La Dimensión Social de La Categoria Género
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Dimensión Social del ConocimientoProfesora: Dra. Nuria Valverde Alumno: Raúl Gallegos Mendoza
La dimensión social explicativa de la categoría género y su uso para la emergencia
de un campo académico.
En el presente ensayo me propongo llevar a cabo algunas reflexiones sobre la categoría
género y su utilización en el contexto académico. En este trabajo voy a situar dos
momentos del feminismo los cuales han criticado la forma estándar de producir
conocimiento en las ciencias sociales a partir del conocimiento situado propuesto por
Donna Haraway, Nancy Hartsock y Sandra Harding y la crítica del feminismo poscolonial,
que tuvo la virtud de criticar al espacio académico feminista hegemónico. Me propongo
señalar algunos puntos críticos donde las discusiones del feminismo irrumpieron en la
academia y, como en ese proceso lograron aglutinar una serie de trabajos mediante los
cuales se articuló una categoría que define un objeto a observar y por ende un espacio
desde donde observar. En un segundo apartado apuntaré algunas reflexione sobre los
usos de la categoría género y su implicación en las ciencias sociales
Los tránsitos del conocimiento situado y las críticas a las formas estándar de
conocimiento sobre las mujeres.
La utilización del género como categoría analítica ha demarcado las sucesivas
transformaciones conceptuales que han impactado al corpus de las ciencias sociales,
paso de ser un elemento descriptivo de una forma presupuesta natural (Sexo)
homologada socialmente (Género) a la transformación en un concepto el cual delimita un
objeto y una forma en como se ha de abordar ese objeto.
El feminismo tuvo la virtud de mostrar que ser hombres o mujeres no eran atributos
naturales, los estudios de género cuestionaron la pretensión de un momento del
feminismo de establecer a la cultura como un artificio de la naturaleza. Sin ser su
pretensión, echaron por la borda la eterna discusión dicotómica Sociedad/Naturaleza,
Sociedad/Cultura; de esta manera al tomar a la categoría género, se reconfiguraron las
formas en que las diferencias entre hombres y mujeres se abordan, no podían ser
encasilladas bajo el paraguas de la desigualdad social, ni bajo el esquema de
dominación-subordinación, sino a través de las dinámicas relacionales que se establecen
dentro del sistema de géneros; destronando con ello, la forma en que se pretendía que el
género solo fuese una representación cultural de la diferencia sexual, teniendo al sexo
como un dictum natural, en vez de entenderla como una construcción social.
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Resulta una tarea ardua (y en ocasiones hasta ociosa) tratar de disociar al feminismo de
los estudios de género y viceversa; pues el feminismo no deja de ser un movimiento
multifacético que juega entre los polos políticos y epistémicos; la mayor relevancia es, que
como acción reclama una presencia prominente de las mujeres en el ámbito del
reconocimiento y, por otro lado en el terreno epistémico funda una serie de propuestas
teóricas donde la impronta de las mujeres se vuelve parte de los temas a refundar en las
academias. Esta tarea se vuelve ardua cuando llevamos al terreno de las discusiones
académicas las formas en que se constituye el conocimiento práctico, es decir, cuando la
impronta de la acción política se instituye como un conocimiento valido y el cual entra en
disputa con las formas doctas de un saber especializado.
La virtud entre el transito del feminismo a los estudios de género se da porque el
conocimiento que se genera siempre está en tensión, esto es, por una parte es la diputa
por hacerse un lugar en dentro de los centros académicos y entre las disciplinas y por otro
el saber que reclama a la institucionalización y se construye en otras esferas donde no es
el fin la consolidación académica, sino la posibilidad de la transformación de las
condiciones en que viven las mujeres en una sociedad andrárquica1 heteronormativa.
“Nosotras, las feministas de los debates sobre la ciencia y la tecnología, somos los
«grupos de interés especial” (Haraway, 2007; 314) como refleja Haraway para el campo
académico la mujeres en lugar de ser visibilizadas, se volvieron un objeto de estudio más
entre otros.
La crítica del conocimiento situado de Donna Haraway pone en tela de juicio el saber
fundado bajo las condiciones en que ha sido producido, esto deja de lado la disputa por la
verdad de un conocimiento que se pretende universal; lo que se busca es situar el lugar
donde es enunciado ese conocimiento, por qué es enunciado y bajo que formas es
enunciado. Así entonces, entender a los feminismos bajo las premisas de las ciencias
sociales abre una forma particular de pensar conceptos y categorías donde no se busca la
trascendencia de ellas por sí mismas, sino no función de una dimensión social donde es
posible visibilizar una serie de mecanismos que hacen de lo femenino un espacio no
visible. La otra forma de conocer que busca la trascendencia hace aparecer los
conceptos como “Él género, la raza, el propio mundo, todos parecen ser efectos creados
1 Utilizo el concepto “Andrárquico” trabajado por Norbert Elías, para quien las formas tradicionales “Patriarcado” y “Matriarcado”, solo refieren a la
capacidad de dominio de hombres y mujeres en tanto su condición de padres y madres. Andrárquia y Ginarquía refieren al dominio en tanto existe es
condición de ser hombres o mujeres.
