La Fábrica de La Soberanía. Maquiavelo, Hobbes, Spinoza y Otros Modernos - Altini, Carlo

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    Carlo Altini

    La fbricade la soberanaMaquiavelo, Hobbes, Spinoza

    y otros modernos

    Traduccin de Carlos Longhini y Sergio Snchez

    Coleccin ensayoensayoensayoensayoensayo

    Serie estudios filosficosdirigida por Sergio Snchez

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    La fbrica de la soberana

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    Altini, CarloLa fabrica de la soberana: Maquiavelo,

    Hobbes, Spinoza y otros modernos- 1 ed.Buenos Aires, El Cuenco de Plata, 2005256 pgs. - 21x14 cm. - (Ensayo)

    Ttulo original: La fabbrica della sovranit:Machiavelli, Hobbes, Spinoza e altri moderniTraduccin de Carlos Longhiniy Sergio Snchez

    ISBN 987-1228-07-4

    1. Ensayo filosfico poltico I. Sanchez, Sergio, dir.II. Longhini, Carlos y Snchez, Sergio, trad. III. TtuloCDD 854

    2005. Carlo Altini 2005. El cuenco de plata

    Director: Edgardo RussoDiseo y produccin: Pablo Hernndez Giovanoli

    Mexico 474 Dto. 23 (1097) Buenos [email protected]

    Impreso en julio de 2005

    Prohibida la reproduccin parcial o total de este libro sin la autorizacin previa del editor y/o autor.

    REALIZADO CON EL APOYO DEL FONDO CULTURAB. A.DE LASECRETARA DECULTURA DELG. C. B. A.

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    La fbrica de la soberanaMaquiavelo, Hobbes, Spinoza

    y otros modernos

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    Premisa

    FILOSOFA POLTICA E HISTORIA DE LA FILOSOFAEN LA CRISIS DE LA MODERNIDAD

    1.De haber sido publicado en Alemania o en Italia en la po-ca del historicismo, el ttulo de este libro hubiese podido serContribuciones para una crtica filosfica del problema teol-

    gico-poltico. Ninguna de las palabras que componen este t-tulo alternativo habra sido casual, ya que cada una de ellasremite a un problema especfico en torno al cual se ha cons-truido el presente volumen. Por un lado, ste se presenta, enefecto, como una historia selectiva y episdica de la filoso-fa poltica moderna, centrada sobre todo en torno a la cate-gora teolgico-poltica de soberana. Por otro lado, el volu-men intenta contribuir a la valoracin del significado crticodel pensamiento filosfico sobre la dimensin teolgico-pol-tica de la vida asociada, incluso en su expresin contempor-nea dominada por la globalizacin. En consecuencia, est cons-truido en forma de un constante entrecruzamiento de diferen-

    tes planos: entre la investigacin filosfico-poltica y la inves-tigacin histrico-filosfica, entre la gnesis y la crisis de lamodernidad, entre la teologa poltica y el problema teolgi-co-poltico, entre la filosofa y la poltica, entre el fragmento yel sistema.

    El trmino contribuciones remite a la idea del fragmen-to, sobre todo en una poca, como es la nuestra, en que re-sulta sinceramente imposible proponer una mirada sistemti-ca sobre la complejidad del mundo global. El tema del frag-mento tiene ya una larga historia filosfica: basta pensaraqu en toda la cultura alemana de entre guerras (de Simmel a

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    Benjamin) para comprender cmo el fragmento es el espejode la crisis moderna que testimonia la existencia del rostro

    de Medusa de la modernidad, del malestar de la culturacreado por la incidencia de procesos de racionalizacin,tecnificacin y masificacin de la sociedad moderna, tanto ensus lgicas categoriales (los conceptos de identidad, represen-tacin y soberana, y la dicotoma Estado/sociedad) como ensus instituciones (el Estado constitucional y la democracia li-beral). En el fragmento, la cultura filosfica del siglo XX,

    ha vuelto a encontrar a menudo el medio expresivo ms apro-piado para proceder al anlisis del mundo moderno, llegandoa la crtica del fundamento tcnico del racionalismo queproduce reificacin y desarraigo en nombre del progreso, de-terminando as un sentimiento de radical extraeza entre lapraxis edificadora de mquinas artificiales y el mbito dela vida. En la modernidad, no se verifica, por tanto, slo undesarraigo cientfico(entendido como abstraccin de los ele-mentos cualitativos de la fsica y como distincin entre el or-den de los hechos y el orden de los valores, esto es, entreel orden natural y el mbito de la objetividad, por un lado, y elorden humano y el mbito de la subjetividad por el otro), sinotambin y sobre todo un desarraigo cultural(entendido comodesvalorizacin de la naturaleza, fomentadora de la incli-nacin racionalista y constructivista del pensamiento moder-

    no, ajeno por completo a los nexos ontolgicos de la idea demundo moral) representativo de la dicotoma entre Welt yUm-Welt. He aqu, por tanto, que el entrecruzamiento de frag-mentos propio de este volumen no intenta asumir slo lastradicionales coordenadas de reconstruccin histrico-filos-fica, sino tambin las del discurso sobre la crisis de la moder-nidad repensada a travs de una recuperacin crtica de lasracesde la filosofa poltica moderna, que se encuentran enparticular en Maquiavelo, Hobbes y Spinoza. La investiga-cin histrica y la reconstruccin historiogrfica intentan seraqu instrumentos capaces de ofrecer perspectivas privilegia-

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    das para volver a pensar tericamente el modelo delracionalismo presupuesto en el desarrollo de la filosofa pol-

    tica moderna: desde este punto de vista, la investigacin his-trica sobre la gnesis y la esencia del racionalismo modernono asume un carcter puramente arqueolgico, erudito ydocumentalista sino que, por el contrario, asume un carctereminentemente filosficoa travs del cual repensar las racesy el sentido de la crisis del siglo XX. La reconstruccin dealgunos episodios histrico-filosficos (Maquiavelo y el pla-

    tonismo, la teora de la representacin de Hobbes, etc.) no sepresenta, por tanto, slo como una investigacin histrico-filosfica sobre el tema de la soberana, sino que se presentacomo una forma de retorno a la fundacin de la modernidad atravs de una deconstruccin de la filosofa moderna queapunta a volver a trazar la gnesis y las caractersticas quehan determinado primero su desarrollo y sucesivamente sucrisis. Frente a las cuestiones planteadas por la crisis de lamodernidad (en particular la crisis del racionalismo y del Es-tado), la recuperacin crtica de los clsicos modernos repre-senta uno de los momentos decisivos en la comprensin de lagnesis de la filosofa poltica moderna. De este modo, la la-bor histrica, la reconstruccin historiogrfica y el pensamientoterico se revelan como indisociables: las interrogaciones so-bre la modernidad nacen de la reflexin sobre la situacin

    presente para ser desarrolladas a continuacin a travs de laadquisicin de instrumentos histrico-crticos, con el estudiode los autores clsicos, a fin de volver luego a una nueva com-prensin de la situacin presente. Si la investigacin histricano quiere ser simplemente una recoleccin de materiales, tie-ne entonces necesidad de una ceida confrontacin con losproblemas del presente. La investigacin filosfica procede,en este caso, a travs de la reconstruccin de la estructura dealgunos textos del pasado, trazando lneas de dilogo y rbo-les genealgicos entre los filsofos, que contribuyen a cons-truir nuevos itinerarios historiogrficos, cuya relevancia es

    Filosofa poltica e historia de la filosofa en la crisis de la modernidad

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    directamente filosfica. Se crea as una estrecha convergen-cia de anlisis terico (entendido de manera no abstracta, esto

    es, con una determinacin concreta) y anlisis histrico (en-tendido en su radical criticidad), hasta llegar casi a determi-nar una identidad entre filosofa poltica e historia de la filo-sofa. Naturalmente, siempre es riesgosa toda tentativa de creartramas discursivas all donde stas no son evidentes o no loparecen, sobre todo en los casos en que la comunicacin his-trica y el dilogo filosfico en cuestin no se han desarrolla-

    do con regularidad y de modo directo. Existe, en efecto, elriesgo de la complicacin artificiosa, no focalizada ntidamentesobre las cuestiones efectivas. Pero existe tambin la ventajade una posible articulacin terica fecunda y rica en desarro-llos. Por lo dems, esta relacin entre riesgos y ventajas de lacomplejizacin es en el fondo el ncleo de la relacin en-tre filosofa e historia de la filosofa, si esta ltima no quiereagotarse en una abstracta investigacin filolgica ocontextualista, incapaz de valorar el real alcance histricode las cuestiones filosficas. Las aporas y contradicciones delpensamiento moderno pueden ser entonces comprendidascrticamente en su radicalidad slo a travs de la concienciarelativa a su gnesis y su desarrollo. Desde este punto de vis-ta, el problema filosfico vuelve a aparecer en la historia de lafilosofa que expresa el compromiso terico de la investiga-

    cin filosfico-poltica.En formas entre s diferentes, el principio filosfico que guaeste procedimiento es caracterstico de muchos filsofos con-temporneos: entre estos, se encuentran sin dudas los autorescuyas contribuciones se analizan aqu (Carl Schmitt, LeoStrauss, Alexandre Kojve, Gershom Scholem y Hans Jonas),los que se vuelven hacia los clsicos antiguos y modernos paracomprender la sucesin de las fases que el pensamiento filos-fico ha atravesado en torno a algunas cuestiones polticas (porejemplo, la soberana, la representacin, la persona jurdica,el poder, etc.), centrales para la definicin de la dimensin

