La Máscara de Oro

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La apasionante historia de un asesino, llena de acción y giros extraordinarios, adentrate en el apasionante mundo creado por Ricardo Alvarado, un escritor novel de gran proyección.

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  • La Mscara de Oro La Leyenda Espiritual de un Asesino

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    La Mscara

    de Oro La leyenda espiritual de un asesino

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    Dedicada especialmente a aquella

    mujer que se convirti en mi Andrin,

    el motivo de mi alegra y a veces de desesperacin

  • Prefacio Veces lo vea sumergido en mundos de los que le costaba demasiado salir, con el tiempo se volvi insoportable verle siquiera un segundo, era como volverse prisionero del mismo lugar en el que l navegaba por sombros parajes, sin embargo no se le vea

    desolado, era como si se hubiera acostumbrado a la penumbra, era como si se hubiese acostumbrado a sufrir, ara como si se estuviese devorando por dentro. Yo tena por aquel entonces como diez aos, me sentaba todas las tardes a verle caer en esos abismos oscuros, hasta que ni l mismo logr mirarme sin sentir que se estaba perdiendo, y en un arranque de locura, o quiz en un ltimo suspiro de cordura, se arroj a su fragua a construir con todas sus fuerzas lo que ms tarde llamara yo mi reflejo, mi oportunidad de despertar, mi paz, lo que me ayudara a reflejar mi verdadero ser, en cierta forma comprendo ahora antes de morir que l vio en mi lo que le ayud de alguna manera a cruzar al otro lado; habr descubierto otra forma de escapar?, no lo s, lo imagino, lo supongo, pero no lo s, despus de eso l vago por sus mundos y por los nuestros hasta que los aos lo marchitaron con velocidad abrumadora y se lo llevo la muerte, definitivamente ahora pienso que el ltimo suspiro de mi padre tal y como lo recordara sera

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    ese, el recuerdo de l construyendo la mscara de oro.

    Cuando comprend que yo era igual, trat de escapar de aquel fuego, buscaba sin descanso mi ms profundo afn, pero nada poda encontrar ah, con el tiempo y las desgracias que sobrevinieron entenda que estaba sumergido en los mismos mundos, en los mismos ocanos por los que mi padre navegaba sin poder escapar, entonces fue cuando conoc a ngel, l me ense la puerta, la gris puerta con la que me obsesion y de la cual solo saqu malos sucesos, ahora que lo pienso bien en el camino a mi final, comprendo cosas que jams habra pensado antes, nunca estuve enfermo, nunca estuve demente, pero sin embargo cuando logr descubrir mi verdadero sentido de vivir, descubr tambin que era demasiado tarde.

    Ahora mientras recorro las calles en busca de la mujer que me mostr un poco de real compasin, comprendo que jams podr llevarla conmigo, que el destino quiere jugar, que criaturas como nosotros, ngel, no pueden existir, que estamos destinados a desaparecer tarde o temprano, quiz el sacerdote tena algo de razn, quiz Dios nos mand como simples peones sacrificables para poder dar el paso definitivo, quiz somos importantes peones en el juego de un ser omnipotente y sin corazn; si estuvieras aqu me lo diras, pero no importa ya, ahora solo me queda una certeza, la vida tiene su nico fundamento en el saber que se nos escapa de las manos da a da y que inexorablemente estamos

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    destinados a morir, que sin importar nada solo l quedar al final, no estamos preparados.

    ngel, me enseaste tanto, ahora que lo pienso con mayor claridad logro ver entre las tinieblas de este corazn y pienso que s, ah entre las cenizas de mi corazn estabas t recordndome que todo vale en la medida en que nosotros lo apreciamos, nada se mueve sin que nosotros lo hagamos, nada se desplaza hacia la perfeccin sin que nosotros lo empujemos, aunque en ello se nos escape la vida.

    Daniel de Ploom.

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    Introduccin

    Un Incendio de

    Recuerdos

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    Odo comenz esa noche, la fiesta de las mscaras doradas, era una de las celebraciones de la alta alcurnia, una de las tantas del mes, sin embargo esta era especialmente concurrida por lo mismo, las mscaras les permitan a todos ser lo que siempre quisieron ser sin que nadie los reconociera, podan sacar sus ms

    profundos instintos y ser felices hasta el punto de dejar de serlo, por eso todos los viernes llegaban al palacio de la antigua familia de Ploom, de la cual Andrin haba obtenido todas sus riquezas.

    Los violines tocaban la msica ms maravillosa que persona alguna pudiese escuchar, era un suave blsamo para los odos, un dulce nctar que expanda su influjo invitando a los presentes a enredarse entre el sortilegio de la efluvio musical y danzar. Las parejas giraban en el centro del palacio en coordinadas rondas giros y medias vueltas, cuando una pareja sala de la coreogrfica escena, de inmediato era

    remplazada por otra sin romper el rtmico y a la vez mgico influjo de la msica. El ambiente era sorprendente, todos parecan disfrutarlo, pero

    entre ellos estaba Andrin, la dama ms hermosa , su largo y liso cabello negro brillaba sedoso ante los reflejos de las doradas mscaras, tan esplendorosa era su figura, que a pesar de la mscara que llevaba todos saban que era ella quien danzaba o quien esperaba la sacaran a bailar, sin embargo pocos lo hacan, porque muy pocos se atrevan a dirigirle palabras a la dama del puo de hierro, su presencia era inalcanzable, su aire era onrico, su esencia

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    poda percibirse atreves del lugar como se puede sentir el viento en la orilla del mar; tan alta era su presencia que muchos sentan por ella algo muy similar al miedo, quiz por su aire mstico, silencioso, quiz por sus ojos penetrantes, quiz por su presencia opulenta y dominante.

    - Heiden, por qu no bailamos?- ella lo tom por la espalda, pero su voz era siempre suave e irrepetible, no exista en el mundo voz tan penetrante como esa, era Andrin.

    - Cmo supiste que era yo?- le pregunt mientras entraban en el coreogrfico crculo de baile.

    - Te conozco desde que tenas cinco aos, Cmo podra equivocarme?, adems eres mi hermano- sonri bajo la mscara, siempre haba observado de lejos a Heiden, quien en verdad no era su hermano, ni siquiera su pariente, haba sido el protegido de su padre desde que muri su ltimo vnculo familiar, la ms dulce mujer que ella haba conocido y conocera, Mara Amer, jams la olvidara, ni sus profundos ojos verdes, ni su ensortijado cabello dorado.

    - Gracias Andrin, no te imaginas lo feliz que me haces, slo mbar, crea que slo mbar me consideraba su hermano-

    Los violines no cesaban de hacer volar sus dulces notas, era todo dorado y brillante, era todo maravilloso, sin embargo nadie esperaba que su vida cambiara por una mscara, por una mscara dorada.

    - Andrin, eres tan hermosa- Jams le haba dicho algo as, la verdad era que nunca le haba hablado antes, ella era tan inalcanzable, tan altiva, tan hermosa, ahora tena los ojos enmarcados por su dorada careta y eso le daba tanta profundidad,

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    tanto poder, era simplemente fabulosa, una diosa inalcanzable, una presencia eterna y todopoderosa.

    - Gracias Heiden, no olvides nunca este momento- Las palabras salieron de su boca como un lamento, como una splica fervorosa, como un grito de auxilio sofocado por la pesada e inescrutable mano del destino.

    Salieron de la coreogrfica escena, Andrin tom la copa de vino que siempre beba, ese hbito lo haba adquirido de la persona a quien ms quera, Celeste, quien lo haba adoptado de alguien ms, pero prefera no recordarlo ahora. Mientras beba de su copa pens por ltima vez en Celeste y en su hija, el tiempo se haca tan corto, igual que un sorbo de vino, su sabroso sabor penetr todos sus poros como un fuego abrazador, y lo supo, este sera el ltimo baile para ella.

    Mir nerviosa en todas direcciones, pero slo pudo ver doradas mscaras, brillo nocturno alegre y adormecedor

    Andrin danzaba nuevamente con un hombre alto de largo cabello negro, todos parecan felices.

    Heiden tom una copa de vino y bebi de un solo trago hasta la ltima gota, sabore todo su pesado aroma, su elegante y spera textura, todo lo de l mismo, mientras volva a l una escena que jams olvidara

    Cabalgaba por las praderas de lo extensos terrenos de su protector, don Edward Almar y el sabor primaveral del da flotaba en el aire.

    - Heiden esprame, Heiden!- Heiden mir atrs, ah vena mbar en su blanco caballo, la tercera hija de Sir Edward, cabalgando sobre los verdes pastos, y

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    sus rojos cabellos ondeando en el viento, se vea feliz, y lo era.

    - Te he estado buscando todo el da- Ella lo mir, pareca un reproche, pero en verdad era la ms dulce preocupacin, la que siempre haba tenido hacia l, tenan la misma edad, haban crecido juntos, y su hermandad sobrepasaba todos los lmites, simplemente se amaban profundamente, ms all de cualquier frase amable o sentimentalismo barato, sin embargo, extraamente, nunca se haban confesado sus mutuos sentimientos, quiz porque en lo profundo de cada uno de ellos, haba algo que se consideraba a s mismo hermano del otro haciendo imposible cualquier muestra de amor que no fuese fraternal.

    - Ves esas vias a lo lejos?- Apunt al ms lejano y verde punto delante de s.

    - S, qu hay con ellas- mbar lo mir dulce, parte de ella se consideraba su madre, pero ella saba que ese dejo de melancola slo poda deberse a la razn ltima de su ms grande dolor, esa mujer de dulce juventud y largos cabellos dorados, la mujer que rob el corazn del hombre que ahora naca a su lado, solo tena diecisiete aos, pero ah estaba naciendo.

    - Mi madre las quiso ah y ah estn, yo tambin estar ah, es mi destino, y el tuyo es permanecer aqu- No dejaba de mirar esos terrenos, era un paso absoluto hacia su ms difcil trance.

    - No me quieres contigo?- - No es eso, mbar, es que esto debo hacerlo solo- - Y si yo quisiera irme contigo?- Ella sonri, pero su

    corazn lloraba desconsolado. - No podra dejar que lo hicieras, tu madre te

    necesita, y aunque s que me hars mucha falta, te pido que cuando est listo, me dejes partir-

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    - No llorar- Apret los labios haciendo fuerza para no llorar Desde hoy me preparar para dejarte ir- Ella lo mir con los ojos hinchados de lgrimas, pero sin derramar ninguna -Por qu lo haces?- Le dijo mientras lo tomaba de las manos.

    - Es de mi interior, me mueve y no puede evitarlo, debo estar ah y vivir mi vida, por favor- la abraz Aydame a partir-

    Todo el mundo se haba reunido en el centro del gran saln, los violines ya no tocaban, las damas y los varones esbeltos ya no danzaban, la alegra se haba esfumado de un segundo a otro de forma fugaz, por un minuto el mundo pareca haber dejado de girar y un suspiro al unsono fue lo nico que alcanz a or; se acerc Heiden a empellones entre la gente y justo en el centro estaba ella, tendida en el suelo, ah, mientras su sangre escapaba por un costado, sus labios antes dulces parecan ahora haber perdido todo su calor, todo su esplendoroso color, sus ojos ya no brillaban y todo pareca caerse a pedazos, si embargo lo que ms le dola a todos lo que miraban y sobre todo al mismo Heiden era ver tanta belleza extinguirse de un soplido, todo su esplendor se desplazaba como un charco carmes sobre el pulido suelo, as se escapaba toda su grandeza, a borbotones por uno de sus costados, el aroma de su cuello ya se haba extinguido y la sangre brillaba ttrica sobre el piso, as la muerte saludaba a sus prximas vctimas.

