Koselleck Modernidad Libre
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El diagnstico de la modernidad en
la historia conceptual de R. Koselleck1
Jos Manuel Romero Cuevas
Universidad de Alcal (Madrid)
1. Ms que una historia de conceptos
La historia conceptual es en manos de R. Koselleck ms que una mera historia semntica de
determinados conceptos histricos y socio-polticos y una reflexin sobre las bases
metodolgicas y sobre el objeto de tal disciplina, que le conferiran su lugar especfico frente
a otras estrategias tericas como la historia de las ideas. Es ms que eso en una doble
direccin: por un lado, en tanto que prctica historiogrfica aplicada a los conceptos, aspira a
explicitar, a partir de las transformaciones semnticas de los mismos, modificaciones de largo
alcance en el proceso de surgimiento y consolidacin de la modernidad. Por otro, en tanto que
reflexin sobre las bases epistemolgicas de la historia de los conceptos, la historia
conceptual se ha visto impelida por Koselleck a plantearse la pregunta por las condiciones de
posibilidad de toda historia posible (entendiendo aqu historia tanto en el sentido de
acontecer real como de discurso historiogrfico sobre dicho acontecer). El primero de estos
desarrollos de la historia conceptual ha conducido a la realizacin de un diagnstico de la
modernidad apoyado en las transformaciones tematizadas en el contenido semntico de
determinados conceptos, el segundo ha fructificado en la idea de una disciplina terica,
denominada por Koselleck Histrica, que se ocupara de reconstruir las categoras
transcendentales de lo histrico. En el presente artculo voy a ocuparme del primero de los
desarrollos apuntados, a saber, del modo en que en la historia conceptual de Koselleck se
efecta todo un diagnstico de la modernidad, pero a lo largo de la exposicin nos
ocuparemos tambin, aunque superficialmente, del segundo de ellos.
Voy a comenzar exponiendo someramente el modo en que la historia conceptual sirve
a Koselleck de base para un diagnstico de la modernidad que ponga de manifiesto sus
posibles patologas (2). Apuntar en qu consiste sintticamente tal diagnstico y el mbito en
que Koselleck pretende encontrar el correctivo a la patologa moderna diagnosticada (3 y 4).
1 Quiero agradecer a Faustino Oncina y a Roberto Rodrguez Aramayo sus cuestiones y comentarios crticos a una primera versin de este texto, que me han ayudado a clarificar y (espero que) a mejorar mi argumentacin. A Faustino Oncina, adems, quiero agradecer vivamente que me haya introducido en la temtica de la historia conceptual, en la que estoy encontrando importantes cuestiones para la reflexin e interlocutores competentes con quien compartir y contrastar planteamientos.
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A continuacin propondr la necesidad de un diagnstico ms complejo y concreto que el
realizado por Koselleck (5) y, para ello, apuntar de manera tentativa (apoyndome para ello
sobre todo en las aportaciones de la literatura sobre la problemtica de la postmodernidad)
algunas transformaciones acaecidas en la experiencia social del tiempo y de la historia en las
ltimas dcadas (5.1 y 5.2). El objetivo de esa exposicin es reivindicar una aproximacin a la
problemtica del tiempo en la modernidad que se haga cargo de la relevancia de la variable
espacial respecto a las posibles transformaciones en la experiencia social caractersticas de
nuestra poca (5.3), transformaciones que, como pretendi Koselleck, podran ser
aprehendidas por una historia de las posibles transformaciones semnticas de los conceptos
histricos y socio-polticos ms importantes de las ltimas dcadas.
2. Historia conceptual y experiencia del tiempo
La historia conceptual de Koselleck pretende rastrear las transformaciones semnticas de
relevantes conceptos socio-polticos, atendiendo a cmo manifiestan las modificaciones tanto
en el espacio de experiencia como en el horizonte de expectativas del periodo histrico en que
se producen.2 Las transformaciones semnticas de determinados conceptos actuaran aqu
como sismgrafos para acceder a cambios de ms alto calado, que tienen que ver con
transformaciones en la experiencia social del tiempo y de la historia predominante en una
poca histrica concreta. Es sobre esta base que la historia conceptual de Koselleck efecta
todo un diagnstico de la modernidad, centrado en las transformaciones en la constelacin
que forman el espacio de experiencia y el horizonte de expectativa en ese periodo histrico.
Como ha afirmado Faustino Oncina, espacio de experiencia y horizonte de expectativas
pueden ser entendidos como los transcendentales por antonomasia de la historicidad.3 Si el
primero remite a lo vivido y experienciado, tanto en el mundo socio-histrico circundante
como a partir de lo transmitido por la tradicin, conservado en la memoria y reproducido en
las prcticas tradicionales (e incluye lo que podramos llamar, las enseanzas del pasado), el
segundo apunta a los deseos y esperanzas (aunque tambin a las angustias y temores)
referidos al porvenir, apunta al modo en que nos representamos el futuro y a cmo
proyectamos en l nuestros anhelos y preocupaciones.
Pues bien, para Koselleck lo que pone de manifiesto la historia de los conceptos
sociopolticos modernos es una creciente asimetra entre espacio de experiencia y horizonte
2 Ver R. Koselleck, Futuro pasado. Para una semntica de los tiempos histricos, Barcelona, Paids, 1993. 3 F. Oncina, La modernidad velociferina y el conjuro de la secularizacin, en R. Koselleck, Aceleracin, prognosis y secularizacin, Valencia, Pretextos, 2003, p. 20.