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    teolgico-poltica que funda la unidad y la forma del Estado.En esta perspectiva, las teoras de los clsicos operan como

    directo punto de referencia tericoy no slo histrico, para lareflexin sobre las cuestiones del presente (an cuando siem-pre es necesario evitar actualizaciones precipitadas). Des-de este punto de vista, es un objetivo explcito de la filosofade relieve filosfico-poltico el de indicar un camino capaz desuperar la unilateralidad de la perspectiva histrica, por unlado, y terica por el otro. No se trata, naturalmente, de vol-

    ver a proponer perspectivas nostlgicas del pasado: es deltodo evidente que esta intencin resultara contradictoria res-pecto del objetivo que gua estas reflexiones (la elaboracinde un punto de vista capaz de hacer comprenderradicalmen-te la crisis moderna). En efecto, no son las soluciones concre-tas ofrecidas por los clsicos las que no pueden ser aplicadasdirectamente a los problemas planteados por las sociedadesmodernas las que deben ser recuperadas, sino antes bien lasformasfilosficas a travs de las cuales han sido pensados losproblemas de la sociedad premoderna. La reflexin histricaes un medionecesario para la superacin de las aporas de lamodernidad, pero no ofrece soluciones prediseadas. Por lodems, filosofa e historia de la filosofa no son la misma cosa,an cuando la historia de la filosofa puede absorber a vecesalgunos propsitos y funciones de la filosofa, sobre todo si se

    distinguen adecuadamente las caractersticas fundamentalesde una correcta investigacin histricade las que son propiasde los principios filosficos del historicismo. En efecto, paraevitar quedar prisioneros de una subjetividad histrica nojustificada desde un punto de vista filosfico, es preciso aban-donar la tentativa de comprender el pasado a la luz del pre-sente y, sobre todo, es necesario recuperar la distincin entreproblemas histricos y problemas filosficos, abandonandola idea de una historia filosfica universal, en la que losproblemas filosficos son transformados en problemas hist-ricos, relativos incluso al futuro: la comprensin histrica es

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    una forma de reconstruccin interpretativa a travs de la cualsomos capaces de comprender la forma en que un autor del

    pasado interpretaba sus propias contribuciones. Por el con-trario, la confusin historicista entre historia y filosofa estestrechamente ligada a la reformulacin del carcter radical-mente histricode la filosofa moderna, en el que est implcitala idea de que todo el pensamiento est histricamente condi-cionado. Por tanto, el punto de vista del filsofo estara privadode validez universal u objetiva: dado que el pensamiento filos-

    fico de todas las pocas, siendo en sustancia expresin del esp-ritu del propio tiempo, sera igualmente verdadero para elhistoricismo, cada forma de conocimiento es nicamente rela-tiva al presente y, sobre todo, cada verdad es vlida slo en elpropio perodo histrico. Pero no es este el camino por el quecabe encontrar fecundas interacciones entre filosofa e historiade la filosofa. En efecto, el historiador de la filosofa no debesustituir las ideas de los autores que interpreta por las suyaspropias, y no debe pretender juzgarlas sin haberlas comprendi-do: hacer historia de la filosofa significa intentar recuperar for-mas perdidas de conocimiento. Por lo dems, la posibilidad deaprender algo de real importancia filosfica a partir del estudiode los clsicos se vuelve, en una poca de crisis, una necesidadconcreta para la recuperacin de una conciencia plena de losproblemas filosficos fundamentales. En este sentido, el histo-

    riador de la filosofa no debe asumir slo la responsabilidad dela correccin y de la objetividad de la propia investigacin his-trica, sino tambin, y sobre todo, la responsabilidad de llevara la luz lapermanenciade los problemas filosficos, es decir, lacuestin de la verdad: la comprensin histrica no puede pres-cindir de la comprensin filosfica.

    2. A travs de una serie de fragmentos, este volumen sepropone contribuir a la reflexin sobre la genealoga de lamodernidad y sobre el diagnstico de la crisis contempornea

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    relativa a la cuestin de la soberana y del Estado. El temaest ya a la vista de todos: se trata de la globalizacin, a tra-

    vs de la cual ha aparecido cada vez con ms prepotencia lacrisis del Estado moderno entendido como nico depositariode la soberana y como nico sujeto de la poltica mundial, enla que han aparecido concretamente nuevos sujetos (no slopolticos) que contribuyen a la progresiva estabilizacin deuna superestructura ideolgica de carcter tcnico que pro-cura justificar nuevas formas de poder y dominio sin la expl-

    cita definicin de las relaciones de poder. Pero esta superes-tructura opera como poder indirecto, esto es, utilizandoinstrumentalmente la estructura racional y formal del Es-tado moderno. Precisamente porque est privado de un fun-damento trascendente, el orden poltico moderno es artificialen cuanto producto necesariode una coaccin al orden que,confrontndose a la vez con la ausencia de fundamento y conla necesidad de trascendencia, asume en su propio interiorla contradiccin entre experiencia y excepcin, entre conflic-to y forma, entre contingencia y mediacin. Pero hoy estemodelo no es ms capaz de administrar jurdicamente laconflictividad global entre poltica y economa. En consecuen-cia, en nuestra poca de crisis de la objetividad artificial mo-derna resulta problemtico fundar una nueva objetividad yuna nueva praxis capaz de responder a las contradicciones

    planteadas por la reorganizacin de las relaciones planetariasentre poltica y economa. La crisis de la poltica moderna noremite automticamente a una solucin y la propia filosofapoltica se encuentra en una fase de transicin, del no ya ydel an no que, en ausencia de una nueva conceptualizacin,instala la crisis en forma permanente. Pero en esta poca detransicin estn en actividad todos los poderes indirec-tos (sobre todo los econmicos y los financieros) que apun-tan a producir procesos radicales de inversin de las relacio-nes de poder (por ejemplo, en torno a las cuestiones centralesde la soberana, de la representacin, de la libertad, de los

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    derechos y de la transparencia): en efecto, hoy los centrosde decisin que en el debate pblico son a menudo defini-

    dos como organismos tcnicos, pero que son en realidaddel todo polticos (en el sentido de la nueva poltica norepresentativa) no son ms los parlamentos o los gobier-nos, sino antes bien los organismos supranacionales ointergubernamentales (Fondo Monetario Internacional, Ban-co Central Europeo, etc.), en los que el control democrtico essin dudas dbil. El tema se vuelve ms grave y radical si pen-

    samos en el papel que las multinacionales o los grandes ban-cos de negocios juegan en la definicin de las polticas nacio-nales particulares en materia de tasacin, de tutela de los de-rechos y de financiamiento pblico. Las fuerzas econmicasse han autonomizado de lo poltico y, ms an, han comenza-do a plegar las instancias de lo poltico a favor de sus propiasexigencias, utilizando adems los instrumentos de persuasinde masa disponibles (este proceso es evidente en la estructurajurdico-formal de los mecanismos de la des-localizacin pro-ductiva y de la transaccin financiera internacional). Laglobalizacin determina una profunda revisin estructural delas relaciones de poder y una radical redistribucin de los cen-tros de decisin a escala global, a travs de los cuales sonpuestas definitivamente en crisis las categoras centrales de lafilosofa poltica moderna que estaban en el fundamento del

    Estado moderno y de la democracia liberal clsica. Frente aestos fenmenos, la filosofa poltica trabaja hoy con concep-tos anticuados, incapaces no slo de encontrar soluciones, sinoa menudo incluso de identificar los problemas a la orden delda. Habiendo caducado la utilidad performativa de la con-ceptualizacin filosfica moderna (soberana, representacin,constitucin, autoridad, ley, libertad, derechos, etc.), no apa-rece en el horizonte un pensamiento capaz de definir nuevasgrillas interpretativas interdisciplinarias (polticas, economas,jurdicas) capaces de dar respuestas a los nuevos problemasplanteados por las relaciones de poder en la poca de la

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    globalizacin. Estos problemas son a menudo objeto de estu-dios (y de asesoramiento) efectuados por politlogos y econo-

    mistas o a lo sumo por socilogos. Pero se debe observar quetradicionalmente estas son clases intelectuales muchas ve-ces orgnicas a los estamentos dirigentes y a los aparatos depoder. Parece entonces absolutamente necesario intentar de-sarrollar un pensamiento crtico, esto es, filosfico, sobre laglobalizacin, capaz de confrontarse, con independencia deanlisis y de juicio, con las caractersticas de las transforma-

    ciones sociales, polticas, tecnolgicas y econmicas en curso.La carrera por la especializacin ha hecho hoy de la investi-gacin un saber simplemente tcnico, un instrumento al servi-cio de fines prcticos, en total ausencia de disenso real y cons-titutivo. Muy a menudo, lo que definimos como libertad depensamiento equivale en realidad a la posibilidad de elegirentre dos o ms opiniones diversas sostenidas por una exiguaminora de polticos intelectuales. Tambin la filosofa, dadasu naturaleza renuente a ser transformada en tcnica, correel riesgo de ser desarmada de su potencial crtico, si no es quedirectamente corre el peligro de ser sometida (bajo la formade la epistemologa de las ciencias sociales) a los procesos deconstruccin simblica que gobiernan, de manera ms o me-nos autoritaria, las complejas sociedades de la informacin.Emerge as un nico modelo hbrido de racionalidad social,

    producto del encuentro entre individualismo metodolgico yneo-utilitarismo (condimentado con el imperecedero sostnde la tradicin socio-religiosa de pertenencia), frente a lo cualuna filosofa poltica de carcter crticono debe necesaria-mente encontrar remedios inmediatos, sino al menos compren-der y expresar el significado filosfico de la crisis irreversiblede la poltica moderna ocasionada por la globalizacin.