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    La gente comenzaba a reconocer al triste cadver, mientras, Mscara limpi el fino cuchillo con el

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    que haba dado muerte a Andrin, desliz su guante izquierdo sobre el delicado filo del arma limpiando la poca sangre que haba quedado en l, subi la escalera central lentamente, no senta apuro alguno, l era el enviado a cerrar las cortinas, a bajar el teln, no tena ni apuro, ni temor, recin comenzaba su gran labor.

    Entr en el cuarto que estaba subiendo las escaleras, era la habitacin de los cuadros, era una larga y oscura habitacin con cuadros a ambos costados, Mscara se deslizaba con paso seguro por la habitacin, cuando se detuvo, una leve brisa le removi algo en su interior, fue como una cosquilla infernal, como una chispa del destino, ah estaba l, su rostro sobre un lienzo, plido y desvado, sin vida, una pintura que sin duda alguna jams lo retrato con fidelidad, o quiz si, ahora no era tiempo de juzgar la capacidad del pintor, la miro por ltima vez...

    -Seorito Daniel ya es hora de que se levante- Eduardo dej sobre la pequea mesa una bandeja con el desayuno No olvide que hoy tiene visitas, y por supuesto su cabalgata, adems iba a visitar a su padre- -Lo s Eduardo, muchas gracias- Mscara se levant, estaba vestido de absoluto negro, su pijama ya dejaba ver su rostro viril, tena el rostro de su padre y la dulzura de su madre, pero claro, sus ojos eran completamente propios, de un hondo e impenetrable verde y mientras Eduardo peinaba su largo cabello negro tan suave como la seda de sus vestimentas, l beba su t y pensaba en cuan largas se le hacan las jornadas, hoy vendra Celeste, era inevitable, pero prefera beber su t a pensar en ello

    Abri la ventana al final del largo y oscuro pasillo en la habitacin de los cuadros, as cerraba el

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    primer captulo de su venganza y liberacin, abriendo una ventana despus que todas las puertas se haban cerrado, se sac su dorada careta y la dej en el suelo abriendo as un nuevo comienzo, mir atrs y slo vio la penumbra, sac la cabeza por la ventana, mir a ambos lados y sali, y en el viento sinti el llamado de aquellos das

    El aroma de los cementerios es una mezcla purulenta entre lo santo y lo impo, una mezcla burda de sutil incienso y de ptridos tejidos humanos que se descomponen en silencio, ah estaba Mscara, frente al silencio de los muertos, pero de alguna forma, la ms extraa de las formas, se senta tranquilo, ah entre los muertos l se senta estimulado, quiz hasta un poco alegre.

    -Aqu estoy padre, supongo que sabes lo que se me viene, pero t y yo somos iguales, se qu haras lo mismo que yo estoy a punto de hacer- Dej Mscara un ramo de claveles blancos sobre la tumba de su padre, haba cumplido con la imperiosa necesidad de contarle a su padre lo que habra de vivir, desliz su mano sobre el fro mrmol, todo estaba en silencio ahora, camin entre las tumbas que susurraban con su voz crptica el llamado de la muerte, esa voz qued grabada en su mente como a fuego sobre la piel

    Iba saliendo de la mansin cuando record, an le faltaba algo, algo que no poda dejar pasar, tom un tarro de gasolina que haba preparado de antemano y roci con demoniaca pasin el rbol que estaba en el patio central en frente de la mansin, de su antiguo hogar. Ese rbol lo haba plantado l mismo, con Eduardo, quien hiciera las veces de padrino y mayordomo, y ahora ah estaba l, quemando su pasado, haciendo un incendio de recuerdo, nadie lo vio, todos estaban rodeando el cadver de Andrin que se desangraba lentamente.

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    Tom un cerillo, lo encendi en esa noche de incendios para hacer por fin el suyo, mir hacia donde estaban ellos y lo lanz hacia el rbol ya seco desde hace aos, seco desde su partida

    No Haban pasado dos inviernos desde que l haba desaparecido, pero ya nadie lo recordaba, ya nadie alimentaba la sed y la necesidad de amor del pobre rbol que en plena primavera comenz a dejar caer sus hojas que aunque an no cambiaban a su clsico tono sepia otoal se deslizaban suaves por el aire mustio, ya no quera esforzarse por sostenerlas, y sin ellas y con sus races sin fuerzas, tubo sed y hambre, y el rbol ahora enjuto y sin fuerzas, en plena primavera, se dej morir sin que nadie lo notara hasta que ya estaba seco, tan seco como el corazn de quien lo haba plantado, tan seco como el recuerdo de quien lo puso sus races bajo la tierra, sus fuerzas se haban esfumado

    Ahora arda entre llamas, al igual que los reyes de antao, como dndole una vida, l le haba prestado una vida, una vida que lo consumira por completo, la vida que le daban las ardientes llamas.

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    -Miren, fuego, afuera se quema el rbol!- Fue un embrujo del destino, un maligno deseo de muerte y la imperiosa necesidad de escapar de ella, un deseo de venganza y de no poder realizarla, la impotencia de verla muerta y no poder hacer nada, la debilidad del hombre ante el poder de alguien que escapa a la comprensin, la forma y el fondo se desmoldaban ante los ojos de todos, slo podan conformarse con ver morir. Todos salieron a empellones, los reflejos del fuego destellaban sobre las cristalinas puertas, como un infernal espejo, entre todos ellos pas Mscara sin ser notado, y aunque camin a rostro

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    descubierto, nadie lo vio entrar nuevamente, aunque entr por la puerta principal y frente a todos, estaban demasiado hundidos en la desesperacin, el alma se les escapaba por los ojos, era la demoniaca escena de el fuego destruyendo los recuerdos, Mscara saba que nadie notara su presencia. Era toda una escena macabra, las llamas brillaban en ardientes y chispeantes destellos sobre las doradas caretas, los ojos vitrificados brillaban felinos ante las llamas danzantes, el incendio del absoluto, el fuego vivificante, nadie poda despegar la mirada de la escena y juntos podan sentir la danza del fuego sobre las mscaras de oro.

    Entr por la puerta principal esta vez, a cada paso que daba hacia el cuerpo inerte de Andrin se quemaban tantos antiguos recuerdos de su vida pasada, era una combustin constante, ms tarde que temprano se dara cuenta que tendra que restregar hasta las ms recnditas cenizas de sus recuerdos y emociones, ah, en el valle de los recuerdos. En el valle de la desesperacin, ah en donde haba logrado esconder todo lo que ya no era, pero que se apoderaba nuevamente de l al reconocer en Andrin algo que haba credo olvidado, su ms profunda esencia

    -Seorito ya va a llegar su prometida- Desde pequeos que estaban comprometidos, su padre lo haba arreglado todo antes de morir las dos familias ms poderosas quedaran unidas multiplicando sus riquezas hasta el infinito, sin embargo mucho de eso era pura ilusin.

    -Lo s Eduardo- El mayordomo peinaba sus cabellos con gran esmero, con paciencia nica e inagotable, l beba paciente su copa de vino. En una semana sera su matrimonio, hoy sera la fiesta, no solo esperaba la visita de su prometida, sino tambin de sus hermanas, y todo esto comenzaba a transformarse en un castigo.

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    - Qu moo quiere que utilice joven?-

    - El rojo por favor Eduardo-

    - Como quiera joven seor- Eduardo descolg el largo lazo rojo del cajn superior del ropero, donde colgaba tranquilo con los otros lazos.

    - Qu piensas de Celeste?- Daniel lo miraba en reflejo del espejo.

    - Lo pregunta como seor o como amigo?-

    - Hay alguna diferencia Eduardo, acaso no puedo ser las dos cosas?- Mscara sonrea, Eduardo siempre trataba de evitar las preguntas complicadas.

    - Siempre la hay, como seor debo decirle lo que quiere or, pero como amigo debo decirle la verdad- Camin con el lazo en la mano hacia Daniel que nada deca an, Eduardo siempre sacaba su lado profundo, su yo que era salvaje e iracundo, el asesino que dorma en l.

    - Nunca me dices lo que quiero or, por qu tendra que hacerlo ahora?- Mientras, Eduardo le haca el moo con el aterciopelado lazo rojo.

    - Entonces se imaginar lo que voy a decirle y seguramente es lo que usted ya pensaba de ella, ambos la conocemos-

    - Ese don tuyo para no decirlo nada y decirlo todo me altera, lo sabas?-

    -Lo s, pero usted sabe que no podra ensearle a insultar a una seorita, aunque de dama no tenga mucho, usted la conoce mejor que yo de todas formas, y ambos sabemos que siempre hace lo que quiere y nunca lo que le aconsejo- Haba terminado de peinarlo.

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    Mscara se levant de la silla -Sabes Eduardo?, creo que mi tiempo se acaba- Eduardo lo mir fijo y profundo.

    - El suyo se acaba, pero el mo ya acab- Sali Mscara de la habitacin, abajo Celeste esperaba paciente en el estudio.

    Celeste lo esperaba sentada en el estudio, miraba fijo hacia la puerta, sus ojos celestes brillaban an en dominante caoba de la habitacin, sus largos cabellos dorados caan tan suaves y hermosos, eran como hilos dorados llenos de estrellas, llenos de un algo mstico que haca juego con sus ojos y la llenaba de un aire espiritual, a veces Mscara se preguntaba cmo tanta maldad, o sed de venganza poda contener un ser tan celestial como ella. Era la mujer ms hermosa de las de su edad, todos se admiraban con su profunda belleza, era como mirar a un ngel directamente a los ojos, era eso precisamente lo que a veces lo perturbaba, pero por sobre todo, la gente se preguntaba cmo poda estar con l, todos saban que l era un tipo raro, poco sociable, despectivo, hasta antiptico dependiendo del punto de vista del que se le mirase, la verdad es que solo era un poco arrogante por ese entonces, ms tarde solo lo odiaran por haber conocido la verdad; Daniel tena adems una habilidad para insultar con tal sutileza e inteligencia que muchos no se lograban percatar de los insultos que reciban, a veces era as, de una poderosa capacidad de humillar, pero la verdad era que as hablaba y no lo poda evitar.

    -Vaya, ya habas llegado- La mir riendo casi, ella permaneci seria e inmutable Disculpa mi tardanza, quieres un poco de vino?-

    - No gracias, sabes que no me gusta el vino-

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    - Lo siento, se me haba olvidado- dijo mientras verta un poco de su vino favorito en la copa de siempre Solo cre que sera bueno, despus de todo nos vamos a casar, por lo menos deberamos compartir una copa de vino-

    Ella lo mir seria todava, incorruptible ante sus palabras, sus celestes ojos claros y traidores lo escrutaban con impaciencia Est bien srveme una copa de vino- Se levant del silln y camin grcil hacia mscara, tom la copa con su mismo rostro inexpresivo, marmoleo.

