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La indumentaria que habla
Abstract
La moda ocupa un lugar central de nuestras vidas. Define identidades sociales y crea o
modifica patrones de comportamiento y de consumo. Debido a la complejidad del
sistema, es indispensable la realización de un abordaje multidisciplinario a través de
distintas disciplinas como la sociología, la filosofía, la historia y la semiología. A medida
que el usuario tradicional se informa puede cambiar su perspectiva de consumo hacia
modelos más conscientes y puede reclamar su participación en la creación de los
productos a través del diseño participativo y el co-diseño que privilegian la complejidad
del proceso, y que revisan el lugar del diseñador en la actualidad.
Palabras clave
Comunicación
Consumo
Contexto
Cuerpo
Co-diseño
Moda
Modernidad
Signos
Sociedad
Sostenibilidad
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TEMA DEL PROYECTO
El Proyecto de Investigación y Desarrollo (PID) titulado La compleja neutralidad.
Construcción de indumentaria minimalista se enmarca dentro de la categoría Creación y
expresión, ya que se trata de plasmar en medios, lenguajes, imágenes y técnicas, una
propuesta creativa basada en el desarrollo de una colección de indumentaria femenina
atravesada por el minimalismo. Se trata de materializar esa reflexión a través de la
creación de una colección que revaloriza y resignifica una de las tendencias de la moda
más importantes del siglo XX.
Temas centrales:
- Diseño de autor: es el contexto donde se enmarca y entiende la colección y el
usuario.
- Minimalismo como tendencia: explicar el minimalismo desde las distintas
disciplinas que fundamentan las formas y la estética de la colección.
- Conceptualización y producción de una colección: dar a conocer los mecanismos de
inspiración y producción utilizados, es la metodología utilizada para el desarrollo
de la colección.
Temas periféricos:
- Diseño de autor: Arte o diseño?: las prendas de la colección se producen una sola
vez, son exclusivas y tienen terminaciones y detalles artesanales, pero en el
proceso interviene la industria.
Temas laterales:
- Indumentaria como identidad: indumentaria como objeto cultural de notable
complejidad en la sociedad moderna.
- La tendencia y la sociedad de consumo: el consumo promovido a través del
imaginario de signos, el simulacro.
TEMA DE REFLEXIÓN
“La indumentaria que habla”
El objetivo de este trabajo, es analizar la indumentaria como objeto cultural de notable
complejidad en la sociedad moderna, a través de distintas disciplinas como la sociología,
la filosofía, la historia y la semiología.
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A partir de la bibliografía provista por la cátedra de Proyecto y Crítica, y en relación a la
temática abordada en el PID, lo que se intenta es ampliar el espectro del recorte
realizado para el proyecto, a modo de contexto, que le da sentido a la indumentaria en la
sociedad, en la cultura, la modernidad líquida y la sociedad del espectáculo como medio
de comunicación.
Lo que interesa entonces es analizar el lenguaje que utiliza la indumentaria, qué signos
circulan socialmente en relación al vestido y dar cuenta de la situación o el espacio que
ocupa o se desarrolla la colección de diseño de autor planteada en el proyecto.
Reflexionar acerca de lo que esas prendas comunican y a quiénes se pretende llegar.
TEMA DE REFLEXIÓN + MÓDULO 1
“El diseño es una práctica cuyo objetivo es la producción de artefactos de uso, pero que
son también y a la vez simbólicos. Esta doble condición vincula los aspectos funcionales
con los aspecto significativos, con la dimensión cultural de sus realizaciones.” (Meygide,
p. 166).
Más allá de las funciones pragmáticas del diseño que son reconocidas y están
incorporadas como parte inherente al desarrollo del proyecto y del producto, las
performances de los productos o las comunicaciones que configuran el diseño están en el
plano de lo simbólico.
Así, tanto las realizaciones del arte o del diseño pueden ser pensadas como sistemas de
acción, generados a partir de prácticas particulares, cuyo funcionamiento está inserto en
lo social y se concreta en su dimensión discursiva.
Se relaciona con el tema de reflexión a partir del descubrimiento de un discurso en los
objetos diseñados. El diseño también imprime en los objetos un sentido simbólico, más
allá de la función. Calvera Anna (ed). (2005). Arte ¿? Diseño. Barcelona: Gustavo Gili.