    3. Una parte relevante de los temas afrontados en este volu-men est dedicada al anlisis del problema teolgico-poltico,

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    en la conviccin de que no existe ninguna cuestin de sobera-na poltica que no sea al mismo tiempo una cuestin

    teolgica. La declinacin de las relaciones entre religin ypoltica en la modernidad ha asumido las mas diversas for-mas (del ateismo de los iluministas radicales a la defensa delprimado teolgico de los contrarrevolucionarios del sigloXIX), pero en Maquiavelo, Hobbes y Spinoza la crtica filo-sfica del problema teolgico-poltico es sin duda uno de loselementos fundadores de la concepcin moderna de la sobe-

    rana. Aqu nos interesa sealar la diferencia radical entreteologa poltica y problema teolgico-poltico. Por teologapolticaentendemos un modelo terico en el que la justifica-cin del poder poltico opera a partir de un fundamento teol-gico revelado, que funda la suprema autoridad soberana, y enel que se expresa una substancial identidadreligiosa y cultu-ral del cuerpo poltico, si bien secularizado. En cambio, elpro-blema teolgico-polticoremite a un modelo terico en el quela justificacin del poder poltico, an asumiendo la cuestinde la dimensin religiosa, opera a partir de una base munda-na y en el que se subraya, aunque implcitamente, el papeldesempeado por el conflicto teolgico-poltico, que se vuel-ve un conflicto eminentemente poltico (y slo secundariamenteteolgico). En este segundo caso, a pesar de que no se evita laconfrontacin con el problema de la pluralidad de las diferen-

    tes fuentes autoritativas problema vinculado al reconocimien-to de los dioses de la ciudad, no se expresa fe o preferen-cia teolgico-confesional alguna: los conflictos entre las di-versas autoridades polticas son conflictos entre las diversasautoridades divinas, vale decir, entre los diversos mitos,creencias o valores fundadores de la sociedad poltica que,por su naturaleza, son intrnsecamente arbitrarios, por cuan-to son justificables en el plano histrico o tico (se debe teneren cuenta que los mitos fundadores no pertenecen slo a lahistoria pasada de las sociedades humanas, ya que puedenconsiderarse tambin los mitos actuales la democracia, el

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    socialismo, etc.). En consecuencia, tales conflictos no son tan-to controversias teolgicas, como conflictos entre sistemas

    tico-polticos que compiten entre s y que implican diferentesy antagnicas concepciones de la justicia. Dado que la esferade la poltica no se agota en el mbito de la fuerza, y puestoque para cada autoridad poltica existe el problema de la pro-pia justificacin, las distintas divinidades son las garantesy las sostenedoras de lo que es justo en las diversas asociacio-nes polticas. La teologa poltica es entonces muy diferente

    de la filosofa poltica, que es bsqueda de la verdad de lascosas polticas en la forma de una sabidura humana queno est condicionada por la pertenencia poltica y por la creen-cia religiosa, y que distingue entre lo que esprimero en sy loque esprimero para nosotrosprecisamente all donde la teo-loga responde a la cuestin de la verdad a travs de la refe-rencia directa e inmediata a la verdad de la revelacin, inde-pendientemente de toda forma de justificacin racional (y eneste sentido, dando fundamento terico a la prctica de laobediencia, independientemente del objeto y del fin a los quela misma obediencia est dirigida). En este sentido, el proble-ma teolgico-poltico y no la teologa poltica, forma parte dela filosofa poltica.

    4. En un pasaje de los Moralia, Plutarco refiere una histo-ria de Antfanes sobre los discpulos de Platn: Antfanescontaba bromeando que en cierta ciudad no identificada laspalabras, no bien pronunciadas, se congelaban por el fro yque luego, cuando se descongelaban, los habitantes oan enel verano lo que se haba dicho en el invierno; as precisa-mente deca suceda con los discursos de Platn a sus disc-pulos cuando estos eran todava jvenes, a saber, que la ma-yora de ellos los comprenda tarde y como a tientas cuandose volvan viejos. Esto generalmente sucede con la filosofa engeneral. Al referir esta ancdota, Plutarco tena quizs en

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    mente la idea de la filosofa como forma de vida y comoforma de pertenencia a una escuela; seguramente no pensaba

    en la idea de la historia de la filosofa que, cualquiera sea laacepcin en que la entendamos, es posible slo en una pocapost-hegeliana. Que la filosofa tenga una historia, no resulta,en efecto, obvio: antes de Hegel existen, a lo sumo, biografasde filsofos y repertorios que compilan las opiniones de losfilsofos (esto es, existe una propedutica filosfica sin valorfilosfico), pero no existe una historia de la filosofa con signi-

    ficado filosficopara la filosofa un significado que es, portanto, muy diferente del significado representado por la histo-ria de la ciencia para la ciencia: incluso sin considerar la difi-cultad terica vinculada al reconocimiento de la filosofa comoobjeto de la investigacin histrica, la historia de la filoso-fa no puede ser, como en cambio s es la historia de la ciencia,una paleontologa filosfica, y ni siquiera una historia delprogreso del espritu humano. Naturalmente, serasimplificador querer resolver el problema representado por elsignificado filosficode las relaciones entre filosofae histo-ria de la filosofasin haber definido antes qu se entiende porfilosofa (vgr.por su esencia) por un lado, e historia dela filosofa (vgr.por su objeto) por el otro. Todo esto impli-cara una reincidencia directa sobre los fines, por ejemplo, dela historiografa filosfica y de la hermenutica filosfica. Sin

    embargo, esta simple acotacin demuestra cuan infinito esel propsito en cuestin. Adems, parece necesario destacarel problema de fondo que caracteriza la dificultad de la histo-ria de la filosofa: el historiador de la filosofa debe conside-rar, en efecto, el valor filosfico de las doctrinas del pasado,pero al mismo tiempo no se puede atribuir a ninguna de estasun grado absoluto de verdad, bajo pena de abandonar el ofi-cio de historiador. Se vuelven a encontrar aqu huellas de unaulterior dificultad, la relativa a la relacin entre historia (en-tendida como bsqueda de verdades transitorias y parti-culares) y filosofa (entendida como investigacin de verda-

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    des inmutables y universales): el mtodo histrico, aten-to a la originalidad del hecho, no puede por s solo permitir

    la realizacin de los objetivos de la historia de la filosofa, niprocurar la clave para la comprensin de la conciliacin en-tre historia y filosofa realizada de hecho por la historia de lafilosofa. Al contener una ntima contradiccin en su propiointerior, la historia de la filosofa constituye un problema filo-sfico que tiene por objeto no el ser o el mundo, sino a lafilosofa misma, cuya pretensin de universalidad se pone en

    crisis a travs de la subjetivacin de lo que, por su naturaleza,pretende ser objetivo, a saber, la verdad filosfica. Frente atal dificultad, Hegel llega a la idea de una historia no subjeti-va, resolviendo la historia de la filosofa en filosofa, perodestruyendo la historicidad misma de los sistemas filosficos.Collingwood, como muchos otros autores prximos a la tra-dicin historicista, llega en cambio a la idea de un radicalcondicionamiento histrico de la filosofa: la filosofa es hist-rica porque el hombre es histrico, y por tanto la historicidades la condicin de posibilidad del discurso filosfico. A pesarde todas estas dificultades, queda de todos modos la impre-sin de una relacin compleja entre filosofa e historicidad, asaber: el discurso filosfico como forma de comprensin y desaber parece requerir necesariamente la asuncin de cuestio-nes que se han vuelto ya histricas y todo esto indepen-

    dientemente de una aproximacin al problema que est dicta-da por argumentaciones tpicas del historicismo o del mate-rialismo histrico. Tal como se narra en la historia de Antfanesreferida por Plutarco, cuando el saber filosfico acta, parecehacerlo de manera slo mediata, ya que la filosofa preparauna interrogacin esencial y necesariamente inactual: Y esto,ya sea porque se adelanta mucho a su presente actual, ya seaporque reconduce su propio presente a su pasado remoto yprincipal. En todo caso, la filosofa sigue siendo un gnero desaber que no slo no se deja actualizar sino que, por el contra-rio, somete a su propia medida al tiempo. La filosofa es, por

    Filosofa poltica e historia de la filosofa en la crisis de la modernidad

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    La fbrica de la soberana

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    su esencia, inactual: pertenece, en efecto, a ese gnero de co-sas cuyo destino es el de no encontrar nunca eco inmediato en

    el presente, pero que tampoco necesita encontrarlo (M.Heidegger, Einfhrung in die Metaphysik, 1953). Sin embar-go, continua Heidegger, cuanto ahora es inactual tendr supropio tiempo. Slo as las filosofas del pasado, que nacen enel tiempo pero que van ms all del tiempo, pueden ser almismo tiempo pasadas y presentes.

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    HISTORIA DE LA FILOSOFA, HISTORIOGRAFA E HISTORICISMOENR. G. COLLINGOOD, L. STRAUSS YA. MOMIGLIANO

    1.En 1967, Arnaldo Momigliano publica en las pginas de laRivista Storica Italiana1un breve ensayo sobre la relacin en-tre pensamiento poltico clsico y hermenutica en Leo Strauss.Ms all del agudo anlisis de la gnesis y el carcter del pen-samiento straussiano a mitad de camino entre filosofa griegaclsica, Wissenschaft des Judentumsy filosofa alemana, conpreciosas referencias a las deudas culturales de Strauss, quevan de Cohen a Rosenzweig, de Kant a Hegel, de Hobbes aSpinoza y de Maimnides a Maquiavelo, el ensayo proponeun definido hilo conductor: la crtica straussiana del historicismo.A este fin Momigliano concentra su atencin en un ensayo deStrauss en el que se discute el volumen The Idea of History deR. G. Collingwood2, y logra evidenciar el estrecho vnculo, enel propio discurso straussiano sobre la modernidad, entrehistoricismo, crtica de las ciencias sociales contemporneas

    (sobre todo de extraccin neopositivista), recuperacin de lafilosofa poltica clsica y elaboracin hermenutica. En estesentido, Momigliano parece apreciar los aspectos fundamenta-les de la crtica straussiana de Collingwood, sobre todo en loque respecta a la relacin entre crtica e interpretacin y a la

    1 Cfr.Momigliano, A., Ermeneutica e pensiero politico classico in Leo Strauss,en Rivista storica italiana, LXXIX, 1967, pp. 1164-1172 (ahora en Ibd., Pagi-

    ne ebraiche, Torino, Einaudi, 1987, pp. 189-199). Cfr. tambin ibd., BookReview of Socrates and Aristophanes, en Commentary, Octubre 1967, pp.102-104

