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¡ : 1I ! ' , : ',i \ : ¡ LA CONTEMPLACION y LA PERFECCION P. M¡\RTE-AMANn DE ST. JOSEPH, O. C. D. La contemplaJCión supone, sin duda ¡alguna, una perfección muy elevada; peto no hay flUC confundirla con la misrna. perfec- ción ni 111ucho menO's hacerla su c.oronamiento, como algul10s se la han imaginado. Perfección y contemplación es !Cierto que se enCl1entl'an juntas con bastante frecuencia, pero sin confundirse nunca. Son más esplendorosos los destellos de la perfección qUie los' que pueda tener la contemplación, pues mientras que la pri L mera no. admite la menor sombra, la segunda sí, y a veces, aun tratándo&e de la misma contempl1ación infusa. El objeto del pre- &ente artículo ,será el de estudiar las mutuas relaciones que hay entre ambas. ( Es sobrado conocida la célebre definición que Aristóteles nos clil de la, perfección: Aq1tello a lo que nada falta, (J), que San- . to Tomás adoptó y tradujo: Totnm et perfectuJn eJ·t nti nihil deest. El Doctor Angélico nos britid'a oon otra definici'ón, además ele esa: Se dice perfecta u,'I'la cosa en· cuanto cO'nsig'ue Sil fin pro- pío, que es la perfección últimGl 'del ser (2). Ahora bien.; hay ün solo Ser 'a quien nada falta, porque es infinito: es Dios. TOIcllos los demás seres creados tienen por Ic.onsec.uencia U11a perfección rela- tiva, que cOJl:,istirá en que no les falte nada según su especie pro- pia. o, tratándose de las almas, para llenar su vocación. Bosuet define así la perfec.ción: Le patrfaü est le pre11J.1:er et en soi et da1'ls n.os idées (3), Cada a:lm¡a ha sido predestinada por Dios la un grado dieter- minado de gracia aquí en la tierra y a ¡otro correspondiente de gloria en el cielo. Hwy muchas moradas en la Casa de 'I1Ú Padre. di'jo JesucristO' (4). Si el alma corresponde plenamente a la grada recibi1elia, consigue su perfección. Ahora, que esa misma gracia, recibida por la's diferentes almas, forma una gama de infinita va- riedad, pues'ÍO', que unas reciben como dos, otras como cinco, otras (1) MetaplJ .. Jil,. v, cup. XVl. (2) 2, q. 18,1, U. 1. (3) Dcuxi(>,¡ne Elévation. (4) 1 .T08l1, XIV,

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    LA CONTEMPLACION

    y LA PERFECCION

    P. M¡\RTE-AMANn DE ST. JOSEPH, O. C. D.

    La contemplaJCión supone, sin duda ¡alguna, una perfección muy elevada; peto no hay flUC confundirla con la misrna. perfec-ción ni 111ucho menO's hacerla su c.oronamiento, como algul10s se la han imaginado. Perfección y contemplación es !Cierto que se enCl1entl'an juntas con bastante frecuencia, pero sin confundirse nunca. Son más esplendorosos los destellos de la perfección qUie los' que pueda tener la contemplación, pues mientras que la priL mera no. admite la menor sombra, la segunda sí, y a veces, aun tratándo&e de la misma contempl1ación infusa. El objeto del pre-&ente artículo ,será el de estudiar las mutuas relaciones que hay entre ambas.

