Jaime Guzmán – Universidad y Gremialismo

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Argumentando con Éxito (“Universidad y Gremialismo”, Escritos personales, pag. 45-49) “El gremialismo brotó y creció en ese período como un rechazo primario y natural de gran parte del estudiantado universitario a la instrumentalización política de sus organizaciones gremiales y de las universidades en general. Pero nuestro aporte más importante consistió en darle a ese sano sentimiento una base conceptual sólida, convirtiéndolo en un ideal de validez intrínseca y permanente. Evitaríamos así que él se redujera a una simple reacción, meramente contestataria. El alumno que rechaza la politización de las universidades y de su tarea académica responde a un impulso correcto y valioso. Detrás de la defensa de “una universidad para estudiar y no para hacer política”, se trasunta el sentido común con que la mayoría de las personas llegan a juicios acertados. Sin embargo, nuestra convicción era que ello no bastaba para el éxito perdurable de una postura gremialista. Era menester desentrañar y formular los principios más profundos que abonan ese punto de vista, desarrollándolos con una granítica coherencia lógica, desde sus raíces doctrinarias hasta sus aplicaciones prácticas. Sólo así el gremialismo podría convertirse en una causa dotada del atractivo necesario para motivar una organización duradera en su favor, situándose en condiciones de refutar intelectualmente las argumentaciones invocadas para pretender justificar el compromiso político de las universidades. Sólo así también se lograría satisfacer las inquietudes más profundas de los potenciales dirigentes, quienes no se contentan con la pura simplicidad del sentido común, sino que buscan sus fundamentaciones en el campo de las ideas. Parto por señalar que disto de pretender una plena originalidad en el pensamiento que inspira al gremialismo. El se remonta a los más clásicos exponentes de la filosofía de raíz cristiana y recogen el aporte que las doctrinas humanistas han ido elaborando a través del tiempo.

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Parto por señalar que disto de pretender una plena originalidad en el pensamiento que inspira al El alumno que rechaza la politización de las universidades y de su tarea académica responde a un intelectualmente las argumentaciones invocadas para pretender justificar el compromiso político de necesario para motivar una organización duradera en su favor, situándose en condiciones de refutar potenciales dirigentes, quienes no se contentan con la pura simplicidad del sentido común, sino que

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Argumentando con Éxito (“Universidad y Gremialismo”, Escritos personales, pag. 45-49)

“El gremialismo brotó y creció en ese período como un rechazo primario y natural de gran parte del

estudiantado universitario a la instrumentalización política de sus organizaciones gremiales y de las

universidades en general. Pero nuestro aporte más importante consistió en darle a ese sano

sentimiento una base conceptual sólida, convirtiéndolo en un ideal de validez intrínseca y

permanente. Evitaríamos así que él se redujera a una simple reacción, meramente contestataria.

El alumno que rechaza la politización de las universidades y de su tarea académica responde a un

impulso correcto y valioso. Detrás de la defensa de “una universidad para estudiar y no para hacer

política”, se trasunta el sentido común con que la mayoría de las personas llegan a juicios acertados.

Sin embargo, nuestra convicción era que ello no bastaba para el éxito perdurable de una postura

gremialista.

Era menester desentrañar y formular los principios más profundos que abonan ese punto de vista,

desarrollándolos con una granítica coherencia lógica, desde sus raíces doctrinarias hasta sus

aplicaciones prácticas. Sólo así el gremialismo podría convertirse en una causa dotada del atractivo

necesario para motivar una organización duradera en su favor, situándose en condiciones de refutar

intelectualmente las argumentaciones invocadas para pretender justificar el compromiso político de

las universidades. Sólo así también se lograría satisfacer las inquietudes más profundas de los

potenciales dirigentes, quienes no se contentan con la pura simplicidad del sentido común, sino que

buscan sus fundamentaciones en el campo de las ideas.

Parto por señalar que disto de pretender una plena originalidad en el pensamiento que inspira al

gremialismo. El se remonta a los más clásicos exponentes de la filosofía de raíz cristiana y recogen

el aporte que las doctrinas humanistas han ido elaborando a través del tiempo.

