La ciudad de los gendarmes

download La ciudad de los gendarmes

of 4

Transcript of La ciudad de los gendarmes

  • 8/11/2019 La ciudad de los gendarmes

    1/4

    mayo|junio|julio

    Jorge Massin camin las ocho cuadras

    que separaban su casa del maxiquioscoubicado en Mendoza esquina Juan Manuel

    de Rosas, en el cntrico barrio Martin.

    Una vez en la puerta, sac una de las rejas

    y prendi un cigarrillo mientras contem-

    plaba los primeros movimientos de la

    maana. Cuando entr al comercio un

    reloj de pared marcaba que eran las 7.15.

    Minutos ms tarde, escuch que se abra

    la puerta. Al girar para ubicarse detrs del

    mostrador, se encontr con una persona

    que lo estaba encaonando. Callate y ca-

    min para el fondo, le orden apoyndole

    el revlver en la nuca. Dieron unos pasos

    rpidos pero en el trayecto Massin hizo

    un movimiento brusco que el asaltante

    interpret como un intento de resistencia.

    No lo dud: le peg un balazo debajo de la

    oreja derecha. Fue el asesinato nmero 29

    de los primeros 24 das de 2014.

    Esa misma maana los vecinos mani-

    festaron su furia a los integrantes de la co-misara 1, ubicada a 150 metros del maxi-

    kiosco, quienes haban acudido a la escena

    del crimen. Le decimos al gobernador

    Bonfatti que si no est capacitado para

    afrontar la inseguridad que vivimos d un

    paso al costado, grit un vecino y sum

    una advertencia: Le pedimos que no nos

    obliguen a armarnos para defendernos. La

    marcha se repiti el lunes 27. Algunos pro-

    pusieron trasladarse al domicilio particular

    del ministro de Seguridad Ral Lamberto y

    tambin al de Rubn Galazzi, el poderoso

    ministro de Gobierno. A las ms de qui-

    nientas personas se le sumaron familiares

    de asesinados en esas s emanas y durante

    2013, todos ellos habitantes de las perife-

    rias, para llevar sus desodos reclamos a

    una geografa habitualmente denegada.

    Con el asesinato de Jorge Massin, entr en

    escena un sector que hasta entonces haba

    vivido con indiferencia y muchas veces con

    beneplcito el masivo asesinato de jvenes

    pobres: la clase media cntrica, base de

    sustentacin del partido que gobierna

    Rosario desde fines de los ochenta.

    Hace dos aos tres pibes fueron asesi-

    nados en Villa Moreno. Un hecho habitualen Rosario pero esa vez, casualmente, se

    trat de integrantes del Frente Popular

    Daro Santilln. La lucha de sus compae-

    ros y el apoyo de los movimientos sociales

    logr nacionalizar las denuncias y dej al

    descubierto un sangriento conflicto s ocial

    hasta ese momento oculto detrs de la

    fiesta del consumo.

    En la madrugada del 2 de febrero

    de 2014, asesinaron en pleno centro a

    Jairo Trasante, de 17 aos, hermano de

    Jeremas, uno de los tres muertos en la

    masacre de Villa Moreno. Dos grupos de

    jvenes tuvieron una pelea en el interior

    de un bar, los enfrentamientos siguieron

    en la calle. Cuando aparentemente haba

    finalizado la gresca, Jairo subi a una moto

    conducida por un amigo del barrio. A las

    pocas cuadras, los intercept un Renault

    Sandero con integrantes del grupo anta-

    gonista. Le dispararon un balazo mortal a

    Jairo, hijo de Eduardo Trasante, el pastor

    evanglico que desde hace dos aos lucha

    junto al Movimiento 26 de Junio para que

    se esclarezca el triple crimen que se llev a

    otro de sus hijos. En pocas horas, la noticia

    estall en los medios nacionales.

    vecinos invasores / ciudad del bang / socialismo y barbarie

    Rosario es el laboratorio en el que se prueba un modo

    especfico de reconstruccin de la gobernabilidad: el

    poder sanador de las fuerzas policiales. Con el argumento

    del narcotrfico como flagelo que azota a la nacin se

    despliega un control territorial que dos meses despus desu espectacular arribo ya revela los efectos colaterales de la

    militarizacin. por Juan Pablo Hudson | foto Hctor Ro

    salt la trmica rosarina

  • 8/11/2019 La ciudad de los gendarmes

    2/4

    60 | 61

    Nuevamente, el verano marcaba el

    derrumbe ahora definitivo tanto de laerrtica poltica de seguridad del gobierno

    provincial como de esa imagen eficaz de

    pujanza y armona urbana construida con

    laboriosidad durante ms de veinte aos

    por el marketing socialista y sus aliados

    empresariales y mediticos.

