La decisión de Blanca (HQÑ) (Spanish...

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©2015TeresaCameselle©2015HarlequinIbérica,unadivisióndeHarperCollinsIbérica,S.A.LadecisióndeBlanca,n.º 95-noviembre2015

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Índice

PortadillaCréditosÍndiceCapítulo1Capítulo2Capítulo3Capítulo4Capítulo5Capítulo6Capítulo7Capítulo8Capítulo9Capítulo10Capítulo11Capítulo12Capítulo13Capítulo14NotasSitehagustadoestelibro…

Capítulo1

Cogidasdelbrazo,BlancaeInéscaminabansiguiendolospasosdesusfamiliares,deregresoa

casatraslameriendaenlanuevacafeteríadelacalleReal.Hacíanunahermosapareja,unamorenay la otra rubia; alta y esbelta la primera, se veía obligada a acortar sus andares atléticos yvigorosos, en beneficio de su amiga, más baja y delicada, de generosas curvas que provocabansuspirosydescaradasmiradasasupaso.

—Mealegromuchodeveratutíamejor—dijoInés,señalandoconelmentónalasmujeresquelaadelantaban,acurrucándosemáscontraelcostadodeBlanca,cuandounabrisafríaysalobrelesllegódesdeelpuerto.

—Sí, estosdías estámás animada—Blanca levantó el rostroy respiróhondo, llenándose lospulmonesdeaquelairevigorizante—.Papáhaaceptadotomarselamedicación.

No hacían falta mayores explicaciones. Inés era la única persona a la que nunca le ocultabanada, ni los arrebatos enloquecidos de su padre cuando la vida se le hacía cuesta arriba, ni lasamenazasconstantesdesu tíaAngustias,hartade lidiarconelpobre locodesuhermano,con lasescasas rentas y con la vida en una ciudad que la hacía sentirse muy humilde, ignorante ydesubicada.Porsuerteellatambiénhabíaencontradounabuenacompañíaenlamadredesuamiga,unadamatandulcecomolahija,tranquilaycomprensiva,quesabíaescucharynojuzgar.

—Tehasquedadomuycallada.Blancasaliódesuensimismamiento,ofreciendounasonrisatorcidaasuacompañante.—¿Te ha parecido tan apuesto el hermanastro de Elisa Montalbo?—preguntó por hablar de

algo.Aquellatarde,mientrasmerendaban,suantiguaconocidasehabíapresentadoenlacafeteríadelbrazodeunelegantecaballerollamadoDamiánLizandra,hijodelterceresposodesumadre.

—Nosepuededecirqueseafeo.—Inésabriólosojoscongestoapreciativo.—Bueno,aMarinitacasilecaíalababamientraslomiraba.—Quémalaeres.Rieronlasdosapesardelreproche.Ambassabíanquesuamigabuscabadesesperadamenteun

buen partido para casarse, le horrorizaba cumplir veinte años sin estar almenos comprometida enfirme.

—¿YMercedes?Parecíaincómodaensupresencia.—Sí,nocreoqueellaestéinteresada.Dejemos,pues,queseloquedeMarinita.Porunmomento, labrisaseconvirtióenunpequeñovendavalqueapuntoestuvodedeshacer

suspeinados,enredándoleslaslargasfaldasentrelaspiernas.—Quétiempotanloco.—Yquéfríohace—añadióInés,estremeciéndosealtiempoquesepegabaalcostadodeBlanca.Lamorenalamirócongestocariñosoyacariciólamanoqueapoyabasobresubrazo.—Sí,muchofrío,aquínuncallegalaprimavera.LasdossabíanqueBlancanoeranadafriolerayqueenrealidadnoteníanprisaporquellegara

elbuentiempo,porqueentoncesnotendríanexcusaparapaseardeaquelmodo,pegadaslaunaalaotra, contándose las intimidades que no confesarían a ninguna otra persona. Pocas eran, sí, laspersonas de la confianza de la morena, a las que abriese su corazón y sus pensamientos másprivados. Desde el fallecimiento de su madre años atrás, su vida se había convertido en untorbellinoentrelasmaníasdeunlunáticoyeldesapegodesutía,unasolteronaamargadaquenoofrecía apoyo ni consuelo a su joven sobrina, desconcertada por la locura de su padre. Los días

apaciblescomoaqueleranescasosen lavidadeBlancadesdesumás tierna infancia,poreso losvalorabatanto,ydejabadeladosucaramásamargaymordazparamostrarsetalcualera:amable,cariñosa,agradecidaporelafectorecibido,perosoloanteInés,suhermanadelalma.

—Tengo la extraña impresión de que algo va a cambiar en nuestras vidas. Sabes que no soysupersticiosa,peroestoesloquemimadrellamabatenerunpálpito.

—¿Telatefuerteelcorazón?AlfinalvaaresultarquetehanimpresionadolosojosazulesdeDamiánLizandra.

Blancanegóconlacabeza,divertida.—Tendremos sorpresas en los próximosmeses, ya lo verás, y entonces no te burlarás demis

palabras.Lasdosmujeresmayoressehabíandetenidoaesperarlas,despidiéndoseyaporlahoraavanzada

delatarde,tiritandotambiénanteaquelvientofrescoeinesperado.—Siaciertas,tendrásqueponerunadeesasconsultasparaadivinarelfuturo,conmesasdetres

patas y luces que se encienden y apagan misteriosamente. Entonces te llamaremos «MadameBlanca»,ytendrásqueusarunturbantedeseda.

Apesardesusbromas,Inésbesóconcariñoasuamiga,antesdesoltarlaparaenlazarelbrazodesumadre.Sedespidieron,encaminandosuspasosendireccionescontrarias.Mientraslarubiaysumadre seguían por la zona de la Pescadería hacia las nuevas calles, más amplias y soleadas,Blancaysutíaregresaronpordondehabíanllegado,cruzandolacalleRealhastaladeTabernas,dondevivían.

En la casa no había novedad, aunque Blanca siempre entraba con el corazón en vilopreguntándosequéencontrarían.

Recostadoenunabutaca,supadredormitaba,conlachaquetamanchadadecenizadeuncigarroquemanteníaapagadoentresusdedos.Seacercó,dudandosidespertarlo.

—Déjalodormir—leordenólatía—.Mientrasdescansaéldescansamosnosotras.—Despuéssedesvelarátodalanoche.La mujer mayor apretó la boca en un gesto obstinado que contenía una buena cantidad de

desprecioysealejóhaciasudormitoriosinañadirniunapalabra.Blanca acarició la cara de su padre, palpando la piel cálida en la frente y lamejilla, dejando

deslizarsusdedosentrelatupidaydesordenadabarba.Teníabuenatemperatura,desdequetomabaregularmente lamedicina no habían vuelto los ataques, ni las subidas repentinas de fiebre que leenrojecían el rostroy lohacían sudar como si tuvieraun fuegopordentroque lo consumiera.Enesas ocasiones, cuando la locura se apoderaba de él y comenzaba a lanzar objetos, o a gritarhorribles juramentos, ella trataba de convertirse en su madre, serena y paciente, tratando decalmarloconbuenaspalabrasytodalapacienciadelmundo.

PeroBlancanoerasumadre.Yteníamarcasensucuerpoparademostrarlo.—Papá—lesusurró,moviéndolosuavemente—.Papá,despierta,eshoradecenar.—Déjame.—Yasabesquedespuésnoduermesporlanoche.—Estoybienasí.—Papá…—¡Quemedejes!La costumbre la hizomoverse justo a tiempode esquivar sumano.Trastabilló y cayó sentada

sobrelaalfombra,mirandoalhombrequeporfindespertabaconojosdesorbitados,manoteandoasualrededorcomosiquisieralibrarsedeatadurasinvisibles.

—Papá,soyyo…—¿Quéhapasado?¿Dóndeestoy?¿Qué…?Logró centrar la vista en ella y al momento dejó de moverse, volviendo a recostarse en la

butaca.—¿Estásbien?Loviollevarselasmanosalacarayfrotarselosojosylassienes.—Lapreguntaes:¿estástúbien?Susojoscolordechocolate, idénticosalosdesuhija,seposaronenella,máscalmadosdelo

queseesperaba.—Estoy bien—Blanca se incorporó, arrodillándose al pie de su padre, poniéndole lasmanos

sobrelaspiernas—.Perdonaporhabertedespertado.Élextendiósumanogrande,ahoradespacio,comosisupieracuántomiedoleproducíaasuhija,

yenvolviólasdospequeñasydelicadasqueseapretabansobresupantalón.—Hashechobien.Despuésmecuestadormirmedenoche.Blancaasintió,ofreciéndoleunasonrisatrémula.—¿Quétalelpaseo?¿Lohaspasadobiencontusamigas?Ellaasintióyalmomentoleestabacontandolobuenoqueeraelchocolatedeaquellacafetería

fina de la calle Real, el frío que hacía en la calle y un montón de nimiedades sin importancianinguna. Eran tan pocas las ocasiones en que podían hablar tranquilamente, sin que ninguna ideaextrañasecruzaraenlamentedesupadre,convirtiéndoleenunserirracionalypeligroso,quelasatesorabay tratabadealargarlasalmáximo.Despuésvendría la tíaAngustiasa regañarlapornopreparar la cena, pero ahora estaba disfrutando del mejor momento del día, y no pensabadesperdiciarlo.

Capítulo2

Camino de casa, Carlos Figueroa se encontraba más que orgulloso de llevar del brazo a su

jovenhija.Gloriaeraloúnicoquelehabíaquedadodesuqueridaesposayporesolaadoraba,oalmenosesosolíadecirélenpúblico.Enrealidad, losañosque llevabaviudohabíansuavizadoelrecuerdodeaquelladamadelicadísima,quejicosaydemalasalud,quedesdeelnacimientodesuúnica hija había decidido encerrarse en su alcoba, enferma perpetua, a la que los médicos noencontraban más remedio que tratar de curar sus nervios, puesto que no mostraba síntomas deenfermedad física alguna. Al final, cuando verdaderamente su estado se volvió grave, nadie leprestódemasiadaatención,acostumbradosasusquejasconstantes,ylamujerfallecióentresuspiros,convertidaenmártirporsupropiodeseo.

En los casi diez años transcurridos, el viudo, aún joven y atractivo, no había tenido tiempo niganasdebuscarunasegundaesposa.Susdíasseconsumíanentre lasparedesde laredaccióndelperiódicoquedirigía,yencasateníaunamayunadoncellaqueseocupabandequetodoestuvieraperfecto.Encuantoalacompañía,lebastabaconladesuhijaadorada,alaquehabíamalcriado,convirtiéndola en su propio reflejo.Mejor así, se justificaba a símismo cuando le entraban dudassobre la conveniencia del exceso de educación que Gloria había recibido. Prefería a aquellamuchachaculta,inquieta,llenadevida,antesquealamustiaflorquehabíasidosudifuntamadre.

—Padre,dimeunacosa,¿quiénesAldrey?—seatrevióapreguntarGloria,despuésdeunlargosilencio.

—¿Quéquieresdecir?Aldreyesunempleado,como losotros.Noentiendo tupregunta.¿Hayalgúnproblemaconél?

—No,no,ninguno.Solomepreguntabadedóndehasalido.¿Conocesasufamilia?¿SondeLaCoruña?Heestadopensando,ynorecuerdosiconocemosaningúnotroAldrey.

—Soloséqueesunbuentrabajador,tieneestudiosylomismoredactaunanoticiaquetrabajaenlaimprenta.Esloúnicoquemeinteresadeélyloúnicoquedeberíainteresarteati,niña.

Enrealidad,Carlossabíabastantemássobresujovenempleado,perodentrodesucontratosehabíaacordadoquenuncaseharíamenciónasuespecialsituacióny,conociendoasudeslenguadahija, sabía que, si llegaba a confiárselo, no tardaría demasiado enpedirle explicaciones aAldreysobresusecretofamiliar.

—SiamínomeinteresanadaloqueAldreyhagaodejedehacer,padre,porsupuestoqueno.Gloria aligeró el paso, obligando a su padre a igualarla, con las mejillas repentinamente

arreboladas,loquellevóaCarlosapreguntarseconinquietudsiaquellanegativarotundadesuhijasignificabaexactamentelocontrariodeloqueellahabíaexpresado.Recordóquelefaltabanpocosmeses para cumplir veinte años, era una jovencita en edaddemerecer y no sería de extrañar quecomenzaranaaparecerpretendientesinteresadosenella.¿Quéibaaserdeélcuandosuqueridísimahijaabandonaselacasaconvertidaenlaesposadealgúnafortunadojoven?Eraalgoquelecausabademasiadapesadumbre,asíquedecidiódescartarlaidea.

—MercedesMontenegromehainvitadoasucasaelviernesporlatarde,quierequeconozcaaunaamigasuya,BlancaFontela.

Carlosasintiócomplacido.Lehacía felizquepor finsuhijahubieseencontradounaamigaasualturaintelectual,alguiendesuedadconquienpodíaconversarydivertirse,parasalirunpocodesucírculo cerrado de familiares y periodistas. La jovenMontenegro escribía como el mejor de susredactores y tenía inquietudes sorprendentes, como ese interés por las teorías deCharlesDarwin,

peronoporesoparecíadescuidarsuvidasocial,algoqueGloriadesconocíaporcompleto.—Y que tenga que ser la recién llegada quien te presente a sus amigas en tu ciudad natal—

Carlossonrió,suavizandoelreprocheconunaspalmaditasenlamanoquesuhijaleapoyabasobreelantebrazo.

—Nomeescuchas—protestóGloria,descartandoelgirodelaconversación—.TedigoquevoyaconoceraBlancaFontela,lahijadeArturoFontela.

Poresoestabatanexcitada.Noeraporhacernuevasamigasysaliradivertirseconellas.Eralainquietaperiodistaquellevabadentro,alacazaycapturadelaexclusiva.

—Notehagasilusiones,sabesqueArturoFontelanoconcedeentrevistas,yteniendoencuentalosrumoressobresuestadomental,tampocovoyapermitirqueteacerquesaélniaunquesuhijateinviteasupropiacasa.

La vio hacer un mohín de disgusto. Su hija podía ser muy terca a veces, pero siempre loescuchabayterminabaaceptandocuandocomprendíaqueteníarazón.

No, no iba a permitir que se acercara ni a un metro de Arturo Fontela, el poeta maldito, unhombretanobsesionadoconla literaturaquehabíaperdidoporcompletolarazón.Sedecíadeélquesiemprehabíasidocomplicado,desdequeaprendióaleeraduraspenasyporsucuentaensupequeñaaldeanatal.Ignorandosushumildesorígeneseinvirtiendotodoelpatrimoniorecibidotraslatempranamuertedesuspadres,sehabíatrasladadoaLaCoruña,dondelogróinfiltrarseenteloscírculosintelectualesmásexquisitos,sorprendiendohastaalosmásrecalcitrantesconlacalidadeintensidad de sus poemas. Pero lo que parecían rarezas y exaltaciones propias de un genio seconvirtieronenunalocuraabsolutaypeligrosatraslamuerterepentinadesuesposa,sumusa.

—Notratarédeconcertarunaentrevista,sinoquieres.Sugestocompungidonoloengañaba.Sabíabiencomomanipularsussentimientos,peroenesta

cuestiónnoibaadarsubrazoatorcer.—No, no lo harás. Si su hija quiere informarte sobre su obra, y te da su permiso para escribir

sobreelpadre,puedestenerunbuenreportajeparaLadamailustradasinponerteinnecesariamenteenunasituaciónpeligrosa.

Gloriaasintióysoltóelbrazodesupadre.EstabanyaantelapuertadesucasayCarloslecedióel paso, siguiéndola por el estrecho portal. Sabía que no lo desobedecería, pero la tentación eragrande,nolonegaba.Larevistadesuhija,reciénpublicadosuprimernúmero,pretendíaculturizaralas mujeres de la ciudad, poniendo a su alcance todo tipo de noticias y reportajes que nuncaapareceríanenotraspublicacionesfemeninas.Hablarconelpoetamaldito,editarsusescritosllenosdedolorypasión, seríaunéxito seguroyotroescándaloqueañadir a lacortavidadeLa damailustrada. Anotó mentalmente seguir pendiente de aquella cuestión, preguntarle por la hija deFontela,ydescubrirhastadóndeestabadispuestaallegarGloriaparasalirseconlasuya,algoaloqueestabamuymalacostumbrada.

Blancanohabíapasadounabuenanoche.Demadrugadaladespertóunruidodepasosinquietosenlasala.Selevantópreocupada,paraencontrarseasupadreenmediodeundesordendepapeles,el tintero volcado sobre la alfombra, libros abiertos por todas partes y la mirada perdida quemostrabaensuspeoresmomentos.

Sabía lo inútil que sería tratar de razonar con él. En esta ocasión, se había obsesionado conciertotomodepoesíadedonFranciscodeQuevedoqueseleantojabaperdido.Blancaloayudóabuscar, en silencio y procurando mantenerse lejos de sus rápidas manos, que más de una vezpagaban con ella sus frustraciones. No le guardaba rencor. Su mente enferma lo obligaba acomportarseasí,peroella loamaba igual,procurandoponer losbuenosmomentosporencimadelosmalos.

Cuandoyadesistíade encontrar el libroperdido,yviendoque supadrevolvía a enfurecerse,comounaolladeaguaalfuegoquecomienzaaborbotear,decidióqueporsupropiobieneramejor

volverasudormitorioyencerrarsepordentrohastaquelatormentaamainase.Y entonces, al cruzar por delante de la alcoba de su padre, vio los tomos apilados sobre su

mesilladenochey,conlosdedoscruzados,corrióabuscarentreellos.Respiróhondoalencontrarellibroperdidoyvolvióalasalaconpasoslivianos.

Elamanecerlossorprendióaúndespiertos,supadresentadoensubutaca,leyendodespacioconsuvozprofundaque levantabaecosen lasaladesordenada;Blancaarrodilladaasuspies,con lacaraapoyadaenelreposabrazos,escuchándoloensilencio.

Recordaba lo sucedido, ahogando un bostezo tras su mano enguantada, mientras cruzaba laciudadtratandodeadaptarsupasoalmásenérgicodeGloriaFigueroa.

MercedesMontenegro las había invitado a ambas amerendar, y enseguida había congeniadoconlajovenpelirroja,hijadeldueñodeElecodelaprovincia,unodelosdiariosmásimportantesdelaregión.Parasuenormesorpresa,lasdosamigaslehabíanconfesadoqueestabandetrásdelaedicióndeaquellarevistaquetantohabíaescandalizadoaloscoruñesesenaquellosdías.Ladamailustradasellamabaelinvento,yensueditorialanunciabalasorprendenteintencióndeculturizaralgénero femenino, con reportajes, noticias y artículos de opinión de verdadero interés. Nada delaboresdelhogarymoda.Lodejabanbienclaroensupresentación,citandonadamenosqueaunaconocidasufragista,LouiseMichelle.

—LaredaccióndeEleco estáen laPlazadePontevedra—ledijoGloria,yBlancaasintió—.¿Hasestadoenelperiódicoalgunavez?

—No,no,perohepasadomuchasvecespordelante.—Essorprendentequenonosconociéramosantes,¿verdad?—Laperiodistacaminabamirando

al frente, sin detenerse en las caras de las personas con las que se cruzaba—. Pero tengo queconfesarquenohagoprecisamenteloquesellamavidasocial,mepasolashorasenlaredacción,notengotiempoparavisitaramigosyfamiliares,niasistoafiestasyrecepciones.

—¿Siempreestásenlaredacción?—preguntóBlanca,dejandoquesunuevaamigaseexplayaseen su tema favorito para no tener que confesar que ella tampoco tenía vida social.Con su frugaleconomíanoselapodíanpermitiry,además,aquelantiguocírculodebuenasamistadesdelmundoculturaldelaciudad,quesupadrehabíahechodereciénllegadoaLaCoruña,desapareciópocoapocoencuantosemostraronlosprimerossíntomasdesuenfermedad.

—Vivoaquí—aseveróGloriamientrasabríalapuertay,conunasonrisaquelellenabalacaradeorgullo,dejabapasaraBlanca.

El olor a papel y tinta inundó sus sentidos. Era como estar de vuelta en su hogar. Blanca norecordabaundíadesuvidasinsentirserodeadadelibros,cuadernosyeseolorintensodelashojasreciéncortadasylaplumagoteandotintafresca.

—Esunbuenlugarparavivir—dijo,yseganóotrasonrisadelapelirroja.Porunpasillo lateral seacercabandoshombres.Uno jovenydelgado,muyalto, inclinaba la

cabeza un poco para escuchar las instrucciones que el otro le iba dando y que parecían una listainterminable.Blancareconocióenélaunperiodistaqueenocasionessehabíaacercadoasucasa,tratando inútilmente de entrevistar a su padre. El otro, el que le hablaba como un sargento a unnuevo recluta, era un caballero demás edad, de abundante cabello castaño peinado hacia atrás,como si acostumbrase a alisárselo con las manos, fuertes rasgos y labios finos. Tenía uninconfundibleparecidoconGloria,queseacercóalmomentoadarleunbesoenlamejilla.

—Papá, quiero presentarte a la señorita Blanca Fontela. Aunque hoy mismo acabamos deconocernos,laconsideroyaunabuenaamiga.

BlancasesorprendióporeltonocariñosodeGloria.Eraciertoqueacababandeconocerse,perotambiéneraevidentequelajovenperiodistaeradecarácterconfiadoyamistoso.Paraella,queerareservada y que apenas era capaz de expresar sus sentimientos a los más cercanos, adquirir derepenteunaamigaasíresultabacasiabrumador.

—Unplacer,señoritaFontela.—Elgustoesmío,señorFigueroa.

Extendió lamanoderecha,quedesapareció entre lamanomásgrandey salpicadade tintadelperiodista.Ahora que lo teníamás cerca, descubrió queCarlos Figueroa no eramás bajo que elempleadoque loacompañabayqueyadesaparecíapor lospasillosde la redacción;dehecho,aellalesacabacasiunacabeza,casidosasuhija.LadiferenciaeraqueeldueñoydirectordeElecoeraunhombremásfuerte,deespaldaancha,cosaquelahizosentirporunmomentomuypequeñayfrágil.

—¿Qué la traepornuestrasoficinas?Esperoquemihijano lahayaenredadoenalgunadesusocurrencias.

—Metemoquesetratadeesoexactamente.—Blanca tiene muy buenas ideas para La dama ilustrada —intervino Gloria—. Era lo que

necesitabalarevista,unacolaboradoracultayconunapellidoconocidoenelmundodelasletras.—Melotemía—respondiósupadre,sindejardemiraralanuevaamigadesuhija.—¿Selotemía?Blancafruncióelceño,intrigadaporaquellaspalabras.Enesemomentosediocuentadequesu

mano comenzaba a calentarse al contacto con la de Carlos Figueroa. Logró rescatarla y, porprimeravezensuvida,creyóqueibaaruborizarse.

—Mepreocupaquelaredacciónsellenedebellasyelegantesjovencitas,yqueesointerfieraeneltrabajodemishombres.

El periodista pronunció las últimas palabras en voz un poco más alta. A su alrededor, losempleadosvolvieronasu trabajoconrenovado interés,dejandodemirarembobadosa labellezamorenaparadaenmediodelpasillo.

—Lo…Losiento,donCarlos.Mejormemarchoya.—Deningunamanera—Gloriaintervinoalmomento,reprendiendoasupadreconunamirada—.

Vamosamioficina,allínomolestaremosanadie.Lapelirrojaleindicóelcaminoyellamismaabriólamarcha,dirigiéndoseaunapuertaquecruzó

sinesperarla.—Disculpe mis palabras —Carlos extendió una mano y Blanca posó de nuevo la suya, aún

caliente,sobresupalma—.Noibandirigidasausted,porsupuesto,peroalgoteníaquehacerparaquedejarandecomérselaconlosojos—seinclinócongestogalante,ydepositóunbesosuaveensus nudillos—. No los culpo. No todos los días tenemos la suerte de regalarnos la vista consemejantebelleza.

Sí,definitivamentecomenzabaasonrojarse.Blancarecuperóunavezmássumano,conlahuelladeaquelbesomarcadaa fuegoensupielpálida,y logródespedirsedeCarlosconunmurmullo,corriendocasihacialapuertaabiertaporlaquehabíadesaparecidoGloria.

Horas después, acostada e insomne, apoyaba la cara sobre su mano derecha, tratando derecuperar aquel calor, aquel extraño escalofrío en la espalda, aquel sorprendente aleteo en suvientre.

Capítulo3

—¡Blanca!Dejayalaescriturayvenaponerlamesa.Soltólapluma,sorprendidaporlaaparicióndesutía,yalmomentotuvoquelimpiarlasgotas

de tintaquemanchabansuescritorio.Ordenó lascuartillasqueestabaescribiendoysedirigióa lacocina, donde una olla borboteaba al fuego, llenándolo todo con el aroma de carne cocida connabizasypatatas.

—¿Dóndeestápadre?—Hasalido.Vetetúasaberadónde.Noera tandifícilde imaginar.Legustabadar largospaseos, sobre todoen losdíasdeviento

comoaquel.Perosuspasosloguiabaninvariablementepordoscaminos.Obiencruzabalaciudadpara dirigirse a la playa del Orzán, o bien, tomando la dirección contraria, terminaba en elcementeriodeSanAmaro,antelalápidaqueguardabalosrestosdesumadre.

Lamuchachaquelasayudabaconlastareasdelacasaplanchabasábanasenunaesquina,conlaplanchadehierroque ibacalentandoen lacocina.La tíavigilaba laolladelcocido,yBlancaseaprestóarecogerelservicioparalostresyponerlamesaenelpequeñocomedoranejo.

