden. (Ustedes bailen que yo les miro y les indico donde comenten el fallo).

Para mantener un perspectiva sistémica de todo el proceso de supervisión, se requiere un buen proceso cognitivo y un nivel de conciencia difuso (es decir, saber y tener es-

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tructurado todo el proceso de supervisión, no preparar cada semana la sesión o la clase, pero si mostrarse hacia los supervisados que juntos se va ampliando el proceso, “dejando hacer”, no siendo directivo, no estar encorsetado, esto es lo que entendemos por nivel de conciencia difuso).

La entrevista circular la vamos a utilizar como instrumento para recopilar información que genere hipótesis e intervenciones dentro del sistema supervisor/supervisados en relación con los casos o temas que se trabajen. Para utilizar el método de las preguntas circulares no podemos obviar el principio de circularidad, bautizado informalmente como “comadreo en presencia”.

La entrevista circular investiga los patrones de relación recurrentes y en su contexto. La naturaleza sistémica e investigadora de estas preguntas está en entender que son pre-guntas de afectos más que de efectos. Las preguntas circulares son efectivas para recaudar información de cada uno de los miembros del sistema de supervisados sobre su opinión y experiencia. Son OBJETIVOS del supervisor: investigar la percepción del supervisado, intentar estar la misma cantidad de tiempo con cada uno de los supervisados, proporcionar a los supervisados una visión sistémica de los casos que puedan presentan para ser super-visados, realizar preguntas con dirección, propósito y orden, ayudar a los supervisados a desarrollar una nueva visión de las relaciones, creencias y comportamientos de los casos que presentan, Desarrollar las hipótesis inconscientes, o presuposiciones de las que parte el supervisado, enseñar a los supervisados a situarse momentáneamente en una metaposición, más allá del sistema en el que está inmerso la mayor parte del tiempo, intentar mostrarle mediante un proceso gradual, el “juego” en el cual está o están inmersos con la intención e que se produzca un cambio que les beneficie, ayudar al supervisado a seguir un orden y utilizar las preguntas, obtener una visión circular completa del caso que presenta, a partir de descubrir un ciclo completo de comportamientos o patrones de interacción, aprender, observando las respuestas de los compañeros o de uno mismo a través de las prescrip-ciones, connotaciones positivas o reenmarcaciones, paradojas y tareas que el supervisor puede aportar al sistema de supervisados.

METODOLOGÍA:Como señaló (Tomm 1984: 253), “Bateson enfatiza la importancia de focalizar la atención en

las “diferencias” o diferencias perceptivas en la comprensión de los procesos mentales. La interacción entre las partes de la “mente” es provocada por la “diferencia”. Una diferencia siempre refleja una relación (entre todo lo que está siendo diferenciado) esto es recíproco y, por lo tanto circular. Así, comprender las diferencias y su reciprocidad asociada contribuye al pensamiento sistémico”.

Existen varios tipos de diferencias por las que debe preguntarse. Diferencias espaciales (incluyendo las diferencias entre personas, diferencias entre relaciones y diferencias entre ideas percepciones, valores y creencias) y diferencias temporales que son las que se localizan en un marco temporal distinto al presente.(Preguntas relacionadas con diferencias espacia-les en el pasado, diferencias entre un momento en el pasado y otro también en el pasado, diferencias entre el pasado y el presente, diferencias entre el pasado y el futuro, entre el presente y el futuro y diferencias entre un momento futuro y otro momento futuro.

Las preguntas triádicas son totalmente características de este estilo de entrevistar. Su uso desafía el pensamiento de que el supervisor haga hablar a los supervisados o supervisado de si mismo. Una pregunta triádica puede ser definida como una pregunta dirigida a una

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tercera persona acerca de la relación entre otras dos. Este tipo de preguntas puede llegar a ser muy incisivas, y a menudo proporcionan al supervisor información sobre todo el siste-ma a partir de las respuestas que dan a sus preguntas .De las preguntas triádicas podemos destacar que son siempre acerca de relaciones, que desarrollan por si mismas la capacidad de los miembros del sistema de convertirse en observadores de su propio proceso sistémico, que el que responde, como observador periférico, es capaza de ofrecer una descripción de la relación diferente a la de la persona implicada. (La diferencia entre la perspectiva desde fuera y la perspectiva de los participantes) y que como participante en el campo global de la interacción, el que responde habrá experimentado en sí mismo el efecto de la relación. (Una descripción de la relación observada es, de hecho, una información de su impacto sobre el observador en el nivel más elevado de relación observador-observado).

La multitud de preguntas circulares que pueden hacerse es interminable, sin embargo hay que tener en cuenta que demasiadas preguntas de este tipo pueden llegar a confundir tanto a lo supervisados como al supervisor por ello es imprescindible guiarse con hipótesis sobre lo que se está o se quiere trabajar. Las hipótesis te dan orden y coherencia a la forma de preguntar al supervisor.

Los cuatro grandes apartados de preguntas (Tomm,1988) son: las descriptivas lineales, empleadas para informarnos sobre definiciones y explicaciones de los acontecimientos, las descriptivas circulares, que se caracterizan por explorar los posibles nexos de eventos que incluyen el problema, las estratégicas, preguntas dirigidas a encontrar soluciones y respuestas por los mismos supervisados y las reflexivas, que pueden motivar a experimentar nuevas conductas intentando activar intencionadamente las reflexiones”.

No hay que olvidar, que estos cuatro modelos de preguntas no llevan un orden prees-tablecido, en ocasiones, aun cuando el proceso de interrogatorio circular creamos que ha llegado a poder introducir preguntas estratégicas, el sistema se resiste y tendremos inevi-tablemente que volver a las preguntas lineales, preguntas directas acerca de pensamientos y sentimientos de una persona sobre si misma.

DENOMINACIÓN: Genograma familiarDESCRIPCIÓN: El genograma tal como señala McGoldrick y Gerson (1993:17), “es un formato para

dibujar un árbol familiar que registra información sobre los miembros de una familia y sus relaciones durante por lo menos tres generaciones”. Los genogramas nos presentan la fotografía estática de un sistema familia de tres generaciones, nos proporciona una visión rápida de complejas normas familiares y una rica fuente de hipótesis sobre el supervisado o supervisados.

Hemos de tener en cuenta que el genograma es una herramienta interpretativa subjetiva, con la que se puede generar hipótesis tentativas para comprender que le está pasando al supervisado.

Los OBJETIVOS del supervisor en esta ocasión son, conocer de forma más o me-nos rápida mucha información sobre los supervisados, observar el lugar del supervisado dentro de su sistema familiar para hipotetizar sobre su visión del mundo, destacar pautas familiares relacionales y de funcionamiento, que se repiten de generación en generación, averiguar las claves que conservan o impiden a un supervisado quedar “atrapado” en alguna situación que le suceda en su campo de trabajo, acompañar a los supervisados a verse a sí mismos y a verse a través de lo que otros ven de él, conectar situaciones vividas

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con situaciones actuales, compartir otras historias familiares que ayuden a tener distintas visiones de los hechos, investigar las bases de la diferencia entre las realidades percibidas por diferentes participantes y analizar los mecanismos que determinan y construyen la “realidad percibida”.

METODOLOGIAPara realizar un genograma tanto el supervisor como el supervisado han de conocer y

compartir los símbolos que se utilizan para su trazado, nosotros utilizaremos aquellos a los que hace referencia McGoldrik y Gerson aún cuando no estemos de acuerdo con la utiliza-ción de los símbolos de género que en el se proponen (p.26): “Cada miembro está representado por un cuadrado o un círculo según su género”, añadiendo masculino y femenino respectivamente a los símbolos, y sabiendo por un lado que el género es una construcción social y por otra, que estos símbolos sólo representan el sexo de los miembros de la familia, no creemos adecuado hablar de símbolos de género, sino de símbolos de sexo; por tanto el cuadrado será para representar a los hombres y el círculo para representar a las mujeres.

Consideramos que para un conocimiento del sistema familiar del supervisado y para la finalidad del trabajo de supervisión, vamos a utilizar líneas de colores para señalar las relaciones familiares. Dependerá del objetivo que se quiera alcanzar, de la complejidad con la que se quiera trabajar y de la formación del supervisor, que el ejercicio puede tener diversas variantes;

A) Presentación a través del nombre que nos pusieron en nuestra familia de origen. ¿Quién nos puso el nombre? ¿Nos gusta nuestro nombre o no nos gusta? ¿Qué nombre nos gustaría haber tenido? Y escribir cinco acontecimientos importantes que sucedieron en tu familia y que han marcado tu trayectoria vital.

B) Elaboración de cada uno de los supervisados de su genograma, como mínimo con tres generaciones, con nombre y fechas, con un tiempo de dedicación individual, otro tiempo de trabajo por parejas y otro de exposición.

C) El supervisado ha de construir primero, una historia de su familia a partir del gráfico dibujado y de los cinco acontecimientos que has descrito en el ejercicio anterior y segundo, ha de señalar en el genograma, líneas rojas para aquellas relaciones que ha vivido con más intensidad, las que han sido y son imprescindibles en su vida, líneas verdes para las relaciones que aportan sentimientos entre el llanto y la risa pero la esperanza termina imponiéndose, amarillas, para aquellos momentos re-lacionales donde se ha vivido un dolor interior y emocionalmente se han sentido solos y líneas azules para las situaciones límites que les han parecido insuperables pero al final han tenido que tomar una decisión .

3.3. Fase Final

En esta fase, se llega a un punto donde el espíritu auto crítico del supervisado se pone en juego de manera positiva, creativa y transformadora. El supervisor y el supervisado deciden qué hacer y cómo hacerlo, en función del análisis realizado.

En esta etapa, se concibe el supervisor con la suficiente libertad como para comprender cómo cada supervisado operará mejor, qué motivaciones estimularán su aprendizaje y cuáles

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lo obstaculizarán; en qué puntos necesita ayuda y dónde la ayuda ofrecida en realidad podría ser un impedimento. Es una fase dedicada a la reflexión conjunta y la conclusión.

La evaluación de la supervisión cuando se trata de un grupo debe realizarse con la participación e intervención de todos los miembros que lo componen. En estas sesiones se evalúa el comportamiento y la intervención de cada uno de los miembros en el grupo, el aprendizaje adquirido sobre el funcionamiento de grupos, la supervisión grupal y el papel del supervisor, su rol como conductor del grupo de la supervisión y la dinámica de grupo que se ha establecido.

En esta fase, compartimos las pautas que propone Kisnerman y recoge Fernández (1997:172) para tener una estructura de todo lo que se ha de evaluar.

El supervisado ha de realizar una “auto evaluación” donde se destaque por un lado el aprendizaje, mejoras obtenidas de la supervisión, a la vez que de las sesiones grupales, también puede aportar que le ha ofrecido la supervisión del trabajo práctico, y por el otro, el proceso que se ha seguido a nivel de acompañar al supervisado en lo relacional, como se ha integrado al sistema, que técnicas creen que ha utilizado el supervisor para acercarse a ellos, cómo lo han vivido, es decir, consideramos que el sistema ha de evaluar en relación por un lado a los efectos y por otro a los afectos. Las FUNCIONES del supervisor en esta última fase han de estar dirigidas a otorgar al supervisado de un amplio campo para su desempeño independiente, con confianza y sin temor, acompañarlo en su despedida del grupo y evaluar su propio proceso dentro del sistema en el que ha estado inmerso.

DENOMINACIÓN: Evaluación y cierre del proceso DESCRIPCIÓN: La evaluación, ha de realizarse de manera continua y no esporádica como una acción

especial. Esto permite un análisis y reflexión del trabajo realizado. Es aconsejable a mitad del proceso de supervisión, realizar la auto evaluación del proceso, lo que nos permitirá continuar con nuestra estructura o cambiar si es necesario, pues es posible que los super-visados sientan que no están cumpliéndose sus objetivos.

El proceso a seguir en la sesión de evaluación tampoco se puede improvisar, como ocurre en toda intervención, las actuaciones han de estar programadas. Es necesario que el supervisor informe a los supervisados sobre las sesiones de evaluación y cierre. Es su-pervisor sistémico- relacional sabe que cuando un grupo acaba su periodo de supervisión, siempre existe una pérdida, no es el momento de calificar en que grado se pierde, pero si es cierto que hay que cerrar una etapa y en la despedida está la pérdida, es función del supervisor concluir con un cierre donde como mínimo se pueda explicitar esto.

Los OBJETIVOS del supervisor son, transmitir a los supervisados una impresión optimista y positiva para animarle a que siga mejorando, facilitar a los supervisados que él tiene que ser evaluado, enfocar la evaluación hacia el proceso de aprendizaje, nunca hacia la persona, valorar los logros, tanto los de los supervisados como los del supervisor, y con-seguir haber experimentado una buena relación entre todos los miembros del sistema.

METODOLOGÍA: En este apartado, consideramos que al ser la fase final del proceso, obtendremos la información sobre los supervisados a través de un instrumento con las pautas que consideremos más adecuadas a la hora de evaluar. Sin embargo no podemos obviar, que si el supervisor ha estado tratando con los supervisados más allá de la interac-

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ción, es necesario que cada supervisor elabore el instrumento relacional que más se acerca a lo que él realmente ha vivido en el proceso de supervisión, cumpliendo así una de las reglas de oro del supervisor, ser congruente con lo que se dice y con lo que se hace.

4. conclUsiones

El supervisor ha de conectar lo que no puede verse, las partes invisibles del supervisado. En definitiva, el supervisor ha de ir más allá de la información recibida. Para conseguir este objetivo, proponemos un listado de preguntas que le ayudarían al supervisor a alcanzar ese proceso al que nos estamos refiriendo, pudiendo ser utilizadas también para ser respondidas por el supervisado, en algún momento del proceso de supervisión:

¿Si sentíamos que aprendíamos que nos hizo hacer y que no nos hizo hacer? ¿Qué nos ayuda a sentir que enseñamos? ¿Qué nos ayuda a obtener lo que nos ayuda? ¿Qué nos ayuda a obtener éxito en la supervisión? ¿Qué nos ayuda a crear la relación con el supervisado? ¿Qué hacemos con los supervisados que promueva la relación entre ellos? ¿Qué es lo que hacemos cuando transmitimos? ¿Qué objetivo tiene que los supervisados piensen a nivel de contenidos (efectos) y a nivel relacional (afectos)? ¿Para qué y porqué queremos que piensen a nivel de afectos? ¿Cómo llegamos hacer lo que decimos que hacemos? ¿Cuáles son los trucos relacionales que utilizamos con los supervisados para fomentar su parti-cipación? ¿Cuáles son nuestras herramientas que refuerzan la atención a la relación y la producción de efectos? ¿Cuáles son las herramientas que nos refuerzan la autoinducción? (son herramientas internas, aplicables a nosotros/as mismas para reforzarnos en nuestra lectura y sentimiento sistémico). ¿Qué es lo que hacemos cuando preparamos una sesión de supervisión? ¿Qué es lo que rige lo que hago en una sesión?¿Cuál es el programa que organiza los programas a la hora de realizar un proceso de supervisión?¿A qué ayuda tener un panorama de todo el proceso de supervisión desde el punto de vista cognitivo. Práctico y afectivo? ¿Y a qué no ayuda? ¿Qué entendemos por enseñar? ¿Qué entendemos por aprender? ¿Qué es lo que hace que seamos más capaces o menos capaces de hacer? ¿Qué hacemos con lo que sentimos que nos hace sentir el otro? ¿Qué hacemos nosotros que nos gusta de nosotros mismos? ¿La tensión que a veces sentimos, nos la está enviando el otro con el que nos comunicamos? ¿Con qué criterios decidimos las responsabilidades?...

El proceso de ser un buen supervisor es tarea compleja, y no podemos obviar que en el sistema supervisor/ supervisado, existen dos procesos, el qué ha de realizar el supervisor y el qué realiza el supervisor junto con los supervisados.

El espacio de supervisión tendría que pretender el aprendizaje de dos experiencias de fundamental importancia para todo ser humano: la de sentirse incluido y la de sentirse excluido.

Los efectos y los afectos que se suceden en los espacios de supervisión ponen a prueba diariamente la congruencia entre lo que decimos y lo que hacemos.

Una pieza fundamental durante todo el proceso de aprendizaje son los patrones de inclusión o exclusión que el supervisor en relación con el supervisado o supervisados utilice. Es la comunicación y todo lo que la acompaña, lo que hace que las relaciones funcionen en el sentido de provocar un sentimiento de buen trato e inclusión o un sentimiento de mal trato y de exclusión.

Nos parece de especial importancia, por ser relevante para nuestra investigación, la referencia que Fernández (1997: 113-116) hace a Arcelina Ribeiro y que consideramos

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recoge lo que otros autores también citan, en relación a los supervisores: “Los supervisores necesitan utilizar sus conocimientos sobre teoría y dinámica de grupos para la conducción y establecimiento de grupos de supervisión. Además debe mantener el interés común hacia lo que se debe aprender y las bases sobre las cuáles orientar el aprendizaje. Debe aceptar las ideas que se le planteen, tolerar las diferencias, respetar el pensamiento de cada uno, pero sin aliarse con ninguno. Recoger las propuestas que hacen los supervisados sobre un tema o actuación y devolverlo al grupo. Debe impulsar que cada miembro aporte su propio material. Procurar que el material sea variado, nuevo y distinto a medida que el grupo va evolucio-nando”. Pero ¿Cómo hacerlo? ¿Cuál es el funcionamiento que debe seguir el supervisor?.

El supervisor y los supervisados entran en coparticipación para un propósito específico y por un plazo determinado. El propósito tiene como objetivo trabajar los problemas, las dificultades con las que se encuentran los supervisados intentando reintroducir en el sistema de supervisor/supervisados modificaciones sobre su método y su pauta de desempeño actual. Es decir, ver a los supervisados y supervisor inmersos en un proceso cibernético de segundo orden.

El proceso mental del sistema del supervisado será el punto de mira del supervisor, este intentará mirar las pautas subyacentes de la retroalimentación, utilizando el concepto de autoreferencia con el nombre clave de “circularidad”, autoobservación y la autorreflexión de dichos sistemas.

Para los supervisores es importante poner en práctica la otra manera de contemplar las distinciones que propone Varela y qué cita Keeney (1987: 108-109):

“eso” / “el proceso que conduce a eso”, si consideramos como supervisores, que estos lados están relacionados entre si, por un lado, nos aproximamos al encuadre cibernético de las distinciones entendiendo que la respuesta de un lado surge del proceso que el su-pervisado realiza en el otro lado y viceversa y por otro lado, estás complementariedades cibernéticas transforman la manera de conocer del supervisor consiguiendo acceder al mundo del efecto y del afecto en el proceso de supervisión.

El supervisor ha de conseguir en cada una de las sesiones de supervisión mantenerse durante todo el tiempo, igual que cuando miramos y conseguimos introducirnos en un cuadro de tres dimensiones, observa, observa lo que observa, observa lo que observa que ha sido observado y lo observan, sirviendo esa observación como información de lo observado.

Estamos de acuerdo que cada una de las etapas del proceso de supervisión tiene unos objetivos distintos a conseguir y para conseguirlo creemos que la mejor manera de po-nerlo en funcionamiento es aplicando este modelo que nace de la unión de la supervisión educativa y la Terapia Sistémica que se suele utilizar para referirse al modelo milanés de terapia familiar, aún cuando alguna de las técnicas aquí nombradas fueron apadrinadas por la escuela estructuralista.

Los resultados obtenidos, ofrecen un proceso de supervisión estructurado en tres fases, donde se intenta dejar reflejado las distintas técnicas, instrumentos y herramientas de trabajo a utilizar por el supervisor para en la fase inicial, relacionarse y acomodarse con el sistema de supervisados. En la fase intermedia, para promover el crecimiento mutuo, la no dependencia y conseguir crear un espacio recursivo de comprensión y entendimiento mutuo donde se pueda cuestionan y cambiar la estructura y visión del mundo del los supervisados y para la reflexión y la conclusión en la fase final.

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la aUTonoMía Y la aTenCiÓn a Personas en siTUaCiÓn de dePendenCia

FeMinisaTion oF dePendenCe: reFleCTions on aUTonoMY and

assisTanCe To dePendenT PeoPle.

rosa Mª díaz JiMé[email protected]

Universidad Pablo de Olavide de Sevilla

resUMen

El sistema nacional para la autonomía y atención a la dependencia en España, va a tener una importante repercusión política, jurídica, social y económica en la sociedad. La política social española abona una gran deuda hacia las personas en situación de dependencia y al mismo tiempo trata de resolver situaciones problemáticas que se generan en base a los profundos cambios sociales, en cuyo eje de equilibrio se encuentran las mujeres. En este artículo se ofrece una mirada al sistema desde la perspectiva de las mujeres, por su vincula-ción cuantitativa y cualitativa al mismo.

aBsTraCT The national system for autonomy and attention to dependence in Spain will have an

important political, legal, social and economic repercussion in society. Spanish social policy pays a great debt towards dependent people as it tries to solve problematic situations that are generated on the basis of deep social changes at the core of which there is the role of women. In this essay I offer a female glimpse into the system, due to women’s quantitative and qualitative relation to it.

PalaBras Clave: Dependencia, Políticas sociales familiares, Género, Servicios sociales.KeYwords: Dependency, Familiar social policies, Gender point of view, Social services.

1. aProXiMaCiÓn a la CUesTiÓn

En el contexto de la Ley 39/2006 de promoción de la autonomía personal y atención a las personas en situación de dependencia, se crea el sistema público para la autonomía y atención a la dependencia (en adelante SAAD), que responde a una exigencia para la mejora de la política social española, con una gran deuda hacia las personas en situación de dependencia y sus familias con importantes implicaciones de género. No en vano, las mujeres son las grandes perjudicadas de la inexistencia de un sistema público de esta na-

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FeMinizaCiÓn de la dePendenCia. reFleXiones soBre el sisTeMa Para la aUTonoMía Y ...

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turaleza, tanto desde su condición de personas en situación de dependencia como en la de cuidadoras de éstas, ya que desempeñan una función en la familia en donde las relaciones de sus individuos están institucionalizadas (Martínez, 2005), y las mujeres tienen asignada la labor de cuidado1.

La acción de mejorar las políticas públicas para apoyar a las familias no solamente es un fin, sino un medio para prevenir la posible caída de unos sistemas de bienestar carac-terísticos de las democracias occidentales. La inversión de la pirámide poblacional, la baja fertilidad, y la caída en la oferta de servicios de cuidados familiares a “bajo coste”, a base del trabajo no remunerado de las mujeres, según la mayoría de los análisis, son situacio-nes muy influyentes y que están poniendo en peligro la sostenibilidad de los sistemas de bienestar europeos y pueden limitar el potencial de Europa Occidental en su conjunto (Rodríguez-Pose, 2005:104).

Paradójicamente, la evolución de la situación de las mujeres se analiza como problema, riesgo, responsable de la insostenibilidad del sistema. Invitamos a cambiar la perspectiva de análisis. Las mujeres no son el problema, no son el riesgo, ahora las mujeres pueden provocar que los cambios se ajusten al equilibrio necesario en sociedades guiadas por valores como la justicia y la igualdad de oportunidades. Las mujeres se convierten formalmente en el eje central del equilibrio social (Esping-Andersen, 2002).

En este trabajo describimos las posibilidades que tiene el SAAD, potencial “desfamili-zador” del “Modelo de Bienestar”, para cambiar la situación de desequilibrio en el abono de las facturas de los cuidados familiares, introduciendo una mirada de género, ya que esta perspectiva puede contribuir a humanizar a las mujeres y a feminizar lo humano en las esferas del conocimiento, la ciencia y la academia (Lagarde, 1999:32)

Gran parte de los discursos visualizan la vinculación entre feminización y dependencia mediante el “cuidado de otra persona”. Mujeres que necesitan cuidados y mujeres que cuidan a otros y a otras desde el seno familiar, “cuidados informales”, o desde unos ser-vicios sociales, mayoritariamente femeninos, que comprenderían los cuidados formales. Y aunque las personas podemos estar en situación de dependencia en múltiples ocasiones y en distintos momentos del ciclo vital, las dependencias temporales breves no son las que preocupan principalmente, en la adopción de decisiones políticas, sino las de larga duración o cronificadas (Durán, 2006). Cuando los recursos son escasos, como es el caso de los gastos en políticas familiares, hay que comenzar, y la selección se establece por las situaciones de gravedad crónicas, como en el caso del SAAD.

Si los estudios se concentran en la demanda de cuidados en lugar de en la oferta, es sobre todo por la debilidad política económica y social de varias generaciones de mujeres, a las que socialmente se les ha adjudicado esa responsabilidad, mujeres dispersas geográficamente, aisladas en sus casas, de edades medias y avanzadas, la mayoría educadas con un modelo bajo el que debían asumir un papel secundario en la sociedad, sin vertebración sindical o política. Una generación sin poder para cam-biar las políticas públicas en los temas que les atañen. (Cortina, 1999; Durán, 2006; Navarro, 2006).

1 Rosalía Martínez afirma recurriendo a Boudon (1981) que las familias son estructuras muy estrictas, sus elementos son individuos cuyas relaciones están institucionalizadas para desempeñar una función.

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2. ConCePTos Para la reFleXiÓn La perspectiva de género nos invita a abordar algunos conceptos clave en las relaciones

propuestas entre el SAAD y las mujeres, como costes de oportunidad, los cuidados, la dependencia, proveedores y prestadores de cuidados y feminización.

En España existe un modelo mediterráneo de cuidados personales que recae mayori-tariamente sobre la familia, y dentro de ésta, sobre las mujeres. Un modelo de cuidados intenso en horas semanales de cuidado, y extenso en número de años dedicados, y que genera importantes costes de oportunidad (Rodríguez Cabrero, Rodríguez Castedo, Na-varro, Moreno, Esping Andersen, Durán).

Con carácter general, los costes de oportunidad son las consecuencias laborales, de salud, afectivas y relacionales, fundamentalmente negativas, que comporta el hecho de cuidar.

Desde la economía feminista, el concepto de costes de oportunidad se introduce en una metodología de recogida de datos, basada en los insumos, que permite precisar las aportaciones al producto interior bruto (PIB) de los distintos tipos de trabajo no remu-nerado. Se basa en la remuneración que la persona que realiza el trabajo puede percibir en el mercado2 (Benería, 1999; Picchio, 2002)

Los cuidados, un concepto que ha estado oculto y con frecuencia minusvalorado por instalarse en el terreno de lo privado, del hogar o de las instituciones, se hace público. Se habla cada vez más de cuidados, de apoyos que reciben las personas provenientes de las relaciones sociales, a menudo con bastante confusión. El apoyo social, indica la forma de ayuda que las personas pueden recibir de sus redes sociales.

Manuel Llusía, entiende el cuidado como el conjunto de todas aquellas actividades humanas físicas, mentales y emocionales dirigidas a mantener la salud y el bienestar del individuo o de la comunidad. Cuidar representa un conjunto de actos inherentes a la propia supervivencia, que ha variado históricamente dado su carácter de construcción cultural (Llusía, 2006)

El cuidado de personas en situación de dependencia es una modalidad de apoyo, es una acción que responde a una necesidad básica multidimensional (esfera material e inmaterial) que tenemos las personas. No hemos contado con un concepto integral de cuidado, y ha sido variable la consideración social de su valor en función al tipo de cuidado. De hecho, se ha invisibilizado el valor y la importancia social del cuidado doméstico, interiorizado culturalmente como función femenina, no así el cuidado médico, acompañado de un importante prestigio social.

Se suelen distinguir dos tipos de cuidados el formal y el informal. El cuidado for-mal, implica la acción especializada de profesionales, regularizada y con remuneración económica. La provisión de estos servicios profesionales puede recaer en el Estado y/o en el Mercado, asumiendo un papel relevante el tercer sector, sociedad civil organizada, con financiación pública o privada. Los cuidados informales o apoyos informales al cuidado, implican acciones no regularizadas de la red social inmediata, familiares, amigos, vecinos,

2 Hay dos sistemas principales de estimación del valor del trabajo doméstico: basado en los insumos, o atribuir un valor al tiempo de trabajo dedicado, y otro basado en el producto, es decir, calcular a precios de mercado el valor de los bienes y servicios producidos en el ámbito familiar.

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que no reciben remuneración económica y con marcada mayoría de mujeres en la realiza-ción de esta función (Rodríguez Castedo, 2005: Villalba, 1993;2002)3

Cuando las actividades más básicas pueden ser realizadas de forma autónoma por cada persona, como el cuidado de sí mismo, hablamos de autocuidado, pero cuando esto no es posible, por enfermedad, edad, o discapacidad, necesitamos de una tercera persona para que nos supla o ayude de una manera más intensa a lo habitual en la cotidianeidad. Dependemos de una tercera persona para la realización de las actividades básicas. Es en este momento cuando introducimos una aproximación al concepto de dependencia.

Siguiendo los sistemas de clasificación internacionales aceptados por la Comunidad Internacional (CIF, 2001), las enfermedades y las deficiencias que puedan padecer las per-sonas están vinculadas a sus funciones orgánicas. La discapacidad es la expresión de una limitación funcional o cognitiva en un contexto social; es el resultado de las interacciones entre las capacidades de las personas y las demandas de su entorno (físico, laboral, social). Cuando aparecen dificultades para que la persona pueda desenvolverse en su medio aparece la necesidad de apoyos, u entre ellos el de la ayuda de otra persona.

El concepto de dependencia se desenvuelve por tanto, no solamente en el ámbito de la salud, sino en el ámbito social. Las personas que están en situación de dependencia necesitan algún tipo de apoyo para mantener cierta autonomía en el hogar y en su medio.

