LA ANTÍTESIS NOMOS PHYSIS EN LOS SOFISTAS GRIEGOS: …
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LA ANTÍTESIS NOMOS/PHYSIS EN LOS SOFISTAS GRIEGOS: UNA LECTURA
COMPARADA CON HOBBES, LOCKE Y ROUSSEAU
JULIO ROBERTO RUIZ CENDALES
DIRECTOR DR. SERGIO ARIZA
UNIVERSIDAD DE LOS ANDES
FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES
DEPARTAMENTO DE FILOSOFÍA
BOGOTÁ D.C. 2011.
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A mamá por su amor y cálida sonrisa. A papá por su empeño
en hacerme valorar el trabajo y las cosas sencillas de la vida.
A mi hermano Leo por la compañía. A mi hermano Jorge
Eduardo por su vivo recuerdo. A mi sobrino JorgeAndrés por
nuestra infancia y la vida que nos espera como familia.
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TABLA DE CONTENIDOS
Introducción…………………...……………………………………………………………4
<<Naturaleza>> y <<Ley>> en las teorías contractualistas modernas: Hobbes, Locke
y Rousseau……………………………………...…………………………………………...7
<<Physis>> y <<Nomos>> en Trasímaco de Calcedonia y Antifonte de Atenas……...22
<<Physis>> y <<Nomos>> en las teorías del contrato social de Protágoras de Abdera y
Critias de Atenas……………………………………………………………………….…45
Conclusiones………………………………………………………………………………63
Bibliografía………………………………………………………………………………..66
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INTRODUCCIÓN
La antítesis nomos/physis tradicionalmente ha sido un lugar común en el estudio y
conocimiento del pensamiento político y moral de los sofistas griegos. A partir del ya
clásico trabajo de G. B. Kerferd, The Sophistic Movement, se ha renovado el interés en los
círculos especializados anglosajones por estudiar detalladamente a los sofistas. Sin
embargo, y pese a los grandes aportes teóricos de Kerferd y otros eruditos, por ejemplo,
Jacqueline De Romilly y W. K. C. Guthrie, aún hoy día, persiste la lectura superficial y
estereotipada de los sofistas como relativistas morales, subversores del orden político y
promotores del ateísmo en Grecia durante el siglo V a. C.
La antítesis nomos/physis surge a partir de la necesidad deresponder teóricamente a
los desafíos políticos y sociales de Grecia y, en especial, de Atenas durante el siglo V a.C.
Las difíciles relaciones políticas, económicas y sociales entre las ciudades griegas, entre
otros factores, fomentaron la necesidad de soluciones teóricas al incumplimiento
generalizado de las leyes, la injusticia y al declive moral y político de Grecia. De esta
manera, he decidido estudiar la antítesis a partir de cuatro sofistas que reflejan, a primera
vista, las dos posturas generales frente a la antítesis: Antifonte de Atenas, Trasímaco de
Calcedonia, Protágoras de Abdera y Critias de Atenas.
Antifonte de Atenas y Trasímaco de Calcedonia han sido considerados a lo largo de
la historia como dos de los más controversiales críticos de la ley (nomos). Antifonte, por
ejemplo, a partir de su defensa de la igualdad natural de los seres humanos, se opuso
tajantemente a la idea de la superioridad de los griegos frente a los bárbaros. Esto,
conjuntamente con una amplia serie de críticas al nomos, las cuales podemos encontrar en
Sobre la verdad, me permitirá sustentar que Antifonte, antes que ser un crítico de las leyes
o promotor de la desobediencia civil en Atenas, intentó promover una reforma radical de
las leyes en términos de la naturaleza (physis).
Trasímaco de Calcedonia, por su parte, a partir de la imagen que presenta Platón de
él en la República I, ha sido considerado como una suerte de némesis filosófico y político
de Sócrates al sostener que la justicia es el interés del más fuerte (to tou kreittonos […]
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sympheron, Rep. 338c). La interpretación que sugiero de Trasímaco, parte de la idea de que
el sofista de Calcedonia, al igual que Antifonte, es un filósofo profundamente afligido por
la degeneración política y social de Grecia. De tal modo, sostengo, y en esto me adhiero a
la interpretación de Kerferd, que Trasímacoexpone las definiciones vulgares de la justicia
con la finalidad de criticarlas y, proponer con ello, una reforma del sistema legal griego, no
tan radical como la de Antifonte, por supuesto, en términos del interés (sympheron) de
todos los ciudadanos.
Protágoras de Abdera en el Mito de Prometeo del Protágoras de Platón y Critias de
Atenas en el Sísifo satírico (DK 88B 25), plantearon, de acuerdo con Charles Kahn una
defensa certera del nomos a partir de la teoría del contrato social (Kahn 1985).Así, y pese a
las lecturas que equivocadamente generalizan la doctrina protagoreana del homo mensura a
los ámbitos moral y político, la interpretación que espero desarrollar en el tercer capítulo, es
que Protágoras elaboró una defensa política del nomos basándose en la capacidad (dynamis)
de los hombres de participar de las virtudes políticas de aidôs (sentido moral o vergüenza)y
dikê (justicia).
Por otra parte, en lo que respecta a Critias de Atenas, espero desarrollar la idea
según la cual el sofista ateniense planteó, en términos políticos, una defensa conservadora y
utilitarista del nomos (nomokratia). De esta manera, sugiero que la defensa que adelanta
Critias del nomos en el Sisifo satírico está guiada por intereses políticos aristocráticos que,
como veremos en el tercer capítulo, nos invita a pensar que los gobernantes deben reunir
una serie de virtudes intelectuales y morales que complejizan la propuesta política de fondo
del sofista ateniense.
Ahora bien, en lo que atañe a la comparación de los sofistas griegos con Hobbes,
Locke y Rousseau, el primer capítulo nos ofrece un insumo básico de los sentidos que
adquieren los conceptos de naturaleza y ley en las teorías del contrato social de éstos
filósofos. Este ejercicio, aunque no se atiene al rigor propio de las investigaciones
especializadas sobre los contractualistas modernos, nos permitirá enriquecer las
comparaciones existentes entre los sofistas y los contractualistas modernos.
A partir de las lecturas simplistas de los sofistas como relativistas morales, también
se ha dado un fenómeno intelectual paralelo que ha tendido a vincular a los sofistas con las
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ideas que desarrolla Thomas Hobbes en el Leviatán, principalmente,en torno a la noción de
estado de naturaleza del filósofo inglés. Así, se ha dicho que las propuestas filosóficas y
políticas de los sofistas tienen eco en la filosofía hobbesiana, en tanto que la preferencia por
la physis y el abierto reconocimiento de la relatividad de las leyes positivas, anulaban
cualquier posibilidad de que se establecieran ciudades moral, social y políticamente
estables. La presente tesis, nos invita a considerar nuevas relaciones, semejanzas y puntos
de encuentro entre los sofistas y las lecturas de los conceptos de naturaleza y ley en
Hobbes, Locke y Rousseau.
Sin más que decir, quiero manifestar mi más sincero agradecimiento y admiración a
la tarea que ha cumplido el profesor Sergio Ariza en el Departamento de Filosofía de la
Universidad de los Andes. Sin él y sus sabios consejos, la presente tesis no habría tenido
lugar. Además y, más importante para mí, la jovialidad, disciplina y entrega de Sergio, me
han enseñado algo que los libros nunca podrán enseñarme: a ser alegre y cálido con los
demás.
Julio Roberto Ruiz Cendales.
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<<NARURALEZA>> Y <<LEY>> EN LAS TEORÍAS CONTRACTUALISTAS
MODERNAS: HOBBES, LOCKE Y ROUSSEAU
“Los Estados son como los hombres, pues son
seres humanos los que los forman”.
Platón.
Escribir sobre las teorías contractuales de Thomas Hobbes, John Locke y Jean-
Jacques Rousseau no es para nada una tarea novedosa en nuestros días. Más aún, si
consideramos que las obras simbólicas de Hobbes, Locke y Rousseau sobre el contrato
social, esto es, el Leviatán (1651), el Segundo tratado sobre el gobierno civil (1690) y el
Contrato social (1762) correspondientemente, han dado pie al surgimiento de un sinnúmero
de trabajos y discusiones que han estudiado minuciosamente el tema. Aunque son muchas
las objeciones que se le han realizado a la teoría del contrato social, por ejemplo, se le ha
acusado renuentemente de ser irrealista e ingenua por su carácter a-histórico, no por ello
deja de ser vano el esfuerzo intelectual de preguntarnos por el origen de la sociedad, el
Estado y la justicia. Esto, lo entendió muy bien John Rawls, considerado por muchos como
el filósofo político más prominente del siglo pasado, para quien el contrato social era una
forma solida de explicar teóricamente el surgimiento de los principios de la justicia que
deberían regir a una sociedad bien ordenada. El papel de Rawls ha sido fundamental para
revitalizar las discusiones en torno al contrato social, sus componentes y alcances prácticos
y teóricos.
El presente capítulo tiene un propósito sumamente modesto en comparación a los
trabajos especializados que existen sobre el contrato social de los modernos. La
aproximación que espero desarrollar, más que proponer una nueva interpretación sobre la
teoría del contrato social, espera dar luces sobre el sentido que adquieren los conceptos de
naturaleza y ley en los contractualistas de los siglos XVII y XVIII. Estos conceptos son
fundamentales para comprender adecuadamente el origen de las preguntas por el Estado, el
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gobierno civil o la sociedad en Hobbes, Locke y Rousseau. Sin embargo, el propósito de
llevar a cabo tal empresa no es defender llanamente una interpretación en lo que respecta a
cada uno de los filósofos a considerar. Por el contrario, por medio de este modesto estudio
se espera establecer, por llamarlo de algún modo, puentes de comunicación entre los
sentidos de los conceptos de naturaleza y ley de los contractualistas modernos y los
sentidos de los conceptos de physis (naturaleza)y nomos (ley)de los sofistas griegos (i.e.
Trasímaco de Calcedonia, Antifonte de Atenas, Protágoras de Abdera y Critias de Atenas).
Comparar a los contractualistas modernos con los sofistas griegos es una tarea que
permanentemente correrá el riesgo de ser calificada como anacrónica. Sin embargo, la
utilidad de llevar a cabo tal esfuerzo se encuentra en que Hobbes, Locke y Rousseau son un
referente obligado al momento de hablar sobre el contrato social. De manera que si nos
proponemos estudiar los conceptos denomos y physis en la teoría del contrato social de los
sofistas griegos, resulta útil preguntarnos por las diferencias y similitudes de éstos con los
conceptos de naturaleza y ley presentes en las teorías contractualistas de los modernos.
De ahí, que una pequeña contribución de la presente tesis, es proponer
interpretaciones alternativas de la antítesis nomos/physis en los sofistas. Corrientemente, la
lectura predominante en los círculos no especializados, considera, a partir de la
representación de los sofistas en los diálogos de Platón, que éstos pensadores fueron, ante
todo, responsables del declive moral y político de Atenas en el siglo V a.C. De tal suerte,
que la antítesis nomos/physis, generalmente ha sido asociada con el relativismo moral. De
este modo, se ha fortalecido la lectura que considera que los sofistas griegos, como
relativistas morales y promotores de la anarquía y desobediencia civil en Grecia, son
teóricamente cercanos a la idea del estado de naturaleza que Thomas Hobbes expone
lucidamente en el Leviatán.
Por el contrario, lo que propongo es que las discusiones sobre la antítesis
nomos/physistienen fuertes connotaciones políticas y sociales que nos llevan a considerar,
por ejemplo, que sofistas como Antifonte y Trasímaco, antes que ser defensores del
relativismo moral o del despotismo, elaboraron, a partir de un contexto socio-político
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problemático,críticas certeras a la justicia, las leyes y la política imperantes en Grecia1. En
este orden ideas, me propongo tomar éste capítulo como una suerte de marco conceptual y
punto de partida, que nos permitirá considerar nuevas lecturas en cuanto a la relación de las
propuestas filosóficas, políticas y morales de los sofistas griegos con las de los
contractualistas modernos2.Habiendo dejado en claro los objetivos centrales de la tesis en
cuanto a la comparación de los contractualistas modernos y los sofistas griegos, propongo
entonces que pasemos ahora a clarificar lo que aquí en adelante se va entender por ley
(nomos) y naturaleza (physis).
I. <<Physis>>y<<Nomos>>en las teorías contractualistas modernas: sentido
básico de los conceptos y clasificación de las posturas frente a la antítesis
Uno de los elementos más conocidos sobre el clima intelectual griego de los siglos
V y VI a. C. es la oposición entre los conceptos de nomos y physis. De acuerdo con Bravo
la antítesis nomos/physis se genera y fortalece como resultado de la evolución del concepto
de physis y cierta involución en el concepto de nomos. En este sentido, Bravo sostendrá
que si nomos se degrada desde el sentido de orden vigente al de costumbre, uso y
convención, physis sigue un camino inverso, que lo elevará progresivamente al status de
criterio de verdad (Bravo 2001, 19). Para los propósitos del presente capítulo se emplearán
los sentidos degradado y tradicional del concepto nomos (i.e. los sentidos de nomos como
convención y ley) y el sentido científico-naturalista de physis (i.e. el sentido de physis como
el estado normal, innato y normativo de una cosa) (cf. Bravo 2001, 15-23). Esto, se hace
con el exclusivo propósito de estudiar los sentidos que adoptan los conceptos equivalentes a
1 Luis Javier Orjuela, profesor del Departamento de Ciencia Política de la Universidad de los Andes, sostiene
que cuando una sociedad se pregunta por el origen y fundamentación de justicia, las leyes o el Estado, es
porque hay algo que no está funcionando apropiadamente en ella. En este sentido, las propuestas filosófico-
políticas de los sofistas griegos, al igual, que las de los contractualistas modernos, responden a una serie de
fenómenos sociales, político y de otra índole que no trataremos detalladamente en ésta tesis. 2 Los debates que surgieron en Grecia durante el siglo V a. C. acerca de sí la justicia se fundamentaba en el
nomos (ley) o en la physis (naturaleza) no surgieron de la nada. El surgimiento de preguntas de este tipo, se da
en el marco de un contexto caracterizado por guerras continuas, el proyecto imperial ateniense y la puesta en
duda de la utilidad de las leyes para el ser humano, entre otros factores. Del mismo modo, las obras de
Hobbes, Locke y Rousseau están fuertemente influenciadas por el contexto social y político en el que escriben
los autores, por ejemplo, las controversiales discusiones sobre el derecho divino de los gobernantes y las
guerras civiles que devastaron Europa Occidental.
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nomos (convención o ley) y physis (naturaleza) en las teorías contractualistas de Hobbes,
Locke y Rousseau.
Guthrie propone una clasificación para las posibles posturas que los sofistas adoptan
frente a la antítesis nomos/physis3, la cual, sin embargo, limita conceptualmente el alcance
del presente trabajo, pues, en primer lugar, el documento busca estudiar el sentido que
adquieren los conceptos de naturaleza (physis) y ley (nomos) no sólo en los sofistas griegos
sino en los contractualistas modernos y, en segundo lugar, el ensayo propone que la
relación existente entre los conceptos de ley y naturaleza comprende, además de una
relación de prevalencia de un concepto sobre el otro (i.e. relaciones asimétricas), relaciones
de complementariedad que nos permiten pensar en grados o niveles de prevalencia, esto es,
que las preguntas de cómo y por qué prevalece un concepto sobre el otro son vitales para
comprender la propuesta de fondo de los autores.
Por consiguiente, las relaciones que podemos establecer entre los conceptos de ley y
naturaleza en las teorías contractualistas a tratar son de dos tipos: positivas y negativas. Las
relaciones positivas consideran que ley y naturaleza se complementan mutuamente. Sin
embargo, la complementariedad entre los conceptos de ley y naturaleza puede presentar
grados de asimetría que, en líneas generales, nos permiten, a su vez, contemplar dos
alternativas: 1. La naturaleza define el contenido y la propiedad de las leyes y 2. Las leyes
suplen las falencias de la naturaleza en lo que respecta a la vigilancia de las conductas
humanas, la parcialidad en los procesos de judicialización y/o la falta de proporcionalidad
entre penas y delitos. Por otra parte, las relaciones negativas consideran que los conceptos
de ley y naturaleza son contradictorios, esto es, que la ley permite la superación del estado
de naturaleza o, en caso contrario, que las leyes son la creación de determinados individuos
o grupos de individuos que buscan beneficiarse a sí mismos en detrimento del bienestar de
otros.
3 De acuerdo con W. K. O. Guthrie se pueden establecer tres posturas principales en lo que atañe a la antítesis
nomos/physis: prevalencia de nomos frente a la physis, prevalencia de la physis frente al nomos, y una actitud
de realismo práctico o pragmático que, sin pronunciarse en ningún sentido, declara que el más poderoso
siempre se aprovechará del más débil. Y dará el nombre de justicia a todo lo que establezca o dictamine en
favor de sus propios intereses, manteniéndole el nombre todo el tiempo que retenga el poder (Guthrie 1988,
69).
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La relación que existe entre ley y naturaleza no puede ser reducida sin más a la
relación que existe entre civilización y barbarie, pues como se espera dar cuenta a lo largo
del documento, los sentidos que éstos conceptos adquieren dependerán de los intereses que
tiene cada uno de los autores al momento de fundamentar el surgimiento de la sociedad, las
leyes y la justicia. En los contractualistas modernos el concepto de estado de naturaleza
(entendido éste como el estado previo a la formación o consolidación de una sociedad o
Estado), nos permitirá comprender el sentido que adquiere el concepto de naturaleza. En la
medida en que no hay leyes positivas que regulen la sociedad o, siguiendo la lógica del
contrato social, los individuos todavía no han convenido sobre cuáles serán las leyes,
normas o estatutos que regirán sus vidas en sociedad, podemos hacernos una idea de cuáles
eran las características de la condición natural del ser humano.
Aunque el concepto de estado de naturaleza puede ser entendido en principio como
un recurso teórico para ilustrar las condiciones de vida de los hombres ante la ausencia de
una sociedad o Estado, las razones por las cuales los hombres consienten crear un poder u
orden central para superar dicho estado, nos dan luces de los rasgos distintivos de la
naturaleza. De manera que aquellos autores que elaboraron una argumentación sobre el
origen de la sociedad a partir de la diatriba estado de naturaleza/civilización, como es
lógicamente el caso de los contractualistas modernos, nos permite hacernos una idea
medianamente clara de lo que ellos llegaron a entender por naturaleza y ley.
II. Hobbes, Locke y Rousseau en contexto: el Tratado de Westfalia
La aparición en la escena filosófica del Leviatán (1651), el Segundo tratado sobre el
gobierno civil (1690) y el Contrato social (1762) en los siglos XVII y XVIII tiene como
antesala un hecho de gran importancia para explicar el surgimiento del Estado-nación
europeo: el Tratado de Westfalia (1648). De acuerdo con Karen Mingst, el Tratado de
Westfalia es un evento fundamental que traza el origen del Estado-nación en Europa y del
concepto de soberanía nacional (Mingst 2006, 47-48).
