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■ Al.

LA CONVICCION^é )

o

LA DELIRANTE.D R AMA ORIGINAL

EN T R E S ACTOS.

C O N L IC E N C IA .

£ n Valencia : Por M iguel Estévan y C e u vera , Bazada de San Francisco,

Año 1805.

Se hallard en la Librería de Miguel Doit mingo f plazuela de h Comunión de Sa* Juan , y-en tu Parada en el Encante,

%P E R S O N A S ,

Don Camilo , esposo de Abelina , hija de Doña Tadea.D on Pablo , ayo de Don Camilo.E l Doctor Bustos , amigo de Don Catnilo. D on Luciano , amigo de Doña Tadea. Lorenzo , anciano , criado de la casa de

D on Camilo.Paulina , criada de Doña Tadea.Un Escribano j y Ministros,

JV.

ACTO PRIMERO. ^E l teatro presenta una sala regularmente

adornada. E n el foro habrá una cómoda, b papelera , que se pueda abrir y cerrar, y en lo restante de la sala sillas , mesas, so fd s, y demás adornos necesarios.

E S C E N A P R IM E R A .

Don Pablo y el Doctor Bustos»

D .Pablo, "íniO r qué oo^entra usted, D o c-.S r tor ?

Doctor» Pues qué no se ha levantado?D .P a b lo .^ o Señor, vistiéndose le d e x é ; pe«

ro qué noche ha pasado tan mala 2 qué desasosiego!... Sus ojos no se han cerrado hasta cerca de la aurora. Este jóven!««.

Doctor. Qué J hábleme usted con la franque­za de que me hace digno el amor que me profesa, y mi mismo corazon. Y o descu­bro en usted menos tranquilidad que en otros dias.

D.Pablo. M i alma , ó D octor mió , empie-» za á entregarse á la desconfíanza , al mi­rar que seis años de dolor y turbación han hecho casi insensible el corazon de Ca­milo á mis súplicas. Su amor y su virtud le impiden el aborrecer á una esposa infe»

' l iz y am able, que la seducción de una ma-

dre cruel arrancó de esos hogares, y con eíla los placeres y la paz. Si j las quime­ras del horror , las demandas impertinen» tes en tribunales deslumbrados , y las v i­sitas de Don L u c ia n o , que halla su inte­rés en inflamar las discordias , lo separan de los brazos de Abelina.

Doctor. Según he llegado a comprender, D on Luciano es uno de aquellos malignos Proteos f que se disfrazan con facilidad pa­ra la v ir tu d , y se prestan gustosos á un crimen. Y o considero, que él sabe des­lumbrar á Cam ilo y y servir á las delin» qüentes tramas de Doña Tadea.

D .P ablo. Si el corazon de esa madre cruel se hubiera satisfecho con el intento mas horrible... Si contenta con degradar la na­turaleza... Si confundida con la memoria de un crimen... Usted es mi am igo, y yo debo presentar á los ojos de usted ei origen de nuestros males. Despues que el cielo bendixo el amor de Camilo y de Abelina, todo se embellecía á mis o jos, y y o bea«- decía los afectuosos desvelos con que ha« bia formado el corazon de un ciudadano y un esposo. Y o gozaba de los placeres mas puros en medio de una inocente famí> lia , y al lado de un virtuoso jóven , con- £ado á mi ternura por su padre en los ú l­timos dias de su existencia. Una esposa joven f hermosa y modesta , y las virtudes

que nacen de una dulce pasión y eran las únicas delicias de mi enamorado Camiro. Criados casi siempre juntos desde niños, el placer de amarse habla crecido con ellos... A h ! y estas trémulas manos que tantas v^ces han enjugado sus lágrimas, los conduxeron à ese lecho desierto, don« de solo reposan la tristeza y el llanto. Nuestra calma fue interumpida al cabo de dos años por esa m adre, por esa muger la mas criminal que quiza mira el sol so ­bre todas las regiones que ilunána. O h! usted se asombrará al pronunciai' mis la» bios una espantosa verdad. E lla miraba con rivalidad el lecho de su hija , ella abrigaba en sus entrañas el amor mas de­linquente hacia su y e rn o , y aquella fe­roz envidia...*

Doctor. Y es posible , D ios mio !D .P ablo. Confundida por la severidad del

virtuoso corazon de Cam ilo , maquinó los medios de desatar los lazos mas sagrarios y eternizar nuestra amargura. Un ayre artiñcioso de maternal terneza la hizo ab­soluta en el corazon de su hija ; y la cor­ta ausencia de tres días que hicimos Ca­milo f Lorenzo y y o , la prestò toda la oportunidad para sus iniquos proyectos. Saqueó esta casa , pervirtió à A belina, y el escándalo, los pleytos y los males asal­taron estos hogares de pa¿ y de virtud»

Y o no alcanzo los viles artificios con que esta muger cruel llegó á colmar tan h or­roroso crimen. Abelina estaba mas tier­namente unida á su esposo con el primer fruto de su amor | y este abandono de sus deberes... E l desórden de sus i^eas... ese imprevisto d elirio ... esa enfermedad ex­traña , rae hacen sospechar males aui\ mas terribles que los que han afligido nuestros días.

Doctor. N o haga usted, amigo mío , mas infeliz la suerte de dos esposos con ua cruel presentimiento.

D.Pablo. N o ; mi alma dominando siempre k la misma desgracia, disminuye á los ojos de Cam ilo el motivo de óü llanto y su pesar. En dos ocasiones , que guiado del pundonor y autorizado por las leyes, ha tratado de reunirse con su esposa , yo he notado en Abelina la misma v irtu d , el mismo amor , aquella inocencia que em­belesa , aquel candor que -disminuye el sueño de un delito ; pero al querer resti­tuirse al pacífico albergue de su deber, ella temblaba , se inmutaba, y parece que su madre con una mano secreta la arran­caba de los brazos de su esposo. Esta hu­millación , y esta vergüenza retraen a C a­milo de Ja sociedad , le hacen maldecir su condescendencia , y su sueño y su vi­gilia son un tormento cruel que no se

dexa m oderar, ni por la ternura de mi alm a , ni por mis consejos. H oy se au­menta mas y mas rot angustia y mi des> consuelo. Acaba de enviar una copia de su testamento à su suegra... N o pude con­tenerlo... A h ! jLa idea horrorosa de un suicidio... O D octorf su melancolía... su carácter , sus pasiones... todo , todo...

Doctor. Señor D . Pablo , no j él es virtuo­so , él le consagra à usted su respeto , y un amor particular nacido de su {gratitud, y de las circunstancias que adornan un corazon como elde usted, enriquecido con máximas puras , y con una sensibilidad poco vulgar. Pero dónde está? qué hace?

D .Pablo. Acaba de levantarse , según creo, y no tardará en salir à esta estancia. M e ­dio hemos reñido ; pero sabe el cielo si este combate de nuestros corazones nos prepara un triunfo que à todos nos inte­resa. Y Abelina ?

Doctor. Jamki la he visto mas trastornada que h o y. Su arrebatada imaginación le presentaba à su esposo en brazos de una feliz rival. Su fu ria, sus zelos y su. ardor, la precipitaban à movimientos extraordi­narios. Se golpeaba , se hería, se maltra­taba. Apenas me ha visto la infeliz , pa­rece que an ángel de consuelo se ha ofre­cido à sus ojos. Su furia se ha calmado, y un torrente de lágrimas ha substituida

à su furiosa coovulsion. E n vano procu» raba consolarla ; su débil razón no podía ser movida por mis voces. Mientras mi compasion le presentaba con veemencia la idea de su esperanza y su consuelo^ ella callaba y lloraba. Fue precise suje­tarla de n u evo , porque volvía à descom­ponerse. A y amigo mio ! dónde moran esos corazones insensibles y bárbaros? Cíelos !... yo me enternezco aun. N o pue­do verla» no> Su hermosura , sus gracias^ su virtud y su Infortunio me conmueven, me embarazan , y no puedo menos..« A h í si Cam ilo la viera...

D .Pablo. Pobrecita 1 y en manos de crueles! Qué consuelo le resta sobre la tierra? Oh amigo ! mi sensible amigo , hagamos el íilüm o esfuerzo. Consagremos à la huma­nidad y à la compaiion estas preciosas ho*

- ras. E l cielo dará eioqi^encía à nuestras palabras , y acierto à nuestro artifìcio. Abelina , desgraciada criatura , y o vuelo en tu favor. Tu delirio nace de tu arrepen­timiento. Venga usted, que y o instruiré à usted en lo que juzgo oportuno para pre­parar el corazon de este infeliz esposo.

D o ctof. Lorenzo viene.D .Pablo. M e retiro : entre usted quanto an­

tes. MI aparente enfado con Cam ilo qui­zá nos prepara la satisfacción mas dulce •n obsequio de la oprimida virtud.

Lorenzo y el Doctor»Doctor. Cóm o tan pronto de vuelta » L o ­

renzo?Lorenzo, N o hay remedio ; ha sido preciso

obedecer, y entregar el testamento á D o­ña Tadea. Y o quería ver á la Señorita. A h Señor D o cto r, la quiero tanto!... Des­de ei salón en que me recibió Doña T a ­dea y el maulon de D on Luciano , yo es­cuchaba los descompasados gritos qu« lanzaba en medio de su delirio. Y o , y a la he visto n acer, yo la he estrechado m il veces entre mis brazos , y ahora... O h Dios m ió! yo hubiera querido verla; pero el diantre de la Señora m ayor...

Doctor. Tu amo ha abierto la puerta , y creo que viene aquí. Lorenzo , hoy mas que nunca se trata de reünirlo con su es­posa... Si acaso te pregunta...

Lorenzo, Gran D ios! y es verdad? D éxelo usted por mi cuenta. L o desengañaré { le haré conocer al malvado que lo deslum­bra. Pierda usted el cuidado.

Doctor. Está bien ; hasta luego.

E S C E N A I I L

Lorenzo y Don Camilo.V ‘Cam. V bien? 1« entregaste hqí testamento?

i oLorenzo. S í Señor. • -D.Camilo. Qué te ha dicho? qué te ha res­

pondido?Lorenzo. Nada , no Señor , nada... Créam e

usted. Y o (ap.) no tendré la debilidad de decirlo. A llí estaba tíl brivon gaam oña- zo de...

D.Camilo. N o te entiendo. Qué dices? quién ey?"

Lorerrzó. Ese hipócrita camándula de D on X 'n cisn o, que es el mas...

D.Cam ilo. M ira , Lorenzo , ya veo que la edad que debía haber formado un corazon recto , solo sirve para aumentar tu-m ali­cia. Don Luciano es mi amigo , debo sa­tisfacciones muy apreciables à su afecto, y se interesa ea mi felicidad. L as bendi­ciones del cielo no pueden entrar en las zahúrdas de la detracción , y mi casa em­pieza à ser por tí una sentina de este v i­cio soez. T ú debes salir de e l la , la de­bes mirar de lejos y Con respeto. V ete. Insultar la v irtu d , y à mi presencia! V e ­te. Desaparece para siempre de mis ojes«

Lorenzo. Señor , no ^ incòmode usted por m í... bien , ya me v o y ... me iré ... y no h a y rem edio?... V ea usted aquí un C ria­do , que al'cabo dé quafenta y cinco años de buenos servicios perdió toda su privan­za , porque tuvo valor para decir una ver- dadV N o me atucdo, eso es querer que

y o aprenda à respetar los picaros y los hipócritas , y les llame bienaventurados à boca llena. E l Señor Don Pablo me ajus­tará la cuenta , liaré mis trap o s, y à D ios {*) amada morada de quarenta y c in­co años... A h J aquí fue exáltado Loren­zo à la estimación de sus difuntos amos... y a no existen... (* * ) Ellos me llamaban la honradez de los sirvientes , y solo una verdad... Bien , usted me despide , ya me marcho. ( * * * ) A D ios , amado Señorito de mi co razo n !... A Dios , joven senci­llo y virtuoso... A h ! las lágrimas se me saltan... N o aborrezca usted jamás la me­m oria de su fiel Loren zo... M i corazon amará à usted hasta el sepulcro. A D ios. ( * * * * )

DiCamilo. A D ios. M í alma se halla tier­namente conm ovida... Y o soy un ingra­to... S oy un cruel. Lorenzo , te vas? te vas , L oren zo?

