La casualidad no existe: Más de 70 hechos reales que harán que te cuestiones si eres tú quién...

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ÍndicePortadaDedicatoriaPrólogoIntroducción1. Empezando a sintonizar2. Casualidad: ¿cuántas caras tienes?3. La chiripa de Dios4. ¿Casual o causal?5. ¡Maldita casualidad!6. El misterio de la sincronicidad7. Inspiración: los susurrios sincrónicos8. Un cambio de perspectiva9. La conexión: ¡Queremos y podemos!10. Manual básico de instrucciones herméticas11. Diccionario de señalesEpílogoBibliografíaCréditos

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A la diosa Casualidad, porque sin ti, esto nohabría sido posible.

A todos los que de una forma casual y causal, sincrónica unas veces y serendípica otras tantas, mehabéis abierto las puertas de vuestra vida y vuestros conocimientos para poder incluirlos en este

libro.Gracias.

A quien sigue teniendo mi alma.

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PRÓLOGO

Cuando Pedro Palao me pidió que hiciera este prólogo me dio mucha pereza, no lo voy a esconder.No por el prólogo en sí, y menos por ayudar a un buen amigo y compañero como él, sino por el temaen cuestión.

Se podría hablar tanto sobre casualidades o causalidades que estaríamos meses, o quizá años,debatiendo si existen o no, si prevalece una sobre la otra o simplemente cuál es su naturaleza. Haytantos factores en torno a este tema que matizarían su definición, que da hasta pereza plantearlo. Asíque simplemente daré mi opinión al respecto sin entrar a teorizar.

Yo creo que las casualidades existen y marcan nuestra existencia. Y eso que, hasta no hacemucho, pensaba que la casualidad era algo sin demasiada importancia en la vida de cada uno.

Es más, hasta hace bien poco habría definido la casualidad como un apéndice del destino. Un«algo» que el destino pone en tu camino, en ocasiones para hacerte pensar. Como cuando piensas enun amigo al que hace años que no ves y de pronto te lo encuentras, o te llama sin motivo aparente.¡Sin más! Pero ahora lo veo diferente. Ya no me parece un hecho que ocurra de forma trivial o frutodel azar.

Simplemente piensa en lo que puede deparar esa inocente llamada, en lo que habrá supuesto amultitud de personas. ¿Cómo lo llamarías? ¿Suerte sin más? Piensa en la reacción en cadena quelleva emparejada esa simple llamada, como por ejemplo llamar a otra persona a la que se locomentas y le dices: «¿Sabes quién me ha llamado, Ana? Pedro, aquel chico que conocimos haceaños en la playa... bla, bla, bla.»

¿Intrascendente, verdad? Pero qué pasa si al llamar a Ana en ese momento, pongamos a las ochode la tarde, con esa excusa ella te dice: «¡Anda, qué fuerte! Por cierto, estoy con Juan y un amigotomando unas cañas cerca de tu casa. Pásate y así te veo.» Y al llegar congenias fantásticamente conel amigo de tu amiga y al cabo de unos años os casáis y tenéis niños.

Es escalofriante pensar que esos niños no habrían existido sin esa casual llamada, ¿no crees? Yme resisto a creer que algo que puede llegar a ser tan importante y cambiar de forma radical nuestravida y la de los demás suceda de forma tan gratuita.

Suena incluso ridículo que todo pueda cambiar por una llamada, o por un semáforo que no tehaya dado tiempo a cruzar. Y sin embargo estamos hartos de leer casos de gente a la que eseintrascendente hecho ha cambiado todo su mundo. Y a buen seguro son muchos los que al cabo de untiempo dejan de pensar en lo importante que fue.

¿Qué quiero decir con todo esto?: que nuestras vidas las marcan las casualidades, aunque hayagente que las llame causalidades, suerte o destino. Yo, como no soy un experto en la materia —adiferencia del autor de este libro—, no me siento capaz de diferenciarlas. Pero de lo que estoyconvencido es de que son determinantes.

Plantéate que es posible que ahora estés delante de una estantería leyendo este prólogo ypensando si merece la pena comprar este libro de Pedro Palao Pons. Y sólo por el tiempo que leestás dedicando, tal vez estés escapando de un accidente que podrías haber tenido al salir de latienda en la que te encuentras ¿Cuántos casos hay de gente que no llegó a ese vuelo para esa

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trascendental reunión de trabajo y que gracias a perderlo salvó la vida? Muchos dirán que sólo fueuna casualidad. Yo no lo veo así. Los hechos confluyen, se sincronizan... hay algo más.

Imagina otro ejemplo: Tropiezas con alguien en una tienda. Casualmente al día siguientecoincides en una discoteca con esa persona. Y de pronto se acerca a ti y te dice: «Disculpa, ¿túestabas ayer en la tienda que está...?», y que una cosa lleve a la otra y te permita explicarle todo loque has estudiado y te ofrezca ese trabajo que tanto buscabas. ¿Que no? ¿Demasiado rebuscado?¿Una simple coincidencia? ¿Y cuando te pasa de forma habitual, con bastante más frecuencia de lanormal? ¿Suerte? Cuando ocurre tan frecuentemente me cuesta trabajo creerlo. Y a mí me ha pasado.Tanto en el amor como en el trabajo, las casualidades han sido las que han marcado mi vida de formamuy poco habitual. Por eso me interesa tanto este libro. Para ver si pone en orden mi cabeza con todolo que la vida me ha deparado y me ayuda a entender cómo funciona esto de las casualidades ocausalidades, o como quieran llamarlo. Y para tratar de entender si vale la pena provocarlas paraque ocurra algo en tu vida o si, por el contrario, todo está marcado de antemano y llegará, quieras ono. Lo cual me parecería injusto, y mucho.

Está bien que tengas un golpe de suerte y te toquen treinta millones de euros en La Primitiva.Pero me parecería injusto no poder influir aunque sea en un veinticinco por ciento en tu propiodestino a lo largo y ancho de tu vida, ¿no crees? A nuestro alrededor hay más conexiones de las queimaginamos, y Pedro Palao Pons ha sabido quitarle el velo del misterio a eso que llamamoscasualidades, para hacer que comprendamos, gracias a los numerosos datos, opiniones y casos realesque nos expone en estas páginas, que hay algo más y que todo está mucho más conectado de lo quepodamos imaginar.

Javier Cárdenas Director y presentador del show morning

«Levántate y Cárdenas» en Europa FM. Ondas 2008 a la innovación radiofónica.

Profesor Honorario de la ESERP Business School, Universidad Rey Juan Carlos.

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INTRODUCCIÓN

Nada, absolutamente nada, de cuanto sucede es casual. Sí, sé que la afirmación, así de entrada, tienemiga. Implica la carencia del denominado y tantas veces defendido «libre albedrío». Y parece quedebamos aceptar sin más conceptos como «destino», «camino marcado» e incluso, si me apuras,hasta eso que en algunas religiones orientales recibe el nombre de karma. Pero yo a lo mío, insisto enque nada es casual. Ahora bien, ello no significa que todo esté escrito. ¿Un contrasentido? No. Comoveremos, en el universo del sincronismo todo tiene su justificación, su por qué, su ritmo y, porsupuesto, su causa y efecto. Es más, a veces los acontecimientos pueden ser hasta duales.

Caprichosamente, los acontecimientos parecen suceder «cuando toca», no cuando queremos. Ysi no, ¿qué hace que una manzana inspire a Newton la ley de la gravedad? ¿Por qué Arquímedesnecesitó tomar un baño para descubrir el principio que lleva su nombre? ¿Cómo es posible queGalileo, aburrido en una misa, gestara la ley del péndulo? Eso por no hablar de tantas otras personasde renombre, como Esquilo, Sócrates o incluso Colón, que coincidieron con las casualidades enmomentos muy puntuales. Toca cuando toca, pero... ¿y si pudiéramos sintonizar? A su tiempoveremos cómo.

No sólo los famosos conectan con lo coincidente. Todos, en algún momento de nuestra vida,hemos experimentado lo que denominamos casualidades. Y puedo asegurar que van mucho más alládel clásico de encontrarnos por la calle con alguien cuya imagen había venido a nuestra menteminutos antes, o de esa persona que nos llama por teléfono segundos después de haber estadopensando en ella.

Es incierto que no ocurran las casualidades, como lo es también eso de que sólo les suceden aunos pocos elegidos, místicos o ciertos gurús. Lo que sí es verdad es que la mayor parte de las vecesno nos damos cuenta de que hemos experimentado una serendipia; por tanto, se nos escapa su lecturae interpretación o cometemos el error de perder esa comunicación diciendo cosas tan equivocadascomo: «bah, era una casualidad».

Eso equivale tanto a negar su existencia como a no querer sintonizar con ellas. ¡Grave error!Puede suceder también que el episodio sincrónico o casual, tanto da qué nombre le pongamos,

sea tan dilatado en el tiempo que no recordemos cuándo comenzó todo y que, por tanto, leencontremos sentido mucho tiempo después. Un ejemplo sería el de aquella persona que me hizollegar su caso a la emisora: Un día, revisando fotografías de la infancia con su novia —a la que porcierto había conocido ya de adulto—, encontró una fotografía en la que aparecía él posando junto asu madre en las populares Ramblas de Barcelona. De pronto, su novia le dijo: «Mira ahí. ¡Ésa soyyo!» En efecto, en segundo plano de la imagen, a pocos metros, también posando pero en otradirección, se encontraba ella con su progenitora. Hacía veinte años que los dos, siendo niños, habíanestado en el mismo lugar, ambos con sus madres. Se habían hecho una fotografía casi en el mismoinstante y en un tiempo en el que no se conocían.

Años después se conocieron, y cuando descubrieron la serendipia estaban a punto de casarse...¿Casualidad? Puede, pero ¿y si es otra cosa? A veces el destino es caprichoso...

Es curioso, pero cuanto más te acercas a las casualidades, más consciente eres de ellas y más

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fuerza parecen tener. Veamos otro par de ejemplos: El mismo día que creé en mi ordenador lacarpeta para comenzar a archivar los documentos que hoy conforman este libro, me apareció unanotificación de Facebook; alguien desde Francia quería ser mi amiga: ¡acababa de leer la traducciónde un antiguo libro mío sobre casualidades! En su correo me decía que le había gustado mucho eltema y me solicitaba que la aceptase como amiga para poder hacerme algunas preguntas...¿Casualidad? Vale, pues me lo creo. Pero tengo más.

Al día siguiente recibí un correo electrónico de alguien a quien me habían presentado porteléfono. Era Alberto Hagar, un astroarqueólogo mexicano, que en el asunto de su correo decía:«Saludos desde tierras mayas», y que en el texto de su mensaje, además de rememorar laconversación mantenida semanas atrás, me adjuntaba un link a YouTube sobre un reportaje de lasprofecías mayas. Aquello no habría tenido más trascendencia de no ser porque el encabezado delsiguiente correo electrónico, que llegó a mi ordenador inmediatamente después, procedía de larevista Más Allá. En aquel correo, Clara Tahoces me proponía colaborar en un nuevo monográficode la publicación. ¿Te imaginas el tema, no? ¡Profecías!

Vale, entiendo que dudes. Comprendo que pienses que al estar metido en este tema veocasualidades por todas partes y que exagero. Y sí, reconozco que hay quien sabiendo que me dedicoa recopilarlas y analizarlas, me dice: «Tú tienes poco trabajo, ¿verdad?» Pero te aseguro que no soyuna excepción, aunque es cierto que desde hace unos años me fijo mucho en las casualidades que meocurren, y sí, es verdad, cuanto más les prestas atención, más sentido tienen lo que yo denominoguiños o destellos del destino.

Es curioso cómo todo tiene un porqué. El autor del prólogo de este libro, sin ir más lejos. Lofirma Javier Cárdenas, con quien colaboro en su programa «Levántate y Cárdenas» de Europa FM, ya quien conocí por casualidad en «Crónicas Marcianas». Ya sé, ya sé, no era mucha casualidadencontrarlo allí puesto que él era colaborador habitual de aquel popular programa. Eso es cierto. Sinembargo, lo casual es que nos conocimos el mismo día que yo acudí al plató para hablar decasualidades. Además, lo serendípico es que él ya había terminado la sección hacía rato y sedisponía a abandonar las instalaciones cuando «casualmente» nos encontramos en el restaurante dellocal, donde fuimos presentados por Javier Sierra.

Evidentemente, lo casual no es que haga el prólogo, sino en qué momento y cómo nosconocimos, y la relación que se ha ido desarrollando después. Por supuesto, es un honor que Javierhaya escrito el prólogo pero, para ser sincero, si se lo pedí, entre otras muchas cosas, es porque mepareció interesante cerrar el círculo o devolver el guiño al destino de alguna forma. La reflexión fue:«Si a ti te conocí hablando de casualidades y por casualidad, quién mejor que tú para que“causalmente” —término que en su momento descubriremos qué significa— redactes el prólogo deeste libro.»

¿Vamos a por otra casualidad? En las páginas de esta obra vas a encontrar valiosas opinionesde distintos expertos, a los que he mareado una y otra vez con mis preguntas y a los que desde aquíenvío mi agradecimiento. Opiniones como la del profesor y físico cuántico Carlos González, a quienconocí por casualidad cuando me tocó efectuar una sustitución en la presentación del programa deradio «Luces en la Oscuridad» en Punto Radio, que dirige y presenta Pedro Riba. Como ves, locasual está por todas partes.

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Vaya por delante reconocer que tal vez sí, soy un poco raro. Pese a llevar trabajando en estastemáticas muchos años, me lo creo todo pero de forma relativa. Vamos, que soy de los de sí pero no,y todo lo contrario. Matizo esta singularidad para que no te lleves a error. Escribo este librosumergido en el universo casual pero con perspectiva crítica; ¡que tampoco nos lo vamos a creertodo a pies juntillas! Eso sería un error. Ahora bien, lo hago desde el convencimiento de que hay algomás. También desde la visión lo más fría, calculadora y aséptica posible. Pienso que en ciertostemas —y éste es uno de ellos—, cuanto más lejos queden las voluntades divinas, iluminaciones yesoterismos misteriosos, tanto mejor. Y digo esto porque no creo en elegidos, como afirman muchosque siempre relacionan lo casual con unos pocos privilegiados o con los inescrutables designios dedeterminados dioses.

Podemos ser más o menos creativos e imaginativos. Tener o no sensibilidad, dotes de intuición—antes se le llamaba videncia—, ser cartesianos o abstractos. Tanto da, lo que está claro es que atodos nos pueden ocurrir, y nos ocurren, hechos sincrónicos, y no por ello estamos siendo tocadospor una mano divina o maléfica. Y creo que asumir ese concepto es indispensable si de verdadqueremos entender este fenómeno y, por supuesto, aprovecharnos de él. Por tanto, espiritualidad sí,pero en su justa medida, efectos mágicos los mínimos, y supercherías o supersticiones, lasindispensables para poder dar una nota de color o singularidad, pero no como elemento devaloración del fenómeno.

Dentro de mis rarezas, he considerado que hacer un libro basado en un esquema normal no teníamucho sentido. Por eso en este libro, además de casos sorprendentes, teorías extrañas, hechosincreíbles, ironías y buen humor a la hora de relatar ciertos episodios —el rigor no está reñido conel humor—, encontrarás dos índices. Llámame raro, pero considero que la obra posee dos niveles delectura y que nadie debe estar obligado a leer secuencialmente y por orden, y menos viviendo en laera del zapping.

Por eso, si lo que te interesa es conocer hechos increíbles y casuales sin más, saltando de aquípara allá, acude al «Índice de casualidades y hechos anómalos». Si lo que te apetece es hacer unrecorrido, digamos natural, por todos los contenidos (lo cual no implica que sigas el ordenestablecido) acude al «Índice normal».

¿Que por qué lo he decidido así? No, no es casual. Sencillamente, lo hago porque en el mundode las casualidades los acontecimientos no suelen ser secuenciales ni ordenados, al menos no desdeel prisma humano.

Bienvenido al universo en el que no siempre todo está controlado.

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1. EMPEZANDO A SINTONIZAR

La casualidad no existe, existe la sincronicidad. Las cosas importantes denuestra vida ocurren porque deben hacerlo, porque son necesarias paranuestro desarrollo. Es como si el universo hubiese tramado un planperfecto a nuestras espaldas y nosotros nos limitásemos a tropezar conél.

Laura Falcó, directora editorial del Grupo Planeta

Frío un huevo para el desayuno y el aceite hirviendo me salpica la camisa que, casualmente, noquería ponerme esta mañana. ¡Mancha al canto! Era vieja, pero le tenía cariño. ¿Coincidencia? Sinduda mala pata y, desde luego, falta de previsión por mi parte, pues ¿para qué están los delantales sino? Sí, sí, la teoría de cómo hay que hacer las cosas en la cocina me la sé. Pero tal vez, sólo tal vez,haya algo más detrás de ese hecho que todos diríamos que es casual.

Llevo años recopilando casualidades. Al fin y al cabo, cada uno se entretiene con lo que más leapetece. Un día me di cuenta de que a más observación de lo casual, más hechos sincrónicos seproducen. Es decir, cuanta más atención le prestas al fenómeno, parece crecer en intensidad. Lapregunta es: ¿se debe a una fijación subjetiva, o tal vez a que ocurren más hechos de esa naturalezade los que somos conscientes? En opinión de la psicóloga Neus Colomer, lo casual sucede, perotambién se malinterpreta: «Nuestra percepción de la realidad no siempre es objetiva, y una personaque espere o desee ver hechos sincrónicos en su día a día, corre el riesgo de cuantificar como talesun elevado porcentaje de sucesos que no lo son.» Después de decirme esto me preguntó si dormíabien, cómo andaba de estrés... Pero bromas al margen —por suerte no me preguntó si había vocecitashablándome en el interior de mi cabeza—, tiene razón. La obsesión es mala compañera de viaje.

Una de mis normas en lo tocante a lo casual —y creo que si quieres comprender lo casualdeberías seguirla— es dejar a un lado la obsesión: es lo más práctico. Una cosa es recopilar eintentar descifrar esas señales del destino, y otra imbuirte tanto en ello que al final terminas poranalizar cada uno de los minutos de tu vida, buscando nanoseñales en todo cuanto sucede. Acción sí,pero con moderación. Es cierto que cuanto más hables de casualidades, más te fijes en ellas o másintentes descifrarlas, más surgirán a tu alrededor. Vaya por delante la advertencia, pues es lo que tepuede ocurrir conforme avances en las páginas de este libro. Me pasó a mí durante los meses quetrabajé en él. ¿Será que las casualidades llaman a otras casualidades? Creo que sí, pero noadelantemos acontecimientos.

De entrada dejemos algo claro: la casualidad como entidad propia no existe. Le hemos dado mil

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formas, mil maneras, mil palabras para explicar eso que escapaba a la lógica y que creo se puederesumir en una sola: «sintonía». Con qué o con quién, ya lo veremos.

El concepto de «sintonía» se me ocurrió con el cambio de la TDT. Sí, ya sé que muy original nosoy, pero hay una relación... Era por la tarde y salí a pasear. Había estado trabajando todo el díarepasando las correcciones de un libro sobre leyendas urbanas (publicado en esta misma editorial) ynecesitaba aire fresco. Caminaba por una calle comercial de mi barrio cuando al pasar frente a latienda de una cadena de electrodomésticos me encontré con una chica que repartía folletos depromoción. Me quedé mirando el papel, lleno de ofertas de televisores LCD. Era la época en que seanunciaba, cual apocalíptico Armagedón, la desaparición de la televisión analógica y, claro, losnuevos aparatos ya incorporaban los decodificadores.

Al ver la propaganda sonreí y dije en voz alta, aunque hablando para mí: «esto sí que essintonía». La chica me miró extrañada, pero yo seguí adelante, folleto en mano. Se había producidouna casualidad: el último texto que había leído antes de salir de casa estaba relacionado con lasnumerosas leyendas urbanas falsas que estaban apareciendo sobre la TDT.

Es evidente que fue una coincidencia sin importancia, pero la detecté. Por supuesto, estáapuntada en ese extraño cuaderno de bitácora en el que anoto rarezas, tanto propias como ajenas.Pero es cierto, la clave para entender y vivenciar casualidades es sintonizar con ellas. Es como siquienquiera que esté detrás de lo casual estuviera emitiendo como lo hace un canal de televisión. Laseñal está en el aire, pero sólo si tienes el decodificador adecuado —digamos predisposición—puedes sintonizar y ver los canales. Y eso son las casualidades para mí: formas de sintonizar. Eldecodificador somos nosotros y nuestras actitudes.

Claro que en la vida, como en la TDT, también tenemos los canales de pago, esos que pormucho decodificador que tengas no puedes ver si no das algo a cambio: dinero, claro. Pues bien,también tenemos casualidades en formato de «pago por visión». La diferencia está en que, en vez depagar en billetes, lo hacemos con actitudes, deseos de sintonía, investigación sobre lo que nos ocurreo sencillamente disposición a ver más allá. Ésa es otra norma básica: cuando más desees sintonizarcon lo casual, más lo conseguirás.

A priori, nada es casual

Advierto de antemano que me voy a reiterar en esta frase. Para mí —y cada vez más para expertos einvestigadores—, nada de cuanto sucede es porque sí. Todo tiene un sentido, una lógica, aunque aveces no la sabemos ver a tiempo o morimos sin tener la oportunidad de ser conscientes de ello. Perono creo que los acontecimientos ocurran sin más, por eso debemos aprender a leer entre líneas paraque aquello que nos ha parecido banal o intrascendente nos permita ir más allá y aprender.

Afirmaciones como las anteriores me han costado más de una discusión, en especial conpersonas extremadamente cartesianas o tremendamente religiosas. Lo siento, pero me niego a dejarlos acontecimientos que suceden en la vida en manos de los caprichos de un dios y del llamadodestino, como si nosotros no tuviéramos nada que ver en ello. Hay algo más, tiene que haberlo. Ypara intentar hallarlo he tenido la suerte de poder contar con algunos «amiguetes» y expertos —sí,

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pese a sus preguntas e interés por mi salud mental, Neus también es una de ellas— a los que he idoentrevistando para ir desgranando esa enorme madeja de un universo, el de lo casual, que a veces nosdeja boquiabiertos. Como me decía hace años mi buen amigo, a la par que mentor, el editor RamónPlana López: «En estos temas está muy bien quedarse sorprendido y con la boca abierta. Perodespués hay que cerrarla y buscar explicaciones, porque todo, hasta lo más raro, tiene un sentido.»Creo que con lo casual es así.

Veamos un ejemplo de algo increíble y a priori casual que debería tener una interpretación. Unaazafata de vuelo sufrió un atentado en el avión en el que viajaba. El concepto es claro: bomba yavión suelen ser sinónimos de muerte, pero... La chica era Vesna Vulovic, y el ataque terrorista seprodujo en 1972 —cuando ella tenía veintidós años— y volaba en un DC-9 de las antiguas líneasaéreas yugoslavas.

Una hora después del despegue, y cuando la nave estaba a unos diez mil metros de altura,explotó la bomba destrozando el avión. La onda expansiva hizo que Vesna quedase aprisionada entreun carrito de catering y parte del fuselaje. Como resultado de ello no murió en ese momento, pero alos pocos segundos su cuerpo caía al vacío.

La lógica nos dice que desde esa altura lo normal es que hubiera muerto. Pues bien, se salvó —no en vano tiene el irónico record Guinness de caída libre sin paracaídas (esto es absolutamentecierto), y pese a haberse estampado contra el suelo, fracturarse tres vértebras, las dos piernas y estarvarios días en coma, pudo contarlo. La otra ironía de la historia está en que a la chica, cuando yaestaba recuperada, nueve meses después, todavía le quedaban ganas de volver al trabajo.

¿Fue una casualidad lo vivido por Vesna? Si decimos que sí, le estamos quitando toda lasustancia al asunto. Hay algo más, una segunda lectura. Particularmente, no creo que te salves de unincidente así para que tu vida siga siendo la misma. Muchas personas que salvaron la vida inextremis después de una gran desgracia, a veces de forma casual, creen haber sido tocadas por unaespecie de mano divina. Algunos se creen invencibles y piensan que no morirán jamás. Otros setrastornan emocionalmente —no es para menos— y comienzan a ver el día a día desde otro ángulo,entendiendo que las cosas no pasan sin más o porque sí.

Es curioso que cuando sucede algo así se habla de suerte o azar. Es más, casi todo el mundo queha salvado la vida en circunstancias extremas ha tenido que oír que le decían: «ahora tienes quecomprar lotería», ¡como si el destino te diera una segunda oportunidad sólo para hacerte rico! Y ésees el problema: que lo tamizamos o filtramos todo desde el prisma humano, desde nuestrasconvicciones y tabúes. Y cuestionamos el orden cósmico al que estamos sujetos y lo tildamos deinhumano. ¿Alguien ha dicho que Dios, por poner una identidad, tenga que ser como nosotros?

Entiendo que el destino, a nuestros ojos, a veces es sorprendentemente macabro. Desde luego,no creo que haga falta experimentar un atentado para aprender de las lecciones que nos da la vida,pero ¿dejarlo todo en casualidad, en buena o mala suerte…? Eso es simplificar demasiado las cosas.

La muerte sabe aguardar

A Edgar Foster lo aguardaba una misión creada por el destino, pero él no lo sabía. A los treintaaños sufrió un aparatoso accidente de tráfico. Era de madrugada y tenía sueño. Foster circulaba

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por una carretera comarcal en las inmediaciones del Sequoia Kings Canyon cuando, al llegar auna curva y a punto de dormirse, dio un volantazo. Literalmente se empotró contra la montaña.Pasaron cuatro horas hasta que pudo ser rescatado. Los bomberos tuvieron que cortar el cocheen varios pedazos para poder sacarlo de dentro. Milagrosamente salió con algunas contusionesy una fractura en la pierna. No era su hora.

Un año después, Foster estaba en Miami, en casa de unos amigos. Era la hora de la comida yno tenían suficientes cervezas. Foster decidió ir a comprarlas a la pequeña tienda que había enuna gasolinera cercana, situada a dos calles.

Estaba a pocos metros del edificio cuando se dio cuenta de que no llevaba la cartera. Regresósobre sus pasos, giró la esquina que lo conducía a la casa y justo en ese momento oyó un granestruendo y una explosión. La gasolinera ardía: se había producido un atraco en elestablecimiento y el tiroteo había hecho el resto. La conclusión a la que llegó Foster era clara:olvidar la cartera le salvó la vida.

A partir de aquella experiencia recordó que ya era la segunda vez que salvaba la vida inextremis. Desde ese día se preguntaba con frecuencia qué tenía el destino preparado para él. Larespuesta llegó dos meses después:

Estaba en su casa, anochecía, cuando oyó unos gritos procedentes de la casa de al lado. Mirópor la ventana y vio que había un extraño resplandor en el interior. Se había producido unincendio. Inmediatamente llamó a emergencias y, acto seguido, acudió a la casa de su vecina,una divorciada con tres hijos pequeños.

Llegó a la casa y el incendio ya había adquirido unas proporciones de categoría. Echó lapuerta abajo y, caminando entre las llamas, encontró a uno de los niños junto a la cocinacercado por las llamas; era el más pequeño y estaba en su cuna. Foster atravesó el fuegocargando con el niño y lo dejó en el exterior de la casa. Volvió a entrar, llamó a los otros críos,pero no respondían. Había fuego por todas partes. Al final oyó gritos procedentes del pisosuperior. Subió la escalera, entró en una de las habitaciones y encontró a los niños que, presosdel pánico, se habían encerrado en el armario de su madre. Cargó al pequeño de cuatro años enbrazos y cogió la mano del mayor. Mientras bajaba la escalera preguntó a los niños por sumadre, pero ellos se limitaban a llorar aterrorizados. Dejó a los niños en el exterior en elmomento que llegaban los bomberos.

Foster, temiendo que la madre yaciera inconsciente en la casa, volvió a entrar, pero ya nosalió. Una terrible explosión acabó con su vida en el interior de aquella casa, en la que, porcierto, no estaba la madre.

¿Es tan caprichoso el destino como para permitir que salves la vida dos veces porque te tienereservado para otra misión? En el caso de Foster, algunos investigadores creen que sí, que nomurió en las dos ocasiones anteriores porque su destino era salvar a aquellos niños. Tal vez seauna visión romántica para ensalzar al héroe que rescata a los niños pero... ¿no es muchacasualidad?

¿Desde cuándo creemos en todo esto?

Partimos de la base de que las casualidades suelen ir asociadas a nuestra historia, aunque no

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podemos determinar si también se producen en otros planos de vida, pero ¿cuándo comenzó todo?Estoy convencido de que si queremos entender cómo hemos llegado a creer en lo casual, y cómohemos ido forjando esa idea del concepto de azar por una parte y coincidencia por otra, debemosviajar al pasado. Y mira por dónde, si retrocedemos hasta el Big Bang, los científicos nos dicen queeso fue una casualidad que produjo otra: la existencia de un ser evolucionado como el humano. En elfondo no somos sino una gotita en el inmenso océano de la vida.

Casualidad es también la suerte que hemos tenido durante todo este tiempo, ya que en losúltimos dos millones de años —que se dice pronto— hemos disfrutado de una vida relativamentetranquila... Sí, sí, tranquila: hace 65 millones de años los dinosaurios no lo pasaron tan bien, y antesde esa gran extinción hubo otras, de manera que, en el fondo, somos unos privilegiados.

Ahora bien, ¿en qué momento nos damos cuenta de que hay algo que no encaja? ¿Quécivilización pudo ser la primera en considerar la existencia de lo casual? Sabemos que entre lossiglo IV y v antes de nuestra era, Hipócrates (460-370 a.J.C.) decía que la vida mantenía un ordenpreciso y exacto donde todo lo que sucedía, incluso lo más anómalo, estaba en cierta formacontrolado. Mucho antes que él, los egipcios y también los sumerios aseguraban que nada era frutodel azar sino parte de un orden establecido. En el Renacimiento, filósofos como Giovanni Pico dellaMirandola (1463-1494), afirmaron que nada en el mundo existía sin más ni porque sí, sino que todoestaba unido y era coincidente. Siglos más tarde, Arthur Schopenhauer (1788-1860) dijo que lascoincidencias, en realidad, eran la aparición simultánea de acontecimientos que a priori nos parecíandesconectados. Hoy los físicos cuánticos nos hablan de redes dimensionales, de universos paralelos,de teorías de mallas entrelazadas.

Como vemos a lo largo de los siglos, cada uno desde su vertiente, nos insiste una y otra vez enque lo casual no es lo que pensamos. Todos defienden que hay algo más que todavía no hemosalcanzado a comprender, «algo» que ordena el caos y al tiempo convierte en caótico el orden —y nopretendo hacer un juego de palabras—, mientras nuestros sentidos nos aseguran que percibimos unacasualidad. ¿Acaso con los siglos no ha cambiado nuestra forma de ver las cosas?

Hoy, jugando con una serie de variables, podemos establecer un cálculo de probabilidadesrespecto de la caída de un rayo sobre un árbol. El estudio nos puede decir también cuántasposibilidades hay de que, tras el impacto, el árbol se incendie. Y en función de todas esas variables,consideramos como algo casual que a alguien le caigan siete rayos ¡y no le pase nada! Peroimaginemos un primitivo ser humano que en una noche de tormenta está acurrucado en su cuevaviendo con terror el fulgor de las luces en el cielo. Ese ser no entiende el concepto de tormentaeléctrica. Sólo sabe —gracias a las experiencias que tal vez vivieron sus antepasados o alguien de sugrupo tribal— que la caída de un rayo puede ser mortal. Puede que pase o puede que no. No hay más,ese primitivo humano no entiende de casualidades, no ha tenido tiempo de crear el concepto.

¡Sobrevivió a la caída de siete rayos!

La historia del guardabosque Roy Sullivan fue tan popular que lo ocurrido sirvió comoargumento en una campaña de publicidad que pretendía demostrar que no hay nada imposible.No es para menos: ¿quién puede sobrevivir a la caída de un rayo? Muy pocos. A partir de dos

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rayos ya es noticia, no digamos hasta siete. Sullivan llegó a ser denominado «el pararrayoshumano». No es para menos. Lo curioso es que no fue un rayo lo que finalmente acabó con suvida... fue un disparo.

Desde luego, el hecho sincrónico es anterior al ser humano. Nos guste o no, nos hemosincorporado un poco tarde al gran viaje de la vida de este planeta. Es más, no fue hasta que tuvimoscapacidad de razonar y, lo más importante, capacidad de desarrollo espiritual, que concebimos laexistencia de una fuerza superior. Pero creo que hay que ir más atrás, buscar el origen, el momento enque como especie decidimos que se había producido un fenómeno casual, al menos como concepto.

Recuerdo que para resolver esa duda, tiré de agenda y… ¡nueva coincidencia! Busqué en mimóvil el teléfono de la antropóloga Carmen Bonilla, la llamé y no hubo respuesta, tampocoposibilidad de dejar mensajes... Me encontré con ella casualmente saliendo del metro dos díasdespués. Bueno, vale, de acuerdo, vive en mi mismo barrio, pero todo suma, ¿no?

La respuesta de Carmen Bonilla sobre cuándo nace el concepto de casualidad fue muy clara:«Sólo cuando aquel lejano antepasado adquirió la capacidad de idealizar su entorno, de atribuirvalores sobrehumanos a la lluvia, el sol, los truenos o los rayos, fue cuando comenzó a establecerpreguntas en su mente. Y sólo cuando por fin —y de eso se calcula que puede que sólo haga unospocos miles de años — estableció un mundo espiritual fue cuando lo casual pudo comenzar a cobrarsentido.» ¿Por qué nuestros antepasados se hicieron esas preguntas? Curiosamente, porque a partir deese instante la especie humana se preguntó de dónde venía, quién la había creado y para qué. «En esetiempo fue cuando el orden y el caos comenzaron a tener sentido. Precisamente ahí nacieron lascosmogonías primigenias o historias mitológicas que mediante relatos pretendían dar respuesta a losgrandes misterios de la creación», asegura Bonilla.

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Claro que debemos entender que el caos de los antiguos, el que aparece en las cosmogonías,difiere de la actual visión cuántica. Pues como nos explica el profesor de física cuántica CarlosGonzález, «el caos de las cosmogonías hace referencia a un desorden inicial que se resuelve segúnlas mitologías de las diversas culturas, y que por lo tanto está muy unido a la visión que estassociedades tenían del ser humano». En cambio, definir el caos con los ojos del siglo XXI no es fácil:«es todo aquello en lo que nuestras creencias no pueden percibir un orden. Entendiendo porcreencias los espacios creadores de nuestra mente, en los que crecen y se desarrollan lospensamientos. Con esta perspectiva, las ciencias son creencias que nos permiten observar y entenderel universo desde nuestra mente», indica González.

¿Qué es la cosmogonía?

Es la disciplina que intenta dar respuesta al origen del mundo. Cada cultura o pueblo posee unacosmogonía, una historia o relato que alude a cómo fue creado y, lo más importante, por quién. Perolo relevante es que precisamente en esas cosmogonías es donde podemos encontrar la primera pistasobre el orden, el caos y, por supuesto, lo casual.

Es algo singular que la mayoría de los relatos cosmogónicos aluden a la existencia del desordeno caos previo a la primera fase de la creación. Así, el caos originario que moraba por todas partes—siempre desde el prisma de lo simbólico— y que estaba manifestado en distintos elementos, fueranfísicos o no (unas culturas aluden a grandes masas de agua, otras hablan de esferas y nubesespirituales...), poco a poco fue ordenado. Y aquí entra la madre del cordero: ¿quién o qué llevó acabo ese orden?

Las cosmogonías de los pueblos, con independencia de su localización geográfica, aluden a unaserie de símbolos comunes poniendo orden en el universo. Estos dioses pueden tener forma humana ono, ya que a veces son seres humanoides y, en otras ocasiones, gigantes o incluso sencillas nubes deluz o vapor. Las divinidades pueden ser una o varias, pero en definitiva ese alguien supremo siemprese ocupa de ordenar el caos, de crear los «engranajes» para que todo funcione. Mecanismos a losque, hoy, parece que estamos sujetos.

En segundo orden de protagonismo, otras cosmogonías divinizan animales o plantas paraotorgarles las cualidades necesarias para obtener el mismo fin: ordenar el caos para crear el mundoy, por supuesto, al ser humano.

Desconocemos el momento exacto en que nacen las leyendas cosmogónicas. Podemos entenderque van apareciendo conforme lo hacen las preguntas sobre el origen de un pueblo o a medida queavanzan las dudas sobre las concepciones espirituales. Sea como fuere, ahí se pusieron las semillaspara lo que hoy llamamos casualidad.

Es fácil imaginar que los relatos no han permanecido inalterables y que se fueron remodelandoo puliendo, tanto en el hilo argumental como en el contenido, al paso de las generaciones. Pero loimportante es que esas leyendas poseían símbolos muy sutiles que servían para comprender loabstracto, y además resultaban de gran utilidad ante el desconcierto de las grandes preguntasespirituales que todo el mundo puede hacer, como: ¿Quién es Dios? ¿Por qué o para qué me ha

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creado? ¿Qué había antes de la existencia del ser humano? Vamos, que esto que nosotros hoyresolvemos fácilmente con la evolución y el Big Bang, fue un verdadero quebradero de cabeza paranuestros antepasados más remotos.

¿La cosmogonía creó lo casual?

En parte, sí. Al menos lo estableció como un punto de referencia. Los mitos se perpetuaron al pasode las generaciones, y conforme evolucionaron el pensamiento, la filosofía y las creencias, secrearon nuevos conceptos que servían para entender el sentido de la vida y, por extensión, paraordenar la existencia y comportamiento humanos.

Gracias a la cosmogonía aparecieron respuestas sobre los orígenes, los dioses y la forma queéstos tenían de manifestarse al ser humano: sueños, visiones, señales a su alrededor... Con esosmedios las entidades creadoras daban respuestas, pero también advertencias, consejos...

Hoy sabemos que soñar no es conectar con la divinidad, sino un proceso más de nuestra mente.Tenemos claro que mediante la ingesta de psicotropos podemos tener un viaje o estado modificadode la conciencia sin que atribuyamos un halo divino a las visiones, pero ¿qué pasa con lascasualidades? ¿Y si lo que nosotros pensamos que es una simple coincidencia en realidad fuera unacomunicación con otro plano de realidad, con otra dimensión o con el todo? Como veremos, lasdisciplinas cuánticas nos dicen que no es imposible. Entonces... ¿estamos hablando con Dios y no noshemos enterado? Pero no adelantemos acontecimientos.

La reflexión es sencilla: si, como afirman las cosmogonías, algo superior nos ha creado y haestablecido las leyes de armonía para que todo encaje, debemos preguntarnos qué sentido tiene elazar. ¿Es eso la casualidad? En teoría no, puesto que todo estaría escrito y predeterminado, a no serque entendamos que, como nosotros, ese creador es imperfecto, rectifica y todavía sigue creando, yes que, en realidad, formamos parte de su propio proceso evolutivo. ¿Cuál es? No tenemos ni idea.¿Hacia dónde nos lleva? Tampoco lo sabemos, pero ¿por qué tenemos que pensar que la divinidad,tenga el nombre que tenga, llevó a cabo su creación y se quedó allí a mirar, sin más? ¿Y si todavíaestá conformando su obra? De ser así, tendría sentido lo casual como hecho que va más allá del puroazar.

¿Están equivocadas las cosmogonías?

Responder con un sí o un no sería demasiado taxativo. Por ello, más que ver si erraron en losplanteamientos que nos han gobernado mentalmente durante siglos, tal vez debemos tomarlas comoreferencia para saber hacia dónde ir si queremos entender el fenómeno de lo casual y llegar aconectar con él.

Creo que no importa qué forma tenía quien nos creó, ni de dónde «sacó» lo que existe a nuestroalrededor. Lo trascendente es el principio organizador, que para unos es el soplo divino, para otrosla palabra, y hay quien lo define como el espíritu primordial. En definitiva, me estoy refiriendo a la

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esencia que hoy seguimos sin conocer.Si nos fijamos, la mayoría de los relatos sobre el origen son duales. Hay orden y caos, como por

ejemplo en la concepción griega; hay bien y mal, luz y oscuridad, como sucede en la tradiciónjudeocristiana o incluso en las mitologías celtas. Es como si todo tuviera dos lados o idiosincrasias,pero ¿y si es una sola? ¿No será que somos nosotros los que mediatizamos creando dualidades?

En la tradición judeocristiana vemos que la creación de Dios se produce separando los cielosde la tierra, la tierra de las aguas, la luz de la oscuridad. ¿Si ya tenía una pieza unida, para qué lasepara? Es como si se nos estuviera diciendo que hay un todo compacto y global que es fragmentado.Ahora bien, si aceptamos que existe ese todo original, ¿por qué no aceptar que pese a estardisgregado sigue conectado? De ser así, también podríamos asumir que las casualidades son esoshilos de conexión.

Pero todavía hay más, como expresa la experta en simbología Marisa Benovart: «La mayoría detradiciones se han esforzado en alejarnos del todo y de la globalidad, haciendo que pensáramos ycontempláramos la vida de manera parcial.» Para Benovart, los símbolos que aparecen en lasleyendas de la creación muestran la naturaleza humana, no la divina: «Un ser superior capaz de creary regular la existencia no necesitaría sectorizarlo todo como haría un humano, y eso es lo que dicenlos símbolos. Por eso aparecen sesgados conceptos como luz y oscuridad, que representan verdad ymentira, seguridad e incertidumbre. Por eso mismo vemos la separación del cielo y la tierra, quevuelve a ser una descripción arquetípica de nuestra faceta mental o espiritual, y la material o tangibley pragmática. Dicho de otro modo, lo concreto y lo abstracto.»

Inspirarse en Dios da buen resultado

Le pasó a Gottfriend W. Leibnitz (1646-1719), el matemático alemán al que debemos lainvención, por casualidad, del sistema binario.

Leibnitz reflexionaba acerca de la creación y del ser superior, meditaba sobre los conceptosde orden y caos y sobre esos matices duales de luz y oscuridad; por tanto, de creación y nada.Al final sus pensamientos lo llevaron a una idealización de todo ello y determinó que el 1representaba a Dios y el 0 a la nada. Como resultado de esta operación estableció un código quehoy llamamos binario y que se sustenta en la combinación de 0 y 1. Dicho de un modosimbólico, de las acciones que ejecutan los unos en el caos de los ceros.

No deja de ser curioso que para algunos investigadores del fenómeno de la casualidad seconsidere nuestro universo precisamente como un gran todo conformado por 1, lo conocido,tangible y desconocido, y 0, es decir, lo abstracto, inmaterial y etérico. Estas personas aseguranque es precisamente la interacción de esos dos mundos lo que configura la existencia.

¿Y si todo está programado?

Si leyera este libro un romano seguidor del estoicismo —en seguida hablaremos acerca de esadisciplina—, pensaría que en el siglo XXI estamos todos locos por preguntarnos qué es la casualidady qué hay tras ella, dado que, para él, todo formaría parte del denominado «orden». Pero ¿en qué

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momento llegamos a creernos esa historia? ¿Cuándo determinamos que nada quedaba al azar y, portanto, que lo casual era, por decirlo de alguna manera, un «guiño» o traspié del destino?

Antes de llegar al estoicismo debemos profundizar más en este viaje al pasado. Los padres de lacultura, sumerios y acadios a partes iguales, resultaron muy inspiradores para quienes les sucedieron—numerosos mitos y filosofías religiosas occidentales han bebido en sus fuentes—, y expresaban ensu mitología que el universo estaba gobernado por una serie de leyes globales o universales. Paraellos, esa «legislación» abarcaba todas las cosas, tanto vivas como muertas: animales, humanas,vegetales... Por supuesto, también creían que ese «orden» gobernaba el mundo sobrenatural yespiritual, abordando incluso aspectos como lo que hoy llamamos intuición.

Para la antropología está claro: podría decirse que los sumerios o los acadios fueron la primeracultura en asegurar que la totalidad de las cosas formaba parte de un todo divino que estabagobernado por leyes invisibles. Sin embargo, como precisa la antropóloga Carmen Bonilla,«podemos creer en eso con la salvedad de que ellos encontraron muchas de las “leyes invisibles”.Este adjetivo comporta, dentro del universal colectivo, un sentido mágico cuando sólo quiere decirque no se percibe con los sentidos. Me recuerda, en lengua, a los verbos incoativos que tienen esamisma característica; por ejemplo, el verbo envejecer: nadie ve cómo se realiza la acción y, sinembargo, se está dando cada segundo que vivimos.»

Los sumerios creían que en el mundo había un cierto orden cósmico gobernado desde planosinvisibles al ojo humano, algo que por cierto suena mucho a cuántico. Decían que todo cuantosucedía, incluso aquello que hoy tildaríamos de fortuito o casual, terminaba por repercutir en un todoglobal. De esta manera aseguraban, que si bien ocurrían sucesos al azar, dejaban al criterio de losdioses el motivo de su producción. No deja de ser un concepto que hoy escuchamos en boca de losmás modernos gurús de la nueva era. Esos mismos gurús que nos dicen que todo estáinterrelacionado, sutilmente o no.

Después de los sumerios —aunque seguramente bebiendo en sus fuentes—, encontramos entrelos egipcios a un personaje que con el tiempo será conocido como Hermes Trimegistro, a quien serelaciona con el dios Thot. Se trata de una suerte de arquetipo de ser inmortal, ya que se lo mencionatanto en la cultura egipcia como en la romana, e incluso aparece, siglos después, entre los alquimistasmedievales.

Lo trascendente de Trimegistro son sus leyes universales —que por cierto, como veremos, sonprincipios clave para entender y trabajar la sintonía con la casualidad—. Una de esas leyes nos diceque «todo lo que es arriba es abajo», otra que «toda causa tiene su efecto y que todo efecto tiene unacausa». Detengámonos un momento para interpretar de forma somera esas leyes y veremos laestrecha relación que tienen con lo casual o, mejor dicho, con que nada es casual pese a parecer locontrario.

Hermes indica que todo cuanto sucede en el plano de lo evidente o tangible, lo que él llama«abajo», repercute o está relacionado con el plano de lo sutil o intangible, «arriba». Esto es tantocomo decir que vivimos en un mundo, en un plano, donde todo está estrechamente conectado.

Vayamos a la segunda ley: si todo efecto produce una causa y toda causa un efecto, Hermes nosestá diciendo claramente que nada de lo que sucede es casual. Dicho de otro modo, que todo cuantohacemos, de forma consciente o no, terminará por generar algo nuevo y que a su vez ese algo nuevo,

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el efecto, producirá una nueva causa. «Aunque a veces debemos coger con pinzas las leyes deHermes, tienen la singularidad de estar dando pistas del conocimiento de un fenómeno sincrónicohace miles de años», indica la experta en simbología Marisa Benovart.

