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IV HACIA UNA AMISTAD TRIANGULAR: LAS RELACIONES ENTRE ESPAÑA, ESTADOS UNIDOS Y PUERTO RICO 1 Miguel Ángel Puig-Samper*, Consuelo Naranjo* y María Dolores Luque** *Instituto de Historia, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Madrid **Centro de Investigaciones Históricas, Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras 1 Queremos agradecer la ayuda prestada a lo largo del proyecto de investigación a diferentes perso- nas que desde las instituciones han contribuido a su realización, así como a Nieves Gómez, del Depar- tamento de Historia de América del Instituto de Historia del CSIC y a Isabelle Bancheraud por su ayu- da en los trabajos de trascripción y búsqueda bibliográfica. Asimismo, el apoyo en Puerto Rico de Gervasio García, Mª de los Ángeles Castro, Luis Sánchez Raffucci, Libia González, Luis Ferrao, y en España de Loles González-Ripoll y Salvador Bernabéu ha sido, como siempre son los amigos, una gran ayuda durante la realización de este estudio. A Inés y Gonzalo por las horas de juego robadas.

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HACIA UNA AMISTAD TRIANGULAR:LAS RELACIONES ENTRE ESPAÑA, ESTADOS UNIDOS

Y PUERTO RICO1

Miguel Ángel Puig-Samper*, Consuelo Naranjo* y María Dolores Luque***Instituto de Historia, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Madrid

**Centro de Investigaciones Históricas, Universidad de Puerto Rico, Recinto de

Río Piedras

1 Queremos agradecer la ayuda prestada a lo largo del proyecto de investigación a diferentes perso-nas que desde las instituciones han contribuido a su realización, así como a Nieves Gómez, del Depar-tamento de Historia de América del Instituto de Historia del CSIC y a Isabelle Bancheraud por su ayu-da en los trabajos de trascripción y búsqueda bibliográfica. Asimismo, el apoyo en Puerto Rico deGervasio García, Mª de los Ángeles Castro, Luis Sánchez Raffucci, Libia González, Luis Ferrao, y enEspaña de Loles González-Ripoll y Salvador Bernabéu ha sido, como siempre son los amigos, una granayuda durante la realización de este estudio. A Inés y Gonzalo por las horas de juego robadas.

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LAS RAÍCES REMOTAS DE UN PROYECTO CULTURAL:LA JUNTA PARA AMPLIACIÓN DE ESTUDIOS E INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS

La búsqueda del nacimiento de una idea o de un proyecto cultural como el dela Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (JAE) podríallevarnos hasta los procesos más renovadores desde el punto de vista intelectualque se dieron en el Renacimiento español y más tarde en la Ilustración, siempreque nos situemos en la obsesiva y recurrente preocupación de la inteligencia espa-ñola por acercarnos a la modernidad europea y distanciarnos de los fenómenos deaislamiento tan queridos por algunos gobernantes españoles, desde Felipe II hastaFernando VII.

Sin alejarnos tanto en el tiempo y diez años después de la muerte del últimomonarca mencionado, en 1843, se produjo un hecho aislado pero de suma impor-tancia en el panorama intelectual español como fue el viaje de Julián Sanz del Río,pensionado a Alemania para hacerse cargo de una cátedra de Historia de la Filoso-fía en la Universidad Central de Madrid. Sanz del Río importó para España la filo-sofía idealista de Krause, aunque adaptada a la idiosincrasia hispánica, de tal mo-do que esta nueva ideología penetró profundamente el alma de nuestra universidady la de muchos intelectuales, como ya indicaron en su momento Elías Díaz y Ló-pez Morillas, entre otros.2

F.J. Laporta ya avanzó cómo en la búsqueda de los orígenes culturales de laJAE había que llegar hasta Sanz del Río y sus discípulos, como Fernando de Cas-tro y especialmente Francisco Giner de los Ríos, quienes en su enseñanza universi-

2 Sobre el krausismo y la Institución Libre de Enseñanza véanse los estudios de Juan López Mori-llas, El krausismo español, México, Fondo de Cultura Económica, 1980; Elías Díaz, La filosofía social

del krausismo español, Madrid, Edicusa, 1973; Juan José Gil Cremades, Krausistas y liberales, Ma-drid, Seminarios y Ediciones, S.A., 1975; Antonio Jiménez-Landi, La Institución Libre de Enseñanza,Madrid, Taurus, 1973; Vicente Cacho Viu, La Institución Libre de Enseñanza, Madrid, Rialp, 1962.

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taria y en su creación institucional –la Institución Libre de Enseñanza-, impusie-ron la impronta de un nuevo estilo ético antidogmático, tolerante en el terrenoideológico y religioso, aunque claramente marcados sus objetivos por la idea deque una educación integral lograría el cambio deseado en la sociedad española, pa-ra lo que evidentemente había que empezar por formar buenos profesores, unaidea que conectaría a la perfección con la del envío de pensionados al extranjerode la JAE, preocupada además por la europeización de España y la importación desaberes científicos.3 Podría parecer además que poco tendrían en común aquellalegión de metafísicos idealistas que participaron en la revolución de 1868 con losserios científicos que se agruparon en la JAE buscando la regeneración de Españatras el desastre colonial y la recuperación del prestigio cultural perdido, pero la co-nexión es evidente. Los nuevos institucionistas formaban parte de una segunda ytercera generación postgineriana, más cientifista y ciertamente apegada a una nue-va filosofía cercana al positivismo –lo que Diego Núñez llama krausopositivis-mo–4, menos revolucionaria en el sentido político y más reformista, ligada a losmovimientos liberal-progresistas, pero siempre marcados por la figura emblemáti-ca del abuelo (Francisco Giner de los Ríos) y la rígida ética institucionista, muybien representada en la JAE por la figura de su secretario, José Castillejo.

Junto a esta línea institucionista hay que destacar también que el llamado mo-vimiento regeneracionista, en el que figuraron Joaquín Costa, Ricardo Macías Pi-cavea, Lucas Mallada, etc., como portavoces más autorizados, junto a literatos co-mo Azorín, Baroja, Valle-Inclán, o científicos como Santiago Ramón y Cajal –elfuturo presidente de la JAE– o José Rodríguez Carracido, convergió en su preocu-pación por la educación y el europeismo, algo que sin duda facilitó la futura crea-ción de la JAE, llamada por Cacho Viu el «logro tardío de la Institución Libre deEnseñanza», una afirmación que parece cierta cuando revisamos la corresponden-cia entre Giner, Castillejo, Moret, Cossío, entre otros intelectuales, donde pareceestar tejida claramente la futura institución.5

De hecho José Castillejo ya ocupaba un puesto relacionado con las pensionesal extranjero en el nuevo Ministerio de Instrucción Pública (creado en 1900), cuan-do el 11 de enero de 1907 se decretó la creación de la JAE por el ministro AmalioGimeno. José Subirá destacaba en 1924 cómo en los párrafos previos del real de-creto se insistía en la importancia de terminar con el aislamiento para enlazar conla ciencia europea, además de preparar al personal encargado de las reformascon el contacto exterior, la difusión de su obra en América –algo que no era tan

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3 Francisco J. Laporta, Alfonso Ruiz Miguel, Virgilio Zapatero y Javier Solana, «Los orígenes cul-turales de la Junta para Ampliación de Estudios», Arbor, CXXVI, nº 493, enero, 1987, pp. 17-87. Labibliografía más relevante sobre la JAE puede verse en el mismo número de Arbor en un artículo de Te-resa Rodríguez de Lecea, «Nota bibliográfica sobre la J.A.E.», pp. 89-97. Habría que añadir la impor-tante obra de José Manuel Sánchez Ron (coord.), 1907-1987. La Junta para Ampliación de Estudios e

Investigaciones Científicas, 2 vols., Madrid, CSIC, 1988. Sobre la labor desarrollada por la JAE en ma-teria de relaciones culturales con el extranjero véase el libro de Justo Formentín Ibáñez y Mª José Ville-gas Sanz, Relaciones Culturales entre España y América: la Junta para la Ampliación de Estudios,Madrid, Mapfre, 1992.

4 Diego Núñez, La mentalidad positiva en España: desarrollo y crisis, Madrid, Túcar, 1975.5 David Castillejo (comp.), Epistolario de José Castillejo. Vol. I, Un puente hacia Europa (1896-

1909), 3 vols., Madrid, Editorial Castalia, 1997, pp. 307-409.

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claro en los primeros momentos– y sobre todo en considerar el esfuerzo de las re-formas como una empresa nacional, independiente por tanto de los vaivenes políti-cos y necesitada del concurso de intelectuales de diferente ideología.6

El día 15 del mismo mes se constituyó la JAE bajo la presidencia del ministrode Instrucción Pública y Bellas Artes, Amalio Gimeno, con presencia de SantiagoRamón y Cajal, que inmediatamente sería nombrado presidente de la JAE, JoaquínSorolla, Vicente Santa María de Paredes, Alejandro San Martín, Julián Calleja,Eduardo Vincenti, Luis Simarro, Ignacio Bolívar, Ramón Menéndez Pidal, JoséCasares, Adolfo Álvarez Buylla, José Rodríguez Carracido, Julián Ribera Tarragó,Leonardo Torres Quevedo, Victoriano Fernández Ascarza y José Castillejo, este úl-timo como secretario de la JAE, con ausencia de José Echegaray, Gumersindo deAzcárate, Marcelino Menéndez Pelayo, Joaquín Costa, José Marvá y José Fernán-dez Jiménez.

Las funciones que se encomendaban a la JAE, por un decreto del 22 de enero,eran las siguientes: El servicio de ampliación de estudios dentro y fuera de Espa-ña, las delegaciones en Congresos Científicos, el servicio de información extranje-ra y las relaciones internacionales en materia de enseñanza, el fomento de los tra-bajos de investigación científica y la protección de las instituciones educativas enla enseñanza secundaria y superior. Uno de los pilares básicos de la JAE fue su po-lítica de pensiones, esenciales para el desarrollo cultural y científico de España, dela que se beneficiaron –según Sánchez Ron– unas dos mil personas, que fueronpensionadas para trabajar en el interior, en Europa y en América, con dotacionesque oscilaban entre las 350 y las 650 pesetas mensuales.

Tres días después se producía un cambio de gobierno, con la presidencia delconservador Maura, quien nombraba para el Ministerio de Instrucción Pública aFaustino Rodríguez San Pedro, cuya misión respecto a la JAE fue siempre el inten-to de recortar su posible autonomía. Además, para muchos conservadores la cone-xión de la JAE con la antigua Institución Libre de Enseñanza era evidente y sospe-chosa; la mano del abuelo Giner en la creación de instituciones como el MuseoPedagógico, la JAE, la Estación de Biología Marina de Santander, etc.. preocupa-ba a los grupos más reaccionarios, quienes además intentaron enfrentar a algunossectores universitarios con la JAE.7

Junto a las instituciones y entidades que fueron creándose, hay que destacar laactividad académica e intelectual surgida en el seno de la Universidad de Oviedo,donde un grupo de profesores puso en marcha un programa americanista como«una empresa de cultura y difusión del pensamiento español en América». Dichaempresa fue anunciada por el Rector de la Universidad, Dr. Canella, en las cartasque en 1908 envió a las autoridades académicas. Rafael Altamira es el hombre quellevó a cabo con mayor intensidad este programa, un programa en el que la educa-ción y la cultura eran las piezas claves para la transformación de la sociedad y elacercamiento de los pueblos. Su formación krausista y positivista marcó toda su

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6 José Subirá, Una gran obra de cultura patria. La Junta para Ampliación de Estudios, Madrid,Imp. de «Alrededor del Mundo», 1924.

7 José Manuel Sánchez Ron, Cincel, martillo y piedra. Historia de la ciencia en España (siglos

XIX y XX), Madrid, Taurus, 1999, especialmente pp. 171-211.

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obra y su concepción de la educación y la historia. A pesar de que en muchos as-pectos sus postulados eran similares a los de otros intelectuales de la JAE, en estosprimeros años, cuando Altamira realiza su viaje por América y visita Cuba en1910 resalta el carácter académico de su estancia y del programa americanista, porel que se pretendía establecer un intercambio de doble dirección, indicando que nocontemplaba la españolización intelectual de América. Evocaba una «patria hispa-na común» sustentada en el espíritu común de ambos pueblos, que con un idiomacompartido debía de fomentar la unión y no el distanciamiento:

Hablamos en nombre de la España que quiere ser así, y que si no fuera así, preferiría de-jar de ser, y que apetece lavar sus culpas de imperialismos pasados y quiere ser ahora elporta-estandarte de la fraternidad entre las naciones, el mantenedor de los derechos na-cionales y del respeto á todas la independencias.8

LA CREACIÓN DEL CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

El 18 de marzo de 1910 se creaba en el seno de la JAE el Centro de EstudiosHistóricos, dirigido por Ramón Menéndez Pidal, como uno de los pilares de la ins-titución en tanto se fueron creando el Instituto Nacional de Ciencias Físico-Natu-rales, presidido por Cajal con la asistencia de Blas Cabrera, y la Residencia de Es-tudiantes. Las funciones atribuidas al nuevo Centro de Estudios Históricos, situadoen Madrid, fueron las siguientes:

• Investigar las fuentes, preparación de ediciones críticas de documentos inédi-tos, glosarios, monografías, obras filosóficas, históricas, literarias, filológi-cas, artísticas o arqueológicas.

• Organización de misiones científicas, excavaciones y exploraciones para elestudio de monumentos, documentos, dialectos, folklore, instituciones socia-les y cualquier tema fuente de conocimiento histórico.

• Organización de trabajos especiales de laboratorio en los que se iniciaría enlos métodos de investigación a un corto número de alumnos.

• Labores de apoyo a los pensionados dentro y fuera de España, con el objetivode que pudieran seguir trabajando a su regreso.

• Formación de una biblioteca para estudios históricos y establecimiento de re-laciones y cambio con centros científicos análogos en el extranjero.

El Centro de Estudios Históricos (CEH) se instaló en el Palacio de Bibliotecasy Museos, utilizando parte del local que ocupó el Museo de Ciencias Naturales,comunicando con la Biblioteca Nacional y el Archivo Histórico, hasta su trasladoa un pequeño hotel de la calle Almagro núm. 26, y el posterior de la calle Duquede Medinaceli, 4. En la Memoria de la JAE correspondiente a los años 1910-1911,aparecen como Secciones del CEH las siguientes:

• Instituciones sociales y políticas de León y Castilla, bajo la dirección deEduardo de Hinojosa.

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8 Rafael Altamira y Crevea, Mi viaje a América, Madrid, Librería General de Victoriano Suárez,1911, p. 433. Durante este viaje visitó 6 repúblicas: Uruguay, Argentina, Chile, Perú, México y Cuba;Rafael Altamira y Crevea, La huella de España en América, Madrid, Editorial Reus, 1924.

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• Trabajos sobre arte medieval español, bajo la tutela de Manuel Gómez Moreno.• Orígenes de la lengua española, bajo la dirección de Ramón Menéndez Pi-

dal. Aparecen entre sus colaboradores Américo Castro, Tomás Navarro To-más, Onís, Julián Paz, Solalinde, Gómez Ocerín, etc.

• Metodología de la Historia; trabajos de Seminario bajo la dirección de RafaelAltamira.

• Investigaciones de las fuentes para la historia de la Filosofía árabe española,dirigidas por Miguel Asín Palacios.

• Investigación de las fuentes para el estudio de las Instituciones sociales de la

España musulmana, bajo la dirección de Julián Ribera• Los problemas del Derecho Civil en los principales países en el siglo XIX, di-

rigido por Felipe Clemente de Diego.A estas secciones se añadirían más tarde otras dedicadas a la historia del arte,

bajo la dirección de Elías Tormo, a los estudios de filosofía contemporánea, dirigi-da por José Ortega y Gasset y a los estudios de filosofía semítica, bajo la responsa-bilidad de Abraham S. Yahuda.

Aparentemente el nuevo Centro de Estudios Históricos se volcaba especial-mente en las investigaciones históricas y filológicas propiamente españolas con unobjetivo claro: la búsqueda de la identidad española, que poco después se plasma-ría en los importantes trabajos de Menéndez Pidal y sus discípulos, así como en lacreación del Laboratorio de Fonética en 1911, por Ramón Menéndez Pidal, la Re-

vista de Filología Española, en 1914, la sección de Folklore dirigida por TomásNavarro Tomás, en 1916, y Archivo de la Palabra y las Canciones Populares en1930, bajo la dirección de Tomás Navarro, con la colaboración de Eduardo Martí-nez Torner.9 El Archivo de la Palabra fue un proyecto bastante ambicioso e innova-dor con el cual se recogió y rescató un legado importante de la cultura españoladesde el punto de vista lingüístico, fonético y folklórico (romances y música popu-lar); a ello hay se suma un valor añadido ya que en él se grabaron las voces de mu-chos de los intelectuales que son objeto ahora de nuestro estudio: Azorín, Juan Ra-

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9 José-Carlos Mainer, La Edad de Plata (1902-1939). Ensayo de interpretación de un proceso cul-

tural, Madrid, Cátedra, 1983; Javier Varela, La novela de España, Los intelectuales y el problema es-

pañol, Madrid, Taurus, 1999; José Portolés, Medio siglo de filología española (1896-1952). Positivis-

mo e idealismo, Madrid, Cátedra, 1986. Entre la abundante bibliografía sobre Menéndez Pidal y sus discípulos pueden consultarse los tra-

bajos de José Antonio Maravall, Menéndez Pidal y la historia del pensamiento, Madrid, Arial, 1960;Marcel Bataillon, «Don Ramón Menéndez Pidal (1869-1968)», Bulletin Hispanique, t. 71, 1969, pp.441-451; José Luis Gómez-Martínez, Américo Castro y el origen de los españoles: historia de una po-

lémica, Madrid, Gredos, 1975; Tomás Navarro Tomás, «Don Ramón Menéndez Pidal en el Centro deEstudios Históricos», Anuario de Letras, vol. II, México, 1968-1969, pp.9-24; Rafael Lapesa, «Menén-dez Pidal, creador de escuela: el Centro de Estudios Históricos», VV.AA, ¡Alça la voz pregonero!. Ho-

menaje a Don Ramón Menéndez Pidal, Madrid, Cátedra-Seminario Menéndez Pidal, 1979, pp. 43-79;Guillermo Araya, El pensamiento de Américo Castro. Estructura intercastiza de la historia de España,Madrid, Alianza, 1983; y el Catálogo de la Exposición coordinada por Rafael Asín Vergara y MaríaGarcía Alonso, Rafael Altamira. Biografía de un intelectual (1866-1951), Madrid, Fundación Francis-co Giner de los Ríos-Residencia de Estudiantes, 2001.

