Juegos de lenguaje y significado

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Juegos de lenguaje y significado Alfonso Flórez Después de una introducción que versa sobre la imagen tradicional del lenguaje y los principios de su crítica (numerales 1 y 2), la siguien- te exposición comprende una presentación de la noción de juego de lenguaje y nociones asociadas a ella (numerales 3 a 6), a partir de lo cual se aborda la cuestión del significado (numeral 7) 1 . La esencia del lenguaje humano según la imagen agustiniana Las Investigacionesfilosóficasde Wittgenstein abren con una cita de las Confestones (I, 8,13) de Agustín, en donde se presenta "una determi- nada imagen de la esencia del lenguaje humano", a saber, que "las palabras del lenguaje nombran objetos" y que "las oraciones son combinaciones de esas denominaciones" (IF §lb). Estos dos princi- pios darán origen a la idea más elaborada de que "cada palabra tiene un significado", que "este significado está coordinado con la pala- bra" y que el significado justamente "es el objeto por el que está la pa- labra" (IF §lb). Para las abreviaturas de las obras de Wittgenstein y las referencias bibliográficas, véase la Bibliografía impresa al final de este volumen. Las referencias dadas han sido siempre a la Werkausgabe. Las traducciones son las usuales en español, y a ellas me he atenido, salvo contadas ocasiones. En caso de haber traducción al castellano, la respectiva referencia seguirá a la de la edición original después de un punto y coma (e.g., VB567; 150). 1 1 1

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Juegos de lenguaje y significado

Alfonso Flórez

Después de una introducción que versa sobre la imagen tradicional del lenguaje y los principios de su crítica (numerales 1 y 2), la siguien­te exposición comprende una presentación de la noción de juego de lenguaje y nociones asociadas a ella (numerales 3 a 6), a partir de lo cual se aborda la cuestión del significado (numeral 7)1.

La esencia del lenguaje humano según la imagen agustiniana

Las Investigaciones filosóficas de Wittgenstein abren con una cita de las Confestones (I, 8,13) de Agustín, en donde se presenta "una determi­nada imagen de la esencia del lenguaje humano", a saber, que "las palabras del lenguaje nombran objetos" y que "las oraciones son combinaciones de esas denominaciones" (IF §lb). Estos dos princi­pios darán origen a la idea más elaborada de que "cada palabra tiene un significado", que "este significado está coordinado con la pala­bra" y que el significado justamente "es el objeto por el que está la pa­labra" (IF §lb).

Para las abreviaturas de las obras de Wittgenstein y las referencias bibliográficas, véase la Bibliografía impresa al final de este volumen. Las referencias dadas han sido siempre a la Werkausgabe. Las traducciones son las usuales en español, y a ellas me he atenido, salvo contadas ocasiones. En caso de haber traducción al castellano, la respectiva referencia seguirá a la de la edición original después de un punto y coma (e.g., VB567; 150).

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Esta descripción (IF §2) o concepción del lenguaje de Agustín (IF §4) no debe considerarse ni como una teoría en sentido propio, ni como una descripción mínima de la concepción que Agustín tiene del lenguaje. Se trata, más bien, de unos principios generales, subya­centes con diversos énfasis a las diversas teorías del significado que atraviesan la historia del pensamiento. Ea referencia a Agustín tiene un propósito económico, pues en ella se hallan como sintetizados es­tos principios generales, además de venir respaldados por la autori­dad de una mente preclara (Malcomí 1984, 71).

Esta imagen agustiniana -eque pretende captar la esencia del lenguaje humano- considera que toda palabra individual tiene un significado, en ese sentido todas las palabras son nombres, y el signi­ficado de aequellas eque no lo son es "algo que ya se acomodará" (IF §lc); algo eme las teorías particulares del significado deben explicar a partir de la idea primaria de eque las palabras en sentido propio son los nombres. Ahora bien, si los nombres son los portadores por exce­lencia del significado, ello equiere decir que, y en la medida en eque un nombre es nombre de algo, el significado será el objeto nombrado por el nombre. La correlación entre el nombre y el objeto deberá dar­se, entonces, pior medio de un acto que vincule el signo y el significa­do; sin este acto de imposición del significado (IF §38d), el signo es un mero objeto más del mundo, un objeto sensible que no puede ir más allá de sí mismo (WWK 150). Este acto de imposición del significado es la definición ostensiva, en la cual el nombre se asocia al objeto me­diante un proceso mental (BB 18; CAM 29s), que fija, garantiza y per­mite transmitir el saber acerca de qué constituye el significado de la palabra. No es una casualidad que el famoso triángulo semiótico esté a la base de las diversas teorías del significado, con los tres puntos de apoyo de signo, concepto y significado.

