Joe Cocker, Perro Loco

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Se fue con el fin de año Joe Cocker, Perro Loco (1944-2014) Montserrat Álvarez [email protected] MAD DOGS AND ENGLISHMEN Lo vi en mi niñez, aparición imprevista en un largo documental sobre el Festival de Woodstock que a esa edad encontré un tanto exhausivo en exceso e innecesariamente «colgado» en general para mi infantil impaciencia, y del cual recuerdo muy pocas cosas. Una de ellas, precisamente, fue su convulsiva irrupción en aquel escenario, ante la amable concurrencia hippie de aspecto mayoritariamente intelectual, sus movimientos incomprensibles y un tanto chocantes, su físico corpulento, no del todo acorde al modelo típico (longilíneo- pelilargo-esnob-frágil-universitario) de la iconografía juvenil idealizada por aquella época, quizás un tanto en exceso hercúleo, quizás potencialmente brutal incluso, y su exposición desnuda, indecorosa, valiente, diría yo, o en todo caso arriesgada, y hasta heroicamente impúdica, de algo –no sé cómo decirlo− tan salvaje, tan incontenible, tan desgarrado, tan inmoderado e incontrolable y de una barbarie tan magistral, ensuma, que hizo, según comprendí entonces, en cierto modo, sin dudas y de inmediato, suya definitivamente una composición original nada menos que de los Beatles. Sí, señor. Nada menos. Él la tomó por la fuerza, a puño limpio, la conquistó, la hizo suya; vaya, le clavó su pica. Y sigue siendo hasta ahora dueño absoluto del tema, y la verdad es que apostaría plata ahora mismo a que esa canción ya no va a cambiar de dueño nunca, ni en cien mil millones de millones de años. Guardé su nombre en mi mente, «Joe Cocker», para estar atenta, o bien, si el azar no volvía a acercármelo por la tele, para buscar más canciones suyas cuando yo creciera. Y esperé. Esperé, pero fue en vano. Para mi frustración y desconcierto, las décadas siguientes vieron a aquel Mad Dog o Perro Loco –que hizo su primera gira internacional al frente de la banda Mad Dogs and Englishmen− transmutado en un crooner más bien –siento decirlo− bastante blando –en comparación, al menos, con mi recuerdo inicial−, y por cuya garganta (siempre ronca, eso sí) podían

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Artículo sobre el músico británico Joe Cocker, muerto el año pasado, 2014

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Se fue con el fin de aoJoe Cocker, Perro Loco (1944-2014)

Montserrat lvarez

[email protected]

MAD DOGS AND ENGLISHMENLo vi en mi niez, aparicin imprevista en un largo documental sobre el Festival de Woodstock que a esa edad encontr un tanto exhausivo en exceso e innecesariamente colgado en general para mi infantil impaciencia, y del cual recuerdo muy pocas cosas. Una de ellas, precisamente, fue su convulsiva irrupcin en aquel escenario, ante la amable concurrencia hippie de aspecto mayoritariamente intelectual, sus movimientos incomprensibles y un tanto chocantes, su fsico corpulento, no del todo acorde al modelo tpico (longilneo- pelilargo-esnob-frgil-universitario) de la iconografa juvenil idealizada por aquella poca, quizs un tanto en exceso hercleo, quizs potencialmente brutal incluso, y su exposicin desnuda, indecorosa, valiente, dira yo, o en todo caso arriesgada, y hasta heroicamente impdica, de algo no s cmo decirlo tan salvaje, tan incontenible, tan desgarrado, tan inmoderado e incontrolable y de una barbarie tan magistral, ensuma, que hizo, segn comprend entonces, en cierto modo, sin dudas y de inmediato, suya definitivamente una composicin original nada menos que de los Beatles. S, seor. Nada menos. l la tom por la fuerza, a puo limpio, la conquist, la hizo suya; vaya, le clav su pica. Y sigue siendo hasta ahora dueo absoluto del tema, y la verdad es que apostara plata ahora mismo a que esa cancin ya no va a cambiar de dueo nunca, ni en cien mil millones de millones de aos. Guard su nombre en mi mente, Joe Cocker, para estar atenta, o bien, si el azar no volva a acercrmelo por la tele, para buscar ms canciones suyas cuando yo creciera. Y esper.Esper, pero fue en vano. Para mi frustracin y desconcierto, las dcadas siguientes vieron a aquel Mad Dog o Perro Loco que hizo su primera gira internacional al frente de la banda Mad Dogs and Englishmen transmutado en un crooner ms bien siento decirlo bastante blando en comparacin, al menos, con mi recuerdo inicial, y por cuya garganta (siempre ronca, eso s) podan pasar hits indignantemente aptos para toda la familia. Bien, debo decir que yo estaba muy decepcionada del hroe de mi infancia, la verdad. Aun as, entend y comprob que vala la pena no perderlo del todo de vista aunque a veces me sobraran ganas, porque, de vez en cuando, en algn que otro concierto, aqu o all volva a surgir algn destello de aquella extraa cualidad monstruosa e incendiaria que lo distingui en sus inicios y que, claro est, supongo que no poda apagarse por completo, no sin mediar abduccin o lobotoma. Y en tales parcialmente felices ocasiones, incluso llegaba a considerar la posibilidad, por qu no, a fin de cuentas?, y esto pese a que, obviamente, la edad la ira volviendo cada vez ms improbable, de que un da o una noche cualquiera volviera a hacer erupcin, de repente, aquel volcn.BRJULA ROTA

Joe Cocker naci el 20 de mayo de 1944 en un suburbio de la ciudad inglesa de Sheffield, un lugar llamado Crookes, abandon sus estudios de secundaria a los quince aos y comenz a trabajar como plomero y a cantar en sucesivas bandas locales. Con estas agrupaciones lleg a telonear un par de veces, suertudo Cocker, a msicos ya en auge y ya ilustres, como The Hollies y los Rolling Stones. Guau. Pero, como todos saben, esto no necesariamente es significativo en todos los casos (no lo es, de hecho, en la mayora), y, por ende, la cosa se podra haber quedado all de no ser porque el cover de Cocker de With a Little Help From My Friends (que es el tema de los Beatles que les haba contado al comienzo que hizo suyo) trep hasta el primer puesto en las listas britnicas y fue su pasaporte al Festival de Woodstock en aquella ya mtica localidad de Bethel, en la lejana Nueva York del ao 1969.

