John Stuart Mill, Sobre La Libertad

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John Stuart Mill, Sobre la Libertad (1859) El objeto de este ensayo no es el llamado libre albedrío, que con tanto desacierto se suele oponer a la denominada — impropiamente— doctrina de la necesidad filosófica, sino la libertad social o civil, es decir, la naturaleza y límites del poder que puede ser ejercido legítimamente por la sociedad sobre el individuo: cuestión raras veces planteada y, en general, poco tratada, pero que con su presencia latente influye mucho sobre las controversias prácticas de nuestra época y que probablemente se hará reconocer en breve como el problema vital del porvenir. Lejos de ser una novedad, en cierto sentido viene dividiendo a la humanidad casi desde los tiempos más remotos; pero hoy, en la era de progreso en que acaban de entrar los grupos más civilizados de la especie humana, esta cuestión se presenta bajo formas nuevas y requiere ser tratada de modo diferente y más fundamental. La lucha entre la libertad y la autoridad es el rasgo más saliente de las épocas históricas que nos son más familiares en las historias de Grecia, Roma e Inglaterra. Pero, en aquellos tiempos, la disputa se producía entre los individuos, o determinadas clases de individuos, y el gobierno. Se entendía por libertad la protección contra la tiranía de los gobernantes políticos. Éstos —excepto en algunas ciudades democráticas de Grecia—, aparecían en una posición necesariamente antagónica del pueblo que gobernaban. Antiguamente, por lo general, el gobierno estaba ejercido por un hombre, una tribu, o una casta, que hacían emanar su autoridad del derecho de conquista o de sucesión, pero en ningún caso provenía del consentimiento de los gobernados, los cuales no osaban, no deseaban quizá, discutir dicha supremacía, por muchas precauciones que se tomaran contra su ejercicio opresivo. El poder de los gobernantes era

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Extracto del texto escrito por J. S. Mill

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John Stuart Mill, Sobre la Libertad (1859)El objeto de este ensayo no es el llamado libre albedro, que con tanto desacierto se sueleoponeraladenominadaimpropiamentedoctrinadelanecesidadfilosfica, sinolalibertadsocial ocivil,esdecir,la naturalezay lmites del poder quepuedeser ejercidolegtimamentepor lasociedadsobreel individuo: cuestinrarasvecesplanteaday, engeneral, poco tratada, pero que con su presencia latente influye mucho sobre lascontroversias prcticas de nuestra poca y que probablemente se har reconocer en brevecomoelproblemavitaldelporvenir. Lejosdeserunanovedad, enciertosentidovienedividiendoalahumanidadcasi desdelostiemposmsremotos;perohoy, enlaeradeprogreso en que acaban de entrar los grupos ms civilizados de la especie humana, estacuestin se presenta bajo formas nuevas y requiere ser tratada de modo diferente y msfundamental. La lucha entre la libertad y la autoridad es el rasgo ms saliente de las pocas histricas quenossonmsfamiliaresenlashistoriasdeGrecia, RomaeInglaterra. Pero, enaquellostiempos, la disputa se produca entre los individuos, o determinadas clases de individuos, yel gobierno. Seentendaporlibertadlaproteccincontralatiranadelosgobernantespolticos. stos excepto en algunas ciudades democrticas de Grecia, aparecan en unaposicinnecesariamenteantagnicadel puebloquegobernaban. Antiguamente, por logeneral, el gobiernoestabaejercidoporunhombre, unatribu, ounacasta, quehacanemanar su autoridad del derecho de conquista o de sucesin, pero en ningn caso provenadel consentimiento de los gobernados, los cuales no osaban, no deseaban quiz, discutirdicha supremaca, por muchas precauciones que se tomaran contra su ejercicio opresivo. Elpoder de los gobernantes era considerado como algo necesario, pero tambin como algopeligroso: como un arma que los gobernantes trataran de emplear contra sus sbditos nomenos que contra los enemigos exteriores. Para impedir que los miembros ms dbiles dela comunidad fuesen devorados por innumerables buitres, era indispensable que un ave depresa ms fuerte que las dems se encargara de contener la voracidad de las otras. Perocomo el rey de los buitres no estaba menos dispuesto a la voracidad