La Guerra de Churchill de Max Hastings r1.0

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  • Max Hastings, nos ofrece una sorprendente reinterpretacin de lo que fue la Segunda Guerra Mundial, vista desde GranBretaa y a travs de la actuacin personal de Winston Churchill. Basndose en documentacin hasta ahora no utilizada,Hastings nos hace vivir los acontecimientos desde el nivel en que se tomaban las grandes decisiones, y nos descubre unasrealidades que el propio Churchill se esforz en ocultar en sus memorias.

    Revivimos as la verdad de lo que fue su guerra, desde su soledad en los aos de humillacin y derrota, cuando era pocomenos que el nico que se negaba a negociar una paz con Hitler, hasta una victoria que relegaba a su pas a un lugarsecundario, pasando por sus difciles relaciones con Roosevelt y con Stalin. Hastings puede corregir as muchos aspectosde la versin polticamente correcta de esta historia y poner al descubierto algunas de las miserias y de los errores que senos han ocultado.

  • Max Hastings

    La guerra de ChurchillLa h i s to r i a i gno rad a d e l a Segund a Guerra Mund ial

    e Pub r1.0

    Je S s E 14.03.14

  • Ttulo original: Finest Years: Churchill as Warlord, 1940-45Max Hastings, 2009Traduccin: Juan Rabasseda Gascn & Tefilo de LozoyaRetoque de portada: JeSsE

    Editor digital: JeSsEePub base r1.0

  • En memoria de Roy Jenkins, nuestra amistad de un verano en la India.

  • Es muy probable que los captulos ms gloriosos de nuestra historia no hayan sidoescritos todava. En efecto, los numerosos problemas y peligros de los que nosotros y nuestropas estamos rodeados deben hacer que los ingleses y las inglesas de esta generacin sellenen de satisfaccin por estar aqu en un momento como ste. Debemos regocijarnos antelas responsabilidades con las que el destino nos ha honrado, y sentirnos orgullosos de serlos guardianes de nuestro pas en una poca en la que est en juego su supervivencia.

    WSC, abril de 1933

    La historia, a la luz temblorosa de su farol, camina dando tumbos por la senda delpasado, intentando reconstruir sus escenas, revivir sus ecos y suscitar con plidos destellosla pasin de otros tiempos.

    WSC, noviembre de 1940

  • INTRODUCCIN

    Winston Churchill fue el ingls ms grande y de hecho uno de los hombres ms grandes del siglo XX,por no decir de todos los tiempos. Pero ms all de esa mera afirmacin hay infinitos matices a lahora de considerar su gestin de la guerra en Gran Bretaa entre 1940 y 1945, que es el tema delpresente libro. Los orgenes del mismo se remontan nueve aos atrs, cuando Roy Jenkins estabaescribiendo su biografa de Churchill. Roy me halag enormemente solicitando mis comentarios alborrador manuscrito, captulo por captulo. Algunas de mis sugerencias las acept, y muchas otrastuvo el buen acuerdo de ignorarlas por completo. Cuando llegamos a la Segunda Guerra Mundial, supaciencia se agot. Exasperado por la profusin de mis reparos, dijo: Lo que intentas es obligarme ahacer algo que deberas escribir t mismo, si quieres. Por entonces su salud empezaba a flaquear.Estaba impaciente por acabar su libro, que alcanz un xito clamoroso.

    Durante los aos siguientes pens mucho en Churchill y en la guerra, recordando ciertas palabrasde Boswell acerca de Samuel Johnson: Concibi en un momento dado la idea de escribir la vida deOliver Cromwell Finalmente abandon el proyecto, al descubrir que todo lo que poda decirse de lya haba sido publicado; y que era imposible encontrar informacin autntica aparte de la que ya seposee. Entre la vasta bibliografa churchilliana, a m me daba miedo aventurarme a seguir las huellasdel libro extraordinariamente original y perspicaz de David Reynolds In Command of History (2004).

    El autor diseccionaba en l los sucesivos borradores de las memorias de guerra de Churchill,exponiendo los contrastes entre los juicios acerca de personas y acontecimientos que el ancianoestadista se haba propuesto hacer en un principio, y los que finalmente consider oportunopublicar, Andrew Roberts ha pintado en Masters and Commanders (2008) un curioso retrato de lasrelaciones angloamericanas durante la guerra y especialmente durante las grandes reuniones en lacumbre. Se han dicho ms cosas sobre Winston Churchill que sobre cualquier otro ser humano.Decenas de millares de personas de numerosos pases han recordado hasta los ms trivialesencuentros con l, anotando cualquier palabra que le oyeran pronunciar. El recuerdo ms vivo quetenemos es el de un soldado del VIII Ejrcito britnico y corresponde a un da de 1942 en que seencontr al primer ministro de vecino en una letrina en el desierto del norte de frica. Los discursosy los escritos de Churchill ocupan numerosos volmenes.

    Sin embargo, hay muchas cosas que siguen estando oscuras, porque l as lo quiso. Consciente entodo momento de su papel como actor estelar en el escenario de la historia, lleg a serlo y de maneraextraordinaria a partir del 10 de mayo de 1940. No llevaba diario, observ, porque hacerlo habrasupuesto exponer sus locuras y sus incoherencias ante la posteridad. Al cabo de unos meses de suascensin al cargo de primer ministro, sin embargo, dijo al personal a sus rdenes que ya habaplaneado los captulos del libro que pensaba escribir en cuanto acabara la guerra. El resultado fue unaobra despiadadamente parcial en seis volmenes que como historia es bastante mala, aunque su prosaa veces sea incomparable. Nunca sabremos con absoluta seguridad lo que pensaba de muchaspersonalidades por ejemplo, de Roosevelt, de Eisenhower, de Alan Brooke, del rey Jorge VI, o desus colegas de gabinete porque tuvo mucho cuidado de no decrnoslo.

    La relacin de Churchill con el pueblo britnico durante la guerra fue mucho ms compleja de lo

  • que a menudo se admite. Pocos se opusieron a sus pretensiones de ocupar el puesto de primerministro. Pero entre el fin de la batalla de Inglaterra en 1940 y la segunda batalla de El Alamein ennoviembre de 1942, no slo muchos ciudadanos corrientes, sino tambin alguno de sus colegas msprximos, quisieron que le quitaran el control operativo de la maquinaria de guerra, y que fueranombrado cualquier otro personaje para su puesto de ministro de Defensa. Cuesta trabajo disimularel bochorno e incluso la vergenza del pueblo britnico al comprobar que los rusos estabandesempeando un papel heroico en la lucha contra el nazismo, mientras que su ejrcito parecaincapaz de ganar una sola batalla. Para entender la experiencia de Gran Bretaa durante la guerraparece esencial reconocer, cosa que no hacen muchos libros, la sensacin de humillacin que se abatisobre Gran Bretaa al ver los fracasos de sus soldados, comparados aunque a menudo a partir deunas informaciones descaradamente falsas con los logros de los de Stalin.

    Churchill se sinti decepcionado constantemente por la actuacin del ejrcito britnico, inclusocuando empezaron a llegar las victorias a finales de 1942. l era un hroe y esperaba que los dems semostraran tambin como hroes. En 1940, el pueblo de Gran Bretaa, junto con su marina y sufuerza area satisficieron a la perfeccin sus esperanzas. Luego, sin embargo, la historia del papel deGran Bretaa en la guerra es, a mi juicio, la de un primer ministro que pretenda de su nacin y de suscombatientes ms de lo que la mayora poda dar de s. La incapacidad del ejrcito de responder a lasaspiraciones del primer ministro es uno de los temas centrales del presente libro.

    Gran parte de los estudios acerca del esfuerzo blico de Gran Bretaa durante la Segunda GuerraMundial se centra en la relacin de Churchill con sus generales. En mi opinin, ese inters esexagerado. La dificultad de luchar contra los alemanes y los japoneses iba mucho ms all de lo quehubiera podido solucionar un cambio de altos mandos. Los britnicos fueron derrotados una y otravez entre 1940 y 1942, y despus continuaron teniendo dificultades en el campo de batalla, comoconsecuencia de las deficiencias de su tctica, su armamento, su equipamiento y su cultura, mssignificativas que la falta de efectivos humanos o de una autoridad inspirada. El abismo existenteentre las aspiraciones de Churchill y la realidad afectaba tambin a los pueblos de la Europa ocupada,de ah su fe en poner a Europa en llamas a travs de las actividades de la Direccin de OperacionesEspeciales (SOE por sus siglas en ingls), que tuvieron unas desgraciadas consecuencias que no supoanticipar. La SOE arm a los habitantes de muchos pases ocupados para que lucharan unos conotros en 1944-1945 con ms saa de la que haban empleado antes contra los alemanes.

    Es un error habitual suponer que los que dominaron la escena durante aquellos momentostranscendentales eran gigantes, personalidades absolutamente fuera de lo que es habitual en nuestrasociedad vulgar. En otros libros anteriores ya he sostenido que deberamos considerar los aos 1939-1945 ms bien como un perodo cuyos hombres y mujeres, no demasiado distintos de nosotros, seesforzaron por abordar unas tensiones y unas responsabilidades que pusieron a prueba suscapacidades hasta el lmite. Churchill fue uno ms del pequesimo nmero de actores que semostraron dignos del papel que el destino les asign. Los que trabajaron para el primer ministro, esdecir, el pueblo britnico en guerra, fueron personajes secundarios, que intentaron desempear supapel de manera honrosa, aunque a veces inadecuada, siguiendo las huellas de un titn.

    Sir Edward Bridges, por entonces secretario del gabinete, escribi acerca de Churchill entre 1940y 1942 en los siguientes trminos: Todo dependa de l y slo de l. Slo l tena la energa necesariapara hacer creer a la nacin que podramos vencer. Esa sigue siendo la opinin de la mayor parte del

  • mundo, casi setenta aos despus. Pero tampoco han faltado iconoclastas. En una biografa reciente,el profesor de Cambridge Nigel Knight dice en tono despectivo de Churchill: No estaba loco ni eraun mentecato; sus decisiones equivocadas fueron fruto de su personalidad, una mezcla de arrogancia,emotividad, autocomplacencia, testarudez y una fe ciega en sus propias capacidades. Otro bigrafomoderno, Chris Wrigley, sugiere que el tributo que rinde sir Edward Bridges a Churchill quizexagere su condicin de hombre indispensable.

    Todas esas reservas nos parecen ociosas a los que estamos convencidos de que, sin l, GranBretaa habra llegado a un pacto con Hitler despus de lo de Dunkerque. Adems, al margen de sugesta en el mbito nacional como lder guerrero, desempe un papel diplomtico del que slo l eracapaz: el de pretendiente de Estados Unidos en nombre de la nacin britnica. Para llevarlo a cabo, sevio obligado a superar unos prejuicios muy arraigados a uno y otro lado del Atlntico. Tanextravagante fue durante la guerra la retrica de Churchill y de Roosevelt acerca de la alianzaangloamericana, que a menudo incluso hoy da se resta excesiva importancia a la profundidad de lasuspicacia, por no decir aversin mutua existente entre ambos pueblos. La clase dirigente britnica,en particular, trat a los americanos con una condescendencia asombrosa.