Lorenzo. A h ! n o , no rae v o y , ( * * * * * ) y a no me voy ) raí querido Señor... Aman-

(*) Con sensibilidad, ( * * } Enterne^ ctdo. - ( * * * ) Téndose muy de espacio has^ #«- el tercer bastidor de la derecha,

( * * * * ) Téndose, Vuelveapresuradamente , se precipita à los p ieí de Camilo , estuchándole las manos.

do a usted tanto! y o morirla de pesar. M as que me echen a palos y no salgo de casá. (*) O h ! entre estos trémulos brazos creció usted en la niñez , y en ellos sus inocentes juegos , y sus tiernas lágrimas hallaban su dulce consuelo y su apoyo*

D.Camilo, Si f es verdad ; no te vayas , L o ­renzo.

Lorenzo. Y o me acuerdo que usted enton­ces me decía : mira , Lorenzo , si yo fuera R e y , te habla de hacer qué sé yo..* te quiero tanto... Doña Tadea y Don A n ­selmo venían entonces con su pequeña Abelina á tertulia. Usted y la inocente Señorita jugaban , corrían , enredaban, hasta que un pacifico sueño los rendía; se abrazaban los dos de mi cuello , y se dormían en el cariñoso seno de su Lo^ renzo.

D,Camilo. O h ! calla , calla ; no despedaces e l corazon de tu amo. Si , Abelina y yo te amábamos. Su corazon era entonces tierno , sensible y agradable.

Lorenzo, Y ahora también lo e s , mi ama­do Señ or: s í , lo e s ; pero » mí no me toca hablar de esto. Y o hablo de unos días , en ios que , si usted reía , en mi Señora crecían el gusto y las inocente»

■ (*) Se levanta»

gracias j y si alguna vez lloraba usted, también ella vertía tiernas lágrim as, has- ta que mis manos enjugaban sus hermo> sos ojos , estrechaba à los dos en, mi amo­roso pecho , y los mimaba con toda la ternura de mi corazon.

V.Cam ilo. {*) A y mi buen am igo! L lega , llega à mis brazos. Abelina te perdona y mi corazon te ama con todo el fuego de la gratitud.

Lorenzo. M i querido Señorito!...D.Camilo. M i amado L oren zo !...

E S C E N A IV .

E l Doctor y dichos»DoctorfOp. Qué alma tan bella ! N o podrá

ser cruel con su hermosa esposa quien es tan afectuoso con -un fìel criado. E s­ta era una feliz oportunidad ; pero es pre­ciso seguir los pruden<:es designios de D on Pablo. (*^) Camilo , quánto me de- leytan esas dulces lágrimas!

D.Camilo. E l cielo me ha hecho un funes­to presente en este corazon j pero des­dichado de aquel que no es capaz de ver­terlas l

S¿ .

(*) Abrazándole con expresión y ter­nura. ( * * ) Saliendo mas a la Escena.

V octor. Unas almas como la de Cam ilo y la de su sensible Criado , siempre serán dignas de mi eterna estimación } pero no nos distrayganios. Cam ilo , qué maligna estrella divide tu corazon del de tu ama­do M aestro? Y o no sé qué roe ha dicho de un viage... de disgustos... él está de­sazonado. Qué es esto?

D , Camilo. Mi ingratitud : s í ; y o so y un monstruo : la amistad y la ternura me deben abandonar á mi bárbaro corazon... Y~o insulté sus canas... pero no puede Ir­se , no se i r á , no puede entregar.á la desesperación á su mejor .amigo, pónde está? Y o corro á sus pies... Y o voy á besar su mano bienhechora, y .. . (*)

E S C E N A V .

Don Luciano y dichos.D .Luciano. Dueños dias , amigos mies. Ola!

qué es esto? Arrebatos de la san gre, no es verdad ? Juventud , fogosidad.

Lorenzo. Jesús! vase.

(*) A l irse a entrar por la izquierda, sale Don Luciano por la derecha , detie^ ne á Don Camilo , y hasta la Escena V I. debe aparentar una ex-presiva persua­sión.

Doctor. (*) E l corazon de Cam ilo está dis­puesto f y el fìfìgiiniento de ia ausencia de Don Pablo ha producido todo el precioso efecto que yo deseaba. V o y à avisarle an­tes que Camilo pueda ser pervertido por este cauteloso, que ¿1 no conoce bastan* te. A D ios , Señores.

E S C E N A V I.

Don Luciano y Don Camilo. {**)D,Luciano. N o , amigo mio , hazme el fa­

v o r... O h! tiempo te sobra para humi­llarte mucho mas que lo que te abate tu destino. E l hombre es una criatura tan soberbia, que lisonjea su orgullo y sus pasiones , quando consigne el triunfo de ver à su hermano postrado ante sus ojos. O h 1 los hay muy artificiosos y sutiles.

D.Camilo, E l Señor Don Pablo es mi maes­tro , mi amigo , y y o ...

D.Luciano. N o , r.o digo eso ; Jesús mil ve­ces! N o por cierto. Y o lo ven ero, lo aprecio. N o soy capaz de murmurar de nadie. E l cielo nos manda que no nos

(*) Aparte, pero hdcia la punta del teatro. D . Camilo procura desprenderse de

Don Luciano ; pero este Is detiene , arri­ma silla s, y se sientan.

abatam os, preservemos nuestros bienes de los malvados que nos rodean , y velemos sobre la conservación de los dones de su bencñcencia. £1 pronunció las leyes de U benefícencia , y para eso nos dió la com» pasión. O h! si no fuese tanta la limita» cion de mis facultades, quántos felices veria el sol en el ancho círculo que ilu­mina !

D.Cantilo. Usted tiene un corazon tan sen­sible y tan piadoso... Quánto me agra­da .usted t aunque no fuese mas que por esa sola virtud!

D .Luciano. Y de qué me sirve mi corazon? de maltratarme. N o puedo, consolar à nadie. {*) Ah ! y o quisiera enjugar las lágrimas de la desventura ; si y o pudie­se... entoaces tu esposa...

D.Camilo. A h , Señor Don Luciano!D.Luciano. V a y a , y cómo ha de ser? y *

no hay remedio. Y o te elevo à la aten­ción divina todos los dias en mis súpli­cas. También está la vida de esa infeliz rodeada de aflicción. L a compadezco ; pe­ro repruebo su conducta. Señor , los de­rechos del consorcio... el respeto que ella debia tener à lo santo de un lazo tan respetable... no , harto le predico à su

(* ) Con sensibilidad afectada.

madre ; porque , amigo , yo no soy mas que esto. H oy han recibido tu testamen­to. Qué intentas?

D.Camilo. Y o ? nada. Para la sociedad , pa« ra la naturaleza , y aun para mí mismo debo ser un cadáver. Ese lecho desier­to , estas sotnbrías estancias , y las an- ^ s tia s de seis años deben responder á usted en nombre de mi amargura y mi dolor. O h ! la seducción arrancó de es­tos hogares la quietud. S i ; yo miraba a mi Abelina como una imágen de aque­lla augusta belleza y dulzura de un D ios que comunica la dicha y la virtud. Y o la miraba como un genio celestial, enviado á formar mi felicidad j pero ella ... la pérñda... engañaba á mi alma embelesada en su hermosura á su apa­rente candor. £ l D ios de la sinceridad me venga. Su aleve madre , esa furia in­fernal sea su consuelo , su religión , su Dios y su esposo.

D.Lucian o. Cierto | eso es lo que y o digo, es muy delinqüente j pero á la verdad soy demasiado compasivo. L o s pleytos... las deudas que ha satisfecho D oña T a­dea en el tiempo de su v iu d e z , han de teriorado su casa tanto... oh ! apenas po< drá sostener á su infeliz hija... hermosai enferma , destituida... »

D.Camilo, Desdichada! P or qué tu aciagaS

suerte conmueve el corazon de tu ofen­dido esposo?

D .Luciano. Y o discurría , que si tú acce-■ dieses con una pequeña escritura á la

venta de los bienes dótales de tu espo­sa , podría entonces...

D.Camilo. N o , jamás será ; jamás accede­ré. A usted lo deslumbra su zelo dema­siado en favor de esa infeliz. Si se ven­dieran esas pequeñas propiedades , quan» do la muerte me separase de este suelo de iniquidad , esa bárbara madre quizá la dezaría en el abandono , en la men­dicidad , y en la miseria. Tú , desventu­rada] Y o debo acordarme que esa mu­ger fue conducida a mí lecho por el amor y la religión ; que su delito no sa­c ió de su alma , no » que y o conocí unos momentos la felicidad á su dulce lado. (*) Este oro , aunque poco , de­be apoyar por ahora la existencia de esa infeliz. Conserva , conserva, desdi­chada y tu penosa vida. A h ! y o respe­to tus lágrimas , y tu dura suerte me aniquila y desconsuela ; pero este bárba­ro honor me separa para siempre de t í.

( * ) A b re la cómoda ó papelera, y sa-» ca un taleguito de oro que entrega a Don ¡Mciano»

J),huc\ano. Y a lo veo... L a sociedad hu^ roana es una caterva de. monstruos j y aunque seria un sublime rasgo de vir­tud el reünirte de nuevo coo tu muger, la vara del juicio público es tan in­justa t tan torcida , y tan inflexible... y tu reputación , ya ves... todo el cielo se me representa en ti. Bienhechor d« tus enem igos... Quó rasgos tan subli- m es! T ú afrentas de ese modo á quiea te agravia?... Pareces el genio celestial de la liberalidad. Y o parto , lo ejitre> g o , cumplo con tu piadoso corazon y con el mío.

E S C E N A V I I .

L orenzo y dichos.Lorenzo. Señorito , el Señor Don Pablo

dice f que quiere hablar a usted quanto antes. Todavía (ap.) está ahí esa tenta­ción de mis pecados : maldita sea tu es* tampa*

D.Camilo» P or qu6 no entra? O h j él de* testará 1a vista de un ingrato.

D.Luciano. Si » v e , ve , hijo mío , tran­quilízate ; las cosas se compondrán : sí, corre á humillarte y á llorar. Quién sa< be si sabrán apreciar tus humillaciones y tus lágrim as? Pero dexa tus asun­tos en manos del Señor y de mis sú»

soplicas, (*) Para mantenerme un par de años... chocolate... un vestidillo... £ien

• tengo echado mi cálculo. L e daremos alguna cosilla h la muchacha , que con el tiempo se cobrará con buenos rédi­tos. Y o procuraré apartarla de este men­tecato. O h ! la muchacha » la muchacha es como un ángel... D ios colme á us-

> tedes de bendiciones. A D ios , Seño­res. vase,

D>Cami¡o. V a y a usted con D ios , amigo mió. . .

Lorenzo. Anda con mil de acaballo... (ap.) £ 1 Señor Don Pablo.

E S C E N A V I II .