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para escurrirse en el juego de los significantes dentro de un terreno de fuerzas cósmicas.
Todas las verdades se convierten en efectos retorcidos en un espacio suprarreal de
simulación” (Haraway, 2007; 316) es decir, las categorías se vuelen una forma estándar
cosificante donde la posibilidad de enunciar algo distinto de la observación queda
relegado a las formas residuales.
En este sentido, en el análisis de la situacionalidad histórica y social de los conocimientos
no se puede prescindir de su localización dentro de esquemas de homogenización,
separación y jerarquización espacial que conforman y sustentan particulares relaciones de
poder. También que percepciones y concepciones específicas de lo que es el propio
cuerpo, la pertenencia a un lugar y un territorio, contribuyen enormemente a construir las
reacciones y propuestas afirmativas de los sujetos subalternos. Finalmente, y en una
perspectiva que se desliga del tratamiento estático y cerrado de las categorías espaciales
como cuerpo, lugar y territorio, es necesario comprender la situacionalidad como producto
de relaciones interescalares que conforman redes.
Si bien la categoría género es el resultado más elaborado de lo que se conoció algunas
décadas atrás como estudios de la mujer e inaugura una forma de conocimiento estándar,
también no deja de lado ser una intervención teórica dentro de las ciencias sociales que
ayuda a clarificar el panorama analítico de la constitución teorética sobre las discusiones
de la condición de las mujeres dentro de la sociedad, las cuales se toman, hasta cierto
punto con una actitud natural2 al formalizar como objeto de estudio a las mujeres, plantea
una revolución en los núcleos teóricos y metodológicos de las ciencias sociales,
problematizando en un primer momento a los objetos y posteriormente a la estructura de
las disciplinas mismas; ambos momentos se hallan inmersos en un proceso social que
reafirma constantemente la dicotomía simbólica de género, por ser este un elemento que
instituye el orden social.
De esta manera la categoría género desarticula una serie de desplazamientos que se
suceden dentro de los corpus académicos a través de disposiciones con las cuales se
organiza el saber académico. Siendo “el género una forma primaria significante de poder”
(Scott;1986) permite observar cómo se formaliza una entrada “neutra” que otorga cierta
legitimidad académica y de alguna forma “oficializar” los estudios feministas en el contexto
académico, pero también abrir el campo para develar la complejidad de la constitución
2El concepto de Actitud Natural tiene una lectura de suma importancia en la discusión sociológica y filosófica, su primer articulador es Edmund Husser,
seguido por Alfred Schütz y retomado tanto por el Interaccionismo simbólico (Erving Goffman) y la Etnometodología (Harold Garfinkel). Para ellos la actitud
natural consistente en aceptar como existente el mundo en el que vivimos, es la relación que establecemos con el mundo sin problematizarlo.
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discursiva de la sociedad a partir de la diferencia” (Millán; 2003) esta manera el género es
un tema novedoso, un objeto al que hay que asignarle un espacio, un discurso y unas
formas heurísticas que le permitan situarse dentro del espacio académico.
La propuesta de Joan W. Scott y Donna Haraway establecen un tránsito que permite
situar al conocimiento en otro lado, haciendo estos ejercicios de enunciación de las
categorías y las condiciones en que son producidas estas, para ambas no hay un
conocimiento objetivo, este es producido desde un espacio que pese a la pretensión de
objetividad, no deja de situarse dentro de una forma social que pone a lo femenino en
condiciones de desventaja, tanto como objeto de estudio, como a la hora de situar por
género a quien hace conocimiento.
A este tránsito también se va a unir feministas como Nancy Hartsock y Sandra Harding,
quienes desde la “teoría del punto de vista”, proponen situar al conocimiento en función
de su posición social y condición histórica, lo que les permite observar cierta condición de
privilegio epistemológico de observaciones que se presuponen objetivas; así la teoría del
punto de vista se entiende como:
“Standpoint theory is an explicity political as well as social epistemology. Its central and
motivating insight is an inversion thesis: those who are subject to structures of domination
that systematically marginalize and oppress them may, in fact, be epistemically privileged
in some things better than those who are comparatively privileged (socially, politically), by
virtue of what they typically experience and how they understand their experience.