    - Hasta cuando piensas engaarte a ti misma, y a m?, t no me quieres y por supuesto yo no te quiero ms de lo que se puede querer a una amiga- Bebi Celeste un poco de vino sin quitar la dura mirada de Daniel

    - Crees acaso que no te conozco, ni a m?, se bien que no sientes lo mismo que yo, crees que no te miro, que no te entiendo, crees acaso que no entiendo la razn de que hayas bajado hasta aqu a reunirte conmigo, que no se entiendo que de mi ests huyendo?; lo s muy bien, pero qu puedo hacer si nada sientes por mi?- Call Celeste un momento, no quitaba la mirada de Daniel, era impresionante mirarla en ese instante, con tal fuerza, con tanta determinacin, esa mirada que quemaba a pesar del mar que se meca dulce en sus ojos, del suave rubor de sus mejillas, o del rosa de sus labios timadores -Me quieres Daniel?, yo te he querido desde el primer da que te vi- baj la mirada un segundo slo para volverla a levantar con an ms fuerza, en ese instante Daniel sinti su alma estrujarse baje poder de esa delicada flor pero, pero t puedes decir lo mismo?- Bebi un sorbo de vino, volva la calma a su cuerpo de roca fra, algo entibiaba lentamente sus articulaciones, era el dulce vino que le ayudaba a decir

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    lo que de otra forma jams hubiera podido, lo que su corazn dolido ya no poda soportar ni esconder.

    Daniel la miraba con calma, se senta en medio de una tempestad, pero conservaba la calma porque as era l, porque as deba ser No, no te quiero como quisieras, ya lo sabas, no entiendo esa intencin tuya de que te haga sufrir. Eres una mujer hermosa y buena, muchos hombres daran sus vidas por ti, pero si esperas conseguir algo ms que amistad de m, lamento decirlo, pero ests con la persona equivocada-

    -Muy bien entonces, por lo menos espero sepas fingir maana, no me dejes en vergenza ante los dems, que sera lo ltimo que me podras hacer-

    -Jams lo hara- Dej Celeste su copa de vino a medio vaciar sobre la mesita de centro, se acerc a Daniel con paso lento, como si hubiese pesada arena entre ellos y no pudiese ir ms aprisa, lo tom de los brazos mientras l la miraba serio todava, y lo bes, fue un beso inspido, ni ella ni l sintieron nada y sin embargo Daniel no pudo evitar responder el beso de aquella hermosa mujer que ahora se quebraba en millones de pedazos ante l, era un beso muerto, un beso lleno de rabia, de dolor, no saba que poda expresarse eso con un beso, pero cuanto dola ese beso, era ms amargo que cualquier cosa, as permanecieron durante varios minutos.

    -No olvides Daniel que yo si te quise, y mucho- Se dio media vuelta, en su corazn ya no haba tanta pena, quiz el amargo beso se la haba llevado, y lentamente sobre su rostro comenz a dibujarse una mueca deforme que en alguna parte de ella pareca una

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    sonrisa, una malvada sonrisa, sobre ella se dibujaba la malvada y snica sonrisa de la muerte.

    Celeste abandonaba ya el estudio cuando Daniel no pudo evitar responderle Lo s Celeste, pero prefiero olvidarlo as me ser ms fcil perdonarte- lo dijo tan bajo que ella no pudo escucharlo, algo de l lo presenta, algo de l saba que algo oscuro se teja a su alrededor, el duro golpe ya no sera tan duro

    Ah estaba l, hincado junto al cadver de Andrin, un asesino jams deba volver sobre sus pasos, no poda hacerlo, era tonto volver y lo saba, pero qu poda hacer?, ella an conservaba algo de l. Mir sus ojos vacos, eso era una importante razn para no volver, nunca miraba a sus vctimas despus que ya haban exhalado por ltima vez, simplemente porque su obra de arte duraba el mismo preciso instante en que sus victimas transitaban de este mundo al otro, cuando se adentraban en el oscuro pasillo entre estas vidas un resabio de eternidad se escapaba por los ojos de quienes vean la luz y l se alimentaba de eso, lo haba descubierto hace diez aos, luchaba por mantenerlo, pero ah, justo en ese segundo fugaz se esfumaba el divino y a la vez infernal toque que lo mantena en pie, pero Andrin ya no tena nada de eso, slo tena un plateado anillo en su anular que le perteneca y por lo que haba vuelto.

    Seorito, las hermanas de su prometida ya estn abajo, les digo que suban?- Daniel lo mir, ya no importaba nada, tendra que casarse y ya lo haba aceptado.

    - Diles que suban Eduardo, por favor- Venan subiendo lentamente las hermanas de Celeste, su corazn se senta adormecido ante tal encuentro, pero l

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    tambin era de los que pensaba que las tradiciones haba que respetarlas, por eso estaba ah, as pues subieron las hermanas a presentar sus parabienes al futuro esposo, para el mundo todo esto se tomaba de muy buen grado y como un gesto de fineza y educacin, para l ya nada tena profundo sentido.

    Entraron las cuatro, Las cuatro hermanas eran hijas de un mismo padre, cada una de ellas revestida de hermosura inigualable y singular, con toques de su pelirrojo padre que era un esbelto barn de porte elegante, pero lo mejor sin duda lo daba cada una de sus madres que al juntarlos se creaba la perfecta fusin de bellezas. Andrin era la mayor, sus largos cabellos negros, su porte regio, majestuoso, era una doncella esplendida y llena de misterio, era de pocos amigos y muy reservada, bajo su plido rostro, sutil como el sinuosos ardor de sus labios se escondan y fraguaban las ms oscuras ideas. mbar era una joven alta y visiblemente delicada, de finos gestos, de porte asombroso, de cabellos de fuego, an ms, ms rojos e intensos que el fuego, se acercaba al profundo rojo de su sangre. Sus labios luchaban por tener un rojo tan intenso como el de sus cabellos, pero sin duda eran intensamente ms frescos y visiblemente ms dulces, su cara era blanca de un plido blanco, pero sus ojos Celestes te hacan sentir la sensacin de ser alcanzado por algo, de ser tocado por algo, una esencia suave que rozaba tu piel, suave y a la vez profunda. La ltima de las hermanas era Soledad, una hermossima castaa de ojos pardos y blanco rostro, de mejillas rosadas y ojos profundos, de labios sutiles y cintura torneada, de cuerpo esculpido por manos celestiales, sin duda era hermosa, pero lo que ms resaltaba de ella era su personalidad, a veces tmida, a veces apasionada, por todos considerada la ms inspiradora mujer de la familia de Celestes, atrevida y poderosa, pero siempre sincera, algunos podran decir de ella que era atarantada, estn equivocados, ella era esencialmente sentimental, pero no

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    sensible sino de sentimientos fuertes y altos, poderosos e inalcanzables, altivos como su forma de mirar y hermosos como ella misma, de ah provena la fuerza de su andar y la determinacin de su actuar.

    -Bien seoritas, cual sera la razn de tan fabulosa visita- Daniel se sirvi una copa de vino sin ofrecerle a nadie, eran pocos los que probaban del dulce vino de los viedos de su padre, quiz lo haca slo como signo de desagrado, pero funcionaba.

    Andrin se adelant con esa mirada capaz de destrozarte tan propia suya, una mirada poderosa y penetrante, una mirada tan profunda y tan fuerte que no podas hacer ms que girar el rostro dndole paso libre a la fuerza de su mirar, l no, el luchaba contra esa fuerza pues conoca bien a Andrin Sabes bien lo que pienso Daniel, a mi no me engaas, pero si quieres seguir adelante con esto no me queda ms que apoyar a mi hermana, no olvides que estoy aqu por ella, t ya no significas nada para m- su mirada era dursima aunque en su boca se dibujaba una irnica sonrisa que nadie pudo ver, una sonrisa invisible, pero cruel, una sonrisa que a la vez finga, ella si que ra a Daniel, pero lo esconda con un amor ms grande y fuerte.

    - No esperaba menos de ti, de otro modo no seras t la que me habla ahora, que puedo decir, tu mano cae sobre mi desde que conoc a tu hermana, y por fin piensas que estoy siendo aplastado, pero te equivocas- Bebi un sorbo de vino, mir unos segundos al rojo reflejo del nctar y a travs de l a Andrin, ella lo mir con la misma cara de dulce irona y se march altiva, como si nada de lo que le dijeran pudiese herirle, se marcho imperturbable, inmutable.

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    mbar se acerc a l y puso una mano sobre su mejilla Disculpa a mi hermana- ri suavemente, la dulzura de su risa le relaj todo el cuerpo, esa mujer era maravillosa, algo de ella le expresaba cosas tan profundas que aunque nada dijera, solo bastaba con orla rer para sentirse mejor, pudo cerrar los ojos una fraccin de segundo y descansar An as no puedes negar que ella te conoce ustedes eran amigos despus de todo-

    -Nadie se fija en lo que yo pienso, acaso crees que estoy disfrutando esto?-

    -Yo te entiendo Daniel, no te imaginas como te entiendo- algo extrao pudo sentir en esas palabras, pero fue tan sutil que no le prest importancia-

    -No s si de verdad me entiendas, pero gracias de todas formas- bebi otro sorbo de vino.

    -Cudate y cuida de mi hermana-

    -Har lo que pueda-

    Soledad los miraba con serenidad, con imperturbable amabilidad, con los labios cerrados Qu me dirs t Soledad?, pereciera que soy culpable de un grave delito- pero ella le sonri con tal dulzura que pareci iluminarle el rostro.

    -No vena a hablar, por eso le traje esto- Le pas un sobre y le bes la mejilla Nos vemos maana joven Daniel-

    l las vio salir mientras beba otro sorbo de vino, se mir a s mismo, a veces culpable y a veces no, qu ms le quedaba?, se mir nuevamente, se sac el rojo moo y se apoy en el mueble, en ese momento,

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    mientras se dejaba caer, el listn tambin caa al suelo liviano, se vea a s mismo tan lejano y borroso, se mir con tristeza al espejo y lo nico que vio fue la copa vaca y su rostro borroso, l no era eso que vea, hace tanto tiempo que no era l mismo, sino un tenue reflejo, un plido reflejo que no poda hallarse ni siquiera en el espejo

    Le retir Mscara el anillo al an tibio cadver de Andrin, lo guardo en su bolsillo y se par sin quitarle la mirada al cadver Mrate ahora Andrin, dnde est la mano que caa sobre m, ya no puedes siquiera abrir los labios para reprocharme algo- sonri con tanta maldad que hasta le caus un sutil risa.

    Sali del edificio, de su antiguo hogar dejando a su antigua amiga muerta, para l todo estaba mejor as, ella fra como la piedra, pero tan vaca para l como hace diez aos cuando la vio por ltima vez.

    Se detuvo frente al rbol que se funda con las llamas en su ltimo cenit, era majestuoso y ttrico, lanz el anillo al fuego, nadie lo vio, el hechizo del fuego que danzaba en ondas y destellos crepitantes los tena a todos adormilados, posedos, nadie poda escapar del mgico influjo, del dorado reflejo de sus mscaras, de la mscara de oro.

    - Daniel, ya es hora de bajar, todos te estn esperando- Celeste bajara con l para mostrar su unin, Daniel tom su pauelo, lo guard en el bolsillo del pantaln y la mir.

    -Ah voy Celeste- La tristeza sala de sus ojos y su boca como un suspiro ahogado est mi madre?-

    -Si Daniel, el juez tambin espera, vamos ya-

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    Daniel se acerc a ella y la abraz con sinceridad fogosa, era la primera vez que lo haca espontneamente, era el juego dulce entre la muerte y la vida que se balanceaban en l provocndole sentimientos tan puros que a veces parecan incomprensibles; ella tambin lo abraz como si fuese el ltimo adis, y en parte lo era.

