La Casa de Bernarda Alba - Enfrentamiento Entre Una Moral Autoritaria y El Deseo de Libertad

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Aitor Garcés Manzanera Fátima González Rodenas Asignatura: LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS GRUPO: B2DF /Bilingüe Francés

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LA CASA DE BERNARDA ALBA: ENFRENTAMIENTO ENTRE UNA MORAL AUTORITARIA Y EL DESEO DE

LIBERTAD

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La casa de Bernarda Alba, obra por excelencia de Federico García Lorca,

comienza, con un duelo que igual que abre este drama lo cierra de una manera

imperativa, haciendo relieve al tema principal de la obra, que se basa en la lucha entre

unas fuerzas contrapuestas: “autoridad” y “libertad”, que si observamos mas a

profundidad dentro de la obra, podremos relacionar con más valores que se contraponen,

así pues, tenemos la “tradición” frente a la “naturaleza”, que podemos entender el afán

apegado que Bernarda tiene por seguir las costumbres, como podemos observar en el

siguiente fragmento:

BERNARDA.-Pues busca otro, que te hará

falta. En ocho años que dure el luto no ha

de entrar en esta casa el viento de la calle.

[…] Así pasó en casa de mi padre y en

casa de mi abuelo. […] (Acto I)

En la última sentencia podemos observar la aferración de Bernarda al pasado y a

la necesidad de obedecer a lo tradicional. Por lo tanto, Bernarda representa una

autoridad tradicional, muy imperativa en todos los casos y como ella misma afirma,

irracional:

Esta actitud irracional nos lleva a pensar que en ocasiones Bernarda cierra los

ojos a ciertas cosas obvias que ocurren en la casa, aunque en lo más fondo de su alma

sabe que es verdad, es el caso de cuando se produce la supuesta “broma” del robo del

cuadro de Pepe el Romano por parte de Martirio, el cual Bernarda acepta como tal, con

una actitud autoritaria y tajante diciendo: “¡Así es!”.

Así pues, desde el principio podemos observar en Bernarda una actitud

autoritaria, desde su “¡Silencio!” en el primer acto hasta su “¡Silencio!” en el tercer acto.

En esta última cita podemos observar su solidez en cuanto a la opinión de cualquier

persona, su voluntad, que nos hace ver que es una persona de ideas infranqueables, que

no intenta, sino que impone sus deseos dentro de lo que es su espacio de mandato.

Bernarda pasa a ser considerada como una especie de “matriarca” después de la

muerte de su marido, debe llevar, desde la más estricta disciplina, las riendas de la casa

y a pesar de los conflictos que pueda haber, siempre se mantiene firme y rígida con

respecto a todo, como cuando dice “Todavía no soy anciana y tengo cinco cadenas para

vosotras para que ni las hierbas se enteren de mi desolación”. Atendiendo a esta última

palabra, podemos observar como Bernarda quiere esconder y cubrir sus apariencias

haciendo ver que todo lo relacionado con ella va de maravilla, como corresponde a su

nivel social. Tal hecho lo podemos observar, en el que menosprecia a las clases sociales

más bajas que ella:

BERNARDA.-No pienso. Hay cosas

que no se pueden ni pensar. Yo

ordeno. (Acto II)

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Aquí observamos que hace una comparación, compara a los pobres con los

animales, rebajando a los criados, pobres, es decir, gente de un estatus social bajo como

incluso no personas.

Ella se considera a sí misma como alguien de prestigio, superior, que no debe

favores a nadie y que, según su ideología, cada uno debe situarse en el lugar que le

corresponde, muestra de ello es su insistencia en no casar a ninguna de sus hijas con

alguien, que según ella, sea de estatus social inferior. Muestra de ello lo podemos

observar en el siguiente fragmento:

Como hemos dicho antes, actúa de matriarca, por lo tanto está especie de

matriarquismo se sostiene sobre una figura esencial, autoritaria y que implica

obediencia y sostenimiento como es el bastón.

Tal era su influencia que Bernarda lo utiliza como instrumento de represión

contra cualquier signo de rebeldía en contra suya, de su voluntad. Así se puede observar

en el momento en que Bernarda descubre que su hija Angustias observaba a los

hombres desde la rendija del portón:

BERNARDA.- Menos gritos y más

obras. Debías haber procurado que

todo esto estuviera más limpio para

recibir al duelo. Vete. No es este tu

lugar. (La criada se va sollozando)

Los pobres son como los animales.

Parece como si estuvieran hechos de

otras sustancias. (Acto I)

PONCIA.-.No, Bernarda: aquí pasa

una cosa muy grande. […] Martirio

es enamoradiza. […] ¿Por qué no la

dejaste casar con Enrique Humanes?

(Acto II)

BERNARDA.-.¡Y lo haría mil veces!

¡Mi sangre no se junta con la de los

Humanes mientras yo viva! Su

padre fue gañán. (Acto II)

BERNARDA.-¿Es decente que una mujer de tu

clase vaya con el anzuelo detrás de un

hombre el día de la misa de su padre? […].