El Consejo de Europa, definió la dependencia como “la necesidad de ayuda o asistencia importante para las actividades de la vida cotidiana”, “un estado en el que se encuentran las personas que por razones ligadas a la falta o a la pérdida de autonomía física, psíquica o intelectual, tienen necesidad de asistencia y/o ayudas importantes a fin de realizar los actos corrientes de la vida diaria y, de modo particular, los referentes al cuidado personal” (Consejo de Europa, 1998:3)

El libro Blanco de Atención a las personas en situación de dependencia en España, incorpora la influencia de los entornos a la hora de definir situaciones de dependencia y finalmente la propia Ley 39/2006, entiende la dependencia como el “estado de carácter permanente en que se encuentran las personas que, por razones derivadas de la edad, la enfermedad o la discapacidad, y ligadas a la falta o a la pérdida de autonomía física, mental, intelectual o sensorial, precisan de la atención de otra u otras personas o ayudas importantes para realizar actividades básicas de la vida diaria, en el caso de las personas con discapacidad intelectual o enfermedad mental, de otros apoyos para su autonomía personal” (BOE 299,2006:44144)4

Pero ¿quién cuida, apoya, atiende a las personas en situación de dependencia? Los proveedores actuales son la Familia, el Estado y el Mercado, con aportación destacable

3 La Ley 39/2006, distingue cuidados no profesionales, como la atención prestada a personas en situación de dependencia en su domicilio, por personas de la familia o de su entorno, no vinculadas a un servicio de atención profesionalizada, de los cuidados profesionales, entendidos como los prestados por una institución pública o entidad, con y sin ánimo de lucro, o profesional autónomo/a entre cuyas finalidades se encuentre la prestación de servicios a personas en situación de dependencia, ya sea en su hogar o en un centro(BOE 299, 2006:44144)

4 Se entiende por actividades básicas de la vida diaria (ABVD) las tareas más elementales de la persona, que le permiten desenvolverse con un mínimo de autonomía e independencia (cuidado personal, actividades domésticas básicas, movilidad esencial, reconocer personas y objetos, orientarse, entender y ejecutar órdenes y tareas sencillas. En cuanto a las necesidades de apoyo para la autonomía personal, la Ley citada entiende las que requieren las personas con discapacidad intelectual o mental para hacer efectivo un grado satisfactorio de autonomía personal en el seno de la comunidad. Se incorpora en el marco de la atención el concepto de asistencia personal, asumiendo la demanda de las personas con diversidad funcional, que consiste en el servicio prestado por un/a asistente personal que realiza o colabora en tareas de la vida cotidiana de una persona en situación de dependencia, de cara a fomentar su vida independiente, promoviendo y potenciando su autonomía personal.

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del Tercer sector, calificado como prestador del servicio y no como proveedor, ya que la situación financiera de la Iniciativa social, se resuelve concertando o subvencionando los servicios con la Administración Pública, participando en el Mercado, o con la aportación de las familias (Casado, 2005; Garcés, 2000; Rodríguez Cabrero, 2003,2004; Rodríguez Castedo, 2005; Malagón, 2006; Maravall, 2004; Navarro, 2004)

El acceso al empleo de las mujeres, es un requisito para afrontar los desafíos de los Es-tados del bienestar contemporáneos, pero paralelamente, el envejecimiento de la población y la globalización de los mercados, amenaza con desbordar la capacidad de los sistemas de protección social con suficientes garantías. Como decíamos al principio, podemos considerar a las mujeres como un eje central del nuevo equilibrio social, pero una cosa es ser el eje y otra muy distinta ser el problema para el equilibrio social.

Y por último, el concepto de feminización es un concepto reciente, que ha inte-rrumpido dogmáticas teorías anteriores, y que está creando un paradigma, una forma de concebir la organización social, que entra en cuestiones del poder, la jerarquía y la vida en general. La feminización social no pretende la igualdad de la mujer y el hombre sino el cambio de los valores de la sociedad, el reconocimiento de los valores femeninos. La instalación de las aportaciones femeninas en un contexto donde prevalece la supremacía de las masculinas.

La feminización no solamente exige un comportamiento en el terreno público, sino una forma de ser en lo privado, en los modos de vida. Y se caracteriza por una negación del poder tal y como se concibe en la actualidad, ensalzar el trabajo de casa, el trabajo manual y el tiempo de ocio. Valorar la solidaridad, la compañía, la ternura y el cariño en las relaciones. Algunas tendencias post-estructuralistas que dieron cobertura al feminismo de la diferencia, apostaban por el florecimiento de ciertos “saberes” ligados a la intuición, el erotismo, los sentimientos, hasta entonces minusvalorados. Se llega a plantear la caducidad androcéntrica que posibilitaría nuevas prácticas que cambiasen los tradicionales modelos de poder/saber.

Podríamos pensar en una feminización desde nuevas miradas, demostrando una real transvaloración de los valores sexuales cuando el adjetivo femenino se conformara como sinónimo de excelencia y no de debilidad y ablandamiento. (Rodríguez Magda, 1994;2002)

Suscribiendo este discurso probablemente se nos situaría en contextos del feminismo de la diferencia, sin embargo, y aunque seguimos buscando cobertura teórica a nuestro posicionamiento, nos resultan estimulantes las propuestas que permiten establecer puentes entre el feminismo de la igualdad y el de la diferencia, como es el caso de Neus Campillo desde sus propuestas para la construcción de la cultura de la crítica (Campillo, 2002)

3. PolíTiCas PúBliCas Para los CUidados Y sU rePerCUsiÓn soBre las MUJeres

El régimen de Bienestar español, responde a un modelo llamado mediterráneo o latino, cuyos rasgos fundamentales le asignan cierto “clientelismo político”, una asistencia social extremadamente residual por la escasa cobertura y la insuficiencia de sus prestaciones, y un familiarismo extremo. La familia procura el bienestar de sus miembros. Se le hace responsable del mismo en un país donde el modelo de familia es de una gran cohesión, de fuertes lazos de solidaridad y cuyo eje es la mujer que cuida y aglutina el conjunto familiar. Situación que genera graves consecuencias para la familia, la mujer y el empleo. El Estado

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no crea los servicios necesarios y aún persiste una fuerte influencia de la Iglesia: modelo de familia tradicional (Moreno, 2006; Wenger, 2004)

Las políticas públicas de apoyo a las familias en España son de las más insuficientes de Europa Occidental. El Estado, ha jugado un papel mínimo dejando el mayor peso de los cuidados a la familia y dentro de ésta a las mujeres. Esta tendencia va en contradicción a las prioridades del electorado, pues la familia es la institución que más importa al 75% de la ciudadanía europea y los Estados no han respondido ni homogénea ni proporcionalmente a esta prioridad popular (Navarro, 2003)

Cada tradición política existente en Europa a lo largo del siglo XX, ha desarrollado sus líneas de acción hacia la familia, que ha marcado, sin duda una Europa de distintos ritmos de apoyo. Las políticas públicas de las socialdemocracias del Norte de Europa se han caracterizado por la provisión de servicios de ayuda a la familia, como un derecho de ciudadanía (de carácter universal); una regulación del mercado de trabajo que facilita la incorporación de las mujer; es desarrollo de políticas de pleno empleo, redistributivas y antidiscriminatorias; La financiación pública de los servicios (central, autonómica y local), complementada con pago directo en los servicios de ayuda a las familias por parte de los usuarios; y cambios de valores a través de programas educativos y programas mediáticos que generen autonomía en la ciudadanía.

Como resultado de estas políticas se han dado altas tasas de participación de las mujeres y de la población adulta en el mercado de trabajo, y escasa participación de población in-migrante. Una desarrollada red de servicios públicos, con un gasto social como porcentaje del PIB muy alto y con un porcentaje de la población adulta ocupada en el sector servicios también muy alto, niveles de pobreza bajos. Alta fertilidad, y calidad de vida y pluralidad de formas familiares. Escasa pobreza en grupos vulnerables, alta fertilidad y calidad de vida, así como una pluralidad de formas familiares.

El resto de las socialdemocracias europeas, cuando han formado gobiernos, han visto limitadas sus políticas familiares en parte, por la gran tradición cristiana, que ha mantenido un modelo de familia tradicional, con la clásica división del trabajo por sexos, en la que a las mujeres se les reservaba el trabajo no remunerado, las tareas reproductivas, lo doméstico, el hogar, con unas bajas tasas de actividad en el mercado de trabajo. Los modelos de bienestar son fundamentalmente contributivos con aportaciones complementarias de las familias.

La consecuencia de estas políticas plantea la sobrecarga de las mujeres, porque no cuentan con una estructura de servicios de apoyo que les permita conciliar la vida laboral y la familiar. El mercado de trabajo resulta discriminatorio y escaso en la oferta de trabajo flexible y parcial, y polarizado, con gran dependencia de la fuerza de trabajo inmigrante. Se produce retraso en la formación de hogares y baja fertilidad. La disminución del tiem-po de cotización para la población empleada produce crisis en los sistemas de bienestar contributivos. (Navarro y Quiroga, 2001)5.

Las tradiciones del sur de Europa, entre las que se encuentra España, aportan una visión de la familia aún más conservadora, que con los indicadores que aportaba ini-cialmente arrojan una gran sobrecarga familiar y sobre todo de la mujer. Los patrones educativos y los medios de comunicación siguen reproduciendo una división de roles

5 Fuentes para la descripción de las políticas públicas europeas en Navarro y Quiroga(2001) , donde plantean diversos modelos en base a las tradiciones políticas :la socialdemócrata, la demócrata cristiana o conservadora de raíces cristianas, la liberal y la ex dictatorial del sur de Europa.

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sociales según el género que perpetúa una discriminación de la mujer. La juventud de-pende de sus familias retrasando su autonomía y formación familiar. Y contamos con la más baja fertilidad de Europa (Moreno, 2006; Navarro y Quiroga, 2001; Navarro, 2003)

Apoyar a las familias, supone permitir el desarrollo de cada uno de sus miembros, y muy en especial de las mujeres, facilitándoles su derecho a integrarse en el mercado de trabajo para conseguir su propia autonomía. Y esto exige el desarrollo de una infraestruc-tura de servicios de apoyo a las familias que les permitan compaginar las responsabilidades familiares con sus aspiraciones profesionales, que como hemos visto, ha sido posible en algunos países europeos, en función a sus regímenes de bienestar, porque la solidaridad familiar tiende a no desaparecer, y hombres y mujeres consideran un derecho y un deber cuidar a los suyos, pero también consideran la necesidad de crear un sistema de solidaridad colectiva, mediante los sistemas de protección social, que permitan “cuidar conciliando” (Pilar Rodríguez, 2006).

En España, la mayor parte del gasto público de apoyo a la familia se concentra en apo-yar a las situaciones de dependencia. Con el sistema nacional de la dependencia se amplía el compromiso del Estado para apoyar a las familias. De hecho en 2004 el gasto público para atender la dependencia llega al 0,33% del PIB, y se pretende alcanzar el 1,05% del PIB en 2010 (Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, 2005)

El coste de la falta de servicios de ayuda a la familia no es sólo humano, sino tam-bién social y económico. Probablemente ahora las hijas no actúen como sus madres, y mucho menos como sus abuelas. Las mujeres al igual que los hombres, desean tener su propio proyecto profesional, elegir su proyecto familiar, personal y social, y van a querer conciliar todas estas esferas, no solamente la familiar y la laboral. Una conci-liación equilibrada y justa, incomparable a los actuales sistemas de conciliación que obligan a, al menos, un tercio de las mujeres españolas a trabajar el “segundo turno” durante la mayor parte de su vida, incluso a aquellas que aportan la principal fuente de ingresos a sus hogares6.

Respecto a los costes económicos tenemos que hablar de la pobreza relativa de España por el bajo nivel de empleo de las mujeres, y no porque no tengan trabajo, sino porque no tienen trabajos dignos y con remuneración adecuada. Una situación frecuente en la oferta de empleo para cuidados, habitualmente, mal pagados, escasamente reglados y ocupados por mujeres inmigrantes. Hoy día gran parte del cuidado informal, no es cuidado formal por la falta de una red pública de servicios adecuada que creara puestos de trabajo, cualificados y bien remunerados (Navarro, 2004), y aunque la división sexual del trabajo esté cambiando muy rápidamente, dejar los cuidados en la esfera de las mujeres, en una sociedad en donde lo femenino sigue teniendo efectos negativos, supondría seguir percibiendo los cuidados como un problema de las mujeres y no como una prestación de cuidados familiares com-partida, y en este sentido, las acciones de sensibilización social encaminadas a modificar, en el imaginario social, el valor de los cuidados son insuficientes.

6 Según la OIT, en el mundo, la proporción de hogares en los que las mujeres son la principal fuente de ingresos, asciende al 30% del total. En Trabajo y Familia. Género Formación y Trabajo. OIT 2006.

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3.1. El sistEma EsPañol Para la autonomía PErsonal y la atEnción a PErsonas En situación dE dEPEndEncia

Describimos someramente la iniciativa del Estado Español para asumir la responsabi-lidad constitucionalmente asumida frente a las personas en situación de dependencia y sus familias, tras la aprobación de la Ley 39/2006 de Promoción de la Autonomía Personal y Atención a las Personas en situación de Dependencia y normativa que la desarrolla7.

El incremento progresivo de la demanda de cuidados a las personas en situación de dependencia, justifica formalmente la necesidad de completar el bienestar social de los ciudadanos mediante un sistema público que atienda estas necesidades. Una demanda consecuencia de factores de carácter demográfico, médico y social, como son el enveje-cimiento de la población, mayores tasas de supervivencia de las personas afectadas por alteraciones congénitas, enfermedades y accidentes graves, y la creciente incidencia de los accidentes laborales y de tráfico.

Paralelamente se producen cambios importantes en los sistemas de apoyo informal que históricamente se han hecho cargo de las funciones de cuidado. Instancias oficiales hablan de crisis de modelo, motivada, fundamentalmente, por cambios en el modelo de familia patriarcal y la creciente incorporación de las mujeres al mundo laboral8.

La atención a la dependencia desde las políticas públicas en España se realiza desde la sanidad y los servicios sociales, de forma insuficiente con evidentes diferencias por Comunidades Autónomas y entre áreas rurales y urbanas9, y la prestación de servicios va a cargo de la familia especialmente de las mujeres, que representan el 83% de las personas cuidadoras, y que por ello no pueden integrase en el mercado laboral remunerado.

La ley reconoce un nuevo derecho de ciudadanía, universal, subjetivo y perfecto: el derecho de las personas que no se pueden valer por sí mismas a ser atendidas por el Estado, y garantiza una serie de prestaciones, mediante un Sistema para la Autonomía y Atención a la Dependencia (SAAD), que contará con la colaboración y participación de todas las Administraciones Públicas, y se configurará como una red de utilización pública, que integrará centros y servicios, públicos y privados acreditados.

La financiación del sistema correrá a cargo de la Administración General del Estado y de las Comunidades Autónomas. Las personas usuarias cofinanciarán el sistema en función de su renta y patrimonio (co-pago). Y se crearán 300.000 empleos.

7 REAL DECRETO 504/2007, de 20 de abril, por el que se aprueba el baremo de valoración de la situación de dependencia. REAL DECRETO 614/2007, de 11 de mayo, sobre nivel mínimo de protección del Sistema para la Autonomía y Atención a la Dependencia garantizado por la Administración General del Estado. BOE nº 114 de 12 de mayo de 2007. REAL DECRETO 615/2007, de 11 de mayo, por el que se regula la Seguridad Social de los cuidadores de las personas en situación de dependencia. BOE nº 114 de 12 de mayo de 2007.

8 Preferimos hablar de la conquista de las mujeres de una porción de la tarta del trabajo remunerado, sin la correspondiente conquista de la tarta de los cuidados no remunerados por parte de los hombres. Las mujeres han trabajado siempre, en el hogar y fuera del hogar, aunque de forma precaria y no considerándose su plusvalía en las estadísticas socioeconómicas oficiales (Picchio, 2001; Benería, 1999)

9 Según datos del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales cuando presentó el proyecto de Ley de Autonomía Personal y Atención a personas en situación de dependencia, en Abril de 2006, en España sólo el 3,5% de las personas mayores de 65 años cuentan con un servicio de ayuda a domicilio, el 2,84% con teleasistencia, el 3,86% con una plaza en una residencia (57% privadas, 18% concertadas y 25% públicas.) y el 0,54% en un centro de día, lo que sitúa a España muy por detrás de los niveles de cobertura de los países europeos.

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A partir de 2007, las personas podrán ser valoradas para que formalmente se pueda reconocer su dependencia con arreglo a la siguiente clasificación:

a) Grado I. Dependencia moderada: Cuando la persona necesita ayuda para realizar varias actividades básicas de la vida

diaria, al menos una vez al día. b) Grado II. Dependencia severa: Cuando la persona necesita ayuda para realizar varias actividades básicas de la vida diaria

dos o tres veces al día, pero no requiere la presencia permanente de un cuidador. c) Grado III. Gran dependencia: Cuando la persona necesita ayuda para realizar varias actividades básicas de la vida

diaria varias veces al día y, por su pérdida total de autonomía mental o física, necesita la presencia indispensable y continua de otra persona.

En cada uno de los grados de dependencia, se establecerán dos niveles, en función de la autonomía de las personas y de la intensidad del cuidado que requiere. Las personas menores de tres años con discapacidad podrán ser atendidas por el sistema, que se desa-rrollará gradualmente, el primer año se reconocerá el derecho a acceder a las prestaciones a quienes sean valoradas en el grado III, el segundo y tercer año y cuarto año a quienes sean valoradas en el grado II, y hasta el octavo año, a las personas valorados en el grado I.

En primer lugar, el SAAD comportará la prestación de servicios a través de centros y programas públicos o concertados en función al grado y nivel de dependencia. Se incluyen en el catálogo de servicios: a) Servicio de Prevención de las situaciones de dependencia; b) Servicio de Teleasistencia; c) Servicio de ayuda a domicilio( atención de las necesidades del hogar y cuidados personales); d) Servicio de Centro de Día y de Noche (Centro de Día para mayores, Centro de Día para menores de 65 años, Centro de Día de atención especializada, Centro de Noche; e) Servicio de Atención Residencial (Residencia de per-sonas mayores en situación de dependencia, Centro de atención a personas en situación de dependencia en razón a distintos tipos de discapacidad)

En segundo lugar el SAAD, establece prestaciones económicas, o vinculadas a la contratación del servicio en el mercado privado10, o como compensación económica por cuidados en el entorno familiar11, para la que las cuidadoras/es no profesionales deberán estar de alta en la Seguridad Social, informarse y formarse, y podrán disfrutar de algunos períodos de descanso. Una tercera prestación económica será para contratar asistencia personal por parte de personas con gran dependencia12.

Por último se promueven beneficios fiscales para aquellas personas que contraten seguros privados de dependencia.

10 La cuantía de la prestación económica estará en relación con el grado de dependencia y de la capacidad económica del beneficiario. Se deduce de la Ley que esta prestación estará condicionada a la inexistencia de servicios públicos o privados concertados. Parece previsible que ni la Administración ni El Mercado puedan incrementar la oferta hasta llegar a la demanda necesaria, por lo que se avecina una fuerte competencia a nivel de libre mercado, que creará oferta competitiva (probablemente vinculando la calidad de servicio a las cuantías de las prestaciones que los y las usuarias percibirán) un mercado caracterizado por contratar precariamente a mano de obra inmigrante fundamentalmente femenina.

11 La excepcionalidad de esta prestación, tal y como se refleja en la Ley, puede ser la normalidad en la cotidianeidad del sistema. Y si tenemos en cuenta la escasez de las prestaciones y la edad de muchas cuidadoras, más que beneficios esta prestación puede ser la “gran trampa” para las mujeres. Una trampa que las mantendrá para siempre en el ámbito privado, ahora formalmente precario.

12 La conocida figura de asistencia personal que promueven las personas partidarias del modelo de vida independiente.

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Sin embargo las mujeres tienen muchas dudas sobre el sistema, así, resaltamos la voz de las mujeres organizadas (47 asociaciones de mujeres) cuando opinaban sobre el proyecto de Ley, que expusieron al Gobierno, a los Grupos Parlamentarios, a los representantes en la Mesa de Dependencia y a numerosos colectivos sociales. Estas mujeres comparaban en su momento sus aportaciones con el Anteproyecto del Gobierno, y llamaban la atención sobre consecuencias directas que tendrá la futura Ley. (San José, 2005)

Pensaban que en 2015, las cuidadoras familiares seguirán siendo con diferencia, el principal sistema de atención, con una ayuda económica no cuantificada (inferior al salario mínimo, pero que se aplicaría en parte a darles de alta en seguridad social y a computarlas estadísticamente como población ocupada), se refieren a la prestación económica para cuidadores informales; se quejaban de que no se hacía ninguna mención a las empleadas de hogar que constituyen actualmente, según su opinión “el segundo sistema de atención”, en condiciones infralaborales. Dado que afirmaban que el 72% de las personas que se dedican a cuidar a las personas dependientes son cuidadoras familiares, y sólo el 8% cuidadores. El 14% son mujeres del servicio doméstico y el 6% profesionales de los servicios sociales (sector feminizado)(San José, 2005)13

4. PerFiles de MUJeres relaCionadas Con la dePendenCia14

Como señalan Arber y Ginn, el género y el rol condicionan la estructura social de la dependencia además de los recursos materiales, la accesibilidad a los servicios y el nivel de salud (Arber y Ginn, 1995) Por ello nos centramos en los perfiles de mujeres relacionados con la dependencia.

La responsabilidad socialmente atribuida a las mujeres en el entorno privado no ha variado en favor de un reparto más equilibrado de las tareas. En el ámbito doméstico, la atribución de roles en función del sexo parece mantenerse intacta al estilo tradicional, fundamentalmente en lo referente al cuidado, aunque se observa un incremento del apoyo que reciben las “cuidadoras”15. Esta tendencia podría estar relacionada con cierta irresponsabilidad social fuera de la casa, en el espacio público, donde lo importante es la producción y el beneficio económico y no qué se produce, qué necesidades existen y cómo se atienden, quiénes y de qué forma las llevan a cabo (Lamarca, 2004).

El perfil social de la persona cuidadora, soporte básico del Estado de Bienestar español, habla de una mujer, con una edad intermedia entre 50 y 60 años, no tiene empleo; si antes lo tuvo, ha tenido que abandonarlo, dedica más de 40 horas semanales al cuidado de la

13 Plataforma de mujeres por la ley de la dependencia. Begoña San José, en El Clarión. Nº 1514 Dada la perspectiva de género que ofrecemos en este artículo, nos centramos en perfiles de mujeres vin-

culadas a la dependencia. Podemos encontrar interesantes aportaciones sobre la dependencia y sobre personas en situación de la dependencia en numerosas investigaciones que se han realizado en el último lustro en España y en Europa, intentando establecer perfiles sociodemográficos, necesidades, etc., de las que pueden localizarse tanto en la extensa recopilación de Rodríguez Cabrero publicada en 2000, y en el Libro Blanco de Atención a las personas en situación de dependencia coordinado por Rodríguez Castedo y publicado en 2005. Aunque queremos aclarar que abordamos la dependencia, desde la perspectiva de políticas públicas, por lo tanto nuestro interés selecciona autores y posicionamientos desde el análisis de los sistemas de protección social. En este sentido ver: Rodríguez Cabrero 2000; Rodríguez-Pose, 2005; Consejo de Europa, 1995; Pacolet y cols., 1998; Maravall, 2004; Rodríguez, 2004,2006; Navarro, 2001, 2003, 2004)

15 La encuesta sobre Cuidados a las personas mayores en los hogares españoles. Avance de resultados 2004, del IMSERSO, admite que el 84 por 100 de las personas encargadas de atender a los mayores dependientes son mujeres, proporción que se ha incrementado en los últimos diez años.

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persona dependiente, tiene dificultades económicas, asume casi en exclusiva el cuidado del dependiente, tiene dificultad para mantener sus relaciones sociales. Cuida durante años, y su expectativa es de que seguirá haciéndolo. Padece patologías múltiples, especial-mente cansancio, carencia y trastornos del sueño, dolores de espalda y, frecuentemente, depresión. No tiene tiempo de cuidar de sí misma/o, y siente miedo cuando piensa en el futuro (Durán, 2006).

A pesar de la invisibilidad del valor del trabajo de las mujeres en el ámbito del hogar, de alguna manera, la sociedad ha sido consciente de la gran eficiencia de las mismas tanto en el ám-bito doméstico como en sus tareas productivas (Amorós, Benería, Durán, Piccio, Valcárcel).

Nos interesa aquí referirnos a tres perfiles de mujeres relacionadas con la dependencia, mujeres potencialmente dependientes o en situación de dependencia y mujeres cuidadoras de personas en situación de dependencia, tanto en el ámbito informal, o sea, desde su hogar, como en el ámbito formal, por el alto porcentaje de empleo femenino en sector servicios para el cuidado.

4.1. mujErEs En situación dE dEPEndEncia

Respecto a las mujeres en situación de dependencia o potencialmente dependientes, en España el 55,6% de la población entre 65 y 80 años son mujeres, porcentaje que aumenta al 66,3% en el tramo de más de 80 años. Además, el 22% de las personas mayores viven solas, y la mayoría de las personas viudas son mujeres (44% viudas frente a 13% viudos) (Maravall, 2004).

Se estima en más de un millón de personas a la población con dependencia, cifra que aumentará aproximadamente en quinientas mil en 2020, entre las que habrá más mujeres que hombres (Rodríguez Castedo, 2005)

En Andalucía el 58,4% de las personas en situación de dependencia son mujeres, si-tuación que aumenta a partir de los 65 años, donde alcanzan el 66%. La esperanza de vida femenina es mayor, y esta situación feminiza la vejez desde un punto de vista cuantitativo. Como consecuencia, la viudedad es mucho más probable en las mujeres (INE, 2003)

A partir de la madurez, la compañía de familiares directos es más escasa para las mujeres que para los hombres. Sigue siendo más frecuente la convivencia con otros familiares entre los viudos que entre las viudas. La escasa instrucción femenina de las mujeres mayores, a menudo originada por la dedicación temprana al cuidado de su familia, y de las mujeres con discapacidad, comporta desventajas evidentes en su relación con el entorno; dificulta el acceso a la información y los servicios y establece correlación negativa con el nivel de salud, y con su situación económica.

De nuevo un determinante de género repercute negativamente en la situación eco-nómica de las mujeres dependientes de más edad. La tradicional especialización repro-ductiva, ha tenido como consecuencia, que las mujeres, o bien han dedicado gran parte de su vida a trabajo no remunerado sin cotizaciones que generen derechos, o han tenido que compaginar el trabajo no pagado con el remunerado, con grandes dificultades de promoción laboral que las sitúan en desventaja a la hora de la jubilación. Por lo que la supuesta complementariedad en lo familiar ha causado una inferioridad económica a las mujeres mayores (Pérez, 2000) . Y aún en situación de dependencia siguen cuidando, el 44% de ellas realizaba algún tipo de actividad de ayuda fuere intergeneracionalmente o a miembros de su generación (Rodríguez Castedo, 2005).

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4.2. cuidadoras informalEs

Sobre las “cuidadoras informales”, adelantamos el peso de los afectos en conflicto con los proyectos personales y profesionales de las mujeres, la ambivalencia emocional (Pilar Rodríguez ,2004). Actualmente en sociedades post-industriales, las mujeres han socializado, junto a un modelo de cuidados patriarcal una educación democrática basada en la igualdad de oportunidades y la justicia. Ambas herencias encuentran argumentos incompatibles, y sin embargo vemos que incluso en situación de dependencia, mujeres potenciales usuarias de servicios de cuidado, no sólo no los reciben sino que siguen cuidando a madres o padres, a hermanas o hermanos a hijas o hijos y a nietos o nietas. ¿Por qué cuidan?. Siguiendo la Encuesta sobre apoyo informal 2004, la gran mayoría por razones afectivas hacia el familiar, o porque se considera un deber o responsabilidad (Imserso, 2005)

Respecto a quienes cuidan, el 83% de cuidadores/as son mujeres, y de ellas, el 61,5% no recibe ayuda alguna para realizar este trabajo (“género femenino singular”). Tienen una edad media de 52 años, están casadas/os (76,2%), con bajo nivel de estudios. La mayoría sin actividad laboral retribuida (73% amas de casa y pensionistas), y compatibilizan su actividad remunerada con los cuidados el 26% de las personas cuidadoras (Rodríguez Castedo, 2005:185-196)

Por el incremento de estas cifras se detecta gran resistencia al equilibrio en la división sexual del trabajo. Aunque se observa una tendencia al alza a que las mujeres cuenten con apoyos externos para los cuidados, dándose en familias con mayores ingresos, empleando para esta labor fundamentalmente a mujeres, y en condiciones precarias. De hecho, va cambiando la percepción sobre la responsabilidad de los cuidados. Por ejemplo, la po-blación andaluza mayoritariamente opina que es una responsabilidad compartida entre la familia y el Estado (IEA, 2006)

En términos de un enfoque basado en los derechos para la fuerza laboral no remune-rada, la posición discriminatoria de las cuidadoras informales respecto a los sistemas de bienestar pone en riesgo la capacidad de las mujeres de participar de manera efectiva en la vida política o comunitaria, de disfrutar del nivel más elevado posible de salud física y mental, y de ejercer todos sus derechos (Waring, 2004).

Destacamos de estas mujeres la ambivalencia emocional entre el deber moral y la di-ficultad para conciliar vida laboral y familiar, las diferencias para resolver las necesidades de apoyo entre familias de distintos estratos socioeconómicos y la escasa colaboración de los servicios sociales formales en apoyos a las familias cuidadoras.

4.3. cuidadoras formalEs

Abordamos ahora el perfil de “cuidadoras formales”, resaltando que la atención a las situaciones de dependencia es intensiva en mano de obra, por lo que el SAAD se plantea como importante generador de nuevos empleos en el ámbito público y el privado, y como normalizador de empleos que están desarrollándose de forma sumergida o irregular16.

Los empleos relacionados con servicios de cuidados a personas dependientes son fundamentalmente de atención directa, es decir, los dedicados al cuidado y a la atención personal, los vinculados a la hostelería en establecimientos residenciales y centros de día,

16 El tiempo que las familias, 80% mujeres, dedican al cuidado de personas dependientes de forma no remunerada equivale a unos 5,2 millones de puestos de trabajo a tiempo completo según estimaciones de Mª Ángeles Durán citadas en el Libro Blanco. Pp. 641.

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los relacionados con el mantenimiento técnico de los centros y servicios, los empleos es-pecializados y los destinados a tareas de gestión y administración de centros y programas. Proporcionalmente, el empleo normalizado que genera la dependencia tiene escaso peso sobre el total de los cuidados que recae en la familia.

Estos dispositivos de servicios sociales personales cuentan con una profesionali-zación y niveles salariales bajos, fundamentalmente en empleos de atención directa, con empleos inestables y con sobrecarga laboral por las escasas ratios profesionales, y con dificultades para la formación permanente (Defensor del Pueblo Andaluz, 2005: 199-228)

La tasa de empleo en Andalucía para mujeres el del 33,45 %( 57,77% en la franja de edad de 25-29 años), y el índice de feminización (IF) llega a 57,3217, que crece en empleos de la “Administración Pública” y “otros servicios y hogares que emplean” (IF 108,91 y 175,54 respectivamente). Pero lo preocupante es que los índices de feminización más altos se observan cuando analizamos las condiciones de trabajo (contratos indefinidos a jorna-da parcial, IF: 521,80 y en contratos temporales a jornada parcial IF: 271,98)(IEA,2006)(Wenger, 2005)(Navarro, 2006).

Si tenemos en cuenta los evidentes niveles de feminización de los sectores que emplean personal para la atención a situaciones de dependencia, la situación no es muy satisfactoria para “las empleadas del cuidado”.