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de expectativas, en la que el segundo crece a costa del primero. Lo propio de la modernidad
sera la sobredimensin del horizonte de expectativas respecto de un espacio de experiencias
que resulta empobrecido. Lo vivido y experienciado hasta el momento (incluyendo el bagaje
de nuestra memoria social y las enseanzas del pasado) es cada vez menos relevante para
nuestra vida que la capacidad de asimilacin de las novedades que irrumpen en la vida social
y la disponibilidad respecto a los cambios incesantes exigidos por el presunto proceso de
realizacin de un futuro mejor, que tendra que llegar cuanto antes y a toda costa. Lo nuevo y
el anhelo de lo nuevo se convierten en la signatura de la experiencia moderna, respecto a lo
cual lo ya vivido, lo ya experienciado, pierde su enseanza y su peso. Ahora bien, esta
asimetra creciente en el seno de la experiencia social tiene como base la dinmica
constitutiva de la sociedad moderna, que la distingue de las formaciones sociales anteriores:
esta dinmica consiste para Koselleck en la aceleracin.
3. La aceleracin moderna como patologa
Ya antes de la revolucin industrial, la Ilustracin haba propagado, piensa Koselleck,
a travs de una secularizacin del mesianismo cristiano, el pathos de la aceleracin.4 Pero con
la revolucin tcnico-industrial, la aceleracin se desconecta de la visin cristiana del mundo
y asume autonoma como signatura de la modernidad. La visin de conjunto que Koselleck
posee de la modernidad se podra sintetizar de esta forma5: los ilustrados habran secularizado
las expectativas de salvacin cristianas introducindolas en el plano intrahistrico,
impulsando as una poltica revolucionaria para Koselleck irresponsable que conmovi los
cimientos sociales y culturales de Europa.6 Las problemticas revoluciones que se generaron
de este modo transformaron las sociedades europeas en una direccin que posibilit e impuls
la emergencia de la revolucin tcnico-industrial, que ha introducido una ola de aceleracin
sin igual en la historia. Esta aceleracin tcnico-industrial pone en crisis nuestra experiencia
del tiempo y de la historia, pues no permite que nuestro espacio de experiencia se sostenga ni
en las enseanzas del pasado ni, como vamos a ver luego, en el bagaje de saber arraigado en
las constantes antropolgicas que constituyen el soporte ahistrico de la historia y la
condicin de posibilidad de toda historia posible. Cercenado el contacto con este substrato por
4 R. Koselleck, Aceleracin, prognosis y secularizacin, p. 56-7. 5 Cf. ibd., p. 37-71. 6 Cf. la tesis doctoral de Koselleck, publicada con el ttulo Crtica y crisis. Un estudio sobre la patognesis del mundo burgus, Madrid, Trotta, 2007. Para una valoracin crtica de este libro, ver la recensin de Habermas titulada Crtica a la filosofa de la historia, en J. Habermas, Perfiles filosfico-polticos, Madrid, Taurus, 2000, p. 383-391.
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culpa de la aceleracin tcnico-industrial, estamos lanzados hacia el porvenir sin herramientas
que nos sirvan de orientacin, sin un espacio de experiencia consistente capaz de servir de
apoyo a nuestras expectativas de futuro. El resultado es la aniquilacin de la experiencia, la
extensin de un estado de confusin y el activismo sin sentido.
Respecto a esta patologa del tiempo moderno, la propuesta de Koselleck es ralentizar
este decurso enloquecido, insertar en el futuro ms efectos dilatorios.7 Esta ralentizacin
debera devolver su lugar a la estabilidad y la duracin de la estructura, cuya caracterstica
temporal () es la repeticin, el retorno de lo mismo.8 Esta aparentemente crptica
referencia al papel de la estructura y la repeticin en la concepcin de Koselleck de una
terapia del mal de la modernidad apunta a un aspecto central de su planteamiento. En diversos
lugares afirma Koselleck el estatuto fundamental de una serie de categoras antropolgicas y
en ese sentido metahistricas, que definen las condiciones de posibilidad de una historia.9
Aqu se definira el mbito de lo que Koselleck denomina Histrica: A diferencia de la
historia (Historie) emprica, la Histrica como ciencia terica no se ocupa de las historias
(Geschichten) mismas, cuyas realidades pasadas, presentes y quiz futuras son tematizadas y
estudiadas por las ciencias histricas. La Histrica es ms bien la doctrina de las condiciones
de posibilidad de historias (Geschichten). Inquiere aquellas pretensiones, fundadas
tericamente, que deben hacer inteligible por qu acontecen historias, cmo pueden
cumplimentarse y asimismo cmo y por qu se las debe estudiar, representar o narrar.10
Con ello Koselleck hace referencia a un estrato profundo del decurso temporal
compuesto por estructuras persistentes y procesos duraderos, que confieren a la historia el
carcter de repeticin11: la historia transcurre no slo con arreglo a una serie diacrnica
nica, sino que siempre contiene tambin repeticiones () que contienen cambio nico o
recurrencia de lo anlogamente igual o similar, o al menos de lo comparable.12 Esto es lo que
sustenta la posibilidad del pronstico histrico: los pronsticos son slo posibles porque hay
estructuras formales en la historia que se repiten.13 Es por ello que la historia puede ser
maestra de la vida y que nuestro horizonte de expectativa deba permanecer dentro de nuestro
7 R. Koselleck, Aceleracin, prognosis y secularizacin, p. 96. 8 F. Oncina, La modernidad velociferina y el conjuro de la secularizacin, en R. Koselleck, Aceleracin, prognosis y secularizacin, p. 23. 9 R. Koselleck, Aceleracin, prognosis y secularizacin, p. 76. Ver tambin R. Koselleck, Histrica y hermenutica, en R. Koselleck y H.-G. Gadamer, Historia y hermenutica, Barcelona, Paids, 1997, p. 76-94. 10 R. Koselleck, Histrica y hermenutica, en op. cit., p. 70. 11 R. Koselleck, Aceleracin, prognosis y secularizacin, p. 79. 12 Ibd., p. 81. 13 Ibd., p. 80.
