La Escuela del Esterito

4
Personal de la Escuela Primaria “Francisco I. Madero” en 1953 en el barrio de El Esterito. De pie, de izquierda a derecha: profesores Refugio Avilés Cota, Armando Trasviña Taylor, Felipe Palencia Valencia (inspector escolar) Rufino Arnaut (director de la escuela), Alberto Canett, Cruz de la Rosa, y sentadas, Magdalena Rubio, Josefina González, Ángela Mayoral y Ramona A. de Lizardi. LA ESCUELA DEL ESTERITO (1953) Armando Trasviña Taylor Recuerdo, como si fuera ayer en un día sin hora a don Ricardo Amador, profesor de la escuela, (que no está en la foto), que al ocurrir la salida del aula, a mediodía, solía decir,: -Ya es l´ora, jóvenes, hay quí rlos.

description

La escuela primaria en 1953 y un posible martirologio.

Transcript of La Escuela del Esterito

Page 1: La Escuela del Esterito

Personal de la Escuela Primaria “Francisco I. Madero” en 1953 en el barrio de El Esterito. De pie, de izquierda a derecha: profesores Refugio Avilés Cota, Armando Trasviña Taylor, Felipe Palencia Valencia (inspector escolar) Rufino Arnaut (director de la escuela), Alberto Canett, Cruz de la Rosa, y sentadas, Magdalena Rubio, Josefina González, Ángela Mayoral y Ramona A. de Lizardi.

LA ESCUELA DEL ESTERITO

(1953)

Armando Trasviña Taylor

Recuerdo, como si fuera ayer en un día sin hora a don Ricardo Amador,

profesor de la escuela, (que no está en la foto), que al ocurrir la salida del aula, a

mediodía, solía decir,:

-Ya es l´ora, jóvenes, hay quí rlos.

Page 2: La Escuela del Esterito

La frase quedó embotellada en la damajuana de la memoria con el tapón de

los años y sigue envasada aún a tan buenos y leales momentos.

Me entregó la escuela –lo sé ahora- más de lo que yo pude otorgarle en la

urdimbre docente desde el grado primero hasta el último de ellos en donde tuve y

mantuve conciencia translúcida de mi obvia asonancia y de un instrumento tan

poco y tal mal afinado en una orquesta profana sin clave ni tono y tímidas notas de

inicio titubeante. En el grado segundo en donde empecé mis tropiezos, de tumbo y

retumbo, de prueba y ensayo, conté con los dedos tantas jornadas en forma

continua. Ahí sorbí la inquietud de los niños que aleaban con sus greñas revueltas

su candidez ovejuna, porosa y permeable, la sencillez de sus vidas y la distancia

tan corta entre el hogar y la escuela que siempre –o casi siempre- existía en esa

edad que recorre de los siete y los ocho años, tracción de preludio, que me dio la

sorpresa –poco grata- que ni remotamente olisqueaba, de algo incierto que estaba

ligado al tráfago diario de mi agenda blancuzca.

Lo haré en forma sucinta, a manera de diálogo, como ocurrió más o menos

por esos años sesenta con un padre de familia chalado hasta el corcho, con una

hectárea de surcos que andaba hasta el timo de chelas y con mililitros extras de

cristales etílicas, bien servido, tiempo después de tener a su hijo en la escuela –

en mi grupo- y a cuyo padre estimé –y respeté y valoré- como buen ciudadano y

cancerbero que ladraba su oficio de policía, tiempo después de triunfar aquel FUS,

hoy de esqueleto, en donde yo intervenía con presencia visible y micrófono

abierto:

-Buenas noches, profesor… ¡hip! …me dijo un día.

-Buenas noches, don Fausto.

Page 3: La Escuela del Esterito

-¿Se acuerda de mi, profe?... ¡hip!

-¡Sí, cómo no!

-Oiga, quiero decirle una cosa, a lo macho.

-Sí, dígame.

-¿Se acuerda del FUS?

-Sí, me acuerdo.

-No era grato usted a mi jefe, oiga.

-Sí, me imagino.

-Yo estuve en la cárcel, mucho tiempo, ¿se acuerda?

-Si, por matar al novio de su hija.

-Sí, no quiso casarse, el cabrón.

-Pues, por esa fecha, lo tenía a usted en la mira, a punto de... y a otros

cinco más del FUS, de ese FUS escandaloso junto con otros reos como yo,

enchiquerados, y nos desenjaulaban por ello.

-¡Ah, sí!

-Sí, un 16 de septiembre, ese día, a usted le tocaba, pero vino el chaparro

(del Río) de gobernador, y los salvó de milagro, hubo cambio de gobierno y le

pusimos seguro a los rifles (King, Cardoza, Jeofroy, Ramiro Mendoza y Román

Pozo)

-Oiga, ¡es bueno saberlo!

-Sí, lo salvó el chaparrito.

-Gracias, don Fausto.

Si, adiós, profe… ¡hip!... nos veremos luego, por un pelito y se chure usted

como pasa, por poco… ¡hip!...

Page 4: La Escuela del Esterito

-¿Sería esto verídico o sería el cuete atravesado que se traía don Fausto?

-¡Vaya usted a saber!