La frontera

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No.6 de la revista Preferiría no hacerlo

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EditorialLa postmodernidad nos ha mostrado los límites del mundo

y del individuo. Los metarrelatos, aquellos que aspiraban a dar cuenta del sentido de nuestro lugar en el universo, han fracasado. La física cuántica y la deconstrucción le han dado al ser humano, ése que nació con la modernidad y que aspiraba a explicarlo todo, un revolcón de humildad ¿Habitamos en la paradoja de ser animales racionales en un mundo irracional? ¿Se debe a eso la extraña fascinación que en nuestra mente despiertan las paradojas?

La paradoja nos muestra, en cierto sentido y desde mucho antes de que existiera la mecánica cuántica, los límites de la razón, ese privilegiado instrumento del que tantas veces se ha jactado a lo largo de su historia el ser humano. Todos los cretenses mienten, dijo Epiménedes el cretense mucho antes del gato de Schrodinger, y no podía ni estar mintiendo ni estar diciendo la verdad. En Bartelby el escribiente, de Melville, el tal Bartelby es, como indica el título, un escribiente que, cada vez que su jefe le pide que escriba algo, responde: preferiría no hacerlo, y no lo hace. La paradoja del escribiente –el escritor- que no escribe, la literatura como animal asediado por el silencio.

Preferiría no hacerlo es una revista que pretende hacer -y en la paradoja se recrea- de la literatura un divertimento. De ella venimos y hacia ella andamos, construimos un mundo al cual ir, lo construimos poco a poco, partiendo de las palabras y de la apertura de horizontes que la posmodernidad nos dio. Somos la aporía del mundo, el espíritu crítico que encuentra en la literatura su sitio más querido, el lugar privilegiado en el que se transforma –se genera- la realidad. Partimos de la negación del escribiente Bartelby para reaccionar contra el mundo lógico y nos dejamos embarcar en el río de la resignificación del nuestro. Venimos de la frontera, de la orilla, de lo extraterritorial, para decir nada y todo, para decirnos que somos el mentiroso de Creta y sólo decimos la verdad.

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Índice Mayo 2011

Presentación

01. Tahiche Rodríguez La familia, unida/ Rotuladores/ Las cosas claras

02. Salvatore Maldera Las manos de Dios

03. Inma Ponce Torres Heisenberg

04. Raúl Del Valle Las manos del hombre

Bestiario

Ficciones Relatos

01. Ollin Rafael Esperando a los bárbaros

02. David Roas Das Kapital

03. Salvatore Maldera Todo límite es un nuevo hogar

04. Ollin Rafael Agujeros de gusano

05. Anaïs Egea En mi

06. Esmeralda Barreyro Fuera

07. Raúl del Valle Turno de guardia

08. Alícia Carreras Bonet I'm lovin' it

09. Albert Mesas E = m C2

Microrrelato

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Tubo de Ensayo Crítica

Interlunio

01. Jaume Llorens La frontera del oeste y la visión heroica de la historia americana

02. Laura Orlandini “La Trieste di Magris”. Riflessioni ai bordi della frontiera

03. Guillem Laporta La realidad y la frontera

04. Daniela Poch Paz La representación de la experiencia en Hunter S. Thompson y el Nuevo Periodismo

05. Violeta Serrano García Vigilancia, clasificación, sutileza

01. Mareva Mayo

02. Carlos Skliar

01. Inma Ponce Torres Fronteras Artificiales: Reseña de El microrrelato. Teoría e historia de David Lagmanovich

02. OllinRafael Las fronteras del imperio

03. Daniela Poch Paz Recuerdos de infancia

Libros

6

Poesía

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Presentación

La mayoría de fronteras son, en tanto que construidas, ficticias, pero eso no quiere decir que no existan. El espacio que separa al individuo de la frontera es el espacio que va del yo al nosotros. Hacia dónde enfoquemos el límite de ese nosotros determina el tipo de frontera que trazamos. La patria. El género. La normalidad. Ser español o sueco; norvietnamita o togolés; hombre o mujer; loco o cuerdo. Fronteras que, como si fuéramos diccionarios con piernas, nos definen y que, en todos los casos, son discutibles.

Otras son incluso más íntimas: el límite del yo, el lugar en el que acaba el mundo y empieza uno mismo. La piel, podría decir cualquier occidental de tres al cuarto. Mis libretas, replicaría otro que se las da de poeta. Mi sombra, mi aliento, mi saliva, el lugar en el que enterraron la placenta en la que crecí, me podría contestar un ndowe si para él tuviese algún sentido el sustrato dualista de mi pregunta. Como se ve, también esta frontera es altamente discutible.

Cuando el nosotros es una nación, las fronteras se defienden a sangre y fuego, a través de guerras y tratados que delimitan nuestro territorio y que se plasman como cicatrices en los mapas geopolíticos de turno. Cicatrices semióticas cuyo preciso dibujo informa del tipo de herida que la originó; sucesivas guerras entre naciones como en el caso de la frontera entre Francia y Alemania o el preciso trazo de un tiralíneas fruto del extraño virus expansivo del que desde antiguo han hecho gala las potencias europeas como en el caso de gran parte de las fronteras que cuadriculan el continente africano.

Luego están las de verdad, las evidentemente tangibles, aquellas de las que nadie duda. Las fronteras naturales: los Polos, el Océano, el Desierto, la Atmósfera misma. Fronteras en tanto que espacios vedados a la supervivencia del ser humano –a pesar de los innuits, los buzos, los tuaregs y los astronautas-. Son fronteras indiscutibles que sin embargo se discuten, y de esa discusión surge toda la épica de las grandes exploraciones, la carrera espacial, Lawrence de Arabia, la lucha por ser el primero en plantar una bandera en el mismísimo Polo Sur.

La frontera como límite, como reja, como alambrada. Pero también como territorio fértil para la transgresión y el mestizaje; como excusa para cruzar del otro lado, para poner en práctica la capacidad del ser humano –esa cosa- para desvelar la porosidad que reside en la esencia de todo muro.

Sobre, contra, desde la frontera

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Ficciones

Ollin Rafael Esperando a los bárbarosDavid Roas Das KapitalSalvatore Maldera Todo límite es un nuevo hogarOllin Rafael Agujeros de gusanoAnaïs Egea En miEsmeralda Barreyro FueraRaúl del Valle Turno de guardiaAlícia Carreras Bonet I'm lovin' itAlbert Mesas E = m C2

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Ollin Rafael

Esperando a los bárbaros uando abrí la puerta de casa descubrí que el sitio en el que estaba era totalmente diferente al habitual. Y con esto no quiero decir, no malinterpretéis mis palabras, que fuese superficialmente distinto, de hecho todo mantenía su común apariencia: la moqueta gris del pasillo, el espejo en la pared del fondo, la luz que a esa hora ilumina cálida y transversalmente la maleta sin usar, las cartas amontonadas. Todo se mantenía exactamente igual, como los tres mil quinientos sesenta días anteriores en los que, de la misma manera, a esa justa hora del día abría la puerta. Y sin embargo era como haber abierto una puerta desconocida hacia el interior de una casa ajena.

Por eso me quedé clavado, aguantando la respiración, muy tenso, esperando que en cualquier momento apareciese una mujer inédita, aunque no de mal mirar, que al verme

gritaría desesperada llamando la atención de los vecinos, que no tardarían, a su vez, en llamar a la policía. ¿Y yo qué podría contarles, que me había confundido de puerta, de piso, de edificio, incluso de calle, pero que lo que yo en verdad quería era llegar a mi casa despuésde un largo día de trabajo, recostarme frente al televisor y dormir? ¿Acaso les podía decir que yo a aquella mujer ni la conocía?

¿Y si en lugar de la mujer apareciese un hombre cualquiera? ¿O no uno cualquiera, uno impresionante, de espaldas anchas y potentes, prominentes brazos y ojos furiosos, que al verme, primero sorprendido, después recompuesto, recordando los meses del gimnasio y las clases de Yu-Yitsu, se lanzaría hacia mí profiriendo un grito bárbaro y salvaje, al que yo no hubiese respondido, visto mi resignado carácter, más que con un silencio disparatado y, dada la situación,

Ficciones

C

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absurdamente audaz?¿O tal vez viese atravesar el pasillo a un pequeño

niño que, al verme, se precipitará con paso trémulo pero incansable, alzando sus pequeños y regordetes brazos en el más tierno ademán hacia este desgraciado progenitor que no lo reconocerá y que asegurará no haberlo visto jamás? ¡A su propio vástago! Lo que por otra parte es innegable, pues tiene esos mismos ojos que él recuerda haber observado en tantas fotos infantiles que, en casa de sus padres, se esfuerzan por desaparecer.

¿Y si del fondo del pasillo veía surgir su propia forma, sus mismos hombros cansados, su abrigo arrugado, su cabello desparramado, su caminar oscilante y tristemente alcohólico por la obligada

escala en el bar de abajo al cual se arrimaba día sí y día también para beberse las últimas horas de la tarde y de la conciencia? ¿Y si veía acercarse la viva imagen del hombre fugaz y acabado que era él mismo y que, al verse, sin el mayor sobresalto, caminaría en su dirección, lento pero sin dudas y que, ya de cerca, con la misma mirada del niño estúpido que fue, extendiese sus brazos para darle un tierno abrazo, en ese profundo reconocimiento del que no ve a otro sino a sí mismo?

¿Y si de la misma manera decido no entrar, quedarme en el dintel de la puerta por algunos segundos y después, con el mayor de los sigilos, desaparecer?

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FiccionesDavid Roas

¡Hay tantas cosas en la vida más importantes que el dinero!

¡Pero cuestan tanto!

Groucho Marx

verbooking. Los labios de la señorita

que me atiende tras el mostrador de Swiss

Air acaban de pronunciar la temida palabra.

Para una vez que llego al aeropuerto con

bastante antelación, resulta que el avión

ya está lleno. La empleada, muy amable, se

disculpa (Désolée, monsieur), me entrega

una tarjeta de embarque sin asiento asignado

y me pide que me dirija a la puerta A-8,

donde sus compañeros tratarán de arreglar el

problema. Sé que debo confiar en la eficacia

helvética, pero, dado mi natural pesimismo,

algo en mi interior me advierte de que el día

ya no puede depararme nada bueno.

Aparto de mi mente tales pensamientos

y me dirijo, siguiendo las instrucciones de

la amable empleada, a la puerta A-8. Paso

sin dificultades los diversos controles, me

acerco al mostrador de la compañía, y tras

explicar mi problema a las dos personas que

me atienden, éstas me piden que me siente

y espere. Al parecer, no soy el único con

dicho problema. Una pareja me observa y

sonríe como diciéndome Sí, a nosotros nos

ha pasado lo mismo. Abro el macuto, saco

un libro y me sumerjo en su lectura para

entretener la espera.

Al cabo de un rato que se me hace eterno,

uno de los empleados de Swiss Air que antes

me han atendido se me acerca y me entrega

una tarjeta de embarque. Pero al revisar el

Das Kapital

O

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billete, recibo la segunda sorpresa del día,

pues me han asignado un asiento de primera

clase. Como tiene que tratarse sin duda

de un error, voy raudo a comunicárselo

a los empleados de Swiss Air, quienes, sin

abandonar su amabilidad, aunque con cierto

retintín de condescendencia, me dicen

que no me preocupe, que no es ninguna

confusión, sino que es algo usual recolocar

a un pasajero de segunda clase (dicho así

suena fatal) en primera.

Al entrar en el avión no puedo reprimir un

escalofrío. Un mundo nuevo (sí, lo confieso,

es mi primera vez) se abre ante mí. Nervioso

como un niño en la noche de reyes, me

dirijo a la plaza que me han asignado: allí

me espera un enorme asiento de cuero gris

donde me arrellano con un leve gruñido de

placer. Compruebo, casi con lágrimas en los

ojos, que puedo estirar las piernas con toda

comodidad.

Antes del despegue, una azafata reparte con

una amplia sonrisa periódicos, chocolatinas

y agua (su acostumbrado uniforme azul me

parece más sobrio y elegante que nunca).

Un decepcionante pensamiento aflora

enseguida en mi mente: ahora seguro que me

dice que a mí no me dan nada de eso porque

no he pagado el billete correspondiente. Me

equivoco (otra vez), y recibo, agradecido,

los mismos presentes que el resto de mis

compañeros. Tras comerme la chocolatina,

abro el recipiente del agua. Resulta deliciosa.

Agua de primera, me digo, haciendo un

chiste fácil.

El avión despega cómoda, limpiamente.

En pocos minutos, se estabiliza y la amable

azafata de antes empieza a servir la cena. Más

sorpresas: la trucha está exquisita, el vino es

un Mosela estupendo (250 cc.), el postre de

chocolate es sublime (la azafata, al verme

disfrutar, me trae otro plato, guiñándome

un ojo), incluso el café resulta excelente... Y

todo acompañado con inesperados cubiertos

de metal (busco, disimuladamente, caras

semíticas a mi alrededor, pues les están

entregando el avión en bandeja; pero mis

miedos son infundados).

Me levanto y voy al baño. Antes de

regresar a mi plaza, siento la irreprimible

tentación de mirar al otro lado de la

cortina que la azafata, como es habitual,

ha corrido tras el despegue para aislar la

zona de primera clase (un acto que en mis

anteriores vuelos siempre he sentido, desde

mi asiento de segunda, como un insulto).

Pero mi curiosidad no está motivada porque

ahora me considere –circunstancialmente-

superior a los viajeros de esa parte del avión,

sino por una cuestión de perspectiva. En

otras palabras, para experimentar qué se ve

desde el otro lado de esa frontera de tela,

ligera pero infranqueable.

Aparto un poco la cortina y me asomo.

El panorama que aparece ante mis ojos

es sobrecogedor: los viajeros se agitan

salvajemente agarrados a los apoyabrazos de

los asientos, algunos rezan, otros gritan, los

miembros de la tripulación, sentados al final

del avión, no pueden reprimir su pánico...

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Las fuertes sacudidas abren algunos de los

compartimientos y caen maletas, objetos,

prendas de ropa, sobre los aterrorizados

viajeros.

Pero yo no noto nada. Miro detrás de mí y

compruebo que en la zona de primera clase

todo está tan tranquilo como al principio:

mis compañeros han acabado de cenar

y unos se han puesto a leer, otros charlan

pausadamente, algunos incluso dormitan,

mientras la azafata sirve café acompañada

de su plácida sonrisa.

Vuelvo a asomarme al otro lado de la

cortina y contemplo la misma escena

espeluznante. Los viajeros siguen gritando,

muchos lloran histéricos, una mujer

abraza desesperadamente a su bebé. Las

turbulencias son tan violentas que temo que

el avión no pueda superarlas.

Asustado, estoy a punto de decirle algo al

tipo que tengo sentado más cerca cuando

noto una leve presión en el brazo izquierdo.

Es nuestra azafata. Como si yo fuera un

niño pequeño que ha hecho una travesura,

me hace un simpático mohín de reproche,

coge mi mano y, tras cerrar delicadamente la

cortina, me acompaña hasta mi asiento.