Ver también las Memorias de la Junta para la Ampliación de Estudios e Investigaciones Científi-cas; y Junta para la Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas Centro de Estudios Históri-cos, Archivo de la Palabra, Madrid, 1932.

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món Jiménez, Santiago Ramón y Cajal, Miguel de Unamuno, Concha Espina, JoséOrtega y Gasset, Joaquín y Serafín Álvarez Quintero, Ignacio Bolívar, Pío Baroja,Jacinto Benavente, Federico de Onís, etc.10

Durante su estancia en Madrid Onís se integró en las investigaciones del Cen-tro, y bajo la dirección de Menéndez Pidal emprendió trabajos de filología, centra-dos en el estudio geográfico de los dialectos españoles, junto a su amigo TomásNavarro Tomás. En la documentación depositada en el Archivo de la Junta de Am-pliación de Estudios de la Residencia de Estudiantes, de Madrid, se encuentran ex-pedientes relacionados con el trabajo de estos investigadores; de ellos reproduci-mos uno referente a los estudios de Onís como pensionado de la JAE en el Centro,investigaciones que proseguirá en estados Unidos y Puerto Rico, lugares en losque su obra es bien conocida:

Federico de Onís. Pensión para estudiar las variedades dialectológicas que ofrece el ha-bla popular en ciertos puntos del antiguo reino de León.Pueblos recorridos: 1º itinerario: Ciudad Rodrigo, Fresno, El Bordón, Robleda, Peña-parda, Villarrubias, Payo, San Martín de Orevejo, Elja, Valverde, Villamiel, Navasfrías,Albergueria de Argañan Fuenteguinaldo, Alanedilla y otros intermedios de menor im-portancia.2º itinerario: Ciudad Rodrigo, Zamarra, Jaradilla del Arroyo, Monsagro, Peña de Fran-cia, Cereceda, Nava de Francias, Silleros, Tamames, Luiares, San Esteban de la Sierra,Valdelacasa, Fuente de Bejar, Bejar, Navacarros, y otros.3º Itinerario: Ledesma, Vitigudino, Encina Sola de los Comenderos, Villabuena, Barrue-copardo, Bameropardo, Cerezal de Peñahorcada, la Zaza de Pumareda, Vilvestre,Aldeadibile de la Muera, Conparario, Mascreco, Valsalabroso y otros.Empleé en el recorrido de estos pueblos tres meses, deteniéndome más o menos segúnel interés que ofrecían.Resultados obtenidos: Quedan determinados los límites geográficos de cada fenómenodialectal. Queda terminado el límite geográfico entre el portugués y el leonés por el oc-cidente y entre éste y el castellano por el oriente en todo lo que es hoy la provincia deSalamanca y en el norte de la de Cáceres. Quedan determinados los límites específicosde los varios fenómenos dialectales que ofrece dicha región. He recogido cuantos datosencontré de fonética y vocabulario, dejando estudiados en conjunto algunos pueblosque ofrecen un dialecto particular, por ejemplo: San Martín de Erevejo, Elja y Valverdey El Payo.En Ledesma he encontrado de la Edad Media, en el Archivo Municipal y en el de laIglesia de Stª María, entre ellos un Fuero del Siglo XIII, varios privilegios reales y algu-nos documentos particulares. Copié íntegros algunos, de otros obtuve fotografías y deotros tomé notas suficientes.

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10 En el Centro de Documentación de la Residencia de Estudiantes de Madrid se encuentra el Ar-chivo de la Palabra y las canciones populares, que contienen más de mil discos conservados, regraba-dos en 1988, y algunos de ellos reeditados por la Residencia de Estudiantes. Alfredo Valverde, «El Ar-chivo de la Palabra y las canciones populares», Boletín de la Residencia de Estudiantes, núm 6,Madrid, julio-agosto, 1998, pp. 6-7.

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Los resultados de esta pensión, se publicarán bajo la dirección de D. Ramón MenéndezPidal, en el Centro de Estudios Históricos.11

EL CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS Y LA CONCIENCIA AMERICANISTA

El objetivo americanista del Centro de Estudios Históricos no aparece tan claroa primera vista, pero la inclusión de Rafael Altamira como encargado de una de lassecciones podría indicar lo contrario. En el momento de la creación oficial delCEH, Altamira estaba regresando de su periplo americano del que volvía como elgran apóstol del hispanoamericanismo y pocos días después (14 de abril), en unaconferencia pronunciada en la Unión Ibero-Americana, sugería:

Pues bien; sabido es que hace poco se ha creado en España un Centro de estudios históri-cos, que va a ser a manera de una Escuela de altos estudios. Ese Centro, creado para or-ganizar y perfeccionar aquel género de investigaciones, podría ser un organismo oficialde comunicación. Puesto que la Historia es un campo común, en gran parte, a los ameri-canos y los españoles, cabría aquí, bajo la dirección de profesores nuestros y con la cola-boración de otros hispano-americanos, concentrar una parte de la juventud estudiosa quequisiera saber y escribir la historia de su país, la cual vendría a realizar esa labor en nues-tro territorio, en conjunción con los estudiantes españoles. Relacionado ese Centro, máso menos íntimamente, con los citados Institutos históricos americanos, ofrecería doblebase de relación entre los trabajadores intelectuales de América y España.

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11 AJAE, 107/60, doc.13.Sobre el Centro de Estudios Históricos puede además consultarse el artículo de Leoncio López-

Ocón, «El Centro de Estudios Históricos: un lugar de la memoria», Boletín de la Institución Libre de

Enseñanza, núms. 34-35, mayo de 1999, pp. 27-48. En este trabajo puede verse cómo se gestó la Es-cuela Española de Filología, no tanto los trabajos de carácter histórico del CEH, y la formación de re-des científicas por parte de los componentes del CEH. Hay también un intento de análisis de las ruptu-ras y pervivencias de la institución a nuestro juicio fallido, entre otros motivos por una confusión en laobservación de las diferentes generaciones y en la reflexión sobre las continuidades y discontinuidades.Es evidente que la Guerra Civil produjo una sobrecogedora ruptura en el trabajo de la institución por lasalida al exilio de muchos de sus componentes –cuya memoria intentamos rescatar– y quizá la recupe-ración del nombre de Centro de Estudios Históricos en 1985 fuera algo simbólica, pero es indicativa deque un nuevo espíritu caminaba por los pasillos de Menidaceli, tras los oscuros años del franquismomás gris. No puede decirse sin más, como hace López-Ocón al referirse al americanismo del CEH, quela sobrecarga ideológica de los tiempos fundacionales del Instituto Gonzalo Fernández de Oviedo seconvirtió en «una especie de fardo o carga demasiado pesada» que lastró a las siguientes generacionesformadas bajo el franquismo, a las que acusa de falta de reflexión metodológica y de incapacidad paramantener a los «talentos más prometedores». Quizá para la primera generación de postguerra puedeque tenga algo de razón, pero desde luego es del todo injusta con los historiadores y americanistas quese han integrado al trabajo científico después de la transición democrática, tanto por su bagaje científi-co –muchas veces traído de los mejores centros científicos del exterior– como en algunas ocasiones porsu compromiso político antifranquista, que les conecta incluso mucho más con la generación republica-na del CEH y por eso mismo reclaman su herencia intelectual. En este sentido el ejemplo aducido porLópez-Ocón sobre la falta de un homenaje a Ramón Iglesia es puramente anecdóctico, aunque por su-puesto hubiera sido merecido y justo, y desde luego el interés de los editores de este libro es justamen-te reivindicar la obra de los antiguos investigadores del CEH y de la propia institución como un ejem-plo intelectual a seguir, aunque evidentemente los tiempos han cambiado y nuestra labor tendránecesariamente que seguir por otros derroteros.

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Coincidiendo con esta propuesta y con los preparativos del viaje de Adolfo Po-sada a la Universidad de La Plata, siguiendo la estela de Altamira en el programadiseñado por los institucionistas de la Universidad de Oviedo, se publicó la real or-den de 16 de abril de 1910 encomendando a la JAE la responsabilidad de las rela-ciones culturales y científicas con los países hispanoamericanos. Se ordenaba quese reservase cierto número de plazas a los estudiantes americanos en los centros deestudios e investigación de la JAE, dar todo tipo de facilidades a los mismos, en-viar pensionados a América y delegados con funciones de propaganda e informa-ción, establecer el intercambio de profesores y alumnos, favorecer en España lapublicación de obras científicas sobre América, fomentar el intercambio de publi-caciones de la JAE con las de otras entidades científicas americanas y hacer obrasde difusión. La real orden advertía también que las acciones a emprenderse debíaniniciarse con prudencia, tanto por la confluencia con otros organismos que ya ac-tuaban en el mismo sentido de la cooperación con el mundo hispanoamericano co-mo por la necesidad de que los encargados de las diferentes misiones tuvieran lapreparación adecuada.12

Respecto al primer asunto hay que decir que la institución más antigua era laUnión Iberoamericana, fundada en 1884 con apoyo del ministro Moret y que solíaactuar como un organismo semioficial. Según la propia Unión, ésta se había crea-do «con el fin de propugnar el desarrollo de relaciones, del orden moral, como delde los intereses materiales, entre España, Portugal y las naciones transatlánticas deorigen hispano». Publicó una revista de igual nombre, que en su segunda etapa sellamó Revista de las Españas, muy distribuida en América –con una tirada de va-rios millares de ejemplares– y se mostraba orgullosa de haber sido la organizadoradel IV Centenario del Descubrimiento de América, el Congreso Social y Económi-co de Madrid en 1900 y la Fiesta de la Raza, creada por iniciativa de la Unión apartir de 1912, además de ser la editora del libro Andrés Bello dedicado a las repú-blicas iberoamericanas al celebrar el centenario de su independencia, la Guía Es-

colar de España y la Cartilla del Emigrante.La Unión Iberoamericana fue sin duda una de las entidades que siguió colabo-

rando con la JAE en su misión hispanoamericanista; su propia propaganda desta-caba la especial atención prestada a las Instituciones Culturales Españolas quefuncionaban en varias repúblicas americanas con el expreso apoyo de las coloniasde españoles residentes en América y que en la práctica eran las interlocutoras dela JAE. Además, la doble pertenencia a la JAE y la Unión Iberoamericana era bas-tante evidente; en un folleto de propaganda de 1927 aparecían en la vicepresiden-cia de la Unión – que presidía el duque de Alba– personajes como Ramón Menén-dez Pidal, Blas Cabrera y José Casares, y como vocales, entre otros, RafaelAltamira, Américo Castro o Tomás Navarro Tomás, algunos de los cuales figura-rían en 1929 en la Comisión de Relaciones Culturales con Hispanoamérica creadapor la JAE.13

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12 Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, Memoria correspondiente a los

años 1910 y 1911, Madrid, 1912, pp. 117-119.13 BNJM, C.M. Ortiz, nº 333, Correspondencia-U, HCC-Varios, «Unión IberoAmericana».

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Incluso uno de ellos –Américo Castro– sería el impulsor de la oficial Oficina

de Relaciones Culturales en el seno del Ministerio de Estado, creada en 1921 ysustituida en 1926 por la Junta de Relaciones Culturales, iniciada por la Dictaduray reformada en tiempos de la República, casi siempre con el concurso de miem-bros destacados de la JAE, llegando a estar en esta última época presidida por Me-néndez Pidal con las vicepresidencias de Blas Cabrera y Gregorio Marañón, y lapresencia como vocales de personajes como Gustavo Pittaluga, José Castillejo,Luis de Zulueta, Alberto Jiménez Fraud, Gonzalo R. Lafora, Pío del Río Hortega,Azorín, Julio Casares, Américo Castro, Miguel Asín, Salvador de Madariaga, entreotros.14

Fruto de la segunda preocupación, la de enviar personas a América con sufi-ciente preparación, fue el viaje de Adolfo G. Posada, catedrático como Altamira dela Universidad de Oviedo y que había recibido una invitación previa de la Univer-sidad de La Plata, una de las más renovadoras de Argentina. La JAE le nombró de-legado en el viaje que emprendía a tierras americanas y el fruto de sus impresionesde viaje fue publicado por la propia Junta en 1911. Posada alababa la creación delCEH como posible centro de investigación de la común historia de España y lospaíses hispanoamericanos, y en el terreno de esta investigación de carácter históri-co comentaba:

La acción reflexiva, esa acción que tan de menos se echa en el campo de una posible ydeseable cultura hispanoamericana, tendrá mucho que hacer para precipitar el influjounificador de la historia ciencia. De una parte urge fomentar el estudio en común de es-ta historia común: la historia de España en América, y de América en relación con Es-paña en el período colonial y en los momentos determinantes de la revolución y de laindependencia, hasta conseguir la plena y justa incorporación de la historia de la Españaprecolonial, y del período colonial a las historias nacionales americanas,...15

En un terreno más político y de reflexión general sobre las relaciones de Espa-ña con los países americanos, sobre todo ante las críticas recibidas por Altamirapor algunos intelectuales cubanos como Fernando Ortiz en su Reconquista de

América, quien veía en este hispanoamericanismo, basado en la raza y en la len-gua, un nuevo intento de dominar América, sin intentar comprender ni mucho me-nos respetar las identidades y las culturas de los países americanos, Posada semostraba más humilde respecto a la posición cultural de España y recomendaba enprimer lugar –como lo habían hecho los institucionistas más clásicos– salir del es-tado de somnolencia, oxigenar la atmósfera de vulgaridad y ramplonería, colocar

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14 Las políticas culturales desarrolladas en España por los diferentes gobiernos han sido analizadaspor Antonio Niño, Eduardo González Calleja y Lorenzo Delgado en Denis Rolland, Lorenzo Delgado,Eduardo González, Antonio Niño y Miguel Rodríguez, L’Espagne, La France et L’Amerique Latine.

Politiques culturelles, propagandes et relations internationales, XXe siècle. España, Francia y América

Latina. Políticas culturales, propagandas y relaciones internacionales, siglo XX, Paris, L’Harmattan,2001. Véase también el libro de Isidro Sepúlveda, Comunidad cultural e hispano-americanismo: 1885-

1936, Madird, UNED, 1994.15 Adolfo Posada, «Relaciones científicas con América (Argentina, Chile, Paraguay y Uruguay)»,

Anales de la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, Tomo III, Memoria 5ª,1911, p. 240.

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en la raíz de nuestra conducta exigencias éticas de severidad, sinceridad y trabajodesinteresado, para ofrecernos después a América como amigos y colaboradores,desechando la imposición de una reconquista espiritual.

Respecto a las labores concretas de la JAE en España, Posada aconsejaba unainteligente distribución de las publicaciones, tanto en lo referente a intercambio cien-tífico como de propaganda, el ofrecimiento de los servicios organizados por la JAE,destacando especialmente al Centro de Estudios Históricos y la Residencia de Estu-diantes, fomentando además las relaciones con los americanos que llegaban a Ma-drid. En lo concerniente al papel de la JAE en América, Adolfo Posada destacaba elintercambio científico, con el envío de personas de notoria competencia científica yla venida a España de los especialistas americanos, sin interferir en los intercambiosentre universidades que ya había propuesto Rafael Altamira.

Asimismo proponía el envío de misiones, delegados y pensionados, con ob-jeto de estudiar las «condiciones naturales, sociales y económicas de aquellospaíses», así como «el proceso histórico de la formación de aquellas jóvenes na-cionalidades», siempre con un cuidado exquisito para no crear la idea de recon-quista, aun cuando Posada reconocía que era legítimo preocuparse por los inte-reses materiales de España, como de hecho lo hacían otras potencias europeas,sobre todo teniendo en cuenta el importante número de residentes españoles enterritorio americano. La importancia de estas colectividades era tal que Posadarecomendaba a la JAE la creación de Comités que representaran los intereses dela Junta en América para todo tipo de gestiones ante los centros científicos ydocentes, tanto oficiales como privados, autoridades y particulares, que se ocu-pasen de las tareas de intercambio de publicaciones, se encargasen de la propa-ganda, se erigieran como centros de comunicación e información, gestionasentodo lo referente a misiones, representaciones y delegados de la Junta y les au-xiliasen en todo lo necesario, algo ya manifestado en su correspondencia conCajal desde Buenos Aires con el apoyo de Torres Quevedo que también se en-contraba en Argentina.16

Precisamente en esta dirección se movió la colectividad española de BuenosAires, cuando en 1912 –tras el fallecimiento de Marcelino Menéndez Pelayo– ideóla creación de una cátedra de cultura española en la universidad argentina y dosaños más tarde creaba la Institución Cultural Española, bajo la presidencia del Dr.Avelino Gutiérrez, con el propósito de mantener la primera y hacerse cargo de lasactividades de intercambio intelectual en combinación con la JAE.17 De forma si-milar se creaba en 1918 la Institución Cultural Española del Uruguay, con una cá-tedra que acogería la Universidad de Montevideo, presidida por el español ManuelSerra y también con el objetivo de combinar sus intereses con los de la JAE y laInstitución de Buenos Aires. Ya habían pasado por Buenos Aires y Montevideo Jo-sé Ortega y Gasset y Julio Rey Pastor en 1916 y 1917, respectivamente, –precedi-

132 LOS LAZOS DE LA CULTURA

16 David Castillejo (comp.), Epistolario de José Castillejo y de Manuel Gómez-Moreno. Vol.II, El

Espíritu de una época, 1910-1912, 3 vols., Madrid, Editorial Castalia, 1998, pp. 136-138.17 Eduardo L. Ortiz, «Las relaciones científicas entre Argentina y España a principios de este siglo.