    En 1940-1941 Winston Churchill se dio cuenta con una claridad que no tuvieron muchoscompatriotas suyos de que slo la beligerancia de los americanos podra abrir la senda de la victoria.Pearl Harbor, y no los poderes de seduccin del primer ministro, acab atrayendo hacia la guerra a lanacin de Roosevelt. Pero ningn otro poltico habra dirigido la poltica britnica hacia EstadosUnidos con una habilidad tan consumada, ni habra logrado una influencia personal tan grande sobreel pueblo americano. Sigui siendo as hasta 1944, cuando su reputacin en Estados Unidos empeza decaer estrepitosamente, para mejorar de nuevo cuando el desencadenamiento de la guerra fra hizoque muchos americanos lo consideraran un profeta. Su grandiosidad, que haba llegado a parecerexcesiva a su propio pas empobrecido, pas a ser percibida como un tesoro comn de losangloamericanos.

    A partir de junio de 1941, Churchill vio con mucha ms claridad que la mayora de los militares ypolticos britnicos que haba que acoger a Rusia como aliada. Pero convendra dejar a un lado lasleyendas en torno a la ayuda prestada a la Unin Sovitica, y lo pequea que fue sta durante elperodo transcendental de 1941-1942. El pas de Stalin se salv a s mismo con muy poca ayuda delos aliados occidentales. Slo a partir de 1943 las ayudas destinadas a Rusia alcanzaron grandesproporciones, y las operaciones terrestres angloamericanas absorbieron una parte significativa de laatencin de la Wehrmacht. La enorme popularidad de la Unin Sovitica en Gran Bretaa durante laguerra fue motivo de consternacin, e incluso de exasperacin para el reducido grupo de personas delas esferas ms altas que conocan la verdad acerca de la barbarie del rgimen de Stalin, de suhostilidad hacia Occidente, y de sus intenciones imperialistas hacia la Europa del ste.

    La grieta que separaba los sentimientos del pueblo y los del primer ministro hacia la UninSovitica se convirti en un abismo en mayo de 1945. Uno de los actos ms sorprendentes deChurchill durante sus ltimas semanas como primer ministro fue ordenar al Centro de Planificacindel Estado Mayor Conjunto la elaboracin del proyecto de una operacin denominadaUnthinkable. El documento resultante consideraba las posibilidades prcticas de lanzar unaofensiva angloamericana contra la Unin Sovitica, con cuarenta y siete divisiones reforzadas con loque quedara de la Wehrmacht de Hitler, con el fin de restaurar la libertad de Polonia. Aunque el

  • propio Churchill reconoca que se trataba de una eventualidad muy remota, llama la atencin quehiciera que los jefes del Estado Mayor se la plantearan.

    Me sorprende que sean tan pocos los historiadores que, al parecer, se han dado cuenta de quemuchas de las cosas que britnicos y americanos crean haber ocultado a los soviticos porejemplo, el desciframiento por parte de Bletchley Park de los cdigos secretos del Eje y lasdiscusiones angloamericanas en torno al lanzamiento de un segundo frente eran bien conocidas porStalin, a travs de los buenos oficios de los simpatizantes comunistas y de los traidores existentes enWhitehall y en Washington. Los soviticos saban mucho ms acerca de los planes polticos secretosde sus aliados que lo que saban americanos y britnicos acerca de los de Rusia.

    Resulta fascinante analizar los cambios de las corrientes de opinin publicados durante la guerraen los peridicos ingleses, americanos y soviticos, y perceptibles en los diarios particulares demuchos ciudadanos corrientes. A menudo stos nos proporcionan una imagen muy distinta de la queofrecen los historiadores, con su conocimiento privilegiado de cmo acabaron las cosas. En cuanto alas opiniones existentes en las altas esferas, la aportacin de algunos individuos que como polticos oaltos mandos fueron intrascendentes, fue mucho mayor en su faceta de cronistas de la poca. Losdiarios de personajes como Hugh Dalton, Leo Amery o el teniente general Henry Pownall hacen quesus autores sean ms valiosos para nosotros como testigos oculares de lo que, al parecer, lo fueronpara sus contemporneos como actores del drama.

    El general de divisin John Kennedy, durante gran parte de la guerra jefe de OperacionesMilitares del ejrcito britnico, llev un diario que es considerado por muchos slo inferior al delgeneral sir Alan Brooke por su conocimiento de las interioridades del alto mando militar de losingleses. El 26 de enero de 1941, en los momentos ms oscuros del conflicto, Kennedy expresaba sustemores de que el uso selectivo de las actas de las reuniones de los lderes britnicos indujera a laposteridad a error:

    A travs de una seleccin engaosa o distorsionada de los testimonios, sera fcil dar la impresin, porejemplo, de que la poltica estratgica del primer ministro estuvo siempre equivocada y que slo debido a losterribles esfuerzos realizados se mantuvo en las lneas adecuadas; y cabra hacer lo mismo con todos los jefesde Estado Mayor. El historiador que tenga que enfrentarse a la voluminosa documentacin de esta guerratendr ante s una tarea tremenda. Me temo que no ha habido ninguna guerra tan bien documentada. Pero losdocumentos a menudo no revelan las opiniones individuales. Tenemos esencialmente un gobierno decomisiones Winston es, por supuesto, la personalidad dominante y en su entorno y entre sus asesoresinmediatos no hay ninguna personalidad realmente fuerte. Sin embargo, las opiniones de Winston no siempreprevalecen si van en contra de la tendencia general del parecer de sus comisiones asesoras. La mecangrafa deWinston saca continuamente informes sobre todo tipo de asuntos imaginables. Su imaginacin estratgica esinagotable y muchas de sus ideas son una locura, disparatadas e impracticables pero al final sondesechadas si no resultan aceptables.

    Estas observaciones, realizadas en plena efervescencia de los acontecimientos, merecen el respetode cualquier historiador que estudie este perodo. Otra puntualizacin banal, pero al mismo tiempotranscendental, que debemos hacer es que las circunstancias y las actitudes variaron. El primerministro cambi a menudo de opinin, y por su predisposicin a hacerlo merece ms crdito del quea veces se le da. En cambio, las ideas de otros acerca de l oscilaron. Algunas personas, que adorarona Churchill durante sus primeros meses en el cargo de primer ministro, se mostraron luego

  • tristemente escpticas, y viceversa. Tras lo de Dunkerque, la clase media britnica mostr unafirmeza considerablemente mayor que algunos miembros de su casta dirigente tradicional, en parteporque tenan un conocimiento menor de la horrorosa situacin del pas. La historia consideratranscendental el hecho de que Gran Bretaa lograra sobrevivir en 1940, de modo que a menudo sonsubestimados el cansancio y el cinismo que se aduearon del pas en 1942, en medio de las continuasderrotas. El malestar de la industria, manifestado a travs de las huelgas especialmente en las cuencasmineras, y en el sector de la construccin aeronutica y naval, puso de manifiesto unas fisurasexistentes en el edificio de la unidad nacional que, por asombroso que parezca, son reconocidas muypocas veces.

    El presente libro no pretende volver a contar toda la historia de Churchill durante la guerra, sinoms bien ofrecer un retrato de su mandato desde el da en que fue nombrado primer ministro, el 10 demayo de 1940, situado en el contexto de la experiencia nacional britnica. Se da mayor peso a laprimera mitad del conflicto, en parte porque la contribucin de Churchill fue en ese momento mayorde lo que lo sera luego, y en parte tambin porque he intentado poner de relieve temas yacontecimientos sobre los que aparentemente hay cosas nuevas que decir. En el libro se hablarelativamente poco de la ofensiva estratgica area. Este tema lo trat ya en mis libros BomberCommand y Armageddon. Aqu me he limitado a estudiar el papel personal del primer ministro en latoma de las decisiones ms transcendentales sobre la realizacin de bombardeos. No he descrito losdetalles de la campaa naval y terrestre, pero en cambio he analizado las culturas institucionales queinfluyeron en las actuaciones del ejrcito britnico, de la marina real y de las reales fuerzas areas, yen la relacin de estos tres cuerpos con el primer ministro.

    Para mantener la coherencia, es preciso abordar algunos temas y episodios que son bienconocidos, aunque algunos aspectos concretos merecen ser considerados de nuevo. Hubo, porejemplo, lo que yo he llamado el segundo Dunkerque, no menos milagroso que el primero. Elprincipal error de juicio de Churchill en 1940 fue la decisin de enviar ms tropas a Francia en juniotras el rescate de las Fuerzas Expedicionarias Britnicas (BEF por sus siglas en ingls) en las playasde Francia. Slo la obstinada insistencia de su comandante en jefe, el teniente general sir Alan Brooke,permiti superar los precipitados impulsos del primer ministro y evacuar a casi doscientos milhombres que, de lo contrario, se habran perdido.

    El relato analiza algunos temas y sucesos secundarios en los que el papel del primer ministro fuetranscendental, como el de la contribucin estratgica de la SOE no el de las romnticas gestas desus agentes, la campaa del Dodecaneso y la aventura de Churchill en Atenas en diciembre de1941. No he abordado una investigacin directa y exhaustiva de sus papeles, pero, en cambio, heestudiado bastante a fondo la impresin que caus en otros: generales, soldados, ciudadanos,americanos y rusos. El cierre a los investigadores extranjeros de la mayora de los archivos rusosordenado por las autoridades de Mosc ha puesto punto final a la maravillosa bonanza del perodoinmediatamente posterior al trmino de la guerra fra. Pero antes de que Vladimir Putin nos diera conla puerta en las narices fueron publicados materiales muy importantes en algunas coleccionesdocumentales rusas.

    Me parece que es un error abstenerse de citar a Alan Brooke, a Jock Colville y a Charles Wilson(lord Moran) slo porque sus notas son ya desde hace tiempo del dominio pblico. Lasinvestigaciones efectuadas recientemente acerca de los manuscritos de lord Moran indican que, ms

  • que ser un conjunto de documentos verdaderamente contemporneos de los hechos, fueron escritosen su mayora con posterioridad. No obstante, casi todas sus ancdotas y observaciones parecencrebles. Los diarios del jefe militar de Churchill, de su secretario particular y de su mdico, a pesarde las limitaciones que pueda tener cada uno de ellos, nos proporcionan el testimonio ms ntimo quepodamos llegar a tener de la vida del primer ministro durante la guerra.

    Naturalmente l es el que domina el relato con todo su risueo esplendor. Incluso en susmomentos ms negros, cuando sus nimos flaquearon, se le escaparon destellos de exuberancia quealegraron a sus colegas y contemporneos, pero que hicieron tambin que algunos se apartaran de l.Les consternaba, les repugnaba incluso el hecho de que estuviera tan contento a todas luces por elpapel que estaba desempeando en el conflicto ms grave de la historia de la humanidad. Por qumiramos la historia como si fuera cosa del pasado y nos olvidamos de que estamos hacindola?,exclam lleno de jbilo ante el primer ministro australiano, Robert Menzies, en 1941. Era esa alegralo que hizo que un hombre como el esteta y diarista James Lees-Milne escribiera en tono de disgustouna vez que hubo acabado todo: Churchill se lo pas a todas luces tan bien en la guerra que nuncalleg a resultarme agradable. Simplemente reconozco que, como Gengis Khan, fue grande.