Una consecuencia determinante ha sido la ocupación de estos empleos por mujeres inmigrantes, fundamentalmente de origen hispanoamericano, podríamos decir que la conciliación de las mujeres del norte se hace posible gracias a la no conciliación de las mujeres del sur (Solé, C; Parella, S, 2005: 239-268)

La debilidad política y de participación de las mujeres, que en bastante medida de-pende de la dependencia de otras personas de la familia hacia éstas, está influyendo a que las estadísticas otorguen protagonismo negativo a las cifras relativas a las mujeres, que visibilizan entre otros su escaso nivel de “empoderamiento” social. Podríamos hablar de poder de género, que determina que dentro de la pobreza del gasto público social el más bajo sea precisamente el que se gasta en los servicios públicos como escuelas de infancia y servicios de dependencia, que benefician particularmente a las mujeres (Navarro, 2006)

5. ProFesionales del TraBaJo soCial Y el saadSegún el Consejo General de Diplomados en Trabajo Social y Asistentes Sociales el

papel de la profesión del trabajo social frente a la Ley de Promoción de autonomía per-sonal y atención a personas en situación de dependencia se caracteriza por el “desarrollo de sus funciones en el ámbito de las políticas sociales, expresando la necesidad de construir políticas de cambio que apuesten por la garantía de derechos con vistas a la consecución de una sociedad más justa, solidaria e incluyente”. Un cambio con posibilidades desde la investigación, la docencia, la administración pública, el ejercicio libre de la profesión, teniendo en cuenta el contexto de la globalización y el proceso de transformación social desde el empleo, la demografía la tecnología, las nuevas formas familiares, los movimientos migratorios y las respuestas públicas occidentales. Un contexto en donde se multiplican los factores de exclusión social,

17 Trabajan 57,32 mujeres por cada 100 hombres.

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uniéndose a la pobreza económica elementos de género, edad y/o diferencia que agudizan las situaciones de vulnerabilidad social (Lima, 2005:5)

La atención a las personas en situación de dependencia se ha ofrecido en España, fundamentalmente a través del sistema de protección de la salud y el sistema de protección social de servicios sociales, y siguiendo al colectivo de profesionales del trabajo social, la intervención social desde el trabajo social con personas en situación de dependencia puede plantearse como se describe en el cuadro siguiente.

FigUra 1. inTervenCiÓn ProFesional, aUTonoMía Personal Y aTenCiÓn a las Personas en siTUaCiÓn de dePendenCia.18

FUenTe: elaBoraCiÓn ProPia a ParTir de liMa (2006:22-35)

Consideramos que la intervención desde el trabajo social con personas en situación de dependencia debe estar orientada a la calidad de vida respetando criterios como el de accesibilidad, diversidad, interdisciplinariedad, globalidad, flexibilidad y atención persona-

18 Sin excluir actuaciones en áreas como el tráfico, la circulación, los transportes, el urbanismo, la vivienda, el medio ambiente, la educación, el empleo, consumo…

1. ProMoCiÓn de la aUTonoMía 2. ProCeso de aTenCiÓn

Prin

cipi

os g

ener

ales

Fundamentalmente trabajo social comunitario desarrollando apoyos y redes sociales bajo principios de Inte-gralidad de planes en los tres niveles territoriales de la Administración. Transversalidad y Liderazgo de los servicios sociales y sanitarios20, rea-lizando un diagnóstico común de la zona y una planificación conjunta de las actuaciones estableciendo protocolos de actuación con los agentes sociales implicados.

Siguiendo los principios de uni-versalidad, igualdad de derechos, y oportunidades, atención personalizada e integral, proximidad, participación, prevención, normalización, integración, cohesión social, perspectiva de género, calidad de vida, solidaridad, tolerancia e interculturalidad.

Act

uaci

ones

• Prevención de la dependencia Promoción de condiciones de vida

saludablesProgramas preventivos específicosProgramas de rehabilitación• Sensibilización de la ciudadanía:Campañas de información y sen-

sibilizaciónVigilancia del cumplimiento de la

normativa vigente

• Solicitud• Valoración del entorno social ( con

atención especial a las redes sociales y a la red familia)

• Reconocimiento• Programa individual de atención

(mediante trabajo social de casos) • Gestión y control de las prestacio-

nes del sistema

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lizada, prevención y enfoque comunitario, en el marco del respeto a la vida independiente (Rodríguez, P. 2006:42-46).

6. ConClUsiones

Visibilizar a las mujeres en el contexto del Sistema para la autonomía y atención a la dependencia en España, era uno de nuestros objetivos, estableciendo relaciones entre los resultados de las políticas públicas de apoyo a familias y la situación de las mismas. Hemos apuntado la estructura y prestaciones del SAAD y la vinculación entre la intervención profesional del trabajo social con la atención a la dependencia

Cualquier actuación para la atención a personas en situación de dependencia pasa por la consolidación de un derecho de ciudadanía que garantice el acceso a los servicios públicos de ayuda a las familias universalizando desde las escuelas de infancia, que garanticen la atención a menores de tres años, los servicios de ayuda domiciliaria, y el resto de servicios sociales personales que se establezcan como apoyo para que las familias, en este caso las mujeres, no tengan que hacer girar sus vidas alrededor de las personas que de ellas dependan.

Pero la protección del derecho a ser cuidados/as y la protección del derecho y la li-bertad de cuidar se podrán garantizar si los cuidados de las personas se pueden conciliar con el trabajo productivo, cuando se produzca lo que realmente la gente necesita, cuando los hombres asuman el inmenso vacío de su responsabilidad en cuidar a otras personas y cuando el Estado equilibre las condiciones para la seguridad del capital y las condiciones para la unidad de las personas.

Para ello se necesita flexibilizar el mercado laboral sin precarizarlo, evitando la di-reccionalidad de género. Las mujeres necesitan apoyos que eliminen las barreras para su integración laboral, no límites para su promoción laboral, que será sin duda su “mejor seguro” en el futuro, para la igualdad de oportunidades, también cuando sean personas dependientes. Mujeres con gran ambivalencia emocional entre el deber moral y la dificul-tad para conciliar vida laboral y familiar, las diferencias para resolver las necesidades de apoyo entre familias de distintos estratos socioeconómicos y la escasa colaboración de los servicios sociales formales en apoyos a las familias cuidadoras.

La políticas públicas deben posibilitar cuidar y conciliar a hombres y mujeres, ya sea me-diante transferencias monetarias a las familias o facilitando que los hombres y no solamente las mujeres cuiden de sus familiares en situación de dependencia, con servicios suficientes y con acciones de sensibilización social, que favorezcan los cambios de mentalidad sobre la labor del cuidado. O sea prioridad política para cuidar y conciliar.

Gran parte de los servicios que se ofertan son servicios que ya estaban funcionando desde los servicios sociales personales, o desde el sistema de salud, de forma insuficiente y sin garantizar el derecho, pero tememos la incapacidad de la Administración pública para crear las plazas y servicios necesarios para completar el sistema, lo que alentará al mercado privado a introducirse en este suculento sector, que a consecuencia de la libertad de las personas beneficiarias para elegir, será altamente competitivo, una competitividad que puede recaer en empleos bajamente remunerados y alta temporalidad, y los mecanismos de control no están claramente delimitados.

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alfonso García vilaplana

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escUcHa con los oJos Bien aBierTos, ¡oH! alMa1 aforTUnada,

el canTo de dos Tipos diverTidos

lisTen WiTH Wide open eYes, oH lUcKY soUl, THe sonG of TWo fUnnY GUYs

alfonso García [email protected]

Ambit Associació

resUMen

La literatura y el cine proyectan miradas emocionadas sobre los sujetos de las narraciones que cuentan. El artículo parte de una observación sorprendente: que los trabajadores sociales hayamos ido desplazando el valor de esa oportunidad única que representa el encuentro con el otro por instrumentos jerarquizados y protocolizados que generan rigidez y dificultan la relación. Una de las ausencias fundamentales consiste en no ser capaces de emocionarnos con las historias que los sujetos nos narran a diario cuando en realidad somos profundamente afortunados al poder escuchar y ayudar a construir de forma consistente todos esos relatos. El texto es el desarrollo de esta idea con la esperanza de que recuperemos la conmoción que nos aturde levemente tras caer a la lona, obligándonos a levantarnos dispuestos a ensa-yar estrategias distintas, a proponer y comprometernos con soluciones nuevas frente a las dificultades de los usuarios de servicios sociales para asumir su propia vida.

aBsTracT

The gaze that films and literature cast on the subjects of their narratives is a gaze full of feeling. Surprisingly, social workers have chosen to neglect the possibility of being emotionally involved with the subjects of their encounters as they use standardised assessment tools that dehumanise their relationships. As social workers, one of our greatest failures is our inability to get excited/emotionally in-volved with the stories our subjects share with us every day, given that in fact, we are

1 Aliena,R. (2005) Descenso a Periferia. Asistencia y condición humana en el territorio de lo social, Nau Llibres i Pu-blicacions de la Universitat de Valencia, Valencia. Esta obra de autor es el marco que encierra la mirada más comprometida, profunda y cariñosa posible al evaluar la red pública de servicios sociales que he leído. El titulo del articulo es un juego de palabras, un guiño, una contestación agradecida a otro liberal sabio y provocador, un grito ilusionado a la bondad de contar en la Universidad de Valencia con este sereno profesor, al alcance de todos, que medita desde otra disciplina pero nos ayuda a reflexionar sobre las dificultades de trabajar en lo social, como quien no quiere la cosa, con la perspectiva que da una distancia de tres siglos en el tiempo. Un hombre que además nos permite imaginar lo que deben ser las grandes instituciones del pensamiento europeo. Una persona que define a los trabajadores sociales como “pobres almas” (íbid: 169-171) que infunden un enorme respeto pues incapaces de conciliar los valores de la marginalidad con los de la normalidad no se convierten en cínicos desesperanzados ni confían ingenuamente en que el algoritmo a más recursos mejores resultados supere la sabiduría, humanidad y bondad del gordo en La Casa de Dios.

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escUcHa con los oJos Bien aBierTos, ¡oH! alMa aforTUnada, el canTo de dos Tipos diverTidos

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very lucky be able to hear these tales and to try to help their characters rewrite them in a more liveable way. This essay tries to clarify this idea, and also to revive in us the dazed state that we experience on being punched to the ground [by the experiences of others], thus forcing us as we rise, to propose different strategies, to commit our-selves to new solutions, in our support to the users of social services as they face the challenges that determine the direction of their lives.

palaBras clave: Emoción, Trabajo social, Relatos, Soluciones nuevasKeYWords: Emotion, social work, Tales, New solutions

“Estamos navegando en aguas muy extrañas, donde todas las considera-ciones de salud, enfermedad, normalidad y dolencia son intercambiables y pueden operar al revés. (...) Se trata de mirar hacia lo humano y no hacia lo inhumano” Oliver Sacks

Whisky, Elling, Dulces dieciséis, Rompiendo la olas, Los lunes al sol, Dersu Urzala,

El Bola, Mar adentro, Hoy comienza todo, Ser o tener, Una historia verdadera, Bird .... Sefarard, Chevengur, La trilogía de la frontera, El caballero y la muerte, Moby Dick, El libro sobre mi madre, Desgracia, Un antropólogo en Marte, Morfina,... y así cada lector, cada espectador podría completar su propia lista interminable cuyo único criterio de ad-misión sería provocar una mirada emocionada sobre una historia profundamente humana. Todavía sigue sorprendiéndome que los trabajadores sociales hayamos ido desplazando el valor de esa oportunidad única que representa el encuentro con el otro por instrumentos jerarquizados y protocolizados que generan rigidez, dificultando la relación. ¡Cuánto hemos perdido por el camino! Una de las ausencias fundamentales consiste en no ser capaces de emocionarnos con las historias que los sujetos nos narran a diario, cotidianamente. Y sin embargo sigo sintiendo que somos profundamente afortunados al poder escuchar y ayudar a construir de forma consistente todos esos relatos, disfrutando de ese raro privilegio. Con el fin de prolongarlo voy a contaros dos historias, dos fragmentos de vida que se entrecruzan, dos relatos que tienen cosas en común y muchas otras que los separan, dos estrategias para enfrentarse al mundo, dos formas de intervención, dos vidas vislumbradas, a veces apariciones fugaces, otras, detenidas durante meses siempre en la frontera entre la exclusión y la vulnerabilidad. Dos intentos de realizar un trabajo de acompañamiento social, interiorizado como un trabajo de relación personal, duradero, de comprensión de las personas para contribuir a que ellas mismas entiendan y empiecen a dominar su situación y las claves de sus dificultades, de apoyo para activar y movilizar recursos, capacidades y potencialidades. Dos intervenciones flexibles, con criterios de oportunidad, respetuosas con el aliento vital de cada una de esas personas en un momento determinado, respetuosas con su deseo. Relaciones técnicas y sin embargo empáticas. Relaciones profesionales y a la vez humanas. Relaciones de igualdad y al tiempo asimétricas. He visto dos personas con vidas ricas, independientemente de los resultados aparentes de la intervención2.

2 FOMBUENA J.(2003) “Trabajo social polivalente”, no publicado, pp. 70-90. Presentación del curso de post-grado organizado por el Departamento de Trabajo social y Servicios Sociales de la Universidad de Valencia. Curso no-nato del que surgió un seminario perturbador en su más noble acepción y de cuyo aliento este relato será siempre deudor. La mayor parte de las ideas que aparecen diseminadas alrededor del artículo son de esta

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Pepe y Dani, Dani y Pepe los conocimos en el hospital penitenciario, hace unos cua-tro años: A Pepe al principio de intervenir con personas con diagnóstico de enfermedad mental que estaban cumpliendo condena en el ala de psiquiatría del hospital penitenciario de Picassent. Las primeras noticias nos llegaron a través de Julia, trabajadora social del centro que nos comenta el caso, nos habla de la situación familiar, nos da noticias de la condena que está cumpliendo, las posibilidades que existen de que empiece a disfrutar de permiso, cómo se desenvuelve Pepe en la institución,...

En ese momento el equipo que visitaba a la gente en el hospital estaba compuesto por dos psicólogos y una trabajadora social. Allí conocieron a Pepe, “Grandullón” lo bau-tizaría muchos meses después Ali, un etíope que se instaló con nosotros tras cumplir una condena de prisión. Bueno, alguien con un apodo así debe ser desmesurado en todos los sentidos y Pepito (que así lo llamaba Pau) lo era. La ansiedad del encierro, la inactividad, una vida sedentaria sin otro horizonte que la repetición monótona de uno y otro día con conversaciones similares y batallas de los tiempos heroicos en la calle, llevaron a Pepe a comer compulsivamente, en esos dos años había doblado su peso, rompiendo los límites de su propio cuerpo. Siempre hay un mecanismo psicológico que nos protege y Pepe justi-ficaba su tamaño en su enorme fuerza. “Soy un hombre poderoso” repetía con frecuencia. En ocasiones, abría las manos y enseñándolas nos decía, “estas son armas mortales, un abrazo mío puede destrozar a una persona”. Era una exageración desde luego, pero de alguna forma había ido construyendo su identidad en el hospital sobre ese mito y sus compañeros lo respetaban, atribuyéndole una fuerza prodigiosa. Utilizaba esa capacidad intimidatoria con personas próximas y muchas veces tenía éxito, con lo que reforzaba esa fantasía, retroalimentándola.

La curiosidad por otras vidas hacía que nos interesáramos por este personaje, cómo había ido construyendo su personalidad, cómo era su familia, qué personas había cerca de él, cómo fue su infancia y adolescencia y finalmente qué le había llevado a la cárcel. Con el tiempo fuimos reconstruyendo su historia que empieza mucho antes pero de la que sólo tiene noticias a partir de su adopción cuando tenia dos años de edad. A los seis meses falleció su padre adoptivo y su madre se hizo cargo de la educación del menor. El rol de padre lo adquirió un hermano de su madre. La madre tuvo dificultades para poner límites claros durante la infancia de Pepe. Los problemas se acrecentaron durante la adolescencia, periodo en el que inicia su relación con las drogas. Se trata de una familia aglutinada3 con una madre protectora que cuida de su miembro más frágil.

La socialización en la primera infancia de Pepe revela una educación dentro de un contexto de familia normalizada sin antecedentes de conductas tipificadas penalmente o

autora, explicitadas y matizadas a lo largo de cientos de horas de conversación, (Fombuena, 2000, 2003; García Vilaplana, 2002)

3 Minuchin, S. (1994) Familias y terapia familiar, Gedisa. Barcelona, Pág. 90. “La claridad de los límites en el interior de una familia constituye un parámetro útil para la evaluación de su funcionamiento. Algunas familias se vuelcan hacia sí mismas para desarrollar su propio microcosmos, con un incremento consecuente de comu-nicación y de preocupación entre los miembros de la familia. Como producto de ello, la distancia disminuye y los límites se esfuman. La diferenciación del sistema familiar se hace difusa. Un sistema de este tipo puede sobrecargarse y carecer de los recursos necesarios para adaptarse y cambiar bajo circunstancias de stress. Otras familias se desarrollan con límites muy rígidos. La comunicación entre los subsistemas es difícil, y las funciones protectoras de la familia se ven así perjudicadas. Estos dos extremos del funcionamiento de los límites son designados como aglutinamiento y desligamiento.”

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consumos de drogas. Su tío materno tuvo cargos políticos en una pequeña localidad. El periodo de escolarización de Pepe transcurre con las dificultades propias de una persona con una inteligencia límite. Obtenido el Graduado Escolar se matricula en Formación Profesional, rama administrativa.

En la adolescencia, transición a la vida adulta e ingreso en el mundo del trabajo, su tío facilita la inserción laboral mediante diversas ocupaciones en tareas de mantenimiento de jardines en el Ayuntamiento de un pequeño municipio.

El mundo de las drogas le llama poderosamente la atención, la ausencia de limites claros en su vida, hace que Pepe se deslice por una pendiente de consumos y pequeños delitos. El freno lo pondrá la cárcel. Inmerso en esta dinámica, no tuvo capacidad para relativizar estas experiencias vitales.

La cárcel se interpuso en su vida; Pepe cumplió una condena de cinco años por pe-queños delitos contra la propiedad. Lo conocimos cuando llevaba la mitad de la condena, estaba en el hospital penitenciario de Picassent. Había pasado por diferentes cárceles, sin adaptarse nunca a la vida en el patio, un medio en el que no se manejaba bien, solía tener conflictos con los compañeros y él llevaba siempre la peor parte. Finalmente aterrizó en el ala de psiquiatría, un entorno protegido en el que las relaciones eran menos complicadas. Allí tenia identidad propia y un grupo de compañeros que lo apreciaban. Su madre con-tinuaba apostando por él, “no es mal muchacho” solía decir, “siempre son las amistades las que lo llevan al desastre. Tiene un gran corazón, no hay maldad en las cosas que hace”. La dirección del centro no compartía esa visión. Las instituciones son rígidas, los cambios son lentos, nada garantiza el sentido del mismo, la sustitución en la dirección de un centro penitenciario es una posibilidad de entrada de aire fresco. El hospital perdió ese resquicio de libertad cuando se produjo el relevo en la cúpula de mando. Todos perdimos: el Consejo de Dirección, la Junta de tratamiento, el equipo técnico, la unidad docente, los servicios médicos, las asociaciones que interveníamos en el medio, y los grandes damnificados como es habitual fueron las personas presas y Pepe entre ellos.

La organización perdió frescura, todo atisbo de decisiones compartidas se fue al garete, el consenso pertenecía al pasado, el órgano de decisión se tornó unipersonal, incluso físi-camente la directora del establecimiento adoptó una imagen marcial. Los presos soto voce bautizaron el nuevo estilo con un mote definitivo: “Cruela de Ville” regía sus destinos. Se trataba de una forma poco comprometida de subvertir el sistema, era divertido observar como los propios trabajadores de la institución asfixiados por el escaso margen de maniobra que les otorgaba la directora propagaban el nombre asignado, era una válvula de escape del inmenso estrés generado por los cambios.

Pepe sufrió este nuevo estado de cosas, perdió el poco aprecio que pudiera tener por parte de la institución, su madre continuó haciendo el esfuerzo de visitarlo regularmente, se desplazaba desde su lejana residencia en coche, solicitaba entrevistas con la trabajadora social y con la directora, llamaba semanalmente al equipo de tratamiento y atendía a Pepe, lo escuchaba, le enviaba dinero y se interesaba por su situación penitenciaria.

¿Qué posibilidades de intervención teníamos como asociación? Bueno, entrevistamos a Pepe y le ofrecimos integrarse en un pequeño taller de entrenamiento en habilidades sociales que acabábamos de ofrecer a la institución. (¡Cuántas dudas genero el proyecto!, ¿debíamos colaborar con la institución?, siempre habíamos mantenido una cierta distancia con la cárcel, entendíamos que era competencia suya facilitar actividades terapéuticas. Se

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impuso el realismo, la institución carecía de psiquiatra en plantilla, los psicólogos depen-dían de subvenciones externas y sus contratos eran temporales e irregulares, todo ello en un hospital con un ala destinada a personas con enfermedades mentales graves, en ocasiones sin diagnóstico preciso, con pautas de medicación que a simple vista parecían poco adecuadas, normalmente por exceso, las personas estaban permanentemente seda-das, se mantenían los tratamientos por periodos dilatados en el tiempo, la imagen era la de calderas, ollas a presión alimentadas constantemente donde nadie sabía muy bien qué efectos podía producir el exceso de combustible o cuanto resistirían la estructura sometida a fuerzas tan dispares).

Siempre es saludable una cierta apertura, la entrada de oxígeno desde el exterior; así creamos un espacio en el que la gente pudo expresarse, dibujar, contar, sentirse valorado como persona, manifestar alguna habilidad, emitir sonidos con mano y boca siguiendo melodías, imitar personajes famosos, bromear, charlar y jugar; si además discutían acalorada-mente situaciones que les planteaban dilemas morales, cooperaban para resolver conflictos o esbozaban tarjetas de navidad que expresaban el dolor profundo de la enfermedad y la cárcel, sentíamos que había valido la pena la contradicción íntimamente ligada a la aso-ciación de descreer profundamente en la capacidad de la cárcel para resolver problemas y nuestra necesidad de intervenir en el interior.

Pepe asistía al taller con interés relativo, siempre y cuando no estuviera ocupado con sus otros “negocios”, conseguir un poco de costo, vender o comprar algo de ropa, construir una maquina de tatuaje o convencer a alguien para dejarse hacer un grabado sobre la piel.

Había un sentido utilitarista en la asistencia, suponía que participar en actividades facilitaría el acceso a los beneficios penitenciarios que pudieran corresponderle, permisos de salida, tercer grado y libertad condicional. Conseguirlo fue una cuestión de tiempo y de vencer la resistencia de la dirección de la prisión. Un día le concedieron el ansiado permiso que debía disfrutar en el albergue Espai de la asociación, al tratarse de una persona con una enfermedad mental, las garantías exigidas fueron excepcionales, debía tener supervisión las veinticuatro horas del día, nosotros estábamos acostumbrados, pero debíamos convencer a Pepe de que las condiciones impuestas por la cárcel eran innegociables. Así lo hicimos, unos días antes de su salida recibimos una llamada de teléfono sorprendente, se trataba de la madre de Pepe que con emoción contenida expresaba su sorpresa e incredulidad por la concesión de un permiso de salida a su hijo. Además nos hacia una petición hermosa, nos preguntaba si podía venir al albergue y dormir con su hijo, nos gustó la idea, aunque la recondujimos, le ofrecimos como alternativa que pasará gran parte del tiempo con Pepe pero buscará una pensión donde dormir. Sabíamos que la relación de Pepe y su madre era compleja, construida sobre el eje de la sobreprotección y una cierta infantilización, con códigos cargados de ambigüedad. Conocerlos nos ayudaría a introducir pequeños cambios.

Pepe salió muchos permisos con nosotros, siempre lo acompañó su madre, que en ocasiones provocaba situaciones hilarantes, como aquella en que preguntó a Carmen si le faltaban dos dedos de la mano derecha y ésta con enorme seriedad y algo de sorna le contestó que no sólo había perdido esos dos dedos sino también el antebrazo izquierdo. Llegamos a apreciar a esa mujer mayor, elegante y bondadosa que nos agasajaba con platos típicos de su tierra. Que a duras penas nos entendía, pero que jamás faltó a su cita con Pepe, que se desenvolvía con inconsciente naturalidad en un entorno violento y recriminaba a Pepe la mayor parte de sus acciones convirtiéndolo en un adolescente perpetuo.

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En la cárcel algunas cosas suceden con un orden previsible, tras los permisos de segundo grado viene la posibilidad de progresar a tercer grado y después la libertad con-dicional. Àmbit decidió que valía la pena que Pepe cumpliese la última parte de la condena en libertad y avalamos la misma. El problema era que la lógica de la intervención y el tiempo de espera de las resoluciones judiciales no coincide y en este caso se cruzaron con consecuencias trágicas.

Los últimos permisos de Pepe no fueron todo lo bien que cabría esperar. Los disfrutó en la vivienda tutelada para enfermos mentales que acababa de abrir la asociación y pronto se convirtió en un elemento perturbador de las normas de convivencia en la casa. A diferencia de lo que sucedía en el albergue, aquí era un líder poderoso con capacidad para arrastrar a personas más frágiles o débiles. Aprovechaba cualquier resquicio para pequeños consumos de drogas y cada pequeña tarea debía ser negociada de forma ardua. Nos replanteamos el aval de libertad condicional y fue una decisión compleja, con un enorme coste emocional la retirada del mismo. Hicimos un pequeño informe en el que explicábamos la decisión adoptada y lo enviamos al Centro Penitenciario.

Mes y medio después, contra todo pronóstico, inesperadamente, a las cuatro de la tarde el subdirector de tratamiento nos comunicó que había llegado la libertad condicional de Pepe y debíamos recogerlo. Estupendo, justo al revés de lo planificado, debíamos acoger a una persona a la que previamente habíamos retirado el aval y debíamos evitar que lo supiera. A pesar de todos los riesgos creo que en el fondo nos alegró la noticia. Decidimos acoger a Pepe en el albergue espai, un lugar con mayor margen de maniobra, un entorno más duro y con personas menos vulnerables a la capacidad de seducción de Pepe.

Los primeros días en la casa transcurrieron con una mezcla de emoción contenida y miedo a la libertad. Naturalmente se puso en contacto con su madre que vino a visitarlo y acordaron verse en Valencia cada quince días.

De lo abstracto a lo concreto, tras la salida de la cárcel, Pepe consiguió:Garantizar el acceso a unos recursos económicos que permitan unos cuidados ade-

cuados (subsidio de excarcelación).Acudir con normalidad a las citas en la Unidad de Conductas Adictivas.Integrarse en el Centro de Día Hedra.Aceptar un control de las tomas de medicación.Aceptar normas de convivencia y de vida cotidiana Buscar intereses nuevos, inscribirse en un curso de guitarra de periodicidad semanal.Los principales sorprendidos del cambio de actitud de Pepe fuimos los profesionales de

la Asociación Àmbit, ni siquiera las hipótesis más optimistas podían predecir una integración a la velocidad que se había produciendo.

Seguíamos teniendo dificultades para activar el deseo de Pepe. Las tareas eran fuente de conflicto, encontrar una actividad en la que ocupar el tiempo libre era difícil. Normalmente prefería vagabundear por la ciudad dejando transcurrir las horas. A veces tenía problemas y volvía asustado y nervioso tras ser agredido en el barrio chino. Siempre nos contaba que su actitud había sido protectora de alguien más débil, una mujer, un compañero de la cárcel,...

En otras ocasiones bebía, invitado por algún grupo de jóvenes o fumaba algunos porros al calor de una tertulia improvisada en un banco del primer jardín que veía.

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Coincidió en la casa con dos adultos que adoptaron un rol de autoridad que Pepe aceptó con naturalidad. Fran y Voro eran buenos referentes. El primero representaba el equilibrio tras una condena larga de prisión. El segundo era la vida adulta de un padre de familia, la estabilidad de un trabajador, el sentido común, la implicación en las tareas de vida cotidiana de un hombre que en un contexto distinto sería excluido. Ambos le recordaban su compromiso con el resto de compañeros de la casa. Al intervenir ellos la negociación con Pepe era mucho más fluida.

Tres meses después de la salida de Pepe, la cárcel volvió a interponerse en su vida. El informe que realizamos en su día, decidiendo no acoger a Pepe en libertad condicional, había seguido su lento curso y cinco meses después la Jueza de Vigilancia Penitenciaria dictó un auto de revocación de la libertad. Cuanto dolor innecesario, cuanto sufrimiento inútil provocó esa decisión. Nuevamente estábamos atrapados por lógicas distintas y mensajes contrapuestos. Teníamos que darle a Pepe una noticia terrible, debía volver a la cárcel a pesar del enorme esfuerzo que estaba realizando. No era fácil de entender. Tuvimos que explicar a Pepe las circunstancias que habían motivado el informe en el que se basaba la jueza para la revocación y cómo la lenta maquinaria de la justicia tardaba meses en tomar una decisión, que ahora se revelaba tardía, inútil y contraproducente para la intervención.

Debíamos mantener abiertos los cauces que permitiesen mantener la relación con Pepe y protegerlo, pero él tenía que tomar una decisión compleja. Su primera reacción fue de incomprensión, “esto no es justo, por qué me sucede a mí”, después de negación “no voy a presentarme”, ansiedad miedo y angustia. Tardó tres días en comprender que no tenía demasiadas posibilidades de huir de la realidad, de vivir con una orden de búsqueda y captura sobre sus espaldas. Le acompañamos a la cárcel, conscientes del enorme fracaso que representaba la medida.

El regreso al medio significó un retroceso significativo en la evolución de Pepe. La directora de la prisión no entendió las circunstancias por las que volvía, impidiendo toda posibilidad de acceso nuevamente a beneficios penitenciarios. La respuesta de Pepe fue entrar en una depresión profunda y en el abandono físico. Se refugió en el mundo del tatuaje. No se reincorporó al taller de habilidades sociales de Àmbit. Las noticias que nos llegaban de la prisión eran preocupantes, Pepe adoptó una estética neopunki con extrañas mezclas de ángel del infierno y tatuajes acordes.

Quedaba un resquicio, la intervención jurídica, nos pusimos en contacto con E., una abogada que colabora voluntariamente con la asociación y le expusimos el caso. Recurrió el auto del juez y notificó a Pepe y a su madre las actuaciones que pensaba llevar a cabo.

Cuatro meses después de presentado el recurso, inesperadamente la jueza dictó un nuevo auto de libertad. Cuanta emoción pusimos en el reencuentro, en mayo del 2002 se instaló en el albergue. Rápidamente lo visitó su madre que le acompañó a la peluquería de El Corte Inglés para tratar de arreglar el estropicio producido en la cárcel. Lo que no tenía solución era la enorme y tosca cruz gamada que destacaba sobre el brazo izquierdo, de la que se sentía orgulloso, inconsciente de la carga simbólica negativa que representaba.

