La Gualdra No.76, Lunes 12 de Noviembre del 2012

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SUPLEMENTO CULTURAL No. 76 - 12 DE NOVIEMBRE DE 2012 - AÑO 2 DIR. JÁNEA ESTRADA LAZARÍN El pintor francés Camille Pissarro nació en 1830. Al volver a Francia, después de una estancia en Venezuela primero, y en Londres después, participó en el movimiento impresionista, del que está considerado como uno de sus principales represen- tantes. Falleció un 13 de noviembre, pero de 1903. Camille Pissarro, Autorretrato. Técnica: fresco. Año: 1900.

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Lunes 12 de Noviembre del 2012

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SUPLEMENTO CULTURAL No. 76 - 12 DE NOVIEMBRE DE 2012 - AÑO 2 DIR. JÁNEA ESTRADA LAZARÍN

El pintor francés Camille Pissarro nació en 1830. Al volver a Francia, después de una estancia en Venezuela primero, y en Londres después, participó en el movimiento impresionista, del que está considerado como uno de sus principales represen-tantes. Falleció un 13 de noviembre, pero de 1903.

Camille Pissarro, Autorretrato. Técnica: fresco. Año: 1900.

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12 DE NOVIEMBRE DE 2012 / AÑO 2

La Gualdra es una coproducción de Ediciones Culturales y La Jornada Zacatecas. Publicación semanal, distribuída e impresa por Información para la Democracia S.A. de C.V. Prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta publicación, por cualquier medio sin permiso de los editores.

Carmen Lira Saade / Dir. General

Raymundo Cárdenas Vargas /Dir. La Jornada de [email protected]

Jánea Estrada Lazarín /Dir. La Gualdra

[email protected]

Sandra Andrade Trinidad /Diseño

Juan Carlos Villegas /Ilustraciones

[email protected]

ILa semana pasada, a invitación expresa del Instituto Queretano de la Cultura y las Artes, los días 7, 8 y 9 de noviembre, La Gualdra tuvo el privilegio de participar en el Encuentro regional de Revistas Cul-turales Centro-Occidente. Los responsa-bles de más de 30 publicaciones tuvimos la oportunidad de intercambiar información, experiencias relacionadas con este tipo de revistas, y de establecer nuevos contactos para incrementar la calidad de lo que perió-dicamente ofrecemos a nuestros lectores. La era digital de las revistas cul-turales, fue el tema más abordado durante el encuentro y para apoyar esta tendencia, que es un hecho ineludible, Rogelio Villa-rreal –director de la Revista Replicante- y Pablo Arrieta –consultor en tecnologías- ofrecieron dos conferencias magistrales. De estos dos interesantísimos personajes presentaremos a ustedes en los próximos números, las entrevistas que realizamos. En el encuentro participaron los estados de Querétaro, Colima, Na-yarit, San Luis Potosí, Baja California, Michoacán, Nuevo León, Guanajuato y Jalisco; así como el Distrito Federal y los países España y Colombia. Joan Navarro, director de la Revista Digital Serie Alfa, de Valencia España, en su conferencia nos mostró uno de los números en los que está antologado el poeta zacatecano Javier Acosta, quien está considerado como uno de los poetas más importantes de nuestra era. Por si eso fuera poco, en la conferen-cia de Villarreal, también fueron mencio-nados José de Jesús Sampedro y Quito del Real como dos importantísimos editores que han contribuido a fomentar y apoyar este tipo de publicaciones. Como resultado de este encuen-tro surge el proyecto de construir un sitio web en el que estaremos incluidas todas las publicaciones culturales del Circuito Centro Occidente que participamos, con la idea de ir tejiendo una red para construir nuevos puentes de colaboración, informa-ción y capacitación en el uso de nuevas tec-nologías y temas afines entre los editores y diseñadores de las revistas y suplementos culturales de la región. En la construcción de este proyecto está participando como diseñador del mismo, Joz Velazco, de la Re-vista Replicante. El Encuentro Regional de Re-vistas Culturales estuvo perfectamente organizado y quienes ahí participamos fuimos excelentemente bien atendidos por un equipo de trabajo coordinado por Ana Cecilia Montilla Rugeles, Cissi, –organiza-

Estatuas de silenciopor Gabriel Luévano Gurrola

Virgen de la faenapor Lucía Medina Suárez del Real

Francisco José AmparánLa investigación en clave mexicanapor Mauricio Flores

La Muerte Florida de Martín Letechipía: apuntes y opinionespor Marco Antonio Torres Inguanzo

Diario de Mateopor Mateo Estrada Gaviria

El juego:herramienta para formar lectorespor Eduardo Campech Miranda

Velasco y su Valle-Cuenca de Méxicopor Andrés Reséndiz Rodea

El Picaportepor Simitrio Quezada

Desayuno en Tiffany’s, mon kupor Lluna Llecha y Carlos Belmonte

Poema lanzado al océano en una botellasin corchopor Roberto Galaviz

Al regresar a la aldeapor Fernando Cuervo

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dora general del encuentro-, quien ha sido también colaboradora de La Gualdra. A todos ellos nuestro más sincero agradeci-miento y reconocimiento por la estupen-da labor realizada.

IILa Testadura, literatura de paso, es un pro-yecto que nace en la ciudad de Querétaro bajo la iniciativa de Mario Eduardo Ánge-les -director del proyecto. Surge primero un blog con este nombre, luego se armó un equipo editorial de amigos y conoci-dos, que semana a semana ha ido crecien-do. Cuando el número 10 vio la luz, empe-zaron a realizar su primera lectura pública y la presentación formal del proyecto; fue entonces que decidieron hacer la impre-sión de los primeros números, con tirajes no mayores a 50 ejemplares; actualmente están por realizar una edición especial de dos mil ejemplares. De marzo a la fecha se han publicado 25 números y en su catálo-go se encuentran más de treinta colabo-radores dentro de los cuales se cuenta con la participación de escritores zacatecanos, como es el caso de Oscar Edgar López. La Testadura, de acuerdo a su di-rector, “Es un almácigo de escritores, es de-cir, un semillero donde germina el autor no-vel; en nuestra revista estamos interesados por la publicación, por la materialización del ejercicio literario; queremos ser un espa-cio donde el autor puede tomar distancia de su texto, el primer paso después del taller, sin excluir, por supuesto, la publicación de obras realizadas con un alto grado de expresión artística”. Enfocada a lo que ellos llaman “literatura de paso” -aquélla que se lee en los tiempos muertos de la urbe, salas de es-pera, traslados en camión etc.-, esta revista tiene un formato pequeño -de 8 x 10 cm-; lo que propicia la publicación de cuentos cortos, de escritos cuyo tiempo de lectura no sea mayor a los quince minutos. Su ob-jetivo es que la publicación corra de mano en mano. La Testadura fue una de las re-vistas que conocimos durante el encuentro mencionado. Invitamos a todo el público interesado en conocer esta propuesta edi-torial, a que visiten su blog http://latestadu-ra.blogspot.mx. Y a que asistan a la lectura pública que tendrá lugar el próximo vier-nes 16 a las 18:00 horas en la Unidad de Letras de la UAZ.

Jánea Estrada Lazarí[email protected]

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Por Gabriel Luévano Gurrola

Estatuas de silencioQué sentirías, corazón de espejos, si te vieras de pronto hablando, con una estatua, no de sal, de sonidos sordos, no de sonidos sordos, de miradas perdidas, no de miradas perdidas, de silencio total. El lenguaje cotidiano ya es ante todo una máscara, gastada, pero en posibilidades de renovarse en un sinfín de escenarios. Y qué oculta tras de sí. Simple: nada. Es decir, el ente que prodigan muchos y se erige como total reducción de nuestro ser, en realidad es el resultado de una evo-lución constante. Por eso la palabra cambia y nuestro discurso cambia. El proceso de evolución de nuestro ser depende en gran medida de las perso-nas con las que nos relacionemos y las situaciones donde nos encontremos. Cuántas veces nos creemos Jeckill y Hyde, martirizando hasta sangrar nuestro pensamiento, la mente que de por sí no se entiende así misma. Es por eso que difícilmente se llega a un autoconocimiento. En el momen-to en que no nos conocemos, (tal vez ni lo más básico) no hay idiosincrasia total, reductible, identificable. De ahí que los problemas comunicativos sean pan de cada día. Choques constantes, entre aquello que somos y lo que son los otros. Los extrovertidos salen al mundo, se exhiben, a ellos y a su pen-samiento vivaracho. Los introverti-dos, se cierran, envueltos en el arcano de su incapacidad, ateridos inevitable-mente. En ambos casos, no obstante, el carácter dista de ser catalogado como púdico. Se busca al amante, al amigo, pero no se explica esta búsqueda. Esta realidad nos condena a la soledad de la inconsciencia y la incapacidad de comunicarse. Parece que a diario pla-ticamos con estatuas, o muertos. Esto mismo ocurre con los personajes del cuento La reticencia de Lady Anne, de Saki: Egbert es un hombre de carácter dubitativo. Su nerviosismo recae en un temor cerval, que disfraza en la indiferencia, supo-niendo, le tiñe de un talante tranquilo que lo arma ante su mujer. Es además, persona asimilada a su burda tragedia, pues sabe, le espera un conflicto con ella (otro más) y se supone preparado para él. Sin embargo, se enfrenta a un sepulcral silencio. Ni la más mínima o lapidaria frase le es correspondida por Lady Anne. Es entonces cuando se ve desarmado, y su nerviosismo se acera hasta el punto de retirarse, derrotado, la autoestima por los suelos. Ahora bien, Lady Anne está muerta al final. Por lo tanto no hay co-municación y pudiera pensarse que los análisis que pudiéramos hacer resulta-

