Juan Carlos Garavaglia La Cuestion Colonial

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Artigo de um dos mais importantes historiadores argentinos sobre o que caracteriza a colonização na Época Moderna.

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  • Nuevo Mundo MundosNuevosDebates, 2004

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    Juan Carlos Garavaglia

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    Referencia electrnicaJuan Carlos Garavaglia, La cuestin colonial, Nuevo Mundo Mundos Nuevos [En lnea],Debates, 2004, Puestoen lnea el 08 febrero 2005. URL : http://nuevomundo.revues.org/441DOI : en cours d'attribution

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    Juan Carlos Garavaglia

    La cuestin colonial1 Abordar el tema de esta discusin sobre la cuestin colonial exige primero una aclaracin

    de mi parte: es obvio que el uso del termino periodo colonial, o poca colonial parahablar de todo el lapso que va desde 1492 1825, si bien es una convencin generalmenteaceptada por los historiadores de ambos lados del Atlntico, poco nos dice sobre los cambiosy permanencias que la(s) sociedad(es) en cuestin ha(n) tenido en esos tres largos siglos. Esuna convencin, pero su grado de conceptualizacin como hito de demarcacin y sobre todo,como forma de periodizacin, es igual a cero.

    2 El problema que quisiera tratar aqu es otro y a l me quiero referir. Es decir, existe algo quepodemos llamar relacin colonial, sea que lo analicemos desde el punto de vista poltico,sea que lo estudiemos desde una mirada estrictamente econmica? Este es, para m, el puntoms relevante y desde el cual se debern leer las pginas que siguen. El autor lamenta doscosas y desde ya se disculpa frente a los potenciales lectores: primero, la mayor parte de loque sigue resulta de una obviedad absolutamente desarmante, pero es evidente, en el marcode esta discusin, que es indispensable recordar determinados hechos; segundo, la extensines excesiva, pero nos pareci necesario tratar algunos aspectos con cierto detalle.

    1. El descubrimiento de Amrica y la formacin de la economamundo en el XVI

    3 Si bien es indudable que los europeos estaban animados por exigencias complejas y con-tradictorias en este primer viaje colombino, lo que impresiona en los relatos del propioAlmirante durante sus primeros das en la islas caribeas, es su monomana aurfera: el temadel oro aparece una y otra vez en sus primeras cartas, confirmando as uno de los elementoscentrales que se hallaban en el corazn de los intereses castellanos. Escribe Coln el sbado13 de octubre (al da siguiente de haber avistado tierra americana!):

    "Yo estava atento y trabajava de saber si havia oro y vide que algunos de ellos traian un pedazocolgado en un agujero que tienen en la nariz. Y por seas pude entender que... estaba por alli unRey que tenia grandes vasos de ello..."

    4 As, desde el inicio mismo de la aventura americana, los metales preciosos ocuparon un papelfundamental en flujo mercantil Amrica / viejo mundo. Durante ms de tres siglos y medio esdecir, incluso ms all de la ruptura del vnculo colonial-el metal precioso sera la mercancapor excelencia en las relaciones entre las nuevas colonias y Europa. Hasta fines de periodocolonial, alrededor del 75% del valor de lo exportado desde Amrica consisti en plata yoro. Los castellanos llegan tarde a esta carrera por el oro y la plata. Ya desde 1457 el reyportugus acua los primeros cruzados de oro, que mantendran su encaje durante casi un siglo(los venecianos lo llamaran el rey del oro). A la muerte de Enrique el Navegante [1460],Portugal posea un vasto "imperio" que inclua sus posesiones en las islas y la costa africana.Y ya desde mediados del siglo XV hay constancias de la introduccin de esclavos negros enel Portugal. Fue este mismo trfico, segn Charles Boxer, el que ayud a financiar el costo delos viajes en la costa africana. So Jorge da Mina, en la llamada -no casualmente-"Costa delOro", ser el ejemplo tpico de esa factora en donde se intercambiaban mercancas europeaspor oro, esclavos, marfil y otros productos africanos.

    5 Esta avidez europea por el oro se explica en gran parte por el hecho de que, habiendodescendido los precios de las mercancas, sobre todo expresadas en oro, el metal amarillose haba valorizado en relacin a esas mercancas. Pero, adems, dado que la economaeuropea estaba transitando una nueva etapa de crecimiento, la exigencia de medios de pago

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    era un tambin un slido acicate para la bsqueda de nuevas fuentes de aprovisionamientoen metlico.

    6 En los inicios de la irrupcin castellana en Amrica los metales preciosos tenan dos fuentesfundamentales: los placeres, es decir, los lavaderos de oro de origen aluvional y los tesoros(objetos rituales y adornos) acumulados durante siglos por las sociedades indgenas. Lasprimeras grandes minas de extraccin solo aparecen varias dcadas ms tarde del ltimo viajecolombino [entre 1538 y 1546 se ponen en actividad Porco y Potos en el Per, al igual queTaxco, Pachuca y Zacatecas en Mxico] y ser con ellas que la plata dominara ampliamentesobre el oro desde los aos cuarenta en adelante. De todos modos, algunas regiones como laNueva Granada, seguir albergando importantes centros de produccin aurfera de carcteraluvional que la convertiran en la primera rea de produccin de oro durante el siglo XVI.

    7 En los primeros tiempos, el oro flua desde el Caribe (unos 30.000 kilos habran llegado ala Pennsula desde 1492 hasta 1520, cuando la casi total desaparicin de los indgenas agotesta primera fuente aurfera). Pero, si en la dcada de 1521-1530 llegan casi 5.000 kilos deoro a Sevilla (es interesante notar que el flujo portugus de oro sobrepasaba todava en losaos 15101520 los 700 kilos anuales) y slo se cuentan 148 kilos de plata, en el largo plazo,la plata dominar en forma total. Veamos algunas pocas cifras: de 1500 1650, el trficolegal implic el envo desde Amrica de 181 toneladas de oro o sea, un poco ms de 1.200kilos anuales-en cambio, se embarc desde el Nuevo Mundo a Espaa la cantidad, realmentefabulosa, de 16.000 toneladas de plata, o sea, casi 110.000 kilos de plata cada ao (promediopara todo el periodo que supera a las cantidades anuales mximas producidas en las minas deEuropa central en sus mejores momentos, es decir, los aos 1526-1535). Y estamos hablandoaqu slo del trfico legalmente registrado (tampoco hemos tomado en cuenta en este clculoel flujo directo hacia Oriente, va Acapulco). Por supuesto, dado que llega mucho ms plataque oro, ello da como resultado inevitable la lenta desvalorizacin de la primera respecto alsegundo, proceso que se arrastrar durante todo el periodo colonial.

    8 El papel que tena hacia fines del siglo XVI la exportacin de metales preciosos americanosen el marco de la economa mundo en formacin, queda en evidencia si observamos elcuadro siguiente, en el cual presentamos las principales importaciones europeas para los aos1591-1600 segn Peter Kriedte (hemos redondeado los valores para facilitar la lectura):Importaciones europeas (promedios anuales): 1591-1600

    Regin de origen Mercanca Peso en toneladas Valor en toneladas de plata

    Bltico cereales 126.109 87

    Asia especias 2.712 137

    Amrica metales preciosos 288 309

    910 Como vemos, comparando los cereales importados desde el Bltico y los metales preciososamericanos es decir, plata y oro-se observa que hay una relacin inversamente proporcionalentre valor y peso (las especias asiticas ocupan un lugar intermedio). Pero, sobre todo,queda claramente expuesto el papel superlativo de la relacin mercantil con Amrica, pues recordando que adems de estos flujos mercantiles existen otros que deberan tambin tenerseen cuenta- parece claro que aproximadamente la mitad del valor de las importaciones europeasest constituida por los metales preciosos llegados del Nuevo Mundo en esos aos.