El Tratado de Westfalia puso fin a la Guerra de los Treinta Años (1618-1648)
desencadenada en Europa entre los partidarios de la reforma protestante de Martín Lutero y
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los círculos católicos tradicionalistas. Con la firma del Tratado de Westfalia, como sostiene
Mingst, se marca la terminación del reinado único de la autoridad religiosa en Europa y el
nacimiento de las potestades seculares (Mingst 2006, 48). La fundación de la soberanía,
concepto fundamental en la comprensión de los Estados modernos, estuvo acompañada en
el período post-Westfalia de la creación de ejércitos nacionales regulares, los cuales, a
diferencia del gran caos desatado por los ejércitos mercenarios, fortalecieron políticamente
a los nacientes Estados europeos.
En un ambiente socio-político enrarecido por las guerras entre protestantes y
católicos en Europa Central y entre la Corona Española y los separatistas de las Provincias
Unidas, hoy conocidas como Países Bajos, es admisible considerar que cuando Hobbes,
Locke y Rousseau se preguntaron por el origen y la fundamentación del Estado o la
sociedad, lo estaban haciendo a partir de una realidad que podían constatar con sus propios
ojos (cf. Wolin 1974). Las guerras entre protestantes y católicos, nos permiten comprender
un fenómeno político sin precedentes en la época. El Tratado de Westfalia surgió de la
necesidad de poner fin a las guerras religiosas en Europa. Sin embargo, la necesidad
cardinal que llevó a la materialización del Tratado, fue la de contener los peligros
derivados de la incapacidad política y militar de los gobernantes europeos de controlar
eficazmente a sus ejércitos y, en definitiva, a sus reinos y poblaciones.
El Tratado de Westfalia, muestra justamente la actitud política compartida por los
modernos de la necesidad de secularizar el poder político. Además, como se comentaba en
párrafos anteriores, existe una amplia literatura en ciencia política y, en especial, en
relaciones internacionales, que considera al Tratado de Westfalia como el evento histórico
más importante que nos permitiría, anacrónicamente, por supuesto, hablar del nacimiento
de los Estados tal cual fueron concebidos teóricamente por Hobbes, Locke y Rousseau.
La argumentación presentada hasta éste momento nos da una idea general de un
período histórico social y políticamente complejo. En este sentido, me concentraré en
resaltar a continuación los hechos históricos que los interpretes han considerado
fundamentales en la formación del pensamiento de Hobbes, Locke y Rousseau. Con ello, se
espera comprender hasta qué punto cada uno de los contractualistas modernos se basó en su
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contexto para elaborar sus correspondientes teorías del surgimiento de la sociedad y el
Estado.
III. <<Naturaleza>>y <<Ley>>en Hobbes, Locke y Rousseau
La relación que plantea Hobbes entre los conceptos de ley y naturaleza es negativa.
Para el autor del Leviatán, la tarea que ha cumplido la naturaleza en cuanto a establecer un
equilibrio en las cualidades y deficiencias corporales y espirituales de los hombres, ha
conllevado a la creación de un clima de permanente desconfianza e inseguridad entre ellos
(bellum omnium contra omnes), donde la única ventaja que puede tener un hombre sobre
otro es la anticipación (Hobbes 1980, 100-101).
En el estado de naturalezahobbesiano el hombre es lobo para el hombre (homo
homini lupus), no existe oportunidad para la industria, no existe propiedad ni dominio y la
vida del hombre es solitaria, pobre, tosca, embrutecida y breve (Hobbes 1980, 103-104).
En este sentido, Sheldon S. Wolin sostiene que el estado de naturaleza de Hobbes era algo
así como una versión política del Génesis, sin matices sacros ni pecado, aunque con una
caída desde el nivel más elevado del logro humano: la vida en una sociedad civilizada4
(Wolin 1974, 283). En conformidad con lo anterior, Karl Schmitt y Reinhart Koselleck
consideraron, al igual que Wolin, que la génesis hobbesiana del Estado se distanciaba de la
exposición tradicional medieval del derecho divino de los gobernantes, al explicar, en
términos estrictamente seculares, el surgimiento del Estado (Koselleck 2007, 37) (Schmitt
2004, 61).
El estado de naturaleza de Hobbes y, en concreto, el concepto de naturaleza que se
deriva de su argumentación, se opone al concepto de ley en su sentido normativo. En la
medida en que en el estado de naturaleza no existe un poder central que inspire miedo a
todos, la ley no existe y donde no hay ley, no hay justicia (Hobbes 1980, 104). No obstante,
Hobbes sostendrá que los deseos y otras pasiones del hombre no son pecados, en sí
mismos; tampoco lo son los actos que de las pasiones proceden hasta que consta que una
4 Hobbes, como observa Manuel Sánchez Sarto en el Prefacio a la traducción española del Leviatán, le
preocupa el dar una solución coherente y exhaustiva, rigurosa y necesaria a la cuestión de la rectitud en la
conducta humana y en el orden social (Hobbes 1980, xi).
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ley los prohíbe: que los hombres no pueden conocer las leyes antes de que sean hechas, ni
puede hacerse una ley hasta que los hombres se pongan de acuerdo con respecto a la
persona que debe promulgarla (Hobbes 1980, 103).
Si bien los hombres por naturaleza se ven inclinados a desconfiar unos de otros y,
por ende, a estar en un estado permanente de guerra de todos contra todos, no por ello
podemos afirmar que Hobbes postula una antropología radicalmente negativa. Los
calificativos de “bueno” y “malo”, como se pudo observar a partir del pasaje citado
anteriormente, solamente pueden ser empleados después de que las leyes hayan sido
creadas. Además por naturaleza los hombres también tienen pasiones que los llevan a
inclinarse a la paz: el temor a la muerte, el deseo de las cosas que son necesarias para una
vida confortable, y la esperanza de obtenerlas por medio del trabajo (Hobbes 1980, 105).
De este modo, vemos que el concepto de ley en Hobbes expresa el fin de la
ambigüedad jurídica que reina en el estado de naturaleza, pues en éste cada quien es juez de
sí mismo y no tiene la fuerza necesaria para implantar su propio sistema de valores (i.e.
preferencias individuales) sobre los demás. La ley es el resultado del acuerdo al cual llegan
los hombres al ceder a un tercero (Leviatán) su derecho natural de emplear la fuerza. De ahí
que la ley marca el inicio de un código moral que, en perspectiva, nos permite decir que el
hombre, tal cual lo concibió Hobbes en sus orígenes, es “malo” por naturaleza en tanto que
la consideración exclusiva de sí mismo conjugada con la inseguridad propia del estado de
naturaleza, lo hace propenso a luchar contra todos los demás.
Para Hobbes, el hombre es un ser dotado con la capacidad de discernir costos y
beneficios y seleccionar, siguiendo la ley natural que lo obliga a atender a su propio y
exclusivo bienestar, la mejor de las opciones en todos los aspectos de su vida. De este
modo, la teoría del contrato social de Hobbes considera, desde una óptica racionalista, que
el hombre en el estado de naturaleza tiene tres opciones tangibles para mejorar su condición
de vida: (1) Libertad ilimitada con un derecho también ilimitado a todas las cosas, pero con
un alto grado de inseguridad; (2) Libertad limitada con un derecho también limitado a las
cosas con un alto grado de seguridad y (3) Libertad ilimitada con un derecho ilimitado a
todas las cosas, pero con la posibilidad de actuar de dos maneras: abstenerse de dominar a
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los otros y, por ende, ser dominado, o bien, anticiparse a los demás y someterlos bajo su
dominio.
Hobbes, quien tiene en mente la idea de individuos representativos con uso pleno de
sus capacidades racionales, considera que la opción que mayor beneficio genera a los
individuos en el estado de naturaleza es la segunda opción. Con la institucionalización del
miedo y la concesión del derecho de cada hombre de usar la fuerza al Leviatán, los
hombres no tienen que preocuparse ahora por ser violentados en la seguridad de sus
hogares5. De manera que pueden entregarse al disfrute pacífico de los beneficios derivados
de la propiedad, la industria, el comercio y, en general, de la vida civilizada.
Por otra parte, la relación que establece Locke entre los conceptos de ley y
naturaleza es positiva. Locke considera que el estado de naturaleza es un estado de perfecta
libertad para que cada uno ordene sus acciones y disponga de posesiones y personas como
juzgue oportuno, dentro de los límites de la ley de la naturaleza sin pedir permiso ni
depender de la voluntad de ningún otro hombre (Locke 2000, 36). La concepción que tiene
Locke de la naturaleza humana, a diferencia de la visión secular de Hobbes, es religiosa. El
filósofo inglés, considera que en el estado de naturaleza los hombres conviven
amigablemente orientados por la ley de la naturaleza (la razón), la cual obliga a cada uno de
ellos a no dañar a los otros en lo que respecta a su vida, salud, libertad o posesiones6
(Goldwin 1993, 453) (Locke 2000, 38-48).
La ley, entendida ésta como creación humana, busca solucionar las debilidades
procedimentales de la ley natural. En el estado de naturaleza de Locke cada hombre tiene el
derecho de castigar al que comete una ofensa, y de ser ejecutor de la ley de la naturaleza
(Locke 2000, 40). Sin embargo, no existen garantías suficientes de que los procesos de
judicialización sean parciales y las sanciones proporcionales a los delitos, pues el amor
propio hará que los hombres juzguen a favor de sí mismos y sus amigos y, por otra parte, la
5 Para Hobbes, como nota Schmitt, el Leviatán como magnus homo, como la persona soberana del Estado a
imagen y semejanza de Dios, es destruido en el siglo XVII desde dentro. La distinción de lo interno y lo
externo fue la enfermedad que llevó a Dios mortal a la muerte: la anarquía (i.e. guerras civiles) (Schmitt
2004, 59). 6 De este manera, Macpherson, sostiene que todo el mundo admite que la afirmación y la justificación por
Locke de un derecho natural individual a la propiedad es fundamental para su teoría de la sociedad civil y el
gobierno (Macpherson 2005, 196).
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pasión o deseo de venganza los conducirá a juzgar excesivamente a sus enemigos (cf.
Locke 2000, 43). Por consiguiente, Locke considera que Dios ha puesto en el mundo los
gobiernos, a fin de poner coto a la parcialidad y violencia entre los hombres (Locke 2000,
43).
Finalmente, Rousseau plantea una relación ambigua entre los conceptos de ley y
naturaleza. La ambigüedad se encuentra en dos posiciones del ginebrino que, a primera
vista, son opuestas: por una parte la defensa del republicanismo y, por la otra, la defensa a
ultranza de la naturaleza7. En lo que concierne a la lectura de Rousseau como un
republicano, es pertinente considerar, en principio, que para Rousseau el contrato social
tiene por fin la conservación de los contratantes, es decir, que el Estado tiene como
objetivo central garantizar la seguridad de las personas individuales que en el ejercicio
pleno de sus libertades naturales pactaron asociarse y conformar una sociedad. Sin
embargo, el proceso de formación y consolidación temprana del Estado en Rousseau es
algo más complejo que esto. Rousseau, cuando habla del Estado en el Contrato social tiene
en mente lo que él ha llamado “República”, esto es, todo Estado regido por leyes, bajo la
administración que sea; porque sólo entonces gobierna el interés público, y la cosa pública
es algo (Rousseau 1998a, 62). Además, añade enfáticamente que todo gobierno legítimo es
republicano (Rousseau 1998a, 62).
La interpretación según la cual Rousseau, en términos llanamente políticos, fue un
republicano, encuentra un fuerte apoyo en la propuesta de fondo del Contrato social. En
esta obra, el filósofo plantea, como observa Mondolfo, que a partir de la creación de un yo
común (el pueblo) se establece la voluntad general y la soberanía de ésta: del derecho
natural se pasa a la ley civil, la cual, para tener su valor imperativo, su autoridad sobre
todos los ciudadanos (sea cual fuere su interés particular), necesita que la colectividad
constituya “una persona moral”, con “un yo propio, una sensibilidad común a sus
7Con relación a éste punto, Bloom sostiene: “Puede decirse que del estado de naturaleza parten dos caminos y
que no se encuentran; uno de ellos conduce a la sociedad civil, el otro a la condición de hombres como
Rousseau. Uno de ellos da de cara al futuro y a una transformación del hombre. El otro anhela
apasionadamente un retorno a la naturaleza. No hay solución armoniosa al problema humano; hay opciones
insatisfactorias a la tensión mutua: el estadista contra el soñador o el poeta” (Bloom 1993, 547).
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miembros, una fuerza, una voluntad propia que tienda a su conservación (Mondolfo 1943,
77).
La voluntad general, entendida esta como el legislador por excelencia de los
Estados republicanos, es la manifestación tácita del “yo” común que es conformado por
todos los hombres. La sociedad civil, como observa Bloom, simplemente es el acuerdo
entre el grupo de hombres de que cada quien formará parte de la voluntad general y la
obedecerá (Bloom 1993, 538). Así, la propuesta política de Rousseau en cuanto a la
comprensión del origen de la sociedad, conduce a la idea de que la ley es producto de la
voluntad de cada quien, pensando en términos de todos y, en tal sentido, se ratifica la
función fundamental del contrato social que es constituir un régimen que pueda expresar la
voluntad general (Bloom 1993, 538).
Si aceptamos que Rousseau es un exponente del republicanismo del siglo XVIII,
tenemos que la relación entre los conceptos de naturaleza y ley es positiva. Esto es así,
siempre y cuando se parta de la idea de que las leyes no son más que la forma en la cual se
expresa la voluntad general en su búsqueda del bien público y no individual de los
contratantes. No obstante, si bien Rousseau considera que un Estado republicano, sin
importar el tipo de gobierno que adopte éste (i.e. democracia, aristocracia o
monarquía,)siempre y cuando se apegue a la ley, surge de la necesidad de armonizar
intereses individuales bajo la dirección de una gran institución (el Estado); por otra parte, él
consideró, como nota Bloom, que la sociedad surge de la necesidad de algunos pocos de
fundar la propiedad privada y legitimar, de ese modo, el goce de los beneficios que se
derivan de ésta (cf. Bloom 1993, 535).
El origen doble del Estado, esto es, como creación de un “yo” común que se expresa
por medio de la voluntad general y como una creación instrumental de hombres
corrompidos por los vicios de la sociedad moderna (i.e. avaricia, racionalidad, egoísmo,
etc.), hace de la propuesta filosófica de Rousseau ambigua8
. Es posible, entonces,
8 Para Rousseau, como observa Bloom, la sociedad dominada por las artes y las ciencias está llena de
desigualdad, porque los talentos necesarios para buscarlas se vuelven fundamentos de distinción entre
hombres y, a la vez, porque se necesitan grandes sumas de dinero para fomentarlas, así como trabajadores
que muevan los instrumentos inventados por esas artes y esas ciencias (Bloom 1993, 530).
18
considerar que la invitación del ginebrino a los hombres para que volviesen al estado
natural esté basada en la percepción política que él tiene de Europa. En otras palabras, si
para Rousseau los nacientes Estados europeos no respondían a las necesidades reales del
pueblo, el cual como vimos es la máxima autoridad civil dentro de la concepción
republicana, lo mejor entonces sería volver a la condición natural del hombre.
La idea que Rousseau tiene en mente al momento de sugerir la recuperación de las
condiciones naturales del hombre es la ya muy conocida imagen del buen salvaje, la cual
alude precisamente a la necesidad de volver nuestras miradas al pasado y buscar en él
nuestra felicidad. Un pasado que a diferencia de los estados de naturaleza planteados por
Hobbes y Locke, es para Rousseau el que más contribuye a la felicidad humana. El hombre
primitivo de Rousseau se diferencia del hombre calculador de Hobbes y el hombre
industrioso de Locke, en tanto que no le atormenta su futuro. El hombre por naturaleza es
un ser sin previsión que, en virtud de ser incapaz de calcular a largo plazo su condición de
vida, no le preocupa la muerte, pues no puede concebirla: simplemente se limita a evitar el
dolor (cf. Bloom 1993, 533).
De este modo, observamos que a diferencia de Locke, quien plantea una
positivización de la ley de la naturaleza, Rousseau hace un llamado a los hombres para que
vuelvan a la situación en la que se encontraban en el estado de naturaleza (Mondolfo 1943,
17-27) (Bloom 1993). Para el ginebrino, el hombre es por naturaleza libre y bueno, además
tiene un derecho ilimitado a todo cuanto le tienta y pueda alcanzar (Rousseau 1998a, 26-
44). No obstante, y éste es quizá uno de los puntos que aleja a Rousseau de Locke y lo
acerca un tanto al realismo de Hobbes, encontramos que él sostiene que el orden social es
un derecho sagrado que no viene de la naturaleza, esto es, que la sociedad es una creación
artificial de manufactura humana que busca, en principio, alcanzar el bien público por la
obediencia irrestricta a la voluntad general (Rousseau 1998, 26).
Las leyes, sostiene Rousseau, no son propiamente sino las condiciones de la
asociación civil (Rousseau 1998a, 62). Además todas las reglas del derecho natural se
derivan de la combinación que hace nuestro espíritu de dos principios anteriores a la razón:
el amor de sí mismo y la piedad (Rousseau 1998b, 224-225). De este modo, la exaltación
de la naturaleza en Rousseau no es una invitación cínica a caminar en cuatro patas, como lo
19
creyó Voltaire; sino, por el contrario, plantea que cada uno de nosotros no debe dejarse
llevar por las pasiones y opiniones de los demás, sino ser autónomos y fieles a nuestra
libertad natural (Mondolfo 1943, 20-23). Con las leyes y, en concreto, con el estado civil, el
hombre sustituye el instinto por la justicia y da a sus acciones la moralidad que les faltaba
cuando se encontraba en el estado de naturaleza (Rousseau 1998a, 43).
IV. Conclusiones
A partir de la clasificación de las posibles relaciones entre los conceptos de
naturaleza y ley, se llegó a la conclusión de que la relación que Hobbes plantea en el
Leviatán es negativa , la relación de Locke en el Segundo tratado sobre el gobierno civil es
positiva y, enigmáticamente, la relación entre los conceptos de naturaleza y ley de
Rousseau en el Contrato social es ambigua por dos razones fundamentales: el
republicanismo y la invitación a ser buenos salvajes o, como sostiene Bloom, por la tensión
entre el estadista o republicano y el soñador o poeta.
Locke y Rousseau difieren en cuanto a la comprensión y origen de las leyes. Para
Locke las leyes son producto de la positivización de los mandatos que se derivan del
estricto seguimiento de la ley natural, lo cual, hace que el hombre por naturaleza sea un ser
moral que, en virtud de serlo se ve inclinado, en la búsqueda de su bienestar y el de los
demás, a convenir en la creación de un gobierno civil. Por el contrario, el Rousseau
republicano plantea que las leyes son las condiciones y el asidero de la sociedad civil.