rán absurdos. Pero ésa es la intención del cuento. Egbert no sabe que Lady Anne está muerta y no le escucha. Esto desencadena una desesperación del personaje y nos ilustra precisamente el conflicto de ese animalillo enmascara-do y vilipendiado por los guardianes de la moral: la descortesía. El texto ofrece ciertas se-ñales, con la suficiente concisión y brevedad para que con algunas fra-ses imaginemos la situación del ma-trimonio. Se mencionan cuatro mi-nutos introductorios de silencio, por regla general. Por lo tanto, el proceso de comunicación entre Lady Anne y Egbert no funciona de manera muy fluida. Al contrario, el mismo título hace referencia a una reticencia, que en el cuento se cierra de manera defi-

Jan van Eyck, El matrimonio Arnolfini, 1434

nitiva: la reticencia de la muerte. Lady Anne era de un carácter obviamente más turbio que el de su pareja; mujer de locuaces y fáciles disgustos. De ahí que el carácter de su marido tienda a ser nervioso o incluso pesimista, pues predispone su ánimo. Por otra parte, pudiéramos inferir que su matrimonio se basa-ba en nimias concordancias, ya que es necesario en el cuento dar el dato de que en cuestiones artísticas tenían gustos similares, para enfatizar que sólo en eso eran parecidos. De otro modo el dato sería irrelevante. La rela-ción encuentra sus cimientos en cues-tiones frágiles, que no representan un nexo verdaderamente fuerte, como lo haría una empatía, y por ende, una buena comunicación.

El espacio donde ocurren los hechos es una sala amplia y de mor-tecina luz, lo que favorece a un am-biente abúlico, decaído, mustio y den-so. Egbert se mueve en él, inseguro, ocultando en lo oscuro sus diálogos y movimientos. Don Tarquinio y el ridí-culamente prodigioso pinzón no son elementos incidentales y ligeros. Al contrario, su notable inconsciencia de las cosas los sitúa en un papel alegóri-co como sus dueños. Son la indiferen-cia que rodea a dos hablantes (en este caso uno sólo). Podrá haber ruido y personas alrededor de un emisor, pero cuando éste se ve incapaz de lograr que su mensaje sea decodificado por algún emisor, lo llevará a un aplastante sentimiento de soledad. La historia narrada por Saki dura aproximadamente, desde que llega Egbert a la sala y entre sus palabras y sus pensamientos unos 20 minutos (ya englo-bados los cuatro minutos de mutismo introductorio), si no es que poco menos. Y el episodio presentado deviene de un primero, ocurrido en la mañana. En realidad el sonido que impera, si se me permite la figura mil veces repetida, es el silencio. Una que otra frase se mueve en el mutismo im-perante. El pinzón canta una melodía aprendida y chilla al instante en que el gato salta a su jaula. De ahí en más no hay sonidos ni olores. En general, estos datos serían los esenciales para el buen entendi-miento del cuento. La literatura echa mano de un gran número de temas y situaciones universales de los que prác-ticamente no está exento ningún ser humano. Ahora bien, usa un lenguaje ambiguo y repleto de figuras que des-automatizan claramente la manera de ver y decir las cosas. Entonces las pers-pectivas cambian, desde el manejo del silencio, la pausa y la palabra. De tal modo, abstraemos precisamente los poderes curativos de cada frase y ese enriquecimiento más que pragmático, anímico, que nos insta a seguir leyen-do. Relacionar las situaciones ficticias de los libros nos preparan para, tal vez no encontrar ese ser irreductible y cog-noscible de nosotros mismos, pero sí sobrellevar las relaciones que enfrenta-mos a diario. Infinidad de secretos pue-blan la vida de los personajes que tanto idealizamos. Si tenemos la capacidad de descifrarlos, la literatura a parte de placer nos otorgará herramientas para nuestra mejor comunicación y para no sentirnos como Egbert, objetos de un trato poco razonable. Y por cierto, no he de omitir-lo, todo se reduce a lo siguiente: El ma-trimonio se parece mucho a la muerte.

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LA GUALDRA NO. 76

Por Lucía Medina Suárez del Real*

Virgen de la faenaAr

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Yo que de todo discuto, hasta de lo que no sé... sólo hay un tema en el que no he construido opinión ni siquiera para mí, ni siquiera para callarla por inconfesable como tantas otras: la fiesta brava. Mi crianza estuvo llena de contradicciones por la formación discrepante de mis padres, los toros

Ismael Guardado, Virgen de la FaenaFoto: Adrian Neri

es una de ellas. Sin embargo en este tema, mi papá no dio batalla, y dejó que mi mamá influyera libremente. Aunque me irrita el funda-mentalismo de mis amigos anti tauri-nos, nunca he encontrado la manera de contradecir sus argumentos. Es innegable, el toro muere; sí, es verdad que es cruel si no te atrapa el contexto.

Pero también me crié en ese mundo; de niña sólo faltaba a la escuela por tres razones: nevada, enfermedad contagiosa o seria, o porque mi mamá tuviera que ir al rancho del abuelo a ayudar con las tientas de toros. Ahí aprendí a amar la fies-ta brava, aún contra mi razón, aún contra los argumentos ambientalistas que de alguna manera comparto. Mi mamá se levantaba muy temprano, se encargaba del desayuno para los toreros y picadores que participaban en la tienta. También lo hacía para la familia, pero con los toreros se esfor-zaba más porque tenían un montón de vicios, ritos, y obsesiones no nego-ciables. Si algo no les parecía, simple-mente decían no. Mi madre me enseñó la su-perstición y tradición que había de-trás de cada situación aparentemente circunstancial, entre ellas la forma de sentarse a la mesa: mi abuelo ganadero en la cabecera, y las sillas más cercanas correspondían a los toreros de más an-tigüedad en la alternativa. Cada quien respetaba su jerarquía, no había nece-sidad de decir nada, ellos sabían que si estaba ahí otro torero de más estatus tenían que dejar su lugar vacío hasta que se presentara a la mesa. Poco vi realmente de las tientas, ir a la plaza del rancho a ver el gran momento era una tentación para todos, pero mi abuelo poco o casi nada toleraba la presencia de niños ahí. Era difícil, teníamos que estar en absolu-to silencio en ciertos momentos, y lo peor es que no sabíamos distinguir en cuáles, porque luego de callarnos los adultos brindaban con tequila y co-ñac, reían y compartían una botana que en mucho era la motivación para estar ahí, al menos a los niños. Aún recuerdo el respeto y las palabras: “con su venia, ganadero” con las que los toreros cumplían la solici-tud de permiso-aviso para iniciar su labor, lo que mi abuelo autorizaba con un ligero movimiento de cabeza en se-ñal de asentimiento. Entonces me preguntaba por qué hacían todo tan ceremonio-samente si casi nadie los veía. Los toreros ni siquiera portaban el traje de luces, no había juez de plaza, ni público, ni prensa, sólo la familia y algunos amigos. Todo eso evocó en mí la obra Virgen de la Faena de Ismael Guarda-do cuando la tuve enfrente. No pue-do decir que eso vino a mi mente, no, eso sucedió hasta ahora que me puse a escribir estas líneas. Inicialmente captó mi atención una forma femeni-na, que no pude distinguir; a primera

