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Emilio Martínez Navarro: La ética en el espacio público 1 La ética en el espacio público Emilio Martínez Navarro Profesor Titular de Ética y Filosofía Política Universidad de Murcia ([email protected]) 1. La moral como un ingrediente necesario de la vida humana Cada grupo humano es distinto de los demás en muchas cosas, pero también hay semejanzas que permiten identificar a cada uno como un grupo de humanos, y no como una manada de miembros de otra especie. Por ejemplo, los seres humanos se hablan, se visten, utilizan herramientas, ríen y lloran, celebran rituales y fiestas, manifiestan creencias compartidas en el seno del grupo y cada generación transmite sus conocimientos a la que le sigue. Cualquier grupo humano tiene, desde que nuestra especie apareció en este mundo, una determinada moral, es decir, un sistema de orientaciones para el comportamiento que incluye definiciones de roles sociales, reparto de deberes y de poderes, expectativas mutuas de trato e interacción, y valoraciones sobre determinadas conductas de uno mismo y de los demás miembros del grupo. En cada sociedad concreta, sus miembros son educados desde la más tierna infancia en el aprendizaje del idioma propio del grupo, de manera que, a través de palabras y gestos, las nuevas generaciones adquieren la visión del mundo y de la vida humana que sus mayores les trasmiten. A lo largo de los siglos anteriores, el planeta les parecía a todos los pueblos un lugar inmenso, pero se nos fue quedando pequeño y los pueblos diversos que hoy comparten el planeta son, todos y cada uno, el resultado de un largo proceso de interacción y mestizaje que a veces fue violento y a veces pacífico y cooperativo. En el seno de cada grupo humano, la moral ha incluido siempre unos contenidos acerca del modo de tratar “a los extraños”, a los miembros de otros pueblos, tanto si eran considerados “amigos” y “aliados” como si se les consideraba “enemigos” y “rivales”. En este último caso, la moral tribal suele alentar la desconfianza y el odio frente a cualquier miembro del grupo considerado como hostil. Y la idea de que tal o cual grupo humano diferente “es enemigo”, o incluso “no es realmente humano” se elabora a lo largo de un proceso en el que interviene una multitud de factores, muchos de los cuales son a menudo creencias exageradas y erróneas. Una parte de la moral de cada pueblo ha sido siempre construida sobre el supuesto de que otros pueblos son hostiles, o “inferiores” o despreciables en virtud de algunos rasgos diferenciales. Las creencias morales de cada grupo, ese “código moral local” que rige en el

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La ética en el espacio público

Emilio Martínez NavarroProfesor Titular de Ética y Filosofía PolíticaUniversidad de Murcia ([email protected])

1. La moral como un ingrediente necesario de la vida humanaCada grupo humano es distinto de los demás en muchas cosas, pero también haysemejanzas que permiten identificar a cada uno como un grupo de humanos, y no comouna manada de miembros de otra especie. Por ejemplo, los seres humanos se hablan, sevisten, utilizan herramientas, ríen y lloran, celebran rituales y fiestas, manifiestancreencias compartidas en el seno del grupo y cada generación transmite susconocimientos a la que le sigue. Cualquier grupo humano tiene, desde que nuestraespecie apareció en este mundo, una determinada moral, es decir, un sistema deorientaciones para el comportamiento que incluye definiciones de roles sociales, repartode deberes y de poderes, expectativas mutuas de trato e interacción, y valoraciones sobredeterminadas conductas de uno mismo y de los demás miembros del grupo. En cadasociedad concreta, sus miembros son educados desde la más tierna infancia en elaprendizaje del idioma propio del grupo, de manera que, a través de palabras y gestos,las nuevas generaciones adquieren la visión del mundo y de la vida humana que susmayores les trasmiten.

A lo largo de los siglos anteriores, el planeta les parecía a todos los pueblos unlugar inmenso, pero se nos fue quedando pequeño y los pueblos diversos que hoycomparten el planeta son, todos y cada uno, el resultado de un largo proceso deinteracción y mestizaje que a veces fue violento y a veces pacífico y cooperativo. En elseno de cada grupo humano, la moral ha incluido siempre unos contenidos acerca delmodo de tratar “a los extraños”, a los miembros de otros pueblos, tanto si eranconsiderados “amigos” y “aliados” como si se les consideraba “enemigos” y “rivales”. Eneste último caso, la moral tribal suele alentar la desconfianza y el odio frente a cualquiermiembro del grupo considerado como hostil. Y la idea de que tal o cual grupo humanodiferente “es enemigo”, o incluso “no es realmente humano” se elabora a lo largo de unproceso en el que interviene una multitud de factores, muchos de los cuales son amenudo creencias exageradas y erróneas. Una parte de la moral de cada pueblo ha sidosiempre construida sobre el supuesto de que otros pueblos son hostiles, o “inferiores” odespreciables en virtud de algunos rasgos diferenciales.

Las creencias morales de cada grupo, ese “código moral local” que rige en el

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mentalidad de cada momento histórico, sirve para orientar el comportamiento de cadamiembro del grupo con el fin de que sea posible el bien común del grupo en su conjunto.

2. El etnocentrismo moralLas normas morales aparecen en la formación de cada ser humano como indicaciones“objetivas”, destinadas a ser interiorizadas por cada sujeto como “la manera natural ycorrecta de comportarse”. En sociedades como la nuestra, ese aspecto de objetividad serefuerza en el seno del grupo con expresiones como “eso no se hace”, “eso no se dice”,“eso no se toca”, que se les inculca a los niños y niñas hasta que interiorizan lo que lasociedad considera “correcto” e “incorrecto” desde el punto de vista de la moralidadestablecida.

Este aspecto de la moral es una consecuencia lógica de la función desupervivencia grupal que les dio origen: puesto que está en juego la supervivencia delgrupo, las normas morales han de ser tomadas muy en serio desde la infancia, hasta elpunto de llegar a interiorizarlas de tal modo que se considere “absurdo”, “antinatural”,“inhumano”, etc., cualquier otro modo posible de comportamiento. De ahí que se veancomo extrañas, antinaturales e inhumanas las normas que rigen en el extranjero. Estefenómeno es el etnocentrismo: suponer que el patrimonio cultural propio es mejor,superior y criterio supremo para juzgar sobre otras costumbres. Tenemos tan arraigado elapego a los usos y costumbres del grupo cultural al que pertenecemos, que nos resultadifícil aceptar que otros usos y costumbres pueden ser tan humanos y naturales como losnuestros.

Algunos filósofos de nuestro tiempo, como Richard Rorty, han afirmado que esimposible adoptar un punto de vista imparcial en cuestiones morales porque eletnocentrismo es irrebasable. Esto significa que, según la filosofía rortyana, todosestamos inevitablemente atados a la visión del mundo y de la vida que hayamosaprendido en el grupo cultural al que pertenezca cada cual, y por esa razón no seríaposible la argumentación moral entre personas de diferentes culturas. Porque sólo “losnuestros” serían capaces de entender nuestros argumentos. Y viceversa: nosotros noseríamos capaces de entender los argumentos que nos presentaran “los otros”, losmiembros de una cultura completamente diferente a la nuestra.