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espacio de experiencia: efectivamente, podemos extraer del pasado conclusiones con vistas a
su aplicacin al futuro, si tales conclusiones se basan en la repetibilidad estructural.14
4. Los estratos del tiempo
En un importante ensayo, El futuro ignoto y el arte de la prognosis, Koselleck
introduce su conocida distincin entre diversos estratos del tiempo. Un primer estrato estara
definido por la sucesin a corto plazo impulsada por los imperativos cotidianos.15 En este
nivel resulta extremadamente difcil realizar pronsticos, pues nos encontramos ante un juego
de acciones y reacciones individuales impredecible. Un segundo estrato estara conformado
por las tendencias a medio plazo que escapan al control de los agentes. Aqu intervienen
numerosas condiciones transpersonales que ellas mismas se modifican slo con una
velocidad ms lenta que las acciones de los propios agentes. A este terreno pertenecen por
ejemplo, las crisis econmicas o los avatares de una contienda o de una guerra civil, o las
transformaciones a ms largo plazo a causa de la introduccin de nuevas tcnicas de
produccin, etc.16 En este plano cabra establecer analogas entre procesos histricos
impulsados por tendencias del mismo gnero, lo cual posibilitara realizar pronsticos de
carcter general (el ejemplo que pone Koselleck es el de las prognosis a finales del siglo
XVIII acerca del decurso de la Revolucin Francesa que se apoyaron en las enseanzas
aportadas por la Revolucin Inglesa del siglo XVII). El tercer y ms profundo estrato del
tiempo estara conformado por el plano de lo que Koselleck denomina duracin
metahistrica, en el que pueden ubicarse aquellas constantes antropolgicas a las que ya
nos hemos referido. En tanto que estas constantes actan como condiciones de posibilidad de
historias, por consiguiente, tambin del futuro, aportan la base para la repetibilidad
estructural de la historia y de los pronsticos certeros.17
Pues bien, la aceleracin tcnico-industrial habra afectado a estos estratos del tiempo
al acortar los lapsos de experiencia.18 Ha modificado la interrelacin de tales estratos,
haciendo ms difciles los pronsticos, pues los factores en juego se han multiplicado y
cambian con rapidez. Adems, la dinmica de cambio acelerado hace perder de vista la
dimensin representada por el estrato temporal ms profundo, impidiendo que pueda ser
tenida en cuenta en nuestra representacin del decurso histrico en marcha y del porvenir. De
14 Ibd., p. 81. 15 Ibd., p. 91. 16 Ibd., p. 92. 17 Ibd., p. 92-3. 18 Ibd., p. 96.
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esta manera, en el diagnstico de Koselleck, la irrupcin de la aceleracin tcnico-industrial
en la modernidad trastornara el modo en que tradicionalmente la repetibilidad estructural del
estrato de tiempo ms profundo interaccionaba con los estratos ms superficiales,
posibilitando as pronsticos sobre todo a medio y largo plazo. Se da un antagonismo entre la
aceleracin moderna y la repetibilidad estructural, que es la que aporta un poso de experiencia
y sabidura ancestral del que podemos aprender siempre para pronosticar el futuro y actuar
con prudencia en el plano histrico.
No puedo detenerme aqu a problematizar la concepcin de Koselleck de un estrato
profundo del tiempo que remitira a determinadas constantes antropolgicas y que
posibilitara la realizacin de pronsticos sustentados. En todo caso, quisiera atenerme slo a
la referencia de Koselleck a tales constantes antropolgicas en tanto que expresin de la
finitud ontolgica humana.19 Comparto la idea de que esta finitud es efectivamente
metahistrica, en el sentido de que, por ejemplo, el hecho de que nacemos o morimos no
posee carcter histrico (son hechos biolgicos que compartimos con los dems seres vivos),
lo que posee carcter histrico-cultural es el modo en que tal hecho se efecta y es
interpretado socialmente. Lo que quiero sostener es que la afirmacin de Koselleck de tales
constantes como condiciones de posibilidad de toda historia posible y por tanto como aquello
a lo que hay que atender, ms all de la distorsin de la experiencia histrica producida por la
aceleracin moderna, para comprender y predecir, dentro de los lmites de la prudencia, la
historia en marcha y el porvenir deseable, se enfrenta a un dilema del que no veo cmo puede
salir20. O bien, por un lado, se atiene Koselleck a los caracteres que definen la finitud
ontolgica humana, como es la trama de nacimientos y muertes, la existencia de padres e
hijos, de generaciones que se suceden, de fases en la vida individual, desde la infancia a la
vejez, pero entonces tal base antropolgica no permitira pronosticar nada relevante desde un
punto de vista histrico-poltico, pues seran constantes que delimitan pobre y vacamente el
mbito de lo posible. O bien, por otro, constatando esto e intentando hacer ms efectivo su
papel como posibilitador y delimitador de las historias posibles, se puede tratar de llenar de
contenido tal dimensin antropolgica constante introduciendo en ella elementos que no
provienen de un anlisis de la finitud humana, sino de generalizaciones a partir de la historia
acontecida: la oferta de categoras heideggeriana, esto es, las determinaciones de la finitud y
de la historicidad de la analtica existenciaria, que en su ms profunda estructura
19 R. Koselleck, Histrica y hermenutica, en op. cit., p. 85. 20 Refiero este dilema en mi trabajo La Histrica de Koselleck y la apertura de la historia, en Conceptos. Revista de investigacin graciana, A Corua, Universidad da Corua, 2008, no 5 (nmero monogrfico dedicado a la historia conceptual), p. 91-103.
