La confirmación en el proceso de Iniciación Cristiana

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ESTUDIOS La confirmación en el proceso de Iniciación Cristiana Álvaro Ginel Director de la revista CATEQUISTAS SÍNTESIS DEL ARTÍCULO Álvaro Ginel constata las dificultades que el sacramento de la confirmación está teniendo en muchas comunidades. Sitúa este sacramento dentro de la Iniciación Cristiana (IC). Una preocupación constatada desde hace un tiempo por nuestros obispos y teólogos. ¿Pero qué es la IC? El autor va acercándose desde diversos lugares a este contexto: desde el magisterio, desde la teología, desde la tradición de la Iglesia. La Iglesia engendra hijos a la fe, por eso la IC exige una identidad nueva, que abre a la persona al corazón del misterio de Jesucristo, y necesita la compañía de la comunidad. Para llegar a este momento Dios se sirve de muchas cosas. Hay un paso previo la tradición llama “primer anuncio”. Acaba el artículo con unas orientaciones para el sacramento de la confirmación: reconocer el momento presente; dejar el protagonismo a la acción de Dios; hacerse cristiano requiere tomarse su tiempo. Partimos de una situación concreta: la catequesis de preparación a la Confirmación tal como funciona en la mayoría de las comunidades cristianas de nuestras Iglesias. Se trata, por lo general, de una catequesis realizada después de la Primera Comunión. En unos casos se sitúa la celebración del sacramento de la Confirmación hacia los dos años después de la Comunión. En otros, la preparación se hace hacia el final de la adolescencia o principio de la juventud, entre los 16-19 años, con una variedad amplia de matices según comunidades. En todos los casos tenemos esta lógica: el sacramento de la Confirmación es el último de los sacramentos de la iniciación cristiana (IC) que se recibe. Los datos de observación nos llevan a decir que la preparación o catequesis de Confirmación está centrada en “repasar” los fundamentos de la vida cristiana previamente vistos [1] en el momento catequético sacramental de la Primera Comunión o en la formación religiosa escolar. Hay unas catequesis dedicadas específicamente al sentido y al significado de la celebración litúrgica. Nos cuesta estructurar la dimensión de “ejercicios de la vida cristiana”. Hablar de IC y Confirmación es algo en lo que hay que profundizar. Se advierten en la actualidad algunos signos nuevos con respecto a, por ejemplo, cinco años antes: 1) ha disminuido el número de los que piden la preparación para el sacramento de la Confirmación; 2) cada vez más se entra en este tiempo de catequesis sacramental por decisión propia, no porque “tengo la edad de confirmarme”. Esto es más notorio en las comunidades en las que la Confirmación se hace a partir de los 16 años. No son raros los casos de jóvenes que, al final del tiempo de catequesis, deciden no confirmarse.

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ESTUDIOS

 

La confirmación en el proceso de Iniciación Cristiana

Álvaro Ginel

Director de la revista CATEQUISTAS

 

SÍNTESIS DEL ARTÍCULO

Álvaro Ginel constata las dificultades que el sacramento de la confirmación está teniendo en muchascomunidades. Sitúa este sacramento dentro de la Iniciación Cristiana (IC). Una preocupación constatadadesde hace un tiempo por nuestros obispos y teólogos. ¿Pero qué es la IC? El autor va acercándose desdediversos lugares a este contexto: desde el magisterio, desde la teología, desde la tradición de la Iglesia. LaIglesia engendra hijos a la fe, por eso la IC exige una identidad nueva, que abre a la persona al corazón delmisterio de Jesucristo, y necesita la compañía de la comunidad. Para llegar a este momento Dios se sirvede muchas cosas. Hay un paso previo la tradición llama “primer anuncio”. Acaba el artículo con unasorientaciones para el sacramento de la confirmación: reconocer el momento presente; dejar elprotagonismo a la acción de Dios; hacerse cristiano requiere tomarse su tiempo.   

 

Partimos de una situación concreta: la catequesis de preparación a la Confirmación tal comofunciona en la mayoría de las comunidades cristianas de nuestras Iglesias. Se trata, por lo general,de una catequesis realizada después de la Primera Comunión. En unos casos se sitúa la celebracióndel sacramento de la Confirmación hacia los dos años después de la Comunión. En otros, lapreparación se hace hacia el final de la adolescencia o principio de la juventud, entre los 16-19años, con una variedad amplia de matices según comunidades.

En todos los casos tenemos esta lógica: el sacramento de la Confirmación es el último de lossacramentos de la iniciación cristiana (IC) que se recibe. Los datos de observación nos llevan adecir que la preparación o catequesis de Confirmación está centrada en “repasar” los fundamentos

de la vida cristiana previamente vistos[1] en el momento catequético sacramental de la PrimeraComunión o en la formación religiosa escolar. Hay unas catequesis dedicadas específicamente alsentido y al significado de la celebración litúrgica. Nos cuesta estructurar la dimensión de“ejercicios de la vida cristiana”.

Hablar de IC y Confirmación es algo en lo que hay que profundizar. Se advierten en la actualidadalgunos signos nuevos con respecto a, por ejemplo, cinco años antes: 1) ha disminuido el númerode los que piden la preparación para el sacramento de la Confirmación; 2) cada vez más se entraen este tiempo de catequesis sacramental por decisión propia, no porque “tengo la edad deconfirmarme”. Esto es más notorio en las comunidades en las que la Confirmación se hace a partirde los 16 años. No son raros los casos de jóvenes que, al final del tiempo de catequesis, decidenno confirmarse.

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Nos encontrarnos con agentes de pastoral y catequesis que se sienten interrogados y hastadesorientados ante lo que está pasando con la catequesis de Confirmación. La pastoral juvenil,basada en la Confirmación en muchas comunidades cristianas, experimenta una fuerte sacudida enla actualidad. Hay parroquias que no tienen “pastoral de jóvenes” porque no saben cómoconvocarlos y no tienen un elemento de convocatoria “atractiva” como antes era el sacramento dela Confirmación.

Por otra parte, hay que reconocer y aplaudir los esfuerzos e intentos por “hacer algo” de muchoscatequistas y responsables de comunidad, pero sin saber muy bien qué ni cómo.

Algo está cambiando y nos obligará a revisar nuestra acción de transmisión de la fe. La mirada demuchos, en estos momentos, se dirige hacia repensar la IC.

