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CONCILIO PLENARIO DE VENEZUELA
LA CELEBRACIÓN DE LOS MISTERIOS DE LA FE
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LA CELEBRACIÓN DE LOS MISTERIOS DE LA FE
DOCUMENTO CONCILIAR Nº 10
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SSIIGGLLAASS DDEE DDOOCCUUMMEENNTTOOSS
AA Concilio Vaticano II, Decreto Apostolicam Actuositatem sobre el
apostolado seglar.
AG Concilio Vaticano II, Decreto Ad Gentes sobre la actividad misionera
de la Iglesia.
AN Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales, Instrucción Pastoral Aetatis Novae en el vigésimo aniversario de la Communio
et Progressio.
AS Juan Pablo II, Exhortación Apostólica Postsinodal Apostolorum
Succesores
CA Juan Pablo II, Encíclica Centesimus Annus.
CAT Concilio Plenario de Venezuela. 4: La Catequesis
CatIC Catecismo de la Iglesia Católica.
CCCS CEV, Carta Pastoral Colectiva Con Cristo hacia la Comunión y la Solidaridad 2000.
CD Concilio Vaticano II, Decreto Christus Dominus sobre el Oficio Pastoral de los Obispos.
ChL Juan Pablo II, Exhortación Apostólica Postsinodal Christifideles Laici.
CIC Código de Derecho Canónico.
CIGNS Concilio Plenario de Venezuela 3, La Contribución de la Iglesia a la Gestación de una Nueva Sociedad
CVI Concilio Plenario de Venezuela 2, La Comunión en la Vida de la Iglesia en Venezuela
CMF Concilio Plenario de Venezuela 10, La Celebración de los Misterios de la Fe
CP Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales, Instrucción
Pastoral Communio et Progressio (23 de mayo de 1971).
CT Juan Pablo II, Exhortación Apostólica Postsinodal Catechesi Tradendae.
DE Pontificio Consejo para la Unidad de los Cristianos, Directorio Ecuménico.
DGC Directorio General para la Catequesis.
DP III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, en Puebla.
DV Concilio Vaticano II, Constitución Dei Verbum sobre la divina
Revelación.
EA Juan Pablo II, Exhortación Apostólica Postsinodal Ecclesia in
America.
ECV Concilio Plenario de Venezuela 13, Evangelización de la Cultura en
Venezuela.
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DOCUMENTO CONCILIAR Nº 10
3
EDI Concilio Plenario de Venezuela 15, Ecumenismo y Diálogo Interreligioso.
EN Pablo VI, Exhortación Apostólica Postsinodal Evangelii Nuntiandi.
FC Juan Pablo II, Exhortación Apostólica Postsinodal Familiaris Consortio.
GE Concilio Vaticano II, Declaración Gravissimum Educationis, sobre
la educación cristiana de la juventud.
GES CEV, Carta Pastoral Colectiva Guiados por el Espíritu Santo (1998).
GS Concilio Vaticano II, Constitución Gaudium et Spes, sobre la Iglesia en el mundo de hoy.
ICM Concilio Plenario de Venezuela 11, Instancias de Comunión del Pueblo de Dios para la Misión
IE Concilio Plenario de Venezuela 12, La Iglesia y la Educación
IF Concilio Plenario de Venezuela 6, Iglesia y Familia: Presente y
Futuro.
IM Concilio Vaticano II, Decreto Inter Mirifica, sobre los Medios de
Comunicación Social
ISMR Concilio Plenario de Venezuela 16, La Iglesia ante las Sectas y
otros Movimientos Religiosos.
JBNJ Concilio Plenario de Venezuela 8, Jesucristo: Buena Noticia para
los Jóvenes
LE Juan Pablo II, Encíclica Laborem Exercens.
LCE Congregación para la Educación Católica: El Laico en la Escuela Católica
LCV Concilio Plenario de Venezuela 7, El Laico Católico, Fermento del Reino de Dios en Venezuela
LEC Congregación para la Educación Católica: La Escuela Católica
LG Concilio Vaticano II, Constitución Lumen Gentium, sobre la Iglesia.
MC Pablo VI, Carta Apostólica Marialis Cultus.
Med II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, en Medellín.
NA Concilio Vaticano II, Declaración Nostra Aetate, sobre las relaciones de la Iglesia con las religiones no cristianas.
MM Juan XXIII, Encíclica Mater et Magistra.
NMI Juan Pablo II, Carta Apostólica Novo Millennio Ineunte.
OPD Concilio Plenario de Venezuela 9, Obispos, Presbíteros y Diáconos
al servicio de una Iglesia en Comunión.
OT Concilio Vaticano II, Decreto Optatam Totius, sobre la formación
sacerdotal
PC Concilio Vaticano II, Decreto Perfectae Caritatis, sobre la
renovación y adaptación de la vida religiosa.
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DOCUMENTO CONCILIAR Nº 10
4
PCPF Pontificio Consejo para la Familia, Preparación al Sacramento del Matrimonio.
PDV Juan Pablo II, Exhortación Apostólica Postsinodal Pastores Dabo Vobis.
PPEV Concilio Plenario de Venezuela 1, La Proclamación Profética del Evangelio de Jesucristo en Venezuela.
PG Juan Pablo II, Exhortación Apostólica Postsinodal Pastores Gregis
PMC Concilio Plenario de Venezuela 14, Pastoral de los Medios de
Comunicación Social
PO Concilio Vaticano II, Decreto Presbyterorum Ordinis, sobre el ministerio y vida de los presbíteros.
PPC Consejo Pontificio para la Cultura (1999), Para una Pastoral de la
Cultura.
PP Pablo VI, Encíclica Populorum Progressio.
PT Juan XXIII, Encíclica Pacem in Terris.
QA Pío XI, Encíclica Quadragesimo Anno.
RD Juan Pablo II, Carta Apostólica El rápido desarrollo, a los
responsables de las Comunicaciones Sociales (24 de enero de 2005).
RICA Ritual De Iniciación Cristiana de Adultos.
Rio I Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, Río de Janeiro.
RM Juan Pablo II, Encíclica Redemptoris Mater.
RMi Juan Pablo II, Encíclica Redemptoris Missio.
SC Concilio Vaticano II, Constitución Sacrosanctum Concilium., sobre la Sagrada Liturgia
SD IV Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, Santo Domingo.
SRS Juan Pablo II, Encíclica Sollicitudo Rei Socialis.
TMA Juan Pablo II, Carta Apostólica Tertio Millennio Adveniente.
TMI Juan Pablo II, Carta Apostólica Tertio Millennio Ineunte.
UR Concilio Vaticano II, Decreto Unitatis Redintegratio, sobre el Ecumenismo.
UUS Juan Pablo II, Encíclica Ut unum sint, sobre el empeño ecuménico, del 25 de mayo de 1995
VAT II Concilio Vaticano II
VC Juan Pablo II, Exhortación Apostólica Postsinodal Vita Consecrata.
VCV Concilio Plenario de Venezuela 5, Vida Consagrada en Venezuela
VS Juan Pablo II, Encíclica Veritatis Splendor
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DOCUMENTO CONCILIAR Nº 10
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OTRAS SIGLAS
APEP Asociación de Promoción de la Educación Popular
AVEC Asociación Venezolana de Educación Católica
CELAM Consejo Episcopal Latinoamericano
CEV Conferencia Episcopal Venezolana
CNL Consejo Nacional de Laicos
CONVER Conferencia Venezolana de Religiosas y Religiosos
CPV Concilio Plenario de Venezuela
ERE Educación Religiosa Escolar
INPRECLERO Instituto de Previsión Social del Clero
INVECAPI Instituto Venezolano de Capacitación Profesional de la Iglesia
OMP Obras Misionales Pontificias
OSVEN Organización de Seminarios de Venezuela
SPEV Secretariado Permanente del Episcopado Venezolano
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INTRODUCCIÓN
1. VER: ANÁLISIS PASTORAL DE LA REALIDAD.
1.1. Participación y animación litúrgica
1.1.1. Vivencia de los sacramentos y sacramentales
1.1.2. Santificación del tiempo
1.1.3. Animación litúrgica
1.1.4. Lugares, música y arte sagrado
1.2. Formación litúrgica
1.3. Inculturación de la liturgia
1.4. Religiosidad y piedad popular
2. JUZGAR: ILUMINACIÓN TEOLÓGICO-PASTORAL
2.1. La liturgia en el misterio de Cristo y de la Iglesia
2.2. Participación y animación
2.2.1. Vivencia de los sacramentos y sacramentales
2.2.2. Santificación del tiempo
2.2.3. La oración y la penitencia
2.2.4. Animación litúrgica
2.2.5. Lugares, música y arte sagrado
2.3. Formación litúrgica
2.4. Inculturación de la liturgia
2.5. Liturgia, religiosidad y piedad popular
3. ACTUAR: DESAFÍOS, ORIENTACIONES Y NORMAS
3.1. Desafíos
3.2. Orientaciones a:
3.2.1. Desafío 1: propiciar la celebración viva, creativa y fructuosa de sacramentos y sacramentales
3.2.2. Desafío 2: promover la vivencia de los tiempos litúrgicos y de la oración
3.2.3. Desafío 3: Favorecer una liturgia participativa
3.2.4. Desafío 4: Promover el cuidado de los lugares sagrados, la
música y el arte
3.2.5. Desafío 5: Fomentar una mayor educación litúrgica en los
ministros y en todo el Pueblo de Dios.
3.2.6. Desafío 6: Incentivar medios para lograr una liturgia inculturada
3.2.7. Desafío 7: Evangelizar la religiosidad popular y dejarnos evangelizar por ella.
3.3. Normas pastorales
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INTRODUCCIÓN
1. La Iglesia, Pueblo de Dios, congregada por Cristo mediante su palabra,
su misterio pascual y el don del Espíritu Santo, es como un sacramento1 al servicio del Reino de Dios y para la salvación de todos. En la
celebración litúrgica del misterio salvador de Cristo, ella encuentra la
cumbre a la cual tiende toda su actividad y la fuente de donde mana
toda su fuerza (Cf. SC 10), para cumplir su misión en la historia. En la vida de las comunidades eclesiales, la liturgia y las manifestaciones de
religiosidad popular de nuestro pueblo creyente inspiradas en ella
ocupan un puesto preponderante. Por ello, el Concilio Plenario de
Venezuela quiere iluminar y orientar a los fieles para que la celebración de los misterios de la fe redunde cada vez más en la edificación de una
Iglesia de comunión y solidaridad, capaz de responder a los desafíos de
la evangelización y santificación de Venezuela en los inicios del tercer
milenio. Exhortamos, pues, al pueblo creyente a vivir, celebrar y
testimoniar la fe, “mientras esperamos la gloriosa venida de nuestro Salvador Jesucristo”2.
2. Los núcleos problemáticos del presente documento, indicados desde el
comienzo del trabajo conciliar, son: la participación y animación, para
que los distintos componentes de la asamblea asuman cada uno su responsabilidad; la formación litúrgica, tan necesaria para
comprender y vivir las celebraciones; la inculturación de la liturgia,
proceso de adaptación exigido por la misma dinámica del desarrollo
cultural y de la valoración de las raíces propias de nuestro pueblo; la religiosidad y piedad popular, como manifestaciones del alma del
pueblo, a través de la cual conserva, alimenta y expresa su fe. Se quiere
dar respuesta a estos núcleos, a través de una reflexión general sobre el
culto cristiano en Venezuela, usando la metodología del ver, juzgar y
actuar.
3. Que Santa María de Coromoto, nuestra Patrona, nos ayude con su
maternal intercesión, para que la Iglesia que peregrina en Venezuela
pueda ofrecer la adoración al Padre “en espíritu y en verdad” (Jn 4, 23)
en sus celebraciones litúrgicas y piadosas, y que de allí obtenga la fuerza para llevar adelante el plan de salvación en el presente y el futuro
de nuestro país (Cf. GES 4)
1. VER: ANÁLISIS PASTORAL DE LA REALIDAD
4. La reforma litúrgica impulsada por el Concilio Vaticano II ha sido
recibida y aplicada en nuestro país a lo largo de estas cuatro décadas.
La Conferencia Episcopal Venezolana manifestó gran diligencia en la
1 “La Iglesia es en Cristo como un sacramento, o sea signo e instrumento de la unión íntima con Dios
y de la unidad de todo el género humano” (CONCILIO VATICANO II, Constitución Dogmática Lumen Gentium, sobre la Iglesia, N° 1).
2 MISAL ROMANO, final del Embolismo del Padre Nuestro.
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aplicación de los decretos conciliares: en 1964 se creó la Comisión
Episcopal de liturgia, que ha tenido una meritoria labor desde entonces3.
En su conjunto, el Pueblo de Dios ha recibido positiva y mayoritariamente la reforma litúrgica. Sin embargo, algunas directrices
de ésta todavía no se han aplicado plenamente. Ciertas disposiciones se
han cumplido en las formas exteriores, sin llegar a la profundidad que se
buscaba. Aún es insuficiente la conciencia de participación; no ha habido una formación litúrgica adecuada del clero y de los fieles laicos; no se
han asumido completamente los valores de la religiosidad popular y el
sustrato cultural del pueblo venezolano. A continuación se presenta más
detalladamente la manera en que nuestro pueblo celebra los misterios de la fe.
1.1. Participación y animación litúrgicas
5. En Venezuela se ha ido logrando una participación más consciente y activa de los fieles en las celebraciones litúrgicas. Es ya tradicional la
multitudinaria asistencia a las celebraciones de la Navidad, Semana
Santa y festividades especiales. Se han multiplicado los fieles que se
sienten llamados a compromisos más exigentes en el ámbito de la celebración litúrgica y de su preparación. Sin embargo, la participación
asidua en la liturgia sigue limitada a una minoría del pueblo católico, la
más consciente de su compromiso bautismal. La mayoría reduce su
participación a unas cuantas ocasiones, más ligadas a la tradición, a la costumbre o al acontecimiento social, que a una fe verdaderamente
vivida y celebrada. Es poco frecuente la participación en la vida litúrgica
del grupo familiar como tal, aunque en esto se van dando algunos
progresos.
1.1.1. Vivencia de los sacramentos y sacramentales
6. En general, la Iglesia en Venezuela ha promovido la participación de sus
fieles en los sacramentos, aunque ésta sigue teniendo muchas limitaciones. No se advierte claramente en algunos fieles el deseo de
recibir la gracia de los sacramentos para estar unidos a Cristo. La razón
de este comportamiento probablemente radica en la concepción de un
Dios hecho a su medida, y en muchos casos a la falta de una oportuna proclamación del kerigma y de una adecuada catequesis. Por esto, los
sacramentos no tienen suficiente asidero en la conciencia individual y
colectiva, y se reciben como por salir del paso, sin darles su valor
verdadero, obstaculizándose, así, la unidad que debe existir entre fe, celebración y vida.