Teníamos algunas cosas ganadas en esta segunda oportunidad, Pepe nos conocía, aunque habíamos fracasado en el primer intento de apoyar la libertad condicional, conti-nuamos haciendo una apuesta arriesgada.

“Nunca se sabe de antemano como alguien llega a aprender”, no sabemos bien qué circunstancias activaron el deseo de Pepe, lo real fue que realizó un esfuerzo para poner

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limites a su propia vida. El mensaje fue que modificando algunas cosas de tu vida esta mejorará. Pepe siempre tuvo empleos protegidos, nunca se enfrentó al mercado laboral sin ese cuidado. Necesitaba encontrar alguna actividad que lo vinculara a la vida y que no le permitiese deslizarse por la vida muelle y vagabunda que tanto le atraía. Pero debía co-nectar con algún foco de interés propio y tenia que ser desarrollada por personas capaces de expresar un enorme cariño incluso en circunstancias difíciles.

Encontrar el lugar adecuado fue producto de una afortunada carambola, se produjo un hueco en un curso de jardinería organizado por otra asociación y admitieron a Pepe. Monitores, psicólogos y terapeutas tenían la competencia necesaria para trabajar con personas con enfermedad mental y eran sensibles a los cambios en el estado de ánimo, avisándonos con frecuencia de lo que percibían. A veces eran llamadas de atención dra-máticas que activaban todas las alarmas, como cuando Pepe comentó con la psicóloga que tenía miedo, que empezaba a oír voces que le pedían que matará a su madre e hiciera otras barbaridades. Nos pusimos en contacto con la Unidad de salud Mental y el psiquiatra que atendía a Pepe, tras evaluarlo, nos comentó que la medicación que estaba tomando Pepe era adecuada y no pensaba que estuviera en una fase prodrómica de la enfermedad. Nosotros no habíamos advertido ninguno de los síntomas que describían en Albanta, seguimos con atención la evolución de Pepe, con la tranquilidad que otorga que un profesional en el que confiábamos enormemente hubiera evaluado el riesgo.

La enfermedad mental en ocasiones se manifiesta así, otras es puesta de relieve mediante un bajísimo tono vital, que puede producir décimas de fiebre durante varios días, a veces es difícil determinar cuando la febrícula es producto de consumos de drogas y cuando es una defensa del organismo. De vez en cuando llamábamos al médico de urgencias que recomendaba analgésicos y reposo.

Pepe encontró un compañero ideal en casa, casi su alter ego o su socio perfecto, también era joven, un adolescente grande que había pasado los últimos ocho años de su vida en la cárcel y expresaba un deseo profundo de cambio que hizo que nos decidiéramos a acogerlo en el albergue. Los antecedentes familiares de Dani eran menos amables que los de Pepe. La historia familiar es una sucesión de patrones que se repite generacionalmente. A su padre lo mataron a puñaladas en el año 83 en la cárcel modelo de Barcelona, cuando él tenía seis años. Su madre, que también había estado en la cárcel, murió en 1992. Sus dos hermanos varones están o han estado encarcelados y su hermana fue adicta a la heroína. Gran parte de su infancia transcurrió entre acogimientos por parte de la familia extensa, instituciones y familias educadoras, ya que su madre salió de la cárcel cuando él contaba siete años.

Pasó su primera infancia dentro de un contexto de familia aglutinada con limites difusos entre sus miembros. Su madre se casó con el abuelo paterno y de este primer matrimonio nacieron los hermanastros de Dani. Posteriormente se separaron, casándose la madre con el hijo del abuelo de Dani, padre de éste.

Los recuerdos de sus hermanos están teñidos de violencia, malos tratos, conductas desordenadas, etc.

Durante su adolescencia, Dani tuvo su primer ingreso en prisión. Previamente co-metió una serie de pequeños delitos, consumo de drogas y actos violentos que él explica motivados por la ira que sentía contra el mundo por la dureza de su vida familiar y la muerte de su madre.

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Dani empezó a consumir drogas a los once años (hipnóticos y barbitúricos, anfeta-minas, benzodiacepinas, heroína y finalmente cocaína). Tiene detectada hepatitis C desde el año 1997. Tiene antecedentes de enfermedad mental en su familia. En el pasado tuvo varios intentos de suicidio. Está en tratamiento con metadona. Desde su salida de prisión, en 2002, es atendido en la unidad de salud mental por problemas de impulsividad e ines-tabilidad emocional que parecen formar parte de un trastorno limite de la personalidad, con previsión de cronicidad.

Dani pasó años fundamentales del proceso de socialización en un ambiente familiar inadecuado y posteriormente en uno de los medios más hostiles que existen para el de-sarrollo de una persona. Ingresó en prisión a los dieciocho años y ha permanecido allí hasta los veinticinco. Fue excarcelado en junio de 2002 y empezó a vivir en el albergue Espai de la Asociación Àmbit. Solicitó apoyo para introducir cambios en su vida, intentando pilotarla, reconducirla.

Dani y Pepe se reconocieron de inmediato y formaron una alianza estratégica que recordaba la fusión de dos compañeros de la infancia, capaces de mil confidencias, in-teresados el uno en el otro, solidarios en los pequeños trapicheos y una sola voz en los momentos de tensión en la casa. Nadie se escuchaba mejor, ni estaba unido por un lazo tan fuerte como el mutuo interés por las cosas que hacia el otro. Eran dos tipos divertidos, con cierta inconsciente alegría que no media muy bien las consecuencias de sus actos, así en ocasiones pasaban varios días refugiados en casa atemorizados por una reyerta con un grupo de jóvenes del barrio de Nazaret, en las que rompieron un casco de botella de cerveza y la utilizaron para defenderse.

Dani inició de esta forma un proceso de cambio, difícil y en ocasiones doloroso. In-tentamos conseguir que adquiriese ciertos hábitos laborales y sociales, mediante interven-ciones a medio plazo. Le urgía ganar algo de dinero y consiguió trabajo en la reforma de un comercio en el barrio. Fue espectacular hacer frente a la obligación de acudir a la cita a la hora convenida, las ocho de la mañana, elegantemente vestido. Trabajó de peón dos días seguidos con enorme intensidad, el tercero una lumbalgia lo dejó postrado, acudió al servicio de urgencias y le recomendaron reposo. El maestro de obras lo comprendió y le dijo que descansara, que no se preocupara, cuando se recuperara podría volver al trabajo. Era fácil imaginarlo trabajando esforzadamente, mientras los compañeros movían la cabeza incrédulos y le recomendaban un poco de tranquilidad.

Dani era excesivo en casi todo lo que emprendía, argumentaba infatigablemente ven-ciendo a su oponente por cansancio físico, siempre plegado a una verborrea extenuante.

Después del verano, Dani se incorporó en un curso de reciclaje desarrollado por la asociación Jóvenes solidarios, continuaba realizando esfuerzos para poner limites a su vida, todavía no manejaba cantidades significativas de dinero, estaba pendiente del cobro del subsidio de excarcelación. A pesar de todo nos llegaban noticias inquietantes, en ocasio-nes la policía lo detenía y pasaba una noche en comisaría. Pedía dinero en la calle, ame-drentando a grupos de jóvenes que naturalmente le daban todo lo que llevaban encima. Esporádicamente consumía drogas, coca o pastillas mezcladas con alcohol. Continuaba respetando la institución que lo había acogido, pero el ambiente en la casa se enturbiaba, cuando desatendía sus obligaciones.

Sabíamos que era una cuestión de tiempo que se saltara todos los frenos que se había ido imponiendo, el primer cobro del subsidio fue demoledor, el dinero apenas le duró dos

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días, inició una espiral de consumos que concluyó abruptamente por la falta de liquidez. Revaluamos con Dani su interés por vivir con nosotros y renovó su compromiso, alargando la secuencia un mes más. Entonces, en unas horas agotó todo el dinero del subsidio. Le ofrecimos apoyarlo desde fuera del albergue, podíamos continuar recogiendo la metadona si quería, era una forma de mantener una cierto lazo con nosotros y aceptó. Tres días después nos dijo que prefería “buscarse la vida” y acudir él al dispensario de metadona. Las siguientes noticias que tuvimos de Dani, fueron encuentros casuales, apariciones fulgurantes y un deterioro rápido de su salud, adelgazó mucho, continuó consumiendo cocaína y se mantuvo en la calle cuatro meses. Hace unas semanas ingresó nuevamente en prisión

La protección de Pepe fue de otro tipo. A pesar de que fue diagnosticado en 2001, desde los servicios médicos del Hospital Penitenciario de Picasent de “trastorno limite de la perso-nalidad, adicción a opiáceos, esquizofrenia de tipo residual, hepatopatía y posee un coeficiente intelectual limite”, siempre ha tenido un entorno que le ha proporcionado seguridad.

La transición al municipio de origen fue un proceso delicado, corríamos el riesgo de que abandonase, dejándose arrastrar a la vida muelle. La relación de Pepe con su madre es en cierto modo complicada, porque a esta última le resulta difícil poner limites a algunas exigencias de Pepe. Desde la Asociación Àmbit pensamos que ambos necesitan apoyo para construir una relación máas sana, que les permita crecer. Necesitan consensuar con realismo qué cosas puede hacer Pepe en estos momentos, sin prisas y sin expectativas desmesuradas. Probablemente un trabajo normalizado es una posibilidad irreal y habría que ayudar a buscar un camino intermedio contando con los recursos disponibles. Desde noviembre de 2002, cuando cumplió la condicional, despidiéndose de nosotros, nos llegan noticias de una convivencia compleja, de desánimo y abatimiento de la madre, que no encuentra apoyos institucionales que la ayuden en su relación con Pepe. Sólo nos queda alargar la secuencia y permanecer atentos, formular hipótesis de lo que puede suceder en el futuro.

Todas las personas necesitamos en mayor o menor medida crear lazos, establecer alianzas con la vida. Dani y Pepe lo consiguieron fugazmente durante la breve estancia del primero en el albergue. Pero este tenue vínculo se disolvió al aparecer una atracción más poderosa.

Sería hermoso soñar el reencuentro futuro de estos dos personajes, en el que cada uno regalase al otro algo insoportablemente leve, cálido como esa corriente eléctrica que nos recorre silenciosamente en presencia de un amigo, del primer amor, de un hermano...

Volviendo a la lista inicial, me viene a la cabeza una escena de la película Dersu Urzala, de Akira Kurosawa, que narra el encuentro entre un cazador siberiano y un cartógrafo del ejercito ruso. Ambos personajes vienen de dos mundos extraordinariamente lejanos, con códigos de conducta ininteligibles fuera de su contexto vital. Sus rasgos son extrañamente opuestos, la condición física los hace distintos, la edad también los separa abismalmente, uno esta instalado en la vida adulta, el otro camina hacia el final de su existencia. Sólo comparten su humanidad y el deseo de ver más allá de las apariencias, de indagar que hay de profundamente humano en el otro. En un momento dado, el capitán se pierde en la taiga realizando mediciones, no es consciente del sol que se desvanece y sin él la muerte se cierne sobre los dos, a pesar del temor de Dersu que respetuosamente permanece en un segundo plano impaciente ante la incompetencia de su amigo. Cuando está a punto de anochecer reprende al oficial y le urge para improvisar un refugio donde guarecerse.

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La vida les va en ello, pero la comprensión de Dersu es de otro orden. El capitán trabaja y se fatiga alentado por Dersu que constantemente le anima a seguir adelante recogiendo gavillas de hierba con los que formar un lecho en el que enterrarse. Cuando el militar exte-nuado se derrumba, Dersu continua apilando espigas alrededor del cuerpo, sólo cuando no quedan briznas de hierba que recoger da por concluido el trabajo. Así finalmente conserva el calor de los dos hombres durante la noche. De esa índole es la fatiga que produce el acompañamiento a las personas desde el Trabajo social. De ahí la dificultad de realizarlo desde entornos muy burocratizados donde los clientes, a pesar de las declaraciones de intenciones tienen una importancia muy secundaria para las instituciones poderosas. De ahí las razones de contar con miradas limpias, con personas que aporten frescura, vita-lidad, vidas ricas, personas capaces de proponer y comprometerse a ensayar soluciones nuevas frente a las dificultades de los usuarios de servicios sociales para asumir su propia vida cotidiana. Pero esto que es bueno en si mismo, como todas las cosas buenas también encierra un peligro en forma de crisis de identidad, pesimismo, apertura de un paréntesis, retirada de la acción, abandono del campo temporal o definitivo con un coste personal y social enorme. Cuando algo de esto sucede el resultado viene descrito por la imagen de una estrella desterrada4.

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reGÍMenes de BienesTar, MeTÁForas iMPLÍciTas Y MuJeres en La FaMiLia1

WeLFare reGiMes: iMPLied MeTaPHors and FaMiLY WoMen

Fernando de Lucas Y MuriLLo de La [email protected]

Universidad Complutense de Madrid.

resuMen Los modelos teóricos y regímenes institucionales de Estados de bienestar son también

expresión simbólica, incluso metafórica, de las formas de convivencia que establece la co-munidad política. Dilucidar las formas de convivencia que deseamos será una tarea anterior a cualquier esfuerzo político pues, de lo contrario, esta aparecerá de forma sorpresiva y sujeta a dinámicas de poder previas y posiblemente no queridas.

aBsTracT The theoretical and institutional types of welfare state are also a symbolic and metapho-

rical expression of the different forms of coexistence that political communities create. Prior to any political work, it is necessary to know the type of political coexistence that we want, or else it might surprisingly appear as subject to previous unwanted power dynamics.

PaLaBras cLave: Estado de bienestar, Metáforas, Conocimiento, Familiarismo, Mujeres.KeYWords: Welfare state, Metaphors, Knowledge, Familiarism, Women.

1. inTroducción

Al inicio, durante y tras toda actividad, técnica o científica en el campo de las ciencias sociales aparece el hombre, claro está, como concepto antropológico. Tal imago hominis, debe ser perfilada al comienzo de cualquier planteamiento pues, de lo contrario, esta surgirá sorpresivamente mediatizando teoría y praxis.

Esta es una tarea que deben afrontar el trabajo social y los servicios sociales, más aún cuando hablamos de una profesión y una técnica práxicas, de contacto directo entre

1 Las líneas que aquí siguen no son más que un brevísimo extracto de lo que comprende una línea de investigación, iniciada hace tres años con el profesor Arias Astray, y que comenzó a ver luz en el II Congreso de Escuelas Andaluzas de Trabajo Social (De Lucas, Arias y Pérez, 2003), así como desarrollo académico en el curso de doctorado Epistemología, ideología e intervención social en políticas de bienestar impartido en la Universidad Complutense por quien escribe y el profesor Arias. Por estas razones es menester señalar la aportación inexcu-sable del doctor Arias y el agradecimiento a sus orientaciones en el campo de la psicología de la ciencia. Más aún, la perspectiva de este trabajo se completa con su extensión al campo de la inmigración, sobre el que hemos investigado en los últimos años y que hemos utilizado como reflejo precario del sistema de protección social en España (Guillén, Sanz, De Lucas y Arias, 2005).

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profesional y usuario/población que, a través de las subjetividades individuales y las conte-nidas en herramientas y técnicas, pueden consolidar unas u otras prácticas con resultantes imprevistas. Esto es algo bien conocido entre profesionales de la intervención social, pero no siempre tenido en cuenta, más aún, cuando ascendemos a niveles macro, como son los de la política social, en las que se enmarcan el trabajo social y los servicios sociales. Para comprobarlo, y a vista de pájaro, abordaremos esos niveles macro: el Estado de bienestar y sus políticas sociales o de protección social, tanto en su dimensión simbólica, conceptual, como en parte de sus datos para identificar algunas de las imágenes que de ellos surgen.

Utilizaremos la archiconocida categorización de Titmuss (1974) como referente sencillo para plantear polarizaciones con respecto a posturas no intervencionistas en el campo de la vida individual, así como las que legitiman la intervención del Estado. También otras construcciones más recientes -pero no menos conocidas- como es la de Gosta Esping-Andersen,1990, 2001) y otras en las que el componente político es declarado (Navarro, V.; Schmitt, J. y Astudillo, J., 2002). Esto nos permitirá identificar algunos rasgos del caso español, su perfil antropológico-metafórico2.

2. siTuación

Los estudios sobre Estado de bienestar y política social no son muy antiguos, más aún si tenemos en cuenta la génesis de conceptos como bienestar social, Estado social y el propio Estado de bienestar. Algunos de ellos parten de comienzos del siglo XX, caso del bienestar económico y humano (Hobson), Sozialreechsttaat (Heller) y otros, como el Esta-do de bienestar, son construcciones que arrancan, efectivamente, tras la Segunda Guerra Mundial. En España es más evidente, ya que el franquismo obstaculizó y mediatizó su aparición, estudio e investigación, llegando a repercutir, a pesar de su profundo contenido social, sobre el texto constitucional3.

Con respecto al desarrollo del Estado social de derecho -Sozialrechtsstaat- y del propio Estado del bienestar (plasmación socioeconómica del primero), pareció, tras el conflicto armado, que las políticas sociales continentales y atlánticas pudiesen no tener fin, llegán-dose incluso a creer en la potencia y fuerza del matrimonio entre liberalismo y democracia producido tras la guerra. Tal matrimonio, expresado en las Constituciones europeas y sus Estados de bienestar, limaría las desigualdades, promocionaría oportunidades para todos y posibilitaría pleno empleo. Pero la crisis económica mundial provocó el reflujo de las críticas neoliberales, aunque el crecimiento del gasto social, al menos en términos absolutos, fue continuado. Lo que pasó fue que aquel primer desarrollo de las políticas sociales se hizo bajo unos supuestos sociopolíticos y económicos diferentes a los que comienzan a cristalizarse a partir de los años ochenta. La nueva situación reclamará, desde la ideología, otros modelos de gestión que se plasmarán en las Administraciones Públicas, la econo-mía, el mercado y la sociedad: desburocratización, elastización laboral, reducción sindical, privatización, etc. El matrimonio liberalismo-democracia se rompe bajo el nuevo panorama internacional, identificado bajo el dominio del dólar, los organismos financieros interna-

2 La utilización de tales clasificaciones es interesada, pues las actualizaciones de las mismas son continuas (em-pezando por el propio Esping-Andersen, p.e., 2001) pero servirán como herramientas útiles para nuestro propósito, que no es dilucidar cuál sería la clasificación correcta, sino saber lo que éstas, o cualesquiera, transmiten.

3 Nos referimos a la profusión, en nuestra Constitución, de normas programáticas o promotoras, sobre todo en lo referido al campo de los derechos sociales.

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cionales y la financierización/tecnificación de la economía, que acaba, de esta forma, por mediatizar las políticas económicas y sociales.

En este orden de cosas, las convergencias, cuando no los dogmas tecnocientíficos, se reproducen (Bordieu, 1999; Zubero, 2000; De Lucas, 2000) y conforman un discurso fuerte4 que impregna media, cultura y doctrina, dando una apariencia de realidad a lo que no es más que poder ideológico, Welstanchauung liberal.

Por ello se establecieron y establecen debates sobre los “límites” del Estado de bienestar (Mishra, 2000), e incluso se afirma que la propia globalización (desregulación del flujo de capitales financiero y del comercio internacional) obliga a los Estados a reducir el gasto social y a desrregular sus mercados laborales para ser más competitivos5.

Pero en contra de esta idea, los diferentes Estados de bienestar son resultado de deci-siones políticas, hijas, a su vez, de tradiciones político-ideológicas, formas de ver, compren-der y entender el mundo: no será el homo oeconomicus sino el homo politicus quien dibuje tales tradiciones.

3. MeTÁForas de ParTida, esTados de BienesTar

Un análisis centrado en componentes político-ideológicos se expresa en la cultura, en la representación simbólica (de donde parte su legitimidad o no) de tales regímenes de bienestar que se dilucidan, incluso, metafóricamente.

Si bien el tratamiento metafórico ha sido planteado por diversos autores (Zashin y Chapman, Lakoff), así como las dinámicas de poder dentro de la ciencia (el propio Khun, pero también Barnes), su aplicación al desarrollo teórico de los modelos de política social, no es ni mucho menos abundante.

Aunque en muchas ocasiones no nos damos cuenta, los medios de los que nos ser-vimos para reconocer la realidad son esencialmente metafóricos (Zashin y Chapman, 1974). Buena parte de nuestros pensamientos, aún los más comunes, hacen uso extensivo de un amplio rango de conceptos metafóricos, pues éstos dan expresión a realidades abstractas en términos de otras más concretas (Lakoff, 1995). No en vano, el hombre es un “animal simbólico” (Conill, 1994), que persigue la búsqueda de sentido a su vida otorgando significados a su experiencia y a los resultados de la misma. Parafraseando a Lakoff y Johhnson, en su ya clásico Metáforas de la vida cotidiana (1991), puede afirmarse que la mayor parte de nuestro sistema conceptual ordinario es de naturaleza metafórica y, además, dicho sistema estructura no sólo la manera en la que percibimos, pensamos y sentimos, sino también el modo en el que nos orientamos en el mundo y actuamos sobre la realidad (Cfr. Lakoff, 1993 y 1996).

4 Quizás este término no sea muy afortunado, cuando tal discurso se describe por los rasgos del pensiero dévole postmoderno tal como lo expresa Vattimo (1991). Éste, como los postmodernos, cree que ya no existe una fundamentación única, última, normativa, por lo que considera que la idea de la verdad entra en crisis. En todo caso, su fuerza tiene que ver con su extensión y aceptación cotidiana, pareja al éxito de las corrientes que niegan los argumentos político-ideológicos (neoliberalismo, centrismo como entelequia, economicismo, “convergencias”) y que recaban cada vez más eco y poder. En verdad, tales corrientes deberían entenderse como “débiles” frente a los grands récits o metarrelatos (Lyotard, 1998: 13) de la modernidad que niegan, pero manifiestan su fortaleza a través de su extensión en el campo de la política, ciencia y cultura.

5 De hecho, ya en 1981, la OCDE publicaba el informe El Estado protector en crisis, título clarificador, donde se decantaba por una mayor privatización de los servicios del Estado (bien en su carácter lucrativo o altruista).

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Así, pues, la metáfora no sólo será una figura poética o literaria (Inns, 2002)6, sino una herramienta al servicio del conocimiento y de la acción, siendo su esencia “...entender y expe-rimentar un tipo de cosa en términos de otra” (Lakoff y Johnson, 1991: 41). Es una herramienta que transfiere el sentido literal de la referencia de un mundo, al sentido metafórico de otro mundo (1975: 297). Como ha sugerido K. J. Gergen (1990: 267) “las metáforas anticipan la comprensión de la vida social” e “impregnan las teorías sociopsicológicas” (Ibid.: 294).

En este sentido, los ámbitos cognoscitivos y pragmáticos de la política social no son una excepción (Schön, 1979; Rosenthal, 1982; Fisher, 1998). Como defendía Miller (1979), el lenguaje politológico es de suyo metafórico7. De hecho, la investigación en el ámbito de la arena política en general, y de la política social en particular, ha sido un territorio especialmente abonado para la proliferación de nuevas metáforas en un intento de pensar y repensar los mejores modos para transformar la realidad social (Zashin y Chapman, 1974; Healy, 1998).

Así, será preciso preguntarse, entre otros aspectos, por el modelo de persona y de sociedad que tales metáforas y modelos contribuyen a conformar. En segundo lugar, y una vez perfiladas las posibilidades de la metáfora, convendrá abrir públicamente el debate, democratizarlo y, como abundaremos más adelante, politizar la discusión sobre los modelos de política social y quizás adoptar los que la ciudadanía, ya más informada, desee implementar.

Para ejemplificar lo que decimos, trataremos de explorar las metáforas básicas que se encuentran en la base de dos de los tres tipos ideales de Estado de Bienestar tal y como los describió Titmuss (1974): el residual y el institucional8. Lo haremos, en concreto, siguiendo la pauta marcada por Lakoff (1995, 1999) en su estudio de los conceptos metafóricos que guían a conservadores y liberales norteamericanos.

3.1. siGuiendo a LaKoFF: MeTÁForas conTaBLe Y FaMiLiar Y Los ModeLos de esTado de BienesTar residuaL e insTiTuciona.

Como afirma Lakoff (1995: 2 y ss.; Cfr. Lakoff, 1999: 5 y ss.), para entender cuál es la metáfora capital vinculada con cualquier tipo de acercamiento político, lo primero que debemos hacer es atender a esa parte de nuestro sistema metafórico que utilizamos para conceptualizar la moralidad. Algo que tendemos a realizar en términos de “contabilidad”, esto es, en función de una metáfora económica o financiera.

Así, todos solemos entender el bienestar como algo positivo, como una riqueza y, en consecuencia, un incremento del mismo como una “ganancia” y su reducción como una

6 El mismo autor, Dawn Inss (2002: 308-317), ha realizado más próximamente, una taxonomía de los usos de la metáfora en el campo del análisis organizacional que puede hacerse perfectamente extensible al ámbito de la política social. Entre estos usos destacan: (1) el examen de la metáfora raíz de un campo de conocimiento, (2) la metáfora como instrumento de investigación cualitativa, (3) la metáfora como herramienta generativa al servicio del pensamiento creativo, (4) la metáfora como una herramienta hegemónica que influye la percepción y la interpretación, (5) la metáfora como instrumento didáctico, y (6) la metáfora como herramienta para la “deconstrucción” y cuestionamiento de nuestras asunciones más profundas.

7 En términos similares se expresaba Landau (1972, pp: 101-102) al afirmar que “la ciencia política siempre ha recurrido a metáforas, yendo de lo conocido hacia lo desconocido”.

8 No trataremos el caso del modelo socialista o estructural-marxista, que sin duda traduce otro modelo de individuo y sociedad (más esto último que lo primero), por la sencilla razón de su falta de aplicación presente. Aunque, como veremos, no olvidamos los contenidos político-ideológicos de los modelos que presentaremos más tarde.

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“pérdida”. De este modo, y al igual que una buena contabilidad es vital para un adecuado funcionamiento económico, la “contabilidad moral” es imprescindible para un correcto funcionamiento social. En resumidas cuentas, cuando la acción moral es entendida meta-fóricamente en términos de una transacción financiera, la lógica inherente a la misma se impone sobre la moralidad en general9.

La cuestión clave es que esta metáfora básica (“contabilidad moral”) suele expresarse a partir de un pequeño número de esquemas morales básicos, y es el diferente ordenamiento que se establece entre los mismos y la lógica con la que se utilizan lo que termina distin-guiendo una posición sociopolítica de otra, y un modelo de Estado de bienestar de otro.

El primero de estos esquemas es el de “reciprocidad”, por el que se entiende que si una persona hace algo por otra, esta última está en deuda con la primera, está obligada con ella. En el momento que la persona que tiene la deuda hace algo bueno por la otra, ésta queda saldada. En la lógica que impone la metáfora contable, los libros cuadran. En este caso, lo normal es que operen dos principios de la acción moral. El primero, que reza que una acción moral consiste en ofrecer o realizar algo que se considera positivo y una inmoral es llevar a cabo algo que se entiende como negativo. El segundo, que afirma que es un imperativo moral pagar las deudas morales contraídas, cobrar las que se tengan pendientes y que no hacerlo es inmoral.

El segundo esquema, más complejo, es el de “retribución”. En este caso, se entiende que ganar un crédito (moral) es equivalente a perder una deuda, y ganar una deuda es similar a perder un crédito. Así, si alguien realiza algo inadecuado en contra de otra persona, esta podría devolverle el daño. No obstante, aparece entonces un dilema moral ante el que no quedará otro remedio que realizar una elección, pues si efectivamente se paga con la misma moneda y se aplica el esquema de retribución, se va en contra del primer principio de la acción moral antes enunciado, pues se le estará haciendo daño a alguien. Por el con-trario, si no llevamos a cabo tal acción, y se actúa entonces según el esquema que Lakoff denomina “bondad absoluta”, se estará atentando contra el segundo principio de la acción moral. Es aquí donde las lógicas conservadora y progresista comienzan a distanciarse, pues los primeros optan por el esquema de retribución, mientras que los segundos suelen decidirse por el de “bondad absoluta”.

Dos nuevos esquemas completan los anteriores, son los de “venganza” y “restitución”, que se presentan como alternativas al ya mencionado de “retribución”. La ventaja de la restitución, cuando es posible, es que no nos sitúa ante un dilema moral, pues permite que quien ha hecho un daño pueda resarcirlo mediante una acción que lo repare.

El “altruismo” y “poner la otra mejilla” vienen a completar, entendidos también como esquemas, el sistema metafórico basado en la contabilidad moral. El primero, como

9 Cabe indicar que quien escribe no se suma a las perspectivas economicistas en boga en la década de los noventa. Es decir, sobre la invasión de una especie de homo pseudo-economicus a través de la teorías de elección racional y de juegos. De todas formas, el empleo metafórico aplicado a estos casos parece pertinente como recurso y, a su vez, para ejemplificar las tendencias hoy reinantes. Desde ese mismo análisis, en sus premisas, observamos también sus incongruencias basadas en suposiciones quizás demasiado simplistas y con resultados contraintuitivos. La racionalidad que ellos aplican a las acciones y decisiones humanas son realmente retrospec-tivas, post hoc, sin apoyo empírico y no falsables. Es decir, cuanto más irracionales parezcan los comportamientos, más esfuerzo se dedica a demostrar que son racionales, forzando la realidad a encajarse en la teoría. Que su antropología no tenga en cuenta o desdeñe el impacto freudiano no es tan importante como que su racionalismo es, quizás, superficial.

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sabemos, radica en realizar algo positivo para con alguien sin esperar que se produzca una devolución, si bien es cierto que otorga un mayor crédito moral a quien así opera. El segundo, por su parte, trata de situar a quien ha hecho daño en una situación de mayor deuda moral, a la que se suele añadir un mayor quantum de culpabilidad, al ser rechazada la retribución o la venganza y al impedirle la restitución.

Es a partir del modo en el que se seleccionan y ordenan estos esquemas cuando empezamos a entender la lógica inherente y las diferentes pautas de actuación de los mo-delos residual e institucional ante, por ejemplo, el problema de las drogas, la delincuencia, o la marginación social. Los más progresistas, que apuestan normalmente por modelos de Estado próximos al tipo institucional-interventor, suelen optar por la “restitución” y el “altruismo” y terminan apoyando el desarrollo de políticas sociales activas dirigidas a solventar los problemas sociales aludidos. Los conservadores, en cambio, operan guiados por esquemas “retributivos” y de “venganza” y, en consecuencia, son más proclives a invertir lo que sus oponentes en la contienda política invierten en gasto social, a medidas represivas y de seguridad.

