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IX CONGRESO INTERNACIONAL DE LA ASOCIACIÓN DE HISTORIADORES
LATINOAMERICANOS Y DEL CARIBE (ADIHLAC)
“Doscientos años de historia e historiografía de las independencias de
América Latina y el Caribe”
TEMA:
PODERES LOCALES Y RESISTENCIA POPULAR EN NICARAGUA
1811-1812
Dra. Elizet Payne Iglesias
Escuela de Historia
CIHAC
Universidad de Costa Rica
Santa Marta- Colombia 25 al 29 de Mayo de 2010
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PODERES LOCALES Y RESISTENCIA POPULAR EN NICARAGUA
1808-1812
Introducción
En el 2011 darán inicio en El Salvador una serie de celebraciones –tanto oficiales
como académicas− en las que se recordarán los movimientos acaecidos en esa provincia
centroamericana en diciembre de 1811, los que no solo involucraron a la capital provincial
sino al resto de villas y pueblos de indios1. La creación de estas efemérides estuvo a cargo
de los liberales decimonónicos quienes construyeron los acontecimientos otorgándoles un
tinte independentista. No sucedió así en la historiografía nicaragüense, la que, si bien
determina los acontecimientos de diciembre y enero de 1811 y 1812, desde la óptica
independentista2, no le confiere a los movimientos de León, Granada y el resto de las villas
involucradas en protestas, el carácter de efeméride nacional3.
Estos fueron presentados como sucesos acaecidos en las capitales provinciales y
liderados por criollos destacados en los cabildos. Las clases subalternas si bien están
presentes en la narración, carecen de liderazgo propio por lo que responden a intereses
ajenos; además de suponer que sus actuaciones fuera de control desbordarían en un
conflicto violento. De manera que, en función de los próximos acontecimientos, se hace
necesaria una revisión de estos, de cara a ofrecer interpretaciones menos elitistas y más
inclusivas. Sumado a esto, urge realizar una interpretación general pero a la vez regional de
1 Respecto a los movimientos de El Salvador, véase: Payne Iglesias, Elizet. “Sediciosos, subversivos, falaces”. Los movimientos sociales en El Salvador (1811-1814), San José: Tesis de Maestría en Historia, Universidad de Costa Rica, 1999, pp. 79-108. Una versión resumida fue publicada en: Payne Iglesias, Elizet. “¡No hay Rey, no se pagan tributos! La protesta comunal en El Salvador. 1811”, Inter-ca-mbio, CIICLA, 2008.
2 Ayón, Tomás. Historia de Nicaragua, desde los tiempos más remotos hasta el año 1852, Madrid: Escuela Profesional de Artes Gráficas, 1956, p. 443.
3 Véase: Gutiérrez, Coralia, “La historiografía contemporánea sobre la independencia en Centroamérica”, Nuevo Mundo Mundos Nuevos, Debates, 2009. [en línea] http://nuevomundo.revues.org/54642. Consultado el 7 de mayo de 2010 y Payne Iglesias, Elizet. “La Historia Oficial. Orígenes de la historiografía liberal centroamericana (1830-1930), Avances de investigación Centro de Investigaciones Históricas, 74 (1994).
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estas protestas, que contemple el papel de las instituciones –cabildos indígenas, españoles y
de las villas−, intendencias, milicias e Iglesia por ejemplo−, de los grupos de poder, de las
clases populares y develar además, conflictos étnicos o inter-étnicos.
Más en concreto, una serie de movimientos de protesta social sucedieron en
Centroamérica entre 1808 y 1814, la mayoría de ellos inició en las capitales provinciales, pero
pronto se expandieron otras poblaciones; de estos, las acciones más importantes sucedieron en
El Salvador y Nicaragua. El primero de estos actos se presentó en El Salvador entre los días 4
y 6 de noviembre de 18114. Estos, fueron una combinación de factores que iban desde las
rivalidades entre criollos y españoles, en pugna por la dirigencia de los cabildos locales, ya
que los primeros reclamaban mayor participación en la política local5; hasta la oposición a la
política fiscal borbónica marcada por impuestos excesivos y monopolios. A lo que se sumaron
los acontecimientos del mundo Atlántico, cuya influencia material e ideológica eran
innegables. Sobre todo, los acontecimientos mediatos, sucedidos en la metrópoli sumida en su
propia crisis interna frente a la invasión napoleónica y el inicio de su propia lucha por la
recuperación de su soberanía, fenómenos presentes entre 1808 y 1812.
Pocos días después del movimiento de El Salvador, una ola de protestas se presentó en
la provincia de Nicaragua, objeto de este estudio. A pesar de las limitaciones documentales
que presenta el caso de Nicaragua estos movimientos fueron sumamente importantes en el
ámbito local y regional y, aunque a diferencia del caso salvadoreño donde los informes
oficiales, cartas personales, pasquines y los juicios de infidencia son numerosos, en
Nicaragua, esta información es notablemente menor.
En esta ponencia se propone que el movimiento de Nicaragua tanto en el plano
regional como en el local, es una muestra de la generalización del conflicto en el istmo;
4 En esos días corrió el rumor de que el padre José Matías Delgado, cura párroco de San Salvador y líder de una importante familia provincial, había sido amenazado de muerte por parte de los españoles. Desde ese momento se efectuaron juntas de vecinos para disponer acerca de los actos de protesta. Al día siguiente, los criollos tomaron el cabildo de San Salvador y obligaron a dimitir al Intendente español, situación que perduró hasta el 7 de noviembre, cuando el movimiento fue mediatizado por los propios líderes del movimiento. Para apaciguar los ánimos, las autoridades de Guatemala enviaron a reconocidos criollos de la capital del Reino. 5 Este no era un fenómeno nuevo en esa capital provincial ya que, en 1755, los criollos sansalvadoreños lideraron un breve movimiento donde manifestaron abiertamente su oposición a la presencia de españoles tanto en el plano comercial como en el cabildo. Wortman, Miles. Gobierno y sociedad en Centroamérica, 1680-1840, San José: BCIE-EDUCA, 1990, pp. 153-154.
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aunque por otro lado, también muestra sus particularidades. El caso más representativo es
el de la ciudad de Granada, donde su movimiento y la subsecuente represión ejercida por
las autoridades, repercutió en la conducta de los líderes y otros cuerpos civiles de las
principales ciudades centroamericanas. Así mismo, serán tratados los sucesos acaecidos en
León –la capital provincial−, Masaya, Villa de Nicaragua o Rivas, Nueva Segovia y otros
poblados de la provincia.
La explicación a estas protestas se encuentra fundamentalmente en la composición e
intereses de los miembros de los cabildos; de hecho, el colega costarricense José Antonio
Fernández, ha planteado que los cabildos centroamericanos desde finales del siglo XVIII y
principios del XIX, fueron “arenas de conflicto”6. Influenciados estos por los pactos
juntistas en España y en el resto de las colonias españolas, intentaron hacer lo suyo en
Centroamérica y en este estudio de caso, en Nicaragua. Aunque a diferencia de otros
cabildos, los centroamericanos formaron juntas locales en sus cabildos y no provinciales
como en el resto de Hispanoamérica7, como lo ha señalado la estadounidense Jordana Dym.
Se suma a estas protestas, la inconformidad por los impuestos y tributos que afectaban a los
sectores indígenas y de castas; de forma tal que, estos grupos se adhirieron a las protestas y
lo hicieron en función de la lucha antifiscal y, en el caso de las castas, también procurando
la representatividad en los cabildos locales.
Nicaragua a principios de1800
En el siglo XVIII, las imposiciones fiscales en el Reino de Guatemala y en nuestro
caso en Nicaragua, hicieron reaccionar en conjunto a los diversos grupos sociales y étnicos
de esta provincia. El cobro por concepto de impuesto de ventas era uno de los mayores
ingresos de la Subdelegación de Hacienda de la ciudad de León. Miles Wortman refiere que
fue especialmente la ciudad de Granada una de las que proporcionaba el mayor porcentaje
6 Fernández, José Antonio. “De tenues lazos a pesadas cadenas. Los cabildos coloniales de El Salvador como arena de conflicto”, Mestizaje, poder y sociedad, ensayos sobre Historia Colonial de las provincias de San Salvador y Sonsonate, San Salvador: FLACSO, 2003, pp. 73-96. 7 Dym, Jordana. “Soberanía transitiva y adhesión condicional: lealtad e insurrección en el Reino de Guatemala, 1808-1811”, Araucaria, Revista Iberoamericana de Filosofía, Política y Humanidades, 1: 18 (segundo semestre de 2007).
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de las rentas de esta provincia8. Así, Granada, junto con el Realejo, Managua, Masaya,
Nicoya y Costa Rica representaban el 50% de los fondos recaudados y el 75% de los
ingresos de las Cajas Reales. León y Granada, las dos ciudades más importantes,
construyeron un hinterland propio por lo que eventualmente no solo devinieron en regiones
económicas separadas sino que, crearon élites con bastante autonomía; en especial la
ciudad de Granada que, aunque subalterna a León, actuaba con bastante autonomía respecto
a la capital provincial. En palabras de Germán Romero, los cabildos de la época colonial en
Nicaragua incidieron enormemente en la vida política de este país en palabras9. También,
ambas ciudades manifestaron una temprana rivalidad; cada una actuaba como una pequeña
república10.
Desde el punto de vista demográfico y con base en los datos de Antonio Juarros a
principios del siglo XIX, la provincia de Nicaragua contaba con una población de 103,943
habitantes en sus ochenta y ocho pueblos, villas y ciudades;11 por su parte, Severo Martínez
Peláez nos ofrece la suma de 150,000 personas al finalizar el período colonial12. Esta
provincia concentraba la mayoría de su población, así como sus actividades políticas y
económicas en la costa del Pacífico. Predominaba el mestizaje entre indígenas, españoles y
negros; por lo cual los mestizos y mulatos fueron eventualmente superando a los
indígenas13. No obstante, la población indígena era aún representativa en la costa Pacífica y
en particular en lo que se denomina el partido de Granada; en cuya jurisdicción recaía la
villa de Masaya donde vivía un tercio de la población aborigen.