    ( Es sobrado conocida la célebre definición que Aristóteles nos clil de la, perfección: Aq1tello a lo que nada falta, (J), que San- . to Tomás adoptó y tradujo: Totnm et perfectuJn eJ·t nti nihil deest. El Doctor Angélico nos britid'a oon otra definici'ón, además ele esa: Se dice perfecta u,'I'la cosa en· cuanto cO'nsig'ue Sil fin pro-pío, que es la perfección últimGl 'del ser (2). Ahora bien.; hay ün solo Ser 'a quien nada falta, porque es infinito: es Dios. TOIcllos los demás seres creados tienen por Ic.onsec.uencia U11a perfección rela-tiva, que cOJl:,istirá en que no les falte nada según su especie pro-pia. o, tratándose de las almas, para llenar su vocación. Bosuet define así la perfec.ción: Le patrfaü est le pre11J.1:er et en soi et da1'ls n.os idées (3),

    Cada a:lm¡a ha sido predestinada por Dios la un grado dieter-minado de gracia aquí en la tierra y a ¡otro correspondiente de gloria en el cielo. Hwy muchas moradas en la Casa de 'I1Ú Padre. di'jo JesucristO' (4). Si el alma corresponde plenamente a la grada recibi1elia, consigue su perfección. Ahora, que esa misma gracia, recibida por la's diferentes almas, forma una gama de infinita va-riedad, pues'ÍO', que unas reciben como dos, otras como cinco, otras

    (1) MetaplJ .. Jil,. v, cup. XVl. (2) Summa,~, 2, q. 18,1, U. 1. (3) Dcuxi(>,¡ne Elévation. (4) 1 .T08l1, XIV, ~,

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    ICOmo m~l, otras como un millón, no habiendo parecido alguno enÚe las unas y las' otras, no sólo por 10 que en sí tien.en ele na-tu.ral y característico, como 80'11' el modo de pensar, de ,sentir y de querer, sino precisamente y también las diferencia la m1sm3 gra-cia recibi,da. María fué llena de gracia; San José también lo fué. aunque en gr'ado inferior. Ambos fueron perfectos en la esfera propia y diferente en que DiO's los prcedestinó y colocó. Resulta. pues, que hay tantos grados de gracia 'cuantas son, por decirlo así, las fisonomías de las almas. Estas tieúen menos parecido entre si que Jos rostros, de' los que siC dice qtw, no hay dos iguales sobre la ti,erra. Cada alma tiene su belleza propia participada de l¡l gra-cia que ha ,recibi¡db, y así sucederá que, traducido en conceptos humanos, no 11'abrá dos almas que aspiren al mismo trono en el cielo, competición que ess,ímbolo de pohreza y que sólO' se ve en el teatro de la v:ida humana 'presente y terrena.

    Si el alma que recibió ICOmo cinco es fiel a la gracia, será con relación a la predestinación divin!a tan perfecta como aquella otra que recibió como cien mil. La perfección de la primera no tendrá el mismo grado de la otra, pero será tan completa como ella en el suyo, puesto que es pCl'fecto aquello G, lo que no falta, nada,. Se de-

    . du{ e ya la prim:era conJC.!usión puestos ante estos principios; ge-nerales. Decir que el matrimonio espiritual es el término 110rmal die la perfección cristiana, es ya "a priori" un equívoco, por no decir que es un error.

    A I'a luz de estos mi'srnos principio; escribe Honorato de San-ta María:

    "No hay pel'leeción consUlllaúa en esta vIcIa, puesto que, como flice San Pablo (Ephes., IV), eF necesario progresar siempre más en la ca· rielac!. Hay que clistinguir, con todo, el estado ,de los principiantes, que huyen del pecado; el' de los aprovechados, que practican las virtucles, J' el (le los perfectos, que viven en la paz de la ·.caridad. La, perfección cris1.lana a que se puecle llegar es la que pert.enece a este tcrcer g'l'a-do" (5).