La novedad de esta necesidad de repensar es que antes mirábamos hacia la IC teniendo delanteuna realidad numérica que ya no se da más. Esto cambia mucho las cosas y nos hace acercarnos ala IC con más hondura y ganas de aprender para el futuro.

 

1. CONSTATACIONES

Sin pretensiones de ser exhaustivos, tenemos que comenzar señalando algunos indicadores denuestra actual forma de realizar la catequesis o, con otras palabras, de nuestra manera de“engendrar nuevos cristianos” en estos momentos.

 

1.1. La iniciación: una preocupación que viene de lejos

La preocupación por la IC en la reflexión de la teología y de la catequesis en España no es nueva.Lo nuevo puede estar en la urgencia del momento presente de mayor secularización y en el

malestar de la misma catequesis[2]. Enumeramos sólo dos centros que ponen de manifiesto estapreocupación por la IC.

 

1.1.1. El Magisterio de la Iglesia española.

En el excelente documento de la Comisión Episcopal de Enseñanza y Catequesis La catequesis de la

comunidad cristiana[3] ya se define lo propio de la catequesis como “iniciación global y sistemáticaen las diversas expresiones de la fe de la Iglesia” (n. 61) y propone como objetivo de la catequesis“asegurar la identidad del cristiano” (n. 152). Pasado el tiempo, la Conferencia Episcopal Españolaabordaría de manera más monográfica la IC en el documento La Iniciación cristiana. Reflexiones y

orientaciones[4]. El propósito de los Obispos en este segundo documento es  ofrecer un “serviciode ayuda y de orientación a las Iglesias particulares en su cometido propio de establecer unproyecto de iniciación  cristiana bajo la autoridad del Obispo” (n. 6). Por IC se entiende en eldocumento “don de Dios que recibe la persona humana por la mediación de la Madre Iglesia. SóloDios puede hacer que el hombre renazca en Cristo por el agua y el Espíritu; sólo Él puedecomunicar la vida eterna e injertar al hombre, como un sarmiento, a la Vid verdadera, para que elhombre, unido a Él, realice su vocación de hijo de Dios en el Hijo Jesucristo, en medio del mundo,como miembro vivo y activo de la Iglesia” (n. 9). El elemento original de la IC queda bien señaladocon estas palabras: “La IC consiste en que Dios tiene la iniciativa y la primacía en la transformacióninterior de la persona y en su integración en la Iglesia, haciéndole partícipe de la muerte yresurrección de Cristo” (n. 6).

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Inspirándose en este texto, tanto durante el tiempo de su elaboración como después de supublicación, los Planes acción de la Subcomisión Episcopal de Catequesis acogen y reflejan demanera operativa esta preocupación por la IC. Así, en el Plan de acción de 1997-2000 encontramos

este objetivo: Impulsar una catequesis al servicio de la iniciación cristiana[5]. En el Plan de acciónde los años 2001-2004, se insiste: Proseguir los esfuerzos para la implantación de la catequesis deiniciación cristiana, como actividad básica de la pastoral catequética. Llevar a cabo estaimplantación de modo adecuado a las diversas edades, y clarificar y coordinar los cometidos de las

distintas instituciones y ámbitos que deben intervenir[6]. En el Plan de  acción de los años2007-2010 se especifica: Elaborar un Proyecto Marco de iniciación cristiana para la catequesis de

iniciación cristiana de infancia y adolescencia[7].

Además, hay que señalar, en esta sensibilidad de la Iglesia española por la IC, el documento:

Orientaciones pastorales para la iniciación cristiana de niños no bautizados en su infancia[8], 

aprobado en la LXXXIII Asamblea Plenaria del 26 de marzo de 2004[9].

 

1.1.2. El campo de la reflexión teológico pastoral

En lo que se refiere a la reflexión teológico pastoral tenemos que citar los trabajos de renombradosespecialistas de nuestro universo cultural cercano. Elijo tres porque me parecen los mássignificativos por la repercusión de su magisterio universitario y por sus publicaciones.

 

* Es de justicia comenzar reconociendo la reflexión ofrecida por Casiano Floristán[10]. Desde un

intento serio de entrar en el significado del Ritual de la iniciación cristiana de adultos (RICA)[11], elautor aporta una reflexión sobre el catecumenado primitivo. Además de la aportación personal, ellibro es una “biblioteca” de cuanto hasta ese momento se había publicado especialmente en lengua

francesa, italiana y alemana. Al hablar del catecumenado[12] estudia la IC y la describe como “elacceso a la experiencia del misterio de Cristo, mediante el paso de un estado (catecúmeno) a otro

(fiel) a través de los sacramentos del bautismo, confirmación y eucaristía”[13]. Recogiendo laproblemática del momento, se detiene en la “reiniciación cristiana” como una urgencia pastoral. “Acausa de la generalización del bautismo de niños y de la desaparición de la pastoral catecumenal,una gran mayoría de los bautizados no han sido evangelizados o catequizados suficientemente porla familia, la parroquia o la escuela. Lo he dicho repetidas veces: en la Iglesia primitiva era

bautizado el convertido; ahora tiene que convertirse el bautizado[14]”.

 

* Dionisio Borobio, a partir de su campo específico de la Teología sacramental, realizó un tratado

sobre las cuestiones relativas a la IC en el libro La iniciación cristiana[15], también con unaamplísima bibliografía.. A la pregunta, ¿Qué es la iniciación cristiana? responde: “Es aquel procesopor el que una persona es introducida al misterio de Cristo y a la vida de la Iglesia, a través deunas mediaciones sacramentales y extrasacramentales, que van acompañando el cambio de suactitud fundamental, de su ser y existir con los demás y en el mundo, de su nueva identidad como

persona cristiana creyente[16]”.

 

* Finalmente, desde el campo específico de la catequesis, Emilio Alberich, en su tratado de

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catequética fundamental, que ha ido renovando sucesivamente[17], no se detiene en estudiar laIC, sino que, sirviéndose de las aportaciones de otros, centra la IC en lo que tiene de dimensiónpedagógica. Así lo plantea en su obra: “La iniciación cristiana, en su sentido más profundo,consiste ante todo en la acción transformante de Dios mediante los sacramentos del bautismo,confirmación y eucaristía. ¿Es posible guiar desde fuera el dinamismo interior y secreto de la graciaen el corazón humano? ¿Es posible «iniciar», transmitir, «educar» la fe? Pero además, hablar deiniciación y educación, en catequesis, no parece reflejar la realidad concreta de una práctica que, a

menudo, se reduce a enseñanza doctrinal, o a simple socialización cultural y religiosa[18]”.