    -Sabes Celeste, pase lo que pase, quiero que sepas que ya est olvidado, aunque seguramente para tu bien y no para el mo-

    Se besaron como consolndose, era un calmante, ambos llevaban un peso enorme en sus espaldas, un peso que no podan cargar sin sentirse sumamente agobiados, Daniel sec una lgrima de la mejilla de su futura esposa.

    -Bajemos Celeste, ya es hora- La tom del brazo y bajaron los peldaos lentamente.

    El saln estaba lleno hasta el rincn ms incmodo y lejano, haban llegado de las Casas ms prestigiosas a ver a los novios, a ver el nacimiento de la ms poderosa Casa.

    Daniel tom la copa de vino que le tendi Eduardo con complaciente amabilidad, su madre lo miraba con profunda tristeza, y l slo pudo beber, necesitaba el valor, busc a Andrin con la mirada, ero no la encontr.

    - Es un honor para m contar con tan distinguidos visitantes, muchas gracias por venir a mi cumpleaos nmero dieciocho y a nuestro matrimonio, gracias por venir, y en nombre de mi padre brindemos juntos por esta unin- Todos bebieron de sus copas , las firmas de los novios ya

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    estaban sobre las hojas y el ambiente se cargaba de tensin, cuando los violines rompieron el fro hielo y rasgaron el denso aire con sus dulces notas, la alegra volvi a los rostros, todos bailaron y bebieron por horas, Celeste y Daniel miraban desde lo alto.

    -Daniel, debes bailar con mis hermanas, es la tradicin- l la mir cansado, el peso del mundo haba cado sobre sus hombros y no poda tenerse en pie.

    - Bien Celeste, si es lo que quieres- Baj los peldaos y sac a bailar a mbar, luego a Soledad, sin embargo pareca triste y acabado, algo en l estaba tan borroso como su reflejo en el espejo

    Baj las escaleras desde su habitacin, todo daba vueltas, apenas poda caminar, mir hacia el vestbulo y ah estaban, Celeste y Andrin besndose con toda la pasin que l jams tuvo por ninguna de las dos, no saba bien si soaba o estaba despierto, navegaba en una nebulosa en la que lo real no lo pareca tanto, en su torpe andar tropez en las escaleras y fue a caer sobre el cadver empapado de sangre de Eduardo, todo se oscureca y sus msculos perdan la fuerza para mantenerlo en pie, ah estaba su madre, junto a Celeste, tendida en el suelo bajo sus pies, sangrando profusamente de un costado, no supo de donde sac fuerzas, era sin duda su oculto instinto que reverberaba por salir lo que lo mantena en pie, el odio, la venganza, el deseo de hacer su voluntad, subi a su habitacin arrastrndose, Celeste y Andrin lo vieron, solo pudieron rer y beber, en su copa, en su sagrado cliz, se apoy en el borde de la ventana y cay

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    Sali de la mansin mientras el rbol arda y Andrin se pudra en el saln, as como su madre haba quedado tendida, as estaba ella, sali con la cabeza en alto, el teln se cerraba en su primer acto, pero mucho se haba escapado aquella noche.

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    Captulo primero

    El

    Consejo

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    El diario sobre la mesa ya anunciaba la tragedia, no sacaba nada con leerlo, haba estado ah, lo haba visto todo y lo saba todo, le dola en lo profundo de su ser, sin embargo solo poda pensar en una cosa, nadie lo vio, nadie vio al hombre que apual a Andrin sin piedad alguna, sin misericordia, haba mucha gente, y nadie lo vio, sorprendente, pensaba, pero pensar en ello le causaba no solo vergenza, sino tambin un enorme dolor de cabeza.

    Miraba al techo con la mente ms despejada, que pintura ms magnfica, una pintura de gran riqueza y esplendor, y record cuando la haba mandado a hacer, hace dos aos, cuando recin haba vuelto a la casa de sus padres y haba mandado restaurar hasta el ms mnimo detalle de la gran casona de la familia que llevaba precisamente el nombre de su madre, igual que l, porque haba abandonado su apellido paterno para quedarse enlazado por completo a su pasado, no saba si haca bien, slo poda pensar en que lo necesitaba, y todo esto era porque el ltimo recuerdo de su madre lo haba marcado para siempre.

    Ah, sobre el cielo de la casona estaba su ms magnfico sueo, el rodear a su madre de ngeles querubines e infinitud de santos mrtires y apstoles cristianos y en el centro, esplndida, de dorados y ensortijados cabellos y ojos profundos, estaba ella, tal y como l la recordaba, pero infinitamente ms alegre, libre de los dolores que la acosaron al final de sus das, libre de la muerte, eterna, una lgrima corri por su mejilla, suspir el vaco de su alma en un segundo, poda sentir el latir estruendoso de su

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    corazn recordando ese ltimo minuto con su madre, y la puerta cerrarse frente a l, era el deseo de su alma, el suspiro de su corazn, la amargura de sus entraas. Algn da tambin estaran all mbar y meli, las dos mujeres que le haban dado un sentido a su vida, un rumbo y un suelo seguro donde pisar, y les pondra un halo dorado sobre la cabeza, igual que el de su madre, pero de un dorado menos intenso aunque de un espritu igual de profundo a pesar de ello, del dolor que l haba plasmado en esa obra, porque a pesar de la magnificencia de la pintura, el cielo que se vea en el fondo era de una amenazante tormenta.

    Entr Ramn al saln, el mayordomo, sacando a Heiden de su sueo despierto- Seorito, nos vamos, ya es hora- le dijo mientras le tenda el abrigo.

    -Bien, vamos ya- Tom el negro abrigo, mir a su madre por ltima vez y sali delante de Ramn, el fro se col por sus huesos, casi llova, como en su majestuosa pintura, aunque sin el toque de los rayos.

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    Mscara levant su copa de vino, el diario estaba sobre la mesa de centro, la noticia era ya conocida por todos y el velorio se vena encima, el teln se haba cerrado despus de su primer acto, pero faltaba algo, o alguien, Celeste, dnde estaba?, tendra que hacer un par de visitas, aunque hacerlas fuera en contra de todas sus filosofas interiores, que ms daba, ya se haba ensuciado las manos, se puso de pie y sali de la

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    oscura habitacin convencido de que se hara su voluntad, sin embargo la vida nos depara cosas que escapan a nuestra comprensin, ni el ms grande de los humanos puede entender lo que Dios piensa, solo l puede comprender la verdad?

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    Corra el tren por los rieles, el paisaje quedaba atrs entre las sombras, la niebla y unas cuantas gotas que caan tmidas de entre las nubes. Celeste, haba pasado tanto tiempo desde que su corazn se haba fracturado as, ahora no se recuperara, saba bien que ella no era de las que se tenda a llorar por siempre, al contrario, sus lgrimas se secaban, la que corra ahora por su mejilla era la ltima que derramara, se sec la furtiva lgrima con el blanco guante. Su rostro se vea fro y duro, de blanco mrmol, hasta sus antes dulces labios rosa haban perdido su color, y sus ojos parecan infinitamente ms profundos, como si su alma se hubiese escondido entre las olas que se agitaban en ellos, sin duda algo se haba extinguido para siempre en su interior, algo tan profundo que en cierta forma ya no poda sentir, algo tan fuerte que ya no podra volver a respirar sin sentir ese dolor en el pecho, ese dolor de la prdida, ese dolor melanclico que es capaz de arrebatrtelo todo.

    -Que le pasa ta?- Meggan, la hija de Andrin, su padre haba muerto hace poco, ella se iba con Andrin, pero Andrin ya no exista ms, tan solo en sus recuerdos, en su memoria que an permaneca fresca, pero que con los aos se marchitara y olvidara arde o temprano, al comienzo olvidara rostros, nombres, lugares,

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    hechos, pero al final de cuentas ya no recordara ms que un fugaz hecho, as es la vida, una coleccin de hechos que se almacenan en nuestras limitadas memorias y que con el tiempo vamos remplazando dando lugar a nuevos hechos, nuevas personas, y nuevos lugares, sin embargo Meggan no pareca dolida, sin duda porque Andrin slo la visitaba dos veces en el ao, de ah radicaba ese cierto desapego hacia su madre, y sin embargo era asombrosamente parecida a ella, quiz hasta no lo quera, pero era el vivo reflejo de su madre, los mismos cabellos negros como de negra seda, su plido rostro apenas ruborizado en las mejillas, sus labios delicados y sinuosos, una real muestra de perfeccin, sin duda sera igual a su madre si no hubiese sacado los ojos de su padre aunque claramente ms profundos, de un verde felino, misterioso, insondable.

    -Nada Megg, nada- no pudo evitar ver en Meggan a ese ser que tanto haba amado y que ahora se extingua en su corazn, y luego en su recuerdo, era difcil aceptarlo, resignacin, pens, pattico sin duda, pero qu ms le quedaba, la acarici en la mejilla sin mirarla, el paisaje pasaba estril ante sus ojos, vaco como vaco pasaba el tiempo sobre el cuerpo inerte de su amada Andrin.

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    La gente comenzaba a llegar a la catedral mientras la fra niebla se alejaba y las nubes se cargaban de agua

    Hace tanto tiempo que no estaba en la mansin de don Edward, todo estaba igual de ordenado, sin duda obra de meli, diez aos y

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    nada haba cambiado aqu, se puso su dorada mscara, sus pasos inaudibles lo llenaban todo, giro a la izquierda en la primera puerta, ah estaba ella, su rojo cabello caa por la espalda como una cascada carmes. Se acerc silencioso y puso una mano sobre su hombro, ella dio un pequeo brinco de susto, pero permaneci en silencio, un frio terror la haba recorrido en toda parte.

    -No te des la vuelta meli, no vers nada- Por un momento haba credo que era mbar, pero no, el rojo de sus cabellos no era tan intenso, quiz era la edad aunque an luca extremadamente joven para tener unos cuarenta aos.

    meli temblaba, trataba de contenerse, se mordi el labio inferior mientras pona la mano izquierda sobre la baraja de Tarot.

    meli haba nacido con un extrao don, ella misma lo llamaba Gracia, poda indagar en lo profundo de las mentes con slo tocar a las personas, era continuamente golpeada por visiones del pasado y del futuro, visiones perturbadoras que haban forjado su frgil corazn, poda ver espritus de todo tipo y gracias a eso no era tan cobarde, pero tambin a veces deseaba con toda su alma no ver. Muchas personas saban de su don, por eso algunos la respetaban, otros, los ms crdulos cristianos, o la odiaban o le teman, los menos pensaban que era una especie de bruja y preferan mantenerse alejados no fuera a hacerles algn mal; pero ella era una mujer muy catlica, sin embargo en la iglesia encontr a su peor adversario, al padre Nicholson O Riordan, cuando asista esta a la misa dominical siempre reciba algn ataque de parte del sacerdote, muchas

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    veces fue tratada de impa o hereje, de bruja o hechicera, aunque siempre la invitaba a la conversin y a dejar el pecado, en cierta forma lo que l deca tena razn a veces este don poda transformarse en un castigo muy doloroso, ella lo saba todo antes que cualquiera, las muertes, las enfermedades, las catstrofes, cualquier cosa, las personas la acosaban cuando sala a la calle para que les dijera lo que les iba a suceder, y ms an se senta constantemente incitada por el mal al que combata con largas jornadas de meditacin, y sin embargo ah estaba ella, con la mano sobre la baraja.

