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    Debates

    en

    Sociologa

    N 20 21

    1 96

    la causa de la ciencia

    cmo la historia social de las

    ciencias sociales puede servir al

    progreso de estas ciencias1

    pierre bourdieu

    La historia social de la ciencias sociales no es una especialidad

    como cualquier otra, en tanto sirve de instrumento privilegiado de

    la reflexin crtica, condicin imperativa de la lucidez colectiva e individual.

    Sin duda, ella puede servir al resentimiento a la mala fe, cuando

    lo que se busca son slo las satisfacciones sin peligro de la indignacin

    la denuncia retrospectivas, o el beneficio asegurado de una defensa

    sin riesgo de las buenas causas desaparecidas. Sin embargo, slo alcanza

    su verdadera justificacin cuando logra develar los supuestos bsicos

    de las empresas cientficas del pasado, perpetuados -a menudo en

    forma implcita- a travs de la herencia cientfica colectiva, los proble-

    mas, los conceptos, los mtodos o las tcnicas.

    Slo la anamnesia que permite el trabajo histrico puede evitar

    la amnesia sobre la gnesis de este legado -convertido en lo esencial,

    en doxa disciplinaria-, a la que por fuerza lleva la relacin rutinaria

    con el mismo. Slo ella ofrece al investigador medios para comprender

    sus compromisos intelectuales ms ntimos, como la adhesin -casi

    siempre tcita- a las tesis antropolgicas metodolgicas especial-

    El presente texto recoge partes de la comunicacin presentada por el autor en el coloquio sobre

    '-Teora social y nuevos temas en una sociedad en proceso de cambio, (Chicago, 1989). publicada

    bajo el titulo de .Epflogo: sobre la posibilidad de un campo de Sociologia Global , en P. Bourdieu

    y

    J

    Coleman (editores). Socio1 Theory for o Chonging Society, Boulder-San Francisco-Oxford, Westview

    Press, New York, Roussell Sage Foundation. 1991.

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    mente en materia de filosofa de la accin , o como sus simpatas

    antipatas epistemolgicas hacia determinados autores, modos de

    pensar formas de expresin. Ella es, en fin, el instrumento de crtica

    ms indispensable despiadado frente a las pasiones e intereses que

    pueden esconderse tras la apariencia irreprochable de la metodologa

    ms rigurosa.

    La ciencia social tiene el privilegio de poder tomar como objeto

    de estudio su propio funcionamiento de facilitar as la toma de

    conciencia sobre los condicionantes que inciden sobre la prctica cientfica;

    t

    es decir, puede valerse de la conciencia el conocimiento que tiene

    sobre sus propias funciones su funcionamiento, para tratar de levantar

    algunos de los obstculos al progreso de la conciencia del conocimiento

    en general. Lejos de minar sus fundamentos -como a menudo se

    dice- esta ciencia reflexiva, al condenar el relativismo, puede, al

    contrario, proporcionar los principios de una Realpolitik cientfica,

    que permita asegurar el progreso de la razn cientfica.

    a situacin ambigua

    de

    la ciencia social

    El campo cientfico es un microcosmos social parcialmente autnomo

    respecto de las necesidades del macrocosmos en el cual est inserto.

    En un sentido, se trata de u mundo social como los dems que

    conoce, como el campo econmico, de relaciones de fuerza y de luchas

    de inters, de coaliciones y monopolios, y hasta de imperialismos

    nacionalismos. Pero en otro sentido -y pese a lo que digan los defensores

    del .programa fuerte. en sociologa de la ciencia-, se trata tambin

    de un mundo aparte, dotado de sus propias leyes de funcionamiento.

    Todas las propiedades que el campo cientfico tiene en comn

    con los otros campos, revisten en l formas especficas. As, por

    ejemplo, la competencia que en l se da, por encarnizada que sea,

    permanece sometida, si no a reglas explcitas, s, al menos, a re-

    gulaciones automticas como las que resultan del control cruzado entre

    los competidores y que permiten convertir intereses sociales como

    el apetito de reconocimiento en

    intereses

    del conocimiento .

    La libido dominandi, que hace parte siempre de la libido sciendi,

    es convertida as en libido scientifica, en amor puro por la verdad,

    al que la lgica del campo -funcionando como instancia de censura

    principio de sublimacin- le asigna sus objetos legtimos las vas

    legtimas para alcanzarlos. Es decir, aun cuando las pulsiones subli-

    madas que definen esta libido especfica se aplican a objetos que son

    en s muy depurados, por muy violentas que sean, son inseparables

    -en su existencia misma y en la forma de aplacarlas- de la aceptacin

    prctica de las exigencias que se basa en el funcionamiento social

    del campo donde pueden satisfacerse.

    Es por ello que el rigor de los productos cientficos depende

    fundamentalmente del rigor de los condicionantes sociales especficos

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    que rigen su produccin; o, ms exactamente, del grado de indepen-

    dencia que guarden las reglas o las regularidades que gobiernan el

    microcosmos cientfico -aquellas que determinan las condiciones en

    las que las construcciones cientficas se producen, comunican, discuten

    o critican- frente al mundo social y sus demandas, sus expectativas

    o sus exigencias.