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antropolgica persiguen a su manera la subjetividad trascendental kantiana, le resultan
insuficientes a Koselleck para derivar los trascendentales de las historias, los cuales se deben
cosechar o inducir a partir de la propia experiencia histrica.21 As, puede sostener Koselleck
que a las constantes antropolgicas pertenece la contraposicin entre amigo y enemigo, el
poder matar y el tener que morir, amo y esclavo, pblico y secreto.22 Pero, desde mi punto de
vista, esto implicara realizar una induccin injustificada desde la dimensin de lo
fcticamente acontecido hacia la de lo consitutivo de toda historia posible, con lo cual se da
lugar a una concepcin de la historia en la que el espacio de experiencia fagocita el horizonte
de posibilidades y lo sido servira para determinar los lmites de lo posible. Estaramos as
ante ese tipo de salto mortal lgico, caracterstico del mtodo inductivo de conocimiento, por
el que a partir de una cantidad finita de fenmenos se est dispuesto a generalizar o inducir
una ley de pretensin universal.23
5. Necesidad de un diagnstico complejo de la temporalidad moderna
Como no puedo detenerme en esto, en lo que sigue voy a centrarme en la problemtica
del diagnstico de la modernidad de Koselleck y su concepcin de la experiencia moderna del
tiempo. Hemos visto que Koselleck diagnostica la modernidad en trminos de aceleracin
creciente que socava la posibilidad de una experiencia coherente del pasado, del presente y
del porvenir. Respecto a esto quisiera sostener, por un lado, que el intento de dar cuenta de las
transformaciones de la experiencia en la modernidad a partir de una sola categora, la
aceleracin, puede pecar de cierto reduccionismo o de explicacin monocausal (una causa
nica, la aceleracin, sera responsable de la multiplicidad de transformaciones en la
experiencia del tiempo en la modernidad), por lo que se requerira de una complementacin
de tal categora con otros factores que den cuenta de la efectiva complejidad de la
transformacin de la experiencia moderna. Por otro lado, el mbito temporal que Koselleck
pretende abarcar con su diagnstico es quiz demasiado amplio (toda la modernidad), lo que
puede dar una impresin de homogeneidad y de identidad que encubrira transformaciones de
ms corto alcance, pero por ello no menos importantes, no perceptibles a partir del empleo
nicamente de la categora de aceleracin. Por ello, a la hora de afrontar la cuestin de las
21 J. L. Villacaas y F. Oncina, Introduccin a R. Koselleck y H.-G. Gadamer, Historia y hermenutica, ed. cit., p. 29. 22 Ver R. Koselleck, Histrica y hermenutica, en op. cit., p. 73-84. 23 Los argumentos que hace aos A. Chalmers contrapuso al inductivismo en el marco de la filosofa de la ciencia pueden encontrar tambin su validez aqu. Ver A. Chalmers, Qu es esa cosa llamada ciencia?, Madrid, Siglo XXI, 1988.
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posibles transformaciones de la experiencia sera preferible quiz centrarse en un periodo ms
breve, para atender as a fenmenos y factores que puedan haberse tornado relevantes junto o
por encima incluso del papel de la aceleracin. En consecuencia, no pretendo afirmar que el
diagnstico de Koselleck sobre la modernidad sea rechazable sin ms. Lo que propongo es la
necesidad de complejizarlo para tener en cuenta transformaciones que puede que transciendan
la problemtica de la aceleracin y que han podido tener lugar en el interior de ese largo
periodo denominado modernidad.
En el espacio de que dispongo aqu no puedo sustentar terica y empricamente el
diagnstico complejo de la temporalidad moderna al que he apelado. Debo contentarme con
algo mucho ms limitado y provisional. Voy a referir tentativamente algunos fenmenos y
procesos que, segn influyentes interpretaciones de la historia reciente, caracterizan a nuestro
propio momento histrico, en concreto, a los ltimos 30 o 35 aos. En este periodo hemos
asistido al punto culminante (seguido de un sorprendente y rpido ocaso) de las discusiones
en torno a la problemtica de la postmodernidad, donde la temtica de la experiencia del
tiempo y de la historia ocup un lugar relevante. En efecto, un tema recurrente en tales
discusiones fue la tesis de que la postmodernidad se caracteriza por una nueva condicin
histrica definida por un empobrecimiento de la experiencia del tiempo, que se traduce sobre
todo en el ocaso de las expectativas positivas respecto al porvenir. El desmoronamiento de la
idea de progreso, la prdida de valor de lo nuevo y la desaparicin de la confianza en el
porvenir definiran una condicin marcada por la instalacin en un eterno presente, ya no
abocado a un futuro que habra que construir sino a un pasado del que extraera motivos
orientadores en una actitud a medias ldica y a medias irnica.24 Voy a apoyarme aqu, en
lneas generales, en los resultados de tales debates, pero con la intencin de trascenderlos,
como se ver, ms adelante.
