La La Autobiografía Como Una Historia de La Memoria Individual

10
UNIVERSIDAD ANDINA SIMÓN BOLÍVAR MAESTRÍA EN ESTUDIOS DE LA CULTURA HISTORIA, MEMORIA E IDENTIDAD La autobiografía como una historia de la memoria individual “No es por azar que nacemos en un sitio y no en otro, sino para dar testimonio”, dice Eliseo Alberto, recordando palabras que su padre, Eliseo Diego, había escrito en el prólogo de un libro suyo dedicado a sus hijos. Eliseo Alberto decide construir el sentido de estas palabras que le vienen del pasado y de la voz del padre muerto, y contar su historia. Así pues, en Informe contra mí mismo el autor hace una lectura de su infancia y juventud en Cuba desde “un exilio de terciopelo”, cómo él lo llama, en México. El título hace referencia a un hecho concreto de su vida cuyo recuerdo motiva la escritura de todo estas memorias: el momento en que, mientras cumplía el servicio militar en una trinchera de La Habana, en el año 1978, le solicitaron un informe sobre/contra su familia. Un informe sobre los suyos implicaba necesariamente un informe contra sí mismo. “Lo que realmente importaba”, nos dice, “era contar con un archivo comprometedor, no una reseña sobre el posible acusado, si no un arma contra el seguro confidente. Un texto donde cada uno de nosotros firmaba, a veces sin darnos cuenta del peligro, el compromiso de nuestro propio silencio, pues tarde o temprano esa página escondida en los naufragios de la historia podría salir a flote” (Alberto, 1997: 19). Por tanto, este informe contra sí mismo, escrito veinte años después, viene a ser un intento de derribar ese muro de silencio que en determinado momento había decido construir. Así pues, rompe con el compromiso del olvido, y se dispone a contar aquello que en su momento no había podido contar: su historia a partir de la historia de los suyos. Se trata, entonces, de un relato autobiográfico cuya fuente principal es la memoria de esa vida. Al escoger Informe contra mí mismo como objeto de estudio, el propósito de este trabajo es caracterizar el tipo de memoria que se construye a través de la autobiografía. En consecuencia y, al tomar como punto de punto de partida la noción de la autobiografía como una historia de la memoria individual, debemos, por un lado, preguntarnos si esa memoria puede ser válida como memoria social o histórica, y por otro, delimitar sus condiciones de credibilidad. De este parámetro inicial, podemos extraer tres aspectos fundamentales: la autobiografía como género referencial o ficticio,

Transcript of La La Autobiografía Como Una Historia de La Memoria Individual

Page 1: La La Autobiografía Como Una Historia de La Memoria Individual

UNIVERSIDAD ANDINA SIMÓN BOLÍVAR

MAESTRÍA EN ESTUDIOS DE LA CULTURA

HISTORIA, MEMORIA E IDENTIDAD

La autobiografía como una historia de la memoria individual

“No es por azar que nacemos en un sitio y no en otro, sino para dar testimonio”,

dice Eliseo Alberto, recordando palabras que su padre, Eliseo Diego, había escrito en el

prólogo de un libro suyo dedicado a sus hijos. Eliseo Alberto decide construir el sentido

de estas palabras que le vienen del pasado y de la voz del padre muerto, y contar su

historia. Así pues, en Informe contra mí mismo el autor hace una lectura de su infancia y

juventud en Cuba desde “un exilio de terciopelo”, cómo él lo llama, en México. El título

hace referencia a un hecho concreto de su vida cuyo recuerdo motiva la escritura de

todo estas memorias: el momento en que, mientras cumplía el servicio militar en una

trinchera de La Habana, en el año 1978, le solicitaron un informe sobre/contra su

familia. Un informe sobre los suyos implicaba necesariamente un informe contra sí

mismo. “Lo que realmente importaba”, nos dice, “era contar con un archivo

comprometedor, no una reseña sobre el posible acusado, si no un arma contra el seguro

confidente. Un texto donde cada uno de nosotros firmaba, a veces sin darnos cuenta del

peligro, el compromiso de nuestro propio silencio, pues tarde o temprano esa página

escondida en los naufragios de la historia podría salir a flote” (Alberto, 1997: 19). Por

tanto, este informe contra sí mismo, escrito veinte años después, viene a ser un intento

de derribar ese muro de silencio que en determinado momento había decido construir.