    El campo de las ciencias sociales est en una situacin muy

    diferente de los dems campos cientficos. Por el hecho de tener al

    mundo social por objeto y de pretender producir una representacin

    cientfica del mismo, el especialista compite all no slo con sus colegas

    sino tambin con los profesionales de la produccin simblica es-

    critores, polticos, periodistas)

    y

    en general, con todos los agentes

    sociales que buscan imponer su visin del mundo social, con desiguales

    fuerzas simblicas y con distinto xito usando desde el chisme, la

    maledicencia, el insulto o la calumnia hasta los libelos, panfletos o

    tribunas libres, sin mencionar otras formas de expresin colectivas

    e institucionalizadas, como el voto).

    Esta es una de las razones por las que al cientista social no le

    es tan fcil como a otros cientficos alcanzar que se le reconozca el

    monopolio del discurso legtimo sobre su objeto, algo que l reivindica

    por definicin, al pretender la cientificidad. En cambio, sus competidores

    externos, y a veces tambin internos, pueden apelar siempre al sentido

    comn contra el cual se yergue la representacin cientfica del mundo)

    e incluso al modo de validar opiniones que se usa en poltica como

    cuando la demagogia populista por querer dar a todos el poder y

    el derecho de juzgarlo todo, tiende a anular la autonoma del propio

    campo poltico).

    As, desde este punto de vista del grado de autonoma frente

    a los poderes externos -pblicos o privados- la ciencia social se

    sita a mitad de camino entre dos lmites: por un lado, el de los

    campos cientficos ms puros, omo las matemticas, donde los produc-

    tores slo tienen como posibles clientes a sus competidores que, por

    compartir las mismas aptitudes e intereses, estn poco dispuestos a

    aceptar sus productos sin previo examen); y, por otro, el de campos

    como el poltico, el religioso o incluso el periodstico, donde el juicio

    de los especialistas est cada vez ms sometido al veredicto del nmero

    en todas sus formas sondeo, plebiscito, volumen de ventas o rating

    de audicin), y donde se otorga al profano el poder de escoger entre

    productos que no est necesariamente en capacidad de evaluar y menos

    an, de producir).

    Nos encontramos, pues, frente a dos lgicas totalmente opuestas:

    por un lado, la del campo poltico, donde la fuerza de las ideas depende

    en general de la fuerza de los grupos que las aceptan como verdaderas,

    y por otro, la del campo cientfico, que en su estado ms puro no

    conoce ni reconoce sino da fuerza intrnseca de la idea verdadera))

    de la que hablaba Spinoza.

    En el campo cientfico, donde los debates no se resuelven por

    medio del enfrentamiento fsico, ni por decisin poltica ni por el voto,

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    la fuerza de la argumentacin depende en gran parte. sobre todo cuando

    el campo est fuertemente internacionalizado, de la conformidad de

    las propuestas o los procedimientos con las reglas de coherencia lgica

    y de compatibilidad con los hechos.

    En el campo poltico, en cambio, las que triunfan son las propuestas

    que Aristteles en Los tpicos) llamaba endxicas; es decir, aquellas

    con las que obligatoriamente hay que contar porque a la gente que

    cuenta le gustara que fuesen verdaderas; porque, al participar de la

    doxa

    del sentido comn, de la visin ordinaria que es la ms extendida

    y

    ms ampliamente compartida), estn respaldadas por el nmero.

    3

    En tal virtud, aunque se tratase de ideas totalmente contrarias a la

    lgica o a la experiencia, esas .ideas-fuerza)) pueden imponerse porque

    cuentan con la fuerza de un grupo y porque, aun no siendo verdaderas

    y ni siquiera probables-, son plausibles en el sentido etimolgico

    del trmino, es decir, son susceptibles de recibir la aprobacin

    y

    el

    aplauso de la mayor cantidad de gente.2

    Los dos principios de jerarquizacion

    De lo anterior se desprende que, tanto en el campo de las ciencias

    sociales como en el literario -donde lo puro)) lo comercial))se

    enfrentan-, los productores pueden referirse a dos principios de

    jerarquizacin y legitimacin, el cientfico y el poltico, que se oponen

    sin que ninguno de ellos llegue a establecer un claro dominio en ese

    campo.

    As, por ejemplo, a diferencia de lo que sucede en los campos

    cientficos ms autnomos donde ya nadie pretendera afirmar que

    la Tierra no gira), algunas propuestas que son inconsistentes lgicamente

    o incompatibles con los hechos, pueden perpetuarse y aun prosperar

    -al igual que quienes las defienden- con slo estar investidas, al

    interior

    y

    al exterior del campo, de una autoridad social capaz de

    compensar su insuficiencia o insignificancia. Algo similar puede ocurrir

    con los problemas, los conceptos o las taxinomias; como cuando ciertos

    investigadores convierten algunos problemas sociales en sociolgicos,

    o cuando trasiadan ai ienguaje cientiico conceptos projesin, roi,

    etc.) o taxinomias individual/colectivo, achievement/ascription, etc.)

    directamente sacados del uso ordinario, o cuando consideran como

    instrumentos de anlisis nociones que el propio anlisis debera justificar.

    Es necesar io, pues, interrogarse sobre los obstculos sociales

    -de los que no se libran ni los campos cientficos ms autnomos-

    La ambigedad de algunas discusiones pblicas con pretensibn cientf ica aparece de pronto. cuando

    el pblico deja el rol pasivo que usualmente se le asigna para manifestar su aprobacin a uno u

    otro de los expos i tores por medio de ap lausos ms o menos prolongados :

    y

    la violencia de la intrusin

    tirnica en el sentid o que le daba Pascal de los profanos estal la cuando uno de los expo sitore s

    recurre al procedimiento retrico que Schop enha uer consideraba co m o tpicamente desleal

    y

    que cons i s te

    en dirigir a su adversario un argumento que no podria responder s in o em plean do trminos incom prensibles

    para los espectadores .