Con esto, de modo un tanto inesperado, resulta eque un elemen­to integral de la imagen agustiniana del lenguaje es el recurso a un medio mental en el que se desarrollan los procesos de entender, sig­nificar, interpretar y pensar; el acto externo de significación es posi­ble solo gracias a este mecanismo mental, interno, que dota al signo sensible de su capacidad significativa (BB 19; CAM 30). Por eso no sorprende encontrar detrás del lenguaje piúblico un lenguaje mental, originario y más fundamental, de! que aquel depende (IF §32b). Este supuesto tan fuerte estará a la base de las explicaciones eque se den de los diferentes procesos "mentales", como conocer, querer y comuni­carse, entre otros muchos. En este orden de ideas, el aprendizaje de

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una lengua -eque es el tema de la cita de Agustín- se explicará por la asociación eque el pensamiento establezca entre la palabra y el objeto correspondiente; es decir, el aprendizaje exitoso ele la lengua mater­na supone que la mente ya está provista con un depósito de concep­tos significativos que tan solo esperan ser asociados a las palabras de la comunidad.

En lo que tiene que ver con las oraciones, estas están constitui­das por la combinación ele nombres. Si la función significativa de los nombres es el referir a objetos, la función significativa de las oracio­nes será la de describir estados de cosas, situaciones, con lo que se destaca el carácter primario de la función asertiva del lenguaje, en términos de la cual es posible explicar otras de sus funciones como la interrogativa y la imperativa gracias a la distinción entre el contenido de una oración y su fuerza.

Descrita a grandes rasgos la esencia del lenguaje humano según la imagen agustiniana, conviene examinar este carácter ele imagen (Bild) en sí misma.

La imagen agustiniana de la esencia del lenguaje humano -

La imagen del lenguaje, cuyo contenido se acaba de presentar, no debe desestimarse sin más. En efecto, "una imagen muy arraigada en nosotros piuede compararse naturalmente a la superstición, pero también se piuede decir que siempre se tiene que llegar a un terreno firme, aunque sea una imagen, y que por tanto una imagen que está en el fondo de lodo pensar debe ser respetada y no se la debe tratar como superstición" (VB 567s; 150). Al no ser una construcción técnica en sentido estricto, no cabe tratar de averiguar quién ha sostenido di­cha teoría, ni se puede tampoco preguntar si es verdadera o falsa, y tampoco puede ser remplazada por otra teoría más exacta. \.c\ ima­gen, que debe entenderse como un modo de concebir, un modo de ver (Auffassungs-1 Anschauungsiocise) (IF § 144), puede ser remplaza­da séilo por una imagen más plausible, más ulilizable, eque nos preste un mayor servicio en un terreno también ampliado; "Agustín descri­be, podríamos decir, un sistema de comunicación; solo que no todo lo

r.ira t-^lc apartado, el. l.anuc iyc)S, 13/^s; Baker 19')!, ihu^nu y esp, 50-d

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que llamamos lenguaje es este sistema. Y esto debe decirse en mu­chos casos en que surge la pregunta: '¿Es esta representación (Dars-tellung) útil (brauchbar) o inútil (imbrauchbar)?' La respuesta es entonces: 'Sí, útil; pero sólo para este dominio estrictamente circunscrito, no para la totalidad de lo que pretendemos representar'" (IF §3a). Lo que ocurre con la imagen agustiniana es que es simplista (IF §4) y primitiva (IF §2a), y es también "la imagen de un lenguaje más primitivo que el nuestro" (IF §2a). Gracias a este carácter elemental (IF §129 y EPB 157s), la imagen agustiniana nos ha mantenido cautivos, y es difícil liberarse de ella por­que estamos atrapados en la concepción del lenguaje que ella misma nos proporciona (IF §115). Lo cierto es que esta imagen no tiene conse­cuencias esdarecedoras (IF §13) y su "concepción general del significa­do de la palabra circunda al lenguaje de un halo que hace imposible la visión clara" (IF §5a).

El modo de liberarse del poder cautivador de una imagen no es arremetiendo de frente contra ella sino, a partir de su aceptación (IF §374), estar "dispuesto a considerar de modo diferente un caso dado: a saber, a compararlo con esta serie de imágenes (Bilderrcihe)". ¡Hay que buscar alterar el modo de ver (Anschauungsweise)l (IF §144). Por eso, "disipa la niebla estudiar los fenómenos del lenguaje en géneros primitivos de su empleo en los que se puede dominar con la vista cla­ramente la finalidad y el funcionamiento de las palabras" (IF §5a). Esta búsqueda de otros casos, de casos intermedios (IF §122), no debe entenderse como un paso antecedente de una explicación general y común del fenómeno del lenguaje, pues "la ejemplificado!! no es aquí un medio indirecto de explicación -a falta de uno mejor" sino que los ejemplos se deben emplear de una determinada manera (IF §71b), es decir, para comprender las distintas instancias de funciona­miento del lenguaje. Por eso corresponde ahora considerar en deta­lle algunos de tales casos.

