La llave del tiempo VII. El Palacio Del Silencio (Ana Alonso y Javier Pelegrini)

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El palacio del silencio es la séptima entrega de La llave del tiempo, una serie que combina la fantasía y la ciencia ficción para crear un universo propio lleno de riqueza y atractivo. Después de sus aventuras en Eldir, Martín y sus amigos viajan al Palacio del Silencio para liberar definitivamente a los condenados del planeta infernal. Allí encontrarán muchas de las respuestas que estaban buscando, pero también se enfrentarán a nuevos enigmas: ¿Qué se esconde detrás de la misteriosa vida que cubre el extraño mundo al que han llegado? ¿Quiénes son los hombres tatuados que lo habitan? ¿Y, sobre todo, dónde se oculta el poderoso y escurridizo Ixión?

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  • EL PALACIO DEL SILENCIO

  • Ana Alonso y Javier Pelegrn

    LIBRO PRIMERO

    LA TORRE Y LA ISLAEl PALACIO DEL SILENCIOAna Alonso y Javier Pelegrn

    LIBRO SPTIMO

  • 1. edicin: octubre 2009

    Direccin de la coleccin: Olga Escobar

    Ana Alonso y Javier Pelegrn, 2009 Grupo Anaya, S. A., Madrid, 2009

    Juan Ignacio Luca de Tena, 15. 28027 Madridwww.anayainfantilyjuvenil.com

    e-mail: [email protected]

    Diseo de cubierta: Miguel ngel Pacheco y Javier Serrano

    ISBN: 978-84-667-8501-3Depsito legal: B. 36.070/2009

    Impreso en Romany Valls, S. A.Capellades (Barcelona)

    Impreso en Espaa - Printed in Spain

    Las normas ortogrficas seguidas en este libro son las establecidas por la Real Academia Espaola en su ltima edicin de la Ortografa,

    del ao 1999.

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    en cualquier tipo de soporte o comunicada a travs de cualquier medio, sin la preceptiva autorizacin.

  • 5NDICE

    Prembulo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7Captulo 1. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11Captulo 2. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 25Captulo 3. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 37Captulo 4. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 51Captulo 5. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 75Captulo 6. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 99Captulo 7. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 119Captulo 8. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 145Captulo 9. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 157Captulo 10. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 171Captulo 11. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 195Captulo 12. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 215Captulo 13. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 227Captulo 14. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 261

  • Captulo 15. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 285Captulo 16. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 309Captulo 17. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 349Captulo 18. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 377Eplogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 397

    Glosario de personajes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 403Glosario de escenarios . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 411

  • Prembulo

    Una vez cumplidas las tres misiones de la llave del tiempo, Martn y sus compaeros viajan al futuro del que proceden a travs de la esfera de Medusa. Pero el mundo que se encuentran no es exactamente como ellos esperaban Una guerra larvada ha estallado entre los ictios y los perfectos, y estos ltimos consiguen tenderles una trampa para desterrarlos al infierno de Eldir. Una vez all, Alejandra es secuestrada por la misteriosa Hermandad de la Puerta de Caronte. Gracias a sus captores, lograr descu-brir algunos de los secretos mejor guardados de los perfectos y ayudar a los cuatro de Medusa a liberar a los condenados de la tirana que soportan. Pero, una vez liberados, los prisioneros ne-cesitan recuperar la memoria Para devolvrsela, el grupo deber viajar hasta el Palacio del Silencio, donde les esperan nuevas e inquietantes aventuras.

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  • Uriel se enfrent con el silencio y la muerte por el trono de fuego; y el Auriga, sabiendo que nadie poda resistirse al beso del ngel ni a su promesa de inmortalidad, se llev a la Muerte con-sigo. La oscuridad y la muerte anidaron como serpientes en el corazn del hroe, esperando la espada que pudiera liberarlas.

    Libro de las Visiones, Canto VII, 22(Fragmentos de la grabacin oral denominada Versin de Ur).

    Entre las cenizas de Deimos y Fobos, en la oscuridad sin tiem-po, yace el Auriga. Y all permanecer atrapado para siempre, ms all de la vida y de la muerte.