El legislador que tiene en mente el Rousseau republicano al plantear su teoría del
contrato social no es otro que la sociedad en su sentido más pleno, es decir, que en el
ejercicio de los derechos y libertades políticas los individuos participan activa, igualitaria y
eficazmente en la elaboración del código moral que dará sostén jurídico y político a la
sociedad de la que harán parte. En cambio, el legislador que tiene en cuenta Locke, e
inclusive Hobbes bajo la figura del Leviatán, asume la idea de que el poder político del
Estado o la sociedad puede ser delegado a una persona, institución o a un grupo cualificado
para la administración de los asuntos públicos. Esta idea, como observa Bloom, es
rechazada por Rousseau en principio porque la sociedad civil no puede fundarse en el
derecho natural; la naturaleza sólo dicta el propio interés y, en segundo lugar, porque el
20
gobierno representativo es una mala forma de gobierno en tanto que la soberanía,
detentada por la voluntad general, es inalienable (Bloom 1993, 537-539).
Rousseau rechaza la idea hobbesiana de que los hombres tienen pasiones naturales
que los llevan a conformar la sociedad o el Estado. En el Contrato social, él parece
proponer que la sociedad surge de la necesidad de solucionar los problemas derivados de la
eventual escasez de recursos naturales básicos, el aumento de la población y la necesidad
compartida de los hombres de armonizar intereses individuales a partir de un “yo” común
que, en calidad de ser común a cada uno de los contratantes, persigue exclusivamente el
bien público.
Ahora bien, Hobbes y Rousseau coinciden al aceptar la idea de que el hombre por
naturaleza no es, contrario a la idea providencialista de Locke, un ser moral. Sin embargo,
para Rousseau el hombre es bueno en un sentido no moral, esto es, fuera de las
convenciones humanas que surgen luego de la creación de la sociedad civil (cf. Rousseau
1998b, 261). El hombre es bueno en virtud de que carece de la ambición política y material
que caracterizan a los hombres primitivos de Hobbes y Locke, pues es un ser sin previsión
y cuyas necesidades materiales son fáciles de satisfacer (Rousseau 1998b). Esto, no
significa de ninguna manera que el estado de naturaleza concebido por Rousseau está
exento de problemas; pues puede presentarse el caso que ante la escasez de recursos, aquel
hombre ocioso y que vive cada instante como si fuese el último, compita con los demás por
la obtención de ellos. El hombre, según Rousseau y Hobbes, puede ser moral una vez que
existe la sociedad, y no antes.
Sin embargo, y he aquí los problemas que se derivan del carácter ambiguo de la
relación entre naturaleza y ley, el Rousseau naturalista o soñador considera que el Estado
puede llegar a ser, en definitiva, una institución oprobiosa para el ser humano en tanto que
legitima y asegura las desigualdades entre los hombres. Con relación a éste punto, se
encuentra una diferencia notable entre la propuesta liberal de Locke y la propuesta
naturalista de Rousseau en cuanto al carácter y la finalidad del Estado. Locke y Rousseau
podrían coincidir, por ejemplo, en que el Estado y, en definitiva, las leyes que son su
sustento, surgen con el propósito de asegurar el derecho individual a la propiedad privada.
21
La diferencia entre ambos contractualistas se encuentra en el carácter del Estado y
las consecuencias que trae consigo la defensa de parte de éste de la propiedad privada. El
derecho individual a la propiedad privada es fundamental para la doctrina política y
filosófica alentada por Locke, pues se considera que la propiedad es la base de los futuros
beneficios que se generarán para los hombres en su vida en sociedad . Por el contrario, el
Rousseau poeta o naturalista, manifestó expresamente su rechazo a la sociedad civil cuando
intrépidamente en el Discurso sobre el origen de las desigualdades sostuvo: El primero al
que, tras haber cercado un terreno, se le ocurrió decir esto es mío y encontró personas lo
bastante simples para creerle, fue el verdadero fundador de la sociedad civil. ¡Cuántos
crímenes, guerras, asesinatos, miserias y horrores no habría ahorrado al género humano
quien, arrancando las estacas o rellenando la zanja hubiera gritado a sus semejantes!:
'¡Guardaos de escuchar a este impostor!; estáis perdidos si olvidáis que los frutos son de
todos y que la tierra no es de nadie(Rousseau 1998b, 276).
Naturaleza y ley, son sin duda conceptos fundamentales en la comprensión de la
pregunta por el origen de la sociedad y la justicia en los sofistas, contractualistas modernos
y teóricos políticos de la actualidad. De ahí que aun en plenos siglo XXI no haya acuerdo
sobre cuál es el modelo de sociedad que debemos seguir con la finalidad de alcanzar la
felicidad, ni mucho menos si es en realidad necesario el Estado para la consecución de tan
magnánima tarea. Pero lo que sí debemos tener en cuenta al momento de repasar la historia
de las ideas, es que las preguntas por la naturaleza del hombre y el origen de las leyes
estarán siempre a la espera de nuevas aproximaciones: nuevas miradas que, como
sostendría un gran líder indígena mexicano: “Que entre las sumas y las restas, gane siempre
el mañana”.
22
2
<<PHYSIS>> Y <<NOMOS>> EN TRASÍMACO DE CALCEDONIA Y
ANTIFONTE DE ATENAS
El primer impulso es la voz de la naturaleza, el
segundo, la voz de la sociedad.
Honoré de Balzac.
Los estudios clásicos y modernos sobre la antítesis nomos/physis en los sofistas
griegos, han encontrado elementos de peso que vinculan política y socialmente a los
sofistas con los debates sobre el origen, finalidad y conveniencia de la justicia en Grecia
durante el siglo V a.C. (Barnes 1982) (Bravo 2001) (Mondolfo 1959) (Kerferd 1981) (De
Romilly 2004; 2010). Cuando se estudia detenidamente los motivos que llevaron a los
sofistas a dedicarse al estudio, discusión y problematización de la relación entre los
conceptos de nomos y physis, los comentaristas generalmente han encontrado que las
discusiones sobre la antítesis tienen consecuencias prácticas de consideración que, en
términos generales, nos permiten comprender la importancia de la antítesis nomos/physis en
el desarrollo de la filosofía política griega.
El sentido despectivo que hoy día adquiere el término “sofista”, por ejemplo, nos
permite considerar en cierta medida las reacciones de los griegos del siglo V a.C. a las
consecuencias prácticas que se derivaron de las enseñanzas de los sofistas. Por lo general,
los sofistas causaron la animadversión y ataque de los círculos políticos e intelectuales
tradicionalistas griegos, quienes veían en sus enseñanzas y prácticas, graves amenazas a las
tradiciones morales, intelectuales y políticas de Grecia (cf. De Romilly 2004, 71-97; 2010).
Tanto así, que el término “sofista”, en griego sophistês, pasa de tener un sentido positivo a
uno negativo en el siglo V a. C.9. Quizá la mejor forma en la cual podemos comprender la
9 La palabra sofista (sophistes) se deriva del vocablo griego sophos, el cual puede ser traducido como sabio,
capacitado, hábil entre otras más acepciones. Sin embargo la mayoría de ellas se encuentran relacionadas con
un tipo de disposición o de aptitud especial hacia las artes (technai), en especial hacia el arte de la oratoria
(Barnes 1982, 448) (Dillon & Gergel 2004, x) (O´Grady 2008, 9). Por ejemplo, en el fragmento 316a–317a
del Protágoras de Platón, Protágoras afirma que el arte de la sofística es antiguo y que los varones de antaño,
entre ellos incluía a Homero, Hesíodo y Simónides, temerosos de las represalias de la muchedumbre
23
“transformación” semántica del término sophistês es haciendo la analogía con términos
equivalentes en el español. De este modo, el término sofista pasa de tener un sentido
positivo cercano a los calificativos modernos de “sabio” o “capacitado” a un sentido
negativo, en el cual se resalta la equivalencia semántica con los términos de “charlatán” y
“embustero”.
Ahora, y con el ánimo de no extendernos innecesariamente en discusiones que no
sirven directamente a los objetivos del presente capítulo, me propondré, al igual que en el
anterior capítulo, contextualizar social, política e intelectualmente el papel de los sofistas en
Grecia y, más exactamente, en Atenas durante el siglo V a. C. Esto, se hace con la finalidad
de comprender hasta qué punto las discusiones en torno a la antítesis nomos/physis se
alimentaron de unas condiciones sociales y políticas caracterizadas, entre otras cosas, por
la degeneración de las relaciones políticas y sociales entre las ciudades griegas, el
incremento de la movilidad social y demográfica en Grecia y, más importante aún, por los
atributos democráticos, cosmopolitas e ilustrados de Atenas. De este modo, y en aras de
facilitar una mayor comprensión de la temática a tratar, el capítulo se dividirá en cuatro
secciones: 1. Contexto social, político e intelectual de la antítesis nomos/physis en los
sofistas, 2. Estudio de la antítesis nomos/physis en Antifonte de Atenas, 3. Estudio de la
antítesis nomos/physis en Trasímaco de Calcedonia y, finalmente, 4. una sección dedicada a
las conclusiones del documento.
I. La antítesis sofística nomos/physis en contexto
Según la clasificación de Guthrie, dos de la tres posibles posiciones frente a la
antítesis, dan una clara prevalencia a uno de los conceptos (Vid. Nota 3)(cf. Guthrie 1988,
69). Así, tradicionalmente se ha aceptado, en términos generales, que los sofistas se
dividían en dos grandes grupos al momento de tratar la antítesis: por una parte, los
defensores de nomos y, por la otra, los defensores de la physis. Entre los defensores más
envidiosa ocultaron su arte en la poesía o en ritos religiosos. Sin embargo sophistes llegó a estar vinculado ya
no con sophia sino con to sophon (capacidad) y especialmente con to sophon ou sophia (habilidad para la
sabiduría). A partid de ahí, se ha considerado la posibilidad de que el término “sofista” sufre una
transformación enorme cuando suple su relación directa con sophos por sophon, es decir, cuando se pasa de la
posesión de sophia a la disposición hacia ella.
24
destacados del nomos se encuentran Protágoras de Abdera y Critias de Atenas. Ellos, a
diferencia de la idea generalizada e injusta, que tiende a leer a los sofistas como relativistas
morales e inclusive como los grandes responsables del declive moral ateniense, postularon
en un plano estrictamente teórico la conveniencia y utilidad para los seres humanos de
respetar las leyes. Así, a partir del contrato social, Protágoras de Abdera y Critias de
Atenas, al igual que Hobbes, Locke y el Rousseau republicano, destacan la importancia de
respetar las leyes por su utilidad práctica para los seres humanos.
Los conceptos de nomos y physis en las teorías del contrato de social de Protágoras
de Abdera y Critias de Atenas, serán estudiadas en detalle en el siguiente capítulo. Baste
entonces, simplemente considerar que la posición de Protágoras y Critias tradicionalmente
han sido diferenciadas por los comentaristas modernos con las posiciones de Trasímaco de
Calcedonia y Antifonte de Atenas, quienes, a su vez, han sido considerados como dos
polémicos defensores de physis. De este modo, uno de los objetivos del presente capítulo
será introducir al lector en el manejo de los términos, discusiones y posiciones que surgían
alrededor de la conveniencia de la justicia y su relación directa con los conceptos de nomos
y physis en la sofística griega. Lo anterior, nos ayudará en el tercer capítulo a comprender
la relevancia de la antítesis nomos/physis en las teorías del contrato social de Protágoras y
Critias y, además, a desarrollar una comparación con las teorías del contrato social de
Hobbes, Locke y Rousseau.
De acuerdo con Jaqueline De Romilly, los atenienses y, en especial, quienes
contaban con la posibilidad de ser escuchados públicamente, tenían una necesidad urgente
y apasionada de saber debatir problemas políticos, jurídicos y morales (De Romilly 2010,
40). De allí que el arte de la retórica (technê rethorikê) ofrecida por los sofistas a quienes
tuvieran el dinero suficiente para pagar sus honorarios, respondió, en gran parte, a una
necesidad social generada en el seno de una sociedad que sentía un gran aprecio por las
deliberaciones públicas. La educación retórica, como resalta De Romilly, fue quizá una de
las principales razones que llevaron a los círculos intelectuales tradicionales de Atenas a
hacerse una imagen negativa de los sofistas, pues éstos exponían públicamente discursos
(i.e. logoi) opuestos sobre un mismo tema. Esto, como podremos intuir, atenta contra la
25
fuerte pretensión de verdad que para filósofos como Sócrates y Platón, debe constituir la
verdadera tarea de la filosofía.
Antonio Melero Bellido, por su parte, considera que un punto central en la
educación sofística era la preparación para participar capazmente en los debates públicos
(Melero 1996, 27). El autor destaca que el marco social y político de la Atenas de los siglo
V y VI a. C. se caracterizaba, entre otras cosas, por la abundancia de procesos judiciales
(Melero 1996, 25) (cf. Decleva 1999, 311). Es viable pensar entonces, que los debates que
surgieron en torno al origen de la justicia y, por ende, de la antítesis nomos/physis, antes
que ser ejercicios con un interés netamente pedagógico, buscarán transmitir un mensaje
político que de otro modo no hubiera captado la atención de los antiguos.
En relación con lo anterior, De Romilly sugiere que Atenas planteaba todos los
problemas de la democracia (cf. De Romilly 2010). Inclusive planteaba también los
debates sobre las instituciones y los salarios, sobre la guerra y la estrategia; e igualmente
todos los problemas de la gestión de un imperio, las cuestiones del derecho y de la fuerza,
las de la validez de los tratados, del mando de uno solo, y del papel desempeñado por el
miedo y las esperanzas ingenuas (De Romilly 2010, 41). Los sofistas, concluye De
Romilly, eran tan necesarios como pueden serlo los grandes físicos en una época de guerra
atómica (De Romilly 2010, 41).
A partir del trabajo de la profesora De Romilly, no es descabellado pensar entonces
que las discusiones que tanta fama dieron a los sofistas y, en concreto, los temas sobre los
cuales éstas trataban, generaron una gran controversia en Atenas. Igualmente, tampoco es
ingenuo contemplar la posibilidad de que en un clima político, social y cultural rico como
lo fue el de Atenas en el siglo V a.C., los sofistas renovaran el interés de los griegos sobre
el origen de la sociedad, las leyes y la justicia. En lo que respecta al contexto político de
Atenas, De Romilly destaca que era una democracia directa, en la cual todos los ciudadanos
podían esperar, si sabían expresarse, hacerse un nombre y adquirir influencia (De Romilly
2010, 40). Tenemos, pues, que a partir de la idea progresista de que cualquier ciudadano
podría llegar a ser reconocido públicamente, la retórica, y en general, la enseñanza
intelectual de los sofistas, tenía una utilidad práctica que para la época era una novedad (cf.
De Romilly 2010, 65).
26
La pregunta por el origen de la justicia toma forma bajo la creciente preocupación
de los griegos de conocer hasta qué punto las costumbres (nomoi) pueden variar de un
pueblo a otro (cf. De Romilly 2004, 45). Además, como así lo demuestran los trabajos de
Bravo y De Romilly, especialmente la segunda, los sofistas no fueron los primeros en
preguntarse por el origen de nomos (Bravo 2001) (De Romilly 2004). Por el contrario, los
sofistas son, por llamarlo de algún modo, herederos intelectuales de las discusiones que
remontan a los poetas clásicos Homero y Hesíodo e, inclusive a las discusiones
presocráticas que se planteaban filosóficamente la diferencia entre ser y parecer10
(cf.
Bravo 2001, 25-30) (cf. De Romilly 2004, 55-57). Sin embargo, las dificultades con la ley
nacen, como observa De Romilly, en el momento en que el análisis filosófico tomó la
noción de ley para oponerla a la idea de naturaleza (De Romilly 2004, 55).
La oposición filosófica de las nociones de nomos y physis ganó visibilidad gracias a
las investigaciones etnográficas adelantadas por los eruditos griegos que buscaban, desde
una perspectiva psico-somática, los rasgos característicos, condiciones naturales, sociales,
políticas y culturales que los hacían diferentes de los bárbaros (cf. Bravo 2001, 23-25). De
este modo, anacrónicamente, podemos considerar que los estudiosos de las costumbres
bárbaras y griegas, son quizá los antecesores de los antropólogos y sociólogos modernos,
en tanto que por medio de la investigación empírica buscaban comprender cultural y
socialmente las diferencias entre los hombres.
Lo que el presente documento sugiere, entonces, es que los debates que florecieron
en Grecia alrededor de la pregunta por el origen de la justicia y, por ende, de la relación
entre los conceptos de nomos y physis, alcanzaron su formulación más acabada con la
confluencia de los sofistas en Atenas. En otras palabras, Atenas fue un bastión cultural de
Grecia en los siglos V y VI a. C. que, en virtud de ser un referente político central en la
época, permitió el fortalecimiento de un clima político e intelectual propicio para la
discusión de temas de interés público y privado como fueron los trabajados por los sofistas.
La necesidad de los ciudadanos atenienses de participar activa y capazmente en los
procesos judiciales, las asambleas y demás actividades deliberativas, conjuntamente con el
10 Con respecto a este punto, es útil considerar que en las discusiones políticas y morales de los sofistas existe,
por lo general, un uso simbólico con profundas implicaciones filosóficas de las diadas naturaleza/ley,
verdad/opinión y ser/no-ser o parecer.
27
enriquecimiento teórico de las discusiones filosóficas y políticas, el aumento de la
movilización social, pudieron desempeñar un importante papel en el planteamiento de una
pregunta la cual recoge problemas fundamentales para el presente trabajo: ¿Cuál es el
origen y fundamentación de la sociedad, las leyes y la justicia?
Las preguntas por el origen de la sociedad, las leyes y la justicia, ya encontraban
respuesta en los poetas griegos Homero y Hesíodo11
. No obstante, es en el clima intelectual
propiciado por la Atenas de Pericles que los debates sobre el origen de la justicia y la
antítesisnomos/physis despiertan una mayor polémica en los sectores ilustrados y
aristócratas de la polis (Cf. Bravo 2001, 30) (Cf. De Romilly 2010). En este orden de ideas,
la presente sección busca comprender el significado que adquieren los conceptos de nomos
y physis en la sofística griega. También, se espera observar las similitudes y diferencias
existentes entre las posiciones de los sofistas y las de los contractualistas modernos. Los
sofistas que nos proponemos estudiar en las siguientes secciones son Antifonte de Atenas y
Trasímaco de Calcedonia.
La razón principal para estudiar a Trasímaco y Antifonte, y no a otros sofistas, es
que éstos filósofos, si se aceptamos por supuesto que existieron, tradicionalmente han sido
considerados como críticos de las leyes. Tanto así, que Antifonte de Atenas ha sido
considerado por muchos como uno de los precursores del anarquismo, el igualitarismo e,
inclusive, el cosmopolitismo al favorecer la physis antes que el nomos (cf. Barnes 1982,
508-516). Por su parte, Trasímaco ha sido considerado comúnmente como un defensor de
la injusticia al sostener que lo más conveniente para los hombres es ser injustos, puesto que
la justicia coarta las inclinaciones naturales del hombre al placer y beneficio individual
(Algra 1996). De ahí, que Trasímaco sea asociado a la noción griega de pleonexia (i.e.
apetito insaciable por las cosas materiales).