Don Pablo , e l D octcr Bustos y dichos. D .Pablo.'C sm U o , (* * ) . estos. Soo. los ,61tí-

mos 'mortíentos que dedica mí corazon á la amistad y al cariño.. M is ,años ne­cesitan del pacifíco de ia soledad. L a sociedad y el bullicio y a no son com­patibles con un alma que necesita pen­sar y probar ia felicidad en el seno de Ja meditación. H asta ahora he consagra-r

( * ) Lorenzo habìando •con su amo , y Don Luciano en una punta del teatro.

( * * ) Con tì)usho decoro y sensibilid^i»

do mis ideas en la dirección de tu inex- perta juventud. Juzgaba haber cultivado una robusta encina , que resistiese un tiempo al uracan y al infortunio. Sí, y o esperaba los ópimos frutos de una educación vigilante y meditada. Estos er^n los únicos consuelos con que desea­ba cerrar pacíficamente mis párpados. E l cielo castiga las presunciones de mi ig ­norancia , y me hace conocer la debili­dad del humano saber. A h ! tú has u l­trajado un corazon que te amará has­ta el último instante de su existencia, y llevará el amor y la gratitud has­ta la noche de la muerte y del sepul­cro.

D.Camilo. Usted no debe agradecerme r o ­sa alguna, no Señor. Y o vituperé unas canas que nacieron en el exercicio de las virtudes. A K !... y o soy un ingrato... me anima un corazon bárbaro y cruel. Y o debia habitar las sombrías regiones donde jamás penetra la luz j pero , ò amigo ! quando la memoria de la sinra­zón me oprime , mi alma padece todas las crueles afecciones de una turbada ra­zón ; y usted no , no es indulgente coa mi d olor... Pero irse usted? dónde? N o , no se irá. M is cariñosos brazos lo de­tendrán en todas partes. Usted violarla la promesa mas sagrada. N o es posible)

no lo creo« En los últimos dias de. su penoso vivir , mi virtuoso padre le dixo a u sted , cubierto de aflicción , y apre­tándole ambas manos : D on Pablo , ahí tiene usted un hijo... yo recomiendo á la virtud y ternura de usted a mí querido C am ilo ... Y o cerraré mis ojos con la paz que se parece á la de los justos , si usted ofrece no abandonarle jamás... EL es muy jóven , ámelo usted : tenga en usted un cariñoso maestro , un am igo y un consolador... D e allí á pocas horas espiró. (* )

D . Pablo. Tu padre! qué buen Señor! qué virtuoso! qué probidad! D ios impene­trable! Y por qué han de morir los jus­to s ? A h ! quánto nos amaba ! ( * * ) Ven, hijo m to , ven á este sensible corazon que te ama con toda la veemencia del paternal cariño.

D>Camilo. O padre y maestro m ió !D.Pablo» Hijo de mi ternura!D octor. O virtud ! Estos son tus fru­

tos. ap.Lorenzo» Y o me enternezco... mi rostro se

cubre de lágrim as... Y o no soy para esto. apt

(*) Enternecido. ( * * ) Don Pablo sefo se9 de ¡os mismos afectos $ y se ébrazan.

D.Camilo. A h virtuoso am igo! M i alma es­tá muy oprimida ; apenas puedo probar el placer que la virtud de usted ha pro­curado verter en este corazon.

D .Pablo. V u e lv e , vuelve á renovar ios tranquilos diás de una dulce conñanza; aquellos d ia s , en que el Dtos de la eter­na paz descendia á estos hogares , pe­netraba hasta dos sencillos corazones, y los estrechaba mas y mas con los dul­ces sentimientos de amor y de amistad.

D.Camilo. M i razón perturbada con tal des­gracia me seduce á creer que mi honor h aya de ser tan inflexible , como lo es el mundo » ese juez público que jamás perdona el sueño de una culpa al mas virtuoso.

Doctor. Y qué? la virtud ha de ser subyu­gada por un juez tan poco recto? por un tirano que yere al virtuoso y al mal> vado con igual serenidad ?

D.Camilo. N o , D octor , no piensen uste­des envilecerme ni humillarme de nue­vo . Y o devoré en el silencio mi necia pasión. Y o fui arrebatado á los tribuna- les.por mi h o n o r; ellos pronunciaron mi d erech o ; y y o en vez de armarme con su autoridad , invoqué de nuevo la amis­tad y los deberes que me unian á Abe- lina ; pero a l mirar desayrada mi pasioa

. por su temor 6 su odio , no quise arras«

trar de nuevo k mi lecho una muger que maldizase en sa alma la impía y ad­versa estrella que la unía á mi. Y o he sido en dos ocasiones el desprecio de mis mismos parientes , y de un pueblo ds- tractor. (*)

D .P a b lo . Y q u é , llo ra s , in feliz? Calma, hijo mío , calma la lucha de tu qorazon» T ú vas á sorprender un monstruo que te usurpó una halaja que te entregaron los cielos , y que no te puede disputar la iniquidad. E l D octor , JLorenzo y y o , sostendremos tan dignas id e as, y en ca­so necesario las leyes nos armarán en obsequio de la razón y la humanidad. S í , créeme , amado mió. Esa enferme­dad extraña , ese funesto delirio que le combate , nace de la opresion de su a l­ma , y de ia memoria de su error. E l amor de su Cam ilo es ei que congoxa su alma arrepentida. E lla juzga , que la pér> dida de su hermoso niño , de aquel dul­ce y primer fruto con que el cielo ben­dixo la pureza de dos tiernos corazones, para siempre la aparta de su esposo.

D.Camilo. Desgraciada! jamás tu lecho se­rá ocupado por otro amor. Tus antiguas virtudes y la memoria de un hijo , pa-

( * ) Con veemencia , y enternsciéndose*

ra siempre cerraron dentro de mí mismo todos los placeres de la naturaleza y del paternal amor*

Doctor. A h.’ -si la vieras, marchita aquella cándida y angelical belleza , atados con recias ligaduras sus delicados brazos , me­sados sus cabellos...

D.Camilo. O h ! (*) C alla , amigo mió , ca- Jla... Dios de piedad » dame fortaleza... Funesta imágen!... Entonces... si y o la viera... O A belina!

D.Pablo. Escucha , esposo c ru e l; si lloran* do , cubierta de inconsolable aflicción sa arrojase á tus pies , y te dixese : si los tiernos recuerdos de nuestro primero amor han huido para siempre de ti ; sí te olvidaste que fuiste padre y esposo en el seno de mi ternura; si mi desgracia..» mi arrepentimiento y mis lágrimas no rae dan ningún derecho á la com pasion; nues­tro hermoso y pequeñuelo niño tiende hácla ti sus tiernecitas manos desde las mansiones de la eterna inocen cia« y te suplica que perdones á tu esposa y su desgraciada madre.

{*) Con mucha sensibilidad , y dexán^ dose caer en el s o fá , ó apoyándose en los irazos de Lorenzo,

i* * ) C m ih « abraza estrechamente

D.Camilo* A y "Dios^»» H ijo m io! O A b e- lin a!... Ven» ven à mis brazos , y o te perdono.

D octor. O providencia! finaliza tu obra»

con Don P a b lo , y Lorenzo y el D octof deben manifestar una extremada sensibili­dad con la sencilla demostración de nerse repentinamente el pañuelo en los cjos.

ACTO SEGUNDO.Casa de Abelina. E l teatro presenta un sa

Ion pobremente adornado , pero con a l­gunos restos de su antigua magnificen­cia. E n el foro habrá una puerta prac­ticable , que denote dar paso à la habi­tación de Abelina.

E S C E N A P R IM E R A .

Doña Tadea y Don Luciano , con unos le* gajos en la mano , que aparentan ser

el testamento de D , Camilo.

D »L ucia no» '^ A ya , jio la dexa en la ca-* lie > y y o no sé qué signi­

fica esto.Doña Tadea. Y o s i , y o sí. E l piensa que

con esa necia hipocresía he de volver ia m uchacha à su poder... Oh ! eso no, mientras mis ojos estén abiertos* N o , no sufrirá mi corazon tal desayre. Ese bri- von DO sabia lo que le amaba su suegra, y lo que podia la venganza de una muger desayrada. D igo , me parece que tampo­co estaba de deshecho.

D . Luciano. Pues qué , Señora , estos ojos que han de comer la tierra , no lo están viendo ? Y o , y o mismo eoo toda mi ra­pidez y mi virtud estoyca muchas veces»»

D ios rae lo perdone ; vaya , iba à decir un disparate... Oh ! usted todavía se ha­lla en posesion de inspirar ideas muy pla­centeras al mas austèro celibato.

Doiía Tadea. N o , amigo ; estoy ya muy ajada... Los pesadumbres , los pleytos, los inmensos gastos , las deudas... N a­die mejor que usted sabe el estado de mi casa.

D ,Lucian9. Y a lo veo... L os pleytos espe­cialm ente... qué , Señora!... está el mun­do m ly corrompido , mucho , mucho. U n triste agasajo ò expresión que se ha­ga en qualquiera tribunal j cuesta casi siempre mas que la propiedad que se dis­puta... P or otra parte , las leyes tienen una virtud elàstica... O Dios m io! no son asi tus estatutos santos.

Doña Tadea. N o está todo mi mal en eéa clase de inútiles dispendios. Usted no ig ­nora lo deteriorada que está mi casa; pues ahora para alivio de mis m ales, ya ve usted , he perdido el pleyto que se­guía contra el Marqués de M ontayre sí, y a me lo presumía yo. ¿Quién había de resistir à un Señor de un pergamino tan apolillado , viznieto de quince R eyes , y con tantos relumbrones y epitafios?... P ero lo que mas me aflige es el pago de las costas... es una historia. Con qué na da le ha sacado usted à ese brivon ?

B.Luctano. A lgo ... muy poco... vergüenza me dió el tra erlo » y lo dexé en mi ca­sa ; y eso , amiga mia , que empleé to­do el fuego de mi eloqüencia. A brí los cielos quatro 6 cinco veces á sus ojos, evoqué á los m uertes, llamé á ios vi­vos , y peroré como un Orador de P ar­lamento ; pero nada... muy poco. X.e propuse con mil estudiados circuios la venta de esos bienes dótales de Abelina; y por poco me confunde con tétricas de­clamaciones sobre su esposa; de suer­te , amiga m ia , que parecia cosa de no­vela 6 farsa. ■ j

DoñaTadea. Si., es él gurrum ino, mas sin- vergüenza...

D,Iji4C¡ano. Y o he descubierto en él bastan- tes disposiciones para reünirse de nuevo; pero le he puesto delante con bastante calor los dichos del pueblo... su opinion, que si no , creo que él no hubiera repa­rado en la extraña enfermedad de la mu> chacha , y lo hubiéramos tenido aqui de nuevo. A llí tiene un Lorenzo , que es el mas m arrullero; picaron! p u e s .e lD .P a -

• blo 1 o h ! es mucha solapa el tal D . Sp-• orates. Y o quiero a los hombres virtuo­

sos á secas , sin esos follages , ni piro­pos... D ios sea indulgente conm igo... ko quisiera murmurar... Usted no se escan­dalice , amiga mia.