3 La Comisión Episcopal de Liturgia se ha ocupado del Calendario propio para Venezuela, la adaptación
de los rituales de bautismo, matrimonio, confirmación, unción de enfermos, ministerios y diaconado, preparación de la Misa y Oficio propios de N. S. de Coromoto. Ha preparado normas disciplinarias sobre bautismo, confirmación, eucaristía, penitencia, que luego han sido publicadas por la CEV. Así mismo ha realizado cursos de actualización y encuentros de delegados diocesanos. En 1980 se inicia la publicación de “Sinaxis”. Preparó y publicó el Directorio Nacional de Pastoral litúrgica.
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7. Se han hecho notables esfuerzos para dar a la palabra de Dios su
centralidad vivificante en las celebraciones sacramentales. Esto se puede
observar en la preparación de lectores y ministros de la palabra; en el progreso en las homilías, que son más centradas en los textos
proclamados y en la vida de la comunidad; en el canto del salmo
responsorial en misas dominicales y festividades; en los subsidios
litúrgicos que han acercado la palabra al pueblo; en los gestos y símbolos externos de veneración a la Sagrada Escritura. No obstante, no
se ha logrado todavía educar a amplios sectores del pueblo de Dios para
la escucha de la palabra divina.
8. Ha ido creciendo la valoración y el aprecio de los sacramentos del bautismo y la confirmación: la celebración familiar del bautismo se
caracteriza, en nuestro pueblo, por un ambiente de alegría y un gran
sentido de fraternidad. Se ha procurado suscitar el sentido de
responsabilidad cristiana en quienes los solicitan; algunos padres van
asumiendo su papel como responsables de la formación cristiana de sus hijos. Hay que notar que estos sacramentos no siempre se celebran
debidamente: en muchos lugares su realización es masiva, poco festiva,
desvinculada de la comunidad cristiana y con poca preparación
catequética. La costumbre de “echar el agua” a los niños propicia el hábito de retrasar el bautismo de éstos. El papel del padrino como
testigo y acompañante en el camino de la fe es aún muy débil.
9. En cuanto a la confirmación, se ha ido implantando la catequesis previa
al sacramento, y el haber establecido una edad mínima en torno a la adolescencia ha permitido enfatizar el compromiso cristiano de los
jóvenes. Hay que lamentar que sea una minoría del total de jóvenes
bautizados la que busca y recibe este sacramento. No siempre se
percibe en los confirmandos el sentido de pertenencia a la comunidad
cristiana, y su perseverancia en la vida sacramental es bastante reducida. Un pequeño número de los confirmados explicita su
compromiso comunitario ingresando en grupos juveniles, vocacionales y
apostólicos.
10. Las celebraciones eucarísticas, principalmente las dominicales y las festivas, son momentos de gran participación de la comunidad cristiana:
es el acto litúrgico por excelencia, el más conocido y solicitado, que se
une a las fechas y circunstancias más diversas. Dentro de la vida de las
comunidades cristianas, la celebración de este sacramento se ha visto beneficiada por distintas iniciativas que facilitan la participación.
11. Es menester observar, sin embargo, que la asistencia regular a la
Eucaristía dominical es muy escasa. Por otra parte, en la celebración de
la Eucaristía se notan algunas fallas por falta de una buena formación litúrgica de pastores y fieles: la creatividad, actitud legítima y fomentada
por las orientaciones eclesiales, a veces se ha entendido mal, en sentido
anárquico; la asamblea muchas veces acepta pasivamente las
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“innovaciones” introducidas. En otros aspectos se evidencian descuidos:
poca preparación de las homilías; alteración del orden de la celebración
u omisión de algunos de sus elementos, incluso sustanciales; celebración en lugares inadecuados; descuido de los signos y símbolos
litúrgicos. La escasez de sacerdotes y las numerosas misas dominicales
que éstos deben atender conlleva, en ocasiones, a unas celebraciones
apresuradas, ritualistas y desprovistas del auténtico sentido festivo del Día del Señor.
12. Ha aumentado el número de comuniones, pero sigue siendo una minoría
del pueblo cristiano la que se acerca al sacramento de la Eucaristía, y
algunos lo hacen sin la debida preparación. La primera comunión se celebra con gran solemnidad; sin embargo, no siempre se traduce en el
inicio de una vida eucarística, reduciéndose a un hecho aislado.
13. Muchas comunidades cultivan y promueven el culto eucarístico fuera de
la Misa, mediante la exposición breve o prolongada del Santísimo
Sacramento y la propagación de la devoción eucarística entre los grupos y movimientos, así como entre los fieles en general. Hay gran aprecio
del pueblo cristiano por las procesiones con el Santísimo Sacramento y
por las manifestaciones piadosas en torno al día del Santísimo Cuerpo y
Sangre del Señor. La nación venezolana fue consagrada al Santísimo Sacramento hace más de un siglo. Sin embargo, debido a razones
diversas, la Eucaristía todavía no ocupa el centro de la devoción del
pueblo cristiano.
14. El pueblo cristiano tiene gran aprecio por la celebración del sacramento de la reconciliación, pero hay que reconocer que su práctica no es
frecuente en la mayoría. En muchas parroquias se ha puesto en práctica
con fruto la celebración penitencial, donde los fieles tienen acceso a este
sacramento con el auxilio de varios confesores. Es menester señalar que
la reconciliación no siempre se realiza de manera apropiada: no se aprovecha la riqueza expresiva del ritual vigente, tanto en la celebración
individual como en la comunitaria; se hace más énfasis en los aspectos
morales o de consulta espiritual, que en el encuentro mismo con el
Señor que ofrece el perdón. Muchos opinan erróneamente que no es necesario este sacramento. En algunas iglesias no existen horarios
regulares de confesiones.
15. Se nota una mayor comprensión y aceptación del sacramento de la
unción de los enfermos, celebrado tanto de manera individual como colectiva. La práctica de este sacramento se inscribe en la atención
pastoral de los enfermos, que incluye también la recepción de los
sacramentos de la reconciliación y de la Eucaristía. Para esta atención
pastoral, muchos sacerdotes se valen de la ayuda de los laicos comprometidos, con el fin de llegar a un mayor número de enfermos,
pero se corre a veces el peligro de que el propio sacerdote descuide su
misión específica en este campo. Es insuficiente la atención pastoral de
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los enfermos en centros hospitalarios, aunque en algunos lugares se ha
logrado una mayor eficiencia con la ayuda de los voluntariados. Por
último, hay que notar la situación problemática que se origina en la propagación de ciertas unciones no sacramentales, que han oscurecido
muchas veces el sentido verdadero del sacramento de la unción de los
enfermos.
16. En algunas diócesis, ha aumentado el número de ordenaciones, debido al repunte de las vocaciones al sagrado ministerio y a la efectiva acción
de la pastoral vocacional. En varias iglesias particulares ha habido
también ordenaciones de diáconos permanentes. Hay una mayor
participación de fieles en dichas celebraciones, lo que incide, sin duda, en la promoción vocacional. Por su misma naturaleza y circunstancias,
son celebraciones dignamente preparadas y realizadas.
17. La celebración del sacramento del matrimonio se ha visto favorecida por
una mejor preparación espiritual, pastoral y litúrgica de los
contrayentes, con la ayuda de la catequesis y de la pastoral familiar (Cf. IF 32). Sin embargo, en muchos casos se evidencian fallas y
desviaciones. Muchos bautizados llegan al momento de contraer
matrimonio sin formación cristiana y a veces sin haber completado los
sacramentos de iniciación. Se nota una grave disminución de los matrimonios sacramentales, entre otras razones, por una especie de
prejuicio contra el compromiso permanente que supone el matrimonio.
Además, la mentalidad secularista que se va imponiendo en muchos
ambientes desvaloriza la familia como institución estable y, por ende, el sacramento del matrimonio (Cf. IF 18). Por otra parte, algunas parejas
enfocan el matrimonio eclesiástico como una simple bendición, o un
añadido estético al compromiso ya contraído. En algunos lugares se ha
dado el caso de que ciertas parejas solicitan una “bendición de anillos”
como rito sucedáneo o sustituto del matrimonio.
18. Ha ido creciendo en los pastores y otros ministros el aprecio y el uso del
ritual de exequias, lo cual ha contribuido a que las celebraciones
exequiales se vean enriquecidas y adaptadas a las diversas
circunstancias; también es significativo subrayar que se mantiene siempre entre nuestro pueblo el valor de la oración que acompaña el
velorio, con el rezo del rosario y otras fórmulas. Con motivo de los ritos
exequiales se nota en el pueblo un gran sentido de solidaridad. Los fieles
aprecian en estas circunstancias la presencia consoladora de sus pastores, en especial, de los párrocos. Hay señales preocupantes de
banalización o paganización del sentido de la muerte, al proscribir, por
voluntad de la persona que va a morir, o de sus familiares, toda
expresión de dolor, sustituyéndola por manifestaciones de júbilo, en las que incluso se llega a excesos y a profanaciones.
19. Ante la carencia de sacerdotes, la presencia de ministros no ordenados
ha salvado, en no pocos lugares, las reuniones dominicales de la
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comunidad para escuchar, meditar y celebrar la palabra de Dios; en
algunos casos, con distribución de la Sagrada Comunión. Sin embargo,
no siempre estas personas reúnen las cualidades necesarias ni la preparación suficiente para coordinarlas y, en consecuencia, estas
celebraciones no se realizan conforme a lo establecido para estos casos.
20. En las costumbres de nuestro pueblo ocupan lugar destacado los
sacramentales y las bendiciones (de personas, lugares y objetos), el uso del agua bendita, la palma del Domingo de Ramos, la luz (vela del
Sábado Santo, de la Candelaria, etc.). Existe el peligro constante de un
uso supersticioso de los sacramentales. Además, algunos ministros no
explican el contenido teológico y pastoral de los mismos. La costumbre de algunos grupos de hacer oraciones para pedir la liberación de
personas o lugares del influjo del Maligno ha creado confusiones
respecto a los exorcismos. La mayor parte de los fieles desconoce el
valor de las indulgencias.
21. En la piedad de nuestro pueblo, sobresale la veneración de las sagradas imágenes en los templos, en el hogar y en sitios públicos (caminos,
ermitas, etc.). Esta veneración puede a veces ser susceptible de
exageraciones, incluso con el uso del término “adoración”, el cual no
siempre en el vocabulario popular debe entenderse en un sentido propiamente teológico, sino en el sentido de un amor muy profundo.
1.1.2. Santificación del tiempo
22. El domingo, Día del Señor, las solemnidades y fiestas del Señor, así
como las grandes festividades marianas, son momentos singulares de
celebración, lo cual se manifiesta en el número de participantes y en
algunos elementos festivos preparatorios (como las novenas y vigilias). En los últimos años se ha manifestado una mejor vivencia y
comprensión de los principales tiempos litúrgicos, de modo especial los
de Adviento y Cuaresma, en los que tienen particular realce la
celebración eucarística y algunos ejercicios de piedad. Conviene notar,
con todo, que algunos de los momentos más significativos del año litúrgico son utilizados por la mayoría como ocasión de asueto
prolongado, de celebración vacía de contenido religioso y hasta de
excesos. Otros perciben esas fechas más como momentos para las
devociones particulares o para actos de religiosidad popular que para la celebración litúrgica comunitaria. Se da cierto desbalance entre los
tiempos de preparación (Adviento-Cuaresma) y los tiempos de
celebración (Navidad y Pascua) los cuales “pasan” casi inadvertidos. Sin
embargo, en algunos lugares se han ido implantando celebraciones como el Vía Lucis, que ponen más de relieve el tiempo pascual.
23. El pueblo venezolano manifiesta un profundo amor y devoción a la
Santísima Virgen María, reflejados en el gran número de advocaciones
marianas que se veneran en el país y en los numerosos templos
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elevados en su honor. Es notable la solemnidad con que se celebran las
festividades principales de la Virgen. Este amor a la Virgen impregna, de
modo particular, los tiempos de Adviento y Navidad, lo mismo que la Semana Santa y los meses de mayo y octubre. De igual manera, los
santos y beatos son venerados por el pueblo, el cual celebra con alegría
sus festividades, sobre todo las patronales, y asocia a ellas muchas
costumbres y tradiciones.
24. Entre los laicos se ha ido propagando el rezo de la Liturgia de las Horas,
tanto individual como colectivamente. Sería de desear que la oración en
común se extendiera aún más, pues con frecuencia el rezo del Oficio se
asimila a una mera devoción privada. En la oración popular se destaca el lugar que ocupan el santo rosario y el vía crucis. Se celebran vigilias y
rogativas. Existen grupos y círculos de oración de diversos tipos y
tendencias, sobre todo en torno a la Biblia, entre los cuales se promueve
la práctica de la lectio divina, aunque ésta todavía tiene poco arraigo en
el pueblo cristiano. Hay un gran desconocimiento de la doctrina sobre el ayuno y la abstinencia, prácticas que en ciertos sectores casi han
desaparecido.
1.1.3. Animación litúrgica
25. Existen comunidades eclesiales en las cuales se ha logrado una
verdadera animación que propicia el encuentro con Jesucristo
resucitado. Sin embargo, no siempre el que preside la asamblea cumple con su papel de primer animador, con capacidad para comunicar lo que
se celebra y vive. Por otro lado, muchos fieles no asumen la
participación activa que les corresponde.
26. Se ha buscado atender las necesidades de los fieles de acuerdo a su edad, por ejemplo, a través de las misas o celebraciones penitenciales
para niños, jóvenes y adultos. En muchas diócesis se ha aplicado el
método de la sectorización territorial de las parroquias, que acerca las
celebraciones a los distintos núcleos de población, como son los
caseríos, barrios… También se han realizado celebraciones comunitarias de los sacramentos del matrimonio y de la unción de los enfermos para
grupos concretos. Desde hace varios años se han venido utilizando la
radio y la televisión para transmitir celebraciones litúrgicas, sobre todo
la Eucaristía dominical, ayudando con ello a la participación de los enfermos e impedidos. Hay que notar, sin embargo, que en este tipo de
celebraciones no siempre se respetan las normas litúrgicas.
27. Han surgido en algunos sitios equipos parroquiales de liturgia que se
esfuerzan en preparar las celebraciones, sobre todo las dominicales y las de otros momentos importantes del año litúrgico. Pero estos grupos no
se han generalizado: por tal razón, en muchos casos la deficiente
preparación de las celebraciones, la rutina tanto de los ministros
ordenados como de la asamblea, unida a la escasa formación, ocasionan
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un ambiente poco propicio para la celebración consciente y activa de los
sacramentos. Algunos integrantes de estos grupos no tienen suficiente
conciencia de su deber de servir a la participación de los demás, y por ello absorben y monopolizan los campos de dicha participación. En
algunos casos, los ministerios son conferidos a personas que no están en
capacidad de fomentar la participación de la asamblea. La mayor parte
de las diócesis no cuenta con una verdadera comisión de liturgia.