    Libro de las Visiones, Canto IX, 70. (Fragmentos de la grabacin oral denominada Versin de Ur).

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    Captulo 1

    M e llamo Alejandra. Me llamo Alejandra y nac en Iberia Centro. Eso se encuentra en otra galaxia, en otra poca, a una distancia de aqu tan inconcebible que cuando pienso en ella me siento como si me estuviese precipitando en un agujero negro. Y quiz sea eso lo que me est ocurriendo... Llevo horas caminando en medio de la nada, pisando un sue-lo de sal que no es verdaderamente sal (aqu nada es lo que parece), avanzando hacia el horizonte bajo un cielo cobrizo que no cambia nunca. Este vaco me est volviendo loca... Por eso tengo que repetir mentalmente mi nombre una y otra vez, para recordarme quin soy y por qu estoy aqu. Al me-nos, eso me hace sentir que todava soy duea de mis pensa-mientos... Aunque por cunto tiempo?

    Podra haberme quedado en las montaas, con Yohari. Al menos, l pertenece a un mundo que yo puedo compren-der. No es mi mundo, ni sus problemas son mis problemas;

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    pero podran terminar sindolo, porque al fin y al cabo son problemas humanos, problemas prcticos, de los que se plan-tean en todas las sociedades y en todas las pocas. Adems, estn preparando el viaje de regreso a la Tierra. Nosotros, en cambio, nos alejamos ms de ella con cada paso que damos... Algo en mi interior me lo dice.

    Sin dejar de caminar, Martn me tiende una pequea cantimplora elstica. Bebo un poco y, al devolvrsela, le lanzo una rpida mirada. Parece muy cansado, pero su rostro no refleja ningn miedo. Al contrario que el mo, supongo... Este desierto blanco me saca de quicio.

    No se ve nada ah delante le oigo decir a Jacob.Nadie le responde. Es como si los cristales salinos que

    pisamos nos mantuviesen hipnotizados, mirando permanen-temente al suelo. Son muy extraos, estos cristales... Si uno se fija bien, se ve que forman un complicado puzle de piezas poligonales perfectamente encajadas entre s. Son piezas pe-quesimas, espejos del tamao aproximado de una ua, y todos parecen distintos. Estoy segura de que el material que los compone no es ningn mineral formado por procesos naturales, sino algo mucho ms complejo y sofisticado. Algo peligroso, maligno, diseado para confundir nuestras men-tes. Suena disparatado, lo s... Pero si algo me transmite la desolacin de este paisaje, es una profunda sensacin de irrealidad.

    Por un momento me quedo parada, contemplando mi reflejo deformado en los cristales blancos. Es como caminar sobre un lago tranquilo que repentinamente se hubiese roto en millones de pedazos. Algunas veces, cada espejo parece funcionar de forma autnoma, y veo mi rostro en miniatura multiplicado miles de veces alrededor de mis pies; otras veces,

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    sin embargo, cada pieza refleja tan solo una parte de mi cuer-po, y entre todas componen una imagen nica. Me pregunto si no estar soando, si todo esto no ser ms que una pesadi-lla... Pero no. Me llamo Alejandra, y vine a Eldir con los cua-tro de Medusa. Supongo que estoy aqu por Martn... O qui-z no. Quiz no he hecho ms que dejarme llevar por los acontecimientos, hasta ahora. Quiz nunca, desde que sal de mi casa en Iberia Centro, he tomado una decisin verdadera-mente ma.

    Martn acaba de cogerme de la mano. En silencio, me la aprieta con fuerza, aunque sin llegar a hacerme dao. Ha de-bido de leerme el pensamiento a travs de sus implantes neu-rales. Mala seal, me digo, y noto un peso inexplicable en la boca del estmago. Antes, Martn no poda leerme el pensa-miento. Yo era la nica persona del mundo que estaba a salvo de sus poderes... Segn l, eso se deba a que le importaba demasiado lo que yo pensaba, y su inquietud interfera en el proceso, impidindole captar los vaivenes de mi mente. Tal vez lo que ocurre es que ya no le importo tanto... Por eso puede ver dentro de m como ve dentro de los dems. Ya no soy tan especial para l como antes.