 

1.2. Nuestra sociedad ya no es una sociedad de cristiandad

Como parte de Europa, las Iglesias particulares de España participamos del análisis de situacióncultural y religiosa que el papa Juan Pablo II ofrecía en la exhortación apostólica La Iglesia en

Europa[19]  y que se resume en la expresión “una pérdida de la memoria y de la herencia

cristinas”[20].

Por su parte, los Obispos españoles no han cesado de revisar la realidad de nuestro país. “Nacionestradicionalmente católicas como España sufren una particular erosión en las convicciones religiosasy éticas de una buena parte de su población, para la que el relativismo imperante y el mito delprogreso materialista se sitúan como valores de primer orden y de máxima actualidad, relegando

los valores religiosos como so fueran piezas de museo o realidades del pasado[21]” (n. 45). Más

recientemente, la Conferencia Episcopal Española hacía un diagnóstico de la situación religiosa[22].La nueva situación de la sociedad española se describe como una “oleada de laicismo”: “El otrofactor que queremos resaltar, porque es decisivo para interpretar y valorar desde la fe las nuevascircunstancias, es el desarrollo alarmante del laicismo en nuestra sociedad. No se trata delreconocimiento de la justa autonomía del orden temporal, en sus instituciones y procesos, algo quees enteramente compatible con la fe cristiana y hasta directamente favorecido y exigido por ella.Se trata, más bien, de la voluntad de prescindir de Dios en la visión y la valoración del mundo, enla imagen que el hombre tiene de sí mismo, del origen y término de su existencia, de las normas y

los objetivos de sus actividades personales y sociales”[23]. La consecuencia de todo esto es “laquiebra de todo un patrimonio espiritual y cultural, enraizado en la memoria y la adoración deJesucristo y, por tanto, el abandono de valiosas instituciones y tradiciones nacidas y nutridas deesa cultura. Se diría que se pretende construir artificialmente una sociedad sin referenciasreligiosas, exclusivamente terrena, sin culto a Dios ni aspiración ninguna a la vida eterna, fundadaúnicamente en nuestros propios recursos y orientada casi exclusivamente hacia el mero goce de los

bienes de la tierra”[24].

 

Por nuestra parte, manteniéndonos en el terreno de la constatación, observamos que vivimos enuna sociedad que ya no podemos denominar como “sociedad de cristiandad”. Para precisar más elalcance de la afirmación queremos decir que “lo cristiano” es un elemento junto a otros elementosque conviven en la sociedad sin que uno sea hegemónico y guía del entenderse la sociedad a símisma (diversas corrientes de pensamiento, de modos de entender a la persona, de criterios

referenciales que sostienen la vida humana y la percepción de lo creado…)[25]. Reconocemos nopocos matices significativos en nuestra realidad religiosa, así conviven con lo no cristiano huellas

de tradición cristiana[26] que envuelven a muchos hombres y mujeres que no se sienten cristianos

o cuyo cristianismo podríamos definirlo como de “bautizados no iniciados o desconvertidos”[27].También percibimos que hay tradiciones y manifestaciones cristianas que perduran en el alma denuestro pueblo. Surgieron como manifestaciones de la fe, aunque en muchos casos hayan perdido

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su sentido originario y pueden correr el riesgo de convertirse en expresiones vacías del contenidocristiano que les dio origen. De todas formas están ahí y son un potencial no despreciable para unaaproximación, al menos cultural, al hecho cristiano. En algunas de nuestras regiones es muy fuerteun sustrato de religiosidad popular que es un rescoldo que puede avivar la presencia del Evangelioa pesar de los envites de otras corrientes.

Este cambio de sociedad no lo valoramos como algo negativo. Preferimos aceptarlo como datoobjetivo que se nos impone y situarnos ante él como creyentes que, partiendo de la resurreccióndel Señor, miran esperanzados hacia el futuro y buscan las formas mejores de vivir hoy el anunciogozoso del Evangelio sabiendo que Él nos precede (Mc 16,7) y que hemos sido enviados aproclamar la buena noticia (Mc 16,15) sin más imperativos modales que el imperativo del anuncio.

 

1.3. Los datos que nacen en el mismo hacer catequético

Queremos reconocer los múltiples y variados esfuerzos que las Iglesias particulares y lascomunidades cristianas locales están realizando para “reconvertir” el proceso de devenir cristiano yde incorporarse a la comunidad de los discípulos del Señor.

No siempre los esfuerzos realizados llegan al objetivo pretendido. Enumeramos algunos rasgos quenos inducen a plantear en profundidad el mismo hacer catequético:

 

1.3.1. El fracaso de muchos procesos de iniciación actuales

Estamos ante la constatación de que niños y jóvenes que siguen un proceso de iniciación para unsacramento, una vez recibido, se alejan de la Iglesia. El proceso de iniciación realizado no haservido para integrarlos en la comunidad, sino “llegar a una meta”: recibir (conseguir) elsacramento, y abandonar la comunidad cristiana. De este modo, constatamos que con muchafrecuencia no se da un cambio de vida y mentalidad, es decir, no hay conversión, en los sujetosque han recorrido el proceso propuesto. Y la conversión es el primer paso para hablar de iniciacióncristiana.

 

 

 

1.3.2. Ausencia de apoyos

En otra época, la acción catequética era apoyada por elementos externos a ella, pero fuertementecomplementarios como la familia, la escuela y otros. Hoy, para algunos niños y jóvenes es posibleque se mantengan estos pilares, pero la inmensa mayoría no cuentan ya con ellos. Esimprescindible proyectar un modelo de IC que tenga en cuenta la nueva situación de ausencia deapoyos.

 

1.3.3. Reduccionismo en la comprensión de la expresión “iniciación cristiana”

Tenemos que reconocer que el término IC es entendido de muchas maneras en las comunidadescristianas y en el ámbito de los catequistas.

