La Ciudad Antigua M.finley
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7/23/2019 La Ciudad Antigua M.finley
http://slidepdf.com/reader/full/la-ciudad-antigua-mfinley 1/28
LA QP.ÉCIA
AN\lauA:
ecol")ori\rA
Y
dL"Ltcu'\v
()
[],
üJo
\4Otñ
r.
F|NL€Y.
'\-'/
I
Pnrh{ERA
P,,\RTE
LA CILTDAD
AI{TIGI]A
1.
-
FfMI tr1,.'
7/23/2019 La Ciudad Antigua M.finley
http://slidepdf.com/reader/full/la-ciudad-antigua-mfinley 2/28
CepÍrul,o
1
LA
CIUDAD
ANTIGUA: DE FUSTEL
DE COULANTGE,S
A MAX
§trEBER
Y MAS ALLA
EI mundo
grecorromano, del
que
me
ocupo
con exclusión
del
Oriente Próxiroo pregliego,
fue
un
mundo
de
ciudades.
Incluso
Ia
población
agtaria, siempre mayoritaria,
muy a
menudo
vivía
en
co-
munidades
de algún tipo,
caseríos, aldeas,
pueblos, no
en
granjas
aisladas.l
Es razonable
y
justificable
suponet
que,
dulante
7a
mayor
parte
de
un
período
de mil años,
cada vez
rnás
habitantes
de
Europa,
irtrorte
de
Africa
y Asia occidental
vivieron
en
pueblos,
en una
pro'
porción
no
igualada
en
Estados
Unidos,
por
ejernplo,
hasta
la
guerra
civil.
(Corno
ya
he
admitido,
sólo es
posible una
suposición,
puesto
que
faltan
estadísticas
paru
la
antigüedad.)ilgt
Eoplg -gl gg9: le-
ian
la
fir,pe
coq¿iscióg
{9,JJg9*1n:id1
qryikedá
¡919_
podfl
pensarse
_-.¡_¿f
e1]lg*q¡s@§lñ^hté1¿i¿¿lÑñiüaii-Ii"dádesl?.¿ompa'
ablemente
la
expansión
de
Ia
civiJización
gre-
ando reg
corrom aJTa; hacia
el
este,
después
de las
conquistas
de
Alejan&o,
hasta
}Iindu Kush
;
aL
oeste,
de Afúca a Bretaña
con
las
conquístas
romanas,
hasta
que
el número
de ciudades
alcanzó
el orden
de
los
rnillares.
El
apuntalamiento
urbano
de 7a civilización
pateció
tan
evidente
por
sí
mismo a
los
antiguos,
que
apenas
se ded.icaron
a
analizat
se-
riaurente la
ciudad. Ni siquiera
intentaron
una
definición
formal
(aparte
de
las
«definiciones>>
administrativas
a las
que
volveré
en
breve).
Cuando
escribió
una
guía
muy famosa
de
la
Grecia
tarüa,
Publicacfo,por
vü
primera
en
Coruparatiue
Studies
in Society
and History,
XIX
(7977),
pp,
305-327,
y
reimpteso
con
periso de
la
revista.
7/23/2019 La Ciudad Antigua M.finley
http://slidepdf.com/reader/full/la-ciudad-antigua-mfinley 3/28
)6
LA
GITE,CIA
ANTIGUA
en el
siglo
Ir
a, de
C,,
Pausanias
negó
Ia
categoría
de ciridad
a un
peque
ño pr-reblo
de Grecia
central
qlle
1o reclaniaba
:
«
sin
edificios
de gobierno,
.sin teatro,
sin
plaza púbIica, sin
agua
llevada
hasta
una
fuente,
y
el
pueblo
vive
en
casnchas,
collro
cabañas
montañosas
al
borde de Lin I¡arranco)>
(X,
4,
1).
Esto
por
1o
rnenos,
áPunta
a
una
definición:
una ciudad
ha de
ser
más
que
un
mero
conglorneraalo
dc
gente;
hay conclicicnes
necesarias
cle arquitecfr:ra
y att'activo
qlre
expresan
a
su
vez
ciertas
condiciones sociales,
culturales
y políticas.
Mrrchos
síglos antes,
Aristóteles
había
apuntaclo
en la
nrisma direc-
ción.
Como escril:ió
en la
Política
(1i10
a
34
ss,)
,
7^
situación
y
planificación
de un
pueblo
exige
teuer
pre
sentes
cuatto considera-
ciones:
salud,
defensa, conveniencia
pana
Ia
actividad
política
y
be-
Ll,eza.
Fausanias, Lruy
que
señalarlo, no
puso objeciones
a 1a
pretensión
del
pr-reblecito
por
su
tarnaño
pequeño.
Y Aristóteles
vio
en
la pe-
queñez
una
virtud,
incluso una
conCición
necesa
:"ja:
Babilonia,
cie
Ia
que sin d,:da
sabía
rnily
poco, eÍa
parl,
él
u1.t
epíteto,
utr
sírnbolo
de
elefantiasis,
por
tanto
uila
negación
de Ia
veidadela
ciudad
(Polí-
tica, 7265
a
'1,0
ss.).
En su
día,
d. heclio)
1lo había
probablemente
ninguna cíudad
en
ei
niundo
grecomomano
con
una
población
que
sobrep
asara los 125.000
o 150.0C0
ha'oitantes)
seguramente
no
llegaban
a
rnedia
docena
las
que
sobrepasaban
los 40
,000 o
50.000
(ci{ras
que se podrían
doblar, si
se
incluían
los
habitantes
del
tetri'
torio
agrícola
de
Ia
ciudad),
La tendencia,
después
de Aristóte1es,
fue la de
aurnentar
substancialmente
la
población urbana,
pelo
si
Rorna y
posiblernente
Cartago
acabarcn
por
llegar
quizás
al
nleclio
nriilón,lo norria
se
acercaba rnás
a
Pornpeya
con
Llnos
20.000
habi-
tantes
en eI
mornento
de su
destrucción en
eI
7
9
d,
de C.
También
habú
que
señalar
que
ni Alistóteles
ni Pausanias se
ocuparon
de
l,a
<<definición
administrativa)>
de
una ciudad,
aunque
el
prinrero
escribía
sobre
la
ciudad-estado
ar-rtóno
rna,
la
polis
en
griego,
y
el
úItírno
sobie
une
ciuciad rninúscula
en
una de
las
pro-
vincias
del irnperio romano.
CuaLquier
estado
territorial
ccn un nú-
mero
determinado
de aglomeraciones
dentro
de
sus Iír'¡ites,
necesa-
riamente ha de
defilirse
y
distinguirse
entre
estas
aglomeraciones,
en
1o que
toca a
policía, siste ma
tribr-rtáric,
conservación
de
came-
teras
y
todas
las
demás demandas
y
servícíos
que
Ia vida
social
lieva
consigo.
Un
esrud-io
sobre
tales
definiciones
y
Cistinciones hoy
&a
únicamente
revelaría una variedad
desconcertante,
porque h^y
asun-
LA
CILTDAD ANTIGUA
37
tos
técnicos
uralginales a un
estudio
de la
ciudad, y
yo
los
ignoraré
en su
m ayor
pat
te.
La expresión
«ciudad-e
stado
>> que acabo cle usar refiriénclome
a
AristóteLes es una
convención inglesa para
traducir
la
palabra
griega
polis.
Esta coilvención,
colilo sll
eqlrivale
nte
alernán,
S
tadt sttTat, fue
icleada
(no
sé
cr-rándo
ni
por quién)
para
resclver
una
confusión
ter-
rninológica
en
el
griego antiguo: 7a
palabra
polis
se
usal:a
en
la
anti-
güedad tanto
pata
<<ciudad>>
en
su senticto estricto
como
pala <«ciudad-
estado»>
en
su
sentido
poIítico.
Cuando,'\ristóteles
exarninaba
las
condiciones adecuadas pára
sítuar
una ciuclaci,
esct:ibía.
polis
,
lu
pa-
labra
que
usó
cientos
de
veces
en
7a Político
para
su
tema
principal,
que
era
la
ciudad-estado,
no 7a
ciudad.
No
tenía
tnotir¡os
para
temer
que
sus
lectores se
equivocáráfi; corrro se
1o
¡rertniten
los
historiado-
res
modernos.
Fara
Aristóteles,
Como
pña
Platón antes
clue
é1,
\a
polis
surgió
deb'ido
a
la incapacidad de las dos fornras
anteriores
de
asociación
humana,
la
famtlía
y
la
agrupación'de
parentesco
más
extensa,
de
satis{acer
todas
las
necesidades
legítimas
de
sus rniembros.
EI obje-
tivo-
era
La.
autosuficienc.ia,
7a
autarqui.a, y
una
polis
cenveniente-
mente estrlrcturada y
constituida
sería
capaz
de conseguír
esta meta,
salvo
por
Ia
inevitable
f alta de
recursos naturales
esenciales,
p
^ra
1o cual
(V
sólo
pala
el1o) re
podía
admitir el
comercio
exterior.z
Es
eviclente que
la autarquía
es
una
idea
disparataá'a
para
una
ciudad.
P1atón
y
Aristóteles no escribieron
dispatates:
tomaron
la
ciudad
y
su territorio,
\a ciudad
y
el
campo,
juntos
corno
una unidad,
flo
como
variables
distintas
en competición
o
conflicto,
real o
potencial,
Incluso
los
agricultores que
vivían
fuera de
la
ciudad,
estaban inte-
gralmente
en la
polis,
Lo
que
normalmente
llamamos
<.conflicto
de
clases)>
'se
desamolla
invariablemente
enúe
<<ricos»>
y
<<pobres»,
o
entre
ttabajo
y
capital, o
entre
amos
y
esclavos,
no
entre
propieta-
rios
de
tierras
e
industriales.' Las
disputas
en
torno
a
la
propie dad
y
a la
posesión
de
aIgún
bíen
giraban
sólo
en torno
a
\a
tierra.
Aun-
qlre
distinguían
entre
terratenientes,
que
vivía.n en
la
ciuclad,
y
carn-
pesinos
trabajadoles
en el
campo,
1o
que
había eÍa una
diferencia
entre
gente acomodada,
que
eran
los
únicos
capeces
cle
lIevar
una
buena
vida
,
y
hombres
que
trabajaban
para su sustento;
es
decir,
tampoco
en
este caso la distinción
era entre
ciudad
y
campo.
El cam-
pesino
trabajador
figuraba en
un
puesto
rnás
alto
Ce
\a
escala social
que
el
artesano,
pero
eÍa una
cuestión cle
nroralidad,
.t
7/23/2019 La Ciudad Antigua M.finley
http://slidepdf.com/reader/full/la-ciudad-antigua-mfinley 4/28
JB
LA
GIIECI^ AliTIGU,i
La
ciudad
antigua
iba a
perder
pronto
su
autonomía. El
proceso
empezó poco
después
de Ia lnlrerte de Aristóteles,
con
Ia
meación
de las
monarquías
helenÍsticas
,
y había te¡minado
cuando
]os roma-
nos iucorporarón
a su impelio el mundo
helenístico,
y
un área mu-
cho
más amplia.
Incluso
entonces, y
hasta el fmal de la antigüedad,
cada
ciudad normalmente
incluía
un
territorio
rural
de
alguna
exten-
sión,
a
menudo
de una
extensión
muy
considerable,
dent¡o
de
su
área
reconocida. La
ciudad sin
un
tertitorio
era un fenómeno
raro,
testringido
en gran
parte
a
comunidades
costeras de una clase
pecu-
liar. Lo más importante
para
nuestros
propósitos
es
qtle
la
unidad
tradicional
de ciudad
y
territorio
-política,
jurídica
y
residencial-
siguió inalterada. Tanto
los
emperadores
helenísticos como
los roma-
nos,
por
ejemplo, reconocieron
que
el
territorio eta
parte
integrante
de la
ciudad de cara
a Ios impuestos. Lo
mi.smo
resulta
cierto en
la
defi¡ición
de
ciudadanía
rnunicipal,
que
conservó
su valor
genuino
en
1o
jurídico,
político y
psicológico, después
de
la desapatición
de
Ia
autonomía
áe
La
ciudad.
No
habrá
pasado
inadveltido
que
hasta aquí
he intentado
evitar
definir
qué
entiendo
por
ciudad. Ni
los
geógrafos
ni
los
sociólogos
ni los
histodadores
han
logrado
ponetse de acuerdo en una
defini-
ción. Sin embatgo, todos
nosotros
sabemos
perfectamente
1o
que
qlleremos decit
con esta
designación;
nadie
negará
que
había
una
ciudad
de
Atenas
que
era
física
y
conceptualnrente
diferente
<{e
Ia
ciudad-estado de
Atenas, Ei obstáculo
en
la definición
surge
de las
dificultades,
aparentemente insuperables, de incotporar todas las va-
riables
esenciales
sin excluir
perlodos
completos
de
historia,
en
los
que
sabemos
toCos
que
existÍan
las
ciudades,
y, por
otra
pa.tte,
de
convenir
en
un
denominadof común,
por
Io
rnenos,
sin
acceder
'en
un nivel
de
generalidad que
no
sirve
para
nada.útil.
Los análísis
de factoriales
más sofisticados en la
geogtaÍía
y
sociología
urbanas
contemporáneas,
con rnás
de cien rrariables,3
la
mayoúa
de las cuales
estaban ausentes de
Ia
ciudad
antigua
(como
también de
la
medieval
y
Ia
renacentista),
retlejan
netamente la
divisoria
in(ranqueable
en
'
la histo¡ia
de las
ciu«lades creada
por
ia
revolución industrial.{
Esta
es
realmente
la
condusión
(o
suposición) de
los
historiado-
res
y
sociólogos
especíalízados en
la
ciudad
:noderna,
y
acepio
que
hacen bíen en
ignorar
la
ciudad
antigua.
Ei
lector,
por tanto,
ha
de
ser
cauteloso
con
los títulos
globales:
el
vol'¡nren
clásico
de
Ia
es-
cuela
urbana
de
Chicago,
pubijcado
eu 1925,
bajo
eI
títuLo
The
I.A
CiUDAD
ANTIGUA
)9
City,
es
un
buen
ejemplo.
Uno
puede
sólo
desear,
y
defender,
que
hayan
tenído
el
valor de
sus
convicciones,
y
no
se
hayan
sentido
ernpujados
a hacer
un
gesto
cultural
hacia
el pasado
distante
con
una
f¡ase
o
dos, o
quizás
un
párrafo,
más
a menudo
erróneo
que
correcto.
Cuando
Handlin,
al
presentar
el
tomo
llamado
The Histo-
rian
and
the
City
(título
prometedor,
incluso
más que
The
City,
de
algo gue no
está
allí),
esmibe
que
<<el
mundo antiguo
había
sido
un
mundo
de
ciudades,
pero
cada una
fue
un mundo
para sí
misma>>,
está equivocado
de
hecho,
y
también
confunde
un tipo
ideal
webe-
riano
(cita
a
lü/eber
en este punto)
con una declaración
de
hecho.s
o
cuando
Thernst¡om
sugiere
que
«algún
día
será
posible
desarro-
Ilar un
modelo
del
proceso
de
urbanización
que
se aplique
igual-
mente
bien a la
antigua
Atenas y
a la
Chicago
contemporánea»
pre-
supone
un
reduccionismo
salvaje,
limitando
la
histo¡ia
urbana
a de-
rnografla
y
a
movilidad
social
y
geográúca.
Su
observación
de
que
no se¡ía
provechoso
<<buscar
taies
regularidades
hoy
en día»>,
es
me-
ramente
una indinación
ante
las
dificultades
en
el
método
y
en
Ia
disponibilidad
de
Ia información,
no
un reconocimiento
de la
jrre-
ductible
diferencia
estrucrural
entre ciudades
preindustriales
e
indus-
triales.6
En
mi
opinión,
el
punto
de
vista
para
el historiador
de Ia
ciudad
antigua
ha
de
ser
la unión
entre
rerritorio
y
ciudad.
EI
geógrafo
Es-
ttabón,
que
escribió
al principio
de
Ia era
oisriana, vaticinó
(IV,
1,
,
y
otros lugares)
que
los
bárbaros
occidentales
y septentrionales
recíén
conquistados,
se
civiliza¡ían
en
cuanto
se adaptaran
a
la
agricultura
y
por
tanto
a
la
vida
urbana.
Esta
asociación
es significativa.
Ningún
autot
antiguo
consideraba
la
relación entre
el
sector
urbaxo
y
el
rural
bajo
el
concepto
de
adquisición,
producción
e intercambio
de
bienes.
Estq
tema
no
sóIo está
ausente
de_la
fitetatura
que
nos
queda
de
Ia antigüedad,
aparte
de
las
preocupaciones
morales
y
culturales
que
ya
he
apuntado,
sino
que
continuó
siendo
secundario,
en
el
mejor
de
Ios
casos,
hasta
el
desarrollo
de
ia ciencia
moderna de
Ia
economla política.
Montesqüeu
dedicó
dos
obras al comercio,
pero
no
vío nada
en
la
ciudad
que
llamara su
atención
,
nada
ni
remo-
tamente
comparable
al
te¡cer
libro
de
Lo riqueru
de
las
taciones,
de
Adam
Smith,
una
generación
más tarde,
con
su
comienzo bien
conocido:
a-\
ÉÉ -¿,-
\,r¡(>
--,
Q
QS
ru-
óqJ
r
+t-\
-8
1
I
7/23/2019 La Ciudad Antigua M.finley
http://slidepdf.com/reader/full/la-ciudad-antigua-mfinley 5/28
40
LA GRECIA A¡{TIGUA
El
gran
comercio de toda
sociedad
civil
izada es el
llevado
a
cabo entre los habitantes
de
la
ciudad y
los
del canipo
No he-
mos
de
.
. .
irnaginar
que
Ia
ganancia
de Ia
ciudad es
Ia
pérclida
del campo,
Las
ganancias
de
ambos
son mutuas
y
recíprocas,
y
7a
división
del
trabajo
es,
en
éste como
en otros
casos, ventajosa
para
todas las
personas diferentes empleadas
en las cliverse.s octrpacio.
nes
en
qrre
está
subdividido.
El
úItimo
punto prgnto
fue
puesto
en duda,
por
ejernplo,
por
Marx
y
Engels en
La
ideología
alemana:
<{La división-del
trabajo
denuo
de una
nación
conduce
primero a
la separación
del trabajo
in-
dustrial
y cornercial
del
agrícola,
y
de
ahí
a la
separación de
ciridad
y
campo
y
a
ana
lucÍta
de
intereses
entre
ellos>>
(1,
cursiva es
rnía).7
Tal
desacuerdo es
en sí
misrno 7a
prueba
de la
llegada
de 7a ciudad
corno
tema
de
investigación.
Mi tenra, sin embargo,
no es Ía ciu,iaC
preindustrial,
sino
la
ciudad
antigua.
Les
pido
qlre
sean pacientes
conmigo,
rnienmas doy
por
sentado
que
Ia ciudad antigua es
una categoría
claru
y
dístin-
guible,s
¿Qué
criterios'han establecido los historia,Cores
y
sociólogos
paru
diferenciar
la ciudacl
antigua de las
ciudades
de
otras
erás
y
otras
sociedades,
y
luego
pata
distinguir
entre las díversas clases
de
ciudades antiguas?
En términos
purarnente cuantitativos
,
lu
üiste
respuesta es:
muy
poco
digno
de
consideración seria
. La
ma.5,s¡i.
de historiadoi'es de
Ia
antigüedad
parece que
nunca
se
han
hecho
a
sí
rnismos
esta
pregurnta;
unos
pocos,
eD
una
polémica
famosa,
que
ernpezó al finaI del siglo
pasado
y prosiguió hasta
las
prirneras
déca-
das
del
nuestro,
scsteníaru
que
las
diferencias
entre
\a
ciudad
antigua
y
la
moderna
eran
meramente
cuantitativas:
poca población,
menos
comercio,
menos
industlidaun , La auctoritas
de Eduard lv{eyet,
Jrr-
lius Beloch
y,
rnás
recientemente,
Michael
R.ostovtzeff acalló
Ia
opo-
sición e incluso
la discusión
,
al
menos
entre
los histoi'íadores de
la
antigriedaC.e
Considerando
que,
después de
que
Gordon
Childe descubtiera
la
<«revolución
urbana>>
se
ptodujo
una literatura
cteciente
y
cada
vez
más
sofistí cada acerca de Ios
comienzos deI
urbanismo
en
Amé-
rica central,
Mesopotamia y
la
antigua
Chína,'o
y
habida
cuenta
de
que
desde
principios
del
siglo
xrx
alcanzó
un
gran volumen
la
ince-
sante
literatlrra acerca
del
<<surgimiento
de
las ciudades)>
(etíqr-rete
de la
que
curiosamente
nos
apropiarnos
para
.
eI nacimiento de
La.
LÁ
CiIJDAD
ANTIGUA
ciudad
medieval),
los
mil años
intetmedios
se
presentan como un'
vacío,
o
quízá tenclría
que decir un
espacio
prohibido.
FIay
nruchas
publicaciones sobre
1o
que
a
veces
se
I-1ama,
con
grandíloctrencia,
«planificación
de
7a
ciudad antigua»>,
y
nadie
discutirá
que
eso es
parte
de
la
historia
urbana, conlo
1o
sou
la
dernogru{.ía,
el
alcantari-
lladc
y el
saneamiento.ll
Pelo
une ciudad es algo
rnás
que \a mera
suma
total clel
trazado,
alcantarillaclo
y
habitantes,
y
vale
la
pena
señalar
que
la cir-rdad antigua
conto
cir-idad
ha
provocaclo
muy
poco
interés.
Si
no
hi-rbiera
<<desaparecido>>
al finaI
de la
antigtieclad,
no
hutríera
tenido
qlle
«surgir»
de
nuevo:
esta
simple
lógica
por sí sola
hubíera
tenido
que
llarnar
la atención.
IIa hal¡ido
excepciones, natllralmente,
e
incluso
quizá nrás
excep-
ciones
aparentes,
Momigliano
ha escrito recientemente:
<<Cuando
uno
fuabla de
la ciuded
antigua
(cittá)
como una sociedad
dentro
de
Ia cual
operaban las instituciones
y
circulaban
las
ideas,
eI
primer
historiadol
moclerno en
cLryo
nornbi'e
se
píensa es Fustel
de
Coulan-
ges
»>.tz
La
cité
aruiique
de Fustel
se
publicó
en
1SB4
y
tuvo
un
im-
pacto trernendo
en ciertos
círculos,
§tr.