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    que se oponen a la instauracin del nomos cientfico como el criterio

    exclusivo de evaluacin de las prcticas y los productos de las ciencias

    sociales; es decir, que se oponen a la autonoma cientfica de stas

    y al pleno dominio en ellas del principio cientfico de evaluacin o

    jerarquizacin.

    La raz comn de todos e stos obstculos es el con junto de factores

    que pueden impedir el juego de la libre competencia cientfica entre

    pares, es decir, entre quienes tienen un dominio mnimo de los logros

    colectivos d e , la ciencia social. Tal dom inio e s el q ue constituye la

    condicin de ingreso a los debates propiamente cientficos; en otros

    trminos, es lo que favorece el ingreso al juego, como jugadores pero

    tambin com o rbitros a travs, por ejemplo, de cierta crtica pe-

    riodstica) frente a los intrusos que, careciendo de esta competencia,

    tienden a introducir normas extrnsecas de produccin y de evaluacin,

    com o la del sent ido com n o la del sano juicio..

    As, los conflictos que se producen en las ciencias sociales

    y

    que a veces se invocan para rehusarles el rango de ciencias) pueden

    pertenecer tambin a dos categoras totalmente distintas. Una, la de

    los conflictos propiamente cientficos y la otra, la de los conflictos

    polticos como una dimensin cientfica.

    En los conflictos propiamente cientficos, los que se apropiaron

    de los logros colectivos de su ciencia se oponen entre ellos segn

    la lgica constitutiva de la problemtica y de la metodologa directam ente

    originada en esta herencia que los mantienen unidos hasta en sus

    luchas para conservarla o superarla nunc a le son ms fieles que cuando

    se producen rupturas acumuladas con ella; rupturas cuya posibilidad

    y necesidad ella porta en s misma). Ellos se afrontan en una discusin

    regulada en la que pone en juego problemticas rigurosamente expli-

    citadas, conceptos claramente definidos y mtodos de verificacin

    inequvocos.

    En los conflictos polticos con una dimensin cientfica, es decir

    socialmente inevitables y cientificamente analizables, los productores

    cientificamente dotados son llevados a enfre ntar a o tros que, po r razo nes

    diversas com o la edad , insuficiencias de formacin o ignorancia d e

    las exigencias mnimas del oficio de investigador), carecen de instru-

    m entos especficos de produccin y -por lo mismo- est n a la vez

    ms cerca de las expectativas de los profanos y en mayor capacidad

    de satisfacerlas he ah la razn de la espon tne a complicidad que

    se establece en tre ciertos investigadores caducos, desclasados o desp ro-

    vistos y algunos periodistas q ue, al descono cer las problem ticas espe-

    cficas, reducen las diferencias de co mp etencia a diferencias de op inin

    -poltica, religiosa, etc.- mu tuamente re la ti~ iz ab le s) .~

    Los dos principios de diferenciaci6n no son completamente independientes: las disposiciones con-

    formistas que tienden a aceptar el mundo como es o las disposiciones contestatarias o rebeldes

    que llevan a resistir los condicionamientos sociales. internos y -sobre todo- externos a romper

    con las evidencias ms ampliamente aceptadas dentro y fuera del campo ciertamente no se distribuyen

    al azar entre los ocupantes de las distintas posiciones en el campo entre las trayectorias que tomaron

    para acceder a Bllas.

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    Consenso poltico y conflicto cientfico

    En el conflicto propiamente cientifico, no hay nada -ningn

    objeto, ninguna teora, ningn hecho- que pueda ser excluido de

    la discusin mediante una prohibicin social, pero tampoco ningn

    arma puramente esencial, ni argumento de autoridad, ni simple poder

    universitario, est vedado, de hecho ni de derecho, como recurso del

    que se puede echar mano en la discusin.

    Es por ello que, pese a las apariencias, nada dista ms de esta

    guerra de todos contra todos, cuyas armas y cuyos golpes legtimos

    se encuentran rigurosamente normados, que el working consensus

    de la ortodoxia acadmica. Esta ortodoxia acadmica es la que trataron

    de establecer los socilogos americanos en los aos sesenta y en

    cierta medida, los defensores franceses de la Nueva Historia)) apo-

    yndose en poderes propiamente sociales y en primer lugar en instituciones

    de enseanza, en los lugares de publicaciones oficiales, en las aso-

    ciaciones profesionales e incluso en el acceso a los recursos necesarios

    a la investigacin emprica.

    Si bien hay que evitar ver all el principio determinante de tales

    construcciones de la ortodoxia, cabe decir que la indiferencia tica

    y poltica de un conservadurismo bien educado la cual puede aparecer

    como un distanciamiento objetivo^^ del observador imparcial) slo puede

    reconocerse o plasmarse en construcciones tericas y metodolgicas

    que garantizan el respeto por la evocacin mullidamente consensual

    y, de manera ms general, en toda forma de discurso, que por su

    formalismo, puede hablar del mundo social, en la lgica de la denaga-

    cin como si no hablara de l, o que, por su positivismo tiende a

    contentarse con un registro sin problemas de lo dado tal cual se

    p r e ~ e n t a . ~

    Fue as como los socilogos americanos creyeron encontrar en

    las teoras de Parsons o Merton y en la metodologa de Lazarsfeld,

    el cuerpo unificado de doctrina sobre el cual se poda establecer la

    communis doctorum opinio de un cuerpo serio de profesionales))

    que hacan alarde de lo que se consideraba la caracterstica ms importante

    de una ciencia digna de este nombre: el consenso de la ~comunidad

    cientfica ^.^

    En realidad, la adhesin tcita a los supuestos indiscutidos

    e

    podra mostrar . po r ejemplo. que la economa neoclsica tiene algunas de las principales caractersticas

    de una ortodox ia que hace alarde de cientificidad con la especial eficacia que le confi ere la formalizacin

    matemdtica) como p or ejemplo . la aceptacin tcita de supuestos indiscutidos sobre puntos fundamentales

    en teora de la accin, por ejemplo).