    -Por qu ests en mi casa?- Trat de no parecer temerosa, pero la situacin era por lo menos, incmoda, Mscara saba que tena la capacidad de infundir temor y la usaba a su favor como arma poderosa.

    -Tranquila meli, la verdad es que no vena por ti, pero ya que te encontr podramos charlar un poco, qu te parece?, slo un poco despus de todo el tiempo es oro- Le apret suavemente el hombro, trataba de inspirarle temor, y lo lograba, pero dentro de Mscara se batan constantemente los deseos de matar y el de venganza, ahora mismo le costaba demasiado contener sus deseos de matar, su razn le hablaba cansada de yanto combate asique no resistira mucho a sus propios instintos.

    meli no era muy buena viendo el Tarot, no se le daba tan bien como usando sus propias capacidades, pero le gustaban mucho los dibujos y era un bonito pasatiempo.

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    -Si tantos deseos tienes de matarme, por qu te detienes, luchas con tu naturaleza, eres asesino y siempre lo sers, el resistirte de ti mismo slo te causar dolor- Trataba de indagar en la mente de Mscara sin mucho xito, Mscara tena en su interior tal lucha, algunos psiclogos diran que padeca de personalidades mltiples, pero la verdad era que a medida que ms mataba ms esencias quedaban cautivas en su mente y en su propia alma, ahora ya estaba casi saturado, cada da que pasaba el animal que dorma en su interior luchaba por escapar de la dbil jaula que haba construido en su interior para apresar a esa criatura que incluso a l le causaba tanto miedo.

    Mscara saba bien del don de meli, pero no le molestaba que buscara en su interior, saba bien que en su interior haba un laberinto insorteable para cualquiera incluso para l mismo, eso le daba a meli un aire de enemiga formidable, l en el fondo esperaba que ella lo leyese, que alguien pudiera leer en su interior Si me pides que te mate no sera cosa ma, sino pedido tuyo, pues no tengo deseos de matarte, todava- Pas su otra mano por la mejilla de meli, ella lo haba anticipado, y el escabroso sentimiento no haba sido tan terrible Adems nunca he querido herirte, ni a ti ni a tu hija, qudate tranquila, an no es tu momento-

    -Vienes por Celeste cierto?-

    -Eres bastante hbil, pero eso no es todo, no es tan simple-

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    -Si pretendes hacer algo contra el Consejo ests muy lejos de lograrlo, por muy hbil que seas eres slo un hombre- Las lgrimas comenzaron a brotar de sus ojos, senta un halito de muerte, algo en Mscara la llenaba de esa sensacin.

    -Te equivocas, puede que slo sea un hombre, pero soy un hombre con determinacin, ya no llores- Se contuvo un segundo, algo en l ruga por salir, era su asesino interior y pareca causarle gran dolor Creo que me voy, no me gusta hacer llorar a las mujeres- la verdad era que no resistira ms tiempo, la acarici por ltima vez y sali igual de silencioso que como haba entrado, un cadver lo esperaba.

    meli se qued sentada, el tiempo pareca haberse detenido, no poda parar de llorar, las saladas lgrimas brotaban sin detenerse un segundo, no poda dominarse, en el interior de Mscara haba visto cosas horribles que ya no podra olvidar, tema por s misma y por su hija y Soledad, ella deba seguir, se sec las lgrimas y camin hacia la puerta con la determinacin que nunca antes haba tenido, con la fuerza que jams haba controlado, todo por el simple hecho de verse en peligro, lleg hasta la puerta, mir atrs, algo faltaba, mir la baraja que an estaba sobre el pao de purpura seda sobre la mesa, se acerc cautelosa algo en ella tema lo que aquella baraja le pudiese decir y estirando la mano sac la primera carta de la baraja, sus ojos permanecieron cerrados un segundo, tena miedo y las oscuras sombras de la habitacin se precipitaban sobre ella, deba ayudar, deba hacer algo contra su demonio, contra el asesino, abri no sin esfuerzo los prpados y mir la carta sin poder creer lo que

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    vea, quiz era la prediccin ms precisa que jams haba hecho, sali corriendo, Soledad ira al velorio, y seguramente el asesino estara ah.

    Miraba el paisaje correr rpido y muerto, un da gris, mientras el tren avanzaba raudo Meggan pensaba en su padre, sin duda le hara falta, a pesar de todo, pero su madre?, no entenda como la muerte poda haberle llegado as, tena tantas cosas que decirle, tantas cosas que preguntarle, se senta tan contenta porque por fin entrara en su vida, pero de un segundo a otro todo se haba transformado en un caos. En una semana cumplira dieciocho, pero no saba si emocionarse o sentirse en cierta forma prisionera, la tradicin era contraer matrimonio, no saba si esto le dara quiz alguna alegra o ms dolor; el tren ya llegaba al terminal, se aliso el vestido y mir a Celeste que le sonri dulce pero mecnica

    El padre Nicholson O` Riordan, un anciano de porte arrogante, versado en las escrituras, con poderosas influencias tanto en lo poltico como en lo religioso, en lo militar y en lo econmico, era un sacerdote ms bien cuadrado, rgido, pero sin duda amable, siempre que le convena por supuesto. Se puso sus atavos sacerdotales de siempre para realizar las charlas motivacionales de siempre, esas mismas que daba en cada velorio, aunque hoy por una extraa razn no tena ganas de hacerlo, sin embargo era el sacerdote y era su deber, bes su estola y se la calz con sumo cuidado, era su favorita, la purpura, segn l le daba profundidad a su rostro a lo que si sumabas su voz de un poderoso tono grave que pareca retumbarte en las sienes, se completaba el juego del sacerdote ideal.

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    Mscara entr a la barroca catedral, ya haba gente en las primeras bancas, se poda ver a lo lejos el atad, las flores y el llanto resonaba entre los intrincados pliegues y dobleces de las paredes de la iglesia. Diez aos que no estaba en la casa de Dios, sonri mientras avanzaba por uno de los pasillos laterales, su mente ya comenzaba a fraguar ideas descabelladas, vio a una chica entrar al confesionario, con pie tranquilo y firme se sent al otro lado, abri la puertecilla de madera y trat de mirar al otro lado de la rejilla negra, pero solo pudo distinguir una vaga silueta de mujer.

    -Ave mara pursima- Le costaba tanto contener la risa, pero lo haca estaba dispuesto a comportarse a cambio de un poco de conversacin, cuando se llevaba una vida como la de l era difcil siquiera conversar con alguien que no fuese como l, era difcil mantener amistades si siempre dejaba muertos por donde quiera que andaba.

    - Sin pecado concebido- Al otro lado de la rejilla estaba Soledad, l no saba de forma alguna que era ella, y ella desconoca del todo que aquel que haba asesinado a su hermana era quien se haca pasar por sacerdote.

    - Dgame hija, que le trae por aqu- junt sus manos en actitud meditabunda, algo en l comenzaba a convertirse en sacerdote.

    - Padre he pecado- trataba de hilar las palabras en su cabeza, la verdad era que le costaba confesarse, sobre todo para una persona que no

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    entraba a una iglesia en aos, para ser ms exactos, diez aos.

    -Cuales son tus pecados?, cuntame-

    -Ayer mataron a mi hermana, para ser exactos, mi media hermana, no estoy segura si esto es pecado, pero creo que si-

    -podra ir al grano hija?- La interrumpi Mscara con tono ajeno, trataba de emular su prototipo de sacerdote, pero algo de su personalidad de forma inevitable sala a relucir.

    -Perdone padre, ver usted, mi hermana nunca fue muy buena conmigo, y anoche, cuando me enter de su muerte, sobre todo en esas condiciones, algo en mi- vacil un segundo- se alegr y debo confesarle que ahora me siento ms liviana desde que se fue, ella era una piedra en el zapato para mi familia y no me siento culpable de lo que siento, pero es malo cierto?- ella miraba avergonzada la oscura rejilla del confesionario buscando los ojos del sacerdote, su corazn casi gritaba algo ininteligible, no saba por qu, pero estaba adems de avergonzada, contenta, como slo lo haba estado hace mucho tiempo

    -Soledad, me permitiras esta pieza?- Daniel la mir con una sonrisa fresca, dulce, una sonrisa que nunca haba mostrado a nadie ms que a ella.

    -Claro, en verdad te estaba esperando- Soledad le respondi con otra sonrisa, pero mientras entraban en el crculo bailarn, record su carta Leste la carta Daniel?-

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    -Si la le, muchas gracias por preocuparte por m, pero la verdad es que me imaginaba que ocurrira esto, algo me lo deca desde hace un tiempo- La sostena firme como si le hiciera falta el cuerpo de alguien cercano a quien abrazar Pero no hablemos de eso, lo que suceda ser inevitable aunque yo intente escapar, de hecho ya est sucediendo, y como te imaginars esta es mi casa y no pienso dejarla mientras mi familia siga aqu-

    Soledad lo miraba perdida en sus ojos, siempre haba estado enamorada de l, pero no quera decrselo, su hermana ya era su esposa y ella deba callar.

    -Me hace muy bien ver tu sonrisa, no te imaginas cuanto, yo me equivoqu al casarme con tu hermana, pero creme que an sabiendo lo que viene no me arrepiento, porque volver algn da para arreglarlo todo-

    Ella lo mir asustada, solo pudo pensar que quiz divariaba, no pareca estar en sus cabales, quiz algo le afectaba, algo que ella no poda comprender.

    -Recurdame Soledad, pero olvida todo lo que te he dicho, no te har ningn bien conservar este recuerdo, no te har ningn bien-

    Estaba sonrojada, siempre que recordaba ese baile se pona as, se avergonzaba profundamente de no haberlo olvidado, pero despus de todo era imposible hacerlo, lo extraaba con todas sus fuerzas.

    -La verdad, es pecado, pero no te sientas mal, lo que sientes es rencor, todos lo hemos sentido y no

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    hay que culparse por ello, est en nuestra naturaleza y no podemos luchar contra ella- Sonrea desde su lado del confesionario, hablaba en serio, pero le pareca cmico que la chiquilla lo considerara un santo consejero.

    -Usted siente rencor acaso?-

    -Todos lo sienten y yo no soy una excepcin a la regla hija ma, yo tambin he pecado- Ahora estaba serio, se daba vuelta el papel?

    -qu ha hecho padre?-

    -Le he quitado la vida a muchas personas y no puedo olvidarlas, sus rostros estn grabados en mi cabeza, en mis recuerdos como tatuajes infernales que me carcomen por dentro, pero se que no siento culpa alguna, no espero perdn y estoy consiente que me ir inevitablemente al infierno, despus de todo lo que he hecho es demasiado, o mejor dicho es suficiente como para llevarme ah- Permaneci en silencio un minuto, no poda creer lo que deca, se estaba confesando con esa mujer.

    Soledad no poda creer lo que oa, el padre era un asesino -Qu ha dicho padre?- a Soledad le temblaba la voz.

    -Yo soy un pecador, por eso mismo Dios me eligi, soy el ms bajo de sus hijos, y he matado gente, todas las personas que he herido con mis palabras, las he crucificado, y soy culpable de eso- se sec el sudor con la manga, haba evitado el trance de forma magistral Bien hija, por favor, ahora ve y no te culpes ms, no te has equivocado, haces bien, esa es tu mejor defensa no la abandones nunca-

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    -no me va a pedir que rece un ave Mara o un Padre nuestro?- Soledad estaba desconcertada, el padre pareca ms sensato que muchos de los sacerdotes que haba escuchado en todos estos aos, claro que no haban sido mucho, pero el no hablaba como cualquier presbtero.