La casual muerte de Esquilo

Sin ánimo de ofender, creo que el fallecimiento accidental del que está considerado como elcreador de la tragedia griega, el dramaturgo Esquilo (525 a.J.C.-456 a.J.C.), es un irónico buenejemplo de que lo que está arriba está abajo.

Esquilo pasaba largas temporadas en el campo, apartado de la ciudad. Un caluroso día estabasentado en su roca habitual buscando la inspiración. En lo alto, un quebrantahuesos portabaentre sus garras una tortuga. Había ascendido a gran altura para dejar caer el animal contra unapiedra y romper así su caparazón. Quiso la mala suerte, y la casualidad, que Esquilo fuera calvoy que desde lo alto el ave confundiera su cabeza con una piedra. El resto ya es historia. AEsquilo la muerte le vino del cielo.

Sirva como detalle anecdótico que la muerte de Esquilo había sido anunciada tiempo atrásnada menos que por el oráculo de Delfos. Sí, en efecto, quien conozca la historia sabrá que en eldetalle el oráculo falló, ya que vaticinó que al dramaturgo griego le caería una casa encima yluego moriría. Digamos que el fallo es a medias ya que precisamente el caparazón de la tortugaes su casa. Pero lo curioso es que esa muerte nos demuestra, una vez más, que a veces, comoaseguraron los estoicos, lo que tiene que suceder, sucede sin más.

¿Qué relación hay entre el estoicismo y lo casual?

Es curioso cómo algunas personas del siglo XXI siguen dejando en manos sobrenaturales su destino.Aquella frase de «Dios proveerá» que tantas veces hemos oído, aún sigue vigente en muchas culturase incluso para buena parte de nuestra sociedad.

Si para los sumerios había un orden natural cósmico que lo abarcaba todo, y suponemos quepara los egipcios había un orden causa-efecto al estilo de Hermes Trimegistro, para los griegos (y enespecial para los grecorromanos), también. La creencia se la debemos a Zenón de Citio, (333-264a.J.C.) quien, con respecto al devenir y ante la pregunta de si existen o no las casualidades,seguramente diría: «Lo que tenga que suceder, sucederá, tan sólo es preciso conocer las señales.» Yes que para los estoicos, lo casual tenía muy poco sentido, dado que los acontecimientos ocurríancomo parte de un engranaje cósmico que lo abarcaba todo.

Zenón simplificó, a su manera, las cosas. Dividió su filosofía en lógica, física y ética. Respectode la lógica lo tenía claro, no dejaba nada al azar. Consideraba que el ser humano era poco menosque un libro en blanco cuyas páginas se escribían a base de la experiencia y el aprendizaje.Desestimaba —y esto es importante en la actualidad— la idea de la herencia atávica, es decir, lo quehoy llamamos el bagaje de las vidas anteriores. Para Zenón, si algo acontecía, era porque debíapasar, no porque lo tuvieras escrito en tu herencia kármica, como por ejemplo defienden quienesconsideran que las casualidades nos conectan con aspectos que dejamos pendientes en otras vidas y

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que son evidencias de lo que está por resolver. En su momento veremos que, tal vez, ésa no es unaidea tan disparatada...

Zenón defendía que el ser humano adquiría el conocimiento a partir de los sentidos, es decir,después de ver, escuchar, oler, gustar o palpar algo. Por tanto, el conocimiento derivaba de laexperiencia. Los sentidos propiciaban la experiencia, y ella el aprendizaje y la obtención de losconceptos morales universales. Así, para Zenón y sus seguidores no había conexión divina niextrasensorial al modo en que la podemos entender hoy bajo nombres como inspiración, percepcióno intuición.

Hagamos un alto en el camino. Es curioso porque otro griego, de notable relevancia, defendíaque la divinidad tenía muchas formas de manifestarse: inspiración, sueños reveladores, fenómenoscoincidentes o casuales... Me estoy refiriendo al filósofo griego Sócrates (470-399) que, por cierto,oía voces en su cabeza... Sí, no es por desprestigiar, pero la psiquiatría moderna tiene un nombrepara definir esa patología, aunque Sócrates lo llamaba daimon y decía que la voz que oía en sucabeza era algo así como un guía procedente del más allá que lo orientaba y lo guiaba. Digo yo quedebía de ser una entidad con un tanto de mala leche, pues a la hora de la verdad, cuando el filósofogriego tuvo que enfrentarse al juicio que le costó la vida, la voz enmudeció.

Los cargos contra Sócrates fueron no reconocer a los dioses atenienses y corromper a lajuventud. Y el filósofo, que gracias a su daimon tenía el verbo fácil y la ocurrencia docta siemprepresta, el día del juicio no supo qué decir. Pensó que si la voz no le hablaba sería por algo, tal vezporque su destino final estaba cercano, de manera que aceptó la sentencia y, como es sabido, su vidaacabó después de un letal «chupito» de cicuta.

Sea como fuere, Sócrates y muchos hombres ilustres de su tiempo pensaron que la divinidad,cuando no se comunicaba directamente con señales, lo hacía a través de sus enviados, los daimon,que eran algo así como duendes o genios. Seres de otras dimensiones que hablaban o propiciabanpensamientos y visiones en las mentes de los elegidos. Con el tiempo y ya en la Edad Media, losdaimon serían tildados de seres demoníacos por las esferas católicas.

Pero volvamos al práctico estoicismo:El filósofo fundador del estoicismo y muchos de los que lo siguieron llegaron a la conclusión de

que vivían en una estructura organizada de forma racional, de la que el ser humano, pero tambiénDios, era parte integrante. Dicho de otro modo, no consideraban la existencia de un dios ajeno yexterno que contemplara su proceso creativo, como nos diría la tradición hebrea, sino que el mismoDios era creador y creación, siendo el ser humano parte de todo ello. Por eso, como en la filosofíade Hermes Trimegistro, pensaban que todo estaba relacionado y en armonía mediante una serie decausas y efectos regidos por el hálito de la existencia o principio activo del logos.

La filosofía de Zenón se convirtió en uno de los movimientos filosóficos que más hondo calaronen la sociedad helenística, aunque, en honor a la verdad, si se popularizó fue gracias a los noblesromanos que vieron en esa forma de entender el mundo una filosofía o una panacea capaz deexplicarlo todo. Al fin y al cabo, los romanos eran prácticos, hasta para la fe. A diferencia de losgriegos, que daban mil vueltas respecto a la espiritualidad y la magia, los romanos no se andaban conpérdidas de tiempo. Cogían la esencia más pragmática de los griegos y la aplicaban. Dicho de otromodo, dejaban para ellos la teoría y ellos ponían la práctica.

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Así, invocaban a sus dioses cuando los necesitaban y les rendían el culto mínimo, salvo quepudieran obtener algo a cambio.

El pragmatismo hizo que los romanos practicantes del estoicismo se quedasen con un conceptobásico: todo el universo y todo cuanto acontecía en él podía explicarse de forma global yracionalmente, ya que el mismo universo era una entidad organizada. Eso sí, para poder hacer unainterpretación adecuada, a la que no todo el mundo podía llegar, era preciso comprender la magnituddel alma que lo insuflaba todo, esto es, de la divinidad o fuerza superior. Eso se lo dejaban a losgriegos.

Con ese pensamiento, no cabían las dudas o incertidumbres respecto del futuro, o del porqué delos acontecimientos. Como decía el estoicismo romano, el pasado, el presente y el futuro se puedencomprender a la perfección si se entiende la naturaleza de lo supremo. Aunque Zenón de Citio nodijo exactamente eso, los romanos se quedaron con el concepto y lo aplicaron a su manera,popularizando con el tiempo frases como «La suerte está echada» o «Lo que deba pasar, pasará».Así, sencillo y claro. Creo que de esa forma nació lo que yo llamo «casualidad a la romana», comolos calamares pero en versión serendipia. Y es que, para un estoico, nada pasa porque sí.

Lo que tenga que pasar, pasará: «Los libros te matarán»

José Canalejas, que fue presidente del gobierno de España entre 1910 y 1912, amabaprofundamente la cultura y le encantaba leer, tanto que lo hacía a todas horas. Sus amigos másíntimos, viendo su avidez por leer, bromeaban diciéndole: «Los libros te matarán», y él sonreíapara responder estoicamente: «Lo que deba suceder, sucederá.»

Canalejas murió tiroteado en Madrid el 12 de noviembre de 1912. Curiosamente, mientraspaseaba por la Puerta del Sol y ojeaba el escaparate de una librería.

¿En qué creían los estoicos?

Para empezar, aseguraban la inexistencia del azar. Los acontecimientos sucedían de formaorganizada, y ordenada de manera que no cabía en ellos nada más.

Zenón creía que todo, incluso Dios, estaba gobernado por lo que denominó un «principiorector» que para él era ígneo, pues lo visualizó en forma de fuego. Una especie de «ente» al quellamó «logos», algo que, siglos después, vemos que se parece mucho al denominado «inconscientecolectivo» de Jung y también a los llamados «archivos acásicos».

En opinión de la antropóloga Carmen Bonilla, «para los estoicos, cada ente es necesariamenteproducido y se dirige hacia el término al que fue asignado. Ya sea como causa eficiente o comocausa final, el logos divino del mundo, porque es Providencia, es Hecho y Destino.Consecuentemente, una cosmología de estas características implica que la libertad del hombre noexiste como tal. Es fácil deducir que los estoicos eran deterministas».

Los estoicos pensaban que todos los seres humanos estaban conectados con ese logos, peroreconocían que no todo el mundo tenía igual condición. Por eso, entender las naturalezas del logos (y

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aún más comprender las acciones emprendidas por esa entidad) no estaba al alcance de todo elmundo. Vamos, que, regresando al concepto de la TDT y la sintonización, Zenón clasificaba a laspersonas determinando que sólo unos pocos, digamos estudiosos, podían conectar o recibir losmensajes del logos con tanta facilidad como lo hacía Sócrates con sus voces interiores. El resto, sesupone que vivía en la ignorancia.

No falta quien piensa que el estoicismo es una forma de relajar tensiones metafísicas. Para elsociólogo David Recasens, «si dejas en manos de Dios o de un ser superior la motivación de todocuanto sucede, vives ajeno a la responsabilidad, y por tanto a la necesidad de tomar medidas desolución ante ciertos problemas. A lo largo de la historia hemos visto numerosos ejemplos deculturas y sociedades que han amparado desgracias, accidentes e incluso formas de actuar y procederen los designios divinos. No deja de ser una forma de estoicismo».

Tal vez sea así. Quizá los filósofos estoicos preferían dejar en manos del logos sus problemasde índole abstracta, pero para la cuántica eso tiene poco sentido, porque nos impide avanzar en laevolución. Según Carlos González, «es una posición que limita la exploración interior y que nosaleja de integrar todas las partes de nuestra conciencia, incluida esa maravillosa que compartimoscon los demás. El estoico está renunciando a una buena parte de la magia de la vida».

¿Qué era el logos?

Algo muy parecido a lo que hoy llamamos de manera genérica «conciencia universal». En ciertaforma, podría ser casi lo mismo que el inconsciente colectivo o la gran conciencia cósmica: el soploo hálito primigenio, el poder que crea y transforma manteniendo una unión entre todas las cosas, tantolas que ya han sido creadas como las que todavía no son tangibles. En definitiva, algo similar a Dioscon capacidad para manifestarse y actuar sobre los acontecimientos y sobre quienes participan deellos.

Según la antropóloga Carmen Bonilla, la creación del concepto logos «es el primer intento deracionalizar el mundo físico, por eso se los llamó filósofos materialistas, término que en nuestrosdías está muy vituperado, por haberlo confundido con el interés material por las cosas o egoísmo. Loque intentaron los estoicos fue organizar el cosmos, de hecho fueron los primeros físicos y químicosde la historia del hombre occidental».

Los estoicos creían que esa energía o alma, dado que estaba presente en todas las cosas, estabaa un tiempo en el ser humano y fuera de él. Pero a diferencia de otras doctrinas que nos dicen queDios está en todas partes y también en nuestro interior, los estoicos consideraban que el ser humanomismo era una partícula de la divinidad y que todo cuanto le sucedía tenía una relación directa conél. Es decir, no había un Dios omnipresente sentado en un trono en el cielo contemplando desde fuerala naturaleza y el mundo, sino que el mundo y todo el universo era el logos en sus diferentes formasde manifestación y conciencia.

Partiendo de esta premisa, ese ser inteligente era quien lo gobernaba todo, de manera que nadaquedaba al azar. Decían que el humano, como vulgar partícula de ese ser superior, y de formaerrónea, interpretaba un hecho organizado por el logos como azar cuando en realidad no lo era.

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¿Dónde quedaba el destino final? Según los estoicos desaparecía, al menos tal como lo imaginamoshoy en día. Para ellos, era algo así como el sentido o fin de la vida, el último eslabón de una largacadena de causas elaboradas por el logos que determinaban unos efectos finales.

¿Cuál era la meta del logos?

En teoría, la perfección o lo que coloquialmente denominamos evolución. Lo que no sabemos eshacia dónde camina dicha evolución. Y es que para los estoicos, la misión del ser humano en la vida,formando parte del logos, era cumplir un ciclo de aprendizaje continuo e infinito.

Respecto de la perpetua evolución, para el investigador de ocultismo y simbología mágicaAlfredo Laygas, «en la tradición oriental se nos habla de la rueda del samsara; en el esoterismorenacentista se mencionaba la rueda de la vida, y entre las sociedades místicas e iniciáticas se aludea la rueda del ser interior. El término rueda no es casual: la rueda representa la espiral o el círculo,el inicio y el final de todo aquello que un día nace, luego recorre un camino y tras morir renace denuevo para retomar de forma infinita una y otra vez el mismo sendero pero de manera másevolucionada. Los estoicos creían en algo muy parecido».

En efecto, los estoicos pensaban que el mundo y el logos eran eternos y estaban sujetos a uninfinito eterno retorno, donde todo se vivía una y otra vez. A veces de manera muy similar a laanterior y en ocasiones de forma algo más evolucionada, aunque, en síntesis, siempre ocurría lomismo. Ellos defendían que el universo y el mundo experimentaban ciclos reiterativos que veníanmarcados por años cósmicos a los que llamaban aion. Al concluir el ciclo del aion, que podía ser demiles de años, el mundo terminaba con un caos universal e ígneo, y tras él de nuevo volvían a brotartodos los elementos imprescindibles para la vida, y con ellos, tarde o temprano, el ser humano.

Lincoln y Kennedy... ¿una casualidad cíclica?

Si todo se repite, si todo es una rueda que gira eternamente una y otra vez, quizá por ello eldestino juegue con nosotros ofreciéndonos guiños de fechas como éstos. ¡Y aquí sí que haycasualidades para parar un tren!

• Abraham Lincoln y John Fitzgerald Kennedy fueron designados congresistas en 1847 y 1947respectivamente.

• Lincoln alcanzó la presidencia de EE.UU. en 1860. Cien años más tarde, en 1960, hizo lomismo Kennedy.

• El secretario del presidente Lincoln se apellidaba Kennedy, y el del presidente Kennedy,Lincoln.

• Los dos secretarios presidenciales recomendaron a sus presidentes respectivos que evitasenacercarse a los lugares donde después fueron asesinados. O lo sabían o es muchacasualidad.

• La vida de ambos presidentes acabó en un viernes, por disparos en la cabeza y en presenciade sus esposas. Por cierto, aunque no tenga relación con el asesinato, durante su estancia en

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la Casa Blanca, ambas primeras damas perdieron un hijo.• Lincoln fue asesinado cuando estaba sentado en el teatro en el palco número 7; Kennedy se

encontraba en el vehículo que ocupaba el séptimo lugar de la caravana presidencial cuandorecibió los disparos.

• Los nombres completos de sus presuntos asesinos suman quince letras cada uno. Los dosasesinos eran sureños y nacieron justo con cien años de diferencia. Los dos fueronasesinados a su vez horas después de las muertes. Ninguno de los dos asesinos confesó suculpabilidad, y en ambos casos se especuló con la existencia de conspiraciones queimplicaban a personajes norteamericanos muy influyentes.

• Los sucesores presidenciales, Andrew Johnson y Lyndon Johnson, nacieron en los años 1808y 1908 respectivamente, y ambos fueron senadores y demócratas del Sur.

Si alguien nos hubiera contado todo lo anterior diciendo que era la trama de ficción de unanovela, le habríamos dicho que siguiera pensando porque el tema era demasiado increíble. Yésa es otra de las «gracias» de lo casual, que a veces eleva lo increíble a lo más alto.

¿Podemos romper la rueda?

Como vemos, lo malo del concepto de la «serendipia a la romana», —sí, Zenón era griego, peroquienes popularizaron y dieron sentido de practicidad al estoicismo fueron los romanos— es que nose va más allá. No se acepta que nuestros actos puedan cambiar el futuro o que determinados hechos,a los que llamamos casuales, sean herramientas de aprendizaje para crear nuevos caminos.Sencillamente porque todo está predefinido de antemano.

Se acepta la posibilidad de la interacción de los humanos con las fuerzas superiores paraentender mejor su funcionamiento y, por extensión, la cotidianidad o el día a día en general, perotambién se deja en sus manos el destino. Por tanto es una filosofía estática: Dios —o quien sea quecree las fenomenologías casuales y sincrónicas— ya tiene programado todo lo que tiene que hacer.La diferencia con otras creencias es que nos deja participar de su juego, aunque él ya sabe cuál es elresultado final.

Pero ¿qué pasaría si la casualidad fuera otra cosa de esa especie de Día de la Marmota dondetodo se repite? Acomodemos un poco más la teoría estoica, al fin y al cabo ya lo hicieron losromanos. Aceptemos por un instante que, en efecto, todo gira de forma repetitiva en la ruedareiterativa del destino. Asumamos que el futuro está prefijado de antemano pero no determinado alcien por cien. Es decir, que el logos o entidad superior nos empuja e inclina, pero no sentencia. Esonos daría una libertad de acción, una capacidad de cambiar nuestro destino o futuro. Y vayamos máslejos: todo gira, se repite de forma cíclica y evoluciona... ¿Y si pudiéramos tomar un atajo? ¿Y si loque llamamos casualidades fueran precisamente sendas para avanzar en esa rueda saltando etapaslineales?

Sé que es una teoría arriesgada, pero no es mía. La defienden cada vez más investigadores ypersonas que creen en las denominadas «casualidades atávicas», pensando que, en efecto, nuestramisión en la vida es la evolución, porque al hacerlo también lo hace esa entidad global a la que

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llamamos Dios y que no alcanzamos a imaginar. Dicho en terminología cuántica, supongamos ununiverso curvo. ¿Y si pudiéramos saltar de un punto a otro aprovechando esa curvatura? Poco a pocoiremos descubriendo cómo.

¿Qué es la casualidad atávica?

Desde luego, creo que causaría picores a Zenón si oyese hablar de ella. Hay quien la denominaregresiva, o incluso biográfica. Consiste en partir de la base de que algunas de las experienciascasuales son conexiones con el pasado, con otra vida o existencia anterior en la que dejamos algopor resolver. Según esa teoría, a veces vivimos casualidades que, pese a ser experimentadas en elmomento actual, puede que su origen o causa tenga décadas o siglos de antigüedad. Por eso lacasualidad atávica es algo así como un viaje en el tiempo o, si lo preferimos en lenguaje cuántico,como si hubiéramos tomado un atajo para sintonizar con algo de nuestro remoto pasado que llevamosal presente para terminarlo.

Los defensores de la casualidad atávica creen que la esencia del ser humano se perpetúa una yotra vez en un ciclo sin fin muy parecido al defendido por Zenón y su logos, aunque con matices. Apriori no es algo descabellado, ya que todos llevamos con nosotros parte de la herencia genética dequienes nos precedieron. Es cierto que no podemos demostrar que la individualidad se perpetúa,pero sabemos que la información genética sí lo hace. Según estas hipótesis, nuestro objetivo en lavida es la evolución en todos los sentidos, y con cada existencia vamos aprendiendo y resolviendomás cosas. Ahora bien, la vida es corta y a veces quedan asuntos pendientes por resolver, pero eldestino, por ponerle un nombre, se ocupa de que nada quede en el aire. ¿Cómo lo hace?: propiciandovínculos entre personas en apariencia inconexas entre sí o generando hechos que de casuales notienen tanto...

¿Eran almas gemelas?

Ella había nacido en Nueva Zelanda, tenía sesenta años y, evidentemente, hablaba inglés. Élacababa de cumplir los veinticinco, vivía en España y hablaba castellano. Un día, la casualidad(o no...) hizo que coincidieran en un viaje. No sabían el motivo, pero desde siempre amboshabían tenido la extraña necesidad de viajar a Estambul. El destino, valiente paradoja, decidióllevarlos a esa ciudad y alojarlos en el mismo hotel.

Casualmente cruzaron sus miradas y se produjo una extraña conexión: tenían la sensación deconocerse de toda la vida. Sus cerebros no sabían qué sucedía, e inmediatamente procesaroninformación buscando en sus recuerdos, pero no había datos...

La historia es mucho más larga, pero para resumirla diremos que, finalmente, aquella mujerde sesenta entabló conversación con el joven de veinticinco. La pregunta era obvia: «¿Nosconocemos, verdad?» Aquél fue el inicio de una bonita relación de amistad a miles dekilómetros de distancia. Pero lo mejor de todo fue cuando, tiempo después, descubrieron queaquél había sido un reencuentro genético después de tres siglos: el tatarabuelo escocés de ellaembarcó rumbo a las colonias inglesas en Australia. Al hacerlo dejó en su país a su mujer, que

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debía reunirse con él al año siguiente. Pero ella recibió la noticia de que el barco en el queviajaba su marido había naufragado.

Tres años después la viuda se casó con un militar inglés que fue destinado a Menorca, que enaquel momento no era española sino una colonia británica. En la isla se perpetuaron comofamilia y al cabo de unos siglos nació el joven de veinticinco años. Por su parte, el marido, queefectivamente naufragó, logró salvar la vida. Fue rescatado por un grupo de aborígenes. Sequedó a vivir con ellos. Conoció a una nueva mujer con la que tuvo descendencia... Tres siglosdespués los descendientes de aquella pareja se habían reencontrado, establecido una conexión einiciado una amistad. ¿Y qué pinta Estambul en todo eso? Nada, fue sencillamente el punto deconexión que «alguien», el caprichoso destino, puso en su camino. ¿Pura casualidad?Seguramente no.

¿Para qué sirve una casualidad atávica?

Si nos centramos en el ejemplo anterior, la conexión con lo atávico es útil para darnos cuenta de queestamos más conectados entre nosotros de lo que imaginamos y que no vivimos en un mundoindividual.

Por otra parte, lo atávico nos da pistas respecto de esas sensaciones que todos hemos tenido aveces: volver a vivir una situación ya experimentada, tener la impresión de que ya conocemos unaciudad a la que casualmente acabamos de llegar y que no hemos visitado jamás, o sintonizar de unaforma poco habitual con una persona a quien nos acaban de presentar y que luego resulta ser nuestraalma gemela.

A priori pensamos que esos hechos son coincidentes, puras casualidades, pero pasamos por altopequeños detalles, omitimos preguntarnos por qué ahora y no en otro momento hemos sidoconscientes de la situación. Si seguimos con el caso anterior, ¿por qué la mujer de la historia viajó aEstambul con sesenta años y no antes, si hacía más de tres décadas que tenía el deseo de hacerlo?¿Por qué escogió esa ruta y precisamente ese hotel para alojarse? ¿Fue el destino quien la encaminóhacia ello? ¿Por qué fue ese verano y no otro el elegido por el chico de veinticinco años? Entiendoque desde el prisma matemático todo tiene una explicación, pero en el episodio narrado, me da lasensación de que estamos rompiendo las probabilidades.

Puede parecer una locura, pero cada vez que nos suceda un hecho que en apariencia es casual yno tiene mayor relevancia, como poco deberíamos preguntarnos: ¿Está pasando algo? ¿Es todo tancasual o puede que haya algo más?

Bien, creo que ahora que ya tenemos la cabeza como un bombo y que más o menos entendemosel origen conceptual de las casualidades, es un buen momento para preguntarnos de verdad de quéestamos hablando cuando hablamos de casualidades. Sí, ya sé que se supone que esto lo sabe todo elmundo, pero... hay más miga de lo que parece. ¿No te lo crees? Siento decepcionarte, pero lacasualidad atávica y los ciclos coincidentes no son más que dos de las numerosas categorías deexpresión que tiene este complejo fenómeno.

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2. Casualidad: ¿cuántas caras tienes?

Los pensamientos nos predisponen con lo que de alguna manera llegamosa crear: el ambiente necesario para que nos ocurra determinado tipo decosas. Sólo cuando somos capaces de cambiarlos podemos modelarnuestra realidad de una manera distinta.

Neus Colomer,psicóloga

Hastiado, después de media hora peinando el barrio para encontrar una plaza de aparcamiento, juntastres dedos para hallarla porque un amigo te dijo que eso era un método de control mental y conexióncon la armonía. Al final acabas en un parking.

Por accidente, mientras comes, derramas la sal sobre la mesa y, pese a ser algo que da malasuerte, una hora después te encargan un nuevo trabajo que te reportará interesantes beneficios. Esemismo día, al llegar a casa tropiezas y chocas sin querer contra el mueble del recibidor. El pequeñoespejo que hay junto al cuenco en el que dejas las llaves cae al suelo rompiéndose en mil pedazos.Según todos los tratados de superstición, te esperan siete años de desgracia, y claro, tú te preguntas:«¿Qué hago? Si el truco para aparcar no me ha salido bien y derramar la sal ha tenido efectoscontrarios a lo que marca la tradición, además de comprar otro espejo, ¿qué más me espera, suerte odesgracia?»

Quizá no hayan sido más que episodios triviales que no tienen relevancia en tu día a día porquetú no crees en las supersticiones, pero... ¿entienden de fe las casualidades? Más bien no, porqueocurren quieras o no y con independencia de tus creencias espirituales.

Hay tantos conceptos y formas de ver el fenómeno casual que resulta imposible ceñirse sólo auno. Si nos ajustamos al contexto de la definición, el diccionario asegura que la casualidad essencillamente una combinación de circunstancias que no se pueden prever ni tampoco evitar. Vamos,algo así como la lotería. Dicho de esa forma da la sensación de que no tenemos nada que nacer, deque no está en nuestras manos.

El destino nos enfrenta o empuja a una situación donde algo convergerá y nos tocará vivirlo sinpoderlo evitar, seamos o no los protagonistas directos de ello. ¿Seguro? ¿Y si no fuera nada de eso?¿Y si es algo totalmente distinto? ¿Y si por un momento somos nosotros quienes en parte generamos,a lo mejor de forma inconsciente, lo que luego interpretamos como casualidades? «Lo casual deja deserlo cuando tomamos conciencia de ello, desde ese momento ya forma parte de nuestra vida y, portanto, de nuestros sistemas de interpretación que, casi siempre, son subjetivos», asegura el físicocuántico Darío Katelba, quien precisa que «para comprender la casualidad en toda su magnitud y

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poder entender qué es eso que llamamos coincidencia, deberíamos dejar a un lado nuestro conceptode simples seres humanos. Tendríamos que ver los acontecimientos desde una globalidad a la que noestamos acostumbrados». Katelba asegura que lo casual no puede medirse desde la perspectiva delyo o el ego, ya que lo trasciende. «Una casualidad es un movimiento diminuto en un gran tablerocósmico en el que somos pequeñas piezas de un engranaje que nuestra mente jamás alcanzaría aentender en su totalidad.»

Volviendo al ejemplo del aparcamiento, la acción de juntar los tres dedos era voluntaria.Decidimos hacerla porque no había forma de aparcar. ¿Qué habría pasado en caso de encontraraparcamiento al minuto de haber hecho el gesto? Según la teoría de Katelba, en vez de pensar «eldestino me ha facilitado aparcar» —esa sería la visión del yo o ego—, deberíamos pensar en por quéo para qué hemos encontrado aparcamiento justo después de hacer el gesto. Y ya rizando el rizo,deberíamos preguntarnos qué habría pasado si pese a encontrar un hueco hubiéramos decidido noaparcar. ¿Lo que le ocurriese a nuestro coche o al que aparcó en ese lugar habría sido urdido por eldestino pero interpretado por nosotros como una casualidad?

¿Una sencilla avería o algo más?

Los acontecimientos a veces suceden realmente cuando toca, y lo casual es capaz de cambiar enun solo minuto el destino de decenas de personas:

Era el año 1991, Idoia López Riaño circulaba en coche cuando de pronto tuvo una avería. Suautomóvil se había detenido justo cuando más prisa tenía la conductora. Al ver que el coche noarrancaba, la mujer pidió ayuda a un hombre que «casualmente pasaba por allí». El ciudadanose disponía a prestarle ayuda cuando de pronto comenzó a gritar: ¡aquel coche tenía la mismamatrícula que el suyo! La mujer huyó corriendo.

La casualidad quiso que la conductora fuera en realidad una terrorista de ETA, que el cocheaveriado estuviera cargado con cincuenta kilos de explosivos y que la matrícula, que era falsa,coincidiera con la del vehículo de aquel hombre. Gracias a esa coincidencia se evitó unatentado y con él la segura muerte de inocentes...

¿Qué habría pasado si el propietario de la matrícula falsificada hubiera salido un minuto mástarde de su casa? Nunca lo sabremos, tal vez la ayuda habría sido prestada por otra persona y sehabría producido el atentado.

Desde luego, el caso del coche cargado con explosivos rompe toda lógica y principiomatemático en lo tocante a lo casual. Pese a ello, los hechos coincidentes también debenconsiderarse desde ese punto de vista. Para el matemático Aitor Garmendia «la casualidad essencillamente una ley de probabilidad llevada a su máximo exponente. Lo que está claro es que sialgo puede suceder, tarde o temprano sucederá, por muy casual que nos parezca».

¿Simples coincidencias?

Como vemos, hay mucho trecho por recorrer para poder definir claramente qué es una casualidad.

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Además, es evidente que, en función de cuál sea la corriente filosófica que seguimos o de laformación académica recibida, lo casual tendrá o no sentido. Supongamos un ejemplo:

Imagina que sales de tu casa por la mañana y en el vestíbulo del edificio te encuentras con esevecino que nunca te saluda y al que tú, harto de su indiferencia y pese a tu buena educación, dejastede dar los buenos días. Eso, el no saludar, más que una coincidencia sería la consecuencia; es decir,un hecho produce otro. Sin embargo, no sería una casualidad que te topases con él si ambos vivís enel mismo edificio y tenéis horarios de entrada y salida similares. Por tanto, hasta aquí todo normal.

Pero ¿qué pasa cuando un día, de pronto, coincides con ese tipo en todas partes? Sí, ese día quete has librado de verlo por la mañana con su habitual mala cara, aparece casualmente acompañado deotras personas para comer en el restaurante que tú frecuentas casi a diario y que resulta está en laotra punta de la ciudad. Más tarde te encuentras al vecino a ocho paradas de metro de tu casa.Estabas allí porque habías ido a ver a un amigo, pero ¿y él? Tú sales del vagón y él entra. Y el colmoes que por la noche, cuando acudes al cine con tu pareja, lo tienes delante en la cola y... de pronto va¡y te saluda!

Sí, estoy de acuerdo, además de ser mala suerte toparte todo el día con el vecino que no te caebien, tres episodios parecen ser mucha coincidencia. ¿Es eso una casualidad? Sí, en tanto que es algoque no estaba programado, salvo que el vecino te esté siguiendo... Es un hecho coincidente porquedos personas, en teoría inconexas, cruzan sus caminos fuera de un entorno habitual. Pero ¿serviría unepisodio así para definir la casualidad? Sería complejo, ya que, como sucede en la cuántica, lainterpretación dependería del observador. Tal vez tú sí te has dado cuenta de las coincidencias,básicamente porque te molesta ver a esa persona, pero quizá él no ha reparado en ti en todo el díasalvo cuando te saluda en el cine. Para ti todo es una coincidencia reiterativa, para él no.

Para un científico o matemático ultracartesiano, tus encuentros con el vecino no tendrían másvalor que el de la singularidad, ya que un hecho casual no es sino algo que está amparado en la ley dela probabilidad. Quizá le sorprendería la reiteración porque complicaría un poco su cálculo, peropoco más. Para esa persona dicho episodio sucede porque había un número determinado deposibilidades de que pasara y finalmente ha ocurrido. Sencillo a la vez que práctico. Lo curioso esque este tipo de personas, sean o no matemáticas, suelen ser las que menos casualidadesexperimentan. Y es que, como veremos, el universo de lo casual parece tener ciertas preferencias enfunción de cómo seamos.

Pero podemos encontrar otro punto de vista. Por ejemplo, para un buscador de señalesserendípicas —que también los hay—, los reiterados encuentros, más que una casualidad, formaríanparte de un fenómeno recurrente que debería ser interpretado...

No te lo he dicho, expresamente he omitido detalles en la historia, pero para el buscador deseñales el mensaje de ese episodio estaría relacionado con el número tres. Primero porque tu vecinoes el del tercero, después porque te lo has encontrado de forma casual tres veces. La primera a lastres de la tarde en tu restaurante habitual; la segunda en el metro, sí, a ocho paradas de tu casa pero...¡en la línea 3!; y por último, en la cola del cine ambos esperabais para ver la proyección de la sala 3.¿Qué significaría todo eso? Tiempo habrá de hablar de números y de cómo nos influyen casualmente,pero seguro que habría un significado. Y ahí está la gracia de la globalidad en lo casual. Comoexponía Darío Katelba, lo relevante no es que coincidas varias veces con el vecino que te cae mal.

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Si te quedas en eso, caes en la interpretación subjetiva del ego. Si lo trasciendes, te das cuenta ypuedes valorar los detalles globales, como los lugares en los que se han producido los encuentros, larelación con el número tres, etcétera.

En opinión del doctor Bernat Nöiel Tiffon, máster en psicopatología legal y forense, lacasualidad depende en buena medida de la reiteración: «Para mí, se trata de una circunstancia en laque, presumiblemente de forma casual y/o azarosa, dos o más eventos, episodios, situaciones,estados, se dan simultánea y sincrónicamente en una misma dimensión temporal y espacial, existiendoun factor sorpresa entre la causa y el efecto.»

Digamos que lo ocurrido en el ejemplo anterior encajaría bastante con eso; hay reiteración,pero... como apunta el doctor Tiffon, hay que tener mucho cuidado a la hora de definir los fenómenoscoincidentes, y más todavía al interpretarlos: «Desde el punto de vista científico-racional presentanun alto grado de azar, y la probabilidad estadística de que se produzcan es baja si no sondirectamente manipulados y controlados por la acción humana. Ahora bien, existe un punto de vistadimensional, no racional, espiritual o metacientífico en el que el fenómeno de la casualidad presentaunos matices explicables y que vienen impregnados por los valores, creencias y moralidad con quecada sujeto quiera ofrecer explicación a este fenómeno.»

El 89 y Boris Yeltsin

Desde antes de alcanzar el poder, se rumoreaba que el número 89 lo perseguía, e incluso en sumomento circuló el rumor de que él había soñado que fallecía a los 89 años de una muerteviolenta. No fue exactamente así, pero...

• En 1989, concretamente el 26 de marzo, ganó las elecciones• Obtuvo el 89 por ciento de los votos.• El 89 figuraba en la matrícula de uno de sus coches oficiales preferidos.• Veamos la suma completa de dígitos de su fecha de nacimiento 1+2+1+9+3+1 nos da 17, de

donde 1+7= 8• La suma completa de la fecha de su muerte, que por desgracia para él no fue a los 89 años,

es: 2+3+4+2+0+0+7= 18 de donde 1+8=9

Casualidad o no, el ex presidente de Rusia inició su ciclo con un número 8 y lo terminó con el9, de nuevo 89.

Sigamos complicando las cosas para entender lo casual. Si le contases el hecho de losencuentros con tu vecino a un seguidor de la filosofía estoica, se quedaría mirándote y fríamente tediría: «No le des más vueltas, lo que tenga que suceder, sucederá.» ¿Le estaría restando valor alhecho sincrónico? En absoluto, él sabría perfectamente que nada es casual, que todo sucede porqueforma parte de un orden establecido que los humanos difícilmente podemos alcanzar a comprender.Tal vez por eso no se complicaría la vida en analizar más significados.

¿Con qué me quedo yo de todo esto? Menos con el vecino maleducado, con todo lo demás. Y esque, como siempre, el camino del medio suele ser el que más funciona. Es decir, que todos tienen

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razón pero que ninguno de ellos está en la absoluta posesión de la verdad.Es cierto que hay una ley de la probabilidad, lo cual no quita que haya demasiadas

coincidencias y sólo por eso merezca la pena tomar nota de lo ocurrido. También es verdad que todoo casi todo lo que nos pasa, y más cuando hay reiteración, suele tener un significado. Debo aclarar,sin embargo, que, si nos pasamos el día buscando hasta los más mínimos detalles de todos lossímbolos que vemos o percibimos, podemos acabar locos. Pese a ello, yo me habría preguntado porqué tantos encuentros con el vecino en situaciones tan distintas y en un mismo día.

Por último, estaría de acuerdo con la filosofía del estoicista, aunque con matices. Lo que tengaque suceder, sucederá... ¡o no! Y es que si bien sí creo que en cierta forma estamos sumergidos en untodo del que formamos parte, también podemos moldearlo. Es decir, somos escultores y escultura aun tiempo. Sin embargo, hay veces que lo casual sucede incluso cuando ya no estamos en estemundo... En ese caso, ¿qué hay detrás?

La casualidad lo llevó a casa

El actor canadiense Charles Coghan siempre decía que el mejor lugar del mundo para vivir eraallí donde había nacido: en la casa de su familia, que estaba situada en Prince Edward Island, alsur del golfo de San Lorenzo, que comunica con el océano Atlántico. Por eso, cada vez queestaba de gira —y debido a su trabajo eso era algo frecuente—, afirmaba que echaba muchísimode menos los alrededores de su casa, pues, según él, era el único lugar donde hallaba verdaderapaz para preparar espectáculos y sumergirse en nuevos papeles.

Quiso el destino que Coghan falleciera el 27 de noviembre de 1899, justo cuando estaba lejosde su casa, a más de cinco mil kilómetros, en las costas de Galveston, Texas. Tras su muerte,Coghan fue enterrado en un cementerio local. Pero el destino le tenía preparada otra ubicación.

Un año después del entierro, una potente tempestad provocada por el huracán Galveston, queacabó con la vida de al menos seis mil personas de la zona, levantó grandes olas que arrasaronla costa y, con ella, el cementerio del lugar. La devastación fue tremenda, de manera que nadieechó en falta el ataúd del actor, que fue encontrado por unos pescadores ocho años después enel golfo de San Lorenzo, muy cerca de la población en la que había vivido Coghan.

No es fácil que un ataúd perviva —ironías al margen— durante todo ese tiempo navegandopor el mar. Pensemos que tuvo que recorrer el golfo de México, ascender por la costa atlánticay finalmente llegar a Canadá. Pero al final Coghan pudo recibir sepultura donde a él le habríagustado, en el cementerio de Prince Edward Island. Eso sí, con ocho años de retraso.

No todas las casualidades son iguales

Anteriormente he comparado las casualidades, en global, con una emisión de televisión, y desdeluego, la sintonía con ellas se puede equiparar con el uso de un decodificador de señales. Pues bien,demos una vuelta de tuerca más: las distintas tipologías casuales serían algo así como los canales deemisión. De esta forma, tenemos casualidades individuales, colectivas, directas e indirectas; a corto,medio o largo plazo, y me atrevería a decir que en este «surtido» de canales podemos encontrar las

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buenas y hasta las adversas.Si el fenómeno casual tiene capacidad de sorprendernos ofreciéndonos episodios que no

siempre comprendemos, sectorizarlo o crear diferentes categorías dentro de él, a priori puede queenturbie las cosas, pero creo que es bueno hacerlo si de verdad queremos intentar descifrar lainformación codificada que nos envía el destino o entidad a la que llamamos casualidad.

El poder de una inocente lágrima

A veces, hasta lo más insignificante resulta trascendental en el universo de lo casual. En 1922,Alexander Fleming analizaba un cultivo de bacterias para preparar un fármaco. Ese día teníauna ligera irritación de ojos. Mientras llevaba a cabo su experimento, y por casualidad, unalágrima de sus ojos irritados recorrió parte de su rostro y cayó justo en la placa de Petri dondeestaba el cultivo. Esto, que resulta impensable en nuestros días, ni aun estando en prácticas,para Fleming no tenía mayor relevancia, y lejos de repetir el experimento, siguió adelante conél. Al cabo de un rato abandonó su laboratorio, al que no regresó hasta el día siguiente. Fueentonces cuando descubrió que justo allí donde había caído su lágrima se había generado unvacío.

Esa observación lo llevó a deducir que las lágrimas humanas contenían alguna cualidad quehasta el momento era desconocida. Tenía razón: Fleming había descubierto sin pretenderlo unantibiótico que hoy conocemos como lisozima y que tiene las propiedades de eliminar lasbacterias sin destruir los glóbulos blancos

Como nada es casual y todo tiene un sentido —lo sé, lo sé, me repito—, debemos empezar porevaluar cómo nos afecta una casualidad, es decir, cuál es nuestro grado de implicación en ella a nivelde protagonismo. «No siempre somos el actor principal en el asunto de lo coincidente. Eso es algoque a veces cuesta asumir, ya que nuestro ego hace que veamos los episodios casuales como algopropio, como si estuvieran diseñados exclusivamente para nosotros, pero no siempre es así», asegurala experta en simbología Marisa Benovart. Y es que, además de las propias, a veces somosespectadores de las casualidades de otros, y, en ocasiones, una casualidad ajena termina porinterferir directamente en nuestra cotidianidad.

Veamos ahora el amplio surtido de sintonías.

¿Qué es la casualidad individual directa? (CID)

Desde un prisma general, es la que le ocurre a una sola persona cuando está sola o bien cuando eldestino parece empeñarse en aislarla del resto.

Por ejemplo, imagina que hace una semana vino a visitarte un familiar porque quería que lecopiases en su pendrive unas fotografías de la última navidad. Buscasteis las fotos y le hiciste lacopia. Después, tú quisiste mostrarle otras imágenes que, a tu criterio, eran muy divertidas y tambiénse correspondían con esa navidad. No pudiste encontrarlas. Por tanto no tuviste la oportunidad decompartir esas emociones con él. Hasta aquí no pasa nada; digamos que la culpa del error estaba en

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tu desorden. Todavía no se ha producido la casualidad.Resulta que hoy, siete días después, y esta vez por casualidad, mientras ordenabas unas carpetas

en tu disco duro vas y te topas con una subcarpeta donde están las imágenes que buscabas. Es unacasualidad individual porque nadie más ha intervenido en ella, y tiene el carácter de directa porqueel destino o quienquiera que sea que está detrás de todo esto «ha preferido» que vieras las imágenestú solo y en este momento. ¿Por qué? ¿No será que debías hacer ese hallazgo en soledad? ¿Tal vezhabía alguna imagen que pudiera resultarle hiriente a tu familiar? Ésas son las preguntas que todosdeberíamos hacernos en caso de vivir una historia como ésta. Puede parecer muy trivial, pero tenpresente que en el mundo de lo casual, todo, hasta lo que en apariencia es insignificante, puede tenersentido.

Te estaban esperando...

Hay quien define la casualidad como el hecho de estar en el lugar adecuado en el momentopreciso, pero... ¿quién nos escoge para ciertas misiones? ¿Y por qué decide que estemos solos?Era el año 1975, Joseph Figlock caminaba por la calle. Un minuto antes lo hacía acompañadode un amigo que tomó otra dirección. Miró el reloj cuando, de pronto, procedente de lo alto, oyóun llanto: miró hacia arriba y vio que se le caía encima un bebé desde un edificio de catorceplantas. Figlock tuvo la destreza de poder cogerlo con sus brazos. Un año después, el mismohombre, poco antes de encontrarse con una amiga, camina por otra calle y le vuelve a ocurrir lomismo, cae sobre él un bebé procedente de un balcón situado en el segundo piso de un edificio.Desde ese día, Figlock fue considerado como una especie de ángel de la guarda. En efecto,salvó a los niños, y ya es casual que en un año se te caigan dos del cielo. Ahora bien... ¿por quéle ocurrió ese fenómeno precisamente cuando estaba solo? ¿Qué lección debía aprender que nopodía compartir con nadie más?

Con referencia a las casualidades vividas en primera persona y de forma individual, la granmayoría de los expertos coinciden en afirmar que debemos tomarlas como un guiño personal eintransferible del destino. Para la psicóloga Lucía Garriguella, que lleva años investigando elsimbolismo de los hechos sincrónicos, es una suerte de prueba del destino: «La vida nos daherramientas para aprender y evolucionar. A través de lo sincrónico nos ofrece métodos deaprendizaje; que hagamos uso o no de ellos depende de nosotros. El hecho de que no experimentemoscon nadie la vivencia casual podría indicar que es la única forma de evitar distracciones, de no tenersegundos puntos de vista y hacer que el episodio vivido tenga más objetividad.»

Cuando le pregunté a Lucía por la experiencia de salvar niños caídos del cielo de Figlock, surespuesta fue que lo relevante no eran los niños —aunque, por supuesto, era importante porquehabían salvado su vida por casualidad, tras un accidente a todas luces mortal—. «Lo trascendente, loque puede tener un mensaje oculto, está en la vivencia del salvador. ¿Por qué le pasó a él? A partirde la experiencia, Figlock debería haberse preguntado qué relación tenía con sus hijos o sobrinos sies que los había. Tendría que haber analizado lo sentido en ese momento, porque el destino no tepone allí, frente a una experiencia tan intensa y vital, por puro entretenimiento.»

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¿Qué es la casualidad individual indirecta? (CII)

Es muy similar a la anterior, ya que lo casual te afecta sólo a ti, aunque en este caso estásacompañado de otras personas que no necesariamente intervendrán en la acción ni tienen por quédarse cuenta de ella.

Recuerdo uno de los casos sobre fenómenos casuales que me hizo llegar a la radio EstebanSantillana, un creativo de publicidad que compartía despacho con otras tres personas.

Todos trabajaban en el desarrollo de ideas para crear el eslogan de una conocida marca de pan,y ese día estaban muy nerviosos. Se terminaba el plazo de entrega y no tenían nada que losconvenciera, no era capaces de encontrar las expresiones adecuadas.