impresión percibí la imagen de la vir-gen de Guadalupe, pero en el detalle noté la diferencia en sus elementos. Delineando como los rayos de luz que emite la imagen tradicional, estaban las lanzas de picadores, en vez del que-rubín rubio de anuncio de Gerber, el rostro de niño de piel negra. La figura principal sostenida toda en la corna-menta de los toros. Lo que solemos identificar como el cuerpo de la virgen, estaba sólo sugerido por un trozo de traje de luces. La figura era definida por una especie de herradura gigante de ésas que tanto vi en mi infancia en los tiempos de diversiones rurales. Y como marco una palangana que me llevó a pensar en todos los objetos del rancho que ganaron su lugar en las pa-redes del comedor por su forma y no su utilidad, por ejemplo unos guajes que hasta la fecha no entiendo muy bien para qué eran. De todo eso me maravillaba cuando alguien preguntó “¿Te gustó esa vaginota?”. Sonreí, eso habría sido suficiente en otra ocasión para per-suadirme de seguir mi camino y olvi-dar la obra, pero esta vez, muy al con-trario, me convenció más de elegirla. Involuntariamente el crítico de arte aficionado que me interpeló había he-cho consciente lo que hasta entonces permanecía en el pozo oscuro descri-to por Freud. Esa figura obviamente femenina que en mí evocó una virgen y en él una “vaginota” había consegui-do mi afecto rotundamente. Me fui a casa a terminar la tarea que Sonia Vi-ramontes me había dejado: hacer una reflexión de una obra de arte; apenas estuve frente a la computadora llamé a mi madre para que me ayudara, la consulté sobre el nombre de aquel to-rero que a mi hermana intimidó con su belleza y amabilidad (Fernando Ochoa). Mi mamá, intrigada por mi interrogatorio, cuestionó qué hacía, y rompiendo mi acostumbrado herme-tismo, le conté el ejercicio del taller de crítica y apreciación de arte. Le mostré la obra en cuestión de Ismael Guardado, y ella sugirió entonces que escribiera sobre la extraña combina-ción de ritos católicos y supersticiones paganas que se da en la fiesta brava, en unos minutos me resumió varias: las medallas en los pechos toreros, la cruz en el suelo al entrar al ruedo, la importancia de la caída de la montura en la forma correcta al brindar el toro, etc. Ella encontró ahí lo maravilloso, para mí, apenas lo noto, la magia está en escucharla hablar con tanto entu-siasmo de lo que ella ama.

*@luciamedinas

Con un abrazo afectuoso para Dalia, amiga queriday prófuga como, yo de los debates antitaurinos…

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12 de NOVIEMBRE DE 2012

Por Mauricio Flores *

LibrosFrancisco José AmparánLa investigación en clave mexicana

A Otras caras del paraíso, la nove-la que Amparán publicó en el lejano 1993, pudo haberle ocurrido lo que a la de Manuel Echeverría, El envia-do especial. De no ser por la acertada visión de su joven casa editora, la oa-xaqueña Almadía, se hubiera quedado en el olvido, y con ello en la imposibi-lidad de acercar a los lectores una muy buena novela. (Llegará el tiempo que alguien vuelva a circular ese añejo tí-tulo echeverriesco del 84). En tanto, la posibilidad de restituir unas horas sin desperdicio está en la primera, mode-lo literario de un género negro ubica-ble en el norte del país, o si se prefiere: ¡de Zacatecas pa´arriba! Otras caras…, la única obra en el género del autor, se encontraba hasta ahora fuera de circulación; sólo unos cuantos poseían algún ejemplar de ella, si bien muchos hablaran de la misma. Cuenta una historia que desde entonces se multiplica en los territo-rios asolados por la violencia criminal y la ineficacia del Estado. Se desarrolla en la región de La Laguna, específica-mente en Torreón y que el narrador observaba como esa ciudad “pujante, industriosa y polvorienta”. Pudiera decirse que inaugura las ficciones que acompañan a tragedias tan dolorosas como la desaparición forzosa y repe-tida de mujeres en la zona. Un tema que desde entonces no ha dejado de ser ficcionado por autores nacionales y de otras latitudes. Para la nueva entrega de Otras caras…, inserta en la colección Almadía Negra, los editores pidieron al apenas hace unos días ganador del Premio Elena Poniatowska de Novela con Canción de tumba, Julián Herbert, pergeñara un texto de presentación donde la ubica como una novela “no-ticiosamente factible”. Algo terrible a lo que habría que adicionar su resul-tante “casi profecía”, apunta el prolo-guista. ¿No cualquier mañana leemos en la prensa atrocidades que superan el delirio más perverso de los perso-najes de Amparán?

Francisco José Amparán (Coahuila, 1957-2010) representa en el mapa de la literatura contemporánea una estación obligada que muchos desconocen aún. Sería por ejercer desde el llamado interior, o por haber escogido un género en otro tiempo desdeñado. O simplemente por no haber encontrado un buen editor. De modo que encontrarse con él, y específicamente con su novela Otras caras del paraíso, es una mezcla de regocijo y circunstancia que sus veteranos y novatos lectores habrán de festejar en grande.

Picaresco y paródicoUna de las cosas terribles que tiene Méxi-co es que una novela como Otras caras del paraíso no sólo es noticiosamente factible, sino que resulta casi una profecía leída a toro pasado (…). Pero, como sucede siem-pre con la buena literatura, hay algo en este relato que supera a “la realidad”. Lo que más me ha impresionado a mí en esta segunda lectura, casi veinte años después de la primera, es el imbatible tono picares-co y paródico que Amparán logra sostener párrafo a párrafo, sin importar cuán cerca se encuentre del costumbrismo o el horror.

Julián Herbert

El autorFrancisco José Amparán fue un apasionado de la Historia y la docencia; en los setenta des-puntó con una obra que lo llevó a obtener más de una docena de reconocimientos (entre ellos, el Latinoamericano de Cuento 1983 y el Nacional de Cuento San Luis Potosí 1986). En los noventa publicó relatos y novelas de corte policiaco, participando así en el auge de un género que recrea en clave mexicana la clásica trama de la investigación. En el norte es considerado un referente indiscutible por las nuevas generaciones de escritores.

Un legislador y un magnate corruptos a no dar más; el perverso hijo del primero y los incondicionales siempre presentes maquinan relacio-nes de engaño, violencia y muerte que llevan al universitario Francisco Reyes Ibáñez a involucrarse en el esclareci-miento de una, dos, tres, cuatro, cinco, seis… desapariciones. Al lado del in-faltable policía rudo pero alivianado, el profesor coahuilense sondeará los tiempos en que el crimen comenzó a extenderse, como la peor de las plagas, en diversas facetas. Podrán señalársele ciertos localismos y alguna ingenuidad; po-drá ubicarse en una coyuntura (la de la extinción del ejido en el campo mexicano, los disquetes, las contesta-doras telefónicas y una moneda con muchos ceros), no obstante Otras caras… conserva sus funcionales hechuras literarias y descarga en su afortunado lector —como apunta casi al final su personaje central— la suce-sión de horrores, ahora extendidos a buena parte del territorio nacional, y que desde la ficción literaria de sólidos atributos nos recuerdan los valores de la existencia.

Francisco José Amparán, Otras caras del paraíso, Almadía, México, 2012, 392 pp.

* [email protected]

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LA GUALDRA NO. 76

Por Marco Antonio Torres Inguanzo

La Muerte Florida de Martín Letechipía: apuntes y opiniones

Cero: de entradaEl texto es un breve recorrido por las formas de celebrar la muerte en Zaca-tecas: sus cantos, altares, comida y ar-tesanía. Además, hace un comentario sobre el significado de la muerte de dos períodos clave en la formación de la tradición: la época precolombina y la Colonia; e incluye una ventana de una forma de ver la muerte de un pueblo in-dígena contemporáneo, los Wirráricas o huicholes. Un texto que presenta una serie de instantáneas sobre esta celebra-ción y que es un excelente material para turistas que se quieren aproximar a la descripción y significado de la fiesta de encuentro con los difuntos. Les iré pla-ticando algunas de las impresiones del texto de Martín al mismo tiempo que les comparto algunas reflexiones que me provoca la lectura. Toda investigación sobre las prácticas que envuelven las costum-bres funerarias, como lápidas, danzas, máscaras, altares, rituales de duelo y representaciones pictóricas; tiene por objetivo aprehender la actitud básica frente a la muerte. Todas las prácticas son un pensamiento expresado en mo-vimiento, color, sabor, formas y sonidos,

sobre el significado del morir. Indagar las costumbres funerarias es penetrar en el pensamiento vivo sobre la muerte que ofrece la cultura popular. En ese pensa-miento no hay homogeneidad, sino por el contrario, hay contraste, paradoja y complejidad que no permiten agotar su sentido en algunas frases o párrafos; por ello, se sigue indagando sobre lo mismo. Es común en la ensayística sobre la identidad mexicana que se con-vierta la fiesta de muertos en una pieza definidora de lo mexicano. Y se repitan lugares comunes, como es el pensar que a diferencia de otros pueblos que dene-gan de la muerte, los mexicanos tienen una familiaridad con ella y cohabitan su cercanía con alegría. Muchas de estas expresiones pueden llevar a equívocos. Aun cuando la figura de la calaca se convierte en un símbolo tutelar para los años 40’s y la imagen del esquele-to juguetón sea reconocible en todos lados, no debe llevarnos a pensar que eso significa la ausencia de temor en la muerte. Y ha sido objeto de innume-rables investigaciones antropológicas desentrañar esta cercanía o familiaridad del peculiar culto mexicano a la muer-te. Aunque esta idea ha sido canoniza-

da por el nacionalismo, también tiene ácidos críticos, que niegan que dicho coqueteo del mexicano con la parca sea auténtica, como es el caso de Monsiváis (que debate a Octavio Paz), quien cree que es más bien una tradición inventa-da por una cuadrilla de intelectuales al servicio del turismo. Pero decíamos, eso no debe llevarnos a pensar “que el mexi-cano no teme a la muerte”, nada más falso. No hay ni burla ni falta de miedo, lo que hay es festejo por un encuentro, el momento en el cual el muerto sale de su soledad y se aproxima a la comunión con sus parientes. En México tenemos los paradójicos cultos al abismo desde donde fertilizamos nuestra vida: a la muerte y al dolor. No solamente penetró con fuerza la creencia en el purgatorio, sino las prácticas jansenistas que creen en la vía sufriente de la salvación. Por ello nos regodeamos en el sufrimiento y lo presentamos como forma de virtud. En las pláticas de las abuelas es común observar cómo compiten para ver quién de ellas sufre más.