    Lees-Milne y otros crticos con mentalidad parecida a la suya no supieron ver un aspectoimportante de la actitud de Churchill ante el conflicto en general, y ante la Segunda Guerra Mundialen particular. Le encantaba el rugido de los caones y le diverta tenerlos cerca. Pero ni por unmomento perdi nunca los sentimientos de consternacin por la muerte y la destruccin que la guerracaus entre los inocentes. Ah, guerra horrible, asombrosa mezcolanza de lo glorioso y lo srdido,de lo lastimoso y lo sublime!, escribi cuando era corresponsal en Sudfrica en enero de 1900. Silos hombres ilustres y con poder vieran de cerca tu rostro, la gente sencilla no la vera nunca. Hitlerera indiferente a los sufrimientos que su poltica causaba a la humanidad. Churchill no se arredrnunca ante la necesidad de pagar con sangre por la derrota de la tirana nazi. Pero su nico propsitofue hacer callar a los caones, y que las personas de todo el mundo recuperaran su vida pacfica.

    Sus ganas de pelea fueron una de las credenciales ms convincentes de Churchill para alzarse conel liderazgo de la nacin en mayo de 1940. Neville Chamberlain tuvo muchos defectos como primerministro, pero entre ellos destaca sobre todo su repugnancia por un conflicto en el que su pas sehaba visto comprometido, compartida por muchos miembros de su gabinete. Uno de ellos, RobBernays, dijo: Ojal tuviera veinte aos! No puedo soportar esta responsabilidad. Una nacin quese hallaba comprometida con una lucha a vida o muerte contra una de las tiranas ms despiadadas dela historia fue sin duda lo bastante sabia para confiar su liderazgo a un hombre deseoso de asumir elpapel, y no a uno que se encoga ante l. El presente libro estudia las locuras y los errores de juicio deChurchill, que fueron muchos y variados. Pero son como simples granitos de arena en la inmensamole de su hazaa. Se ha dicho a veces que el pueblo britnico y el pueblo americano estn hoytodava, en pleno siglo XXI, indecorosamente obsesionados con la Segunda Guerra Mundial. No hacefalta ir muy lejos para encontrar el motivo. Sabemos que fue algo que nuestros padres y nuestrosabuelos hicieron bien, una causa noble que ser identificada siempre con la figura de WinstonChurchill, lder guerrero extraordinario.

    MAX HASTINGSChilton Foliat, Berkshire, mayo de 2009

  • 1La batalla de Francia

    Durante los siete meses siguientes al estallido de la Segunda Guerra Mundial en septiembre de 1939,muchos britnicos quisieron engaarse pensando que las cosas probablemente se calmaran antes deque llegara a producirse un bao de sangre en Europa occidental. El 5 de abril de 1940, mientrassegua en pie en la frontera franco-alemana el enfrentamiento armado, aunque pasivo, que se habamantenido desde la cada de Polonia, el primer ministro Neville Chamberlain dijo en una reunin delPartido Conservador: Hitler ha perdido el tren. Sin embargo, apenas cinco semanas ms tarde, el 7de mayo, tuvo que dirigirse a la Cmara de los Comunes para explicar el resultado funesto de lacampaa britnica emprendida para frustrar la ocupacin alemana de Noruega. Tras empezar sudiscurso con un homenaje a las tropas britnicas que haban llevado a cabo su misin con magnficagallarda, adopt un tono ms vacilante y aadi:

    Espero que no hayamos exagerado el alcance o la importancia del revs que hemos sufrido. La retirada delsur de Noruega no es comparable con la retirada de Gallpoli No particip un gran contingente. Apenas unadivisin No obstante, soy bastante consciente de que entre nuestros amigos ha crecido una sensacin dedesnimo, y de que nuestros enemigos estn exultantes Quisiera pedir a los honorables miembros de estacmara que no se formen una opinin precipitada acerca del resultado de la campaa de Noruega hastaahora De un ministro que se muestra seguro se dice siempre que est satisfecho de s mismo. Y si no lo hace,se le tacha de derrotista. Por mi parte intentar mantenerme en una lnea intermedia [interrupcin], nilevantando expectativas indebidas [diputados: Hitler ha perdido el tren], que difcilmente puedan hacerserealidad, ni ponindole a nadie la carne de gallina con imgenes absolutamente tenebrosas. En muchsimasocasiones algunos honorables diputados han repetido la frase Hitler ha perdido el tren [diputados: Ustedla dijo] Aunque mantenga mi absoluta confianza en nuestra victoria final, no creo que las gentes de estepas se hayan dado cuenta an del alcance o la inminencia de la amenaza que se nos viene encima [undiputado: Eso lo dijimos hace cinco aos].

    Cuando el debate finaliz al da siguiente por la noche, treinta y tres tories votaron contra supropio partido en la mocin de aplazamiento, y otros sesenta se abstuvieron. Aunque Chamberlainmantuvo la mayora parlamentaria, era evidente que su gobierno conservador haba perdido laconfianza de la nacin. No era simplemente la consecuencia del fracaso de la expedicin britnica aNoruega, sino que se deba al hecho de que durante ocho torpes meses haba demostrado su falta deagallas para enfrentarse a una guerra. Era imprescindible que se creara una coalicin de todos lospartidos. Los laboristas no iban a estar dispuestos a ponerse al servicio de Chamberlain. La tarde del9 de mayo de 1940 Winston Churchill se convirti en primer ministro de Gran Bretaa tras unareunin a la que asistieron Chamberlain, lord Halifax, secretario de Asuntos Exteriores, DavidMargesson, chief whip[1] de los tories, y l mismo, en la que Halifax reconoci no ser la personaindicada para ocupar el cargo que en aquellos momentos ocupaba, pues como miembro de la Cmara

  • de los Lores se vera en la obligacin de delegar la gestin de la guerra en Churchill en la Cmara de losComunes. A decir verdad, habra podido encontrarse algn expediente que permitiera al secretario deExteriores regresar a la Cmara de los Comunes. Pero Halifax se conoca demasiado bien a s mismopara saber que no tena ms madera de lder de guerra que Neville Chamberlain.

    Aunque buena parte de la clase dirigente no lo vea con buenos ojos y desconfiaba de l, el nuevoprimer ministro era el que quera una abrumadora mayora del pueblo britnico. Con un instintoextraordinariamente seguro, los britnicos se dieron cuenta de que si tenan que ir a la guerra eranecesario el liderazgo de todo un guerrero. David Reynolds ha sealado que tras el fracaso de lacampaa de Gallpoli en 1915, mucha gente quiso echarle las culpas a Churchill por aquel entoncesprimer lord del Almirantazgo como en 1940, mientras que despus del revs sufrido en Norueganadie intent responsabilizarle de lo ocurrido. Fue maravilloso, escribi Churchill en un borradorindito de sus memorias, realmente no s cmo sobreviv y conserv mi posicin y el afecto delpueblo mientras todas las culpas iban a parar al pobre seor Chamberlain. Es probable que tambinpercibiera la suerte que haba tenido por no haber ocupado el puesto de mxima responsabilidad delpas en aos anteriores, o incluso en los primeros meses de la guerra. De haber sido as, es muyposible que en marzo de 1940 la gente se hubiera ya hartado de los excesos que sin duda habracometido al verse impotente como Chamberlain de frenar la funesta amenaza que se cerna sobre elcontinente. All por 1935, Stanley Baldwin haba explicado su reticencia a que Churchill formaraparte de su gobierno: Si va a haber un conflicto blico y quin dice que no vaya a haberlo,debemos conservar su vigor para que pueda ser nuestro primer ministro en la guerra. Baldwin lo dijoen tono jocoso y de superioridad, pero al final resultara que en sus palabras haba algo de verdad.

    En mayo de 1940 solamente los generales y los almirantes saban hasta qu punto Churchill eraresponsable del desafortunado despliegue britnico en Escandinavia. No obstante, la opinin habitualde que l fue el nico arquitecto del desastre, parece exagerada. De haber estado mejor entrenadas,motivadas y dirigidas, las tropas britnicas habran tenido una actuacin ms brillante contra lasfuerzas de Hitler, que una y otra vez demostraron su superioridad en Noruega, siendo en muchoscasos inferiores en nmero. El fracaso del ejrcito britnico reflejaba dcadas de negligencia, as comouna debilidad institucional que tendra sus repercusiones en la suerte de las armas britnicas durantelos aos siguientes. Todo esto fue atestiguado simblicamente por un coronel que observ entre elequipaje de los oficiales desembarcados en Namsos, en la costa central de Noruega, varias caas depescar y muchas armas deportivas. A ningn oficial alemn se le habra ocurrido ir a una guerra conunos pertrechos tan frvolos.

    Por aquel entonces Halifax escribi con gran desdn estas palabras en una carta dirigida a unamigo: No creo, sin embargo, que WSC [Winston S. Churchill] vaya a ser un muy buen PM [primerministro] el pas pensar que servir de estmulo. El secretario de Exteriores hizo el siguientecomentario a su subsecretario R. A. Butler en el curso de una conversacin acerca de su negativa apresentarse para ocupar el puesto de primer ministro: Todo esto es muy penoso. Conoces misrazones, es intil hablar de ello, pero lo cierto es que en poco tiempo los gngsteres van a tener elcontrol absoluto. La gente sencilla tena otra visin. Nella Last, un ama de casa de Lancashire,escribi el 11 de mayo en su diario que si tuviera que pasar toda mi vida al lado de un hombre,elegira a Chamberlain, pero creo que no tardara en cambiarlo por Churchill si se desatara unatormenta y estuviera a punto de naufragar. Tiene una cara divertida, como la de un bulldog que vive

  • en nuestra calle y que ha hecho ms por echar a los perros y gatos descamados que todas lasquejas y protestas de los vecinos. Mollie Panter-Downes, corresponsal en Londres, deca a suslectores de New Yorker . Las cosas se suceden con tanta rapidez que Inglaterra tiene ya un nuevoprimer ministro prcticamente sin haberse dado cuenta Es paradjico, pero cierto, que losbritnicos, pese a su sospechoso desagrado por todo lo que brilla, estn empezando a creer queestaran ms seguros con un poco de dinamita alrededor. El diputado laborista Harold Nicolson,poco distinguido como poltico, pero notable como periodista y lcido redactor de su diario, escribie n Spectator lo siguiente a propsito de Churchill: Su entusiasmo isabelino por la vida suingenio se eleva hacia el cielo con el mpetu de un potente surtidor, extendindose con los rayos delsol y renovndose con rfagas y chorros cada vez ms constantes de imgenes y asociaciones.

    Aunque, en lugar de ser elegido en un proceso electoral, Churchill fue nombrado primer ministropor el rey, siguiendo el consejo de Chamberlain, lo cierto es que fue la aclamacin popular la que lollev al alto cargo, as como a desempear tambin las funciones de ministro de Defensa, cargo delque se apropi. Entre los que mostraban su escepticismo respecto a la capacidad de Churchill dedesempear tantas funciones figuraba el diputado tory Leo Amery: Cmo piensa Winston que sercapaz de ejercer a la vez de primer ministro, de coordinador de la defensa y de lder de la Cmara esuna verdadera incgnita, y confirma mi creencia de que en realidad pretende que esta situacin actualsea temporal. Es evidente que nadie puede coordinar adecuadamente una defensa si no est preparadopara dirigir de manera activa a los tres jefes de Estado Mayor y, de hecho, ser directamenteresponsable de la planificacin. Las voces crticas seguiran manifestando su preocupacin por elhecho de que Churchill todava desempeara las funciones de lder de la nacin y ministro de Defensatres aos despus. Pero esta situacin no era fruto de su arrogancia personal, sino de la desesperacinpor la pasmosa falta de coordinacin entre las distintas fuerzas armadas que caracteriz la campaamilitar en Noruega. Y la posteridad percibe, como percibi el propio Churchill en aquellosmomentos, que, por encima de su afn por controlar la maquinaria blica de Gran Bretaa, est elhecho de que no haba otro poltico o militar ms indicado en el que delegar tanto poder.