Feminist satandpoin theorists argue that gender is one dimension of social iferentiation
that may make such a difference epistemically. Their aim is both to understand how the
systematic partiality of authoritative knowledge arises-especifically, its androcentrism and
sexism- and to account for the constructive contributions made those working from
marginal standpoints (especially ferministstandpoints) in countering this partiality” (Wylie,
2003: 26)
desde estas críticas a la forma estándar del conocimiento la virtud de los feminismos es
mostrarnos una realidad heterogénea, más crítica y reflexiva. Ponen en descubierto las
formas de dominación establecidas en las desiguales formas de las academias.
Por otra parte los feminismos poscoloniales surgen como una crítica al conocimiento
“colonial” del feminismo de las mujeres del tercer mundo por parte del feminismo
anglosajon fuertemente establecido en las academias universitarias llevado a cabo por
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Chandra Mohanty y las llamadas feministas chicanas como Gloria Anzaldua. Para este
conjunto de feministas es innegable que el feminismo de las mujeres blancas
anglosajonas ha impuesto una agenda y un proyecto único para lograr la equidad, es
decir, han establecido universalmente una categoría y un objeto que define la ruta con
que ha de perseguir el feminismo. La crítica se centró principalmente más allá de las
diferencias ideológicas, la crítica no era tanto a posicionamientos políticos sino a la
identificación de una estructura de poder que controla, subordina y objetivaban a las
mujeres.
Mohanty va a hacer referencia a los efectos etnocéntricos de las feministas
“hegémonicas” oponiendo la literatura generada en el tercer mundo, donde los temas
están vinculados estrechamente con otros procesos donde la mujeres son colocadas en
situación de desventaja junto a otras condiciones
las mujeres como grupo previamente construido son colocadas dentro de estructuras
religiosas, económicas, familiares y legales…este enfoque…estructura el mundo en una
dicotomía, en términos finalmente binarios, en donde las mujeres siempre se perciben en
oposición a los hombres, en los que el patriarcado significa necesariamente el dominio
masculino y en los que se asume implícitamente que los sistemas religiosos, legales,
económicos, y familiares son construidos por los hombres” (Mohanty, 1984; 152)
El feminismo poscolonial centra la critica en la desestabilización del sujeto de la
modernidad cuya primer fase critica feminista deja intocado o establece una suerte de
alianza no intencional; no solo es centrar la condición de las mujeres en la crítica, sino
traer la centralidad categorías como raza, etnia, clase social, entre otros, lo que les
permite visibilizar una serie de procesos que el feminismo hegemónico había dejado de
lado y que contribuyo a invisibilzar a las mujeres que no eran el sujeto del feminismo “El
sentido de la crítica feminista, develado desde dentro de los movimientos afroamericano y
chicano, prefiguraba elementos centrales de las teorías poscoloniales desde la
experiencia vivida del amasijo de culturas y la visibilización de las mujeres de color”.
(Millan, 2003; 822)
El feminismo postcolonial hace entonces el doble proceso, cuestionar el procesos
colonizador de una cultura dominante y el proceso de invizivilización llevado a cabo por un
movimiento liberalizador, aquí la importancia del reconocimiento de otras formas
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culturales comunitarias, es lo que permite que adquieran visibilidad y fuerza lo que
permite potenciar a los estudios de género y subvertirlos.
Así el corpus del feminismo se ve potenciado por emergencia de nuevas formas de acción
en contextos diversos contingentes que tensan la relación entre los centros hegemónicos
y las prácticas subalternas de los colectivos feministas que ya no solo ponen en el centro
del debate las condiciones de desventaja de las mujeres, sino en relación con otros
procesos que son igual una condición de invizivilización. Esta diversificación del
feminismo ha permitido descentrar la visión univerzalizante y canónica, al tiempo que
potencializa las practicas dialógicas configuradas históricamente, contingentes y
emergentes en procesos divergentes situados en contextos históricos que permiten
reconfiguran las categorías analíticas por tanto potenciar las formas en que las mujeres
pueden ser vizibilizadas.
El género como categoría analítica
Joan W. Scott propone estudiar al género como categoría analítica porque a través de sus
uso conceptual vemos cómo operan los símbolos culturales, los conceptos normativos
que regulan el uso de esos símbolos (ideologías, religión, ciencia, etc.), el nivel
institucional donde se demarca y se organiza a través de las organizaciones sociales
(parentesco, familia, política, economía, en síntesis el orden del discurso) y el nivel
subjetivo entendido como el nivel donde se forma la identidad y la agencia. Como relación
significativa primaria de poder el género constituye una forma originaria de construir la
diferencia como un significante de la regulación del poder a través de la percepción y
organización concreta y simbólica de la vida social.