UNO: la muerte prehispánicaMartín abre su libro con una exposi-ción de la muerte en la época preco-

lombina. El momento de la celebra-ción de muertos se hace en el tiempo de cosecha, porque la muerte es el móvil de la fertilidad. Es del lugar de los muertos donde viene la vida que sale en forma de planta de maíz. La geografía transmundana depende de cómo se muera: dime cómo mueres y te diré quién eres. Martín destaca, para el caso de Zacatecas, las tumbas de tiro, y el tiro no dejaba de tener el mismo significado que en todo Meso-américa: la tumba de tiro es un útero materno, que dispone al difunto para el tránsito al origen. Es importante constatar que en Zacatecas la presen-cia de los enclaves mesoamericanos para cuando llegan los españoles a estas tierras, ya habían prácticamente desaparecido; la cultura Chalchihui-tes que, suponemos, era un enclave teotihuacano, estaba extinta. Salvo algunos lunares, el postclásico es do-minado por cazadores-recolectores. Culturas no estatales con los que se dificultaba el mestizaje; por lo mismo, la sociedad en Zacatecas, tiene mu-cho menos influencia indígena que en el sur del país. Y con ello, la influencia de religiones de tipo chamanística de

José Guadalupe Posada

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los indígenas queda muy limitada en la composición de las creencias sobre la muerte en la colonia. Sin embargo debemos partir de entender que las creencias sobre la muerte en el mun-do prehispánico no eran homogéneas; y sus ritos funerarios así lo muestran: unos entierran a sus muertos, otros los creman, otros más los ponen en cuevas sin enterrar y, también, algu-nos se los comen. A veces cometemos el error de pensar que estamos ante el mundo precolombino, y no ante los mundos precolombinos. Martín ofrece la visión de los muertos de los huicholes. Ese mundo extraordinario que nos deja ver la en-trada a otra mentalidad sobre lo que es el hombre: estamos acostumbrados al dualismo que piensa que el hombre consiste en la unidad de dos sustancias: alma y cuerpo. En el caso del mundo de donde viene el pueblo huichol, lo cosa no es así: no hay el alma, sino las almas (en todo caso). Uno de los tipos de almas, no va a lugares ultraterrenos, sino que permanece aquí al interior de pájaros o perros. La idea de la muerte revela la idea del hombre. A través de la muerte se revela lo que los hombres somos en esencia. Así, no hay un dua-lismo, sino un tri-eismo antropológico, rico y complejo.

Dos: la Colonia.En la Colonia domina la idea católica de la muerte: “Para los católicos espa-ñoles, el 2 de noviembre era la fecha para conmemorar a sus difuntos; había sido instituida a partir de los siglos X y XI por Odilón de Cluny […] los mo-numentos funerarios y las ofrendas de-dicadas a los muertos en época medie-val, conocidos como piras y túmulos, tienen un rigen muy antiguo; la iglesia católica los adoptó y los convirtió en altares barrocos” (p. 26). En la Colonia, bajo un nuevo sistema de dominación, tenemos la función importantísima de administrar la muerte por parte tanto del Estado como de la Iglesia. El ele-mento más importante en este período es la implementación de la creencia en el purgatorio; que va a contrastar con la visión apocalíptica sobre la muerte y que coexistirá con ésta. Dos visio-nes sobre la muerte que contrastan y coexisten, como toda práctica cultu-ral en el barroco, es la unificación de contrastes. De la muerte a la comida: los contrarios viven batidos. La apo-calíptica y el purgatorio coexisten de la misma manera que se reúnen el dulce y lo picante en el mole. Es la peculiar constitución del barroco mexicano. Es el despliegue y domesti-cación (llevada al hogar y convertida en cultura popular) de la creencia en el purgatorio lo que impulsó las cos-tumbres funerarias que dan forma a la festividad del Día de Muertos. Por

ello, no es casual que el purgatorio y el Día de Ánimas hayan sido adoptados al mismo tiempo (en 1274). Los es-fuerzos a favor de las ánimas del pur-gatorio, las cuales estaban indefensas y eran pobrísimas, se concretaban en formas que impulsaban la oración, el recuerdo y el contacto con ellas: no-venas y altares. Esta creencia es par-ticularmente católica, no la comparte el ala protestante del cristianismo, y lo es porque es justo la Iglesia la interme-diaria para la salvación. Esa creencia se tomó muy rápido por las poblaciones indias porque implicaba una conexión con los muertos a lo que ellos estaban acostumbrados. Así, las ofrendas con-cretaban justo eso: el intercambio de muertos y vivos. Estas creencias daban forma a las costumbres de la piedad popular. Y del folclor también: leyen-das de ultratumba, que incluyen avi-sos, pago de apuestas, lecciones y hasta juegos macabros. Los muertos podían volver a los vivos y darles su testimo-nio sobre esa otra-vida. Muertos que seguían moviéndose en el mundo.

Tres: la invención de las calaverasMartín está encantado por el Fraile franciscano de Propaganda Fide del Colegio Apostólico de Guadalupe. Joaquín de Bolaños; quien escribe el (ahora) famoso sermón narrativo con-vertido en libro, titulado La portento-sa vida de la muerte, emperatriz de los sepulcros, vengadora de los agravios del Altísimo y muy señora de la naturaleza humana. A él atribuye la inauguración de la gráfica popular “que heredarán José Guadalupe Posada y Manuel Ma-

nilla”, por los 18 grabados con que está ilustrado el libro que mencionamos. Y a este fraile le atribuye el origen tam-bién de las calaveras; dice “el el primer libro en el que aparecen las famosas calaveras”. Yo no comparto el encanto de Martín por el predicador francisca-no. Su libro es un sermón que pretende recuperar el temor a la muerte, el he-cho de que incluya algunas décimas y haga cierta denostación del médico, es para señalar la inutilidad de la medici-na ante la muerte prescrita. El tono de todo el libro es el de un sermón apo-calíptico, que nada se parece al tono ‘humorístico’ que dice Martín. Si Joa-quín de Bolaños pretende recuperar el temor a la muerte, para a través de éste, restablecer la virtud cristiana, es imposible pedirle sentido jocoso con la muerte. Y menos satírico. Por ello, a mi ver, las calaveras vienen de los epitafios mordaces de mediados del siglo XIX, no del sermón apocalíptico de Joaquín de Bolaños; que hace descripción deta-llada de los horrores de la muerte (las consecuencias condenatorias del alma atada al mundo, y la putrefacción del cadáver que muestra que el cuerpo nada es). Para que haya ‘clavera’ no basta que se escriba un verso rimado, que al sacarlo de contexto nos puede parecer (a los hombres del siglo XXI) divertido, sino el ambiente de fondo que lleva a la sátira. Y el apocalipsis, justamente, no permite ese fondo. Las calaveras vienen, por el contrario, de los textos críticos al barroco y su lú-gubre amenaza condenatoria, como por ejemplo las “Honras fúnebres de una perra”, del mismo siglo XVIII, que

es una parodia del género de las exe-quias barrocas escrito por un crítico ilustrado. El texto de Joaquín es con-tra la ilustración, y estas honras mor-daces vienen de los ilustrados. Luego aparecen, nos dice Claudio Lomnitz, “los epitafios que fueron utilizados con fines satíricos que proporcionaba la distancia irónica necesaria para que el humor penetrara en la solemnidad que aislaba a los poderosos. Esos epitafios humorísticos, a menudo políticos, lle-garon a ser conocidos como ‘calaveras’, y se convirtieron en ingrediente bási-co de la prensa política en los días de muertos, en especial entre los años de 1850 y 1890” (p.336). Pero Martín cayó bajo el encan-to del fraile de los hermanos menores, por lo que, creo, le atribuye demasiado.