Antes de sentarme le pregunto si puede

traerme un whisky. Sin decir una palabra,

toma una botella del carrito metálico, sirve

una generosa cantidad de escocés y me

entrega el vaso con una enorme, deliciosa y

sedante sonrisa.

Arrellanado en mi asiento de suave cuero

gris, me dejo embriagar por el sabor de la

malta y finjo que pienso en la revolución.

[Publicado en el libro Distorsiones, Páginas de

Espuma. Madrid, 2010]

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FiccionesSalvatore Maldera

Todo límite es un nuevo hogar

espués de las 16:47, más allá del

pasillo de sus hermanos pequeños,

Cherry nos obligaba. Qué mal.

Cruzábamos habitaciones abiertas y

preparadas, donde cualquier persona

normal hubiese pensado que se

desarrollarían nuestras suciedades

porque todo sonaba y olía más

intensamente, y a pesar del silencio y

la quietud, no parábamos. Seguiamos.

Y en el transcurso del camino íbamos

teniendo la impresión de que un día

llegaríamos tan lejos que no podríamos

volver, más allá de aquellos sitios donde

nunca se nos había permitido meter las

sucias patas: espacios fantásticos llenos

de ropa recién lavada para la misa del

domingo, juguetes de plástico con

rostros amargos y semillas de girasol,

todo dentro de jaulas oxidadas. Esa

vez llegamos al extremo del pasillo,

renunciando a la imaginación: una

última puerta y decidimos que el

confesionario de Esther ya podría ser

una enorme escultura de excremento.

Cherry, en el centro, nos veía, se ponía

los ojos de gusano aplastado y poco a

poco se iba desnudando. Curiosamente

suaves, sus protuberancias surgían

límpidas y agradables. Inmediatamente

D

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nos obligaba, con sus manos frías

tomaba nuestros diminutos y atrofiados

dedos de realidad y nos llevaba a

cruzar sus pequeños límites, las crueles

fronteras de la infancia. Una vez allí, no

hubo manera de volver. Comenzamos a

rastrillar nuestros cerebros a partir de

ese momento y Cherry hizo desaparecer

todo lo que habíamos pensado que era

nuestra vida. Desechamos para siempre

el camino que nos había traído, a

nosotros mismos y a ella.

A las 16:48 ya todo era oscuro, habían

desaparecido las semillas, el olor a ropa

recién lavada y nuestras habitaciones,

ahora estaban cerradas. Sólo quedaba el

tímido fantasma de Cherry, la jaula y yo,

y respiraciones en medio del silencio.

Respiraciones. Ella soltó un poco de

risa e intentó vestirse pero ahora no se

le permitió. Quiso bajar de la jaula y

tirar la puerta hacia afuera. Pero no fue

posible, Cherry quedó estampada para

siempre sentada sobre aquella lavadora

límpida, con sus piernas, convertida en

una estatua de excremento.

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robé con la segunda llave, la del apartamento, pero no funcionó; tampoco la de la terraza ni la de la bicicleta. Lo cierto es que la cerradura se mantuvo firme. Y no era que las llaves no fueran las apropiadas, eran evidentemente las mías –candado de la bicicleta, portal, piso, terraza, llavero de abrebotellas- sino que aquel portal no era el de siempre. Pero estaba ahí, en el justo lugar en el que tenía que estar el otro. Volví unos números atrás, 46, 48, 50, 52. Vivía en Nou de la Rambla número 46, pero el edificio que ahora tenía delante no se parecía en nada al mío. Tenía un portal alto de cristal y madera, balcones de herrería modernista y vitrales que anunciaban salones amplios y luminosos. Crucé la calle y lo observé desde la acera de en frente cada vez más asombrado. Detuve mi vista en las ventanas abiertas buscando una cara amiga que me informase de lo que sucedía, que me llamase

desde lo alto, burlona, y me gritase: acuérdate de que nos iban a cambiar la fachada ¿no reconoces tu propia casa… ni a tu propia mujer?¿Acaso no me estaba volviendo loco? Tal vez al girar en esta o en aquella esquina me había equivocado en el giro, y en vez de hacerlo de 90 grados lo había hecho de 60 o de 120 y simplemente esta calle no era la mía. O tal vez mi memoria fallaba y yo vivía en el 48 y no en el 46. Algunas veces me había pasado que me preguntaban ¿en qué número vives? y yo, maquinalmente, dudaba. Uno no memoriza su propia dirección cuando sabe cuál es su casa, o cuando cree saberlo, uno reconoce la calle, la tienda, el árbol, la fractura en la acera, al hombre con el que siempre te cruzas y finalmente el portal, único en su especie, marcado por toda una vida, rasgado por el tiempo, dañado y reparado mil veces, abierto con cuidado, con violencia, con prisa, con resignación.

Agujeros de gusano

FiccionesOllin Rafael

P

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Y ahí estaba el problema, todo estaba en su lugar, perfectamente instalado, excepto mi destartalado edificio con su entrada de madera obscura, sus paredes deterioradas, sus ventanas sucias y sus balcones podridos y abandonados. Y todo podría ser si no estuviese aquí, frente al portal, viendo que el número y la calle eran los apropiados, asumiendo que ni este ni aquel otro eran mi edificio. 46, 48, 50, 52, la esquina, la tienda, 52, 50, 48, 46, 44, nada, el 46 seguía sin parecerse al de siempre. Probé de nuevo todas las llaves, ya un poco desesperado.Nou de la Rambla 46, tercero primera, sí, ése era, aunque cuanto más lo decía, más extraño me sonaba. Nou de la Rambla, Nou de la Rambla, Nou de la Rambla… ¿Y si estaba en otro tiempo, en otro mundo? ¿Y si este portal pertenecía al de una casa diferente en la que ahora ya no vivía o en la que nunca había vivido? Y no digo que hubiese viajado en el tiempo o en el espacio, pero ¿y si el mundo de repente hubiese ido demasiado deprisa o me hubiese lanzado a otra dimensión? Ahora recordaba esa extraña sensación de desasosiego que me embargó justo a la mitad del túnel que comunica la línea amarilla con la verde en Passeig de Gràcia. Tal vez me había metido, sin saberlo, en uno de esos agujeros de gusano y el universo, al plegarse, me había dejado en otro momento, en otro lugar. Esto era un desastre, y ahora ¿qué podía hacer yo? Tal vez, la única cosa, volver al túnel a ver qué sucedía.Probé con todas las llaves por última vez, para asegurarme, y ante mi evidente derrota, casi convencido del evento cuántico, le di una patada al portal que retumbó, diáfano, dejando en el aire un leve zumbido, la vibración del universo y sus cuerdas, que se propagó calle arriba por la pendiente que se adivinaba, ya, infinita.

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FiccionesAnaïs Egea

ntentaba conectar con ella y siempre estaba a punto de lograrlo. Nuestras frecuencias sonaban tan parecidas que a veces parecían solaparse. Parecía que yo fuera una nota sostenida y ella otra idéntica. Por ejemplo un mi. Pero nunca era un mi sino un nuestro. Un nosotros. Era un ella y un yo. Había una nota suya y otra nota mía, tan parecidas pero todavía diferentes; dos en vez de una, dos notas superpuestas en lugar de unidas. Intentaba conectar con ella y siempre estaba a punto de lograrlo, pero nunca lo lograba. Y la piel, sobre todo la piel. La piel era la frontera inhollable que la separaba de mí, que me separaba de ella. Los abrazos conseguían engullir el aire que, impertinente, se interponía entre nosotros, pero el cuerpo, mi cuerpo, su cuerpo, siempre el maldito cuerpo en medio, siempre evitando la comunión, siempre.

Pero llegó aquel día. Estábamos sonando en mi, tan en mi, mirándonos. Nos tomábamos de las manos y disfrutábamos de ese momento casi pleno cuando nuestros cuerpos se abrieron. Una abertura irregular atravesó el cuerpo de mi amada desde su garganta hasta el ombligo, con la violencia y la velocidad de un latigazo. Al mismo tiempo, mi cuerpo se abrió repentinamente exponiendo mis vísceras amoratadas. No habíamos tenido tiempo de soltarnos las manos cuando la piel alrededor de su herida se estiró buscando la piel alrededor de mi herida. Tras unos segundos creando ondas en el aire que, impertinente, se interponía entre nosotros, las pieles se fundieron como dos lenguas de fuego, cosiendo su cuerpo y mi cuerpo, nuestro cuerpo ya, para siempre. Y entonces, por fin, y todavía sonando en mi, mi corazón logró tocar su corazón.

En mi

I

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FiccionesEsmeralda Barreyro

Fuera ólo porque no lo vemos, hemos puesto las fronteras entre lo que está a nuestro alcance (dentro) y lo que no (fuera).

Eso pensaba mirándolo, escudriñando su pelo desprolijo, su mentón desafiante y sus ojos. Los ojos tal vez sean la clave, por donde uno (el que está adentro) busca aquello distinto, la señal, en el que está afuera.

Y bueno, también hay que tener en cuenta las pastillas (seis al día: tres por la mañana y tres a la hora de dormir) y la pena que el de adentro siente al verle yendo al psiquiatra y volviendo con la misma expresión, sin ganas de hablar demasiado. Y, por supuesto, están los efectos secundarios de las pastillas, no nos olvidemos de los efectos secundarios…

Todo eso es la carga inmensa que llevan los de afuera sólo para que los de adentro podamos tratarlos, verlos como a iguales (aún sabiendo que no lo son).

Cuando me lo dijo, hice exactamente eso: buscar

en sus ojos la señal, el cromosoma. Con el tiempo, me acostumbré a pasar horas enteras a solas junto a él, sin estar buscando siempre detrás de sus pupilas, pero mentiría si dijera que ya no desconfiaba.

Ahora me doy cuenta, estando yo tan adentro como estaba en aquel tiempo, jamás podría haber visto la inmensidad de lo que había fuera. Empeñaba todos mis esfuerzos y prestaba atención a cada uno de sus gestos, pero nunca noté nada. Por su parte, él, desatento, libre, afuera, apenas se percataba de mi mirada inquisitoria, porque él no la veía, o mejor dicho, veía más allá. Efectivamente (y ahora sí lo veo), esa es la grandeza de los que están afuera: ver más allá, ver más que los de adentro.

No alardean de ello porque saben que ellos son los “enfermos”, pero de alguna manera no muy consciente, tal vez intuitiva, se reconocen privilegiados. Sí, porque ellos han cruzado la línea (que nosotros hemos trazado). Detrás, afuera, hay más cosas. Nos lo han intentado decir, pero nosotros no vemos nada ni detrás,

S

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ni afuera. No vemos nada. Carecemos del don y nos falta el talento. El talento de estar loco, lo cierto es que hace falta talento.

Porque: quién no ha querido desnudarse en medio de la Gran Vía y cruzar con el semáforo en rojo un día de tormenta. Quién no ha fantaseado con la idea de quedarse callado, sin pronunciar un sólo sonido durante tres meses y que se le resequen a uno los labios hasta sangrar. Quién no se ha visto tentado a encerrarse en una habitación cinco semanas seguidas y dedicarse a la única actividad de arrancarse los pelos de la coronilla; seleccionándolos uno a uno cuidadosamente, sometiéndolos a un minucioso examen de color, textura y tamaño. Quién no ha soñado ser el autor de la Noche Estrellada y arrancarse la oreja en una noche de delirio incomprensible para el resto del mundo. Quién no ha gritado alguna vez para sus adentros ¡soy un incomprendido! sabiendo que es grande mentira, porque todos los de adentro estamos hechos con el mismo molde rancio y todos nos conocemos a todos de pe a pa, tanto que nos damos asco y sólo aquel que está fuera despierta nuestro interés más pueril…

Y, finalmente, quién no ha pensado alguna vez en beberse una botella entera de lejía, consciente de que la diferencia, al fin y al cabo, no sería más que material; consciente de que lo que diferencia un cuerpo que respira de uno inerte, atravesado por un puñal, estirado en una cama de noventa, no es más que el charco de sangre que se ensancha lentamente y va manchando las sábanas.

Lo pensamos, no lo diremos nunca, pero lo pensamos. Sin embargo, la mayoría (¿por fortuna?) no llegamos a estos “extremos”, tal vez por no dar sustos, o bien por falta de valor. Pero, sobre todo, somos conscientes de la existencia de la línea fronteriza, la que separa los que estamos adentro de los que están afuera.

Y así, conociendo dónde está el límite y educados como somos, los de adentro sabemos muy bien que

cruzar la frontera significa cruzarla para siempre. Que el camino de vuelta pasa por ir drogados el resto de nuestros días. Sí, al fin, la única diferencia real entre los de dentro y los de fuera es que nosotros vemos la línea y ellos no. Y sin embargo ellos, sin distinguir el límite, lo sobrepasan y ven/van más allá. Nosotros, envidiosos cada vez que lo pensamos, por más que rebusquemos en sus pupilas, jamás veremos el paisaje que ven ellos.

Yo, si llegué a ver algo alguna vez, fue por autoengaño, por sentirme especial y distinta al resto de los de mi molde. Pero un día, cansada de buscar desde dentro, decidí salir.

Sé lo que estaréis pensando, vosotros, los creadores del molde de detrás de la ventana, los de dentro: ¡Que cómo! Que el que cruza la línea es porque no la ve, porque no la nota, ni siquiera sabe que está cruzando algo... Que cómo yo iba, por voluntad propia, a animarme a salir; si el que sale, por definición lo hace de manera involuntaria, más bien instintiva, siguiendo algo que ven y buscan afuera. ¡Que cómo yo, que jamás vi lo que había detrás, iba a atreverme a saltar el charco y cambiar el orden de las cosas! Bla bla bla.

Y de alguna manera tendré que daros la razón, desde aquí afuera, donde me he dejado arrastrar por él; después de un tiempo indeterminado de convivencia en que él renunció a las pastillas y yo jamás le forcé a seguir tomándolas. No puedo decir que se difuminara la línea divisoria, no, la línea sigue estando ahí (ni siquiera se ha movido), pero un día me decidí a desafiarla. Sabía bien que era un viaje de ida sin retorno, una calle cerrada sin espacio para dar la vuelta y retroceder. Y aún lo sé.

El charco de sangre cada vez es más grande y yo no puedo evitar pensar que tal vez no esté, en realidad, en ese lado que me tentó. Que tal vez nunca crucé, porque eso es sólo para los privilegiados. Pero me da igual, él está en mi lado (?) y vosotros os moriréis de envidia cuando leáis esto.

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Ficciones Raúl del Valle

Turno de guardia

urante el día el trabajo es sencillo. Me

basta con instalarme en el centro del pedazo de

desierto que me ha sido asignado y esperar a que

algún incauto emerja de la arena. No son muchos

los que lo intentan en horario diurno, el sol les

asusta, llevan demasiado tiempo enterrados. Pero

de vez en cuando aparece un temerario que acaba

de excavar su túnel mientras el sol aún luce en lo

alto, ofreciendo sin saberlo su cuello para calmar

la sed de mi cuchillo.