Ctnce manzanas rojas

El primer caso que se considerará (IF §ld) es el de alguien que es en­viado con un papel a hacer una compra. En el papel está escrito "cin­co manzanas rojas". El tendero inspecciona el papiel y procede, en pasos ordenados, primero a abrir un cajón donde está la inscripción manzanas; luego en una tabla de colores consulta el color que corres-pionde a la palabra rojo; por último, recita de memoria la serie de los

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números hasta llegar a la palabra cinco, tomando por cada número una manzana que tiene el color de la muestra.

Dentro de su aparente sencillez, este ejemplo es instructivo pri­mero eque todo porque se presenta como un caso ele empleo del len­guaje. En contraste con la imagen agustiniana, aquí no se trata solamente de hacer referencia a las cosas mediante las palabras sino de verlas funcionando (cf. McGuinn 1997, 40), de tal modo que el in­terlocutor haga algo específico. Ese funcionamiento es complejo y está estructurado: piénsese en los pasos ordenados eque tiene que ir dando ei tendero, a quien ele nada serviría comenzar recitando los números o consultando las muestras de color (cf. Hallett 1977, 74s). Y si bien piuede subsistir aún la tentación de eque la palabra manzana se refiere a las manzanas y de que la palabra rojo se refiere al color rojo, y eque, por tanto, los objetos siguen siendo el significado de las pala­bras, esta tentación es solo una ilusión derivada de nuestra familiari­dad con la imagen agustiniana y se disipa tan pronto preguntamos por el significado de la palabra cinco, para la cual aquí no parece ha­ber ningún objeto correspondiente. Por eso a la pregunta: "-¿Pero cuál es el significado de la palabra 'cinco'?", la respuesta no puede ser otra eque: "-No se habla aquí en absoluto de tal cosa; sólo de cómo se usa la pialabra 'cinco'". Es decir, no se habla del significado de la pala­bra cinco en los términos de la imagen agustiniana, pues aquí solo se trata ele mirar su uso en el contexto de la compra con signos anotados en un piapel. De allí que la constatación a eque nos conduce este ejem­plo: "-Así, y similarmente se opera con palabras" sea una anticipa­ción de ideas que aguardan desarrollo.

La tribu de constructores

Es posible que el ejemplo anterior, con la inclusión del número cardi­nal cinco y la piroblemática referencia a una tabla de colores, pueda verse como demasiado alejado de los fundamentos de la imagen agustiniana, como para marcar una transición suave, pero contun­dente, en el orden de la reflexión. Por eso se propone ahora (IF §2b) imaginar un lenguaje p>ara el que valga una descripción como la dada por Agustín. Se trata ele un albañil y su ayudante en un contex­to de construcción de un edificio. El ayudante debe pasarle al albañil diversos implementos, a saber, cubos, pilares, losas y vigas, en el or­den debido, eque es el eque el albañil necesita. Para ello disponen de las pialabras correspondientes cubo, pilar, losa y viga. Con cada llamada

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eque el albañil hace de una palabra, el ayudante le alcanza la corres­pondiente piedra. Para hacer la semejanza con la imagen agustinia­na aún más perfecta, puede suponerse (IF §6) que este lenguaje es el lenguaje total de una tribu, en la cual hay niños que aprenden el len­guaje, es decir, aprenden a realizar las acciones correspondientes a las palabras oídas, aprenden a usar las palabras correspondientes a las acciones apropiadas, y aprenden a reaccionar así a las palabras de los demás. Parte importante de este entrenamiento consistirá en la enseñanza ostensiva de las palabras, es decir, en el conjunto de accio­nes mediante las cuales el instructor señala los objetos, llama la aten­ción del niño hacia ellos, y pronuncia la palabra adecuada. Se establece así una conexión asociativa entre la palabra y la cosa.

La consideración atenta del lenguaje así descrito permitirá preci­sar las razones para la insatisfacción con la imagen agustiniana. Nóte­se, en primer lugar, que este lenguaje se presenta en un contexto de prácticas humanas, no de reflexiones acerca de lo que ocurre en el pro­pio pensamiento. La enseñanza de este lenguaje a un niño quiere mar­car un contraste justamente con el aprendizaje del lenguaje en el pasaje citado de Agustín. En este, en efecto, también se establece una asociación entre las palabras y las cosas de que aquellas son signos, mas la posibilidad de efectuar dicha asociación depende por entero de las afecciones del espíritu (affcctio animé) que logran explicarle a la men­te atenta del niño el orden y la oportunidad de la asociación. En el len­guaje de la tribu de constructores no se descarta que al niño, cuando escucha la palabra, le pueda venir a la mente la imagen del objeto, mas "en el lenguaje de §2 no es la finalidad de las palabras evocar imáge­nes" (IF §6b). La transición del lenguaje de Agustín al lenguaje de los constructores es todo lo suave que se quiera y, sin embargo, ya hay una diferencia importante, pues acaso "¿no entiende la exclamación '¡losa!' el que actúa de acuerdo con ella de tal y cual modo?" (IF §6c); es decir, piara saber si el instruido ha comprendido la palabra es mejor in­dicio el fijarse en si obra según la finalidad práctica de las palabras pro­nunciadas -gritadas, en este caso- que postular un correlato mental necesario de la comprensión. Por eso, el niño de la tribu de constructo­res no apirende el lenguaje mediante un proceso explicativo, que sú­pleme siempire ya alguna clase de conocimiento, sino mediante un adiestramiento o entrenamiento (Abriclitcn) (IF §5b).