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En este sentido, nuestra originalidad creativa consiste en haber articulado una formulación del

ideario gremialista, aplicando aquéllas raíces a nuestra realidad práctica y específicamente al campo

universitario, a base del desarrollo orgánico de los principios fundamentales. Existen numerosos

documentos que detallan ese pensamiento. No pretendo reiterarlo aquí exhaustivamente, sino sólo

sintetizar sus líneas más gruesas.

Así, del reconocimiento de la dignidad y la trascendencia de la persona humana, se deriva la

primacía que tiene el hombre sobre la sociedad, tanto desde el punto de vista del ser como desde el

punto de vista del fin.

El hombre es ontológicamente superior a la sociedad porque mientras aquél es un ser substancial,

es decir, apto para existir en sí mismo, la sociedad constituye sólo un ser accidental de la relación.

No puede existir independientemente de los seres humanos o substancias que las componen, a

cuyo respecto es un accidente y no otra substancia diversa de ellos.

A su vez, el hombre es superior a la sociedad desde la perspectiva de su fin, porque mientras las

sociedades temporales se agotan en la historia, el ser humano vive en ésta pero la trasciende,

porque su espíritu inmortal le confiere un destino eterno.

De lo anterior se desprende que, en última instancia, la sociedad está al servicio de las personas

que la integran y no al revés. Ello se traduce en que el bien común general, fin último y supremo de

Estado, debe entenderse como el conjunto de condiciones sociales que permita a todos y a cada

uno de los seres humanos que lo integran alcanzar su fin personal, o sea, su perfección, en la mayor

medida posible.

Tanto el reconocimiento de la persona humana como eje y destinatario de toda la acción de la

sociedad, como el señalado concepto de bien común, nos conducen a concluir que las múltiples

sociedades que el hombre crea entre la familia y el Estado para procurar su pleno desarrollo

espiritual y material deben ser representadas como signos de la naturaleza sociable del ser humano

y del derecho que éste tiene a formar variadas asociaciones con el objeto descrito.

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Si bien la familia conforma la célula básica de la sociedad y es necesaria en cuanto está siempre y

directamente exigida por la naturaleza humana, ella no satisface por si misma todos los

requerimientos de la sociabilidad del hombre. Las agrupaciones que ligan a las personas por

razones de vecindad (territoriales), de trabajo común (gremiales) o de cualquier otra afinidad que

requiera un vínculo asociativo estable, surgen como una exigencia complementaria y variable, según

épocas y circunstancias. Ellas dan vida a una variada gama de agrupaciones que por ser mayores

que la familia pero menores que el Estado, se denominan sociedades intermedias.

Ahora bien, un aspecto que el pensamiento gremialista enfatiza especialmente, es que dichas

sociedades intermedias tienen una finalidad propia y específica que puede determinarse en forma

objetiva, sin recurrir a ninguna ideología política.

Asimismo, ello debe llevarnos a reconocer que toda sociedad intermedia, por definición es apta para

alcanzar ese fin específico suyo. Y digo que lo es por definición, por que si no lo fuese

desaparecería o se convertiría en otra diferente. Así, por ejemplo, si un organismo que aspira a ser

universidad no cuenta con los docentes e investigadores que le den la jerarquía de tal, o bien no

llegará a funcionar, o bien lo hará como centro de enseñanza de nivel medio y no universitario, aún

cuando se llame universidad.

Lo que deseo subrayar es que de la referida conclusión emana uno de los principios básicos de una

sociedad libre, cual es el de las autonomías sociales. En síntesis, él consiste en que si toda sociedad

intermedia es apta para alcanzar su fin específico (entendiendo por tal el real y no el meramente

declarado), ella debe gozar de autonomía, es decir, del derecho de gobernarse a sí misma. Y como

gobernar es conducir una comunidad hacia sus fines, al ámbito legítimo – a la vez que el límite

propio de la autonomía de cada sociedad intermedia, se extiende a todo cuanto le sea necesario

para dirigirse hacia su finalidad propia y específica, pero sólo a eso”.