    11 Otro dato cuantitativo servir tambin para mejor situar el papel de las posesiones americanasen la economa peninsular: a mediados del siglo XVI, los ingresos procedentes de las Indiasconstituan con un total de 367 millones de maravedes- el rubro ms relevante de todasla rentas de la Real Hacienda castellana (le seguan las alcabalas-tercias peninsulares conuna cifra de 333 millones de maravedes). Por supuesto, estos ingresos de Real Haciendaprocedentes de Amrica, no siempre estaban presentes cuando se les necesitaba como socurra con las alcabalas interiores- y por ello, eran considerados ingresos no fijos, pero, ello

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    no obsta para sopesar la importancia que haba adquirido en el sistema hacendstico castellano.Todava a fines del XVI, los almojarifazgos sevillanos, el almojarifazgo mayor y el de Indiaseran las ms cuantiosas de las rentas arrendadas, segn seala Gelabert. En ese momento, lasposesiones americanas de Castilla enviaban a Europa de acuerdo a los datos presentados enel libro editado por Ernst Van den Boogaart y sus colaboradores- unos 13 millones de pesosanuales, frente a los 4 millones llegados desde Asia, los 3,750 millones que enva el Brasil,quedando muy atrs el frica con 0,750 millones. En el total de las exportaciones llegadasde Amrica se calculan para ese entonces 2 millones en productos americanos y 11 millonesen metlico.

    12 Obviamente, la economa europea sufrira un enorme impacto con la irrupcin de esa masaenorme de metales preciosos. Esto nos obligar a evocar muy brevemente el problema de larelacin entre el metal americano y la economa europea durante el periodo. A partir de losaos 1500/ 1503, los precios europeos detienen su evolucin negativa; as desde esa primeradcada y sobre todo, desde mediados del siglo XVI, una ola inflacionaria sacudira ahora ala economa europea; sta se convertira, poco a poco, en uno de los centros ms dinmicosde la economamundo en formacin. En 1934, Earl Hamilton, public en ingls su libro Eltesoro americano y la revolucin de los precios en Espaa, 1501-1650; mediante este estudio,al relacionar la inflacin europea con la llegada del metal americano, reforz notablementea los sostenedores de las teoras cuantitativistas de la moneda (mayor llegada de metalesdesde Amrica durante el XVI, mayor inflacin y a contrario, a menor llegada de metales,deflacin y crisis durante el siglo XVII). Hoy sabemos que las cosas fueron un poco mscomplejas -sin ir mas lejos, varios estudios puntuales europeos muestran que la inflacin sedispar en determinados lugares antes de la masiva irrupcin del metal americano- e incluso,algunos autores, ante la discrepancia en el tempo de la evolucin de los precios entre productosalimenticios y productos manufacturados (la inelasticidad de la demanda de los precios delos alimentos -frente una poblacin que est creciendo-hace que esos precios se adelanten enel movimiento alcista) elaboran hoy una sucesin de acontecimientos completamente distintaa la imaginada hace setenta aos por Hamilton: mayor actividad econmica -sobre todo, enel mercado interno > mayores precios > creciente demanda de metales preciosos > mayoractividad minera. Y es necesario sealar que, en las primeras dcadas del siglo, el nacientemercado americano estaba todava bastante ligado la economa peninsular.

    2. Metales preciosos, el mercado interno en Amrica y elmercado mundial

    13 Cual es la relacin entre ese flujo externo de metlico hacia la metrpoli y el funcionamientodel mercado interno colonial? Ante todo es interesante sealar que la mayor parte del metlicoque llega a la pennsula por las vas legales -como, obviamente, todo el que lo hace medianteel contrabando- transita a travs de mecanismos comerciales: podramos calcular en formaaproximativa que menos de un cuarto del total de lo enviado legalmente durante gran parte delperiodo est compuesto por remesas realizadas a cuenta del estado metropolitano (productode impuestos y exacciones varias). El resto, es decir, ms de las tres cuartas partes de ese total,es el resultado de los envos privados, realizados por traficantes y otros particulares. Ello nosmuestra la importancia que tiene el estudio de la economa interna de las colonias, verdaderoeje sobre el que rueda toda la maquinaria colonial. Y dentro de ese marco, la relevancia dela minera como "polo estructurador" de los flujos econmicos internos y "primer motor" detodo el sistema.

    14 Todos los grandes cronistas y conocedores de la realidad americana, sealaron esta relacinentre minera y economa general de las colonias. Valga como un ejemplo muy temprano decenas ms se podran citar-un prrafo de la relacin que el primer virrey de Nueva Espaa,don Antonio de Mendoza, deja alrededor de 1550 a su sucesor, don Luis de Velazco, "el Viejo":

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    "Lo que al presente parece que da ser a la tierra y la sostiene son las minas. Tenga especial cuidadode favorecer a los que tratan en ellas, porque si estas caen, todas las demas haciendas de la tierravendrn en muy grande disminucin..."

    15 Casi dos siglos y medio ms tarde y tambin en Mxico, el segundo conde de Revillagigedo,otro gran virrey novohispano, despus de mostrar con detalladas cifras el incremento de losdiezmos de todos los obispados de Mxico hasta 1790, dice:

    "Es imposible que haya dejado de aumentar la Agricultura al paso que ha aumentado la Minera,pues no habiendose hecho progresos considerables en sta en utensilios o maquinas que ahorreno economicen el sebo, cueros, mulada y caballada y los granos necesarios para mantener a esta ya los operarios, es preciso que el consumo de aquellos efectos o enseres, productos de la crianzay labranzas sea proporcional a la mayor saca de metales."

    16 En los centros mineros se da un fenmeno muy especial que ya haba llamado la atencin delos estudiosos y economistas de la poca, como es el caso del ingeniero y especialista de laminera de fines del siglo XVIII en Mxico, Fausto de Elhuyar: el metal precioso, medida detodos los valores, pero a su vez, mercanca, abunda y por lo tanto, es relativamente barato.Las restantes mercancas escasean y por ende son relativamente caras. As, en los reales deminas, tanto los trabajadores mineros que han recibido su salario o su partido (el metalque ellos mismos podan extraer de la mina a partes con el dueo), como los propietarios delas minas, dan el metlico "por nada". Alguna crnica del periodo temprano, nos muestra aun minero que andaba de casa en casa, acompaado de un indio cargado de barras de oro,abonando sus deudas Summosle a ello la presencia de los "rescatadores", los individuosque rescataban el metlico de propietarios y trabajadores -a stos le trocaban, a tasas de cambioclaramente desfavorables, sus "partidos" (Mxico) o la corpa, como se lo llamaba en Potos;por supuesto, esos rescatadores tambin eran compradores de mercancas (no pocas de ellas,sern justamente las que despus terminaban en manos de los trabajadores mineros).

    17 Esta inflacin se transmite, mediante la "cinta transportadora" de los intercambios mercantilesa todo el espacio colonial, pero, tiene en los reales de minas su punto ms alto. De este modo, seestablecan centros econmicos de diversa "presin" -es decir, con niveles de precios distintos-que eran los puntos de redistribucin de mercancas hacia el interior del espacio colonial y demetal precioso hacia el exterior del mismo. Esos centros, a su vez, eran tributarios de Sevillay ello permita que gran parte del metlico tomara a fin de cuentas el camino de la pennsula.Evidentemente, no todo el metlico producido era exportado, pues una parte era tesaurizadapor la Iglesia y por los particulares (en especial, por los mercaderes locales), otra parte -y nopequea- era utilizada en gastos de defensa internos. Volva as al proceso de circulacin salarios de soldados y oficiales, compras de alimentos para la tropa y adquisicin de insumosmilitares-para reiniciar a su vez nuevamente ese camino. Y finalmente, un porcentaje, bastanteescaso por cierto, funcionaba como circulante. Summosle a este mecanismo de diferencia deprecios, el hecho de la existencia de pagos en concepto de servicios "invisibles", como losseguros, riesgos de cambio, fletes y otros gastos. Comprenderemos ahora porque el oro y laplata fluan hacia Sevilla. All, una vez amonedados, si haban llegado en barra, comenzabandesde las gradas sevillanas una nueva etapa de su viaje.