Doña Tadea, Q ué? no Señor* Si y o sé que el tal Don Pablo juzga muy fácil la reü- nion. Usted cre a , que si no lleno el c o ­razon de la muchacha de terribles des- confíanzas y temores , nada consigo ; por­que era tal su apego y su maldita pa­sió n ... que fue preciso valerse de muchas artim añas, ponerle delante el carácter ás< pero de Cam ilo , y aun hacerle creer, que si alguna vez se quexaba de la injus* ticta de su marido » la mataria en los furores de su ímpetu. Para sostener mi venganza y mi decoro , han sido preci­sas mi! sutilezas y cautelas en diferentes ocasiones* Persuadirla , que era un fingi­do ) un a le v o so , que pretextaba su re­conciliación para hacer con ella una rui­dosa catástrofe. E lla siempre tris te , siem" pre melancólica , y tenaz en su picara pasión j ha perdido Codo el órden de su entendimiento y y hoy está loca de atar. Estos dias atrás se iba mejorando , y me cercaban bastantes temores ; pero desde que le dixe que Cam ilo no se acordaba de ella » y habia entregado su corazon à una feliz competidora se ha puesto com o una espirituada. Com o y o conoz­co el inñuxo que tienen sobre su alma estas manías , me es muy fácil el infla­marla t trastornarla y desconcertarlo to* do... pero si tengo de deci^ la verdad.

en algunas ocasioies me parece que me quiero enternecer... siento.*» me compa­dezco tanto... ya ve usted... la natura­leza... la sangre... soy madre..»

D .Luciano. Qué » Señora! la naturaleza!... la naturaleza.' Esa es una pasión á la inoderna* E l amor a los hijos es un sen­timiento rutinario , canonizado por la aprehensión de muchos.

Doña Tadea. Oh I no diga usted eso , ve­mos que basta los animales con sus hi-< jos...

D.Luciano, L o s cuidan quando pequeños, y los devoran quando son grandes.

Doña Tadea. N o , no diga usted eso , por­que muchas veces quisiera sosegar mi co­razon , y no puedo. Y o no estoy tranqui­la ; parece que la mala fortuna se conju­ra contra mi.

D.Luciano. Pues y o creo que el oráculo da la casa , el venerable D on Pablo y el brivon del Criado sos van á jugar algu­na gatería virtuosa para ponerla en bra­zos del declamador esposo ¿ y si no se acude con prontitud... Apenas esté A beli­na quatro dias el lado de su C a ip ilo , se tranquiliza , vuelven sus ideas su ó r- den re g u lar , y entonces peligra usted, se descubre todo » y se causan nuevos es­cándalos... O h ! esto de los escándalos es muy malo*** «s una culpa tan grande..»

y la religión , amiga , que es rruy sania, está terrible con esta clase de delitos. N osotros debemos evitarlos en nombre del respeto que nos deben inspirar sus puras máximas , y ios preceptos de la naturaleza por la seguridad individual.

Doña Tadea. Una cosa me ocurre... una idea muy oportuna para el intento. '

D,Luctano. Y quál es?Doño-Tadea. Usted ya sabe lo que la «Ite­

ra y trastorna qualquiera noticia infaus­ta de su marido. Y o la liaré ver ei tes-

- tamento que acaba de enviarnos ; aparen­taré irle diciendo poco à poco que está m uy enfermo... que ha padecido... que ha muerto... y de un modo muy sutil. Y o conozco muy bien el peder que exér- cerá sobre su alma qualquiera idea de esta clase. Y o estoy segura y libre de

' temor en esta parte. Jamás le permitiriá à mi rival un triunfo que está en mi ma­nó el evitarlo. E s preciso que trayga us­ted ese d in ero , y que reünamos todos nuestros esfuerzos.

D .Luciano. O h ! el dinero... en mi casado tengo... es tan poco... está seguro. Usted discurre mas que Patillas'; pero si ia íb - cura de Abelina adquiere mas consIdei*a- clon ... esto es m u y m alo: puede morir-

. se ... es prógimo , y no estoy tan intere­sado en su desgracia. '

ssVoña Tadea. S i , ya me lo presumís y o ,

que usted no miraba como humo de pa« jas à esa miserable.

l>.Luciano. O h ! elo no , mí amada Doña Tadea , no cal. M i alma podrá tener al­gunos achaques » somos endebles... pero eso... v a y a , no es para mi delicadeza y rigidez.

Doña Tadea. Y a lo veo j pero à veces... P or D io s , amigo , no se olvide usted de esos reales j por pocos que sean , me haráa un excelente servicio.

D.Luciano. S i , lo considero. Si llega íl ua punto respetable ia enfermedad de Abe- lina y recurre usted à qualquiera Tribu« ca l , expone usted que no puede entre­garla en aquel estado à su marido » y que necesita usted vender parte de sus bienes dótales para alimeatarla. Con efec* to se consigue , se venden , y estamos li­bres de cuitas y desazones.

Potra Tadea. fiien me parece , m uy bieo. Si no discurriría una trampa como esta el mas estirado Jurista !... SI usted... va­ya... tiene un talento... V o y à dentro; no tarde usted » le enseñaré el testamen­to à la muchacha , y veremos su dispo« sicion para concluir nuestro plan. Ven» ga usted lu e g o , y ao <e olvido usUd de esos dineros»

E S C E N A II .

Voti Luciano solo.!)• Luciano. V a y a usted con D ios > amiga

niìa. L os dineros? L o s dineros son de­masiado sagrados para que tus profanas manos los toquen , ni tus ojos los vean. Y o los uniré à sus venerables compañe­ros en el santuario de mi talega. A mi nada se me da que te embarguen hasta e l ayre que respiras » si no pagas tus trampas , porque y o soy Luciano , y pa­ra mi Luciano es y debe ser en toda la raza humana el primero , el segundo » el treinta » el quarcnta » el mil > y el cuen­to de cuentos. Solamente que un célibe como y o es un hom bre, y un hombre no puede pasarlo bien , sin tener todo aquello que le falta.f^ L a m uchacha, el diantré de la muchacha me priva de la p a z , que habia de respirar en medio de mi filosofía y de los ejercicios de nú sofistica virtud.

E S C E N A I ir ,

Don Luciano, Paulina y Abelina, (^) paulina* Y o no puedo contenerla. Por Dios»

( * ) A b ilin a debe salir con el pelo espato

e s

9 eñor Don L u cian o , que se me escala» que le hfi dado el accidente. (^)

Abelina. N o , no me sigáis , verdugos de la inocencia... Y o soy libre , soy libre.,, no , no me atéis roas. Crueles!... con una niña,,, infeliz... destituida... (^*) Suel­ten ustedes, suelten. Y o estoy buena... y o parto solo à arrancar de los infieles brazos de mi Camilo à esa indigna , à esa rival que me usurpa un corazon que todo es m ío... Suéltale , pérñda, suél­tale... es mio 9 mio. N o es verdad, Pau­lina?

Paulina, S i , mi amada Señorita... nadie se lo puede à usted disputar. Sosiégúese us« ted un poquito : no , no crea usted eso..»

eido , iu ropa colocada,con desaliño , alga* nos cardenales en las tnexillas, sus ojos sumidos, que deberá aparentarse por me­dio de ojeras bien figuradas, observando todas las alteraciones en su carácter de inadvertencia , olvido , y algunas veces de precipitación , fu ror ò ternura , según se indique la diversidad de afectos. Paulina sale precipitadamente,

(*) Sale Abelina con alguna precipita* chn , y al v er à Don Luciano , dirige à é lla palabra. { * * ) Procuran contenerla^ y se desprende.

mi Señor es tan sensible... la ama a us« ted mucho t mucho.

Abelina. A h ! me amaba... ya no me ama. (*) y por qué me habla de am ar?... A h ] yo he cubierto de lágrimas y de ignominia el corazon de un esposo... él me perdo-* naba , y yo..., H oy , ya n o , ya no hay perdón... Y o desayré su piedad. Ah! las lágrimas me ahogan,'... las entrañas se me arrancan de dolor. Piedad , pie- dad!

PauUtM>yaya f mi querida Señorita; por D ios no piense usted mas en eso. Esté« se usted quietita ; FauÜna se lo suplica a usted.

Aheltna, N o m a s, Paulina mía , no mas; no te enfades, me confundo... A y Pau«i lina!

'paulina. Desvanezca usted por un momen­to esas funestas ideas ; distráygase usted; Paulina estima á sa Señorita con todo el calor de un corazon tierno y agradecido, y su ama se deleyta en complacerla. Hablemos de otra cosa.

Áhelina. Hablemos. S i , tú me am as; tú

( * ) Con fastott y sentimiento muy vivo»{ * * ) Enternecida. (**♦) Exclaman-

do con veemencia i y dexdndose caer en los trazos de Paulina»

solamente me amas sobre la tierra. Y osoy un objeto de ezécracion para los v ir ­tuosos... todos me aborrecen , todos... es­poso , hijos... ei universo rae detesta. In feliz! Hablemos de otra c o s a , hable« raos. {*) iWira, estaba y o ayer noche, amada Paulina , en mi quarco , esperando que un pacifico sueño llenase mi imagi­nación de benignas quimeras. Y o no me dormí , no , porque un tropel de robus­tas mugares y sus pequeñuelos hijos , sor­prendió toda mi atención. Tiernamente enlazados entre sí hijos hermosos y d i­chosas m adres, ofrecian a mis turbados ojos la mas tierna perspectiva , y este admirable grupo dulciñcaba mi amarga melancolía , y remitía a mi alma ideas muy tiernas y benéñcas. Y o estaba em­belesada ei> mi amada visión , qnando observé no lejos de mí un hermoso jo­ven pálido , triste , lleno de laxitud, que estrechaba a su fúnebre rostro un gra­cioso niño y y á breve rato lo despren­dió de sus lánguidos brazos... él era el mas bonito de todos. Y o vi que corría éon sus bracitos abiertos hácia mi , se abanza a mi cuello... me llena de ca­ricias y de afectuosos besos... L o miro,

(*) Con naturalidad aparente.

ah í y conozco a mi pequeño Marcelino, y á mi jquerido Camilo« JVJil veces lo be«» s o , y otras mil lo lleno de dulces lágri­m as « y me m ezclo entre las dichosas madres. Ellas alegres repetían : estos ticr> nezuelos son las pias bendiciones de un dios de pureza , y estrechaban nuestros dulces lazos. M i M arcelino me enlaza mi Cam ilo... y o me precipito entre sus brazos... y él llora y me perdona... (* ) Y o solo fui feliz en medio de ilusiones.«, todo desparece, desparece este dulce en­gaño y y el horror desciende á mi alma... Y o sin hijo » sin esposo... Desgraciada !.«• H ijo de mi amor!.«, hijo feliz de una des­venturada! A h ! tú no vives..« si vÍvie-> ras... Sombra querida! yo te respeto ; tíi debes unirnos. T ú delante dei trono de la indulgencia y piedad enlaza dos tier­nos corazones. (* * ) M ira , Paulina , ma­ñana... y por qué no hoy mismo? y o cor­reré á los pies de mi espoto ; no , no me atareis mas... imploraré su piedad , los bañaré con mis lágrim as... y é l , gran D io s , podrá perdonarme?

D .Luciano, Qué ! ro lo creas ; está tan irri­tado.«. es tan violento... quizá te matariSt

(*> Con naturalidad aparente, {* * ) Con .afiiecion suma»

Ahdina. Mas que me mate. A usted no le importa nada. Y o me ofreceré gustosa á. su fu ro r» para que sepulte en mis entra­ñas su feroz cuchillo. Y o prefiero el ser sacrificada a la justa venganza de un es­poso á una vida llena de infamia , y oprl« mida en manos de mis verdugos.

Paulina. Y usted lo cree ?... N o crea usted tal. Luego que usted se restablezca , ire­mos juntas á ver al Señorito. E l la reci­birá á usted con toda la afabilidad de un alma sensible y compasiva , y de un corazon que adora la virtud y la ino­cencia.

