La Aventura de La Historia - Dossier097 1956 El Gran Miedo - El Mundo, Impotente Ante Los Nuevos...

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DOSSIER 21 1956 22. Crisis roja Pablo J. de Irazazábal 31. Hungría agoniza José Mª Solé 38. Por el Canal David Solar Los días de la esperanza en Budapest: blindado soviético capturado por los sublevados húngaros, en octubre de 1956. 1956 fue un año de rupturas, miedo y guerra: el estalinismo fue sepultado y, tras el Telón de Acero, surgió la ilusión de la libertad. Varsovia, Praga y Budapest quisieron quitarse el dogal soviético y los húngaros lo pagaron con millares de muertos. Nasser nacionalizó el Canal y fue agredido por israelíes, británicos y franceses. El nuevo líder comunista, Kruschov, y Eisenhower iniciaron una nueva era en las relaciones internacionales EL GRAN MIEDO El mundo, impotente ante los nuevos desafíos LA AVENTURA DE LA HISTORIA ON-LINE

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1956 fue un año de rupturas, miedo y guerra: el estalinismo fuesepultado y, tras el Telón de Acero, surgió la ilusión de la libertad.Varsovia, Praga y Budapest quisieron quitarse el dogal soviético ylos húngaros lo pagaron con millares de muertos. Nassernacionalizó el Canal y fue agredido por israelíes, británicos yfranceses. El nuevo líder comunista, Kruschov, y Eisenhoweriniciaron una nueva era en las relaciones internacionales

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DOSSIER

21

1956

22. Crisis roja

Pablo J. de Irazazábal31. Hungría agoniza

José Mª Solé38. Por el Canal

David Solar

Los días de la esperanza en Budapest: blindado soviético capturado por los sublevados húngaros, en octubre de 1956.

1956 fue un año de rupturas, miedo y guerra: el estalinismo fuesepultado y, tras el Telón de Acero, surgió la ilusión de la libertad.Varsovia, Praga y Budapest quisieron quitarse el dogal soviético ylos húngaros lo pagaron con millares de muertos. Nassernacionalizó el Canal y fue agredido por israelíes, británicos yfranceses. El nuevo líder comunista, Kruschov, y Eisenhoweriniciaron una nueva era en las relaciones internacionales

EL GRAN MIEDOEl mundo, impotente ante los nuevos desafíos

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Kruschov entierra a Stalin

CRISIS ROJALas denuncias contra la dictadura estalinista, en el XX Congreso del PCsoviético, cambiaron las relaciones dentro del bloque comunista. PabloJ. de Irazazábal narra los hechos y sus consecuencias tras el Telón deAcero, junto a los sucesos que conmocionaron al mundo aquel año crucial

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1956: EL GRAN MIEDO

Si hay que dar crédito a las agen-cias de la extinta Unión Soviéti-ca, Josip Vissarianovich Dju-gashvilli, más conocido como

Stalin, falleció la noche del 4 al 5 de mar-zo de 1953. Así se dio a conocer a Occi-dente. Pero luego se supo que Pravdae Izvestia, los dos grandes periódicos dela URSS, habían publicado esta informa-ción: “Durante la noche del 1 al 2 de mar-zo, el Camarada Stalin sufrió una hemo-rragia cerebral (...). Se llamó a los mejo-res médicos para atender al CamaradaStalin (...). El tratamiento fue supervisa-do por el Ministro de Sanidad (...) y serealizó bajo la continua supervisión delComité Central y el Gobierno soviético”.

Del 1 al 5 de marzo transcurrieron cua-

tro días en blanco. Posteriormente se hasabido, además, que la comunicación in-terna se demoró seis horas y diez mi-nutos.

El comunicado de la muerte de Stalin,noticia aparte, tenía otros dos párrafos:

“El corazón del Camarada de armas deLenin e inspirado continuador de su cau-sa, el sabio maestro y líder del Partido ydel pueblo, ha dejado de latir. El nombrede Stalin es infinitamente querido...”. Na-da reseñable salvo una pincelada sutil: elintento de unir a Stalin y Lenin que es-taban todo, menos unidos.

El siguiente párrafo es más llamativo:“Nuestra tarea es preservar la acerada ymonolítica unidad del Partido y mante-ner los ojos abiertos, la vigilancia polí-tica más estricta y comprometida en la lu-cha contra los enemigos interiores y ex-teriores (...), la más importante tarea delPartido y del Gobierno es asegurar un li-derazgo ininterrumpido y correcto”.

Ese liderazgo fue a parar a la Troika. Elinmenso poder acumulado por Stalin serepartía entre tres líderes:

Georgi Maxilianovich Malenkov. Era pri-mer secretario del Partido, del PCUS, y je-fe de Gobierno. Con lo cual se asemeja-ba al difunto dictador. Vyacheslav Mijai-lovich Molotov, un veterano represen-tante del viejo bolchevismo, hombre in-trovertido, eficaz político y servidor lealde Stalin. Laurenti Pavlovich Beria, el máspeligroso de los tres, apoyado por la Po-licía y por el Ejército.

Su preeminencia quedó clara en los fu-nerales de Stalin: ellos fueron los que ha-blaron, naturalmente para ensalzar la fi-gura del muerto. Sorprendió un detalle:les presentó un casi desconocido, aun-que número dos del Partido, el ucrania-no Nikita Sergeievitch Kruschov.

De pronto, surgieron los misterios. Enmuy pocos días desaparecieron numero-sas personas del entorno de Stalin: el je-fe de Secretaría particular, teniente gene-ral Poskrebyshev, fue fusilado y de otros,nunca más se supo: desaparecieron el mi-nistro de Sanidad, Tretyakov, tan elogio-samente citado en la información de lamuerte del dictador; el propio hijo de Sta-lin, Vasily, jefe de la Fuerza Aérea y del Dis-trito Militar de Moscú; el comandante enjefe del Kremlin, teniente general Spiri-donov y el comandante en jefe del Ejér-cito de Tierra en el Distrito de Moscú, ge-neral Artemev... Y no tardaría en eclipsar-se, de una u otra manera, la famosa Troi-

ka. Tras su eclipse emergió, con fuerza in-contenible, un personaje gris, una figuramaciza, calva, de apariencia vulgar, quehabía hecho una carrera discreta en elaparato soviético hasta alcanzar auparsecomo número dos del Partido en épocade Stalin e, inmediatamente después desu muerte, había ascendido a primer se-cretario. Su revelación, a los 62 años deedad, tuvo lugar en dos acontecimientosde suma importancia: la ConferenciaCumbre de Ginebra y el XX Congreso delPCUS, el 14 de febrero de 1956.

El estrellato de KruschovLa Conferencia de Ginebra se recuerdaporque, de todas las celebradas, sólo allíse tomaron resoluciones concretas: se es-tablecieron las líneas de comportamien-to de occidentales y soviéticos y fue laúnica a la que asistieron representantesde cuatro países: Estados Unidos, ReinoUnido, Francia y la URSS.

Debe añadirse que representaban a laUnión Soviética dos personas: el primerministro, Nikolai Bulganin y, sorpren-diendo a todos, Nikita Kruschov, sin cre-denciales aparentes para sentarse enaquella mesa de negociaciones.

Occidente conocía a Kruschov por pri-mera vez, pero pronto se hartó de verle,porque, invadiendo esferas de influenciade otros políticos, la nueva estrella viajó aPolonia, Alemania Oriental, Suiza, Che-coslovaquia, China, Yugoslavia, India, Bir-mania, Afganistán y el Reino Unido. Om-

PABLO J. DE IRAZAZÁBAL, periodista, esprofesor de Relaciones Internacionales.

La muerte de Stalin en la portada del

semanario Time, con un diseño directamentealusivo a sus crímenes.

Stalin tuvo una extraña

muerte, en la que ni es

segura la fecha. Sus

sucesores serían pronto

eliminados y nacería un

nuevo tipo de líderes

comunistas (pintura

soviética de la época).

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nipresente, siempre llevaba bajo el bra-zo su teoría de la coexistencia pacífica.

Tampoco descuidó el mercado interior:aparecía enseñando a los arquitectos aconstruir sus edificios, a los granjerosa cultivar la tierra, a los ganaderos a cui-dar de sus vacas, a los artistas a crear, a losjóvenes a divertirse en sus horas de ocio...

Esta actividad también la desplegó enla preparación del Congreso del PCUS.De los 1.436 delegados reunidos el 14 deoctubre, 500 habían sido nombrados des-pués de la muerte de Stalin y de los 255miembros titulares o adjuntos del Comi-té Central, 113 también eran nuevos.

Kruschov llenaba las filas de los con-gresistas con su gente y eliminaba a quie-nes podían resultar peligrosos.

El XX CongresoEstatutariamente el XX Congreso no po-día convocarse hasta octubre de 1956. Pe-ro, muerto Stalin, Kruschov se puso deacuerdo con la Troika y fijaron la cele-bración del Congreso para tres años y me-dio después del XIX. Sorprendió algo queseñalase la fecha de su intervención parala noche del 24 al 25 de febrero y que pi-diese para ella la calificación de Secreta.No faltó el comentario irónico: ¿Secre-to, algo compartido por 1.436 personas?Él tenía sus motivos: “No podemos dejarestos asuntos en manos que no sean lasdel Partido. Especialmente en las de laprensa. Por esta razón hemos conside-rado esta sesión de carácter privado. No-sotros comprendemos el alcance de loque aquí se diga”.

Pronunció un discurso de 50.000 pa-

labras y mandó distribuir antes del Con-greso 16 informes de otras 30.000, paracada uno de los delegados asistentes. Es-pecialmente un texto que llevaba el títu-lo de “Testamento de Lenin”.

Nada hacía presagiar algo anormalcuando, en los preliminares, dijo: “En-tre el XIX Congreso y el XX hemos per-dido a los distinguidos activistas Josip Vis-sarianovich Djugashvilli, Klement Gott-wald y Kyuichi Tozuda. Pido, para cadauno de ellos, el recuerdo en honor de sumemoria”.

Los analistas más finos alertaron sus oí-dos en lo que, para el resto del mundo,podía parecer un homenaje.

Al hablar de Gottwald, de Tozuda y, so-bre todo, de Stalin, se les calificaba de“distinguidos activistas”. Nada de Vozhd,o Rukovoditel, o Deyatel (jefe, líder, par-ticipante muy activo), lo que significabaalgo muy serio.