    2 Cfr.Strauss, L., On Collingwoods Philosophy of History, en Review ofMetaphysics, V, 1952, pp. 559-586.

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    La fbrica de la soberana

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    categora de progreso, cuya problemtica resulta evidente enel concepto de reenactmentque busca reunir la realidad del

    pasado, las exigencias del presente y la correccin de la inves-tigacin histrica3. Con ciertas reservas no sustanciales sobreel mtodo straussiano de investigacin histrica (en particular,la correspondencia entre la hermenutica de la reticencia y losprincipios de la filosofa poltica clsica), Momigliano sealacomo positivos tambin otros aspectos del pensamiento deStrauss. En efecto, adems de cuestiones especficas de estricta

    pertenencia a los estudios de la antigedad (los estudios histri-cos sobre autores de la Grecia Clsica, de Aristfanes aJenofonte, de Platn a Tucdides explcitamente en contra deEric Havelock) o de metodologa de la investigacin histrica(la cuestin de la reticencia de los textos filosficos4y la dife-

    3 Collingwood afirmaba que todo perodo histrico posee un pensamiento histricoque le corresponde y que vale absolutamente para dicho perodo: mantena as que

    toda investigacin histrica es relativa al presente, esto es, a algo por definicinextrao a los intereses propios de los hombres del pasado. Strauss objeta que no tienesentido interrogar a un pensador del pasado si sus problemas no son an nuestrosproblemas y si, en consecuencia, no estamos dispuestos a admitir la posibilidad deque, por ejemplo, Platn tuviese razn. Esto implica al menos la provisoria subordi-nacin de la propia investigacin a la investigacin de los pensadores del pasado,que pueden tener razn. Y esta subordinacin significa a su vez que se debe seguir aPlatn en su modo de pensar y aceptar, al menos provisoriamente, los lmites que lse da y el modo que tiene de presentar sus argumentos. La historia del pensamientoes por lo tanto para Leo Strauss una tentativa por recuperar un nivel de pensamien-to que se ha perdido [...] Concluye as que interpretar a Platn es distinto de criticar

    a Platn: interpretar a Platn significa permanecer dentro de los lmites de lasdirectivas de Platn, mientras que criticarlo significa ir ms all de tales directivas.Pretender juzgar el pasado desde el punto de vista del presente es ya presumir que elpresente ofrece un punto de vista mejor que el pasado. El verdadero pensador debemantener abierta la posibilidad de vivir en una edad que es inferior al pasado [...]Para comprender un escritor es necesario seguirlo no guiarlo procurar darsecuenta de todos los meandros y las aparentes contradicciones de su pensamiento. Loque Strauss sobre todo teme es que se pretenda superponer las propias nociones a lasdel pasado, antes an de saber qu pensaron los antiguos (Momigliano, A.,Ermeneutica e pensiero politico classico in Leo Strauss, op. cit.,pp. 190-191).

    4 Me parece que la originalidad de Strauss consiste en haber puesto de relieve una

    cuestin de principio y en haberse atenido a ella en cada uno de sus ensayosinterpretativos. La cuestin de principio es que la nocin aristocrtica de verdadesfundamentales, que ninguna persona presente dira en pblico, ha sido aceptadaen el pasado y lo es an en el presente, por demasiadas personas como para que nosea tomado en consideracin al interpretar un texto (op. cit.,p. 192).

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    rencia entre poca y pensamiento5 explcitamente en con-tra de Collingwood), Momigliano parece tomar en serio no

    slo la tentativa straussiana de comprender los trminos dela relacin entre filosofa y poltica (con la discusin de loslmites internos de la vida poltica a travs del anlisis dela relacin entre utopay comedia)6, sino tambin la tentati-va de dar forma a la tensin entre sabidura y fe7tensinque, interpretada con las lentes provistas por la Gua de per-

    plejosde Maimnides, es capaz de dar respuesta al nihilis-

    mo moderno. Pero Maimnides no es slo el intrprete delracionalismo premoderno en el que, segn Strauss, la ten-sin entre sabidura y fe encuentra la medida y el equilibrioausentes en el racionalismo moderno, que permiten evitartanto el dogmatismo como el relativismo. En la discusinimplcita del problema quid sit deus, Maimnides es tambinla expresin concreta del modo straussiano de hacer investi-

    5 La razn esencial de esta vinculacin [entre hermenutica de la reticencia yantihistoricismo] es la ya indicada a propsito de la sociologa del conocimien-to, que para Strauss es slo una manifestacin del historicismo. Casi todos losgrandes pensadores del pasado, lejos de aceptar ms o menos conscientementelos presupuestos polticos o religiosos de su tiempo, se oponan a ellos y porrazones de prudencia o de mtodo expresaban su oposicin de manera cautelo-sa (op. cit. p. 194).

    6 En la interpretacin de Momigliano, el Aristfanes de Strauss pone en vincula-cin directa, en las representaciones socrticas, orden poltico mejor y cmi-

    co porque sabe que la utopa est en el lmite de lo realizable y es, por tantoen cuanto absurda paradoja ridculo, esto es, objeto de risa: el pensamien-to clsico parte de una nocin de la nobleza de la naturaleza humana a la quela accin debe buscar conformarse: el filsofo clsico, en suma, se preguntaqu es la virtud. Pero ello no significa que el filsofo clsico pretenda ofreceruna va cierta o probable para conseguir la virtud y, consecuentemente, realizarla sociedad buena. El filsofo clsico reconoce que, siendo limitado el poder delhombre, la concrecin del mejor rgimen depende del azar. Por ello la solucinclsica es utopista en el sentido en que su realizacin es improbable. En otrocontexto Strauss parece declarar que la realizacin es directamente imposible[...]. Parece natural concluir que la reticencia es intrnseca al punto de vista

    clsico, ya que el punto de vista clsico es utopista (op. cit.p. 195).7 En muchos pasajes de su ensayo Momigliano habla del racionalismo testa deStrauss, elaborado bajo la gua de Maimnides: Su [de Strauss] teora de la leynatural es en sustancia una interpretacin del tesmo como alcanzable por larazn (op. cit.p. 197).

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    La fbrica de la soberana

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    gacin filosfica junto a las investigaciones de la fe (y qui-zs del modo tpico de Momigliano, de hacer investigacin

    histrica sin excluir las cuestiones de pertenencia cultural).

    En sus ltimos aos, [Strauss] continuaba interpretando lostextos de Platn y de Jenofonte para captar el origen del pensa-miento poltico clsico a partir de lo que consideraba el pro-blema central de la vida humana: la relacin entre sabidura yfe [...]. En el Preface to Spinozas Critique of Religionde 1965

    se enfrentan dos posiciones igualmente legtimas: la acepta-cin del mandato de Dios, que en el judasmo se expresa en laobediencia a la Torah, y la sabidura de los griegos cuyoprincipio no es el temor de Dios sino el asombro (wonder).Pero entonces tertium non datur? Lgicamente hablando,tertium non datur. Y sin embargo la secreta posicin delfilsofo en el judasmo (como muestra el ejemplo deMaimnides) es la de hablar de razn en el mundo de la fe,

    presentar el caso de la razn para quien o de quien, aun respe-tando y comprendiendo la fe, no la comparte. Esta es en defini-tiva la secreta posicin que Leo Strauss, discpulo deMaimnides, haba asumido8.

    Naturalmente, en estas pginas sobre Strauss como por lodems en otras ocasiones9 Momigliano encuentra la manera

    de evaluar tambin los resultados de la obra de Collingwooden materia de metodologa de la investigacin histrica. Mu-chos son los temas considerados: entre estos, la corresponden-cia entre poca y pensamiento, la dependencia de la investiga-

    8 Op. cit,p. 199.9 Cfr.Momigliano, A., Sullo stato presente degli studi di storia antica, en ibd.,

    Secondo contributo alla storia degli studi classici, Roma, Edizioni di Storia e

    Letteratura, 1960, pp. 319-353;ibid., La storia antica in Inghilterra, en ibd.,Sesto contributo alla storia degli studi classici e del mondo antico, Roma,Edizioni di Storia e Letteratura, 1980, t. II, pp. 761-768; ibd., Benedetto Croce,en ibd., Nono contributo alla storia degli studi classici e del mondo antico,Roma, Edizioni di Storia e Letteratura, 1992. pp. 531-541.

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    cin histrica respecto de los intereses del presente, la diferen-cia entre crtica e interpretacin, la reinterpretacin del

    historicismo, etc. Es sobre este ltimo punto en particular, antetodo en referencia a la posicin de Benedetto Croce, queMomigliano interviene en trminos ms explcitos y crticos enrelacin a Collingwood. Momigliano, que haba conocido per-sonalmente tanto a Croce como a Collingwood, reprocha aeste ltimo el que guarde silencio sobre sus evidentes deudasculturales (tanto filosficas como historiogrficas) frente al

    maestro italiano que, por el contrario, consideraba al filsofoingls su amigo y discpulo directo, al punto de defenderlo delas acusaciones que Momigliano mismo le diriga. En efecto,bajo la aparente forma de una resea neutral de los estudioshistricos y del proceso de historizacin del humanismo enInglaterra, La historia antigua en Inglaterra (1945) deMomigliano contiene numerosas acusaciones de incoheren-cia y desequilibrio dirigidas a la autobiografa deCollingwood publicada en 1939. Pero ms all de las aristaspersonales y de escuela10, el motivo profundo de la distancia de

    10 La exageracin en cierto modo extravagante de la propia originalidad y laexasperada polmica en contra de los filsofos e historiadores que fueron cole-gas de Collingwood en Oxford, ayuda a aclarar el verdadero objetivo del libro,que es una crtica por parte de un profesor de Oxford a los estudios clsicos yfilosficos de Oxford [] De hecho, es algo comnmente reconocido el que la

    filologa clsica se ensea en Oxford con escaso inters filosfico y la filosofaantigua con escaso inters histrico y filolgico [] En su libro, Collingwoodparece atribuir la responsabilidad de esas deficiencias metdicas [] a susrivales de la escuela realista o lgico-formal, que habra impedido el desarro-llo de una sana filosofa de la historia. Es obvio que la crtica de Collingwoodpasa por alto que la enseanza de la historia no slo de la historia antigua esanticuada en uno u otro sentido en todas las universidades; sobrevalora tanto laimportancia como los pecados de sus enemigos realistas; menosprecia, en cam-bio, la parte de la arqueologa en la educacin inglesa contempornea; y sobretodo rehsa reconocer que la coordinacin de historia, filologa y filosofa, sibien raramente tiene lugar orgnicamente en la enseanza de Oxford, se verifi-

    ca sin embargo ms tarde en el pensamiento de muchas personas educadas enOxford sobre la base de la enseanza recibida. Ello no quita que Collingwoodse haya instituido en el portavoz extremo de una insatisfaccin y de una reno-vacin que est presente de forma ms oscura y ms moderada en otros(Momigliano, A., La storia antica in Inghilterra, op. cit., pp. 761-762).