    18 Pues, es interesante sealar que este mismo mecanismo se volva a repetir en la ciudadandaluza: aqu tambin el metal americano era relativamente barato y las mercancas, quellegaban desde toda Europa, relativamente caras. Obviamente, esto condujo al conocidofenmeno de la fuga del metlico hacia las ciudades y centros econmicos de la Europams avanzada que, en ultima instancia, eran quienes lucraban aprovisionando, por intermediode Sevilla, al mercado americano. Alberto Marcos Martn, lo dice con toda claridad nocaben apenas dudas sobre el carcter claramente deficitario de la balanza de pagos espaolacon Europa. Ya desde la segunda mitad del siglo XVI (hasta ese entonces, los productospeninsulares en especial, alimenticios- ocupan un lugar destacado en los embarques para

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    Amrica) esto parece ser una realidad insoslayable. De este modo, ya sea por efecto de lasmercancas destinadas a Amrica, como gracias a los mecanismos financieros descriptos,gran parte del metlico americano segua su camino, pero, tampoco se detena demasiadoen el espacio econmico de Europa occidental particularmente, Francia, los Pases Bajos,los estados alemanes, Gnova e Inglaterra-pues en gran medida terminaba su largo viaje enOriente, en especial, gracias a la intermediacin otomana y a los viajes portugueses por elCabo de Buena Esperanza en la ruta abierta desde 1498 por el viaje de Vasco da Gama.

    19 Desde 1550, los reales de a ocho castellanos recibiran el nombre de guru_ en el ImperioOtomano y a partir de 1570, se les reconoce ya oficialmente el carcter de medio de pago enel marco del Imperio. Desde all continuarn su viaje atravesando Persia hacia el sur de Asiay la India. Ahora, ya en el lejano oriente, tal como lo muestran los trabajos de Subrahmanyamy otros, la expansin de la circulacin de esta moneda castellana -que sera conocida bajodiversos nombres, entre los cuales, el de larins (en realidad lari, originalmente, una monedalocal)- en todo el rea mercantil del ocano Indico, se acenta fuertemente desde mediados delXVI, no solo por efecto de las ya mencionadas vas tradicionales de trfico entre Occidentey Oriente (sea gracias a las caravanas, como mediante la va martima de la Carreira daIndia por la ruta del Cabo), sino tambin, a partir de los primeros contactos directos vaManila-entre Amrica y Asia que se iniciaran a partir de la expedicin de Legazpi. La relacinoro/plata que era entonces de 1:12 en Europa-descenda a 1:6 en China y ello explica esafuga del metal hacia Oriente; mas, no es nada sencillo dar cuenta de las causas profundas deesta sobre valoracin argentfera y varias son las explicaciones propuestas: balanza comercialdesfavorable a Europa, efectos de la conversin al plata del sistema monetario chino, mayorvalor de uso del metal precioso (es decir, apreciacin de la plata estrictamente como unamercanca). Desde ya que todas estas causas no son necesariamente contradictorias.

    20 Pero, volvamos ahora a Amrica. Cmo es el sistema laboral en las minas? En la NuevaEspaa nos encontramos con dos realidades diferentes. La de las minas del centro (Taxco,Pachuca, Sultepec, Temascaltepec, Zimapn, Ixmilquilpan, Tlalpujagua, etc.), donde lapresencia del trabajo forzado a travs del repartimiento es importante y la de las minasnorteas, donde ste casi no existe. En lo que se refiere a las minas del centro, una fuentede 1580 nos da los siguientes datos: esclavos negros 1100, naboras 2600 e indios derepartimiento 800. Es decir, sobre un total calculado de 4500 trabajadores, tenemos un 58%de indios libres, un 24% de esclavos negros y un 18% de trabajadores forzados. El reaobligada a enviar trabajadores indgenas de repartimiento a algunas de las minas tal el casode Pachuca, por ejemplo- poda extenderse a ms de cien de kilmetros a la redonda. Pero enlas minas de Norte, extendidas en un enorme territorio y cuyo papel en la produccin total dela Nueva Espaa termin siendo ms relevante, las condiciones eran radicalmente diversas.La causa consista en la situacin ex-cntrica de estos reales de minas respecto a la gran masade poblacin indgena de Mxico. Aqu no haba en las proximidades indios a quienes obligaral repartimiento y fue necesario acudir a otros mecanismos. Tomemos el caso de Zacatecashacia fines del siglo XVI. All (estamos hablando de una aglomeracin minera que no tenaprobablemente ms de 6.000/7.000 habitantes) trabajaban unos 400 esclavos negros, mulatose indios -se trata de los indios de guerra que fueron cautivados y posteriormente esclavizadospor los europeos-y unos 1.500 trabajadores naboras (indgenas libres) originarios de las masdiversas regiones de la Nueva Espaa. Si estas cifras, muy estimativas, fuesen correctas,tendramos una relacin de 20/22 % de trabajadores no libres y el resto constituido por fuerzade trabajo libre enganchada. Por supuesto que es necesario hablar del sistema de enganchepara comprender un poco ms como funcionaba esto realidad.

    21 La mayor parte de los trabajadores viven en la hacienda de beneficio de su patrn y constituyensu cuadrilla de operarios. Los trabajadores deben cumplir su obligacin de jornada (el tequio)y despus pueden extraer la pepena: esta era la cantidad de mineral de alta calidad que se

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    permita a los trabajadores recoger en una bolsa, una vez finalizado el tequio -equivaldraa la "corpa" potosina. Esta pepena tenia, al menos tericamente, tres destinos posibles: eltrabajador lo venda a su patrn, lo negociaba en el mercado de la ciudad o lo funda el mismo.La potencial movilidad de los trabajadores en la minera -el constante avance hacia el Norte ylos nuevos descubrimientos hacan que los trabajadores mineros ms especializados intentaranmuy frecuentemente buscar nuevos horizontes con minas ms ricas y por lo tanto, pepenaspotencialmente ms valiosas-hizo necesario que surgiera rpidamente la figura del peonajepor deudas, que de esta forma y por mecanismos fundamentalmente no econmicos, ataba alproductor directo a la unidad de produccin. Tambin debi ser importante en estas minasla presencia de trabajadores libres mestizos y de las diversas castas. En una palabra: aqula mano de obra forzosa esta constituido legalmente solo por la esclavitud, que no superaprobablemente el 25% del total, y el resto seria mano de obra libre; pero, el sistema depeonaje por deudas, en realidad, da nacimiento a una forma de trabajo semi libre. De todosmodos, hay que subrayar que las peculiares condiciones laborales (es decir, el muy frecuenteaislamiento de los trabajadores en los reales de minas respecto a las ciudades y villas en dondelas alternativas al trabajo minero y las posibilidades de escapar a la presin de la deuda eranmayores), hacen que la real libertad de los indios naboras sean muchas veces bastante ilusoria,dada la presin ejercida por el mecanismo de endeudamiento compulsivo a travs del peonaje.Cada vez que hablemos de trabajadores libres en este contexto colonial durante este sigloya sea que nos estemos refiriendo a los trabadores mineros, a los indgenas de los obrajestextiles o a los peones de las haciendas-todas estas consideraciones deben tomarse en cuentaa la hora de evaluar la verdadera libertad de esos hombres.