    La teor a de las profesiones tal co mo est expresada, po r ejemplo, en el articulo de Parsons escrito

    bajo este titulo para The lnt er na tio no l Encyclopeddy of Socio1 Sciences ed. 1968. pp.

    536 5461

    puede ser leida como una profesin de fe pro fesional de esos

    profesional es^

    que pretenden ser los

    socilogos del establishment: caracterizados. segn Parsons. por su formacin intelectual

    y

    por una

    autoridad que descansa mas en la experiencia que en el poder poltico. los profesionales estn libres

    de toda dependencia frente a l Estado y la burocracia gubernamental y se guian slo por la preocupacin

    del cornmon good. Esta collectiuit y-orien tation , este -desinters.

    y

    este -a ltruismo*, que puede asegurarles

    las ms altas recompensas materiales y simblicas, que mencionan la mayora de las definiciones

    de las profesiones se encuentran tambibn en la representacin de Merton del universo cientifico

    En sntesis, la nocin prec onstru ida de profe sion,

    rody made conceptual que ha dado lugar a un

    sinnm ero de comentarios y criticas es menos la descripcin de una realidad social que una contr ibucin

    prctica a la construccin de la sociologa como profesin

    y

    profesin cientfica.

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    sobre los que reposa la autoridad de los cuerpos de doctores -telogos,

    juristas y an historiadores en especial de la literatura, del arte y

    de la filosofa, poco afectos a hacer la historia de la formacin de

    su propio corpus)-, es diametralmente opuesta a su acuerdo explcito,

    tanto sobre el objeto e importancia de los desacuerdos como sobre

    los mtodos y procedimientos a utilizar para resolverlos, que est en

    la base misma de funcionamiento de los campos cientficos.

    En efecto, el working consensus de una ortodoxia que se basa

    en la complicidad social de los doctores tiende a ejercer una censura

    social disfrazada de control cientfico), bien sea de modo enteramente

    directo, como en las interdicciones -a veces explcitas- en materia

    de publicacin y citacin, o de modo ms soterrado, como en los

    procesos de reclutamiento. En estos ltimos al privilegiar -por medio

    de conexiones y del lobbying- criterios sociales ms o menos dis-

    frazados de cientficos o acadmicos, tiende a reservarse la nominacin

    en las posiciones ms favorables a la produccin -y, en consecuencia,

    a la competencia- cientfica a ciertas categoras de agentes definidas

    en trminos puramente sociales como los de poseer diplomas pres-

    tigiosos o determinadas posiciones sociales en la enseanza o en la

    investigacin) o, al contrario, tiende a excluirse a priori de dicha

    nominacin a otras categoras, como mujeres, jvenes o extranjeros,

    po r e j empl~ .~

    Aun cuando las profundas transformaciones producidas en las

    ciencias sociales -especialmente por efecto del considerable aumento

    en el nmero de los que las practican y las estudian7- han contribuido,

    sin duda, al desmoronamiento de la ortodoxia, sus consecuencias no

    estn exentas de ambigedad. As, los efectos liberadores que han

    podido ejercer tanto la aparicin de una pluralidad de principios rivales

    de visin como la intensificacin correlativa de la competencia es-

    trictamente cientfica, han tenido como contraparte en los diferentes

    campos nacionales, por un lado, el refuerzo de los factores de heteronomia

    ligados a la creciente dispersin de los especialistas) poco favorable

    a una discusin regulada entre pares) y, por otro, el aumento correlativo

    de la vulnerabilidad frente a las presiones, demandas y conminaciones

    Al n o poder tomar ejemplos del campo francbs actual (donde aquellos que -so capa de liberalismo-

    estn entregados a prcticas dignas de regimenes ms autoritarios serian los primeros e n denunciar

    como .totalitarias toda denuncia de tales prcticas) cabra citar aqui el pasaje del famoso discur so

    sobre la .vocacin y el oficio de intelectual., donde Max Weber plantea la pregunta. usualmente

    reservada a las conversaciones privadas, d e saber por quQ las universidades y las instituciones de

    investigacin no siempre seleccionan a los mejores. Apartndose de la tentacin d e imputar a personas

    -tales com o .los pequerios personajes de las facultades y los ministerios- la responsabilidad de que

    .tantos mediocres jueguen realmente un papel en las universidades., invita a buscar las razones de

    esta situacin -en las leyes mismas de la accin concertada de los hombres., e s decir . en aquella s

    que, asi se trate d e elegir a un papa o a un presidente americano, llevan casi sie mpre a seleccionar

    .al candidato num ero dos o tres.,

    y

    concluye no con poca ironia que .De lo que hay que asom brar se

    no es que. en esas condiciones, las equivocaciones sean frecuentes sino ms bien que

    l ]

    e constate,

    a pesar de todo, un nmero t an considerable de nominaciones justificadas. (M. Weber. Le s aua nt

    et

    le politique. Pars, Plon.