Abelina. A h ! y tú lo crees? Esa cruel ( * ) que posee el mejor tesoro que habia pa­ra mí corazon sobre la tie rra , lo arre« batará de entre mis brazos , é l se acor­dará de mi detestable crimen , y enton­ces... qué haré? A h ! entonces... lanzar­me furiosa a mi enem iga, ( * * ) matar­la , despedazarla... Ese lecho » ese espo­so es m ió , la d iré... Esas son las aras de un amor consagrado á la pureza. Hu­y e , huye t pérfida , tiembla... N o pue­de , no; ese inñel... y o vivo... T ú eres

Con alteración y empezando un vee-* IHente delirio.

(* * ) Zelosa y ¡lena de furor.

sacrilega«»* mis manos j m í furor sabrán despedazarte... (*) T ú eres , tá ...

Paulina, Por Dios , por Dios , Señorita! D.Luciano. M uchacha! m uchacha!Abelina. Retírese usted , huya usted pa­

ra siempre , si tiene amor k su exis­tencia.

E S C E N A I V .

Doña Tadea y dichos.Doña Tadea. Q\xé es esto? qué alboroto es

este?... H ija , hija , por D ios. ( * * * ) Abelina, O D ios m io! Dóude estoy?... qué

es ío que he hecho? Y o deliro , sueño..» O am iga! ò dulce amiga m ia! tú lloran­d o !... Esas iágriruas , esa funesta añic- cion rae anuncian que mi aleve m ano...

Paulina. Señorita, n o , no crea usted tal: usted no ha hecho nada , nada»

Abelina. S i , yo te he ofendido... y o te he ultrajado... M is manos crueles deben de ser oprimidas. Sujétenm e, átenme uste-

(+) S e precipita a Paulina » y la amena- za. ( * * ) Vaga por el teatro I Doña Tade» y los demás ta sorprenden, y la sientan.

( * * * ) Desp'ues de un corto intervalo, ^ como volviendo en s í y habla a Paulina con la mayor urnura y sinúhiltdai.

des, y o lo imploro por piedad. Estos ojo9 llenos de lágrimas lo suplican... Y o no me expondré jamás a la indigna afrenta de ser la mas ingrata de las criaturas..«O amiga y bienhechora m ia! dexa , dé- x am e , abandóname ; huye , huye para siempre de una alma desconocida á tu amor y á tu ternura... A h! no , mi ama­da Paulina, no me desampares ; si tú me dexases , quién me llamarla amiga sobre la tierra) quién enjugarla mis lágrimas^ y quién llorarla conmigo en las horas da mi tribulación?

Paulina, Y o abandonar a usted? N o , ama mia m uy amada » yo no puedo dexar de obedecer a este tierno y agradecido co- razón... Mas que me hiriese usted , me cubriese de sangre » ¿podria consentir ea desampararla? L a muerte solo podria se­pararme de mi amable Señorita , y d iyi- dlr mí suerte de la suya.

DoñaT»áea. Vete fuera , entra iaegO j y i está mas tranquiUt

Abelina. S í , amiga mía y vuelve luego » no te acuerdes de mí ingratitud | y perdo« na a una desdichada.

A

E S C E N A V .

Do« Luciano , Doña Tadea y Abeíln*, Vona Tadea* Mira , bija mis f el Señoi

D . Luciano quería comunicarte un asun>* to de mucha entidad.

Abelina. N o , no puede serlo... Y o conoz­co que ustedes desean llenar mi corazon de angustia. A h ! derramen ustedes todo su tósigo en este objeto de su indig« nación.

D.Luciano, N o , no , querida Abelina. T u madre te ama y y y o también te estimo mucho.

Abelina. M i madre no me querrá ma!... soy su hija... usted... qué sé yo ... Y o no le he hec'io á usted ningún daño.

Doña Tadea. S í , hija m ía, yo te amo , te amo... Eres un tierno pedazo de mis en­trañas... (*) Hija de mi corazon !

D.Luciano. (* * ) Acuérdese usted que es su rival , de los males que amagan nuestra seguridad , y concluyamos el proyec­to. ( * * * ) T u madre no se atreve á co ­municarte una noticia. O h ! es tan fu­nesta...

Abelina. N o puede serlo. Nada tenia que perder sobre la tierra mas que un hijo, y el amor de mi Cam ilo... lo he perdido..« Todo lo^demás no puede ser terrible pa­ra mi corazon.

(*) Con sensibilidad.. Aparte áDoña Tadea, A Abelina,

J).Luciano, L a humanidad está cercada mu« chas veces de una especie de males que ella no pre.' iente ; pero la constancia constituye la felicidad en medio de las adversidades.

Abelina. Y qué quiere usted decir con eso ? ( * )

Doña Tadea. Sosiégate , hija mia , no te precipites. M ira , estos papeles ( * * ) son el testamento de tu marido. E l pobre es­tá malito... bastante enfermOt.. E l Señor Don Luciano quiere decirte, que muestres á la desgracia un semblante pacífico / tranquilo,

V . Luciano. S i , querida A b elin a; nuestra existencia , todo nuestro vivir es una tré­mula antorcha que se apaga al mas leve soplo. L a muerte nos sorprende en la rrij3:ave’*a de la juventud , y en el in- vitífr.' '’ e la ancianidad. ( * * * )

09Ú3 ru2¿a. T ú debes presumirte qualquíe- ra de estas accidentes... N o f no te dexa aban.íonada... N o te ha olvidado en su última voluntad. V a y a , hija m ia , aquí no hay m ai'que sosegarse , y dar gracias

(*) Abelina con sobresalto, ( * * ) En- tifiándole el testamento , que deberá sacar en la mano. ( * * * ) Abelina eon mucha turbación*

i\ cielo que te ha libertado de tu tiran« agresor.

D.Luciano» N o andemos, dulce amiga mia, con mas rodeos : recomiéndalo al Señor en tas súplicas , y debes hacerte cargo» que muriendo para nosotros , habita ias regiones de eterna luz y de alegría.

Abelina. {*) Y él murió? Y ¿ustedes no tiem­blan delante de esta muger aleve » que amargó los días de su existencia y y abrió el sepulcro de su esposo? ¿Ustedes no se estremecerán al mirar estas manos mal­hechoras , que lo han conducido al lecho de la muerte? A h ! yo soy la crimina], que apagó para siempre la luz de sus ojos... Y o sin hijos , sin esposo... sin virtudes. A h ! desventurada!... Y o escu­cho el tispanto;»o acento de un D ios que no podrá indultarme.

Doña Tadea. H ija ! h ija !Abelina. Y o no soy hija , no lo so y , no. Y o

soy un parto del furor de los cielos » na­cida para oprimir la virtud y la inocen-< cia de un hombre justo, do un ángel que el cielo habla enlazado con esta muger pérfi­da... Miserable!... (* * ) Y a no hay clemen­cia para m i; se acabó la piedad.» A h !...

(*) Con sentimiento muy vivo»Con lágrimas y terror»

'D.Luciano, Sosiégate , sosiégate. Aquí está tu madre , tu amigo... *

Abelina. Y o no tengo madre , no ; jamás la he tenido... tenia un hijo , un virtuoso esposo... ya no existen. (*) Y o no he co ­nocido á mi madre jamás. Y o he debi­do mi detestable ser á una venenosa sier­pe , que seduxo mi inocencia , y rae arras, tró por fuerza hasta el mas horrible de los crímenes... U sted, usted, muger cruel, me hizo esclava de la cólera del cie lo ... Y o no he roto esos lazos de la naturale­za y del amor... Y o niña... tímida... In­feliz! ( * * ) A y ! h u yan , huyan ustedes, agresores de la inocencia , enemigos del honor y la virtud... Huyan ustedes , les digOn. tiemblen... Y o siento.que la rabia y uo infernal furor discurre por mis ve­nas ) y el fuego de la ira me penetra el €orazon... A h !... yo tiemblo... Huyan us­tedes , les ruego.

D.Luciano. Vámonos , amiga mía , conser­vémonos ; esto va muy malo... Su delirio se ha exáltado hasta un punto demasiado

(*) Con ternura , y despues de una pau~ ta f con veemencia y sentimiento.

{* * ) E n su mayor delirio, y fuera de' sí, tUmbla f como si estuviese aeometidu de una convulsión.

respetable. Se coocluyó nuestro plan , y lio queda que hacer cosa alguna en obse­quio de usted.

P o n a Tadea. S í , retirémonos... Y o me hor­rorizo ... Vuelva usted luego , haremos esa diligencia , y no se olvide usted d« •to s dineros. (*)

E S C E N A V I .

'cibelina. Y a se van , ya quedo toda entre­gada à la negra agitación que me devo­ra... Dónde huiré de la vista de los hom­bres? Dónde me esconderé de la sañs de los cielos? Parece que me cerca un negro torbellino, y que una secreta ma< no me arrastra à la desesperación... M uerte... muerte {** ) ven precipitada­mente sobre esta miserable ; y si no , yo »abré buscarte con el hierro ò los cor­deles... Desventurada mil veces!... Y o miro abrirse ese horrible sepulcro , y el macilento cadáver se presenta à mis ojos... Y o me estremezco... me horrori­z o .. . V n hielo se dilata en mis entra «

(*) Vanse por la derecha Doña Tadea, y Don Luciano por la izquierda.

i* * ) Con furor f y después con terrot^ y asombro.

ñes.... Dios raioi piedad! piedad! (*) Paulina » Paulina. {**)

E S C E N A V II .

FauU nafy luego Don Pablo y el D oc- ior Bustos.

paulina. Qué puede haber ocurrido? Seóo» rita ! Señorita! mi amada Señorita! P a­rece que la frialdad de la muerte se ha extendido por su rostro.

Doctor* Qué es esto , amada Paulina?Paulina. Y o no lo sé. Un sudor frió está

bañando sn rostro j apenas alienta. A y ú ­denme ustedes. Pobre Señora!

Doctor. Dime , piadosa y amable Paulina, qué funesto acaso ha producido este pa­rasismo? Qué ha sucedido?

Paulina, Usted aq u í, Señor D on P ab lo ! us­ted peligra mucho , si mi ama ó Don L u ­ciano llegan á ver á usted.

D .Pablo, Y o no Ies temo. Me conozco con suficiente entereza y razón para hacerme

(*) Llamando. i * * ) Cae desmayada con el mayor abatimiento* ( * * * ) Salen D , Pablo y el Doctof Bustos* ( * * * * L e «yudfl» á Paulina á levantarla , y la sien»* o n , sosteniéndola Don P a b lo , el Doctory Paulina.

superior à sus dicterios , y eludir las ope« raciones de su iniquidad. M ira : tu a:ma v a à reünirse coi\ su esposo ; él estará aq\ii muy pronto con Lorenzo ; y tú de­bes cooperar à este virtuoso designio,

Paulina. A h ! y será cierto? O zal? pudie­se hacerla feliz cun la sangre de mis venas.

d octo r. Dim e , amiga m ía , qué origen tie­ne este accidente ?

Paulina. Y o no lo sé. Apenas la he dexá- do unos breves instantes. M i ama m ayor me mandó salir allá fuera. Don Luciano y mi Señora quedaron con mi Señorita. Y o no sé lo que le han d ich o , ò Jo que Je han hecho. A breve rato oí que rae llamaba con voces muy descompasadas è irregulares. Entro , y la encuentro en el lastimoso estado en que ustedes la miraa«

P . Pablo. Este rostro pálido , esta imágen de la muerte , y este pronto y mortal frenesí nos anuncian , amigo D o cto r , que la iniquidad y la perfidia han desplega­do su inhumano furor s.obre esta misera­ble víctima..é A h ! tú eres demasiado v ir­tuosa para ser feliz entre malvados. D oc­tor , procuremos quanto antes su mas' oportuno alivio , y apresuremos los feIÍ» ces momentos de su reconciliación.