“¡Camaradas! –inició su discurso–. Enel informe del Comité Central del Parti-do al XX Congreso (...) se ha repetido lacuestión del culto a la personalidad y lasnefastas consecuencias que de ello se de-rivan. Después de la muerte de Stalin elComité Central del Partido empezó a de-sarrollar una política de explicar concisay consistentemente que es intolerable yajeno al espíritu del marxismo-leninismoelevar a una persona hasta transformarleen un superman poseedor de caracterís-

ticas sobrenaturales que le elevan hastala categoría de un dios. Tal hombre –su-puestamente– lo sabría todo, lo vería to-do, lo imaginaría todo y no podría ha-ber nada censurable en su conducta. Talcreencia acerca de un hombre, y especí-ficamente de Stalin, se cultivó entre no-sotros durante muchos años”.

Hachazo al padrecitoLa chispa estaba encendida, pero todavíano pasó nada porque comenzó a cantarlas excelencias de Lenin hasta que llegóa su testamento: “… detectó en Stalin ca-racterísticas negativas que más tarde tu-vieron graves consecuencias. Temiendopor el futuro del Partido y de la nación so-viética, Lenin hizo una descripción ab-solutamente correcta de Stalin, pregun-tándose si no sería necesario considerarla cuestión de removerle de su puesto desecretario general porque Stalin era ex-cesivamente rudo, lo que le llevaba a te-ner una actitud impropia hacia sus ca-maradas y manifestarse como capricho-so y abusar del poder.

En diciembre de 1922, en una carta alCongreso del Partido, Vladimir Ilyich es-cribió: ‘Después de hacerse cargo de lasecretaría general, el Camarada Stalin haacumulado en sus manos un inmenso po-der y yo no estoy seguro de que tenga lahabilidad suficiente para utilizarlo conel cuidado debido’”.

Bulganin, el jefe del Gobierno soviético, firmala constitución del Pacto de Varsovia, enmayo de 1955.

Kruschov cabalga sobre un caballo desbocado, cómic alusivo a los problemas suscitados por lospaíses satélites tras la desestalinización (The Manchester Guardian).

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La temperatura subía de to-no y aún lo haría más cuandoleyó una carta de la esposa deLenin a Kamenev, de 1922, enla que se quejaba de la “rude-za” con que Stalin le había tra-tado y pedía que hubiese unarectificación, una disculpa porparte del secretario general.Como no la hubiera, dos me-ses y medio después, en mar-zo de 1923, Vladimir Ilyich Le-nin envió a Stalin esta carta,que fue leída por Kruschov:

“Usted se ha permitido unagrosera amonestación a mi es-posa por teléfono. A pesar deque ella ha dicho que está dis-puesta a olvidar lo que le dijo;sin embargo, Zinoviev y Ka-menev escucharon la conver-sación. Yo no tengo la inten-ción de olvidar tan fácilmentelo que se ha hecho contra míy no necesito aclarar aquí queconsidero directamente con-tra mí lo que se ha hecho con-tra mi esposa. Le pido, pues,que considere cuidadosamen-te si está dispuesto a retrac-tarse de sus palabras y expli-carlas o si prefiere que se de-teriore nuestra relación”.

Hasta aquí los 1.436 asistentes al Con-greso habían permanecido tranquilos, pe-ro al escuchar la lectura de la carta de Le-nin empezaron a desatarse las más varia-das reacciones que registra puntualmen-te el acta: “Conmoción en la sala”.

Crímenes y mitosLuego, Kruschov pareció dormir algo elinforme describiendo la historia del paísy del Partido, pero pronto lo calentó re-cordando los crímenes del stalinismo:

“Está comprobado que de los 139miembros y candidatos del Comité Cen-tral del Partido que fueron elegidos pa-ra el XVII Congreso, 98 personas fueronarrestadas y fusiladas (...). Lo mismo ocu-rrió no sólo con los miembros del Comi-té Central, sino también con la mayoríade los delegados del XVII Congreso. De1.966 delegados con derecho a voto,1.108 fueron arrestados bajo la acusaciónde crímenes revolucionarios”.

Kruschov salpicó su discurso con his-torias concretas, como la de Eikhe, miem-bro del Partido desde 1905, que cayó en

desgracia ante Stalin. Fue arrestado el 1de octubre de 1939 y pudo escribir do-lorido: “No hay miseria más amarga queestar sentado en la cárcel de un gobiernopor el que siempre había luchado”.

La catarata de acusaciones contra Sta-lin no cesó hasta el final del informe:

– Stalin concedió premios con su nom-bre a quienes le adulaban.

– La advertencia de Lenin sobre la bru-talidad y el ansia de poder de Stalin, que-daba perfectamente reflejada.

– Las purgas masivas llegaban al fusi-lamiento de 5.000 oficiales después delproceso del general Tujachewski.

Kruschov presentó una larga lista devíctimas asesinadas por ser judíos, cató-licos o islamistas. “Yo mismo –dijo– temíapor mi vida cada vez que le visitaba”.

Luego arremetió contra el mito de Sta-lin como gran estratega. Documentosque ahora han sido publicados demues-tran que el 3 de abril de 1941 Churchill,a través de su embajador en la URSS,Stafford Cripps, personalmente alertó aStalin de que los alemanes habían em-

pezado a reagrupar sus unida-des armadas con el propósitode atacar a la Unión Soviéticay Stalin no hizo caso. “... Aun-que el Ejército Rojo salió final-mente triunfante no se debióa Stalin”, que era incapaz de le-er correctamente un mapa.

Imposible recoger los bor-botones de insultos de Krus-chov al dictador muerto: “... eldespotismo de Stalin..., el cri-minal asesinato..., las repre-siones masivas y actos brutalesde violación de la legalidad so-cialista..., actos masivos deabuso..., brutales arbitrarieda-des..., monstruosas falsifica-ciones de casos..., prolongadastorturas..., golpes, golpes ynuevos golpes..., confesionesarrancadas a la fuerza..., la másbrutal tortura y opresión..., in-seguridad, miedo y desespe-ración..., miles de ejecutadossin juicio..., la más brutal tor-tura y opresión..., ¡dejadme gri-tar de horror por lo que hanpodido oír estos oídos!”.

La reacción de los asistentesfue reflejada por los estenoti-pistas en 47 acotaciones:

– 2. “Conmoción”.– 9. “Movimiento” o “Desasosiego”.– 7. “Animación”.– 6. “Risas”.– 11. “Aplausos”, sin más.– 1. “Aplausos atronadores”.– 2. “Aplausos profundos y prolongados”.– 9. “Aplausos tempestuosos y pro-

longados”.Al terminar el discurso, los aplausos se

transformaron en una ovación con lospresentes puestos en pie. “Estamos ab-solutamente seguros –remató Kruschov–de que nuestro Partido, armado con lashistóricas resoluciones del XX Congreso,conducirá al pueblo soviético, al paso delleninismo, a nuevos éxitos y victorias” (tu-multuosos, prolongados aplausos).

“¡Larga vida a la victoriosa bandera denuestro Partido, el Leninismo!” (tumul-tuosos, prolongados aplausos que ter-minan en ovación; todos en pie).

Las consecuenciasEl primer efecto de la desestalinizaciónse produjo en Polonia, la bestia del co-munismo. El secretario general del POU

Los crímenes de Stalin, denunciados por Kruschov, fueron una de lasclaves de la desestalinización (caricatura alemana de la época).

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CRISIS ROJA. KRUSCHOV ENTIERRA A STALIN1956: EL GRAN MIEDO

(Partido Obrero Unificado), Wladyslaw Go-mulka –que había sido destituido de to-dos sus cargos en 1948 y encarcelado en1951, acusado de titoísmo y desviacionis-mo nacionalista– fue rehabilitado, el 6 deabril de 1956, porque “pese a sus errores,su prisión no tiene justificación legal”.

Mientras la tormenta tronaba en losdespachos en la calle hubo calma. Tam-poco ocurrió nada cuando el primer mi-nistro Cyrankiewitz dijo, el 6 de mayo, enel Parlamento: “Estamos indiscutible-mente en el umbral de un nuevo proce-so histórico de democratización de nues-tra vida política y económica”. Ni siquie-ra hubo desórdenes cuando el país se di-vidió en tendencias –los gomulkianos ylos natolinianos, de Natalia, el barrio deVarsovia en el que se reunían los estali-nistas–. Por otro lado, la excarcelación de30.000 presos (4.500 políticos) y la re-ducción de penas a otros 70.000 se con-sideró muy positiva.

Pero el 28 de junio saltó la chispa enla industrial Poznan. Los 15.000 obrerosde la fábrica de vagones de ferrocarril se

manifestaron gritando: “ ¡Queremos pan!,¡Fuera el comunismo!, ¡Los ruskis a casa!,¡Queremos libertad!”.

La multitud, que crecía por momentos,se dirigió a la sede del Partido, apedreó aquienes quisieron calmarla, llegó a la cár-cel para liberar a los presos y pretendió,sin conseguirlo, invadir el edificio de laradio. Al fracasar en su intento acudió ala Comisaría de Policía, esta vez portan-do fusiles. Cuando la policía restablecióel orden habían muerto 53 personas, másde 300 estaban heridas y 323 detenidas.

La tensión pareció quedar en esto. Pe-ro la rivalidad entre Ochab y Gomulka, laesperanza de los polacos, aumentó de to-no. Tanto que Nikita Kruschov se creyóobligado a intervenir. Las tropas soviéti-cas en territorio polaco tomaron posi-ciones en los centros urbanos y el 19 deoctubre el propio secretario general sepresentó en Varsovia con una formidablecorte de políticos y generales.

En el aeropuerto, ante el Comité direc-tivo del comunismo polaco, Mr. K –comoya se le llamaba en todo el mundo–, se

pronunció violentamente: ”Hemos derra-mado nuestra sangre por este país y aho-ra quieren vendérselo a los americanos”.

No esperaba oír una respuesta tan de-sabrida como su discurso: “Nosotros he-mos vertido más sangre que vosotros. Y,además, aquí nadie vende nada”.

Kruschov se volvió a Ochab para pre-guntar:

–¿Quién es éste?La respuesta llegó de los labios del ines-

perado opositor:–Soy el antiguo secretario general del

Partido, a quien Stalin y usted mismo lle-varon a la cárcel. Me llamo Gomulka.

Mr. K pretendió despreciarle y, mien-tras le volvía la espalda, preguntó de nue-vo a Ochab:

–¿Qué hace éste aquí?La respuesta fue como un mazazo:–Le hemos elegido secretario general

del Partido.Kruschov gritó:–¡Traición!Los blindados soviéticos se acercaron

a Varsovia, pero no hubo más incidentes.

Los manifestantes se mofan de la estatua de Stalin en Budapest, tras haberla derribado y destruído. El XX Congreso alcanzaba efectos insospechados.

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En Checoslovaquia, a partir de mayo,se produjo un muy importante cambiode personas y una profunda remodela-ción de las instituciones, especialmentede la Justicia. Se rehabilitó a los supervi-vientes del proceso Slansky, celebrado en1952 bajo la acusación de traición a la pa-tria. Las autoridades comunistas recono-cían que ese proceso estuvo basado enamenazas, torturas y falsos testimonios.