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Nos parece que existe un reduccionismo generalizado que consiste en centrar el contenido de la ICen el aprendizaje de los temas de catequesis y en la misma recepción del sacramento. Siendoelementos importantes de la IC no son toda la IC.

 

1.3.4. Una cosa es la reflexión, otra la práctica

Como observa Henri Derroitte: “Hemos tenido numerosas y buenas ideas sobre el futuro de la

catequesis, pero decidme donde se han puesto por obra estas ideas sobre el futuro”[28]. Nospuede la respuesta inmediata a la respuesta programática. Nos puede la respuesta a lo que nospide la gente “por tradición” que a lo que creemos que debe ser el futuro. Nos puede la inercia delpasado a la apertura hacia lo nuevo porque el cambio es muy fuerte, no menos fuerte el cambioque la misma sociedad está sufriendo. En resumen, las palabras de cambio que utilizamos en lareflexión no tienen aún confirmación en la praxis catequética. Lo que sí que parece que se nosavecina es un cambio que se impondrá por la fuerza de los hechos. Y siempre existirá la dialécticaentre la reflexión teórica y la realización práctica.

 

2. QUÉ ENTENDEMOS POR INICIACIÓN

La primera aproximación que hacemos es entender el sentido amplio de iniciación.

 

2.1. El término “iniciación”: realidad antropológica

Antes que cristiano, el término “iniciación” es una realidad humana. La persona humana, desde sugestación, se inicia en la manera de ser persona, de estar en el mundo y de capacitarse pararealizarse en toda originalidad. El ser humano se engendra en un seno o ambiente donde se lecuida y prepara para la vida. Adquirir existencia e identidad no se hace al margen de la madre ydel padre, de la sociedad familiar y del entorno que nos rodea.

 

2.1.1. La iniciación es a la vez una acción y un efecto

Es acción en cuanto que en la persona se realiza o se ejerce un determinado influjo, o ella mismarealiza unos hechos orientados a desarrollar la original entidad de la persona.

Es efecto porque estas acciones que recaen sobre la persona no son intranscendentes, sino queestán llamadas a producir un cambio, una transformación o modificación en ella.

Quien se ejercita o entrena en una dimensión o aspecto personal acaba modificando su propiacapacidad para, por ejemplo, jugar, para llevar adelante un trabajo, soportar el dolor, abrirse a larespuesta con el Dios que le solicita, etc. La familia y la sociedad “inician” a las jóvenesgeneraciones en el estilo de vida que ellas han creado y viven: unos valores, unas normas, unasexpresiones, etc. Cuando un niño recibe un regalo, muchos padres suelen decirle: ¿Qué es lo quese dice? Es la forma de iniciarles en un estilo de comportamiento, en unos valores cívicos.

Este proceso de iniciación no se hace de golpe. Hay etapas. Al principio cuesta más el“entrenamiento” o las acciones que nos llevarán, después, a ser expertos alfareros o correctores deestilo en una editorial u honrados y cívicos ciudadanos. Las acciones no son pura mecánica

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repetitiva, sino que implican siempre un aprendizaje, y una modificación personal: haciendoaprendo y me transformo internamente. Se trata de acciones polivalentes: transforman el ser yenriquecen los conocimientos. No se llega a ser experto en la docencia sin un ejercicio. Por otraparte, se adquieren nuevos conocimientos en aquello en lo que nos ejercitamos. Lo sabe bien laempresa cuando, para aceptar una persona para un puesto de trabajo pone la condición de “conexperiencia”.

 

2.1.2. La iniciación tiene comienzo y final con etapas diferencias  

Hoy el término iniciación no se emplea mucho en el lenguaje corriente de la vida ordinaria, aunquetodo grupo y sociedad se den un tiempo “iniciático” en el que la persona tiene que iniciarse,“hacerse a algo”, decimos,  para entender la historia y principios del grupo y para saber “estar ymoverse” en un ámbito concreto. Se utilizan otros términos: así hablamos de estar preparados, demáster, de cualificación profesional, de periodo de prácticas, de competencias, etc. Palabras muyen uso hoy como  reciclaje o formación permanente tienen otras características que nocorresponden a lo que nosotros aquí entendemos por iniciación.

Todos los itinerarios formativos iniciales de las sociedades y grupos pretenden preparar o modificara la persona de manera “inicial” o “básica” para que, a partir de unos cimientos mínimos, sedesarrollen todas las potencialidades. Lo inicial o formación inicial no es el final, pero sí es laplataforma referencial para la construcción de un futuro personal original.

Se puede decir que ha terminado el tiempo de la iniciación cuando el aspirante ha realizado lostiempos necesarios para adiestrarse en conocimientos y en ejercicios prácticos para ser autónomoen un determinado menester. Esto se suele verificar por pruebas o exámenes marcados por lasociedad y los grupos. En el momento final de la iniciación no quiere decir que la persona ya losepa ya todo, sino que posee en sus manos de aquellos elementos que le permitirán superar ysoportar las dificultades normales con las que se encuentre.

La primera etapa posterior al tiempo de iniciación es delicada, y, de ordinario, exigirá unavinculación más estrecha con personas del grupo donde se ha incorporado que le ayuden amanejarse como autónomo. Podemos pensar en el currículo de un estudiante de medicina que salede la Universidad y los años de prácticas que realiza en los hospitales. Adquirir la propia identidade independencia necesita tiempo, acompañamiento y pequeños pasos.

 

2.1.3. Diferenciar la iniciación de la profundización

No se debe confundir los elementos de la iniciación que ponen los pilares básicos de algo con eltiempo de profundización o formación permanente, que suponen no sólo los cimientos básicosiniciales, sino que exigen una profundización en la experiencia diaria, un rodaje en una profesión,una progresiva síntesis de asimilación personal. La profundización o formación permanente lanza air más allá de donde estamos o a corregir facetas que impiden dar nuevos pasos. Es buenodiferenciar la etapa de iniciación de otras etapas posteriores. Siempre podemos aprender en lavida, pero no todo el aprendizaje tiene que ser encuadrado en la etapa inicial.  Lo iniciáticoposibilita, orienta, y, en alguna manera, determina el resto del camino. En el mundo artesanal yuniversitario se palpa con claridad el influjo de los buenos artesanos y maestros que son capacesde despertar en el estudiante curiosidad, ganas, amor y entrega a la profesión. Una buenainiciación es de ordinario garantía de un futuro comprometido en aquello que uno fue iniciado.  Loscursos de reciclaje y de formación permanente se basan, fundamentalmente en la experienciaadquirida, en la riqueza de saber acumulado para poder continuar avanzando.