    La rebelin policial del ltimo di-

    ciembre haba puesto fin a la ya afnica

    capacidad de negociacin del gobierno

    provincial con la fuerza. De ah en ms

    la desregulacin de la seguridad ya no se

    confin a las periferias. La crisis del pacto

    poltico entre gobierno y uniformados se

    remite tambin al 2012 cuando fue dete-

    nido por la Polica de Seguridad Aeropor-tuaria el entonces jefe de la Polica Hugo

    Tognolli. Los esfuerzos de Hermes Binner

    para defender a quien durante su mandato

    fue el jefe de la divisin Drogas Peligrosas

    no pudieron detener el procesamiento de

    Tognolli por connivencia con los barones

    del narcotrfico.

    perder el centro

    Dos aos despus, la ruptura de la cadenade mandos como consecuencia de la

    autonoma de los cuadros medios termin

    de hacer estallar ese doble pacto a travs

    del cual el gobierno delegaba en la polica

    el control de la inseguridad y los unifor-

    mados regulaban a las organizaciones

    delictivas para que no superaran cierto

    umbral de tolerancia. Hace falta restable-

    cer el orden y la cadena de mandos y por

    supuesto hacer que la fuerza policial, que

    es una fuerza vertical, vuelva a cumplir su

    funcin, declar durante al alzamiento de

    diciembre un plido ministro Lamberto.

    Los jefes nos dejaron solos, porque ellos

    total se la llevan por izquierda, le repli-c todava desde los piquetes un grupo

    de policas de bajo rango. Hacia finales

    de marzo, se sumaron los demoledores

    dichos del Procurador General de la Corte

    Suprema de Justicia, Jorge Barraguirre: La

    inteligencia criminal de la polica no fun-

    ciona y est quebrada. Existe un problema

    poltico de conduccin de la Fuerza.

    El desembarco fue ms

    espectacular que efectivo. Losallanamientos realizados enterritorios de operacin narcofracasaron. El propio secretariode Seguridad de la Nacin tuvoque sincerar esa misma tardeel verdadero objetivo del arribopor tierra y aire: No venimosa buscar narcos, venimos aocupar el territorio.

  • 8/11/2019 La ciudad de los gendarmes

    3/4

    mayo|junio|julio

    Pero 2014 comenz con otro proceso

    que tambin exasper el nimo de los

    habitantes del rea central: la expansin

    de los robos menores y tambin de los de

    gran factura. Ese fenmeno reductor de la

    vida pblica que histricamente la dere-

    cha capitaliza y la izquierda contextualiza

    pero, en definitiva, subestima y desatien-de se multiplic a travs de arrebatos

    algunos muy violentos perpetrados por

    jvenes en motos sin experiencia delictiva,

    ingresos a domicilios, salideras y atracos

    a bancos y comercios. Vamos a aunar

    criterios para tratar de disminuir la ola

    de delitos por la que atraviesa la ciudad,

    declar el 10 de enero Jos Luis Amaya,

    durante su asuncin como nuevo jefe de

    la polica de Rosario.

    Desde finales de diciembre, el muni-

    cipio y la provincia perdieron el control

    del ltimo territorio sobre el cual ejercan

    algn tipo de regulacin poltica ligada al

    orden: la zona centro, cuidada y recicladadebido al afn de promocionar el arribo

    de capitales privados para el crecimiento

    del mercado inmobiliario, el turismo y los

    servicios. Movilizaciones como la protago-

    nizada por los vecinos del kiosquero, a las

    que se sumaron las organizadas en barrios

    acomodados como Fisherton, Alberdi y

    Funes, enfrentaron al socialismo con su

    peor fantasma: un posible alzamiento de

    la clase media y alta rosarina con el apoyo

    de familiares de vctimas de los sectores

    populares, tal como le ocurri a Nstor

    Kirchner con el surgimiento en 2004 de

    Juan Carlos Blumberg como abanderadode la lucha contra la inseguridad.