    1959.

    pp. 66-67).

    Howard S. Becker, e n .What s Happening to Sociology?~, n capitulo de su libro Doing Things Toge ther

    (Evanston, Northwestern University Press.

    1986.

    p.

    209).

    obsew a que el nmero de socilogos censados

    por la American Sociological Association pas de 2,354 en 1950 a 15,567 en

    1978.

    En Francia,

    igualmente. habrian pasado de unos

    200

    a unos

    1,000

    en el mismo periodo (la Asociacin de Socilogos,

    con una definicin muy amplia, registra 1,678 miembros, pblicos o privados). Para ser ms precisos.

    en

    1949

    el

    NRS

    slo contaba con 8 socilogos; en

    1967

    habla 112 en el CNRS

    135

    en la

    Escuela Prctica de Altos Estudios y 290 en los cen tros privados de investigacin (ms de 500 en

    total); y en 1980 se registraban 261 socilogos miembros slo en el CNRS.

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    externas que -como en todos los campos- afecta especialmente a

    los ms desprovistos de un capital especfic~.~

    En resumen. aun cuando el sistema artificialmente unificado

    y

    jerarquizado de los aos cincuenta dio paso a un sistema ((policntrico)>

    -como dice Becker- y ms difcil de controlar (a causa de su fragmen-

    tacin y diversificacin), el funcionamiento del campo sigue parecin-

    dose, en Estados Unidos como en Francia, ms a un campo artstico

    en vas de emanciparse de las tutelas acadmicas (en el cual los adversarios

    pueden hasta rehusarse mutuamente el derecho de existir), que a un

    campo cientfico avan~ado.~an es as, que -en Francia al menos-

    sigue imponindose a los especialistas de las ciencias sociales (en

    especial a travs de la demanda de ((maestros en pensar)))el modelo

    literario del ((creador)) singular, original, libre de todo lazo de grupo

    o de escuela) as como las normas de la elegancia,

    y

    las del cambio

    permanente dentro de la continuidad, propias del campo de la moda

    y la alta costura.

    Es debido a la debilidad de los mecanismos que podran imponer

    a los participantes un mnimo de reconocimiento mutuo -o, lo que

    es lo mismo, la obediencia a una especie de leyes de la guerra-

    que la confrontacin entre las diferentes tradiciones toma todava dema-

    siado a menudo la forma de una guerra total (Randall Collins habla

    de sguerras

    de

    metateoras~~),onde todo golpe vale; sea el golpe

    del desprecio que evita tener que discutir y refutar o los golpes de

    fuerza basados en el recurso a poderes sociales (como la supresin

    del crditos o de puestos, la censura, la difamacin, el recurso al

    poder periodstico, etc.).

    *

    Los cambios morfolgicos que resultan de la abolicin del num ero s clausu s -de hecho o d e derecho-

    que p roteg e a un cuerpo as egura ndo la escasez de sus miembros. si no son (como a menudo oc urre)

    causa directa de la transformacin de los campos de produccin cultural. al me nos constituyen la

    mediacin especifica a travks de la cual dejan sentir sus efectos los cambios econmicos y sociales.

    A su vez. la f or ma e intensidad d e los cambios morfolgicos. y los efectos que producen. depen den

    de la situacin estructural del cam po en e cual se dan. Es por ello que hay que descartar -como

    un cas o tipico de error por co rt o circuito- la explicacin que relaciona directamente los cambios

    acaec idos en un ca mpo especializado como el de la sociologia con cambios globales como el de

    la prosperidad de posguerra

    N.

    Wiley. "The Current lnterregnum in American Sociology~.Social

    Research. vol. 52- 1. primavera 19 85. pp. 179 -2 07 , en especial p. 18 3): o tambien los cambios

    verificados tant o en sociologia c omo en historia en la Francia y la Alemania de los arios setent a.

    con las transformaciones de humor polltico del 68. ligadas ms bien a cambios morfolgicos en los

    cam pos d e produccin especializados y a innovaciones intelectuales favorecidas o regidas por los

    efec tos de estos cambios.

    Los socilogos cuantitativistas. que evocan con orgullo su revolucin matembticas asi como su alto

    nivel alcanzado e n las tcnic as estadi stica s. a veces engloban -con igual despreci o- a todos los dem6s

    especialistas como una simple minoria no cuantitativista que les resulta tan irrisoria como absurda

    Los socilogos marxistas. con la seguridad que les da el hecho de ya no ser delados en el olvido.

    desec han el .positivismo. com o el reflejo de una poca histrica sup erada . Los socilogos histricos

    (que pueden tambien ser marxistas) abogan por la unicidad de las configuraciones histricas y por

    la necesidad de enraizar tod o objeto en su verdadero lugar. dentro de secuencias histricas totalmente

    especificas. Los etnom etod logos descartan la sociologia del macro cosmo s. como una palabreria carent e

    d e toda justificacin Una espe cie particular de estructuralismo fenomenolgico -humanista y parisino-

    y otras "posiciones. demue stra n con el vigor de ciertos refinamientos fi losficos (y una bu ena dosis

    de desprecio hacia sus adversarios filosficamente analfabetos)que slo su mtodo permit e una compre nsin

    adecuada del mundo social

    R .

    Colins. -1s 1 98 0s Sociology in the Doldrums?.. Ameri con J ou rn al

    of Sociology. vol. 91-6, mayo 1986. pp 1.336-1.3 55. ej p p. 1.341).