Ahora bien, este lenguaje debe concebirse como un lenguaje completo (IF §2bj en el sentido de que cumple la función que se pro­pone con él, a saber, una tarea de construcción, no en el sentido de

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que no pueda asumir nuevos elementos si las circunstancias así lo demandan. De hecho, en IF §8 se constata una de tales ampliaciones del lenguaje de IF §2, al incorporar ahora expresiones piara los nume­rales (de modo semejante al tendero de IF §1), los indexicales allí y esto, y unas muestras de colores. Más adelante, incluso, se añadirán a este lenguaje nombres propios (IF §15), y otras circunstancias como eiue un elemento de construcción esté roto (IF §41) o que haya nom­bres eque no corresponden a útil de construcción alguno (IF §42). Esto muestra eque ei lenguaje de IF §2 no es compílete) en el sentido de aca­bado definitivamente sino en el de apto para el piropiósito en cues­tión. A su vez, las sucesivas ampliaciones del lenguaje de IF §2 son un indicativo de que a este lenguaje -y a cualequiera- le es propio el po­seer una dinámica interna que lo lleva a incorporar nuevos elemen­tos, olvidando quizá otros, y a estar, en últimas, en un proceso de cambio permanente: "nuevos tipos de lenguaje, nuevos juegos de lenguaje, como podemos decir, nacen y otros envejecen y se olvi­dan" (IF §23a).

Juegos de lenguaje

Ya se ha constatado la diferencia fundamental de este nuevo modo de examinar el lenguaje frente a aquellos eque derivan de la imagen agustiniana. Ahora el lenguaje está imbricado en alguna actividad -en los casos expuestos, comprar o construir- sólo en relación con la cual tiene sentido considerarlo. Esta totalidad de lenguaje y práctica se presenta, entonces, como más originaria -más primitiva- que las meras nociones de lenguaje y práctica, que se suelen exponer en for­ma aislada y autónoma; ahora se invierte el orden de dependencia: las nociones de lenguaje y práctica derivan su inteligibilidad de la noción más comprehensiva que afirma su necesaria interrelación e interdepiendencia. Esta última es la que se denomina, con neologis­mo afortunado, juego de lenguaje. Así, pues, juego de lenguaje será el "todo formado por el lenguaje y las acciones con las que está entrete­jido" (IF §7d), donde es fundamental darle la prioridad al todo sobre las partes, un pioco como en un cuerpo orgánico el cual, aunque en él se puedan distinguir partes, no se ha conformado por la composición extrínseca de ellas.

Ahora bien, la categoría de juego de lenguaje tiene una función heurística (BB 36s; CAM 44s), en la medida en que el estudio de casos sencillos de funcionamiento del lenguaje permite comprender me-

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jor, con mayor claridad, diversos aspectos del lenguaje como el del significado, la verdad y la falsedad, la correspondencia de las oracio­nes con la realidad, la naturaleza de las diferentes clases de oracio­nes, etcétera, muy difíciles o impiosibles de estudiar con base en el uso habitual del lenguaje. En este sentido, el lenguaje de IF §2 es más primitivo que el de IF §8 o el de IF §42, ya que al contener menos ele­mentos es más sencillo y suscita menos complicaciones eque los len­guajes más ricos derivados de él; mas en el sentido indicado arriba, cualquier juego de lenguaje compirende por definición una vincula­ción originaria entre el lenguaje y la práctica que permite entenderlo como primitivo y como completo. Si no fuera por esto, en realidad el recurso a elementos más sencillos nunca permitiría llegar a la com­prensión de qué ocurre en situaciones más complejas; es decir, en el orden del estudio la categoría de juego de lenguaje piuede tener una función piedagógica pero sólo porque, sin importar equé tan compli­cado o qué tan sencillo sea, cualquier juego de lenguaje acusa ya, como tal, un carácter de totalidad vinculante entre elementos subsi­diarios lingüísticos y práxicos. Gracias a esto, "en estos sencillos pro­cesos reconocemos formas de lenguaje que no están sepiaradas por un abismo de las nuestras, más complicadas" (BB 37; CAM 45). For­esta razón es cuestionable presentar los distintos juegos de lenguaje eque se hallan en la obra del filósofo como divididos en dos categorías nítidas, a saber, las de los juegos de lenguaje naturales y las de los jue­gos de lenguaje artificiales (cf., c.g., Zabeeth 1971). Es cierto que para lograr sus objetivos de ayudar a disipar la niebla ele la comprensión, al filósofo no le bastará tomar nota de los usos existentes de las pala­bras sino que muchas veces tendrá que inventar de modo deliberado nuevos usos, algunos de apariencia absurda (BB 52; CAM 57), pero ello no autoriza a establecer la mencionada distribución, así fuera tan solo porque en innumerables casos se recurre al uso efectivo de las palabras también con propiósitos de esclarecimiento. Pretender clasi­ficar los juegos de lenguaje no sólo es anodino, piues carece de conse­cuencias pirácticas, sino que desvirtria la noción misma de juego de lenguaje al distribuirla en compartimentos que ignoran el carácter fundante de esta noción, pues cualquier ordenación tiene eque diso­ciar -v luego abstraer- en aquello que justamente no piuede subordi­narse a sus elementos.