TEMA DE REFLEXIÓN + MÓDULO 2
En primer lugar, se examinarán los cambios del sistema de indumentaria en la
modernidad líquida, con el hipercapitalismo y el hiperconsumo como contexto. Se
destaca la noción de obsolescencia programada que implica el cambio vertiginoso y
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constante de la oferta, basado en el lanzamiento precipitado de colecciones según las
distintas temporadas que implican desechar lo que se compró hace seis meses.
Se detecta una relación entre la teoría de la simulación de Baudrillard y la necesidad de
identificación de las personas en términos de indumentaria. Más específicamente, los
adolescentes que se identifican con personajes públicos creados por los medios de
comunicación para el consumo. Esta cuestión también se analizará en base a La sociedad
del espectáculo planteada por Debord, texto previo al de Baudrillard y relacionado a la
representación de la realidad. Se analizará esta sociedad como productora de signos y
como afirmación de la apariencia y de toda vida humana. Baudrillard, J. (1978) Cultura y Simulacro. Kairos
Bauman, Z. (2000). Modernidad Liquida. Fondo de Cultura Económica.
Debord, G. (1967). La sociedad del espectáculo. Paris: Buchet-chastel.
TEMA DE REFLEXIÓN + MÓDULO 3
Todo el espectro del diseño está atravesado por el cuerpo. El diseño es una disciplina
espacial que indefectiblemente atraviesa el cuerpo.
El cuerpo tiene un papel fundamental para la construcción de la vestimenta. La
vestimenta toma forma a partir del cuerpo. El cuerpo es su contenido y le sirve de
sustento estructural, mientras que el vestido lo contiene, condiciona y delimita. Al pasar
del plano a la tridimensión, el vestido crea un espacio contenedor del cuerpo a partir del
cual se establece una relación nueva con el mundo circundante, donde cuerpo y vestido
se combinan y resignifican a través del vínculo que establecen entre sí y con el medio. El
diseño empieza y termina en el cuerpo. (Saltzman, 2004).
Esta noción toma más relevancia aún en el sistema de la moda. Noción que se ha visto
alterada al entrar en las exigencias de las tendencias, de la sociedad del espectáculo y la
modernidad líquida. Barreiro, A. (2004). La construcción social del cuerpo. Universidad de A Coruña.
Baudrillard, J. (1980). El intercambio simbolico y la muerte. Caracas: Monte Ávila.
Bourdieu, P. (1988). La distinción. Criterio y bases sociales del gusto. Madrid: Taurus.
Croci, P., Vitale, A. (2012). Los cuerpos dóciles. Buenos Aires: La marca editora.
Saltzman A. (2004) El cuerpo diseñado. Buenos Aires: Paidós.
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TEMA DE REFLEXIÓN + MÓDULO 4
El diseño en transición, como nuevo modelo de diseño o nueva manera de entenderlo
atraviesa todos los espacios donde el diseño se desenvuelve, a los diseñadores y a la
sociedad.
A medida que el “usuario” tradicional se encuentra más informado, cambia su
perspectiva de consumo hacia modelos más conscientes y reclama participación en la
configuración de sus productos, los diseñadores debemos formarnos en prácticas de
diseño participativo y de co-diseño que privilegian la complejidad del proceso. (Becerra,
2009).
Si se piensa el diseño como una posible solución o respuesta a distintas necesidades,
habría que pensar si la manera en que se trabaja no genera nuevos problemas en
relación al medio.
Es por eso que, a través de esta perspectiva, se analizará el papel del diseñador en la
actualidad, en la sociedad hipercapitalista e hiperconsumista donde el impacto del
trabajo del diseñador es muy fuerte y se vuelve complejo pensar en innovar la
metodología de trabajo.
Para pensar en un posible cambio, sería importante reflexionar acerca del lenguaje
comunicativo del producto y su relación con la innovación tecnológica. Barthes, R. (1993). Semántica del objeto. Buenos Aires: Paidos.
Becerra, A.M. (2009). Personalizacion: producto e individualidad. Universidad del Valle.
Canale, G. (2009). Sustentabilidad, Economía y Diseño. Buenos Aires: foro de ética y sustentabilidad.
Papanek, V. (1977). Diseñamos para ¿un mundo real?. Madrid: Hermann Blume.