I,
Ashley,
Que
esclibía
en
lggt,
apuntó
que
((especialmente
en
Inglaterre
.
. . se
juntó
con
toda
aquella corriente
de
pensamierrto
que
estaba
empezand,:
a
interesarse
por
7a evolución
social
,1^
política
comparutiva
y cosas
así.
Durante
un
año aproximadamente,
el
riltimo
consejo
que
claban
los
profeso-
res
a
los
que
intent
aban conseguir
becas
paru \a
universidad,
era
que
l.yeran La
cité antique>>.73
La
taducción
de
§7i11ard
Small
se
publicó en
Estados
Unidos
en
1,873,y
mi
ejemplar,
fechado
en
L894,
.r
Ia
ocf
ava edición.
Por
oma
parte, en
eI
mundo
académico,
el
interés
de
los
historiadores se
limitaba
en
gran parte
a
Francia
Y,
al
parecer,
a
Ios
abogados
romanos
en ltal:a.r4
Ahora,
1o
primero
y,
para
nuestro
propósito,
1o
más
importante,
que
huy
qlre
Jecir de
La
cité antic1ue
es
que
su
terna
es
la
cir-rdad-
.rtrdo,
rro 7a
ciudad.
l,os
franceses
e
italianos
no habían
adoptado
la
convención
de
<<ciudad-estado>>,
por
tanto
cité
(o
cittá),
como
polis, podía
significat
aille,
ur centro-urbano
o,
en
palabras
del díc-
Liona.io
de
la
Académie,
.,1o Constítution
de
l'Etat>>.
Fustel
no
quiere
decir
claramente
uille)
o
no se
interesa
por elIa.
Su
asunto
.r'¿¡
eI o::ígen
de
la
propiedad
privada,
el origen
del
estado
,
Y
las
.rrevoluciones>>
denffo
del
estado
antiguo,
y
su
obra
tiene
una
tesis,
repetida incansablemente.
Cito
un
pasaje
típico:
4T
7/23/2019 La Ciudad Antigua M.finley
http://slidepdf.com/reader/full/la-ciudad-antigua-mfinley 6/28
42
LA
GRECIA ANTIGUA
Hay
tres
cosas
que,
desde
los
tiempos nrás antiguos,
encontra-
mos
fundadas
y
sólidamente
establecidas
en
estas sociedades
grie
gas
e
italianas:
la
religión dornéstica,
la familia,
y
el derecho de
propiedad
-tres
cosas
que
tuvieron al
comienzo
una telación
ma-
nifiesta
y que
parecen
haber sido
inseparables.
La idea
de pro-
piedad
privada
existla
en la reiigión
misma. Cada famiüa tenía
su
hogar
y sus
antepasados.
Estos dioses
sólo podían
ser
adorados
por
la
familia,
y
sólo a ella
protegían,
Eran de
su
propiedad.ls
'l'i=[f,
El
lazo
inextricable familia-teligión-propiedaC
se trasladó
lo.go
'á
una unidad
de
parentesco
más
amplia,
a
Ia
gens, y por
último
al
estado
más
primitivo.
Pata
Fustel,
Ia sucesión familia
-
gefls -
estado
es,
claramente,
una
sucesión histórica,
no metamente conceptual;
hasta ahl seguía
.a
Aristóteles, el
cual,
sin
embargo,
nunca
imaginó
que
el
culto
a
los antepasados
y
el culto al
fuego
(el
hogar) fue¡an
el otigen
de Ia
propiedad
privada.
Ningún
autot
antiguo tampoco
se
habría
adherido, ni
podía
hacerlo,
a
la
afición
de
Fustel
por
Ia doc-
trína
aria
recién inventada:
incluyó a los
indios
áeI
Rigueda
y
(por
ua errof
entonces
al
uso) a
los
ettuscos
junto
con
los
griegos
e
ita-
lianos en
su esquem4 de
evolución.
Estos
fueton
el
alcance
y
los lírni-
tes
de
este libro de Fustel,
en su
famoso
papel
de
pionero
como
comparativista.
Para
un histotiador
como
yo,
que
siente
una
gran
admiración
por
7a
obta
posterior
de Fustel, como su
estuáio
fr:ndamental de
la
colonización
romana
tardía
o
su
obra
sob¡e Francia
y
Alemania
me-
dievales,
L¿
cité tfitique
no es
fáciI
de
aceptar.
Su
despliegue
de
conocimientos de las fuentes
griegas
y latinas
va acompañado
de una
falta de crítica de
estas
fuentes que
es
casi
increíble.
Pese
a
rehusat
deliberadamente
la
mención
de
autores modetnos,
el libro
es
polé-
micamente ideolégíco,
de
un modo sudl
y
complejo;
de ahí su
aco-
gida, como
Ashley
notó; de ahí,
también, como explícó
Ashley
uis-
temente,
Ia
tibía
acogida
de las obras
medievales, posteriores,
de
Fustel. En
éstas sobresalía
en
cade
página.la
amplitud de su
inter-
pretación,
su
tratamiento
de
las
fuentes
era
impecable,
la
{uerza
creadota
de
la
reJigión se
iba difuminando,
I
efl cambio
consetvaba
toda
su
importaucia
el
éxtasis
en
que,
tan
pronto
como
hay
huellas
de
socíedades
civilizadas,
aparece la
propiedad
pdvada
en
vez
de
Ia
comunal.
Con todo,
La
cité antir¡ue
de
ningún modo dejó
de
provocar
un
notable
impacto académico
en
cierto sentido. En
primer
Iugar,
el
LA CIUDAD
ANTIGUA
41
Iibro
fue
decisivo
para
el desarrollo
de
la
escuela
de
Durkheim.r6
En
segundo
lugar,
Fustel,
iunto
con Maine
y
Morgan,
trabajando
Ios
ues
independientemente,
en
los
días
felices
del
evolucionismo
social,
ü.ro¡
a1
parentesco
el
papel
central
del
que
goza
hasta
el
día
de
fioy en
Ia
an6opologla
social.
Y
en
tercer
lugar,
a
través
de
Paul Guiraud
y aun mái
Gustave
Giotz,
el
libro
dejó
su
huella
en los
historiadore,
fiun.es.,
de
la
antigi.iedad,
En
la obra
clásica
de Glotz,
La cité
glecque, publicada
en
l928,"que
es
también
un
fibro
sobre
la
ciudaJ-esr;do, ;o sobre
la
ciudad,
ias
primeras
páginas están
dedi-
cadas
a
Fustel,
«La
grandiosa constfucción
de
Fustel
de.
Coulanges
-decla-
provoca admiración
...
No
obstante,
hoy
es
imposible
acept^t
todas sus
conclusiones»
(veredicto
del
que
se
hace
eco Henry
Beir
en
la introducción).
Y,
¿cuáles
eran las
reservas
de
Glotz?
<rla
historia
no
permite
un
camino
rectilíneo»>:
además
áe Ia
fami¡¿
y
Ia
ciudad,
hemos
de
considerar
al inüviduo.
<<En Ia época
en
que
se
publicó
La
cité
antique
-esoibió
tam-
bién
Glotz-
nadie
había
empleado
desde
ios
tiempos
de
fuIontes-
quieu
[el
método
comparadvá]
con
tal
maestría.»
Soy
incapaz
de
explicar
un
juicio
tan
poco
informado
de
un
historiador
tan
impor-
t.nt.;
ni siquiera
el
abierto'rechazo
de
Glotz
a emplear
é1.mismo
el
método
comparativo
es
explicación
suficiente.
El
«método
compa-
rativo»
áe
La
cité
antique
es,
en
su
mayor
parte,
una
ilusión,
puesto
que
Fustei
pretendía estat
tevelando
un modelo
de
evolución
ario,
inico
_.una
afi¡mación
típica
es:
<<La
religión
de los
muertos
pa-
fece
ser
la
más antigua
que ha eústido
efltfe
su
raza
de
hom-
¡ss¡¡-17
y,
en
todo .rro,
.n
el
siglo
después
de
Montesquieu,
los
rrolúmenes
de
estudios
genuinamente
compatativos
habían
crecido
en
proporciones
inmentr..
Con todo,
como
Durkheim
apuntó,
al
ignorrr
lrr
pruebas
etro$áúcas
disponibles,
Fustel
sacó
una
conclu-
.-
slón
falsa
*bt. la
grni
romana,l8
Sin
embargo,
podemos estar
de
acuerdo con
Evans-Pritchard
en el
sentido
de
que La
cité
antiqae
marcó
<<el
punto divisorio
en¡e
los
t¡atados
especulativos
y dogmá'
ticos
de
esiritores
como
Turgot,
Condorcet,
Saint-Simo¡
y
Comte,
pof un
lador>,
y
los
«análisis
detallados»
y <<el
tlatamiento
erudito»
iue
caracte
rg:an la
obra
de Durftheim,
Hubett
y
Mauss.le
_También
iod.ro,
reconocer
que
Fustel
contribuyó
grandemente
a_ llamar
la
atención
sobre la
persistencia
,
caída
casi
en
el olvido,
de
las
institu-
ciones
de
patenteico
dentro de
la
ciudad-estado
antigua.
Sin
em-
bargo,
Ia histotia de
la
ciudad
(tanto
ciudad
como
ciudad-estado),
7/23/2019 La Ciudad Antigua M.finley
http://slidepdf.com/reader/full/la-ciudad-antigua-mfinley 7/28
44
LA GRE,CIA
ANTIGUA
antigua,
medieval
o modenra,
no se
puede
analizar
suficientemente
bajo
los
conceptos de
culto
de antepasados,
adoración
del
fuego
y
conflicto
dentro
clel
estado evolucionado
enüe
eI
grupo de
parentesco
y
el individuo.
La
más
notable
teoría
de
\a
evolución
social
surgicla,'
sobre
la
base
de
los
estudics comparativos,
en
el
siglo
comprendido
entre
N{ontesqurieu
y
lr{arx,
fue
la
teoría
de
las cuatro
fases:
cazadora,
Pas-
toril,
agrícola
y
cornercial,
por
las
qrre evoluciona
eI
hornbre.
Sus
principales
defensores estuvieron
en
Escocia
y
Francia
,
Y
con
John
Mil1ar
tene
mos
1o
que Meek
ha
llamaclo
ahora
<(en
efecto» «una
concepción
rnaterialista
de la
historia>>.
En
la introducción
a su Ob-
seruations
concet'ning
tbe Distintion
of
Ranks
in Society,
publicado
por
prírnera vez en L771,
Mil1ar
catalo
g6, entre
<<las
callsas
c{e
esos
sistemas
peculiares cle I.y
y gobierno
que
han
apatecido
en
el
mun-
do>>,
las siguientes:
<<la
fertilidad
o
aúdez
del suelo,
Iu
naluraleza
de sus
productos
[de
un paísJ, las
clases
de
rabajos
necesarios
paru
procurarse subsistencia,
el
número
de
individuos reunidos
en
una
comllniCad,
sr-r
habiliclad en
las
artes,
Ias rrentaías
de
que gozaban
para
iniciar
transacciones
mutuas
o
paru"nrantener
una
cofrespon-
dencia íntima».D
No
huy
señales
de
7a
teoría
de las
cuatro
fases
en
La cité
anti-
que.
Con
todo,
Fustel no
sólo
conocía
la
teoría,
Pot
1o
menos en
su
forma
francesa, sino
que
incluso
la
aceptó
en
un
punto, En
eI
párra{o
inicial
de su
obra
El
origen
de
la
pro\iedaA
cle la
tierra
(pu-
blicado
por prirnera vez en
1872),
esmibió
corno réplica
a
los crí-
ticos:
.((es
,:bvi«:
que
cuando
los
hombres
estaban
aún
en la fase caza-
doia
o
pastoril,
y
aitn
no
habíar, llegaCo
a
la
idea
de
agrici:Itura,
no
se
]es ocurrió
iomar,
cada
uno
para sí mísrno,
una
parte
de
tierta.
La
teoría de 7a
qu¿
hablo se
aplica
? socieclades
establecíclas
y
agrí-
colas».21
Pero luego se
separó
radicalmente,
como se
separó de
Aris-
tóteles,
substituyenclo e1 rnodo
de
subsistencia
por
la
religión corno
el
punto
de
atención
y
la
clave
pam La
forrnación
y
cambio
Ce
las
instituciones,
Ashley cbseruó
con ruzón
gue
,
incluso en
slr
trabajo
sobre
el colonato,
Fustel
dejó
de
tornar
en
cuenta,
como
hubiera
sido
1o
apiopiado, <(el factor
ecorrómico
1o
rnismo
qLIe
el
constitucio-
naI
o
eI legaI».u
Por
1o
que
)*o
sé,
el
prirner
hornbre que
insistió en,
y
formuló,
Lrlra <<teor'ía
económica de
la
forrnación
de
la
ciudad
$
tadtebil-
dung)r>, de
«la
relacién
necesaria
entre
el
fenórneno
de
la
ciudad
y
LA
CIIIDAD ANTIGUA
45
el
sistema
económico
predomínante»>,
fue Weruer
Son-lbart
en
Der
moderne
Kapitalisrnus,
publicado
originalmente
en Leipzig
en L9A2.B
E,n
esta
ob¡a
pl'esentó una
serie
de
modelos,
empezaudo
con
Ia
evi-
dente
definiciSn
operativa:
<<IJna
ciudad es
un
establecinriento
de
hombres
que .oniírn
para
su
manutención
en
los
prodr-rctos
del
trabajo
agrícola extranjero
(o
ajeno),r.'o
En
la
seguncla
eclición,
ca-
torce
años más
tarde,
inmodujo
una
ligera nrodilicación,
añacliendo
una
expresión
(«más
amplio»)
que
todo
el
mr-rndo
está
cle acuerdo
en
calificar
de
ambigiiedaá:
<(Irn
establecimiento
nrás anrplio))r*
Esta
definición,
explicó, fue
ideada
p^ra
excluir
Ios
Landstiidte
de Ia
Edad
Media,
er
los
que la
mar¡oúa de
los habitantes
explotaban
elIos
misrnos
7a
tierra,
así
corno
también
las
<<ciudades
gigantes)>
de
Orien-
re Próximo,
de
Ia India
antigua
o del
tipo
representaclo
hoy
por
Teherán.
I.tro
rnencionó
las
ciudades
de
la antigiiedad
grecorromana,
o
siquiera
algunas.
de
ellas,
porque
estaba
cenüaclo
eil
su
terna,
el
surgimiento
del
capitalismo
rnoderno
y, por
1o
tanto,
el
rracin:iento
de
la
ciudad en
Ia
Edad
lvfedia.
Y
la
idea
clave
de
esta definíción
de Lrna
ciudad
se
remonta
a Adam
Srnith:
Sombart
puso
en
el enca-
be,zarnien
to de
es
fa sección
cl misrno
pasaje
Ce1
libro
iII
Cc
La
riqueza
de las
naciones,
que
cité
antes
,
y dijo explícitamente
que
sus
nrodelos
eran <<
"
variaciones
sobre
un tema
",
terna formulado
con
palabras
de
Adam
Smith
rr.'6
En
el
período, Iargo
y
fecundo históricamente,
que
va
de
Smith
a Sombari
había
habido,
naturalmente,
investigaciones
abundantes
sobre
ciudades,
y
publicaciones
sobre
eI
mismo
terna, Pero
el
inte::és
-en
la rnedidá
.n
que
iba
más allá
de
\a rnera
curiosidad
eludita
de
ámbito
Iocal-
había estado
siempre
en
la
evolución
del
feuda-
Jismo
al
capitalisrno,
efl
el nacimiento
de
la ciudad
meüeval,
en Ia
ciudad
renacentista
y
en las
evoluciones
modernas
consiguientes.
Se
pueden
encontrar
observaciones
ocasionales
sobre
la ciudad
antigua,
álg.ur^,
de
ellas muy
penetrantes,
desde
Adam
Smith
en
adelante
(huy
que recordar
siempre,
también,
a
David
Hume),
Pero
eran
mat-
giníes,
secundarias
en cuanto
al
tema
tratado
y
nunca
elaboradas.
Va1dría
la
pena
el
esfuerzo
de
recoger
y exarninar
estas observacío-
nes,
pero
uoy
a
detenerme
brevemente
sóIo
en
un hornbre,
Karl
Bücher.
En llg3,
Bücher, que
ya
había
escrito
un
notable estudio
<(so-
cioestadístico>>
de
la ciudad
de Frankfurt
en
los
siglos
xlv
y
xv,
publicó
Die Enistehung
d.er
V
olkwirtschaf
t
(La génesis
de
la
eco'
7/23/2019 La Ciudad Antigua M.finley
http://slidepdf.com/reader/full/la-ciudad-antigua-mfinley 8/28
46
LA GR]iCIA
ANTIGUA
¡xonxía nacional), en
el
que,
basándose
en
una
idea
de
Rodbertus,
extendió
la
vieja teotÍa
evolutiya de
]as
cuatlo
fases,
sugiriendo
tres
fases
más
en
la
histotia
de 1a última,
la
comercial,
que
llamó
eco-
'nomía
familiar
cegada,
economla de
la ciudad
y economla
nacional.r
Iiste
fue el libro
qtie
hizo
estaliar
la
disputa
con
Ios
h,istoriadores
de
Ia
antigüedac{
que
ahora se
conoce
notmalmente
con
el
nombre
de conttoversia
Bücher-Meyer,
en
la
que
<<ganór>
el
último,
Lon gtan
satisfacción
stlya, como
ya
he
indicado.z8
El
año de la
Entstehung
de
Bücher,
1893,
fue
también
ei año
del
primero
de.los
ttes famosos
altículos
de Henri
Pirenne
en Ia
Reuie
Historique
sobte
<<E1 origen
de
las constituciones
urbanas
de la
Edad
Media>>,
en los
que
formuló
las ideas
fundamentales
que iban
a
pleocuparlo
durante
la
ma¡,6¡
palte de su
vida.2e
EI
surgimiento
de
la ciudad medieval,
insistía
una
y
otta
vez,
fue
en
ptimer
lugar
«el
producto
de
ciertas causas
económicas
y socialesr>.3o
Estas <<causas
económicas
y sociales»,
por
desgracia,
resultaron
set
sólo
un
miste¡ioso ptoceso
<<natural>>,
puesto en
matcha
por
merca-
deres,
y
Pirenne se
dejó
caer
rápidamente
en el
mismo
vicio
de
Ponet
el acento-.en
la
jurisdicción
y la historia
constitucional
que tan
clura-
mente
había
critícado en
otros.
Aparte
de
ba¡alidades
sobre la
<<este-
rilidad»
de
la ciudad,
no hay
nada
destacable
por
encima
deI nivel
puramente
descriptivo,
pese
a
que,
en
ese
nivel,
era,
con
toda
segu-
ridad, inteligente,
erudito
e
inestimable. Admiraba
el libro
de Büchet
sobre
Frankfurt,
Pero
en su
últirna obra
teórica,
Pirenne
advertía
a
sus estuciiantes
de
gue <(era
demasiado
economista
y
no bastante
historiador
...
sus teorías sobre
la evoiución
económica,
pese
a
ser
estimulantes,
no
mantenían
relación
con
las
pruebas
histótícas».3l
Só1o
una
vez,
por
1o
que
yo.conozco,
se
dignó
Pirenne
discutir
y
disputar
con Büchet
y-Sombart,
en
un
attículo
que,
como
mejor
puedo
resumit,
es como
un eco medievaiista
de
los
argumentos
de
Ios
historiadotes
de la
antigüedad
«modernizantes)),
con
la
conclu-
sión,
de
acuetdc,
con
estos
úlrimos,
de
que 1a
diferencia
entre
el
capital-ismo moderno
y
el
«capitalismo»
que
empezó
en el
siglo xlr
era
<<sólo
una
di{etencia
de
cantidad, no
de
calidad,
una
simple
dife'
rencia
cle intensidad,
no de
naturaleza».32
Nos
han contado
que
más
t
rde
Pitenne
oyó decit
que
tffeber,
de
modo
nada
sorprendente
(si
es
cierto),
<<se
refirió
cáusticanrente
a
é1
como
ese medievalista
belga
que
no conocía
ni
la economía ni la
historia
social
meclie'
vales>>.33
LA. CIUDAD
ANTIGUA
En
otra
parte
\Meber
protestó
de
que los
historiadores
hubieran
interpretado
mal
el
método
de
Bücher,
que
era
una
aplicación
exprása
c{el
Áétodo
de
los
<<tipos
ideales}),H
pero
los
historiadores,
tanto
los
de
la
antigüedad
corn;
los
de
cualquier
otra
época, solr
usualmente
alérgicos
J
totrlmente
sordos
a
los
tipos
ideales.
Así,
el
distinguido
medievalista Georg
von
Belorv,
rnás
cornprensivo
que
la
mayoría
con
la
conüibución
d.
Bücher,
no
obstante,
sacó
la
conclusión
de
que
Ia
empresa
estaba
destin
ada
al fuacaso
desde
eI
principio
por su
pfeocu-
pa;ión
por las
((normas
)> :
<(
Son
precisamente
las
desviaciones
las
qu.
son
interesantes
o,
al
menos,
trt
importantes
como
1a
norma)>.3s
Eduard
Meyer
fue
rnenos
comprensivo,
y Bücher
rehusó
una
invita-
ción
del edítor
de
la
Jahrbilcbir
Íür
Nationaliikonorftik
und
Statistik
para replicar
a Meyer,
pretextando
eue
,
según
sus
propias
palabras,
id.y.,
Labía
derrorffad;
((rnuy
poca
colxprensión
de 1o
esencial
en
economía)>.36
Unos
pocos
años
más
tarde,
no
pudo resistir,
y
en
un
largo
ens
tyo,
lleno
de erudición
y
talento,
examinó
detalladamente
Ias
pruebas
atenienses presentadas
por
Meyer
y
Beloch
,
y
echó
sus
conclusiones
por
los
suelos.l
Bücher,
en
resumen,
sabía
perfectamente
que
la unidad
familiar
escueta
no
eÍa la formación
económica
única
o
general
en
la
anti-
güedad
grecorrornana.
Oüa
cosa
es
que no
ttataru
de
las ciudades
grecorromanas con
algun
detenirniento
-sus
capítulos
en
Stadtuirt'
"scbaft
hablan
de Ia
Eáad
Media_,
pero incorporó
la ciudad
antigua
en su
esquema
evolutivo,
poniendo
eI acento
en
el
cambio
de las
relaciones
ciudad-campo:
«il habitante
griego
y romano
de
Ia
ciudad
era dueño
de
la
tierra,
y
\a
explot
aba,
incluso
si
dejaba
que
el
tra-
bajo
1o
hicieran los
esclavos
o
arrendatarios
i..