  • 7/25/2019 la causa de la ciencia. cmo la historia social de las ciencias sociales puede servir al progreso de estas ciencias.

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    os efectos ambiguos de la

    internacionalizacin

    Qu mecanismos podran contribuir, entonces, a hacer que las

    relaciones de fuerza cientficas se establezcan sin ninguna intrusin

    de las relaciones d e fuerzas sociales? C m o hace r pa ra abolir o debilitar

    la dualidad de los principios de jerarquizacin que, como se ha visto

    en Francia, mantienen a los investigadores de mayor reconocimiento

    cientfico -en su pas y, sobre todo, en el exterior- alejados de las

    posiciones de poder sobre la reproduccin del cuerpo de profesores

    e investigadores y, por lo mismo, sobre el porvenir del cam po cientfico

    y de su autonom alo? Sobre qu fuerzas y mecanismos sociales podran

    ap oyarse las estrategias cientficas individuales y -sobre todo- co-

    lectivas que buscan instaurar realmente entre los investigadores mejor

    dotados, los instrumentos ms universales del momento, o la con-

    frontacin universal, que es la condicin de avance de lo universal?

    De donde cabra esp erar la contribucin ms eficaz para el progreso

    de la autonom a cientfica es , sin duda, de una verdadera internac ionali-

    zacin del campo de las ciencias sociales. En efecto, las presiones

    de la demanda o el condicionamiento sociales se ejercen sobre todo

    a escala del pas, a travs de las diversas solicitaciones e incitaciones

    -materiales y simblicas- que son prop ias del espacio nacio nal. As,

    dado que la mayor parte de los poderes sociales periodsticos,universitarios,

    polticos, etc. ) que falsean o contaminan la lucha cientfica no existen

    ni subsisten sino a nivel nacional la principal oposicin q ue s e observa

    en los cam pos acadmico-cientficos es la qu e se da entre los macionales))

    -que dete ntan el poder sobre la reproduccin- y los ~inte rnac iona les~b ),

    la mayora de las oposiciones ficticias que dividen a los investigadores

    provienen de divisiones locales o de versiones locales de divisiones

    ms generales.

    En realidad, si bien el campo de las ciencias sociales fue siempre

    internacional, lo ha sido sobre todo para lo peor y rara vez para

    lo mejor. En primer lugar, porque, aun en las ciencias ms puras

    donde se ejerce, por ejemplo, una concentracin casi monopolstica

    de las instancias de publicacin y de consagracin) el campo inter-

    nacional puede dar lugar a fenm enos de dominacin e incluso a formas

    especficas de imperialismo. en segundo lugar, porque los inter-

    cam bios -y muy especia lmente los prstam os- se realizan sobre todo

    sobre la base d e hom ologas estructurales, en tre las posiciones ocu pad as

    en diferentes camp os nacionales es decir, casi exclusivamente entre

    los dominantes o entre los dom inados, con efectos an logos de distorsin

    y de m alentendido al interior de amb os sub-espacios). Todo parece

    indicar, pues, que los obstculos sociales al libre intercambio gene-

    ralizado se han visto reforzados bajo el influjo de una suerte de

    institucionalizacin de las divisiones de base poltica.

    O P Bourdieu. Horno ocadernicus Paris Ed. de Minuit. 1988

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    En los aos cincuenta, algunos de los socilogos temporalmente

    dominantes podan constituir una internacional invisible, fundada sobre

    afinidades que tenan ms carcter social que intelectual y que servan

    de base a una ortodoxia. Hoy en da, en cambio, por efecto del

    contragolpe de los movimientos estudiantiles de fines de los aos sesenta

    del traumatismo colectivo que provocaron -desde Berkeley hasta

    Berln- en toda una generacin de profesores, las conexiones hasta

    entonces informales se transformaron en redes organizadas en torno

    a fundaciones, revistas o asociaciones, y el conservadurismo bien educado

    de los guardianes de la ortodoxia se transform en las profesiones

    de fe explcitas y en los manifiestos ultras de una verdadera internacional

    reaccionaria."

    Lo que es nuevo, es que tambin existe -aunque en un estado

    virtual e inorganizado- una internacional de outsiders integrada por

    todos aquellos que tienen en comn el ser marginales frente a la corriente

    dominante (como los miembros de los movimientos de minoras tnicas

    o sexuales). Estos amarginales)), menudo nuevos profesionales, introducen

    en el campo disposiciones subversivas crticas que -aunque no

    siempre hayan pasado por una suficiente crtica cientfica- los mueven

    a romper con las rutinas del establishment acadmico.

    En su lucha contra la ortodoxia -o contra lo que la haya sustituido

    en cada pas- ellos recurren a menudo a armas que toman prestadas

    de movimientos extranjeros, as contribuyen tambin a la internaciona-

    lizacin del campo de las ciencias s~ciales'~,un cuando la seleccin

    y la percepcin del prstamo estn tan distorsionadas por los intereses

    ligados a la posicin que ocupen en el campo de acogida (el cual,

    a su vez, se estructura segn categoras de percepcin y apreciacin

    asociadas a una tradicin nacional) que escogen con frecuencia armas

    que son totalmente inadecuadas. Despus de todo, como la circulacin

    de las obras es independiente de su contexto, puede ocurrir que trabajos

    que fueron concebidos en relacin a un determinado espacio de toma

    de posiciones, al tomarlos prestados, sean referidos a categoras de

    percepcin construidas en relacin con otro espacio totalmente distinto

    (estructurado por otros nombres propios y con otros ((ismos)) scolares;

    o con los mismos pero cargados de significaciones diferentes, etc.).