Las noches son distintas, sobre todo las más

oscuras. Deben pensar que la falta de luz les servirá

de algo. A mí me gusta celebrar cada luna nueva

con el mismo ritual. Me tumbo en el suelo boca

arriba, bajo la lona de mi tienda, con el cuchillo

en la mano y los brazos en cruz, completamente

desnudo, dejando que el frío me haga sentir vivo.

Cierro los ojos y concentro todos mis sentidos

en las partes de mi cuerpo que están en contacto

con la arena: la zona posterior del cráneo, la

espalda, los glúteos, las pantorrillas, el dorso de

las manos…

Centro mi atención en ellos mientras ralentizo

el ritmo de mi respiración y noto cómo va bajando

mi frecuencia cardiaca. En mi conciencia no hay

lugar más que para la fina capa de células que está

en contacto con la superficie del desierto. Al final

consigo trascenderme, olvidarme del resto de mí

mismo, fundirme con la arena; y entonces ya no

soy más que una membrana extendida a la espera

de captar las inevitables vibraciones que generan

al cavar sus túneles.

D

Page 23: La frontera

Mayo 2011 Preferiríanohacerlo 23

Los siento venir, literalmente. Como si fuese una

especie de ilimitado diapasón, la membrana en la

que me he convertido reproduce las vibraciones

que provocan los que cavan bajo tierra buscando

la superficie y dibuja en mi mente el mapa

tridimensional a partir del cual trazo mi itinerario

anticipándome a sus agujeros. Tampoco importa

si alguno logra escapar, en realidad su única

posibilidad de supervivencia pasa por derrotarme

y la única manera que tienen de hacerlo es unirse

y luchar, aprovechar la superioridad numérica. Sólo

en casos así se ha conocido la insignificante muerte

de algún guardián.

Normalmente, como los veo venir, espero a los

primeros y les rebano el cuello antes de que hayan

conseguido salir del todo a la superficie, acabo de

sacar el cuerpo y lo alejo un poco de la boca del

túnel para que el viento no encuentre obstáculo a

la hora de rellenarlo. Cuando ya estoy harto vuelvo

a mi tienda y, desnudo sobre la arena, me limito a

comprobar que, una vez en la superficie, ninguno

suponga una amenaza. Por lo general siento cómo

se alejan despavoridos, ignorantes de que mi

tienda es el único lugar en el que hay agua potable

en muchísimos kilómetros a la redonda. Si alguno

toma el camino contrario y se dirige a mi posición,

lo recibo como se merece.

En cuanto a los que huyen, el cerebro de un hombre

privado de referencias visuales es incapaz de andar

en línea recta; tiende a corregir, por desconfianza, y

la suma de esas pequeñas correcciones involuntarias

acaba haciendo andar en círculos más o menos

extensos al desgraciado que se pierde en el desierto.

Para cuando regresan a mí, están tan débiles que

a veces ni siquiera necesito manchar la hoja de mi

cuchillo y me conformo con verles morir de sed

sobre la arena.

Page 24: La frontera

Preferiríanohacerlo Mayo 201124

Ficciones Alícia Carreras Bonet

I'm lovin' it

laro que me contrataron. Me decían

que esto era mejor que chambear en el fil. Me

decían que había aire acondicionado y que no

me tenía que preocupar por hacer lonche porque

ahí mismo podía comer. Nomás faltaba que me

dijeran que ahí podía arreglar papeles y emigrar

a mi familia.

Me dijeron. Pero el león nunca es como lo

pintan.

Las cosas estaban jodidas en Atlixco, no había

de otra. Los chamacos no iban a comer si no me

venía. Pero ahora ellos están allá y yo aquí, con

un trapeador mugroso y un baño todo cagado.

Es que no hablas inglés Javiersito y nadie sabe

limpiar los baños como tú los limpias.

No tienen vergüenza mis paisanos. Los hace

manager cualquier güerito hijo de su chingada y

ya se creen supermanes.

Lles ser, du llu guant frays guit dat.

Lles ser, nou problem. Is faib terti six.

Javi, un numero siete, ¡pero muévete!

Cabrones. Nomás porque acaba uno de llegar,

así lo tratan. Como si me olieran lo mojado

todavía. Yo sólo vine a trabajar.

* * *

Llega tarde. Apenas ha salido el sol, tiñendo a

pinceladas un horizonte anaranjado. Pero llega

tarde: debe estar a las seis en punto en el almacén

de repostería de Bakersfield. Enciende la radio –

puede que así la monotonía de la carretera sea

más leve:

-… y faltan veinte minutos para las seis,

C

Page 25: La frontera

Mayo 2011 Preferiríanohacerlo 25

estamos escuchando a la Preciosa 93.9, sesión

matutina Despierta ya con el cucuy de la maña…

Se revuelve en el asiento. Se gira. Palpa a ciegas

la parte trasera, buscando algo.

-…a continuación, dejemos paso a nuestro

patrocinador más querido: ¡McDonald's!

Dos días de viaje por la carretera, casi sin

parar a descansar, comiendo cualquier cosa.

Sigue buscando. El amanecer deslumbra con

sus rayos penetrantes, pero llega tarde.

-…mmm, oferta especial McMenú: triple

hamburguesa con doble de queso, adornada

con aritos de cebolla onion rings…

Eso es, ya lo tiene: la bolsa de comida acabada

de comprar hace apenas un cuarto de hora en

el McDonald's de la última área de servicio, la

última parada antes de llegar a su destino. Por

fin.

-…por 50 centavos más, incluyendo unas

deliciosas papas fritas…

Mm, oh, sí: su hamburguesa con queso –

como buen desayuno después de tantas horas

de viaje- junto a sus deliciosas… ¡¿Cómo?! ¿No

hay papas? ¡No puede ser, esto es el colmo!

-… Sí, amigo, sí… todo esto por sólo $3.50…

¡una oportunidad única!

Y la mirada se desvía por unos segundos,

fijada en la bolsa vacía, sin papas. Pero basta ese

breve instante para, al volver la vista al volante,

encontrarse a tan sólo un metro de un muro

amarillo y rojo.

-…taratatata… I'm lovin' it…”

* * *

Llevo menos de dos horas aquí y ya me

quiero ir. Ahorita llegan puros troqueros, puros

trabajadores de la uva y el pistacho, llegan por

su café y luego a la joda diaria. Diez, doce horas

de andarle chingando duro para mandarles los

giros a sus familias ese mismo viernes. Y aquí

estoy yo. Con mi cara de tarado, limpiando

mesas, pisos, baños, y hasta pañales. Y mi

manager, con su cara de idiota y su acento de

Ricardo Montalbán, haciéndole de barbero,

haciéndose el que sabe mucho, el que cuida

mucho. El que manda mucho. Como si fuera

su trabajo una gran responsabilidad, como si

al no equivocarse y dar el number 5 completito

estuviera resolviendo todos los problemas del

mundo. Como si le pagaran el triple de lo que

yo gano. El cabrón gana lo mismo. Pero todo el

día jode, y jode y jode.

Javi, limpia esa mesa, que hoy viene mucha

gente. Javi, a las cheeseburgers ya no les eches

tanta mostaza que la otra vez se quejaron unos

clientes con el patrón. Javi, fríe más papas que

ésas ya están muy rezagadas. Javi, no tomes soda

enfrente de los clientes, no es profesional. Javi,

ya tiraron una soda en la mesa once, rápido, ve

por el trapeador. Javi, vete a desayunar pero no

te vayas muy lejos, acuérdate que la comida que

te damos no la puedes sacar de aquí. Javi, rápido

que...

_____________________________

- Pásame la toalla, que estoy echando esto a

perder.

Page 26: La frontera

Preferiríanohacerlo Mayo 201126

- No me jodas, tío, sigue corriendo.

La aguja lleva contabilizados 28 kilómetros,

pendiente de 3, calorías consumidas: 600.

- ¡Que no, joder! Vámonos, ya, llevamos

más de tres cuartos de hora dándole sin parar,

suficiente por hoy.

Al fin consigo que Dylan baje, este hijo de

puta engreído es más cabezón que yo cuando se

lo propone. Además, lo hago por su bien, no se

ha fijado en las dos rubias despampanantes que

nos suplantan de inmediato, tras haber apuntado

hace más de media hora sus nombres bajo los

nuestros. Cindy y Jessica –procuraré recordarlo

para este sábado. Shorts deportivos ajustados

con la insignia de UCSB y su pequeño gaucho

azulado con sombrero alicaído asomando por

sus traseros de diosas. Espérate a que empiecen

a pedalear.

- ¿Una sauna?

- Venga, dale.

Dios, amo este país. Si no fuera porque se nos

echa encima la semana blanca –más conocida

entre los estudiantes del campus como “la

semana negra”- me parecería estar en el paraíso.

¡Mierda! Ya no me acordaba…

- Tío, ¿has hecho ya el paper para U.S. Latino

Studies 101?

- No, tío. El cabrón de Jefferson nos va a dar

por culo. ¿De qué iba, algo sobre la adaptación

de los latinoamericanos en el mainstream, no?

Buf, qué palazo… Cuando salgamos, pillo el

Mustang y nos vamos a la biblio, ¿te parece?

Unos energy drink por el camino y esto está

hecho… así tendremos la conciencia tranquila

para el finde.

- Vale, eso espero. Como me cateen este

trimestre, mis viejos me van a dejar sin el

apartamento de Rosarito para agosto, y eso sí

que no… Tío, ¡qué olas hay por allí! Un placer…

- Tranquilo, tronco, ya sabes que cuando nos

ponemos, todo sale. Aunque está jodido… oye,

recuérdame otra vez por qué nos inscribimos

en Latino Studies, con la de optativas que había

para escoger, hostia, y ya me dirás qué coño

tiene que ver con Business & Eco, no sé ni por

qué te hago caso…

- Eh, tío, ¡no me rayes! No haberla escogido…

Está de puta madre, en realidad. La guerra entre

Estados Unidos y México, las sublevaciones,

el origen del Chicano movement, los derechos

de...

- …

- ¿Qué?

- No te hagas el interesante, guapo, eso no te

lo crees ni tú.

- Joder, tío, que mola mazo… Bueno, vale, fue

Rosa quien me convenció, ¿te acuerdas?… Pero

¿qué querías que hiciera, tío? Fiesta Erasmus, en

casa de Matt, una española bajita de ojos negros

profundos y dos buenas… ya sabes. Que si

California tiene una historia súper intrínsica –o

algo así-, que si la mezcla racial y los derechos

de patatí y patatá, que si la importancia de los

orígenes y el melting pot… no sé, tío, ese acento

me vuelve loco.

- Ya, ya… Hablando de pot… ¿tienes algo por

Page 27: La frontera

Mayo 2011 Preferiríanohacerlo 27

ahí?

- No, tío, ahora no, vamos a hacer el paper de

una vez.

- Vale, vale… te me estás volviendo un

muermo, chaval.

Subimos al carro. Los Sublime a toda máquina:

“Smoke two joints”; un clásico. Camino del

Sur a la izquierda, pasando por Sábado Tarde

Street hasta “Di Pi”, Del Playa. Me encanta ir a

toda hostia por las calles del campus de Santa

Bárbara, con el acantilado que da a la playa en

el fondo.

- ¡Espera, espera! Para ahí un segundo, voy a

comprar tabaco.

Salgo del coche y pido una cajetilla de

Marlboro. Light, que estamos de exámenes. Paso

frente al quiosco y decido comprar el periódico.

Cualquier excusa es buena para posponer el

inminente encierro bibliotecario. Me acomodo

de un salto en el sillón del copiloto de nuevo y

abro el periódico al azar.

- ¡Mira, tío! Ya tenemos notición para nuestro

trabajo, de puta madre:

La Opinión

Martes 30 de enero

AP

A las seis menos cuarto, justo al amanecer del

martes 30 de enero, el chófer Juan Gonzáles,

padre de cinco niños, murió al colisionar su

camión en el pueblo rural de Wasco, California,

contra el restaurante McDonald’s ubicado en la

esquina de la calle Palma y el HWY 46. La causa

exacta del choque no está determinada, pero

los investigadores han encontrado comida del

mismo restaurante en la cabina del conductor.

Su viuda, Carmen Gonzáles, nos comentó que

“Juan siempre comía en McDonald’s, y siempre

me dijo ‘I’m lovin’ it.’” Afortunadamente, no

hubo otros heridos en esta tragedia, salvo un

empleado. A las malas noticias se añade que

el McDonald’s estará cerrado hasta junio por

reparaciones.

Page 28: La frontera

Preferiríanohacerlo Mayo 201128

FiccionesAlbert Mesas

E = m C2

egún mi partida de nacimiento, el uno de enero de 1963, a las 00:00 y cuarenta y un segundos, fue el día que vine al mundo desde el vientre de mi madre. Y aunque para muchos, la hora exacta, y repito, exacta, no tenga ninguna importancia, para el devenir de mi historia es totalmente imprescindible. Ya sé que la pregunta que os está bailando por la cabeza es “¿por qué?”, pero os pido paciencia. Todo a su debido tiempo que, como dijo Einstein, es relativo.

En 1962, la televisión americana organizó un concurso para celebrar que, ese mismo año, habíamos pisado por primera vez la Luna. Éste premiaba al primer bebé norteamericano que naciera al año siguiente con casi diez millones de dólares.

Mi familia era muy humilde, de modo que, de haber sigo agraciados con el premio, os aseguro que ese dinero nos hubiera venido como anillo al

dedo. Sin embargo no fue así porque, por increíble que parezca, en el estado de Missouri, vio la luz una niña tres escasos segundos antes que yo arrebatándome el honor –y el dinero- de haber sido el primer bebé estadounidense nacido en 1963.

Con los años supe que este incidente traumatizó a mi madre. La pobre quedó marcada de por vida. Por ello, para devolverle la sonrisa, me propuse conseguir ser el primero en algo. En el instituto no lo logré: un tal Bill Gates quedó por delante de mí en las calificaciones finales por apenas tres décimas. Tampoco tuve suerte en la universidad: nuevamente, quedé el segundo de mi promoción.

En 1992, George H. W. Bush y Borís Yeltsin firmaron un acuerdo de cooperación espacial, el Shuttle-Mir. Éste implicaba que los soviéticos nos alquilaban su estación espacial MIR para poder experimentar y nosotros les hacíamos de taxistas gracias a la nave Discovery. Aquí se me abrió

S

Page 29: La frontera

Mayo 2011 Preferiríanohacerlo 29

una puerta a la esperanza: podía convertirme en el primer norteamericano en pisar la MIR. Pero una vez más fui segundo: James Stewart, el mismo cabrón que me relegó al segundo puesto en la universidad, sacó tres puntos de más que yo en los test de aptitud. Él sería el primero y yo le haría el relevo ocho meses después.

Los recuerdos que guardo de mi estancia en la ISS (nueva denominación de la MIR ahora que es de uso compartido) son, francamente, tristes. Estuve diez meses orbitando alrededor del planeta a una velocidad de 7700 m/s, inmerso en la más profunda soledad y melancolía. No negaré que la Tierra, desde ahí, era una verdadera belleza, y también la Luna, tan brillante. Y, por supuesto, la majestuosidad del astro rey era sobrecogedora. Pero la faena que desempeñaba en las alturas era tediosa, aburrida y monótona. Me pasé cientos de horas mirando lucecitas y numeritos de aquellos miles de paneles de control. Y cuando no trabajaba, pensaba, y eso me deprimía, por lo cual volvía a mis labores y me consolaba mirando por la ventanilla y pensando que, en el fondo, era un privilegiado. Pero en mi conciencia quedaba una astilla clavada que me recordaba que había sido incapaz de cumplir la promesa que le hiciera a mi madre.