Eso
precisarnert'te
no
ocumía
con
los
habitantes
de
nuestras
ciudades
rnedievales
.
..
Ciu-
dad
y
campo
se
habían
separado
en cuanto
a
función
económica»>.
La
ciudad
t.di.vaI
«no
era un
mero
cenffo
de
consumo,
como
1o
eran
las
ciudades
de
los
griegos
y
rornanos)>.38
Somb
att, luego
,
,I?-
boró
y
clarif,có
La
nocióni
«por
ciudad
de consllmo
quiero
decir
la
que
paga
por
su
mantenimiento
(Lebensunterhalt) ..
. no
con
sus
pro-
pior-pioductos,
porque
no lo
necesita.
Obtiene
su
mantenimiento
más
bi.o a
partú
d;
una
reclamación
legC
(Rechtstite"l'),
como
im'
puestos
o
rentas,
sin
tener
que librar
valores
a
cambio))-
Luego
afra-
áía una reserva:
<«Los
creadores
de
ciudades
en los
orígenes
eran
consumidores;
Ios
creadores
subsiguientes
eran
productores)>,
y
l..ot
últimos
fueron
un
elernento
subotdinado,
«cuya
existencia
venía
de-
47
7/23/2019 La Ciudad Antigua M.finley
http://slidepdf.com/reader/full/la-ciudad-antigua-mfinley 9/28
4s LA
GRECIA ANTIGUA
terruiflada
p.or
su
patticipación
en
el
consumo
que
Ies
permitía
la
clase
consumidora».3e
Y
esto nos lleva por
último a
Max \fleber.
La
relación intelectual
entre
lWeber
y
Sombart fue muy íntima:
fueton
directotes
conjuntos
del
revitalizado
Archiu
liir
Sozialwissenschalt
und
Sozialpolitik en
pt'imer
lugar,ao
Bücher
no fue
miembro.
del
círculo
cle
lil/eber,
pero
la
ob¡a
Agraruerhfiltnisse de
Webe¡
se
abre
con
una
defensa
convin-
cente,
aunque
no una
aceptación
incondicional,
de
la obra
de Bücher,
.Entstebung
der Volksuirtschalt.at
N{i
interés
en
mostar
que
Ia
obra
de
§flebet,
infinitamente
mejot conocida,
sobre
1a
ciudad, tuvo
im-
poftantes
precursores
y
a
1a
vez,
en
un
sentido,
cooperadotes,
va
más allá
del mero interés
e¡udito por
el
tema. Necesitamos
que
Som-
bart
y
Bücher
nos
ayuden
a
completar
el
cuadro,
porque
eI análisis
sobre
la ciudad
de
§7ebet
es un ensayo
póstumo, sin
notas,
del ta-
maño de un
Jibto,
posteriormente
incluido
en
un
contexto
que
a
menudo
se
desdeña
en su Wirtscbait
unC
Gesellscbalt
(Economía
y
sociedad).
La
úitima obra, en
sí misma,
no
es
sólo
una obra póstuma
en
Ia
que
estuvo
trabajanrlo
más
de una
década
(y
por
tanto
con
cambios
de
estilo
y propósitos),
sino
que
tamlrién
hay
que
tenet en
cuenta
que
\7eber
ia
Cejó
en
tal
estado
que
ni siquiera
se
índica
Ia
secuencia
de
las secciones.a2
Y aun habrla
que
añadir
que
el
estilo
de
§7eber en sus últimas
obras,
al igual
que
sus
procesos
mentales,
era exttaotdinariamente denso y
complejo;
en las
dos
obras
que
me
interesan, esto
es
tanto
más
así,
cuanto
que,
en el mejor
de
los
casos,
las
tra<iucciones
inglesas
disponibies
son
poco
de 6ar,
y,
en
el
peor,
contienen
efrores
gamafales.
§7eber
fue, sin
duda,
eI
más profundamente
histórico
de
los
sociólogos.
Empezó
su
carrera
como
historiador
IegaI,
interesado
es-
pecialmente
en
dos
anipiios temas, Ia"histoiía de la orgaxización de
7a
explotación
de
Ia tieira
(con
,qus
implicaciones
o consecuencias
políticas y
sociales) y
Ia evolucion de
las prácticas e instituciones
comercisles.
En
este
prírner
período esciíbió su
Rónische
Agrar-
geschicbte
(1891),
brillante
pieza
de investigación
lristóríca,
denmo
todavía
del
marco
reconocible de una disciplina
académica estable-
cída,
Después
de
esto,
su
única
obra
substancial
sobre
Ia
antigüedad
fue
un
tour de
f
orce,
un
extenso
libro escrito
en
cuatto
noeses,
efl
1908,
y
publicado
al
año siguiente en
la
enciclopeclia
que
se 1o ell-
caryó
y
que
es
responsable
del título,
que
se
presta
a
error,
Die
Agrarüerhiilthisse
des AltertuTrs
(incluso
peor
en
eI
tírulo inglés,
LA CIUDAD á,NTIGUA
seleccionaclo
para
la
traducción
qlre acaba
de
aparecet:
The Agrarian
Sociology
of
Ancient Ciuilizations).
Su
viuda
1o
cal'actertzó, correcta-
mente,
como
<(una
especie de
sociología
Ce
la antigüedad>> con
,
a
modo
de prólogo,
<(una
teor'ía económica del
mur:cJo
de
los estados
antiguos)>,43
enffe
los
cuales
incluyó no
sóIo Grecia
y ltoma,
sino
también
el
Oriente Próximo (Egipto,
h4esopotarnia
y
Judea).
Por
todo, el interés
de
Webm
en
Ia
dinámica
de las instituciones
sociales
y
las
relaciones socioculturales,
Agraruerhiiltnisse
no
es
Llna
historia
ni
de
la
agticultura antigua ni
de Ia sociedacl
antigua.
\flebet
había
dejado
de
escribir
historia.
Aun
rnenos
histórico
es su
<<libro»,
algo
más tardío, sobre
7a
ciudad, aunque los datos sobre
la
antigüedad
los
toma en
su mayor
parte
de Agraruerhiilt/tisse, Irlo
deja
cle
ser
significativo
qrle
cada
sección
del estudio
posterior
ernpiece
con
conceptos gene
rales
o
con
material medie\ral
antes de
presentat
eI
nrundo
antiguo
F)ara
clarificar o
contrastar.
En
suma,
\Meber
nunca
publicó
un
estudio de la
ciudad
antigua,
y
sus
puntos
de vista
sobre
el
asunto) como
también
sobre
otros
aspectos del
rnundo
antiguo,
hry
que
obtenerlos,
con esfuerzo
(in-
cluyendo
Io
que cúesta
descifrarlo) de
sLl
obra
compl
eta,'tlo
soia-
rnente
de
los
escritos
abiertamente
dedicaclos a
Ia
antiguedad,
es-
tando
siernpre aleria a los
matices cambiantes
de su
pensamiento.n
Algunos
cie
sus
conceptos básicos tienen
rlna clara
relación
con Ios
de
Bücher y
Sombart.
También
é1 empezó
con
Lrlra
defuición econó-
mica,
eue
resulta ser
una
declaración culta
y
elabor
ada
^
partir de
7a de Sombart:
una
ciudad
es
un
lugar en
el
que <<]a
población resi-
dente
satisface una
parte
económicamente
esencial
de
sus
necesidades
diarias
en eI
mercado locaI,
y
elIo, en
gran parte,
mediante
Ios
pro-
ductos que Ios residentes
y
los
habitantes
de
-la
vecindad
ínmediata
han producido,
o
que
han
adquirido
paia
venderlos
en
el mercado>>.
Cuando los
grandes
consumidores obtienen
sus ingresos,
de
un
modo u otlo, como rentistas, la ciudad
es
una ciudad
de
consumo,
corno
en Ia
antigüedad. Pues,
<(si hoy
día
consideramos,
con razón,
que
eI
hombre de ciudad típico es el
que
no
consigue
su
sustento
de su
propia
tierra,
originariarnente
era cierto
1o
contrario
en
Ia
inrnensa
rnayoúa
de
las
típicas ciudades
(poleis)
de
la
antigüedad»>.as
En
esta
última
cita,
dos
palabras
requieren
mayor
atención:
<(ori-
ginariamente»
y
<<típicas>>,
Originariamenle,
\^
ciudad antigua
se
levantó
en totno a
las
viviendas
de
los
grandes
propietarios
de
tiemas,
pero
al
crecer,
sus
habitantes,
cada
vez
rnás,
tro
eran
ya
ni
49
7/23/2019 La Ciudad Antigua M.finley
http://slidepdf.com/reader/full/la-ciudad-antigua-mfinley 10/28
,0
LA
GRECIA
ANTIGUA
gtandes
ni
pequeños
propíetarios de
tiert'as, Con
todo,
siguió
siendo
una
ciudad de consumo: incluso
en
Ia
última
fase,
<<democráticar>,
los
conflictos sociales
denlo de la ciudad
antigua
estallaron
por
las
demandas
de
<<intereses
de
los
deudo¡es,
que eran
esencialmente,
pof
tanto,
intereses
de consumidotes»>,
a
diferencia
de Io
que
ocurió
en
Ia
ciudad
medieval,
donde
los con-flictos
básicos
se
generaron a
pattir
de los
itrtereses
<,manufactureros))'
Con
objeto
de expiicar
esta
diferencia
fundamental,
hay
que
i1;
troducir
en
el análiri,
ur.. variable
independiente,
la
esclavimd.{6
El
extendido
uso
c{e esclavos
en
ld agricultura
y
la manufactula
fes-
tringió
fuettemente la
esfe¡a
del trabajo
libre
y
bloqueó
la
expansión
de1
metcado,
especialmente del
me¡cado
de
productos
consumidos
en
masa. También
entorpeció, e
impidió
efectivamente,
la racionaltza-
ción
creciente
de la
pioduccién: dada
la
incettidumbre
dei mercado
y
el
costo fluctuante de
los
esclavos
(tanto
su
compra
corno
su
mantenimiento), el
propietario de esclavos
tenía
que
tener
la libertad
de disponer
de
sus esclavos
en
el
acto
o
explotar:los
de
maneta
dis-
tinta á1
empleo
directo
en
la
producción.
Una
amplia
división
del
[abajo
y
oüas
formas de
racionalización
habrían
ie¡mínado
con
1a
flexibiiidad
del
propietario. En suma,
el
propietario
de
esclavos
en
la antigüedad,
igual
que
el
propietario de
tieras
o
de
dinero, era
un
fentista,
no
un enrpresario.aT
E1
cont¡aste
con
la
evolución
cle |a
manufactuta
en
7a Edad
media
es
eviclente.
De
estas
distinciones
ptovienen ig¡almente
diferencias
agudas
en
política,
y
ahora hay
que
introduci¡
una
variable
nueva.
En
la
primera
parte
del
último
trabajo,
'§flebet
empezó
con
la
definición
u..onómi.u» de
la
ciudad,
como
he
mencionado,
Pero
en
seguida,
prosiguió
indicando
que
no era
una
<lefinición
completa.
<<E1
meto
hecho
de u¡ia aglomeración
residenCial
de
cometciantes
e
intereses
fabriles
y
la
satis{acción tegular
de
las
necesidades
diarias
en el
mer-
cado,
por
sí
solas,
Do
agotan
el
concepto
de
"ciuda-d".»
Es
también
<<una asociación
reguladora
de la economía)>
que
abarca
<<los
objetos
característicos de la regulación
de la
política
económica
en
nombre
de
Ia asociación
y una
mauiz
de
medidas
características>>.48
Ha
cam-
biado
el enfoque desde
Agraruerhiiltnisse,
aunque
la
mayor
parte
del
contenido
de la última
obra
se
p¡ede encontral
ya en
la
ante-
¡ior,
Dicho sin
tapujos,
y, por
lo
tanto, de
un
modo
abrupto,
la
polí-
tica
y
Ía
autoridád
política
oflrparon
eI
centro.
Cuando
<<La ciudad»>
LA
CIUDAD
ANTIGUA
vuel¡¡e
^
aparecer
en \Y
ir
tschalt und
G
esellschaft,
tiene un título
más
largo,
<<Dominación
no legítirna
(tipología
de la
ciudad)»,
y
no
es
más que una
parte de
uno
más
amplio, sobre
lLerrschalt
('domi-
nación'),
que
incluye,
entre
otros,
buromacia
y
carisma.4e
Y a
en
1895,
en
su
conferencia
inaugural
en
Friburgo,
sostllvo
que
la
con-
ser\/ación
y
el
crecimiento
del
estado-nación
estaba
por
encima
de
todas
las
demás consideraciones
e
intereses.50
Aunque
esta
postura
fuertemente nacionalista
y
su
énfasis
político
concomitante
fueran
menos
visibles
en
los
escriros
históricos
de los
años
siguientes,
nllnca
estuvieron
ausentes
(como
veremos
dentro
de
poco).
Volvieron
a
surgir,
con
plena fuerza,,
etr
Ia
década
final
de su vida,
tanto en
su
actividad
política
como en
su
obra
teórica.sr
En W
irtschaf t afid
Gesellschaft, con
sus
dos ternas
fundarnentaies,
racionalidad
y domi-
nación,
seIló Ia
«conexión
decisiva
entre industrialización,
capitalismo
y conservación
ptopia)>.52
Y
finalmente
volvemos
a \a segunda
palabra
que
dije
que
había
que estudiar
con
cuidado,
<<típico>>.
Naturalmente lWeber
sabía que
1as
ciudades sobrevivieron
durante
siglos
bajo
el
in:perio
romano,
aunqLle habían
perdido
toda
capacidad
para
((1a
regulación
político-
económica»;
que
las ciudades
de
hecho
proliferaron en
aquella época
y
brotaron en
territorios
nuevos, bajo
el
estímulo
directo,
y
a
veces
|a
coacción,
de la
autoridad
cenual.
Pero su
«tipol ogía
de
las
ciuda-
des»>
-el
subrítulo
de 7a
última
obra-
había
que
verla,
y
sólo
así
podía
ser
entendida,
como
una tipolo
gía
de
«ciudades del tipo ideal>>.
Como é1
mismo
escribió:
((En
realidad,
los
tipos
eran en
todas
partes
fluidos entre sí.
Esto,
sin
embarBo,
es cierto
pata
todos
los
fenó-
menos sociológicos
y
no
ha de
impedir
el
establecimiento de
lo
pre-
dominantemente
típico>>,s3
De
ahí
su
empleo
frecuente
de comiJlas,
especialmente
en
Agrari.,;erhAltnisse,
para términbs
como
«feudal»>
y
<(capitalista>>
(corrientemente,
como
adjetivos
más
que cotrlo
nombres
en estos ejemplos
críticos),
signo
formal
de 1o
que,
con
la misma
frecuencia,
llama
Ansütze
('preliminares')
como
una
indicación
de
fluidez, de
la
génesis,
denffo
de
un tipo,
d.
elementos
característicos
de
otro
tipo.
Mry
pocas
veces
-si
es
que
llega
^
hacerlo-
elude
7a obligación
de
explicar
\a incapacidad
(cuando
ése
"eÍa
el caso)
de unos u
otros
Ansütze
para
vencer
y en úütimo
térrnino
alcat:u;at
una posición
dominante.
Así
la
sección
fi¡aI de Agraruerhültnisse
intenta
explicar
por
qué
el
imperio
rornano
y
Ia
pax
rorfluna
destruyerotr,
rnás
que
alimen'
5L
7/23/2019 La Ciudad Antigua M.finley
http://slidepdf.com/reader/full/la-ciudad-antigua-mfinley 11/28
52
LA GRT,CIA ANTIGUA
taron,
los
Ansütze de capitalisnro
qug
había
detectado
en
\a
ciudad
antigr-ra .
trl
arglimento
es
denso,
pero se
puede
resurnir
tazonable-
rnente
de
este modo .
La
pa:r
t'onr?.ufltl
puso
iin
a la
expansión
terri-
torial
y
a
7a
acumulación
de
botín,
incluyendo
grantles
cantidades
de
botín
humano,
dos
cosas que
habían
sido
eI
medio
fundamental
de
acr
ecentar
Ia
riqi.re
za
en \a
economía grecorromana.
La
expansión
prerria
fuabía
inrroducic]o
en
el
ínrperio,
poi
priinera vcz,
anrplias
regiones
de
ter¡iioiío
interior,
lejos
del Inar,
y por
tanto
con
accesos
inadecuados
n las rutzrs
del
comercio
y'Ia
comLrnicación,
En
las
fincas
interiores
existía
\a tendencia
natural
al
asentamiento rural en
torno
a
una
casa de
campo, eD
donde
se
producían la.s necesidades
básicas
de consllmo
masirro, con 1o
cual
«se
desarnrabar>
la
ciudad,
tedu-
ciendo
sus oportunidades
de actividad
lucrativa.
El
golpe decisivo
se descargó
en Ia esfera
poiítica:
Ia monal'quía
absoluta
substituyó
la
administración de \a
ciudad
por
e1
«ejército
profesional
y
la
buro-
cracia
de
unas
familiárs)>,
terminando
en
un
<<estado-lirurgia>>
(un
estado
confiado
en
servicios
obligatorios).
Püesto que
el
capitalismo
de
ia
antígiicdad
estabs
políticainen-
te anclado
y dependía
de la
explotación
privada
de
las relaciones
políticas
de
dominación en una
ciudad-estado en
exFansión, se
llegó
^
una
paralización
con la
dcsaparición de
esta
fuente
de
formacíón
de
capital
... EI
sistema
burocrático
acabó
con la
ini-
ciativa nolítica
de
sus
sírbditos, así
coino
con
Ia
iniciativa eco-
nóm.ica,
para
la
cuat faltaban
las
op'Jrtunidades
apropíadas.
Y,
luego,
el
epílogo
desespei'ado
: <<Toda
br-rrocrucia
tiene
7a
ten-
dencia
a provocar
el
niismo efecio
por
expansión
Ce
sí
misma
(rJru-
sicb
greif
en) , La nuis
tt
a también»
.s
P.sa historíadores
alérgicos
a
los
tipos
i,leales, nada
huy
que
discutir
aquí;
no
huy
propuestas
que
Ínerezcan
exanlen y
crítica,
Se
puede
uno
consolar
y
refugiar
suficientemente
cn el <<descubrimien-
tor> de
que
ei
conocimiento
de
\Meber
..obre
el mundo
griego
eta
mucho
rnenos
anrplio
y
prectiso clue
sobre
eI
rornano;
5s
en Ia demos-
tración
de
qrie ahora
se
puede decir
que
Weber
estaba
equivocado
cuando
llamaba al
equites
rcmano
<<clase
ca.pitalista
nacional pura».s
.
Uno
puede
(Iegítimamente)
desafiar
la
concepción de Weber de los
elementos feudales
y
capitalistas
de
la
antigüedad,
o
su
definicíón
política de
7a
ciudad.
Pero
cuando
se
ha
terrninado
la
dernolición,
los
fenórnenos no
se
han
escabuilido
en
silencio.
Sigue
siendo toCa-
LA CIIJDÁD
ANT'IGIJA
53
r,ía
cierto,
y
coll necesidad
Ce explicación,
QUe
e1
campesíno
era un
elemenro integrante
de
la
ciudacl
antigua,
pero
no
de Ia
niedieval;
que
eI grenrio
era
un
integrante
de Ia ciudad
medieval,
pero
no de
la
antigua.
Quizá
se me
puede permitir
repetir 1o
que
escribí recien-
temente sobre
el
segundo
punto:
irlortnalmente
parece
que
se
olvida
que
los
excaváclores
de
Tal-
so no encontraron
Lonja
de los
Paños,
gue
todas las
ciudades
antiguas
carecían
de
casas gremiales
y lonjas,
que hasta hoy son,
.
al
lado
ile
las
catedrales,
las
-gioiias
alqr-iitectói,icas
dc
las
gianCes
ciudades
medievales
de
ltalia, Francia, Flandes,
las
ciudacles
de
Ia
FIansa
o
Inglaterra,
Compárese
el
ágora
ateniense
con ia Grande
Place
de Bruselas.r
Aun
más, todavía
sigue siendo
cierto
,
y
requiere
una
explicación,
que
el
urbanismo
antiguo
decayó
tan profundamente
que
se
F,re-
cisó un
segunclo «nacirniento de
ciudades)> elr 7a
Edad Media.
Si
Weber
no
nos ofrece
explicaciones satisfactorias,
ni
siquiera
parcia-
Ies,
¿
hacia
dónde
volvernos
?
¿I{ac
ia
Karl
Marx,
quizá?
Malx
fue
eI Íantasfila
qrle
fcosó a
§7eber
(V
pcr
supuesto
a Sombart),
a 1o largo
de tcda su vida,
ffiu-
cho más
de
1o
que
se
podría
suponer
por
los
escasos
y
a
veces
crudos
cornentarios sobie Marx
y
eI marxismo
que
se encuenffan
en
los
escritos
de
Weber.ss
I{o
tengo
íntención
de entrat
en el tema, excepto
paru
dejar
constancia de
que
es
algo más complejo
que
1o
que
su-
gieren
algunos
comentarios
comientes,
inuy
simplificados
y
dognrá-
ticos.
Simplemente el
rechazo de
\Weber
como
«idealista», cu)/o
én-
fasis en
el
<<espíritu>>
y
comercio
Ie llevó a
ver
<<capitalismo>>
donde
nunca
había
existido,
es una
caúcatura, un
juego
de
palabras
varro.
En
su-s notas
cle
1857
,
Marx
escribió
sobre
<<la
influencia
ciuiliza-
dora del
comercio
exterior>>,
aunque aI
principio
sóIo fuera un
((co-
mercio
pasiuoD,te
en
un
pasaje
que
no
puede dejar
de recordarnos
7a tesis
de
\Weber,
de
que
el
carnbio arcaico del
conrercío
pasivo
a\
activo
fue el
primer
Daso
hacia
el
abismo
entre
Ia ciudad occidental
y
la oriental.