Claro está que, para llegar a entender de un modo más profundo las diferencias y la “racionalidad” interna de los dos modelos que venimos comentando, es necesario seguir rastreando nuestro sistema metafórico, para apuntar, de este modo, la importancia que la familia tiene como metáfora a la hora de ordenar su pensamiento en el orden político social y sobre el papel que ha de jugar el Estado y la iniciativa privada para asegurar el bienestar de sus ciudadanos.

En esta ocasión, la metáfora de partida vuelve a ser la misma, el Estado entendido como cabeza de familia, pero, de nuevo, el tipo ideal de familia que orienta su pensamiento vuelve a diferir. Para los defensores del Estado de bienestar residual, los más conservadores, el modelo ejemplar de cabeza de familia es aquel que Lakoff (1995: 9 y ss.; 1999: 5 y ss.) denomina “padre de familia estricto”. Para los que optan por un Estado de bienestar de tipo institucional, la guía vendría dada por unos “padres nutricios”.

Según esta metáfora, el padre, varón cabeza de familia, manda en casa; tiene la respon-sabilidad de mantener y proteger a quienes están a su cargo; ostenta la autoridad moral y debe enseñar e instruir -sin desdeñar el empleo del castigo físico, expresión de amor paterno- a sus vástagos, después de instruir la diferencia entre lo que está bien y lo que no. Por otra parte, y dado que se entiende que el mundo es un lugar peligroso y duro, los niños deben aprender a tener confianza en sí mismos, disciplina y buscar su propio interés. Por ello, cuando se hacen adultos, deben ser independientes, mantenerse por sí mismos sin que sus padres se inmiscuyan en su vida.

A esta imagen inicial del padre estricto le acompañan, además, otra serie de metáforas que, trasladadas al campo de la política social, servirán para orientarla y dotarla de co-herencia. La primera de ellas es la “fuerza moral”, integrada a su vez por un conjunto de elementos entre los que destacan los siguientes: la bondad es rectitud, la maldad debilidad; la maldad es una fuerza omnipresente en el mundo y la fuerza moral nos protege de ella; si se es moralmente débil el resultado más seguro es el fracaso; el carácter es una fuerza moral que si se posee le hará a uno actuar moralmente; la fuerza moral se consigue a través de auto-disciplina y auto-negación; conseguir algo que no se merece conduce a la debilidad moral y, además, es inmoral, auténtica expresión de un ascetismo que ya reflejó Weber.

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“La autoridad moral”, segundo componente de este complejo metafórico, es ostentada por aquellos que muestran fuerza moral. Por su parte, el “egoísmo moral”, que en palabras de Lakoff (1999: 6) es una versión de la metáfora económica de Adam Smith10, supone asumir que si todo el mundo busca su propio beneficio esto redundará en el bienestar de la colectividad. Aquí tenemos una de las claves para entender la lógica del Estado re-sidual, desde el momento que esta pauta es sintónica con la idea de que “es inmoral ser un filántropo” (ibid.).

“El orden moral”, siguiendo con lo dicho hasta el momento, está directamente vinculado con el grado de poder que se ostente. La jerarquía que se establece de este modo tiene como resultado que Dios se sitúe por encima de los hombres, éstos sobre la naturaleza, los adultos se consideren superiores a los niños, Occidente sobre el resto del mundo, los nacionales ante los extranjeros, los hombres sobre las mujeres, etc.

Finalmente, el modo en el que se entiende la “salud moral” conduce a defender que la moralidad es contagiosa y, como tal, fácilmente transmisible. Es por ello que los menores no han de ser expuestos a la inmoralidad y, como consecuencia, que se prefiera la reclusión de los menores desprotegidos en centros especializados que apoyar a sus progenitores para que puedan cumplir de mejor modo sus funciones; encarcelar a los drogadictos que ofrecerles tratamiento ambulatorio, etc. Es lo que Casado y Guillén (2002) denominan “intervencionismo negativo”.

Cuando la “metáfora del padre de familia estricto” es utilizada como pauta para en-tender a la Nación como una familia (que en el campo de los movimientos políticos se traduciría al populismo y la confrontación entre “nosotros” –el pueblo, la Nación- “ellos”, frente al “no pueblo”, los “enemigos de fuera”), volvemos a entender por qué la política social de los más conservadores conduce al establecimiento de un Estado social mínimo o a un Estado residual, pues las pautas más consonantes con su sistema metafórico son, entre otras, las siguientes (Ibid,: 7):

1- El Gobierno no ha de inmiscuirse en la vida de los ciudadanos, siempre que estos sean independientes y autosuficientes. Si esto no es así, lo que debe hacer es aplicar medi-das disciplinarias, pues actuar de otro modo no contribuiría a mejorar la situación de los afectados, más bien al contrario, ni tampoco el bienestar de la colectividad.

2- Los programas sociales, por altruistas y filantrópicos, son inmorales. Su resultado no puede ser otro que generar dependencia. (Mandeville, Malthus, Spencer, Summer: darwinismo social).

3- La obtención de beneficios constituye la recompensa adecuada y merecida de la autodisciplina. La fiscalidad progresiva no puede considerarse más que un castigo inade-cuado para aquellas personas que ostentan una situación social privilegiada, pues si gozan de la misma la razón no es otra que su alta catadura moral derivada de su férrea disciplina y de su egoísmo personal (Hayek).

4- La caridad privada debe ser admitida, pues contribuye a mantener el orden moral a través de dos vías: por una parte, entre los que tienen más que suficiente para llevar una vida digna porque les permite hacer visible su calidad moral ofreciendo ayuda a quienes no

10 No olvidemos que Smith, que pertenecía al grupo de los “deístas escoceses” (Ferguson, Ricardo y Reid), se apoyaba en la famosa obra del médico y erasmista Bernard Mandeville The fable of the bees, eso sí, descargándola de su profundo cinismo e incorporando esa vena moral y optimista puramente escocesa. Y, antes que todos ellos, Luis De Molina, de la escolástica tardía española.

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se encuentran en su situación; entre los sujetos de la caridad, porque en su agradecimiento reconocen la superioridad moral de los ofertores. Por otra, porque permite controlar el comportamiento de quien recibe ayuda y determinar la finalidad que se busca con la mis-ma. No se expresa, pero también es manera perfecta para reforzar la estratificación social vigente y justificarla gracias a la diferencia entre los que no tienen y que deben perpetuarse en su posición agradeciendo la “ayuda” recibida, y los que más poseen, que son motor de la sociedad y actúan caritativamente. Es una expresión determinista de origen cristiano empleada convenientemente por el ascetismo protestante y que enlaza, también, con el pesimismo antropológico.

En el caso de los políticos más cercanos a la socialdemocracia, es decir, al Estado interventor, a la intervención positiva, la metáfora familiar que les servirá de guía para con-ceptualizar la política social y la forma que para implementarla ha de adoptar el Estado es, como hemos dicho, la de los “padres nutricios”. En este caso, la labor de ambos progenitores (atención a la primera diferencia), es apoyar, educar y sacar adelante a la familia, y la de criar a sus hijos para que también terminen siendo personas atentas y preocupadas por los demás. Para ello, les hacen comprender que la mejor forma de realizarse en y dar sentido a la propia vida se consigue a través de una buena relación con los demás, desarrollando las propias capacidades y, entre otras pautas, contribuyendo con la comunidad.

Esta metáfora inicial se completa, como en el caso anterior, con un amplio conjunto de metáforas estrechamente relacionadas, pero, como ya se habrá adivinado, diferentes. Así, la moralidad se identifica o entiende como “empatía”, capacidad para sentir lo que otra persona siente y para aceptar los valores que defienda, aunque sean distintos de los propios: expresión individual de la tolerancia, piedra angular del pluralismo y, por lo tanto, de la Democracia.

Añadido a lo anterior, también se concibe como “facultad para cuidar de los demás” y, a modo de condición previa, como “capacidad para cuidarse a sí mismo”. En el primer caso, además, no sólo implica la atención a las personas que nos rodean sino también al medio social y físico en el que se vive. Para completar el sistema metafórico, el orden moral perfila su inteligibilidad al entenderse como “felicidad”, por un lado, y como “justicia” e imparcialidad, por otro. En este último caso se entiende que existen tres alternativas a la justa distribución: la equitativa, la imparcial basada en reglas y la fundamentada en derechos expresión, a su vez, de un optimismo antropológico templado.

Lógicamente, la imagen resultante de la aplicación de este conjunto metafórico al ámbito de la política social ofrece un paisaje bien diferente al obtenido por los más conservadores, el cual, por otra parte, bien puede identificarse con los modelos de Estados de bienestar que Titmuss categorizaba bajo la etiqueta “institucional”. Sin abundar en demasía en lo que resulta evidente, podemos decir que el gobierno, como progenitor nutricio, es el responsable de dar respuesta a las que se entiendan como necesidades básicas de sus ciudadanos. De igual modo, como ocurre con los padres nutricios responsables, debe proteger a sus admi-nistrados. Por otra parte, ha de respetar las diferencias y tratar de reducir las desigualdades. En este sentido, y al igual que los progenitores que sirven de base para este modelo hacen con sus retoños al inculcarles que los mayores y en mejor posición han de ayudar a los más débiles y menores, el Estado ha de aplicar una fiscalidad progresiva al objeto de que los que más tengan contribuyan a mejorar la situación de los que se encuentran en una situación de desventaja económica y social.

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3.2. exTendiendo eL discurso a oTras caTeGorÍas

Si continuamos con los argumentos previos podremos detallarlos más acudiendo a la obra pionera de Gosta Esping-Andersen (1990) The three worlds of welfare capitalism, identificando en la misma el cuerpo de realidades-intereses que definen a cada Estado de bienestar.

Esping-Andersen distinguía tres tipos de Estados de bienestar en relación a cómo se aplican y con qué calidad, los derechos sociales en la estructura social y en las relaciones Estado, mercado y familia: a) El primero se encuadraría en Estados Unidos y Canadá. Allí las ayudas se dirigen a quienes demuestren su estado de necesidad11 (“padre estricto”). El mercado es el protagonista y los derechos sociales apenas se expresan. Es la mani-festación clara del asistencialismo y localización de los servicios en “grupos de riesgo”; b) El siguiente modelo, de carácter tradicional, se encuadraría en países como Francia, Alemania y Austria. Los derechos sociales, más desarrollados que en el modelo anterior, no dejan de estar sujetos a la estructura social. Aunque plantea criterios igualitaristas, no los desarrolla plenamente, apoyándose en la familia12 para la provisión de servicios (esto es lo que hace que incluya, además de los países germanos y el galo, a Italia, lo que resulta discordante con respecto a los niveles de protección y de estructura social de esos países con respecto al peninsular) algo parecido a la metáfora de los “padres nutricios”; c) Por último, el tercer tipo se encuadra dentro del modelo escandinavo, países de tradición so-cialdemócrata noreuropeos. En este caso podemos hablar de la extensión quasi universal de los derechos sociales en un modelo más próximo al concepto de Estado democrático de derecho. Las clases medias son sus grandes beneficiarias y plantea una política social que interviene en el mercado y acude a las familias. Desarrollo social, pleno empleo (sobre todo en el sector público, con una presencia importante de la mujer) son sus rasgos, es el “padre nutricio” per natura.

Empero esta clasificación de Esping-Andersen, ya común, podría ser descrita no desde los parámetros previos, sino desde otros, aplicables a cualquier otro modelo. Me refiero a las formas de ver al individuo a) Protección residual para meros receptores de ayuda (es decir, siempre pobres, dependientes y marginados y/o excluidos) forma de perpetuar la estratificación y el status quo en un ámbito de individualismo posesivo13, homo oeconomicus14 o depredador socio-económico; b) Protección más extensa dentro de un concepto de sociedad sujeta a cierta confrontación clasista (es decir, pugna por los derechos), indivi-duos merecedores, pero menos, en una versión en la que confluyen tradiciones liberales y socialdemócratas y en la que la última se muestra como socialdemocracia aún más tem-plada, bien hija de un optimismo antropológico templado (Lucas Verdú, 1995), o bien hacia la idea del “hombre falleciente” defendida por el conservador liberal Maurice Hauriou. El conflicto aparece cuando esta perspectiva, junto con la neoliberal, se aproximan a las directrices del pensamiento débil (Vattimo, 1991), que entiende como obsoleta la distinción izquierda-derecha y abre paso a la idea del “centro político” como entelequia, “no ideolo-

11 Aspectos que se explican en el desarrollo de las rentas mínimas como workfare.12 Característica primordial, según Moreno (2003), del modelo mediterráneo.13 McPherson (1970).14 Existen diversas caracterizaciones del homo oeconomicus vistas en Smith, Weber, Sombart (así como en

Mandeville) y tantos otros, pero queremos emplear la de Eduard Spranger (1935) como expresión del eco del romanticismo germano, en el que concibe este tipo ideal orientado por una serie de valores centrados en la utilidad. De apetencia y de vivencia de los valores de utilidad: en la necesidad y en la satisfacción. Su conducta quedará determinada por el motivo de la satisfacción de necesidades.

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gía”, apoyada en la tecnocracia y efectividad. Las acciones políticas comienzan a ser más estéticas que reales, reduciéndose a políticas sectoriales, concentradas en derechos civiles y políticos pero menos sociales, políticas asistencialistas antes que universalistas. Sólo en la medida que vaya corrigiéndose la imagen del hombre como depredador socioeconómico que aún perdura en el modelo anterior y se acerque a los postulados de la justicia social, se conseguirá un tipo humano cada vez más benigno; c) Identificación del individuo como parte de la comunidad, con los derechos que le corresponden (legitimación de la acción universal del Estado por la propia ciudadanía), zoon politikón, individualización (Kant, 1989) o individualismo institucionalizado (Beck y Beck, 2003), modelo opuesto al estereotipo de la “mano invisible” de Adam Smith para resolver las injusticias dadas en la sociedad capitalista. Es una especie de deux est machina próximo a la expresión hegeliana de “astucia de la razón”.

3.3. una PoLÍTica sociaL PoLÍTica

Si continuamos recopilando trabajos, así como ampliaciones del profesor de la Pompeu Fabra (Ferrera, 1996; Rhodes, 1997), observamos una tercera construcción, o modelo mediterráneo (España, Portugal, Italia y Grecia) conformado por el peso de la familia (familiarismo) en la previsión del bienestar15.

Y este cuarto brazo es esencial, en el sentido que traduce la situación de la provisión de servicios en estos países, entre los que nos encontramos. Pero para entenderlo mejor y saber cómo se construye, será menester utilizar el factor político. Este es el que expresa, a través de la ideología -forma de ver el mundo y transformarlo- mediante dinámicas de dominación, una estratificación social a través de políticas de empleo, sanidad, educación, servicios sociales, etc., que son fotografía real de su diseño, distribuidor del poder en la sociedad.

Navarro, Schmitt y Astudillo (2002), partiendo de Huber y Stephens (2001), desarrollan una clasificación de Estados de bienestar (excluyendo los países de las antípodas16 y dife-renciando a los países del sur de Europa del resto debido a su pasado autocrático). De esta manera, cuatro serían los tipos de Estados de bienestar con las siguientes denominaciones: países de tradición socialdemócrata (Suecia, Dinamarca, Noruega, Finlandia, Austria); países de tradición cristianodemócrata, tradición conservadora con raíces cristianas (que quedarían subdivididos en dos subgrupos: Bélgica, Alemania y Holanda que también han gobernado en coalición con partidos socialdemócratas potentes y; Francia, Italia y Suiza donde han existido, en uno u otro momento, partidos de neto corte izquierdista y/o comunista); países de tradición liberal (Canadá, Irlanda, Gran Bretaña, Estados Unidos y Japón) en los que ni la tradición socialdemócrata o democristiana jugaron un papel importante en el desarrollo de sus Estados del bienestar (salvo Gran Bretaña y Canadá) y, por último; países gobernados por dictaduras conservadoras en el sur de Europa (España, Grecia y Portugal).

Los primeros, de tradición socialdemócrata, disfrutan de economías mixtas o abiertas, muy integradas en la economía internacional y orientadas hacia la exportación. También poseen

15 La cuestión estriba en que, aunque Esping-Andersen en un primer momento ignorase el papel de la mujer y del trabajo no pagado, ha matizado sus afirmaciones incluyendo ambos factores y acentuando el peso de la familia. A pesar de ello, no reconoce un modelo mediterráneo aparte y olvida que el status puede venir matizado, o determinado, por la familia.

16 Nueva Zelanda y Australia, por desconocimiento de tales modelos.

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una alta sindicalización17. Esto les lleva a desarrollar modelos de bienestar de tipo extenso y universalista, altos gastos públicos sociales, importante contratación en el sector público ( sobre todo mujeres18), tasas de pobreza y desigualdad más bajas de la OCDE, menor número de horas de trabajo. A pesar de la alta carga impositiva, sus Estados de bienestar no han dependido de déficits públicos elevados19.

En el caso de los países de tradición cristianodemócrata, vemos que su sindicalización des-ciende (pero es mayor que los dos grupos siguientes). La cobertura no es desdeñable, pero los servicios (sobre todo de ayuda a la familia) están poco desarrollados. Existe poco empleo público y poco porcentaje de mujeres en el mercado laboral. Pero, al hilo de las alianzas con partidos socialdemócratas, se ha tendido hacia una universalización de la sanidad que incorpora a las jóvenes al mercado laboral20. Uno de los problemas de la financiación de sus sistemas es su carácter contributivo. Así, cuando el tiempo de contribución se reduce y el de jubilación se amplía debido a los cambios en el ciclo vital, tiende al desequilibrio, algo que podría paliarse incorporando a la mujer al mercado de trabajo y a la inmigración al trabajo regularizado.

En tercer lugar, los países de tradición liberal, se caracterizan por una baja sindicalización, sobre todo en Gran Bretaña, y padecen de un gasto social y empleo público muy bajos. En contra de la opinión general, los datos indican que sus mercados laborales fueron muy ineficientes, con las tasas de crecimiento de salarios horarios más bajas de toda la OCDE, mayor grado de dispersión salarial, desigualdades de renta individual y familiar, máximo número de horas trabajadas anualmente por cada trabajador21 y mayores tasas de pobreza22. Por lo tanto, hablamos de Estados de bienestar muy poco desarrollados, con los impuestos más bajos de todos los países de la OCDE y que sufren una importante polarización en la distribución de la renta (EE.UU.) dentro de un modelo precario de empleo.

Por último, quedarían los países que sufrieron dictaduras en el sur de Europa. La entrada de la democracia y de los gobiernos socialdemócratas no pudo subvertir la realidad de que España, junto con Portugal y Grecia, tuviesen el gasto social y el empleo público más bajo de toda la OCDE. La sindicalización es muy baja. A pesar de reducciones en las des-igualdades y en la renta, la pobreza infantil (directamente relacionada con el incremento de hogares monoparentales), es muy elevada, junto a las fecundidades más bajas de los países de la antigua UE15 (sobre todo España e Italia). Los mercados de trabajo están muy

17 En contra de los discursos que afirman sobre la decadencia de la sindicalización en los países occiden-tales.

18 Con la tasa de fecundidad más elevada de Europa, lo que choca con las afirmaciones que en España e Italia se realizan sobre el abandono de la “misión reproductora” de la mujer cuando ésta entra a trabajar Lo que confirma otras cosas: que la baja fecundidad tiene que ver con las malas condiciones laborales, no con el hecho de trabajar y, en segundo lugar, que se sigue responsabilizando a la ciudadanía de lo que, en justicia, pertenece al gobierno: facilitar una política de familia, vivienda y trabajo acordes con las necesidades ciudadanas y no con las máximas flexibilizadoras. En estos países, los servicios de ayuda a la familia (escuelas de infancia, servicios domiciliarios, de atención a personas dependientes y ancianas) posibilitan la compaginación familia-trabajo.

19 En contra de la afirmación de Giddens, que dice que éstos países han dependido excesivamente de los déficits públicos.

20 Con el subsiguiente crecimiento de centros de infancia y servicios domiciliarios de atención a personas dependientes y ancianos, aunque la financiación y provisión de los mismos es mayoritariamente privada.

21 Por ejemplo, en Irlanda, la tasa de empleo femenino es muy elevada (más del 70,7% como indican Na-varro, Schmitt y Astudillo, 2002), concentrada en el sector servicios, pero son trabajos con salarios muy bajos y escasa protección social.

22 Navarro, Schmitt y Astudillo (2002: 22).

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deteriorados (y fuertemente segmentados por la inmigración, mujeres, jóvenes y personas con baja cualificación), se aprecia una polarización salarial y una bajísima productividad a pesar del gran número de horas trabajadas. Veamos uno de estos casos.

4. eL caso esPañoL

Lógicamente sería bien complejo describir todos los rasgos del Estado social español, aún así, apoyándonos en la literatura respectiva (que bien lo encuadran dentro de los ám-bitos, conservador/continental/mediterráneo/familiarista o de “antigua dictadura del sur de Europa”) y sobre datos referentes a la protección social en España, podría hacerse un esbozo político-antopológico del mismo, sobre el que aplicar nuestras metáforas.

El propio Navarro (2003) ha tratado las cuestiones relativas al Estado de bienestar en España y a lo que llama la “desconvergencia con la Unión Europea”. Sus conclusiones parten de un repaso de las cifras españolas y su desarrollo respecto a la UE, utilizando los indicadores referidos al empleo en servicios públicos de bienestar, así como los fondos públicos destinados a la financiación de servicios públicos, transferencias y otros esfuerzos estatales dirigidos al bienestar social. Según tales cifras, España se sitúa claramente a la cola en la mayoría de los casos. Pero, estos datos son más preocupantes cuando se observan longitudinalmente, pues tales cifras han ido descendiendo desde los noventa hasta el año 2003. Esto es lo que Navarro ha denominado “crecimiento del déficit de España con la UE”. De hecho, si acudimos al Anuario de Estadísticas sociales y laborales del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales (2004), observamos que los gastos en protección social en términos SEEPROS, con relación al PIB a precios de mercado, descendieron de un 20,6% en 1998 a un 20,2% en el 2002, frente a un incremento en la UE15 del 27,5% al 28% en el mismo período, lo que indica un descenso en términos absolutos de la protección social en España.

El empleo, pieza angular del sistema de bienestar español y centro gravitacional del mo-delo continental de bienestar, ha estado matizado por la influencia del régimen franquista, que dejó a la joven democracia española un mercado laboral desequilibrado y en grave crisis. El resumen de los cambios acontecidos en tiempo más reciente es el siguiente: reducción de los puestos de trabajo en agricultura e industria; oscilaciones en la construcción; cre-cimiento de los servicios; incorporación femenina (2,7 millones de mujeres activas entre 1976-2000, IOÉ, 2002); paro estructural; empleo precario (del 30% desde 1990, IOÉ, 2002); incremento de asalariados sobre autónomos (pero presencia importante de los segundos); empleo sumergido (estimado en un 30% de los ocupados, IOÉ, 2005) y polarización salarial (IEF, 2004). Las resultantes finales indican que, en la mitad de la primera década del siglo XXI, sufrimos un mercado laboral desequilibrado, alta temporalidad y flexibilidad (mal utilizadas), baja productividad (a pesar del incremento de horas de trabajo23), moderación y polarización salarial, inflación y segmentación.

Según el Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales (2005), en España se ha producido un cambio de contexto socioeconómico en el que el empleo sufre de una alta volatilidad y heteroge-neidad (debido entre otros aspectos a la incorporación de mujeres e inmigrantes al mercado laboral) necesitada de una mayor protección laboral que no llega por su encarecimiento. En un marco en el que la OCDE lleva tiempo indicando sobre la necesidad de mejorar la

23 Agente directo del crecimiento económico. Pero este incremento horario afecta a las unidades familiares y no sólo al trabajador.

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productividad y atacar la baja cualificación, freno al crecimiento económico y equilibrio de los mercados, España sigue perpetuando tales vicios. De hecho, mucho de su crecimiento se debe a la alta temporalidad utilizada con fines diferentes a los que debería emplearse24.

Y es la mujer quien soporta, abrumadoramente, el trabajo temporal en todos los países (más acusado en España), compaginando trabajo a tiempo parcial con cargas familiares, como los jóvenes hacen con sus estudios25. Rotaciones contractuales excesivas y contratos de ya muy corta duración afectan negativamente a la productividad, empleabilidad y fun-cionalidad de las protecciones por desempleo, en una situación en que dicha protección es desigual, porque si la temporalidad afecta a estos grupos de personas, son también éstos quienes muestran menor tasa de ocupación. Así, pues, a pesar del crecimiento económico y del empleo, este no se ha repartido por igual, centrifugando a mujeres, jóvenes, y personas con menor cualificación.

Así pues, se moderan (reducen) los salarios, se crea empleo, pero disminuyen la pro-ductividad y competitividad, aumentando la inflación y el desequilibrio. El propio MTAS reconoce la instauración de un escenario insostenible (2005: 148), donde las políticas de empleo no parecen haber tenido éxito. Los defectos del mercado laboral recaen sobre los sectores de población citados, pues la segmentación persiste y la flexibilidad se distribuye desigual-mente sobre estos jóvenes, mujeres, inmigrantes y trabajadores de baja cualificación, frente al resto de la población asalariada, beneficiaria de que otros carguen con la flexibilidad26.

Los casos de la vivienda, así como las políticas dirigidas a la familia e hijos (función SEE-PROS) son paradigmáticos. Sin necesidad de entrar en aspectos del capitalismo urbano, es fácil percibir el grave problema que sufre España respecto a este asunto. De hecho, el acceso a la vivienda es uno de los grandes problemas de la sociedad española (junto con el trabajo). El período 1986 a 1990 vio crecer el precio de la vivienda en un 120% (OCDE, 1990). A pesar de ello, el número de personas que han accedido en propiedad a la misma aumenta, paralelo a las desgravaciones fiscales y a la baja de los tipos de interés asociados a estas compras (con reciente alza, lo cual amenaza a una buena parte de la población que hipotecó sus ingresos a la compra de viviendas por treinta o más años). Esto supone un endeudamiento, durante varias décadas, que no pueden afrontar todos, sobre todo los jóve-nes. Por otro lado, la alternativa del alquiler no es enteramente plausible, pues los precios, a diferencia de otros países europeos, son casi parejos a los de compra. Tales certezas, junto con el escasísimo gasto en vivienda social (muy por debajo de la media UE15) impelen

24 La temporalidad es uno de los argumentos de la Estrategia Europea por el Empleo (EEE) pero en España se emplea para proveer de flexibilidad interna/externa a las empresas (en todos los puestos de trabajo) inutilizando sus fines. Además, esa temporalidad figura, como decimos, en jóvenes, mujeres, inmigrantes (más aún, mujer joven) y personas con baja cualificación concentradas, segmentadas, en el sector servicios.

25 Son sectores de población dispuestos a realizar estos trabajos, pero no satisfechos por ello. Además, la OCDE ha alertado sobre la difícil compaginación de este tipo de trabajos con la vida familiar (OECD, 2004).

26 “La flexibilidad es un concepto multidimensional y no debe ser abordada exclusivamente como un problema de restricciones a las extinciones de los contratos de trabajo. La flexibilidad se refiere básicamente a la capacidad empresarial de gestionar su fuerza de trabajo para hacer frente a condiciones tecnológicas, económicas, etc., cambiantes. La gestión de los recursos humanos comprende muchos elementos, desde el ajuste del tamaño de la fuerza de trabajo, hasta su organización funcional dentro de la empresa, su remuneración y la determinación del tiempo de trabajo etc. Por tanto, la definición de flexibilidad no puede limitarse a las facilidades que tienen los empresarios para contratar y despedir trabajadores. Hay que atender tanto a los instrumentos que influyen sobre la flexibilidad externa de las empresas como los que influyen sobre su flexibilidad interna” (MTAS, 2005: 150).

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hacia el modelo familiarista que tantos autores defienden para definir nuestro modelo de protección social (Leibfried, 1993; Flaquer, 2000, Sabater, 2003, etc.)

Por lo tanto, serán las familias quienes soporten el peso de las carencias de nuestro sistema de protección social y, dentro de las mismas, las mujeres, auténticas fábricas de servicios sociales. Sobre todo en un panorama de empequeñecimiento y envejecimiento de las unidades familiares y sustracción de la mujer a la vida pública. Esto es más grave cuando comprobamos, según los datos SEEPROS (MTAS, 2004), que las prestaciones de protección social según función (en este caso familia e hijos) para el transcurso 1998-2002 circularon de un 2,5% a un 2,6. Somos el país de la UE27 (a pesar de un pequeño incre-mento en el último año) que menos destina a este menester (cuya media, para el mismo período, ha transitado de 8,3 a 8%), estando por encima de nosotros, y a distancia, Chipre, con un 3,9% en el año 2004. Así pues, las cuestiones de educación-cuidado de los infantes, atención y situaciones de dependencia de personas enfermas y mayores, el escaso empleo público para mujeres, escasa participación laboral y permanencia en el hogar, son facto-res que gravitan, a pesar de ser reiterativos, en torno a la mujer. Tal situación traduce un sistema femenino-familiarista difícil de mantener.

5. concLusiones, ¿cuÁL es La MeTÁFora esPañoLa?Visto lo anterior, podemos indicar que la política social española y su modelo de bien-

estar social podrían definirse por una serie de vías engarzadas con un substrato ideológico liberal-conservador, concentrado en círculos de clase27, de estratificación social, en que las políticas públicas y la fiscalidad favorecen a los sectores más desahogados por un lado y a los más precarios por otro. Las soluciones acuden a “colectivos” y no a las clases medias, perdiendo legitimidad desde su base. Expresión de una imago hominis femenina: modelo puramente familiarista basado en una baja fecundidad, precario acceso laboral de la mujer al empleo y siempre en peores condiciones que las del hombre (“sustentador del hogar”). Ella (superwoman la llama Moreno, 2002), ignorada durante tiempo por autores especialistas en bienestar, invisible, (incluso en su dimensión de inmigrante) es, como decimos, quien fabrica servicios sociales para la familia, los hijos y los mayores, cada vez más mayores.

Hablamos de una reducida protección social y, por lo tanto, de servicios sociales y apoyo a las familias (eje del sistema de bienestar español), clientelismo y subsidiaridad, rasgos de un familiarismo que forzosamente es conservador y progresivamente más decantado hacia el mercado privado e iniciativa voluntaria.

Este proceso conservador-familiarista se apoya en la mujer recluyéndola en el hogar. En él adquiere status referido al hombre (padre) y posteriormente lo reedita bajo el marido. Es decir, la emancipación femenina se produce en el entorno familiar, no fuera de él. Por lo tanto, que los caminos a la autonomía femenina a través del trabajo remunerado (empleo fragmentado y dualizado) estén cerrados, es congruente con este sistema, aunque se agote en sí mismo al mantener a estas mujeres como proveedoras de servicios desde el hogar.

