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    "Ambigedad y ambivalencia de los lazos de transmisin

    entre generaciones",

    Notas de la conferencia dictada por Rene Kaes1 en julio 2003

    Universidad Maimnides

    Al fin del milenio, en el corazn de la crisis posmoderna, que es la de los puntos de referencia y de

    la confusin de los gneros, hay un debate que nace en las sociedades donde la organizacin

    social y cultural ha sido desestabilizada por diversas razones: se refiere a la transmisin de la vida

    psquica entre las generaciones; interroga la naturaleza del vnculo que une y que distingue a los

    sujetos de sus predecesores y sucesores.

    Esto se produce en un contexto que devela la diversidad de los determinantes metapsquicos de

    estos problemas. De un lado, las grandes desestabilizaciones sociales debidas a laindustrializacin y la urbanizacin, la irrupcin de la shoah y las diversas formas de la violencia de

    Estado han producido efectos de ruptura entre las generaciones, pero tambin efectos de

    solidaridad, por ejemplo en el vnculo organizado por el traumatismo y la culpabilidad.

    De otro existen determinantes, entre los cuales los psiclogos no deben menospreciar la variable

    demogrfica: el aumento de la esperanza de vida y el envejecimiento de la poblacin en la mayor

    parte de los pases, el crecimiento demogrfico en los pases econmicamente menos

    desarrollados, transforman las relaciones de generacin, creando tambin solidaridad, violencia y

    rupturas. Habr todava que tomar en consideracin la incidencia de las tcnicas de procreacin

    mdicamente asistida sobre la representacin del nio, sobre las representaciones de la filiacin.

    Supongo que el conjunto de estos factores tuercen los vnculos entre generaciones hacia una

    cierta ambigedad, como sucede en los perodos de transformacin de los sistemas que rigen los

    vnculos intersubjetivos. Esta ambigedad tiene su base en un movimiento paradojal de

    sobrevalorizacin y desvalorizacin del nio y del anciano. En Francia y probablemente en todos

    los pases postindustrializados, ese doble movimiento paradojal toma el siguiente talante: Su

    Majestad el Beb, sostn de la continuidad narcisista por la inversin que recibe de las

    generaciones que le preceden, es al mismo tiempo objeto de una violencia y de una explotacindestructiva; la seduccin del nio coexiste con un amento de los abandonos y del maltrato. Su

    Majestad el Viejo es a la vez una carga que pesa sobre los jvenes (pensamos aqu en la novela

    de Buzzati, La caza de los viejos) o una inutilidad flagrante una vez que su productividad se

    extingue: la valorizacin econmica de las personas de edad coexiste con su extrema soledad.

    S.M. el Beb y S.M.el Anciano son pseudosoberanos frgiles, adulados, cortejados y

    descalificados: el beb es un producto de consumo; el anciano ha sido despojado de su funcin de

    sabio, depositario de la memoria y de la historia; no es ms un apoyo y una referencia

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    Psicoanalista francs ;discpulo de D.Anzieu , especialista en grupos e instituciones

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    indispensables para dotar al conjunto de la continuidad de la cual necesita para tomar races y

    asegurar sus seales identificatorias. No se lo escucha ms que en las investigaciones de

    mercado. Este es tambin un rasgo de la posmodernidad.Se trata de un pensamiento ahistrico,

    amnsico y sin futuro.

    Si esta ambigedad vara segn las sociedades, su efecto constante es definir nuevos vnculos,nuevas asignaciones de lugares y de funciones entre las generaciones; es tambin revelar algunas

    de sus estructuras permanentes.

    Diferencia de las generaciones

    El psicoanlisis ha dado a las diferencias de generaciones y de sexos el valor de un invariable

    antropolgico cuyo rol es estructurante,fundamental en la organizacin de la psiquis humana. La

    elaboracin psquica de la diferencia entre los sexos organiza el contacto del sujeto en la carencia

    y en el deseo dentro de la funcin flica. La diferencia entre las generaciones lo introduce en loscontactos de precesin y de sucesin en el orden del deseo y del tiempo, lo confronta al imposible

    retorno al origen y a su propia gnesis en una historia escandida por la muerte. La transgresin de

    estas diferencias produce la categora de lo incestuoso.

    La dinmica de esta diferencia es la del deseo, de los sueos no realizados y de los sistemas de

    defensa que preceden a todo sujeto que, desde entonces se encuentra, marcado como eslabn,

    servidor, beneficiario y heredero de una cadena de sujetos deseantes que lo habrn precedido.

    La diferencia de las generaciones es el motivo de una pregunta fundante sobre el origen del sujeto.