Para
Marx
(y
Engels)
nunca existió
la duda
de
que
eI
<<capital
comercial>>,
las
«ciudades Cornr3rciales>> e
incluso
los
<<pueblos
comercia-[es
>>
(fenicios
y cattagineses) fueran f enóme
ilos
antipros
rnuy extendídos,
y
Que,
en algi-inos
casos,
ell la
antigua
Corinto,
por
ejernplo,
el
comercio Ilevó
a
una
rnanufactura
altamente
desarro-
Ilada,óo
7/23/2019 La Ciudad Antigua M.finley
http://slidepdf.com/reader/full/la-ciudad-antigua-mfinley 12/28
54 LA
GRE,CI.á.
AI.{TiGUA
lWeber,
como
Marx,
ponía
en
el
centro
de
sus
preocupaciones
el
fenómeno
del
capitalismo.ór
Que
1os
dos
análisis,
en último
tér-
mino,
divergieron
profundamente,
hasta llegar
a un
punto
de
con-
flicto,
es
innegable
(sin
contar con
su
violenta
discrepancia
en
acción
.
poiítica
y
objetivos
futuros). Las
teorías
de
Marx
eran
«absoluta'
mente
inffagables»
pata
'ü/eber
«como
proposiciones
ontológicas».
Por
oüa
patte,
no
obstante,
vio
en
Ia
<<interpretación
de
la
historia
:.
por
Marx
rnedia.nte las
diferentes
formas
de
producción una hipó-
tesis
sumamente útiI
que permite
conseguir-notables
Drogresos
en
I
.1
.onn"imiento clel desa¡rollo
de Ia
sociedad
industrial
moderna¡>.ó2
En consecuencia,
para
Ias
épocas
pteindusmiales,
y
paru 7a
ciudad
'
lantigua
especialmente,
habla entre
el1os una
gtan
parte
de coinci
EI
proletariado
moderflo,
como
clase,
estaba
ausente.
Pues la
cultura
antigua,
o
bien seguía con
Ia
esclavitud
como
su centro
de
gravedad
(como
en
7a
Roma republi
cana
tardfa),
o,
donde
prevel
ecía el
trabajo
<«libre»,
eD
eI
sentido
de derecho
privarJo
;
1
dencia
parcial y
acuerdo.
Como es
de
esperar,
Marx
nunca
rcalizí
una investigación
siste-
.
-mática
sobre
eI
mundo
antiguo en
general,
y
Ia ciudad
antigua
en
: '
.
patticular.
Sobre
esto
úItimo) sus escasos
y
dispetsos
comentarios
, resultan
todos
ellos de
Ia
propuesta,
que
cité
antes,
áe
La
ideología
...alemand,
repetida
en el
primer
volumen
de
El
capital:
,
.
La base
de
toda
la división del
ttabajo
que
haya
alcanzado
'
.:
cierto
grado
de
desarrollo y
haya tenido
lugar
en vi¡tud
del
in-
tetcambio
de mercanclas
es
la separación
de
Ia
ciudad
y
el cam-
sociedad
está
resumida
en el
movimiento de
esta antítesis.
Pero,
'
.
-
por
el
momento,
no entráremos en
esto.G
),
:
'
No
sólo
<<por
el
momento»,
añadiría
yo:
en
el
corpus
enteto
de
= "
Man<
no
se
volvetá
a
encontrar, sobte
la
ciudad
antigua, más
que
§
-
.
algún comentario
ocasional,
propr.rtr.,
sobre
tipos
id1alls,
más
o
3
P
menos
weberianás en substáncia.fl Así,
leemds
'iin
lc,s
Grurud.risse:
I i,'
,:<<En
el
mundo antiguo, la ciudad con
su
temitorio
es ia totalidad
t&_',:
económica ...
La
ciudadanía
urbana
se
resuelve
económicamente
con
-
'
Ia
simple
fór¡nula de
q'ue
el
agricultor
es
un
residente
de
la
ciudad».6
'
No
es éste
el lugar
para
un
¿nálisis
extenso de los
paralelos
(o
las
divergencias),
pero
ottos
dos
ejemplos
pueden
ser
útíIes.
LA
CIUDAD ÁNTIGU,A.
55
(en
el mundo
helenístico y
en el imperio
romano),
aún
esraba
impregnado
por
la
esdavitud hasta
un
grado
que
nunca
existió
en
la
Europa
medieval.
Eso
es
§7eber,6
pero pocos
histo¡iadores marxistas
pueden
estar€t
en
desacuetclo, tazonablemente, salvo
quizás
en transferi¡
los
doslG;
primeros
siglos
del impetio
romano occidental
a
1a
prirnera de
las'ff
alternativas-
¿
ü
El
poder
militar
estaba más
.estrechamente.unido
al..crecimien-.6J
to
económico, quizá
más
que
en
rualquier otro modo
de pro{J
ducción, antes o
después,
porque
el
ú¡ico
origen principal
de la¡'l
mano de obra servil era normal¡nente
de
prisioneros
de guerrav
captutados,
mienffas
que el
aumento
de
Úopas
urbanas
librelfuj
para
la
guerta
dependla del
mantenimiento
de
Ia
ptoducción,'en[)
casa,.
Pot
obra
de
esclavos.
.*J
Eso
es
Perty
Anderson,
en
un
estudio reciente
y
sudilobr.
*rr$
xismo,67
y
el
paralelismo
cofl
rWeber
es
evidente
a
partir
del resumenft
que
ha
dado
ya,
del
punto
de
vista
de
Weber
sobre
el
impacto
de lá.*l
pax
tott|dfla
L,
Supongamos
que se
aceptara
que
estas
propuestas
-y
otras
qui.f
he
sacado
de mi
examen de
1a
historia
de
las teorías
sobre
Ia
ciudadi
arfiigua- efan,
por
Io
menos, 1o suficientemente
interesantes
.ornÉ
para proseguir
con
el
examen
detaliado
de
los
datos
disponibles,
lite$
rarios,
epigráficos, arqueológicos.
¿Cuáles
son las
implicaciones parat{
una investigación
histótica
ulterior?
Ni siquiera
el historiador cor$
mentalidad
más
indinada
a
7a
sociología está
dispuesto
a
deteners$
en
la
formulación
de
tipos ideales.
Las variaciones
denro
de
cada§j
tipo, los
cambios
y
evoluciohes, las consecuencias
en
el alcance
totaf*
del
pensamiento
y actuación humanos requieren
una
exposición
deta§
Ilada
y
concreta
-exposición
que
podrla
ser, aI mismo
tiempo,
und.
prueba
para
el
tipo
idea1.68 Tal
estudio no
existe
todavía
sobre
laf
ciudad
antigua.
Hay,
claro está, un
cteciente
número
de
«historias»>p
de'ciudades individuales,
griegas
y
romanas, desde
la
edad arcaica
hasta el fin de la antigüedad. Con apenas una
excepción,
sin
em-
batgo, carecen
de un
enfoque conceptual
o
esquema: cada cosa cono-
cida,
sobre
ei lugar
que se está examinando,
parece que
tenga igual
deredro:
arquitectura,
reügión
y
filosofla,
comercío
y
acuñación
de
moneda, administración
y
«relaciones
intetnacionales».
La
ciudad
7/23/2019 La Ciudad Antigua M.finley
http://slidepdf.com/reader/full/la-ciudad-antigua-mfinley 13/28
é/
Jb
LA
GRECIA
ÁNTIGU¡\
corno
ciudad
queda desbordada.
El modo
de
eufocar Ia
cuestión
es
descriptivo
y
positivista,
((recogiendo
pruebas
e
interrogándolas
cQn
una mente
al¡ierta)>:
6e
las sr-rposiciones
inexpresaCas
sobre
econonría
son
normalmente
<<modernízantes»>. No
menosprecio
la
contribución
al
conocimiento
logrado
con
estos
estudios,
ni
las dificultades
jnhe-
rentes
al
intento,
ni
tampoco
los
avances
conceptuales
que
se han
producido
descle
hace
diez
o veinte
años.70
Sin
embargo, se
áa
el
caso
de
que
las
consideraciones
que
he
suscítado,
los
resultados
presenta-
dos
pol Marx, Bücher,
Sornbart
y
Weber,
son
perifé1icas,
er el
rnejor
de
los
casos,
eil el estudio
usual
de
la
ciudad
antigua.Tl
Finalmente, üeo
que
Ia histotia
de
ciudades
antiguas
indiuiduales
es
un
cul
de
soc,
dados
los
Iínrites
de
la
docurnentación
disponible
(V
potencial),
condición
inalterable
del
estudio de
'ra
historia
anti-
gua. Irtro es totalmente
perverso
ver
una ventaja
en
7a ciebilidad.
Huy
una
crítica
meciente
dirigida
a
la
hístoria
urb
ana
contemporánea,
por
pernritir que
el diluvio de
datos
osclrre
zca
las
cuestiones
plan-
teadas
y
sus
objetivos,T2
peligio del
qlre
se
ve libre,
por
suerte
,
1*
historia
urbana
antigua, Pero,
¿qué
preguntas
Ceseamos
hacer
sobre
la
ciudad
antigu a,
tanto si"puéden ser
contestadas
satisfactoriamente
como si no? Esta
es 7a
prinrera
cosa
que
hoy
que aclarut,
antes
de
recoger
los clatos empíricos,
y
no
digamos, interrogarlos.
Si mi eva-
luación
de
Ia
situación
actual
es
poco
irrornetedora,
Do
se
debe
a
que
rne
disgusten
las preguntas
qLre
se
hacen, sino
a
que
normalriente
no
encuentro ni
una
sola
pregunta
que
no
perten ezca al ámbito
de
la
erudición sobre el
pasado:
¿quó
grancle?,
¿cuántos?,
Cqué
lxonu-
rnentos
T,
¿cuánto
cornercio?,
¿ Qué
productos ?
Para cornprender
eI
lugar de
la
ciudad
como
institución
básica
en
el tnundo
grecorromano y
su
evoI.,:ción,
se
ha de
partir,
segura-
mente,
d.
dos hechos.
Prirnero,
el
nlundo
grecorromano
estaba
más
urbanizado
que
cualquier
otra sociedad'anterior
a
la época
rnoderna.
Segundo, Ia
ciudad-estado,
Ia unidad
estrechame¡te üabada
de
cir:-
dad
y
campo,
siguió
siendo el módulo básico,
incluso
después
de
que
eI componente estadr¡ de la
ciudad-estado
hubiera
perdido
su
significado estrictarnente original.
Pese
^
eI1o,
Csíguió
siendo una
«ciudad
de
consumo»>7
Qn.
hubo
tales
ciudades
de consumo
en
toda la
antigrieCad,
es
indiscutible.
En
el
año
355
a,
de C,,
Esparta
derrotó a Mantinea en
Arcadia
e
impuso
como
conCición
para
firmar
\a
paz
que
Ia
ciudad
fuera
arrasada
y
Ia
gente regres ata a los cuatro
pueblos
en los
que
-,
,\ .\ll
c:lL
LA CIUDAD
ANTIGUA
57
había
vivido
antes.
«41
principio estaban
descontentos»,
comenta
Jenofonte
(Helénico.s,
Y,
2,
7),
«porque
tenían
q're demoler
las
casas
que
poseían y
construir
otras nuevas.
Pero
cuando los
pto-
pietarios
estuvieron
yiviendo
cerca
de
las
fincas
que
poseían
iunto
n
los
p.,eblos,
y tuvieron
una
aristocracia
y
se
vieron
libres
de1
peso
de Ios demagogor,
estuvieron
contentos
con el estado
de los
esuntos».
Los
comentarios
políticos
de
Jenofonte
son'iuelevantes para
mis
propósitos;
Ia viabilidad
de
Ias
peticiones
espattanas
es
lo
que
im-
portr.
Y
cuando se
festauró
finalmente
la
ciudad
de
Ma¡tinea,
siguió
,i.rrdo
durante
siglos
un
lugar
de
tesidencia
de
propietarios
de tierras,
como lo
había
sido cuanclo
los
espartanos
Ia
deshuyeron.Ts
¿Fue
Mantinea
un
caso
típico?
Capua,
como
nos
dice
Cicerón
(Sobre
Ia
ley agr'aria,l,
88), fue
conservada
por
los
tomanos victo'
riosos
en
interés
de
los
agricultores
de
Campania,
entle otlas
cosas
Irafa
que, <<cansados
por
el
cultivo
de las
tierras,
pudieran
usar
las
.116
á.
h
cíudad». El
constante
crecimiento
urbano
en
el centro
y
norte
de
ftalia,
c{urante
la
Repúblic
a
tardla,
produjo
ciudades
de1
mismo
tipo.Ta
Asl
fue la
«romanizaciórr>>
de
Ia regíón
del
Danubio,
incorpotada"a
la
provincia
de
'Parronia,
bajo
el
irnperio,Ts
I-a
propia
Rorna
fue,
como es
natural,
el
prototipo
de
una ciudad
de
consumo,
como
1o
ha sido
a
1o
largo
de toda
su
historia,
También
lo
fue
An-
tioqula,
la
eaafia
ciudad
del
imperio:
en
el siglo
cuarto se
estima
su
población
urbana
entre
150.000
y
300.000;
su
territorio
eta
pof
1o
menos
trescientas
veces
mayor
que
el
átea sítuada
dentrs
de
las
murallas
de
Ia
ciuda
á,
y
|a
base de su
tiqueza
estaba
en Ia
tierra
y
en
su lugar
preeminente
dentro
del
sistema
adminisüativo
impe-
ria1.76
Los distritos fuera
de
Ia
ciudad
estaban
llenos de pueblos,
cada
uno
con
su
producción local
y
su
distribución
mediante
las
ferias
rurales.
Por
lo
tánto,'expüca
Libanio
(Discursos,
XI,
230),
«Ios
habitantes de
los
pueblos tenlan
poca
necesidad
de
la
ciudad,
gracias
a
los
inrercambios
mutuos)>.
Las
connotaciones
actuales
de
la
palabra
«consumidor»
no debe-
rían inmiscuirse
en esto
ni inducitnos
a ellot.
Nadie
pretende
que
las
clases
urbanas
más bajas
fueran
una hueste
de
mendigos
y
de
gente
que
vivía
cle
subsidios,
aunque
se
ha
convertido
en
un
pasa-
il.mpo-f^vorito
de
los
eruditos
el
<<refutar» esa
pretensión
para
la
ciudád
de
Roma;
sin embargo,
tampoco
hay
que
subestimar
Ia
exten-
sión
de
la
mendicidad,
el
desempleo
y
el
hambre.
La
cuestión
impll
cita
en Ia noción
de ciudad
de
consumo
es si,
y hasta
qué punto,
las
7/23/2019 La Ciudad Antigua M.finley
http://slidepdf.com/reader/full/la-ciudad-antigua-mfinley 14/28
58
LA
GRECIA
ÁN'I'IGUA
relaciones
de
la econonla y
del
poder,
dentro
de la
ciudad,
se
apo-
yaban
en Ia
riqueza
generada
por
las
rentas e
impuestos que
afluían
hacia
los
habitantes,
y
circulaban
ent¡e ellos.u Induso
Ia
ciudad
de
consumo
por
'excelencia,
Roma,
requería innumc¡ables
artesanos y
tenderos
parula
producción
y circulación intraurbanas.
En tanto
que
estaban
involucrados
en
una
producción
de artículos
pequeños,
Ia
producción,
obra
de
artesanos independientes,
de
géneros
vendidos
al por
menot para
consumo
local,
no
invalida
Ia noción
de ciudad
de consumo.
Tampoco se pretende
que, por
los
ejenrplos
que
he
dado
-un
uñado
enue
muchos
casos
disponibles-,
fueran todas
las ciudades
iguales.
Si
se
da
el caso
de que todas
eran ciudades
de
consumo,
en
algunos
aspectosj
el
paso
siguiente
en la
investigación
es
examinar
las
va¡iaciones
respecto
al
tipo
ideal,
para establecer
una
tipología
de
ciudades
antiguas.
Consideremos
Cízico,
en
el mar de
Mármara,
puerto
y
ciudad
identificada por
los historiadores como
<(una
gran
cámaru
de
compensación
para
el
comercio
del
Ponto
Euxino
(mar
Negro)>>,78
famosa por
sus monedas,
de
gran
circulación,
de
<,oro
blanco>>
(electro).
En
3'19
a. de
C., en el
curso
Ce las
guerras
entre
los sucesores
de
Alejandro,
sufrió por
parte
del sátrapa de Frigia
del
Helesponto,
un
ataque
por
sorpresa
que piIIó
a Ia ciudad
inde-
fensa,
con muy
poca
gente
dentro
de
las
murallas, mient¡as
que
Ia
mayoría
estaba
en
los
campos.
No
hay motivos
para
no
creer
a
Dio-
doro
(XVIII,
57,
1-2)
a esre
respecto.
Entonces,
¿en
qué
tipología
induimos
a
Cízico?
A
menos
que
nos
contentemos
con la consabiria
y poco
significativa
formulación
serial
(«la
vida
económica»
de
Nori-
cum
<<depenála
de
la
ploducción
agtícola,
el
pastoteo,
la minería,
la
industria *especialmente toda
la
fundición de hie¡ro
y
trabajo del
rjretal-
y
comercio»>),7e
es'esencial
un análisis
factorial
adecugdo.
Los
factotes
pueden
no
coincidir
a
menudo
con
ios
modernos
y
las
oporunidades
de
un
análisis genuinamente
cuantitativo
y
dinámico
son
pocas
y
suelen
producir
frustración;
sin embargo,
eI
procedi
miento
es inevitable.
No es
mi
intención
enumerar
en
este
errayo las
variables,
o
formular
una
tipoiogía.
Mucho
de 1o
que yo
incluiría,
de
todos
mo-
dos, está
implícito
(y
a
veces
explícito)
en
1o
que
ya
he
dicho
-la
xtensión
(y,
en
escasas
ocasi.nnes,
Ia ausencia)
del territorio
agri
cola
perteneciente
a
la
ciudad;
el
tamaño
de
Ia
ciudad
y
su
pobla-
ción;
el acceso
a las vías
fluviales;
Ia
extensíón y
«Tocaluación»
de
LA CIUD¡ID TiNTIGUA
59
Ia fuesa
de
ttabajo
esclava;
la
autosuficiencia
en
fincas extensas;
Ia
paz
o 7a
guema;
el
papel cambiante
del
estado
con la evolución
de
los imperios
temitoriales
amplios.
No
es
una Iista
exhaustiva,
pero
bastará
para nuestros
propósitos. Apunta
de nuevo
a
las cuestiones
que
distinguen
la teoría
de la
erudición.
He
llegado
al final, refiriéndome
todavía a
Ia
ciudad
antigua,
¿Es
una
categoría
justificable?
La
cronología
sola
no
es
un
argumento
a
favor,
como tampoco
es argumento
en contra
la innegable
vatiedad
entre
las
ciudades
antiguas.
Mi defensa
es
simple. La ciudad no
existe aisladamente:
es
parte
integrante de
una
esttuctura social
más
arnplia,
una
institución básica
en
el mundo
grecorromano.
A
rnenos
que
-y
hasta
que-
investigaciones concretas
como
las
apuntadas
demuestren, teniendo en
cuenta Ias excepciones,
que
las
ciudades gte-
corromanas
no
tuvieron
todas factores
comunes
de
peso
suficiente
para
justificar
tanto su inclusión
en una
categoría específica,
como
su
diferenciación
de
Ia ciudad
oriental
y
Ia
medieval,
considero
que
es
metodológicamente
conecto
mantener
la
teorla de que
la
ciudad
an-
tigua era
un
tipo. Ahl
puede
verse,
por
lo
demás,
que
la
palabra
«tipo»>
ha
vuelto
a deslizarse
en el
hilo
de
mi
razonamiento,
apare-
ciendo
en él
como colofón.
\
7/23/2019 La Ciudad Antigua M.finley
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C¿pírur,o
2
EL
IMPERIO
ATEI{IEI{SE:
UI{
BALAT.ICE
I
«Toda doctrina
del
imperialismo
ideada
por
hombres
es
un
re-
sultado de
maduras
reflexiones.
Pero
los
ímperios
no son
construidos
por hombres preocupados
pór
reflexiones
maduras.»
I
Empiezo con
este
afoiisrno,
cuya
verdad
se ha
denrostrado
en eI
estudio
de
los imperialismos
rnodernos, corno antidoto contra
Ia
práctica
usual de
empezar
una reflexión sobre el irnperio
ateniense
con
objetivos
y
motivos,
y
úpidamente deslizarse
hacia
actitudes,
e
incluso
teorías,
eue
suponen
que
los
hornbres
que
mearon y
exten-
dieron
el
irrrperio,
empezaron
tanlbién con un
prcgrama
inrperialista
definido
y
con
teorías
sobre
el imperial.ismo.
Un ejemplo rnuy haL,i-
tual
del
procedimiento
que tengc en
mente
es
el
íntento
de
fechar
Lllas
cuantas
leyes
y
,degretos
atenienses
(o
apol*ar
-una
Íecha
pro-
pue,stA) por
1o
que puede
llarnarse
tono inrperialista.
Si
son <<duros>>,
se arguye, huelen
a
CIeón
y
podrían
fecharse hacia
420
a. de
C,,
y
no
en Ia
época
del liderazgo rnás
<<moderado>> de Pericles,
enue
44A
y
430,2
Como
el a-rgurnento
no
es
ci,rcu.lar, supc¡ne
la
existencia
de un progtama
identificabl¿
de
in:perialisrno,
o,
rnás
bien, d. dos
programas
sucesivos y
confiictivos,
y eso requiere
una demostración,
no una suposición.
Pubficado
por
primera
vez en
P.
D.
A.
Imperialism in
the ,4ncient
'World,
1978,
bridge
University
Press.
Gatnsey
y
C.
R.
§Thittaker,
eds.,
y
reímpreso con
permiso
de
Car+
EL
IMPERIO ATENIENSB
Segunda
fr-rente
de confusión
es la innegable
ambigüedad
de la
palabra
<<imperio>>.
DerivaCo
detr
latín
imperium,
«imperio>> se rela-
ciona con
Ia
p,alatota
<(emperador,>,
y
la
rnayor
parte
de la
larguísima
discusión, desde Ia
Edad
Media
en
adelante hasta
los
tiernpos mo-
dernos,
termina
en un
callejón
sin
salida
tautológico:
un
imperio es
el
temitorio
gobernaclo
por un
emperadot.3
Todos
sabemos
que
h^y,
y
hubo en el
pasado,
imperios
irnportantes
no
gobernados
por
un
empera,lclr,
y
no
creo
que
siri¡a
de
nada
hacer
juegos
de
palabras
para
soslayar esa
anomalía
lingüística
inofensiva.
