JC_2010.12.23 El Prodigio Que Todos Esperamos

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    El prodigio que

    todos estamos

    esperandoJulin Carrn en el LOsservatore Romano, 23 de diciembre de 2010.

    (Traduccin ofcial, revizada por el autor)

    M

    i vida entera ha es-tado atravesada porun hilo conductor,

    que es el siguiente: el cristianismoda alegra, ampla los horizontes. Endefnitiva, la vida se hara insoport-able estando siempre y slo en con-tra (Luz del mundo, p. 23).

    Estas palabras de Bene-dicto XVI nos lanzan un desao:qu signifca ser cristianos hoy?Seguir creyendo simplemente por

    tradicin, devocin o costumbre,retirndonos a nuestros cuarteles deinvierno, no est a la altura de estedesao. Del mismo modo, reaccio-nar e ir a la contra para recuperarel terreno perdido es insufciente, elPapa dice incluso que vivir as serainsoportable. Ambos caminos retirarse del mundo o reaccionaren contra de l son incapaces, enel ondo, de suscitar un inters por

    el cristianismo, porque ninguno delos dos respeta lo que siempre serel canon del anuncio cristiano: elEvangelio. Con Jess entr en elmundo una humanidad que ascina los hombres de su tiempo. Comoescribe Pguy, l no perdi sutiempo en lamentarse de la maldadde los tiempos. Simplemente, cortpor lo sano... Hizo el cristianismo.Con Cristo entr en la historia una

    presencia humana tan ascinanteque todo el que se encontr con ellatuvo que tomarla en consideracin.Para rechazarla o para aceptarla,pero no dej a nadie indierente.

    Hoy nos encontramos ante unacrisis de lo humano que se docu-menta en un desinters y un can-sancio ante la realidad, que aectaa todos los aspectos de la vida de lagente. Es una desgracia para todos,de hecho, que las personas no pon-

    gan en juego su razn y su libertad.Precisamente en este contexto laIglesia tiene por delante una aven-tura ascinante, la misma que ensus orgenes: testimoniar que existealgo capaz de despertar y suscitarun inters verdadero. Mi coraznespera / tambin, hacia la luz yhacia la vida, / otro milagro de laprimavera. Como el poeta Anto-nio Machado, todos esperamos el

    milagro de una primavera en la quenuestra vida se vea cumplida. Y sialguien dice como el poeta que estoes un sueo, por qu esperamos?Porque esta espera nos constituyeradicalmente, como escribe Bene-dicto XVI: El hombre aspira a unaalegra que no se acabe, a un gozoque no tenga lmites, anhela lo in-fnito (Luz del mundo, p. 74). Sinembargo, el hombre puede decaer;

    el mundo puede intentar reducir sudeseo de infnito minimizndolopuede incluso burlarse de l oreci-ndole algo que le satisaga duranteun tiempo, que, sin embargo, nodura y al fnal le deja ms insatis-echo y escptico. La prueba de quees verdadero lo que nos ascina y de-spierta nuestro inters es que duraPero incluso las cosas ms bellasdecaen; lo vemos cuando amamos auna persona o empezamos un nue-vo trabajo. El problema de la vida

    entonces, es si existe algo que dure.En virtud de su origen que

    no es humano, aunque se muestraen los rostros de los hombres quelo han encontrado , el cristianismotiene la pretensin de ser portadorde la nica respuesta capaz de du-rar en el tiempo y para la eternidadEst claro que esto no puede hacerloun cristianismo reducido. Sabemos

    por experiencia que se puede hablarde la e de manera abstracta y queesto no suscita la ms mnima curi-osidad. Si no se respeta la naturalezadel cristianismo tal y como entr enla historia, ste no puede encon-trar arraigo en el corazn de loshombres. El cristianismo se pone aprueba siempre ante el deseo decorazn humano, y no puede evitar-lo: Cristo mismo se someti a esta

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    prueba. Lo ascinante es que Dios,despojndose de su poder, se hizohombre para respetar la dignidady la libertad de cada uno. Al encar-narse, es como si dijera al hombre:Mira a ver si, conviviendo conmi-go, encuentras algo interesante quehaga tu vida ms plena, ms grande,ms eliz. Lo que t no puedes ob-tener con tus esuerzos, lo podrstener si me sigues. Fue as desde elprincipio. Cuando los dos primerosdiscpulos le preguntaron: Dndevives?, l respondi: Venid y loveris. Su sencillez es desarmante.Dios se supedita al juicio de los dosprimeros que Le encontraron. Elhombre no puede dejar de compararcontinuamente lo que le sucede consus exigencias undamentales.

    Alguno podra objetar que enla poca de Jess se vean milagros,pero que en nuestro tiempo ya nose ven. No es verdad, porque estaexperiencia contina sucediendocomo el primer da: cuando encuen-tras a personas que despiertan en tiun inters y un atractivo tales que te

    obligan a echar cuentas con lo que teha sucedido. Como escribe el Papa,Dios no se impone. (...) Su existen-cia se manifesta en un encuentro

    que llega hasta lo ms ntimo y pro-undo del hombre (Luz del mundo,p. 182).

    Hace unos aos, un amigomo ue a estudiar rabe a El Cairo,donde conoci a un proesor musul-mn. El encuentro podra habersedesarrollado siguiendo las imgenesque cada uno tena del otro. Perosucedi algo inesperado: se hicieronamigos. El musulmn le preguntpor qu era cristiano, y mi amigo leinvit a Italia, donde particip en elMeeting de Rimini. Movido por elencuentro con una realidad humanadierente, quiso llevar a El Cairo laexperiencia del Meeting, implican-do a muchos jvenes egipcios, tantomusulmanes como cristianos.

    Recientemente, en Mosc, heconocido a algunas personas quehasta hace poco no saban nada dela e. La descubrieron al conocer aunos cristianos que despertaron enellos su curiosidad. Algunos habansido bautizados en la Iglesia orto-doxa y empezaron a interesarse por

    el cristianismo cosa que no habanhecho nunca antes gracias a unosamigos que lo vivan con intensidady plenitud.

    stas no son historias del pas-ado, sino algo que sucede ahora, enel presente.

    En su reciente visita a Espa-a, Benedicto XVI nos invit a undilogo entre e y laicidad. Y cmolo hizo? Indicando una presenciaun testigo, Gaud, que con la Sagra-da Familia ha sido capaz de crear(...) un espacio de belleza, de e y deesperanza, que lleva al hombre alencuentro con quien es la Verdad yla Belleza misma. Al hacernos contempornea la mirada de Cristo eindicarnos la novedad que l intro-duce en la vida, el Papa nos ha reta-do a todos: cada uno puede aceptar-lo o rechazarlo. Cuando BenedictoXVI nos llama a la conversin, nosest diciendo que para testimoniara Cristo, para hacer transparentea Cristo en el mundo, debemosrecorrer un camino humano quenos haga descubrir la pertinenciade la e a las exigencias de nuestravida. No s si algn catlico puedesentirse excluido de esta llamada delPapa. Yo, ciertamente, no.