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L E C TU R A S S E L E C TA S

SEGUNDA SERIE VOLUME

JAVIER DE VIANA

LA BIBLIA

GAUCHA

AGENTES E! CLUSIVOS PARA LA VENTA

ED ITORIA L TOR

Río de Jan eiro 760 .

BUENOS AIRES

E s propiedad . Queda hechoe l depósitº que marca. la ley.

JAVIER DE VIANA

L más fecundo de nuestros narradores es J avier de Viana .

Pertenece a la generación de 1870 .

Su ape lido es ilustre , pues desciende de don José J oa

quín de Viana , gobernador polít ico y militar de Montevideo desde 175 1 hasta 1764 .

no. ciudad que aletea , como una gaviota , a los pies de un cerro yj unto al estuario, estuvo gobernada por oficiales de poco fuste hasta1749 ,

dependiendo en absoluto sus mentores monárquicos de los mentores absorbentes y realistas de Buenos Aires .

Montevideo , con don José J oaquín de Viana , empezó a tener gooernadores propios y con titulo regio , s iendo aquel Viana , que in iciala serie , un militar de brío y de aptitudes grandes , que supo sobresa

l ir como valiente y cuerdo en las guerras del Piamonte y la Saboya ,batallando y luciéndose bajo las órdenes del duque de Alba y del marques de Mina .

El señor de Viana , en su no corta gobernación , domeñó a los cha

rrúas , tuvo a mal traer a los contrabandistas , trató d escortésm ente a

los cabil dantes , anduvo a trastazos con los portugueses y cuidó de lain dus tria , echando los c imientos de la at lánt ica y para mi queridac iudad de Maldonado .

Javier de Viana , e l descendiente de aquel coronel activo y batallador , gusta más de la pluma que del espadín , y aunque al principio es

tud ió para médico , que es un noble estudio , contentóse muy prontocon e aborar cuentos y novelas de Maupassant .Nuestro Viana , psicólogo , observador , vivaz , flexible , instruido ,

estil ista y muy laborioso , conoce bien la vida d e los campos en queenflora e l ceibal sabiendo lo que dice el lechuzón que pasa sobre e ltrébol verde cuando la sombra huye de cucl il la en cuclil la .

¡ Instante sagrado ! ¡ Vacilación augusta ! Vibran en las aspas d elbosque virgen y d e l trigo en zumos , bajo la confusa claridad del ama

mecer , todos los rumores jubilosos y aterrorizantes de la naturaleza .

Viana ha escuchado y ha recogido todos esos rumores d e júbilo ymiedo , saboreando el encanto indescriptible d e esa hora indec isa queinspira este bordón a Lafontaine :

Et que , n'

étant plus nuit , il n'est pas encor jour

Viana , hombre de libros , fué es tanciero y fué revolucionario en su

Juventud . Im peraba , entonces, e l naturalismo , y el estanciero , e l revo luc10nario , e l filósofo hecho en la lectura d e los enciclopedistas el

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hombre que asistió con ensoñares de adolescente a los trágicos j uegosde la golil la y d e la banderola , más que de táctica , más que d e aren

gas , más que d e ambiciones , supo de Tolstoi, de Flaubert y de los G oncourt .

La guerra civil acabó con su estancia y la política con su fe en elcriterio de las multitudes , siempre encumbradoras de lo mediocre ;pero en los campamentos y en la cocina rústica , donde la peonada re

fiere proezas y urde guita :re os , e l narrador crioll o enamoróse aún másdel decir campesino , y estudió más aún el modo de ser d e los morad ores de nuestras cerrílladas . El narrador sabía que , si bien e l corazon humano e s uno en su esencia , e l corazón obedece a razones d eorigen ,

latitud y costumb ;e , siendo infecunda la obra que no part iculariza lo general con los caracteres que engendran la raza , el medio

,el hábito y la zona . Así Viana , discípulo de Zo la , aun antes d e

ponerse en contacto con las muchedumbres , s iguió el camino quen os reveló el numen de Carlos Reyles , pero obedeciendo al vigorosoinfluj o de los romances caballerescos de Acevedo Díaz .

Siempre se empieza así, como empezó Viana . Guyan es la fuented e donde surgen Rodó y Vaz Ferreira . M ás tarde viene la originalidad avasalladora , que es el fruto sabroso y amable del estío del numen , pues antecesores y lazarillos le hallaréis al propio rabel de H o

m ero , si no se engaña la docta crítica de los muy eruditos Burnout yM iil ler .

Señalar ascendentes no es señalar vulgares semejanzas de estilo yde vis ión . Nuest ro cuentista no calcó j amás sobre molde alguno , aunque 1e fascine —lo realizado por otros ingenios . L o que hay es queViana , no bien fij ó sus ojos en la verdad y e l pago , enamoróse d el

pago y la verdad , como Acevedo Díaz y como Carlos Reyles .

“ Campo el primero de los libros criollos de Viana , apareció en

1896 . Después nos obsequió con Guri" y Gaucha” . La revoluciónd e 1904 dió motivo a las anécdotas y a las descripciones del l ibro decombate Con divisa blanca

”. A raíz de la lucha que se cierra con e l

choque ciclópe o de Masoller , el político desilusionado y el narradorilustre emigró a Buenos Aires , dedicándose a escribir emp eñosamen

t e para el teatro y para la prensa , lo que le ha valido más de un ruidoso triunfo sobre las tablas y lo que dió lugar a la publicación dela serie de cuentos que se titulan M acachin es

“Yuyos” y “ LeñaSeca” .

E s indudable que Javier , en sus últ imas obras , ha usado y abusadode su facilidad ; pero , ¿ cómo impedirlo y por qué reprochárse lo ? Lo

primero es vivir , dicen los biólogos , y Javier de Viana vive de su

pluma . Un cuento semanal , y en c iertas ocasiones, cuando apura lavida , quin ce po r me s , quince pensados a toda prisa y escritos los

quince sobre el tambor . Yo , por mi parte , no censuro y si aplaudo tannoble afluencia , porque es pre ferible una mala página , que una malaacción , siendo sorprendente que , a de specho d e su devoradora fecundidad. lo primoroso superabunde en la labor febril de Javier de Viana .

¿Acaso son perfectas todas las páginas de los libros que nos envíanlos ingenios de Europa? De ningún modo . En cada libro , galo o ln

g lés , lo mejor e s lo escaso , y 10 sin mancha lo excepcional. pues re

cibo volúmenes sin más laureles que tres sonetos , y he podido ob

eervar que son muy pocos los nove listas que cuidan de su estilo comocuida las galas de su estil o Pierre de Coulevain .

Viana es un profundo conocedor de los dolores y las miserias delos vicios y las virtudes de nuestra campaña . Todo lo pintoresco ype culiar d e l decir gaucho , su numen lo vierte con fácil donosura en

re tºricos moldes , y hay en sus paisajes curveos d e loma , olor a zarzaly murmullos de río . Sus hombres y sus cosas son de la patria , queno es un continente ni medio continente , porque mi narrador tienesobra de ingenio para caer en tamañas torpezas . Su patria es la deaquí , la d e los límites , la de los marcos por e l cielo del Norte y la delos tumbos por las costas d e l Sur , la que se está formando con zumosde lo añejo

”ycon trasplantes ultramarinos , la d e las serranías con

suelo de pizarra y la del membrillar donde los churrinches se peinana l sol . Las patrias pequeñas son las más queridas , ha dicho Michelet .

En las patrias , que son en exceso grandes , 10 regional estra'

ngulalo nacional , y por e so en la historia no echaron fruto los magníficossueños de Carlo Magno , como no echaron fruto los delir ios esplendo

rosos de Bonaparte y de Simón Bolívar .

Javier de Viana , apegado al terruño , no es sólo un narrador de co

sas d e l terruño . No se satisface describiendo declives , fotografiandoombues , o tomando nota d e los dichos y los hábitos que se van . Una

idea bulle como un murmullo entristecedor , en e l fondo de las bell ísimas paginas d e “ Campo" .

“Campo" es un lloro que cae sobrenuestras campiñas faltas de cultura ; cuyo valor explotan las ambic iones de la ciudad ; en que truenan el caudillo y e l comisario ; en quelas dos goli l las , en lugar d e ilustrarlo y d e re dim irle , prolongan e l

atraso y la servidumbre del labriego vicioso ; en que la ley d e los inst intos brutos sigue siendo la ley suprema , a pesar de los noble s ycont inuos avances de

la locomotora y e l hilo telegráfico .

Yo no conozco nada más profundamente aleccionador que el pen

último de los cuentos de“ Campo” .

Viana es gauchesco , regional ista , muy del terruño . ¿Acaso lo re

g ional excluye lo humano? No . Cien veces no . Yo sostengo que no .

El hombre es hombre siempre , lo mismo en las más civilizadas ciudades ,que baj o las cúpulas floridas y columpiadoras del monte vir

gen . El hombre es hombre junto a nuestros ríos con camalotes d e ca

pullo azul y j unto a los ríos donde se hunde la desnudez de las rubiasa nd inas de l cantar rhiniano . Si nuestro amor sobresale en el fraseo

en la pintura de l ambiente montés , que le s irven para dar formay explica ción a las expresiones anímicas de sus héroes, srí mayor virtud está , no en e l escenario, sino en los conflictos morales que coloca en éste , pues no hay cuento suyo que no tenga por fin _verterun carácter individual o salucionar algún teorema de índole ps icológica . Lo campero . cuando e s humano , es d e todas partes por su

esencia humana , dis tinguiéndose lo regional ista“

de lo universal sólo

por c ie rtos t intes de se llo zóníco. tintes que resultan encantadores

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por su graficismo y su novedad . Ser de todas parte s, en absoluto , es

lo mismo que no ser de part e alguna , e rror bravisimo cuando se as

pira a traducir la real idad viviente , porque si el hombre es uno en

esencia . el hombre es múl tiple en v irtud del cl im a , la raza , la edu

cación , e l hábito , la est irpe y la ley , siendo así tan regionalis tas , con

ser muy humanos y universales , los héroes d e Flaubert y d e Zola.como los héroes de Dickens o de Gogol . Madama Bovary es frances a yprovinciana , como Renata es parisiense y francesa , pues hasta Sha

kespeare , con ser Shakespeare , convirt ió en británicos a los héroesque le dieron las novelas de C inthio , como son españoles , y de su

t iempo, los héroes de Cervantes y de Calderón .

El mérito está, pues, en hacer que resalten al mismo tiempo , y en

armonía con su valor, la esenc ia un iversal y e l carácter zónico , pó

niendo d e relieve las particularidades, sin que éstas repugnen a lo

que es común en lo colectivo . Por ser de zona , fieles como pintura d e .cond iciones , usos , tendencias y decires, ¿dejan de se r humanos y universales , dignos de mención y d e elogio , los cuentos t u

so s de Tourgu eneff, los cuentos provenzales de Roum anille , los cuentosvizcaínos de Antonio Trueba , los cuentos lemosines de Beltrán yBros , los cuentos

gallegos de Manuel Lugris , o los cuentos americanos del dulce Jorge Isaac ? C on téntese , entonces , con ser gaucho yregionalista , lo que hará más durable su gloria te rrena , el numen hum ano de Javier de Viana , dejando a los tontos de capirote lailusión de ecl ipsar a los ingenios , también nacionales , a pe sar de sufama , nacidos en Paris , en Londres y en Roma .

El regionalismo es una virtud cuando auna lo humano a lo pecu

l iar . El regional ismo permite a la musa ser s ince ra y verídica , porquesólo se traduce a la perfección aquello que se ve y que se siente con

i ntensidad . Sino sabéis ver y sentir lo propio , ¿ en virtud de qué hechizo traduciré is la visión y el sentir ajenos? Lo cosmopolita , en

tanto que no se deja absorber por e l medio , no es objeto asequiblepara y el arte que ambiciona ser art e real y ser arte franco porque locomplejo de lo cosmopolita y de lo errabundo , exige una visión por

demás complej a , visión que casi siempre será errónea y confusa . Lo

eterno , el hombre , está aquí y no lej os de aquí ; es tá. en la ciudadque fué colonia de hábitos godos y en la llanura que tiene aún hábitos gauchos , porque aquí y sólo aquí veremos las pasiones bien d e

cerca , pudiendo recoger y pintar con exactitud los confl ictos morales que no son , en suma , s ino los eternos y comunes conflictos queconmueven y despedazan e l alma universal . Por ser nuestra , por ser

regionalis ta , tiene un profundo dej o de humanidad la musa inspiradora de Javier de Viana .

En e l medi o no faltan conflictos morales que ya han sido exp lo

tados por los novelis tas y dramaturgos de otras regiones , lo que prueba que son corrientes y hum anos como todas las flores del zarzal d ela vida . E s jus tamente el medio lo que les da la frescura y hechizo , pucs gracias al med io vuelven a re vivir sus marchitos colores decosa usada . Ved , por ejemplo , en Yuyos ” . El dolor de Regino , e l tropero que se enriquece y , ya cuarentón , se enamora con ans ias inflnitas de la tiern a Isabe l ; e l dolor d e Regino, cuando descubre que la

garbosa mocedad d e Isabel gusta de la mocedad garbosa d e Liborio ; e l dolor de Regino , que concluye con un acto de noble y jus8

ticiera renunciación , ccmprend iend o que las arrugas que rodean sus

o j os no armonizan con los ardores de los dulces quereres ; e l dolorde Re 7 ino, ¿no es un dolor de carácter un iversal , dolor que nos pa

rece fruta del pago , no sólo por la fuente que salta piedras juntoal monte de mimbres , sino por el fraseo que habla de pulpas flacas ycaracuces duros ? Del mismo modo , y también en

“Yuyos , el Sebastiánaquél , que heredó de sus padres todas las v iej as hidalguías gauchas ;e l Sebastián aquel que casa jubiloso con Etelvina , sabrosa como frutode duraznero y m as alegre que chingolo que vive en libertad feliz ; e lSebastián aquél , que se hace matar heroicamente en una guerrilla ,ba j o e l verdor de un molle de nuestra tierra , al descubrir que Etelvinale engaña con el turbio Basil io ; el Sebastián aquel , ¿no es de todaslas horas y de todas las patrias , aunque no sean de todas las horas yd e tod as las patrias los sones de clarín y los brillos de chuza que d esconciertan y atemorilzan al hom ero , al churrinche y a la torcaz? Dela m isma suerte , y sin salir de Yuyos”, ¿no es d e todas las épocas yde todos los pagos , a pesar del rasgueo d e las cuatro guitarras queriman una polea de compás furioso , y a despecho d e la engamada donde crejaba el caballo nativo de manos finas, aquel Juan , vagabundo y conquistador , de espuelas con rodajas y poncho a los t ient os ,

que por no ser j amás pájaro de j aula y tordill o de soga , se va sin

pena , cuando concluyen el querer y el goce , dej ando en llores a los

ojazos negros de Malvina? ¡ Tipo humano y eterno e l t ipo de Juan !

¡ Tipo que ya explotaron un monje español , un noble británico y um

poe ta francés ! ¿Sabéis lo que cantan aquellas vihuelas , cuando el ca

ballo del desdeñoso galopa por los campos con olor a trébo l? ¡ Pu eslas cuatro vihuelas cantan , a coro , e l inolvidable minué de Mozart !¿No es humano , también , el zonzo Malaquías? ¡Vaya si es humano !

Humano en lo_campuzo y en lo pueblero , humano s iempre en

*

todas

partes , humano y universal como es humano y universal e l hipócritaque se s irve , para ascender sin dificultades , del vic io ajeno y la

estul tez ajena . En la política , en el comercio , en la l iteratura , en

los corrillos universitarios , en las montoneras revolucionarias ; donde

se reunen más d e se iscientos hombres , estad seguros de tropezar con

un hermano de semil la y de vientre d el zonzo Malaquías .

Y, ¿ qué me decís de l lírico don Marco y d el crédulo Hércules? ¿Noson universales? ¿No son copias tomadas de la re alidad? ¿No los

conoc iste is y los tratasteis en vuestro paso por los clubs d e la montañay de la llanura? ¡Miserias d e l hombre ! ¡ Sainetes trágicos de la vida !¡ Los mismos sois , para el que sabe ver , donde e l galgo europeo per

s igue a la liebre y donde el puma ind ico persigue a la venada l ¡ El dolor es universal , e l vicio y la virtud son universales ! ¡ L a obra eterna,la obra que realizan incesantemente la fuerza y la materia en lo cor

póreo y en e l espíritu , es una y sólo una donde gorjea sus amores el

ru iseñor y donde la calandria sílba sus amores ! ¿Qué importa e l ar

bol donde se canta , si es una y sólo una la canción humana y universa1?Los matices cambian , pero no la esencia , siendo e l regionalismo d e

los ilum inados una de las muchas formas o cantares de lo un iversal . Página humana , página sin pais , a despecho de las bombachasy e l mate y los sarand ises y el rancho de terrón ,

aquella página en

que Fabián reconoce que es hij o suyo e l chicuelo abofeteado por las

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furias de López , el amante de la adúltera y hermosa Catalina , comoe s m iserabfe y tris temente re al aquella pág ina en que Jul io, sorprendido en mitad del campo por la cerrazon , que da a las cer d as proporciones de ombu, se deja reconquistar por las mol icies y las lujurias del rancho de Filomena .

¡ Cosas de la costumbre ! ¡De la voluntad débil ! ¡ Cosas humanas !El alcohol , el háb ito y la humedad influyen sobre los rumbos del espiritu , como la cerrazón , que cubre al campo con su poncho gr is , lnfluye sobre las líneas y los colores de la roca , la vaca y el caraguata.

Y la universalidad , esencia de la esencia del regionalismo , como es

esencia de la esencia de todo lo humano , la hallaréis en los cuentosde Leña Seca” , lo mismo que en los cuentos de “Yuyos

, d os col ec

c iones de relatos c riollos publicados por los muy meritorios tallere sd e B ertan i . … E l aguador Virgilio , a quien las ambiciones de un grupode notables embriagan con las mieles de la m ás pasajera popularidad;Facundo , a quien enlodan hasta la ignominia el látigo del j efe y eloc io cuart e lero ; Policarpo , que lucha sobre las lomas por una enseña

por más que le desplacen enormemente los cuchillos que se vistende púrpura y los puños que todo lo esperaban del bárbaro rejón ;Maura , la chiquil ina j ovial e im púdica , a quien

* lo mismo d a que la.rapten las e sbe lte ces gallardas de Liborio , que las rudezas burdasdel ingalán Nemes io ; Luis , dispuesto siempre a casarse con Claudia ,y s iempre seguro de repart ir los besos de la moza con los mil icos co

m o Serapio ; Ismael , que vuelve al nido donde quedó la esposa culpablo , porque le dice un viej o , ladino y sentencioso , que las marcasse borran contramarcando ; y , por úl t imo , a fin de abreviar estas citas,aquella Blasa , cuyo desdén se rinde al desdén , como la heroína de la.más célebre comedia de Moroto , prueban que hay mucho de universalen el regionalismo que relumbra y seduce en las mejores páginas d eLeña Seca” .

Digamos ahora , antes de hablar de una novela que quiero bien,

que este auter nuestro ha escrito para e l teatro y que el teatrode ese autor nuestro es igualmente regional ista , lo que me sabe a

miel sobre hujue las , porque a mi m e emborrachan , como el vino sal

toño , todos los perfumes que vienen del pago . ¡ Qué hemos d e hacerle ! Hijo d e eurºpeos , d e europe os leales y agradecidos al pais , dondesus amores echaron flor , adoro a mi país , a pesar de que sé lo mismo

que los otros de libros galos y de españolas letras . E sa virtud no

es mía , s ino d e m is padres , que consiguieron que e l himno y la bandera , los hor

'

montes de las llanuras de la heredad donde se amaroncon probo amor , fuesen para sus hij os d e cutis blanco , no sólo la patria querida siempre , y en todas partes con orgullosa solicitud y fe

d evotisima . Por eso son bellos para mi espíritu y para m is ojos , coninmortal y santa belleza , los montes y las gramillas y las lomadas delpago m io , como me angustian las pesadumbres y los ensueños y los

lunares d e l alma criolla , tan bien descrita en todos sus relatos porel pincel valiente y encantador d e Javier d e Viana .

No hablaré de las obras dramáticas de éste . No han sido publicadas y las conozco mal . La impresión de una noche e s fugitiva yes engañosa . La obra perdurable es la que se impone v ictoriosam en

te en la doble prueba d e la visión y de la lectura . El re poso medi ta

!undo d e la lectura , muchas veces condena lo que hemos aplaudido en0

las nerv iosidades de la visión . En el teatro , ante las candilej as , pensamos con el cerebro de la muchedumbre , más que con el razonar d elcerebro propio . Me co ntentaré . pues , con recordaros se ncillamente los

t ítul os de las obras que vosotrºs y yo hemos aplaudido como si se

tratase de un triunfo nuestro . Esas obras son seis : d os d e tres actos.“La Nena” y La Do to - a y cuatro de uno ,

“Puro campo”

,

“L a mari

machó”

,

“Al truco" y Pial de volcao”

. Esta última llevaba , el 15 d eoctubre de 1913 , más de doscientas representac iones , sin que el público manifestase d ispl icencia o aburrimiento . Y paso ya a ocuparmede la novela que Viana ha baut izado con e l nombre genérico de“C ancha

”.

“Gaucha como reza uno de sus anuncios , es un ensayo de psi

oologia nacional o zónica .

Su autor ha escrito en el prefacio de la segunda de sus ediciones :No he querido nunca defenderme de los cargos que se me han

hecho , a propósito de esta novela .

“No he querido nunca defenderme ni defender mi libro .

“Una obra de arte vivo por si sola , no necesita explicaciones , y si no

está anim ada por e l soplo divino , inútiles son los esfuerzos del autoro de extraños , para mantenerla en pie . La ete rna suces ión de huracanes d esgaja y n o arranca al roble erguido en la montaña , y las pál idas orquid eas no tardan en azotar su efím era existencia en la pro

te ctora t ibiedad del invernáculo . Bien sé yo que no es un roble mi"Gaucha” ; pero am o considerarla un humilde molle de la s ierra , que

el extranjero mi - ará con desdén y que el hijo de mi patria contem

plará con algún cariñ o , un molle de la sierra , que hace muchos añosestá allí , hundidas las raíces en las grietas de las rocas , d esparram ada sobre peñascos la oscura y enmarañada cabellera . Entre ellahan quedado voces de muchos pamperos que entraron por el abra y se

rompieron en las cumbres ; entre ella duermen cantos del sabia

que alegró las luminos as mañanas de los amores sencil los, y graznid :s del cuervo que se cebó en la carne de orientales caidos en la loma,con una divisa en el sombrero y una moharra en el pecho . Entre lastupidas y pardas ramazones crecen tiernas caicobés y se ocultan ces

t illos de ma inumbís . Sobre los tallos espinosos se ha det enido másde una vez el ave grande que mora en los ¡ Oh ! no es'Gaucha el estudio de uno de esos penosos problemas soc iales y morales que se enroscan como culebras furiosas en e l pecho de la human idad desorientada en el opaco crepúsculo de es te s iglo grande yextraño . Pero es humilde pintura de mi tierra , vis t a con cariño , sent ida con pas ión y expresada con sin ceridad . Y p o rque me empecinoen creer que e s

“Gaucha” una obra de sentimient o , una obra d e verdad y hasta una obra de ciencia , es que no logro con vencerme del todod e que sea un esfuerzo perdido .

¿Un es fuerzo Vamos a ver .

¿Cómo aplica Viana e l método de los ¿reveladores ps icológicos a.

nuestro ambiente?E studia e l origen y la educación de sus personajes . El carácter es

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hij o de la herencia y de la cultura . Estudia , igualmente , e l medio climatológico y el medi o social , porque aquél y éste in fluyen de un modo

pod eros isimo en el desenvolvimiento y en la cris tal ización de la personalidad humana . Los estudia pródigo, con largueza , sin economíasde estilo p intoresco ni ahorros de anális is i luminador , complaciéndoseen que sobresalgan todos los pormenores que dan relieve , vida , selloy lógica al conjunto . Sabe de primores y de crudezas , poniendo al

servicio de éstas y aquéllos un lenguaje gráfico y abundoso , que se

distin gue por su amplitud y por su armonía . Abulta la verdad , dandoa la verdad contornos de balada romancesca o de relato épico , porrazones de temperamento individual y filiación retórica , lo que no

me extraña y lo que no censuro , pues no hay artista, digno d e estenombre , que no guste del ensoñar fecundo y que no tenga sus cánonesestéticos . El verdadero artista , el art is ta de genio; e l shakespe riano ,

traduce la esencia de la verdad ; pero, al traducirla al lienzo , le ve

en armonía con el fin que pers igue , porque la forma y los matices d ela y é - dad cambian , como cambian la forma y el matiz d e las nubas , según el lado por que la hiere e l sol . El narrador nuestro no con

trad ice la verdad al abul tarla con sus toques artísticos , sino que la

verdad , herida por e l sol de sus ensoñares , toma otros colores y otrosconto ;nos que los contornos y los colores con que la ven la muchedum bre y la medianía . Una mezquita es siempre una mezquita comoun combate es s iempre un combate , y como un corazón e s Siempreun corazón ; pero el pincel vulgar y el análisis superficialísimo no

reproducirán la mezquita , el combate y el corazón como saben ha

cerlo los ojos de Fortuny, la paleta de M eissonnier y el lápiz aguzadode Balzac .

E s muy posible que esta afirmación mía no regocijo a los grandesmaestros como Reyles y como Viana . Un filósofo , como Vaz Ferreira ,0 un estét ico , como Rodó , vacilarán antes de resolve rse a manifestaros categóricamente cuál es la más fiel y la más hermosa de las variedades de la verdad . Un artista activo en creaciones noveladoras co

mo Re yles y como Viana , ve la esencia de la verdad , como el f ilosofoexperimentado y como e l estético que abunda en doctr ina ; pero ve

la verdad , como imaginación , en sus detalles y en sus matices , comoverdad única , convencido de que su verdad es s iempre la verdadera ,porque la verdad que se hechiza y la verdad que viert e , es la verdadiluminada por la luz vivísima del numen suyo . ¿Quienes se engañan?No se engaña ninguno de los d os criterios . El estético y e l filósofoaciertan en sus dudas ; pero los nove ladores aciertan también en lo

cate górico de su afirmación , porque la verdad de los noveladores es

la verdad de su mundo íntimo , la verdad sugestiva , la verdad amorosamente intelectualizada , en que se reflej a la verdad d e los seres yd e las cosas a través de los vidrios d e aumento d e l arte embrujado .

El hé:ce literario , por más autónomo que quiera ser, no surge a la

vida sin pasar por el laboratorio de l claustro moderno de su cread or, adaptándos e fatalmente al molde psíquico de que sale , como lall anura , e l monte , e l río y e l cielo , para ser belleza , necesitan vestirsed e cierta reverberación espiritual , aunque esa reverbe ración no sea

tan fantástica como la que se nota en las lám inas fascinantes d eGustavo Doré .

He dicho que Viana reproduce la esencia de la verdad y abul ta

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los detalles d e la verdad , como todos los artis tas de ingenio fecunda

d or .Nec esito explicarme . Viana toma un tipo y v ierte , al traducirlo,

lo esencial del eterno tipo criollo en e l tipo suyo ; pero si e l tipo peca

d e montaraz , el narrador nuestro traduce todo lo montaraz en la cria

tura de sus amores , a fin de que ésta sea , por acumulación , el tipopsicológico de su especie o familia . Viana ve un paisaje , y d escribe

e l paisaje como el paisaj e es la naturaleza de nuestro pago ; pe ro , al

verterle no hay arr uga de árbol ni sombra d e risco que no traslado

al l ienzo , siempre que esta sombra y aquella arruga sean toqueshermosos , lo que produce , como resultado, e l que la verdad suya nos

parezca abultada , por falta d e agudez en la visión nuestra . Y esto,que apenas se nota en sus cuentos , se nota fue rtemente en

Gaucha”

.

Lo mismo acontece con las pasiones , con los modos o dolencias d el“

espíritu que analiza con maravill osa sagacidad. hasta que el origen ,

la cultura , la complexión , el hábito y e l me dio de sus personajes leconducen a un tipo que no es e l tipo común , aunque ese tipo sea,

por las causas engendradoras a que obedece , un tipo capaz de na

cer y v ivir en el universo de las realidades más verdaderas . Así su

romance , s iendo vida de campo y vida de alma , es labor d e bellezay labor de ensoñares más que otra cosa , lo que no impide que , lo

esencial del e spíritu y del decir de la campaña nuestra , es tén os

culpidos en aquellas páginas con un relieve audaz , verista y policromado , tan digno de elogio como de duración . ¡ Oh el arte ! ¡ Elarte que funde la esencia de las razas en el mod o de ser de sus

criatur as , siempre doloros as y s iempre nuevas ! ¡ El arte , el arte exi

m io y tris te , é s aquel el ixir d e vida joven y de vida inmortal con quesoñaba el genio embrujado de Althotas !Vian a ins ist e , no pocas veces , sobre e l carácter supersticioso d e

nuestros camperos _ Léase su cuento “ Juan Matapájaros .

¿Cuál era su verdadero nombre?”

Nadie lo sabía . Ni él mismo , pos iblemente . Unas veces era G ºn

zalez, otras Rodríguez 0 Fernánd ez 0 Pérez , y si alguien le hacíanotar las contradicciones, encogíase de hombros , respondiendo :— ¡Qué sé ¿Qué importa el L os pobres semoscomo los perros : tenemos un nombre Tigre

,Picazo , Nate ,

¿Pa que

En su caso , en efecto, ello no tenía importancia alguna . E ra un

vagabundo . Dormía y comía en las casas donde lo llamaban paraalgún trabajo extraordinario : podar las parras , constru ir un muroo hacer unas empanadas especiales en días de gran holgorio ; componer un reloj o una máquina de coser ; cortar e l pe lo o redactar una

carta _ Porque él entendía de todo, hasta de medicina y veterinar ia.

Terminado su trabajo , que siempre se lo remuneraban con unospocos reales lo que quisieran darle , se marchaba , sin rumbo

,

al azar.Todo su bien era una yegua lobuna , tan pequeña , tan enclenque

que , aun siendo él , como e l a , chiqu itin y magro, no hubiera podidoconducirlo sobre sus lomos durante una jornada entera .

Pero Juan marchaba casi todo e l tiempo a p ie , l levando al hombro la viej a escape ta d e fulminante , que no lo abandona jamás .

El iba delante , la yegua detrás, s iguiéndolo como un perro, d e

13

teniéndose trechos para triscar la hierba , pero sin quedar nuncarezagada .

Algunas veces se presentaba e l regalo d e un trozo d e camino cubierto de abundante y sustancioso pas to , y e l animal apresuraba lostarascones , d emorábase , levantado de tiempo en tiempo la cabeza ,

como implorando de l amo :— “Déjame aprovechar esta bolada .

Y Juan , comprendiendo , sentábase en el suelo y esperaba pacient emente . De todos modos , nunca tenia prisa , puesto que nunca iba

a ninguna parte preestablecida . Un trozo de carne fiambre y unpar de galletas , s iempre tenía para la cena , y para dormir , ningúnc olchón más blando que la tierra y ningún techo mejor que e l grantecho d el cielo .

Luego , contentos los dos , volvíanse a poner en marcha,Juan se

d etenía a menudo para hacer fuego sobre todo pájaro _ que se le pre

sentaba a tiro. Porque , habitualmente , sólo mataba pájaros . Reciéncuando le escaseaban las mun iciones y e l dinero para reponerlas , dignábase t irar sobre lieb; es y venados , únicas piezas que recogía , paratrocarlas luego , en el pr imer bo l iche , por pólvora y perdigones .

Cuando en el rigor de las siestas los pobladores cercanos al camino oían una detonación , exclamaban convencidos :

Ah í viene Matapájaros .

Y cav ilaban en qué podrían aprovechar la oport unidad de su pre

sencia y sus múltiples habilidades .

-Ah i anda e l loco'

e los pájaros decía otro, sin demos trar lamenor extrañeza .

Al principio despert ó general curiosidad aquella guerra encarn iza

d a a los inocentes pajaritos , pues conviene advert ir que Juan jamás ,hacia fuego sobre las águilas. caranchos ni chimangos : las rapacesle merec ían todo respeto .

Andando el tiempo, todos se convencieron de que era una chifladuza como otra cualquiera , y no se preocuparon más. El, por su

parte , taciturno , guardaba em pecinado s ilencio ante todas las pre

guntas que al respecto le hicieran .

En un atardecer lluvioso iba malhumorado , pues en el transcursode una hora de marcha a pie no había encontrado un solo pajarito

que ultimar .

— ¡ Se escuenden ! exclamaba con rabia ; ¡ pero e s al nudo;porque yo acabaré porAndando, vió en lo alto de uno de los palos d e una cancela , un

ni do de hom ero . El macho , muy tranquilo, muy confiado, hacía guard ia a la puerta de su palacio de barro .

Juan , respe tando la superstic ión gaucha , nunca habia tirado sobre

los horneros . Ese día vaciló .

— ¡ A fin de cuentas, pueda ser qu'

está. ahí noTras unos momentos d e indecis ión, se echó el fus il a la cara, apun

tó , apretó elSiguióse una tremenda de tonación y e l vagabundo cayó en tierra ,

cubierto de san: re , la cara y el pecho destrozados por los trozos d eacero de l cañón del arma , que había reventado con extraordinariaviolenciaLo recogie ron moribundo , y sólo entonces , en medio de las incohe

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rencias del delirio , reveló su secreto :—C uando se me juyó mi la v ie j a me echó las

Luisa su alma escondida en un ¡Pº

hacer arterias la ind ina ! ¡ Juré chumbiarle e l ¡Dejuro quº

estaba ad en troº

e l hom ero y m '

hizo reventar laPero hablemos de la obra , hablemos de Gaucha

”.

El drama ocurre en la sección policial más exte nsa de Minas . La

locomotora se detiene en e l pórtico de aquella soledad , donde buscan as ilo e l matreraje fiero y la partida revolucionaria .

Al l í se mata , se roba y se est upra .

— “Altas y ásperas sierras , por una parte : por otras , campos bajos,salpicados de bañados intransitables y estriados de canadones fan

gosos ; dilatadas selvas de paj a brava , achiras y espadañas, cuyosmisterios sólo conocen el aperia y el matrero ; sarand izales que mid en centenares de metros , formando en invierno imponentes lagunasy tem ibles

'

lodazales en verano ; regatos d e monte no tan ancho comosucio ; arroyos de honda cuenca y de arboladas riberas , y , finalmente,e l Cebollati , el rio d e largo curso , grueso caudal , rápida corriente , vad os difíc iles e intrincada selva . La topo grafía d e l terreno ayudabaadmirablemente a los bandoleros .

'

L os antiguos moradores de aquella comarca conservan e l recuer

d o de más de una tragedia que sembró el e5panto en e l contorno . Los

estancieros habían construido por viviendas formidables edificios , es

pe cie de castillos con recias murallas de piedra a los cuatro vientos ,pequeñas ventanas enrejadas y escalera interior para subir a la

azotea , coronada de troneras . Al oscurecer se cerraba la única puertaexterior, at : ancándola con fuerte s barrotes de hierro . Y adentro,mientras se cenaba en el amplio comedor mal iluminado con velade tufo apestos o , los hombres comentaban e l último asalto o

la reciente fechoría , y las mujeres y los niños escuchaban pál i

d os , dejaban enfriar la grasa del asado de ovej a y se estremecíancada vez que ladraban los perros o gritaba cercano un terutero .

noche era toda inquietud y sobres altos , interminable angusa

Hay que pasar las picadas con la pis tola d ispuesta en la mano.

La policía es menos fuerte que los bandoleros , reunidos en gavillay cuyos j efes son señores feudales . ¿Una moza les gus ta? Pues al

monte con ella . ¿Un hombre les estorba? Pues a puñaladas se con

c luye con el estorbo . El puñal gobierna en las vertientes de la serranía , como gobierna el pico del milano sobre las agud eoes de sus

crestones . Todo es sombrío , rudo , elemental : ¡ las cumbres , las abras ,las frondas , los cariños , los odios, los recuerdos y los espéranzare s !

“ Entretanto en lo indefenso , en las bocas d e la cueva , d or

m ían tranquilos los pobres diablos , chacareros , agregados y pueste t os , abrigados _ por sus mis erables ranchos d e terrón y pajabrava . ¿Cómo vivian ? ¿Cómo escapan a la saña del matrero? Vivíancon la tranquila indiferencia de la golondrina que anida bajo e l

alero de la casa , o del terutero que picotea junto a los postes del"

guard apat io No habia , en la miseria de sus viviendas, nada qued espertas e la codicia . Además , casi todos ellos estabas en buena armonia con los matreros , a quienes no dejaban de prestar pequeñospero út il es servicios . En un tiempo fueron aliados de las policías . y

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más d e una vez las acompañarºn en las batidas a lºs montes ; perocomo notaran que la autoridad no era jamás la más fuert e en aquel la incesante lucha , lºs que escaparon a la venganza de los malhechores se pas aron a su campo , o_, por lº menºs, observaron una neu

tralidad complaciente . ¡ La ley d e la vida ! .

Allí tropezaremos con dºn Zoilo.

Don Zoilo es tac iturno , huraño , rezongón . Dºn Zoil o doma con

mae strí a y tej e lazos con habilidad . Dºn Zoilo es e l antiguo peónd e una estancia de aquel peligroso des ierto, peón que se ha refug iad oen una tape ra , lo mismo que un buho , como un gato pajero , comº unc imarrón de ojºs cente l leantes y largos colmil los .

Dºn Zoilo no habla , nº re c ibe visitas , es de genio lunático , trenzacºn arte y bebe la caña en botellas d e a l itro , sin qu e las inmensasborracheras que toma le ablanden el cºrazón º le afloj en las piernas . Es muy v iej o , pero muy valiente, aque l yaguarete que se ll amadºn Zºila .

Nunca se le conoció famil ia , aunque algunºs aseguraran que

tenía una hermana ; nadie sabía de él otra cosa sinº que habiall egadº al pagº s iendo muchacho y no había vuelto a salir de all i ,v iéndosele s iempre solo , taciturno , hostil a tºdºs lºs seres humanºs , de los cuales parecía nº haber heredado más que la forma . Paralos mozos era un tipo único, s iempre igual , sin modi ficaciones de ning una clase . Vestia en tod o t iempo el mismo saco , que ya nº teníaforma ni cºlºr ; el mismo chiripa de manta

“ cºlla_el mismº som

brero infºrm e y el mismo poncho desgarrado y d esflecadº . Y si su

vestimenta no había variado, su fís ico tampoco : viejo le conºcieron

lºs muchachos que habían muert o de viejos , sin nºtar una alteración es su fisºnomía , ni un hilo blanco en su melena . Sus excen

tricidades y rarezas causaban admiración al forastero, perº pasabansin despertar la atención de las ge ntes comarcanas , ya habituadas al

extraño persºnaj e . H ubiérales admirado, en cambio , verle reír o usaralguna clase de calzado, mudanza de hábitºs inveterados muy os

paz de poner en revºlución la curiºsidad del pago . Baj o y forn ido ,d e rºstrº angul oso y grande , de ojos encapotados y torvos , de larganariz curva , de te z tºstada , de escasísima barba negra y de largamelena lacia y sin una cana , dºn Zoilo tenia un aspectº ferºz debestia huraña y peligrºsa . Su voz gutural semejaba un gruñido Sor

do , y ru mirada , que sal ía de entre el montón de ce jas y e l abul ta

mientº de lºs párpados comº una claridad de entre rocas , denºtabadescºnfianza felina . Era , sin embargo , un hombre buenº . A l º menºs ,

como tal debía considerársele , pues que nadie le conocía n ingún nochº criminoso , ni otra maldad que su antipatía hacia todo ser viviente , debidº a la cual ni lºs perrºs paraban en su casa ; y asi lo

probaban los variºs cachorrºs que habia criado y que no tardarºnen huir , no se sabe si acºsados por e l hambre o pºr la rºdaj as d e laslloronas de l amº .

Don Zoilo t iene un amigo , que también es a modº de engendrº dela sºledad : “

e l rubiº Lorenzo , bandºlero célebre , j efe de una gavíl la.

audaz comº n inguno , ferºz como chacal y presumido como mujer”.

Cas ilda , la hermana de don Zoilo , muere encargándole que se ha

ga cargo de su hij a Juana . Dºn Zoilo acepta , aunque es incapaz d esentir afección alguna . El órgano sin uso se atrofia . Lo mismº sucede16

con el corazón . Don Zoilo , cuya niñez fué dura y cuya juventud fuéte rriblemente fria , no sabe de ternuras .

“La afecc ión , planta sensi

ble ,

se había debilitado y había muerto , falta de savia, en una tierra

pobre y privada de riego

¿Por qué resuelve ir en busca de la huertanita? E l mismo lo 13nora .

¿Curios idad? ¿ capricho? ¿ instinto animal renaciendo como esas

semil las que germinam después de trescientos años d e

Lo ciert o es que aquella determinación , por más reñida que estuvies e con su carácter y sus antecedentes había brotado en él es

pontánea y rápidamente , sin pre vias meditaciones , y la habia puestoen práctica sin ninguna especie de cálculos para lo porvenir”.

Tratemos de Juana.

Juana es nieta de un emigrado argent ino, romántico y cabal leresco

y de ojos azules , que luchó contra Oribe por odio a Rosas . Pris io

nero de Oribe , logró hui r de las carpas d el Cerrito , durmiéndose en

su fuga a la orilla de un monte , donde dos campesinas , trigueñasy varoniles , le hallaron nervioso, con fiebre y con hambre . Llevadoal ranche jo de las d os mujeres , el emigrado enamoróse d e los labios

grue305 y rojos de la menor, la que , a su vez , prendóse , con un ca

riño libre y volcánico , del extranjero. Algún tiempo después , e l ex

tranjero desapare ce dejando un hij o, Luis , que casa con Cas ilda , lahermana d e don Zoilo . Casilda es apacible , frugal , bravia, tozuda,ap ta para la hermosa vida del monte . Luis es indolente , d espreocupado, lleno d e dulzuras y de saudades indefinibles .

“Su inteligencia

parec ía dormida , y si a veces solía tener destellos , éstos eran rarosy fugit ivos . En lo espeso d e su intelecto, en lo torpe de sus maneras,chocaba encontrar de pronto una inesperada clarovidencia , una rarad istin ción : era como un espiritu superior aleta rgado, que en ocasiones intentaba brillar, sin poder salir del caparazón que lo oprim ía”.

De esta un ión sal e Juana ,

Algo podemos anotar ya . Dos herencias actúan sobre aquella san

gre . Lo ins tintivo d e la materna , que e laboró la fronda , y lo romántico , lo psíquico , lo superio r , pero floj o y confuso , de l paternal linaje . Lo sexual , 10 montés, lo campero en la una , neutraliza lo se

nador, lo fino , lo d estellante que aporte otra , combatida también porel medio en que cre ce la huérfana .

¿Combatida del todo? No; ciertamente no .Juana , de pequeñuela,

t iene un amigo . El origen de éste es también romance sco ; pero la

v id a lo ha equil ibrado . Sobre aquellas dos cunas sopló el histerismosus anormalidades , mucho mayores en Juana que en Lucio, porqueen Lucio han desaparecido y persis ten en Juana .

— “

A veces en las s iestas , los niños se encontraban correteando

por las cuchi llas o escurriéndose entre las brenas de l bosque , juntando flores , abatiendo chingolos a golpe de piedra , o buscando ui

dos de pájaros o asaltando arazaes y pitangueros . Descalzos los dos ,los dos haraposos , corrían , salt aban y gritaban , y muchas veces se

detenían jadeantes, se m iraban , y abrazados, rodaban sobre la gra

ma , besándose y mordiéndose como cachorros juguetones ,En oca

siones permanecían largo rato tendidos , mezclando las oscuras gue

dejas d e l un o con los blondos rizos de la otra , junto e l rostro tostado y varonil d e l niño, con e l rostro menudo, blanco y pecos o de la

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mña . Y así estaban largos minutos , boc a arriba , con los ojos cerra—ºº

d os , bebiendo e l sol candente del m ediod ia , embriagados con el aromadel trébol , de las margaritas y manzanillas . Juana había inventadoaquel juego, jugar a los muertos" , como ella decia , dando una ex

pre sión de profunda melancolía a su linda carita . Primero jun tabanmargaritas blancas, con las cuales adornaba todo su cuerpo : la ca

beza , e l pecho , las orej as y los después morían” , Al princip io a Lucio le pareció aquel juego extraño y feo ; más tarde , poco 8. poco , la tris teza de Juana le fué invadiendo y llegó a encontrarun placer verdadero en languidecer , anonadarse ,

“morir” . Cuando e l

éxtasis pasaba , se ponían en pie de un brinco, se abrazaban , se be

saban con los ojos llenos del agrimas, e imposibilitados para seguirjugando , se apartaban y se separaban en s ilencio, sin una palabrani una mirada más

”.

E s claro que Lucio , a medida que va cre ciendo , se enamora de J uana , y que la va a buscar , después d e breve lucha , al rancho de d onZono .

Lucio, recibido por el v iej o con aversión y por la j oven con alegría,

comparte la comida frugal de don Zoilo y de Juana ,

En medio de los dos jóvenes , alegres , contentos , rebosantes de

afectos , d on Zoilo era una antítesis viviente . El eterno ce ño de su.

rostro bravío , era como una mancha oscura en un c ielo clarº; mancha oscura que , sin aumentar de tamaño , se iba haciendo cada vez

más opaca , así que aum entaba la claridad d e l cielo . Como si la

alegría ajena le insultara y le hiriera , dirigía terribles miradas a

sus d os comensales . Otras veces fingía no . ver ; cogía con los dedosla cost il la de carnero , clavaba en e lla los dientes , y de un tirón ré.

pido , imitando a los perros , arrancaba toda la carne de un lado , repetía la operación de l otro lado , arrojaba e l hueso y se poníaa mas ticar con ruido, haciendo rechinar de cuando en cuando sus

treinta y d os piezas dentales. Las cejas contraídas , los bigotes eri

zados y la rigidez de la faz , denotaban su agitación . La mancha os

cura crecía ; se equivocaba el creer que su odio a Lucio era e l odioins tintivo que profesaba a tod a la especie : le odiaba más, a cadainstante más . ¿Por que? ¿Amaba a Juana , creía necesario su cariño,y , v iendo en el foras tero un enemigo que venia a d isputárse la , se

aprestaba a la lucha? ¿Era su afecto que había nacido repent inamente en su alma seca , como nace una planta epifita en la dura cort ezade l coronilla? ¿0 era e l inmenso ego ismo que le obligaba a defenderaquello que cons ideraba suyo como su tapera y su malacara . sus

herramientas y sus guascas º ¿Se aferraba a ¡ a poses ión de aquellapersona por un sentimiento noblemente des interesado , o la disputabacomo la fiera disputa e l hueso inútil , sólo porque es suyo , porque loha ganado con su fuerza y sólo a otra fuerza mayor ha d e ceder

¿Por qué e l toro impide a otro toro que se acerque a la

vaquil lona que acaba de poseer? ¿Por qué niega a los otros un placery una satisfacción que no disminuirá su place r y una satisfacción queno am enguará la suya ? Luchar por el mismo trozo de carne , es justo ; pero luchar por lo que se ha dejado , por lo que no se puede

gomer , ¿por qué motivo ? ¿ con qué El luchaba , sin emargo

”.

El tipo d e don Zoilo está pintado con mano maestra . Es más que

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No ; ¡ no podía ser asi ! Ella sería muy desgraciada, muy

“ Y sollozando recostó la cabeza en el hombro de Lucio, que trataba d e consolarla y de sincerarse .

¡ Pe ro no ! ¡ pero no ! exclamaba des esperad o. ¡ Si yo harétodo lo que vos quieras , todo lo que vos me mandés ! ¡ Pero no llores ,no me quierasY Lucio, después de darla un beso inocente , se alej a del salvaje

rancho de d on Zoilo .

Juana se queda en e l paj onal , con sus recuerdos y con los mutismos del viej o yaguarete.

Oid :— "

T6do un pasado d e melancolias de ambiciones no satisfechas ,d e esperanzas tronchadas , d e ensuenos marchitados , de placeres incompletos , pesaba sobre ella y

'

la envolvía como una niebla gris ,densa y fria . Producto de aquel héroe frustrado, vis ionario ro

mantico , arrancado a su delirio d e'

cosas grandes por un vuelco re

pent ino del azar, y“

de aquella china viril , dest inada a engendrarhijos de matreros , morrudcs y vigorosos, resultó ell a , por herenciaatávica , un fruto exótico sin dest ino ni misión , ¡Nunca , nunca, ha

bía s ido feliz ! ¡ Oh ! evocando recuerdos veia ahora bien claro el pasado , y el porvenir vagamente alumbrado por la luz de su temperamento enfermizo . ¿No habían s ido monstruosa su niñez , ridícul ossus juegos , s iniestros sus Si ; la chicue la que corría porlas lomas, al gran sol , suelto el cabello y desnudos

los pies, riendol lorando a un tiempo , era la misma joven que ahora pen

'

aba , languld eciend o sin causa justif icada y sin motivo aparente . Cuando creyóque había empezado su verdadera vida , v ió con horror que lo que

tomara por un sol esplendente , era la misma estrel la pálida que ha

bía alumbrado la senda penosa de sus primeros años”.