28. Se observa el cuidado por el decoro y limpieza de los lugares sagrados y
de los objetos litúrgicos. Se usan elementos que ayudan a crear un
ambiente festivo y más solemne para algunas celebraciones, así como
recursos que las facilitan y ambientan: sonido, proyecciones, decoraciones… En algunos lugares contrasta el hecho de la sustitución
de los libros litúrgicos por folletos u hojas, del canto de la asamblea por
grabaciones; en ciertas ocasiones se advierte el abuso de recursos de
tipo teatral y de decoraciones impropias del acto litúrgico.
1.1.4. Lugares, música y arte sagrado
29. Existe un importante patrimonio conformado por los lugares de culto,
que, en algunos casos, tienen un gran valor histórico y artístico, sobre el que se ha hecho un gran esfuerzo de conservación y mantenimiento.
Estos edificios provienen en su gran mayoría de la época hispánica, pero
también de la primera etapa republicana, así como del siglo XX.
30. Los pastores y el pueblo fiel siempre se han preocupado por edificar los lugares necesarios para las reuniones litúrgicas. Sin embargo, es
menester reconocer que muchos de ellos no tienen la suficiente calidad,
están construidos con materiales de escaso valor y dignidad, o no
satisfacen las necesidades de la comunidad a la que se destinan; sus dimensiones son insuficientes y suelen copiar los esquemas del pasado,
cuando no es que se reducen al estilo de “galpón”, de “salón múltiple” o
de aula escolar. En ello influye, naturalmente, el elevado costo de la
construcción. En general, por diversas razones, en nuestro país ha sido
difícil construir lugares de culto adecuados a las normas actuales y verdaderamente dignos.
31. Venezuela posee, entre sus lugares de culto más insignes, gran cantidad
de santuarios. Algunos están dedicados al Señor. Entre ellos pueden
mencionarse los del Nazareno de San Pablo (Basílica de Santa Teresa), el Nazareno de Achaguas, el Santo Niño de la Cuchilla y los que
conservan las imágenes del crucificado en la Grita, Borburata y Jose.
Entre los lugares marianos más frecuentados están el Santuario Nacional
de N. S. de Coromoto, Patrona de Venezuela, y los de la Virgen del Valle, de N. S. de Chiquinquirá, de la Divina Pastora, de N. S. de la
Consolación y de la Virgen de la Paz. Gran atractivo despiertan también
varios lugares de veneración de santos y siervos de Dios, como el
sepulcro de la Beata María de San José y el pueblo natal del Venerable
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Dr. José Gregorio Hernández. En nuestro pueblo existe la hermosa
costumbre de peregrinar a esos santuarios u otros lugares de devoción.
En los últimos tiempos se ha promovido la pastoral de santuarios, realizando encuentros para tal fin.
32. El carácter festivo del venezolano lo lleva a considerar el canto como
una forma de expresión y de participación natural. Pastores y fieles
suelen reconocer la necesidad e importancia del canto litúrgico. Esto se expresa en la variedad y cantidad de coros parroquiales o grupos de
canto existentes y por la multiplicación de composiciones con contenido
religioso, muchas de ellas muy hermosas y que han arraigado en las
comunidades. Sin embargo, no siempre se da la deseada calidad musical, tanto en las letras, como en las melodías y en la ejecución de
los cánticos utilizados en la liturgia. No existe una producción musical
litúrgica con aires venezolanos que llene plenamente las necesidades de
la liturgia y tenga profundidad teológica. Con facilidad son adoptadas
dentro de nuestras celebraciones litúrgicas producciones musicales de otras confesiones religiosas o se ejecutan aquellas que provienen del
ámbito profano, sin examinar su adecuación a la liturgia, o incluso su
contenido doctrinal. No se conoce suficientemente el rico patrimonio
musical que la Iglesia ha ido atesorando a lo largo de los siglos, en especial el canto gregoriano y polifónico. Se da la paradoja de que
grupos extra eclesiales muestran mayor aprecio hacia estas
manifestaciones que los comprometidos con la Iglesia.
33. En muchas comunidades cristianas la existencia de agrupaciones de instrumentistas o de coros contribuye a la vitalidad y belleza del culto.
Sin embargo, algunos grupos de animación musical no ayudan a una
mayor y mejor participación de la asamblea en las celebraciones
litúrgicas. Algunas veces persiguen más el protagonismo grupal o
individual que el servicio ministerial a la liturgia.
34. Ha habido en los últimos años un gran auge de la imaginería, así como
de la artesanía puesta al servicio de la liturgia. No obstante, la escasa
formación artística de pastores y fieles tiene como consecuencia la poca
calidad de los objetos, pinturas o esculturas, como también de vasos sagrados, vestiduras y otros objetos que en la actualidad se elaboran
para el culto.
35. No existen buenos y fiables inventarios de los bienes muebles e
inmuebles de valor artístico. Hay un evidente descuido en mantener estos objetos y, en algunos casos, como ocurrió con la época de la
implantación de la reforma litúrgica, mucho de nuestro patrimonio
artístico se destruyó o se perdió.
1.2. Formación litúrgica
36. La mayoría del pueblo católico no tiene una suficiente formación
litúrgica. Esta carencia, aunada a la ignorancia de las verdades de la fe y
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a las ideas provenientes de diversas corrientes religiosas y del
sincretismo religioso, supone un grave obstáculo a la participación en la
liturgia. En ocasiones se nota un marcado desconocimiento del aspecto mistérico, así como el incumplimiento de las normas para la celebración
de los sacramentos por parte de ministros ordenados y equipos
litúrgicos.
37. Frente a este panorama, es consolador comprobar que se han puesto en práctica numerosas iniciativas de formación, tales como charlas, talleres
y cursos bíblicos, catequéticos, litúrgicos…, los cuales expresan el deseo
de formación en la fe, que luego es celebrada en la liturgia. Cabe señalar
la existencia de importantes subsidios litúrgicos de carácter nacional e iniciativas a nivel local.
38. Son laudables los esfuerzos realizados por mejorar la formación litúrgica
en nuestros seminarios, casas de formación religiosa y escuelas de
teología para laicos. En este campo, existen en muchas diócesis planes y
programas de formación permanente para ministros ordenados. Esto hace concebir la esperanza de que en el futuro mejorará este aspecto de
la formación de clérigos, consagrados y laicos.
1.3. Inculturación de la liturgia
39. En Venezuela, dada su extensión geográfica, coexisten varias culturas
con sus propios símbolos, maneras de relacionarse e interpretación del
lenguaje. Además podemos encontrar en ella indígenas de diversas etnias, afrodescendientes, campesinos, gente del mar, personas que
nacen dentro de una cultura urbana o suburbana, emigrantes y personas
pertenecientes a una cultura de la globalización.
40. Es evidente que las características culturales y antropológicas de nuestro pueblo (la mezcla racial y cultural, la utilización de un mismo idioma) y
las peculiaridades de nuestra historia (nivelación social causada por las
guerras del siglo XIX, amplia posibilidad de las comunicaciones, cultivo
de un sentimiento patrio) han facilitado en gran medida la relación
intercultural, al punto de hablarse efectiva y afectivamente de un modo de ser venezolano. Esto se ve favorecido, además, por el trasfondo
católico subyacente a este mosaico de culturas.
41. Nuestro pueblo tiene un talante festivo y celebrativo. Se exalta la vida y
muchos acontecimientos exitosos o dolorosos, personales, institucionales y comunitarios. En muchos de ellos hay un gran sentido
de acompañamiento, alegría y compartir fraterno. Expresiones populares
tales como las misas de aguinaldo, los pesebres, las paraduras, los
novenarios, las exequias, las procesiones, las fiestas patronales, permiten observar con claridad estas características. El aprecio por los
sacramentales, el sentido procesional, el uso de las luces o cirios, la
espontaneidad del abrazo de la paz o del gesto de tomarse de las
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manos, son expresiones de ello. En música y arte hay expresiones
propias, autóctonas, y elementos que destacan la cultura regional.
42. La santificación del tiempo no es solamente litúrgica. Acontecimientos como el nacimiento, la muerte, la enfermedad y algunas celebraciones
religiosas populares, sobrepasan el ámbito familiar e interesan a vecinos
y compañeros de trabajo. El tiempo del encuentro familiar, el estar
juntos, el trabajo comunitario, la labor doméstica, “se celebran”. La apertura de nuestro pueblo a las nuevas formas, su temperamento
afectivo, su sentido comunitario y solidario, su ser creativo, su gran
estima por lo religioso-celebrativo, permiten que la fe de la comunidad
cristiana se exprese en colectivo, en su modo de celebración, dándole el sentido de asamblea como comunidad de alabanza y fraternidad,
asamblea orante abierta a la caridad operante.
43. Pero es difícil hablar de una verdadera y propia inculturación cuando no
se han asumido, de manera consciente, las culturas, el lenguaje y la
simbología de nuestro pueblo. No se ha procurado hacer traducciones y ediciones propias de los libros litúrgicos, que estén más conformes al
lenguaje de la nación. Tampoco se han recorrido caminos para la
adaptación de algunos rituales de sacramentos y sacramentales. Esta
carencia se nota también en el campo de la música y el arte sagrados. Aquí los intentos han resultado insuficientes, favoreciendo el que las
celebraciones litúrgicas se presenten como algo estático, ritualista y
rutinario, al no tomar suficientemente en cuenta las características más
representativas del pueblo. Los pastores han procurado siempre encontrar medios para hacer más participativas y comprensibles las
celebraciones rituales. Esto se ha producido, sobre todo, en las tierras
de misión, donde la realidad hace ineludible el diálogo intercultural.
1.4. Religiosidad y piedad popular
44. La religiosidad del pueblo venezolano se caracteriza por un gran sentido
de la trascendencia, respeto por el misterio y lo sagrado, un arraigado
sustrato religioso católico y una simbología rica y expresiva. Los contenidos de esa religiosidad se han venido transmitiendo de padres a
hijos. Aunque la llamada “postmodernidad” todavía no ha penetrado en
profundidad en su matriz cultural, este proceso de tradición está en
peligro por el avance continuo de la secularización en nuestra sociedad.
45. El mundo de la piedad popular está configurado por la gran veneración a
Jesucristo, a la Virgen y a los santos; el valor que se da a la oración por
los difuntos, a las rogativas o súplicas a Dios por diversas necesidades;
el uso de símbolos religiosos, como la cruz o el escapulario, la popularidad de las estampas e imágenes; el aprecio por sacramentales,
como las bendiciones de personas, objetos y lugares; manifestaciones
externas de mortificación; ofrecimiento de dones o exvotos, ejercicios
como el rosario o el vía crucis; otros espacios considerados como
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sagrados aparte de los templos: capillitas, altar familiar, cruces de la
misión, lugares de aparición… Son la expresión de la fe sencilla del
pueblo que ve en ellos signos que sostienen su relación con Dios. Muchas de estas manifestaciones de piedad preceden y siguen a las
celebraciones litúrgicas.
46. Después de quinientos años de presencia del Evangelio en nuestras
tierras, éste ha permeado profundamente la cultura, las relaciones sociales y el folklore. En todo el país se encuentran manifestaciones de
este arraigo en las prácticas de la religiosidad popular, por ejemplo: la
Cruz de Mayo, el tamunangue, los diablos danzantes, las locainas o
zaragozas, las diversiones pascuales del Oriente del país, la Paradura del Niño, el culto a los muertos, así como numerosas composiciones
musicales: aguinaldos, décimas, salves, gaitas y galerones. Algunas de
estas composiciones contienen textos transmitidos por tradición oral. En
general, en estas manifestaciones hay un aspecto celebrativo y
participativo que no aparece de modo tan claro en los actos litúrgicos.
47. Muchos de estos elementos son el fruto del trabajo de pastores de la
Iglesia, que se esmeraron en brindar a los fieles recursos que ayudaran
a mantener viva la fe recibida. Pero esta actitud, presente en el origen
de muchas costumbres y tradiciones, no ha sido perseverante: por parte de los pastores se echa de menos una valoración justa de las
manifestaciones de piedad y religiosidad popular recibidas de nuestros
antepasados, así como un mejor acompañamiento y aprovechamiento
de las mismas para la evangelización. En ocasiones, instituciones culturales o la simple iniciativa privada prestan más atención a estas
manifestaciones que la comunidad eclesial.
48. La religiosidad popular llega a ser, para individuos y hasta comunidades,
la forma ordinaria de mantener y cultivar su relación con Dios. En la
práctica, para muchos fieles, estas manifestaciones son los únicos modos válidos para alimentar su fe. Las manifestaciones de religiosidad
popular, sin embargo, muestran carencias en cuanto a la dimensión
cristológica de la fe, sobre todo en lo que respecta al misterio pascual y
a la esperanza escatológica. Por otra parte, acusan el influjo de las supersticiones, la santería, las tendencias espiritualistas y secularistas.
2. JUZGAR: ILUMINACIÓN TEOLÓGICO PASTORAL
2.1. La liturgia en el misterio de Cristo y de la Iglesia
49. La liturgia es obra de Cristo Sacerdote y de su cuerpo, la Iglesia, que vive y celebra la presencia de Jesús resucitado. Es acción sagrada por
excelencia, cuya eficacia no es igualada por ninguna otra acción eclesial.
En ella los signos sensibles significan y, cada uno a su manera, realizan
la santificación del hombre, y así el Cuerpo Místico de Cristo, es decir, la cabeza y sus miembros, ejercen el culto público íntegro (Cf. SC 5-7).
Cristo resucitado, efectivamente, se hace presente en toda celebración
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de la comunidad cristiana de una manera sacramental y mística, pero
real y verdadera: en el sacrificio de la misa, en los sacramentos, en su
palabra, pues es Él mismo el que habla cuando se lee en la Iglesia la Sagrada Escritura (Cf. SC 7). Él es el origen, el contenido y el centro de
toda la liturgia. Él actualiza misteriosamente su Pascua, hoy y aquí por
nosotros (CatIC 1116) (Cf. Lc 5, 17; 6, 19; 8, 46), entregando su
Espíritu (Cf. Jn 19, 30), que hace surgir el sacerdocio en la Iglesia, y de esta manera la vivifica. El Espíritu es quien constituye el culto cristiano y
la asamblea cultual de la Iglesia. Es la memoria viva de la Iglesia (Jn 14,
26).