    En uno de los pasajes ms clebres y conmovedores de sus memorias, Churchill cuenta que el 10de mayo fue consciente de tener una profunda sensacin de alivio. Por fin tuve la autoridad deimpartir las rdenes pertinentes en todos los mbitos. Sent que caminaba con el destino y que todami vida pasada no haba sido ms que una preparacin para ese momento y esa prueba. Senta elestremecimiento que le provocaba su ascenso a lder de Gran Bretaa. Tal vez se permitiera unpequeo gesto espontneo de satisfaccin al pensar que en los consejos de ministros por fin habrapodido fumar con impunidad sus puros, costumbre que haba disgustado a sus predecesores. Sinembargo, si pensaba que iba a estar en sus manos la creacin de las estrategias, los acontecimientosno tardaran en desengaarlo.

    A primera hora de la maana del 10 de mayo, poco antes de que Churchill fuera convocado alpalacio de Buckingham, los ejrcitos de Hitler cruzaban la frontera de tres pases neutrales, Holanda,Blgica y Luxemburgo. El capitn David Strangeways, que prestaba sus servicios en la FuerzaExpedicionaria Britnica (BEF por sus siglas en ingls) destacada cerca de Lille, en el lado francs dela frontera, se sinti ofendido por el descaro de un oficinista que irrumpi en el barracn en el quedescansaba gritando, David, seor, David!. Luego el oficial reaccion y se dio cuenta de que eloficinista transmita la orden para poner en marcha la operacin David, el avance de la fuerza

  • expedicionaria britnica desde la lnea fortificada que haba venido defendiendo desde el otoo delao anterior en direccin a Blgica para detener a los alemanes. Aunque los belgas se habandeclarado neutrales en 1936, en su planificacin de la guerra los aliados se sintieron obligados aanticiparse a la necesidad imperativa de prestarles ayuda en el caso de que los alemanes violaran suterritorio.

    David cumplira a la perfeccin las expectativas y los deseos de Hitler. El 10 de mayo losbritnicos, conjuntamente con el I y el VII Ejrcito francs, se apresuraban a abandonar unasposiciones defensivas que haban sido preparadas con mucha fatiga. Montados en sus camiones ysus vehculos blindados, partieron formando largas columnas hacia el este, directos al capote deltorero, en palabras de Liddell Hart, para entrar al trapo que les tendan los alemanes desde Blgica.Ms al sur, en el bosque de las Ardenas, unas columnas de carros blindados alemanes avanzaban parallevar a cabo lo que sera una de las grandes sorpresas de la guerra, asestar una estocada en el corazndel frente aliado, que haba quedado en una situacin inexcusablemente precaria debido a losdespliegues ordenados por el comandante supremo aliado, el general francs Maurice Gamelin. Lostanques de Guderian y Reinhardt, en rpido avance hacia el Alosa, rechazaron sin mayoresproblemas los ataques de la caballera francesa que encontraron en su camino. Los paracaidistas de laLuftwaffe y las fuerzas aerotransportadas alemanas cayeron sobre las fortalezas fronterizas deholandeses y belgas. Stukas y Messerschmitts lanzaron bombas y abrieron fuego contra lasdesconcertadas formaciones de cuatro ejrcitos.

  • El primer ministro no se dio cuenta de la velocidad con que se avecinaba la catstrofe antes que supropia nacin. Los lderes aliados crean encontrarse al inicio de una larga campaa. Ya se habancumplido ocho meses de guerra, pero hasta entonces ni uno ni otro bando haba demostradoimpaciencia por llegar a un enfrentamiento decisivo. La incursin alemana sobre Escandinavia era elprembulo del verdadero espectculo. El ataque de Hitler contra Francia pareca brindar laoportunidad de que britnicos y franceses midieran la potencia de sus legiones con las alemanas de ta t, o al menos esto es lo que pensaban los aliados. Sobre el papel, las fuerzas de los dos bandos enel oeste eran similares: unas ciento cuarenta divisiones cada uno, de las que slo nueve eranbritnicas. Las autoridades y los comandantes aliados pensaban que pasaran semanas, si no meses,antes de que se produjera el choque decisivo. Churchill se acost la noche del 10 de mayo sabiendoque la apurada situacin estratgica de los aliados era realmente grave, pero en su cabeza bullanmuchas ideas y planes, y crea que tena tiempo para ponerlos en marcha.

    Los acontecimientos que destacan en nuestra percepcin posterior tuvieron que competir poraquel entonces con otros asuntos balades que pretendan robarles atencin. El locutor radiofnico dela BBC que comunic a la nacin la invasin de Blgica y Holanda por parte de los alemanes, siguiinformando diciendo que las tropas britnicas han desembarcado en Islandia, como si esta segundanoticia compensara la primera. El 11 de mayo de 1940, The Times hablaba del caso de un autorteatral, un tal Walter Hackett, contra quien el tribunal de quiebras de Brighton haba dictado unaorden de prisin, y del que se deca que haba huido a Amrica. Tambin se contaba el juicio, porparte de un tribunal militar, de un coronel acusado de familiaridad indebida con un sargento de suunidad de reflectores antiareos. Qu iban a pensar los soldados, deca la acusacin, al or a uncomandante dirigirse a un sargento diciendo, Eric?. Los anuncios de los cigarrillos Player incitabana los fumadores: Cuando est en peligro su buen humor, encindase un Player Unas cuantascaladas pondrn los problemas en su sitio. La Sociedad de Turismo de Irlanda prometa que Irlandate espera. En primera pgina apareca un anuncio en el que se venda un gato persa azul por doslibras y diez chelines: no ensucia, est enseado; nieto de Laughton Laurel; siete semanas de edad.Bachelor, Orove Place, Aldenham. Entre las ofertas de empleo poda leerse el anuncio de uncaballero con amplia experiencia desea participar en un negocio en marcha, ciudad o campo, sedispone de capital. Una noticia sobre golf en la pgina deportiva llevaba el siguiente ttulo: Lo queel pblico desea. Haba un poema de Walter de la Mare: Oh, hermosa Inglaterra, cuya pazancestral / los tristes peligos de la guerra violentan e inquietan!. Por supuesto, donde dice peligosdeba haber dicho peligros.

    La campaa de los alemanes apareca en las noticias de cabecera a doble columna: Hitler atacalos Pases Bajos. Diversos comentarios hacan afirmaciones como las siguientes: Los belgas estnseguros de su victoria; son diez veces ms fuertes que en 1914, Los aspectos de la vida econmicade Holanda que ms interesan a Hitler son, sin duda, su agricultura y sus actividades con los aliadoso La opinin de los militares: Esta vez no ha habido sorpresas. En su editorial The Times declarabaque puede tenerse la seguridad de que todo est estratgicamente preparado para responder deinmediato Con gran firmeza se est organizando la Gran Alianza de nuestros tiempos que destruira las fuerzas de la traicin y la opresin.

    En la pgina 6, una columna que apareca a la derecha de las noticias principales proclamaba:Tenemos nuevo primer ministro. El seor Churchill ha aceptado. En la seccin de cartas del

  • peridico dominaba la discusin acerca del debate sobre lo sucedido en Noruega, que haba tenidolugar en el Parlamento tres das antes y que haba precipitado la cada de Chamberlain. GeoffreyVickers insista en que lord Halifax era, con mucho, el ministro mejor cualificado para dirigir elgobierno de la nacin, con la colaboracin de un lder laborista de los Comunes. Quintin Hogg,diputado tory por Oxford, sealaba que muchos de los que haban votado contra el gobierno eranoficiales en activo. Henry Morris-Jones, diputado liberal por Denbigh, deploraba la votacin quehaba tenido lugar, indicando con orgullo que l se haba abstenido. La importancia de las noticias deFrancia se vio empequeecida por un hermoso da primaveral en el que reinaban las campanillas y lasprmulas en flor.

    El millonario Chips Channon, diputado de los tories y un imbcil consumado, nos ha legado sudiario en el que el 10 de mayo escribi las siguientes lneas: Tal vez el da ms tenebroso de lahistoria de Inglaterra Todos estbamos tristes, enfadados; nos sentamos estafados y burlados. Suconsternacin se deba a la cada de Chamberlain, no al ataque lanzado contra Francia. El propioChurchill saba mejor que nadie que le haban ofrecido la direccin del gobierno a regaadientes, y eraperfectamente consciente de que su autoridad penda de un hilo. La mayora de los conservadores loodiaban, sobre todo porque a lo largo de su vida haba desertado en dos ocasiones, haba cambiadode bando en la Cmara de los Comunes. Era recordado como el arquitecto de la desastrosa campaade Gallpoli en 1915, como el promotor de la guerra contra los bolcheviques de Rusia en 1919, comoel gran opositor al autogobierno de la India en 1933-1934, como el defensor del rey Eduardo VIIIdurante la crisis de la abdicacin en 1936 y como el crtico ms furibundo desde los escaos tanto deBaldwin como de Chamberlain, primeros ministros durante sus aos salvajes.

    En mayo de 1940, aunque pocos personajes influyentes ponan en tela de juicio la capacidad o lasdotes oratorias de Churchill, perciban su carrera como un cmulo de despropsitos. Robert Rhodes-James subtitul la biografa de Churchill antes de ser nombrado primer ministro, publicada en 1970,A Study in Failure. Ya en 1914, el historiador A. G. Gardiner hizo una valoracin extraordinariamenteperspicaz y admirable de Churchill, que, sin embargo, finalizaba con una conclusin errnea: Noperdamos de vista a Churchill debera ser la contrasea hoy da. No nos olvidemos de que en primerlugar es un soldado, y lo ser en ltimo lugar y siempre. Escribir su nombre en la posteridad conmaysculas. Vigilemos que no lo haga con sangre.