La JAE y la Institución Cultural Española», José Manuel Sánchez Ron (coord.), 1907-1987. La Junta

para Ampliación de Estudios..., Opus cit., vol. II, pp.119-158

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dos por Menéndez Pidal quien sólo había estado en Buenos Aires en 1914– y apartir de la creación de la Institución de Uruguay desfilaron por las cátedras deBuenos Aires y Montevideo hasta 1935 personajes como Augusto Pi-Suñer, BlasCabrera, Adolfo G. Posada, Manuel Gómez Moreno, Gonzalo R. Lafora, José Ca-sares, Pío del Río Hortega, María de Maeztu. Esteban Terradas, Enrique Moles,Eduardo García del Real, Roberto Novoa, Claudio Sánchez Albornoz, ManuelGarcía Morente, José Mª Ots Capdequí y Gustavo Pittaluga.

La misma corriente cultural se dejó sentir en otras partes de América. El 11 denoviembre de 1925 se creaba en México el Instituto Hispano Mexicano de Inter-

cambio Universitario, bajo la dirección del rector de la Universidad Nacional Al-fonso Pruneda, con una secretaría a cargo del Dr. Tomás Perrín, antiguo alumno deRamón y Cajal, y con el apoyo de Avelino Gutiérrez. La JAE volvía a ser el inter-locutor para esta asociación, que entre 1926 y 1930 contó con la presencia comoconferenciantes de Fernando de los Ríos, Blas Cabrera, Luis de Zulueta, AméricoCastro, María de Maeztu, Jorge Francisco Tello y Pío del Río Ortega, algunos delos cuales pasaron también por la Institución Hispano-Cubana de Cultura, creadaen 1926 por Fernando Ortiz, quien también tuvo una relación privilegiada con laJAE.18 A comienzos de 1927 se creaba el Departamento de Estudios Hispánicos enla Universidad de San Juan de Puerto Rico, dirigido por Federico de Onís, y unaño más tarde se fundaba la Institución Cultural Española de Puerto Rico, dirigidapor Rafael Fabián.

La labor iniciada en estos años se fue consolidando en los siguientes, en losque gran parte del trabajo recayó en los miembros del Centro de Estudios His-tóricos. De ello daba cuenta Américo Castro a Federico de Onís en las numero-sas cartas que los amigos y compañeros se cruzaron entre Madrid y Nueva Yorkprimero y, luego, entre Buenos Aires y Nueva York, durante la estancia de Cas-tro en Argentina. El interés por la cultura española y el impulso oficial que éstarecibió dio como resultado, además de los cursos y conferencias en el extranje-ro, la creación de Institutos de español y de Cátedras o Institutos de Filologíaespañola en distintos países como Italia (Florencia) y Argentina (Buenos Airesy La Plata). La actividad desplegada dentro y fuera de España llegó a ser en al-gunos momentos, sobre todo en la década de 1920, bastante grande, lo cual lle-gó a causar cansancio a los pocos investigadores del Centro de Estudios Histó-ricos, que se quejaban del inmenso trabajo y la falta de personal con quecontaban. En una de las cartas que Américo Castro escribía a Onís el 2 de no-viembre de 1922 le transmitía su sentir:

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18 Consuelo Naranjo Orovio y Miguel Ángel Puig-Samper, «Fernando Ortiz y las relaciones cientí-ficas hispano-cubanas, 1900-1940», Revista de Indias, núm. 219, Madrid, 2000, pp. 477-503; «Cienciay pensamiento: La Institución Hispana-Cubana de Cultura y su relación con los intelectuales españo-les», Cuban Counterpoints: The Legacy of Fernando Ortiz, Florida University Press, 2003 (en prensa);Miguel Ángel Puig-Samper y Consuelo Naranjo, «La acogida del exilio español en Cuba: FernandoOrtiz y la Institución Hispanocubana de Cultura», El Caribe Hispano. Sujeto y objeto de la política in-

ternacional. Suplementum de Ibero-Americana Pragensia, núm. 9, 2002, pp. 199-213; y «La forma-ción intelectual de Fernando Ortiz en España», Cuban Counterpoints: The Legacy of Fernando Ortiz,Florida University Press, 2003 (en prensa).

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Nuestras cosas se ahogan cada vez más en este ambiente de pequeñez, y por el roce en-tre las mismas pocas personas. La carga del Centro nos agota a Navarro y a mí. Todo elpersonal apto se fue: desde ti hasta Solal [Solalinde]. Nada tendría de extraño que pormi parte cortara toda relación con el exterior, absolutamente para todo, y me recluyeraen una buhardilla del último piso, y me dedicara a acabar los libros, y a hacer cosas porel estilo.19

A pesar de sus quejas, Castro tuvo que viajar a Buenos Aires en mayo de 1923 pa-ra hacerse cargo de la dirección del Instituto de Filología Española –presidido de for-ma honoraria por Ramón Menéndez Pidal– presionado por lo que él mismo llamó envarias ocasiones «la ola del hispanoamericanismo», y consciente de que la oportuni-dad que se les presentaba, de no ser aprovechada por ellos lo sería por otra nación:«Lo de EE.UU es una tontería al lado de lo que significa nuestra acción en Américaespañola. Ahí es una gota perdida en un mar infinito; aquí hasta los golfos saben en laUniversidad de La Plata que el «filólogo» español va a dar clase tal día».20

El trabajo y tesón de estos intelectuales llegó a cuajar en un corto espacio detiempo. Las estancias de los profesores españoles en distintas universidades deAmérica Latina y Estados Unidos dan fe de los resultados positivos del proyecto.En dicho plan, sobre todo Onís, aconsejaba que en el mismo viaje los profesoresvisitaran diferentes países –Puerto Rico, Cuba, México y Estados Unidos, funda-mentalmente–. En la correspondencia cruzada de estos intelectuales encontramoscartas en las que Onís insistía en la conveniencia de hacerlo así ya que suponía un«ahorro de fuerzas, tiempo y dinero». Sobre este asunto Federico de Onís le antici-paba a Castro, en octubre de 1927, la necesidad de programar con tiempo su próxi-mo viaje a América en el verano de 1928:

Decidida ya tu venida a P.R. en el próximo verano, creo que lo mejor es que desde allí va-yas a Cuba. No sé exactamente cuando puedes empezar en Cuba, pero estoy seguro de quepuedes empezar antes que aquí. Aquí sería inútil venir antes del 15 de octubre. (Lo quequiero salvar es el período muerto que hay desde el fin de curso de P.R. hacia el 20 de agos-to hasta el principio del curso aquí o en Cuba.) Creo que podías llenarlo yendo de Cuba aSanto Domingo o quizá a Venezuela y Panamá... Podrías llegar a Cuba en septiembre... Lomás pronto que pudieras en octubre saldrías para Méjico donde, si como supongo tú quie-res no prolongar mas de lo preciso tu ausencia de España, puedes estar un mes y medio. Demodo que llegaría aquí a finales de noviembre... Podrías desde Méjico entrar en los EstadosUnidos por el Sur y el Oeste y seguir por el Middle West hasta el Este donde embarcaríasde regreso a España. Creo que terminarías a finales de enero.21

Los planes parecían ya concretados en abril de 1928, cuando Américo Castroconfirmaba a Onís su estancia en Puerto Rico del 2 de julio al 15 de agosto, en

134 LOS LAZOS DE LA CULTURA

19 AFO, Serie Correspondencia O-MS/C-44.1320 Carta de Américo Castro a Onís desde Buenos Aires, el 11 de junio de 1923. AFO, Serie Corres-

pondencia O-MS/C-44.18; AFO, Serie Correspondencia O-MS/C-44.19.21 Carta de Federico de Onís a Américo Castro, el 8 de octubre de 1927. AFO, Serie Corresponden-

cia O.M.S/C-44.22.

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México durante septiembre y octubre, y en Cuba en noviembre y primeros de di-ciembre, sin asegurarle su paso por Estados Unidos al final de su viaje.22

Otras veces era desde Madrid desde donde se solicitaba que se arreglasen lasvisitas de los profesores españoles en su gira americana. En una de las cartas deCastro a Onís, a Navarro y a Solalinde, los tres en Nueva York, en octubre de 1927,les comentaba la posibilidad de que Enrique Díez Canedo, que se encontraba enSantiago de Chile y que viajaría a Cuba en enero de 1928, pudiera también impar-tir conferencias en Puerto Rico y en Estados Unidos, o que fuera Pérez de Ayala aEstados Unidos.23

LA IDEA DE HISTORIA Y CULTURA EN FEDERICO DE ONÍS

Para comprender la obra de Federico de Onís, el sentido que para él tenía lacultura, la historia y la lengua, es necesario situarle en el ambiente intelectual enque se formó. Los círculos intelectuales frecuentados por él desde su juventudejercieron una notable influencia en su formación y concepción de la proyecciónde la cultura y la lengua españolas dentro y fuera de España. Su relación con Ra-món Menéndez Pidal se remonta a 1905 cuando viaja a Madrid a realizar sus estu-dios doctorales avalado por su maestro Miguel de Unamuno. Las cartas de reco-mendación que Unamuno remitió a Marcelino Menéndez Pelayo, RamónMenéndez Pidal, Francisco Giner, Pérez Triana, Candamo y Pedro González Bue-no abrieron las puertas de la intelectualidad madrileña a Federico de Onís. Si-guiendo los consejos de Unamuno, Onís frecuentó los círculos del Ateneo de Ma-drid, comenzó a trabajar al lado de los profesores recomendados por su viejomaestro, y entabló amistad con Marquina, Azorín, Luis de Zulueta, Fernando delos Ríos, etc.

En la carta a Menéndez Pelayo, el 16 de octubre de 1905, Unamuno le presen-taba de la manera siguiente:

Sr. D. Marcelino Menéndez PelayoMi querido maestro y amigo: Mi mejor discípulo, Federico de Onís, que le presenta es-ta desea conocerlo.Va a esa a hacer su doctorado y después hará, como becario, su viaje al extranjero.Tiene afición a los estudios lingüísticos y literarios y yo espero de él mucho.Cuanto usted le ayude con sus valiosos consejos se lo agradecerá su afmo. Amigo ycomp.24

La relación entre profesor y alumno se mantuvo a lo largo de los años en losque Unamuno no dejó de aconsejar a Onís sobre su carrera, así como de dibujarsemblanzas caricaturescas, a veces muy acertadas, sobre muchos de los personajes

HACIA UNA AMISTAD TRIANGULAR: LAS RELACIONES ENTRE ESPAÑA… 135

22 Carta de Américo Castro a Federico de Onís, 26 de abril de 1928. AFO, Serie CorrespondenciaO.M.S/C-44.32; AFO, Serie Noticias y Actividades O-NA/C-44.31

23 Carta de Américo Castro a Federico de Onís, Tomás Navarro Tomás y Solalinde, el 13 de octu-bre de 1927. AFO, Serie Correspondencia O.M.S/C-44.28.

24 AFO, Serie Correspondencia, O.MS/C-156.27.

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con los que Onís se codeó. Cuando en 1909 pasa a ser profesor de Lengua y Li-teratura Españolas de la Universidad de Oviedo, Unamuno le comenta a propósitodel círculo ovetense, cuyo programa americanista, como ya comentamos, es unode los primeros en despuntar en la joven España:

De ese Oviedo, de sus profesores –o digo hombres– y de sus cosas me habló algo Maríade Maeztu cuando estuvo hace poco aquí. Yo cada vez le guardo más recelo, y me lo haacrecentado la manera hipócritamente espectaculosa como se ha hecho el viaje de Alta-mira. A éste, a Altamira, porqué no he de decírtelo a ti? No lo resisto; su modestia esmentira y su corrección una máscara, Le creo hombre de mezquinas pasioncillas malencubiertas. Tan mal que yo he podido verlas...25

En 1915 participó en una nueva empresa cultural dirigida por José Ortega yGasset como fue la publicación de la revista España. Un nutrido grupo de intelec-tuales figuraban al frente de la redacción: Ramón Pérez de Ayala, Luis de Zulueta,Eugenio D’Ors, Ramiro de Maeztu, Gregorio Martínez Sierra, y Juan Dixé. Fede-rico de Onís colaboró durante ese primer año de la revista junto a figuras comoFernando de los Ríos, Antonio Machado, Luis Araquistain; Adolfo Posada, Miguelde Unamuno, Ramón de Valle-Inclán, Gustavo Pittaluga, Manuel B. Cossio..., mu-chos de ellos comprometidos con el nuevo proyecto cultural de España, partidariosde los aliados durante la Primera Guerra Mundial, y todos ellos preocupados por elproblema de la nación.26

Sin dejar de ser colaborador del Centro de Estudios Históricos de Madrid, con elque mantuvo una estrecha vinculación a lo largo de toda su vida, en 1915 Onís susti-tuyó a Ramón Menéndez Pidal en la dirección de la sección de Filología del Centro,con motivo del viaje de Don Ramón a América; ese mismo año Onís pasó a ocuparla cátedra en la Universidad de Salamanca hasta 1916, cuando viajó a New York en-viado por el Ministerio de Instrucción Pública, como pensionado de la JAE, tras serinvitado por la Columbia University como catedrático de literatura española y paradirigir y organizar los estudios de lengua, literatura y civilización españolas.27

En la carta que dirigió a Santiago Ramón y Cajal, presidente de la JAE, el 31de mayo de 1916, Onís le solicitaba que durante su estancia en la Columbia Uni-versity, durante el curso académico 1916-17, fuera considerado pensionado de laJAE. Tal designación implicaba que Onís también se hiciera cargo de estudiar elestado en que se encontraban las relaciones intelectuales entre España y EstadosUnidos, y, especialmente, los aspectos relacionados con la difusión y la enseñanzadel español.28 Finalizado el curso, Onís solicitó a la Junta para Ampliación de Es-

136 LOS LAZOS DE LA CULTURA

25 Carta de Miguel de Unamuno a Federico de Onís, el 18 de junio de 1909. AFO, Serie Corres-pondencia, O.MS/C-156.27.

26 Manuel Tuñón de Lara, Medio siglo de cultura española (1885-1936), Madrid, Editorial Tecnos,1977, pp. 152-153.

27 Federico de Onís, Ensayo sobre el sentido de la cultura española, Madrid, Publicaciones de laResidencia de Estudiantes, 1932; y España en América. Estudios ensayos y discursos sobre temas es-

pañoles e hispanoamericanos,Río Piedras, Editorial Universitaria, 1968, pp. 7-9. Ver Junta para Am-pliación de Estudios e Investigaciones Científicas, Memoria correspondiente al curso 1916-17, Ma-drid, 1918.

28 AJAE, 170/60/7.

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tudios una prórroga como pensionado en New York, la cual le fue concedida porreal orden de 5 de julio de 1917:

Excmo. Sr.El profesor de la Universidad de Salamanca, D. Federico de Onís, obtuvo el año ante-rior por Real orden del 16 de Agosto, y a propuesta de esta Junta la consideración depensionado para estudiar en los Estados Unidos el cultivo de la lengua y literatura espa-ñolas y organizar trabajos acerca de ellas en la Universidad de Columbia de NuevaYork, respondiendo éste a la invitación que había recibido de esta Universidad para en-cargarse de dirigir en ella los estudios de lengua y literatura españolas.El Sr. Onís ha comunicado a la Junta el deseo expresado por aquella Universidad Ame-ricana de que continúe su labor durante el curso próximo, para no interrumpir los resul-tados que ha obtenido en el pasado curso.El movimiento de interés hacia los estudios españoles crece rápidamente en Norteamé-rica y España no puede sustraerse, sin grave daño para su futura situación en el concier-to internacional, a los requerimientos que continuamente se le hacen para que sea ellaquien se haga cargo de encauzar y dirigir la corriente hispanista, con más títulos que lospueblos hermanos del continente americano. Los Estados Unidos, dando muestras deesta preferencia han pedido a la Junta recientemente profesores que ya ocupan las cáte-dras de algunas Universidades (Baltimore, Chicago, San Francisco).La reputación del Sr. Onís hizo que obtuviera un llamamiento de la Universidad de Co-lumbia de Nueva York, la cual intentó ponerse a la cabeza de los estudios hispánicos enAmérica. Su obra repercutirá en las escuelas del país y el nuestro puede felicitarse deque tan importante misión haya recaído en un profesor que pertenece a la Universidad yla enseñanza española.Esta Junta ha apreciado por su parte, el inmenso servicio que le ha prestado D. Federicode Onís desde su alto puesto de profesor de la Columbia, favoreciendo eficazmente laexpansión de nuestro idioma en los Estados Unidos para lo que ha estado en continuacomunicación con la Junta. En vista de todo lo cual esta Junta, considerando suficiente-mente justificadas las razones aludidas, ha acordado en sesión del día 5 del corriente,proponer a V.E. se prorrogue a D. Federico de Onís, Catedrático de la Universidad deSalamanca, la consideración de pensionado para que durante el próximo curso siga es-tudiando en los Estados Unidos el cultivo de nuestra lengua y literatura, y fomente consu labor la organización de la enseñanza del español desde la Universidad de Columbiade Nueva York.Dios guarde a V.E. muchos años.Madrid, 9 de junio de 1917El Presidente 29

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29 AJAE, 107/60 doc. 10.

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A continuación reproducimos algunas de las cartas que Federico de Onís escri-bió antes de salir para su nuevo destino, relacionadas con su viaje:

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Archivo JAE (Madrid) 107/60. Docs. 7-9.