Aunque la mayoría de su población se dedicaba a las actividades locales de
subsistencia y de intercambio para el mercado interno, el grupo dominante de las
principales ciudades dedicaba sus labores al mercado exterior, la ganadería bovina y mular,
8 Wortman, Miles. “Rentas públicas y tendencias económicas en Centroamérica, 1787-1819.” Lecturas de historia de Centroamérica, San José: EDUCA-BCIE, 1989, pp. 245-285. 9 Romero, Germán. “Estado y sociedad en Nicaragua colonial”, Encuentros con la Historia, Managua: Instituto de Historia de Nicaragua y centro Francés de Estudios Mexicanos y Centroamericanos, 1995, p. 220. 10 Ibíd. 11 Meléndez, Textos fundamentales de la Independencia centroamericana, San José: EDUCA, 1971., p.49. 12 Martínez Peláez, Severo. Centroamérica en los años de la Independencia: el país y los habitantes, Guatemala: Departamento de Publicaciones de la Facultad de Ciencias Económicas, Universidad de San Carlos, s.f., p.8. 13 Romero, Germán. Las estructuras sociales de Nicaragua en el siglo XVIII, Managua: Editorial Vanguardia, 1988, p.242.
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así como un poco de añil, cacao, madera de pino y sus derivados. La ganadería y el añil
eran más propios del Pacífico norte y central, así como el cacao era un monocultivo en el
sur y la madera resinosa se extraía de los pinares del norte14. La agricultura comercial y el
aumento demográfico de los siglos XVIII y XIX pueden haber provocado presiones por la
tierra, particularmente en la faja del Pacífico nicaragüense lo cual explica la lógica
tendencia hacia la concentración de la riqueza y por ende a la diferenciación social y étnica,
como veremos. Por su parte, no hay duda que el comercio clandestino con los ingleses y
zambos mosquitos a través de Granada tuvo un aumento significativo en este período.
El movimiento insurgente en la ciudad de León
Desde 1787, León se convirtió en la capital de la Intendencia de Nicaragua y, a
partir del llamado a Cortes y de la elección de diputados, fue la sede de la Diputación
Provincial de León de Nicaragua y Costa Rica. Su intendente, el anciano don José Salvador
llevaba cerca de dos décadas gobernando la provincia en el año de 1811.
No se cuenta con una cifra exacta de su población en los primeros años del siglo
XIX, pero el historiador guatemalteco Severo Martínez, supone unos 20,000 habitantes al
finalizar el período colonial, una cifra algo exagerada. Otros datos de 1820 aparecidos en El
Amigo de la Patria anotan unas 13,550 personas15 y Germán Romero en su estudio de
historia social de Nicaragua en el siglo XVIII, propone una población de 14,122 habitantes
en el año 177616. Pero de lo que no cabe duda es que era una ciudad menos populosa que la
capital del Reino, pero en tamaño algo semejante a San Salvador17.
14 Ibíd., p.251. 15 Valle, José Cecilio. EL amigo de la Patria, Guatemala: 7 de setiembre, 1821, No. 17, fl.131, p.162. 16 Romero, Ibíd., p.174.
17 Sus barrios eran escasos; además del barrio el Centro, estaban los de San Felipe, poblado por mulatos, San Juan y San Nicolás laborío habitado por indígenas y el cercano pueblo indígena de Subtiava en el sur-oeste. Fueron numerosas sus iglesias, con sus respectivos conventos: San Francisco, La Merced, San Juan de Dios y su Catedral sede del obispado.
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La acción colectiva en León de Nicaragua
En el informe del Capitán General don José de Bustamante y Guerra, al Secretario
de Gracia y Justicia fechado el 20 de julio de 1812, este aseguraba con alguna razón que:
“…todas las conmociones y revoluciones son de igual carácter, especialmente en estos
pueblos, un mismo espíritu los inspira, a un mismo fin se dirigen, de iguales causas
proceden; semejantes son los efectos inmediatos. Toda la diferencia consiste en los medios,
en la más o menos audacia y habilidad de los motores y en la resistencia moral y física que
se les opone18. Sin duda, este conocía muy bien las expresiones externas de la crisis política
generalizada que vivía en ese momento la Corona. Su formación militar y su participación
en actividades represivas en Uruguay lo convirtieron en un buen conocedor de la
situación19.
Así mismo, las noticias sobre las actividades de Hidalgo y Morelos en México se
recibían rápidamente en el Reino, así como en Nicaragua se conocía de las nuevas de San
Salvador y de todas las localidades rebeldes. Ciertamente, el conocimiento de los procesos
sociales y políticos de otras regiones era importante para entender la difusión y el impacto
de las ideas expresadas por los rebeldes en el plano local. No obstante, el reconocimiento
de las condiciones internas era fundamental para comprender a fondo tales sucesos; es en
este marco donde, a través de las reivindicaciones se pueden analizar los problemas, ideas,
intereses de los rebeldes. Es así que las acciones desplegadas por los rebeldes en la ciudad
de León, aunque formaban parte de las reivindicaciones generales que oprimían a las
colonias, en el momento de su definición se expresaron en términos locales, asumiendo por
lo tanto, sus propios matices.
A diferencia de San Salvador, donde los rumores y las amenazas precedieron a la
acción colectiva, en León la razón más inmediata a la que respondieron los rebeldes era
impedir la salida de la ciudad del comerciante español don Mariano Murillo quien se dirigía
a las villas de El Viejo y El Realejo. ¿Por qué se quería impedir la salida de Murillo?
18 “Informe de Capitán General de Guatemala al Secretario de Gracia y Justicia, con documentos anexos”. Revista de los Archivos Nacionales, San José: año II, 1938, p. 640. (en adelante se citará como RAN) 19 A su vez, semejantes opiniones expresaron otras autoridades en sus informes oficiales, por lo cual se deduce que predominaba esta explicación generalizada de los sucesos. Puede notarse el miedo que provocaba lo acaecido en otros lugares, tanto a las autoridades del Reino como a los propios criollos.
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Aunque los documentos no lo constatan así, es presumible que este viaje fuera de León
representara una salida sospechosa, relacionada con brindar noticias sobre la situación en
León, así como la solicitud de tropas y armas para la defensa y la eventual represión20. De
manera que, la primera acción colectiva se presentó el 10 de diciembre de 1811, cuando
una “conmoción de gentes” impedía la salida de Murillo, produciéndose la misma situación
dos días después, por las mismas razones. El día 13 de diciembre un llamado general hizo
que se presentara la multitud frente a las instalaciones del cabildo leonés. Entre las 5 y las 7
horas de la noche se dieron los mayores sucesos; primero el motín, luego a las 6, se le
obligó al Intendente don José Salvador a entregar el bastón de mando, se procedió a
deponer al coronel de milicias y al administrador de las rentas de alcabalas21.
Buena parte de los insurrectos se introdujeron en la sala del cabildo, instando a la
organización de un cabildo abierto para así tomar otras disposiciones de mayor relevancia
para la comunidad22. También expresaban de inmediato: “… que no querían de modo
ninguno los gobernase, mandase y ocupase destino alguno chapetón (…) excepto Su
Ilustrísima…”23. Los amotinados impidieron la publicación de un bando hasta tanto no se
resolviesen algunas peticiones. Por su parte, los llamados “vecinos honrados” se
apresuraron a asistir al llamado del cabildo y el propio obispo fray Nicolás García Jerez, se
convirtió desde el primer momento en el principal mediador del movimiento24.
Todo indica que un buen número de rebeldes participaron en el movimiento; las
cifras oficiales parecen algo exageradas pues nos hablan de unos 7,000 u 8,000 hombres en
20 El pueblo de El Viejo está localizado en la ruta que une El Salvador con esta provincia por lo cual es una zona de tránsito muy importante; por su lado fluyen también noticias desde el puerto de El Realejo, cercano a Chinandega y León. 21 “Carta de la Junta Gubernativa de León de Nicaragua al Capitán General de Guatemala”, RAN, año II, 1938, p.633. 22 La institución del Cabildo se convirtió en estos momentos, en el eje medular donde se plantearon las dificultades comunales; tanto públicas como privadas, en manos de sus representantes, en su mayoría criollos y de rangos militares. 23 “Carta de la Junta…” Ibíd., RAN, año II, 1938, p. 633.
24 Este personaje es central para comprender el desenvolvimiento de los sucesos de León. En efecto, García Jerez emergió como el supremo mediador al ordenar primero, que no se llevara a cabo ningún acto de violencia por parte de ambos bandos; así como comenzó a escuchar y dictar resoluciones momentáneas a favor de los insurrectos. Otra de las medidas fue la orden que se giró al señor Murillo de no salir de la ciudad para así evitar la exaltación de ánimos. Posteriormente se llegó a un acuerdo que aseguraba a los activistas que no habría recriminaciones y represión contra ellos.
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una población de 14,000 habitantes. Estos, armados con puñales, machetes y palos
exigieron exaltados la renuncia del gobernador-intendente25. Ese fue el momento en el cual
un delegado de la multitud presentó el pliego de peticiones; atacaron la casa del
gobernador-intendente y asaltaron algunas casas de españoles; símbolos de la autoridad real
en la provincia.