Así pues, rompe con el compromiso del olvido, y se dispone a contar aquello que en su

momento no había podido contar: su historia a partir de la historia de los suyos. Se trata,

entonces, de un relato autobiográfico cuya fuente principal es la memoria de esa vida.

Al escoger Informe contra mí mismo como objeto de estudio, el propósito de

este trabajo es caracterizar el tipo de memoria que se construye a través de la

autobiografía. En consecuencia y, al tomar como punto de punto de partida la noción de

la autobiografía como una historia de la memoria individual, debemos, por un lado,

preguntarnos si esa memoria puede ser válida como memoria social o histórica, y por

otro, delimitar sus condiciones de credibilidad. De este parámetro inicial, podemos

extraer tres aspectos fundamentales: la autobiografía como género referencial o ficticio,

Page 2: La La Autobiografía Como Una Historia de La Memoria Individual

la relación entre escritura y memoria, y aspectos concretos de la elaboración de una

autobiografía.

I. La autobiografía como imagen de lo real

En primer lugar, conviene cuestionar la fisonomía de la autobiografía en cuanto

género, puesto que su dimensión fronteriza está delimitada por la construcción de una

identidad que tiene mucho de invención y por la narración de unos hechos que se

consideran reales. La especificidad del género autobiográfico tiene que ver con el hecho

de que se identifica al yo textual con el yo del autor. De esta simultaneidad deriva la

complejidad a la ahora de reflexionar acerca de la autobiografía, puesto que no estamos

ante un texto que es el resultado de un sujeto, sino que es ese sujeto el que va

haciéndose, desfigurándose, en el propio texto. Este yo que se enuncia, “narra su vida

pasada, el que fue y ha sido durante años, como la verdad y constituye un discurso

autentificador, el autobiográfico, que pretende ser leído como la verdadera imagen que

de sí mismo testimonia el sujeto, su autor” (Pozuelo Yvancos, 2006: 24).

Pero, ¿hasta qué punto podemos identificar al yo-autor con el yo-personaje? ¿De

qué manera se construye la identidad de quien enuncia? La autobiografía tiene

pretensiones de realidad y de referencialidad que son avaladas, lo mismo que en el

testimonio, por un yo que es real, documentable e histórico, y que nos narra hechos

concretos de la historia. “Puede que contenga muchos sueños y fantasmas, pero estas

desviaciones de la realidad siguen estando enraizadas en un sujeto único cuya identidad

se define por la legibilidad incontestada de su nombre propio (…)” (De Man 2005:

462). La firma del autor, por tanto, no es un simple elemento extra-textual, como lo

sería en la ficción, sino que da origen al sentido del propio texto al hacerlo susceptible

de una verificación. Por esta razón, toda narración autobiográfica da cuenta de datos

históricos y situaciones cotidianas del pasado que deben tomarse como verdaderas.

Eliseo Alberto, en el capítulo final, dice: “Yo estuve en el lugar que me tocó, a talón

pegado. Soy testigo” (Alberto 1997:276). Al igual que en el testimonio, en esta frase,

probablemente lo que quiere decir es: deben creer, yo lo vi, fue así.

Sin embargo, la autobiografía es un relato referencial particular en cuanto el

autor y su memoria no son representados tal y como son, sino que se trata de, en

palabras de Gusdorf (ctdo en Pozuelo Yvancos, 2006: 32), “una creación imaginativa de

la imagen de identidad”. Así pues, en el momento de materialización de esa historia del

yo a través de la escritura, se lleva acabo un proceso de ficcionalización y

Page 3: La La Autobiografía Como Una Historia de La Memoria Individual

metaforización mediante el paso del autor al personaje textual. Es decir, el proyecto

autobiográfico está determinado por algunas exigencias técnicas del autorretrato, de

modo que, en última instancia, la presunta referencialidad es más una ilusión construida

retóricamente (De Man 2005). Bajo este parámetro, la relación entre yo-autor y yo-

personaje no sería tanto de identificación como de proyección especular. El autor se

refleja en otro que no es él, sino el reflejo que quisiera conservar de sí. Estamos,

entonces, ante una construcción retórica de la identidad, puesto que, parafraseando

palabras de Paul De Man, si es imposible mostrar quienes somos, sólo nos quedan las

metáforas que nos componen (Derrida 1998). Aunque se desprenda de un sujeto real, la

búsqueda de esa imagen es siempre tropológica. Este aspecto es el que conforma la

dimensión ficticia del género.