    -Por qu, crees que eso va a ayudar a que te sientas mejor, si no te sientes realmente culpable no tienes por qu pedir perdn, adems esa perorata no repara los daos, antes lo hace tu arrepentimiento de corazn- Mscara se levant del asiento de madera y sali silencioso como siempre y se dirigi a la primera banca que estaba vaca.

    -Tiene razn padre, gracias por orme, muchas gracias- Ya no le temblaba la mano solo haba sido la impresin del momento, se levant y sali mucho ms liviana, avanz hasta la primera fila.

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    Por qu tena que morir un miembro tan importante del Consejo, se mir por ltima vez al espejo, sus brillantes canas le daban ese porte elegante a lo que sumado su prestancia de sacerdote culto, le daba un aire casi onrico, sin duda era un viejo magnfico, l mismo se deca as cada vez que se miraba al espejo y sonrea con su dentadura perfecta y de dientes blanqusimos, estaba listo el sacerdote.

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    Entr Heiden y Ramn a la catedral, no haba mucha gente, pero como siempre algo de

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    l saba que se equivocaba, por lo menos veinte o treinta personas, no ms, pensaba. Se sentaron en las bancas del medio, Heiden no quiso ir a ver el rostro de Andrin, despus de todo an permaneca fresco en su memoria el recuerdo de su rostro, y aunque no haba podido ver su sonrisa, l saba que ah se haba dibujado una sonrisa, solo se limit a mirar desde la lejana como reposaban sobre el atad los ramilletes de rosas rojas, y no pudo evitar recordar aquellos cabellos

    Los perros de caza ladraban a la lejana, Heiden se sec el sudor de la frente, los conejos colgaban de sus hombros, tras l vena Edward de Celestes con la escopeta en su brazo derecho, pas a su lado y le acarici la cabeza, l lo mir con una sonrisa, estaba cansado, pero feliz.

    -Hoy ha sido un gran da hijo, adems has aprendido a ocupar el arma como todo un hombre, creces muy rpido, cada da me siento ms viejo- ri cansado, pero en verdad se senta cada da ms viejo, cada da se miraba al espejo y descubra que ya no era el mismo, estaba encorvado, por lo menos eso crea cuando se miraba al espejo.-Nos ha ido bien hoy- Avanz hacia la casa, en el prtico estaba mbar y meli.

    -Le dir a Blanca que los prepare, me encanta el conejo- Avanzaron por el csped hasta la escalera, meli regaba las rosas y mbar miraba con preocupacin hacia ellos.

    La casa de la familia Celestes era enorme, rodeada en el ala oeste por pequeas cabaas donde vivan las cuatro madres con sus

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    hijas. En la casa central se realizaba la mayor parte de la actividad del da, durante la maana tomaban desayuno juntos y luego Edward sala a practicar la caza al bosque que comenzaba a unos veinte metros de la entrada del lado Este de la casa. Heiden haba estado practicando con el rifle por las tardes haca unos cuantos meses y por fin don Edward lo llevaba con l.

    -Preprate pequeo mira quien viene ah corriendo, dame los conejos, a mbar no le va a gustar ver estos conejos muertos- Heiden se los pas rpido pues mbar se acercaba ya.

    -Seguir solo, nos vemos dentro pequeo- Don Edward se fue contento, mbar pas a su lado hacindole un gesto con la mano, se lanz sobre Heiden y lo cubri de besos.

    -Vamos mbar si no me ha pasado nada!- ella se colgaba de su cuello como si no lo hubiera visto en aos Hoy es un gran da- Heiden estaba cansado, pero jams se haba sentido tan satisfecho de estarlo, le gustaba estar creciendo como un muchacho fuerte he disparado muy bien- le hablaba con fuerza y alegra, estaba emocionado, pero ella no pareca prestarle atencin, estaba ms preocupada de asegurarse de que Heiden estaba entero.

    -Parece que ests bien- Heiden segua hablando del da de caza mientras mbar lo arrastraba haca la casa, en la puerta estaba meli con una rosa blanca en la mano, don Edward lo miraba tambin.

    -Mralo Edward, sus ojos brillan de alegra, por primera vez lo veo sonrer realmente-

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    -Est feliz, lo se, en cierta forma creo que le has contagiado algo de tu alegra, todava recuerdo cuando lleg, pareca un nio abandonado, no era ni la sombra de lo que es ahora- Edward le acariciaba la mano a meli mientras recorra en su mente todos esos aos en los que haba visto crecer al muchacho, ese nio que haba convertido en uno ms de la familia, ese nio que algn da habra de transformar su casa en un hogar-Tienes los ojos parecidos a ti-

    -No seas tonto, tiene los ojos de su madre-

    -No puedes olvidarla cierto?-

    -Cmo podra hacerlo?, era mi mejor amiga, lo que me pregunto en realidad es si l lo habr olvidado, era muy pequeo cuando pas todo- oli la rosa como si de ella proviniera el ms profundo perfume de todas las rosas del mundo.

    -Si t no lo has olvidado, te aseguro que l tampoco-

    Pasaron los dos nios, Heiden los haba alcanzado a escuchar, pero no dijo nada, ellos tenan razn, no poda olvidar a su madre, despus de todo que hijo poda hacerlo, y l era precisamente eso, precisamente era todo lo contrario, la imagen de aquella mujer vibraba en su cabeza como si todava la pudiese alcanzar, su imagen estaba ms viva que nunca en l

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  • 47

    Soledad estaba sentada en la primera fila junto a un joven de largo cabello negro, estaba serio y miraba el atad como si en ello se le fuera la vida. Soledad sonri, lo mir un instante, su rostro le pareca extraamente familiar, el corazn tambin se lo deca en su presuroso latir, en ese instante l la mir fijo y se quedaron viendo, as sin ms, era una mi9rada mezcla de compasin y ternura, mezcla de recuerdos de otros tiempos.

    -T debes ser Soledad- Mscara sabia bien quien era, su rostro no haba cambiado a pesar de los aos.

    -Cmo sabes mi nombre?-, estaba extraamente sorprendida, estaba segura de no haberlo visto antes, a pesar del extrao sentimiento que la recorra en todo lado.

    -Saliste en el diario de hoy- Ella sonri como lo haca siempre, sus palabras le recordaban a alguien pero no poda disipar la niebla que cubra sus recuerdos.

    -Conociste a mi hermana?-

    -Es una historia larga, si aceptas a salir a cenar esta noche tal vez te la cuente- Mscara la miraba con una especie de rabia contenida, senta cierta inquietud por estar cerca del cadver de Andrin.

    -Es una cita?- Soledad le tom la mano y se la estrech con fuerza Hecho, no te imaginas lo que me hace falta salir a divertirme un poco- ella sonrea llena de vida, Mscara pensaba que en realidad algo no haba cambiado, Soledad segua

  • 48

    siendo en su esencia la misma, sonri en su interior, algo de alegra no le vena mal a veces.

    -T sabes mi nombre, pero yo no se el tuyo, me lo dirs ahora?- esperaba con impaciencia la respuesta, Mscara lo pens por un momento, hace mucho tiempo que no usaba su nombre real, y la verdad es que no saba si decir el suyo o inventar algn otro.

    -Mi nombre es Daniel, pasar por ti a las diez, esprame en la entrada de la casona- Respondi tan rpido que casi le falt lengua para terminar, Soledad no se pregunt porqu l saba donde viva, despus de todo muchos lo saban, y en cierta forma daba por sentado que ese hombre la conoca mejor de lo que aparentaba.

    -Bien, ah te esperar- No acababa de decir esto cuando entr el padre Nicholson, todos se pusieron de pi y rein el silencio.

    -Bienvenidos Hermanos, hoy nos hemos reunido para orar por nuestra Hermana Andrin- Mir el fretro para darle un realce casi dramtico a sus palabras que se aleja de nuestras vidas en cuerpo, para velar por nosotros en alma, porque ella siempre quiso que nadie llorara su muerte, es que les digo hermanos, con alegra porque ella est con el Seor, con alegra y fervor oraremos porque ella ahora est gozando de la vida eterna- Hizo una pausa, todos contenan el aliento menos Mscara que miraba fijamente el cadver, miraba sin pestaar un segundo la estructura de madera, algo no andaba bien As como nuestra hermana ya est disfrutando del gozo eterno, oremos con alegra por ella,

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    pongmonos en la presencia del Seor en nombre del Padre-

    Mscara camin hacia el atad dando los cuatro pasos ms lentos de su vida Hijo- no quera mirar a travs del vidrio, pero la fuerza de su yo ms siniestro lo empuj a hacerlo, nuevamente el len haca crujir la jaula de su niez, luchaba por no mirar, pero el asesino despiadado que habitaba en l lo arrastraba hacia ella, sus parpados permanecieron abiertos aunque intentaba desesperado cerrarlos y Espritu Santo- Andrin lo mir con los ojos tristes pero sin llorar, tuvo que sostenerse poniendo las manos sobre el atad para no caer por el piso rompindose en mil pedazos, mir el plido y cadavrico rostro de Andrin, y al fin crey que l haba hecho eso, el len que habitaba en l estaba sentado en la esquina de la jaula mirndolo casi con una sonrisa, no poda dejar de mirarla, mir su boca que se abri para decir con sus rojos labios -Celeste! (Amn)- el aire se escap de sus pulmones , trataba de respirar pero no consegua asir ninguna bocanada de aire, lo nico que llegaba a l eran las interminables letanas de Padres nuestros y Ave Maras

    -Me concedera esta pieza?- Andrin permaneci un segundo en silencio con el borde de la copa sobre los labios, mientras la mscara que sostena rodaba por el suelo, lo haba presentido, el ltimo baile, bebi otro sorbo de vino y dej la copa sobre la mesa.

    -Por supuesto, cmo podra negarme?, por los viejos tiempos Daniel- se adentraron el crculo de baile.

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    -Sigues tan perspicaz como siempre Andrin- La mueca de su sonrisa se vea incluso debajo de la mscara.

    -Jams pens que volveras-

    -A quin quieres engaar?, sabas bien que volvera, acaso no lo sentas cada vez que bebas en mi copa, y de mi vino?-

    -Como siempre tienes razn, solo estaba segndome as me era ms fcil seguir adelante-

    -Lo s, tranquila- Se miraron silenciosos mientras giraban en centro de la pista de baile.

    -Me doler?-Estaba seria, su cuerpo comenzaba a adormecerse, un hormigueo recorra todo su cuerpo.

    -Jams te hara sentir dolor, no es mi estilo-Andrin apoy la cabeza sobre el pecho de Mscara.

    -No te has dado cuenta?-

    -De qu?-

    -Desde que entraste en saln ha comenzado tu trance, ests muerta ya, solo falta el golpe final- l tena razn, le costaba respirar, apenas poda hablar, siquiera pronunciar una palabra le costaba un enorme esfuerzo y le produca un sutil sopor.

    -Ahora que lo dices- Respir cansada, Mscara la sostena, la tomaba fuertemente de la cintura para que no cayese an.

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    -No crees que es momento de arrepentirse?- Ella sonri, sus ojos se abran camino a travs de la luz, el pasillo que est entre este lado y el otro.

    -No me arrepiento de haberla amado- El rostro de Mscara pareca sereno, pero la rabia lo dominaba, la mantuvo en pi sostenindola con su brazo izquierdo mientras con el otro clavaba el finsimo cuchillo en el costado del cuerpo de Andrin, la sangre comenzaba a brotar de la fina pero profunda herida.