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Desde su llegada, Onís comenta que, como enviado del Ministerio de Instruc-ción Pública de España, se había visto obligado a intervenir en las relaciones cul-turales entre España y Estados Unidos, siendo uno de los aspectos más desatendi-dos hasta entonces el dar a conocer los autores españoles contemporáneos. Enfunción de ello, en su primer año en la Columbia Onís impartió un curso sobre li-teratura española contemporánea, a la vez que preparaba un libro sobre dicho te-ma, que se publicaría en ambos países en español e inglés.30

Su proyecto fue similar al desarrollado desde la Universidad de Oviedo y laJAE por Rafael Altamira, Adolfo Posada, Ramón Menéndez Pidal, José Castillejo,etc.; todos parten de una concepción similar de la historia de España y de las rela-ciones que la España moderna tenía que establecer con otros países, y, fundamen-talmente, con Hispanoamérica. La búsqueda de la nacionalidad y la defensa de lacultura española, común a todo este grupo regeneracionista, se tiene que entendera la luz del proyecto liberal que pretendía articular un nacionalismo español porencima de los regionalismos y frente al renacimiento cultural de los mismos.31

El proyecto de estos intelectuales, al emanar del liberalismo nacionalista–que también alimentó al discurso fascista de los años treinta y cuarenta funda-mentalmente– puede confundirse en ocasiones con el hispanismo desplegadopor el régimen de Franco, en el que la hispanidad se utilizó como instrumento depropaganda, por lo que es conveniente señalar las diferencias entre ambos pro-yectos culturales que partieron de políticas culturales distintas y de ideologíasopuestas.32

El programa de renovación cultural y científica de la JAE tuvo una proyecciónexterior extraordinaria. Para salir del aislamiento no sólo se buscaron las conexio-nes con Europa y América en el pensamiento, la historia o la ciencia, sino que sedesarrolló un importante programa de becas para enviar al extranjero a estudiantesy profesores, y traer a las aulas y centros de investigación de España docentes deotros países. Como dijera Onís «... he de pensar que todo lo que contribuya a rela-cionarse con otros pueblos será fuente de bien y de vida, y que todos los males que

144 LOS LAZOS DE LA CULTURA

30 AFO, Serie Correspondencia, O.MS/C-28.131 José-Carlos Mainer, La Edad de Plata (1902-1939), Opus cit., pp. 264-267. El sentimiento pa-

triótico y la defensa de la misión educativa de la historia que inspiró la obra de muchos de estos inte-lectuales, como Rafael Altamira, marcados por el sentimiento de desastre del 98, aparecen analizadosen el estudio de Carmen Ortiz, «Ideas sobre el pueblo en el imaginario nacional español del 98», Con-suelo Naranjo Orovio y Carlos Serrano (eds.), Imágenes e imaginarios nacionales en el Ultramar espa-

ñol, Madrid, CSIC-Casa de Velázquez, 1999, pp. 19-45. En la defensa que Altamira hace de España co-mo Estado-nación, el español es el vehículo de cohesión interna que además servía de unión conHispanoamérica.

32 Ver los libros de Denis Rolland, Lorenzo Delgado, Eduardo González, Antonio Niño y MiguelRodríguez, L’Espagne, La France et L’Amerique Latine.., Opus cit., y de Isidro Sepúlveda, Comunidad

cultural…, Opus cit. Otras obras de interés son: Eduardo González Calleja, La hispanidad como instru-

mento de combate. Raza e imperio en la prensa franquista durante la Guerra Civil española, Madrid,CSIC, 1988; Lorenzo Delgado Gómez-Escalonilla, Diplomacia franquista y política cultural hacia

Iberoamérica, 1939-1953, Madrid, CSIC, 1988, y El imperio de papel: acción cultural y política exte-

rior durante el primer franquismo, Madrid, CSIC, 1992; Antonio Niño, «L’expansion culturelle espag-nole en Amérique hispanique (1898-1936)», Relations Internationales, 50, 1987, pp. 201-208, e «His-panoamericanismo, regeneración y defensa del prestigio nacional», Pedro Pérez y Nuria Tabanera(eds.), La formación de la imagen de América Latina en España, 1898-1989, Madrid, OEI, 1992,pp. 23-42.

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esa relación nos pudiera traer no serían nunca tan malos como el mal del aisla-miento».33

Respecto a Hispanoamérica este proyecto liberal y posteriormente republica-no, hispanoamericanista, que en un primer momento surgió de la necesidad deconciliar intereses a ambos lados del Atlántico, y que posteriormente se reforzó enel ambiente regeneracionista que envolvió la España de principios del siglo XX,cargado de un fuerte componente de espiritualidad, como ya señalamos, nada teníaque ver con el concepto de hispanidad defendido por el franquismo, que hizo deésta el instrumento de expansión en América Latina. La hispanidad se convirtió enla ideología e instrumento que sirvió al régimen de Franco para exaltar el pasadohispano y legitimar los «derechos» de España sobre el continente americano, envirtud de la unidad racial y cultural de los pueblos hispanos, sin tener en cuenta lasdiferencias étnicas y culturales de cada pueblo.34

El interés de Federico de Onís por conocer la esencia de lo español, el origende la nacionalidad española, de penetrar en la historia de España, se enriquece entierras americanas con su afán por defender la permanencia de la cultura españolaen América, visible en las manifestaciones artísticas, en la cultura material y espi-ritual americanas. En su interpretación la herencia hispana se encontraba en la cul-tura americana, iberoamericana, era la cultura española transformada en propia y,por tanto, diferente. Su concepción de la historia de España como una historiamarcada continuamente por la conquista y la frontera hace que la historia de Espa-ña se traslade al Nuevo Mundo, ampliándose, enriqueciéndose y diferenciándose,siendo, en palabras de Onís, la frontera o las fronteras los lugares donde mayor vi-talidad tenía dicha cultura. Para él, la cultura española o hispana en su concepciónmás amplia sólo podía comprenderse a través de la búsqueda de la continuidad, lasrupturas, los encuentros, los desencuentros, las desigualdades y las armonías en lahistoria; una historia que como para el resto de sus compañeros del Centro de Es-tudios Históricos, enfrascados en su proyecto nacionalista, tenía sus orígenes y suesencia en Castilla, y en el idioma español35. En la historia de Castilla estos histo-riadores y filólogos encontraban los rasgos y la permanencia de lo que ellos deno-minaban el «alma española»; Castilla era el lugar de integración de otros pueblos,proceso en el cual las culturas y tradiciones se habían enriquecido mutuamente.Todo ello le confería un lugar destacado respecto a la totalidad española.36

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33 Federico de Onís, El español en los Estados Unidos, Salamanca, Imp. y Lib. de Francisco NúñezIzquierdo, 1920, p. 30.

34 Eduardo González Calleja, La hispanidad como instrumento..., Opus cit.35 El 98 motivó una crisis en la conciencia nacional que derivó en que se repensara España como

problema y como nación. En ese proceso Castilla fue elegida por muchos intelectuales como el almaque encarnaba la nacionalidad de España: Castilla austera, guerrera, idealizante, quijotesca, sobria, se-rena como la define Menéndez Pidal en sus trabajos, y poetas y novelistas como Azorín o Machado.Una Castilla cuna del idioma y de la cultura española como interpretan y defienden los alumnos de Me-néndez Pidal, entre ellos Federico de Onís. Sobre estos aspectos pueden consultarse los libros de JuanPablo Fusi, España. La evolución de la identidad nacional, Temas de Hoy. Historia, Madrid, 2000;Juan Sisinio Pérez Garzón, La gestión de la memoria. La historia de España al servicio del poder, Bar-celona, Crítica, 2000; José Álvarez Junco, Mater Dolorosa: la idea de España en el siglo XIX, Madrid,Grupo Santillana de Ediciones, 2001.

36 Centenario de Federico de Onís (1885-1966), Río Piedras, Oficina de Publicaciones e Investiga-ciones, Facultad de Humanidades, Universidad de Puerto Rico, 1985. Entre los múltiples discursos y

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Es importante comprender su idea de España, de la cultura, y de América parapoder entender la labor que desplegó Onís en Estados Unidos y en Puerto Rico apartir de 1916, cuando siendo catedrático de la Universidad de Salamanca, se tras-ladó a Estados Unidos tras la petición que realizara la Columbia University deNew York al Centro de Estudios Históricos de la JAE del envío de un profesorde español, para que organizase la enseñanza de la lengua, la literatura y la civili-zación españolas como catedrático en el Departamento de Lenguas Romances dedicha Universidad. Su viaje que en principio se programó para un año, se convirtióen un largo destino. Tras solicitar sucesivos permisos en la universidad salmantina,en 1921 pidió la excedencia como catedrático. Desde entonces Federico de Onísactuó en todo momento como delegado de la JAE y de la Junta de Relaciones Cul-turales en Estados Unidos.

EL INTERÉS DE LOS ESTADOS UNIDOS POR LA CULTURA HISPANA

Lengua española. Préstale mucha atención y procura conocerla en detalle. Por nuestrasrelaciones venideras con España y la América Hispánica esa lengua llegará a ser una ad-quisición de mucho provecho. La historia antigua de gran parte de América se ha escri-to en aquel idioma: te envío un diccionario.

(Carta de Thomas Jefferson a un sobrino, 1787) 37

Con estas palabras del último tercio del siglo XVIII se comenzaba a percibir enEstados Unidos la importancia de la lengua española. A partir del segundo cuartodel siglo XIX, estas primeras semillas del hispanismo en Estados Unidos, vincula-das en sus inicios a intereses económicos –particularmente la penetración comer-cial en el área antillana– empezaron a imponerse también en los círculos intelec-tuales de la joven nación. Las obras de distinguidos escritores, como WashingtonIrving, Henry Wadsworth Longfellow, George Tickner y el historiador William H.Prescott son testimonio de ello.38 Asimismo, durante esa época se pusieron en bo-ga los viajes de la elite culta a la Península Ibérica, atraida de forma particular porel exotismo de la región que representaba una mezcla de las culturas árabes y eu-ropeas. Estadistas de la talla de John Adams y James Monroe se unieron al grupode viajeros distinguidos. Sin lugar a dudas, esta actividad influyó notablemente enel quehacer literario del período:

...los primeros novelistas norteamericanos encontraron en el mundo español inspiraciónpara escenas, argumentos y personajes. Mientras que los poetas y dramaturgos preferían

146 LOS LAZOS DE LA CULTURA

conferencias en los que Onís comenta su idea de la historia de España y de América, como prolonga-ción del ser de España pueden verse los aparecidos en La Prensa, New York, 25 de enero de 1921; 15de noviembre de 1937; 16 de octubre de 1940. Muchos de estos artículos se encuentran en el AFO, Se-rie Noticias y Actividades O-NA. Como muchos intelectuales españoles y latinoamericanos, Federicode Onís consideraba que las sociedades cultas tenían una «misión hegemónica y civilizadora». Pensabaque la cultura española podía ejercer la función unificadora de las distintas tradiciones americanas. VerPedro Laín Entralgo, Menéndez Pelayo: Historia de sus problemas intelectuales, Buenos Aires, Edito-rial Juventud Argentina, 1945.

37 Citado en Frederick S. Stimson, «Pioneros del hispanismo en los Estados Unidos», Arbor, númeroextraordinario decdicado a «El hispanismo en Estados Unidos», tomo 116, Madrid, CSIC, 1983, p. 7.

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el México y el Perú de la época de la Conquista, probablemente a causa del elementoépico inherente en la majestuosa historia del nacimiento y caída de las civilizacionesaborígenes, los escritores que cultivaban el género novelesco escogieron la España de laépoca, México y las Indias Occidentales.39

Aparte de la labor literaria comenzaron a establecerse cátedras de español endiversas universidades norteamericanas Por ejemplo, en 1830, se fundó una en laUniversidad de Columbia, institución que en el futuro jugaría un papel importanteen la difusión de los estudios hispánicos en el continente americano. Ya en la se-gunda mitad del siglo XlX, alrededor de 41 universidades norteamericanas teníancátedras en español.

Al interés por la literatura, se unió el de la historia del imperio español y lascausas de su decadencia, que se manifestó a partir de la Guerra Hispanoamericanaen 1898, con la creación de la primera cátedra sobre el tema a cargo de Roger Bi-gelow Merriman en la Universidad de Harvard:

...desde 1898 en adelante los Estados Unidos empezaron a desempeñar un papel interna-cional a gran escala. Tal acontecimiento exigía intelectualmente una necesidad para enten-der a fondo el desenvolvimiento de uno de los mayores imperios del mundo moderno contodas sus grandezas y sus fracasos. Aún más precisa fue la urgencia para analizar la heren-cia político-cultural española en la América Central y del Sur, la región donde se había ex-pansionado el poder norteamericano a raíz de la desbandada española.40

Así, pues, desde un punto de vista cultural se va a establecer un vínculo vitalentre las universidades, la sociedad y la política internacional norteamericana enrelación con Hispanoamérica.

EL PANAMERICANISMO

Durante el siglo XlX Hispanoamérica se convirtió en una pieza de incalculablevalor tanto para las naciones europeas como para los Estados Unidos ya que represen-taba un campo fértil para la exportación de mercancías y de capitales bajo formas deinversiones y créditos. La década de 1880 marcó el auge del imperialismo en la re-gión basado en el monopolismo, el dominio del sector financiero sobre los demás sec-tores y la rivalidad entre las naciones interventoras por la captación de mercados decapital y fuentes de materias primas. Además, los Estados Unidos comenzaron a des-plazar y a sustituir la influencia de Inglaterra y Francia, que hasta esa fecha se habíandestacado por ser las potencias dominantes, hasta lograr establecer su hegemonía enlas primeras décadas del siglo XX, particularmente después de la Primera GuerraMundial. La adquisición de Puerto Rico, en 1898, y cinco años más tarde la aproba-ción de la Enmienda Platt en el Congreso, estableciendo un protectorado sobre Cuba,

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38 Ibidem, p. 8.39 Ibidem, p. 10.40 Joan Connelly de Ulman, «Los estudios históricos sobre España en los Estados Unidos en el si-

glo XX», Arbor, número extraordinario decdicado a «El hispanismo en Estados Unidos», tomo 116,Madrid, CSIC, 1983, p. 141.

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seguido por la ocupación militar de Nicaragua (1912-1925 y 1926-1933), Haití(1915-1934), República Dominicana (1916-1924) y Cuba (1898-1902, 1906-1908,1917-1922), le aseguraron el control de la política interna de estos países.41

A pesar de las tensiones que estos hechos provocaron entre la nación del Norte ylos países hispanoamericanos hubo aspectos en que ambos coincidieron, como fue,por ejemplo, la importancia que atribuyeron a los procesos de modernización e in-dustrialización. Estuvieron de acuerdo en que el aumento del comercio no sólo pro-movía la prosperidad económica sino que también favorecía la armonía y el entendi-miento entre las naciones que integraban el hemisferio occidental. A tales efectos,los gobiernos de la región reconocieron la necesidad de llegar a acuerdos que promo-viesen los intercambios comerciales, la industria y la diplomacia en el área. En 1889,se llevó a cabo una histórica conferencia en Washington con el propósito de discutirlos problemas y las oportunidades hemisféricas. Esta fue la Primera ConferenciaPanamericana, propulsada por James G. Blaine, secretario de Estado de los EstadosUnidos a quien se le considera el ideólogo del panamericanismo.

Desde la perspectiva norteamericana, el concepto de una organización multila-teral de Estados americanos representaba la oportunidad de que los Estados Uni-dos pudiesen ejercer un papel tutelar sobre los países hispanoamericanos. Se aspi-raba, pues, a alcanzar dos objetivos fundamentales de índole económica uno, ypolítica el otro. En el aspecto económico Estados Unidos intentaba la creación deuna unión aduanera americana que excluyese a los países europeos y en el planopolítico se arrogaba el derecho a actuar como árbitro en los conflictos que surgie-sen entre los países hispanoamericanos.

Por su parte, los países hispanoamericanos buscaban con este acercamiento unvehículo para promover la igualdad entre los países, respeto por las leyes interna-cionales y la adhesión a los principios de soberanía y no intervención por parte depotencias extranjeras en la comunidad hemisférica. No es de extrañar que estospuntos de vistas divergentes frustraran la firma de acuerdos concretos. El único re-sultado de la reunión de 1889 fue la creación de una oficina de información co-mercial en Washington, que fue la semilla de la futura Unión Panamericana y mástarde de la Organización de los Estados Americanos. A pesar de estas dificultades,el panamericanismo permaneció como un concepto fundamentado en que a pesarde las diversidades culturales que caracterizaban a las naciones del hemisferio, és-tas compartían ideales políticos, intereses económicos, la unidad geográfica y lasprincipales corrientes culturales de la civilización occidental.42

El panamericanismo fue la punta de lanza para la penetración cultural de losEstados Unidos en Hispanoamérica. En las primeras décadas del siglo XX se suce-den los viajes a América del Sur por profesores de las universidades norteamerica-

148 LOS LAZOS DE LA CULTURA

41 Demetrio Boersner, Relaciones internacionales de América Latina. Breve historia, 5ta. Edición,Caracas, Nueva Sociedad, 1996, p. 137; Thomas E. Skidmore y Peter H. Smith, Historia contemporá-

nea de América Latina, Traducción castellana de Carmen Martínez Gimeno, Barcelona, Crítica, 1996,p.387.

42 Lawrence A. Clayton y Michael L. Conniff, A History of Modern Latin America, Forth Worth,Texas, Harcourt Brace College Publishers, 1999, pp. 230-234; véase también Peter H. Smith, Talons of

the Eagle. Dynamics of U.S.-Latin American Relations, New York, Oxford, Oxford University Press,2000, pp. 93-94.