    En aquellos momentos, en medio de la crisis que se haba precipitado por el ataque de Hitler, lagente de la poca de Churchill no poda olvidar que ste se haba equivocado en muchas cosas,incluso en un pasado reciente, e incluso en asuntos de mbito militar en el que se supona que era unexperto. Durante los aos previos a la guerra, calific la presencia de la aviacin en el campo debatalla de pura complicacin adicional. Declar que las armas antitanque modernas neutralizaban lapotencia de los pobres tanques, y que los submarinos se vern metidos en un puo Se sufrirnprdidas, pero nada que vaya a afectar la magnitud de los acontecimientos. El da de Navidad de1939 escribi a sir Dudley Pound, primer lord del Mar, dicindole: Creo que, en comparacin con1914, podramos calificar nuestra posicin actual de muy favorable. Haba puesto en duda que losalemanes fueran a invadir Escandinavia. Cuando lo hicieron, Churchill se dirigi a los miembros de laCmara de los Comunes el 11 de abril en los siguientes trminos: En m opinin, que comparten misconsejeros cualificados, Herr Hitler ha cometido un grave error de estrategia al llevar la guerra tanlejos hacia el norte Tomaremos ahora lo que se nos antoje de la costa de Noruega, lo que facilitar

  • an ms nuestro bloqueo, que ver aumentado su eficacia. Aunque la opinin pblica no tuvieraconocimiento de algunas de ellas, lo cierto es que los ministros y comandantes estaban perfectamenteal corriente de todas las falsas profecas y las equivocadas manifestaciones de absoluta seguridadexpresadas por Churchill, Su reivindicacin del liderazgo de la nacin no se basaba en su contribucina la guerra desde septiembre de 1939, que era bastante equvoca, sino en su temperamento y en suhistorial como voz crtica con la poltica de apaciguamiento. Era un guerrero desde lo ms profundode su alma, un hombre que se senta realizado en el campo de batalla. Era uno de los pocos primerosministros britnicos que haba matado hombres con su propia mano, en Omdurmn en 1898. Enaquellos momentos, aunque ya no fuera fsicamente, empuaba la espada de manera simblica, enmedio de un estado Britnico dominado por hombres de papel, por criaturas de comits y salas deconferencias. Es muy probable, haba dicho pletrico de entusiasmo seis aos antes de la guerra,que los captulos ms gloriosos de nuestra historia no hayan sido escritos todava. En efecto, losnumerosos problemas y peligros de los que nosotros y nuestro pas estamos rodeados deben hacerque los ingleses y las inglesas de esta generacin se llenen de satisfaccin por estar aqu en unmomento como ste. Debemos regocijarnos ante las responsabilidades con las que el destino nos hahonrado, y sentirnos orgullosos de ser los guardianes de nuestro pas en una poca en la que est enjuego su supervivencia. Leo Amery escribi el siguiente comentario en marzo de 1940: Empiezo aconsiderar que Winston, con todos sus defectos, es el nico hombre con un verdadero sentido de laguerra y amor por la batalla. Y lo era, desde luego. Pero muchos seguan temiendo que aquel genioerrtico poda abocar precipitadamente a Gran Bretaa a un verdadero desastre militar.

    De los ministros a los que invit a formar parte de su gobierno de coalicin de todos los partidos,pocos estaban a la altura de la magnitud de su misin. Aunque este hecho se d en todos losgobiernos de todas las pocas, en aquellos momentos fue una verdadera desgracia. Veintiuno de lostreinta y seis altos cargos eran, al igual que Halifax, David Margesson, Kingsley Wood y el propioChamberlain, veteranos del anterior gobierno, que haba acabado tan desacreditado. Winston no hademostrado tener agallas suficientes a la hora de realizar sus cambios, tiene demasiado miedo delPartido [Conservador], escribi Amery, que haba encabezado la oposicin a Chamberlain en laCmara de los Comunes.

    De los laboristas, entre los que cabe destacar a Clement Attlee, A. V. Alexander, Hugh Dalton,Arthur Greenwood y Ernest Bevin, slo este ltimo era una figura de primera fila, aunque Attleesupondra un slido baluarte como viceprimer ministro. Sir Archibald Sinclair, el lder liberal que en1916 haba prestado servicios como oficial a las rdenes de Churchill en Francia y que acababa de sernombrado secretario del Aire, era calificado por los que sentan desprecio por su servilismo hacia elnuevo primer ministro de el esclavo del director de escuela. Los partidarios de Churchill querecibieron cargos o ascensos, principalmente Anthony Eden, lord Beaverbrook, Brendan Bracken yLeo Amery, no estaban muy bien vistos no slo por los fieles a Chamberlain, sino tambin pormucha gente sensata y enterada que deseaba brindar su apoyo al nuevo primer ministro, pero eraescptica respecto a sus colaboradores ms estrechos.

    Casi toda la clase poltica pensaba que el gobierno de Churchill iba a tener una vida muy corta.As pues, ese hombre ha conseguido por fin lo que ms ambicionaba, coment amargamente unanciano diputado tory, Cuthbert Headlam. Nunca imagin que lo lograra. Bueno, esperemos que lohaga bien. Jams he credo en l. Mi nica esperanza es que mi juicio se revele equivocado. El

  • famoso especialista en historia militar, el capitn Basil Liddell Hart, escribi con pesimismo el 11 demayo que el nuevo gabinete de guerra parece un grupo dedicado a la victoria sin tener en cuenta suposibilidad en la prctica. Lord Hankey, vieja eminencia gris de Whitehall y miembro del nuevogobierno, pensaba que era un gobierno perfectamente intil para la guerra y que Churchill no erams que un elefante avispado.

    Mientras las columnas de tanques alemanas se dirigan hacia Sedn y se adentraban en Holanda yBlgica, Churchill estaba realizando nombramientos para puestos gubernamentales intermedios,entrevistas con ministros nuevos y reuniones con oficiales. La tarde del 10 de mayo, sir EdwardBridges, el tmido y austero secretario del gobierno, fue convocado a Admiralty House, dondeChurchill segua ocupando el despacho desde el que haba ejercido sus funciones de primer lord.Bridges consider que sera impropio de un oficial pblico que hasta aquella misma tarde habaestado al servicio de un primer ministro depuesto dar la bienvenida al nuevo demostrando un excesode adhesin. Se limit a decir con la mxima cautela: Puedo desearle toda la suerte posible?.Churchill hizo un pequeo gruido, mir con determinacin fijamente a Bridges durante un instante yluego exclam: Uf! Toda la suerte posible!. Me gusta eso! Los dems no han parado defelicitarme. Toda la suerte posible!.

    El 11 de mayo, durante su primera entrevista en calidad de primer ministro con los jefes deEstado Mayor, Churchill hizo dos intervenciones, ambas poco significativas: pregunt si la policadeba ir armada cuando fuera a detener a extranjeros enemigos, y baraj la posibilidad de que Suecia seuniera a la guerra en el bando aliado. Ni siquiera l, el ms belicoso de los hombres, intent deinmediato abordar resueltamente los problemas de movimiento del ejrcito britnico en el continente.Cuando Eden, nuevo secretario de Guerra, visit aquel mismo da al primer ministro, lo encontrbastante satisfecho con el desarrollo de los acontecimientos, segn anotara ms tarde en su diario.Aunque estas palabras reflejaran la incapacidad de su autor de percibir las dudas ms profundas delprimer ministro, ni que decir tiene que ste tampoco perciba la inminencia del desastre.

    Churchill tena mucha fe en la grandeza de Francia, en el podero de sus fuerzas armadas; una feque resultaba sumamente sorprendente en un estadista de la nacin que tradicionalmente se habamostrado siempre precavida con su vecino galo. A ojos de Winston, escribira ms tarde sumdico, Francia es civilizacin. Incluso tras ser testigo de la conquista de Polonia y Escandinaviapor parte de los alemanes, Churchill no saba apreciar la disparidad existente entre el poder decombate de la Wehrmacht y la Luftwaffe de Hitler y el de los ejrcitos y las fuerzas areas defranceses y britnicos. Al igual que a la mayora de sus asesores, le pareca inconcebible que losalemanes lograran abrir una brecha en la lnea Maginot de los franceses y en el frente formado por lacombinacin de fuerzas francesas, britnicas, holandesas y belgas.

    En los das siguientes a su establecimiento el 10 de mayo en Downing Street, Churchill sepropuso estimular al gobierno y la maquinaria blica britnicos con el fin de prepararlos para un largocamino. Como lder de guerra, esperaba dirigir la parcela de Gran Bretaa en un enfrentamientomasivo y prolongado en el continente. Su gran esperanza era que esta confrontacin no supusiera unacarnicera parecida a la vivida en la guerra de 1914-1918. Aunque no crea en una rpida victoria, notena la menor duda de que iba a infringirse una derrota decisiva. El 13 de mayo los titulares de TheTimes aseveraban pletricos de confianza: LAS FUERZAS BRITNICAS AVANZAN PORBLGICA - LOS CHOQUES CON EL ENEMIGO SE HAN SALDADO CON NUESTRA

  • VICTORIA - LA RAF GOLPEA DE NUEVO.En el discurso que pronunci ese mismo da en la Cmara de los Comunes, el primer ministro se

    disculp por su parquedad: Espero que mis amigos se harn cargo, se harn plenamente cargode la falta total de ceremonial con la que ha sido necesario actuar Tenemos ante nosotros unaprueba dursima, una prueba sumamente penosa. Tenemos ante nosotros muchos, muchos largosmeses de combate y sufrimiento. Pero asumo mi misin lleno de confianza y esperanza. Estoyconvencido de que no se permitir que nuestra causa se malogre en medio de los hombres. En estemomento me siento autorizado a reclamar la ayuda de todos, y digo: Venid, pues. Avancemosjuntos con nuestras fuerzas unidas.

    Los discursos de guerra pronunciados por Churchill suelen aparecer citados de manera aislada.Este hecho oscurece el anticlmax que supusieron los comentarios realizados desde el estrado por losdiputados a continuacin de los del primer ministro. El 13 de mayo el comandante sir Philip Colfox,de West Dorset, dijo que, a pesar de que el pas deba buscar en aquellos momentos la unidadnacional, l personalmente lamentaba muchsimo que Neville Chamberlain se hubiera visto obligado adejar su cargo de primer ministro. Sir Irving Albery, de Gravesend, record la declaracin del nuevoprimer ministro: Mi poltica es una poltica de guerra. Tambin dijo que le pareca justo elogiar elcompromiso de su predecesor con la causa de la paz. El coronel John Gretton, de Burton, inyectuna extraa dosis de realismo en la Cmara al instar a sus colegas a no perderse en palabras cuandoel enemigo est a punto de abatir nuestras puertas. La seal ms desoladora del estado de nimoque reinaba entre los miembros del Partido Conservador la encontramos en el hecho de que la llegadade Neville a la Cmara se produjo en medio del entusiasmo de los asistentes, mientras que laaparicin de Churchill fue acogida con el silencio del resentimiento por parte de los tories.

    En aqulla su primera declaracin importante, Churchill recibi ms aplausos del extranjero quede algunos diputados britnicos. El Philadelphia Inquirer dijo en su editorial: En este breve discursoha demostrado que no teme afrontar la verdad y exponerla. Ha demostrado ser un hombre honesto yun hombre de accin. Gran Bretaa tiene razones para sentirse exultante por la parquedad, lafranqueza y la valenta de este hombre. La revista Time public lo siguiente: Ese hombrecilloregordete, inteligente y duro, el primer ministro Winston Churchill, sabe cmo enfrentarse a loshechos El viejo e infatigable agitador de Gran Bretaa ha adoptado ahora el papel de belicistaaliado.

    Ese da, el 13 de mayo, la amenaza de un ataque areo alemn contra Gran Bretaa llev aChurchill a tomar su primera decisin militar importante: se opuso al envo a Francia de msescuadrones de cazas como refuerzo de los diez ya presentes en la nacin vecina. Sin embargo,aunque las noticias del continente eran por supuesto demoledoras, declar que no estaba enabsoluto seguro de que la gran batalla sea inminente. Todava abrigaba la esperanza de que la suertecambiara en Noruega, y el 14 de mayo hizo la siguiente observacin al almirante conde de Cork yOrrery: Espero que despeje el puerto de Narvik lo antes posible, y que luego se dirija al sur conpaso firme.