Tras una larga y tensa reunión de trabajo, acordaron tomarse un descanso de veinte minutos pararefrescar la mente y seguir después con su particular tormenta de ideas, pero Esteban quería terminarcon aquello y pasar a otra cosa. Pensó en relajar la tensión que sentía escuchando un poco de músicamientras sus compañeros acudían a la máquina de café del otro extremo de la sala. Se levantó de lamesa de reuniones dirigiéndose hacia el lugar donde estaba el equipo de música. Paseó los ojos porla estantería buscando un CD que lo inspirase, y al pasar la mano por una de las estanterías tiró unapequeña figurita de cerámica al suelo. Segundos después tenía el eslogan que tanto había costado. Nopor la figurita en sí, sino porque al inclinarse para recoger los pedazos se fijó, en la estanteríainferior del mueble, en el lomo de un libro que contenía las palabras que él necesitaba paracompletar su eslogan.

Puedes pensar que el accidente fue pura inspiración, pero curiosamente aconteció al detenersela reunión justo cuando Esteban decidió aislarse y no ir con los demás a la máquina de café. Podríahaber sido otro el que tuviera la necesidad de escuchar música, otro el que tirase la figurilla, perofue él. ¿Por qué? Creo que eso es tan enigmático como preguntarnos por qué la entidad de lo casualnos empuja a vivenciar ciertos hechos en total soledad.

La verdad es que Esteban se puso en contacto conmigo porque, según él, buena parte de lascasualidades que le sucedían, tuvieran un resultado positivo o negativo, acontecían después depadecer pequeños accidentes, disgustos o adversidades; aspecto del que me ocuparé más adelante.De todas formas, creo que su episodio coincidente sirve para ilustrar este tipo de casualidad.

Una misa muy casual

Una muestra de cómo la compañía no es necesariamente mala consejera para producirfenómenos casuales la vemos en lo que le ocurrió al genio italiano Galileo Galilei (1564-1642).

Sabido es que Galileo tuvo más de un enfrentamiento con la Iglesia por culpa de susrevolucionarias convicciones (recordemos aquello de «y sin embargo se mueve»). Aun así, eracreyente, aunque a su manera.

Cuenta la historia que un día de 1583, cuando todavía era estudiante universitario, decidió, adesgana, acompañar a otros estudiantes a escuchar una misa en la catedral de Pisa. Al parecer, aGalileo le aburrían soberanamente este tipo de eventos, pero ese día accedió a ir. Tuvo la malasuerte de que el encargado de oficiar era un sacerdote de verbo lento, tono apático y discursoreiterativo. Como consecuencia de ello, y a diferencia de alguno de sus compañeros, que cayó

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rendido en los brazos de Morfeo, él, para no dormirse mientras escuchaba, dejó recalar la vistaen las paredes del edificio buscando entretenimiento. De pronto se fijó en una lámparacandelabro que oscilaba como un péndulo: al parecer, el encargado la había golpeadoinvoluntariamente con la vara que se usaba para encenderla.

Allí tenía Galileo la distracción que buscaba. La casualidad quiso que aquel movimiento lesirviera al astrónomo, filósofo y matemático italiano para tomar nota de que la lámpara, pese alas corrientes de aire, tardaba exactamente lo mismo en ir de un lado a otro. Galileo efectuó elcálculo siguiendo el pulso de su muñeca. ¿Para qué ha servido este hecho serendípico y casual?Nada menos para que Galileo Galilei dedujera las leyes del movimiento pendular. Y todo porun golpecito casual y por asistir a una misa a la que no tenía pensado ir.

¿Qué es la casualidad colectiva? (CC)

La casualidad colectiva es la mejor demostración de la gran interconexión que existe incluso entrequienes no nos conocemos. Por eso es una de las casualidades más complejas de interpretar, ya que,si queremos extraer una enseñanza o mensaje de ella, debemos como mínimo conocer cómo haafectado al resto de las personas.

Desconocemos por qué el gran logos —o esa entidad a la que llamamos casualidad— hace queun determinado número de individuos coincidan en un mismo día y a una misma hora en idénticolugar para tener una experiencia que a priori no estaba contemplada en su agenda.

Desde luego, un accidente o un atentado terrorista o incluso un terremoto son hechosimpredecibles y de gran magnitud. Lo normal es que afecte a muchas personas, pero lo curioso no eseso, sino la notable casuística que nos demuestra que muchos se libraron por casualidad, ya fueraporque, pese a lo previsto, no estaban en el lugar del incidente porque a última hora surgió un retrasoque les impidió llegar, porque cambiaron la fecha de su viaje en el último momento, un familiar sepuso enfermo, lo que hizo que llegara tarde o, sencillamente, algunos tuvieron una intuición y algo lesdijo que no acudieran al lugar, país o medio de locomoción accidentado.

Todos llegaron tarde por casualidad...

A veces el destino conspira de una forma tan precisa y ordenada que es capaz de salvar la vidade hasta quince personas a la vez. El suceso se produjo el día 1 de marzo de 1950 en Beatrice,en el estado de Nebraska.

Cada día, a eso de las siete y veinte de la tarde, quince personas que cantaban en un coro sereunían en la iglesia para realizar sus ensayos. Más o menos todos intentaban ser puntuales; dehecho, quedaban a las 19.20 para poder comenzar sus sesiones de canto a las 19.30 horas.

Pero el día en cuestión uno de ellos tuvo que atender a su madre enferma, otro acompañar asu hijo a casa de un amigo, otro salió tarde de trabajar, otro estaba reparando una avería en elfregadero de su casa, a otro se le averió el coche… y así hasta quince motivos diferentes quehicieron que todos los cantantes llegasen tarde a su cita.

Por suerte no acudieron a la iglesia cuando estaba previsto, ya que a las 19.25 el templo voló

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por los aires debido a un fallo en la caldera de calefacción. De haber sido un día como otrocualquiera, los miembros del coro habrían muerto poco antes de comenzar a ensayar. Losvericuetos o azares del destino, esos «problemillas» que impidieron que llegasen a tiempo,fueron los que les salvaron la vida.

Si bien en el caso que acabamos de ver todos los integrantes tenían una cierta relación —al fin yal cabo se conocían porque cantaban juntos—, en la mayoría de los casos esto no es así. A priori,quienes experimentan este tipo de fenómeno no suelen estar conectados ni necesariamente sonamigos. ¿Cómo se puede explicar eso?

Pese a que lo ocurrido con el coro tuvo un resultado afortunado, a veces el destino no parece sertan benévolo. Recordemos por ejemplo cualquier accidente de aviación.

El hecho de que los pasajeros de un vuelo mueran por estrellarse el aparato no sería unacasualidad en sí misma, no debemos pensar que fue el destino quien hizo que todas esas personascomprasen sus pasajes para el mismo día y a la misma hora. Debemos entender que es un accidentesin más, pero quizá, de las doscientas personas que perdieron la vida, había diez que por azares deldestino y sin tener previsto viajar aquel día y en ese vuelo, finalmente lo tomaron. ¿Por qué y paraqué los citó allí el destino? Ésta es la clave, que, como siempre, se nos escapa. ¿Quién o quédetermina cuándo debemos o no formar parte, casualmente, de un hecho?

Si creemos en un destino preestablecido, al estilo estoico, podríamos pensar que las personasque casualmente estaban en el vuelo fatídico fueron empujadas por el logos para tomar este avión.Zenón de Citio, que seguramente se asustaría con sólo oír que podemos volar, aclararía el misteriode forma tajante: la misión de esas personas era morir. A lo que yo me pregunto: ¿y la misión de lasotras que estaban allí porque habían elegido ese vuelo, cuál era?

Según Eugenio Andrade, presidente del movimiento del estoicismo en la Nueva Era, nadaescapa al orden preestablecido. Para él, «la muerte viene prefijada desde el mismo día delnacimiento». Según Andrade, quienes murieron en el accidente de avión lo tenían pautado en suagenda de vida, pero ¿por qué algunos estaban en la aeronave si, a priori, no les tocaba? Tambiénhay respuesta para eso: «En el estoicismo de nuestros días creemos que el destino puede ser elástico.Logos determina una fecha, un tiempo, para el fin, pero si la persona alcanza antes de tiempo laevolución que le viene marcada desde el nacimiento, su continuidad en este mundo ya no tienesentido. Debe pasar a integrase con el todo.»

Lo malo de esta teoría —por cierto, tan respetable como cualquier otra— es que uno tal vez notenga ganas de morirse y, por culpa de aprender o evolucionar más de la cuenta, pese a no desearlo,deba abandonar el mundo.

Hay fechas que matan...

He aquí un ejemplo de funesta coincidencia colectiva.El 11 de noviembre de 1913 una enorme tempestad hundió doce barcos en el lago Superior de

Norteamérica. La tragedia se cobró la vida de 254 personas y dejó otros centenares de heridos.Singularmente, el mismo día del mismo mes pero de 1930, otra terrible tempestad en el mismolago hundió hasta cinco embarcaciones, dando como resultado la muerte de 67 personas. Por si

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ello fuera poco, el 11 de noviembre de 1975, y de nuevo en el lago Superior, se produjo unagran tormenta. En este caso las inclemencias del tiempo afectaron al carguero EdmundFitzgerald, que terminó partido en dos causando 29 víctimas mortales.

Puede que las inclemencias del tiempo fueran habituales en el lago, puede que lasembarcaciones que circulaban por allí lo hicieran poco preparadas para resistir esascondiciones, pero... ¿no es demasiado curioso que los accidentes siempre se produzcan elmismo día del mismo mes?

Es evidente que todos, un día u otro, terminaremos este viaje, y cuando la parca venga arecogernos, nada podremos hacer.

Eso me recuerda la historia un tanto funesta de la muerte que llama a la puerta de su próximavíctima y le dice que ha llegado su hora. El hombre, intentando burlarla, le propone que se lo jueguena los dados. La muerte acepta y le dice: «De acuerdo, tú tira el dado, y si sacas de uno a cinco tellevo conmigo.» El hombre cae en la cuenta de que el dado tiene seis caras y, sonriente, le dice a laparca: «Vale, y si saco seis me salvo, ¿no?» La muerte se lo queda mirando con sonrisa burlona y leresponde: «No, en ese caso, te dejo que vuelvas a tirar.» En resumen, que te mueres sí o sí.

Ahora bien, dejemos a un lado lo estoico y regresemos a la entidad denominada casualidad. Sies ella quien controla nuestra existencia, entiendo que también es ella quien nos salva o nos empuja aun accidente, pero ¿y si tan sólo nos está poniendo las herramientas para que podamos elegir? Es loque piensa Marisa Benovart: «Debemos escuchar los guiños del destino, las intuiciones, las pistasque a veces aparecen bajo el formato de casualidad y a las que no hacemos caso. Ellas nos adviertende peligros y también de beneficios. En última instancia, somos nosotros quienes determinamos quéhacer y hacia dónde ir.» Claro que a veces parece que el destino o las señales que nos conducenhacia él vienen predeterminadas, por ejemplo con el nombre...

La ventaja de tener el nombre y los apellidos correctos

Ya que hablamos de desgracias y accidentes, veamos cómo a veces el destino es caprichoso ynos ofrece guiños inexplicables, como el vinculado a Hugh Williams, que no es el nombre deuna persona, sino de tres con muy buena suerte. La primera aparición pública de este hombre seremonta al 15 de diciembre de 1664, cuando se hunde un barco frente a las costas de Gales. Aresultas del accidente fallecieron 82 personas. Sólo una consiguió sobrevivir, y su nombre eraHugh Williams. Digamos que tuvo suerte. En el siglo siguiente, en concreto el 5 de diciembre de1785, ocurre una nueva catástrofe marítima en la misma zona. Murieron sesenta personas y denuevo sólo una logró salvarse. ¿Cómo se llamaba? Pues sí, aunque evidentemente era otro, sunombre era Hugh Williams.

Para concluir, el 5 de agosto de 1860, esta vez frente a las costas de Escocia, se hundió otrobarco y, como siempre, el único superviviente fue alguien llamado Hugh Williams.

Lástima que en nuestros días viajar requiere presentar documentos, porque si no ya sabemoscómo llamarnos. ¡Por si las moscas!

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Casualidades: ¿la tuya, la mía o la nuestra?

Cuando una sola persona vivencia un fenómeno coincidente, y más todavía si está solo, parece claroque la casualidad le pertenece y, por tanto, la interpretación es sólo suya, pero ¿qué ocurre cuando enese episodio, aunque parezca individual, intervienen dos o más personas? Entramos en un terrenoresbaladizo que, de nuevo, nos obligará a establecer categorías de coincidencias: la CasualidadDirecta (CD) y la Casualidad Indirecta (CI).

Imagina que te encuentras por azar, ¡cómo no!, con aquel jefe que tan mal te caía. Reconócelo:todos hemos tenido uno. Pues bien, unos minutos antes de toparte con él, te había venido su imagen ala mente. En teoría vives una casualidad individual. Hasta aquí todo perfecto, pero ¿no olvidas algo?Él también te está viendo, y quizá, aunque no del mismo modo, le afectará el encuentro contigo. ¿Estu casualidad o formas parte de la suya? ¿Y si se trata de dos casualidades?

Vamos por partes...Según el físico cuántico Darío Katelba, «la cuántica siempre nos habla de la trascendencia del

observador. En ese caso, y ante un encuentro fortuito de dos personas, observador es quien asume laconciencia del hecho producido, pasando a ser “observado” el que no cae en la cuenta de ello o noextrae conclusiones de él».

Una de las características de Darío es que con frecuencia habla para él y no para los que, comoyo, no dominamos el lenguaje cuántico. Como le digo cuando emplea esas terminologías, a veces nosé si me habla el monje zen planteándome un koan, o un profesor de física. Pero con la afirmaciónanterior, y respecto de quién es quién entre observador y observado, Darío tiene razón. Aunque enuna casualidad intervengan dos o más personas, para poder estudiar con un cierto criterio qué nosdice el destino —y hay que tener en cuenta que no siempre nos dice algo— primero debemos tenerconciencia de la producción de un episodio casual y, en este caso, no todos los actores la tendrán.

1. Casualidad DirectaPara entenderla tenemos que volver al ejemplo del observador y el observado. En el momento en elque piensas en tu antiguo jefe y al poco rato te lo encuentras por azar, estás evidenciando el hechoserendípico de forma directa. Por lo tanto, entendemos que te afecta a ti y eres tú quien tiene quesacar la lectura de eso, porque eres tú quien se ha dado cuenta del hecho casual; tu ex jefe es sólo elobservado.

2. Casualidad IndirectaCogiendo el ejemplo anterior, tu antiguo jefe se encuentra contigo y para él es algo intrascendente. Nise acordaba de ti ni pensaba en ti cuando se topó en la calle contigo. Ahora bien, si a partir delmomento en que te ve cae en la cuenta de que al despedirte —hace ya unos años de ello— perdió ungran profesional, puede que las cosas sean distintas. Imagina que os cruzáis, os saludáis porcompromiso, sin más, y cada cual sigue su camino, pero supongamos que esa misma semana tienereunión con el jefe de personal y debe revisar la renovación de algunos contratos. Tu ex jefe, altoparse contigo, ha recordado que cuando te despidió las cosas no fueron bien pues perdió un granactivo. Gracias a ese encuentro fortuito puede que alguien no sea despedido. Ésa sería una forma de

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casualidad indirecta.

Un cornete muy casual

Corría el año 1904. Se celebraba la feria Louisiana Purchase Exhibition, la gran atracción delverano. Como era habitual en aquel tiempo, el fabricante de helados Charles Menches vendíasus refrescantes productos en platos, de la misma forma que los otros heladeros. Pero el destinole tenía reservada una sorpresa.

Menches, además de que sus helados eran más sabrosos que los de los otros heladeros,ofrecía porciones un poco más grandes. Eso, unido al notable calor y la gran afluencia depúblico, provocó que, llegado el momento, Menches no tuviera más platos en los que servirhelados. Sin platos no podía vender sus productos, y sólo era mediodía. Tenía media jornadapor delante y un montón de helado preparado para vender.

El heladero no sabía qué hacer cuando, por casualidad, miró a su vecino de al lado. Allí seencontraba Ernest Hanwi, un sirio que vendía un dulce denominado zalabia. El zalabia era unagalleta flexible a la que el artesano le incorporaba sirope. En cuestión de segundos, el heladeroMenches tuvo la solución: le pidió a su vecino una galleta, la enrolló y colocó encima una bolade su helado. Sin siquiera pretenderlo, ¡había inventado el cono de galleta para helados!

En el caso del heladero y el fabricante de galleta de sirope, vemos cómo la casualidad semanifiesta claramente en dos direcciones: la directa, pues es el heladero quien se encuentra con elproblema y el que halla casualmente la solución en las galletas; y por otro lado la indirecta, pues alfabricante de las galletas le afectó de forma pasiva el hecho casual; pero desde ese día se convirtióen socio del heladero.

Es muy curioso: dos personas en el lugar adecuado, juntas en el momento preciso. Pero ¿cómoes posible que nunca antes el heladero hubiera pensado en cambiar el plato por otro soporte? Sinduda, el destino se reserva los tiempos a su antojo. Y una muestra de ello es que tanto el heladerocomo el fabricante de galletas se conocían desde antes de la feria; en cambio, jamás habían pensadoen unir sus productos.

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3. La chiripa de Dios

Cuando vivimos desde la mente se cumple el principio de acción yreacción: a cada fuerza —pensamiento— se le opone una de igualintensidad y de sentido contrario —la duda—. Cuando vas aprendiendo avivir desde el corazón, la mente recibe su sabiduría, se vuelve sabia, y suinteligencia adquiere nuevas dimensiones, dejas de esforzarte porsobrevivir y vives.

Carlos González, Profesor de Física Cuántica

La puedes llamar como quieras, desde carambola hasta fortuna, hado o potra: el castellano es tan ricoque nos permite incluso utilizar el término chiripa para aludir a eso que ocurre por casualidadcuando menos te lo esperas, y encima termina siendo de gran utilidad. Su nombre oficial: serendipia.

A primera vista hay quien cree que la serendipia viene a ser algo así como una casualidadmenor, básicamente porque se produce no de forma espontánea como la casualidad que nadie habuscado, sino que se obtiene después de iniciar un camino que nos conducirá tarde o temprano a ella.Sería algo así como la respuesta cósmica a una provocación, y de momento dejémoslo así.

Por cierto, los grandes descubrimientos científicos —algunos ya los hemos visto en páginasprecedentes— están llenos de ellas.

Bolas de billar, una serendipia de carambola

Situémonos en la mitad del siglo XIX, el juego de billar era algo caro y dotado de una ciertaelegancia. De hecho, sólo podían acceder a él las clases más altas y acomodadas, pero inclusopara ellas resultaba costoso, más que nada porque las bolas para el juego eran de marfil, algocada vez más caro.

No fue hasta 1870 que John Wesley Hyatt, que llevaba algunos años buscando un materialalternativo al marfil, se encontró con la serendipia que le daría la solución. Wesley estabatrabajando con una mezcla prensada de serrín y papel con cola. Buscaba algo maleable, quepudiera pulirse bien y que fuera consistente. Mientras preparaba la mezcla padeció un accidentey se hizo un corte en el dedo. Es de suponer que lo puso todo perdido, pero, a diferencia deFleming con su lágrima, sin duda mucho menos engorrosa, Wesley se movió con rapidez paradirigirse al botiquín. Sin embargo, al hacerlo volcó sin querer un frasco de colodión (nitrato decelulosa disuelto en éter y alcohol). De resultas del accidente, sobre la materia se formó una

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capa de nitrocelulosa. Al verla, Hyatt se dio cuenta de que acababa de descubrir con qué unirserrín y papel sin utilizar la cola: acababa de inventar, por pura chiripa, el celuloide.

El término serendipia, que curiosamente no recoge el diccionario de la RAE, comenzó aaparecer en los diccionarios de inglés en 1974, pero el uso de la palabreja no se popularizó hasta ladécada de los noventa. En la actualidad, es la expresión más utilizada para indicar de forma rápida yefectiva que un descubrimiento es o fue casual.

La palabra, como concepto, se la debemos al escritor Horace Walpole, (1717-1797), quienutilizó por primera vez la expresión serendipity en una carta dirigida a su amigo Horace Mann. Mannle había encargado a Walpole que le buscase un dibujo del escudo de armas de los Capello, ya quequería incorporarlo al retrato de una aristócrata amiga suya, Bianca Capello, que estaba a punto decasarse con Francesco de Medicci.

Claro está que en aquel tiempo no existía el «dios Google», que todo te lo encuentra en cuestiónde segundos, y la búsqueda de Walpole le tuvo que llevar su trabajo. Tanto es así que cuando yaestaba a punto de desistir, pues no había manera de hallar el escudo, optó por buscar uno de losMedicci —al fin y al cabo, cuando la dama contrajera matrimonio pasaría a formar parte de esafamilia—. Y he aquí la serendipia: Walpole encontró el escudo de armas de los Capello mientras sedocumentaba sobre los Medicci. El hecho le causó tal impacto que, al relatarlo a su amigo, lo definiócomo «serendipia». «He utilizado esta palabra —le explicó— ya que mi vivencia me ha recordadomucho a la de aquellos personajes que aparecen en un sencillo cuento denominado Los tres príncipesde Serendip, la historia de tres hermanos que, conforme viajaban por el mundo y por casualidad,aunque también gracias a su tesón y sagacidad, iban descubriendo cosas que no buscaban.»

Cuéntame un cuento

Creo que las serendipias bien se merecen que conozcamos al menos una de las múltipleshistorias que les sucedieron a los tres príncipes de Serendipia. En ella se nos cuenta que ciertodía, mientras recorrían Persia, encontraron a un hombre que había perdido a su camello. Lospríncipes, que siempre se retaban entre ellos para saber quién era el más inteligente, miraron elentorno y concluyeron que el camello que buscaba el hombre era ciego de un ojo, cojo de unapierna, le faltaba un diente y que, además, en el momento de escaparse portaba una carga demantequilla y miel. El camellero entró en cólera y comenzó a gritar pidiendo ayuda a loslugareños para que detuvieran a esos tres hombres. Según él, sólo los ladrones de su camellopodían saber tanto del animal.

Los príncipes fueron detenidos y condenados a muerte. Cuando estaba a punto de ejecutarsela setencia apareció el camello, que en realidad no había sido robado sino que se habíaescapado. Aquello llegó a oídos del sha de Persia, quien, viendo que los príncipes no eranladrones, quiso saber cómo era posible que supieran tanto del camello sin haberlo visto antes.

La explicación, según dijeron, no era casual, sino pura lógica y observación: habían llegado ala deducción de que el camello era tuerto porque sólo había comido un lado de la hierba delcamino mientras que el otro estaba intacto. Dedujeron que además le faltaba por lo menos undiente ya que había partes de hierba arrancadas de forma poco uniforme y junto a ellas

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pequeños pedazos sin masticar, que era los que se le caían por el orificio dental. Concluyeronque era cojo porque las huellas de la pata trasera izquierda eran más débiles que el resto. Encuanto a la carga, los príncipes sabían que era de miel y mantequilla porque en un lado delcamino habían visto hormigas acarreando mantequilla mientras que en el otro se estabanacumulando las abejas.

En opinión del físico cuántico Carlos González, este relato nos habla del gran potencial quetiene el ser humano para alinear todos sus sentidos provocando hechos casuales. Para él, «serconsciente de este proceso elimina la necesidad de emplear la palabra casualidad. En el fondo, laserendipia nos está diciendo que hay todo un universo más allá de nuestra mente programada ycontroladora, y que ese espacio también nos pertenece, forma parte de nuestra esencia: tan sólotenemos que aprender a tomar posesión de él de una forma consciente».

¿Dónde están las serendipias?

Si lo casual le puede pasar a cualquiera, con la serendipia sucede lo mismo. Aunque con preferenciase suele relacionar la palabra con la ciencia y la tecnología más que con otras disciplinas; sirvacomo ejemplo el descubrimiento de Urano, una auténtica serendipia, ya que fue el primer planeta queno era conocido como tal en la antigüedad pese a que sí había sido observado. De hecho, seconsideraba que era una estrella hasta que el músico y astrónomo alemán William Herchel dio conél. Valga decir que el descubridor, a primera vista, pensó que estaba viendo un cometa al que, trasvisualizar con el telescopio que él mismo había construido, bautizó como estrella de San Jorge.

Claro que, en honor a la verdad, puede que Herchel deba su descubrimiento a otra casualidad.En teoría, quien generó la primera patente de lentes para telescopios, como el que luego usaríaGalileo Galilei para sus descubrimientos, fue Hans Lippershey. Pues bien, todo parece indicar quefue su ayudante o bien uno de sus hijos (hay diferentes versiones) quien estuvo trasteando en 1608con varias de las lentes que Lippershey estaba puliendo. Casualmente, el joven la colocó a ciertadistancia de la otra y miró qué efecto producían: los aumentos eran muy superiores y, además, laimagen se invertía. Lippershey vio que aquél era un gran descubrimiento, de manera que fijó laslentes y fabricó lo que se podría considerar el primer telescopio.

Si bajamos del cielo a la tierra, vemos que en ese mismo siglo el alquimista y esoterista HennigBrand, mientras buscaba la piedra filosofal para fabricar oro (algo habitual en la época) descubriónada menos que el fósforo.

El alquimista se encerró en su laboratorio durante días. Comía, dormía y hacía sus necesidadesen un pequeño habitáculo del que no quería salir por miedo a que le robasen un posibledescubrimiento. Un día, reflexionando sobre la existencia de un fluido vital como ingredienteesencial y alquímico de la piedra filosofal, pensó que tal vez ese fluido fuera humano. Probó con supropia saliva, lágrimas y hasta con sangre, pero no hallaba el producto adecuado. Casi desesperado,vio el recipiente que contenía su orina y se decidió a probar. Como había hecho con los otros fluidos,la calentó hasta el punto de ebullición y esperó a que se evaporara toda el agua, quedando todo

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reducido a un residuo sólido. Mezcló un poco de este sólido con arena, calentó la combinación a muyalta temperatura y recogió el vapor que salió de allí. Cuando el vapor se enfrió, se formó un sólidoblanco y un tanto azulado.

Al anochecer, Brand descubrió ante su asombro que aquella sustancia brillaba en la oscuridad,y es que con su experimento había logrado aislar el fósforo, ya que no el oro que buscaba.

Puestos a hablar de compuestos extraños y ciencia casual del descubrimiento, el que sin dudadebió de ser toda una sorpresa fue el que vivió el investigador Albert Hoffman, en el año 1938.Hoffman trabajaba buscando un fármaco contra los efectos nocivos del cornezuelo del centeno, unhongo que produce la enfermedad del ergotismo y se caracteriza por producir calambres musculares,desorientación mental, convulsiones y gangrena seca en las extremidades.

Por accidente, el investigador, cuando ya terminaba el experimento y se disponía a salir dellaboratorio, inhaló una pequeña cantidad del compuesto en el que estaba trabajando. Los efectos, yaen la calle, no se hicieron esperar, y, según describió, todo el mundo que le rodeaba tenía cientos dematices y formas estructurales desconocidas. Este viaje o estado alterado de la conciencia fue lo quellevó a Hoffman a trabajar hasta descubrir la dietilamida del ácido lisérgico o LSD. En palabras deeste investigador, el uso medicinal y controlado del LSD para los problemas psicológicos es másbenéfico que el de los tranquilizantes: mientras que éstos ocultan el problema o conflictominimizando su importancia, el LSD lo pone al descubierto, lo que hace que el paciente los viva conmayor nitidez favoreciendo así el tratamiento psicoterapéutico posterior.

Pero a lo que iba: la ciencia y la tecnología se han «apropiado» —lo digo sin ánimo malicioso— de esta definición que en el fondo también nos puede servir para otras disciplinas, como el arte ola literatura. En este caso, para algunos investigadores del fenómeno, la serendipia es mucho másrelevante que en la ciencia, pues se supone que en la literatura se trabaja con la inspiración y lacreatividad, no con los números o las ciencias exactas. En este sentido, el planteamiento es:¿conexión casual o intuición? Y llegados a este punto debemos preguntarnos si la inspiración es o nouna forma de serendipia.

Uno de los ejemplos de anticipación serendípica en el arte —en este caso, del cómic—, lovemos en la tristemente famosa viñeta premonitoria que dibujó Ibáñez para Mortadelo y Filemón,donde puede verse un avión incrustado en una de las torres gemelas de Nueva York. Por cierto, eldibujo aparece en el cómic del 35.º aniversario de Mortadelo y Filemón, publicado en 1993.

En la luna quince años antes

Recordemos el viaje a la luna, pero no el de Verne sino el real. La nave Apolo XI se posó en laluna y, minutos después, entraba en escena un hombre que haría historia con su frase «Éste es unpequeño paso para el hombre, pero un gran salto para la humanidad». A priori todos podemospensar que esa frase ya había sido escrita de antemano por alguien y memorizada por elastronauta Neil Armstrong. Se trataba de las primeras palabras pronunciadas por un humano ensuelo extraterrestre, de manera que lo mejor era no improvisar. Es difícil imaginar que lodejasen a la libre inspiración del momento a un astronauta, que además debía tener la adrenalinapor las nubes. Pues bien, esas palabras fueron pronunciadas el 21 de julio de 1969, peroescritas ¡quince años antes!

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Saltemos en el tiempo y vayamos a 1954. En ese año, Lester del Rey —seudónimo delescritor de ciencia ficción Ramón Felipe Álvarez del Rey (1915-1993) y autor de numerosasobras del género— había publicado una sencilla novela en la que un hombre también se posabaen la luna lanzando la misma célebre frase que pronunció Armstrong. Es posible que en estecaso la casualidad no exista, tal vez el «guionista» de turno había leído aquella novela y fue unafrase que le pareció adecuada para el momento, pero... serendípica y literariamente el viaje yase había producido quince años antes.

Desde luego, estoy de acuerdo en que dejar en manos exclusivas de la serendipia la creatividadliteraria viene a ser poco menos que lanzar tierra sobre conceptos como imaginación o inspiración.Sí, soy consciente de que incluso lanzo piedras sobre mi tejado, pero... tal vez lo que los escritoresllamamos inspiración sea otra cosa...

Es evidente que lo serendípico está en todas partes, hasta en las reformas del hogar. Imagina quellevas días pensando en cómo remodelar la cocina. Has hecho mil y un planos, te has peleado condecenas de diseñadores, reformistas y albañiles que te dicen que lo que a ti te gustaría no se puedehacer. Estás desesperado, quieres reformar tu cocina pero no hay manera de saber por dóndecomenzar... Cuidado, acabas de lanzar un deseo, una provocación: quieres cambiar tu cocina...

Un día, por casualidad, cuando ya dabas por desestimada la reforma de la cocina, ellavavajillas se avería. De hecho, cuando llegas a casa tienes toda la cocina inundada. Llamas a untécnico, y cuando ve el panorama te dice que como la instalación es antigua, no es que el lavavajillasesté mal, es que tienes una fuga en las tuberías, no se sabe si del suministro de agua o de desagüe.

Al final tienes que ponerlo todo patas arriba, y resulta que allí, ante la visión del caos másabsoluto es cuando finalmente se te ocurre cómo será la reforma ideal.

Sí, el caso anterior también es una serendipia, una respuesta a esa «provocación». Lo que pasaes que, como veremos cuando abordemos el denominado «efecto imán», hay que tener cuidado con loque se hace, se dice o se proyecta, porque a veces el destino tiene muy mala baba... ¿No querías unareforma de la cocina? ¿Sí? Pues ¡toma! Ahora, cuando acaben de reventarte las paredes para ver quétubería de plomo hay que cambiar, tienes una buena oportunidad de comenzarla.

Lo serendípico está en todas partes, no sólo en la ciencia o en la literatura. También loencontramos en la historia o, ya que estamos, en la cocina.

¿Te imaginas un verano sin gazpacho o sin tu ensaladita con tomates? Si Colón no hubieradescubierto América por casualidad tal vez no tendríamos tomates. Pero para que no me digas queesto está cogido por los pelos, te contaré más: cuando los tomates llegaron a España de lasdenominadas Indias, no se comían, puesto que inicialmente eran considerados venenosos. Después sepensó que tal vez podrían ser medicinales. Las crónicas nos dicen que los primeros fueron plantadosen el huerto del médico y botánico Nicolás de Monardes Alfaro, un reputado galeno sevillano de laépoca y autor del libro Historia medicinal de las cosas que se traen de nuestras IndiasOccidentales, publicado entre los años 1565 y 1574, y donde por primera vez se habla del tomate ysus virtudes farmacológicas.

Una leyenda, intuyo que urbana, cuenta que el ayudante o aprendiz de un boticario que fue paraun mandado a casa del galeno, atraído por el intenso color rojo de los tomates que había en aquelhuerto, se llevó unos cuantos y se los comió. Por supuesto no murió, ni tampoco se sintió más fuerte

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(recordemos que se pensaba que podían tener virtudes farmacológicas) pero sí consiguió algo:además de un ejemplar castigo por robar un «medicamento», logró que el tomate pasara a tener unaexistencia más digna y popular.

¡Patatas por casualidad!

Y si hablamos de alimentos básicos procedentes de América, no podemos olvidar la patata. Porcierto, que fue Pizarro quien dejó anotado que los indios vivían en condiciones extremasingiriendo «extraños tubérculos que siembran en las hendiduras de las rocas y en mesetasheladas».

De entrada la patata llevaba una infame vida entre los animales de granja, puesto que servíapara alimentar a los cerdos y no a las personas... Pero la casualidad cambiaría las cosas.

Cuenta la leyenda que a finales del siglo XVI, en el convento de la Santa Caridad de Sevilla,existía una gran carencia de alimentos. Una de las monjas, viendo con desesperación que notenía nada para dar de comer a sus enfermos, decidió desenterrar los tubérculos que teníaplantados en macetas decorativas. Por aquello de purificarlos los hirvió y después los convirtióen puré.

De nuevo según la leyenda, gracias a la monja se pudo saciar el hambre de los enfermos y sesalvaron tantas vidas que la Inmaculada Concepción se apareció ante los religiosos y enfermospara bendecir a las humildes patatas.

Siguiendo con el tubérculo, debemos recordar la casual historia de aquel cocinero —al que legustaba ser conocido como «el chef Crum»— que en 1853, harto de las continuas quejas de uno desus clientes realizó, sin pretenderlo, un invento del que hoy no sabríamos prescindir: las patataschips.

El chef Crum tenía un restaurante, el Saratoga Springs, en Nueva York. Consideraba que sucomida, así como los métodos que utilizaba para su elaboración eran perfectos, pero... la perfecciónno existe. Al menos no existía para un cliente que siempre quería que sus hamburguesas fueranacompañadas de patatas fritas cortadas muy finas. Ese hombre siempre se quejaba de lo mismo:Crum no sabía cortar las patatas con la delgadez correcta.

Un día, harto ya de aquella historia, el chef Crum pensó en fastidiar al cliente cortando laspatatas tan delgadas que no podría quejarse. No se le ocurrió otra cosa que laminarlas del grosor delpapel y luego freírlas. De esa forma le sería imposible comerlas con el tenedor y debería hacerlo conla mano. Sin pretenderlo acababa de inventar las famosas patatas de churrería o chips. El cliente nosólo no se molestó, sino que quedó tan satisfecho que habló maravillas de aquella nueva forma defreír las patatas, hasta el punto que todo el mundo se las pedía a Crum, quien terminó bautizándolascomo Saratoga Chips.

El éxito de aquella serendipia fue tal que años después se inventó la primera máquina paracortar patatas chips, y las patatas de churrería terminaron como las conocemos hoy en día.

Y con las patatas... Coca Cola

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¿Te has parado a pensar que uno de los aperitivos más habituales, una bolsita de patatas chipscon un refresco de cola, es fruto de las serendipias? Pues sí. Lo de las patatas ya lo sabes, peroes que el popular refresco también surgió por casualidad.

Lo inventó John S. Pemberton (Georgia, EE.UU., 1831-1889), aunque no como esactualmente. Pemberton era químico, y un día oyó hablar por casualidad de las propiedades dela hoja de coca, una planta que ya había sido masticada en Perú y Bolivia por los pueblosprecolombinos, que la usaban como estimulante, pero también como digestivo y hastaafrodisíaco y prolongador de la vida.

Al conocer aquellas propiedades Pemberton decidió crear una medicina milagrosa en formatobebible que tuviera todas esas cualidades. Para ello experimentó con nuez de cola y con lasplantas de coca que mezcló con jugos de lima, canela, y otros ingredientes. Al final obtuvo unproducto que no estaba mal, pero cuya eficiencia farmacológica no parecía ser tan milagrosa.De hecho, no eran muchos los clientes que lo solicitaban.

Quiso la casualidad que un día, mientras Pemberton elaboraba su preparado, cometiera unerror: en vez de agua le puso soda. Al ver el burbujeo se sorprendió y decidió probarlo. Estabarico, y coincidieron con esa opinión cuantos lo probaron. En teoría fue entonces cuando elcontable de Pemberton le propuso venderlo como bebida refrescante más que como medicina.Pemberton pensó que sería un fracaso, pero accedió. Dicho y hecho. El contable bautizó elrefresco con el nombre que conocemos hoy, diseñó el popular logo caligráfico, y el resto eshistoria.

Salvando las distancias de bouquet, textura, fragancia y elaboración con respecto a la Coca-Cola, hay otra bebida que también es fruto de la caprichosa serendipia: el coñac.

Si hoy podemos disfrutar de él se debe a que en la Edad Media algunos comerciantes, antes deemprender grandes travesías para vender sus vinos, procedían a hervir los caldos. De esta maneraaliviaban el peso y el volumen al evaporar el agua. Cargaban sus tinas con el vino hervido y, alllegar a destino, le volvían a añadirle agua, y aquí paz y después gloria. Tras un largo viaje, alguiense olvidó por casualidad de «reconvertir» el vino añadiéndole agua y lo puso a la venta sin más:había nacido el coñac.

Como vemos, la gastronomía, como la ciencia o la tecnología, no escapan a lo serendípico. Unúltimo ejemplo de notable fenómeno casual es la invención del microondas, aunque quien lo inventóno perseguía, desde luego, crear un electrodoméstico.

Sí, es cierto que parece que el microondas haya estado siempre ahí… ¡Cómo vivir sin él en unasociedad como la nuestra! Pues mira por dónde, nació por puro accidente en 1945. Se lo debemos aPercy Lebaron Spencer (EE.UU., 1894-1970), un ingeniero e inventor.

Spencer trabajaba, como tantos otros días, en la elaboración de magnetrones, unos aparatosencargados de producir señales de radio de microondas en un radar. Y la casualidad tiene dosversiones: la más oficial cuenta que mientras Spencer ajustaba la emisión de ondas de uno deaquellos cacharros, observó que la chocolatina que llevaba en el bolsillo del pantalón se habíaderretido. Sin embargo, él no había percibido calor alguno y la temperatura ambiental era la desiempre.

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La otra versión asegura que Spencer había dejado el sándwich del desayuno delante del aparatoemisor de microondas mientras lo ajustaba, y que cuando fue a desayunar, ardía. Aquello lo llevó ala conclusión de que su aparato era capaz de calentar o incluso quemar alimentos de una formainvisible.

Spencer probó con huevos, que explotaron; con maíz, del que salieron palomitas y, al final, dejóde lado su radar para perfeccionar una máquina, el precursor del microondas, aunque bastantedistinto del que conocemos hoy, ya que era del tamaño de una nevera y, desde luego, muy pesado.

Serendipia: definir lo indefinible

Si llevas meses, tal vez años trabajando en un proyecto científico, químico o cuántico, parece lógicoque tarde o temprano tengas la recompensa a tu esfuerzo. Pero la mala baba de la serendipia es quemuchas veces la solución a lo que buscas la has tenido siempre delante y no has sabido verla. Mira sino al pobre Newton con las manzanas: ¿será que nunca se le había caído nada? En otras ocasiones, loserendípico es fruto de un accidente: cometes un error, tropiezas, olvidas algo y aparece el milagro.Pero ¿siempre son fruto de la ineptitud? Más bien no.

Hay una especie de consenso en la comunidad internacional de cara a cómo definir eso que notiene explicación. El término básico es «casualidad fruto del esfuerzo». El resumen es fácil: si unapersona no hace nada, no piensa nada y no proyecta nada, vivirá fenómenos casuales, pero si hace,piensa y proyecta, podrá vivir los serendípicos. Eso sí, no ha estado buscando los CD de una formaconsciente. Para entenderlo, sería como Cristóbal Colón: sé que más de una persona pensará que alalmirante —portugués, catalán, judío o italiano, tanto da— sabía exactamente adónde iba, pues teníaen su poder unos viejos mapas, los del navegante Piri Reis, en los que estaba perfectamente dibujadoel continente americano, pero la versión oficial —déjame que la use, que me viene muy bien para ellibro— es que Colón llega a América por chiripa, pues en realidad viajaba hacia las Indias. Eso sí,de no haber partido, jamás lo habría logrado.

Por eso, por ser necesaria la acción, se dice que la persona serendípica es inteligente, creativa,sagaz y despierta porque tiene la capacidad de conectar con la esencia de lo casual. De hecho,durante mucho tiempo se afirmó que la serendipia era la condición del descubrimiento que se llevabaa cabo gracias a una combinación de sagacidad y accidentes. Dicho así parece que tires los granos dearroz en la sartén con cuatro cosas más y luego saques una paella. Tal vez por ello la definición finalque podemos encontrar en el diccionario de la lengua inglesa en su edición de 2004 es que laserendipia es «la generación y el desarrollo de eventos fortuitos que se producen de modo feliz obenéfico, como por ejemplo lograr descubrimientos afortunados por accidente». En cambio, en eldiccionario inglés de Cambridge se nos dice que la serendipia es «la tendencia que con base a lafuerza se alcanza al encontrar cosas interesantes o invaluables fortuitamente». Por definiciones noserá...

El post-it, una torpeza muy rentable

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A veces un pequeño error es más que suficiente como para que la serendipia se convierta enalgo muy rentable. Y si no que se lo pregunten a la empresa que inventó los famosos papelitosde post-it, un invento que, por cierto, fue fruto de un fallo. Un operario de la empresa 3M olvidóañadir el componente de un pegamento en uno de sus productos. Pasados los días, alguien vioallí el pegamento y, dado su elevado precio, decidió guardarlo para usarlo en una nuevaproducción, ya que por sí mismo casi no tenía poder adhesivo.

Quiso la casualidad que entrase en escena uno de los ingenieros de la empresa, un hombredevoto y con la costumbre de acudir casi a diario a misa. Aquel feligrés, amante del orden,hacía tiempo que tenía dispuestos en su Biblia unos papelitos que marcaban las páginas quecontenían los cánticos religiosos. Sin embargo, con frecuencia, al abrir el libro se le caían. Undía, antes de acudir a misa, justo cuando estaba a punto de terminar su jornada laboral, pensó enlo bien que le iría tener un pegamento con poco poder adhesivo para sus papeles marcadores detexto. De pronto le vino a la mente la idea del pegamento sobrante... El resto ya es historia.

¿No será que todo está ahí?

Imagina que puedes lanzar una pregunta al aire, eso sí, con convicción y no del tipo: «¿Cuáles seránlos números de la loto para este fin de semana?» Imagina que el destino —quizá a través de unencuentro casual, leyendo un libro, viendo un programa de la tele o, sencillamente, dejando pasar lashoras tumbado bajo un árbol mientras escuchas tu música favorita—, ¡zas!, te da la respuesta a lo queestabas buscando. ¿Casualidad? Puede, pero más bien es una serendipia: la respuesta casual yfortuita o por accidente a una pregunta bien formulada. Por eso siempre digo que a la hora de ponerseen manos del destino hay que saber muy bien qué preguntar y cuándo hacerlo.

Perdón por la insistencia, pero de nuevo me pregunto quién o qué está detrás de las serendipiasy por qué nos da respuesta o nos ofrece descubrimientos en determinados momentos de la historiaprecisamente cuando, en teoría, no lo buscábamos.

El ocultista y médico Gérard Anaclet Vincent Encausse, más conocido como «Papus» (1865-1916), les decía a sus alumnos, respecto de la búsqueda interior y las facultades de la magia, quealcanzarían la iluminación cuando buscando una cosa fueran capaces de encontrar otra, porque en esemomento habrían sabido conectar con la auténtica esencia de la divinidad, «aquella que te muestra loque necesitas y no lo que necesariamente ansías». En definitiva, eso no deja de ser una suerte deserendipia o guiño del destino. Dicho de otro modo, los acontecimientos se producen cuando debenocurrir, ni antes ni después.

Para la experta en simbología Marisa Benovart, los episodios suceden en el momento en quetenemos capacidad de entenderlos: «¿Qué habría pasado con la famosa piedra Rosetta de no ser porla visita de Napoleón a Egipto? ¿La conoceríamos hoy? ¿Por qué se descubrió en aquel momento yno antes? Si de verdad el destino es tan caprichoso como a veces parece, no es de extrañar que pongaa nuestro alcance los descubrimientos, no cuando toca, sino cuando estamos preparados para ello.¿Habríamos entendido la piedra en pleno oscurantismo de las Cruzadas, o la habríamos destrozadopensando que era un elemento pagano o diabólico, según el caso?»

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La piedra Rosetta, ahora sí toca

Era el 15 de julio de 1799. Las tropas francesas estaban en Egipto, no por casualidad sino enguerra contra las británicas. Vamos, lejos de llevar a cabo lo que denominaríamos una campañaarqueológica internacional.

De pronto, el capitán Pierre-François Bouchard, que se encontraba en la población de Rashid—que los franceses llamaban Rosetta—, estaba al mando de la coordinación de quienesreparaban un fuerte. Ocioso y tal vez acalorado, decidió dar una vuelta para comprobar cómomarchaban las tareas. De pronto, allí, entre las excavaciones de las piedras que se utilizabanpara la obra, vio una que le resultó extraña. Semicubierta por la arena, parecía contener unasletras. El militar se acercó, apartó la arena y descubrió lo que hoy conocemos como la piedraRosetta: una losa de basalto negro, datada en el 196 antes de nuestra era.

La piedra era el fragmento de una estela compuesta por tres inscripciones distintas: catorcerenglones en caracteres jeroglíficos, que eran los que se usaban normalmente en los monumentosegipcios; treinta y dos líneas centrales redactadas en demótico, una escritura popular usada enEgigto en torno al año 1000 antes de nuestra era, y cincuenta y cuatro renglones más escritos engriego.

Puede que el militar, a primera vista, pensase que se trataba de una de las muchasinscripciones funerarias que se encontraban en Egipto pero... ¿qué hizo que desenterrase lapiedra? Seguro que había visto algo más. ¿Qué le llamó la atención? Jamás lo sabremos. Es desuponer que al tenerla en sus manos, se sorprendió al ver caracteres en griego, pero de no serpor su actitud inquisitiva —recordemos que ésa es una de las claves para que se produzcanserendipias— esa piedra jamás habría llegado a manos del investigador Jean FrançoisChampollion (1790-1832), quien por cierto tardó diez años en descifrarla.