    A esta cuestin de "de dnde venimos, qu somos, dnde vamos", los fantasmas originales

    aportan una primera respuesta; los mitos se transforman y racionalizan en sistemas de creencias

    compartidas. En esta puesta en escena toman lugar y sentido la figura del ancestro, portadora de

    la cuestin de los orgenes, y la del beb, portadora de la cuestin del devenir.

    El vnculo entre las generaciones articula estas dos preguntas alrededor de dos problemticas

    centrales: la del incesto intergeneracional y la de la filiacin.

    Filiacin y afiliacin

    La filiacin implica el contacto de al menos tres generaciones sucesivas reconocidas como

    tales y la referencia comn a un mito originante. En esta doble condicin, cada uno puede situarse

    en un conjunto de sujetos y reconocerse como habiendo sido engendrado y como capaz de

    engendrar. El reconocimiento de esta posicin supone reciprocidad de ubicaciones

    generacionales y esto es precisamente lo que el incesto intergeneracional viene a abolir. El

    advenimiento del sujeto de la filiacin corresponde a la ubicacin especfica distintiva que ocupa en

    la coordenada de los contemporneos, de los ancianos y de los nuevos; el conjunto est sometido

    al mito fundador del linaje y del cual la figura originaria es la del ancestro comn.

    La cadena de la filiacin transmitida de generacin en generacin es una cadena significante de

    doble lectura: por el sujeto singular y por el conjunto social e intersubjetivo del cual es

    necesariamente miembro.

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    La filiacin es un reconocimiento del vnculo generacional: para los padres, reconocimiento del

    lugar del nio en la continuidad narcisista donde ellos mismos estn en ese momento. La filiacin

    es el reconocimiento de su propia posicin en el orden de las generaciones, reconocimiento de la

    precesin de los padres sobre la existencia del nio. Este reconocimiento del orden del deseo

    tiene por correlato una ruptura desilusionante en la representacin de s como causa de deseo dela madre, en el momento depresivo de la "cada narcisista".

    Este reconocimiento est establecido por la inscripcin del nio en el registro civil o en el rbol

    genealgico: signos de reconocimiento previos que son el advenimiento como sujeto del deseo,

    sujeto de la palabra, sujeto del grupo. En ese triple sujetamiento (o triple subjetivacin), cada uno y

    cada una es declarado/a conocido/a y reconocido/a hijo o hija de.

    La filiacin es el advenimiento del sujeto singular en el grupo familiar por el nombre que recibe a

    partir de la lnea parental y de la designacin del padre; es al mismo tiempo su calificacin como

    ser singular, sexual y mortal.

    Violencia y generaciones

    Una primera forma de violencia en la relacin entre generaciones es la violencia

    anticipatoria, denominada as por Piera Aulagnier cuando describe la situacin donde el lugar del

    nio por venir es anticipado a travs de los sueos parentales y el discurso familiar. La violencia

    incluida en la anticipacin puede llamarse originaria, puesto que ella se inscribe en el origen del

    sujeto, lo convierte en solidario de un deseo que le preside.

    La violencia anticipatoria es la violencia del deseo por el cual la madre va a animar a su

    nio, marcar su cuerpo y su psiquis. Sin ese discurso anticipador, y sin las asignaciones de lugares

    anticipados que preceden al nacimiento, no podramos acceder al orden de la vida psquica

    humana: seramos dejados fuera del campo del deseo. As, la violencia originaria nace tanto de la

    presencia como de la ausencia de todo proyecto anticipador, pero sus efectos no son idnticos.

    Por cierto este discurso y este deseo se dirigen en principio a un sujeto imaginario. El nio

    ser impulsado a confirmar y a reconfirmar su coincidencia con el lugar que el discurso anticipador

    le ha presentado, o que el mismo ha imaginado, y toda la cuestin es saber si esta violencia puede

    ser reconocida y retomada por su cuenta por el infans en el momento en que l puede afirmar su

    propio deseo y entrar en relacin conflictual con aquellos que al principio le han permitido

    construirse como sujeto. Deber hacer valer frente a un otro y frente a ms de un otro sus

    exigencias propias en relacin con el lugar que le ha sido preasignado, del mismo modo como

    deber reconocer su propio deseo en la accin en el lugar que l piensa o espera ocupar.

    Todo esto se pone en juego en todo reencuentro con otro. En el reencuentro amoroso, como en el

    reencuentro psicoanaltico, una parte de los juegos se hacen anticipadamente: por una parte, el

    otro adviene all donde se le espera. La ilusin es esencialmente la experiencia de esa

    coincidencia y lo propio de la experiencia psicoanaltica y, por lo tanto, del psicodrama

    psicoanaltico, es precisamente hacer posible los desanudamientos de la ilusin.

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