27 Cfr. Baena del Alcázar (1999) y Rodríguez (2000). Bien es cierto que el estudio de Mariano Baena enfatiza sobre la idea de que la continuidad en el poder no depende tanto de las personas como de las relaciones que se mantienen entre puestos. Esto enlaza con los trabajos de Joseph Rodríguez y el inner circle o círculo del poder cuando trata el concepto de interlocking (sistema de relaciones intercorporativas que une a casi todas las grandes compañías en una misma red). De hecho, ha continuado con esta línea de investigación en el ámbito europeo (Rodríguez, J.; Cárdenas, J. y Oltra, C., 2006). Sobre estos asuntos tratamos en nuestro trabajo “Poder y finanzas, historia de una irracionalidad” (De Lucas, 2001).

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Es especialmente relevante el asunto de la dependencia, pues liga a sectores pobla-cionales, mujer, tercera edad, menores y/o discapacitados encapsulados en el hogar. A pesar de los lugares comunes (culpando a la ciudadanía de egoísmo e insolidaridad inter-generacional28) y la supuesta emancipación femenina, la realidad indica que la mayor parte de las personas necesitadas de cuidados de larga duración están atendidas por familiares (mujeres29), existiendo un porcentaje reducido de las mismas institucionalizado (CIS, 1998), lo que se explica porque el porcentaje de recursos sociales que España destina para atender las necesidades de las personas dependientes representa un 9,43%, frente a los 23,08% de media Europea. La ayuda informal, con género identificado, es la clave de esta situación, en la que es el hombre (aunque las mujeres expresen su deseo de independencia) quien sustenta económicamente a la familia. Fuera, la otra opción es el mercado privado lucrativo (Leibfried, 1993).

En este caso, el conservadurismo identificado por Esping-Andersen es plausible pero también lo es el familiarismo puramente mediterráneo (promotor del conservadurismo, al reforzar el papel de la familia y no del Estado como proveedor de servicios, hurtando la posibilidad de desarrollo de los derechos desde la perspectiva de la individualización30) y enlaza, sin lugar a dudas, con Navarro, Schmitt y Astudillo como país de antigua dictadura del sur. Esto es, escaso desarrollo de los sistemas de protección, en el que las clases sociales sufren una polarización mayor de la visible, pues los esfuerzos se traducen intramuros (uni-dad familiar) enfrentándose a unas formas de acceso (y calidad) de la vivienda, educación, empleo y sanidad complicadas. A su vez, los procesos inclusógenos-exclusógenos nutren la profesión gracias a la exclusión, que se legitima y desarrolla a través de la estigmatización (como cuando se conceptualiza el objeto del trabajo social como “malestar social”).

Esto significa que nuestro sistema de protección social –conservador/mediterráneo- promueve el familiarismo y la dependencia apoyada en la ayuda informal (familiar). El trabajo doméstico se divide desigualmente bajo el modelo de varón-sustentador. La dependencia promociona en forma de ley la sujeción de la mujer al hogar, al ámbito privado31, quedando apoyado el sistema sobre una debilitada solidaridad

28 Como ocurre también en Italia. Así lo comentan Santanera y Gallo (1999), afirmando que en aquél país, aunque se exprese en los media que los ancianos son “abandonados” por sus familias, la realidad es que, como en España, permanecen en el hogar atendidos por familiares, preferentemente mujeres.

29 Se ha escrito sobre este asunto, pero parece interesante aproximarse al trabajo de la profesora Román (2005), más aún por su base empírica. Así como las investigaciones de POLIBIENESTAR (2005), circunscritas también a la Comunidad Valenciana. Según esta unidad de investigación, en un 66% de los casos es la mujer la principal cuidadora de las personas dependientes, ya sea ésta esposa o hija, con una media de edad que oscila entre los 55 y los 62 años. Cinco años de media es el periodo de tiempo durante el cual esta población desarrolla el rol de cuidadoras. La precariedad de las mujeres frente a la dependencia es una constante, pues incluso los cuidadores secundarios son también mujeres, en general las hijas. Algo que, por ejemplo, reifica en norma como es el caso de la ley 11/2003 De 27 de marzo de servicios sociales de la Comunidad Autónoma de Madrid, sobre todo en lo que respecta a los cuidadores informales, a los que “forma” pero no reconoce como trabajadores, fijándolos en el hogar (Título VI, arts. 67,3 y 68).

30 Beck y Beck (2003) se refieren, más bien, al individualismo institucionalizado, en el que los derechos civiles y políticos, así como parte de los sociales (trabajo remunerado, formación, etc.) se orientan, en vez de al grupo, al individuo. Beck se apoya en el concepto idealista kantiano de individualización en la idea que el individuo, la persona, adquiere su autonomía a través de la libre voluntad de actuación, frente al individualismo posesivo liberal, presente en el siglo XVII (Hobbes, Locke, Harrington) donde el individuo ejerce su libertad a través de la posesión de bienes.

31 Que, además, en el grupo de edad de 35 a 55, años muestran una incidencia de enfermedades relacionadas con el stress tres veces más que el promedio español (Navarro, 2003)

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familiar que, a pesar de ello, mantiene el familiarismo y reduce la fecundidad a la vez que la incorporación al mercado laboral en igualdad de condiciones con el hombre.

Pero este sistema conspira contra sí mismo, pues debilita las bases en las que se apoya. Eleva los costes económicos de la satisfacción de necesidades, descompensa la pirámide poblacional, difi-culta o reduce la formación familiar, la emancipación juvenil, la incorporación laboral femenina, reduce las tasas de natalidad y, a la postre, obstaculiza la consecución de los derechos, sea en su perspectiva de individualización kantiana o en su perspectiva más universal32.

Por lo tanto, aplicando el discurso metafórico previo, podríamos hablar de dos reflejos del mismo, uno que corresponde al papel de la mujer y otro al Estado que la controla.

En un sistema familiarista-conservador, la mujer se explica bajo las directrices de reciprocidad (hija que adquiere status en el seno familiar gracias al padre: patriarcado); bondad absoluta a través de las premisas pseudo-católicas de entrega y sumisión; empatía, pero en un solo sentido, el de la mujer que genera servicios; consecuentemente, altruismo, orden y salud moral, pues la mujer queda sometida al varón y, a su vez, su actitud supone una forma de reproducir tal comportamiento. También se incluye la facultad para cuidar de los demás, aunque la de cuidarse a uno mismo no tiene por qué ser condición previa a la anterior debido al carácter altruista de su comportamiento.

Frente a ella un Estado patriarcal en forma de padre estricto, fundamentado sobre la retribución, el egoísmo moral y, en absoluto, la empatía que, en todo caso será, como hemos dicho, puramente estética (manifestando sus impresiones en expresiones). Por eso, en su trasfondo puede ser, o bien conservador liberal pues, en esta concepción estética, el Estado queda cada vez más reducido a un minimum de efectividad33 o bien, como decía Spranger, pero poco probable de ver: ¿será anarquista en su concepción del Estado como heteronomía a eliminar para abrir paso a una vida plena de libertad y belleza que dejase paso al homo socialis?:

“...el homo socialis ni conoce ni reconoce otro poder que el del amor. Por eso sólo está cabalmente de acuerdo con el sistema patriarcal. No tiene la menor comprensión para un régimen jurídico basado en reglas universales escritas, pues lo que constituye el éxito de este régimen jurídico, la exclusión de las excepciones y la impersonalidad de su funcionamiento, es algo que justamente contradice su mentalidad. Desde el punto de vista del Estado jurídico y de la justicia formal, el espíritu social va a parar irremisiblemente al anarquismo, aunque, ciertamente, a un anarquismo del amor y de la fraternidad, tal como Tolstoi lo predicó. A su vez cree encontrar aquí el punto de enlace con el cristianismo primitivo. Por eso, el poder del amor, superador del mundo, podía sentir indiferencia ante el reino de lo temporal, y dar al César lo que es del César, al sentirse íntimamente superior a todos los demás poderes. Eternamente se encontrarán frente a frente estos dos tipos mentales: la fe en una sociedad total y voluntariamente libre, nacida por la virtud del amor humano y la voluntad de organización, es decir, la regulación de las zonas de influencia por medio de preceptos y recurriendo a la violencia en caso necesario. La experiencia ha demostrado reiteradamente en siglos de historia humana, que sólo la segunda forma es capaz de subsistir en la realidad” (Spranger, 1935: 217).

32 Cierto es que Kant elabora esta basada, cómo no, en el individuo, aunque ansiaba su desarrollo en la humana universalidad. Véase el desarrollo kantiano “del concepto de lo mío y lo tuyo” en su Metafísica de las costumbres (1989: 58). A pesar de ello, sin pretender elaborar una crítica al maestro de Könisberg para la cual no estamos preparados, nuestra idea se encamina más hacia la idea del comunitarismo que el individualismo idealista de Kant.

33 “Que en una situación favorable a los intereses clasistas se convertirá en una forma y en caso contrario, un cepo” (Spranger, 1935: 197).

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En definitiva, los diferentes modelos teóricos de Estados de bienestar traducen, invariablemente, contenidos valorativos, ideológicos y simbólicos de los que surgen, no siempre manifestados, modelos de persona. Esto significa que el substrato que orienta al Estado social siempre es político, ideológico. Tomando una u otra orientación, el modelo antropológico que surgirá será más o menos benigno para la construcción de la comunidad política. Así pues, será conveniente invertir el orden de los factores, declarando primero qué antropología filosófica y orientación política deseamos, pues esta es la forma en la que realmente podremos ampliar las fronteras del Estado social impulsando así al Estado de bienestar. De lo contrario, seremos presos de dinámicas previas que, como se ve en el caso español, recargan el peso de la provisión de bienestar sobre las mujeres, recluyéndolas a una parte reducida de la vida social, política y económica.

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sOBre éTiCa Y PsiQUiaTrÍa: Una relaCiÓn COnTrOverTida1

On eTHiCs and PsYCHiaTrY: a COnTrOversial relaTiOn

OnésimO GOnzález á[email protected]

Hospital Juan Ramón Jiménez. HuelvaUniversidad de Huelva

resUmen

El rápido desarrollo de la Ética Médica como disciplina a partir de la década de los 70 del pasado siglo ha tenido escasa incidencia en la situación de los enfermos mentales. La Psiquiatría ha desconocido o rechazado la condición humana de los enajenados, reconoci-miento en el plano jurídico efectuado en fecha bien reciente que tarda en calar en la cultura y en las prácticas profesionales. A los enfermos mentales, en tanto “no personas”, no les conciernen los principios de la Ética Antrópica. Se refieren “prácticas éticas” históricas o anteriores al nacimiento de la disciplina, con especial referencia a las llamadas corrientes críticas y antipsiquiátricas. Se enumeran algunas controversias persistentes y/o resonantes de la relación Ética-Psiquiatría y se apuntan las dificultades de la Ética, dado su objeto individual, para orientar prácticas profesionales en ámbitos y sobre objetos colectivos.

aBsTraCT

The fast development of Medical Ethics as a discipline from the 1970’s has had little impact on the situation of the mentally sick. Psychiatry has traditionally ignored or rejected the human condition of mad people, a recent legal recognition that is taking too much time to permeate both everyday culture and professional practices. The principles of Human Ethics do not apply to the mentally sick, who are considered as “no people”. There are historical ethical practices previous to the birth of Medical Ethics as a discipline that make a special reference to the so called critical and anti-psychiatric trends. Some persistent and/or resounding controversies of the Ethics-Psychiatry relation are enumerated with a special stress on the difficulties of Ethics—given its individual object—to include professional practices in collective environments and on collective objects.

PalaBras Clave: Enfermedad mental, Psiquiatría, Antipsiquiatría, Ética, Controversias.KeYwOrds: Mental illness, Psychiatry, Antipsychiatry, Ethics, Controversy.

1 Una versión algo diferente de este artículo formó parte de la ponencia del autor a las XIX Jornadas de la Asociación Española de Neuropsiquiatría (Conflictos éticos en la continuidad asistencial, Barcelona, 2004) y ambos tienen una versión anterior, más extensa, de 1996, inédita, utilizada para cursos de formación continuada y de posgrado (M.I.R.-P.I.R.) del personal del Área Hospitalaria.

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1. alGUnas nOTas HisTÓriCas

El interés por la dimension ética de la práctica psiquiátrica se está manifestando en nuestro país, de modo expreso y generalizado, solo en los últimos años, y en los países de nuestro entorno cultural en los últimos decenios. En un marco más amplio, referido a toda la práctica sanitaria, antes de 1970 no se encuentran ni libros, ni congresos, ni revistas, ni departamentos que lleven en sus rótulos el término Bioética (Bueno, 2001):

El primer código de derechos de los enfermos fue la consecuencia del contacto entre las asociaciones de usuarios y consumidores de E.E.U.U. con la Asociación Americana de Hospitales, en 1969 (Gracia, D.1989): El primer trabajo relativo a la ética profesional de la American Psychiatric Associatión (A.P.A.) es de 1973, y el primer Código de Ética de la Asociación Mundial de Psiquiatría (W.P.A.) de 1977, la Declaración de Hawai que, actualizado en Viena en 1983, fue puesto al día el 25 de agosto de 1996 (Declaración de Madrid). Los informes Belmont y Beauchamp Childress son también de la década de los setenta del pasado siglo.

Los años posteriores al final de la 2ª Guerra Mundial, caracterizados por una fase expansiva del ciclo económico, la reconstrucción de Europa Occidental y la aplicación de políticas keynesianas, estuvieron marcados por el recuerdo de los más de 50 millones de muertos así como por la conmoción producida por la barbarie nazi, que hacían impres-cindible la apelación a unos “derechos humanos” (Bueno, 2001) como expresamente se reconoce en el preámbulo de la Declaración Universal de 10 de diciembre de 1948.

La práctica profesional y la investigación médica comienzan a verse condicionadas por principios y normas procedentes del ámbito político, jurídico y legislativo, como límites impuestos desde el exterior a la vista de las desviaciones y de la peligrosidad a que podía dar lugar su desarrollo sujeto a sus dinámicas internas o determinado por leyes y políticas que desconocen o menosprecian los derechos humanos. Se trata, como señala Diego Gracia (1998), de la llegada de la Revolución Francesa a la Medicina, con 200 años de retraso, a través del mundo del Derecho. Con ese retraso llega a la medicina el pensamiento ilustrado, o la preocupación por el respeto a la autonomía individual de Locke y de Kant.

No fue sólo la barbarie nazi. Hubo (y sigue habiendo) otras barbaries: son conocidos los escándalos vinculados al conocimiento público de la práctica de trasplantes con células cancerosas a enfermos crónicos, en Brooklin, N. Y. , sin su conocimiento ni consentimiento, o la exposición a virus de la hepatitis en niños deficientes, previo chantaje a los padres, o el estudio, a lo largo de catorce años, de la evolución natural de la sífilis en sujetos va-rones, negros, de Alabama, “ a quiénes se hacía creer que recibían el mejor tratamiento” (Sánchez Caro, 1998).

Ya hemos señalado el papel de las asociaciones de consumidores y usuarios siendo preciso citar también la tradición de la izquierda americana de recurrir al aparato judicial para contestar el statu quo, con procesos históricos como el Baxtrom vs Herald o el Wyatt vs Stichkney que, entre cosas, permitieron acabar con el secreto que ocultan las prácticas institucionales psiquiátricas y posibilitaron cambios profundos en el régimen interno de tales instituciones (Castel, 1980).

Por último, la ola de reclamaciones judiciales por mala práctica y las indemnizaciones millonarias fuerzan a las compañías aseguradoras y a los dueños y gestores de los hospi-tales a recomendar a los médicos un trato más personalizado, cordial y “humano” con los pacientes.

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Por el momento la Ética Médica se ha desarrollado sobre todo como disciplina, en los ámbitos académicos, ideológicos, y en los aparatos institucionales, con escasa repercusión en la actividad cotidiana de los servicios sanitarios.

El sinnúmero de cátedras, revistas, libros, masters y congresos de Bioética, no han im-pedido que más de la mitad de la población desconozca sus derechos y deberes en relación con los servicios sanitarios, que un número considerable de pacientes de servicios públicos no conozca el nombre de su facultativo responsable cuando está hospitalizado (porque no lo tienen asignado) y que cerca de un tercio de los mismos se queje de su ausencia en el proceso de toma de decisiones relativas a su padecimiento2.

2. la ParTiCUlaridad de la PsiQUiaTrÍa: la naTUraleza de sU OBjeTO

Es obvio que nos estamos refiriendo a la Ética Antrópica y no a otras dimensiones de la Bioética ( como la ecológica), es decir, la que trata de lo que tiene valor para el hombre, pero la Psiquiatría, como supuesta ciencia y como práctica asistencial, en nuestra cultura y desde la Edad Moderna, ha venido negando expresa o tacitamente la condición humana del enfermo mental, por lo que a tales enfermos no les conciernen ni los derechos ciudadanos ni los principios éticos, en particular los de autonomía y no maleficiencia.

“Conchas vacías, “vidas sin valor”, “vidas que no merecen la pena vivirse”. Así eran calificados los enfermos mentales por los psiquiatras alemanes de entreguerras (Müller-Hill, 1991), consideraciones no muy alejadas de la equiparación expresa de los enajenados con los animales feroces o dañinos contenida en nuestro Código Penal entre 1848 y 19833.

El manicomio ha sido y sigue siendo la institución central de la Psiquiatría, el espacio de la locura y del nacimiento del discurso psicopatológico. Instrumento de defensa social, a través del encierro (muerte simbólica, a veces física) de enajenados reales o supuestos. Lo define la negación del valor de la palabra del interno, es decir, de aquello que distingue al hombre del resto de los animales.

Entre enero de 1940 y septiembre de 1942, en la Alemania nazi, fueron asfixiados con gas 70.723 pacientes, la selección se hizo a partir de individuos “cuyas vidas no valían la pena ser vividas”, reclutados por nueve eminentes profesores de psiquiatría y treinta y nueve doctores del más alto prestigio (Porter, 2003):Antes, entre 1934 y 1939, 350.000 enfermos mentales reales o potenciales fueron esterilizados sin consentimiento y con la colaboración de la profesión psiquiátrica (Müller-Hill, 1991):Entre 1940 y 1944 florece la investigación anatomopatológica cerebral a expensas del asesinato de enfermos relevantes (Müller-Hill, 1991) . Guillermo Rendueles (2000) cifra en 282.245 los enfermos mentales eliminados mediante diversos métodos de eutanasia, solo en Alemania, a final de 1942.La inmensa mayoría de la profesión colaboró activamente con el poder (Rendueles, 2000) y percibió los correspondientes honorarios por el señalamiento de quienes debían morir (“escritores de x”): Solo un catedrático, Ewald protestó (Müller- Hill, 1991):“Jaspersen, un

2 Son datos de la Encuesta de Satisfacción Hospitalaria 2003, del Servicio Andaluz de Salud. Más de la mitad de los encuestados desconocían sus derechos y deberes en relación con los servicios sanitarios públicos.

3 Dice así el artículo 485 del Código de 1848, 580 en el anterior a la Ley 8/83:“Serán castigados con las penas de multa de 250 a 2.500 pesetas y reprensión privada:

1º Los encargados de la guardia y custodia de un enajenado que le dejasen vagar por las calles o sitios públicos sin la debida vigilancia.

2º Los dueños de animales feroces o dañinos que los dejasen sueltos o en disposición de causar mal.

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modesto psiquiatra de provincias, muy religioso, envió cartas a todos los jefes de servicio del país, en las que les pedía que protestasen y se abstuviesen de rellenar los cuestionarios… “Nadie ha podido mostrar una sola adhesión a tan civilizada forma de no colaboración”. “Los psiquiatras y psicoterapeutas D. Bonhoeffer y Ristmeister murieron en la resistencia armada comunista ( el padre del primero demostró su solidaridad retirándose de toda actividad psiquiátrica”): “Son la excepción que debemos honrar” (Rendueles, 2000), en una profesión que “escotomiza y oculta su pasado” y que “durante 50 años no ha querido enfrentarse con la verdad acerca de los crímenes cometidos por sus colegas alemanes” (Müller-Hill):

Lo recordado hasta aquí es una de las manifestaciones extremas de la lógica que se inicia en la consideración no humana del enfermo mental (todo él enfermo y solo enfermo), pero las consecuencias de esa lógica, así como sus implicaciones políticas y económicas persisten e insisten: En el diario EL PAÍS de 4 de mayo de 1992 se reproducen los datos de una investigación del Dpto. de Defensa del Gobierno de los E.E.U.U. sobre casos aten-didos en psiquiátricos privados, en su mayoría adolescentes y niños de familias militares: en el sesenta y cuatro por ciento de los casos el paciente nunca debería haber ingresado, permaneció internado más tiempo del necesario o los hospitales no pudieron justificar el tratamiento. En otros casos se han desvelado fraudes en pacientes cubiertos por seguros privados, con denuncias por secuestro, internamientos involuntarios sin control externo… “Las conclusiones del estudio son sintomáticas de lo que ocurre en la industria de la salud mental, cuyo principal incentivo es el económico”.

Este “abuso psiquiátrico por motivos económicos” (Harding, 1991), “no se puede se-parar del capitalismo” (Chodoff, 1999) como se pone de manifiesto al considerar el abuso de la psiquiatría en Japón: La atención está relegada al sector privado, subvencionado, con instituciones ubicadas en áreas rurales remotas, ingreso involuntarios sin protección legal, escaso personal, golpes, maltrato, uso represivo de la medicación… El abuso japonés… “ puede servir como un signo de advertencia ante la evolución observada en los años no-venta en los E.E.U.U. donde algunas decisiones de los hospitales psiquiátricos destinados a aumentar sus beneficios parecen considerar el bienestar del accionista más que el del paciente” (Chodoff op. cit.):

Japón cuenta con el mayor número de camas para pacientes psiquiátricos de todos los países industrializados y los tímidos cambios planteados por el gobierno, de desinstitu-cionalización y fomento de la asistencia extrahospitalaria basada en la comunidad, cuenta con la oposición de la Asociación Japonesa de Hospitales Psiquiátricos, que representa el noventa por ciento de los centros privados, que se opone tanto a la reducción del número de camas como a incremento del personal (Muñoz Martinez, 2002):

En nuestro país, el informe del Defensor del Pueblo sobre la situación jurídica y asistencial del enfermo mental, hecho público a finales de 1991 (Defensor del Pueblo Es-pañol, 1992) dice que “los enfermos mentales no son tratados, sino almacenados”. De los aproximadamente 24.000 internos en centro públicos y concertados… el veinticinco por ciento lo está sin motivo”… “llegando a existir hospitales psiquiátricos en que se atiende a varios centenares de enfermos y que disponen tan solo de un psiquiatra o que, incluso, carecen de este especialista en su plantilla” “alojamientos que no reúnen las mínimas condiciones exigibles”… “ausencia de mobiliario…” “falta de luz artificial…” “ausencia de cristales en las ventanas”…

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Manuel Desviat, en 1998, en declaraciones a Diario Médico (9-octubre-98) a propósito del Día Mundial de la Salud Mental denunciaba como “las normas que sancionan los dere-chos humanos de los pacientes mentales son escasamente conocidas por los profesionales. Además se vulneran sistemáticamente en nuestro país”.

En febrero de 1999 fue encarcelado el gerente de un psiquiátrico de León, por robar a los enfermos ( el fiscal le acusa de vaciar sus cartillas de ahorro), el mismo hospital en que unos años antes (1991) una investigación periodística había mostrado… “enfermos atados a sus camas día y noche, o envueltos en camisas de fuerza, electrochoques arbitrarios”…

En Andalucía, a pesar de la Reforma iniciada en 1984, el Defensor del Pueblo Andaluz, en su informe al Parlamento de 1995 denuncia el abandono de los enfermos crónicos, en una “trasgresión y desprotección jurídica por omisión” , haciendo una enumeración exhaustiva de los derechos conculcados, desde el derecho a la igualdad y a la no discrimi-nación, a la integración física y moral, a la libertad, a la intimidad personal y familiar. El hacinamiento y la precaridad de recursos en algunas unidades de agudos (Sevilla, Málaga) provoca denuncias sindicales y de familiares de pacientes en la primavera de 20024.

En el Informe al Parlamento de 2001 del Defensor Andaluz señala la escasez de recursos de atención continuada, de medio y largo plazo, así como la escasez general de recursos, sociales y sanitarios, y su profunda descoordinación.

“Su sistema sanitario es una tortura”, resume en el verano de 2002 un anciano turista argentino, tomado por loco, encerrado y atado durante un mes en un hospital sevillano… “los médicos me ataban las dos manos a la cama, y yo esa situación no podía aceptarla”… “Tuve la sensación de que mis palabras no servían para nada…”

Las mal llamadas corrientes médicas o biológicas, viejas y nuevas, sobre todo en sus versiones reduccionistas y mecanicistas resultan particularmente apropiadas para este olvido o rechazo de la condición humana del enfermo mental. En el plano de la reflexión psico-patológica persiste el conocido aserto de Griesinger: la locura es un síntoma provocado por una afección del cerebro, siendo síntoma solo en un sentido mecanicista, expresión de una máquina averiada, carente de significado, motivo, sentido o propósito. Se niega su condición de signo lingüistico o de fenómeno simbólico.

En el plano de la intervención técnica y asistencial, se reduce a intervención sobre el cuerpo, justificando el encierro, la sujeción mecánica o química, diversas formas de choque o la ablación quirúrgica.

Modelos de naturaleza psicosocial, que deben presuponer el sujeto y su condición relacional, y a pesar de su potencialidad liberadora, pueden ignorar la persona y definir objetos parciales de reflexión e intervención (fragmentación del sujeto) y fundar técnicas tan represivas y violentas como las de fundamento biológico reduccionista. Estamos pen-sando en el activismo asistencial, sustentado en el vigoroso paternalismo de que hablaba Castel, que llega al interior del domicilio del paciente, y aún a su dormitorio, sin o contra su consentimiento y a veces sin el de sus familiares y allegados. O el carácter tiránico, jerárquico, intransitivo ( y caro) que puede tener la relación psicoterapeútica, como ha señalado D. Fennor ( Saez Buenaventura, 1988):

4 Pueden verse, p. ejem., el hacinamiento, la falta de material y la escasez de plantilla denunciadas por C.C.O.O. de Málaga, referidas a la Unidad de Agudos del Hospital Carlos Haya (EL PAÍS Andalucía del martes 26-III-02, pág. 9), o la estremecedora descripción que hace de la Unidad de Agudos del Hospital Virgen del Rocío de Sevilla, el padre de un enfermo, en una Carta al Director del mismo periódico, en su número del 9-IV-02.

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Los diversos modelos susceptibles del reduccionismo y fragmentación que hemos señalado tienen la virtud de funcionar como velos teóricos (Liborio L. Hierro 1982) que permiten ocultar el contenido político y la responsabilidad ética de las prácticas profesio-nales, a la vez que son la condición para su utilización política y carente de ética, bien de un modo directo y explícito en regímenes totalitarios o recurriendo a engaños y ocultacio-nes en regímenes democráticos, que engaño y ocultación es el proceso mixtificador que permite psiquiatrizar (medicalizar, psicologizar) el sufrimiento, la diferencia, la pobreza o la violencia, cuya expresión individual diagnosticada ( etiquetada) como enfermedad per-mite el abordaje desde cualquiera de los enfoques referidos. La intervención, socialmente desactivadora e integradora, proporciona consuelo individual y habitualmente estimula el movimiento del dinero y amplia los horizontes del mercado (gasto farmacéutico, gabinetes y consultorios psiquiátricos y psicológicos):

3. PráCTiCas “éTiCas” anTeriOres al naCimienTO de la disCiPlina

La constante histórica de encierro y otras formas de violencia sobre el loco tiene ex-cepciones, en otras culturas, en épocas pretéritas en la nuestra, o en momentos de crisis del orden social vigente en que se muestran o surgen formas de reflexión o de intervención dotadas de variable fundamento ético, dando por supuesto que el calificado como loco, sea enfermo o no, no ha perdido su condición anterior de persona… Se trata de aliviar el sufrimiento que pudiera embargarle, proporcionarle algún tipo de satisfacción, al menos un mínimo de esperanza, contando con su opinión y su colaboración. Tal puede haber sido el trato proporcionado a los internos en los maristanes o en las salas especiales de los hospitales islámicos, entre los siglo VIII y XII, según el relato de viajeros, como Benjamín de Tudela, o de historiadores, como Evilija (González, O. 1993): O la isla de tolerancia que en algún momento fue la colonia de alienados de la localidad belga de Gheel a partir del siglo XII (Huertas, 1988): Vicenzo Chiarugi, a finales del S. XVIII rechazó los métodos que se basaban en la custodia, las formas de sujeción física: en su lugar promovía terapias que trataban a los locos como seres humanos..” es un deber moral supremo, así como una obligación médica respetar el demente como persona” (Porter, 2003): En la primera mitad del S.XIX , en Inglaterra, fueron simultaneas e independientes las reformas liberalizadoras introducidas por John Connolly en el manicomio de Hanwell (Pirella, 1977) con la elimi-nación de la sujeción física por R.G. Hill en el Lincoln Asylum (Porter, 2003):

Más cercanas en el tiempo, las iniciativas del Consejo Superior Psiquiátrico (Lafora, Germain) una vez proclamada la 2ª República Española5, el movimiento desalienista francés ( Bonnafé) inmediatamente posterior a la 2ª Guerra Mundial, las experiencias de Maxwell Jones de la misma época, o las iniciativas políticas y jurídicas que precedieron a la Commnunity Mental Health Centers Act. de 1963 en los E.E.U.U. Todas ellas poseían similar soporte ético, impulso muchas veces suscitado por el escándalo que suponía con-templar las condiciones de vida en los establecimientos psiquiátricos.

5 Véase al respecto, el Dr. Lafora y su época, del Dr. L. Valenciano, concretamente el capítulo VIII. “La necesidad urgente” de revisar la legislación relativa a los alienados”, la misma urgencia de “reorganizar la asistencia a los alienados” “ cimentándola sobre lazos puramente científicos” para cambiar los manicomios de “depósitos carcelarios de alienados” a verdaderas casas de curación, forman parte de las conclusiones adoptadas en la reunión fundacional de Asociación Española de Neuropsiquiatras (Barcelona, 1924).

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Sin embargo, en la segunda mitad del pasado siglo el protagonismo de las propuestas y prácticas asistenciales éticamente fundadas corresponde a las corrientes englobadas en los términos Antipsiquiatría y Psiquiatría Crítica (Basaglia, Cooper, Ramón Garcia, Ronald D. Laing, Th. Szasz, etc.) cuyo papel ha sido expresamente reconocido en el nacimiento de preocupaciones éticas por parte de la psiquiatría oficial6.