¿Podría salvarla , torcer su dest ino la pasión de Lucio? Escuchad .

— “

En un principio tuvo fe ; creyó que del afecto de Lucio dependia el rumbo de su existencia , y cuando se supo amada , trató de en

ganarse , diciéndose que e l hogar , los hijos, el esposo , la vida sosegada y llena d e afectos era su ambición , sería el cumplimiento d e lamis ión que l e estaba encomendada en el mundo . Y, sin embargo ,cuando la inquietud tornó a invadirla , su confianza se desvaneció yse sintió i rremis iblemente condenada . En e l desequilibrio producidoen su espíritu , en el completo d escorazonam iento ocas ionado por aquelgran desengaño , no se le ocurrió pensar que hubiera equivocado el

camino y que la felicidad podía existir en otra parte . Condenada ,fatalmente , condenada por delitos que no había cometido , sentíaen el alma la laxitud de las luchas irrazonables , e l

“ no puedo mas"

que hace desear la muerte como últ imo y supremo alivio. ¿Cómoluchar contra un destino feroz que se complacía en acercarle a lºs

labios la copa de la dicha , para alejarla brutalmente cuando iba a

saciar su sed ? ¡ Oh , la pálida estrella que alumbraba la senda de su

vid , sonriendo con expresión Y su existenc ia se le apa

recía delante , uniform e y quieta , árida y sombría, como inmensaplanicie erial”.

Gaucha es nue stra tierra . Su lucha es la lucha de nuestra raza.

¡ Ensoñares gºd os e inst intos selváticos , ans ias de subir que no pue

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d en subir por la culpa de la materia primitiva que los aprisiona !

¿Vals comprendiendo?Gaucha es nuestra t ierra . Lo maternal e l suelo , la empuj a hacia

e l monte , lascivia y libertad , en tanto que la rama paterna ,

el espíritu , la empuj a hacia 10 azul , fantasía y cód igo . ¡ Así t iene

que ser, has ta que la cultura del suelo verde ascienda hasta la do

lorosa perfección d e los im agínares !

Es claro que Gaucha no pudo analizarse con tanta sutileza . De

ahí los abultamientos de que antes hablé . La virgen debió sentirlo que sentía , de un modo confuso , sin prem ed itarlo ni comprenderlo ,cºm o un anonadam iento repentino y diabólico de su voluntad. ¿Porqué? Por ley d e ambiente y ley de cultura . ¿E s esto un defecto?No ,

pues como ya he explicado , los héroe s de Viana , antes d e viviren el libro d el novelis ta , v ivieron nueve meses en e l cerebro d e J avier de Viana .

Gaucha , si se la mira desde otro aspecto, es un caso clarísimo deherencia y las cosas que la rodean , parecen engendros de una volun

tad imperiosa y firme , de la voluntad colérica y fuerte de lo montés ;pero neutral izando el influjo del medio y de la educación , en la niñape rduran y se hac en más hondas las dulces indol encias y las indefinibles saudades de Luis . ¡ E s que su alma es el alma del emigradod e ojos azules que luchó contra Oribe por odio a Rosas !Sigam os .

Entonces aparece Lorenzo Almada , hij o de un viej o soldado de lasguerras civiles . Lorenzo es desidioso y haragán , osado y bravío, de spó t ico y cruel . E squilando , corriendo carreras jun to a las pulpería8 ,cuart eando diligenc ias del sur al norte y del norte al sur, pasó su

niñez y llegó a adolesce nte . Un comisario le encerró en un cuartel ,entregándolo a un j efe de batallón , y en el cuart el pervirtióse , cra

pul izándose , hasta salir con e l corazón seco , con odios y vi cios , contodos los cánceres que se crían en la cuadra y en el - calabozo

. Eu

tonces, ya l ibre , jug ó con ventaja , fué contrabandista , robó un caba lloy acuchilló a un hombre , para concluir en bandolero y en jefe de

gavi lla como Diego C ºrrientes y Luigi Vampa .

El medio ayudará al bandido . Todo , en e l medio, habla de librevoluptuos ldad . En bandido respeta una vez más a la v irgen . Mástarde toma posesión de ella de una manotada . Lucio vuelve y hablaotra vez d e amor . El ideal no se cansa ni nos cansa nunca . El ban

dolero mata al ideal y luego entrega e l cuerpo de la j oven a la ga

vill a , dejando a la j oven amarrada a un árbó l , para que los caranchos

le saquen los ojos y los mosquitos le chupen la sangre . ¡ Es la imagende la campiña crucificada por la incultura !Juana había oído como en sueños las últ imas y sangrientas pa

labras”

del bandido . Amarrada al árbol , completamente desnuda , las

grac iosas curvas de su cuerpo , la blancura de su piel , e l oro de sus

cabellos parecían s ignificar un ideal delicado , una poesía dulce yse ns it iva , sucumbiendo al abrazo del medio agreste y duro. Sus ojosse abrieron y se cerraron de nuevo ; su cabeza cayó sobre el pecho.

Un bienes tar nunca conoc ido comenzó a invadirla ; e l corazón iba

latiendo lentam ente , los labios se entreabrieron para dar paso a un

úl timo suspiro , y la muerte l legó al fin , portadora d e la paz eterna,besand o con respe to aquella pobre alma atormentada , que se había

21

pas eado extraña y sin objeto por la vidaGaucha es el alma dolorosa de nuestros campesinos . El ensueño la

atrae y la enamora ; pero sólo ve las luces del ensueño de un modoconfuso . Le falta voluntad para conquist arle , y s igue s iendo la vie

t ima de lo atávico , que la dej a desnuda , profanada sobre"

una loma,cerca de un maizal o en e l borde de un río . ¡ E s una encarnaciónde la t ierra art igui sta , m ás que una novela hallada en las tradic ionesde la soledad , el primoroso estudio de Javier de Viana !No entraré , por falta de tiempo y de espacio , en mayores detalles,

aunque reconozco que merecen disección detenida Cas io y don Z oi

10 .Don Zoilo me obsesiona , pareciéndom e una figura más penetran

te que las figuras de Lorenzo y de Juana .

De ésta ya dij e , en s íntes is , lo que creo . E s un simbolo , aunqueacaso e l autor no lo entienda así. Despojadla d e ciertos materialestoques , por demás concretos , y resul tará e l simbolo de que hablé , com e es un s ímbolo , a pesar

'

de sus toques concretos y mater.a les, la

heroína del poema pampeano de don Esteban Echevarria .

Yo n'

o'

sé si ese estudi o es moral o no . El monte , e l río , el arroyoy la s ierra tampoco son morales , lo que no les im pide ser verdaderos

.La inmoralidad consiste en recrearse pintando largamente inúti

l es lascivias , y en e l libro de que me ocupo , la rápida descripción delas las

civias no e s injustificada .

Por otra parte , en esta novela , lo lúbrico no es lúbrico. El choquede los sexos , en esta novela , es baj amente zafio y repulsivo . S i for

zais los tin tes , señores retóricos , e l li enzo se convierte en una enorme mancha . Insinuad la curva , los de docto lápiz , dejando a nues traimaginación e l trabaj o de completar su mórbida redondez .

En cuanto al estilo , abunda en primores , en riquísimos t intes , ennotas que reproducen con fidelidad suma el campo y el cielo de mipaís , lo que bastaría para enaltecerle a los ojos del pago y a los

oj os míos .Escuchad es ta página :

“Pasó el invierno . D esaparecieron de las praderas los t riste s—

pas

tos amarillos : redujeron su caudal los arroyuelos y tornaron a cc

rrarse en su cauce estrecho los canadones . Las ovejas comenzarona ostentar vellón espeso y blanco ; los caballos engordaban , y con la

gordura veníales nuevo y v istoso pelambre ; el campo , a su vez , brilió con la yerba , suave , verde y perfumado vello, nacido a los

besos de los soles t ibios . Las perdices que dormían en e l chircal , espeso , se aventuraron otra vez en las lomas volando silbadoras . En

bandas numerosas alborotaron los teruteros ; hasta los ofídios ,

recién salidos del le targo invernal , se arrastraron por la cuchil laseca , exponiendo a la luz tibia la nueva piel p intada y luciente . Los

mimbres y los sauces vistieron de esmeralda ; los ombues solitarios,árboles filósofos , que miran indiferentes pasar las estaciones , los

rec ias pamperos y las brisas suaves , los árboles tristes que no abandonaron nunca su vestimenta oscura , empezaron a echar sus ra

mos blancos de flores estériles.La naturaleza , como un enfermo

tras larga convalecencia , comenzaba a vivir de nuevo , con una vida alegre y bull iciosa , llena de promesas, rica en esperanzas . Era

una vuelta a la luz , tras la larga y penosa sombra d e l invierno . Envez del doloroso balar de las ovejas transidas por e l frio y perseguidas por la lluv ia ; oíase e l alegre vagido de los corderos que , apenasO ')

abandonado el claustro materno , corrían embriagándos e con la luz;

en vez d el siniestro mugir de lºs vacunos en lºs pesados días de bruma , escuchábase el llamado alegre de los becerros re cién nacidos ; en

vez de la yeguada que recorría mustia y en s ilencio los llanos enchar

cados , veíanse re tozar sobre el otero los_potrancos de piel lustrosa

y ojo centellante . A medida que el abrojo , la cepacaballo y e l abrepuño amarilleaban y se inclinaban moribundos , los macachines y lasmarcelas abrían sus corolas roj as y amarillas , moradas y azules . Los

cuervos , hartos en e l festín que les brindaron las ovejas viej asmuertas por e l fríº , huían a ºpe rar su pesada digestión en lo

oscuro de la selva ; lºs caranchos y los chimangºs golpeaban el

corvo pico , crispaban la fiera garra y volaban lejos , en busca d e

carn izas . En cambio, trinaba la calandria ; el sabia dejaba ºír su dul

ce melodía ; mºstraba su copete rojo e l altivo cardenal. y afanábas e

e l hornero en buscar alimento para los polluelos que tenía bien abrigados en su maravillºso palacio de barro . Hasta e l boyero , art ífice de la selva , sºlia detenerse sºbre la rama de guayabo que

sustentaba su nido , y entonaba una canturria alegre . Sobre las la

gunas inmóviles , los camalotes abrían sus grandes flores celes te s ; sobre las talas coposas , los claveles del aire lucían sus flores s in perfume . En la umbría , el trébol crecía lozano , el arrayan abría sus

grandes , blancos y aromados racim ºs ; el burucuyá , la flor simból ica , ostentaba su corona d e espinas azules , e hinchaba el ñanga

pire sus ricos rubíes, cuyo color envidiaban los pétalos de la flor delceibo . Los terrenos estaban firmes : no eran los vados temibles lodaza les , y en lºs esteros , ya sin agua , podía transitarse sin temor.De mañana , el oriente mºstrábase puro, la s ierra se divisaba esbeltay soberbia con sus crestas d e azul d e acero ; a mediºdía la inm ensi

d ad del campo parecía re ír con la risa perlada de una chicue la ávi

da de amor ; y las tardes , cºn sus púrpuras envueltas en celaj es ce

lestes y blancos , eran como una sonrisa del día , que no iba a morir,sino a cambiar de ves t imenta , para reapare cer , una hºra más tarde,envueltº en la angusta túnica azul salpicada de flores de oro

,Tras

l ºs temporales , las lluvias copiosas , los fríºs intensos , los vientºsturbios y los cielos oscuros , la naturaleza resurgía a la vida , a

una vida alegre y bull iciºsa , repleta de promesas , preñada de es

peranzas .

Insisto en que en estos tºques hay algº de retórico abultami ento ;pero insisto , también , en que estos toques son muy hermosºs , comosºn muy hermosos los toques de pintura de e 5píritus que hallo en

mi cuent ista , Juana no cae sino pºr falta d e volición . ¿De dóndepro c ede? De la sangre paterna , de la del emigrado , de la d e l manceb ode pálidas mej illas y ojºs azules que luchó contra Oribe por ºdioa Rosas .

Juana se crió en e l campo y para campes ina ; pero el espiritu ro

mancesco del emigrado , que fatal y milagrosamente revive en ella ,no la consiente que se amolde al med io que la c ir cunda . Flor d ej ardín , hecha para la tibia atmósfera del invernadero

,el monte la

rechaza , e l fango la esfixia , se muere baj o la sombra de los robustos árboles que ni las l igazones del cipó logran estrangular . ¿AcasoLucio se hizo para ella? ¡ Qué desventura ! ¿Por qué no predomina ,

saltando impetuosa en su cerebro, la sangre de Cas ilda?

23

Javie r de Viana terminó la prim era edición de su hermoso t o

man ce con la escena en que Lorenzo hace suya a la hij a del débilLuis . La segunda edición aum entós e con las escenas en que luchanLorenzo y Lucio, Lorenzo y don Zoilo, y en que la desnudez delcuerpo d e la moza sirve de pas to a las lujurias d e la gav illa del

feroz Lorenzo .

La novela , como novela , como estudio de un alma , placíame máscon e l final primero , en tanto que la novela como símbolo fuerte ,como encarnación de un medio en una época se me antºja mejorcon su final segundo, que , . de todos mod ºs , es más art ístico . El finalprimero dahale un carácter menos fantás tico , menos de aventura , menos d e anécdota de bandidos ; pero e l final segundo reproduce me

jor lo brutal d el ambiente , lo cerril de lºs usºs , lo inorgánico y lo

cruel de lo primitivo . Si la moza es e l alma del campo en barbarie ,más que una moza en cuyas venas pugnan dos jugos heredi tarios ycontradictorios, el final segundo respºnde sumisamente al propósitope rseguido por e l autºr, como imagen del campo en que e l part idis

mo y e l vagabundaj e perpetúan las llagas de lo atávico . No es la evo

luc ión , la evolución paciente y sencilla , lo que pondrá fin a los do

lore s hijºs de la incultura ; s ino la evolución revoluciºnaria , la que

concluye cºn las estirpes inadaptables , la que suprime al carancho ysuprim e al j aguar, la que sólo permite que se mantengan lºs tiposútiles de cada familia , la que amolda al gaucho trabaj ador a las ne

cesidades d e la vida nueva , la desplazadºra de los centros normales d e la soc iedad que ºbedeció a la ley de la s ierra cºn picos y el

monte con garras .

,

El incendio concluye cºn el estere l . El cultivo destie rra al ya

guarate. ¿Es necesario , entonces , suprim ir a la raza que v ivió entret otoras ? No , de ningún modo . La raza es la t ierra ávida de gérmenes de fruto y flor . Lo que si es necesario que desaparezca es lo no

reformable , e l producto d e l acumulamiento d e los atavismos irreduct ibles , lo que será siempre res iduo de lo pretérito y no será iamás semilla del mañana . As í las virtudes in génitas de la raza se

mantendrán , sin que las crucifiquen , después d e violarlas , la ambición y el ocio, dan do a la raza las energías que han de permitirletransformar lo inac tivo y triste en sus ensueños en act ividad alegrey enriquecedora . E so es lº que , muchas veces, a la luz d e la luna ,

en las noches de marcha , durante el último mºvimiento revolucio

nario , sobre los gramíllares de buen olor y oyendo a lo lej ºs e l gritod el chaja, se dij eron mi espíritu dolorºsº y el espíritu doloroso d eJavier d e Viana .

El que tantas be llís imas pág inas ha consagrado al país , puede es

pe rar tranqu ilo el fallo d el futuro . Su nombre pertenece a la posteridad. lo mismo que los nombres de Acevedo Díaz y de CarlosReyles .

CARLOS RO! OL .

El prim er rancho

Hubo una vez un casal hmnano nacido en una t ierra virgen . Con e

eran sanºs , fuertes y animosos y se ahogaban en el ambiente de laaldea donde torpes capitanejºs, astutos leguleyos , burócratas sebo

nes disputaban preerninencias y mendrugos , largáronse y sumergié

rºnse en lo ignoto de la medrosa soledad pampeana . En un lugar quejuzgaron propicio , acamparon . Era en la margen de un arroyuelo ,que ºfrecía abrigo , agua y leña . Un guanaco , apresado con las bo

leadoras , as eguró por varios días el sustento . El hombre fué al mon

te ,y sin más herramientas que su machete , tronchó , desgajó y la

bró variºs árboles . Mientras éstºs se creaban a la intemperie , diosea cortar paj a brava en e l est ero inmediato . Luego , con el mismomachete , trazó cuatro líneas en la tierra , dibujando un cuadrilátero,en cada uno de cuyos ángulºs cavó un hoyo profundº. y en cada uno

c lavó cuatro horcones . Otros dos hoyos s irvieron para plantar lossostenes de la cumbrera . Con lºs sauces que sum inistraron las

“ tijoras

” y las ramas de .

“ envira” que suplieron los clavºs , quedó armadoe l rancho C on ramas y barro , alzó el hombre animoso las paredes dead ºbe ; y luego después hizo la techumbre con la

“ quincha” de paja,y quedó l ista la morada , construcción mixta basada en la enseñanzade d ºs grandes arquitectºs agrestes : e l hom ero y el boyerº .

Y así nació e l primer rancho, nido del gaucho .

En la soc iedad campes ina , allí donde lºs derechºs y los deberes es»tán rígidamente cod ificadºs por las leyes consuetudinarias , paraaquellas conciencias que v iven , en ínt imo y eterno contacto con la

naturaleza ; para aquellas almas que encuentran perfectamente ló

gicºs , vulgares y comunes los fenómenos constantes de la v ida , y queno tienen la insensatez de rebelarse cºntra e llºs, cºns ideran comoun placer. pero sin entus iasmos , la l legada de un nuevo vástago .

Que e l árbol eche una nueva rama mientras conserva la potencialidad d e su sav ia , es un deber idéntico al de cada vientre femenino ,

que _sa lvo causas extraordinarias

_ debe procrear s iempre .

Tener un hijo , dar la vida a un nuevo ser no constituye un orgullo sino la satisfección del deber cumplido ; d el primer deber de todaslas e species animales y vegetales d e rendir tributo a la ley mesiánioacreced y mul tiplicaosPor esº en e l ambiente campero , el advenim iento d e un nuevovástago no tiene las extraordinarias agitaciºnes, la exteriormac iónbulli ciºsa de la mayor part e de los hogares urbanos , que cifranel hecho cºmo un orgul lo, más que cºmo un d eber y un sent imiento .

¡ Insensibil idad !

25

¡ Atrºfia sentimental !No . L os padres , las madres sobre todo , saben que aquello significa

una carga más , unida a las innumerables de sus laboriosas exis

tencias que deben continuar como antes , s in descuidar e l afectuºsºcuidado y las angustias que les proporciona e l recién venidoNo están seguramente desprºvistºs d e cariño y de espíritu d e sa

crificio , mas en e l sentido egºísta y mezquino del pºsee dºr de una

j oya que guarda para su,d e le ite personal .

E s la obligada cooperación del individuo en el dolor común , que

todos debemos pagar a la humanidad para tener derecho a vivir .

E se concepto tan amplio , tan digno , tan nºble , y , sºbre todo, tanl óg ico que de la vida y sus obligaciones t iene e l casal gaucho, ex

plicam en mucho la nobleza y la heroicidad de su prºgenie .

La fam ilia

Era muy grande la Estancia Azul .

Eran suertes y suertes de campo cuyºs límites nadie conocía con

precis ión , y nadie , ni los dueños, ni lºs l inderºs se preocuparºn nuncade precisarlos .

. Numerosos arroyos y cañadas d e mayor o menor importancia, yd e boscaje m ás o menos espeso, lo estriaban , cºmo red vascular, en

todo sentido .

Entre suaves collados y ásperas serranías dormitaban los vall esarropados cºn sus verdes mantos de trébol y grarnil la ; y para darmayºr realce a la belleza de las t ierras altas , sanas y fecundas,por

"

aquí,por allá , d ivisábanse , en manchas ºscuras , las pústul as de

lºs esteros , albergue de la plebe vegetal y animal .La Estancia Azul , conocida desde tiempo inmemorial , a . la distan

cia de muchísimas leguas , j amás había salido , ni en la más mínimaparcela , de l dºminio de sus dueños primitivos .

Cinco generaciones de Villarreales se habian sucedido sin interrupción y sin fraccionamientos del campo . Los procuradºres , los agrimensores y los jueces nunca intervinieron en el arreglo de las

hijuelas .

Cuando fallecía el j efe de la familia , los hermanos solteros cºn

vivían en la azºtea Azul El mayor ej ercía , de pleno derecho , laadministración del establec imiento . En los casos de suma importancia había conclave familiar presidido pºr la viuda del j efe fallecidoy ella era e l árbitro , cuyºs laudºs se acataban siempre sin prote stas .

El hermano o hermana que contraían matrimonio , abandonaban ,

por lo general , el nido paterno Elegía“

el sit iº donde deseaba pºblar,y en acuerdo común se designaban los límites de la fracción de campo que le correspondía , m ás o menos , sin intervención judicial. sin

papel sellado , sin documentos escritºs , pºrque la palabra del gauchoera firma indeleble y su conciencia un testigo irrecusable .

Tales fraccionamientos resultaban puramente virtuales . Si e l cam

po d e uno se recargaba pºr exceso en el procreo o se angustiaba pºrazote s climatéricos , las haciendas trashumaban buscando refugio en

cua lquier otro paraje de la heredad cºmún .

Las onzas d e ºro guardadas en lºs bot ijos , eran brigadas de un

26

Los canadones mostraban áridas y ardientes, como la piel deldesie rto , las doradas arenas de sus lechºs .

Los arroyos quedaron reducidos a exiguas lagunetas , ais ladas ¡masde otras por lºs médanºs d e lºs altos fondos .

Lon grandes ríºs , exhaus tos , acºs tumbradºs a decir imperativam ente al viaj ador : ¡ pºr aquí nadie semejábanse en su

magrura a gigantes éticos , y debían sufrir v iendo cribada de port il l os su imponente murall a líquida .

El aire caldeado , cargado cºn las emanaciones de los mi llares deosamentas de vacunos , era cas i irrespirable .

Ni un clavel , ni un malvón , ni un toronjil resistierºn a la aridezferoz . Cayeron achicharradas las hojas de lºs cedrones, y se con

sum ierºn sin madurar las roj as frutas de lºs ñangap irésLos hacendados más pudientes resolvieron trashumar sus hacien

das, los animales que aún camin aban , en busca d e las t ierrasde l sud , más fértil es, menos castigadas por la sequía .

Una tarde , después de angust iosa recºrrida del campo , Manecº

de Souza penetró en el galpón y encarándose con Yuca Fle itas , el

hij o de su viejo mayord ºmo y su peón de más cºnfianza , le dij o :—Es to es el acabóse . Ya la gente no alcanza ni pa cueriar la

animalada que ¿Te animas a marchar pal sur cºn una

t ropa de tres mil novil lºs ?—Yo me animo a

- tuito lo que me mande , patrón .

—Hay que dir más de cincuenta leguas p'

abajo .

— Iré .

—Con seguridá que vas a dir de jando el tendal de novil los pu'

el

camino .

— Aunque me qued e unº so lo he llegar al dest ino, cºn la ayudade

Gil eno ; mañana , al clariar el d ia, paramºs rodeo y apartamo lo

mejorcito, y lo que llegue que llegue , y que lo que ha de llevar el

diablo, que cargu e . cuantian te s cºn él ! .

No alcanzaban a quinientos lºs novillos salvadºs , no obstante la

ºbst inada defensa de Yuca .

Pero lºs quinientos nov illos estaban gordºs , muy gordºs y al umparo de la escase z cas i equivalían a lo perdido .

Yuca r ecibió orden de cºnducir la trºpa a la Tablada .

Debía part ir al iniciarse e l día .

E sa tarde fué a desped irse de don Braulio , quien le había clado

pwtoreº .

Terminada la cena , que fué fes tín , y hecha ya la noche,noche ºpaca , huérfana de lun a y de es trellas, Yuca y Carmela se

encºntrarºn , sin duda por casualidad , junto a las raices morrudasde l ombu.

— ¡Te vas ! exclam ó la moza apesadumbrada .

—Me voy pero volveré .

— ¡ Es tan lejºs tu De aquí hasta allá has d'

encontrar

tantas mujeres que te brinden su cariño , que no es pero la gítel

—Si le tenés miedo a las tentaciones del camino , venite conmigº .

—Yo iria , pero .

Y él , oprim iéndola entre sus brazºs , ord enó— ¡Dam e un beso !Ella intentó resistir .

— ¡No , no ! . Si me besas me embozalás y tendré que seguirte a la

— Por juerza nº , pºr giiena gana .

Y se besaron .

Y en eso , en la sombra de la noche , toda hecha de sºmbras , sur

gió una más grande .

Era don Braulio, un viejo alto y rºbusto como un viraró , cºn la

cabe za y el rostro emblanquecido'

por copiosas barbas de toro .

— ¿Qué hay , guríses ? preguntó con voz plácida .

Tras breves ins tantes de indec isión , mus itó Carmela humildemente :—Yuca

"

me quiere sacar .

Solemne , e l viej o inte rrogó al joven :— ¿La querés?—Dejuramente—Tenés cara de gil eno . Dame la mano .

Y besó a la h ij a en laY a la madrugada , cuando tºdavía no se había encendido ning1ma

luz en e l c ielo , Yuca partía , llevando en la anca chata de su tordill o , al mejor clavel d e l pago .

A falta de sacerdotes , el radioso sºl levante , besándolos en la

frente , santificó sus desposorios .

Cuando e l forastero pronunció el sacramental “Ave María Purisima" , Candelaria , a lºs tirºnes con un ternero yaguané que se re

sistía a dejars e atar , cºntestó sin volver la cabeza :Sin pecad o Abajesé

”.

Puestºs frente a frente se dieron la mano y quedaron mirándºsefijamente , haciendo mutuos esfuerzos para reconocerse .

— ¿Vos sos Candelaria ?— ¿Y vos Saturno?Y guardando silencio bajaron la cabeza como avergonzados .

La hermºsa mujer q ue hacía años él conoció linda y ágil comoun chivito , era un a cua r entena flaca , seca , encorvada , miserable .

El galán apues to que supo ganar pºr entero su corazón virginal,ofrecia mayor aspecto de ruina humana . Largos cabell ºs , más blancos que negrºs , e incultas ba rbas, más tord illas aún , cubrían cabeaa y rºstro , dejando ver tan sólo los grande s ojos hun d idºs en las

órbitas , ardientes de fiebre , y la nariz corva y aguzada cºmo una

hoz .

—Vamos p'

adentro , dijo Candelaria .

Saturno la siguió , tratando de ahogar con la v ieja boa que le

rºdeaba el cuello , un rudo golpe d e tºs .

Penetraron en el rancho, en una pieza casi a obscuras , pues bienque fuese poco m ás de las cinco , el c ielo plomizo de aquella tardeinvernal tendía sobre el campo una noche prematura .

En medio de la habitación , junto a una pequeña mesa de pinº,estaba hun dida en rúst ico s illón de asientº y respaldo de cuerº

peludo , una vie jecita que temblaba d e frío .

—Mama . aquí está. Saturno, anunció Candelaria .

— ¿Saturno Rodríguez ? inquirió e lla , ¡María Sant ís ima !Acercate muchacho. ¡ Jesús ! ¡ Si hace tiempo t e creíbamºs muer

Y mientras Candelaria salía para ir a preparar un mate , la vie

jecita indagaba :— ¿Qué ha sido de tu v ida? ¡ Tantos La pobre m '

bi

j a t'

esperaba s iempre . .

El forastero in terrogó tímidamente :se

— ¡ Qué Propo rciones nº le faltarºn ; . pero ella tequeria y te había dado su palabra .

Candelaria entraba cºn el mate en el instante que la viejecitapreguntaba :— ¿Y vos?—Yo tampoc o . Trabajé mucho, siempre con mala Y

aura sºlo , muy enfermo, s intiendo que la muerte me viene p isandolos talones , me decidí a ven irlas a ver por úl tima vez .

— ¿Por qué por últ ima vez? Aura te quedarás con nosotros ; nos

otros te ¿No es cierto , mamá?— ¡Dejuro queSaturno meneó la, cabeza y dij o con honda tristeza :—¡ Imposible , Candelaria , impºs ible ! Los años y la desventu

ra nºs han devorado como los caranchos a los corderºs

¡ Ya no podemos seguir s iendo nºvios !

Ella , emocionada , cºn voz temblorosa , respondió— E s cierto ; ya no podemºs seguir s iendo pero podemºs

seguir s iendo am iguitºs ! .

El Santo d e “La v ieja”

Primula impera . El c ielo divinamente azul y estri ado de oro,

acaricia con su luminºsa t ibiedad el verd egal del campo , cons te ladode florecil las multicºlores .

Los pájaros , en tren de parranda , han abandonado la selva húme

d a y crepuscular para lanzarse en rondas frenéticas pºr la atmós

fera inmóvil , donde se embriagan de luz y de perfumes .

Y otra vez el amor , el germen de la vida , la semil la d e termo pod er germinativo emerge del vientre fecundo de la madre t ierra , d e

'

inagotable juventud .

En los ranchºs de d ºn Servando , grandes nidos de hornero . Elbrunº de las paredes desaparece encubierto por el opulento fºllaj ed e las parietarias s ilvestres , entre cuyas redes zumban los mangangas , revolote an las mariposas y ejecutan sus acrºbacias los in

cansables colibríes . L os Chingºlos familiares se pers iguen , gritan ,

30

sal tan ,vuelan , permitiéndose hasta audaces incursiones al interior

de los ranchos, y a veces rozan sus alas el cordaj e de las guitarras ,probando fugaces armonías que semejan burlescas risas d e alegres

jºvenzuelos .

Diseminados por e l patio se ven num erºsos grupºs . Sentados a

la sombra del ombu, e l dueñº de casa y otros viejos , vacían pavas ytabaqueras , evocando recuerdºs de lºs t iempos remotºs .

L os guitarreros se turnán para que todºs puedan compartir los

placeres del baile y del galanteo; y también se turnan las muchachas , reemp lazándose en e l acarreo d e l mate y en lºs preparat ivºs

d e la cena , teniendo por base la vaquil lona con cuero , cuyºs asa

d os preparan desde hace horas , emulando en maestría y en paciencia , viejos de enmarañadas barbas tord il las y mocetone

_

s lampiños .

El horno , cargado al alba , conserva aún ardientes sus entrañasdespués del “ amasijo las tortas y las rºscas, y últ imamente , a fue

go lento , lºs lechoncitºs

Cerca del horno , en cuclillas frente a la olla de hierro de tres

patas , tía M aria , la negra centenaria , no cesaba de amasar y fre irpasteles , que iban desapareciendo cºn mayºr rapidez que la por

el la empleada en confeccionarlos .

Al ladº d e la puerta del rancho , repant igada en rústico s illón ,

obra del viej o Servando , con asiento y respaldar tapizado con

fina y vistºsa piel de ternera yaguare, la cabeza cubierta con un

pañuelo de seda azul y blanco , reciente obsequio de su hijo primogénito ,

la patrona” distribuía entre tod ºs la plácida mirada de

sus ºj ºs de santa y su sºnrisa de infinita bondad .

Y cuando se recibió el aviso de que“ faltaba pºquito pa estar a

punto los asaos”

, tres guitarreros desgranaron las notas briosas ya legres d e un pericón .

Formárºnse rápidamente las parej as , pero antes de in iciarse el

ba il e .

— ¡A1to ! gr itó Pedro , el prirnºgénito , quien fué hasta el ombú,tºmando de la mano a su padre , lo obligó a levantarse . y a seguirlo ,

diciéndºle :—Venga , tata .

Lo llevó hasta el sit iº desde donde cont inuaba sºnriendo beatifioamente la madre , a la cual cogió la diestra , y echándola en brazºs

d el esposo , dijo :—H oy es el santo de la viej a ; los v ie jos tienen que hacer lºs hono

res d e l bail e .

— ¡ Sosegate , muchacho ! replicó ella sin oponer mayores resiatencias .

Don Servando , súbitamente rejuvenecido , aceptó .

—¡Vení, Vamºs a echar un vistazo a las taperas y a eu

senarles a estos charabones cómo se bailaba el pericón cuando nos

otros éramos potrancºs y nuestrºs padres ten ian m an iaos los re

d omones junto al guardapatio , y clavadas las lanzas al laito ,espe

rando que llegasen las barras del día pa dir al encuentro de los ca

ma t adas , pa cumplir la palabra d e morir defendiendo la

¡ Encºm iencen , musiquerosasí como la tierra guarda en su seno la simiente de las eter

nas'

primaveras , lºs dos viejºs arrancaron del fºndo oscuro de más

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de media centur ia de vida y de lucha, las luces y lºs cº lores , la eracil idad y la energía y e l perfume amorºso de lºs blancos rac imº. deaque llºs sarandises que fueron tes tigºs de sus

Manuel Rodríguez era uno de aquellos godos que adustos por

tenaperamento , se habian inflado de o rgul lo, un orgullo cre cie nte , que

se iba hacia la soberbia y la ins olencia , a medida que amontonabanse las onzas de oro en sus bºtijos.

Su boliche , un ranchejo de cebato y paja , perdido en un valleexcavado en la tierra fronteriza , fué transfºrmándºse en tan rápidoprogres o, que al término de un decenio era una imponente fábricad e cal y canto : inexp ugnable fortaleza , contra la cual las más famosas pandillas de bandoleros sentisse impotentes y pasaban de largo .

O llegaban para traficar con el altanero come rciante , quien los

recibia detrás de la formidable rej a d e la glorieta , rodeado por una

guardia de negros esclavos armadºs hasta los dientes .

Altanero y despreciativo , obse quiaba cºn vas os de caña y ginebraa su canallesca parroquia ; contrabandistas, cuatreros, ladrones yasesinos . Cºn su valioso cºncurso y el agotamiento de vecinos ne ceSitados había realizado dºn Manuel Rodríguez su cºns iderable fortuna .

Ego ísta por temperamento , corazón árido, conciencia maleable , no

l e conmovía ningún dolor ajeno , no era capaz de un s erviciº que no

le fuese usbrariamente recompens ado .

Y acontec ió , entre muchisim as incidencias semejantes, la de Constancio Olivera , capataz de trºpa , avecindado en - la comarca , quien,

(encontrándose enfermo, le solicitó el préstamo de veinte pataººnes .

Respondió e l indigno :—Dígale a Constanciº que la plata se cuida con la plata ; que me

mande los ocho tordillos de su trºpil la y le mandaré los veinte pa

tacones .

—E s caso de— ¡Razón d e más ! En caso de necesidad no hay que medir e l as

crificio . Dígale que con la tropilla me ha de enviar también la pe

t izaOlivera rechazó la oferta indignado .

Transcurrieron variºs añºs .

En un atardecer de agosto , fríº y lluvioso , Constancio regresaba dela c iudad , con sus peones . En esa época tropeaba por su cuenta .

Aquel acarreo fué para él un desastre . Lluvias diluviales , rios y arro

yos cuando llegó a la Tablada le quedaba la terceraparte de los novil los , y en pésimo estado . Apenas si obtuvo 10 sufic iente para pagar los peºnes , y regresaba con el cinto vacío .

Llegaban a las proximidades de l Arroyo Negro , cuando sintierºn gritos angustiosos que partían de l paso .

Aun , s in cºnsultarse , Olivera y sus peones pusieron a galºpe sus

caballos .

En e l vado , cre cido , un carretón arrastrad o por la corriente , estaba en vísperas de hundirse ; sus cuatro caballos, enredados en los ti

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ros , medio ahºgadºs , ya no hacían fuerza para ganar la orilla . La

catástrofe era

Rápido , sin titubear un momento , Constancio desprendió el lazº yse lanzó al tº rrente . C on gran peligro de su vida , logró enl aza r uno

de los caballºs carre tonerºs , y con esa cuarta” s ingular consiguióllevar a la oril la e l

Grande fué la sorpresa del trope ro cuando advirtió que los pasa

jeros eran don Manuel , su esposa y tre s hij as .

Don Manuel , gravemente enfermo , d irigíase a la capital .El también quedó sorprendidº al reconocer a su salvadºr ; y el sus

to pas ado , quizá. el miedo d e que Constancio vengara la ofensa le

j ana , le movieron a un acto d e ge neros idad insólita : se desprendióe l cinto , inflado de onzas de ºro y se lo tendió al gaucho .

Y éste , afirmándose en lºs estribos , irguiendo el bus to, respºndiócon sublime altanería :

—¡Guarde su ¡ Ningún crioll o admite paga por un ser

¡ Servicio que se cºbra , es negocio , no

Sobre e l rec ado

Impºs ible es cºncebir el rudo dºmador del des ierto sin el complemento de su spe ro .

El civilizador prim it ivo , el ºbrero heroico que desafiandº tºdºs los

peligrºs y sºportando todas las fatigas pobló las hoscas soledades,echó lºs cim ientºs de la industria madre , cºnquis tó la independeucia e impuso la l ibertad . vivió siempre sºbre el recado , pasó su vidasobre el recado .

Desde el amanecer hasta el toldar de la noche , el épico pastor d emús cul os de acero y voluntad de sílice , bregaba infatigable enhºrque

tado en su pingo , y e l apego era a un tiempo s illa y herramienta yarma defens iva .

En el transcurso del medio s iglo de la gesta , los lazos y las bºleadoras del abuelo gaucho cºntribuyerºn cºn mucha mayor eficacia

,al

fundamento de la riqueza pública y de la integración naciºnal, que

los lat inºs y las ampulosidades retóricas de los“ lomºs negros ciuda

danºs .

El apero e s la exmesión perfecta d e la multiplicidad de neces idadesa que estuvo sºmetido el individualismº victºrioso d e nuestro gauchº .

Cada prenda mere ce un himno , porque cada una de ellas d esempeña un cometidº .

Desde la humilde bajera has ta el orgul lºso cojinil lo desde e lfiador

”a la

“ encimera” , bºzal , cabestro , maneador y manea , todoconstituye algo

semejante a un taller , donde ninguna pieza es mut il , donde a cada una le corresponde un

cometido , y en ocas iones , múltiples .

Durante casi todº el día y todos los d ias , el gaucho permanece so

bre el recado . Sobre él trabaja , sobre él pelea y sobre él va en bus

ca de los reducidºs placeres que le ofrece su vida de luchador sintreguas .

Y cuandº llega la noche , la s illa , la herramienta , el arma , se con

vierten en lecho .

Blando, incºmparable lecho sobre e l cual e l hérºe descans a , duerme

33

o medita o su eña en proezas guerreras , en derroches de cºra je , en

lucha contra usurpadores o t iranºs , o t iernos idilios con la pastºra

que tiene e l nido junto al arroyo, donde se besan las bras as de las

flores del ceibo con l ºs pálidos labios perfumados de la flor delsarandi .

H ºspital idad

La estancia quedaba muy a trasmano , cas i en el fondo de la horqueta formada por e l caudalosº Ibaracoy y su feudatario el Pintado . El único caminº que cruzaba el dominio b acialo a cerca d e

dos leguas de las casas”, y pºr tales c ircunstancias eran cºntadºslºs forasteros que llegasen a ell as .

El arribo de alguno , anunciado con larga anticipación por las

toreadas” de la guardia perruna producía“

, si no alarma , rece lºen la población de aquelEn lluvioso atardecer de julio comenzó a ladrar desaforadamente

la j auría ; y el patrón quien , en rueda cºn el capataz y los peones , aprestábase a pegar el primer ta j o en e l dorado cºstillar,prestó oído y di j º :—Viene gente .

— Parecen varios observó el capataz .

—No ; es uno sólo .

_El chapal iar d el campo engaña .

Empero , no ºbstante la respetable ºpinión del patrón , todºs se

cercioraron de que llevaban las armas al— ¡Ave M aria— Sin pecado Abajesé .

Desmonta e l foras tero . Tiende la mano a todºs e interroga—Si me permite hacer vengo de lejos y con e l caballo

— Desens ill e no más , y ate a soga pa la zurda'

e las easas, …que haygilen pas to .

Retºrna e l viajero ; echa el apero en un ángulo del galpón , se

quita e l poncho , que chorrea agua , lo extiende sobre una pila d e

cuerºs vacunºs y se acerca a la rueda , al calor de l hºgar .

Es un hombre como de cuarenta años . Su rostro , que expresa en

alto grado la energía criolla , es tá intensamente pálido . Ancha vendacubre la frente y e l ojo derecho . La venda está manchada de san

gre , denunciando una cuchilladaSe cena . Luego c ircula el amargo . Se habla .

—H a llovido mucho . Los arrºyos deben venir creciendo—Vienen repuntando ligero , respondió el huésped : el Cara

guata lo band ié a bolapié , y en e l Ibiracoy boye un trecho . M aliseo

que a estas horas ya no ha'

e d ar pasº .

— ¿Uste es baquiano pu” estos pagºs?—Soy oriental : un oriental es baqui ano en tuitas part es .

Cuando empezaban a ensombrecerse lºs rubios de l fogón , uno d e

los peones encendió la“ luminaria” , una esponj a d e campo em

bebida en grasa de potro y puesta en el interior de una guampa de

toro cada cual tendió la cama con su apero . El huésped lo mismo.

— ¿Apago?—C uando guste .

34

Además de estar a la recíprºca , todos están interesados en e l triun

fo que representará“ la casa

, el honor d e la marca y laNadie ensil la e l favorito ; nadie se atrevería a pedirse lo prestado ,

pºrque todos saben que el flete , cºmo la muj er y las armas , no se

prestan nunca .

El flete es un mimoso . Su dueño lo ens ill a sólo para hacer lucirsu gallardía en las visitas a la nºvia o pretendida , para enardecerlo,en las corridas de sortij as o en las lides de la pista .

Vive fel iz en su holganza , compartiendo con el amo el júbil o delas victºrias .

Y cuando estalla una revuelta , él también abandona la querenc ia y acompaña a su dueño en los azares de las bélicas aventuras .

Nunca se le ensil la en las marchas; para eso cualquier sotreta

sirve .

E s la reserva .

Cuando su dueño lº monta él presiente la proximidad de la lucha ,

y al oír el retumbo del primer tiro , enarca el cuello, alza la cabeza ,

orej a nerviosamente y se impacienta por partir .

Su sangre hierve , el olor de la pólvora lo embriaga , y en el infiernode le s entreveros , se agita , resopla , fuerza el freno en ansias de botesbriosos e identificado con su j inete , buscandº triunfºs para él , all í cºmo frente al rancho de la

'

prenda , como bajo el arco de la sortij a,como sobre la pis ta de las carreras , evoluciona por sí sºlo , propiciandola eficacia de la terrible lengua d e hierro del iracundo lanceador .

Cas i nun ca vuelve al pagº .

No”

pocas veces la inmºvilidad de la muerte los j unta , tendido uno

juntº al ºtro en el lºmo de una cuchilla , al j inete y al parejero .

El bo te gaucho

H a llovido mucho ; el campo está encharcado , las canalizas bu

fantes , e l arroyo convertido en ancho y torrentosº ríº . El gaucho l lega al vado y ºbserva el sauce indicador ; en la ocasión , ésta ha su

bido hasta el arranque de las ramas, m ás de un metro desde el suelo .

La velocidad con que pasa la resaca pe rm ite advertir la extremaviolencia de la cºrrentada, y el gaucho se da inmed iata y cabal cuentadel inmenso peligro que ºfrece la travesía ; mas no se inmuta pºr

ello : es necesario pasar , se Echa pie a tierra , se quita el

poncho y “ compone e l recado , apretando bien la cin cha en los so

bacos ; acºrta lºs estribos ; da _ cuat ro dobleces al poncho y lº pºnesºbre los cojinillos , apretándolo con la sºbrecin cha ; luegº se quitalas bºtas , que acollara y amarra a lºs t ientos . E n se guida monta , sepersigna y penetra lenta y serenamente en la inmensa sabana de

El tordillo , valiente y avanza , hundiéndose cada vezque el agua le bañe e l lomº ; hay De prontº , pierde pie , levanta la cabeza , dil ata las narices y resopla con El j ineteafloj a las riendas , se cºge d e las crínes d e l bruto con la mano iz

quierd a , desmonta y acostándose sobre el agua , se dispone a la luchatitánica . Por unas brasas , el tordillo nada en línea recta , m as , de

pronto , lo embis te la cºrriente , obligándolo a virar río abajº . El gaucho lo guía palm eándºl e las quijadas cºn la mano Hay mom entºs en que parece que e l bote viviente va a zozobrar ; pero alm a

3 6

de nuevo , resuella fuerte y sigue avanzando en la larga terrible d ia

gºnal que ha de conducirlº a la ºtra o a la Seha llegado a lo más recio de la correntada ;_

las ancas del animal sehan sumergidº ; luegº el agua le baña e l lomo , y ya sólo emergen lacabeza y el cuello Mºmento de suprema angustia . Un esfuerzomás y el noble bruto afirma los remos delanterºs en e l fondo del río ,

hipa , se encoge y reuniendo sus últimas fuerzas , da un brincº y quedaplantado y temblando en tierra firme .

El lazo

Ocho t ientos , nada más que ocho

¡ Cuánta ciencia se requiere para eleg ir y preparar el cuero , cortar,emparejar y sºbar a mºrdaza esos largºs y delgados filamentos depiel , que e l arte del trenzador convert irá luego en cable de acero .

El cuchil l ito“

mangorrero” hace prºdigios en la labor prelim inar

de afinar y emparejar . El trenzad ºr es generalmente un gaucho debarbas tord il las , tord il las blancas , comº el pelo de los tordillosviejºs , pero e l pulso es sereno y firme ; para el gaucho de ley hayd ºs cosas que no tiemblan nunca por más llenas de años que lle

ven las maletas de la vida : el pulso y el corazón .

Preparados lºs t ientos , entra a ºperar el art ista , que aparte de su

habil idad , parece tener mucha fuerza en las muñecas y mucha sa

liva en laUna buena friega cºn hígados de novillo recién carneado , y ya está.

prºnto el admirable instrumento campero , con el cual harán prodigios la destreza y e l temera r io arroj o de lºs centauros .

E sa obra prolij a y sabia del vie jº paisano va a ser factor impoant is im o en la fundación de la industria nacional .Substituyen do cºn frecuencia la brutalidad de las boleadoras , él

capturara el potro que defiende su libertad en frenéticas carreraspor las llanuras y por las serranías .

Y él cautivará al tºro ind óm itº que ha de convertirse , bajº e l

peso del yugo , con el arado o la carreta , en eficaz cºlaborador delhombre en aquella lucha titánica de la civil iz ación del desierto .

Y con su ayuda las vacas montaraces serán domesticadas , convertidas en bondadosas lecheras .

Y , en casºs dados , también servirá para pelear con las fieras ,lºs yaguare tés y lºs pumas y los perros cim arrones , que sembrabanel te rrºr en e l despºblado .

Y en e l vadº de un arroyo crecido , será maroma para jardinerasy d i ligencias .

.Y en la lucha épica de la emancipación , m ás de una vez los usur

padºres temblaron al sentir el s ilbidº de la argºl la del lazo de catorce brazas cºn que el gauchº hercúleo iba a buscarlo detrás de lascureñas de sus cañºnes .

Porque no es un chiste la famºsa exclamación de un oficial legionario , previniendo a sus soldadºs :— ¡ Agache que v iene la p iul e !

37

El mancarrón

Un caballo que plantado sobre sus cuatro patas avej igadas, con

las ran illas peludas , abro jientas las crínes y la cola , lanudo e l pe

lambre ,estira e l pescuezo , agacha la cabeza y ni se queja mientras

la c incha cruel , de la que apenas quedan c inco o seis hilos , le opri

me la panza abul tada , di latada por su habitual alimentación de

pastºs ruin es es sºlamente “un caballo”

; es algo menos que un ca

ballo , es un mancarrón”

.

Es feo , es desgarbado . No es , generalmente , viejo , s ino envej ecidº .

E s fuerte todavía .

Aguanta tºdo un día cinchandº leña en el monte y no se quejapor que después de haberlo galopado a lo largo de ve inte leguas ,

—lodesensillen al anochecer y lo larguen al campo , bañado en sudºr , para que sus pulmºnes d esafían el hºrror de las heladas invernales .

E s humilde es dóc il , y ha dejado de presumir …

Cuandº algun peoncito zaparrastrº=o de mucha melena y patadescalza , lo hacía fºrmar en la ori lla del camin o entre los espectadores de una

“ carrera grande”, él , con el pescuezo estirado y la ca

beza gacha , ni tentaciones experimentaba de comparar la—miseria

del apero que le vest ían , con los“ herraj es” de plata y oro de sus

vecin os, fletes de luj o cuando n o parejeros a la expectat iva de un

lance .

Y cuando soltaban la carrera y los cºntendientes pasaban enfrenético galope entre el estruendo de aplausos , de gritos , de in citaciones , que les hacían re dºblar energias espoloneados por el

orgullo del triunfo , el , que en un tiempo fué parej ero que en másde una ocasión experimentó esas s ensaciones de arrogante desafío ,permanecía indiferente , agachadas las ºrej as , fij os los grandes ºj ºstristes en e l suelº árido , pelado , que no ofrecía ni la amarillenta raízde una sos a pastura a su estómago veterano en hambrunas .