    Pero los alemanes ya estaban tendiendo puentes sobre el Mosa a su paso por Sedn y Dinant, alsur de Bruselas, para sus columnas de blindados que iban cruzando el bosque de las Ardenas.Comenzaba a abrirse una gran brecha entre el IX Ejrcito francs, que estaba derrumbndose, y el IIEjrcito situado a su izquierda. Aunque la BEF en Blgica no se vea todava seriamente

  • comprometida, su comandante en jefe, lord Gort, pidi refuerzos areos. Gort inspiraba unaconfianza limitada. Al igual que todos los generales britnicos, careca de la preparacin y el instintonecesarios para controlar un contingente considerable de hombres. Uno de los oficiales de EstadoMayor ms inteligentes, el coronel Ian Jacob de la secretara del gabinete de guerra, escribi:Durante veinte aos hemos prestado muy poca importancia a cmo coronar con xito grandesempresas militares por tierra; hemos permanecido inmersos en nuestras actividades polticascotidianas como imperio.

    Este problema, la falta de comandantes con credibilidad para librar grandes batallas, perseguiraa las armas britnicas durante toda la guerra. Gort era un valiente oficial, famoso por haberse ganadola Cruz Victoria en la primera guerra mundial, y segua conservando su entusiasmo de juventud. Elcomandante John Kennedy, que al poco tiempo se convertira en director de Operaciones Militaresdel Departamento de Guerra, describi al comandante en jefe de la BEF como un buen soldado en elcombate, lo que sin duda constituye una recomendacin muy til para un comandante de seccin.Para ser ms francos, al general le faltaba cerebro, como suele faltarle a la mayora de hombres quetienen la temeridad necesaria para ganarse la Cruz Victoria o una Medalla de Honor. Un perspicazamericano dijo de Gort y del jefe del Estado Mayor General del Imperio Britnico, sir EdmundIronside, que eran unos meros soldados, en el sentido estricto de la palabra, que no tenan cabida enpuestos de tan alta responsabilidad. Sin embargo, ni sir Alan Brooke ni sir Bernard Montgomeryhabran sido ms capaces de prevenir el desastre de 1940 con las poqusimas fuerzas de las quedispona la BEF. A diferencia de la mayora de los pases del continente, Gran Bretaa no tuvo entiempos de paz el servicio militar obligatorio hasta 1939, y de ah que fueran escasas sus reservaspotenciales en caso de movilizacin. El ejrcito a las rdenes de Gort constitua, en espritu, elcuerpo policial del imperio de los aos de entreguerras, privado de recursos durante una generacin.

    El 14 de mayo Churchill atisbo por primera vez la inmensidad del peligro que amenazaba a losaliados. Paul Reynaud, primer ministro de Francia, telefone desde Pars para informar del avancealemn y solicitar el envo inmediato de otros diez escuadrones de cazas de la RAF. El comit dejefes de Estado Mayor y el gabinete de guerra, que se reunieron sucesivamente a las seis y a las siete,acordaron que las defensas nacionales de Gran Bretaa no podan verse debilitadas de aquella manera.A las siete de la maana del da siguiente, el 15 de mayo, Reynaud telefone personalmente aChurchill. Cargado de emocin, dijo en ingls: La batalla se ha perdido. Churchill lo inst a noperder la moral, sealando que slo se vea comprometida una pequea parte del ejrcito francs,mientras que las tropas de vanguardia alemanas se encontraban en aquellos momentos msdesplegadas, lo que las haca vulnerables a un ataque por los flancos.

    Cuando Churchill inform a sus jefes militares y polticos sobre la conversacin que acababa demantener, volvi a ponerse sobre la mesa la cuestin de enviar o no ms refuerzos areos. Por unmomento Churchill estuvo a punto de acceder a los ruegos de Reynaud. Pero Chamberlain se puso departe del jefe del Estado Mayor del Aire, el mariscal sir Hugh Dowding, comandante en jefe delMando de Caza de la RAF, que con gran visceralidad se neg a ello. No fueron enviados ms cazas.Ese mismo da, Jock Colville, el joven secretario privado de veinticinco aos de Churchill y aspirantea convertirse en todo un Pepys, anot en su diario las preocupaciones que angustiaban al general dedivisin Hastings Pug Ismay, jefe de Estado Mayor de Churchill en su calidad de titular dedefensa. Ismay no estaba demasiado satisfecho con la situacin militar. Dice que los franceses no

  • combaten bien: son seala una raza voltil, y es probable que tarden algn tiempo en adoptaruna actitud propiamente blica.

    La lentitud de reflejos no haca ms que ocultar la terrible realidad. Churchill mand uncablegrama al presidente estadounidense Franklin Roosevelt, diciendo: Creo personalmente que labatalla en tierra acaba simplemente de comenzar, y me gustara ver que las masas participan. Hasta lafecha, Hitler opera con unidades especializadas de tanques y areas. Rogaba la ayuda de EstadosUnidos, y por primera vez peda cincuenta viejos destructores en prstamo. Washington ya habavetado la solicitud de que un portaaviones britnico pudiera atracar en un puerto americano paraproceder al embarque de cazas, listos para entrar en combate. El presidente estadounidense aleg queeste acto supondra una violacin de la Ley de Neutralidad aprobada por su pas. Al igual que lohara, en su opinin, el envo de destructores.

    El da 15, en Francia, los ya obsoletos bombarderos Battle y Blenheim de la RAF sufrieron unasprdidas devastadoras cuando intentaron destruir los puentes de pontones que haban tendido losalemanes sobre el Mosa. Un oficial del cuerpo de blindados alemn que estuvo presente escribi: Elpaisaje estival con las aguas del ro discurriendo silenciosamente, el verde claro de los pradosbordeados a lo lejos por las cumbres ms oscuras de los montes, enmarcadas por un cielo azulbrillante, retumba con el estrpito de la guerra Una y otra vez, un avin enemigo cae derribadodesde el cielo, dejando tras de s una negra estela de humo De vez en cuando, de los aparatosderribados salen uno o dos blancos paracadas que descienden despacio hasta llegar a tierra. Encualquier caso, el sacrificio de la RAF lleg demasiado tarde. El grueso de las fuerzas acorazadasalemanas ya haba cruzado el Mosa y avanzaba rpidamente hacia el oeste.

    La maana del da 16 Londres tuvo conocimiento de que los alemanes haban abierto una brechaen la lnea Maginot. El gabinete de guerra acord el envo de otros cuatro escuadrones de cazas alescenario de los combates. A las tres de la tarde de ese mismo da, el primer ministro vol a Pars,acompaado de Ismay y el general sir John Dill, vicejefe del Estado Mayor General del ImperioBritnico a las rdenes de Ironside. Tras aterrizar en Le Bourget, todos ellos pudieron percibir porprimera vez la desesperacin de su aliado. Los generales y polticos de Francia esperaban la derrota.Mientras los lderes de las dos naciones se entrevistaban en el Quai dOrsay, en el jardn unosoficiales quemaban montones de documentos. Cuando Churchill pregunt por las reservas francesaspara emprender una contraofensiva, le comunicaron que, poco a poco, ya haban sido utilizadas todaslas disponibles. Los colaboradores de Reynaud no ocultaron su rencor por la negativa de GranBretaa al envo de ms cazas. Durante toda la reunin los franceses no dejaban de encoger loshombros. Aquella noche, desde la embajada britnica, Churchill envi un cablegrama al gabinete deguerra instando al envo de otros seis escuadrones de cazas. Hago hincapi en la gravedad mortal dela situacin, dijo. El jefe del Estado Mayor del Aire, sir Cyril Newall, propuso una solucinintermedia: otros seis escuadrones intervendran en Francia desde sus aerdromos britnicos. A lasdos de la madrugada Churchill se dirigi en automvil a la residencia de Reynaud para comunicarle lanoticia. Despus el primer ministro regres a la embajada, durmi profundamente a pesar del ruidoocasional producido por los disparos de lejanos caones y luego vol de vuelta a Inglaterra,aterrizando en el aerdromo de Hendon a las 9 de la maana del da 17.

    Lleg con una sonrisa dibujada en los labios, pero sin tener ya la menor duda de la magnitud de lacatstrofe que se cerna sobre los aliados. Se dio cuenta de que era imprescindible que la BEF se

  • retirara de sus posiciones en Blgica, pues haban sido rebasadas por el enemigo. Ya en su despachode Downing Street, tras informar al gabinete de guerra, se puso a preparar ms nombramientos depuestos auxiliares de su gobierno y, pegado al telfono, habl con los posibles candidatos, ese dadoce en total. Harold Nicolson recogera una de esas conversaciones tpicas:

    Harold, creo que sera una buena idea que te unieras al gobierno y ayudaras a Duff [Cooper] en el Ministeriode Informacin.

    Nada me gustara ms.Bien, pues maana a formar. La lista estar preparada esta misma noche. De acuerdo?Totalmente de acuerdo.Perfecto.

    Sir Edward Bridges y otros oficiales de Whitehall quedaron impresionados por la magnficaconfianza de Churchill, la calma parsimoniosa con la que se puso a formar su gobierno. Alprincipio, esa actitud no fue ms que un reflejo del no saber percibir la inmediatez del desastre. Alcabo de unos das, sin embargo, cambi por la majestuosa determinacin de que su propia conductadeba considerarse que encajaba con la magnitud del desafo al que se enfrentaban l y su nacin.Desde el momento en que fue nombrado primer ministro, Churchill demostr una disciplina de la queclaramente haba adolecido a lo largo de casi toda su carrera. Con pequeos detalles como con grandesdecisiones, se gan el corazn de los que estuvieron ms cerca de l en Downing Street. Quhermosa caligrafa!, exclam cuando su secretario privado, Jock Colville, le mostr un telegrama queacababa de dictarle. Pero, hijo mo, cuando diga stop debes escribir stop en vez de dibujarsimplemente un garabato. Consider a los miembros de su personal una extensin de su familia, ynunca se le ocurri recordarles que no deban hablar de sus temas confidenciales o de su intimidad.Daba por hecho que no lo haran, y no le fallaron.

    El 17 de marzo Churchill tuvo un almuerzo en la embajada japonesa. Incluso en circunstanciascomo aqullas pudieron ms los imperativos diplomticos. El expansionismo de los nipones eraevidente y manifiesto. Deba hacerse todo lo humanamente posible por lograr que Japnpermaneciera tranquilo. Aquella tarde envi al exilio al antiguo secretario de Asuntos Exteriores, sirSamuel Hoare, el ms detestado de todos los viejos partidarios de la poltica de apaciguamiento,nombrndolo embajador en Espaa. Tambin cre los comits econmicos para dirigir el comercio,los alimentos y los transportes. Una serie de telegramas llegaron de Francia informando del avancealemn. Churchill pidi a Chamberlain, como lord presidente, que valorara las implicaciones quesupondran la cada de Pars, as como una posible retirada de la BEF del continente por los puertosdel canal de la Mancha. Su jornada, iniciada en Pars, acab con una cena en Admiralty House encompaa de lord Beaverbrook y de Brendan Bracken.