(Acto I)

ANGUSTIAS.-Yo… (Acto I)

BERNARDA.-¡Tú! (Acto I)

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Se observa que Bernarda usa un lenguaje propiamente de pueblo, lo que no

significa que tenga menos autoridad y prestigio social, sino que esto los refuerza como

apoyo a su imperatividad.

La inhumanidad de Bernarda también se ve reflejada en el espacio en el que se

desarrolla la obra, la casa donde vive ella con su familia y las criadas, que García Lorca

nos describe como una cárcel, con anchos mures, con lo que se alude a un ambiente de

prisión, del que no se puede salir, un ambiente un tanto hermético del que nada puede

salir, parodiando una especie de burbuja hipócrita, ya que Bernarda no quiere mostrar al

exterior lo que ocurre dentro de la cada (que ella misma niega pero que en realidad

conoce), sin embargo, quiere saber los chismes que se llevan por el pueblo para luego

poder criticar y menospreciar, aunque luego califique a quienes lo hagan de ella de

malas lenguas y víboras. Dicho pensamiento lo podemos observar en el siguiente

fragmento:

Dentro de la casa, por las descripciones que encontramos en la obra, hay colores

agobiantes y opresivos, como es el blanco, que nos provoca sentimientos de rutina y

austeridad.

En los dos primeros actos de la obra, Federico nos introduce a la escena con un

color blanco con el que la pared está pintada, el color blanco representa la pureza, que

quizá con esto Federico lo relacione con la virginidad de sus hijas, puras y libres de

cualquier hombre. También el blanco implica el aislamiento que sufren las hijas,

apartadas de todo cuanto esté en el exterior, de todo el pueblo, de cualquier placer.

ANGUSTIAS.-¡A nadie! […]. (Acto II)

BERNARDA.-(Avanzando con el bastón)

¡Suave!, ¡dulzarrona! (Le da). (Acto I)

PONCIA.-No tendrás queja ninguna. Ha

venido todo el pueblo.

BERNARDA.-Si; para llenar mi casa con el

sudor de sus refajos y el veneno de sus

lenguas.

AMELIA.-¡Madre, no hable usted así!

BERNARDA.-Es así como se tiene que hablar

en ese maldito pueblo sin río, pueblo de

pozos, donde siempre se bebe el agua con el

miedo de que esté envenenada.

ACTO PRIMERO

Habitación blanquísima del interior de la

casa de Bernarda. Muros gruesos. Puertas en

arco con cortinas de yute rematas con

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Sin embargo, en el tercer acto se nos cambia el color blanco por otro ligeramente

azulado, un color que nos presenta lo intermedio, quizás, otra interpretación posible que

podríamos decir de este color blanco ligeramente azulado es la salida en breve de la

verdad, ya que representa esto también, así como tranquilidad y curación. Todos estos

significados quizás los podamos relacionar con los sucesos de la obra, mientras que en

los primeros actos el ambiente es muy tenso y muy autoritario, en el tercero todo

empieza a cobrar sentido y Bernarda no puede hacer nada más por retener la furia de

Adela y el problema que les acaece.

Los colores son un elemento muy presente en esta obra de Federico, nos ofrecen

una visión de los dos mundos enfrentados, así pues, los colores vivos son la libertad, en

el caso del vestido verde que Adela se pone un día dentro de la casa o al igual que

Angustias hace maquillándose vivamente el día de la muerte del marido de Bernarda, a

lo que ésta replica sin pudor quitándole el maquillaje con un pañuelo de la cara, también

es muestra de esto cuando Adela le ofrece a su madre un abanico de coloridos rojos y

verdes con flores el día del entierro de su padre, así pues, Bernarda impera contra dichos

colores de forma muy tajante, imponiendo el color negro como símbolo de su autoridad

y mandato, como se ve en el siguiente fragmento:

El mundo de los colores vivos, intensos, ése es el tipo de mundo que las hijas de

Bernarda anhelan, porque todo hombre desea ser libre, ya que, ese es el estado natural

que les es propio, pero es quizás la propia libertad la mayor enemiga de Bernarda,

madroños y volantes. […] Es un verano. Un

gran silencio umbroso se extiende por la

escena.

ACTO SEGUNDO

Habitacion blanca del interior de la casa de

Bernarda. […]

ACTO TERCERO

Cuatro paredes blancas ligeramente azuladas

del patio interior de la casa de Bernarda. Es

de noche. El decorado ha de ser de una

perfecta simplicidad. Las puertas, iluminadas

por la luz de los interiores, dan un tenue

fulgor a la escena. […] Al levantarse el telón

hay un gran silencio, interrumpido por el

ruido de platos y cubiertos.

BERNARDA.-(Arrojando el abanico al suelo.)

¿Es este el abanico que se da a una viuda?

Dame uno negro y aprende a respetar el luto

de tu padre. […]. (Acto I)

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puesto que amenaza las apariencias y el concepto del “qué dirán” que ella pretende

ocultar.