5.1. La decadencia de lo nuevo
Efectivamente, tal como fue explicitado en el marco de los debates referidos, el
fenmeno ms significativo en las ltimas dcadas, en contraste con los aos 50 y 60 del siglo
XX, puede que haya sido la generalizacin social de la dificultad para representarse la
24 La bibliografa sobre la problemtica de la postmodernidad es literalmente inabarcable. Un texto que fue muy influyente por su capacidad de generar debates fue el libro de F. Lyotard La condicin postmoderna, Madrid, Ctedra, 1984. Otros libros relevantes sobre esta cuestin son H. Foster (ed.), La posmodernidad, Barcelona, Kairs, 1985, T. Eagleton, Las ilusiones del posmodernismo, Buenos Aires, Paids, 1997, D. Harvey, La condicin de la posmodernidad, Buenos Aires, Amorrortu, 1998 y A. Callinicos, Contra el postmodernismo,
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posibilidad de un futuro cualitativamente mejor para todos. Como ha sostenido F. Jameson,
nos hemos vuelto incapaces de imaginar un porvenir mejor, ms justo, ms all del
capitalismo. En nuestro imaginario, el capitalismo parece haber acabado agotando el mbito
de lo representable como posible: Parece que hoy da nos resulta ms fcil imaginar el total
deterioro de la Tierra y de la naturaleza que el derrumbe del capitalismo; puede que esto se
deba a alguna debilidad de nuestra imaginacin.25 Tal como Jameson ha mostrado a partir de
su aguda interpretacin de productos de la cultura de masas como los filmes de Hollywood,
parece que la nica manera en que an podemos representarnos un futuro ms all del
capitalismo es a travs de la irrupcin de la catstrofe, en la forma de un desastre natural
(desde la cada de un asteroide hasta un cambio climtico repentino) o artificial (una guerra,
accidente o atentado de tipo nuclear, bacteriolgico, etc. o la recurrida invasin
extraterrestre). Pero parece haber desaparecido de nuestras cabezas la idea de una posible
transformacin consciente del mundo social en una direccin justa.26 Nos encontraramos, por
tanto, ante un debilitamiento de la expectativa de lo nuevo en el plano socio-histrico.27 Si lo
nuevo slo es representable en este plano en trminos catastrficos, entonces es comprensible
que la expectativa positiva respecto a l haya sido sustituida por un temor indiferenciado ante
la difusa amenaza de la irrupcin del acontecimiento desastroso. La expectativa positiva y el
deseo de lo nuevo se habran desplazado por ello desde el plano histrico-poltico a otro
mbito, donde continuara jugando un papel central en la incentivacin de la accin y al que
se le seguira rindiendo culto. No me refiero al mbito del arte y el de la produccin cultural
Bogot, El ncora Editores, 1993. Para un clarificador balance del debate sobre la postmodernidad, ver P. Anderson, Los orgenes de la posmodernidad, Barcelona, Anagrama, 2000, p. 9-66. 25 F. Jameson, Las semillas del tiempo, Madrid, Trotta, 2000, p. 11. Segn I. Buchanan, Jameson habra efectuado un diagnstico de dos diferentes tipos de fracaso de la imaginacin: el primero es el fracaso para desarrollar una representacin til del presente, una que nos haga capaces de ver tanto sus limitaciones como sus potencialidades y que, de manera ms importante, nos haga capaces de percibir su naturaleza sistmica profunda; el segundo es un fracaso para imaginar una forma de futuro que no sea ni una prolongacin del presente ni su desaparicin apocalptica. I. Buchanan, Foreword, en F. Jameson, Jameson on Jameson. Conversations on cultural Marxism, Durham y Londres, Duke University Press, 2007, p. x. 26 De F. Jameson ver, adems de la obra citada, sus libros Signatures of the Visible, Nueva York/Londres, Rouletge, 1992, La esttica geopoltica. Cine y espacio en el sistema mundial, Barcelona, Paids, 1995, Teora de la postmodernidad, Madrid, Trotta, 1996, El giro Cultural. Escritos seleccionados sobre el posmodernismo 1983-1998, Buenos Aires, Manantial, 1999 y Archaeologies of the Future. The Desire Called Utopia and Other Science Fictions, Londres/Nueva York, Verso, 2007. 27 Creo que C. Dutt ofrece una interesante conceptualizacin de este fenmeno con su categora de destemporalizacin (Entzeitlichung): habra que pensar en completar la categora de Koselleck de temporalizacin de los conceptos, o sea su carga con los momentos de espera de una filosofa de la historia orientada hacia el futuro, a travs de una categora de destemporalizacin entendida como disolucin o por lo menos debilitamiento de determinaciones conceptuales filosfico-histricas anteriormente dominantes. As por ejemplo el concepto de progreso que durante los siglos XVIII y XIX fue marcado completamente por una filosofa de la historia orientada al futuro, en las ltimas dcadas ha experimentado su destemporalizacin, es decir su desacoplamiento de toda filosofa de la historia orientada al futuro. Ver C. Dutt, Funciones de la historia conceptual, publicado en el presente volumen.
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en general, donde la categora de lo nuevo entr tambin en crisis hace dcadas.28 Me refiero
al mbito, ms profano, pero por ello no menos embriagador, de la produccin y consumo de
mercancas. El deseo de lo nuevo ha quedado relegado a la oferta de mercancas, es aqu
donde sigue despertando pasiones colectivas y motivando conductas.