 

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3. LA INICIACIÓN CRISTIANA

La IC participa del proceso de iniciación humana que acabamos de describir, pero no se reduce aél. Estamos llamados a repensar la IC en aquellos elementos esenciales que la Iglesia vivió yrealizó en una sociedad sin referencias cristianas, para incorporar a la comunidad a los que sesentían llamados. No repensamos la IC para restaurar un ayer, sino para, desde la responsabilidadeclesial actual, ofrecer caminos a quienes son llamados a “renacer el agua y del Espíritu” (Jn 3,5)porque han sentido dentro de su corazón que el Padre les arrastra hacia la persona de su Hijo (Jn6,44).

No abordamos la IC con la idea de sacar algunas conclusiones para alimentar un modelo de

catequesis concreto[29] que consiste en un encuentro semanal de una hora durante unos añosprefijados de antemano que termina con la recepción del sacramento de la Confirmación.Preferimos situarnos ante la IC de manera abierta, admitiendo que estamos en un mundo que yano es cristiano y que la comunidad cristiana tiene la obligación de proponer procesos adecuados ala actual situación socio-religiosa para llegar a ser cristiano hoy.

 

3.1. Dios revelado en la historia y, sobre todo, en Jesucristo

El acontecimiento del cristianismo es un hecho de revelación: “Dispuso Dios en su sabiduríarevelarse a sí mismo y dar a conocer el misterio de su voluntad (Ef 1,9), mediante el cual loshombres, por medio de Cristo, Verbo encarnado, tienen acceso al Padre en el Espíritu Santo y se

hacen consortes de la naturaleza divina (Ef 2,18)”[30]. Siendo un hecho revelado, la confesión enDios no es conquista personal, sino don que la persona recibe. Toda reflexión como IC tiene quepartir de este protagonismo de Dios.

Dios se revela saliendo al encuentro de la persona, metiéndose en su historia, interrogándole porsu nombre: “¿Dónde estás? ¿Quién eres?” (Gén 3,9). Dios se acerca y hace de la historia humanauna historia de presencia también divina: “Este plan de revelación se realiza con  palabras y gestosintrínsecamente conexos entre sí, de forma que las obras realizadas por Dios en la historia de lasalvación manifiestan y confirman la doctrina y los hechos significados por las palabras, y laspalabras, por su parte, proclaman las obras y esclarecen el misterio contenido en ellas. Pero laverdad íntima acerca de Dios y acerca de la salvación humana se nos manifiesta por la revelación

de Cristo, que es a un tiempo mediador y plenitud de toda la revelación”[31].

Adherirse a la fe y confesar al Dios y Padre de Jesús no es algo espontaneo ni es un trabajopuramente humano. La adhesión a Jesucristo es una respuesta personal a una iniciativa de Diosque se realiza en el seno de los discípulos que viven, confiesan y celebran al Señor resucitado. Estaconfesión de fe de los que adoran al Dios vivo se traduce visiblemente en gestos, símbolos,comportamientos, invocaciones, fórmulas de fe que hay que entender y en las que hay que seriniciado.

El proceso de asimilación del universo religioso en que se expresa la relación con el Dios reveladoen Jesús es lo que la tradición eclesial ha denominado como IC.

Podemos denominar al proceso de la IC como “un don de Dios que recibe la persona humana por la

mediación de la Madre Iglesia”[32]. Su originalidad consiste en que “Dios tiene la iniciativa y laprimacía en la transformación interior de la persona y en su integración en la Iglesia, haciéndole

partícipe de la muerte y resurrección de Cristo”[33]. Se llega a ser cristiano por la gracia de Dios.La IC nos lleva a ser familiares e interlocutores de un Dios que nos precede (Mc 16,7) y que tomala iniciativa (Jn 3,27).

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3.2. La IC exige identidad nueva

El cambio de un modo de darse sentido la persona a otro revelado y cimentado en Cristo conllevauna nueva identidad del sujeto iniciado. El iniciado adquiere una nueva identidad en Cristo Jesús.Abandonar la historia personal articulada sobre unos principios y valores para insertarse en lahistoria de salvación iniciada por Dios y cuyo culmen es Jesús, el Cristo, es todo un proceso que lapersona tiene que recorrer a su ritmo y con sus decisiones, con la ayuda de Dios y de la comunidadcristiana, hasta adquirir una nueva identidad.

En el evangelio de san Juan, esta transformación recibe el nombre de “nacer de nuevo” (Jn 3,3),“nacer del agua y del Espíritu” (Jn 3,5), “pasar de la muerte a la vida” (Jn 5,24). San Pablo lodescribe como muerte: “Vosotros estabais muertos por vuestros pecados” (Col 2,13), “Vosotrosconsideraos muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús” (Rom 6,13). Y los Hechos de losApóstoles hablan de conversión: “Convertíos y que cada uno se bautice invocando el nombre deJesucristo” (2,38).

Se apunta claramente en estos textos a una novedad radical, identidad nueva, que atañe atotalidad de la persona hasta  poder hablar de vida nueva, vida eterna: “El que cree en mí tienevida eterna” (Jn 6,40).

Un horizonte tan novedoso supera las fuerzas humanas. Andrea Fontana lo describe así: “Todo estono depende sólo de la buena voluntad ni de la benevolencia de una comunidad que acoge; todoesto depende de la acción misteriosa del Dios de la vida anunciado por Jesús, que, de ordinario, demanera sorprendente lleva a término su proyecto de salvación a través de signos, experiencias y

encuentros gratuitos”[34]. En el fondo no es nada más que una manera de reconocer las palabrasdel Señor: “Os tengo dicho que nadie puede acudir a mí si al Padre no se lo concede” (Jn 6,65).