No vale sugerir que la propia cultura no es particular (de un grupo humanoconcreto) sino “universal” (compartida por toda la humanidad), puesto que afirmar tal cosaes síntoma de ese etnocentrismo que aqueja inevitablemente a todas las culturas. Inclusoen el caso de que una cultura particular se haya extendido por casi todo el planeta (comoes el caso de la cultura occidental), eso no significa que haya dejado de ser “una más”;significa únicamente que se trata de una cultura particular que ha llegado a imponersehegemónicamente.

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3. Hacia una moral interculturalSin embargo, cabe objetar frente a esa tesis que el etnocentrismo es un fenómeno real,pero no necesariamente es irrebasable, al menos a medio y largo plazo. De hecho,muchas personas que pertenecen por nacimiento y socialización a una determinadacultura, se abren a otras culturas diferentes aprendiendo un nuevo idioma, unas nuevascostumbres y una moral parcialmente diferente. Digo “parcialmente diferente” porque esevidente que todas las morales históricamente existentes tienen rasgos comunes, debidoa la necesidad de respetar ciertas normas básicas en beneficio de la cohesión grupalcomo mecanismo de supervivencia. Ningún grupo cultural humano se puede permitir ellujo de tener una moral tan diferente a las demás que admitiera, por ejemplo, el asesinatoo la mentira como prácticas habituales en el interior del propio grupo, porque en ese casotal grupo cultural estaría condenado a desaparecer en poco tiempo. Por tanto, eletnocentrismo no es tan irrebasable como para impedir toda posibilidad de entendimientomutuo entre los pueblos, puesto que las culturas son siempre parcialmente diferentes,pero al mismo tiempo son parcialmente semejantes.

No es que sea fácil, pero es posible un acercamiento entre las personas de culturasdiferentes que permita alcanzar un punto de vista imparcial en muchos aspectos, sobretodo en aquellos en los que se observa la necesidad de poner solución a los problemasmundiales, en especial las hambrunas, las guerras y el deterioro ecológico.

Hay indicios suficientes de que una moral mundial intercultural ha empezado agenerarse desde hace décadas, y aunque todavía no hemos alcanzado la realizacióncompleta de la idea de una moral mundial no tribal, ya tenemos un primer esbozo de esaidea: se trata de un conjunto de principios generales que se perciben como aceptablesdesde diferentes morales locales, y que no implican la desaparición de estas últimas. A losumo exigen algunas reformas internas. Porque la moral universal se percibe como unmódulo, como una parte, de cada moral local. Pero un módulo idéntico en cada una de lasmorales locales. Entramos en una época en la que algunas enseñanzas morales localesson al mismo tiempo “universalistas” en el sentido de ir más allá de los interesesinmediatos de la propia comunidad. Pero insisto en que la inclusión de tales principiosuniversalistas en cada cultura local no implica forzosamente la desaparición de la propiacultura local.

4. Tenemos diferentes cosmovisionesEn los apartados anteriores hemos comentado que existen diversas tradiciones moralesque van ligadas a las culturas particulares de los pueblos, y que cada una de esasmorales históricas desempeña una importante función de supervivencia y de cohesióninterna. Ahora hemos de reflexionar sobre otro aspecto de la vida humana que no es lavida moral, pero que tiene muchas conexiones con ella. Me refiero a la cosmovisión que

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Cuando los investigadores nos informan de que tal o cual grupo prehistóricopracticaba rituales de enterramiento de sus muertos, inmediatamente suponen que esosrituales formaban parte de una cierta cosmovisión. Muy probablemente se veían a símismos como parte de un proceso en el que los muertos no mueren del todo, sino queviajan a otro sector de la realidad en el que permanecen velando por los vivos. De esemodo, la cosmovisión de un gran número de pueblos sostiene la creencia en un “másallá”, un espacio meta-físico, distinto del “más acá” o espacio físico cotidiano. Cadacosmovisión, en resumen, representa una visión de la realidad completa, en la que puedehaber, y generalmente hay, una distinción entre el ámbito empírico cotidiano y el ámbitometafísico y misterioso de lo invisible, al que se accede únicamente en condicionesespeciales (por ejemplo, a través de los sueños, o de actos rituales, o a través de un viajedel espíritu del sujeto tras la muerte del cuerpo, etc.).

5. Una mezcla de elementos empíricos y metafísicosLas cosmovisiones son muy variadas en el espacio y en el tiempo. Los

antropólogos nos informan de una multitud de creencias metafísicas que mantienendistintos grupos humanos. Tales creencias permiten entender en gran medida elcomportamiento del grupo. Por ejemplo, los pueblos que tienen la creencia en lareencarnación del espíritu en los cuerpos de otros animales, generalmente establecennormas de comportamiento muy cuidadosas en cuanto al trato que debe darse a esosanimales, puesto que estos últimos no son considerados únicamente como lo queparecen a primera vista, sino que al mismo tiempo se les considera portadores del espíritude algún antepasado. O bien, por poner otro ejemplo, un pueblo que cree que los destinosde cada individuo están escritos de antemano por unos dioses misteriosos, y que nadapodemos hacer por cambiar el sino de cada cual, probablemente practicará rituales paratratar de averiguar cuál es ese destino y cómo adaptarse a él de la manera menosdolorosa posible.

En las cosmovisiones se entremezcla siempre lo real-empírico y lo real-metafísicoen una sola visión de la realidad. Cuando un individuo del grupo que cree en lareencarnación percibe un pájaro, por ejemplo, no está percibiendo únicamente el ave quevemos los demás, sino que al mismo tiempo él percibe en el pájaro a otro ser humano queha tomado temporalmente esa apariencia. Y cuando un individuo del grupo que cree quelos destinos humanos están programados por los dioses percibe que un vecino ha tenidoun accidente en medio de una borrachera, tal individuo no percibe únicamente lo quevemos otros, esto es, el accidente y la persona que ha bebido de más, sino que él vetambién a su vecino como una marioneta en manos de seres metafísicos que son los quesupuestamente han provocado toda esa situación, sin que la voluntad del vecino hayatenido responsabilidad alguna.

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a) “No se ha podido demostrar que Dios existe, luego Dios no existe”, como el que afirmab) “No se ha podido demostrar que Dios no existe, luego Dios existe”.No parece posible llegar a tener una certeza absoluta sobre la existencia ni sobre lainexistencia de seres metafísicos, y menos aún sobre las intenciones y proyectos de esosseres con respecto a nosotros, los seres humanos. Sobre esas cuestiones sólo cabe la fe:una fe religiosa y una fe materialista. Esta última es la que tienen quienes rechazan todareligión y sostienen que todo cuanto existe es un ciego producto de la dinámica materialsometida a su propio azar. Existe una posición intermedia en este asunto, que es la querepresentan los agnósticos: la posición que mantiene la duda ante esas dos posibilidadessin decantarse por ninguna de las dos.