    22 Vayamos ahora a Potos y a su clebre mita. El sistema original establecido por el virrey Toledoen el siglo XVI, ordenaba que los mitayos (en aquellos primeros momentos, ms de 14.000individuos) deban realizar sus mitas mediante un complejo sistema. La mita estaba compuestapor un turno de cuatro meses de obligacin laboral compulsiva. Es decir de 16 semanas detrabajo forzado, pero, dado que no todos los mitayos podan estar trabajando durante ese lapso,se establecieron tres turnos (los tercios) rotativos de una semana de trabajo compulsivoy dos semanas de trabajo libre; de esta forma se combina un turno de trabajo obligatorio,destinado en aquellos primeros tiempos al pago de la renta monetaria de la encomienda y unperiodo de trabajo voluntario, destinado a mantener -parcialmente- al trabajador. Finalmente,la composicin del ao de trabajo para cada mitayo era la siguiente: 16 semanas de trabajocompulsivo y 32 semanas de trabajo libre. Es decir, gracias a este sistema de trabajo forzado,los indios deban vivir en Potos durante todo el ao.

    23 Todo lo dicho nos habla de la existencia de un sistema de combinacin de formas en lasrelaciones productivas dominantes en la minera. Sistema que a fines del XVI, se reparte casien partes iguales entre trabajo forzado y trabajo libre, tomado este con todas las precaucionesdel caso; y dejando de lado el hecho de que la minera aurfera de la Nueva Granada estabacentrada exclusivamente en el trabajo esclavo. Estos diversos componentes tan peculiares delcosto de la fuerza de trabajo en el proceso de produccin en la minera explican uno de losejes centrales de la relacin colonial. Porque si la economa campesina indgena est en granparte financiando a la produccin minera en efecto la produccin (y reproduccin) de lostrabajadores depende mayoritariamente de los recursos de la economa campesina-el costode la fuerza de trabajo en la minera o en la produccin de alimentos (como por ejemplo,en el reparto de los panes, es decir la mano de obra indgena forzada que trabajaba en lashaciendas trigueras del valle de Mxico y Puebla), resulta inferior a los valores de mercadosuponiendo que tal cosa pudiese ser una realidad en este primer periodo.

    24 Pero, volvamos por un momento a los indios sometidos al repartimiento de trabajo y ala mita en las minas novohispanas y peruanas. Por qu estaban obligados a cumplir conese trabajo? Sencillamente esa obligacin impuesta por la fuerza (no sin negociacin, por

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    supuesto, pues tenan ellos sus lderes que bien saban negociar, nadie puede ser tan ingenuode creer que cada una de estas imposiciones no fue objeto de arduas discusiones) era uno de losresultados del hecho de la conquista, los indios formaban parte de los vencidos en esa conquistamilitar y como espero poder mostrar mas adelante-no eran sbditos como los aragoneseso los napolitanos. De los derechos que otorga la conquista militar, a aquellos resultantes dela legitimidad dinstica, hay un campo jurdicamente inmenso. Por lo tanto, llamar a estosubordinacin colonial, no parece fuera de lugar.

    25 Y aqu no hemos mencionado sino uno de los aspectos resultantes de esta subordinacin.Tommonos, casi al azar, algunos ejemplos del trato dado a los pueblos indgenas en lainmediata post conquista. Por ejemplo, el pueblo de Tepetlaoztoc, cabecera localizada alnordeste de Texcoco, en el Valle de Mxico. Este pueblo, en los cinco aos inmediatos ala conquista, pas de mano en mano, a nombre de tres encomenderos y stos sacaban delpueblo todo lo que podan, verdaderamente sin medida ni "tasa": al primero, le daban en cadaao treinta pesos de oro, una carga de mantas finas y 3.000 fanegas de maz; al segundoencomendero, 120 pesos de oro y 21 cargas de mantas finas; al tercero, 120 pesos de oro,12 cargas de mantas, 800 cargas de frijoles, 800 cargas de maz "molido' y 36.600 cargas demaz comn... y as sucesivamente. En los Andes, los kuraka de Chucuito, un gran seoro prehispnico, podan protestar (y de hecho lo hicieron, negociando cuanto pudieron), pero la tasade la encomienda -pagadera en plata contante y sonante- pasa de 2.000 pesos en 1553, 18.000en 1559 y a 80.000 en 1574, como nos recuerda Nathan Wachtel en La vision des vaincus.Otro ejemplo novohispano : en las siete jurisdicciones del Valle de Mxico y de Puebla queestaban bajo el control directo de la Corona, el monto del tributo pas de 21.000 fanegas demaz y 2.000 pesos, a 12.000 fanegas y 70.000 pesos en los aos sesenta del XVI despus de lavisita de Valderrama. Esta transformacin progresiva de la renta de la encomienda (que CarlosSempat Assadourian llam en su momento monetizacin de la renta) es un hecho impuestoa las sociedades indgenas y est fundado claramente en las necesidades de mercancas y defuerza de trabajo de la economa minera y urbana creada por los europeos. Los europeosnecesitan alimentos y trabajadores y a ello estn destinados estos aumentos progresivos dela tasa (renta) de la encomienda, impulsando compulsivamente a los indgenas a acudir almercado como ofertores de mercancas y de fuerza de trabajo. Pero, aqu no se agota, nimucho menos, el interminable catlogo de las imposiciones: Ser necesario tambin evocarlos repartos de mercancas imperantes en Yucatn? O los obrajes con mano de obra forzada?O la esclavitud de los indgenas en el norte novohispano? O los trabajadores indgenasforzados en los yerbales paraguayos? Et ainsi de suite

    26 Pero, volvamos por un momento a lo que decamos antes acerca de la diferencia entreel derecho de conquista y el de la legitimidad dinstica Es que alguien piensa que losaragoneses o los napolitanos estaran dispuestos a soportar un aumento de los pechos,que los multiplicara por 10 por 100 en veinte aos, como le sucedi a los kuraka deChucuito? Incluso en una sociedad como la castellana, fundada en ese periodo en la relacinrenta/privilegio, haba lmites que no se podan pasar impunemente. Es evidente que en estamonarqua compuesta, no todos los que se hallaban bajo su imperium tenan los mismosderechos. Y me refiero especficamente el hecho de la pluralidad jurdica existente en elinterior de cada uno de los reinos que componan la monarqua.

    27 Como es imposible seguir paso a paso en este trabajo toda la evolucin del problema que nosocupa, pasaremos rpidamente al ltimo siglo de la dominacin espaola en Amrica.

    3. La relacin colonial en el siglo XVIII28 Veamos ahora como presentaba la obra clsica de Canga Argelles cual era el papel de las

    diversas colonias en relacin a la metrpoli a fines del siglo XVIII. Partimos de estos datos,pues no interesa comprobar como perciban los burcratas y los economistas espaoles de la

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    poca el papel del comercio colonial en relacin a la economa metropolitana. El cuadro 1 nosmuestra, expresados en millones de duros, las importaciones y las exportaciones a las coloniasvistas desde Espaa.

    Cuadro 1

    Espaa: importaciones y exportaciones desde las colonias americanas a fines del XVIII