Ahora bien, ¿qué tipo de peticiones efectuaban los rebeldes? Se puede asegurar que
eran suficientemente fuertes como para presionar a las nuevas autoridades, tal y como lo
consignan los datos oficiales: “…todo aquello que hemos condescendido, ha sido a fuerza y
por evitar la destrucción y exterminio de la ciudad”26. Estas consistieron en demandas de
tipo económico y político esencialmente, entre ellas; el nombramiento de un nuevo
gobernador, la abolición del monopolio de aguardiente, la disminución del precio del
tabaco, del papel sellado, la pólvora, la supresión de la alcabala, la disminución al impuesto
de las carretas, de ganado de matanza y finalmente, la libertad de los presos de León27.
Horacio Cabezas agrega que, entre otras peticiones, estaba la abolición de la esclavitud
negra y la supresión del repartimiento y del mandamiento que recaía en los grupos
indígenas28. Por su parte, para el historiador guatemalteco Julio Pinto en la ciudad de León
se pensó en la Independencia y en la formación de una especie de República, junto con el
resto de las poblaciones del istmo29. Aunque estos dos últimos aspectos no han sido
confirmados en las fuentes nuestras; puede señalarse que la supresión de la esclavitud negra
y del repartimiento y mandamientos indígenas, se presentaron como reivindicaciones en
otras localidades de Nicaragua; así mismo, las ideas de Independencia fueron temidas por
las autoridades quienes así lo relataron.
En fin, dada la naturaleza de tales reivindicaciones, puede decirse que estas tenían
su asidero en las dificultades económicas y sociales de los sectores populares de los barrios
leoneses; por lo que la problemática revela que estos grupos se encontraban descontentos
ante la carestía de la vida y los excesivos impuestos. A esto se agregan las reivindicaciones 25 “Carta de la Junta Gubernativa…” Ibíd., pp. 633-634. 26 Fernández, León. Ibíd., p. 15 27 Ayón, Tomás. Ibíd., p.444. 28 Cabezas, Horacio. “El carácter de la Independencia Centroamericana”, Lateinamerika, Berlín: No. 21 (1986), pp. 17-18. 29 Pinto Soria, Julio. Centroamérica: de la colonia al Estado Nacional (1800-1840), Guatemala: Editorial Universitaria de Guatemala, 1986, p.114.
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de tipo político que reflejan esencialmente sentimientos anti-españolistas, hecho ya
comprobado en el resto de los movimientos. Además, se notan preocupaciones de carácter
racial y étnico.
Pero ¿cuál fue el papel de los sectores participantes en este movimiento? La
composición de la junta fue en su mayor parte criolla, no obstante la información sobre sus
componentes es algo limitada; entre los que conocen están un descendiente de la familia
López de la Plata y el indígena fray Benito Miguelena; este último tuvo un destacado papel
en la insubordinación30. A su vez, el liderazgo del obispo García Jerez y la presencia en la
junta de un buen número de sacerdotes nos indica que fueron factores clave para neutralizar
el movimiento y volverlo más conservador. Con mucha mayor razón han de sumarse las
influencias republicanas de la época, el llamado a Cortes y con ello las ideas liberales que
habían calado en la mente de los activistas, en especial, cuando se proponía la elección de
diputados de barrio: “… a quien (se) autorice a entenderse con el gobierno”31, lo que
señala claramente la idea de la representatividad. A su vez, mientras se nombraba a estos
representantes, la Junta solicitó un juramento de lealtad a esta, lográndose de esta forma la
subordinación completa a la junta y al obispo.
Desde Guatemala, el Capitán General, con base en los informes del obispo describió
el plan rebelde de León, preparado: “… entre los delirios de una plebe alterada e inculta,
instalaron una junta llamada gubernativa y su presidente fue el Obispo y sus colegas un
médico y un boticario, un abogado principiante, un vecino de buena y otro de mediana
reputación”32. Tal información si bien no nos indica mucho sobre la condición étnica y
social de sus miembros, se deduce que algunos de ellos contaban con estudios superiores y
otros, por lo menos se les reconoce alguna profesión u oficio conocido; además de las
“valoraciones morales” que éste menciona.
Establecido el obispo como intendente, organizó el 14 de diciembre de 1811, una
junta, la que rápidamente asumió como presidente, nombrando además, los diputados de los
30 Fray Benito Miguelena, fraile mercedario indígena que fue acusado de promover la rebelión en León, de tener armas en su celda y hacer derramar el aguardiente del estanquillo. Ayón, Tomás, Ibíd., pp. 484-485. 31 “Carta de la Junta Gubernativa…”, Ibíd., RAN, año II, 1938, p. 635. 32 “Informe del Capitán General de Guatemala al Secretario de Gracia y Justicia”, Ibíd., p. 637.
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barrios de la ciudad, cargos que recayeron en manos de sacerdotes de su confianza33. De
manera que se observa que el movimiento de León fue rápidamente mediatizado por el
Obispo, quien pasó a denominarse “obispo-intendente”, clara muestra del contubernio
entre el alto clero y las autoridades militares de Nicaragua. El obispo Nicolás García Jerez
había recibido órdenes de Guatemala y conocía sobre los sucesos de El Salvador.
El temor ante un movimiento generalizado de los barrios de León y sus alrededores
permanecía latente; de hecho, en la documentación analizada puede encontrarse el concepto
que las autoridades tenían de los grupos subalternos. De ahí que los barrios de San Juan,
San Nicolás, Laborío, Matiare, se aprestaron a dar su adhesión al obispo; lo mismo hicieron
los indígenas del pueblo de Subtiava y otras ciudades como Nueva Segovia34. En general,
se juzgaban a la “plebe” como grupos de fácil convencimiento y sin criterio para actos de
rebelión. El propio capitán general así lo expresó a raíz de todos los acontecimientos: “Los
que forman el pueblo bajo son unos infelices que siguen ciegamente el impulso que les
imprime. Proclaman a nuestro monarca o se vuelven contra sus legítimos jueces; insultan
a sus jefes y trastornan las leyes según la dirección de los que tienen influjo en ellos…”35.
Una justificación que sostiene tales puntos de vista es la creencia generalizada de
que las revueltas o movimientos de protesta están compuestos en su mayoría (en su base)
por “gentes que no tienen nada que perder” y por tanto; en este tipo de actos se hace
necesario buscar a los dirigentes; el capitán General Bustamante y Guerra estaba seguro de
que es: “…evidente, que el que nada tiene que perder no tiene patria, de donde proviene
33 La junta estuvo compuesta por don Domingo Galarza, don José Valentín Fernández, don José Carmen Salazar, don Francisco Quiñones, don Nicolás Buitrago, don José Santiago García de Sala. También se designaron diputados por los barrios: por San Felipe el presbítero don Pedro Caballero y don José Guerrero; por San Juan de Dios, don Manuel López de la Plata; por el barrio de Jesús el presbítero don Pedro Solís; por San Sebastián el presbítero don Francisco Chavarría; por San Francisco el padre don José de la Cuadra. Los pueblos de San Juan y el Laborío estuvieron representados, el primero por don Juan Delgado y en su ausencia fray Benito Miguelena y por el Laborío, el bachiller don Pascual López. Véase: Ayón, Tomás. Historia de Nicaragua, desde los tiempos más remotos hasta el año 1852, Madrid: Escuela Profesional de Artes Gráficas, 1956, p. 443.
34 ANCR, Complementario Colonial, 1981, f. 4. (1812). 35 “Informe del Capitán General de Guatemala al Consejo de Regencia”. Fernández, León. Ibíd., p. 53.
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que esta casta de gente es la más temible en cualquier conmoción popular por presumir
siempre que no puede empeorar su suerte”36.
De tal forma que, el propio Bustamante y Guerra, reconocía que quienes
ocasionaban las protestas estaban motivados por la ambición, los empleos públicos, la
codicia mercantil, típicos del grupo criollo dominante; porque: “… el pueblo desdichado no
ambiciona empleos ni se ocupa del comercio…”37 y continúa: “El pueblo bajo, sumergido
a tanta distancia no puede recibir impresiones ni conocimiento sino por canales
intermedios”38. Aquí nos encontramos con la permanente búsqueda de los “rostros ocultos”
y la concepción de que el pueblo era incapaz de expresarse en forma autónoma,
desconociéndose por tanto, la capacidad que todo grupo social tiene de manifestar sus
pensamientos, valores y reivindicaciones en general39. Tampoco apoyamos la posición
contraria, que le otorga al movimiento de León una gran participación popular y en cambio,
una mínima actuación del grupo criollo local40.
En cuanto a la composición étnica de los grupos populares, se ha encontrado
evidencia de la importancia que fueron adquiriendo los pardos, mulatos y mestizos en los
siglos XVIII y XIX, y de manifestaciones que podrían señalar conflictos étnicos: de ahí
que, en León se mencione que los pardos o mulatos “aborrecen a los criollos”. Según
parece la mayoría de los revoltosos de León eran de este grupo, y ante el cual Bustamante
expresó: “Solo que yo hubiera accedido a las instancias de los pardos, se hubiera
visto León nadando en sangre de los que nos han postulado y de los viles que los han
seguido”41. De la misma forma lo atestiguó el obispo-intendente García Jerez en el
momento de la claudicación del movimiento: “Se han salvado las vidas de los blancos, sus
36 Ibíd., p. 89. 37 Ibíd., p. 89. 38 Ibíd. 39 Tales ideas son manejadas también por escritores clásicos como Le Bon y Taine. El primero dice que la multitud reduce a sus elementos sanos y racionales al nivel de animalidad y a su vez, la multitud atrae a los criminales degenerados y personas con instintos destructivos. Véase: Rudé, George. La multitud en la historia, Madrid: Siglo XXI editores, 1979. 40 Véase: Pinto, Julio C. Ibíd., p. 114. 41 “Informe del Capitán General de Guatemala al secretario de Gracia y Justicia, con documentos anexos.” Fernández, León. Documentos…Ibíd., p. 44.