Una cosmovisión religiosa, como puede observarse, admite una gran cantidad devariantes. Al menos tantas como religiones existen o pueden existir. El ateísmo, por suparte, puede adoptar también formas diversas, dependiendo de las razones que seconsideren relevantes para mantener que no existen seres metafísicos y de lasrespuestas que se articulen para las grandes preguntas acerca del sentido de la vida, dela muerte, de la historia, etc. Otro tanto puede afirmarse sobre las variedades delagnosticismo, puesto que también existe una multiplicidad de argumentos para mantenerla duda y entretanto dar respuesta a cuestiones urgentes sobre el sentido de todo.Las cosmovisiones dividen a la humanidad de un modo radical. Porque el único modo desuperar tal división consistiría en que desaparecieran todas las cosmovisiones salvo una,que sería la que en adelante compartirían todos los humanos como “verdadera”. ¿Esdeseable tal cosa? ¿Es posible que algún día llegue a ocurrir? ¿Deberíamos intentar queesa situación tuviera lugar cuanto antes?1

No sería deseable la desaparición de las cosmovisiones religiosas a favor de unasola cosmovisión despojada totalmente de elementos metafísicos, puesto que lasreligiones contienen elementos de esperanza y de sentido de la vida que parecennecesarias para un gran número de personas. Pero, ¿sería deseable el triunfo absolutode una sola religión y la consecuente desaparición de todas las demás? En principio, estees el sueño dorado de cada una de las religiones, pero en este punto hay que distinguirnítidamente entre aquellos grupos confesionales que están dispuestos a imponer su credoa todos los pueblos por medio de la fuerza bruta y de las artimañas manipuladoras—grupos fanáticos totalitarios que existen en la mayoría de las religiones— y aquellosotros grupos confesionales razonables que sólo pretender extender su mensaje al mayornúmero posible de adeptos, pero siempre a través de la conversión libre y sincera de losmismos, renunciando a la violencia y a todo tipo de manipulación.

Los grupos de creyentes fanáticos del primer tipo son un peligro para todos. Eltriunfo de una sola religión en todo el mundo a través de alguno de estos grupos es una

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En principio, no parece posible una situación histórica futura en la que resulte“vencedora en buena lid” una sola cosmovisión frente a todas las demás. Pareceimposible por varias razones. La primera tiene que ver con la propia composición de lascosmovisiones: hay una parte empírica entremezclada con una parte metafísica. Hayelementos perceptibles por todo ser humano que son diversamente interpretados demodo peculiar en virtud de las creencias del grupo o del individuo que las mantiene. Elmismo pan que ve un no creyente en la misa es visto como el cuerpo de Cristo por partedel creyente. Ambos perciben físicamente un trozo de pan, pero el primero lo interpreta deuna manera y el segundo de otra. La distinta cosmovisión va ligada a una diferenteinterpretación de la experiencia cotidiana. Y como las creencias metafísicas no puedenser anuladas por esa experiencia, el resultado es que siempre puede haber nuevasinterpretaciones metafísicas de las mismas experiencias cotidianas.

De modo que, incluso dentro de la misma religión, siempre habrá grupos disidentesque no comparten las interpretaciones oficiales respecto a ciertas creencias y a ciertasprácticas. Son los llamados “herejes”, “heterodoxos”, etc. Por razones similares, no esprevisible que lleguen a desaparecer las diferencias entre las distintas religioneshistóricas, aunque puede haber aproximaciones y coincidencias en muchos puntos.

La segunda razón tiene que ver con las limitaciones intrínsecas que afectan a losprocesos de comunicación entre los seres humanos. Estas limitaciones, que son bastanteobvias, impiden alcanzar acuerdos generalizados en cuestiones controvertidas. Unimportante filósofo reciente, John Rawls (1921-2002) describió estas limitaciones como“las cargas del juicio”, y aunque él se refería preferentemente a las dificultades queexplican los desacuerdos existentes en cuestiones políticas, creo que sus argumentos sonigualmente válidos para el caso que nos ocupa.

Pero además de las dificultades para llegar a acuerdos, hay también elementos deesperanza en los gestos de “conocer al otro” que se muestran en la existencia de cursos,seminarios, publicaciones y encuentros en los que participan con igualdad deoportunidades para expresarse los representantes de diversas confesiones religiosas y dediversas concepciones filosóficas. Estos eventos hacen madurar el juicio de la opiniónpública mediante el ejercicio de la deliberación pública como el método más adecuadopara avanzar en los asuntos humanos. Pero ¿en qué consiste tal deliberación pública?

El término “deliberar”, según el Diccionario, significa “considerar atenta ydetenidamente el pro y el contra de los motivos de una decisión, antes de adoptarla, y larazón o sinrazón de los votos antes de emitirlos”. Es un verbo que está emparentado conel término latino libra, que alude a la balanza de dos platillos con la que se pesabanantiguamente los objetos. De modo que “deliberación pública” viene a ser el proceso depensar juntos en voz alta sobre los pros y los contras de las soluciones propuestas a losproblemas reales con que nos encontramos en las sociedades modernas. También sobre

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7. El valor del pluralismoEn los apartados anteriores hemos reflexionado sobre la diversidad de morales locales yde cosmovisiones. Hemos argumentado que toda esa diversidad se corresponde con lacomplejidad y la riqueza de la vida, y por ello pensamos que, en principio, esa diversidades positiva; no tiene por qué ser considerada como algo perjudicial para la humanidad,sino como una manifestación de dos aspectos de la condición humana:

• Por una parte, la propia condición humana admite diversas modulaciones, distintosmodos válidos de ser persona; por ejemplo, ser varón o ser mujer son dos modosde ser persona completamente equiparables como igualmente válidos, a pesar deque las diferencias biológicas entre ambos sexos condicionan hasta cierto punto laidentidad y la biografía de cada cual. Algo parecido ocurre con la diversidadcultural: cada cultura representa un modo de ser y de vivir que históricamente haservido a algunos seres humanos para sobrevivir y prosperar como grupo. Yaunque no toda cultura es igualmente valiosa ni todos los elementos propios decada cultura valen igual, lo cierto es que la diversidad de culturas es un ricopatrimonio que no deberíamos destruir.

• Por otra parte, somos seres limitados que vamos buscando a tientas la verdadsobre nosotros mismos y sobre el mundo que nos rodea, y en esa búsquedainterminable es lógico que exista una multiplicidad de teorías y de opinionesenfrentadas. Pero no todas esas teorías y opiniones muestran el mismo vigorracional, y por ello es comprensible que algunas de ellas desaparezcan cuandoconstatamos que en realidad eran falsas, mientras que otras se mantienen como“verdades” hasta que descubramos otras que nos resulten más convincentes; y porúltimo hay algunas otras teorías y opiniones que se mantienen enfrentadas a travésde los siglos, quizá como expresión de que en ciertas cuestiones no hemos logradosuperar “las cargas del juicio” que mencionábamos en el apartado anterior.

En este apartado vamos a reflexionar un poco más sobre el valor de la diversidad deopiniones morales, religiosas y filosóficas, pero en relación con la convivencia ensociedad. Los seres humanos somos inevitablemente sociales, puesto que no podemosalcanzar el desarrollo propio de un adulto sin el apoyo de un entorno social. Como decíaAristóteles, sólo los animales y los dioses pueden vivir al margen de toda sociedad,mientras que el hombre sólo puede vivir como humano en la polis, en la comunidadhumana. Siglos después, Hegel argumentará que el reconocimiento recíproco esabsolutamente necesario para llegar a ser un ser humano y George Mead escribirá quesomos lo que somos gracias a nuestra relación con los demás.