En este momento, más que las producciones teóricas o los procesos de reforma institu-cional y legislativa de fundamento “crítico” me interesa señalar la naturaleza de la práctica profesional que puede ser calificada de ese modo (“crítica”) y que se caracteriza por su complejidad y su incomodidad: La relación con el enfermo, internado o no, se establece desde el supuesto de que su condición anterior de persona “no se anula ni se agota” en el encierro ni en la enfermedad, pero “mantener esa posición continuamente presente en el trabajo cotidiano, como principio rector del trato con el otro, destapa la caja de los truenos.: Niega la negación del valor de la palabra del interno que funda el manicomio, y al dialectizarlo, obliga a asumir los conflictos hasta entonces en él encerrados y presos, que se hacen públicos” (González, O., 1985) y se manifiestan en otros lugares aparente-mente alejados… (la familia, el barrio, el pueblo)… hasta en el seno de las asociaciones profesionales7.

La posición crítica, entendida como crítica social y de la propia práctica determina la colaboración o no con el poder, sus modalidades y grados, y en su caso la oposición y la denuncia. La consideración del objeto de nuestra práctica como persona-ciudadano-sujeto impide tanto el trabajo clínico al uso como las intervenciones al margen de su conocimiento y consentimiento, es decir de sus intereses y responsabilidades.

4. alGUnOs COnTenidOs de lOs deBaTes Y COnTrOversias relaTivOs a éTiCa Y PsiQUiaTrÍa

Poseen el carácter de contenidos resonantes (por la virulencia de los debates y su extensión fuera de los ámbitos especializados) los relativos a las relaciones sexuales terapeuta-paciente, la falsificación de datos en la investigación así como el temor de la

6 Así lo recuerda Diego Gracia (1998), en el Prólogo a la Guía de “Consentimiento Informado y Psiquiatría” de Sánchez Caro- Sánchez Caro: “Han sido el movimiento antipsiquiátrico, y sobre todo la obra de Thomas Szasz, los que han acabado con el mito de que la enfermedad mental es sinónimo de incapacidad e incompetencia. Haciéndose eco de ese movimiento, la President´s Comisión norteamericana estableció en su magnifico informe de 1982, Making y Health Care Decision´s que la enfermedad mental no es por si motivo de incapacidad.

Esta actitud considerada y respetuosa con el “movimiento antipsiquiátrico” y en particular con las posiciones de Thomas Szasz se mantiene en otros lugares de la psiquiatría oficial U.S.A. (véase, p. ejem. la Guía de Uso del D.S.M. IV, Allen Frances, M. B. First , H. A. Pincus, versión española de Masson, 1997, págs. 14 y 25), y contrasta con la feroz hostilidad de la psiquiatría europea, cuyo límite fue la moción-propuesta del profesor Ey en el Congreso Mundial de Psiquiatría de Méjico, en 1971. (Véase Basaglia, 1972)

Entre nuestros profesionales jóvenes y no tan jóvenes persiste una actitud hostil-despectiva hacia los nombres y los textos de estas orientaciones, desprecio que expresa su ignorancia, tanto del valor de muchas aportaciones teóricas como de las realizaciones prácticas. Alguno de los textos de Laing, como “El yo dividido” me parecen de conocimiento obligado para cualquier profesional de la especialidad, como las aportaciones de Goffman y Foucault a textos colectivos… O publicaciones críticas procedentes del mundo académico más riguroso, como las compiladas por Ingleby (1982). En cualquier caso, reitero la importancia fundamental de sus aportaciones prácticas, el modo distinto de entender la relación con los pacientes y sus familias y de ordenar el funcionamiento de los servicios que muestran Basaglia, Cooper o Ramón García.

7 La vehemencia, e incluso la violencia verbal en los pasillos del XI Congreso de la Asociación Española de Neuropsiquiatría (Málaga, 1971), entre los miembros de la psiquiatría oficial y los “jóvenes airados” de la Coordinadora, pudo influir en la orientación profesional de un entonces psiquiatra en ciernes y hoy autoridad de la Bioética.

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población frente a los enfermos mentales abandonados, vivido en los últimos decenios como consecuencia de deshospitalizaciones “salvajes” o escasamente meditadas. Menos resonantes, pero persistentes, son los relativos a la confidencialidad, el consentimiento informado, los internamientos involuntarios, algunas terapias controvertidas, la aceptación de dinero de los laboratorios por parte de los profesionales así como las relaciones intra-profesionales. Comentaré brevemente alguno de ellos para dedicar una extensión mayor a la continuidad asistencial.

-Sobre la relación sexual terapeútica paciente, se trata del único principio en que la Asociación Psiquiátrica Americana (A.P.A.) prescribe de modo preciso… “Las actividades sexuales con un paciente no son éticas”, con una matización de 1993 que extiende la pres-cripción a pacientes “actuales o previos”.Este criterio recuerda la recomendación freudia-na… “la cura debe desarrollarse en la abstinencia”, del mismo texto en que al referirse al enamoramiento de la paciente califica la situación como “complicada, inevitable y difícil de resolver”. La precisión de género contenida en el texto de Freud de 1915 se corresponde con el hallazgo (Marmor 1976) de que una aplastante mayoría de estas relaciones habían tenido lugar entre psiquiatras varones y sus pacientes femeninas. La dificultad señalada por Freud se agrava si consideramos el carácter desigual, jerárquico y de dominio que históricamente ha venido informando la relación profesional.

Volviendo a la A.P.A., la primera suspensión motivada por transgresión de criterio ético le ocurrió a un profesional en quien se documentó relación sexual con una paciente (años 50): En textos recientes, este problema se sitúa en el marco más general de la explotación de la relación médico-paciente, que puede tener otras dimensiones. La transferencia no solo puede “encarnarse”, sino que a veces adquiere la forma de dinero líquido, favor político o legación testamentaria. Y se amplia a otros marcos relacionales, como la relación jefe su-bordinado, tutor residente, en las diversas formas de reales o supuestos abusos y acosos.

-Sobre la confidencialidad… “Lo que en mi práctica vea u oiga, y lo que fuera de ella supiera en el trato con los hombres, no lo difundiré sino que tendré callado y mantenido secreto” . Así reza el juramento hipocrático y establece la legislación vigente en nuestro país (Ley 41/02 de 14 de Noviembre): Se trata de un principio cuyo respeto en cada vez más difícil y complejo, a veces por imperativo de la misma ley, habitualmente la legislación penal, campo en el que con más frecuencia se produce el conflicto entre la norma ética y el imperativo legal8.

La condición de funcionarios públicos de los profesionales, y su actuación testifical y pericial en procesos civiles y penales, dadas las implicaciones jurídicas y laborales de las enfermedades ( seguros, bajas, pensiones, imputabilidad, incapacitación y tutela…), así como la complejidad creciente de los procesos diagnósticos y terapéuticos con un número cada vez mayor y diverso de profesionales implicados, los procedimientos de registro y archivo de la información, aumentan el número de quienes tienen acceso a lo susceptible de reserva y secreto.

8 El Código Penal de 1995 incluye el secreto médico, resolviendo una carencia histórica de la legislación espa-ñola, pero el legislador se olvida de incluirlo en la Ley de Enjuiciamiento Criminal, que dispensa de la obligación de declarar al abogado del procesado, a los eclesiásticos y a los funcionarios públicos, en razón de su cargo… Esta carencia de dispensa a los médicos abre la posibilidad de exigencia de funciones periciales al médico que atiende a un encausado, conflicto entre ética y legislación de difícil solución, por el momento (González, O., 2003).

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Por otro lado, tanto las técnicas terapéuticas grupales, las reuniones características de las comunidades terapéuticas y el trabajo en la comunidad obligan a sacar a la luz, debatir y compartir informaciones e intervenciones que desbordan las consideraciones éticas tradicionales, centradas en la relación dual terapeuta-paciente.

Consentimiento informado. El objeto tradicional de la intervención médica, un cuerpo fragmentado, sumiso y dependiente, se ha transformado en persona jurídica, sujeto de derechos, capaz, autónomo, dueño de sí y de su cuerpo, que tiene derecho a ser informado y consentir o no las intervenciones sanitarias. En este momento, tanto el Convenio de Oviedo como la Ley 41/02 incluyen la formalización jurídica del referido principio… Que concierne a los enfermos mentales puesto que por ley (Art. 20, Ley 14/86 General de Sanidad y apartado prestaciones de la Ley 13/2003 de cohexión y calidad) están equi-parados a los demás enfermos y los servicios especializados deben estar integrados en el sanitario general.

La norma número 3 de la Declaración de Madrid es muy precisa al respecto… “El paciente debe ser aceptado en el proceso terapéutico como un igual por derecho propio”… Son obvias las dificultades de aplicación tanto del principio como de su actual formalización jurídica, dados los siglos de relación desigual, dificultades y resistencias presentes en los dos polos de la relación (González, O., 2006).

-La desintitucionalización. La indignación ante la realidad manicomial ( encierro, malos tratos, miseria) nutre el impulso ético ( más tarde imperativo legal) desinstitucionalizador que, en palabras de Amarante (1995) “ es una manifestación ética desde el momento que se ejercita para conseguir el reconocimiento de nuevos sujetos de derecho y de nuevos derechos para los sujetos, de nuevas posibilidades de ser sujetos, para aquellos que fueron convertidos en objetos por el saber y la práctica científicas”…

No nos referimos a desintitucionalizaciones salvajes, producto de la moda, de impe-rativos económicos ( muchas veces inmobiliarios) o de otras compulsiones destructivas y desmanteladoras. Incluso procesos inicialmente bien fundados, pensados y aceptablemente dotados, con logros indudables, no dejan de tener efectos perversos, y el esfuerzo dirigido a restituir derechos fundamentales (de los internados en los manicomios, privados de libertad, de los ciudadanos todos con escasos recursos asistenciales), acaba conculcando otros. En este sentido es sumamente esclarecedora la lectura del Informe del Defensor del Pueblo Andaluz cuando, en 1996, se refiere a la situación de los enfermos crónicos… “es cierto que el sistema manicomial quedó atrás, pero la transgresión de los derechos humanos aunque reducida, no ha sido eliminada, sino que se ha transformado. Lo que en la época anterior constituía una transgresión y desprotección jurídica por acción, hoy es por omisión”.

-La relación con la industria farmaceútica.En otro lugar (González, 1999) he señalado que “el problema ético central de la profesión, en este momento histórico, es su actitud pasiva y sumisa ante los imperativos de la industria, las finanzas y el mercado que, a mi entender, ha desbordado todos los límites, y no solo los éticos”… “Las técnicas de pro-moción y venta focalizadas en el médico (prescriptor) han desbordado lo imaginable y seguramente lo tolerable”.

En los últimos años esta particular relación entre la industria farmaceútica y los médicos ha provocado debates tanto resonantes como persistentes en los medios de comunicación, en sedes parlamentarias y judiciales y, por supuesto, en las publicaciones profesionales.

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En varias ocasiones me he referido a las observaciones de Paulo Amarante (995) cuando alude a la “interferencia descontrolada de la industria farmaceútica en la investigación, en los eventos o en las prácticas de la salud mental y asistencia psiquiátrica… una política industrial de consumo donde el mercado dicta las normas de la política de salud”. Benedetto Saraceno (1993) analiza con detenimiento y claridad las relaciones entre el productor de informaciones y el prescriptor, y el modo como se obstaculiza cualquier proceso crítico9 (9) Santiago Lamas (1993) nos ha hecho una excelente síntesis de la obra de David Healy, simultánea a un notable reportaje de Fuller Torrey… y Ray Moynihan coordinó un número especial del British Medical Journal (B.M.J.) de 31 de mayo de 2003 (“La hora de desenredar a los médicos de las compañías farmaceúticas”) con una portada ciertamente llamativa, en que muestra diversos modos de relación entre cerdos ( médicos prescriptores) y reptiles ( representantes de los laboratorios, armados de bolígrafo y talonario): El periodista Jörg Blech en su librito “Los inventores de enfermedades” (ediciones en español desde enero de 2005) nos ilustra como trabajan “los inventores de enfermedades” ( a escondidas) y “como nos convierten en enfermos”.

En nuestro país es llamativa la falta de pronunciamientos críticos desde los ámbitos profesionales de la especialidad, si se exceptúa a la Asociación Española de Neuropsiquiatría y algunas de las federadas ( Andaluza, Galega de Saude Mental) con análisis y denuncias recogidos en la prensa general y especializada ( Rev. de la A.E.N., Maristán, Siso-Saude, Psiquiatría Pública mientras existió…): La Fundación Instituto Catalán de Farmacología, dirigida por Joan- Ramón Laporte es otra de las excepciones, con unas publicaciones y pronunciamientos que solo se pueden calificar de ejemplares desde el punto de vista ético, y que, como toda ética práctica depara consecuencias desagradables y penosas para quien así se comporta.

-Ética y continuidad asistencial. La continuidad asistencial y de cuidados supone la noción de sujeto como unidad psicofísica, articulador de sus múltiples identidades y rela-ciones sociales, en cada momento y en su desarrollo temporal. Lo que implica la necesidad de analizar su conducta (eventualmente síntomas y síndromes clínicos) en su contexto, en la medida que su significado ( sus significados) va indisolublemente unido al contexto, al lugar del significante en la cadena de signos. En el plano terapéutico, lo mismo: el tra-tamiento, cualquier clase de tratamiento es solo una parte de un complejo entramado de relaciones y de intervenciones, propias y de la red social, que se entrelazan con los hechos fortuitos y con los acontecimientos de la vida. El tratamiento es un elemento más que viene a añadirse a esos “procesos naturales”. (Wille, 1982):

A la continuidad como cualidad positiva de la intervención, como valor, se opone la discontinuidad, producto de la fragmentación, fragmentación que se produce y manifiesta en diversos planos y niveles.

9 Dice, entre otras cosas B. Saraceno:… “la extrema pobreza de actitud critica” y la “aceptación pasiva de la información” se debe a) al poder económico de la empresa farmaceútica que determina una difusión poderosa, extensa y capilar de una información distorsionada o simplificada b) el poder económico de la industria farmaceú-tica determina una complicidad intelectual de muchos líderes que producen información c) el poder económico de la industria farmaceútica determina estrategias informativas simplificadas, tranquilizantes y apetitosas tanto para el prescriptor como para el paciente… d) el poder cultural y los condicionamientos económicos de las instituciones privadas o públicas de investigación farmacológica determinan una producción de investigaciones, las cuales, a pesar de ser impecables desde el punto de vista metodológico, son repetitivas, autorreproductivas e irrelevantes para la salud pública”.

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En primer lugar fragmentación en las unidades y servicios. Los agudos frente a los crónicos, el ambulatorio frente al hospitalario, la primaria frente a la especializada, lo sanitario frente a lo social. Por un lado los ancianos, por otro los deficientes, más allá los toxicómanos, y las anoréxicas aparte, que no están locas… Unidades para los trastornos límite, otras para los esquizofrénicos resistentes… “Para cada grupo o subgrupo ha de haber no un programa, sino una unidad, un servicio, una especialidad o subespecialidad, como mínimo un master y un protocolo. Y si no son posibles servicios públicos, mejor, se conciertan, que en el ámbito privado hay residencias asistidas y sin asistencia, para deficientes, drogadictos y diversas modalidades de ancianos (González, 1998):

En segundo lugar la fragmentación del sujeto, empezando por la ruptura de la unidad psicofísica. En la atención corporal el paciente es poco más que una suma desarticulada de órganos y aparatos, como muestra la asistencia que se presta en algunas plantas de hospitalización, que llega a lo inadmisible y grotesco en pacientes ancianos y/o pluripa-tológicos, abrumados por la cantidad de profesionales que intervienen sobre su cuerpo cada día, que ninguno es su médico, obligados a tomar decenas de pastillas, producto de la suma de las prescripciones en que acaban los informes de interconsulta. En la atención psicológica y de salud mental las cosas no está mejor, empezando por el pleito entre psiquiatras y psicólogos y los diversos objetos y formas de intervención de las diversas escuelas y orientaciones de una y otra profesión.

En tercer lugar las separaciones y las divisiones en los planos administrativo y de gestión. La primera y principal la distancia entre el organismo que paga y el que gasta (entre la financiación y la provisión según el lenguaje al uso): Cuanto más aumenta la distancia entre uno y otro, más aumenta el gasto ( que es, en realidad, de lo que se trata). O la separación entre programados y gestores y los clínicos y resto del personal de a pie. Los primeros suelen aludir y recurrir a mo-delos y experiencias foraneos, que tratan de imponer de modo descontextualizado, olvidando la advertencia de Clausewitz: “Las doctrinas militares tienen que ser producidas por el ejército que va a usarlas porque la copia indiscriminada resulta siempre un grave error”. O la competitividad como orientación de la actividad de los servicios, como si fueran supermercados, que impone la disputa permanente e impide, o al menos dificulta seriamente, cooperar y compartir.

En otros momentos y lugares ha calificado esa dinámica fragmentadora como com-pulsión de escisión (González, 1988).

Charles Boelen, en su documento de trabajo de la O.M.S. ( 2001) relativo a la propues-ta Toward Unity For Health (T.U.F.H.), A.U.P.A.S. o Actuando Unidos Para la Salud, en castellano, decía que la fragmentación en la provisión de servicios de salud no es solo una realidad estática, sino un fenómeno galopante, señalando las divisiones entre la atención individual y los servicios comunitarios, entre los aspectos económicos y sociales de la salud, entre la atención curativa y la preventiva, etc.

La lógica del capital, del movimiento del dinero, del lucro y la codicia imponen “en-foques analíticos para la resolución de problemas”… que usan la ciencia y la tecnología y olvidan los enfoques holísticos basados en las ciencias epidemiológicas y sociales… actuaciones contra la enfermedad en vez de para la salud, organización de los servicios según la conveniencia de los profesionales en vez de considerar las expectativas y necesi-dades de la gente… Fuerza de trabajo impulsada por la empresa privada, la competencia, el consumismo y el pago por servicio”. El bienestar del accionista a expensas del paciente como decía Chodoff. Este es el centro del conflicto ético.

La continuidad asistencial solo puede garantizarse con la integración sociosanitaria. Además de algunas experiencias voluntaristas, ejemplares, en el ámbito de la atención

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primaria o en los primeros momentos de las reformas psiquiátricas, la propuesta más consistente, en los últimos años, es el referido programa T.U.F.H. o A.U.P.A.S. de la O.M.S., donde la gestión integrada trata de incluir atención primaria, especializada, salud pública, servicios sociales y comunidad de vecinos10.

5. la dimensiÓn COleCTiva. más allá de la éTiCa

Los principios éticos tradicionales de beneficiencia, no maleficencia y autonomía se refieren al sujeto individual, y suponen que el objeto de la medicina es el individuo, su cuerpo. Gustavo Bueno ( op. cit.), p. ejemplo afirma que la medicina siempre va referida al cuerpo individual y reduce la llamada medicina social a la administración de la medi-cina en un contexto jurídico, lo que no es cierto. Existen concepciones de la salud y la enfermedad, así como objetos de intervención y procedimientos que siendo médicos, son colectivos, y que suponen una diferencia de plano, un salto epistémico respecto a la concepción individual. El objeto de la Epidemiología son las poblaciones humanas, la frecuencia y distribución de la enfermedad en las mismas y el estudio de los factores que las determinan. Las intervenciones preventivas suponen objetos colectivos y en su mayoría son intervenciones sobre el medio, bien material, bien social: La intervención sobre las fuentes de Londres sugeridas por Snow a mediados del S. XIX tuvo un efecto inme-diato en la disminución de los casos de cólera en la población, antes de conocer su origen bacteriano. O la prevención de la pelagra a través de medidas dietéticas propuesta por Goldberger a comienzos del S. XX, sin conocer su origen carencial… El control sanitario de los alimentos, el tratamiento del agua de bebida, suponen procedimientos sanitarios, médicos a la vez que colectivos, sin referirse primariamente al cuerpo del enfermo.

Me interesa señalar los objetos colectivos de análisis e intervención, por ejemplo, el hos-pital en su globalidad, o la sala o unidad en que se trabaja en la orientación de Comunidad Terapeútica, o los grupos terapéuticos, o las intervenciones comunitarias que implican a personas e instituciones de la red social de los pacientes. En todo estos contextos las orienta-ciones éticas tradicionales deben ser replanteadas. La tradicional controversia sobre la relación sexual terapeuta-paciente se trasforma en la complejidad del manejo de necesidades y deseos de tratados y tratantes, de cuidadores y cuidados en las instituciones en que conviven, más duros y más difíciles de abordar conforme más cerrada y “total” sea la institución. Recuér-dese p. ejem. las denuncias y evidencias de abusos sexuales en las prisiones y en los centros correccionales. Algo parecido ocurre con la confidencialidad. Tanto la dinámica grupal (sean grupos de psicoterapia o reuniones de sala) como el trabajo en y con la comunidad significan compartir y debatir lo que en la relación dual puede permanecer secreto.

Únicamente el principio tradicional de justicia, en tanto que demanda una distribución equitativa de los recursos como fundamento de la salud, conduce a la Ética Médica, a través de la Moral, el campo jurídico, es decir, social, económico y político11.

10 Las dificultades de funcionamiento integrado en la comunidad, dadas las diferentes dependencias admi-nistrativas de los profesionales, se corresponden con la actitud “de las cúpulas”: Diario Médico del miércoles 15 de marzo de 2006 subraya como “nueve comunidades rechazan de plano la reunificación de sanidad y servicios sociales”, a excepción de Cantabria donde ya están unidos

11 Hay quien niega la distinción entre Ética y Moral. Es común la diferenciación atendiendo a su objeto, que sería la vida humana individual en el caso de la Ética y los grupos humanos en el caso de la Moral. Para otros, en fin, la Ética sería la ciencia de la Moral y esta la práctica de Ética.

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ImPlantaCIÓn Y aPlICabIlIdad de la lEY DE ProMoCiÓN DE la autoNoMÍa PErSoNal Y

atENCiÓN a laS PErSoNaS EN SituaCiÓN DE DEPENDENCia: una ReFleXIÓn

sobRe el ConteXto de andaluCÍa

ImPlementatIon and aPPlICatIon oF tHe laW FoR tHe PRomotIon oF PeRsonal auton-omY and assIstanCe to dePendent PeoPle: a

ReFleCtIon on tHe andalusIan ConteXt

Yolanda de la FUente robles

eva sotomaYoR moRales Universidad de Jaén [email protected]

[email protected]

Resumen

La reciente aprobación de la Ley de Promoción de la autonomía personal y atención a la personas en situación de dependencia, ha supuesto la oportunidad para completar el sistema de bienestar social generado para las personas dependientes y, para sólo en parte, permutar el sistema de redes sociales que ha significado, hasta ahora, su único soporte. En este trabajo se examina el contexto social e institucional del contexto andaluz en el que se implanta este instrumento jurídico novedoso, con una presencia destacada de sociedades rurales carentes de servicios y en las cuales opera con más fuerza el apoyo informal y con una estructura demográfica que pronostica en los próximos años un considerable índice de dependencia de personas ancianas y un crecimiento del tramo de edad de los “older old”.

abstRaCt

The recent Law of Promotion of personal autonomy and attention to dependent people has meant the opportunity to complete the social welfare system generated for the dependent and, perhaps only partly, to change the system of social networks that has meant, until now, their only support.

In this article we examine the social and institutional Andalusian context in which the new juridical instrument is implemented, with the significant presence of rural societies lacking in services, in which informal support appears more strongly, and with a demogra-phic structure that allows us to predict a considerable level of dependence of elders and a growth of the so-called “older old” in the next few years.

PalabRas Clave: “Ley de dependencia”, Redes sociales, Política Social en Andalucía. KeYWoRds: Law of Promotion of personal autonomy and assistance to dependent people Social

networks, Social Policy in Andalusia

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1. el ConteXto andaluz de la dePendenCIa

El fenómeno de la dependencia, se evidencia a través de la observación de la existencia de personas con discapacidad asociada a diversos factores, por un lado, y de las personas con discapacidad asociada a la vejez, por el otro. Realmente no existe disimilitud entre ambas, únicamente ocurre que la segunda dimensión es la que realmente está afectando al crecimiento del fenómeno de la dependencia como fenómeno social, por cuanto las sociedades modernas envejecen y la estructura demográfica presiona el contexto. Se hace necesario, por tanto, al objeto de describir la peculiaridad del contexto territorial andaluz en lo que respecta a la aplicación de la Ley de Promoción de la autonomía personal y atención a la personas en situación de dependencia, comenzar nuestro trabajo aludiendo a ambas dimensiones de la dependencia y, por necesidad, exponiendo muchos aspectos de forma interrelacionada.

El proceso de discapacidad en España, al igual que en la mayoría de los países occi-dentales industrializados, experimenta una doble evolución del número de personas dis-capacitadas. A pesar de la carencia de datos homogéneos y comparables a lo largo de los años1, existe la sospecha de que, por un lado, el tramo que va hasta la vejez, experimenta un decremento, a pesar de que exista todavía generación de discapacidades asociadas a accidentes de trafico y accidentes de trabajo y, por el otro, en el grupo de edad anciana, la discapacidad se incrementa, sobre todo en las edades más avanzadas.

Prueba de ello es que, en España, más del 32% de las personas con 65 años y más, tiene alguna discapacidad, mientras que entre los españoles que tienen de 6 a 64 años, la proporción no llega al 5%2. Lo que pone de manifiesto que las situaciones de discapacidad están claramente relacionada con la edad. Sin embargo, los datos arrojan evidencias de que la discapacidad afecta de forma desigual a unos territorios que a otros, dependiendo esto fundamentalmente de dos factores: la estructura demográfica (zonas más envejeci-das) o las condiciones de salud de su población, reflejo esto a su vez de factores de tipo socioeconómico, sanitario y de la aplicación de las políticas públicas. Por ello, en primer lugar pretendemos elucidar aquellos aspectos contextuales y demográficos que otorgan diferencias territoriales a la hora de implantar la Ley de Dependencia, a pesar de que más adelante haremos una referencia al ámbito institucional de cada comunidad, segundo factor determinante de la aplicabilidad e implantación de este marco jurídico. Por ende, partimos de la hipótesis sistematizada de que cualquier política que afecte a todo el territorio español, en este caso la actuación en casos de dependencia, se desarrollará de forma diferente en cada territorio según los diferentes factores, y en su proceso de desarrollo y aplicación habrán de tenerse en cuenta las peculiaridades del contexto.

En primer lugar, existen diferencias en cuanto al montante de personas con algún tipo de discapacidad que serán usuarias de las prestaciones derivadas. Por Comunidades Autónomas, la discapacidad afecta a más del 100‰ de la población de seis y más años en Castilla y León, Murcia, Galicia y Andalucía, mientras que está por debajo del 80‰ en

1 La primera gran encuesta sobre discapacidad se realizó en 1986 (INE: Encuesta sobre discapacidades, deficiencias y minusvalías). En 1999 se llevó a cabo la EDDES, otra gran operación estadística. A pesar de que ambas encuestas siguen un mismo marco teórico y similar metodología de campo, los resultados no son completamente comparables pues se modificaron algunas preguntas sobre tipos de discapacidad. Ello impide conocer si la discapacidad avanza al ritmo que lo hace la esperanza de vida, se estabiliza o bien se comprime en las edades superiores.

2 Fuente: Encuesta sobre Discapacidades, Deficiencias y Estado de Salud. 1999.

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Navarra, Baleares, País Vasco, Madrid, Canarias y La Rioja, comunidad que ostenta la tasa más baja de España (56‰). La tendencia observada en 1986 se mantiene en la actualidad, en el caso de Baleares, Navarra y La Rioja, con tasas más bajas que la media nacional, y Andalucía y Castilla la Mancha se mantienen en la parte alta de la lista de comunidades con mayores tasas.3

Estos datos, reflejan un papel determinante de la Comunidad Andaluza, estando, no obstante, este dato influenciado por la edad poblacional. Por ello, a pesar de la referencia reiterada de que la edad se asocia estrechamente a discapacidad, al objeto de eliminar sus efectos, hemos observado las tasas estandarizadas por lo que aparecen diferencias únicamente explicables por otros factores de riesgo o predisposición, como el nivel de ingresos o instrucción de la población, u otros factores de dotación, infraestructuras de servicios, etc.

Excluyendo, por tanto, las consecuencias de la estructura por edad, Murcia es la comu-nidad autónoma con tasa de discapacidad más alta, (120 ‰ ), lo que está indicando peores condiciones de salud o razones de otro tipo, Andalucía le sigue con 118 ‰ mostrando también una tasa no estandarizada alta (la tercera después de Castilla y León, Galicia y Murcia) Por lo que la alta situación de dependencia en Andalucía se debe tanto a factores demográficos como a aquellos derivados de las características sociales, educativa de la población, a las infraestructuras y a la presencia de zonas ruralizadas.

Una vez vista la discapacidad no asociada a la dependencia, continuamos describien-do el contexto de la ley, esta vez desde la importancia del avance sociodemográfico de la población.

En la actualidad, el envejecimiento de la población es uno de los procesos más pre-ocupantes en las zonas más privilegiadas, alarma que contrasta paradójicamente con la generada por las altas tasas de natalidad de los países pobres y que provoca el pensamiento ilusorio de plantear un intercambio de problemas en el orden mundial, a causa de asistir impotentes al escenario global donde los problemas de unos serían las soluciones de otros. Las pirámides de población de los países europeos en pocos años evolucionan sus figuras hacia unas bases estrechas, de escasos jóvenes y estirando su pico, por la longevidad y ensanchándolo por la cantidad de ancianos.

No obstante, no podemos dejar a un lado la consideración del efecto en la natalidad que está teniendo la población inmigrante por las edades y la cantidad de personas de esta condición que acceden a España. Ello atenúa este índice de vejez por el efecto del rejuve-necimiento que están teniendo en la estructura demográfica. En España, las comunidades que presentan los índices de vejez más altos son Castilla y León (22,9%), Asturias (22,1%), Aragón (21,6%), Galicia (21,2%), y Castilla-La Mancha (20,0%). Por el contrario, las tasas más bajas se dan en Canarias (12,0%), Murcia (14,2%), Illes Balears (14,3%), Madrid (14,7%) y Andalucía (14,9%) (Informe Social de La Caixa, 2004). Esto indica, que la mayor presencia relativa en Andalucía de “ancianos jóvenes” augura una situación de alta dependencia en los próximos años, en los cuales, al haberse incrementado la esperanza de vida, se cubrir esta ayuda y apoyo, formal o informal, para un número no poco considerable de ancianos “viejos” ya que la edad se considera en sí mismo un factor directamente relacionada con la discapacidad y, por lo tanto, en gran medida, con la dependencia.

3 Ibidem.

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La artritis, los accidentes cerebrovasculares, el alzheimer, el parkinson y la distrofia muscular, entre otros, son enfermedades comunes asociadas a la vejez. Estas a su vez provocan efectos en la perdida de visión y del oído, las deficiencias osteoarticulares en las extremidades inferiores y la columna vertebral y múltiples deficiencias generadas por los procesos degenerativos que limitan diversos aspectos necesarios para la autonomía como es el pasear o caminar, la movilidad, el autocuidado personal, la alimentación, la agestión o la autodeterminación.