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bienes e intereses; que hay subordinación a las legítimas potestades y tribunales
superiores que nos gobiernan y que estas gentes están en quietud, paz y tranquilidad”42.
León: entre la mediación y la represión
Sería un error creer que la mediación del obispo no se encontrase con ningún
escollo y que su liderazgo fuese absoluto. En efecto, como él mismo lo atestiguó en el
proceso de formación de la junta, este se encontraba con una autoridad muy limitada pues:
“…me hallo sin (la) fuerza necesaria para hacerme obedecer y respetar”43. Otro aspecto
que importunaba al obispo en un principio, era que este no contaba con el poder de las
milicias ni del batallón de León, que al parecer, dicho batallón estaba de lado de los
rebeldes en los momentos de mayor efervescencia; por lo cual expresa que los doscientos
hombres armados no dependían de él “…sino en apariencia, las armas están en otras
manos y aún las llaves de la pólvora”44.
Frente a tales contratiempos, la sagaz política mediadora de García Jerez se resolvió
de manera pacífica; por lo cual redactó un documento de consenso que le dio punto final al
movimiento. Exhortó al “respeto divino y a la lealtad al Rey”; después dispuso medidas
sobre la presencia de personas en las calles de la ciudad de León, así como ordenó la
expulsión de todo forastero o sospechoso y el movimiento de personas o grupos armados45.
A su vez, aseguró que todo cabecilla de motín sería arcabuceado y todo aquel insultara a las
justicias o autoridades: si el insulto era de palabra 200 azotes y 10 de presidio en África, La
Habana o Puerto Rico”46.
A partir de ese momento fue cuando se presentó la represión oficial; en efecto, fue
después de la redacción del citado documento, cuando el llamado obispo-intendente puso
42 “Carta de don fray Nicolás García Jerez, Obispo de Nicaragua y Costa Rica a don José Bernardo de Astegrieta y Sarralde, 1811”, RAN, p. 632. 43 “Informe del Capitán General de Guatemala al Secretario de Gracia y Justicia, con documentos anexos.” RAN, p. 646. 44 Ibíd., p. 648. 45 También dispuso de medidas públicas como la presencia de vagabundos, menores y los juegos prohibidos. Ayón, Tomás, Ibíd., pp. 470-472. 46 Ibíd.
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“mano firme” con el fin de evitar la propagación del movimiento en las otras localidades,
ya en ese momento en proceso de rebelión. Así lo expresó en una misiva dirigida a
Bustamante y Guerra: “No se trata excelentísimo señor de un pueblo amotinado, es toda la
provincia la que se halla levantada contra la forma de gobierno que hasta ahora ha tenido
y contra los infelices europeos…”47 Ante lo que agregó: “…son muy pocos los pueblos, y
estos casi sin nombre, en los que no han ocurrido las mismas novedades que el de León; y
por decirlo en una palabra, toda la provincia se halla agitada del mismo vértigo.”48
A su vez, la solicitud de armas y de tropas a Guatemala, se hizo con mayor énfasis
que en otros momentos, aunque la provincia estaba dotada de con armas, se argumentó que
estas eran escasas. En la dotación de pólvora, la provincia se encontraba muy bien
abastecida, ya que consta que en cada ciudad importante había una casa de pólvora. Pero en
León lo que se temía era buena parte de las milicias se pasaran al lado de los rebeldes –lo
que al parecer sucedió al inicio−, por lo cual expresó Bustamante y Guerra que tal es el
peligro que: “…el ataque es superior a la resistencia”49, recurriendo por esto a la asistencia
de tropas del resto de Centroamérica. El obispo-intendente solicitó el envío de armas y 500
ó 600 hombres junto con un “buen jefe militar”. A su vez, García Jerez propuso que el
mando quedara en manos de un Intendente no eclesiástico, por lo cual sugería al líder
guatemalteco don José María Peinado u otro que no fuese europeo50.
Tropas de la villa de San Miguel y milicias pardas de Olancho, se introdujeron en la
provincia de Nicaragua con el objetivo de reprimir las manifestaciones de protesta51. Así
mismo, el batallón de la ciudad de Cartago recibió órdenes de dirigirse a Nicaragua, como
veremos. Se les unió una pequeña compañía establecida en el pueblo de El Viejo. Como
podrá verse, el temor de una rebelión generalizada en las provincias del istmo movilizó a un
47 Ibíd. 48 “Informe del Capitán General…” Fernández, L. Documentos…Ibíd., p. 40. 49 Ibid., p. 26. 50 “Informe del fiscal al Consejo de Indias sobre los movimientos revolucionarios del Reino de Guatemala”, Ibid., pp. 97-121.
51 El batallón de Olancho jugó un papel relevante en la represión de las ciudades de León y Granada; pero en particular de esta última. Jefeada por don Pedro Gutiérrez, esta tropa salió de su base con rumbo a Nicaragua por la vía de Nueva Segovia, donde cumplía con las órdenes de reclutar todos los hombres que pudiere hasta completar el batallón con unos 1,000 o 1,200 de “todas armas”.
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buen número de hombres hacia Nicaragua; no sería la primera vez que en estas colonias se
movilizaran tropas de tres de ellas. Esto obedeció a la necesidad de conservar una provincia
tan importante –y tan estratégica− como Nicaragua, con tropas que provenían del exterior;
sin ningún arraigo interno52.
Llegada a su final la acción colectiva, e iniciado el proceso de represión oficial, el
temor ante una nueva rebelión recrudeció provocando todo tipo de recelos entre las
autoridades; tal y como lo expresó el propio Capitán General: “…no podré decir que este
sea un incendio apagado. Los combustibles subsisten y los atizaderos. Obran estos y
emplean los medios más ocultos y sutiles y también los más depravados e inmorales.”53
De igual forma, el obispo y sus allegados hicieron todo lo posible para que tal
“fuego” no se extendiera a toda la provincia; y en particular a Granada, la villa de
Nicaragua y Nueva Segovia, en momentos aún cuando se estaba instalando la Junta de
gobierno, tal y como lo testifica: “En la mañana del 14 de diciembre en la Sala Capitular
al tiempo de la dichosa instalación, me paré firme en dos cosas; la primera que se había de
borrar el dictado de representantes por Granada, Segovia y Nicaragua; y la segunda, que
si no se reconocía la subordinación a esa superioridad, no sólo no me sentaba en la
burlesca silla de presidente, sino que salía inmediatamente a la plaza y permitiría primero
que me cortasen la cabeza que faltar a mi deber”54.
Pero, a pesar de todas estas precauciones, las medidas no tuvieron efecto entre los
sectores descontentos y lo sucedido en León, si bien no provocó directamente los sucesos
de Granada, contribuyó a atizar las brazas.
52 El resto de los cuerpos armados –a saber, San Miguel, Cartago, el batallón de Yoro y las milicias del Viejo− cumplieron un rol menos importante, aunque se encontraban en vigilia ante cualquier acto sedicioso. Por ejemplo, el Gobernador interino de Comayagua solicitó el apoyo del batallón de Yoro, con el propósito de no disminuir totalmente la fuerza efectiva del batallón de Olancho; a este último se le agregó el escuadrón de Segovia, la Compañía Fícaro. A su vez, se dispuso que algunos efectivos de San Miguel se dirigieran a Nicaragua, aún cuando en la villa debían permanecer un buen número en “observación y reserva”. La orden que se giró a todos estos cuerpos armados consistió en no “…usar las armas solo cuando sea absolutamente necesario” “Informe del Capitán General…”, Ibid., pp. 47-48. 53 “Informe del Capitán General…” RAN, p. 641. 54 Ibid., pp. 643-652.
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Granada: La resistencia criolla y el radicalismo popular
Esta ciudad tuvo un importante auge en la primera mitad del siglo XVIII, lo cual
provocó que un grupo de españoles y de criollos se enriquecieran particularmente con el
comercio y la actividad ganadera. En el interior de la provincia competía económicamente
con la capital provincial y el poder económico de su élite local y regional, influyó en otras
localidades como la villa de Nicaragua y otros pueblos de su jurisdicción. La estratégica
localización de esta ciudad y la fama de su riqueza hicieron que, en el siglo XVII esta fuese
saqueada por lo menos en cinco oportunidades55. Posteriormente continuó sufriendo el
peligro de una nueva invasión pirata, lo que provocó que esta ciudad estuviese abastecida
de armas y contase con batallones de infantería, caballería y de bandera, con sus
correspondientes cuarteles, Salas de Armas y la Casa de la Pólvora.
La heterogeneidad étnica, característica de la mayor parte de los poblados del
Pacífico de Nicaragua también era propia de Granada. Germán Romero refiere que en 1776
su población se componía de 233 habitantes de los cuales aproximadamente 57.8% eran
mulatos, un 20.5% indígenas, así como el 11.05% mestizos y un 10.4% blancos. (
españoles y criollos)56. Si la condición étnica los separaba, también la ocupación del
espacio de la ciudad lo hacía; se dice que los grupos “blancos” habitaban las zonas más
céntricas, a la vez que los mulatos tenían su barrio al sur, cercanos al lago y los indígenas
apartados comunalmente en lo que se llamó el barrio de Jalteva hacia el oeste.
A pesar de ello, su fama de riqueza y su localización no la convirtieron en una
ciudad muy grande, siendo su casco central más bien pequeño. La actividad portuaria se
deduce por la existencia de un buen número de tiendas, pulperías, casas de juego y otros
negocios; a su vez, funcionan los conventos de San Francisco. La Merced, San Juan de
Dios, San Sebastián y Guadalupe, representativos de la actividad religiosa. Además, esta
ciudad contaba con el Hospital San Juan de Dios establecido desde el siglo XVII.