Pero entonces, ¿es compatible la pluralidad de concepciones morales, religiosas yfilosóficas con la estabilidad que parece necesaria para cualquier sociedad que pretendasobrevivir como tal? ¿O acaso la pluralidad de puntos de vista en cuestiones de moral y

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mentalidad, el que no acepte la cosmovisión “nuestra”, la de “los nuestros”, es, enprincipio, un enemigo.

Sin embargo, se ha ido abriendo paso en la historia la idea del respeto al quepiensa de modo diferente que hoy consideramos obvia un buen número de gentes enmuchas las sociedades del mundo. No sólo en las sociedades que habitualmenteconsideramos ligadas a la cultura occidental, sino también en algunas sociedadesasiáticas y africanas que han ido llegando a la aceptación del respeto al pluralismoideológico desde su propia experiencia histórica. Pero la clave para que una sociedaddeterminada haya llegado a valorar la tolerancia como sincero respeto a la diversidadideológica, y no como la actitud de resignada aceptación del diferente por impotencia paraeliminarlo, o por hastío de violencia, es el descubrimiento del valor del pluralismoaxiológico.

El pluralismo axiológico es una situación social que se sitúa en un término medioentre dos extremos igualmente detestables para la convivencia: por una parte, el extremodel monismo axiológico que consiste en imponer por la fuerza un único credo ideológico atoda la población; por otra parte, el extremo que se ha llamado desde Max Weberpoliteísmo axiológico, que representaría el caso de aquellas sociedades en las que cadagrupo, e incluso cada individuo, defendería su propio credo particular sin aceptar ningúntipo de principios comunes vinculantes para todos, puesto que “cada quien tiene su dios”.

Una sociedad moralmente monista, de las que hay abundantes ejemplos históricos,es aquella que trata de eliminar la diversidad de religiones y de morales mediante laviolencia y la manipulación generalizadas, utilizando para ello a menudo el aparatocoercitivo del Estado. Pero, lejos de lograr eliminar realmente a los grupos disidentes, lomás que consigue el grupo dominante es ocultar la diversidad real de cosmovisiones quehabitualmente existe en cualquier sociedad, pero especialmente en aquellas en las quecircula información sobre otros modos de vida y de pensamiento que no coinciden con latradición local. La represión empuja a la clandestinidad a los grupos ideológicosperseguidos, y en ella se alimenta generalmente el espíritu de resistencia, elresentimiento frente a la dominación y el afán de venganza. Todo ello da lugar a que tardeo temprano la estructura monista sea derribada para ser sustituida por una nuevaestructura que puede ser: o bien nuevamente monista, pero de signo ideológico contrarioa la estructura anterior, o bien pluralista en el sentido que comentaremos un poco másadelante.

Por otra parte, como decíamos, el pluralismo es una situación que también seaparta de otro extremo detestable: una sociedad en la que existiera lo que Max Weberdenominó politeísmo axiológico. Pero en este punto hemos de hacer una advertencia: loque Max Weber argumentaba es que la situación típica de las sociedades modernas encuestión de moral es el desacuerdo radical representado por la frase “cada quien tiene su

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Al final, el caos daría lugar, o bien al establecimiento de un régimen monista, o bien a ladesaparición de la propia sociedad.

¿Qué razones tenemos para valorar el pluralismo axiológico como una situaciónmoralmente preferible a las otras dos? Existen razones de principio y razones deconveniencia. Una de las razones de principio es que parece razonablemente preferibleuna situación en la que no se utiliza la violencia del Estado para obligar a todos losmiembros de la sociedad a vivir conforme a un único modelo de vida buena, conforme auna sola cosmovisión que lleva consigo una escala de valores única; pero tampoco se caeen el extremo contrario de considerar como válida cualquier moral, cualquier cosmovisión,y cualquier escala de valores, puesto que esa permisividad conduce al caos social. Elpluralismo al que nos estamos refiriendo es una opción equilibrada: se admite una ampliapluralidad de modelos de vida buena, pero no todos, porque algunos de ellos sonincompatibles con la convivencia y con el respeto a las personas.

Una de las razones de conveniencia es que generalmente una sociedad suele sermucho más estable y próspera si consigue organizarse conforme al modelo del pluralismoaxiológico: Una situación social en la que conviven con ciertas tensiones, pero singrandes problemas, diversos grupos que tienen cosmovisiones diferentes, religionesdistintas y morales diversas, pero todos los grupos respetan al unísono algunos principiosbásicos de moralidad compartida que, precisamente, son los que se necesitan para unaconvivencia pacífica y colaborativa.

Pero en este punto algunos lectores se preguntarán: “¿Por qué hemos deconsiderar que es mejor una situación donde hay grupos heterogéneos, aunquecompartan algunos principios morales, que aquella otra en la que toda la sociedad eshomogénea en cuestiones morales? ¿Acaso no debe prevalecer la moral verdadera,única, y no debieran eliminarse todas las demás morales grupales que amenazan conpervertir a toda la sociedad con su falsa moralidad?” A esta última cuestión podemosreplicar que esa “moral única verdadera” a la que se hace referencia en la pregunta escomo un podio olímpico al que todos los grupos quieren subir con su propuesta y verlaconvertida en ganadora, pues cada grupo considera honestamente que su moral es “laauténtica moral”, y que las otras supuestas morales son equivocaciones, desviaciones,falsificaciones, etc. El desacuerdo en ciertos asuntos es tan profundo y prolongado que noparece resoluble: siempre habrá quienes de buena fe consideren que ciertos modos devivir son buenos mientras que otros piensan que son malos, y viceversa. De modo que lomejor será que cada grupo pueda seguir haciendo al resto de la sociedad su propuesta demoral verdadera, pero sin violentar a nadie para que acepte nuestra verdad renunciando ala suya bajo coacción. Porque esto último es absurdo, vano, contraproducente y provocaresentimientos, odios e inestabilidad social.

Por eso, la respuesta a la primera de esas preguntas sería que es preferible una

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manipulación es completamente inaceptable. ¿Y desde qué moral decimos que aquello esaceptable y esto es inaceptable? Desde un buen número de morales grupales y de teoríaséticas que coinciden en afirmarlo así, aunque cada una lo afirme desde sus propiossupuestos. Hay una serie de principios en los que convergen distintas morales dandolugar a una moralidad compartida que no es alternativa a ninguna de ellas, sino más bienun módulo de mínimos que es de todos porque todos lo apoyan, pero no es de nadie enexclusiva.

Aquí vemos la clave del pluralismo: los grupos morales rivales aceptan desde suspropios supuestos unos contenidos morales que comprenden que son necesarios paraque el propio pluralismo pueda seguir existiendo indefinidamente, y de ese modo seasegura cada grupo su propia supervivencia. Cada grupo sabe que, mientras que existauna situación de auténtico pluralismo, podrá gozar de las condiciones necesarias paradifundir su verdad moral completa entre quienes aún no la conocen o no la comparten.También sabe cada grupo moral —aunque algún grupo a veces parece olvidarlo— queese pluralismo es una situación frágil que puede romperse en cuanto cualquiera de ellosviole los “mínimos” y pretenda imponer sus “máximos” por la fuerza y la manipulación. Yse sabe por experiencia histórica que al romperse el pluralismo se produce una derivahacia situaciones indeseables para todos: o monismo axiológico violentamenteestablecido, o politeísmo axiológico al borde del caos social.