—LlegócartademiprimaCelsa—ledijolatía,elevandolavozdesdelacocina—.Queestántodosbienenlaaldea,queaversivolvemosprontoavisitarlos.

Blancaextendióelmantelyfueordenandolostresplatos,losjuegosdecubiertos,lascopas.Nocontestó a aquellas palabras, sabiendo lo que tía Angustias intentaba decirle. La mujer estabaconvencida de que su padre se curaría si volvían a su tierra natal, con la poca familia que lesquedaba, aquella prima casada con el vecinomás adinerado de la zona, que había adquirido laspropiedadesdelaherenciadesufamiliacuandosupadrelovendiótodoparairseaLaCoruña.

—Noencuentro las servilletas—dijo,mirando a su alrededor en la cocina, con lamentemuylejosdesulabor.

—Lasacabodeplanchar.Lamuchachaleofreciótreslienzosblancos,queBlancarecogióparallevaralcomedor.—Quedicelaprimaqueallítenemosnuestracasa,paravolvercuandoqueramos.Blanca reprimió un escalofrío.Lo siguiente sería hablarle del hijo de su prima, el heredero de

todoloqueundíafuedesufamilia,que,unidoalafortunadesupadre,lohabíaconvertidoenelhombremásricodetodalacomarca.Aquelpatánquesolosabíahablarderazasdevacasyabonosparalascosechas.Elquetuvoladesfachatezdearrinconarlaenelestabloparabesarlamientrasenla casavelaban a suprogenitor y todos se afanaban en lospreparativosdel entierroy el funeral.Muchomesesdespués,Blancaaúnnecesitabapasarselamanoporlabocacadavezquelaasaltabaaquel recuerdo, para borrar el sabor de los labios húmedos y ansiosos de aquel indeseadopretendiente.

—Yallegapadre—anunció,conalivio,alescucharqueseabríalapuerta.—Averdequéhumorviene—refunfuñólatía,asomándosealapuertadelacocinaconunpaño

entrelasmanos.Ausente, pensó Blanca tiempo después mientras los tres comían sentados a la mesa. Si le

hablaba,éllamirabaporunbreveinstante,comosifueraunacertijoquetuvieraquedescifrar.Sino,sequedabaabsortorevolviendoelcontenidodesuplatoconlacuchara.

Estaerasuvida.Lucharconunenfermo,incapazdecuidarlayguiarlaenlavida,yconunatíaquetratabadeimponerlesuvoluntadensupropiobeneficio.

Peroteníaasusqueridasamigas,aInés,suhermanadelalma,yahoraaMercedesyaGloria.YteníaLadamailustrada.Sí,susexpectativashabíanmejoradomuchísimoenlasúltimassemanas,yhastaseatrevíaamiraralfuturoconoptimismo.

Noviolasombraquelaaguardabaagazapada,esperandoparagolpeardondemáslehabíadedoler.

Por la mañana, bien temprano, Blanca se acercó a la redacción de La dama ilustrada paraentregarleasueditoraelprimerartículoquehabíaredactadoparalarevista.

Habíaamanecidoundíadespejado,conuncielodeunintensoazulenelquerelucíaunsolqueapenascomenzabaacalentar.Elpaseodesdesucasa,cercade laparroquiadeSantiago,hasta lacalledeSanAndréslehabíacalentadolospies,lasmanosycasielalma.Aquellanochesupadrehabíaaceptadotomarseeltónicoabasedeláudanorecetadoporelmédicoparaayudarleadormiry,graciasaello,todoshabíandescansado.Nopudoevitarpensarcontristezaqueunasimplenochedetranquilidad,algoquecualquierpersonadabaporsupuestoynisiquieravaloraba,suponíaensuvida un gran logro, unmomento de amarga felicidad, por cuanto le recordaba los difíciles díaspasadosylosquemuyprobablementevendrían.

—¿Vaaentraroprefierequedarseaquífueradisfrutandodelafrescamañana?Blanca despertó de sus cavilaciones y se encontró de frente con el director de El eco, que

manteníalapuertadelaredacciónabierta,esperandoqueellasedecidieseaentrar.—Disculpe,donCarlos,nosédóndeteníalacabeza.—Yodiríaquesobreloshombros,ytanbonitacomosiempre.Estabaseguradeque lehabíaentendidomal.Comprendióque realmentehabíadichoaquellas

palabrasalverlasonrisadeCarlosFigueroa,quelasaludóquitándoseapenaselsombreromientrasellaentrabayélsalía,despidiéndoseconunligero«buenosdías».

Alguienseacercabaasusespaldas.Blancainspirófuerte,esperandoapagarasíelruborquelecoloreabalasmejillas,ysevolvióparasaludaraAldrey,queyaledeseabatambiénbuenosdías.

—A ti también te han convencido para subirte a este barco —bromeó el periodista, con laconfianzaque le dabahaber crecido juntos compartiendomuchas tardes de juego infantiles en losjardinesdelacalleenlaquevivían.

—Aquísomos todosmarineros,¿no?—Blancadiodospasoshacia lapuertade laoficinitadeGloria, pero se detuvo al comprender que Aldrey quería decirle algo más—. ¿Ocurre algo,Francisco?

—La otra tarde, cuando nos encontramos en aquella plaza... No le dijiste a la señoritaGloriaquiénsoy...

Recordóelmomento.Gloria,Mercedes,yellamisma,perdiendoeltiempoinútilmentesentadasen la Plaza de la Harina, elucubrando sobre el benefactor misterioso que había auxiliadogenerosamente a las familias de tresmarineros desaparecidos en un trágico naufragio.Y entoncesvieron acercarse a su antiguo vecino, yBlanca apenas tuvo tiempo de reaccionar y descubrir quetambiéntrabajabaenlaredaccióndeEleco,comoperiodista,ocultandosuverdaderonombreylaimportanciadesufamilia,paraasípoderhacerloquerealmentedeseaba.

No,noibaaserellaquiéndescubrierasufarsa,complicándoleaúnmássudelicadasituación.—Sihastaahoranose lohasdichotúmismo,supongoquetusrazones tendrás,yyonopienso

inmiscuirme.Aldreyjugueteóconlasgruesasgafasdeleerquellevabaenlasmanos,indeciso.—Nomegustamentir...Ideéestafarsacomounaformadetrabajarenloquerealmentequieroy

evitar,hastadondeseaposible,quemipadreseentere.Yasabescómoes...Blancaasintió con la cabeza.Sí, conocíamuybienaldueñoy señorde IndustriasMoreira, el

quedevezencuando recordabaque teníaunhijoyaparecíacomouna trombaenelparqueparallevárseloporunaorejayregañarleporjugarconaquelloszarrapastrosos,entrelosqueellaestaba

incluida.—Algúndíatedescubrirá.—Ahorayanoimporta—FranciscoMoreiraAldreysonrióysurostroparecióiluminarse—.He

descubiertoqueestoesverdaderamenteloquequierohacer,yyanadavaaimpedírmelo.—Suerte,entonces—Blancaextendióunamanoyleapretólasuyaconcariño.Desdelapuertadesuoficina,Gloriaobservóaquellaescena,intrigada,ycuandoBlancasedio

lavueltayladescubriómirandoenarcólascejasenunamudainterrogación.

MientrasGlorialeíaconcuidadosaatenciónsuartículo,Blanca,sentadafrenteaella,apretabasubolsitosobreelregazo.Sabíaqueelartículoestababien.Habíaencontradounamanerabastantesutil para, bajo el inocente aspecto de unas páginas de moda, comparar el armazón de loscomplicados polisones que las damas usaban con una jaula en la que se mantenía encerrada suinteligencia, independencia e ideas propias. Estaba satisfecha con el resultado, pero era la primeravezquedabaaleeralgosalidodesuplumaaotrapersona,yesolallenabadeansiedad.

—Otroescándalo.Salimosaunopornúmero—bromeólapelirroja,dandosuaquiescenciaalapublicación.

Blancasoltóelairequeestabaconteniendoysubocasecurvóenunasonrisatriste.—Eso para los que lo lean y lo entiendan. Estoy convencida de que la mayoría de los

caballerosnoloharán.—Novadirigidaaellosnuestrarevista.Asintiócongestopensativo,aunquenopudoevitardiscutiraquellaspalabras.—Puesnoestaríamal captar su atención.Sonpocas lasmujeresque leen,ymenos lasque se

interesanporconocersusderechos,olafaltadeellos,mejordicho.—Hablascomounasufragista.Notóalgocálidoenelpecho.Másquecálido,eraunpequeñofuegoqueibacreciendoyquela

obligabaahablarantesdequelaquemasepordentro.—¿Acasotúnoestásdeacuerdoenquelasmujeresdeberíamostenerlosmismosderechosque

los hombres? ¿Que deberíamos poder, como ellos, votar en las elecciones y decidir quiénes nosgobiernan?—Respiróhondoysuavizólavoz,temiendoparecerunaexaltada—.Sí,procuroestaraltantodelosmovimientossufragistas,yleotodoloquecaeenmismanos,especialmentelosescritosdedoñaConcepciónArenal.

—¿Tevestiríasdehombre,comoella,paraasistiralauniversidad?—Alguna vez lo he pensado —Blanca se puso en pie, recogiendo su chal y su bolsito,

despidiéndoseyadeGloria,ansiosaporvolveracasayvercómosehabía levantadosupadre—.Deboirmeya.

—Elviernes tendremoselnuevonúmerodeLadamailustrada—ledijoGloria al despedirse,acompañándolaalapuerta.

—Entonces…Noconsiguióterminarlafrase.DesdeelpasillopodíavereldespachodeldirectordeEleco, la

puertaestabaabiertayCarlosFigueroahablabaconAldrey,que leentregabaunaspáginas reciénsalidasdelaimprenta.

—¿Entonces…?—lepreguntóGloria.Parecía que acababa de volver de la calle. Aún tenía el sombrero, que se quitó mientras su

empleado le daba algunas explicaciones, pasándose la mano por el cabello espeso y un pocodesordenado,sinpomadasquelomantuvieranensusitio.

—¿Decías…?—insistiólaotra.—Entonces…vendréelviernes—logróporfinterminarsufrase.Consiguió al fin que sus piernas la obedecieran y emprendieran el camino de salida de la

redacción. El viernes volvería a verlo, pensó, y los latidos de su corazón se aceleraron por un

momento.

Capítulo4

—Buenosdías,donCarlos.—Buenosdías,Blanca.Nolepreguntocómoestá,porqueresultaobvio.Elperiodistaacompañósuspalabrasconunamiradaapreciativaquearrancóunatímidasonrisade

la joven. Aquello compensaba la media mañana de trabajo perdida, vigilando su llegada a laredacción.

—Esustedmuyamable,terminaréporacostumbrarmeasushalagos.Habíaescuchadocuandoledecíaasuhija,díasatrás,quevolveríaelviernes.Desdeentonces,

laimpaciencialocorroía.Nosabíaadóndepretendíallegarbuscandosuatención,provocandosussonrisas,admirándolacontantodescaro.Lacuestióneraquenopodíaevitarlo.

—Selosmerecetodos.Alegraustedestetristeedificioconsusolapresencia,yencimaredactaunosartículosdignosdeSofíaCasanova[1].

CarlosobservócomplacidoelruborqueasomóalasmejillasdeBlanca,descubriendoalmismotiempoquelosdíasenqueellaaparecíaporlaredacciónparecíanmásluminososyeltrabajomásligero y llevadero.Ypensar que solomedia hora antes había estadogritando al nuevo linotipistaque venía a hacer el trabajo deAldrey, al que ahoraGloria tenía casi secuestrado en la oficinitadesdedondedirigíasurevista.Noimportabayanada,todoelmalhumoryelapurodelamañanasedesvanecíanbajoladulzuradelasonrisadeBlanca.

—Peroquéexageradoqueesusted.BlancadiodospasoshacialapuertadelaoficinadeGloria,ysedetuvoapenasantesdetropezar

conunpardeplumillasque salíanconpasoapuradoparacubrir algunanoticiadeúltimahora.Setocaronelsombreroparasaludarlamientrasellalesdabalosbuenosdíasy,cuandoyasealejaban,unolediouncodazoalotro,indicándoleconungestodelacarahaciasudirector.

—NopermitaqueGlorialahagatrabajardemasiado,mihijaesunapequeñadictadora,yolosébien,ydeboconfesarqueengranparteesculpamía.

—Nosepreocupe.—Que tenga un buen día, entonces —la saludó inclinando la cabeza, antes de ponerse el

sombrero.Blanca dejó de prestarle atención para sonreír aAldrey, que había aparecido en el pasillo de

repente.—Buenos días, Blanca—el joven se iba abrochando la chaqueta, apurando para alcanzar la

puertaalmismotiempoqueeldirectordeEleco.Ya en la calle, Carlos miró a su empleado con cierta preocupación. No le habían pasado

desapercibidas las sonrisas y el codazo de sus reporteros. De repente tenía la desagradablesospechadequeenlaredacciónsepodíanestarhaciendocomentariossobresucomportamientoconBlancaFontela.

—Dígame,Francisco,¿quétalsellevaustedconsuscompañerosdeEleco?Esperópacientelarespuesta.Eljoventeníalabuenacostumbredepensarantesdehablar.—Notengoproblemas,donCarlos,aunqueleconfiesoquehesufridomásdeunabromapesada

desdequetrabajomástiempoparaLadamailustradaqueparaelperiódico.—Precisamentedelarevistademihijalequeríahablar—Carlossetomósutiempoparasacarsu

pitillera,ofrecerleasuempleado,queaceptóagradecido,yencenderamboscigarrosantesdeseguirhablando—.Sediríaquelasvisitasdesuscolaboradorastrastornanunpocoalpersonal,pordecirlo

deunamanerasutil.—No puede usted culparlos, don Carlos —Francisco dio una larga calada al cigarro,

disimulandoapenasunasonrisa.—Sondosdamitasmuyhermosas,nadieloniega.—¿Sabe?Blancayyoéramosvecinosdepequeños.Comotenemoslamismaedad, jugábamos

juntos en la calle. Era dura y fuerte, y los niños la respetábamos como a un igual—meneó lacabeza, como si apenas pudiera creer ahora aquellos recuerdos—.Nos hemos visto poco en losúltimosaños,perosí,sehaconvertidoenunadamahermosayelegante.

CaminabanabuenpasoporlacalleSanAndrés,caminodelaCasaConsistorialenlaPlazadelaHarina.Adiario hacían elmismo recorrido, para obtener las últimas noticias sobre la actividadmunicipal,yenesospaseosCarlosFigueroahabía llegadoaapreciarasuempleado,pormásqueahora lo mirara con recelo. Hacía tiempo que sabía que suspiraba por su hija, toda la redacciónestabaaltanto.YahoradeclarabasuadmiraciónporBlancaFontela.Alfinal,elcalladoAldreyibaaresultarundonjuán.

—Entonces,estaráustedencantadodeverlamásamenudo.Cruzaron la calle de nuevo en silencio, acercándose ya a la plaza que llamaban delDerribo,

dondeseconstruiríaelnuevoAyuntamientosialgúndíallegabaaconcretarseelproyectoqueyasealargabatantoeneltiempo.Carlosmiróinterrogativoaljoven,obligándoloacontestarleapesardesureticencia.

—Mealegra verla, sí, pero no vaya usted a pensar lo que no es—respiró hondo, comoparaponerunlargopuntoyaparteaaquellaconversación,aunqueenrealidadloquevinoacontinuacióneraelverdaderoremate—.Esperoqueestatardepuedanustedymipadrellegaraunentendimiento.

Elperiodistasacódenuevolapitillerayleofrecióuncigarroasuempleado,pensativo.Sí,habíatenidounproblemagraveconFranciscoMoreirapadre,eldueñoyseñordeIndustrias

Moreira,unode loshombresmás ricosdeLaCoruña, loquesuponíaque tambiéneraunode losmáspoderososeinfluyentes.Elpadredesujovenempleadonoqueríaverasuúnicohijotrabajandocomoperiodista.Díasatráshabía irrumpidoen laredaccióndeEleco con lapretensióndeque lodespidiera, a loque suhijaGloria, cómono, senegó rotundamente, insistiendoenqueen realidadtrabajabaparaella,ensurevistafemenina.

YdespuésdealterarhastaloindeciblealseñorMoreiraconsudescaradaoposición,selehabíaocurrido tratar de contentarlo publicando una información falsa en la que se indicaba que ciertopoderosoindustrialestabadetrásdelasgenerosascantidadesdedinerodonadasalasviudasdetresmarinerosdesaparecidosenelhundimientodeunbarcodepesca.Donacionesqueenrealidadhabíahecho su hijo, Francisco Moreira Aldrey, empleando así el dinero de su padre, que tan pocovaloraba,ensocorreralosmásnecesitados.

—Yotambiénloespero—dijo,cuandoyaseadentrabanenlaPlazadelaHarina,dondeestabaelconsistorio—.MihijaGloriaestáencantadadeconocera su familiay suhogar, lehanhabladomuchodeesepalaceteenelqueviven.

—Soloesunacasagrande—Aldreyseencogiódehombros,comoerasucostumbre,conelaladelsombrerohaciéndolesombraenlacara.

PeroaunasíCarlospudover lararasonrisaquelecurvaba laboca.Suempleadomásserioycallado,alqueahoraseleiluminabanlosojosantelasolamencióndesuhija.Bueno,estabaclaroque elmuchacho solo pensaba enGloria. Siendo como era un buen partido y un hombre serio yrespetable,élnotendríanadaqueoponersilepedíapermisoparacortejarla.

En cuanto aBlanca Fontela, en el fondo sabía que debía guardar las distancias, que era casiabsurdo que a su edad, y viudo durante tantos años, fuese a encapricharse de una jovencita. Lacuestióneraquenoqueríacomportarse.Noqueríadejardearrancarleunasonrisacadavezquesela cruzaba; de decirle una palabra bonita, porque se las merecía todas; de perturbar, por unossegundostansolo,lamiradaserenadesusojososcuros.Ynoloharía.Nadiepodíaobligarlo.

—¿Estáustedaquí,donCarlos?

Aldreylomiraba,casipreocupado.Sediocuentaentoncesdequellevabanunbuenratoparadosenlamitaddelaplaza,sindarlosúltimospasoshastalapuertadelAyuntamiento.

—Estoyaquí,Aldrey,nosepreocupe.Vamosahacernuestrotrabajo.

Desde su despacho, con la puerta abierta, podía ver el pasillo de entrada a la redacción. Lapuerta de la oficinita de Gloria quedaba a su izquierda, y a la derecha la sala grande dondetrabajabanlosredactores.NadiepodíaentrarosalirdeElecosinoeraporesepasilloestrecho,yasí,aquellamañana,sedescubrióunavezmásvigilándoloalaesperadesuansiadavisitante.

Había llovido toda la noche y seguía haciéndolo. Una lluvia fina y constante de la que eradifícilresguardarse.Poreso,cuandoellaentrósedetuvoarecomponersuaspecto,sacudiéndoseelaguaqueempapabasuelegantesombrero.Eso ledio tiemposuficienteparacorrerasuencuentro,antesdequellamasealapuertadesuhija.

—Buenosdías,señoritaFontela.¿Puedorobarleunosminutos?Blanca levantó el rostro sobresaltada y posó en los suyos aquellos ojos castaños, con una

miradamuchomásantiguaysabiadelaquedeberíatenerasuspocosaños.—Buenosdías,donCarlos.Porsupuesto.No le sonrió, rara vez lo hacía. Se había dado cuenta de que no iban con ella las maneras

coquetasyseductoras;muchomejorparaél,nocreíapodersoportarlosidecidíautilizarsusarmasdemujer.

Le abrió paso hasta su despacho y le ofreció asiento, admirando sus modales elegantes y laformaenqueelvestidoseceñíaasudelgadafigura.

—Dígame —logró articular mientras se sentaba, distrayendo su vista un momento sobre lospapelesdesumesaparanoperderelhilo,fascinadoporsubelleza—,¿tienenuevoartículoparaLadamailustrada?Mi hijame comentaba estamañana que lo esperaba con impaciencia. El primeroqueredactóerabrillante.

—¿Essuopiniónoladesuhija?—suvozerasecayeltonosevolvióincisivo.—Ladeambos.Estamostotalmentedeacuerdo,porunavez.Se inclinó sobre la mesa, mirándola con gesto abierto y confiado, esperando que ella lo

recompensara de igual forma. Pero era como tratar de engatusar a un gato callejero. Igual derecelosa.

—Seloagradezco.Ysí,hoyletraigoaGloriaelnuevoartículoparalarevista.Desubolsitosacóunospliegosdepapelqueleofreció.—No,no,nopuedo leerloantesqueGloria,memataría.Larevistaessuyayellasolahacey

deshace.—Ledaustedmuchopoderasuhija,ymuchalibertad—volvióaguardarlospapeles,pensativa.—Sé que no es lo que se estila, peroGloria esmi única familia y compañía, pronto cumplirá

veinteaños,novoyatratarlacomosifueraunaniñaounapersonaincapaz.—Muchospiensanqueesosomoslasmujeres,todanuestravida.—Nocreoquesupadreseaunodeesosmuchos.Blancaenderezólaespaldacomosilahubieranpinchado.Surostrosevolviómáspálidoquede

costumbre,yenesemomentoCarlossediocuentade loagotadaqueparecía.Cómonosehabíadadocuentaantesdetodasaquellasseñales.Tandelgada,casilívida,conesamiradaatormentada.Eranindiciosdeunapersonaquesufre,quenodescansayquecargacongravespreocupacionesasuespalda.

—¿Conoceustedamipadre?—Loconocíhaceaños,cuandoeraunjovenyprometedorpoeta.Eraculto,brillante,yungran

conversador.Blancainclinóelrostro,unasombraparecíacubrirsusojos.—Apenaslorecuerdoasí—susurrócasiparasuregazo—.Hancambiadomucholascosasdesde

entonces.—No pretendía inmiscuirme en sus asuntos personales —Carlos extendió una mano sobre el

escritorio,ofreciéndosela—.Perosepaqueaquítieneunamigoyunapoyo,sienalgúnmomentolonecesita.

Ellamiró supalma abierta, volvió a enderezar la espalday parpadeó rápidamente, comoparaalejaralgunalágrimatraidora.

—Se lo agradezco—su voz volvía a sonar grave y contenida—.Dígame, entonces, ¿de quéqueríahablarconmigo?

Carlosdescubrióquenoteníaunaexcusaparaeso.Lahabíainvitadoaentrarensudespachosinningúnmotivo,enrealidad,soloporelplacerdedisfrutarunosminutosdesucompañía.Improvisóunafrasetópicaquelosacasedeaquelapuro.

—Soloqueríasabersiseencuentraustedagustotrabajandoenlaredacción,ysimihijalatratabien.

Blanca enarcó sus cejas perfectas, que parecieron formar dos interrogantes sobre los ojoscastaños. Su boca se curvó en un gesto irónico que tomó por sorpresa a Carlos. De repentedescubríaquenohablabaconunajovencitailusionadaporsutrabajoenlarevistademoda,queeratambién la revistamásescandalosaque sehubieravistoen laciudad.En realidad, teníadelanteaunamujermadura,yrecordóqueyaanteslehabíaparecidomuchomayordeloquedebíaserasuedad.

—Muyagusto,gracias.Suhijaesunencanto,sindudatieneaquiénparecerse.Aquelloterminódedesarmarlo.Ellaarrastrabalaspalabras,comosiquisieraquenoseperdiera

ni una sílaba entre el ruido de la redacción, y lomiró directamente a los ojosmientras lo decía.Carlossepusoenpie,desordenandodeunamanotazolospapelesdesuescritorio.

—Bien.Entonces,nolaentretengomás.Disculpeelinterrogatorio.Fingió leer alguno de aquellos borrosos documentos mientras Blanca se levantaba, se

acomodabalaslargasfaldasyseparabalasillaparapodermarcharse.—Hastaotromomento—ledijo,yfuemásunainvitaciónqueunadespedida.Supo que había respondido algo, porque ella aún le dedicó una última sonrisa torcida, sin

despegar los labios,yalmomentosehabía ido.Laoficinaseenfrióy la luzparecióamortiguarseconsuausencia.

Sedejócaerdenuevosobresusilla,agradeciendoquehubieracerradolapuertaasusespaldasyquenadiepudieseverlo en aquelmomentodedebilidad.A sus años, nerviosoy torpe comounadolescente,ytodoporunachiquillaquepodíasersuhija.

Habíaqueridoconocerlamejor,tenerlacercaparadescubrirsieratanfascinantecomoleparecíaensusbrevesencuentros.Yenunasbrevespalabrashabíadescubiertoalamujercompetentequesededicaba con verdadera devoción a su nuevo cometido, a la hija preocupada por su padre y a lamujerquepodíaponerloderodillasconunasolamiradadeaquellosojosdechocolate.

Mejorvolveral trabajo,decidió,revolviendodenuevolospapelesdesuescritorioenunvanointentodeordenarlos.Ocupar lamentey lasmanos, esono lehabía falladonunca,muchomejorqueseguirpensandoenlamujermásinapropiadaquepodíahaberelegidoparadesearabandonarsulargocelibato.

Capítulo5

Gritosysollozos.Noeralaprimeravezqueteníatalrecibimientoalllegaracasa,peroesono

implicaba que llegara a acostumbrarse. El corazón se le ponía en la garganta y las manosempezabanatemblarleantesdeabrirlapuertaycruzarelestrechopasillohastaeldespachodesupadre.

LatíaAngustiasestabaenelvanodelapuerta,sollozando.Serecostócontralapared,abatida,alverlallegar.

—¡Esto no es vida!—le gritó, como tantas veces antes—. Así no podemos seguir, yo no loaguantomás.