SÍNTESIS
La moda ocupa un lugar central de nuestras vidas. Define identidades sociales y crea o
modifica patrones de comportamiento y de consumo. Debido a la complejidad del
sistema, es indispensable la realización de un abordaje multidisciplinario.
Para ello, en primer lugar, se examinará el carácter simbólico de los objetos explicados
por Becerra y Bernabè, que nos identifica, nos denota como individuos, como
comunidades, que marca cada época y que define al individuo. En indumentaria sucede
lo mismo, la indumentaria y el individuo se influyen mutuamente. Eco explica cómo la
ropa presta atributos al personaje y el sujeto se enmascara en sus atuendos.
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Por otro lado, se analizará la modernidad liquida planteada por Bauman como contexto
actual, destacando el concepto de obsolescencia programada que caracteriza a los
objetos. En relación al contexto también se analizará la sociedad plantada por Baudrillard
y Debord, que plantean una representación de la realidad. Se investigará esta sociedad
como productora de signos que provoca el desplazamiento del individuo para darle
protagonismo a los objetos.
Se abordará la noción de cuerpo como elemento principal para la construcción de la
vestimenta (Saltzman), pero principalmente se analizarán los cambios al entrar en las
exigencias de las tendencias que impone la sociedad del espectáculo (Barreiro,
Bourdieu). El cuerpo, en este contexto, se transforma en mercancía y pasa a ser el
medio principal de producción y distribución de la sociedad de consumo (Croci y Vitale).
Por último, se analizará el papel del diseñador en la actualidad, donde el impacto de su
trabajo es muy fuerte y se vuelve complejo pensar en innovar la metodología de trabajo.
Para pensar en un posible cambio, sería importante reflexionar acerca del lenguaje
comunicativo del producto y su relación con la innovación tecnológica (Canale, Papanek).
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Apéndice de imágenes
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Mapa conceptual
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La indumentaria que habla
Introducción
A partir de la bibliografía provista por la cátedra de Proyecto y Crítica, y en relación a la
temática abordada en el Proyecto de Investigación y Desarrollo (PID), se realizará el
presente informe monográfico con el fin de plasmar, de manera amplia, la incidencia de
la bibliografía sobre los temas que engloban o contienen la temática a tratar en el PID.
Lo que se intenta es ampliar el espectro del recorte realizado para el proyecto, a modo
de contexto o marco, que le da sentido a la indumentaria en la sociedad, en la cultura, la
modernidad líquida y la sociedad del espectáculo como medio de comunicación.
El PID, titulado La compleja neutralidad. Construcción de indumentaria minimalista, se
encuentra contenido dentro de un tema global que es la indumentaria. El objetivo de este
trabajo, es analizar la indumentaria como objeto cultural de notable complejidad en la
sociedad moderna, a través de distintas disciplinas como la sociología, la filosofía, la
historia y la semiología.
Lo que interesa entonces es analizar el lenguaje que utiliza la indumentaria, qué signos
circulan socialmente en relación al vestido y dar cuenta de la situación o el espacio que
ocupa o se desarrolla la colección de diseño de autor planteada en el proyecto.
Reflexionar acerca de lo que esas prendas comunican y a quiénes se pretende llegar.
El diseño es una disciplina espacial que, indefectiblemente, atraviesa el cuerpo. Este es
otro de los temas que se analizará, que tiene un papel fundamental para la construcción
de la vestimenta y que toma más relevancia aun dentro del sistema de la moda. La
noción de cuerpo se ha visto alterada al entrar en las exigencias de las tendencias y de la
sociedad del espectáculo.
Por último, se dijo que el diseño es un lugar de cruce de muchas disciplinas. Desde una
perspectiva antropológica, se reflexionará un nuevo modelo de diseño o nueva manera
de entenderlo, el diseño en transición. Se pensará acerca de los problemas que enfrenta
el mundo en el siglo XXI, principalmente en el impacto que tiene el trabajo del diseñador
y el lugar que ocupa en la actualidad. Se recapacitará acerca de la responsabilidad del
diseño en relación a la ecología, para transitar hacia una sociedad más sustentable.
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La indumentaria que habla
Es cierto que los vestidos sirven principalmente para cubrir el cuerpo. Pero bastará un
autoanálisis breve y honrado para convencerse de que, en nuestro vestido, lo que sirve
realmente para cubrir no supera el cincuenta por ciento del total. (Saltzman, 2009).