    -Es lo ltimo que dirs?- Andrin se perda en el pasillo, tartamude antes de poder contestar.

    -No dejes que Meggan termine como t- Sus ojos opacaron, sus labios se cerraron y exhal por ltima vez

    Mscara estaba baado en sudor, otra alma que fracturaba la jaula, Ya escapara el len?, levant la cabeza no sin esfuerzo mientras deslizaba la mano sobre el fretro, sus ojos parecan estar en el pasillo, pero el asesino que estaba en l abri la puerta gris, lo tom de la mano y lo devolvi a su lugar, a la vida. Haba vuelto la calma, mientras ms gente mataba peor se volvan esos trances, ya haba estado antes ah, pero siempre haba vuelto por s mismo, esta vez haba necesitado ayuda, lo estaban dominando, avanz por el pasillo central de la iglesia, ah vena meli, ella se qued parada mirndolo, l pas a su lado mientras deca con una malvada sonrisa Si me buscas me encontrars meli- Sali de la catedral, an quedaban visitas que hacer.

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    -Vamos Megg, baja ya del tren!- Celeste la apuraba, cmo no se iba a demorar si deba cargar ella sola con las dos maletas ms pesadas que haba hecho en su vida, adems ella no tena la ayuda de Rogelio como Celeste.

    -Ah voy ta, tranquila!- Este da comenzaba a empeorar, apenas poda levantar las maletas, casi las arrastraba por el suelo.

    -Aprate Megg, la casa est cerca y tengo muchas cosas que hacer- Tena que esquivar la gente que iba y vena en un transito infernal, todos cargados con enormes maletas, familias completas que evitar Dios Santo- se dijo a s misma -cundo llegar al endemoniado auto- el auto estaba cerca, que alivio, pens, trat de caminar ms rpido, aunque la verdad era que solo logr tropezar un par de veces.

    -Sube t misma las maletas en el maletero por favor- Rogelio subi la maleta de Celeste a la cajuela y luego le abri la puerta.

    Meggan se mir a s misma, no recordaba haber tenido que hacer tanto esfuerzo en toda su vida, levant las maletas mientras senta que el corazn le saldra disparado por la boca, subi al auto con la cara plida por el esfuerzo y se dej caer en el asiento, se senta desfallecer.

    -Te aseguro que te va a gustar la casa Meggan, es enorme y hermosa, no encontrars en la regin una ms hermosa- Meggan la miraba seria, sus

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    palabras no le causaban ninguna gracia. Rogelio hiso andar el auto y partieron por las calles intestinales del este del la ciudad.

    -Escchame con atencin Meggan esto es importante- Un aire sombro recorri el rostro de Celeste, esta junto las manos, los blancos guantes se alzaron en actitud de mando.

    Qu podra decirle Celeste que le interesara a ella, la verdad no saba a que vena todo esto, pero tampoco poda evitarlo.

    -Existen muchas cosas sobre tus padres que desconoces, cosas que en cierta forma mereces saber, despus de todo, t eres la nica que- Se detuvo un instante y luego prosigui como si hubiese cambiado de parecer Mira, tu padre era un gran cientfico, eso ya lo sabes, lo que no sabes era de que trataban sus experimentos, en realidad no lo comprenderas nunca si no te diera esto- le estir una libreta que deca en su portada bitcora de Hades, la cogi con cautela, algo no andaba bien Tu padre nunca hubiese hecho estas cosas ni9 hubiese sido tan famoso sino por aquellos que lo cobijaron, primero Andrin, luego el Consejo, nosotros le dimos alas para que pudiera ayudar al mundo, ten eso siempre en mente, sobre todo cuando leas esto- las manos de Celeste se retorcan entre ellas, estaba buscando algo en su memoria, algo que no poda encontrar y esto es el diario de tu madre- Sac un cuadernillo de su abrigo, era de color oscuro, no tena seas de ser muy viejo, ni de estar muy escrito Lo hiso Andrin para ti, no se si te interese leerlo, pero es todo tuyo, la bitcora sin embargo debes devolvrmela maana, pues

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    forma parte de una investigacin, en realidad no debera pasrtela, solo lo hago porque tu padre y tu madre hubiesen querido que lo supieras- Guardo silencio un minuto, trataba de asimilar lo que estaba haciendo, era muy peligroso para ella entregarle dichos datos, pero bueno, ya no importaba, Andrin estaba muerta y ella solo quera hacer algo en su memoria, adems le pareca ilgico que Meggan siendo la pieza clave para el consejo no supiese nada de todo esto.

    -Gracias- No saba si era la respuesta correcta, pero le pareci lo mejor que poda decir, Celeste pareca ms plida que de costumbre.

    -Puede que ah encuentres cosas que no te gusten, pero recuerda, que tu madre y tu padre lo hicieron por un bien mayor, adems con esto tu padre te salv la vida- Todo esto era una vorgine de palabras y cosas difciles de asimilar en tan poco tiempo, no entenda nada en absoluto.

    -Mira Meggan, ah est la casa!-Meggan mir, era enorme, y sin duda la ms bella casa que jams haba visto

    La reja principal estaba cerrada, ah estaba el rbol, ese que l mismo haba incendiado, pero por lo dems, todo estaba igual, pero as como todo lo que se haba encontrado hasta ahora, solo segua igual en apariencia, tom aire, desliz su mano por los fros barrotes de la reja, algo estaba an ah, lo saba bien, lo poda sentir en la distancia, ah vena el negro vehculo, lo senta, el encuentro inminente.

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    El vehculo se detuvo, baj el chofer y abri la puerta trasera, baj una joven de largo e impecable cabello negro, copia idntica de Andrin, aunque sus ojos eran infinitamente suyos, ojos felinos penetrantes. El conductor abri el maletero mientras bajaba una mujer de dorados cabellos, de rosadas mejillas, de labios sutiles y hermosos, de ojos celestes, esos ojos, esos ojos, lo record.

    -Celeste- Susurr el nombre de ella como si pesara una eternidad, su boca permaneci inmersa en la palabra, cada letra de ella era increblemente poderosa ; mientras la otra chica sacaba del maletero dos enormes maletas que parecan apunto de estallar, las rejas de la mansin se abrieron mgicamente, l solo poda mirar los ojos, esos ojos donde se mecan las olas del ms profundo ocano, mares y mares eternos e insondables, ella pas a su lado como si l no existiera, no lo haba reconocido, an peor, ni siquiera lo haba mirado, sali de su trance cuando Meggan pas a su lado, se detuvo.

    -Le puedo ayudar en algo?- imposible, volvieron a l las palabras de Andrin.

    -No dejes que Meggan termine como t!- Era indudable que esa joven era hija de Andrin, pero cundo.

    -Cuntos aos tienes?-

    -La semana que viene cumplo dieciocho- Haba nacido en sus propias narices y ni siquiera lo haba notado, sin duda Andrin le esconda ms cosas de

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    las que poda imaginar. En los ojos de esa joven estaba el mismo misterioso destino que haba llamado a tantos como l, y lo que Andrin quera?, no le importaba mucho, pero sin duda pareca que ella no quera que su hija se convirtiese en una asesina, como l.

    -No olvides mi rostro, Meggan- le dijo mientras sacaba el finsimo cuchillo de plata con el que haba asesinado a su madre, se lo extendi-Tmalo como un regalo muy valioso-

    -Cmo supo usted mi nombre?- Meggan lo miraba desconcertada, pero ms le llamaba la atencin el cuchillo, su fineza, su brillo, su filo, lo tom entre sus manos sin saber que hacer con el.

    -Tu madre me lo dijo- la mir un momento, era una chica preciosa eres mil veces ms hermosa que tu madre- Meggan se sonroj al instante, pocas veces le haban dicho cosas como esa, aunque su padre lo haca a veces y de igual manera no poda evitar sonrojarse.

    Mscara se dio media vuelta y ech a andar Mi nombre es Daniel, esprame despierta esta noche, volver- le dijo mientras caminaba por la acera.

    -Y qu hago con esto?!- levant el cuchillo mientras le gritaba, Mscara solo levanto el brazo, recin comprenda todo, l entrara a su habitacin en la noche, sus ojos estaban apunto de estallar de la sorpresa, qu pasaba en este mundo, todo pareca ir en sentido contrario. Levant las maletas y las arrastr casi hasta la casona.

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    Meggan dej sus cosas en la que hace diez aos haba sido la habitacin de Daniel, luego baj al estudio. El estudio ya no era lo que en su tiempo haba sido, ahora re decorada en tonos cremas, aunque haba conservado los muebles, claro que redistribuidos como a Celeste le pareci que siempre debieron haber estado, las cortinas eran de un color damasco desvado, que no haca juego ni en los ms remotos lindes del gusto con el resto de la enorme habitacin, an as casi nadie lo notaba, la gente solo se fijaba en las olas doradas bordadas en los flecos de las cortinas.

    -Pasa Meggan, aqu est lo que te haba prometido- Meggan avanz con un poco de miedo, la habitacin era enorme y una extraa sensacin la invada mientras se adentraba en tan glido imperio, pis la mullida alfombra que emulaba a un oso polar y se sent sin dejar de pensar en aquella sensacin, tom un blanco cojn entre sus manos, como buscando algo de apoyo en el inerte cojn y levanto no sin esfuerzo la mirada hacia Celeste, que beba con calma un sorbo de vino de una delicada copa de plateado borde, era una copa sencilla, pero elegante, una voz de reproche se extenda como la peste por su mente T, t jams podrs tener ni una pizca de la elegancia de mi madre, ja, murete zorra inmunda- Pero solo pudo mirarla, un desprecio infundado naca en su corazn hacia Celeste.

    Celeste beba con calma, dej la copa sobre el escritorio mientras sus recuerdos comenzaban a abrirse paso hacia la mesa, si, ah estaba ella.

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    -Celeste, l es Daniel de Ploom, un amigo- Andrin casi la tuvo que empujar para que saludara Hola- Nunca haba sido tan tmida, pero el hola haba sonado lleno de miedo, tan nerviosa estaba?, le haba rogado a Andrin que le presentara con Daniel, y haba practicado en la soledad tantas veces este escenario, pero en ninguno de esos escenarios ella se quedaba callada de miedo y nervios, estaba paralizada.

    -Hola- le sonri cordial Te he estado observando, vamos, sintate con nosotros- Andrin la empuj casi para que pudiese tomar asiento.

    Celeste no pudo decir nada durante toda la conversacin, no solo se senta ajena sino que tambin le perturbaban las miradas que de vez en cuando Daniel le lanzaba con cordialidad, se sonrojaba de tal manera que deba cubrir5se el rostro con las manos para no dejarse en evidencia, aunque todo esto ya era demasiado como para que Daniel no se percatara de todo esto. Cuando salieron las dos y se despidieron de Daniel, estaba tan enfadada consigo misma por haber sido tan tonta.

    Despus de haber llorado en la soledad de su habitacin por un par de horas, lleg Andrin, se miraron, la abraz con fuerza, y llor bajo su amparo, su hermana le besaba sus dorados cabellos y su mano recorra su rostro hasta que el sueo la venci

    Sonri, ahora estaba ella bebiendo el vino que nunca haba querido beber, sin consuelo alguno, su consuelo haba muerto el da anterior y el hombre que haba querido y

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    traicionado ya no volvera, en estos diez aos no haba logrado olvidar todas esas cosas que haban lacerado su alma, y mientras pensaba en esto, tom las dos carpetas y se las acerc a Meggan.