No sé cuantas preguntas existenciales pasaron por mi cabeza durante ese tiempo: ¿quiénes somos? ¿A dónde vamos? ¿De dónde venimos? ¿Hay algún dios? ¿Hay vida más allá? ¿Y qué es el más allá? ¿Elvis está vivo? ¿Los Dolphins habrán vuelto a ganar la Superbowl? ¿Quién mató a Kenedy realmente?

Si me permitís una reflexión, os diré que el espacio exterior es el peor lugar imaginable, porque nos ofrece la posibilidad de ser conscientes de lo asquerosamente insignificantes y ridículos que somos. El espacio es la personificación de la nada,

del vacío. El abismo eterno. La oscuridad infinita. El silencio.

Lo único que evitó que me suicidara fue el durísimo entrenamiento psicológico que recibí en la NASA, porque de mis compañeros de a bordo pocas cosas buenas puedo decir. El único con el que más o menos podía hablar era el alemán Edwald, que chapurreaba algo de inglés. Los demás, los rusos, esos seres primitivos, no sabían alemán ni inglés ni nada. Por no saber, no sabían ni cumplir un simple protocolo: sacar los agarres de los extintores una vez el módulo espacial estuviese en órbita estable. Porque, si por algo soy conocido, es precisamente por haber sido uno de los implicados en el incendio que padeció la ISS en mayo de 1995.

No fui el héroe que salvó a la tripulación, tampoco fui el responsable del desgraciado accidente… Pasé a la historia como “el dormilón”. Cosas de la vida: en el momento del percance yo me hallaba en mi departamento, metido en el saco. Acababa de acostarme y el maldito Korzun, ese cabrón soviético, fue el que se llevó la gloria al apagar el incendio.

Después de aquello di por imposible cualquier tipo de logro personal meritorio. Muy a mi pesar, asumí mi condición de segundón y, por lo tanto, mi incapacidad para cumplir la promesa que años atrás le hiciera a mi madre. Incapacidad que se prolongó, concretamente, hasta el dieciséis de abril de 2010, fecha en la cual se celebró un congreso en homenaje a los veteranos astronautas de la NASA, uno de cuyos ilustres invitados fue Stephen Hawkins con quien, una vez terminados los actos oficiales, tuve la ocasión de charlar.

- Así que usted es Jerry Linenger.

- Efectivamente, señor Hawkins.

- Un honor conocerle.

Page 30: La frontera

Preferiríanohacerlo Mayo 201130

- Un honor para mí también

- Siempre he tenido curiosidad por saber qué sucedió durante el incendio de la MIR.

- Si, bueno, tampoco se crea todo lo que se dice…

La conversación no duró mucho, pero sí lo suficiente como para que me revelase que estaba rodando una serie documental sobre el universo con Discovery Chanel y que, para uno de los episodios, le encantaría contar con mi presencia. Al despedirse, de manera trivial, me dijo:

- ¿Sabe usted que es unos escasos tres segundos más joven que antes de viajar al espacio?

- ¿Cómo dice?

- Si no estoy equivocado, la MIR orbitaba a una velocidad de 7700m/s, lo que viene a ser 0,0000257c – c=velocidad de la luz-. Así que cada segundo que usted pasó en el espacio era 1,00000000038 segundo aquí, en la Tierra.

- Perdone, pero no le acabo de entender.

- Pues que, por ejemplo, si usted hubiese estado un año entero en la nave espacial, su reloj vital se habría atrasado 3,8 segundos respecto al de la Tierra.

- ¿Cómo? ¿Tres segundos ha dicho?

- Tres coma ocho para ser exactos

Hoy, dieciséis de abril de 2011, el Tribunal Supremo de Norteamérica dictará sentencia, y todo apunta a que el fallo será favorable, por lo cual, no sólo me convertiré en el primer bebé nacido en 1963, sino que, gracias a eso, también seré el primer ser humano en haber viajado en el tiempo reconocido oficialmente.

Miro a mi madre y, por primera vez en mi vida, veo como se le empieza a dibujar una tierna sonrisa.

Page 31: La frontera

Mayo 2011 Preferiríanohacerlo 31

Tahiche Rodríguez La familia, unida/ Rotuladores/ Las cosas clarasSalvatore Maldera Las manos de Dios Inma Ponce Torres HeisenbergRaúl Del Valle Las manos del hombre

Bestiario

Page 32: La frontera

Preferiríanohacerlo Mayo 201132

Mic

rorr

elato Me gusta venir a este parque y sentarme durante horas frente a los columpios. Observar

a los niños me tranquiliza, me devuelve a la idea de que todos estos problemas pasarán, como en un juego; me gusta pensar que también en mi vida puedo gritar “pirdula” de vez en cuando. Tras un rato nada parece tan grave como cuando me desplomé sobre este banco, pero la calma no dura demasiado. Un padre se acerca: ¿qué, te gustan los niños? ¿Quieres llevarte alguno a casa un rato? Me sujetan los brazos desde atrás y un puño me golpea en el estómago. La ausencia de aire me impide gritar. Pronto estoy en el suelo buscando desesperadamente la posición fetal mientras me llueven patadas, pisotones, insultos. Algunos puñetazos me llegan sin la contundencia del resto y reconozco el borde metálico de uno de los patinetes contra mi cuerpo: también los niños me están golpeando.

Tahiche RodríguezLa familia, unida

Se le indigestó aquel silencio al recordar, como un mal augurio, la conversación con Julia. Verás, le gustará pintarrajearlo todo, ya casi dice papá y la creatividad debe ser motivada. Pero ella pensaba que era muy chiquita para dejarla jugar con cosas tan puntiagudas, y la idea de un accidente lo inquietó de pronto mientras subía las escaleras. En el dormitorio encontró a Julia agazapada contra un rincón. Ni siquiera se volvió hacia él, su mirada estaba completamente desencajada. Sobre la alfombra, sentadita con las piernitas cruzadas y en pañales, estaba la pequeña. Entonces comprendió y sintió el escalofrío, vio el rotulador en su manita y lo siguió hasta el montón de folios: no eran garabatos, su pequeñita escribía desesperadamente “por favor ayuda”, una y otra vez, con la caligrafía de un moribundo.

Tahiche RodríguezRotuladores

Tahiche Rodríguez Adán se puso en pie con cierta chulería, como recién follado. Miró alrededor y siguiendo indicaciones del patrón se dedicó a señalar con el dedo los objetos que iba descubriendo: a ti te llamaré “piedra”, a ti “árbol”, a ti “río”, y así. En ese momento Eva regresaba tras su paseo matinal. Adán se quedó mirando los frutos que traía entre los brazos y dijo: a vosotras os llamaré “manzanas”; y a ti “mi churri”. La bofetada sonó en todo el Edén. Esa misma mañana, Eva y sus manzanas dejaban el Paraíso. Poco más tarde lo abandonó también Adán, ya sin poder desprenderse de aquella bofetada que heredarían sus hijos. Lo del arbolito y la serpiente fue un invento; el resto es historia conocida.

Las cosas claras

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Mayo 2011 Preferiríanohacerlo 33

Mic

rorr

elato Las manos de Dios 1.0, obsoletas, se conservan en vinagreta de formol bajo

refrigeración extrema: yo, que ya es mucho decir, seguiré siendo fiel a mis antepasados porque la inmortalidad está de moda. Es así, soy yo mismo, es mi verdadera esencia la que multiplican en El laboratorio. Estos genes son también mi familia de inevitables progenitores. Ya hemos solucionado el problema de la continuidad, cada vez con más escepticismo estudio mis libros de Historia, los diarios manuscritos por mis arcaicas máquinas impresoras. Leo que perdí las manos en mi primera generación y cómo en la 2.0 conocí a alguien que quebró todas las bolsas de valores para desaparecer de la faz del cielo. Yo me limito a recuperar todos esos datos para dar forma a mi inmortalidad, para hacerla real. Por definición seremos siempre versiones mejoradas. Ahora soy Dios 3.0 <<Espíritu Santo>> y estoy tranquilo porque solo soy la noticia de un legado: hemos sido una perfecta Trinidad y en ello descubro que uno de mis antiguos yoes escribía historias, relatos, textos falibles en lugar de mis entradas de diario. Mis manos se mueven mientras leo “mis manos se mueven”. Quiero vivir pero las letras me dicen “lee una Biblia de ficción”. Leo mi libro de Historia y quiero morir pero mis manos siguen escribiendo en el teclado “Las manos de Dios 1.0 , obsoletas, se conservan en vinagreta de formol bajo refrigeración extrema”.

Las manos de Dios Salvatore Maldera

Un día más, se puso frente a él y dijo:-¿Quién es la más guapa del reino?-Blancanieves, creo.Esta vez no enfureció, sabía que era incapaz de observar y medir, sin error, su belleza.

HeisenbergInma Ponce Torres

Page 34: La frontera

Preferiríanohacerlo Mayo 201134

Mic

rorr

elato

Raúl del valle En verano aumentan considerablemente las posibilidades de que tu brazo se roce

con otro brazo dentro de cualquier transporte público. Fue el argumento esgrimido para

adoptar la drástica resolución. Ante la alarma de los fabricantes de relojes de pulsera,

se ha emitido un comunicado anunciando que en invierno, cuando la ropa vuelva a

protegernos del contacto directo con el otro, nos volverán a reimplantar los brazos.

Las manos del hombre

Page 35: La frontera

Mayo 2011 Preferiríanohacerlo 35

Tubo de ensayo

Jaume Llorens La frontera del oeste y la visión heroica de la historia americanaLaura Orlandini “La Trieste di Magris”. Riflessioni ai bordi della frontiera Guillem Laporta La realidad y la fronteraDaniela Poch Paz La representación de la experiencia en Hunter S. Thompson y el Nuevo Periodismo Violeta Serrano García Vigilancia, clasificación, sutileza

Page 36: La frontera

Preferiríanohacerlo Mayo 201136

uando pensamos en la frontera del

oeste, pensamos en desiertos de gigantescas

formaciones rocosas que empequeñecen las

caravanas que viajan hacia poniente; pensamos

en los buscadores de oro y asentamientos

mineros; pensamos en la invisible pero latente

amenaza de los indios y en duelos de pistoleros,

en el saloon, el sheriff y el cowboy irreverente

de moral impoluta. Cuando pensamos el Oeste

pensamos su imagen, una representación

cultural de la frontera que en el imaginario

americano (y occidental) ha sustituido a la

realidad histórica a la que hace referencia.

La frontera del oeste se ha construido

culturalmente como una suerte de mito-

historia que cumple la función de dotar a los

Estados Unidos de una mitología fundacional.

En este sentido, la frontera se insertaría en

los discursos que Roland Barthes llama mitos

contemporáneos y que entiende como un

conjunto de formas retóricas conceptualizadas

que se adaptan a una representación histórica

del mundo y dan forma a los intereses de la

burguesía. Así, Richard Slotkin habla del “mito

de la frontera”, que en su estructura narrativa

(la del pioneer que cuando atraviesa la línea

de esa frontera experimenta una regresión

a la vida primitiva y, a través de la violencia

y la dominación de nuevas tierras, se purga

de su herencia europea y se regenera como

americano) contiene una interpretación

progresista de la historia de la colonización que

refleja la emergencia de la economía capitalista

y del estado-nación norteamericano.

La frontera del oeste y la visión heroica de la historia americana

Jaume Llorens

C

Tubo de ensayo

Page 37: La frontera

Mayo 2011 Preferiríanohacerlo 37

El imaginario de la frontera cristalizó en

el periodo entre la Guerra Civil americana

y la Primera Guerra Mundial, y uno de sus

principales promotores fue el presidente

Theodore Roosevelt, quien en sus discursos

políticos y en sus obras historiográficas aborda

el tema de la colonización y de la frontera desde

una perspectiva que justifica las empresas

imperialistas del país. En este periodo se

consolidó una corriente historiográfica

centrada en la frontera como punto de contacto

entre la civilización americana y el mundo

salvaje, y que proporcionó a los Estados Unidos

la interpretación dominante de su historia.

El principal representante de esta escuela

es el historiador Frederick Jackson Turner,

cuya obra traslada el foco de la historia

estadounidense de la costa atlántica a la

frontera del oeste. Turner elabora una teoría

acerca del nacimiento de la nación americana

centrada en la frontera, entendiendo que si

la costa atlántica era la frontera de Europa,

a medida que se mueve hacia el oeste se va

convirtiendo en la frontera americana –de

modo que el desplazamiento de la frontera

representa la progresiva separación con la

metrópolis europea y el desarrollo de la nueva

nación. Asimismo, Turner reinventa la frontera

como un escenario de guerra que desvincula

al hombre americano de los valores corruptos

del viejo mundo y le permite establecer un

nuevo contrato social y una nueva conciencia

nacional –como el espacio en el que se fragua

el individualismo, que se convertirá en el

principal rasgo del carácter americano.

En este mismo periodo y en esta misma

tradición aparecieron también las pinturas

de Frederic Remington, las novelas de Owen

Wister y los espectáculos ambulantes de

William Cody (como el célebre Buffalo Bill’s

Wild West), que reimaginaron la frontera

como un mundo de aventuras en el que exaltar

el carácter americano y popularizaron lo que

ya se estaba perfilando como una narrativa del

oeste.

A partir de la revolución americana, los

Estados Unidos empezaron a generar una

estructura de cultura comercializada que a

principios del siglo XX ya se había convertido

en una cultura nacional, alimentada por la

mitología fronteriza, y después de la Primera

Guerra Mundial, con el auge de las revistas pulp,

la cultura de masas y los géneros populares

emergieron como uno de los espacios cruciales

para el desarrollo de esta cultura nacional.

El género que encarna más directamente el

imaginario nacional de la frontera es, sin duda,

el western, que nació con la western fiction

(o novela del oeste) en la segunda mitad del

XIX como heredera de los primeros relatos de

temática fronteriza, y que en el XX se convirtió

en un género transversal con presencia en

distintos medios (la literatura, los cómics, el

cine, las series de televisión, etc.); un género

que, al mostrar una visión idealizada del

lejano oeste como símbolo del crecimiento del

Page 38: La frontera

Preferiríanohacerlo Mayo 201138

país, reproduce la América concebida por los

artífices de la imagen de la frontera.

Así, el mundo del western es un reflejo

del oeste salvaje que Turner veía como el

espacio óptimo para el desarrollo del hombre

americano: una tierra que por un lado es rica

y ofrece infinitos recursos naturales, pero

que, por otro lado, es hostil y salvaje, llena

de vastos espacios vacíos que aíslan granjas y

poblados y alienan a las personas, que ponen

a prueba a los aventureros y buscadores de

riquezas. También, la sociedad fronteriza

descrita por Turner se convierte en inspiración

para el western, y sus paisajes, vestimenta,

arquitectura, etc., se han convertido, a través

del western, en los rasgos característicos

de una memoria cultural asociada con la

auténtica herencia americana.