Teníaelmoñotorcidoylosojosenrojecidosdetantollorar.Sinesperarrespuesta,echóacorrerhaciaelrefugiodelacocina.Oyóelportazoalfondoantesdeasomarseacomprobareldesastre.

Supadreparecíacuriosamentecalmado.Congestoconcentrado,arrojabamanojosdepapelalachimenea,queardíaconfuria.Portodasparteshabíalibrosypapeles,comosiunvendavalhubieseentradoadesordenarlabiblioteca.Yenlaesquina,destrozada,unapequeñavitrinadecristaldondeseguardabanalgunospremiosymencionesrecibidosporeljovenpoetaArturoFontela,ensusañosdegloria.

Blancacruzólaestancia,concuidadodenopisarningúncristal,ydescubrióquelashojasquesupadrequemabaconteníantodoslospoemasescritosalolargodelosúltimosaños;aquellosquenisiquieraellahabíaleído.Sucorazónseencogióunpocomásalcomprenderqueyanadieloharíanunca.

—Nohagaseso.Nolosquemes,porfavor.—Sonbasura.—Noloson.Se atrevió a extender un brazo, a ponerle lamano sobre lamuñeca, tratando de alcanzar las

pocashojasqueaúnnohabíaarrojadoalfuego.—¡Déjame,Angustias!Elgritovinounidoaunempujónquearrojó aBlancaal suelo, entre laparedy la librería.La

esquinademaderase leclavóen laespalda,dejándolasinaliento,ysumano izquierdarecibióelaguijóndevariostrozosdecristalaltocarelsuelo.Entrelágrimasdedolorloviolanzarlaúltimaremesasobrelasllamas.Elfuegoseavivócaldeandoaúnmáslasofocantehabitación.

Cuandovioquevolvíaalescritorio,sindudaabuscarmáspoemasquequemar,logróponerseenpie,ahogandounquejido.

—Porfavor,porfavor—lerogó,apoyándosesobrelamesa—.Déjaloya.—¿Nodicesquenohaydineroparaleña?¿Nodicesquelacasaestáheladayqueteenfermas

conestahumedad?Yotedarécalor,malditaarpía.—Padre—seatrevióaextenderlasmanosytomarlelacara,obligándoloamirarlaalosojos—.

NosoylatíaAngustias,soyyo,Blanca.Nolamiraba.Suspupilasestabandilatadas,sucaraardíacomoenlospeoresmomentosdesu

enfermedad. Esquivó sus manos y volvió a la chimenea, con un nuevo fajo de papeles entre lasmanos.

—Dinero,dinero,siempredinero,solodinero.Yasícontinuóhastaquemarelúltimodesuspoemas.Blancasolopudosentarseymirar,conel

dolordelaespaldarivalizandoconeldesucorazón.

Cuando lamayor intensidaddelarrebato fuepasando,pudovercomocadavezsemovíamáslentamente,conmenosfuria,agotadoporcompleto.Enunmomentomiróasualrededor,congestoextrañado,comosinoreconocieraelsitioenelqueestabaonorecordaraquéteníaquehacer.Alpoco, con nueva energía, salió con paso firme del despacho y lo oyó cruzar el pasillo, abrir lapuertadelacalleysalir,sincerrarasusespaldas.

Blancaestabademasiadocansadaydoloridacomoparaseguirlo,comoparamirarsiquieradesdela ventana para ver hacia dónde se dirigía. Supuso que a los lugares de siempre. Al menos lacaminata quemaría sus últimas fuerzas y lo haría volver más calmado. Con ese pensamiento, serecostóenlabutacaycerrólosojos.Delamanoheridacayóunagotadesangre,quetiñóelsuelodemaderadelmismorojoqueinyectabalosojosdeArturoFontela,elpoetamaldito.

Carlos estaba acostumbrado a la mirada ausente de su hija. Desde niña había sido una granfabuladora.Imaginabacuentosenlosqueeralaprotagonistadegrandesaventurasy,alircreciendo,las historias fantásticas se fueron haciendo cada vez más próximas a la realidad, y se veía a símisma como una aguerrida periodista recorriendo el mundo entero en busca de las noticias mássorprendentes.Enocasiones,conelentusiasmoquelacaracterizaba,lecontabasuspensamientos,yporesoconocíalosderroterosporlosquesolíavagarsumente.Peroenlosúltimostiemposyanopodíaadivinarquénuevainquietudlamanteníaalejadadelasillaenlaquesesentaba.

O,peor,síqueloimaginaba,peronoqueríasaberlo.LameriendaencasadeldueñodeIndustriasMoreirasehabíaconvertido,sorpresivamente,enla

presentaciónoficialdeGloriaalafamilia.Suempleado,FranciscoMoreiraAldrey,alquesupadrequeríaquedespidieseparaque trabajaseenelnegocio familiar, sehabíamostradocomounnovioorgulloso,agasajandoasuhijaentodomomento.

LabuenanoticiaeraqueFranciscoMoreirapadreaceptaba,aregañadientes,quesuprimogénitose dedicase, al menos temporalmente, al periodismo. Y el pequeño desacuerdo cuando trató deordenarlequelodespidiesequedóolvidado,conloquesuperiódiconoperderíalosbeneficiosqueleproporcionabaIndustriasMoreira.

Lamala,pospuestademomento,eraquesetemíaelmomentoenqueeljovenMoreiraAldreysedecidieraapedirlelamanodesuhija.Noestabapreparadoaúnparaverlamarchar.

Ymientrastanto,Gloriasesentabaalamesadeldesayunoconlacabezaenlasnubes,sonriendoaratosysonrojándosecuandodescubríaquelaobservabaconatención.

—¿Cómo va el nuevo número deLa dama ilustrada?—preguntó, intentado arrancarla de suabstracción.

—Bien.Bien—Gloriamordisqueócondesganalamagdalenaconlaquejugabadesdehacerato.—¿ElartículodelaseñoritaFontela…?—¡Oh!Maravilloso, casi mejor que el anterior—de repente su atención estaba por fin en la

conversación,ysusojosbrillabanconspiradores—.PorsuerteMercedesMontenegro tuvo la ideade queBlanca sería una buena redactora. La necesitomás que nunca ahora queMercedes se hamarchadoportiempoindefinidoaMondariz.

—¿Siguespensandoenhacerunreportajesobresupadre?—Nosé—levantólatazadelecheparadarleunsorbo,pensativa—.Avecestratodesacarel

tema,peroBlancaesmuyreaciaahablardeél.Carlos asintió. Sin embargo, aún recordaba la pequeña confesión que le había hecho en su

despacho,eldolorquecambióelgestodesucaracuandoledijoqueapenasrecordabaasupadrecomoelpoetabrillantequehabíasido.

—Metemoquelascosasnovanmuybienensucasa,yellaesdemasiadojovenparacargarcontantopeso.

Enesemomentologrócaptartodalaatencióndesuhija,queloobservóconrepentinointerés.—¿Tepreocupasusituación?Blancaesfuerte.

—Supongoquenolequedamásremedioqueserlo.—Tehevistohablarle…—susojossaltonesempezabanabrillarconunachispamaliciosa.—Gloria…—Esunabelleza,¿verdad?Conesosojososcurosyesapieltanblanca,tanaltayelegante.—No sé dónde pretendes llegar —Carlos se sentía entre divertido y acorralado por las

sospechasdesuhija.Diounsorboasucaféysepusoenpie,dandoporterminadoeldesayuno—.Peroquesepasquenomeinteresanlascriaturasdelaedaddemijovenhija.

Rodeólamesa,mirándolacongestodesafiante.Gloriasetomósutiempo.Terminólamagdalena,bebiólapocalechequequedaensutazayselevantótambién.

—Aunquenoescorrectohablardelaedaddelasmujeres,tedirédoscosas—levantólamano,extendiendodosdedos—.Una,tuhijayanoesunacriatura.

Carlossonrió,peroGloriaenarcóunaceja,amenazadora.—Ydos, laseñoritaBlancaFontelame llevaunoscuantoaños.Sihacescuentasde las fechas

aproximadasenquesecasaronsuspadresysumasqueellanacióalañojustodelmatrimonio,verásquésorpresa.

Noeraunacuentadifícil,puestoqueprecisamenteaquellosdíashabíabuscadoensubibliotecalosdosprimeroslibrosdepoesíadeArturoFontela,publicadoselmismoañodesumatrimonio,yrecordaba que la fecha en la portada indicaba el año 1855.Veintiséis años habían pasado desdeaquellas publicaciones. En aquellos tiempos, Carlos aún era un mozalbete de catorce años queusabapantalóncorto.

—Sigue siendo una criatura al lado de tu anciano padre—bromeó, tratando de quitar aquellaideadelacabezadesuhija.

Gloriaseencogiódehombros,fingiendodarseporvencida.—Yyoqueyamelaimaginabaconvertidaenmimadrastra.—Sihastaahorahasvividoperfectamentesinmadrastra,creoqueatuedadyanotegustaríaen

absolutotenerla.—Ay,papá—Gloriasepusosobrelapuntadelospiesparadarleunbesoenlamejilla—.¿Yati

tampocotegustaría?Llevasdemasiadotiemposolo,yyonovoyavivircontigosiempre.Ysinesperarrespuesta,sealejóconsupasorápidoyligero,dejándoleunavezmásreflexionar

sobreuntemaqueenlasúltimassemanasleestabacostandomásdeundesvelo.

Al entrar en la redacción miró a su alrededor, esperando la sonrisa, el saludo, el galanteoacostumbrado.Solo recibióunadecepción.EldirectordeEleco no aparecía por ningún lado, asíquecaminólospocospasoshastaeldespachodeGloriayllamóalapuertaconlosnudillosantesdeentrar.

—¡Blanca!Pasa,pasa.—Buenosdías,Gloria,buenosdías,Francisco.Laparejaparecíatenerunainteresanteconversaciónqueellahabíainterrumpidoconsullegada.

Vio a la periodista alejarse de su empleado, disimulandouna sonrisa.Un sutil rubor iluminaba laspecasdesusmejillas.

—Ese ejemplar que me has traído… —Gloria carraspeó, intentando centrarse en la reciénllegada—.Eldiarioporelsufragiodelamujer…Aldreyme lohaestado leyendo.¿Sabíasquedominaelinglésalaperfección?

Blancacontuvounarespuestamordaz.Sí,claroquelosabía,poresolehabíatraídoaquelraroperiódico,encontradoentrelosarchivosdesupadre.Suamigodelainfanciaestabatanobviamenteenamoradodesujefaqueellanopodíamenosquealegrarsedeverqueporfineracorrespondido,ycolaborar,sieraposible,paraafianzaraquellarelación.

—Supuse que te interesaría. Su fundadora, la señora Becker, lucha por mejorar la educaciónfemenina,algoimprescindibleantesdeejercerelderechoalvoto.

—Pero no solo la femenina —apuntilló Gloria, ya metida de lleno en el tema—, sino lamasculinatambién.Opinaqueloshombresdeberíansabercocinaryotrastareasdelhogar.

—Deesemodopodríanayudarasusesposasy,además,valoraríanmássutrabajo.—¡Exacto!Lasdosmujeresmiraronalavezalúnicohombredelahabitación,conunasonrisacómplice.—Creoquesemehacetarde—Franciscosacódesubolsilloelrelojylomiróconatención—.

DonCarlosmeestaráesperandoparairalAyuntamiento.—Nolohevistoalentrar—dijoBlanca,ganándosealmomentotodalaatencióndeGloria.—Estaráensudespacho.—Sí,claro.Lamorenasequitólosguantes,jugueteandoconelloscongestonervioso.—¿Quétehapasadoenlamano?Aldreysedetuvoantesdeabrirlapuerta,mirandolavendaqueenvolvíalapalmadesumano

izquierda.—Nada…Unpequeñoaccidente.Lacongojaqueaúnsentíaporlaescenadeldíaanteriordebióreflejarseensurostro,porqueal

momento sus dos amigos se acercaron más, como tratando de consolarla, pero sin atreverse apreguntarloqueimaginaban.FueFrancisco,conlaconfianzaqueledabaconocerladesdeniña,elquesedecidióaindagar.

—¿Vatodobien…entucasa?—Todolobienquepuedeir.Enderezólaespalda,disimulandounamuecadolorida.Lasballenasdelcorséseleclavabanen

lazonadoloridaporelgolpecontralalibrería.—Tupadre…—Estosdíasestámuynervioso.Siempreesasícuandoseacercaelaniversariodelfallecimiento

demimadre.Aldreyasintió,esperandopacientehastaverqueellanoibaaañadirnadamás.—¿Hayalgoqueelmédicopuedahacer?¿Algunamedicina?—Haceañosquelerecetaláudano,almenosparaquepuedadormir,peronolegusta,diceque

loatontaynolodejapensar.—¿Ytutía?¿Porquénoloobligaatomarselamedicina?—Lointentamos,peroesdifícil.Avergonzada, bajó la cara para no tener que confesar otra ignominia.Desesperadapor la vida

quellevabaconaquelhermanolunático,queundíacantabaybailabayalotrotratabadematarlas,sutíaAngustiashabíadecididoregresaralpueblo,alacasaquehabíasidodesuspadresydondeahoravivíanlaprimaCelsaysuextensaprole,dejandoaBlancasolaconaquelladesgracia.

—Tendrásquedárselaaescondidas.Pónselaenlacomidaoenlabebida.—Sí,supongo—Blancavolvióaponerselosguantes,dandoporzanjadoaqueltema.—Yo…Deberíairme.FranciscoextendióunamanoylapusosobreelhombrodeBlanca,dándoleunpequeñoapretón.

Ella levantó el rostro y lemostró una sonrisa que esperó fueramuchomás serena de lo que sesentíapordentro.

—Bien,encuantoalartículo…SedetuvoalencontrarseconlamiradaatentaypreocupadadeGloriaclavadaensurostro.—Blanca, sé que no hacemucho que nos conocemos, pero quiero decirte que tienes todomi

aprecio,ymiapoyosidealgotepuedoservir.Loquesea.Aunlaibanahacerllorar.Ellanuncahabíatenidomuchasamigas.EstabaInés,queeracomosu

hermana,pero ahora también sumadre estaba enfermay apenas salíade casa, ynopodíanverseparacontarsesuscosas.ConMercedeshabíacongeniadodesdeelprimermomento,ysentíaquesehubieramarchadoconlafamiliaaMondariz,sobretodoconesahistoriatancomplicadaqueestaba

viviendoensurelaciónconDamiánLizandra.Yahora,ahorateníaaGloria,ofreciéndolesucariñoysuamistad.YrecuperabaladeFrancisco,alquedeniñotambiénhabíaqueridocomoaunhermano.Casisesentíaafortunada.

Nopudocontestaraaquellaspalabras,porqueenesemomentolapuertaseabrióyentróCarlosFigueroa,llamandoasuhija.

—Gloria…—sedetuvoadospasosdeellas,llenandoelpequeñodespachoconsupresencia—.Buenosdías,señoritaFontela,disculpelainterrupción.

No estaba tan sorprendido por su presencia como quería hacerlas creer. Blanca se llevó unamanoalpelo,colocándoseunmechónsobreelhombroconsutilcoquetería.Franciscohabíadichoque tenían prisa por salir hacia el Ayuntamiento, pero era evidente que Carlos no quería irse sinsaludarla.Sintióunaespeciedeorgulloquelehinchabaelpechocomosifueraunpavoreal.

—Buenosdías,donCarlos.—Heleídosunuevoartículoy,unavezmás,debofelicitarla.Ella le ofreció una sonrisa agradecida,mirando absorta elmovimientode sus labios al hablar.

Nunca antes se había dado cuenta de lo atractiva que podía ser una boca masculina. Aquelloslabiosfinosybiendelineados,enmarcadosporelmentónfuerteylasombradelabarba,resultabandeltodofascinantes.

—Solo nos faltaba el sufragio femenino para terminar de provocar a la ciudad, al final seráverdadquenoscerraránlarevistaporescándalopúblico.

Blanca era consciente de que Gloria solo hablaba para llenar el silencio, pero ella seguíaprendadadelrostrodeCarlos,queasuvezlamirabacomosifueralaúltimavez,olaprimera,quelohacía.

—Ahoradebo salir,peroquisierahablar conustedenalgúnmomento. ¿Mañanaaestahora levienebien?

Blancaparpadeóparasalirdesuabstracciónylogróhablarporfin—Yotambiénqueríahablarconusted.Aquíestaré.Mañana.—Mañana.Carlossaliódandodospasoshaciaatrás,sindejardemirarla,sindedicarunapalabraasuhija,ni

muchomenosdecirleporquéhabíaentradotanapresuradoensudespacho.Cuando lapuertasecerróyBlancarecuperó lacordura,sevolvióamiraraGloria,quefingía

leerunascuartillasqueteníaenlamano.LasonrisaqueapenaslograbadisimularleaclaróaBlancalopocodiscretaqueestabasiendoconsussentimientos.

—¿Puedopreguntar—dijo lapelirroja,abandonando la fingida lectura—quées loquequiereshablarconmipadremañana?

—Esalgoenloqueheestadopensandoestosdías—Blancasepusoenpieyrecogiósuchalysubolsito—.Mañanatelodigo,ahoratengoprisa.

Sedespidióconunbrevesaludo,conscientedelointrigadaquedejabaasuamiga,ysaliódelaredacción sin poder disimular una sonrisa feliz. Un rato antes, a su llegada, se había sentidodesilusionada al no verlo. Pero él la había buscado, tampoco quería irse de la redacción sinsaludarla,comocadadíaquevenía.Yaldíasiguiente…Aldíasiguienteteníanunacita.

Capítulo6

Yotramañanasedescubríaasímismoespiandolaentradadelaredaccióncomounadolescente

enamorado.Eldíaanteriorunproblemaen la imprenta lehabía impedidoverla llegar.CuandoyasalíanparaelAyuntamiento,uncomentariodeAldrey lehizosaberqueellaestabaconGloriaenesemomento, detrás de una puerta que le impedía verla. La abrió sin pararse a pensar en algunaexcusa para su comportamiento. Solo quería verla, asegurarse de que estaba bien, atrapar por unmomento lamiradade sus ojos oscuros y tal vez lograr que sonriera, de aquella forma suya, sindespegarloslabios.

Loextraño,lofascinante,eralaformaenquelohabíamirado,colocándoseunmechóndepelosobreelhombro,coquetaycomplacida,sinsorprendersedesuentrada.Ellasabíaquelabuscaba,que quería verla aunque solo fuera unmomento antes de irse.Tenía algo de bruja aquellamujer,soloesopodíaexplicarlaformatanabsurdaenquesecomportabacadavezquelaveía.

Vio salir aunode susperiodistas, acubrir algunanoticia talvez, aqueldíano tenía la cabezaparaeltrabajoynosabíaapenasloquesecocíaenlaredacción.Lovioabrirlapuertayhacerseaun lado para dejarla pasar. Ella le dedicó un saludo y un agradecimiento, y el hombre se quedómirándolaembobado.Como todos,pensóCarlos,yporunmomentocomprendióa losmorosquecubríanasusmujeresdevelosymantosdelacabezaalospies.

—Blanca…Sepusoenpie,captandosuatención,paraevitarqueentraseeneldespachodeGloria,alverla

dudarantesupuerta.—Buenosdías,donCarlos—diodospasoshaciaél,conlacoladelpolisónbarriendoelsuelo

conmovimientosinuoso.—Buenosdías,señoritaFontela.Ellasecolgóelbolsitodelamuñeca,yempezóaquitarselosguantes.—Ah,no,ahoraquemehallamadoporminombredebeseguirhaciéndolo.«SeñoritaFontela»

suenademasiadoformal.Fascinado, siguiendo el movimiento sinuoso de sus dedos, vio emerger su mano blanca y

delicada,conunsentimientotanintensocomosiellaseestuvieradesnudandoantesusojos.—Entonces,ustedmellamaráCarlos—acertóadecir,conlabocaseca.—Nosésidebería…Desnudótambiénlamanoizquierda,yentoncesCarlosviolavendaquecubríasupalma.Frunció

elceñoyrecordóloqueGlorialehabíacontadolanocheanterior,yaencasa.—Siéntese,porfavor.En dos zancadas llegó hasta la puerta, que cerró, aislándolos del ruido de la redacción y de

posibles interrupciones. Luego rodeó la mesa para sentarse enfrente, utilizando el mueble comoescudo para no tenerla tan cerca. Esamujer era peligrosa. Todo en ella lo era, su largamelenaondulada,susojosdechocolate,sufiguraesbeltaenmarcadaporelvestidodetallebajo,susmanoscruzadassobreelregazo.Teníaquecontenerelimpulsodetomarlasentrelassuyasybesaraquellaheridahastahacerladesaparecer.

—Bien,lasdamasprimero.Dígamequépuedohacerporusted.Trató de utilizar un tono ligero, no podía meterse en sus asuntos personales, mucho menos

cuandose tratabadeun tematandelicadocomolaenfermedaddesupadre,asíque leofreciósumejorsonrisa, ignorandosumanoheridaylasombraqueapagabaunpocoelbrillohabitualdesu

mirada.—QuisierapreguntarlesitienealgúnpuestodetrabajoparamíenEleco.—¿Trabajo?—lamirósorprendido—.Glorianopermitiráquelerobeasuredactorafavorita.Blancaseacomodóensusilla,alisándoselafaldaconlamanosana.—EscribirunartículoparaLadamailustradaapenasmerobaunashorasalmes,notendríaque

dejardehacerlo—sedetuvo,escogiendolaspalabrasconcuidado—.Hablodeuntrabajodiario,ydeunsalario.

Deesosetrataba.Noeradeextrañarquetuvieranproblemaseconómicos,lafortunafamiliardesupadrenoeratangrandecomoparamantenerloseternamente.Carloscarraspeóyordenóunpocolospapelessobresumesamientraspensabalarespuesta.

—¿Lohahabladoconsupadre?—Noeselmejormomentoahoraparahablarconél.Lavioabrirycerrarlamanoherida,recordandoquizáloocurrido.—A finales de mes es el aniversario del fallecimiento de mi madre… Siempre son fechas

difíciles.—Nopretendoinmiscuirmeensusasuntospersonales…Perosepaqueaquítieneunamigo,para

loquenecesite.—Lasmismaspalabrasdesuhija—Blancalevantóelrostroyleofrecióunasonrisatancálida

que pareció iluminar el día, obligando al sol a salir de detrás de las nubes que lo manteníanprisionero—.Gracias, son todosmuyamables conmigoaquí, nopuedo imaginarmeun lugarmejorparatrabajar.

Carlos asintió, por supuestoque la ayudaría si estaba en sumano, pero aúnquedaban algunosescollosquesortear.

—Nopuedoponerlaa trabajar en la redacción.Siyamishombres sequedanembobados soloconverlacruzarelpasillo,imagínesesipudierantenerlaasuladotodoeldía.

—Se acostumbrarían —protestó Blanca mientras dos manchas rojas iluminaban sus afiladospómulos.

—SeríacomoteneralaVenusdeMiloenlasala.—Conalgomásde ropa,me temo—el rubor le llegóahorahastaelcuello,al tiempoquesu

rápidarespuestahacíareíraCarlos.—Porsuerteparamicordura.Supoquehabíacometidounlapsus.Nohabíahabladodelacorduradesusempleados,sinode

lasuyapropia.—Podríasersuayudante—leofreció,mirandoasualrededor,disimulandotalvezquenohabía

escuchadosusúltimaspalabras—.Creoquelonecesita.Carlos contempló también su despacho como si lo viera por primera vez. Había papeles

amontonados por doquier, libros de cuentas apilados en una esquina de la granmesa, periódicosamarilleandobajolaventana.

—Ahoraquelodice…—Meimaginoqueustedsabedóndetienecadacosa,pero,comolamujerdelCésar,eldespacho

del director no solo tiene que ser ordenado, sino también parecerlo—Blanca se inclinó un pocosobre lamesa, conel rostroencendidopor laemocióndevermuyposible supropósito—.Puedopasarlesusnotasalimpio,anotarlasfacturas,inclusohacerlecafé.

—Esunaproposiciónmuyseductora.Apoyó loscodossobreelescritorio,cruzando lasmanos.Sus rostros frentea frente, tancerca

que podía contemplar a placer su piel de alabastro, y el círculo más oscuro, casi negro, querodeabasusiriscastaños.

—Legustarámicafé.Diograciasporlamesaquelosseparaba.NocreíaqueBlancafueraconscientedecómojugaba

consussentimientos.Todoenellaerademasiadoatractivo,tentador,irresistible.Tuvoquehacerun

granesfuerzopararecuperarlacorduraypensarquesololeofrecíacafé,unainocentebebida,ynoloqueélseimaginabaqueleestabaofreciendo.

—Supongo, puestoquepareceque loha estadopensando, que tambiénmedirá el horarioquemásleconviene…

—Puedotrabajarcuatrohorasporlasmañanas,sileparecebien.—Meparecemuybien.—Deacuerdo,entonces.¿Cuándoempiezo?—Mañana.Carlos se puso en pie bruscamente, decidiendo que aquella mañana adelantaría su visita al

Ayuntamiento.Necesitabaairefresco.Blancaselevantótambién,extendiendosumanoderecha,formal.—Esperoserdeverdaderaayudaparausted,yquenosearrepientadedarmeestaoportunidad.Cuandoyasehabíaido,cuandoyasuperfumesedisolvíaenelairedelaestanciaylaimagen

desuscaderasmoviéndosebajoelpolisónse ibaemborronandoensumente,Carlossedejócaersobrelasilla,soltandodegolpeelairequeconteníaenlospulmones.

Nosabíaniquélehabíadichocomodespedida.Soloquealamañanasiguiente,aprimerahora,ellaestaríaallí,trabajandoconél,ordenandosuscosas,llenándolotodoconsupresencia.