 

3.3. Conformación de la IC en la Iglesia

En su historia, la Iglesia tuvo conciencia de que se nace a la fe por el protagonismo de Dios quetiene la iniciativa de llamar. Al mismo tiempo, la Iglesia, sabedora de que “existe para evangelizar”(EN 14), para “llevar la Buena Nueva a todos los ambientes de la humanidad y, con su influjo,transformar desde dentro, renovar la misma humanidad” (EN 18), fue ofreciendo cauces para quelos llamados se iniciaran en la nueva vida a que estaban convocados. De esta manera se fueconfigurando un proceso de evangelización en el que la IC tenía, y tiene, un momento muydestacado y  que culminaba con la recepción de los sacramentos del bautismo, confirmación y

eucaristía[35].

 

3.3.1. La “provocación de Dios” o primer anuncio

Dios se sirve de muchas cosas para llamar y convocar, para suscitar las ganas y la curiosidad o

inquietud por Él mismo[36]. A este momento de “provocación” de Dios en el interior de la persona,la tradición eclesial lo ha dado el nombre de primer anuncio. Consiste en esa “sospecha atendida”de que en nuestro íntimo adentro hay una voz interior que nos lanza a una búsqueda de Aquel quedesde dentro nos busca y quiere entablar diálogo personal con nosotros. Es un “volver a unomismo”, como dice san Agustín, para descubrir dentro la huella o soplo de Dios (Gén 1,7) que nosprecede y que nos habita.

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La  “provocación” de Dios acaece por una acción de la Iglesia ya sea por el primer anuncio ya seapor el testimonio de los miembros de la comunidad o por iniciativa de Dios mismo como vemos enel pasaje de la samaritana (Jn 4) o en el relato de los discípulos de Emáus (Lc 24). La Iglesia, entodo tiempo, aprende de su Maestro y Señor, el estilo de provocación y de iniciación que el mismoJesús llevó a cabo.

Nadie puede poner límites de tiempo a este momento. La Iglesia sí que ha desarrollado acciones deprimer anuncio diversas y variadas para favorecer pedagógicamente el despertar religioso o el abrirlos ojos a lo que a simple vista no vemos, pero está en nosotros mismos.

 

3.3.2. La iniciación en la nueva vida

Quien se decide a responder a Dios, a “convertir” su vida y volverse hacia Jesucristo, a buscar surostro más detenidamente y a seguirle, emprende un segundo momento que consiste en “serintroducido en la vida de fe, de la liturgia y de la caridad del Pueblo de Dios” (AG 14). La Iglesia,en su sabiduría evangelizadora, fue dando forma orgánica a este proceso de introducción oiniciación en la vida evangélica por medio de la institución llamada catecumenado, señalando

etapas y momentos rituales[37].

Los ritos en la iniciación siempre fueron de gran importancia porque señalaban de alguna maneraque estaba “ocurriendo algo en la persona” que no le afectaba sólo a ella,  sino implicaba tambiéna la vida de la comunidad cristiana a la que se estaba iniciando.

El proceso de la iniciación nunca fue un proceso que se redujera a saberes sobre (aunque losincluya), sino que estaba centrado en el cambio de identidad de la persona, o en el nacimiento oengendramiento de una persona nueva según Jesucristo. La acentuación de esta dimensiónesencial de la IC tiene muchas consecuencias prácticas: el ritmo original de cada persona, lalibertad para responder a Dios, la ayuda de la comunidad, el ejemplo de los creyentes y laparticipación en la vida comunitaria, etc. De ahí que sea extremadamente difícil señalar tiemposestándar para todos los que se inician. Podemos hablar de “indicadores” de tiempo de duración delas distintas fases de acuerdo con los datos generales de una estadística práctica, pero nada más.Por encima de todo está el respeto de la historia de cada persona y de sus condicionantes para“morir al hombre” (Ef 4,22).

 

3.3.3. La compañía y presencia de la comunidad

Si bien es verdad que el protagonismo de Dios en la IC es esencial, también lo es que, deordinario, la acción de Dios se realiza por la mediación de la comunidad cristiana, “rozándose” conotros creyentes. Se nos “contagia” la forma de creer viendo y viviendo con creyentes, ypersonalizando lo que vemos. A este hecho se le suele denominar con expresiones maternales.“Con solicitud maternal les hace partícipes de su propia experiencia de fe y les incorpora a su seno”[38], apunta del Directorio de 1997. Los Obispos Españoles nos dicen: “El signo de la funciónmaternal de la Iglesia es precisamente la pila bautismal, la cual es obligatoria en toda parroquia”[39]. Los Obispos franceses, después de enumerar diversas facetas de la vida de la comunidad(alimentarse de la palabra, conducir itinerarios de fe, dinamismo de vida sacramental, proporcionarocasiones de compartir preguntas, etc.) concluye diciendo que estas facetas diferentes de la vida

eclesial “forman como un ambiente nutritivo en el que arraiga la experiencia de fe”[40]. Con otraexpresión bella, estos mismos Obispos afirman que “la existencia de un ‘baño eclesial’ esparticularmente determinante en un contexto en el que todo lleva a vivir una relación individualista

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con Cristo”[41].

 

3.3.4. La IC abre a la persona al corazón del misterio de Jesucristo

Algunas de las grandes compañías hoy que nos venden los programas informáticos, nos inician enel manejo del programa concreto pero reservan con gran secreto la fórmula de fondo, lo quellaman el código-fuente, para que el cliente disponga de la receta, pero sin que pueda acceder “almisterio” de su fórmula. La IC es todo lo contrario: aproxima, entreabre, y desvela los secretos dela vida cristiana a los que se inician para que éstos puedan caminar y adentrarse personalmente ycomunitariamente el misterio revelado en Cristo Jesús. En nuestra sociedad, hay que iniciar demodo que el iniciado tenga los recursos y vivencias que le posibiliten buscar por sí mismo lasfuentes de la vida cristiana. Es decir, ayudarle a que adquiera en la etapa de iniciación una fepersonalizada: que sepa rezar, celebrar y dialogar de tú a tú con el Dios de Jesús guiado por lafuerza del Espíritu, que sepa profundizar los contenidos esenciales de la fe, que sepacomprometerse en la caridad y acción social, que sepa percibir las señales de Reino en elentramado de la historia humana y personal… No queremos decir que sea un cristianoindividualista, pero sí con una fe personalizada e interiorizada.