Precisamente, la definición de dependencia considera como determinante la pérdida de autonomía personal, sea física, psíquica o intelectual, que genera necesidades de ayuda y asistencia para desenvolverse con normalidad en la vida cotidiana, siendo esta situación la que usualmente se produce en las personas ancianas, sobre todo en aquellas que han alcanzado la edad octogenaria.

La situación de dependencia viene determinada por varios factores, además de los relacionados con la morbilidad, como son el sexo, la edad y el entorno en el que se vive. Según Otero et al. (2004), la clase social y el nivel de instrucción determinan el riesgo de padecer algún tipo de discapacidad. No obstante, diversos estudios apuntan que no son el sexo, el nivel de instrucción o el entorno factores de incidencia directa en la situación de dependencia humana, sino que estos a su vez están directamente relacionados con los hábitos de salud, el acceso a los recursos y la carga de trabajo o nivel de actividad que se produce a lo largo de toda la vida. Es por ello por lo que las zonas rurales andaluzas se ven expuestas a las carencias que provoca en las personas dependientes la carencia de recursos institucionales que prevé el entorno y una feminización de la vejez, característica propia de estos entornos, además del envejecimiento. De este modo, si el alejamiento de los centros urbanos provistos de servicios, la falta de comunicación, las bajas de tasas de instrucción y los anteriores factores operan en el ámbito rural andaluz, se generará una zona especial-mente vulnerable a la dependencia que pretende apoyar la nueva ley de dependencia.

No obstante, Andalucía, siendo la primera comunidad autónoma española en cuanto a su población, que, en 2006, se situaba en 7.975.672 habitantes, concentra su volumen, sobre todo, en las capitales provinciales y en las áreas costeras, por lo que el nivel de ur-banización de Andalucía es bastante alto y la mitad de la población andaluza se concentra en las veintiocho ciudades de más de cincuenta mil habitantes. Por lo que, evidenciando que el ámbito rural merece una especial atención en la aplicabilidad de la Ley de depen-dencia, no es Andalucía únicamente la comunidad que mayormente se ve afectada por este contexto, aunque, hemos de reconocer, que la ruralidad en este caso, no vendría definida por el tamaño del territorio, sino por el alejamiento de los centros urbanos, factor que generaría una carencia de servicios de cuidados y apoyo formales y un peso mayor de las personas(mujeres) cuidadoras.

Además de las características del proceso actual del envejecimiento de la población: Envejecimiento del envejecimiento y feminización del envejecimiento, (Amador y Crespo, 2006) existe un factor común a todo el fenómeno: la ayuda informal es femenina. En Andalucía, más del 70% de las personas que prestan ayuda básica a las personas dependientes son mujeres 4. El cuidador principal de las personas de más de 80 años recae en el 40% en sus hijas5. A las conclusiones extraídas a través de la observación de las propias cifras se le une el esce-

4 Andalucía, dependencia y solidaridad en las redes sociales familiares. IEA. 2007.5 Encuestas de discapacidades, deficiencias y estado de Salud (EDDES). 1999.

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nario de debate social de los últimos años. La conciliación entre la vida laboral y familiar como realidad demandada por las sociedades actuales, abre una brecha en los pilares de la modernidad donde conviven formas arcaicas y progresistas sincrónicamente, enfrentadas y contradictorias y en las cuales se generan estilos de vida de mujeres atosigadas por la alternancia de los tiempos de dedicación al hogar, al trabajo y a las personas. La mujer ha conquistado el los últimos años los espacios sociales laborales extra domésticos sin haber abandonado otros que le han sido tradicionalmente otorgados, como el cuidado de los hijos e hijas, ancianos y parientes cercanos (Sotomayor, 2004).

Asimismo, considerando el tipo de hogar y de cargas familiares, es en los hogares ex-tensos completos donde el reconocimiento de complicaciones es mayor. Son las mujeres de estos hogares quienes aprecian en mayor medida (casi en un 60%) dificultades para conciliar la vida familiar con la vida laboral. De hecho, el cuidado asistencial a personas mayores dependientes se reconoce con una elevada frecuencia (casi por tres cuartas partes de la población entrevistada) como una fuente de conflictos familiares. En estos hogares y en relación con este tipo de tareas de cuidado (no gratificantes) parece encontrarse uno de los puntos críticos del problema de la conciliación.

En general, el sexo incide en la apreciación de conflictos relacionados con la conci-liación según una pauta que parece marcada por el estatus/rol socialmente establecido, lo que confirma de nuevo la persistencia de la división sexual del trabajo. Estos aspectos constituyen verdaderos puntos críticos para la conciliación de la vida familiar y la vida laboral. Es lógico que la concentración de las valoraciones sociales se comporte casi como un reflejo de la debilidad de la oferta pública de servicios de apoyo para personas en situación de dependencia.

En definitiva, además de los datos anteriormente revisados, creemos interesante añadir que, en cuanto a la longevidad, en la actualidad, con valores inferiores a la del conjunto de España, Andalucía presenta una media de la población muy similar a la de la Unión Europea. En el año 2000 era de 78,1 años y superaba los valores de muchos de los países europeos más desarrollados como Alemania (77,6), Reino Unido (77,8) o Dinamarca (76,5)6. No obstante, la peculiaridad de esta Comunidad como tal no evidencia una diferencia con el resto de comunidades ya que mantiene una desventaja en longevidad con respecto al resto de España, como consecuencia de la mayor mortalidad en los grupos de edad de los mayores de 60 años, mucho más en las mujeres. No obstante, la mortalidad del grupo de edad menor de cuarenta años es más baja que en el resto de España. Todo ello y lo anteriormente expuesto presenta un panorama que demanda más una actitud preventiva que de emergencia, a nivel comparativo con otras comunidades, porque Andalucía, si no presenta el panorama más envejecido, lo hace a pasos agigantados.

2. el ConteXto InstItuCIonal de la dePendenCIa

2.1. la CoMuNiDaD autÓNoMa aNDaluza CoMo PrEStaDora DE SErViCioS SoCialES VErSuS SituaCioNES DE DEPENDENCia

El desarrollo de los Servicios Sociales en Andalucía ha sido un proceso complejo; su desenvolvimiento ha estado vinculado al desarrollo de la Constitución y a la implan-tación de la propia Comunidad Autónoma. Pero lo que simbolizó el paso a una expan-

6 Fuente: Eurostat. NewCronos para los países Europeos.

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sión sin precedentes en los Servicios Sociales disponibles en la sociedad andaluza fue la Ley de Servicios Sociales de Andalucía de 1988 (en lo sucesivo LSSA), que además ha realizado funciones de instrumento corrector de los defectos de los equipamientos hasta entonces implantados: reducida actuación preventiva, dispersión legislativa y de medios, falta de control y participación social de usuarios, descoordinación, ausencia de visión globalizadota de las necesidades sociales y, todo ello, a menudo, bajo un enfoque paternalista y benéfico.

La LSSA reconoce el derecho a los Servicios Sociales a todos los ciudadanos y efectúa su diseño organizativo en los Servicios Sociales Comunitarios y Especializados.

Los Servicios Sociales Comunitarios constituyen la estructura básica del sistema público de Servicios Sociales. Su finalidad es: “El logro de unas mejores condiciones de vida para el pleno desarrollo de los individuos y de los grupos en que se integran, mediante una acción integrada y polivalente” (art.7 de la LSSA). Son sus objetivos la promoción y el desarrollo de los individuos, grupos y comunidades potenciando las vías de participación; el fomento del asociacionismo; y la coordinación entre organismos y profesionales que actúen en éste ámbito.

Los Servicios Sociales Especializados, son aquéllos que se dirigen hacia determinados sectores de la población que, por sus condiciones o circunstancias, necesitan una atención específica, y se estructuran territorialmente de acuerdo con las necesidades y características de cada uno de ellos (art. 11 de la LSSA).

La LSSA establece la implantación de servicios dirigidos específicamente a la familia, infancia, adolescencia y juventud, la tercera edad, las personas con deficiencias físicas, psí-quicas y sensoriales, los toxicómanos, las minorías étnicas, grupos con conductas disociales y otros colectivos. Dichos servicios se llevan a cabo a través de los siguientes tipos de centros: Centros de Servicios Sociales, Centros de Día, Centros de Acogida, Residencias, Centros Ocupacionales, Centros de Rehabilitación Social y otros Centros.

Lo señalado anteriormente forma parte de la modalidad actuaciones y el catálogo de prestaciones de la Comunidad Autónoma Andaluza con carácter general, pero es necesario analizar como se articulaba este, respecto a la atención a las situaciones de dependencia.

A priori, para la estimación de la población en situación de dependencia en Andalucía; la administración andaluza ha considerado las situaciones de dependencia severa y de de-pendencia total o gran dependencia. Estas aclaraciones metodológicas son previas a la presentación del número de personas situación de dependencia en Andalucía.

La base de datos más reciente para cuantificar en Andalucía el número de personas que puedan considerarse dependientes en la “Encuesta de Discapacidades, Deficiencias y Estado de la Salud de 1999” (INE 2001).

De esta forma, advertimos que la cifra de personas en situación de dependencia (severa y total) no institucionalizadas en Andalucía alcanza las 523.376 personas, de las que 217.291 tienen entre 6 y 64 años y 306.085 tiene 65 y más años. Como podemos constatar, aun-que la prevalencia es mayor entre las personas de 65 y más años, también es considerable entre los que tienen menor edad, lo que confirma la hipótesis de que las situaciones de dependencia recorren toda la estructura de edades de una población.

Al analizar las situaciones de dependencia por género advertimos que las mujeres son las que en mayor medida se encuentran en estas situaciones, especialmente a medida que avanzamos en la edad.

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De hecho, de todas las personas en situación de dependencia en Andalucía un 58,4% son mujeres (305.549). Todavía es mayor ese porcentaje entre las personas de 65 y más años, al ser un 66% (200.767 mujeres).

Nos encontramos, por tanto, ante la feminización de las situaciones de “dependencia” lo que hace que las mujeres andaluzas sean las principales destinatarias de las prestaciones y servicios para la atención a las personas dependientes. Y en segundo lugar, el hecho de que le 80% de las personas cuidadoras son mujeres y convivientes en el mismo domicilio, lo que ha venido a denominarse el cuidado informal. Mujeres cuya actividad cuidadora de otros limita su independencia, su participación activa en la sociedad y su ocio. Además, esta actividad cuidadora de las mujeres genera, en muchos casos, patologías que a su vez pueden ocasionar una discapacidad.

Por lo tanto, la atención a este colectivo de población se convierte, pues, en un reto ineludible para los poderes públicos, que requiere una respuesta firme, sostenida y adaptada al actual modelo de nuestra sociedad. No hay que olvidar que, hasta ahora, han sido las familias, y en especial las mujeres, las que tradicionalmente han asumido el cuidado de las personas dependientes, constituyendo lo que ha dado en llamarse el “apoyo informal”. Los cambios en el modelo de familia y la incorporación progresiva de casi tres millones de mujeres, en la última década, al mercado de trabajo introducen nuevos factores en esta situación que hacen imprescindible una revisión del sistema tradicional de atención para asegurar una adecuada capacidad de prestación de cuidados a aquellas personas que los necesitan.

Podríamos confirmar que las mujeres cuidan a sus mayores a pesar de todas las dificul-tades y el mayor sacrificio que realizan es consigo mismas porque supone un menoscabo importante para su persona y para su vida, a cambio, su demanda genérica es de apoyo emocional, estímulo y reconocimiento.

El cuidado realizado por la familia es raramente puesto en cuestión y se da por supuesta la eficiencia del realizado por las cuidadoras, mientras que, el cuidado formal, se percibe como inferior por el hecho de no contar con la relación afectiva y los cuidados profesionales están constantemente revisados y sujetos a escrutinio, como si el afecto fuera suficiente para proporcionar la calidad de vida adecuada a la persona dependiente.

El sentimiento que mejor define la experiencia de cuidar es el de la ambivalencia emo-cional, calificamos así los dilemas de conciencia que experimentan las mujeres al asumir el cuidado. No todas desean cuidar, ni están preparadas para ello, pero, ninguna se niega, ni puede hacerlo, se asume con gran coste personal el “debe ser” normativo y se realiza con cariño y afecto.

La creencia de que las personas mayores se encuentran mejor atendidas en la familia sólo podemos seguir manteniéndola si en la misma medida tenemos unos servicios de calidad, con un personal formado que sirva de soporte y complemente la función de los cuidados familiares. Al final de la vida, se pueden dar situaciones específicas y las relaciones familiares pueden presentar diferentes modalidades que deben ser reconocidas y sopesadas en el momento de elaborar leyes o crear servicios de ayuda a las familias que cuidan.

En este sentido debemos esperar de la Ley de Promoción de la Autonomía Personal y Atención a las Personas Dependientes con la que el Gobierno ha pretendido universalizar el derecho de toda persona dependiente a recibir asistencia gratuita del Estado, que se de-sarrolle adecuadamente el “programa integral de atención personalizada” para que cada

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situación sea abordada de la forma más adecuada, integrando las prestaciones económicas con Servicios Sociales y profesionales que aborden cuestiones más amplias en el ámbito de la convivencia familiar y social. Que suponga un apoyo y sustente los cuidados pro-porcionados por los cuidadores durante todo el proceso, además de vincular y coordinar los sistemas sanitario y social ya existentes.

Es revelador el dato obtenido del estudio realizado en la Comunidad Valenciana (Berjano, Ariño y Llopis: 2004), dirigido al conjunto de la población, donde al preguntar sobre las medidas que debería adoptar la Administración para hacer frente al problema de la dependencia, en primera opción se sitúa, el apoyo económico del Estado en forma de “salario mensual” al cuidador/a, con un 78,9% de los entrevistados.

La figura del cuidador familiar que contempla la ley, retribuida con una prestación denominada “prestación económica en el entorno familiar” con contribución a la Seguri-dad Social, sólo sería adecuada en los casos en que tenga la intención de apoyar a mujeres cuidadoras y mayores, a las que les resulta difícil insertarse en el mercado de trabajo, pre-cisamente por esas características. En ningún caso debe suponer un acicate para evitar la inserción laboral de la mujer y un mantenimiento de las pautas más tradicionales del cuidado.

La solidaridad familiar seguirá existiendo en el futuro, lo que debe cambiar es el modo de ejercerla y el reparto de la misma. Debemos encontrar soluciones que combinen el afecto y la ternura en los cuidados, con un sistema de protección social donde, el cuidado, sea valorado como un derecho social para el individuo que lo necesita, reconocido como un trabajo por quién lo realiza y esté exento de desigualdades basadas en presupuestos de género7.

El propio texto constitucional, en sus artículos 49 y 50, se refiere a la atención a perso-nas con discapacidad y personas mayores y a un sistema de servicios sociales promovido por los poderes públicos para el bienestar de los ciudadanos. Si en 1978 los elementos fundamentales de ese modelo de Estado del bienestar se centraban, para todo ciudadano, en la protección sanitaria y de la Seguridad Social, el desarrollo social de nuestro país desde entonces ha venido a situar a un nivel de importancia fundamental a los Servicios Sociales, desarrollados fundamentalmente por las Comunidades Autónomas, con colaboración especial del tercer sector, como cuarto pilar del sistema de bienestar, para la atención a las situaciones de dependencia. (Vid. Figura 1)

Se trata ahora de configurar un nuevo desarrollo de los Servicios Sociales del país que amplíe y complemente la acción protectora de este sistema, potenciando el avance del modelo de Estado social que consagra la Constitución Española, potenciando el compromiso de todos los poderes públicos en promover y dotar los recursos necesarios para hacer efectivo un sistema de servicios sociales de calidad, garantistas y plenamente universales. En este sentido, el Sistema de Atención de la Dependencia es uno de los ins-trumentos fundamentales para mejorar la situación de los Servicios Sociales en nuestro país, respondiendo a la necesidad de la atención a las situaciones de dependencia y a la promoción de la autonomía personal, la calidad de vida y la igualdad de oportunidades. Para ello, articula un catálogo de prestaciones por dependencia (art. 12, 1) son las que

7 Más información en: http://wzar.unizar.es/acad/fac/eues/bibeues/REVISTA_AIS/Extra_Ais/Depen-dencia/comunicaciones/Julve%20Negro.pdf. Dependencia y cuidado: Implicaciones y repercusiones en la mujer cuidadora. Milagros Julve Negro. Universidad de Valencia.

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figuran en la tabla 1. Estas prestaciones reguladas en los artículos 12 al 16 y concordantes presentan un perfil poco definido y en algún caso se establecen de forma poco adecuada para garantizar derechos, ya que se establecen potestativamente (se utiliza “podrán” en lugar de “tendrán”, p.e. apartados 1, 3 y 4 del Art. 12) o se fijan mediante requisitos poco claros (mediante servicios, que de “no ser posible” a través de prestación económica”). Por ello, algunos de los documentos analizados demandan mayor concreción y proponen la ampliación del catálogo y su flexibilización.8 También, se ha puesto de relieve que no se mencionen explícitamente los servicios para las situaciones de dependencia por enfer-medades mentales.9

Si comparamos este catálogo con la propuesta del Libro Blanco,10 observamos que, si bien, se añade la “prevención” al apartado de “servicios para la promoción de la autonomía personal”, en cambio, el “programa de apoyo a familias cuidadoras” se substituye por la prestación económica “excepcional” para “cuidados familiares y apoyo a cuidadores no formales”. Por otra parte, en relación al “servicio de autonomía personal” (arts. 12.4 y 17), que constituye una demanda histórica del movimiento de vida independiente,11 señala úni-camente la posibilidad de recibir una ayuda económica las personas con gran dependencia, menores de 65 años,12 y que se ajusten a lo que se determine por vía reglamentaria. Las “ayudas técnicas” y las “ayudas para la adaptación y accesibilidad del hogar”, que formaban parte del catálogo propuesto por el Libro Blanco y que se consideran imprescindibles para una vida independiente, salen del catálogo y se regulan en la Disposición adicional tercera (“ayudas económicas para facilitar la autonomía personal”), que las establece con carácter potestativo y como subvenciones.

La red que en Andalucía ha hecho frente a la atención de estas necesidades hasta la fecha podemos resumirlo en los siguientes datos:

Red asistencial de 4.629 Centros de Servicios Sociales repartidos por las 8 provincias andaluzas.

Destacan: 1.158 centros para personas en situación de dependencia, con una capacidad asistencial de 43.602 plazas.

En construcción más de 200 centros, que tendrán una capacidad asistencial de unas 9.111 plazas.

El Plan de Apoyo a las Familias Andaluzas, ha supuesto un importante impulso tanto a la atención a las personas en situación de dependencia como a sus familias unas 400.000 familias se benefician del mismo.

El Plan incluye la creación de ayudas a la contratación de cuidadores y cuidadoras para la atención de personas dependientes.

También se han creado 1.200 nuevas plazas residenciales y 1.000 en los programas denominados de estancia diurna y respiro familiar.

8 Por ejemplo, se demanda la inclusión de recursos alternativos a las residencias (acogimiento familiar, vivi-endas con servicios de apoyo o tuteladas, etc., o se propone un modelo de “servicios a la carta”.

9 CES.10 IMSERSO. Libro Blanco.11 Foro Vida Independiente. 12 “¿Acaso una persona con grado II, determinada como severa, no tiene derecho a asistencia persona-

lizada?. Acaso una persona con 75 años, lúcida y con ganas de seguir activa pero que tiene graves problemas de movilidad, no desearía una “asistencia personalizada” en vez de ingresar en una residencia?”. Foro de Vida Independiente.

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El programa de estancia diurna garantiza una estancia mínima en los centros de 39 horas semanales, cinco días a la semana y once meses al año, y en ellos se prestan tareas de cuidado y atención integral durante parte del día. Con este programa se ofrecen servicios a 6.216 andaluces y andaluzas en los 261 centros que actualmente funcionan.

El programa de respiro familiar, ofrece unas 620 plazas a personas en situación de dependencia en los 135 centros conveniados. Mediante este programa los centros asisten-ciales asumen temporalmente las tareas de cuidado prestadas a una persona dependiente por algún miembro de su familia.

Programas piloto para el apoyo en el hogar a cuidadores y cuidadoras familiares de personas en situación de dependencia13.

El objetivo último de la Ley de Dependencia está en no sólo potenciar los centros, sino generar una red sociosanitaria que permita a los beneficiarios no tener que abandonar su casa y su entorno más inmediato y evitar de esta forma procesos de desarraigo y aislamiento que tanto afectan a la salud emocional.

Por eso una de las líneas de actuación será precisamente el fomento de la autonomía personal, haciendo hincapié en la teleasistencia, las ayudas técnicas, la adaptación funcional del hogar y la asistencia personalizada.

2.2. las Claves del éXIto del sIstema de dePendenCIa en andaluCÍa: CalIdad, FoRmaCIÓn, ColaboRaCIÓn Y ContRol

Comos señalan Casado y Fantova, con la nueva Ley se adopta el criterio de que la organización técnica debe estar en función del bienestar de los ciudadanos y usuarios y no de las conveniencias de los agentes proveedores de prestaciones de los servicios sociales. La mejora institucional de los servicios sociales públicos parece exigir la reforma de la actual división de responsabilidades, en tal sentido, la Ley para las situaciones de dependencia funcional trae consigo un avance importante y debería servir de pauta para otras áreas de la acción de los servicios sociales. Debe procurarse así, la asunción por el Estado central de aquellas responsabilidades concernientes a los Servicios Sociales que convengan al interés superior de los ciudadanos.

La asignación de competencias a los Ayuntamientos no debe seguir una pauta uniforme, sino acompasarse a la capacidad técnica y financiera de los mismos para prestar un buen servicio de modo seguro14.

Calidad: El art. 34 de la Ley, sobre Calidad en el Sistema para la Autonomía y Aten-ción a la Dependencia, tiene un claro carácter programático y señala que dicho Sistema fomentará la calidad de la atención a la dependencia con el fin de asegurar la eficacia de las prestaciones y servicios. Para ello, por una parte, encomienda al Consejo Territorial la fijación de criterios comunes de acreditación de centros y planes de calidad del Servicio de Ayuda a Domicilio, dentro del marco general de calidad de la Administración General del Estado. Relacionado con ello ha de traerse a colación el art. 8.f) de la propia Ley por

13 Una de las peculiaridades de este programa sociosanitario ha sido la colaboración de distintas institucio-nes andaluzas, como son la Consejería de Salud, la Consejería para la Igualdad y Bienestar Social y el Excmo. Ayuntamiento de Dos Hermanas (Sevilla).

14 Información detallada en Cuadernos del SIPOSO 1 Síntesis de criterios y propuestas para el Perfeccionamiento de los Servicios Sociales en España. Ed. Seminario de Intervención y Políticas Sociales, Madrid, 2007.

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el que corresponde a dicho Consejo adoptar criterios comunes de evaluación del sistema (Tarabini-Castellani, 2007:521)

En cuanto a los criterios para la acreditación de los centros, no son pocas las Comu-nidades Autónomas que han concretado, por ejemplo, los requisitos materiales que han de cumplir los centros de Servicios Sociales para ser acreditados u homologados y que, como tales, pueden servir de orientación a lo que determinará el Consejo Territorial. Ese ha sido el caso de la Comunidad Autónoma Andaluza a través del Decreto 102/2000, de 15 de marzo, de modificación del Decreto 87/1996, de 20 de febrero, por el que se regula la autorización, registro y acreditación de los Servicios Sociales de Andalucía.

Dicho Decreto, por el que se regula la autorización, registro y acreditación de los Ser-vicios Sociales de Andalucía, en desarrollo de la Ley 2/1988, de 4 de abril, de Servicios Sociales de Andalucía, estableció un sistema de coordinación y control sobre las Entidades, Servicios y Centros de Servicios Sociales, a fin de garantizar los derechos de los usuarios. En este sentido, se exigía una progresiva y ordenada adecuación de los Servicios y Cen-tros a unas condiciones mínimas, materiales y funcionales, que permitiesen un correcto desarrollo de sus actividades.

No obstante, pese al esfuerzo asumido por un gran número de Entidades, la adecuación de sus Centros y Servicios a las condiciones mínimas establecidas dista aún de ser una realidad. Este hecho, sin embargo, no debe traducirse en un incremento en la actividad sancionadora por parte de los órganos administrativos competentes en esta materia, sino en una potenciación de su capacidad de asesoramiento que permita ofrecer a cada Entidad, a través de un plan especifico de adecuación, la posibilidad de cumplir en su integridad con los requisitos mínimos previstos.

Esta alternativa se instrumenta a través de la posibilidad de concesión de una autori-zación y acreditación de carácter provisional que, al estar sometidas a controles periódicos, permite garantizar, al mismo tiempo, que los usuarios de los Servicios y Centros no se vean afectados por deficiencias que afecten a su seguridad o vulneren sus derechos.

Formación: El art. 36 de la Ley, sobre la formación y cualificación de profesionales y cuidadores, dispone que se atenderá a la formación básica y permanente de los mismos. Para ello, los poderes públicos determinarán las cualificaciones profesionales idóneas para el ejercicio de las funciones que se correspondan con el catálogo de servicios regulado en el artículo 15; y promoverán los programas y las acciones formativas que sean necesarios para la implantación de los servicios que establece la Ley.

Además, con el objetivo de garantizar la calidad del Sistema, se fomentará la colabo-ración entre las distintas Administraciones Públicas competentes en materia educativa, sanitaria, laboral y de asuntos sociales, así como de éstas con las universidades, sociedades científicas y organizaciones profesionales y sindicales, patronales y del tercer sector.

En Andalucía, las Administraciones Públicas fomentarán la implantación de aquellos centros y programas necesarios para la formación de profesionales cuya actividad se desa-rrolle en relación con las personas mayores y se garantizará la calidad de la formación de los profesionales de la Gerontología y su adecuación a las necesidades reales y cambiantes que las personas mayores puedan plantear, de hecho la Ley 6/1999, de 7 de julio, sobre Atención y Protección a las Personas Mayores de Andalucía, prevé que el órgano denomi-nado “Coordinación del Área técnica” asuma la función de “proponer a la Dirección del Centro un plan anual de formación del personal del Área Técnica” (Tarabini-Castellani, 2007:536)

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Colaboración: El art. 36 de la Ley señala que se fomentará la colaboración entre las distintas Administraciones Públicas competentes en materia educativa, sanitaria, laboral y de asuntos sociales, así como de éstas con las universidades, sociedades científicas y organizaciones profesionales y sindicales, patronales y del tercer sector. Pues bien, en esta línea se sitúan disposiciones como las que señalan que las prestaciones sociosanita-rias que se desarrollen irán dirigidas a potenciar, entre otros aspectos, los programas de formación continuada, la investigación e intercambio de experiencias multidisciplinares entre los profesionales implicados, de manera que ello redunde en la mejora de la calidad de la atención a las personas mayores.

El art. 37 de la Ley prevé que el Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, a través del orga-nismo competente, establecerá un sistema de información del Servicio de Ayuda a Domicilio que garantice la disponibilidad de la información y la comunicación recíproca entre las Admi-nistraciones Públicas, así como la compatibilidad y articulación entre los distintos sistemas.

La experiencia autonómica se ha dirigido, en su mayoría a la coordinación entre las distintas Administraciones Públicas o entidades implicadas en la recopilación y transmisión de información.

En Andalucía, entre los objetivos de la implantación del Plan Andaluz de Alzheimer, se contempla, por una parte, el de proporcionar a los Centros de Día de Alzheimer un mayor acceso a fuentes de información, un mejor conocimiento de la enfermedad y una mayor fluidez en el intercambio de información con otros centros y con el personal sani-tario. Y por otra parte, el de facilitar la conexión telemática entre los Centros de Salud, los Centros de Día de Alzheimer y los Centros de Atención Especializada para la realización de consultas e interconsultas y la tramitación de citas y derivación a especialistas.

Control: El art. 39 de la Ley prevé que las Administraciones Públicas velarán por la correcta aplicación de los fondos públicos destinados al Servicio de Ayuda a Domicilio evitando la obtención o disfrute fraudulento de sus prestaciones y de otros beneficios o ayudas económicas que puedan recibir los sujetos que participen en el Sistema o sean beneficiarios del mismo.

En el caso andaluz, el art. 5 del Decreto 141/1999, de 8 de junio, por el que se regula la inspección de los Servicios Sociales en la Comunidad Autónoma de Andalucía, incluye entre sus funciones al de supervisar el destino y la utilización de los fondos públicos con-cedidos a personas físicas o jurídicas para la prestación de Servicios Sociales, por medio de subvenciones, convenios, conciertos o cualquier otra figura similar contemplada en la normativa aplicable (Tarabini-Castellani, 2007:550)

3. ConClusIones

Al contrario que la discapacidad generada por una contingencia catastrófica, como un accidente de tráfico, la discapacidad asociada a la vejez es un fenómeno propio de las sociedades generadoras y receptoras de bienestar. Es por ello, en cierto modo, por lo que se le atribuye al propio estado la responsabilidad de paliar los efectos adversos del progreso, por cuanto se incrementa el número de personas ancianas dependientes y van proliferando los modelos asistenciales informales, generados por la propia organización social, no poco costosos para parte de los actores sociales implicados. Las mujeres y los habitantes de las zonas ruralizadas, son dos colectivos situados en el punto de mira de este problema social.

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No obstante, con este escenario, la particularidad del contexto de la dependencia en Andalucía no sólo está asociado a la estructura demográfica que la sitúa en una de las más envejecidas de España, sino a otros factores de tipo estructural como los factores asociados al riesgo, la predisposición, el nivel de ingreso e instrucción de la población u otros factores asociados a la dotación de infraestructuras y servicios.

En este contexto, la aplicación de la Ley de Promoción de la Autonomía Personal y Atención a la Personas en Situación de Dependencia tendrá que ser especialmente cuidadosa, al objeto de dotarse de una estructura sanitaria y de Servicios Sociales en proporción a la demanda de personas dependientes en Andalucía.

Cierto es que hasta la puesta en marcha de la Ley de Servicios Sociales de Andalucía, en 1998, existían unas condiciones institucionales en las que difícilmente podría haberse implantado con éxito una Ley de estas características (Ley de Dependencia), por la reducida actuación preventiva, la descoordinación y la ausencia de visión integral de los problemas de dependencia.

Con la puesta en marcha de programas piloto para el apoyo en el hogar de cuidadores y cuidadoras familiares en situación de dependencia, se muestra el interés por articular un programa sociosanitario con la colaboración de distintas instituciones andaluzas. No obstante, a pesar del avance observado en el ámbito institucional andaluz que deberá ser-vir como pilar de la Ley de Dependencia, sólo podremos alcanzar su fin último si se siguen realizando esfuerzos por mantener unos servicios de calidad, con un personal formado que sirva de soporte y complemente la función de los cuidados familiares.

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