Es curioso porque hacía más de cien años que numerosos investigadores intentaban descubrirel significado de los jeroglíficos y ninguno de ellos había tenido éxito, y de pronto, en mitad deuna obra, ¡aparece el diccionario!

La serendipia es inesperada, como el hallazgo de la piedra Rosetta, tal vez porque losacontecimientos suceden cuando toca... Volviendo al ocultista Papus —que desde luego no habló delas serendipias—, cabe indicar que se refería a «lo inesperado» como sinónimo de lo casual,afirmando que «lo inesperado a veces aparece como por azar y es el mejor regalo que nos da eldestino, sencillamente porque aquello que se espera a veces no se ve llegar, y cuando está frente auno no es valorado como se merece, y es en lo inesperado donde está la auténtica fortuna, la pruebade que el azar es más divino que humano». No sé si al decir esas palabras pensaba en la piedraRosetta, pero...

¿Debemos entender que las cosas suceden cuando toca? Más bien parece que sí, que el destinonos da las respuestas cuando a él le conviene y no exactamente cuando nosotros las pretendemos. Esosí, darlas las da, de manera que... cuidado con lo que pides, no vaya a ser que cuando lo recibas noestés preparado para ello.

Casualmente radiactivo

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Sólo quien observa y considera lo que ve parece tener suerte. Ésa es una ley no escrita de laserendipia, y es algo parecido a lo que le sucedió al descubridor de la radiactividad, HenriBequerel (Francia, 1852-1908).

Este científico descubrió que la radiación era capaz de atravesar láminas de celulosa opacaal ver que una placa fotográfica envuelta en papel negro que guardaba en un cajón junto a unfrasco con sales de uranio se había ennegrecido como si hubiese quedado impresionada. De estamanera totalmente casual descubrió que los núcleos de los átomos de algunos elementos puedenemitir de forma espontánea radiaciones que provocan la transformación de otros elementos, alperder o ganar electrones.

Por cierto, el experimento que hacía Bequerel en ese momento nada tenía que ver con laradiactividad, pues el científico buscaba si había una relación entre los rayos X (que también sedescubrieron por casualidad) y la radiación visible. Bequerel quería comprobar si todos losmateriales capaces de emitir luz, al ser estimulados por cualquier medio, emitían al mismotiempo rayos X.

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4. ¿CASUAL O CAUSAL?

No me considero fatalista ni creo que todo en nuestra vida sea productodel azar. No podemos controlar nuestra vida como el jugador de ajedrezcontrola sus piezas, pero la vida tampoco es una ruleta. Como decostumbre, la verdad es calidoscópica y complicada. Hay demasiadosmecanismos ajenos a nuestro control —y a veces a nuestro entendimiento— que determinan nuestro destino. Los acontecimientos tienen en nuestravida un impacto inmediato y otro de largo alcance.

Miguel Córdoba,historiador

Hace ya algunos años, demasiados, por casualidad me tocó hacer unos reportajes sobre unasjornadas (cuyo nombre evitaré por discreción) de crecimiento personal y marcada tendenciatranspersonal. Digo por casualidad porque quien tenía que cubrir la información ese fin de semana(debíamos grabar en vídeo algunas entrevistas) no era yo sino un compañero que sospechosamenteenfermó el viernes al mediodía... Las jornadas se llevaban a cabo en sábado y domingo y a la vistaestá que me tocaron a mí.

Allí estaban los grandes gurús y pensadores de finales de los noventa, que se definían comoauténticos revolucionarios de la mente y la concepción del mundo y el universo. Recuerdo que en unade las charlas, el orador, efectuando un barrido del público con la vista, preguntó: «¿Están aquíporque han venido o han venido para estar aquí?» Después dejó que las palabras flotasen en el aireunos segundos para que causaran el efecto que deseaba y continuó hablando.

No, la pregunta no era cuántica, aquel filósofo pretendía señalar que no era lo mismo acudir aun lugar con desinterés (estar ahí simplemente porque se había ido), sin más pretensión que la depasar un rato y luego olvidarlo todo, y eso lo definió como una casualidad: la de asistir. En cambio,«han venido para estar aquí» significaba decisión e interés, y por tanto, causalidad. Quienes habíanvenido bajo la primera premisa, tal vez se habían enterado del evento por otro, se habían encontradocon él viendo una publicidad en un diario, etcétera. En cambio, los segundos, no. Por suerte, endulzósu comentario diciendo: «Todos, los casuales y los causales, son bienvenidos, aunque seguramenteno captarán la información de igual manera.»

Claro que luego volvió a entrar en la metafísica profunda y soltó otras perlas del tipo:«¿Tenemos ojos porque vemos o vemos gracias a ellos?» o «¿Somos lo que pensamos o pensamos loque somos y, por tanto, sólo somos pensamiento?» Como puedes imaginar, después de escucharaquello uno no puede menos que preguntarse qué se toman esos ponentes antes de dar una charla.

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Ahora bien, tomando una cierta distancia, preguntas como ésas pueden tener validez en lotocante al universo de lo causal. En mi caso no, no he tomado nada antes de redactar estas líneas.Bueno, sí, pero no afecta a mi capacidad de redacción.

Afirmo que tal vez esos conceptos pueden tener sentido porque tras lo casual casi siempre seproduce algo que resulta paradójico, y es que debemos estar dispuestos a aceptar aquello que esabsurdo e incluso increíble como primer paso para sintonizar con el universo de las vibraciones yhechos casuales y causales. Por supuesto, te aconsejo que no dejes de leer en la segunda parte dellibro todo lo relativo a las leyes herméticas; un auténtico «manual de instrucciones» de cómo seproducen lo casual y lo causal. Un manual que, por cierto, no he inventado yo, sino que se le atribuyea Hermes Trimegistro.

¡Por hablar!

Una causalidad es una acción. Pues bien, insistir en una idea verbalizándola reiteradamentepuede tener su efecto... Es lo que le pasó al escritor y humanista estadounidense SamuelLanghorne Clemens (1835-1910), al que sin duda conocerás mejor por su seudónimo, MarkTwain.

Vaya por delante la advertencia de que este buen hombre era considerado como unexcéntrico, un tipo muy raro con el que era mejor estar a buenas. Pero eso no generó su casualcausalidad, tal vez la produjo su afirmación reiterativa sobre su muerte.

Mark Twain decía que de igual forma que había nacido alumbrado con la llegada de uncometa, sería la llegada de ese mismo cometa lo que marcaría el momento de su marcha, esdecir, de su muerte. Tanto dijo «nací con un cometa y moriré con él», que así ocurrió. Twainfalleció de muerte natural el 21 de abril de 1910, pero no fue hasta varios años después que susbiógrafos descubrieron que, en efecto, ese día era visible el paso del cometa Halley.¿Casualidad o causalidad?

¿Qué diferencia hay entre casualidad y causalidad?

Sales de casa y te fijas, sin saber por qué, que hay dos coches rojos aparcados delante. Caminas porla calle y te da la sensación de que mucha gente viste de rojo. Te detienes en el semáforo que tambiénestá rojo y ves un autobús que anuncia un producto de color rojo. Cuando miras a tu derecha,mientras esperas que cambie la luz, te das cuenta de que la chica de tu lado, que para descansar unpoco diremos que viste de blanco, lleva un cochecito de bebé de color rojo. ¿Casualidad? Puede quesí o puede que todo eso no sea más que una fijación tuya, es decir, que por algún motivo estásprestando atención a los tonos rojos; sin embargo, que lo hagas, tal vez no sea casual.

Para Alfredo Laygas, investigador de ocultismo y simbología, «debemos hacer unainterpretación de los hechos en base al código simbólico de lo casual, donde el rojo manifiestaenergía, fuerza y vitalidad». Para él, tal vez te fijas en el símbolo que representa lo que necesitas enese momento. Claro que otra interpretación podría ser que la vida te está anunciando un peligro y teestá diciendo que bajes el ritmo. Tal vez estás padeciendo estrés.

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A grandes rasgos, todas ellas son coincidencias casuales, que tú puedes «traducir» bajo laperspectiva de la causa, es decir de tu estado, pero ¿sabes por qué está pasando todo eso? Porqueayer por la tarde —no te lo he dicho, pero supón que trabajas como diseñador de páginas web— tepasaste horas diseñando algunas pantallas de un cliente en cuya imagen corporativa predomina elrojo. Además, ésa no era la primera sino la tercera reunión para retocar aspectos de la web que ya sedaban por zanjados. Por si fuera poco, al terminar el trabajo y ya en tu casa, seguías pensando encómo diseñar mejor ese logotipo que tenías atravesado y que tenía una marca de agua de color rojo.

Dicho de otro modo: tu tensión, la motivación y lo que estaba ocupando tu mente durante horasera el rojo, por lo tanto habías generado una causa, un motivo de preocupación que terminó porprovocar una causalidad: un hecho incontrolado y en apariencia casual, y, en el caso el ejemplo,reiterativo, generado por una causa.

Veamos otro ejemplo muy fácil para entenderlo rápido: Si me paso el día refunfuñando, de malhumor, actuando con los demás de forma arisca, quizá alzando la voz, porque estoy fuera de miscasillas o bajo un notable estado de negatividad, lo lógico es que más pronto que tarde comiencen apasarme hechos negativos. Adversidades que tal vez interpretaré como casuales, pero que realmenteson causales porque yo estoy provocando el mal rollo. Porque yo, sin ser consciente, estoy fijando miatención en lo nefasto. Y por la noche, viendo el telediario, le diré a mi pareja: «Te has fijado en lacantidad de desgracias que han pasado hoy.» En realidad el noticiario será el de siempre (aunque hayalgunos que parecen auténticas crónicas de sucesos), la diferencia está en que mi atención hasintonizado con lo malo porque yo estoy en ese estado.

Y ese día, si lavando los platos se me cae uno y lo rompo, o aparcando el coche le doy un toquede más al que tenía detrás y lo abollo, y al llamar por teléfono a quien sea para decir que llego tarde(porque mi tensión ha generado retrasos) se me cae el móvil y se avería, diré: «¡Casualmente hoytodo me sale mal!» Pues no, no es casual, es culpa mía y, por tanto, es causal.

No creó la causa pero... ¿la inventó?

Hay personas muy creativas, tanto que, como veremos en el capítulo destinado a ello, suinspiración llega a ser profética. Un ejemplo son los textos del escritor y oficial estadounidensede la marina mercante Morgan Robertson (1861-1915). Textos que, si los tomamos comocausalidad, podemos decir que produjeron nada menos que un terrorífico efecto: el hundimientodel Titanic.

Robertson escribió en 1898, fruto de la casualidad y sus relaciones con el mundo de lamarinería, una novela cuyo argumento era que un gran transatlántico —al que él denominabaTitán, en alusión a su envergadura— que se consideraba insumergible, se hundía tras chocar conun iceberg en el océano Atlántico. Como es sabido, el auténtico barco, que también eraconsiderado insumergible, se llamaba Titanic y, en efecto, naufragó tras haber chocado con uniceberg.

Desde luego Robertson tuvo una gran capacidad creativa, aunque hay otros que consideranque era un profeta, y sustentan la afirmación en que en el año 1914 escribió otra novela tituladaMás allá del espectro en la que hablaba de una hipotética y futura guerra entre Estados Unidos yJapón.

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Para más inri, el autor detallaba cómo sería un ataque furtivo de los japoneses en una escenaque cuadraba bastante con lo acontecido en Pearl Harbor durante la segunda guerra mundial.

¿Causalidad o consecuencia?

Puede parecer lo mismo, pero no lo es. ¿De qué depende? Veamos un ejemplo. Supongamos que tuvecino (éste no es el típico que no te saluda, es otro, para que veas que las cosas todavía pueden ir apeor) es un maleducado. Trabaja por la noche y cuando llega a casa a la una de la madrugada se creeque son las seis de la tarde. Conecta la tele, hace ruido, habla en voz alta, mientras tú, que vives en elpiso de abajo, eres incapaz de conciliar el sueño. Una noche, desesperado, pasas a la acción:

• Causalidad: «Esta noche no voy a pegar ojo por culpa de ese tipejo.» Es lo que piensas, y porculpa de proyectar esa frase (has generado una causa), pese a que tenías mucho sueño y estabascansado, «casualmente» te costó dormir e incluso tuviste sueños inquietantes.

• Consecuencia: «Baja la tele pedazo de... (aquí añades el insulto que más te apetezca)... ¡Voy allamar a la policía!» Es tu frase a grito pelado y con la ventana abierta para que el de arriba teoiga bien. Has generado una acción y el vecino baja la tele de inmediato. Te sientes feliz, tuacción ha logrado un resultado. Consigues dormirte, pero media hora después te despierta eltimbre de la puerta y llega la auténtica consecuencia de tu acción: es la policía que llama paradecirte que el vecino de arriba te ha denunciado por insultarlo llamándolo lo que sea.

Como vemos, lo causal es más interpretativo, puede que no tenga un resultado inmediato ypuede que incluso no seamos conscientes de los efectos que genera hasta tiempo después. En cambio,la consecuencia suele ser más breve, somos conscientes en el momento en que se produce y sueleestar activada por alguien como fenómeno de respuesta.

Todo sea por preguntar

¿Puede una pregunta tener tanta fuerza que al final se torne en una causalidad y por tanto generesingulares efectos? A tenor de lo que le ocurrió a George Bryson, sí.

La historia es sencilla. Bryson viajaba en dirección a Nueva York en tren, pero uno de losviajeros le había hablado de la belleza de Loisville, de manera que dado que él tenía tiempo yno había estado en aquella población, al llegar a la estación de Loisville decidió apearse. En elmismo andén preguntó por el mejor hotel de la ciudad, al cual acudió para alojarse. Cuandoestaba en la recepción del hotel quiso gastar una broma y le preguntó al recepcionista si habíaalguna carta para él. Pues bien, la sorpresa se la llevó el bromista cuando desde el otro lado delmostrador le dijeron que sí, que había una carta dirigida a su nombre y que tenía su número dehabitación, la 307.

Aquello parecía imposible, pero tenía una explicación: en esa habitación se había alojadounas semanas atrás un hombre que también se llamaba como él.

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¿Puede una causalidad generar un hecho casual?

A priori parece que no, pero... Si yo decido llamar por teléfono a alguien a quien quiero ver porquetengo la idea de crear un nuevo proyecto, teóricamente todo cuanto suceda no será casual sinopropiciado por mí. Ahora bien, supongamos que antes de comenzar la reunión mi interlocutor me diceque antes de que le cuente mi idea él ha tenido otra y quiere compartirla conmigo. Resulta que ambasson muy similares y que, por supuesto, para que sean más efectivas en el ámbito de lo casual, tienenpoca o ninguna relación con los temas que habitualmente abordamos de forma conjunta. ¿Ha sido unacasualidad esa coincidencia de intereses? ¿Qué ha motivado mi «causalidad»? ¿Quién o qué me hainstado para que precisamente ese día decidiera llamar a esa persona que ha tenido la misma ideaque yo? Ése es el misterio. La causalidad a veces propicia casualidades.

Siguiendo el ejemplo anterior, resulta que cuando acudo a la entrevista con mi amigo meencuentro por la calle a alguien a quien hacía tiempo que no veía. No tengo mucho interés en hablarcon él porque llego tarde y me excuso diciéndole que voy a una reunión de trabajo, en ese momentoél dice: «Qué casualidad, hace unos días estuve hablando de ti con uno de mis socios. Te llamomañana y quedamos para hablar de proyectos de trabajo.»

Efectivamente es una casualidad que el día que yo me desplazo para hablar de trabajo con unanueva idea en la cabeza me encuentre con alguien que también quiere que hablemos de proyectos ytrabajo. Pero... ¿dónde está el origen? En que yo he generado una causa. De manera que debemostener cuidado, porque toda causa, al final, tiene un efecto.

La nostalgia como causa de una casualidad

Un día el popular actor Michael Caine sintió nostalgia de su antiguo barrio del sur de Londres,Kensington. Decidió acudir a visitarlo, y casualmente cuando paseaba por las calles se encontrócon Charles Chaplin, quien casualmente también tenía una razón para estar allí: además de queaquél también era el barrio de su infancia, había sentido nostalgia y ése era el motivo de que seencontrara allí. Ese hecho se volvió a producir en una nueva ocasión en la que los dos actoresecharon de menos su barrio de la infancia.

¿Qué es el efecto imán?

Dicho de una forma muy rápida: aquello que tú pides es aquello que tú recibes. A veces parececasualidad, pero en realidad tú lo has estado provocando. Otra cosa es saber si lo has hecho influidoinconscientemente por algo. En la actualidad, ese fenómeno recibe el nombre de «ley de atracción»,aunque el concepto es tan viejo como el mundo.

La ley del efecto imán en la casualidad te dice que aquello que tú generas en tu mente puedeacabar por presentarse en tu vida, ya sea a través de personas, situaciones, ideas, experiencias... Lomalo es que no siempre sabemos aprovechar esa llegada, es más, a veces ni nos damos cuenta de quese está produciendo. Lo peor del efecto imán es que de la misma forma que se presenta lo bueno,

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puede acontecer lo malo.En el ejemplo que he puesto con anterioridad, el efecto imán hizo que cuando yo generé una idea

de trabajo, casualmente apareció una segunda alternativa. Ahora bien, tampoco debemos engañarnos,quizá las cosas no suceden de forma tan rápida, pero ¿te has dado cuenta de que las casualidades nosuelen ser una, exclusiva y aislada? El día que algo va bien, casi todo suele ir bien, y al revés.

Lo curioso en toda esa historia de la reunión de trabajo, que además es real, no es que meencuentre con esa persona a la que hacía tiempo que no veía. Eso es una simple casualidad, aunqueno deja de ser un hecho sincrónico del que he sido totalmente inconsciente y no he provocado; portanto, no es causal. Sólo con que hubiera salido un minuto más tarde de casa, o que hubiera perdidoel autobús que llegaba justo cuando yo me aproximaba a la parada, ya no me habría encontrado conesa persona. ¿Quién o qué se encarga de ese sincronismo? No lo sabemos.

Pero en la historia hay todavía más, y cuento todos estos detalles porque considero que puedenser de interés si de verdad queremos aprender a sintonizar con lo que llamamos casualidad. Yo teníaprisa pero me detuve. Podría haberme excusado limitándome a saludar sin más diciendo: «Perdona,llego tarde, te llamo en cuanto pueda.» No lo hice, me paré y hablé un segundo con aquella personapese a que tenía prisa. Pero hay más. ¿Por qué dije que tenía una reunión de trabajo? Vale, porqueera cierto, pero si no lo hubiera dicho, ¿la otra persona se habría acordado de que un par de díasatrás había estado hablando de mí? Tal vez no, y la prueba está en que hasta ese momento no mehabía llamado. Fue el encuentro casual y la palabra mágica «trabajo» —que creo que pronunciécasualmente— la que lo conectó con aquella jornada y la que provocó que, efectivamente, aquelhombre me llamase al día siguiente de nuestro encuentro.

No es que quiera ver coincidencias por todas partes, pero a veces esos pequeños detalles sonlos llamados guiños del destino o manifestación-imán que lo casual pone a nuestro alcance. Que lousemos o no, depende de nosotros.

¿Se puede provocar un tropiezo casual?

Si la causalidad puede llegar a ser la puesta en marcha de acciones casuales, tal vez lo que lepasó al cineasta brasileño Rui Guerra cuando estaba en Mozambique…

Se encontraba en el país africano en un momento conflictivo: Mozambique estaba en guerra,había todo tipo de carencias y la vida resultaba muy compleja.

Cierta noche, mientras el cineasta cenaba en casa de unos amigos y hablaban sobre lo que lesgustaría comer o beber o incluso tener, como gasolina o electricidad, pero no podían a causa delconflicto, Guerra dijo: «Pues yo en este momento me conformaría con una jugosa manzana.» Alos pocos segundos se oyó un ruido en el interior de la casa y de pronto apareció una manzanarodando ante los pies de Guerra.

Al indagar sobre aquel hecho, sin duda harto difícil ya que la carestía impedía la presenciade ciertos alimentos en la ciudad, Guerra se enteró de que la manzana había sido adquirida en elmercado negro por una de las sirvientas de la casa. Al parecer la chica estaba subiendo laescalera en dirección al piso superior para esconder su compra, pero resbaló, la bolsa cayó alsuelo y la manzana terminó a los pies de quien casualmente había deseado tener una paracomérsela.

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¿Cómo nos influye el efecto imán?

Cuidado con lo que pides en tus deseos, con lo que piensas y con lo que haces, porque puede llegar acumplirse. Yo creo que ésa es la clave que todos debemos tener presente en el terreno de lo causal.

Aquello que deseamos, de una forma u otra suele llegar, lo malo es que no llega ya cocinado,sino que habitualmente lo hace en plan ingredientes. Es como si de pronto deseas comerte una paellay alguien te regala un paquete de arroz. Puede que en tu casa tengas los otros ingredientes y hastasepas hacer la paella, pero también es posible que no sepas cocinarla, de manera que aunque tengastodos los elementos deberás recurrir a otra persona. En cualquier caso, la paella lleva arroz y eldestino te lo ha dado. ¡No te quejes!

¡Por lanzar un globo!

Hay acciones que traen consecuencias casuales tan increíbles que uno piensa que más vale tenercuidado con lo que se hace o se dice por si acaso luego ocurre. Y el ejemplo de ello lo vemosen la niña de diez años Laura Baxton.

Corría junio de 2001 y la cría estaba jugando en el patio de su casa. De pronto decidió inflarun globo y escribir en él su nombre y su dirección y lanzarlo al aire. Laura estaba jugando avivir en una isla desierta y el globo era algo así como un mensaje en una botella.

Quiso la causalidad (porque hubo intención y acción al lanzar el globo e identificarlo) quetres días después, a 225 kilómetros de distancia, el globo se posara en el jardín de otra niña quetambién tenía diez años, que también se llamaba Laura Baxton, y que, como la primera, tenía elcabello largo, los ojos claros y un conejo como mascota.

¿Quiso la casualidad que ambas Lauras se pusieran en contacto y por eso generó una causa omotivo para que la primera lanzase el globo? A veces lo causal no es fruto del azar...

El efecto imán nos da recursos, algunos, y a veces muy limitados, pero también pone en nuestrodestino de forma casual personas, situaciones o experiencias que si las sabemos aprovechar, puedeque al final obtengamos lo deseado. Y digo al final porque, esa es otra, el destino no acepta que eltiempo sea marcado por un reloj humano. Tal vez tú querrías comerte la paella mañana, pero puedeque el arroz te lo regalen dentro de un mes...

Ahora bien, la influencia de ese efecto imán, y es necesario insistir en este punto, no entiende deconceptos tan humanos como bueno o malo. Las cosas simplemente son, sin más. Muchas personascometen el error de decir «mejor que esto no salga porque quizá no sabré hacerlo», y casualmenteaquello no sale. Dentro de esa línea tenemos el pensamiento arrepentido. Todos en algún momentonos hemos arrepentido de algo que hemos dicho o pensado. No pasa nada, el problema aparececuando además nos permitimos recrearnos más de la cuenta. Un ejemplo sería aquel de «No tenía quehaberle dejado las llaves del coche, mira que si tiene un accidente…», y sí, el accidente se produce.¿Eso es intuición u otra cosa?

La tenebrosa intuición de Jesse James

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A veces las coincidencias son realmente tenebrosas.Desconocemos si en algún momento Jesse James se planteó qué podía pasarle en el futuro

cuando le regaló un rifle a un amigo suyo. Lo cierto es que no debía de estar muy convencido deaquel hecho y tal vez pensó en él más de la cuenta, pues un día tuvo un funesto sueño que con eltiempo se convirtió en recurrente: el forajido se veía sentado en una cantina, se supone quebebiendo whisky, cuando de pronto alguien lo mataba por la espalda.

Quiso el destino, la casualidad o no sabemos qué, que estando Jesse en Misuri, subido a unasilla y desarmado, aquel amigo al que él le había regalado el rifle lo asesinase disparándole porla espalda.

Cuando conectamos con esa entidad a la que denominamos de forma genérica lo serendípico,¿estamos saltando la barreras espaciotemporales? ¿Es lo que hizo el forajido Jesse James? Quizáintuyendo una desgracia, y sabiendo a quién le había regalado el rifle, inconscientemente provocóalgo. Claro que hay quien piensa que en realidad lo que hacemos con nuestros pensamientos, muchasveces casuales, es forjar un nuevo destino.

Generar ideas o reflexiones está muy bien, siempre y cuando sean positivas. Lo he dicho antes:la serendipia no entiende de bueno y malo, de correcto e incorrecto, por tanto no sabemos si cuandotememos por nuestra vida y nos visualizamos padeciendo un accidente ese algo con lo queconectamos nos concede el deseo, de igual forma que lo haría si el deseo fuese tener un ascensolaboral...

En opinión de Flora Cavillo, experta en visualización creativa, la casualidad no existe, sino quees creada y moldeada por nosotros, por nuestro pensamiento. Según ella «no todo lo que piensastiene consecuencias. La energía, el poder de la vibración, sólo se activa cuando aquello en lo quehemos pensado causa un verdadero impacto trascendental en nuestra psique. A partir de ahí escuando se pone en marcha la maquinaria que puede cambiar nuestro destino».

Para Cavillo, decir, por ejemplo «quiero ser feliz» tiene poco sentido, de la misma forma quecarece de fuerza decirle al conductor de delante «anda y que te pudras» después de que hayaefectuado una maniobra que entorpece nuestro camino. «En casos como ésos, la implicaciónemocional es mínima, es muy temporal, pero cuando nuestras emociones se viven de forma intensa,en aspectos como la salud, la vida o la muerte, en aspectos que entroncan con nuestros miedos ypasiones más íntimos, en esos momentos lo que pensemos sí es trascendente y debemos tenercuidado».

Dicho de otro modo, si acabamos de tener un mal día en el que nos hemos enfadado con unamigo, se nos ha ido al garete un proyecto o hemos tenido un grave problema con la hipoteca y nopodemos más, un «quiero ser feliz» seguramente tendrá más efecto que si lo decimos porque sí, trasun aburrido fin de semana. De igual forma, si por culpa de la maniobra del conductor de delantehemos tenido que frenar en seco y como resultado el coche de atrás ha chocado contra nosotros,lastimándonos, nuestra emisión negativa tendrá más efecto.

De todas formas, el destino es caprichoso y, como aclara la experta en visualización creativaFlora Cavillo, «jamás, bajo ningún concepto, debemos desear el mal. Puede que el conductor dedelante se pudra como tú le has deseado, pero ¿y si cuando descubren su cadáver resulta que junto alsuyo está el de un familiar o amigo tuyo? ¿Y si resulta que “se pudre” en la cárcel porque ha matado

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a tu hijo? ¿Y si se pudre en un hospital por culpa de una mala praxis médica realizada por tu padre?Recordemos que el destino es caprichoso y puede involucrarnos en cualquier momento en susacciones». Cavillo tiene razón, pues las casualidades pueden tener más de un protagonista.

Se salvó, pero la muerte sabe aguardar

Una muestra de que no siempre es fácil librarse del efecto de los pensamientos nefastos lovemos en lo que le aconteció a un empresario.

Tenía que tomar un avión para hacer un viaje de larga distancia y encontrarse con su socio enel otro extremo del país. Conforme se avecinaba la fecha, sentía una inquietud relacionada conel viaje que no alcanzaba a comprender muy bien. Cada vez que tenía los pasajes en las manosalgo le decía que no debía subir al avión.

Después de tres días seguidos con la sensación de que moriría en el viaje, decidió llamar a susocio para comunicarle que saldría el mismo día y a la hora que tenía previsto hacerlo en avión,pero que llegaría al día siguiente ya que haría el viaje en coche y aprovecharía las pausas parapasar por las delegaciones de la empresa y resolver otros asuntos colaterales.

Cuando le comunicó a su mujer que había anulado los pasajes de avión, ella le quitóimportancia a la decisión y le echó en cara que anulase los billetes dado que había perdido elimporte de los mismos y pasaban por una situación económica delicada. Su esposa no entendíaque por una sensación negativa su marido anulase el vuelo.

El día previsto, el empresario tomó su coche y partió hacia su destino. Cuando estaba amedio camino escuchó por la radio que el avión en el que él debía viajar se había estrelladohacía escasos minutos. Consternado por el accidente, pero contento y aliviado por haber tomadola decisión correcta, llamó a su mujer para comentarle la noticia. Mientras comentaban su buenasuerte se despistó y provocó un accidente con otros vehículos.

El impacto resultó mortal para el empresario.

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5. ¡MALDITA CASUALIDAD!

Casualidad es el nombre que los conformistas damos a nuestraignorancia. Todas las cosas son efecto de una causa, pero si echamos lavista atrás comprobaremos que, a lo largo de la historia de la ciencia, seapeló a la incapacidad del hombre para comprender las leyes de lanaturaleza. Las tormentas, los eclipses, los tsunami... no ocurren porcasualidad, aunque hayamos tardado siglos en entender que haymecanismos que originan que, de pronto, ocurran sucesos impredeciblesanteriormente.

Manuel Carballal, periodista y escritor

Como humanos tenemos la costumbre de medir y pesar todo cuanto sucede a nuestro alrededor. Lacategorización de los acontecimientos nos sirve para situarnos en una escena y tomar partido. De estaforma, las cosas son buenas o malas, favorables o contrarias y, ya puestos, justas o injustas. Ahorabien, ¿y si fuéramos capaces de no juzgar? Porque además, casi siempre lo hacemos en función decómo nos afecta lo juzgado.

Y es que el bien y el mal no son otra cosa que un concepto humano. Como apunta el doctorBernat Nöel Tiffon, máster en psicopatología legal y forense, «bien y mal son unas construccioneshumanas que han dotado de sentido, significado y significancia a nuestras conductas,comportamientos y relaciones interpersonales para un buen, deseable y óptimo funcionamiento de lasociedad». Tiffon asegura que somos los únicos en el reino animal que nos comunicamos mediantesímbolos, «a través de los cuales vamos configurando la construcción de nuestra realidad, siendo unode ellos el concepto del bien y del mal, ideas que se han ido desarrollando o marcando a lo largo denuestra historia en base a movimientos de masas sociopolíticas y militares».

Hemos constituido un mundo a nuestra medida y lo hemos tamizado con nuestros valores yapreciaciones. Todo eso está muy bien, pero resulta que la diosa casualidad, esa entidad que nosabemos quién es ni a qué se dedica, no parece ser como nosotros. Por supuesto, va por libre y nosiempre da señas de entender de lo bueno o de lo malo igual que los humanos.

No es de extrañar, ya que, como nos recuerda el doctor Tiffon, bien y mal son ideas humanas, nodivinas: «En la época de la Grecia y la Roma clásicas, matar a un esclavo no significaba ningúncastigo para el perpetrador, mientras que el homicidio o asesinato de un patricio o un noblesignificaba la aplicación de las leyes de la época. El bien y el mal dependían del estatus social, node un código divino. En la Edad Media se continuaba con estas mismas premisas, aunque con ciertas

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variaciones, lo que en esencia significaba el poco valor que se otorgaba a la vida.»Es evidente que si te encuentras un billete de cien euros por una calle que no utilizas con

frecuencia cuando vas a tu casa, es una buena casualidad. Pensarás que has tenido suerte y puede queincluso creas que la diosa fortuna te ha sonreído haciéndote pasar por un lugar que no tenías previsto.Sí, sí, todo perfecto y maravilloso, pero ¿acaso el billete de cien es una manzana que crece en losárboles? Me parece que no.

No es por desilusionarte. Desde luego nos quedamos con el concepto de «regalo del destino»,ahora bien, ¿te has parado a pensar que el poseedor de ese billete —que no será un banco ydifícilmente un furgón blindado— ha perdido algo? Y si encima esa persona resulta que ha pasadopor esa calle por casualidad, porque además nunca había estado en esa ciudad, ¿qué pensará?Posiblemente que ha tenido mala suerte. Tal vez que el destino ha sido injusto con ella. He ahí la«gracia» de la casualidad dual.

Es evidente que el ejemplo del billete resulta demasiado fácil, pero a veces en las pequeñascosas y detalles podemos encontrar claves para entender qué sucede a nuestro alrededor. Desdeluego, la casualidad no es mala ni buena. No actúa ni a favor ni en contra de nosotros, básicamenteporque, no olvidemos, somos parte de un engranaje que está en continua evolución.

Según Emilio de la Rúa, profesor y físico cuántico, «intentar dotar a los fenómenos casuales ocoincidentes de una naturaleza benigna o maligna, en función de cómo nos afectan, es incoherente,porque al hacerlo perdemos perspectiva de globalidad. Pero además, porque al medirlos de esamanera los subjetivizamos con el tamiz humano».

Imagino que a estas alturas te estarás preguntando qué sentido tiene dedicar un capítulo a lascasualidades nefastas o a los hechos adversos que suceden por casualidad cuando prácticamente heexpuesto que no tienen razón de ser porque nada es bueno o malo en su totalidad. Sí hay un motivo, yno porque yo sea especialmente retorcido: lo casual nos ayuda, pero también nos perjudica. Enambos casos, en vez de quedarnos con el hecho en sí, debemos preguntarnos el motivo, sólo de esaforma entenderemos qué está pasando y porqué. Y quizá gracias a ello podamos aprender grandescosas.

Curioso cruce de caminos

A veces la casualidad nos ofrece paradojas que desde la perspectiva humana resultan muycomplejas de entender.

Un día, un estudiante de Harvard debía tomar el tren para viajar hasta la ciudad en la quevivían sus padres. Cuando llegó a la estación, tropezó y tuvo la mala suerte de caer en las víasdel tren de la estación de Jersey City, en New Jersey. A los pocos segundos era rescatado porun amable actor que iba camino de Filadelfia para visitar a su hermana. Hasta aquí diríamos quees un incidente sin más trascendencia: alguien padece un accidente y otro lo ayuda. Perfecto.Pero he aquí que el estudiante se llamaba Robert Lincoln, y el actor era Edwin Booth, elhermano de John Wilkes Booth, el hombre que en 1865 asesinaría al padre del estudiante, elpresidente Abraham Lincoln. ¿Por qué la casualidad cruzó sus vidas?

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¿Casualidad o actitud?

Durante siglos y en distintas culturas, la humanidad ha creído en la existencia de poderessobrenaturales buenos y malos. Ángeles y demonios que moraban a nuestro alrededor. Unos paraconectarnos con lo divino, lo armónico y lo positivo; otros, con todo lo contrario. Unos nosayudaban, otros nos perjudicaban.

Es curioso que en esas culturas en las que se cree en los seres angélicos o demoníacos —quepara otros no son sino formas de vibración energética— resulta que la divinidad que premia unabuena obra, el mejor comportamiento o la corrección en las acciones, suele ser también una grancastigadora capaz de producir muertes, diluvios, pestes y hambrunas. Y al revés, la entidaddemoníaca que sólo vive para hacer el mal y castigarnos con el fuego eterno, resulta que es «buena»porque nos hace pecar con situaciones gratificantes. ¿Te has dado cuenta de que ambos, en el fondo,como la diosa de lo casual, también son duales? Pero ¿y si el premio o el castigo, la buena o malafortuna depende en parte de nosotros y de nuestra actitud? ¿Puede tener una doble lectura la suerte odesgracia casual?

Ya sabemos que no es lo mismo la casualidad que la causalidad. Pues bien, a veces losfenómenos coincidentes tienen una estrecha relación con lo causal, tanto si son positivos comonegativos. Por supuesto, otros muchos se escapan de toda lógica. Así, vemos que algunas personaspadecen un exceso de casualidades negativas y situaciones de mala suerte, y otras, todo lo contrario.Durante años he podido comprobar que el destino no te regala nada y que te entrega, en parte, lo quebuscas y emites. ¿Complicado? Puede, pero no tanto como parece.

¿No quieres caldo? ¡He aquí dos tazas!

Siempre debemos tener cuidado con lo que despreciamos, pues si lo que pedimos se nos da, aveces lo que no queremos también nos alcanza... Es lo que le ocurrió a una oyente a la queagradezco que hubiera compartido conmigo su casualidad. Nuria G. era secretaria y, como mecomentaba en su carta, siempre había sentido aversión por los perros. La verdad es que depequeña la había mordido uno, y desde entonces padecía una cierta fobia, hasta el punto de quedecía que cuando veía un perro por una acera procuraba ir por la otra, y que no comprendía a lagente que tenía perros en casa, puesto que ella jamás viviría con uno.

Pues bien, el destino a veces es socarrón. Nuria conoció a un chico en la fiesta de aniversariode unos amigos. Fue, como me decía en su carta, un flechazo a primera vista. Ambos se vieronvarias veces y surgió el amor.

Todo era perfecto hasta que un día su novio la invitó a cenar a su casa. Casualmente elhombre no vivía solo, sino con ¡cinco canes!

Por circunstancias que omitiré (tampoco hay que contarlo todo) he conocido personas que eranverdaderos gafes. Hombres y mujeres propiciadores de la mala suerte a su alrededor. No es deextrañar, ya que su mundo emocional era negativo. Malpensaban de todo y de todos. Eran pesimistaspor naturaleza, de esos que te dicen «si algo puede salir mal, tranquilo que saldrá mal». Y en efecto,les salía mal. Lo malo es cuando «te contagian» su mal rollo, su negatividad, y en vez de salirles mal

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sólo a ellos, lo adverso te pasa a ti.Recuerdo que hace años conocí a un gafe —con sólo pensar en él se me eriza el vello—, y pese

a que yo me considero una persona muy positiva, fue capaz de alterar mi vida hasta puntos increíbles.Casualmente, siempre que lo tenía cerca o estaba hablando con él por teléfono algo fallaba, deverdad. Casualmente se me quemó un ordenador mientras programaba con él unas páginas web. Seme murió un cachorro de perro a los dos días de tenerlo. Un can que casualmente estaba comprandocuando me llamó el gafe. Y por si todo eso fuera poco (ocurrieron más cosas que prefiero pasar poralto), tres días después de que empezara a colaborar conmigo escribiendo para un portal de internetque yo dirigía, rescindieron el contrato de quien nos coordinaba la parte técnica...

Ése es un caso de maldad casual, la que propicia un gafe que tiene la capacidad de contagiar sunegatividad a los demás. Pero hay otras personas que sin ser gafes también experimentan muchosfenómenos casuales adversos. Ello nos permite entender que a veces suceden fenómenos adversosprovocados por uno mismo. ¿Quién es el responsable? Lo casual. ¿Por qué? Se desconoce.

Claro que esa actuación de la casualidad ocurre en un porcentaje muy bajo de ocasiones. Lamayoría de las veces depende de nosotros. Los análisis y seguimientos casuísticos que he efectuadosobre la forma de actuar y pensar, así como el equilibrio emocional que tenían quienes vivenciabancasualidades adversas, casi siempre me han dado la misma pauta: la persona que los padecía eranegativista, rencorosa, vengativa. De ésas de «sí, pero...» y cuyo lenguaje está plagado deexpresiones como «el problema es...» que desde luego son muy poco positivas.

¿Leones gafe?

Es sabido que dos leones presiden la entrada del Congreso de los diputados de España, pero ¿ysi resulta que tras ellos hay una historia gafe? Vale, estoy exagerando un poco, pero sólo unpoco.

Los leones le fueron encargados al escultor Poncio Pozano (1813-1877), quien era muysupersticioso y, digo yo, un tanto negativista. De entrada el artista dijo que no quería esculpirlos leones en mármol (que es como se los encargaron) puesto que ese material no era lo bastantenoble como para reflejar la majestuosidad y poder de los felinos. La verdad era otra: Ponzanole tenía miedo a los leones, y además pensaba que esculpirlos podía darle mala suerte. Vamos,que lo del mármol era una burda excusa.

Tras varias negativas y un tira y afloja a nivel económico, al final alguien convenció alescultor para que realizase la obra con el bronce fundido de los cañones de la guerra de África.Casualmente o no, mientras trabajaba en los leones, Ponzano aseguraba que algo turbio ymalévolo lo acechaba. El resultado es que murió en extrañas circunstancias sin haber acabadosu obra...

¡No todo es malo!

El condicionamiento existe, la predisposición también, y esos son dos de los aspectos que influyen enlo causal, en lo adverso. Por suerte, si hay gafes, también tenemos el otro extremo, el de las personas

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positivas, esas que al contrario de las anteriores siempre te dicen «no hay problema». Son las que seocupan en vez de preocuparse. Las que enfocan la vida con una sonrisa, las que creen que todo puedetener una segunda lectura, en este caso positiva. En definitiva, las que ven el vaso medio lleno y no alrevés.

Creo sinceramente que a esas personas la casualidad los premia o beneficia con hechoscoincidentes armónicos, tal vez tanto como el caso de quien encuentra un billete de cien precisamenteel día que más necesitaba el dinero. Por supuesto que sufren accidentes, enfermedades y revesescomo las otras, pero qué casualidad, suelen salir airosos de situaciones que pronosticaban todo locontrario.

La casuística está llena de personas positivas o que han ayudado a los demás, que han vividofenómenos casuales increíbles. Uno de ellos sería el ya citado de la azafata cuyo avión explotó envuelo y que se salvó, pero hay muchos más. En este caso es como si la diosa casualidad quisierapremiar o mantener con vida a quien lo necesita o a quien, en caso de fallecer, dejaría demasiadosasuntos pendientes.

Es curioso porque eso me recuerda en parte a la naturaleza que defendían los estoicos, quienesafirmaban que el logos podía premiar o castigar en función de cómo fuera la relación evolutiva delser humano.

¡Salvado de dos atropellos el mismo día!

Su nombre es Bob Evans, y su proeza fue sobrevivir, pese a todo pronóstico, en dos accidentes.El caso de Evans creo que puede servirnos para ilustrar esos guiños del destino difíciles decomprender, aunque capaces de evidenciar que no todo es malo.

Evans tenía 46 años y vivía en la calle en la ciudad estadounidense de Boulder, en Colorado.Circulaba con su bicicleta cuando fue atropellado por un coche. Tras el accidente, fueconducido en ambulancia hasta el hospital donde le trataron heridas leves.

Justo dos horas después de salir del centro de salud, Evans cometió la imprudencia de quereratravesar un puente para trenes de vía estrecha que no estaba habilitado para el tránsito depeatones. Sí, ocurrió tal como te imaginas: mientras cruzaba pasó el tren y lo pilló en medio delpuente. El saliente de uno de los vagones lo rozó, haciendo que Evans cayera al suelo ypadeciera leves rasguños en la cabeza y en el cuello. Evans fue multado por la imprudencia yparalelamente felicitado por el sargento de policía Jim MacPherson, quien le dijo: «Después delo que le ha pasado a usted hoy, creo que debería comprar lotería.»

Algo pendiente

¿Cómo es posible que una persona se salve de dos accidentes mortales de tráfico y tres años despuésmuera atropellado? ¿A qué se debe que quien se salva dos veces de un tren que descarrila y de unaccidente en moto, luego, por no estar en el lugar que le correspondía, muera acuchillado en unatraco? Muchos investigadores consideran que el hecho de salvarnos reiterativamente de un peligroes para que aprendamos algo y aprovechemos esas circunstancias como punto evolutivo. Otros creen

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que quien se salva, sencillamente no tenía que estar allí. Digamos que en ese caso los fenómenoscasuales o «la acción» de la diosa casualidad no iban dirigidos a esa persona, sino a otras. Por tanto,quien se salva es algo así como una víctima colateral.

En el verano de 2011, en España, ocurrió un caso que podría considerarse de esa naturalezainexplicable. A las 6.40 horas del sábado 27 de agosto, tres peregrinos —dos mujeres de 59 y 49años y un hombre de 40—, caminaban por una carretera con chalecos reflectantes. Marchabantranquilamente, en romería, por la carretera de Mercurín y se dirigían hacia el Santuario de losMilagros de Caión en A Laracha, Galicia. De pronto, un coche se los llevó por delante. Los tresmurieron.

Lo paradójico del caso, donde podemos apreciar la mala uva que puede llegar a gastar elfenómeno casual, es que el hombre fallecido era camionero de profesión. Precisamente el motivo desu romería hasta el santuario era agradecer a Dios que justo un año antes le salvase la vida en unaccidente de tráfico. Como digo, a veces es difícil comprender los designios del destino.

En casos como el anterior, de nada sirve hablar de condicionantes negativos como argumentospara justificar el percance. El fallecido era un hombre creativo, familiar, una buena persona quequizá estuvo en el lugar que no tocaba. Tal vez vivió ese año de más porque tenía asuntos pendientescon la vida, con su familia, amigos... Jamás lo sabremos.

Un tren lo cortó en dos

Una muestra de que a veces la vida es increíble y de que la muerte parece «perdonarnos» elabrazo final lo vemos en el extraño caso de Truman Duncan. Su historia es muy sencilla: viajabaen tren y decidió salir a tomar el aire entre dos vagones, resbaló y se cayó, con tan mala fortunaque el tren lo cortó en dos. Curiosamente, como contó Duncan, que por cierto sigue vivo, loúnico que pensaba era que si moría no volvería a ver a sus hijos, y tenía tres. Tumbado sobre lavía, desangrándose y al borde de la muerte, Duncan tuvo la fuerza suficiente para llamar aemergencias y aguardar los cuarenta y cinco minutos que tardaron en llegar los equipos que,finalmente, le salvaron la vida contra todo pronóstico. Al final logró sobrevivir, eso sí, tras tressemanas en coma y después de más de veinte operaciones quirúrgicas.

Tal vez, en efecto, el destino sabía que Truman Duncan tenía mucho trabajo por hacer.

¿Justicia divina o algo más?

No me gusta hablar de buenos y malos, de correctos e incorrectos, porque es tanto como decir que lacasualidad o el destino actúa bajo criterios humanos, pero ¿y si es así? No, no olvido que antes hecuestionado ese hecho de justicia divina equiparable a la humana, pero ahí lo dejo por si acaso.

Sé que estoy a punto de entrar en un terreno pantanoso, pero ¿y si algunos hechos coincidentesforman parte de una suerte de ley universal (por ponerle un nombre) que reparte y da a cada cual enfunción de lo que necesita o provoca? Seamos honestos, más de una vez hemos escuchadocomentarios del tipo «se lo merecía» cuando nos han contado que tal o cual persona ha padecido unrevés. El comentario manifiesta por una parte el rencor o menosprecio hacia dicha persona, pero por

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otro lado evidencia que quien pronuncia la frase sabe que la «víctima de la justicia divina» no era elmejor individuo del mundo.

Quien a hierro mata...