55 En el año 1665 entró el pirata David, en 1665 Morgan, en 1666 Mansfield, 1670 Gallardillo, 1685 o 1686 Escalante. Arellano, Jorge Eduardo. “Granada. La llave de Centroamérica y los piratas”. Revista Conservadora del Pensamiento Centroamericano, 77: (febrero, 1967), p. 50. 56 Romero, Germán. Ibíd., pp. 176-177.
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Los condicionantes del movimiento de Granada
En Granada particularmente, las bases para la rebelión estaban sentadas ya para el
mes de setiembre de 1811, varios meses antes de las protestas de El Salvador y de León.
Pero sin duda, los últimos acontecimientos a finales del año 1811 contribuyeron a exasperar
los ánimos entre los dos bandos beligerantes. El documento más importante para conocer
los sucesos de Granada es el “Sucinto relato de los ocurrido en Granada de Nicaragua,
desde 29 de setiembre de 1811 hasta agosto de 1813” escrito por el activista y líder de los
acontecimientos don Manuel Antonio de la Cerda en su prisión en Guatemala el año de
181357.
Los problemas internos en el cabildo granadino se convirtieron en mucho más
controvertidos desde enero de 1812, momento en que se celebraban las elecciones
municipales; la pugna en el interior de la élite granadina tomaba matices de polarización, de
manera que surgieron dos bandos: uno, representado por el primer alcalde electo don José
Sacasa y el otro jefeado por el regidor nombrado don Juan Argüello. Fue en el contexto del
cambio de autoridades del cabildo cuando la situación se volvió irreconciliable; meses más
tarde, el alcalde Sacasa renunció y depositó su vara en el regidor Argüello provocando así
los primeros síntomas de la crisis58.
Dentro de esta beligerante coyuntura, los cabildantes conocieron sobre los sucesos
de León del 13 de diciembre; cuya primera reacción fue el llamado a un cabildo abierto y se
procedió a nombrar dos diputados con voz y voto en el ayuntamiento; estos fueron don
Crisanto Sacasa, hijo de don José Sacasa y el Adelantado de Costa Rica don Diego Montiel.
Por su parte el pueblo de Granada solicitó su propio representante, por lo cual se eligió al
sacerdote don Benito Soto, en oposición al nombramiento de Sacasa. Esta apertura del
cuerpo capitular trajo algunas consecuencias que marcaron el devenir de los sucesos de
Granada.
57 “Sucinto relato de lo ocurrido en Granada de Nicaragua, desde 29 de setiembre de 1811 hasta agosto de 1813”. Próceres, vol. 1, n.VII, (1911), pp. 235-271. 58 Don Juan Arguello se pronunció a favor de la quietud y de la moralidad pública e intentó recuperar la autoridad perdida frente al comandante don José Sierra y los militares a su cargo cuyo grupo le desconocen.
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En el medio de tales deliberaciones surgieron algunos rumores que relacionaban al
grupo de don José Sacasa –pro-realista− con los franceses. Circulaba el rumor de que en
casa del Comandante de Granada, don José Sierra se encontraba escondido un espía o
emisario francés. “…esto fue la semilla de la inquietud según lo relata el propio de la
Cerda. Al pueblo se le indujo a la rebelión, alimentado en gran medida con el rumor de
que la ciudad fuese entregada a los franceses por el grupo llamado “realista”59. Es de
esperar que el pueblo granadino fuese muy susceptible a este tipo de argumentos pues su
memoria histórica le recordaba las invasiones que esta ciudad había sufrido en el pasado.
También se hablaba de la circulación de pasquines y de amenazas de muerte entre uno y
otro bando60.
Aunque la documentación no revela los pormenores que provocaron la rivalidad en
el interior de la élite granadina, queda claro que una parte del problema se develó en el
interior de los grupos de poder, en la búsqueda de representación en el cabildo local. Lo
interesante del caso de Granada –a diferencia de San Salvador, por ejemplo− es que los
sectores rivales no se distinguían simplemente entre criollos y españoles; pues se ha
encontrado que en ambos grupos están representadas importantes familias granadinas
criollas en las que predominan criollos y españoles. No se descartan algunos españoles en
el grupo “realista”, como lo veremos más adelante. Este sector que llamamos “realista”
estaba compuesto por criollos como don Roberto Sacasa, don Francisco Crespo, don
Esteban Cordeviola, don Eduardo Arana, don Pedro Chamorro, don Agustín Alfaro, don
Adrián Zavala, don Luis Blanco y otros61. El otro grupo más beligerante al que llamamos
“rebelde”, estaba compuesto por una mayoría criolla entre los que se mencionan a, don
Juan Argüello, don Manuel Antonio de la Cerda, don Miguel Lacayo y algunos de apellido
Cordero, Espinoza, Molina y Vargas.
En Granada, la participación de la comunidad en general fue determinante en el
movimiento, por lo que puede verse como los sectores de los barrios solicitaron sus propios
representantes o diputados, ante lo cual propusieron la figura del padre don Benito Soto, de
quien se dice “la plebe le expresó sus sentimientos”. También se habrían manifestado en
59 “Sucinto relato…” Próceres, Ibíd., pp. 235-238 60 “Sucinto relato…” Próceres, Ibíd., pp. 235-238. 61 Ibid., p.236.
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contra del comandante local, ejerciendo tal presión que el mando pasó a manos del teniente
coronel don Miguel Lacayo; de igual manera presionaron para que los españoles y criollos
“sospechosos” renuncian al cuerpo capitular. Los criollos “sospechosos” fueron el alcalde
segundo don Eduardo Arana y el alférez real don Pedro Chamorro quienes renunciaron “…
pues si esto no se hacía, harían junta como en León62”.
En enero de 1812 el cabildo llegó a ser controlado por un nuevo sector de la élite,
opuesto a los intereses realistas. El nuevo cabildo, jefeado por Arguello y de la Cerda, se
instaló con la venia, en un primer momento del obispo-intendente de León. Una semana
después de haberse nombrado al nuevo cabildo, un movimiento popular inició en la ciudad,
después del cual los miembros expulsados del cabildo se trasladaron a Masaya, un mes
después.
Pero la participación popular se volvió más intensa, aunque esta actuase junto al
llamado, cabildo rebelde. Estos procuraron evitar por todos los medios el desborde de la
situación ante un probable ataque a los “blancos”, según se expresa el mismo de la Cerda:
“El cabildo, por todos los medios procuraba no tomase mano dicha plebe en que
peligraban las vidas de los que eran sospechosos…”63. De tal forma que se reconoció que
si bien la gente de los barrios participaba a la par del cabildo rebelde, esta no respondía
exclusivamente a los intereses de los criollos sino que contemplaba sus propias
motivaciones64.
Al finalizar enero de 1812, las calles de Granada continuaban agitadas y de nuevo,
se temía por la seguridad de los “blancos” pues: “…llega al extremo de acalorarse el
pueblo y de disponerse a pasar a cuchillo en la noche del 30 de enero a todos los blancos y
distribuirse entre ellos todos los pueblos…”65 Esto fue mediatizado por la vía del diálogo
62 Ibid., p. 237. 63 “Sucinto relato…”. Próceres, Ibíd., pp. 238-239. 64 De acuerdo con Van Young: “Las conductas sociales tienen funciones latentes, al igual que manifiestas; esto es, consecuencias sociales que no pueden ser anticipadas o percibidas por los actores en una situación dada y que no puedan motivar conscientemente sus acciones, pero que aun así son importantes.” Van Young. La crisis del Orden colonial, estructura agraria y rebeliones populares de la Nueva España, 1750- 1821, México: Alianza Editorial, 1992, p. 281. 65 “Sucinto relato…” Próceres, Ibíd., p. 239.
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con el pueblo y se les obligó a jurar obediencia al cabildo, todo esto bajo el cuidado de un
cuerpo de voluntarios “que sirvió de freno al desorden”.66
En fin, las peticiones de los grupos subalternos de Granada giraron alrededor de la
abolición de la esclavitud, supresión del impuesto a la venta de carne, rebaja en el precio
del tabaco, la extinción de la doble alcabala en la reventa de ganados; reivindicaciones que
fueron pasadas por el padre Soto a la Junta Gubernativa de León. Por su parte Horacio
Cabezas consigna que en el movimiento de Granada se decreta la libertad de comercio por
el río San Juan, lo cual no ha sido localizado en otros documentos; aunque es posible
pensarlo pues algunos comerciantes granadinos practicaban el comercio ilícito con los
zambos e ingleses allende el río San Juan67. Se observa que la mayoría de estas
reivindicaciones fueron de carácter antifiscal, lo cual nos sustenta la idea de que los
sectores populares participaron en las acciones de protesta motivados en reclamos de tipo
económico y social. Llama la atención que en Granada se esgrimieron algunas peticiones
propias de las actividades económicas de la provincia, como la relativa a la eliminación del
impuesto a la venta del ganado y de carne; aspecto relevante en una provincia ganadera por
excelencia. Por su lado, también presionaron a la factoría de la ciudad para reducir el precio
del tabaco; tema generalizado en las propuestas rebeldes de los poblados ya estudiados. A
diferencia de El Salvador, en Nicaragua resurge un tema de carácter social sumamente
interesante, la supresión de la esclavitud, en una provincia de mayoría mulata, seguros
descendientes de esclavos negros. Como vimos, se detectaron algunos problemas étnicos y
sociales, como el temor que manifiestan los criollos ante un ataque general contra los
“blancos”.