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    La fbrica de la soberana

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    Momigliano respecto de Collingwood reside en una diferenteinterpretacin de las relaciones entre filologa e historia por

    una parte, y entre historia y filosofa por la otra distancia quese hace visible incluso en la concepcin del mtodo de la inves-tigacin histrica y arqueolgica:

    La filosofa del mtodo histrico no es [...] la filosofa de lahistoriaen el sentido de una exposicin ordenada y unvoca deldesarrollo del mundo o de la humanidad. La filosofa de la his-

    toria en este sentido se encuentra en toda escuela de pensamientoque tiende a hacerse dogmtica y se encuentra tambin en elidealismo hegeliano en cuanto este pretende ser una filosofadefinitiva [...]. La indagacin sobre la naturaleza del mtodohistricofue en cambio elaborada en gran parte por quienes seopusieron al apriorismo hegeliano, por fillogos e historiadorescomo Humboldt, Boeckh y Droysen. En sustancia, Collingwoodse inspira en sus teoras de la ciencia histrica (probablemente

    por mediacin de Croce o, en cualquier caso, paralelamente al). Se hizo tristemente famoso entre sus colegas arquelogos porsu continua insistencia en el principio segn el cual se encuentraslo lo que se busca y por ello cada indagacin debe partir de laclara formulacin del problema que se quiere resolver con laindagacin misma. Este principio [...] a menudo condujo aCollingwood a encontrar en sus indagaciones exactamente lo

    que deseaba encontrar, esto es, a caer en errores groseros. Dehecho, se pasa por alto de este modo la obvia verdad de queseindaga en el pasado, con la pluma del fillogo o con la zapa delarquelogo, no slo para resolver problemas ya formulados sino

    para abrir las puertas al infinito de la realidad, que trasciendesiempre todos los problemas ya formulados; y ay del historia-dor que rechaza ver lo que no estaba buscando! Pero la teora dela investigacin histrica como pregunta y respuesta [...] tienesin embargo el mrito de insistir en la historia como investiga-cin, y no como simple narracin o descripcin, en un pas comoInglaterra que tiene una esplndida tradicin de historiografa

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    narrativa [...]. Tampoco aqu Collingwood es revolucionario:simplemente exagera hasta el error un movimiento de intensa

    transformacin en que la naturaleza problemtica de la investi-gacin histrica es cada vez ms reconocida sin que por lo de-ms la gran calidad inglesa del saber narrar deba ser por ellomenoscabada11.

    A ojos de Momigliano, la obra de Collingwood correcta-mente leda a travs de las lentes de la herencia crociana repre-

    senta el ms claro ejemplo de las dificultades en que se encuentratoda filosofa de la historia que quiera estar acompaada y con-ducida por una atenta investigacin histrica e historiogrfica.

    2.No es fcil identificar el centro de referencia del pensamien-to de Robin George Collingwood, sobre todo si consideramosla extrema variedad de sus intereses disciplinarios (de la estti-ca a la historia, de la filosofa a la arqueologa, de la lgica a laepistemologa) y de sus perspectivas tericas tpicas de la tradi-cin oxoniense (del idealismo de Green y Bradley al realismode Moore y Russell y al positivismo lgico y Wittgenstein) ycontinental (de Vico a Croce, de Hegel a Gentile)12. Sin embar-

    11 Op. cit.,pp. 764-765. Itlicas nuestras.12

    Para las primeras referencias sobre la filosofa de la historia de Collingwood, cfr.Krausz, M., (ed.), Critical Essays on the Philosophy of R.G. Collingwood,Oxford, 1972; White, D., Imagination and Description. Collingwood and theHistorical Consciousness, en Clio, I, 1972, pp. 14-26;. Coady, C.A.J.,Collingwood and Historical Testimony, en Philosophy, L, 1975, pp. 409-424;Dray, W., R.G. Collingwood on the a priori of History, en Clio, XII, 1983,pp. 169-182; Martin, R., Collingwoods Claim that Metaphysics is a HistoricalDiscipline, en Monist, LXXII, 1989, pp. 489-525; Modood, T., The LaterCollingwoods Alleged Historicism and Relativism, en Journal of the Historyof Philosophy, XXVII, 1989, pp. 101-125; Somerville, J., Collingwoods Logicof Question and Answer, en Monist, LXXII, 1989, pp. 526-541; Weinryb, E.,

    Reenactment in Retrospect, en Monist, LXXII, 1989, pp. 568-580; Martin,R., Collingwood on Reasons, Causes and Explanation of Action, enInternational Studies in Philosophy, XXIII, 1991, pp. 63-73; Boucher, D., TheSignificance of R.G. Collingwoods Principles of History, en Journal of theHistory of Ideas, LVIII, 1997, pp. 309-330.

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    La fbrica de la soberana

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    go, no parece disparatado identificar en la filosofa de la histo-riael elemento en el que mayormente se condensa la originali-

    dad de su posicin terica y en el que la perspectiva idealistacontribuye a definir un nuevo concepto de historia y dehistoricismo a mitad de camino entre Francis Bacon y BenedettoCroce. En el volumen The Idea of History (publicado pstumoen 1946), Collingwood recorre las distintas fases de la culturaoccidental en materia de saber histrico, desde los clsicos grie-gos hasta los autores de principios del siglo XX, subrayando

    en ellas la sustancial inadecuacin filosfica y cientfica. Inclu-so sin analizar en detalle las crticas especficas de Collingwooda pensadores y tradiciones del pasado, de Herdoto a Voltaire,de Tcito a Herder, de Tucdides a Kant, sobre todo en relacina las modalidades del pensamiento histrico, es posible adver-tir cmo el pensador ingls tiende a construir una historia delpensamiento entendida como historia delprogresoque da cuentade los cambios conceptuales (y de los sistemas de valores de lapoca) con base histrica: en este sentido, progreso no es sim-plemente cambio, sino realizacin concreta de valores y de sa-ber cientfico en el plano histrico13. No es casual que la histo-ria cientfica antipositivista que reivindica la especificidaddel conocimiento histrico, distinto de toda forma de ciencianatural no exista antes del siglo XIX. Contra la tradicin rea-lista inglesa y contra todo modelo de interpretacin objetivista,

    Collingwood no considera al evento histrico como un dato,como un hecho, sino como un significado que puede seralcanzado slo a travs de la lgica de la pregunta-respues-ta: el sujeto se vuelve elemento activoen la investigacin his-trica precisamente a travs de su condicionamiento histricoya que el conocimiento histrico no puede ser simple refle-

    13

    Cfr.Collingwood, R.G., The Idea of History, Oxford, Clarendon Press, 1946,cap. V.7. Traduccin espaola, Idea de la Historia, Fondo de Cultura Econmi-ca, Mxico, 1969. (Por regla general seguimos esta traduccin salvo en los casosen los que hemos considerado conveniente introducir modificaciones a partir deltexto en lengua original [Nota de los traductores])

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    jo, esto es, conocimiento en abstracto, sino conocimiento con-cretamente situado en espacio y tiempo. La historia no es na-

    rracin de eventos o diario del cambio, porque el historiadorno se interesa en los eventos en cuanto tales, sino en los eventosen cuanto expresin de pensamientos14. La historia es una cien-cia que conoce la res gestaeinterpretando documentos y cuyoobjetivo consiste en el conocimiento de s: el valor de la historiaconsiste en que nos ensea lo que el hombre ha hecho y por lotanto lo que es. En consecuencia, el vnculo entre el historiador

    y los hombres del pasado no est constituido por la memoria opor la temporalidad, sino por la comn participacin en un nicoespritu que es en cuanto se autorrealiza en la historia:

    El proceso histrico es un proceso en el que el hombre creapor s este o aquel gnero de naturaleza humana al recrear enel propio pensamiento el pasado del que es heredero []. Elproceso histrico es l mismo un proceso de pensamiento [].

    Con el pensar histrico, el espritu cuyo autoconocimiento eshistoria no slo descubre en s aquellas fuerzas cuya posesines revelada por el pensamiento histrico, sino que efectiva-mente desarrolla tales fuerzas de un estado latente a un estadoefectivo llevndolas a la existencia real []. La historia no

    14 En cierto sentido, estos pensamientos son sin duda ellos mismos eventos que

    tienen lugar en el tiempo; pero como el nico modo en que el historiador puedediscernirlos es pensndolos l mismo, hay otro sentido, un sentido muy importantepara el historiador, en el que los mismo no estn en absoluto en el tiempo []. Lapeculiaridad que los hace histricos es el hecho de acaecer en el tiempo, pero elhecho de volverse conocidos para nosotros, a travs de nuestro volver a pensar elmismo pensamiento que cre la situacin que estamos indagando, y de nuestrollegar a comprender as tal situacin. El conocimiento histrico es el conocimientode lo que el espritu ha hecho en el pasado, y al mismo tiempo es el recrearlo, laperpetuacin de las acciones pasadas en el presente. Su objeto no es por ello unpuro objeto, algo fuera del espritu que lo conoce; es una actividad del pensamien-to que puede ser conocida slo en cuanto el espritu que conoce lo revive y se

    conoce a s mismo en el trance de revivirlo. Para el historiador, las actividadescuya historia est estudiando no son espectculos a ser observados, sino experien-cias a ser vividas en el propio espritu; son objetivas o conocidas por l, slo porqueson tambin subjetivas, es decir, actividades suyas propias []. En este sentido,todo el conocimiento del espritu es histrico (op. cit.,cap. V.1.3).