    Para ser perfecto hay que renunciar a todo cuanto pueda es-tar manchado ,con la menor venialidad voluntaria (6); pues, como dice S'anto Tomás (:2. 2., q. 24), los pecadO'~ veniales disn1i'nuyen el fervor c.1-trínsecmnn·nte, ya que intrínsecamenle no afectan a la gracia. De aquí que sea necesaria, una heroicidad en la práctica de las virtud!es para alcanzar la perfeciCÍón que exig,e el cristianis-mo .(7), que es la de unirnos a Dios por Fe, por Esperanza y, so·

    (5). HONORÉ DE STE. MAIlIE, O. C. D.: Trad'ilion eles ¡JefeN el ¡le" !!uteHrs ('ce"; .;iastiques sur la contem¡Jlal'ion. Tres I'ols. P~]'f$, .. t70~(, '1', !l. p. :;'2(\,

    (6) HONORATO, o. c., p., 328. (7) HONORATQ, o. c., p. 33:;1,

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    bre todo, por Caridad; Domus De; credendo fltndatur, sperando erigitur, Ml1mMo perfiátur, dice San Agustíl1. La Fe-enseña el Angélico-mira a Dios os:ctlramente, la Esper'anza le conside'ra cOmo ausente, la Caridad le ama como presente (8). Qui adhae-ret Deo u.nus spiritus est, ¡diice San Pétbl. Toda la perfección del cristianismo consiste en parecerse la Dios según la consigna aque- . lIa. de J esucri~to: Sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto (Mt., V, 48). Amar a Dios es cumplí'r con la mayor per- ' fección posible su divina voluntad, evitando de hacer el mal que El nos prohibe y obrando el bien que nos impone, aunque hubiera necesidad de recurrir 'al heroísmo de las aociones en las cosas grandes y di fíciles. La perfecta imitación Idle Jesucristo es el rasgo más fino de la perfecdón ctistiana.

    n. José del E

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    eHsa t.udas trut.en (le (¡I'ación, ¡HIIl ele sel' t,odas cont.emplalivas. Es im-posible, y será g'l'an licseonsolación para la que no lo es, no entcm!eJ' esta veI'(lnd J que este) es cosa que lo (la Dios; y pues no es necesario para la salvación, ni !lOS lo pide (le \ [Jl'cndlJ, no picll~:;e se lo pedirü nadie; que pOI' eso no clejurá de sel' 'muy perl'eclU, si JHlce lo que que(]" dicho: ant.es poli]'" S81' tengoll 11\[18 ml'l'ito, pUl'que es ti más trabajo su)'o, y la Heya el Senol' ('Umo ti rueJ',te. y la lienr g'lHll'(lado 1,0«(0 lo fJllt' nqul no g'oza" (9).

    El p, Segner,i clic¿: "Los santos at-irman enérgi,clamente (orc pleno) que la contemplación no es necesaria para quien aspira a la perfección ; basta la meditación. " No por eso Iüy que despre-ciar a la contemplación ni soslayar las afirmaciones ele graves doctores que, como Felipe de la ~antísimla Trinidad, insisten en la necesidad de la contemplación paq" tocar la cumbre de la per-fección. En tales afirmaciones no se ll1:ge más que una 'I1ecesl:dad de utilidad. En efecto, niadie podrá d!iscutir las ventajas incom-parables de la' contemplación en la obra de la santificación. Pero es que aquí, aunque hablemos de mística-arguye finalmente el padre J os'é-no hablamos en lenguaje místico, sino es.colástico, por lo que no es lícito argumentar ele la utilidad ele la cO'11ltemplac.ión a su absoluta necesidad. Nuestra misión no es la (te empujar a las almlas hacia .Ja contemplación; se reduce a enseñársela (10).

    Si cada ser encuentra su perfección en su último fin, el hom-. bre no la encontrará en nada inás que en Dios, último Y. único fin suyo. ¿ Mediante qué acto? Mediante la carielad,' responeJe Santo Tomás, puesto que Dios mora dentro eJel a1mla que 'viv1e en cari-dad (I I)! D e ahí que la perfecoión de la v:lda cristiana haya qule m:ddirla especiOllm.ente por esta 'l,irhtd (r2). Sobrado conocidas son ¡

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    do alguno a la perfección sustlanóal más del que puede darle una perfección a,cdidentaJ.