    Es por e lo que, lejos de contribuir automSticmente a avance

    hacia un grado superior de universalizacin, mientras la evolucin hacia

    una mayor unidad en el campo internacional de las ciencias sociales

    se base en la internacionalizacin de sus luchas intestinas, lo nico

    que se har ser contribuir a la difusin a escala universal (para evitar

    el trmino particularmente vicioso de ~(mundializacin)))e esas opo-

    En estas redes se basan los intercambios de servicios (invitaciones. reseas, subvenciones) que hacen.

    por ejem plo. que el recurso a jueces internacionales -en particular en los procedimientos de cooptacin-

    no siempre sea una garantla de universalidad.

    En general. las importacio nes procuran las mejores armas en los conflictos internos de los campos

    nacionales, en especial cuando se trata de desacreditar una posici6n ya establecida. de acreditar una

    nueva posicin o de acelerar el proceso siempre dificil de acumulaci6n inicial; es decir, cuando se

    trata de subvertir la jerarquia social vigente y de imponer nuevas leyes de forrnaci6n de los precios

    (es conocid o. p or ejem plo . el uso que los -cosm opolitas- -reales o supuestos- pueden hace r en las

    polmicas de la idea del atraso nacional)

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    siciones ficticias que son tan profundamente funestas para el prog reso

    de la ciencia.

    Tales, por ejemplo, la oposicin entre mtodos cuantitativos y

    cualitativos, o e ntre lo m acro y lo micro, o e ntre los enfoques estructura les

    y los histricos, o entre las visiones herm enu ticas o internalistas el

    utexto)

    y

    las visiones externalistas el wontextobb). Igualm ente, la oposici n

    en tre la visin objetivista usualm ente asociada con el uso de la estad stica )

    y la visin subjetivista interaccionista o etnom etodo lgica ) o , ms

    exa ctam ente , entre un estructuralismo objetivista, interesado e n c ap tar

    estructuras objetivas a travs de tcnicas cuantitativas ms o menos

    sofisticadas como el path analysis, network analysis, etc .), y todas

    las formas de constructivismo que desde Blumer hasta Garfinkel, pasan do

    por Goffman) han tratado de reinterpretar -por m todos llamados

    cualitativos- tan to la representacin que los agen tes se hace n del

    mundo social como la contribucin que hacen en su construccin.

    Todo ello, sin mencionar la oposicin -especialmente dram tica en

    Estados Unidos- en tre una empiria))a menudo microfnica po co

    intelectual) y aislada d e las interrogantes tericas fundam entales y una

    teoraentendida como una especialidad aparte, y reducida -las ms

    de las veces- a una compilacin com entada de auto res can nic os

    o a trend reports escolares, de trabajos mal ledos y mal asimilados.

    Si las instancias intern acio nale s realm ente fuesen -como pod ran

    y deberan serlo- un instrumento de racionalizacin cientfica, deb eran

    promover una en cuesta internacional al menos en su objeto) sob re

    los factores sociales sex o, eda d, origen social, carre ra escola r, rang o

    universitario, com petencia tcnica esp ecfica, etc.) que de term inan

    la eleccin)~ntre los trminos de esas oposiciones tericas))y

    m etodolgicas ue no hacen sino introducir entre los investigadores

    divisiones que son to talm ente ficticias desde el punto de vista c ientfico .

    Tal enc ues ta, sin dud a, mostrara no hay ningn riesgo en plantear

    esta hiptesis aparentem ente arriesgada) que muchas de esas o po -

    siciones no tienen ms fundamento que las divisiones sociales que

    se dan al interior del campo de las ciencias sociales, las cuales, a

    su vez, expre san -de forma ms o menos refractada- op osic ion es

    de origen externo.

    Soy consciente de que tampoco corro un grave riesgo si predigo

    que tengo poca probabilidad de ser escuchado por los responsables

    de aquellas instancias: por qu esos respon sables habran de mo lestarse

    en dar funciones reales a dichas instancias para justificarlas, cuando,

    para ellos, el solo hecho de permitirles existir es ya suficiente jus-

    tificacin? Sin embargo, es razonable esperar que el da en que algn

    joven investigador encolerizado realice esta pregunta, se har regresar

    a tierra -en la lgica de las pasion es e intereses que co rrespo nd an

    al lugar que cada quien ocupe den tro del campo- las tom as de posicin

    tericas)) epistemolgicas)sobre las grandes alternativas en las

    cuales los investigadores proyectan, en cada momento

    y

    de manera

    directa o inversa com o los hom bres en su Dios al decir de F eue rbac h),

    las privaciones ligadas a su finitud cientfica.

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    Desde el punto de vista del principio de diferenciacin social,

    lo que hace que sea realmente difcil y aun arriesgado) cuestionar

    las oposiciones sociales presentadas como oposiciones epistemolgicas,

    es que sus trminos lo macro y lo micro, por ejemplo) rara vez estn

    en el mismo plano, y que uno de ellos se sita siempre ms cerca

    de la causa de los dominados socialmente

    y ,

    a menudo, tambin

    cientficamente); lo cual ocurre no slo dentro del campo particu-

    larmente a travs de las caractersticas sociales de sus defensores) sino

    tambin fuera de l donde es ms difcil juzgar sobre esos trminos,

    pues si la crtica propiamente cientfica recusase, en su principio mismo,

    la alternativa que los opone, podra parecer inspirada en una suerte

    de indiferentismo conservador).