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    La fbrica de la soberana

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    presupone el espritu; es la vida del espritu mismo, que no esespritu sino en cuanto vive en el proceso histrico y conoce

    que est viviendo as []. Por ello, el pensamiento no es elpresupuesto de un proceso histrico que a su vez es el presu-puesto del conocimiento histrico. Es precisamente slo en elproceso histrico, proceso de pensamientos, que existe el pen-samiento; y es slo en cuanto este proceso es conocido comoproceso de pensamientos que es histrico. La autoconcienciade la razn no es un accidente; pertenece a su esencia15.

    La historia es historia del pensamiento slo en cuanto eshistoria del espritu histrico y autoconciencia del espri-tu16: en consecuencia, la naturaleza (humana tambin, com-prendidos los efectos no intencionales del actuar) no puedeentrar en la historia ms que en forma mediata. En este senti-do, la independencia de la historia respecto de la naturalezaes la fuente de la libertad del hombre sobre todo, si la histo-ria es entendida, crocianamente, en sentido tico-poltico y nocomo historia econmico-social. La investigacin histrica,en cuanto pensamiento crtico, es posible slo all donde exis-te seleccin, esto es, autonoma respecto del dato hist-rico. Naturalmente, este modelo idealista de filosofa de lahistoria es explcitamente contrario a la idea de leyes histri-cas uniformes y recurrentes (presentes, por ejemplo, en filoso-

    fas de la historia como las de Comte, Marx y Spengler) quetienen origen en la confusin entre explicar y compren-der, y en una valoracin equivocada de las relaciones entreciencias de la naturaleza y ciencias del espritu: adems deesto, al defender una concepcin del espritu que se conoce a

    15 Ibidem.16 Collingwood interviene en muchos pasajes sobre la diferencia entre objetos del

    pensamiento y actos de pensamiento: El pensamiento no puede ser objeto puro.Conocer la actividad de un pensamiento de otro es posible slo asumiendo queesta misma actividad puede ser revivida en el propio espritu. En este sentido,conocer lo que alguien est pensando (o ha pensado) implica pensarlo porcuenta propia (op. cit., cap. V.4).

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    s mismo mediante el conocimiento, se plantea como radical-mente alternativo a todo intento de reduccin naturalista,

    matemtica y cientfica del saber histrico17. El carcter hu-manista y antipositivista de la investigacin histrica se haceevidente adems por el hecho de que la historia es historia delas cosas y las acciones humanas intencionales, dotadas desentido, y no clasificacin de eventos naturales: la naturalezaexiste en la historia slo en cuanto reconocida como tal por laconciencia de los actores histricos. No es casual que para

    Collingwood la comprensin y la explicacin de un hecho his-trico consista en remontarse del hecho al pensamiento,esto es, de lo externoa lo internoa travs de un concepto decausaque no debe ser identificado con el de ley (sea stanatural o psicolgica) o de induccin (emprica), tpico de latradicin de las ciencias naturales de principios del siglo XX,sino con el concepto de finalidad [intento]. La historia esposible slo all donde existe inferencia imaginativa, estoes, mediacin entre el aspecto filolgico y el aspecto filosfi-co, entre documento e interpretacin: en efecto, a pesar deque el hecho y el documento no dejan de ser datos reales,existentes en una dimensin externa a la del intrprete, no sonincluidos en la actividad del pensamiento histrico slo comodocumentos relativos al pasado, sino en cuanto experien-cias de pensamiento revividas en el presente. El historiador

    no comprende el actuar humano a travs de generalizaciones,

    17 Para la crtica de Collingwood a la tirana positivista del testimonio y deldocumento cfr. op. cit., cap. V.3.3-10. Para la tipologa cientfica especfica dela investigacin histrica puede ser de utilidad citar el siguiente pasaje: lahistoria es una ciencia cuyo objetivo es estudiar eventos no accesibles a nuestraobservacin, y estudiar tales eventos inferencialmente, documentndolos a par-tir de otra instancia que es accesible a nuestra observacin, y que el historiadorllama testimonio de los eventos que le interesan. La historia tiene en comn

    con cualquier otra ciencia esto: que al historiador no le est permitido pretenderque posee algn conocimiento, excepto all donde pueda justificar su afirmacinexhibiendo en primer lugar para s mismo y en segundo lugar para cualquierotro que pueda y quiera seguir su demostracin, las bases sobre las cuales lafunda (op. cit., cap. V.3).

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    y tanto menos encuentra los hechos ya listos para ser extra-dos y analizados, sino que reconstruye el aspecto interno de

    las acciones humanas mediante un proceso activo de pensa-miento que, a travs de preguntas, crea y valora las fuentesde las que elabora las respuestas haciendo uso de la propiaimaginacin a priori, la cual recompone los testimonios ydocumentos en un cuadro histricamente significativo18. Elverdadero conocimiento histrico no es, por tanto, ni slo in-terno ni slo externo: la historia existe cuando una accin del

    pasado es repensada y revivida (to reenact), tanto en las in-tenciones de quien la ha cumplido, como en sus motivaciones,creencias y razonamientos:

    El historiador, al investigar cualquier evento del pasado, haceuna distincin entre lo que podra llamarse el exterior y el interiorde un evento. Por exterior del evento quiero decir todo lo que lepertenece y que se puede describir en trminos de los cuerpos y sus

    movimientos. [...] Por interior del evento quiero decir lo que deste slo puede describirse en trminos de pensamiento. [...] Elhistoriador no se queda jams con uno de estos aspectos con ex-clusin del otro. Lo que investiga no son meros acontecimientos

    18 Para Collingwood no son los datos de hecho los que constituyen el criterio devalidacin de las construcciones histricas sino que, por el contrario, son estas

    ltimas las que, gracias a su grado de coherencia con lo que la imaginacin aprioridel historiador juzga verosmil, se convierten en criterio de atendibilidadde los datos de hecho. La atendibilidad de un testimonio no est determinada,en consecuencia, por el complejo de las fuentes documentales disponibles, sinopor la imaginacin a prioridel historiador que funda la identidad entre pensa-miento pasado y pensamiento revivido a travs del proceso de reenactment:La tela de la construccin imaginativa es algo mucho ms slido y poderoso decuanto se ha comprendido hasta ahora. Lejos de confiar la validez al apoyo delos hechos dados, la misma sirve en realidad como piedra de toque con la quedecidir si los hechos postulados son genuinos []. Es precisamente el cuadro queel historiador traza del pasado, el producto de su imaginacin a priori, lo que

    deben justificar las fuentes utilizadas en su construccin []. El cuadro delpasado que el historiador traza resulta ser as, en cada detalle, un cuadro imagi-nario, y su necesidad es en cada punto la necesidad de una imaginacin a priori.Sea lo que sea lo que all se incluye, se lo incluye, no porque su imaginacin loacepta pasivamente, sino porque activamente lo requiere (op. cit.,cap. V.2).

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    [...] sino acciones, y una accin es la unidad del exterior y elinterior de un evento. [...] Para la historia, el objeto a descubrir no

    es el mero evento sino el pensamiento que ste expresa. Descubrirese pensamiento es ya comprenderlo. Despus de que el historia-dor ha comprobado los hechos, no hay proceso ulterior de inqui-sicin en sus causas. Cuando sabe lo que ha sucedido, sabe ya porqu ha sucedido. [...] Toda historia es la historia del pensamiento.Pero cmo discierne el historiador los pensamientos que trata dedescubrir? Slo hay una manera de hacerlo: repensndolos en su

    propio espritu. El historiador de la filosofa, al leer a Platn, loque trata de hacer es saber qu pensaba Platn al expresarse conciertas palabras. La nica manera de lograrlo es pensndolo porsu cuenta. Esto es, de hecho, lo que queremos decir cuando habla-mos de comprender las palabras. [...] La historia del pensa-miento y, por lo tanto, toda historia, es la reactualizacin de pen-samientos pretritos en el propio espritu del historiador. [...] Elhistoriador no se limita a revivir pensamientos pasados, los revive

    en el contexto de su propio conocimiento y, por tanto, al revivir-los, los critica, forma sus propios juicios de valor, corrige los erro-res que pueda advertir en ellos. [...] Todo pensar es pensar crtico;por ello, el pensamiento que revive pensamientos pasados los cri-tica al revivirlos19.