I'a
srlgerencia,
por
ejemplo,
cle
desechar <<imperio>>
como
categoría
etl
\a historia
de
Grecia,
y
hablar
sólo
de
<<hegemonía»>., no
me
parece útil
o
prove-
chosa.a De
poco
consuelo
les
habtía servido
^
los
melios,
cuando
los
soldados
),
marinos
atenienses
cayeron
sobre
elIos,
estar infor-
mados de
que estaban a
punto
de
convertirse en
Ias
víctimas
de una
medicla
hegemónica,
no imperial.
Esto
no equivale
^
poner en tela
de
juicio
la
legitimidad
de
los
esfuerzos
por
diferenciar
los
imperios. Todos
los
términos
clasifica-
torios amplios
-«estado»>
es
Ia
analogía
obvia-
comprenden
un
exténso
panor
amr- de ejemplos
individuales.
El impetío
persa,'
el
ateniense
y
el
roinano
se diferencian
etttre
sí
notablemente,
como
\
ocurre con
los
imperios
rnodernos. Por
eso se
hace
necesario,
como
\
con toda clasitcación,
establecei los
cánones
de inclusión
o exclusión.
Los
que
juegan
con
<<hegemonía»>,
me
parecen
que
conceden
uo
peso
excesivo
a las consicleraciones
puramente
formales,
que,
si
se
adop'
taran
rigurosamente,
fragmentaiían
la
categoría
<<imperio»
tanto
que
Ia volíetían
vacía
e
inútil.
En
este caso,
el
senticlo
común
es 1o
que
vale; han existido, a
1o
largo de
Ia histotia,
estructuras que
se
dagificqn
en
una
clase
única,
en
férminos
substarrtivos,
a
sabe-t,
el
,,,.-
ejercicio de la
autoridad
(o
el
poder
o
el
conrol)
por
un
estado
.--,1,
.-.sgbre
oü:o
u o6os
estados
(o.
comunídades
o
pueblos)
durante
un
,lo.q|
)argo
período
de
tiempo. Estoy
de acuerdo
en
gue
esto
es
impre-
ttn*l
ciso,
pero
las instituciones
humanas de
gran envergadura
sóIo
se
\
pueden
clasiÉcar
con
cánones imprecisos:
de
nuevo
cito
<<estado»>
como una analogía,
Un
ejenrplo,
digno
de
mención,
del
enfoque formalista
es
el
in'
terés
de
algunos
historiadores
por defrnir
y
fechar
el
nnornento
en
que una
asociación
volunt
aúa
de
estados
se convirtió
en
el
imperio
ateniense.
El
año
454
es una
fecha favorita,
porque)
como
general-
mente
se
cree,
fue
entonces
clrando
el
«tesoro
de
la liga>>
se
trans-
61
§
7/23/2019 La Ciudad Antigua M.finley
http://slidepdf.com/reader/full/la-ciudad-antigua-mfinley 16/28
OL
LA
GRECIA AI{TIGUA
firió
de
Delos
a
Atenas.s
A
1o
surlo,
tal
accíón fue
un símbolo,
una
manifestación
brutal de
la
realidad,
pero
no la
propia
¡ealidad.
La
palabta
<<voluntaria»>
ni
siquiera
es un
buen
sínrbolo,
y
suscita
en
los
historiadores
extraordinarias
conto¡siones verbales.
«Parece
posi-
ble
ir más
aiiá
y manifestar
que,
aunque la coacción
de
ios
miembros
aparentemente
se
consideraba
legítima
-y
plobablemente
también
la
imposición
a
los
estados
que
no
deseaban
¿s66i2¡5s-, Ia
reducción
de
los miembros,
incluso de los
que
se
decla¡aban
en rebeldfa,
aI
estado
de
súbditos era
contaria
a
la
constitución.»
ó
Los asuntos
no mejoran
rociándolos
con
terminologia «weberiana»: «la
domina-
ción
indirecta
consiste
en que
se basa
en,
o
intenta evocar,
un interés
de los
gobernados
en
el
proceso
de
ser
gobernados».7
Tucídides,
con
su
incomparable
visión de
Ia
¡ealidad, no
la
con-
fundió
con
símbolos
ni
consignas. <rPrimero»,
escribe
a1
empezar
su
na¡ración
sobre
ei medio
siglo
entre
las
guerras médicas
y
las
del
Peloponeso
(I,
98,
L), «ellos
ilos
ateniensesl
sitiaron Eion,
junto
al
¡lo
Estrimón», todavía en
manos persas,
y
luego
la
isla
de
Sciros,
,en
el
norte
del
Egeo.
Sus
poblaciones
fue¡on
reducidas
a
esclavitud
y
sus territorios
acupados por
colonos
atenienses.
A
continuación
Atenas
obligó
a
Caristo,
ciudad de Eubea, a unirse a 7a ltga:
clara-
mente
el
principio
<<volunta¡io»>había
tenido
un
recor¡ido muy
corto.
P¡onto
Naxos
intentó
abandonar
la liga
(es
incierta la
Í.echa
exacta),
pero
Atenas
la
sitió y
aniquiló.
Naxos
«fue la
primera
ciudad
aliada
que
fue
esclavizada
en contra
del
uso
establecido»,
comenta
Tucí-
dides
(I,
98,4),
empleando
su
metáfora
favorita
parula
interferencia
a-teniense
en
la autonomía
de
las ciudades sometidas
al
imperio.
Naturalmente,
el
imperio
ateníense
suf¡ió
cambios importantes
a
lo
largo
de su existencia
de
más
de
medio
siglo.
Así
ha ocurrido
con
cualquier
otro
imperio de
una duración similar
(o
mayor) a lo
largo
de
la
historia.
El
establecimiento
y
explicación de los cambios
es un tema
histó¡ico
válido,
pero
me
parece
una
equivocación
la
empresa
de
buscar
un
punto,
en una
llnea
conti¡ua,
que
nos
permita
decir
que
antes
de
é1 no
había imperio
y que
1o
hubo después de
é1.
Caristo
rehusó
unirse
a
la
alianza y se
vio
Í.orzada a
ella;
Naxos
intentó
abandonarla
y
se Ie
impiüó por Ia
fiterza.
Y
fueron sólo las
primeras
de
muchas
ciudades-estado
en
esa situación, sujetas a
la
autoridad
de
ot¡o
estado
que
actuaba
para promocionar
sus
propios
intereses,
políticos
y
materiales.
No
discuto que
Ia
«liga
délÍca»>
(nombre
mode¡no
para
el
que
no
EL
IMPERIO
ATENIENSE
63
existe referencia
antigua),
fue bienvenida
cuando
se creó
en
478
a.
de
C,,
tanto
Por
la
popularidad
de
su
llamamiento
de venganza,
como,
fundamentalmente,
por
Ia
necesidad de
[brar
al mar Egeo
de las
fuerzas
navales
persas,
Los
persas habían
invaüdo
dos
veces
Grecia
sin
éxito,
y
nadie
en
478
podía abrigar
Ia ¡renor
confianza
en
que
el Gran
Rey
aceptaría
las
derrotas
pasivamente
y
no
haría
un
tercel intento.
El
control del
Egeo era
la
medida
más
claramente
pfotectora,
y
Atenas
consiguió
afortunadamente
el
liderazgo
de
seme-
junt.
.*presa.
A
un
ateniense,
Arístides, se
le
encomendó
fijar el
montante
de-dinéro,
o
el número
de barcos
equipaclos
y-tripulados,
que
cada
estado
miembro
proporcionaría
paru
la
flota
fusionada
de
la Iiga.
Los
atenienses
facilitaron
los tesoleros
de la liga
(Hellerto-
tamiai)
y
ei
mando
naval
militar.
En unos
doce años
(el
número
exacto
depende
de la
fecha de
la bataila
del Eurimedonte,
que
nin-
gún
expeito fecha
más
allá
de 466
a.
de
C'),
se había
cumplido el
objetivó
formal
de la
liga.
La
Ílota
persa
de
doscientas
üirremes,
la
mayoría
de
las
cuales
eran fenicias,
fue
capturada
y
destruida
en
und
gran
batalla
por
tierra
y
pof
mar, en
la
desembocadura
<lel río
Eu¡imedonte,
en
é1
sur de
Asia
Menot.
Con'todo,
la
«liga»
siguió
existiendo sin
un
momento
de
vacilación,
y
su
número
de
miembros
creció,
voluntariamente
o
por
coacción,
según
cada
caso,
exactamente
igual
que
antes de la batalla
del
Eurimedonte.
Ei
principal
responsable
de
la
política
ateniense
en
aquellos
años,
y
comandante
en
jefe
de la
bataila
del
Eurimedonte,
fue
Cimón.
Había
mandado
personaimente
el
ataque
a
Eion,
y
de
nuevo
tomó
el mando,
en
465
a.
de C.,
poco
después
del
Eurimedonte,
cuando
Tasos,
la
isla del
norte del
Egeo más grande
y
rica, intentó
dejar
7a
alnnza. Después
de u¡ asedio
de
más
de
dos
años,
Tasos
caPituló
y
fue
condenada
a entregar su
flota
(pagando
en lo
suiésivo
su
tributo
en
dineto), a
desmantelar sus
mutallas,
a
pagar a
Atenas
una
fuette
índemnización,
y
a
entregaf los
puertos
y
minas
que poseía en
tierra
fume. Y
Cimón,
por supuesto,
lejos
de
ser
un
<<demóc¡ata
radical»
o un
<<demagogo)>,
como Pericles,
y
no
digamos
Cleón,
representaba
Ia
adstocracia
uadicional
de
Atenas,
propietaria de
tierras
y
más
inclinada
a la oligarquía.
Si hubiera vivido
más, no
hay
duda de
que
se
hubiera opuesto a
muchas
meüdas
poJíticas adoptadas
pot Peri-
cles
y
Cleón con
respecto
aI imperio. Sin
embargo,
su
oposición
no
se
hubiera
basado
en
motivos
morales.
No
hay diferencia
de <<dureza»>
entre
el trato a
los
pueblos
de
Eion
y
Sciros en
los
días
de
Cimón
7/23/2019 La Ciudad Antigua M.finley
http://slidepdf.com/reader/full/la-ciudad-antigua-mfinley 17/28
LA GRECIA ANTIGI]A
y
la
propuesta
de
Cleón, casi
rnedio siglo
mrís tarde,
de
aniqr¡ils¡ al
pueblo
de
Mitilene.
]{uestlas fnentes, de
hecho,
llo
inciican
que
hubiera
un
solo
ateniense
dispuesto
a
oponelse
a un imperio
así,
ni
siquiera
Tucídides,
hijo
de Melesias,
o su
pariente
y
hornónimo,
el historiador.s
Con
seguridad,
ni
Atenas
ni
sus aliaclos irnaginalon
en
47
B
todas
las
consecuencías
de
la
asociación,
en
su
piin:
era etapa,
espe cial-
mente
1o
qlle
ocurriría si Lrn miembro cleciCía
«separarse)>
de
e11a.,
Tarnpoco
ho¡,
díz
pi-iede
nadie saber
cuáles
erail
lat
esperanzas
o
deseos
de los individuos
que
decidían en
Atenas,
¿Cuáles
eran, por
ejemplo,
Ias aspiraciones
^
largo
plazo
de
Temístocles
o Arístides
para
Atenas
y
eI
poder ateniense?
La
liga oelica
fue
eI
primero
de
muchos
casos
importantes,
en
la historia
griega
clásica,
d. la
procla-
mación
del
panhelenisnro,
con
o sin eI nonrbre,
<<para
justificar
la
hegemonía
o dominio
de
una
polis
sobre
las
demás, proponiendo
un
objetivc
común
,7u
guerra
contra
los bárbaros».e Aunque la esperanzr-
y
las
aspiraciones
no
inrplican
un
progra.ma
dcfinido,
su
presencia
en
Atenas
en
478 se
dernuesma
no
sólo
pcr
1a rapi
dez
con que
Atenas
adquirió
el
poder
cie tornar decisiones
er]
ilonrbre de
Ia liga,
sino
también
porque
estaba prepar
aáa
en
poder,
en
barcos
y
psicológica-
mente
para
ejercer
la
fuerua
en eI
sentido
más
estricto, para
imponer
sns
decisiones
y castigar
a
los
recalcitrantes.
Con
esto
no
pretendo
subestirnar
la
llamada panhelénica,
corno
tampoco
sl
ternor
real
a
fururas
ínvasiones
persas.
La inflr-lencia
de
Ia
iáeolo g'Á
nunca
ha
de
ser
subes
timad,a,
y
tarnpoco
es fáciI
clesen-
marafiar
ideclogía
y
realidad.
En
un
conflicto,
¿córno
se mide
Ia
importancia
respectir:a de
los
dos
elementos
al
defi.nír
Ia
decisión
de
un estado
¡rás
débi17
[Jn estado
prudente
podía
sah,arse «r,olunta-
riamente»>
de
las ternibles
consecuericias de Ia resistencia
y
deI some-
timiento
<,involuntario)),
peto
algunos no
actuaron
así. Une
dife-
renciación
jurídica
británíca
antigua
entre
territorios cedidos
y
con-
quistados
fue
abancionaCa precisámente por-eue
ambos
coinciiírn Ia
mayor
parte
del
tiernpo.lc
Faltándonos, como
nos
faltan,
los datos
del
imperio
ateniense
con
los
qu,e se podrían
in
[entar
estas
diferen-
cias
sutiles, aún poden:os
examinar aquel
ímperio co1l
operatividad,
esto
es, analuar,lo
nrejor
y
Io r¡ás
concretanlente
posible,
Ios
modos
de
comportamiento
observados
,
y
valorar
ios
logros
y
las
péididas
no
sólo
del
estaCo imperiaT,
sino
tambíén
de
los
esmdos sornetidos.ll
Paru
este piopósito,
bastará
una
tipología essueta
de
las
Civersas
E,L I]VIPERIO
ATENIE,NSE,
manetas
en
que
un
estado puede
ejercer su
poder
sobre
otros,
en
beneficio propio: 1) testricción de la libeltad
de
acción
en
las rela-
ciones intelestatales;
2) injerencia
en
los
asuntoé
internos,
tanto
política
como
adminisuativa y/o
jurÍclica;
3)
sen,icio
militar
1,/o
naval
obligatorios;
4)
el
pago
de
<<tributo»
de
alguna forma,
yá
sea
colno
sr.rma
global
regulal
o
como
contibución
agraria
o de
cualquj.er oro
modo;
5)
confiscación
de tierras,
con
o
sin
la
consiguiente
emigración
de colonos
procedentes
del
estado imperial;
6)
otlas
formas
de
subor-
dinación
o
explotación
económica,
que pueden
oscilar
desde el conttol
de
los
mares
y
cleüetos
de navegación,
hasta
la
eñtlega
forzosa
de
géneros
a
precios más bajos
que
los imperantes
en el
mercaclo,
y
cosas
semejantes,
El
presente
ensayo enfocará
el
tenra de la
economla
del
poder
imperial. Con este enfoque no
pretendo
afirmar
que
la
política
del
imperio
ateniense
no
merece análisis
o
que
Ia ecónomía
y
1^ po-
lítica
eran
aspectos separables o
autónomos
clel
asunto.
Sin
embargo,
no
tengo
nada
nuevo que
apoftff
en
el
campo de
la
poiítica
exterior,
excepto
quizá pteguntar:
¿por
qué
Atenas
estaba
tan
interesada en
convettir
a
otras
poleis griegas
en
agentes subordinados en
las
re,l¿.-
ciones
enüe
estados
y,
en
especial,
qué
beneficios
materiales obtuvo
Atenas
(tanto
si
los prevíó
deliberadamente
o no)
de su
éxito
en
el
empeño? La
injere4cia
en
los asuntos
internos
se
comprende menos,
en
gran
parte,
por
la
insuficiencia de datos,
y por eso me limitaré
a 1o
que
tuvo
o
pudo haber
tenido
un
impacto
económico
inmediato.
A
causa de Ia
escasez
y
la
parcialidad
de las
fuentes,
no
es
posi'
ble
una
exposición
histórica,
y
eso
significa
que
no
se
puede consi-
derat
adecuadamente
ni
Ia
evolución
ni
el
cambio.
Por
1o
tanto, si
lo
que
sigue
tiene
una apariencia estática,
no
es
porque yo
sostenga
eI
punto
de
vista,
inverosímil,
de
que
las
relacioñes entre
Atenas
y
sus aliados se mantuvietan sin cambios
fundamentales
desde
478
hasta
404, sino
porque no sé cdmo
documentar cambios sígnificati
vos,
ni
cómo
evitar
caer
en la trampa
de
Ia dureza de
Cleón
que
ya
he
comentado.
Tenemos
la
impresión,
por
ejemplo,
de
que durante
años
Atenas
intervino,
cada
vez
con
más
frecuencia
y
dureza,
en los
asuntos internos
de
algunos
de
sus
súbdítos
o
de todos
ellos:
cier-
tos casos
criminales tenían
que
verse
en Átenas,
ante
jueces
atenien-
ses;
eI
derecho
de acuñar moneda se
prohibió
durante
un
tiempo,
y
hubo ouas
medidas.
Lo
poco que
conocemos
sobre
estos hechos
re'
posa
casi
enteramente
en
halJ,azgos
epigráficos,
y
aunque,
normal-
64
65
7/23/2019 La Ciudad Antigua M.finley
http://slidepdf.com/reader/full/la-ciudad-antigua-mfinley 18/28
66
LA GRECI
A ÁNTIGIJA
mente, es
posible
ofrecer
Lrna
expiicación
adrnisible
para
Ia intro-
clucción cle una
mediCa
conmeta
en
el
tienrpo
cle Lrna
inscripción
concre
ta,
ha habido
experiencias
excesirrarnente
poco felices,
cuando
se desrnorona la
lógica con
el descubrimiento
cie tlna
nueva
inscrip-
ción. Además,
las fechas
de algurras
de las
meclidas
más
críticas,
como
ocurre
con
el clemero
de
la
acuñación
de moneda,
siguen
siendo
terna
cie
franca
controversia,
Sabemos,
además,
que los
ateníenses
desarrollaron
una
conside-
rable
maqui
naúa administrativa
p^ra
el
imperio,
setecientos
magís-
trados,
dñ.
Aristóteles
(Constitucióru
de Atenas,
XXIV
,
3),
aproxi-
madamente
tantos
corno
los
dedicados
a
los
asuntos
internos.
A
parte
de
la
sospecha
que
provoca
la repetición
del número
700,
f,o
exis'
ten razones
vá1iáas
para cuestionar
su
exactitud.
<<No
sabemos
1o
bastante
como
paÍ^
deci,
que
700
es
un
número
irnposible>>
12
es
una
opinión
escéptica innecesaria,
Y
de
nuevo
las
fuentes
nos
de-
fraudan: los testirnonios
Ce
la
adn:inisuación
son
casi
todos
epigrá-
ficos;
no
se
rernon
tan
a
antes
del
decreto
de
Eriüea
(IG
ttz
10),
probablemenre
de rnediados
de 450;
y
a
duras
penas permiten
una
ojeada
a
\a
clivisión
de funciones."
Aquí
no
se
ouede
sacar
ninguna
deducción
del silencio:
no
huy
prácticarnente
insuipciones
atenienses
(que
no sean
dedicarorias)
antes
de
Ia
rnitad
del siglo
quinto,
e
in-
.llso el tributo
queda fuera
de lugar
entre
la
imposición
primitiva
de
Arístides
y
el
,ño
454.
Podemos
suponer
con
segurida,J,
creo
Yo,
que
los
rnagismados
administativos
(tanto
militares
como
civiles,
si es
que
esta
distinción
tiene
algiaa
significado
en
este
contexto),
fuera
de Ios
ITellertotartiai,
efilpezaron
a
aparecer
aI
menos en
cuan-
to
surgió
7a
resistencia
de
Ios
miembr'os
de
la liga,
Que
su
número
se
incrernentó
v
también
allmentaron
sus
deberes
y
poderes
con
eI
paso
del tiempá.
Con
esta suposición
no
quiero
deiar
implícita
una
pU*ncación
sistem
ática
o
a largo
plazo.
Lo
que
sí
cs includable
es
i^ existericia
y
envergadura
de
.rru
administración
al
final,
no
sólo
rnuy
numerosa
s.gún las normas
griegas,
sino
también,
aL
parecsr
sin
que
se
haya r.ñrlrdo,
relativ'arnente
más
numerosa
que
la
admi-
nistración oficial
de las
provincias
clel
im¡:erio
rornano.
EL
IMPERIO
ATENIE,NSE
II
En
cualquier
estudio
del
imperio
ateniense hoy
que
considet'ar
juntas
dos
de las
categorías
de
mi
clasificación
-servicio
militar-
naval
y tributo-,
porque
juntas
fueron
manipuladas
por
Atenas
du-
rante
La rnayor
parte
de
Ia historia
del
imperio.
Cuando
se
fundó
la
liga, Ios
estados
mienrbros
fueron diviáidos entre
los
que contribuían
con
clinero
y
los
que
1o
hacían
con
barcos,
junto
con sus
tlipula-
ciones. Con el
paso
del tiempo,
el
último
grripo
se
fue
recluciendo
graduaknente, hasta
que
sólo
quedaron
dos
miembros,
Quíos
y
Les-
bos,
aunque
consta
que
otros contribuyeron
con unos
pocos barcos
para
una
campaña
en aLgunas
ocasiones
posteriores,
como
hizo
Cor-
cira,
aliado
fuera
de
Ia
ligr.
Careceoros
de
listas
de los
prirnitivos
estados
que
contribuían
con
barcos,
y
también
de
alguna
declaración
de
los
principios
según
los
cuales
se
asignaba
una
u
otra
categoría
a
los
estados.to
En
general,
parece
obvio
que se
pedían barcos
a
los
grandes estados
marítirnos, con
las
tacilidades
de
un
puerto
propio,
no
a los
estados
del
interior
ni
^
los
muy
pequeños. También
debió
de
jugar
su
papel el honor.