    29importaciones exportaciones

    mercancas metlico total

    Nueva Espaa 9.000.000 22.000.000 31.000.000 22.000.000

    Per 4.000.000 8.000.000 12.000.000 11.200.000

    La Habana /Pto. Rico 9.000.000 - 9.000.000 11.000.000

    Ro de la Plata 2.000.000 5.000.000 7.000.000 3.500.000

    Nueva Granada 2.000.000 3.000.000 5.000.000 5.700.000

    Venezuela 4.000.000 - 4.000.000 5.500.000

    Totales 30.000.000 38.000.000 68.000.000 59.200.000

    30 Los datos aproximativos, pero bastante realistas-de Canga Argelles son claros: la NuevaEspaa representa el 46% de las exportaciones totales a la metrpoli y casi el 58% del metlicoenviado. Es el corazn econmico y el rea ms relevante del imperio. El virreinato peruano(sin el Bajo Per Charcas-que desde 1776 depender del nuevo virreinato creado en BuenosAires) es la segunda colonia en importancia econmica para la Madre Patria. En lo que serefiere a la Nueva Granada, las cifras de Canga Argelles para el rubro mercancas parecenmuy altas (segn los datos actuales de Colmenares y Jaramillo Uribe). El Ro de la Platase ubica ya en el tercer lugar en cuanto al peso del metlico enviado a Espaa despus delPer (este metal precioso consiste en la plata producida en las minas altoperuanas y en menorparte, en el oro llegado desde Chile) y La Habana ocupa junto con Mxico pero, siendo unacolonia mucho menos importante desde el punto de vista demogrfico- el primer lugar comocentro exportador de mercancas (se trata sobre todo, de las exportaciones de azcar que hancrecido en forma constante despus de los sangrientos episodios de Saint Domingue en ocasinde las rebeliones de esclavos). No olvidemos que a fines del XVIII, la Nueva Espaa teniaalrededor de 6 millones de habitantes, las Antillas espaolas no llegaban al milln (800.000probablemente) y todo el virreinato del Ro de la Plata tendra un poco ms de un milln dehabitantes. Ello quiere decir que lo que podramos llamar -con todas las precauciones del casoy tomndolo ms bien en forma metafrica- capacidad exportadora per capita sera de de5,6 duros por habitante en la Nueva Espaa, de unos 11 duros en La Habana y de 7 duros enel Ro de la Plata. Ya vemos bien porque Cuba era considerada la perla de las Antillas!

    31 Pero, estas cifras dan ms de si. Si volvemos al cuadro 1, comprobamos que en dos colonias(la Nueva Espaa y el Ro de la Plata) la relacin metlico/mercancas en las cantidades totalesimportadas desde la metrpoli es la ms alta, siendo adems casi exactamente idntica un71% de las importaciones est constituido por el metal precioso. Los datos originales de lasfuentes rioplatenses confirman en lneas generales estas cifras aproximativas que da CangaArgelles tomando las fuentes espaolas, pues a fines del siglo XVIII, el metlico representa el80% de lo exportado desde el Ro de la Plata. Pero, quizs estos nmeros de Canga Argellesse equivocan en algo que nos parece fundamental y el trabajo de Josep Fontana viene aqu ennuestra ayuda con cifras mucho ms cercanas a la realidad en lo que se refiere a la relacin entreel valor de las importaciones hacia la Madre Patria y el de sus exportaciones en direccin a lascolonias. En efecto, para 1792 tenemos 739,6 millones de reales de velln de importacionesdesde Amrica (compuesto de 318 millones en mercancas y 421 millones en metlico) y429 millones de exportaciones desde Espaa a Amrica. Los datos pormenorizados para el

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    intercambio legal con Amrica durante el lapso 1782/1796 el mejor momento del trficocolonial en la etapa del Libre Comercio-estudiados por John Fisher dan una cifra global de 225millones de pesos fuertes de exportaciones a las colonias americanas contra unos 545 millonesde importaciones a la pennsula para todo ese periodo.

    32 Nuestros propios estudios sobre el comercio rioplatense confirman esta relacin entre el nivelde las exportaciones y el de las importaciones o para decirlo ms claramente: la metrpolienva a las colonias menos de lo que recibe de ellas. Y los datos mexicanos tal como lospresenta una fuente como la obra de Lerdo de Texada tambin atestan acerca de esta relacindesigual. Hay que sealar que esto debe calcularse tomando en cuenta los precios en Espaaen ambos rubros o en el sentido inverso, los precios en los puertos americanos tambin paralos dos rubros de entrada y salida; es decir, lo que hoy llamaramos precios FOB (free onboard). Dado que no se trata de balanzas comerciales de estados independientes en ese caso,la diferencia entre lo que se exporta y lo que se importa deber ser saldada en algn momentoen beneficio del pas que ms enva-existe aqu un flujo constante de valor entre las coloniasy la Madre Patria. Evidentemente, la relacin colonial se basa en este supuesto obvio.

    33 En la actualidad, algunos historiadores como Leandro Prados de la Escosura y en menormedida, Enrique Llopis, opinan que el papel de la relacin colonial era nfimo en el marcode la economa espaola de fines del siglo XVIII. Ya sabemos que especialistas comoPatrick OBrien afirmaron en su momento que el comercio entre Europa occidental y lasregiones de la periferiaconstituyen un elemento insignificante en funcin de explicar elacelerado crecimiento experimentado par el centro del sistema mundial despus de 1750.Recientemente Josep Mara Fradera ha retomado algunos aspectos de esa polmica en unestudio sobre el colonialismo en el siglo XIX y como veremos, el tema sigue abierto a ladiscusin.

    34 En efecto, varios historiadores, como el propio Fradera, Josep Fontana y Carlos Marichaltienen una posicin distinta y hasta completamente opuesta. Como tambin parece ser laopinin de John Fisher que ha realizado uno de los estudios ms exhaustivos sobre el comerciocolonial en la ltima etapa del periodo. Comenta Fisher un documento en el que el ministroDiego de Gardoqui en 1794 seala que el dficit comercial espaol con los restantes paseseuropeos (Francia, Inglaterra, Holanda, los estados alemanes, los estados italianos y Portugal,en ese orden) era de alrededor de 404 millones de reales anuales es decir, 20 millones depesossiendo, adems, la mitad de ese dficit atribuible a la importacin de mercancas queseran despus re exportadas a Amrica. Pero, Gardoqui agrega seguidamente que el trficoamericano dejaba a Espaa unos 184 millones de reales de supervit neto una vez pagadoese dficit con Europa pues ste, al contrario de lo que ocurra con el supervit colonial, sihaba que compensarlo en algn momento. En ese mismo documento de 1794, el ministro dacifras acerca de ese supervit espaol en el intercambio con las colonias hispanoamericanas(exportaciones a Amrica 332 millones de reales, importaciones de Amrica 938 millonesde reales) que confirman ampliamente los datos que hemos citado precedentemente de lostrabajos de Joseph Fontana y de John Fisher. Cuenca Esteban mostr ya hace tiempo el papelque las entradas monetarias provenientes de las colonias tenan en el marco de los ingresosordinarios de la monarqua. En todo caso, no hay dudas, por ejemplo, que la historia de laGuerra de Independencia en la pennsula es decir, la guerra contra los ejrcitos napolenicos-hubiera sido mucho ms difcil sin los 30.000.000 pesos que la Nueva Espaa envi (sinningn tipo de contrapartida) durante esos aos a la Madre Patria, tal como lo ha demostradoCarlos Marichal en un libro reciente, con abundantes cifras y datos difciles de desmentir.Como tambin es indudable que la llamada Guerra de Amrica es decir la guerra de lascolonias norteamericanas contra Inglaterra entre 1779 y 1783, en la cual Espaa participaracontra la potencia europea-fue financiada en gran parte por la plata llegada desde la coloniamexicana. Y que, adems, todo el sistema defensivo del Caribe espaol y las Filipinas tambin

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    estaban sostenidos econmicamente gracias a los situados llegados anualmente desde la NuevaEspaa, al igual del papel similar que cumplan, en otros contextos regionales, las Cajas Realesde Lima (guarniciones chilenas y de Panam), las de Potos (gastos y guarnicin de BuenosAires) y las de Santafe de Bogot y Quito (guarniciones de Cartagena y Guayaquil). Quizssea cierto que el peso de la relacin colonial fuera efectivamente nfimo en relacin al PBIhispano, pero las finanzas imperiales no podan pasarse sin sufrir merma del flujo anual deplata americana.