En Hungría, el jefe del Partido Comu-nista, Matyas Rakosi, ante una multitudcongregada en Budapest, se reconocióculpable de haber conculcado la ley y dehaber ejercido una dictadura al estilode Stalin. Como ejemplo de los nuevostiempos, el Gobierno, que había perse-guido implacablemente a la Iglesia, leofreció inmediatamente una sincera re-conciliación.

Ya entrado el otoño, comenzó la graví-sima crisis magiar, sobre la que se pro-fundizará en el siguiente artículo, pero,como muestra de las esperanzas suscita-das en todo el bloque comunista por ladesestalinización, enumeraremos algu-na de las múltiples demandas que se for-mularon en aquellos días: “Salida de lastropas soviéticas de Hungría, acerca-miento de Occidente, abandono del Pac-to de Varsovia, neutralidad perpetua, li-bertad de prensa, supresión del sistemade partido único y elecciones multiparti-distas, liberación de los presos políticos”.

Era demasiado para Moscú. El 4 de no-viembre, 1.000 carros soviéticos, apoya-dos por la aviación, asolaban Budapest.La radio, en manos de los sublevados; só-lo transmitía un mensaje desesperado:“¡Auxilio, auxilio, auxilio…!” Pero todo elapoyo que recibieron de Occidente fue-ron numerosas manifestaciones de pro-testa contra la URSS y una declaración delpresidente Eisenhower, implicado en sureelección.

¡Que se vaya el amo blanco!El 18 de junio de 1956, los ingleses

abandonaron definitivamente Egipto. Unmes y una semana después de la marchade los británicos, el 27 de julio, el DiarioOficial egipcio publicaba la Ley de na-cionalización del Canal, cuyo artículo 1ºlo decía todo: “La Compañía Universal delCanal Marítimo de Suez es nacionalizada.Todos los bienes y derechos que posee ylas obligaciones que tiene, quedan trans-feridas al Estado...”.

Se respetaban los puestos de la Admi-nistración, pero los beneficios que el pa-go del peaje representaba pasaban in-mediatamente al Gobierno egipcio. Lascuentas de los Bancos de la CompañíaUniversal quedaron bloqueadas automá-ticamente y se ocuparon, asimismo, lasoficinas de la compañía. Al frente de laAdministración General se constituyó unComité directivo egipcio, presidido porMohammed Hilmy Badui, que había sidorepresentante de Egipto en la Adminis-tración del Canal.

La Compañía Universal –compuesta,esencialmente, por intereses de Franciay Gran Bretaña– había iniciado sus fun-ciones con la apertura de la vía marítima,el 17 de noviembre de 1869. Como laconcesión que se le había otorgado teníauna duración de noventa y nueve años,debería de haber finalizado el 17 de no-viembre de 1968, a medianoche. El Raisse adelantaba en doce años. Los benefi-cios de los dos primeros días de paso des-

Anthony Eden. El premier británico tuvo quelidiar con la crisis de Suez, la cual puso unfinal abrupto a su brillante carrrera política.

Cartel satírico soviético de 1957 sobre la doctrina Eisenhower, cuya panoplia armamentística–cohetes, bombas atómicas y de hidrógeno y espionaje– amenaza a la indefensa URSS.

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pués de la nacionalización sumaban unos400 millones de francos. Generosamente,el Gobierno egipcio concedía que los pa-gos de peaje pudieran realizarse en El Cai-ro, en París o en Londres. Pero, eso sí, si sehacían en las capitales europeas deberíanconsignarse a la orden del Banco Nacionalegipcio para ser transferidas a la cuenta delcanal por medio del Middland Bank.

La secuencia de protestas no se hizo es-perar: “No podemos, de ningún modo,aceptar la medida unilateral decidida porel coronel Nasser (...), la medida lesionalos derechos e intereses franceses”, de-claró un portavoz del Ministerio de Exte-riores. “El Gobierno británico protestacontra esta acción arbitraria, que consti-tuye una grave amenaza a la libertad denavegación a través de una vía de agua devital importancia internacional (...)”, dijoel premier británico, Anthony Eden, queno ocultó una amenaza: “La responsabi-lidad de las consecuencias recaería ente-ramente sobre el Gobierno egipcio”.

También protestó la Compañía del Ca-nal, calificando como brutal la actuaciónegipcia y advirtiendo que “toda orden da-da por el Gobierno egipcio o por sus re-

presentantes a los barcos, a fin de retenerlos fondos de la Compañía, debe ser con-siderada como nula y no recibida”.

El Cairo aclaró que sólo se había ade-lantado a los acontecimientos, porque eradeber primordial del Gobierno asegurarla existencia de un pueblo de 24 millonesde habitantes. Garantizaba que estabaprevista una indemnización para los pe-queños accionistas y y que no se subiránlas tarifas de peaje.

La guerra, extraordinariamente impo-pular ante la opinión pública, fue fruto deuna de las más sucias conspiraciones dela posguerra mundial y no sirvió de nadaa sus muñidores. En ella se labró la ruinapolítica de Anthony Eden, uno de los po-líticos británicos más distinguidos del si-glo, que tuvo que abandonar la jefaturadel Gobierno a comienzos de 1957.

La doctrina de EisenhowerEn todos los cruciales acontecimientosdel año 1956 sorprende la escasa activi-dad internacional de Estados Unidos. Lacausa fueron las elecciones presidencia-les y los achaques físicos que estaba pa-deciendo el presidente y candidato. El

año electoral no había empezado bien pa-ra los republicanos, decididos a repetirmandato. Su mejor activo, la persona delgeneral-presidente Eisenhower, mostra-ba innegables signos de deterioro físico.A un ataque al corazón sufrido meses atráshabía seguido, ya entrado 1956, una com-plicada operación quirúrgica intestinal.

Con todo, la Convención republicanavolvió a dar su apoyo al tándem Ei-senhower-Nixon para las elecciones denoviembre. El prestigio y la extensa po-pularidad del presidente parecían asegu-rar, frente a todos los problemas plan-teados, un triunfo cierto para el partido.

Enfrente, se situaba como candidatodel Partido Demócrata, el elocuente e in-genioso diplomático Adlai Stevenson, queya en 1952 había sido derrotado por Ei-senhower. La opción demócrata parecíabien respaldada, pues el partido contro-laba –y controlaría por bastante tiempo–las dos Cámaras legislativas. Sin embar-go, en aquellos momentos, en plena Gue-rra Fría, la personalidad del héroe Ei-senhower tenía un atractivo irresistiblepara el electorado y nada similar podíaofrecer su oponente. Ese prestigio fueelevado a la enésima potencia por la cri-sis de Hungría, que llenó las ciudadesnorteamericanas de manifestaciones an-ticomunistas. El viejo militar era el mejoremblema para quienes apoyaban la ideade defender a toda costa los intereses na-cionales. Las consecuencias de todo ellose reflejaron en los resultados electoralesque dieron un arrollador triunfo a los re-publicanos, vencedores en 41 de los 48Estados de la Unión.

Fortalecida la Administración republi-cana, los hechos del otoño de 1956 –Suezy Hungría– impulsarían un giro más de-cidido en la política de Washington en supapel de defensor del mundo libre.

Así, como directa continuación de laDoctrina Truman de contención del co-munismo, nacía la Doctrina Eisenhower,cuyo contenido fue hecho público el 5de enero de 1957. Por ella, Estados Uni-dos prometía y aseguraba apoyo econó-mico y militar al país que pidiese ayudaen su lucha contra el comunismo. El pre-sidente proclamó –y el Congreso loaprobó– el proyecto de utilizar, si fueranecesario, las fuerzas armadas nor-teamericanas para proteger la indepen-dencia de cualquier país de Oriente Me-dio que lo solicitase. Las espadas esta-ban, pues, en alto. �

Dwight Eisenhower y Richard Nixon festejan su victoria electoral, que les otorgó los votos de 41de los 48 Estados de la Unión. En aquellos días críticos, Eisenhower era una apuesta segura.

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El 23 de octubre de 1956, más deciento cincuenta mil personasocupaban el centro de Buda-pest, en apoyo y solidaridad con

el pueblo polaco. Lo que en un principiose planteó como una pacífica manifesta-ción estudiantil abrió una dinámica in-surreccional de imprevisible fin.

Desfilaban, codo con codo, liberales,demócratas, comunistas, anticomunistasy socialdemócratas, pero también signi-ficados elementos de la extrema derechay nostálgicos del autoritarismo conser-vador del régimen de Horthy, en lo queera presentado como una comunión im-pulsada por los más nobles sentimientosdel patriotismo nacional.

El deshielo abierto tras la muerte deStalin, en marzo de 1953, había genera-do en toda la órbita soviética esperan-zas de liberalización y las movilizacionesobreras producidas en varios países pu-sieron por vez primera de manifiesto laexistencia de un descontento y una de-cidida disconformidad.

En Hungría, el reformista Imre Nagyhabía protagonizado, ya aquel mismoaño, una breve y frustrada apertura, pron-to cerrada por la vuelta al poder de losduros estalinistas de Matyas Rakosi. Perotres años más tarde, el informe secretopresentado por Kruschov, ante elXX Congreso del Partido Comunista So-viético, denunciando los crímenes de Sta-lin, había dado alas a los descontentos.En Budapest, el Círculo Petöfi, el más im-

Inaceptable rebeldía

HUNGRÍA AGONIZAEfímero fogonazo, la explosión de libertad que vivieron los húngaros enoctubre de 1956 demostró de la forma más dramática la voluntad generalde mantenimiento del orden internacional establecido por las grandespotencias en Yalta. José María Solé reconstruye los hechos

JOSÉ MARÍA SOLÉ es coordinador deLa Aventura de la Historia.

Los manifestantes queman

retratos de Stalin en

Budapest, en el enfervorizado

clima de la insurrección.

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portante foro de intelectuales, protago-nizaba la actitud reivindicativa.

En julio de aquel 1956, Rakosi era sus-tituido en la dirección del Partido de losTrabajadores por Ernö Gerö, que contócon Janos Kadar y otros estalinistas tem-plados. Sus primeras medidas tuvieronen la rehabilitación pública de las vícti-mas de las purgas del stalinismo su mássignificativa nota simbólica. A principiosde octubre, el entierro de Laszlo Rajk, lamás emblemática víctima de aquel tiem-po de terror, se convirtió en una masivaafirmación del deseo de cambio.

La movediza situación permitía la pre-sencia de una prensa libre y la expresiónde todo tipo de opiniones y críticas al ré-

gimen, en un clima de tolerancia que hi-zo creer a muchos que el gran paso de laliberalización ya era irreversible.