Por eso la mayor parte de los grupos morales son razonables: aprecian elpluralismo y, en consecuencia, apoyan de buen grado los mínimos que lo sustentan.Veamos esto con más detalle introduciendo una distinción filosófica entre “cosmovisioneséticas” y “ética cívica”: las primeras son las morales grupales de las que venimoshablando en este apartado, mientras que la segunda es ese módulo compartido deprincipios morales que preserva el pluralismo como la situación más deseable para laconvivencia.

8. Cosmovisiones éticas y ética cívica básicaEn la reflexión ética contemporánea se ha abierto paso una importante distinción entredos tipos de manifestaciones de la moral: las cosmovisiones éticas y la ética cívicacompartida. Esta distinción pretende mostrar que en una sociedad pluralista todosestamos parcialmente en desacuerdo (puesto que cada cual se adscribe a algunacosmovisión con sus correspondientes “máximos” morales no compartidos por toda lasociedad), pero al mismo tiempo todos estamos parcialmente de acuerdo (puesto que enla cosmovisión de cada uno también se recogen unos “mínimos” morales que soncompartidos por toda la sociedad).

Las cosmovisiones éticas son las diversas propuestas de vida buena que rivalizanen una sociedad. Algunas de ellas contienen elementos religiosos explícitos. Otras se

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sueña con que algún día todos serán como ellos. Ahora supongamos que esos cuatrogrupos son conscientes, hasta cierto punto, de que la convivencia entre todos no seráposible si no adoptan un fuerte compromiso para minimizar los enfrentamientos violentosy los problemas derivados del contraste de modos de vida. Porque saben por experienciaque surgen muchos desencuentros entre los miembros de grupos diferentes, e incluso aveces en el seno de un mismo grupo, puesto que los grupos no son internamentehomogéneos, ni todos sus miembros son consecuentes con sus convicciones lasveinticuatro horas del día.

Todos los grupos saben, por una larga historia anterior, que la posibilidad de queuno de ellos se imponga por la fuerza a los otros es algo que todos ellos han intentado enalgún momento, y que ha sido nefasto. Por ello, valoran positivamente esa situación deconvivencia pacífica en la que a veces predomina un grupo, y posteriormente predominaotro, pero ninguno de ellos trata ahora de imponerse violentamente o por medio deargucias. Así pues, todos valoran de veras el pluralismo y desean que se mantenga. Deese modo, comprenden la necesidad de compartir una serie de principios moralesbásicos que les permitan convivir con las demás opciones sin llegar a la ruptura. A pesarde inspirarse cada uno de ellos en una moral parcialmente diferente, logran coincidir enunos valores que cada grupo acepta desde su propio punto de vista.

9. Pluralismo no es relativismoNo se trata de que las cosmovisiones éticas presentes en la sociedad renuncien a

sus propios puntos de vista para no tener que llegar al enfrentamiento total con las otrascosmovisiones éticas, sino más bien de que todas ellas sostienen como propios algunosvalores muy básicos que también sostienen las demás. En cierto modo, es como si cadacosmovisión ética, a pesar de partir de premisas diferentes, llegara a ciertas conclusionesidénticas a las que también llegan las otras. Por ejemplo, imaginemos que todas ellasestán de acuerdo en el valor del respeto a las diferencias: aunque cada ética llegue a esavaloración positiva de la diversidad desde unos planteamientos diferentes, lo interesantees que comparten ese valor que es necesario para una convivencia pacífica.

Ahora estamos en condiciones de completar la distinción que nos ocupa en esteapartado. Mientras que las cosmovisiones éticas son modelos alternativos de vida buenaque se ofrecen como respuesta completa y omniabarcante a las demandas de sentido yde comprensión global que todo ser humano necesita, al mismo tiempo se hace necesariapara la convivencia una ética cívica compartida que aglutine unos valores básicosrespetados por todos. Esta ética mínima básica no ha de entenderse como el resultado deuna renuncia de cada cosmovisión ética a sus propios principios, sino más bien como elespacio común que resulta de la coincidencia de diversas cosmovisiones éticas en unosvalores que aceptaba cada una de ellas desde el principio. De este modo, se comprende

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A B

DC

Valores básicos

compartidos

Esquema de una sociedad en la que conviven grupos que tienen diferentes cosmovisioneséticas pero comparten unos valores básicos.

¿Puede ocurrir que una sociedad como la nuestra refleje en alguna medida lasituación de convivencia entre diversos grupos que tienen sus respectivas cosmovisioneséticas, de modo que, pese a sus divergencias, coincidan en afirmar los valores propios deuna ética cívica? Esta es la cuestión que nos va a ocupar en el próximo apartado.

10. Condiciones para convivir y cooperarSi nos preguntamos qué condiciones podrían hacer viable una situación social deconvivencia pacífica y de cooperación leal y perdurable en una sociedad formada porgrupos ideológicos heterogéneos y en gran medida rivales, la respuesta obvia es que talconvivencia sólo es posible si todos los grupos aceptan de buen grado ciertos valores yprincipios. El más obvio de ellos es el reconocimiento de que los otros grupos tienenderecho a existir y a mantener sus propias creencias mientras las encuentrenconvincentes. Llamemos a esta primera condición el principio de respeto cívico. Si no hayun compromiso serio con este principio, es imposible que los grupos rivales lleguen atener un mínimo de confianza en los otros. Porque sabrán que, a la menor oportunidad,cualquiera de los otros tratará de eliminar a los demás, y de ese modo la convivenciafracasaría en una suerte de guerra civil total.

Esta condición se viene haciendo realidad paulatinamente en muchos países en losque se ha instaurado la tolerancia de diversas religiones y creencias en pie de igualdad,sin discriminaciones arbitrarias ni privilegios para ninguna de las cosmovisiones éticasrivales. Ciertamente, esa tolerancia no está exenta de tensiones, puesto que cada grupo

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que los grupos intolerantes se salgan con la suya. Ahora bien, esto no significa que eneste terreno todo esté permitido, puesto que la prevención de la intolerancia puede serutilizada fácilmente como excusa por parte de algún grupo o coalición de grupos paraintentar eliminar a quienes consideran competidores. Por tanto, en un sistema pluralistadebe fijarse con mucho cuidado el límite de lo que se considera permisible, y losciudadanos han de tener en todo momento el control sobre los poderes estatales paraevitar que sean utilizados por unos grupos para eliminar a otros.

Además, cualquier acción encaminada a contrarrestar los comportamientosintolerantes ha de centrarse en las conductas y respetar al máximo a las personas, y paraello debe fijarse igualmente con claridad el límite de los castigos que pueden imponerse alas personas que han cometido actos intolerantes. Porque no sería razonable pregonarque el respeto cívico es un valor central de la convivencia y al mismo tiempo promover laaniquilación física de quienes atentasen contra esa convivencia, sino que la fórmula másconsecuente en este caso sería: “No te permitimos comportamientos que atentan contrala convivencia, pero te respetamos la vida y los derechos más elementales para quetengas oportunidad de llegar a valorar por ti mismo el pluralismo contra el que hasatentado”.