M ancarrón .

Cosa que fué y que vive aún , y presta servicios y , por lo tanto, cont inúa siendo” para lºs demás , habiendo cesado de ser para él mis

M ancarrón .

Nº era sólo . Sabía él de muchos hombres igualados a su miseria ,y que la avidez y el egoísmo de los amos habían cºnvertido en"mancarrones

"

L os yuyos

En el momento de encerrar los terneros en e l chiquero, uno de ellos ,

juguetón más que rebelde , obliga al peón a perseguirlo por entre el

yugal del antiguo basurerº . Flagelados sus desnudºs pies por las es

p inas de cepacabal lo y la cáustica pelusa de las ortigas, al volver algalpón lam entábase así : ¿Pa qué habrá criado Diºs semejante sabandij a?” Y el anciano filósºfº campes ino,enseñó : —

D iºs nº ha criado esa cºsa inútil . Culpa es de la des idia ,d e la incap acidad o del orgullo del hombre , que algunas lº dañenen vez d e serv irle . Yuyos fueron las más bellas plantas que el cult ivº ha transformado en encanto de los j ardines, en materia in dus

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trial y en defensor de nuestra salud . También es un yuyo cada niñ o,y continuará siendo un yuyo inútil y perjudic ial, si e l hombre no lo

transforma por medio del cultivo intelectual y moral

El muerto d el esqu inero

¿Sabe el lector lo que es un esquinero”?Llámase así el pos te grueso , fuerte , plantado en el ver

tice que fºrma el ángulo d e d ºs líneas de alambrado . Por más recio

que fuese y pºr más hondº que esté enterrado , este“ principal es

quinero no podría nunca resis tir a las d os fuerzas divergentes que

necesariamente lo harían caer en e l sentido d e la resultante d ia

A ºbj eto de contrarrestar esas d os acciones cºmbinadas , se cavaa un par d e metros del alambrado , en su parte externa , una fºsa

de un metro de profundidad , donde se sepulta otro poste , grueso , duro , im putrescible , al cual se amarra una brida , res istente torzal dealambre que parte de la punta d e l “ esquinerº” .

Este pºste acostado bajo tierra , se llama en e l gráfico decir campes ino ,

“ un muertºSe le echa tierra encima ; se apisona ; más tarde la gramilla crece

encima y el foso queda como una tumbaCierta vez, viaj ando pºr e l despoblado , el que esto escribe , llegó

al ca er la noche , a un rancho pobre , donde tres gauchºs viejos velabane l cadáver d e un viejº gaucho . Indagó quién era e l muerto y res

pond ierºn :“Un hombre que vivió haciendo e l bien y a quien , al morir, nad ie

lo recuerda . Hay hombres que sºn cºmo los“muertos” de “

esquine ros

de alambrao , que sºportan todo e l peso , hacen la gloria de lºs ºtrºs ynadie los considera , pºrque están bajo tierra y nadie los ve y nadielos

La se ca

Las atroces torturas de la sed convul sionaban al campo que , desaparecido el verde pelaje , mostraba la ignominia de su epidermis parday por todas partes agrie tada . L as vacas esquelét icas , cuyºs il íacos

amenazaban agujerear el cuero , tenían pintada en sus grandes ojºsbuenos , la angustia del an iquilam iento . L ºs terneros , escuálidos , bamboleantes , imploraban con balidos lamentables , el sus tento que no

podían darle las ubres exhaustas . De trecho en trecho veíanse manchas negras fºrmadas por grandes bandas de cuervos que se cebaban

glotonam ente en las osamentas de las reses muertas . El pers istentevientº Norte , abrumador y d eletéreo , acrecentaba el tormento de la

A intervalºs nublábas e el sol , encendiendo la esperanza deuna lluvia reparadora; pero minutºs después desaparecían lºs nubarrones , restaurando la inclemencia Ya la desolación iba l legando al máximo , cuando en un atardecer de fuego, fué lentamentetºldándose e l cielo hasta producir una obscuridad de ecl ipse . También , cºn desesperante lentitud , fué caminando el viento , y tanto loshumanºs como las best ias, enmud ecieron para no

“ ahuyentar la tor

menta Transcurrió más de una hºra de indescriptible ans iedad .

De súbito , una enºrme daga de fueg o rasgó de arriba abajo la ne

gra Res tal ló furibundo un trueno ; gruesas y espaciadasgotas cayeron sobre la tierra , cuya avidez dej ó escapar un vahº

capitoso ,y segundºs más tarde , una l luvia torrencial bañó la tierra ,

devolviendo la alegría y la esperanz a a los campºs , a las plantas , a

las bestias y a lºs hºmbres .

El re y d e l arroyo

Tr iunfa primavera . Los árbºles , cual las- muchachas hacendosas ,

se han cºnfeccionado ell os mismos primorosos vest idºs de seda verderecamada de flores poli cromas . Cada arrayan e s un pebetero , cada

sarandi un incensario . Los pajaritos , ebrios de'

luz y de perfume

y de amor,triman sin cesar , brincando de rama en rama . Al borde

del arroyo , sobre pe queña barranca que semeja e l estrado d e un trono ,triunfa

,envuelto en el regio manto escarlata un majestuºso ceibo .

B ello cºmo el“ prince charmant” de las leyendas , es el ºrgullo del

bosque y el rey del arroyo . No existe en los más fas tuosos parquesde la ciudad , árbºl que le iguale en hermºsura . Pero no se le adm iteen los parques y j ardines de la c iudad , porque es un rey bárbaro , deestirpe gaucha , como el ombú, el ñangap iré y la pasifl ora . La exube

rancia de sus flores , purpúreas como la sangre pura que nutrió lºsorganismºs sanºs y fuert es d e la raza nativa , ofende la c loró t ica

languidez de las realezas importadas .

Los “pelºs”

Entre las múl tiples supersticiones gauchas dice uno de nuestros emin entes soc iólogºs , se encuentra la que prejuzga las aptitudes de una cabalgadura por el colºr de » su pelambre . Así, un

“ tordillo” es excelente nadadºr ; los overos” no t ienen igual para carreras ; lºs

“tubianos

”nº s irven para nada ; y sigue sin término la

sandez de la clas ificación empírica que hace depender las condicionesdel equino del colºr de su pelo” .

Completemos , primero , para enseñanza de quienes tienen o

tengan necesidad de ut ilizar cabal lºs la lista que dej ó trunca el sa10 :

L ºs lobunos sºn maulas para el camino vale decir , para parere jeros lºs m erºs los pangaré s” y los tostadºs” sºn infat iga

bles en las galopadas de lºs largos viajes ; los overos perdºne elmaestro sºn l igeros , pero sin resistencia los

tub ianos” otra

vez , perdón , resultan insuperables cºmo los“ zai

nos”son dócil es , vigorosos e inteligentes ; los

“ºscurºs”

, excelentes para las tierras bajas , resultan inservibles en las serranías ; lºs blancos son tºdºs asustadizos , y no existe un picazo que no sea receloso e irreduct ib lem en t e arisco (de ahí , tal vez , el proverbio . Mºntare l picazo lºs

rab icanºs lºs“ lunarejos los entrepelaos resul

tan muy buenºs o inservibles .

Todo e so es verdad ; verdad relativa como todas, pero verdad com

probada por larguís ima experiencia verdad que la ciencia explica yque nuestros soc iólogos cal if ican de supe rstición pºrque en su igno

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rancia tras truecan los términos del fenómeno : No es el pelo”el que

da las aptitudes ; son las aptitudes heredadas las que determinan el

pelo , como que en la naturaleza nada es arbitrario ni caprichoso .

L os pe rros gau chºs

La idiosincras ia animal , como la humana , se plasma bajo la influencia combinada de factores internos y externos . E s ley fatal paralas razas y los individuos , adaptarse a las mutaciones del medio am

bient e o sucumbir . El perro gaucho no escapó al imperio de esa leyun iversal . A fin de perdurar, hubo d e conformarse e identificarsec on la naturaleza de l suelo y las exigencias de la vida a que le

sometía el trasplante . Y e s así como el perro gaucho resul tó adustoy parco , valiente sin fanfarronerías , y afectuoso sin vilezas, copia

moral de la moralidad de su amo .

Los bueyes

En la aldea con presunciones de capital , había dignatarios solemnes , clérigos engreídos , démines pedantes , licenciados d e H ipócra

tes ,y leguleyos siembrap le itos , más temibles que la lepra .

Y había tertulias familiares donde las damas discutían sobre tra

pos y donde los mozalbetes pelaban discretamente la pava bajo lav igilancia severa de las rígidas mamás .

Y había e l café , donde el Corregidor y e l Alcalde , el cura y el farmacéut ico , e l procurador y el tendero , amenizaban las partidas detres illo con graves comentarios sobre la polít ica .

Y hasta había la. Casa de las Comedias .

En cambio , en la campaña , noche y día , todas las noches y todos losdías soplaban iracun dos vientos de tragedia .

Y todo era esfuerzo continuo de la imagin ación y del brazo , perpetuoal erta , heroísmo permanente .

¡ L os“ bárbaros”, para labrar la t ierra y mover los pesados vehícu

los em que debían conducir el producto de su trabajo , lo único que

daba vida y hasta enr iquecia a los sibaritas de la orgullosa aldea ,sólo disponían de los bueyes .

Y como ellos sabian dominarlo todo , dominaron los toros brav íos,los toros de imponente cornamenta , de ojos de fuego , de coraj e deleón .

Y los hicieron bueyes . Apagaron sus rebeldias , los civilizaron , los

convirtieron en trabajadores , haciendo entrar en sus cerebros es

posos , la orden evangélica :“

C on tu sudor ganarás el sustentoMansos al extremo de que un guri los domina y conduce , cuando

los de suñen van a pacer cerca de las casas , y al caer la noche , allícerquita se echan y rumian sin ocurrirsíe

'

le s huir en busca de la selvaagreste , amparo de sus vir iles mocedades .

Y no ignoran , sin embargo , que al clarear del día s iguiente , deberán entregar de nuevo a la t iranía del yugo y la coyunda , su fa

t igado testuz , para seguir force jeando por las cues tas abruptas de lasserranías y por los terribles barrizales de las llanuras .

Tienen conciencia de su deber y lo cumplen .

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El espíritu de l gaucho l es ha impuesto la necesidad de res istencia , sobriedad, abnegación y sacrif icio .

La gu i tarra

La noche cayó de súbito , como si hubiese s ido un gran cuervoabatido de un escopetazo .

La atmósfera , inmóvil , t enia una hum edad gomosa , mort ificante ,repulsiva como la baba del caracol .Reinaba un s ilencio opresivo . Las cosas no tenian rumores ; las bo

cas no t en ian lenguas .

Ni un sólo farolito este lar taraceaba la cúpul a de lumaquela funeraria del c ielo .

Tan solo de cuando en cuando , alguna luciérnaga hacia pestañear su dim inuto fanal fosfores cente .

En el galpón , e l hogar está apagado . El trashoguero , cubiert o deceniza , no deja sospe char ni un resto de lumbre .

En el rancho está solito Venicio .

Solito vive , sin m ás compañeros que sus d os perros picazos y los

horneros que tienen sus abovedados palacios en la cumbrera del rancho , ornando el moj inete .

No hay otra cosa en diez leguas a la redonda .

Ningún camino conduce a la

Para ahuyentar la tristeza ambiente , Veni cio coge la guitarra ysentándose en un banquito d e ceibo , bajo el alero del rancho , im

provisa estilos y coplas , coplas y estilos que son como la expresiónd e una gran sensibilidad cautiva dentro de la j aula inmensa del cielo .

Los sentimientos que borbotean en e l alma del gaucho solitario,se cua j an en melodías que se exp anden y van decreciendo hasta mo

rir en lo le jano, como e l son de una campana de igles ia lugareña .

Canta la guitarra y canta gemidos, penas de soledad, nostalgia deafectos .

Y en la noche caliginosa que pesa sobre e l desierto, sus voces sua

ves , arrull adoras como canto de palomas monte ses , y a veces se

veras en el vibrar de las bordonas , parecen salmos religiosos , an

s ias de un anacoreta que sueña amores , proc reación , vida,el futuro que su vis ión profética dibuj a en las

El chajá

Es el perro de los bañados .

Y es , entre todas las aves nativas , la más airosa .

Con su hermoso plumaje griseo , con su gallardo penacho , con su

porte majestuoso. siempre alta la testa , siempre en llamas la mirada,

arrogante , altivo , desdeñoso , sin miedo a nada , ni a la escopeta cu

yos chumbos d ificilmente tras pasan su espe sa coraza de plumas , es

todo un alado cadete de G ascuña .

Severo en sus cos tumbres , sobrio , monógamo , es vigilante custodia d e su compañera , mientras aova o empol la , y en sus via jes porlos aires , en lo muy alto d e l cielo , rival en caudas con las águi la.reales , s iempre va acompañado d e su consorte .

Desprec ia las carroñas .

42

El mata corderos , asalta gallineros , roba guascas , pero su v iveza,su astucia , su gracia , su audacia le hacen perdonar sus arterias .

Uno de sus mayores méritos en e l concepto del gaucho es e l afánque demuestra en que se conozca su hazaña , exponiendo cons tantemente la vida con tal de burlarse de sus víctimas , con su audacia ,por enfurecerlos con sus burlas , con su audacia , con su habilidadpara escapar al peligro voluntariamente provocado .

El gaucho lo quiere porque Don Juan tiene muchas de las cual ida

d es que él más apre cia : la viveza , la agil idad , la travesura , la hidalga franqueza , el afán de aventuras y e l menosprecio por la vida .

La semejanza que e l gaucho encuentra entre su propio espiritu

y e l espiritu de Don Juan , motiva la inconsciente s impatía que profes a al s impático merodeador .

Los chingolos

Otro simbolo .

En la hoguera estival se encuentra en su elemento . La opulenciade luz lo embriaga . Su pardo plumaje se esponja , dando mayor apa

riencia a su cuerpecito in significante , su vivacidad aumenta , mul tiplica sus acrobacias, sin que el calor lo sofoque .

Empero , los rigores del invierno tampoco lo am ilanan .

Su alegria resis te a todas las inclemencias .

Vuela y revuela , salta y salta y cuando, empapado , pegadas las

plumas al cuerpo , una ráfaga lo obliga a aterrizar súbitamente , lanza un grit it o burlón , que semeja la eterna r isa del niño sano , corre ,brinca , coge de paso algún gusanil lo y torna a remontarse en el air ey a piruetar , contento , seguro del valer de sus alas minúsculas .

Y si el embate es demasiado rudo, se refu g ia entre la ramazón dealgún árbol , o bajo e l alero de un rancho o entre el yuyal vec ino,o se mete , confiada y familiarmente , en el galpón o en la sala .

No tiene temor . Como es bueno y no hace mal a nadie , se siente¿eguro entre aquellas gentes buenas .

E l único miedo está en recibir la pedrada de algún chicuelo trav i ese , chingolo hum ano ; pero era peligro pequeño , porque su

habilidad sabia esquivarlo cas i s iempre .

Y pasado e l peligro , gorjeaba , saltaba , daba volteretas en el aire ,sin objeto , por puro gusto , por dar escape al exceso de fuerza vital ,de la alegria de vivir , de idéntica manera que e l guri da vueltas decarnero , le tira de la orej a al perro bravo o se mete entre las patasde los redomones atados al palenque, con la confianza que tienenlos buenos en la bondad de los demás .

No conciben las c imbras traidoras ocultas entre la gramilla inocente ; no sospechan que existan quienes hagan mal al que solo sa

be hacer bien ; hechos con luz de amor , ignoran el lodo d e l odi o .

Son los chingolos .

L os que viven felices en su insign ificancra los que se contentancon procurarse el sustento y beneficiar sin calculo de recompens as .

Los que hacen bien por instinto , los que son ingénitam ente buenos, y , por lo mismo , alegres .

Los que están acostumbrados a beber en las puras aguas del arro44

yue lo , insospe chando la exis tencia de ciénagas que ofrecen lemt ivos ,

sat isfacción a las sedes y dan veneno .

Son los chingo los .

Son los gauchos .

Rescat e

Era hace mucho t i empo , mucho tiempo , en los primeros años de

la coloniaLas guerras guaranít icas y el intrincado pleito c on los lus itanos ,

dejaban a los gobernadore s españoles poco tiempo para ocuparse de lfomento industrial de los territorios .

Las campañas estaban casi des iertas .

En e l lej ano oriente , en la enormidad de las tierras bañadas por

e l Hum , Olimar, Cebollati , Tacuarí y Yaguarón , e ra menest er trotardías enteros , desde e l rancho de partida , para encontrar otro rancho .

Empero , en las boscosas riberas de los ríos , en los recovecos de lasserranías y en las ubérrimas praderas , el puñado de vacun os y ye

guarizos con que Hernandarias obsequió a nuestro suelo, habia procreado portentosamente .

Eran miles y miles , que aumentaban sin tregua . malgrado las de

predaciones de los mamelucos .

Eran malos .

Si por malo se entiende al alt ivo , a quien ama la l ibertad sobretodo , a quien prefiere la muerte al cautiverio .

L a fosca naturaleza del suelo que forj ó el carácter irreductible delcharrua y sus hermanos aborígenes , formó el m ismo temperamentoindómito y combativo en los to ros y en los

Una mañana , muy de mañana , Patricio La Cruz iniciaba la quintajornada en su viaj e al Brasil .

Ensil ló su malacara , enrabó el tordillo redomón y emprendió marcha guiado por la brújula del instin to .

H abia traspuesto los Ol i mares y bordeando los esteros del Cebollat i acercábase al Tacuari .Y apenas c lareaba el dia , cuando al caer en un valle se encontró

con una enorme yeguada que le cerraba el paso .

Enarcados los cuellos , flotantes las crínes , levantadas como pendones de guerra las caudas abro jientas , los potros , tendidos en guerrilla , lanzaron furibundos relinchos que las hembras coreaban .

Patricio d ióse cuenta d e l peligro , pero su orgullo , ¡ él tambiénera potro ! lo impulsó a d esafíarlo .

Y siguió avanzando .

La fanlange equina'

se abalanzó sobre él . El disparo d e su trabucose ahogó en e l estruendo d e los relinchos y e l atronador repiqueteode los cascos sobre la tierra

!

Cuando el viajero volvió en si, dolorido y ensangrentado, encontróse solo en la inmens idad del campo .

45

La potrada sa lvaje , después de rescatar a sus hermanos caut ivos,había desaparecido .

En bus ca d e l médico

Jacobo y Servando se habian cr iado juntos y fueron siempre buenos amigos , no obstante la disparidad d e caracteres : Jacobo era

muy serio , muy reflexivo , muy ordenado , muy severo en e l cumplimiento del deber . Servando , e n e l fondo, bueno, carecía de volun

tad para refrenar su egoismo .

Jacobo amaba a Petra , y Servando le atravesó el caballo ; con

quistó a la moza con su charla d icharachera , con su habilidad debailarín y con sus méritos de guitarrista . Y se casó con ella ,s in pen

sar uh so lo instante en e l dolor que le causaba a su amigo .

Una mañana , Jacobo hal lábase en la pulpería , cuando cayó Ser

vando . Llevaba un aire afl igido y su caballo estaba bañado en su

dor .

— ¿Qué te pasa? preguntó Jacobo .

Mi mujer está gr avemente enferma y tía Pauladijo que ella no respondía, y que fuese al pueblo a buscar al mé

—Y apurate , De aquí al pueblo hay tres legu as y— ¡Ya lo ¡ Sólo a mi m e pasan es tas

¡Deme un vaso d e ¿Tomás vos ?

Vos sos feliz , no tenés en qué ¡ Eche otra

ginebra ,S ervando convida a los vagos tertul ianos de la glorieta y les cuen

¡ a su afl ictivo trance .

dice uno .

— ¡Me doy añade otro .

—Pero hay que conformarse , ser fuert e, concluye un tercero .

— E s lo que yo digo atesta Servando .

¡ s irva otraJacobo observa ensombrecido y entris te cido . Sale : medita ; le

aprieta la cincha a su pangaré . le palmea la frente y dice :— ¡ Pobre Ayer trabaj aste todo el día en el

¡ Ahora un galope de seis leguas , entre ir y venir ! . ¡ Vamos al pue

¡ Si los buenos no sirviéramos para remediar las canalladasde los malos , no mereceríamos e l apelativo de

Por ver la novia

Ro jeaba el naciente y se presentaba una de esas sere nas , encantadoras mañanas de otoño . El mozo recogió d e la sºga al overo , queestaba “

al ivianándose” desde tres días atrás , lo rasqueteó y cepil ló

prolij amente l& emparejó el tuzo, le arregló los vasos , limpiando conmaes tría e l candado" , y empezó a ensillar con las prendas de lujo .

Entre los dos“

coj1nil los” de piel de alpaca , colocó e l chiripa y la

cam is eta d e merino negro , primorosamente bordados . Y apuntaba e l'

so l , cuando montó a caballo y emprendió trote , inte rnándose en la

desolada soledad de la llanura pampeana . No exis tian caminos , no

46

¡ e co lumbraba un árbol ni una v ivienda humana . Al acercarse e l

mediodía desmontó al reparo de un ombu caritativo . Dese nsil ló , fuéa darle agua al flete , en un manantial vec ino le bañó el lomo y lo

ató a soga , util izando la daga como estaca . Churrasqueó”la len

gua fiambre que llevaba , tendió e l poncho bajo las frondas del cm

bú, y se dispuso a dormir una hora de Y a la hora justatom ó a ensillar , montó y prosiguió el viaj e . Ni reloj ni brújula ne

ces itaba : la altura del sol dahale la medida del tiempo , y _ bastaba

su tino para orientarlo en el verde mar de la Al os curecer, llegaba a la estancia , donde había caserio y baile y donde nabria de encontrarse con su prometida . Desensil ló , largó el overo,que se revolcó , dando sin dificultad la vuelta entera” ; merendó ytoda una noche de “ gatos”,

“ cuecas” y pericones”, no lograron fa

tigar sus piernas de“Parece que ha troteado fuerte observa uno ; y él responde :No ; tre inta leguas no más , a gatitas ha sudao el overo”

Duel o

Pedro y Juan eran dos gauchos criados en la Estancia de l VenteVeo , conjuntamente con otros varios .

Pero ellos , cas i s iempre vivían en pareja aislada .

Recíproca simpatia los ligaba . Simpatía extraña , porque Pedroera m orrud ó , fuerte , sanguineo , empre ndedor , audaz y de exces iva locuac idad ; en tanto Juan , de la misma edad que aquél, era pequeño,débil , linfático , callado y taciturnoDesde pequeños tratábanse d e hermano”; y acaso lo fueran .

Hechos hombres , la camaradería y e l afecto fraternal persistieron .

Y las cualidades de ambos, en cuerpo y e spíritu , fueron acen

tuándose .

Sin maldad , sin intención de herir , por irresistible impulso de su

temperamento , Pedro perseguía siempre a Juan con bur las hirientes .

Y Juan callaba .

Una vez dijo :—Mañana voy a ga10piar e l bagual overo que me regaló el patrón .

Pedró rió sonoramente y exclamó :— ¡ Qué vas a ga10piar vos ! ¡De jalo, yo te lo viá—¿Y por qué no podré d omarlo yo? dijo Juan .

Y Pedro tornó a reír y a replicar :—Porque sos muy maula y no te atreverás a montarlo .

Juan empal ideció :

h

—Mirá , hermano, dijo ; siempre me estás tratando de man

— Porque lo sos .

—No lo repitas .

—Lo ¿Qué vas hacer si nacistes—No lo repitas porque me tenés cansao y mi vas obligar a pro

bart e lo contrario !Pedro largó una carcajada .

—¡Y va ser aura mesmo ! exclamó Juan , pon iéndºse de pie ydesnudando la daga .

—¡ Abran gritó Pe dro aprestándose a la lucha .

47

¡ Abran cancha que le viá pegar un taj ito a mi hermano, pa que

Chocaron las dagas .

Juan estaba ceñudo y nerv ioso .

Pedro , sereno y sonriente .

El primero embistió con furia . El se gundo concretóse a parar l osgolpes , esperando e l momento prop i cio para dar e l

“ taj ito prometido .

En la confianza , d escuidóse , y fué Juan quien le tajeó la muñeca .

M ás herido en su amor propio que en la carne , Pedro perdió la

serenidad , embistió y Juan cayó a tierra con el pechoatravesado por la daga del amigo . Este , al verlo desplomarse , arro

jó el arma y se arrodilló , exclamando con tremenda angus t ia :— ¡Perdonam e ¡Aquí tenés mi pecho , clavame tu fa

El otro agonizante , ya , le oprimió la mano y dij o con infinita dulzura :— ¡Hermano !

De guapo a guapo

Los mellizos Melgarejo eran tan parecidos fisicamente , que , …a no

estar juntos , resultaba dificil , aun a quienes a diario los trataban , sá

ber cuál era Juan y cuál Pedro . Sus temperamentos , en cambio ,contrastaban diametralmente . Expans ivo , audaz y valentón , Pedro ;reconcentrado , tranquilo y prudente , Juan . Pedro heria cons tantemente a J uan con ironías sangrientas . Cuando alguien expresabala dificultad de distinguirlos él acostumbraba dec ir :—E s fác il : insul tennós Si e s mi hermano , afloj a ; si soy yo , pe

leo . He oído decir que en el cristiano , la mitad d e la sangre es san

gre , y la otra mitad es agua . Cuando nosotros nacimos parece que

yo llevé toda la sangre y Juan el ¡ Pobre mi

¡ E s flo jo como tabacoCierta tarde de domingo , en la pulpería , Juan estaba por comprar

unas Pedro entró en ese instante y dijo con hirientesarcasmo :— ¿Por qué no te compras mejor un as polleras?Rió de la ocurrencia . Empurpurósele el rostro a Juan , quien ex

clamó airado :—¿Queres probar quien de los dos es más ¡ Comprome

t ete a ace tar lo que yo proponga l .— ¡ Ace tao !

Juan extendió entonces la mano izquierda sobre el mostrador, ydij o a su hermano :— Poné la tuya encima .

Pedro la puso . Y entonces e l otro , desenvainando la daga y con

un golpe rápido , dej ó las d os manos clavadas al madero d el mostrador . .

Ninguno de los dos lanzó un quej ido ; ningun o de los dos hizoun ademán ni manifestó un gesto de dolor .

— Y ¿qué d ecis? preguntó Juan .

— Ques sos mi hermano respondió Pedro .

48

—¿Saco la—S acala o ¡ a tu gusto ! …

Entre e l bo sque

Es un potril pequeño, de forma casi circular .

Esp esa y alt isima muralla de guayabos y virarós forma la pri

m era linea externa de d efens a .

Entre los gruesºs y elevadºs troncos de lºs gigantes selváticos , cre

cen apeñuscados , t alas , espinillos y coronill as , que ligadºs entre si

por enjambres d e l ianas y plantas epífitas, fºrman algo así comoel friso de l muro .

Y como esta masa arbórea impenetrable , se prolºnga por dos ytres leguas más allá del cauce d el Yi y las sendas de acceso formanintrincado vericueto , ha de ser excepcionalmente baqueano , más que

baqueano ins tin t ivo , quien se aventure en ese mar .

Del lad o del rio sólo hay una débil defensa de sauces y sarandíes ;

pero por ahí no hay temor de sorpresa , y, en cambio, facilita la

huída , t irándose a nado en caso d e apuro .

Soberbio gramill a! tapiza e l suelo potril y un profundo desaguadero prºporciona agua pe rmanente y pura; la caballada de los matreros engorda y aterciopela sus pelambres .

Los matreros tampoco lo pasan mal .Ni e l sol , ni e l viento , ni l a, lluvia los molestan .

Para carnear, rara vez se ven expuestºs a las molestias y peligros de salir campo afuera ; dentro de l bosque

abun da la haciendaalzada , rebeldes como ellos , cºmo ellos matreros .

Miedo no habia , pºrque jamás supieron de él aquellos bandoleros ,muy semejantes a los famºsos bandoleros de Gante .

Hombres rudos que habian delinquido por no soportar injuriasde l opresor .

Los yaguaretés y los pumas , en cuya soc iedad convivían , eran me

nos temibles y menºs odiºsºs que aquéllos .

¿Crim inalac?

¿Por qué? .

¿Por haber dado muerte , cara a cara , en buena l id, a algún cº

misario , despótico o algún juez in trigante yNo . Hombres libres , hombres d ignºs , hombres muy dignºs .

Sarandi, Rincón e Ituzaingó se hizo _cºn e llos .

Del mismo modo que la independencia de los Paises Baj ºs se hizocon e l esfuerzo de los sublimes bandºleros de Gante .

Recogida y ronda

Ruda fué la jornada .

El lucero ardía aún como bras a de espinil lo en la oril llta d elhorizonte , y apenas con ocho º di ez cimarrones en el buche , la peo

nada , obedeciendo militarmente a la orden del patrón, mºntó a ca

bai lo .

Había que hacer una gran recogida de hacienda baguala, arrancar él

'

toraje bravio de su refugio en la selva semivirgen , expºnerseal embiste de las astas formidables y a las temibles cºstaladas en

49

l ºs rápidos virajes impuestos para esquivarlas ; pasarse tºdo e l día

s in comer, acalambrarse las piernas en e l cºntinuo galopar , trans irl os brazos en el manejº de la rienda , de las boleadoras y d elCerradas estaban ya las puertas d el dia al terminar la parada

de rºdeº”

.

M as la tarea de los centaurºs no habia terminado aún . Ni lºspeligros tampoco ; la ronda , en campo abierto y con tarada y vacajemontaraz , resultaba más arriesgada todavía que e l aparear las re

ses y conducirlas al ceñuelº .

El patrón dis tribuyó los “ cuartºs de rºndaEl último enlazó, desolló, carneó una vaquil lona , hizo fuego, fué

al arroyo por agua para preparar las pavas” del amargº .

Churrasquear por turno , de pris a, sin tiempo casi para desentumirlas piernas , dormir dos o tres horas sobre la grama , teniendº a manola estaca que asegura e l

“maneador” del caballo al cual, por precaución , sólo se le ha quitado e l freno y afloj ado la cincha …

Y al clarear e l d ía s iguiente enhorquetarse y marchar arreando

¿Fatiga ?

¡Nunca !

¿Protestas?

¡ Jamás !

¿Miedºs?Una madre gaucha que hubies e parido un hi j o maul a se

ria capaz d e mascar cicuta y de tragar víbºras para que destruyeransu vientre infamado ! .

Calvariº

Largo y fino rasgo trazado cºn tin ta roja abarca e l naciente .

En la penumbra se adviert en , sobre la lºma desierta , ve inte bul

tos grandes como ranchos chi cos , rodeadºs por varios centenaresde bultos más pequeños esparcidos a corta distancia unºs deClarea .

De debajo de los veinte bul tos grandes , que resultan ser otrastantas carretas , empiezan a salir hºmbres .

Mientras unos hacen fuego para preparar el amargo , otros, d es

perezándose , entum idos , se dirigen hacia los bultos chicos , los bue

yes , que al verlos aproximar , comprenden que ha llegadº e l momentode volver al yugo y empiezan a levantarse , con lentitud, cºn desgano , pero con su resignación inagotable .

Tod a la campiña blanquea cubierta por la helada .

Las coyundas, que parecen de vidr io, queman las manos cal losasd e los gauchos ; pero ellos , tan res ignados , como sus bueyes , soportan estoicamente la inclemencia …

Hace d os días que no se carnea ; los fiambres de previs ión se

terminaron la víspera y hubº que cºnformarse con media docena dec imarrones para "calentar las tripas

”.

En seguida , a caballo , picana en ristre .

— ¡Vamos ¡ SigaLa pesada caravana ha emprendi do de nuevo la marcha lenta y

50

Y díjºle— Vea , cºmpadre : colijo que usté tiene que hablarme deimportanc ia . Vaya d esembuchando, no más , qu

'

entre amigºs y personas honradas se debe largar sin partidas .

Y G arcia , desnudando su concienc ia cºmo quien desnuda e l cueb

po para tirarse a nado en arroyo crecido, d ijo :— Adivinó , compadre . M

º

encuentro en un apurº machazo . Ustesabe que dende hace unos años e l viento m

'

está. soplando 'e la

Tengo que levantar una epoteca y vengo a ver si— ¿Cuántº?— La suma es rigularcita .

— ¡Diga no más !—Cuatroc ientas onzas .

— ¡ Como si m e hubiese vichaº el baúl ! Casualmente hace cin codias vendí una tropa *

e novil lw, y más o menos esa es la mesma can

t idá que tengº . Espere un ratito .

Salió don Lucas y volvió a poco trayendo en un pañuelo de yerbaslas onzas solicitadas .

El vis itante vac ió en el cint º las monedas sin contarlas .

N i él ni su amigo hablaron de documentos . Entre esos hºmbresningún documento valía más que la palabra de hombre honrado .

Barreto se puso de pie , tendió la mano al amigo y dij o s implemente :—Gracias , compadre .

— Nu hay pºrPasaron dºs o tres añºs .

Y don Lucas murió sin que su cºmpadre hubiese podido saldarla deuda , que aquél j amás le reclamó .

Y transcurrieron otrºs variºs años .

Una tarde Barreto llegó a la estancia de su vecino .

Lo re cibió , cºn grandes demos traciones de afecto , Ricardo , el

hij º mayºr de García , diciéndole :— La bendi ción , ¡H acia una ponchada

'

e tiempo que

no caiba pu 'estos ranchºs !—Dios te haga un Vengo a pagar una deuda . Hace co

mo diez años tu padre me sacó de un gran apuro , emprestándomecu atroc ientas mºnedas . Hasta aura no pude pagar , vengo a devolvért e las .

— ¡ Pero , Ni yo ni mi madre tenemos cºnoc imientºd e esa deuda ! . E so debe haberlo arreglao mi padre .

—Ni vos , ni tu madre , y es toy siguro que naide s tienen conºc im ient o de ase ato generoso del finao . Pero yo si, y mi consencia me mand a paga r aura que puedo . … ¿Pa qué está la consensia º

Urubu

El águ ila , e l carancho , e l chimango y el gavilán , sºn lºs filibuste

ros del a ire .

No producen nada y sus carnes sºn duras y nauseabundas .

Perº son valientes , y en la lucha por la existencia se exponencomo tod os los bandoleros , a múltiples riesgos .

Y , además , trabajan ; porque combatir y matar implican un con

52

siderable desgaste d e fuerzas .

Su laboriosidad pocº apreciable sin duda , es dañ ina y egoísta,

por igual en las rapaces citadas y en las hºrmigas y otras muchassaband ij as, entre las cuales cabe incluir a los profesiºnales de la

política .

En unos prim a la fuerza , en otrºs la astucia , y e l ingenio en los

demás .

Fuerza , astucia , ingenio , constituyen valores positivos, cºndenables si , pero despreciables nº .

En cambio , el cuervo , el urubu indígena , ese gran pajarraco des

garbado y“

sombrío , rehuye e l pe ligro de la lucha y la fatiga d el

trabajo .

Indolente , despreciat i vo, con su birrete y su negra toga , t iene laactitud d esdeñosa de un d ómin e pedante o de un distribuidor de lainjus t icia codificada por lºs pillºs , para dar caza a los incautos e

inºcentes .

El cuervo posee un ºlfato privilegiado y unas rémiges potentes .

Los temporales y las epizoot ias carnean para él . Desde enormesdistancias siente la hediondez de las osamentas y surcando velozel espacio , es e l primero en llegar al s itio del festín .

Concurren otros holgazanes tragaldabas , pero él los mira con

iz'

idiferencia despectiva . Ninguno ha d e aventajarle en tragar muchoy a pri sa .

Al sentirse ahito , da unas zancadas y antes de remontar e l vuelºse despide de los menesterosos que quedan picºteando el resto de

la carroña , diciéndoles sarcás ticamente con su voz gangºsa :— Has ta la vuelta .

¡ La vuelta del cuervo ! .

El gatº

Ningún animal ha s ido más discutido que el gatº ; ningún otrºha te nidº a la vez tantos entusiastas panegiristas y tantºs enconadºs detractores : prueba evidente de su superioridad . E s e l primerácrata , el fundador del individualismo , altanero, consciente de sus

derechºs y sus deberes . Tiene una misión que cumplir en e l hogarque lo albe rga , y la cumple sin agradecimientos serviles por la hos

pital idad y con profundo desdén por e l aplausº y la alabanza . E s

altivo y valiente . Ocupa poco espacio en la casa , , perº ese espacioes suyo como lo es su persºnalidad . Si lº fastidian , araña y muerde ; si lo prºvocan , hace frente y se defiende sin cºnsiderar el tamaño ni las armas del adversario . Nº se mete cºn nadie ni admite quenadie se meta con él . No care ce de afectos y sabe corresponderlos a

quien se lºs'

profesa , pero sin humildades , sin bajezas , sin adulºne

rías ; trata a todos de igual a igual . Su sºberbio individualismo no

se prost ituye j amás , ni ante la necesidad ni ante la amenaza .

Pºr la patria

Cuando el viejo octogenário terminó su breve expos ición don Torcuato , que habia bandeado los setenta , se puso de pie , se atusó la

luenga barba blanca , carraspeó y dijo :

53

—Tengo cinco suertes de campo y como diez milDisponga de tuito , compadre , porque tui to ,

esto no es más qu'em

prestao . Me lo dió la Patria , a la Patria se lo d egiielvo .

Y sin decir m ás , volvió a_ _

sentarse sobre el banquitº de ceibo , casiquemándos e las patas con las brasas del fogón .

Tomó la palabra don Ciprianº .

Y se expresó así :—Yo no tengo Campos, tengo haciendas y tengo algunos bot ijos

l lenos de onzas . Si es por la Patria , lo juego tºdo a la carta'

e la

Patria .

Y se sentó . Y tomando con los dedos una brasa, reencendió el

pucho .

Don Pelegrino se manifestó de es ta manera :—Nosotros , con m is hij os y m is yernos , semos veintiuno , pero cuerº

pa darlo a la Patria si .

Y hablaron otros varones todos de cabellos encenizados , residuoglorioso de las falange s del viejo Artigas, cºrazones hechos de luz,músculos hechos de ñandubay .

Y m ás o menºs , tºdos dij eron en poco variada forma :— La Patria es la madre : a la Patria como a la madre , nada puede n egárse le .

Y como habían ido consumiéndose lºs palºs en el fºgón , tom óseobscuro e l rec into e hizºse e l s ilencio, cas i s iempre hermano de la

sºmbra .

Transcurrieron m inutºs .

Y entonces dºn Torcuato, dirigiéndose a Telmo, su viej o capataz,lo interpeló asi :— Tu itcs se han prenunciao , menos vos . ¿Qué d ecis vos ?

El anciano aludido encorvó el tºrso , juntó los t izones de l hogar. sopió recio , lengiiet ió una llama , hubo luz .

Y respºndió pausadamente :— ¿Pa qué hablar? . Usted sabe que yo soy como los perros : Cuando mºnta a caballo y me chifla , lº s igo , sin preguntarle p

'

ande va

m os ni qué vamos ¿Entuavia hay que sacudirse pºr la

¡ Ni que convidarY tras breve paus a , concluyó s in énfasis , llanamente :— Nosotros semos tres : yo , mi zaino pangaré y mi

Maul e.

Contaba ñº Luz :Una giie lta , la perrada estaba banque t iando con las achuras d el

nºvil lo rición carniao , cuando se presientó un perro blanco , lanudo,feo , con las patas llenas de cascarrias de barro que sonaban al an

dar como los cas cabeles de la víbora de ese nºmbre .

L os perros suspendierºn la merienda y se abala nzaron sobre e l in

truso , revolcándolo y mordiéndolo , hasta que“ Calfucura”, j efe d e

aquella tribu perrun a , se interpuso , imponiendo respeto— ¿Qué andás haciendo ? interrogó airadamente “ Calfucura” .

—Tengo hambre respondió con humildad el forastero .

— ¿Y no tenés amos?— Tuve ; pero m

'

echaron porque una nºche dentrarºn ladrones en

cas a y se alzarºn con varias cosas .

54

—¿Y no ladrastes ?

— ¿Por qué?—Tuve miedº ; sºy m ala .

— ¿Sos joven?—S i .

—¿Tenes buenºs dientes?—S í . ¡ Hace cinco dias que ando cruzando campo y sin cºmer ! .

De tuit os laos m'

espantan y tuitos los perros me corren !— ¡Hacen bien ! sentenció

“ Calfucura” . El trabajo del perro,cºmo el d e l polecía , es ser guapo ; s iendo floj o no vale la carne quecºme , porque sin trabajar naid es tiene derecho a Ahí tenés esas tripas am argas : enl l ená las tuyas y seguí

La mu erte d e l abuelo

La habitación era grande ; las paredes bajas y negras ; el pisº det ierra de “

cupys de un color pardo ºbscuro . la paja del techo párecia una lámina de brºnce oxidado, lo mismº que el maderamen , la

cumbrera de blanquil lo, las t ijeras de palma , las alfajías de ta

e uara .

Y comº la pieza tenía por únicas aberturas un - ventanill o la

t eral y una puerta exigua en uno d e los moginetes, reinaba en elladens º crepúsculº .

En el fondo del aposento había un amplio y tosco techo sobre el

que reposaba un anciano en trance de agonía .

Debajo del poncho d e paño que le servía de coberto r, advert íase

lº que la grande y fuerte armazón de un cuerpo tallado en trºn

co de un quebracho varias veces centenario .

La respetable cabeza del patriarca , de abundosa melena y su lar

ga barba niveas , con amplia frente , de imperiosa nariz aguileña ,posaba plácidamente sobre la almohada .

Una viejecita venerable , sentada a la cabecera de la cama , con el

ros tro compungido y lºs ojos agrios , hacia pasar , oculta y lentamen te , las cuentas del rºsario , mientras sus labiºs flácidos, plegad os sobre las encías desdentadas , se movían cºn disimulada len

t itud formulando sin voz una piadosa plegaria .

Rodeando el lecho y llenando el aposento habia una tre intena depersonas , hombres y mujeres de rostros juveniles y chicuelos que ,sentadºs en e l suelo , con los ºj ºs muy abiertos , parecian amedren

tados en la penumbra e l s ilencio y el aspecto so lemne y compungido de los mayoresAgonizaba e l abuelo rodeado de su numerosa prºle .

Agonizaba con serena energia .

Sus ochenta y nueve años lo cºnducían a trasponer las puertas d e

l e vida con merecida placidez al térm inº de tan prolongado y briosobatallar .

Intensifica la sombra , encendierºn escuálida vela de sebo .

Su luz menguada hizo entreabrir los pesados párpados al moribundo .

Cºn ayuda d e su viej a compañera y de su primogénito, logró incorporarse un pºco .

55

Quedó al descubiert o su pecho ancho , descarnada y cubiert o d e un

ve llón gris .

—No tendré tiempo de despedi rme de t ºdºs con un beso a cadauno dij o . Los besaré a t ºdos en un sºlo Alcansen

má la lanza .

En un rincón del rancho reposaba la reliquia de las homéricashazañas . El hij o mayºr se la alcanzó con respeto .

El agonizante besó con fervor la descolorida banderola tricolor dela enseña art iguista y mUrió cºn su último soplº de vida .

J ust icia

Dalmiro , .mocetón de veintiocho años , era h ij o único de PaulinoSoriano , rico hacendado en las cºstas d el Yi .Muerta dºña Inés , la patrona , la famil ia , cºmpuesta de Paul ino ,

Dalmiro y Josefa sobrin a huérfana , recºgida y criada en casa ,holgaba en el caserón .

Cierto que la servidumbre era numerosa : n egras abuelas de mo

tas blancas , negras j óvenes y presumidas con su tez de hollín y sus

dientes de mazamorra , y un cardum en de negritºs y negritas que

al arrastrarse por el patio parecian pichones d e patºs picazos .

Perº todos eran silenciosºs .

La adus tez d el patrón no necesitaba voces para imponerse .

No era malo el viejo gaucho . pero su exagerado espiritu de ºrden,

respeto y just icia ,—

le impºnían una rigida severidad .

Amando entrañablemente a su hijo , éste lo creía host il .Dalm iro era indolente en e l trabaj o , brusco en sus maneras, provocativo en su dec ir ; en tanto Bibiano , un peoncito de su mismaedad y criados juntos , d istinguiase pos su incansable laborios idad ,

su modestia , su comedimiento y sensatez .

Eran compañerºs in separables y con harta frecuencia don Paul ino amonestaba a su floj edad y sus arrebatos , elogiando de paso a

Bibiano .

¡Uste nunca me da razón ! exclamó amoscadº, en cierta ºca

— Porque nunca la tenés replicó , severo , el anciano .

Desde entonces el “ patroncito” comenzó a tomarle rabia al com

pañero . Y esa malquerencia fué subiendo de punto al enterarsed e que Bibiano requería de amores a Jºsefa , que ella le correspondía y Que d on Paulinº miraba con agrado la presunta unión .

Y Dalmiro , que nunca se habia preocupado de su prima , quiso ihterponerse , y comenzó a perseguirla , más que con ruegos amorosos ,con imposiciones y amenazas . Rechazólo la moza , y ante las lúbri

cas agresiv idades de Dalmiro , se vió ºbligada a pºner en conocimiento del patrón la que ocurría .

Este , indignado , increpó con violencia al hijo, quien herido en su

orgullo, se encendió en od ios hasta formar una gran fogata . Variasveces prºvocó a Bibiano , perº sofrenado por la alegria de éste , teniéndole miedo , lo asesinó alevosam ente durante la s iesta .

Consumado e l crimen , apresuróse a echar la tropilla al corral y56

entrenando su flete , ensil ló de prisa , dispuesto a ganar las bagualas

”.

Y había puesto el pie en el estribo, cuandº don Paulino , cog iéndoledel brazo , lo zamarreó con v iolencia , exclamando :— ¡ E speresé , amigo , a que m

'

ensill en el caballo , porque yo lo v i'

acom

pañarh . .

— ¡ Pero tata ! dijo e l mozº . Yº solo .

—Uste solo no es capaz d e dir a entregarse a la polecía pa que lo

manden a pudrirse en una cárcel ! .

Filºsofia

—Nunca carece apurarse pa pensar las cºsas , perº siempre hayque apurarse p

'

hacerlas explicaba e l viejo Pancho . Antes d'

em

prender un viaj e se debe calcular bien e l rumbo y d ispués seguirlosin dir pidiendo opiniones que con seguridá lº estravean .

Y si hay que vand iar un arroyo crecido y que uno no conoce , porlo cons iguiente , cavilar pu

'

and e ha de cair y pu'

ande vº

abrir y ce

rrar los oj os : Dios y el giien tino lo han de sacar en ancas .

Dicen que “ vale más rºd iar que rodar perº yo creo que quiendespunta un bañao por considerarlo fiero , o camina río abajo espe

º

rando encontrar paso mej or , o quien ladea una s ierra temiendo es

pinar el caballo , no llega nunca 0 llega tarde a su destino .

— ¿Y pa casarse? preguntó irónicamente al narrador, cel iba

tario irreductible , don Mateo .

—Pa casarse hay que pensar muchísimo . De día cuando se ve lanovia y está cerca ; de noche cuando está lejos y no ve . Pa casarsehay que pensar muchis imo, y .

—Y cuando se ha pensao muchisimo , sólº un bobeta se casa .

Cºme cºla

Malambio Ojeda tenía la mala costumbre de preparar con demasiada lentitud las cosas . En cierta oportunidad d ebia correr un ca

ballº de su patrón y tºdo el mundo esperaba una derrota .

La más incrédula era Leonilda , la hij a d el capatz, quien dije le cºn

mofa cruel :— ¡ Lást ima de ¡ Tan lindo y tener que comer— ¡ L e juego un pañuelo de seda y le doy e l campo ! respondió el

mozo .

— ¡ Jugado ! respondió ella en el acto .

Llegó el d ia de la prueba , y el moro de Malamb io ganó por másde d os cuerpos el primer “ terno” , no obstante haberle tocado competir con el favorito .

Por eso al volver al camino para la dec isión la lucha entre lostres ganadores de los respectivos “ tem os”, nadie aceptaba, sino congran usura , apuestas contra e l mºro .

Cºmenzaron las"partidas”, que M alambio , prudente , decidido a

largar con ventaj a , prolongó por largo tiempo . Su caballo , hasta”

entonaes tranquilo , se enardeció extremadamente . Leonilda, que a la

57

orilla del camino presenciaba la lucha desde el pescante del breack,ba tió palmas , y gritó :

Come - cola ¿come colaM alamb io púsose tan nervioso como su moro , y cuandº bajarºn la

bandera , largó atravesado , dandº lugar a que los contrariºs le sa

casen una ventaj a que de ningún modº pudo recuperar después , yuna vez más

“ comióPor la noche hubo gran baile en la pulperíaj y el desgraciado mozo

decidió correg irse de su exc e sº d e preparación y declararle a Leonil

da e l amor que de largº tiempo atrás le profesaba . M ás d e dos ho

ras estuvo preparandº las frases con que habría de abordar1a . En

tró al fin a la sala y díjole :— Aquí le traigo el pañuelo perdido .

—Tuvo giien gusto agradeció ella observando la prenda .