Los hechos de Polonia, con un Go-mulka que se estaba enfrentando a laURSS, sin exponer a su país al riesgo delzarpazo del Kremlin, proporcionaron alos húngaros los bríos que posibilitaríanel levantamiento de octubre.

¡Nagy, al poder!En el Budapest de aquel día 23, una par-te de los manifestantes se dirigió hacia lagran plaza presidida por el edificio del Par-lamento. Allí, al grito de “¡Nagy al poder!”y ante más de trescientas mil personas, losrepresentantes estudiantiles plantearon

sus exigencias a las autoridades: evacua-ción de las fuerzas soviéticas, libertadesde expresión y de prensa, elecciones li-bres, rehabilitación de las víctimas de laspurgas y liberación de la dependencia dela URSS. Superado por los hechos, el co-mité central del Partido pidió a Nagy unaintervención apaciguadora de los ánimos.

En su alocución, solicitó a los manifes-tantes respeto al orden constitucional ydisciplina. Pero, tras derribar la colosal es-tatua de Stalin, los más radicales mar-charon al edificio de la Radio Magyar. Allí,ante la amenaza de asalto de la turba cre-cientemente enfervorizada-encolerizada,que pretendía difundir un comunicadoreivindicativo, la policía de seguridad, la

Un ardoroso apoyo

España mantenía unas fantasmales rela-ciones diplomáticas con el régimen

húngaro desaparecido en 1945. Una ideo-lógica ficción permitía mantener abierta unaLegación en el 49 del Paseo de la Castella-na, con un residual personal que disfrutabade tratamiento diplomático y que era un la-borioso centro de actividad de la extremaderecha.

El estallido de la insurrección húngara per-mitió al Régimen, todavía inseguro en su po-sición internacional –aún no llevaba un añoen las Naciones Unidas– desplegar en ese ám-bito una gran actividad. Franco tuvo la opor-

tunidad de mostrar su decidido anticomu-nismo como Centinela de Occidente, apoyan-do la acción internacional contra la invasióny organizando ayuda humanitaria para losafectados, a través de Cruz Roja y Caritas.

La revista integrista Punta Europa, en sunúmero 11, de noviembre 1956, hablabade “… la brutal y cínica acometida que su-fre Hungría” y apuntaba: “Apoya a los hún-garos la lógica unanimidad del mundo quesiente la amenaza de algo peor que la mi-seria, el dolor y la misma muerte: la bru-talidad de los sin Dios, el encanallamientosoviético, aún peor que su fuerza brutal

irresistible para los que ceden teniendo quesucumbir”.

En templos y colegios religiosos, el episo-dio aportaba suculenta materia. Mindszenty,en su autorreclusión, era el más dramáticosímbolo de aquella Iglesia del silencio tan ca-ra al nacionalcatolicismo. A otro nivel, el me-jor Honved, que se hallaba fuera de Hungríajugando la copa de Europa, optó mayorita-riamente por exilarse, en gran medida en Es-paña. Las proezas futbolísticas de Puskas,Kocsis, Sibor o Szalay venían cada tarde dedomingo a ser una especie de resarcimientocolectivo de aquel sangriento episodio.

Agentes de la policía política (AVO), ametrallados por los manifestantes que se habíanapoderado del arsenal obtenido en el asalto de una fábrica de armas.

Kruschov, el nuevo hombre fuerte de laURSS, tras una ligera vacilación ahogó ensangre la sublevación húngara (por E. O.).

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INACEPTABLE REBELDÍA. HUNGRÍA AGONIZA1956: EL GRAN MIEDO

odiada y temida AVO, disparó aportan-do los primeros héroes de la revuelta.

La masacre facilitó la tarea de los agi-tadores y, entrada la noche, fue asaltadauna fábrica de armas; muchos de los ma-nifestantes se convirtieron así en com-batientes de hecho. Ante el incontrolablealuvión, el amedrentado Comité Centraldecidió encargar a Nagy la formación deun gobierno, al tiempo que solicitaba ayu-da a la URSS para el aplastamiento de la“rebelión contrarrevolucionaria”.

En la mañana del 24, la capital estabaalzada y los temidos tanques soviéticoshicieron su aparición. Los paisanos se lesenfrentaron en desigual lucha con armasligeras y artesanales y los muy efectivoscocteles molotov. Tres jornadas bastaronpara que una treintena de carros queda-se inutilizada. La destrucción de aquellossímbolos materiales de la ciega fuerza sealzaba como el mejor símbolo de la vo-luntad de victoria que animaba a quienesse presentaban como insurrectos.

Aquel enfrentamiento entre fuerzas tandesiguales aportaba todo un atrayente ha-lo de heroico romanticismo muy acorde

con la tradición nacional. En escenariosurbanos cuyos nombres se harían míti-cos, adultos y adolescentes, colegiales yaprendices de fábricas y talleres, cumplíanlo que muchos veían como una misiónhistórica. Los barrios obreros de la capi-tal aportaban el grueso de los que seveían como “luchadores de la libertad”.

No faltó, entre los patriotas, la activapresencia de elementos antisociales y ve-teranos delincuentes que aprovechabanla situación para actuar impunementecontra los signos de la autoridad. Pero, engeneral, la población de la capital parecíaarrebatada por aquel deseo de cambio.

Consejos obrerosAlgo de mayor enjundia se movía fuerade los escenarios de lucha callejera. De-clarada la huelga general, en minas, fá-bricas y talleres de todo el país se crea-ban consejos obreros; los campesinos nose quedaban atrás y, en plena eferves-cencia de solidaridad, los consejos agra-rios aseguraban el suministro de alimen-tos a las ciudades alzadas. Con el decisi-vo soporte de las emisoras de radio ocu-

padas –o liberadas, según la óptica– notardó en imponerse la federación de to-dos ellos en el Consejo Obrero.

En Hungría entera se mostraba la pre-sencia de una estructura invisible peromuy activa, que trabajaba según un pre-ciso plan. Todos los símbolos de la odia-da dominación eran sistemáticamentedesplazados, desde las estrellas rojas has-ta las placas conmemorativas y los mo-numentos. La bandera tricolor ondeabapor doquier con un agujero redondo ensu parte central, de donde habían sidoarrancados los símbolos de la dictadura,erigiéndose en el más expresivo símbolode la insurrección.

Todo ello era un ejercicio práctico de“purificación”, de gran utilidad como ins-trumento de control de un movimientoaparentemente espontáneo. El lincha-miento público de varios policías secre-tos fue así una notable aportación a aque-lla especie de catarsis colectiva. Los ras-gos estudiantiles del comienzo habíandado paso a una progresiva presenciaproletaria. El gran complejo industrial deCsepel, al sur de Budapest constituía el

Los manifestantes queman una bandera soviética en Budapest. Era sólo el principio. En pocos días, estas calles serían arrasadas por la lucha.

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centro de gravedad de la nueva situación.Pero, de hecho, la unión de los Consejosimponía una peligrosa dualidad del po-der, que ya no pertenecía en exclusiva alGobierno. Las demandas de aquéllos ibanbastante más allá de los límites previstospor los burócratas reformistas. Amena-zando con detener la producción, a susexigencias iniciales añadían otras abier-tamente dirigidas contra aquella mismaburocracia y, sobre todo, el fin de los la-zos de sujeción a la URSS.

Mientras dos delegados de excepción,Anastas Mikoyan y Mijail Suslov, llegabandesde Moscú para reconducir la situación,en el seno del Partido proseguía la duralucha entre reformistas e intransigentes.El día 25, mientras se desataba una nue-va masacre, Gerö era sustituido como di-rigente del Partido por Kadar. El 27, Nagyformaba un nuevo gobierno, que conta-ba con prestigiosos políticos de la era pre-comunista e inmediatamente decretó elalto el fuego.

Se van los rusosEl día 30 era suprimida la odiada AVO, sereorganizaban las fuerzas armadas y lasmilicias y se decretaba la amnistía para lospatriotas que habían participado en el al-zamiento. La acción del Gobierno, supe-rado por los hechos, decepcionaba a losmás radicales pero, evacuadas las fuerzassoviéticas de la capital, los más optimis-tas veían ya ganada la batalla.

Desde Munich, los micrófonos de Ra-dio Europa Libre, financiada por la CIA,lanzaban broncas y ardorosas proclamas

anticomunistas, actuando como anima-doras a la insurrección. Acusaban a Nagyy a los moderados de ser traidores y “ase-sinos del pueblo”, al tiempo que falsa-mente anunciaban una inmediata ayudade Occidente a los insurrectos.

Era ya evidente la dificultad del inten-to de encauzar la protesta por unas víasde autorreforma del sistema. Además, eldesbordamiento de la violencia no hacíamás que cuestionar el carácter democrá-tico de la sublevación. A su calor, levan-taban cabeza los restos del brutal fascis-mo nacional y los defensores de la dic-tadura reaccionaria de preguerra apare-cían junto a abiertos brotes del más ran-cio y tradicional antisemitismo.

Los agitadores profesionales teníancampo abierto para su actividad y, mien-

tras cientos de miles de personas eranmanipuladas en la calle, el deseo de libe-ralización existente en gran parte de lapoblación era animado con promesas deevidente imposible cumplimiento.

El cardenal primado, Jozsef Mindszenty,recuperaba la libertad y tenía oportuni-dad de alzarse como referencia moral deprimer orden para un país en lucha. Pe-ro cuando, el 3 de noviembre, habló fi-nalmente por radio, su tan esperado dis-curso respondió a su arrogante antide-mocratismo. No respaldó a los reformis-tas y se limitó a pedir el retorno a la nor-malidad laboral, rechazando las vengan-zas personales y mostrando un deseo deneutralidad. Privaba así a las vacilantes au-toridades del vital refuerzo moral que hu-biera podido darles.

Éstas trataban de responder a las exi-gencias populares y, al mismo tiempo,tranquilizar a Moscú. De hecho, las su-cesivas concesiones de los gobernantesa las exigencias de los consejos obrerosfue consiguiendo la calma en la calle.

Nagy personificaba la única sensatezposible dentro de un marco de actuaciónque, a pesar de las apariencias, era cadavez más estrecho y amenazado. Conta-ba con rakosistas rescatables junto a po-líticos de los partidos suprimidos por ladictadura comunista, socialdemócrata yagrario. El filósofo Gyorgy Lukacs apor-taba todo su prestigio personal, de espe-cial relevancia ante la opinión pública in-ternacional.

Fueron jornadas de euforia y prepara-ción del futuro, en una Hungría libre detropas extranjeras. El 1 de noviembre,el Gobierno y el Partido acordaban una

La gente se agolpa en torno a Imre Nagy, el jefe de Gobierno que encarnó las aspiracionesliberalizadoras húngaras. El papel jugado en la sublevación le costaría la vida.