que sus congneres,resultaba necesario precaverse, de modo constante, contra su pico y sus garras. As que lospatriotas tendan a sealar lmites al poder de los gobernantes: a esto se reduca lo que ellosentendan por libertad. Y lo conseguan de dos maneras: en primer lugar, por medio delreconocimiento de ciertas inmunidades llamadas libertades o derechos polticos; suinfraccinporpartedel gobernantesuponaunquebrantamientodel deberytal vezelriesgo a suscitar una resistencia particular o una rebelin general. Otro recurso de fechams reciente consisti en establecer frenos constitucionales, mediante los cuales elconsentimiento de la comunidad o de un cuerpo cualquiera, supuesto representante de susintereses, llegabaaser condicinnecesariaparalos actos ms importantes del poderejecutivo. En la mayora de los pases de Europa, los gobiernos se han visto forzados ms omenos a someterse al primero de estos modos de restriccin. No ocurri lo mismo con elsegundo; yllegar al o, cuandoyaseleposeaenparte, llegar al demaneramscompleta, seconvirtientodosloslugaresenel objetoprincipal delosamantesdelalibertad. Y mientras la humanidad se content con combatir uno por uno a sus enemigos ycon ser gobernada por un dueo, a condicin de sentirse garantizada de un modo ms omenos eficaz contra su tirana, los deseos de los liberales no fueron ms lejos. Sin embargo, lleg un momento en la marcha de las cosas humanas, en que los hombrescesaron de considerar como una necesidad de la Naturaleza el que sus gobernantes fuesenun poder independiente con intereses opuestos a los suyos. Les pareci mucho mejor quelosdiversosmagistradosdel Estadofuesendefensoresodelegadossuyos, revocablesavoluntad. Pareci que slo de esta manera la humanidad podra tener la seguridad completade que no se abusara jams, en perjuicio suyo, de los poderes del gobierno. Poco a poco,esa nueva necesidad de tener gobernantes electivos y temporales lleg a ser el objeto delpartidopopular, donde exista tal partido, yentonces seabandonarondeunamanerabastante general los esfuerzos precedentes a limitar el poder de los gobernantes. Y como enesta lucha se trataba de hacer emanar el poder de la eleccin peridica de los gobernados,hubo quien comenz a pensar que se haba concedido demasiada importancia a la idea delimitar el poder. Esto ltimo (al parecer) haba sido un recurso contra aquellos gobernantescuyosinteresesseoponanhabitualmentealosinteresesdel pueblo. Loquehacafaltaahora era que los gobernantes se identificasen con el pueblo; que su inters y su voluntadfuesen el inters y la voluntad de la nacin. La nacin no tena necesidad ninguna de serprotegida contra su propia voluntad. No haba que temer que ella misma se tiranizase. Encuanto que los gobernantes de una nacin fuesen responsables ante ella de un modo eficazy fcilmente revocables a voluntad de la nacin, estara permitido confiarles un poder, puesde tal poder ella misma podra dictar el uso que se debera hacer. Tal poder no sera msque el propio poder de la nacin, concentrado, y bajo una forma cmoda de ejecucin. Estamanera de pensar, o quiz mejor, de sentir, ha sido la general entre la ltima generacin deliberales europeos y todava prevalece entre los liberales del continente. Los que admitenlmites a la actuacin del gobierno (excepto en el caso de gobiernos tales que, segn ellos,nodeberanexistir) se hacennotar comobrillantes excepciones entre los pensadorespolticos del continente. Un modo semejante de sentir podra prevalecer tambin en nuestropas, si las circunstancias que le favorecieron en un tiempo no hubieran cambiado despus. Pero, en las teoras polticas y filosficas, lo mismo que en las personas, el xito pone derelieve defectos y debilidades que el fracaso hubiera ocultado a la observacin. La idea deque los pueblos no tienen necesidad de limitar su propio poder, podra parecer axiomtica siel gobierno popular fuera una cosa solamente soada o leda como existente en la historiade alguna poca lejana. Esta idea no se ha visto turbada necesariamente por aberracionestemporales semejantes a las de la Revolucin francesa, cuyas piras fueron la obra de unaminora usurpadora, y que en todo caso no tuvieron nada que ver con la accin permanentede las instituciones populares, sino que se debieron sobre todo a una explosin