Cuatro: lo que sigueEl texto de Letechipía nos da un paseo, además, por los festejos de la indepen-dencia, la celebración en el municipio de Pinos, Jerez y Sombrerete. Nos ofrece un viaje por la artesanía: dulceros, car-tonería, máscaras, lapidaria. Por la mú-sica de velorios, cantos varios con tema de la muerte (de los cuales nos ofrece las letras). La comida, de la que nos da la recetas. Y termina con una galería de fotografías en las que destacan la foto-grafía de los muertos-niños, o llamados ‘angelitos’. Así concluye este libro que es una gama de instantáneas de las ideas, prácticas rituales y costumbres popula-res del universo funerario de los zacate-canos. No sólo describe sino estimula el debate. Y eso, es bueno.

[email protected]é Guadalupe Posada

Libros

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LA GUALDRA NO. 76

Por Eduardo Campech Miranda

El juego: herramientapara formar lectores

Guillermo Cabrera Infante escribió un divertido y polisémico texto titu-lado Canción cubana: “¡Ay, José así no sé! / ¡Ay, José, así no! / ¡Ay, José así! / ¡Ay, José! / ¡Ay!” La ambigüedad es la columna vertebral de este juego de palabras. Muchas de las obras li-terarias están escritas con ese espíri-tu lúdico. Por tal motivo, uno de los mecanismos para entrar en contacto con niños, jóvenes y adultos que ca-recen o repudian el contacto con la lectura, y que más frutos da, es el juego. Sin perder de vista que éste es sólo un vehículo y no un fin mismo.Las dinámicas y estrategias de ani-mación a la lectura fundan su espí-ritu en ese ángulo juguetón del acto lector. A través del juego el ser hu-mano deja prejuicios y su conducta es más laxa, claro, el ánimo es de divertirse. Piénsese en el siguiente ejemplo: una persona muestra cierta resistencia natural a ser tocada en la cabeza, sin embargo, durante el jue-go, eso es posible y aún más, todo en una atmósfera de diversión. No obs-tante, toda actividad lúdica enfocada a acercar la lectura a la población debe encuadrarse en un marco de

Por Mateo EstradaGaviriaViernes, septiembre 5 de 2003 [Lega-nés. Casa de Wilmar. Once de la maña-na]. En este viaje he hablado poco. Con Wilmar menos. Casi todo está limitado a pedir en un restaurante, o en indagar la localización de un lugar. La parte no-ble del mutismo está en el privilegio de la vista y el oído. El Museo del Prado es de lo mejor que he mirado en la vida: Anti-noo (recordé Memorias de Adriano, de Marguerite Yourcenar); Velázquez y sus reyes cabalgando (en Zacatecas hay una escultura similar); Rubens y la generosi-dad de las carnes femeninas… El gol de David Beckham me provocó comprar su playera. Es su pri-mer gol en el Santiago Bernabeu. Lo anotó en el minuto 72 (agosto 27). Los otros goles fueron de Raúl y Ronal-do. Intenté adquirir la playera con los “manteros”; pero siempre coincidí con el arribo de la policía. Los vendedores ambulantes se desplazan como parvada de pájaros. Se instalan en áreas abiertas. No interrumpen el tráfico. Colocan las sábanas en el piso, con los objetos “pi-ratas” que venden: playeras del Real, cedés, pilas… Las mantas tienen hilos en sus extremos, para halarlas en el mo-mento en que la policía llega para hos-tigarlos… Flirteé con un mantero, un ébano humanizado. Martes, octubre 14 [Zacate-cas. Departamento en Los Gavilanes. Nueve de la noche]. La apropiación de la casa es lenta. Tiré lo que era exclusiva-mente de él. El fin estuve en Aguas. Recorrí el círculo… Mañana comienzo “a trabajar” en Soriana. Turno vespertino en fin de semana. Sábado, octubre 18. Es la se-gunda semana en el depa. Lo he mante-nido a raya del polvo. Me gusta comprar los trastos según los requerimientos. Hoy iré a una fiesta de la escue-la. Sigo sin encontrar ancla… Miércoles, octubre 29. Los co-rrillos en el trabajo se forman según la adicción: fumar, alcohol, jóvenes, cha-cales, jotitas… Dije que soy casado. He decidido ingresar al clóset, en el trabajo y en la escuela. Viernes, noviembre 1. Ayer fui a la zona de tolerancia. Es un lugar común y de “visita obligatoria”. Entré a un tugurio de travestis. Al inicio platiqué con el vie-jo de la barra. Su atuendo era de Morticia Adams. Bebí cerveza. Me propuso atender un cliente. Acepté. No fuimos al hotel. Al-quiló el cuarto que tienen en la azotea. Se accede a él, escalando unas escaleras de aluminio que están junto a la barra. Él no supo, o no quiso seguir… Pagó bien, ade-más tuve “fichas”…

reglas (escuchar al que tiene la pa-labra, la más básica). Piénsese cómo los exper-tos recomiendan cantar rondas, decir trabalenguas, retahílas duran-te la primera infancia. Todos ellos son juegos. Ya en la adolescencia, los albures y el doble sentido dan un toque de humor a ciertas con-versaciones. El éxito de programas como La Tremenda Corte o Derbez en cuando, son muestra de la acep-tación que se tiene por los juegos de palabras, juegos de lenguaje. En-tonces deberíamos contemplar esta forma de tomar el lenguaje como un camino hacia la lectura, y en parti-cular, hacia la literatura. Atrévase, piense y deje volar su imaginación, ¿qué está haciendo José, en el texto de Cabrera Infante? Si se aborda la lectura (e insisto, la literatura concretamen-te), desde una mirada solemne, an-quilosada, esclerótica, en contrapo-sición con la libertad que posibilita el juego, siempre habrá más ganas de tomar un videojuego que un li-bro. Aquí entra la flexibilidad, de la que hacía referencia la colaboración

anterior, y aquí se expulsan las pre-guntas absurdas que se pretenden responder en los reportes de lec-tura. Aquí, también, se observa la relación que tiene el mediador con la lectura: es un placer o una obli-gación con la cual hay que cumplir porque así está marcado. En la denominada auto-pista de la información encontra-mos infinidad de estrategias, tam-bién hay una variada bibliografía, sin embargo, creo que lo más efec-tivo (por la creatividad y reflexión que conlleva) es la creación propia de esas estrategias. ¿Qué puedo ha-cer con este libro, este texto o este fragmento?, ¿qué fibras me mo-vió?, ¿cuál pudiera ser mi versión? Jugamos a ser otros cuando somos niños. Necesitamos ser otros en la adultez, para salir de la monoto-nía, para sobrevivir a los embates del mundo, para entender el vérti-go de la sociedad. Y la lectura, nos permite crear otra cosmovisión, distinta a la que los medios masi-vos de comunicación ofrecen. Po-demos jugar ser otros para afianzar nuestro ser.

Arturo Souto, Prostíbulo, 1932

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12 de NOVIEMBRE DE 2012

Por Andrés Reséndiz Rodea*

Velasco y su Valle-Cuenca de México

A fines de agosto pasado, se cumplió el primer centenario luctuoso de José Ma-ría Velasco, un pintor cuya obra ha sido declarada patrimonio nacional. Fue el primero de esa importancia surgido en la historia del arte mexicano, destacando en su época como el principal exponente del paisaje. El Valle de México fue el moti-vo más relevante de sus óleos. A este es-pacio, ya desde la época novohispana y sin justificación explícita, se le denominó valle cuando en realidad era una cuenca (zona encerrada entre elevaciones oro-gráficas). Quizá el imaginario provocado por el espectáculo de su amplitud espa-cial contribuyó a esa oscilación nominal, quizá los esfuerzos del hombre por des-aguar los lagos lo convirtieron artificial-mente en valle. Pero nada resultó más sorprendente que su figura paradójica; alteridad sensorial de inmensidad y de bordes orográficos protectores. Ya desde el siglo XVII, al arribar al valle-cuenca los viajeros notaban una peculiaridad óptica de este anchuroso territorio, por ejemplo a Thomas Gage le parecía que se podían tocar con la mano las cosas a pesar de estar en la lejanía, en el siglo XIX Désiré Charnay repetía lo mis-mo y -citando a William Prescot- agre-gaba que “los objetos alejados tienen, en la atmósfera extraña de estas altas regio-nes, una frescura de tintes y una nitidez de contornos que parecen disminuir la distancia”. José María Velasco captó pictó-ricamente este efecto visual de la pureza atmosférica del Altiplano, pues los críti-cos de arte de su época mencionan que con esta perspectiva aérea el pintor podía “expresar el espacio (incluso) de un cen-*CENIDIAP, INBA 1 Gustavo Baz, “¡Si yo fuera pintor!”, publicado en El Domingo, 12 de enero de 1873, recopilado en La crítica de arte en México en el siglo XIX. Documentos III (1879-1903), México Imprenta Universitaria, 1964, p. 172.2 Alfonso Reyes, El paisaje en la poesía mexicana del siglo XIX. México Tipografía de la Viuda de F. Díaz de León, 1911, p.15.