    Esto ltimo, si lo ha captado, ha debido de dolerle, por-que me mira con ojos heridos.

    Qu te pasa, Alejandra? me pregunta, sin preocu-parse de que los otros le oigan. No pareces la misma desde que Yohari te secuestr. Es como si... como si ya no creyeses en nosotros.

    Se me hace un nudo en la garganta.Si no creyese en nosotros, no estara aqu contigo

    contesto, evitando su mirada. Adems, no s qu tiene que ver Yohari en esto... Estoy asustada, y nada ms.

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    Martn asiente, comprensivo.La verdad es que esto no es lo que esperaba murmu-

    ra. No s qu esperaba, en realidad... Por las palabras de Kor, cre entender que el Palacio se encontraba relativamen-te cerca. Supongo que ella tiene una percepcin de las distan-cias muy diferente de la nuestra.

    Yo creo que nos hemos precipitado me atrevo a ob-servar, mirando de reojo a Deimos, que camina un poco por detrs de nosotros. Deberamos haber recordado que Kor no es humana antes de seguir sus indicaciones. Probablemen-te ella no ha tenido en cuenta cosas como los alimentos y el agua que vamos a necesitar, o el cansancio de nuestros mscu-los. Quiz deberamos volver...

    Me callo al notar la mirada que intercambian Casandra y Deimos.

    Es demasiado pronto para que nos demos por venci-dos dice este ltimo. Solo llevamos unas horas andando; la monotona del paisaje hace que se nos haga ms largo, eso es todo.

    Sin contar con la gravedad de Eldir... apunta Ca-sandra.

    Eso tambin dice Deimos. La gravedad es muy alta, es lgico que nos sintamos fatigados. Si queris podemos hacer un alto y descansar.

    Es como si los dos se hubiesen puesto de acuerdo para rebatir mis argumentos. Eso me recuerda que Deimos es el ms interesado en esta expedicin, ya que se supone que en el Palacio del Silencio vamos a encontrar las claves para devol-ver la memoria a los condenados de Eldir, entre los cuales se encuentra su padre. Le entiendo, por supuesto, y tambin en-tiendo el empeo de Casandra por respaldarle. Sin embargo,

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    creo que, ahora mismo, no estn siendo razonables... Para que esta expedicin salga bien, deberamos venir mejor pre-parados. No traemos agua ms que para un par de das como mucho, y nuestras provisiones se reducen a unas cuantas do-cenas de galletas de algas. Tampoco tenemos un vehculo, ni combustible... Qu haremos si el Palacio est ms lejos de lo que pensamos?

    De todas formas, nadie ms que yo se muestra preocupado. La idea de descansar un rato nos parece bien a todos, incluida a m, as que nos sentamos sobre el suelo de cristales y bebemos un trago de nuestras cantimploras. Martn saca un par de galle-tas y me tiende una. Yo no tengo hambre, pero acepto el ofreci-miento y mordisqueo el verdoso rectngulo sin mucho entusias-mo. Supongo que no me vendr mal reponer fuerzas.

    Qu extrao es este terreno comenta Casandra con los ojos fijos en la falsa sal del suelo. Me pregunto de qu estar compuesto.

    Jacob pasa un dedo sobre los cristales blancos y despus se lo lleva a la boca. Frunce el ceo mirndose el ndice que acaba de chupar.

    Es increble. Sabe realmente a sal... No s por qu, no me lo esperaba.

    Rozo con la palma de la mano los lisos polgonos. Evito mirarlos directamente, ya que, a tan escasa distancia, la luz de su reflejo hace dao a la vista. Estn fros, casi parecen de hielo. Yo esperaba que desprendiesen calor, pues el sol cae a plomo sobre su superficie, pero no... Si mantienes la piel en contac-to con ellos durante mucho tiempo, su fro llega a quemarte, como el de la nieve.

    Quiz Alejandra tenga razn dice de pronto Mar-tn, rompiendo el silencio. Tendramos que haberle hecho

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    ms preguntas a Kor antes de ponernos en camino. Ni si-quiera sabemos si ese tal Ixin que, segn ella, custodia las memorias de los condenados, est vivo todava... Ella no tie-ne la misma nocin del tiempo que nosotros.