    La contemplación adquirida (y más aún la infusa) implica excelenc:as espirituales de muy delicados matices. Lla primera debe recomendarse a la masa de la1 de su oración, de S11S' ejerc.icios de piedad y par-hCl1l3.nnente de sus meditaciones. Su mejor g'uía será San Juan de la Cruz en¡ la Subida del M ante e am?elo; libro casi exclusiva-mente consagrado todo a la orlación adquirida, que depende en su ' mayor parte de nuestra industria, La segunda es un favor muy cleFcado qúe de cuando en cu~ndose encuentra en almas eS1cogi-ellas por Dios, y que en sus grados s_1,1periores del desposorio espi-ritual y del matrimonio resulta rarísima.

    A lJesar de su indiscutible valor,'Santa Teresa proolama que la contemplación infusa no es' necesaria ni piara la salvación ni para la perfección. Y San Juan de la Cruz 'afirm'a que entre las almas espirituales no llegia a la ll1itad el número de las que Dios eleva a ese estado, y esto por Jos motiVlos que El ,sólo conoce. Alu-sión al misterio de la predestinación, en v"irtud del cual Dios dis-tribuye sus gracias y sus dones· a, quien quiere, como quiere y cuando fju:ere (14.1. Entre otros motivos, 'he aquí el principal que el Santo señala: Sólo les mete D¡:os ell esta noche a éstos para ejercita·dos JI kU1'I1illarlos ... Ji no para lle7.Jarlos a; la; ·vía. del eS/J'Í-ritu, que es esta conte'mplación. ¿ Cómo. pl~es, compaginar estos dos hechos: ,el que no toclos sean elevados hasta eila y t~l.que todos los espirituales hayan sido llamados a la misma por lo menos re-rnotal!lente por una p2.rV~, y las afirmaciones elel Santo por otra de que Dios, manda 'las pruebas espirituales de la noche a muchos para humillarlos y no para elevarlos a la contemplación?

    N o se dehe ele compar2r la llamada a la contemplación infusa C011 la Ilam'ada a la salvación. Es infaEble la palabra de la E'scri-tura: Dios quiere que tod.o:; los h01'nbres se salve1t (15), aunque haya que explicarla con la célebre distinción en la historia ele ra Teología de la llamad'a remota y próxima, gracia suficiente y efi-caz. En cambio, en ningún lugar de la Esc.ritura se lee: Dios q-uíe-re que iodos los hombres sean ~le'l'ados a la cont'emplación. Por lo menos es desconocida la cuestión y la ,célebre distinción de tas llamadas; y es natural, puesto que Dios nO' hace objeto ,de llamada alguna. ni próxima ni remota, a quienes nunca predestinó a la contemplación infusa. El hecho ele 110 ser nunca elevadas ciertas al-mas hay que atribuirlo únicamente a ta volJ111tad divina. El por-

    (14) Noche oscura, lib. 1, cap. IX, 11. (J, (l5) ¡ Tim., Ir, 4.

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    q'ué El se lo sabe, proclaman al unísono Santa Te'resa y San Jual1 de la Cruz (16). En el Cá'ntico espl:n:tnal dice expresamente el Doctor M.Ístico: "Muchas almas llegan y entran en las primeras bodegas, cada una seg'ún la perfección del amor que tiene; mas a esta última y más intel'ior pocas llegan en esta vida,; porque en

    • ella es ya hecha la unión perfecta con Dios que llaman matrimo-nió espiritual" (l7). Santa Teresa emplea el niismo,lenguaje neto y conciso: Habla ele la,oraáóll de qlúetud, ese brasero interior que nos abrasa en sus ll'amas y nos deja impregnados de sus perfumes, de la. que dice la Santa que nosotro:o¡ 110 la pode'/lIus adq'l1,irtr; pues en ello '/11es1'/'/,0 se 'ue JIU ser de I/u,estro lJu!tal, sino de aquel purí-.l'ílJl.O oro de' la sabiduria di'll/:na,' y añade: DejenlOS'. cuando el S e-

    '1'1,0'1' es ser'Z'ido de hacerlal porqu;e Su M'ajestddt q'lúer'e JI no pO'!: ,m,ás. El sabe el porqué; lW nos .hem,os de m,eter, en, eso. Desp'ués de ha-cer lo que los de las ¡Horadas !Jasadas, hum.ilila,d, J¡·lt'I11Jildad ... (18).