Una segunda condición necesaria para la convivencia en una sociedad plural seríael establecimiento de un marco de libertades cívicas para todos. Porque, dada laexistencia de grupos ideológicos rivales, cada uno de ellos reclama para sí la libertadnecesaria para mantener sus creencias y valores propios, y también para tratar deextender esas creencias a nuevos prosélitos que pudieran sentirse inclinados aabandonar sus antiguas creencias para adherirse a las del grupo. Como esta libertad lareclaman todos y cada uno de los grupos rivales, el resultado es la aceptación de comúnacuerdo de un conjunto de libertades civiles y políticas que incluyen, por ejemplo, lalibertad de conciencia, de pensamiento y de culto religioso, la libertad de expresión y deprensa, la libertad de movimientos y de residencia, la libertad de asociación, las garantíasprocesales, etc.

Naturalmente, ninguna de las libertades básicas es ilimitada. Por el contrario, paraque cada grupo y cada persona pueda ejercer realmente su libertad, es preciso evitar quealgunos puedan abusar de sus libertades haciendo daño a los demás. Esto exige que elmarco de libertades cívicas esté debidamente ajustado y que existan reglas vinculantes yautoridades encargadas de hacer que las reglas se cumplan. Sin reglamentos ni árbitrosno puede haber libre juego, porque sencillamente no habría juego. Por estas razones, lalibertad como valor básico es una libertad responsable.

Una tercera condición que se precisa para mantener una convivencia pluralista escierto grado de igualdad cívica. No se trata de un igualitarismo rígido por el cual todo elmundo tuviera que vestir de uniforme, cobrar lo mismo en todos los empleos y consumir

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tenderán a mantenerse y a agrandarse. Si la igualdad de oportunidades no se tomasuficientemente en serio, el resultado será que muchos ciudadanos se sentiránmarginados y excluidos, con el consiguiente deterioro de las libertades y de la convivenciaen general.

Por otra parte, la igualdad implica también una misma posibilidad de acceso de losciudadanos al empleo y a las prestaciones sociales básicas. La igualdad de acceso esuna implicación de la propia igualdad de oportunidades, pero también es un tipo deigualdad específico en la medida en que con ella no se trata sólo de garantizar la igualdadde oportunidades, sino también de reconocer que, incluso en los casos en los que unciudadano estuviera completamente incapacitado para cooperar con los demás en elflorecimiento de la sociedad, todavía se le reconocería la igual dignidad de ser humano, yen consecuencia se le reconocería el mismo derecho que los demás a acceder aprestaciones sociales que a menudo son imprescindibles para la supervivencia. En cuarto lugar, la convivencia entre grupos diferentes no sería posible sin cultivarel valor de la solidaridad cívica universalista. Este tipo de solidaridad va más allá de lamera cooperación, porque ésta normalmente es un toma y daca en el que cada unocoopera con otros sabiendo que los demás van a cooperar con él, para finalmente obtenerun beneficio mutuo. En cambio, la solidaridad universalista es una suerte de altruismo afondo perdido. La actitud solidaria es ayuda gratis, sin esperar nada a cambio. Y ha de seruniversalista, esto es, abierta a todos sin discriminaciones arbitrarias, porque de locontrario se convierte en corporativismo excluyente. La solidaridad cívica universalista semuestra necesaria para que la igualdad, la libertad responsable y el respeto se puedanrealizar sin exclusiones.

La solidaridad cívica universalista se puede ejercer de muchas maneras, tantoindividual como socialmente. Y tanto desde la administración pública como desde lasmúltiples organizaciones solidarias que la iniciativa ciudadana ha puesto en marcha conobjeto de ayudar a las personas en apuros. Lo esencial, en cualquier caso, es que seponga atención a que se ejerza de modo altruista y universalista, pues de lo contrario seestará cultivando otra cosa distinta a la solidaridad.

En quinto y último lugar, la convivencia pacífica entre los grupos diferentes exigeactitud de diálogo, exige el compromiso de resolver los conflictos a través de la palabra, yno por medio de la violencia. La violencia desata una espiral de resentimientos yvenganzas que destruye la convivencia. Y, puesto que los conflictos de intereses y losmalentendidos son inevitables en la vida cotidiana, el diálogo se convierte en elinstrumento idóneo para llevar a cabo el proceso de restauración de la convivenciapacífica. Para ello, el diálogo ha de ser abierto a todos los afectados por el conflicto encuestión, o por las decisiones que se vayan a tomar. Y en el transcurso del mismo sedeberían respetar las reglas de juego del diálogo serio, de modo que todos los

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parte de él no se comprometen seriamente con los valores de una ética cívica compartida.Tal ética cívica compartida no es una cosmovisión moral, global y completa, sino más bienun núcleo de valores que son patrimonio de todos y no son propiedad exclusiva de nadie.Pero, precisamente porque la ética cívica básica no es una ética completa, el único modoen que puede subsistir la ética cívica consiste en que los grupos que sostienen cada unade las cosmovisiones éticas se comprometan a potenciarla desde su propio punto devista.

Los grupos ideológicos rivales deberían ser conscientes de lo importante que es latarea de mantener y desarrollar el propio marco de convivencia pacífica plural en el quese mueven. En consecuencia, si cada grupo descuida el compromiso interno con losvalores que hacen posible el pluralismo, la ética cívica languidece y corre el riesgo dedesaparecer, puesto que su único soporte es el que le puedan aportar las cosmovisioneséticas. Por esa razón, los grupos religiosos no deberían ver a la ética cívica como unacompetidora que viene a arrebatarles seguidores, sino como una parte de su propiapropuesta moral y como una garantía de que la convivencia plural va a funcionaradecuadamente, permitiendo a la propia cosmovisión ética gozar de la libertad necesariapara seguir ofreciendo su mensaje a la sociedad en su conjunto.

11. La ética cívica es laica, pero no laicistaConforme a lo expuesto hasta ahora, el núcleo de valores compartidos que configuran laética cívica puede ser considerado como el precipitado ético en el que coinciden diversascosmovisiones éticas que aceptan convivir pacíficamente, a pesar de su rivalidad, en unamisma sociedad pluralista. Por tanto, una característica que corresponde a ese núcleo devalores es el respeto a las diversas creencias, tanto religiosas como agnósticas y ateas,siempre que tales creencias se expresen pacíficamente en el marco de libertades de lapropia ética cívica. Ahora bien, eso implica que la propia ética cívica no debe serconsiderada una ética creyente, pero tampoco contraria a la religión. La ética cívica esuna ética laica, puesto que no favorece a ningún credo metafísico —creyente o nocreyente— en particular. Pero no es una ética laicista, esto es, no aboga por laeliminación de las religiones, no es en absoluto contraria a la libre y pública expresión delas creencias religiosas. Sólo es contraria a la imposición oficial de cualesquiera creencias—religiosas o filosóficas— y a su difusión por medios ilícitos, manipuladores y sectarios.