El germen del western lo encontramos en las

cuatro novelas históricas de James Fenimore

Cooper acerca del héroe fronterizo Natty

Bumppo, escritas en la primera mitad del XIX.

Bumppo, que se convertiría en el prototipo

del héroe americano (como el detective hard-

boiled o el cowboy) es el héroe que vive en

la frontera, al borde de la civilización y en

contacto con el mundo salvaje, por lo que

puede desarrollar un código ético propio al

margen de la corrupta moral europea que

sirve como ejemplo para la nueva nación.

En 1902 aparecía la novela The Virginian

de Owen Wister (amigo del por entonces

presidente Theodore Roosevelt), que fue

descrita en su momento como un “romance

colonial” y que proporciona el modelo para la

novela del oeste. En la obra de Wister, siguiendo

la tradición abierta por Cooper, la frontera

es un lugar que pone a prueba a la figura del

self-made man, paradigma del individualismo

norteamericano. La irrupción de la novela del

oeste en la cultura popular viene de la mano

de los autores que publican en las revistas pulp

después de la Primera Guerra Mundial, entre

quienes destaca el prolífico Zane Grey que,

reproduciendo la estructura y la temática de

The Virginian, nutre al género de la ideología

nacionalista de Wister y Roosevelt.

El western es, en esencia, una fórmula

para la aventura americana que contiene los

valores e iconos de la mitología fundacional

de la frontera y los generaliza como aquello

propio de toda América (haciéndose eco de la

teoría de Turner, que asociaba los valores de

la frontera con lo genuinamente americano).

De este modo la frontera deja de ser una

zona geográfica y se convierte en un sistema

de símbolos que forman el discurso con el

que los Estados Unidos se construyen unas

raíces mitológicas e históricas para su nación

surgida en plena edad moderna, y el western

aparece como una fórmula épica que relata la

génesis de la nación buscando el resurgir de

la decaída civilización occidental en la nueva

América, disfrazando la realidad incómoda

de una nación nacida sobre el genocidio con

una narrativa heroica.

Page 39: La frontera

Mayo 2011 Preferiríanohacerlo 39

Page 40: La frontera

Preferiríanohacerlo Mayo 201140

l CCCB di Barcellona, dal 9 marzo

scorso, hanno allestito una mostra dedicata alla

città di Trieste e allo scrittore Claudio Magris,

che da lì proviene e più volte si è dedicato a

descriverla. Una bora triestina dà il benvenuto

al visitatore che si trova a sbirciare tra le pietre

del Carso e le lingue del Danubio, molteplici

suggerimenti partoriti da una città che sta al

confine, un “nessun luogo” denso di storie.

Confine di guerra e di lingue, terra contesa,

ma anche nodo cruciale dove è passata tanta

della letteratura del Novecento, un imbuto

dove ha dovuto infilarsi James Joyce prima

che l’Italia lo scorgesse, quando conversava al

caffè con quell’Italo Svevo il cui nome è già un

dichiararsi di frontiera, un mettersi seduto sul

confine. Claudio Magris è pretesto per andare

a rovistare nella città e nella storia che vi è

passata attraverso, ma anche Trieste è in se un

pretesto per andare a sbirciare ai bordi della

frontiera, osservare il lato della piazza fatto

di mare e di mediterraneo, ascoltare tutto l’est

che il fiume riesce a portare.

Inevitabile attraversare questa mostra

(peraltro magnificamente allestita) e non

pensare ad altri punti cruciali del mondo

che conosciamo, altre città che si potrebbero

considerare appostate su una linea di

confine: Istanbul ad esempio, la cui linea di

demarcazione è evidente e più volte celebrata;

Tubo de ensayoLaura Orlandini

“La Trieste di Magris”. Riflessioni ai bordi della frontieraA

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Mayo 2011 Preferiríanohacerlo 41

ma anche Barcellona, o Palermo, o Algeri, tutte

in qualche modo predellini verso il mondo di

là, tutte a tenere stretto il sipario ondeggiante

del mediterraneo, teatro e passaggio di guerra

e di merci, incrocio di rotte.

La riflessione che ne sorge è che forse, in

qualche modo, ogni città é città di frontiera.

La città é di per se un incastro improbabile,

aggrappato a precari equilibri. Se ne sta

appoggiata sul mare, con una finestra aperta

sulla piazza principale, e lascia che quello

sguardo di vuoto e luce sia la metà che

non c'è, la frontiera immaginaria, quella

da immaginare, la parte ignota al di là del

confine, piena di percorsi misteriosi, carica di

rotte e incroci possibili.

Pensandoci, non potrebbe essere che così.

La città è una forzatura fatta dove i mondi

si scontrano. Potrebbero gli uomini fare una

guerra, e invece fanno una città. Lasciano che

il sovrapporsi di ponti e strade, lo sgomitare

di chiese e palazzi, faccia da dialogo e da

conflitto, sia filo teso da tenere stretto. La

città lascia sedimentare le sue ferite, si porta

appresso i suoi squarci violenti, e su di essi

costruisce tutti i suoi discorsi imbrogliati.

La città distrugge e ricrea, si appoggia sulle

proprie rovine, eleva muri nuovi. I tempi

le passano sopra e si sovrappongono, si

appiccicano, si incastrano uno sull'altro. Per

le strade cozzano tra loro lingue lontane,

s'elevano in aria come i fischi delle sirene le

grida del mercato e l'urlo delle navi nel porto.

Ogni città è punto di passaggio ostinato, è

appostata sul tiro incrociato di una qualche

guerra, si fa porta o gancio per tenere stretto

tutto quel mondo al di là del confine di cui

solo ha sentito parlare. Nelle sue piazze tra i

resti del mercato e i segni delle guerre passate,

i bambini si inseguono correndo, hanno già

trovato una lingua per insultarsi e sputare,

che non assomiglia a quella del posto da dove

sono venuti. Ogni città ha la sua parte che

manca, attende l'arrivo notturno di mercanzie

da nascondere, si prepara a un'invasione che

non arriva mai.

Appostata sulla punta di un'isola,

guardando l'altra metà del mare, incastrata

per sbaglio sulla linea di guerra e di conquista,

perseverando in ostinata postazione. Oppure

tesa verso un nord presuntuoso e sfavillante

che seduce dalle sue vetrine, mentre accoglie

tra i vicoli sozzi un disordine di tamburi e

sbadigli, e s'adagia sui tempi lenti e stravaccati

della siesta . O aggrappata a una linea di mare

che come cerniera separa e unisce mondi

distanti, facendo da imbuto e tombino di storie.

O anche seduta su un passato ingombrante di

magnifiche rovine. Diversi sono gli strati e i

ponti da lanciare, ma la città, per essere lì, per

essere città, può essere solo di frontiera.

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Preferiríanohacerlo Mayo 201142

odo está en el aire. Por encima de sus cabezas, la moneda revolotea en un movimiento indescriptible. Esperanzas, ilusiones o el fracaso más absoluto pendientes del impacto del metal contra la superficie de la mesa. Luego, las vacilaciones propias de la pieza, titubeos entre izquierda y derecha y finalmente… cruz!

Sí. Existen personajes dispuestos a jugarse a cara o cruz los ahorros de toda una vida. Pero no solo ellos. El mismo procedimiento es utilizado para decidir el inicio de un partido de futbol o el sorteo de un queso manchego en una excursión del Imserso. ¿Por qué? Es fácil adivinar que el ludópata, el futbolista y el anciano se prestan a ello porque el resultado –cara o cruz- no está determinado de antemano y la moneda les concede la misma probabilidad -cincuenta por ciento- de ganar o perder.

Pero si fuésemos capaces de identificar, aislar

y controlar todas las variables que determinan el resultado, ¿podríamos entonces seguir hablando de un juego no determinista? Por ejemplo, supongamos por simplificación que el hecho de que salga cara o cruz depende del ángulo en que se lanza la moneda, la fuerza de nuestro pulgar y las vibraciones del aire. Si dispusiéramos de estos datos podríamos predecir con exactitud el desenlace del sorteo, con lo que el juego carecería de incertidumbre. El problema es que el destino de la moneda no está solamente determinado por estas tres variables, sino por infinidad de ellas: la masa de la moneda, la forma, el material, la altura del lanzamiento, la deformación microscópica que padece la moneda y la mesa en cada tiro, etc. Por ello, por la ingente cantidad de variables y por nuestra incapacidad de identificarlas todas y medir su efecto, nos conformamos con decir que el resultado depende del azar. Sin embargo,

La realidad y la frontera

Tubo de ensayoGuillem Laporta

T

Page 43: La frontera

Mayo 2011 Preferiríanohacerlo 43

a pesar de nuestra indisposición, ello no significa que el resultado no esté determinado sino que, simplemente, no lo podemos determinar.

Por lo tanto, el azar es un cajón de sastre que almacena todas las variables conocidas (no medibles) y no conocidas que determinan un suceso. La probabilidad es una mera frecuencia al infinito: decir que hay un cincuenta por ciento de probabilidad de que salga cara o cruz significa que si realizamos el lanzamiento infinitas veces, es de esperar que la mitad de las veces obtengamos una cara y la otra mitad una cruz. Esto es así porque las múltiples variables presentes en el cajón del azar se alteran en cada lanzamiento y tienden a cancelarse mutuamente a medida que repetimos el experimento.

Bien. Si concedemos que el resultado del lanzamiento de una moneda está, por así decir, escrito aunque no podamos leerlo, ¿por qué no considerar que también lo están las interacciones químicas que tienen lugar en nuestro cerebro? Al fin y al cabo, las moléculas que habitan nuestra mente están constituidas por los mismos átomos de carbono, oxígeno e hidrógeno que se encuentran en un billete de veinte euros. ¿Existe una frontera entre el determinismo mecánico de los objetos inanimados y la libre voluntad del ser humano?

Físicos, matemáticos y filósofos de todas las épocas han tratado de definir los límites de esta supuesta frontera. La aportación más sólida contra el determinismo ha venido de la mano de la física cuántica con el famoso principio de incertidumbre de Heisenberg. Éste reza que no es posible determinar de manera simultánea y exacta la posición y el momento -la velocidad- de una partícula. Ello se debe a que la introducción de un observador distorsiona el sistema de tal

modo que condiciona los parámetros que se precisan medir. Salvando las distancias, es lo mismo que ocurre cuando queremos fotografiar a alguien comportándose espontáneamente. Tan pronto se percata del objetivo de la cámara, finge una enorme sonrisa, se acomoda el pelo y echa a perder nuestra instantánea.

Esta postura queda reflejada en las palabras de J. Monod, premio Nobel de fisiología y medicina, cuando establecía la distinción –levantaba la frontera- entre la incertidumbre operacional y la incertidumbre esencial (Monod, J. El Azar y la Necesidad). Denominaba incertidumbre operacional al caso de la moneda previamente aludido (<<Estos juegos puramente mecánicos, y macroscópicos, no son de azar más que en razón de la imposibilidad práctica de controlar con una precisión suficiente el lanzamiento>> Monod, J.). En cambio, reservaba la incertidumbre esencial a “acontecimientos imprevisibles por su propia naturaleza” como, por ejemplo, la muerte accidental de un hombre al que, caminando por la calle, le impacta en la cabeza el martillo de un albañil. Parecía sugerir aquí, Monod, que las acciones humanas son imprevisibles por sí mismas y no pueden reducirse al puro mecanicismo de los juegos de azar. Añadía, finalmente, que a escala microscópica aparecía un tipo de incertidumbre esencial sujeto al principio de incertidumbre. Se puede deducir de las palabras de Monod que las interacciones moleculares de nuestro cerebro, al tratarse de entidades microscópicas, responden al principio de incertidumbre y, por lo tanto, no están determinadas.

Pero, al fin y al cabo, una moneda está también formada por partículas atómicas que bien deben comportarse según el principio de incertidumbre. Luego, no parece haber un límite claro entre la

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Preferiríanohacerlo Mayo 201144

incertidumbre esencial y operacional. Es decir, si afirmamos que la mente humana obedece al principio de incertidumbre, también debiera hacerlo la moneda. Por el contrario, si sostenemos que el resultado de la moneda depende necesariamente de factores determinados, no menos debiera depender de ellos nuestra mente. ¿No?

No obstante, el principio de incertidumbre, del que Einstein renegó con la célebre frase "Dios no juega a los dados", presupone la existencia de un observador que distorsiona necesariamente el objeto de investigación e impide la determinación de ciertas variables. Pero, ¿por qué suponer el papel de un observador? ¿Es posible imaginar la realidad, sea ésta cual sea, sin necesidad de observarla? Esto es, ¿existe la realidad con independencia de nuestra existencia? Parece razonable pensar que la realidad se comporta a su manera, y que, si bien no podamos percibirla tal y como es –porque actuamos como observadores y no disponemos de los medios precisos- ello no significa que, efectivamente, la realidad no responda a un encadenamiento causa-efecto con causas y efectos concretos y determinados, aunque, como hemos dicho más arriba, no los conozcamos.

Entonces, ¿en qué queda la voluntad humana si la frontera que la separaba de una humilde moneda no es más que una simple ilusión? ¿Están determinadas todas y cada una de nuestras acciones? Bien, sí. Aunque, como reconoce Stephen Hawking (Hawking, S., Mlodinow, L. The Grand Design), tardaríamos millones y millones de años en establecer todas las variables que determinan un simple pensamiento. Nos consuelan las palabras del siempre lúcido Xavier Rubert de Ventós (Laporta, G. “Entrevista a

Xavier Rubert de Ventós”, en Diari Ara ( formato web), febrero de 2010.): “somos un trozo de mundo estimulado, tenemos la sensación de que decidimos”.

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Mayo 2011 Preferiríanohacerlo 45

Scaramuix

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Preferiríanohacerlo Mayo 201146

i descubrimiento del término “Nuevo periodismo” fue a través de Miedo y asco en Las Vegas hará cosa de dos años, un libro que me cautivó. Realmente no me provoca ningún tipo de vergüenza si digo que concibo a Thompson como un verdadero héroe periodístico. Cierto es que él no es el creador único del género, tenemos a Tom Wolfe, a Norman Mailer, Gay Talese, Charles Portis, Truman Capote… que ya habían ahondado en la experiencia del Nuevo periodismo, pero Thompson incorporó una verdadera personalidad al asunto. Era un hombre absolutamente imperfecto, terrenal, auténtico, único y sus artículos dejan vía libre a una transparencia que embauca al lector de una forma entre cómoda y profundamente angustiosa. No he podido evitar comenzar este artículo dejándome llevar por el elogio constante de una fan, pero era necesario para encauzar el tema y empezar el

ensayo con entusiasmo.