    Las almas consagradas él la vida contemplati,r.a que las segre-ga del l1liU11Jdo, de sus disipaciones y de. sus placeres, pueden aspi-rar a la contem~lación infusa por razón de la caridad ardiente que acompaña a. este estado ele ordinario, y pueden disponerse para b misma por medio de la más profunda humildaid, y ele un despojo total de sí mismas, siguiendo natural miente en todo las normas de un'a salla dirección y las inspiraciones de la gracia, Todas las al-mas fervorosas acostumbradas al ejencicio de la contemplación adquirida o 110, favorecidas o no con la contemplación inft1~a, to-rlas deben indistintamente tender sobre todo y 'ante todo al amor más ardiente que puedan de Dios y del prójimo, cuya prueba más auténtica e indiscutible es la absoluta y amoros;¡¡ sumisión de Ja voluntad a la Id.e Dios. Ep, est'a vida mortal, que, como la define la· Sagrada Escritura, es un campo de batalla y un valle de lágri-mas, esa disposición: es la má~ n1eritoria y' la más segura, puesto que el cristiano ha de seguir a Cristo lliás bien sobre -el ,camino del Calvario que en las cumbres esplendorosas del Tabor.

    nI. Apliquemos ahora estas consideraciones sol~re l'a perfec-ción; y pongamos en comparación 'entre sí a las dos formas de cdn-templación, ¿ Cuál es la más perfecta? En resumen así responde Honorato de Santa lVI'aría: Suponien1do en ambas el mismo grado dJe car1~dadJ las dos uniones (la O1'dÚlaria, en el plano'. ascétü;o, JI la eztraordin,a.riaJ en el místico) son igualmente pe-rfectas (}llanfo a, la susta,ncía de la pe·rfeccíón, pu.es en a.mbas el arma conoce JI

    (16) Naceh 1)8CW'a, L L. (17) Canco XXVI, 4, (!8) .l/orar/as 11', cup. TI, 11. ~,.

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    a,ma a Dios, 0' es· precisamente en estas opertaciones JI no en las po-tencias en las qu.e consiste l1t/!estra. pe1'fección (19).

    Son c.omunes también a ambas los efectos propios del estado de perfección: paz interior, gusto anticipado del cielo, una espe-cie de inmutabilidad en el bien, maner'a de obrar común por im-pulso divino, pureza angélica, paciencia invencible, sed de humi-lla.ciones, completa sumisión a la divina voluntad, etc.,' etc. (20).

    "El fin propio de la vida espiritual-dice Santo Tomás-es que el hOlTI1)re esté unido a Dios por medio de la caridad" (21). Ahora bien; se sigue de aql~í-arguye ,el P. Honorato-que ,la unión 11ústica ... no añade alguna perfección nueva, a, las que tiene la, ttn'ión en la vía ordilw1'1:a JI cO'l11ún, considerada:s las dos en cuanto a la sustancia de la perfección JI en wanto a todos los efec-tos que s'on inseparables de un estado de perfección cristiana. La' unión y la perfección de la caridad asequible en la vía ordinaria tiene por lo menos entr,c. otras ventajas ~,obre la mística la de ser accesible a todos los cristianos, mientras que l'a unión místic.a y extraordinaria no só:lo' no la pueden adquirir todos los hombres, puesto que es una gracia y don gratuito de Dios, comol 101 sería el don de profecía, por ejemplo, sino que también su' mismo ejerci-cio es 111ora.!111en.te il1tf¡osible a la, majlor/Jarté ,de los h0111,bres por razón de su estadO' y~e sus dlsposidones naturales: Por esta mis-ma razón es por la que los espirituales mismos observan; que Dios no llama a este estado más que a un l'ec1l1cí.(lo número de almas, de las que no toda:s llegan a alcanzarlo.