    Cuando lleguemos al Palacio del Silencio saldremos de dudas contesta Deimos. Lo recorreremos hasta dar con Ixin, y le pediremos todas las explicaciones que queris.

    Y si est armado? dice Selene, despegando los la-bios por primera vez desde que salimos de la guarida de Hel. Y si nos ataca antes de que podamos preguntarle nada? Ni siquiera sabemos si est solo... No creo que lo est. Qu iba a hacer un hombre solo en medio de un desierto como este?

    Os preocupis demasiado contesta Uriel, mirando a Selene con una angelical sonrisa . Est escrito que devolve-r la memoria a los condenados, as que no s de qu tenis miedo. Cuando Ixin me vea, comprender. Ya veris como todo sale bien.

    A Selene se le escapa un ruidoso suspiro de impaciencia, pero no dice nada. Es intil tratar de discutir con Uriel, to-dos lo sabemos a estas alturas... Para ella, las profecas del Li-bro de las Visiones son una especie de orculo que inevitable-mente debe cumplirse. Y lo ms curioso es que, hasta ahora, los hechos le han dado la razn. El Libro parece acertar en todas sus predicciones... Es inquietante.

    De pronto, no s por qu, me viene a la memoria Ur, el dragn de agua que custodia Quimera. l crey advertir una misteriosa conexin entre el Libro de las Visiones y yo. Por lo visto, existe una grabacin de audio muy antigua con frag-mentos literales de ese texto, y, segn l, la voz de esa graba-cin y la ma son idnticas.

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    Adems, est esa extraa coincidencia... Esa frase que yo escrib siendo casi una nia, cuando an viva en Iberia Cen-tro, y que figura en la versin ms antigua que se conserva del Libro. Es como si todo apuntase a que yo tengo algo que ver con los orgenes del aretesmo.

    Ms de una vez se me ha ocurrido una posibilidad bas-tante perturbadora: Y si yo fuera la autora del Libro de las Visiones? Tiene ms sentido de lo que parece... Si dentro de unos aos vuelvo al pasado y pongo por escrito todo lo que he vivido con Uriel y los cuatro de Medusa, parecer una co-leccin de profecas, porque estar contando cosas que, para la mayora de la gente, an no han sucedido. Eso explicara por qu el Libro siempre acierta. Pero no explicara muchas otras cosas, por ejemplo la aparicin de Uriel en Aret mil aos despus de que Diana Scholem viviera...

    No s. Todo esto es tan complicado que me mareo solo de pensarlo. Por un lado, la idea de que yo vaya a escribir ese libro me aterra, porque hace recaer sobre m una responsabi-lidad abrumadora. Adems, ahora que s todos los malenten-didos que va a provocar ese texto, todas las versiones corrom-pidas y manipuladas que van a circular de l, qu podra impulsarme a escribirlo? Aunque tal vez no tenga eleccin... El libro est escrito, eso es un hecho, as que, llegado el mo-mento, quiz haya algo que me obligue a escribirlo, aunque ahora esa perspectiva me repugne.

    Por otro lado, si escribo el Libro de las Visiones, eso quie-re decir que, algn da, volver al pasado. El libro es muy antiguo, nadie lo pone en duda... Significar eso que real-mente voy a salir algn da de este infierno, que voy a regre-sar a la Tierra, y a mi poca? Yo ya casi haba perdido la es-peranza de que eso sucediera. Se supone que la esfera ha sido

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    destruida en la guerra entre las corporaciones, con lo cual, si viajo al pasado, tendra que regresar a una poca anterior a la de mi partida, cuando la esfera an exista. Eso implicara que, en algn momento del siglo xxii, hubo dos Alejandras de dis-tintas edades viviendo a la vez en nuestro planeta... e ignorn-dose mutuamente! Porque, si yo me hubiese visto a m mis-ma de mayor en algn momento de mi vida, lo recordara, no? Quiero decir... Lo lgico sera que me hubiese reconoci-do; aunque mi yo futuro habra podido estar observndome bajo una mscara virtual, y mi yo del pasado no se habra en-terado de nada.