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nas, como por ejemplo, el que hizo William R. Shepherd, reconocido catedráticode historia de la Universidad de Columbia, bajo los auspicios del Departamento deEstado de los Estados Unidos y el «Bureau of American Republics». Según lo de-finía esta última entidad el propósito del mismo era:

...cultivar las relaciones personales con los estadistas, literatos y hombres denegociosdel Sur de América, y darles a conocer los recursos y condiciones de los colegios y Uni-versidades americanos, con el propósito de conseguir una más estrecha relación entrelas Repúblicas latinoamericanas y los Estados Unidos...43

Uno de los principales exponentes de estas relaciones culturales fue el Dr. LeoS. Rowe, catedrático de derecho y ciencias políticas de la Universidad de Pennsyl-vania, y presidente de la «American Academy of Political Science» (más tardeejercería el cargo de Director General de a Unión Panamericana). En la novenaconferencia anual de la Asociación de las Universidades Americanas, que se llevóa cabo en enero de 1908 en Ann Arbor, Michigan, Rowe resaltaba la dependenciaintelectual de las universidades hispanoamericanas respecto a Europa. Señaló quelas repúblicas hispanoamericanas, debido a las peculiares condiciones económicasy políticas en que se habían desarrollado, presentaban problemas diferentes a losdel continente europeo. Por consiguiente, existía interés por parte de los educado-res de Hispanoamérica en establecer contactos con las universidades norteameri-canas, oportunidad que no debía desaprovechar Estados Unidos. De manera querecomendaba, entre otras cosas, que se establecieran estrechas relaciones entre lasUniversidades del Norte y de Sur América y entre los investigadores individualesde las diversas ramas científicas. Además, que se propiciara un intercambio de laspublicaciones universitarias, la organización de trabajos científicos internacionalesy la inclusión de lecciones sobre el desarrollo de las instituciones políticas ameri-canas en las cátedras de Historia de América, Derecho constitucional, Derecho ad-ministrativo, Economía, Sociología y Legislación comparada. Por último, aconse-jaba que se favoreciese el intercambio de profesores y de estudiantes tanto de lasEscuelas Normales como de las universidades.44 Como podemos observar, estasrecomendaciones se asemejaban a algunas de las propuestas hispanoamericanistasimpulsadas desde España por la JAE y la Universidad de Oviedo. De hecho, Esta-dos Unidos también estableció acuerdos con las universidades de La Plata, Chile ySan Marcos de Lima. Rowe, aparte de diseñar este proyecto cultural, articuló lasventajas políticas del mismo:

No está lejano el momento en que las Repúblicas latinoamericnas, ó á lo menos las másimportantes de ellas, serán potencias de real importancia, cuya ayuda habrán de requerirlos Estados Unidos para la realización de los ideales de justicia internacional por quevienen luchando desde hace tanto tiempo nuestros gobiernos. No podemos esperar ese

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43 Citado en Rafael Altamira, España en América, Valencia, F. Sempere y Compañía, Editores,1908, p. 56.

44 Ibidem, pp. 57-60 (las cursivas aparecen en el texto).

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apoyo sin que hayamos establecido previamente estrechos lazos intelectuales y morales

entre ellos y los Estados Unidos…el espíritu de unidad continental que debemos tratarde establecer, no implica el menor antagonismo hacia Europa ni las instituciones euro-peas. Es el simple reconocimiento del hecho elemental de que América podrá contribuirde mejor modo al progreso del mundo, dedicándose ella misma en primer término, ycon unidad de propósito, a los problemas nacionales e internacionales que son peculia-rísimos de este continente, ó para cuya solución son especialmente favorables nuestrascondiciones.45

El panamericanismo contribuyó a acrecentar en los Estados Unidos un interéspor la lengua y la civilización españolas. La corriente popular que buscaba el idio-ma español como un instrumento de comercio y enriquecimiento se unió a aquellaotra corriente elitista, que mencionamos en páginas anteriores, formada por escri-tores, artistas y estudiosos del alma española. 46

Mientras tanto, en Hispanoamérica, ciertos círculos intelectuales rechazaronvehementemente las implicaciones del panamericanismo. Escritores prominentescomo, por ejemplo, José Enrique Rodó, Manuel Ugarte y Rubén Darío denuncia-ron la hegemonía norteamericana y sus devastadoras consecuencias. Rodó, en suconocido ensayo Ariel, advertía algunos de estos peligros:

La poderosa federación [Estados Unidos] va realizando entre nosotros una suerte deconquista moral. La admiración por su grandeza y por su fuerza es un sentimiento queavanza a grandes pasos en el espíritu de nuestros hombres dirigentes, y aún más, quizás,en el de las muchedumbres, fascinables por la impresión de la victoria. Y de admirarlase pasa por una transición facilísima a imitarla….Se imita a aquel en cuya superioridado cuyo prestigio se cree. Es así como la visión de una América «deslatinizada» por pro-pia voluntad, sin la extorsión de la conquista, y regenerada luego a imagen y semejanzadel arquetipo del Norte, flota ya sobre los sueños de muchos sinceros interesados pornuesstro porvenir, inspira la fruición con que ellos formulan a cada paso los más suges-tivos paralelos, y se manifiiesta por constantes propósitos de innovación y de reforma.Tenemos nuestra «nordomanía». Es necesario ponerle los límites que la razón y el sen-timiento señalan de consuno.47

Estas expresiones apuntan a una realidad innegable en Hispanoamérica. Si bienun nutrido grupo de intelectuales rechazaba la influencia norteamericana, otrossectores como el de los políticos y las elites socio-económicas, entendían que noera prudente ni necesario aislarse de los Estados Unidos. Por ejemplo, el presiden-te de Uruguay, Baltasar Brum, señalaba que los ideales de justicia y democraciaeran factores poderosos que fomentaban los lazos de solidaridad con América delNorte. Añadía que las diferencias de los lenguajes no constituían un obstáculo pa-ra establecer estrechos vínculos entre los pueblos y a manera de ejemplo mencio-

150 LOS LAZOS DE LA CULTURA

45 Ibidem, pp. 60-61.46 Federico de Onís, «El español en los Estados Unidos», España en América..., Opus cit., p. 690.47 José Enrique Rodó, Ariel, México, SEP/UNAM, 1982, pp.49-50.

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naba a Europa donde países de diversas lenguas se asociaban para propósitos de ladefensa común. Brum insistía en defender el panamericanismo como un elementonecesario para la armonía internacional. 48 Por otra parte, no se puede olvidar queel progreso material, el capital y la tecnología de los Estados Unidos ejercían unapoderosa atracción en Hispanoamérica, particularmente sobre los profesionales ylas capas medias.

Es decir, que la idea del panamericanismo fue acogida con profunda ambiva-lencia por los sectores hispanoamericanos. De igual manera, el hispanismo propul-sado desde España se miró con recelo en algunos países y por determinados inte-lectuales. Sin embargo, señala Frederick Pike que la América hispana combinócon sagacidad las dos fuerzas: la española, de carácter esencialmente espiritual, yla norteamericana, básicamente materialista. Al efecto, comenta:

Latin American appreciation of the value of the two forces in defending the status quoaccounts in part for the endurance and occasional flowering of Pan-Americanism andhispanismo. Situated at «the crossroads between two worlds», Latin Americans inge-niously managed the best of the situation and to utilize both worlds.49

Mientras tanto, en los Estados Unidos se crearon varias instituciones y bibliote-cas50 que apoyaron los estudios hispanistas, «pasando así el panamericanismo» –se-gún observaba Federico de Onís– «del terreno de la aspiración teórica o la políticapráctica al de las fuerzas hondas nacionales que mueven en una dirección a todo unpueblo.»51 Más aún, argumentaba Onís, para establecer relaciones comerciales fructí-feras con los pueblos hispanoamericanos no sólo había que conocer el español sinotambién su historia, su geografía, su literatura, su arte, su psicología, sus costumbres.Y si los pueblos hispanoamericanos eran hijos de España había pues que «ir a la fuen-te y conocer a España.»52. «De todo este rodeo» –añadía– «es capaz la mente nortea-mericana cuando quiere orientarse seriamente para la acción, y ésta es la razón de suéxito y su eficacia».53 Onís defendió y apoyó desde su puesto en la Universidad deColumbia la interrelación de los Estados Unidos con Hispanoamérica:

La unidad de América hay que hacerla con el espíritu del más amplio americanismo; hayque realizarla y establecerla sobre la base segura de los puntos de coincidencia entre las dosculturas que se dividen el continente. Las diferencias entre estas dos culturas son reales yhondas sin duda; pero es más honda y real todavía la unidad básica que hace americanos atodos los hombres que pueblan este hemisferio.54

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48 Fredrick B. Pike, Hispanismo, 1898-1936. Spanish Conservatives and Liberals and their Relations

with Spanish America, Notre Dame, Indiana-London, University of Notre Dame Press, 1971, p. 321. 49 Ibidem, p. 323.50 Para una relación detallada véase Ronald Hilton, Los estudios hispánicos en los Estados Unidos,

Madrid, Ediciones Cultura Hispánica, 1957.51 Federico de Onís, «El español….», España en América..., Opus cit., p. 689.52 Ibidem, p. 690.53 Idem.54 Federico de Onís, «España y el Sudoeste de Estados Unidos», España… Opus cit., p. 30. Véanse

los ensayos incluidos en este libro de Consuelo Naranjo y Miguel Ángel Puig-Samper (capítulo V), y elde Matilde Albert (capítulo VII).

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No debe sorprender que a la larga se estableciera una estrecha cooperación en-tre los intelectuales españoles de la JAE, particularmente del Centro de EstudiosHistóricos de Madrid, y las instituciones norteamericanas, en un intento por conci-liar los intereses que ambas partes tenían respecto a la América Hispana. PuertoRico fue el ejemplo más significativo de esta alianza, como veremos en los ensa-yos próximos. De ahí que en un importante artículo, escrito por William Shepherd,para el primer número de la Revista de Estudios Hispánicos, del Departamento deEstudios Hispánicos de la Univerisdad de Puerto Rico, denominase a esta alianza«la amistad triangular»:

Las relaciones entre los españoles, los hispanoamericanos y los norteamericanos hacenimperiosa la necesidad de que nuestra juventud, que es la llamada a modelar nuestrosfuturos programas nacionales, conozca y aprecie mutuamente características que nosdistinguen..Nuestra juventud española, hispanoamericana y norteamericana, deberíaaprender los idiomas, la historia, las tradiciones, las costumbres, las ideas y la culturaen general de las dos Américas, uniendo así sus conceptos, a fin de poder comprender-nos los unos a los otros, empeñándonos e interesándonos por el desarrollo espiritual, in-telectual y material, contribuyendo en cuanto sea posible a solidificar y engrandecernuestra amistad triangular.55

152 LOS LAZOS DE LA CULTURA

Facultad de Humanidades, Universidad de Puerto Rico, 1931.

(Revista Athenea).

55 William R. Shepherd, «Hacia la amistad triangular», Revista de Estudios Hispánicos, tomo 1,núm. 1, enero-marzo, 1928, p. 11-12. Para un análisis del artículo véase el ensayo de Laura Rivera yJuan G. Gelpí incluido en este libro (capítulo VI).

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V

RELACIONES CULTURALES ENTRE EL CENTRO DE ESTUDIOSHISTÓRICOS DE MADRID Y LA UNIVERSIDAD DE PUERTO RICO

Consuelo Naranjo Orovio y Miguel Ángel Puig-SamperInstituto de Historia, CSIC

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FEDERICO DE ONÍS Y LA ARTICULACIÓN DE LAS RELACIONES CULTURALES ENTRE

LA COLUMBIA UNIVERSITY Y LA JUNTA PARA LA AMPLIACIÓN

DE ESTUDIOS E INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS

El envío de Federico de Onís por la JAE a Nueva York en 1916 fue el inicio deun intercambio cultural y científico, sólido y duradero, entre España, Estados Uni-dos y Puerto Rico. Dicho intercambio fue posible gracias a la red de relacionesinstitucionales y personales que Onís supo tejer entre los tres países y sus centrosacadémicos, la JAE, el Centro de Estudios Históricos de Madrid, del que él siem-pre fue colaborador, y figuró como tal en las Memorias del Centro, la Universidadde Columbia y el Departamento de Estudios Hispánicos de la Universidad dePuerto Rico (Recinto de Río Piedras).

Su habilidad e interés por la cultura y por su difusión logró vencer cualquier re-celo que se mostrara en el establecimiento de los lazos culturales entre los tres paí-ses. Más aún cuando dichos lazos estaban basados en la defensa y difusión de lalengua española. En su tarea Federico de Onís encontró un ambiente propicio tan-to en Estados Unidos como en la Universidad de Puerto Rico y en la sociedad bo-ricua. En todo momento Onís resaltó la importancia de que en dicha empresa estu-vieran involucrados estrechamente la academia y los hispanistas americanos.1

1 El proyecto cultural español desarrollado por la JAE y por Onís en Estados Unidos y Puerto Ricorecibió algunas críticas por aquellos que consideraban que España no había alcanzado un desarrollocultural ni científico que justificase su empresa cultural. Véase por ejemplo el artículo de Tomás Nava-rro Tomas, «Las relaciones entre España y América», Summer School News, Year III, nº 2, july 13-18,1925, pp. 1-2, que es una respuesta al ataque que otro articulista hacía a este proyecto cultural publica-do también en Summer School News, Year III, nº 1, july 6-11, 1925, pp. 4-6, titulado «La DoctrinaMonroe y el Pan Americanismo» por Collado Martell.

Estas y otras manifestaciones en contra de España y del hispanoamericanismo provocaron queOnís en todo momento manifestara su interés en involucrar a los académicos hispanistas norteameri-canos. Ello queda evidenciado en la correspondencia que, previamente al establecimiento del Departa-mento de Estudios Hispánicos en la Universidad de Puerto Rico, mantuvo con el rector de dicha Uni-versidad, Thomas Benner. AFO, Sección Correspondencia O-MS/C-115.

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Asimismo, el mantenimiento de una colaboración académica estrecha entre Fede-rico de Onís y sus compañeros del Centro de Estudios Históricos, Ramón Menén-dez Pidal, Tomás Navarro Tomás, Samuel Gili Gaya, Dámaso Alonso, AmadoAlonso, entre otros, hizo posible la creación en 1926 en la Universidad de PuertoRico del Departamento de Estudios Hispánicos.

El interés creciente en Estados Unidos por España y su cultura desembocó enla creación en Nueva York de la Hispanic Society of America, en 1904 bajo el me-cenazgo de Archer M. Huntington, y del Instituto de las Españas, fundado en 1920por la Columbia University. Onís mantuvo una relación personal desde su llegadaa Nueva York con Archer M. Huntington, en virtud de la colaboración de Onís enla Hispanic Society –de la que fue nombrado miembro en 1917– como el envío delibros y revistas españolas, además de ser la persona que en muchos casos intervi-no en la invitación que la Hispanic Society cursó a intelectuales españoles. Ambasinstituciones fueron centros de difusión de la cultura de España, y junto a las es-pléndidas colecciones de literatura y arte españoles, depositadas en la HispanicSociety, se auspiciaron conferencias de los intelectuales españoles más prestigio-sos del momento como María Maeztu, Blasco Ibáñez, Ramón Menéndez Pidal,Ramón Pérez de Ayala, Fernando de los Ríos, entre otros.2

Las relaciones culturales de España con Estados Unidos fueron en todo mo-mento atendidas por la JAE, que nombró como delegado a Federico de Onís; inte-lectual comprometido en cuyos escritos y conferencias siempre intentó, por unaparte, demostrar el valor de la cultura española y el derecho que tenía su lengua, li-teratura e historia a ser estudiadas y difundidas, y por otra, resaltar el significadode España en Hispanoamérica como ente moral, y no como Estado. Como entemoral entendía «las manifestaciones del genio colectivo en los dominios de la len-gua, la ciencia y el arte que tienen una tradición multisecular que le dan esa ener-gía y espontaneidad...., el alma de España».3

Insistía, como lo hacían desde España otras voces hispanoamericanistas, en lacomunión de intereses espirituales que unían a todos los pueblos hispanos, y en elderecho moral que España tenía en América. Este derecho del que habla Onís nun-ca tuvo un matiz político, como tampoco tuvo un significado excluyente de las cul-turas americanas ya que en todo momento reconoció la variedad de culturas en laAmérica hispana, y la novedad cultural que representaba Hispanoamérica respectoa España.4

Colaboró de manera continua y desinteresada en difundir los cursos de veranopara extranjeros que comenzó a organizar la JAE en 1912, con los que se pretendíacompletar la formación de los universitarios norteamericanos en la cultura y elidioma español. Dichos cursos pasaron a ser organizados a partir de 1920 porel Centro de Estudios Históricos de Madrid, en su nueva sede de la Calle Duque deMedinaceli, hasta entonces, Palacio del Hielo. Desde mediados de julio a media-dos de agosto, entre 1912 y 1936, con excepción de 1917 y la suspensión provoca-da por la Guerra Civil en 1936, la Residencia de Estudiantes y posteriormente el

156 LOS LAZOS DE LA CULTURA

2 AFO, Sección Correspondencia O-MS/C-79.1 - 79.26.3 AFO, Sección Noticias y Actividades O-NA-3A.2.4 La Prensa, New York, 16 de octubre de 1940.

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Centro de Estudios Históricos recibía un grupo de estudiantes y profesores extran-jeros, entre ellos una buena proporción de norteamericanos, a los que se les aloja-ba en la Residencia de Estudiantes y en el Instituto Internacional de Señoritas. Ra-món Menéndez Pidal, Américo Castro Quesada, Pedro Salinas, Dámaso Alonso yManuel Gili Gaya se encargaron de estos cursos, en los que se combinaban las cla-ses de cultura, arte, folklore, música, lengua y literatura españolas con visitas cul-turales y excursiones a distintas ciudades. Al finalizar los cursos, los alumnos reci-bían distintos diplomas en función del grado de aprovechamiento que hubierademostrado el alumno.5

Desde 1919, a través del sistema de becas, la JAE envió pensionados de distin-tas especialidades a diferentes universidades norteamericanas, aunque en númeroinferior al enviado a Europa. También en calidad de becarios fueron enviados loslectores y profesores de español, como el propio Onís fue en 1916. Columbia,Harvard, John Hopkins, Michigan, Berkeley, Pennsylvania, Rockefeller Institutefor Medical Research, fueron algunos de los centros donde se especializaron losbecarios españoles. Según algunos autores, el total ascendió a 55, de los cuales unaelevada proporción correspondía a médicos, biólogos y químicos; algunos de ellosfueron Manuel Dalmau y Matas, Francisco Durán i Reinals, Juan López Suárez,Ramón San Ricart, Mario García Banús, Santos Rubiano y Herrera, Carlos Fer-

RELACIONES CULTURALES ENTRE EL CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS DE MADRID… 157

Federico de Onís.

(Seminario de Federico de Onís, Departamento de Estudios Hispánicos, UPR).