    Poco debe la posteridad al hijo de Churchill, el rebelde Randolph, aunque s hay que agradecerle elrelato acerca de la visita que realiz a Admiralty House la maana del 18 de mayo:

    Sub a la alcoba de mi padre. Lo encontr de pie frente al lavabo, afeitndose con su anticuada maquinillaValet

    Sintate, hijo, y lee el peridico mientras termino de afeitarme.Hice lo que me dijo. Al cabo de dos o tres minutos, despus de unas cuantas enrgicas pasadas de cuchilla, se

  • volvi hacia m.Creo que ya veo cmo salir de sta exclam, y continu afeitndose.Qued estupefacto.Quieres decir que podemos evitar la derrota? cosa que pareca posible, o quieres decir que vamos a

    darles una buena zurra a esos bastardos? cosa que pareca imposible.Ech su maquinilla de afeitar Valet en la pila del lavabo, la agit y dijo:Por supuesto que quiero decir que podemos darles una buena zurra.Bien, es lo que ms me gustara, pero no veo cmo puedes lograrlo.Ya se haba enjuagado y secado la cara cuando, volvindose, me dijo con gran convencimiento:Har entrar a la fuerza a Estados Unidos.

    He aqu una muestra de los golpes de clarividencia caractersticos de Churchill. La perspectiva deque Estados Unidos entrara en guerra era ms que remota. Durante aos, Neville Chamberlain habaestado dando la espalda repetidas veces, de hecho con suma descortesa, a los intentos deacercamiento de Roosevelt. Pero el nuevo primer ministro ya se daba cuenta de que slo la ayudaamericana podra dar la victoria a los aliados. Aquel da Eden escribi: Esta maana las noticias nohan sido peores, pero me parece que es demasiado pronto para decir que han sido mejores. El primerministro y el jefe del Estado Mayor General del Imperio han presentado, sin embargo, un anlisisoptimista de la situacin ante el gabinete de gobierno. Independientemente de lo que Churchill dijeraa sus colegas, lo cierto es que en aquellos momentos se vea obligado a admitir la posibilidad aunque, a diferencia de los generales franceses, se negara a rendirse a lo que pareca inevitable deuna victoria alemana en el continente. Los informes que llegaban del campo de batalla eran cada vezms graves. Churchill inst a los jefes de Estado Mayor a que consideraran el envo de fuerzas derefuerzo desde la India y Palestina, as como la retencin de algunas unidades de carros de combateque en aquellos momentos se dirigan desde Gran Bretaa al continente para apoyar a la BEF. Laamenaza de una incursin repentina de los alemanes sobre Inglaterra, iniciada por paracaidistas,comenzaba a obsesionarlo, por irreal que pareciera.

    En un informe de los servicios de inteligencia nacionales se advirti al gobierno de que la moral dela nacin estaba por los suelos: Hay que recordar que la defensa de los Pases Bajos ha sidoampliamente difundida por la prensa Ni una persona entre mil poda imaginarse a los alemanesavanzando y entrando en Francia El nombramiento del seor Churchill como primer ministrosupuso un alivio y llev a la gente a creer que un cambio de lder resolvera los problemas derivadosde la poltica del seor Chamberlain. Los informes llegados ayer y esta maana ponen de manifiestoque vuelven a reinar la inquietud y el miedo.

    Aquella tarde del 18 de mayo el gabinete de guerra acord que Churchill deba dirigirse a la naciny exponer la gravedad de la situacin. Se comunic a los ministros que Mussolini se haba negado aproclamar la neutralidad de Italia propuesta por los britnicos. Esta noticia hizo que el ministro de laMarina A. V. Alexander requiriera la ocupacin inmediata de Creta como centro de operacionescontra Italia en el Mediterrneo. Churchill descart directamente esta idea, alegando que GranBretaa ya tena demasiados frentes abiertos como para embarcarse en aventuras innecesarias.

    En la maana del domingo 19 de mayo se supo que la BEF haba evacuado Arras, lo queaumentaba el peligro de que quedara aislada del grueso de las tropas francesas. Tras abandonar unareunin, Ironside le dijo a Eden que esto es el fin del imperio britnico. El secretario de Guerrahara la siguiente observacin: Desde el punto de vista militar, lo que dijo era innegable. Sin

  • embargo, cuando un lder sabe mantener su buen criterio, es difcil que sus colegas sucumban a ladesesperacin. Aquel mismo amargo domingo, el primer ministro coment con Eden: Ya va siendohora de que salga el 17, no le parece?. En 1938, en la ruleta del casino de Cannes, los dos habanapostado por ese nmero y haban ganado dos veces.

    A medioda, cruzando el condado de Kent, Churchill se traslad a Chartwell, su amada residenciafamiliar que permanecera cerrada durante la guerra. Buscaba un remanso de paz en el que preparar sudiscurso a la nacin. Pero no llevaba ms que unos pocos minutos dando de comer a sus peces decolores cuando una llamada telefnica lo interrumpi. Desde Francia, Gort peda autorizacin paraemprender una retirada por mar en Dunkerque si la situacin empeoraba. Sin embargo, al comandanteen jefe se le indic que intentara restablecer contacto con las tropas francesas que se encontraban a suderecha, de las que lo separaban las avanzadillas alemanas. A los franceses se les pedira, a su vez,que contraatacaran para acercarse hacia l. Los belgas solicitaron que la BEF situara su frenteavanzado ms al norte, junto a sus tropas. No obstante, el gabinete de guerra decidi que loprioritario era el restablecimiento de un frente comn con el grueso del ejrcito francs. Los belgastenan que ser abandonados a su suerte, y las fuerzas britnicas deban reorganizarse para dirigirsehacia el suroeste, en direccin a Arras y Amiens.

    Aquella noche, en su discurso radiofnico al pueblo britnico, Churchill mostr una seguridad yconfianza que no senta, diciendo que el frente de Francia iba a afianzarse, pero advirtiendo tambindel peligro que amenazaba a la nacin. ste es uno de los perodos ms estremecedores de la largahistoria de Francia y Gran Bretaa. Sin duda, tambin es el ms sublime. Siglos atrs se escribieronunas palabras para que fueran un llamamiento y estmulo de los leales servidores de la Verdad y laJusticia: Armaos y sed hombres de coraje pues es preferible perecer en el campo de batalla queser testigos del ultraje de nuestra nacin y de nuestro altar. Pues la voluntad de Dios se hace en elCielo, aun as dejemos que se cumpla.

    ste fue el primer gran llamamiento que dirigi a la nacin. No puede exagerarse el impacto quetuvo en el pueblo britnico y, de hecho, en la audiencia del resto del mundo. Defendi sudeterminacin, y los oyentes reaccionaron. Aquella noche envi un mensaje a Ismay, reafirmndoseen su negativa a trasladar ms escuadrones de la RAF a Francia. Era imprescindible disponer de todosy cada uno de los cazas, en el caso de que sea necesario evacuar a la BEF. Evidentemente, estadecisin no iba a ser muy bien recibida por los franceses, y no todos los subordinados de Churchillestaban de acuerdo con ella. Su asesor cientfico y financiero personal, Frederick Lindemann elProfe redact una nota de protesta.

    Las fuerzas britnicas podan influir nicamente de manera marginal en el resultado de la batallapor Francia. Incluso en el supuesto de que se hubieran enviado todos los aparatos areos de la RAFal continente, semejante empresa no habra bastado para evitar la derrota aliada. Simplemente habracomportado el sacrificio de los escuadrones que ms tarde obtendran la victoria en la batalla deInglaterra. En mayo de 1940, sin embargo, las cosas no parecan tan sencillas como podemos verlasahora. Francia estaba al borde del colapso, con cinco millones de fugitivos aterrorizados queinundaban las carreteras en su xodo enfebrecido hacia el sur, y la desolacin de sus polticos ygenerales se transform en clera contra un aliado que combinaba una retrica extravagante con sunegativa a suministrar la nica ayuda importante que tena en sus manos. Es cierto que los lderes deFrancia respondieron con muy poca determinacin al ataque relmpago de Hitler. Pero su rencor

  • hacia Gran Bretaa es comprensible. La percepcin de Churchill de los intereses britnicos ha sidoampliamente reivindicada por la historia, pero no puede decirse que mereciera la gratitud de losfranceses.

    Churchill envi un mensaje descaradamente desesperado a Roosevelt, lamentando la negativa deEstados Unidos a prestar sus destructores. An ms, le advirti de que, aunque su gobierno no serendira nunca, tal vez una administracin posterior acabara parlamentando con Alemania, utilizandoa la marina real como su nica baza en la mesa de negociaciones Si este pas fuera abandonado asu suerte por Estados Unidos, nadie tendra el derecho de responsabilizar a esos hombres, si al finalllegan al mejor acuerdo posible para la poblacin sobreviviente. Perdneme, seor presidente, si leexpongo esta pesadilla de una manera tan franca. En manos de Hitler, la flota de Gran Bretaa habrasupuesto una grave amenaza para Estados Unidos.

    Aunque parezca brutal, esa perspectiva que puso ante Roosevelt no tena nada de farol. Enaquellos momentos Churchill no poda saber que el Parlamento y el pueblo britnico permaneceranfieles a l hasta el final. Chamberlain segua siendo el lder del Partido Conservador. Antes incluso dela crisis de Francia, una parte significativa de la clase dirigente de Gran Bretaa no era contraria allegar a una paz de compromiso. Si se produca una catstrofe militar, era muy posible que cayera elgobierno de Churchill, del mismo modo que anteriormente haba cado el de Chamberlain, y que fuerasustituido por una administracin que intentara alcanzar un acuerdo con Hitler. Solamente en losmeses siguientes el mundo y el propio Churchill se daran cuenta paulatinamente de que el pueblobritnico estaba dispuesto a arriesgar el todo por el todo al lado de su lder.

    El da 20 dijo a los jefes de Estado Mayor que haba llegado la hora de considerar si eraconveniente mantener operaciones aisladas en los alrededores de Narvik, en Noruega, cuando eranecesaria la intervencin de tropas y barcos en otros lugares. En el continente los alemanesavanzaban hacia el sur y el oeste con tanta celeridad que pareca muy dudoso que la BEF pudieravolver a contactar con los principales ejrcitos franceses. Gort persista en su intento denodado deretirar las fuerzas del ro Escalda. Aquella noche diversas unidades alemanas cruzaron Amiens por lapolvorienta y rida carretera de Abbeville, aislando a la BEF de sus centros de suministro. Sinembargo, Churchill no quiso desesperarse. Ms tarde, el 21 por la maana, comunic al gabinete deguerra que la situacin era ms favorable de lo que a primera vista parecan revelar algunos de losindicios ms sintomticos. En el norte, los britnicos seguan teniendo superioridad numrica. Lostemores recaan en la pusilanimidad que se perciba entre los franceses, tanto en sus polticos comoen sus soldados. Aquel da, un ataque de blindados britnicos al sur de Arras no consigui suobjetivo. La BEF estaba aislada junto con elementos del I Ejrcito francs. Calais y Boulogne seguanen manos de los britnicos, pero eran inaccesibles por tierra.

    El 20 de mayo la Cmara de los Lores, con esa especie de inspirada locura que contribuy a crearla leyenda de 1940, debati un proyecto de ley de asistencia a las colonias. Muchos britnicos nollegaban a percibir todo el horror de la difcil situacin en que se encontraban los pases aliados. Loslectores de los peridicos seguan recibiendo mensajes esperanzadores. El Evening News proclamabaen sus titulares del 17 de mayo: XITO DE LAS TROPAS BRITNICAS. El 19, el SundayDispatch declaraba en su titular: BAJA EL MPETU DE LOS ATAQUES. Incluso dos dasdespus, el Evening News deca en su primera pgina: RECHAZADOS LOS ATAQUESENEMIGOS. Un editorial del New Statesman instaba al gobierno a resolver de una vez por todas

  • el problema secundario, pero no por ello menos importante, que plantean las relaciones entre GranBretaa y Mxico.

