La Fundación Banco Santander lanza la tercera edición de “Nostalgia, intimidad y aristocracia”
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AGUSTÍN DE FOXÁ SE CONVIERTE EN UN ÉXITO DE VENTAS DE LA COLECCIÓN OBRA FUNDAMENTAL
La Fundación Banco Santander lanza la tercera edición de “Nostalgia, intimidad y aristocracia” Entrevista a Jordi Amat en Canal Youtube Fundación Banco Santander El País: “Agustín de Foxá sin clichés” ABC: “Agustín de Foxá perfilado mucho más allá de los prejuicios” La Razón: “Un Agustín de Foxá sin censuras” XL Semanal: “Siguen desde la Fundación Santander, con su Colección Fundamental, recuperando lo más granado del pasado” El Cultural: “Agustín de Foxá, comido de íntimas melancolías y derrotas, no merece el olvido, como el presente tomo atestigua notablemente” Luis Antonio de Villena ABC Cultural: “Foxá siempre divierte y emociona. Nostalgia, intimidad y aristocracia ofrece un excelente florilegio” Luis Alberto de Cuenca Andrés Trapiello: “Aporta mucho, sobre todo para la gente que no lo conozca” Luis María Anson: “Me ha parecido un acierto la decisión de ofrecer un volumen de la obra fundamental de Foxá” Nostalgia, intimidad y aristocracia, de Agustín de Foxá (Madrid 1906-1959), recoge los escritos más desconocidos de este poeta, escritor, dramaturgo y articulista; desde su obra de teatro más intensa, Cui-Ping-Sing, a sus cuadernos de la Guerra Civil, una selección de cartas a su familia, artículos del frente finlandés y Leningrado junto a Curzio Malaparte durante la II Guerra Mundial y crónicas de América junto a cartas describiendo el boicot de exiliados a una gira poética de Rosales, Panero y Foxá. Todos estos textos ofrecen al lector “una mirada nueva y desprejuiciada” del autor en opinión del antólogo y prologuista de este libro, Jordi Amat. Con este volumen, Nostalgia, intimidad y aristocracia, de la Colección Obra
Fundamental de la Fundación Banco Santander (www.fundacionbancosantander.com),
se descubre a un Agustín de Foxá (Madrid 1906-1959) aún desubicado en la historia de
la literatura española. Andres Trapiello y Luis Alberto de Cuenca presentaron el
volumen confesando su admiración por el escritor madrileño.
Poeta, novelista, dramaturgo y escritor de periódicos, guionista
cinematográfico, la figura de Foxá se resiste a ser enclavada en los manuales de la
historia de la literatura. En palabras de Gregorio Marañón fue “la figura literaria más
reacia de las generaciones que nacieron al comenzar este siglo en España”. “Un
conservador de las infancias perdidas” para Ridruejo. Su adscripción ideológica
tampoco ayuda. Simplificado como prosista de Falange, en opinión de Jordi Amat fue
más monárquico que falangista para terminar siendo “confortablemente” franquista.
En su vida nobleza, diplomacia y literatura quedaron engarzadas. Desde 1933 se
aproximó a los círculos de poetas de la joven literatura, para criticar después
abiertamente a poetas de la Generación del 27 como Alberti o Altolaguirre: “los
poemas de Alberti, de Cernuda, de Miguel Hernández son poemas de laboratorio, sin
fuerza ni hermosura, equívocos, cobardes y llorones, donde están ausentes la pasión
de la mujer y la alegría de la batalla”. Sin embargo, a Altolaguirre siempre le
despertaría “viva simpatía” por su carácter.
Uno de los momentos estelares de la vida de Foxá es su encuentro de 1933 con
Buñuel. El cineasta le invitó a ver la proyección de La edad de Oro, pero él prefiere
asistir al primer acto público del partido de un amigo, José Antonio. Hablamos de La
Falange. “Una elección significativa” dice Amat, que cambiará el pulso de su vida. En
opinión del antólogo, para Foxá, José Antonio más que un político es un poeta, “el
primer político español que afirma que los pueblos son construidos por los poetas”. De
entre los prosistas de Falange, desempeñará un papel especial. Sería voz cantante del
Cara al sol, que en opinión de Umbral es “una buena pieza de poesía bélica”.