50. La liturgia es una acción que se hace visible en la Iglesia, cuerpo, esposa y sacramento del Verbo encarnado (Cf. LG 7-8). Con sus palabras y
acciones, la liturgia es una especial epifanía de la Iglesia, realización de
su misterio de comunión y salvación (Cf. CVI 37ss), signo e instrumento
de la unión íntima con Dios y de la unidad de todos los hombres (Cf. LG
1). Por eso, la liturgia es “cumbre y fuente” de la vida eclesial (Cf. SC 10). La celebración litúrgica es una institución del peregrinar terreno de
la Iglesia: expresa el anhelo de la Esposa por unirse definitivamente a
su Esposo en las Bodas Eternas: toda realidad sacramental “procediendo
de la Pascua de Cristo, se consumará en la venida gloriosa del mismo Señor, cuando Él haya entregado el Reino a Dios Padre” (PO 2).
51. Las acciones litúrgicas significan lo que expresa la palabra de Dios (Cf.
CatIC 1153). Ésta es parte integrante de toda celebración litúrgica,
específicamente de las sacramentales (Cf. CatIC 1154; SC 7, 24, 48, 51). El Concilio Vaticano II da testimonio de que la Iglesia “ha venerado
siempre la Sagrada Escritura al igual que el mismo cuerpo del Señor”
(DV 21). “El pueblo de Dios se reúne, sobre todo, por la palabra de Dios
vivo (...) necesita la predicación de la palabra para el ministerio de los
sacramentos. En efecto, son sacramentos de la fe que nace y se alimenta de la palabra” (PO 4). ¿Cómo creerán si no escuchan, cómo
oirán si nadie les predica? (Cf. Rm 10, 14). En la celebración litúrgica, la
importancia de la Sagrada Escritura es trascendental, y de ella reciben
su significado las acciones y los signos (DV 24).
52. La liturgia debe educar y llevar al cristiano a una experiencia viva, para
que haga de toda su vida una ofrenda y sacrificio agradable a Dios (Cf.
Rm, 12, 1-2). El encuentro con Cristo y con los hermanos debe llevar a
la experiencia de comunión y solidaridad, producirla y celebrarla. Sólo así será evangelizadora, es decir, anunciará a Cristo, y como resultado
construirá comunidad alrededor de su Espíritu (Cf. DP 918. 925) y
fomentará el servicio fraterno. Así, pues, la liturgia, como encuentro con
Cristo resucitado, debe llevar a la conversión, motivar a dar pasos vitales de cambio. La liturgia no puede limitarse al aspecto ceremonial y
mistérico: debe llegar al corazón del pueblo. Si el pueblo no es puesto
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en contacto con el kerigma y su fe no es profundizada por la catequesis,
difícilmente vivirá la liturgia y no llegará a captar su significado.
53. La familia, “Iglesia doméstica”, y por ello lugar de culto, de oración y de encuentro con Dios (Cf. IF 43), contempla su imagen ideal en la Sagrada
Familia de Nazaret, Jesús, María y José, que acudían juntos a las
celebraciones del culto hebreo (Cf. Lc 2, 41). Según ese modelo, la
familia cristiana debe compartir la oración y, en particular, la celebración de la Eucaristía (Cf. FC 59-62), fuente de comunión y fortaleza para el
cumplimiento de los deberes que le son propios.
54. A la Iglesia le ha correspondido siempre ordenar todo cuanto se refiere a
las celebraciones litúrgicas, y es ella la que en todo momento se encarga de dar las pautas o normas según las cuales debe procederse en el
momento de la celebración. La tradición en la Iglesia tiene su propio
peso específico, lo que explica la conservación de usos litúrgicos al pasar
de los años, en función de una vivencia eminentemente eclesial que se
enraíza en la promesa de permanencia hecha por Cristo a sus discípulos (Cf. Mt 28, 20).
2.2. Participación y animación
2.2.1. Vivencia de los sacramentos y sacramentales
55. “Los sacramentos del Nuevo Testamento (…) son signos y medios con los que se expresa y fortalece la fe, se rinde culto a Dios y se realiza la
santificación de los hombres” (CIC c. 840). “No sólo suponen la fe, sino
que, a la vez, la alimentan, la robustecen y la expresan (…). Confieren
ciertamente la gracia, pero también su celebración prepara perfectamente a los fieles para recibir fructuosamente la misma gracia,
rendir culto a Dios y practicar la caridad” (SC 59). Los sacramentos
hacen presente o actualizan la historia de la salvación, insertan a los
cristianos en el misterio pascual (Cf. SC 6), los adentran y unen más íntimamente en el Cuerpo Místico; les hacen vivir más intensamente la
vida litúrgica, de la cual ellos son los principales componentes. Los
sacramentos tienen un peculiar anclaje en el ser humano, que es de por
sí creador de símbolos.
56. La Iglesia surgió del costado de Cristo, significada por el don y misterio
del agua y la sangre (Cf. Jn 19, 34), en el que se contienen de manera
mística todos los sacramentos (Cf. SC 5). Por el bautismo, la Iglesia
engendra nuevos miembros; por la confirmación los robustece; por
medio de la Eucaristía los nutre y vigoriza, para que se unan más íntimamente a Cristo; por la penitencia los restaura y purifica; por la
unción fortalece a sus miembros enfermos para que sanen de las
consecuencias del pecado; el orden crea ministros de Cristo, y el
matrimonio santifica la unión conyugal y es fuente de nuevos hijos para la Iglesia (SC 6). Todo sacramento es presencia viva de Jesucristo, a
través del signo, en momentos significativos de la vida personal y
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comunitaria. Hay una relación intrínseca entre comunidad cristiana y
celebraciones de la fe. La comunidad ha de ser el lugar natural de
maduración en la fe del creyente y, por tanto, de la celebración de los sacramentos. Ello se verifica de manera ordinaria en la Parroquia.
57. Los fieles deben ser instruidos convenientemente para que la
participación de los sacramentos sea más fructífera. Quienes se
preparan a recibir los sacramentos de iniciación cristiana (bautismo, confirmación y eucaristía) tienen el derecho de recibir de los pastores
una formación completa, que los prepare a ser recibidos a la plena
comunión católica mediante la participación fructuosa de los mismos (Cf.
EA 34) (Cf. CIC c. 866). Por otra parte, se ha de preferir, en la administración de los sacramentos, aquellas celebraciones que
favorezcan una mayor participación de la comunidad eclesial.
58. En la última cena, nuestro Salvador instituyó el sacrificio eucarístico,
memorial de su muerte y resurrección, signo de unidad y vínculo de
caridad, banquete pascual, en el cual se recibe como alimento a Cristo, realmente presente en las especies eucarísticas. Por esto la Iglesia
procura que los cristianos participen consciente, piadosa y activamente
en la Eucaristía, y aprendan a ofrecerse por Cristo para perfeccionarse,
día a día, en la unión con Dios y entre sí (Cf. SC 47-48). “En lo que ella ofrece, se ofrece a sí misma”4.
59. “La Iglesia vive de la Eucaristía. Esta verdad no expresa solamente una
experiencia cotidiana de fe, sino que encierra en síntesis el núcleo del
misterio de la Iglesia”5. La presencia real y salvadora de Cristo en la comunidad de los fieles se constituye en el centro de la vida de la
Iglesia, y se celebra en la diversidad de las acciones litúrgicas,
orientadas a despertar en los fieles la relación interpersonal con el Señor
resucitado y con cada uno de los miembros de la Iglesia.
60. En la vida de fe y en la práctica litúrgica ocupa un lugar relevante la adoración de la Eucaristía fuera de la Misa. “La Eucaristía es misterio de
presencia, a través del que se realiza de modo supremo la promesa de
Jesús de estar con nosotros hasta el final del mundo”6. Hace falta
fomentar en la Misa y en el culto eucarístico fuera de ella la conciencia viva de la presencia real de Cristo, testimoniarla con el tono de la voz,
los gestos, la manera de tratarla, que exprese el máximo respeto.
También debe promoverse la contemplación personal y comunitaria en
la adoración, con la ayuda de reflexiones y plegarias centradas siempre en la palabra de Dios y el rosario mismo7.
4 SAN AGUSTÍN, La Ciudad de Dios, 10, 6. 5 JUAN PABLO II, Carta Encíclica Ecclesia de Eucharistia, 17 de abril de 2003, Nº 1. 6 JUAN PABLO II, Carta Apostólica Mane Nobiscum Domine, 7 de octubre de 2004, N° 16. 7 Cf. Mane nobiscum Domine, N° 18.
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61. En las exequias, la Iglesia “celebra el misterio pascual, para que,
quienes por el bautismo fueron incorporados a Cristo, muerto y
resucitado, pasen también con él a la vida eterna”8. Con relación a las costumbres relativas a los funerales, los fieles deben procurar “que las
exequias cristianas manifiesten la fe pascual y el verdadero espíritu
evangélico”9.
62. Los sacramentales “son signos sagrados creados según el modelo de los sacramentos, por medio de los cuales se expresan efectos, sobre todo,
de carácter espiritual, obtenidos por la intercesión de la Iglesia. Por
ellos, los hombres se disponen a recibir el efecto principal de los
sacramentos y se santifican las diversas circunstancias de la vida” (SC 60). Entre los sacramentales destacan las bendiciones, con las que la
Iglesia “invita a los hombres a alabar a Dios, los anima a pedir su
protección, los exhorta a hacerse dignos de su misericordia (...) y utiliza
ciertas plegarias para impetrar sus beneficios”10. Han de tenerse en gran
estima también las indulgencias, por las cuales se obtiene “la remisión ante Dios de la pena temporal por los pecados ya perdonados en cuanto
a la culpa”. Esta remisión la obtiene el fiel por mediación de la Iglesia, la
cual distribuye el tesoro de gracia que le ha sido confiado (CIC cc.
992ss)11. La Iglesia realiza también los exorcismos (Mc 3, 15), por el poder que Jesús le confirió para expulsar los demonios, por medio del
ministro ordenado autorizado para ello (Cf. CatIC 1673)12.
63. La Iglesia siempre ha tenido aprecio por las imágenes de Nuestro Señor
Jesucristo, de la Santísima Virgen Maria y de los santos, las cuales tienen un lugar en el culto cristiano; esto tiene su fundamento en la
encarnación del Verbo de Dios (Cf. Jn 1, 14), “por eso se puede pintar la
faz humana de Jesús” (Cf. CatIC 476); las imágenes sagradas de la
santísima Madre de Dios y de los santos refieren a Cristo que es
glorificado en sus testigos (Cf. Hb 12,1), a quienes nosotros estamos unidos, sobre todo en la celebración sacramental y en las prácticas de
piedad. A través de las imágenes nos dirigimos a Dios, que es a quien
adoramos.
2.2.2. Santificación del tiempo
64. Para el cristiano, el tiempo es la categoría en que se realiza la salvación.
Santificar el tiempo es, fundamentalmente, dedicarlo al servicio de Dios, convirtiéndolo en instrumento de comunicación y de diálogo con Él, para
hacer posible su acción salvadora en la historia y en la vida de los
hombres. De ahí el motivo por el que la Iglesia ha instituido el año
litúrgico, y por el que nos exhorta a llenar el tiempo con la oración
8 CONGREGACIÓN PARA EL CULTO DIVINO, Ordo Exsequiarum, 15 de agosto de1969, Praenotandum, 1. 9 Ibid. N° 2. 10 CONGREGACIÓN PARA EL CULTO DIVINO, Ritual de Bendiciones, 31 de mayo de 1984, Praenotandum 9. 11 Cf.. Enchiridion Indulgentiarum, Libreria Editrice Vaticana, 1999. 12 Cf. Ibid., canon 1172.
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constante, de tal modo que cada actividad humana esté penetrada por
la gracia.
65. El año litúrgico es un itinerario de conversión y crecimiento en la fe, que celebra la presencia en modo sacramental y vivo del misterio de Cristo
en el tiempo, y no un simple calendario en el que se enumeran las
celebraciones religiosas. Es el memorial de los acontecimientos con los
cuales se realizó en la historia el misterio de la salvación. En el transcurso de un año la Iglesia desarrolla todo el misterio del encuentro
con Cristo viviente: la Encarnación y la Navidad, la Pascua, la Ascensión,
Pentecostés y la expectativa de la venida dichosa del Señor. La Iglesia,
conmemorando “los misterios de la redención, abre las riquezas del poder santificador y de los méritos de su Señor, de tal manera que, en
cierto modo, se hacen presentes en todo tiempo, para que puedan los
fieles ponerse en contacto con ellos y llenarse de la gracia de la
salvación” (SC 102).
66. A lo largo del año litúrgico celebramos la presencia diversa y permanente de la Madre de Dios. Desde el comienzo del Adviento hasta
la conclusión, pero sobre todo en el misterio pascual, la Iglesia invita a
los fieles a recorrer los momentos ejemplares de la vida de la Virgen
junto a su Hijo13: a asociarse a la voz de la madre que bendice, da gracias y alaba a su Señor; a escuchar y meditar asiduamente la palabra
de Dios; a implorar como Ella el don del Espíritu Santo; a invocarla para
que interceda por el pueblo cristiano. Los cristianos desean celebrar los
misterios de Cristo con la misma actitud de fe con que la Virgen creyente (Lc 1, 45) participó en ellos; amar y servir generosamente a
Dios y a los hermanos; ser misericordiosos y humildes; observar la ley
del Señor y hacer su voluntad; estar vigilantes a la espera del Señor que
viene14.
67. También celebra la Iglesia el recuerdo de aquéllos que respondieron al don de la gracia con todo su ser, y cuya vida es ejemplo de santidad
para los que aún peregrinamos por este mundo: santos apóstoles,
mártires, pastores, doctores, confesores, vírgenes, religiosos, hombres,
mujeres, jóvenes y niños, de todo tiempo, lugar y condición. “Al celebrar el tránsito de los santos de este mundo al cielo, la Iglesia proclama el
misterio pascual cumplido en ellos (...) propone a los fieles sus ejemplos
(...) y por los méritos de los mismos implora los beneficios divinos” (SC
104).
68. El domingo “es la Pascua de la semana, en la que se celebra la victoria
de Cristo sobre el pecado y la muerte, la realización de la primera
creación y el inicio de la «nueva creación» (Cf. 2 Co 5, 17)”15 (Cf. Hch 1,
11; 1 Tes. 4, 13-17; Ap 21, 5). Desde los tiempos apostólicos la reunión
13 CONGREGACIÓN PARA EL CULTO DIVINO, Misal de la Virgen María, nn. 8, 9 y 10. 14 Cf. Ibid., Nº 17. 15 JUAN PABLO II, Carta Apostólica Dies Domini, 31 de mayo de 1998, N° 1.
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semanal centrada en la eucaristía es una de las características más
importantes de la identidad de los discípulos de Jesús. En efecto, los que
se bautizaban y entraban en la comunidad “perseveraban unánimes en las enseñanzas de los apóstoles, en la comunión, en la fracción del pan y
en las oraciones” (Hch. 2, 42). La fracción del pan realizada en las casas
(Hch. 2, 46) tenía lugar “cada primer día de la semana” (Cf. Hch. 20, 7-
12)16.