    Otr.a ventaja de

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    voluntad con la de Dios. De esta unión es de la que habla Santa Teresa en las Moradas con frecuencia (cita el cap. IU ele las Moradas V). Lo cierto es, a; pesar de cuanto digan ciertos autores, que la perfección evangélica no eonsiste en la 'unión mls!,ica; pues Dios no la concerle eon bastante fl'ccuencia a los más perfectos" (23).

    El P. HQnorato deduce un a'rgumento muy fuerte contra la Ullión mística comparada con la ascética de la gratuidad Ide la gra-cia, que depende en absoluto de la liberalidad divina y que no pue-de pretenderse por ningún concepto y con ningún derecho, no de otra manera que lo es la primera gr

  • ..

    454 P. MÁIHE-ÁMAND DE sTE. ]OSEPH, Ó. C. D.

    si bi,en no lo sea :cJ,e una forma más meritoria. Dicha unión es una bienayenturanza anticipada y 'los prindpios .de su· operación SOll1 tan sublimes como pueden sel,lo los dones del Espíri,tu SélJ11to obran-do de U11 JI/oda sobreh'I.f1nrmo) además ele otros dones sobrenatu-rales

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    según el venerable P. Juan de Jesús María. Seguimos su razona-miento a través de los puntos siguientes:

    l." Es indiscutible que tanto los religiosos c,omo los seglares deben ele tender a un mismo fin, pues todos igualmente consegui-rán l;a vida eterna si viven santamente.

    2. Pero esta afirma.aión tan elemental no basta para un r.e-ligioso. Este debe ele añadir a esa finalidad común otro término de sus aspiraciones que no es ell último, pero que caracteriza al es-tado religioso; es el conseguimiento de la perfección de la cari-daidi. Caridad, que ciertamente es inferior a la del cielo, pero que es excelentís:ma y muy digna de todos los afanes y sacrificios de Ila vida religiosa.

    3." También ha de tener pres,ente el i:eligiosÜ' que, en virtud de su estado, se ha !Comprometido seriamente a tender siempre a esta perfección de la caridaidi. No e,stá obligado a poseerla 'en acto como ,lo está el obispo, pero debe de tender a ella ... sin olvidar nunca que, en el camino de la perfección, el no adelantar es volver atrás ... La perfección cristiana consIste principal y esencialmente en. el amor de Dios y del prójimÜ' ... Santo Tomás da !la siguiente razón: la perfección de todo ser consiste en la, unión con su "'últi-mo fin. De ahí que la perfeoción del hombre no se encuentre más qúe en su unión con Dios, único fin iCl:d m'ismÜ', unión que ,no se realiza pO'r otro ningún medio. que no sea la caridad (32).

    4." .Además de este fin común y peculiar de la caridad, cada Or,c:llen re1igios;a se especifica aun por otro fin más paf'ticular, for-mando, por consiguiente, entre todas las Ord'enes una variedad admirable que elubellece a la Iglesia. -

    5." Nuestra Orden, por razón de esta última finalidad, es mi:rta y se compone de dos partes .. la contemplación, que es la parte principal y el fin de lla -Orden, y la acción, que es la parte o fin secundario. Como si dijéraÍ110s que nuestra Orden tiende primero y principalmente a la perfección ¡die la caridad por ej er-cicios de vida contemplativa, y en segunda categoría por las ocu-paciones de Ila vida activa (33). Por la grada de Dios, por los méritos de la Santísima Virgen María y de nuestra santa Madre lleresa, todQ's estos ejercicios están admirablemente proporciona .. dos y adaptados a este d:oble fin, yal en los conventos de religiosos como de religiosias carmelitas.