J)octor. í í o dificulto que su restablecimien­to corresponderá nuestro cuidado. S«

respiración es mas libre , y no tardará en recordar. Nuestra empresa queda con­fiada a una providencia etern», que mira el fondo de nuestros corazones. {*)

E S C E N A VITI.

Don Luciano y Lorenzo. (* * ) Lorenzo. Si el brivon del Criado acierta i

empeñarse en que no entre , sin remedio lo estrello. Mucho tarda el D octor y el Señor Don Pablo ; y mi Señor está lleno de impaciencia aguardándolos en ia ca­lle. Si habrá ocurrido alguna cosa , por­que esta vieja es de la misma piel de bar­rabás. Por aquí no hay nadie , este si­lencio... ( * * * )

D .Luciano. Somos perdidos. Aquí hay en­truchada , no hay remedio. He visto Ik Camilo haciendo la centinela á la casa, y y o sospecho... O la! buen viejo , D ios le guarde. Qué se le ofrece?

Lorenzo. Oh ! ya me admiraba y o que faU

(*) L a entran en una silla por la misma puerta de donde salió Abelina. (* * ) Sale Lorenzo , como dirigiéndose à la izquierda^ y Don Luciano pensativo se queda eu UM punta opuesta del teatro en^^u salida»

Sale Don Luciano.D

tase usted por estos barrios» Y o no lo busco à usted , ni tengo que darie cuen­ta de nada. Sí Señor... A usted no le iia> porta.

D ’Ludano. V a y a , no se altere. Y o no de­seo exponerle, ^Usted es mi prógirno , y si la Señora io viese , sabria castigar el atrevimiento dC'penetrar hasta--ej-litio sin su permiso. Su pobre amo ie está espe- rando en la calle ; márchese pronto» que le espera,

Jdofinzo. Y o le digo à usted que no me es­pera » y que nO quiero. Y o vengo por su mandado, y áé Jo que tengo de hacer. Us­ted no tiene que venirme con zanguangas» ni alicantinas. Y o conozco días hace à us­ted i y usted debe temblar delante de este pobre viejo.

Dé Luciano. D ios sea bendito» no me re­muerde por ahora la conciencia. Usted

- conocerá las virtudes de mi corazon » y los esfuerzos inútiles que he empleado en la reunión de dos amablos esposos.

Lorenzo* Y o no hablo à usted de eso ; pero algunos-brivones dicen , que usted no ha sido el últim o en atizar el incendio » y

. en engordarse con ia discordia y los chis- . •_ raes.DJ^uciano, Siempre entre los mortales han

sido perseguidas ]a probidad y la inoceiv- cia. Válgam e el Señor! P ara que vea us^

ted mi corazon , y deponga esos malos juicios , observe usted la rectitud de mi plan. D igale usted à su amo , que yo le encargo que no se precipite , que Abeli­na no se halla por aKora en estado de reunión por su accidente , que en hallán­dose , yo la dispondré , la prepararé , y presentaré à Camilo à su su eg ra , para que no se exponga à uo sonrojo.

Lorenzo, Y a , ya comprendo , y conozco las tracamandanas de usted... Soy algo estrecho de gaznate , y conmigo no hay emboque. En dos palabras : usted quiere distraer à mi Señor , y dar largas à una generosa reconciliación, porque asi con­vendrá à ios diabólicos enjuagados de la Señora mayor y su devoto confidente; pues esto es una picardía muy grande. (^)

V.Luciano. Usted es un maligno infamador, sanguijuela de su amo. Tiemble ; yo soy un inspirado del c ie lo , amado de la pro­videncia j y y o lo digo.

Lorenzo. Pues >yo no soy inspirado^, sino un hombre de bien , que de una puña­da sabrá henderle los cascos ; y y o lo digo.

T).Luciano. l£.s un atrevido, insultador dft U honradez y la virtud»

(*) .Irritado»

Lorenzo. Y él un hipócrita , chismoso , so­plen y perturbador de las familias.

D . L u c i a n o . m árchase, m árchese, de­socupe el puesto.

Lorenzo. Y o voy à la habitación de la Se> ñorita. Usted es nadie. Usted no es el amo ) no Señor. (*) Usted no me toque, ni me detenga, porque las manos me hor­naguean , y se va à armar un trisque pe- drisque , y una san-francia de mil dia­blos. N o escandalicemos , y viva usted hasta que la horca ó el presidio reclamen lo que es suyo muchos años hace.

E S C E N A IX .

Don Luciano y Doña Tadea.DoñaTadea» Don Luciano , amigo , y o ven­

go muerta. Mi casa está profanada por unos infames , y todo su respeto insulta­do por unos viles. Don Pablo y el hipó­crita de nuestro M édico han penetrado hasta la habitación de Abelina. Y o h« procurado contenerlos y reprender su osa­d ía; pero en vano. Me han llenado de mil discursos y filosofías ; pero advirtiéndo- tne constante en retener à mi h ija , han empleado la amenaza de las leyes. Qué

( * ) Queriendo detenerle Don Lusian»»

harem os?... Es preciso castigar estos in­fames. A h ! ellos triunfan , se la llevarán^ la arrebatarán... Indignos!

D.Luciano. O Doña Tadea! Pues qué ¿todo mi honor y probidad no han andado por esos suelos en boca de un infame sirviente?

Düña Tadea. Cóm o? á usted también ?D.Luciano. En vano he procurado defender

los indisputables derechos de mi amiga, y el sagrado de esta casa. Brivon! si ao se marcha , ie hago una cecina.

E S C E N A X .

Un Escribano y dichos.Escribano. Señora , yo vengo a hacer k us­

ted sabedora del pago de costas , y demás gastos ocurridos en el pleyto que se ha sentenciado en favor del Señor Marqués de M ontayre.

Doña Tadea. Válgam e D ios ! todo parece que me persigue y se conjura a un tiem­po. (*) Y ¿no podria usted esperar algu­nos dias ?

Escribano. Son de pronta é irremisible exác* cion. He cumplido con los deberes de mi urbanidad. Este es un aviso político. Des- pues vendré a hacer á usted la aotifíca-

. (*) Aparte»

cion en forma , y será indispensable un em bargo , si no se apronta el dinero.

E S C E N A X I.

Don Luciano y Doña Tadea.DoñaTadea. Qué es esto i am igo? ya tenia

y o previsto este golpe fatal. Es preciso que usted se acredite mi amigo con su activ i­dad y favor. Veré si consigo algún tiem­po para ese pago , y si puedo desalojar a esos enemigos de mi tranquilidad.

D .L u cia n o. Esa representación debe hacer­se á los tribunales ; por lo demás , ami­ga y conoce usted mi insufíciencia.» tengo buen corazon...

D oñaTadea. Y o necesito una alma como la de usted , tan activa y tan... L o s tribu­nales entregarán á mi hija á su marido en este lance... Y a ve usted como estoy sin v ig o r... Y o me enciendo , me alte­ro ) me abato , y nada consigo ; pero acu­damos á uno de los dos extremos : tráy- gase usted esa suma , ya ve usted el aho-> go ; y si acaso algún amigo de usted qui­siera.. .

D .'Luciano. Y a , ya entiendo... está m uy bien... me hago el cargo.

Doña Tadea, Y o voy a combatir con esos infqoos.

D .Luciano. Y a se lo decía y o a a$tcd| aA w

ssga Tùia... Si es pieza «I tal Don Pablo !... pwes ei D octor y ei Criado... Picarones! Am iga , es preciso à tan grande mal apli­car un càustico terrible.

Doña Tadea. Si no hay arbitrio... si tienen tomador todos los portillos. Varaos à den­tro , y veremos antes que usted parta k . buscar esos dineros, si luUamos algún medio...

D.Luciano. Eso s í , discurrirem os... p o r lo demás , es un asunto muy grave... En fin vamos à ver si podemos hacer algo. (*) Entretanto mis medallas están ea segu­ro puesto defendidas de los vien tos, y sin riesgo de un naufragio.

- m - l--- n -T -w ----------------------------- M

(*) Aparte,

ACTO TERCERO.

E l teatro lo mismo que en e l A cto an­tecedente,

E S C E N A P R IM E R A .

Don P ablo , el Doctor Bustos y Don Camilo,D,Pablo, C O sié g a te , tranquilízate. Y o des-

precio esos insultos» Y o no pue­do acordarme sino de la felicidad de mi amado Cam iío.

D.Caimlo. ¿ Y ustedes compran la paz de mi

co ra zo n , sacrificándose al temerario fu­ror de una m alvada? Esos infames igno­ran lo qi)d puede la virtud por si sola ; y mas si la sostiene un brazo fuerte.

Doctor. Esas ligeras nieblas se disipan con la:» ideas del pronto reposo de tu corazon.

D.Pablo. H o y debe tu alma echar los c i- mieutos á una felicidad inalterable. L a tristeza , el arrepentimiento , la amargura y las angustias que sufre el corazon de tu bella esposa , te presentarán una herm o­sura lánguida » desfigurada en sus faccio­nes, distiata de aquella que anunciaba con un ayre sereno en su hermoso rostro la paz de un virtuoso corazon.

Doctoi". E lla y a juzga que no existes , y y o opino que esta funesta sugestión ha sido inventada por la venganza 6 el interés. £ n su alma está muy ezáltada esta manía; y su alegría, al verte entre sus brazos, no dudo que será igual á la fúnebre idea que la combate ; pero es preciso que usemos de la oportuna precaución , para no ex­poner su dilatada naturaleza á qualquiera accidente que podria sobrevenir en una comocion imprevista.

D .Pablo. T ú no estás tranquilo. Y o estoy leyendo en tu semblante un sentimiento extraño. ¿Qué nuevos temores , qué in­quietudes ocupan el corazon de mi tierno amigo Estos lugares deben de ser para

ti muy dulces. Aquí el candor y las gracias abrieron cu corazon à tu primero amor» y aquí la inocencia y la niñez enlazaron dos almas puras para siempre.

D.Camilo. M i amor y una dulce amistad me atraen blandamente hasta los brazos d« una tierna esposa... In fe liz!... Estos lu.« gares que un tiempo vieron encenderse en nuestro pecho una benigna llama , han si- do el bárbaro teatro de la opresion y el dolor... Ah! esos débiles restos del antiguo lu2C0 que adornaba estas estancias , anun« cían el trastorno que han sufrido el orgu­llo y la virtud misma.

Doctor. C a lla , amigo , calla; Abelina llega.D .Pablo. Bondad eterna f escucha mi fer­

viente súplica.D.Camilo. A h ! ella es... desdichada! gran

D io s! Su lánguido ademan... su rostro pálido. (*) O h ! llega, llega à mis brazos»

Doctor. Detente , detente » no te precipites: es preciso prevenirla ; ocúltate ¡ retírate; aun no es tiempo. E lla llega.

(*) Con extremada pasión,y dirigiéndoseol sitio por donde ha de salir Abelina. E í Doctor lo detiene, y lo conduce al lado dere» eho de la Escena , donde no pueda ser visto áe Abelina, ( * * ) Abelina apoyada en los ^ m broi de Paulina y Lorenzo»

A b elin a , L o r e n zo , Paulina y dithos» Abelina. ¿ttónde podréis conducirme , ami­

gos,* sin que el clamor de mi conciencia dexe de venir conm igo? A b ! mi sueño y mi vig ilia siempre estarán acompañados de )a fúnebre imágen de un esposo...

D .Pablo. Mi querida niña , huyan , huyan de la imaginación de usted esos fantasmas, creados por la intriga , ó ei bárbaro inte­rés... Ah ! él vive ; no lo dude usted : él respira , y éstas , amada Abelina , son las dulces horas de la concordia. Sí ; él vuel­ve á buscar los amorosos braznfs de'.sú tierna esposa ; y estos felices momentos no están lexos de nosotros.