Su esplendor musical, esplendor en intensidad, en popularidad, en todo, le lleg abruptamente y con tal violencia que le rompi la brjula, y Cocker perdi el norte. Alcohlico por herencia y tradicin proletaria y rockera, Cocker se tambale por todos los escenarios, mayores y menores, de la poca, prob todas las drogas, como si es difcil traducir esta clase de experiencia tratara de resucitarse en algn sentido intraducible o inexplicable, tuvo, desde luego, problemas con la polica, se deterior casi hasta el desplome, primero fsico y, por fin, incluso musical, y para 1978 unos trabajadores sociales quisieron recogerlo de la calle, al descubrirlo cuando merodeaba por las inmediaciones de la oficina de su abogado, tomndolo por un mendigo sin techo. Para 1982, borracho a tiempo completo, Cocker tena, quin sabe por qu ni cmo l, seguramente, no, una deuda de nada menos que ochocientos mil dlares con su discogrfica y estaba, a todas luces, acabado.

DE PLOMERO A PLOMAZO (CON PERDN)

Y justo en este punto de la historia, cuando era cuestin de preguntarse si Cocker llegara vivo al prximo fin de semana, y por insistencia del productor Stewart Levine, canta a do con Jennifer Warner un tema para el soundtrack de una exitosa pelcula dirigida por Taylor Hackford y con Richard Gere como actor principal, Oficial y caballero (1982): Up Where We Belong. Y bingo! Funciona. Ganan juntos por ese tema, Warner y Cocker, un Grammy y un Oscar.

Y el plomero desaliado que haba hecho estremecerse de pies a cabeza a Woodstock (y, aos ms tarde y a distancia, a m, supongo que entre otros) se transform, con perdn, en el plomazo bonitamente vestido por Armani y capaz duele decir algo tan duro, pero en fin, como ya se sabe Amicus Plato... de amenizar baby showers, bodas, quince aos y hasta algn homenaje a la inefable Lady Di con una sarta de como diez mil hits anodinos. Presidi, ciertamente, hay que apuntarlo, invisible pero incontestable, con su voz interpretando de modo definitivamente sensual You Can Leave Your Hat On, el famoso strip-tease con el cual, en la pelcula Nueve semanas y media (Adrian Lyne, 1986), Kim Bassinger se levanta a Mickey Rourke. Y tambin hay que insistir, ya que estamos, en que siempre hubo, como ya lo dije, aqu o all, en algn que otro concierto, alguna fabulosa aparicin imprevista de aquella potencia que al comienzo lo hizo repudiable, inadmisible, indignante y asqueroso para vastos y estpidos sectores de la audiencia (sectores que ahora, ay!, supongo yo, ya no lo odiaban). Pero, salvo estos relmpagos y truenos, el volcn estaba controlado y no pareca haber peligro alguno de erupcin. AL FIN SON LAS SEIS, JOESupongo que cabe apuntar, para explicar lo arriba sealado acerca de la trayectoria musical de Joe Cocker, que todo esto se puede explicar diciendo que la industria le haba enseado que era posible amoldarse para salvar el pellejo. Y la verdad es que, al menos por mi parte, y esto tal vez por simpata personal, y a pesar de que para mis tempranamente despiertas, y considerablemente persistentes y testarudas, expectativas musicales sobre l fuese desolador, no puedo lamentarlo. A fin de cuentas, Joe Cocker vivi la friolera de setenta largos aos, algo que para cualquiera, en general, es una cifra, cuando menos, aceptable, y que para un tipo como l, en particular, que tena antecedentes policiales por posesin de drogas, por conducir borracho y hasta por hechos de violencia fsica, y que por poco se deja el hgado y los sesos tirados sobre el asfalto de los aos setenta, no fue precisamente un mal negocio.Joe Cocker muri el lunes, de cncer de pulmn. De modo que al menos, por lo que les cont al comenzar este artculo, en lo que a m respecta la espera ha terminado. Se march de este barrio en tiempos de solsticio, cuando Janus, el dios romano de los finales y de los principios, de las puertas y de los umbrales, asoma su antigua cabeza bifronte en lontananza. Por eso pienso que, si Joe Cocker ha muerto, puede al fin vivir Joe Cocker, sin concesiones de nuevo, libre ya de las limitaciones que en este mundo le impuso la necesidad de la supervivencia, y que ya puede decirse que es posible el rescate, y, por lo tantp, el retorno de un desatado Mad Dog, de aquel savaje Perro Loco, a partir de ahora mismo y lanzando la mirada hacia el siempre virtualmente ilimitado porvenir.

Ya ha terminado el trabajo por fin, Joe. Llegan las seis de la tarde, que es la hora, segn dicen que sola contar l mismo, en que, en su tierra natal, los pubs comienzan a abrir sus puertas para toda esa gente que aguarda con impaciencia el anochecer. Mira, ya se pone el sol; ya amanece la noche; la espera ha terminado: es el momento de gloria del desfile de los vagos, de los genios, de los impresentables.