II. Antifonte de Atenas
Antifonte es reconocido por los comentaristas modernos como aquel que mejor
penetró en la contradicción entre ley y naturaleza (Melero 1996, 38). Para Antifonte, los
11Cf. Gagarin (1973; 1974), Bravo (2001) y De Romilly (2004).
28
conceptos de ley y naturaleza son contradictorios, pues mientras la naturaleza (physis) se
identifica con la verdad (alêtheia), la ley (nomos) lo hace con la opinión (doxa) (Barnes
1982, 512) (Melero 1996, 357). De acuerdo con Barnes, los comentaristas modernos son
afectados por las opiniones fragmentarias de Antifonte: por una parte, ellos aplauden el
cosmopolitismo de 449 (Col. II [266-299 Hunt]) y, por la otra, son consternados por el
“anarquismo moral” en 448 (Frag. I Oxyrh. Pap. Col. I [1-33 H.]) y 450 (Frag. II Oxyrh.
Pap. XV 120, Col. I) (Barnes 1982, 512).
El cosmopolitismo que resaltan los comentaristas modernos, ve su máxima
expresión cuando Antifonte sostiene que los griegos se comportan como bárbaros cuando
consideran a otros hombres inferiores a ellos, pues por nacimiento –sostiene Antifonte-
somos todos naturalmente iguales en todo, tanto griegos como bárbaros (Col. II [266-299
H.]). Kerferd llama la atención sobre la incertidumbre que existe con relación al uso de los
términos griegos correspondientes a “bárbaros” y “griegos” en el pasaje citado, pues lo que
el sofista en definitiva está sosteniendo es que no existe una distinción final fija por
naturaleza entre griegos y bárbaros o entre quienes nacen en familias prestigiosas (well-
born) y quienes, por el contrario, proceden de familias bajas (low-born) (Kerferd 1981,
158).
El problema, según la interpretación de Kerferd, se encuentra en la ambigüedad de
la consecuencia del argumento a favor de la igualdad natural entre griegos y bárbaros, esto
es, que si en definitiva griegos y bárbaros son iguales por naturaleza, no es necesario que
Antifonte distinga entre griegos y bárbaros ni mucho menos, agregaríamos, emplee el
término “bárbaro” para calificar negativamente la actitud racista de aquellos hombres que
se llaman a sí mismos griegos (Kerferd 1981, 158). No obstante, la interpretación que hace
Guthrie del pasaje en cuestión, pese a que según Kerferd conduce a una consecuencia
lógica extraña, soluciona provisionalmente el problema que existe en torno al uso de las
palabras “bárbaros” y “griegos” (Cf. Kerferd 1981, 158). Si seguimos la interpretación de
Guthrie del pasaje como: “todos estamos igualmente preparados por naturaleza para ser
griegos y bárbaros”, se sigue que la naturaleza tiene un valor igualador conforme con el
cual las condiciones de nacimiento de un hombre no deben tener mayor importancia para
nosotros (Guthrie 1971, 153).
29
Ahora, y siguiendo la distinción de las relaciones entre los conceptos de naturaleza
y ley planteada en las primeras páginas del capítulo, tenemos que la relación que Antifonte
establece entre los conceptos de nomos y physis es negativa. Para él, los seres humanos
deben gobernarse por sus inclinaciones naturales y no por preceptos legales, porque las
exigencias de las leyes son accidentales (i.e. las leyes son fruto de la convención humana),
las de la naturaleza, en cambio, necesarias (anankaia)(Frag. 1, Col. 1 [1-33 H.]). Para
Antifonte, como lo mencionábamos en líneas anteriores, la “naturaleza” se identifica con
“verdad”, en el sentido de que lo verdadero es lo que no está contaminado por el arte
humano (Melero 1996, 359).
De acuerdo con lo anterior, podemos reconocer las deficiencias fundamentales de
las leyes que, siguiendo parcialmente las interpretaciones de Barnes y Kerferd al respecto,
nos permiten contemplar la posibilidad de que lejos de proponer una conducta “natural”,
Antifonte espera reformar la leyes en orden de incorporar un nuevo criterio de justicia,
según el cual lo correcto e incorrecto sean identificados con “beneficio” y “daño” (Barnes
1982, 515) (Kerferd 1981, 116). El interés de Antifonte es quizá el de llevar a cabo una
reforma legal radical del sistema ateniense que se caracterice por ser justa al servir al
beneficio de todos los hombres y no a pocos que se consideran superiores a los demás
(Barnes 1982, 515).
Las deficiencias fundamentales de las leyes que podemos extraer de los pasajes de
la obra de Antifonte de Sobre la verdad, preservados en el papiro de Oxyrhynchus son: 1.
Las exigencias de las leyes son accidentales (cf. Frag. I, Col. I [1-33 H.]), 2. Los preceptos
legales son fruto de la convención (cf. Frag. I, Col. 1 [1-33 H.]), 3. El daño resultante de
transgredir una ley lo determina la opinión (doxa)(cf. Frag. I, Col. II [34-36 H.]), 4. La ley
necesita de organismos de vigilancia para su cumplimiento (cf. Frag. I, Col. II [34-36 H.]),
5. Las leyes no son útiles y provechosas para los hombres (cf. Col. IV [100-131 H]), 6. La
ley no interviene para impedir que la víctima y el ofensor lo sean en realidad (cf. Col. VI
[165-197 H.]), 7. El ofensor tiene la posibilidad de negar y, por medio de la fuerza de la
persuasión, ser exonerado (cf. Col. VI [165-197 H.] y Col. I [232-266]) y, por último, 8.
Las leyes están en contravía del valor igualador de la naturaleza (cf. Col. II [266-299]) (cf.
Melero 1996, 362).
30
En oposición a Protágoras de Abdera, para quien la opinión de la comunidad (doxa
poleôs) determina lo que es justo e injusto, Antifonte ha sido identificado a lo largo del
tiempo como uno de los sofistas que despertó mayor polémica en las círculos intelectuales
y políticos griegos al sostener que la justicia consiste en no transgredir las normas legales
vigentes en la ciudad de la que se forma parte (Col. I [1-33 H.]) (cf. Bravo 2001, 33-37).
No obstante, Kerferd sostiene que el pasaje no es el punto de vista de Antifonte, sino el
planteamiento del problema que él se propone investigar (Kerferd 1981, 115). Esta será la
interpretación que seguiré en lo seguido del capítulo.
Además, Decleva sostiene que las líneas citadas con anterioridad fueron la
conclusión de un argumento precedente, el cual está perdido, al igual que la premisa de la
cual se sigue (Decleva 1999, 323). Por consiguiente, la interpretación según la cual
Antifonte buscaba reformar la ley, gana sustento en primer lugar, porque el propósito del
sofista posiblemente fue el de refutar una idea de justicia generalizada en la sociedad
ateniense y, en segundo lugar, porque los pasajes de Sobre la verdad no nos permiten
afirmar con certeza que él sostuvo que la justicia era relativa a la ciudad de la que se hacía
parte.
En lo concerniente a la relación que existe entre la defensa que hace Antifonte de la
naturaleza y las posiciones de los contractualistas modernos, observamos que no es posible
encontrar una posición que compagine a la perfección con la del sofista. Si bien es cierto
que Hobbes, Locke y Rousseau coinciden con Antifonte al pensar que la naturaleza tiene un
valor igualador, los argumentos que emplean cada uno de ellos para sustentar dicha tesis
son diferentes. Antifonte, por ejemplo, considera que los hombres son iguales por
naturaleza a partir de una argumentación física y biológica, según la cual las necesidades
naturales son igualmente necesarias a todos los hombres12
(Col. II [266-299 H.]) (Decleva
1999, 324) (Kerferd 1981, 159).
Un problema que es inevitable al momento de comparar la postura de Antifonte con
la de Hobbes, Locke y Rousseau, es que no conservamos textos en los que el sofista
12 Además enfatiza que ninguno de nosotros, ha sido distinguido, desde el comienzo, como griego ni como
bárbaro. Pues todos respiramos el aire por la boca y las narices y comemos “todos con las manos…” (Col. II
[266-299 H.]).
31
contemple un estado previo o anterior a la vida en comunidad o sociedad. La comparación
entre Antifonte y los modernos cuenta con el inconveniente de que los conceptos de ley y
naturaleza en Hobbes, Locke y Rousseau son comprendidos en el presente capítulo en el
marco de la teoría del contrato social. En otros términos, el hecho de que no tengamos
evidencia que nos confirme que Antifonte efectivamente pensó en un antes y un después al
surgimiento de la sociedad, nos llevaría eventualmente a poner en boca del sofista palabras
que él quizá nunca pronunció. Empero, podemos encontrar una similitud relevante entre los
sentidos que adquiere el concepto de naturaleza en Hobbes, Locke y Rousseau con el
sentido que le otorga Antifonte a éste mismo concepto. La semejanza entre el sofista y los
modernos parte de tres posibles interpretaciones de los pasajes de Sobre la verdad.
En primer lugar, los comentaristas han resaltado que ciertos apartes de la obra de
Antifonte permiten sostener que él postulaba una moral utilitarista (Decleva 1999) (Bravo
2001, 34). En este sentido, el pasaje Col. III (67-99 H.) es central al momento de extraer la
propuesta utilitarista de Antifonte, pues el sofista plantea que el vivir y el morir sí son
naturales y el vivir les viene a los hombres de aquello que les resulta útil; el morir, en
cambio, de lo que no lo es13
. Si aceptamos, entonces, la lectura de Antifonte como la de un
utilitarista quien propone una moral estrictamente individual y egoísta, notamos, entonces,
que existiría una gran similitud con Hobbes, en la medida en que éste último sostiene que el
hombre busca por naturaleza única y exclusivamente su propio bienestar.
Sin embargo, si tomamos por auténtico el pasaje que cita Jenofonte en su obra
Recuerdos de Sócrates (IV 4, 16 o 86 A 14) aludiendo posiblemente al discursoSobre la
concordia que Filóstrato (Vida de los sofistas I, 15) adjudica a Antifonte, notamos que la
interpretación que considera que el sofista propone una moral utilitarista pierde sustento, en
la medida en que Antifonte plantea que si los ciudadanos obedecen y son fieles a las leyes,
las ciudades acaban siendo muy fuertes y felices. El utilitarismo planteado por Antifonte
cuando considera que lo útil es bueno, puede comprender en lugar de los intereses
netamente individuales, los interesesde la sociedad, pues de acuerdo con el comentario de
Estobeo en el pasaje (II 33, 15) del Florilegio, Antifonte sostuvo, aunque en un tono
pesimista, que para el hombre era provechoso tener una esposa que responda a su deseo,
13Vid. Decleva (1999, 325) y Kerferd (1981, 116).
32
esto es, que los vínculos sociales, si entendemos que el tener una familia es un vínculo
social primario, son provechosos para el hombre en virtud de que generan placer.
En segundo lugar, si consideramos que Antifonte es un anarquista moral que se
opone a las leyes porque son provisionales y transitorias, como observa Bravo, entonces
podríamos encontrar una conexión entre el sofista y el Rousseau naturalista o poeta que
sostuvo, en el discurso Sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad entre los
hombres, que el contrato social (y por ende, las leyes que lo sustentan) son una
conspiración para privar a los pobres de su libertad natural y de institucionalizar la
desigualdad a favor del interés de los ricos y poderosos14
.
Sin embargo, la investigación de Bravo controvierte tal interpretación en la medida
en que él considera que Antifonte se opone a nomos por dos razones: (1) Sólo physis goza
de una legalidad inviolable, mientras que nomos es provisional y transitoria y (2) Sólo
physis es infaliblemente útil, mientras que nomos lo es cuando refleja y explicita las
tendencias naturales (Bravo 2001, 34). La segunda razón que Bravo sugiere para explicar el
sentido en que physis se opone a nomos revierte tajantemente las interpretaciones que ven
en Antifonte a un anarquista en tanto que el llamado de Antifonte, es a respetar las leyes
siempre y cuando éstas concuerden con los mandatos preceptivos de la naturaleza.
Además, como observan Kerferd y Guthrie con relación al pasaje Col. II (34-36 H.),
el hecho de que Antifonte sostuviera que la mayor parte de los derechos que emanan de la
ley están en oposición a la naturaleza, nos da licencia para pensar en que posiblemente
existen leyes que, conforme con la segunda razón de Bravo, sí reflejan y explicitan las
tendencias naturales (Kerferd 1981, 116) (Guthrie 1988, 117-118). Además si
consideramos veraz el comentario de Estobeo en el Florilegio II 31, 40 W; según el cual
ninguna cosa es peor para los hombres que la ausencia de autoridad, entonces la
interpretación de Antifonte como un subversor de la autoridad pierde por completo sus
bases.
Finalmente, si consideramos a Antifonte como un pensador que propuso una
reforma radical y profunda del sistema legislativo y judicial griego, encontraríamos una
14Vid. Kahn (1985, 108), Decleva (1999, 326) y Bravo (2001, 34).
33
similitud importante con la positivización de la naturaleza propuesta por Locke. Si
Antifonte pensó efectivamente que la mayor parte de los derechos que emanan de la ley
están en oposición a la naturaleza, existe la posibilidad que las pocas leyes que sí son
afines a la naturaleza lo sean precisamente porque la explicitan, esto es, porque positivizan
los decretos de la naturaleza.
Desde luego que sostener la interpretación, según la cual Antifonte antes que ser un
anarquista o relativista moral, es un filósofo que busca una reforma profunda del sistema de
valores griegos, es una interpretación que va en contravía de las interpretaciones
dominantes en los estudios clásicos sobre el sofista. Sin embargo, y leyendo los pasajes de
Antifonte en contexto, no es del todo inviable considerar, como lo hizo parcialmente
Kerferd, que el interés que conduce al sofista a interrogarse por la conveniencia de las leyes
y, en general de la justicia, está planteado en términos de la conveniencia o beneficio de los
sistemas de valores y el sistema legal griegos para el ser humano. La manera en que
diferenciamos lo bueno y lo malo, puede traducirse en Antifonte en la operación natural por
medio de la cual diferenciamos lo que es útil e inútil para nosotros. Por ende, la
interpretación según la cual Antifonte de Atenas se propuso, a partir de sus reflexiones
sobre la antítesis nomos/physis, promover una re-fundamentación del sistema legal griego a
partir de los criterios naturales de lo útil e inútil para el hombre, es plausible.
III. Trasímaco de Calcedonia
Trasímaco es famoso por ser uno de los personajes más controversiales de la
República de Platón al sostener en 338c-d que lo justo no es otra cosa que lo que le
conviene al más poderoso (tou kreittonos sympheron). En el Libro I de la República
Trasímaco es presentado por Platón como un hombre que no puede mantener la calma y
agazapándose como una fiera se echa encima de Sócrates y Polemarco como si fuese a
despedazarlos (336b-c). La caracterización de Trasímaco, como observan los comentaristas,
obedece a la animadversión propia de Platón frente a los sofistas (cf. Annas 1981, 35).
De acuerdo con Annas existen dos visiones que frente al tema de la justicia, Platón
podría haber visto la posición de Trasímaco como opuesta a la suya: 1. Convencionalismo
34
(que en el contexto de las leyes es llamado positivismo legal o legislativo) y 2. Inmoralismo
(Annas 1981, 36). Para la comentarista, el convencionalismo toma forma cuando en la
República Trasímaco sostiene que la justicia consiste en obedecer las leyes. Por otra parte,
el inmoralismo se encuentra en que el sofista considera que la justicia e injusticia tienen
una existencia real independiente de toda institución humana que, en última instancia, hace
que la injusticia sea preferible (Annas 1981, 36-37). Sin embargo, aunque Annas considera
que las cosas dichas por Trasímaco en el Libro I, reunidas, forman un conjunto
inconsistente, ella plantea que la posición del sofista en la República es inmoral en tanto
que no reconoce que la justicia sea una virtud (aretê)(Annas 1981, 35-37).
Los anteriores párrafos nos permiten considerar la revisión de la literatura hecha por
Demetrius Hadgopoulos, para quien en lo concerniente a la posición de Trasímaco en la
República I de Platón, los académicos están divididos en dos grupos: aquellos que creen
que la posición de Trasímaco es auto-consistentey aquellos que mantienen que no lo es
(Hadgopoulos 1973, 204)15
. Entre quienes consideran que la posición de Trasímaco es
consistente sobresalen Kerferd (1947; 1964) y Hourani (1962). Kerferd, por ejemplo,
considera que la verdadera posición de Trasímaco en lo que atañe a la definición de la
justicia es el bien de otro (Kerferd 1964, 12)(cf. Hadgopoulos 1973, 204). Hourani, por su
parte, plantea que la posición de Trasímaco es legalista, esto es, que la definición de justicia
acuñada por Trasímaco es la que sostiene que la justicia consiste en obedecer las leyes
(Hourani 1962, 110) (cf. Hadgopoulos 1973, 204).
Sin embargo, Maguire sostiene que la posición de Trasímaco en la República I es
inconsistente y, propone, por su parte, que Platón está anticipando de una forma
parcialmente confusa el análisis que Aristóteles realiza en la Ética a Nicómaco (1129a ss)
sobre los dos sentidos de dikaion (justicia): nominon (1129a ss) e ison (1130a ss.) (Maguire
1971, 145-153) (cf. Hadgopoulos 1973, 204). De acuerdo con Hadgopoulos (1973, 204),
Kerferd (1964, 12) y Maguire (1971, 143) existen tres declaraciones de Trasímaco en la
República I en lo relacionado a la definición de la justicia:
15 “Concerning Thrasymachus' position in Plato's Republic I scholars are divided into two groups: Those who
believe that Thrasymachus' position is self-consistent, and those who argue that it isn't” (Hadgopoulos 1973,
204).
35
(1) Justicia es el interés del más fuerte (to tou kreittonos […] sympheron ,338c),
(2) Justicia es la obediencia a las leyes (338b7) y, finalmente,
(3) Justicia es el bien de otro (allotrion agathon, 343c8)16
.
No obstante, Maguire critica la interpretación de Kerferd porque ésta propone una
lectura de Trasímaco como un proponente de la teoría del derecho natural (Maguire 1971,
143). Si Trasímaco propuso algo parecido a una teoría del derecho natural, entonces,
observa Maguire, Kerferd debe solucionar la inconsistencia con el Fr. 8 DK según el cual
Trasímaco llama a la justicia el más grande de los bienes humanos (Maguire 1971, 143).