69. El domingo es el día por excelencia de la asamblea litúrgica. En efecto,
precisamente en la Misa dominical es donde los cristianos reviven de
manera particularmente intensa la experiencia que tuvieron los
apóstoles la tarde de Pascua, cuando el Resucitado se les manifestó estando reunidos (Cf. Jn 20, 19). La Eucaristía dominical, con la
obligación de la presencia comunitaria y la especial solemnidad que la
caracterizan, subraya con nuevo énfasis la propia dimensión eclesial,
quedando como paradigma para las otras celebraciones eucarísticas.
2.2.3. La oración y la penitencia
70. La Liturgia de las Horas es la oración de toda la Iglesia. El Sumo
Sacerdote de la nueva y eterna Alianza, Jesucristo, al asumir la naturaleza humana introdujo el himno que se canta por todos los siglos
en las moradas celestiales. La Iglesia prolonga esta función sacerdotal
de Cristo también con la recitación del Oficio Divino, con el cual alaba a
Dios sin interrupción e intercede por la salvación del mundo entero17. La recomendación de Cristo y de la Iglesia es clara: hay que orar
constantemente, en todo tiempo y circunstancia, para santificar así la
totalidad del día y de la noche. De ello nos dieron ejemplo el mismo
Cristo (Cf. Lc 3, 21-22; 6, 12; Mt 14, 19) y los Apóstoles (Cf. Hch 1, 14; Rm 12, 12; 1 Co 7, 5) llenando así toda la existencia de esa unión con el
Padre en el Espíritu Santo que produce la plegaria. Cada instante del día
o de la noche ha de convertirse para el creyente en un signo de la
presencia y del encuentro efectivo con el misterio de salvación (Cf. SC
88).
71. Es sumamente laudable la costumbre de rezar algunas partes del Oficio
Divino con los fieles que acuden a las iglesias para la celebración de la
Eucaristía, en especial en los domingos y fiestas. Igualmente, debe
promoverse entre los fieles laicos el gusto por esta oración en el seno de las familias, o incluso de manera individual, como una forma más
perfecta de unirse a la oración de todo el cuerpo eclesial.18
72. Las comunidades cristianas deben llegar a ser “escuelas de oración”
(TMA 33). La Iglesia recomienda también a sus hijos diversas formas de
16 Cf. SAN JUSTINO, 1ª Apología, N° 67. 17 Cf. CONGREGACIÓN PARA EL CULTO DIVINO, Ordenación General de la Liturgia de las Horas, nn. 3ss. 18 Cf. Ordenación General de la Liturgia de las Horas, nn. 20. 22; 25-27; Cf. PABLO VI, Exhort. Ap.
Marialis Cultus, N° 53; JUAN PABLO II, Exhort. Ap. Familiaris Consortio, N° 61.
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oración avaladas por una larga tradición. Aquí se pueden enumerar las
vigilias, con las que se preparan las grandes solemnidades o se
congrega a los fieles en ocasiones señaladas; así también las rogativas, por las que se pide la misericordia o los dones de Dios en las grandes
necesidades públicas. A todo ello se añaden los distintos actos piadosos
que preparan o acompañan la celebración de la liturgia, principalmente
el santo rosario19. Para reavivar en el seno de las comunidades el amor por la oración y la lectio divina, son muy adecuados los llamados círculos
o grupos de oración, inspirados en diversas espiritualidades, los cuales
pueden llevar también al seno de los hogares el sentido de iglesia
doméstica, que es también orante y meditativa.
73. La práctica penitencial de la Iglesia está orientada al seguimiento de
Cristo, exige renuncia y esfuerzo constante (Cf. Mt 16, 24). Para ello se
han instituido especialmente tiempos y días de penitencia a lo largo del
año, a cuya guarda son invitados encarecidamente todos los fieles.
Tienen particular relevancia el Adviento, la Cuaresma en su totalidad y todos los viernes del año. Se recomiendan prácticas de mortificación,
entre las cuales sobresalen el ayuno y la abstinencia, que han de
ejercerse de acuerdo a la normativa de la Iglesia (CIC cc. 1249-1253)20.
2.2.4. Animación litúrgica
74. La asamblea litúrgica es la Iglesia reunida (Cf. 1 Co 11, 18) como
comunidad local (Cf. 1 Co 1, 2), en la cual se significa toda la comunidad universal (Cf. 1 Co 15, 9) extendida por toda la tierra y que vive de la
palabra y del Cuerpo de Cristo y viene a ser Cuerpo de Cristo (Cf. CatIC
752). La asamblea, convocada por Cristo y reunida en su nombre para la
celebración litúrgica, es un signo sagrado, una verdadera epifanía de la Iglesia, sacramento de salvación, que ejerce así una función sacerdotal
en medio del mundo y en favor de todos los hombres (Cf. LG 1.8; SC
2.5.26; GS 40).
75. En virtud de su bautismo, todos los cristianos tienen el derecho y el
deber de participar en las asambleas litúrgicas (Cf. SC 14). En consecuencia, la Iglesia desea que se lleve a todos los fieles a la
participación plena, consciente, activa y fructuosa en las celebraciones
litúrgicas (Cf. SC 11). Éstas no son acciones privadas, sino celebraciones
de la Iglesia, que es sacramento de unidad, es decir, pueblo santo consagrado y ordenado bajo la dirección de los obispos (Cf. SC 26). Por
eso pertenecen a todo el cuerpo de la Iglesia, influyen en él y lo
manifiestan (Cf. SC 2, 41; LG 26; PO 5). Toda la asamblea, y no sólo los
19 Cf. PABLO VI, Exhort. Ap. Marialis Cultus, nn. 42-55; Cf.. JUAN PABLO II, Carta Ap. Rosarium Virginis
Mariae, 16 de octubre de 2002. 20 Cf. CONFERENCIA EPISCOPAL VENEZOLANA, Normativa para Venezuela según el nuevo Código: Normas
sobre el ayuno y la abstinencia, canon 1253. 23 de julio de 1986. Boletín Iglesia – Venezuela, N° 53, p. 71.
LA CELEBRACIÓN DE LOS MISTERIOS DE LA FE
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ministros ordenados, está implicada en la acción litúrgica como sujeto
integral de la misma.
76. La liturgia manifiesta la naturaleza ministerial de toda la Iglesia, es decir, supone la presencia de diferentes servicios y funciones. Éstos son
un factor esencial para lograr esa comunión en la que todos contribuyen,
cada uno a su modo, a la edificación del cuerpo (1 Co 14, 5; Ef 4, 12).
“En las celebraciones litúrgicas, cada cual, ministro o simple fiel, al desempeñar su oficio hará todo y sólo lo que le corresponde por la
naturaleza de la acción y las normas litúrgicas” (SC 28).
77. El ministro ordenado preside la asamblea en la persona de Cristo Cabeza
(In persona Christi Capitis) (Cf. SC 33), representando a Cristo en nombre de la Iglesia (Cf. SC 33). Es miembro y representante del
cuerpo que es la asamblea, a la vez que es signo de su cabeza, Cristo.
Preside la celebración no por designación de la asamblea, ni por sus
cualidades humanas, sino porque es elegido por Dios y ordenado por la
Iglesia para tal ministerio. Por eso es signo de que la comunidad no se reúne por su propia iniciativa, sino convocada por el Señor para recibir
su palabra y sus dones. El Obispo preside la liturgia como sumo
sacerdote Cf. LG 20), liturgo por excelencia y principal dispensador de
los misterios de Dios (Cf. CD 15). Le corresponde regular, dirigir, estimular y algunas veces también reprender, cumpliendo el ministerio
recibido21; el presbítero, cooperador del Obispo (Cf. LG 20), actúa en las
celebraciones como ministro de Cristo (Cf. PO 5) y en su persona (Cf. LG
28). El diácono, colaborador también del Obispo, y en dependencia de él y del presbítero (Cf. LG 29; CD 15), realiza diversas funciones y en
algunos casos preside la asamblea (Cf. LG 29; CD 15)22.
78. También pueden los laicos guiar las celebraciones en ausencia del
ministro ordenado. Sin perder su condición de laicos y sin imposición de
las manos, la Iglesia les reconoce un puesto en los ministerios (Cf. CF. DP 804; EN 73) y los puede llamar para desempeñar un servicio ya sea
en la liturgia, en la palabra o en la animación de la comunidad. El
fundamento de su ministerio reside en el sacerdocio común de los fieles
y en los carismas, en dependencia del ministerio jerárquico, y dentro de una pastoral orgánica (Cf. 29; CatIC 1143). Entre estos ministerios
ocupan lugar conspicuo el lectorado, el acolitado y el ministerio
extraordinario de la sagrada comunión23. Estos ministerios han de
ejercerse según las normas de la Iglesia24.
21 Cf. CONGREGACIÓN PARA EL CULTO DIVINO, Instrucción Redemptionis Sacramentum, 25 de marzo de 2004,
N° 22. 22 Cf. CONGREGACIÓN PARA EL CULTO DIVINO Y LA DISCIPLINA DE LOS SACRAMENTOS, Ordenación General del Misal
Romano, N° 61. 23 Cf. PABLO VI, Motu Proprio Ministeria Quædam, V. 24 Cf. Instrucción Redemptionis Sacramentum, nn. 146-167.
LA CELEBRACIÓN DE LOS MISTERIOS DE LA FE
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79. La Iglesia aconseja que las celebraciones litúrgicas sean debidamente
preparadas, con ánimo concorde, por los pastores y por todos aquellos
que en ellas deben tomar parte: “oído también el parecer de los fieles en lo que a ellos directamente les atañe”25. Por otra parte, debe prepararse
debidamente a los que ejercen algún ministerio, en especial a los que
leen la palabra de Dios26 y a los que dirigen el canto27. Esta cooperación
y preparación se logra de manera muy apta mediante los equipos litúrgicos parroquiales.
2.2.5. Lugares, música y arte sagrado
80. La asamblea necesita un lugar específico donde celebrar la liturgia, así
como de los objetos (libros, vestiduras, vasos) que en ella se emplean.
El ideal es que la comunidad cristiana disponga de edificios adecuados,
funcionales y dignos, arquitectónicamente hermosos, adaptados a las
normas y exigencias litúrgicas vigentes, construidos de tal manera que favorezcan la participación plena, activa y consciente en la escucha de la
palabra de Dios, para orar unidos, para recibir los sacramentos y
celebrar la Eucaristía. Es éste el criterio que ha de usarse para la
construcción del edificio de culto y para la confección y ubicación de obras artísticas en las iglesias.
81. La Iglesia siempre ha considerado nobilísima la misión de las artes y ha
pedido continuamente que “las cosas destinadas al culto sagrado fueran
en verdad dignas, decorosas y bellas, signos y símbolos de las realidades celestiales”28. Ella ha procurado conservar y cuidar, a través
de los siglos, su patrimonio artístico. Por eso pone gran atención en
conservar los edificios, objetos sagrados y libros litúrgicos, ya que
constituyen un excelente testimonio de la devoción del pueblo de Dios, y con frecuencia tienen valor histórico o artístico.
82. La Iglesia desea que el arte sagrado “siga teniendo, también en nuestros
días, un notable espacio, de tal manera que el culto pueda resplandecer
también por el decoro y la belleza del arte litúrgico. Será oportuno
prever a tal fin iniciativas para la formación de las diversas disciplinas y de los artistas, llamados a ocuparse de la construcción y del
embellecimiento de los edificios dedicados a la liturgia” (Cf. SC 127)29. El
arte sagrado está en una especial relación “con la infinita belleza divina,
que debe ser expresada de alguna manera por las obras del hombre” (Cf. SC 122).
83. El mismo concepto de celebración exige que la asamblea litúrgica
congregada se exprese mediante el canto. La tradición de la Iglesia
25 Ordenación General del Misal Romano, N° 73. 26 Cf. CONGREGACIÓN PARA EL CULTO DIVINO, Ordo Lectionum Missae, Praenotanda, nn. 55-56. 27 Cf. SAGRADA CONGREGACIÓN DE RITOS, Instrucción Musicam sacram, 5 de marzo de 1967, N° 5. 28 Cf. Redemptionis Sacramentum, N° 122. 29 Cf. Sacrosanctum Concilium, N° 127, citado por JUAN PABLO II, Carta Ap. sobre el XL aniversario de la
Const. Sacros. Concilium, 4 de diciembre de 2003, N° 5.
LA CELEBRACIÓN DE LOS MISTERIOS DE LA FE
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considera el canto como un tesoro de inestimable valor, integrado a la
liturgia, ya sea porque expresa la delicadeza de la oración, ya sea
porque enriquece los ritos litúrgicos y orienta su finalidad, en última instancia, a la gloria de Dios y la santificación de los fieles30. De ahí el
aprecio que la Iglesia tiene del canto gregoriano o polifónico en aquellas
solemnidades que así lo requieran (Cf. SC 116) o el género de canto
popular que reúne las voces de los fieles en sus manifestaciones de fiesta y plegaria (Cf. SC 118). Los documentos de la Iglesia exhortan a
la formación de los fieles en el canto sagrado, de acuerdo a su edad, su
condición, su género de vida y su nivel de cultura religiosa31.
84. Desde la antigüedad, los fieles han mostrado gran devoción por los santuarios, meta de peregrinaciones y centros de espiritualidad. Son
lugares dedicados al Señor, o erigidos en honor de la Virgen María o de
los santos. Estos lugares privilegiados han de ser sitios de irradiación de
la fe, y han de prestar un servicio cualificado a los fieles que a ellos
acuden desde diversos lugares, incluso muy lejanos. Por tanto, los responsables de santuarios han de tener en alta estima la pastoral
específica de estos lugares, “predicando con diligencia la palabra de Dios
y fomentando con esmero la vida litúrgica principalmente mediante la
celebración de la Eucaristía y de la penitencia, y practicando también otras formas aprobadas de piedad popular” (CIC cc. 1230-1234).
2.3. Formación litúrgica
85. La vivencia plena del culto divino puede lograrse si los pastores y los
demás fieles son capaces de percibir su sentido, belleza y contenido.
Para ello es necesaria la formación litúrgica pedagógica, sistemática,
paciente y progresiva de todo el pueblo de Dios: “Los pastores de almas fomenten con diligencia y paciencia la educación litúrgica y la
participación activa de los fieles, interna y externa, conforme a su edad,
condición, género de vida y grado de cultura religiosa” (Cf. SC 19). La
formación litúrgica debe impartirse, en primer lugar, a quienes se
preparan para recibir las órdenes sagradas, pues su función de pastores exigirá de ellos el ser los primeros en dar ejemplo de piedad y
profundidad en la celebración del culto32. Esta formación puede darse a
través de la imprescindible instrucción catequética previa, donde se
ilumine al fiel sobre la presencia de Cristo en la liturgia, en los sacramentos, en la Iglesia. Puede darse también mediante la misma
predicación o por otros medios33.