El vestido es comunicación, y la semiología ha aumentado esa toma de conciencia y
permite insertar el conocimiento de carácter comunicativo del vestido en un marco más
amplio, en el marco de una vida en sociedad en la que todo es comunicación. Esto
sucede porque la moda pierde hasta tal punto su funcionalidad física, y adquiere hasta
tal punto valor comunicativo. Los códigos indumentarios existen, solo que suelen ser
débiles. Pero débiles quiere decir que cambian con tal rapidez, que resulta difícil ampliar
sus respectivos diccionarios y lo más frecuente es que haya que reconstruir el código en
el momento, en la situación dada, inferirlo a los propios mensajes. (Eco, 1972).
Para comprender el contexto en que se analizará la indumentaria, es necesario explicar
el concepto de modernidad liquida, como contexto actual que se aplica, más
específicamente, al sistema de la moda.
Según explica Bauman (2008), los fluidos se desplazan con facilidad. Fluyen, se
derraman, se desbordan, salpican, se vierten, inundan, chorrean; a diferencia de los
sólidos, no es posible detenerlos fácilmente –sortean algunos obstáculos, disuelven otros
o se filtran a través de ellos, empapándolos–. Emergen incólumes de sus encuentros con
los sólidos, en tanto que estos últimos –si es que siguen siendo sólidos tras el
encuentro– sufren un cambio: se humedecen o empapan. La extraordinaria movilidad de
los fluidos es lo que los asocia con la idea de levedad. Asociamos levedad o liviandad con
movilidad e inconstancia: la práctica nos demuestra que cuanto menos cargados nos
desplacemos, tanto más rápido será nuestro avance. Estas razones justifican que
consideremos que la fluidez o la liquidez son metáforas adecuadas para aprehender la
naturaleza de la fase actual –en muchos sentidos nueva– de la historia de la modernidad.
En nuestra modernidad líquida, las posesiones duraderas, los productos que supuestamente uno compraba una vez y ya no reemplazaba nunca más – y que obviamente no se concebían para ser consumidos una única vez –, han perdido su antiguo encanto. Considerados alguna vez como activos ventajosos, hoy tienden a verse como pasivos. (Bauman, 2008, p.26).
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Esto quiere decir, que en la actualidad, la solidez de las cosas se interpreta como una
amenaza. La capacidad de durar mucho tiempo, ya no juega a favor de un producto. Se
espera que solo dure un lapso determinado. El autor propone como ejemplo los editores
de las revistas de moda, quienes saben tomar el pulso de la época y junto con la
información sobre las nuevas tendencias de lo que hay que hacer o lo que hay que tener,
proporcionan a los lectores consejos sobre lo que ya no se usa y debe descartarse.
Con el advenimiento del hipercapitalismo y el hiperconsumismo lo que se pretende es
promover el consumo máximo a través del imaginario de signos. Las personas acumulan
objetos no funcionales y que tienen una vida útil.
Dentro de este marco, el de la modernidad, es relevante dar cuenta y tomar postura
acerca de la relación entre arte y diseño. Anna Calvera en su artículo define esta relación
como una relación pendular en constante conflicto y difícil de separar. No pueden
separarse ya que comparten una naturaleza estética relacionada al gusto social y cultural
de un momento. Es por eso que se considera que la postura más acertada es la de la
arquitecta Roxana Meygide, en donde algunos elementos o imágenes del diseño son
utilizados como expresiones de arte y, simétricamente, imágenes producciones del arte
son a la vez del diseño: obras de arte que toman productos de diseño como íconos, como
las emblemáticas obras de Andy Warhol o los ready-made de Duchamp; así como en el
campo del diseño industrial por ejemplo, resoluciones escultóricas por su expresividad se
usan para objetos de uso cotidiano, como la juguera de Phillip Starck.
Es importante aclarar que, en el caso del diseño, la función principal es la solución a un
problema práctico, el diseño debe ser útil, pero no limitarse a esa función. En la
actualidad, con el avance tecnológico y el mercado tan competitivo, las empresas que
fabrican objetos de uso no deben quedarse en satisfacer al usuario la función práctica,
deben superar ésta, tratando de mejorar las cuestiones estéticas. Y en relación a esta
cuestión, también guarda una diferencia con el arte: el diseño busca las tendencias, “el
gusto general”, tratando de abarcar la mayor cantidad de consumidores posibles,
mientras que el arte es más subjetivo, no intenta seducir a un gran público, se dirige a
un público selecto, de entendidos.