Ypreparándolecafé.

Los años y las desgracias personales la habían convertido en toda una experta a la hora demostrar un rostro sereno, aun cuando bajo la superficie se removieran toda clase de sentimientosabrumadores.

Aquellamañana,paravariar,sucorazónlatíaemocionadoyfeliz,provocándolesonrisasqueaduraspenaslograbacontener.

Talycomohabíaprometido,preparócaféenlapequeñaestufadelaesquina,ymientrasCarloslotomaba,inmersoenlalecturadelosdiariosdelamañana,sededicóaordenarlalibrería,dondenovelas clásicas se mezclaban con manuales de periodismo y tomos encuadernados de viejasedicionesdeEleco.Removertodoaquelmaterialprovocabaavecesunanubecilladepolvoquelepicabaenlanariz,haciéndolatoser.

Se felicitó interiormente por haber elegido un vestido viejo y cómodo, renunciando a lacoquetería,conunpolisónmínimoqueapenasentorpecíasusmovimientos.Desearíahabersidoaúnmásaudazyhaberse atrevidoaprescindirdel corsé, esapequeñacárcel en laque lasmujeres seembutían a diario. Si el destino de la mujer en el futuro pasaba por trabajar fuera de casa paraganarse la vida, algo tendrían que inventar los expertos en moda para sustituir aquella prendainfernalypermitirlesasíunamayoractividad.

Sonarondosgolpesenlapuerta,yalmomentoasomóelrostrodeFrancisco.Aldrey,comolollamabantodosenlaredacción.

—Buenosdías,Blanca.—Buenosdías,Francisco.El jovencruzó laestancia,dirigiéndosealdirectordelperiódico,yalmomentoambosestaban

enfrascadosenunapequeñadiscusiónsobrecómoenfocaradecuadamenteenlasnoticiasdeldiarioalgúntemamunicipalqueaBlancaseleescapaba.

Cuando el temamudóhacia otra noticiamás interesante, crónicas llegadas de Italia de nuevostriunfos del tenor Gayarre, Blanca se detuvo con el paño en alto, olvidándose de su tarea paraprestaratención.

—Acérquese,sileinteresa—dijoCarlos,sinlevantarlavistadelospapelesqueleía—,ydenossuopiniónsobreelReydelCanto.

—Nopodría.Nuncaleheoídocantar.—PeroestásescribiendosobreélparaLadamailustrada—dijoAldrey.

—Sobre lo que conocemos de su vida hasta ahora—Blanca dio dos pasos, acercándose paraexponer sus argumentos—. Sobre lo mucho que luchó para demostrar su talento y cómo elreconocimientolellegóenelextranjero.Talvez,debidoasushumildesorígenes,yapesardequetodoslosqueleconocíancomprendíansuvalía,nuncanadieimaginóhastadondellegaría,enpartegraciasalrechazodelmaestroGaztambide.

—¿Diceustedquedeberíaestaragradecidoaldifuntocompositor?—Notantocomoagradecido,perosíquefueeseelmotivodequesedecidieraamarcharsea

Italia,dondeporfinlogróeseéxitoquelehahechofamosoentodaEuropa.—Quizá porque los italianos son verdaderos entendidos en el arte de la ópera y aquí nos

conformamosconlazarzuela.Blancasonrióapenas,divertidaporlafingidahumildaddelperiodista.—Novoyadiscutirsobreeso.Enrealidad,loquepretendoexponerconmiartículoesalgotan

básicocomoeldichodequenadieesprofetaensutierra.—YmenosenEspaña,sí,tengoquedarlelarazón.Carlossepusoenpieysequitólosmanguitosqueevitabanqueseensuciaralacamisamientras

trabajaba.Blancasediocuentadelahoraqueeraysevolvióparacogersuchaquetadelperchero,ofreciéndosela.

—Leesperofuera—dijoFrancisco,saliendoapresurado.Blanca imaginóquequeríadespedirsedeGloriaantesdesalirhaciaelAyuntamiento.

—Una tarea ingrata la que se ha impuesto esta mañana —le dijo Carlos, acercándose parapasarleundedoporlanariz.

Blancaenrojeció,nosupositantoporelinesperadocontactocomoporverpolvoenlayemadesudedo.Carlosleofreciósupañueloyellaselopasóporlacara,eliminandolasuciedadque,deladesordenadalibrería,habíaidoadepositarsesobresupiel.

—Esimposiblelimpiarsinmancharseenelproceso—afirmó,unavezrepuestadelapuro.—No se canse demasiado y recuerde que no está aquí para trabajar de fregona, ya tengo

empleadasparaeso.—Meveoenlanecesidaddedecirlequenoseesmeranmuchoconsulibrería.—Nolepermitotocarmiscosasanadie.O,mejordicho,nolopermitía.En ese momento comprendió el alcance del voto de confianza que depositaba en ella,

permitiéndole trabajarparaél,ensupropiodespacho,entresus librosypapeles,enterándose,si lacuriosidadlatentaba,delascuentasdelperiódicoydelmenordelossecretosdeaquelnegocio.

—Prometoserdignadesuconfianza.Carlostomóelpañueloqueellaledevolvía,loguardóensubolsilloyextendióelbrazopara

coger su sombrero del perchero.Blanca tuvo que dar un paso atrás para permitírselo sin que suscuerposentraranencontacto.Aúnasí,notóunaráfagadeairecalientefluyendoentreambos,enellugardondelasolapadesuchaquetacasirozabalapecheradesuvestido.

—Nomeesperesinosretrasamos,aténgaseasuhorario,imaginoquetendrámuchastareasqueatenderencasaahoraquesutíanoestá.

Blanca asintió y fingió volver al trabajo, para no seguirlo con la mirada mientras salía. Nocomprendía aquel nudo que le atenazaba el vientre desde el día en que él aceptó su petición detrabajo.Preocupación,responsabilidad,emoción,inclusofelicidad.Esosparecíanserloshilosdelosqueestabatejido.Yeraalgoquenohabíasentidonuncaensuvida.

Abrióunpocolaventanaparaqueelairefrescodelamañanasellevaseelpolvoqueflotabaenelairey,depaso,refrescasesurostroacalorado.Fueraloquefuese,ahorayenelfuturo,valíalapenavivirlo.Descubrióquetodosaquellosañosencerradaensucasaconsupobrepadreenfermoysuamargadatíalahabíanconvertidoenunaespeciedemuertaenvida.Ahorapodíasentirlasangrecorrer cálida en sus venas, notaba el latido de su corazón bajo el corsé y las manos lehormigueabanconlaemocióndellevaracabotodaslastareasquesehabíaimpuesto.

Eraeltrabajoelquelahacíasentirtanviva,sedijo,paranodejarsetentarporsueñosimposibles

decumplir.

Capítulo7

Nuncaseacostumbraríaatenerlaallí,cadamañana,comounpremiodeunaloteríaalaqueno

habíajugado.Verla llegar y dar los buenosdías, siempre tacaña con sus sonrisas, pero conunbrillo en los

ojososcurosquecadadíaparecíamásacentuado.Fingía leer,paranomirarlaembobado,perodereojo la observaba quitarse el abrigo y los guantes, tocarse con gesto coqueto la melenaseveramenterecogidaymirarasualrededor,contemplandolatareayaavanzadaydecidiendopordóndecontinuarla.

Enunaesquinalehabíahechoponerunamesita,paraquetrabajaseenellacómodamente,yallísedirigió,dispuestaaponerordenensuslibrosdecontabilidad.Lamontañadefacturasatrasadassinasentarlohizosentirseculpable.

—Tengouna buenanoticia para usted—dijo, de repente, y ella se volvió, entre sorprendida ycuriosa—.Heestadohablandoconalgunosbuenosamigosaficionadosalaópera,yasabequenoesustedlaúnicainteresadaporelbelcantoenlaciudad.

—Me consta —respondió Blanca, expectante, acercándose hasta que sus faldas rozaron elescritoriodeCarlos.

—Perotalvezsesorprenderíadesabercuántointerés,pasiónincluso,levantasutenor,elgranGayarre.Tantacomoparaquesehayaformadounacomisióndeaficionadosalaópera,dispuestosatraerloaLaCoruña.

—¿Paracantar?—No,parahacer turismo—sepusoenpieconunasonrisa, rodeando lamesaparaacercarsea

Blanca—.Paracantar,porsupuesto,disculpelabroma.—Hoyledisculparíacualquiercosa.Quégrannoticia.Lavioextenderlamanoderechayposarlasobresuantebrazo,dondeladejó,comounapaloma

quehubiera llegadoa sunido.Estavez sí, la sonrisaque leofreció le iluminaba todoel rostroyalejabahastaelúltimorastrodepesadumbre.

—Dígame, ¿qué obra le gustaría que interpretase? —carraspeó un poco, abrumado por surespuesta—.YasabequeelpropioWagnerlefelicitótrasescucharlecantarLohengrin.

—ElañopasadotuvoungranéxitoenelTeatroRealdeMadrid,cantandoLucíadeLamermoorconAdelinaPatti.

—Siesaessurespuesta,entoncestendremosquetraertambiénalaPatti.Seatrevióaextendersumanoyposarlasobreladeella.Eralaprimeravezquetocabasupiel,

tan suave como la imaginaba. Pensaba darle una palmadita paternal y volver a su trabajo. Sedescubrió,sinembargo,acariciandoconeldedoíndiceelbordedelamuñeca,queapenasasomababajolacerradamangadelvestido.

—Noséporquéesustedtanbuenoconmigo—dijoBlanca,mirándoloalosojosconvalentía.—Yo también soy aficionado a la ópera—logró responder, concentrado en la mano, bajo la

suya,cadavezmáscaliente.—Noessoloeso.Yasabealoquemerefiero.Carloshizounesfuerzoporseguirsurazonamiento.Peroellaestabademasiadocerca,susfaldas

lerozabanelpantalónysussentidoseranasaltadosporsuaromadefloresfrescas.—No… No me había dado cuenta de cuánto necesitaba un ayudante hasta que usted me lo

propuso.

—Mealegrodequenoestéarrepentidodetenermeaquí.Carlossepreguntócómoellaconseguíamantenersetantranquilacuandoélsentíaelcorazóna

puntode salírseledelpecho.Todosucuerpo reaccionabaa sucercanía, comono lohabíahechonuncaantesconningunamujer.

Y entonces la vio abrir la boca y soltar suavemente el aire contenido. Su labio inferior, tanhermoso,temblóligeramente,delatándola.

—Iluminaustedesta tristeoficinaconsupresencia—seatrevióadecir,aunquehubieraqueridodecirlemilcosasmás, llenarladehalagosextravagantesydepromesasdefuturo,paraquenuncadudasedelofelizquelehacíatenerlaasulado,aunquesolofueranunaspocashorasaldía.

—Deberíaponermeatrabajar,esasfacturasnosevanaasentarsolas.En el pasillo se oían voces y pasos que parecían acercarse. La vio girar la cabeza, nerviosa,

preocupadadequealguienentraraylosdescubrieraenaquelmomentotaníntimo.Nolequedómásremedioquesoltarsumanoydejarquesealejara.Observósuespaldadelgadamientrasseparabalasillaparasentarsetraselescritorio,yfueélestavezelquesuspiró.

Cuando,muchoratodespués,AldreyentróeneldespachoparaanunciarqueeralahoradesalirhaciaelAyuntamiento,sediocuentadequellevabatodoaqueltiempomirandoelmismopapelynoteníaniideadeloqueeraniparaquéservía.

Sereprochóasímismosucomportamientotanimpropio,yanisereconocía.YentoncesBlancalomiró,conaquellosojoscasinegros,tanserenos,ycomprendióqueaquellonoteníaremedio.Lasleyendas hablaban de ninfas, hechiceras, sirenas que seducían a los hombres. Ahora por fincomprendíaqueexistíanmujeresdecarneyhuesoquedabanvidaaesasleyendas.

Con cada paso que la alejaba de la redacción de El eco de la provincia, Blanca se ibadespojando de lamezcla de serenidad y excitación que le producía su nuevo empleo. Serenidadporquelegustabaloquehacía;sustareas,nomuycomplicadas,entreteníansusmanosysumente,siempreinquieta.ExcitaciónportrabajarlamayorpartedeltiempoencompañíadeCarlosFigueroa.Temía estar cayendo enun absurdo enamoramiento infantil, provocado enparte por la admiraciónqueleteníacomoprofesional,perosobretodoporlafascinaciónquesentíaporsupersona.

Nuncahabíaconocidoaunhombreasí,aunquereconocíaparasusadentrosquesutratoconelmundomasculinoeramínimo.Todasuvidasocialsereducíaaalgúnbrevepaseoconsuamigadesiempre, Inés,yelpequeñocírculoquesehabíacreadoen tornoaMercedesMontenegro,en losmesesqueresidióenLaCoruña.Blancanoasistíaafiestasniveladas,atertuliasni teatros.Nuncahabíatenidounpretendientey,aunqueeraciertoquedespertabamásdeunamiradadeadmiraciónenla calle, incluso algún piropo descarado, sus circunstancias familiares y económicas no animabanprecisamenteacortejarla.

ReconocíaqueenvidiabaeltratodeCarlosconsuhijaGloria.Nosolohabíacariñoentreellos,se notaba también confianzay respeto.Sepreguntó a símismamientras se adentrabapor la calleReal si eso era lo que tanto le gustaba del periodista, si estaba buscando la figura paternal queechabaenfaltaensuvida.

Inquieta, cruzó lasmanos sobre la cintura, frotándose la derecha con la izquierda.Recordó eltactodelbrazodeCarlosbajosupalma,lacalidezdesupieltraspasabalascapasdetelaquelosseparaban.Yluego…Luego,élhabíaposadosupropiamanosobreladeella,acariciándolaconlasyemas de los dedos. Blanca había sentido una especie de fuego que subía por su muñeca, seadentrabaensubrazo,ysubíaysubía,incendiandosupielsintregua.Temíahabersesonrojado,ellaque nunca antes había sido dada a rubores virginales. Tuvo que alejarse de él, interrumpir aquelmomentoíntimo,asupesar,paraevitarponerseenevidencia.

No, no era un sentimiento filial el que le inspiraba Carlos Figueroa. Antes bien, estabadespertando en ella a la mujer que llevaba dentro, oculta bajo las capas de hija abnegada yresponsable.Ylegustabaaqueldespertar.

CruzólaPlazadelDerribo,saludandobrevementeaunosvecinos,quelamiraronintrigadosy,estaba segura, se quedaron cuchicheando a sus espaldas. Llegando a su calle, donde todos seconocían,supusoquemásdeunoestabatomandonotadesussalidasmatinalesysepreguntaríaquélamanteníaalejadadesucasadurantetantashorascadadía.

Bueno,noteníaquerendircuentasanadie.Habíaconseguidounempleodecentequeayudabaamejorarlacomidaqueponíasobrelamesa,aunquealgunospensaranqueunamujernodebíatenermás oficio que las labores de su hogar. Y su padre, la única persona que podía prohibírselo,aquellos días estaba totalmente abstraído, inmerso en su pena inagotable, incapaz de atender aningunaotracosaquenofueraeldolordesucorazón.

Solo al entrar en la casa se dio cuenta de que aquel era el día exacto, el aniversario delfallecimientodesumadre.Buscó,sinesperanza,asupadreporlaspocasestanciasdelacasa.Nohabíanirastrodeél.Rezóporqueestuvieradandoalgunodesuslargospaseosporlacosta,ynodepositando los restos de su roto corazón una vezmás en el cementerio. Los años pasados, quelograbanacallareldolornaturalqueBlancasentíaporlapérdidadequientantoamaba,nohacíanel mismo efecto en el viudo, que parecía cada año más incapaz de sobrevivir a aquella fechaseñalada.

Blancahizounacomidasencilla,conlaayudadelamuchacha,quepocoapocoibaaprendiendosus labores. Era una pobre huérfana que trabajaba a cambio de comida, ropa y un jergón en laesquinadelacocina.Cuandosentíatentacionesdelamentarseporsutristevida,soloteníaquemiraraaquellapobreniñaparacomprenderqueelmundoestaballenodemiseriaysuerteteníadeteneraúnasupadre,comidaenlamesayuntechobajoelquecobijarse.

La tarde pasó lenta y aburrida, solo interrumpida por algún sobresalto cuando creía escucharpasosantelapuerta.Sehizodenochesinquesupadreapareciera,noeralaprimeravezquedormíaenelcementerioenaquellasfechas.Enocasiones,acompañadadesutíaAngustias,habíantratadodehacerleentrarenrazónyquevolvieseacasa,sinresultado.Teniendoencuentaquenollovíayeltiempoeracálidoyapacible,BlancadecidiónoperdereltiempoyelresuellocaminandohastaelcementeriodeSanAmaroparanada.

Durmióunsueñoinquieto,yenalgúnmomentodelanocheleparecióescucharlapuertaypasosenelpasillo.Elagotamientoylainquietudlavencieronyfueincapazdelevantarseacomprobarsierasupadreelqueentraba,yenquéestado.

De madrugada, un sueño feliz vino a consolarla. Se veía a sí misma sentada en el TeatroPrincipal. En el escenario, Gayarre vestía la reluciente armadura de Lohengrin, y a su lado,tomándolelamanoconternura,sesentabaCarlosFigueroa.

Capítulo8

CarlosFigueroaextrajodesuchalecoelrelojdebolsilloyconsultólahoraporenésimavezen

los últimos veinteminutos. Sabía que entraba dentro de lo razonable que sumédico se retrasase,siemprehabíaqueatenderalgunaurgenciamásimportantequeunsimplecontrolrutinarioaunbuenamigo, al que encima hacía el favor de visitar en su propia oficina. Aun así, el periodista era unhombre impaciente, siempre muy ocupado, al que la pérdida de veinte minutos a aquellas horastempranasdelamañanaexasperabahastaloindecible.

Dos golpes secos en la puerta anunciaron la llegada de Basilio Castro, que se adentró en eldespachoconsumaletínnegroenlamanoizquierdamientrasofrecíaladerechaaFigueroa,queselaestrechócongestocomprensivoalverelapuroquetraíaelmédico.

—Losiento,Carlos,metemoqueestoyteniendounamañanadelocos.Meavisaronalamanecerporunaurgencia,yalfinalpobredesgraciadolehacíanmásfaltalosserviciosdeunsacerdotequelosmíos.

—¿Undifuntodebuenamañana?Noteenvidioeldesayuno,amigo.Elperiodistasedeshizodelchalecoysesubiólamangadelacamisaparaqueeldoctorpudiera

tomarle el pulso. Intercambiaron algunas preguntas y respuestas sobre posibles malestares ycorrectaalimentación,hastaqueCastrosedioporsatisfechoconsupaciente.

—Comomédico recomiendo este tipo de revisiones, ya lo sabes, pero también te digo que notengounpacientemássanoquetú.

—Noquedamásremedioqueseguirconestacharada,almenosmientrasledégustoaGloria—Carlossonrióalmédico,queyarecogíasuinstrumental,mirandosurelojconelgestodequiensabequeyanopuederemediarllegartardeatodassuscitas.

Tiempo atrás, en un periodo de elecciones particularmente movido, tras casi cuarenta y ochohorassindormir,elperiodistahabíasufridoundesvanecimientoquehabíapreocupadoterriblementea su hija, y desde entonces se sometía voluntariamente a aquellos reconocimientos que tanto élcomoBasilioCastrosabíanquenoprecisabaenabsoluto.

—Suertetienesdequesepreocupetantoporti.Notuvotantaelpobredifunto,nisudesgraciadahija,tantosañoscuidándoleparaesto...

—¿Algo reseñable en ese incidente? —el periodista enarcó las cejas, convencido de que elmédicoteníaalgúndatointeresantequedarle,quizáunanoticiaparasudiario.

—Nadaquesepuedacomentarenvozalta,ymuchomenospublicar—Castroinclinólacabeza,apesadumbrado,bajandoel tonode suvozparahacerunaconfidencia—.Yomismo le receté esetónico de láudano para dormir, yme aseguré de que tanto el enfermo como los que lo cuidabanestuvieranalcorrientedelospeligrosdeexcederseenladosis.Yanuncasabremossifuevoluntarioounaccidente.Peroteniendoencuentalomuchoquehabíaempeoradoensusdelirios...

Carlos Figueroa asintió lentamente, comprendiendo lo que el médico quería decirle. Quédesgracia,porDios,ydecíaqueteníaunahijaquelecuidaba,quizáunajovencitacomoGloria,queahorasequedabasolaenelmundoydesamparada.

—¿Hasdichoquesellamaba…?—ArturoFontela.—¿Ysuhija?—Blanca.¿Losconoces?—¿ArturoFontela,elpoeta?

—Elmismo.Carlos no supo qué palabras dijo para despedir al médico, pero su cara debía ser bastante

expresiva, porqueGloria se levantó asustada cuando lo vio entrar en su despacho, reclamándola.Apenaslediotiempoadigerirlanoticiayyasalíanjuntosdelaredacción,caminandoapresuradosporlaplaza,cadaunoinmersoensuspropiospensamientos.

Aquello no podía estar pasando.A ratos sentía que la cabeza se le iba y tenía que agarrarsefuertede la silla en laque estaba sentada, losnudillosblancos contra el asientooscuro, paranocaeralsuelo.

A su alrededor escuchaba voces,muchas, pero allá a lo lejos, como cuando tienes los oídostaponados.SabíaqueInésestabaallí,ysucuñadaVirtudes,quevivíaenlacasadeenfrenteyhabíasidounadelasprimerasenenterarse.Losvecinoshabíanidollegandoapoco,sobretodomujeres,lededicabanpalabrasdepésameylamentosinterminablesqueBlancahubiesequeridoacallarconungrito.Ponerseenpieygritar,gritarhastaquedarsesinaliento.Echarlosatodosdeallíyquedarsesola, sola como iba a estar a partir de aquelmomento, sola para siempre. Pero entonces Inés seacercaba,yleponíaunamanoenelhombro,yotraenlafrente,ylograbaquelamarearojaquenublabasuvisiónsealejaseporunosmomentos.

—Labotellaestabacasillena.Nodebídejarlasobresumesilla—lesusurróasuamiga,quelaacallóconunabrazo.

—Olvidaesabotella,hasidounerror,unadesgracia.LohadichodonBasilioynohaynadamásquehablar.

—PeroInés...—¿Esquenoquieresqueentierrenatupadreensagrado?Blanca semordió el labioyvolvió a agarrarsede la silla, notandoel vahídoque amenazaba

contumbarlaporfin.No,esono.LaIglesianoadmitíaalossuicidas,pecadomortal.Sisellegabaadescubrir,supadreseríaenterradoenunrincónoscurodelcementerio,sinbendiciones,abandonadoa su suerte, camino del Infierno. Tenía que callar, el médico ya lo había hecho y nadie diría locontrario.Teníaquemorderselasganasdegritar,devolveraldormitorioeincreparalcadáverfríoqueyacíasobresucamaporhaberlehechoaquello,despuésdetodoslossufrimientosquelehabíadadoenvida,aellayasumadre,aquellaúltimaafrenta.

—Inés—extendiólamanoparatomarladesuamiga,laúnicaquelograbaaliviarsudolor.—No piensesmás en eso. El pobre estabamuymal, seguramente no se dio cuenta de lo que

hacía.Eso era. Inés tenía las respuestas. Solo había sido un accidente. Pero cuando ella salió de la

cocina, acudiendo al llamadode su cuñadaVirtudes que quería hacerle alguna pregunta sobre elfuneral,lamarearojavolvióparanublarlavistadeBlanca.

Y de nuevo unos brazos amigos que la envolvían, con palabras dulces y amables, no conlamentosdeviejasollozante.Gloriaestabaallítambién,nosabíasiacababadellegarosillevabayaratoenlacasa,peroquébienlehacíasupresencia.

—Hemosvenidoencuantonoshemosenterado.Hablabaenplural.Blancaabriólosojos,luchandocontralasbrumasquelaenvolvían,yfijóla

vista en el hombre parado en el medio de la cocina, casi fuera de lugar entre mujeres que seafanabanenordenar,limpiarycocinar,comosienaquellacasafueraacelebrarseunbanquete,unaextrañafiestamacabra.

Con el apoyo de Gloria, logró ponerse en pie y dio dos pasos hacia Carlos Figueroa que leextendió sumanocongestocontenido.Blanca la tomóyentonces las rodillas le fallaronycayócontrasupecho,donde,porfin,rompióallorarconsollozosdesgarradores.

Le dolió tener que dejarla allí, tan abatida y frágil como nunca la hubiera imaginado. Gloriaprometióquedarsetodoeldía,ytambiénteníaotraamiga,Inéssellamaba,quenoladejabaniunminutosola.Mejorellasqueelgrupitodevecinasquesehabíaformado,murmurandoencorrillos,curioseandoporlacasaymirándolodearribaabajo,elúnicohombrepresente,haciendosabíaDiosquésuposiciones.

Sololefaltabaunescándaloyserpresadelamaledicenciapopular.Poresoprefiriómarcharse,teníatrabajoquenopodíaabandonartodoeldía,unperiódiconosepublicasolo.Esperabaconsuausenciaacallaraaquellascriticonas,ydarleaBlancaunrespiro.

El día se le hizo largo ymonótono. Lasmismas tareas de costumbre, perseguir el escándalopolítico del momento, un pequeño robo en un establecimiento del centro y una noticia en ElImparcial sobre un sargento retirado de carabineros, que se había suicidado de un tiro en elcementeriodeSanLorenzo,Madrid, incapazdesuperarlamuertedesuhijodetreceaños.Estolehizorecordarlaspalabrasdesumédico,ylaposibilidaddequeArturoFontelahubiesepuestofinasuvidavoluntariamente.