    35 En efecto, el papel de las colonias americanas fue relevante en funcin del mantenimientode la estructura fiscal imperial durante el ltimo periodo colonial. Podemos decir que una delas consecuencias de las Reformas Borbnicas fue justamente esa. Siguiendo los detalladosestudios realizados al respecto por Carlos Marichal y sus colaboradores en lo que hace al papelespecfico de la Nueva Espaa en este contexto, podemos distinguir tres niveles: primero, latesorera de la Nueva Espaa tiene una funcin central en el mantenimiento de sus fuerzas dedefensa y de sus respectivo presidios (fuertes y destacamentos fronterizos) en todo el mbitovirreinal. Segundo, esta tesorera posee tambin un papel destacado en toda la estructuradefensiva en Asia y el Gran Caribe. En efecto, como ocurra en otras partes del Imperiohispnico, toda esa panoplia de fuerzas militares y fuertes que se extienden a lo largo y a loancho del espacio caribeo (llegando a tambin a Guatemala en algunos momentos) y de lasislas Filipinas (incluyendo las Marianas), dependen estrechamente de los situados enviadosdesde la Nueva Espaa. Sin situados novohispanos no hay Imperio en Asia ni en el Caribe,rea vital para la continuidad del dominio colonial espaol y donde se encontraban algunasde las joyas del Imperio hispano, como la isla Cuba (y su produccin azucarera). Y tercero,la Nueva Espaa llego a ser responsable a fines del periodo colonial de casi el 75% del totalde las remesas enviadas desde las colonias a la Tesorera General de Espaa. Sealemos depaso (volviendo nuevamente sobre la polmica acerca del papel de las colonias americanas enrelacin a Espaa) que el total de las remesas americanas destinadas a la Tesorera General(es decir, exclusivamente, los envos en manos del estado) se sitan alrededor del 25% de losingresos de esa Tesorera durante la segunda mitad del siglo XVIII dejando de lado los aosde guerra y por lo tanto, de interrupcin del trfico martimollegando incluso a superar el 69%[1809] y el 62% [1810] en los momentos ms trgicos de la Guerra de Independencia contralos ejrcitos de Napolen en la Pennsula. Sin ingresos coloniales, la Guerra de Independenciapeninsular hubiera sido muchsimo ms dura.

    36 De dnde salen estos ingresos en el caso especfico de la Nueva Espaa? Primero tenemoslos ingresos regulares del sistema fiscal que ha sufrido profundas transformaciones a partirde mediados del XVIII, cuando se inicia la larga serie de innovaciones en la estructura deldominio colonial que conocemos como Reformas Borbnicas. Transformaciones destinadasa acentuar la presin fiscal, como lo hemos podido comprobar patentemente en nuestrasinvestigaciones sobre el impuesto a la circulacin llamado alcabala. En efecto, en el casoespecfico de este impuesto, el paso de los arrendamientos al sistema de percepcin directa dacomo resultado un aumento considerable de la recaudacin de las alcabalas (efectivamente,stas pasan de 10.248.444 pesos entre 1762 y 1776 a un total de 26.164.694 pesos en los aos1780-1795). El aumento es imponente y los datos analizados en el captulo II del libro citadode Carlos Marichal La bancarrota del virreinato, muestran claramente que este crecimientode la presin fiscal no se agota en este caso especfico y da como resultado final un peso dela fiscalidad per capita que resulta incluso superior al de las sociedades europeas de la poca.Segundo aspecto que debe ser analizado: los prstamos y donativos que la Corona exigir a sussbditos coloniales en forma creciente a medida que la crisis fiscal se acente en la Pennsula;entre 1781 y 1800 se colectaron en la Nueva Espaa ms de 20 millones de pesos en conceptode esos rubros y recordemos que todos los habitantes (ricos y pobres) debieron hacer frentea esos donativos graciosos, incluidas las comunidades indgenas, cuando ya era evidente que

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    no haba ms posibilidad de seguir extrayendo ingresos fiscales de otras fuentes. Y last butnot least, como si todo lo anterior no fuera ya excesivo, la Corona acudi al expediente defunestas secuelas para la continuidad del sistema de dominacin colonial en la Nueva Espaa-de la llamada Consolidacin de los Vales Reales.

    37 Pero, volvamos un poco para atrs. Decamos antes que exista un flujo constante de valorentre las colonias y la Madre Patria. En que mecanismo se basa ese flujo? Hay aqu unacompleja concatenacin de causas que es imposible estudiar en este ya demasiado largo-artculo. Pero, podemos centrarnos en uno de los aspectos ms importantes por el papel quejuega en la relacin colonial, es decir, la produccin minera. Ya sabemos cual es el peso de laexportacin de metales preciosos en la relacin colonial. Veamos ahora algunos aspectos delas formas productivas y del costo de la fuerza de trabajo en esta rea tan vital.

    38 Vayamos a Potos. El sistema original de la mita haba sido alterado mucho durante eltranscurso del siglo XVII y en el siglo XVIII ya quedaba poco de l. Ante todo, las cantidadestotales sufrieron una baja constante, siendo ya unos 12.000 en 1630, para pasar a unos 4.000 enla poca del Duque de la Palata y estabilizarse en una cifra algo superior a los 3.000 indgenasen el siglo

    39 XVIII. Pero, la mayor alteracin y la que va a introducir la forma de explotacin ms durade la fuerza de trabajo, tiene que ver con la implantacin del sistema de tareas en lugar delde la jornada laboral. Este sistema eliminara en la prctica -ya que no en la legislacin-la divisin original entre una semana de trabajo forzado y dos de trabajo libre, pero, sobretodo, fue el que posibilit que la minera potosina aumentara la cantidad de mineral procesadocon un nmero de mitayos casi constante durante toda la segunda mitad del siglo XVIII. Alincrementar el nmero de cargas que se exigan de los apiris mediante el sistema de tareas(incremento que con frecuencia resultaba de alteraciones en el tamao de los sacos en quelos mitayos extraan el mineral), los azogueros obligaron de hecho a los mitayos a funcionarcomo trabajadores forzados durante casi todo el ao que permanecan en Potos; mas, no slolos mitayos sino tambin a sus familias que terminaban asumiendo en parte la obligacin parallenar las tareas. De este modo, una porcin sustancial del incremento de las cantidades deplata producida en las minas recay sobre el trabajo desplegado por los mitayos y por susfamilias durante el siglo XVIII (es decir, en ltima instancia, nuevamente sobre la comunidadcampesina indgena que los sostena) y no fue el resultado de innovaciones tecnolgicas defondo. Todo ello se da en el marco de rendimientos en metal fino que haba cado a casi unadcima parte de los que imperaban a fines del siglo

    40 XVI: de 50 marcos de plata pura por cajn, a una cifra que oscilara entre los 4 y los 8 marcospor cajn.

    41 Como se ve, una tecnologa atrasada para las pautas de la poca a fines del XVIII casi todoslos ingenios potosinos estaban, adems, en manos de arrendatarios que poco inters tenan enmejorar esas condiciones-con rendimientos decrecientes que se acentan al llegar a fines delperiodo y con una tasa de sobre explotacin (y auto explotacin campesina) de la fuerza detrabajo indgena. As, uno de los misterios (aparentes) de la continuidad de la actividad minerapotosina se basa en gran parte- en costos empresariales muy bajos de reproduccin de lafuerza de trabajo y por lo tanto, en un costo final de produccin de la plata (mercanca, pero almismo tiempo, medida de todos los valores) ms barato en relacin a los europeos de la poca.Alexander von Humboldt se haba asombrado durante su visita a La Valenciana en Guanajuatoal comprobar que con una tecnologa tan atrasada respecto a la de Himmelfsfrst en Sajonia(el ilustrado ingeniero prusiano conoca muy bien esa mina, pero los datos cuantitativos queexpone en su obra estn tomados aqu de la obra de Abuisson de Voisins sobre las minas deFreiberg) se poda producir plata en forma comparativamente ms barata, ganando adems eldoble. Qu hubiera dicho si hubiese descubierto cuales eran las condiciones de produccinen las minas de Potos?

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    42 Mas, sigamos con nuestra argumentacin, qu quiere decir en realidad que la plata tiene enAmrica un costo de produccin ms bajo? Pues bien, eso significa que la plata es ms baratay que por lo tanto, todas las mercancas y en especial, aquellas que han sido importadasdesde Europa y Asia-son ms caras. Es decir, hace falta ms plata para adquirir las mismasmercancas. He aqu la explicacin de una parte de misterio de la relacin colonial y de porquentran a Europa ms valores de los que salen para Amrica.