Una vez empezada la guerra, el Foxá diplomático se convertirá en espía, algo
que sabemos gracias a su dietario personal, de gran importancia por su “valor
autobiográfico y literario”. Teóricamente leal a la República tras firmar un decreto de
adhesión a la carrera diplomática, Foxá hizo desde Bucarest un doble juego como lo
hacían otros diplomáticos de la Embajada. En el 37 figuraba ya su nombre entre los
afectos a la causa franquista. Todavía, entonces, era un escritor casi desconocido, pero
nos dice Jordi Amat que “a lo largo de la guerra y por la guerra, en tanto que
comprometió su escritura con un bando para combatir al otro, iría convirtiéndose en
figura literaria de la nueva sociedad literaria”.
Foxá, en sus labores de propaganda, colaboró en el retrato destructivo de
Manuel Azaña, haciendo llegar a Franco los cuadernos originales de Azaña. Esto y otras
anécdotas, incluidas algunas sufridas en primera persona, las utilizó para su novela
Madrid, de corte a checa que le convirtió en referencia cultural de entonces. “A los 33,
gracias a su corpus bélico, se había convertido en figura prestigiosa de la cultural del
fascismo español”.
Jefe de la Falange y las JONS en Italia en 1940, narró en páginas memorables las
circunstancias de la muerte de Alfonso XIII en Roma, unas vivencias privadas y
desconocidas durante años y que se reproducen en este volumen en el apartado de
Papeles personales. A finales de 1941 se traslada al norte y en 1942 al frente finlandés,
y más concretamente, al lago Lagoda, enclave frente al sitio de Leningrado, donde
enviaría ocho crónicas a ABC, coincidiendo con el corresponsal del Corriere Della Sera y
escritor Curzio Malaparte; de Foxá Malaparte diría que “es profundamente católico,
pero al modo español…tiene libertad de espíritu que nada ha de envidiar a la libertad
de espíritu volteriana”. Foxá maduró allí como corresponsal, conviviendo con soldados
y descubriendo una nueva forma de vida. Esta serie “es la más coherente de su
extenso corpus periodístico…a pesar de la ideologización inevitable, contiene páginas
vibrantes y reafirma la brillantez estilística de Foxá”, dice Jordi Amat.
Dramaturgo de éxito, como demuestran Cui-Ping-Sing -obra de culto para
muchos y no publicada desde hacía décadas-, Gente que pasa (estrenada en 1943) o
Baile de capitanía, sus nuevos intentos poéticos y sus artículos nunca tuvieron tanto
eco como su espléndida novela de guerra. A partir de 1944 sería, según Amat,
considerado sobre todo como articulista. Foxá, moralista nostálgico, se posiciona ante
el bombardeo de Hiroshima y Nagasaki diciendo que “por este camino vamos derechos
a la destrucción de todo lo existente”.
Tras su boda, se convierte en un moderno cronista de Indias, siendo destinado
como diplomático a Montevideo y a Buenos Aires poco después. A finales de 1949
Foxá participó en una Misión poética organizada por el gobierno franquista en diversos
países iberoamericanos junto a Rosales, Panero y Zubiarre, y el escritor le contaba a su
madre (en cartas tragicómicas que se recogen en esta antología) la incomprensión y el
boicoteo al que fueron sometidos por los círculos de exiliados. “Tuvimos conciencia de
la incomprensión que, en ciertos sectores, existen todavía, frente a la realidad
española”. Poco después Foxá iría a La Habana y a finales de 1956 fue nombrado
académico (aunque no llegó a tomar posesión). Terminó su andadura diplomática en
Manila, de donde volvió prácticamente muerto en vida. “Castiella (el Ministro) me
manda al matadero”, diría. Así fue. En opinión de Jordi Amat, la pervivencia de Foxá en
la consideración literaria estuvo lastrada por los cambios de valoración ideológica que
empezaron a consolidarse tras la derrota del Eje en la II Guerra Mundial.