Del periodista me interesan muchos aspectos: hace un tiempo dediqué un trabajo a hablar de él en referencia al consumo de drogas como estimulante de su trabajo como periodista/escritor, un tema muy interesante que me robó el sueño algunas noches. El tema que ahora me concierne poco tiene que ver con este aspecto del autor, aspecto, dicho sea de paso, que puede desvirtuar la crítica del público tratándolo como un auténtico capullo, borracho, drogadicto vestido de payaso. Tal vez las drogas que se inyectaba lo convertían en un capullo, pero no dejaba de ser por ello un verdadero héroe que consiguió traspasar la frontera de la moral periodística. Hay dos aspectos importantes que contribuyen a deshacerse de esta moral: una de ellas es la toma de substancias psicotrópicas, la otra es la incorporación de convenciones literarias

La representación de la experiencia en Hunter S. Thompson y el Nuevo Periodismo

M

Tubo de ensayoDaniela Poch Paz

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Mayo 2011 Preferiríanohacerlo 47

en un género en el que la objetividad tendría que ser el máximo exponente.

Está claro que el Nuevo periodismo no deja de ser una mezcla algo difusa de novela y periodismo, lo que puede suscitar opiniones como que el Nuevo periodismo es algo insólito pero que no deja de ser una mezcla incompleta de ambos géneros. ¿El Nuevo periodismo se lleva lo mejor o lo peor de ambos géneros?

Nos encontramos en los años sesenta, venimos de una época de un nuevo florecimiento de la novela: la novela de los años cincuenta. Podríamos hablar de una conciencia renovadora tras una gran guerra, se consideró que la conciencia colectiva seguiría los mismos pasos que ya se siguieron durante los años veinte en Estados Unidos. La novela significaba el lugar en el que encontrar oro o petróleo, como afirma Wolfe. El periodista no tenía sitio en el mundo intelectual de los escritores norteamericanos a no ser que fuera un aspirante a escritor. El periodismo literario no existía porque era irreconciliable el periodismo con la literatura, el mundo popular del periodismo no podría tener ningún tipo de relación con el mundo elevado del arte literario. El valor que tuvieron algunos, como Charles Portis y Hunter S. Thompson, entre muchos otros, fue otorgarle al periodismo la capacidad de que fuera leído como una novela. Los reportajes del llamado Nuevo periodismo podían leerse con la intensidad con la que se lee una novela, un texto literario. En los años setenta, la creatividad de muchos reconcilió lo que parecía irreconciliable, aunque más bien parecía una guerra encubierta entre dos mundos aparentemente opuestos. Tal y como lo presenta Wolfe, a mí me da la sensación de que se trataba de una guerra fría entre la novela

y el periodismo, una enemistad que ya llevaba durando varios largos años. Muchos partidarios de la novela captaron la propuesta como una oportunidad de ser destronados, una ironía del contrincante. «Ni por un momento adivinaron que la tarea que llevarían a cabo en los próximos diez años, como periodistas, iba a destronar a la novela como máximo exponente literario». ¿Se trataba de una evolución natural del género o de un destronamiento de la novela?

Estamos hablando de que, a partir de ese momento, en un artículo, en periodismo, se podía recurrir a cualquier artificio literario, desde los tradicionales dialoguismos del ensayo hasta el monólogo interior o la metanarración. Precisamente estos tres mecanismos narrativos pueden encontrarse en Thompson. La voz del narrador periodístico se suponía externa hasta ese momento, pero locos borrachos como Thompson obligan a la voz del narrador a formar parte del acontecimiento, no como testimonio sino como partícipe de la acción, como creador del mismo acontecimiento; la idea es que si el periodista no estuviera ahí todo sería diferente, él es un agente de cambio importante, un agente que deja huella a partir de unas palabras, de un artificio.

Según mis reflexiones, estamos en la época en que se empieza a poner en cuestión la capacidad del lenguaje como herramienta eficaz para describir la realidad. El fenómeno del Nuevo periodismo me evoca directamente a esa confianza en la estética, el artificio, y la literatura, en general, para ejercer dominio sobre la realidad, para explicarla. Es por eso que el fenómeno del Nuevo periodismo es fruto de un contexto social y político, pero también filosófico. Thompson era un amigo de estas teorías,

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Preferiríanohacerlo Mayo 201148

estoy segura. Las drogas también asumieron su papel, evidentemente, como él mismo aclara, pero hay una inteligencia muy especial en este hombre que me hace confiar en que nada de lo que hizo, ninguna de sus aportaciones, fue gratuito, ni tan siquiera su espectacular suicidio. De hecho, es posible que no resultase sorprendente para los que lo consideraban un mero loco, pero leyendo sus textos lo primero que conjuramos es que se trataba de un hombre combativo, para nada depresivo, y tengo el presentimiento de que su suicidio no fue un acto demente de desesperación sino una acción bastante planeada.

Evidentemente, este nuevo género híbrido revolucionó tanto el mundo de la novela como el periodismo, puesto que los trabajadores de los diarios debían dedicar más tiempo a sus reportajes, se adquirió la costumbre de pasarse días enteros hasta la culminación de un artículo, se exigía una mayor paciencia, característica nada útil para la profesión. Así pues, me atrevo a decir que las costumbres profesionales también se destruyen ante la concepción de esta hibridación, como en cualquier arte, el oficio se transforma, ahora es otro, ahora los periodistas son escritores, y los escritores siguen siendo escritores. La estrategia principal de los nuevos periodistas fue recuperar el realismo que había formado parte exclusivamente de la literatura; volvieron a la comunicación emotiva, recuperaron la capacidad de la literatura para conmover. Mientras la novela empezaba a jugar con la experimentación, la fragmentación, la deconstrucción, la autoficción, etc. el Nuevo periodismo recuperaba el realismo que perteneció a escritores como Gogol, Balzac o Dickens.

Me planteo si estamos ante un género de fusión

o de “desfusión», es decir, ¿supone el Nuevo periodismo una desvirtuación del periodismo tradicional? ¿Supone en este caso la fusión una mejora? ¿Estamos preparados para destruir las bases de un género, el género periodístico, que debe, ante todo, informar a una sociedad? ¿Estamos listos para esta «aberración»? ¿Queremos ser literarios hasta en el género donde la artificialidad debería ser absolutamente prohibida? Y muchas más preguntas me vienen a la cabeza: ¿Estamos locos? ¿Supone el Nuevo periodismo la llegada del género perfecto, el género que combina lo mejor del periodismo y lo mejor de la literatura?

Estoy completamente segura de que toda literatura procede de un espíritu concreto y nace en función de un alma social, de una época. Creo que, tras la Segunda Guerra Mundial y durante la guerra de Vietnam, el espíritu de Estados Unidos (en términos hegelianos), cayó profundamente en el asco y en el terror; el asco y el miedo eran más evidentes que nunca, la sociedad se vio más engañada, el lenguaje se quedaba limitado para expresar lo que verdaderamente estaba sucediendo, sólo la ironía tenía algún sentido. Es por eso que el Nuevo periodismo de los años sesenta en Estados Unidos supone, en mi opinión, una verdadera baza para explicar los acontecimientos de la época. Sólo la ironía thompsoniana podía atacar al Sueño Americano, ese «timo» americano que a todos dejaba exhausto en su búsqueda. El periodismo de Thompson es una cruel ironía sobre la búsqueda del sueño americano; las drogas intensifican aún más esta ironía; la incorporación de elementos literarios favorece a embellecer el mundo porque la realidad es cruel y asquerosa. De este espíritu nace la fusión del periodismo con la literatura.

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Thompson, dentro de su orgasmo victorioso, puede resultar ligeramente infantil (riéndose de las declaraciones patrióticas de los otros, con sorna) o demasiado mítico (relacionando el presidente con Zeus, en sus tiempos de gloria), si bien no sorprende teniendo en cuenta su estilo. Puede que pierda el norte en algún momento de sus artículos, pero la intensidad siempre está presente. Como siempre, intenta además ser didáctico a su manera. Esta fusión de género está al servicio de una ironía que el periodista necesita demostrar a la población americana: esta unión de géneros pasa a convertirse en necesaria más que en arbitraria.

Otro de los temas más interesantes que también dan una explicación a la incorporación de la ficción en el periodismo es Raoul Duke, coprotagonista de Miedo y asco en Las Vegas. Raoul Duke es un amigo cercano y compañero de Thompson que se encarga de seguir al corresponsal bajo indicaciones del periodista. Se le presenta como un hedonista, cínico y adicto absoluto a toda clase de sustancias. Probablemente fuera el pseudónimo del periodista en diversas situaciones, una creación ficticia a quien le cogió una especie de afecto. Claramente Thompson no necesitaba de una tapadera para dejar ir la lengua, Duke es un individuo que creía óptimo para según qué artículos que despertaban alguna parte radical de su persona. Curiosamente, si uno observa los créditos de la revista Rolling Stone, el nombre de Duke sigue presente en el listado de «editores deportivos contribuyentes» (no deja de provocarme una carcajada). Se podría observar al personaje como la versión extrema de Hunter S. Thompson: el escritor desarrollaría un cierto problema de identidad ya que la gente acabaría por confundir el Duke literario con el

Hunter real (él mismo manifestaría el descontrol al ser incapaz de saber qué actitud adoptar al ser invitado a dar conferencias universitarias).

Miedo y asco en Las Vegas es, como todo lector sabrá, un libro muy paranoico y demente; de hecho el mismo Thompson ha afirmado que la novela cuenta con gran parte de elementos ficcionales, considerándola como un epitafio a la cultura de las drogas de los sesenta. Él mismo considera que esta novela no es exactamente una clara representación de lo que él considera el periodismo Gonzo, pero sí que es un perfecto ejemplo de cómo sería posible realizar un encuentro eficaz entre un periodismo descerebrado y una ficción esquizofrénica. Thompson acarrea diversas cuestiones morales en torno a su periodismo. No estamos hablando, evidentemente, de Nuevo periodismo en el sentido wolfesco del término, pero sí que cuenta con algunos elementos necesarios: la moral surge cuando al leer a Thompson nos damos cuenta de que tal vez sea demasiado delirante para ser considerado periodismo. ¿Puede que tal vez debamos considerar a Thompson como un escritor de novelas, más que un periodista descerebrado? ¿Tal vez sea mejor catalogarlo como un autor de autobiografías? No está claro, su clasificación resulta bastante complicada. Thompson era un buen periodista, tal y como lo demuestran sus artículos, pero también era un gran escritor en general: es la conjunción de ambas cualidades lo que desemboca en un genuino carácter estilístico. En este sentido, ¿tendríamos que hablar más de metaperiodismo, entonces, en vez de Nuevo periodismo? ¿O es que directamente deberíamos prescindir de usar cualquier término en referencia al periodismo cuando hablamos de Thompson?

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Preferiríanohacerlo Mayo 201150

Tubo de ensayoVioleta Serrano García

Vigilancia, clasificación, sutileza retendo descubrirme en el límite y para

ello propongo aquí servirme de dos autores

contemporáneos: primero de Foucault (1926-1984),

para discernir la problemática de las relaciones de

poder que nos convierten en engranaje y después

de Derrida (1930-2004), para establecer una vía

de escape a esa automatización que nos consume.

No quiero dejarlos solos y por eso invitaré al texto

a otras voces escritas. Todo para aproximarme al

abismo de lo discontinuo e intentar beberme sus

pausas o al menos comprender la existencia de

los silencios y su importancia. Para subvertir el

orden. Para difuminar la norma. Para vivir por un

instante en el “se”, “que no es la reflexividad de un

yo o de una conciencia” (PERETTI, Cristina de

(1998): Deconstrucción. Entrada del Diccionario

de Hermenéutica dirigido por A. Ortiz-Osés y P.

Lanceros, Universidad de Deusto, Bilbao. Edición

digital de Derrida en castellano.) y en el que, sin

embargo, reside todo el enigma.

El panoptismo que Foucault desarrolla en su

obra Vigilar y castigar de 1975 nos introduce

en un análisis de nuestro modo de ser en el

mundo. Comenzando por la ejemplificación de

los diversos modos de control social que desde

épocas remotas se han ido desarrollando en las

sociedades occidentales fundamentalmente,

Foucault establece un punto de inflexión que sitúa

en el siglo XVIII con el nacimiento de las ciencias

humanas. Si hasta entonces el control social se

ejercía a través de la lógica del miedo disuasorio

–castigos ejemplares tales como ejecuciones en

la plaza del pueblo, entendida como lugar de la

comunidad social, y ordenados por una autoridad

gubernamental-monárquica o eclesiástica-, es

a partir de Les Lumières que el paradigma de

P

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Mayo 2011 Preferiríanohacerlo 51

ordenación bascula hacia una lógica de relaciones

de poder que no empiezan ni terminan en una

autoridad concreta sino que se inmiscuyen en cada

una de las individualidades que forman el conjunto

de la comunidad:

“[…] pensando en los mecanismos de poder, estoy

pensando en su forma de existencia capilar allí donde el

poder se mete en lo más pequeño de los individuos, toca sus

cuerpos y se mete en sus acciones y actitudes, sus discursos,

aprehendiendo los procesos de la vida diaria. El siglo XVIII

inventó, por decirlo así, un régimen sinóptico de poder, un

régimen de su ejercicio dentro del cuerpo social, más bien que

desde arriba de él.” (FOUCAULT, Michel: Un diálogo sobre la

prisión…)

El ejemplo de la lógica de la segregación, que

se pone en marcha con la excusa del control

de la expansión de la peste en el siglo XVIII, es

uno de los puntos de partida más importantes

del nuevo paradigma de control: contra la peste

–que es mezcla-, la disciplina hace valer su

poder –que es análisis-, apelando a separaciones

múltiples, distribuciones individualizantes y a una

intensificación y ramificación del poder que se

ejercería a través de una organización profunda

de vigilancias y controles. Resulta evidente que la

lógica de la clasificación es un arma enorme para el

control social, pues aquello que puede ser insertado

en unos moldes es, aunque temible, susceptible de

ser controlado por constituirse de acuerdo a unos

límites. María Lugones rescataría esta idea en su

texto Pureza, impureza, separación:

“[…] aunque supuestamente tengamos que entender

la multiplicidad como lo que es percibido por el sujeto

racional que ocupa la posición privilegiada de la razón,

podemos ver que la lógica de este asunto es completamente

distinta. El control no puede justificarse racionalmente de

esta manera, ya que la necesidad de control antecede a esta

concepción de la razón. Lo que en parte quiero afirmar […]

es que la necesidad de control y la pasión por la pureza están

conceptualmente relacionadas.” (LUGONES, María: Pureza,

impureza, separación)

Tanto es así que desde el siglo XIX, se hace evidente

que el poder trata de servirse de procedimientos de

individualización para marcar exclusiones. Así crea,

por una parte, lugares como el asilo psiquiátrico,

la prisión o la escuela –educación vigilada-, y por

otra parte, instancias de control individual que

funcionan de un modo doble: el de la lógica de la

división binaria y la marcación –ej. Loco/no loco;

peligroso/inofensivo; normal/no normal, etc.- y el

de la lógica de la asignación coercitiva o distribución

diferencial –ej. Quién es, dónde ha de estar, por qué

caracterizarlo, cómo reconocerlo, cómo ejercer sobre

él, de manera constante, una vigilancia individual,

etc.-.