 

4. ORIENTACIONES PARA LA CATEQUESIS DE CONFIRMACIÓN

Poner en el corazón de la reflexión sobre la catequesis la identidad de la IC no es un trabajo sólopedagógico, sino que implica una mentalidad de sentirse y entenderse como Iglesia que tiene laresponsabilidad de actualizar constantemente su dimensión de envío o dimensión misionera: “Id ahacer discípulos ente todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y delEspíritu Santo, y enseñadles a cumplir cuanto os he mandado” (Mt 28,19-20).

 

 

 

4.1. Reconoced el momento en que vivís  (Rom 13,11)

El Apóstol instaba a los cristianos de su tiempo, en otro contexto, a tener en cuenta el tiempopresente. Nos parece que podemos apropiarnos el imperativo del Apóstol para revitalizar nuestrosentido misionero de Iglesia portadora del Evangelio en unas coordenadas histórico culturalespropias. Nuestro tiempo es el que es. En este tiempo y en esta geografía, con estos hombres ymujeres de hoy y con la realidad de la sociedad en que vivimos, que ya no es de cristiandad, loscristianos debemos afrontar el reto de la transmisión el Evangelio recibido. El modo de afrontar losretos de engendrar nuevos miembros para la comunidad es volver a la IC.

 

4.2. Protagonismo de la acción de Dios

De manera ordinaria, esta intervención y protagonismo de Dios se realiza a través de mediacionesque la comunidad cristiana pone en práctica. Todo lo que acontece durante el tiempo de la IC esobra de Dios: la decisión de la persona de “volver su vida hacia Dios”, la comunidad que acoge yacompaña eta decisión, la participación en la vida de la comunidad, la profundización y apropiacióndel Evangelio, el ejemplo dado por los creyentes que “han visto y oído” las maravillas de Dios y han

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configurado su vida según Dios, los ejercicios personales que le llevan a vivir de manera nueva, eldescubrimiento de la vida y misterio de la Iglesia, etc.

 

4.3. Hacerse cristiano requiere tomarse su tiempo

Cuando hablamos de proceso nos referimos a la categoría tiempo: es decir, el tiempo que lapersona emplea para adquirir una nueva identidad por medio de la IC. Todo nacimiento de unavida nueva “se toma su tiempo”, tiene etapas de crecimiento, de maduración. El “engendramiento”de creyente también se efectúa en un proceso en el que en el que son diferenciables etapas.

“La originalidad esencial de la IC consiste en que Dios tiene la iniciativa y la primacía en latransformación interior de la persona y en su integración en la Iglesia, haciéndole partícipe de la

muerte y resurrección de Cristo”[42]. Es en esta etapa en la que se “estructura la conversión aJesucristo” (DGC 63) donde se sitúa la catequesis aportando “una fundamentación a esa primeraadhesión” (DGC 63), vinculada estrechamente a los sacramentos de la iniciación, especialmente albautismo (DGC 65).

La aportación específica de la catequesis a la etapa de la IC es la “formación orgánica y sistemáticade la fe” (DGC 67), que es mucho más que una escueta enseñanza. La formación orgánica “es másque una enseñanza: es un aprendizaje de toda la vida cristiana, una «iniciación cristiana integral»,que propicia un auténtico seguimiento de Jesucristo, centrado en su persona. Se trata, en efecto,de educar en el conocimiento y en la vida de fe, de forma que el hombre entero, en susexperiencias más profundas, se vea fundado en la Palabra de Dios. Se ayudará así al discípulo deJesucristo a transformar el hombre viejo, a asumir su compromisos bautismales y a profesar la fedesde el corazón” (DGC 67).

Lo que se desprende de una catequesis entendida como un elemento de la IC es:

·         La iniciación en la fe no se reduce al “saber sobre la fe” ni a un código de comportamientosderivados de la fe; pero no los excluye, sino que los integra en un conjunto más amplio.

·         La catequesis se reflexiona y modela, principalmente, desde la comprensión de la IC. Otrasciencias pueden aportar elementos, pero siempre en un segundo momento.

·         La transformación interior de la persona por la adhesión a Jesucristo, y la incorporación en laIglesia exigen que la catequesis se engrane con diversos aspectos de la evolución de la personacomo: el dinamismo de maduración y la toma de decisiones, la ejercitación en la vida que sedesprende de la novedad del Reino, la participación en la estructuración y actividades de lacomunidad, la escucha y celebración de la Palabra de Dios ya sea en la celebración sacramental oen la oración o en otro tipo de acercamiento a la Palabra, la escucha de la persona de sus propiosinterrogantes, la apertura al diálogo con Dios, la organización de una mentalidad conforme alEvangelio, la comprensión básica de las formulaciones de la fe, de la celebración cristiana, de laforma de vivir el Evangelio, etc.

·         La catequesis como orgánica y sistemática puede tener diversos puntos de arranque. Estamosmás acostumbrados a una organización y sistematización de la catequesis muy dependiente de lapsicología evolutiva o de los procesos de aprendizaje propios de la escuela. Pero no se agotan aquílas posibilidades de organización y sistematización. Desde la centralidad de la IC, el mejor punto dearranque de la catequesis sistemática es la realidad de la persona (sus preguntas, su culturareligiosa, su progresivo caminar en el seguimiento de Jesucristo, los motivos de su decisión por elSeñor…).

 

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Reconocemos la dificultad que este punto de partida entraña, pues se necesitaría contar con unos

catequistas capaces de construir un plan realista de catequesis[43]. El año litúrgico, en susdiversos ciclos, es otra referencia para organizar y sistematizar. El catecismo, el credo, losmandamientos, los sacramentos… pueden ser otros caminos para comenzar a organizar ysistematizar los contenidos de la fe, que tendrán siempre al Catecismo de la Iglesia Católica comofuente en la que apoyarse y beber.

 

 

[1] Esto lleva a algunos jóvenes a decir que “no vale la pena”, “siempre es lo mismo”, “no aprendemos nada nuevo”.Palabras textuales de adolescentes de 17 años que están en grupos de Confirmación, pero que han decidido, a pesar detodo, no confirmarse porque no ven sentido al sacramento.

[2] Álvaro GINEL, Repensar la catequesis, Editorial CCS, Madrid 2009, pp. 21-44.

[3] La catequesis de la comunidad cristiana. Orientaciones pastorales para la catequesis en España, hoy, Edice, Madrid1083.