Sin embargo, esta retroalimentación entre arte y diseño, además de responder a una
cuestión estética o de gusto de un momento, responde también a la necesidad de crear
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nuevos productos y servicios diferenciados, que llevados al extremo en esta modernidad
líquida, han saturado el mercado y, por lo tanto, distorsionado la diferencia entre una
obra de arte y un objeto de diseño.
La modernidad, obsesionada por lo nuevo, articuló nuevos paradigmas científicos, nuevas
utopías de progreso, nuevos sistemas políticos y económicos, nuevas tecnologías, nuevas
formas de comunicación y de consumo. Desde sus inicios, su lógica predominante es la
producción de signos distintivos por parte de un grupo social prestigioso, que en cuanto
comienzan a imitarse por fuera de ese conjunto privilegiado deben ser cambiados por
otros novedosos que los reemplacen simbólica y materialmente, a fin de garantizar las
diferencias con otros grupos sociales y entre las distintas clases. Así lo señalaba Pierre
Bourdieu, pasada la mitad del siglo XX, en sus investigaciones sobre las bases sociales
del gusto reunidas en La distinción. (Croci y Vitale, 2012).
Bourdieu (1988) explica que las posturas objetiva y subjetivamente estéticas que
suponen, por ejemplo, la cosmética corporal, el vestido o la decoración doméstica,
constituyen otras tantas ocasiones de probar o de afirmar la posición ocupada en el
espacio social como categoría que hay que tener o distancia que se debe mantener.
La dialéctica del desclasamiento y del reenclasamiento que se encuentra en la base de
todas las clases de procesos sociales, implica e impone que todos los grupos afectados
corran en el mismo sentido, hacia los mismos objetivos, las mismas propiedades,
aquellas que son marcadas por el grupo que ocupa la primera posición en la carrera y
que, por definición, son inaccesibles para los siguientes, puesto que, cualesquiera que
sean en sí mismas y para ellas mismas, resultan modificadas y calificadas por su rareza
distintiva y no serán más lo que son a partir del momento en que, multiplicadas y
divulgadas, sean accesibles a un grupo de rango inferior. Los gustos obedecen así, a una
especie de ley generalizada, donde a cada nivel de distribución, lo que es especial y
constituye un lujo inaccesible o una fantasía absurda para los ocupantes del nivel
anterior o inferior, deviene trivial y común, y se encuentra relegado al orden de lo que se
da por normal debido a la aparición de nuevos consumos, mas especiales y mas
distintivos. Esto es lo que el autor llama lógica de la distinción. (Bourdieu, 1988).
Bauman explica que “la identidad es una condena a realizar trabajos forzados de por
vida” (2011, p.151), esto se debe a que en la moderna sociedad líquida de
consumidores, las identidades no son regalos de nacimiento, nada es algo dado, menos
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aún dado para siempre y con certeza. Las identidades son proyectos, una tarea a
encarar, a realizar prolijamente y con diligencia hasta el final por remoto y complejo que
sea. Para los fabricantes de ávidos e infatigables consumidores y los vendedores de
bienes de consumo es también una fuente inagotable de ganancias, más copiosa cuanto
más utilizada. El armado y desmantelamiento de la identidad puestos en movimiento
desde la infancia se convierten en actividades que se retroalimentan automáticamente
cuando son ejercidas. (Bauman, 2011).
Según Baudrillard (1980) solo hay moda en el marco de la modernidad. Esto es, un
esquema de ruptura, de progreso y de innovación. En cualquier contexto cultural, lo
antiguo y lo moderno alternan significativamente. Pero actualmente sólo existe, después
de la Ilustración y la Revolución Industrial, una estructura histórica y polémica de cambio
y de crisis. La modernidad es la conmutación de los valores, es su combinatoria y
ambigüedad. La modernidad es un código y la moda es su emblema. Esta relación entre
modernidad y moda, puede ser contextualizada a partir del texto Cultura y simulacro
donde el autor explica que no hay una realidad, sino un simulacro de la realidad. Una
suerte de realidad naturalizada que han creado los medios de comunicación ante la
frustración del propio sistema de no poder reproducir la realidad tal cual es. Hace
hincapié en los adolescentes, quienes viven identificados con personajes que la televisión
ha preparado, son cómplices de esta simulación. Los medios de comunicación generan
sus propios discursos, incluso al margen de la realidad. La moda entonces, es
espectáculo, socialidad repetida, y que goza estéticamente de ella misma, juego del
cambio por el cambio.