Detodoseraconocidoquesulocurasehabíadesatadoconlamuertedesuesposa,tantosañosatrás. Si antes era un genio, excéntrico y de carácter voluble, algo que se consiente e incluso sealientaentrelasélitesculturales,trasaquellapérdidavivióunaetapadeabsolutodescontrol,quelollevóaserexpulsadoyrechazadoporaquellosqueantesaplaudíansusextravaganciasyquedesdeentonceslotachabandelunático.

Carlosnohabíapodidoevitarmirarasualrededor,curioseandocomolasvecinascotillas,peroensucasoconunsanointerésporconocerelhogarenelqueBlancasehabíacriado.

Se notaba que habían vivido tiemposmejores.Quedaban algunos cuadros buenos, aunque casihabíamásvacíosenlasparedes;faltabanalfombrasylaúnicalámparabuenaeraladelasaladerecibir. No quiso imaginar a Blanca empeñando muebles y objetos personales para poder comer.Soloahoracomprendíalovalienteydecididaquehabíasidoalpedirleempleo,ylaadmirabapornoperderlacomposturaymantenersudignidadencondicionescasiinsufribles.

Respiró hondo, alejando de sí los papeles en los que no podía concentrarse, y miró su relojimpaciente. Eran las siete de la tarde y, con su acostumbrada puntualidad, aparecióAldrey en supuerta.

—¿Nosvamos,donCarlos?—Sí,sí,vamos.Estiró lasmangasde la camisablanca, arreglándose lospuños, y sepuso la chaqueta.Conel

sombrero en lamano, siguió a su empleadohasta la puerta y salieron a la calle.Fuerahacía unabonitatardedefinalesdeverano,sinvientoyconunamezcladearomasdelosjardinesdelaplazayelsalitredelmarquerodeabalaciudad.

Aldrey caminaba un paso por delante de él, concentrado e impaciente. Antes le había pedidopermisoparasalirantesdesuhorade laredacciónypoderacercarseadarleelpésameaBlanca.Entonceshabíanconvenidoenirjuntoshastasucasa,enlacalleTabernas.

Hizounesfuerzoporalejardesumenteaaquellaquelerobabahastaelúltimopensamiento,yseconcentróensuempleado.FranciscoMoreiraAldrey,hijodelempresariomásricoe importantede La Coruña, empeñado en ser un simple periodista de un periódico de provincias. Habíademostradocaráctery tesónalenfrentarseasupadreparadefendersuelección,aunque lamayorpartedeltiempoeraunjovencallado,tranquiloyalgotímido.

—Dígame,Aldrey—lepreguntó,utilizandocomodecostumbresusegundoapellido—.¿Quésetraeustedconmihija?

Franciscosedetuvoyvolvióelrostro,untantopálido,comounniñopilladoenfalta.—DonCarlos,yo…—tragósalivaconunmovimientotanbruscoqueselemarcólanuez,arriba

yabajo,porencimadelcuellodelacamisa,quederepenteparecíaahogarlo—.Yoleaseguroquemisintencionessondeltodohonradas.

Carlos estuvo a punto de echarse a reír por el apuro del joven, pero decidió que no era el

momento.Todossabíanqueeraunhombredebuencarácteryjovial,perohabíaocasionesenqueunoteníaqueserantetodounpadreyponerlascosasclarasencuantoasuhija.

—Eso lo doy por supuesto, Francisco, si no no permitiría que pasara usted tanto tiempo conGloria.

Lodejó sufrirunpoco,notandoque supalidez inicial seconvertía enunviolento ruborque leencendíaelrostro.

—Notraicionarésuconfianza,donCarlos.Lo miró con aquellos ojos profundos y sinceros, olvidando su timidez natural, diciéndole en

silenciotodaslaspalabrasquenoseatrevíaapronunciarenvozalta.Carlosvioentoncesenélunhombredepalabra,ysealegródeaquelequívocoqueloshabíaobligadoaunacharlaquellevabatiempo posponiendo. Decidió que ya era suficiente, y volvió a la pregunta que quería hacerle alprincipio.

—Y ahora, dígame, ¿qué es lo que se traen usted y mi hija con esas visitas a la Fábrica deTabacos?

Francisco entreabrió la boca, desconcertado, pero volvió a cerrarla, amagando una sonrisapesarosa.

ElrestodelcaminohastalacasadeBlanca,yasolosehablódetrabajo.

Lacasaestabaalgomásvacíaahora.Muchasdelasmujeressehabíanmarchadoparaprepararla cena en sus hogares y algunos hombres las reemplazaban en el velatorio. Inés seguía allí,inamovibleasulado,yconellasuhermano,pendientedelasdos,atentoacadaunodesusdeseosy necesidades.Gloria iba y venía, incapaz de estarse quieta en una silla, ayudaba en la cocina alavar tazas y cucharillas, a prepararmás café o chocolate. Suerte que los vecinos habían traídoprovisiones,porqueenlacasanohabíasuficienteparaatenderaquellasituacióninesperada.

Los empleados de la funeraria habían hecho su trabajo y ahora la sala la presidía un ataúdhumilde,elúnicoqueBlancapodíapermitirsepagar,yparaelloseveríaenlanecesidaddevolveraempeñarlasjoyasdesumadre,rescatadasnohacíamuchograciasasusingresosdeEleco.

Blanca levantó el rostro, por momentos más demacrado, para ver llegar a Carlos FigueroaacompañadodeFrancisco.Suamigodelainfanciaseacercóyellasepusoenpie,tambaleante,parasaludarlo.Terminaron fundidosenunestrechoabrazoqueprovocómiradasymurmullosentre susvecinos.TodosconocíanalhijodeldueñodeIndustriasMoreira.

—Sientonohaberpodidovenirantes.—Noimporta…Elperiódico…Lecostabahilarunafrasecoherente.Ella,quenuncaestabaenferma,sufríadesdehacíamásde

una hora una terrible jaqueca que le hacía palpitar las sienes, como si un gigante le estrujase elcráneoentresusmanosenormes.

—Pareceagotada.Carlos seacercóyella le tendió lamano, intentandoparecermás serenaqueaquellamañana,

cuandosehabíaderrumbadoentresusbrazos.—Nosepreocupe,puedosoportarlo.—Deberíasdescansar.InésyGloriaseacercaron,yentretodostratarondeconvencerlaparaqueprocurasedormirun

poco.—Nopodría…Lacasaestállenayahoraaúnllegaránmáspersonas,paraelvelatorio.—Noestáustedencondicionesdepasar todalanocheenpie—decidióCarlos,yellanotuvo

fuerzas para contradecirlo—.Es cierto que aquí no podría descansar, así que lomejor es que sevayaconGloriaanuestracasa.Franciscolasacompañará.

—Peroquévanadecirlosvecinos…Carlosletomólamanoqueellaagitaba,nerviosa,yleacariciólosnudillosconelpulgar.

—Mañanaleesperaotrodíamuylargoymuyduro.Blancaasintió,aúntendríaquepasarporlaúltimaprueba,elentierro.—Váyaseahoraydescanse.Franciscovolverádespuésdeacompañarlasynosocuparemosdel

velatorio.—Mihermanotambiénsequeda—añadióInés—.Yodeboirme,mimadremenecesita.DejóqueInéslaabrazaseylabesase,murmurándolepalabrasdeconsueloaloído.«Noestás

sola,tienesqueserfuerte,estaremossiemprecontigo».Después la vio irse, como veía todo desde que empezó la jaqueca, envuelto en una extraña

neblina.Francisco lecogió lamano,esamanoqueaúnconservabaelcalorde ladeCarlos,y laenlazó con su brazo, esperando con paciencia que ella comenzase a caminar. Su querido amigo,tantos años sin verlo y ahora se convertía en uno de los pilares en los que apoyarse, cuando lamareaamenazabaconarrastrarla.Hundió losdedosen la telade suchaqueta, comouna señal,ysalieronseguidosporGloria,porprimeravezdesdequelaconocía,enabsolutosilencio.

Yaenlacasa,ytrasdespedirsedeFrancisco,Glorialaacompañóaundormitoriopequeñoycasivacío,impersonal.

—Eralahabitacióndemiabuela,vivióconnosotrossusúltimosaños.Blanca se sentó sobre la cama, con un suspiro. Afuera anochecía, y el aire fresco la había

despejadoenelbrevecaminodesdesucasa.Parecíamentiraquevivierantancercaunosdeotros,yquenuncaantessucaminosehubieracruzadoconlosdeGloriaysupadre.

—Nosécómovoyaagradecerte…Glorialainterrumpió,moviendolasmanosconesegestonerviososuyo,tanimpaciente.—Ahoradescansa,ysiquieresalgomellamas,midormitorioestáallado.—Hasidounafortunaconocerte,amiga.Laviotitubearantelapuerta,volviéndoseamirarlacongestocariñoso.Ningunadelasdosera

muydadaaexpresarsussentimientos.—Buenasnoches,Blanca—dijotansolo,asintiendoconlacabeza,ysaliócerrandodetrásdesí.Blancasedejócaersobrelaalmohadaytodosucuerporeaccionóagradecidoantelapromesa

de descanso. Incluso la jaqueca comenzaba a disiparse. Para no tenermalos sueños, pensó en laamabilidaddeFrancisco, elhermanoquenuncahabía tenido, en suqueridísima Inés, siemprea sulado,yenGloriayenCarlos…Doslucesquehabíanllegadoparailuminarsuoscuraexistencia.

Elveranohabíaquedadoyaatrás,ysinembargoaqueldíaelcielolucíadeunazulintenso,losárboles senegabanadejar caer sushojasquecomenzabana amarilleary labrisamarina, aunquefresca,resultabadeagradecer.

Todo era hermoso en aquella mañana de sábado, pensó Carlos, demasiado para la tarea queteníanqueacometer.Sehabíaofrecido,juntoconFranciscoydosvecinosdeBlanca,parallevarelataúdhastalafosaqueleaguardaba.Elenterrador,unhombresucioysindientes,esperabapacienteaunlado,sujetandolapalaconlaquehabíaabiertoaquelhoyooscuroyhúmedoenlatierrafértildelcementerio.Elsacerdoterezólosúltimosresponsos,salpicandodeaguabendita lacaja,yporfinlespermitiódepositarlaensulugardedescansoeterno.

Cuando terminaron la tarea, se volvió para buscar a Blanca, ansioso por comprobar cómo sesentía.Lavioapretarlaboca,hastaformarunapálidalíneablanca;losojossecos,ausentes.Inéslasujetabafuerteentresusbrazos,comositemieraquefueraadesmayarseencualquiermomento.Alotrolado,Gloriatampocoseseparabadeella.Sehabíanconvertidoensusdospilares,yCarlosseavergonzóalreconocerseenvidioso.Queríaserélquienlaestrecharacontrasupecho,calmarasuspenas con besos y caricias y le prometiera al oído que nunca, nuncamás permitiría que nadie lehicieradaño.

Losvecinoscomenzabanadespedirse,acercándoseenfilaparadarleelúltimopésame.Blancalosoportóconbastanteserenidad,aunquecon lavistaperdidamásalládelcementerio,enelmar

inmensoqueparecíacomenzartrassusmuros.Dandoporterminadalaceremonia,elenterradorcomenzóapaleartierrasobreelataúd.Blanca

setapólabocaconsupañuelo,conteniendoungemido.InésyGloriatratarondehacerlacaminar,deobligarlaaabandonarelcamposanto,peroellaseresistía.

Carlosseacercó.Sepusodelantedelastresjóvenes,tapándoleslavistadelatumba,ytomólamanodeBlanca,obligándolaamirarloalosojos.

—Vámonosya.Vamosacasa.Ellaparpadeó,intentandodespejarlaneblinaqueensombrecíasusojos.Carlosleapretómásla

mano,transmitiéndolesucalor,ylograndoquereaccionara.Cuandoaceptóconlacabeza,conInésyGloria sin despegarse de su lado, inició lamarchapara salir del cementerio.Novolvió la vistaatrásenningúnmomento.

Capítulo9

Blancaentróenelcomedorcomo todas lasmañanas,a las sieteenpunto.Gloriaaúndormiría

otra horamás, hasta que la doncella subiera a despertarla con una taza de café.En los días quellevabaalojadaencasadelosFigueroa,habíadescubiertoquesuinquietaamiga,quealolargodeldíaeraunauténticafuerzadelanaturaleza,incapazdeestarsequietaunosminutos,alamanecererapocomenosqueunasombraquenolograbaponerseenmarchahastadespuésdehaberseaseadoyvestidoy,sobretodo,desayunadoconabundantecafé.Aúnasí,enlasmañanaspermanecíacasienestadodetrancehastaquellegabaalaredacción.

—Buenosdías,donCarlos.Elperiodistamurmuróunarespuestacortés,sinlevantarlavistadeldiarioqueteníaenlasmanos.

Blancanosabíaexactamenteaquéhoraselevantaba,perosíquenosalíadecasahastaleertodoloquepublicabalacompetencia.

Recordó la discusión de días atrás, después del entierro. Inés se empeñaba en que no podíaquedarsesolaenlacasa,sinningúnfamiliarquelaacompañaranileayudaraasuperarsupérdida.Gloriapropusodesdeelprimermomentoquesequedaraensucasa,puestoqueyahabíapasadoallíla noche.Blanca se negaba, incapaz de aceptar tanta generosidad. Francisco e Inés estuvieron deacuerdoconaquellaidea,puestoqueningunodelosdospodíaofrecerlesitioensuscasas.Tratóderesistirse,alegandolaincomodidadquelescausaría,peroCarloszanjólacuestiónpidiendoaGloriaeInésquelepreparasentodolonecesarioparapasarunosdíasensucasa.

Ladoncella lesirviócafécon lechey lepusodelanteunabandejaconbizcochoreciénhecho.Preocupadaaúnpor loquehabía estadomeditandoaquellanoche,yquecasino lahabíadejadodormir,Blanca revolvió el azúcar de su taza, con tanta fuerza que volcó parte del líquido en elplatillo, salpicando incluso el impecable mantel, lo que le hizo merecedora de una miradareprobadoradeladoncellaqueyaseretirabahacialacocina.

Eranpequeñosdetallescomoaquel losquehacíanqueno lograsesentirsecómodaen lacasa.Gloriaeraencantadoraylatratabacomoaunahermana,yCarlos,bueno,lamayorpartedeltiempoparecía ignorarla, aunque algunas veces lo había descubierto observándola pensativo. Sabía queescuchaba con atención cuando hablaba conGloria, sobre todo si trataban temas de la revista uotrasnoticiasdeactualidad,peropocasvecesparticipabaensusconversaciones.Y,aunqueBlancanoseloexplicaba,eseeraunodelosmotivosporlosqueellahabíacomenzadoainteresarse,casidemasiado,enlavidadelperiodista.

Sabía que su esposa, lamadre deGloria, habíamuertomuchos años atrás.Que había sido sugranamordejuventudyqueapenasteníaveinteañoscuandolallevóalaltar,yveintiunocuandolohizopadre.Sumandolosañosqueteníasuhija,resultabaqueaCarlosFigueroaaúnlefaltabanunparparacumplircuarenta.ABlancase leantojabaqueparecíabastantemás joven.Eraunhombredelgado, fibroso, a lo que contribuía su escaso apetito y las largas caminatas que daba a diario,tantoportrabajocomoporplacer.Encuantoasucarácter,erasilencioso,reflexivo,despreocupadode las cosas de la casa, que dejaba enmanos de su hija y el servicio, y dedicado a su oficio deperiodistalasveinticuatrohorasdeldía.

—¿Noestábuenoesecafé?—lepreguntóderepente,sorprendiéndola.—Sí,sí,yo...estabadistraída.Blancaseapresuróatomarunsorbodelabebidademasiadocalienteaún,quelequemólapunta

delalengua.Ahogóunaexclamacióny,conscientedequeCarlosnodejabademirarlaextrañado,

se apresuró a cortar un trozo de bizcocho. Las manos comenzaron a temblarle de repente y elcuchilloleresbalóentrelosdedos,cortándolaligeramenteeneldorsodelamanoizquierda.

—Está sangrando—Figueroa se puso en pie rápidamente, tomando una servilleta limpia parasecarlelapequeñaherida,oprimiendounpocohastadetenerlahemorragia.

—Soymuytorpe.—No,noloes.Noséenquéestarápensandoestamañana,perodebeseralgoimportante.Blanca trató de esquivar unamirada demasiado inquisitiva, temerosa de que pudiera descubrir

todaslasdudasypreocupacionesquelaatenazaban.Carlosseguíaallí,depieanteella,sujetandosumanoherida,olvidadoporunavezdelaprensaydecualquierotracosaquenofueradescubrirloqueellaestabapensando.

—Llevodemasiadosdíasabusandodesuhospitalidad...—Noquieronioírhablardeeso.—HerecibidocartademitíaAngustias,sigueenfermaymepidequeacudaasulado.Mañana

partoparaelpueblo.Allíestámicasaahora.Carlos soltó sumano y le dio la espalda, disgustado. Se había acostumbrado demasiado a su

compañía.Teníael rarodondehablarsolocuandodebíayde respetarsusilenciocuandoestabaocupadoensuscosas.Veíaqueeraunabuenaamigaconsuhija,yqueseentendíancomohermanas.Poresoyporotrosmotivosqueaúnnolograbaconfesarseniasímismo,nopodíapermitirquelesdejase. Además, dudaba de la realidad de esa enfermedad que su tía alegaba para no acudir alentierro de su hermano ni ocuparse de su sobrina huérfana. Se temía que fuera una especie dechantajeemocional,paraobligarlaaplegarseasusdeseos.

—¿Legustarávivirenesepueblo?—Meacostumbraré.—¿Ysutía?¿Esamableycariñosaconusted?¿Esbuenacompañía?Blanca guardó silencio, pensando en las cosas buenas que podría decir de su tía sinmentir ni

exagerar.No era precisamente una personamaternal, ni dada a demostraciones cariñosas, pero lahabía cuidado y atendido, y también a su padre, desde lamuerte de sumadre.Cierto es que porúltimonopudosoportar laenfermedaddeaquel,yporesohuyóalpuebloantesde ladesgracia,peroBlancanopodíaculparlaporello.

—Allívivenunaprimaysushijos,enlacasaquefuedemisabuelos.JuntoconlatíaAngustias,estodalafamiliaquemequeda—dijoporfin,yeralomássinceroquepodíaafirmar.

—Nostieneanosotros.Déjenossersufamilia.UstedyGloriabienpodríanserhermanas,debendetenerlamismaedad...

—No me halague, don Carlos, sabe bien que tengo varios años más que Gloria, aunque laridículacoqueteríameobligueanoconfesarcuántosexactamente.

—Noparecemuchomayor.Carlos se volvió para mirarla, cruzándose de brazos mientras apoyaba las caderas contra el

aparador.Saberquenoeratanjovenconsuhijaaliviabaunpocosuconcienciay,enrealidad,síloparecía.Habíadichoaquellafraseporcortesía,perodesdeelmomentoquelaconoció,vioenellaunamujermadura,fuerteyseguradesímisma,alejadadelocurasyfantasíasjuveniles.

—Hansidoustedesmuyamables.—Peroprefiereirseconsustías,lejosdelaciudadqueconoce,desusamigosydetodoloque

laharodeadodesdequenació.Notó con alivio que titubeaba. Sabía que la suya no era una situación normal.Comoviudo, ni

siquieraestababienvistoquemantuvieraensucasaaunajovensolteraa laquenoleuníaningúnparentesco.Sololapresenciadesuhijalograbaacallarlashabladurías.

—No, no prefiero irme y dejar todo esto —Blanca hizo un gesto vago con la mano a sualrededor,mientrassumirada,dubitativa,seposabaenCarlos,queselasostuvoconungestoquelaanimabaasincerarse—.Yasabe lasituaciónen laquemehadejadomipadre.Miherenciaapenascubrelasdeudas,notengodequévivirnimáshogarqueelquemisparientesmeofrecen.

—¿Quéharáentoncesallí?¿Plantarápatatasylegumbres?¿Criarácerdosyconejos?—Siesloquemequedaparapoderponerunplatosobrelamesatodoslosdías...—Nopuedopermitirlo.—Noestáensumanocambiarmidestino.Nosoysuresponsabilidad.—¿Ysiyodesearaquelofuera?Carlosseacercó,tomándoledenuevolamanoherida.Nosabíaloqueibaadecirhastaquelas

palabrassalierondesuboca.Deseabanohaber llegadoaaquelextremo, temíaestarhaciendoelridículo. Por un momento estuvo seguro de que ella lo rechazaría con una carcajada, que seburlaríadesusintenciones.YsinembargoBlancalomiraba,serena,conteniendoapenaselaliento,expectante.

—Ya sé que soy demasiadomayor y probablemente no tengo ninguna de las cualidades queconvertiríanaunjovencualquieraenmejorpretendientequeyo...

Ningunodelosdosllegóasabercómoacababaaquellafrase.PorlapuertadelcomedorentróGloria,frotándoselosojoscargadosdesueño,quejándosedeunperrocallejeroqueladrababajosuventanadesdeelamanecer,obligándolaaabandonarellechoantesdesuhoraacostumbrada.

—Tendréjaquecatodoeldíaporculpadeesechuchopulgoso—asegurómientrasseservíasuprimeratazadecafé,negroysinazúcar,y labebíaconlosojosentornados.Esperóunarespuestaquenollegó,yentonceslogrócentrarsuvistayvioquesupadreestabaparadodelantedeBlanca,que tenía una mano apoyada sobre el mantel, con un corte reciente en el dorso—. ¿Qué te hapasado?

—Me ha atacado un cuchillo—bromeó lamorena, forzando una sonrisa que logró devolveralgodecolorasusmejillas.

—Deberíamos vendárselo —se ofreció Carlos, dando dos pasos atrás para alejarse de suinvitada,conscientedequesusúltimaspalabrasaúnflotabanenelaire,entreambos.

—Soloesunrasguño.Gloriaaceptólapalabradesuamiga,mientrasseservíaunasegundatazaysesentabaenlasilla

que antes había ocupado su padre, posando su mirada distraída sobre la portada del diario. Almomentoviocaptadasuatenciónporlostitulares,ysumentesealejóporcompletodelcomedor,sinhabernotadoniporuninstantelatensiónqueflotabaenelambiente.

—Tengoqueirmeya,hoytengomuchotrabajo.—¿Tanpronto?Carlosseinclinóhaciasuhija,quelomiróapenasintrigadamientraslabesabaenlafrenteyse

despedía,apresurado,asegurandoqueluegolaveríaenlaredacción.Saliódel comedorconpaso ligero,deteniéndoseenelvestíbuloel tiempo imprescindiblepara

ponerseelsombrero.YaenlacalleseguíapensandoenloquehabíaestadoapuntodeproponerleaBlanca y cómo la Providencia había detenido su declaración. Sin duda era una locura, ella erademasiadojoven,bonitaeinteligente,trescualidadesporlasquemuchoshombresmejoresqueéllacortejarían.¿Porquéibaaescogeraunoquecasiledoblabalaedad?Unviudoconunahijamayor,quetrabajabademasiadoyapenassabíaloqueeradivertirse.No,noibaateneresasuerte.Durantemuchosañoshabíavividolibre,solopendientedeGloriaydesímismo,ynohabíaechadoenfaltalavidaconyugal.Nosabíaquélohabíallevadoacambiardeideaaaquellasalturas.

Bueno, sí lo sabía. Nunca antes había conocido a otramujer comoBlanca Fontela. Pero, sinduda,noibaatenertantasuertedeconservarlaasulado.

Capítulo10

Blancanoseesperabaenabsolutolaformaenquelarecibieroncuandoporfinllegóalpueblo.

LaprimaCelsa,suhijomayor,Domingo,ylatíaAngustiaserantodoelcomitédebienvenidaquelaaguardabacuandoelagotadorcochedeviajerossedetuvoenlaplaza,anteelcrucerodepiedra.

Celsa seacercó laprimera,voceandounaordena suhijoparaque recogierael equipajede suprima, y le dio un fuerte abrazo,murmurando entre dientes un pésame por el fallecimiento de supadre.Nofueunabrazocálidoyacogedor,lamujererademasiadoreciaypocodadaamuestrasdecariño, en realidad Blanca se sintió como la estrechasen contra una pared de ladrillos. Aun asíagradecióaquelgesto,tandistintodeldesutía,quesoloseacercóparasoplarledosbesosenlasmejillas.

Domingosemantuvoalejado,observandoalasmujerescongestoreceloso.Blancanoolvidabacuando la había puesto en un apuro en el establo, en el velatorio de su propio padre, y veníapreparadaparaandarseconmuchocuidadodequenolaencontraraasolasdenuevo.

La Casa Grande, como llamaban todos al hogar de los Fontela durante generaciones, era unedificio rectangular, de piedra, con tejado a dos aguas y balcones en el primer piso. En la grancocinadelaplantabaja,lahijamayordeCelsa,Celsita,removíaunagranolladecaldopuestaalfuego en la lareira[2]. Blanca sabía que tenía cinco primos más, los supuso correteando por elpueblo,aprovechandoquelosdíasaúnnoeranmuyfríosparaestaryaaprimerosdeoctubre.Enlacasa no parecía haber personas de servicio, a pesar de que por el tamaño y por la riqueza de lafamilia,delaquesiempretantohablabalatíaAngustias,deberíanpoderpermitírselo.Fuesupropiatíalaquelaacompañóalpisodearriba,seguidasporDomingoqueacarreabasusmaletas.