    Parece todo tan absurdo... Pero es posible; la mquina del tiempo hace posibles ese tipo de paradojas. Aunque, aho-ra que lo pienso, si yo hubiese regresado al pasado en una fe-cha anterior a la de la destruccin de Medusa, el viaje habra quedado registrado en la esfera. Herbert lo habra detecta-do... Pero no fue as. De modo que no regresar nunca a una fecha en la que ya he vivido, lo cual, sinceramente, me pro-duce un gran alivio.

    En qu ests pensando? me pregunta Martn, mirn-dome con curiosidad. Se te ha puesto una cara de susto...

    Estaba pensando en el Libro de las Visiones; en su ori-gen le respondo.

    Creo percibir una advertencia en los ojos de Martn, y comprendo que no debo seguir hablando. Es mejor que Uriel no me relacione con el Libro, no sea que empiece a tratarme como a una especie de orculo viviente.

    La nia, por fortuna, no parece haber prestado ninguna atencin a mis palabras.

    Por qu no seguimos andando? propone alegre-mente, levantndose de un salto. Ya hemos descansado

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    mucho, no? Y estoy deseando llegar al Palacio del Silencio. Estoy deseando ver la cara que pone Ixin al verme. Se va a quedar de piedra... O puede que no. A lo mejor me est es-perando!

    La seguimos, aunque nadie parece compartir su ilusin, ni siquiera Deimos. Al menos l es consciente de los peligros a los que nos enfrentamos. Cansancio, hambre, sed, amena-zas desconocidas...

    No s por qu, tengo la impresin de que todos mis ami-gos estn plantendose para sus adentros la posibilidad de dar media vuelta y regresar por donde hemos venido.

    * * *

    La llanura es tan montona que, muy pronto, mis pasos se vuelven mecnicos. Es como si mis piernas caminasen so-las, como si el impulso de moverse no lo recibiesen de m, sino del exterior. El caso es que, independientemente de mi voluntad, ellas me arrastran hacia delante a un ritmo siempre igual. Al cabo de unos minutos, me desentiendo de ellas y cierro los ojos.

    Es extrao caminar con los ojos cerrados. A cada mo-mento tienes la sensacin de que vas a chocar con algo o de que vas a tropezar, y tienes que hacer un esfuerzo deliberado para no abrirlos. Al final, despus de un rato resulta agotador. Me siento mareada...

    Mirad ah delante le oigo decir a Jacob, muy excita-do. Hay una torre! Por fin...

    Abro los ojos y miro hacia la silueta negra y diminuta que se recorta sobre el horizonte. En la cspide brilla una luz vacilante, tal vez un fuego. Desde aqu, la verdad, la cons-

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    truccin no impresiona mucho. Me haba imaginado el Pala-cio del Silencio bastante ms grande...

    A medida que nos aproximamos, mi decepcin no hace sino aumentar. La torre no forma parte de ningn complejo arquitectnico ms amplio; por el contrario, se encuentra completamente aislada. Y ni siquiera parece demasiado alta... Ahora que estamos ms cerca, distinguimos perfecta-mente la enorme antorcha que la corona. Sus llamas cam-biantes, de color anaranjado, son lo ms imponente de la torre. Me recuerda a los faros de la antigedad, y tal vez su funcin no sea muy distinta; esa luz podra estar ah para orientar al caminante en medio de este interminable desier-to de sal, igual que los faros guan a los marineros en el ocano.

    De todas formas, la aparicin de la torre nos ha dado al menos un objetivo hacia el que avanzar, y todos apretamos el paso. Quiz estemos llegando al final de esta extraa trave-sa. Quiz Ixin nos haya visto y salga a recibirnos...

    Pues no. No sale nadie. Estamos ya al pie de la torre, y ninguno de nosotros puede disimular su desilusin. No es ms que una construccin de piedra oscura sin puertas ni ventanas. Como mucho tendr unos diez metros de alto... Adems, se encuentra bastante deteriorada. Justo por debajo de la antorcha, que es una ancha copa de cobre verde azula-do, se ve un friso de motivos geomtricos muy desgastado, al que le faltan algunos fragmentos. Reconozco en algunas de sus figuras los smbolos que decoran los muros de Aret y que, segn Selene, corresponden a las constelaciones del mapa enviado por los extraterrestres.