Para muchos investigadores, éste es el mejor ejemplo de cómo la entidad llamada casualidad aveces hace justicia, en este caso sobre alguien negativo.

El hecho le ocurrió a Ramón Casanellas, que fue uno de los anarquistas que ametrallaron alpresidente de gobierno Eduardo Dato (1856-1921) desde una motocicleta en el año 1921.Primer dato, tenemos a un terrorista asesino, con independencia de la ideología que lo llevase aperpetrar el crimen.

Como en ese chiste en el que te vas de casa cuando sabes que la muerte va a ir a buscarte yluego te la encuentras en otro lado, Casanellas escapó de las leyes humanas, pero no de lascasuales. Logró huir a Rusia, y una vez instaurada la República regresó a España. Hasta aquítodo normal, pero ¿sabes cómo murió? Casual y macabramente falleció en un accidente demotocicleta cuando circulaba por la zona de Montserrat.

Los hechos casuales negativos que imparten esa especie de justicia divina no parecen ser loúnico que manifiesta adversidad. Por supuesto, lo de Casanellas fue un accidente de tráfico, pero¿qué pasaba por su mente cuando lo sufrió? ¿Tal vez la negatividad lo condujo a realizar unamaniobra desafortunada y padecer el accidente?

Hay quien cree que podemos estar, en cierta forma, conectados con lo malévolo y que puedellegar a afectarnos en nuestro día a día: «Una persona negativa o incluso malvada emite vibracionesde esa intensidad. No se comporta como alguien positivo. Por mimetismo, de igual forma que lobueno atrae a lo que también lo es, lo nefasto se suele rodear de lo que tiene similar naturaleza»,señala Lucía Garriguella, psicóloga experta en simbolismo de la sincronicidad.

Esta opinión, que puede parecer en exceso esotérica para una psicóloga, tiene su matiz, puescomo precisa Garriguella, de la misma forma que fijándonos en alguien podemos aprender de él,también cabe la posibilidad de que nos «contagiemos», sin ser conscientes de ello, de ciertosaspectos sutiles, nefastos o negativos: «Cambiemos los términos. Sustituyamos vibración o emisiónenergética, que suena a abstracto, por el concepto “neuronas espejo”. Hasta la fecha, la neurologíasabe de la existencia de esas neuronas que nos permiten imitar y aprender lo que vemos y que formanparte de los periodos de aprendizaje. Nuestro cerebro está programado en parte para emular aquelloque ve y obtener experiencia de ello. Pero ¿qué más hacen las neuronas espejo? ¿Qué otrosparámetros imitativos sutiles captan? Todavía no lo sabemos.»

El resumen sería que quien actúa con armonía y positividad propicias atrae y casualmente semaneja mejor en ambientes de, digamos, buen rollo. Y al revés. El nefasto atrae el mal sobre él.Como resultado de ello, no puedo por menos que recordar lo que nos dice el Kybalion de HermesTrimegistro: «Todo fluye, todo está conectado, todo tiene una ley de atracción.» Pese a ello, siemprehay casos tan espectaculares e increíbles que resulta complejo creer que todo depende de nuestraactitud o, si se prefiere, forma vibracional, como la capacidad de salvarse una y otra vez de una

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muerte asegurada.

Dejad que la muerte se acerque a mí

Desde luego es lo que debía de pensar el profesor de música Frane Selak a medida quetranscurrían los años y él se iba salvando de accidentes y muertes seguras, a cuál máscomplicada. Su andadura comenzó en enero de 1962, cuando viajaba de Sarajevo a Dubrovniken un tren que descarriló y terminó por caer a las aguas heladas de un río congelado. Fallecierondiecisiete personas, pero Selak logró salvarse nadando. Por delante le aguardaba una retahíla deocasiones en las que estaría a punto de morir:

• 1963. Viajaba en avión de Zagreb a Rijeka cuando una de las puertas salió disparada delavión y él fue succionado fuera de la nave. Fue una casualidad que le salvó la vida, ya queel avión se estrelló y murieron diecinueve personas. Selak despertó días después en unhospital. Tras el accidente lo habían rescatado de un pajar.

• 1966. Selak viajaba tranquilamente en autobús. El chófer hizo una maniobra extraña y sesalió de la carretera cayendo a un río. Murieron cuatro personas. Por supuesto, Selak sesalvó, padeciendo (qué menos) algunas contusiones.

Pero lo anterior no son más que algunas de las muchas andanzas de este hombre dotado deuna inusitada suerte. Por ejemplo, en 1970 se le incendió el coche y él tuvo la fortuna deabandonarlo antes de que explotase; en 1973, mientras iba conduciendo, la bomba de gasolinase averió y comenzó a lanzar combustible sobre el motor, que se incendió con grandesllamaradas. A Selak sólo se le quemó el pelo. Tiempo después, en 1995 (ya por entonces lollamaban el hombre con suerte), un autobús lo atropelló en Zagreb, y en 1996 tuvo otroaccidente de tráfico, cuando un camión invadió su carril en una curva. Al hacer la maniobrapara evitarlo dirigió su vehículo hacia un barranco. Por suerte saltó en marcha, aterrizó en unárbol y salvó la vida. ¿Qué explicación se le puede dar a todo esto? Sinceramente, creo queninguna.

El lado oscuro de lo casual

Insisto en que debemos aprender a decodificar las señales, las buenas y las malas. ¿Puede lacasualidad advertirnos de un peligro? Supón que a lo largo del día te vas encontrando con pequeñasseñales que parecen estar diciéndote que tengas cuidado, como tropezones al caminar, extravíos deobjetos o papeles, retrasos o incluso encuentros, en apariencia fortuitos, que realmente sabes que sondesagradables.

Muchas veces nos quedamos con el concepto demasiado fácil de «qué mala suerte tengo hoy»,no le damos más vueltas y ahí queda todo, pero... ¿y si hay algo más? Es muy curioso, peroanalizando muchos casos de fenómenos coincidentes o casuales, he tenido la oportunidad decomprobar que quien se ha librado —en teoría por puro azar— de accidentes, broncas y hasta

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despidos, antes había «padecido los efectos de la casualidad», aunque no siempre era consciente deello.

No pretendo asustarte, ni quiero decir que cada vez que vivas una coincidencia negativa seaaviso de que la desgracia se cierne sobre ti, pero sí que esas señales pueden indicar que algo está apunto de suceder. «La mayoría de las personas tienen la mala costumbre de generar unainterpretación exclusivamente dual de aquello que les sucede, pero los acontecimientos no sólo sonbuenos o malos, benéficos o perjudiciales; conceptualizarlos de esa manera nos hace perderinformación», apunta Neus Colomer, quien cree que al actuar de esa forma nuestra tendencia naturales quedarnos con lo bueno e intentar olvidar lo malo. En realidad hasta de lo adverso podemosaprender, más que nada porque interpretándolo de manera objetiva y tomando cierta perspectiva,puede ser muy beneficioso.

Imagina que a mediodía te llaman de tu entidad bancaria para comunicarte que hay un problemacon el ingreso de un cheque y que por la tarde, cuando estás en una gasolinera a doscientoskilómetros de tu casa, te encuentras con tu antiguo gestor: sí, ese mismo cuyos servicios dejaste decontratar a causa de sus incapacidades y errores. Es evidente que se trata de una casualidad y que lalectura parece fácil: solventa el problema con tu banco cuanto antes porque de lo contrario tendrásque hacer un montón de papeleo (ahí entraría el gestor) y el resultado será negativo. Digo negativoporque es lo que fue el gestor. Parece fácil. Pero en mi caso la cosa se complicó un poco más.

El episodio en teoría casual me ocurrió un verano, y esa misma noche, cuando pensaba en loextraño de encontrarme con aquel hombre mientras pagaba el combustible, me di cuenta de que habíaperdido cincuenta euros... Estaban sueltos en el bolsillo del pantalón y al parecer se me cayeron alsacar el teléfono móvil.

¿Cómo debemos interpretar lo nefasto?

Desde luego no debemos analizarlo como un ataque del destino hacia nosotros ni tampoco pensandoque todo lo adverso que suceda es fruto de una maldición o que la diosa casualidad nos ha cogidomanía. Eso sí, tenemos que fijarnos muy bien en las señales que han ocurrido hasta que se haproducido el hecho.

Imagina que estás a punto de salir de casa. Justo antes de abrir la puerta del edificio te dascuenta de que has olvidado el móvil y vuelves a casa a buscarlo. Al no salir a la calle te has libradode padecer un accidente. Justo cuando de regreso a casa encaminabas tus pasos hacia el ascensor,caía la maceta del vecino del tercero y se estrellaba en el dintel de la puerta. Te has salvado de algonefasto. Pero ¿qué te ha salvado? Buscar el teléfono. Y la pregunta que debes hacerte de inmediatoes: «¿Para qué sirve el teléfono?» Sí, hoy día para todo además de para hablar, pero si una personaevita un accidente por casualidad porque buscaba un teléfono, esa acción está relacionada con lacomunicación.

Lo ideal sería preguntarse a quién debemos llamar, con quién tenemos una conversaciónpendiente o incluso a quién estamos relegando o dando largas para no hablar con él.

He puesto el caso del tiesto y el teléfono porque es algo tan normal que a lo mejor no le

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daríamos importancia, y en lo casual todo lo tiene. Todos los objetos dan un mensaje, por esosiempre que ocurra algo negativo debemos detenernos y establecer un organigrama muy claro de quéhacíamos, dónde estábamos, adónde íbamos y qué asuntos teníamos que resolver.

No vayas. Insisto, no vayas

La siguiente casualidad, también gentileza de Víctor Solano (no incluyo su apellido con lainicial seguida de un punto como hacen en los programas del corazón ya que, a diferencia deotros gentiles oyentes, me dijo que no le importaba que aparecieran sus datos completos), fueuna advertencia en toda regla:

Víctor era vigilante jurado y terminó de trabajar en el turno de las ocho de la mañana comotantos otros días. Acudió al aparcamiento a recoger su coche y se cruzó casualmente con lapresentadora del telediario del canal autonómico donde trabaja. Él entraba y ella salía. Era laprimera vez que la veía y le hizo gracia el encuentro. Lo primero que pensó es que era unacasualidad. A priori no le dio más importancia. Cogió su coche, condujo durante más decuarenta minutos hasta llegar al supermercado, hizo la compra, fue a visitar a un familiar pararecoger unas guías de viaje y llegó a casa al mediodía. Nada fuera de lo corriente.

Mientras preparaba la comida, pensaba en los dos o tres lugares posibles que le apetecíavisitar en sus vacaciones. Se debatía entre hacer parte de su ruta por Europa en avión o en tren.Como siempre, era una cuestión de tiempo y de precio. Pero el destino, o en este caso lacasualidad, fue quien le puso en bandeja la decisión.

A la hora del almuerzo, como cada día, conectó la tele para ver los reportajes del canal deviajes. De pronto, recordó el encuentro fortuito en el aparcamiento con la presentadora deltelediario y buscó el canal donde trabajaba. Según me comentaba en su carta y tal como meexpuso después verbalmente, le «hacía gracia» ver hasta qué punto la habían cambiado con elmaquillaje. Pulsó el botón del canal autonómico justo en el momento en que la mujer estabainformando de un accidente aéreo en Bielorrusia. Víctor lo tuvo claro, decidió viajar en tren.

Puede parecer una tontería, un cambio de planes de viaje sólo por encontrarse con alguienque luego da la noticia de un avión que se estrella, y además en un destino que no es el tuyo.Pero Víctor hizo bien, porque el mismo día que llegaba en tren a Kiev, en Ucrania, se estrellabaun avión en Zhulyani, el segundo aeropuerto de la capital. La nave procedía de la RepúblicaCheca, y precisamente era el que debería haber tomado él si no hubiera cambiado suplanificación inicial del viaje sin saber muy bien por qué, tras ver las noticias aquel día enMadrid.

Por suerte, Víctor varió algunas etapas de su viaje y, aunque para viajar de Chequia a Ucraniatuvo que atravesar Polonia, aquella casualidad le salvó la vida. Ésa sí fue una buena lectura atiempo.

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6. EL MISTERIO DE LA SINCRONICIDAD

Para definir la casualidad debo remitirme a una cita de Teófilo Gautier,que encabeza, por cierto, La dama azul, y que me parece bella,desconcertante y elocuente a la vez: «La casualidad es, quizá, elpseudónimo de Dios cuando no quiere firmar.»

Javier Sierra, periodista y escritor

Actualmente en Occidente se habla de la ley de causa y efecto, y en Oriente de la rueda de la vida oe l samsara, pero hubo un tiempo en que todos estos conceptos, que por otra parte suenan muyesotéricos, no estaban nada bien vistos. Los científicos querían determinar y definir un fenómeno, elcoincidente, de una forma clara y taxativa. Así fue como nació la palabra «sincronicidad»: algo asícomo un engranaje invisible controlado por una ley universal no escrita de la cual todos formamosparte.

Aunque hay matices, para el físico cuántico Carlos González las sincronías son «“casualidades”que cobran sentido para nosotros, sentido de sentir, no de razonar. A medida que uno despliega uncrecimiento personal en su vida empieza a alinear fuerzas que antes estaban desarmonizadas entre sí,incluso enfrentadas. Es como si tuviésemos un conjunto de limaduras de hierro sobre un papelcolocadas caóticamente y, a continuación, por la parte inferior del papel, acercáramos un imán:súbitamente todas se ordenan siguiendo las líneas del campo magnético creado». Pero sigamosadelante.

Le debemos al filósofo Arthur Schopenhauer (1788-1860) la definición de coincidencia como«la aparición simultánea de acontecimientos causalmente desconectados», pero también los primerospasos para el concepto de sincronicidad.

Para Schopenhauer el tema era muy sencillo. Él decía que los acontecimientos simultáneosviajaban en una imaginaria línea paralela compuesta por varios eslabones. Las dos líneas erandistintas pero compartían eslabones idénticos. Por tanto, un individuo, en un momento determinado ysin conocer nada de la línea que caminaba paralela a él, interactuaba con algún que otro eslabón queera idéntico a uno de los que conformaban su línea de vida.

Para explicarlo de otra manera: imaginemos que los episodios son secuencias de números.Pongamos dos: Secuencia A: 12345 y Secuencia B: 54321. Como vemos, las secuencias sondiferentes, y aunque los números son los mismos, sólo uno, el 3, está en la misma posición. Si unapersona vive la primera secuencia y otra la segunda, puede que ambas se encuentren al llegar alnúmero tres. Eso es sincronicidad.

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Ahora bien, la persona que viva la secuencia A desarrollará una vida ajena a la que viva lasecuencia B y al revés, pero ambos serán actores pasivos del otro cuando se encuentren. Es evidenteque mi secuencia numérica es muy corta y en ella sólo hay un punto coincidente, pero imagina que, envez de ser de cinco números, fueran de cinco mil. En ese caso habría muchas más oportunidades parala sincronicidad, para que esas dos personas se encontrasen en su vida o para que fueran capaces deinteractuar entre ellas.

Y si esto no es una sincronicidad...

La ciencia, pese a ser cartesiana y empírica, no escapa a fenómenos sorprendentementecasuales, aunque en este caso, mejor denominarlos sincrónicos. El caso de sintonización lessucedió a dos científicos que, para empezar, llegaron y se fueron de este mundo el mismo año.Se trata de Paul Louis Toussaint Héroult (Francia, 1863-1914) y de Charles Martin Hall(Estados Unidos, 1863-1914). Claro que eso podría ser un dato sin mayor relevancia.

Vayamos un poco más allá:Toussaint nació primero, exactamente ocho meses antes que Martin. Curiosamente también

murió ocho meses antes que él.Los dos descubrieron el método de producir aluminio a nivel industrial.Los dos escribían su nombre utilizando la «H» inicial y un punto para indicar su primero y

segundo respectivamente: Hall y Heroult.Los dos vivían con sus padres y ambos crearon un espacio en sus viviendas que convirtieron

en laboratorio.Aunque los dos seguían métodos de creación e investigación diferentes, ambos tuvieron una

misma idea casi al mismo tiempo: lograr un método económico de producir aluminio. Lo mejorde todo es que ninguno sabía del otro ni tampoco del trabajo que estaba realizando.

En una nueva muestra de sincronicidad, los dos llegaron a su invento, la obtención dealuminio por electrólisis, el mismo año, 1886.

Buscando secuencias

Para entender mejor el fenómeno de sincronicidad debemos buscar el origen de los conceptos, y enparte lo encontramos en el biólogo austríaco Paul Kammerer (1881-1926), un peculiar personaje queestaba obsesionado por la existencia de las coincidencias.

Tanta era la preocupación de Kammerer que desde los veinte años estuvo anotando en uncuaderno todo tipo de hechos coincidentes. Por supuesto, muchos eran banales: pienso en alguien yme lo encuentro, o el número de un billete de autobús es capicúa. Pero gracias a ese diario de locasual, fue descubriendo otras coincidencias de mayor magnitud. Por ejemplo, observó que ciertosacontecimientos casuales podían relacionarse con secuencias matemáticas. Kammerer llamó a estefenómeno «serialidad», y en 1919 publicó un tratado llamado La ley de la serialidad en el queexplicaba que las coincidencias no se producían porque sí, ni al azar de una forma aleatoria, sinosiguiendo un orden, una repetición o agrupación en el tiempo y en el espacio que merecía la pena

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estudiar, pues consideraba que esas acciones denominadas coincidencias, en realidad no eran sino unpequeño destello de algo mucho más trascendente: las claves de la vida. Y es que para él, lascoincidencias que los humanos podíamos detectar eran las puntas de un iceberg de magnitud cósmica.

Kammerer creía en una suerte de ley de atracción, tan de moda en nuestros días, que estabarelacionada con lo coincidente. Aseguraba que, de igual forma que en el universo había millones deestrellas, cada una siguiendo una órbita, puntualmente era factible ver asteroides o meteoritoscruzando los cielos, interconectando de alguna forma los cuerpos del universo y generando unaatracción coincidente. Ponía el ejemplo de que una persona era como un planeta, sumergido en lainmensidad del cosmos y sujeto a las leyes universales. Un planeta que orbitaba y se acercaba a otrossin por ello perder su identidad, pero sí percibiendo una fuerza gravitacional.

Ahora bien, matizaba que lo único que ponía en contacto esos dos planetas, esas dos personas,era el meteorito o cometa que tenía la capacidad de cruzar de un punto a otro la órbita de ambos. Ypor fin equiparaba el meteorito al hecho coincidente.

Sincronías letales

El 28 de julio de 1900, el rey Humberto I de Italia (1844-1900) cenaba en un restaurante deMonza. Se sorprendió al ver que el propietario del local era idéntico a él. Y descubrió cosasincreíbles:

• El dueño del restaurante también se llamaba Humberto.• Como el rey, había nacido en Turín y el mismo día.• Los dos se habían casado el mismo día.• El nombre de pila de sus respectivas mujeres era Margherita.• El dueño del restaurante había inaugurado su local justo el día en que Humberto I era

coronado rey de Italia.

Pero el destino, que es caprichoso, tenía una sorpresa reservada. El monarca, ante tantacasualidad, invitó al restaurador a que lo acompañase el día siguiente a presidir unacompetición de atletismo. Llegado el momento, ya sentado el rey Humberto en el palco a laespera de la llegada de su doble, fue informado de que no vendría: había muerto víctima de unmisterioso disparo. Segundos después, el rey, todavía con cara de sorpresa, recibía el disparomortal de un anarquista que surgió de entre la multitud.

La sincronicidad de Jung

Gracias a las teorías de Krammerer se pudo establecer un nuevo punto de partida para entender lacasualidad a un nivel cósmico. Sin embargo, sus concepciones quedaban un tanto alejadas del día adía del ser humano, ya que la ley de serialidad se ocupaba de tratar acontecimientos fortuitos de granmagnitud pero desligados del interior del ser humano.

Eso es lo que debió de pensar Carl Gustav Jung, quien consideraba que si en el cosmos había un

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orden, una serialidad, ésta también debía de existir en la mente del ser humano.Carl Gustav Jung (1875-1961) era un hombre singular que tenía una peculiar visión mística, y

hasta podríamos decir que paranormal, del mundo. Creía en la existencia de entidades superiores,pensaba que los acontecimientos no sucedían por azar, y creó conceptos como el inconscientecolectivo. Algunos de sus detractores lo han tildado de excesivamente esotérico por ser hijo de unpastor protestante y por haber pasado una infancia demasiado aislada, lo que en teoría lo habríapredispuesto a crear un rico mundo interior forjado por sueños, imaginación y una infinidad dediálogos internos. Pero no por ello debemos restar méritos a sus visiones de lo casual.

Jung hizo suya la teoría de la serialidad pero la adaptó a la necesidad de comprender la mentehumana. Llegó a la conclusión de que las casualidades, tanto si aparecían en serie como de formaaislada, eran una manifestación de un principio universal que, según él, actuaba con independenciade las leyes de la física. Tanto es así que defendía que aspectos como la telepatía, la intuición oincluso los fenómenos coincidentes eran manifestaciones de una única fuerza misteriosasobrehumana. Poco a poco creó la llamada sincronicidad.

El concepto de sincronicidad de Jung permitió el desarrollo de una teoría psicológica que,explicada de una manera sencilla y gráfica, nos define a todos como pequeños nudos de una sola red.Estos nudos se ven y se notan más que el tejido de fondo, pero no serían nada sin él. Ese tejido es elinconsciente colectivo al que estamos todos entrelazados y del que todos formamos parte. Nuestrapersonalidad sólo es el nudo que se ve, aunque, como éste, no podemos existir sin el tejido.

Por ello, cuando el tejido (inconsciente colectivo) se mueve, hay varios nudos que se mueven ala vez aunque estén muy lejos entre sí. Este fenómeno sería el sincronismo, es decir, un avance, undescubrimiento, una creación que aparece al mismo tiempo en distintos lugares y en distintas culturasrealizado por distintos individuos.

Con esta teoría podemos explicar muchas casualidades que no serían tales, sino que tienen unacausa común que está escondida en la dinámica de nuestro inconsciente colectivo.

Hermanos sincrónicos desconocidos

En 1980, la popular revista Reader’s Digest publicaba la singular historia de dos hermanosgemelos de Ohio (EE.UU.) Tras nacer, habían sido adoptados por familias distintas,permaneciendo alejados durante 39 años. Cuando se conocieron por casualidad descubrieronque...

— A los dos les habían puesto el mismo nombre: Jim.— Ambos habían estudiado diseño industrial.— Los dos se habían casado. Singularmente, se habían sentido atraídos por mujeres llamadas

Linda.— Los dos gemelos habían tenido un hijo al que habían llamado James.— Los dos se habían divorciado y vuelto a casar, generando una nueva coincidencia, ya que

sus actuales mujeres se llamaban Betty.— Ambos tenían de mascota sendos perros a los que los dos habían puesto el nombre de Toy.

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La creencia en la existencia de una entidad superior llevó a Jung a afirmar que «eso» habíaestado presente en la historia y evolución de la humanidad. Y a través del término sincronicidaddefinió lo que para él era una vinculación y relación simultánea entre una idea inconsciente y unhecho físico acaecido. Dicho de otro modo, Jung creía que en nuestra mente se podían llegar a forjarpensamientos o causalidades, según se quiera, que llegaban a producir acontecimientos, casuales ono, en nuestro día a día.

Fue en 1952 cuando Jung dio a conocer su teoría de la sincronicidad a través de una obra, Lainterpretación de la naturaleza y la psique, que escribió junto con el premio Nobel y físico cuánticoWolfgang Paulini.

Su teoría —que hoy comparten muchos cuánticos— estaba basada en parte en conceptosrelativistas (puede que incluso se inspirase en Einstein). Desde luego, si viviera en nuestros díasseguramente sería feliz.

Para Jung existía algo que llamó «inconsciente colectivo», algo así como una entidad global ycolectiva que estaba formada por pensamientos, recuerdos y sentimientos de todo el mundo que,según sus hipótesis, eran capaces de influenciar al ser humano incluso desde la más tierna infancia.Esta visión tan global le provocó un enfrentamiento con Freud, ya que para él sólo había uninconsciente, una región de la mente en la que se contenían los deseos, recuerdos, temores, ideas,etcétera, pero no una gran región global.

Freud decía que los componentes del inconsciente estaban reprimidos en el plano de laconciencia, aunque influenciaban al sujeto en sus acciones. Y a diferencia de Jung, que creía que lainformación del inconsciente podía llegar al consciente a través de intuiciones, sueños, telepatía ohechos casuales, para Freud eso sólo podía ocurrir a través de los sueños o de las sintomatologíasneuróticas.

Pero volvamos a Jung. Para él, en el inconsciente colectivo las nociones de espacio y tiempo sedesvanecen y los hechos pueden acontecer simultáneamente fuera de toda lógica racional. Y ahí esdonde entramos de nuevo en lo casual.

Sincronía en un tren

Era el año 1920 cuando tres hombres coincidieron en el mismo compartimento del tren ExpressAndin Explorer.

Casualmente, para los tres era el primer viaje en tren. Cuando se presentaron llegó lasorpresa: el primero dijo llamarse Andrew Bingham, el segundo Michael Powell, y el tercero sequedó atónito ya que, si bien su nombre era Richard, su primer apellido coincidía con el delprimer hombre y el segundo con el de otro: sus apellidos eran Bingham-Powell. ¿Los juntó paraalgo el destino?

¿Un Jung demasiado esotérico?

Jung creía a pies juntillas en muchos de los fenómenos que reciben el nombre de paranormales. Es

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más, al parecer tuvo todo tipo de vivencias que seguramente en su época hicieron que más de uno lomirase de reojo. Por ejemplo, se decía que era muy intuitivo, pero también que tenía poderes comoclarividente, hasta el punto de que —y esto me da la sensación de que fue un bulo paradesprestigiarlo— en una de sus visiones percibió el estallido de la primera guerra mundial.

Lo que sí es cierto y reconocido es que tenía el don —por llamarlo de alguna manera— derecibir cierta información desde otros planos de energía o vibración, hasta el punto de contar conalgo así como un guía espiritual al que llamó Filemón. Una entidad invisible, etérica y arquetípicacon la que mantuvo grandes conversaciones. ¿Quién era ese Filemón? Tal vez una manifestación dela energía o una vocecilla interior como la que han oído tantos otros. Un tema delicado en el que,dadas las características de este libro, mejor no entrar por ahora, aunque no dejaré de hacerlo en lasegunda parte, cuando veamos que a veces la casualidad puede manifestarse en forma de vozinterior...

Para Jung, toda la actividad mental —pensamiento, ideas, recuerdos, etc.—, tanto conscientecomo no, tenía la capacidad de romper las barreras del tiempo proyectándose en el mundo de lotangible a través de lo que denominamos coincidencias o hechos casuales. Él creía que espacio ytiempo efectuaban una dilatación y que, en determinadas situaciones, algunas personas podíansintonizar con mensajes que el inconsciente colectivo enviaba a través de los arquetipos o fraccionesde información, tanto del futuro, como del pasado.

El escarabajo sincrónico

Jung aseguraba que dos hechos que en apariencia no estaban conectados entre sí, en realidad sílo estaban, y que cuando uno tomaba conciencia de dicha conexión era necesario captarla yanalizarla, porque se había producido un sincronismo. Una forma de explicarlo fue ésta:

«Cierta vez una paciente me contó que había soñado con un escarabajo. Yo intentaba analizarel posible significado de aquel símbolo cuando un insecto de similares características almencionado por la paciente entró por la ventana. Aquello fue una sincronía.»

¿Cómo actúa el sincronismo?

Según Jung, la sincronicidad tenía tres sistemas o formas de manifestación. Para él era muyimportante detectarlas porque ésa era la forma de entender mejor los acontecimientos del día a día.Estableció estos parámetros:

1. Manifestación del pensamientoSucedía cuando el pensamiento se sincronizaba con la realidad. Jung decía que el fenómeno seproducía cuando una imagen mental coincidía con algo que objetivamente podía ser observado y queacontecía de forma simultánea. Por ejemplo, pensar en un atropello y ver cómo al momento un cocheatropellaba a una persona en la calle.

De alguna manera, Jung, como han asegurado otros investigadores, creía en que el pensamiento

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podía relacionarse con la realidad e incluso influir en ella.

2. Manifestación de fenómenos psíquicosSe generaban cuando dos o más personas conectaban telepáticamente. Una llama a la otra y estasegunda le dice: «casualmente ahora estaba mirando una fotografía en la que sales tú».

Otro ejemplo sería cuando dos o más personas podían conectar entre sí, al mismo tiempo y sinestar juntas, a través de sus pensamientos o recuerdos. Ambas rememoraban un episodio del quetenían conocimiento aunque no lo hubieran vivido en primera persona.

Situando la acción en nuestros días, imaginemos que dos amigos de dos ciudades distintasrecuerdan el momento en que Barack Obama es nombrado presidente de EE.UU. No están mirando latele ni ha ocurrido episodio alguno relacionado con el presidente americano. ¿Qué los lleva a pensaren él? Eso es lo que, según Jung, había que averiguar. Una persona podía conectar con otra a travésde ideas comunes de recuerdos al mismo tiempo.

Ampliando el concepto de fenómeno psíquico, podemos incluir aquí otros elementos como lacaptación individual de sensaciones injustificadas, como oír voces (fenómenos de clariaudiencia),tener sueños reveladores en experiencias oníricas o incluso fenómenos más inusuales como lapsicometría (captar energía o visiones al tocar un objeto).

3. Manifestación de fenómenos de anticipaciónSegún Jung, podía suceder cuando la persona veía producirse un desarrollo anormal de su intuición yera capaz de predecir o anticiparse a lo que sucedería a corto plazo. En este caso, Jung pensaba queel destino se sincronizaba con el individuo advirtiéndole lo que sucedería para que pudiera aprenderde los acontecimientos futuros.

¿La mató un pensamiento?

Un ejemplo de sincronicidad narrado por Jung, en el que el psiquiatra quería demostrar lainfluencia entre palabras, pensamientos y acciones, es el de un hombre que debía sacrificar a superro que estaba gravemente enfermo.

Según contaba Jung, el hombre se acercó al animal rifle en mano, pero cuando estaba a puntode disparar, «algo» hizo que errase el tiro, con la mala fortuna de que la bala fuera a impactaren el cuerpo de una mujer que pasaba por allí causándole la muerte. La sincronía se produjocuando descubrieron que el apellido de la muerta era Perro.

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7. INSPIRACIÓN: LOS SUSURROS SINCRÓNICOS

En el campo de la observación, el azar sólo favorece a la mentepreparada.

Louis Pasteur,químico

La casualidad es uno de los nombres de la providencia.

Nicolas de Chamfort,escritor

Te levantas por la mañana buscando esa idea que hace días que no encuentras. De pronto una músicaen la radio te sugiere algo: ¡la inspiración ha llegado!

Una imagen, una paisaje, una película, una melodía o, por qué no, una palabra, pueden ser eldetonante para una idea, para obtener la respuesta a una pregunta formulada días atrás o para lainspiración. Y todo gracias a la casualidad. ¿Seguro? Pues no, la cosa no parece tan sencilla. ¿Y siresulta que la inspiración no existe? ¿Y si es otra cosa? ¿Y si en vez de inspiración tenemos queempezar a llamarla conexión? En ese caso, la pregunta es con quién o con qué, porque la música,imagen o input no es más que un resorte, aquello que nos pone en marcha, pero... ¿por qué en esemomento?

¿Una doble inspiración?

En teoría, la inspiración depende de la creatividad, y como se suele decir, más vale que te pilletrabajando, pues de lo contrario puede pasar de largo. Pero ¿a cuánta gente a la vez inspira lainspiración?

En 1979, la revista alemana Das Besteran convocó un concurso de escritura. Las condicioneseran que los autores enviasen relatos que estuvieran basados en experiencias reales. Se permitíauna cierta recreación literaria, pero la síntesis debía ser real.

El ganador del premio fue Walter Kellner, quien explicaba la historia de las peripeciasvividas durante un vuelo entre Cerdeña y Sicilia. En su relato, el avión tenía problemas con elmotor, de manera que tuvo que realizar un amerizaje de emergencia. Al poco tiempo latripulación y el pasaje eran rescatados.

Curiosa y casualmente, al poco tiempo de conocerse el premio, otro escritor que también se

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llamaba Walter Kellner se puso en contacto con la editorial para denunciar un plagio, no sólo denombre de autoría sino de historia. Tras las averiguaciones oportunas por parte de la editorial,se llegó a la conclusión de que ambas personas existían y que las dos habían vivido idénticaexperiencia. Aunque eso sí, la inspiración de cada uno hizo que sus relatos tuvieran variaciones.

El método griego

Cuando inspiramos tomamos aire; esto es una obviedad que en el siglo XXI puede parecerintranscendente. Sin embargo, para los griegos, la inspiración del aire no sólo implicaba podermantenerse con vida, sino absorber del entorno lo que consideraban «cualidades sublimes de laexistencia».

Para los griegos clásicos, con la respiración se podía incorporar al organismo un humor, esdecir, algo bueno o malo que era intangible e imperceptible a simple vista, pero que podía generarefectos sorprendentes en los humanos.

Según los griegos, algunas personas tenían la capacidad de absorber, con la inspiración delaire, el fluido invisible de lo que ellos llamaron musas, esto es, las diosas que hoy conocemos comoinspiradoras de la música, la poesía, las artes en general o las ciencias.

En su origen, los griegos decían que el mejor lugar para inhalar, y por tanto obtener lainspiración de las musas, era cerca de las fuentes, dado que allí moraban lo que llamaban ninfas, queeran deidades femeninas menores de la naturaleza y estaban consideradas como el auténtico origende las musas inspiradoras.

La mitología griega asegura que las Musas eran hijas de Zeus, rey del Olimpo, y de Mnemósine,que curiosamente estaba considerada como la diosa de la memoria, de quien nos ocuparemos másadelante. En Grecia se estableció que las musas eran nueve, como citó el poeta Homero (siglo VIIIa.J.C.) en alguno de sus textos, pero el que las bautizó y dio nombre fue el también poeta Hesíodo(siglo VIII a.J.C.) quien las bautizó como: Calíope, la de la bella voz, musa de la poesía; Clío, lacelebradora, musa de la historia; Herato, la amorosa, regente de la poesía lírica; Heuterpe, el deleite,musa de la música y en especial de la flauta; Melpómene, diosa cantarina, musa de la tragedia;Polímnia, la de los muchos himnos, musa de los cantos; Talía, la que florece, musa de la comedia;Terpsícore, el deleite de la danza, musa de la danza y la poesía coral; y finalmente Hurania, lacelestial, musa de la astronomía.

Tal vez el nombre de las citadas musas sea lo de menos, sin embargo, en el caso de algunas sunombre está relacionado con lo que inspiraban. Por ejemplo, en el caso de Calíope, fue llamada asíporque se creía que ciertas voces, al ser escuchadas, causaban inspiración. Hoy sabemos que elritmo, la cadencia y el tono de una voz pueden resultar hipnóticos, y por tanto hacer que nuestramente se evada del momento presente, dándonos ideas o respuestas a asuntos que tenemospendientes.

Lo mismo sucede con Talía, de quien se decía que producía inspiración en el público queacudía a presenciar las comedias. Los espectadores «inhalaban» las palabras, gestos ydramatizaciones de los actores que, como diríamos actualmente, generaban una interacción

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emocional y, por tanto, podían propiciar una inspiración creativa.

Un pan atómico

Yo creo que la mejor muestra de que el poder de inspiración está en el aire la tenemos enDemócrito (470-400 a.J.C.). Cuenta la historia que el famoso filósofo griego llevaba unos díassin comer a causa de una terrible gastroenteritis. Al salir a la calle, por casualidad —aunque yomás bien diría que fue por hambre—, fijó su atención en un intenso aroma a pan reciénhorneado. Aquella fragancia le impactó tanto que el filósofo se pregunto qué había en el panpara que fuera capaz de percibir su presencia en el interior de su nariz. Y llegó a la conclusiónde que en el aire tenía que haber diminutas partículas capaces de transportar la fragancia delalimento. Y determinó que esas partículas tenían que ser extremadamente diminutas, puesto queeran invisibles para el ojo humano pero perceptibles para el olfato. Todo ello lo llevó a unresultado: tenía que ser posible fraccionar en migas cada vez más pequeñas una rebanada de pansin que éste perdiera sus propiedades físicas. A esa minúscula porción de pan, o de cualquierotra cosa, la denominó átomo, y hoy sabemos que el átomo es la unidad más pequeña de unelemento químico capaz de mantener su identidad y que no es divisible mediante procesosquímicos. Y es que la palabra átomo en griego significa «no divisible».

La reflexión que yo me hago, si se me permite la licencia, es: ¿tenemos bombas atómicasgracias a que un día inventamos el pan? Ésta sí que es una muestra de cómo lo inspiradonasalmente también puede inspirarnos mentalmente.

¿Inspiración o conexión?

Nada más lejos de mi intención que quitarles valor a las musas, es más, dedicándome a lo que mededico, más vale que las tenga como amigas; sin embargo, creo que los griegos clásicos idealizaronen personajes arquetípicos lo que no sabían cómo explicar de otra manera.

Hoy sabemos que la inspiración no viene de una musa, sino de un cúmulo de ingredientes, entreellos la formación, el estudio, el conocimiento y, por supuesto, la creatividad, pero ¿hay algo más?

Sé que es poco poético, aunque si tuviera delante al historiador y ensayista Plutarco (50-120),apoyaría su argumento de que las musas puede que sean las mneiae, lo que él traducía como«recuerdos». Vamos, que Plutarco no se andaba con remilgos a la hora de descartar a esospersonajes arquetípicos, siendo del parecer que aquello que nos inspira no son sino vivenciasanteriores. Claro que ¿de qué vivencias hablamos? ¿Hasta dónde se remontan? ¿Puede que a otravida? ¿Puede que al futuro, como defenderían algunos cuánticos?

Un recuerdo es rememorar algo que ya ha sucedido y que hemos vivenciado en primera persona.Por tanto, diríamos que casualmente, en determinados momentos, parte de lo que nos inspira es elpasado. Lo malo es que cuando el pasado regresa al presente, cuando lo importamos, nuestra menteno es exacta del todo y a veces incorpora nuevos matices. «El cerebro no es un disco duro que cadavez que abre un archivo, por viejo que sea, muestra siempre lo mismo. Lo puede cambiar y adecuarconforme pasa el tiempo, aunque sin cambiar su esencia», advierte la psicóloga Flora Cavillo,

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experta en visualización creativa.Y precisamente ahí es donde entra en juego la casual inspiración. Al recordar, activamos

emociones que pueden estar mediatizadas por el momento que vivimos. Para muchos expertos, ahí sepueden colar pequeñas partículas de información ficticia que nuestro cerebro muestra como reales, yahí entra en juego la casualidad. En especial cuando aparecen en nuestra mente recuerdos que nadatienen que ver con lo que estamos haciendo, viviendo o pensando. ¿Por qué aparecen? Tal vez paradarnos otras vías de información, tal vez para conectarnos con ciertos fenómenos casuales que nospasan inadvertidos.

Para Cavillo, los recuerdos, en esencia, son veraces, pero muchas veces cambian, ya sea por elestado emocional, por los tabúes o por las experiencias que hemos vivido desde que se produjo laacción que generó el recuerdo. Por todo ello, es «como si estuviéramos conectando continuamentecon otras vidas, porque todos cambiamos y evolucionamos al paso de los días». Como decíaPlutarco, siempre nos conectamos con la mneiae.

Ahora bien, ¿la conexión es con el pasado o con el futuro? Porque sólo hace falta ver la grancantidad de escritores que se han anticipado sospechosamente a acontecimientos, inventos osituaciones que estaban aún por descubrir.

Una inspiración futurista

Nada de recuerdos, sencillamente creatividad… Aunque tal vez hubo algo más en la novela Losviajes de Gulliver, escrita en 1726 por el dublinés Jonathan Swift (1667-1745) quien, con unaincreíble anticipación, yo diría que de carácter científico, fue capaz de plasmar susinspiraciones en una novela en la que anunció que Marte tiene dos estrellas menores que giran asu alrededor. Y matiza que tienen nombre de miedo. Añade, además, que distan del planeta rojotres veces su diámetro.

En la época de Swift se tomó todo aquello como fruto de una imaginación desbordada. Sedecía que su inspiración lo había llevado demasiado lejos. Pues bien, la realidad es que seadelantó a su tiempo 156 años, que es lo que tardó el astrónomo Asap Hall en descubrir queMarte poseía dos satélites, que fueron llamados Deimos y Fobos, que significan «espanto» y«terror». Pero es que además, las distancias y proporciones que había descrito Swift en Losviajes de Gulliver eran exactas.

¿Todo fruto de la inspiración? ¿No será que casualmente tuvo la oportunidad de conectar conalgo?

¿Una conexión akásica?

Para los defensores de la existencia de los denominados archivos akásicos, unos archivosarquetípicos donde está toda la sabiduría del mundo —la pasada, presente y futura—, una especie debiblioteca cuántica, los recuerdos se conforman de lo que hemos experimentado más lo vivido portodos lo que estuvieron en este mundo antes que nosotros, pero también por lo que han vivido quienesya están en el futuro.

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Si hacemos caso a todo ello, cada uno de nosotros podría obtener la inspiración-informaciónconectando con sus recuerdos biográficos intrauterinos, genético-atávicos y, si se me apura, hastadimensionales. Así las cosas, de inspiración nada de nada, deberíamos hablar de sintonización y,como apunta el físico cuántico Darío Katelba, «más allá de saltos en el tiempo e interacción condimensiones, creo que hoy en día ya podemos contemplar como posible que aquello que nos inspiraen realidad es un cóctel de inputs. Una mezcla conformada por los recuerdos más nuestroconocimiento actual y, sobre todo, la toma de conciencia de aquello que experimentamos». Enresumen, una conexión con algo muy parecido a lo que llamamos entidad casual.

Ahora bien, ¿qué es lo que nos hace conectar unas veces sí y otras no con ese archivo akásicodel conocimiento? Cuando Arquímedes (287-212 a.J.C.) descubre el principio que lleva su nombre,en teoría lo hace por causalidad. Sucede el día que se introduce en una bañera que su sirvienta habíallenado excesivamente de agua, pero ¿es que nunca antes se había bañado? Es evidente que sí lohabía hecho. Sin embargo, aquel día se «inspiró» descubriendo su principio. ¿Lo descubrió él osencillamente «conectó» con la biblioteca de lo akásico?

En opinión de Lucía Garriguella, psicóloga experta en simbolismo de la sincronicidad, «lo deArquímedes pudo ser una serendipia que sucedió justo en el momento que debía acontecer, justo enel momento que el logo, lo casual o la entidad con la que estamos conectados le hizo tomarconciencia de que un cuerpo, al sumergirse en el agua, desplaza un volumen igual a su peso».

Puede que el logos le hiciera tomar conciencia, pero ¿habría conseguido Arquímedes llegar a lamisma conclusión siendo un iletrado? Posiblemente no. Por tanto, inspiración sí (tanto da que seagriega o romana), saltos en el tiempo y contacto con los recuerdos, también, pero además,conocimiento. Y, como señalan los que estudian las serendipias: viveza para estar atentos ante lo quesucede. Es decir, podemos vivir casualidades que nos inspiren, pero sólo seremos capaces deaprovechar sus enseñanzas si previamente nos hemos molestado en sintonizar con ellas estandodispuestos a estudiar sus mensajes.

El casual baño de Arquímedes

Según la leyenda, Hierón, rey de Siracusa, ciudad en la que había nacido Arquímedes, encargóuna corona de oro a un reputado orfebre. Cuando el artesano hubo concluido su trabajo, almonarca le llegaron rumores de que el artífice estafaba a sus clientes y adulteraba el oro conaleaciones para obtener más beneficio de su trabajo. El rey le encargó a Arquímedes queverificase si el oro de aquella corona era o no de ley, pero el sabio griego no tenía ni idea decómo demostrar aquello. Los días pasaban, el rey se inquietaba y el joyero presionaba paracobrar su producto.

La crónica cuenta que Arquímedes, un día que se sentía sumamente nervioso, ordenó a susirvienta que le preparase un baño relajante, y fue precisamente en el transcurso del mismo, omejor dicho, al introducirse en la bañera y ver que el agua rebosaba por los bordes, cuandoencontró la solución a su problema: pesaría la corona, encargaría idéntico peso de oro en brutoe introduciría ambos objetos en un recipiente con agua. Si los dos desplazaban idéntica cantidadde agua significaría que la corona no había sido adulterada con otros metales.

Con esa idea en su cabeza, totalmente desnudo y gritando la palabra ¡Eureka!, recorrió las

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calles de la ciudad satisfecho por tener una solución para su monarca. Por su parte, elmandatario, gracias a Arquímedes, pudo comprobar que el orfebre lo había estafado y mandóejecutarlo.

¿En qué consiste la clave de Mnemosine?

Lo normal es que vivamos un hecho casual, que cause un impacto en nuestro consciente, que nossorprendamos y que en poco tiempo nos hayamos olvidado de él. Pero con la sincronicidad, ocasualidad, y en este caso con la inspiración, se suelen producir fenómenos o sucesos colaterales quea veces son de tanta relevancia como el fenómeno sincrónico experimentado. La clave de Mnemosinese centra precisamente en eso: en no olvidar y prestar atención al máximo de referencias queacompañan una sincronía.

Si sabemos que la música de un anuncio en la televisión, que determinada escena de unapelícula o el simple visionado de un color nos han dado la inspiración o han producido la obtenciónde una respuesta casual a un tema largamente pendiente, deberíamos tomarlo como valor dereferencia y recurrir a él en otras ocasiones y ver si se repite. Es decir, tendríamos que volver aponer esa música o recrear los mismos ambientes cuando busquemos la inspiración.

En la mitología griega, Mnemosine personificaba a la memoria, pero era también el nombre deun río. Según la tradición funeraria griega del siglo IV a.J.C. las almas de los difuntos, justo antes deencarnarse y a fin de no perturbar con sus recuerdos pasados la nueva existencia, bebían las aguasdel río Lete. Los iniciados y místicos griegos creían que mediante una compleja ceremonia ritualpodrían conectar con sus vidas anteriores y con la memoria de su alma si acudían a beber del ríogobernado por Mnemosine y que llevaba su mismo nombre. Ambos ríos estaban situados en elinframundo griego conocido como Hades.

En las actuales escuelas de trabajo de lo serendípico, que persiguen la conexión con ese grantodo al que llamamos casualidad, se defiende la existencia de la clave Mnemosine como unaherramienta que no sólo nos permite sintonizar con lo casual, sino que, además, nos faculta pararecuperar la memoria de aquello que ya hemos vivido en otras existencias; recordemos el yaabordado concepto de casualidad atávica...