Pero se trata de una novedad paradjica la que encontramos aqu pues, como ya supo
leer W. Benjamin en el planteamiento de Marx, en la mercanca lo nuevo se da en el marco de
unas relaciones sociales que permanecen idnticas29: La dialctica de la produccin de
mercancas en el capitalismo avanzado: la novedad del producto adquiere en cuanto estimula
la demanda una importancia desconocida hasta entonces. Al mismo tiempo resulta evidente,
en la produccin en masa, lo siempre-otra vez-igual.30 Efectivamente, la novedad se da en el
seno de la misma relacin de compra-venta, que lo nuevo reproduce y reafirma. Esta
dialctica de lo nuevo y lo siempre igual, descifrable en la forma de la mercanca, sirvi de
base a Benjamin en los aos 30 del siglo XX para todo un diagnstico crtico de la
modernidad que puso en cuestin la validez de la idea burguesa de progreso: La
modernidad es la poca del infierno. (...) Se trata ms bien de que la faz del mundo,
precisamente en aquello que es lo novsimo, jams se altera, de que eso novsimo permanece
siendo de todo punto siempre lo mismo. Esto constituye la eternidad del infierno. Determinar
la totalidad de los rasgos en los que se manifiesta la modernidad significara exponer el
infierno. 31 En otro lugar sostiene: Hay que basar el concepto de progreso en la idea de
catstrofe. Que esto siga sucediendo, es la catstrofe. Ella no es lo inminente en cada caso,
sino lo que en cada caso est dado. As Strindberg en Despus de Damasco?: el infierno
no es nada que nos sea inminente, sino esta vida aqu.32
Benjamin, ubicado en un marco temporal que ya no es el nuestro, pudo seguir
adoptando la expectativa de lo nuevo como central, como uno de los modos de apariencia
mtica o ideolgica de la temporalidad moderna: El colectivo onrico no conoce historia
alguna. Para l, el curso del acontecer fluye como lo mismo de siempre y lo novsimo de
siempre. Y es que la sensacin de lo ms nuevo y moderno es una forma onrica del acontecer
28 Ver A. Compagnon, Las cinco paradojas de la modernidad, Caracas, Monte vila, 1991. 29 Como ha sostenido D. Frisby, Marx sita una dimensin de la modernidad en la continua aparicin de nuevas mercancas, que oculta la reproduccin de las mismas relaciones de produccin (...), aunque ese mundo de las mercancas parece ser permanentemente transitorio, va acompaado de la continua reproduccin de las mismas relaciones: las relaciones que postulan la reproduccin capitalista. D. Frisby, Fragmentos de la modernidad. Teoras de la modernidad en la obra de Simmel, Kracauer y Benjamin, Madrid, Visor, 1992, p. 55 y 58 (el texto citado por Frisby es del propio Marx). 30 W. Benjamin, Libro de los Pasajes, Madrid, Akal, 2005, p. 339. 31 Ibd., p. 558-9. 32 Ibd., p. 476. Sobre la crtica de Benjamin a la categora de progreso, ver adems sus Tesis sobre el concepto de historia en W. Benjamin, Obras, Libro I, vol. 2, Madrid, Abada, 2008, p. 305-318.
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como el eterno retorno de lo mismo.33 De ah que pueda concluir en una tesis como sta: La
creencia en el progreso, en una infinita perfectibilidad la tarea infinita en la moral y la del
eterno retorno, son complementarias. Son las antinomias irresolubles frente a las cuales hay
que desplegar el concepto dialctico del tiempo histrico. Ante l, la idea del eterno retorno
aparece como ese mismo chato racionalismo por el que tiene mala fama la creencia en el
progreso, que pertenece al modo de pensamiento mtico tanto como la idea del eterno
retorno.34 No puedo ocuparme, por razones de espacio y por la estrategia de mi
argumentacin en este escrito, del modo en que el diagnstico de la temporalidad moderna de
Benjamin en trminos de dialctica de lo nuevo y de lo siempre igual, supone un claro
contramodelo respecto al diagnstico de Koselleck. Se trata de otro macrodiagnstico de la
modernidad que alcanza cotas de complejidad cualitativamente mayores que el del historiador
conceptual. Tengo que dejar tal contraste para otra ocasin, pues aqu voy a centrarme en
transformaciones ms recientes de la experiencia histrica sintetizables en la extensamente
comentada crisis de lo nuevo en la experiencia dominante del tiempo en nuestra poca.
5.2. Una aceleracin sin cambio? Implicaciones para la experiencia
Se podra sostener que el reciente declive de la expectativa de lo nuevo en el plano
histrico ha provocado una transformacin profunda del significado de la aceleracin
moderna, pues sta va a aparecer ahora paradjicamente ante un fondo de oclusin de la
posibilidad de novedad histrica real. Esta tesis nos puede proporcionar la base para retomar
la posicin de Koselleck y avanzar hacia un diagnstico ms complejo del tiempo presente.
Quiz Koselleck tenga razn, y se pueda caracterizar nuestra experiencia actual del decurso
histrico y del tiempo biogrfico individual a partir de la dinmica de aceleracin, pero se
podra proponer que se trata de una aceleracin que aparece en el seno de un mismo marco,
que no cambia. Con esta formulacin, que transforma el diagnstico de la temporalidad
moderna de Benjamin, pero siguiendo en su estela, podra sostenerse que los cambios
acelerados apareceran como cambios meramente cuantitativos en el interior de unas reglas de
juego que permaneceran idnticas. Tendramos as una aceleracin sin movimiento real.35 Es
33 W. Benjamin, Libro de los Pasajes, ed. cit., p. 561. 34 Ibd., p. 145. 35 Lo cual ira de la mano de la extensin de una paradjica sensacin de tiempo detenido. Esto se puede poner de manifiesto al considerar algo en principio tan poco filosfico como la letra de una cancin de un grupo de msica pop-rock. El texto, del que voy a citar un extracto, parece contentarse con describir de manera aparentemente distanciada fenmenos de lo ms diverso, abarcando lo extremo y lo cotidiano y banal: Nuevas parejas se estrenan esta noche,/ entre las sbanas de pensiones baratas./ Diez mil obreros en paro/ esperan en la plataforma de suicidio colectivo./ Muchachos duros, ingresan en la mafia,/ pap revlver protege a sus hijos./
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algo as como el roedor que corre sin cesar en el interior de una rueda dentro de su jaula.
Puede recorrer kilmetros sin moverse del sitio.36 Al confrontar el planteamiento de
Koselleck con esta situacin, que parecera implicar la realizacin de su defensa de la
repeticin de la estructura como correctivo frente a la aceleracin moderna, constatamos que
tal situacin conlleva en realidad unos resultados diferentes a los que l haba esperado. En
primer lugar hay que apuntar que lo mismo reproducido por el acontecimiento instantneo y
fugaz no son estructuras que remiten, como en Koselleck, a lo ahistrico antropolgico (la
finitud ontolgica humana), de lo que podamos extraer una enseanza para el futuro, sino a la
estructura social, a las reglas de juego social, coaguladas por la correlacin de fuerzas
existente en el marco de la sociedad moderna en forma de una segunda naturaleza frente a la
que nos sentimos an ms impotentes que respecto a la primera.