II. La autobiografía como escritura de la memoria

Una vez delimitada la hibridez característica del género, es necesario cuestionar

el papel que la memoria desempeña tanto en el campo de la referencialidad como en el

de la ficción. En primer lugar, es importante señalar que es la memoria la que configura

la voz del sujeto que enuncia. Ahora bien, el problema de esta afirmación está en que la

memoria no es un hecho dado, claramente definido, sino que se trata más bien de un

proceso que elabora una determinada representación sobre el pasado. En este sentido,

hay una relación profunda en la adquisición de una voz para contar ese relato y aquello

que se cuenta en el relato mismo, esto es, el recuerdo. La memoria permite que surja el

yo autobiográfico, mezcla de referencialidad y de ficción, pero es esa voz la que define

la elaboración de la memoria como tal.

Eliseo Alberto, por ejemplo, confiesa, al recordar el primero de enero de 1959:

“…si no lo digo ahora, y en voz alta, nunca más podré pensar en aquel niño de siete

años que era yo hace treinta años y seis eneros, y que una mañana vio pasar por la

Calzada de Jesús del Monte a los barbudos (…)”(Alberto, 1997: 60). Memoria y

enunciación están íntimamente ligadas, de modo que, a la hora de reflexionar acerca del

papel de la memoria en la autobiografía, debemos dirigir nuestra pregunta hacia la

escritura, puesto que es ella la que modela un tipo particular de memoria.

La particularidad de la escritura tiene que ver con el hecho de que, al no ser un

acto comunicativo presencial, implica cierta distancia enunciativa que sustituye la

inmediatez de la presencia y el encuentro intersubujetivo de dos realidades, la del

Page 4: La La Autobiografía Como Una Historia de La Memoria Individual

emisor y la del receptor, por la soledad de un autor que escribe. Marcada por esta

ausencia del otro, construye un tiempo presente que al igual que el del pasado es

también abstracto. Esta abstracción, solamente formal puesto que la escritura también

depende de un lugar de enunciación determinado socio-culturalmente, es la que permite

una mayor posibilidad de fabulación a la hora de formular el recuerdo, puesto que lo

libera de la revisión y la verificación inmediata del otro. Esta ausencia del otro hace que

la memoria que presenta la autobiografía esté incompleta, en cuanto el sentido final del

recuerdo solamente adviene en el momento en que es leída. Porque a la hora de hablar

de la memoria, como sostiene Jelin, “estamos hablando de procesos de significación y

resignificación subjetivos (…) sentidos [que] se construyen y cambian en relación y en

diálogo con otros, que pueden compartir y confrontar las experiencias y expectativas de

cada uno, individual y grupalmente” (Jelin 2002: 13).

Halbwachs, de otro lado, mantiene que la memoria como elaboración es

producto de la conjunción de dos planos: la memoria individual y la memoria social-

colectiva. Es esta última la que “comprende todo eso que también es necesario para

explicar la producción o la reproducción de los estados de conciencia individuales y, en

particular, de los recuerdos” (Halbwachs 2004, 326). La memoria, por más que se

presente como individual, como sería en el caso de la autobiografía, siempre está inserta

en un marco social puesto que, por una parte, hay ciertos acontecimientos comunes que

nos dicen qué debemos recordar y cómo; por otra, el lenguaje que transmite la memoria

es el producto de una convención social y apela a sentidos compartidos por una

comunidad, de modo que estos sentidos van acompañados de todas las experiencias que

han transitado por ellos. Así pues, se reconstruye el pasado de un sujeto desde los

marcos de sociales de su grupo ya que los individuos evocan sus recuerdos apoyándose

en ellos. Estos procesos de recuerdo “no ocurren en individuos aislados sino insertos en

redes de relaciones sociales, en grupos, instituciones y culturas” (Jelin 2002: 19)

El hecho de que la elaboración de la memoria dependa de un marco social

definido presupone la verdad de que en la lectura también impera el pensamiento social

de ese momento. La memoria, como sostiene Jelin, va a poner en evidencia la tensión

de distintas temporalidades, ya que el pasado que se rememora o se olvida es activado

en un presente y en función de expectativas futuras. En el caso de la autobiografía como

memoria escrita, estas temporalidades adquieren mayor relevancia en cuanto “escribir

es producir una marca cuyo rasgo característico es la iterabilidad (ser repetible o legible

en su términos, al margen de la actuación de su emisor) que constituiría una especie de

Page 5: La La Autobiografía Como Una Historia de La Memoria Individual

máquina productora que la desaparición del escritor no impedirá que siga

funcionándose, dándose a leer, a reescribir, a ser repetida, en sentido estricto legible”

(Pozuelo Yvancos, 2006: 79).