En la medida en que en un juego de lenguaje, el lenguaje se ha­lla estrecha y necesariamente relacionado con determinadas accio­nes, es inevitable no referir la noción ele juego de lenguaje al

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conjunto ele prácticas dentro de las cuales y en relación con las cuales se presentan las acciones del juego de lenguaje. Este conjunto más amplio de prácticas sustentadoras de las acciones del juego de len­guaje se denomina forma de vida (IF §23b). Con esta noción se hace alusión al carácter cultural de la vida humana, que si bien está susten­tada en universales biológicos, se desarrolla en un piano propiamen­te antropológico que permite distinguirla de las formas de vida animal. Así, en el caso fabuloso de eque un león pudiese hablar no lo podríamos entender (IF ii, xi, 511) por ser su forma de vida tan dife­rente de la nuestra (IF ii, i, 409). De hecho, en el hombre las acciones biológicas elementales, como "andar, comer, beber, jugar", pmeden compirenderse solo contra el trasfondo cultural que permite com­prender acciones lingüísticas como "ordenar, preguntar, relatar, charlar", y tanto unas como otras "pertenecen a nuestra historia na­tural" (IF §25 y RPP I §630); por eso, "el modo de actuar humano co­mún es el sistema de referencia pior medio del cual interpretamos un lenguaje extraño" (ÍF §206). Ea concordancia en el lenguaje expresa en últimas una concordancia en forma de vida (IF §241), detrás de la cual no se puede ir sino que simplemente hay que aceptar como lo dado (IF ii, xi, 517). Para la comprensión del funcionamiento del len­guaje, eque se expresa en aspiectos como el significado, el sentido, la explicación, etcétera, será necesario no perder de vista que la forma ele vida es el terreno en ei eque enraiza el lenguaje (IF §§19a y 116)7

Si bien una clasificación de los juegos de lenguaje está condena­da al fracaso, sí conviene hacer una enumeración de algunos de ellos con el fin de que la noción adcpuiera densidad y concreción, gracias, entre otras cosas, a eque así se puede tener presente su multiplicidad (IF §23c, §25; cf. Eange 1998, 143). Hay juegos de lenguaje eque com­prenden acciones lingüísticas en sentido estricto, como ordenar, des­cribir, relatar, suplicar, agradecer, maldecir, saludar, rezar, conjeturar, contar un chiste, preguntar, charlar; otros abarcan acciones entrela­zadas con el uso de las palabras, como fabricar un objeto según una descripción, formar y comprobar una hipótesis, presentar los resul­tados de un expierimento, hacer un chiste; otros son actividades lin­güísticas complejas, como inventar una historia y leerla, actuar en teatro, cantar a coro, adivinar acertijos, traducir de un lenguaje a

Para todo esto, cf. McGinn 1997,51sy58; Savignv 19% y 1998a; Baker & Hacker 1997. Cen­tra la interpretación de múltiples formas de vida, aunque sobre la base do la forma de vida tiuniaua, cf. Garver 1994a.

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otro. La enunciación de estos variados juegos de lenguaje -junto con la introducción de muchos otros por razones argumentativas- quie­re llamar la atención a que hay una cantidad, si no infinita, sí innume­rable (unzáhligc) de ellos; como quiera que se los presente, la serie siempre se podrá continuar, y de hecho se continúa con las modifica­ciones que van ocurriendo en la vida misma del hombre, así "nuevos tipos de lenguaje, nuevos juegos de lenguaje, como podemos decir, nacen y otros envejecen y se olvidan" (IF §23a). No hay, pues, eque buscar una nota que sea común, esencial, a todos los juegos del len­guaje y, por ende, a todo lo que se llama lenguaje; estos fenómenos se hallan, más bien, "emparentados entre sí de muchas maneras diferen­tes", y es en razón de este parentesco que todos ellos pueden llamar­se 'lenguaje' (§IF §65b). El conjunto de estos piarentescos hace eque unos juegos de lenguaje se parezcan a otros en ciertos respectos mas no en otros; y, a su vez, estos se piarecen a unos terceros que pueden terminar pareciéndose a los primeros, pero bajo un aspecto diferen­te. Todas estas superposiciones y entrecruzamientos permiten carac­terizar las relaciones que los juegos de lenguaje guardan entre sí como de parecidos de familia, noción esta que puede aclararse si se con­sidera el caso de los juegos.