    Collingwood reelabora as el idealismo y el historicismo

    proponiendo un modelo de filosofa de la historia centrada enla superioridad del presente: el historiador es capaz de repro-ducir el pensamiento y el significado a travs del mtodo depregunta-respuesta, que es capaz de superar la aparente con-tradiccin entre la autonoma del saber histrico y la necesi-dad del documento, entre la exterioridad y la interioridad delhecho y del documento. Naturalmente, todo esto no signifi-ca que el historiador deba reproducir los estados emotivosde los hombres del pasado, o bien que deba rendirse a la fasci-

    19 Op. cit., V. 1.2.

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    nacin de sus espritus: precisamente porque la prctica delhistoriador es activa, es tambin crtica y no simplemente

    una copia. Sin embargo, la imaginacin (a la vez histricay a priori) que funda el mtodo de pregunta-respuesta no exi-me al historiador de la necesidad del rigor cientfico, del mis-mo modo que, por el contrario, la pretensin de objetividadno puede ser un obstculo para la reelaboracin de los pro-blemas histricos en el presente, esto es, para la transforma-cin de la interpretacin en crtica. Dado que el pasado existe

    como realidad espiritual slo en el espritu del historiador quelo revive, el pensamiento existe slo en el proceso histrico yeste proceso es histrico slo en cuanto es conocido por elpensamiento: en Collingwood tiene lugar as no slo la uni-dad de historia e historiografa (esto es, de res gestaee histo-ria rerum gestarum), sino tambin la unidad de historia y filo-sofa20, ya que el presente desde el que el historiador contem-pla el pasado no es el presente de la eternidad, sino el presentedel tiempo histrico. En este sentido la filosofa elaborada porCollingwood es una filosofa histricaentendida en un senti-do doble y complementario: por un lado la comprensin de losproblemas filosficos parte de un punto de vista histrico, porotro, la comprensin de la naturaleza de la historia parte deun punto de vista filosfico. Naturalmente, existen dificulta-des en semejante tentativa de conciliacin terica de los

    opuestos: entre interno y externo, imaginacin y documen-to, sujeto y objeto, hecho y pensamiento, idealismo y realis-mo, historicismo y metafsica. Tales dificultades son eviden-

    20 La filosofa es reflexiva. La filosofa no piensa jams en un objeto sino quesiempre en el acto en que lo piensa, piensa tambin el propio pensamiento sobreel objeto mismo. La filosofa puede ser llamada pensamiento de segundo grado,pensamiento sobre el pensamiento[...]. La filosofa no estudia jams el pensa-

    miento en s y por s, se ocupa de su relacin con el objeto y tiene que ver enconsecuencia tanto con el objeto como con el pensamiento[...]. El pensamientoen su relacin con el propio objeto no es simple pensamiento sino conocimien-to[...]. La filosofa no puede separar el estudio del conocer del estudio de lo quees conocido (Op. cit.,Introduccin, 1).

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    tes en numerosos pasajes tericos de la argumentacin de Ideade la historia: en la concepcin de las relaciones entre episte-

    mologa y psicologa elaborada por Collingwood, en su con-cepcin del reenactment(esto es, de la identidad entre los ac-tos de pensamiento del agente histrico y los actos de pensa-mientos revividos por el historiador21) y en su concepcinmetafsico-especulativa del pensamiento entendido como ser ala vez subjetivo y objetivo, permanente y contingente, universaly determinado22. Y es sobre estas dificultades ante todo sobre

    sus consecuencias en el plano de la historiografa filosfica quese focalizar la atencin de la mirada crtica de Leo Strauss.

    3. Leo Strauss ha sido toda su vida un atento lector de textos:de Spinoza a Maimnides, de Platn a Hobbes, de Jenofontea Maquiavelo, sus estudios no han descuidado analizar la for-maen que estos textos han sido escritos, hasta llegar a plan-tear la cuestin de cmo deben ser interpretados los autoresdel pasado. Desde este punto de vista, no es inadecuado defi-nir su obra como una historia personal de la filosofa poltica,an cuando resulte obligado recordar que sus investigacioneshistricas no se detienen slo en temas caractersticos de la

    21 Ver cita de Collingwood.22

    En este punto se hace evidente la ascendencia gentiliana de la consideracinidealista de Collingwood con relacin a la atemporalidad y a la impersonalidadtanto de los objetoscomo de los actosdel pensamiento atemporalidad e imper-sonalidad que contrastan con su historicismo y que hacen difcil distinguir entrepsicologa y lgica: El pensamiento mismo no est involucrado en el flujo de laconciencia inmediata; en cierto sentido est fuera de ste. Los actos de pensa-miento tienen lugar ciertamente en momentos determinados, pero no estnconectados al tiempo mismo de la misma manera en que lo estn las sensacionesy las emociones. No es slo el objeto del pensamiento lo que est de algn modofuera del tiempo; lo est asimismo el acto del pensamiento: es al menos en estesentido que un mismo y nico acto de pensamiento puede durar a travs de un

    perodo de tiempo y revivir despus de un tiempo durante el cual ha estado ensuspenso (op. cit., cap. V. 4). La condicin necesaria del reenactmentes, portanto, la crtica del solipsismo gnoseolgico y la concepcin idealista del mind,segn los cuales el pensamiento de los hombres del pasado y el de los historiado-res del presente son un nico y mismo pensamiento.

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    literatura erudita dado que abarcan mbitos de reflexin re-lativos a las principales cuestiones y categoras de la filosofa

    poltica. En efecto, la mayor parte de la produccin cientficastraussiana est atravesada por una peculiar coexistencia dereflexin filosfica, investigacin hermenutica y reconstruc-cin histrica, filtrada a travs de su polmica antipositivistay antihistoricista: en muchos casos Strauss parece hacer filo-sofa reconstruyendo minuciosamente la estructura de algu-nos textos del pasado, estableciendo lneas de dilogo y rbo-

    les genealgicos entre filsofos que contribuyen a construirnuevos itinerarios historiogrficos; mientras al mismo tiem-po, su modo de hacer historia de la filosofa est claramentefundado en una concepcin especfica de la actividad filosfi-ca. La comprensin de las relaciones entre filosofae historiade la filosofaen el pensamiento de Strauss no puede separar-se de una atenta reflexin sobre su concepcin de la herme-nutica, en una sutil distincin entre historia e historicismo:en una poca de decadencia intelectual la historia de la filoso-fa asume un significado filosfico23.

    La distincin entre historia ehistoricismo, esto es, entre unaforma de saber narrativo relativo a los hechos y a las ideas delpasado, y una particular interpretacin del conocimiento histri-

    23 Para las primeras referencias bibliogrficas y temticas en torno a la obra de

    Leo Strauss cfr.Bloom, A., Leo Strauss, en Political Theory, II, 1974, pp. 372-392; Pangle, T. L., Introduction, en Strauss, L., Studies in Platonic PoliticalPhilosophy, Chicago, University of Chicago Press, 1983; Brague, R., Athnes,Jrusalem, La Mecque. Linterprtation musulmane de la philosophie grecquechez Leo Strauss, en Revue de Mtaphysique et de Morale, XCIV, 1989, pp.309-336; Udoff A. (ed.), Leo Strausss Thought, Boulder, Lynne Rienner, 1991;Green, K. H.,Jew and Philosopher, Albany, State University of New York Press,1993; Deutsch, K. L. and Nicgorski, W. (eds.), Leo Strauss, Lanham, Rowman& Littlefield, 1994; Orr, S., Jerusalem and Athens, Lanham, Rowman &Littlefield, 1995; Meier, H., Die Denkbewegung von Leo Strauss, Stuttgart,Metzler, 1996; Novak, D. (ed.), Leo Strauss and Judaism, Lanham, Rowman &

    Littlefield, 1996; Altini, C., Leo Strauss. Linguaggio del potere e linguaggiodella filosofa, Bologna, Il Mulino, 2000; Lastra, A., La naturaleza de la filosofiapolitica, Murcia, Res Publica, 2000; AA.VV., Leo Strauss: art dcrire, politique,philosophie, Paris, Vrin, 2001; AA.VV., Res Publica, IV, 2001, n. 8; Meier, H.:Das theologisch-politische Problem, Stuttgart, Metzler, 2003.

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    co-filosfico, constituye una propedutica para la correcta com-prensin del problema hermenutico en Strauss. Debemos recor-

    dar, preliminarmente, la presencia en el pensamiento premodernode una distincin clsica de origen aristotlico entre filosofa, his-toria y poesa, y por este motivo el anlisis straussiano no giraslo en torno a las relacionesentre estas disciplinas, sino tambiny sobre todo en torno a la definicin de la esenciade la filosofa.Naturalmente, sobre este punto descansa todo el peso de la pol-mica straussiana en contra de la filosofa moderna, culpable, a

    sus ojos, de haber hecho olvidar las diferencias fundamentalesentre el filsofo, el historiador y el poeta. Por cierto, no es precisoque la clasificacin aristotlica sea de todos modos siempre vlidaa ojos de Strauss no lo es, por ejemplo, frente a la obra deTucdides y sin embargo, tal clasificacin tiene el mrito de ha-cer visible la distincin entre lo individual y lo universal, entre loque es esencial y lo que es secundario, entre lo permanente y lotransitorio, a fin de indicar el punto de partida del que cabe defi-nir la naturaleza de la investigacin filosfica: la filosofa es laelevacin de lo que es primero para nosotros al plano de lo quees primero por naturaleza; es la tentativa de sustituir las opi-niones sobre las cosas por el conocimiento de ellas24.

    Entre los textos en que Strauss trata ms extensamente lamoderna confusin entre historia y filosofa, la que est en elorigen de varias versiones del historicismo contemporneo, es

    posible sealar la larga discusin del libro Idea de la historia, deR. G. Collingwood, del que analiza diversos aspectos: de la idea

    24 Cfr.Strauss, Leo:The City and Man, Chicago, Rand McNally, 1964, pp. 139-145. Sobre la presencia de una forma particular de historia filosfica enTucdides resulta iluminador el siguiente pasaje: Tucdides nos deja ver segura-mente lo universal en el evento individual que narra y a su travs []. Labsqueda de la verdad de Tucdides anticipa esencialmente, esto es, no tem-poralmente, la distincin entre historia y filosofa. Tucdides ha descubierto en

    las singularidades de su tiempo (y de todas las cosas) lo universal. No esdel todo equivocado trazar aqu un paralelismo platnico: puede decirse quetambin Platn ha descubierto en un evento singular en la singular vida deScrates lo universal y as fue capaz de presentar lo universal a travs de lapresentacin de una singularidad (op. cit.,p. 143).