— Y espero que m e conceda estaSonrió la moza y respºnd ióle con hiriente ironia :— ¡ Comió cola , Estºy comprometida .

M alambio estuvo todavía vacilando . El tenia preparada su fra

se y quería ahora buscar la ºcas ión de dec irla nuevamente . Pero laocasión no se presentaba al parecer . Quiso atrºpellar entonces . Alfin y al cabo ya había dispuesto que era necesario hacer las cºsassin vacilaciones . Y dijo :— Vea , es que yo queria proponerle que nos casemos , porque yo la

quiero mucho y dende hace muchº tiempo .

Leonilda lanzó una carcajada y dij o :— Uh m es antes lo hubiera acetado Aura tengo ¡ Otra

giiel ta cºmió

El poncho más pesadº

Don Cantal icio iba cºn su hij o atravesando el campo . Lo nºtaba

extraño , nervioso , violento ; en esto aprovechó para hablarlo .

— ¡Ruperto !— ¿Qué quiere , tata? interrogó el mozo .

Recostados ambos en la culata de la carreta , ambos en ese ins tanteindiferentes a la lluvia que arreciaba , e l viej o fij ó en su hijo la. mirada severa y empezó :— Vamo arreglar cuentas .

—Yº nunca se las he pedido .

— Porque no tenés Nunca se las pedi yo a mi padre ,pero él a m i , si , y s iempre supe dárselas !— Vaya diciendo rindió e l mozo , sometidº .

Cºn expresión más suave , el vie jo comenzó :—P'

algo s irven los años y la esperencia . Yº sé que vºs estás su

friendo de mal d e amores . Palabra de mujer .

— ¡ E s como renguera'

e ¡No hay que crerla— Y cuando no se cre , se monta a caballº y se marcha ; p

'

algº tie

ne caballo e l gaucho .

— ¡Y p'a1go tiene facón tam ién ! rugió con viºlencia Rupert o .

Medió un s ilencio . C on voz más angustiosa que el chirriar de latruedas de la carreta girando sºbre los ejes desengrasados , habló donCantal iclo :

58

Ser bueno con la esperanza de la recompensa, es baj a acción de

agiotista . Bueno , realmente bueno, es quien s iembra e l bien , sin preocuparse de quienes utilizarán la cosecha , ni d e si algº le corresponderá en lo rendido por la cosecha .

Pa ser gueno no basta con nº ser malo . Si yo veo una víbºra'

e

la cruz , que no me puede hacer daño, pero que puede hacerseló a

otros , y nº me expongo pa matarla , merezco las babas d el d espre

cio de tuitos los hombres honraos .

Priesten atención , mis hijitos . Se habla de la juerza .

La juerza no está en los brazos ni las piernas . La juerza estáen esa achura que tuitos llevamos entre e l corazón y el espin azo, pero que pa un os es blandita como bofes y pa ºtrºs dura cºmo tongori .Convenzansé muchachºs; s in corazón nº hay juerza .

Hay muchos que llevan el lazo a los t ientos y boleadoras a la

cintura y no son capaces de enlazar un poste de alambrado , ni debolear al perrº que a su lado los acompaña en e l campo .

Caballo muy escarceador y mujer muy linda , pºr lo rigular na

cen pagar muy caro al dueño el orgullo de tenerlºs .

De tuita l ºhacienda que tuve sólo me queda la marca .

Voy a marcar con ella este piacito'e tierra que ha de ser mi

sepo ltura .

Nunca envidees a quienes echan muchas llamas : las llamas ha

cen las brasas , y es cºn las bras as que se hacen los asaºs.

Los gauchºs qu 'en las tertulias del fºgón enumeran los hombresque han muerto , las mujeres que han seducido y los potros bravºsque han domaº , cuasi con seguridá que no han muerto a ningún hºmbre , ni seducido ningun a mujer, ni ens il lao más que sotretas .

Reformar no es mejorar .

A cualquier palo se le puede sacar punta , pero la cust ión está en

que la punta s irva p'

algo .

La espin a que ha 'e pinchar , dende chica tiene punta .

H ay hombres que son como los caminos , hechos pa que tui tos

los piscn .

Mujer mala y caballo con haba no engºrdan nun ca .

El coraje , lo mesmo qu'el trabajo, son cºsas muy lindas y res

potables, cuando son útiles . Pero el que se hace matar al cuete , nomás pa probar qu

'es corajudo , igualito al que voltea una vaca aga

rrándo la de l as guampas pa demostrar su juerza , y no es capaz deaguantar dos días seguidos prendido a la mancera del arao , no merecen la estima de lºs hombres d inºs de ser hombres .

60

“Un bo rracho y un loco son cuasi la mesma cosa ; sólo que al locºse le t iene lástima y al borracho se le despresea .

Hay muchos que se áugan pºr querer vand iar el ríº sin saber na

La culpa no es de la cºrrentera sino de la pe tul ancia de quien ladesafía sin tener juerzas pa vencerla .

No hay h aldes que no haya trompezao alguna vez en la vida .

Pero quien trompieza d os veces en la mesma piedra , es zonzo de

nacimiento

Hacé tuito e l bien que puedas , pero si no sabés hacer mal a los

malos nº s irve el bien que hag ás .

Sos guapo , cºnocés el camino y . te tenés fe . Cerras los ºj os ygalopiás lo mesmº en e l claror del día qu 'en la nºche ñebl inosa . Encuas i siempre llegarás temprano a golpiar la puerta '

e l rancho '

e

la china . Pero nº te olvides que de un d ia pa otro el diablo cavaun aujero y el mejor caballo rueda y el más j inete se d esnuca .

H ay hombres que tienen los ojos en e l cogote y que sólo les s irvenpa ver las piedras donde han trompezao , dispués de haberse desechºlos pieses con e l trompezón .

Desconfiale a lºs hombres que hablan mucho y a las mujeres quehablan poco . Armada muy grande y armada muy chica , son traicio

neras : en las dºs s'

escuende del mesm o modo la mentira .

Las mujeres son como las víboras . Cuant i más finas y más chi

cas más veneno tienen .

Debés amar y respetar y venerar tu padre y a tu madre , que tedieron el ser .

Debés querer a la mujer que elegiste por compañera y que ha

compart ido contigo los días de sol d e primavera y los días fríºs ynublosos d e l invierno .

Debés cariño enorme a tus hij os , carne de tu carne y sangre de tusangre .

Em pero , si la patria te llama en su defensa , olvidate que tenéspadre , que tenés madre, que tenés mujer y que tenés hijºs .

"

La caza de l t igre

A! doctor Mart ín Rézb e l , cariñºsa ag mdecidanwnte .

Siempre fué pago temido e l Rincón de la Bajada”

; siempre fuéescasa y difícil la vigi lanc ia po licial y en todo tiempo abundaron lºsrºbos y los crím enes ; pero desde que e l país ardía en guerra c ivil,aquello habias e cºnvertido en lugar d e perennes angus tias .

La esc asa fuerza d e poli cia , mi l itarizada, se marchó , tºm ando

61

parte de la divis ión departamental . De los hombres del pago, unoshab ian s idº tomadºs por e l gobierno para el servicio de las armas,otros se habian incorporado a las fil as revolucionarias y muchosganaron los montes o huyeron al extranj ero . En la comarc a desolada , sólo quedaron las mujeres , los niñºs y los v iej ºs, muy viejos,inservibles hasta para arrear caba l lad as .

El Rincón de la Baj ada” , ubicado en un paraj e excéntrico, pºr

dºnde no era nada probable que se aventuras en fuerzas armadas ,

quedó a ente ra dispo sición d el mal evaje . Y aún cuando hubiera idºgente de afuera , es caso ries go co rrerían lºs bandidos , perfectos co

nºcedores de aquel feo paraj e .

Una sierra , de pºc a altura , pero abrupta y totalmente cubiertade espinosa selva de mºl les y tel as , cerraba el valle por e l nºrt e ypor el es te , formando muralla inacces ible a quien no cºnociera lasraras y complicadas sendas que caracoleaban entre riscos y zarzas .

Al oeste y al sur, corria un arroyº nacido de las vertientes d e la sie

rra ; un arroyº insignificante , en apariencia , y en realidad temible .

Nº ofrecia ningún vadº francº; apenas tres o cuatro "picadas ” que ,para pas arlas , era menes ter que fuesen baqueanos e l j inete y el

cabal lo .

Antes d e llegar'

a la vera del monte , había que cruzar el este roque borde aba el ar royo en toda su extensión ; y era unº de esos

pel igrosºs es terºs donde la paj a brava, la espadaña , los cam alotesy los sarand is , en extraordinaria vegetación, cerraban el paso al

viaj ero , cuando no dis im ulaban la traidºra ciénaga, devoradora de

incautºs . Tras esa primera l inea d e defensa , encºntrábas e el bºs

que , ancho y sucio como pocºs , y luego el cauce , e l arroyº, quecuando no espumaba con ímpetus d e to rrente , ensanchábas e sobre

e l lecho fangoso, más temible aún que la cºrriente embravecida .

Asi eran los contornºs d el vall e , cuyº interior es taba pºblado degrupos rocosºs y selváticos , que pare cían retoñºs de la sierra y cºn

tribuían a hacer más huraño el paraj e .

L ºs moradores era toda gente pobre, pºseedores d e pequeñºs pre

diºs d edicadºs al cul tivº del maíz y al pas toreo de reducidºs re

baños .

Nºrmalmente no eran perjudicadºs por los bandoleros , aves ra

paces para quienes el“Rincón de la Bajada”, cons tituía e l nido

in accesible donde iban a refugiarse y a escºnder el botín cºnquista

d o en pagºs más ricºs .

Em pero , la guerra aumentó la habitual población de la sierra ye l es tero , cºn un buen número de foragidos extraños , qui enes no

tenían por qué usar cºns ideraciones para con la indefensa gentedel valle . Entre los recién llegados , encºntrábase e l rubio Santos Le i

va , j efe de una cuadrilla célebre pºr sus hazañas criminal es y por

su ferºc idad insuperable .

A Santos Leiva apod ábanl e el Tigre”; y era , física y moralmente ,

un tigre . La cabeza pequeña , la frente oblicua , la cara cort a y an

cha , saliente de pómulos , recia de maxilares ; los ojos pardos, encapo tad os

, un tanto oblicuos , y la boca grande , d e labios finos , y el b igo

62

te m io y rígido, dábanle una marc ada semej anza cºn el sanguina

rio felino .

Y su alma estaba en perfecta armºnía con el rºstro . C ontábanse

de él horripil antes es cenas de tal crueldad que su refinamiento acu

saba una perversión neurótica .

Era ante todo , un sátiro , pero un sátiro perverso que gozaba im

poni endo a sus víct imas los mayºres tormentos , las más inaudi tastºrturas mºrales .

Las pobres mujeres del Rin cón de la Bajada te nían sobradºs mo

tivos para vivir temblando de espanto , a la espera del inevitable turno del sacrificio . Eran ya muchas las humillad as y martir izadas por

e l lujuriosº bandido . Al rayar d e cada d ia , las infelices despertabanazoradas , y en tanto ordenaban la lechera , o en tanto avivaban la

bras a d el trashºguero , sus oj ºs escudriñ aban e l horizonte , temerosasde ver dis eñars e la arrºgante s ilueta d e e l Tigr ePor t odº e l valle habia ras trºs , sangre y lágrim as ,

dolºr yve rguenza dej ados por la ar tera alimaña , contra la cual nadavalían lºs ruegºs , ni las súplicas, ni los llanto s .

Jesús M aria fué de los primeros en ponerse la divisa y marchar a

la guerra . El rancho de Jesús M aria se recostaba sºbre unºs peñascos , co ronados de mol les negros , durºs , tºrcidos y espino s os como laenvidia ; un monte que daba as co y que Jesús M aria intentó variasveces destruir , prendiéndole fuego ; sin éxito , por cuanto e l molleverde , lo mismo que la envidia , no arde ; nunca arde lo ruin .

El rancho de Jesús M aria era unº de lºs más mise rables d el pa

go ; pero Al bina, su mujercita , era linda y fresca cual la más lin

d a y fresca margarita crec ida en las junturas d e las rocas , en

frag ante consºrcio cºn lºs tréboles y la yerba de lagart º . Era tan

pura cºmo agua de manantial y buena lo m ismo que co rdero gua

cho .

Dos cariñºs l e llenaban el alma : el d e su esposo y el de su pádre . Su padre , el viej o Dionisio . era muy viejo . L as crónicas comarcanas d ecian que fué di ablo en su tiempo , que l lenó de peligrºs as

aventuras su existe ncia, que las muchas cicatrices es tampadas en

su cuerpo , ates t iguaban ser de aquellos “

que no tenian el cuerpopara negoc io” , que hubo épºca en que se le respetaba por su hom

bría de bien y se l e temía por su cºraje ; pero ya estaba muy vie

jo ,don Dionis io . Has ta para picar el naco le temblaban las ma

nos y, en ocasiones , se ta1eaba los dedºs . Al irse a la guerra, Jesús

María l e dijo :

—Yo tengo que dirme . Sºy de la trºpilla y hay que seguir el cencerro d e la madr in a .

El viejo respondi ó :

—De tod as layas , si me quedo , me han de embºzalar lo mesmº yansiua , más mejor es que m e vaya p '

ande me tira la querencia

—Lo único que siento es dej ar solita a Albina ; pero de tuitas

maneras , me quede o me vaya no la vió. poder cuidar .

—Andate .

Y Jesús María , después d e abrazar a Albina y al viej o Dionisio,se fué .

Los primeros tiempos la exis tencia cºntinuó invariable en la si

l enc iosa morada escºndida entre las breñas ; más , quiso la malaventura , que un día el

“Tigre sea gu iado por el o lfato , sea por elinstin to d e descubrir lºs secreto s de la maraña, descubries e e l re

fugio d e aquellos dºs seres indefensos .

H abia maneado su caballo, ocul tº en un bosquecil lo de tala, y a

pie , caute lºsamente , llegó has ta la covacha, frente a la cual, en

cuclill as ,'Al bina hall ábase ocupada en desgranar maíz para el lo

oro de la cena . El bandi do pudo oontemplarla sin ser vistº . La en

con tró fresca y apetitosa, y sin gas tar palabras , cºn su brutalidadanimal , se avalanzó ,

la abrazó y le dió un beso estrepitoso . El lalanzó un grito de angus tia y se puso a temblar entre sus brazºs ,paral izada , med ia muerta d e espanto .

— ¡ Linda y miedosa comº una gama ! dí jo le zal am eram ente el“Tigre

”.

Y como la paisana nada respondiera, él agregó con voz autorita

—Espéreme esta noche , prendita; a las nueve sale la lun a. y co

mo la lun a es tá grande , podré contemplar a gusto esa carita de

Volvió a besarla, la so l tó y retirándos e un par de pasos , excla

mó cºn acento feroz :— ¡ Hasta luego , y con la agilidad de un gatº montés, se

perdió entre lºs peñascºs v la maleza .

Caía la tarde cuando volvi ó al rancho don Dionis io, con la vie jaescopeta al hombro y unas perdi ces en la dies tra . Apenas fij ó sus

oj ºs en el rºs tro de Albina , dió al suyo una expres ión dura y excla

mó sºrdamente :—Ya ha caido el Tigre por—¡Tata ! balbuceó ella lagrim eando .

Y en seguida contó la escena abominable .

El viej o escuchó en silencio : med itó un rato y preguntó deo

pues :— ¿A las nueve. te di j º?— A las nueve .

—G iieno , hay tiempº .

Tiró al suelo las perdic es y vo lvió a sal ir en silenciº .

Cuando regresó ya era nºche .

—La cena está prºnta d íjole Albina mirándolo con ansiºsa mterrogación .

64

Y Di on is io, tranquil º—Vamºs a comer, respondió ; hay tiempo .

— ¿Tiempo para qué . tata?

¡ pa

Fin alizada la merienda, el viejo tºmó de un brazo a su hij a y leºrdenó :—Vºs conoces el gtieoo

'e los An date al l i, escondete

bien , y espera. .

— ¡ Pero , tata ! imploró ella , m e v'á buscar el “Tigre— ¡Anda no Cuando yo era mozo he cazao muchºs ti

gres y puede que aura mesmo , siendº un a tapera, tuavia sepa des

t ripar un yaguarete. ¡And a no

Obed iente , Albina partió .

Don Dionisio quedó en la cocina , sentado en un cráneo de vacuno,sorb iendo verde y aventando humo . Iba pasando e l tiempº . De pronto un a sombra se proyectó en la reducida pieza. El paisano no se

movió .

—¡Guenes noches ! gritó una voz seca como alcachofa .

—Muy giienas respondió Dionis io vo lviendo la cabeza . Si

gus ta— ¿Ande es tá la moza? preguntó el bandido, cºn vºz de man

Salió .

¿ConAl decir esto , e l

“Tigre" hab ia arrol lado en la mano la azo teradel grueso rebenque platead o y habia dado un paso, . amenazante ,

terrible .

El viejº sin inmutarse , respondi ó :—Sí , Ella no sale cuas i nun ca , y más menos de no

pero hoy m e diº :“Tata” , viá d ir a la Cueva Grande pa

rejuntar unos yuyos pa un mºzo que me pidió pa remedio ; si guelve , dígale que lo espero— ¡Ah ! exclamó el bandolero con air e satis fecho . ¿Y ande es

la Cuevacerquita no Le viá mºs trar .

Ambºs sal ierºn y don Dionis io indicó :—Siga pu

'

aquí, esa senda finita , tuerza a la buarda ande encuentre uh mºlle seco y d ispués detrás d e unas piedras grandºtas , estála cueva .

El bandido tuvo un segundo de duda ; más bien pronto se convenció de que nadi e podía hacerle nada , que nad ie podía , en aquelvalle de mujeres , de niñºs y de viejos , at reverse cºn él, se marchómuy ufano .

Siguiendo las ins trucciones del viej o, el Tigre llegó hasta la

abertura de una pequeña caverna . Vacil ó ; retrºc ed ió, y púsose a

observar el contorno ; no halló nada sºspechºsº ; desnudó el puñaly se largó a la obs curidad de la gruta .

65

Pocos pas os hab ia dado en el interior , cuando le sorprendieron lºsladridºs d e muchºs perrºs . En se guida corrió a la puerta de la

caverna y all í tuvº que habérse las con una jauría que el viej oD ionis io azuzaba :— ¡ Chúmbal e , ¡ Chúmbale , ¡ Chúmbale , Leºn !El bandido d efend íase distribuyendº hachazo s , pero en seguida ,cuando iba haciendº retroceder a la perrada , una lluvia de piedrascayó sobre él y treinta voces d e mujer lo increparon, lº insultaron,lo amenazaron .

Santos Leiva mantúvºse ºculto en la sombra , entre las zarzas

pero luego hum illado , furioso con la burla, dió un brin co y se pºsósobre una roca , amenazante , el facón en una mano , la pistola en

la o tra .

_La luna , cas i ll ena , lo iluminaba de pies a cabeza .

El viejo Dionisio esperaba ese instante y mientras lºs perros se

guían ladrando furiºs ºs y las mujeres ahull aban más que los pe

rros , él apun tó serenamente cºn su escºpe ta cargada has ta la boca,h izo y el bandido cayó con e l pecho abierto por lºs bali

Dºn Dionis io, rehuyendo elogios , decía , días después :No es Con giienos perrºs , una escopeta segura y el co

razón sereno , cualquiera caza

El t iempo pe rdido

A mi amigo José d e Arce.

Quedaba aún ancha franj a de d ia, cuando Regino, concluidº de

estir ar un alam bre , dij o a lºs peones :—Dejemos por Tengo ganas de cimarronear .

L os peones recogierºn las herramientas , echaron los sacos al hom

bro y se encaminaron a las casas , alegres y agradecidºs al patrón

que les ahorraba una hora d e trabajo , pesado bajo la atmósfera cal

d eada de un d ia d e enerº . Y mientras ellºs penetraban en e l gal

poncito recién techado y en cuyº piso aún vivía la gram illa, Reginofué a echar una ojeada a las cons trucciones .

Albañiles y carp interºs trabajaban activamente . A la luz rºj iza d e l

crepúsculo , brillaban las tejas del techº y el blanco d e las pared es ,sombreado en partes por el ombu centenario , únicº sobreviviente de l

v iejo puestº" , demolido para dar sitio al edific io moderno , cabezade estancia , que hacia ed ificar Regino Morales , dueño , a la sá

zón , de aquellos campos en que sus padres y sus abuelos habíans ido miserables agregadºs

'

. Cuandº él vºlvió al pago , ni rastros

quedaban de la familia . El rancho no tenía ya techo , y las paredes

d e“ te rrón" estaban caidas o gas tadas por el continuo ras car de los

vacunos . A la derecha de la tapera una gran circunferencia gris deplata , una copiºsa vegetación de abre puño y "revienta—caballo

"

denunciaban un antiguº rodeo de ovejas ; y a los fondºs , e l verde ne

grº d e un bosquecillo de ortigas daba testimonio del basurero . Todolo demás era muerto , excepto el ombu, sºmbrío, persis te nte , s imbolo

66

y ahºra recién advert ía el lamentable vac íº .

Si, debia casarse . Mujer nº faltaría que se dec idi era a ser su

compañera y ya que no lºs resplandores de la pas ión, podía esperarel tibio res coldo d el hogar .

Una tarde , mientras tomaba mate a la sombra de lºs naran jºsd el patio , Regino dijo resueltamente :—Estuve cavil ando estas noches y me he cºnvencido d e que casa

sin mujer , y estancia sin perrºs anuncian Viá casarme .

— Bien pensao , hijo replicó e l viej o ; ¿y has elegido ya?—Sí .— ¿Quién, si se puede saber?—Por muchas razones . Usted es el primero que tiene que saber

Lo : L a el .Don Gregorio alzó bruscamente la cabeza .

— ¿Isabel ? ¿ la chiquil ina?

Regino , un tanto confundido , int errogó :— ¿L a encuentra muy potranca pa Tiene diec iocho años …

—Sí , por ahí En fin , vºs todavia sos joven .

—Vea, d on Gregorio, yo la he elegido a el l a pºrque leí cºnozco ,porque se ques y porqu'es de laNo se habló más . Isabel , la nieta de dºn Gregorio , consul tada

por los viej os inte ntó res is tir, pe dir plazo , pero concluyó por cederentre sollozos .

Regino , ya orientada su existencia, se puso a pºblar . Casi todºel d ía pasábalo en e l campo, y al regres ar , al obscurecer , para la ce

na , en famil ia , Is abe l era para él , y él pa ra Isabel, lo mismo que

fueron antes de concertada la boda . No habían c ambiado una sº

la pal abra amºrºs a en las muy raras veces en que se encontrabansolºs . El tenia con ella a tenciones paternales y al verla triste yturbada en su pres encia , no le c ausaba inqui etud , j uzgándola natural timidez d e la chica . La confianza y la fam il iaridad llegarían a

su t iempo .

En todo eso pensaba Regino mientras , senta do sobre las rocas l isas y revestidas de negruzco musgo , contemplaba la plata bruñi dade las aguas del arroyo , donde su imagen se reflejaba cºn perfec ta

Observóse y quedó des agradablemente sorprendido . Si sucuerpo fornido y vigºrºs o atestiguaba salud y fuerza, en cambio el

brillo tenue de los ojos circundados de multitud de pequeñas arru

gas , y la expres ión cans ada de los labios , l e advert ían , pºr prime ra

vez, la fuga definitiva de la j uventud . L a observ ación causó le d is

gusto y de seguida púsºse en pie y se internó en el monte buscando e l término de la laguna, donde e l arroyo se angostaba sobre unpequeño salto de piedras que pe rmitía vadearlo a pie . De ahi,

una senda abierta entre el maiza l conducía has ta los rancho s d e

don Gregorio . Todas las tardes recorría Regin o aquel camino . Peroe se día , s in saber por qué , se alejó coste ando el arroyº . A pºcosmetros de all í negreaba un m imbral espeso . El pais ano se detuvo

a su bºrde y d isponíase a ir d e nuevo en busca de la senda , cuandouna voz bien conocida llegó a sus oídºs, de sde e l interior de l a

arboleda . Picada la curiosidad avanzó unos pasos cautelosamente y

por entre las ramas pudo ver a Isabel , reco stada a un sauce vie

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jo , y a Liborio , un muchacho huérfano, criado en el pues to, que la

observaba cºn expresión de pena .

¡No , no ! decia ell a : Yº te quiero , pero lºs v iejos dese anque me case cºn don Yo prefiero sufrir a hacerlºs su

i rir a e llos , que han sido tan buenºs Andate , Libºrio, no

m e busquesRegino quedó pe tr ificado . De lo v is to y de lo ºido, una palabra

resonaba ferozmente en su alma : “ don” . Para su nov ia , para la

muj er que d ebia ser su mujer dentro de un par de meses , él era

aún“ don”

Sintió rabia , despecho , ansias de avalanzarse cºmo un tigre, de

extrangul ar, de matar , d eC ontúvºse , sin embargo , pero en vez d e dirigirse a lºs ranchºs ,

deshizo e l camino , traspuso nuevamente e l arroyo , fué a las casas ,recogió su caballo atado a soga , ensil ló y salió, sin saber donde ibani a qué iba .

Durante un mes nadie tuvº noticias suyas . La cas a había s idocone iui d a . Un d ia llegarºn d ºs carretas cºn los muebles . Otro d íaun carro conduciendo dos baúles cºn . ropas y obsequ

i ºs para Isabel .Pasaron todavia dos semanas , y ya era en principios de ºtoño

cuando regresó Regino .

Es taba desconocido . Flacº, ojeroso , arrugado e l rostro , encanecido

e l cabello, parecía habe r envejecido diez añºs . Concluida la cena,que fué s ilenciosa y triste , dij º :—La cas a está pronta , nº hay porque dil atar e l caserio .

Al m ismº tiempo miró fijamente a Isabel y a Libºrio .

— Pasao mañan a v iene el cura , agregó . Mañana , cºnti

nuó dirigiéndose a Liborio, vamos a recorrer el campo, cºn eso

te haces cargo d el es tabie cim iento , porque te nombrºcon una cºndición : que me permitas ser el padrinº .

— ¿E l padrino de qué? preguntó e l mozº azorado .

—¡Y del caserío , ¡Ah ! exclamó Regino riendo

con ris a helada ; ¿ustedes creían que yo iba a cas ar con la chi

quil ina , deshaciendo un cas a l que Diºs

Y luego amigablemente , dirigiéndose a dºn Gregorio :— ¿De qué sirve tener un rico herraj e d e orº y plata cuando ya las

pulpes flacas y lºs caracuces duros, solo perm iten montar matun

Como un tienta a ºtro t ienta

A Carlos M . Pacheco

La dis lao Melgarejo , fué uno de esºs hombres - cosas , cuya exis tencia transcurre a merced d e l mundo exterior : un troncº que la cc

rriente d e l arroyo arrastra y depos ita en cualquier part e , una hoj ase ca que e l viento levanta y tansporta a su caprichº .

No se crea por esº que Ladis lao fuese un insens ible , desprovis to de

anhelos , obedec iendo indiferente a fuerzas extrañas , a la manera delperro que sigue al am o a donde va e l amo , porque para él , tantoda ir a un lado º a ºtrº . Al contrario , pecaba más bien de impresio

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nab le y si de continuo sacrificaba sus preferencias, era por causade una anemia volut iva innata .

De carácter pacifico al extremo ,. le obligaron a ser soldado y co

mo tal , hizo toda la campaña d el Paraguay donde cumplió con su

deber, exponiendo diariamente la vida, sin un des fallecimiento , sin

una rebelión y también sin ua jactacia . Su compo rtamiento he róico no le enorgullecía ; no le encontraba mérito porque no era obra.suya , ni le interesaba : iba porque lo obligaban a ir y cumplía a

conciencia su“ trabajo obedeciendo al j efe, su

“ patr ón en aquelmomento, como había obedecido a sus patrones anteriores ,

comoobedecería a sus patrones futuros, acatando las órdenes con la su

mis ión impues ta por su alma d e peón . Cuando pasaba de sol a

sombra b achando ñandubays , en las selvas de Montiel y cuando nac ia fuego en los esteros parag uayos , el caso era el mismo . Así co

m o vo lteaba ái bo les , s in preocuparse de lo que con ell os haría e l

patrón , a s í vol teaba hombres después con igual indiferencia : s iempre trabajaba por cuenta aj ena .

Cuando terminó la guerra y lo l icenciaron , sin ofrecerle recompen

sa alguna , encontró aquello muy natural , tan natural como marcharse de una estancia después de concluida la esquil a o abandonar e l

bosque una vez cortados los postes convenidos .

Fué necesario bus car inmediata o :upación , porque esta clase dehéroes suelen dej ar en sus campañas regueros d e sangre , pedazosde cuero y a las veces la os amenta, pero nunca traen nada en las

a lforj as , al regreso .

L a profesión que más le agradaba era la de pastºr de ovej as ; máscomo después de la guerra habían quedado muy po cas ovej as en Entre Rios , hubo de conformars e a picar carretas . El oficio le iba bien.

Manso y resignado como los bueyes , soportaba sin aburrimiento las

largas horas de perezo so tranco en las j ornadas de estío , y la amargafatiga de “ cavar un peludo

”en los penosos via j es invernales .

Aceptado aquel trabajo a falta de otro medio de ganarse el sus

tento , después no se l e ocurrió nunca que po día prºporcionárse le ai

guno , menos duro y m ás product ivo . Mientras el patrón estuviesesatisfecho y no le pidiese la carreta , el proseguiría meneando cla

vo a los bueyes , con la misma concienzuda decis ión con que habíameneado hacha a los ñandubays de Montiel y con que habia me

meado chumbo a los paraguayos de López .

Por varios años su exis tencia fuí uniforme y lisa como la pampasalvaj e , semejante un día a otro d ia , como un tiento” a otro “ t iento Sin embargo , ni aún los arroyitos más insignificantes , esos

que hasta de nombre carecen ,—

. están libres de l accidente imprevisto que les obligue a un cambio en la ruta secular de sus aguas .

Cas i s iempre el obstáculo que hace derivar la corriente de una vida apacible , e s alguna mujer , la gran perturbadora de tºd os los

tiempos . Y e so le ocurrió a Ladis lao .

En la primera jornada de sus viaj es a Naranj i to a Concordia , acos

tumbraba pernoctar en un boliche ' que disponía de un campo b ienempas tado y con excelente aguada . En el “ boliche punto de reu

nión d e l malevaje comar cano conoció a Felisa , cuñada del bolichero . Era una muchacha agradable , pero en extremo dej ada . Sen

70

tia ºdio prºfundo pºr su cuñado, quién le cobraba el hospedaj e y lºstrapos con que ves tía , obligándol a a trabaj ar desde e l alba hasta lanºche . Su anhelo era irse de allí , ir a cualquier parte , ir con cualquiera . A lºs veinte añºs , el amor no se había manifestado en ella.en ninguna fºrma . Su alma y cuerpo estaban igualmente insens ibil izados por el cansanciº . Recibía cºn la mayor indiferencia los re

quiebros y las zafadurías de lºs clientes , groseros y atrevidos , de su

cuñado . No faltó quien afirmara haberla vistº “enredada” con e l

rub-o Dºrºteº famºso cuatrero sºbre e l cual pesaban más condenas

que años tema de vida . Pero Doroteo desapareció del pago, hacíaañºs , y nadie se ac ordaba de él .Las relaciones d e Ladislao con Felisa empezarºn por pequeñºs

servicios que le prestaba cada vez que sºltaba” en e l campo d el

boliche . Una tarde en que , después de d esuncir lºs bueyes , el mozotºmaba mate , sºlito , junto a l a carreta , vió a Felisa haciendº d eses

perad os esfuerzos pºr picar un tronco duro con un hacha d esafila

da . Comedido cºmo siempre, e l carrero se levantó y acercándose

a ell a d íjo le :— Deme l

º

hacha .

En po cºs minutºs Ladislao picó y raj ó una buena cantidad de

— Ya llega, gracias , exclamó Felis a , co locando las astillas en

el delantal .

Y no hubo más ; pero en la madrugada siguiente la ayudó a ordeñar y de ahí empezó una amistad que fué creciendo insens iblemen

te . A menudo hacians e mutuas confidencias . Ella expresaba e l cansancio de aquella vida de servidumbre , d e esclavitud cas i, no cºm

pensada ni s iquiera cºn buenos tratºs , pues su cuñado y su hermana se habian habituadº a cons iderar l a cºmº una sirvienta .

El , por su parte , le cºntaba la incºm ensurab le aridez de su exis

tencia , que habia recorrido“ llevado s iempre del cabres to”. Grandes

dolores no había exper imentado nunca ; la suerte nº le d eparó

a ueldades, perº le entum ecía el alma aquella tristeza que des dehacía muchísimos añºs caía sºbre ell a como una pertinaz garúa .

— “

Por l inda que sea la yerba, nunca sale bien e l mate tomadoso loDe ahi provenían sus penas . Rara vez le faltó yerba, pero le fal

tó e l compañero para“

amarguear”

.

— ¿Y nunca pens ó en cas arse? l e preguntó Felis a, mirándolefijamente .

Ladis lao alzó la cabeza , observándola cºn extrañeza .

— ¿Pen s ar en casarm e º No , nunca se me Nadi e meA mi nunca se me ocurre

Isinuantemente ell a agregó :—Siempre debe ser menos tris te la vida entre dºs Yº, si ha

llase un hombre me—La verdad , seria másDos mes es después, se cas aban . Ladis lao encontró que su mujer

era buena , relat ivamente ; aun cuando bastante fría , bastante parca en car iños , porque , habiéndos e cas adº para des cansar, nunca qui

so tºmarse e l trabajo de fingir apasiºnamientos . No era aquella , sin

71

duda, la cºmparac ión vagam ente soñada por e l cart ero , pero ¿ cuánd o en su vida había hechº algº d e acuerdo cºn sus preferencias ?Pas ado el primer momento de desasos iego , su exis tencia continuócºmo ante s : vac ia , sin luz, sin cºlºres , igual un día a otro dia , co

mo un ti ento a otro tienta .

Una carrera pe rdida

Para Alberto Nºc ión.

M ás arriba d e Concordia , sobre las barrancas que ponen vall a al

río , señoreábase la es tancia del “Tala Chico”, l lamada así, quizá

pºrque no habiendo piedras por ninguna parte , no exist ía"

en la

comarca un sº lo tala , grande , ni chico : la idios incras ia gaucha de

semejantes irºnías , que hacen sºnreír compas ivamente a los “dotores

, con la misma razón con que lº s gauchos sonríen , en burla res

pe tuºsa, ante el“Doctor” que precede al nombre de muchas cal a

bazas .

El propietario de “Tala Chico ”, un criollo de ley , había muertohacía un año , y comº su hij o , ún ico heredero, ahogaba la pena en

e l“

Rºyal y el “ Casinº” de Buenos Aires , la estancia . quedó en m a

nºs de dºn Venancio , el viej º capataz , que estaba más gas tado quees as tabas de ovej a que s irven d e bo tón en las colleras de bueyes .

El viejo don Venancio, ñandú criado gaucho entre la empalizadade una esclavitud moral , tenía duros los caracuces y pesado el mon

dongo . M ás que recorrer e l campo , prefería quedarse en las casas ,amargueand o , churrasqueando , jugando al

"

s iet e y mediº“ y "

p ro s i an

do” con los foras teros.

Como de jºven, había serv ido voluntario en una revºlución oriental , enorgulleciese de ser blanco, y cada vez que caía a la estanciaun oriental blanco , regºcijába5 e , halagábalº y atestiguaba las mentiras heróicas d el in tru s o . para , a su vez, presentar un testigº que

confirmara sus prºpias mentiras . .

— ¿Usted si acuerd a cuandº en Tacuarembó Chicº corrimos la sal

vajada?—No me v i a Yo serv ía cºn el cºronel Pampillón .

—Yo diba con ¡ Qué mºdº'

e meter ¿Si acuerda

que habia un cerrito con mucha piedra menuda , y después, un ca

ñad ón con unos sauces en los labios , que parecían bigote'

e

— ¡No me vi a a cordar ! re5 pondía e l otro , sorbiendo e l mate yechando una ºjeada al asado . ¡ Ahi al ladi tº nomás , yo degollé un

zum aco”d ispués de vol tiarle el caballo en un tiro

'

e bolas de lºs demi flºr ! .

—Pues a mi me acorralaron cincº o vein te “churrinches

” y meprendieron juego, y yo revol ié la lanza y lºs desparramé cºmo ºvejasdonde d entra un ¿Us ted no

—¡ Pucha si supe !

Y as i seguían mintiendo , buenamente , inocentemente , narrando oo

sas que hubieran querido hacer y no bi cimoni o de la veracidad d e lºs relatºs y

72

uno y ºtro , de que si aquello no ocurrió, pudo ºcurrir. En tanto, el

auditorio, gauchaje jºven , admiraba.

—Una vez póngase cualquier época se estaba organizandodigamos mejo r , preparando una revolución blanca , y la estanc iade l

“Tala Chico prestó albergue a media dºcena d e cabecil las en

tren de invasión , y el viej o dºn Venancio estaba a sus anchas cºn

aquell a gente , a la que hartaba de carne asada , mate c imarrón y ca

ña aguada .

— ¡M e tanlé , me tanlé ; decía yº sé lº que sºn esas

¡ Cuando hay pul pa , hay que enl lenarse , por un por si acasº nº

se cºme en tresY lºs futuros revo lucionariºs , que tenían buen diente y quizá. ham

bre a tras ada , l e metían cuchi llo al sºbrecºstillar de ternera , sonríend o ante la ingenua ºbservación del capataz : en la Banda Orienta lhabia vacas como mundo, y teniendo buen caballo , lazo y boleadoras ,¡ cualquiera pasa un d ia sin en tiempo deEntre los tertulianos , es taba Panchito Gutiérrez , peón de estancia ,

y su padre , d ºn Pro tasio , una resaca,“mºntón de giie sos envuelto s

en una lonja”

un viej o gaucho que habia peleado con las policías ,siendº matrero , y habia peleado cºn los matreros , s iendo pol icia ;

que había recibido gºlpes de los po trºs , domando , y golpes de lºs ofi

ciales , cuando lo domaban en un cuate! . Rarísima vez hablaba,y cuan

do lo hacía cuidábase d e no dec ir nada ; era un vencido, un arrninado , una garraEn cambio , su hij º Panchito, se entusiasmaba ºyendo los relatºs hé

licos , y ardía en deseos de acºmpañar a lºs revolucionariºs ,en su

herºica empres a de ir a tirar tirºs contra e l gobierno , que , cºmºtºdºs lºs gºbiernºs . no permitía tir ar tirºs ni en Noche—Buena . Uno

de los cabecilas lo había entus iasmado aún más , diciéndºle :—Vea , amiguito ; usted es joven , y si se siente con coraje paraj inete ar el pºtro , que le advierto es bellaco , puede hacer carrera .

Panchitº estaba decidido y hab ia hecho sus prepara tivºs en secretº.Nº tan en secre to , s in embargo , que no los hubiese o lido el viejº , quienen e l momento decis ivo , lo cºgió de un brazo , lo llevó a su cuarto,y con tono severo y cariñoso a un tiempo , ordenó :

- ¡Ust ed se queda ¡No tiene nada que hacer ni nada queganar , pe liand o en tierraY luegº abundó en razones suministradas pºr su l arga expe riencia,

y e l muchacho se designó . sin cºnvencerse .

— ¡Ta bien , tata ; dij o yo lo obedezco ; pero coste que mi haceperder una carrera !— ¿Una? interrogó maliciosamente el viejo ¡No m

'

hijo : un

montón de carreras y por cancha fiera , sin and arive l y con más agu

jeros que ¡Yo conozco el

Como se puede

A Julio sánchez Garde

Hombres muy honraos , los hay d e juramente , pero ande pisa el

viejº don Emi liano hay que hacerse a un laº"

.

73

Esa frase repe tíase cas i ind efectiblemente , cada vez que en PagoAnchº se mentaba a don Emiliano Ramirez

,cºns ideradº y respetado

cºmº e l protºtipo d e la equidad , como e l celºso guardador de la vie

ja hidalguia gaucha . Su hijo , Se bas tián , la habia ºidº cien veces ycuando don Em iliano murió , se propus º cºnservar esa reputación , másvaliºs a que el reducidº bien hered adº .

Mantuvo con empeño el propós ito, y los resul tadºs le cºnvencieronde que la deshonestidad nº es nunca oficio productivº . Gracias a su

cºnducta y a su laboriosidad extrema , logró duplicar su patrimºnioy a los treinta añºs , poseía , no una fºrtuna , pero si la bas e d e ell ay por lo tanto un pasable bienestar .Más o menos a esa edad se cas ó con Etelvina , una morocha de

veinte años, hij a de un chacarero vecino, l inda como durazno ma

duro y alegre como chingolo .

Durante cuatro años vivieron felices , salvº pequeñas y fugi tivast ormentas domé s ticas , mºtivadas casi s iempre por reproches de Sebas tián a las frecuentes inj us ticias de Ete lvina en su t rato con peº

nes y peonas . Ella era autºritaria y sºberbia y las frases hirientesse es capaban a menudo de sus labiºs .

— ¡Pa eso son peºnes ! respondía .

—No ; replicaba buenamente su marido son peones p'

hac erlos

trabajar , no pa insultarlos .

— ¿Y si no hacen las cºsas bien?— Se les despide y se bus ca otros .

Pero Etelvina , no solo era violenta, sino injusta , cºsa que mortiñ

caba dºblemente a Sebastián . Ella era buena y cariñºs a , pero cºn un

cariñº excluyente que la hacia ºdiar a cuantas personas , hombres

o mujeres , demostrasen afectº a su maridº . Por esa causa no aho

rraba opºrtunidad de herir a Bas il io , un muchachº sin nombre , a

quien él había recogido , ayudado , dándole sitio de hijo en la familiay que pagaba su deuda de gratitud con derroches de bºndad y labºriosidad .

En la mes a lo humi llaba eligiendº pa ra serv irlo , las peo res presasdel puchero º d el asado , lo cas i incomible , aunque qued asen muchasmejºres que habrían de aprºvechar los peºnes y los perrºs. Y él com ía en s ilencio 10 que le daban , sin una protesta , sin un ges to , comºs i aquello

,y lºs reproches injustºs y las frases grºseras que a cada ins

tante l e aplicara la patrºna , fueran cºsas perfectamente razonables.— Esto no puede seguir así, exclamó un d ia Sebastián , m an ifes

tando su prºpósitº d e enviar a Bas iliº de capataz a su estanzueladel Pino , dis tante tre inta leguas deE s to acalmó un pºco la irascibii idad de Etelvina ; pero como se

pas asen los dias sin cumplirse la promesa , vºlvió a la carga cºn ma

yor

¡Y poco después Sebastián tuvº la triste cert idumbre de que Ete lv ina y Bas il io lº engañaban mis erablemente desde dos añºsBas il io se le escapó de entre las manºs , s altando en pelo el caballo

d e la sºga y huyendo a la carrera ; Ete lvina , después de sufrir una

soba de rebenque , fué ignºminiosamen te expulsada de las

Sebastián quedó so lo , muerto moralmente , envej eciendo a prisa,

74

guidas , mustias , exhaus tas ,sin pote ncia para germinar, idénticas a

mujeres consumidas y es terilizad as cºn la exces iva prolongación del

deliquio amorºs º.

El hacendadº opul ento que veía pas ar lºs días , cons agrada la peo

nada a la ingrata labor del “cuereo

, y que al reco rrer e l campo oh

servaba e l suelo amarillo , agrietado , lºcº d e sed , sobre el cual errabanlentamente los vacun ºs flacºs y tris tes , apenába

s e , sin duda, pºrqueaquell a calamidad le absorbía tºdo el rendim iento del año , la gananciaesperada comº justa recompens a del capital expuesto y del di arioafanoso laborar .

Pero —para el mísero chacarero ,

º la pe rspectiva era más desconsoladora aún ; su cºs echa es su pan , e l pan del año entero, e l fruto obteni do a tru eque de penas infinitas . La pérdida de la cºsecha , era la

miser ia sºnriéndole sarcás ticamente desde aquel cielo azul sin nubes ,árido , inclemente .

¡Nº

A veces nublábas e el firmamento y las gentes salian al patio y oh

servaban an s iosas, mudas , reteniendo la respiración“para no ahuyen

tar l a tormenta Has ta los perros se quedaban quie t itºs , sentadºs sº

bre las patas tras eras , agitados los flancºs , escarlata los ºj os y mediacuarta de lengua afuera .

Solían caer unas gotas de agu a , a cuyo contac to la tierra dejabaescapar un vaho capitoso . Pero cas i de seguida borrábase el aspectºcaligino s o del cielo y tornaba e l sol a vomi tar fuegº sºbre las campiñas dese speradas .

Sólo las ovej as estaban contentas , comiendo raices y sin wpºr

tá.rse les un ardi te d e la aus encia d el agua .

La persistencia de la sequía dibujaba , con rayos de luz , un cuadrºsombrío par a los infelices morad ºres de la comarca , quienes inte ntaron un úl timo recurso , yendo a implorar la piedad divina .

Reuniérºnse los labriegºs, cºincidieron en el prºpós ito , pero cous id erando que , para solic itar algº a los po derosºs y Dios debe serlomás que nadie , siempre resul ta más práct ico hacerlo por interm e

d io d e persona influyente , se fueron a ver a Enrique Que irolo , cha

c arero al por mayor , y que , siendo muy amigo del cura , . tenía al gunas

relaciones cºn Dios.

Que irolo , servicial , buen creyente y capaz de cantar una petenera

sobre la parrilla en que asaron a M ºc te zuma , accedió gustºs o y fuesea ver al padre Bianchetti , e l prelado napolitano para quien la sangre

d e Cris to se transfuga anualmente en lºs viñedºs d e Barbera .

—Padre empezó Que iro lo : ¿Si hiciésemos una pe tendam pluv iam ?

—Me parece buono .

— ¿Si sacás emos en proces ión al patrón del pueblo?— ¿A santº Beni to ?— ¡Pues l—M a parece lindº . Ma ,

sapese , cuesta matina tengue que decirlecºme cinco misa a Santo Son mis a pagata , Paga

to puoco due pes i el ma prec isa Dºpo al

m eso joru o sacamo al Santo Beni to, lº sacamo , andate

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¡Per San Genaro ! s i ques to cane de negro no fa llovere , lo metotuta setimana de facha al .— ¡ Padre !—¡ Ah ! EBousa. ¡Que la santa Madona me

A las tres d e la tarde , la gente del pueblo , aumentad a cºn numerºses vecinos de las chacras , se hallaba reunida en la igles ia parro

quial , d e dºnde partió , con e l ceremonial acºs tumbrado , la procesiónencabezada por San Benitº .

Una hora después , la ceremonia habia terminado ; y una hora después ennegracíase el cielo , rugían lºs truenºs , serpeaban lºs relám

y caía so bre la pºbre , asolada comarca , la más fºrmidabled e las

Que irolo , compelido por sus colegas , fué a pe dir una explicación delfenómeno al buen padre Bianchetti , quien después de serv irse y debeber la úl tima copa de Barbera , respondió con beatifica calma :— ¿E qué que rese Santº Benito e negrº e lo negro , no lo

sabese , dºpº el mes o joruo, sempre hacene cosa d e negros .

A los t ajos

A J oaquín de Ved ia

—A la indicó Sebas tián .

El tal ladºr, manteniendo e l naipe apretado sºbre la mesa cºn la

manº izquierda , desparramó cºn la derecha los bill etes y la mºnedaque cºntituian la banca .

— Hay cincuenta pesos , dijo ; y luego , siempre en la misma actitud d e las manos , levantó la v is ta , la fij ó cºn ins is tenci a en el mºzoy preguntó con sorna :— ¿Cuánto?—C o po , respondió Sebastián cºn voz rºnca .

Lucas , el tallador, s in cambiar de postura ni de tono, agregóestaba una gans a .

Súbitamente enroj ecido e l rostro , cente l leante lºs o jºs, el mºzo

gritó :— ¿No tiene confianza en mí? .

Inmutable , Lucas , sin alte rarse , ni hacer caso de la alterac ión de

su cºntrario , explicó :— En la carpeta sólo tengo cºnfianza a la plata.

El mozo se desprendió el tiradºr en que lucían cuatrº onzas de oroy lº arrºjó sobre la mesa preguntando :— ¿Al canza pa cubrir la—Alcanza y sobra , respond ióle tranquil amente el tal lador;

me d oy Una so ta cºntra un tres nun ca se Vidº ganarUn seis … pa nad ies un un dos Y si

guen lºs pares , cºmº y un y van caindo blanAurita no más atrºpella el ¡Y ¡ un

¡ no asus tarse ! ¡ Otro cuatro ! ¿Quiere abrirse , compañero? .

77

—No soy muj er, respondió airadamente el mozo ; y el tal lador.sonriendo cºn frialdad , replicó :—Me gus ta la gente y cºn plata pa ¡ E l tres !La sota es mujer y es ¿Doy en tres por e l resto?— Pagº .

—Va la y y un cabal lo pa naid es ,un as pal y aqui está de nuevo e l un tres d e

o ros , amigº .