[4] Edice, Madrid 1999. Un comentario monográfico al documento apareció en la revista “Teología y Catequesis” 72(1999).

[5] http://www.conferenciaepiscopal.es/ensenanza/catequesis/publicaciones/PlanAccion/1997-2000.pdf

[6] http://www.conferenciaepiscopal.es/ensenanza/catequesis/publicaciones/PlanAccion/2001-2004.pdf

[7] http://www.conferenciaepiscopal.es/ensenanza/catequesis/publicaciones/PlanAccion/2007-2010.pdf

[8] http://www.conferenciaepiscopal.es/documentos/Conferencia/IniciacionNoBautizados.htm

[9] Otras Iglesias particulares, como la francesa, desde otros planteamientos o contextos socio-religiosos acentúan laimportancia de la IC. Cfr. CONFERENCIA DE LOS OBISPOS DE FRANCIA, Texto nacional para la orientación de la catequesisen Francia y Principio de Organización, Editorial CCS, Madrid 2008. En este documento, el capítulo segundo se titula Elmisterio de la Pascua en el corazón de la iniciación. El capítulo tercero, quizás el más programático, lleva como título: Lospuntos de apoyo de una pedagogía de iniciación en catequesis.

[10] Casiano FLORISTÁN, Para comprender el catecumenado, Verbo Divino, Estella (Navarra) 1989.

[11]  Ordo Initiationis Christianae Adultorum, Editio Typica, Ciudad del Vaticano 1972. Traducción castellana: Ritual de laIniciación Cristiana de Adultos, Coeditores litúrgicos, Madrid 1976.

[12] Ya en la introducción el autor denuncia que en España se llamaba, por aquel entonces (¿y ahora también?),catecumenado a experiencias pastorales muy diversas. Se aplicaba una terminología de la historia eclesial sin entrar deverdad en el contenido originario que había detrás.

[13] Casiano FLORISTÁN, o. c., p. 20.

[14] Idem, o. c., p. 27.

[15] Dionisio BOROBIO, La iniciación cristiana. Bautismo. Educación familiar. Primera Eucaristía. Catecumenado.Confirmación. Comunidad cristiana, Ediciones Sígueme, Salamanca 1996. En este libro recoge todo su pensamiento ypublicaciones anteriores.

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[16] Idem, o. c., p. 33.

[17] Citamos la última versión únicamente, Emilio ALBERICH, Catequesis evangelizadora. Manual de catequéticafundamental, Editorial CCS, Madrid 2009.

[18] Idem, o. c., p. XX (ver libro cuando salga, cap. 5).

[19] Ecclesia in Europa, 28 de junio de 2003.

[20] Ecclesia in Europa, n. 7-8.

[21] CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA, Proclamar el año de gracia del Señor. Plan de acción pastoral de la ConferenciaEpiscopal Española para el cuatrienio 1997-2000, Edice, Madrid 1997.

[22] Orientaciones morales ante la situación actual en España. Instrucción pastoral. LXXXVIII Asamblea Plenaria. 23 denoviembre de 2006.

 http://www.conferenciaepiscopal.es/documentos/Conferencia/OrientacionesSituacionActual.htm

[23] Ibidem, n. 9.

[24] Ibidem, n. 13.

[25] Remitimos al análisis que recoge AECA (Asociación Española de Catequetas), Hacia un nuevo paradigma de la iniciacióncristiana hoy, PPC, Madrid 2008, especialmente las pp. 11-25. Existen otros análisis en contextos geográficos cercanos queson coincidentes. Cfr. “Sinite”, volumen L, 150(2009).

 

[26] Enzo BIEMMI, La catechesi in Europa, en “Catechesi”, septiembre-octubre 2009-2010/1, pp. 3-15.

[27] Casiano FLORISTÁN, o. c., p. 27.

[28] Henri DERROITTE, Reinventar la catequesis en un mundo en movimiento, en “Sinite”, vol. L, 150(2009)67-91, citapresente, p. 68.

[29] Cfr. Andrea FONTANA, “Iniziare”: che significa, in realtà?, en “Catechesi” 78(2008-2009)5, pp.27-41.

[30] DV 2.

[31] DV 2.

[32] La Iniciación cristiana. Reflexiones y orientaciones, n. 9.

[33] Ibidem, n. 9.

[34] Andrea FONTANA, art. c., p. 33.

[35] El DGC describe muy bien este proceso de evangelización, nn. 36-49.

[36] San Agustín lo describe de manera maravillosa cuando en sus  Confesiones nos dice: “Habiéndome convencido de quedebía volver a mí mismo, penetré en mi interior, siendo tú mi guía, y ello me fue posible porque tú, Señor, me socorriste.Entré, y vi con los ojos de mi  alma, de un modo u otro, por encima de la capacidad de estos mis ojos, por encima de mimente, una luz inconmutable; no esta luz ordinaria y visible a cualquier hombre, por intensa y clara que fuese y que lo

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llenara todo con su magnitud. Se trataba de una luz completamente distinta”. Liturgia de las Horas, vol. 4, día 28 deagosto.

[37] No queremos entrar en la descripción del catecumenado eclesial. Remitimos al RICA que recoge la tradición mejor de laIglesia y la actualiza para nuestro hoy.

[38] DGC 254.

[39] La Iniciación critiana, n. 33.

[40] Texto nacional, o.c.  p. 31.

[41] Ibidem, p. 32.

[42] La iniciación cristiana, n. 9.

[43] Recordemos que el DGC propone en la formación pedagógica de los catequistas esta perspectiva cuando dice: “Laformación tratará de que madure en el catequista la capacidad educativa, que implica: la facultad de atención a laspersonas, la habilidad para interpretar y responder a la demanda educativa, la iniciativa de activar procesos de aprendizajey el arte de conducir a un grupo humano hacia la madurez. Como en todo arte, lo más importante es que el catequistaadquiera su estilo propio de dar catequesis, acomodando su propia personalidad a los principios generales de la pedagogíacatequética” (n. 244). “Más en concreto: el catequista, particularmente el dedicado de modo más pleno a la catequesis,habrá de capacitarse para saber programar –en el grupo de catequistas- la acción educativa, ponderando las circunstancias,elaborando un plan realista y, después, de realizarlo, evaluándolo críticamente…” (n. 245).