D.Camilo. A h ] desgraciada. Y o corro á de­sengañarla. {apart.)

Abelina. Ustedes son muy piadosos. Ustedes juzgan consolar mi aflicción con muertas esperanzas... Y o no estoy loca , no... pe­ro yo veo un funesío espectro que me per­sigue en todas partes... A h ! mi corazoa ama esa horrible visión... M i madre y D .L u cian o me lo han dIchO... C ru eles!.•• si no fuera cierto... O h ! ellos se nega­rían , «líos me ocultarían una próspera n u ev a; pero una te rrib le , una espanto-

' -sa.A no , no. En vano se esfuerzan uste­des para enviar a mi. afligido corazon-ua

. 5 ^rayo de coDSue!o.M A h ! y a co existe...

D.Camilo. O crueles! (apart.)D.Pablo. S\ ustsd'-lo viese llegar con un sem­

blante de amor , cubierto su apacible ros* tro de lágrimas , y extendiendo hácia us­ted sus cariñosos brazos... ¿no caeria ese fúnebre velo de la ilusión , y adoraria us« ted su tierno desengaño?

Abelina Funesto recuerdo! Muertos amo­res !... Quánto aman ustedes á una desdi­chada! Y a , ya huyeron del universo esos felices dias ; y las horas de h orror, de re­mordimiento y llanto me acompañarán en el coraron para siempre. (^) A h ! mis lá ­grimas encendidas darán a sus cenizas un eterno tributo de amor y de arrepenti­miento. Y a no le veré jamás, ( * * )

D.Camilo. O h l s í , dulce amada mia ; y es­tos brazos...

Abelina. A y ! cielos!,.» él es..» su sombra»*. Dios m ío! clemencia»

(*) Con la mayor aflicción. (*♦) C i- milo sale con precipitación, se dirige con los brazos abiertos hacia Abelina. E sta se asus- ta i juzgándole su sombra; corre con el ma* yor espanto por e l teatro , y entra cubrién* dose el rostro con ambas manos por la puer­ta su habitación, manifestando su terror» Paulina h sigue»

Don Pablo , Don Camilo , Lorenzo y el Doctor Bustos.

D.Pablo. O amargos frutos de una crueldad!D.Camilo. O infames! temblad. M i braz.o va

z armarse , y este dia ha de ser el de la venganza de una virtud oprimida por seis años.

D.Pablo. Detente j a dónde vas? Esos ím­petus , e>os arrebatos , esa indiscreción te precipitan , y nos privan de una feliz opor­tunidad que nos presentaba el cielo.

Doctor. Venga usted , amigo mió. Su delirio quizá no será de mucha duración. Su iiua> ginacion está muy desconcertada. Es pre> ciso que empleemos todos los medio» mas eficaces para disuadirla. N o desperdicie-* mos...

Doctor. (* * ) Quédate » quédate , no nos st> gas ; retírate; sus ojos no pueden verte aun. Su alma , su corazon , sus sentidos están en terrible lucha. L a inquietud mis­ma de tu espíritu te retarda una felicidad que tanto anhelas.

(*) Como dirigiéndose precipitadamente tdentro , y Don Pablo le detiene.

( * * ) Don Camilo quiere seguirlos , y el. Doctor lo detiene.

Don Cantilo y Lorenzo.D.Camilo, O bàrbara crueldad! A yL oren zo!Lorenzo. Consuélese usted , mi amado Se­

ñor ; aun no es tarde. Este será ei dia mas venturoso para el corazon de usted. N o, no haya mas añiccion ; ya basta de pa­decer.

D.Camilo. Su hermoso semblante . sus agra­ciadas facciones... ò D io s! están desfigu­radas por el dolor. L a naturaleza y la ra­zón perdieron su inñuxo sobre los huma­nos... N o hay amor maternal , no hay amistad. Don L ucian o , esc hombre simu­lado y perverso ha sido un bárbaro minis­tro de crueldad. Tardío conocimiento!

Xo^tf;>zo. Gracias al Señor. Esa sola palabra vale para mi alma mas que todas Jas ri­quezas del mundo. E lla sola justlfíca el corazon de Lorenzo. N o , yo no me eq:;:- voco ; y o no murmuro de nadie , ni soy calumniador , ni mentiroso. N o hace mu­chas horas que si ese brivon se emperra en no dexarme entrar como quería , se arma una zambra de mil diablo» ; peco él viene aquí con Doña Tadea.

Ti.Camllo, Y o los espero. Indignos!Lortnzo. N o , Señorito : por Dios ; no se

precipite usted. Y qué ha de sacar us­ted al fin? Recirémofios detrás d* ia mam­

para , y podremos oír lo que hablan. V a­mos. (*>

. E S C E N A V .

Don Luciano y Doña Tadea. Díchot aparte.Doña Tadea, En fin y a voy conociendo k us­

ted. Después de haberme precipitado, des* pues de haberme sugerido mil necias ilu ­siones para libertarme de estos malvados, rehúsa usted el presentarse delante de elh) à defender los respetos de mi casa. Usted no es buen amigo » no ; ya , ya me rece­laba yo ...

D ,Luciano. O Señor! E l asunto es de tanto peso... yo me complicaría en esta desu­nión... mi honor ya ha empezado à pade­cer... y entonces la idea de mi virtud... mi reputación... Esos hombres son deoiA- siado violentos...

Doña Tadea. C ó m o , .cómo? Qué lenguage es ese ! Pues qué ¿usted no ha sido el pro­yectista de la venta de los bienes de 1» m uchacha? ¿Usted no se ofreció « mane­jar el asunto en los tribunales? ¿Usted no fomentó su lo cu ra , y hasta ^hore no ha puesto usted toda &u manía en inventar los modos de retenerla y separ-arla-de ese necio marido? Qué ¿usted piensa qu.eyo

/(*)f S e retifan.á ¡a derecha..

no conozco que la niMichacha no lep ara- ce á usted ningún haz de paja? Y ¿aho­ra viene usted besando la tierra , y ha­ciendo la gata mansa? Usted quiere .de- xarnie en mi mayor apuro... Sí , y o lo alcanzo á usted , aunque corre mucho* Quó ingratitud ! de&pues que ha disfruta** do usted mi casa •, que le he prodigado rail favores...

D.Luciano, Y o he servido á usted, mientras no se arriesgaba mi honor y mi refuta­ción... Soy muy zelos» de buen concepto. AI cabo 6ste es el patrimonio del ho/i;i^re. Usted sabe lo que yo me sacrifícq por .ar-

- rimar el brasero de los perfumes a las na­rices de los neclo .t las exterioridades de que es preciso valerse; pero ahora...

Doña Tadea. Ahora no tiene usted necesida» des ai apretura^.

D.Ca^»r/.'Alnias viles! yo voy a sorprenderlos. Loratizo, N o por Dios , conténgase .usted,

que es mucho .gusto el ver una riña en* tre dos malvados..

DoñaTadea. Hablemos roas claro.i^gted no está tan humilde y servicial como antes... como tiene usted dinero... Si... ya .veo que hace usted el remolon por no traerlo... quiere usted dar largas... pero hasta ahí podíamos llegar,... Ese dinero es ir. i o ; !o ftecesito mas que nunca; y no vcQgji us« tsd con zancadillas.

D,Luctano. Señora... Oh! eso de! dinero de­be ser siempre para mi un problema ; y hasta que se resuelva... Y a ve usted mis trabajos , mis disertaciones... mis sublt- ines rasgos... todo , todo son cosas de al­to p re cio ...

DoñaTadea. Cómo qué? Usted-se lo est.nfó ¿ Cam ilo en nombre de Abelina , y à mi me toca por madre. Pues no alegaba us­ted malos derechos.

V.Luciaao, Y o no me niego à entregarlo... no quiero nada de nadie... tengo concien­cia... soy hombre de bien... pero decia, que nuestro derecho estaba muy obscu­ro... algo metansico... bastante intrincado. Usted está acalorada con esos malditos agentes del patético marido... N o es ver­dad? Pues y o he hal-!ado un medio muy fácil para librarnos de estos perversos emisarios.

DoñaTadea. M uy bien... O h ! si eso se lo­grara... si yo viese la esperanza de mor­tificar à mi despreciador... entonces bien podía usted... Y quál es?

D.Camilo. Esperad , partos del infierno y d# ia maldad. (^)

D.Luciano, Parece que se oye gente. Quién podrá ser? ('í'*)

(*) Queriendo salir à la Escena , y L o ­renzo deteniéndolo. (*^ ) Con sobresalto.

ItOfenzQ. (*) Quien quiere enviar à usted à cenar con los diablos. Lorenzo se lo su­plica à usted... ay I Por D io s , Señor, que nos perdemos.

D.Camilo. Y a llegó vuestro suplicio , mal­vados.

DoñaTadea. N o hay quien nos socorra. (* * ) O la , Francisco , Paulina , vecinos.

D.Luciano. Llame usted todo el barrio... ur­ge el peligro. (* * ) O la , muchachos » mu­chachas... mugeres... vecinos... criados, que nos asesinan, que nos matan!

XiOrenzo. N o chille usted, que no será cosa de cuidado. Señorito , por Dios.

E S C E N A V I .

Don P a b lo , el Doctor Bustos y dichos»D.Pablo. Qué es esto? Dónde te arrastra

ese bárbaro furor? Arroja ese horrible instrumento... Qué ha ocurrido?... qué novedad es esta?

D.Camilo. Y o iba à hacer un presente à los virtuosos. Este hombre iniquo ha sabido

(*) Saliendo à la E scena , y deteniendo à Don Camilo. Don Luciano y Doña Tadea huyen aturdidos por el teatro , à la-vista de

.Kn puñal, que llevará Don Camilo».(* * ) Quitándole el puñal.

E

sorprender mi corazon, robar mi cas», y acrecentar los males y la discordia en dos familias... Indigno ! Ustfcd rival niin! Enemigo de mi honor!... Ah! por qué no lo despedazo?... Y o no extraño , Señora, que la iniquidad extendiese tanto su fra« ligna f^ierza à ia sombra de la hipocre­sía. Es preciso entregar ese hombre á los Tribunales , hacer «ste obsequio à la so* ciedad , y escarmentar ios perversos y si« niulados*

D.Luciano. Y o » Señores...Lorenzo. Y a se acabaron , Señor mío , las

plegarias y engañifas. Q^e usted sa­be estafar , robar , mentir , engañar , y hacerse virtuoso y cristianazo à un tieni- po? No le faltan à usted hermanos... D ónde está el dinero de mi amo? Quiere usted que lo ate ?

D .P aM o .N o , Lorenzo ; hay autoridades so­bre la tierra, y en e! alma crueles remor« dirnientos para atormentarlo.

tdoreñzo. Pero à lo menos tendré cuidado que no se nos escurra.

Doctor. Eso sí , bien me parece. DoñaTadea. Y ustedes ¿por quién están au*

toirlzados para insultar los respetos de es» tá .c a sa l ¿Con qué derecho me arrebatan \istedes una tierna hija?...

D.Camiío'. Bti«co à mi esposa. Soy marido. DoñaTadea. Y o soy m adre¡ y si acaso...

V .Pabh. Señora , hágame ustód el honor de escuchanue , y tranquilícese usted. í . t discor.iia y el capricho han dividido dos virtuosoá corazones que el cielo destinò

■ à la felicidad y al aaiot. Camilo despues de mil pesares, vilipendios, y largas ho» ras de amargura y llanto , se determina a restaurar una hermosa dádiva « que à ét solo le fue entregada por la religioa al pie de los altares.