La ética cívica no lleva consigo una total privatización de las creencias religiosas ofilosóficas de las personas y grupos que conforman la sociedad pluralista. De hecho, lalibertad de culto y la libertad de expresión forman parte del núcleo central de la propiaética cívica, de modo que cualquier persona o grupo puede difundir libremente su credo ytratar de atraer a las demás personas a que lo compartan. Pero el marco de convivenciatrazado por la ética cívica exige que las instituciones sociales vinculantes para todos,

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prestan sus respectivos servicios a la sociedad, se han de tomar en serio los valores de laética cívica. El ejercicio de una profesión es un compromiso con el público en general, yno con un grupo ideológico en particular. Un profesional de la enseñanza, o de lamedicina, o de la judicatura, etc., pertenece de un modo más o menos explícito a algunode los diversos grupos morales que tienen como propia una cosmovisión éticadeterminada, pero eso no le autoriza a ejercer la profesión como si todos los beneficiariosde la misma —alumnos, pacientes, procesados, etc.— fuesen también miembros delmismo grupo ideológico.

En una sociedad plural, las profesiones han de ser ejercidas con ciertaimparcialidad ideológica, ateniéndose al marco general de valores expresados por la éticacívica compartida. Porque, de lo contrario, el ejercicio de la profesión se convertiría en unmecanismo de proselitismo, y por tanto de manipulación, lo cual es contrario a laslibertades y al respeto que hemos mencionado como elementos esenciales de la éticabásica de convivencia.

Naturalmente, el profesional podrá expresar sus creencias particulares y hacerpúblicas sus convicciones éticas no compartidas en multitud de foros y de ocasiones, perola profesión misma y su ejercicio cotidiano debería ser acorde a los valores comúnmentecompartidos. Por ejemplo, el profesor creyente no tiene por qué ocultar su condición decreyente y de miembro activo de una Iglesia que promueve valores religiosos muyrespetables, pero no debería aprovechar el ejercicio de su profesión docente paraimponer sus creencias o para hacer proselitismo explícito en favor del grupo al quepertenece.

Otra cosa muy distinta es que su ejemplo y su comportamiento no sectarioprovoque en sus alumnos el interés por conocer el credo y la organización que inspiranbuena parte de las actitudes del profesor en cuestión; en ese caso, basta con que esosalumnos sean informados de qué otros lugares y ocasiones ajenos a la clase son losidóneos para tomar contacto y profundizar en la opción ideológica representada por elprofesor. Pero sería contrario a la ética cívica la utilización de la propia escuela y de lapropia hora de clase para llevar a cabo ese tipo de actividades proselitistas, por otra partelegítimas y necesarias.

Ahora bien, los profesionales en la sociedad pluralista no se han de fijarúnicamente en qué tipo de comportamientos han de ser evitados para no atacar losvalores básicos, sino que han de ejercer su profesión inspirándose positivamente en talesvalores. Porque las profesiones constituyen un elemento esencial de la vida social, y siqueremos que la vida social esté basada en el respeto a los valores de libertadresponsable, igualdad, solidaridad, tolerancia activa y actitud de diálogo, las profesionestendrían que asumir el reto de incluir estos valores en sus respectivos códigos éticos ypromoverlos a través de las actividades profesionales mismas.

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En consecuencia, la educación deberá ser beligerante en la opción por estosvalores básicos compartidos, y beligerante también en el rechazo de los valorescontrarios, a los que podemos llamar antivalores: por ejemplo, la violencia arbitraria, larepresión injustificada de las libertades, la discriminación, la insolidaridad, la intoleranciainjustificada y la cerrazón al diálogo.

Educar es una tarea compleja en la que los educadores —padres, maestros,monitores, entrenadores, etc.— tratan de ayudar a los educandos a que alcancen ciertogrado de desarrollo que se considera deseable para las personas, y en esa tareaintervienen, necesariamente, opciones de valor. Por eso no es descabellado sugerir que,si la tarea educativa ha de promover el establecimiento de una sociedad plural y justa,ciertos valores han de tener prioridad, y sus contrarios han de ser rechazadostajantemente. Porque la educación no es una tarea desconectada del objetivo social quese pretende lograr, sino todo lo contrario: para una sociedad pluralista y abierta, esnecesario que la educación refuerce los valores que van a permitir la convivenciapluralista y trate de eliminar las actitudes contrarias a dicha convivencia.

Pero, además de los valores básicos a fomentar y de los antivalores a rechazar,hemos visto que existe también un amplio conjunto de valores no compartidos, perolegítimos, que conforman la oferta específica de cada una de las cosmovisiones éticas.Podemos llamarlos “valores diferenciales”, pues así se subraya el carácter de diversidad yriqueza que representan. Por ejemplo, los creyentes de una determinada religión puedenvalorar muy positivamente la abstención de comer carne, mientras que otros gruposmorales pueden opinar que hacerse vegetariano no es un valor en absoluto. Otroejemplos los tenemos en la actitud ante los juegos de azar, o ante los horóscopos, o antelas prácticas sexuales anteriores al matrimonio, ante las publicaciones eróticas, etc.

Todo grupo moral tiene sus orientaciones concretas en estas cuestiones, y tieneperfecto derecho, no sólo a aceptar o rechazar ciertas prácticas en su conducta cotidiana,sino también a expresar públicamente esa aceptación o rechazo. El límite a ese derechono puede ser otro que el de no imponer esas valoraciones a toda la población mediantealgún tipo de violencia. Ni siquiera mediante la violencia legítima del Estado. Porque si elEstado usa su fuerza coactiva para imponer las valoraciones de algún grupo moraldeterminado, los demás grupos morales reaccionarán intentando a su vez imponer lassuyas, y el resultado será el enfrentamiento civil, la deslegitimación del Estado y el riesgode caos social que sobreviene cuando el pluralismo retrocede a favor de algún monismomoral, del tipo que sea.

Por estas razones, la educación ha de ser cuidadosa en estas cuestiones difícilesque tienen que ver con lo que hemos llamado “valores diferenciales”: Por una parte, en losencuentros y actividades del grupo moral de referencia (sean reuniones de iglesia, departido, de sindicato, o de cualquier otro organismo ideológicamente comprometido con

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el caso de que todos los grupos morales presentes en la sociedad alcancen un acuerdodel que ningún grupo se pueda sentir excluido. De no ser así, la imparcialidad ideológicadel Estado se deteriora, y en consecuencia también se deteriora su legitimidad comoárbitro de una sociedad plural.

14. La actitud del profesoradoA la luz de lo expuesto acerca de los dos tipos de valores que hemos de tener en cuentaen una sociedad pluralista, la actitud del profesorado debería ser especialmentecuidadosa al educar en valores: por una parte, los profesores deberán poner muchoénfasis en la transmisión de los valores de la ética cívica y ser beligerantes en el rechazoa los “antivalores” que son contrarios a la misma; por otra parte, respecto a los valoresdiferenciales deberían acercarse, en la medida de lo posible, a la imparcialidad oneutralidad. No porque tales valores no sean relevantes, sino porque ya se encargan lospadres y las personas en las que ellos delegan de transmitir a sus hijos los valoresdiferenciales que ellos consideran acertados, y porque además se trata de un tipo devalores que constituyen opciones que el educando tiene a su disposición para asumir deun modo autónomo. De modo que, en lo que concierne a tales “valores diferenciales”, laactitud más respetuosa del profesor o profesora respecto a su alumnado sería, ante todo,la de poner unas bases sólidas para que sea el propio educando quien elija.