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    de progreso a la concepcin griega de la historia, de la relacinentre historia y filosofa a la idea de igualdad entre las pocas,

    del papel de la imaginacin en el pensamiento histrico a la rela-cin entre crtica e interpretacin. En el volumen de Collingwoodson evidentes las afinidades entre las diversas formulaciones descientific history, epistemology of historyyphilosophy of history,todas estrechamente ligadas a la reformulacin radical del ca-rcter histricode la filosofa moderna, en la que est implcitala idea de que todo pensamiento es histricamente condicionado.

    El punto de vista del historiador pero tambin el del cientficoy el del filsofo est privado por tanto de validez universal uobjetiva: dado que el pensamiento filosfico de todas las po-cas, al ser en sustancia expresin del espritu del propio tiempo,es igualmente verdadero, toda forma de conocimiento es ni-camente relativa al presente y, sobre todo, cada verdad es vli-da slo en el propio perodo histrico25. Puesto que el tema prin-cipal del historicismo presupone la existencia de una pluralidadde planos de referencia histrico-culturales, todos igualmentelegtimos, cada forma de comprensin terica presupone un pla-no especfico de referencia histrica dentro del cual colocarse.Sin embargo, precisamente porque a partir de la experiencia dela historia puede justificarse cualquier enseanza, el argumen-to del historicismo no puede fundarse en una experiencia hist-rica, sino en un anlisis filosfico que demuestre la esencial y

    natural mutabilidad de las categoras del pensamiento: laexperiencia de la historia debe ser sometida a un atento anlisiscrtico. Pero en la interpretacin straussiana, precisamente enesta ausencia de demostracin que el historicismo manifiesta,est de modo contradictorio, el propio carcter metahistrico ydogmtico: al afirmar la esencial historicidad del pensamiento,el historicismo afirma con ello su propia historicidad y, por tan-

    25 Cfr. Strauss, Leo:On Collingwoods Philosophy of History, op. cit, pp. 561-564. En este pasaje resulta evidente la tensin que existe en la obra de Collingwoodentre concepcin racionalista y concepcin irracionalista de la historia y, sobretodo, entre relatividad del conocimiento histrico y fe en el progreso.

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    to, el carcter provisorio de su propia validez. En el mismomomento en que el historicista sostiene la verdadmetahistrica

    de sus propias tesis, admite, contradiciendo estas mismas tesis,que el pensamiento puede alcanzar una verdad universalmentevlida: su argumentacin se funda, por tanto, en una particularinterpretacin del saber filosfico ciertamente no justificada,sino apenas enmascarada a partir de los datos histricos en losque esta interpretacin se apoya. En consecuencia, resulta ne-cesario, segn Strauss, verificar con atencin cules son las ca-

    ractersticas de la investigacin histrica del historicismo con-temporneo, precisamente porque existe una distancia fatal en-tre sentido histrico e historicismo:

    La misma creencia que lo forzaba [a Collingwood] a procu-rar volverse un historiador del pensamiento, le impeda volverseun historiador del pensamiento. Se vea forzado a procurar con-vertirse en un historiador del pensamiento porque crea que co-

    nocer la mente humana es conocer su historia, o que elautoconocimiento es comprensin histrica. Pero esta creenciacontradice la premisa tcita de todo el pensamiento anterior,premisa que implica la visin de que conocer la mente humanaes algo fundamentalmente diferente de conocer la historia de lamente humana. Por tanto, Collingwood rechazaba el pensamientodel pasado como no verdadero en un sentido decisivo. De aqu

    que no pudiera tomar tal pensamiento en serio, pues tomar unpensamiento en serio significa considerar como posible que elpensamiento en cuestin sea verdadero. Le faltaba, por tanto, elincentivo para re-vivir [re-enacting] el pensamiento del pasado:no revivi el pensamiento del pasado26.

    26 Op. cit,p. 575. Sobre el mismo tema, concerniente a la falta de objetividad del

    procedimiento historiogrfico de Collingwood, cfr.tambin op. cit., p. 566, dedonde parece til transcribir el siguiente pasaje programtico: Al estudiar losprimeros pensadores, Collingwood no considera nunca la posibilidad de que elpunto de vista desde el que el lector actual se aproxima a ellos, o de que laspreguntas que les plantea, puedan requerir de un cambio fundamental.

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    La filosofa de la historia de Collingwood no es slo episte-mologa de la historia, sino tambin y sobre todo metafsica de

    la historia: el aparente relativismo presente en la consideracindel carcter histricamente condicionado de todo pensamientoresulta ser, por el contrario, una forma de dogmatismo. En con-secuencia, el pensamiento del pasado ha de ser estudiado a par-tir de un presupuesto historicista que era completamente extra-o al pensamiento del pasado. En efecto, el mtodo y el conte-nido de la comprensin histrica, vuelta posible en el presente,

    son para el historiador moderno, ms all de toda duda, supe-riores a los de la comprensin histrica hecha posible en el pa-sado: el pensamiento pasado no puede ser conocido como talsalvo cuando es re-pensado o re-activado, o re-vivido, o re-producido [...]. Pero el proceso de re-pensar el pensamientoanterior se identifica con la crticadel pensamiento anterior27.En la interpretacin straussiana, la scientific historyapunta, atravs de la unidad orgnica de la experiencia simptica ytotal del historiador moderno28, a la acumulacin de lossaberes que tienden a formar, al menos idealmente, una historiafilosfica universal en la que los materiales procurados por elpasado sean comprendidos y valorados desde el punto de vistaprivilegiado del presente: la categora de progreso, aunque en-mascarada, no est ausente del horizonte de pensamiento delhistoricismo. En los historiadores contemporneos, el proble-

    ma de la certezacientfica no est referido tanto a la cuestineludida a priori, segn Strauss de la objetividad de la investi-

    27 [el pensamiento pasado no puede ser conocido como tal excepto al ser re-pensado o re-vivido (re-enacted), o re-vivido o re-producido []. Pero el re-pensar el pensamiento antiguo es idntico a la crtica del pensamiento anti-guo], op. cit., pp. 560-561, itlicas mas. La polmica straussiana se haceevidente tambin en el siguiente pasaje: La teora cientfica est basada en elpresupuesto de que el actual pensamiento histrico es la clase correcta de pensa-

    miento histrico [the right kind of historical thought]. Cuando se confronta conel hecho de que el pensamiento histrico antiguo es diferente del pensamientohistrico actual, concluye naturalmente que el pensamiento histrico antiguo esdeficitario (op. cit.,p. 574).

    28 Cfr. op. cit., pp. 564-566.

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    gacin histrica, como al problema de la autonomade la pro-pia investigacin: el resultado reside en la creacin de un mo-

    delo perspectivista de historia, ligado slo a una tradicinespecfica la propia, aquy ahoraque, a causa de la falta decuidado hacia las diferencias, es incapaz de comprender en suespecificidad hechos e ideas del pasado29. En este sentido, ladiferencia entre la filosofa clsica no histrica y la filosofamoderna histrica, hace visible la inversin presente de la rela-cin entre historia y filosofa, caracterizado por el abandono

    de la distincin entre problemas filosficos y problemas histri-cos: con la reformulacin del carcter histrico de la filosofamoderna, los problemas filosficos se transforman en proble-mas histricos relativos al futuro.

    La concepcin straussiana de la historia de la filosofa esmuy diferente de la concepcin historicista, tpicamente re-presentada en la obra de Collingwood. En primer lugar, paraevitar quedar prisioneros de una subjetividad histrica no jus-tificada por un punto de vista filosfico, es necesario abando-nar la tentativa de comprender el pasado a la luz del presente.Collingwood sostiene que es posible comprender a un autormejor que lo que l mismo se comprendi; sin embargo, talcomprensin, que llega al punto de reivindicar para s la ver-

    29

    Strauss subraya el fracaso de Collingwood en su interpretacin de los clsicosgriegos: cfr. op. cit., pp. 566-573. Para la comprensin de los malentendidosmetodolgicos que hacen posible y forzoso tal fracaso historiogrfico, resultadecisivo el siguiente pasaje: La creencia en la igualdad de todas las pocas traepor consecuencia el que nuestra interpretacin del pensamiento del pasado,mientras no sea superior al modo en que el pensamiento del pasado se interpreta s mismo, es tan legtimo como la autointerpretacin del pasado y, adems, esla nica manera en el que podemos hoy interpretar el pensamiento del pasado.De acuerdo con esto, no hay necesidad de tomar en serio el modo en que elpensamiento del pasado se comprendi a s mismo. En otras palabras, la creen-cia en la igualdad de todas las pocas es slo una forma ms sutil de la creencia

    en el progreso. La pretendida percepcin de la igualdad de todas las pocas seconcibe necesariamente a s misma como un progreso ms all de todo pensa-miento anterior. Toda poca anterior absolutiz errneamente el punto devista desde el cual consideraba las cosas y fue, por tanto, incapaz de tomarrealmente en serio el pensamiento de otras pocas (op. cit, p. 574).

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    daderacomprensin, est signada por un prejuicio netamenteantihistrico. A ojos de Strauss la comprensin histrica es

    una forma de reconstruccin interpretativa a travs de la cualsomos capaces de comprender la forma en que un autor delpasado se interpretaba a s mismo:

    Se debe tomar en serio el pensamiento del pasado, o se debeestar preparado para considerar posible que el pensamientodel pasado sea superior al pensamiento del presente en un sen-

    tido decisivo. Se debe considerar como posible el que vivamosen una poca que es inferior al pasado en un sentido decisivo,o que vivamos en una poca de declinacin o decadencia. Sedebe ser vulnerable a una sincera nostalgia del pasado30.

    No podemos estar seriamente interesados en el pasado siconsideramos que en principio el presente es superior al pasa-do: cualquiera sea el motivo por el que nos aproximamos a losproblemas histricos e historiogrficos, debemos aceptar, almenos provisoriamente, las coordenadas con las cuales hantrabajado los pensadores del pasado e intentar comprender-las en su significado original y autntico, antes de formularconsideraciones crticas sobre ellas: antes de que se puedausar o criticar una proposicin, debe comprendrsela, esto es,se la debe comprender tal como el autor con