Sebas tián mºrdió el pucho que tenía entre lºs dientes y guardósil encio , sºpºrtand o cºn serenidad la mirada insolente y provocativade su cºmpetidºr .Ya estaba clareando el d ia y la jugada habia dado comienzo al

atardecer . Primerº jugarºn al “ truco” y Sebas tián, en liga extraña,ganó partido sºbre partido . Luego al “nueve”, y al nueve tambiénpe rdió Cuando habia perdido muchas libras , salió, dió unasvueltas por la enramada , refrescándose con el serenº y volvió a la

carpeta dºnde Sebas tián ta llaba al mºnte con suer te excepcional .Si le dolía la plata perdida, más le dºlía a Lucas que se la hubiese

ganado aquel vagabun do , a quien de tres añºs atrás , encontrabas iempre atravesado en su camino molesto y dañino como uno d e esosperros de es tancia que abandonan las casas y se van diez o docecuadras para ladr ar y molestar el pasajero que cruza tranquilamentepºr la carrete ra .

Lucas , hij o d e un es tanciero ri cº , te nia su puesto y su hacienda.Era j ºven , era gallardo , podia presumir y gozaba de cierto pres tigioentre e l elemento femenino del pago. Pero cayó aquel fºrastero ladino,cantºr primoroso, bailarin sin igual , y encºmenzó a ladiarle la cumbrera del rancho .

La mayoria d e la mozada se hizo ami ga de Sebastián . Lucas se le

puso de punta y el foras tero , muy fuert e , sin duda , se gozó en vencerloy humillarlo .

Si nadie sabía de dónde era, ni quién era , ni qué hacia , ni a qué

Venia , todos supieron , sin embargo , que en un rodeo de chúcarºs sa

bía apartar un novillo como e l mej ºr y que pialaba l indo en la can

cha de una manguera , y se l e sentaba al potrº más res ervao sin ha

cerle ascº a los corcºvºs . y que en varias ºc as iºnes en que trataronde prºbarlo , demºs tró que no le hacía as co al peligro y que sabia ma

nejar la daga lo mismo que el naipe .

A Lucas le fué an tipát icº al principiº . Después l º odió .

En aquella tarde . le habia ganado la plata en las carreras ; le habiaganadº en la carpa , las preferencias de la quitand era Eusebia ; le habiaganado muchºs riales a la taba y muchºs pesºs al truco , al nuevey al ¡Ya sólo le quedaba la paciencia para— ¿No apunta más ? preguntó con insºlenc ia e l foras tero ; y comº

e l ºtro respondiese cºn altiva entonación :— ¡No . porque no tengo plata , y no acºstumbro jugar deel intruso , sonriendo malamente , perversamente , dijo :—Prendas son En tºav ia le queda el cuchillº .

Durante un rato,un rato demas iado largo , Lucas quedó cºmº azon

zado ante el latigazo . Bajó la vista , retrocedió , se tan te ó la cinturay encontrando en ell a e l puñ al d e mango d e plata y de hoj a afilada

78

y agu zada , lo sac ó , lo hizo brillar y hablando cºn la voz so rdamente

tranquil a de las supremas intranquilidades , dijo :— Es Me queda en tuavia el Vamo a

pero vamo a jugarlo a lºs tajos . .

Hubo ruido ; se ap agaron las luces .

Allí cerca trabajó e l sepulturero ; allá lejºs trabajó e l j uez.Y nada más .

Una achura

A Enrique García Vel loso.

En un ángul o del galpón ya casi ºbscuro lºs peones , cºncluí

das las faenas de l d ia , tºmaban mate , a la espera de la cena.

Animaba la tertul ia Ciriaco Sºsa gauchito cachafaz, andariego y decidor, que se fué de l pago y volv ia a él , tras añºs de ausencia , cºn

los prest igios de su j uventud conquistadora, rica en aventuras d e dagay de amºr .Cuandº se fué , m ºntaba un patria viejo y maceta, y era su ape

t o un lomillo “basteriadºr”, una corona de cuero crudo

, coginillos

lanudos , rienda de guas ca y freno de fierro . Un vichará” como ar

ne r5 cubríale e l bus to endeble , y un chambergo sin forma la melenuda

cabeza , y nº llevaba maletas , porque nº tenia nada que llevar en ell a.

Sin una moned a en e l bo ls il lº y sin un propós itº en la mente, sefué , al trote fast idiºso del tordillo l is iado y al azar del destino.

Lº que hizo en las cºmarcas lejanas , nadie lo sabia ; pero regresóal pago con buenas pilchas , d os pingos d e ley ,

“ herraje d e plata yoro , y un

capincho en cuyo v ientre in flado dibujaban circunferen

cías las“ amaril las”.

Nadie le preguntó el ºrigen de su prosperidad , aun cuando todosla suponían prºveniente del naipe , la taba o las carreras . Cºmº era

amable , divertido y generoso , lo aceptaron y agasajaron , sin entraren averi guaciºnes fastidiosas e inneces arias .

Hasta el patrón y la famil ia del patrón cºlmábanlº de amabil ida

des , porque lºs entretenía con sus hist orias pintºrescas, y porque ,además , era acºrdeonista , gu itarrerº , cantºr y bailarín sin rival en

todº aquel pago , que él alegraba de uno a ºtro extremo , vagabun

deando como un señor que dis fruta sus rentas . Sin embargo , su cuartel general era la estancia Portillo, donde , como dejo dicho , tºd ºs leprofesaban simpá

t ica admiración.

Todos , no . Apolinario era e l único a quien el aventurero no habia

ientras los otros formando rueda en la penumbra

pón , gozaban oyendo los pintorescºs relatºs delestaba solo , lejºs del grupo, trenzando un lazº , cuyºsía con rabia , cºmo si quisiera envenenarlºs , cºnvertirlºsep le tas de ponzºña y de odiº .

argo . l a cara de Apolinario una cara ancha , vulgar ,ampiña mcs trábase serena , tranquila, inºfens ivamen

ando le ofrecierºn un amargo , di j º :no apetezco .

79

Cuando Ciriaco , después de l iar un c igarril lo, le ofert ó la tabaquera,

respondió mos trando un pucho :—Gracias : estoy p itando .

Al pasar le la l imeta con caña para e l obligado trago cºn que se

as ienta” el mate , la rechazó manifestando :—No sé beber .Y todo eso lo decía cºn una voz blanca y desabrida cºmo escar

cha , s in levantar la cabeza , sin apartar la v is ta de la al ezna cºn queiba apretando lºs t ientos , prºlij a, concienzuda , sabiamente .

Lºs otros cºncluyeron pºr no hacerle casº ; y él, contento , prosiguióescupiendº y t ironeando las hilos de lonja, blancos , parejºs, bien so

¡ como que eran para un lazo de catorce brazas , encargo deun pialadºr deApolinario siempre fué s ilencioso, taciturno , soli tario . Era un con

templativo , y cºmº tenía muchas cºsas que cºnversar cºns igo mismo ,

fal tábal e tiempo para platicar cºn lºs d emás .

Era lógico que es e modo de ser le enajenara las simpatías de sus

camaradas , quienes atribuían a orgullo lo que era natural expresión ,

de su temperamento . Por ºtra parte , e l patrón profesábale particularest ima y como todos veían en él al sucesºr del viejo mayºrdºmo , donZacarías , más se acentuaba la repuls ión.

Apo linario , que en e l fondo era un buen hombre, sufría y sé agriaba

cºn las sátiras de sus compañeros , a las cuales no respondía por no

responder con violencias . La palabra era para él un instrum ento ah

so lutam ente rebelde .

Sus amores con Euxodia, la hi j a del capataz, habían comenzadº,según la mordacidad de lºs peones , d e este modo :En la fiesta tradicional de fin de esquil a, Apolinario bail ó cºn Eu

xodia , ºcho polkas y diez mazurcas , sin habe rle dicho una so la palabraen tºda la noche , por la doble razón d e que , él , si hablaba bailando

se“pe rdía”, y cuando concluían de bailar , ella íbase

'

en busc a d e

mozºs d icharacheros , y hasta zafad os, que la entretenían con su“ prºs a Recién en la madrugada, cuando se cºncluyó

"

el baile , porque los guitarris tas ten ian llagados los dedºs , el gauchito , hac iendoun gran esfuerzo , di j o :—Yo la qui ero .

Ella fingió extrañeza .

— ¿Usted?—Yo . ¿Quiere que seamºs novios? .

Ella tuvº tentaciones de reír , al verlo cºn la cara de angus tia,roj a , l lorosos lºs ojos , pero se contuvº y respºndió :—Bueno .

Y no hubo más . Se es trecharon las manos , se dieron las buenas

y quedaron de nºvios.

Dºn Zacarías , consultado , dijo—Ella es gil ena , pero un poco dura

'

e boca ; no aflojes mucha la

rienda y en caso'

e neces idada, acomod ale un mangazo .

Los amores prosiguieron sin gran gasto de frases . Apol inar io pobló

en la cºsta de l Arroyo Malo , ocupandº un potrerito cedido por el pa

trón ,para cuidar una majada de la haciend a , y sus propios ani

.nal itos .

80

— Pa primavera, casamºs ; había propuesto ; y el la as intió , sin

ºbs táculo y sin entus iasmo :—Casaremo.

Pero a principios del invi erno llegó C iriaco al pagº . Sus cuentºs

d ivirtieron a la criolla ; sus dichos picantes la hicieron reir, y cuandoun hombre divierte y hace reír a una mujer , está. muy cerca de ganarleel corazón .

Apolinario vió venir la catás trofe y no hizo nad a par a evitarla , nidió a cºmprender a nadie que estaba ente rado de la traición . Un díapartió para la cºs ta d el Arroyº Malo , a pretexto de ultim ar los traba

jos de la pºblación , y demoró allá cerca de un mes . Cuando volvió loscompañerºs no ahorraron indirectas para hacerle saber la infidelidadde su prºmetida ; pero él se obst inaba en nº comprender .

Es tuvº tres días en la estancia y volvió a marcharse a sus ranchºs ,tranquilo, impas ible , confiadº.

— ¡No cái . la leña cargada l . mani festó un peón .

—Es sºnso'

e nacimiento , agregó otrº.

— ¡ H ay gentes concluyó un tercero que l es gus ta comer las

Y transcurrió ºtro mes . Durante ese m es, Ciriaco, satisfecha su

vanidad , había alzado e l vuelo , dej ando a Euxºdia abandonad a a su

vergiienza y a su miseria .

Pºco después llegó Apolinario . Iba paquete y contento. Cuandº todºs estuvieron reun idos , anunció :—Ya est án concluidos tod ºs lºs prepara tivºs : vengo a convidar pal

El asombro fué general . L a muchacha, sorprendida d e principio;recapacitó y pensando, quizá , que la tontería de Apo linario dabapara todo, o tal vez , que eran suficientes para él los restos d e amor

que podia ofrecerl e , le acarició con una mirada vol uptuosa, y d ijo a;

m ed ia vºz :— ¿Cuándo?—Pa l o tro domingoEl viej o Zacarias , sintiendo rebe larse su nobleza gaucha, exclam ó— ¿Perº de endeberas ; te vas a

— ¡Y si, d on Zacarias l . Tengo la poblac ión cºncluida y como all ícerca encontré una muchacha— ¿Qué decis? saltó Euxod ia, pál ida de rabia. ¿Cºn quién te

vas a casar?'

anquilamente , Apolin ario respondió :- Cºn Pancha , la hij a d el chacarero dºn Remigiº .

— ¿Con la ñata Pancha? inte rrogó furiºsa su antigua novia ; yagregó con profundo desprecio : achura l . .

El la miró fijamente , y con su habitual voz blanca y desabrida cº

mo la escarcha, di j o :—Una achura , es Pe ro más vale achura fres ca que asao

de res cansada . .

Y ningunº rió, ento nces .

81

E l t iempo bºrra

En el cielo , de un azul inmaculado , se movía una nube . Esparcidassobre l a planicie de inabarcab les l imi tes, multitud de reses, casi inmóvil es , salpicaban de manchas blancas y negras , amarillas y roj as ,e l verde tapiz d e la pas turas d e otoñº. Ni calºr , ni frío, ni brisas ,

ni ruidos . Luz y s ilencio, eso si ; una luz encegueced ora y un silencioinfinitº.

A medida que avanzaba , a trºte lento , por el caminº zigzagueante ,sentia Indalecio que el alma se le iba llenando de tris te za , pero d euna tri steza muy suave , muy tibia, experimentandº tentaciones de

no prºseguir aquel viaj e, d e miedo a las sorpresas que pudi eran esperarle a su términ º .

¡Qué triste y angust iºso retorno era el suyº l . Quince años y dºsmeses llevaba de ausencia . Revivía en su memoria la tarde gris , ladisputa con el cºrrentino Benites por cuestión d e una carrera mal ga

nada , la lucha , la muerte de aquel , la entrada suya a la po l icía , la

amarga despedida de l pago , a su campito , a sus haciendas, al ranchorecién cºnstruido , a la espºsa de un año . Ten ia veinticuatrº entºnces y ahora regresaba viej º des truidº con lºs quince d e presidiº

¿para quéº ¿Existían aún su mujer y su hijº? ¿ lo

recºrdarian , lo amarían ¿Pod ía esperarle algo bueno a unescapado de l ¿Estaba bien seguro de que era aquel su

El nº lo recºnºcía. An tes no es taban esas grandes poblaciones que blanqueaban a la izqui erda ni las extensas sementeras

que verdeaban a la derecha .

Y cada vez cºn el cºrazón más oprimido prºs igui ó su marcha , es

pºlead o por fuerza irresis tible .

¿E ra realmente su pºb lación aquell a ante la cual había det enidºsu Por un momento dudó . Los paraisºs que la sombreaban ,

los había plan tado él el hºrno d e amas ar , e l chiquero de cerdºs,”

l a huerta de hortalizas , nada de aquello existía en su tiempo . Sinembargo , e l rancho, a pesar del techº de zinc que reemplazaba e l d e

paj a quinchado por él , era su mismo rancho ; lo conocía en el ta lladod e lºs horcones y en la cºmba del tirante frºntal .— ¡ Bajesé l gritó le desde la puerta d e la cºc ina una mujer añosa,que en s eguida , anudándose el pañºlón que le cubría la cabeza, fuéhacia él , seguida d e media dºcena de chiquil lºs curiºsºs .

— ¿Cómo está?—Bien

, graciasº pase pa adentro.

Ella no lo habi a reconocido ; él presentía a su l inda morochita en

aquell a piel cansada y aquellos mechones de cabello gris que aparecian bajo e l pañolón .

Entraron en el rancho , se sentaron , y entonces el dij º—¿No me conoces?Ella quedó mirándolo , empal ideció y exclamó con e l espanto de qui en

v iera aparecer un difunto :— ¡ Indale cio !Los ojºs se le hicieron agua y lºs chicos la rodearon . se le pren

dieron del ves tido y comenzaron a chillar . Cuando se hubº calmado

un poco , habló creyendo sin cerarse .

8”

— Es taba pensando en vºs .

— Pensa en ordeñar ligero , que la patrona es tá esperando la lechepal mate , replicó ella cºn cierta v iolencia .

— ¿Te fas tidi a que piens e en vºs?— ¡De juro l Ya es tiempo que concluyas d e cargociarme . Fs bobo es

tar siempre cod iciando una prenda que tiene dueñº .

Venancio fij ó en ella sus o jºs pardºs , de mirada intens a , sus lab iºsse contrajerºn en expresión amarga y dura y exclamó con vºz sorda :— ¡ Fals a y tras que falsa , ¡Andá nº más , que en el

mun do tuito se ¡ hasta el pedazº'

e tierra que hade guardar nues tra— ¡ Sólo te faltaba ¿Por qué no me pegasUn enjambre de recuerdºs iluminó el alma d el gauchito , enterne

ciénd oiº .

— ¿Pegarte a vºs , Petronil a , pegarte a vºs? . ¡Mas antes me enca

jaría el cuchillo en el Y, sin

—Sin embargo ¿qué? ins is tió ella,orgullºsa y provocativa .

¡Habla , no te tragues la ¿Qué tenés que echarme en ca

ra? … ¡ Solam ente que te he dejao por un hombre que val e más que

vos ! …

Ante el insul to , Venancio irguióse y d ij o :—Vos te cas arás esta tarde con Sand al io , d ispués de haberme en

ganao , dispués de haberme estao mintiendº cariñº tres años eu

teritºs . .

Ella interrumMó :—Cuando d entramos d e novios , no firmamos contrata.

Sin res ponder a la sátira , Venancio prosiguió :— Vos te casarás esta tarde con Sanda l io , casarse y ser

fe liz son dos caballºs de dis tintº pelo . ¡Ya lo verás ! ) ¡Te lo juro

por el finaito mi tata , que Dios tenga en su santaY cruzandº los indice , los besó ruidos amente.Respondió ella cºn una sºnrisa forzada . El se puso a ordeñar, ll enó

un j arro y se lo alcanzó sin hablar le y sin mirarla . Petronila , tomand o e l cacharro , dió un despreciativo co le tazo cºn la pºllera y se ale

jó cantando .

Concluido e l suculento almuerzo , y luego de efectuada la boda, ccmenzarºn a vibrar las guitarras , y mozas y mºzºs invadi erºn la sala,dejando so los en el comedor al cura , al cºmisario, al juez y al patrón ,dispuestos a darle al tru co y al amargo has ta que lºs espantase la patrona para te nder de nuevo la mesa.

Y el baile estaba en todo su apogeo , cuando entró Venancio en la

sala . En ese mismo ins tante , Petrºnila , linda cºmo el luce ro . orgul losa d e su dicha y de su triunfo bailaba cºn Sandal io una lánguida

mazurca .

Acercóse Venancio , detuvo la parej a, y d ij o sºnriendº— Vengo

,Petrºnil a , a cum plir lo prometido : ¡ palabra dada , palabra

Oyéronse un grito de dolor y un grito de espantº . Re trºce d ieron

atemorizadas las parejas , y el cuerpo de Sandalio cayó pesadamente

sobre las baldºsas d el piso .

84

Al o ir lºs gri tºs y lloros, acudierºn presurosos el patrón y el co

— ¿Qué hay? interrogó el segundo .

Entonces , Venancio , adelantándose , entregó e l cuchillo ensangren

t ado , diciendo con pasmosa calma :

—Cas i nada , ¡Un d ijun to y una

Visión d e ºro

Al llegar al limite del campo , antes d e pasar la última portada ,d on Patricio desmontó y púsºse a contemplar dolorosamente la co

marca .

L a mas a rugº sa del cerro Calvº aparecia al frente ; a sus plantas,junto a un . regato , un gran molle alzaba su cabeza azulada ; másarriba, en la faz lampiña de la gran mºle granítica y luego en lºs

picºs suces ivºs , y en las ramazones de las “ talas” y de l as “ espinasd e cruz

, y"

de lºs “sombra de to rº” , y m ás lejºs tºdavia , en las sua

ves curvas de las lºmas y en la tranquila superficie de la “ lagunagaucha” , encegue cía el mismº resplandºr azul , cºmo si en tºdas partes se reflej as e el inmenso toldº azul caldeado por el sol de enero .

¡Tod º Una lluvia suave y alegre de luz azul , que era co

mo un regocijo, comº una promesa de infalibles recºmpens as para

lºs que aman , creen y esperan , varºnes fuert es frente a la tie rrapródiga . Y luegº vendria el sºl de la tarde , y todo resplandeceríacon e l bañº de orgu l lo glorioso ; hebras de oro en las flechillas delas colinas ; oro macizo en las asperezas rocosas ; oro líquido en las

l agunas ; arborescencias de ºro , flºres de oro , reflejos d ºradºs has taen los lom osd el laborioso caballo , has ta en la frente del buey venerable

,hasta en los flancos inflados d e la res fecunda . ¡Todo oro l .

El oro regio , el ºro corºnario , el ºrº cobrizo , e l placer del cuerpº ye l deleite d e l alma , e l triunfo, el frutº del árbºl de la vida , el frutoconquis tado cºn rudos afanes, el fru tº ganado brava yInsaciable en su cºntemplación , lºs labios entreabi ertos , lºs bra

zºs apoyados sobre e l recado , nublado e l rºstro por una mortal tristeza

, el viejo pais ano espe raba la presentación del maravol losº espec

tácul º .

Lentamente iba des cendiendo el sºl y a medida que bajaba , lastintas azules cedían el puesto al esmalte doradº .

En lo más alto , lºs cerros se vestían con túnicas de ºro v ivo , deorº tib ar , mientras en los baj íºs del bello fino de las hierbas es tremecido con el suave rozar de la brisa vespertina , semejaba un ºleaj ecobrizo . Y lºs trozºs de arroyo , columbrados desde la altura , prod ucían la ilusión de gi gantescos criso les llenos de metal precioso en

fus ión . El pelaje de lºs vacunºs t enía refle jos áureos mientras e l

vellón de las ovejas diseminadas en el llano atraía con su color suavey pálidº del ºro viej o .

Pe ro donde el triunfo se imponía completo , tumultuoso, avasallador,era all á lejºs , en el occidente incendiado , donde e l divino meta lcorría a chorros , llenando las hondonadas , alfombrando los esteros ,revis tiendo lºs bºsques y subiendo hacia e l cielo en grandes penachos

85

— ¡Todo orº !

Y el pobre viej o sentias e atraido , fascin adº por aquell as riquezasfeéricas que se alzaban a su vis ta como para magnificar la úl timavisión de aquel suelo amado , d e aquel campo que fué suyo y fuéd e sus padres y de sus abuelºs y de sus

¡ Oro , ¡ Singular El campo prºducía oro por to

d as partes y aquella cºs echa fabulosa él la había dejado perder,la había olvidado , aniquilándos e en perpetua ºración a sus muertos. El dºlor hízºl e in diferente a cuanto nº fues e el culto d e lºs

seres queridºs la espo sa y los hijos que partieron prematuramente , dejándolo sºlo y pe queñitº en la inmensidad del mundo .

Cuando despertó del pro lºngad o sueño era un extraño en la her edad ¿Era pºsible ¿Se concebía que la

E s

tancia del Arbo lito” hubies e salido d e manºs de lºs

Y la marca “ f l echa , aquella marca cºnocida en cien leguas a”

la

redonda , aquella marca que habia quemado mil es y miles de ancasde novillos , cientºs y cientos de mus los de pºtros , ¿nº vºlvería a

enrojecer en e l fuego alegre de las ¡ La marcaflecha el viej o blasón de lºs M endie tas, herrumbrada , abandonadacºmo un trastºEra pos ible , s i ; era pºsible . Y e l viej o patricio , montado sºbre unv iejo tordillo “

sobrepe so” , se gundo de su viejo perro barc ino , se iba ,

por ahí , por el mundo , sin rumbo , sin obj eto , a mo rir en cualquierparte . Se iba dejando el campo , la tierra de los abuelºs en aj enasmanos y en el pele cheo de la siguiente primavera , otra marco , quenº seria la marca “ flecha” luciría sºbre las ancas de lºs

- Las lágrimas anegaron los ojos del viejo paisano , que vºlvió a

montar a caballo , y _al tranco , sin volver la cabeza, pas ó la última

port era y se alej ó seguido de su pe rro barcino mustio y triste cºmºél .Y en tanto , cºmº el so l bajaba , la s ierra , el llano , los árbºles, lºs

arrºyos , las haciendas , tºdo parec i a de oro ; un a fabulosa naturalezade oro co r onario , de oro cobrizo , oro t1b ar , suave en las l íneas y suaveen los reflej ºs .

Baj o el cielo sereno , en la adºrable quietud de la atmó s fera perfumada cºn la hierba de lagarto de las peñas y los trebo lares en flord e los baj ios , toda aquell a pompa regia pare cía el triunfo sil enciºsode la vida .

Malos recuerdos

Para Luis Reyes y Ciriaco B orges, amigºs.

L a víspera se había combatido cºn encarnizam iento , sin que hubiera s ido posible afirmar a cuál de lºs bandos pertenecían los

laureles d el triunfo .

Siempr e ocurría lº mismº : ninguna bata lla tenía otra significaciónn i otra importancia , que el mayor o menºr d esangre de lºs adversar ios . L a guerra nº debía cºncluir pºr combinaciones tácticas, s ino

por e l an iquilam iento de uno de lºs o de lºs dºs .

Semejante s a dºs perrºs bravos, irreconciliables , cuando se encon86

traban ,reñían has ta que uno de ellos , agotadas las fuerzas se ale

j aba un poco e iba a echarse , ensangrentado , erizado e l pelo , rºj as

l as pupilas , sec as las fauces , hirviente d e cólera . El otro , el triun

fed or , se echaba en el s itio del combate , ensangrentado , erizado e l

pelo,rºjas las pupilas , secas las fauces , hirviente de cólera .

De sde cada uno d e sus s itiºs de reposo, continuaban mirándose

y gruñendo . Ni el vencidº t en ia ºbjetº en marcharse más lejºs , ni

e l vencedor t en ia porqué espantarlo .

¡De todos modos , en cuanto estuvieran des cans ados volverían a aga

rrarse a diente !Por e so , al siguiente d ía de una batalla , los dºs ejércitos dºrmían

tranquilºs ,a pocas leguas unº de ºtrº , curandº sus heridºs y res

taurandº sus fuerzas .

Uno de lºs bandos despertaba después de prolongado sueño reparador , sin im portársele un ardi te del resultado de la batalla .

La carneada fué abundante ; las reses eran gordas y como habíamucha leña , se churrasqueó muchº y buenº . La

“ind iad a quedó cºn

t entísima .

A la vera de un cañadón de lecho pedregoso , hab ia un grupº desoldadºs . Como e l tiempo era espléndidº no hab ia necesitado ar

……mar las carpas que se improvis aban con los ponchºs y trozºs de

a lambre del vecino .

En medio ardía un enorme fºgón hechº cºn tres º cuatrº postesde ñandubay . Al rescoldo en los as adores chamuscados , dºs cos till ares de vacas que no habían podido engullir lºs milicºs ; ce rca , tirados sobre lºs cojinil los , aquel lºs am argueaban , mirando sus caballºsque pacian , atados a soga , en el verde deA un lado d e la hºguera , negros y herrumbrosos estaban tres fu

s iles armad ºs en pabellón ; d e la bayºneta de uno pendia , ensartada,una lengua de vacuno .

El opulento so l de otoño llenaba d e luz y alegr ía el campo ve rdey ºndulado , todo cubie rto de tropas y de caballºs ; de muchísimastrºpas y de una enºrmidad de caballos . Toda aquella insólita población de la campaña aparecía en el más plácido y despreocupad o re

pºso .

Uno de los milicºs del grupo , un gauchito aind iadº , grueso, lustroso , de cara lampiña , de ºjos dormilones , echado boca abajo sobreel poncho “patrio" , se incorporó un poco , extendió el brazo , cºgióun tizón y , lentamente dió fuegº al cigarrillo que acababa de liar.Luego tiró lejºs e l tizón , que al caer dejó en el sue lo un reguerode brasas chupó “

el negro cerrando un ojo , lanzó una gran bocanada de humo y dijo con acentº de extrema satisfacción :— ¡ Es linda la Se pita . se pita , se pita, se

Y sorbiendo el ama rgo , otro d e lºs soldadºs agregó :—Se cºme gordo y después se pita .

—Se pita , se pita , se pita continuó diciendo e l ind iec ito con

voz perezos a y echando humo .

— ¡Es linda la G uenos pingos pa ens illar , gtienºs asaºs

pa cºm er, aire puro , vida— Se come , se duerme , se amarguea , se

—Y en ocas iones se pelea .

87

-G ueno ¿y Se pelea y el que queda , queda y se

Barriga llena , corazón ¡ E s l inda la guerra ! .Un muchachón greñoso que parecía dormitar sºbre un montón

de cueros de carneros , lanudos y sucios , intervino con voz quejum

brºsa :— ¡ E s l inda , sí ! … Pero si nºs tratasen Yo tuavia tengo

e l lomo dolorido de la pal iza que me atracó ant ier el sargentºGómez sólo pu

'

habérm ele asustao con el cintº a un gringº chacarero.

— La verdá : ¡ de un ¡Al fin es plata nues tra , plata

que nos hon robao a nºsotros, los hi j ºs delDejuramente

Y siguieron mateando y pitandº .

Dos horas más tarde e l ejército marchaba lentamente pºr las

cuchillas des iertas .

Por allá se veía un rancho incendiado ; pºr acá una huerta abandonada , y , entre los yuyos , volcado , herrumbroso , inútil , un arado.

Lºs cercºs de a lambre habían desaparecido ; lºs rebaños sin pas torerraban en grupºs y al aproximarse la trºpa huían abandonandoj irºnes del vellón comido pºr la sarna .

Al tranco indiferente baj o e l luminoso sºl de ºtoño , el ej ército , lºs

miles de cabal los gordos , cºntinuaban desfil ando sobre la loma ricay de s iert a.

¡ Es linda laLa cºlumna pasó j unto a un grupº de terneritos , veinte , trein ta,

quizá más , terneritºs que bal aban d escºnsoladam ente alrededºr de lascabezas y las panzas de sus madres sacrificadas esa mañana .

El ind iecito gºrdo y lustros o, siempre con el cigarrill o entre lºsdientes, miró el grupo d esdeñosam ente y dijº cºn su voz cantoray despaciosa :— ¡ E s l inda la Se come , se duerme , se amarguea y se

pita , se pita , se pita …

Combate nocturno

Encendida cºmo rostro abo fete ado, conservóse la atmós fera duranteaquella tarde . Sobre e l suelo abiert o en grietas , las amarillas hojasyacentes , cºnvert íanse en polvo bajo la débil pres ión de pies d e

escarabajos . En to da la pradera no habia quedadº un ta llo erguido ;sofocados , los macachines, las marcelas y las verbenas , hubierºn de

rendir las frentes sobre la cálida alfombra de grama . Los caballºsy las vac as bos te zaban d esganados al beber el agua tibia y turbiadel arroyo. Las tarariras des fallecían flºtandº sºbre e l plomo derre tido d e las misérrimas canalizas. En lºs collados , hipaban las ove

jas sin vellón , hinchadºs lºs flancos como globos ; en e l llano huíanlºs ofidiºs de las cuevas incendiadas , langu id ecían las iguanas es camosas , trotaban los unicornºs , inmºvil izábanse los zorrinos . zumbaban las avispas y esponjaban las plumas las cachirlas . El so l , sin

88

lás tim as , cas tigaba ; cas tigaba a tºdos los seres de la creación , desde

la hierba hasta el árbo l , desde e l insecto hasta e l hombre , paraprºbar resis tencias sin duda . En la selva , la brisa bo chornosa habíahumillado tºdas las imperiales ves timentas de estío. Los árboles en

flor sudaban sus perfumes , acres a fuer d e viºlentºs, hediondos comovahº d e piel d e lujuria . Es tremecíans e lºs ce ibos bajº las ascuas d e

sus corolas ; los blancºs racimºs fem eninºs de lºs sarand íes ,repug

naban en e l medroso abandono que los exponía desnudos , expandiendoarºmas ul tracapito sºs , repuls ivos en su intensidad vulgar . Lºs v iejºsde la selva presentían borrascas y adus tos , sin fanfarronadas y sin

mi edo , afirmaban las raices , en tan to los sauces pus ilánimes , ven

c idºs por la canicula, doblegaban las cabezas de cabellera lacia ymusti a , como doncel rendido en la ebriedad de una noche amorosa ,

y en tanto las temblorosas enredaderas sollozaban avergonzadas delrepentino envejecimiento de sus flºres , ajad as por e l bºchºrnº .

Los coronillas , lºs talas , los guayabos , lºs vivarós y los yatays , es

peraban la batalla . Ellos eran guerreros a quienes una maldicióndivina amarró a la tierra , cºndenánd ºles a resis tencia pas iva cºntralºs guerreros sueltºs y feroces, sus enemigos declarados , lºs vientos.

Los vientos , escupiendo saña combat iva , anunciaban su embestida .

Los vete ranºs del bosque , esperaban , firmes , serenos , silenciosºs,sin

'

orgul lºs ni desfall'

ec imientos .

Se echó la sombra sobre e l campo y hubo un gran s ilencio formado

cºn miedos , contentos y es peranzas . La chusma vegetal respiró a

gusto . Lºs macachines , las verbenas y las marcelas ¡mujeres !irguieron los ta llºs y tendieron las corolas buscando la luz de lunaque presta se irisaciºnes a ,sus policromadas pedrerías . Imprevisorascºmº mujeres , las hierbas gozaron del repentino fresco . Pero los fuerte s de la selva , los aguerridos luchadores , temblaron cual t iemblaun hombre ante un peligro que no ha de cuerpe ar.

Se ensombreció el cielo y algunas rachas , veloces y aguadas par

tid as exploradoras de la borrasc a , fueron a embestir , a estrellarsey a mºrir sobre las duras ramazones . A lo lej ºs o iase cºmo e l redoble

de múltiples tambores batiendo carga . Y las enredaderas, temblorosas , muert as de susto , abrazaban suspirandº los nudosos y gruesºs tallºs d e lºs árboles protectºres , y las innumerable s plantas epífitas ,contraían sus radi culas ºprimiendº los lomºs del macho.

Ya era to dº ºscuro , con una de es as oscuridades infinitas que en

vuelven e l crimen y e l placer máximo, lo que no deben ver oj ºsmºrtales y delatores .

Le j anas , vibraron las trompas sonando halali, retumbaron las cumbres al rodar sºbre las lomas una carga frenética ; sonaron los airescual un mil lón de cristales rotos ; gimieron , en hondo gemido , las flºrecitas arrancadas bruta lmente de sus ta llos ; lanzarºn una interjección las pajas aplastad as contra la ciénaga ; se l amentaron lºs sarandies despojadºs d e sus esposas . los racimos amorosos ; y penetraronlos cºsacos en lo hondo de la selva , sacudiendº las crínes y vomitandoalari do s . Las avanzadas selváticas se defienden con honºr . Una racha

89

furiosa coge una tala por la melena , le sacude ; se pin cha ; sueltala vuelve a coger ; forcejea ; ella se enfurece , él resiste , silba la una ,

gruñe el otro que lanza un soberbiº apóstrofe al ser vencido , al ser

arrancado de la tierra y tirado muertº sºbre la tierra . Pero más allála contienda prº

s igue .

Hay muchºs árbo les bravºs que no quierendoblegarse , que res is ten al huracán . Ruge el viento , tiemblan las ra

mas , vuelan las hoj as . El trueno retumba en la inmens idad d e l cam

pº ; la lluvia cachetea a lºs árboles ; el rayo , aliado de los vientºs , caeen lanzas de fuego amputando brazos - de combatientes . L as soberbiascopas se doblegan has ta tocar el suelo y desde allí vuelven a l e

vantarse combativas. Un relámpagº ilumina la es cena dejando ver un

cºlºso sangrando, y lºs vientos arremeten con más furia . Tiemblanlas ramas , vuelan las hºj as , aquí cruje un ramo , alli se desploma un

árbo l , agotadas las fuerzas . Unidades que caen : e l grues o brega , se

sºs t iene , espera … Abajo , las hojas muertas remolinean , se chºcan , su

ben , baj an , giran en danzas macabras ; arriba , las ramas se estremecen , en tanto tiemblan lºs pájarºs encerradºs en el nido , abiertas lasalas en prote cción de la prole . Y muy baj o, baj o la tierra , se endurecen como músculºs de luchadºr , adqui eren la fuerza máxima de

lºs sacrificios estériles, hunden las uñ as en la

Simple his toria

Saturno sacudió las crines enredadas y fij ando en e l juez sus grand es ojos n egrºs , s incerºs y bravos dij o , cºn severidad y sin j actancia :— Viá declarar , ¿por qué no ? Via declarar tºdito , desde la cruz

a la cola . An tes no tenia pºrqué hablar y aura no te ngº porqué ca

l larme . Hay que rairle a la a lversidad y cantar sin miedo, sin esp eraral nudo compasión , que no llega j amás pal que ha perdido la úl timaprenda en la carp eta

'

e la vida .

El indio volvió a sacudir la cabe za , escupió y s iguió diciendo :— A m i m e han agarrao , y d ejirramente habia

'

e ser ansina : mástarde o más temprano se halla el auj ero en que uno ha

'

e

No me v ia quejar , ni llºrar lástimas , que pa algo dijº ¡ varón ! laparte ra que me tiró de las patas . Via contar todº , pues , pa desens illar la concencia , y dis cul pen si aburro , porque mi relatº va a ser

largo cºmo noche'

e“

Velay , señor juez : yo me crié con dºn Tiburcio Díaz , que , sin des

preciar a lºs presente s , e ra gii eno cºmo cuchillo hal laº . Supo tenerfortuna y la jue perdiendo , porque le pedí an y daba , le robaban y se

dej aba robar ; cuandº vendia era al fiao . Ans ina se le jueron red itiendº

lºs caudales y acºnte ció que al mesmo tiempo que d entraba en la

vej ez, d en traba en la pºbreza . C on— ¡ Concré tese a su cas º ! exclamó irnpaciente e l j uez .

— ¿Cómo dice? in terrºg ó Saturno .

—Que se ocupe de us ted y su casº .

— P'

al lá vºy rumb iandº ; pero precisa que me den tiempo , porqueninguna carrera se larga sin partidas.

Ya dij e que d on Tiburcio era muy gueno ; pºr gil eno perdió su nac ienda primero , su campo despues . Tenia una mujer , doña Encarnación , que lo teni a todito el d ia al trote, gritándole por acá, grita.n90

se solos no lograban nunca el definit ivo afinamien to de sus almaspara entonar e l dúo del amor .

Aquella noche , s in embargo, parecía el mozo dispues to a vencer sutimidez , quizá porque e lla mostrábase más cºrdial y cºmunicativa quede cos tumbre .

La conversación iba bien encaminada , teniendo por origen el aconte cim i

ento motivº de la fiesta , el matrimonio de dºs j óvenes de l pago.

—Lauro es pºbre , perº es trabaj ad ºr , y bien mirao por lºs patrones .

— ¿Qué importa que sea pobre? interrumpió Prota . Cºn ser

giieno basta .

— Trabaj ador y s in viciºs ,—C on tal que sea giíeno : los haraganes y viciosos no pueden ser

gil enos .

Criandº coraj e , Claudio aventuró la pregun ta :— ¿Us te d se cºntentaría con un hombreY se quedó espe randº ansiosamente la respuesta .

Ella meditó unos segundos e iba a hablar , cuando de imprºvisose presentó ante ellos Pedro G uzmán , un rubio pecoso , de oj ºs d e

pulga , de nariz de l echuza , d e vºz aflautada y agria .

Conversador tan incansable cºmo superficial , afectadº y fas tidiosº , lo apodaban

“M angangá”

; perº tenía adquirida fama de provocador y de gu apo , lo soportaban , un os por re celo y otros por prudencra .

Al llega r junto a la pareja dió rienda suelta a su verbºs idad :

¿Arrinconáo s en lo Este amigo Claudio es tremendo

pa las Ténga lo sobre el freno , mire que no es de con

Prota , con e l ros tro súbitamente enrojecido intentó prote star :— Nos otros,Perº el charlatán prºs iguió :—No es tá. mal e l caso rio. Lás tima que lºs mus iquercrs tienen lºs dedosdurºs y los o id os ¿Se ha fijao la cara

'

e la novia? Pareceuna cachila ¿Y el novio , ese hijo

'

e carcamán , ¡ Quérºñoso ! Figurensé que tuito el beberaje que trujº es una damajuanad e cinco li tros y media docena

'

e graciosa y tam arindo pa las polleNo puede negar la cria : esºs hij ºs de gringo quieren más e l

vinte n que a laFes te jó su chiste cºn un a rim de falsete y cºncluyó diciendº :— Dispensenmé que lºs via dej ar un mºmento ; te ngo cºmprom e

t ido este chºtis con la tuerta La po brecita e s negra yfiera cºmo un bagre sapo , pero pa bailar no hay qui en le pise lasnaguas y se sabe c imbrar como unClaudio pudo a duras penas contener su enoj º y sus dese ºs d e

abofetear al importuno .

Vanamente intentó varias veces volver la conversación al puntointerrumpido ; pero las di ficultades inherentes a su escas a destrezaen tales lides aumentaban cºn lºs s ignos d e impaciencia que nºtabaen Prota . Ya no encºntraba forma de hilvanar una frase cualquie

ra ; e l s il encio se hizo embarazºso . No es caparon a la mirada per5picaz d e l gauchito los d ºs bostezos que la moza intentó disimul ar cºnla inte rpos ición del abanico. Dándose cabal cuenta de la situación92

desairada en que l e habia puestº la impertinente intromisión d e“Mangangá

”deseaba levantarse y partir . Pero también para hacerlo

neces itaba un pre texto que no apare cía en la cada vez más enredada madej a de sus ideas .

Habían callado las guitarras ; los bailarines restituyeron a sus res

pectivºs as ientºs a sus compañeras y G uzm án ,después de hacer

lo mismo cºn la suya , se acercó de nuevo, vani dºso y sºnriente , a la

sil enciosa parej a , exclamando :— ¿Entuavia siguen en la mesma Pero muchachºs ,

us te des han confundido baile con velorio y es tán pegando la tr iste za a

la M e da lás tima por Prota , que no tiene cara ni fi

gura , ni edad de p lanchad cra . E ncºm ienzan un ¿me quiere acompañar pa que se le paseY le tendió la manº . Ell a se puso de pie y la aceptó dirigiendo a

Claudio un sec º :—C ºnEl mºzo l ivido, temblándole lºs labiºs y relampagueantes l ºs ojºs ,

se puso violentamente d e pie .

Varias parejas, previendo una escena trágica , se habían acercad ºal , grupo .

—C on permi s o exclamó Claudio , tºmandº a Pre ta d e un bra

zo y d esprend iéndole violentamente de la mano de su acºmpañante .

Fué un momento de intens a emoc ión . L as mujeres temblaban y lºshombres ºbservaban mudos ,Luego Claudio , dir igiéndose a lºs espectadores les di j º :— ¿Uste des saben como se mata un—H a d e ser cºn una daga bien afilada, ¿nº? respondió Guzmánpálidº y con forzada ironia .

—No conte stó Claudio con firmeza . Los mangangas es se matan a sopapos .

Y uniendo el dicho al hecho , aplicó al impertinente tan formidable bofetón , que lo hizo rºdar pºr el suelo .

Los espec tadores previendo un final de sangre , se retiraron en

sanchando el c írculo . Ya ve ian lº que iba a

Perº Guzmán se levantó , echó a su agresºr una mi rada rencºro

sa y sa lió de la sala sin proferir una palabra .

Nunca más se supº d e él en el pago ; y cuando algún émulº co

menzaba a fastidiar , con sus bordoneo s , nunca faltó quien le di

j era :—Acºrdate de Claudio , quién demºs tró de qué modo se matan , o

si nº se matan se ahuyentan , lºs

Chicana

— ¿Quiere us ted dec irme , paisano , ande qued a la es tancia de donHigin io Fuentes?— ¿La estancia d e don ¡Hace Vaya ,

¿La estancia ¡ Conque la ¡Una chacra y gra

93

Agarre es e camino y al l legar a una tapera con tres om

búes , que va a encontrar pa la zurda , tendrá que vand iar un arroyito pe lao , tuerce usté pa la derecha , y va de rechito a una tala que

se ve a lo lej ºs . Al lao del tala hay una vereda que se abre sobree l camino. Dueble pºr la izquierda . Como a una legua va a encontrarun bºliche

,dej e el bºliche a la zurda y siga rumbo al cerro Lad iáº,

tuerza a la derecha pa despun tar en un banao fierón y de ahi arranca una senda que lo va a yevar a la estancia

'

e las Tacuaras, en e l

arranyancito ,

-

un pºco m ás arriba enderece su overo pa la punta'

e l

arenal y all í ya encuentra una ladera ; la sigue cºst iando hasta ll e

gar a una i s la'

e molles . Dej a l'

aisla a la izquierda y al lacito nomás ,

va a divis ar lºs ranchºs del negrº Al l i'

p ídal e algún pichón de cuervo que lo acºmpañe , porque sino , sin ser baquiano, no

llega nunca a la chacra del finao Higinio , qu'

está e s cºndida en la

sierra cºn m ás espinas que n id º'

e chimango . Y abra e l ºjo , porqueperdices nº son capones y en la s ierra hay sabandij as d e tuitas layas .

—Gracias , amigo ; hasta la vis ta .

—De nada , amigo ; que le vaya gueno .

Lisandro Ortega cºntinuó e l camino indicado,'

a trºte lento , porque el overo llevaba comidas ya muchas leguas y comenzaba a pºnerse

pesad ón , y el mozº era suficientemente gaucho para recºrdar que“ al caball o y al amigo , no hay que cansarlos

”.

Hacia dºs d ias que viajaba . Al abandonar la estancia de la Víbora,a ra iz de un altercado con e l patrón por haberlo reprend idº groseram ente y s in mot ivo , un fºrastero le dij o que en la es tancia deH i ginio fuentes , en los Arrayanes ,

se necesitaba un peón d e con

fianza . Y como no le gustaba estar d e holgazán, ensill ó y se largópara los Arrayanes .

No cºnocía e l pago y menos aún al nºmbrado Higinio Fuentespero una y ºtra cosa le eran indiferentes El queria trabajar. y en

esa época las cº lo caciones es caseaban . En todo casº , si el acºmodonº le cºnven ía cºntaba cºn tiempo y caballº pa ra pegar la sentaday rumbear para ºtro lado .

Siguiendo las ind icaciones q ue le diera el viejo encontrado en el

c amino,encontró la tapera cºn los tres ombues , vadeó el

“ arroyi topelao” , pas ó de largo por el boliche , atravesó sin cºntratiempos e l“ banao fierón” pas ó a volapié el arrayancito y llegó a los ranchosdel . negro Ben ito .

All i volvió a indagar y una morena viej a le cºntestó :— Nu

'

está mu lejo lu'

el finao ño pero es adentro mes

mo'

e l a s ierra y la s ierra es más fiera que Carculº que

no v'

a d ar con l'

es tancia'

e l finao ño Higinio.

—Si me indi1ga un— Ni Yo lº vi

'

a hacer acompañar con uno'

e mis mu

chachos . ¡A ver , Nice to l . Mºnta en el pe tizo cebruno y acompañaa l

Un negrito de ºcho años , panzudo y de pata en el suelo, montósin hacerse de rogar . Lis andro dió las gracias , se despidierºn y partiet on .

Se rpenteando por entre las brenas, molles y talas por todas partes , espina d e cruz en unos sitios y en ºtrºs sºmbra d e torºs ; ora

94

trepando y ora descendiendº y ora ladereand o el cerro adusto , tran

quearon cerca de una hºra y ya se iba instal andº la nºche cuandº

l legaron a la cas a del finado Higinio .

Eran unos pºbres ranchos , negreando en el fondo de un vallecito ,

recos tados a la espalda boscosa de la sierra .

Hacia seis me s es que Lisandro estaba a cargo del establec imiento ,

que no era propiamente una estancia , pe ro que tampo co merecia eldespreciativo calificativº de chacra” que le di era e l viejo paisanoencºntrado en e l camino .

La hacienda mayor no pasaba d e dºs cientas reses ; pero en cam

bio prosperaba una linda majada de m ás de tres mil ovejas .

Y todº aquello , en un campo incomparablemente suciº” y a mercedde vagos y bandºleros , no era tarea fácil , ni tranquil a , ni exenta d epeli grºs .

Sin embargo , e l fºras tero se encontraba muy a gustº en aquel med io cerril y taciturno , muy en consonancia con su carác te r . Y además hal lábase muy contento cºn la gente de la casa , que eran , la

v iuda d e Fuentes, su hij a Macaria y su hij º Nepomuceno, un mu

chacho d e doce añºs .

La patrona personificaba ese antiguo tipo de paisana l lanota ybuena a carta cabal . C on tent isim a cºn su mayordºmo , que trabajabamucho , hablaba muy pºco y se mºstraba siempre serio . sin pecar d eto rvo ni malhumorado , encantada con tal adquis ición , l e fué cºbrandocariñº y nº d emoró en cºns iderarlo comº de la familia .

Nepomuceno era un excelente muchacho , que quer ía y respetabaal capataz . El y un pard ito de pº co mayor edad , constituían el persºnal de la estancia . La menos accesible era Macari a . Tendria diezy ochº añºs , pero representaba más . De pºca estatura, es taba , sin embargo , admirablemente formada . Ancha la espalda , el pe cho recio,pero armon ioso ; un tanto gruesa la cintura, que jamás conoció lastorturas d el co rsé ; amplias las caderas , rollizos y bien dibujadºs lºsmusl os ; pequeñísimºs lºs pies y las El ros tro , cº lor de tri

go , era casi redondo , la nariz algo roma , lºs labios gruesºs , lºs ºjºsgrandes y negrºs , las ce j as . copiosas , la frente recta y la cabeza tapizada por fron dosa y luciente cabellera de azabache .

Pasaba cas i tºdo el tiempo en la s ierra , trepando ris cos, buscandºnidºs y frutas silvest res , matando víboras y lagartos .