Juegos y lenguaje

Cuando se estudian diversos aspectos del lenguaje, puede ser ilus­trativo comparar los lenguajes con juegos (GF I, x, §134). En primer lugar, los juegos no pueden clasificarse según criterios fijos, por lo que es inútil buscar algo que les sea común a todos, por lo que serían juegos. Ciertamente todos ellos son actividades, pero no basta una constatación tan general para asegurar eque eso es lo esencial a todos, dado eque hay innumerables actividades que no son juegos. Como quiera que se los examine, hay una serie de semejanzas y parentescos entre distintos juegos, semejanzas que se pierden cuando se conside­ran otros, a la vez que surgen otras nuevas. El resultado de este exa­men es que entre los juegos hay "una complicada red de parecidos que se superponen y entrecruzan. Parecidos a gran escala y de deta­lle" (IF §66b). La noción de juego es, entonces, un concepto de pareci­do de familia, con lo que se quiere decir que no puede determinarse de antemano un conjunto de condiciones necesarias y suficientes piara e]ue alguna actividad pueda ser catalogada como juego. Esta no­ción puede ser explicada mediante la descripción ele diversos juegos

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particulares, la enseñanza de cómo pueden construirse por analogía con estos muchos juegos distintos, la toma de posición frente a lo eque ya casi no es un juego, etcétera (IF §69, §75). Ea introducción del con­cepto de parecido de familia no debe producir la impresión errónea de que no hay conceptos unívocos sino tan solo equívocos. Los con­ceptos de parecidos ele familia conforman, más bien, una clase inter­media entre los conceptos unívocos y los equívocos4, o quizá, dicho con mayor propiedad, los conceptos de parecido de familia constitu­yen una clase diferente frente a la de los conceptos unívocos y equívo­cos. Para estos, en efecto, el criterio de aplicación del concepito es el mismo en todas las circunstancias -solo eque los conceptos equívocos, a diferencia de los unívocos, puede producir en uno y el mismo con­texto enunciados verdaderos y falsos (BB 58)-; mientras eque para los concepitos de parecido de familia la aplicación del concepto en dife­rentes circunstancias reequiere de diferentes criterios3. Con la noción de parecido de familia se busca combatir las tendencias al dogmatis­mo, pues este consiste en un ansia de generalidad que, en su aspira­ción por la exactitud lógica (EPB 158), termina despreciando el caso piarticular (BB 37ss; CAM 45ss). Este extravío ha sido piarticularmente grave en la apreciación misma del lenguaje, por lo que, teniendo en cuenta que el caso de los juegos se presenta como paradigmático en relación con la noción de parecido de familia, es apenas natural sub­rayar eque los distintos usos del lenguaje son irreducibles a un con­cepto común eque capturaría su esencia, de ahí la denominación de juegos de lenguaje. Esto, por supuesto, no quiere decir que el lengua­je sea un juego, como tampoco lo son las actividades de la vida ordi­naria con las cuales su uso se halla entretejido (cf. Baker & Hacker 1997a, 56). En particular, a diferencia de los distintos juegos, los dife­rentes usos del lenguaje, los juegos de lenguaje, sí se encuentran in-terrelacionados y conforman un sistema general6, al modo como una ciudad antigua se compone de "una maraña de callejas y plazas, de viejas y nuevas casas, y de casas con anexos de diversos periodos; y

Cf. Glock 1996, art. "Family Resemblance", esp. 122. Cf. Wennenberg 1998, 64. Así, e.g,, en la oración "el banco se quebró", banco es equívoco, pero no porque haya criterios diferentes de aplicación del término cuando banco es la ban­ca del parque y cuando banco es la institución financiera. Para cada uno de estos casos el criterio de aplicación es uno solo -pero diferente si se trata de un banco o de otro-. Mien­tras que en la expresión "el juego de la ruleta rusa", juego se aplica con criterios muy dife­rentes que en la expresión "el juego de la gallina ciega". Cf. Cilock 1996, art. "Language Games", esp. 197.

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esto rodeado de un conjunto de barrios nuevos con calles rectas y re­gulares y con casas uniformes" (IF §18).

La analogía de los juegos con los usos del lenguaje se manifiesta aun en otro aspecto que es decisivo para la recta comprensión del funcionamiento del lenguaje7. En efecto, el juego es una actividad que viene determinada por sus reglas (IF §§83,197, 205b, 567), aun­que no se piuede decir que todos y cada uno de los movimientos de un juego vienen determinados por reglas (IF §§68b, 84) o que las re­glas cumpilen una única función respecto del juego (IF §54b). Del mismo modo, en los juegos de lenguaje las reglas determinan las ju­gadas correctas o aceptables dentro del mismo, pero no puede pen­sarse cpie dicha determinación sea absoluta o que funcione de una única manera: "Las reglas no son suficientes para establecer una paráctica; también necesitamos ejemplos. Nuestras reglas dejan alter­nativas abiertas y la práctica debe hablar por sí misma" (SC §139). Las reglas, pues, como estándares de corrección son constitutivas de una práctica, pero justamente por esto no piueden ser enseñadas ni apirendidas sin el recurso a ejemplos y, en última instancia, sin el ejer­cicio mismo de la práctica que ellas ayudan a determinar.