Esta iterabilidad, ausente en el relato oral, permite que la memoria esté abierta a

múltiples interpretaciones, activada en distintos presentes, siempre futuros desde el

punto de vista de la enunciación. Esto hace, por otra parte, que la memoria construida se

enriquezca con diferentes interpretaciones de distintos momentos de la historia. “El

recuerdo del pasado está incorporado, pero de manera dinámica, ya que las experiencias

incorporadas en un momento dado pueden modificarse en períodos posteriores” (Jelin

2002: 13). Por otra parte, esto es así porque la memoria, como se ya se ha señalado, no

apela únicamente a un relato del pasado, como se tiende a creer, sino que transforma los

materiales del pasado en materiales de presente, puesto que está más determinada por

este último que por la imagen concreta de lo ya fue (Halbwachs 2004).

Ahora bien, toda escritura conlleva un proceso más profundo ya no sólo de

elaboración y selección de los recuerdos, sino también de revisión. En este sentido, la

memoria escrita es producto de un acto consciente de elaboración del pasado, no sujeto

de modo concreto a las emocionalidades del presente en cuanto intercambio

comunicativo. El hecho de que la escritura pueda dar a los recuerdos un mayor grado de

coherencia implica también un mayor grado de deformación, o como hemos

denominado antes, fabulación: “…cuando la reflexión está en juego, cuando en lugar de

dejar que el pasado reaparezca, se le reconstruye por un esfuerzo de razonamientos,

puede que se le deforme (…) Es la razón o la inteligencia la que escogería entre los

recuerdos, apartaría algunos de ellos y dispondría de otros siguiendo un orden conforme

a nuestras ideas del momento” (Halbwachs 2004, 337).

Por último, es la escritura la que distingue a la autobiografía del testimonio que,

si bien puede tener un sustrato escrito, es esencialmente oral ya que presenta un

narrador excluido de los circuitos institucionales de producción, usualmente analfabeto,

que tiene la urgencia de contar una experiencia traumática. La autobiografía depende de

un marco social de elaboración, pero implica necesariamente la construcción de una

identidad personal, a diferencia del testimonio que no sólo no tiene un autor, pues la

autoría es definida en la entrevista, sino que también, según Beverly, evoca una

polifonía de otras voces posibles, otras vidas. Por otra parte, “el testimonio no puede

afirmar una identidad propia que sea distinta de la clase, grupo, tribu, etnia, etc. a que

pertenece el narrador” (Beverly 161), mientras que la autobiografía tiene que ver

Page 6: La La Autobiografía Como Una Historia de La Memoria Individual

justamente con la construcción de una voz propia. Desde el punto de vista formal, el

testimonio está marcado por marcas conversacionales del lenguaje, mientras que la

autobiografía presenta un lenguaje estilizado que construiría, a su vez, a la dimensión

ficcional de este relato.

III. La autobiografía como un acto comunicativo: aspectos concretos de la

elaboración de Informe contra mí mismo

Antes hemos dicho que la escritura autobiográfica se caracterizaba por estar

escindida de un intercambio comunicativo directo. Esto es cierto, sin embargo, es un

error interpretativo entenderla fuera del marco de un dialogismo; en otras palabras,

debemos leerla como un acto comunicativo insertado en un contexto socio-cultural

determinado. La autobiografía como género tiene un carácter de autoexhibición de la

individualidad y de autojustificación, en el sentido en que no se construye una identidad

sólo en términos referenciales, sino que es la construcción de una identidad como

retórica de una imagen que desea ser pública, que es por los otros. Esta dimensión

retórica, no obstante, es la que anula la dimensión referencial, eleva el relato en

principio con pretensiones de historia verdadera al estauto de la ficción, y hace del yo

una metáfora de sí mismo.