Kerferd y Hourani coinciden en que la definición (1) no introduce un concepto
nuevo y, por tanto, no refleja en realidad la posición de Trasímaco sobre la justicia
(Hourani 1973, 204) (Kerferd 1964, 12). No obstante, Maguire sostiene que por una parte,
ninguna de las tres declaraciones de Trasímaco es compatible con las otras dos y, por la
otra, (1) y (2) pueden ser compatibles, pero no (1) y (2) con (3) (Maguire 1971, 145). La
posición reticente de Maguire al afincarse en la idea de que en la República I, las
declaraciones de Trasímaco son inconsistentes y las interpretaciones de Kerferd y Hourani
que privilegian las definiciones (2) y (3) de la justicia están equivocadas, plantea un desafío
importante al momento de dilucidar el sentido que adquieren los conceptos de nomos y
physis en el sofista calcedonio.
Para los propósitos del presente trabajo adoptaremos principal, pero no
exclusivamente, la definición (1) de justicia, pues ésta nos permite contar con una lectura
más comprensible de los sentidos que adoptarían los conceptos de nomos y physis en
Trasímaco. Además, si tomamos en cuenta que Guthrie clasifica a Trasímaco de Calcedonia
como un realista que declara que el más poderoso siempre se aprovechará del más débil y
llamará justicia a todo aquello que le beneficie, entonces, podemos considerar, por una
parte, que la naturaleza hace a unos hombres fuertes y a otros débiles y, por la otra, que las
16 Para Kerferd, la definición de justicia que adopta Trasímaco en la Rep. I es la tercera, pues la definición de
la justicia como el interés del más fuerte, no cubre todas las cosas en las que se busca el interés de otro;
además, las definiciones (2) y (3), son para Kerferd inconsistentes (cf. Kerferd 1964, 12-13).
36
leyes no son más que el medio que tienen los más fuertes para imponer sus propios
intereses sobre los débiles (cf. Guthrie 1988, 69).
Cabe resaltar, como observa Kerferd, que Trasímaco no emplea en realidad la
terminología de la antítesis nomos-physis. Pero él está correctamente ubicado entre
aquellos quienes la emplean, a partir del rechazo de la justicia vulgar a favor de la
injusticia vulgar, él está elevando la injusticia vulgar al estatus de lo que es correcto por
naturaleza; y lo que es correcto por naturaleza es, en el lenguaje de la antítesis nomos-
physis, la justicia natural17
(Kerferd 1981, 122). En este orden de ideas, el sentido que
adquiere el concepto de naturaleza en Trasímaco se asemejaría al de Antifonte, pues si bien
éste último sostiene que lo justo por naturaleza es lo útil, Trasímaco sostendrá, como
sugiere Kerferd, que la justicia vulgar consiste en perseguir el bien de otro y la injusticia
vulgar, por el contrario, consiste en perseguir el bien propio (Kerferd 1981, 121).
No obstante, la interpretación de Kerferd y, en especial, la semejanza entre los
sentidos del concepto de physis en Trasímaco y Antifonte que se planteaba anteriormente,
tienen problemas para conciliar con lo que Trasímaco dice al comienzo de su discusión con
Sócrates, se remite airadamente diciendo lo siguiente: Contesta, en cambio, tú mismo y
explica que es lo justo (dikaion). Pero no vayas a decirme que es lo necesario, ni lo útil, ni
lo ventajoso, ni lo provechoso, ni lo conveniente. Al contrario, dime clara y justamente qué
dirías, porque yo no aceptaré que plantees esas charlatanerías inconsistentes (Rep.336c-e).
Guthrie considera que el propósito de Trasímaco en la República I, a diferencia de
las interpretaciones de Kerferd y Hourani, es desenmascarar la hipocresía y poner de
relieve cómo estaba siendo desvirtuado el significado de justicia (Guthrie 1988, 100). De
ahí, que Guthrie considera, entre otras cosas, que el carácter mal humorado y apresurado
con el cual Trasímaco participa en el diálogo, sustenta la interpretación de que el sofista en
realidad es, según las alternativas expuestas por Kerferd, un nihilista ético (Guthrie 1988,
103) (cf. Kerferd 1947, 19).
17 “Thrasymachus does not actually use the terminology of the nomos–physis antithesis. But he is rightly to be
placed among those who employ it, since in rejecting vulgar justice in favour of vulgar injustice he is
elevating vulgar injustice to the status of what is right by nature, and what is right by nature is, in the language
of the nomos–physis antithesis, natural justice” (Kerferd 1981, 122).
37
Guthrie, siguiendo la interpretación de H.W.B. Joseph, sostiene que el nihilismo
ético de Trasímaco lo aproxima principalmente a Hobbes, porque el sofista, al igual que el
filósofo inglés, sostiene que todos los hombres actúan solamente con vistas a su propio
interés privado (Guthrie 1988, 103). Pero, siguiendo la lectura de A.E. Taylor, considera
que a diferencia de Hobbes, Trasímaco no tiene necesidad de justificar el absolutismo del
“soberano” apelando al “contrato social” por el que ha sido investido de sus poderes
soberanos (Guthrie 1988, 103).
La lectura de Trasímaco como un nihilista moral puede prestarse a una posición
sumamente indulgente del papel que cumple Trasímaco en la República I, pues si bien
Guthrie sostiene que la personalidad de Trasímaco refleja en parte su nihilismo, él parece
omitir el hecho de que Platón ridiculizaba el carácter de los sofistas en los diálogos en que
éstos participaban, de los cuales la República no sería la excepción. La interpretación de
Guthrie presenta la imagen de un Trasímaco profundamente consternado por la
degeneración política y moral de las ciudades griegas que, en definitiva, como sostiene
Annas, propiciarían el surgimiento de un pensador que ridiculiza los estándares morales
convencionales y pone en discusión definiciones que son asumidas sin mayor problema por
el vulgo (Annas 1981, 3).
Ahora, algo en lo que sí podríamos establecer algún grado de convergencia entre
quienes consideran que Trasímaco tiene una posición consistente en la República I (propia
según Kerferd y Hourani y ajena según Annas y Guthrie), es que existe una posición
medianamente clara con respecto a la relación entre los conceptos de nomos y physis. Las
leyes son establecidas conforme a la conveniencia de los gobiernos y los gobiernos son, a
su vez, dirigidos por los más fuertes; lo cual conlleva a la idea de que por naturaleza los
fuertes son quienes están llamados a gobernar (Rep. 339a-b).
Por consiguiente, la relación que establece Trasímaco de Calcedonia entre los
conceptos de nomos y physis es negativa. Nomos adopta un sentido negativo que, siguiendo
las interpretaciones de Kerferd y Decleva, no es compatible con el interés propio del agente
(Kerferd 1981) (Decleva 1999, 313). Además, el carácter negativo de las leyes descansa en
su carácter instrumental, esto es, que la ley es el instrumento por medio del cual los
gobernantes (i.e. los más fuertes) legitiman sus intereses sobre los gobernados.
38
A parte de todas estas interpretaciones, podemos encontrar la interesante lectura que
lleva a cabo Keimpe Algra del Trasímaco de la República, la cual a diferencia de las
interpretaciones que consideran que Trasímaco desempeña un papel filosófico
medianamente independiente de los intereses de Platón, considera que la intervención de
Trasímaco en la República I es una composición proléptica que, antes de reflejar una
concepción fija de justicia en Trasímaco, es el punto de partida de las reflexiones de Platón
en la República sobre la justicia (Algra 1996).
Para Algra, la intervención de Trasímaco es una composición proléptica que es
intencionalmente ambigua, por medio de la cual Platón busca reflejar la visión opuesta a la
de Sócrates y, con ello, captar la atención del lector u oyente de las reflexiones presentes en
la República (Algra 1996, 48-50). La sugerencia de Algra, es que Platón esperaba que
suprôminion (proemio) contuviera la exposición de la posición diametralmente opuesta
para sus dos versiones propias, esto es, que él quiso que Trasímaco definiera la justicia
tanto al nivel político (“la ventaja del más fuerte”) y al nivel individual (“lo que es bueno
para alguien más”)18
(Algra 1996, 51).
Algra considera que las definiciones (2) y (3) de la justicia descritas por Trasímaco
son dos definiciones coherentes de la justicia, y que aquello que en definitiva se demuestra
en la República I, es que Trasímaco simplemente es un pensador confundido que a partir de
las críticas de Sócrates, se ve en la necesidad de cambiar su posición (Algra 1996, 51). La
interpretación de Algra, considera que las definiciones (2) y (3)de Trasímaco están
vinculadas con lo que, según él, podríamos llamar una antropología implícita que está
gobernada por la noción de pleonexia, es decir, que el ser humano está naturalmente
inclinado a no respetar a los demás y sus posesiones, para entremeterse en las áreas de los
otros e implantarles reglas y desatenderse de todos los límites que puedan corregir tal
conducta19
(Algra 1996, 51-52).
18 “My suggestion is that Plato wanted his proominion to contain an exposition of the position diametrically
opposed to his own on both accounts, i.e. he wanted Thrasymachus to define justice both at the political level
(“the advantage of the stronger”) and at the level of the individual (“what is good for someone else”)” (Algra
1996, 51). 19“[…] Thrasymachus´s two definitions may be seen as linked by what we might call an implicit anthropology
wich is governed by the notion of pleonexia: people are naturally inclined not to respect other people and their
possesions, to intrude into the areas of others and to set the rules for them, an to disregard any lilmits that
39
Algra, al igual que Annas, le interesa conocer la forma en la cual Platón presenta la
personalidad de Trasímaco. Sin embargo, a diferencia de Annas, Algra no considera que la
presentación dramática de Trasímaco de pie a la interpretación de que Trasímaco en la
República I es un pensador consternado y profundamente afligido por el declive moral,
social y político de las ciudades griegas. Por el contrario, para Algra, el ejemplo ideal de la
desenfrenada pleonexia que se deriva de la propuesta de Trasímacoes la metáfora del
loboen el pasaje 565d-566a de la República (cf. Algra 1996, 54). Según esto, Algra
concluye que la presentación de Trasímaco como una persona desenfrenada, instintiva y
grosera se opone tajantemente a la moderación racional defendida por Sócrates en la
República (cf. Algra 1996, 54).
Acto seguido, Algra se dedicará a incorporar mayores elementos para apoyar en
cierto sentido la interpretación de Kerferd, pues considera, en términos generales, que la
interpretación conforme con la cual la definición (3) es completamente consistente con la
definición (1) está en lo correcto, pero necesita ser cualificada en algunos puntos (Algra
1996, 56). En primer lugar, no hay nada en el primer libro de la República que sugiera que
las definiciones (1) y (3) sean incompatibles y, por ende, que la posición de Trasímaco sea
internamente incoherente como sostuvo Maguire; en segundo lugar, y a alejándose de la
interpretación de Kerferd, Algra sostiene que los pasajes indican que las dos definiciones de
la justicia no son independientes, sino, en cambio, dos caras de la misma moneda (Algra
1996, 57). De ahí, que el comentarista sugiera que la justicia, aparentemente, es una
cuestión obligatoria de auto-restricción, una cuestión de limites y obligaciones, y que las
dos definiciones de la justicia expuestas por Trasímaco en la República I imponen limites a
la tendencia individual a la pleonexia20
(Algra 1996, 59).
Sin embargo, y pese a los problemas que surgen del estudio de la interpretación de
Kerferd realizada por Algra, la lectura según la cual Trasímaco tomó por suya un conjunto
might check such behaviour. I want to suggest that this general picture of Thrasymachus defending pleonexia
is skilfully supported by the way Plato has fleshed out the persona of Thrasymachus dramatically” (Algra
1996, 52). 20Cf. “Justice apparently, is a matter of compulsory self-restriction, a matter of limits and bonds. […] It
appears that Thrasymachus´ two definitions of justice belong together and are both connected with his general
anthropology: justice sets the limits to one´s tendency towards pleonexia, and one only lets this happen i fono
has to. Consequently for the really strong justice does not exist” (Algra 1996, 59).
40
de definiciones sobre la injusticia para criticar, en últimas, la degeneración moral y política
de Grecia, encuentra un importante sustento en lo que Trasímaco sostiene en uno de los
pasajes que aún se conservan de su obra De la constitución. Adicionalmente, y quizá más
importante aún, la interpretación que desarrolla Algra de Trasímaco se limita llanamente al
estudio del personaje “Trasímaco” en la República de Platón y, de este modo, desconoce
otros reportes antiguos del pensamiento filosófico del sofista.
En De la constitución, Trasímaco desde una visión claramente pesimista dice,
refiriéndose a los atenienses, que hubiese querido formar parte de aquella época remota
[…], en que bastaba a los jóvenes guardar silencio, porque el estado de los asuntos no los
obligaba a hablar y los mayores se encargaban de la recta marcha de la ciudad. Pero,
puesto que la divinidad (daimon) nos ha confiado a una época tan difícil que hay que
obedecer <a quienes gobiernan> la ciudad, pero <sufrir> en propias carnes las
desgracias, al no ser las más graves de éstas la obra de los dioses ni del destino, sino de
quienes están al cuidado del gobierno es forzoso tomar la palabra […] Pues bastante nos
ha acostumbrado ya el tiempo pasado a vivir en guerra, en lugar de en paz, y a llegar,
arrostrando peligros, hasta hoy, añorando el día pasado y temerosos del siguiente, y a
concertar no la concordia (homonoia), sino la enemistad y discordias mutuas. La
abundancia de bienes hace a los demás caer en la soberbia y la discordia civil […]
(Melero 1996, 284).
Del anterior pasaje, podemos encontrar, principalmente, que la presentación de
Trasímaco como una persona que anhela volver a aquella época remota, donde los mayores
se encargaban de gobernar rectamente la ciudad, es decir, en beneficio de todos los
hombres, controvierte la interpretación de Trasímaco como un defensor de la pleonexia,
como sostiene Algra.Así mismo, y como observa Melero Bellido, al defender la
constitución de los antepasados, Trasímaco hace el elogio del orden y deplora los errores
cometidos, responsables de la guerra y de la desarmonía civil (Melero 1996, 284).
No obstante, y habida cuenta de que la interpretación de Algra, como indicábamos
antes, se concentra exclusivamente en el estudio de Trasímaco en la República de Platón,
no es conveniente del todo controvertir totalmente su interpretación. Mas bien, lo correcto
sería dejar en claro que la interpretación de Algra, no puede ir más allá del caso concreto de
41
la República, esto es, que la interpretación según la cual Trasímaco es un promotor de la
pleonexia, a partir de lo que hasta ahora se ha dicho, no puede ser generalizada al
pensamiento del Trasímaco histórico y real, del cual nos dan cuenta los comentaristas
antiguos e, inclusive, el mismo Platón en sus diálogos.
Ahora bien, en lo que atañe a la relación de Trasímaco con los contractualistas
modernos, encontramos que el sofista se aproxima más a la crítica que emprende el
Rousseau poeta o naturalista a las leyes y, en general, a la sociedad en el Discurso sobre el
origen de las desigualdadessostuvo que la sociedad civil y, si desarrollamos la idea, las
leyes bajo las cuales ésta se sustenta, son un medio para que los propietarios legitimen su
condición, encontramos una leve semejanza con la crítica de Trasímaco a la definición (1)
de la justicia. Si partimos, entonces, de la idea de que los propietarios son, en la sociedad
que crítica el Rousseau naturalista, quienes gobiernan y, por el contrario, que los
gobernados son quienes carecen de medios materiales de subsistencia, entonces, las críticas
de Rousseau y Trasímaco a las sociedades en las que viven coinciden al considerar la
pertinencia de que las leyes beneficien a todos los miembros que integran una comunidad
política.
Por otra parte, si tomamos la visión del Rousseau estadista o republicano del
Contrato social, notamos que las leyes de un gobierno legítimo deben promover el interés
público y, no como las definiciones (1) y (3) de la República I sugieren, el beneficio
(sympheron) de personas o grupos determinados que conforman la polis. La sociedad civil,
como podremos recordar del primer capítulo, necesita, según la interpretación que
desarrolla Mondolfo, de la creación de un “yo” para el establecimiento de una voluntad
general, de manera tal que la ley sea un producto de la voluntad de cada quien, pensando en
términos de todos (Bloom 1993, 538).
IV. Conclusiones
El presente capítulo, a partir de una revisión detallada de las interpretaciones más
sobresalientes sobre Antifonte de Atenas y Trasímaco de Calcedonia, ha encontrado que las
posiciones más acordes con el contexto social y político de la Grecia del siglo V a.C., son
las de G. B. Kerferd. De esta manera, se sostuvo que Antifonte, antes que ser un anarquista
42
moral o responsable de la corrupción moral y política de Atenas, quiso, ante todo,
promover una reforma radical del sistema legal griego a partir de criterios naturales que se
traducían, en última instancia, en términos utilitarios. Por otra parte, en lo que concierne a
Trasímaco de Calcedonia, el documento siguió la interpretación según la cual Trasímaco en
la República I, expone las definiciones vulgares de la justicia con la finalidad de criticar el
declive moral, social y político de Grecia.
Ahora, en lo que respecta estrictamente al estudio de las relaciones entre los
conceptos de nomos y physis, el capítulo sostuvo que las relaciones planteadas por
Trasímaco y Antifonte son negativas. Para ambos filósofos, como hemos podido constatar a
lo largo del trabajo, el énfasis está en si la justicia es beneficiosa o no para los hombres. De
esta manera, Antifonte crítica la justicia al considerar que la gran mayoría de las leyes se
contraponen a la physis y, por ende, están en contravía del beneficio humano. Por otra
parte, Trasímaco crítica, si aceptamos por supuesto, que no fue un promotor de la pleonexia
como sugiere Algra, la concepción vulgar de la justicia según la cual “lo justo es el
bienestar de otro”, que según lo descrito en De la constitución, es el bienestar exclusivo de
los gobernantes griegos.
Antifonte y Trasímaco no se oponen radicalmente a las leyes. Por esto, clasificar las
relaciones de los conceptos de nomos y physis puede eventualmente presentar problemas de
comprensión de las interpretaciones defendidas en el documento e, inclusive, llevar a
malinterpretar las propuestas de fondo de los sofistas. Lo que aquí se ha dicho es que en un
contexto socio-político crítico, donde las guerras entre las diferentes ciudades griegas por el
control político de la región eran cuestión ya común para los años en que escriben nuestros
filósofos, ellos llegaron a hacerse una idea negativa de la justicia de aquel entonces.
Es importante tener en cuenta que al momento de sostener que las relaciones entre
los conceptos de nomos y physis en Trasímaco y Antifonte son negativas, se alude
expresamente a la impotencia de las leyes para corregir las conductas humanas y de la
justicia de beneficiar a los que obran conforme con las leyes (i.e. los justos). Trasímaco
crítica la justicia vulgar (i.e. la justicia y leyes promulgadas por los gobernantes) en la
medida en que ésta no beneficia a todos los hombres y, por su parte, Antifonte, crítica las
leyes en virtud de que éstas no son coherentes con la physis.