Era aún más sencil l a que Lisandro . Su fisonomía , habitualmenteplácida , se descomponía de súbito cuandº alguien la so rprendía en

sus continuos embebecirnicn to s . Comº los gatºs , en casº semejante,se encrespaba, fruncía el ceñº y se le d ilataban enºrmemente las pup ilas dandº al semblante una expres ión mala, de descºnfianza , d eagresividad .

Si llegaba a las casas un foraste ro , acºntec imiento raro , huía al

matorral y no regresaba has t a que aquél hubiera partido , o hasta quelas sombras le perm it in vºlver dis im ulándose , rampando cas i , comoun fe lino .

Su hermosura a traj o a más d e un mozo del pagº ; pero tºdºs , unºtras ºtro , tuvierºn que marcharse cariacºnte cid ºs . No había forma

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d e acercárse le , ni de hablarle cincº minutos seguid ºs ; ante la másin ocente l isonj a su rºs tro adquiría la dureza d el gato arisco ; antela ins inuación de un requiebro , pegaba un brinco y huía para nº apa

re cer mientras no se hubies e marchado e l forastero .

La habían puestº por apºdo la"Chúcara

" y si bien muchºs la

cod iciaban , ya no quedaba en el conto rno ningún mozo que se atreviese a corte jarla .

Lisandro no escapó tampocº al encanto, a la seducción de la linday extraña criolla . La sufrió tal vez más que ºtro cualquiera, pºrquesu propia alma tenia un punto d e cºntactº con la de Macaria .

Empero , demas iadº observadºr , reflexivo y receloso , era él también,

par a aventurarse en peligrosas tentativas .

Supo dominarse y guardar severamente ºcul to su cariño que sentíacre cer dentro de su corazón , d ia por día .

Sin embargo , ºbservó que ella se iba mos trandº menos huraña yhas ta solía ocurrir que fuese hacia él , sin ºbje to , sin motivo determin adº.

— ¿Trabajó mucho hºy? pregun tó le un a vez , mirando al suelo.

—Como siempre respondió el mozº cºn su seria cºrd ial idad desiempre .

Y Macaria guardó s il encio para decir , al rato, haciendo un granesfuerzº :— Lindo dia. ¿nº?—Muy lindo . Es el otoño bueno , sin calºr, sin fríº, sin lluvia y sin

viento .

Ella permaneció en s ilencio y con la vista baj a. En ese momentoe l peoncito preguntó desde e l galpón :— ¿Largo e l lobuno, don Lisandro?El capataz volvió la cabeza para cºntestar . Luego , al ir a reanudar

la cºnversación , su mirada se encontró cºn la mirada de la “'Chú

c ara” . E sta , sºrprendida , dió media vuelta y salió cºrriendo.

Esta escena se repitió muchas veces, con escas as variantes ; yLisandro comenzó a impac ientarse , creyéndose victima de una cruelcoquet ería.

Una tarde , regresando del campo por una senda de la quebrada ,

la encºntró muy preºcupada , fij a la vis ta en la copa de un enormesºmbra d e torºs .

— ¿Qué mira? le preguntó . ¿Al gún nidº?—Sí, de urraca ; allá Debe tenerSin decir palabra , Lisandro desmontó tr epó el árbºl con grandes

dificultades , y cºn mayores dificul tades aún , arrancó el nido codiciado .

Des cendió y se lo brindó . Ell a lo tºmó alegremente y después , sin

dar las gracias , preguntó con voz muy dulce :—¿No tuvº miedo de subir tan alto ?

— Cuando se quiere , nada asusta s e atrevió a decir .

Y comº ella lo mirase asombrada , enormemente abiertºs lºs ojºs ,él , comple tó emºcionado :— ¡Y yº la quierº muchís imº a us ted ! …Lo s ojºs de la Chúcara se agrandaron tod avía más, le tem96

blaron los labios , y de pronto , con brusco y violento ademán , l e arro

ió a la c ara el grande y e spinºso nido , e intentó huir .De un brinco , Lisandro estuvo a su lado, la cogió de un puño y le

aplicó un feroz rebencazo en la piern a, al m ismo tiempo que excla

— ¡Yegua l .Ella lanzó un grito de dolor , force jeó pºr esc apar y como no lo

cºnsiguiera , baj ó la cabeza y se pusº a llorar .

— ¡ Brutº ! dijo :”

pero su voz era suave , sin cólera, casi cariñºsa .

El capataz, ente rnecido y hum il lado, le so ltó el brazº e intentó disculparse :—¿Por qué es tan mala? .

—Yo quiero .

— ¿Me quiere? exclamó e l mozo alborozado .

Y el la , sin levantar de l suelo la vista y sin cesar el gimoteo , res

pond ió :

Lisandro no pudo hablar más . Abrió los brazo s y la estrechó contrasu pecho . Ella se estremeció tod a , violentamente , de pies a cabeza,pero no hizo ningún es fuerzº por desasirse .

De j ó escapar un hondo suspirº y su cabeza se rindió sobre el pal

pitan té'

pecho del

Por un pa pe lito

Que aquello pasaba asi, hacia tantº tiempo, tantº tiempo , que nadieera capaz de fij ar fecha .

Desde tiempo inmemorial , fuese verano , fuese invierno, as í rabiase

el cielo, echando rayºs , vientos y truenos , así e l v iej o sátirº , envolvies e en tules de orº , de ópalo y de cºbalto , en suave caricia en bes ºafelpado a la Sierra , la amante fuerte y fecunda ; siempre habia sidº

lo mismo en la Estancia d e Lºs Arboles dºnde , cumple al verazcrºnista decirlo , j amás hubo árbºl alguno .

Mucho antes de aclarar , levantábase e l capataz, iba al galpón , ha

cía fuego, llenaba de agua la pava , y en tanto entraba en ebullición,

ensartaba el asado , un gran asado siempre .

Luego iban cayendo los peones y e l patrón , cual si hubiese recibido previo aviso , pre sentábase cuando ya es taba a punto el med iocapón , cuya mayor parte iba a parar a su vientre poderºsº .

Hombre feliz , don Gaspar . Reia siempre y no se enojaba ni cuandº estaba enºjadº.

Muy grande , alto , ancho , obeso , rubicundo , el exceso de salud lo

hacia excesivamente buenº y jºvial .Y cºn todo eso , era de una regul aridad ab s ºluta en el cumplimientode sus debe res de patrón .

El capataz y los peºnes lo sabían perfectamente y sabiéndolo , causó les hºnda extrañeza aquel d ía en que dºn Gaspar apareció en el

galpón cuando el sol habia alumbrado plenamente el cielo .

Y más extrañeza aún advirtiendo que comió un par de cºs

ti ll as y dij º “

gracias al segundº amargo .

Contra su cos tum bre inve terada nº dió orden ninguna , montó a

97

c aballo y salió también contra su cºs tumbre sin solicitar acom

pañami ento de ningún peón .

—Me parece que al patrón le ha p icao alguna mosca malaobservó uno de ellos .

Severa y sentenciºsam ente , e l capataz di jo— ¡ El patrón tiene derechº a hacerse picar aunque sea p

'

un tá

banº !Nadie replicó.

Al fin y al cabo era una excepción y todo e l mundo tiene el d e

recho de estar mal humorado un día .

Pero aquello se prolongó cada d ia con mayor intens idad . De la no

che a la mañana , d on Gaspar se había transformadº radicalmente .

No reia , no jaraneaba, y sintºma e l más grande , nº cºmía .

Don Gaspar sin apetito y d ºn Gaspar taciturno era algº incºm

prensrble , ilógico , que en las gentes d e la es tancia motivaba las másextravagantes cºnjeturas .

Uno de lºs peºnes aventuró :— Hace un ºs días , yendo cºnmigº un a tarde de mucho calor , se

apio junto a la canadi ta d e l bajº y bebió ¿Nu ha

brá tragao un pichón de Dicen quº

eso envenena y pone rabiosa a laSandalio , un casi recién l legao , ºpinó :—Pa m i que son males de amor . Cuando un cr istiano sanº y fuer

te s'

encom ienza a poner triste y a nº comer , es po rque hay de pºrmed io -a lgunas n 'aguas que chicotean colgadas en e l alambrao l .

El viejo capataz se echó a re ir.

— ¿Amorios el patrón? Si está. embobao con su mujercita y pa él

no hay más mujer en el mundº que laEn tanto e l tiempo transcurr ía y el mal d e don Gas par se agravaba

sens iblemente . Levantábase antes que nadie , a veces a media no

che , ensil laba él mismo su caballo y se marchaba al campo, le jºs ,donde sabía qué objeto lo guiaba . El , que fué siempre un glotón formidable , apenas probaba los alimentºs .

El derrumbe físico fué tan rápido y más manifiesto que e l derrum

be moral . Desaparecieron las enormes y rubicundas canillas, d es

aparció el opulento abdómen y las ropas daban la impresión de un

gran saco vacío o mejor, de unoº

de esos grues ºs muñecºs de gomaque se des in flan .

El capataz , que lo queria como se quiere a un hi j o y lo respe taba como se respeta al padre . empezó a espiarlo , y vió con asombro

que el patrón ganaba un sitio apartado del campo , un bosquecitod e talas en el fºndo de un baj io , desmontaba , se echaba en el sueloy pasaba las horas muertas , cºntemplando un papelito rugºsa yamarillento.

Y as í tºdos lºs dias .

El viej o servidor llegó a cºnvencerse de que su pºbre amo habíape rdidº el juiciº .

—Anda mal de la chaveta afirmó cºnvencidº .

En uno de sus espiºnajes sºrprendió a dºn Gaspar leyendo en vºz

alta e l pape litº :

98

—Si ; y pu'ei poder de la esperi encia cualquier d ia v

'

a salir encont r ando nºvia y vºlviéndose a Y, a propósito, d on Eulalio , ¿por qué no nºs cuenta como jue su D

'

eso si me

acordar .

— Dijuro . ¡Desgraciado e l hombre que se ºlvida d e eso y de lamadre !—G iieno ,

déj e s e de chairar y cºrte .

— Me g usta la cancha , y si la vista me ayuda y el pulso no metiembla , puede se r que me apun te una El enredº empezó ansina :

“Primitivº M algarejo y yo nºs habíamos criao juntºs c omo una

yunta'

e giieyes s iempre en el trabaj o unidos en el me smo pertigo yaoºl iarados s iempre también en el pas tºreº .

"Primitivo era un gtien muchacho , pero l erd ón pal trabaj o y cua

si siempre yo debí doblar e l es fuerzo p'

al ivianarle e l trabajo.

“ En un a ocas ión me dijo :—Mirá. he rmano : yo no sirvo pa pobre ; y como tampoco sirvº

pa ladrón , es juerza que me haga rico de un sólo tiro , sinº, que mezambulla en e l arroyo atao de pies y manos .

¿Qué pensás hacer? le pregunté yo .

Y él me dijo :— Tengo el plan hecho . Micaela , la hi j a única de la viuda

'

e Pérez é s un partidº cºmº pa echarse a dºrmir la s ies ta pa tuita la vi

d a. Le he hecho var ias entradas y parece que cabres tea .

— E s t ierona dij e yº ; y él dijº :— Ya lo sé ; pero caballo que no es pa paseo , no importa que no

sea lindº .

Me pidió que lo acompañase, yo jui p'

hacerle servicio entreten iendo a la viej a y a Manuelita , una parienta lejana que la viudahabia erizo mediº cºmo piona y mediº cºmo d e la Yacºnt eció que poquito a pºquito se juerºn enred ando nuestrºs c a

riños y resul tó que al cabo de unºs me s es . en vez de un casorio , el

frail e accl laró d ºs yuntas en el mesmo— ¿Y ansina jué que se cas ó , don— Ans ina pasó , m

'

hijito . El amor es cºmo part ida'

e monte : unº

d entra apun tando un rial ito pa despuntar e l viciº, y dispués se

j uega hasta el caballo ensil laº !—Perº us té ganó la— ¡Ya lo creo que la ¡ Fué una sant a la finada y bas t'au

ra la e stºy llorando , y hace m ás de diez años que se me jue l Treinta años vivimos juntos y m il hubiéramºs vivido sin que se gasta sennues trºs Ricos no juimo s nunca ; pe ro carn e pal pucheroy trapºs pa ves ti mos noso trºs y los potrancºs , no faltó nuncaEn cambio e l pobre— ¿Se augó en e l arroyº e l matrimonio?—Sí . La mujer le resul tó pior que un alacrán , y a la fin , por no

matarla , tuvo que mandarse mudar , y sin juerzas pa pe liarla , su v id a se jue deshaciendo comº tapera .

Sub s iguió un largo silencio, roto por e l indiecito Dalmi ro que filosºfó as i :

100

—Es al ñudº : muj er que compra marido, lo cºmpra pa luc irlo, pero no pa

Crí tica auto rizada

¡Nºche de incomparable alegria ! Una alegria s ilenciosa a fuer de

inte nsa.

Lºs aplausºs prodigados por el público durante tºda la represen

tación y la d e l iran'

e ºvación que subsiguió a la lenta caida del t e

lón en e l último acto , hicieron que doña Ruperta y su sobrina Jul ieta lloraran a lágrima viva , en el paroxismº de la emoción .

Una“

emoción que no era producida por las intensas situac iones deldrama , s in o por e l entus iasmo de los espectadores , por la embria

guez del tr iunfº . La buena señora neces itó emplear grandes energías para dominar e l vehemente des eo de erguirse en el palco y grit arle a la multitud :

¡El autor de esa maravilla es mi hijo , mi hijº Baltas ar ! .

Y a la pequeña Jul ieta se le llenaban los ojºs de lágrimas y la emo

ción echábale un nudo en la garganta , pensando de cuántos es

fuerzos y abnegaciones , habria menester , para hacerse digna de su

gloriºsº prometido .

Dºn Fidelio, halagad o en su vanidad de padre , tosía de cuando“

en cuando par a mantener digna cºmpºstura .

Al regresº a casa , tºdºs hablaban al mismº tiempo comentandola victºriosa jornada .

Baltasar no habria se guramente , de dedicarse a fabricar cºmedias haciendo de ello una profesión .

El era rico ; fal tábale un año para recibir su diploma de abogadoun brillante pº rvenir le esperaba ; pero aquel éxito cºmpleto ºbteni

do an te un auditorio selectº era l a cons agración de los talentºs de

Baltasar, la evidencia de que , s imple“ virtuºsº era capaz d e produ

cir obras de arte más bellas y emocionantes que las de nuestrºsprofesiºnales de l teatro .

Más tarde , las horas de ocio que le dej aran la atención de su bufete , las agi

tació nes politicas y los deberes sociales , escribir ía otras

ºbras , dándose de tiempo en tiempo la satisfacción de un baño d e

luz de gloria . Y ante las felicitaciones de lºs amigos, sonreiría d esd eñºsamente y respondería parodiando a Eugeni o Cambaceres :— “

Soy rico , tengo pocº que hacer y para matar e l tiempo escribo .

— ¡Qué lás tim a que abuelito no haya podido ir a ver la ºbra !exclamó misia Ruperta . El que conºce tanto esas cosas, se ha

bria llevado un alegrón .

Al día siguiente toda la . famil ia , que exceptuando el abuelo, dºn

Martiniano se levantaba habitualmente a las once , madrugó paraleer ávidamente lºs juicios d e lºs di arios sobre el estreno .

Todºs ellos concordaban en el elºgio d itirámbicº : un nuevo astrohabía aparecido en e l firmamento de la l iteratura dramática nacional .“El triunfo del amor y del coraje” que as í t itulábase la obra era

un d rama magistral,admirable pºr tºdos conceptos . El crítico de

un diario menes teroso , remataba asi las dos co lumnas de su jui ciohi perból icamente elogioso :

101

Baltas ar Vald ibia no es tºdavía un Shakespeare , pero es d e la

madera que se hacenTerminada la lectura fuerºn a la cºcina en busca de don Mart i

niano , quien , por inveterada cºstumbre , se lo pas aba al l í desde elalba has ta la hora d el almuerzo , amargueando y charlando cºn la

china cºcinera .

¡Venga , abuelito ! ¡Venga a ver cómo hablan los di ariºs de laobra !

¡Un exitazo, abuelitº !Baltas ar leyó uno de lºs articulºs y al te rminar interrºgó :— ¿Qué le Vºy a leer este ºtrº .

—Esperá, respºndió e l abuelo . ¿No dij iste que tºdos lºs cri

t icºs dicen más o menos lº En tonces es inútil que s igas,y te digo cºn franqueza que ese critico es un— ¡Pobre ¡ E s el famºsº crit ico d e

“ La Corres pondenc ia

, don Sebastián Melgarejº !— ¡Te digo que es un burro ! Y si en

tu obra pasan las c ºs as y se

dicen las fra s es que cita e l ¿sabes l º que piens o d e tu

ºbra ?— ¿Qué piensa, abuelitº?— Que es idiota .

Mis ia Ruperta dirigió a su hijo una mirada suplicant e , expresand o que el pobre viej º no en tend ia de es as cºsas y era mejºr no hacerle caso ; pero e l autor , respondi endo en voz alta al mudo couse

jo, dij o :— ¡No ,

Hable tata viejo y d esengá.ñeme explicándome porqué presume idiºta mi ºbra .

— Porque es un montón de mentiras y con mentiras nº se hacenada Vamºs a ver : tu prºtagºnista , e se gauchitº trovero

que se pas a la vida compºniendo y cantandº décimas ; que anda d epago en pago luciendº sus habil idades d e gui tarris ta , de bailarín, decorredºr de sortij as , y que no trabaj a nunca , ¿ te parece que es un

tipo real y además d e e so , noble , al tivo y dignº?— Antes había tipºs asi .— Había ; pero se les ¿Y la hij a del —rico estancie

ro que enamorada del payador y no logrando el cons entimiento de su

padre para casarse ( ¡ só lo un padre loco lo hubiera dadº ! ) se dejaraptar pºr el vagabundo , ¿ es una

“muchacha angelicalmente pura”?— E so era corriente— Tan corriente como es ahora , porque s iempre exis tieron y exis

t irán muchachas de cas cºs l ivianos .

— Sin embargo ,“sacar” una

— E so si era común all í donde no habian curas que celebraran el

matrimºniº ; pero se hacia con el consentim iento de lºs padres y era,

en realidad , un matrimonio cºntraído ante ¿Y el capataz,e l v iejo servidor , dechado de honradez , de fidel idad, de nobleza , yque , sin embargo , traiciona a su patrón facili tando el rapto , es también un personaje real y s impático ?

— Eso , dirás , no es más que un tiento suelto. Pero vamos más ade

l ante . Tú hérºe , perseguido por la pol icía a requerimiento d el pa

102

l a pac iencia . Hay peces vivos y peces sonsos Ernpeñarse en atra

par a lºs primeros es perder e l tiempo . Carece esperar, hacerse el

sonso y con e sa táctica s iempre cae d e sonzo a lgún v ivo .

Cuando , de prºnto , crugieron l as ramas , denunciando que alguienavanzaba por la estre cha vereda que conducía al playo pesquero, d ºnLiborio no se dignó volver la cabeza : de pumas , ya ni rastrºs quedaban em la comarca ; malevos , algunºs ; cºntraband is tas , muchºs ; pero to dºs amigos : él era como cueva de ñacurutú , campo neutral,donde solían albergarse, frate rnalmente , pe ludos y lechuzas , ape

rias es y culebras .

Recién se d i gnó volver la cabeza cuando una voz conoc id a dij º a

su espalda :—Gil ena nºche , d on—Dios te guarde, ¡Ah ! ¿Sos vos ,—Yo mesmo .

— ¿Y qué venis hacer , a esta hora , en la costa'

el rio? .

—A pe scar. no más .

—Yo cre iba replicó maliciosamente el viej o que vos sólo pescabas en e l pueblo . pesc adº con

Y él , compungido cºntestó :—No pesco nada en e l pueblo . Pican , arrastran la boya, y a ve

ces la hunden hasta el fºnd o , pero cuando recoj o , m'

encuentro con

que me han comido la carnada y he perdidº el tiempo al ñudo .

—Acontece ; respondi ó con d isplicencia el viej o. Y al po cº :

¿Querés un tragº?Bebieron ambºs , y luego interrogó don Liborio— ¿Y d es ilus ionao por no pºder pesc ar muchachas en el pueblo

te venis a pe scar surubises en el rio?—As ina es . . ¿Carcula que tampoco tendré suerte?— ¿Quién ¿Qué carnada

¡No te arriendº la ga nancia !— ¿Y u s té cºn qué ceba?—Con garrón de ºvej a .

— ¿Pica?— Por aura no ; pero picara, y el que pique no s

'

escapa'

e la sar

tén .

—Sin embargo, a mi me han di cho que con carnada '

e cºrazónpican—Sí ; pican más ; pero se priend en— ¡ Cáyese l interrumpió el mozo . Vea como está picando lin

Surubi, parece .

—Surubi a la fij a .

— ¡Y ya cayó , también ! gri tó alborozado Eulogio , recogiendo a

prisa e l aparejo ; pero nº tardó en ce sar la resis tenc ia y al fin apa

rec ién e l anzuelo sin carnada .

Varias veces se repit ió la misma decepción : los peces mordían de

inmedia to , pero eran para marcharse con la ceba . En cambiº , dºnLiborio se guia impas ible ante su l inea inmóvil . Allá, a las cansadas , sacó una tararira. Y volvió a sacar e l aparejo sin cambiar d ecam ad a.

104

Y al apuntar el d ia ,el v ie jo arrolló la l inea , le tiró al perro casi to

da la pulpa de garrón que había llevado , y cºn t res juncºs trenzados enhebró por las entrañas cuatro tarariras, d os juncos y un

surubi, menguado producto de su pes ca . Y ya hacia rato que Eu lo

gio había concluido e l último trozo de corazón sin cºns eguir n i unmiserable bagre negro . Con voz profundamente entristecida , dijo :— ¡ Eu tuito me persigue la mala suerte !El viejo armó un cigarrillo y le pasó un buen trago d e ginebra,

y al rato respºndió sentenciosamente :—No hay que culpar a la suerte de lºs yerros No sºn

lºs agujerºs los que tienen la cul pa de las rodadas, sino el j inete que

no sabe evitar los .

—Sin embargo , hemos pas ao la nºche uno al lao del otrº ; en su

aparej o picaba de rato en rato ; en el ¡m o a cada moment o ; us té ha

sacao s ie te pescaos y yo ninguno .

—Cul pa'

e la carnada , hij ito. Vºs pescas con corazón y los pescaos se

rain de vºs . L o mesmo que t e pasa cºn las mujeres : te le apuntasa una , y no falta , pica en se guida ; pero n

inguna tra'

ga el anzuelo .

— ¿Culpa'e quién si yo las quiero bien?

— ¡ Culpa d'e s o 'e la carnada ! Cam ada '

e cºrazón engolºs ina perº

no asujeta . Pa enamorar_carece no enamorarse . Metele pulpa 'e ga

rrón , pulpa dura , que no la puede cºmer s in tragar el anzuelo,y tendrás qu

'

esperar pa que piquen , pero cuando piquen, recojé con

cºnfianza , que la pesca está Este es un cºnsejo'

e la as

Aura , si te gusta darles de cºmer a lºs pe scaºs ,sin co

mer ninguno , se guí usando e l cºrazón d e Es un gustosonso , pe ro cada cual debe hacer su gusto en v ida .

Pa ser hay que se r

Se acercaba el invierno y Próspero Mendieta, que llevaba ya muy cargada la maleta d e lºs años , púsose a imaginar en qué estancia con

fortable encontraría apacible silo s u pereza inn ata .

Nº presentaba facil solución e l problema . La mayor parte d e los

establecimien tºs de la cºmarca , actualmente propiedad de

gringc:

o agringao s ya no ofrecían a los gauchos vagabundos la tra dicio

nal hospitalidad de antañº .

Entre las poc as es tancias de corte y usanza antiguas que subsis

tian es taba l _ . de Yerbal ito ; pero su prºpietario , Joao Maneco Le ivasde Figueredo , era un viej o bras il eño famosº en todo el pagº por su

egºismo y su tacañería sin ej emplº .

Sin embargo , fue por e l que se decidió Próspe ro Mendieta. H ombre de recursºs cºmo que de ellos había vivido toda su vida, obligado pºr su natural avers ión al trabajo , habia combinad o

_un plan

digno del adversario que propºníase atacar . Una vez más dispúsºse

a sac arle jugo a su fama de gaucho bravo , peleadºr s in asco , d e esos

que“ ande quiera bo lean la pierna y la cºrren con el que enfrenen ,

porque no tienen cuero pa negocio ni el puñ al pa cortar t ientos"

.

Seguro del éxito de su plan , aceptó tranquilamente , el nada cor

dial recibim iento , pues tras un seco “ baiese”

, lo hi cieron pasar al

galpón , excusando la habitual fras e de cºrtes ia paisana

— ¿No gusta desens illar?Los di ez o doce peones en su mayoria negrºs y mulatºs que

rºdeaban e l fogón acºgieron cºn mal semblante al fºras terº que ibaa re s tarles una parte de la nunca abundante merienda .

Pe ro él apenas prºbó la“

pe jºada” de charque rancio y porotº:

apo l ill ados . Violentando su proverbial verbos idad , se limitó a respºn

der brevemente a las escas as palabras que le dirigierºn durante el

almuerzo . Al final , cºmº e l capataz lo interrºgara :— ¿Va de pasº ?— No respondi ó con cierto aire de misterio . Vine hast

'

acá no

más .

Y luego afectandº indiferencia :— ¿No tiene no ticia de nada nuevo?

¿Algo No ; ninguno tenia noticia de nada nuevo. Tod ºes taba igual ; hasta e l tiempo manteniase bonancible . Perº la preguntadel fºras tero despertó la curiºsidad general , y variºs inquirierºn a

un tiempo :— ¿Qué pasa?Próspero . t ras una paus a estudiada , dijº—Ust edes deben cºnºcer al melleo Fagundez .

El sólo nombre del famoso y temido bandolero emocionó a la peo

nad a . Y advirtiendo el efecto producido, el gaucho prosiguió :—Anda en el pago .

— ¿Aqui cerca?—Cua s i pegao : en lºs montes d el Yerbal ito .

¿ J uyendo , a la fij a?—C on una banda de diez hombres . Lo acºmpañan el negro Luna,

el pardo ! enceslao y el ñatoLa no ticia cayó como una bºmnba entre lºs tertulianos del fogón.

Lºs espesos montes del Yerbal ito , l inde de la estancia , es taban a

una legua de la población y los nombres citados por Prósperº cofres

pºnd ian a lºs más temibl es bandidºs de la prºvincia . Y s iendo voz

corriente que L e ive de Figueredo , inmensamente rico y del mismomodo bruto , guardaba sus tesºros en botijos , cºmo en el t iempº delas ºnzas de ºro , nadie dudó de que la presencia de lºs facinerososrespondían a un plan de as alto a la e s tancia . El capataz apresuróse

a ir en busca de l patrón para cºmunicarle la grave noticia , y cuandoen su compañia regresaba al galpón, Prósperº d ispºníase a partir .Don J ºao Maneco lo s aludó cºn inus itada amabil idad , instán dºlo a

quedarse .

—No , gracias . Tengº algº que hacer . Vine nº más— ¡Mais nao vase embora, sen Próspero ! imploró e l estanciero ;

y luego, dirigiéndose a un negril lo :

¡ B ae , rapaz, trageo a lim etad e ¡ Abánquese , sen Próspero, e vam ºs a fal ar !

La primera parte d el plan de Mendieta tuvº el mejºr éxito . El es tanciero ofreció , pidió , rogó al gaucho bravo que se encargara d e la defeusa

"pidiendo o que vicePróspero ace ptó , no sin hac erse rogar , y desde ese día quedó con

106

Isidro Gómez , rºbusto , forni do , sanguineo .

Pascual Lamarca , al to , flaco, fuerte también, con sus músculºsasesina dos y sus nerviºs cºmo tºrza les.

En un atardecer glacial . A inte rvalos remolinea , silbandº finito , unabrisa burlona, cuyo único objeto parece es levantar traidoramente lashaldas d e l poncho del viaj ero , facil itando e l ataque d e la pertinazll ovizna con sus dardos de hielo .

Is idro y Pascual regresan del campo , donde han permanec ido d es

de el amanecr, trabajando sin tregua en la cºnstrucción de un lienzo d e alambrado .

Is idro es violento y habla sin cesa r , accionando con energía, sin

impºrtársele de que e l viento y la ll uvia le mordieran las carn es .

Pascual , temblando de frío , mantenias e quieto, escºndidº dentrºdel poncho cºmo un peludo en su cáscara y cºrrespºndía menguadamente a la verbal idad d e su camarada .

Hablaba Isidrº :— Salen diciendo que la culpa es m ia, que tengo mal genio , que

s iempre ando buscando prete stos pa cºrcob iar y que en un dos por

tres y s in motivo gano e l campo y disparo arrancando macachines

¡Y tuito e s o es

—Dejuro .

—Vos que me conocés desde guri, podés sartificar si yo Sºy gile

no o no soy—Sartificº .

— Y qu '

e lla es más mala que un alacrán.

—E sperate , che . Pºr primero, sabé que lºs alacranes no son malos ;cuando lºs hac en rabiar se encrespan y s i pued en pinchan ; pero no

hacen nada y es sólo el miedº d e lºs bichos grandes el que les daimpºrtancia .

—Son venenºs os

— Como los Convénce te , hay muchºs maul as que pasan por guapos porque la cara le s guarda e l cuerpo y nadie se ha

atrevido a atarles a una carrera formal .—Gil eno era un decir , para por cºmparancia, porque mala es mala

si no es alacrana es tigra .

— Yº no vide , pero di cen.

—Sí , dicen ; con la mesma luz que dice que voz andas viendo v isiones, creyendo en bruj as y aparecidºs .

— Igual ito a l'

otro .

Ll egarºn al pues to .

Is idro , s iempre nervioso d esensil ló a t irones, arrºjando las prendassin orden , sºbre el suelo , en tantº Pas cual , halagadº cºn la esperanza d e la co cina calentita y del amargo recºnfºrtante , lo hacia con

la mayor prolij idad : el recado es la cama, y una sequi ta , en nºched e crudo invierno vale un platal .Empero , al penetrar en la cocina sufrió una desilusión . El fuego

estaba apagado y una gallina , con sus polluelºs , escarbaba, las cenizas fr ias .

108

Isidrº es talló violentam ente :— ¿H as ¿L a muy pe rra se ha ido a cºmadriar cºn lavi ej a lechuzºna de l pardo Juan , en vez d

'

esperarm e cºn el j uego en

cend idº y l'

agua cal iente l . ¡ La Pa ella su marido valemenos que las tripas am argas d e una re s, aunque sea gileno , aunquese desnuque pa que no l e falte nada y aunque haga esjuerzºs pa

quererla ¡Ah ! Pero aura va la ¡ L a

¡Que me parta una centella si no laEn el intervalo, Pas cual habia hecho fuego, llenando de agua la

pava y preparandº el mate . Luego obse rvó :—Te puede qued ar grande .

— ¡ El campo también es grande y no falta sitio pa enterrar un

—Si ; pero la cárcel también es grande y tampoco falta lugar paencerrar un asesino .

— ¡ Espérate , Matar no siempre es En ocasiones , pongo por—Di acuerdo ; pero eso es pa la concencia de uno, no pa la ley ni

pa lºs jueces . ¿A qu'esta. entonce e l juzgao del Y s i los

j ueces se ablandaran , atend iendo las circunstan01as en que un hombre se ha di sgraciao , y no mandase n clientes en lºs presidios y si nº

hiciesen afusil ar alguno , d e cuando en cuando, podrian perder el

conchavo . Pa esº les pagan .

— ¡ Les pagan p'

hac er justicia !— ¿Y qu

'

es hacer jus ticia? ¡ Castigar !— ¡ Si hay delito !—C uando no hay delito no carece justicia .

— En tonce , yº. si mato a mi muj er , que tiene delito , castigo, y no

m e cumpleVºs no sºs autoridá, vos no tenés mando, y no

teni endo mando, careces d e derecho pa sente nciar la carrera .

—Pa las carreras es tá e l reglamento y pa lºs delitos está e l código.

—Conforme . ¡ Pero -puº

encima del reglamento está el comes ario y

pu'

encima'

e l código es tá e l j uez ! Toma un mate , calentá las tripasy enfriá la mollera .

Is idro guardó silencio , sorb ió e l mate , y algo más serenado , di j º :—Es lo mesmo : yo la vi enseñar a la perra

'

e mi mujer.Y Pascual asintió :—Pu

'

hay d ebis tes empezar . Pueda que entuovía sea t iempº .

Se se ca la glicina

Gasas vi oletas van invadiendo el cielo que tachona el valle . Espesanse en la hondonada la sombra y el s il encio , mientras en lo al tode la grad ería rocosa de la mºntaña , flotan aún , en vaho de argento ,las últim as luces d el sol muriente , marginando la ancha culebra delrio , cuyo brillo , al igual d e las nieves solemnes de las cumbres, desafían las sombras más densa s de las noches más lóbregas .

En medio d e e s e s il encio y de esa quietud , Eva avanza lentamente

por e l valle , arreando su majadita de chivas.

Sin par triste za en sombrec e e l rostro de la l inda paisana . Sus ojos

109

parecen más grandes, más negrºs , más prºfundºs , destacándose en

l a palidez de la piel como d os “

sal amancas ” gemelas abiertas sobrelos riscos nevados .

Mientras cºn la vara de j arilla acaricia, más que castiga,a lºs chivatos retozones , la crioll a canta . Canta cºn ritmo funerariouna canción de angustia que se pierde sin e co en e l sos iego d el

vall e soñoliento :

Si alguna vez en tu pecho,¡ ay ! ¡ ay !

a mi cariño no abrigas ,

engáñalo como a un niño,pe ro nunca se lo digas ! .

Engáñalo comº a un niño,¡ ay ! ¡ ay !

pero nun ca se lo di gas ! .

Y era cual medrosa imploración de un niño sorprendido por la no

che en descºnoc ida vereda de la montaña ; imploración ténue y tristie ima , pues que se sabe la ineficacia d el ruegº y la immsibil idad

del auxil io .

Mi amor se muere de frio .

¡ ay ! ¡ ay !Pºrque tu pechº de roca,no le quiere dar as ilo !Porque tu pecho de roca,

¡ ay ! ¡ ay !

¡ no l e quiere dar asilº ! .

Rápidamente iban intensificándose las sombras y Eva, le jºs de apresurar la marcha , atardaba e l regreso al hºgar . Las montañas que tapiaban e l valle pare cian unir sus cumbres , fºrmando cº lºsal bóvedagranítica . Y el valle , ya en t inieblas , semejaba una cripta fabul osa,

sºberbio mauso leº de titanes , grandes y fuertes cºmo las moles ro

quenas que formaban las vértebras de l espinazo de América . Un se

pulcro demas iadº amplio para e l pequeñº cuerpo endeble de la pas toSin embargo , a ella le atraía , imaginándose llenarlo cºn su

espíritu , con sus recuerdºs , con su amor .

¡ Su ¡ Su m ísero amor que se moría d e fríº en plena pri

Imborrable . cºmo pintada al encaus to , perfumaba en su

mente la imagen de la es cena abominable .Fué en la pasada primavera . Igual que ahºra presumía e l valle

con su mantil l a de flore s ; tal como ahora saltaban alegres las . aguas

que el primer deshielo echó, mºntaña abajo , has ta las fauces áridasd e l rio ; y al par de ahora , entre el cobalto del cielo y la ºbs idianad e l pradº , cabrilleaba la luz aromada cºn alientos d e trébo l y al

hucemas . Embriagada de amor , la naturaleza pare cia cantar cºnla alegria d e la novia que es tá tej iendo su velo nupcial .G ases viole tas iban invadiendo el cielo cuando Eva arreaba len

tamente su rebañito capr ino . Cantaba s iempre , un cantº perlado , ex

110

Un sacrificio

Presumido y arrogante , tendido en triángul o sobre la espalda el

pañuelo de sed a blanco , en cuya moña l levaba engarzado un clavelbermej o, terciado sobre la orej a el chambergo, alegre , somi ente , J e

sus Maria se pre sentó de improvisº en el cºmedor d e sus padres .

Como si volviese de un pas eo de la víspera , exclamó :— ¡Bendición,

Y luego abrazando a la madre con bul liciºsa efus ión— ¡ Gilenos d ias ,

En seguida se detuvo ante Leopoldina, la miró sºnriendo , y dijoalegremente :— ¡ Cómo se ha est irao la ¡Ya no me atrevo a besar

Y , abrazándola , la be só repetidas veces , mientras ell a , eínpurpurada ,

se debatía protestandº :

¡No te atreves , pero me besas lo

¡Siempre lºco este muchacho l . manifestó embelesada la madre ; en tanto d on Porfidio interrogaba se veram ente :

¿Di ande venís vos ? .

— ¿Comis te? interrumpió solicita misia B asualda ; y Jesús Maria

conte stó riendo :— ¡Gambetas y taj adas de—Tomá , entre te nte con este as ao , que yo no apete zc o ; y vºs,

Le opoldina , andá , preparale ¡ Esperate l , vamos las

¡ Pobre muchacho, a es tas horas sin cºmer , él ¡que siempre fué un

Salieron las dos mujeres, y entonces dºn Porf idio , s iempre severº.tom ó a inquirir :— ¿Di ande sal ís? .

—Anduve co rriendo mundo , En Paraná me— ¡ Con las chinas oril leras y lºs borrachºs de las— ¡No diga, Mire que— ¡Vos sos como las tarariras , que no saben v ivir más qu'en lagu

nas sucias, ande haiga mucho barro y mucho camalºte l .—Vea , tata , cuando yo le

Conozcº tus cuentos como lºs an imal es d e mi mar

ca y los rincones de mi campo , y vas a perder t iempo al nudo em jaretandoEntró misia B asual da cºnduciendo una fuente cºn cuatro chorizºs

y media docena de huevºs frito s.

—Conformate , mº

hijo exclamó ; pero . a est'

hora no se pue

de irnprov isar otraJesús María , componiéndose una fisonomía seria , dij o :— Perdone , tata ; pero ha

'

e saber que las ril aciones que h ice en la

capital , jueron cºn copetudos que me apresaron has ta el punto que

me han nombrao

Palmoteando , ebria de orgullo maternal , misi a B asualda exclamó— ¡No te lo dije ! , ¡ nº te lº dije , qu

'

el muchacho sabria—No respondió con modestia el mozo en la frºntera .

¡Qué lás tima !

— ¡ Cómo será. el pago en que a éste lo han nombrao

respondió cºn ironía e l viejo .

—Pºr algoJesús Maria pasó una semana en la estancia, re tenido pºr lºs

mimos de la madre y los encantos de Leopo ldina .

Un d ía ,durante el almuerzo , e l padre in terrogó :

— ¿Y cuándo pensás d ir a hacerte cargo de lVaciló e l mozo , para re sponder :—M ir e , tata : he reflisiºnao que nu hay nad a como la familia yque aqui le puedo ser útil p

'

ayudarlo , y he resolvido renunciar al

Sonrió maliciosamente dºn Porfidio , y replicó :—Haces bien . Colijo que a m i no me serv irás más que d

'

estorbº,

pero guardándote le hagº un servicio al pago en que ibas a ser co

Un d espe rtar

Habia cerradº la nºche , y agotada la gras a d el candi1, la cºcina

hal l ábase cas i en tinieblas , pues las brasas del fºgón iluminaban dé

bilmente y a intervalos , e l rºstro de Pere'

grina , quien se sorprendiócuando Cleto ,

cas i al lado suyo , le dió cariñosamente las buenas no

ches.

Sin acritud , pero cºn firmeza , ad virt ió le la j oven :—Ya sabesº que no debemos encºntrarnos ¿Qué querias?—Verte .

—Si no andás con los o jos cerrad ºs , me podés ver todo el d ía ; ymás mejor que aura , en lo ºscuro .

—Y hablarte .

—Yo no te puedº escuchar ; ya te lo di j e ves pas ada , y vºs meprometiste re spetar m is razºnes .

—¡Pero es que nº p uedº olvidar ! gimió el mozo .

—Y0 * tampoco te ºlvide .

— ¡No puede re s inarme a verte cas ada cºn

— ¡Yº tengo que resinarme y sufrir más que vºs , acollarad a a

un hombre que nunca podré querer , pero al cual he d e serie fie ltod a la— ¡Y me condenas a quedar cºmo ternero guacho !—C as i siempre vale más criarse guachº que al imentaº pºr una

madras tra !Con vºz ahºgada pºr la pena , gimió _

el mozo :

¡Ya no me Tu amor fué una l inda fruta que se cayóverde del árbºl .

¡Quizás por demasiad o grande !

¡Tal vez por falta'

e Dende perjeñºs fuimos am iguitos, y eramos entuavia unºs mocosos , cuando una tarde , en la ori

ll a'

e l arroyo , juramos que habríamºs de pasar la vida junt ito s cºmºe l casal d e torcazas qu

'

en ese mesmo estante s'

acariciaban sºbre una

rama d el ta la grande que cuidaba la boca_de la Yo te

marqué la boca cºn un beso y vos pus is te en mi boca la marca de

113

tus ¡Marcas a j uego, ¡ y esas marcas no se

— ¡Ya lo sé , ya lo sé ! respondió so llozando la moza .

Y luego, en un a rranque violentº y desesperado, exclamó—Como sube en la olla la leche hirviendo, y se derrama y se que

ma , as i me sube d el corazón a la garganta el cariño que te tengo ylas palabras se desparraman por mis Nunca he querido ,ni nunca quedré a otro hombre que vos , Pero t ata ºrdenaque me case con ºtro , y aunque se m

'

enll ene de yuyos el alma, tengoque— ¡ Es una iniquidá de tu padre !— ¡ E s mi padre !— ¿Y lo querés más que a mi?

¡Quien no qui ere a sus padres no sabe te nerley a

En e l colmo de la exaltación, acercándºse , tendiendo los brazºs,C letº imploró :— ¡ J uyamos juntos , Yº no tengo m iedo a ningún pe

l igro , ni as cº a ningún ¡Veni cºnmigo ! El campo es grand e , la tierra es giiena : ¡ no nos ha 'e faltar la horqueta de un árbºl,º e l abrigo d

'

una mas iega pº

hacer

Ella lo rechazó con v iolencia .

— ¡ Si me hablás as í, vi'

a creer que no meCleto se contuvo , permaneció un ins tante en silencio; y después

ya serenado,exclamó :

—Tenes Perdoname que en la locura de mi encariñamientº te haiga ofendido a vºs y al ¡Adiós ,En e se mismo momento , la voz ruda e imperiosa d e dºn Cenobio

re sºnó a espaldas de la enamºrada parej a :—¿No pens ás servir la cena en tuavia? dijº ; y en seguida,

fin

giendº advertir recién la pres encia de Cleto ; agregó con aspereza

¿Qué hacés vºs

El mozo intentó una disculpa ; él lo inte rrumpió cºn viºlencia— ¡ Los piones en el sitio

'

e los piºnes ! ¡Andá'

tu s itio !

Era don Cenobio un cincuentón robusto , criollo comº el ombu y e l

apiº cimarrón . Hijo de la miseria , logró, a fuerza de vºluntad y trabajo , as cender de s imple peón de estancia , a mayordomo y a propietario de campºs y haciendas .

Nunca supº quien fué su padre ; perdió tempranamente a su ma

dre ; carecía de hermanos y no conocia parientes . Se cas ó tarde y su

mujer murió al dar a luz a Peregrina .

El enérgico y laboriosº criollº vivió cºnsagrado a d ºs cariñºs ,

que en su alma fért il , ramificaron cºn lujuria ; su tierra y su hij a .

Una d e esas inevitables contingencias a que e s tán expuestºs los

más previsores indus triales , le forzó a hipºtecar al pulpero Sopena ,un pº trero de mil hectáreas , la flºr de su campo . en la barra de l Ya

gua. Pers istió adversa suerte , y el terreno pasó a dominiº d el prestam is ta .

114

d e las c asas : las aguas siempre puras, viaj aban s iempre con el mismolento ritmo , sin remover l as p iedrecmas del lecho y s in as us tar con

rugien tes brusquedades a las plác idas plateadas monjarritas que en

copio s os cardúmenes piruet eaban disputándose las hoj as carnosas d e

los berros que enverd ecian las ribe ras del regato .

Pero un d ia cayó una centella sobre e l mojinete del rancho y elolor d e azufre aus entó para siempre la alegr ía de aquel s itio , apuntando la majada, se sintieron des de las casas dos tiros . Y comoal llegar la noche , Pio no regresaba, el viej o, alarmado, ensill ó y fuese al campo .

En un baj io , junto a las paj as , se encontró con el cadáver d e su

Lo velaron, lo enterraron .

Dos días después se

'

pre s entó el comisario , a la hora de la siesta,como acostumbraba hacerlo , con frecuencia , desd e cos a de seis mese s atr ás . Pero ese d ia e l viejo Exaltac ión no se había acos tado a

d ormir la s iesta y e l comisario , contrariado con su pres encia , exp l icóde mal talante :— Vengo pa sumariar por razón del sucedido , pero como se mi ha

hecho tarde y tengo otras diligencias urgentes , volveré estaimpuso , mirando fij amente a Eva , cuyo rostro se

arreboló y empal id eció de súbito .

— ¡No ! ¡ L íbrem e, sá1vem e , padre !

El viejo convencido , se dirigió al comisar io preguntándole :— ¿Entonces v

'

a venir esta noche?—Sí respondió él con arrogancia .

Exaltación . tranquilamente , serenamente sacó del cinto la pist olaLafoucheux que no le abandonaba nunca , y la des cargó .

—¿Qué hace ? preguntó con cierto recelo el comisario , y el vi ej o , inmutable , respondió :—Vi a cambiarle las balas a la pistola . Es tas hace mucho tiempo

qu están en los caños y temo que yerren juego .

Piens a mata… algúno ? inquirió burlonament e e l funcionario .

Y el vi ejo :— Pueda

,dij o ; andan zorros ronsiando las casas , y a los

zorros hay quº

encajarles

El comisario , que conocía perfectamente a ño Exaltación , se hizoe l dese ntendido y se marchó .

No lo volvieron a ver en las cas as ; pero e l cuatreraje comenzó'

a hacer estragos en la pequeña heredad . Todas las mañanas apa

recian en el campo dos o tres panzas de ovejas carneadas en la

noche por los bandidos de la ranchería vecina . Un d ia advirtieronla desaparición de los dos mejores caballos ; dos semanas después ,faltaron d os Y no habia nada que hacer ; el viej o y su

nuera se guardaron b iº n d e dar parte s l a policía .

Par a multiplicar las sombras en aquel castigado hogar , y a fin de

lograr la satisfacción d e su grosero apetito , el comisario se pres entó una mañana , muy de madrugada , en compañía del alcand e y dos

vecinos . Iba a realizar un registro , en virtud de una denuncia re

c ibid a la víspera .

No tuvieron que andar mucho para descubrir, escondido entre los

116

yuyos de la huerta , un cuero de ovej a con la señal de un hacendado lindero .

Vana fueron la indignación y la protes ta del viejo , v íctima de aquel la iniquidad : el delito era evidente . Lo maniataron y lo condujeron preso .

Al d ia s iguiente , muy de mañana t ambién , retornó el comisario .

— ¿Qué quiere tod avía aquí? exclamó indignada la viuda .

— La quiero a usted fué la respues ta de l funcionario la qui ero a usted y ya debe estar aibert ida de qu

'es al ñudoA los perros bravos que defienden la presa codiciada por mi corazón . los emboza lo— ¡ O los—O los E s

Y acercándos e y tratando de tomarla por el talle , agregó con voz

melosa :— Hay que rendirse , ricura ; y va a ver cómo la quiero d e cari

ño y— ¡ Salga d e aqui , asqueroso ! gritó Eva , empujándole violen

tamente .

— ¡Tenga Yaº visto que soy capaz de vand iar cualquier

arroyo pa d ir donde quiero— ¿Y qué más infam ias puede Asesinó mi marido , me hahe cho robar cuasi todos mis animalitos , ha encarcelado mi pobre

¿qué más puedeSonriendo cínicamente , el malvado respondió— Us te

'

tiene un d isgraciarle e l cachorro— ¡M

º

hijito ! exclamó Eva en el colmo de la angustia ; y luego,deponiendo su arrogancia , agotadas sus energías, cayó d e rodi l lasy juntando las manos y llorando , imploró :— ¡No , señor comisario ! ¡ Eso ¡M hijitoEl la levantó , experimentó un gozo salvaj e al abrazarla y besarla,

as í toda trémula , anegada en llant o , in consciente de la afrenta que

Sin embargo , su conciencia despertó a poco . Intentó esquivar aquellas caricias que la abrasaban y al abrir la boca para implorar au

xil io , él la selló los labios con un beso áspe ro y grosero como mor

disco de fieraElla tuvo fuerzas para desprenderse de los brasos del bárbaro y

rugió , hechos llamas los ojos , los labios y las mej illas :

¡ Jamás !En ese mismo instante apareció en el patio el pe queñue lo , soli

citando :— ¿Mamá , me da permiso pa dir

'

arrancar una sánd ia?