Ahora bien, si el eje de análisis se sitúa no sólo en el texto como tal, en su

retoricidad, sino también en la producción de esa imagen, podemos llegar a una

definición pragmática del género que nos permite considerarlo como un discurso de

verdad. “La convencionalidad de ese estatuto de verdad será tanto más visible cuanto

más analicemos los contextos socioculturales y el fenómeno de la producción

autobiográfica no sólo como experiencia individual de búsqueda de identidad

problemática, sino como texto público (…)” (Pozuelo Yvancos, 2006: 48). Por otra

parte, sólo a partir de este tipo de análisis se puede defender la credibilidad de la

memoria presentada en la autobiografía.

En el caso de Informe contra mí mismo, voy a analizar específicamente dos

aspectos que considero permiten relacionar el relato de unas memorias personales con

los marcos sociales que las han producido: el lugar de enunciación y el tú

autobiográfico.

En primer lugar, debemos preguntarnos la razón por la cuál Eliseo Alberto

decide contar, justamente en este momento, su memoria de Cuba. “Esta cultura de la

Page 7: La La Autobiografía Como Una Historia de La Memoria Individual

memoria es una respuesta o reacción al cambio rápido y a una vida sin anclajes o raíces.

La memoria tiene, entonces, un papel altamente significativo, como mecanismo cultural

para fortalecer el sentido de pertenencia a grupos o comunidades” (Jelin 2002: 9).

Desde este punto de vista, se puede entender que Eliseo Alberto decide contar su

historia porque intenta definir su identidad a partir de su reciente inserción en una

comunidad determinada: los cubanos del exilio. Según los datos que él presenta en su

autobiografía, apenas son cincos años desde que salió de Cuba. Su identidad como

exiliado, por tanto, está en proceso de elaboración.

El lugar de enunciación está marcado por la distancia ya no sólo temporal sino

también espacial de aquello que narra. Este exilio, un exilio de terciopelo que no ha sido

fruto de una experiencia traumática de represión explícita, sino más bien un exilio de

“baja intensidad que comenzó a aplicarlo al fenómeno insólito que comenzó a

observarse desde finales de la década de los ochenta en el estrecho puente de

posibilidades migratorias cubanas, y que, resumiéndolo mal y rápido, permitió a

decenas de artistas (…) la salida temporal de la isla” (Alberto 1997: 184), define la

selección de las memorias. Él no va a contar específicamente aquello que sea

importante para él en su totalidad, sino aquello que es relevante para él en cuanto sujeto

exiliado. De esta manera, intenta definir la identidad de lo que podríamos considerar un

gusañero, “aquellos que viven en Mexico y van de paseo a Cuba (…) que no llega ni a

gusano ni a compañero” (Alberto 1997: 184).

Por esta razón, la autobiografía es un informe contra sí mismo: pone en tela de

duda quién él ha sido durante toda su vida. Eliseo Alberto sabe que ya no puede

definirse desde los parámetros de la isla y, entonces, debe fundamentar una nueva

identidad. Ahora bien, esta identidad sólo puede construirse a partir de su diferencia

respecto a los cubanos que ahí residen, y su aproximación con aquellos que se

encuentran en su misma situación.

Por ende, el verdadero tú autobiográfico al que va dirigido el Informe no es tanto

a los cubanos en general, como a aquellos “compañeros del exilio”. El hecho de que

incluya una serie de cartas que se ha escrito con algunos de sus amigos cubanos que

ahora viven en Miami, España, Mexico o Colombia, o un apartado titulado “Sólo para

cubanos”, señala cómo ésa es la colectividad que lo define. Por otro lado, nos muestra

no sólo el hecho de que “las memorias individuales estén siempre enmarcadas

socialmente, (…) aun en los momentos más individuales (…), [o que uno] no recuerda

solo sino con la ayuda de los recuerdos de los otros y con los códigos culturales

Page 8: La La Autobiografía Como Una Historia de La Memoria Individual

compartidos” (Jelin 2002: 20), sino que el propio Eliseo Alberto desea situar sus

recuerdos como parte de una colectividad que también está definida generacionalmente,

como señala continuamente el autor. Esto no quiere decir que las memorias presentadas

no sean únicas y singulares, sino que incluso la individualización de las memorias

depende de una colectividad.