43
Las criticas de ambos sofistas a la justicia coinciden al considerar que el problema
con nomos es de un carácter netamente político, esto es, que las leyes (nomoi) se han
desviado de su fin fundamental (i.e. beneficiar a todos los hombres) al perseguir el
bienestar de ciertos hombres o comunidades (i.e. los griegos en el caso de Antifonte y los
gobernantes o poderosos en el caso de Trasímaco). En consecuencia, la crítica de Antifonte
y Trasímaco al nomos no se sitúa en un plano estrictamente filosófico donde se entiende un
sentido “esencial” o “ideal” de nomos, como quizá fue la percepción de Platón y Sócrates,
sino, por el contrario, a los sentidos políticos y positivistas de nomos que, aludiendo a la
lectura tradicional de los sofistas como relativistas morales, pueden variar de una ciudad a
otra dependiendo de sus trasfondos sociales, culturales y políticos.
Así, la pregunta fundamental que debemos hacernos es si en realidad Antifonte y
Trasímaco y, en general, los sofistas que trataron la antítesis nomos/physis, pensaron en un
nomos “esencial” o “ideal” (i.e. como un nomos no relativo y que no es susceptible de ser
manipulado instrumentalmente por el hombre en su propio beneficio) al momento de
criticar los distintos sentidos de los nomoi políticos o positivizados. Desde luego, este punto
es sumamente interesante considerando que los sofistas, a partir de la imagen presentada
primordialmente por Platón, fueron y son considerados, aún en nuestros días, como los
responsables intelectuales de la corrupción y declive moral y político de la Atenas de
Pericles. La interpretación que asume ésta capítulo es que el ataque filosófico al nomos es
un ataque de corte estrictamente político.
La anticipación de la distinción filosófica entre un nomos político y un nomos
“ideal” en los sofistas, nos permite comprender el aporte central de las discusiones sobre la
antítesis nomos/physis al pensamiento político griego. Además, si aceptamos que Antifonte
y Trasímaco, a partir de sus críticas a la justicia, sí distinguieron entre un nomos político y
un nomos “ideal”, entonces las relaciones de los conceptos de nomos y physis son positivas,
siempre y cuando se contemplen las propuestas de reformación radical de los nomoi
políticos de las ciudades griegas y su acercamiento a un nomos “ideal” que, como hemos
visto, de acuerdo con Antifonte y Trasímaco, debe, por una parte, ser coherente con la
physis y, por la otra, beneficiar a todos los hombres.
44
Esto, anticipa de cierta manera la idea manejada por las democracias modernas, del
estado de derecho, esto es, de la promoción de la igualdad legal y jurídica de todos los
ciudadanos al interior de la sociedad. Además, el anhelo de Trasímaco de volver a aquella
época donde las nomoi regían, bajo la dirección de los mayores, correctamente a la ciudad,
alude precisamente a una condición política ideal; donde los hombres y, en general, las
ciudades conviven pacíficamente gracias a la homonoia. Antifonte, por su parte, no se
queda atrás. Él, como promotor indiscutible de la igualdad natural de los seres humanos, es
política y filosóficamente innovador en un contexto socio-político donde las posiciones que
ocupaba una persona en la sociedad era inamovibles.
Los sofistas, son sin duda grandes innovadores en el campo político. Sus ideas,
propuestas y críticas sobre las sociedades griegas, nos ofrecen un interesante desafío
intelectual que ha sido escasamente trabajado por los estudiosos modernos. De este modo,
los trabajos de Kerferd y Guthrie han alentado el interés de la filosofía moderna por el
retorno a un pasado recóndito y despreciado por las tradiciones filosóficas platónicas y
aristotélicas. Ésta tesis, quizá, es una pequeña contribución en la dura tarea de reivindicar el
pensamiento, enseñanzas y prácticas de los sofistas en Grecia.
45
3
<<PHYSIS>> Y <<NOMOS>> EN LAS TEORÍAS DEL CONTRATO SOCIAL DE
PROTÁGORAS DE ABDERA Y CRITIAS DE ATENAS
Vive con los hombres como si Dios te mirase;
habla con Dios como si los hombres te oyesen.
Séneca.
La conexión del presente capítulo con los anteriores se encuentra, como sugiere
Mondolfo, en que la noción de contratosocial, desde sus primeras afirmaciones, se había
introducido para responder a dos problemas de naturaleza diversa: el uno histórico o de
hecho, el otro ideal o jurídico; a saber: el problema de los orígenes de la sociedad y del
fundamento de la validez de la ley (Mondolfo 1943, 79). Las preguntas sobre el origen de la
sociedad y del fundamento de la validez de la ley son, de este modo, dos caras de una
misma moneda que sintetizan de forma esplendida el problema fundamental del ser humano
por comprender los inicios de su vida política y social.
Así, el primer capítulo, el cual se ocupaba de estudiar el sentido de las nociones de
naturaleza y ley en las teorías contractualistas de Hobbes, Locke y Rousseau, nos permiten,
en el presente capítulo comprender, desde una perspectiva anacrónica, por supuesto, las
diferencias y similitudes con los sentidos que adoptan los conceptos de nomos y physis en
las teorías contractualistas de Protágoras de Abdera en el Mito de Prometeo del Protágoras
de Platón (320c-323a) y de Critias de Atenas en el Sísifo Satírico (DK 88 B 25). Por otra
parte, el segundo capítulo que, a su vez, profundizaba en las interpretaciones existentes
sobre los conceptos de nomos y physis en Antifonte de Atenas y Trasímaco de Calcedonia,
nos permiten transitar de las discusiones en torno a la antítesis nomos/physis en el marco de
la utilidad de la justicia a un campo más político y concreto como lo es el surgimiento de la
sociedad, las leyes y la justicia.
En este capítulo, seguiré la interpretación que en otro lugar plantee con relación a la
teoría del contrato social en Protágoras de Abdera y Critias de Atenas (Ruiz 2011). Espero,
en lo posible, cualificar aún más la interpretación según la cual, Protágoras, a diferencia de
46
los reportes que lo consideran un utilitarista, entabló a partir del Mito de Prometeo una
defensa sólida y consistente del nomos en términos de la pertenencia común de las virtudes
políticas de aidôs (respeto, vergüenza, sentido moral o moderación) y dikê (justicia). De
ahí, que espero apoyar mi interpretación con lo que Protágoras en el pasaje (318e5-319a2)
sostiene cuando dice:
Mi enseñanza (to mathêma) es la buena administración (euboulia) de los bienes
familiares (ta oikeia), de modo que él (i.e. quien acuda a Protágoras en calidad de
estudiante) pueda dirigir óptimamente su casa, y acerca de los asuntos políticos (ta
tês poleôs), para que pueda ser él el más capaz (dynatôtatos) de la ciudad, tanto en
el obrar como en el decir.
El anterior punto, entonces, nos permite considerar, como observó acertadamente
Guthrie, que la naturaleza humana en su estado original contiene la posibilidad (dynamis)
del progreso, pero que su realización es cuestión de experimentar y educación, puesto que
ni el nomos ni las virtudes políticas son <<por naturaleza>>, y una <<vuelta a la
naturaleza>> es lo último que se desea (Guthrie 1985, 76-77). Por consiguiente, la relación
que plantea Protágoras entre los conceptos de nomos y physis en el Mito de Prometeoes
negativa.
Por otra parte, me propongo demostrar que Critias es un defensor acérrimo del
imperio de la ley (nomokratia). Sin embargo, la fundamentación de la validez de las leyes
en Critias es, a diferencia de la fundamentación de Protágoras, estrictamente utilitarista.
Además, la teoría del contrato social expuesta en el Sísifo Satírico conduce a problemas
éticos y políticos de consideración. En primer lugar, la idea de que un hombre sabio, astuto
y benevolente creó para los hombres el miedo a los dioses (i.e. la religión) para que
respetaran y cumplieran las leyes, conlleva a un problema ético fundamental que se traduce
modernamente en términos de heteronomía y autonomía.
En otras palabras, cuando se lee detenidamente el Sísifo Satírico, uno tiene la
impresión de que Critias, de una forma muy pragmática, está sosteniendo que la justicia y,
en concreto, el carácter moral de las acciones de los hombres está determinado llanamente
por el cumplimiento de las leyes. El problema, entonces, radica en el hecho de que se
47
supondría que los hombres que son moralmente autónomos, es decir, que cumplen las leyes
no por temor a los dioses, sino porque al igual que el sophos de la condición original del
Sísifo, lo hacen por convicción propia, son moralmente superiores que los hombres que
cumplen decididamente las leyes por el temor a los dioses.
La superioridad moral y política de los hombres sabios, desarrollando la idea del
sophos de la condición original de Critias, nos lleva de este modo a un segundo problema:
la posibilidad de que se establezcan gobiernos aristocráticos que, como veremos más
adelante, requieren que en su dirección se encuentren única y exclusivamente hombres
sabios, astutos y benevolentes. Lo fundamental, entonces, es lo siguiente: si el hombre
sabio miente a los demás hombres (i.e. a los ignorantes) al crear un logos (argumento o
discurso) lo suficientemente convincente para hacerlos creer que existen los dioses y, que
éstos, pueden ver todo y, por tanto, reprender cualquier incumplimiento a las leyes, sea de
obra, palabra o pensamiento, entonces: ¿qué razones tienen los hombres para confiar en
quienes ya les han mentido? Ésta pregunta, al igual que la defensa política del nomos en
Protágoras, espero trabajarlas en detalle en las siguientes secciones.
I. Protágoras de Abdera: una defensa moral y política del nomos
El problema fundamental de reconstruir el pensamiento político y moral de
Protágoras de Abdera a partir del diálogo de Platón que lleva su nombre es, como observa
Bravo, en que no todos los exégetas consideran este locus platonicus como un testimonio
sobre el pensamiento del sofista de Abdera y, además, añade Bravo, en cuanto al mito, su
exposición parece ser, para Platón, un simple ejercicio de imitación estilística21
(Bravo
2001, 37). De este modo, Bravo rechaza la reconstrucción del pensamiento político de
Protágoras en términos de la antítesis nomos/physis, al considerar que no existen razones de
peso para considerar auténtica la imagen que presenta Platón del sofista en el Protágoras
(Bravo 2001, 39).
21 Para tener una visión más detallada de los problemas sobre la autenticidad del pensamiento del sofista de
Abdera en el Protágoras de Platón sugiero la interpretación de C. C. W. Taylor (1991) en su traducción del
diálogo al inglés.
48
El trabajo de Bravo, pese a que es una importante contribución en el estudio de la
evolución e involución de los conceptos de nomos y physis, simplifica de forma dramática
los efectos prácticos de la antítesis. Al considerar que la expresión más completa de la
antítesis se da en un campo lingüístico, Bravo descuida el estudio de las consecuencias
políticas y morales de la intervención del sofista en el pasaje (320c-323a) del Protágoras de
Platón.
La interpretación de Bravo del pensamiento político de Protágoras de Abdera se
inscribe en la distinción eleática entre ser (estin) y no-ser (ouk estin). Para el comentarista,
la única alternativa posible de reconstruir fidedignamente el pensamiento político del
sofista no parece ser otra que la negación protagoreana del error y de la contradicción,
que debe ser situada en el segundo Protágoras, a saber, en el polémico autor de la Verdad
(Alêtheia) y del Gran tratado (Megas Logos) (Bravo 2001, 37). Bravo concluirá más
adelante que todo dikaion es nominon, Y de allí se sigue la necesidad de las leyes del
estado, vigorosamente defendidas por Protágoras: éstas, y no la naturaleza, son las únicas
que pueden determinar, en cada caso, lo conforme y disconforme con la justicia, necesaria
para la existencia y el desarrollo de la vida comunitaria (Bravo 2001, 38).
Sin embargo, me adhiero a las interpretaciones de los comentaristas que sostienen
que el Mito de Prometeo puede reproducir perfectamente el pensamiento político de
Protágoras expuesto en su obra titulada Sobre la condición originaria22
. Además, considero
que la reconstrucción del pensamiento político del sofista a partir del pasaje (320c-323a)
del Protágoras encuentra apoyo en el pasaje (167c-d) del Teeteto, cuando Platón, aludiendo
al sofista de Abdera, sostiene que
[…] los oradores sabios y honestos procuran que a las ciudades les parezca justo
lo beneficioso en lugar de lo perjudicial. Pues lo que a cada ciudad le parece justo
y recto, lo es, en efecto, para ella, en tanto lo juzgue así. Pero la tarea del sabio es
22Cf. Guthrie (1988, 69-77), Kerferd (1981, 125), Decleva (1999, 316-322) y De Romilly (2004, 62-63; 2010).
Adicionalmente, sigo la interpretación de Kahn (1985), quien, como se indicó en las páginas anteriores,
considera que el mito de Prometeo es una argumentación temprana sobre el surgimiento de la sociedad.
49
hacer que lo beneficioso sea para ellos lo justo y les parezca así, en lugar de lo que
es perjudicial.
Éste pasaje del Teeteto puede recordarnos quizá la crítica de Antifonte de Atenas a
la justicia y a los nomoi políticos. No obstante, el que la justicia esté determinada, según
Protágoras, por la opinión o parecer de la ciudad (doxa poleôs) y, que éste parecer, además,
esté fundado en lo que resulta beneficioso para la ciudad (polis), nos permite considerar que
cuando Zeus en el pasaje (322c-d), temiendo que sucumbiera la raza humana, ordena a
Hermes repartir equitativamente las virtudes políticas de aidôs y dikê con el argumento de
que los hombres deben participar de las virtudes necesarias para la existencia de la ciudad,
estamos observando un nuevo tipo de supervivencia (sôtêría) (cf. Decleva 1999, 320-321;)
(cf. Segvic 2009, 11).
Este nuevo tipo de supervivencia, no se da, como sostienen las interpretaciones
utilitaristas de Protágoras que extrapolan la doctrina del homomensura, en términos
exclusivos del bienestar y daño individuales, sino en términos colectivos (i.e. raza o
especie) que tienen, al menos en potencia (dynamis), las virtudes políticas de aidôs y dikê23
(cf. Guthrie 1988, 73-77). Así, la posibilidad de reconstruir el pensamiento político de
Protágoras a partir del diálogo de Platón, contrario a la idea conservadora de Bravo, sí
puede ser una alternativa viable. Desde luego, que esto no pondrá fin a las discusiones
sobre la autenticidad de los planteamientos del sofista de Abdera en el Protágoras. Pero al
menos sí nos ayudará a comprender que existen razones de peso para considerar que
algunos elementos del pensamiento del sofista tienen eco en el Mito de Prometeo del
Protágoras.
Cuando Bravo sugiere que el Mito de Prometeo es un recurso estilístico de Platón,
considero que su lectura desestima el papel simbólico que cumple el mito (mythos) en la
respuesta de Protágoras a la pregunta socrática de si la virtud (aretê) es enseñable.
23 Con relación a la generalización de la doctrina del homo mensura (i.e. el hombre como medida de todas las
cosas), Decleva sostiene: “In short, what is valid for a person´s physical states (where to be healthy is
“according to nature”) cannot apply to values: once we enter the world of nomos, of convention, there is no
longer anything to guarantee the connection between justice, legality, and interest (individual and collective)
wich Protagoras deceives himself that he can safeguard” (Decleva 1999, 321).
50
Considero, y en esto sigo a otros comentaristas24
, que el papel, por ejemplo, que cumplen
los titanes Prometeo (pre-visión o pre-pensamiento) y Epimeteo (im-previsión o post-
pensamiento) cumplen un papel fundamental en la exposición que se propone desarrollar
Protágoras con su mito en lo que atañe a los principios que orientan la distribución de las
capacidades (dynameis).
Ahora, no deja de ser problemático comprender la razones que llevaron a Protágoras
en el pasaje (320c-d) a escoger un mito antes que un razonamiento (logos). En este sentido,
probablemente Bravo esté en lo cierto al considerar que el Mito de Prometeo sea en
principio un recurso estilístico de Platón. Esta lectura cobra fuerza si consideramos que
Edward Schiappa en Protagoras and Logos considera que el sofista de Abdera fue
revolucionario por su preferencia por un logos humanístico sobre los tradicionales mythoi25
(Schiappa 2003, 160). No obstante, Schiappa también considera que en un nuevo espíritu
humanístico de racionalismo, el mythos llega a ser para Protágoras un objeto de análisis –un
texto que podría ser analizado, criticado y alterado (Schiappa 2003, 161).
Por consiguiente, es viable pensar que Protágoras escoge un mito antes que un
razonamiento, en aras de llegarle a los más jóvenes y relatar de forma agradable un tema
que, expuesto en forma de razonamiento, podría resultar aburridor (cf. 320c-d). Además, si
Platón tenía conocimiento del agnosticismo de Protágoras, cuestión de por sí manifiesta en
el Teeteto y, aún más, contando los continuos procesos judiciales adelantados en Atenas
bajo los cargos de impiedad, es posible también que el mito, a parte de su función
pedagógica, tenga un contenido simbólico y, por qué no, de denuncia de parte de Platón (cf.
Segvic 2009, 8).
Por su parte, Schiappa considera que existen al menos tres tesis en las que el Gran
discurso (320c8-328d2) pueden considerarse auténticamente protagoreanas (Schiappa
2003, 181). La primera es que la virtud (aretê) es enseñable26
. Esta tesis, como observa
24Cf. Taylor (1991, 79-80), Dillon & Gergel (2003, 349), Segvic (2009, 8-11). 25Cf. “What made Protagoras revolutionary is his preference for a humanistic logos over traditional mythoi”
(Schiappa 2003, 160). 26 Schiappa llama la atención sobre lo inconveniente que resulta considerar al Gran discurso como la
representación de una teoría moral específica, puesto que en páginas anteriores él ha demostrado que el
concepto homérico de areté como “excelencia” en un sentido competitivo difiere del sentido de “virtud
moral” que Platón le otorga (Schiappa 2003, 181). De ahí, que las virtudes de dikaiosyne (justicia),
51
Schiappa, era más que fundamental para la tarea que desempeñaban los sofistas en Grecia
y, cómo no, para el desplazamiento de la figura tradicional del filósofo contemplativo de la
arena social griega (Schiappa 2003, 181) (cf. De Romilly 2010). Así, indicábamos en el
pasado capítulo que los sofistas, dentro de los cuales se destacaba Protágoras de Abdera por
su cercanía con Pericles, fueron innovadores al promover la idea de que un ciudadano
(politês) podría llegar a ser un agathos, ya no exclusivamente por nacimiento o herencia,
sino por aprendizaje y práctica como lo sostuvo el sofista de Abdera en el pasaje (318e5-
319a2) del Protágoras.