30 Cf. PÍO X, Motu Proprio Tra le sollecitudini, 22 de noviembre de 1903, N° 1; Sacrosanctum Concilium,
N° 112. 31 Cf. Instrucción Musicam Sacram, N° 18. 32 Cf. SAGRADA CONGREGACIÓN PARA LA EDUCACIÓN CATÓLICA, Instr. In ecclesiasticam futurorum, 3 de junio de
1979, N° 1. 33 Cf. JUAN PABLO II, Carta ap. Vicesimus quintus Annus, 4 de diciembre de 1988, N° 15.
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86. Para que pueda darse auténtica participación la asamblea ha de ser
debidamente estimulada y previamente preparada por los ministros
sagrados y demás personas que animan la celebración. “Para promover la participación activa, se fomentarán las aclamaciones del pueblo, las
respuestas, la salmodia, las antífonas, los cantos y también las acciones
o gestos y posturas corporales. Guárdese, además, a su debido tiempo,
un silencio sagrado” (Cf. SC 30). La Iglesia promueve, además, la atención particular a los fieles en edad infantil34, o según las diversas
etapas de formación de su fe, o en diversas condiciones de vida35,
exhortando a que el canto, la predicación y la ambientación vayan de
acuerdo con las condiciones reales de la asamblea.
2.4. Inculturación de la liturgia
87. Jesús pertenece a la cultura judía post exílica. En ella, coexistiendo
paralelamente con el templo, pero anteponiéndose a éste, se privilegia la participación en el culto a través de dos espacios cercanos al pueblo.
El primero es la casa, el hogar, lugar sagrado de la comida como liturgia
familiar. En ella se celebraba el memorial de la Pascua. En torno a
bendiciones, salmos, pan y vino, cantos, catequesis paternas, y en medio de la comida, los participantes se insertaban en el misterio de
salvación. El otro lugar es la sinagoga: ésta fue para Jesús (y es aún hoy
para los judíos) sitio sagrado de oración y culto de la asamblea
comunitaria en torno a la escucha de la palabra. Era el lugar de estudio, explicación y confrontación del texto sagrado proclamado en la
asamblea. El judío postexílico había comprendido que la verdadera
adoración y el verdadero sacrificio se hallaban en hacer la voluntad de
Dios, expresada en su Ley y en su palabra.
88. “Cuando llegó la plenitud de los tiempos, Dios envió a su propio Hijo,
nacido de una mujer, nacido bajo el dominio de la ley, para liberarnos
del dominio de la ley, y hacer que recibiéramos la condición de hijos
adoptivos de Dios” (Ga 4, 4-5). Jesús sólo en su niñez vivió la ritualidad
judía. De adulto frecuentaba las fiestas religiosas, pero oraba con incomparable mayor profundidad que los miembros de su pueblo. Los
evangelios no lo presentan nunca ofreciendo un sacrificio en el Templo;
más bien, lo muestran crítico de la ley, del templo, de las autoridades
religiosas, del ritual. Por el contrario, relatan con detalle su última cena pascual con sus discípulos antes de padecer. Allí el Maestro cambia en
profundidad todo el ritual que realiza, asumiendo en la fracción del pan
el contenido pascual de inmolación, que llevaría a efecto físicamente una
vez y para siempre en la Cruz. Jesús vive su muerte injusta como acto supremo de entrega a Dios y a la humanidad: “Nadie tiene mayor amor
34 Cf. SECRETARÍA DE ESTADO Y SAGRADA CONGREGACIÓN PARA EL CULTO DIVINO, Directorio para las misas con
niños, 1° de noviembre de 1973. 35 Cf. SAGRADA CONGREGACIÓN PARA EL CULTO DIVINO, Instr. Actio pastoralis, 15 de mayo de 1969,
Introducción.
LA CELEBRACIÓN DE LOS MISTERIOS DE LA FE
DOCUMENTO CONCILIAR Nº 10
30
que el que da la vida por sus amigos” (Jn 15,14). Así, en la muerte de
su Hijo, el Padre nos reconcilió consigo, nos perdonó y nos hizo hijos.
89. Dios Padre resucita al Crucificado (Cf. Hch 2, 36); de esta forma Dios hace justicia a Jesús. La resurrección significa que Jesús vive, y que su
causa sigue adelante, que vale la pena vivir como Jesús. De ese “hacer”
y deseo memorial de Jesús surgirá entre los cristianos el “repetir” lo que
Él hizo y enseñó. Partir el pan, lavar los pies, dejan su contenido ritual para asumir en sí el simbolismo de la muerte y resurrección, acto
supremo de amor y donación en la caridad. Los ritos cristianos, pues,
celebran simbólicamente a Jesucristo e irrumpen proféticamente en la
existencia del creyente con toda su virtualidad, anunciando la eterna novedad que llevan dentro: su muerte y resurrección hasta que Él
vuelva.
90. La liturgia será entonces el lugar de encuentro entre Dios y el hombre,
terreno fértil donde se actúa la obra de la Redención. Para que algo sea
litúrgico, en el sentido “cristiano” del término, debe revelar a la Iglesia y su comunión, debe expresar el misterio de Cristo, debe utilizar las
formas que el pueblo de Dios, histórica y culturalmente, percibe como
apropiadas.
91. “La cultura es una actividad creadora del hombre, con la que responde a la vocación de Dios que le pide perfeccionar toda la creación” (DP 391).
El término inculturación designa el proceso de “la encarnación del
Evangelio en culturas autónomas y al mismo tiempo la introducción de
estas culturas en la vida de la Iglesia”36. “La inculturación así entendida tiene su lugar en el culto, tal como en otras áreas de la vida de la
Iglesia”37: en la liturgia su finalidad es expresar y celebrar el misterio de
Cristo encarnado en la mentalidad de un pueblo. “Cristo, Luz y Salvación
de todos los pueblos, mediante la vida litúrgica de una Iglesia, se
manifiesta al pueblo y a la cultura a los cuales es enviada y en los que se enraíza. La Iglesia es católica: puede integrar en su unidad,
purificándolas, todas las verdaderas riquezas de las culturas” (CatIC
1202). “La inculturación litúrgica debe procurar satisfacer las
necesidades de la cultura tradicional y al mismo tiempo tener en cuenta las necesidades de los que se encuentran bajo el influjo de la cultura
urbana e industrial”38.
92. Todo proceso de inculturación litúrgica debe tener en cuenta la finalidad
pastoral, o sea, que la comunidad cristiana pueda entender y vivir mejor lo que celebra en la liturgia, respetando no sólo la identidad profunda
del misterio celebrado sino también el ámbito de la Iglesia y la unidad
del rito. Por otra parte, se trata de una tarea que no puede ser asumida
36 JUAN PABLO II, Encíclica Slavorum Apostoli, 2 de junio de 1985, N° 21. 37 CONGREGACIÓN PARA EL CULTO DIVINO, Instrucción Varietates Legitimae, 29 de marzo de 1994, N° 5. 38 Instrucción Varietates Legitimae N° 30.
LA CELEBRACIÓN DE LOS MISTERIOS DE LA FE
DOCUMENTO CONCILIAR Nº 10
31
de manera individual, y ni siquiera por las comunidades como tales, sino
que está reservada a la competente autoridad de la Iglesia39.
93. Los campos en que prioritariamente se invita a estudiar esta inculturación son, además de los textos y sus traducciones, el del
lenguaje, el canto y la música, los gestos y actitudes corporales, el
arte... Es decir, inculturar es celebrar la fe en la liturgia con expresiones
culturales según una sana creatividad y promover adaptaciones adecuadas a los grupos étnicos y al pueblo en general; pero todo ello ha
de hacerse con el cuidado de que la liturgia no sea reducida a un
instrumento para fines ajenos a su naturaleza, se guarden fielmente las
normas de la Santa Sede y se eviten las arbitrariedades en las celebraciones litúrgicas (Cf. DP 940).
94. Aunque la inculturación del Evangelio no se reduce a la liturgia, ésta es
un medio muy válido para evangelizar la cultura, la educación, los
ambientes universitarios e intelectuales, los medios de comunicación,
artísticos, la familia, los ambientes políticos e instancias de poder (Cf. SD 35).
2.5. Liturgia, religiosidad y piedad popular
95. “El término piedad popular designa las diversas manifestaciones
cultuales, de carácter privado o comunitario, que en el ámbito de la fe
cristiana se expresan principalmente, no con los modos de la sagrada
liturgia, sino con las formas peculiares derivadas de la idiosincrasia de un pueblo o de una etnia y de su cultura”40. En cambio, la expresión
“religiosidad popular” “se refiere a una experiencia universal: en el
corazón de toda persona, como en la cultura de todo pueblo y en sus
manifestaciones colectivas, está siempre presente una dimensión religiosa. Todo pueblo, de hecho, tiende a expresar su visión total de la
trascendencia, la naturaleza, la sociedad y la historia, a través de
mediaciones cultuales, en una síntesis característica, de gran significado
humano y espiritual”41. A lo largo de los siglos, en el contacto del
Evangelio con distintas culturas y sociedades, se fue conformando un rico tesoro de manifestaciones de piedad y religiosidad que han sido
expresión del modo en que cada grupo humano recibe y vive la fe. Sin
embargo, no han faltado elementos que en lugar de favorecer la
vivencia del Evangelio, han contribuido a oscurecerla o a adulterarla (Cf. DP 914).
96. La religiosidad y la piedad populares manifiestan el alma cristiana de
nuestro pueblo. Por medio de ellas el pueblo se une con el Señor
personal y comunitariamente, y se une entre sí religiosa y culturalmente
39 Instrucción Varietates Legitimae, nn. 34-36. 40 CONGREGACIÓN PARA EL CULTO DIVINO, Directorio sobre la piedad popular y la Liturgia, 21 de septiembre
de 2001, N° 9. 41 Ibid. N° 10.
LA CELEBRACIÓN DE LOS MISTERIOS DE LA FE
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32
(Cf. PG 40). Después del Concilio Vaticano II no se ha afrontado
debidamente esta dimensión de la pastoral popular. Siendo el eje central
de la pastoral la constitución y desarrollo del pueblo de Dios, es menester ponderar que ese pueblo de Dios está ya presente en
Venezuela, al menos en semilla, como resultado del esfuerzo de varios
siglos de evangelización. En nuestro momento actual es necesario hacer
crecer esa semilla hacia todos los valores humanos y cristianos, que hoy se manifiestan en nuestro pueblo como signo de los tiempos. “La religión
del pueblo debe ser evangelizada siempre de nuevo (...) Será una labor
de pedagogía pastoral, en la que el catolicismo popular sea asumido,
purificado, completado y dinamizado por el Evangelio” (DP 457).
97. Los documentos de la Iglesia han dirigido su atención en diversas
ocasiones sobre estos aspectos. Son dignas de mención las directrices
contenidas en la Constitución Sacrosanctum Concilium y en el Directorio
sobre la Piedad Popular y la Liturgia. En armonía con el Magisterio
universal de la Iglesia, este Concilio expresa su estima por la piedad popular y sus manifestaciones; llama la atención a los que la ignoran, la
descuidan o la desprecian, para que tengan una actitud más positiva
ante ella y consideren sus valores (Cf. MC 31) y no duda, finalmente, en
presentarla como un verdadero tesoro del pueblo de Dios42. Así lo hizo ya anteriormente en el documento sobre la proclamación profética del
Evangelio (Cf. PPEV 82-90).
98. A la luz de los principios expuestos se propugna la relación armónica que
debe existir entre liturgia y piedad popular, aunque ésta se encuentra objetivamente subordinada y orientada a la liturgia (Cf. SC 13). Esto
quiere decir, en primer lugar, que no se debe plantear la relación entre
liturgia y piedad popular en términos de oposición, pero tampoco de
equiparación o de sustitución. Es necesario que la piedad popular se
configure como un momento del diálogo entre Dios y el hombre, por Cristo, en el Espíritu Santo. Este diálogo, cuyos polos son el mensaje de
salvación y la concreta situación del bautizado, con sus
condicionamientos culturales y su peculiar respuesta al ofrecimiento del
Reino de Dios, ha de desarrollarse con pleno respeto del contenido de la Revelación, pero también aprovechando todo lo que el hombre ha
producido dentro del ámbito de las expresiones religiosas, en cuanto no
atenten contra aquél ni lo desfiguren. “La actitud pastoral adecuada (...)
es el respeto a la religiosidad popular y el aprendizaje de ella, sin pretender manipularla. Antes de ser maestros, debemos ser discípulos”
(PPEV 95)43.
42 Cf. JUAN PABLO II, Homilía en Chile, 10 de enero de 1987. 43 Cf. Ecclesia in América, N° 16.
LA CELEBRACIÓN DE LOS MISTERIOS DE LA FE
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33
3. ACTUAR: DESAFÍOS, ORIENTACIONES Y NORMAS
3.1. DESAFÍOS
99. La Iglesia en Venezuela está urgida de una profunda transformación,
cuya base ha de ser la renovación de la vida litúrgica de sus
comunidades por el encuentro personal y comunitario con Cristo
resucitado. En la celebración litúrgica la comunidad ha de encontrar la
fuerza necesaria para emprender esa transformación. En el presente apartado se indican los desafíos y líneas de acción que nos señalan el
camino de nuestro actuar.
100. Siendo la celebración de los misterios de la fe fuente y cumbre de la vida
cristiana (Cf. SC 10), y tendiendo a ella toda la vida de la Iglesia, la misma nos plantea importantes desafíos, entre los que se explicitan a
continuación los más urgentes. Los desafíos 1-4 corresponden al núcleo
“participación y animación”; el desafío 5, al núcleo “formación”; el
desafío 6, al núcleo “inculturación”; por último, el desafío 7, al núcleo “religiosidad popular”:
Desafío 1: Propiciar la celebración viva, creativa y fructuosa de
sacramentos y sacramentales.
Desafío 2: Promover la vivencia de los tiempos litúrgicos y de la
oración.
Desafío 3: Favorecer una liturgia participativa.
Desafío 4: Promover el cuidado de los lugares sagrados, la música y
el arte.
Desafío 5: Fomentar una mayor educación litúrgica en los ministros y en todo el pueblo de Dios.
Desafío 6: Incentivar medios para lograr una liturgia inculturada.
Desafío 7: Evangelizar la religiosidad popular y dejarnos evangelizar
por ella.
3.2. ORIENTACIONES PASTORALES A:
3.2.1. Desafío 1: Propiciar la celebración viva, creativa y fructuosa de
sacramentos y sacramentales.
101. Presentar la acción sacramental de la Iglesia como don de Dios que infunde, devuelve y fortalece la “vida nueva” que recibimos de Cristo por
la fuerza del Espíritu Santo, y que nos eleva a la dignidad de hijos, nos
introduce a la vida de la Iglesia y nos capacita para dar testimonio del
Resucitado en todas las instancias de la vida.