repentina yconvulsiva contra el despotismo monrquico y aristocrtico. Sin embargo, lleg un tiempoen que la Repblica democrtica vino a ocupar la mayor parte de la superficie terrestre,hacindosenotar comounodelos ms poderosos miembros delacomunidaddelasnaciones. A partir de entonces, el gobierno electivo y responsable se convirti en el objetode esas observaciones y crticas que siempre se dirigen a todo gran acontecimiento. Y selleg a pensar que frases como "el poder sobre s mismo" y "el poder de los pueblos sobres mismos" no expresaban el verdadero estado de las cosas; el pueblo que ejerce el poder noes siempre el mismo pueblo sobre el que se ejerce, y el gobierno de s mismo, de que sehabla, no es el gobierno de cada uno por s mismo, sino de cada uno por los dems. Lavoluntad del pueblo significa, en realidad, la voluntad de la porcin ms numerosa y activadel pueblo, de la mayora, ode aquellos que consiguieronhacerse aceptar comotalmayora. Por consiguiente, el pueblo puede desear oprimir a una parte de s mismo, y contral son tan tiles las precauciones como contra cualquier otro abuso del poder. Por esto essiempre importante conseguir una limitacin del poder del gobierno sobre los individuos,incluso cuando los gobernantes son responsables de un modo regular ante la comunidad, esdecir, ante la parte ms fuerte de la comunidad. Esta manera de juzgar las cosas se ha hechoadmitir sincasi dificultades, pues se recomienda igualmente a la inteligencia de lospensadores que a las inclinaciones de las clases importantes de la sociedad europea, haciacuyos intereses reales o supuestos la democracia se muestra hostil. La tirana de la mayorase incluye ya dentro de las especulaciones polticas como uno de esos males contra los quela sociedad debe mantenerse en guardia. Al igual quelas dems tiranas, tambinestatiranadelamayorafuetemidaenunprincipio y todava hoy se la suele temer, sobre todo cuando obra por medio de actos deautoridadpblica.Pero las personas reflexivas observaron quecuando lasociedades eltirano la sociedad colectivamente, y sobre los individuos aislados que la componen susmedios de tiranizar no se reducen a los actos que ordena a sus funcionarios polticos. Lasociedad puede ejecutar, y ejecuta de hecho, sus propios decretos; y si ella dicta decretosimperfectos, osi los dictaapropsitodecosas enquenosedeberamezclar, ejerceentonces una tirana social mucho ms formidable que la opresin legal: pues, si bien estatirananotieneasuserviciotanfuertessanciones, deja, encambio, menosmediosdeevasin; pues llega a penetrar mucho en los detalles de la vida e incluso a encadenar elalma. No basta, pues, con una simple proteccin contra la tirana del magistrado. Y puestoque la sociedad tiende a imponer como reglas de conducta sus ideas y costumbres a los quedifieren de ellas, empleando para ello medios que no son precisamente las penas civiles;puestoque tambintrata de impedir el desarrollo, y, enloposible, la formacindeindividualidadesdiferentes; ycomo, porltimo, tratademodelar loscaracteresconeltroquel del suyopropio, sehacedel todonecesariootorgaralindividuounaproteccinadecuada contra esa excesiva influencia. Existe un lmite para la accin legal de la opinincolectiva sobre la independencia individual: encontrar este lmite y defenderlo contra todausurpacin es tan indispensable para la buena marcha de las cosas humanas como para laproteccin contra el despotismo poltico.()El objeto de este ensayo es el de proclamar un principio muy sencillo encaminado a regir demodo absoluto la conducta de la sociedad en relacin con el individuo, en todo aquello quesea obligacin o control, bien se aplique la fuerza fsica, en forma de penas legales, o lacoaccin moral de la opinin pblica. Tal principio es el siguiente: elnico objeto, queautorizaalos hombres, individual ocolectivamente, aturbar lalibertaddeaccindecualquiera de sus semejantes, es la propia defensa; la nica razn legtima para usar de lafuerzacontraunmiembrodeunacomunidadcivilizadaesladeimpedirleperjudicaraotros; pero el bien de este individuo, sea fsico, sea moral, no es razn suficiente. Ningnhombre puede, en buena lid, ser obligado a actuar o a abstenerse de hacerlo, porque de esaactuacin o abstencin haya de derivarse un bien para l, porque ello le ha de hacer