    En marzo, el linchamiento de David

    Moreira dej en claro que la autonoma

    policial no derivara en una pacfica regu-

    lacin comunitaria del delito. A inicios de

    abril, cuando la cantidad de homicidios

    ascenda ya a 86 casos, lleg el demora-

    do acuerdo con el gobierno nacional y el

    estruendoso despliegue de 2 mil agentesfederales para recuperar el control de una

    ciudad literalmente a la deriva, con Sergio

    Berni al frente, exultante, como el Coronel

    Kilgore deApocalypse Now.

    abogados del mal menor

    El desembarco fue ms espectacular que

    efectivo. Los allanamientos en territorios

    de operacin narcofracasaron. El propio

    secretario de Seguridad de la Nacin tuvo

    que sincerar esa misma tarde el verdadero

    objetivo del arribo por tierra y aire: No

    venimos a buscar narcos, venimos a ocu-

    par el territorio. En las jornadas siguientes

    los allanamientos siguieron y se sum elderrumbe de las viviendas precarias donde

    suelen funcionar los kioscos de drogas.

    Una poltica similar a la estrategia por la

    que tanto se critic al gobierno local en los

    ltimos aos. Fue necesario esperar una

    semana para conocer el alcance real de

    la medida. La saturacin protagonizada

    por gendarmera y prefectura no incluy a

    todos los barrios populares sino a las zonas

    ms calientes del sur, oeste y noroeste.

    Ciudades como Villa Gobernador Glvez

    y barrios como Las Flores, Tablada, Villa

    Banana y Luduea comenzaron a convivir

    con la ruidosa presencia de los federales.Los vecinos que rpidamente dieron

    muestras de satisfaccin porque sus vidas

    ya no dependen de la brutal polica de

    Santa Fe comprobaron que los controles no

    se limitan a los puntos de venta de estupe-

    facientes. A los trabajadores los paran, a

    los autos tambin, te revisan la guantera.

    A los pibes los detienen todo el tiempo

    para pedirles los documentos. Estn muy

    densos con ellos. Ahora todos andan con el

    documento en el bolsillo. Pero la gente dice

    que est bien, que por lo menos est ms

    tranquilo, no te roban y se puede transitar

    de otra manera. Pensemos que es un barrio

    que despus de las cinco de la tarde ya seempezaban a escuchar los tiros y la gente

    se llevaba los chicos a las habitaciones

    del medio de sus viviendas para que no

    escucharan. Entonces es fuerte el control

    pero tambin es fuerte vivir a los tiros y no

    poder salir a la calle, cuenta una trabaja-

    dora social que camina Las Flores, el feudo

    de la banda de Los Monos. Los pibes ya no

    estaban en la calle despus de cierta hora

    porque est todo el tema de que pasaban

    las motos y tiraban a mansalva. La mayora

    se guardaba por precaucin en sus casas,

    complementa un militante de la zona.

    En barrios del oeste como Villa Banana,

    las Tropas de Operaciones Especiales de

    la provincia controlan durante el da y la

    gendarmera llega cuando se encienden

    las luces artificiales. Nunca vi tantos

    milicos con armas largas en el barrio. A la

    noche no dejan salir a nadie de las casas,

    ni siquiera a las doas cuando quieren bal-dear la puerta a la maana muy temprano,

    una costumbre de ac. Hasta que no se

    va gendarmera, todo el mundo tiene que

    permanecer adentro. La gente ms grande

    protesta porque se le restringi mucho

    la vida cotidiana, describe un joven que

    integra una organizacin territorial. Los

    jvenes del barrio Luduea mascullan con

    bronca que la prefectura vigila a toda hora

    los sinuosos pasillos del asentamiento lin-

    dero a las vas del ex ferrocarril Mitre. Es-

    tamos en la casilla y se escuchan los pasos

    de los milicos que van caminando entre los

    ranchos, cosa que nunca pas con la po-

    lica de ac. Andan con unos fierros enor-mes. Los pibes les tiran piedras porque no

    se los bancan. Est todo mal con ellos. No

    los dejan ranchear en las esquinas. Ayer

    a unos guachitos los cagaron a palos y les

    tiraron los vinos que estaban tomando en

    la puerta de una casa. Cada vez que entrs

    o sals del barrio te piden los papeles de la

    moto, cuenta un vecino de la zona.