    Esto no puede ser el Palacio del Silencio dice Uriel con los ojos muy abiertos.

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    No se ve ninguna entrada murmura Martn. Es imposible que aqu viva nadie...

    Pero alguien tiene que mantener vivo ese fuego ar-gumenta Selene.

    Quiz haya algn dispositivo informtico que lo ali-mente contesta Martn. O quiz alguien venga a repo-ner el combustible cada cierto tiempo. En cualquier caso, est claro que esto no es lo que buscamos.

    Kor debera haber especificado ms dice Deimos con los ojos clavados en el fuego de la torre. Podra haber-nos hablado de esta construccin... Ni siquiera se me ocurre para qu puede servir una antorcha gigante en un sitio como este.

    Un faro dice Casandra, expresando en voz alta lo que yo estaba pensando hace un momento. Pero para quin, o para quines? No parece un lugar muy transitado.

    Es lgico grue Jacob. Quin querra venir aqu? No me extraara que fusemos los primeros en mu-cho tiempo.

    De todas formas, es la nica seal de presencia huma-na que hemos encontrado en todo el da dice Casandra pensativa. Tal vez deberamos quedarnos aqu y esperar a ver si viene alguien... No hay ninguna otra construccin ms adelante, al menos hasta donde me alcanza la vista.

    Pues yo creo que debemos seguir contesta Deimos, sorprendindonos a todos con su vehemencia. Si Kor dijo que el Palacio no estaba lejos, es que no est lejos. A lo mejor es una estructura enterrada en el subsuelo, algo que no se ve desde aqu.

    Nadie tiene fuerzas para contradecirle. Al fin y al cabo, qu ms da lo que hagamos? No tenemos ni idea de lo que

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    andamos buscando, as que cualquier decisin puede llevar-nos a cometer un error. Sin embargo, algo hay que hacer, y seguir andando es una opcin tan buena como otra cual-quiera.

    Eso pienso al principio. Pero despus de dos horas de marcha y de haber dejado atrs la torre hace mucho tiempo, empiezo a dudar. Siento calambres en los msculos de las piernas, y la cabeza me da vueltas. A cada momento tengo la impresin de que me voy a caer al suelo, aunque, no s cmo, me las arreglo para seguir avanzando.

    El agotamiento empieza a jugarme malas pasadas. Desde hace un rato, veo los polgonos brillantes del suelo tambin a los lados y sobre mi cabeza, formando un tnel de paredes curvas. Y en ese tnel solo estamos Martn y yo; los otros han desaparecido.

    S que es un espejismo, tiene que serlo! Pero parece tan real... Se dira que la llanura se ha enrollado a nuestro alrede-dor, que se ha cerrado sobre s misma al sentir nuestros pasos sobre su superficie, convirtindose en una trampa sin salida.

    Estoy desvariando, lo s. Para intentar convencerme de que todo es una ilusin, mir hacia atrs, pero ya no veo la torre de la antorcha ni las montaas de Hel. Solo veo el tnel prolongndose infinitamente, vaco y brillante. Debo de estar perdiendo la cabeza.

    Me llamo Alejandra, me repito una vez ms. Me lla-mo Alejandra y nac en Iberia Centro. Un da volver a mi mundo, al mundo al que pertenezco de verdad. Estoy cansa-da, quiero volver a casa....

    Oigo una exclamacin detrs de m y vuelvo la cabeza. Milagrosamente, la llanura vuelve a extenderse infinita a mis espaldas, aunque la torre y las montaas ya no se distinguen.

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    Y al mirar nuevamente hacia delante... Supongo que a m tambin se me escapa un grito. Porque delante ya no est la llanura; ya no estn ni el cielo cobrizo ni el suelo blanco. Lo que hay es un bosque, un cielo de un azul tan intenso y pro-fundo que parece sobrenatural, y un sol brillante y lejano que baa el paisaje con sus rayos oblicuos.