msdichoso, o porque, en opinin de los dems, hacerlo sea prudente o justo. stas son buenasrazones para discutir con l, para convencerle, o para suplicarle, pero no para obligarle ocausarle dao alguno, si obra de modo diferente a nuestros deseos. Para que esta coaccinfuesejustificable, seranecesarioquelaconductadeestehombretuvieseporobjetoelperjuicio de otro. Para aquello que no le atae ms que a l, su independencia es, de hecho,absoluta. Sobre s mismo, sobre su cuerpo y su espritu, el individuo es soberano. ()Pero desde que el gnero humano ha sido capaz de ser guiado hacia su propiomejoramiento por la conviccin o la persuasin (fin alcanzado desde hace mucho tiempopor todas las naciones que nos importan aqu), la imposicin, ya sea en forma directa, yabajo la de penalidad por la no observancia, no es ya admisible como medio de hacer el biena los hombres;esta imposicin slo es justificable si atendemos ala seguridadde unosindividuos con respecto a otros. Debo decir que rehus toda ventaja que, para mi tesis, yopudiera obtener de la idea de derecho concebida de modo abstracto y como independientede la de utilidad. Considero que la utilidad es la apelacin suprema de toda cuestin tica,perodebemos entenderlaenel sentidomsampliodel vocablo, comofundadaenlosintereses permanentes del hombre en cuanto ente progresivo. Estos intereses, lo sostengo,slo autorizan a la sumisin de la espontaneidad individual a un control exterior en aquelloque se refiere a las acciones de un presunto individuo en contacto con los intereses de otro. ()Pero hay una esfera de accin en la que la sociedad, como distinta al individuo, no tienems que un inters indirecto, siesquetienealguno. Nosreferimosaesa porcindelaconducta y de la vida de una persona que no afecta ms que a esa persona, y que si afectaigualmenteaotras, lohaceconsuprevioconsentimientoyconunaparticipacinlibre,voluntaria y perfectamente clara. Cuando hablo de lo que se refiere a la persona aislada, merefiero a lo que la atae inmediatamente y en primera instancia; pues todo lo que afecta aunindividuopuedeafectar aotrosatravs del, ylaobjecinquesefundaenestacontingencia ser el objeto de nuestras reflexiones ulteriores, ya que sta es la regin propiade la libertad humana. Comprende, en primer lugar, el dominio interno de la conciencia,exigiendo la libertad de conciencia en el sentido ms amplio de la palabra, la libertad depensarydesentir, lalibertadabsolutadeopinionesydesentimientos, sobrecualquierasunto prctico, especulativo, cientfico, moral o teolgico. La libertad de expresar y depublicar las opiniones puede parecer sometida a un principio diferente, ya que pertenece aaquella parte de la conducta de un individuo que se refiere a sus semejantes; pero como esde casi tanta importancia como la libertad de pensamiento y reposa en gran parte sobre lasmismas razones, estas dos libertades son inseparables en la prctica. En segundo lugar, elprincipio de la libertad humana requiere la libertad de gustos y de inclinaciones, la libertaddeorganizar nuestravidasiguiendonuestromododeser, dehacer loquenosplazca,sujetos a las consecuencias de nuestros actos, sin que nuestros semejantes nos lo impidan,entantoquenolesperjudiquemos, eincluso, aunqueellos pudieranencontrar nuestraconducta tonta,mala o falsa. En tercer lugar, de esta libertad de cada individuo resulta,dentro de los mismos lmites, la libertad de asociacin entre los individuos; la libertad deunirse para la consecucin de un fin cualquiera, siempre que sea inofensivo para los demsy con tal que las personas asociadas sean mayores de edad y no se encuentren coaccionadasni engaadas. No se puede llamar libre a una sociedad, cualquiera que sea la forma de sugobierno, si estas libertades nosonrespetadas por l a todoevento; yninguna sercompletamente libre, si estas libertades no existen en ella de una manera absoluta y sinreserva. La nica libertad que merece este nombre es la de buscar nuestro propio bien anuestra propia manera, en tanto que no intentemos privar de sus bienes a otros, o frenar susesfuerzosparaobtenerla. Cadacualeselmejorguardindesupropiasalud, seafsica,mental o espiritual. La especie humana ganar ms en dejar a cada uno que viva como leguste ms, que en obligarle a vivir como guste al resto de sus semejantes.