En 478,
en
todo
caso,
Quíos
o Lesbos
no
h*bi.rn¡
renunciado
a
la ligera
a
sus
barcos
de
guema,
ni
a
todo
1o
que
su
posesión implic
aba;
unas
pocas
décadas
más
tarde,
se
aferiaban
patéticamente
a 7a
permanencia
de
su
contribución
en
barcos
como
símbolo
de
<<autonomía>>
en
contraste
con
La
gran
masa
de estados
súbditos
que
pagaban
tributo.rs
Sin
ernbargo,
si bien los
textos
antiguos
conservados
no nos
dan
muchos
datos
sobre la
siruación
cuando
se
fundó
la
liga,
Tucídides
es
bastante
explícito
acerca
de
las
razones
del
cambio
Ce modelo:
((su
repugn ancia
a
las campañas mi[tares llevó
a
Ia
mayoúa
de
eIlos
,
para
evitar el servicio
en
el
extranjeto,
a
hacer
pagos
en
dinero
equiva-
lentes
al
gasto de
los
barcos»>
(I,
99
,
3),
«Evitar
el servicio
en
el
extranjero»
no se
puede tomar
en sentido
literal;
estos
estados,
en
eI
purádo,
ro
habíán
consuuído
y
equipado
con
hombres
y
todo
Io
necesario
sus barcos
de
guerra
sóIo
pam repeler
atacantes,
y h^y
bastantes
ejernplos
de
su buena
disposición
para <<servit en
el
exüan-
jero»>.
Ahora,
sin
embargo,
estaban
sirvíendo
a un
estado
ajeno,
imperirl,
bajo
sus
condiciones
y
su
mandato,
De
ahí
su
repugn
ancia
a
dicho
<«servicio»>,
gue
primero
se
rnostró
en
su
negativa
a satis-
facer
la conribucíón
exigida (Tucídides,
I,
99,1),
y
que, tras
haberse
hecho
evidente
en varias
ocasiones
el
alto
precict
de
\a
negatíYl,
se
67
7/23/2019 La Ciudad Antigua M.finley
http://slidepdf.com/reader/full/la-ciudad-antigua-mfinley 19/28
69
8
LA
GRE,CIA
ANTIGUA
convirtió
e
11
la rendición nlá-*
r,il:
Ia conversión
de
Ia flota
de la
«liga»
en
una
flota
ate.niense en slr
sentido
más
estricto,
plles
parte
de
ella
plocedía
de
barcos
confiscados a
sus
súrbditos
(Tucídides,
I,
19)
y
otta
parte
erc.
pagada
con
eI tribtrto
anual.
TucídiCes
condetra
abiertarnente
a ios
súbditos
por
reducirse a
sí
mismos
0,.
la
irnpotetr-
cia. Pero
yo
sugiero que
la
diferencia en
poder
naval
entre
47
8
Y,
cligarnos,
440 era
básicamente
cuant
itativa.
El
coutrol
ateniense sobre
la
fl.ota
ascciada er:a
ya casi total
al
plincipio,
1o
que
justifica
el
juicio
de Il.
D. Meyer, d.
que
la liga fuc
<<desde
eI
^mctxento
Cc
su
creación un instrumento de coacción ateniense
(Zwangsinstrltltxent))>.1ó
Más
tarde
consideraremos algunos
de
los objetivos
de
este ins-
tn:rnento.
Aqtrí
quiero
exarninar las
conse
curencias financietas, sin
recumir a
las adivinafizrrs
aritrnéticas
que
llenan 7a iiteratura
erudita.
Los
pocos
números qLle
se encuenttan
en las
fuentes conservadas
son
demasiado
escasos)
poco
fidedígnos
y
a menudo contradictoiios
F)ara
apuntalar
Ias
matemáticas,
y
los
datos
epigráficos
aumentan 7a confu-
sión más que
ayudan
a
despej
arla.
Por tanto
me limitaré
a
unas
pocas
consideraciones
a
rnodo de
ejemplo, nitrguna de ellas
sujeta a
un
gran
margen
de
error
t
Primero,
sin
embar
go
,
e s
necesario de shacerse de
dos fetiches.
Uno es
un símple
número: «EI
tributo
originario
totaltzaba 46A ta-
lentos»
(Tucídides
,
f
,
96,
2). Se
requiere
Lrna
poderosa
<<volunrad
de
creer)>
para
aceptar que
esta ciÍra
pueda
ser vetosímil,
y una fe
mís tica
para
hr,cel
entrar en el
total las
contribuciones
en
batcos.l7
El
consurno
de íngenuidad
en el intento
de
reconcíliar
460
con
otras
sumas
repartidas
pcr
las
Éuentes
se
podúa
perclonar,
consider'ándolo
un
pasatiempo
inofensivo,
si no
iuera
porque
aleja
la
atención
de
la
realidad de
la
situación.
El objetívo
r,f^
una
flota,
flo
moneda:
con
todo,
los
eruCitos
discuten si
Arístides empezó
su
plan
con una
prevísión
de
460 ralentos
o
si simplemente terrninó su
tra-bajo
con
un aurnento
insignificante, que
sumaba
el total
insigníficante
de
460,
¿Se
puede
suget:ir
con
seriedad
que,
a comienzos del
siglo v
a,
de C.,
cuaiquiera
hubiera
ernpez¿rdo
Ia difíciI
tarea
de
reunir
una
flota
de
coaiición,
poniendo
la
previsión
en din.'ro,
Do
en
barccs?
Y,
¿de
qué
sirve una
cantidad
global
de tributos, sin un total de
barcos,
de los
que
nc huy
rastros en
nuestras
fuentes
?
Una
dificultad
nrás
importante
en los intentos
de
reconciliación
se
produce
con
los
totales
de los
pagcs,
norrnalmente
rnenos
de
46A
talentcs,
que
eparecen
(o
son cbjero de conjetura)
en las
<<listas
EL II\,f
PL,Il,IO
Áf'ENIIINSE
atenienses
de ilibutos», grupo
de insoipciones
que
son
colecti'a-
lrente
rni segundo
{etiche.rE
Sri
descubrimiento
y
estuciio
han
sido,
po-r
supuesto,
Ia mayor
ayuda
moderna
para
nuestro
col'locimiento
del
imperio
ateniense,
pero
se ha
hecho
necesario
insistir
en
que
las
<<listas
de
tributos»
no son
sínónimo
cle
imperio,
y que
no
r.epresen-
tan
eI total
de la
afluencia
de
dínero a
Atenas, procecente
dei
impe-
rio,
creo
que
Ia
única
cifra de
i,gresos
del
imperio
qlre
se
p.,ád.
defender,
tanto independientemente
como
i:or
el
contexto,
e, ln que
Tucídicles
(II,
11,
3)
atribuye a
Pericles
al
comienzo
de
Ia
guerra
iel
Peloponeso:
600
talentos.
El
tributo
era
el componente
más
fuerte,
pero,
desde
el
punto
de
vista
de
Atenas,
era
irrelevante
fiscalmente
si el
dinero llegaba como
tributo,
como
indemnizaciones
o
como
in-
gresos
de
las
minas
confiscadas.'e
Pero incluso
si.mi
fe en
los
600 ta-
lentos
resultara
infundada, mi
análisis
de
las
implicaciones
financie-
¡as
ciel
imperio no
sufrirían.
por
ello
1o más
mínimo.
La
cifua de 600 talentos
no
inclr-iía,
con seguridad,
el
<<valot
en
dineror>
de las
contribuciones
en
barcos,
por
entonces
restringidas
a
Lesbos
y
Qufos.
Pa¡a
el
primer
período
del
imperio,
sin
embargo,
es
esenciai
conseguir
alguna
noción
cel
peso
relativo'de
los dos
tipos
de contribución.2,
Por desgracia,
se
desconoce
el
costo de
la
cons-
trucción
y
equiparniento
de un
barco
de
guema;
la
cika,
citada
a
menudo,
de entre
uno
y
dos
talentos,
a mediados
del
siglo
v es
una
suposición,
pero
servirá
para
nuestros
propósitos.
La
vida
normal
de
una
trirreme era
de
veinte
años
o
más,
a
lo
que
hay
que
contraponer
el
daño
o la
pérdida
en
tempestades,
naufragios
y
batallas,
todó
eilo
muy
variable de
un
año
a otro,
e
incalculable.
Luego estaba
7a pa*
tida
más
costosa,
el
pago
de
Ia
tripulación, 200
homb¡es
en
núme-
ros
redondos
en cada
trimeme,
de los cuales
170 eran
remeros.
Esto
oscilaba
entre un
tercio
a medio dracmá,
a
principios
clel
siglo
v,
a
un
dlacma
al
dia,
ai
principio
de
la
guerra
del
peloponeso,
o un
talento por
barco
y
mes
en la taúfa
más alta.
De
nuevo
vuelve
a
haber
demasiadas
variables
incontroladas:
el
número
de barcos
en
servicio
reg:Iar
de
patrulla,
en
servicio
de
guardia
o
con Ia misión
de recoger
los
tibutos;
el número y
duración
de
las
campañas
año
ras año y
e1
número de
barcos
de
gueta
que participaban
en
ellas;
el
ntimero
de
días dedicados
anualmente
a]
entrenamíento,
esencial
para
Ios
remeros
en
las
üirremes;
2I
la participación
de
1os
ba¡cos
<<aliados>>
en
Ia
actividad
total
de
Ja
liga
en
todos
estos aspectos.
Por
todo
ello,
hemos
de
intentai
una
rraloración
comparativa,
sirl
7/23/2019 La Ciudad Antigua M.finley
http://slidepdf.com/reader/full/la-ciudad-antigua-mfinley 20/28
70
LA
GRECIA
ANTIGUA
cifras
precisas,
y
un
caso
bastante
tardío
nos
servirá
de
punto
de
partida.
En la'pr.iruavera
de
428
a,
de
c.,
diez
trírremes..dela
polis
iesbia
de
Mitilene
llegaron
al Pireo
<<de ac¡-rerdo
con
la
alianza»
(Tu-
cídides,
Ill, i,
a).
Las diez
trirremes,
esoibe
Blackman,
eran
<(una
p.qrr.á
.r.rrudr"
en
servicio
de
rutina;
Por
supuesto'
se
hubie¡an
poáiao
pedit
más,
si
hubieta
sido
necesatio,
para
una
campaña
en
p^rti.rrü.r."
Con
todo,
esta pequeña escuadra
costó a
Mitilene
cinco
ialentos al
mes d.
pogr, ,1
it..io
de media
dtacrna,
añadidos
a
los
costos
de
consttucción,
mantenimiento,
reparación
y equipamiento'
Las
<<üstas
de
tributos»
fragmentarias
de
los
"años
431-428
indican
estos
pagos de
ftibutos
anuales,
en
números
redondos,
de 10
a
15
talentos-de
Abdeta,
10
de
Lámpsaco,
t5
o
1.6
de
Bizancio,
9
de
Clzico
(todos
con la
tarifa
más alta
de las
contribuciones
regísradas,
no
supetada
más
que por
media
clocena
de
estados,
más
o menos)'
L"
colparoción
con
"f
.orto
de
la
tripulació'
de
los
batcos
sugiere
qo",
.rn, \'ez
que \a
flota
persa
fue
desüuida
en
el Eurimedonte,
eI
ürrr¡io
de
barcos a
tributo por
parte
de
los
estados
súbditos
fue
una
cuestión
no
de
patriotisrlo
y
u*o,
a
la
libertad,
sino
de finanzas
pú-
blicas.
para
los
estrdo,
maiítimos,
el
tributo
a
menudo
significó
un
peso
financiero
reducido,
y
años
más
tarde,,
una
reducción
substan-
.irl. uo,
cifra
comparativa
puede
ayudar
a valorar
\a
carga:
el
gasto
anual
medio
en
el
Partenón,
un
ternplo
inr.ty
caro,
era
de 30
a
32
talentos,B igual
que
el tributo
más
alto
registrado,
una
suma
que
los
tripulantes
?.
do."
tri¡renres
haLríaa
recibido
como
paga
(con
Ia
ta.rifa
más
reducida)
en una
temporada
de
navegación
de
cinco
meses
(y habla
épo.á, en
que
1o,
úm.o,
de
guerta
permanecían
en
el
mar fuera
de
Ia
tempotada
«normal»>).
Dos
considera.i,lnei
compensatorias
se
establecen normalmeute
en
e1
cálculo,-como
en
la
aseveración
siguiente
de
Blackman:
',
.,.
Pefo
7a
paga iba,
principalorente,
si
no
enteramente,
a
sus
pro-
pios ciudaáa"Ior.
Un*
temporada
la'ga
probablemente
significaba
campaño
activa, más
que
p"tnüas
de
rutina,
y esto
aumentaba
las
esperrnzas
áe botín
puro
.on
p.nsar
el
gasto.
Por
consiguiente,
.t
p*ibl.
que espemrán
cubrir
sus
gastos;
y
es
ptobable
que
ocuiriera
,ri .n
los
primeros
años,
al menos
hasta
después
de
la
batalla
del Eurimedort.
y
quizás hasta
principio
del
450'2'1
La
consideración
de
<<bienestat
social» puede
ser
descartada
sin
más:
no
es
una concepción
del
siglo
v,
especíalmente
entle
las
oligatquías
EL IMPERIO
ATENIE,NSE
que
aún controlaban
algunos
de
los
mayores
estados
marítimos:
ade-
más,
muchos de
<<sus propios
ciudadanos»
encontraron
enseguidá
empleos de
remetos
en
Ia
marina
ateniense. En
cuanto al botín,
que
sin
duda esperaban
obtener mientras duraba
la
campaña
y
ia
lucha,
no
hay
pnrebas
en las
fuentes
antiguas
de
que
se
hubiera
producido
alguna
campaña
dutante
el
período
tataclo, excepto
Ia
del
Eurime-
donte.
El
silencio
de las
fuentes
no
es
un
argumento
convincente,
por una
parte,
pero
además
no
me parece permisible
Ilenar
ese
silen-
cio
con <<es
posible
que
esperaran cubrir sus
gastos)).
En cuanto
aI
Eurimedonte, es
signo
de' la imaginación
más
descabellada pensar
que
Ia
liga délrca
pudiera
apostar
su flota asociada,
con
sus
hombres,
y
la
independencia
de
Grecia en
una
ímporrante
batalla
naval,
prin-
cipalmente,
o
incluso significativamente, por
el botín
que
recogerían
si
ganaban.E
Los
compromisos
navales
(y
militares) a largo
plazo
.eran
caros
,
-e
irnprevisibles para
los
participantes,
aunque no
1o fueran
para
los
'
.
histo¡iadores
posteriores-,
incluso
los
que
suponían grandes
venta-
jas
pata
uno de
los bandos.
Se
necesitó algo
asi
como
un
año
entero,
desde
abril
de 440 hasta,
aproximadamente,
abril de
439,
para
que
Atenas sometiera
a
Samos.'d
La isla
entonces
todavla contib,-,ía con
barcos
y
eru
capaz
de
juntar
setenta
barcos
<le
guerra, cincuenta
de
ellos
en condiciones
de
luchar,
y
lanzó
Ia
grave
amerTaza,
real
o su-
puesta,
de ayuda
de la
flota
<(persa)>.
Atenas envió varias flotiilas
grandes, quizá
más
de ciento cincuenta
en
total
(parte
de las cuales
se desviaron
contfa la
amenaza
<<persa>>), y
una
ttopa
con
equipos
de asedio;
también
emplazó
a
Quíos
y
Lesbos
para
que
hicieran
efec-
til'a su
contribución,
veinticinco
trimemes
las
dos
juntas
el
primer
año,
y
treinta
el
segundo.
Hubo
victorias
en
ambos
lados,
y
luego
'un
sitio
de'ocho
meses
obligó
a
Samos'a
rendime. Y
se
perdieron
muchas
vidas
y
material
(incluyendo
tirremes). El costo
de
la ope-
ración
para
Atenas ascendió qfu,ás
a
los
1.200
talentos
(aunque
se
ha aTcanzado
esta
cifra
con
demasiadas
enmiendas
textuales,
para
mayor comodidad).
Las condiciones
del vencedor íncluían una fuerte
indemnización, pagada
a
Atenas,
y
Ia
rendición de la
flota samia,
1o
que
marcó
su desaparición
definitiva
de la
lista cle contibuyentes
en
.
barcos.
Catecemos
de
detalles
de Ia
contribución
de
Lesbos
y
Quíos,
pero
cada mes
les
debió
costar
de 72
a
L,
talentos
de
paga
solamen-
te,
y
no recibieron
ni
un
duro
por
sus esfuerzos,
ni
en
indemnizacio-
nes
ni
en botín.
7l
7/23/2019 La Ciudad Antigua M.finley
http://slidepdf.com/reader/full/la-ciudad-antigua-mfinley 21/28
72
LA
GRECIA
,,{NTIGUA
Las
üirremes se
coostruían
con
el
objetivo
de
ser barcos
de
guerra, no
aptas
para
otros
usos.
No
se
podían inte¡cambiar
con
barcos
mercantes
o de
pesca,
ni había
ningún
offo
empleo
ptofesional
para
decenas
de miles
de remeros.'7
Por
1o
tanto,
como
los
estados per'
dieron
Ia libertad de hacet
guetrás,
no
tenía
muclro senfido,
y
salía
muy caro, construir,
mantener
y
equipar
una
escuadra.
Así
itrtenta-
rorr aligerar
su carga
invitando
a Atenas
a
que
los
caml¡ial¿ a
la
cate-
goría
de
contribuyentes
en dinero,
petición
que
no hubieran
poc{ido
-
imponer
a una
Atenas
poco
dis,ouesta..
Atenas
aceptó,
lo
cual indica
que
podía petmitirse Ia
pérdida
económica
como
precio
de una
flota
totalmente
ateniense,
con
todo
1o
que
ello
significaba
en
poder y
satisfacción
ptopia.
Pudo
permitírselo
porque las
finanzas
del estado
estaban en
una
situación saneada,
gracias
a
los
ingresos imperia-
les, directos e indirectos.
No
somos
capaces
de
hacer las
sumas,
así
como tampoco
podemos
calcular
exactamente cómo
se las
arregló
Atenas
para poner
aparte, como fondo de reserr,'a,
tan
gran
cantidad
de
ingresos
públicos,
que
alcanzaban
la
cifra de
9.700
talentos
en
cierto
momento
lTucídides,
II,
1,3,
3).
Es una
pena, peto
el.[o
no
cambia Ia
situación
III
EI tributo,
en su
sentidc
estticto,
es sóIo
uno de los
rnedios
de
que
dispone
un estado imperial
para
secar
fondos
de
los
estados
so-
nretidos,
para
su tesoro. Proliabiemente,
flo
es
ni
eI más usual
lli el
más
inrportante,
si
se
Ie
cornpara,
en
especial,
con
el
diezmo
o
el
impi:esto monetario
sobre
las
tierras
ic
los
súbditos. I)e esto
últirno
no
hay rasmos en eI imperio ateniense,
y realmente sóio
existe
un
ejemplo
regisuado
de
explotación
eslatal
de
propiedades
confiscaCas,
e1 de
las rninas
de oto
y
plata que
Ta.-.os
tenía.
en
tierra firme
y
Ie
fueron
qllitadas
desp.rés de su revuelta
ia11ida.28
Estas
minas
]as
si-
guieron trabajando
personás particulares,
como
io
ha.bían hecho
antes
--{1 caso rnás farnoso es el de
Tucíclides
(IV,
10r,
1),
que
segura-
rnente ias
poseía
corno
hetencia de
sus antepasados tracios
,
pero
eI
estado
ateniense tornó su
parte
de
benef;cios, 1o misnro
qlle
de
sus
minas en el Laurion,
en Atica.
Fue
en
el
área
clel enriquecimiento
privado,
no
en
el
púbIico,
doncle Ia tierra tnr¡o
irnportante
papel e
n eI
impe
rio ateniense
, Ei
E,L Ilvf PERIO
ATENIENSE
73
número
de
cir-rdadanos atenienses,
normalmente de
Jas clases
socia-
les
más
pobre-s,
que
recibieron
lctes
de
tierra confiscada
o) al
menos
en Lesbos
tras
su fallida revuelta en
428,
Lln
<(arrielrdo»
substancial
y
r-rniforme
(V
por
tanto arbitralío),
aproximadamente eQuirralente a
Ia
paga
de un hoplita
por
un
año,
d.
posesiones
retenidas
y
traba-
jaclas
por
los
isleños,
puede
hal:er alcanzado Ia cifra
.{e
10.000
du-
rente
el
período ínrperial.2e
EI tipo
de
explotación
imperial
rnás des-
carado, por
tanto,
benefició directamente
a
rln B
o
10
por
ciento,
quizá,
del
cuerpo de ciudadanos
atenienses.3o
Algunas
confiscacíones
eran
cle
lugares
de
áond.
se había
-expulsado
totalmente
'a
Ia
pobla-
ción vencida,
pero
en rnuchos
otros
la
población
local seguía
conser-
vando su
categoría
de
comllnidad
reconocida
,
y
ahí
el modelo de
colono, gue
ha
dominado
tanto
en \a
historia
del irnperialismo
poste-
rior, era
evidente,3l
aunque
más
bien en
ern]¡rión porque los
asenta-
mientos
eran
de
corta
dtiración.
Las coionias
y cleruquías
no reflejan
tocle
la
histotia, aunque a
ellas
se
ciñe
7a
mayor
parte de
1os
relatos
y
testimonios clel
impe-
rio,
.,demasiado
ocupados
en estudiar los atropellos
del
imperialis-
mo ateniense
* través
de
Ias instituciones oficiales
y
clecisiones colec.
tivas»>
pma conceder el
debido
peso
^
la
<<accíón
de los individuos
qrre
tuvieron su
papel
en
el
concierto
general,>.3z
Atenienses
priva-
dos
,
lo mayoría del extrerno rnás
alto
del espectto social
y
econó-
mico, adquirieron
propiedades
rurales
en
tetritorios
sometidos donde
no
había ni
colonias
ni
cleruquías.
Las
pruebas
son
escasas,
pero
h^y
un fuagmento 1o
bastante
notable
como
para
Lrna miracla más
atenta,
En los fragmentos
conservados
del
registro
muy
detallado,
inscrito
en
píedra,
d.
la
venta,
por
licitación públíca, de
la
propiedad rústica
confisc
aáa
a unos
hombres convictos de
participar
en
el
doble sacri-
legio
de
4L5
a. de C.
-'la
profanación
á. los
misteríos
y
la
mutila-
ción
de
los
hermes-
estaban íncluidas unas
pocas fincas
de
tierras
fuera
del Atica,
efl
Oropo,
er Ia frontera beocia, eo
Eubea
y
Tasos,
r\bido en
el
Flelesponto y
Ofrineo
en la TróaCe.33 Un
grupo
de
pose-
siones, dispersas
por
1o menos en tres regiones
de
Eubea,
pertene-
cían
a un
hombre,
Eonias.