102. Dar a conocer la importancia de los sacramentos de la iniciación
cristiana como entrada a la vida de la Iglesia y participación en ella,
presentando esta iniciación como una verdadera opción personal de
LA CELEBRACIÓN DE LOS MISTERIOS DE LA FE
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34
vida, compromiso de fe con el Evangelio, compromiso de fidelidad hacia
la Iglesia y de participación en la construcción del Reino. Con este fin,
garantizar un período suficiente de preparación kerigmática, catequética y litúrgica para los padres y padrinos —en el caso de los infantes—, y
para los adultos catecúmenos44. Esto ha de hacerse, sobre todo, con los
“itinerarios” de iniciación cristiana contemplados en el Documento
Conciliar de Catequesis (Cf. CAT 111-116)45.
103. Promover el uso del Ritual de Iniciación Cristiana de Adultos,
especialmente en el tiempo de Cuaresma, con los distintos momentos de
la iniciación y sus gestos litúrgicos (Cf. SC 64), unificando criterios de
aplicación para todas las diócesis. Una posterior reglamentación compete, de acuerdo al derecho, a cada Obispo diocesano46.
104. Resaltar, en la celebración del sacramento de la confirmación, la
participación activa y práctica de los confirmados en la misión salvífica
de la Iglesia, para la cual han sido robustecidos por el Espíritu Santo (Cf.
LG 33). Ha de fortalecerse el carácter solemne y comunitario de esta celebración, destacándose el compromiso eclesial que de ahí se
desprende47. Se debe adaptar el número de confirmandos al lugar donde
se celebra el sacramento.
105. Exigir en la elección de los padrinos, tanto de bautismo como de confirmación, las cualidades definidas por la Iglesia en el derecho y en
los respectivos rituales. Los padrinos han de haber cumplido los dieciséis
años, ser católicos, ya confirmados, haber recibido la primera comunión
y llevar una vida conforme con la fe y la misión que aceptan48. Es menester abrir un proceso de formación del pueblo de Dios para
capacitar a los fieles como padres y padrinos activos en el proceso de
transmitir la fe a sus hijos y ahijados. De acuerdo a lo establecido en los
itinerarios de catequesis de adultos, hay que propiciar la participación de
la comunidad en la preparación del sacramento.
106. En cuanto a la celebración de la Eucaristía, insistir a los ministros
sagrados y a los candidatos a las órdenes sobre el sentido de los signos,
el conocimiento de la normativa litúrgica y su debida aplicación en las
circunstancias concretas de las distintas comunidades49. Para ello, instituir jornadas de estudio sobre la Ordenación General del Misal
Romano y sobre las distintas partes de la celebración eucarística50.
107. En las parroquias y otras comunidades, estimular a los fieles a participar
con fe en la Eucaristía, sobre todo la dominical; dar un mejor y más
44 Cf. Código de Derecho Canónico, cc. 213; 777; 842 § 2; 843 § 2; 851. 45 Cf. Gravissimum Educationis, N° 2; Ritual del Bautismo de Niños, Praenotanda, 3. 46 Cf. Código de Derecho Canónico, cc. 838; 846 § 2; 843 § 2; 851. 47 Cf. Ibid., c. 881. 48 Cf. Ibid., cc. 874 y 893, § 1. 49 Cf. Ibid., cc. 246 § 1; 252 § 3; 256 § 1; 276 § 2, 1º; 279 § 2; 528 § 2; 619; 652 § 2; 835 § 1; 846. 50 Cf. JUAN PABLO II, Carta Encíclica Ecclesia de Eucharistia, N° 52.
LA CELEBRACIÓN DE LOS MISTERIOS DE LA FE
DOCUMENTO CONCILIAR Nº 10
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frecuente uso de las distintas opciones previstas en el Misal para
enriquecer la celebración y así lograr una participación más fructífera,
asumiendo el papel activo que la renovación litúrgica propugna; promover la formación eucarística de los fieles, y por ende, el culto a la
Eucaristía fuera de la Misa: visitas al Santísimo, exposición breve y
prolongada; mantener en la solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre
del Señor la gran procesión por las calles. Incluir dentro del Directorio de Pastoral Litúrgica una instrucción sobre la celebración de las primeras
comuniones51.
108. Educar a los pastores y a la comunidad cristiana en general respecto a
cómo vivir y celebrar de manera fructuosa el sacramento de la reconciliación52; señalar horas precisas para la celebración del mismo en
las parroquias y demás iglesias a las que acuden habitualmente los
fieles53. Estimular el correcto uso del rito de reconciliación de varios
penitentes (celebración comunitaria de la penitencia)54; hacer tomar
conciencia a las comunidades del sentido de esperanza y consuelo del sacramento de la Unción de los enfermos, y sobre el ministro de éste55.
Acoger y reglamentar las indicaciones de la Sede Apostólica sobre las
misas y otras oraciones para pedir la salud de los enfermos56.
109. Considerar la conveniencia de celebrar la institución de los ministerios y la ordenación diaconal en comunidades parroquiales, con el fin de
promover las vocaciones. Puede reservarse la recepción del presbiterado
a las iglesias catedrales, a juicio del Obispo57. Fomentar la participación
de los fieles en estas celebraciones, para que se ponga más en evidencia el vínculo de unión entre los ministros y la comunidad cristiana de donde
proceden y a la que servirán58.
51 Cf. Código de Derecho Canónico, cc. 846 § 1; 898; 899; 934 – 944. 52 Cf. CONFERENCIA EPISCOPAL VENEZOLANA, Carta pastoral sobre el sacramento de la Penitencia o de la
Reconciliación. 31 de marzo de 1979: “Encarecemos a los sacerdotes la estima, la práctica, la paciencia, el arte de la cura de almas tan propios de este Sacramento de la misericordia”. Boletín Iglesia – Venezuela, N° 23, pp. 209-212. Véase también CÓDIGO DE DERECHO CANÓNICO, cc. 959; 960; 964; 987 – 991.
53 Cf. CONFERENCIA EPISCOPAL VENEZOLANA, asamblea de enero de 1976: “Se recomienda vivamente a los señores párrocos y a todos los que tienen algún cuidado pastoral, que se dedique o establezca (...) un horario para celebrar el sacramento de la reconciliación”. Boletín Iglesia – Venezuela, N° 11, p. 2.
54 Cf. CONFERENCIA EPISCOPAL VENEZOLANA: Normativa para Venezuela según el nuevo Código: Normas para la absolución general, canon 961, 2. 23 de julio de 1986. Boletín Iglesia – Venezuela, N° 53, pp. 36-37. Véase también CÓDIGO DE DERECHO CANÓNICO, cc. 961 – 963.
55 Cf. CONFERENCIA EPISCOPAL VENEZOLANA, “Se prohíbe el uso de aceite bendito e igualmente la unción con este aceite por parte de laicos. Se recomienda a cada Obispo diocesano que dé orientaciones sobre esta materia en su propia jurisdicción”. CONFERENCIA EPISCOPAL VENEZOLANA, LXVI asamblea, julio de 1996. Boletín Iglesia – Venezuela, N° 94, p. 38. Véanse también CÓDIGO DE DERECHO CANÓNICO, cc. 998–1007.
56 Cf. CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Instrucción sobre las oraciones para obtener de Dios la sanación, 14 de septiembre de 2000.
57 Cf. PONTIFICAL ROMANO, Ordenación del Obispo, de los Presbíteros y de los Diáconos, Premisas 21, 120 y 202; Código de Derecho Canónico, c. 1011. Cf.. JUAN PABLO II, Exh. Apostólica Postsinodal Pastores Gregis, Nº 34.
58 Cf. Código de Derecho Canónico, c 1011.
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110. Revisar a nivel diocesano la celebración del matrimonio, usando los
distintos elementos propuestos en el Ritual; fortalecer la pastoral de su
preparación, unificando criterios en aspectos como el tiempo requerido para instruir el expediente, establecer la fecha del matrimonio y otras
diligencias, el curso prematrimonial obligatorio y la preparación
inmediata de la liturgia que propicie una celebración fructuosa de este
sacramento59. Cuidar los cantos que se usan en estas celebraciones.
111. Recuperar el valor evangelizador de los sacramentales, tan apreciados
por el pueblo. Educar y orientar a las comunidades sobre el significado y
el uso correcto del agua bendita, la palma, imágenes, escapularios, el
rosario, cruces y otros símbolos; asimismo, sobre las oraciones que piden la liberación del influjo del Maligno, para evitar su confusión con el
rito del exorcismo. Dar una enseñanza frecuente al pueblo de Dios sobre
el sentido de las indulgencias. Que los pastores conozcan y aprecien
estos signos y enseñen su sentido verdadero y recto uso a los fieles a
ellos encomendados, evitando las desviaciones supersticiosas60.
112. Elaborar un subsidio a nivel nacional para la Pastoral de los Difuntos, a
partir del Ritual de Exequias, de manera que se resalte el sentido
pascual de la muerte, sirviéndose del momento para evangelizar, dando
espacio al sentido de trascendencia de la vida y a la esperanza cristiana. Insistir al pueblo cristiano sobre el respeto debido a los restos mortales
de todo ser humano, en especial de un bautizado, como templo de la
Trinidad61.
3.2.2. Desafío 2: Promover la vivencia de los tiempos litúrgicos y de la
oración.
113. Conducir a las comunidades al encuentro con Cristo que se acerca a nosotros en el carácter específico de cada tiempo del año litúrgico,
aprovechando al máximo la riqueza pedagógica de los signos. Cumplir
las orientaciones que se dan sobre cada uno de los tiempos litúrgicos, en
lo relativo al canto, la ornamentación de los lugares sagrados y la
música, entre otros elementos62.
114. Valorar el sentido de esperanza cristiana del Adviento. Dar toda su
importancia a las ferias privilegiadas (novena de Navidad o misas de
aguinaldo), tan importantes en Venezuela, poniendo en lugar destacado
la figura de la Virgen María. Dar relieve a las solemnidades, fiestas y ferias de Navidad, en especial la Sagrada Familia, Santa María Madre de
Dios, Epifanía y Bautismo del Señor. Promover en este tiempo a nivel
parroquial la visita y bendición de pesebres y familias. Estimular las
59 Cf. CONFERENCIA EPISCOPAL VENEZOLANA: Normativa para Venezuela según el nuevo Código:
Prerrequisitos para el matrimonio, canon 1067. 23 de julio de 1986. Boletín Iglesia – Venezuela, N° 53, pp. 38-39.
60 Cf. Código de Derecho Canónico, c. 1011, cc. 1166 - 1172. 61 Cf. Ibid., c. 1011, cc. 1176. 62 Cf. Ibid., cc. 1244 – 1248.
LA CELEBRACIÓN DE LOS MISTERIOS DE LA FE
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manifestaciones autóctonas propias de la Navidad en orden al compartir
fraterno.
115. Favorecer en el tiempo de Cuaresma el sentido de la conversión y de la renovación bautismal a nivel parroquial, zonal (vicarial, arciprestal) y
diocesano, mediante celebraciones penitenciales, vía crucis,
predicaciones cuaresmales, y otras actividades. Hacer respetar la índole
propia de este tiempo en la ornamentación de las iglesias y en el canto litúrgico. Instruir a los fieles respecto al sentido de la mortificación y el
sacrificio en los días penitenciales63.
116. Educar en la importancia de la unidad de la cincuentena pascual,
estimulando su vivencia a través de una celebración bien preparada y festiva de las fechas principales: Vigilia Pascual, Octava de Pascua,
Ascensión y Pentecostés. Favorecer el conocimiento y familiaridad con
los signos litúrgicos de este tiempo: luz, agua, cirio pascual,
ornamentación especial y cantos. Promover las actividades festivas
propias de la piedad popular y la convivencia para esta época del año. Promover en el tiempo pascual el sentido de santificación del trabajo64.
117. Resaltar la celebración de algunos misterios que se encuentran en el
tiempo ordinario, como la Santísima Trinidad, Corpus Christi y
Jesucristo, Rey del Universo. Proponer para este tiempo un programa trienal de predicación litúrgica, que pueda servir de orientación a los
párrocos en todo el territorio nacional65.
118. Dar primacía a la celebración del Día del Señor, fiesta primordial
cristiana y conmemoración semanal de la Pascua e incentivar la participación de los fieles en ella; en especial la del grupo familiar como
tal. Comprometer en la tarea de preparar la celebración eucarística
dominical al mayor número de agentes pastorales, sobre todo a los
integrantes del equipo de liturgia66.
119. Fortalecer el culto a la Virgen María, como modelo singular del discípulo, reconociéndole el lazo indisoluble que la une a la obra salvífica de su
Hijo. Fomentar aún más el aprecio que nuestro pueblo prodiga a la
Madre de Dios. Orientar debidamente el culto de los santos y beatos,
como modelos de discípulos de Cristo e intercesores ante Él. En tal sentido, cuidar que se exprese la verdadera esencia de la Misa como
acción de gracias dirigida únicamente a Dios, en la cual se pide la
intercesión de la Virgen y de los santos67.
63 Cf. CONFERENCIA EPISCOPAL VENEZOLANA: Normativa para Venezuela según el nuevo Código: Normas
sobre el ayuno y la abstinencia, canon 1253. 23 de julio de 1986. Boletín Iglesia – Venezuela, N° 53, p. 41.
64 Cf. Código de Derecho Canónico, cc. 387; 835 § 1; 838; 1246. 65 Cf. CONFERENCIA EPISCOPAL VENEZOLANA: Resoluciones de la asamblea de julio de 1988: Dimensión
catequética de la Liturgia. Elaboración de un plan de predicación homilética que desarrolle en forma sistemática los contenidos doctrinales. Boletín Iglesia – Venezuela, N° 61, p. 10.
66 Cf. Código de Derecho Canónico, cc. 1246; 1247. 67 Cf. Ibid., cc. 246 § 3; 1186; 1187; 1188.
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120. Promover en las comunidades parroquiales la celebración de la Liturgia
de las Horas, especialmente en domingos y días de fiesta, como oración
eclesial comunitaria, para que llegue a los fieles con toda su riqueza comunitaria, cristológica y bíblica. Invitar a un mayor aprecio de esta
forma de oración a los miembros de grupos y movimientos de
apostolado68.
121. Estimular la práctica de los momentos de oración de la familia, como Iglesia doméstica: el rosario, la bendición de los alimentos y la
invocación de la presencia del Señor en los momentos solemnes de la
vida de sus miembros (Cf. EA)69; recordar el deber cristiano de la
santificación por el trabajo y el ofrecimiento diario de las obras y padecimientos al Señor (Cf. Rm 12, 1)70.