La segunda tesis auténticamente protagoreana en el Gran discurso es la teoría del
castigo (Schiappa 2003, 182). Para Protágoras el fin del castigo no es de vengar las
injusticias cometidas por un delincuente, como se creería bajo los principios de la
antiquísima ley del talión, sino, al contrario, el fin es educar al delincuente y prevenir en el
futuro crímenes en la polis. De tal manera, Protágoras, aludiendo también a la enseñanza de
la aretê, sostiene en el pasaje (324a6-c) lo siguiente:
Porque nadie castiga a los malhechores prestando atención a que hayan delinquido
o por el hecho de haber delinquido, a no ser quien se vengue irracionalmente como
un animal. Pero el que intenta castigar con razón no se venga a causa del crimen
cometido –pues no se lograría hacer que lo hecho no haya acaecido–, sino con
vistas al futuro, para que no obren mal de nuevo no éste mismo ni otro, al ver que
éste sufre su castigo. Y el que tiene ese pensamiento piensa que la virtud es
enseñable. Pues castiga, a efectos de disuasión.
La tercera tesis protagoreana en el Gran discurso es el rol del logos (i.e. discurso)
en la polis (Schiappa 2003, 184). Esta tesis es de gran importancia para reconstruir el
pensamiento político de Protágoras porque involucra, a diferencia de la lectura de Bravo,
elementos políticos y sociales propios de la época en la que el sofista se sitúa. Prueba de
sophrosyne (moderación)y hosiotes (piedad o santidad), observa Schiappa, fueron vistas probablemente como
virtudes cooperativas, pero es improbable que ellas hayan sido vistas de tal manera en la época de Protágoras.
Durante la época de Protágoras, añade Schiappa, areté denotaba y elogiaba las “excelencias que consideraban
que probablemente aseguran más el éxito, prosperidad y estabilidad del grupo (Schiappa 2003, 182). El autor
concluye diciendo: The excellences of justice, moderation, and holiness were not valued as intrinsically good
but as being benefical to the polis (Schiappa 2003, 182).
52
esto, sostiene Schiappa, es la orden que da Zeus a Hermes de repartir a todos las virtudes
políticas de aidôs y dikê. Sin embargo, lo más interesante de la aproximación del
comentarista, es que él considera que ésta parte del mito ratifica el hecho de que los
atenienses tienen una democracia participativa y, aún más, si tomamos en cuenta el pasaje
(322e2-323a3) cuando Protágoras una vez termina su diálogo dice:
Cuando el sujeto de su consejo27
(symboulê) sobre la excelencia política (politikê
aretê), que hay que tratar enteramente con justicia y moderación, naturalmente
aceptan a cualquier persona, como que es el deber de todo el mundo participar de
esta excelencia(aretê); de lo contrario, no existirían ciudades.
Dejando a un lado las críticas a la interpretación de Bravo, dispongámonos entonces
a estudiar los conceptos de nomos y physis en Protágoras de Abdera. De acuerdo con Heda
Segvic, el mito de Protágoras puede ser leído como una historia acerca de las
dynameishumanas–las capacidades, poderes o competencias que los seres humanos
poseen. Éstas capacidades encajan en tres categorías, cada una de las cuales, como sostuve
en otro momento, responden a las intervenciones de las divinidades griegas de Epimeteo,
Prometeo y Zeus, quienes en sus intervenciones en el mito otorgan un conjunto de dones a
los seres vivientes28
(Ruiz 2011).
El Mito de Prometeo ha sido considerado por muchos comentaristas como uno de
los textos que refleja una teoría del progreso de la humanidad (cf. Guthrie 1988, 69).
Además, como se indicaba en las páginas iniciales del capítulo, representa una defensa
fuerte del nomos en términos estrictamente políticos. De este modo, Protágoras en el Mito
de Prometeo contempla un estado de naturaleza similar al hobbesiano, donde el hombre, a
diferencia de los demás animales, estaba desnudo y descalzo y sin coberturas ni armas
27 En éste punto prefiero la traducción de Schiappa, por considerar que enfatiza más en el carácter
participativo propuesto por Protágoras. En la traducción de García Gual se pierde este elemento, porque el
traduce el principio del pasaje como: “Pero cuando se meten en una discusión sobre la excelencia política
[…]”. 28 “Protagoras´ myth can be read as a story about human δυνάμεις–the capacities, powers or competences that
human beings possess. These capacities fall into three different categories. The myth conjoins this difference
in kind between the capacities with their temporal accession: upon cratios by gods, human beings are first
given a bunch of capacities, then another bunch, and at the end yet another bunch” (Segvic 2009, 7-8).
53
(321 c-d). Lo difícil, creo, de comprender cómo es el estado de naturaleza protagoreano,
radica en la comprensión detallada de cada una de las intervenciones o estadios en los que
intervienen las divinidades: 1. Estadio de Epimeteo (320d-321b), 2. Estadio de Prometeo
(321c-322a) y, 3. Estadio de Zeus (322b-d) (cf. Ruiz 2011).
La dificultad de comprender la condición natural de los hombres, a partir del Mito
de Prometeo, puede ser solucionada fácilmente si tenemos en cuenta que el hombre en el
estadio de Epimeteo aún no ha visto la luz, esto es, que todavía no ha interactuado con otros
hombres ni con las bestias en un ambiente compartido que, a su vez, plantea importantes
desafíos para su supervivencia (i.e. vivienda, alimento, etc.). Recordemos, por ejemplo, que
el robo del titán Prometeo (previsión) de la sabiduría técnica (entechnos sophia) y el fuego
a Atenas y Hefesto se da con anterioridad a la aparición del hombre en el mundo, por ello,
el titán pudo prever, a diferencia de su hermano, la condición desventajosa que tendría el
hombre una vez viera la luz del día29
(cf. Segvic 2009, 9). Siendo así, la forma más
adecuada de comprender la condición natural del hombre es reuniendo las características y
los dones del hombre en los dos primeros estadios del mito.
El estado de naturaleza en el Mito de Prometeo, se caracteriza, entonces,
principalmente por ser un estado de permanente zozobra y temor ante los ataques de las
bestias, quienes a partir de la distribución descuidada e inequitativa de los dones hecha por
Epimeteo en 320d-321b, son físicamente más fuertes que los hombres. El hombre, a
diferencia del estado en el cual se encontraba con anterioridad a su aparición en el mundo,
cuenta en el estadio de Prometeo con la sabiduría técnica suficiente para mejorar sus
condiciones de vida.
La entechnos sophia, además, hizo posible que el hombre tuviera participación en el
dominio divino a causa de su parentesco con la divinidad (322a-b). De tal modo, es el único
entre los animales que cree en los dioses y tiene un lenguaje para expresarse (cf. 322a-b).
En lo que atañe a esto, Taylor considera que la particularidad de la distribución de
29 “Mientras estaba perplejo, se le acerca Prometeo que venía a inspeccionar el reparto, y que ve a los demás
animales que tenían cuidadosamente de todo, mientras el hombre estaba desnudo y descalzo y sin coberturas
ni armas. Precisamente era ya el día destinado, en el que debía también el hombre surgir de la tierra hacia la
luz. Así que Prometeo, apurado por la carencia de recursos, tratando de encontrar una protección para el
hombre, roba a Hefesto y a Atenea su sabiduría profesional (entechnos sophia) junto con el fuego […]”
(Protágoras, 321c-e).
54
Epimeteo de las capacidades y atributos físicos, de los cuales depende la supervivencia de
los animales, es que estos no necesitan, contrario a los dones que reúne la entechnos sophia,
de educación, aprendizaje y práctica (cf. Taylor 1991, 79).
De ahí, que resulte viable pensar que los hombres por naturaleza estén predispuestos
al perfeccionamiento de sus capacidades técnicas y tecnológicas por medio de la educación
y la práctica. Además, si tomamos en cuenta que la educación que dice impartir Protágoras
es práctica, en tanto que forma a sus discípulos para que sean oradores sabios, honestos y
capaces que procuren que a las ciudades les parezca justo lo beneficioso en lugar de lo
perjudicial, entonces también existe la posibilidad de que por naturaleza los hombres estén
predispuestos al perfeccionamiento de sus capacidades políticas (cf. Teeteto, 167c-d).
Los hombres, en su condición natural, pese a disponer de las ventajas de la
entechnos sophia, habitaban en un principio dispersos (sporadên) de tal suerte que no
existían las ciudades30
(cf. 322a-b). Así, y ante la ausencia de un orden social que alcanzará
al menos al cumplimiento de las funciones mínimas de una asociación de protección (i.e.
protección de la violencia de terceros), no tenían la seguridad suficiente para disfrutar
tranquilamente de los beneficios derivados de la práctica y perfeccionamiento de la
habilidad artesanal (dêmiourgikê technê) que, a su vez, se deriva de la sabiduría técnica.
Ante tal panorama tan desalentador, Protágoras no niega la posibilidad de que los hombres
“primitivos” hayan considerado, al menos en términos de su propia y exclusiva
conservación, reunirse con vistas a la creación de ciudades que contrarrestarán los ataques
de las bestias (cf. 322b-c).
30 Taylor y Kerferd, desvirtúan la interpretación según la cual en el estado pre-social los hombres viven
disgregados (sporadên) al considerar que el desarrollo de instituciones como la religión y el lenguaje
presuponen, al menos, en teoría, la existencia de una forma rudimentaria de comunidad (cf. Taylor 1991, 84)
(cf. Kerferd 1981, 140). Por mi parte, considero que la forma desigual en la cual fue distribuida la entechnos
sophia por Prometeo buscó, en cierto sentido, fortalecer las relaciones de los hombres primitivos, en la
medida en que a cada uno de ellos les fue conferido un conjunto de habilidades y no su totalidad para que se
especializarán en dichos artes y suplieran, con ello, las necesidades de los demás hombres por medio del
intercambio. Lo que propongo, entonces, es que la distribución desigual de la sabiduría técnica en el estadio
de Prometeo induce a la idea de algún principio de justicia distributiva, conforme con el cual se aumenta la
interdependencia entre los seres humanos en tanto que hay, como modernamente lo consideraríamos, una
suerte de división social del trabajo. El pasaje del Protágoras que soporta ésta interpretación es el (322c-d),
donde Hermes le pregunta a Zeus si debe repartir aidôs y dikêsimilarmente a como Prometeo distribuyó el
arte de la medicina, la cual fue otorgada a un solo hombre con el propósito de que éste sirviera a los demás
(cf. Ruiz 2011).
55
Los intentos de asociación de los hombres para encontrar seguridad bajo la
protección de una ciudad, resultaban infructuosos porque carecían del arte de la política
(technê politikê), la cual, a su vez, incluía al arte bélico necesario para defenderse y
contrarrestar de forma efectiva los ataques de las bestias (cf. 322b-c). De este modo,
podemos observar que el estado de naturaleza de Protágoras se identifica ante todo por la
carencia de las capacidades políticas necesarias para la creación y fortalecimiento de las
ciudades. Protágoras, siguiendo esta línea argumentativa, da un giro importante en su
narración al sostener que Zeus, preocupado de que sucumbiera la raza humana, envía a
Hermes a repartir equitativamente aidôs y dikê31
, para que hubiera orden en las ciudades y
ligaduras acordes con la amistad (desmoi philias) (322c3).
La repartición equitativa de aidôs y dikê, como notábamos anteriormente, introduce
un nuevo tipo de supervivencia (sôtêria) que, a diferencia de la que se plantea en los dos
primeros estadios del mito, deja a un lado, pero no en su totalidad, los criterios utilitaristas
que dan lugar a la formación de una polis. Esto sugiere que para Protágoras los
prerrequisitos para la formación de una sociedad van más allá de la mera necesidad, la cual
es sin duda importante. Pero, lo que él en realidad plantea con la repartición equitativa de
aidôs y dikê es la aceptación de éstas virtudes políticas en las relaciones humanas (cf.
Kerferd 1981, 142).
Ahora, es posible que se critique ésta interpretación, como lo hace en cierto sentido
Bravo, acudiendo a la doctrina protagoreana del homo mensura (cf. Bravo 2001, 34). Sin
embargo, considero que generalizar tal doctrina a un ámbito socio-político no es una
generalización válida y fiel con el pensamiento político de Protágoras. Si tenemos en cuenta
que la búsqueda exclusiva del interés personal, radicalizando la doctrina del homo mensura,
constituye lo que es, en definitiva, justo, bueno o correcto para cada ser humano, entonces
tenemos un problema importante a resolver en lo que atañe a los beneficios que, según
Protágoras, se derivan del aspecto normativo de la polis. Un relativismo moral de corte
31 De acuerdo con Taylor: “The choice of the words aidôs and dikê, rather than sôphrosunê and dikaiosunê, to
designate the gifts of Zeus is probably dictated more by stylistic considerations than by any distinction of
sense; the former pair, which have a more archaic sound, suggestive of poetic personification, are more
appropriate to the poetic style of the interrelation of the various constituents of excellence from 329c” (Taylor
1991, 85-86).
56
individualista, conlleva, en el marco de una sociedad que se hace cada día más compleja
como la ateniense, necesariamente a mayores desventajas que beneficios (p.e. en el
comercio)32
.
Protágoras plantea un relativismo moderado según el cual lo justo no es otra cosa
que lo que a cada ciudad le parezca (doxa poleôs) y, el parecer de una ciudad, está
determinado, a su vez, por las condiciones políticas, económicas y sociodemográficas de la
misma. De ahí, que en los pasajes (318e5-319a2) del Protágoras y (167c-d) del Teeteto se
aluda a que la educación que imparte el sofista de Abdera a sus discípulos es la buena
administración (eubolia)de los asuntos de la ciudad (ta tês poleôs), lo cual debe tener como
principio rector lo que resulte beneficioso y ventajoso para la polis33
(cf. Segvic 2009, 23-
24). De este modo, la doctrina del homo mensura no puede ser aplicada en su sentido
relativista más radical a las relaciones sociales de los seres humanos.
Quizá la lectura que podemos asumir para compatibilizar la doctrina del homo
mensura con la educación política de Protágoras, es entender que cuando el sofista alude al
hombre (anthrôpos) en la formula “pantôn chrêmatôn metron estin anthrôpos, tôs de men
ontôn hôs estin, tôn de ouk ontôn hôs ouk estin34
”, se refiere a la raza de los hombres, la
cual Zeus teme en el pasaje (322b-d) del Protágoras que desaparezca (cf. Decleva 1999,
320-321). En este sentido, Protágoras propone un relativismo atenuado que, no obstante,
considera a las leyes como la máxima expresión política de los seres humanos. Las leyes,
entonces, son para Protágoras fruto de la convención. Empero, y en esto Protágoras se
distancia de las lecturas superficiales de los sofistas como relativistas morales, las leyes son
32 En lo que atañe a éste punto, coincido con la interpretación de Decleva, en la medida en que ella sostiene
que la doctrina del homo mensura no puede ser generalizada a los valores sociales y políticos de los seres
humanos (Ver nota 23 de pie de página). 33 En éste punto, encuentro una semejanza interesantedel valor moral y político del nomos en Protágoras con
las críticas de Trasímaco en la República I al nomos político y, en concreto, a la justicia. En el entendido que
para Protágoras lo fundamental de las leyes es que beneficien a la polis y para Trasímaco, como se planteó en
el segundo capítulo, beneficien a todos los miembros de una ciudad; es posible, al menos, en teoría, en
encontrar una coincidencia relevante en cuanto a la aceptación de que las leyes deben beneficiar más que a los
individuos, a la sociedad en su conjunto. 34“El hombre es la medida de las cosas que son en tanto que son y de las que no son en tanto que no son”.
57
imprescindibles, al igual que las virtudes políticas de aidôs y dikê para una vida buena y
provechosa para el hombre35
.
Esto nos lleva a la interpretación de Decleva, para quien la importancia que tiene el
nomos, la doxa poleôs, y la prevalencia de los intereses colectivos sobre los individuales en
Protágoras, sugiere un sistema que ubica a todos los ciudadanos particulares en una
condición de “igualdad ante la ley” (isonomia) (Decleva 1999, 321). En tal orden de ideas,
Decleva, encuentra que en el contexto político de la Atenas de Pericles, donde se apreciaba
la libertad que gozaban sus ciudadanos y, además, del respeto colectivo de éstos a la vida
comunitaria, la igualdad ante ley confirma, en parte, la validez del Mito de Prometeo36
(Decleva 1999, 321-322).
Esto, conjugado con la tesis protagorena de que la aretê es enseñable y la educación
política es un ejemplo de ello, nos muestra justamente el papel educativo que debe cumplir
la polis ante el ciudadano (politês). Baste considerar, por ejemplo, que tras una larga
discusión sobre la forma en la cual se imparte la educación en Grecia en el pasaje (325c-
326c) del Protágoras, el sofista concluye diciendo que cuando los jóvenes se separan de
sus maestros, la ciudad a su vez les obliga a aprender las leyes ya vivir de acuerdo con
ellas, para que no obren cada uno a su antojo: de un modo sencillo, como los maestros de
gramática les trazan los rasgos de las letras con un estilete a los niños aún no capaces de
escribir y, luego, les entregan la tablilla escrita y les obligan a dibujar siguiendo los trazos
de las letras, así también la ciudad escribe los trazos de sus leyes, hallazgo de buenos y
antiguos legisladores, y obliga a gobernar y ser gobernados de acuerdo con ellas (326c-d).
La noción de physis en Protágoras, planteada en términos estrictamente políticos, es
más cercana a la noción que maneja Hobbes en el Leviatán. No obstante, y esto debemos
tenerlo claro, Protágoras no habla en ningún momento en el Mito de Prometeo sobre los
35 Debemos contar además con los reportes antiguos que asocian fuertemente a Protágoras con Pericles de
Atenas. La cercanía política entre éstos dos grandes personajes en la vida intelectual y política griega, alcanza
una de sus máximas expresiones en la tarea que le fue encomendada a Protágoras y, otros intelectuales
griegos, donde sobresale el historiador Heródoto, de elaborar una constitución para la ciudad pan-helénica de
Turios (cf. De Romilly 2010; Schiappa 2003, 179; Guthrie 1988, 258-259). 36 Segvic (2009, 19-24) y Kerferd (1981, 146-147) tienen lecturas similares a las de Decleva que le dan una
gran importancia al contexto político democrático alentado por Pericles en Atenas. Los comentaristas,
consideran, desde mi perspectiva, que Protágoras es una suerte de consejero de príncipes o ideólogo de los
cambios políticos y sociales adelantados por Pericles en el siglo V a. C. en Atenas.
58
problemas concretos entre los seres humanos en su condición pre-social, como sí lo haría
Hobbes con todo lo que connota su famosa frase de homo homini lupus. Esto no significa,
sin embargo, que el concepto que tiene Protágoras sea similar a la idea del buen salvaje del
Rousseau naturalista, ni mucho menos a la idea de amigable convivencia planteada por
Locke. Por el contrario, expresa sencillamente que en el mythos no se contempla aún la
posibilidad de conflictos interpersonales cuyas causas o motivos sean evidentes para
nosotros (i.e. envidia, gloria, honor, etc.). Lo que sí hace Protágoras al finalizar su
narración es que considera que aquellos que entre los hombres sean incapaces de participar
de las virtudes políticas de aidôs y dikê deben ser erradicados como una enfermedad
(nosos) de la ciudad (cf. Prt, 322d-e).