Si ponemos el énfasis en el desarrollo de las capacidades de pensamiento crítico ycreativo, en el estudio serio y detallado de las opciones éticas e ideológicas rivales, y enla práctica del análisis de casos reales en los que aparezcan involucradas personas quesostienen valores y creencias contrapuestos, el resultado puede ser esperanzador. Laidea es formar personas que piensen por sí mismas y sean capaces de elegir por símismas los valores con los que dar sentido a sus vidas. No se trata, como veremos acontinuación, de adoctrinar, sino de educar.

15. Adoctrinación versus EducaciónEn coherencia con lo que hemos dicho hasta ahora, una actitud adoctrinadora sería

aquella en la que el profesor o profesora tiene como objetivo transmitir a su alumnado unasola cosmovisión ética, y con ella la convicción de que no es necesario conocer siquieraotras concepciones rivales alternativas. La actitud adoctrinadora trata de conducir alalumnado a una moral cerrada, centrada en una sola concepción filosófica —y enconsecuencia, también ética— que se da por supuesta como indiscutiblemente verdadera.Es, en consecuencia una actitud rechazable desde el punto de vista de la ética cívica,puesto que incurre en el tipo de proselitismo ilegítimo que hemos criticado anteriormente.Lo rechazable, recordemos, no es que el educador tenga unas creencias más o menosfirmes que encajan en alguna de las cosmovisiones éticas, sino que aproveche su

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educador no está tratando de evitar que el alumno conozca otros valores y ya no piense,ni desee estar abierto a nuevos valores, sino todo lo contrario: al tratar de que elalumnado asimile los valores básicos y rechace los antivalores, el educador abre alalumno al pluralismo y al respeto de las diferencias, y desde ahí el propio alumno podráapreciar la rica diversidad de posiciones rivales y llegar a optar por sí mismo entre ellas.

Un malentendido frecuente en este punto es el de aquellos educadores que tienenmuchos escrúpulos y reparos para corregir los comportamientos de los educandos, yparecen estar esperando que surjan espontáneamente los comportamientos y actitudescongruentes con los valores básicos. Les parece a estos educadores que, aunque se tratede niños y niñas muy pequeños, no deberían señalarles explícitamente loscomportamientos adecuados al respeto, la igualdad, la solidaridad, etc., porquesupuestamente eso sería incurrir en adoctrinación. Tampoco les parece a estoseducadores que sea correcto levantar la voz o sujetar con energía al alumno que sedispone a atacar a otro, sino que todos los actos del educador habrían de ser meramentepersuasivos y exentos de cualquier atisbo de violencia.

En realidad, ese tipo de actitudes son una exageración y en cierta medida un error.Porque toda persona de corta edad necesita una moral básica de la misma manera quenecesita aprender una lengua. Sería absurdo dejar de transmitirle al educando los valoresque permiten la convivencia pacífica alegando que son una opción entre otras muchas, yque por tanto habría que esperar a que la persona crezca y elija por sí misma entre lossistemas alternativos de valores. Este modo de pensar es tan disparatado como el deunos padres que no enseñaran a hablar a su hijo alegando que, dado que hay muchaslenguas, ya elegirá de mayor aprender la que más le guste. En efecto, si seguimos coneste símil nos damos cuenta de que la única manera que tiene el educando de llegar aelegir un idioma es a partir del conocimiento de alguna lengua materna, y de modo similar,la única manera que tiene una persona de llegar a forjarse autónomamente un sistema devalores es a partir de la asimilación de algunos valores básicos que, como mínimo, lepermitan abrirse paso en la vida de un modo pacífico y respetuoso con los demás.

En síntesis, la adoctrinación no reside en abstenerse de trasmitir valores, sino enhacerlo de tal modo que se pretenda cerrar al educando toda posibilidad de pensar por símismo y de indagar nuevas perspectivas, sobre todo en los valores que hemos llamado“diferenciales”, que no son compartidos por los grupos ideológicos que conforman lassociedades pluralistas. Por el contrario, la educación no adoctrinadora es la que seplantea en serio la meta de la autonomía del educando, y para ello va poniendo losmedios más adecuados según la edad y las capacidades que los alumnos vandesarrollando. Pero difícilmente podemos forjar la autonomía de los alumnos y ayudar adesarrollar sus capacidades si no creamos un clima de auténtico respeto, de libertadresponsable, de igualdad, de solidaridad y de diálogo. Por ello, la insistencia en los

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tertulias, grupos de estudio y debate, reuniones familiares, asambleas, etc.— al modo delo que se ha dado en llamar comunidades de investigación.

En tanto que comunidad, el grupo nos proporciona el apoyo y el estímulo que todosnecesitamos, siendo como somos seres vulnerables y con limitaciones, y en tanto queinvestigadora nos asegura un clima de razonabilidad, de indagación por métodos lógicos yequitativos, un clima de cooperación en el que se respetan las libertades personales. Porqueuna comunidad de investigación es todo lo contrario que una secta: mientras que ésta últimaes un grupo cerrado, jerárquico, dogmático y enemigo de la crítica interna, las comunidadesde investigación son abiertas, igualitarias, deliberativas y estimuladoras de la autocrítica.

Las instituciones que asumen los presupuestos y los métodos de una comunidad deinvestigación son más humanizadoras, más éticas, mejores para las personas y para elentorno natural que aquellas otras que los pisotean o los ignoran. Las comunidades deinvestigación son grupos humanos que se comprometen activamente con los valores quehasta el momento han mostrado ser indispensables para una convivencia justa entrepersonas que se consideran iguales en dignidad y derechos.

¿Qué tipo de procedimientos se siguen en una comunidad de investigación?Básicamente se trata de respetar las reglas de juego del diálogo argumentativo. El diálogoes un juego lingüístico en el que dos o más participantes intercambian mensajes o actos dehabla. Hay varios tipos o contextos de diálogo pero cada uno de ellos tiene su finalidad y,para que ésta se cumpla, es necesaria la cooperación de los participantes. Son condicionesde un diálogo racional que cada participante trate de que se cumpla su propio objetivo en eldiálogo y que además coopere con los otros para que éstos consigan también elcumplimiento de su objetivo. Un argumento puede ser considerado un mal argumento, o unafalacia informal, si se aparta de una de estas obligaciones.

En el juego del diálogo argumentativo propio de una comunidad de investigación, losparticipantes se embarcan en una búsqueda cooperativa de la verdad, partiendo de algunossupuestos admitidos por todos, o de algún problema inicial. En las clases, los estudiantes yel profesor o profesora se dedican con frecuencia a investigar juntos soluciones paradiversos tipos de problemas: lógicos, científicos, morales, estéticos... Los puntos de vista decada uno de los participantes en estas investigaciones se van modificando en la medida enque los demás van probando sus propias tesis. Un buen diálogo argumentativo ha derespetar estas tres reglas:

• Regla de relevancia: Obliga a no apartarse del tema sujeto a discusión.

• Regla de cooperación: Obliga a responder a las preguntas cooperativamente.

• Regla de información: Obliga a proporcionar la información suficiente para convencera los interlocutores, pero no más información de la necesaria.

En definitiva, las comunidades de investigación son un medio idóneo para llevar adelante

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