Granada y Masaya: En la encrucijada
La problemática se tornó más difícil cuando, la mayoría de los miembros
expulsados del cabildo de Granada, formaron casa aparte y se dirigieron a la cercana villa
de Masaya. Estas nuevas condiciones profundizaron mas la crisis interna que vivía Masaya,
66 Ibíd. 67 Cabezas, Horacio, Ibíd, p. 18.
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donde la rivalidad entre indígenas y ladinos se estaba acrecentando. Los indígenas se
habían presentado en Granada meses atrás quejándose del maltrato que sufrían de las
autoridades locales y de los ladinos, lo que, sumado a la presencia del cabildo expulsado en
su villa, se intentó mediatizar el problema, se nombró como árbitro al padre Soto; a pesar
de ello, se abrió fuego contra los naturales cuyo grupo: “…esperaba la protección en casa
de su delegado y lograron dar muerte a más de sesenta.”68 Realmente, en esta coyuntura
no se apoyó alguno a los indígenas, muchos de los cuales decidieron pasar a Granada y
permanecer en ella hasta abril de 1812, en momentos en que había violencia en esta ciudad.
Internamente, en Masaya, villa que pertenecía a la jurisdicción del partido de
Granada se presentaron días antes los primeros síntomas de disconformidad. La primera,
como se ha visto es la presencia en Granada de un grupo de indígenas de Masaya y la
segunda es el cuestionamiento –especialmente de los indígenas− de la prisión de don José
O´Horán, criollo principal y supuesto líder rebelde69. Estas dos condiciones y la muerte de
los indígenas, empeoró la situación a tal punto que se temía una invasión de los indígenas
de Masatepe quienes apoyaban a los de Masaya; ante lo cual el Comandante de Masaya
solicitó el apoyo militar de Granada, lo que fue denegado por el cabildo rebelde. Así,
tomando como apoyo la Octava, Novena, Décima, Título IV, Libro III de la Recopilación
de Indias que indicaba que estaba prohibido enviar armas en contra de los indígenas70.
Ahora bien, ¿qué se proponían los granadinos? Se nota en primer término que un
problema de orden doméstico se convirtió desde este momento en un asunto de la provincia
y de todo el Reino como tal. El nuevo cabildo se negaba a ayudar con tropas a las
autoridades de Masaya, el encarcelamiento de prominentes vecinos opositores al cabildo
68 “Sucinto relato…” Ibíd., p. 240. Aunque Ayón habla de nueve muertos y otros tantos heridos, Ayón, Ibíd., p. 469 y Gámez por su parte dice que los ladinos hablan de nueve muertos pero que los indios aseguran que fueron sesenta. Gámez, J.D. Ibíd., p. 91. 69 Según Ayón, sorprende a las autoridades granadinas la forma cómo los indígenas de Masaya se introducen hasta la plaza principal de Granada.
70 Ayón, Tomás, Ibíd., p. 469. Otro argumento de Granada fue decir que si prestaba auxilio a Masaya, la ciudad quedaría en desamparo ante cualquier eventualidad. Lo anterior confirma más a las autoridades reales de la decisiva rebelión generalizada en la ciudad.
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rebelde y el apoyo solapado –y temeroso− a los indígenas de Masaya solo contribuyeron a
empeorar la situación.
Represión y resistencia
La represión inició con tropas de Honduras que, ya habían controlado León. Desde
Masaya, atacaron sorpresivamente Granada. Estas milicias traían la orden de someter a los
rebeldes en forma pacífica, según consta en un documento firmado por el propio capitán
general Bustamante y Guerra: “…no se exponga las armas del Rey a avance en que salgan
desairadas; que su mérito consiste en la pacificación sin efusión de sangre, que en los
pueblos acuerde sus providencias de pacificación con los jueces y curas del lugar; y que en
los casos de necesidad resolviese sin consulta por la distancia; que agotados todos los
arbitrios y solo en el último e inesperado caso, use el fuego, etc., etc.”71.
A partir de ese momento se desató la mayor violencia en Granada; primero, en la
Casa de la Pólvora donde hubo un muerto y un herido de parte de quienes vigilaban la
ciudad, después de esto se procedió a tomar el mencionado edificio, las armas de los
centinelas, que, según el testimonio de don Antonio de la Cerda huían hacia Jalteva. Aún en
estas condiciones de desventaja, los granadinos resistieron algún tiempo; no obstante, tales
condiciones fueron cercando a los rebeldes, limitándolos al centro de la ciudad y los
criollos rebeldes que habían tomaron parte en la defensa de la ciudad en un primer
momento, buscaron refugio en casa del Adelantado de Costa Rica don Diego Montiel.
Es de observarse que, la resistencia más directa y prolongada recayó en manos de
los sectores populares de la ciudad. Ayón menciona que unos cuatrocientos hombres
participaron, entre los que se encontraban unos grupos pertenecientes al batallón de la
71 De lo anterior se deduce que si bien es cierto, las órdenes consistían en evitar la violencia, también existe un portillo –muy apropiado en estos casos− que permitía la misma; los argumentos para justificar el ataque militar a Granada en el mes de abril de 1812 fueron válidos por las autoridades, prueba de ello es la represión que sufrieron posteriormente los líderes rebeldes.
23
ciudad y otros, llamados “paisanos”. Entre ellos, los reconocidos como Roblero, Chiso
Cajina, “los del tambor” entre ellos Demetrio Peña. Se señaló por ejemplo que el artillero
Robledo decidió atacar a la tropa72. Aunque los datos son confusos, todo indica que en un
primer momento la resistencia fue efectiva, sobre todo cuando se repartieron armas y se
levantan las trincheras y baterías en puntos importantes de la ciudad. Esto también se
deduce por la huída de una parte de la “tropa blanca” (oficiales) y la “negrada” hacia
Masaya en busca de más refuerzos. Algunos miembros de la tropa real continuaron
enfrentando a los rebeldes y saqueando la ciudad.
Ahora bien, mientras los criollos y demás peninsulares se encontraban protegidos en
casa del Adelantado, ¿qué actitud tomaron los llamados “paisanos”? Los sectores
populares, con armas en las manos y un cañón de 25 se dirigieron por la noche (23-4-1812)
a casa del Adelantado e intentaron darle fuego al inmueble. Sus intenciones −según se
dice− consistían en: “…pasar cuchillo a todos los blancos por sospechosos que de ellos
temían que los vendiesen…”73 De esta forma se deduce que el cabildo rebelde de Granada
perdió el control de la situación y buscó protección tanto, de las tropas invasoras como de
la llamada “plebe rebelde”74.
Cercados entre dos fuegos, los cabildantes rebeldes recibieron presiones para firmar
un acuerdo de pacificación con el Comandante Gutiérrez; de esta forma, el día 22 de abril
entraron en conversación los miembros del Cabildo con los delegados de la Corona,
teniendo como mediador al Padre don José Joaquín González. Como veremos, dicho
acuerdo tuvo un carácter desigual y representó el momento de rendición formal de la ciudad
de Granada. Este comienza ofreciendo su lealtad a la religión y al rey, en ese momento
ausente, aduciendo que: “…los habitantes de Granada no habían infringido los principios
de Gobierno que regían en la Monarquía española”75. A su vez, llegaron al acuerdo de
desarmar la ciudad en su totalidad y a retirarse los vecinos a sus casas, lo mismo que las
tropas regresaron a Masaya a sus cuarteles.
72 Pérez, Jerónimo. “Biografía de don Manuel Antonio de la Cerda”. Próceres, Tomo II, No. II, (1912), p. 44. 73 Ibíd. 74 También asegura que: “…masticaban dar fuego a la pólvora toda en más de 60 cajones que estaban en la Sala de Armas para volar la ciudad y sus habitantes.” Ibíd. 75 Ayón, Tomás. Ibíd., p. 477.
24
En estos términos también se llegó a otro acuerdo crucial, pero luego incumplido, en
el cual el comandante de las tropas, Gutiérrez: “…se obligaba a que quedasen existentes y
en actual ejercicio de sus funciones el muy noble y leal cabildo de Granada, su justicia y
regimiento, cuya principal y civil autoridad sería obedecida y respetada en todo cuanto
ordenase…”76 También se llegó al acuerdo de no tomar represalias en contra los vecinos
participantes, ni en forma personal ni en sus bienes y otras disposiciones de carácter formal.
Después de la firma de tal acuerdo, el movimiento de Granada comenzó su etapa de
represión final; la entrega de todas las armas y la permanencia de las tropas en la ciudad
acaban con el movimiento rebelde. Luego se procedió con gestos simbólicos de lealtad y
vasallaje cantándose en Te Deum Ladamus jurándose los dos grupos rivales de Granada un
“eterno olvido”77.
Por su lado, en la capital del Reino, Bustamante y Guerra ordenaba la más fuerte
represión contra el cabildo insurgente. En efecto, a principios del mes de mayo de 1812, el
Capitán General nombró un jefe militar en la provincia: “…para averiguar los motores a
cabezas y las que con mano armada hicieron formal resistencia a las tropas del Rey, el día
31 de abril, pues tan horrendo delito no puede ser comprendido en el indulto general
publicado en los demás lugares donde hubo conmociones populares”78.
Se procedió a suspender a todas las personas que tuvieren puestos públicos y que
hubieran participado en las acciones rebeldes. De tal manera que los cabildantes del año
1811 regresaron a sus puestos, tomando prisioneros a los capitulares del cabildo rebelde el
día ocho de junio de 181279. El proceso de encarcelamiento de los rebeldes se realizó entre
los meses de junio, julio y agosto, incluso en momentos en que se conoció en Granada la
publicación de la Constitución de Cádiz80.
76 Ibíd., pp. 478-479. 77 “Sucinto relato…” Ibíd., p. p. 255-256. 78 Ibíd., p. 257. 79 Dichas prisiones no se llevaron a cabo en el mismo momento; algunos de sus líderes huyeron a sus haciendas y otros se ocultaron en distintos lugares. Otros, aludiendo a problemas de salud fueron mantenidos en sus casas bajo estricta vigilancia. En el mes de julio se procedió al embargo de bienes a pesar de lo pactado con el Comandante Gutiérrez.