Por otra parte, el marco colectivo de los exiliados, es muy distinto del de los

insiliados, como los llama Eliseo Alberto. La sola denominación de los elementos de la

realidad es distinta, por ejemplo, “…el gobierno norteamericano se enfrentó a la

pesadilla de un hombre llamado Fidel (para los de la isla), Castro (para los del exilio)”

(Alberto 1997: 106). Esta afirmación nos muestra que los unos y los otros están

influenciados por contextos e ideologías diferentes, de modo que las subjetividades que

se construyen en ellos también es distinta. En este caso, habría una disputa social por la

memoria. El recuerdo de unos no corresponde con el de otros. La Cuba idealizada por

los del exilio es muy distinta a cómo la recuerdan los cubanos que han permanecido en

ella..

La Calzada de Jesús del Monte, por ejemplo, que el yo autobiográfico evoca

constantemente a lo largo del texto en realidad se presenta como un espacio imaginario,

bañado por la melancolía y la nostalgia. En este caso, Cuba es entendida como un

paraíso perdido que no corresponde con la realidad. Como lo increpa, uno de sus

amigos del insilio, en una carta transcrita en Informe, “la demasiada luz de la Calzada

más bien enorme de Jesús del Monte, forma nuevas paredes con el polvo en los versos

conmovedores de tu queridísimo padre, porque si caminas la Calzada descubrirás que ni

siquiera se llama así desde hace cincuenta años y que es una avenida horrible, llena de

porquería, invadida de perros vagabundos (…) (Alberto 1997: 89).

Conclusiones

La credibilidad de la memoria autobiográfica no depende de que los hechos

referidos sean verdaderos o falsos, sino, más bien, de su construcción discursiva, esto

es, del modo en qué se interpreta ese pasado desde las estructuras del presente. En este

sentido, la memoria individual no puede ser válida como memoria social o histórica,

sino que ella es, en sí misma, social e histórica. Esto se debe a que surge de un lugar de

enunciación que, si bien es personal, es definido colectivamente, y apela constante

apelación a los lectores.

Page 9: La La Autobiografía Como Una Historia de La Memoria Individual

Toda autobiografía busca algo de sus receptores1, ya sea comprensión,

justificación, reconciliación, conversión (Las Confesiones de San Agustín, por

ejemplo); y esa es la única razón por la cual lo íntimo se vuelve público. Este fin que se

persigue tiene su último sentido el momento en que es realizado tanto por el autor como

por los lectores. Por esto, “la autobiografía es en última instancia una acto performativo

y no una operación cognoscitiva” (Pozuelo Yvancos 2006: 59); en otra palabras, para

que la autobiografía no pierda su dimensión referencial, el yo autobiográfico debe

‘hacer (o ser) lo que dice’ para así garantizar la autenticidad de su discurso. La firma y

el nombre del autor muestran la práctica social de la escritura autobiográfica y nos

llevan ya no a una individualidad abstracta sino a la situación espacio-temporal de un

sujeto histórico constituido por una norma o marco social determinado.

Por ende, la historia de una individualidad es la historia de un sujeto histórico.

La credibilidad de la memoria presentada en la autobiografía es válida en cuanto es

enfrentada como la memoria de un sujeto histórico en situación con su tiempo. La

imagen y la metáfora de sí mismo, no es de sí mismo, sino de su situación como sujeto

insertado en la historia

Ana María Pozo

1 Eliseo Alberto llama a una paz necesaria entre aquellos de la isla y los del exilio

Page 10: La La Autobiografía Como Una Historia de La Memoria Individual

Bibliografía

Alberto, Eliseo. Informe contra mí mismo. México: Editorial Alfaguara, 1997.

Beverly, John. Del Lazarillo al Sandinismo. Minnesota: Ideologías y Literaturas.

Derrida, Jacques. Memorias para Paul De Man. Barcelona: Editorial Gedisa, 1998.

Halbwachs, Maurice. Los marcos sociales de la memoria. Venezuela: Antrhopos

Editorial, 2004.

Jelin, Elizabeth. Los trabajos de la memoria. Madrid: siglo veintiuno de españa

editores, 2002.

Pozuelo Yvancos, José María. De la autobiografía. Barcelona: Crítica, 2006.