Mindszenty, primado de Hungría, puesto en libertad pos los sublevados. No vio claro el futuro delnuevo régimen y no se comprometió, optando por refugiarse en la embajada de Estados Unidos.

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declaración de neutralidad y el abando-no del Pacto de Varsovia. El camino haciael desastre quedaba iniciado.

Aquella noche, Kadar marchaba en se-creto a Moscú a recibir órdenes, mien-tras que en la zona oriental del país seconcentraban nuevas fuerzas soviéticas.La población de la capital vivía sus últi-mas horas de gozosa libertad, con latranquilidad recuperada en la calle yla febril actividad de los partidos políti-cos lanzados a su reorganización. Losconsejos obreros llamaban a la normali-zación laboral, se restablecía el orden pú-blico y los escombros eran retirados decalles y plazas.

El día 3, formó Nagy su último gabine-te y, consciente de lo peligroso de la si-tuación, se apresuró a tranquilizar a Mos-cú, declarando que impediría cualquierforma de restauración del capitalismo yque mantendría las conquistas del socia-lismo, si bien dentro de unas bases de-mocráticas. Al mismo tiempo, comuni-caba al secretario general de la ONU quenuevas fuerzas soviéticas seguían en-trando en el país. La delegación que se

formó para tratar de detener el avance,presidida por el prestigioso general PalMaleter, ministro de Defensa, se trasladóaquel mismo día a Tököl, con el fin de ne-gociar un acuerdo. Nada más llegar, susmiembros fueron detenidos.

Los hombres del Kremlin no queríanriesgos y, hechas las concesiones tácticas

que consideró aceptables, decidió la in-tervención. Para entonces, un “gobier-no revolucionario obrero y campesino”,formado por Kadar para la ocasión en lalocalidad de Szolnok, había solicitado for-malmente ayuda a la URSS.

Con las primeras luces del día 4, die-cinueve divisiones del Ejército Rojo, másde 200.000 soldados con el apoyo de1.000 blindados penetraban arrolladoresen la aglomeración capitalina, mientrasNagy –tras haber denunciado por radiola invasión– se refugiaba en la embajada

yugoslava y Mindszenty lo hacía en la nor-teamericana. Los desesperados llama-mientos realizados por las emisoras de ra-dio, pidiendo ayuda a los países occi-dentales, sólo eran los patéticos esterto-res de la gran esperanza moribunda.

Diez días de despiadados bombardeosy de inútil resistencia fueron suficientes

para sofocar el levantamiento, que deja-ba tras de sí una cifra milenaria de muer-tos cuyo número jamás se concretaría.Y, mientras tanto, la pantanosa zona fron-teriza con Austria era el dificultoso cami-no de más de 200.000 húngaros que, des-pavoridos, optaron por convertirse en re-fugiados.

El orden de YaltaEn realidad, y a pesar de las esperanzas ylas falsas e intoxicadoras promesas y de-claraciones sin fundamento real, desde

Una mujer armada arenga a la gente para que se adhiera a la sublevación que comienza. Un policía de la AVO acababa de ser linchado.

Para justificar el envío de tropas, elestalinista Janos Kadar formó un gobiernoparalelo que solicitó la intervención

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un principio había estado claro el hechode que ni los Estados Unidos ni ningunade las potencias occidentales habían te-nido la menor intención de quebrar el or-den impuesto en Yalta. Más aún, los acon-tecimientos húngaros venían a ser unamuy molesta alteración de la situación deapaciguamiento y relativa distensión quela desaparición de Stalin había abierto enlas relaciones internacionales.

La coincidencia de los hechos de Hun-gría con la crisis de Suez venía a justificarla absoluta imposibilidad de consideraruna posible acción conjunta en este sen-tido. Washington lanzó abiertas condenasa la actuación soviética, pero paralela-mente aseguraba a Moscú, por vía diplo-

mática, su voluntad de no contribuir a laalteración de la situación.

Al contrario que sus Gobiernos, la opi-nión pública occidental se vio conmovi-da por los dramáticos hechos, que endestacados intelectuales de izquierda sus-citó graves problemas de conciencia. LaGuerra Fría tenía nuevos mártires queañadir a su particular santoral.

Kadar era el rostro visible de lo que sepresentaba como una masiva venganza,mientras una huelga general comproba-ba su fracaso. Más de cien mil personasfueron sus víctimas; en su inmensa ma-yoría, internados, y más de 25.000, con-denados a diversas penas. Se llevaron acabo unas 250 ejecuciones y esporádicos

movimientos de resistencia persistieronen las fábricas hasta el siguiente año. Enjunio de 1958, Nagy –que, ingenuamen-te, se había entregado esperando justi-cia–, Maleter y sus más estrechos cola-boradores eran condenados por alta trai-ción y ejecutados: perfectas víctimas pro-piciatorias del sacrificio colectivo. Aque-lla inaceptable rebeldía estaba adecuada-mente liquidada.

Hasta hoy, los herméticos archivos delos Ministerios de Defensa, de los parti-dos comunistas y de las policías secretasde Hungría y de la URSS guardan sus se-cretos. Los hechos que hace medio sigloconmovieron al mundo deberán seguiresperando su real explicación. �

Escenarios vivos

La ciudad de Budapest conserva casi in-tacta la práctica totalidad de los escena-

rios a los que los hechos elevaron a la cate-goría de mitos. El Pasaje y el Cine Corvin, losCuarteles Killian, el edificio de RadioMagyar, el Cementerio Kerepesi, las emba-jadas yugoslava y norteamericana, la Uni-versidad Técnica, la Prisión Utca -centro deencierro y ejecución–, las plazas y estatuasque fueron escenarios y testigos de las gran-des manifestaciones iniciales, el Nuevo Ce-menterio Público, donde reposan los héroes...

En el noble y elegante Bulevar Andrassy,de Budapest, que recupera su viejo esplen-dor, se halla la Casa del Terror. Museo queconmemora a las víctimas de las sucesivas

dictaduras que Hungría sufrió: la nacionalfascista y la comunista. Reconstruye espa-cios utilizados en la política represiva, quetuvo en este edificio su principal centro yque decidió la vida y la muerte de millo-nes de húngaros.

A 15 km de la capital, el Parque de lasEstatuas reúne varias de las piezas que fue-ron ornato de la vía pública durante la eta-pa comunista. En variados estilos y sor-prendentes interpretaciones, junto a Marxy Engels, alzan sus efigies dirigentes lo-cales, al lado de muestras de la exaltadaapología estatuaria estalinista y la memo-ria escultórica de la presencia húngara enlas Brigadas Internacionales.

Tumba de Imre Nagy, en el CementerioPúblico de Budapest. El héroe y mártirfue ejecutado en junio de 1958.

“Socorro para Hungría: una resolución de la ONU”. El cómic de Cummings, en Daily Express, muestra la impotencia mundial ante la agonía húngara.

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El 26 de julio de 1956, conme-morando el cuarto aniversariode la expulsión del rey Faruk, elpresidente de la República egip-

cia, Gamal Abdel Nasser, pronunciaba undiscurso en la gran plaza alejandrina deMohamed Alí, en la que su aparatode propaganda había reunido un audito-rio milenario. Subió al estrado hacia lassiete de la tarde y, tras un comienzo jo-coso, adoptó un tono grave que se tornóiracundo cuando se refirió al Canal deSuez y a los conflictos del Gobierno egip-cio con la Compañía que lo explotaba y,en el clímax de la vehemencia y la emo-ción, gritó: “Vamos a tomar los beneficiosque nos arrebata esa Compañía imperia-lista, ese estado dentro del Estado, mien-tras nosotros nos morimos de hambre(…). Yo os anuncio que ahora, mientrasos hablo, el Boletín Oficial publica la leyque nacionaliza la Compañía. En estosmomentos, los agentes del Gobierno es-tán tomando posesión de la Compañía.¡El Canal pagará la Presa! Hace cuatroaños, aquí mismo, Faruk huía de Egipto.¡Yo, hoy, en nombre del pueblo, tomo elCanal! ¡A partir de esta tarde el Canal se-rá egipcio y estará dirigido por egipcios!”.

Grupos de comandos penetraban enaquellos momentos en las oficinas del Ca-nal, sellaban sus dependencias y confis-caban el dinero y la documentación.

En las horas siguientes, los egipcios, sehicieron cargo de las instalaciones y losbuques siguieron navegando entre el Me-diterráneo y el Mar Rojo y viceversa, co-mo si nada hubiese ocurrido.

Mientras Egipto celebraba el aconteci-miento, el mundo quedó estupefacto y enLondres y París se pasó de la incredulidada la cólera. Gran Bretaña y Francia, pro-pietarias de las acciones de la Compañíadel Canal, hicieron saber a El Cairo que norenunciaban a sus derechos y que haríanlo posible por recuperarlos. Las Bolsas eu-ropeas bajaron en los siguientes días, pues,

aparte de la pérdida del tráfico del Canal,se suponía que el corte del tráfico provo-caría un desabastecimiento petrolífero. Pe-ro fue una reacción pasajera: en las dos se-manas siguientes atravesaron la vía de agua625 buques, un 90 por ciento del tráficonormal; por tanto, un descenso insignifi-cante, debido al temor de que pudiera pro-ducirse un ataque anglo-francés.

Francia y Gran Bretaña se encontraroncasi solas en sus demandas. Nadie másparecía damnificado. Incluso Estados Uni-dos se mostraba distante, pues ni le in-teresaba implicarse en un asunto colo-nialista, ni el Próximo Oriente centrabaentonces la preocupación del presiden-te Eisenhower lanzado en la carrera elec-toral que culminaría el 6 de noviembre.Washington trató de hallar una salida di-plomática y convocó una Conferencia In-ternacional sobre la libertad de navega-ción por el Canal, violada por Egipto alimpedir el paso de los buques israelíes.

Fracaso mediadorLa conferencia, reunida en Londres el 16de agosto, resultó un fracaso, pues Nas-ser declinó participar en ella, alegandoque “se trataba de una injerencia en losasuntos internos de Egipto”. Los reuni-dos recomendaron que el tráfico del Ca-nal fuera manejado y garantizado por unacomisión internacional, pero no hubomanera de convencer a Nasser, que cali-ficó tal pretensión de “intento de arre-batar el Canal de Suez a Egipto”.

Israel, Inglaterra y Francia, a la guerra

POR EL CANALEl 26 de julio de 1956, Gamal Abdel Nasser nacionalizó el Canal de Suez.David Solar expone los motivos del Rais, los planes secretos de los tresafectados para derrocar al presidente de Egipto y la profunda crisisinternacional creada, de la que surgieron los cascos azules de la ONU

DAVIDSOLAR, autordeSin piedad, sin esperanza.Palestinos e israelíes, la tragedia que no cesa.