Se
rrendió
por
81
l/3
de talentos,s
suma
que
huy
que
comparar con
7a
posesión
en tierras
más extensas
regis-
traáa
en el Atica nrisma
,
1^
de1
banqr-rero Pasión,
eue
a
su
muerte,
en
J70l)69
a, de
C.,
según
se
nos dice, valía
veinte
talentos
(Pseudo-
Dernóstenes
46,
13)."
FI^y
que
insistir
en
que
1os
hombres
como
Eonias
no
pel
tenecían
7/23/2019 La Ciudad Antigua M.finley
http://slidepdf.com/reader/full/la-ciudad-antigua-mfinley 22/28
Hl
t+
LA
GRECIA ANTIGUA
a las clases
a
las
que
se
asignaba
tierras
en
las colonias
y
cleru-
quías,
y
que
las fincas
liquidables
por
condena
(o
fuga) no estaban
dentro
de
los
bloques
de las cleruquías.36 Habían
adquirido
sus fincas
por
«inicitiava privada)),
aunq¡.re
no
tenemos
idea
de
cómo 1o
hicie-
ton.
En todo
el mundo
griego
de ese_
período,
la
ptopiedad
rural
es-
taba
te§ttingida
a
los
ciudadanos, a no
ser
que
una
polis
garuntiza-
ra
urr permiso
especial
para
un
no
ciudadano,
mediante
un
decreto
soberano,
1o cual
parece
que
se
hizo
en
pocas
ocasiones y
en
este
caso
sólo
por
servicios notables
a1
estado. Es
muy
improbable
que
Alciblades
y
sus amigos hubieran
recibido individualmente
este
pri-
vilegio de
parte
de Otopo,
Eubea,
Tasos,
Abido
),
Ofrineo, en agra-
decimiento
por
sus buenas acciones. Y
es
ígualmente
improbable
que
sólo
estuvieran
en este
grupo
privilegiado
los
participantes
en
Ias
aventuras
de
4L5.
Si no fuera
por
ei hallazgo
fortuito
de
una
serie
de insoípciones fragmentarias,
no
habríamos conocido
nada
de
toda
la operación,
aparte
de
cuatro
o
cinco
observaciones generales
espontáneas
en las fuentes
literarias;
y,
aclemás,
Eonias,
que
aparte
de esto
era un
desconocido,
resulta que
fue
uno de los atenienses
más
ricos
de
toda
la
historia
de
Atenas.
Finalmente,
ni
siquiera te-
nemos ninguna
idea
del
número
de
fincas
poseídas
en
eL
extra.njero
cuando
eran
saldadas
judicialmente
pata
pagar
las
deudas de
sus
due-
ños:
de las
cincuenta
vlctimas,
sólo
unas
veinte
han sido identificadas
en
los
fragmentos
epigráficos
que
se conservan,
y
en los
textos
de
que disponemos
de ningún
modo
están
las listas
de
todas
las
fincas.
Como
ya
he
dicho, no sabemos
cómo
se
llevaban
a
cabo
estas
ad-
quisiciones.
¿Se
obtenlan
<<legal»
o
«ilegalmente))?
Só1o Ia
respuesta
ateniense es
clara:
eI
estado
ateniense aceptaba
la
legitimidad
del
título
y
vendla las fincas
como
propiedades
de
los
hombres condena-
dos.
Que
el imperio atehiense
era
el elemento
ejecutivo
me
parece
seguro:
no
necesito
insistir
en la
arnbigüedad del concepto <<acción
:
voluntatia»;
estamos
tratando
aquí de hombres
con
infiuencias
y
poder
dento
de
Atenas,
hombres
que
tenían
que
ser
cortejad«:s por
los
súbditos. Es incluso más seguro que
se
ptodujera
un
gran
resen-
tir¡iento
en
el
imperio
por
esa
viol¿ción
de.[
principio
de
monopolio
ciudadano
de
la tierra;
de ahí 1a concesión ateniense
en el decreto
fundador
<ie
Ie
llsmada
segunda liga
ateniense
en
378f
377
a. de
C.,
de
que
ni el
estado ateniense ni
ninguno
de
sus
ciudadanos poclría
<<adquirir
casa
o
tierras en
territoric¡
aliado.
tanto
por
compra
como
por
extinción
del
detecho de
redimir
una hipoteca
o
por
cualquier
EL
IMPERIO
ATENIENSE
75
otro
medio
en
absoluto»
(IG
II2
43,)5-41).
Naüe
hubiera
solicitado
o
acordado
la
inclusión
de una
prohibición
tan
terminante,
a nÓ
ser
que
estuviera
muy
sensibilizada
la
opinión
sobre
este
tema,
1o
cual
,.
refleja
.r,
1, formrlación
excesiva,
i'
sólo
se
explica
como
resulia-
do
de la
amarga
experiencia
de la
«primeruTiga
ateniense»>.37
w
cuando
nos
fijamos en
la
sexta
categorla
de
mi
clasificación,
«otfas
formas
de
suboriinación
o
explotación
económica»>,
nos
sumergimos
inmediatamente
en eI
campo
contencioso
del
<«cometcio
y Ia
poll'
tica»
griegós.
Sobre
.rto
h.
establecido
y
discutido
mis
opíniones
latgamente
en
otro
lugar.3s
Mi
interés
principal
en
este
momento
,rii..
en
los
resultados"del
poder
imperiál
ateniense
en
a¡rdat
a los
atenienses
a
sacaf
provecho
económico
inmediato,
disti¡to
del
deri
vrdo
d.l
empleo
.i
1,
armrda
y
las
indusftias
relacionadas
con.e1la
o
de
la adquisición
de tierras
en
territorios
sometidos.
Las
ganancias'
indirectas
eran
inevitables;
el
poder
siempte
atrae
beneficios,
como
en
Ia
tan cacareada
plenitud
y
var.iedad
de
mercanclas
disponibles
en
Atenas,
de
las
que obtenían
ganancias
exportadores,
attesanos
y
ven-
d.dores.
Muchos
de estos
últimos,
sin
embatgo,
no
eran
atenienses,
y
los
rodios
helenísticos
tuvieron
ia
misma
situación
ventajosa,
sin
ár
o,iro,"
poder
político
detrás
de
ellos.
No
obstante,
es indiscutible
que
semejántes
ganancias
fueron
un
subproducto
del
imperio
atenien-
se,
aunque
no
se
puede
medir
la
magnitud
de
Ia
ganancia,
ni
tam-
po.o ,o
lugar
en
ia
polltica
ateniense,
si
es
que
lo
tuvo;
se
puede
á.ducir siriplement.^d.
ro
existencia.
La
Handelspotítik
{'política'
comércial')
rio
es sinónimo
de lufachtpolitiÉ
('po1ítica
del
poder'),
por
;r;io
q*
1o,
historiadores
a
menudo
caigan
en
el
e*or
de
identi'
ficarlas.
---iI
p".¿e estabiecer
el
problema
de este
modo.
El
conuol
del mat
Eg.o
á,
para
Atenas
unlnstrumento
de
poder'
¿Cómo
se
emplea-
br-.r.
insirumento
paru
alcar.,,ar
objetivos,
además
de
la recaudación
áel
tributo,
el
aseniamiento
rura1,
la inierencia
en
las.
medidas
poll-
tices
internas,
la supresión
de
guerras
á.
pot' importancia
y la
eli-
minación
más o
menos
completa
de la
piratería?
Más
concÍetamente,
¿se empleaba
de
hecho
para
oüos
objetivos
distintos
de
los
qüe
aca-
üo
d.
lrr-.rrr,
y esperialmente
para
fines
comerciales?
7/23/2019 La Ciudad Antigua M.finley
http://slidepdf.com/reader/full/la-ciudad-antigua-mfinley 23/28
76
LA
GF.E,Ci¡\ AI,ITIGiIA
Dada Ia
naturaleza
de
la economía
antigua,
se decidieron
entonces
dos de
las
formas
más irnportantes y
útiIes cle
Ia explotación colo-
nial moderna,
esto
es, e1
trabajo
y
las
materias primas
a
buen
precio;
en
lenguaje
más técnico,
el empleo,
por
ccracción
si e¡a
necesarío,
del
trabajo
colonial
con
jomaies
más l:ajos que
ios de casa, y
Ia adqui-
sición,
otra
vez
por
coacción
en
caso
de necesidad,
de
las materías
ptimas
básicas
a
plecics
substancialmente más
bajos
que
los
precios
del
mercado
interior.
Una
tercera
forma de erplotacién que
estaba
disponible
y
tuvo
tanta
importancia
en la Roma republicana,
parece
hrÉ.r .rtrio
ausente
en
ei
imperio ateniense.
M"
r"fiero
al
frésta-
mo
de dinero con altas
tasas
de interés
a las
cir-rdades
y
estados
so-
metidos,
normalmente para
proporcionar
a
éstos
el dlnero
necesario
pña
p^g
r sus
impuestos
(o
tributos)
al estado
imperial.
Las
posibi-
lidades
de
7a
Handelspolitik
se
reducen
por
tanto
a las
vántajas
comerciales
competitivas,
buscadas por
medios no económicos,
es
decir, por
el
ejercicio
del
poder
sin
manipular
precios y
salarios.
Las
pruebas
son
mlry
escasfls,
casí
inexistentes.
En el
segundo
capítulo
de su
cozstitución
de
los
Atenienses,
el
Pseudo-Jenofonte
subraya
el
argumento,
repetido
en
el
siglo
siguiente con
nalabras
con-
tundentes
por
Isócrares
(8,
36),
de
que
Ia
Atenas imperial
<(no
per-
mitió
a
otros
surcar
el
mar,
a no ser
que
estuviesen
dispuestos
a
pagat
ffibuto>>,
Estos
dos
esoitores
soll tan
notoriamente
tenden-
ciosos que
cualquiera
de
sus
generalizaciones
es
sospechosr,
pero
no
falsa
ipso
facto.
No tan
fácilmente
desdeñable
es
la
disposiiión,
en
el decreto
ateniense
de1
año
426
a. de
C.,
que
pérmitía
a
Metone,
en
el
golfo
Termeo,
importar
anrialmente de
Bizancio
una cantidad
fijada
(desconocida)
de
grano,
declarándolo
ante
los
magistrados
aie-
nienses
l-lamados
Hellespontopbytakes ('comisarios
del
Helesponto').
Permiso
semejante
se concedió
por
la misma
época
a Afitis
(cerca
de
Potidea).
Sólo
dos
textos,
pero
contribuyen de
algún
modo
a do-
cumentar
al
PseurJo-Jenofonte
y
a
i.sócrates.
Las
inscipciones
no
dicen
que
Metcne y
Afitis
no podían
surcat
el
má¡
sin pagar
tr
buto;
dicen,
alavez,llenos
y
más;
ambas
ciudades
tenían
garaniiza-
do
el
detecho
de
«navegar
libremente»,
pero
rio
podían
adquirir
el
grano
del
mar
Negro sin
permiso
ateniense.3e
.
La
presencia
de los
Hellespontopbylakes
iinplica
que
todas
las
demás
ciudades
estaban
controladas
de
modo similar,
o
podían
estar-
1o.
Si los Hellespontopbylakes
representaban
o
no
<<un
sisterna
de
or-
ganización
estricta»,{o
no
se
puede
determinar,
trero
merqceg
má§
EL II,ÍPEF.IO ATENIE,I\SE
ít
atención
de
la
que suelen
recibir, En potencia,
con
eI apoyo
cle
Ia
marina
ateniense,
podían
negat
el acceso al
mar
Negro
a
todas
y
cada
una
de las
ciudades gríegas,
y
por
tanto
también
el
acceso a
Ia
principal
ruta
por
mar no
sóIo
del
grano,
sino
también
de los
esclavos,
pieles
y
otros
productos
importantes.
¿Cuándo
fueron es-
tablecidos?
Hay
que
resistil
a Ia tentación
de etiquetarlos
como
<<rnedida
de
tiernpos
de
guertar>.
No
sólo porque esta etiqueta
se
basa en
la
Íaita de información, sobre Ia
qr-re ya
he dicho bastante,
sino
también
potque
ignora
el
hecho
de que muy
pocos
fueron
los
aíros
posteriotés
a
478
que dejaron
de
ser
<<años
de
guerra>>.al
No
sugiero
que los
Hellespontophylakes
fueran
introducidos
en
una
época
temprana
cle
la historia
del
imperío. Después
de
toclo,
fueron
sólo
el
remate de
la
estructura,
une
organización
designada
para conseguit
un mar
cerrado. Lo
que
sí
sugiero es
que
semejante
propósito
era la consecuencia
automática del
podet
naval, dentro
del
sistema
dela
polis
gtiega, y que
los atenienses debieron
de
tomar
medidas
en
esta
dirección, en
todas las
ocasiones
y
maneras
en
que
fueron capaces
de
hacerlo
y
cuando 1o
enconüaron úti1.a2
A
menos
de ir a 1a
guerra,.no
había instrumento más
útil
para castigar a los
enemígos, recompensar
a
Ios
amigos
y
persuadir
a
los
<<neuÚales»
a
hacerse
<<amigos».43
Y
si
el
empleo
del
instrumento
signiÁcaba ir
a
Ia
guema,
tant
pis.
La reyuelia
de'I'asos, según
escribe
Tucíclides
(I,
100,2),
surgió de
una
pelea
<<sobtelos ernporia
dela
costa tracia
y
las minas
que
los tasios explotaban». Esto
ocur¡ió
muy
pronto,
en
465
a.
de
C.,
y,
aunque
no
conocemos
el resultado
del conflicto
que
dividió a Atenas
y
Tasos sobre los emporia,
es
difíciI
que
no
tenga
que
ver
con
las
ambiciones
de un
<ular
certado»>
del estado
imperial,
que
luego
se
hizo
cargo
simplemente
de
los
emporia
áes-
pués
de la
delrota
de
Tasos.
Naturalmente,
Atenas no
tenía aún Ia
capacidad
para
cerrar el mar
que
iba a
tener
más
tarde,
pero
segura-
mente es incorrecto
decir
que
el
propósito
era
ímpensable en los
años
60
y
50.04
Esto
es corneter otra
vez
el error de confundir
hege-
monía con
imperio
EI
problema,.
en
suma, no es
cuándo
el
<<mar
ceuado»>
resultó
concebible,
o
si
1o
fue,
sino
cuándo y
cómo
Atenas
Íue
capaz de
cerrar ei
mar
para
su conrreniencia.
Y
por qué.
Como
veremos
pronto,
los
objetivos atenienses
no reque¡ían
control total,
aunque
estuvie-
ta
a su
alcance.
La
advertencia
corintia,
en
432,
de
que
los
estados
interiores pronto
conocetían 1o
que
los
estados
marítímos
conocÍan
7/23/2019 La Ciudad Antigua M.finley
http://slidepdf.com/reader/full/la-ciudad-antigua-mfinley 24/28
7B
LA
GRECIA
ANTIGUA
ya,
que
Atenas
eru capaz de impedirles
llevar
sus
productos
al
mar
y
cornprar a canrbio
lo
que
les hacía falta
(Tucídides,
I,
120,2),
es
significativa,
pero
se ha de
entender
correctamente
en
té¡minos
ptác-
ticos.
Asl ocutre
con el
<<decreto megarense».
Ni
siquiera
los
argu-
mentos especiosos
más
rnonumentales
tuvieron
éxito
a Ia
hora
de
aclulterar
las
simples
palabras, repetidas
tres veces
pot
Tucídides
(I,
67;
I,
139;
I,
L44,2),
de que
un
decreto
Propuesto
pót
Peri-
cles
en
432,
entte
ottas
disposiciones, excluía
a los megarenses <<de
los
puertos
del
imperio ateniense».
Todos los
argumentos
eiaborados
acerca de la iinposibilidad de bloqueo
mediante
t¡ir¡emes
y
de
la
facilidad
de
«romper sanciones»,
por
muy bien
fundados
que
estén,
calecen
de importancia.as Los
atenienses reclamaban
el
detecho
de
excluir
de
todos
los
puertos
a los megarenses
y
podían
hacer valer
esa
reclamación
que
habían
deseddo. La Larya historia
que
empezó
con Eion
y
Sciros e¡a conocida
por
toda
ciudad
que
tuvieta un
puer-
to,
y
habla
magisttados
atenienses
(asl
como también
proxenoi y
otos
amigos
ateníenses)
en
cada
ciudad
importante
con puerto.
Es evidente,
y
significativo,
que
Atenas
no
deseó
destruir Má
gara.
Lo
que
deseaba,
y
10
consiguió, era
perjudícat a Mégara,
y
a1.
mismo
tiempo
dedatar,
abierta
y enérgicamente,
que
estaba
PrePa-
t.ada
paru
emplear implacablemente el <<mat
ce¡rado)) como
un ins-
trumento de
poder.
El decreto de acuñación
de
moneda,
cualquiera
que
sea la
fecha
que
se le dé,
fue
exactamente
el mismo
tipo de
declaración.aó Las dos
son expresiones de
Maclttpolitik,
perc
no de
.Hand.elspolitik, en
el sentidd notmal del
té¡mino.
En este
punto,
hemos
de inr¡oducir
en
la
discusiór Ia
distinción,
que
Hasebroek
formuló
por
primera
vez
con claridad
en
el campo
de la historia
griega,
entre
<(intffeses comerciales»
e
<<inte¡eses
de
importación»
(especialmente
comida,
materiales
para
consttucción
naval,
metales).a7
Atenas no
habrla sobrevivido como
una
gran potencia,
o
induso
como cualquiet
polis
con alguna autonomla,
si¡
una
importación
regular, a
gtan
escala, de
granos,
materiales
de construcción
naval
y metales, y
pudo
garantizat
dicha importación
gtacias
a
su control
.del
mar.
Sin embargo,
ni en un
.solo
hecho
mosttó Atenas
el
más
mínimo
ii:terés
por
los
beneficios
privados
atenienses
en
este
carDpol
no había Actas
de
Navegación,
ni
trato
preferencial
para
los
cons-
üuctores
navales,
importadores o
fabticantes atenienses,
ni
esfuemos
para
teducir
la
extensa,
quizá predominante,
parte de
comercio
que
estaba en manos de
no
atenienses,as
Sin
tales medidas, no
puede
haber
EL IMPERIO
ATENIEI{SE
Hadelspolitik,
ni
<<monopolio
del
comercio
y
ráfico»>.ae Y
a
este
respecto
no
hubo
diferencia entre
el
temateniente
Cimón
y
el cur-
tidor
Cleón,
Muchas
poleis
griegas,
y
especialmente
las
mayores
y
más
ambi
ciosas,
sintieron
una
necesidad
semejante
de
importación'
Atenas
pudo entonces bloquearlas
parcialmente,
si
no
completamente,
y
éseÍ
:[Í":i':"T,1'li:'¿:ff
I'H;f
ri1:Jn,i:xlTi,,'i:'fl
:§'i
objetivo
real, explica Tucídides
(III
,
86, 4),
<(era
irnpedir
que se
export
ata
el
trigo de allí aL Peloporieso»>.
No
se
puede
determinar,
sin
ernbargo,
por
las
pruebas
miserables
de
que
disponemos
,
l^ fre=
cuencia
y
las
circunstancias
con
que
Atenas
usó
su
flota
para fine§
seme.iantes
a
lo
largo
del
medio siglo
posterior
a 47
B.
La
propia
existencia
de su
atmada
normalmente
era
un
Carde
innecesario
de
fuerza,
y
no
hay tazón
paru
pensar
que
Atenas
bloqueara otros
esta"'
dos sólo
por entrenarse
o
como
diversión
sádica. Ante
la ausenciá''
de
motivos
genuinamente
comerciaies
y competitivos,
la
injerencia
en,..;,
las
actividades
marítimas
y
comerciales
de
otros
estados
se
reducía
a-.
'
situaciones
específicas,
cuando
surgieton
id
hoc
qn
el
oecimientd'
del imperio. Só1o
durante
la
guema
del
Peloponeso
(o
ail
parece)r',
guema
que
alteró
radical¡nente
la escala
de
opetaciones
y
los
intq':
'
,'.r.r,
,Jhizo
necesatio usar el instrumento
def omr,
...rrdorr.
E ini"it'
.luso
.ntonces,
el
volumen
del
tráfico
en
el
Egeo
era
tan
consideral.i
ble
para
los atenienses
en
4LJ
a.
de C.
que
suprimieron
el
ttibuto
a'--
cambio de un impuesto
portuario
del
5
por
100
(Tucídides,
VII¡."i
28,
4)
efl
ufi
intento de
increnentdr
sus
ingresos.fl
:j
Un movimiento
constante de
comida
y
ouos
matetiales
obvia-,"';r
mente
benefició
a
muchos
atenienses
individualmente. Pero
la
in-:,.
clusión de estas
ganancias en la rúbricai
«ot'fas fotmas.de
subordi¡a-i.i..
ción
o explotació"n económica»
,
f.orzarla eI sentido
indebidamente.
i,.
n
[.'.
.trt
*
7,
i :'
V
«Atenas))
e
s,
naturalmente,
una
absffacción.
Concretamente,
¿
quién
en
Atenas
se beneficiaba
(o
salía
perjudicado)
del
imperio,
cómo
y
en
qué
meüda? En
lo
que
sigue, me mantendré
denÚo
de
un
esüecho
marco,
restringiendo
<<beneficios>>,
<(ganancias»>
a su
sen-
tido material,
excluyendo los
<<beneficios»>
(que
no dejan
de
ser
im-
'i9
7/23/2019 La Ciudad Antigua M.finley
http://slidepdf.com/reader/full/la-ciudad-antigua-mfinley 25/28
80
LA
GRECIA
ANTIGUA
portantes)
surgidos de
ia
fama, eI prestigio,
el
puto placer
del
poder.
'fambién
omitiré
los beneficios secundarios)
corno la atracción
turís-
tica de
toda
gran
ciudad impe
rial,
El
punto
de
r¡ista
tradiciorial
griego
es bien
conocido,
ya
que
fue
<<cuantificado»
por Aristóteles
(.Constitución.
de Atenas,
XXiV,
3),
]a
gente
común
Ce
Atenas,
las
clases más
pobres, erall Ia
Íuerze
impr-rlsora
del
inrperio,
y
slrs beneficiarios.
S-.ts
beneficios
.se
enume-
lan con
tacilii¿d.