    De todos modos, nada es ms contrario al progreso de una ciencia

    social autnoma que la tentacin del populismo. Quienes por servir

    a la causa)) de los dominados es decir, a la de las minoras sexuales

    ..

    o tnicas de los Estados Unidos de hoy, o a la causa del pueblo))

    en la Francia de los aos setenta) abdican de las exigencias cientficas

    a veces, en nombre de su elitismo o -ms ingenuamente- de algunos

    vnculos con compromisos conservadores) no sirven realmente a las causas

    que creen defender, las cuales, a su vez, se encuentran -al menos

    en parte- ntimamente ligadas a la causa de la ciencia la nica,

    en cualquier caso, que incumbe a un investigador).

    La reduccin de lo poltico))que resulta de ignorar la lgica

    especfica de los campos cientficos, implica una renuncia por no decir

    una dimisin) por parte del investigador, que consiste en reducir su

    papel al de un simple militante, sin ms fines ni medios que los de

    un poltico corriente. Hacerlo significa anular, en tanto cientfico, no

    slo su capacidad de poner las armas insustituibles de la ciencia al

    servicio de los objetivos perseguidos, sino, sobre todo, su capacidad

    de aportar medios para comprender, por ejemplo, los lmites que los

    condicionantes sociales de las consignas militantes imponen a la crtica

    y a la accin militantes. No hay que olvidar que, a menudo, esta

    crtica y esta accin son reducidas a simples inversiones de las posiciones

    dominantes y que, por lo mismo, resultan muy fcilmente reversibles,

    como lo atestiguan muchas trayectorias biogrficas.13

    No obstante, ms qe de uria prdica epistemolSgica -a--- i i i

    incluso de una sociologa reflexiva de los campos de produccin-, de

    donde se puede esperar un progreso real de la razn cientfica en

    las ciencias sociales es slo de una transformacin de la organizacin

    social de la produccin y circulacin cientficas y, en particular, de

    las formas de intercambio en y a travs de las cuales, se efecta el

    control lgico; y es aqu donde puede intervenir una Realpolitik de

    .

    Es asombros o que Foucault . que -al meno s en Estados Unidos- se ha convertido en el santo patrn

    ritualmente invocado mas que el maestro en pensar) de todos los movimientos subversivos . sea sometido

    a tal reduccin po r parte de los predicadores de la restauracin cf Jam es Miller. The Passi on of

    M i c h e l F ou c au l t ,

    New York. Sim on and Shuster. 1 9 9 3 . y la critica que de l hac e Didior Eribon

    en M. Foucaul t y sus contem por neos , Par is . Fayard . 19 94 . pp . 22-30 No obstante. al reducir

    todo el pensamiento de Foucault a su homosexualidad. el los no hacen s ino invertir la posicin de

    quienes pretenden canonizarlo por haber s ido homosexual cf . David Halperin. Sa int Fo ucault . Tw o

    Essays in Gay Hag iogra phy, Oxford. Oxford University Press . 1 99 5 ).

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    la razn, armada de un conocimiento racional de los mecanismos

    sociales que ope ran en el cam po de las ciencias sociales, tan to a e scala

    nacional como internacional.

    Uno de los objetivos que puede darse de semejante poltica, es

    el de reforzar todo s los mecanismos que contribuyan a unificar el ca m po

    cien tfico mundial favoreciendo la circulacin cientfica), a con tra rre sta r

    el imperio de los imperialismos tericos o metodolgicos o sim plem ente

    lingsticos), y a combatir, mediante el recurso sistemtico al mtodo

    com parativo y en especial a la historia co mp arada de las historias

    nacionales de las disciplinas), la ascendencia de las tradiciones na-

    cionales o nacionalistas, generalm ente reinterpre tadas en las divisiones

    por especialidades y por tradiciones tericas o metodolgicas, o en

    las problem ticas impu estas por las particularidades o d e los particularis-

    mos de un mundo social necesariamente provincial.

    Aunque -pese a lo que piense Habermas- seg ura m ent e no

    existen los universales transhistricos de la comunicacin, lo que s

    existe con certeza son las formas institucionalizadas de comunicacin

    que favorecen la produccin de lo universal; formas cuya lgica se

    inscribe en una relacin social de la discusin regulada, basada en

    una tpica y en una dialctica.

    Los lugares topo i) so n una m anifestacin visible de la com unidad

    de problemtica, o sea, del acuerdo sobre los terrenos de desacuerdo

    que es indispensable para discutir en vez de m ant ene r mon logos

    paralelos). Es ese el espacio de juego que se t rata de establecer, pe ro

    no sobre la base de prescripciones o proscripciones morales, sino

    creando las condiciones sociales para una confrontacin racional que

    apunte a instaurar a escala internacional no el working consensus

    de una ortodoxia sostenida por la complicidad entre intereses de poder

    sino una com una axiom tica racional, o -por lo menos- un wo rkin g

    dissensus basado en el reconocimiento crtico de las compatibilidades

    e incom patibilidades cientficamente y no s lo socialme nte) estable-

    cidas. Este espacio de juego es el lugar de libertad que la ciencia

    social puede darse apl icndose decididamente en conocer las deter-

    minaciones sociales que pesan sobre su funcionamiento y esforzndose

    en instaurar los procedimientos tanto tcnicos co m o sociales que permitan

    trabajar eficazmente -o sea colect ivamente- para dominarlos.

    Traduccin d e I rmi Gen tges)