Este carácter regulado de los juegos permite trazar una última analogía con el funcionamiento del lenguaje, piues gracias a las reglas que lo determinan como tal-y no como un juego distinto-, los j Liegos son autónomos unos de otros, es decir, que el propósito del juego es el juego mismo -en el caso dei lenguaje, el lenguaje mismo (IF §497a)- y no se puede justificar como juego por un propiósito externo a éi mismo. Estei, por cierto, no quiere decir eque no se pueda jugar para lograr ciertos propósitos externos al juego, como ganar dinero, pero el alcanzar o no dichos propósitos nada dice del juego en cuanto jue­go. No todas las actividades determinadas pior reglas tienen su pro­piósito en sí mismas, ni son pior ello autónomas; así, las reglas del cocinar, por ejemplo, se dan en función de un propiósito eque, si se cumple mal, indicará que las reglas no fueron seguidas como debían, mientras que jugar mal un juego no quiere decir no seguir las reglas, pues si esto ocurriera simplemente se estaría jugando otro juego (GF I, x; Z §320). Que el juego y el lenguaje sean autónomos quiere decir eque sus reglas no deben responder ante otra instancia, diferente de sí mismos; en el caso del lenguaje, en particular, esto equiere decir eque el

Para las analogías de las reglas v de la autonomía entre los juegos v el lenguaje, cf. I.auge 1998, 141 ss.

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conjunto de sus reglas, esto es, la gramática, determina desde dentro del lenguaje mismo sus diferentes formas de funcionamiento y no, como en el caso de la imagen agustiniana, por el anclaje del lenguaje en una realidad extralingüística que determinaría sus funciones, fue­sen de representación o de expresión.

Significado

Dada la primacía de los juegos de lenguaje, es a partir de ellos que se deben estudiar los diversos aspectos de funcionamiento del lengua­je. Entre estos quizá no haya una noción tan polémica y que haya causado tantos extravíos como la de significado. Como decir juego de lenguaje equivale a considerar en su estrecha interdependencia el lenguaje y las prácticas con las que este se encuentra asociado, la no­ción de significado sólo se podrá esclarecer si se toman en cuenta las distintas prácticas con las que se interreladona. Nótese que esta es una indagación gramatical por el funcionamiento del lenguaje, no la búsqueda de alguna entidad mental o extramental que sería el signi­ficado de una expresión. El juego de lenguaje de "cinco manzanas ro­jas" apuntaba a ello, pues podía parecer que con la palabra manzanas se quería significar precisamente las manzanas, y con la palabra rojas, el color rojo. Esta ilusión se desvanece cuando llegamos a la palabra cinco, que tiene que ver sólo con una habilidad del tendero al haber memorizado los primeros números, cuya recitación él asocia con la práctica de ir añadiendo una manzana al ir nombrando cada uno de los números. Ampliando este proceder a la palabra rojas, puede acep­tarse que significa el color rojo, pero no en sí, lo que no sabríamos qué es (IF §58b), sino mediante el recurso a una muestra (IF §57). La pala­bra manzanas presenta la mayor dificultad, porque parece evidente eque significa un objeto extramental definido con claridad. En este caso el gesto ostensivo que apunta a las manzanas, a la vez que se pronuncia su nombre, parece estar más allá de toda duda. Un exa­men cuidadoso (IF §§27b-36), sin embargo, muestra que un gesto os­tensivo no puede fundamentar esa ligazón entre el lenguaje y la realidad, pues un gesto tal se puede malinterpretar, y supone, ade­más, ciertas categorías y un método de aplicación; es decir, el gesto de señalar la manzana, una vez se ha sorteado el primer obstáculo, y se ha entendido correctamente como un acto de indicación -lo que po­dría no suceder-, supone que en el objeto señalado yo pueda identi­ficar lo eque se está señalando como una fruta, o un color, o una forma,

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o una textura, etcétera, lo que nos retrotrae un paso atrás imposible de justificar ostensivamente, además de que, incluso si sé eque lo se­ñalado es una manzana, por el mero gesto ostensivo no sé si se hace referencia exclusivamente a esta manzana o en qué circunstancias debe) apiolar a la palabra manzana. Estas observaciones, por cierto, no quieren decir eque no haya gestos ostensivos como parte del funciona­miento del lenguaje; lo que se critica es pensar que la ostensión pue­da fundamentar una presunta vinculación entre el lenguaje y la realidad. En el juego de lenguaje "cinco manzanas rojas" ya está con­tenido, como no podía ser de otro modo, que el significado ele cada palabra se determina por las asociaciones complejas del lenguaje con ciertas actividades.