Las modas no son sino el reflejo de las costumbres de la época: son el espejo, no el original. Dentro de los límites que impone la economía, la ropa se adquiere, se usa y se desecha de la misma forma que las palabras, pues satisface nuestras necesidades y expresa nuestras ideas y emociones. (Croci y Vitale, 2012, p.230).
El texto de Jean Baudrillard se relaciona con La sociedad del espectáculo de Guy Debord,
quien previamente había planteado la simulación de la sociedad. Explica que los medios
producen cultura del espectáculo. Se refiere a la producción autorreferencial de cosas
que solo se dan en los medios asociados a espectacularidades, y que según explica
Debord, “toda la vida de las sociedades en que reinan las condiciones modernas de
producción se anuncia como una inmensa acumulación de espectáculos. Todo lo que
antes era vivido directamente se ha alejado en una representación.” (1967, p.8).
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Se puede afirmar entonces, que en su conjunto, la vestimenta es un sistema de signos
cuya articulación constituye sentido. El vestido hace y refleja las condiciones de la vida
cotidiana. Imprime un sello en el modo de actuar en las diferentes circunstancias que
tocan al individuo y actúa sobre su ser, hacer y parecer en el contexto social. La
indumentaria y el individuo se influyen mutuamente. La ropa presta atributos al
personaje y el sujeto se enmascara en sus atuendos. (Eco, 1972).
En este contexto, hay un elemento implícito que tiene un papel fundamental para la
construcción de la vestimenta, y toma más relevancia aún en el sistema de la moda; el
cuerpo.
La vestimenta toma forma a partir del cuerpo. El cuerpo es su contenido y le sirve de
sustento estructural, mientras que el vestido lo contiene, condiciona y delimita. Al pasar
del plano a la tridimensión, el vestido crea un espacio contenedor del cuerpo a partir del
cual se establece una relación nueva con el mundo circundante, donde cuerpo y vestido
se combinan y resignifican a través del vínculo que establecen entre sí y con el medio.
(Saltzman, 2009).
Según Saltzman (2009), lo cierto es que el diseño empieza y termina en el cuerpo. El
cuerpo es su punto de partida, o geografía previa, y es su punto culminante, ya que es
precisamente en el cuerpo del usuario donde el diseño existe como tal y cobra vida.
Desde este punto de vista, si bien la forma que se proyecta en el diseño de indumentaria
es la del vestido, a través de ella lo que se rediseña o modela es el cuerpo mismo.
Recientemente, la teoría social ha reevaluado la importancia del cuerpo, no solamente en
la teoría social feminista, sino en términos de análisis de clase y consumo que se
analizarán a través del trabajo de Baudrillard.
Baudrillard explica que entre la colección de armas del consumo hay un objeto más bello,
más preciado y más brillante que todos los demás y hasta más cargado de
connotaciones: el cuerpo. Este redescubrimiento que, bajo el signo de la liberación física
y sexual, se produce después de una era milenaria de puritanismo, su omnipresencia en
la publicidad, en la moda, en la cultura de masas, son todos testimonios de que el cuerpo
hoy ha llegado a ser objeto de salvación. Ha sustituido literalmente al alma en su función
moral e ideológica.
Las estructuras actuales de la producción-consumo inducen al sujeto a realizar una
práctica doble, vinculada con una representación desunida de su propio cuerpo: la de
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cuerpo como capital y la del cuerpo como fetiche y objeto de consumo. En ambos casos,
lo importante es que, lejos de negar u omitir el cuerpo, el sujeto, deliberadamente, lo
invista psicológicamente e invierta económicamente en él. Si alguna vez fue el alma lo
que envolvía el cuerpo hoy lo que lo envuelve es la piel, pero no la piel como irrupción de
la desnudez, sino la piel como vestimenta de prestigio y residencia secundaria, como
signo y como referencia de moda. (Baudrillard, 1980).