Doña Tadea, ¥ o no roe opongo, no $ pero eila misma.M

D.Pablo.O^mro el recordar las malignas tra» luas , de que se han valido la veuganKa ò el interés para sorprender à la inocencia. Y o no creo que usted se oponga à una generosa reconciliación-; porque además de hader leyes terribles entre los hom­bres , hay venfranzas espantosas de un

. D io s , en e^a M mte inmortal que mira nueitros corizon es-, y que empuña la es> pada del terror contra los perversos que

. rompieren los lazos de naturaleza... Pe­ro , Señora« dexeinos este tono de auto­ridad, y hablemos un lenguage mas dul­ce. i* ) Nuestros hijos son ei dulce rega­lo de ua puro amor , y de un D ios que

(*) Con viveza y senñbil’dad f aumeit' lando el ea hr a ia expresión.

no» bendice con ellos. Y o me persuado, que el grito de su aflicción y su desven­tura tiene mas eloqüencia en nuestro co» razón que las quimeras que aborta el dé­bil furor de unas pasiones tan basas como groseras... Y^qué ¿podría usted mirar por mas tiempo à su tierna è inocente hija, joven , bella , virtuosa , abrumada bazo el peso de un rem ordim iento, pálida « cada­vérica , herida dei dolor.*, ah! (*)

Doctor. O D ios! C a m ilo , ella se enterne­ce. (* * )

D.Pablú, No> yo no podré jamás pensar que esta bella y desgraciada victima lisongée el corazon de una madre... D e una ma­dre? Qué nombre tan lleno de amor y de d ulzura!... Pero usted llo r a , us­ted se enternece-J.v. Naturaleza , ah ! es­te es tu triunfo. ( * * * * ) Lágrim as dul­ces! lágrimas benéficas J llanto eloqüen- te ! {* * :*** ) N o , no Señora, no lo per-

(*) Doña Tadea se cotnueve à la de.t-crtpcton de su h ija , y se enternece, gra­duando bien este efecto. ( * * ) ' Aparte à Don Camilo, ( * * * ) "C-on llanto.-

Doff Pablo enternecido, el D oc­tor y los demás manifestando comocion.

Doña Tadea quiere ^ a r s 9 à sus pies ,y D o n Pablo la detiene.

mitiré jamási.* Bi& ta , basta. N o , so sehumille usted tanto»

Doña Tadea. Hija mia! h i^ mia de mis en­trañas! hija infeliz de una criminal!

D .Pablo. Derrame usted en el seno de ua hombre sensible ese llanto bienhechor; ao roas f Señora, no mas.

E S C E N A V ir .

Un Escribano , Ministros y dichos. Escribano, Dios guarde á ustedes. Señora»

por providencia solicitada en pedimento presentado ante mí por el Señor Mar** qués de Montayre , se manda proceder al embargo de su casa , muebles y frutos.

DoñaTadea, ¿ Y no podría diferirse por unos dias ! O qué tribulación !

Escribano, N o puede ser; crea usted q.ue en estos casos me es sensible el tener qite cumplir con mí obligación.

D.Camilo. Señor Secretario , yo suplico á. usted que se detenga un instante. A ver esos papeles. {*)

DoñaTadea, Qué confusion! qué vcrgl^en* za!(=í=*)

Lorenzo. Y a estoy cansado de cuidar a us-

(*) Don Camilo mira los papeles»(**) Aparte.

ted. Bien podían hacer ustedes de una Tía dos mandados*

Escribano. Qué ha ocurrido , Señores? qu6es esto?

Doctor» En pocas palabras. E l Señor es uno de los muchos h ipócritas, que al abrigo de una virtud aparente huelgan , estafan y se entrometen en todas partes. Se le han descubierto algunos atentados de es­ta clase } de que se han seguido gravísi­mos perjuicios- Es preciso que las auto­ridades libren à las familias y al sosiego de la humanidad de esta clase de malva­dos , y que la sociedad se sacuda de esta peste ruinosa.

Cumplan ustedes con su deber. (*) Detengan ustedes ese hombre. Se dará cuenta al Juez , y si su Señoría halla mé­rito succiente ; se conducirá à 2a cárcel, y se dará principio à la formacion de autos.

D.Camilo. ( * * ) Quedo instruido. Usted me conoce ?

Escfibano. Sí Señor. Usted es el Señor D oa Cam ilo de Attenza , y estoy muy entera­do del mérito que à usted adorna.

(*■) A los Ministros. ( * * ) Don Ca* tnilo habrd estado leyendo los papeles has» ta ahora.

D.Catnilo. Y o le doy à usted mil gracias... Dentro de una hora...

Doña Tadea. Ah ! no lo potíré consentir. T 6 vas à herir mi ingrato corazon,

D.Camilo. Señora » qué dice usted ? Son co* sas infinitamente distintas la humanidad y- nuestras disputas.

Lorenzo. Ah ! qué virtuoso !Doctor. Qué alma tan bella!D.Pablo. O hijo mio ! Quánto placer envias

à mi corazon !Escribano. Este asunto está concluido. E s­

tén ustedes à la mira con ese hombre, que yo voy à dar cuenta» y vuelvo inme­diatamente. (*)

V . Pablo. Camilo , ¿querrás creer que la suerte de ese miserable excita mi compa­sion?... Atiende à las resultas » y mira que tu suegra... Van à nacer unos males quizá mas funestos.

D.Camilo. Tiene usted razón. Señor Secre­tario , yo suplico à usted que se detenga.

Escribano. Pues quién es este desgraciado?D.Luciano. Y o , Señor? Mi padre fue tam­

bién del oñcio j mi abuelo fue un acredi­tado agente de negocios. Y o estudié al»

(*) Habla con ¡os M inistros, y al tiem­po de marcharse , se detiene al hablarle Don Camilo,

' gana cosMU, y eátuve por entrar en ua claustro : pero lo d e zé , porque decían que tenia ifiucho talento para Abogado. Despues murió nli padre» y o heredé unos cortos bienes, y han sido precisos mi! ar­bitrios para sostenerme. Por lo demás, soy recogido... buen cristiano muy quieto...

D.Camilo. Usted es un infame , un hipócri» ta , un malvado.

D.Luciano.1 0 , no se altere usted por Dios« Doña Tadea me niovia , me incitaba, yo soy d ócil...

DoñaTadea. Cóm o? Pues usted?... D.Pablo. Deténgase usted j Señora. Espero

que aAtdsí que venga la noche , llevará usted e«e oro que indignamente ha son­sacado à la casa del Señor. Mude usted de conducta , y dediqúese à un e:¿ercicio útil. N o busque usted un pan sellado con Ja igftOmihia. Tema usted la paciencia del

- cielo , y el sufrlmiiento de los hombres. P ch' alvora tiene usted en su conciencia un juez incorruptible qae lo martirice y reconvenga.

EscribariOi Dónde vive usted?D .Luciano. En la calle del P ájaro , Señor. Lorenzo. Nt> hay que tesser í yo sé su ca­

sa ; pero mejor seria que usted no lo de- xara iiasta que entregara esos doblones*

Doctor. S í , mejor será ; porque si no«««

Sscrthano. Con efecto , vámonos»D.Luciano. A Dios , Señores. Ustedes per­

donen ; somos un barro tan quebradizo...D.Pablo. V a y a , vaya usted con Dios. {*)Lorenzo. Qué mónita tiene el maldito!D.Pablo. N o nos detengamos mas ; Doctor,

volvamos á nuestra Abelina. £1 cielo nos favorece con el acaso que nos ha d is- traido.

Doña Tadea. A y ! yo m ism a!...Doctor. N o , no Señora , no conviene. U s­

tedes quédense aquí.D Pablo, Adelantémonos nosotros , amigo

mío. Procura (* * ) que no te vea hasta que mi señal te sirva de aviso.

E S C E N A V III .

Doña Tadea, Don Camilo y Lorenzo.Doña Tadea. A h C am ilo! mi corazon sufrs

en este instante toda la confuston que acompaña al criminal a la vista del bue­no. O D io s! A quién ultrajé!

D.Camtlo. A la naturaleza y á la razón... k una hija y á un esposo... á un hombre... pero Señora cubramos de eterna tiniebla nuestra desventura»

(*) Se van Don Luciano , el Escribano y Ministros, A Don Camilo,

Lorenzo, PobrecUla! ^Quìén querrá crecí que nre da lástim a? Pero Señora., a y ! por Dios escóndase usted.*. Don Pablo*** ¡a Señorita.

D.Camilo, E lla ! O íos favorece mi afligido. corazon.

E S C E N A U L T IM A .

( * ) A belina, Don Pablo, el Doctor Bustot, Den Camilo , Lorenzo y Paulina.

Abelina. Ah! no... Y será posible? Ustedes son tan benignos... tan virtuosos... Mise- ra ! yo hubiera fa llec id o , si no me hu­biese apoyado la generosa piedad de us« tedes. Hombres sensibles y buenos y ^con qué mi agradable corazon satisfí^rá tanto amor , tanta clemencia? Ah! yo no ten­go mas que gratitud... y lágrimas.

D .Pablo, Hermosa y sensible criatura » na­da hemos hecho , nada... Solo ansiamos que usted de&tierr« de su alma esa funes* ta quimera.

Do£tor. Cesen , cesen tan negras ilusiones.D .Pablo. ¡Qué dia tan felice ae presenta à

mis ojos!Lorenzo. O h! no hace machas horas | qu*

. -<,*) Abeltnct sale apoyada en los hombros de Lorenzo y Paulina,

yo he visto á iri Señorito a flig ido , in» consolable , llorando ccmo una criatura sobre esa triste apreheiisioQ que à usted la combate.

Abelina. H i querida Paulina | y podrá ser cierto ?

Paulina. ¿ Y usted se persuade que unas al­mas tan buenas podrían engañar à usted?

Ahelina. Ah! si esto no fuera asi... D . L u ­ciano y madre...

Doña Tadea. Funesto recuerdo à una des­piadada! Hija mia , hija , yo te he pre-

' cipitado al abismo del dolor ; yo he lle­nado tu imaginación de. terrores y tor­mento. Ah! y podrás perdonarme ? (*)

Abelina. Y usted llora , madro m ia? Ella llora y Paulina. Parece que un rayo de nueva luz ilustra mi corazon... A h ! yo creo que no es incierto.

D .Pablo. No es incierto , n o , mi amada Abelina. H oy la paz de dos respetables familias, la dulce y eterna alianza de Abe-

- lina y Camilo llenarán estos- hogares de amores , de placer y de /irtud... Y a , ya han llegado estos instantes ; estos son, estos.

Abelina. Estos son , estos... Y él vive?

(*) Llorando. ( * * ) Con alegría, pero repitiendo maquinalmsate : «ütos :>on, Scc.

E lyive!.** A lb ric ia s, corazon. Paulina, y o Io conozco... quiere perdonarme... me perdona. Y o voy à llorar sobre su mano bienhechora , sobre una mano que me dió el D ios del universo. V o y à besarla, voy à bañar sus pies con mis lágrimas, vo y ... {*)

^•Camilo. O h! n o , mi tierna amada , entre mis brazos para siempre..*

Abelina. CzmMol.,, D ios! para siempre!D . Camilo, (* * ) He aquí la obra de usted,

generoso amigo.D,Pablo. O providencia! quán inescrutables

son vuestros caminos !

F I N .

(*) A l tiempo de irse Abelina, sale Don Camilo y la abraza tiernamente,

( * * ) Camilo , sin desprenderle de Abe~ Una , abraza con el brazo izquierdo á Don Pablo, Todos los demás Actores manifesté’' rán su sensibilidad con veem encia, y eae el telón.