—Mira,unahabitaciónparatisola.Celsasehaempeñado.—Noquierocausarmolestias.—Nolohaces.Sabesquetodosqueríamostenerteaquí.Angustiaslehizoungestoasusobrinoparaquedejaralasmaletasalladodelacama,yBlanca

pudoverquelesonreíaaldeciresaúltimafrase.—Necesitodescansarunpoco—dijo.Enrealidadloquenecesitabaerasoledadysilencio,para

pensarenelfuturoquelaaguardabaenaquellacasa.—Notardesenbajar—leadvirtiólatía—.Aquícenamostemprano,quesemadrugamucho.SefueronporfinyAngustiascerrólapuertaalsalir.Blancaseacercóa laventanaytuvoque

limpiarelcristalparapodermirarafuera.Aunladodelacasaestabanlascuadras,elgallinero,yalgunosárbolesquesembrabanelsuelodefrutapodridaquepicoteabanlasgallinas.Alotroladoarrancabaelestrechocaminoquepartíaelpequeñopuebloendos.¿Cuántascasashabíacontado?Apenas una decena apiñadas en torno a la iglesia y la pequeña taberna, que servía también dedespachodeultramarinos.Eseeraelcentrodelpueblo,elresto,casasmásomenosgrandesqueladelosFontela,queseibandesparramandoalolejos,cadaunarodeadadesustierrasdelabradío.Asuespalda,elmontequelosproveíadeleñaycaza.Asufrente,elríoenelquesupadrepescabatruchasdeniño.

Nunca le había gustado el pueblo. Ella estaba acostumbrada al bullicio de la ciudad, a lascalles empedradas y los comercios llenos demercaderías, a los teatros y tertulias, a una ciudadviva,cultaycosmopolita.Yhabíavenidoaenterrarseenellugardesuspeorespesadillas.

Sesentóenlacamaycerrólosojos,tratandodealejarlajaquecaqueelcansancioleproducía.Estuvoasíunbuenrato,hastaqueelbullicioenlacocina,queelsuelodemaderaapenasacallaba,

leindicóqueerahoradebajaracenar.LoshijosdeCelsayaestabansentadosalalargamesademadera,alineadosdemayoramenor.

SabíaqueDomingoteníasuedad,Celsitaeradosañosmásjoven,yapartirdeahíveníanlosotroscinco,elmáspequeñotendríaunosdiezaños.Lasniñaslamiraronconcuriosidad,inspeccionandosuvestidoysupeinado.Losniñosapenaslevantaronlacabezadesutazadecaldo,queengullíanconverdaderoapetito.SoloDomingo,consusojosacosadores, lasiguióconlavistahastaqueellasesentóenelextremodelamesa,alladodeAngustias.

LaprimaCelsaeraunamujerbrusca,acostumbradaaltrabajoduro,queapenassabíahablardeotracosaquenofuesenlosferrados[3]detierradedicadosalabradío,lasvacasdelestabloolosbuenos huevos que ponían sus gallinas. Se mostró amable con Blanca, a pesar de las obviaslimitacionesdesueducaciónylapocacostumbredetratarconextraños.

—Aquíhaymuchotrabajosiempre—ledijo,ofreciéndoleuntrozodepanparamojarensucaldo—.Serámejorqueguardestusfinosvestidosdeciudad,porqueseríaunapenaecharlosaperder.

Blancasevolvióconunainterrogaciónpintadaenelrostro,haciasutíaAngustias,quecomíaensilencio,ignorándola.

—Nosésipodréservirdemuchaayuda.Yonosénadadesembradosnideanimales…—Notepreocupes,estoseaprendepronto.—Quizáseríademásutilidadenlacasa—Blancamiróeldesordenasualrededorylapilade

tazasquelosprimosibanamontonandoaunladodelalareira.—DeesoyaseocupaCelsita,total,notenemosbuenasvajillasniplataquepulir.Celsarioentredientesysuhijalaacompañó,masticandountrozodepanconlabocaabierta.—Yo…TrabajoparaunarevistadeLaCoruña,unavezalmestengoqueenviarlesunartículo

parasupublicación.Conesologróporprimeravezlaatencióndetodossusprimos,quelamirabanentreintrigadosy

boquiabiertos.—¿Quéesunartículo?—preguntóunadelasniñas.—¿Quéespubli…publi-ca-ción?—quisosaberelmáspequeño.—Unarevistaescomounperiódico,connoticiasyreportajes,ytambiénconilustraciones—les

dijo,ytodossevolvieronaescucharsuexplicaciónembobados,exceptoCelsitayDomingoquelamirabanrecelosos—.Ladiferenciaesqueelperiódicosepublica todos losdías,y la revistasolounavezalmes.ParaelpróximonúmeroquieroescribirsobredoñaConcepciónArenalysu laborcomovisitadoradecárceles.

—¿Sabes escribir? —preguntó otra de las niñas, la que llevaba su melena bien peinada ymostrabamejoresmodalesenlamesa.

—¿Yleer?—añadióelpequeño.—Sí,claro,yvosotrostambiénloaprenderéisenelcolegio.—Aquí no hay colegio—dijo Domingo con voz resonante, como queriendo terminar con la

conversación.Blancalomiróconelceñofruncido,molestaporsusmodales.Élsepusoenpie,arrojólataza

vacía a un lado de la lareira, y se sirviómás vino de la jarra de loza que casi había terminadodurantelacena.

—¿Yquiénlesenseña?—LaseñoraMaríanosenseñaarezarynoscuentahistoriasdelaBiblia—dijoCelsita—.Bueno,

amíno,queyasoymayor.—¿Ningunosabeleerniescribir?SevolvióhacialaprimaCelsa,quelesonriósocarrona.—Ni faltaque leshace.Yo tampocosé,ymecaséconelhombremás ricodelpueblo.Amis

hijos nunca les faltará comida sobre lamesa, ni tendrán que andar descalzos por los caminos.Esmásdeloquetienenmuchosporaquí.

—Losé,pero…

—¿Dequésirve leer,dime?¿Quénos importaaquíenestaaldea loquehacenydeshacen lospolíticos y reyes? ¿Para qué vamos a querer conocer las vidas de los que tienen mucho y nocomparten con nadie? —levantó la taza y se bebió el último sorbo de caldo, antes de seguirhablando—.Aquíloúnicoquevaleessabercuándoplantarlaspatatasycuándoelmaíz.Ordeñarbienaunavacayatenderlaenelmomentodeparir.Pocomás.

—Elsabernoocupalugar—aúninsistióBlanca,revolviendosinapetitoelespesolíquidoqueseibaenfriando—.Hetraídoalgunoslibrosenelequipaje,enlosratoslibres,porlastardes,ospuedoleerunpoco,aversiosgusta.

Buscó algunamirada cómplice entre sus jóvenes primos, pero estos ya se habían aburrido deltemaysededicabanadesmigarpanensustazas,rebañándoloacontinuaciónconbuenapetito.

—No tenemosmuchos ratos libresaquí—le informóCelsa,poniéndoseenpieyempezandoarecoger la mesa, a pesar de que Blanca no había terminado la cena—. No pierdas el tiempointentandoenseñarlescosasquenonecesitan,yaprende túdeellos,queseguroque tevaahacerfalta.

Blancaleentregósutaza,renunciandoaseguirdiscutiendo.SabíaloquelequeríadecirCelsa,aprenderatrabajarlatierrayacuidarlosanimales,esoeraloquelequedabaapartirdeahora;nopodíavivirenaquellacasacomounainvitadaperpetua.Derepenteleentróunaañoranzatangrandedesuhogarquesintióundolorcomodecuchilloafiladoclavándoseensucarne.Queríaestarensucasa,consupadre,queleleyesesuspoemasfavoritosconsuvozgravedebarítono.QueríavolverapasearporlascallesdeLaCoruña,acercarsealaredaccióndeEleco,veraGloria,aFrancisco,aCarlosFigueroa…Cerrófuertelosojosparanoecharseallorar,ycuandoconsiguiórecuperarsedeaquelmomentodedebilidad,descubrióquelatíaAngustiaslamirabacongestosevero.

—Setevecansada,deberíasirteadormir—ledijo,sinpizcadeamabilidadensuspalabras.—Sí,tía,tienesrazón.Se puso en pie, dando las buenas noches. Los niños ni le contestaron, solo las dos mujeres,

Celsitaque lavaba la lozacondesidia,yDomingo,que la siguiócon lavistamientrascruzaba lacocinaysubíaporlasescalerashastaelpisosuperior.

Por fin en su dormitorio, cerró la puerta a su espalda y se dejó caer sobre la cama,completamenteabatida.Sumundosederrumbabaasualrededor,yelfuturoqueleesperabaeraelmenoshalagüeñoquepodríahaberimaginado.Tendríaquesermuyfuerteenadelante,valorarensujustamedidasunuevavida,yolvidarqueundíatuvootra,másfelizycompleta,yqueinclusollegóasoñarconunfuturomuydistintoalqueahoraleaguardaba.

CarlosmirabaconpreocupaciónasuhijaGloria,queremovíaelplatodesopaqueyadebíadeestar fríoyqueni siquierahabíaprobado.Sucabeza, comomuchasveces leocurría, estabamuylejosdeaquelcomedor,queaambosselesantojabaahoramásfríoyvacíoquedecostumbre.

—Nodejodepensar enBlanca—confesópor fin, soltando la cuchara—.Ahoraestaráenesaterriblecasadealdea,con lasvacasen lacocina,comiendo loshuevosquehabrá tenidoque irabuscaralgallinero.

—Nodejesquetuimaginaciónsedesboque.Dijoquelacasadesuprimaeraunabuenacasa,conestablosparalosanimales.

—Sí,yseguroquedespuésdecenariránalaóperaenelteatrodelpueblo.Carlosfruncióalceño,mirandoasuhijapreocupado.¿Acasoleestabareprochandoalgo?—Estáconsufamilia,laúnicaquelequeda.—Unatíaquenuncalehadadomuestrasdecariñoyunosprimoslejanos.Gloriaestabaempezandoalevantarlavoz.Realmentelepreocupabaeldestinodesuamiga,y

parecíacreerqueélteníalaculpadeladecisiónquehabíatomado,oquedebíahaberevitadosupartida. Conociendo el carácter incendiario de su hija, sabía que de poco le iba a servir quitarleimportanciaalasunto.

—Blanca es unamujer fuerte y segura de símisma, inteligente y capaz. Sabrá adaptarse a lascircunstancias.

La vio entrecerrar los ojos con gesto suspicaz. Repasó mentalmente sus palabras, intentandodescubrirdóndesehabíaequivocado,tantocomoparaprovocarleesamediasonrisadegatoqueseacabadecomeralratón.

—Entonces,yanopiensasqueesunacriaturademasiadojovenparaquepierdastuvaliosotiempoconella…

—¿Cuándohedichoyotalcosa?Alargólamanoparatocarlacampanillayllamaralacriada.—Cuandotratédeconvencertedequelaconvirtierasenmimadrastra.No llegó a tocar el pequeño instrumentodebronce.Sumano sedetuvoen el aire, como si se

hubieraolvidadodecuálerasucometido.—Gloria…—Dimequenolaechasdemenos.Echarla demenos, si fuera algo tan sencillo. Echaba demenos incluso a su difunta esposa, a

pesardelosañostranscurridosydequenohabíahechosuvidanimáscómodanimásfeliz,comosoñaba al casarse tan joven. También echaba demenos a amigos que se habíanmarchado de laciudad,oinclusoalosqueseguíanallí,peroapenasteníatiempodevisitaryestarensucompañía.

PerolaausenciadeBlancaeramuchomásqueeso.Laimaginabacadamañanallegandoporlapuerta de la redacción, como un soplo de aire primaveral, con sus movimientos pausados yelegantes, sus escasas sonrisas y su mirada profunda. Y en la casa aún era peor. Su perfumeimpregnaba lasestancias,sobreunamesitade lasalaestabaun librodepoemasquehabíaestadohojeando,yenelcomedorsusillavacíaeracomounreprocheconstante.

De nada servía entregarse a tanto sentimentalismo. Ella se había marchado sin mirar atrás,decidiendosudestino.Aélsololequedabaolvidarla.

—Seenfríalacena—dijo.SugestodebiódesertanseveroqueGlorianollegóapronunciarlaspalabrasquesindudatenía

ya preparadas. Carlos tocó por fin la campanilla y el resto de la cena transcurrió en un silenciopensativo.

Madrugaryvestirsetiritando,enaquellaheladacasadepiedra,ayudarenlacocinaaCelsitaaservireldesayunoa laextensaproledesuprima,ydespués lasorpresadeldía,acadacualmásagradable.Aprenderaordeñarlasvacas,alimpiarelgallinero,arecogerzanahoriasyrepollos…Nosequejabadeltrabajoduroniqueríamostrarseremilgada,peroalanochecaíarendidasobrelacama,preguntándose si el restode suvida sería solo eso, laboresdel campoy tareasdel hogar,viviendoconpersonasdepocaconversaciónyabsolutodesinterésporsusinquietudesculturales.Enaquellacasanohabíaconquienhablardelibros,demúsica,desusartículosenLadamailustrada,y ni siquiera se atrevía amencionar el tiempo que había trabajado paraCarlos Figueroa.A la tíaAngustiassindudalepareceríaescandaloso.

Había reservado sus dos mejores vestidos, para ir a misa al menos, el único momento de lasemana en que se podía arreglar un poco. El resto comenzaba a acusar el tiempo pasado en lastierrasdelaboryenlosestablos.Habíaaprovechadosusdosfaldasmásviejasparaconvertirlasenunos amplios delantales, y así no tener que lavar a diario la ropa que se ponía, las telas no loaguantarían,yeltiempo,cadavezmásfrío,noayudabaasecarlas.Seavergonzabaahoradehabermiradocongestocríticolasgastadasropasdesusprimos,eraimposibletenerbuenaspectoenaquellugar, trabajandode sol a sol. Inclusodudabadeque sus zapatosmás fuertes aguantasen todoelinvierno.

Conaquellasreflexioneslecostabacadanochemáscogerelsueño,apesardesuagotamiento.Diounavueltaenlacama,subiéndoselasmantashastaelcuello,ycontuvounsuspirodedisgusto.

Denadaservíacompadecersedesusituación,pormásquepensabanoveíaalternativaniformadevolvera laciudad.Sabíaque Inés laalojaríaensucasa todoel tiempoquehiciese falta,perosuhermanomás jovenaúnvivíaallí,ypodíadar lugarahabladuríasentre losvecinos.Yel salarioque recibía deEl eco de la provincia, el tiempo que trabajó como ayudante deCarlos Figueroa,apenasledaríaniparapagarunahabitaciónenalquiler,ytendríaqueseguircomiendoyvistiéndose.

Completamente desvelada, se volvió boca arriba, con los ojos abiertos, aunque no podía vernada,taleralaoscuridaddeldormitorio.Echabatantodemenossuvidaanterior.Sucasa,todoslosobjetospersonalesquenosehabíapodidotraer,suslibros,suqueridísimaInés,hermanadelalma,aGloriay aFrancisco, aMercedes, yhasta aMarinita, lamás cursi de sus conocidas, peroquenohabíafaltadoalentierrodesupadre.

Echabademenosinclusoloquepudohabersido.AquellaspalabrasquelehabíadichoCarloseneldesayuno,yquenuncaconcluyóporlainterrupcióndeGloria.Algosobrequeerademasiadomayorparasersupretendiente.Teníaquehaberhabladoconélantesdemarcharse,perohuyócomounacobarde,temiendomalinterpretartodassusatenciones.

Yahoraestabaenaquelpurgatorio,sufriendosu indecisiónysufaltadearrojoparaafrontar ladifícilsituaciónquelehabíatocadovivir.

Logródormirsealfin,aunquenoobtuvoeldescansoquenecesitaba.Elcantodelgallolahizolevantarse,frotándoselosojosparaalejarelsueño,conlosmovimientoslentosypesadosdequiennoestádespiertodetodo.

En la cocina se le cayó una taza al suelo y tuvo que soportar un reproche de la primaCelsa.Cuando todos terminaron el frugal desayuno y le encargaron ocuparse del gallinero, saliópresurosa,deseandoalejarsedetodosaquellosextrañoshostilesconlosquecompartíacasa.

En la huerta, con la ayuda de un viejo cuchillo oxidado, cortó unas hojas de repollo. Habíadescubierto ese pequeño truco, al entrar en el gallinero las ponía en el rincón más alejado, ymientraslasgallinascorríanapicotearlaverdurafresca,ellapodíalimpiar,recogerloshuevos,yponeragualimpiayunpocodemaízenelcomedero.

TanconcentradaestabaensulaborquenooyóentraraDomingo,ycasidioungritoalvolversey encontrarlo allí, mirándola. Por suerte se había quedado en el hueco de la puerta, y no hizoademándeacercarse.

—¿Yanotedanmiedolasgallinas?—leofrecióunasonrisa,laprimeraenmuchosdías,yellaseladevolviósinpoderevitarlo.

—Hedescubiertoqueellasmetienenmásmiedoamíqueyoaellas.—Alosanimaleshayqueenseñarlesquiénmanda.Lo vio apoyarse en el quicio de la puerta, fumando tranquilamente un cigarro, como si tuviera

todoeltiempodelmundo.Blancaterminósutarea,ysevolvióconloshuevosrecogidoseneldelantal,sujetandola tela

comosi fueraunacestaensuregazo.SeenfrentóaDomingo,queocupaba laúnicasalida,con laabsurdaideadequesufrágilrecolecta laprotegíadecualquierafueransus intencionesalseguirlahastaelgallinero.

—Tengoque…—No te gusta nada estar aquí. No te gusta mi familia, ni la casa, ni muchomenos tener que

trabajartanto.—Estoymuyagradecidaatumadre.—Lacasaesmía.Todoestoesmío—tiróelcigarroalsueloylopisóconlapuntadelabota

sucia—.Loheredétodocuandomipadremurió.Blancasabíaquenoeradeltodociertoloquedecía,laherenciadebíarepartirseentrelossiete

hermanos,peroniseleocurriócontradecirlo.—Déjamepasar.—Notienesporquévivirasí.Tenemosdineroparapagarpeonesquehaganlaslabores,ypara

tenercriadaencasa.Podíasvivircomounaseñoritadeciudad,sitúquisieras.

Tampococreyóaquellaspalabras.Ciertoqueteníanunacasagrandeymuchastierrasdelabor,pero no rentaban tanto dinero como él quería darle a entender. Eran muchas bocas a comer, ymuchos gastosmantener al ganado, además de los años que venían cosechasmalas, que apenascompensabanporelgastodeplantarlasyrecogerlas.

—Pormuchascomodidadesquemeofrezcas,estonuncaseráunaciudad.Nopudoevitarsoltarsulengua, lanzandounamiradademenospreciohaciael tristecúmulode

casasqueseveíaporelhuecodelapuerta.—Eresunaorgullosayunaremilgada,quesolosabecaminarporcallesdepiedraynuncaantes

sehabíatenidoquemancharlasmanosysusbonitosvestidosconestiércoldeanimales.—Tienestodalarazón.Yahora,déjamepasar,antesdequesemerompanloshuevosyencima

tengaqueoíratumadre.Domingosehizoapenasaunlado,perocuandoellayacruzabalapuerta,laagarróporencima

delcodo,clavándolelosdedosenelbrazo.—Tu tía Angustias quiere queme case contigo, pero no estoymuy seguro de que quiera una

esposacomotú.Tanlistaparatuslibrosytusrevistas,ytaninútilparaganarseelpan.—No te convengo, tienes razón—Blanca lo enfrentó con unamirada de odio.Con unamano

sujetabaeldelantalconloshuevos, laotralametióenelbolsilloparatocarelviejocuchilloqueallíllevaba,porsieraprecisodefenderse.

Escucharon abrirse la puerta de laCasaGrande, y almomento salióCelsita con una cesta deropa húmeda, para tenderla en el pajar. Los miró apenas un momento y siguió su camino,ignorándolos.

Domingo aflojó la mano que la tenía presa, momento que aprovechó Blanca para soltarse yalejarse de él, sin volver la vista atrás. Entró en la casa por la puerta de la cocina, soltando unsuspiro de alivio, y a punto estuvo de dejar caer los huevos cuando descubrió a la prima Celsamirándolainquisitiva.

—Mucho has tardado en el gallinero—le dijo, a pesar de que lamujer estaba al lado de laventanaysindudahabíaobservadotodalaescenaconsuhijo.

EnesemomentoentrólatíaAngustiasenlacocina,conelceñofruncido.Sindudatambiénhabíaestadoespiandoloocurridodesdeotraventana.

Blanca depositó los huevos, uno a uno, en una fuente. Luego sacó el cuchillo oxidado de subolsillo,yapretóelmangoconfuerza,comosinecesitasealgoaloquesujetarse.

—Sé loquepretendéis,peronohevenidoaquíparacasarmeconDomingo.Nomegustan susmodales ni la forma en que me trata, como si se creyera que ya soy de su propiedad—respiróhondo, y arrojó el cuchillo sobre lamesa—.No voy a permitir queme asuste nime acorrale denuevo,antesprefierovolveraLaCoruñaypedirporlascallesqueestarenunacasadondenosemerespeta.

—No te pongas así, mujer —Celsa forzó una sonrisa conciliadora—. Ya hablaré yo conDomingo para quemejore susmodales. Es buen chico, un poco bruto porque aquí son todos así.Seguroqueenbuenacompañíapodríamejorar.

Blancanosecreyóniunadesuspalabras,peroprefiriómantenerelsilencio,paranoseguirconunadiscusiónquenollevabaanada.

Encuantopudo, se escabulló a sudormitorioy allí escribióuna larga carta a suquerida Inés.Procuró resaltar las bondades de la vida en la aldea, la tranquilidad, la alegría de los niñoscorriendopor loscampos,atrapandoranasygrillos,probandosupunteríacontirachinasqueellosmismos fabricaban; incluso los aromas, el de los frutales que ya daban sus últimas piezas de latemporada, loscastañossembrandoloscaminosdeerizosylassetasquebrotabanpordoquierenlosdíasdelluvia.Erahermosotodoaquello,sí,parapasarunacortatemporadaydescansardelosapurosdelavidaenlaciudad.Peronoeraparaella.

No estaba en su carácter quejarse, nimuchomenos dar pena, pero procuró dejarle claro a suamigaqueechabademenossuantiguavida,quevolveríaaLaCoruñasituvieraunaoportunidadde

ganar un salario, aunque tuviera que vivir sola en una pequeña buhardilla, o incluso en un cuartoalquilado. Supo que Inés la entendería, y que removería Roma con Santiago para lograr quevolvieraalaciudad,asuúnicohogar.

Capítulo11

Sentado tras su escritorio,Carlosmiraba sin ver a su alrededor, a aquel despacho que poco a

pocovolvíaasereldeantes,conlibrosapilados,estanteríasqueseibancubriendodepolvoylapequeñaestufa,queyanadieencendíaparaprepararlecafé,olvidadaenunrincón.

PorlapuertaabiertapodíaverelpasillodeaccesoalaredacciónyaGloria,parada,esperando.Del otro lado llegó Aldrey, se acercó a ella e intercambiaron unas breves frases. Al momento,Gloria sonrió, elevando su rostro radiante hacia el joven periodista, que la cogió de una mano,acariciandosusnudillos.

Carlossegiróparanovermásyselevantó,acercándosealaventana,observandoelbulliciodelacalle,tratandoinútilmentededistraersuspensamientos.

Sabíaqueundíasuhijalodejaría,eraleydevida.Pormuchoqueellarenegasedelmatrimonioysusservidumbres,pormuchoquepresumiesedesulibertadeindependencia,desucapacidadparaganarselavidaynonecesitardeunesposoquelasustentase,nadadetodoaquellohabíaservidoparaevitarqueseenamoraseencuantoaparecióelpretendienteadecuado.

Carlossealegraba,porsuhijayporeljovenAldrey,alqueapreciabayatambiéncomoaunhijo.Sinembargo,veía ante él un futurode soledad,privadode la compañíade aquellaque lohabíasido todoparaéldesdesunacimiento.UnavezGloriacontrajesematrimonio,yanuncavolveríaaserlomismo.Ellasedeberíaasuesposoyaloshijosqueviniesen,ynotendríatiempodeatenderasupobrepadre,cadavezmayorynecesitadodecompañía.

Quédemonios.Carlostiróalceniceroelpuroquehabíaestadomordisqueandoinquieto.Elaúneraunhombrejoven,ysiantesnohabíavueltoacasarseeraporque,aligualquesuhija,nohabíaencontradolapersonaconlaqueestuvieradispuestoainiciardenuevoaquellaarriesgadaaventura.Peroahorahabíauna.Yquizánoseequivocabaporcompletoalpensarqueaellatampocoleeraindiferente.

Cruzólaestanciaehizonotarsupresenciaalapareja,queaúnconversabaenvozbaja,antelapuertadelaoficinadeGloria.

—¿HabéisrecibidoalgunacartadeBlanca?—preguntó,sindisimularsuimpacienciaysuinterés.—Sololaqueteenseñé—dijoGloria,encogiéndosedehombros.—Amínomehaescrito.Lomiraron,curiosos,esperandoalgunaexplicaciónaaquellapreguntaintempestiva.—¿Ysuamiga?¿Lajovenrubiaquenoseseparabadeellaenelvelatorio?—InésVidal.—Seguroqueaellalehaescrito.—Nosé—Glorianegóconlacabeza—.Nolahevueltoaverdesdeentonces.—¿Sabesdóndevive?¿Puedesvisitarlaypreguntarle?—Claro—su hija se acercó y le puso unamano en el brazo, un tanto preocupada—. ¿Ocurre

algo?—Solome intereso por su bienestar—le dio una palmadita en lamano, bajando el tono para

suavizarsuinquietud—.Hazmeesefavor,visitaalaseñoritaVidal,yaverquétecuenta.Sediolavueltayvolvióasudespacho,sindespedirse.Habíallegadoelmomentodetomarunadecisión.Preferíaapostaryperdersieramenester,antes

quepasarelrestodesuvidareprochándoseporhabersidouncobarde.