La analogía de los hombres que son incapaces de participar de las virtudes
necesarias para el establecimiento de la polis con una enfermedad, sugiere que aidôs y dikê
son imprescindibles y necesarios para la vida en comunidad. Además, la única parte en
donde se emplea directamente el término “nomos” en el mythos, es cuando Zeus ordena a
los hombres eliminar a quienes sean incapaces de participar de las virtudes políticas
distribuidas por Hermes. Esto plantea una similitud interesante con la lectura religiosa que
podemos llevar a cabo de la ley natural de Locke. Para Locke, como veíamos en el primer
capítulo, el componente religioso es importante. En este sentido, si leemos el mito desde
una óptica estrictamente religiosa, tenemos entonces que lo natural para el hombre y, por
ende, correcto, es seguir la gran ley divina que ordena hacer todo lo posible por participar
de aidôs y dikê. No obstante, esta interpretación va muy lejos en cuando a la función
simbólica que tiene el mythos en Protágoras y de los reportes clásicos que dan testimonio
de su agnosticismo.
II. Critias de Atenas: la superioridad moral y política del sophos
Critias de Atenas ha sido reconocido a lo largo de la historia por ser el tío de Platón
y uno de los más audaces de los treinta oligarcas que tomaron el poder en Atenas en 404;
pero también era un sofista, o por lo menos así le designaba la Antigüedad (De Romilly
2010, 109).La autoría del Sísifo satírico (DK 88B 25)ha dado lugar a interminables
59
discusiones entre los exégetas, quienes han llegado a la conclusión de que la autoria de tan
polémico trabajo se encuentra entre Critias o el poeta trágico Eurípides. Sin el ánimo de
entrar en las discusiones especializadas sobre la autoría del Sísifo, las cuales demandan un
conocimiento riguroso de todos los elementos de la lengua griega, no contribuyen en
mucho a lo que me propongo desarrollar en esta sección del capítulo, por lo cual, sigo las
visiones de Mondolfo (1942, 142), Barnes (1982, 451-458), Kahn (1985, 97-101) y Guthrie
(1988, 77), quienes en un sentido estrictamente práctico atribuyen el Sísifo a Critias de
Atenas.
El Sisifo de Critias, a diferencia del Mito de Prometeo de Protágoras, es más claro
en lo que respecta a la relación que existe entre los conceptos de physis y nomos. La
relación que se plantea en el Sisifo entre physis y nomos es a todas luces negativa. La
principal razón que lleva a Critias, como veremos más adelante, a considerar que la
naturaleza humana tiende a una vida bestial, similar al estado de guerra permanente de
Hobbes, es la ausencia de un sistema de penas y recompensas que juzgue, a partir de las
leyes que establecen los primeros hombres, imparcialmente a todos de manera tal que se
premie a los buenos y se castigue a los malhechores (Versos, 1-7).
En otro lugar, sostuve que Critias, a diferencia de Protágoras, plantea el surgimiento
de la sociedad en términos estrictamente utilitaristas (Ruiz 2011). Critias considera que la
condición natural del hombre se caracteriza por la ausencia de un orden (anarchia) y el
predominio de la fuerza esclava, con tal suerte que los seres humanos llevaban una vida
bestial (Vs., 1-4). En este sentido, los hombres en su condición natural, carecían de un
sistema punitivo lo suficientemente fuerte para castigar a quienes incumplían las leyes
punitivas que se establecieron en aras de que la justicia fuese un soberano imparcial para
todos y la insolencia su esclava (Vs., 5-7).
El problema fundamental de las primeras leyes punitivas que se establecieron en el
estado de naturaleza, no radica el hecho mismo de que sean fruto de la convención, sino,
por el contrario, en el conocimiento que tienen los hombres de que tales leyes punitivas
requieren, para su cumplimiento, de la vigilancia de los demás; esto es, que las leyes no son
débiles porque sean fruto de la convención, sino porque se sabe que dependen de la
vigilancia del hombre para su cumplimiento.
60
En este orden de ideas, no fue hasta que un hombre astuto y sabio de mente
(sophos) inventó, en bien de los hombres, el miedo a los dioses, para que los malvados
temieran, si cometían, a ocultas, alguna maldad, de obra, palabra o pensamiento, que la
vida en comunidad fue posible (Vs., 12-15). La introducción de la más dulce doctrina por
parte del sophos de Critias, oculta, como se observa en los versos 24-26, la verdad con un
falso argumento (i.e. la existencia de los dioses). El sophos, por medio de sus capacidades
retóricas, persuade a los hombres de que cumplan las leyes bajo la mentira piadosa de que
los dioses, con su excelsa capacidad de ver y oír todo en cualquier momento y ocasión, los
pueden reprender y castigar en tanto que obren en contravía de las leyes estatuidas por la
polis37
.
A partir de lo dicho hasta éste momento, encontramos, como se indicaba al
comienzo del capítulo, problemas de orden político y moral importantes. En lo que
concierne a los problemas morales, la cuestión fundamental que debemos esclarecer a partir
del Sísifo es bajo qué circunstancias un hombre es más justo que otro38
. De acuerdo con el
Sísifo, existen dos opciones para actuar justamente: 1. Por motivación propia (i.e. como
actúa el sophos) o 2. Por miedo a ser castigados por los dioses. Esto, justamente muestra la
oposición que, en términos modernos, se plantea entre seres autónomos y heterónomos.
La respuesta que podemos extraer del Sísifo, apunta precisamente a que un hombre
es más justo mientras seleccione la primera posibilidad que la segunda, esto es, siempre y
cuando sea un ser moralmente autónomo. Esto nos lleva, entonces, a considerar que los
hombres que reconocen, al igual que el sophos del Sisifo, que los dioses son una invención
humana, pero, sin embargo, actúan conforme a las leyes de la ciudad, son moralmente
superiores a los hombres que cumplidamente respetan las leyes por el temor a los dioses. La
37 El carácter persuasivo del sophos de Critias se asemeja a la estrategia que emprende el gran general
(stratêgos) Temístocles que hacia el 483 a.C. persuadió a los atenienses de construir una flota naval de 200
trirremes, bajo la falsa amenaza que representaba la vecina isla de Egina. El discurso persuasivo de
Temístocles, y con ello, la falsa amenaza de agresión de las fuerzas navales de Egina, tiene para el stratêgos
la finalidad de defender Atenas ante un inminente ataque de las fuerzas navales de los persas. El engaño
emprendido por Temístocles, como lo demuestran los reportes clásicos, beneficio bélicamente a Atenas. 38 Para Critias, el imperio de la ley (nomokratia) implica una concepción de la justicia según la cual, lo justo
es cumplir las leyes de la ciudad de la que se hace parte. En este sentido, es importante notar que la
definición de justicia que se puede derivar de lo descrito en el Sísifo satíricopor Critias es, en cierto sentido, el
blanco de las críticas de Antifonte de Atenas y, principalmente, de Trasímaco de Calcedonia, a la definición
positivista de justicia como el cumplimiento llano de las leyes.
61
pregunta, por ende, es si en realidad Critias se consideró a sí mismo como un humanista
secular39
.
El humanismo secular de Critias contrasta fuertemente con los reportes clásicos que
nos dan cuenta del carácter aristócrata del sofista ateniense (cf. Guthrie 1988, 290-295). En
el pasado capítulo, se aludía a que los sofistas causaron una gran conmoción en Atenas,
principalmente por la animadversión que despertaron en los círculos tradicionalistas y
aristócratas de la polis. Así, encontramos una contradicción o, al menos un problema de
consideración, entre el Critias histórico que fue uno de los más resueltos protagonistas de la
rebelión de los treinta tiranos en el 404 a.C. en Atenas con el Critias sofista y promotor de
la nomokratia.
Sin embargo, mi interpretación con respecto a éste punto es que si bien Critias
propone por un lado el imperio de la ley, por el otro, tiene claro que los hombres que están
llamados a gobernar la polis deben reunir, al menos, las características del sophos de la
condición original. Los hombres que en calidad de su superioridad moral (i.e. humanistas
seculares) tienen la capacidad oratoria suficiente para convencer a los demás, que por
oposición serían ignorantes y heterónomos, de dulces doctrinas como la del miedo a los
dioses ideada por el sophos, son quienes están llamados a gobernar y adaptar, si en
necesario, las leyes a la conveniencia de los buenos y en detrimento de los malos.
Ahora, y esto introduce el problema político del que hablábamos al inicio del
documento, ¿por qué razón deben los hombres ignorantes y heterónomos confiar en quienes
ya les han mentido? La respuesta, creo, es sencilla: porque son ignorantes. La superioridad
moral del sophos en la condición natural del Sísifo, nos invita a pensar en la superioridad
política de los hombres sabios y astutos de mente. Por ende, la propuesta que en realidad
está desarrollando Critias no es para nada revolucionaria. Por el contrario, propone,
similarmente a como lo haría Platón con la idea del rey filósofo o las monarquías absolutas
del siglo XVIIIcon el despotismo ilustrado, el establecimiento de gobiernos aristocráticos
que se distingan, ante todo, por el cumplimiento juicioso de las leyes por parte de todos los
hombres, sean sabios, ignorantes, autónomos o heterónomos.
39 Por “humanismo secular”, entiendo aquí la posición del hombre que actúa conforme a las leyes de la ciudad
sin tomar en cuenta en su acción razones de índole religiosa o divina.
62
Sin embargo, no deja de ser problemático el hecho de que las leyes y, en concreto,
la ciudad alcancen su máxima expresión a partir de un engaño (la existencia de los dioses o
la religión). De tal suerte, que con Critias se estaría anunciando una política de estado
paternalista que, en su caso extremo, puede conducir a la tiranía de los sabios de mente y
astutos. Los sabios (sophoi)bien pueden por medio de la palabra persuadir a los demás
hombres de lo que resulta conveniente para sí mismos y no para la ciudad en su conjunto.
Así, la crítica de Trasímaco a la definición de la justicia como el beneficio de los fuertes,
encuentra en la propuesta conservadora de Critias un blanco de ataque. Empero, y esto debo
reconocerlo, lo que aquí se ha presentado es tan sólo una de las posibles lecturas que se
pueden realizar de la propuesta de fondo que tiene el sofista ateniense en el Sísifo..
Ahora bien, si comparamos a Critias con los contractualistas modernos,
encontramos que el sofista ateniense se acerca más a la interpretación de Hobbes como un
defensor del absolutismo. Ambos filósofos coinciden parcialmente al considerar que la
condición natural de los seres humanos se caracteriza por ser un estado en el cual no existe
la justicia, en el sentido amplio de la palabra, por supuesto; de modo tal, que los hombres
viven similarmente a como lo hacen las bestias. Por otra parte, también hay una
coincidencia importante en lo que respecta al fundamento de la validez de la leyes y de la
sociedad. Para Hobbes, como se veía en el primer capítulo, el fundamento de la sociedad y
de las leyes descansa en el poder que detenta el Leviatán. Critias, por su parte, considera
que el fundamento de la sociedad se encuentra en el miedo que tienen los hombres a los
dioses (i.e. la religión).
Sin embargo, la semejanza entre Critias y Hobbes no es en ningún sentido perfecta.
La conformación o creación del gran dios mortal, como se refiere Schmitt al Leviatán, se
da para Hobbes a un nivel agregado donde cada individuo cede su derecho a ejercer la
violencia a un tercero. En comparación, la religión o, mejor, los dioses, son para Critias una
creación estrictamente individual, donde el sophos preocupado por el cumplimiento de las
leyes se aprovecha de forma descarada de la ignorancia de los demás hombres, he idea la
imagen de una instancia siempre vigilante y atenta, similar al prototipo de Estado de
vigilancia presentado por George Orwell en su novela 1984 con la figura del gran hermano.
63
CONCLUSIONES
La investigación que se desarrolló a lo largo del segundo y tercer capítulo han
controvertido las lecturas superficiales de los sofistas como relativistas morales y
subversores del orden político griego. La tesis, nos ha enseñado que las discusiones que
surgieron en torno a la antítesis nomos/physis son algo más complejas que la simple
oposición de los conceptos de nomos y physis. Se ha sugerido que las relaciones que se
mantienen entre éstos importantes conceptos, se alimentan de las percepciones de la
realidad política y social de Grecia por parte de los sofistas.
De este modo, concluí que la oposición de Antifonte de Atenas y Trasímaco de
Calcedonia al nomos y la justicia, correspondientemente, parten de la distinción entre un
nomos “político” o positivo, esto es, un nomos que eventualmente puede variar de una
ciudad a otra dependiendo de sus condiciones particulares, y un nomos ideal que, por el
contrario, que de acuerdo con los sofistas se nutre deben ser coherentes con la physis y
procurar perseguir el interés (sympheron) de todos los hombres que integran una polis.
Antifonte, de este modo, critica al nomos positivo principalmente porque éste no explícita
los preceptos normativos de la physis, la cual, como pudimos observar en el segundo
capítulo, se manifiestan en términos utilitaristas. Trasímaco de Calcedonia en la República
I, emprende una crítica al nomos adoptando las definiciones vulgares de la justicia. Su
propuesta, entonces, es la de una reforma de la justicia en términos del interés público de la
ciudad.
A partir de lo anterior, se encontró que Antifonte y Trasímaco coinciden al aceptar
la necesidad de una reforma profunda de la justicia y las leyes griegas. Sin embargo, la
propuesta de Antifonte es más radical que la de Trasímaco, en la medida en que él se negó
aceptar la superioridad de los griegos con respecto a los bárbaros, a partir de la idea de que
por naturaleza los hombres son iguales y lo que los lleva a considerarse superiores a otros
son leyes que han perdido el rumbo de la naturaleza.
De tal manera, se encontró que Antifonte tiene más similitudes con Locke, en la
medida en que ambos conciben, a su manera, por supuesto en que las leyes positivas deben
ser coherentes con la naturaleza. Sin embargo, y esto debemos tenerlo claro, la
64
positivización de la ley natural propuesta por Locke en el Segundo Tratado sobre el
Gobierno Civil, parte de una concepción moral del hombre en su condición natural. Por el
contrario, en Antifonte no tenemos herramientas de juicio suficientes para considerar que él
llegó hacerse, al menos parcialmente, una imagen moral del hombre en su estado natural.
Por otra parte, también notamos que Trasímaco tiene puntos en común con las
críticas a la sociedad y propiedad que desarrolla Rousseau en el discurso Sobre el origen y
los fundamentos de la desigualdad entre los hombres. Para el Rousseau poeta o naturalista,
como lo llamábamos en el primer capítulo, las leyes y, en general, la sociedad, surgen de la
necesidad de los primeros hombres que cercaron un terreno y convencieron a los demás que
éste les pertenecía, de legitimar los beneficios que se derivan del derecho individual a la
propiedad. Por su parte, Trasímaco, rechaza la idea de que la justicia consista en el interés
del más fuerte (to tou kreittonos […] sympheron , Rep. 338c), pues de acuerdo con lo que
dice en De la constitución, la concordia (homonoia) debe ser un principio rector en las
relaciones humanas, de tal suerte que se evite a toda costa los conflictos, guerras y
enfrentamientos por los intereses particulares de los gobernantes.
De Protágoras de Abdera y Critias de Atenas, sostuve, que fueron defensores del
nomos. Protágoras defendió las leyes a partir de la idea de que los seres humanos tienen la
capacidad de ser seres morales y políticos, en la medida en que acepten participar de las
virtudes políticas de aidôs y dikê. Esto, en comparación a la equivocada generalización de
la doctrina del homo mensura a los ámbitos moral y político, da indicios de que Protágoras
aceptó que el beneficio público de la ciudad debe primar sobre el interés individual de sus
gobernantes. Igualmente, se sugirió que la educación práctica o política de Protágoras,
muestra justamente que para el sofista de Abdera es imprescindible que los gobernantes o
los más capaces de la ciudad (dynatôtatos) administren correctamente (eubolia)los asuntos
de la ciudad (ta tês poleôs). Por otra parte, y no menos importante, se planteó que bajo la
lectura de Protágoras como un educador político o consejero de príncipes, la polis tiene,
ante todo, la misión de educar a la los ciudadanos en su edad adulta con leyes que redunden
en el beneficio e interés de todos sus ciudadanos.
Critias de Atenas en el Sísifo plantea una defensa del nomos que conlleva a dos
problemas fundamentales. El primero de ellos, que podemos considerarlo como un
65
problema de orden moral, se deriva de la superioridad moral del sophos en la condición
natural del hombre. Éste problema, nos da cuenta de que los hombres que son ateos o
agnósticos, pero, sin embargo, actúan conforme a las leyes de la polis por motivación
propia, son moralmente superiores que los hombres que cumplidamente acatan las leyes por
temor a los dioses (i.e. por motivos religiosos). Por otra parte, existe un problema político
que se deriva, a su vez, de la superioridad moral de los hombres sabios y astutos de mente,
el cual se plantea en términos de confianza y desconfianza de los gobernantes, legisladores
o cabezas prominente de la polis. La mentira que sirve a la fundamentación de la ciudad
(i.e. la religión), podría, desde una lectura que no podemos extraer directamente del Sísifo,
conducir al desmoronamiento de la confianza de los líderes políticos, morales y legales de
la ciudad. La defensa de la nomokratia, tal cual la plantea Critias en el Sisifo, debe estar a la
cabeza de los sophoi de la polis, que gracias a la ignorancia de los demás hombres, pueden
llevar correctamente las riendas de la ciudad.
Ahora, en lo que atañe a la relación de Protágoras y Critias con los contractualistas
modernos, notamos, a partir del último capítulo, que Protágoras y, especialmente, Critias,
se acercan, no sin problemas por supuesto, a la teoría del contrato social de Thomas
Hobbes. Ambos sofistas coinciden al aceptar la idea de un estado previo al surgimiento de
una sociedad estable, sin embargo, el carácter totalitario que eventualmente se encuentra en
Critias lo acerca a la lectura de Hobbes como un ideólogo del absolutismo.
Antifonte, Trasímaco, Protágoras y Critias, están de acuerdo en que las leyes son
necesarias para la estabilidad política, moral y social de las ciudades. La diferencia
fundamental entre las aproximaciones a la antítesis nomos/physis en ellos, es que Antifonte
y Trasímaco promueven reformas del sistema de valores griegos a partir de la crítica
exhaustiva de las leyes positivas que imperan para la época en Grecia y, en concreto, en
Atenas durante el siglo V a.C. Protágoras y Critias, en cambio, atacan directamente el
problema a partir de la teoría del contrato social, de tal manera, que son más propositivos
que Antifonte y Trasímaco en lo que respecta a este punto. Desde luego, que la presente
tesis no puede poner fin a más de un siglo de discusiones, pero lo que sí nos ofrece, es una
nueva lectura de los sofistas desde la teoría del contrato social de Hobbes, Locke y
Rousseau.
66
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