El género es un principio significativo de poder, y además un elemento fundante, una
producción de sí mismo vía el orden cultural a través de la legitimación de las oposiciones
binarias (masculino/femenino, claro/oscuro) las cuales constituyen la base de las
relaciones sociales
Scott por otro lado nos aporta otros elementos que nos permiten visualizar al género
como una forma simbólica que es instituida e instituyente de la vida social haciendo con
ello problemático las formas masculinas y femeninas, como una serie de figuraciones
universales de la sociedad humana con la cual surgen tipos de identidad y acciones que
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son interiorizados y puestos en práctica, actuados y reactualizados constantemente en el
transcurso de la vida.
El elemento simbólico es donde se establecen las formas de representación de los
diversos órdenes de masculinidad y feminidad, siendo ambas un proyecto diferenciado y
diferenciador entre ambos; las formas de representación corresponde las formas
figuracionales de lo que ser hombre o mujer representa a través de la práctica de valores,
roles, discursos y formas de acción que las definen. En este sentido las formas de
masculinidad y feminidad subyacen a esta estructura que les permite estructurar
relaciones de género en tanto actúan ciertos valores respecto a lo que se entiende hacen
mujeres y hombres, siendo su agencia limitada a las formas de permisibilidad
culturalmente aceptadas.
El nivel normativo analiza dentro de la categoría género los valores, discursos y prácticas
que son interiorizados siendo la simiente de la subjetividad y de la agencia o como lo
denominaría Pierre Bourdieu habitus , es decir las series de disposiciones duraderas que
determinan nuestra forma de sentir, de construir y de preciar el mundo (Cfr.: Pierre
Bourdieu, 2000, 26). Lo normativo disciplina al cuerpo y le asigna una forma y un sentido
determinado para lo masculino y lo femenino de esta manera se estructuran órdenes y
valores que son representados al nivel de la corporalidad. Aquí juegan un papel
importante la ciencia, las disciplinas, las artes, los saberes populares y otras formas
desde las cuales habla la cultura y la sociedad, todos ellos conforman una serie de
discursos y prácticas corporales con las cuales se sintetiza lo que los humanos deben ser
respecto a su presentación sexo-genérica.
El nivel institucional delinea los procesos que la categoría Género visualiza en la
conformación y organización de las estructuras del Estado y la economía política; las
relaciones de poder y dominación que subyacen subrepticiamente a la forma política de
organización de la sociedad y como esta organización estatal genera las condiciones de
la dominación de lo masculino como el eje privilegiado de la vida pública toda vez que la
producción de bienes y la reproducción de la sociedad provienen de la cultura andrarquica
como forma de organizar el mundo social.
El nivel subjetivo hace que la categoría Género muestre la marca de la psique, el nivel
particular, el lugar de la representación propia donde lo interiorizado se expresa
diferenciándose e identificándose en referencia a los modelos de masculinidad y
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feminidad. Donde lo que se ha hecho cuerpo es puesto en práctica y es la forma
discursiva con la que se expresa la identidad.
También mostraron que a partir de los llamados estudios de género se podía abordar la
diferencia sexo genérica con un interés revolucionario dentro de las ciencias sociales,
ya que se podía dar cuenta de la forma mediante la cual género es un elemento primario
en el análisis de las relaciones y estructuras sociales; si bien la disciplina en su primer y
segunda fase no consideran al género como una forma que permita el análisis teórico y
por tanto poder hablar de la constitución de la sociedad, de manera marginal incorporan
algunos elementos que hablan de la diferencia sexual como un elemento emergente en la
constitución de las relaciones sociales; Será posteriormente con la pluralidad de temáticas
dentro de la sociología y la impresión del movimiento feminista y su posterior inmersión
en la académica que se podrá considerar al sexo, al género y al deseo como “una
categoría útil para el análisis histórico” (Scott; 23;1996).
El género es por tanto uno de los conceptos que logran las transformaciones necesarias a
la hora de entender al mundo social, sin duda ayuda a clarificar muchas de las formas
sociales mediante las cuales se instituye el mundo social y sus instituciones. Haría falta
un trabajo más extenso para una arqueología de este y otros conceptos que permitirían a
la sociología y al conjunto de ciencias sociales transformar los paradigmas clásicos y en
muchos casos asentados en posiciones en que asientan sus “verdades” teoréticas.
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Bourdiue, Pierre, La dominación masculina, Barcelona: Editorial Anagrama, 2000
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Mohanty, Chandra, en Liliana Suárez y Hernández Rosalba (cordinaoras), Descolonizando el feminismo,
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