El artificio arquitectónico que dibuja tal engranaje

sería el panóptico de Bentham –torre de control

determinada-, por ser una estructura a través de

la cual el individuo se convierte en el principio

de su propio sometimiento, basándose su acción

en tres estrategias fundamentales: el sujeto está

siempre visible y sin embargo nunca ve –es objeto

de una información pero nunca el sujeto de una

comunicación-, está perfectamente clasificado y que

tanto la vigilancia como la clasificación se llevasen a

cabo a través de una sutilidad absoluta. Este punto

es extremadamente importante: si la sutilidad no

funciona, el panoptismo tampoco. El sujeto no

debe ser completamente consciente de su vigilancia

extrema; por lo tanto, ésta debe ser continua en

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Preferiríanohacerlo Mayo 201152

sus efectos aunque no tiene por qué serlo en su

acción. La sensación de coacción exterior ha de

perderse para que el individuo entre en el juego de

su propia sumisión: el poder se convierte así en un

mecanismo automático de acción ante la vida y la

lógica de las relaciones disciplinarias constantes se

hace presente.

Lo que importa ahora no es la ley, sino la norma.

Foucault explica el mantenimiento de tal sistema de

relaciones de poder a través de la noción de poder

seductor. Sólo con echar un vistazo al punto de

inflexión en el sistema de poder podemos darnos

cuenta de la trampa. Fueron los mismos ilustrados

que acuñaron el hermoso lema de “Liberté,

Égalité et Fraternité” quienes crearon la base de la

sumisión actual: las luces crean las instituciones

totales, en cuya base estarían las ciencias humanas,

las cuales a su vez, estarían destinadas a crear la

NORMA. Esa norma es la que regula el campo que

la ley deja libre, es la que produce ese patrón de

conciencia del que, como individuos, extraemos

nuestras nociones de bien y de mal, nuestro corpus

de acción para guiarnos en nuestros actos, en lo

que es NORMAL y en lo que no lo es.

Aquí está la esencia de las relaciones de poder

que, a su vez, debemos entender como capilar en

lo social. No hay una autoridad civil o eclesiástica,

por ejemplo, que detente el poder absoluto sobre

el todo de los seres que conforman el cuerpo

social. El poder político como mucho puede crear

los límites de la legalidad, es decir, la ley. Pero el

conjunto de las relaciones de poder se articulan en

torno a un todo y desde un todo. Dictan sutilmente

la normalidad. Éste es uno de los puntos peor

asumidos por la izquierda “revolucionaria”, ya que,

en cierta medida, Foucault descabeza al monstruo,

del mismo modo que lo haría Deleuze con su

noción de rhizome –en el sentido de dislocación

de cualquier jerarquía organizativa, a saber-:

“Un rizoma no empieza ni acaba, siempre está en el

medio, entre las cosas, inter-ser, intermezzo. El árbol es

filiación, pero el rizoma tiene como tejido la conjunción

“y… y… y…”. En esta conjunción hay fuerza suficiente para

sacudir y desenraizar el verbo ser”. (DELEUZE, Gilles &

GUATTARI, Félix (1977): RIZOMA. Introducción)

De un modo similar, Foucault de-construye una

serie de postulados que hacen tambalear principios

asumidos, a saber: que el poder no pertenece a

nadie, sino que ES, y por lo tanto no puede ser

arrebatado a ningún ente concreto –postulado de

la propiedad-; que el poder no viene únicamente

del Estado, ya que se ejerce por todos y para todos,

y por lo tanto, no se puede localizar en un lugar

concreto porque su entidad es capilar –postulado

de la localización-; que el poder no es inherente

al capitalismo porque no está subordinado a él, lo

sobrepasa, no es tan sencillo como cargar de culpa

al capital y echarse a dormir –postulado de la

subordinación-; que el poder no sólo reprime sino

que seduce, porque de lo contrario no actuaríamos

en torno a él con tanta facilidad –postulado del

modo de acción-.

Si todo está perfectamente ensamblado, hasta el

punto de que las relaciones de poder se repiten a

sí mismas partiendo de cada uno de los seres que

las emiten y las padecen, entonces el principio

de la liberación de esta esclavitud de actos y

pensamientos reside en dos estrategias: primero, en

la deconstrucción de las relaciones disciplinarias y

segundo, en el intento continuado de la vivencia

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del límite, de la frontera, de los silencios que deja

lo articulado.

Interesa la voz de Derrida como arma para

este fin. Derrida destruye para construir, su

deconstrucción se basa en el momento de llevarse

a cabo, deconstruyendo crea y visualiza el verbo

ser, su parte oculta, que va más allá de su propia

conjugación:

“Más allá del pensamiento no hay palabras: se es. Mi

pintura no tiene palabras: está más allá del pensamiento. En

ese terreno del se es soy puro éxtasis cristalino. Se es. Me soy.

Tú te eres”. (LISPECTOR, Clarice: AGUA VIVA)

Se trata primero de realizar una “desestructu-

ración para destacar algunas etapas estructurales

dentro del sistema” (PERETTI, Cristina de), de

“deshacer una edificación para ver cómo está

constituida o desconstituida” (PERETTI, Cristina

de). Y de aquí se parte. Si tomamos como base la

descripción que Foucault hace del cuerpo social,

vale la pena hacer hincapié en la lógica binaria por

la que se rige toda relación social. Lo normal y lo

anormal rigen el sentido de la actuación del ente

social, que no parte de la nada, sino que bebe de

todo un marco cultural. Se trata de, para empezar,

romper el marco de la moralidad y deshacer

estigmas y credos:

“La primera vez que alguien me llamó puta, recuerdo que

me ofendí y caí en la trampa. Mi contestación fue la típica

respuesta machista que se espera de una mujer integrada:

-Puta será tu madre.

La segunda vez no caí en la trampa. Así cuando alguien

me llamaba puta le contestaba:

-Desde que se la chupé a tu padre.

Entonces me di cuenta que no hay nada que moleste más

a hombres y mujeres machistas que una mujer presumiendo,

y enorgulleciéndose, de lo puta que es. Sencillamente

les jode. […] Significa que presumir de tu sexualidad y

autodenominarte puta es agredir al machismo. Significa

que el término les devuelve la estigmatización en forma de

escupitajo”. (ESPEJO, Beatriz (2009): MANIFIESTO PUTA)

Para seguir hay que aprender el arte de vivir en la

“inclasificabilidad” o la transfiguración constante:

“Los pasos que oigo son los míos. […] No, todo esto

no sucede en la realidad sino en el dominio de… ¿de un

arte?, sí, de un artificio a través del cual surge una realidad

delicadísima que pasa a existir en mí: la transfiguración

me ha sucedido. […] me pego a mí e inextricablemente se

forma una textura de vida”. (LISPECTOR, Clarice)

Vivir en la fluencia del ser y no en el

estanque del agua. El estancamiento es la

putrefacción; por eso hay que caminar por

una senda que a su vez oye los pasos que

vienen, que llegan, que están para irse. En ese

instante se crea la liberación de la esclavitud

de las relaciones de poder: eso que no puedo

articular y que por tanto no puedo definir

binariamente respecto a un algo-otro. Esa es

la clave de la insumisión a esta decadencia

de actuación predeterminada siempre por

una norma ya dictada que seduce hasta el

punto de su reproducción por parte de los

mismos que la padecen:

“[…]¡Haced rizoma y no raíz, no plantéis

nunca! ¡No sembréis, horadad! ¡No seáis ni uno

ni múltiple, sed multiplicidades! ¡Haced la línea,

no el punto! La velocidad transforma el punto en

línea. ¡Sed rápidos, incluso sin moveros! […] Sed

la Pantera Rosa, y que vuestros amores sean como

los de la avispa y la orquídea, el gato y el babuino”.

(DELEUZE, Gilles & GUATTARI, Félix)

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Carlos Skliar Hilos después: 4./ 5./ 7./ 8.

InterlunioMareva Mayo I/ II/ III/ IV

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Mareva Mayo ITu lágrima ha venido a buscarme cuando los ciervos quisieron ser cebras.A la cumbre ya habían llegado los que siempre llegan los últimos.No hice nada cuando corría el cianuro hacia tus manos.Querido cuervo de eco nauseabundo conocías bien la irregular paralela de mi tristeza.No importaba la traición ambos en ella posamos la esperanza.El cómo llegó de la caída a tus alas rotasimpotente aprendí a amar tus sucias garras sujetas al inerte árbol que soportaba el cuerpo de la noche y la cochambre.Desparramada la incontinencia del quererprometió la sal amenizar la lluvia.Y mis ojos sulfatados entendieron que estabas muerto.Ya no pude hacer nada.Sólo seguirte.

IIEsta mesa de cuatro espacios tiene tres vacíosy la paz de saber que seguirán asíme hace amar todos los huecos.

IIISoy en la mirada un paisaje destrozado, un dibujo de acuarela que gotea y su amanecer está ya sobre los suelos, porque soy una proyección agria de la torpeza del dolor, yo fui la que pinté con los grises el armario que guarda el disfraz y con el negro el vestido de marinero que teme al mar se empolva porque nunca encuentra su carnaval. Sí, hoy soy mi enemiga, aquí todos mis contrarios toman vida para escupir al yo sus ansias de verano. Sí, soy lluvia en un día de picnic, soy el vino del ex-alcohólico, soy la que jode el chiste, soy la asesina que me espero cuando cruzo el callejón, y esta noche, tengo cerca la pistola, tengo la coartada, tengo el lugar para tirarme sin dejar huella.

IVPresupuse que sabías que después de tres tequilas viene el cuarto, la ebriedad

no perdona a la verdad de éste triste corazón que camicace te habla. Porque

no comprendiste a la alevosa duda, mis arañas no tejen tu vieja camisa. 

Presupuse que la guerra nos sobreviviría, que los puños dejarían de golpear la mesa, que

la lucha de la soledad no reprocharía el plural, pero en el séptimo tequila dejé de quererte. 

Subastemos ya el ruin patrimonio de los besos. Quememos ya las llaves que jamás abrirán puerta

alguna. Y con el sonido del primer tren de la mañana partamos en la ruta divergente para nunca más

tener que recordar los nombres, ni las fechas.

Poes

ía v

ertic

al

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Carlos SkliarPo

esía

ver

tical

(Hilos después)

4. Puedeque la tontería haga piruetashasta hacerte reír desdentado

Que te convenza de lo imposibley que muestre sus faucesde siempre miedosa tirana

Puede que la idiotez no sea mezquinay olvide de día maldiga de nochey te consuma te desplace te obliguea un rostro que siempre es suyo

Puede que te salvesnegándote a la inmensidadde un tiempo imbécil

Pero puede tambiénque no haya nuncanada parecido

a ninguna salvación

del aire con la niebla

De la relación insana del amorcon su letanía

De la relación exhausta de la escritura

con su imposible tema

5.De la relación estricta de un vuelo con su pájaro

De la relación obscena de lo sabido con la cosa

De la relación necia del señor con la señora

De la relación extrema de un ruego con el borde de la piel

De la relación infausta del futuro con su propio niño

De la relación incauta

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7. Y qué pensar

Qué pensarde toda atrocidad disimuladade toda cicatriz que se piensa víboradel dolor que es dolor minúsculoporque sólo está en un ojo en un costadoDe toda mentira subrepticia o su revelación secretaDe la mirada tirana necia indiferenteDe una calle que se muere porque la travesía está hartade los árboles embebidos en cales en basuraDel verbo que ya no se conjuga

Y qué sentir

Qué sentircuando se deja de lado a los dejados cuando se hunde sin pudor a los hundidosY la vida ya no essino una cuenta absorta regresivaque se mira apenas con la córnea o con la sonrisa sin encías

Y ya no se tocan los tocantes Ya no se ríen los rientesYa no se huelen los olientes

Y qué mirarQué mirarsi la luz se viste de luz vacíasi el tiempo pasa como pasa el tiempo

Si la palabra no prometesu promesa de palabra

Poes

ía v

ertic

al

8. Una presencia cualquiera

La de un pájaro un cuello una distracciónuna mujer sordaun niño que juega con su inerciao una palabra suelta puede ser la totalidad del almasu ritmo su mirada su desazón

También la presencia de un vestigiode una señal de un símboloo un halo rígido de luz sobre el mentónindica qué es el mundoo cómo podría dejar de serlo

Inclusivela presencia de dos o más personasde dos o más palabrasde dos o más recuerdospuede ser la enumeración fallidaque ordena la soledadpara pasar por alto su desatino

La cuestión essaber si algo existe más allá de su presenciasaber si algo conmueve al margen de su contorno su perfil

Saber si hay existenciamás acá de una presencia

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Por suerte lo hacen

Masturbarse es hacer el amor con la persona a la que más quiere uno, decía Woody Allen. ¿Es el laberinto sólo una paja mental o la metáfora que articula la construcción del mundo en el que vivimos? ¿Qué hacer si resulta que en realidad no hay salida, que la esencia del laberinto está en esa promesa implícita de un centro que no existe, de un afuera que no es tal? Seguramente dejar de buscar la salida, escribir poemas en las paredes, dibujar ventanas, buscar un rincón en el que se esté a gusto y sentarse un rato.Como si Asterión, en uno de sus incontables paseos por el interior del laberinto, encontrara a un semejante y ya no tuviese que jugar a imaginarse un compañero de juegos, con la estúpida alegría de los tocayos que se reconocen como tales, así nos hemos sentido desde Preferiría no hacerlo al descubrir a Preferiría no hacerlo, programa de radio argentino donde Carlos y Diego Skliar –tío y sobrino ahogándose juntos-, poetas los dos, tejen trincheras de palabras en las que aguantar lo peor de la tormenta.Los Skliar ponen música, hablan de literatura, se ríen el uno del otro, leen sus Poemas pésimos, pérfidos, pútridos, prácticos, provisorios pero personalmente propios… Desde el humor y la autoironía, en una conversación apenas audible, apelando a la lúcida y descreída sonrisa del resistente al que se le han caído todas las banderas y que, sin embargo, mantiene el asta, ya sin tela, levantada ni que sea para descargarla sobre la cabeza del primer banquero o político o cualquier otro tipo de criminal que cruce por delante.

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IDEA Y CONDUCCIÓN DE DIEGO Y CARLOS SKLIAR, TODOS LOS MARTES DE 21 A 22 H EN FM LA TRIBU -88.7 BUENOS AIRES, ARGENTINA- WWW.FMLATRIBU.COM

Preferiría no hacerlo (radio) Para escuchar todos los programas en web: http//preferirianohacerloradio.blogspot.com

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Inma Ponce TorresFronteras artificiales: reseña de El microrrelato. Teoría e historia de David Lagmanovich.

OllinRafaelLas fronteras del imperio

Daniela Poch PazRecuerdos de infancia

Libros

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l argentino David Lagmanovich es un conocido crítico y escritor de minificciones. El microrrelato. Teoría e historia, libro publicado en 2006 en Menoscuarto, hace un repaso crítico e histórico por la narrativa breve en nuestra lengua –se incorpora también un capítulo dedicado al microrrelato en otras lenguas- y al final del volumen nos ofrece “Materiales complementarios” en los que, el Lagmanovich escritor, proporciona un “Manual de instrucciones: cómo leer, escribir y analizar microrrelatos”.