5 Las actividades académicas desarrolladas por la JAE y el Centro de Estudios Históricos, la dota-ción de becas para estudiar en el extranjero, el intercambio con otros países, etc., fueron recogidos apartir de 1910 en las Memorias de la JAE.

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nández Arroyo y Navarro Rodrigo, José Fernández-Nonídez y López-Calvo, CruzGallastegui, Rosendo Carrasco Formiguera, Loreto Tapia Robson, Mª Nieves Gon-zález Barrio, Ciriaco Mañes Retama, Francisco Poyanes y Fresno, Emilio JimenoGil, María Luisa Cañomeras, Concepción Lazárraga, Jorge Folch Pi, etc.. Entre loshombres y mujeres de letras que fueron profesores o conferenciantes en estos añosen las universidades americanas podemos mencionar entre otros a Federico deOnís, María de Maeztu, Juana Moreno de Sosa, Carmen Castilla Polo, Luis GarcíaGuijaro, Antonio Llorens Clariana, Cándida Cadenas Campo, Joaquín Ortega Du-rán, Fernando Cadalso y Manzano, Ángel Apraiz Buesa, Federico Blanco Trías,César Barja Carral, etc.6

Por otra parte, fue habitual que las universidades americanas además de invitara lectores españoles para la enseñanza de su idioma, recibieran las visitas de espe-cialistas en cultura, literatura o filología española. Como fuera invitado Onís en1916, también lo fueron María de Maeztu (1919), Tomás Navarro Tomás (1927-1928), Américo Castro (1924 y 1928), Antonio García Solalinde (1922-23, 1925,1927-28, y 1937), Samuel Gili Gaya (1930-32), etc. Al no cubrir la invitación losgastos del viaje, la JAE acordó en 1916 ayudar a los profesores con una cantidadque cubría parcial o totalmente los gastos, por lo que en ocasiones se les considerópensionados.7

El intercambio oficial de becas entre ambos gobiernos se inició en 1919 tras elviaje de José Castillejo, secretario de la JAE, a Estados Unidos, donde consiguióapoyo del Rockefeller Institute.8 De esta visita Castillejo nos comenta algunas desus impresiones:

Por la tarde en Columbia University. Mi primera visita a aquel reino. Creo que realmen-te ha conseguido encarnar el espíritu norteamericano de Nueva York. La instalación enestos enormes pabellones aislados bordeados de praderas que aunque estrechas parecenuna tendencia al aislamiento y a la lejanía, es lo único compatible con una gran ciudad.Los edificios en el tipo anglo-americano de solidez y comodidad.Hay, como en todas partes, una mezcla casi siempre afortunada, de eficacia alemana ybuen gusto inglés....Veo a Onís y asisto a una de sus clases, llena de gente. Habla de Pío Baroja....9

En otras de las cartas, del 1 de junio de 1919, resumía su estancia en EstadosUnidos comentando su grata visita a las universidades de Harvard, John Hopkins,Filadelfia, Yale, Princeton, Vassar College, Smith College, Fundación Rockefeller

158 LOS LAZOS DE LA CULTURA

6 El envío de los pensionados de la JAE aparece recogido en las Memorias que publicaba esta ins-titución desde 1910, y en las Actas de la JAE. Ver la obra de Justo Formentín Ibáñez y Mª José VillegasSanz, Relaciones Culturales entre España y América..., Opus cit., p. 322. Véase también Justo Formen-tín Ibáñez y Esther Rodríguez Fraile, La Fundación Nacional para Investigaciones Científicas (1931-

1939). Actas del Consejo de Administración y Estudio Preliminar, Madrid, CSIC, 2001.7 Ibidem, pp. 201-331.8 Los objetivos del viaje de Castillejo a Estados Unidos aparecen en: Junta para la Ampliación de

Estudios e Investigaciones Científicas, Memoria correspondiente al curso 1918-19, Madrid, 1920.9 Carta fechada el 13 de mayo de 1919. David Castillejo (comp.), Epistolario de José Castillejo.

Vol. III, Fatalidad y porvenir 1913-1937, 3 vols., Madrid, Editorial Castalia, 1999, pp. 411-433.

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en Nueva York, Fundación Carnegie, Mith de Cambridge, así como su entrevistacon Archer Huntington:

Esta universidad (Princeton) es una maravilla y recogimiento en la lejanía de un pueble-cito, instalada en varios kilómetros de parque, con arbolado abundante y pradera fresca¡Y qué edificios y qué Clubs de estudiantes, y qué Biblioteca y laboratorios y estadiospara juegos! Cada una que veo me parece mejor. Esta es la del recogimiento y pulcri-tud.10

La JAE y la Junta de Relaciones Culturales por parte española, y en Norteamé-rica, el Instituto de las Españas, el Institute of International Education y el Ameri-can Council on Education fueron los principales gestores de dicho programa. Enconcreto, el Institute of International Education fue la institución que se encargabade organizar las conferencias de los invitados españoles, en primavera y en otoño.

Las instituciones americanas mantuvieron una estrecha relación con la JAEproporcionando además de becas, información sobre becas e intercambios queofrecían distintas universidades de allí. En este programa de intercambio participa-ron 47 becarios, 31 españoles y 16 norteamericanos. En 1925 el American Councilon Education envió los primeros becarios a España bajo la tutela de la JAE. Unosaños después, en 1929, el Institute of International Education propuso de maneraoficial a la JAE que se encargase del servicio de intercambio de becas con EstadosUnidos. Tras la reorganización del intercambio, la Junta de Relaciones Culturalesdel Ministerio de Estado se hizo cargo de la parte administrativa y económica, co-rrespondiéndole a la JAE la gestión académica. Algunos de los estudiantes españo-les que participaron en este intercambio de becas, que comenzó a funcionar desde1930, fueron también pensionados de la JAE, lo cual les aseguraba un ingreso ex-traordinario con el que cubrir todos los gastos.11

Asimismo, diferentes colleges de Estados Unidos mantuvieron un intercambiointenso con centros de la JAE, como el Smith College y el Bryn Mawr College conla Residencia de Señoritas de Madrid –dirigida por María de Maeztu, cuya rela-ción se estableció a raíz del viaje de ésta a Estados Unidos tras ser invitada por laColumbia University en 1919–, y otros colleges femeninos que establecieron unprograma de becas para universitarias de ambos países. Además del convenio decooperación entre la JAE y el International Institute for Girls in Spain, gestionadopor Maeztu, en 1920 se constituyó un Comité para la concesión de becas a mujeresespañolas, integrado por María Goyri de Menéndez Pidal, presidenta, ZenobiaCamprubí de Jiménez, secretaria, María de Maeztu, Trinidad Arroyo de Márquez,y José Castillejo como vocales; a partir de 1923 fue la propia Residencia de Seño-ritas la que proponía a las candidatas.

Un impulso en las relaciones hispano-norteamericanas fue la creación del Ins-tituto de las Españas, en cuya fundación colaboraron junto a la Columbia Univer-

RELACIONES CULTURALES ENTRE EL CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS DE MADRID… 159

10 Ibidem, p. 420.11 Como apuntan algunos autores la vida de ese Comité fue muy corta. En 1923 parece ser que ya

no funcionada. Ver Justo Formentín Ibáñez y Mª José Villegas Sanz, Relaciones Culturales entre Espa-

ña y América..., Opus cit., pp. 266-271.

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sity otras instituciones americanas, españolas e hispanoamericanas, con el fin dedifundir en Estados Unidos la cultura hispánica y que fuera el centro común parael desarrollo de los intereses hispánicos en que todos ellos coincidían. De nuevo lafigura de Onís fue fundamental en el mantenimiento de las relaciones, siendonombrado delegado por la JAE en 1920 tras crearse en el Instituto de las Españasuna delegación permanente de la Junta española.

Sus cuatro secciones –estudios españoles, estudios portugueses, estudios his-panoamericanos y estudios sefarditas– atendían a los fines para los que fue creado,como la celebración de reuniones semanales, conferencias, conciertos, cursos delengua y cultura españolas, viajes de estudios a España y a México, y exposicio-nes; además de contar con una biblioteca que reunía una nutrida Bibliografía His-pánica. Entre las actividades principales del centro hay que mencionar la ediciónde la Revista Hispánica Moderna y la publicación de libros. En este ambiciosoproyecto cultural hay que destacar la importancia que se le concedió dentro delInstituto de las Españas a la Sección de Estudios Sefarditas a través de la cual seatrajeron a la importante comunidad de judíos sefardíes de Nueva York, que ascen-día a unos 30.000 individuos. Esta sección además de celebrar fiestas y conmemo-raciones sefarditas contó con publicaciones de libros y de una revista. A partir deenero de 1928, la Revista de Estudios Hispánicos, fundada en el Departamento deEstudios Hispánicos de la Universidad de Puerto Rico en colaboración con la Co-lumbia y el Centro de Estudios Históricos de Madrid, fue el órgano oficial del Ins-tituto de las Españas.

Desde 1930 la sede del Instituto pasó al edificio de La Casa de las Españas, re-cayendo en Federico de Onís la dirección del mismo. La Universidad costeaba to-dos los gastos que ocasionaban el mantenimiento de la Casa de las Españas, las ac-tividades del Instituto y las investigaciones y estudios que en él se realizaban. EsteInstituto también intervino en la organización de los viajes que profesores y alum-nos realizaban a España en los meses del estío, y concedía una beca para uno delos asistentes.12

A pesar de no existir convenio alguno, el Instituto de las Españas mantuvo uncontacto estrecho con las instituciones españolas encargadas de la difusión cultu-ral, la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas y la Juntade Relaciones Culturales, que a partir de 1934 destinó al Instituto la cantidad anualde 2.000 dólares. El carácter semi-oficial que los representantes diplomáticos es-pañoles en Estados Unidos dieron a este Instituto estuvo respaldado por las autori-dades académicas norteamericanas que siempre designaron al embajador de Espa-ña en Washington Presidente Honorario, y al cónsul español en Nueva Yorkmiembro del Consejo Directivo.13

Para cada curso académico el Instituto de las Españas contó con un conferen-ciante oficial, puesto que ocupó Tomás Navarro Tomás en el curso de 1927-1928;

160 LOS LAZOS DE LA CULTURA

12 AFO, Sección Correspondencia O-MS/C-132.49. 13 Idem. En una carta de Federico de Onís a Fernando de los Ríos, embajador de España en Was-

hington, se lamentaba de las dificultades administrativas aducidas por la Junta de Relaciones Culturalespara firmar un convenio con la Columbia University, el cual hubiera posibilitado una mayor partici-pación del gobierno español en el Instituto de las Españas.

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además del cursillo de cinco conferencias sobre aspectos fundamentales de la Fo-nética española que impartió en la Columbia University, dictó otras conferenciasen quince universidades norteamericanas.

La colaboración entre los dos países fue a menudo motivo de elogio por partede las autoridades académicas norteamericanas y españolas. Las palabras de Ra-món Menéndez Pidal dan prueba de ello:

El Instituto de las Españas en los Estados Unidos está realizando una labor espiritualdel más alto valor, ya que no sólo trabaja en pro de la cultura, sino también a favor de laaproximación y conocimiento mutuo de los pueblos de habla española, portuguesa e in-glesa. Me complazco, pues, en alentar con mayor entusiasmo esa obra patriótica, al-truista y de tan elevada idealidad.14

Federico de Onís, un gran embajador del hispanoamericanismo, resaltaba la la-bor de España y del Instituto de las Españas en el continente americano, insistien-do en la convivencia entre los hispanos que se había logrado a través del Instituto yresaltando la existencia de una comunidad de intereses espirituales, basada en unamisma lengua y cultura. Su idea y proyecto hispanoamericanista, que gira en todomomento alrededor de la fuerza espiritual que España tenía en América no tantopor haber sido la conquistadora de pueblos, sino por los valores universales y hu-manos de su cultura, lo defiende contra los que niegan cualquier valor cultural enla herencia española y en su literatura, y lo contrasta y enfrenta contra el proyectopanamericanista:

Desde el punto de vista español, creo que es de primera importancia y en cierto modo laúnica labor que el Instituto ha venido realizando para lograr el acercamiento y conoci-miento místico de los diversos países hispánicos, que tienen a España como lazo y ori-gen común. En toda Hispanoamérica se mira al Instituto como el organismo defensor ydifusor de la cultura, une con la de España, frente a la concepción panamericanista queniega y excluye a España.15

Como consecuencia del estallido de la Guerra Civil española, en febrero de 1937el gobierno republicano solicitó al embajador de España en Estados Unidos, Fernan-do de los Ríos, un informe sobre las actividades del Instituto de las Españas «indi-cando si hace labor españolista republicana» para estudiar el mantenimiento de lasubvención que el gobierno español destinaba a dicha entidad. En la carta remitidapor Fernando de los Ríos, éste recordaba al ministro de Estado español que el Insti-tuto formaba parte de la Universidad de Columbia, y que siempre había funcionadosin ayuda alguna de España hasta 1934, cuando la Junta de Relaciones Culturales

RELACIONES CULTURALES ENTRE EL CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS DE MADRID… 161

14 Junta para la Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas de Madrid, Memoria corres-

pondiente a los cursos 1926-27 y 1927-28, Madrid, 1929, p. 117.15 AFO, Sección Correspondencia O-MS/C-132.49. Uno de los textos en los que Onís comenta los

ataques lanzados por una parte de la intelectualidad norteamericana contra la cultura española, negandola existencia de una «literatura digna de tal nombre», o el valor del español como instrumento educati-vo es el discurso de apertura del curso académico 1920-21 de la Universidad de Salamanca: Federicode Onís, El español en los Estados Unidos...Opus. cit.

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acordó concederle una subvención mencionada de 2.000 dólares, renovada en 1935y 1936. Asimismo, le comentaba la negativa que el gobierno español dio a Federicode Onís para que se firmara un convenio que canalizara oficialmente las relaciones ydiera a España el derecho a intervenir en el Instituto de las Españas.

Para Fernando de los Ríos la importancia del Instituto radicaba en el acerca-miento que había venido realizando entre los pueblos de habla hispana, que teníana España como lazo y origen común, y comentaba que en toda Hispanoamérica elInstituto era el organismo difusor de cultura, además de ser el instrumento que fre-naba el panamericanismo. El peso de España en la vida del Instituto se debía, se-gún el embajador, a la excepcional eficiencia con que había llevado la direccióndel Instituto Federico de Onís. La universalidad de su concepción, similar a la delCentro de Estudios Históricos de Madrid, hacían de él, según Fernando de losRíos, «un exponente de lo mejor de la España del pasado y de la del porvenir», queno permitía encuadrarlo en el campo de las actividades políticas.16

Tras ese informe el gobierno republicano envió al embajador Fernando de losRíos un cheque por valor de 1.626’74$ correspondiente a la subvención del primersemestre de 1937, que fue transferido a Federico de Onís y comunicado al presi-dente de la Universidad de Columbia, Nicholas Murray Butler.17

Otros focos de difusión de la cultura española en New York fueron la AmericanAssociation of Teachers of Spanish, presidida por L.A. Wilkins, que publicó la re-vista Hispania, dirigida por Aurelio M. Espinosa; El Club Miguel de Unamuno; laResidencia Española de la Columbia University; el Club Centro Español; el Insti-tute of International Education, creado en 1919 por Stephen P. Duggan, tambiéndirector del Instituto de las Españas, y subvencionado por la fundación Carnegie, yla Institución Cultural Española de Estados Unidos, fundada por la JAE en NuevaYork en mayo de 1927, bajo la presidencia de Susana Huntington Venon y la se-cretaría de José Padín. En el acto de inauguración de esta institución participaronFederico de Onís, María de Maeztu y Tomás Navarro Tomás. Como las otras insti-tuciones culturales españolas creadas en América, la de Estados Unidos se pusobajo los auspicios de la JAE, brindando su apoyo para llevar profesores españolesa Norteamérica. El Instituto Internacional Americano de Madrid estrechó los lazosentre estos países.18

FEDERICO DE ONÍS, DIFUSOR DE LA CULTURA Y LA LITERATURA ESPAÑOLA

EN ESTADOS UNIDOS Y AMÉRICA LATINA

En Estados Unidos Onís fue el embajador de la cultura y de los intelectualesespañoles. La nutrida correspondencia que mantuvo con la mayoría de los hom-bres de la cultura española da prueba de ello. Desde su papel de intermediario,gestor, y amigo de muchos intelectuales, Onís fue impulsor de la cultura y de lalengua española que se tradujo en la invitación a dictar conferencias en universi-dades norteamericanas y en centros de varios países de América Latina a sus

162 LOS LAZOS DE LA CULTURA

16 AFO, Fondo Correspondencia O.M.S/C 132.31.17 AFO, Fondo Correspondencia O.M.S/C 132.32 y 33.18 José Subirá, Una gran obra de cultura..., Opus cit., pp. 20-22.

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compañeros y amigos del Centro de Estudios Históricos y de universidades es-pañolas, además de actuar en ocasiones como representante de escritores espa-ñoles, aspecto también analizado en esta obra por Matilde Albert. En los prime-ros años algunos de los profesores invitados a Estados Unidos fueron VicenteBlasco Ibáñez, Tomás Navarro Tomás, Américo Castro, y Ramón del Valle-In-clán.

Estas visitas, los trabajos conjuntos, y el proyecto cultural común hicieron queOnís en todo momento mantuviera una relación viva y fluida con los nombres másdestacados de la cultura española, actuando desde 1917 en muchas ocasiones co-mo su representante en Estados Unidos: Pío Baroja, Jacinto Benavente, FedericoGarcía Lorca, Juan Ramón Jiménez, Pedro Salinas, Dámaso Alonso, Tomás Nava-rro Tomás, Menéndez Pidal, Valle-Inclán, Unamuno, Azorín, Amado Alonso, Ra-món Gómez de la Serna, entre otros.

Uno de los invitados de Onís a Nueva York fue su antiguo compañero Améri-co Castro, quien, en la primera ocasión, en 1919, tuvo que declinar el ofreci-miento por haberse comprometido con Menéndez Pidal en una ardua y lenta la-bor, como era la elaboración de un diccionario. Las cartas entre ambos amigos y

RELACIONES CULTURALES ENTRE EL CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS DE MADRID… 163

Retrato de Juan Ramón

Jiménez.