Blancaplanchabasábanasalladodelacocinadehierro,dondeposabalapequeñaplanchacada

poco,paracalentarla.Aqueltrabajomonótonoalqueestabaacostumbrada,lejosdelosanimalesdelas cuadras, cuyo olor parecía que se le metía hasta bajo la ropa, le resultaba bastante mássoportable.

—Setevemejorcolorhoy—dijola tíaAngustias,acercándosepararecoger loqueyaestabaplanchado.

—Seráelcalorquemedalacocina.—Y la vida sana de la aldea. Aquí se está mucho mejor que en la ciudad, verás cuando te

acostumbres,elaireesmáslimpioyhastalacomidasabemejor.Enarcóunacejay semordióel labioparanodaruna respuestamordaz.Pocasveces su tía se

acercabaahablarle,ymenosentérminostanamistosos.Teníaquerecordarqueeralaúnicafamiliaquelequedabayprocuraraceptarlacontodossusdefectos.

—¿Deverdadtegustaviviraquí?—preguntómientrasdoblabalaúltimasábana.—Esteesmihogar,conozcoatodoslosvecinosynomeimportatrabajarduro.Claro que a ella no la mandaban al amanecer a ordeñar las vacas. Se tragó también este

comentarioydejóellienzoblancoenlapilaconelresto.—EchodemenosnuestracasaenLaCoruña—leconfesó,dispuestaasincerarse—.Allítambién

conocíamos a todos los vecinos, y eran amables y dispuestos a ayudar en lo preciso.Tenías quehabervistocuántagentevinoalvelatorio…

Sedetuvoalnotarqueselequebrabalavoz.Latíalerehuyólamirada.Aúnnohabíanhabladode aquello, ni de la supuesta enfermedad que le impidió viajar a la ciudad para el entierro de suúnicohermano.

—Túeresmuyjovenytecreesquetodalagenteesbuena.Peroteengañas—Angustiassediolavuelta,olvidandoyaqueveníapararecogerlassábanasyhacerlascamas—.Todaesagentenoscriticabayseburlabaanuestrasespaldas.Sabíanquetupadreestabalocoyquepasábamosapuroshastaparacomer.Nuestravidaestabaenbocadetodos,nomevengasahoraconqueeranamablesyqueríanayudarnos.

—Séquenotodalagenteesbuena—Blancacaminóhastaponersedelantedesu tía,a laqueenfrentó con las manos en la cintura—, pero tampoco tan mala como la pintas. Comprendo quetodosestosañosconlaenfermedaddemipadrehansidomuyduros,paratodos,yporesonovoyapermitirquenadiemesigahaciendo lavidadifícil,niquemeobliguenahacercosasa lasquenoestoydispuesta.

—Nadieteobligaanada,aquítodostrabajamos…—Noestoyhablandodetrabajo.Las dos quedaron en silencio al ver llegar a Celsita, que traía una cesta con verduras de la

huerta.Lamuchachalasmiróintrigada,peronosedecidióapreguntarsipasabaalgo.—Si acabaste con la plancha, tengo que ponerme ya con la comida —dijo tan solo.

Acostumbradaahablarmuypoco,secomíalamitaddelaspalabrascuandolohacía.—Esperaquerecojo.Angustiasseacercóalamesaycogiólassábanasaúntibiasyolorosas,marchándosepordonde

habíavenido.Blancarecogiólaplanchaqueestabasobrelacocinaylapusoalladodelaventanaparaqueseenfriase.

Vio queCelsita traía algunas patatas y se ofreció a pelarlas.Mientras lo hacía, con lamentemuy,muylejosdeaquellaoscuracocinaydelcuchilloafiladoquemanejabaconsoltura,contabalosdíasdesdelaúltimacartaquelehabíaenviadoaInés,rezandoporquellegaseyasurespuesta.

Carlos y Francisco se preparaban para salir a su ronda habitual de entrevistas cuando vieronentraralajovenrubia,ypararseenelpasillo,dubitativa.Enlaredacciónsedetuvieronmáquinasy

conversacionesy,porunmomento,aquelángelreciénllegadoloinundótododesilencio.—¿InésVidal?Carlosextendiólamanoylajovenselaestrechó,ofreciéndoleunasonrisaquehubieralogrado

ponerderodillasaotrohombremenoscurtido.—¿Nosconocemos?—EnelvelatoriodeArturoFontela.SoyCarlosFigueroa.Inéslomirópensativa,comoesforzándoseporrecordar.—Tieneustedqueperdonarme,mimemoriaeshorribleparalascaras,necesitoveraunapersona

almenosmediadocenadevecesparapoderreconocerla—sevolvióhaciaeljovenqueaguardaba,ensilencio,unpasomásatrás—.Francisco,¿verdad?

—Sumemorianoestanhorrible—contestóelinterpelado,estrechandosumano.—¿Enquépodemosayudarla?—Busco a su hija, Gloria. Me envió una nota, diciéndome que necesitaba hablar conmigo, y

aprovechoqueteníaquepasarporlaplazaparaentrarasaludarla.—Esporaquí.Carlos golpeó con los nudillos la puerta del despacho de Gloria, y la abrió a continuación,

dandopasoaInés.Ante la inesperadavisita,Gloriacasi saltóde su silla, alisándoseelvestidoarrugadoporestar

demasiado tiempo en la misma posición, y llevándose a continuación las manos a su rebeldecabello, que, por supuesto, no estaba demasiado bien peinado. Vio a Inés Vidal, hermosa eimpecable,cruzarsupequeñodespachoparasaludarla,conunasonrisaqueiluminabaaqueloscurolugar,ycasiseencogió,abrumadaporsupresencia.

—Me alegré tanto de recibir tu nota —decía Inés, después de los saludos formales—. YotambiénestoymuypreocupadaporBlanca.

—¿Harecibidonoticiassuyas?Inés se volvió para comprobar que los dos hombres habían entrado en el despacho detrás de

ella.Parecióunpocosorprendidaporsuobviointerés,perolodisimulóconsuinnataelegancia.—Ayermellegóunacarta.Aúnnoleherespondido,porquenosémuybienquéesperademí.—¿No es feliz en ese pueblo? ¿La tratan mal sus familiares? —preguntó ahora Gloria,

poniéndoseenlopeorydandoriendasueltaasutendenciaaldramatismo.—Nosabríadecirte,lorarodeesacartaesquetratadepintarmeunlugaridílico.Habladelos

niñosjugandolibresporelcampo,ydeloscoloresyoloresdelanaturaleza…—Inésnegóconlacabeza,sinqueniunodesusbuclesdoradossesalieradelsitio.

—¿Yesoesmalo?—Loes,sivienedeBlanca.Lonormalesqueellaseestuvieraburlandosutilmentede lavida

campesinaydelaspeculiaridadesdesusprimosovecinos—sevolvióhaciaCarlosyparpadeóconafectación—.Nomeentiendamal,noesquetengatendenciaasercruel,solo…

—Irónica.—Esoes.Noestáensucarácterdisfrutarsinmásdeloquelarodea,sinomásbien…—Examinarydiseccionar.Comouncientífico.—Exacto—Inésasintióconlacabeza,congestocomplacido—.Veoquehallegadoaconocerla

muybienenelpocotiempoquetrabajóparausted.—Es una de las mujeres más inteligentes que he tenido el placer de conocer. Por supuesto,

mejorando lo presente—inclinó la cabeza ante la recién llegada y su hija, reconociéndoles susméritos—.Pero,dígame,¿quémáslecuentaenesacarta?

—Despuésdecantarabsurdasalabanzasasunuevavida,terminadiciendoqueañoralaantigua,yquevolveríasindudarloalaciudad,situvieramediosparaello.

—Debe decirle que aquí tiene amigos que la ayudarán en todo lo que precise —intervinoFrancisco,quehabíaescuchadolaconversaciónenabsolutosilencio.

—Lediréalgomuchomejor—Inés lesofrecióunasonrisacómplice,comounprestidigitadora

puntoderealizarsumejortruco—.MihermanoJorgesehaidoalacapitaly,porunlargotiempo,enla casa solo estaremosmis padres y yo.Me han dado permiso para que invite a Blanca todo eltiempoqueprecise.

—¿Yalehaescrito?—Aquíllevolacarta—lajovenmostrósupequeñobolso—.AhoraibaaCorreos…—Tengounaideamuchomejor.Inésabriómucholosojos,expectante,y,al igualqueGloriayFrancisco,escuchóconatención

aquellapropuestasorprendente.

Capítulo12

Despuésdeunahoradepalpar,estrujaryretorcer,Blancadecidióqueyaerasuficiente tortura,

tanto para ella como para la pobre vaca. Si a la primaCelsa le parecía poca leche la que habíaconseguidoordeñar,quemandaseaalgunodesusexpertossietehijosaterminarlalabor.Selevantóhaciendo unamueca por su espalda dolorida, y se secó el sudor de la frente con la manga delvestido, mirando alrededor en busca del balde de agua limpia que tenía preparado para asearsecuandorematabalafaena.

Yentoncesvioalcaballeroparadoenlapuertadelestablo,conelsombreroenunamanoyunpuroapagadoenlaotra.

Ysevioasímismatambién,sinnecesidaddeespejo.Conlamelenaenunatrenzamalhecha,susropasmásviejas,yelnegrodelantaldesutíaquelellegabahastalospies,manchadodelecheybriznasdehierbaseca.

—¿Quéhaceustedaquí?—preguntó,sinhacernielmenoresfuerzoporrespetarlasnormasdeurbanidad.

—Lomismollevoyopreguntándomehaceunratosobreusted.Blancadiounpasoytropezóconelbaldequebuscaba.Almomentointrodujolasmanosenel

agualimpia,yaprovechóparalavarseunpocotambiénlacarayacomodarsetraslasorejasalgunosmechonessueltos.Procurando respetar su intimidad,Carlos ledio laespalda,haciendoverque leinteresabaunjoventerneroqueseremovíaensucubículo.

—Disculpeelrecibimiento,esquemehasorprendido.Se había deshecho del delantal y alisado sus ropas, y aunque el vestido se veía gastado e

inclusoremendadoenalgunacosturayalgunasondasrebeldesdesucabellovolvíanacaersobresu rostro, demasiado pálido, Carlos pensó que nunca había visto a una mujer tan bella, a pesarinclusodesusoscurasojeras.

—Deberíahaberanunciadomivisita,perosentíderepentelanecesidaddeasegurarmedequeseencontrabaustedbien.

—¿Yhahechounviajedetantashorassoloporeso?Unasonrisaapenasesbozadabailóensuslabios,altiempoqueelevabalascejasylabarbilla,

altiva.Esa era laBlancaquehabía conocido, gracias alCielo, aquelhorrible lugar aúnnohabíalogradocambiarla.

—Cruzaríalaestepasiberianaporcomprobarsubienestar.Lahabíaincomodado.Observócomoseremovía,insegura,casiaturdida,comosinoencontrara

palabraspararesponderataldeclaración.—Miprimaesperaporlaleche.—Queespere.—Aquíhaymucho trabajo.Las tierras, losanimales...Todos tenemosquecontribuiral sustento

de la familia... Y es lo correcto. Mi padre no me dejó nada, no tengo de qué vivir, y aquí heencontradolamaneradeganarmelavida.

Le estaba dando unas explicaciones que él no le había pedido. Carlos la observó pensativo,tratando de ahondar tras esa declaración de conformidad, buscando el resquicio por dondeinterponersusobjeciones.

—¿Meestádiciendoqueesfelizaquí,entonces?¿Leagradaestesitio?—hizoungestoamplioqueabarcabadesdeel establocon susvacasy terneros,y la cochiquerade loscerdosal fondo,

hasta el exterior, los corrales de gallinas y conejos, la vieja casa de piedra con el aire siemprecargadodelhumode la cocina,y las tierrasde labradíoalrededor, ahora secas,peroqueprontohabríaquecomenzaratrabajarparalosfuturoscultivos.

Blancaqueríacontestar,perolaspalabrasseahogabanensugargantaentreamarguracontenida.Tratandodeencontrarelairequelefaltaba,saliócasicorriendodelestablo,alejándosedelacasay tomando el camino del río, consciente de queCarlos la seguía a corta distancia, permitiéndolecalmarseyrecuperarelaliento.

—Odio ese olor—declaró transformando la tristeza en rabia—. Seme revuelve el estómagocadavezqueentroenelestablo—detuvosudeambularysevolvióamiraraCarlos,queesperabapaciente,atentoasuspalabras—.Nuncamehagustadoesto,nicuandodeniñametraíanapasarelverano. No me gustan los animales, ni trabajar la tierra, ni ninguna de las labores que aquí sonimprescindiblesparalasupervivencia.Yave,soyunaabsolutainútil.Unaniñamalcriadadeciudadquenosoportaversusmanosmanchadasysusuñasrotas.

Blanca extendió lasmanos abiertas haciaCarlos, para que élmismo comprobase los estragosqueeltrabajoleprovocaba.

—No diga esas cosas —Carlos tomó sus manos y las acarició, tratando de reconfortarla—.Ustednoesunainútil,enabsoluto.Sabeleeryescribirytieneunanotablecultura.

—Nadadeesomesirveenelcampo.—Perosíenlaciudad.Vuelvaconmigo,Blanca,ustednoperteneceaestelugar.—TampocopertenezcoyaaLaCoruña.Notengoallícasanifamilia.—NostieneaGloriayamí.—Nopuedoseguirviviendodesucaridad—Blancaretirósusmanosysealejóunpaso,mirando

sureflejoenunpequeñoarroyoquecruzabaantesuspies.—Noseríacaridadsiaceptaraustedsermiesposa.LaimagendeCarlosseunióalasuyaenelreflejodelaguacristalina.Élsepusoasusespaldas,

apoyandolasmanosensushombros,yporunmomentoelsilenciolosrodeó;hastalospájarosylascigarrasenmudecieronaguardandolarespuestadeBlanca.

—Hellegadoapensarquehabíamalinterpretadosusatenciones—reconocióinesperadamente,yCarlossintióqueelsuelosemovíabajosuspies.

—¿Enverdadhapensadoenmíduranteestetiempo?Blancasediolavuelta,paraencontrarseentresusbrazos,quelaenvolvieronacogedores.—Cadanoche,cuandome ibaadormir,pensabaquehabíacometido lamayorestupidezdemi

vidaalmarcharmedesucasa.—Blanca...Carloslaciñómasasucuerpoyellaenterrólacarasobresupecho,sintiéndosecomosiporfin

regresaraalhogar.—Mitíaintentaráoponerse—dijocontralasolapadesuchaqueta.—Creoqueesustedmayordeedad.Blanca riode repente.Una carcajada suavequehizo reverberar su cuerpo entre losbrazosde

Carlos.—Mepareceque,llegadoestemomento,yapuedetutearme.—Solosiesrecíproco.Ellaseseparóunpoco,lojustoparapodermirarloalosojos,levantandoelrostroparahacerlo,

conungestodulcedeauténticadevoción.—Has venido a salvarme y yo…—la emoción no dejó salir las palabras de su boca por un

momento. Bajó la cara y vio briznas de paja en la ropa impecable de Carlos—. Yo… Te estoymanchandoeltraje.Vayamosalacasa.

Segiróeiniciólamarcha,sinesperarlo.Carloslasiguióconunasonrisabenévola.Sabíaquenohabíapropuestomatrimonioaunamujersumisa;desdeluego,Blancanoeradelasquecaminaríaunpasopordetrásdesumarido.Élesperaba,almenos,quecaminaseasulado.Leencantaríallevarla

cogidadelbrazopor lacalleReal,orgullosode laqueyaerasufuturaesposa,ynosoloporsuobviabelleza.

En lacasa leaguardabaaBlanca laúltimasorpresa.Sentadasa lamesade lacocina,bajo laatenta, y sorprendida, mirada de la tía Angustias y la prima Celsa, estaban Inés y Gloria. Larecibieronconabrazos,sinaceptarsusexcusasporsuvestidosucioysudescuidadoaspecto.

Enunmomento lapusieronal tantodecómohabíanorganizadoaquel largoviajey losplanesquetenían.AquellanochesealojaríanenlacercanaciudaddeSantiagodeCompostela,allíCarlosteníaunbuenamigoqueloshabíarecibidoensucasaencantado,decaminohaciaelpueblo,yqueesperabaqueregresasenpara lacena.Yaldíasiguiente,por lamañana,volveríanpara recogerlaconsuequipaje,yharíantodosjuntoselviajederegresoaLaCoruña.

—¿Y la redacción?—Blanca se volvió a Carlos, que permanecía de pie junto a la puerta—.¿QuiénseocupadeEleco?

—Aldreylohace—Carlossonrió,acercándoseparadejarsusombrerosobrelamesa—.Aestepasotendréquenombrarlesubdirector.

—Es una buena idea —intervino Gloria, aprovechando al vuelo la ocasión—. Trabajasdemasiadashoras,yeselmomentodequedediquesmenostiempoalperiódicoymásalosasuntospersonales.

La pelirroja se volvió haciaBlanca, que le sostuvo lamirada, interrogativa, con gesto sereno.Inés también contenía el aliento, a la espera de una explicación sobre lo que ambas sabían queCarloslehabríapropuestocuandopidióirsoloabuscarlaalestablo.

—Estanoessolounavisitadecortesía—explicó,volviéndoseamirara la tíayaCelsa,quepermanecían en un incómodo silencio—. Don Carlos me ha hecho el honor de proponermematrimonio.

—Yentiendoquehasaceptado—dijoAngustias,conobvioreproche.—Podéisfelicitarme,enestemomentomesientounamujermuyafortunada.—Pues claro, hija —la prima Celsa acertó a sonreír, dando un codazo con poco disimulo a

Angustias—.Enhorabuenaalosdos.Sellevaustedunajoya,donCarlos.—Losé.Elcaballeroseguíaenpie,esperandoqueaquelmomentoincómodopasaracuantoantes.Sabía

quellegabacomounladrón,dispuestoaarrebataraBlancadesufamilia,perodespuésdevercómolahacían trabajary lodesmejoradaque laencontrabaen tanpoco tiempoque llevabaenaquellacasa,senegabaasentirseculpableporello.

—¿Ycuálessonsusplanesahora?¿Cuándoserálaboda?—Cuandolanoviaprefiera—dijoCarlos,intentandocontagiarsubuenhumorparadisiparaquel

ambientecargado—.Sololepediríaquenomehagaesperarhastalaprimavera.—Blanca no tiene ajuar, y eso llevamucho tiempo prepararlo—alegóAngustias, torciendo la

bocaenungestodespectivo—.Nocreíamosqueaestasalturasyensuscircunstancias lo fueraanecesitar.

Semordiólalenguaparanodarunamalacontestaciónasutía,paranodecirenvozaltaqueaúnteníaesperanzasdecasarlaconel impresentabledesusobrino,yqueparaesoseguroqueestaríadispuestaaproporcionarleelajuar,inclusodesuspocosahorros.

—Ni ajuar ni dote, porDios, no estamos en la Españamedieval—Carlos tomó unamano deBlanca,acariciándolelosnudillosconsuavidad,hastaqueelladejódefruncirelceñoylesonrióasumanera,curvandoapenasloslabios—.Mellevounajoya,soyyoquiéndeberíadecompensarlosporsupérdida.

Delpiso superiorvieronbajaraun jovenaltoy fuerte,demodales toscos,que los saludóconsorpresaydesconfianza.

—Este esmi hijomayor,Domingo—anuncióCelsa, y elmuchacho inclinó la cabeza ante los

recién llegados, sin hacer mayor ademán de saludo—. Las señoritas son dos buenas amigas deBlanca que han venido a verla desde La Coruña —le explicó a su hijo, que se frotó la caraobviamenteparaespantarelsueño—.Yelcaballero,donCarlosFigueroa,unpretendientequehastaahoradesconocíamos,yquehavenidoparaproponerlematrimonio.

Aquelloparecióespabilardeltodoaljoven,quemirómuyofendidoasuprima,paradaalladodesusvisitas,tanelegantestodos.

—Dijistequesequedaría—acusó,volviendosuirahaciaAngustias—.Meloprometiste.—Blancaesmayordeedadypuedetomarsuspropiasdecisiones,aunqueseancontralaopinión

desuúnicafamilia,quelahaacogidoycuidadocuandonoteníadondecaersemuerta.Domingovolvió el rostro, cadavezmás enrojecidoyviolento, haciaBlanca, que enderezó la

espalda,preparadaparaelataque.Unamanograndeycálidaseposóensucintura,envolviéndola,haciéndolesaberquenoestabasola.SupoquepodríasoportarcualquiercosateniendoaCarlosasulado,nocomoprotector,sinocomounfirmepilardondeapoyarse.

—Siempre te has creído mejor que todos nosotros. Te hemos tratado como a uno más de lafamilia,yasínoslopagas.Eresuna…

—Diríaquenosontodosigualesenestafamilia—cortóCarlos,evitandoelinsultoqueestabaapuntodesalirdelabocadeaquelbotarate—,mientrasBlancaestabatrabajandoduroenelestablo,veoqueustedestaba…—lomiródearribaabajo,repasandosuropaarrugadaysupelorevuelto—.Durmiendolasiesta,sinomeequivoco.

—¡Peroquiénsehacreídoque…!—Deténesalengua.Domingosevolvióhaciasumadre,quenegóconlacabeza,congestoamenazante.Resoplando

comountoroherido,elmuchachocruzólacocinaysaliópor lapuerta,murmurandoblasfemiasyamenazas.

Celsa procuró calmar el ambiente, pidió disculpas por los modales de su hijo y al momentocomenzóaponersobrelamesaunabotelladevinodelpaís,algunasfrutasyuntrozodequeso.

—Leagradecemossuhospitalidad,señora,peroahoradebemosvolveraSantiago.—Antes no terminó de explicarnos sus intenciones—le sonsacó Celsa, forzando una sonrisa

amable—.ComprendaquenospreocupamosporBlanca,somossuúnicafamilia.—Mañanaaprimerahoravolveremosabuscarla.BlancasevieneconnosotrosdevueltaaLa

Coruña.—Peroellayanotienecasaallí.Yaunquesabemosqueduranteuntiempolaacogióenlasuya,

ahoraqueestáncomprometidosseríaunescándaloquevivieranbajoelmismotecho.—No tienen de qué preocuparse, mi casa es su casa hasta que se celebre el matrimonio —

intervinoInés,yCelsasevolvióparamirarlasinparpadear.Nopodíahaberdosmujeresmásdiferentesenlamismaestancia.Larubiaconsuelegantetraje

deviaje,hermosaydelicadacomounángel,ysuanfitriona,toscaydesgastadaporeltrabajoylavidaduradelaaldea,unamujerquehabíaperdidosufeminidad,siesquealgúndíalahabíatenido.

—Sonustedesmuyamables,Blancaesmuyafortunadadetenertanbuenasamistades.Aún había un deje de desconfianza en sus palabras, como si no acabara de creerse la buena

suertedelajoven.Asusespaldas,Angustiasmirabayescuchabatodo,conlabocaapretadaenungestodeperpetuodisgusto.Blancatambiénpermanecíaensilencio,rogandoqueaquelmomentotanviolentopasaracuantoantes.

—Ahoradebemosirnos,paraquenosenoshaganocheenelcamino—insistióCarlos.InésyGloriaselevantaronauntiempo,tanincómodasqueningunaacertabaadespedirse.Blanca

los acompañó a la puerta y salió con ellos, cruzando la era hasta donde les esperaba un cochetiradopordoscaballos.

Carloslaretuvo,tomándolaporuncodo,ydejóquelasdosmuchachasseadelantaran.—¿Estarásbien?—Estaréenelcielo,sabiendoquemañanavuelvoconvosotrosacasa.

Apesarde laescenaconsu familia, la ilusiónaúnbrillabaensusojososcuros, tancontagiosaqueCarloslogrósonreírle.Nolegustabanadatenerquedejarlaunanochemásconaquellagente.

A poca distancia, Inés y Gloria esperaban su despedida, y desde la casa podía sentir tambiénvarios pares de ojosmirándolos desde las ventanas. De no ser así, Carlos se hubiera atrevido ahacerloquetantoansiabadesdehacíameses,tomaraBlancaentresusbrazosyderretirsusonrisaheladaabasedebesosycaricias.Tendríaqueesperaraunamejorocasión.

—Nosabescuántoteheextrañado.Lavioparpadear,yunbrillosorprendenteiluminósusojososcuros.—Nuncavolveréaalejarmedeti—leprometió.Se llevó sumanoa laboca,besándoladurante largo rato,hastaque lapiel fría se calentóal

contactoconsumejilla.—Hastamañana,entonces.Lecostótodasufuerzadevoluntaddarlospocospasosqueloseparabandeellaparaacercarse

al coche, ayudar a subir aGloria e Inésyocupar supuesto, tomando las riendas.Sedespidióporúltimavez,conungestodelamano,yazuzóaloscaballosparaquegirarandevueltaalcamino.

La imagen de Blanca, tan pálida y desmejorada, frágil como nunca la había imaginado, lopersiguiódurantetodoelcaminohastaCompostela.

Antesdelacena,Blancayahabíarecogidosusescasaspertenenciasypreparadolaropaparaelviaje del día siguiente.Se esperabaunmomentoviolento cuando se reuniese toda la familia en lacocina,perofinalmenteselimitaronaignorarla,comohacíanlamayorpartedel tiempodesdequevivíaenaquellacasa.