Lo que incentiva La sociedad del espectáculo que describe Debord, es la sugestión de
involucionar en el propio cuerpo y de investirlo narcisistamente desde el interior, pero de
ningún modo para conocerlo en profundidad, sino, por el contrario, para constituirlo
hacia el exterior, en virtud de una lógica completamente fetichista y espectacular, como
objeto más terso, más perfecto, más funcional. Esta relación narcisista, pero de un
narcisismo dirigido, opera sobre el cuerpo como en un territorio virgen y colonizado, que
explora tiernamente el cuerpo como un yacimiento que debe ser explotado para hacer
surgir los signos visibles de la felicidad, de la salud, de la belleza, de la animalidad
triunfante en el mercado de la moda.
Otro motivo de intervención del cuerpo es la necesidad de los consumidores de
“convertirse ellos mismos en productos, reconstruirse a sí mismos para ser productos
atractivos.” (Bauman, 2011, p. 151). Para ello se ven forzados a encontrar un nicho en el
mercado para los valores que poseen o esperan desarrollar, y deben seguir con atención
las oscilaciones de la oferta y la demanda y no perderle pisada a las tendencias de los
mercados.
Por último, resulta interesante mencionar la noción de cuerpo dócil creada por Foucault,
quien en varias de sus obras investiga el origen y desarrollo de las instituciones
modernas, y cómo a través de ellas se ejerce el control de los cuerpos y, por tanto, de
las personas. En su obra Vigilar y castigar (2000), avanza la idea sobre una política del
cuerpo. Habla de los cuerpos dóciles, señala que es dócil un cuerpo que puede ser
sometido, que puede ser utilizado, que puede ser trasformado y perfeccionado. En este
sentido, la moda es una institución que genera cuerpos dóciles.
A partir de lo expuesto, se desarrollará una reflexión en relación al mayor problema que
enfrenta el mundo en la actualidad, la calidad del medioambiente.
Durante el desarrollo de la sociedad industrial, la obsesión por la producción y el
consumo, como condición para consolidar el progreso que daría felicidad a los hombres,
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privilegió la explotación máxima de los recursos. El respeto y el cuidado medioambiental
y de la salud humana no tenían cabida en ese imaginario social. (Saulquin, 2014).
Es por eso que, en la actualidad, se impone la necesidad de priorizar la calidad del
habitar. Respetar, habitar con calidad y desarrollar la creatividad necesaria serán las
acciones estructurantes de la nueva configuración cultural.
Según explica la socióloga de moda Saulquin:
Los agrupamientos humanos imponen, en las etapas históricas que les toca vivir, diferentes ficciones sustentadoras de la realidad que necesitan construir. De esta manera, la ficción de progreso, convertida en vector de la modernidad y entendida como escala imprescindible para alcanzar la felicidad común, ha avalado en aras de la creciente producción, la implacable destrucción del ecosistema. (2014, p. 228).
En este contexto, la industria textil, como punta de lanza de la Revolución Industrial, y
más tarde del consumo máximo promovido por la moda, agudizaron la problemática al
provocar basura industrial. Cantidades de prendas, con efímeros ciclos de vida útil,
desechadas y arrojadas como desperdicios en las sociedades más desarrolladas. Una
evidente saturación de productos industriales se han acumulado a partir de estrategias
masivas de simplificación, estandarización y democratización.
Según explica Canale, en términos de Buckmister Fuller: “La Tierra es como una nave
espacial. Lo que tenemos adentro es todo lo que tenemos” Y por lo tanto hay que ser
cuidadoso con el uso de los recursos.
Este concepto de finitud se lleva muy mal con un planteo económico vigente que Michael
Braunghart llama Economía de Flujo Lineal. Este esquema no es que el Dr. Braunghart lo
haya inventado, sino que simplemente es una forma de expresarlo. La economía en
términos lineales considera que uno tiene que tomar recursos naturales, los transfiere a
una fábrica. De allí salen productos que tienen un determinado ciclo de vida luego del
cual van a la basura. Y entonces, regreso a la punta de la línea para volver a extraer más
materias primas, de manera de mantener el proceso productivo activo.