tímetro de distancia a leguas” (Manuel G Revilla, 1892). Por su parte, Eduardo A. Gibbons decía que “la intensa rarifica-ción de esta atmósfera acerca mucho los objetos lejanos y los destaca de una ma-nera singular” (ca.1892). Velasco intuyó y aprehendió pictóricamente este fenóme-no del aire de las alturas. En el siglo XIX las vistas to-madas desde el sur y poniente del Va-lle de México resultaban complejas en su realización, pues lomas y arboledas obstaculizaban la visibilidad de los pin-tores para una composición abierta y extensa del espacio. No obstante, J. M. Rugendas, D.T. Egerton y el mismo José María Velasco, realizaron varias de ellas enfrentando a este problema en su cons-trucción. Hoy, es más difícil obtener esas perspectivas desde esa parte del valle, cuando a los obstáculos naturales se han agregado las enormes construcciones urbanas que han invadido incluso cerros y barrancas. Pero Velasco también exploró visualmente a este valle desde su lado norte, desde las orillas de la Sierra de Guadalupe. Desde esta orientación y al ascender a niveles más propicios, le sur-gieron sin obstáculos dilatadas superfi-cies, advirtió que la perspectiva se sentía más profunda y vasta; con ello el espacio parecía más valle en sus cuadros. Pero a la vez, en sus composiciones tuvo el ha-llazgo de recuperar la imagen de cuen-ca al alcanzar el volumen macizo de los límites opuestos. Figurativamente esta idea la acentuó con un episodio costum-brista y familiar que incluyó en el primer plano de su óleo Valle de México desde el cerro de Santa Isabel (1875).

En él, aparece una madre con su criatura en brazos caminando con un jovencito y un perro, por un sendero de la Sierra de Guadalupe, imagen maternal asociada a la representación de la cuenca como regazo de la nación, precisamen-te en el territorio de las alturas. Sitio singular y propicio para la inmensidad, en equilibrio con el límite protector de sierras y volcanes. Ante este óleo, Feli-pe López López declaró en 1876; “¿Qué mexicano podrá permanecer insensible en presencia de ese panorama, regazo maternal, seno de amores, origen de his-toria rica y foco de esperanza?”. Este emplazamiento al norte, también permitió al pintor incorporar en sus cuadros el paraje más sacro de los mexicanos, el cerro de la villa. No es casual que el pintor integrara en su obra esta localidad de alusión identataria y unidad, precisamente en una época en que era necesario reforzar esta sensa-ción; el país había sido afectado por la falta de unidad durante las invasiones extranjeras, de 1847 y 1864, previas a la obra de Velasco. La pintura Valle de México des-de el cerro de Santa Isabel, de 1875, no solo la copió Velasco en varias ocasiones para satisfacer la demanda que suscitó, sino que realizó otras versiones majes-tuosas, como la de 1877 donde, en lugar de la escena familiar, aparece el vuelo de un águila y una planta de nopal se des-taca. La visión de Velasco tiene un ante-cedente, Gustavo Baz, en 1872 (una año antes de que Velasco pintara su primer Valle de México), al subir a la mesa cen-tral describe el contraste entre la imagen de la costa y las selvas tropicales,

Artes visuales[…] la profusión de detalles, la exu-berancia de la vegetación […], todo contribuye a distraer el espíritu y ence-rrarles en un circulo limitado de goces inexplicables; pero al ir perdiendo las plantas de los trópicos poco a poco; al ir escalando las enormes cumbres que separan aquellas regiones de la mesa central, el alma se va ensanchando, va recobrando su serenidad, como el que vuelve de una embriaguez,[…], y al descubrir los inmensos y vastos ho-rizontes en cuyos confines se dibujan las elevadas y nivosas cimas del Popo-catépetl, el Ixtaccíhuatl y el Orizaba, ya no es semejante a la paloma que canta sus amores escondida en un breñal, sino el águila audaz que desea cruzar

aquella vasta extensión.1

José María Velasco, El Valle de México desde las Lomas de Dolores, 1875 José María Velasco, Autorretrato

De manera parecida Alfonso Reyes escribirá en 1911, poco antes del fallecimiento del pintor; “Nuestra natu-raleza tiene dos aspectos opuestos. Uno, la cantada selva virgen de América […], donde nuestro ánimo naufraga en ema-naciones embriagadoras, es exaltación de la vida a la vez que imagen de la anar-quía vital; los chorros de verdura por las rampas de la montaña; […] bochorno-sa vegetación; […] En estos derroches de fuego y sueño –poesía de hamaca y abanico- nos superan seguramente otras regiones meridionales. Lo nuestro, lo de Anáhuac, es cosa mejor y más tónica. Al menos, para los que gusten de tener a toda hora aler-ta la voluntad y el pensamiento claro. La visión más propia de nuestra naturaleza está en las regiones de la mesa central”.2

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LA GUALDRA NO. 76

AGENDACULTURAL NOVIEMBRE

Noches BlancasDel 16 al 18 de noviembre de 2012

JUEVES 15, 22 y 29Tradicional ConciertoBanda Sinfónica del Estado. Dir. Salvador García y Ortega. Plazuela Goitia / 19:00 horas

VIERNES 16, 23 y 30Todos al Centro HistóricoTardes de Salón. Kiosco del Parque Sierra de Álica. 18:00 horasCoordina: Casa Municipal de Cultura de Zacatecas

VIERNES y SÁBADOSLeyendas de ZacatecasFrente a Catedral / 20:00 horas

SÁBADOS 17 y 24

Sábados en la CulturaDanza, teatro músicaEscalinatas del Antiguo Templo de San Agustín y Plazuela Miguel Auza / 18:00 horasCoordinan: Casa Municipal de Cultura de Zacatecas y el Instituto Zacatecano de Cultura “Ramón López Velarde”

Restauración Virtual del Antiguo Templo de San Agustín. 20:00 horas

DOMINGOS 18 y 25Tradicional Concierto. Orquesta Típica de Zacatecas. Dir. Florentino RaygozaCasa Municipal de Cultura de ZacatecasEntrada libre / 19:00 horas

Viernes 1618:00 – 20:00. Taller Infantil de Piñatas tradicionalesCoordina: IDEAZ, Cupo Limitado. Patio del Centro Cultural Ciudadela del Arte. Dr. Hierro No. 303, Centro Histórico

18:00 – 20:00 Taller Infantil de Hoja de MaízCoordina: IDEAZ, Cupo Limitado. Patio del Centro Cultural Ciudadela del Arte

19:00 a 21:00 horasVisita al Museo Zacatecano Dr. Hierro No. 301, Centro Histórico-Video introductorio.-Recorrido Exposición Temporal “Ironías de la Sole-dad” de Alejandro Nava.-Presentación multimedia Mural “Historia de la Casas de Moneda en México”.-Visita a la Sala de Arte y Cultura Huichol.Admisión: $15.00

19:00 a 22:00 horasVisitas guiadas al Museo de Arte Abstracto “Manuel Felguérez”. Colón esquina Seminario, Centro HistóricoAdmisión: $60.00

19:00 a 22:00 horas Visitas guiadas al Museo “Rafael Coronel”Ex Convento de San Francisco s/n, Centro HistóricoAdmisión: $60.00

19:00 horas. Sociedad Coral Infantil de Zacatecas. Patio del Centro Cultural Ciudadela del Arte. Admisión: $20.00

20:00 horas. Taller infantil sobre arte huicholCupo limitado a 15 niños. Duración: 30 min.Museo Zacatecano. Admisión: $5.00

20:00 – 21:00 horas. Actividades lúdicas: Juguemos al azarExtensión Plazuela 450. Frente al Museo de Arte Abstracto “Manuel Felguérez”. Admisión: $5.00

20:00 horas. Muestra de cortometrajes: “Zacatecas, Cámara, Acción… “ Cineteca ZacatecasInterior del Centro Cultural Ciudadela del Arte

20:00 horas. Música: Ensamble AramaraNave del Museo “Rafael Coronel”Admisión: $20.00 (sólo concierto)Visita guiada al museo incluyendo concierto $60.00

21:00 horas. Baile Flamenco: TASSARBAPatio del Centro Cultural Ciudadela del ArteAdmisión: $20.00

21:00 horas. Cuentacuentos: Noches de luz de tenebraCía. de Narración Oral de Zacatecas. Nave del Museo “Rafael Coronel”. Admisión: $20.00 (sólo evento)Visita guiada al museo incluyendo evento $60.00

Sábado 17

18:00 – 20:00. Taller Infantil de Piñatas tradicionalesCoordina: IDEAZ, Cupo LimitadoPatio del Centro Cultural Ciudadela del Arte

18:00 – 20:00. Taller Infantil de Hoja de MaízCoordina: IDEAZ, Cupo LimitadoPatio del Centro Cultural Ciudadela del Arte