Para el autor de este libro, digámoslo desde el principio, el microrrelato es un género. Fecha su eclosión en las vanguardias históricas, si bien tiene antecedentes ciertamente lejanos (se rastrean formas breves en la Biblia o en las Mil y una noches), pero es entonces cuando se tiene conciencia de una nueva variedad de escritura, equiparable a la novela, la nouvelle o el cuento. La escritura persigue con

fruición la brevedad, según Lagmanovich, como consecuencia de un espíritu de época que tiene como lema “Menos es más” y que deja su impronta no sólo en la literatura, sino también en la música o en la arquitectura. Se pretende, pues, reducir los elementos constitutivos de la construcción al mínimo indispensable.

Lo que a priori caracteriza el microrrelato es la brevedad pero en ningún momento define con claridad qué entiende por breve y deja que el lector considere: “Breve es aquello que en mi lectura considero como breve; extenso es aquello que considero como extenso. Esto no es muy científico, pero la alternativa –el corsé del cómputo- es aun peor”. A pesar de esto, Lagmanovich no podrá resistirse a clasificar microrrelatos según el número de palabras, practica tan habitual entre los defensores del género, pues como él afirma, es más, sitúa lo hiperbreve en la frontera de las 20 palabras,

Fronteras artificiales: reseña de El microrrelato. Teoría e historia de David Lagmanovich.

LibrosInma Ponce Torres

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siendo esta cifra flexible a la alza o la baja, claro está. Y por si no estuviera claro, Lagmanovich nos ofrece una “pirámide (o el continuo) de la narratividad: de abajo a arriba, hiperbreve, microrrelato, cuento breve, cuento, novela breve o nouvelle, novela, ciclo novelístico…”

Aprehender lo breve es problemático, Lagmanovich lo sabe, así que prefiere “hablar de concisión, y dejar descansar por un momento a la tan llevada y traída brevedad”. La concisión no procede de tachar palabras o de abreviar un texto origen, sino que se consigue agregando las palabras justas, bien medidas, para que nada sobre ni falte. Sigue intentando definir el género y ahora lo hace con respecto a su estructura, atendiendo a su configuración externa (microrrelatos monológicos y dialógicos) y a sus rasgos internos (comienzo in media res, sección intermedia que puede adoptar diversas formas –“como el medio juego en una partida de ajedrez”, y el final, cerrado o abierto).

Lagmanovich es consciente de las tangencias del microrrelato y dedica un capítulo a “Los géneros próximos”. La minificción colinda con el aforismo, quizá el más cercano de los textos breves, pero también con géneros periodísticos que han sucumbido a la brevedad –“micronoticias”, “microentrevistas” y otras formas periodísticas como los conocidos Articuentos de Juan José Millás.

Presta especial atención al límite entre microrrelato y poema en prosa: “lo que los separa, sobre todo, es la distinta función de la narratividad”, aunque a nuestro parecer la diferencia radica en la consideración del autor del propio texto, de modo que una misma composición podría funcionar en cualquiera de los dos “géneros”. Para apoyar su tesis, los compara en cuanto a su inicio y final. El comienzo, incluso el título puede ser intercambiable entre ambos, si bien, atención, es preferible un

título de dos palabras, lo mejor: determinante y nombre, no siendo recomendable que el paratexto supere al texto. El final tampoco ofrece diferencias sustanciales, sin embargo y contra todo pronóstico, Lagmanovich sigue manteniendo su tesis.

Como lo anterior no parece muy claro, ahora intenta aproximarse al “género” desde los “Tipos fundamentales de microrrelatos”, tipos y no temas; es decir, “actitudes que tienen que ver con el lenguaje y con la intencionalidad de la construcción narrativa”. Pero los tipos que da –reescritura y parodia; discurso sustituido; escritura emblemática; fábula y bestiario; discurso mimético- no son privativos del microrrelato por lo que resultan inútiles para su definición. Con esto finaliza la parte teórica pero Lagmanovich no nos ha ofrecido ninguna teoría. Increíble pero cierto. Intenta definir el supuesto género y en casi doscientas páginas no lo consigue.

La segunda parte del libro no merece la pena reseñarse: Lagmanovich rastrea la historia del microrrelato haciendo énfasis en los clásicos del género, Arreola, Borges, Cortázar, Monterroso y Denevi y concluye con un repaso del microrrelato por los principales países productores del género en habla hispana. De la última parte del volumen sólo tiene interés la “Bibliografía selecta”, si bien los “Materiales complementarios” pueden, y deben obviarse: a estas alturas podrá entenderse que el “Manual de instrucciones: cómo leer, escribir y analizar microrrelatos” no es de mucha ayuda.

En definitiva, este libro resulta útil por su parte histórica así como por el corpus de microrrelatos que maneja y la amplia bibliografía que se adjunta, pero su parte teórica puede sortearse, aunque resulta divertida por insustancial e incongruente. Tras la lectura del volumen sólo queda claro que las fronteras del microrrelato son tan arbitrarias como traspasables.

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Reseña de Esperando a los bárbaros de J.M. Coetzee

para que pueda ser he de ser otro,

salir de mí, buscarme entre los otros,

los otros que no son si yo no existo,

los otros que me dan plena existencia,

Octavio Paz, Piedra de sol.

l otro, que es indescifrable, es la clave de este texto del premio Nobel de literatura sudafricano John Maxwell Coetzee. Estamos en el limes, en la frontera del imperio, la que separa al bárbaro del civilizado -el yo del otro, del diferente, del extraño-, al ser que en su diferencia amenaza mi propia realidad.

Él es el magistrado de un pueblo de frontera, la última guarnición antes de lo desconocido,

de la amenaza permanente. Pasa su tiempo sin preocupaciones, manteniendo el orden en este alejado reducto del imperio hasta que, un día, llega de la capital el general Joll, extravagante y absurdo. Entonces todo es transgredido: la violencia aparece como motor del conflicto en donde el otro debe ser aniquilado. Pero ¿existe una amenaza real o sólo es imaginada por un imperio que se manifiesta en el enfrentamiento violento con el otro?

Coetzee traza la historia desdibujando a un funcionario que se ve arrastrado por los hechos, a los que no puede sino enfrentar con su propia humanidad. En este enfrentamiento se pierde a sí mismo, porque al acercarse al otro, se convierte en él. Transgrede el límite y recompensa al imperio con la destrucción de su carne. Esta es la cuota que se paga cuando se deja de ser uno para convertirse en otro,

LibrosOllinRafael

Las fronteras del imperio

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en el bárbaro, para darnos cuenta de que, finalmente, sólo somos en la mirada de los demás. Y en ese viaje desaparecemos "...

como alguien que se extravió hace mucho tiempo pero persevera por un camino que quizá no conduzca a ninguna parte."

Jordi Pujol

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A propósito de Infancia¸ de Coetzee

ace pocos días cayó en mis manos el libro Infancia, de J. M. Coetzee. Tengo que admitir que esta novela ha sido mi primera incursión en el mundo coetzeeiano, por lo que mi entusiasmo primario empapará torpemente lo que sigue a continuación.

Para resumir el argumento basta con leer las primeras palabras: «Viven en una urbanización a las afueras de Worcester, entre las vías del ferrocarril y la carretera nacional. Las calles de la urbanización tienen nombres de árboles, aunque todavía no hay árboles.» Infancia habla de la boyhood del autor, de su relación con su madre, su padre y su hermano, de las relaciones con los demás chicos del pueblo, así como con los profesores del colegio, y lo más importante:

su relación con la política y la religión. Infancia es, sobre todo, un libro en el que lo político y las tensiones de lo colonial marcan en profundidad a todos los personajes, a cada cual según sus circunstancias y edades. La tirantez existente entre las múltiples elecciones identitarias que existen en la Sudáfrica de los años cincuenta deja en este Coetzee niño una densa marca.

La decisión de “ser” católico la ha tomado sin pensárselo dos veces. La primera mañana en su nueva escuela (…) se les pide a él y a otros tres chicos que esperen. “¿Cuál es tu religión?”, pregunta la profesora a cada uno de ellos. Él mira a izquierda y derecha. ¿Cuál será la respuesta correcta? ¿Entre qué religiones se puede optar? (…) Le llega el turno. “¿Cuál es tu religión?”, le pregunta la profesora. Está sudando, no sabe qué contestar. “¿Eres protestante, católico o judío?”, insiste impacientándose. “Católico”,

Recuerdos de infancia

LibrosDaniela Poch Paz

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dice él.

La novela no es más que un viaje por los dilemas étnicos y culturales de John Maxwell Coetzee, dilemas que se refugian en lo entrañable de un pensamiento aniñado, inocente, que todavía no se ha vulgarizado. La jugada es buena: la escritura de una vida vista a través de los ojos de un niño favorece una lectura mucho más íntima y fraternal; de este modo, toda disyuntiva étnica e identitaria pierde solemnidad, pero gana crueldad. Infancia es violencia y crueldad.

John y su familia viven en Worcester: un pueblo en la periferia de Ciudad del Cabo, una provincia de segunda que supone la venida a menos de la familia Coetzee y que representa en su momento una vergüenza (pues la familia al completo tuvo que trasladarse ahí por motivos profesionales del padre). Worcester encarna un paisaje salvaje, abandonado, desolador, que se construye a base de granjas desgastadas y que carga con una historia que poco tiene de nostálgica.

John asiste a la escuela del pueblo, que aglutina toda la realidad colonial de Sudáfrica. John tiene que gestionar, en esta pequeña realidad, todos los problemas étnicos, culturales y religiosos con los que se encuentra, pues debe ser capaz de definirse como un inglés o un afrikáner, como un católico, protestante o judío; todas estas elecciones van a marcar su identidad en el colegio y van a generar que lo clasifiquen en un grupo o en otro y dependiendo del grupo en el que sea adscrito su realidad va a ser una o va a ser otra. Su familia predica el ateísmo (no ha pisado una iglesia desde el fin de la Segunda Guerra Mundial), mientras que en el colegio le obligan a definirse como protestante, católico o judío.

El mayor secreto de su vida en el colegio, el secreto que no le cuenta a nadie en casa, es que se ha convertido al catolicismo, que a efectos prácticos “es” católico. Le es difícil plantear el tema en casa porque su familia “no es” nada. Naturalmente son sudafricanos, pero incluso ser sudafricano es un poco vergonzoso y por tanto no se habla de ello, puesto que no todo el que vive en Sudáfrica es sudafricano, o al menos no un sudafricano decente.

Así pues, su condición como sudafricano es confusa: su familia habla inglés aunque él siente cierto aprecio por el afrikaans, en realidad de vez en cuando se atreve a bucear un poco por el idioma porque le ayuda a sentirse diferente, para él funciona como una frontera de y para sí mismo frente al mundo que le rodea. John no acaba de considerarse inglés del todo, pues su pueblo es africano, habita con gente de color y antiguos colonos holandeses; su condición como inglés se reduce a su idioma. Por otro lado, tampoco puede ser afrikáner ya que los considera violentos e intransigentes, y él no es como ellos. A esto, se le suma el desprecio general por la negritud. John sospecha que clasificarse en cualquiera de estas dos identidades va a acabar por destruir su verdadera esencia, su personalidad especial que tanto su tía abuela como su madre admiran. Esta siempre presente sensación de que él es alguien especial genera que adopte una actitud tiránica con su madre, lo que le genera un nuevo conflicto personal. En su casa es un pequeño tirano, en el colegio es el estudiante ejemplar.

Con el tiempo, la familia se traslada a Ciudad del Cabo porque su economía es demasiado precaria y es la única forma de conseguir más dinero. A lo largo del libro asistimos a un rito de

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iniciación simbólico, en el que John va entrando en el mundo de los adultos. Estos momentos son para él un nuevo paso fronterizo entre la inocencia y el conocimiento, el atajo directo a la culpabilidad y los oscuros deseos. «La belleza es inocencia, la inocencia es la ignorancia; la ignorancia es la ignorancia del placer; el placer es culpable; él es culpable. Ese muchacho, con su cuerpo nuevo, intacto, es inocente, pero él, gobernado por sus oscuros deseos, es culpable».

La infancia que describe Coetzee se aleja por completo de una intención bucólica -la novela es mucho más atrevida-, por el contrario John es partícipe y víctima de una sociedad nacionalista, reprimida y represora y se siente solo ante tanto sufrimiento, pues el mundo de los adultos todavía lo siente alejado de sus propias convicciones y reflexiones de niño. Por otra parte, John se disputa entre un amor y un odio a su madre porque ella es la culpable de que él esté en el mundo y es la dueña de su cuerpo y su mente. Siente que, por mucho que pretenda distanciarse, existe una conexión entre ellos dos de la que no se va a poder desprender nunca y eso le hace sentirse dependiente y frágil. El incondicional amor que su madre siente por él lo obliga a despreciarla porque él no es capaz, como hijo, de alcanzar ese mismo amor. Esta distancia le genera soledad a la vez que orgullo y cae de nuevo en un enjambre cruel para él mismo. La guerra está dentro y fuera de él, no tiene escapatoria. «Lo han dejado a él solo con todos los pensamientos. ¿Cómo los guardará todos en su cabeza, todos los libros, toda la gente, todas las historias? Y si él no los recuerda, ¿quién lo hará?».

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Fe de horrores: no.5 el laberinto

en el número anterior de preferiría no hacerlo, el dedicado al laberinto, nuestra impericia editorial nos hizo cometer varios deslices “veniales” que no nos vamos a molestar en detallar y un desliz “capital” del que no nos queda más remedio que retractarnos.en la sección bestiario aparece un microrrelato titulado “las cosas claras” y firmado por tahíche rodríguez. el paratexto –título y firma- es correcto, pero el texto en sí, como cualquier lector atento habrá podido comprobar, reproduce palabra por palabra –horror- el texto del microrrelato que aparece dos páginas atrás firmado por albert mesas y titulado “the believer o un acto de fe”.no es que los dos autores, como pudiera suponerse, hayan escrito cada uno por su cuenta, en un proceso paralelo similar al de newton y leibniz inventando el cálculo o al de pierre menard y cervantes escribiendo el quijote, el mismo texto y lo hayan titulado de forma diferente.ha sido, como dijimos antes, nuestra impericia editorial la que nos llevó a mezclar el paratexto de un cuento con el texto del otro. horror que intentamos reparar en este número mediante la inclusión de esta fe de horrores y la publicación, en el bestiario de este número, del microrrelato con el texto que su autor escribió.

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Año II Mayo 2011 Número 6

DirectorEnrique Bartleby

RedacciónMaria Fortuny, Raúl del Valle, Ollin Rafael

CorrecciónMaria Fortuny, Raúl del Valle, Ollin Rafael, Inma

Ponce

Edición Gianpaolo Rende

Ollin Rafael

Edición webOllin Rafael

Consejo editorialRaúl del Valle, Ollin Rafael, Albert Mesas,

María Fortuny, David Roas, Antonino Marco Greco, Inma Ponce Torres

Ilustración de portadaGianpaolo Rende

Ilustraciones interiores:Gianpaolo Rende

Preferiría no hacerlo