Adela constituye el máximo exponente de libertad en la obra, es la más joven,

por lo tanto la que peor lleva el enclaustramiento, porque supone pasar 8 años de su

etapa más jovial, que es cuando se empieza a vivir la vida, encerrada como si de una

prisionera se tratase.

Más, a pesar de este afinamiento, no pierde la esperanza y se resiste a aceptar las

órdenes de su madre. Ella es un espíritu libre al que no le importa que algo se

interponga entre sus sueños y ella, lo que se deja ver en alusiones del tipo: “¡Lo tendré

todo!”.

Quiere vivir como cualquier chica de su edad y como tal está enamorada, de ahí

el mayor conflicto y detonante de la obra, ya que ella ama al prometido de su hermana

Angustias, Pepe el Romano, cuya figura no aparece físicamente en la obra, pero, sin

embargo, es el principal causante del conflicto.

Adela cree injusto que solo su hermana por ser la mayor y la que más bienes y

riquezas posee, tenga derecho a poder comprometerse con alguien, por ello seduce a

Pepe el Romano hasta convertirse en su amante. Adela hace hincapié en su libertad,

decidiendo que ella es la que controla de quien es su cuerpo, y que cuando se libere de

sus cadenas acudirá a los brazos de su amor indiscutible, como se puede observar

claramente en el siguiente fragmento:

Esta libertad también es mostrada por María Josefa, madre de Bernarda Alba,

que, fruto de su enfermedad, pierde la cabeza y cree que es joven, y por esa razón

Bernarda la tiene encerrada con pestillo y no quiere que sea vista, ya que quiere guardar

las apariencias. María Josefa representa todo aquello que sus nietas están obligadas a no

decir y vivir, fruto de su enfermedad, quiere casarse y salir de vivir de allí. Es la única

que dice a Bernarda a la cara lo que quiere hacer, a pesar de que aquello que diga no se

tome en verdadera cuenta.

Tiene un final trágico, una especie de lucha entre la libertad y la autoridad con

sus máximos exponentes (Adela y Bernarda), por ello, un fuerte enfrentamiento se

desata en el último acto, cuando Adela se revela en un momento de furia cuando su

madre descubre lo que hay entre ella y Pepe el Romano. Tal es la magnitud de la

situación, que Adela coge el bastón y lo rompe, indicando su fuerza y rebeldía ante un

BERNARDA.-Si, si. (En voz baja.) Vamos a

dormir, vamos a dejar que se case con

Angustias, ya no me importa, pero yo me iré

a una casita sola donde él me verá cuando

quiera, cuando le venga en gana.

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símbolo de autoridad de Bernarda como es el bastón. Por primera vez una de sus hijas la

desafía. Se puede observar en el siguiente fragmento:

Tras esto, Bernarda se exalta de tal manera que corre con una escopeta en mano

con la intención de matar a Pepe El romano, pero erra en el disparo y este escapa. Aun

así, Adela cree que el amor de su vida ha muerto y creyéndose derrotada, entra en su

habitación y se ahorca, finalizando el conflicto entre la libertad que representaba y la

autoridad, volviendo otra vez a la situación que había antes de que Adela se rebelara, es

decir, Bernarda vuelve a implantar firmemente su autoridad.

Con la muerte de Adela, esta vuelve a hacer alarde de su afán en cubrir las

apariencias, poner una máscara a la realidad, haciendo creer a todo el mundo que su hija

ha muerto virgen, cuando obviamente ella sabe que no, dicha reacción la podemos ver

en el siguiente fragmento:

Como podemos observar en este fragmento, Federico utiliza en Bernarda y en

casi toda la obra un lenguaje de lo más realista, que en su mayoría está plagado de frases

hechas y refranes, como se puede ver en el fragmento: “La muerte hay que mirarla cara

a cara”. También, Federico nos presenta en este caso una metáfora: “Nos hundiremos

todas en un mar de luto”, que es también a la vez una aliteración apicoalveolar silbante

sordo del sonido /s/, que también es una hipérbole.

Así pues, podemos observar que el choque entre estas dos fuerzas que se

contraponen surge la tragedia y la muerte, es un conflicto entre dos instintos totalmente

distintos, el amor o el deseo y el poder.

BERNARDA.-(Haciendole frente a Bernarda )

¡Aquí se acabaron las voces de presidio!

(Adela arrebata el bastón a su madre y lo

parte en dos.) Esto hago yo con la vara de la

dominadora. No dé usted un paso más. ¡En

mí no manda nadie más que Pepe!

BERNARDA.-Y no quiero llantos. La muerte

hay que mirarla cara a cara. ¡Silencio! (A

otra hija) ¡A callar he dicho! (A otra hija.)

¡Las lágrimas cuando estés sola! ¡Nos

hundiremos todas en un mar de luto! Ella, la

hija menor de Bernarda Alba, ha muerto

virgen. ¿Me habéis oído? Silencio, silencio

he dicho. ¡Silencio! (Acto III)