En segundo lugar, los efectos de la repeticin de la estructura sobre la experiencia de
los sujetos son diferentes a lo que Koselleck haba deseado. La devaluacin de la expectativa
de lo nuevo en el escenario socio-histrico y la consiguiente degradacin de la aceleracin a
aceleracin que no genera cambio real, sino que reproduce lo mismo, est afectando a la
capacidad de los sujetos para reconstruir el curso temporal colectivo (la historia comn) e
individual (la propia biografa) en trminos narrativos como un decurso con sentido: un
decurso en el que se pone en juego nuestra identidad (lo que aspiramos ser) y nuestra
autonoma (nuestra pretensin de autodeterminacin racional). La aceleracin sin cambio real
dificulta que en lo acaecido pueda encontrarse un hilo conductor significativo, una trama que
nos permita comprobar que algo coherente y consistente, algo planeado por nosotros se va
realizando. El resultado es una acumulacin creciente de vivencias que no implican desarrollo
o cambio sustancial y por ello difcilmente integrables en una historia colectiva o en una
biografa con pretensin de coherencia (es decir, con pretensin de ser proceso de
crecimiento, desarrollo o maduracin). Se trata de vivencias que son por tanto fcilmente
desechables y olvidables. Este debilitamiento de la capacidad de experimentar coherente y
narrativamente el propio pasado (como un pasado significativo para el proceso de
constitucin de la propia colectividad o de uno mismo como ser autnomo) va de la mano del
Los estudiantes se suicidan/ disparando contra la polica./ Los nuestros se quejan por los cristales rotos,/ en todas partes hay gente idiota./ Madame Cloth se abanica con sus acciones/ devaluadas al cuarenta por cien./ Nuevos cantantes hacen el ridculo/ en viejos festivales como Eurovisin. Lo relevante de esta letra para nuestro tema es que, aun refiriendo a la realidad social de su momento (1983), contina pudiendo remitir, hasta el detalle, a la realidad de nuestro mundo ms de 25 aos despus. Esta apariencia de intemporalidad es ndice del carcter de pseudomovimiento de la aceleracin a la que parece estar sometida la vida en las ltimas dcadas. 36 Otra posible imagen, de P. Virilio, sera la de un remolino que no se mueve del sitio. Debo esta referencia a Jos Antonio Zamora, que la incluye en su trabajo Dialctica mesinica: tiempo e interrupcin en Walter Benjamin, en G. Amengual, M. Cabot y J.L. Vermal (eds.), Ruptura de la tradicin. Estudios sobre Walter
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patente predominio en nuestra percepcin del pasado de los parmetros de la industria cultural
y de lo que con A. Gmez Ramos podramos denominar actitud caracterstica del turista37.
Desconectado de nuestra pretensin de devenir agentes capaces de autodeterminacin, el
pasado se convierte en un almacn de motivos y productos explotables, ldica y
mercantilmente, por la actitud consumista y fetichista respaldada por la cultura de masas.
Toda esta situacin la podramos sintetizar diciendo que lo que encontramos en
nuestro tiempo es una cada del horizonte de expectativas sociales dentro de los lmites de
nuestro espacio de experiencia. Pero esta cada no ha tenido tampoco los efectos positivos que
Koselleck esperaba. No ha posibilitado la constitucin de una experiencia de lo histrico que,
liberada del mito moderno de lo nuevo, sea capaz de asumir la relevancia de la temporalidad
cclica de las estructuras formales profundas de la historia, aprendiendo de esta manera de lo
sido para afrontar con prudencia el porvenir. Tal cada ha generado en cambio, sobre todo en
el mundo desarrollado, la sensacin de que ya no hay nada importante por hacer en nuestro
mundo social circundante, de que todo est hecho o intentado (y fracasado) y de que lo
posible ha sido agotado por lo dado (y por lo frustrado). No se espera nada significativo del
porvenir. O mejor dicho, no se sabe siquiera si hay algo que merezca la pena esperar. Esta es
efectivamente la base para el aburrimiento.38 Pero se trata de un aburrimiento profundo que
convive con (y que huye de s mismo en) el activismo cotidiano, el ajetreo que no lleva a
ninguna parte. Quiz porque no hay adnde ir. El empobrecimiento de la experiencia del
tiempo habra ido de la mano de un empobrecimiento de la capacidad para experimentar la
diversidad espacial, empobrecimiento que recibe apoyo de una efectiva homogeneizacin
global del espacio, al menos del espacio que suele ser transitado por el viajero y el turista: en
todo el mundo los lugares de trnsito y de visita del turista estn cada vez ms preparados,
configurados y acondicionados para concordar con su actitud de turista-consumidor y
satisfacer sus expectativas de disfrute y de consumo. Algo parecido ocurre con los centros
modernos de las grandes ciudades y con las ciudades famosas por su patrimonio cultural. En
ellas podemos encontrar tambin manifestaciones de lo mismo. Los centros de las ciudades
aparecen como cada vez ms indiscernibles: oscilan entre, por una parte, la voluntariosa
recreacin de un pasado que se aspira a explotar comercialmente y que recuerda la
acumulacin de pastiches propia de los parques temticos y provoca la misma sensacin de
Benjamin y Martin Heidegger, Madrid, Trotta, 2008, p. 83-138 y donde el autor afronta las antinomias en la vivencia del tiempo generadas en la modernidad por las relaciones de produccin capitalistas. 37 A. Gmez Ramos, Reivindicacin del centauro. Actualidad de la filosofa de la historia, Madrid, Akal, 2005. 38 Sobre la categora de aburrimiento, ver los anlisis de M. Heidegger, Los conceptos fundamentales de la metafsica. Mundo, finitud, soledad, Madrid, Alianza, 2007, p. 106-233, y de W. Benjamin, Libro de los Pasajes, ed. cit., p. 127-145.