    43 El panorama es idntico si nos referimos a las mercancas que Europa importa desdelos territorios coloniales. Si hablamos de la grana cochinilla habra que mencionar a losrepartos de mercancas que constituyen el sistema econmico que posibilita la continuidadde la produccin de esa materia tintrea en la regin de Oaxaca en la Nueva Espaa y los repartos de mercancas son la manifestacin de un sistema de comercializacinque muy poco tiene que ver con los precios de mercado, constituyendo en realidad unaforma coactiva de circulacin y de produccin de mercancas, aunque hoy algunos autores,como Jeremy Basques y A. Ouweneel digan que fueron beneficiosos, pues integraronlos indgenas al mercado (habra que saber si realmente ellos queran integrarse y estoes quod erat demostrandum). En otros casos (por ejemplo, el de los cueros rioplatenses),nos encontramos ante una forma de produccin de campesinos pastores y labradores quefuncionan sobre todo a partir de la explotacin y autoexplotacin-de la fuerza de trabajofamiliar. Otro tanto ocurre con los llamados poquiteros, los productores del ail en laregin centroamericana del actual Salvador, que constituye as mismo un rea de produccincampesina. En todas estas situaciones, los productos destinados finalmente a la exportacinson adquiridos casi exclusivamente gracias un intercambio de mercancas es decir, sin acudiral uso del circulante- que se asemeja mucho a formas coactivas de comercializacin, conprecios inflados y aprovechando (o acentundolo artificialmente) el aislamiento de las familiascampesinas productoras. Y qu decir entonces de la esclavitud imperante en los ingenioscubanos productores de azcar o en las haciendas cacaoteras de los mantuanos en Venezuela?

    44 Todo este complejo de formas productivas tan alejadas de cualquier cosa que se asemejeal mercado libre, como la produccin campesina de los poquiteros salvadoreos, laesclavitud de los africanos en Cuba o la produccin indgena de grana en Oaxaca a travsde los repartimientos, revela las peculiares condiciones de produccin y los precios finalesde intercambio de esas mercancas cuando entran en contacto con aqullas, emisarias de lossistemas de produccin ms avanzados imperantes en Europa. He aqu, nuevamente, otroaspecto que contribuye a explicar ese flujo constante de valor entre la economa colonial yla metropolitana.

    4. La cuestin colonial vista desde la poltica45 Parece claro que, econmicamente, las Indias eran efectivamente colonias. Veamos qu

    ocurre si cambiamos la perspectiva.

    La conquista y sus derechos46 Cules son los derechos que tena la Monarqua Hispana en Npoles? Son los resultantes

    de legitimidad dinstica -derecho por el cual los descendientes de Alfonso el Magnnimoreivindican su dominium sobre el reino de Npoles y sobre sus sbditos. Estos, adems, comoes pblico y notorio, pertenecen desde tiempo inmemorial al orbe cristiano. Pero, adems,tienen sus propios derechos y sus propias costumbres que el soberano (y sus representantes)deben respetar escrupulosamente; en Sicilia, por ejemplo, su Parlamento (lejana herencianormanda, posteriormente hispanizada) era el custodio de esas leyes y costumbres y todoslos especialistas de historia siciliana moderna (A. Marongiu, A. Baviera Albanese, etc.), nodudan en afirmar que condiciona lautorit regia representada por el vicer; otro tantodice G. Galasso para el caso napolitano. En Aragn, segn lo relata Fernndez Albaladejo,un proverbio afirmaba antes de Reyes hubo Leyes y las cortes aragonesas no dudaron en

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    recordrselo una y otra vez a quienes representaban a la Real Persona. Cuando el duque deAlburquerque, es recibido como vicer en Palermo el 5 de diciembre de 1627, lo rodeabanel duque de Terranova, el prncipe de Roccafiorita, el de Pantelleria y otros nobles sicilianos.Alburquerque se convierte en ese momento en la primera cabeza del reino, pero no puedeolvidar que en estos reinos de la monarqua compuesta, l es slo un primus inter pares.

    47 Es obvio que no era esa la situacin en Amrica durante el primer siglo de dominacineuropea. Los pobladores autctonos haban sido vencidos en una dura guerra de conquista y,por otra parte y esto en era un detalle en marco de las concepciones polticas imperantes enel siglo XVI-no eran cristianos y haba que convertirlos. No es mi intencin internarme en las(movedizas) arenas de la discusin que todo esto suscit, pero las diferencias jurdicas entrelos derechos de un seor indgena novohispano y de un noble napolitano en el siglo XVI, sondemasiado evidentes como para extendernos demasiado sobre el asunto. La conquista militarde pueblos no cristianos (y lejanos o exticos), otorga unos derechos que son absolutamenteincompatibles con los resultantes de la compleja estructuracin jurdica que surge en el marcode la sucesin dinstica sobre pueblos cristianos (y europeos). De estas diferencias provienenlas imposiciones que eran perfectamente lgicas en Amrica y hubieran desatado unarebelin napolitana o aragonesa.

    48 Desde ya que estas imposiciones, como hemos dicho unas pginas atrs, no podan hacerseefectivas sin un proceso de negociacin; nadie es tan ingenuo como para suponer eso. Pero,se negociaba, como se dira hoy, bajo presin y todos saban que haba una diferenciaenorme en el peso de ambas partes negociantes. No era sta una discusin entre iguales. Ylos seores tnicos deban ser muy cuidadosos en estas negociaciones. Las dismiles historiasde don Francisco Verdugo Quetzalmamalitzin Huetzin, seor de Teotihuacan y de don CarlosOmetochin, seor de Texcoco, que nos cuentan Carmen Bernand y Serge Gruzinski, sonsintomticas en este sentido; podemos ver a travs de ellas la bsqueda difcil (y trgica en elcaso de don Carlos, que termina siendo ajusticiado en la hoguera) de una salida en la estrechava que se abra para los lderes tnicos en ese delgado sendero que transitaba entre el respetoa sus costumbres y sus tradiciones religiosas y las exigencias de los europeos. Las palabras dedon Carlos Ometochin que probablemente sellaron su aciago destino- resuenan con claridadQuin son estos que nos deshacen y perturban e viven sobre nosotros y los tenemos a cuestasy nos sojuzgan?.

    49 Porque detrs de todo esto estn las matanzas que, sin caer para nada en la leyenda negra,es inadmisible olvidar. La de Cholula, pedaggicamente ideada por la habilidad poltica deHernn Corts. O la realmente absurda llevada a cabo por el violento Pedro de Alvarado,cuando Corts lo haba dejado por un tiempo al mando de la situacin. Este irrumpe en unafiesta religiosa mexica dedicada a Huitzilopochtli que haba sido permitida por el propioAlvarado- arranca violentamente las joyas y ricas vestiduras de los jvenes oficiantes, aquienes desnudos, en cueros, con solamente una manta de algodn a las carnes, sin tener enlas manos sino rosas y plumas, con que bailaban, los metieron todos a cuchillo. Las lmpidaspalabras del padre Durn nos eximen de toda hiprbole al recordar el hecho que se conocecomo Matanza del Templo Mayor. Debemos recordar tambin los hechos similares ocurridoscon los guaranes en la primera poca de Asuncin del Paraguay, por ejemplo, cuando selevant en lder Arecay? O las realizadas contra los muiscas en la conquista de la NuevaGranada? O como relata un cronista como Cristbal de Molina el accionar de los europeosen Cajamarca y el Cuzco? : "nunca entendieron sino en recoger oro y plata y hacerse todosricos; todo lo que a cada uno le vena a la voluntad de tomar de la tierra lo tomaba, sin pensarque en ello haca mal, ni si daaba o destrua, porque era harto ms lo que se destrua quelo que ellos gozaban y posean". Hay que decir que, en materia de vesanias resultado de laconquista militar, on na que lembarras du choix! Es bajo esta presin que deben negociaren los primeros tiempos los lderes indgenas. Y lo deben hacer, adems, en medio de una de

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    las catstrofes demogrficas causada, sobre todo, por los brotes epidmicos- ms terribles dela historia escrita de la humanidad.