Le pareció queMaría, la hija de Celsa de quince años, quería decir algo, incluso puede quesintieralástimaporsumarcha.Sehabíadadocuentadequeenlosúltimosdíastratabadeimitarlaformaenqueserecogíaelpelo,ysecambiabaelvestidocuandovolvíaconélmanchadodelaslabores del campo. También elmás pequeño de los siete hermanos, al que llamabanToñito, quealgunavezsehabíasentadoasuspiesmientrasella leía,pidiéndolequelohicieraenvozalta, lelanzabamiradasdisgustadasdesdeelotroladodelamesa.

Quisodedicarlesunaspalabras,decirque lamentabadejaraquelhogar,aunqueno fueracierto,que había empezado a apreciarlos, aunque no a todos por igual, pero el silencio hosco de la tíaAngustiasyelgestoamenazantedeDomingo,quebebíamásdeloquecomía,seloimpidieron.

Finalmente dieron por terminada la cena, y cuando quiso ayudar a recoger la mesa, Celsa lequitólosplatosdelasmanosyledijoquesefueraadormir,quenecesitaríaestardescansadaparaelviajequeleesperabaaldíasiguiente.

Subió las escalerasmanteniendo la frente alta, los hombros cuadrados,mientras sentía variosparesdeojosclavadosensuespalda.Unavezensupequeñahabitación,lainvadióunasensacióndedesazónqueleimpedíadescansar.Revisósuspertenencias,asegurándosedequenosedejabanada,lanzandomiradasdepreocupaciónhacialapuertacerrada.Comprendióquenuncapodríadormirconelmiedodequealguienentraraderepente,paratratardehacerlecambiardeopinión,debuenasomalas maneras. Como única defensa, arrastró su pequeño baúl hasta la puerta, bloqueándola.Despuésseacostósobrelacama,vestidaeinsomne.

En algún momento logró dormirse, un sueño inquieto en el que creyó escuchar pasos que seacercaban.Abrió los ojos en la penumbrade la habitacióny vio como lamanilla de la puerta segirabaunpardeveces.Elbaúlcumpliósucometido,impidiendoqueelintrusolograraadentrarseenlaalcoba.Lospasossealejaron,pesadosylentos,yBlancarecuperósuestadodeduermevela,conelcuerpotensoylacabezaapuntodeestallarle,incapazderelajarsehastaquelaaurorailuminólahabitaciónconsuluzfríaydesvaída.

Conlasmismasropasdeviajequellevaba,notantotiempoatrás,cuandollegóaaquellacasa,Blanca permaneció quieta y alerta, minuto tras minuto, hora tras hora, sentada en la cocina,

esperandolallegadadesussalvadores.La tensión y las preocupaciones apenas le habían dejado reflexionar sobre la sorprendente

proposición de Carlos. No intercambiaron promesas de amor, ninguno de los dos habló desentimientosarrebatadosnimuchomenosdepasión.Solohabíanreconocidomutuamentecuántosehabíanextrañadoelunoalotro.

¿Era eso suficiente para unirse en matrimonio? ¿La necesidad de estar juntos, el placer de lamutuacompañía?

Mientrassusprimosentrabanysalían,sindedicarleyaniunamirada,BlancarecordólamanodeCarlosensuespalda,elcalordesupielatravesandolascapasderopaparallegarhastalasuya,tansensible.Setocóunamanoconlaotra,sintiendosucariciasobresusnudillos,suslabiosposándose,tiernosyseductores.

Notó un calor creciente que le subía desde el pecho, enrojeciendo sus mejillas. Ahí tenía unprincipio. Había admirado a Carlos Figueroa antes de conocerlo, por la labor al frente de superiódico, y se había sentido fascinadapor su figuradesde la primeravezque se lo cruzó en lospasillos de El eco. Nadie podía negar que era un hombre atractivo y elegante, pero lo que leprovocabasoloconverloibamásalládesuaspectofísicoytodassusbuenascualidades.Aquellasensación de debilidad, unida al deseo de mostrarse interesante e ingeniosa, el hormigueo querecorría su cuerpo cada vez que cruzaba la puerta de la redacción, la tristeza que la invadió alabandonar su casa, mayor aún que la que sintió al abandonar la propia, ¿podía ser todo eso elamor?Desdeluego,nuncahabíasentidonadaniremotamenteparecidoporningúnotrohombre.Yporesohabíaaceptadosuproposicióndematrimonio.

—¿Blanca?Como invocado por sus pensamientos, Carlos estaba ante la puerta abierta. Ni se había dado

cuentadesullegada,conelajetreomatinaldelafamilia.Miróasualrededorysediocuentadequelahabíandejado sola.Solo estaban ella y él en la cocinademasiado caliente por el fuegode lalareira. Se puso en pie casi de un salto, sintiendo que el calor que la invadía le llegaba hasta lafrente.

—Perdón.Estabadistraída.Lo vio cruzar la estancia hacia ella. Le dio tiempo de admirar su traje impecable, su cabello

abundanteyoscuro,apenasveteadodeplata,peinadohaciaatrás,despejandosusrasgosfuertesymasculinos.Derepentesesintiómuypequeñaymuyfrágil.Extendiósumanohacialadeél,queselatomó,llevándoselaaloslabios,comosiempre.

—Esperoqueestuvieraspensandoenmí.—Esohacía.Diounpasoparaacercarsemásaél,elevandoelrostro,conlabocaentreabiertaenunamuda

invitación.Unleñocrepitóenelhogar,yfuecomoelecodelatensiónquehabíaentresuscuerpos,tancercaquecasisetocaban,apenasaunoscentímetrosdelparaíso.

YentoncesGloriaeInésentraronporlapuerta,comentandoalgoquehabíanvistoentrerisasybromas,y elmomentopasó.Blanca retiró sumanoy se alejódeCarlos, disimulando su apuroalsaludar a sus amigas, que la abrazaron entre reiteradas exclamaciones de alegría por el viaje devueltaqueibanainiciar.

CarlossehizocargodelbaúldeBlancaysalierontodosjuntosalaera,dondeyalosesperabanlatíaAngustiasyCelsa,quesedespidieronconpocoscumplimientos.

Mucho tiempo después, cansada y adormilada por el traqueteo del coche que la alejaba deaquellaextrañaybrevepesadilla,Blancahizoactodecontriciónydecidióolvidarlosmalosratosyrecordarsiemprequeaquellaeralaúnicafamiliaquelequedabaconsumismasangreyapellidos,yporlotantosemerecíansucariñoysuconsideración.

Su única familia. Abrió los ojos y sorprendió el momento en que Gloria le contaba algunaanécdotaasupadrequeloshacíareíraambos.

Prontotendríaunanuevafamilia.Yquizáalgomás,algoquehacíatiempoquehabíadescartado

como posibilidad. Cerró de nuevo los ojos para disimular la felicidad que la invadía. Cuando denuevo el cansancio la venció, soñó con una niña de ojos oscuros y largos tirabuzones que leextendíalasmanosparaquelatomaraenbrazos.

Capítulo13

Sentadosalamesadelcomedor,CarlosyGloriacenabanconpocoapetito,cadaunoinmersoen

suspropiospensamientos.Alllegardesulargoviaje,habíandejadoaBlancaeInésenlacasadeestaúltima,conunabrevedespedidaalverlocansadasqueambasparecían.

—Estoyagotada—dijoGloria,comohaciéndoseecodelospensamientosdesupadre.—Hasidoundíamuylargo.—Dosdíasmuylargos—puntualizólamuchacha,recordándolequeapenaslamañanaanterior

habíansalidodecasaparairenbuscadeBlanca—.Perohavalidolapena.¿Notesientesfeliz?Carlos respondió con una sonrisa a tanto entusiasmo, dejando los cubiertos sobre el plato,

incapazdeseguirfingiendounapetitoquenosentía.—Muyfeliz.Gracias.Tomóunsorbodevinodesucopa,bajolamiradaescrutadoradeGloria.—Oh,vamos,quierosaberlotodo.Cuéntamequéplanestienes,¿cuándoserálaboda?¿Iréisde

viajedenovios?—TodoesotendréquehablarloconBlanca.—¿Esperaréisalaprimavera?Séquelascircunstanciasnosonlasideales,BlancaquiereaInés

comoaunahermana,peronocreoquesesientacómodaviviendoensucasaun largoperiododetiempo.

—¿Quéquieres que te diga?—Carlos se puso en pie yGloria lo imitó almomento—.Pormíhubiera traído a Blanca de vuelta a casa hoy mismo, pero nos vemos obligados a guardar lasaparienciasynodarpiearumoresmaliciosos.

Gloria se colgó de su brazo y caminaron juntos hasta el salón. Lo que no podía decirle a sucuriosahijaeraque,detraeraBlancaalacasadenuevo,ahoraquelehabíaconcedidosumano,probablementehabríandadocertezaalashabladurías.Nopodíadejardepensarenlabellezadesufuturaesposa,ensupieltanblancaysuave,queimaginabadeliciosa,ensuslabiosderosapálida,susojosdeprincesamoraysulargamelenaoscura,queansiabavercaersueltasobresushombrosdesnudos.

—¿Estásmuyenamorado?—Gloria…—Siempredijistequenuncatevolveríasacasar.Sí, y ella aún pensaba que lo hacía en respeto por lamemoria de su difuntamadre. Tampoco

podíadecirlequesuprimeraesposasoloeraunapálidasombrasi lacomparabaconBlanca.Unamujersinunaideapropia,apenascapazdeocuparsedesucasaysuslabores,quesehabíarendidoalaenfermedadincapazdelucharniporsupropiavida.Hacíatiempoquedescansabaenpaz,yélnopretendíafaltarleconaquellospensamientos.Lehabíadadounahijafuerteyvivaz,todoloquenohabíasidoella,yporesosiemprerespetaríasumemoria.

—Hedescubiertoque«nunca»esdemasiadotiempo.GloriasesentóenunsillónyelevósurostropecosohaciaCarlos,conunasonrisaradiante.—Yomesientomuyfeliz,por tiyporBlanca.Llámamebruja,perosentíaunpálpitocadavez

queosveíajuntos,laformaenqueoshablabais,enqueosmirabais…—Hija…—Bueno, ya sé que te da apuro que te hable de estas cosas, pero ya sabes que soy una

entrometida sin remedio —soltó una carcajada, riéndose de sí misma—. Entonces… ¿Estás

enamorado?Carlostratódereprenderlaconlamirada,peroenrealidadledirigióungestoderendición.—Metemoquecomouncolegial.Gloriaaplaudiólarespuestayalmomentoestabaenpie,tarareandounamelodía,tomándolode

lasmanosparaobligarleabailarelvalsconella.Hacíaunratoasegurabaqueestabaagotada,yahorasedeslizabaenérgicaporelsalón,cantandounaabsurdatonadillapopular.

Aceptó el juego entre paciente y divertido. Adoraba a su hija y sabía que la echaríahorriblemente de menos el día que dejara el hogar para formar el suyo propio. Pero ahora sucorazónestabarepletocomonuncaimaginósentirlo.Asuedad,yfueradetodaesperanza,parecíaquehabíaencontradoelamordesuvida.Sí,porsupuesto,sesentíamuyfeliz.Yafortunado.

—Elgrandíaseacerca.Cualquierotranoviaestaríanerviosísima,perotúno,claro.Siempretanserena.

Blancamiró laspuntadasque estabadandoaunmantel y extendió el bastidorhacia Inés, quecomprobósutrabajoyestallóencarcajadas.

—Soloesapariencia—reconocióavergonzada,empezandoadeshaceraqueldesastre.—Setedamuybienaparentarquenadateafecta.Inés dejó el libro que leía con desgana y tomó una pasta de un bandeja sobre la mesa. La

doncellaentróaencenderlaslámparas;estabanyaendiciembreycadadíaparecíamáscortoqueelanterior.

—Comobiendices,cualquieradeberíaestarnerviosaante loqueseavecina.Unhogarnuevo,unafamilianueva…

—Lo dices como si te fueran a adoptar, y no es lo mismo, en absoluto —Inés se inclinó,conspiradora—.Tevas a casar,Blanca.Ydebodecir quehas elegidomuybien, si semepermitepiropearatuprometido.Pero,dime,¿leamas?

Blanca arrojó el bastidor lejos, con gesto exasperado, ymiró a su impertinente amiga con unreprocheenloslabios.

—Inés…—Solo a mí puedes confesármelo, soy tu única confidente. Por supuesto, con Gloria nunca

podráshablardeestascuestiones,pormuybuenasamigasqueseáis.—Déjaloestar.—No.Nolovoyadejar.Creoquenecesitashablarsobretufuturomatrimonio,yséquenolo

harásporvoluntadpropia.Asíquepiensoobligarte.—Pero,Inés…—Pero,Blanca…—¡Estábien!Sepusoenpieysellevóunamanoalafrente,notandocondisgustoqueletemblaba.—Respirahondoyaltoro.Soltóunapequeñacarcajadaantelaexpresióndesuamiga,quelesirvióparaaflojarunpocosu

nerviosismo.—Sitedigoquesientoalgodesdeelmismodíaenqueloconocí…Quefuecomo…Comosi

alguien encendiera una luz en la oscuridad—Blanca se paró ante la lámpara recién encendida—.Comosisiemprehubieraestadoesperandoaconocerlo,precisamenteaél.Comosifueramidestino.

—Creoqueteentiendo.Inésparpadeóparaalejarundoloryacasiirreconocible.Ellatambiénsehabíasentidoasíhacía

mucho,muchotiempo.Apenaseraunaniña,peronuncalohabíaolvidado.—No sé si es el amor del que hablan los poetas, o el cariño que se profesan tus padres, por

ejemplo.Talvezesollegueconeltiempoylavidaencomún.—Peronotienequeserasíalprincipio—objetóInés,agitandolasmanosparaexpresarsemejor

—.Túlohasdicho.Tienequeserunaluz,unaluzcálidaqueteenvuelveyteciegaporunmomento.Tienequeserpasión.

—Ymelodicelaquehahechopropósitodenocasarsenunca…Blancamiróasuamigacon todoelcariñoque leprofesaba,esperandohacerla reaccionarcon

suspalabras.—Ynoloharé.Amenosqueencuentremipropialuz.—Esoyamegustamás.Inés se removió en el asiento yBlanca pudo ver un suave rubor que le encendía lasmejillas

marfileñas.Setemióloquevendríaacontinuación.—¿Habéishabladodetenerhijos?—¡Inés!—Alomejoraélyanolegustaría,teniendounahijatanmayorcomoGloria,perotúeresjoven

ytienesderechoatenertuspropioshijosy…Hablaba a toda velocidad, para impedir que Blanca la detuviese antes de exponer sus

pensamientos,peroalfinalsefuedesinflandoaquelímpetu.—No.Nolohemoshablado.Notengoniideadecómoplantearunacuestiónasí.—Pero no tienes a nadie que lo haga por ti —dijo su amiga, recordándole su condición de

huérfana—.Yesunacuestiónmuyimportante.BlancasesentóalladodeInésylamiródenuevoconaquelgestosuyotansereno,conapenas

unasonrisaesbozándoseenloslabios.—Quiero aCarlos, quiero estar con él, vivir con él, ser su esposa.Las condicionesquequiera

ponerennuestromatrimonio,lasaceptarécongusto.Nadapuedesertanmalocomoperderleahoraqueloheencontrado.

—Atuluz.—Amiluz.Vioquelosojosdesuamigasehumedecíanysupoenloqueestabapensando,ensupropioamor

perdido,ensu incapacidadabsolutaparavolveraenamorarsedeningúnotro.Esperabaydeseabadetodocorazónquealgúndíapudierasertanfelizcomoellaloeraenaquelmomento.

Feliz,ansiosa,yexpectante.AsolounasemanadeconvertirseenlaesposadeCarlosFigueroa,elhombrequehabíatraídolaluzasuoscuravida.

Capítulo14

Blancaentróenlaredacciónaquellamañanaysellenólospulmonesconelolorintensoapapel

y tinta.Cuánto lo echabademenos.Peroyaquedabapocopara su regreso,había convenidoconCarlosquevolveríaasuempleoenEleco tras suboda.Puestoqueestabade luto, laceremoniasería sencilla, con la sola presencia de los más allegados y sin las típicas celebraciones de talacontecimiento.Nolasecharíademenos,nonecesitabaunagranfiestaniunespléndidoviajeparasentirsemásfelizyemocionadadeloqueyasesentía.

Miró a su alrededor, cerciorándose de que nadie la veía entrar. La oficinita de Gloria estabacerrada,asíquecruzóraudaelpasilloysecolóeneldespachodesuprometido,cerrandolapuertaasuespalda.

Carlos no levantó la vista de su escritorio. Lo vio deslizar sumano elegante sobre el papel,transcribiendoconlaplumaalgúnpensamientoquelomanteníaabsortoyajenoaloqueocurríaasualrededor. Admiró su capacidad de concentración, como admiraba tantas otras cosas que ibadescubriendoa cadamomentoquepasabaen su compañía.Cosasque la enamorabanalpuntodehacerlasonreírsimplementeconrecordarunapalabra,ungesto,unguiñodesusojoscastaños.LaBlanca mordaz e irónica que había sido, la que aparentaba dureza y frialdad para ocultar sudesgraciadavida,sehubieraburladodetantiernossentimientos.LanuevaBlanca, laquelohabíaperdido todo, hasta la esperanza, estabadispuesta a agradecer y disfrutar cadaminutode aquellanuevaoportunidadqueeldestinoleregalaba.

Podíaquedarseasítodalamañana,mirandoasufuturomarido,tanapuestoconsutrajeoscuroysucamisa impoluta.Nosehabíaquitado lachaquetaniutilizaba losmanguitosparaprotegersedelasmanchasdetinta,porloquesupusoqueacababadellegartambiéndelacalle,oestabaapuntodesalir.

Porfindejólaplumaylevantólavista,conelceñofruncido,queinmediatamentefuesustituidoporunasonrisadesorpresaalencontrárselamirándolo.

—Buenosdías.Loviolevantarsedelasillayacercarse,extendiendolamanoparatomarlaqueellaleofrecía

yllevárselaaloslabios.—Buenosdías.—Quéagradablesorpresa.—Noqueríamolestarte.—Nuncalohaces.Se quedaron así parados, mirándose a los ojos, con todos los sentidos alerta y el corazón

alborotado,hastaqueempezaronahablarauntiempo,interrumpiéndoseelunoalotro.—Túprimero—dijoBlanca.—No,no,túereslaquesehatomadolamolestiadevenirhastaaquí.—Noesunamolestia.Megustaríapasarmástiempo…enlaredacción.«Mástiempocontigo»,queríadecir,peroaúnnoseatrevía.PorDios,aquelhombreibaasersu

esposoendosdías,yellaaúnnoleconfesabasusverdaderospensamientos.—Sientotenertetandesatendida—reconocióCarlos,yélsíquenoteníaningúnproblemapara

decirenvozalta loquepensaba—.Yasabesloexigentequeeseste trabajo,eramuchomásfácilcuandoerasmiayudante.Sinti,todoescaos.

Blanca miró a su alrededor, pero algo le decía que no se refería al estado de su despacho

cuandohablabadecaos.Elcorazónamenazabaconsalírseledelpechosinoponíaenpalabrassussentimientos.

—Apenashemostenidotiempoparahablar,oparaestarasolas.—Losé.Carlos se apoyó sobre su escritorioy, sinprevio aviso, la envolviópor la cintura, atrayéndola

haciasucuerpo.—No…Nohemoshechoningúnplandefuturo…Yonosé…Eraunasituacióndemasiadoíntimacomoparapoderobviarla.Alfin,paraesosehabíaacercado

aquellamañanaalaredacción.Ahorafaltabaatreverseaproponerleloquequería.—Miplandefuturoesquererte,cuidarteyenseñarteareírenvozalta.BlancasintióquelaspiernasnolasosteníanyseapoyómásenCarlos,buscandoseguridadensu

cuerpotansólidoyfuerte.—Yaséreír—protestó,forzandounasonrisa,peroélnegóconlacabeza.—Yonuncateheoído.Ellajugueteóconlassolapasdesuchaqueta,incapazdemirarloalosojos.—Haymuchascosasquenuncahemoshecho.Blancarespirabacadavezmásrápido,soltandoelaireporlaboca.LamiradadeCarlosseposó

ensuslabiosentreabiertos,húmedosydispuestos,ytodosucuerpoparecióendurecerseenrespuestaasuanhelo.

—Blanca,amormío,¿hasvenidohastaaquíparaquetebese?—Porfavor…Cerrólosojosydejóqueéldevoraselaúltimasílabaconsubocaardiente.Eratansorprendente

ymaravillosocomolohabíaimaginado.Todaunavidadeesperahabíamerecidolapenaporestarahora, en aquel lugar e instante, entre los brazos de Carlos Figueroa, dejando que sus labiosdibujasenlossuyos.Intentóresponderleconelmismoardor,provocándolo,alejándoseparavolvera acercarse. Sus manos subieron libres y seguras hasta su cuello, curvando la espalda paraamoldarseasupecho.Cuandolapuntadesulenguaseinternóensuboca,laabrióconunsuspiro,sorprendida, y de nuevo se entregó a aquella sensación desconocida, inesperada, fascinante. Eratanto el placer que le daba que notó una lágrimabrotar y correr por sumejilla, hasta unirse a subeso.

—¿Estásllorando?—preguntóCarlos,separándoseapenasunoscentímetros.—Defelicidad.Leacarició lamejillahúmeda,yellaapoyóel rostrosobresupalma, tanconfiadayentregada

queélsintióelpechohenchirsedeunamezcladeorgullo,amoryresponsabilidad.—Te he pedido risas, no lágrimas. Desde ahora no tengo otro propósito en la vida que el de

hacertefeliz.—Mehacesmuyfeliz.OtralágrimarebeldeseescapóentresuspestañasyCarlosladetuvobesándolaenlamejilla,en

lospárpados,enlafrente.Ydenuevoenlaboca,degustandoaquellamezcladesalymiel.Blancaledevolviólacariciaconrenovadaintensidad,mejorandosegundoasegundoconlapráctica.

—No dejaré de besarte hasta que sonrías —la amenazó mientras sus labios le recorrían lamejillahastallegaralapieltiernadetrásdesuoreja.Cuandoleacaricióellóbuloconlapuntadelalengua,Blancasoltóelairecontenidodegolpe.

—Mehacescosquillas—protestóyporfinsoltóunapequeñacarcajada.—Todoundescubrimiento—lasmanosdeCarlos se ciñeronmása sucintura,buscandoalgún

otropuntosensible,peroelcorséimpedíasuobjetivo—.Tendremosquedejarunaexploraciónmáscompletapara…elsábadoporlanoche.

Blancatragósaliva.Elsábado.Sunochedebodas.Sintióqueseleerizabalapielenzonasdelomásrecónditas.

—Noveolahora—seatrevióamurmurar,escondiendolacaracontralasolapadelachaqueta

desuprometido.Sintió la tensiónque inundabaelcuerpodeCarlos.Searmódevalorparamirarloa losojosy

comprobarsi lehabíamolestadosudescaro.Habíaalgoextrañoensusojos,algotanapasionadoqueloobligabaaapretarlamandíbula,comosiloinvadieseundolorinsoportable.

—Juegasconfuego—laacusó,conuntonodevozroncoquenuncaanteslehabíaescuchado—.Ahora va a sermejor que te vayas o esto acabará en un escándalo y nunca podrás volver atrabajarenlaredacción.

Intentódarunpasoatrás,peroélnolasoltaba,apesardesuspalabras.Notóunruborviolentoqueinundabasurostroybajabahastasuescote.

Quería decirle muchas cosas, palabras que se amontonaban en su garganta y le robaban elaliento.Decirlequesucorazónlatíamásrápidocadavezqueloveía,quenotabacorrerlasangreensusvenasconcadaunadesussonrisas,quenuncahabíacreídoencontrarensuvidaaquelamorrománticoquecantabanlospoetas,queestabaconvencidadequenoseríatanafortunada,yahoraestabaallí,rendidaentresusbrazos,deseandofundirseconsupielynosepararsedeéljamás.

Le faltóelvalor.Aquelcúmulodesentimientoserademasiado joven,demasiadonuevo, temíano saber cómo expresarlo en voz alta. Decidió que eramejor dejar quemadurase, teníanmuchotiempopordelantejuntos,todaunavida.

—Tedejaréquesigastrabajando…—Serálomejor.—Sientohabertemolestado.—Yatehedichoquetúnuncamolestas.—Nosvemosestanoche,entonces.Carlosinclinóelrostroyladejólibre,ofreciéndoleunasonrisatanseductoracomodolorida.—Yotampocoveolahora.Yellasupoquenohablabadeesanoche,sinodelaquelesesperabaelsábado.Procurórecomponerse.Setocóelpelo,comprobandoquesupeinadoseguíaimpecable,sealisó

lasfaldasyajustólosguantes.Conlamanoyaenelpomodelapuerta,sevolvióparaofrecerleasuprometidounaúltimasonrisa.

Cuando sus ojos se encontraron, elmundodejó de girar por unmomento.Susmiradas estabancargadasdeamorypasión,derisasysueñosporcumplir.Losdos teníanunpasadodesoledadypérdidas.Peroelfuturo,juntos,eraunapromesacargadadefelicidad.Laluzradiantedeunsoldeverano,despejandotodaoscuridad.

Notas

[1]SofíaCasanova(1861-1958),periodista,poetisaynovelistagallega.[2]Hogar.Especiedechimenea,utilizadatantoparacocinarcomoparacalentarlacasa.[3] En Galicia, medida de superficie que oscila según las zonas entre los cuatrocientos y losseiscientosmetroscuadrados.

Sitehagustadoestelibro,tambiéntegustaráestaapasionantehistoriaqueteatraparádesdela

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