Nasser quería liberar Egipto de la dependenciaextranjera y necesitaba los recursos económicosdel Canal (por Enrique Ortega).

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1956: EL GRAN MIEDO

El 11 de septiembre la negociación seconsideró rota. París y Londres iniciaronun boicot económico contra El Cairo y lle-varon la resolución de la Conferencia In-ternacional al Consejo de Seguridad, pre-tendiendo una intervención militar, quefue vetada por la Unión Soviética.

Pero fue Washington quien más se em-peñó en frenar los planes militares de Pa-rís y Londres –que ya concentraban unafuerza de desembarco en Chipre– con lacreación de la Asociación de Usuarios delCanal, que debería encargarse de la or-ganización del tráfico, el pilotaje de los

buques y la recaudación de los derechosde paso. El secretario de Estado nor-teamericano, John F. Dulles, artífice deaquella maniobra, suponía de antemanoque Nasser rechazaría la propuesta, peroél pretendía ganar tiempo, retrasar losproyectos intervencionistas anglo-fran-ceses y permitir la elección presidencialnorteamericana, tras la cual el presiden-te Eisenhower podría ocuparse directa-mente de esa crisis.

Sin embargo, Nasser aceptó el plan nor-teamericano, según el cual Londres y Pa-rís renunciaban a sus reivindicaciones, a

la par que El Cairo asumía un control mix-to del Canal junto con la Asociación deUsuarios. El 90% de la recaudación del ca-non de paso sería para Egipto y el restoindemnizaría a la Compañía del Canal has-ta que expiraran sus derechos. Egipto só-lo rechazó el paso de buques israelíes.

Esa solución irritaba a los franceses, quedesde mucho antes tramaban la ruina deNasser, sobre todo por su ayuda al FLN ar-gelino, que tenía en territorio egipcio suinfraestructura independentista. Allí resi-día su cúpula dirigente, se adiestraban suscomandos y se centralizaba el suministro

Tropas mecanizadas israelíes en el Sinaí. Su eficacia, que asombró al mundo, unida al factor sorpresa, desmantelaron el dispositivo militar egipcio.

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de armas a los guerrilleros (ver La Aven-tura de la Historia, núms. 69 y 93).

Lo propuesto en Washington tambiéncontrariaba a los ingleses, porque, Canalaparte, Nasser teledirigía los asuntos deJordania y había logrado un Parlamentofiloegipcio, socavando la influencia deGran Bretaña, creadora del reino hache-mita; el pronasserista Suleimán Nabulsifue designado primer ministro y su pri-mera medida fue anular el acuerdo mili-tar anglo-jordano que le vinculaba al man-do militar conjunto egipcio-sirio-jordano.

El principal enemigoA todas éstas, nadie parecía acordarse delmayor afectado: Israel. Las armas queNasser estaba comprando en Checoslo-vaquia le otorgarían en poco tiempo unaclara superioridad militar sobre Tel Aviv,cuyas demandas de armamento habíansido rechazadas en Estados Unidos; a lavez, la preponderancia regional que es-taba consiguiendo el Rais significaba pa-ra Israel el incremento de la amenaza mi-litar de Siria y Jordania y del terrorismopalestino contra su territorio. Además, lanacionalización del Canal perjudicaba gra-vemente su tráfico oceánico, pues sus bu-ques estarían abocados a dar la vuelta atoda África si El Cairo bloqueaba, tam-bién, los estrechos de Tirán, llave del gol-

fo de Aqaba, situado al sureste del Sinaí.El primer ministro israelí, David Ben Gu-rion, en excelentes relaciones con el Go-bierno socialista francés, envió a París, enagosto de 1956, al director general del Mi-nisterio de Defensa, Simon Peres. A fina-les de agosto, agentes del Gobierno fran-cés investigaron la situación israelí paraentrar en la guerra. El Ejército judío, queestaba recibiendo armas francesas –200tanques AMX y 72 cazas Mystère– pidiómaterial de detección, transporte y tele-comunicaciones, que le fue servido consumo sigilo. A continuación, el generalMoshe Dayan, jefe del Estado Mayor is-raelí, comenzó a planificar la guerra.

Era una situación compleja: París de-seaba contar con Israel, pero Londres re-chazaba tal implicación, pues suscitaría elrechazo de sus amigos árabes. Por su la-do, Tel Aviv rechazaba su intervención sino había un acuerdo previo entre igualesy una garantía de sus socios ante un ata-que aéreo egipcio o una intervenciónconjunta de los demás países árabes.

El 16 de octubre de 1956 se reunieronen el palacio de Matignon, residencia delprimer ministro francés, su titular, GuyMollet, y su ministro de Exteriores, Chris-tian Pineau, con el jefe del Gobierno bri-tánico, Anthony Eden y el titular del Fo-reign Office, Selwyn Lloyd. Allí estudiaron

la idea desarrollada por el subjefe del Es-tado Mayor francés, Maurice Challe, queconsistía en lanzar a Israel contra Egiptoy cuando las fuerzas judías se hallaran cer-ca del Canal, Francia y Gran Bretaña in-tervendrían para garantizar las instala-ciones y el tráfico naval. Los británicosaceptaron encantados y Guy Mollet se locomunicó a Ben Gurion.

La conspiraciónAunque inicialmente entusiasmado, en losdías siguientes Ben Gurion sopesó los pro-blemas que revestía el plan: Israel correríael riesgo militar y aparecería como agre-sor, mientras que París y Londres, sin ape-nas riesgos, recuperarían el Canal a la vezque presumirían como pacificadores de lazona y salvadores de la estratégica vía decomunicación. El Plan Challe comenzóa parecerle una posible trampa o, en todocaso, un riesgo, por lo que exigió un tra-tado entre iguales. Sólo le convencieronla insistencia de Dayan y Peres y la presiónfrancesa para que participara en una con-ferencia tripartita.

El 21 de octubre, un avión despegó deuna base francesa y aterrizó en un aero-puerto militar israelí, donde lo abordaronBen Gurion (con su médico), Simon Pe-res, Moshe Dayan y, como secretario dela delegación, el historiador Mordechai

El presidente Gamal Abdel Nasser, triunfalmente recibido en El Cairo tras la nacionalización del Canal, el 26 de julio de 1956.

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Bar-On. De madrugada, llega-ron a una base militar próximaa París y, al día siguiente, se re-unieron en una finca de Sèvrescon Guy Mollet, Pineau y Bour-ges-Maunoury, ministro francésde Defensa. Sin la presenciabritánica, en un clima de con-fianza, Ben Gurion expuso susobjeciones al Plan Challe, pe-ro se mostró dispuesto a acep-tarlo si se firmaba un acuerdotripartito y si su objetivo finalno se limitaba al Canal, sinoque se extendía al derroca-miento de Nasser y a la reor-ganización de todo el próximoOriente, expandiéndose Israelpor Cisjordania, el sur de Líba-no y el Sinaí. Jordania desapa-recería, cediéndose al probri-tánico Irak la Transjordania, acambio de que se hiciera cargode los refugiados palestinos...

Ben Gurion estaba lanzandoun globo sonda y, para quitar-le peso, calificó previamentesu proyecto de “fantástico”,pero los franceses entendieronque no estaba bromeandoy que aquel asunto podía írse-les de las manos. Cuando lle-garon los británicos recibieronun resumen de lo hablado yquedaron estupefactos: el mi-nistro de Exteriores, SelwinLloyd, lo consideró como unamonstruosidad política. Du-daba mucho, además, que elpremier Eden pudiera superarla oposición que tal proyectosuscitaría en su Gobierno, ensus filas parlamentarias y en laoposición. Finalmente, asegu-ró que sólo estaba dispuestoa asumir el Plan Challe. Si Is-rael lo aceptaba, se recupera-ría el Canal y se derrocaría a Nasser; si lorechazaba, él arreglaría el asunto diplo-máticamente “en una semana” con el mi-nistro egipcio de Exteriores.

Poderosos interesesLa convergencia de los intereses de lastres delegaciones resultó extraordinaria-mente difícil, pero la situación les empu-jó hacia el acuerdo. Para Ben Gurion erainaceptable que Lloyd solucionara elasunto del Canal por vía diplomática,

pues significaría la victoria de Nasser y lapérdida del acceso desde el mar Rojo. Surechazo, además, contrariaría a Francia,que podría revisar el suministro de armas.

Al tiempo, Francia y Gran Bretaña reci-bían nuevos estímulos para intervenir. Elprimer día de la conferencia, 22 de oc-tubre, la marina francesa interceptó uncargamento egipcio de armas destinadasal FLN y el segundo día se produjo lamencionada designación de Suleimán Na-bulsi como primer ministro de Jordania.

Si algo faltaba para decidirles,estas dos sonoras bofetadasde Nasser les impulsaron aaceptar algunas tesis israelíescon tal de infligir un severocastigo a Egipto y de provocarla caída del Rais.

Las negociaciones se pro-longaron hasta la noche deldía 24 y alcanzaron el acuerdobasándose en el Plan Challe,modificado por Dayan: Israellanzaría paracaidistas sobreel paso de Mitla, a cincuenta ki-lómetros del Canal, el 29 deoctubre por la tarde y el día 30,los anglo-franceses, ante laproximidad de los paracaidis-tas israelíes de la vía de agua,presentarían, un ultimátum aambos contendientes: alto elfuego y retirada a dieciséis ki-lómetros del Canal. A Nasser sele impondría la presencia defuerzas anglo-francesas en lospuntos clave del Canal para ga-rantizar la libertad de tránsito,hasta que se llegara a un acuer-do definitivo. En el caso de queuno u otro contendiente de-sobedecieran, paracaidistas yunidades anfibias anglo-fran-cesas se apoderarían de las ins-talaciones. Este plan reducía atreinta y seis horas el riesgo is-raelí de combatir en solitarioy de aparecer como agresorúnico.

Exprimiendo el limónBen Gurion aceptó, pero exi-gió la firma de un protocolotripartito, en el que se fijó es-te acuerdo, la promesa fran-cesa de defender las ciudadesisraelíes si eran bombardeadaspor Egipto y el compromiso

de París y Londres de atacar Egipto si re-chazaba el ultimátum. En su diario anotó:“Se trata de una oportunidad singular quedos potencias importantes traten de de-rribar a Nasser y que no permanezcamossolos contra él mientras va fortaleciéndo-se y conquistando todos los países árabes(…). Y puede ser que la situación del Pró-ximo Oriente cambie en su totalidad deacuerdo con mi plan”.