    En los barrios, algunos militantes

    populares saludaron con ciertos reparos la

    llegada de gendarmes. Otros, la fustigaron

    aunque aceptando sus propios retrocesos

    en la capacidad de fogonear las dinmicas

    comunitarias, destruidas desde que losterritorios son controlados por los grupos

    narcos y en el marco de una poblacin que

    cada vez ms resuelve los conflictos coti-

    dianos a travs de las armas. Sectores del

    kirchnerismo local, acadmicos de izquier-

    da y ex funcionarios especialistas en seguri-

    dad abrazaron el acuerdo con Nacin, bajo

    el argumento de que la ya fracasada des-

    truccin de bnkeres atendidos por nios

    y la saturacin policial ahora estaba siendo

    realizada por fuerzas federales bajo control

    judicial y poltico y sin ligazn con la re-

    caudacin ilegal. Un mes despus, cuando

    se conocieron los controles represivos a

    los pibes que fuman porro en la esquina yel nivel asfixiante de requisas en las calles,

    algunos de ellos intentaron desmarcarse de

    ese eufrico apoyo inicial.

  • 8/11/2019 La ciudad de los gendarmes

    4/4

    62 | 63

    Despus de haber visto el arribo de

    las fuerzas nacionales en pantallas LED,

    el socialismo busca levantar la alicada

    imagen de su gestin con el lanzamiento

    meditico de planes sociales ya existentes

    o improvisando mdicos proyectos para

    los jvenes que son presentados como lapoltica social que complementa el avance

    de las estrategias represivas impulsadas a

    travs de los federales.

    Saluden al helicptero de Cristina!, le

    grit una mujer a sus dos hijos al escuchar

    el ya habitual sonido de las aspas surcando

    el cielo durante el da y la noche. El Gobier-

    no nacional sabe que desde el 9 de abril

    asumi un riesgo mayor: los fracasos en

    materia de seguridad ya no sern propiedad

    exclusiva del Gobierno local. Las visitas

    de Berni y la ministra de Seguridad Cecilia

    Rodrguez ponen de manifiesto el particular

    inters por pacificar con xito un territorio

    que viene marcando el pulso de un nuevoorden de poder que rige el destino de las

    principales ciudades de la Argentina. Hasta

    el momento, segn datos brindados por

    el Ministerio de Seguridad de Santa Fe, los

    delitos habran disminuido un 50 por ciento

    y la aprobacin popular del desembarco

    llega al 85 por ciento. Estos nmeros segu-

    ramente se engrosen despus de la reciente

    decisin de extender los patrullajes de gen-

    darmera, por pedido de los comerciantes y

    vecinos, a la zona cntrica.

    El consenso de la poblacin, sobre

    todo de los sectores ms empobrecidos,

    se comprende en un contexto de pade-

    cimientos diarios durante al menos el

    ltimo lustro; pero tambin en el marco de

    amplios sectores que, sin mediacin insti-

    tucional, ya haban decidido enfrentar de

    modo directo los delitos. Hay un devenirgendarme de la poblacin que anticip el

    arribo de Berni y sus tropas. Cada vez son

    ms extendidas y violentas las golpizas a

    rastreros(pibes adictos que roban a sus

    vecinos) en los barrios populares, adems

    de los derrumbes e incendios intenciona-

    les de bnkeres atendidos por jvenes. En

    marzo de 2013, Mauro S. estaba encerrado

    en un kiosco de drogas, como todos los

    das. Sus vecinos incendiaron la casilla,

    Mauro qued preso del fuego y sufri la

    quemadura del 80 por ciento de su cuerpo.