El comisario , enfurecido, enloquecido , convertido en una bestia sal

vaje , d esenvainó la daga , y , esgrimiéndola sin i estramente exclamó

¡O cedes o te lo d egiie llo aura mesmo '

,E va se inmov il izó horrorizada . Los ojos , con ser muy grandes , le

quedaron chi cos para dar salida al torrente de lág rimas ; blanco yfrío cual escarcha , púsos e le e l rostro , y con un a voz más blanca ymás fría , dijo di rigiéndose al chico :—An da , mi hij ito ; andá buscar la sandía …

117

Más oveja que la oveja.

Y sin hace rse rogar más , don Indalencio comenzó de esta manera— L a jus ticia lo condenó pa trein ta Yo no sé ; ninguno d enoso tros sabemos de esas cosas , porque la ley es muy escura y másenredada que lengua de pero pa m i qu

'

el pobre Sabiui ano no era merecedor d

'

esa ¿A ustedes que le— ¡Qué no s va a ¡Que p

'

abrir sentencia carece cono cer

e l hecho ; y hast'

aura ust é se lo pasó e s carsiando sin largar la ca

n era !— ¡ J ue cosa sim ple . A Graciana , la —mujer de Sabin iano , se le anto

jó un día que se jue s e a comprar una botell a'

e miel de— ¿Se habrá cansao de la caña con ruda ?

— No Ella dij o que se l había m andao la entendida p

'

al mal de riñones , por culpa d el cual se le l'

hin charon bar

barbaramente los pie ses .

Ese d ía era domingo , llovía como mundo , la pulpería dis taba tresleguas , y Sabiniano habia largao la víspera su lobuno cansadazo

d ispués de haber trabajao de sol a sol en el aparte d el Rodeo Grande de la Estancia .

pasencia has ta mañana propuso él ; y ella , enfurecida,lº

escupió esto :

¡ Siempre has de ser el me smo ¡ Sos capaz de dej arme morir por no tomarte una moles tia de gas tar unos centavos pa

mi ¡Y eso que yo echo los bofes pa servirte como si jueseuna

Sabiniano recordó que desde veinte d ías atrás llevaba la mismarºpa interior porque su mujer “no habia tenido tiempo” de lavarley plancharle otra muda ; y que tuvo que coser él mismo el rasgónque le hizo una uña de ñapind ay

” mientras “leñaba

” en el monte ;y que la mayor part e de los atardeceres, cuando volvia cansao d el

trabajo , tenia que hace r juego y calentar la comida , porque ellac enaba temprano pa tener tiempo d e dir a cas a de alguna comadrede la rancheria pa pros iar desollando v ivos a conocidos y conocidas .

Rec rdó tuito eso y otras cosas más , y le pasó por la vista una

nube color de brasa de ñandubay … .

— ¿Y ai no más se le jue al humo?—No . Sofrenó el pingo . Se levantó , enscil ló el lobuno y salió tran

guiando pa la pulpería .

El caballo es taba muy cansao y Sabiniano lo mesmo : jueron dis

pacito . y cuando pegaron la guelta ya diba cayendo la tarde .

Llovía mucho , y llovía con viento . Las ovejas , buscando reparo,cam

i

naban sin rumbo , idiotamente , y muchas , d esamoradas, dej abanabandonados y perdidos entre las malezas a los

'

corderos reciénna cidos.

Uno de e ros corderitos le salió al encuentro en el c am ino y co

menzó a seguir lo , balando desesperad ame nte , temblando de hambrey d e frío e l pobrecito .

L o s iguió cerca de una legua y , al f in , a Sabiniano le dió lás tima ;se apio, lo alzó , lo puso por delante y lo tapó con e l poncho .

— ¡ G ii en corazón , Sabiniano !

118

mujer y a mis hijºs , teniendo usted una gran—Si la tengo es pºrque siempre supe rasoarme p

'

adentrº , dejandoque cada uno pele el mondongo cºn la uña que tiene . Si me hubiesepuestº a cuarte ar a tuitos los empantanaºs que me han pedido ayuda

, a la fecha e staría más peleao que cºrral de ºvejas .

Prolongado s ilencio sucedió a esa frase del viej º . A1ipio , agºtado,aniquilado, hizo cºmo e l náufrago que , tras el post rer esfuerzo por

vivir , pºr salvarse , se entrega res ignándose , a la muerte .

—G iienº : adiós tata .

Y el viej o , con la misma imperturbable tranquilidad :— Adiós , hij o ; que Diºs te ayude , respondió .

Cuandº A1ipio hubº part ido , él avivó e l fuego, y se puso a pre

parar la cena , una pil trafa negra , reseca , guisada con farina y grasa

mezclada con sebo ; más sebº que grasa .

Mientras se hacía e l com istrajº , recogió del suelº los tres º cua

tro “ puchos gºrdos que su hij º habia t iradº en la nervios idad d e

su conversación . Lºs deshizo , pein ó un a chala y 116 un grueso oi

Y quedó impasible , don Juan .

Tenia cerca de setenta años . A fuerza de trabajo , de astucia , deavaricia , lºgró una fortuna con s iderable . Casadº a lºs cuarenta , tuvo s iete hijos, de lºs cuales tres murieron en edad temprana , quizápºrque nº quiso gast ar un peso en méd icos ni farmacias ; hastala ciencia empírica de la curandera del lugar rehusó su mezquindad desalmada .

A lºs restantes - lºs fué ¡ ocupandº de peºnes ; pero cºmo les resultaba más caros y menºs rend idores que lºs peones asalariadºs . los

fué “ espantando unº tras ºtrº .

— Cuando lºs pollºs han emplum ao , se expre s aba e l deberd e la gallina concluye : que cada unº vaya a buscarse la vida pºr

su cuenta y cºmo pueda .

Su mujer , pobre best ia cºnsumida pºr un trabajº superior a sus

fuerzas, se murió de agotami entº . Menºs bo cas inútiles, menºs gas

tos y luego , e l placer que expe rimentaba tºdas las noches , antes de

acºstarse , contandº y recontando las ºnzas de orº , las libras este rlinas , los cóndores , las brasi

l eñas , que llenaban tres bo tijos cuidad osamente ocultºs en una cueva, baj º la alacena que ocupaba unángulo de su dºrmitorio .

Sus hij ºs se habian dispersado , y no sabia ni le importaba saberde ellos , que tampo cº se preºcupaban de él , sabiendº por repetidasexperiencias , que no hab i a nada capaz de cºnmover el corazón em

ped ernidº del avaro .

Pero cuando más satis fecho se encontraba , un súbito aranque d e

parálisis vino a postrarlº en cama , ºbligándo le a tomar una“ piona”

para atenderle .

Y la“ piona” fué Chuma , la viuda de su hijo José , quien , sin re

cursos y s in ayuda de su padre , se hizº policiano y fué muerto en

una refriega cºn lºs cºntraband is tas .

Chum a lo mimaba , haciéndole tºdºs los dias un puchero de gallina , cºst ill ares d e cordero, arroz con leche

,compotas de ci ruelas

y orej ones.

120

Y estºs dispendios exasperaban al v iej º que , no pudiendo hablar,protes taba con gestºs de una v iºlencia grotesca .

Pero Chuma acrecentaba el poder d e su dºminación a medida que

avanzaba la enfermedad del tullido .

Una noche vió e l viejo , con gran sºrpresa , que su nuera preparabauna mesa cºn cuatro cubiertºs , alli en su prºpia pieza .

Más se sorprendió luego,v iendº entrar y tomar asientº junto a

la mesa , a sus tres hijos .

Chuma s irvió un verdaderº banquete , que los ºtros devoraron , mientras ol viej o se estremecía rabiºsº .

Concluida la cena , durante la cual se había agºtado una dama"

juana d e vinº carlón , Chuma dij º :— G uenº , aura vamo hacer la Y, med iº ebriºs to

dos, fueron al ángulo donde es taba la alacena , y la separaron y re

tiraron lºs botijos llenos de ºro , cuyo contenido volcarºn sºbre la

mesa .

Sin —c ontar, haciendº montones de valor aproximado , se repar

t ieron las monedas , que cada un o fué echando en las maletas traídas exprºfe so .

Durante la e s cena , la fis onomía del viej o, clavad º en e l lecho , tenía expresiones hºrribles . Haciendo un esfuerzº colºsal logró in cor

porarse un pocº y haciendo muecas trágicas , los ojos fuera de lasórbitras bramaba sin poder articular palabra :

¡ bah,

Lºs tres hombres algº conmovidos , se retiraron llevando su bº tínres pectivo .

Quedó sola Chuma , se acercó al lecho , y cºmo despedida le arro

jó al rºstrº del viej º esta frase :— Adiós, tata . Que Diºs lo ayude y gracias por la platita .

Cuandº la leña es jue rt e

El puesto de don Epifanio es taba s ituadº a quince cuadras d el

Arroyo Malo , que forma al l í una hoz prºnunciada .

Por e l est

e , y cas i desde encima de las casas , e l parque de frondosºs eucaliptos y el mºnte frutal que aquel resguarda d e lºs vientos ma lºs , se extienden has ta cºnfundirse en el bºsque , espeso y su

cio que bordea el rio . Abrese allí la bºca de una angºstís ima, tor

tuºsa y escondida “ picada de muy pocºs conºc ida . Aparte de ella.nº se encuentra otrº vadº has ta el Pasº del Sauce , cincº leguasmás abajo de su cursº .

Al sur de las pºblaciones , se ext endían la huerta y la chacra ,un maizal de treinta hectáreas de extensión , y que llegaba hastala linde del es tero , que en ese paraj e , servía d e vanguardia al bºsquedel arroyº . El pajonal era en aquel s itio, tupido comº gramilla y cºnmás de dos m etrºs de altura . Hondos zanjones y pérfidas ciénagasdormían ºcultas , cºmo recelosos ofídios y en cºnnivencia cºn ellºs,d ispuestºs a traagr se al viaj erº que se aven turera temerariamente

por allíEl arroyo Malº nº usurpa su nombre . Su cauce es en partes enca

jonado , de fondo peñascos o y d e violentº empuj e.

121

E S malo , en verdad , aquel curso d e agua , y reune las tres condiciones esenciales e indispensables para ser eficazmente malo : la fuerza , la perfidia y e l dis imul o . Cºmo todos los creen ins ignificante , lºd es p:ecian y él , taimado , a quien no puede es trangular con lºs

músculºs de su cºrriente fºrmidable , lº sumerge y lo as fixia en e l 10

dº pest ilente delComo el pues to de d ºn Epifanio es taba enclavadº en aquel rin

cón sin tránsito , muy pocas persºnas conocían los secretos del arroyoen su conjuntº . L a margen ºpues ta serv ía de fºndº a un inmensopºtrero cubiertº de esteros , espadaña y paj a brava , donde los ganados no penetraban nun ca, y las gentes menºs .

Ni e l mismo puesterº y sus dos peones eran perfectos baque anosen el paraj e , que nada les incitaba a inspecciºnar , des de que cous ideraban al arrºyo cºmº un alambradº sin portadas.Sin embargo , habia en la casa alguien que nº ignºraba un a sola

senda , un solo recoveco , un so lo misteriº del bºsque y d el pajonal ,del torrente y del pantanº. Este alguien era Marga , la hij a de donEpifanio , una chinita linda y arisca , sem isalvaje y que vivia bo ca

y taciturna desde que su padre le obligó a romper sus amoríos con

Panchº Buela .

—Me costa , habia dicho el padr e , qu'

ese mozo es un hara

gán perdulario , ladrón y hasta so specho de un—Sospechar no e s probar , alegó la moza .

— ¡ Pero es bas tante pa que se cierren las puert as de las persºnas

Y ella con energía replicó :—Dejaré de verlo , tata , perº d e quererlº no.

—E s lo mesmo . No hay juegº que no se apague cuando nº hayv ientº que sºple .

—¡Asigún la olase'

el

Durante variºs meses Pancho Buela estuvo ausente del pagº . De s

pués se supº que habia a s es inado y rºbadº a un bºlicherº y matrea

ba perseguidº po r la pºlicía .

Un ardoroso mediºdi a de enero llegó al puestº . El viejo y los peones ses teaban . Marga se encontró sola cºn él . Camba”, un pºtente

perrazº negro , su favorito , intentó l anzarse al encuentrº d elfora ste ro . Ella lo detuvo :—¡Quieto ,

C ambá !

Y el perro se echó a sus pies , alerta , rece loso , ansiando gresca.

El matrero desmontó , ató con e l cabestro al palenque su cºnºcido“ tordillo platea y avanzó arrogante hacia la moza , que lº contuvodiciéndole :— ¡Quieto , Camba!— ¿Qué venis a buscar aquí?— ¡ E l perfume d e tus labiºs ,

— Es a flor ya se

— ¡Yº l'

haré revivir con un besº cºmº reviven las flºre cil las del

campº cuandº las besa el roc ío '— ¡M archate de aquí ! ordenó ella .

— ¿Sin en antes darte un Si no pa otra coa

he venido, exponi éndome a que me caoe la122

— Lueguito a ll i .Puntualmente acudierºn a la cita , y tras cort as frases y largºs si

l enciºs , decidieron ultimar el proyecto , pºr demás atrevido , de abandonar e l estrecho , asfixiante valle nativº para cºrrer fantás tica aventura , trasladándose a Buenos Aire s , la mis teriºsa ; ave ún ica capazde empol lar lºs huevos de sus desmedidas ambiciºnes juven iles.

Marco Jul io y Juan Jºsé se cºnºcían y se querían , cºmo se conocian y querían sus respectivºs ranchos paternos, que desde un s iglºatrás se estaban mirando de so l a sºl y de luna a luna , por encimad e l medianero tapial de oinacinas .

De tiempo inmemorial los ascendientes de Marco Julio se fuerºnsucediendº . de padres a hijos, en el cargº tan honroso comº misérrino , de d e sasnadºres de lºs chicºs del lugar .

Y de padres a hijºs , la es tirpe de Juan José transmitía el bancode carpintero , el serrucho , la garlopa , el formón y e l tarrº de cºl a.

Empero,por rara coincidencia , Marco Juliº y Juan José sin tiéronse

animados de un mismº e s píritu de rebeld ía , de un idénticº anhelode escalar cumbres y descubrir horizºntes .

El primero pensó en la glºria literaria , y el ºtrº en la glºria es

cul tórica . En vez d e cepillar maderas y recitar textos , el uno ideal izaria lºs trºncºs de algarrºbº y ºtro ma terializaria la idea en e l

mºnumentº del libro .

Se guros del triunfo , de la celebridad y la fortuna , organizarºn si

gil osamente la partida .

La opul enta madrastra fué dura cºn ellos . La camaderia de los

primeros tiempos se fué lim itandº por la fuerza d e las circun stan

cias y llegó e l mºmentº en que dejaban de verse , y lº que es más ,

en que se ignºraban mutuamente .

Llegó un d ia en Que M aroº_ J uliº , vencido , sin levante , pulpa mi

serable , fué en busca del amigo, del compañerº de ensueños ini antiles , no en busca del auxilio m aerial , sino de consuelo, de amparoen el naufragio que había sumergidº todo , has ta la razón de la

lucha .

Era un dºmingº . Cºn mano trémula , cohibido y avergonzado comoun po rdiosero que aún nº ha adquirido e l hábito de mendigar, llamó a la puerta de Juan Jºsé .

Reoib ió lº és te con lºs brazºs abiertos , sinceramente agradado delencuentrº .

Era la suya , una modesta , perº a legre y proli j amente tenida cas ita . Instalados en una glorieta tapizada de gl icinas y madreselvas ,

e l prºpietario , hombre ºbes º y rozagante , hizº llevar cerveza paraºbsequiar a su amigo , y después del primer vaso , dij o in terrogandº :— ¿Y qué tal Me parece que la gloria aún no ha ido a

estrecharte entre sus

—¡ La glºria no ; pero la miseria

—Sºn primas hermanas : y quien se empe cina en desposarse cºn

la primera , casi s iempre concluye pºr tener a la segunda por cºm

panera de lechº .

— ¡Tú has triunfado, sin embargo !— Has ta cierto pun tº ; y eso pºrque supe cºrtarle a tiempo la ca

beza a la

134

— ¡Fué , sin embargo , e l propósitº tuyº y e l propós ito mío, crecer ,as cender , engendrar la ºbra de arte impereced era !— ¡Vanº , oondenable ¡ La aspiración de planear por eu

cima de lºs d emás , hum il lánd ºlos cºn la supremacía de un talentº

que nº sabe crear un hºgar , y que cuando lo crea , lº alimenta cºnlas miserias de sus ans ias insatisfechas, de sus ilusiones quebrantadas , de sus vanidades hechas añicºs !— ¿De mºdo que tú t ampocº has real izado la ºbra maes tra que

soñabas en la melancólica quietud del valleJuan Jºsé se levantó y dij o a su a migº , cºn dulce , afectuºso

acentº :— Ven . Ya es la hºra de almºrzar .Y en el cºmedºr sencillo y pul cro, donde e speraba la familia del

obrero ,—é ste di j o :

— Te pre s entº a mi esposa y mis ºnce hijos . Los dos mayores son

ingenierºs mecánicos ; las dºs mayºres son maes tras normales , lasdemás estudian , trabajan , se arman para ser útiles a si mismºs y a

los No he hecho una obra maestra , pero es toy seguro, dehaber hecho una ºbra Y es toy satisfecho

Lo que se escribe en piza rras

La sobremesa se habia prolºngado más d e lº habitual . El fºgón es

taba moribundo y las grandes brasas , reducidas a comº pequeñºsrubíes engarzados en la plata de la ceniza ,

c arecían ya d e fuerzapara mantener , s iquiera tibia

, e l agua de la pava . El sueño ibaembozando las conversaciones , y

cºnº

frecuencia lºs dedºs negrºs yvelludos tapiaban , cual una rej a , las bºcas , para imped ir que lºs

bostezos es :aparan en tropel'

bullicioso .

Don Bruno , e l tropero, que llevaba ya tres días de permanenciaen la es

”ancia , fué el primerº en pºnerse de pie , diciendo :

—Ya es hora de dir a es tirar lº s giiesos y darle un pºcº'

e gus toal o jo , que mañana hay qu

'

estar de punta al primer cantº'

e l gallo .

— ¿De modº que ya nºs dej a ? preguntó por urbanidad e l es

tanciero .

— A la juerza . Primerº que ya el incºmºdo es mucho, y d ispués ,agua que nº corre se pudre .

Don B: uno salió en cºmpañia d e Niveriº, a quien dijo cuando es

tuvie ron solos :—Yº no esperº más ; por cumplir la promesa que le hice a tufinao padre , he ven ido a buscarte ofreciéndote mi ayuda . Nº puedoe s pe rar más : º venís mañana conmigo , o arréglate pºr tu cuenta .

¿H a“

. entendidº ?—Sí, padrino respºndió el mozo .

—G iienº ¿vamos a dormir?— Vaya diendo , ya lº s igo .

Cuandº e l tropero entró al cuarto de huéspedes , Niverio fué sigilosam ente hacia el portón que cerr aba el patiº de la estancia .

G ºyita lo esperaba impaciente .

—¡ Cómo has tardadº ! reprºchó .

— Había que decidirse , respondió con tristeza el mozo .

125

—¿Te vas ?— ¡A la juerza ! Tu tata se ha encaprichao en no dej arme casar

en antes no tenga yo un ¿Y cómº v i'

a tenerlº con mi sueldo de Por más que ecºnom ice , aunque me prive hasta

'

e pitar, llegar ía a viej o sin tener ande cairme ¡ Seria lo m es

mº que querer enl lenar un barril de agua alzándºlá del arroyo con

las Y pa quedarme aquí y estarte viendo tuitos los d ias

y codiciándºte a tuitas horas , es más mejºr que me largue a corrermundº .

Hubo un s ilencio ; luego G ºyita dijo cºn voz emo ciºnada—Ya sé que vºy a sufrir muchº cºn tu ausencia , que lºs d ías

me van a parecer años y las noches siglºs , perº tengº cºnfianza en

que vºs sabrás conseguir ese pasar que tata ¡ Si tuviesela m isma confianza en que nº me has de ºlvidar !— ¿Podes dudar de m i?— ¡No quiero ausencia causa o lvido , …

—¡Pa quien nº sabe querer , pa quien nº tiene tuita e l alma ocu

pada pºr un sºlo cariño ! respondió el j ºven cºn vehemencia.

Y luegº :— ¡ C on tal que vos no dejes secar por falta

'

e riegº el clave l denues trºs—Te podés ir tranquilo : tuitas las nºches lo regaré cºn lagrimas,

que nº hay nada mej ºr pa cons ervar las plantas delA la madrugada siguiente , Niverio partió , rumbo a lº descºnocidoy a lº inciertº ; y G oyita quedó triste , sombría y silenciºsa cºmoun pozº abandºnado en cuyo brocal derruido , las yerbas crecen yse entretej en privandº de aire y de luz a las aguas que dormitanen e l fºndo.

Transcurrió un año ; vari ºs años trans currierºn .

De tiempo en tiempo los nºvios se cambiaban cartas rebºsantesde cariño y de esperanza y de renovación de firmeza en e l cumplímientº de la fe jurada .

Lºs azares de la vida de trope ro llevaron a Niveriº l ejºs ,muy l e

jºs del pagº natal , y esº unido a la existencia cºnstantemente erran

te , hizo que la cºrrespondencia se fuese , espaciando de más en más .

C ºn ellº y cºn la acción dis olvente de los años, resultó que las car

tas se tºrnaron cada vez más breves, menºs sentidas , menos fervient es , cual si la tarea de escribirlas hubiese cesadº de ser una cálidasatis facción para convertirse en el frío cumplimientº de un deber.Se is años más tarde , cuando Nive rio hab ía lºgrado reunir un ca

p ital i'º , resolvió e l regre s º . La decisión fué pºr cierto espºntánea.

Aventuras amºrºsas pasajeras, es cierto , pero que a pesar de ellºs iempre alguna huella , dejan , fuerºn haciendo empalidecer la

imagen de la consagrada .

Sin embargo , su lealtad y la esperanza de que , al volver'

a verla'

renac ería íntegramente el amºr de la infancia , lo decidieron a par

Desde el primer momentº se encºntrarºn recípr ocamente extraños .

El tiempo , que bºrra hasta las inscripciºnes esculpidas en e l granito de las losas funerarias , habia bºrrado también las simpa tías , quesus j uventudes juzgaron inmutable y eterna .

126

—Me olvid é ; andá bus car la bo te l la'

que te trujo Sinfºrºsº .

Natalio tomó ºtra rebanada d e queso para prºbar la miel y ex

presó cºn aplomº de conºcedor :— L indaza ; es de camoatí. Sinforºso v ive en la cºsta e l Sarandíy nº hay cºmo la flor de sarandi pa darle giien gustº a la mi el de

Era tacañería , defecto repulsivo a la habitual prod igal idad denues tros campes inºs, se agravaba cºn su afectación en e l hablar ,en los mºdales y hasta en la ej ecución de los trabajºs cºlect ivºs .

Friº calculador nunca aventuraba un tirº de lazo ni una ºpinión ;y de ahí que raramente errara s irviéndole sus éxitos para la mºfahiriente al respecto de sus compañerºs menos dies trosEn las yerras , sºbre tºdo, t riunfaba su ºrgullºsa superiºridad . Su

v iejo lazº , que a fuerza de añadiduras estaba cºnvertido en rosario yse acortaba continuamente , que por tal motivº era objeto de continuas burlas , s e vengaba haciendº prºdigiºs en el corral y en la

playa .

Aquellas sá tiras mortificaban de mºdo atroz al vanidºso gauchito y concluyó por decidirse , tras porfiada lucha entre e l orgull o yla sordidez a encomendar un nuevº lazo .

No fué pºcº el tiempo , ni el trabaj º y las rabietas que la confec

ción del dichosº lazo'

impus ierºn a l viej º trenzadºr, don Panta .

Natalio nº le dej aba un momento de sºsiego, vi gilando el cºrt e yel afinam iento d e los t ien tºs ,

obligandº a corregir aquí y allá has taobtener la extrema perfección . Y cuando llegó el mºmentº definit ivo de la trenza , las exigencias del mºzº rayaron en la imperti

necia . Frecuentemente ºbligaba a deshacer un trºzº pºr ant o jársele

tal tiento muy apretado º muy Pero resul tó una ºbra dearte incomparable que habría d e hacer reventar de orgul lº a lºs más

presumidos .

Llegó e l ans iadº día de estrenarlo . En la Estancia Grande d e lºs

Umpiérrez se daban cita lºs me j ºres enlazadores y pialadores d e variºs pagos a la redºnda , nº sólº pºr l a gran cantidad d el toraje ,s inº t ambién pºr que tenia fama d e malo y por que era costumbreas istiesen a l a fiesta todº el mujerío del lugar .Nataliº se pre sentó cabalgandº un redºmón picas o , grande , forni

do y nervioso , que se estremeoía viºlentamente cada vez que lºs ampliºs rºllºs del lazº nuevº le rozaban el ij ar .

Erguido y altanero penetró el mozº en la amplia manguera dondeondeaba un mar de aspas agudas . Sereno, tranquilo , desprendió el

lazo y mientras lº armaba oalmosamen t e tendía la vis ta buscandoun to rº que fuera digno del estrenº . Al fin se decidió pºr un ºsco

imponente de recio tes tuz y fºrmidable cornam enta . .

Silbo e l lazº en el aire ; la argºlla golpeó la frente del tºrº y laarmad a se cerr ó en las aspas . ¡Fué un tirº de manº maestra i .

— ¡Abran cancha ! gritó Natalio ebriº de¿Fué exceso d e cºnfianza , descuido , El cimbrºnazo

lo tomó atravesado , echando la c incha a la verij a y el redºmón , be

l laqueandº en vuelta como un tºrbe l lino , hizo que t res rºllos d e lazol e ciñeran la pierna derecha .

Fué un ins tante de angustiosa espectativa que desconcertó a to

128

dos . Un minutº más y el enlazador estaba irremediablemente per

d ido .

Entonces ,desafiandº el peligro de ser encerrado y triturado en la

ronda , un gauchito imberbe , casi niño, cºrrió , desnudó e l cuchil lº ycortó e l lazº.

Natalio pudo entonces dominar al pºtro , mientras el tºro , vencedor

,disparaba campo afuera sin que nadie se preocupase de pe rse

guirio . Densamente pálido , lºs labiºs trémulos , lºs ºj ºs brillantes, e l

mozo permaneció un momento como ato londrado . Luego , rápido , vo

leó la pierna , d esenvainó el filoso cuchillº y lº hundió por tres ve

ces en el pecho de su salvador, exclamando en el paroxismo de la

có lera :¡ Cort arme el lazº

El zonzo Malaquías

En la es tancia d el Palmar . donde nos criamos juntos, a Malaquías ,

el hij o de la peone ,le llamaban el zonzo , desde que era chiquito .

Teníamºs más o menos la misma edad , estábamºs juntºs cas i s iempre y yo nunca pude explicarme porqué lo llamaban El zonzo ” .

Ciertº que era petizo , panzudo , patizambo , cargado de espaldas,la cara cºmo luna , la nariz chata , ºj ºs de pul ga y labio inferiºr siempre caido y húmedo

, semejante al belfo de un ternero que concluyede mamar ; verdad que caminaba tardo, balanceándose a derecha e

izquierda , al igual d e una pata viej a ; innegable que su risa era

idiota y reía siempre y que su vºz era rid ícui amente gruesa ,

a m i nº me parecía zonz o , y tenía m is motivos para ºpinarde ese modo .

En la e s tancia se amasaba tºdos los sábad ºs y era cºstumbre darnos una to rta a cada unº . Malaquías, que era un vºraz , devºrabala suya en pºcºs minutºs , y luego venia a pedirme que le diesealgo de la m ia ; durante un tiempo , accedí ; perº una vez , cansadºde sºpºrtar aquella contribución a la angurria , o con más apetito,quizá , me negué a la dádiva . Entonces , e l muy canalla , se puso a

gritar cºmo un marrano a quien le tuercen e l rabº y cuando acudieron mi padre , y la madre de él y los peºnes , contó, entre hipoe hipo , cºn su voz de bordone floj a :

¡meme robó miComo la m ia estaba cas i intacta , se le dió fe ; mi patrón me la

quitó y se l a pasó al idiºta , prºpinánd ºme a m i un par de moj iconespara enseñarme a no abusar de mi cºndición de hijo de patrón”.

Ya mozo , incºrpºradº al establecimientº en calidad de peón , se

ingeniaba para nº hacer nada . satisfaciendº su haraganería infinita,perº de una manera tan habilidosa que nº era pºs ible e chárse la en

cara .

— El zonzo Malaquías decía uno , es como un perrº fenóme

no nacidº en las casas , de una v iej a pe rra de larga cría , a quiense dej a comer pºr lás tima .

Perº lºs demás protes taron : Malaquías era útil a todºs , los serv íaa tºdºs , a trueque de escasa recompens a . El se levantaba primero que

129

ninguno y hac ía fuego y calentaba agua para esperarlos con el mateprºnto . ¿Y qué les Dos o tres cigarrillos al Dºs

o tres cigarrillos a cada uno , de suerte que el patizambo "

pitaba"

dºble de lº que p itaba”e l más platudo . Y mientras los ºtros , con

tentos y agradecidos , mºntaban a caballo , soplándos e lºs d ed ºs , en

las bravas madrugadas de invierno, él se echaba a dºrmir la siestade l burro, al calor del res coldo .

Cuandº lºs peones regresaban del campo , cansadºs , mºjadºs , tiritando de frío, encºntraban en medio d e l galpón una fogata , calientee l agua , pronto e l cimarrón y a puntº e l asadº.

Mientras se sa caban las ropas al calºr del fuego , se calentabanlas tripas con el amargo , lo

“ asentaban” cºn un trago de caña,churrasqueaban cone ten tos y agradecidos al servicial Malaquías .

Es verdad que ellos pagaban la caña . pero una ins ign ificancia cadaunº, y cada cual tenía su t rago , y Ma laquías com ia el doble y lasmejores presas ; mas , desde que lºs ºtros es taban satisfechºs , no

cabía reprºche .

Cierta vez, un indiecito , más av ivado que sus cºmpañeros, intentóprºtes tar.

— Este zonzo di jo es como el hi j o de la buena madras tra ,que tenia un hij o y sie te e n tenaºs y cad a vez que amas aba , l es hacíauna tºrta pa cada unº de és tos , y pa su cachorro , nada ; perº luegoimponía que cada unº le diese la mitad d e la suya al pobrecito , ye l pobrecitº sal ia cºmiéndose tres to rtasL ºs otros , indignados, le ºbligarºn a cal larse , porque , en realidad ,

Ma laquías era para ellos un v icio , y s iempre se defienden lºs viciosprºpios, just ificándºlos , o tratando de just ificarlos .

Grande fué mi asºmbrº y el asºmbrº de todos el día en que Ma

laquías me anunció que se iba .

— ¿Y adónde vas?—Por ahi .

— ¿Por dónde?—Pºr ahí no más , pa desentum ir—m& perº prºnto pego la giielta.

¿Dónde po día ir , y qué iba a hacer aquel infeliz?No logré d isuad irlº de su empeño y un buen d ía se marchó . Tenía

tres caballºs , tres po tril los que le habian regaladº y que . él cri ó guachos . Ens illó unº , cargadº cºn dºs maletas repletas , puso el o trº

de tiro,“

enrabó”el y se fué .

Pasaron meses y pasaron añºs s in que tuviésemºs noti cias suyas,y

'

ll egamºs a supºnerlo muerto . Nº se l e olvidaba sin embargo ; a

menudo alguien traía a colación su nºmbre, a propós ito de algunainfe l izad a , y decía invariablemente :— ¡ Pobre zo nzoY cuando m enºs lo esperábamos se nos presentó en la estancia.

No había cambiado nada . volvia más gºrdo y más lustroso , pero su

cara de luna , su nariz achatada , sus ºj ºs de pulga y su labiº grues ocaídº y húmedº . cºmo be lfo de t ernerº que cºncluye de mamar,cºns ervábanse idénticºs .

Todºs nos alegramºs de verlº . Yº le interrogué :— ¿De dónde sal is , cachafaz?— De por ahí respºnd ió indiferente , y nº hubº fºrma de averi13 0

M ama, aquí'

stá la ropa

Era un sábado .

Pºco d e s pués ' d e medi ºdia , bajo un blancº cielo de in vierno , Belarmina envºlvía su linda cabeza en floreado pañuelº de algodón , y ,dispºniéndo s e a trasponer e l guardapat io , d espidióse a legremente :— Hasta lueguitº , mamá .

— No di latés la giiel ta acons ej ó la madre ; la nºche cae d e

golpe en est e tiempo y nº es gíi eno que te agarre pu'

el campº.

Rió la chica .

— ¡ Cuidaº , no me vayan a comer lºs lºbizones ! dij o , y agregóen serio : No hagº más que enjugar la rºpa que dej é as ºliándºse

esta mañana y enseguida me giie lvo .

Y alegre y gallarda , echó a andar pºr la lºma reverd ecida en di

rección al arroyuelo que corría a pocas cuadras de all í.El bo s

quec illº que custºd iaba e l arroyº engºrdado cºn las frecuen

te s lluvias invernales , tenía un aspecto hurañº . L ºs árbo les , repre

se n tadºs por talas y sauces , raleaban ; pero, en cambio , la chirca,la espadaña y las múltiples zarzas crecidas con lujuria en la cons

tante humedad del suelº , fºrmaban cºmpacta muralla d e verdura,rasgada a trechos , a manera de agrietam ientºs , por angºs tas y cul ebre an

tes sendas, que abrieron lºs vacunos en e l cotidiano baj ar a

la aguada .

Pºr uno d e es ºs túneles penetró B e larm ina , yendo a salir a pequeñísim a playa . Al bºrde del arrºyo , en cuclillas, arremangada has tael codo , en tregóse afanosamente a la tarea , trinando al mismº tiem

pº , en cºntrapuntº cºn las calandrias y los zorzales que revoloteaban sobre su cabeza .

Pero e l canto y el trabajº eran interrumpidos a menudo , por fútilespretextºs o pºr súbitas ausencias . L as mojarritas que , a traídas por

e l batir del agua , llegaban hasta sus m anºs en agitadº cardumen ;

un bagre que oo leteaba ruidosamente en mitad de la laguna ; e l mugido de un vacuno , e l gritº de una urraca , cºns tituían ºtros tantosmo t ivºs para suspender la ºcupación . Algº preocupaba a la lindacabecita criolla , haciéndole ºlvidar su prºmesa de prºnto r egreso ,

hasta e l punto de que al c ºncluir la tarea , cºmenzaba a ºscureceren el monte . Apresuróse a juntar las rºpas , y en e so es taba cuandºun cruj ido de ramas la hizº endereza rse y vºlver rápidamente la ca

beza . Recºnºciendo a Luciano , se puso de pie , y cºn la vis ta baj ay las mej illas encendidas , d íjole :— Te había pedidº que no vinieses .

— Verda cºntes tó e l mozº ; perº ºtrº que manda más que .

vºs . me ºrdenó que viniera .

Alzó ell a la cabeza mirándºlo con ºjos interrºgad ores,'

y él con

t inuó :— ¿No mal is iás Mi cariño , que de ande quiera qu

'

e stem

'

espanta pa tu que no me dej a encontrar nada lindº dondenº estás vos ,

ni encºn*rar nada gii enº es tando vos ausente .

— Siempre d ecis lo mesmº .

— Dejuro , desde que s iempre piens o lo Y ya nº aguantomás , mi prenda. Vengº a buscarte . El ranchito está prºnto y mi

132

overo tiene el anca chata y blandita como p'

as lento'

una reina .

B elarm ina siguió juntando las piezas de ropa esparcidas sobre lasramas , e s cuchandº en si lencio las insinuaciones del mozo , que na

blaba con fras e lenta y permanecía inmóvil , los brazºs pegad ºs al

cuerpo .

—Mamá no quiere murmuró al fin la chinita ; y él replicó :—Tampoco quería la mama d e tu mama que tu ta ta se la sacase

pa quererla y ser felices .

pero . .

—No le gusta a ninguna madre que l e lleven la cría , perº ansinatiene que—ser por Cuando lo s pichºnes son grandes , enl le

nan el nidº y al emplumar las alas, vuelan busc ando el árbo l dºndeani dar con su amigo .

Ella había juntado la ropa ; hizo un paquete y la echó al hom

bro . El se acercó , le enlazó el talle con el brazo , y , en silencio , cº

menzarºn a andar por la senda estrecha , hasta llegar a la orill a d elmonte . Baj º una ta l a e l overo tascaba impaciente el freno .

— ¿Me quer és ? preguntó Luciano, ºprimiéndºla entre sus brazºs.

—Mucho .

— ¡Dame un besº !—Tomá.

— ¡Otro !— ¡Otrº !— ¡Ped igueño

El gauchito tend i ó su ponchº sobre e l anca d el overo ; alzó a B e

larmina , l e alcanzó el atado d e rºpa , y al trºtecito se per

dieron en la sombra , rumbº al nido .

Era un sábado . H abia transcurridº una semana , cuando B elarm inaregresó al rancho ; y poniedº e l atado de rºpa sobre la mesa, dijºt ranquil amente—Mama , aqui

'

stá la rºpa.

L a viej a la miró lagr imeando ; la abrazó , la besó y exclamó cºn

cariño :— ¡ Sentate ,

H orm iguita

Era una pºbre muchacha , muy d elgada , muy pál ida , cºn lacioscabellos negros, con grandes ºjos tristes , cºn finos labiºs amargºsEra un a pobre muchacha , débil como un tallo d e flechilla , ins ignificante como unº de esºs pajaritºs s in c ºlºres , sin voz , casi s in vuelo ,que nacen , viven y mueren en la húmeda ºbscuridad de los pajonales.

Llamábase Tomasa y la llamaban “H orm iguita

”. Se había criadº

en la estancia como un cachorro flaco , que caídº sin que nadi e su

piera d e dónde , nadie se preºcupa de averiguarlo ; era como esºsyuyos que nac en en lº alto del murº de l patio : comº no lucen , ni

sirven , ni es torban , pasan inadvertidos .

Tan pequeña , tan s ilencio s a , hablando rara vez y con voz incoloray débil , des lizándose más que marchando, en rápidºs sal titos d e

chingolo , nadie se daba cuenta d e la enºrme labor ejecutada al

133

cabº d el dia pºr la humilde “H orm iguita

”. Ella ºrdeñaba , levan

tándose con la aurora ; ell a hacia diar iamente un quesº ; ella ama

saba tºdºs lºs sábadºs ; ella dirigía las comidas ; ella cebaba tod aslas tarde e l amargo para el patrón , y e l dulce cºn azúcar quemadapara la patrona y las niñas.

Y concluido e l traj in diurno, reco gida en su pieza , nº se acostabaantes de un par de hºras de trabajo de aguj a , recomponi endo sus

ropas , cºnfeccionándose alguna prenda humilde .

Cuando había baile en la estancia , 0 cuando las niñas iban a algúnbaile en es tancias vecinas ,

“H ºrm iguita pasaba lo más d el tiempo“ ayudandº”, ºfre ciéndose para cebar e l mate , hacer e l chocºlate º

servir los refrescos.

Nadie le hacia cas º ; lºs mºzos todºs parecian guardar para ellaalgº más hiriente que el desprecio : la indiferencia . Cºn su cari tatriste , con su aire d e inocencia irreductible , cºn su cuerpecitº in

s ignificante más ins ignificante aún dentrº d e la bata lis a , dela pºllera lis a , de colºres ºs curºs y sin ningún adºrno cºn su

vocecita d e chicuela humilde , con su andar rápido y sil enciºso , pas aba

pºr tºdas partes sin que ninguno la viera : era una cosa .

A veces , en los bailes , algún es tanciero maduro , condolido , la sa

caba para una danza dormilona o una mazurca aburrida . Ella se

guía , sin demostrar placer ni agradecimiento , sin ruborizarse cºn las

zafadurías inofen s ivas , cºn las alus iones picantes de su viej o cabal lerº : no cºmprendía nada , no le im pres iºnaba nada , ni nada abriabrecha en su suprema inocencia , en la frialdad de su cuerpo insexual . Hasta los viejos acabarºn pºr cons iderarla una cosa , tornándoseen proverbiº la frase d e uno de ellºs :—Bailar con H orm iguita

”, es lo mesmº que bailar cºn una s illa

es desabrida como sánd ia

Tomas a tuvo conocimiento del dichº y no protestó , no se ofendiócontinuó s iendº e l mismo ser indiferente trabajadºr y resignado,para quien la vida es buena , merced a la maxima sabiduría de la cºn

formidad .

En s us ºjos , pregoneros de adºrable inocencia , de humi ldad extre

ma , j amás un relámpago d e ºdio , de encono , de despecho , de rebeldia , llegaba a interrumpir e l sosegado crepús cul o de una dul ce yapacible tristeza ; sus labios demas iadº finos , demas iadº pálidºs ,

ºd e

mas iadº frios para servir de nido al be so , t enian el dejº amargo d eesas frutas d el mºnte en quien nadie repara ; pero sin as omo de ren

cºr, de envidia o d e prºtes ta .

Era cºmo una d e esas florecitas del campo , que nacen en la ma

nana para morir en la tarde baj º e l casco d e un potrº º la pezuñade un buey , de igual mºdº inadvertidas en la vida y en la muerte .

Sin embargo , l legó un tiempo en que Pedro , un pais anito de lascercanias , comenzó a mirar a la Cenicienta con ºj os d e ternura.

Bus caba , muy discretamente , hallarse solº cºn ell a y en las rarasºcasiones en que l º lºgraba, aventurábase , también muy discretamente , en amorºsos interrºgatºrios , en tímidas insinuaciones .

L a“H orm iguita no cºmprendía nada . Como j amás pas ó por su

mente la idea de que pudi ese haber un hombre que la amara, co

m e nº entend ia un a sºla s íl aba del amºr , las palabras d el mozo re s

134

di rigiéndose a lºs diez bandidos que churrasqueaban con él en escoudi dº pºtrerº del Uruguay en tre rrianº .

— Yo no voy d i j º Lino Baez .

— ¿No venis? interrogó Alacrán .

— ¿Andas apes tao?—Gracias a Diºs puedo vender salú.

—Entonces te ha en traº miedº .

— Yo no tengo miedo a nadie , ni a vºs mesmo , Alacrán .

El jefe d e los bandidos miró a Linº cºn extrañeza .

— ¿Tenes algún motivo particular?—Ninguno.

—Bien , no vengas ; nºsotrºs bas tamºs ; perº ya sabés que las ga

nancias son pa lºs que exponen e l cuero , y nº esperes nada si nos

sale bien el asunto .

Lino Baez se encogió de hombrºs . Esa misma nºche ens il ló y d esapareció del pºtrerº.

¿Qué motivo habia tenido él para oponerse al asa ltº y saqueo d ela pul pería de Pereyra? Explicable

,ningunº. No lº conºcia a Pe

royra ; y un asalto , un homioict o ,un robº más o menos , ¿qué podía

importarle a Linº ¿Por qué entºnces cºmetió aquella co

chinada cºn sus compañerºs, aquella baja delación que cºstó la v idaa uno , d os balazºs a ºtro , un sablazo al j efe y la pérdida d e un ricob0

2n? Nº lº sabia . ¡ Tantas burradas se hacen as i, sin saber por

qu

Lo peºr del caso es que la polka se le pus º sumamente ligera a

Lino Baez . De bal d e nº le llamaban“ El Al acrán” a Pedro Cruz,

j efe de la más desalmada gavilla de bandoleros que haya sembradoe 5 panto en Entre Ríos .

Nadie le conºc ía mejor que Lino Baez, y nº tardó en darse cuentade que pe s aba sºbre su cabeza , inexorable sentencia de muerte ;empero , guapº . audaz y astuto , aceptó la s ituación cºn ciertº regoeij o . Le re pugnaba el pasado , la cºbardía de lºs as esinatºs en cº

mún . No es que nº le gustase mat ar ; matar la gustaba mucho ;pero no así, ºnce cºntra uno , contra dos o tres, agarrados dormidºs

y sin ¡Matar pel iando Así era

Buenº ; ahºra se trataba de no cae r en las uñas d el Alacrán ysu pandilla , quienes, de agarrarlo lo habían de picar como chorizºs.

Preci s amente pens ó en huir d el pag o ; mas bien pronto recºnociól º absurdo de la idea . ¿Dónde iria que nº lº siguieran sus antiguos

No , bien pensado , lo mej ºr era estar cerca de ellos ,seguirles lºs paso s , descubrir sus planes. Siempre había pensado as í :“ enemigo que se ve , ya no es más que medio enemigºSu plan le dió excelente resultados . El Alacrán y sus compinches

hicieron varias tentativas para “madrugarlo”

; ¡ vanasEl los dejaba hacer , gozándose , a igual d el zº rro , en pegarles e l

grito burlón detrás de una mas iega . Llegó a tomarle gusto al juegº .

Sin embargº, una vez la guitarra le qued ó sin prima . Fué así:

'

Al acrán y sus amigos habían llegado un anochecer al boliche de

Umpierres ,un ranchito perdidº en la l lanura de Vill aguay. Lino Bae z,

que los seguia cºntinuamente , ll egó pocº después, y, agazapándºse ,

136

fué a ins talarse junto a la ventana , una ventanilla hecha con tablasde cajón , pºr cuyas hend ijas pasaba la luz de la vela y la voz de los

Es tos cºmbinaban su plan . El jefe decia :—De aquí a l rancho

'

e la china Nemesia habrá cºsa de una legua.asigún me dij º la china ; Lino cairá por allí al subir el— ¡ China arras trada ! pensó Baez .

— Pa la media noche cont inuó Alacrán , cuando la luna estéen mita

—de l cielo , nºsºtrºs caimos . le rod iamos e l

— ¡Y lº achuramos ! exclamó o trº .

Linº Baez pensó :—Lo qu

'

es en esta recogida no caigo al rºdeo ; pero hay que cavilar un pºcº . Yº andº . cºmo quien dice , a pie ; y matreriar sin buencaballo es comº cºrtarse las uñas pa d ispués pelar mondongo .

De pronto rió interiºrmente y se dijo :— ¡ Soy un bobo ! ¿Y nº están ahí los caballos de e llºs ? ¡H an de

haber fletes !— ¡Dejuro que va a pel iar ! Es muy sabandija , pero es

¿Pa qué Linº Baez nº para la manº . Aura , la cuest ión

es que no las time a ninguno , y pa eso he pensao una cºmbinac ión .

—Andá diciendº .

—Es ansina : al llegar al rancho , nºs desnudamos tuitos , bien d esnudos . De una patada echamºs la puerta abaj º .

—E s fierº d entrar en cuartº oscurº observó Ventarrón.

—Ya sé continuó e l j efe ; pero d entramºs desnudºs ; ansinavamºs m anot iando ; si tocamºs carne es compañerº ; si tocamºs ropa ,

¡meniar ¿Cºmpriendenº

— ¡ Lindo ! exclamaban alborozados los bandidºs ; y Lino Baez sed ijo también , mentalmente :— ¡ Lindo !En seguida fué has ta el cardal donde habia dejado su caballo , mºn

tó y trotó hasta el ranchº de Nemesia . Recibió lo ésta cºn muestrasde cariño , él , sin hablar . ¿Para qué Le hundió la dagaen la garganta . Cuando dejó de patalear , la levantó y la arro j ó en

cima del catre . Luego , tranquilamente , se desnudó por completº. Hizoun atadº con sus rºpas y lo pusº juntº a la puerta . Apagó la vela,d esenvainó el facón y sonriendo, sºnriendº cºn indefinible placer,fué a es tacionarse en un ángulº d el ranchº .

Tras un tiempo que a Lino le pareció un s iglo , su oído de matre roºyó e l pisar de caballºs que se acercaban . De pronto , un gºlpe recio ; la puerta se abrió de para en par . Absºluto , terrible silencio .

Lºs bandidºs iban sºbre segurº ; a dos pasºs del ranchº es taba el morode Baez y la casa no tenía más salida que aquella puert a . Sin em

bargo , la víctima no hacía ninguna manifes tación de defens a . Lºs

asaltante s avanzaban caute lºsam ente , extendiendº la mano izquierdaen tante o al a ire . Alacrán , que iba delante , tocó un cuerpo ; estabadesnudo ; detuvº el ademán de la diestra ; cas i d e inmediato , una

mano se le pºsó en la espalda y en seguida dió un gritº y se des

plomó cºn e l cºrazón partido de una puñalada .

— ¡Traición ! ¡ Traición ! gritarºn varias voces .

Lino Baez ganó la puerta , gozando d e la horrible escena que se

137

desarrollaba en el inte riºr d e l rancho : los bandidºs .pres as del pá

nico , se apuñalaban entre si , y cuandº algunº intentaba huir y pºr

casualidad daba cºn la puerta en la prºfunda oscuridad d e la no

che , lo recibía e l facón inclemente de LinoAl venir e l d ia , en e l in terior d el rancho d e Nemesia nº hab ia más

que cadáveres y moribundos .

Linº Baez se vistió ; ens il ló e l mejºr caballo , puso el bºzal con C&bestro a ºtro cºnsideradº buenº ; volvió , ºbservó , y dijo :—Los caranchos no van a tener tiempº de cºmer tantº d ijun to.