Mientras se redactaba el protocolo, BenGurion trató de exprimir el jugo a su

ISRAEL, INGLATERRA Y FRANCIA, A LA GUERRA POR EL CANAL1956: EL GRAN MIEDO

Arriba, la revista satírica británica Punch representaba al premierAnthony Eden, como un cordero vestido de lobo. Abajo, izquierda, Guy

Mollet, primer ministro francés, y, derecha, David Ben Gurion. Los tres,por el Canal y otros motivos, deseaban destruir a Nasser (por E. O.).

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La tierra codiciada

En Sèvres, David Ben Gurion, expuso suvisión del Próximo Oriente.

“Jordania, observó, no era viable como Es-tado independiente y, por tanto, debería serdividida. Irak obtendría Transjordania a cam-bio de la promesa de asentar a los refugiadospalestinos allí y de firmar la paz con Israel,mientras que Cisjordania se uniría a Israel,bajo el estatuto de región semiautónoma. Lí-bano estaba pasándolo mal a causa de la grancantidad de musulmanes que se habían con-centrado en el sur. El problema podría re-solverse con la expansión de Israel hasta elrío Litani, ayudando así a convertir el Líba-

no en un país cristiano. El área del Canal deSuez debería tener un estatuto internacionaly los estrechos de Tirán, en el golfo de Aqa-ba, deberían pasar a control israelí para ga-rantizar la libertad de navegación. Una con-dición previa para poder llevar a cabo esteplan era la eliminación de Nasser y su sus-titución por un dirigente prooccidental queestuviera dispuesto a firmar la paz con Israel”.

Todos saldrían beneficiados: “El Canal deSuez se convertiría en un paso internacional.El reino Unido recuperaría la hegemonía enIrak y Jordania y aseguraría su paso al pe-tróleo de Oriente Próximo. Francia conso-

lidaría su influencia en Líbano e Israel, altiempo que sus promesas en Argelia con-cluirían con la caída de Nasser...”

Dos días después, a solas con Guy Mollet,le propuso repartirse el petróleo del Sinaí, pe-nínsula que pasaría a formar parte de Israel,pues no pertenecía a Egipto, sino que “losbritánicos se la habían robado a los turcos”.

Ese sueño expansionista de Ben Gurionlo llevaron a cabo sus herederos políticos enla guerra de 1967, en la que se apoderarondel Sinaí, de Cisjordania y de los altos delGolán (Siria), en vez del sur de Líbano.

(Avi Shlaim, El muro de hierro.)

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LOS PLANES DE BEN GURION PARA ISRAEL

ISRAEL 1956

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PLAN DE EXPANSIÓN

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aceptación: en un aparte, le habló a Mo-llet del petróleo descubierto en el Sinaí yde que esa península podría desgajarsede Egipto, pues no le pertenecía: “los bri-tánicos se la habían robado a los turcos yla agregaron a Egipto cuando creían quetenía este país bajo su completo control.Le propuse tender un oleoducto desdeel Sinaí hasta Haifa para refinar petróleoy Mollet se mostró interesado” (Diario).

Peres tampoco perdió el tiempo. Abor-dó con Mollet y Bourges-Maunoury la ce-sión de un reactor nuclear, asunto ya tra-tado meses antes: “Llegué a un acuerdopara la construcción de un reactor nu-clear en Dimona, al sur de Israel (…) y elsuministro de uranio natural como com-bustible. Presenté una serie de propues-tas detalladas y, tras discutirlas, acepta-ron” (Mi lucha por la Paz).

Moshe Dayan regresó a su Estado Ma-yor a mediodía del 25, sin un minuto queperder, pues los supuestos operativos delas Fuerzas de Defensa de Israel (IDF)nunca había contemplado el lanzamien-to de paracaidistas en el paso de Mitla.“Inicialmente, se cargaba el acento en lacreación de una amenaza contra el Canal,de acuerdo con nuestro papel en el plan;luego acometeríamos nuestros objetivosbásicos en la campaña: la conquista de losestrechos de Tirán y la derrota de las fuer-zas egipcias” (Dayan, Autobiografía).

Aquel mismo 25 de octubre, Israel de-jó organizada una movilización generalfulminante que impidiera la reacciónegipcia: las armas estarían dispuestas eldía 28; los soldados alcanzarían sus uni-dades a caballo del 28 y el 29.

La guerra de DayanAl atardecer del lunes, 29 de octubre, Nas-ser celebraba el cumpleaños de un hijoen su residencia campestre. Durante lafiesta, el presidente recibió una llamadade Abdel hakim Amer, su segundo en elescalafón del poder: “Israel nos ataca”.

La situación militar de Egipto en el Si-naí parecía sólida. Disponía de tres divi-siones en la frontera y de dos brigadas co-mo reserva: unos 45.000 hombres, queserían teóricamente reforzados por gru-pos de guerrilleros palestinos. Esas fuer-zas estaban bien fortificadas y disponíande importantes medios blindados y arti-lleros. En el aire, Egipto parecía inclusosuperior a Israel.

El Ejército judío sólo tenía en filasunos 20.000 hombres, pero movilizó

40.000 reservistas en ocho horas. El Cairono tuvo tiempo de evaluar la importan-cia de tal movilización, que conoció po-co antes de que comenzara el ataque. És-te había sido estudiado por las IDF a par-tir de agosto: era suicida chocar con lasdos divisiones egipcias del norte y centro,pero ofrecía buenas perspectivas la ofen-siva contra la tercera, al sur del dispositi-vo árabe, que defendía un terreno com-

plejo a lo largo de unos 140 kilómetros defrente. Pero el empleo de fuerzas impor-tantes tan al sur suponía un riesgo para Is-rael, pues permitiría un contraataque si-multáneo egipcio, desde la Franja de Ga-za, y jordano, desde el sur de Cisjordania.El factor sorpresa y la velocidad del ataqueeran las únicas garantías de éxito.

Hacia las seis de la tarde del 29 de oc-tubre de 1956, comenzó el lanzamientode un batallón de paracaidistas israelíessobre el paso montañoso de Mitla. Pocodespués, ya de noche, los dos restantesbatallones de la brigada irrumpieron enel Sinaí, por el norte de Kuntilla, y aplas-taron la ligera oposición de algunas fuer-zas dispersas. A medianoche se rindióKuntilla, atacada por retaguardia. Ariel

Sharon, jefe de la brigada, sometió a susfuerzas a una marcha vertiginosa: con lasprimeras luces del día 30 tomaban el Tha-med, a 50 km del punto de partida.

Una segunda brigada atacó desde el surde Kusseima, importante nudo de co-municaciones, que se rindió en la maña-na del 30: en las líneas egipcias se habíaabierto un boquete que abarcaba todo elfrente sur. Por la tarde, las avanzadillas de

la columna de Sharon enlazaban con losparacaidistas en Mitla: había avanzado 200km en veinticuatro horas.

La situación pintaba bien para Israel. Enel aire, uno de sus temores, se midieronpor vez primera los cazas israelíes y losegipcios y, tras el tanteo inicial, los cazasárabes dejaron el campo libre.

Liberado del temor aéreo, y al socairede su éxito en el sur, Dayan lanzó dos bri-gadas blindadas: una contra la Franja deGaza y otra al norte de Kusseima, apro-vechando la confusión que había crea-do el desplome del sur. Y ese mismo día,una quinta columna mecanizada partíadesde Kuntilla hacia el sur, tratando de al-canzar Sharm el Sheiq y abrir el golfo deAqaba a la navegación israelí.

ISRAEL, INGLATERRA Y FRANCIA, A LA GUERRA POR EL CANAL1956: EL GRAN MIEDO

Los artífices israelíes de aquella guerra, junto con el primer ministro Ben Gurion: izquierda, Simon

Peres consiguió en Francia las armas y, después del conflicto, la central nuclear de Dimona.Derecha,el general Moshe Dayan, que dirigió las operaciones desde el Estado Mayor (por E. O.)

Nasser fue sorprendido por la sigilosa yveloz movilización israelí, que puso 40.000hombres en el Sinaí en sólo ocho horas

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Cumpliendo lo acordado en Sèvres, alatardecer del 30 de octubre se producíael ultimátum anglo-francés. Tel Aviv no semolestó en contestar, porque sus fuerzasaún estaban lejos del Canal. Tampoco res-pondió El Cairo, donde la confusión eraenorme, pues sólo disponían de infor-mación de las unidades que estaban re-chazando los ataques y tardó cuarenta yocho horas en advertir que se les habíahundido el frente.

Conmoción mundialPor aquellos días, los tanques soviéticostrataban de aplastar la sublevación deHungría; los norteamericanos, de cerrarsu campaña electoral, y el Consejo de Se-guridad, reunido a petición de EstadosUnidos el 30 de octubre, dirimía una delas batallas internacionales de la GuerraFría. El representante de Washington, Ca-bot Lodge, impidió el aplazamiento soli-citado por ingleses y franceses y presen-tó un proyecto de resolución que pedíala inmediata retirada judía “más allá de lalínea de armisticio que se establezca”; so-licitaba a los Estados miembros de la ONUque se abstuvieran de intervenir y de ayu-dar militar y económicamente a Israel.Londres y París vetaron la propuesta. Enesa misma sesión, que continuaba de ma-drugada, debieron emplear nuevamentesu veto ante un proyecto de resoluciónanálogo presentado por la URSS.

Mientras sus embajadores peleaban enla ONU, Francia y Gran Bretaña bombar-dearon los aeropuertos egipcios, pero elpremier Eden, presionado por Washing-ton, pospuso el ataque aeronaval.

El momento álgido de la lucha se pro-dujo 1 de noviembre de 1956, cuandoNasser ordenó la intervención de una di-visión entera enviada de refuerzo al fren-te norte. Las dos brigadas israelíes situa-das en aquella zona aguantaron su em-bestida, mientras las otras dos, que ope-raban en torno al eje Kusseima-Abu Agei-la, penetraban profundamente en el Si-naí constituyendo una amenaza mortalpara tres divisiones egipcias, pues en cual-quier momento los judíos podían girarhacia el norte y cortar su única vía de es-cape, paralela al Mediterráneo.

A primera hora del 2 de noviembre,viendo el peligro de cerco que acecha-ba a su Ejército y que a nada conducíameter más tropas en aquella guerra per-dida, el Rais ordenó la retirada. Ese díacapitulaban los principales centros egip-

cios en el Sinaí: Gaza, Rafah, El Arish, BirGafgafa... y una de las columnas israelíes,que marchaba por el centro del desierto,soslayaba el paso de Gidi y se paraba a 16kilómetros del Canal.