A raíz de esta situación, es pertinente reflexionar acerca del Diseño en transición,
entendiendo éste como un modelo de diseño o una nueva manera de entenderlo. Este
modelo nace como una nueva manera de pensar el diseño que responda a los problemas
que enfrenta el mundo en siglo XXI. Lo que se plantea desde esta perspectiva es una
transición hacia una sociedad más sustentable, pretendiendo que los diseñadores
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formados actúen con responsabilidad o al menos reflexionen acerca de la problemática.
Entendemos por desarrollo sustentable el “desarrollo balanceado, aquel que atiende las
necesidades del presente sin comprometer la posibilidad de las generaciones futuras de
atender sus propias necesidades.” (“Nuestro futuro”, 1987). Es vivir juiciosamente de los
intereses del Planeta tierra, no del capital. Es velar por la justicia intergeneral en lo
económico, social y ambiental. Es decir, es la posibilidad de obtener continuamente
condiciones iguales o superiores de vida para un grupo de personas y sus sucesores en
un ecosistema dado. Es prolongar la productividad del uso de los recursos naturales a lo
largo del tiempo, a la vez que se mantiene la integridad de esos recursos, viabilizando la
continuidad de su uso para las próximas generaciones. (Cavalcanti, s/f).
La dificultad se agudiza cuando es necesario conciliar diferentes perspectivas e intereses,
generalmente contrapuestos, entre áreas como el diseño, agricultura, ingeniería textil,
medicina, marketing, química, moda y relaciones sociales. La acción interdisciplinaria es
tal vez la que mejor va a poder garantizar la correcta medición del impacto de
producción y el uso de determinado materiales en el medioambiente y en la salud del
usuario. (Saulquin, 2014).
Para ello es necesario que “usuario” tradicional se encuentre más informado, y así
cambiará su perspectiva de consumo hacia modelos más conscientes y reclamará
participación en la configuración de sus productos, los diseñadores deben formarse en
prácticas de diseño participativo y de co-diseño que privilegian la complejidad del
proceso. (Becerra, 2009).
Así, conscientes de la finitud de los recursos planetarios y de su despreocupada
utilización durante la etapa industrial, la sociedad, tal vez de manera pendular,
desestima el derroche y la economía de abundancia, a favor de una medida reutilización
de sus actos.
Conclusión
A modo de conclusión, se puede afirmar que la modernidad liquida, es el contexto
propicio para el desarrollo del sistema de la moda, donde los productos se precipitan
vertiginosamente para reemplazar a los que ya se tiene.
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En medio de un afán inusitado de cambio, el mecanismo de la moda encuentra en este
escenario un espacio privilegiado para desplegar sus movimientos totalizadores y sus
ciclos repetitivos.
En ese mismo contexto, es interesante la relación arte y diseño, ya que se confunden, se
superponen, se retroalimentan y son difíciles de separar y distinguir de manera clara.
Todas estas variantes, cambios y procesos, se pueden enmarcar dentro de una sociedad
llamada sociedad del espectáculo, que hace referencia a la producción autorreferencial de
cosas que solo se dan en los medios asociados a espectacularidades. Una suerte de
realidad naturalizada que han creado los medios de comunicación ante la frustración del
propio sistema de no poder reproducir la realidad tal cual es.
Dentro de esta sociedad del espectáculo, del simulacro, hay un elemento implícito que se
ha visto alterado y que tiene un papel fundamental; el cuerpo. Este representa el
elemento primario para la construcción de indumentaria. La vestimenta toma forma a
partir del cuerpo. El cuerpo es su contenido y le sirve de sustento estructural, mientras
que el vestido lo contiene, condiciona y delimita.
El cuerpo, en el marco del hiperconsumo, se transforma en mercancía y pasa a ser el
medio principal de producción y distribución de la sociedad de consumo. Así, su
mantenimiento, reproducción y representación se convierten en temas centrales en la
sociedad de consumo.
Por último, en relación a la transición hacia la sostenibilidad, como diseñadores es
necesario proponer posibles soluciones o al menos reflexionar acerca de los procesos
más perjudiciales para el medio ambiente y pensar alternativas que contribuyan a
mejorar la situación en la que hoy se encuentran el medio ambiente y la calidad de vida
de las personas como la de las generaciones futuras.
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Lista de referencia bibliográficas
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