122. Incluir entre las competencias de los secretariados diocesanos de liturgia
las siguientes: proporcionar subsidios y favorecer oportunidades de
oración en toda la comunidad diocesana; formar, convenientemente, a
los distintos grupos y comunidades; orientar a nivel general, sobre el rezo del rosario, los vía crucis, diversos métodos de oración y otras
devociones. En cada diócesis aprovechar y desarrollar los carismas de
oración litúrgica de los distintos movimientos de apostolado seglar y
congregaciones religiosas presentes en la diócesis.
3.2.3. Desafío 3: Favorecer una liturgia participativa.
123. Fomentar en el pueblo de Dios la participación activa en la liturgia, interna y externa, consciente, activa y plena; enseñar al pueblo cristiano
el sentido de los signos y símbolos litúrgicos, de tal manera que los
fieles se descubran a sí mismos como miembros del pueblo de Dios, de
quien proceden y a quien van.
124. Poner de relieve los signos de la palabra de Dios, para nutrir la fe de los
fieles: el libro de la palabra (leccionario o evangeliario) debe ser digno,
debe hacerse su veneración (procesión, incienso, luz), el lugar de su
anuncio (ambón) debe ser destacado; su lectura, audible e inteligible; la
homilía del ministro debe ser preparada y adecuada al auditorio, basada en la palabra, en la realidad histórica y en las necesidades de la
comunidad presente; además, la palabra debe motivar las respuestas de
la asamblea (aclamaciones, salmos de meditación, letanías, confesión de
fe...) (Cf. CatIC 1154).
125. Propiciar una liturgia adaptada a la comunidad concreta, tomando en
cuenta las características de la asamblea (jóvenes, niños, adultos,
enfermos), sus circunstancias propias y su grado de profundización en la
fe. Hacer esfuerzos para que la liturgia entre en la vida concreta de los fieles y señale el ritmo vital de cada comunidad. Que sea comprendida
68 Cf. Código de Derecho Canónico, cc. 1173 - 1175. 69 Cf. Ecclesia in América, N° 46; c. 529 § 1. 70 Cf. Código de Derecho Canónico, c. 839 § 1.
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como camino de santidad, fuerza interior del dinamismo apostólico y de
la dimensión misionera de la Iglesia y que desemboca en la vivencia
auténtica de la caridad.
126. Procurar que la celebración sea expresión alegre de las experiencias y
anhelos comunes y con ella se manifieste que la comunidad celebra al
Señor para dar sentido a los acontecimientos de su vida personal y
colectiva. Hacer que las celebraciones reflejen y recojan los sentimientos de los participantes, trayendo a ellas las experiencias de
agradecimiento, de perdón, reconciliación o dolor, por medio de
símbolos adecuados.
127. Insertar la pastoral litúrgica en el plan diocesano de pastoral como fuente dinamizadora y como cumbre del proceso evangelizador,
creadora de espiritualidad y garantía de la solidez de la misión de la
Iglesia. Crear o reactivar organismos diocesanos que se preocupen por
la planificación litúrgica de la Diócesis y ofrezcan experiencias, iniciativas
de animación, revistas y subsidios litúrgicos, y mantengan el interés por la liturgia en la Diócesis71.
128. Incentivar la creación de los equipos parroquiales de liturgia para que
promuevan experiencias de vida litúrgica. Estimular el intercambio de
experiencias con otras parroquias, el subsidio de cantos y otros recursos litúrgicos, que abran perspectivas de renovación y vivencia litúrgica en
la comunidad. Propiciar la preparación específica de cada celebración,
utilizando los diversos recursos con que se cuenta. Cuidar que la
claridad del sonido contribuya a la participación de toda la asamblea.
3.2.4. Desafío 4: Promover el cuidado de los lugares sagrados, la
música y el arte.
129. Promover el debido respeto de los fieles hacia los lugares sagrados.
Despertar el interés hacia la importancia del arte allí contenido, que es
manifestación de la fe de quienes los erigieron y de la comunidad que
hace uso de ellos para sus celebraciones litúrgicas, ya se trate de
edificios antiguos o de reciente construcción. Estimular el aprecio y respeto por las manifestaciones artísticas heredadas de nuestros
mayores. Exigir, organizar y hacer efectivo el cuidado y conservación de
los bienes artísticos litúrgicos y religiosos que existen en el país (Cf.
CatIC 1180)72.
130. Exigir en la construcción de nuevas iglesias y capillas la atención a la
disposición del edificio, de modo que favorezca la participación plena de
71 Cf. CONFERENCIA EPISCOPAL VENEZOLANA: Resoluciones de la asamblea de julio de 1979: “Pedir a cada
Obispo que, mediante su Delegado de Liturgia, forme la Comisión Diocesana de Liturgia”. Boletín Iglesia – Venezuela, N° 25, p. 249.
72 Cf. CONFERENCIA EPISCOPAL VENEZOLANA, Resoluciones de la asamblea LXIII, enero de 1995: “que se estimule la creación de la Comisión Diocesana de Arte Sacro”. Boletín Iglesia – Venezuela, N° 87, p. 47; Código de Derecho Canónico, cc. 638 § 3; 1189; 1205; 1210; 1220; 1292 § 2.
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los fieles, el cuidado de las expresiones artísticas, la dignidad del lugar;
que éste no distraiga la atención de los fieles y que favorezca la oración
de la comunidad, de modo que en él se manifieste “la Iglesia que vive en ese lugar, morada de Dios con los hombres reconciliados y unidos en
Cristo”73.
131. Propiciar la interrelación de los santuarios que existen en el país, y la
actualización de la pastoral que en ellos se realiza, especialmente la sacramental, para que puedan ser “lugares privilegiados” de
Evangelización, evitando cualquier desviación, manipulación o
mercantilismo74. En este mismo sentido, dar a las peregrinaciones un
impulso más evangelizador, en armonía con la pastoral diocesana75.
132. Promover el que las comunidades cristianas tomen interés por la
conservación de los diversos objetos sagrados, ornamentos, libros y
demás recursos, así como por su renovación y actualización. Deben
recibir atención especial los vinculados directamente con la Eucaristía,
los cuales deben tener las cualidades de dignidad, decoro y belleza76. Fomentar en las comunidades cristianas la contribución económica para
el sostenimiento y decoro de los lugares y objetos sagrados77.
133. Crear a nivel nacional una escuela de canto litúrgico que promueva la
renovación de las composiciones que se usan en las celebraciones, así como un repertorio suficiente, adaptado a los tiempos litúrgicos, con
contenido bíblico, que incluya melodías sencillas y al alcance de nuestras
asambleas, mayoritariamente populares. Esto no excluye la presencia en
las asambleas solemnes del canto gregoriano y de las composiciones polifónicas, patrimonio de la Iglesia. Promover la publicación de un
Cantoral nacional, que recoja los cantos litúrgicos tradicionales e
incorpore los aportes recientes en esta materia.
3.2.5. Desafío 5: Fomentar una mayor educación litúrgica en los
ministros y en todo el pueblo de Dios.
134. Fomentar con diligencia la actualización litúrgica tanto en los obispos
como en los sacerdotes, diáconos, religiosos y laicos, a fin de que se promueva la participación activa, consciente y fructuosa de los fieles.
Privilegiar en la formación litúrgica del clero lo relativo a la vivencia
litúrgica y a la práctica del “arte de celebrar” (ars celebrandi).
135. Colocar la liturgia entre las disciplinas más necesarias e importantes en los seminarios, casas religiosas y facultades teológicas, pues quienes se
forman en esos lugares serán responsables de la vida litúrgica de sus
73 Cf. Código de Derecho Canónico, cc. 1214; 1215; 1216; 1217. 74 Cf. Documento de Puebla, N° 463. Directorio sobre la Piedad Popular y la Liturgia, nn. 261-278. 75 Cf. Directorio sobre la Piedad Popular y la Liturgia, nn. 286-287; Código de Derecho Canónico, cc.
848; 1230 – 1234; 1264. 76 Cf. Ordenación General del Misal Romano, nn. 311-312. 77 Cf. Código de Derecho Canónico, c. 1254 § 2.
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comunidades. Asimismo, exigir que los profesores de liturgia en los
seminarios y casas de formación, tanto para religiosos como para laicos,
sean graduados en liturgia78.
136. Promover la educación litúrgica en cada comunidad cristiana, haciendo
énfasis en los agentes de pastoral y el equipo de liturgia, de modo que
puedan preparar junto a su sacerdote las diferentes celebraciones, y se
viva con armonía la celebración del misterio pascual.
137. Proporcionar subsidios a los fieles para el conocimiento de los textos y
significado de las aclamaciones y respuestas, así como del sentido de los
gestos y posturas que deben adoptar en cada una de las celebraciones.
Motivar y enseñar a los fieles a escuchar con atención los textos de la celebración, desde los saludos iniciales hasta el rito de despedida.
Explicar el lenguaje de los signos, en especial el simbolismo de la
palabra usada en la liturgia.
138. Educar respecto a la naturaleza de su ministerio a todos los ministros
laicos, de manera especial los instituidos en el lectorado y acolitado, los demás ministros extraordinarios de la comunión, y los que desempeñan
los servicios de lectores, salmistas, monitores, cantores o monaguillos.
Propiciar la redacción de manuales o subsidios para cada ministerio79.
139. Vincular a todos los catequistas a la liturgia, a fin de que, teniendo parte activa en ella, formen a los catequizandos en la vida litúrgica de la
comunidad a la que pertenecen, a través de su propia experiencia
celebrativa y su testimonio.
140. Hacer uso de los elementos presentes en el Ritual de Iniciación Cristiana para los Adultos y Niños en Edad Catequística, de manera que, a través
de los distintos elementos de la iniciación e incorporación a la
comunidad cristiana, se subraye la pertenencia a Cristo y a la
comunidad.
3.2.6. Desafío 6: Incentivar medios para lograr una liturgia
inculturada.
141. Promover jornadas con especialistas sobre el tema de la inculturación, a fin de conocer los ámbitos y métodos que logren una liturgia que
responda a la riqueza cultural y simbólica de nuestro pueblo, teniendo
en cuenta el espíritu y la naturaleza misma de la liturgia.
142. Promover la creación de centros de estudio de nuestras culturas, de modo que se puedan asumir con propiedad las riquezas que en
simbología y lenguaje total se viven en cada cultura en los distintos
ambientes.
78 Cf. Código de Derecho Canónico, cc. 252 § 3; 253 § 2. 79 Cf. Ibid. cc. 230; 910; 911 § 2; 943.
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143. Crear conciencia en los pastores y fieles a fin de que valoricen las
manifestaciones étnicas y culturales propias del pueblo, en cuanto tienen
relación con la religiosidad popular y con la liturgia. Dentro de este campo, proporcionar lineamientos, información y orientaciones
específicas a los agentes de pastoral, tanto nacionales como extranjeros.
144. Promover el acercamiento previo a grupos específicos, como
universitarios, intelectuales, comunicacionales, artísticos, campesinos, gente del mar, entre otros, a fin de que, cuantas veces participen en la
liturgia, puedan tener vivencia cristiana desde su experiencia y
ambiente.
145. Atender con especial cuidado a los indígenas, a fin de que, respetando su idiosincrasia, tengan una liturgia inculturada y al mismo tiempo fiel al
Evangelio.
146. Promover la formación de agentes, tanto clérigos como laicos, para la
inculturación y la evangelización, que luego trabajen en estos campos y
favorezcan no sólo el apoyo a estas manifestaciones, sino que aseguren su purificación y evangelización80.
3.2.7. Desafío 7: Evangelizar la religiosidad popular y dejarnos
evangelizar por ella.
147. Atender con criterio pastoral las manifestaciones de piedad y religiosidad
populares, reconociendo los valores del Reino de Dios que en ellas están
presentes y dejándonos interpelar por ellos. En este proceso, ha de procurarse que la liturgia conserve su primacía (Cf. SC 7) sobre esas
manifestaciones, sea el Evangelio la medida de valoración, tengan
inspiración bíblica, referencia al misterio de salvación, apertura
ecuménica y sean fieles al hombre concreto81, llevando a un compromiso de caridad con el prójimo. Procurar poner de relieve la dignidad y
legitimidad de la piedad y religiosidad popular y evitar cualquier
contraposición o confusión de liturgia y piedad popular82.
148. Cuidar la pastoral de la piedad y religiosidad populares en los ambientes
del campesinado, muy ricos en manifestaciones de devoción popular, y los sectores marginales de las ciudades, cuyos habitantes normalmente
llevan sus vivencias religiosas de sus lugares de origen o corren el riesgo
de dejarse llevar por vacío espiritual de la gran ciudad o son presa fácil
de supersticiones, de propuestas religiosas foráneas y de nuevos grupos religiosos o sectas.
149. Reorientar las manifestaciones de la religiosidad popular, recuperando el
valor pastoral e integrando lo cultural y lo litúrgico, lo civil y lo religioso.
80 Cf. Directorio sobre la Piedad Popular y la Liturgia, N° 59. 81 Cf. Ibid.,, nn. 11-16. 82 Cf. Ibid. nn. 93-287; Cf. Código de Derecho Canónico, c. 839.
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150. Propiciar la integración de la religiosidad popular y la vivencia litúrgica
que propone la Iglesia, de manera que el pueblo de Dios avance en la
maduración de su fe como pueblo sacerdotal.
151. Iniciar y apoyar experiencias que incorporen al culto elementos de la
cultura y religiosidad venezolana populares: música, cantos, danzas y
otras manifestaciones.
152. Propiciar una pastoral de la piedad y religiosidad populares en que se articulen e intervengan de manera armónica la celebración del año
litúrgico, la veneración de la Virgen, el culto a los santos y el sufragio
por los difuntos, y sean vivencias de pueblo unido por la fe.
3.3. NORMAS
153. La Conferencia Episcopal Venezolana creará una Sección de Pastoral
Litúrgica en el Instituto Nacional de Pastoral, a fin de ofrecer una ayuda
a la vida litúrgica mediante cursos, reuniones, subsidios, revistas y otros elementos.
154. Incorpórese la liturgia en los planes diocesanos de pastoral, a fin de
favorecer la renovación de la liturgia en las diversas comunidades.
155. El Obispo diocesano creará o fortalecerá la comisión diocesana (o el secretariado diocesano) de liturgia, para que promueva la formación
litúrgica de los fieles y produzca subsidios para lograr unas
celebraciones conscientes y participativas, que valoren la piedad popular
y sean sensibles a las necesidades vitales del pueblo de Dios. Los párrocos han de promover también los secretariados o equipos
parroquiales de liturgia.
156. Cada obispo establecerá en su diócesis una comisión asesora para la
construcción, remodelación y restauración de edificios de culto.
157. La Conferencia Episcopal Venezolana fortalecerá el Departamento de
Liturgia del Secretariado Permanente del Episcopado Venezolano con la
presencia del Secretario Ejecutivo, peritos y delegados diocesanos para
ejecutar las funciones propias del mismo y hacer realidad lo indicado en
el presente Concilio en lo referente a esta materia”.