    Tambin se producen ataques colectivos

    a ladrones de poca monta (realmente

    agresivos) en el centro, la contratacin dejvenes desempleados para que acompa-

    en armados a los vecinos a las paradas

    de colectivos o mientras guardan sus autos

    y la flamante colocacin de las llamadas

    alarmas comunitarias para actuar en

    forma conjunta frente a episodios delicti-

    vos. Esas potentes sirenas, ubicadas en las

    dos esquinas de cada cuadra, se activan a

    travs de controles remotos en poder de

    los propietarios que adquieren el servicio.

    Hasta hace poco tiempo, los controles

    contaban con dos botones: uno para aler-

    tar la presencia de posibles sospechosos y

    otro para cuando se vea o se padeca unarrebato, un robo o el ingreso de alguien a

    una vivienda. Sin embargo, recientemen-

    te, se elimin uno de los botones, y se dej

    de lado la diferencia entre amenaza y robo

    concreto. Casi cien cuadras de Rosario ya

    cuentan con el servicio, especialmente

    barrios como Alberdi y La Florida, en la

    zona norte y en sectores del macrocen-

    tro sur. Las chirriantes s irenas, que no

    tienen conexin con las comisaras, se

    activan con mayor intensidad una vez que

    anochece. No damos abasto, este ao ve-

    nimos instalando alarmas todos los das a

    toda hora, cuenta Ariel, empleado de una

    de las principales empresas de seguridadde la ciudad.

    El variopinto arco (de vecinos cntri-

    cos y perifricos, funcionarios locales y

    nacionales, movimientos e intelectuales

    de izquierda independiente) que apoy la

    militarizacin de Rosario muestra que una

    vez superado cierto umbral del conflicto se

    vuelve hegemnica la hiptesis represiva

    como camino para calmar los territorios.

    La promesa de un primer paso policaco

    para una reconstruccin comunitaria a

    futuro es el mito de apertura de una etapa

    altamente coercitiva en la ciudad.

    la guerra contra quin

    La tasa de homicidios no dej de crecer

    durante el primer mes de intervencin de

    los federales. En 23 das, entre abril y mayo,

    se contabilizaron 22 asesinatos. Tampoco

    disminuy con la detencin de Los Monos

    y otros grupos narcos de la regin. Esta ten-

    dencia recin comenz a revertirse cuando

    se intensificaron los controles represivos en

    los territorios.

    Desde el socialismo, en su afn por desmar-

    car a Rosario del mote de narcociudad,

    repiten que el porcentaje de asesinatosvinculados estrictamente a la narcocrimi-

    nalidad sera de un 15 por ciento del total.

    Si esta imprecisa cifra fuera real, estara

    poniendo al descubierto la consolidacin de

    un sustrato violento que moldea los cuerpos,

    aun de los que no forman parte de ningn

    grupo delictivo. La proliferacin de expre-

    siones agresivas y letales ms all de los

    mercados mafiosos vuelve estriles enton-

    ces los diagnsticos y estrategias actuales

    de intervencin, centrados nicamente en

    el combate contra las drogas. Los posibles

    asesinos y asesinados son ms difusos y

    aleatorios de lo que se est dispuesto a acep-tar. Hay una codificacin mortfera de los

    lazos sociales que corroe la vida colectiva. La

    respuesta del estado fue la ocupacin de la

    segunda ciudad de la Argentina con un exor-

    bitante cantidad de gendarmes y prefectos.

    La provincia y el municipio ya suplican al

    kirchnerismo por la permanencia estable de

    estas fuerzas de naturaleza militar.

    Rosario combina hoy los controles

    incesantes de las fuerzas federales y las ac-

    ciones de una poblacindispuesta a poner

    lmites en un combate cuerpo a cuerpo

    a todo lo que considera sinnimo de

    inseguridad, aun cuando cumplir con esa

    tarea pueda costar la vida propia o ajena.Procesos fragmentarios y aparentemente

    desvinculados entre s parecen advertir,

    al cierre de una dcada de crecimiento, la

    emergencia de una nueva poca signada

    por la violencia, la represin y los enfrenta-

    mientos sociales. | |

    El variopinto arco de vecinoscntricos y perifricos,funcionarios locales ynacionales, movimientos eintelectuales de izquierdaindependiente que apoyla militarizacin de Rosariomuestra que una vez superadocierto umbral en el conflicto

    social se vuelve hegemnica lahiptesis represiva para calmarlos territorios.