En esas escuelas de trabajo siempre nos dirán lo mismo: una inspiración o un fenómeno casualsiempre se acompaña de elementos colaterales que pueden dar tanta o más información que elfenómeno en sí. Elementos que deben ser anotados y memorizados cuidadosamente como posiblesdesencadenantes de nuevas casualidades o intuiciones.

Una casual novela que era muy real

Cuando el escritor y periodista Norman Kingsley Mailer, considerado como el gran innovadordel periodismo literario, escribió su novela Costa Bárbara, no había planificado incluir en ellael personaje de un espía ruso en Estados Unidos. Sin embargo, como suele pasar cuandoescribes ficción, por mucho que los guiones estén acotados, resulta que los personajescomienzan a cobrar vida propia. Es lo que le sucedió a Mailer. La inspiración lo llevó a

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desarrollar tanto a su personaje que se convirtió en uno de los principales actores del libro.Estos hechos no tendrían relevancia alguna de no ser porque, una vez finalizada su novela, el

servicio de inmigración de Estados Unidos arrestó a un hombre que vivía justo en el pisosuperior al de Mailer en el edificio de apartamentos. Se trataba del coronel Rudolf Abel,presuntamente un espía ruso de alto rango. Por supuesto el escritor no lo sabía, pero el hechocoincidente, e inspirador, cuando menos sirve para reflexionar, ¿no crees?

La vida nos susurra

Jung aseguraba que lo sincrónico tenía muchas formas de manifestarse. Desde luego, la inspiración esuna de ellas, pero ¿te has parado a pensar en la enorme cantidad de veces que la vida te ha susurrado,enviándote algunos datos «casuales» que no venían a cuento?

A lo largo del día llevamos a cabo un montón de actividades que están, ¿cómo decirlo…?, fuerade guión. Se trata de pensamientos, palabras, ideas o acciones que producimos o manifestamos sinque a veces tengan una relación lógica con lo que hacemos. Los expertos los llaman«desencadenantes», ya que no son una casualidad en sí, pero sí un posible punto de partida haciaella. Personalmente prefiero llamar a todo eso susurros.

Aunque se puede parecer a lo que ocurre con la inspiración, el susurro merece comer en platoaparte. Se produce cuando, por ejemplo, estás leyendo un informe y te viene a la mente el rostro deuna persona a la que hace mucho que no ves. A diferencia de lo que sucedería con un hecho casualnormal, tras esa aparición no verás a esa persona ni te encontrarás con ella por la calle.Sencillamente, el destino la ha puesto en tu mente por algo sin venir a cuento.

Otra forma de susurro es cuando te das cuenta de que estás tarareando una canción que no estáde moda pero que para ti representa algo especial, aunque no tenga nada que ver con lo que estáshaciendo. Por ejemplo, silbas o tarareas una canción romántica cuando en realidad haces algo tanpoco pasional como estar barriendo tu casa.

Una tercera vía de susurro la tenemos cuando, llevando a cabo una actividad, ejecutamosparalelamente otra que sirve como punto de distracción. Por ejemplo, mientras hablas por teléfonodibujas garabatos en un papel o trazas líneas, números o palabras que nada tienen que ver con laconversación. O quizá, si la charla te ha pillado en la calle, tal vez estés caminando pero necesitassentarte o detenerte en un lugar determinado. ¿Por qué en ese lugar y no en otro? Eso también sonsusurros.

Según la psicóloga Gloria Rosendo (a quien un día le dije: «Quiero que nos veamos para quehablemos de susurros» —y luego, para evitar que me pusiera en tratamiento, le expliqué a qué merefería—), los susurros pueden ser, como decía Jung, «pequeñas pistas o breves destellos deconexión sincrónica que captamos o producimos al interactuar con el universo que nos rodea. Ladiferencia con las casualidades es que tras ellos no se produce necesariamente una acción directa.Así pues, son pistas de algo que desconocemos y en las que debemos trabajar». Por supuesto, unsusurro nos puede inspirar, pero seguro que tiene muchas otras aplicaciones.

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Inspiración detectivesca

Mira por dónde, un susurro inspirativo propició que A. J. Talbot escribiese en 1938 unacomedia en la que relataba que un hombre apellidado Boguskovksy ideaba y ejecutaba a laperfección el robo de una pintura en un emblemático museo.

Casualmente, al año siguiente una pintura fue robada, y el proceso que siguieron para el roboparecía sacado o inspirado en la novela de Talbot. Pero lo curioso no era eso; lo singular delcaso es que cuando se procedió a la identificación del ladrón se descubrió que se llamaba igualque el que aparecía en la novela.

¿Para qué sirven los susurros?

Por norma general, tras ellos no se producen cambios manifiestos en el estado de ánimo, pero algo seactiva. Es como si tras ese destello de pronto fluyéramos de otra forma. Como si la mente se pusieraen sintonía con el todo que nos rodea.

Dicho esto te preguntarás: «¿qué voy a sentir?» Pues la verdad, nada especial. El susurro nohace que cambie la temperatura ni te nubla la vista… De ser así, los colocones serían increíbles.Realmente lo que notas tras un susurro es perspectiva y fluidez. Puede que se te ocurran nuevas ideas,que recuerdes algo que habías olvidado y en lo que habías estado pensando largo rato o incluso quepor fin encuentres eso que has estado buscando toda la mañana.

A veces el susurro no es sólo para nosotros sino que nos ayuda a interactuar con los demás. Porejemplo, tras esa pausa de conexión susurrante, hallamos la solución al problema que acuciaba a unapersona querida, o resulta que decidimos ponernos en contacto con alguien a quien no teníamosprevisto ver ni llamar, pero al que, sin saber por qué, pensamos que es bueno conectar.

Insisto, los susurros aparecen de manera injustificada, y también nos hacen actuar de forma noprogramada, fuera del guión. Eso sí, a veces la vida susurra y no nos enteramos de nada, estamossordos como tapias. Pero cuando nos fijamos en ellos, se abre todo un universo de posibilidades.

Un hallazgo sorprendente

Corría el año 1953 cuando el reportero de la televisión americana Irv Kupcinet estaba enLondres para cubrir los actos de coronación de Isabel II. Se hospedó en el hotel Savoy, yprecisamente mientras colocaba su equipaje en los armarios y cajones de la estancia, se diocuenta de que había algunos objetos que al parecer había dejado olvidados un huésped anterior.Al verlos se sorprendió de que pertenecieran a un amigo suyo, Harry Hannin, una de lasestrellas de baloncesto de los Harlem Globetrotters.

Pero lo curioso no terminó ahí. Dos días después, y antes de que Kupcinet llamase a su amigopara notificarle el hallazgo (hay que ver cómo han cambiado las cosas con los teléfonosmóviles), recibió una carta de Hannin en la que le decía que había estado en París, en el hotelMeurice, donde casualmente, en la habitación de su armario, había encontrado una corbata de

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Irv Kupcinet. ¿Sincronía?, ¿casualidad? Sencillamente, tal vez el mensaje era: el destino nosmantiene conectados.

El por qué o para qué, es un enigma.

Susurros y fenómenos inexplicables

Hay quien cree que, como afirmaba Jung, los destellos que yo llamo susurros son, en realidad,distintas formas de manifestación de orden parapsicológico, como captaciones telepáticas,energéticas u oníricas.

En el caso telepático, el hecho se produciría cuando alguien con quien tenemos más o menos unaafinidad, nos menciona o piensa en nosotros. En ese momento recibimos parte de su información,algo así como un fragmento de su vibración, y eso sería lo que provocaría que su imagen aparecieraen nuestra mente. En sí, no deja de ser una forma de conexión, aunque poco o nada tendría que vercon la casualidad.

En el caso de la captación de energía, sucede cuando de pronto, sin venir a cuento, notamos quehay algo raro en el ambiente y no sabemos qué es. Puede que estemos en casa, por tanto en un lugardonde todo está controlado. Sin embargo, esos susurros generan incomodidad, e incluso una ciertaangustia. A veces pueden dar la sensación de que la persona, pese a estar sola, está acompañada. Enotras ocasiones la percepción es como de advertencia, como si algo estuviera a punto de suceder.

Los expertos no se ponen de acuerdo sobre el significado de esos episodios. Lo único queparecen tener claro es que les suceden a personas muy sensibles, imaginativas y dotadas de unacapacidad emocional especial. Por eso, como siempre, el mejor consejo es no perder la calma.Debemos dejar que el susurro «haga su trabajo». Tenemos que vivenciarlo con tranquilidad y ver quéinformación podemos obtener de él, sin más.

Finalmente debemos contar como aspecto susurrante a los sueños. Es evidente que las visionesoníricas forman parte de un proceso normal en nuestro día a día, pero no sabemos hasta qué punto esun proceso digestivo de la mente o una manera de captar y percibir destellos o señales sincrónicas.Por eso, ante los sueños es mejor disponernos a realizar un trabajo consciente, pausado, que nosayuda a recordarlos y entenderlos. Trabajo que, llegado el momento, veremos cómo se hace. Puescomo afirmaba Jung, incluso en los sueños hay procesos sincrónicos...

Ahora bien, debemos tener cuidado con ese runrún o susurros. Primero, determinando que noforman parte de la denominada intuición, pues como aclara el doctor Bernat Nöel Tiffon, «laintuición es una mezcla de sensaciones, un conjunto de cogniciones y sentimientos que se aunaríanentre sí: conocimiento, previsión, anticipación, emociones, etcétera, no un poder parapsicológico».Por tanto, el susurro «inexplicable» es algo así como un guión o hecho que se produce sin más. Pero¿puede ser peligroso que captemos ciertas cosas? Tiffon es claro en este sentido: «Creo que puedellegar a ser enfermizo en el momento en que el sujeto no sepa distinguir qué es intuición, u otra cosa,y qué es certero. En el momento en que tenga una pérdida de contacto con la realidad y confunda éstacon procesos cognitivos intuitivos que rocen el delirio y la alucinación, es cuando tendríamos queconsiderar el estado de salud mental de la persona.» Para la mayoría de los terapeutas la cuestión no

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ofrece dudas: cuando el fenómeno coarta tu vida, te dice qué debes hacer o comienza a manipular loque te rodea, visita a un especialista; cuando simplemente es un compañero de viaje, no hay quepreocuparse.

¿Ciencia, inspiración o puro método?

La ciencia también tiene momentos de susurrante inspiración, no vamos a dejarlo todo en manos delas musas literarias. Hay que reconocer al César lo que es del César, y si bien los inventostecnológicos suelen ser fruto de la investigación, a veces hay algo que inspira... Claro que en esecaso suele recibir el nombre de serendipia, lo cual me parece un error, puesto que antes de ella, antesdel trabajo o la búsqueda que la ha propiciado, el inventor o científico ha tenido que trabajar suimaginación e inspiración.

Tal vez uno de los grandes inventos que fue fruto de la inspiración es la idea del papel decelofán, ese plástico transparente que hoy vemos por todas partes y que incluso compramos en rollospara envolver nuestros alimentos. Por cierto, que cabe mencionar que lo que utilizamos hoy en día esun derivado del petróleo denominado polipropileno y no el auténtico celofán, mucho más caro.

El celofán nació de las manos del ingeniero textil suizo Jacques Brandenberger (1872-1954), yfue una queja lo que le inspiró. El inventor comía habitualmente en el mismo restaurante, cuyas mesasse cubrían con manteles de tela. Cierto día, a un comensal se le derramó el vino y manchó el mantel.La mesonera acudió a cambiarlo quejándose de que siempre pasaba lo mismo y que los mantelesmanchados con vino ya no se podían volver a utilizar por bonitos que fueran. Al parecer, la mujerdijo algo así como: «Si no fuera tan caro cubriría los manteles con cristales, así todo sería más fácilde limpiar.»

Brandenberger recogió el guante y se quedó pensando sobre cómo podría proteger las telas conalgo que fuera transparente, impermeable y fácil de limpiar, además de no pegajoso.

Estuvo pensando en ello durante semanas, hasta que un día, en el campo, observó una moscaatrapada en la resina de un árbol. Ahí estaba el susurro, básicamente porque el buen hombre podíahaber estado mirando otra cosa, ¿no?

Al ver la mosca, Brandenberger pensó que por ahí podría encontrar la solución. Trabajópreparando varias sustancias, muchas procedentes de la madera, hasta que obtuvo un líquido viscosoque aplicó sobre una tela. El experimento falló porque la tela quedó tiesa y quebradiza, peroBrandenberger observó que la capa de líquido se podía separar con facilidad, como si fuera una hojade papel transparente. Con el tiempo se olvidó de los manteles y terminó por desarrollar una máquinacapaz de producir esas láminas transparentes muy delgadas a las que denominó papel de celofán.

Posiblemente nunca nos pondremos de acuerdo para determinar qué es la inspiración. Sonmuchos los que se niegan a pensar que no depende de ellos, y casi los mismos los que creen que estáflotando por ahí y que sólo hay que llamarla para poder sintonizar con ella. Desde luego, el conceptode que las ideas vuelan y los pensamientos también, es cierto. Lo he podido comprobar decenas deveces. Por eso, incluso para hallar la inspiración, debemos tener cuidado, no sea que pensemos «enalto» y alguien nos robe las ideas. No sería la primera vez... ni la última.

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8. UN CAMBIO DE PERSPECTIVA

La casualidad está siempre ahí: ten a punto el anzuelo.

Publio Ovidio Nasón,poeta

La Providencia nos da la casualidad; para sus fines ha de moldearla elhombre.

Friedrich von Schiller,poeta

¿Y si lo casual no existe? ¿Y si todo eso que hemos denominado hechos coincidentes o sincrónicos,serendipias o coincidencias, en realidad forma parte de una gran tela de araña en la que todo estáinterconectado a todo aunque sólo somos capaces de ver una pequeña parte? Para el profesor defísica cuántica Carlos González, debemos replantear ciertas definiciones: «Decimos que algo escasual cuando no vemos la causa. Es muy fácil no percibirla con una visión meramente lineal de larealidad. Pensamos que B es consecuencia de A, y esto es una visión muy simplista que en el NuevoParadigma Científico se abandona.»

Trabajar en lo coincidente o, mejor dicho, intentar descifrar qué hay tras ello, requiere de uncambio de visión, de una perspectiva distinta de ver las cosas, y para eso nada mejor que la ayuda dela cuántica. Un ejemplo de dos formas diferentes de trabajar sería el que vemos en la medicina anteuna enfermedad: en la medicina oficial occidental, una determinada enfermedad se puede ver comocausada por un agente infeccioso, mientras que en otra medicina alternativa la causa puede ser undesequilibrio energético. Ambas aplican su terapia y obtienen resultados, a pesar de que parten decausas absolutamente diferentes. ¿Quién tiene la verdad? Seguramente nadie; cada sistema actúadesde creencias científicas diferentes, a través de las cuales enfocan una intención en su consciente:sanar al enfermo.

Una tumba muy curiosa

Al poco tiempo de comenzar a popularizarse las novelas de Harry Potter, se halló una tumba enuna iglesia británica de Yorkshire. Curiosamente, en ella yacía un joven de veintinueve añoscuyo nombre era Harry Potter, pero lo singular no es sólo eso, sino que el sacerdote del lugar seapellida Rowling, como la autora de la saga de libros del mago. ¿Pura casualidad?

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¿Casualidad o cuántica?

En las décadas de los años veinte y treinta, los físicos cuánticos afirmaron que una molécula podíaestar en dos o más lugares a la vez, pero lo mejor de todo es que dos partículas en hemisferiosdiferentes de la Tierra podían estar entrelazadas, comunicándose y, hasta cierto punto, interactuando.Te recuerdo que nuestro organismo está compuesto de moléculas... ¿Cuántas de las que en teoría nospertenecen o conforman lo que somos están repartidas y conectadas por ahí, tal vez alojadas en otroscuerpos? Tranquilo, no me estoy medicando ni sufriendo una alucinación, te estoy hablando de puracuántica, algo que nos puede ayudar a entender mejor eso que llamamos fenómenos casuales.

Para el físico cuántico Carlos González, debemos entender lo que se llama «fenómenoscasuales» aceptando un cambio en la manera de conceptualizar lo que pasa a nuestro alrededor: «Elpensamiento lineal, del antiguo paradigma, sería como moverse en un hilo, y la idea de campo causalsería como moverse en una tela de araña intentando caminar hacia el centro: hay infinidad decaminos para llegar al objetivo, incluso podríamos estar moviéndonos por hilos que formasencírculos concéntricos y no alcanzar el deseado centro. Esta “visión científica” no sería la apropiadapara nuestro objetivo, no todas valen.»

¿Una rana inventa la batería?

En el año 1786, el fisiólogo de la Universidad de Bolonia Luigi Galvani (1737-1798) se fijó,mientras realizaba un experimento, en que el anca amputada de una rana se contraía como siestuviera viva cuando se la colocaba sobre una mesa cerca de un generador electrostático.Según sus propias palabras, «había diseccionado y preparado una rana del modo habitual y,mientras atendía otro asunto, la dejé extendida en una mesa sobre la que había una máquinaeléctrica, pero a una considerable distancia de la misma.

»Cuando una de las personas presentes tocó ligeramente por accidente los nervios de la ranacon la punta de un escalpelo, todos los músculos de sus patas se contrajeron una y otra vez,como afectados por intensos calambres».

Viendo aquello y pensando que el animal poseía algún tipo de electricidad, Galvani colgó enun gancho de latón la pata de otra rana y la situó junto a una barra de hierro, y observó que cadavez que había contacto la pata se contraía. Galvani no lo sabía, pero la casualidad estabaponiendo los cimientos para el nacimiento de las baterías eléctricas.

El invento se lo debemos a Volta, quien profundizó en las prácticas de Galvani demostrandoque era el metal y no el músculo de la rana lo que generaba la corriente eléctrica. Con esaconclusión como punto de partida, construyó la primera batería eléctrica en 1800.

Un cambio de visión

A partir del siglo XX, la forma de percibir el mundo cambió radicalmente desde el punto de vista dela física. Se pasó de la argumentación clásica, basada en la física de Newton, donde todo tenía unaforma clara y exacta de ser medido, a la nueva física cuántica, en la que nada es lo que parece.

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Uno de los aspectos interesantes de la cuántica en lo tocante a la casualidad es el denominado«Principio de superposición», que dice que cualquier átomo tiene la capacidad de estar en muchasposiciones distintas a la vez. Es lo que Einstein llamaba «telepatía cuántica». Los cuánticos handemostrado que un experimento, por ejemplo realizado en un laboratorio de Madrid, podría dar unresultado no necesariamente igual en otro laboratorio situado en Calcuta. Este hecho se denomina«entrelazamiento».

Pero hay un punto que suena a película de ciencia ficción y que es más complejo todavía.Imagina que podemos moldear una partícula subatómica como si fuera barro y le damos forma decubo. Automáticamente, otra partícula, esté donde esté, adoptará esa misma forma, pero... ¡nadie lahabrá tocado! Y ello nos lleva a una nueva reflexión...: ¿Qué hace que dos personas que no seconocen y que tal vez están cada una en un extremo del mundo tengan una misma idea a la mismahora? ¿Casualidad o conexión de entrelazamiento? ¿Quién o qué está tras la casualidad? CarlosGonzález lo tiene claro: «Detrás de todo fenómeno, desde el punto de vista del Nuevo ParadigmaCientífico, está la conciencia, un nivel mucho más sutil que el de nuestra mente; de hecho, éstaaprende de aquélla. Las creencias científicas no son más que pistas de aterrizaje en nuestras mentes:cuanto más amplias, mayor es el conocimiento que puede “tomar tierra”. El auténtico científico losabe y no confunde el conocimiento con la pista de aterrizaje, de esta forma evita entrar en conflictocon creencias distintas a las suyas.»

¡La simiente de la dinamita en un delantal!

Para que luego digan que los científicos no son peligrosos... Es curioso, pero la verdad es que sino llega a ser por un pequeño accidente doméstico padecido por el químico germano-suizoChristian F. Schönbein (1799-1868) —por cierto, descubridor del ozono y de la nitrocelulosa—, Alfred Nobel no habría obtenido la dinamita.

Schönbein era un apasionado de su profesión y tenía por costumbre llevarse trabajo a casa ycontinuar en su hogar los experimentos que no había finalizado en el laboratorio. Según parece,tras algún que otro accidente, su esposa lo amenazó con separarse de él si no abandonabaaquellas prácticas en el hogar.

Él accedió, pero un día que su mujer no estaba, y deseoso de conocer mejor las reacciones deciertos compuestos, se instaló en la cocina de su casa y preparó una mezcla de ácidos sulfúricoy nítrico. Por las prisas, pues quería terminar el experimento antes de que regresase su mujer,derramó accidentalmente parte del ácido, y para recogerlo no se le ocurrió otra cosa que utilizarel delantal de su esposa.

Tras enjuagarlo y para no tener que dar explicaciones sobre lo ocurrido, decidió ponerlo asecar sobre la estufa. El delantal se secó, pero justo cuando Schönbein se disponía a recogerlo ydejarlo donde lo había encontrado aconteció la sorpresa: ardió de inmediato. El científicoacababa de encontrar por casualidad la nitrocelulosa o algodón de pólvora. Y su esposa,seguramente, un motivo más para echarlo de casa.

Entender los mensajes

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Vamos a otro punto esencial en la cuántica y creo que vital en lo tocante a los fenómenoscoincidentes. La cuántica nos dice que todo está sujeto a información, y que lo relevante es lacaptación de esa información, no la materia en sí. Para un cuántico, lo importante es poder describirun hecho de la manera más completa posible, y para eso se necesitan largas secuencias numéricas,básicamente porque probabilidades hay muchas y no sólo un sí o un no.

A priori, los no cuánticos contemplamos el mundo desde una visión binaria. Por ejemplo:tenemos buena o mala suerte, somos felices o infelices, hemos tenido un buen o un mal día. Haciendoeso, caemos en el error de ser deterministas y excluyentes, en esencia porque limitamos lainformación a un canal binario. Puede que una persona no esté a nuestro lado, pero sí está en otrolugar. Puede que esté junto a nosotros, pero ¿qué hace? Puede estar sentada, de pie, comiendo,leyendo... Cada vez que una persona está y ejecuta una acción, genera una secuencia de información,abre un mundo de posibilidades tan amplio que resulta casi imposible de medir. Para poder entendertodo eso e intentar medirlo podemos recurrir a los métodos binarios de 1 y 0.

Para comprenderlo mejor imaginemos un vaso. Podemos ponerle agua o no. Ahora supongamosque el agua o el líquido introducido en el vaso recibe el número 1 y a la ausencia de líquido lallamamos 0. Pero claro, algo tan sencillo como un vaso ya nos complica la vida para generar unasecuencia, y es que podemos llenarlo hasta arriba, sólo hasta la mitad o hasta una cuarta parte, en elcaso de que quisiéramos ser precisos.

En definitiva, eso serían matices, porque en esencia o tiene agua o no la tiene. Pero ¿cómo sabermediante un código binario cuánto líquido hay en un vaso? ¿Cómo expresar eso en términos binarios?Muy sencillo: vaso lleno: 1-1-1-1; vaso vacío: 0-0-0-0; vaso con las 3/4 partes de agua: 1-1-1-0;vaso con 1/2 de agua: 1-1-0-0; vaso con 1/4 parte de agua: 1-0-0-0.

Hasta ahí parece fácil, pero ¿te imaginas cómo sería la secuencia y las posibilidades de generarlistas de 1 y 0 si pudiéramos medir la cantidad de agua introducida en el vaso a nivel molecular?Para la cuántica, una partícula no tiene una posición ni una energía concretas hasta el momento en queun observador la mide, en cuyo caso influye sobre ella y determina cuál es su estado. Por eso, paralos cuánticos, el componente esencial de la vida es la información: ni la materia ni tampoco laenergía.

¿Adónde nos lleva todo esto? Cambiemos los términos y sustituyamos «información» por«darnos cuenta o ser conscientes». Dicho de otro modo, es como afirmar que el universo de lo casualestá en plena acción todo el día, pero sólo lo percibimos cuando lo observamos, cuando nosconectamos a él. Lo malo es que lo hacemos, casi siempre, de forma inconsciente.

Churchill sabía escuchar

El que fuera primer ministro del Reino Unido, sir Winston Leonard Spencer-Churchill (1874-1965), siempre decía que su vida estaba plagada de hechos casuales y que, a fuerza deexperimentarlos, había aprendido a escuchar y detectar esas señales, y la verdad es que una lepudo salvar la vida.

Transcurría la segunda guerra mundial. Cierto día, el mandatario inglés estaba a punto desubir a su coche mientras se producía un bombardeo. Habitualmente entraba en el vehículo porla puerta derecha, pero aquel día se detuvo, dio la vuelta y entró por el lado izquierdo.

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Mientras circulaba hacia Downing Street, cayó uno de los muchos proyectiles de losbombardeos. La potencia de la explosión hizo que se levantara el coche por el lado derecho.Por suerte, Churchill estaba en el otro.

Fue en 1943 cuando contó esta anécdota ante un grupo de mineros a los que les dijo: «Aveces tengo la impresión de que una mano orientadora ha interferido en mi vida.»

¿Cuál es nuestro papel en todo esto?

La antigua física no aceptaba la sincronía; todo tenía un porqué. En cambio, para la actual físicacuántica los hechos sincrónicos que le suceden a un individuo se producen porque ha sido capaz dealinear toda su persona, tanto la física y visible como la cuántica o invisible (a veces llamadametafísica), en torno a una entidad o ser superior que no sabemos quién es.

Sí, reconozco que el concepto es casi metafísico y hasta puede parecer esotérico, pero el temaes sencillo: «Cuando nuestras formas de vibración dejan de luchar entre sí o simplemente deexpresar cosas contradictorias —actúo de forma distinta a lo que pienso, a lo que siento…— se llegaa la unión», afirma el físico cuántico Carlos González, para quien el secreto de lograr la sincronía sesustenta en actuar de forma coherente, de ser un todo.

Para clarificar la idea anterior, Carlos me explicó que podemos ver una manifestación de esaunión en la luz: «Cuando la luz es coherente, toda vibrando a la misma frecuencia, tenemos un rayoláser, capaz de proezas que un simple haz de luz no puede lograr. Imaginémonos intentando alcanzarnuestros objetivos siendo una luz caótica… requeriría de un gran esfuerzo e, incluso, en muchoscasos sería imposible alcanzarlos; es la vida basada en el esfuerzo.»

Para Carlos González, sólo si somos coherentes, si nuestros pensamientos se alinean connuestros sentimientos, con nuestras acciones, los objetivos empiezan a lograrse casi sin esfuerzo,porque nos hemos convertido en un láser de gran poder. ¿Cómo saber que estamos en el buencamino? Según Carlos González, «la vida nos lo hace saber aumentando el número de sincronías quedetectamos». Es decir, que cuantas más sincronías detectes, más íntegro eres en tu paso por el mundo.En ese sentido, Carlos nos anima a experimentar, a trabajar, porque como él asegura, «el ser humanoes como un iceberg en el que la pequeña parte “emergida” representaría aquello de lo que esconsciente. Y a medida que inicia un camino de autoconocimiento, la densidad del “hielo” disminuyehaciendo que la zona visible sea cada vez mayor. Debemos estar dispuestos a trabajar, a serconscientes de que hay algo más y que está en continua emisión; sólo falta sintonizar».

Pero ¿cuánto dura esto?

Como humanos, siempre queremos tenerlo todo controlado; el tiempo también. Regimos nuestraexistencia por parámetros espaciotemporales, algo que puede resultar de risa si nos movemos enniveles cuánticos, donde, como en lo serendípico, todo es relativo.

La principal circunstancia con lo casual, extensible a las serendipias, es que el factor tiempo

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resulta complejo de medir. «No sabemos en qué momento se producirá un fenómeno de estanaturaleza, sólo que tarde o temprano acontecerá. Pero lo más importante es que desconocemostambién en qué momento tendrá sentido para nosotros o cuándo estaremos en condiciones de entendersu mensaje», apunta el profesor y físico cuántico Emilio de la Rúa.

Durante años he formulado las mismas preguntas a distintos expertos: ¿Cada cuánto se produceuna casualidad? ¿En qué momento tiene efecto algo casual o serendípico? Nadie ha podido acotar deforma tangible esos tiempos, pero la mayoría de las personas con las que he hablado terminan porestablecer lo que podemos denominar cuatro categorías de sintonización y recepción de información.Creo que es importante resaltarlas, ya que conocerlas nos puede ayudar a entender mejor el fenómenoe interactuar con él.

Inmediata: Acontece cuando se produce un hecho coincidente y antes de cuarenta y ocho horastiene su explicación. Difícilmente ocurre con la serendipia, pero sí con lo casual.

Un ejemplo de inmediatez es la que vivió Magdalena Bielba.Debía tomar un avión para acudir a realizar un reportaje fotográfico en las Torres Gemelas

de Nueva York al día siguiente. Pero el despertador no sonó a causa de un corte de fluidoeléctrico. Ella despertó tres horas después. Perdió el vuelo. Cuando llegó al aeropuertointentando obtener pasaje para la tarde, no había plazas. Tenía que esperar al día siguiente.Como resultado de ello, llamó para aplazar las entrevistas que había acordado previamente.

Fue una suerte: al día siguiente se produjeron los atentados del 11-S en el World TradeCenter.

Por cierto, quiero hacer notar la singularidad de que, a diferencia de otras personas que hepodido entrevistar y que también se libraron casi por casualidad de estar en el WTC en elmomento de los atentados, Magdalena no percibió intuición o incomodidad alguna los díasprevios. Sencillamente perdió el avión gracias a un casual corte de fluido eléctrico.

Tardía. Es como la anterior, pero los efectos de los fenómenos casuales pueden tardar meses oaños en tener resultados, aunque siempre los tienen.

Hace unos diez años, fui a cenar con una compañera de la radio. Al salir del restaurante paraacudir a los estudios y realizar el programa nos encontramos por casualidad con un viejo amigoque vivía en otra ciudad y al que hacía años que no veía. Al presentarlos, noté que entre amboshabía una cierta química. Se saludaron cortésmente sin más, hablamos unos minutos y cada cualsiguió su camino.

Casi un año después y en idéntica circunstancia nos volvimos a encontrar los tres,curiosamente en el mismo lugar. Hablamos unos cinco minutos y luego nos separamos. Recuerdoque, bromeando, le dije a mi amiga: «Veo que os habéis mirado con la misma intensidad quehace un año.» Incluso le propuse organizar una cita. Al final todo quedó en nada.

La casualidad quiso que cinco años después fuera yo el que me encontrase con ellos,precisamente saliendo del mismo restaurante, sólo que yo iba solo y ellos cogidos de la mano.Hacía mucho tiempo que no sabía de ellos, pues al terminar la temporada, mi compañera deradio había dejado el medio para trabajar en otra ciudad en un programa de la televisiónautónoma vasca. Me contaron que mi amigo y ella se habían encontrado por casualidad enBilbao y ahí había surgido el amor.

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La casualidad o, mejor dicho, los dos encuentros casuales, separados por casi un año dedistancia, habían tardado otros cinco para mí en tener sentido. Eso es lo que yo llamo unacasualidad tardía en toda regla.

Atávica: Para poder comprenderla debemos entender que los fenómenos casuales traspasan lasfronteras y las generaciones. Aquello que hoy vivimos puede que afecte a nuestrosdescendientes dentro de unos años. Puede que también ocurra al revés, determinados hechoscasuales experimentados hoy son la culminación de algo que comenzó hace mucho tiempo. Unejemplo de ello sería el caso, ya relatado al inicio del libro, de la pareja de turistas quedescubrieron por casualidad que tenían antepasados comunes.

Desde luego la categoría atávica es la más compleja de entender. Primero porque debemosaceptar que nada termina al morir, y en segundo lugar porque para creer en ella debemos asumirque el destino es capaz de conspirar a largo plazo.

Un ejemplo muy singular es el que le ocurrió a quien para mantener su anonimato llamaréLucía A., y cuyo caso y toda la documentación del mismo me hizo llegar una oyente.

Lucía fue adoptada en Honduras de recién nacida. Sus padres adoptivos eran de Madrid.Cuando ella tenía nueve años la madre enviudó, y al cumplir ella los once su progenitoraestableció una relación con otro hombre, también de nacionalidad española, que terminóconvirtiéndose en el nuevo padre adoptivo de Lucía.

Conforme la chica crecía, y fruto de la convivencia, se parecía cada vez más a su padre, tantoen el carácter como en la forma de pensar y actuar, que a su madre, que la había educado desdesus primeros días de vida. A veces en broma el padre le decía a su hija: «Eso debe ser quealgún antepasado mío se relacionó con alguno de los tuyos.» Pero la similitud en pensamientos,formas de expresión, manera de enfocar los problemas del día a día eran tan parecidos quenadie hubiera dicho que no había una vinculación biológica entre ambos. Al final y a modo dejuego, optaron por someterse a un test de ADN: tenían más en común de lo que ambos podíanimaginar. Eran prácticamente familiares.

Desde luego, en la historia de Lucía y de Hugo, su padre adoptivo, el destino lo tenía todobien tejido, pero ¿por qué o para qué? Ése es el misterio.

Creo que una buena forma de concluir este apartado, certificando que el destino, la sincronía olo casual sabe esperar, lo vemos en Leonardo da Vinci y su obra titulada La última cena, que, porcierto, tardó nada menos que siete años en terminar.

Leonardo da Vinci, Jesús y Judas

Antes de comenzar a trabajar en su obra, el genial artista decidió escoger muy bien los rostrosde los personajes que pintaría. Para ello hizo lo que hoy llamaríamos un casting o selección dejóvenes modelos, esperando hallar entre ellos las caras que mejor representasen tanto a Jesúscomo a los apóstoles. De entre todos ellos, uno que tenía diecinueve años fue el escogido pararepresentar a Jesús. Para el resto tardó nada menos que seis años más, dejando para el final aJudas, ya que consideraba que tenía que tener un rostro especial, dado que debía representar ladureza, la fiereza y la traición.

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En teoría, el maestro ya tenía casi terminada la obra, pero seguía sin el modelo adecuadopara el personaje de Judas. Cuando ya estaba casi desesperado y a punto de abandonar, alguienle dijo que en la cárcel había un hombre de expresión dura y fría que podía servir para lo queLeonardo necesitaba. El hombre estaba encarcelado y condenado a muerte por robo y asesinato.Leonardo pidió los permisos necesarios para que el reo fuese trasladado a Milán, donde seencontraba el pintor.

Cuál no sería la sorpresa cuando al llegar a la sesión de pintura el reo miró fijamente alartista y le dijo: «Maestro, ¿no me recuerdas?» Tras la negativa de Leonardo, el preso afirmó:«Soy el joven que te sirvió de modelo hace ya algunos años, cuando pintaste el rostro deCristo.»

No me dirás que el destino no es, además de caprichoso, irónico. Pues eso no es nada, porquecomo veremos en próximos capítulos puede ser hasta malévolo...

El concepto «bucle»Hemos visto que los efectos casuales pueden ser casi inmediatos, tardíos o incluso atávicos. Perohay otra categoría —tal vez más inquietante que la inmediata, la tardía y la atávica—, denominadabucle o reiterativa, donde todo parece repetirse y, desde luego, con un sentido. Como elestremecedor caso del monje que evitaba los suicidios.

Le sucedió en el siglo XIX al pintor austríaco Joseph Aigner.El artista padecía notables desequilibrios emocionales, supuestamente porque no acababa de

encontrar un estilo adecuado a ciertas obras. Como resultado de ello, buscó la muerte en variasocasiones. Su primer intento de suicido fue cuando Aigner tenía dieciocho años. Estaba a punto deacabar con su vida cuando se topó con un monje capuchino que lo convenció de seguir viviendo.

Cuatro años más tarde, la mente y el cuerpo de Aigner no podían más, el artista consideraba quesu vida era un fracaso, de manera que resolvió, de nuevo, suicidarse. Esta vez intentó ahorcarse, peroel mismo monje apareció en la escena y le salvó la vida.

Es de suponer que el religioso y Aigner mantuvieron una conversación suficientemente inductivaya que el pintor desistió definitivamente de abandonar este mundo. Pero el destino, que a veces escruel, le tenía reservada una misión: Aigner pasó ocho años en distintos movimientos políticos, comoresultado de ello y a raíz de un grave incidente, la justicia lo condenó a morir en la horca. De nuevoel monje intercedió por él y logró demostrar que Aigner era inocente. Volvió a salvarle la vida.

Todo tiene un final, y por fin Joseph Aigner logró acabar con su vida pegándose un tiro. En esaocasión, el famoso monje capuchino nada pudo hacer por él más que oficiar su funeral.

Creo que es importante extraer dos lecturas de este episodio reiterativo o de bucle. Primero, elrelativo al pintor, que una y otra vez busca la muerte y en cambio no es capaz de obtener lecturaalguna tras ser salvado por el monje, que siempre se encontraba con él por casualidad. Irónico estambién el destino que hace que el suicida sea condenado a muerte y salvado por el mismo monje. Lasegunda lectura es relativa al monje, que debería haberse preguntado, si es que acaso no lo hizo, porqué el destino lo ponía siempre delante a la misma persona.

No quiero insistir más de la cuenta en el asunto, pero el defensor de lo estoico Zenon de Citio

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nos decía que el logos se repetía una y otra vez en una evolución sin fin. Si ampliamos ese concepto,y en vez de pensar que el universo o el logos tiene un origen, un desarrollo y un final apocalípticoantes de comenzar de nuevo, y aplicamos esa idea a las pequeñas cosas de la vida, nos daremoscuenta de que a nuestro alrededor suceden episodios que se repiten una y otra vez, aunque no siemprenos afecten directamente.

El regreso del rayo

En 1899, al señor Gaspare Pagnotto le cayó un rayo mientras estaba en el patio de su casasituada en Taranto, en Italia. Nada menos que treinta años después le pasó lo mismo y en elmismo lugar a su hijo Ferruccio Pagnotto.

Pero hay más: cincuenta años después, el bucle continuaba y otro rayo caía en el mismo lugarfulminando a Macario Pagnotto, el nieto de la primera víctima. Sólo entonces —no está malnecesitar tres rayos para tomar una decisión— la familia decidió trasladarse a otra casa paraevitar más muertes en el seno de la misma. Desde luego, ésa sí fue una buena lectura, pero¿cómo es posible que se produzca una descarga eléctrica reiterativa que sólo acabe conmiembros de una misma familia?

¿Por qué al guardabosque que he citado en el primer capítulo del libro le cayeron siete rayosencima? Bien, más que un bucle, desde luego, eso es mala baba del destino, pero ¿por qué? ¿Quédebía aprender? ¿Cuál era la lección? ¿Y cuál la lección o el mensaje de ese rayo que acabó conalgunos miembros de la familia Pagnotto? «Somos seres reiterativos. La repetición forma parte denuestra vida, casi siempre actuamos de la misma manera y nos enfrentamos a las adversidades conprotocolos casi idénticos», afirma la psicóloga Neus Colomer, advirtiéndonos que, al funcionar deesa forma, corremos el peligro de entrar en un bucle: «Cada problema debe tener una solución,parecida o no a otra ya aplicada, pero creada explícitamente para cada circunstancia.»

En opinión de Neus Colomer, cuando aplicamos idénticas soluciones a situaciones diferentes,«al final todo se repite y con el tiempo caemos en los mismos errores». Lo malo es que actuando asípodemos tener la sensación de que siempre nos pasa lo mismo. Quizá por ello, porque noevolucionamos o aprendemos, el destino nos da segundas oportunidades en forma de casualidad.

La mayoría de los investigadores cree que la reiteración o casualidad en bucle es unainsistencia para el aprendizaje. Dicho de otro modo: como cuando te sucedió por primera vez no lotuviste en consideración, el destino lo vuelve a poner ante tus ojos para que esta vez lo contemples yaprendas o interactúes.

El libro que vuelve

Un día cualquiera de los años veinte, la novelista Anne Parrish estaba curioseando por algunaslibrerías de París. De pronto se encontró con un viejo ejemplar del libro Jack Frost y otrashistorias. Nada más verlo, no pudo reprimir el impulso de comprarlo, puesto que se trataba deuna de las obras favoritas de su infancia.

Cuando llegó a casa le mostró el ejemplar a su marido y con gran ilusión le dijo: «Mi madre

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me leía un libro como éste cuando yo era pequeña.» El esposo de Parrish tomó el ejemplar entresus manos y mientras lo ojeaba dijo: «Como éste, no: era éste.» Allí había una nota escrita amano que decía: «Anne Parrish, 209 N. Weber Street, Colorado Springs.» Anne habíaencontrado en otro continente el libro de su infancia. ¿Simple casualidad? Quizá el destino leestaba dando un mensaje a la escritora ofreciéndole un bucle: volver a leer lo mismo que yahabía leído en su infancia...

Si analizamos el caso de la escritora que se reencuentra con su libro, tal vez la lectura sea:«Deberías volver a sentir lo que sentías cuando tu madre te leía este libro.» Claro que también puedeque el destino le estuviera diciendo a Anne Parrish que debía recuperar su inocencia o mirar elmundo con ojos limpios y frescos como los de una niña todavía no condicionada por la experiencia.Pero ¿qué explicación podemos dar a los rayos asesinos de la familia Pagnotto?

¿Bucle o déjà vu?

Casi un setenta por ciento de la población ha tenido en algún momento la sensación de estar viviendoalgo que ya ha sucedido. Es lo que se llama un déjà vu, término inventado por el psíquico y filósofofrancés Émile Boirac (1851–1917) y que suele traducirse como «ya lo he visto» o «ya he estadoaquí». En sus inicios se partía de la base de que quien lo estaba experimentando había tenido unaexistencia anterior, que en el presente estaba reencarnado, y el déjà vu era poco menos que unrecuerdo de su otra vida mezclado con la actual. Hoy entendemos que puede ser otra cosa.

Hay varios tipos de fenómeno de bucle déjà vu. Los hay olfativos, visuales, sonoros o inclusovivenciales. La mayoría son esporádicos y temporales. Le acontecen a un setenta por ciento de lapoblación por lo menos cuatro o cinco veces a lo largo de la vida. En ese caso no tienen mayortrascendencia. Sin embargo, una pequeña minoría afirma padecer déjà vu continuamente. Son losllamados «crónicos», personas que en un mes pueden vivir numerosas experiencias de reiteración.

Resulta evidente que en los casos comentados y vinculados a lo coincidente el déjà vu noexistía, pero a veces acontecen hechos casuales que en realidad no lo son tanto y que generan lasensación de experimentar un déjà vu o fenómeno ya vivenciado. Dicho de otro modo, te topas conuna casualidad y te parece que no es nueva, que eso ya te había pasado antes de forma casi idéntica omuy parecida.

Para algunos científicos, el fenómeno del déjà vu viene a ser algo así como una mentirijilla delcerebro. Me explicaré: Nuestro cerebro tiene la «mala costumbre» de rellenar espacios en blancocon recuerdos de aspectos ya vividos. Por eso, cuando experimentamos una situación parecida a otra,en determinados casos y de forma inconsciente, rememoramos fragmentos del pasado que el cerebromezcla hábilmente en nuestro presente dándonos la sensación de que el cien por cien de lo que seestá vivenciando en el presente ya había ocurrido en otro momento.

Por supuesto, y más en el terreno de lo casual, hay quien considera que el déjà vu en realidad noes nada de eso sino algo mucho más complejo, que podría ir desde la conexión con otra esferadimensional hasta algo equivalente a experimentar lo que en realidad le está ocurriendo a nuestro

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otro yo. Pero hay una tercera vía: la que defiende que algunos déjà vu estarían relacionados conrecuerdos atávicos, con vivencias que tuvieron nuestros antepasados y que el ente al que llamamoscasualidad pondría en nuestro camino para poder aprender de ellos...

¿Nacimientos casuales?

Es curioso lo caprichoso que puede llegar a ser el destino en la creación de hechos reiterativos.Quiero compartir uno que, según un cálculo matemático, es factible, pero la ley de probabilidadindica que sólo hay una posibilidad entre casi dieciocho billones de que suceda.

Nos situamos en EE.UU. Ralph y Carolyn Cummins formaban un matrimonio normal ycorriente que tenía varios hijos. Pues bien, el primero nació un 20 de febrero. Fue Catherine,que vio la luz en 1952. Pero —y aquí viene lo curioso— al año siguiente, el mismo día y elmismo mes, tuvieron a Carol, en 1953. Después, también en un 20 de febrero pero de 1956,nació Charles. Tuvieron que pasar cinco años para que se repitiera el ciclo con su hija Claudia,nacida en 1961, ya puedes imaginar qué día y mes. El colmo de la perfección, y cerrando elciclo, se produjo con su última hija, Cecilia, que nació en 1966. Al margen de que todos loshijos tengan la letra C como inicial de su nombre —entiendo que eso no es casual, puesto que alfin y al cabo los progenitores escogen el nombre—, ¿no es extraño que todos nacieran el mismodía y el mismo mes? Desde luego, la familia Cummins debería haber analizado a fondo elnúmero veinte y también el mes de febrero, porque casi seguro que ahí estaba la razón de todoello.

¿Cómo podemos aprovechar los bucles?

Desde luego, en primer lugar tomando nota de ello. Los acontecimientos no se repiten porque sí.Cuando un día ves colores azules por todas partes, también estás entrando en un bucle, y si piensas«mira qué casualidad» y ahí lo dejas, cometes un error de desinformación. Recuerda que todo, sinllegar a obsesionarnos, es importante.

Después, una vez detectado el bucle o repetición, debemos verificar qué está pasando y quédiferencia hay entre el momento presente y el pasado. Es decir, qué hacíamos la primera vez, lasegunda, etcétera, y qué hacemos ahora. Las acciones particulares del momento en que se vive elbucle pueden darnos una pista de para qué sirve esa señal.

Acto seguido deberíamos tomar nota de cuál era nuestro estado emocional y mental cuandovivimos el bucle las otras veces y cuál es el que tenemos ahora. Haciendo eso podremos darnoscuenta de si aquella casualidad nos sirvió o no, y si hemos aprendido o evolucionado o no en dichosentido.

Pero hay algo más trascendente todavía en la cuestión del análisis: las fechas y los números.Salvando las distancias de la familia que hemos conocido porque tuvo los hijos con una precisiónincreíble a la hora de escoger día y mes, es importante ver cuántas veces se repite un hecho y si estáo no asociado a un número, pues, como veremos, a veces, sólo a veces, las cifras no aparecen porcasualidad en nuestras vidas. «Son un código arquetípico que, como decía Pitágoras, el padre de la

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numerología, comunican mejor que otros símbolos la esencia de Dios», apunta la numerólogapitagórica Roser Llauradó. Pero ya llegaremos a eso…

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9. LA CONEXIÓN:¡QUEREMOS Y PODEMOS!