Vamºs a prenderle juego para que el jedºr nº envenene e l aire .

Sacó un fó s fºro ; lo encendió y lo aplicó a la rese ca paj a del te cho.

Después montó a caballo . Meditó un momento'

; luego dij º :— En l a banda Oriental está la guerra .

Y s iibando un est ilo , sin volver la cabeza , al trºte , cºn su caball o d e t iro , enderezó rumbº al Uruguay.

Soledad

H abía una sierra baj a , lampiña, ins ignificante , que parecía una

arruga de la tierra . En un canali zo d e bordes rojºs , se es tancaba . el

agua turbia , salobre , recalentada pºr el sºl .

A la derecha del canalizo , extendíase una mes eta de campº ruin,donde amarilleaban las m as iegas de paj a brava y cºla de zºrro , y

que se iba allá lejos , has ta el fondº del horizºnte , desierta y d esºlada y fastidiosa comº e l zumbido de una misma idea repetida sin

A la izquierda , fºrmandº cºmo cºs turón rugoso de un gris ºpaco ,

e l serr ijón se replegaba sobre si mismº , dibujandº una curva irregular salpicada de a s perezas . Y en la cumbre , en dond e las rocasparecen hendidas pºr un tajo bruto , ha crecido un canelón que

tiene el trºnco torcidº y j ibosº , la cºpa semej ante a la cabeza d espeinada y en conjunto , e l as pecto de una contorsión dolorºsa que

naciera del tormento de sus raices apris ionadas , oprimidas , por las

rºcas dºnde está enclavado .

Casi al pie del árbºl solitario , dormitaba una chºza que pareciaconstru ida para servir d e albergue a la mise ria ; perº a una miseriaaltanera , rencorosa , de aris tas cortantes y de agujadºs vértices . Másallá , los las trales sin defens a y lºs picachos adust os , se sucedían

prºlongándose en ancha exten s ión desiert a que mºstraba el ardorososo l de enerº la verg iienza de su desºlada aridez. Y en todas part es ,

'

a lºs cuatro vientos d e la rºsa , y hasta en e l cielo , de un azul uniforme , se nºtaba idéntica expres ión de ín fima y abrumadºra soledad .

No cantaban los chajaes en el paj onal vecinº , ni gri taban los temaa la vera del cañadón menguado, ni silbaban , volandº al ras del

suelo , sobre las m as iegas de paj a mans a , las t ímidas perdices . La

naturaleza all í , no tiene lengua ;º

e l cºrazón d e la t ierra nº palpitaallí . El sol abrasador del mes d e enero , calcina las rocas , agrieta

e l suelo . achicharra las yerbas , seca los regato s, y sin embargo, se

siente fríº en aquel sitiº.

Yº me acerqué al rancho, gºlpié las manºs y pronunc ié e l ºbligad o— ¡Ave María !

138

lón , que no sé pa que esta allí , entre las piedras , sin d ar sombra a

naid es , pofque hasta los horneros juyen de est a soledad, y d i spués

bajo al cañadón pa mirar cómo se va secando cuando el sol calienta ;y cuando se corta y las tarariras comienzan a morirse y a boyar ,pan za arriba , largo una risada , pensando que en este s ilencio de ve

lorio , yo y e l canelón seguim os Es verda. que soy orieny e l canelón también !

La física

Yo la quería , la quería mucho a mi princes ita gaucha , de rostrode color de trigo , de ojos color de pena , de labios color de pitangamarchita .

Tenía una cara pequeña , pe queña y afilada como la de un cuzcoera toda pequeña y hum il de . Bajo el batón de percal , su cuerpo d ev irgen apenas acusaba curvas l igerís imas : un pobre cuerpo d e chi

cuela anemica . Sus pies aparecian diminutos , aún dentro de l as burdas alpargatas , sus manos desaparec ían en el exceso d e manga d ela tosca camise ta de algodón .

A veces , cuando se levantaba a ordeñar , en las madrugadas crudas ,

t os ía . Sobre todo , tos ía cuando se enojaba haciendo inútiles es

fuerzos para separar de la ubre e l ternero grande , en e l“ apoyo” .

Era la ti s is que andaba rondando sobre sus pulmoncitos indefensos.

Tod avia no era tisica . Médi co , yo , lo había constatado .

Hablaba muy raras veces y con una voz extremadamente dulce.L os peones no l e dirigían la palabra s ino para ofenderla y

_

empurpu

rarla con algun a obscenidad repul siva . L os patrones mismos buenasgentes , sin embargo , la est imaban poco , cons iderándola máquinaanimal de escaso rend irri iento .

Para todos era La Tísica” .

E ra l in da , pero su belleza enfermiza , sin los atributos incitantesde la muj er , no despertaba codi cias . Y las gentes de la estancia ,brutales , casi la odiaban por eso ; e l yariba, e l caraguata, todas esasplantas que dan frutos incomestibles , es taban en su caso .

Ella conocía tal inquina y lej os de ofenderse , pagaba con un j arrode apoyo a quien más cruelmente la habia herido . Ante los insultosy las ofensas , no tenía más venganza que la mirada tris t is ima d e

sus ojos , muy grandes , de pupilas muy negras, nadando en sus cór

neas de un blanco azulado que le servían de marco admirable . J a

más había una lágr ima en esos ojos que parecían llorar - siempre .Expon iéndos e a un rezo ngo de la patrona , ella apartaba la olla d elfuego para que calentas e una pava para e l amargo e l peón reciénvenido de l campo ; o dis traía brasas al asado a fin de que otro tostaseun ¡Y no la querían los peones !— ”

La Tísica tiene más veneno que un alacrán o i decir a uno .

Y a o tro que salía envolviendo en e l poncho e l prim sr pan d el

amas ij o , que ell a le había alcanzado a hur tadillas :La Tísica” se parece al camaleón : es e l animal más chiqui to y

más peligroso .

A es tas in justicias de los hombres , se unían otras injustic ias d e l

d est ino para amargar la exis tencia d e la pobre chicuela. Llevada de

140

su buen corazón , recogía pichones d e venteveo y de pirincho y hastahorneros , a quienes los chicos habían des truido sus palacios de ba

rro . Con santa paciencia los atendía en sus escasos momentos de

ocio ; y todos los pájaros morían , más tarde o más temprano , no se

sabe por qué extraño maleficio .

Cuidaba los corderos guachos que crecían , engordaban y se pre

sentaban rozagantes para aparec er una mañana muertos , la pan zahinchada , las patas rígidas .

Una vez pude presenciar esta escena :Anochecía . Se había carneado tarde . Media res d e capón asabase

apresuradamente al calor de una leña verde que se“emperraba

”sin

hacer brasas . Llega un peón .

¡Hág ame un lugarcito pa la pava !

¡ Pero no ve que no hay juego !

¡Un¡ G iieno . traiga , aunque d ispués me llueva un aguacero

'

e retosd e laSe sacrifican algunos tizones . El agua comienza a hervir en la

pava . La Tís ica , tos iendo , ahogada por el hum o de la leña verde , semelina para agarrarla . El peón la detiene .

—Deje di ce ; no se acerque .

— ¿No m e acerque? ¿Por qué , Sebas tián? balbucea la infel iz, la

grímeando .

— Porque . sabe . pa ofensa no es . ¡ Pero le tengo miedo cuandose

— ¿Me tiene miedo a m i?— ¡Más mied o que al cielo cuando re jucila !El peón tomó la pava y se fué sin volver la vista . Yo entré en

ese momento y vi a la chicue la muy afanada en el cuidado del costillar , e l ro s tro inmutable , s iempre la misma palidez en sus mejillas,s iempre idéntica tris te za en sus enormes ojos negros, pe ro sin una

lágrima , sin otr a manifestación de pena que la que diariamentereflej aba su semblante .

— ¿La hacen sufrir mucho , mi princesita? dij e , pór decir algo,y tratando de ocul tar mi indignación .

Ella rió , con una ris a incolora , fría , mala , a fuerza de ser buena ,y di jo con incomparable dulzura :—No , señor ; ellos son as í, pero son y para

miUn acceso de tos le cortó la palabra .

Yo no pude con ten erm e ; corrí , la sostuve en m is brazo s entre loscuales se es tremecía su cuerpecito , mientras sus ojos , sus ojos de cre

pús culo de invierno , sus ojos áridos inmensamente negros, se fij abanen los míos con extraña cx

_aresión . con una expres ión que no era de

agradecimiento , ni de s impatía . ni de cariño . Aquella mirada me d esconcertó por completo : era la misma mirada , la misma de una víborad e la Cruz , con la cual , en c í: º unstancia inolvidable , m e encontréfrente a frente cierta vez .

Helado de espanto abrí los brazos . Y antes Que me arrepinties e demi acción cobarde , cuando cre ia ver a la Tísica tumbad a , falta demi apoyo , la contemplé muy firme , muy segura , arrimando tranquila

141

mente brasas al asado , siempre pálida , s iempre serena , la misma triste za resignada en e l fondo de sus pupi las sombrías .

Turbado en extremo , sin saber qué hacer, sin saber qué decir , abandoné la cocin a , sali al patio y en el patio encontré al peón de lapava , que me dij o respetuosamente—Vaya con cuidado, dotor ; yo le tengo mucho mied o a las v ib oras

pero , aca s o obl igao , prefería acostarme a dormir con una crucera yno con la Tís ica .

Intrigad o e indignado a un t iempo, l e tomé por un brazo , y l e za

marree gritando :—¿Qué sabe us ted?

El . muy t ranquilo , me respondió :—No sé nada ; nadie sabe nada ; colijo .

—¡ Pero es una infamia presumir de ese modo ! respondí con

violencia . ¿Qué ha hecho esta pobre muchacha para que la tratenasí, para que la supongan capaz de malas acciones , cuando tod a ellaes bondad , cuando no hace otra cosa que pagar con bondades las ofensas que usted es le infieren a diario?

-Oiga , decir una cos a de la Tís ica , yo no puedo dec ir,

Tampoco puedo decir que el camaleón mata picando , porque no lo

he visto picar a Pued a ser, pueda no ser, pe ro yo le tengoY a la Tís ica es lo yo le tengo miedo , tuitos le

tenemos Mire , do to r ; a esos bichos chiquitos como el ala

crán , com o la mosca mala , hay que tenerlesCalló e l pais ano . Yo nada repliqué . Pocos días después partí d e la

estancia y al cabo de cuatro o cinco meses le í en un diario :“En la estancia han perecido envenenados con pas teles que

contenían arsénico , el dueño señor Z . su esposa , su hij a , el capatazy toda la servidumbre , excepto una pecn a cono cida por e l nombre d e“La Tís ica”

Como alpargata

¡ Ladiate !

¡ Cuasi me … d es coyuntás el cuadril con la

¡Y por qué no das

De nde que nací no hago otra cosa que darles lao

a tuitos, porque en la cancha'

e la v ida se olvidaron de dejarme senda

pa m i . ¡ Suerte deY lentamente , a rrastrando la pierna dolorida , escupiendo e l pas to ,

refunfuñando reproches , Castillo se alej ó ; en tanto Faustino, orgull oso de su fuerte juventud triunfadora, iba a recoger admirac ionesen un grupo d e polleras almidonadas .

— ¡ Cris tiano maula ! exclamó el ind ieci t o Venancio , mirandoCas tillo con profundo desprecio . Este le oyó , se detuvo , y con la cara

grande y plácida iluminada por un relámpago de coraje , dijo :

¿Creen que de maula no le quebré la carret illa d e

un trompazo a ese gallito cacareador?— ¿De prudente , entonces ?— De escarmen tao . Yo sé que d ispués de concluir con ese tendríaque empezar con otro y con otro

,s in término , como quien cuenta

1 4 0

si hubiera sido pa un baile 0 pa una merienda no me invintan,

ro pa pasar—¿C on quién s irvió ? ¿Con los blancos o con los coloraos?— Al prencipio con los blancos , d ispués con los coloraos .

— ¡ Cómo es eso , amigo ! . ¿Entonces no tiene partido usted?— ¡ Partido , partido ! ¿Qué quiere que tenga yo? Yo soy como l

'

ai

pargata , que no tiene lao ,y lo mesmo sirve pal pie derecho que pal

—Hay hombres ansina exclamó con tri s te za el viej o paisano.

Y Cas t illo as int ió filosóficamente :— ¡Hay hombres ansina ! ¡Hay hombres que son como los caminos ,

hechos pa que tui tos los

La rifa de l pardo Abd ón

Baj o el ombú centenario que cerca del galpón ofrece grata sombraen el bochorno de enero , d on Ventura , en mangas d e camisa y en

chancletas , recién levantado de la sie sta , amargueaba en compañíade d os viajeros amigos que habían pasado en su casa el mediodía.

Amargueaba y charlaba , cuando , caballero en un rocín peli- rojoy pernituerto , l legó al tranquito un muchachuelo haraposo que se

quitó zur d am en te e l chambergo informe , gruñó un“

gúenas tardes”

y contestó a la indicación de ape arse con el s iguiente rosario , c antado de un tirón :— Muchas gracias, no señor ; manda decir mamita que memoriasy cómo sigue la señora y que si le quiera hacer e l por favor de com

prarle un numerito d'esta rifa qu

º

es una toalla bordada por las muchachas qu e se corre e l domingo en la pulpería e d on Manuel en

c incuenta números de a un realito cada número , po rque tiene mucha .

n eces idá y como un favor y quº

es por eso que lo incomºd a y que dispens e .

Resolló al fin el chico y enseñó una viej a caj a d e cartón donde d ebía es tar la prenda . Pero don Ventura , sonriendo , lo detuvo con ungesto , sin darle tiempo para enseñarla ; y alcanzándole una moneda :— Tomá e l realito y andate le dijo , yo no dentro nunca en

rifas .

Luego . dirigiéndose a sus tertul ianos :— Palabra exclamó , no dentro en rifas de ninguna laya ; y

e so qu'

an tes era mu d entrador : pero , dende un a pitada machaza queme

—Há de ser divertido ; lárguela, pues .

— No , es que ustedes van a decir qu 'es cuento , y les asiguro quº

ea

más verda qu'

el bendito .

— No , don Ventura ; ya sabemos que usted no miente , d ijo uno .

— Cuando ronca completó el otro .

Y el viejo , que se pirraba por darle a la sin hues o , haciendo casoomiso de la anticipada duda del auditorio , empezó as í:— No quisiera mentir , pero me parece que fué cuando las carre

ras grandes en me M end 1gorry. e n que jugaban el“ rabicano” de mi

compadre Ledesma y e l doradillo d e l capitán Si, aura

144

me acuerdo, fué al l í mesmo , hará cºmº pa seis ¿nº haráseis añºs de las carreras grandes ? .

—Sí , pu'

nay ha d'andar .

—Pa mi gus tº , si, esº es , seis 11 siete . Pus gileno , tábamosmerendando en la carpa e la parda Belisaria , variºs amigote s, entre

o tros e l tuerto Perdomo , el cachafás aquel qu'era medio dotor pu

'

el

agua fría , cuando se presenta e l pardo ustedes lº ºo

nocen al pardo Abdón , un abombaº . .

—Y haragán que d'

ascº .

—Eso mesmo , haraganazo, e l pardº . El dºc tor nºso trºs siem

pre le llamamºs “el dotor” al tuertº Perdºmo, encomenzó a bus

carle la bºc a y a pregunta rle cómº andaba cºn la renga B raul ia yqué cuándº se casaban , y qu

'era una lás tima que se perdiera c ásal tan lindo, y que fuí aquí y que fuí El pardº qu

'era bº

—Es o ya dij º, dºn Ventura.

—Dije qu '

era abºmbao .

—Es lº mesmo.

—No . ché ; no es lo mesmo cºla pero vi'

a

El pardº, tui to red etidº, le cºntes tº— ¡ Si tuviese pa lºs

¿Y cuántº precisas pa lºs gas tºs? dijº el tuerto .

Y dij º Abdón—Yº nº sé , no pe ro se mi

'

hace que con cincuenta peº

y le relampaguearon lºs ºj ºs al pardo—Bobote interrumpió uno de los amigºs de dºn Ventura .

—E so ya dij e replicó é s te quº

era namºrao tamién .

— ¿Y rancho , tenés ? le preguntó el doto r.Y él di j º :— Rancho, nº señºr, tam ién nº— ¿Pero tenés amigos?— ¡ E so es , si, señor !El pardo largó una risada y el dotor lº siguió hamacandº .

— Pues, mira ché , nº se haº

e decir que po'

una miseria e cincuen

ta pesºs ande suelta yunta tan pareja que pueda dar cría superio ra .

Yº te v i”a consegui r las cincuenta latas .

— ¿Pa en cuándº?— Pa hoy mesmº.

— ¿De en deberas?Tan de endeberas cºmº que vºs sºs e l ñandú más ñandú de tui

tos lºs ñanduces del pagº. Escucha ; va'

a hacer una rifa . ¿Qué teparece?

— Lindo ; perº es e l casº que yo nº tengº nada pa r ifar , ¿sabe?— ¡Qué no vas a Vení p

º

acá.

Y e l dotor se l levó a Abdón pº

ajuera y l e metió labia, y de allávinierºn lºs dºs , y el pardº se raiba, cºmº s i le cºsquil laran las pa

tas .

Perdºmº se jue p'

adentrº , habló con el pul pero , pidió papel , hizola lista y se vinº y nºs llamó a tuitºs y juimos a la cancha

'

e taba ,ande habia una porción de amigºs y leyó el papel que decia ansina :

145

Rifa. Se rifa en cincuenta númerºs , a los daos ytre , el pardº Abdón Gºnzález . El que lº saque tiene derechº a te

nerlo un añº e' pión sin pagarle nada más que la cºmida .

Tuitos nºs raim ºs'

e—la o currencia

'

e l tuertº y nºs escrebim ºs . Se

t iró a lºs ¡ y me tºcó am i e l— ¿Y lº llevó? preguntarºn los amigos .

— ¡Qué lº vi'

a ¡ Si pºr la comida era carº !— ¿Y el pardo?— El pardo se casó y antes del mes la r enga B raul ia, qu

'era una

d esºrejada se le alzó cºn un ind io'

e la cºsta'

el Chuy.

Carla gaucha

Algº más de d ºs hºras después de cerrar la nºche , habría de ser.

Noche as fixiante . El so l habia desparramado tantº calºr durante el

d ia, que pºr la tarde , al retirarse , nº lº pudº juntar tº dº y llevarselo para su cueva d e ºccidente .

Entre nubes pardas, la luna subía la cuesta arriba del cielº ; ya l encºntrarse en alguna cºmº lagunita blanca que la dejaba visible , parecia acelerar la marcha, bu s candº un nubarrón dºnde ocult arse .

L as voces que llegaban desde el patiº de la es tancia , advert ían la

presencia del patrón y su familia bajo el to ldº verde del parra ! , prefiriendo s in duda , el fas tidiº de e spantar mºsquitºs y e l peligrº d elºs grandes gusanºs verdes que suelen caer d el zarzo , al hºrnº d e

zinc de las habitaciºnes,a e sas hºras herméticamente cerradas , para

impedir la entrada d e murciélagos , terrºr de dºña Nicomedes , lapatrºna.

En el playº de frente al galpón , semide snudºs , echadºs sobre ve

llones , la peºnada charlaba tomandº mate“tib ión y labao

Los bichºs de'

luz rayaban e l cielo en todas direcciºnes ; lºs cas

carudºs”s ilvadºres y hediondos, casi ciegos y bºrrachºs de un tº do ,

pechaban cºntra un brazo , una cabeza , un mus lº , y al caer al suelºsºnaban cºmº cºsa de impºrtancia , haciendº decir a Faustinº :— Esta sabandij a es como nágua

'

e china comadrona : mucho rui

do , muchº viento y al primer apre tón se aplas ta .

—Perº nº jiede .

— ¿Qué sabés vºs?—Es ¡ disculpe , mais trº !

Vºlando muy baj ito , s in hacer ruido , los dormilones iban y ve

nian,atiborrándose de ins ectºs en sus, al parecer , girºs idiotas .

De rat º en ratº llºraba algún sapº desde la garganta de algunaculebra que le tení a mediº tragado . Un enjambre d e insectºs pé

queñitºs zumbaban sin tregua . A veces una lechuza castañeteaba el

picº y graznaba lúgubremente desde el negrº silenciº de la llanura.

— ¿Pa qué hará chus chus la lechuza? interrogó Serapiºy replicó Faustinº :— Pa hacer hablar a lo s lºbºs .

— Fs a ha'

e ser verda, ché , porque he albertidº que cuandº la le

chuza nº grita . vºs estásLºs perrºs daban vueltas , se echaban, gruñ ían , se levantaban nue

14 6

apareciendº en el umbral un bul tº blanco, más anchº que altº . E ra

el patrón que gritaba con imperio :—¿No se acuerdan que mañana hay parada e

'

rodeº ? ¡ A ver sicºn cluyen la plática y se

bien , patrón respondió e l capataz . Vamºs , muchachos : cada chanchº a su chiquero .

—No hable tan juerte que puede ºír el patrón esº d e— ¡ Siempre atrevido vºs !

M endocina

En e l fondo de un zanjón cuyºs bordes semejan lºs cárd enºs la

biºs de una herida , se enverd ece un míse rº filete de agua , bien es

cºnd id º entre ásperas mas iegas , sin duda para evitar la cºdi cia de

la inm ens a llanura devorada pºr la se d .

Tras un bosquecillo d e chañar dºnde lºs troncos doradºs pa

recen lingotes de orº sºsteniendº negra ramazón de hierro , luceuna j ºven alameda , que presta sºmbra a la finca, deteniendº en

parte la incesante llºvizna de arenas finísimas que lºs vientos re cº

gen de la pampa .

El edificiº , baj º , con murºs d e adºbºnes cºn te chºs de caña embarrada, cºn su cºlºr grisáceº un extraño cºlºr de mul atº enfermizo , pres enta un no sé qué de tris te , de melancólico , de casa d e

silenciº y de duelº.

Sin embargº hay fiesta en la finca .

A la sºmbra de álamºs y sauces, se ven bos tezar varios de esºs

bravºs caballitos mendºcinºs que Fader ha pintad o cºn as ºmbrºsaverdad ; se ven dormit ar varias d e esas gallardas mulas andinas ,

la mitad del cuerpº o culto en la s illa montañés, de la que penden lºsestribºs de cuero con guardamºntes y “ capacho en la cabeza entet amente ºcul ta con lºs innumerables caireles de lºnj a .

Y desde adentro , desde la sala cuya puerta perfuman cºmº boca de mujer , tupidos racimos d e gl icinas , las gui tarras lanzan to

rrente s de armºnías .

L as“ tonadas ” chilenas que traen reminiscencias del vi ejo rº

mance españºl se balancean en cadencias de una dulzura y d e

una melancºlía de cºsas muy lejanas , de cosas idas : cantºs dºl ientes de una raza desesperanzada ; cantos que parecen cºrºs de viud as sin cºnsuelº junto al túm ulo d e l espºsº muertº . Cada cºmpáses un quej ido ; cada es trofa un lamento , y cuando la música ces a ylas voces callan , parece que se escuchara el susurro de un ecº que

jum brosº , e l ecº de ruegºs extraños que fueran resbalando pºr laspeñas de las cumbres , sin encontrar abismº asaz profun do dºnde diso lverse en las sombras .

Hay fiesta en la finca . La hij a d el patrón se casa , se casa cºn un

jºven y gallardº “

cabayerº”

, y pºr eso gimen las guitarras , y pºr esº

se do:an lºs chivitos en las parrillas,

y las empanadas en el hºrno , ypºr esº brillan las

“tabletas ”. sºbre cuyo hºj aldre de plata correrá

en tºrrentes de rubí e l vinº viej º”.

Adentro , en la sala , que las gl icinas perfuman , la alegría ruedaincesante como e l agua de la acequia .

148

Perº enfrente , a la puert a de m ísera habitación , una criºll ita en

lutada , cuyº rºstrº redondo , be llo , pálido y triste , sombrea e l graciºsº

mantº chileno , clava sus enºrmes ºjºs negros, húmedos de pena, en

la planicie sin término , en la desºlada pampa , donde rojean las are

nas estériles , en la t errible traves ia” que apenas animan lºs“

jum es argentados, la

“zampa” sombría , las tropas de “

jarillales'

, el“

piquill ín' y el 'chanar ' .

Luego , lentamente , muy lentamente , la cabeza se incl ina y la

m irada se fij a en e l pequeñuelº que d ºrm ita entr e mantas , en el ca

jón que le sirve de cuna .

Y luego , lentamente , muy lentamente , la mirada de o j ºs negrºs

y húm ed ºs va hacia el cielº azul , e l cielº profundo, el cielº rémoto , ese cielo amedrentador de Mendoza que parece huir ante la

vis ta del que observa , cuyº espiritu arras tra hacia lº infinitº.

Des pués , cºmº las gu i tarras han cantadº de nuevo y las alegrías

sa len de la sala al patio , haciendº temblar lºs racimºs de gl icinas ,

la criºlla se estremece y se seca cual abrazada pºr el vientº Zºnda;crispa las manºs , to rna a mirar al pequeñue lº s in padre que le ré

cuerda a tºda hºra su infelicidad y su deshºnra . Se inclina, l º besacºn estrépitº , se endereza , y sin duda para refres car su espírituclava la mirada de sus enºrmes oj ºs negrºs en el bonete nevado delTupungato , que fulgura sºbre la gigante grad ería de peñascºs ºbs

eurºs , en tan tº el sº l , cas tigandº la sabana roj iza , hace vºlar en pºlvo impalpable la tierra ato rmentada por la sed .

Cºnversandº

—Era pa decirle mi tíº, que me pensaba— ¿Casar?—La us te d sabe , l

º

hija'

el puestero dºn Esmil … ; la

muchacha es giiena .

— ¡Tan Trabajadºra como un buey, mansa cºmº lechera de ºrd eñar sin menea , y cºmº un perro

'

e fiel , fiel hasta ser car

— ¿Cargos a?—C argosa ansina ,

pºr demas iaº bondá, ¿compriend e?—Cºmpriendº : es cºmº maleta demas iando llena que fastidea al

mºntar.

Sólº que , usté sabe , mi tíº, que una maleta hinchad a , incºmºda un po cº la asentadera , perº se tiene la satisfacción de

que en ll egandº al rancho nº le falta a unº nada .

No le falta a uno nada , º le falta todo : maleta de

masiao cargada , es muy fácil d e Los gauchºs de aura via

j an en cabal l º '

e tirº y s i les tºc a hacer nºche en d espºblac , atan el

flete a soga y un zºrrº les cºrta el maniador, quedan a pie y embºlaºs , cantándole un

“ tris te ” a la estaca . Cuandº yo era gauchº,mi “ reserva” eran las boleadoras , y, gracias a Diºs , mi recao nº an

duvo nunca sºbre mi— ¿Y d e hay co l ije , mi

que vale más rºdear que Desconfiarle a la

149

taba ' que eche muchas suertes seguidas pºr qu'

esas en cuantº eu

c omienzan a vºlcarse , es una infinidad ¡ de Pºtro que

bellaquea muchº en el prim er galºpe , se hace caballº e ' cºnfianza a

juerza e lazº y cºn garrones duros ; pero el que comienza a cºrcºbiar

dispués de red ºm ón , ese es cºmº e l tr igo que crece sin helada s ; se

va p*arriba sin m acºyar, º es tira mucho y es muy lindº pa planta ,

perº en llegandº la trilla , se ve qu*es como el chaja. pura pluma , no

m ás , ¡ pura Ningún gauchº se auga en lºs ríºs ,ché ; por

que pa tirarse a nadº en un riº , se saca el pºnchº y las bºtas , aprie

ta la cincha y carcula la cºrrien tera pa saber ande ha'

e largarse yande ha 'e s alir ; ande uno se auga , vºs lº sabés ,

es en lºs arroyitosde mala muerte , en lºs canadones hinchaºs , que unº lºs d espresea ,

l es hace po cº cas o y lº tragan . Mirá : a m i nº me ha vºl t iao ningún potro y esº que he j ine t iao algunos que se jerjeniaban fiero ,

y qu 'eran pºtrºs de veras , grandes comº ranchº, no lºs aperiases deam a , ni es os caballºs criaºs con mamaderas en las caballerizas , cºnco lchón pa dormir y platº pa tºmar agua , cºmº si juesen gente : encambiº, esta costilla que tengo rota , se la debº a un matungo basteriao que salté en pelºs p

'

atajar una

—Perº , mi t io , yº le—Que te quer i as cas ar .

—Y que la muchacha es

— Ya sé , ya sé ; cuandº a unº le gusta un caballº y tiene gan '

e

cºmprarlo , has ta e l relincho le parece lindº .

— ¡No ! ¡Qu'es gil ena , e s ¡No , mi t íº !

— ¡No te además el tropero ha de apartar a su gus to ypior pa él si es sonso y no tiene ojo y echa pal señuelº novillº fla

co . No es esº ; perº el juegº se ha'

e jugar aunque la plata se pierda,y si no , es al nudo calentarse la cabeza pa llevar carteº— Eso e s verda. Y pºr lº mesmº es que ante s de echar mi plat ita

a un naipe , vengº a cºnsulta r su e s periencia .

Mirá , ché ; en e stas cºsas naides tiene esperencia . Yº sé que animal tubianº es gileno pa tiro , que lºs to rdi llos

sºn superiores pal agua y que lºs lobunos son tuitºs maulas en el

eso sé . se que año l lºvedor, es de peste pa las majadasy de engºrde pal ganaº ; sé , que campos ande hay cardº y trébºl , soncampºs juertes ; qu

º

e l apiº e s gil eno pa l impiar la sangre y qu'

el cipómilón echẠen caña suele curar la picadura

'

e perº a lo

que vos Hay giieyes que aran muy lindo y en la carreta no

t iran ; hay caballºs que l levan un carrº a la cincha y con pecherasºn maulas ; hay ºtros que solos , tiran muy bien , y en yunta , rom

pen e l cºche .

— ¿Entonces?— Entonces

,cºmo pa saber si lºs mancarrºnes tiran derecho no

hay m ás remediº que prenderlos , lo mej ºr es prender la lanza fl º

j ita , y que lºs tiros sean guasquitas , nº más , cosa que s i resultan m a

neros , se hayan sin es tropiar el c ºche . Porque , mirá : e l carro'

e la

v ida,cuando se ha rompido una vez nº tiene cºmpºstura .

150

—G iienas tardes , Jac inta.

—G iienas tardes , Lucindo . ¿Qué trais en el pºnchº?—Um regal º pa vºs.

— ¡ Siempre llegas El pardo Juan me trajº ayer una dº

— ¡Quién sabe s i sºn cºmº és te !—¿Es de ñandú

¡ la cabe za d e Del Morales que yº d el del—Sí , lo pe l ié , lo maté , lo degollé, le cºrté la— ¡Vos , Lucin dº !—Yº ,

si, yº mesmo, pa probarte que no sºy maula.

— ¡ Oh , Lucindo, mi Lucindo, cºmo te quierº mi ¿Mel levas pal— ¿Pal rancho , decís?

pa tu rancho , mi querido, pa ser tuya , pa vivir s iem

pre contigo , pegaº a vºs comº clavel del aire a un guayabo .

—No . Pa mi ranchº En mi rancho , vos sabés comº es pºbremi rancho, en mi ran chº suelen d entrar l

'agua cuando ll ueve juerte ,

y lºs vientºs cuandº se enºj a el pampero ; y el rayº cuandºDiºs lo ¿ sabes ,

Las que nº entran en

mi rancho , las que nº pueden entrar pºrque mi rancho es tá rº

deao de ¡ sºn las ¡Vºs no podés—¡No me querés

— ¡ Sí ; te Aquí abaj º, en e l taj amar de la cañada hayun s itio lindº pa dºrmir la ¿Vam os a dejar la osamentaall í?.

Pues ta d e sºl

Sinforºsº y Candelario , eran los dos peones más viejºs d e la E s

tancia . Debian ser sonsos lºs dºs , pºrque ya empezaban a envejecer, em una vej ez que atesoraba trabajos s in cuentº , y se guían tan

pºbres cºmº cuando , j óvenes ambos , entrarºn en e l es tablecimientopara recoger la tropilla en las mañanas, encerrar en la tarde lºste rn erºs de lecheras y hacer mandados a tºda hºra.

Eran v iejºs ya , Candelario y Sinforºsº .

Cºmo sus exis tencias habian boste zado juntas , pegada una a la

o tra , se conºcían de la cruz a la cola y nº tenían nada que dec irse .

Sin embargo , todas las tardes , cºncluidº el trabajo de aradores a que

finalmente les habían des tinado , se iban al galpón, avivaban el fue

gº , calentaban agua , verdeaban y charlaban .

¿Qué pºdrán decirse aquellºs dºs hombres ? Nada. Perº hablaban,

hablaban , diciendo nada”, l º cual en ocasiones y para ciertas pernas , resul ta lº más difícil de decir . Ellºs lo ejetutaban pºr

El galp ón , largº d e veinticincº metros, tenía al frente una arcadamirando al campº . Puerta nº te nía. En e l fºndo se amontonaban lºs

cuerºs de ºvej a y lºs cuerºs de vacuno , junto cºn herramientas de152

labranza . Allá pºr el medio , el fºgón . Juntº al fogón, mateandº, Sin

t oroso y Candelario , charlaban .

—A pal baj º nº'

está mala.

—Ta dura la tierra .

—Si no apuramo , va venir t arde la siembra…—Pal canadon va precisar tre fierrºs pºr qu

'

es ta plagaº de e bro

— ¿Y en e l ¡ La chinch ill a ¿6 es tá med io

—No ; tuavia está ¡ Pucha ! ¡Lºs bichºs colºraos m'

está.n

—Friéguese cºn caña.

—Se m '

acabaº . Pue que mañana baya a la pulpería , ans ina le dºytempranito un galºpe al pangaré , pa baj arle la panza.

—Ta mediº pes aº.

—Dejuro , d e Tengo ganas de firmarlo en la penca'

e Pa

lacios . .

—Se me hac e giien ¿Fs marca'

el fin ao Evaris to, el pan9

— ¿Pe ro entºnces es la marca viej a, la de pescaº cºn raya abaj º?

— ¡ Sí , pues ! La marca'

e ña Rºsaura, que jue quien me regal ó el

pºtril lº.

— ¿Vive entuavia ña Rºsaura?— No , murió hace cºmº tres años … ¿Vamºs arrimar lºs bancos

un pºcº p'

ayá? S'

está hac iendº escura.

—Vamo .

En e l fondo del galpón empezaban a instalarse las sºmbras . Las

p il as de cueros lanares de un ladº y las pilas de cuerºs vacunos deº tro , parec ían mirarse , echándose recíprºcamente en cara sus rigideces de cºsas muertas que habian s ido rºpajes de cºsas v ivas . En

med io, junto a un muro sin revºque , blanqueadº pºr las llamas , ro

j eaba débilmente el fogón , al frente , a través d el ojo vac íº d e la

puerta , se divisaba e l campo , infinito , en el fini tº poder de la visualhumana . Las últimas luces parecian escapar cºn premura , cual si

hubieran tº cad º llamada en un punto dado del horizºnte .

—Sí ; yº creº que Tiburciº anda medi º enriedaº cºn Agapita.

—E l casº es qu'ella cabes tree . No Luis , el tuerto , no mira b ien el

enried º .

Es ta mañana v ide en el campº un nºvill º marca e'

no Luis.

—¿Un te rnerº mediº corneta?—El mesmº.

—Yº también le vide ¿Vamo arrimar lºs bancºs más

el nºvill º ese d entra puel pºrtillo el banao .

—Yº se lº dij e al patrón , que all í estaba Pa mí qu'

a

Patricio que lo vºlte a pa dir a v is ita r a la china ¿Vºs

no hayás qu'

es fiera la china Nicolasa ?

153

—Como asau de ¿Vamo an imandº portón? Ya no

se ve ni la bo ea'el mate .

— Arrimemo .

— Ta medio lavativa .

—Dale giiel ta.

—Es al ñudº, es ta yerba e s flojaza.

G

Cas i d e n ºche .

En lº más lej ano del oriente , unºs pedazos de sol chi5peandº entrenubes azules . Sºbre la inmediata cuchi lla , las lecheras , echadas, ru

miaban . Sil bandº lastim eramente , las'

perd ices hembras trºtaban,

apresuradas , en busca de la m asiega , dºnde piaba la prºle . A la

puerta de las cuevas , las lechuzas abrían sus grandes o j ºs noctám

bulos , golpeaban e l picº y gritaban , quien sabe pºr qué , quién sabea quién .

— ¡ Chus , ¡ Chus,El overo del piquete , atadº a sºga , cerca de las casas , pacía filo

sóficamen te , sin imaginarse que en ese momento , su frente blanquecin a se hab ia maquillado , ofreciendº una cºlºración verd irrºja . De

cuando en cuandº , en su atolondramiento de bºhemio , gritaba un

tero. A lº lej ºs relinchaba un caballº , y allí cerca , o ias e e l ruido delas gallinas acomod ándose en los barrºtes del gallinero . Desde el

bre te baló un ternerº . Por delante de la puerta d e lº

galpón pasó unperrº cºn la cabeza gacha , la cºla caida , perezºso, cansado de no

haber hech º nada en“

tºdº el día. Desde la cocina , un ºlor a asa

d o llegaba hasta el galpón . Y en tanto la luz se iba zam bul l endoen la laguna d el ponient e .

—Es osco es mañerº , pe ro es gueno ; a juerza e'

picana y d e pasencia se le puede echar al surcº .

¡Yº tengº más que el fin ao ¿Se aouer

d a e 'don Panta?— ¡No me vi acordar ! . ¡ G uenazº el hºmbre ! .

—Sírvase;'

sta frión .

¿Vamo a

—Dejemº . Ya es tá muy es curo

¡M ise ria ¡

Tocaba a su términº el invierno aquel que había tenido , para las

gentes del campo ,rigores de madrastra . Días ºscuros y penos os , de

lluvia s in tregua y de fríºs intens ºs ; nºches intranquilas pasada.al abrigº de l techº paj izo, cas t igado s in ces ar pºr las rachas pam'

p eanas que amenazaban arrancarle y esparcirle , hechº añicos , por lasll anuras encharcadas dºnde las haciendas se inmºvil izaban ateridas.

All á en el sur, cerca del Ríº Negrº y a varias leguas d e ChoeleChºe l , la pulpería d e Manuel González había sidº e l refugio de lºlaburridºs y de los domados a lazº pºr la es tación inclemente .

15 4

Entr e partida y partida , entre un res tº ganado y una“ cºntra

flºr” perdida , los jugadºres hablaban . Hablaban d e sus juventudesdistantes , d e sus aventuras lej anas

,de sus traged ias remºtas , d e sus

amºres ºlvidados , de cuantº significaba algún triunfo, alguna esperanza realizada, algún deseo satis fecho , algún ºrgullo tr iunfante . Y

a travé s de la e s carcha superpuesta de muchºs inviernos , en el almad e tºdºs ellºs perduraba la flor d e vanidad de un éxi tº . Hablaban demujeres y hablaban de amores , con la j actanciosa petulancia de lºsviejºs , que han perdido la facultad d e retozar sºbre las lºmas verdes

que la primavera afelpa y taracea con florecitas mul t icrºmadas .

Cas iano o ía y sufría . Dentro de su alma , en el gran odre vac ío ,

resecadº en mediº s iglº trans curidº a la espera d e se nsaciones amo

rºs as , resonaban , cºmo sºbre e l es tiradº parche de una tambora,aquellas frases que invocaban besos y caricias , espasmos y d e l iquiºs .

¡ Ser amado una ¡ Ser dueño un instante de un cºrazón demujer , aún cuando ese instante fues e rápido cºmo e l bril lar de un

b ichitº de luz , cºmº la emºción de una carrera de trescientas va

¡ Posee r el recuerdo de una hºra fel iz que sirva para explicarl a existencia ; mºntar alguna vez un caballº d e su marca y carnear,

s iquiera un día , una ºvej a de su señal ; poder tar j ar un t riunfº en

la lºnj a de la vida ; hacer indeleble una fecha, guardar memoria d euna tarde en que , al apagarse e l so l y al asºmar la noche , las som

bras le encontraran d esangrando feliz pºr sus múltiples heridas de

¡ Perº nada ! Para Casiano, la existencia había sido una

pampa interminable , l isa , unifºrme , desesperante en su mºnºtºníacºlºsal . Y por sºbre esa planicie des ºlada, él había trotado tris te yaburrido , durante cincuenta años . Y en su miserable docilidad d e

b es tia buena , confiaba aún y esperaba Aquella nºche,espºlºnadº su espíri tu perezºso pºr las frecuentes l ibaciones tuvºcºmº la vislumbre d el éxito .

— ¡ Si nº es áura , no es nunca ! se dij º . Y le di ó ºtro besº a la

bºtella . Luegº , tomandº l a pava , exclam ó en voz al ta :—L'agua es tá friºna : le viá. dar un calºrcito .

Salió . C ºn pas º mal segurº atraves ó e l patio , llegó hasta la cºcina,

dºnde Olota , la peona , una mulat a sucia y fea y vejancºna , preparaba la cena con que los trasnºchadores acºstumbraban dar rematea la jugada . Casiano , con singul ar ºsad í a , se acercó has ta rºzar con

su brazo e l brazo de la fregatriz. Y cºn entºnación melosa, di j o, poniendo lºs ojºs en blanco :— ¿Me dá un lugarcitº pa la pava?Ell a respondió cºn vºz agria y sºñºl ienta :— ¡Dale a j eringar cºn la

El infeliz recordó qua habia ºídº a. lºs patrºnes mentar la audaciacºmº de máxima eficacia en las lides amºrºsas ; y _

su intentº fué "ir

se al bultº” y es trechar a la mul ata entre sus brazºs cºn caricia brutal . Perº la eterna timidez d e su v ida le agarrºtó la vºlun tad . Un

t riunfº asi nº era triunfº ; no era el triunfº que anhelaba su alma ,

ávida d e car iñºs más que d e satisfacciºnes grºseras . Por eso , cºmºsiempre , en todºs lºs ins tante s de su v ida, en vez d e ºbrar, habló,y, claro , como siempre , pe rdió la partida .

156

—No se enºje, Clºta , que yº la quiero en deberas y las buenas ma

La sirvienta , mediº dormida, cansada cºn el penoso tragin de tºdº

e l dia y la mitad de la nºche , le arrebató la pava , lo hizo tras tabil lar

de un empellón y heló sus entus iasmos exclamando furiºsa :— ¡ Buenº , buenº ! ¡ Traiga la pava y no sea zo nzo , que nº es tá

la noche pa baile , ni yo planchº pa que ustéDe la ins olente respuesta , Cas iano guardó una sºla palabra : “

¡ Zon

El debia ser eternamente un zonzo y all í estaba e l se cretºde su empecinad a mala suerte . ¡ Ni aquella arrastrada le llevaba el

apunte ! Has ta en ese cañad ón barriºsº le era impºs ible e l bañº quecalm as e las ard encias de su alma sens itiva y despreciada ! ¡Mise ria ! …Bajó la cabeza , y cuando la caldera

“ empezó a chil lar” , la tomó en

silencio , y salió y a travesó el patio dandº tras piés y murmurando cºn

profunda amargura :

No -ha—d e

La vió una tarde en que paseaba dis traído pºr las pardas barran

cas y arenosºs zanjones del humilde barrio llamad o en la orgullºsac iudad de las s ie te Cºrrientes “Cambacuá

; y que es , efect ivamente ,la cueva de lºs negrºs

"

, de lºs pocºs negrºs subsis te ntes en la vie

ja tierra indiana.

El d escend ía , admirandº el agreste paisaj e , cuandº ella ascendía ,

inclinando el cuerpº cºn el peso d e la enorme ces ta que llevaba al

brazº . La vió y quedó fas cinadº.

Era muy jºven y de una perfec ta hermºsura indígena . Los grandes ojos negrºs , iluminaban su esféricº rºstro brºncíneº ; baj º la na

ricita respingada , que d ijéras e la chimenea de una fragua para fundir metal es de amor , abrianse en expansión florácea los carnºsºslabiºs trémulos ; la cúspide de lºs senºs nacientes se insinuaban trasel tenue percal de la bata ; la cadera ºpulenta y los muslºs tºrnea

dºs trasmitían extrem ecimientos tentadores a la rºj a pºllera de sá

raza ; las piernas desnudas , admirablemente mºdeladas , parecian dos

cºlumnas de cºbre repo sando sº bre unºs pies d e princesa .

Varias mañanas , en es as luminºsas mañanas cºrrent inas en que el

air e embriaga con e l al i ento capitºso de lºs azahares , la vió pasar cºnla ces ta de “ chipa

, tºrta d e mandiºca que la madre amasaba en la

noche y ella iba a vender en el mercadº .

Un d ía se atrevió a int

erpelarla .

— ¿Quiere venderme todºs lºs“ chipa”? le dijº .

La criolla se detuvº so .

—p rendida , lº miró, sºnrió y d esdeñºsam en

te echó a andar di ciendo :—No - ha—de .

Jacºbº no atinó una respuesta , descºncertadº pºr la actitud y

pºr la voz de la mºrºcha . Sin embargo , su admiración crecía y tod aslas mañanas y tºdas las tardes , iba , cas i autºmáticamente , a pase arpºr las barrancas , pretext ando e l encantº de l paisaje , perº en realidad por e l des eº de verla pas ar , siempre seria y huraña .

Aquellº habia llegadº a ser cºmº una preºcupación enfermiza157

cºnt ra la cual su vºluntad luchaba sin resultadº. Era absurdo, lºrecºnocía pero no pod ia dominarlo .

Una de esas tardes habia tentadº una excursión en rumbº ºpues tº ,y sin advertir lº , pºr impºsición tiránica , echó a andar , lentamente ,

muy lentamente , hacia la pintºresca rancheria de Cumbacuá .

Era una tarde cálida . Parecían d e ºrº las arenas d e la playa ; parecian de nácar las aguas del ríº

,l imitadas allá le jos , muy lejºs, pºr

l a compacta muralla ºs cura de la selva chaqueña .

En la ribera dºrmían las bar cas , suavemente balanceadas pºr lacºrriente ; en la playa arenºsa afanábanse las viej as lavanderase n su final de labor ; y encaramados sºbre lºs negros peñascos , bºs

tezaban lºs pescadºres d e“ dºradºs sºsteniendo entre sus dedºs

callosos el piºl ín del aparej º . L as nubes iban t iñ éndose de un viºla

dº enfermizo , y las aguas , al rodar presuros as en e l crepúsculº tibio,modulaban cºmo un cantº muy suave , muy tierno , muy melancó li

co , cual si desearan imitar el susurrº de lºs remºtºs manantiales donde crecierºn , allá en las boscºsas fraguas del trópico .

Recostado al trºnco de su enºrme “ t imbó”, Jacºbº permaneció

más de un cuarto de hºra , sumergidº en una especie de dul ce som

no lencia . Luego , tendió la vis ta pºr la senda tortuosa que cºnducíaal centrº de la ciudad , esperando ver surgir , sobre ella

, la gallardas ilueta de Eudoxia , la linda vendedºra de

“ chipa” .

Ya era tarde , ya estaba oscureciendo , cuando és ta apareció andandº de prisa , el cuerpº derechito , y la vis ta baj a , com º s iempre .

— Buenas ta rdes , amiga d íjºle e l mozº , y ell a respºndió cºn su

vocecita d e pájaro :—Buena.

— ¿No le queda ninguna torta?—Nada nº me queda dij o el l a , d eteniéndºse y fij ando en él.

por vez primera , sus grandes ojºs , hermos os y tris tes .

Jacºbº , lograndº dºminar la extraña timidez d e lºs días ante riores , se aventuró a exclamar :— ¿Por qué es tan huraña cºnmigo? ¿M e tiene m i eux—Nunca nº tengo miedo yº .

— ¿Entonces por qué se marcha siempre , pºr qué no qui ere con

versar conmigº ?—¿Para qué?— Par a darme la gran alegría que me d a en este momentº y que

puede darme tºd ºs los d ias , perm itiéndºme verla, o írla, hablarla,

durante unºs m inut ºs s iquiera .

—Nada nº va a ganar .—Mucho : ser fel iz .

Ella lo miró fij amente y cºn voz triste , d íjºle

¡ Caray yapu!”(hºmbre embus tero) y se alej ó sin vºlver la

cabeza.

Esa nºche , cºncluida la cena , Jacobo se encerró en el cuart ejº de

la fºnda para meditar a gustº , mejºr dichº , para sºñar a gustº .

¡ Amaba entrañablemente a la ¿Y Ell a era muy

1 5 9

IIHIIIIIUIIHIHHIHIHIII

L E C TU RA S S E L E C TA S

Selección de obras ma estras de la literatura

sudamericana .

MARIA, pºr

1

J ºrge Isaacs .

MILONGAS CLASI(

2

3AS, por Almafuerte.

LA BIBLIA GAUCIíA, pºr J . de Viana

ELISA LYNCH , pÍr H éctor F. Varela.

PRO! IMAMENTE

Obras d e Z orrilla, J osé Asunción Silva, Vi

cente Fidel L óp ez, Maturana, Cambaceres.

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E D I T O R I A L T O R

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