    -Puedes subir a tu habitacin si quieres, yo saldr unas horas, pero Rogelio est en casa por si necesitas algo- Un alivio recorri todo su frgil cuerpo, tom las dos carpetas, las abraz con fuerza y sali casi disparada por una fuerza vertiginosa de terror, sali del estudio, subi las escaleras, abri la puerta de la habitacin y se sent en el escritorio jadeando. Mir las carpetas, una deca Hades, la otra Andrin, dej las dos carpetas sobre el escritorio, no saba por dnde comenzar. Despus de mirar las carpetas por un par de horas en silencio se decidi, comenzara por su padre, despus de todo, qu poda esconderle?, le tena ms miedo a lo que no saba de su madre, que a su padre con quien haba compartido toda su vida. Estir la mano y abri la carpeta, y en unas rodas pginas deca as.

    El sujeto de prueba ha sido modificado durante el primer mes de gestacin, si todo resulta como lo hemos previsto y logra sobrevivir, espero de todo corazn que no nazca como los otros, por mi bien y el de mi hija, debo (aqu la letra se encontraba corrida, como si lo

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    hubiesen interrumpido mientras escriba estas cosas).

    Todo estaba escrito de su propio puo, tom otra amarillenta hoja sin lograr comprender nada de lo que lea an, qu se trataba eso de los sujetos de prueba?

    Despus de largas noches en vela y numerosos esfuerzos en la ciencia a los cuales dediqu toda mi juventud, he logrado gracias a la invaluable ayuda de mi colega, con quien por cierto nos une enorme admiracin, pues a pesar de su juventud posee tantos conocimientos, que sin su ayuda mi investigacin no hubiese llegado jams hasta este punto, sin duda, mi querida Andrin, ahora que veo al feto en su octavo mes de gestacin, mis ms grandes esperanzas se cumplen, no puedo esperar hasta su nacimiento, nuestra pequea hija se recuperar, ya lo vers.

    15 de Julio de 1965.

    Honorable Consejo:

  • 61

    Refiero este informe a ustedes quienes generosamente han apoyado econmicamente mi investigacin.

    Hemos logrado despus de numerosos y frustrantes fracasos sintetizar, con la ayuda inestimable de mi ayudante, la vacuna definitiva, la cual modificar genticamente los enlaces de carbono de la cadena gentica de los fetos durante su primer mes de gestacin. Lamentablemente para ustedes y nosotros mismos, solo uno de cada diez sujetos de prueba sobreviven al cambio gentico, los otros nueve no pasaron el tercer mes de gestacin, por cierto, sus madres que por cierto no tenan la ms mnima gana de tener esos cros, recibieron de buena gana el dinero compensatorio por la prdida, aunque despus de todo ellas ganaron ms que nosotros.

    25 de Septiembre de 1965

    Honorable y entraables miembros del Consejo.

  • 62

    Como recordarn en mi informe anterior, el nico sujeto sobreviviente, o al menos eso esperbamos, muri al respirar el oxigeno, no entendemos bien porqu, seguramente un efecto adverso del cual no habamos reparado, sin embargo an sopesando la perdida del primer nacido, logramos extraer sangre para hacer numerosas pruebas, no todo estaba perdido como les dije en aquel informe, y ahora que hemos sintetizado una vacuna y procedimientos mucho ms precisos gracias al primero, me he atrevido, como ya estarn informados, a probarlo en mi propia hija, como muestra de la confianza que tengo hacia esta nueva hipodrmica, ciertamente falta mucho para que despierte el gen en ella, pero hemos registrado cosas fabulosas, basta con decir que ya puede caminar, despus que en los ltimos dos aos ella jams haba logrado ponerse en pie, a sus cortos 5 aos, ya ha aprendido a leer despus que se le crea discapacitada para todo asunto intelectual, no puedo menos que estar orgulloso,

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    ella ha sido sin duda mi ms grande experimento, y espero con ansias enviarles las muestras.

    Lamentablemente, me temo que esto que puede haberles resultado tan grato, tambin tiene sus contras, lo hemos probado en otros sujetos ya mayores, pero no han sido capaz de conservar su forma, si, me refiero a lo que estn pensando, varios se volvieron horrorosas abominaciones de la ciencia.

    En qu asuntos habra estado su padre, con horror contemplaba, que ella misma, y su existencia, haban sido el resultado de un experimento, con terror y unas nauseabunda ganas de dejarlo todo, prosigui leyendo una hoja dirigida a su madre

    17 de Septiembre de 1965

    M amada Andrin:

    He pensado mucho lo que me dijiste, y creo que tienes razn, esta investigacin me est volviendo loco, que dara por volver a tus

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    brazos como cuando nos conocimos en la euforia de la juventud, como cuando no haba que mirar hacia el futuro, solo nos bastaba con vivir el da a da, ahora que miro a nuestra hija que por fin podr hacer todas las cosas que siempre quisimos, no puedo alejarme de este mal que me carcome, aunque tienes razn, me estoy volviendo loco, ya tantas locuras hay en mi que creo a veces no poder controlarlas . Siento esa locura por ti que jams dejar de sentir, esa locura por ver a mi hija feliz y sonriente, ya no ms con esa cara de sufrimiento, y esa locura maligna que me lleva a pensar que si, el Consejo me est utilizando, no se si quieran este experimento para algo bueno, o malo, creo que ni siquiera tu lo sabes, pero, te pido por favor, no nos dejes nunca, el mantenerte cerca me mantendr siquiera cuerdo.

    No puedo dejar de investigar para el Consejo, como lo sospechaba me estaban

  • 65

    utilizando desde un principio, aunque yo tambin a ellos, aunque, bueno todos saben ya cmo y por qu, amor mo, solo ruego que el permanecer en esta locura no me lleve al suicidio, aunque supongo que contigo a mi lado jams podra siquiera pensar en ello. Quiz el poco tiempo que no vemos, es lo nico que me mantiene en pie.

    PD. No olvides que te amo con todas las fuerzas que un ser humano puede tener, sin duda una mujer como t merece eso y ms.

    Te Ama, Richard Miller.

    Una melanclica lgrima rodaba por

    su mejilla, no entenda todo esto con claridad, pero el sacrificio que le supuso esto a su padre, la

    llevaba a ella a sentir tanto orgullo como

    repugnancia, no saba cmo se podan sentir esas

    cosas al mismo tiempo, pero lo senta en el fondo

    de su pecho, como una enorme garra atrapando sin

    piedad sus pulmones y su corazn, entonces fue

    cuando las lgrimas comenzaron a brotar de forma

    desmedida, incontrolables, solo imaginarse a ella

    misma tendida en una cuna como una masa

  • 66

    babeante, carente de todo sentimiento, y su padre

    y madre mirarla con dolor en su pecho. En parte

    entenda el sufrimiento de sus padres, pero an

    ms, no poda justificar tan enorme sacrificio, su

    vida no vala lo suficiente como para pensar que

    aquello estaba bien.

    ------

    Mscara mir al cielo que pareca

    apunto de llorar, el cielo estaba teido de un gris

    profundo, y las nubes avanzaban rpido por el

    cielo, como si huyesen de si mismas. El viento era

    fro, demasiado fro para esta fecha del ao, pero

    algo en el te apretaba el pecho, algo haba ah

    susurrando en el viento mientras este avanzaba sin

    misericordia. De pronto una voz lo arranc de sus

    pensamientos.

    -Te ests desviando de la misin-

    Mscara se dio media vuelta, esa voz, algo le

    gritaba en su interior, todo pareca volver a

    empezar, era ngel, sus ojos grises, su cabello

    rubio casi blanco, y esa prestancia de siempre que

    le daba ese toque inmortal, sublime, mientras ms

    lo vea, ms se convenca que ngel haba vivido

    por siempre.

    -Me ests vigilando?- Le mantuvo la mirada, pero

    era casi imposible para l hacerlo, esos ojos grises,

    pareca que te miraban, pero no haba nada ah,

    mantenerle la mirada era una tarea titnica, esos

  • 67

    ojos grises, vacos y a la vez llenos, eran

    atemorizantes.

    -No crees que ests un poco hostil, despus de

    todo ha pasado algo de tiempo viejo amigo- Le

    sonri a Mscara con su rostro inexpresivo, casi

    pareca una burla, pero era una sonrisa sincera.

    -Slo he hecho lo que consider correcto-

    -No ha sido suficiente, te dije que slo tenamos

    doce horas, los cazadores te estn rondando, son

    tres, no te habas dado cuenta?-

    -Entonces debemos abortar la misin- Algo en

    Mscara comenz a dudar, algo comenz a temer.

    -Por tus tontos caprichos arriesgas una de las

    misiones ms importantes que hemos tenido-

    -No lo haba notado, he estado concentrado en

    otros asuntos-

    -No podemos abortar, no olvides para quien

    trabajamos, debes obtener la informacin, yo

    tratar de hacer algo con los cazadores-

    -No ngel, es demasiado peligroso, olvidmoslo y

    largumonos de aqu-

    -Ni lo pienses!- Sus grises ojos se encendieron en

    chispas.-Olvida tus malditos asuntos personales,

    consigue los datos y nos vamos, tienes dos das-

    ngel sigui su camino.

  • 68

    -No puedo hacerlo en dos das, por lo menos sern

    dos o tres semanas-

    -Si la vas a matar, hazlo con cuidado- ngel se fue

    rpido, todo era demasiado rpido con l, todo

    comenzaba a desmoronarse a sus pies, era el

    diablo en persona y un ngel celestial, y record

    cuando ese mismo ngel le salv la vida

    Abri lentamente los ojos, todo le

    pesaba demasiado, todo era demasiado doloroso,

    hasta respirar le causaba dolores terribles.

    Despus de haber cado de su habitacin, camin

    hasta el sector oscuro de la ciudad sin saber cmo

    y lleg casi muerto, su corazn casi estallaba y su

    cuerpo dejaba de responder a su mandato, hasta la

    visin lo abandonaba, todo era manchas borrosas.

    Ahora estaba en otro lugar, sobre un

    colchn, en un lugar que nunca haba visto en su

    vida, pero qu haba pasado?

    -Despertaste, supongo que te preguntars donde

    ests?, bueno, pues ests muy lejos de tu casa, de

    tu ciudad, de tu pas, llevas dos semanas

    durmiendo, ya me preguntaba si despertaras algn

    da.

    -Qu me pas?- El dolor de cabeza lo obligaba a

    cerrar los ojos, las sienes le palpitaban como si

    fuera a explotarle la cabeza, tanto as como las

    ganas de vomitar hasta el alma, pero un misterioso

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    poder lo mantena vivo y ahora lo mantena

    despierto.

    -Cmo esperas qu lo sepa yo?, yo slo te

    encontr en un sitio baldo, estabas medio muerto-

    ri un momento- de hecho an lo ests-

    -Beb algo en una copa, slo recuerdo eso, mi

    esposa puso algo en mi copa- Sonri con debilidad,

    los recuerdos volvan a su agitado y adolorido

    cerebro Bueno, creo que mi ex esposa-

    - No ests tan mal, de todas formas ya volvers a

    andar, mejor durmete, no es bueno que te

    esfuerces tanto

    Llevaba tres semanas de pi, una

    vida nueva se haba abierto ante sus ojos, aunque

    el dolor