De todos los bienhechores, la casualidad es la que ha tenido másingratos.

Barón de Stassart, Diplomático y escritor

Ésa es la idea, la actitud y la fuerza. Queremos conectar con lo sincrónico, serendípico y casual y,desde luego, podemos y vamos a hacerlo. Si algo he aprendido en todos estos años, tras hablar yanotar decenas de coincidencias, es que el punto básico para pasar a la acción es querer. Puede quetengas suerte y la casualidad se manifieste alguna que otra vez ante ti. Puede que incluso hayasprovocado alguna sin querer. Todo eso está muy bien, pero ¿te has planteado trabajar de verdad enabrirles tu mente y corazón? ¿De verdad quieres saber para qué sirve la sincronía y cómo puedesutilizarla? ¿Te apetece provocar alguna? ¡Perfecto!

No te confundas, no pretendo engañarte ofreciéndote milagros de todo a cien. De eso,lamentablemente, ya se ocupan otros... Tanto si has ido leyendo el libro saltando de aquí para allá,viendo los hechos casuales sin más (y podrás seguir haciéndolo, ya que te esperan muchos más enesta segunda parte del libro), como si has mantenido el orden de lectura, creo que ya tenemossuficiente confianza como para ser claros. Ahora puedes decidir entre seguir siendo un espectador oconvertirte en parte activa de este universo tan extraño al que hemos llamado casualidad. Tú escogesel camino, y tú, que no yo, decides hasta qué punto quieres trabajar e intentar sintonizar. Por cierto,una advertencia para empezar: no hay garantía de nada.

Lo siento, pero esto no es un gadget cualquiera al que le pones pilas y funciona. ¿Vamos allá?Lo casual —o mejor dicho, la sintonización y aprovechamiento de lo que sucede a nuestro

alrededor— requiere de trabajo y esfuerzo. Hay que prestar atención, tomar notas, hacer preguntas,vivenciar y rememorar lo experimentado y además tener una actitud positiva y receptiva, libre deprejuicios.

No es algo sencillo, de aquí te pillo aquí te mato. Es un método, es casi una costumbre. Sí, quientoma como norma —siempre desapasionada y no obsesiva, por aquello de no acabar mal— el hechode anotar los fenómenos coincidentes y ver qué pueden significar o cómo le pueden resultar útiles, alfinal lo hace como una rutina más, y precisamente esa rutina es la que nos ayuda a sintonizar muchomejor.

Por tanto, insisto en el concepto: queremos y podemos lograr que el fenómeno de lo casual dejede pasarle sólo a otros y empezar a vivirlo en primer grado de forma consciente. Por eso en esta

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segunda parte del libro vamos a profundizar en las claves para pasar a la acción; en las teorías quesustentan que es posible conectar; y en especial nos vamos a dedicar a ver cómo podemosdecodificar distintas señales que suelen aparecer de forma casual en nuestra vida, como colores,números, situaciones, figuras... Así que, venga, ¡manos a la obra!

Encontrada una tumba por casualidad

Sucedió en China en marzo de 1974, cerca de Xi’an. Unos agricultores perforaban un pozocuando por casualidad encontraron una gran cámara llena de estatuas de terracota.

Cuando los agricultores profundizaron en su agujero no podían creer lo que veían: bajo suspies había un ejército de estatuas, casi seis mil figuras humanas y caballos de tamaño natural.Las figuras habían sido colocadas en posición de combate, como si en cualquier momento fueraa comenzar la batalla.

Tras las oportunas investigaciones arqueológicas se supo que aquellos guerreros armados conarcos, flechas, lanzas y espadas, muchas de ellas fabricadas con una extraña aleación que aúnbrillaba y conservaba el filo, formaban parte de la tumba de Qin Shi Huangdi (259-210 a.J.C.),el primer emperador de China y fundador de la dinastía Ch’in (Qin), quien además inició laconstrucción de la Gran Muralla china.

¿Quién puede vivir estos fenómenos?

Recuerdo que hace algunos años, con motivo de la presentación de un libro sobre las señales deldestino, fui entrevistado por Manel Fuentes en su programa radiofónico. A la pregunta de «¿Cuántascasualidades de promedio vives a diario?», respondí que unas tres o cuatro. La respuesta losorprendió, le parecía que eran muchas. Sin embargo, le expliqué que cuanto más tiempo pasasintentando sintonizar y mejor es tu actitud con respecto al fenómeno, más hechos casuales seproducen. Eso sí, maticé que no siempre era consciente de todas.

A priori, todo el mundo puede vivir estos fenómenos. Es más, se calcula que al menos el 95 porciento de la población mundial experimenta, como poco, entre cinco y diez hechos sincrónicos alaño. Claro que la mayoría de personas no lo van contando por ahí. Por tanto, todo el mundo puedeexperimentar lo casual y serendípico. En 2002 el ya desaparecido Centro Europeo de EstudiosVibracionales de Barcelona estuvo realizando una serie de encuestas y análisis estadísticos en esesentido. El abanico de población, de 1#500 personas entrevistadas telefónicamente en toda España,con edades entre los 25 y los 45 años, contando con un 50 por ciento de hombres y otro tanto demujeres, dio como resultado que un 90 por ciento había experimentado fenómenos coincidentesinexplicables. De ellos, un 68 por ciento eran mujeres. De dicho 90 por ciento, un 70 por cientohabía vivido más de diez hechos casuales a lo largo del último año.

La actitud es lo que cuenta

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Los investigadores de los sincronismos indican que debemos distinguir entre serendipia —es decir,hallar algo inesperado por casualidad pero porque ya estábamos en el camino—, y pseudoserendipia,que viene a ser hallar también por casualidad algo totalmente distinto a lo esperado y que enapariencia no tiene relación alguna con lo que hacemos. Eso sí, aclaran que para todos los casos hayun punto clave: la actitud y la capacidad receptiva, es decir, prestar atención. Tal vez por elloPasteur decía que «en el campo de la observación el azar favorece sólo a la mente preparada». Estoes aplicable al ciento por ciento a la captación de casualidades tradicionales y al trabajo en labúsqueda de sincronicidades.

Aunque todos tenemos las mismas oportunidades para vivir una coincidencia, existen ciertosperfiles de individuos que parecen tener más facilidad, como aquellos que desarrollan actividadesrelacionadas con la comunicación y la interacción con otras personas. En ese caso hay másprobabilidades, ya que no sólo se vivencian las coincidencias propias, sino que se puede participarde las ajenas. Por otra parte, las personas que son creativas, imaginativas y desarrollan trabajosartísticos, suelen tener más fácil esa sintonía que, por el contrario, acostumbra a ser más gravosapara quienes tienen un carácter metódico o muy cartesiano, ya que no suelen dejar nada a laimprovisación.

Dentro del grupo de los que no logran o difícilmente consiguen vivir un hecho coincidente, estánlos denominados negativistas. Este grupo estaría constituido por dos niveles de individuos: de unlado, aquellos que niegan el fenómeno de lo casual, y de otro, quienes mantienen de forma habitual,en su vida cotidiana, actitudes destructivas o pesimistas.

¡Canibalismo por anticipado!

Edgar Allan Poe, el genio del relato de terror y misterio, publicó en el año 1837 Las aventurasde Arthur Gordon Pym, una novela en la que se explica que cuatro supervivientes de unnaufragio, después de varios días a la deriva, resuelven matar y comerse a un grumete llamadoRichard Parker. Sin duda, pura y lúgubre creatividad de Poe, algo, por otra parte, normal. Sinembargo, eso dejó de ser pura anécdota tiempo después.

Para ser exactos, cuarenta y siete años más tarde, cuando el barco denominado Mignonettenaufragó. Casualmente sólo quedó un bote salvavidas, y casualmente subieron a él cuatropasajeros y un grumete. Los días pasaban y nadie acudía al rescate, de manera que decidieron,como en el relato, matar al grumete y comérselo para sobrevivir. Ah, un pequeño detalle: elasesinado se llamaba... Richard Parker, ¡como en el libro!

¿Quién es quién en este universo?

Personalmente, creo que en el momento en que se establece una categoría se corre el riesgo dediscriminar otras, pero entiendo que en este caso es absolutamente necesario. Por eso, para saber quéposibilidades tenemos de trabajar con éxito en lo casual y de sintonizar de una forma más o menosfácil, es bueno que sepamos, que sepas, a qué tipo de categoría crees pertenecer. En general se puede

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hacer la siguiente distinción:

1. Captadores Bajos• Experimentan casualidades o sincronías muy de vez en cuando. No les suelen prestar demasiada

atención, por tanto se les escapan muchas más de las que perciben. No toman nota de ellas y nolas trabajan.

• Suelen ser personas con algún problema emocional y que, en general, mantienen una actitud dedescontento ante la vida. Los perfiles analizados determinan que suelen ser introvertidas, pocosociables y un tanto desconfiadas.

• Pese a que habitualmente no creen en lo casual ni en la existencia de entidades de este tipo, sípueden ser espirituales e incluso estar adscritos a algún culto religioso.

• Aunque la casualidad no está reñida con la fe, no es menos cierto que muchas personasextremadamente religiosas se convierten en antagónicas para captar los fenómenos, ya que sucreencia excluye lo demás.

• Son personas más prácticas que teóricas, más de ocuparse que de preocuparse. Más de la acciónque del diálogo.

• Hay más hombres que mujeres en este grupo.

2. Captadores Medios• Creen en el fenómeno y han experimentado varias coincidencias a lo largo de su vida. Les prestan

atención de vez en cuando, pero las trabajan sólo muy esporádicamente, sobre todo cuando lesresultan muy sorprendentes y no se trata de pequeñas señales.

• Suelen ser personas que se manejan bien tanto en lo teórico como en lo práctico, aunque suelenpreferir más lo mental que lo físico, más el diálogo y las ideas que la acción.

• No acostumbran a tener una filosofía determinista de la vida y se muestran abiertos a nuevasexperiencias, conocimientos... Les gusta el estudio, compartir ideas y conocimientos. Sonextrovertidos y gustan de la sociabilización.

• Aunque los números están bastante equilibrados, en este grupo el porcentaje de mujeres esligeramente superior al de hombres.

3. Captadores Altos• Creen en el fenómeno y se esfuerzan por incrementarlo todavía más. Toman nota de él, lo

analizan, intentan ver similitudes en otros hechos similares y suelen prestar atención a losgrandes y pequeños detalles casuales.

• Son personas muy mentales, creativas e imaginativas, aunque no por ello soñadoras ni subjetivas.• Les gusta trabajar su interior y el autoconocimiento. Suelen tener unos niveles emocionales y

espirituales muy equilibrados.• Muchos de ellos han estudiado, practican o han llevado a cabo ejercicios de meditación, yoga,

interiorización, relajación, etcétera.• No sé si será por aquello de la intuición femenina, pero en este grupo suele haber más mujeres

que hombres.

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4. No captadores• Aunque la definición parece dejar claro que esas personas no experimentan lo casual, sí lo hacen,

pero lo niegan o no le prestan atención.• Pertenecen a este grupo personas de naturaleza negativista, en extremo cartesiana y matemática

por definición, hasta el punto de que difícilmente se identifican con la globalidad de lo casual.Claro que tampoco lo suelen hacer con filosofías y creencias de tipo espiritual.

Palabras de venganza...

Agradezco a José Frías, uno de mis oyentes, la gentileza de proporcionarme el siguiente hechocasual, pero truculento, para compartirlo en este libro.

Hacía poco que José se había separado de su pareja. Estaba muy dolido por la actitud de sumujer, a la que no quería volver a ver en la vida. Según relataba, durante días su rabia fue talque lo único que hacía al hablar o pensar en ella era decir: «Ojalá se muera.» Pero hay quetener mucho cuidado con lo que se desea...

Habían transcurrido dos meses desde la separación y José no había sabido nada más de su exmujer. Un día necesitó unos documentos médicos que tras la separación había olvidado en suantigua casa. Como no quería ni hablar ni ver a su ex, le pidió a su hermana que se acercase a sucasa a buscar los informes. La casualidad quiso que el día que la hermana de José acudió a lacasa se produjera una explosión de butano en la vivienda adyacente.

El accidente provocó la muerte de la ex de José, pero también quemaduras de primer gradopor todo el cuerpo a su hermana.

¿Hacia la sintonía?

Seguro que ya has logrado identificarte con uno de los grupos de captadores. Por supuesto, se trata deuna información que debemos considerar pero no tomarla como la única realidad. Aunque estáconfeccionada a partir de numerosos estudios estadísticos, cada persona es un mundo, aunque tepuede ser útil para saber en qué nivel puedes estar.

¿Por dónde empezar con todo esto? Ésa es la pregunta que suele hacerse todo el mundo cuandodecide que quiere trabajar el contacto con el universo de lo casual. Ya hemos visto algunos pasosprevios, quizá tú ya los has recorrido incluso sin darte cuenta. Por eso, lo primero que deberías haceres algo que podemos llamar un «examen de nivel». Eso sí, tomándolo como un juego. Al fin y alcabo, conectar y trabajar con el universo de lo coincidente tiene que ser lúdico, entretenido ygratificante, como lo sería un juego. De lo contrario, si lo abordamos desde una disciplina sesuda yrebuscada, casi como si estuviéramos en un laboratorio, posiblemente sólo logremos aburrirnos.

Para llevar a cabo el examen de nivel debes dejar a un lado las preocupaciones y las tensiones yhacerlo cuando dispongas de tiempo y estés seguro de que no padecerás interrupciones —a veces esbueno apagar el teléfono.

Busca un lugar que te resulte cómodo y en el que dispongas de privacidad. Lleva contigo unosfolios o una libreta para poder tomar nota de tus respuestas. Piensa que las ideas y los recuerdos en

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la mente están muy bien, pero la memoria puede fallar y a veces la mente —sin querer, claro— nostergiversa la información... Por eso, nada mejor que escribir lo que uno cree.

El proceso que te sugiero como inicio de trabajo es muy fácil. Las preguntas que leerásseguidamente no forman parte de un test, su único objetivo es que te sirvan para tomar conciencia deen qué punto estás en lo relativo a la conexión y te ayuden a saber si debes o no rectificar actitudes oformas de enfocar el fenómeno.

1. ¿He experimentado alguna vez un fenómeno que pueda considerar como casual?2. ¿Cuál fue el último? Apunta la fecha aproximada. Ponle un título que te sirva para recordarlo,

por ejemplo: «Encuentro con...» Describe brevemente lo que te pasó.3. ¿Cómo reaccioné cuando experimenté lo casual? ¿Y después? Tal vez pensaste que era una

casualidad sin más y no le diste importancia. Puede que te dieras cuenta de ella después,pasados unos días, o puede que sintieras que era un fenómeno trascendente y lo anotases. Sea loque sea que pasase, piensa tranquilamente y escribe tu reacción.

4. Imagina que tuvieras que definirte ante los demás y sólo pudieras utilizar cinco adjetivos,¿cuáles usarías? Cuando los hayas escrito, piensa si definen una posición favorable o no para lasintonía con lo casual.

5. Ante un fenómeno inusual o un hecho que no has podido tener bajo control, ¿cuál es tu reacción?¿Qué es lo primero que te viene a la mente?

6. ¿Alguna vez has experimentado un fenómeno inusual, como una percepción anómala, unaintuición, un sueño que luego ha resultado ser revelador o anticipativo...? ¿Cómo lo hasvalorado? ¿Lo has compartido o comentado con alguien? ¿Le has buscado explicación?

7. ¿Te has negado alguna vez a aceptar que tal vez el destino quisiera estar dándote un mensaje através de una casualidad o suceso imprevisto? ¿Por qué lo has hecho?

Por supuesto, si no deseas hacerte esas preguntas estás en tu derecho, claro que en ese casodeberías preguntarte qué te da miedo descubrir. Tal vez no desees hacértelas porque crees conocertelo suficiente como para perder tiempo con ellas. Bueno, es un argumento —para otros puede ser unaexcusa— y estás en tu derecho, pero estás perdiendo una oportunidad de oro para conocerte un pocomejor, para «alinear» tu vibración y energía con ese gran todo en el que vivimos, el universo de locasual...

Los elementos amplificadores

Lo casual, además de poder ser reiterativo, a veces se produce con más intensidad o frecuenciacuando predominan ciertos estados emocionales, como por ejemplo angustia e inseguridad, o alcontrario, relajación y proyección de nuevas ideas. También cuando nos encontramos endeterminados lugares y junto a ciertas personas o manejando algunos objetos. Es muy importantetener en consideración la existencia de esos elementos de «amplificación de la señal» ya que, alrecurrir a ellos, podemos obtener más información sobre lo que pasa a nuestro alrededor.

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Hazte las siguientes preguntas de igual forma que has procedido con las anteriores, te ayudarána configurar un retrato robot de tus capacidades y situaciones de sintonía casual.

1. ¿Qué actividad suelo estar haciendo cuando tengo grandes momentos de inspiración o cuando,sin buscarlo, me surgen ideas?

Fíjate si ello sucede cuando escuchas música, ves la tele, navegas por internet, cuandoconduces, paseas por la calle o estás tranquilamente en el sofá. Puede que ocurra en más de unlugar a la vez, pero lo determinante es que seas capaz de detectar el más relevante.

En el caso de que la música sea un elemento amplificador, toma nota del estilo musical yde los instrumentos que predominan. En el caso de que sea mientras paseas, determina cuál es elpaisaje. Recuerda: cuantos más detalles anotes, mejor; así lo podrás repetir con más certeza.

2. ¿Qué colores me rodean o predominan cuando aparecen sincronías o casualidades?3. ¿Hay algún objeto físico a mi alcance o que esté usando cuando aparece un hecho casual? ¿Qué

relevancia tiene ese objeto para mí?Aunque no te lo creas, hay personas que sólo se inspiran o tienen ideas cuando hablan por

teléfono, aunque la conversación no tenga nada que ver con la visión o percepción. Bien, puesen ese caso el «amplificador» es un teléfono. Puede que en tu caso sea un bolígrafo, unas llaves,una gema, o cualquier objeto decorativo de tu casa.

Los objetos que tocamos o con los que jugueteamos cuando recibimos esas sintonías notienen poder alguno con lo casual, pero sirven para desinhibir la mente, relajar la tensión yhacer que nuestro cerebro tenga más facilidad para captar otras cosas. Recuerdo una persona —un buen amigo escritor cuyo nombre omitiré por aquello de la privacidad— que siempreprepara sus textos en voz alta mientras va haciendo explotar las burbujas de los plásticos deembalaje. Sí, eso que todos hemos hecho alguna vez para jugar. Pues bien, él compra rollosenteros de ese plástico, y a medida que va pensando o reflexionando sobre los argumentos desus novelas o en los temas de los capítulos de sus ensayos, va haciendo ruiditos. Dice que localma. Por tanto, todo sirve.

4. ¿Estoy cerca de alguna persona o ser vivo, como animal o planta, cuando me suceden hechoscasuales?

Hay personas y animales que actúan como antena amplificadora. Tal vez a ellos no lessuceden hechos casuales, pero cuando están cerca la casualidad se produce con más facilidad,tal vez porque nos hacen sentir a gusto, porque nos dan seguridad o porque nos reconfortan. Elmotivo no importa: si están cerca y funciona, no los evites.

El poder de la fijación

Vamos con un segundo experimento muy sencillo antes de ir desgranando los manuales deinstrucciones para lograr la conexión. Es importante que lo hagas por lo menos un día después dehaber respondido las cuestiones del test anterior.

En este caso, el juego tiene dos fases: la primera consiste en que prestes mucha atención a una

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serie de elementos, es decir, que comiences a desarrollar la capacidad de fijación en el entorno. Notienes que hacer nada más que mirar y tomar nota de lo que ves. No hay que buscar explicación nisegundas lecturas; como dicen en los zocos árabes: «sólo mirar».

Para la segunda parte tendrás que trabajar un poco más. Deberás llevarla a cabo al día siguientey, en este caso, tienes que fijarte en los mismos elementos que el día anterior pero, esta vez sí,buscando, al final de la jornada, cuando leas tus notas, si eso significa algo para ti.

1. Fíjate en el primer y en el último pensamiento del día. Intenta memorizarlo y luego escríbelo.2. Observa si a lo largo de la jornada aparece reiterativamente algún pensamiento, recuerdo,

imagen o palabra que no esté directamente relacionado con lo que haces o te preocupa. Anótalo.3. Sal a la calle a dar un paseo por donde tú quieras. Debes caminar a un paso relajado, sin prisas,

disfrutando del entorno. Durante una hora tienes que fijarte en los colores que te rodean. Pasadoese tiempo, anota los colores que crees haber visto con más frecuencia o si alguno te ha llamadola atención de forma especial.

4. Entra en un bar a tomar un café o un refresco. Busca un lugar en el que tengas acceso visual a lapuerta de entrada. Toma nota mentalmente del tipo de rostros que ves. Pasados unos minutos, saldel bar y anota si recuerdas más hombres que mujeres o viceversa, y qué tipo de rostros:redondos, triangulares, cuadrangulares, etcétera.

5. Toma un autobús y haz un viaje de al menos quince minutos. Déjate llevar sin más e intenta nofijarte en nada, dile a tu mente «no quiero fijarme en nada», y verás qué ocurre. Después bajadel vehículo y anota las cinco palabras que aludan a aquello en lo que seguro te habrás fijado.

6. Deja que pasen unas horas con normalidad, limítate a fijarte en lo que ves, dices o escuchas sinmás.

7. Por la tarde, a la hora que más te convenga, sal a la calle e intenta fijar tu atención en números:de puertas, de anuncios, de matrículas... Escucha también los sonidos o ruidos y presta atencióna las palabras que veas.

8. Cuando llegues a casa anota por orden de importancia los números que más han captado tuatención. Toma nota de los sonidos que has oído y si alguno de ellos te transmite algo. Y anotalas palabras que todavía estén en tu mente.

Las pruebas anteriores son de fijación y sirven para ayudar a centrar la atención. El primer díano debes buscar un significado; el segundo sí. Cuando lo hagas, deja que sea tu intuición quien teguíe. Si repites estos ejercicios de vez en cuando estarás abriendo casi sin esfuerzo los canales parala sintonización.

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10. MANUAL BÁSICO DE INSTRUCCIONES HERMÉTICAS

A veces, cuando observamos atentamente la realidad que nos rodea yrepasamos algunos de los sucesos importantes de nuestra vida, orecordamos cómo llegamos a conocer a aquellos que nos importan, nosdamos cuenta de que estábamos destinados a que aquello ocurriese.Lo único que está escrito son los grandes hechos de nuestra vida y laspersonas importantes en ella. La forma en que llegamos a esos momentoscruciales, o el modo en que tropezamos y vivimos con esas personas, lodecidimos nosotros.

Laura Falcó, directora editorial del Grupo Planeta

Aunque seas como yo, de esos que cuando compran o le regalan un aparato primero lo toquetean todoy después, sólo si tienen alguna duda, miran el manual de instrucciones, te sugiero que éste lo leascon atención.

Lo singular es que no es de nuestro tiempo, se remonta a miles de años y, si hacemos caso a lasleyendas, es incluso más antiguo que la existencia de la humanidad, básicamente porque le fue dado aun místico egipcio por seres de otro mundo, según unos, o le llegó a través de la iluminaciónespiritual, según otros.

En los capítulos precedentes hemos visto, más o menos, qué naturaleza tiene lo casual y cómofunciona. Incluso he hecho alguna mención a Hermes Trimegistro y sus leyes herméticas. Sinembargo, tienen más miga de lo que pueda parecer.

Personalmente creo que lo ideal es pasar a la práctica cuanto antes, pero a veces hay que«tragarse» un poquito de teoría, como en el caso que nos ocupa.

Hermes Trimegistro legó a la humanidad unas leyes universales conocidas como herméticas através de una obra, el Kybalion, considerado como el tratado que contiene los principios de laverdad y las claves que abren todas las puertas de la existencia. Sé que dicho así suenagrandilocuente, pero las afirmaciones no son mías, y como Hermes no va a venir a replicarme...Bromas aparte, el tratado de Trimegistro, que no abordaremos al completo pues significaríaapartarnos del camino que nos ocupa, es una perla en un océano de arena.

Durante siglos ha tenido trascendencia en movimientos filosóficos, esotéricos, mágicos y hastamísticos o religiosos. Pero lo que me lleva a citarlo y a tenerlo en consideración es que, desde haceunos años, son los nuevos «gurús cuánticos» —dicho desde el más absoluto cariño— los que

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parecen tenerlo en la mente todo el día.En efecto, cuando la física cuántica nos habla de ciertos fenómenos de sincronización o

casualidad y causalidad, parece que esté aludiendo al Kybalion.

Todo tiene una sutil conexión...

Uno de los autores de la Declaración de Independencia de EE.UU. fue Thomas Jefferson, quien,por cierto, fue el tercer presidente de esa nación. Pues bien, John Adams, que era amigo suyo,fue el segundo presidente de la nación y uno de los que colaboraron en la redacción de laDeclaración de Independencia. Curiosamente, los dos fallecieron en la misma fecha: el 4 dejulio de 1826, exactamente el día que se celebraba el 50.º aniversario del Día de laIndependencia de los Estados Unidos de América.

Los siete principios vitales

Vamos a hacer un recorrido, tranquilo y pausado , por los siete principios vitales. En primer lugarnos fijaremos en qué nos dicen, y después los «interpretaremos» con los ojos de los expertos queestán vinculados a lo casual, y veremos cómo nos pueden servir para analizar, propiciar y trabajar elfenómeno.

Con independencia de ello, sugiero que además los releas de vez en cuando, buscando tuparticular interpretación. Te aseguro que será un ejercicio interesante que te permitirá descubriraspectos reveladores de tu existencia.

Ley 1: Principio del mentalismo«El todo es mente; el universo es mental.»

Para Hermes, todo cuanto vemos, percibimos, hacemos o experimentamos es real, pero estáamparado en la realidad tamizada por nuestra conciencia. Como señala la psicóloga Neus Colomer,«la percepción que tenemos del día a día se sostiene en un cúmulo de filtros compuestos por laeducación, la interacción con el entorno, los tabúes, nuestro carácter y nuestro equilibrio emocional.Por eso, todo lo que vemos, sentimos o expresamos es relativo».

En efecto, todo está en la mente, incluso para la física cuántica, que nos dice que «vivimos en unmundo virtual con el que interactuamos de muchas más formas que la física; por ejemplo, tambiéncon la mente. Si la presencia de un observador puede hacer variar un experimento, el pensamientotambién puede generar vibraciones cuánticas. Lo malo es que no sabemos de qué tipo», aseguraEmilio de la Rúa, profesor y físico cuántico.

Es curioso porque en lo casual interviene —y mucho— la mente. Desde luego, un hecho seproduce ante nuestros ojos, pero es la mente la que toma conciencia de él, la que lo analiza y la quepuede o no generar una interactuación. Pero hay más. Para los expertos en visualización creativaexiste una máxima: «Todo lo que eres capaz de imaginar, puede ser realidad.» Como dice Flora

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Cavillo, experta en visualización creativa, «somos el resultado de nuestra mente y pensamientos, yrecientes estudios neurológicos han descubierto que la reiteración de un pensamiento, sea positivo onegativo, interactúa con nuestras neuronas hasta el punto de alterar su funcionamiento».

¿Cómo entroncar todo esto con lo casual y serendípico? Muy sencillo. Haciendo caso a Hermes,diremos que todo es mental y que, por tanto, incluso lo causal, aunque lo vivamos de forma casual,puede haber surgido o se puede haber moldeado en nuestra mente. Recordemos esas casualidadesgeneradas tras la emisión de un «inocente» pensamiento.

Aquello que fluye por nuestra cabeza, sea de la naturaleza que sea, termina por pasar factura deforma directa, a través de la afectación a nuestras neuronas. A veces tiene una segunda línea deacción, y genera casualidades o respuestas a peticiones que no hemos formulado, al menosconscientemente. Por eso y ante todo, cuidado con lo que piensas, vigila muy bien qué generas en tumente, porque no sabemos con qué está conectada.

¿Una casualidad de alquiler?

Ricardo García trabajaba en una pequeña editorial de Barcelona a la que acudía caminando.Estaba a escasos veinte minutos de su lugar de trabajo, de manera que se lo tomaba como unpaseo. Muchos días, conforme se acercaba al edificio en el que trabajaba, lo miraba y pensaba:«estaría bien vivir aquí». No lo pensaba sólo por tener el trabajo más cerca, sino porque legustaba aquel barrio y los servicios que ofrecía.

Quiso el destino que, un año después, su casero le dijera que se le terminaba el contrato dealquiler. Ricardo buscó vivienda en el barrio en el que trabajaba, y encontró una a tres calles dela editorial. Eso no fue casualidad sino leer anuncios.

Pero el destino le tenía reservado algo mejor. Cuando Ricardo ya llevaba cinco meses en sunueva casa, un día, por casualidad, se encontró con la portera del edificio en el que estaba laeditorial, y le preguntó si había algún piso en alquiler en la finca. Ella lo miró un tantosorprendida y le dijo: «¿Cómo lo sabes? Precisamente esta mañana ha venido la propietaria delsegundo para que cuelgue este cartel —se lo mostró— con el anuncio.»

Ricardo no se lo pensó. Le pidió a la portera que le enseñase el piso y finalmente lo alquiló.El destino había escuchado sus deseos, aunque para Ricardo sólo eran pensamientos banales.

Ley 2: Principio de correspondencia«Como es arriba es abajo, como es abajo es arriba.»

La ley no puede ser más clara: todo está relacionado con todo y, por tanto, lo que vemos con loque no vemos, lo mental con lo físico, el futuro con el pasado, el bien con el mal, lo favorable con loque nos resulta adverso, etcétera. Lo mejor de todo es que eso parece guardar siempre un equilibrio.

Ya lo dicen los cuánticos: nuestro universo está plagado de otros universos paralelos, aunqueseamos incapaces de percibirlos. Pero hay más. En opinión del físico cuántico Darío Katelba,«vivimos en un universo conectado con miles de millones de redes, invisibles a nuestros sistemas depercepción. Pensamos que caminamos por el hilo de la vida y que cada uno tiene uno particular ypropio, pero lo más seguro es que nuestra existencia transcurra en una malla repleta de hilos

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entrecruzados; por tanto, el “nuestro” topará miles de veces con otros afectándolos de una u otraforma y al revés».

Creo que es importante esta ley porque nos ayuda a entender los efectos de la sincronicidad. Siaplicamos ese principio podemos comprender que todo es reversible y con tendencia al equilibro.Por tanto, tras una mala temporada debe llegar una buena, y al revés: cuando vivimos una buenaépoca sin pensar en que luego lo pasaremos mal, debemos estar prevenidos para los momentos queno serán tan venturosos.

Hasta los expertos en economía aseguran que las crisis son cíclicas —la actual parece unmegabucle más que un ciclo—, pero todo va y viene, por tanto, y de cara a lo casual, debemos estardispuestos a interpretar que si algo nos llega por casualidad también podemos perder algo porcasualidad. No es un capricho del destino, es un justo equilibrio de la relación entre el todo.

Ahora bien, recordemos que «el tiempo siempre es relativo, de manera que si hoy ganamos algo,ello no es sinónimo de que mañana lo perdamos. Puede que ocurra dentro de un mes, o de diez años,pero sucederá», aclara Elías Migues, filósofo experto en sincronicidad, quien asegura que si elúltimo día de nuestra existencia tuviéramos la oportunidad de ver qué nos ha dado la vida y qué nosha quitado, y pudiéramos hacer todo eso de forma objetiva, veríamos que hay un equilibrio entre loentregado y lo recibido.

Todo llega...

El famoso actor Anthony Hopkins fue contratado para participar en la película Mujer dePetrovka. Interesado por el argumento y sabiendo que el guión estaba basado en la novela deGeorge Feifer, Hopkins dedicó largo tiempo a visitar las principales librerías y tiendas deCharing Cross Road, pero el resultado fue que no encontró ningún ejemplar de la novela.

Cansado y un tanto desilusionado por tener que conformarse con el guión de la película comoúnica lectura informativa, decidió regresar a casa. Tomó el metro en Leicester Square y, alsentarse en uno de los bancos de la estación, se topó con un libro que alguien había olvidado.

Pues sí, en efecto, era la novela que él había estado buscando. Pero hay más, ¡estabasubrayada y contenía notas del autor! Desde luego, ese ejemplar era el mejor que podía haberencontrado.

Ley 3: El principio de vibración«Nada está inmóvil, todo se mueve, todo vibra.»

Esta ley es muy sencilla de entender y aplicar. En sí, es complementaria a las anteriores: si todoes mental y todo está conectado, por supuesto todo está en movimiento, en sintonía y activo pese aque no seamos capaces de verlo.

Creo que esta ley nos puede ser de gran ayuda para obtener respuesta a la afectación del tiempoen las casualidades. Y es que todo sucede cuando debe pasar, ni antes ni después, pese a quedeseemos todo lo contrario.

Creo que es importante este matiz, ya que como veremos en el capítulo «El tiempo y lo casual»,los fenómenos coincidentes tienen un reloj propio que, por desgracia, a veces se retrasa. Por eso no

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debemos desesperar si lanzamos una petición casual y llega tardísimo o si, tras producirse unfenómeno coincidente, pasan semanas o meses y no somos capaces de encontrar su significado. Alfinal, seguro que llegará.

Fotos con retraso

Corría el año 1914 cuando una adinerada mujer alemana hizo seis fotografías de su hijo. Cuandoterminó la sesión, le entregó a una amiga —según unas versiones—, o a una sirvienta —segúnotras—, el rollo fotográfico para que lo revelase en Estrasburgo. Por cierto que en esa época uncarrete era un lujo carísimo: recordemos que las placas comenzaban a pasar a la historia y elrollo era la novedad.

Pasaron los días y estalló la primera guerra mundial, de manera que por culpa del conflicto,aquella mujer no volvió a ver a la persona a la que le había entregado el rollo para revelar y nosupo dónde hallar las instantáneas.

Dos años después, en 1916, la mujer acudió a un establecimiento de fotografía de Frankfurtpara adquirir un nuevo rollo. En esta ocasión pretendía hacerle unas fotografías a su hija reciénnacida. Tras proceder al revelado, se encontró con una sorpresa: el rollo tenía una dobleexposición. Además de las fotos de la hija estaban las que le había hecho a su hijo dos añosantes. Se había reencontrado con el mismo rollo fotográfico.

Ley 4: Principio de polaridad«Todo es doble y tiene dos polos, todo tiene su par de opuestos; los semejantes y los antagónicos sonlo mismo; los opuestos son idénticos en naturaleza pero diferentes en grado; los extremos se tocan;todas las verdades son semiverdades, todas las paradojas pueden reconciliarse.»

Desde luego, podríamos atribuir el texto a un experto en cuántica, aunque sabemos que esopertenece a Hermes. Matizando las palabras de Hermes, el físico cuántico Darío Katelba nos diceque, en efecto, el universo en el que habitamos mantiene una precisa conexión en la que «losingredientes forman parte de un conjunto global y están relacionados entre sí. Un ejemplo muy clarode entenderlo es la temperatura. El frío es la ausencia de calor y éste es la ausencia de frío, por tanto,ahí tenemos dos opuestos que al final se tocan».

¿Para qué nos sirve esta afirmación hermética en lo casual? Para asumir que no hay fenómenoscasuales buenos o malos, sino que unos tienen relación con los otros. También nos puede ayudar aentender ciertos encuentros coincidentes con otras personas. Ahí tenemos el sincronismo, porquetodo es doble y tiene dos polos. Por ejemplo, si un individuo muy bondadoso cruza su camino conotro que no lo es, en definitiva se están interrelacionando dos caras de una misma moneda, por tanto,dos semejantes que son antagónicos pero que son lo mismo.

A la hora de entender un fenómeno casual no debemos establecer diferencias por su magnitud:todo es importante, tanto lo espectacular, como la gran casualidad que te deja boquiabierto, o loanecdótico. Pero hay más: si todo tiene dos polos, dos naturalezas, deberíamos comenzar a buscar lacomplementaria, de aquella que ya conocemos.

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Un taxista bien conectado

El siguiente caso ocurrió en las Bermudas. Un taxista circulaba con su coche cuando se distrajopara cambiar una cinta de música. En el mismo instante en que dejó de mirar a la carretera se lecruzó un chico que circulaba en una motocicleta de colores muy vivos.

El taxista bajó del coche para comprobar el estado del accidentado, que estaba herido perose encontraba bien. Ya más calmado, fijó su atención en la motocicleta y se dio cuenta de queera la misma con la que había tenido un accidente un año atrás. Además luego supo que el chicoaccidentado era el hermano del que había atropellado el año anterior.

Ley 5: Principio del ritmo«Todo fluye y refluye, avanza y retrocede, asciende y desciende. La existencia sigue las leyes delpéndulo, y jamás una dirección única y exclusiva.»

¿Actuar o esperar? ¿Programar o hacer? Vivir en armonía con el cosmos, con las leyes deluniverso —que no dejan de ser las que gobiernan las casualidades— implica aceptar la norma de laexistencia del ritmo. A veces la vida nos empuja, pero en ocasiones nos detiene o ralentiza y, encambio, nosotros vamos por libre a la velocidad que nos da la gana.

Curiosamente, caminas por la calle y tropiezas, te encuentras con un atasco o cada vez quequieres cruzar la calle los semáforos están en rojo. Esas son pequeñas señales, muchas vecescasuales, de la manifestación del ritmo. Son señales que debemos entender para adecuar lo queestamos haciendo a lo que la vida nos dice que hagamos.

Recuerdo un domingo de hace años. Sabía que me esperaba una semana ardua de trabajo y poreso aquel fin de semana me había llevado a casa cuatro reportajes de la revista que dirigía. Teníaque revisar el diseño y proponer algunas alternativas para la maquetación.

No quería invertir toda la jornada trabajando, pues me apetecía descansar un poco. Al fin y alcabo era domingo. Sin ser consciente de ello, tenía prisa por terminar, tanta que me parecía escucharcontinuamente las campanadas de mi reloj de pared dando la hora mientras yo trabajaba. Desdeluego, él daba las señales horarias cuando tocaba, pero mi percepción era otra: me faltaba tiempo.

Al final invertí toda la jornada porque no presté atención a las señales: se colgó el ordenador,lo arreglé y seguí trabajando. Hubo un corte de luz, que duró hora y media, pero yo seguía a lo mío.El teléfono casi no paró, vino a verme un vecino, se apuntaron a comer unos amigos... La vida meestaba diciendo «para y haz otra cosa».

Terminé mi domingo sin disfrutar ni de una cosa ni de otra y a altas horas de la madrugada. Aldía siguiente, cuando llegué a las oficinas de la productora me encontré con Claudio, el jefe deredacción, que, mostrando una gran sonrisa, nada más verme me dijo: «Tengo una sorpresa para ti.Como sabía que andabas muy liado, me he ocupado de revisar este fin de semana los cuatroreportajes que teníamos pendientes, de manera que hoy podrás hacer otra cosa.» Sinceramente, lohabría matado. Sin avisarme, él había hecho lo mismo que yo, y por supuesto yo no lo sabía. La vidame había dado señales para que me relaje, con el ordenador que se colgaba, con el corte decorriente, con las visitas... pero yo no supe escuchar esa «llamada del ritmo».

Por todo ello, cada vez que percibas que algo te frena o acelera, debes detenerte un momento y

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preguntarte si llevas o no la velocidad adecuada.

Ley 6: Principio de causa y efecto«Toda causa tiene su efecto, porque todo efecto tiene también su causa.»

Aunque en otros apartados del libro ya hemos abordado esta cuestión, creo que hay que insistiren que todo tiene un peaje, por decirlo de forma coloquial. Si te encuentras dinero por la calle,inviértelo, no lo despilfarres, la vida te lo ha dado para algo.

Todo tiene una consecuencia, por mucho que pensemos que no somos responsables de ello. Siactuamos con desprecio, con desgana, quejándonos, y luego algunos asuntos que no estabanvinculados con nuestra queja salen mal, no es que tengamos mala suerte, no es que nos tengan maníani que nos hayan lanzado un mal de ojo. Sencillamente hemos emitido esa energía, y como que todotiene su ritmo y todo está relacionado... al final esa causa tendrá su efecto.

Tú me cuidas, yo te cuido

Creo que el siguiente hecho sincrónico es una buena muestra de causa y efecto.Le ocurrió a Brady Spencer, quien tenía la costumbre de dar de comer y cuidar a las palomas

que vivían cerca de su casa.Un día observó que había una paloma herida entre las que picoteaban el pan duro que les

había llevado. Se acercó a ella, la cogió y se la llevó a un veterinario amigo suyo para que lecurase el ala. Tras la cura, el veterinario le dijo a Brady que la paloma debería permanecerunos días en una jaula para recuperarse. Brady se la llevó a casa, la acomodó y la estuvocuidando. Quería ponerle un nombre, y como no se le ocurría ninguno la bautizó como 167, queera la terminación de su número de teléfono. Después, para poder hacer un seguimiento de lapaloma cuando ya estuviera en libertad, le puso una anilla en la pata con el mismo número.

Al cabo de diez días la paloma ya se había restablecido y vivía en libertad. Un año después,Brady fue operado de emergencia en un hospital lejos de su casa. Al despertar de la operación,y ya en su habitación, oyó un ruido en la ventana. Le pidió a la enfermera que corriese lascortinas, ya que él no podía moverse de la cama, y he aquí que apareció en la cornisa unapaloma que picoteaba el cristal. Brady le pidió a la enfermera que abriese la ventana para poderver mejor al ave. Ella le dijo que no podía hacerlo pues corría el riesgo de que la palomaentrase y podía ser portadora de microbios. Brady, siguiendo una intuición, le preguntó: «¿Tieneun anilla en la pata?» En efecto, la tenía, y en ella había el número 167.

Ley 7: Principio de generación«La generación existe por doquier, todo tiene sus principios masculinos y femeninos; la generaciónse manifiesta en todos los planos.»

¿Qué nos está diciendo Trimegistro con estas palabras? Sencillamente, que combinemosnuestros dos hemisferios: el masculino, pragmático e histórico, y el femenino, abstracto e intuitivo,para actuar en la vida. Que no seamos meros espectadores de la función que se desarrolla a nuestro

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alrededor sino que nos conectemos al mundo de verdad. En nuestro caso, que nos conectemos almundo global de las vibraciones casuales en el que estamos sumergidos.

Nos ha tocado estar en este mundo y vivimos en él, de manera que lo mejor que podemos haceres intentar descubrir cómo podemos sintonizar con ese gran todo que a veces nos lanza guiños enforma de causalidad.

Las actitudes básicas

Si has efectuado el experimento de «fijación» te habrás dado cuenta de que a nuestro alrededor haymás que ver de lo que pensamos. Claro que para ello debemos tener una mente abierta e intención dever. Lástima que conjugar ambas condiciones a veces resulte complejo. Por eso debemos trabajarcon un método sustentado en tres principios básicos.

1. CuestionarAnte la sincronicidad o los hechos coincidentes, tanto propios como ajenos, debemos serinconformistas. Desde luego, lo peor que se puede hacer es decir: «me ha pasado algo casual» ydejarlo ahí. Primero tenemos que vivenciarlo, integrándolo en nosotros, para después poderanalizarlo.

En primer lugar, tenemos que sentir aquello que ha pasado, rememorándolo y siendo conscientesde ello. Después tenemos que preguntarnos por qué ha ocurrido esa casualidad, qué puederepresentar para nuestra vida, con qué o quién nos conecta, en qué nos beneficia o perjudica,etcétera.

Todo, hasta lo que no lo parece, es importante. Todo tiene una sintonía, aunque a veces no tengaun mensaje directo para nosotros.

Imagina que vas de excursión con unos amigos a un paraje natural poco habitual y que, al díasiguiente, ves eso mismo en un canal de televisión. ¿Tiene algún significado? Tal vez que debes salirmás, quizá que debes reencontrarte con lo natural. A lo mejor puede estar relacionado con alguna delas personas que te acompañaron a la excursión, con algo que se dijo en ella... Las preguntas soncentenares y las respuestas también, pero la clave, la primera clave, es ser consciente del guiño quete ha ofrecido el destino al generar esa sintonía. A partir de que se produce hay que comenzar a tirardel hilo. Por cierto, puede que no haya respuesta, que ese destello de lo casual sólo sea pararecordarte o hacerte notar que, en efecto, estás en sintonía.

2. Reencontrar el espíritu del niñoCada vez que tiene lugar una serendipia o casualidad, la mente lógica, la que está conformada pormiedos y tabúes, pero también por conocimiento y formación, lo pasa todo por el tamiz de lo queconocemos. Es cierto que ello nos dará una pauta de información clarificadora, sin embargo, tambiénnos puede restar capacidades para evaluar otros matices.

Si un experto en aves o un ornitólogo va a una reserva natural, en el momento en que oiga lostrinos o cantos de ciertas aves procederá no sólo a confirmar la presencia de tales animales, sino que

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también podrá identificarlos por el sonido que emiten. Es más, en el caso de que las vea, sabrá dequé aves se trata y podrá determinar decenas de datos más. Todo perfecto, pero ¿dónde queda laparte emocional? No quiero decir que un ornitólogo no pueda emocionarse, pero la confluencia desus sentimientos y emociones ante esa situación no será igual que la de una persona recién llegada dela ciudad que puede quedar maravillada no sólo por el paisaje que lo envuelve, sino también por loque ve, oye y siente.

Ante lo casual, está muy bien que tamicemos y que incluso podamos trabajar con ciertos códigoscomo los que se incluyen en este libro, pero antes de pasar al código, al «traductor», es preciso dejarque hable el corazón. «Cada persona posee un rótulo, y, además, se lo cree. Es como si hubiéramosconformado nuestra personalidad sobre unas bases inamovibles. A veces caemos en el error detamizarlo todo en base a un estadio emocional determinado, como el depresivo que todo lo ve negroo el optimista para quien nunca ocurre nada nefasto. Debemos aprender a sentir primero y analizardespués», apunta el psicólogo José Luis Baquerizo.

3. Fijarse en los pequeños detallesNo te quedes en lo superficial, profundiza y ve más allá. Imagina que caminando por la calleencuentras una llave en el suelo: ¿qué harías? Puede que la veas y pienses: «Alguien ha perdido unallave.» Ésa sería la lectura tradicional y lógica. Pero puede que te preguntes qué es una llave y, portanto, llegues a la conclusión de que se trata de un objeto capaz de «abrir» algo. Si te haces esapregunta, tal vez pienses qué debes abrir o cerrar en tu vida, qué deberías revelar o compartir o quétendrías que convertir en secreto o reservado.