80 Una serie de temblores que se experimentaron a partir del 29 de junio vinieron a empeorar la situación de los presos, algunos de los cuales fueron acusados de intento de fuga. Otros, los que se fugaron, intentan una nueva conmoción, liderada por el mulato Gregorio Robledo y se dice pretendían asesinar al Comandante
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Sin duda la represión en Granada involucró a la élite rebelde especialmente; no
obstante, encontramos en los listados algunos “paisanos” o gente del pueblo que participó
activamente81. A su vez, podemos afirmar que ninguna otra población del Reino de
Guatemala fue tan ferozmente reprimida como Granada; pero tampoco ninguna presentó
una resistencia tan fuerte como ésta. La falta de organización y de planteamientos
específicos; así como la fragmentación del grupo dominante granadino provocaron el
fracaso de los rebeldes82.
Los presos llegaron a la capital del Reino el día 14 de agosto de 1812, después de un
mes de travesía y fueron depositados en las cárceles más seguras de la ciudad. Entre tanto,
en Granada, persistía el descontento popular contra las autoridades españolas y en
particular contra las tropas reales. A escasos siete meses de haber salido los presos de
Granada se sospechó de una nueva insurrección. En efecto, se dice que en el mes de marzo
de 1813, un grupo liderado por don Nicolás de la Rocha, don Melchor Bermúdez, don
Gabriel Herrera y don Cornelio Guerrero pretendieron apoderarse de las armas, poner a los
presos en libertad, despojar a los empleados y sustituirlos por adeptos, tomar puntos
militares en especial el fuerte de San Carlos.83 Aunque no existe mayor información sobre
dicho plan, esto es presumible en una ciudad donde la resistencia fue tan grande y la
Palomar y otros custodios. Pocos días después, Robledo logró escapar a la represión y huyó a las montañas de Boaco.
81 La lista de los rebeldes que se envían a Guatemala se compone de una primera y una segunda partida. Los primeros son: don Miguel Lacayo, don Juan Argüello, don Juan Espinoza, El Adelantado de Costa Rica, don Manuel Antonio de la Cerda, don José Telésforo Argüello, don Joaquín Chamorro, don Pío Argüello, don León Molinar, don Juan Cerda, don Francisco Vargas, don Francisco Cordero, Presbítero don Benito Soto, don Narciso Hernández. En la segunda partida se anotan: don Juan Ignacio Marenco, el Licenciado don José Manuel Cerda, don Cleto Bendaña, don Vicente Carrillo, José Cruz Mesa, Leandro Cuadra, Juan Pío Núñez, Feliciano Bendaña, don Mariano Marenco, don Eduardo Montiel, don Ignacio Ugarte, don Juan Marín Solórzano. “Sucinto relato…” Ibíd., pp. 70-71. Otro testimonio nos dice que a doña Josefa Chamorro se le eleva juicio por haber cooperado en la resistencia de Granada, así como de ofrecerle hospitalidad a los rebeldes don Miguel Lacayo, don José Telésforo Argüello, don Juan y don José Manuel de la Cerda, don Joaquín Chamorro y otros. Se le acusó además de ocultar pólvora y sacos de metralla. Se desconoce en que termina el proceso. Ayón, Tomás, Ibíd., pp. 485-486. 82 Uno de los aspectos más resonantes en ese momento fue la situación legal de los presos ya que los delitos se consideraron de carácter militar. Algunos de ellos fueron condenados a muerte y enviados a la Capital del Reino en julio de 1812, bajo estrictas medidas de seguridad y en condiciones inhumanas. El largo camino del destierro y la cárcel sufrido por ellos fue una prueba de la feroz represión que sobre ellos pesó; encadenados, con grilletes en los pies y escasamente alimentados empezaron su peregrinación, aún en momentos en que regía la Constitución de Cádiz. 83 Ibid., p. 487-488.
26
represión muy dura; se procedió luego a enviar algunos prisioneros de esta conspiración al
Castillo de San Carlos, otros a prestar servicios y, las mujeres a casa de reclusión.84
Por otro lado, se desconoce en detalle cómo evoluciona el descontento social en
Granada, pero puede suponerse que si bien mermó la expresión directa –y violenta− de la
protesta, el malestar continúa años después. A su vez, la crítica situación de los presos
granadinos en las cárceles de Guatemala, así como la de sus familias en Nicaragua, provocó
un gran sentimiento de solidaridad especialmente de los sectores criollos centroamericanos.
En la capital, la Conspiración de Belén de 1813 estuvo motivada en gran medida por la
indignación que produjo la represión contra los “presos de Granada”, lo mismo
manifestaron los criollos salvadoreños nuevamente levantados en enero de 1814.
Con relación a estos problemas, podría inferirse que, ahí donde las pugnas entre
élites desbordaron el orden institucional del cabildo y este perdió el control sobre los
grupos subalternos, estos últimos expresaron su descontento en las calles y propugnaron
por intereses más de corte económico y social que de tipo político. De esta forma, y aun
tomando sus distancias, podríamos comparar el caso de Granada con el de Metapán en El
Salvador85. En efecto, aunque todos los movimientos sociales analizados tuvieron su origen
–en cierta forma− en los problemas internos de los cabildos locales, fue en estas dos
poblaciones donde se presentaron condiciones válidas para la comparación. Ambas eran
localidades prósperas en los siglos XVIII y XIX, con una composición étnica similar y con
fuertes grupos dominantes que expresaban su poder en el interior del cabildo y de la
comunidad en general. Tanto en Metapán como en Granada, las pugnas intra-élites
sobrepasaron los límites formales y provocaron que los sectores subalternos –aliados de
unos u otros− se expresasen en las calles. La participación popular fue más numerosa y al
final, lograron manifestarse en forma autónoma; en Metapán, atacando y saqueando todos
los símbolos fiscales y en Granada, primero, exigiendo su propio representante, expresando
sus propias reivindicaciones y finalmente, ofreciendo resistencia a las tropas que invadieron
la ciudad. Además, en ambas localidades la represión oficial fue mucho más ruda que en las
84 Se menciona a don Nicolás de la Rocha, don Melchor Bermúdez, don Pedro Guerrero, don Blas Mora, Gabriel Herrera, don Cornelio Guerrero, don Manuel Castillo, Feliciano Borge y las mujeres María Gregoria Robledo y María Ulloa, condenadas estas dos a un año de reclusión. 85 Véase: Payne, Elizet. Ibíd.,
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capitales provinciales por ejemplo, San Salvador y León; basta recordar el largo juicio
llevado a cabo contra Juan de Dios Mayorga y la prolongada represión que sufrieron los
“presos de Granada”, en las cárceles de Guatemala.
La onda expansiva: Los movimientos en otras poblaciones de Nicaragua
Como ha sido anotado, el sentimiento generalizado de descontento contra las
autoridades españolas que gobernaban en estas provincias ístmicas desde el año 1811, tiene
su correspondencia con las condiciones propias o locales que existen en cada poblado. Una
de las primeras reacciones ante los sucesos de Granada se presentó dos días después en la
Villa de Nicaragua, hoy ciudad de Rivas. Esta, perteneciente a la jurisdicción del partido de
Granada, obtuvo su título de villa en el año 1717, aunque su sede original pertenece a un
antiguo asentamiento indígena. En los siglos XVIII y XIX su economía giraba alrededor de
la producción cacaotera, ganadera y, por su localización geográfica –en la estrecha faja de
tierra que divide al lago de Nicaragua con el Océano Pacífico− era también una importante
zona de paso hacia Nicoya, Costa Rica y Panamá. Para el año 1778, Germán Romero le
confiere unos 11,637 habitantes de los cuales 538 son españoles, 7152 mulatos, 554
mestizos y 2664 indígenas86.
El movimiento en esta villa acaeció el día 23 de diciembre de 1811 y fue organizado
en los barrios de Potosí, Obraje y la parcialidad indígena de San José. La primera
manifestación de la protesta se presentó a las 11:30 de la noche en un crecido número,
solicitando que el mando de la ciudad pasase a manos del teniente retirado don Félix
Hurtado, líder del movimiento. A partir de ese momento se le otorgó libertad a los presos
rompiendo violentamente las puertas de la cárcel, y se formó una junta gobernante
compuesta por criollos, al igual que las ciudades de San Salvador y León.
Entre las primeras reacciones que se presentaron estuvieron los sucesos de la villa
de Nicaragua, fue la reacción contra las autoridades hispanas, obligadas a renunciar. Pero
no todo queda aquí ya que el movimiento en esta villa tenía fuertes motivaciones 86 Cerca de un 61.4% de la población era mulata, 22.8% indígena, 4.6% española y un 4.7% mestiza. Romero, Germán, Ibíd., p.180.
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antifiscales: se depuso al administrador de correos, al tercenista de la renta de tabaco, lo
mismo que de la pólvora, el papel sellado, los naipes; símbolos sin duda de la extracción
fiscal de la Corona. Según los datos no hay expresiones contra el rey sino contra sus
representantes. Es más, sostuvieron la siguiente consigna: “Religión, Rey y Patria.” (R R y
P)87.
Retomando el tema de las reivindicaciones vemos que también se presentaron en
Rivas solicitudes relativas al tributo indígena, donde se exigió por parte de los nativos que
estos fueran cobrados con justicia, pidiendo además la extinción de los mandamientos88. De
hecho, en la villa de Rivas el movimiento indígena fue importante; a diferencia de Granada
y León.