(Seminario Federico de

Onís, Departamento de

Estudios Hispánicos,

UPR).

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colegas son frecuentes, durante años casi mensuales, sobre todo de Castro aOnís; a través de ellas Onís tuvo conocimiento preciso del ambiente cultural yacadémico español, de los progresos, publicaciones, rencillas y peleas. Este con-tacto aseguró la continuidad y el éxito en las relaciones culturales entre España yalgunos países americanos que, en gran parte, descansaron en el trabajo diario dealgunos hombres.

La relación de trabajo y de amistad que ambos mantuvieron, y que rescatamosa través de sus cartas, nos dan testimonio de la vinculación que Federico de Onísmantuvo con España de manera constante. Una vinculación afectiva, con sus ami-gos, con su familia y con su tierra a la que visitaba cada verano, y una relaciónprofesional. Esta última se vio reforzada y ampliada a otros colegas en la medidaque se fueron afianzando las relaciones entre ambos países, España y Estados Uni-dos, en un principio mediante los viajes de profesores españoles a Norteamérica ylas estancias de profesores y estudiantes americanos en España, y en concreto en elCentro de Estudios Históricos.

En una carta, enviada desde Madrid el 19 de agosto de 1920, Américo Castro leponía al corriente de los proyectos que albergaba para la renovación de la docenciaen la universidad española, a la vez que se lamentaba de no poder contar con Oníspara llevarlos a cabo. A partir del modelo europeo, en su afán de «introducir lascorrientes nuevas en los organismos viejos», Américo Castro propuso al Ministe-rio crear una Licenciatura en Lengua Francesa; si dicho proyecto cuajaba, su ideaera poner en marcha una Licenciatura de Letras «de tipo un poco menos absurdoque la existente», le comentaba a Onís. A su amigo en New York también le trans-mitía su sentir sobre el estado de la Universidad, y el de otros centros dedicados ala investigación pero con escasos recursos:

Es inútil pensar que la Universidad y el Ministerio van a transformarse por el mero hechode existir instituciones modernas como la Junta. Cualquier cosa que logremos llevar a laUniversidad tendrá la enorme ventaja de la oficialidad, de proporcionar salidas seguras yclaras a la juventud: la falta de esto es lo que vicia nuestra existencia en el Centro.19

Américo Castro siempre contó con Onís en sus proyectos académicos, compar-tiendo con él el entusiasmo por seguir investigando y publicando estudios de len-gua y literatura, así como por difundir la cultura y literatura española como, porejemplo, cuando le comenta a Onís en repetidas ocasiones, 1926, 1927, los planessobre la publicación de la Historia de la Literatura, que sería un reflejo de la gene-ración de ellos, en la que participarían Menéndez Pidal, Castro, Navarro, Solalin-de, Buceta, Jorge Guillén, Salinas, Alarcos, Sánchez Albornoz, Pedro Sáinz, Mi-llares, Ángel Valbuena, Alonso, entre otros, y en cuya obra esperaban que Onísparticipara en capítulos temas relacionados con el siglo XVI como La Celestina,Fray Luis de León, Cervantes, los primitivos dramaturgos, y la literatura humanís-tica en lengua vulgar; además de mantenerle al corriente y contar con su colabora-

164 LOS LAZOS DE LA CULTURA

19 AFO, Sección Correspondencia O.M.S/C-44.2.

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ción en la Revista de Estudios Hispánicos20. La correspondencia con MenéndezPidal muestra esta colaboración:

Madrid 29 de Enero del 1930Sr. Don Federico de Onís.Muy distinguido amigo:

Adjunto tengo el gusto de enviarle las normas para la «Historia de la Literatura Espa-ñola» y la lista de abreviaturas de colecciones y Revistas de uso más frecuente. Muchole agradeceré que al acusarme recibo de ellas, tenga la bondad de indicarme si llevamuy adelantada la preparación de su trabajo de colaboración en nuestra Historia y queme diga asimismo la fecha aproximada en que según sus cálculos podremos contar con

RELACIONES CULTURALES ENTRE EL CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS DE MADRID… 165

Jorge Guillén, Juan

Ramón Jiménez y Pedro

Salinas en la

Universidad de Puerto

Rico. De izquierda a

derecha. (Sala

Zenobia-Juan Ramón

Jiménez, Biblioteca

General, UPR).

20 En la carta Castro se lamentaba que Onís no estuviese en Madrid para apoyarle y llevar adelanteesta Historia de la Literatura, ya que era una obra que debían hacer, a la que estaban obligados, a pesarde estar «escamado de obras enormes que se quedan en los cimientos». AFO, Sección CorrespondenciaO.M.S/C-44.25.

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su original. Este dato es para nosotros de suma importancia para poder proceder al aco-plamiento de trabajo en cada tomo. Me interesa pues sumamente no deje de enviármelo.

En espera de sus noticias se repite de Vd. Su affmo.amigo.R Menéndez Pidal 21

En todo momento Menéndez Pidal y Américo Castro contaron con Onís. Así,en 1921, a raíz de la visita del profesor argentino Guaglianone, delegado por sugobierno para contratar profesores españoles para diferentes universidades de Ar-gentina, Américo Castro le decía: «Lástima que no haya una legión de gente pre-parada; viene la ola hispanófila, pero nos sorprende sin fuerzas». El plan previstopor Guaglianone era que Américo Castro viajara el primer año, en 1922, seguidopor Federico de Onís en 1923, y por Tomás Navarro Tomás en el año siguiente.

Por otra parte, a menudo se lamentaba que Onís no estuviera en el Centro deEstudios Históricos ya que le consideraba una pieza clave en el trabajo de la insti-tución. Once años después de la marcha de Onís, en 1927, Castro le escribía las si-guientes palabras: «[Querido Onís] Siempre sales a relucir en nuestras conversa-ciones, en nuestros proyectos, como si estuvieras en el Centro. Pero la malditadistancia hace imposible que te tengamos al corriente cada día de lo que va pasan-do».22

Asimismo, Castro, al menos en un principio, mantuvo vivo el deseo de queOnís regresara a España. Así se lo manifestó tras la muerte de Pardo Bazán, alofrecerle su cátedra vacante «Literatura contemporánea de las lenguas neolatinas»,en cuyo plan estuvieron implicados otros intelectuales como José Castillejo yElías Tormo. En la misma carta Castro se lamentaba de que no haber obtenido res-puesta a los telegramas que le había enviado para conocer si Onís aceptaba la pro-puesta.23 Unos días después, el 9 de junio de 1921, la respuesta negativa de Oníscausaba gran pesimismo en Américo Castro, quien se mostraba preocupado por laimposibilidad de enviar más discípulos del Centro de Estudios Históricos al ex-tranjero, y se lamentaba de la ausencia en el Centro de algunos de sus compañeroscomo el propio Onís y Alfonso Reyes.24

Después de varias gestiones, a comienzos de 1924, Américo Castro viajó desdeBuenos Aires –en donde estaba desde mediados del año anterior como director delInstituto de Filología de Buenos Aires– a Nueva York; allí sustituyó a Onís, quiense encontraba de año sabático, en su cátedra de la Columbia University desde fe-brero a mayo. En 1928 de nuevo emprendió una gira americana, visitando Cuba,México, Puerto Rico y Estados Unidos, aunque allí sólo estuvo de paso.

De la colaboración continua entre Onís y los colegas y literatos españoles noshablan las numerosas cartas que se cruzaron a lo largo de estos años. Una selec-ción de esta correspondencia la reproducimos en el Apéndice 1.

166 LOS LAZOS DE LA CULTURA

21 AFO, Sección Correspondencia O-MS/C-103.5.22 Madrid, 14 de marzo de 1927. AFO, Sección Correspondencia O.M.S/C-44.25. 23 Carta de Américo Castro a Onís, el 3 de junio de 1921. AFO, Sección Correspondencia

O.M.S/C-44.4.24 Carta de Américo Castro a Onís, el 9 de junio de 1921. AFO, Sección Correspondencia

O.M.S/C-44.6.

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Uno de los casos en los que Onís actuó como mediador de escritores españolescon universidades o instituciones norteamericanas fue el que comentamos a conti-nuación referente a Vicente Blasco Ibáñez.25

En octubre de 1918, Onís escribió a Blasco Ibáñez para solicitarle autorizaciónpertinente para publicar La Barraca y/o Los cuatro jinetes del Apocalipsis en laeditorial D.C. Heath and Company, una de las mejores editoriales de textos escola-res del país, dentro de la serie Contemporary Spanish Texts, que Onís dirigía. Endiciembre de ese año, Blasco Ibáñez le envió su autorización para que le represen-tase ante la editorial. La colaboración se mantuvo y en enero de 1919 Onís comen-zó los preparativos para la gira de Vicente Blasco Ibáñez por Estados Unidos con-tando con la colaboración de Huntington y la Hispanic Society.26

De forma entusiasta y rápida Blasco Ibáñez le contestó afirmativamente desdeMontecarlo, el 18 de febrero de 1919. En su carta le comunicaba que podría viajara Estados Unidos en el otoño, ofreciendo una estancia de hasta 6 meses para visi-tar la mayor parte del país, aunque tuviera que dejar a un lado sus quehaceres lite-rarios. Al hilo de esto comenta su espíritu aventurero y su experiencia del viaje quehizo a América del Sur, donde participó en una campaña de propaganda de la cul-tura española, en donde impartió 120 conferencias en 6 ó 7 meses en Argentina,Paraguay, Uruguay y Chile. Aunque su plan era continuar dando conferencias portodas las repúblicas americanas, en donde ya había contraído compromisos, sinembargo Blasco Ibáñez optó por quedarse en Argentina como colonizador con locual, dice, «perdí la salud momentáneamente, perdí seis años de mi vida, y perdítodo lo que había ganado, y además parte de los que tenía en España. Volví de estaaventura arruinado».

Le confiesa a Onís que desde entonces mantuvo como proyecto hacer un viajepor toda la América española, y su sintonía con el pragmatismo americano, insis-tiéndole en el buen papel que podría hacer en Estados Unidos a pesar de no saberinglés. Le dice que podría dar una serie de conferencias en universidades, centroscientíficos, y sociedades españolas e hispanoamericanas, en las que pasarán «unrato agradable y aún muchos habrán aprendido algo», aunque él prefería dirigirse anorteamericanos y angloparlantes. Para salvar el «problema del idioma» comenta-ba su experiencia en Brasil y en París, en donde la puesta en escena era el factorprincipal para alcanzar el éxito entre la audiencia. En estos países un lector leía laconferencia traducida que él había escrito, haciendo una presentación previa delpropio Blasco Ibáñez, que se situaba a su lado y se disculpaba ante el público porno poder hablar directamente. Pensaba que ésta era la forma más amena y artísticapara el público norteamericano, que escucharía sus conferencias en la voz de algúnactor conocido.

Asimismo, comentaba que el éxito de su estancia también residía en la publici-dad que se diese de antemano sobre su persona y obra, y se anunciasen las confe-rencias con el debido tiempo.

RELACIONES CULTURALES ENTRE EL CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS DE MADRID… 167

25 Sobre Blasco Ibáñez veáse el capítulo dedicado a él de Ramiro Reig en el libro de Isabel Bur-diel/Manuel Pérez Ledesma (coords.), Liberales, Agitadores y Conspiradores. Biografías heterodoxas

del siglo XIX, Madrid, Editorial Espasa Calpe, 2000, pp 331-359.26 AFO, Fondo Correspondencia O.M.S/C-32.1, 32.2, 32.4.

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Para estas posibles conferencias que Blasco Ibáñez pensaba impartir en variasciudades norteamericanas, señalaba algunos títulos: «Cómo se ha visto desde Eu-ropa la intervención de los Estados Unidos»; «Don Quijote y el Tío Sam»; «Losdescubridores y conquistadores españoles»; «La falsa leyenda negra de España»; y«Cómo se hace una novela». A estas conferencias añade otras más dirigidas al pú-blico femenino, según él muy influyente en Estados Unidos, como: «Juana la Lo-ca»; «Isabel la Católica» y «Lucrecia Borgia».

Blasco Ibáñez se ofrecía a Onís además como mediador cultural entre las repú-blicas americanas y los Estados Unidos ya que según él la preocupación y descon-fianza ante la política norteamericana en América Latina impedía la cooperacióncultural y el conocimiento mutuo.27

El viaje de Blasco Ibáñez se realizó de acuerdo a lo previsto por él, en el otoñode 1919 bajo el patrocinio de la Hispanic Society of America.

La otra faceta de Onís como difusor de la cultura y la literatura española fue suactuación como intermediario o representante ante editoriales norteamericanas dedestacados escritores españoles como el ya señalado Vicente Blasco Ibáñez, Ra-món del Valle-Inclán, Juan Ramón Jiménez, Benavente, Martínez Sierra o los her-manos Álvarez Quintero, muchos de ellos amigos personales de Onís. De todosellos actuó como representante en Estados Unidos, lo cual en ocasiones le trajo al-gunas complicaciones provocadas por malentendidos, que sin duda se agravabancon la distancia. A pesar de ello, el reconocimiento a su trabajo y gestiones fuebastante general. En 1918, Juan Ramón Jiménez le contestaba a Onís, sumamenteagradecido, por la propuesta que le envió a finales de 1917 para reproducir parcialo totalmente sus textos.

¡Qué alegría me da verle trabajando en todo eso! Creo que la obra que va usted a em-prender es magnífica, y no tendremos los beneficiados agradecimiento bastante con quepagarle a usted...28

En el caso de Valle-Inclán, en 1919, Onís actuó como su representante anteHarcourt, Brace and Howe Publishers tras la propuesta de la edición en inglés delas Sonatas de Valle-Inclán en la nueva colección titulada European Library. En sucarta Onís le recomendaba a Valle-Inclán que cediese los derechos de traducción yaceptase la oferta en los términos en los que se le había hecho (un 10% en los10.000 primeros ejemplares, que disminuiría en función de los ejemplares que so-brepasasen de esa cifra).

Por otra parte, Onís le comentaba el proyecto que le había encargado la edito-rial D.C. Heath and Company, referente a la serie Contemporary Spanish Texts, ysus deseos de incluir La cabeza del Dragón de Vallé-Inclán, por ser la más apro-piada para niños.

168 LOS LAZOS DE LA CULTURA

27 Carta de Vicente Blasco Ibáñez a Federico de Onís, Montercarlo, 18 de febrero de 1919. AFO,Fondo Correspondencia O.M.S/C-32.5.

28 Carta de Juan Ramón Jiménez a Federico de Onís, Madrid, 25 de enero de 1918. AFO, SecciónCorrespondencia O-MS/C-81.6.

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La visión de Onís sobre las posibilidades del mercado norteamericano y lasformas de introducirse en él se las comentaba a Valle-Inclán con gran claridadal decirle que, a pesar de que él no recibiría remuneración alguna por ceder susderechos de autor, la publicación de su texto, que iría acompañado de una intro-ducción sobre el escritor español, era uno de los caminos para darse a conoceren Estados Unidos. La tercera propuesta de Onís a Valle-Inclán procedía de laorganización The Foreing Press Service, encargada de surtir a los medios de co-municación norteamericanos de cuentos y otros escritos de autores extranjeros;con este fin le encargaron a Federico de Onís mediara ante Valle-Inclán paraque enviara algunos cuentos, a cambio de los cuales recibiría una cantidad queoscilaba entre 150 y 5000 pesetas. Conocedor de la sociedad y la mentalidadnorteamericana, Onís le recomendó a Valle-Inclán que enviara cuentos con ar-gumentos excitantes, siempre que no hiriesen los convencionalismos sexuales yreligiosos americanos.

A fin de ganar tiempo, Onís finalizaba su carta indicándole que lo más operati-vo sería que, como con otros autores había hecho, Valle-Inclán le enviara una cartaautorizándole a contratar en su nombre todos los asuntos relacionados con la tra-ducción y publicación de sus obras. El 18 de marzo de 1920 Valle-Inclán le remitióla autorización solicitada.29

Un año después Valle-Inclán, finalizando su estancia en Nueva York, se despe-día de Federico de Onís agradeciéndole las atenciones que había tenido con él du-rante su estancia en la ciudad, así como él que fuera su representante con plenospoderes para decidir sobre sus libros, otorgándole, dice Valle-Inclán, «toda mi re-presentación para atar y desatar»:

..Aun cuando espero verle, no quiero dejar de agradecerle una vez más todas sus aten-ciones, y el interés y la amistad tan grande que durante estos días acibarados me mostró.Cuando se llega a viejo no hay cosa mejor que tener un amigo y saludarlo...30

Además de dar todos sus poderes a Onís, el escritor español también se los dioen lo referente a la traducción de sus obras a Miss Haniet Wishnieff, quien se en-cargó de verter al inglés parte de las obras de Valle-Inclán, como la titulada «Mihermana Antonia».

Onís mantuvo vivo el contacto con la realidad española, con la política, la cul-tura, y la gente no sólo a través del Centro de Estudios Históricos, como miembrode él, y como amigo de sus investigadores, sino a través de los escritores que él re-presentaba en Estados Unidos y con los que estableció una sólida amistad. Susviajes a España, y la correspondencia que mantuvo con éstos le sirvió para mante-nerse al tanto de los acontecimientos de España, y del sentir de la opinión pública.En una de las cartas que Ramón del Valle-Inclán le escribe, el 1 de agosto de 1922,

RELACIONES CULTURALES ENTRE EL CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS DE MADRID… 169

29 Carta de Federico de Onís a Ramón del Valle-Inclán fechada el 20 de noviembre de 1919. AFO,Fondo Correspondencia O.M.S/C-160.2.

Carta de Ramón del Valle-Inclán a Onís fechada el 18 de marzo de 1920. AFO, Fondo Correspon-dencia O.M.S/C-160.3.