    El 20 de mayo, el jefe del Estado Mayor de Gort, el teniente general Henry Pownall, se quejamargamente de la falta de instrucciones claras por parte de Londres: A nadie le asusta tener quecombatir, pero los numerosos y largos das de indigencia y, ltimamente, la ausencia absoluta derdenes superiores han provocado graves estragos en el nimo de todos nosotros. Pero cuandollegaron al cabo de tres das las rdenes del primer ministro para que toda la BEF lanzara unacontraofensiva hacia el sureste, Pownall se puso todava ms furioso: Es que no hay nadie quepueda impedir que trate de dirigir personalmente las operaciones como si fuera un supercomandanteen jefe? Cmo piensa que vamos a reunir ocho divisiones para atacar segn nos indica? Es que notenemos un frente que defender? No tiene ni idea de nuestra situacin ni de las condiciones en las quenos encontramos Est loco.

    Slo el puerto de Dunkerque segua ofreciendo una va de escape para salir del continente, unescape que en aquellos momentos pareca ser para la BEF lo ms conveniente, y su mximaaspiracin. Los das 22 y 23 los britnicos esperaban noticias acerca de la prometida contraofensivade los franceses para avanzar hacia el noreste, hacia Gort. El general Maxime Weygand, que habasustituido al defenestrado Gamelin como comandante supremo de los aliados, comunic que lainiciativa estaba en marcha. Debido a la ausencia de movimientos visibles, Churchill segua escptico.Si el contraataque de Weygand fracasaba, a los britnicos no les quedara ms remedio que proceder a

  • la evacuacin. Y de eso fue de lo que inform Churchill al rey la noche del 23 de mayo, mientras sellevaba a cabo la evacuacin de Boulogne. Al da siguiente, por la noche, en conversacin con Ismay,ech pestes de Gort por no haber conseguido que una parte de sus fuerzas avanzara hacia Calais paraunirse a su guarnicin, preguntndose de qu manera haba que utilizar a los hombres y los caonespara alcanzar los resultados esperados. Y termin diciendo lo que seran las primeras palabrasclaramente amargas e histrinicas utilizadas contra soldados britnicos desde que iniciara la campaa:Ni que decir tiene que si un bando pelea y el otro no, es muy probable que la guerra acabe siendodesigual. Ironside, el jefe del Estado Mayor General del Imperio Britnico, dijo aquella tarde ante elComit de Defensa que si la BEF terminaba siendo evacuada de Francia por mar, se corra el riesgo deperder a muchos de sus hombres.

    En aquellos momentos tres cuestiones preocupaban a Churchill: el rescate de los hombres deGort en Dunkerque, el envo de otras unidades del ejrcito britnico para proseguir con la batalla enFrancia tras la retirada de la BEF y la defensa de las islas britnicas de cualquier intento de invasin.El da 24 Reynaud envi a Londres un mensaje lleno de resentimiento, en el que denunciaba laretirada de los britnicos hacia el mar, echndole la culpa al fracaso de la contraofensiva de Weygand,la cual, en realidad, nunca se produjo. Todo es un caos absoluto, escriba el da 25 en su diario sirAlexander Cadogan, subsecretario permanente del Ministerio de Asuntos Exteriores, no se recibennoticias, y nadie sabe lo que ocurre, excepto que la situacin est ms negra que nunca.

    Churchill envi un cablegrama a los primeros ministros de los antiguos dominios del imperiobritnico advirtindoles de la probable inminencia de una invasin de Gran Bretaa. Se congratulabade la llegada de refuerzos del imperio y manifestaba su confianza en que la marina real y la RAFseran capaces de frustrar un ataque, tras el cual la defensa de nuestro pas se encargar de dar elmerecido castigo a las fuerzas transportadas por mar que sobrevivan a los duros enfrentamientos.Rechazaba la idea de hacer un llamamiento pblico a Estados Unidos. Tema, seguramente con razn,que un mensaje semejante tendra muy poco eco en una nacin predispuesta ya a descartar el envode ayudas a Gran Bretaa por considerarlo una prdida de tiempo y de energas. En este sentido,como en su plan de cambiar la postura de los americanos en los meses siguientes, demostr una granperspicacia. Una encuesta Gallup revelaba que la inmensa mayora de los estadounidenses, en unaproporcin de trece a uno, se oponan a la participacin de su pas en el conflicto blico europeo.

    El 25 de mayo Churchill envi un mensaje personal a Claude Nicholson, el general de brigada queestaba al mando de las fuerzas britnicas en Calais, ordenndole que sus hombres lucharan hasta elfinal. Los belgas estaban vinindose abajo. Gort anul el ltimo contraataque que haba planeado paraavanzar hacia el sur, y envi al norte las dos divisiones destinadas a esa empresa para tapar el agujeroque separaba a las fuerzas britnicas de las belgas. A ltima hora de aquella tarde, en una reunin delComit de Defensa, Churchill acept la conclusin a la que haba llegado Gort, que en aquellosmomentos no poda comunicarse con Londres, y empez a actuar en consecuencia. La BEF debaretirarse hacia la costa para comenzar a evacuar la zona. La orden del comandante en jefe, emitida conanterioridad a la aprobacin de Gran Bretaa, supuso su aportacin ms notable a la campaa, y nofue en absoluto balad. El primer ministro orden que seis divisiones, cuyas dotaciones eran porentonces extremadamente elementales, fueran preparadas con la mxima urgencia para el servicioactivo, pero los medios para ello eran ms que escasos. Faltaban equipos de artillera, armamentoantitanque, medios de transporte e incluso armas pequeas. Churchill estaba dndose cuenta de que

  • las autoridades francesas, resignadas a la derrota, probablemente depusieran a Reynaud para entablarnegociaciones con Hitler. A partir de este momento, el futuro de la flota francesa sera como unaespecie de obsesin. En manos de los alemanes, los barcos de guerra de Francia podran influirdrsticamente en el desarrollo de los acontecimientos, favoreciendo una posible invasin de GranBretaa. Aquella noche, Ironside dimiti como jefe del Estado Mayor General del Imperio Britnicopara asumir la direccin de las Fuerzas de Defensa de la nacin. El general nunca haba gozado de laconfianza de Churchill, mientras que sir John Dill, su segundo, s. Al da siguiente Dill, un hombreinteligente y responsable de cincuenta y nueve aos, aunque con una salud algo precaria, pas a ser eljefe del ejrcito de Gran Bretaa.

    A las 9 de la maana del da 26, Churchill inform al gabinete de guerra de que caba la posibilidadde lograr la evacuacin de una parte considerable de la Fuerza Expedicionaria Britnica [BEF]. PaulReynaud lleg a Londres. Durante el almuerzo, advirti al primer ministro de que era muy probableque, si Alemania ocupaba una gran extensin de territorio francs, el viejo hroe de la nacin, elmariscal Philippe Ptain, firmara un armisticio. Reynaud descart la idea, tan temida por losbritnicos, de que los alemanes se inclinaran por una invasin inmediata de Inglaterra. Hitler ir a porPars, afirm, y es evidente que no se equivoc. Churchill dijo a Reynaud que, ocurriera lo queocurriese, Gran Bretaa combatira hasta el final. Tras una interrupcin de la entrevista, durante lacual el primer ministro se reuni con su gabinete de guerra, los dos lderes reanudaron suconversacin. Churchill insisti en que Weygand emitiera la orden de que la BEF deba emprenderuna retirada hacia la costa. Con ello pretenda que no pudiera acusarse a los britnicos de traicin.Reynaud solicit efectivamente que se transmitiera dicho mensaje, como ratificacin de lo que yaestaba ocurriendo en realidad.

    Tras la marcha de Reynaud, y en el curso de una reunin de cuatro horas que mantuvo aquellamisma tarde el gabinete de gobierno, se habl de las ventajas de llegar a un acuerdo con Hitler.Churchill esperaba que Francia alcanzara un pacto que excluyera su ocupacin por parte de losalemanes. Halifax, secretario de Exteriores, expres su deseo de buscar la mediacin de Italia conHitler, con el fin de garantizar unas condiciones favorables para Gran Bretaa. Ya haba mantenidodiversas conversaciones preliminares en este sentido con el embajador de Mussolini en Londres.Churchill mostr su escepticismo al respecto, alegando que ello supondra la devolucin a Alemaniade sus antiguas colonias y numerosas concesiones en la zona del Mediterrneo. Esta opcin erainviable para nosotros, comentara el primer ministro.

    Sir Alexander Cadogan, que se sum a la reunin media hora ms tarde, vio a Churchillexcesivamente inconexo y romntico, sentimental y temperamental. Es una observacin bastantecruel.

    El primer ministro tena encima muchas responsabilidades. Le tocaba a l mostrarse circunspectoal abordar cualquier cuestin con los antiguos partidarios de la poltica de apaciguamiento que habaentre sus colegas. Haba individuos en Whitehall que, en vez de sentirse estimulados por losllamamientos de Churchill a reconocer el gran momento histrico que les tocaba vivir, hacan muecasde desprecio. A las vibrantes palabras de una de las misivas del primer ministro, Arthur Rucker,secretario privado de Chamberlain, reaccion desdeosamente diciendo: Parece que siga pensandoen sus libros. Eric Seal, el nico secretario privado de Churchill que no mantuvo una relacinestrecha con l[2], las tach de maldita retrica.

  • Desde septiembre de 1939, un sector importante de la clase dirigente britnica, formado pordiputados y pares indistintamente, no crea en la posibilidad de alcanzar una victoria militar. A pesarde su condicin de aristcrata, Churchill no gozaba de la confianza de los de su clase. Despus de larevolucin rusa de 1917, muchos nobles britnicos, desde importantes duques, como el deWestminster, el de Wellington y el de Buccleuch, hasta otros blasonados de menos rango, como lordPhillimore, haban mostrado mayor hostilidad hacia el comunismo sovitico que hacia el fascismoeuropeo. Su patriotismo era incuestionable. Sin embargo, no poda decirse lo mismo de su entusiasmopor un enfrentamiento a muerte con Hitler, que teman que acabara en desastre. A comienzos demayo, antes de pronunciar un discurso en la Cmara de los Lores, lord Hankey comentsarcsticamente que estaba a punto de dirigirse a la mayora de los miembros de la QuintaColumna.

    Poco antes de convertirse en duque de Bedtord, lord Tavistock, partidario de la poltica deapaciguamiento y probable colaboracionista, escribi al antiguo primer ministro David Lloyd Georgeque el podero de Hitler era tan grande que es una locura suponer que podamos derrotarlo en unaguerra en el continente. El 15 de mayo, lo inst incluso a firmar la paz ahora, sin dilacin Si losalemanes recibieran unas propuestas de paz justas, ni una docena de Hitlers podran volver aempezar una guerra aduciendo un pretexto inadecuado. Del mismo modo, algunos magnates de lasfinanzas de la City mostraban su escepticismo respecto a la posibilidad de una victoria britnica, ypor lo tanto respecto a Churchill. Harold Nicolson escriba: No son