Por otro lado, las reivindicaciones involucraron a otros grupos sociales, en especial
a los mulatos y mestizos –mayoritarios en población−, los cuales insistían en una reducción
al 2% de la alcabala, abolición a impuestos de salida, que se rebajara el precio del tabaco
(entre dos y cinco reales), así como el papel sellado. Se solicitó además, que la pólvora se
expandiera a cuatro reales la libra, que se extinguiera el estanco de los naipes, así como el
del aguardiente y que se derramara el licor existente. El requerimiento a la aplicación de
una “justicia neutral” cobró fuerza al solicitar que los administradores españoles de todos
esos rubros mencionados rindieran cuentas de sus caudales89.
En general, una petición que le confirió su particularidad a la provincia de
Nicaragua y en este caso, a la villa de Nicaragua fue la solicitud de la abolición completa de
la esclavitud90. No contamos con un estudio específico sobre el problema de la esclavitud
en Nicaragua en esos momentos, sin embargo, las fuentes indican que desde finales del
siglo XVIII e inicios del XIX la manumisión y por ende la existencia de negros y mulatos
libres era más frecuente. Otra petición interesante en el caso de Rivas –y en general en
Nicaragua− se refiere a los impuestos y restricciones a la matanza, abasto y precio del
87 También pedían que se prohibiera a los europeos ser pulperos. Ayón, Tomás. Ibíd., p. 456. 88 Pedían que no se pagara más de cuatro reales los solteros, dos a los casados, que se les restituyeran los rezagos de siete años pues se elevaba a catorce, diez y ocho y veinte y un reales. Ayón, Tomás. Ibíd., p. 455. 89 Ibíd. 90 Ibíd., p. 456, Gámez, José D. Ibíd., p. 87, Cabezas, Ibíd., pp. 17-18.
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ganado en pie y en carne, los cuales se solicitaba, podían destazar los vecinos donde se
señalare; así como que su precio fuera reducido a tres reales por cada tres libras91.
En el plano político, al igual que en León, fue un sacerdote la persona nombrada
presidente de la junta rebelde; el vicario don Rafael de la Fuente, fue quien avaló las
reivindicaciones populares en los momentos de mayor fervor; no obstante se desconoce el
alcance de tales acuerdos. Las acciones rebeldes en Rivas llegaron a su final con un
llamado general a un acto religioso en el cual el presidente de la Junta, neutralizaba el
movimiento. Vale decir que el obispo de Nicaragua, García Jerez manifestó su confianza a
de la Fuente de manera que aseguró en la siguiente carta: “La villa de Rivas ha
correspondido a mis esperanzas.” El movimiento de Rivas influyó en el malestar
manifiesto días después en Nicoya y Cartago, aspecto que no se analiza en este trabajo.
No fue una casualidad que el día ocho de enero de 1812, en momentos en que
recrudecía la situación en Granada, en el fuerte de San Carlos, −localizado en la entrada al
río San Juan por el Lago de Nicaragua−, las milicias se rebelaran en un número de
cincuenta y nueve, contra su comandante don José Anselmo Barrios. Aunque este
movimiento es escasamente mencionado, llama la atención que sea en esta guarnición
española donde se encontraba preso el líder de Masaya O´Horán. La fortaleza fue tomada
durante dos escasas horas, ya que, al recibir apoyo del Castillo de San Juan se logró
neutralizar a los rebeldes. A pesar de que no se logró mantener el fuerte por parte de los
rebeldes, se nota que el liderazgo provenía de los granadinos; lo más interesados en tomar
la vía del Lago y río San Juan, dados sus intereses comerciales legales e ilegales que
mantenían a través de él. Además, por dicho río no sólo circulan productos sino hombres e
ideas; aspecto que las autoridades sospechaban pero que están escasamente probadas.
Por su lado, en Nueva Segovia, antiguo distrito minero y maderero localizado en el
norte de la provincia, se presentaron algunas manifestaciones de la coyuntura general que
vivía Nicaragua. Localizada en una región montañosa y despoblada, alejada de los
principales centros de la provincia, se caracterizaba por su “general ruina” ya desde 1780.
Se informa que al finalizar el siglo XVIII su población se caracterizaba por la vieja
91 Ayón, Tomás, Ibíd., p.456.
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dicotomía entre blancos e indígenas –aunque existían los ladinos, estos eran menos
importantes numéricamente− poblando los primeros el centro de la ciudad y por supuesto,
ejerciendo los principales cargos públicos. Las noticias de los sucesos de León llegaron a
Nueva Segovia cuyo cabildo “…de españoles ha sido el primero en reconocer el gobierno
del Reverendo Obispo…”92 sujetándose con ello a las disposiciones de León. A su vez, esta
ciudad servía como contención en la zona fronteriza con Honduras y la Mosquitia, por lo
cual el obispo informó que esta “…resiste fuertes tentaciones y (…) sirve de dique a los
lugares vecinos”93.
A la vez, los vecinos de Nueva Segovia elevaron sus propias peticiones: por un lado
solicitaron que se les abriera una Casa de Rescate, dada la existencia de minas en esa
población; y por otro, pedían que se les permitiera la siembra de tabaco ya que las
condiciones del suelo así lo permitían94. El cabildo de Nueva Segovia solicitó que se
prohibiera a los ladinos vivir en los pueblos de indios, así como el matrimonio entre castas,
viejo problema que se cargaba desde siglos anteriores.
Existen evidencias sobre la insubordinación en los poblados del partido de
Chontales, entre ellas Teustepe, Acoyapa y Juigalpa; según parece, en el primer sitio se
procuró levantar a las milicias para apoyar a los rebeldes de Granada en la resistencia
contra las tropas del Rey. También se constata en estos poblados la fragmentación de los
grupos dirigentes locales, posiblemente relacionada con los asuntos de Granada, pues esta
ciudad era muy influyente en la banda oriental del Lago de Nicaragua.95
Conclusiones
El fracaso y la consecuente represión de los movimientos sociales en esta provincia
no es un indicador que nos señale la total pacificación de esta. En efecto, los años
92 “Informe del Capitán General de Guatemala al Secretario de Gracia y Justicia”. Fernández, León. Documentos…, Ibíd., p. 20. 93 Ibíd., p. 28. 94 Ibíd. 95 Esta élite se había expandido hacia Chontales en busca de tierras para dedicarlas a la actividad ganadera. También esta región se había convertido en un punto crucial para el comercio clandestino con los zambos e ingleses establecidos en la costa del Caribe.
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siguientes −1813-1821− son significativos tanto desde el punto de vista político como
social y económico. Uno de los principales cambios en el ambiente político fue la
promulgación de la Constitución de Cádiz en marzo de 1812, la cual, como se ha visto
anteriormente, fue recibida con grandes festejos y mayores esperanzas por la población en
general y por los criollos en particular. Así mismo, en el año 1814 se recibió en León al
nuevo Intendente don Juan Bautista Gual y en el mismo año se instaló la Diputación
Provincial de León compuesta por personas que participaron en los anteriores movimientos.
Entre ellos, don Joaquín Arrechavala, don Domingo Galarza, don Pedro Chamorro, don
Vicente Agüero, don José Carmen Salazar y el licenciado don Juan Francisco Aguilar.96
Favoreció a Nicaragua la nueva Diputación pues esta institución le concedió mayor
autonomía en el plano local. De tal forma que, esta provincia llegó a proponer ante las
Cortes que se le concediera la Categoría de Capitanía General y de Audiencia a la vez, lo
cual efectuó ante las Cortes en marzo, a escasos meses de la abolición de esta carta por
Fernando VII en mayo de 1814. Se debe recordar además, que la erección de la Intendencia
de León al finalizar el siglo XVIII abrió los portillos para que esta provincia intentase
alejarse del control guatemalteco.
Tampoco desaparecieron las reivindicaciones de carácter económico y social. Tanto
en las Cortes –con su diputado don Antonio López de la Plata− como en el propio reino, los
habitantes de Nicaragua propusieron un mejor trato para sus productos y sobre todo con
relación a los salarios, los impuestos y otros recargos. De tal forma que se elevó una
petición ante la Corte de “…imponer un cuatro por ciento sobre el medio de avería a todos
los artículos nacionales que se introdujesen en esos territorios, y un siete sobre los
extranjeros, aboliéndose los establecidos con otros nombres; y que cuando se hiciese
comercio directo con las colonias, se impusiera un diez por ciento al dinero que se
exportase y un quince al que se introdujese”97.
En fin, no cabe duda de que existían condiciones generales que originaron los
movimientos de protesta en Nicaragua y en el resto del istmo, a saber; la situación de la
Corona ante la invasión de Napoleón Bonaparte, el ímpetu de las ideas liberales en todas las
96 Ayón, Tomás. Ibíd., pp. 492-494. 97 Ibíd., p. 495.
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colonias españolas, la crisis económica generalizada desde finales del siglo XVIII y
principios del XIX; factores todos que nos marcan un contexto global. No obstante, no debe
perderse de vista las condiciones internas especialmente dentro de los cabildos locales y los
intereses políticos y económicos de las élites que los componían.
En León, el movimiento del trece de diciembre de 1811 fue una consecuencia
inmediata de los sucesos de San Salvador, por lo que en sus reivindicaciones hubo mucho
parecido; no obstante, se hace necesario reconocer las condiciones y reivindicaciones
particulares o locales. En Granada en cambio, las motivaciones de la revuelta surgieron en
el interior del grupo criollo dominante y, las reivindicaciones de los sectores populares se
expresaron con mayor autonomía dada la fragmentación del grupo dirigente lo que permitió
a la comunidad defender sus derechos y plantear por sí misma sus peticiones. La debilidad
de la dirigencia criolla en la última etapa de enfrentamiento también le otorgó a este grupo
un papel defensivo bastante particular, en el momento de la represión española.
Bien lo percibía Bustamante y Guerra en un informe al Consejo de Regencia
fechado en el año 1813: “Se iba delatando el fuego por toda la extensión de la provincia,
pero causas iguales a las que lo apagaron en San Salvador, concurrieron a extinguirlo en
la de Nicaragua”.