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artificiosidad y de ficcionalizacin del pasado que stos generan39 y, por otra, la disposicin
anloga del mismo tipo de edificios modernos y funcionales con cafeteras, restaurantes y
comercios de las mismas cadenas internacionales. Los centros urbanos tienden a convertirse
en esos no-lugares aspticos y sin memoria (o con una memoria simulada y construida
como objeto de consumo de masas) de los que habl Marc Aug.40
5.3. La variable espacial
En todo caso, es necesario ser conscientes de que posiblemente buena parte de estos
fenmenos y procesos no se dan homogneamente en la superficie del globo que, a pesar de
lo que pueda aparecer al turista habitual, no es en realidad un espacio homogneo. Es muy
probable que las transformaciones en la experiencia del tiempo y de la historia a las que
hemos apuntado aqu predominen sobre todo en el mundo desarrollado occidental. En otros
lugares (y uno puede pensar en determinadas zonas de Asia que participan del llamativo
desarrollo socioeconmico de la regin o de Latinoamrica, donde se ha abierto una dinmica
de efervescencia social y poltica sin precedentes en las ltimas dcadas), la experiencia del
tiempo puede que posea connotaciones diferentes. Por ello, y a diferencia de las pretensiones
de determinados debates sobre la postmodernidad, que aspiraban a tematizar una cesura
epocal global en nuestra condicin histrica, es posible que los fenmenos que se han
apuntado aqu no tengan un alcance ontolgico, antropolgico, ni siquiera histrico epocal, en
el sentido de que supongan un cambio global a nivel de la experiencia colectiva del tiempo.
Puede que tales fenmenos sean en cambio algo que nos est pasando a nosotros por el lugar
que ocupamos en el heterogneo espacio global. Pues efectivamente, la experiencia del
tiempo depende del espacio, es decir, depende del lugar que se ocupa en un espacio
cualitativamente diferenciado.41
Y lo que diferencia cualitativamente los espacios en nuestro mundo globalizado no es,
como todos sabemos, una posible diferencia a nivel del sistema econmico. Si eso ocurri una
vez, desapareci con el final de la Guerra Fra. Ahora resulta evidente que el mundo est
homogeneizado econmicamente en trminos capitalistas. La diferencia relevante para
nuestro problema se da en el interior de este marco omniabarcante, este marco que, como
39 Tal como me hizo notar agudamente Luis Maraver Prez durante una reciente visita a la turstica ciudad alemana de Rdesheim. 40 M. Aug, Los no-lugares. Espacios de anonimato, Barcelona, Gedisa, 1993. 41 Agradezco a O. Kozlarek que en nuestras discusiones me haya hecho hincapi en este punto. l avanza en esta direccin en su obra Crtica, accin y modernidad. Hacia una conciencia del mundo, Mxico, Drada/Universidad Michoacana de San Nicols de Hidalgo, 2004.
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decamos, permanece el mismo. Se trata, como ha mostrado el economista norteamericano G.
Arrighi, de la diferencia definida por la emergencia o decadencia de los ciclos de acumulacin
econmica, impulsados cada uno de ellos por pases o regiones determinadas del globo42. En
concreto, la signatura de las transformaciones en la experiencia del tiempo a las que me he
referido remitiran al contexto de relevo de un ciclo de acumulacin, capitaneado segn
Arrighi por EE.UU. desde la Segunda Guerra Mundial, por otro, que estara centrado en la
regin del este asitico, en torno a potencias econmicas como Japn y China. Los fenmenos
que hemos referido nos estaran pasando a nosotros en tanto que ciudadanos de una zona del
globo que ha participado en el impulso de un ciclo de acumulacin hegemnico a nivel global
que alcanz su punto mximo entre los aos 50 y 70 del siglo XX, pero que parece haber
entrado en una larga onda de decadencia desde mitad de los aos setenta de tal siglo y en la
que habra que inscribir la actual crisis financiera que afecta a EE.UU. y, por extensin, a todo
el globo. Al entender las cosas as, estaramos historizando y ubicando espacialmente
procesos que son vividos por nosotros como constitutivos de nuestra condicin histrica
actual, lo cual puede posibilitar una comprensin ms adecuada del significado y alcance de
las transformaciones sufridas por nuestra experiencia del tiempo y una reflexin acerca de los
modos de afrontar y responder a tales transformaciones.
Para terminar, voy a retornar a la historia conceptual de Koselleck para expresar mi
conviccin de que las posibles transformaciones en la experiencia del tiempo de las ltimas
dcadas pueden ser puestas de manifiesto por una historia de los conceptos sociopolticos tal
como fue pensada y practicada por este autor. Una historia de las posibles transformaciones
semnticas despus de la Segunda Guerra Mundial de conceptos como historia y progreso,
modernidad y postmodernidad o liberalismo y socialismo, podra explicitar productivamente
transformaciones en el plano de la experiencia relevantes para comprender determinados
procesos en marcha en el mundo en que vivimos. Con una labor as se actualizara en
consecuencia la vocacin del trabajo terico de Koselleck de apuntar a la intervencin en el
mundo, a la produccin de efectos responsables de naturaleza poltica.43
42 Ver G. Arrighi, El largo siglo XX, Madrid, Akal, 1999 y, del mismo autor, Adam Smith en Pekn, Madrid, Akal, 2007. 43 J. L. Villacaas y F. Oncina, Introduccin a R. Koselleck y H.-G. Gadamer, Historia y hermenutica, ed. cit., p. 29.