La guerra militar había terminado, perono la diplomática. El 2 de noviembre, laAsamblea General de la ONU, a propues-ta de Estados Unidos, ordenaba el alto elfuego, al que accedió Egipto, pero no GranBretaña ni Francia. Israel, lo aceptaba siEgipto, además, suspendía su hostilidadcontra el Estado judío y cesaba de enviar

grupos terroristas a su territorio y permi-tía el paso de sus buques por el Canal. Elalto el fuego quedó en agua de borrajasy las tropas israelíes continuaron operan-do hasta alcanzar todos sus objetivos.

Aquella noche, Ben Gurion le dijo a Da-yan: “¿Por qué se preocupan ustedes tan-to? ¡Mientras ellos sigan sentados en Nue-va York y nosotros estemos en el Sinaí, lasituación no es mala!”.

El día 3, la URSS inició su cadena de ame-nazas para “ahogar la agresión en Orien-te Medio”, proponiendo a Washington la

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Dahab •Monasterio de •Santa Catalina

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9ª Brigadade Infantería

BrigadaParacaidista

de Arik Sharon

Aterrizaje de fuerzas paracaidistas

anglo-francesas

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Avances israelíes

Paracaidistas israelíes

Divisiones egipcias

Avance egipcio

Retirada egipcia

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creación de una fuerza conjunta de inter-vención; Eisenhower, a dos días de las elec-ciones, rechazó el plan y escribió a Bul-ganin que “el mejor servicio que podríahacer la Unión Soviética a la causa de lapaz era poner en práctica la resolución dela Asamblea General que pedía el fin de laintervención soviética en Hungría”.

Los cascos azulesUna de las consecuencias de esta gravecrisis fue la propuesta del ministro cana-diense de Asuntos Exteriores, Lester Pear-son, de crear “una fuerza internacional lobastante importante para mantener la pazen las fronteras de estos países, mientrasse busca un arreglo político”. El día 4 laAsamblea General aprobaba la creaciónde una Fuerza de Emergencia (FENU), losCascos Azules, y el día 5 se ordenó al ge-neral canadiense, Burns, que reclutara losefectivos necesarios.

En esa misma fecha, por la tarde, Mos-cú asombraba al Consejo de Seguridadproponiendo la formación de una fuerzaaeronaval internacional para ayudar aEgipto. El veto fue unánime. Simultá-neamente, Bulganin escribía a Ben Gu-rion y, tras comunicarle la ruptura de re-laciones diplomáticas, le amenazaba contomar “medidas para poner fin a la luchay detener a los agresores y de que podríautilizar medios de destrucción como loscohetes”. Tal amenaza la hizo extensiva aFrancia y Gran Bretaña. Y, subiendo la pre-sión, el día 6, solicitó a Turquía permisode paso por los estrechos del Bósforo pa-ra sus buques de guerra.

Mientras, los israelíes reunían los sol-dados egipcios dispersos por el Sinaí y re-cuperaban el material bélico. Además, dosde sus columnas seguían marchando sinoposición hacia Sharm el Sheiq. Una, porla costa oriental del Sinaí, la otra, la bri-gada paracaidista de Sharon, desde el pa-so de Mitla, por la ribera occidental. En-lazaron el día 4, rindiéndoseles las últi-mas fuerzas egipcias. Horas después seapoderaban de los islotes de Tirán y Sa-nafir, llave del Golfo de Aqaba.

Cuenta el historiador israelí Avi Shlaimque, aunque Ben Gurion, indispuesto, tu-vo que guardar cama durante la guerra,“estaba ebrio de victoria cuando conclu-yó”. En un telegrama enviado a la Sépti-ma brigada, tras la captura de Sharm elSheiq, escribió: “Yotvata (Tirán), que has-ta hace mil cuatrocientos años era partede un Estado independiente judío, vol-

verá a ser parte del reino de Israel” (Elmuro de hierro).

Eisenhower corta el paseoEl día 5, los paracaidistas anglo-francesessaltaron sobre Port Said, y el 6, comen-zaron las operaciones anfibias, que ape-nas hallaron resistencia: el derrumba-miento egipcio era completo y, en pocashoras, los invasores controlaron Port Saidy Port Fuad y avanzaban a lo largo del Ca-nal, hacia el sur, al ritmo de sus carros decombate. Tal paseo militar fue interrum-pido en la madrugada del día 7: la Asam-blea General pedía a Francia, Reino Uni-do e Israel la retirada de Egipto.

No pensaban darse por aludidos, pe-ro en aquel momento intervino Ei-senhower, que ya conocía su victoria elec-toral. A Ben Gurion le comunicó que elrechazo al llamamiento de las “NacionesUnidas dañaría la amistosa cooperaciónexistente entre nuestros dos países”.Igualmente, se puso en contacto con elGobierno británico, y Eden, sobre el quetambién pesaban las amenazas soviéticas,cedió a las presiones y promesas nor-teamericanas y paralizó las operaciones.París, aunque de mala gana, tuvo que ad-mitir que no podía continuar en solitario.

De espaldas a la compleja situación in-

ternacional y a los problemas que acon-gojaban a sus socios en la urdimbre deaquella guerra, durante la mañana del 7de noviembre, Ben Gurion, en su dis-curso de la victoria ante la Knesset, fan-taseaba : “Sugirió que Israel planeaba ane-xionarse toda la Península del Sinaí y elestrecho de Tirán (...). Añadió, triunfan-te, que el acuerdo de armisticio con Egip-to era letra muerta, que Israel no entre-garía el Sinaí a fuerzas extranjeras y queel país estaba preparado para entablar ne-gociaciones directas con Egipto (...). Laeuforia de Ben Gurion tuvo una vida cor-ta” (A.Shlaim, El Muro de Hierro).

Cuando la URSS pidió la inmediata re-tirada de todas las fuerzas extranjeras deEgipto bajo la amenaza de permitir queacudieran en ayuda de Nasser miles devoluntarios soviéticos, Ben Gurion co-menzó a sentir temor, porque la amena-za llegaba acompañada de la irritación ypresiones de Eisenhower y del encogi-miento de sus aliados. En aquellos mo-mentos releyó la amenazadora carta deBulganin, en la que le acusaba de “jugarde manera irresponsable y criminal conel destino del mundo y de poner en pe-ligro la propia existencia del Estado de Is-rael”. Aunque el embajador israelí en Mos-cú le aseguró que el soviético jugaba de

ISRAEL, INGLATERRA Y FRANCIA, A LA GUERRA POR EL CANAL1956: EL GRAN MIEDO

Nikolai Bulganin, jefe del Gobierno soviético, profirió durante la crisis graves amenazas contralos agresores, mientras sus tanques aplastaban la resistencia húngara. Dwight Eisenhower, enpleno proceso electoral, apenas intervino, pero fue decisivo a la hora de cerrarlo (por E. O.).

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farol, Ben Gurion se asustó: “No podía ex-cluir el riesgo de que el conflicto pudie-ra suponer una escalada hacia una po-tencias guerra mundial, por la que se pu-dieran exigir responsabilidades a Israel”(Shlaim, El Muro de Hierro).

Ben Gurion se queda soloPara sondear la opinión de sus aliados,envió a Golda Meir a París. Pineau, tam-bién abrumado por la amenaza soviética,recomendó que Israel evacuara el Sinaí.Golda Meir puso sobre la mesa el granpremio que la conservación del Sinaí sig-nificaría para Francia y le recordó el re-parto del petróleo propuesto por BenGurion. Pineau, asombrado, replicó mi-rando a la ministra a los ojos, como si es-tuviera ante una loca:

–¡Señora Meir! Los soviéticos están so-brevolando Siria. Los rusos quieren in-tervenir en Oriente Próximo ¡Y usted es-tá pensando en el petróleo del Sinaí!

Pero lo que más le impresionó a BenGurion fue la irritación de Eisenhower,que se sentía engañado. El presidente leexigió una inmediata retirada israelí delSinaí o, de lo contrario, suprimiría todacolaboración y cortaría la ayuda privadade los judíos norteamericanos. Inclu-so no se opondría a una resolución que

tratara de expulsar a Israel de la ONU y,además, retiró su escudo protector sobrelos tres agresores, dejándolos, oficial-mente, a merced de los misiles soviéticos.

Angustiado por esa amenaza, y ante lahipótesis de una guerra mundial, en la queIsrael sería el primer objetivo, Ben Gurionordenó una retirada incondicional. Peroantes de que se efectuara, Aba Eban sugi-rió que la condicionara al control del Sinaíy de los estrechos de Tirán por los cascosazules que se estaban reclutando.

De aquella crisis Gran Bretaña y Fran-cia salieron como potencias subordina-das, perdieron presencia política en elPróximo Oriente y suscitaron la inquinade Nasser. Israel, a costa de un millar debajas, de una crisis interna y de una mo-mentánea pérdida de prestigio interna-cional, obtuvo un cuantioso botín militar,además de créditos y ayudas por más demil millones de dólares, importantes en-víos de nuevas armas y ¡un reactor nu-clear! que fue instalado en Dimona, en eldesierto del Neguev. Allí se han fabricadolas bombas atómicas de Israel.

Egipto sufrió nueve mil bajas y perdióel equipo militar de dos divisiones y Nas-ser estuvo a punto de derrumbarse, pe-ro los ingleses y los franceses se fueron eIsrael abandonó el Sinaí meses después,

por lo que el Canal quedaba en su podery pronto pudo ampliarlo y reabrirlo,mientras la Unión Soviética le repuso concreces el material bélico perdido y co-menzó a proporcionarle el dinero paraconstruir la presa de Asuán.

Nasser se había convertido en el polí-tico árabe más influyente y carismático.Cuando le preguntaron cómo había su-perado aquella crisis, respondió sin titu-bear: “Gracias a Eisenhower”. �

BEN GURION, D., Memoires. Israël avantIsraël, París, Grasset, 1974.

DAYAN, M., Autobiografía, Barcelona, Grijalbo,1978.DENT, B., Budapest, Locations of Drama,Budapest, Europa, 2006.FERRERO BLANCO, M. D., La revolución húngara de1956, Huelva, Universidad, 2002.LACOUTURE, J., Nasser, Barcelona, Dopesa, 1972.MARTÍN, R.; PÉREZ, G., y SZILÁGYI, I., La Batalla deBudapest. Historia de la insurrección húngara de1956, Madrid, Actas, 2006.PERES, S., Memorias, Mi lucha por la paz,Barcelona, Prensa Ibérica, 1995.SHLAIM, A., El muro de hierro, Granada, Almed,2003.SOLAR, D., Sin Piedad, sin esperanza. Palestinose israelíes, la tragedia que no cesa, Granada,Almed, 2002.ZORGBIBE, CH., Historia de las relacionesinternacionales, 2, Madrid, Alianza, 1997.

PARA SABER MÁS

Paracaidistas franceses conducen una columna de prisioneros egipcios, reunidos en las instalaciones del Canal, en Port Fuad.

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