    6.° De cuanto acabamos de decir se deduce una cOl1secuen-

    (32) Summa,. 2, 2, q. 184, a. 1. . (33) Nótese bien la e:\pl'esión del auto!'. No dice: por la contemplacióu, sino

    po]' ejercicius dcuida contemplativa (silencio, mOI'tiflcacion, oracione~ vocales y men-tales, etc.), que¡ son los que bastan para conseg'uil' 'el fin ele In Orden, mientr:!:i 'il/ e lB contcmyiacióu 'puctle faliar, puesto que no elepenc1e de nosotros.·

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    cia. Si le preguntdl1 a un carme1i'(a sohre la finalidad ele su Orden, éste deberá responder: "Yo tiendo a la perfección de la caridad divin'a por medio de un cOl1junto de observancias que parte S011 de vida wntemplati va. parte ele vida activa. Con la diferenc.ia de que yo me aplico primero y principa!lmente a los ejercicios que me facilitan mejor .el tlláto íntimo con Dios y a contemplar las coslas divinas, puesto que estos ejercicios son los que más poderosamente me ayud!an en el progreso ele la caridad: ~Iivina. Me ocupo tam-bién. y en segundo lugar. elel ejercioio del ministerio apostólico en la medida qUe de 111i disponga la obediencia."

    7." Tajes son los fines suhordinados que caracterizan a nues-tra Orden y a los qne encaminan la Regla. las Constituciones y todos los demás ejercicios. Para que un carmelita :alcance este do-ble fin ,cliebe conocer todos los medios que sus l,eyes' Ie proponen y no emplear otros. La fiel observanc,ia de' las rilismas y nada más que esta observa1lcia le conducirfl a la perfección de la oaridad

    Supuesta. pues. esta clo·ctrina. ya podemos responder a esta pre-g'unta, que es de la más trascendental importancia: ¿ Qué 'es ten-der '01. la perfección? Tender a la perfección no es mGs que ob-servar los mandamientos de Dios. las leyes comunes a todos lo.s CFistianos y, además. todos aqt1ellas que son propias y esenciales a cacr~ Orden religiosa en particnlar. con ánimo. de llegar 'a la perfección de la caridad.

    8." Entre .estas obligaciones peculiares ele cada Instituto el autor señala como principlalísirilas los votos. E!l c.armelita añade a los tres comunes un cuarto de 110 aspirar a prelacía alguna den-, tro o fuera ic1\eíéu Orden ni 'directa ni indirectamente. Se llama voto ele humilCÚad y que obLga bajo grave, como los demás votos. La regla carmelitana obliga bajo pecado venial.

    9. El venerable Padre enumera a contilluac;ón las partes principales de la ohservalH.:ia carmelitana: Heg'la. Constituciones. Tnstruc.ciones. or·clenaciont:s ~ los sup::-'-:ores, horas de medita-ción, exhortaciones. capítulos. silencio, soledad. huenos ejemplos .... etcétera; mecEos tod'os muy aptos para conseguir la' pedécción cristiana y. por ésta. la vida et2rna.

    ro. Detallando 111;1S. dic.e: .. Cualquiera de nosotro.s ,que de-see llegar al término ele la perieación monástica. elehe ele poner especial empeño en dos cosas-: en la oración y en la mortificación. Sean cuales f.ueren. las ocupaciones de la jornada carmelitana. es necesario tener siempre presentes estas dos wsas: entretener el corazón todo y sólo en Dios medliante la ora'ción y someter a El en todo momento el propio jüicio. la voluntad y los apetitos. Ese

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    es el camino real que enseñó N11es,tro Señor y que los apóstoles y tocios 'los santos siguieron.

    Comío conclusión de cuanto' acahamos de decir tenemos que resoh7;er una duela que puede. presend:arse al espíri

  • 458 P. MARIE-AMAND DE STE, JOSEI'H, O. C. 1>.

    '~ncreíbles en el Amor divina, tales que no 'hay paiabr~ 'humana que .pueda defi/1!l:rtos" (37).

    No puede decirse más expresivamente que l!a perfección del alma aquí en la tierra está ílltimam