19:00 a 21:00 horas. Visita al Museo ZacatecanoDr. Hierro No. 301, Centro Histórico-Video introductorio.-Recorrido Exposición Temporal “Ironías de la Sole-dad” de Alejandro Nava.-Presentación multimedia Mural “Historia de la Casas de Moneda en México”.-Visita a la Sala de Arte y Cultura Huichol.Admisión: $15.00

Lectura de PoesíaGrupo Letra y VidaCasa Municipal de Cultura de ZacatecasEntrada libre / 19:00 horasCoordina: Casa Municipal de Cultura de Zacatecas

MIÉRCOLES 14, 21 y 28Todos al Centro HistóricoMiércoles de DanzónPlazuela Miguel Auza18:00 horasMUSEOS Y GALERÍAS

MUSEO DE ARTE ABSTRACTO MANUEL FELGUÉ-REZISMAEL GUARDADOArtista visual – 50 años de producciónPermanencia: 4 de diciembre

MUSEO FRANCISCO GOITIAMetáforas y AnalogíasDibujos y pinturasObra de Felipe de la Torre Permanencia: 16 de noviembre

FOTOTECA DE ZACATECASPEDRO VALTIERRAPaso del NorteAutor: Ramiro Durán RenteríaPermanencia: 25 de noviembre

Agua: riqueza naturalColectiva. Concurso nacional de fotografía Cuartoscuro 2012. Permanencia: 2 de diciembre

MATINÉDomingo 18, 12:00 hrs.LA TUMBA DE LAS LUCIÉRNAGASDir. Isao TakahataJapón/ 1988/ 93 min.

PELÍCULAS INVITADASMiércoles 14, 20:30 hrs.LOS BASTARDOSDir. Amat EscalanteMéxico/ 2008/ 90 min.

ZACATECAS, CÁMARA, ACCIÓNJueves 15,17:30 hrs. Proyección de cortometrajes hechos por alumnos de prepa 1, UAZ

CINE COMENTADO EN COORDINACIÓN CON LA MAESTRÍA EN INVESTIGACIONES HUMANÍSTICAS Y EDUCATIVAS DE LA UAZMartes 13, 9:00 hrs.EL AÑO PASADO EN MARIENBAD Dir. Alain ResnaisFrancia / 1961 / 91 min.

Miércoles 14, 9:00 hrs.EL ESPEJODir. Andrei TarkovskyUnión Soviéti ca/ 1975/ 106 min.

Jueves 15, 9:00 hrs.MUERTE EN VENECIADir. Luchino Visconti Italia/ 1971/ 127 min.

CICLO: HOMENAJE ERNESTO JUÁREZMiércoles 14, 18:00 hrs.HOMENAJE ERNESTO JUÁREZJUANA GALLODir. Miguel ZacaríasMéxico/ 1961/ 120 min.

La Cineteca Zacatecas está ubicada en calle Dr. Hierro #303, centro his-tórico de Zacatecas. La proyección de las películas se realiza de manera gratuita, con fi nes culturales y educativos.

Jueves 15, 20:00 hrs.EL CENTAURO PANCHO VILLADir. Alfonso Corona Blake México/ 1967/ 87 min.

Viernes 16, 18:00 hrs.LA COYOTADir. Luis Quintanilla R.México/1983/90min.

Sábado 17, 18:00 hrs.LA COYOTA DOS

CICLO: HOMENAJE LARS VON TRIERViernes 16, 20:00 hrs.EL ELEMENTO DEL CRÍMENDir. Lars Von TrierDinamarca/ 1984/ 103 min.

Domingo 18, 18:00 hrs.ROMPIENDO LAS OLAS Dir. Lars Von TrierDinamarca/ 1996/ 159 min.

CICLO: HOMENAJE WOODY ALLENSábado 17, 20:00 hrs.TOMA EL DINERO Y CORREDir. Woody Allen EUA/ 1969/ 85 min.

CICLO DE CINE PREPA 3En Fresnillo, Zac.

Jueves 15, 11:30 y 17:00 hrs.EL INFIERNOMéxico/ 2010/ 150 min.Dir. Luis Estrada

Jueves 22, 11:30 y 17:00 hrs.RANGODir. Gore VerbinskiEUA/ 2011/ 107 min.

MIÉRCOLES 14

Conferencia: De Gutenberg a google

Acto inauguralAutoridades del Instituto Zacatecano de Cultura “Ramón López Velarde”

Imparte Jair CortésBiblioteca Elías Amador del Museo Pedro Coronel20:00 horas

JUEVES 15 Unidad Academica de Letras de laUniversidad Autonoma de Zacatecas12:00 horas

Curso de novelaImparte Susana PaganoSala de usos múltiples del Centro Cultural Ciudadela de la Arte16:00 a 19:00 horas

Presentación del libroArchipiélago del desiertoPresentan: Godofredo Olivares, Edna Rodríguez, Jair Cortés. Modera: José SilvaSala Introductoria del Museo Zacatecano20:00 horas

VIERNES 16 Literatura en los estadosLectura de textos a cargo de los participantes Centro de Actualización del Magisterio11:00 horas

Literatura en los estadosLectura de textos a cargo de los participantes

12:00 horasEscuela NOrmal Manuel Ávila Camacho

Curso de novelaImparte Susana PaganoSala de usos múltiples del Centro Cultural Ciudadela de la Arte16:00 a 19:00 horas

Presentación del libroTeoría de las catástrofes de Tryno MaldonadoPresenta: Joel Flores y Gonzálo LizardoFoyer del Teatro Fernando Calderón20:00 horas

SÁBADO 17 Curso de novelaImparte Susana Pagano Sala de usos múltiples del Centro Cultural Ciudadela de la Arte 10:00 a 14:00 horas

Presentación del libroMinibicharioJosé Manuel Ortiz Soto, Enrique Ramírez García, Jesús Humberto Olague AlcaláModera: Diana Raquel Hernández MezaPetroteca Agustiniana del Antiguo Templo de San Agustín17:00 horas

Recordando a María Luisa PugaParticipa: Isaac Levín, Raúl Mejía y Martha ParadaModera: Leticia GarcíaPetroteca Agustiniana del Antiguo Templo de San Agustín19:00 horas

Clausura

19:00 a 22:00 horasVisitas guiadas al Museo de Arte Abstracto “Manuel Felguérez”Admisión: $60.00

19:00 a 22:00 horas. Visitas guiadas al Museo “Rafael Coronel”Admisión: $60.00

19:00 horas. Música: Compañía de Ópera de ZacatecasPatio del Centro Cultural Ciudadela del Arte. Admisión: $20.00

20:00 horas. Taller infantil sobre Arte Huichol. Cupo limi-tado a 15 niños. Duración: 30 min. Museo Zacatecano. Admisión: $5.00

20:00 – 21:00 horasActividades lúdicas: Juguemos al azarExtensión Plazuela 450Frente al Museo de Arte Abstracto “Manuel Felguérez”Admisión: $5.00

20:00 horasMuestra de cortometrajes: “Zacatecas, Cámara, Ac-ción…”Cineteca ZacatecasInterior del Centro Cultural Ciudadela del Arte

20:00 horasMúsica: Ensamble CubanoNave del Museo “Rafael Coronel”Admisión: $20.00 (solo concierto)Visita guiada al museo incluyendo concierto $60.00

21:00 horasDanza árabe: ShahadanaPatio del Centro Cultural Ciudadela del ArteDr. Hierro No. 303, Centro HistóricoAdmisión: $20.00

21:00 horasCuentacuentos: Noches de luz de tenebraCía. de Narración Oral de ZacatecasNave del Museo “Rafael Coronel”Admisión: $20.00 (sólo evento)Visita guiada al museo incluyendo evento $60.00

Domingo 18

19:00 a 22:00 horasVisitas guiadas al Museo de Arte Abstracto “Manuel Felguérez”Admisión: $60.00

19:00 a 22:00 horasVisitas guiadas al Museo “Rafael Coronel”Admisión: $60.00

19:00 a 21:00 horasLeyendas de Zacatecas: Grupo HistriónicaMuseo ZacatecanoVisita y evento $15.00

19:00 horasDanza contemporánea: Artefacto móvilPatio del Centro Cultural Ciudadela del ArteAdmisión: $20.00

20:00 horasMuestra de cortometrajes: “Zacatecas, Cámara, Ac-ción… “Cineteca Zacatecas

20:00 horasMúsicaOrquesta Filarmónica de ZacatecasNave del Museo “Rafael Coronel”Ex Convento de San Francisco s/n, Centro HistóricoAdmisión: $50.00 (solo concierto)Visita guiada al museo incluyendo concierto $80.00

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12 DE NOVIEMBRE DE 2012

Por Simitrio Quezada

Si es usted licenciado en derecho o hidrólogo, pueden no interesarle las siguientes líneas. O quizá sí, sólo para con� rmar ante sus amigos lo que se-guramente les ha explicado más de una vez: la diferencia y signi� cados de las palabras “encausar” y “encau-zar”. Bienvenidos a El Picaporte. “Encausar”, como ya habrán deducido mis ilustrados lectores, proviene del sustantivo “causa”, en el sentido de causa o proceso judicial. Así que debemos ceñir el verbo que nos ocupa en el campo semántico del derecho. Podemos decir, con toda legitimidad, que, a partir de su de-tención, el sospechoso de un cri-

Encaucemos aquí una aclaración

men se convierte en encausado por tal delito. “Encauzar”, en cambio, vie-ne del sustantivo “cauce” y tiene dos signi� cados: uno literal y otro meta-fórico. El primero se circunscribe al signi� cado de crear un cauce o llevar una corriente de agua por un cauce. Un ejemplo es: “El río que se desbordó hace dos días fue por fin encauzado hoy”. Ahora viene lo más in-teresante: “Encauzar”, este verbo “hidráulico”, por llamarlo de algún modo, puede aplicarse metafórica-mente a diversas situaciones. Encaucemos nuestros es-fuerzos para lograr este objetivo.