Como vemos, las preguntas y lecturas que podemos extraer de un objeto tan «insignificante»como una llave son muchas. Pero avancemos y vayamos a la acción: coger la llave o no. El destinoha generado que tú veas la llave; por algo será. Fíjate en la cantidad de cosas que pueden suceder,vamos a jugar al «puede...»:

— Puedes entregarla en el establecimiento más cercano por si alguien acude a recogerla... ¿Conquién entrarás en contacto en ese momento?

— Puede que la recojas del suelo y justo en ese momento alguien diga que se le ha caído a él. ¿Porqué se han cruzado vuestras vidas?

— Puede que decidas recogerla y llevártela a casa. En ese caso, has aceptado la«responsabilidad» que implica tener una llave: abrir o cerrar, compartir o vetar. Recuerda laclave: el destino la pone ante tus ojos y tú «aceptas el reto».

— Puede que en tu casa guardes la llave en un cajón y te olvides de ella, en cuyo caso tal vezdeberías preguntarte para qué la has cogido.

— Puede que la pongas en un lugar visible, como deseando mostrarla a los demás. ¿Ello quieredecir que te gusta que los que te rodean sepan que asumes responsabilidades?

Soy consciente de que en el juego de qué hacer con una llave quizá estoy rizando demasiado elrizo, pero no lo hago con malicia. Todo, absolutamente todo lo que encuentres «por casualidad»puede tener muchos niveles de lectura y poseer un significado que a priori es inexistente, de ahí que

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sea necesario preguntar una y otra vez para aclarar y descubrir pequeños detalles.

¿Cómo andas de sintonía?

Vayamos a un juego. Ahora sí que es un test, de manera que si no respondes con toda sinceridad sólote engañas a ti... Como verás, se trata de una batería de veinte preguntas muy sencillas vinculadas conhechos casuales comunes. Sólo debes responder sí o no a las cuestiones para saber cuál es tu gradode conexión con lo casual, aunque, por aquello de potenciar todavía más el trabajo mental y la tomade conciencia con el fenómeno, no estaría de más que, cuando proceda, acompañes las respuestascon un texto descriptivo o relato sobre la experiencia que viviste.

1. Imagina que tienes una cita y estás llegando tarde. ¿Más de una vez te ha pasado que, como porarte de magia, todo parece estar a tu favor (semáforos, tráfico, colas, etcétera) para que llegasesa tiempo?SÍ – NO

2. ¿Te ocurre con frecuencia que estás a punto de hacer una llamada, o pensando en alguien, y depronto suena el teléfono y es la persona en la que pensabas?SÍ – NO

3. ¿Te sueles encontrar por casualidad con personas con las que no habías quedado pero que anteshabías mencionado, o pensado en ellas?SÍ – NO

4. Imagina que estás viviendo un momento de confusión. En tu cabeza se agolpan preguntas y dudasy no sabes qué hacer. ¿Te ha sucedido que, justo en ese instante, alguien te llame o venga a vertey que te proporcione las soluciones o consejos que necesitas?SÍ – NO

5. Imagina que estás pasando por un problema serio, de dinero, trabajo o incluso crisis interior.¿Te ha ocurrido que en esa situación haya aparecido dinero, una oferta laboral o una soluciónque no esperabas?SÍ – NO

6. Supón que vas por la calle pensando en algo irrelevante y, de pronto, ves un anuncio, unescaparate o una imagen que alude con exactitud a tu pensamiento. ¿Te ha pasado?SÍ – NO

7. ¿Has vivido sucesos con tres o más sincronías? Por ejemplo, ir por casualidad a un lugar que noconocías y al día siguiente (primera sincronía) verlo en la televisión o en una revista; más tarde(segunda sincronía), que alguien te hable de ese lugar sin que sepa que tú has estado allí, y(tercera sincronía) que conozcas a alguien de ese lugar o que también ha estado casualmenteallí.SÍ – NO

8. Imagina que estás fuera de tu país, el motivo no importa. De pronto te encuentras por casualidadcon alguien a quien hace mucho tiempo que no veías y que, como tú, tampoco vive en ese país.

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SÍ – NO9. ¿Alguna vez, nada más despertar, has tenido la sensación de que algo, que no puedes precisar,

está a punto de suceder, y al final acontece un hecho que trastoca tus planes?SÍ – NO

10. ¿En más de una ocasión has encontrado en tu casa o en el trabajo objetos o documentos (fotos,papeles, tarjetas) que aparecen como por arte de magia pero que no hubo forma de hallarloscuando los buscabas?SÍ – NO

11. ¿Te ha ocurrido que te acaben de presentar a alguien y de inmediato tengas la sensación de queya lo conoces o sepas cómo es?SÍ – NO

12. ¿La vida te ha empujado alguna vez hacia una persona para que mantuvieras una relación deproximidad cuando en apariencia no teníais nada en común?SÍ – NO

13. ¿Has vivido algún tiempo en el que casualmente todo parecía ponerse de acuerdo paraaveriarse sin causa justificada?SÍ – NO

14. ¿Casualmente, después de sentir algún tipo de negatividad injustificada o padecer casualesretrasos, has recibido una mala noticia?SÍ – NO

15. ¿Has abandonado un proyecto de viaje, encuentro o desplazamiento porque algo imprevisto teretrasó o generó la cancelación, y luego te enteraste que de haber ido habría sido un desastrepara ti?SÍ – NO

16. ¿Has tenido intuiciones nefastas que luego se han cumplido?SÍ – NO

17. ¿En algún momento de tu vida has visto la reiterada aparición casual de un color que luego hatenido una relevancia o significado especial en tu cotidianidad?SÍ – NO

18. ¿Te vienen a la mente ideas o recuerdos que a priori no tienen sentido pero que, casualmente,en poco tiempo lo adquieren?SÍ – NO

19. ¿Te ha sucedido que conforme te dabas cuenta de que experimentabas hechos casuales parecíanproducirse más a tu alrededor?SÍ – NO

20. ¿Has notado que con frecuencia ciertos números parecen repetirse o perseguirte en tu día a día?SÍ – NO

Los resultadosSuma las preguntas cuya respuesta es afirmativa. Cada una vale un punto, de manera que resolvercuáles son tus capacidades es muy fácil:

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Si has respondido entre 0 y 5 respuestas afirmativasTu capacidad de conexión con el plano de lo casual es baja. De hecho, sintonizas muy poco, lo cualno quiere decir que no puedas hacerlo. Tal vez sólo te falte práctica o interés.

No cabe duda de que has experimentado casualidades, seguro que sí, pero o no eres conscientede todas las experiencias o, de momento, cuando ocurre algo casual, no le das la relevancia que talvez tenga.

Si quieres mejorar deberías prestar más atención a tu entorno y anotar todos los hechossincrónicos o casuales que experimentes. Por supuesto, el fenómeno también puede depender de tucarácter y forma de ver la vida. Tal vez te iría bien un poco menos de pragmatismo y potenciar algomás la imaginación.

Si has respondido entre 6 y 10 respuestas afirmativasTu calificación es media. Desde luego que tienes preparación para poder sintonizar con lo casual, dehecho lo haces, pero puedes ir más allá.

Si la puntuación está más cerca del 6 que del 10, podría decirse que la casualidad te tienta y temanda señales, aunque muchas pasan inadvertidas. Si estás más cerca del 10 que del 6, indica quetienes una buena capacidad para percibir los hechos coincidentes.

Si deseas mejorar tienes que analizar más a fondo aquellos fenómenos de los que posiblementeya tomas nota. Puede que les prestes atención, pero seguramente lo que te falta es profundizar en elestudio del significado.

Si has respondido entre 11 y 15 respuestas afirmativasTienes un nivel alto de sincronismo, por tanto, todo lo que he explicado en este libro te debe deparecer lo más normal del mundo. Entiendes perfectamente las diferencias entre causa y efecto, entrelo que es causal y lo que es casual, y sabes que todo lo que piensas, dices o haces, puede tenerconsecuencias sincrónicas.

Seguramente seas una persona muy abierta, imaginativa y creativa, que trabaja sus casualidadestomando nota de ellas y buscando significados. Para ti, la intuición o la captación de energías yvibraciones es algo natural. Si deseas mejorar —aunque siempre hay que ir poco a poco para no caeren la obsesión—, deberías esforzarte por captar más hechos sincrónicos e incluso intentarprovocarlos.

Si has respondido 16 o más respuestas afirmativasTu nivel es muy alto, hasta el punto de que puede ser peligrosamente alto si no actúas con laobjetividad y la paciencia adecuadas o si te obsesionas pensando en que todo cuanto sucede es pocomenos que casual. De manera que, dado que no necesitas mejorar tu nivel, lo aconsejable sería pulirel que ya tienes.

A priori, parece claro que caminas con soltura por el sendero de la sincronicidad, por esodeberías disfrutarlo y aprender de él, y utilizar tu capacidad de conectar con las energías que nosrodean para potenciar el autoconocimiento.

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11. DICCIONARIO DE SEÑALES

Como has podido comprobar en los capítulos que preceden a éste, la vida está llena de señales,claves y elementos que son susceptibles de ser interpretados. Se trata de lo que yo llamo sintonías:son números, colores, formas geométricas, situaciones y cientos de señales que se manifiestan adiario.

Componer un diccionario que contenga todas las señales posibles es inviable, pero a lo largo deestos años, y siempre contando con la colaboración de expertos de distintas materias que haninvestigado la sintonía entre señales y sincronía, he podido elaborar este sencillo manual que tepuede resultar de gran ayuda. De todas formas, es orientativo y deberías ser tú quien formule el suyopropio a partir de las experiencias que vayas viviendo.

Las señales numéricas

Deja a un lado el concepto matemático del número y fíjate en su grafismo. Los números están portodas partes, pero a veces alguno se empeña en aparecer de forma reiterada ante los ojos. Hay etapasde la vida en las que, curiosamente, cuando miramos el reloj siempre vemos la misma secuencianumérica o cuando salimos a la calle hay un determinado número que parece perseguirnos: «Losnúmeros dan mensajes sutiles porque son formas de vibración», afirma la numeróloga pitagóricaRoser Llauradó, para quien toparse con determinados números no es casualidad sino pura sintoníacon un momento determinado de la existencia.

Según Llauradó, los dígitos que van del 0 al 9 representan situaciones, conceptos, formas devibración: «Pitágoras decía que el ser humano vibraba en un cosmos que era numérico. Por eso, cadaetapa de la vida, cada situación a la que nos enfrentamos, se puede sintetizar en un número.»

Desde luego, para Pitágoras los números eran mucho más que la pura matemática. El maestrocreía que cada número contenía un mensaje e incluso una advertencia. Para Roser Llauradó, «lavacuidad nos lleva al 0, el liderato nos conduce al 1, las dudas al 2, la expansión al 3, elmaterialismo al 4, la comunicación al 5, el dinero al 6, la espiritualidad al 7, los honores al 8, y loslogros al 9. Por eso, en función del momento en que estemos viviendo, nos fijaremos más en unosnúmeros o en otros».

La mayoría de los numerólogos consideran que los números no se cuelan en nuestra vida porcasualidad, por eso cuando de pronto vemos matrículas de coches en las que siempre aparecedeterminado número, en lugar de salir corriendo a comprar un décimo de lotería que lo contengadeberíamos ver qué nos está diciendo el destino.

La primera vez que oí hablar de números y coincidencia no pude por menos que extrañarme,porque claro, si tú ves una secuencia numérica, por ejemplo 02580541023775680, al margen defijarte en que comienza y termina en cero, ¿qué debes evaluar?, ¿cuál es el número que te estáguiando o aconsejando por parte del destino? Pues bien, la respuesta es sencilla: ¿qué es lo primeroque te viene a la cabeza, lo primero en que te fijas? Tal vez en que comienza y termina en cero, ése

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sería el número a consultar. En el caso de que te hayas fijado en que en toda la secuencia no apareceel 9, el mensaje viene del número que falta.

En resumen, siempre debemos evaluar aquel número que nos impacta más o que nos llama laatención porque no está, destaca sobre los demás o se repite. Por ejemplo, imagina un reloj quemarca 11.11.11. El hecho de que tengas la chiripa de ver la hora, los minutos y los segundos en esaposición es algo que sólo ocurre dos veces al día, salvo que lo tengas en posición de 24 horas, encuyo caso sólo ocurre una vez. Está claro que si sólo lo ves por la mañana, el 1 no dice nada, pero ¿ysi has quedado a las 11 con alguien que casualmente vive en el número 11, que es la cantidad deeuros que te ha costado el taxi que te ha llevado a su casa?

El 0Como indica la numeróloga Roser Llauradó, es «el vacío, la nada, la ausencia», por lo tanto, ladiscreción, el no estar, el no hacer y el no decir. Sí, parece que el cero será el número del serinvisible, pero claro, es lo que representa: la vacuidad. Tal vez en el mundo de lo casual la apariciónde ceros indica que todo está por hacer, pero que no tenemos en nuestras manos ni en nuestrascapacidades la potestad de pasar a la acción.

Entre los místicos pitagóricos, el cero era equivalente a la vacuidad que existía en el mundoantes de la creación. Claro que no entendían el cero como la nada o como la ausencia decapacidades, sino como la fase previa a toda acción, es decir, como el proceso creativo y gestadorque se pone en marcha antes de que la luz se manifieste.

El cero aplicado al día a día nos está diciendo que no tomemos partido, que mantengamos laserenidad, que dejemos en manos de otros la acción y nos conformemos con verlo todo con ojosnuevos como si fuera la primera vez.

Como sucede con todos los números, puede que percibamos el cero desgastado, roto,semiborrado. Ello no quiere decir que el número no posea un mensaje, sino que debemoscomprenderlo como antagónico. En ese caso, nos dice que dejemos lo vacuo y pasemos a loconsistente. Que dejemos de explorar posibilidades para movernos hacia la acción, en este casohacia el uno.

El 1Representa el inicio de todas las cosas, el punto de partida. Es el número que marca las líneas aseguir y el liderato. Verlo de forma reiterativa puede indicar, por un lado, que ha llegado el momentode pasar a la acción (en el caso de que estemos dándole vueltas a un proyecto), y por otro, quedebemos asumirnos como los líderes o la voz cantante de una situación determinada.

El uno es creativo, dinámico, fuerte, seguro, con capacidad para asumir responsabilidades.Imagina que lo ves reiteradamente mientras acudes a una reunión de trabajo. El mensaje parece claro:la cifra te estaría invitando a que actúes como un uno.

Si el número en el que te fijas está roto o desgastado te dice lo contrario, te aconseja que en vezde pasar a la acción permanezcas en un segundo plano porque no es momento de ejercer de líder.

El 2

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Si el uno es el punto, el dos es la línea, es decir, el punto que comienza a andar, que pasa a la acción.Claro que en ese caso necesitamos dos puntos para formar una línea, por tanto nos habla de acción enequipo, compartida.

La reiterativa presencia del dos evidencia que ha llegado el momento de la dualidad, de sabercombinar mente y cuerpo o, lo que es lo mismo, pensamiento y acción. Para algunos numerólogos,como Roser Llauradó, «el dos siempre invita al trabajo en equipo, a la combinación de lo activo conlo pasivo, de lo masculino con lo femenino; por lo tanto, de lo que hemos aprendido combinado conlo que hemos imaginado».

Si el dos aparece en nuestra vida, tal vez el destino o lo casual nos esté diciendo que no seamosabsolutistas ni deterministas, que contemplemos una segunda opción. Puede que también nos hable dela necesidad de actuar en conjunto, contando con las ideas de los demás.

Como siempre, en el caso de los números fraccionados, rotos o desgastados, el dos nos podríadecir que nos definamos, que dejemos de ser duales, que aclaremos conceptos o que mantengamosuna sola voz para expresar una sola opinión.

El 3Para Roser Llauradó «representa el ciclo de vida, destino y muerte». Es curioso, porque si hablamosde figuras geométricas (símbolos arquetípicos que también se pueden interpretar), el tres equivale altriángulo equilátero, por tanto a las tres formas de manifestación de la esencia humana: cuerpo, mentey espíritu. Es decir, actuar con lo físico, gobernados por la mente, por nuestras ideas y proyectos,pero contando con el amparo de lo espiritual, los antepasados o, si se prefiere, con el bagaje de otrasexistencias.

La presencia del tres nos habla de expansión, pues como se expande el triángulo equilátero asílo hacemos nosotros. Pero ¿cómo aplicar esa expansión? Tal vez buscando nuevos horizontes, quizáteniendo mayor amplitud de miras ante proyectos, problemas o adversidades. El tres también es unnúmero de cambio y alteración del orden, por eso tal vez nos esté diciendo que algo va a cambiar ennuestra vida.

El tres es más un número de acción que de reflexión, salvo que lo veamos roto o desgastado, encuyo caso la señal que transmite, según los numerólogos y expertos, es: «reduce la velocidad, manténla calma, tenlo todo preparado pero aguarda acontecimientos».

El 4Representa los cuatro puntos cardinales. Por lo tanto, las cuatro direcciones que podemos tomar ennuestra vida: la fría y distante, la cálida y cercana, la luminosa y evidente o la oscura y secreta. Claroque con tanta posibilidad uno se pregunta: ¿y ahora qué hago? Pero el número no es de acción sino detoma de conciencia, de reflexión y asentamiento.

En opinión de Roser Llauradó, «el cuatro es el detenimiento necesario para poner las cosas ensu sitio y reflexionar». No es de extrañar que para todas las culturas el cuatro sea el equivalente alelemento tierra, a lo que es inmutable, lo que está fijado.

Imagina que estás a punto de hacer una compra. Has visitado varias tiendas, por aquello decomparar precios, y tienes que tomar una decisión. Si comenzaras a ver números cuatro, mi consejo

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sería: reflexiona y evalúa muy bien lo que vas a hacer antes de decantarte por un producto u otro.Es curioso, porque el cuatro también representa el asentamiento del hogar y la familia. Y

singularmente tengo abundante casuística de personas que lo veían antes de comprar inmuebles (sí,hubo un tiempo en que no había crisis y los pisos se compraban y vendían) o que parecían estarperseguidas por el cuatro en momentos en que debían tomar decisiones muy trascendentes para suvida.

El cuatro representa la rectitud y la estabilidad, pero también la lentitud y el encorsetamientocuando se nos presenta borrado o roto. Para que veas mejor la dualidad: imagina que tienes una citacon alguien con quien deseas ir más allá en vuestra relación. Si percibes cuatros, puede que eldestino te esté diciendo «adelante», claro que si están fragmentados o borrados tal vez te estéaconsejando «toma ya una decisión pero no consolides nada».

El 5Sin lugar a dudas es, por excelencia, el número de la comunicación y las relaciones humanas. «Laspersonas que tienen el cinco, ya sea como número dominante en su año de nacimiento o como númerode destino, suelen estar abocadas a las continuas relaciones sociales», indica Roser Llauradó. Lo quenos lleva a deducir que la presencia de los cincos nos induce precisamente a eso: hablar, compartir,sociabilizar...

Si Facebook o Twitter tuvieran un número asociado, posiblemente sería el cinco. Ahora bien,comunicación no es igual a hablar por los codos, sino crear redes, interacciones, contactos. Endefinitiva, fomentar las relaciones sociales. Tal vez por ello, la aparición de esta cifra en nuestravida indica que debemos estar muy receptivos a todo cuanto sucede a nuestro alrededor, a losestados de ánimo de los demás y a sus necesidades comunicativas.

Como en otros casos, la «carencia», es decir, la aparición de cincos fragmentados o borradossugiere prudencia, discreción y un punto de introversión. Por ejemplo, si tienes una reunión con tuequipo de trabajo y hace días que ves el cinco, la señal es «comparte e interactúa», pero si loscincos están deteriorados podría significar «calla, deja hablar y permanece en un segundo plano».

El 6Es el número de la armonía, la conciencia, el equilibrio y lo familiar, y ello puede aplicarse tanto ala amistad como a aspectos sociales o laborales.

Cuando los números seis dan la sensación de aparecer por todas partes, es como si el destinonos dijera que debemos propiciar por encima de todo la familiaridad, el cariño y la comprensiónafectuosa en las relaciones que mantenemos con los demás, sean o no familiares.

Dado que se trata de un número armónico, algunas personas parecen verlo con más frecuenciatras pasar una enfermedad o cuando se encuentran en fases de recuperación después de haber sufridoun disgusto. Por otro lado, es también el número de la bondad, la inocencia y la solidaridad.

En el caso de verlo en el sentido negativo, borrado o sesgado, nos indica que debemosdesconfiar de la bondad y la aparente inocencia que nos muestran los demás o que nosotrosaplicamos en nuestras relaciones. En sí, es como si nos dijera que debemos ser más fríos, distantes y

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calculadores, pues en caso de actuar con la solidaridad clásica del seis, tal vez podríamos servíctimas de engaños o estafas.

El 7Desde luego, ésta es la cifra considerada como más mágica y arquetípica de todas. Los antiguosgriegos decían que era el número de la mística, de la elevación espiritual, la cifra que conectaba alhombre con los dioses. Por lo tanto, la visión del siete era para ellos una llamada del destino en todaregla. «El siete es misticismo, divinidad y espiritualidad, pero también tiene su lado nefasto, lasoledad y el peligro de la introspección exagerada que nos puede conducir a apartarnospeligrosamente del mundo», afirma Neus Colomer.

Particularmente no creo que ver un siete signifique estar captando un destello directo de ladivinidad, aunque merece la pena considerarlo como un número espiritual. Y claro, ¿cómo seconjuga un mensaje espiritual con lo casual? ¿Cuál es su sentido? La mayoría de los expertos creenque nos fijamos en los sietes cuando algo en nuestro interior no acaba de estar organizado del todo, ocuando las emociones están alteradas y falta armonía en nuestro devenir. Por tanto, en caso depresenciarlo —vaya por delante la advertencia de que es uno de los números que menos se suelenmanifestar en el terreno de lo casual—, deberíamos considerar que el destino nos conmina areorganizar nuestro mundo interior. Tal vez nos esté diciendo que debemos apartarnos un poco delmundo material y fluir más con lo espiritual.

Pese a que el siete no se antoja como un número nefasto, entre los pitagóricos era de malaugurio romper un conjunto de siete elementos. Por ello, verlo sesgado o casi borrado nos indica quedebemos protegernos.

El 8Está asociado con todo aquello que es factible y realizable, por difícil que parezca. «El ocho es elarquetipo del infinito, de todo lo que se puede hacer, manifestar o pensar, por eso es también unnúmero que nos habla de las puertas que se abren», señala Roser Llauradó, quien matiza que si lovemos como un doble cuatro, el ocho es «el equivalente a poner en la práctica todo el conocimientode aquello que ha estado asentado durante largo tiempo».

En un tono más práctico, el ocho nos anima a abrir la mente, a ir más allá de las barreras, losmiedos y los tabúes. Dado que representa el infinito, es un número que nos insta a no conformarnoscon lo que tenemos sino a ir más lejos, tanto en el plano de lo material como en el de lo espiritual.Eso sí, ir más lejos pero con moderación y respeto por el entorno, alcanzando nuevas cotas defuerzas y poder de manera equitativa. Según Roser Llauradó, «para los pitagóricos y los griegos elocho era sinónimo de justicia y equidad».

El ocho habla de ciclos, quizá por eso algunos lo ven con más frecuencia cuando cierran etapasde su vida. Es más, presenciarlo es algo así como una llamada del destino que nos dice: «tienes quecerrar la carpeta, la puerta o el ciclo».

El ocho borrado o fragmentado advierte del peligro de llevar las ideas al extremo, de no saberdónde están los límites. Nos dice que nada es para siempre y que algunas cosas deben permaneceracotadas. Supón, por ejemplo, que estás a punto de sincerarte con alguien y ves un ocho fragmentado,

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la señal sería: «habla, pero márcate un límite». En cambio, si los ochos fueran normales, podríasignificar: «no te guardes nada en el tintero, abre tu corazón».

El 9Manifiesta el final del ciclo, la culminación, la obtención de los logros merecidos por el trabajo y elesfuerzo realizado. En sí, es una señal de buen augurio. Por lo tanto, es un número que suele coincidircon periodos de esfuerzo y que nos dice que éste merecerá la pena.

Mal aspectado, es un número que invita a la no acción, a dejar que los acontecimientos sigan sucurso sin interferir en él, sin cuestionarlo, ya que nos dice que el ciclo no ha terminado y queintervenir podría ser adverso.

El poder de los colores

Vivimos rodeados de frecuencias cromáticas que nos influyen emocional y conductualmente. Loscolores no dejan de ser una manifestación vibracional de la luz, y con ella se generan estadosmentales que van desde la paz y relajación más absoluta hasta el miedo o la inseguridad, pasando porel nerviosismo o el estrés descontrolado. Ahora bien, ¿hasta qué punto lo casual y serendípico seconecta con nosotros y con el color? «El universo utiliza todos los medios que tiene a su alcancepara comunicarse con nosotros, y el color es uno de ellos, porque es capaz de hacernos cambiarpuntos de vista o de predisponer la mente para la captación de sensaciones», asegura la terapeutaHelen Flix.

Está claro que los colores están ante nosotros, que allí donde vayamos habrá miles de maticesde color con los que nuestra mente interactuará. Los objetos no serán coloreados a nuestro paso…(vale que sea poderosa la entidad que está tras los fenómenos casuales, pero tampoco hay quepasarse). No, no colorea, pero sí que tiene la potestad de hacer que nos fijemos en ciertos tonos másque en otros. ¿Nos fijamos en un color determinado a causa del estado emocional queexperimentamos o hay algo más? En este sentido, las opiniones suelen ser divergentes.

Para la experta en visualización creativa Flora Cavillo, que captemos un color determinado noes una casualidad sino un mensaje que nos da la vida: «Sin duda hay algo más: nuestros pensamientosgeneran vibraciones y éstas sintonizan mejor con unos colores que con otros. El cosmos en el queestamos sumergidos vibra y nos habla a través de tonos que nos dicen “pasa a la acción”, “relájate”,“dialoga”... Los colores nos sirven para entender necesidades sutiles que a veces están cobijadas enlo más profundo de la mente.»

En cambio, para el psicólogo Juan Dalmau, todo es cuestión de emociones: «En efecto, loscolores interactúan con las emociones y precisamente por eso, ya sea por los excesos o por lascarencias que experimentamos en un momento determinado, nos fijamos en ellos. Ante situaciones deestrés, muchas personas se fijan en los verdes, que resultan calmantes, y cuando vivencian losestados apáticos centran su atención en los rojos o los anaranjados, que son tonos de más vitalidad.Eso es algo normal, su cerebro hace que se fijen en lo que necesitan, pero de ahí a hablar de un guiñodel destino me parece exagerado.»

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Puede que no sea un guiño del destino, puede que en efecto nuestra mente necesite«reequilibrar» sus emociones y haga que nos fijemos de manera inconsciente en determinadoscolores, pero ¿hay algo o alguien tras todo eso? A diferencia de lo que sucede con los números, cuyosignificado esotérico se nos antoja mucho más complejo de demostrar, los colores — haymuchísimos estudios en este sentido— traducen sensaciones y contagian estados emocionales, poreso creo que es relevante que los tengamos en consideración, más que nada porque quizá sí que nosea más que una simple casualidad que veamos verdes por todas partes un día que estamos muynerviosos, o que nos fijemos en los amarillos en los momentos en que necesitamos más creatividad,pero —insisto— ¿y si el universo conspira para que fijemos la atención en esos colores porque es laúnica forma que tiene de darnos sus mensajes de una manera efectiva, rápida y sencilla?

Como sucede con el caso de los números o de otros elementos, detallo a continuación algunossignificados vinculados con los colores para que evalúes qué te puede estar diciendo la vida. Eso sí,debes analizar estas señales sólo cuando los colores capten tu atención o aparezcan de formareiterativa y por casualidad en tu vida, o cuando te resulte chocante encontrarte con ellos.

AmarilloSe relaciona con la energía y la imaginación. Tal vez el destino te esté diciendo que pongas másfuerza y energía a eso que estás haciendo o al asunto sobre el que pensabas cuando viste el color.

Azul oscuroEs un color tranquilizante y relajante. Es el color mental de la paz y la serenidad, también de lareflexión. El mensaje parece claro: debes relajar tus actitudes, tu mente y tus pensamientos, debesanalizar mejor tus argumentos. Seguramente te fijarás en este color cuando tengas un día muyestresante.

Azul claroTambién es un color mental, aunque su vivacidad habla de pasar a la acción. Es como si el destinonos dijera que dejemos de pensar para proceder a actuar. Algunas personas consideran que es elcolor de la reiteración retórica; en definitiva, de estar dándole vueltas a un mismo asunto sin alcanzarresultado alguno. Cuando aparezca este color de forma casual, prueba a preguntarte qué te obsesiona.

BlancoEs el tono de la espiritualidad y la paz interior. Quizá la vida te esté empujando hacia esos caminos ote esté diciendo que te calmes, que apacigües tu existencia. Dado que también es el tono de loecuánime y neutro, el mensaje, en el caso que veas reiterativamente este color, puede ser: «no tedefinas».

MarrónEs un color material, pragmático y de acción-reacción. Es como si la vida nos dijera que debemoscentrar las ideas y las acciones en asuntos concretos. Puede ser una llamada a algo como: «Deja dedespistarte con temas banales que no te llevan a ningún lado y ocúpate de lo que realmente es

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importante.»Algunos terapeutas expertos en visualización creativa consideran que el color marrón, tanto

cuando se manifiesta en sueños como cuando es predominante en los ejercicios de visualización, esuna llamada interior a centrar las ideas, clarificar las dudas y actuar con trabajo duro y esfuerzo,pero también a preguntarse cuáles son las cargas dañinas que la persona está soportando en su vida.

NaranjaMarca la actividad, la puesta en marcha de acciones y nuevos pensamientos. El naranja es unallamada del destino a que pasemos a la acción cuanto antes. Eso sí, dado que se trata de un colormental, el mensaje podría ser: «Piensa en nuevas medidas o soluciones creativas, pero no esperesque se pongan en marcha por ahora.»

NegroEs el tono del misterio, de lo desconocido y privado. Emocionalmente remarca la interiorización y laintroversión. Tal vez podemos interpretarlo como una llamada a la reserva, a que no nos definamosclaramente ante los demás o, quizá, a que actuemos en la vida con mucha prudencia y sin hacernosnotar demasiado.

RojoAunque es el color de la fuerza, el empuje y la pasión, también puede ser el tono del «detente, nocorras, o haz un alto en el camino». Si observas con atención, verás que los rojos aparecen en tu vidacuando actúas con precipitación o bien cuando estás pasando por un periodo de apatía. En el primercaso, el rojo te advierte de que puedes pagar un alto precio por tu ímpetu. En el segundo caso, te estádiciendo que pongas un poco de vitalidad y energía a tu apatía. Sea cual sea el caso, recuerda que elrojo es un tono que advierte del peligro.

VerdeAunque es un color familiar, que da confianza, paz y serenidad, no todos los verdes son iguales.Cuando el verde es oscuro suele estar relacionado con la necesidad de reducir la velocidad,manteniendo la acción pero de una forma desapasionada, y siendo conscientes de cada uno de lospasos que damos. Sería algo así como: «Avanza y camina, pero mira dónde pones los pies.» Cuandoel verde es claro, alude a los pasos dados con vitalidad y energía pero con seguridad. Su mensajepodría ser: «Avanza con tranquilidad, estás pisando sobre caminos seguros.»

La fuerza de los objetos

Está claro que a todos nos gustaría encontrar billetes o diamantes, pero la casualidad no entiende decrisis, por eso pone a nuestro alcance objetos que pueden ser más triviales pero igualmenteinteresantes de interpretar. Ahora bien, no siempre encontramos cosas, a veces las perdemos...

Por definición, analizando el tema de lo casual, entendemos que aquello que es encontrado o

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con lo que topamos visualmente suele ser un mensaje de advertencia o de incorporación a nuestravida, en tanto que aquello que se extravía, tanto de forma temporal (volviendo a reaparecer después),como definitivamente, indica algo que deberíamos alejar de nuestro día a día. Por supuesto, en lotocante a perder cosas, si somos despistados o desorganizados eso será lo normal, de manera que nodebemos ir haciendo interpretaciones a cada paso.

Para saber qué nos quiere decir el destino al situar frente a nosotros un objeto determinado o alquitarlo de en medio, debemos ver su utilidad genérica, pero también qué representa para nosotros.Por ejemplo: encontramos un libro. Lo podemos relacionar con cultura o sabiduría. El libro sirvepara leer, para acceder a una información. Claro que también se puede utilizar como evasión, paradistraernos, y más si quien lo encuentra es de esos lectores que jamás leen ensayo sino sólo novela.La interpretación final siempre depende de ti.

Una forma de complementar la información que se nos da en ese encuentro o pérdida casual estomando nota de lo que teníamos pendiente por hacer o resolver en el momento en que hemos hechoel hallazgo.

Estos son algunos de los objetos que consideramos como relevantes y especialmentesimbólicos:

AnillosRepresentan el inicio y el fin de un ciclo. Son una alegoría de los compromisos. Encontrarlos puedesignificar que debemos asumirlos, llegar a acuerdos o reforzar lo que tenemos en marcha. Perderlospuede indicar que hemos cubierto una etapa, que debemos despojarnos de ataduras.

En el caso de que el anillo esté roto, partido o abierto, es una alegoría de los pactos que serompen, y podría ser una advertencia.

BolígrafosEncontrar un útil de escritura puede significar una llamada a tomar nota de aquello que está pasando;a dar fe, poniendo por escrito, de los acuerdos a los que se llega. La escritura simboliza reflexión ycompromiso, porque aquello que es escrito tiene peso. En situaciones como ésta, deberíaspreguntarte qué deberías traspasar al papel, qué asuntos tienes que certificar o pactar.

Perder un útil de escritura puede indicar que aplicas un exceso de celo en lo que haces y en losacuerdos que llevas a cabo. Tal vez el destino te esté diciendo que deberías conformarte con el valorde un simple apretón de manos.

DineroTanto da si se trata de una moneda o un billete. Según la tradición esotérica y simbólica, siempre hayque recogerlo, puesto que es un don del destino. Incluso un céntimo es importante, no por el valor quetiene, sino porque negarse a recogerlo es tanto como negar los dones que nos da la vida.

El dinero no tiene más valor interpretativo que el de saber si en algún momento has pensado odicho que necesitabas más dinero. Tal vez la moneda esté en un lugar relacionado con aquello que tepuede proporcionar mejoría económica.

Recuerdo el caso de una persona que casualmente encontró un billete de cinco mil pesetas (unos

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treinta euros) en la calle, frente a la puerta de un restaurante. Decidió entrar y preguntarle alcamarero de la barra si algún cliente lo había perdido. Mientras hablaba, un hombre en la barraescuchaba con atención, y le dijo: «Si no es de nadie, quédeselo e inviértalo en lotería, seguro que letrae suerte.» Aquel hombre se quedó el dinero, pero no lo invirtió en lotería, no tenía trabajo, y gastólas cinco mil pesetas en hacer la compra.

Tres días después acudió a una entrevista de trabajo para un supermercado en el quenecesitaban un reponedor. Casualmente, quien le hizo la entrevista y decidió contratarlo por suhonestidad fue el mismo hombre que había hablado con él en el restaurante.

GafasSimbolizan la visión que tenemos de los acontecimientos. Encontrarlas manifiesta: «Busca otrospuntos de vista, fíjate bien en lo que haces, presta atención.» Perderlas podría indicar: «No estásviendo las cosas con claridad, míralas sin filtros ni tamices.»

LibroSe asocia con la sabiduría, las ideas y el conocimiento. Encontrarlo, además de poder ser unasugerencia del tipo «estudia, documéntate o busca asesoramiento», puede indicar, según el tema deque trate el volumen, potenciar situaciones determinadas. Perder un libro es perder las ideas. Paraalgunos expertos en simbología indica que «Debes renovar tus viejos argumentos».

LlaveSimboliza las puertas que se abren y se cierran. Nos habla de las relaciones sociales, de los secretosque se guardan y de aquellos que se desvelan. Encontrar una llave indica que ha llegado el momentode vigilar lo que es nuestro, de preservar lo propio de ciertos peligros. Tal vez de cerrar asuntospendientes. Perderla puede indicar que es tiempo de revelar secretos o de compartir con los demásaquello que hemos tenido oculto durante un tiempo.

MecheroEl fuego se asocia con la energía y la vitalidad. Encontrarlo sería equivalente a «ponte las pilas», yperderlo a «reduce tu ímpetu». Lo relativo a perder el fuego es aplicable a las cerillas que noencontramos a la hora de hacer una barbacoa o de encender la cocina para preparar un café.

RelojPor supuesto, marca la hora y es una alegoría del tiempo. Encontrarlo indica, simbólicamente,«tómate tu tiempo, tal vez para reflexionar». Perderlo está relacionado con aplazamientos y demoras.

TeléfonoPor supuesto, manifiesta comunicación. Que te lo roben o lo pierdas justo cuando tenías que hacerllamadas importantes es un contratiempo, pero también una advertencia de «cuidado con quién hablaso a quién llamas». Encontrar un teléfono tiene sus matices: si está roto, puede indicar que las nuevascomunicaciones serán inútiles; si funciona, que debes potenciar la comunicación con los demás.

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ZapatosRepresentan el devenir de la vida, las rutas que hemos emprendido, los caminos que estamostrazando y las herramientas que usamos para ello. Hallar unos zapatos nuevos por casualidad, y conindependencia de que los podamos usar o no, indica que estamos en disposición de andar con pasofirme hacia los horizontes que tenemos marcados.

Los mensajes de las situaciones

¿Son las averías domésticas un hecho casual? Si todo lo tienes bien, si las instalaciones son lascorrectas y los aparatos están bien conservados, ¿por qué de pronto las cosas fallan de golpe?Caminas por la calle, tienes prisa y de pronto pisas un excremento que otro día habrías visto, oresbalas pisando casualmente el único lugar que estaba mojado, o tropiezas... ¿Estamos seguros deque en nuestro devenir diario todo es fruto del azar, o puede que haya algo más?

Al cabo del día vivimos decenas de situaciones que encontramos normales o que tipificamoscomo «qué buena suerte» (cuando tienes mucha prisa y encuentras aparcamiento a la primera) o «quémala suerte» (cuando vas a la estafeta de correos al mediodía pensando que no encontrarás a nadie yhay una cola kilométrica). ¿Y si pudiéramos extraer una lectura de esos acontecimientos triviales y enapariencia fortuitos? Creo que deberíamos hacerlo.

Averías domésticasPara evaluarlas, debemos considerar primero que todo está en perfecto estado. Las más significativasson las relativas a la iluminación y la electricidad. Los aparatos que dejan de funcionar pese a sernuevos y haberles dado un buen uso, o las bombillas que se funden cuando menos te lo esperas(contando que todas tienen una vida útil determinada), pueden indicar falta de ideas, ausencia decreatividad y carencia de impulsos para pasar a la acción.

En lo relativo al hogar, también es muy importante aquello que tiene una relación directa con elagua, ya que este elemento simboliza las emociones. Las fugas de agua pueden representar laspérdidas emocionales, la dispersión y la falta de control. Las tuberías o atascos pueden indicar faltade fluidez en la forma que tenemos de enfocar nuestras acciones.

Colas y atascosLa ley de Murphy indica que siempre se producen cuando uno tiene prisa. Debemos valorar einterpretar los que no son habituales, no los que se producen en las horas punta o, en el caso de losvehículos, durante las operaciones de salida y retorno. Cuando la vida nos hace esperar es por algo:puede que nos esté diciendo: «no llegues todavía, tómate tu tiempo, reflexiona antes de pasar a laacción».

MiradasSales a la calle, no eres una persona conocida, vistes con normalidad y no tienes una expresión en turostro que llame la atención. A pesar de ello, descubres que todo el mundo parece mirarte. ¿Lo

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hacen? Puede, pero tal vez te has fijado, casualmente, en las personas que lo han hecho. A lo mejor eldestino te está diciendo que hay muchos ojos sobre ti, que alguien vigila tus pasos, que estás siendoanalizado u observado. O puede que signifique que se te tiene más en consideración de lo que crees.

PérdidasHay días en los que todo parece perderse. Además de que debes prestar más atención, la alegoría esmuy sencilla: ¿qué temes perder en tu vida?, ¿qué estás abandonando o perdiendo?

RetrasosLlegas al andén del metro y el tren acaba de salir; pierdes el vuelo porque te has equivocado aldirigirte a la puerta de embarque; llegas tarde a una reunión porque todos los semáforos se ponen enrojo o porque el reloj no te ha despertado a tiempo... Si has hecho todo lo correcto para llegar a lahora y algo te dice que no llegues a tiempo, debes estudiar qué motivos hay para ello, preguntarte siera el momento de abordar esa situación a la que te dirigías.

Tropiezos y resbalonesMás allá de lo patoso que puedas ser o de lo accidentado del terreno, se asocian con la necesidad deenlentecer el paso y prestar más atención a lo que se hace; también con correr el riesgo de errar enlas actuaciones que se están llevando a cabo.

Los símbolos geométricos

Los expertos en simbología aseguran que las figuras geométricas más simples, como triángulo,círculo y cuadrado, y otras más complejas, como una estrella o una doble cruz, son símbolosarquetípicos que contienen enseñanzas que pueden ser útiles para entender mejor las señales deldestino. Si observas que de pronto lo geométrico parece asaltar tu vida (no sabes por qué, allíadonde vas parece que te persigan los triángulos o determinadas formas), tal vez el universo te estédiciendo algo.

CírculosComo los anillos simbolizan las etapas, los ciclos, los inicios y finales, fijarnos en ellos puedeindicar la necesidad de terminar asuntos pendientes, o de relacionarnos más con otras esferas oambientes si lo que vemos son grupos de círculos.

El círculo también nos dice que todo lo que tiene un principio también tiene un fin y, paraalgunos expertos en simbología eso puede significar que las adversidades o aquello que notamos quenos perjudica puede estar llegando a su fin. Un exceso de presencia también puede aludir a quesiempre estamos dando vueltas sobre lo mismo, es decir, que tal vez debamos dejar de obsesionarnoso tomar perspectiva sobre nuestras preocupaciones.

Triángulos

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En esencia manifiestan la expansión del cuerpo, la mente y el espíritu. Si nos da la sensación de quevemos triángulos por todas partes, debemos entender que el universo tal vez nos está diciendo quetenemos que esforzarnos por unificar esos tres puntos de energía en aquello que decimos o hacemos.

Hay un matiz en la presencia de los triángulos. Cuando son equiláteros, debemos fijarnos si eltriángulo está con el vértice hacia arriba o al revés. En el primer caso, la figura nos habla de laprevalencia de la mente sobre la materia. Tal vez nos dice: «primero piensa y luego actúa» o«proyecta y pasa a la acción». En cambio, cuando es al revés y el triángulo aparece invertido,sostenido sobre el vértice, indica la prevalencia de la materia sobre la mente, en cuyo caso podríaestar diciendo que «es hora de actuar en lugar de pensar o seguir proyectando».

CuadradosSu alegoría también es aplicable a los rectángulos. Nos hablan de la solidez de los cuatro elementos,de la necesidad de remarcar y consolidar lo que decimos y hacemos, o bien del exceso deacotamiento que estamos aplicando a una situación determinada.

EstrellasNo importa las puntas que tengan, en general se toman como símbolos de buena suerte, algo así comosi el universo pusiera protecciones a tu paso.

CrucesPese al gran valor espiritual que se les puede dar, son cruces de caminos, por tanto debeninterpretarse como eso, como situaciones que se van a cruzar o que interactuarán entre ellas. Sicontinuamente te fijas en líneas que se cruzan, deberías preguntarte por aquellos caminos que se hancruzado en tu vida para averiguar cómo te han afectado, qué provecho has obtenido de ellos o qué teha quedado pendiente.

Elementos sin aristasAunque cada vez hay más objetos sin aristas, a veces nos fijamos en exceso en ellos. La arista curvasignifica la necesidad de suavizar, dialogar y ser prudente. En cambio, el ángulo en punta, la ausenciade arista curvada, alude a la acción directa, clara y sin contemplaciones. Si tus ojos se fijan en lasaristas, deberías preguntarte por las formas de actuar que estás llevando a cabo. ¿Son correctas? ¿Teestán resultando útiles?

Por supuesto el diccionario no termina aquí, bueno, este sí, pero es sólo una muestra de la grancantidad de elementos susceptibles de ser sometidos a análisis y que pueden darte pistas sobre tupaso por el mundo.

Insisto, debes crear tus propias listas, animarte a buscar explicaciones y símbolos a eso quesucede a tu alrededor; hay cientos, miles de ellos, y encontrarlos sólo depende de mantener unaactitud positiva y abierta.

Que tengas suerte.

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Epílogo

Comencé la redacción de este libro hace unos cuantos meses. Lo hice tras experimentar algunascasualidades y generando otras sin querer. Fruto de una de ellas es este epílogo, o mejor dicho, elaparato que estoy utilizando para escribirlo.

Recuerdo que un día de primavera me apetecía dejar de trabajar en el despacho para,aprovechando que la mañana era soleada, salir a redactar textos a una plazoleta muy tranquila quehay cerca de donde vivo. Lo malo es que le había dejado el portátil a un amigo y por tanto no podíallevarme el ordenador de sobremesa con todos sus trastos. «Estaría bien tener un tablet», pensé. Locierto es que no sé a qué venía la frase, pero quiso el destino —y puedo asegurar que no se lo pedí anadie en voz alta— que un par de meses después me regalasen un IPad con el que precisamenteredacto estas líneas, casualmente desde una ciudad a la que también he llegado por casualidadcuando menos lo esperaba.

La casualidad, el sincronismo, la coincidencia —ponle el nombre que quieras— está en todaspartes, pese a que no existe. Sé que lo he repetido por activa y por pasiva, pero es que cuanto máscreas en ello, cuanto más te esfuerces por darte cuenta de que formas parte de un enjambre de hilosinvisibles tejidos no se sabe muy bien por qué, notarás que todo fluye de otra manera.

Nada es casual, todo está conectado. No olvides nunca que hagas lo que hagas en esta vida,cuando menos te lo esperes, algo llamará a la puerta de tu existencia... porque leyendo este libroacabas de abrir otra puerta muy especial. Espero que las visitas que recibas a partir de ahora seanmuy agradables.

Hasta nuestro próximo reencuentro, casual, o no.Pedro Palao PonsSighisoara, Transilvania, 2011www.pedropalaopons.comwww.facebook.com/pedropalaopons

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La casualidad no existePedro Palao Pons

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Los personajes, eventos y sucesos presentados en esta obra son semejanza con personas vivas odesaparecidas es pura coincidencia.

Primera edición en libro electrónico (epub): junio de 2012

ISBN: 978-84-480-0643-3 (epub)

Conversión a libro electrónico: Newcomlab, S. L. L.www.newcomlab.com