    La situacin a fines del XVIII50 Pero, vayamos ahora a fines del siglo XVIII. Es evidente que las cosas han cambiado, en

    Amrica y en el mundo. Y entramos as en la famosa discusin en la que terciara RicardoLevene con su librito Las indias no son colonias. El libro en cuestin, publicado en 1951,pero con el antecedente de un artculo de 1947 y de una surrealista reunin en la AcademiaArgentina de la Historia en octubre de 1948, en la cual Levene propuso que los historiadoresdejasen de utilizar la palabra colonias en sus trabajos, ante el asombro de un historiador demedianas luces, pero sensato, como Emilio Ravignani, quien se anim a decir que considerala expresin poca colonial correcta y que la seguir empleando. Otro de los acadmicos, eldoctor Pueyrredn, afirm que slo deba decirse periodo espaol, suprimindose tambinel vocablo dominacin . En realidad, todo esto debe ser entendido en el marco de la holade hispanismo que fait rage en esos aos como respuesta de las elites argentinas frente ala invasin de la inmigracin europea (especialmente italiana). Fue ms o menos en esemomento cuando algunos intelectuales como Leopoldo Lugones, Ernesto Quesada, RicardoRojas y Manuel Glvez descubrieron que el gaucho, en vez de ser un delincuente mestizadoy brbaro como pensaba Sarmiento- era un autntico hroe civilizador, profundamentehispano. Menndez y Pelayo (como Miguel de Unamuno) no dudaran despus en leyendoa los autores citados- y as hablaran del gaucho como el luchador espaol que despus dehaber plantado la cruz en Granada, se fue a Amrica a servir de cruzada a la civilizacin [sic].Remitimos aqu al trabajo de Raul Fradkin, publicado en los Annales, Les centaures de lapampa. En fin, dejemos esto aqu, pues en la misma poca que Levene discuta estas cosas,otras trgicas cruzadas estaban en plena accin civilizadora en Espaa; esa coincidenciano es en absoluto casual en el marco de esas dos naciones catlicas, dado que ambas seimaginaron a si mismas en algn momento como constituyendo el faro de Occidente, perono es aqu nuestra preocupacin fundamental.

    51 Y cuales son los argumentos que esgrime Levene? La prueba que el imaginaba ms slidaera la Real Orden de la Junta Suprema de Sevilla de enero de 1809, que haba proclamado que los vastos y preciosos dominios que Espaa posee en las Indias no son propiamente Coloniaso Factorias como las de otras naciones sino una parte esencial e integrante de la monarquaespaola . Esta Real Orden y aquella otra proclama gaditana del 15 de abril de 1810 losdominios espaoles de ambos hemisferios forman una sola y misma monarqua, una mismay sola nacin, y una sola familia y que, por lo mismo, los naturales que sean originarios dedichos dominios europeos o ultramarinos son iguales en derechos los de esta pennsula, noson ms que manotazos de ahogado y puro clculo poltico de un pequeo grupo de liberales(y de una mayora de conservadores puros y duros) encerrados en la Isla de Len, protegidospor las fortificaciones de Puerta de Tierra y por la flota britnica. Tanto el asturiano FlrezEstrada, como el ya citado Jos Canga Argelles han escrito encendidas pginas para alabarestas liberales decisiones. Pero, pero Los acontecimientos que le siguieron mostraran hastael cansancio cuales eran los lmites concretos que estaban dispuestos a permitir los liberalespeninsulares en la relacin con sus pares americanos y decimos bien a sus pares, pues stos,o sea, las elites blancas americanas, eran los nicos a los que, a regaadientes, como se ver,se consideraba como iguales.

    52 Cuando en Cdiz hubo que hacer clculos electorales, tout dun coup, la igualdad desaparecirpidamente, en especial, a travs de la muy especiosa discusin acerca de los derechospolticos de las castas y sobre todo, de los pardos y mulatos (y hay que sealar que en esterubro, los magros representantes de las elites blancas hispanoamericanas no se destacaronjustamente por su tolerancia racial). Y llegamos as a una aritmtica electoral extraa queotorg una mayora aplastante a los peninsulares en las Cortes provisionales de octubre de

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    1810: ms de 200 representantes peninsulares frente a 28 americanos. Hubieran debido seridealmente 149 100 en las Cortes ordinarias elegidas de acuerdo al decreto del 23 demayo de 1812, pero la guerra insurgente y otras circunstancias impidieron la realizacin delas elecciones en muchos lugares. De todos modos, Amrica estara siempre en minora. Yefectivamente, las Cortes se abren con una esculida representacin americana. Pero, sin hacerhistoria contrafctica, cul habra sido el futuro de esta relacin en el supuesto- caso deque no hubiera habido proceso independentista? Es necesario que recordemos tambin quepas con los diputados cubanos en 1837? Josep Maria Fradera public en 1995 un trabajoincluido ahora en su libro Gobernar colonias que relata con precisin cmo y porqu fueronexpulsados de Espaa esos representantes de las elites blancas de la isla en 1837. Ahora, sulibro en preparacin sobre el imperio hispano durante el siglo XIX, nos aportar muchos msdatos sobre este periodo y ese episodio. Larra, a quien humor no le faltaba, dira lapidariamenteen esos momentos que tal pareca que la constitucin no era un gnero ultramarino

    53 Obviamente, decir todo esto no es olvidar que las elites blancas americanas se sentan a finesdel XVIII miembros de todo derecho de la gran nacin espaola. Y por ello en los primerostiempos de las revoluciones de independencia no se llamaron ni mexicanos, ni chilenos, niobviamente colombianos, sino espaoles americanos. Pero, una cosa es ese sentimiento depertenencia de las elites a la nacin espaola y otra la subordinacin colonial.

    54 En una palabra, todo hace pensar que haba una relacin colonial y que, adems, sta tenaalguna importancia en el marco de la economa espaola y europea de la poca. Suponer quela corona y las elites econmicas y polticas metropolitanas tanto sea que hablemos de losliberales gaditanos, como de los legitimistas ms duros- se opusieron con las armas en lamano desde 1810 al movimiento independentista hispano americano, sacrificando hombresy recursos que no sobraban, meramente por deporte o por testarudos, nos parece una formabastante poco sagaz de pensar un problema histrico. Alguna importancia tendran que tenerestas colonias a ojos de los contemporneos para que durante quince aos se enviara gente ala muerte por intentar preservarlas. As lo demuestra la percepcin de la relacin colonial quetenan personajes tan relevantes como Canga Argelles y Gardoqui; stos, por las funcionesque cumplan, estaban obligados a un conocimiento adecuado del papel del intercambiocolonial en el contexto de la economa espaola de aquellos aos. Y un poco ms tarde,cuando result evidente que Gran Bretaa aspiraba a reemplazar a Espaa en la provisindel mercado americano, sus cabezas dirigentes parecan tambin apreciar esta cuestin conbastante claridad. Si no, habra que pensar que las guerras coloniales y no nos referimossolo las que se originaron en el proceso de independencia de ibero Amrica- estn motivadasnicamente por la incapacidad de los hombres para entender en que mundo viven y por superseverante voluntad de ejercer el mal sin razn.

    Para citar este artculo

    Referencia electrnicaJuan Carlos Garavaglia, La cuestin colonial, Nuevo Mundo Mundos Nuevos [En lnea],Debates,2004, Puesto en lnea el 08 febrero 2005. URL : http://nuevomundo.revues.org/441

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