Los niños deben encauzar su energía en el gozo diario. Sus propuestas serán encauza-das correctamente en esta lluvia de ideas. Quiero que usted encauce esta consigna al mejoramiento de nuestro proyecto. La clave está, más que en comprender las tareas de licenciados en derecho e hidrólogos, en aprender que “encauzar” se re� ere a guiar, diri-gir, encaminar; y “encausar” va por la misma senda de procesar en un juicio. Espero que la presente ex-plicación haya quedado perfecta-mente encauzada, y no se encause por violar alguna ley sagrada de la gramática española.

In any other country¿Qué es el amor? ¿Por qué mentimos? ¿Es necesario mentir? ¿Necesitamos el sexo? ¿A dónde vamos? ¿Por qué sufrimos? ¿Por qué gozamos? ¿Por qué somos felices?.. Son las preguntas planteadas a un monje por una esposa abandonada en algún pue-blo coreano o In another country. Qué vanas y cómicas son estas preguntas cuando están hechas en un en-torno que busca constantemente el goce inmediato, desentendido de las “cuestio-nes trascendentales de la humanidad”, y aun más cuando las formula un personaje ficticio en una película. Suena a redundancia, “ficticio” y “película”. Parece que es una nueva ola la idea del cine al desnudo, confesamente producto de la literatura. Declaratoria de ser producto de la ficción. Descarnando los restos del sentimiento de realidad en la pantalla. Saber que lo que estamos vien-do es el resultado de la pluma de uno de los personajes que aparecen en el film, ya lo hemos observado en cintas como Dans la maison (En la casa) y Au galop, pero en ésta el tema es descarado y el resultado delicioso. Es un cine que expone con lu-cidez el proceso de su creación. De cómo nace y se gesta la historia que, aunque, fic-ticia conserva los prejuicios y modos de la cotidianidad que lo humaniza. Isabelle Huppert encarna, en tres historias diferentes, el personaje de Anne, una francesa que será directora de cine con ánimos de libre amante; ama de casa dócil e ingenua pero infiel; y esposa abandonada con ganas de beber alcohol y de mantener relaciones sexuales. Tres relatos acontecidos en una pequeña bahía coreana e inventados por una chica que anhela ser escritora y cuya inspiración sobreviene justo cuando su familia ha caído en la desgracia por el desprestigio de un tío delincuente. Ficticias las historias sí, pero llenas de humanidad. Coreanos que bal-bucean el inglés para los turistas, que bus-can embaucarlos, agasajarlos y poseerlos: pueblerinos que repiten el mismo ritual con cualquier turista. Sang-soo Hong, director de In another country, ha sido siempre provoca-dor y en esta ocasión no hace excepción. Y es que, qué tan identificados podemos sentirnos –como miembros de una na-ción, México por ejemplo- cuando los propios paisanos advierten a la cordial turista contra el oportunismo de sus com-patriotas. Pero no es la única provo-cación. La frivolidad y uso limitado del lenguaje, reducido a su estadio de la prac-ticidad, aplicado para cubrir las meras ne-cesidades básicas -comer, coger y defecar- aparece por lo telegráfico de una lengua que no es la materna para ninguno de los personajes. Es un film para reírse con él y de nosotros mismos; definitivamente, hay que verlo.

Conquistadores

Desayuno en Tiff any’s, mon kuPor Lluna Llecha yCarlos Belmonte

Para la profesora Herminia López, con aprecio

Page 12: La Gualdra No.76, Lunes 12 de Noviembre del 2012

LA GUALDRA 76 / 12 DE NOVIEMBRE DE 2012

Por Roberto Galaviz

Poema lanzado al océano en una botella sin corcho*

Alejados tú y yo / como el mar .de tierra firme.separados sólo por el borde de la playatu espalda de mis manos a una distancia vectorizadade tus ojos, mis ojosatrapados en la penúltima ola de la tardeen las caricias incompletas te pienso -aún- cuando estamos tan juntosque entre los dos no cabe ni un pequeño pensamiento.

en los ruidos olvidados por la noche nos consagramos

al no tenerte, nos tenemosy al tocarnos desaparecemos-cubismo impresionista de un pintor que olvidólas palabras para inventarnos, y que en cambioel pincel hundió en la justa espuma para pintarnos- sal y melancolía en un lienzo que es el borde de un océano en tu cuerpo blanco que al amanecer es siempre un milagro.

Por Fernando Cuervo

Al regresar a la aldeaCaminabas sin detenerte, el viento repetía su constante golpe contra tu rostro. Fácilmente te confundías con la blanca espesura que a lo le-jos, en lo alto de la colina se lograba observar. Todos dormían aún en la calidez de los cobertores. Los caba-llos y sabuesos te buscaban desde hacia tres semanas. Pensábamos que te habías ido para no volver jamás. Pero tu familia nos informó que tus cosas seguían intactas, sin señal de que hubieras decidido abandonar la aldea. Las ancianas te rezaban fer-vientemente en la capilla y los niños sentían la preocupación de tu ausen-cia. Aquí siempre te valoramos por tu carácter y humildad, yo me con-sideraba tu hermano menor. Cuan-do estabas tan cerca, algo te detuvo, como cuando los animales se que-dan quietos al verse inmersos en la trampa de sus presas. Yo te vi, sé que fue así; podría jurarlo. Me levanté muy temprano para cortar la leña y no sufrir tanto en una posible neva-da. Cuando fijé mi mirada en tu si-lueta que se divisaba en el inicio del valle me alegré, pero cuando te que-daste quieto presentí tu duda. Quise gritarte tu nombre, sin embargo mi perplejidad me dejaba mudo e in-

móvil ante tu decisión de regresar en tu propio andar, primero de manera dubitativa, luego más apresurado y finalmente huir corriendo. “Santiago…”, susurré al perder tu imagen en la neblina. No dije ni una palabra a los demás. No entendía tus razones pero las res-petaba. El día que llegó tu carta, yo era el más interesado en saber qué había sido de ti. Todas tus palabras eran formalmente una disculpa y una notificación de que te encontra-bas bien. Anhelaba saber más, todos se conformaron excepto yo. Por eso decidí salir a buscarte. Al menos, tenía que pedirte una explicación, por breve que fuera. En tu carta nombrabas que tu estadía no se en-contraba muy lejos, de tal modo que no preparé mucho mi viaje. Pensaba regresar en un par de días. Cuando empecé a salir de la aldea el frío au-mentaba cruelmente. Mis labios ro-tos eran el ejemplo claro del ardor en mi cara, pero me decía “sólo ne-cesito platicar un poco con él, allá el clima debe estar mejor y si no es así, quizá pueda darme hospedaje”. El gélido ambiente me en-tumía los músculos cuando subía la empinada colina. Empecé a dudar si

podría seguir caminando sin sufrir las catástrofes de los hombres que se han perdido en la misteriosa natura-leza. Entonces, recapacité mi deseo de verte y saber por fin los motivos de tus acciones de aquella mañana. Anhelaba tanto saber por qué no re-gresaste pero decidí volver ya que no podía seguir caminando con ese frío insoportable. Con el ánimo bajo y la esperanza perdida, me volteé para re-tornar, pero la aldea no se divisaba, ya no estaba. No existía ni una caba-ña, sólo un monte raso y llano como

si nadie lo hubiera habitado nunca. Me quedé inerte en la neblina que repasaba mis tobillos, tuve miedo de lo que observaba, de aquel lugar soli-tario, tanto temor que no hubiera so-portado volver y no hallar a mi fami-lia ni a mis amigos ni a nadie que me explicara algo. Así que empecé a ca-minar asustado en dirección contra-ria, después más rápido y finalmente corriendo con todas las fuerzas que pude, imaginando que tal vez algún día pudiera regresar.

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Joan Miró, Botella de vino, 1924

Joan Miró, Paisaje catalán, 1923