A Ia
cabeza
de
la
lista
está
la
gran
extensión de
tierras confiscadas
a 1os
súbditos y
distribuidas Ce
algún rnodo entre
atenienses
,
Quizá
tan
importante es
Ia
artnaCa:
Atenas mante
nia
una
tlota
permanente
de
100 trirrernes,
con
otras
200
en
dique seco
para
emergencias. I{asta
i
00 se
necesitaban 20 .000 hombres,
y
,
aunque
no
sabemos
cuántos barcos
se
mantenían
regularmente
en
el
rnar
Ce
paffulla
y
para
entrenamiento,sl
o
cuántos barcos
estuvieron en cam-
paña y
por cuánto
tiempc
durante todas
las batallas
de los
períodos
47
8-431,
y
437-404,
parece poco
dudoso
qlre
miles
de
atenienses
ganaban su
jornal
remando en
Ia flota durante
la
estación
navegable
clel
año
y
que
clecenas
«ie
mil.es
(incluyerrdo
a
muchos
no
a.terrienses)
estuvieron
comprornetidos
en
campañas,
por
períodos
más
o
menos
largos, durante
muchos
años. Añádase el trabajo
en
los
astilieros
sola-
rnente,
y
el total
de
di.nero
que
beneficiaba
a los
atenienses
pobres
era substancial, aunque
no se
puede
medir;
a.lemás, esto
afectaba a
un
gran
porcentale
del
conjunto de los
pobres.
En
efecto, Atenas
mante
nía una
armada
antes de
tener un im-
perio, y
siguió
manténiéndola
después de
perder
el imperio, pero
ia
experiencia
posterior
demuestra
eue,
sin los
ingresos
irnperiales
)
eta
imposible
pagü
regularmente
una
tripulaciór: tan
abundante.
Lo
rnisrno
con
el
aprovisionamiento
de
uigo:
Atenas consiguió
mante-
ner
las importaciones
en el
siglo
rv,
también,
pero
en
el
siglo v
todos
sabían cómo
el podet
imperial
gar¿ntizaba
esas importaciones
(igua1
que
sostenía
la
arma.ia),
incluso si
no
todos
conocían el
texto
del
decreto
de lv{etone
o
habían
oído hablar
de los
flel,lespontophylukes.
Y
siempre
es
el
pobre
ei más
amena
zada
por hambres y
cares tias.
Finalmente
había
retribuciones
pata
los
cargos,
scbre
1o
que
in-
sistió
mucho
fuistóiele.s
en
su
intento
de
cuantificación.
Ningr,n
otro
estado griego,
por
Io
que
sabemos,
pracricó regulatrnente la
retr1u-
neración
de
la ostentacíón
de
cargos
públicos
o
distribuyó
ios cargos
con tanta
ge
ner
osidad.sz
Eso resuitó ser una
innovación
radical
en
7a vida
política,
el
remate
de
7a dernoc
racia
<<periciea»>, gu€
no
tenía
Ih{PE,RIO AT]]NIENSE,
precedentes
en
ni,gún
oüo lugar.
unas medidas
radicales
fundamen-
tales
requerían
estímulos
poderosos
y
co,diciones
necesarias
sin
pte-
cedentes.
creo
que
el imperio p'oporcionó
el
dinero necesario
y
también
la
niotivación
política.s3
<,Los
que
llevan
los barcos
son
los
que
poseen
el
poder
en
el
estado»,
escribió el
Pseudo-Jenofonte
(I,2),
y
ya
Ire indicado
anteriormente
que
este
escritor
poco
grrto
no
siem-
pre
deja
de dar
en
el
blanco con sus
afirmaciones
sentenciosas
de
Plopagar-]da.
¿Y
qué
ocumía
con
los
atenienses más
acomodados
de
las
c]ases
aitas,
Los
kalai
kagatÍtoi?
La paradoja,
a
los
ojos
de
los
modernos,
es que
elios
pagaron
ei
grueso
de
los
impuestos
doméstrcos
e
i,re-
qtaron
las
fuerzas
armadas.
con
todo, como ya
hemos
visto, también
sostuvieron
el
avance
imperial
de
Atenas,
seguramente
no sin
inte-
teses
idealistas
o
políticos
en los
beneficios
recibidos
por
las clases
ba.jas.
¿Cómo
se beneficia¡on?
¿Lo
hicieron?
El silencio
es
total
en
Ias
fuentes
]iterar-ias
sóbre
este
punto,
excepto
u,
pasaje
notable de
T,cídides
(VIII,
48,
t-6).
Duranre
]as maniol¡r'es preparatorias
del
golpe
oligárquico
de
411, Frínico
habló en
contra
de
la
propuesta
de
mandar
llanrar
a Alcibíades
y
reemplazar
la democracia.
Es falso,
dijo
(en
el resumen
de
Tucídides),
pensa.t'
quc
los ateníenses
recibirían
con
agrado
una
oligarquía,
pues
<<no veían
razones
para
suponer
que
estarían
mejor
bajo
los
kaloi
kagatboi,
consíderando que
cuando
ia
democ'acia
había
cometido
maldades,
había
sido
por
instigación
y
guía
de los
kaloi
kagathoi, que
eran
los
principales
beneficiarios>>.
Frínico
era
un
personaje
astuto y
no
estamos obligados a
creer
todo
(o
algo
de)
1o
que
dijo
en
un
debate
político.
Sin embargo, Tu-
cídides
se
apartó
de
su
manera
usual de plantear
las
cosas
hasta
iímites
poco corrientes para
ínsistir
en
Ia
agudeza
y
comección
de
los
-iuicios
de
Frínico,v
y
esto da
nueva
luz
a
sus
asertos
sobre los bene-
ficios
de
la clase
alra
gracias
al imperio,
Po¡
lo
menos
srgiere
algo
más
que
fama y
poder
por
sí
solos
como
objetivos
de la lárga serie
de
kaloi
kagcthoi
que,
empezando
por
Cimón,
construyeron,
defen-
dieron
y lucharon
por
ei
imperio.
EI enigma
es
que
no
podenros
espe-
cificat
cómo
pudieron
las
clases altas
ser las
principales
beneficiarias.
Apame
de
la adquisición
de
fincas
en
te¡dtorios
sometidos,
no
puedo
pensar
más
gue
en beneficios
negativos,
Es
decir, las
ganancias
im-
periales
permitieron
a los
atenienses
consrruir espléndidos edificios
públícos
y fundar
la
armaáa
mayor
de
sus días
sin
añadr
carga
frnan-
cieta
a
los que
pagaban
los
impuestos.
Y
en
eI
siglo
rv
se puso
en
6.
-
rrxmy
B1
ANTIGUA
EL
I¡vIPERIO
ATENIENSE
8l
7/23/2019 La Ciudad Antigua M.finley
http://slidepdf.com/reader/full/la-ciudad-antigua-mfinley 26/28
82 LA
GiI.E,CIA
eviclencia
qué
carga
podía imponer
Ia
flota,
Eso
es
algo,
pero apenas
suficiente
para
re
solver
el
enigrna
que
nos
dejó
Frínico.
Sea
como
fuere,
la
conclusión
rne
parece convincente,
efl el
sen'
tido de
que
el irnperio benefició
directamente
a la
mitad
más
pobre
de la
población
ateniense
hasta un
punto
desconocido
en el
imperio
¡omano o
en los
imperios
rnodernos.
IIubo
un
precio,
Pot
sltpuesto:
los
costes
de
¡n
constante estado
de
guerra.
Se
perdieron
hombres
en
Ias acciones
navales,
y
a veces
en
las ba
ralles
terrestres
,
Y
muy
contundentemente
en eI
desastre de
Sicilia.
Los
campesinos
atenien-
ses
sufrieron
las expediciones
periódicas
de
los
espartanos
en
la
prirnera
fase de
las
guerras
del
Peloponeso,
e incluso
más
las de la
guarnición
permanente
espartana de
Decelia,
en Ia
décaáa final
de
la
grlerra
.
La
relación
enüe
estos males
y
el
imperio era
cIara,
pero
¿
qué conclusiones
sacaron
? La
guerra era
endémica: todos
1o
acep'
taban
como
Lrn
hecho
,
y
por
tanto
nadie
discutía
seriamente,
ni
creía,
que
Ia
rendición
del
imperio
hubiera
aliviado
a
Atenas
de las
miserias
de
la
guerra
.
La
hr-rbiera aliviado
simplemente
de
ciertas
guerras
concretas,
y
Ia
pérciida
del imperio
y
sus beneficios
parecía
que no valían
tan
dudosa
ganancia. Lt moral
ateniense
se nrantuvo
boyante
hasta
el
amargo
finaI, d. actreldo
con su cálcuIo
de
pérdi-
das
y
ganancias.
VI
Sin
duda
1os
estados
sometidos
hubieran
preferido
\a
libertad
respecto
de
Atenas
rnás
que
su sonüetimiento
a
ella,
suponiendo
igual
todo
1o
demás.
Pero
el
deseo
de
libertad
a menudo
es
un
arm^ débil,
y
1o
demás
raralxente
es
igual
en la vida
real.
Me
refiero
no
sólo
a
las
üficultades
asombrosas
de
organizar
una
revuelta
con
éxito
-hlaxos
1o intentó
y
fue aplast
ada,
Tasos
1o
intentó
y
fue
aplas-
tada,
más
tarde
h{itilene 1o intentó
y
fue
aplastafla-,
sino
también
a
las
relaciones
más complejas, inherentes
a
todas las
situaciones
de
sujeción
y
dominación.
<<Los
aliados
(o
súbdítos)»
son también
una
absffacción,
comc
<rAtenas)>.
Atenas
tenía
partidarios en todas
Ias
ciudades
sometidas.ss
En
4L3,
antes
de Ia
batalLa
final
de Siracusa,
cuando
la
siruación
de
la armacla
ateniense
se
había
vuelto
desespe-
ruda,
los
siracusanos
ofrecieron
a los
contingentes aliados
su
liber-
tad
y
un
salvoconc{ucto
si
desertaban.
Lo
rechazaron
y
aceptaron
el
sino
ateniense.
Dos años
más tarde,
el
pueblo
c{e
Samos
teafirmó
su'
lealtad
a
Atenas
y
siguió
fiel
hasta
el
amargo
final.
No
sabemos
por qué
Samos
reaccionó así
en
471,
7,
los mitile'
nios
de
un
modo
opuesto en 428. Carecemos
de
Ia
in{otmación ne-
cesa¡ia.
La historia del
irnperio revela
en
todas
partes
un modelo
igualmente divergente: el
punto
de
vista
del estado
impetial
es
más
o
menos
unitat'io,
mientras
que
en
el
otro
extremo
vaúa
de comu-
nidad
a
comunidad,
y
dentro de
cada
comunidad,
de
grupo
a
grupo.
Ente
algunos de
los
súbditos
atenienses, el
pueblo
prefería
una
democracia
respaldada
por
el
pódet
ateniense,
antes
que
una
oligar-
quía
en un
estado autónomo.
Eso
podría ser
una
explicación
de una
reacción concreta
(aunque
Atenas no se opuso
siempre
a
las
oligar-
quías).
Con
respecto
a
esto,
vale
la
pena
tecordar
que no
se
nos
dice
nunca
cómo
se recaudaban
los
ímpuestos dentro del
estado
tri-
butario. Si
prevaleció
el sistema
griego
normal
c1e recaudación
-y
no
hay ruzón
para
creer
que
no ocurtieta asl-,
entonces
el impuesto
para
Atenas 1o
pagaban
1os ticos, no ei
pueblo.
Esta
carga,
por
tanto,
no
debió
cauiar ninguna preocupación
a1
pueblo.
En
suma, los
costos
materiales
soportados
por
los súbditos eran
desiguales,
y
por
1o
genetai
se
nos
escapa su
peso
e
impacto.
En
el
relato
de Tucídides
de
los
debates
en
Esparta,
que
tetmi-
naron con
una declatación de
guerra
contta
Atenas, el
historiador
aui-
buye las
siguientes
palabras
a un
portavoz ateniense
(f
,,76,2):
No
hemos hecho nada exttaordina¡io,
nada .on,trrio'"
,lf ;"ii
turaleza
humana,
al
aceptar un
imperio cuando se
nos ofrecla,
y
luego
al .regarnos
a
abandonarlo. Tres
motivos muy
poderosos
nos impiden
hacerlo;
honot,
miedo
e i¡terés.
Y
no fuimos los
prirneros
en
acuar
así.
Siempre
ha
sido norma
que
el
débil
se
ha
visto
dominado-por
él:fuette;
además,
nos
consideramos
dignos
de
nuestto poder.
Aquí no
hay
un
programa
de imperialismo,
ni teoría; simple-
.mente
una
reafumación
de
la antigua
creencia
universal
en
la
natu-
talidad de
la
dominación. Mirando hacia
affás, ei
historiador es libre
de hacer sus
propios
juicios
morales;
pero
flo
es
libre
para
confun-
dirlos
con los
juicios
prácticos.
Ii{ucha
literatura
moderna
se
preocuPa
en exceso, incluso
-"e
obsesiona,
al intentar dete¡minar
si
Atenas
<<explotó
a
sus aliados
en una
proporción
considerable»
o
<<cuánta
explotación
y
opresión tuvo
lugar»>. Tales
preguntas
no
se
pueden
84
LA
GB.IICIA
ANTIGI]A
7/23/2019 La Ciudad Antigua M.finley
http://slidepdf.com/reader/full/la-ciudad-antigua-mfinley 27/28
contestar,
o acaso
carecen
de
sentido.
El imperialismo
aieniense
ernpleó todas
las formas
de
explotacíón
material
disponibles
y
posi-
bles
en esa
sociedad. Las elecciones
y los
lírnites
venían
determina-
dos
por
la
experiencía y
por
criterios
prácticos,
a
veces
por
cálcuIos
ertóneos.
CepÍturo
3
TIERRA,
DEIIDA
Y
I{OMBRE
EI{
LA
ATENIAS
CLASICA
ACAIIDALADO
Cuando
el
padre
de Alejandro
lvlagno,
Filipo
II
de
Macedonia,
organizó
a
las ciudades
gtiegas
en
la
Liga
de los Helenos,
una
tarea
impottante del
cuerpo recién
creado
fue
suprimir
Ia
sedíción
en
el
mundo
griego.
El cátálogo de
actos
sediciosos
,incluía
la
redisttibu-
.ión
de Ia tierra
y
la
cancelación
de
deudas'(Pseudo-Demóstenes,
XVII,
15).
Paru
Platón, estas
medidas
presagiaban
al tirano
y
al
demagogo.l
Todos los
ciudadanos
de Itano, en
Creta,
juraron
<<nó
rcalizaté
una redisttibución
de
tierras
o
casas
o
solates
de cons-
ttucción
ni una cancelación
de
deudas>>, eni un
juramento
conservado
en
una columna de
mármol
de
principios'del
siglo
ilI
antes
de
Ctisto.2
Antetiormente,
una ley de
Delf'ós
consideraba
un crimen,
con Ia
maldición
como
castigo,
el simple hecho
de
ptoponer
una
de estas
medidas
en la
asamblea.3
El
asunto
no
es
un
cliché
rneramente
retórico,
sino
Ia
reflexión
sobre una
profúnda
preocupación,
sólidamente
enraizada en el ca--
rácter
de Ia
economÍa
griega y
la historia de los conflictos
políticos
griegos.
Desde
el siglo
vlil
a. de
C., ininterrumpidamente
dutante
más de
quinientos
años,
hasta
la conquista romana,
los
gtiegos
estu-
vieron constantemente en
movimiento.,
tanto
como
emigrantes
(indi-
vidualmente o
en
grupos)
o
como
revolucionarios exiliados. Las co-
lonias
atenienses
militares
y
agrlcolas
(cleruqulas)
del siglo
v
a,
de
C,,
que
totalizaban
10.000
hombres
o más
en el momento
álgido;
a
el
Reimpreso
con
el
permiso
de
Political
Science
Quarterly,
68
(1953),
pá-
ginas
249-268.
7/23/2019 La Ciudad Antigua M.finley
http://slidepdf.com/reader/full/la-ciudad-antigua-mfinley 28/28
86
LA
GREcIA ANTIGUA
considerable
número
de
melcenalios
griegos
del
siglo
lv,
de
los
que
Ios
Diez N{il de
Jenofonte
no son
más
que
el
ejemplo
más famoso;
Ia
guerra
civil en
la Esparta
deI siglo lrr,
bajo Agis,
Cleórrenes
y
Nabis
-éstos
son
ejemplos
que
se
pueden
tepetir
casi
en cr"ralquiet
momento
de
la histo¡ia
helénica,
si
no siempre,
con
el
mísr¡ro
impac-
to
dramático.
Y era e]
harnbre
de
tietta
LaÍueva
impulsora.
EIharnbte
de
tierta, a
su
vez,
ptocedÍa flecuentemente de
Ia
expropiación pri-
vada,
con
la
deuda
como
ínstrulnento efectívo.
Es
posible
que
el'campesino olrsesionado
poi
Ia
deuda
sea
en
cielto
sentido una
figura universal,
pero
es
a
la
vez
la
personificación
de
los
factores
económicos cambiantes; y,
como
éstos cambian,
é1
también
carnbia
de
aspecto,
a
veces
radícalmente.
Aparte
de ias
con-
diciones
naturales,
Ias
variables
si.qnificativas
incluirían el mercado,
el
tamaño
y
tipo de
Ia piopiedad,
Ios tegímenes de
tenencía
de tie-
rras,
la
división del
trabaio entre
ciudad
y
campo, 7a calidaá
y
exten-
sión
de
Ias
facilidades
y
operaciones
de crédito,
la
situación
eco-
nómica
del
prestamista,
y
el
grado
y
clase
de
intervención
del
es-
taclo.
Decir
llanarnente,
con un
relevante historiador
económico, que
.,comó
el
préstámo
para
gastos
. .. el
piéstarao
a§rlcola
se conviette
en base
de extorsión
y
opresíónn,s es
formulat
una
generalización
que,
por
muy
váiida
que
sea,
también
enciera una
tran
pa pata
los
que
ignotan las variables. Eliminal esta trampa, en
un
punto
con-
creto
de
Ia
historia
griega, es
el objetivo
de
este
artfculo.
I
Solóh.es el prinrer
nonrbre
griego q'ie
nos
viene
a la mente cuan"
do se mencionan
juntas
tiema
y
deuCa. Poco
despr:és
del 600 a. de
Cristo,
fue
designado «legislador)>
en Atenas,
con
podetes constitu-
cionales
nunca
.¿istos
hasta
entonces,
porque
Ia
rlemanda
de redis-
uibución c{e tietras
,r,
La
cancelacíón de
deudas
nc
pcCía
seguir blo-
queada
por
la oligarquía
terrateniente,
por la
fuerza
o con conce-
siones
mínirnas.
En
uno
de
sus
poemas,
Soión
habló de
la
<<tÍetra
negra, de Ia
que
yo
quité
antaño
los boroi
afincados en
tantas partes;
y antes ella
era
esclava. y
ahoru es
libre:>.6
P¡ecisamente
qué
medi-
das
tenía
Solón
en
merlte,
cuando esmibió
estas
dos líneas, es objeto
ahora
de
fuertes
discusíones,
como tambien
la
rnayor
parte de
su
programa
de re{olmas econónricas. Es cierto, sin
embargo,
que
de
TIERRA)
DEUD^
y
r_ror,fBRE
ACAUDá.LADo
B7
algún nrodo
suprimió
los
gravámenes
que
estaban
expulsando
cle
sus
tierras
a
Ios
peqr-reños
campesinos
del Aúca.,
Los
hoioi eran
mojones
de
piedra
usados
para
señalar
los límites
entre
propiedades
áofin-
dantes.
En
cierto
momento
los
atenienses
dieron
Jrro
uro,
.o*_
pletamente
distinto,
a_algunos
horoi,
y
era
este segundo
tipo
d.
indicadores
el
que solón
quitó:
Ios
indicadores
.oio.rdo.,
"n
las
fincas
para
hacer
público
el
hecho
de que
estas
propiedades
concre-
tas
tenían
que
responder
legalmente
de
sus
deudas.
En
cierto
senti
do,
Ios.
atenienses
habían
dado
con
un
sistema
muy
brutál
de
con-
segui'
algunos
de
los
objetivos
del
registro
n
od.ino
c1e
títulos
y
contratos.
El
hecho
de quitar
las
piedras
simbolizaba
liberación
dL
Ios
gravámenes.8
Pese
a
todo
Io
que
hizo
solón por
los
campesinos
de
su tiempo,
nunca pretendió,
ni
llevó
a
efecto,
una
prohibicíón
permanente
de
préstamos
avalados
por
Ia
posesión
de
tierras.
Los campesinos
si-
gr-rierón
endeudándose,
y
ahora
que
ya
no
1es
estaba
permitido
ofre-
cer
sus personas
o
sus
familias
como
franza
--teforma
permanente
de solón-,
sólo
su
tierra
les posihilitaba
e1. préstamo.
El
uso
de
los hiovoi
para
conocimíento
pí,blico
conrinuó.no
sólo
para
las
pro-
piedades
agrícolas,
sino
también,
finalmente,
para
.rrr,
á.
la ciuáad,
cuando
se
presentaban
como
fianza.
Los
aryueólogos
han
descubier-
to
más
de
doscientas
piedras
de
este
tipo
án
el
Ítica y
en
cuatro
islas
egeas dependientes
de
Atenas.
Las
liedras
halladas
,.
,.n
onrrn
al
período
4ao-250
a. de
c. Los
t.xtos
de 222
de ellas
han
sido
publicados
hacia
7951,182
de
ellas
en
un estado
de
conservación
suficientemente
completo
para
ser
analüadas.e
Un
horos
típico,
traducido
muv
literalmente,
reza
asi:
[En
el
arconrado]
de
praxíbulo
[és
decir,
31.5-:
14
a,
de
C.].
Hotos
de
la tierra
y
casa
presentadas
como
fianza
a
Nicógenes
de
[eI
demo
de]
Aixones,
420
[dracmas],
según
el acuerdo"garanti-
zaCo
con
Cleredemo
de
lel
demo
de]
Ramño.ro
Pocas
piedras
tíenen
textos
más
largos;
la
mayoría
son más
cortos,
só]o
en 27
o
28
se da
una
fecha,
un
acuerdo
esiríto se
menciona
sólo
en 15,
incluso
se
omite
a
veces
el
nombre
del ¿creedor
y
el
total
de
Ia
deuda'
Asl, un
bloqr-re
de
mármol
(IG
II'z,
2.760)
enconrra-
do
en
la
propia ciudad
de
Atenas dice,
simplelneote:
<<Horos
de
un
taller
lergasterionl
depositado
con'lo
frai,a,
750
[dracmas]»
-ties
palabras
],
un
numefal
en
griego.