Esto último se suele expresar diciendo que el significado de una expresión es su uso (GF §60). En efecto, en el contexto de un juego de lenguaje, puede decirse eque "el significado de tina palabra es una forma de utilizarla" (SC §61), por lo que puede compararse su signifi­cado con la función de un empleado y, así, habrá "'significados dife­rentes' con 'funciones diferentes'" (SC §64). El modo de usar una palabra es lo que se aprende cuando la palabra se incorpora por pri­mera vez al lenguaje (SC §61), pero este uso viene determinado por reglas, por lo que puede decirse que "existe una correspondencia en­tre los conceptos de 'significado' y de 'regla'" (SC §62). El significado es el uso, pero no cualquier uso es significativo, si no se logra discer­nir en éi un carácter regular (IF §207) y recurrente (BGM VI, 34, 335s; cf. Lange 1998, 141s.). Es porque el uso de una palabra es normativo epie puede asimilarse a su significado, lo que indica que de suyo las palabras uso y significado no son sinónimas. Así, respecto de expresio­nes que tienen uso pero no significado -como "tarará"-, sería piueril insistir en que justamente ese uso es su significado, si dicho uso no es regular y recurrente, normativo en última instancia. Este carácter-normativo es el que permite que una expresión sea aprendida y en­señada (Z §412), y también explicada (IF §560; BB 15; CAM 27; GF §59), pues el significado de una expresión es la explicación de su sig­nificado, es decir, se explica el uso correcto de la expresión -en situa­ciones normales (IF §87)-, lo eque incluve considerar varios casos, parafrasear, recurrir a gestos ostensivos, corregir y completar las ex­presiones del otro ante la explicación, y supone en este un cierto gra­do de competencia lingüística que le permita, por ejemplo, indagar por ei significado (IF §27; GF §62). Ahora bien, el entender es correla­to de la explicación (GF §60), pues una explicación eque no se entienda

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difícilmente piuede cumplir su objetivo. Cuando se entiende la expli­cación del significado de una expresión se entiende su significado, por lo que quien ha entendido qué significa la expresión debe estar en posición no sólo de usarla correctamente sino también de explicar su significado (IF §75). Así, pues, la noción de significado se halla es­trechamente relacionada con las nociones de uso, de explicar y de entender, y no piuede sin más ser reducida tan solo al uso8.

Ahora bien, aunque como eslogan puede decirse sin más eque el significado de una expresión es su uso en un juego de lenguaje (IF §43), esta afirmación requiere una sene de matizaciones, dado que las nociones de significado y de uso no son coextensivas (cf. Hacker 1996, 248s). Por eso es preferible relacionar los dos conceptos afir­mando que el significado de la pialabra está determinado por su em­pleo (IF §139b), o que el uso enseña el significado (IF §212, 487; §220, 503). En realidad, el concepito de significado es un concepto indeter­minado (UFP §273), por ejemplo, "etno no dice 'ando' y 'andas' tie­nen distinto significado. Fe diríamos a alguien eque significan lo mismo; a saber, esto -y se le mostraría el andar" (UFP §274). No es ne­cesario, entonces, que todo uso sea un significado (UFP §289), ya que dos usos pueden corresponder al mismo significado (IF §§554-557), aunque no lo contrario, pues dos significados serán siempre indicati­vos de dos usos. En este sentido una investigación del significado de eina expresieín ha de examinar sus usos.

Estas pirecisiones sólo parecerán insatisfactorias a equien sienta que a ellas se puede objetar como jugada ganadora: "Si el significado no es el uso sino que aquel tan solo viene determinado pior él, o pue­de enseñarse mediante él, entonces ¿qué es el significado?" (IF §120f). Esta objeción, en efecto, apunta a que aún se está imbuido de la imagen agustiniana del lenguaje, según la cual a todo verdadero significado le corresponde un piortador, incluso al significado de sig­nificado. Pero si, abandonando este espejismo (IF §94), se considera el lenguaje junto con las prácticas con las que se halla interrelacionado en situaciones y circunstancias concretas (IF §§77b, 116b), se verá que entender los signos del lenguaje no es asunto de aprehender unos signos junto con una correlación entre los signos y la realidad, como si hubiera un hiato entre el signo y la realidad cpie debe ser llenado. "Las reglas para el uso de un signo, que le dan al signo su significado,

S. Cf. Glock 1996, arts. "Use", "Explanation" v "Underslanding": cf. también Hacker 1996, 125-8.

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permanecen dentro del lenguaje, y para darle significado no 'conec­tan el signo con la realidad'" (Hacker 2000a, 93). En este orden de ideas, el de la inmanencia del significado, puede ser instructivo refle­xionar sobre los usos eque se suelen hacer del término mismo significa­do, no sólo en el lenguaje sino también en las artes, y hasta en la propia vida del ser humano (Id., 93nl4).

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