30 Nueva York, 19 de diciembre de 1921. AFO, Fondo Correspondencia O.M.S/C-160.4.

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le pone al tanto de los últimos hechos ocurridos, del malestar político y de la Gue-rra de Marruecos, veámoslo:

Sr: D: Federico de OnísMi querido amigo Onís:En Galicia y con el pie en el estribo, recibí su carta y el contrato, las guardé con otrospapeles en mi maletín, y en el camino para Madrid perdí el maletín. Después de milgestiones el maletín aparece. Esta es la causa de mi retraso en contestarle, agradecién-dole todo lo que hace a favor de mis traducciones.Por esta tierra estamos esperando la del Cielo. Si usted lee la prensa española habrá vis-to el horror de Marruecos. Es una merienda de negros. En vez de hacer la guerra secompran periódicos, y los corresponsales que van a Melilla se hacen ricos. Todos espe-ramos algo que no llega. El Rey en estos últimos tiempos ha dado con la flor de embo-rracharse, y cuentan que se levanta de la mesa hecho un templario. Así explican sus dis-cursos absurdos en Córdoba y en Barcelona. Todos los días ocurre un conflicto. El almase cubre de dolor viendo la catástrofe que se avecina, y que con ánimo honrado podríaevitarse. Pero aquí todos son un poco como el Burlador– ¡Qué largo me lo fiáis! Rusiano les sirve de ejemplo. Tiempo y espacio para estos gitanos de la política son una mis-ma cosa.Le abraza su amigoValle-Inclán31

El agradecimiento de los intelectuales españoles por la labor que Onís estabadesarrollando se trasluce en las numerosas cartas que le enviaron. Un ejemplo deello es la carta que Ramiro de Maeztu le mandó el 13 de junio de 1925 en respues-ta a las gestiones de Onís para su preparar su viaje a Estados Unidos:

Serrano 112, MadridMadrid, 13 de junio de 1925Sr. D. Federico de OnísSé por mi hermana María el interés que ha mostrado usted por mi viaje a América yquiero expresarle mi gratitud por el trabajo que se ha tomado buscándome algunas con-ferencias en las Universidades de ese país.Mi propósito al ir a Estados Unidos no es solo el de colaborar con ustedes a la expan-sión de nuestra lengua y literatura, sino el de conocer la vida de ese país especialmenteen su aspecto político y educativo; estudio que luego a de servirme en mis futuros traba-jos literarios.Llevo como temas principales para mis conferencias las de tres grandes figuras litera-rias españolas: La Celestina, el Quijote y D. Juan. Sobre estos tres motivos a cabo de es-cribir un libro y ello quiere decir que son temas en los que he meditado mucho y esperopresentarlos en mis conferencias en una forma nueva. Además podría dar también otraconferencia que creo que ahí representaría mucho sobre «Por qué puede interesar a unestudiante americano la cultura española».

170 LOS LAZOS DE LA CULTURA

31 AFO, Fondo Correspondencia O.M.S/C-160.7.

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Embarcaré en el Havre el día 22 de junio en el «Degrasse» que llegará a Nueva York eldos o tres de Julio. Siento mucho no ver a usted al desembarcar pues bien sé que ustedes la persona que mejor podría orientarme en los problemas de ese país que a mi me in-teresan más. Pero le ruego me escriba a Middlebury College diciéndome la fecha másoportuna para mi conferencia en Columbia, conferencia que daré con mucho gusto so-bre los temas indicados que usted prefiera.Si me invitan a dar un número suficiente de conferencias para que mi estancia en Amé-rica no sea gravosa, me quedaré ahí los meses de Octubre y Noviembre, pues ya sé queen verano será difícil conciliar mi trabajo del curso con conferencias en otras Universi-dades.Repitiéndole las gracias por cuanto hace usted por mi queda suyo buen amigoRamiro de Maeztu32

Al frente del Departamento de Lenguas Romances de la Columbia, Federicode Onís extendió sus redes a Puerto Rico a través del programa de enseñanza quetenía esta universidad en la isla, y en cuyo comité organizador estaba Federico deOnís. Dentro de este programa hay que destacar las actividades de la Escuela deVerano de Español (Summer School of Spanish), fundada en Puerto Rico en 1922.Esta Escuela contó con la revista Summer School News, e inició su relación conEspaña con la visita de Tomás Navarro Tomás (investigador del Centro de Estu-dios Históricos y director del Laboratorio de Fonética de dicho Centro) enviado aPuerto Rico por la JAE tras la petición que le cursara el director de la Escuela deVerano de Español y el rector de la Universidad a finales de 1924. Un año anteshabía sido invitado Américo Castro quien a pesar de figurar en el programa delcurso de julio a agosto de 1924, no pudo asistir33.

El proyecto de Federico Onís en Puerto Rico era aplaudido desde Madrid porsu fiel amigo Américo Castro, quien en una carta del 2 de noviembre de 1925 letransmitía su satisfacción por dicho proyecto: «Me alegro mucho –escribía Améri-co Castro– que te decidas a ir a Puerto Rico porque eso fortalecerá nuestra inter-vención en el español de esa isla. Por lo visto aquello tiene cada vez mayor impor-tancia. Creo que el verano que viene no irá Navarro, sino Amado Alonso».34

En la Escuela de Verano se impartían cursos de diferentes niveles a alumnos ymaestros norteamericanos y a maestros puertorriqueños, de lengua y literatura es-pañolas, de folklore y música, así como de historia y civilización de España y deHispanoamérica. El nivel alcanzado en los cursos de verano al contar con presti-giosos académicos norteamericanos, puertorriqueños y españoles, recordemos aTomás Navarro Tomás en 1925, y en 1926 a Federico de Onís, Josephine Holt, dela Universidad de Richmond, y José Robles Pazos, catedrático de español en laJohn Hopkins University, motivó que Thomas E. Benner, rector de la joven Uni-

RELACIONES CULTURALES ENTRE EL CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS DE MADRID… 171

32 AFO, Sección Correspondencia O.M.S/C-93.1.33 La obra de Tomás Navarro Tomás y su estancia en Puerto Rico ha sido trabajada por María Va-

quero de Ramírez. Ver su estudio preliminar titulado «Navarro Tomás y el español de Puerto Rico. Es-tudio preliminar» al libro Tomás Navarro Tomás, El español en Puerto Rico. Contribución a la geogra-

fía lingüística hispanoamericana, Río Piedras, Editorial de la Universidad de Puerto Rico, 1998, pp.xiii-lix.

34 AFO, Sección Correspondencia O-MS/C-44.22.

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versidad, nacida en 1903, apoyase la propuesta que Federico de Onís le presentóen 1926 para reorganizar el Departamento de Español y transformarlo en el Depar-tamento de Estudios Hispánicos.35

EL CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS DE MADRID Y EL DEPARTAMENTO DE ESTUDIOS

HISPÁNICOS DE UNIVERSIDAD DE PUERTO RICO

Desde New York Federico de Onís sirvió de puente y conexión entre España,Estados Unidos y Puerto Rico; él fue el engranaje del intercambio y de las relacio-nes que en Puerto Rico comienzan el verano de 1925 en la Escuela de Verano deEspañol con la visita del filólogo, amigo y compañero de Onís, el profesor delCentro de Estudios Históricos, Tomás Navarro Tomás. El interés que su estanciasuscitó en las autoridades de la Universidad de Río Piedras, sobre todo en el rectorderivó en la creación del Departamento de Estudios Hispánicos en dicha Universi-dad ligado desde el principio con el Centro de Estudios Históricos de Madrid y laColumbia University. La idea de Federico de Onís consistía en hacer de la Univer-sidad de Puerto Rico, a través de sus Cursos de Verano y ahora del Departamentode Estudios Hispánicos, el lugar de encuentro de estudiantes de los tres países, ellugar de fusión de las dos América y España, consolidando de esta manera lo queél llamo la «triple alianza».36

Las cartas de Federico de Onís a Tomás Navarro Tomás dejan constancia delgran interés del rector de la Universidad por potenciar los estudios de español ypor vincularlos al Centro de Estudios Históricos de Madrid y a la Columbia. Sinduda en la actitud del rector influyó poderosamente Onís, quien en todo momentomanifestó la necesidad imperiosa de que el Centro de Estudios Históricos de Ma-drid fuese la contraparte española, y no se dejase la enseñanza de la literatura ycultura de España e Hispanoamérica a cualquiera de los profesores españoles quedaban clase en Estados Unidos.37

Los planes que Onís y Benner habían estado articulando en el verano de 1926rápidamente se los hizo saber a Menéndez Pidal por la carta que le envía desde Co-lumbia University, el 12 de septiembre. En ella Onís le ponía al tanto de la elec-ción de la Universidad de Puerto Rico como el mejor lugar para crear una escuelaamericana de estudios españoles, y sus deseos de que se estableciera una vincula-ción oficial con el Centro de Estudios Históricos de Madrid:

Querido Don RamónPor encargo del Dr. Benner le escribo al regresar de Puerto Rico –donde he pasado dosmeses muy felices– para darle cuenta de los planes que los dos hemos tratado acerca dela organización de los estudios españoles en la Universidad de Puerto Rico. Desea el Dr.Benner que la colaboración del Centro, empezado de manera tan seria y eficaz por Na-varro y continuada por mí este verano, se establezca de manera oficial y permanente co-

172 LOS LAZOS DE LA CULTURA

35 ACUPR, Fondo Organización y sus Funciones. F.D.O. E-3.36 AFO, Sección Noticias y Actividades. O-NA-9A.9.37 Véase la carta enviada por Onís a Navarro Tomás el 7 de septiembre de 1926. AFO, Sección Co-

rrespondencia O-MS/C-109.1.

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locando el Departamento de Español bajo la dirección técnica del Centro de estudioshistóricos.En esta forma pueden llevarse a rápida realización los principios que guían a los direc-tores de la enseñanza portorriqueña, y muy especialmente al Dr. Benner, quienes aspi-ran a que la Universidad de Puerto Rico sea un gran centro de enseñanza donde se her-mane y armonice lo mejor de los ideales americanos y españoles, prestando atenciónespecial a los problemas científicos que plantea el entrecruzamiento creciente de las dosAméricas. Así se ha establecido con la colaboración de Columbia University una Escue-la de Medicina Tropical, y con la colaboración de la Universidad de Boston una Escuelade Comercio. Y por esta misma razón, siendo Puerto Rico un país de tradición y culturaespañola, y al mismo tiempo una parte de los Estados Unidos, es el sitio indicado paracrear una escuela americana de estudios españoles, que sirva para dar a conocer a losestudiantes portorriqueños su propio espíritu y personalidad y a los norteamericanos an-glo-sajones la lengua y la civilización españolas en circunstancias muy ventajosas sobrelas demás universidades americanas. Puede atraer también esta universidad a estudian-tes de países hispanoamericanos y en todo caso puede servir de ejemplo a estos paísespara que ellos desarrollen su propio sistema de enseñanza.Para esta labor desea el Dr. Benner la colaboración del Centro de estudios históricos ha-ciéndolo constar así oficialmente y solicitando que Vd. y Navarro aparezcan como Direc-tores honorarios del Departamento de estudios españoles y mantengan en la forma que lesparezca más conveniente las relaciones entre el Centro y la Universidad mediante el envíode profesores visitantes invitados por la Universidad o por la Sociedad Cultural española(que pronto será un hecho) que contribuyan con su estancia temporal a crear y mantener vi-vo el espíritu científico del Centro en la Universidad de Puerto Rico. Al mismo tiempo de-sea el Dr. Benner que yo acepte el cargo de director efectivo del Departamento ya que laproximidad de Nueva York permitiría comunicación rápida y que yo vaya a Puerto Ricosiempre que sea necesario. Mi doble calidad de miembro del Centro y de profesor de Co-lumbia hará que la Universidad de Puerto Rico pueda mantener sus relaciones con la Uni-versidad de Columbia y en general con la enseñanza norteamericana (cosa muy importantepara ella y de perfecto acuerdo con la situación del Centro). Uno de los profesores perma-nentes de Puerto Rico actuará como jefe administrativo del Departamento.Con motivo de la venida de Navarro en 1927-28 deseamos dar un impulso definitivo ala organización del Departamento. La Universidad tiene preparado un folleto anuncian-do el curso de verano próximo en que vendrá Alonso y el curso regular siguiente en quevendrá Navarro. Adjunto le envío un esquema de la organización propuesta, que no ne-cesita para hacerse efectiva más que su autorización. Como el programa deberá estarimpreso cuanto antes, le ruego me conteste por cable dirigido a mí a Columbia Univer-sity, diciendo solamente: yes, si es que nuestro plan le parece bien en todos sus puntos,y si tiene alguna observación que hacer, le ruego la haga también por cable en tal formaque no haya que retrasar la publicación del programa.

Con el cariño y respeto de siempre le saludaF.O. 38

RELACIONES CULTURALES ENTRE EL CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS DE MADRID… 173

38 AFO, Sección Correspondencia O-MS/C-103.3 Efectivamente, aparece en la correspondencia untelegrama de la Wester Union Cablegram en el que Menéndez Pidal comunicaba a Onís su aceptacióncon un lacónico «YES» Sección Correspondencia O-MS/C-103.2.

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A fin de evitar complicaciones, se acordó que la colaboración formal entre es-tas dos instituciones se realizara a través de Onís por su condición de profesor dela Columbia y colaborador del Centro madrileño. En esta carta que le remitió el 26de septiembre de 1926 Onís le comentaba la necesidad de que el Centro de Estu-dios Históricos diera su conformidad al proyecto, y autoriza que su nombre fuerausado en las universidades de Puerto Rico y Estados Unidos:

Yo no veo –escribía Onís a Navarro Tomás– ningún inconveniente en la aceptación de es-te plan por el Centro; veo por el contrario grandes ventajas. Quedará en nuestras manos ladirección completa de los estudios de español en Puerto Rico. Vosotros tendréis que hacertodo lo que se puede hacer desde España, principalmente la selección de personas que ha-yan de venir cada año... Sin una continuidad en nuestra intervención tal como la que haceposible mi proximidad a P.R., quedaría desecha muy pronto la obra que pudiéramos haceren nuestra estancia temporal. Yo creo que mi conocimiento de la enseñanza norteamerica-na me permitirá organizar el departamento (como he hecho en Columbia) en tal forma quesirviendo a todos nuestros intereses españoles satisfaga a los americanos. Mis servicios ala Universidad de P.R., salvo cuando vaya allí, serán gratuitos.39

Tras estos primeros contactos, a comienzos de octubre Benner escribía a Ra-món Menéndez Pidal manifestándole su admiración y el deseo de que se consi-guiera la cooperación que Onís había propuesto:

Octubre 5 de 1926Dr. Don Ramón Menéndez PidalCentro de Estudios HistóricosAlmagro 26,Madrid, EspañaMuy distinguido Dr. Menéndez Pidal:Por primera vez tengo el honor de dirigirme al que tiene profundo respecto y afecto detodos nosotros en la Universidad de Puerto Rico. Deseo aprovechar esta oportunidadpara extenderle nuestra expresión de admiración y decirle cuánto nos alegramos por ha-ber sido representados en la persona del profesor Rafael W. Ramírez e1 día del homena-je en honor de Ud. el año pasado.Le remito con ésta una carta del Dr. Federico de Onís, quien formó parte de nuestra fa-cultad en el verano de 1926. Espero que esta carta exprese claramente nuestro deseo deque pueda desarrollarse alguna forma íntima de cooperación entre el Centro y la Uni-versidad que nos dé el beneficio de sus experiencias y conocimientos en nuestro futurodesarrollo. Esperamos con ardiente interés su opinión sobro este plan.Permítame también darle las gracias por su especial consideración al autorizar la visitadel Profesor Amado Alonso, para el verano de 1927, y la del Dr. Navarro Tomás en el si-guiente curso universitario. Esperamos que sea posible conseguir al Dr. Américo Castropara el verano de 1928. Se me informa que él tiene la impresión de que el clima dePuerto Rico es muy caluroso y por esa razón teme venir. Quizá el Dr. Navarro y el Dr.

174 LOS LAZOS DE LA CULTURA

39 AFO, Sección Correspondencia O-MS/C-109.1.

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Onís podrán ayudarnos a persuadirle que esto no es cierto. ¿Podría Ud. discutir con éleste asunto con el fin de interesarle para que nos visite en el 1928 y fije las condicionesen que vendría a Puerto Rico?Envío con esta carta el saludo de la facultad tanto a Ud. como a los miembros del Cen-tro, a los que uno el saludo especial del Sr. Ramírez y el míoCon toda mi consideración,Thomas E. BennerCanciller40

El acuerdo con todas las partes se consiguió al poco tiempo; en noviembre de1926 la colaboración entre las tres instituciones era ya un hecho. En enero de 1927se fundó el Departamento de Estudios Hispánicos –tema estudiado en este libropor Laura Rivera y Juan Gelpí– en cuya plantilla figuraban Onís como director,Ramón Menéndez Pidal y Tomás Navarro Tomás, director y secretario del Centrode Estudios Históricos, y John Gerig, catedrático y director del Departamento deLenguas Romances de la Columbia, como directores honorarios; integraban elConsejo Ejecutivo profesores de diferentes centros académicos norteamericanos,Susan Huntington Vernon, presidenta de la Institución Cultural Española de Esta-dos Unidos; John D. Fitzerald, profesor de la Universidad de Indiana; Dr. Stephen;Elijah C. Hills, de la Universidad de California; D. M. Ford, profesor de Harvard;Lawrence A. Walkins, director del Programa de Lenguas Modernas de las Escue-las Superiores de New York; así como por miembros de la Unión Panamericana deWashington, D.C. (Lee S. Rowe, director de ésta) y del director del Instituto de lasEspañas, Stephen P. Duggan.41

En la articulación de esta relación triangular además de Federico de Onís, vér-tice de esta relación en calidad de colaborador del Centro de Estudios Históricos,catedrático de la Columbia University, y fundador del Departamento de EstudiosHispánicos de la Universidad de Puerto Rico, participaron otros actores desde Es-paña como Santiago Ramón y Cajal y José Castillejo, presidente y secretario de LaJunta para la Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas; Ramón Me-néndez Pidal, director del Centro de Estudios Históricos de la JAE; en Puerto Ri-co, además de Onís y Thomas E. Benner, la Institución Cultural Española, fundadaen 1928; y desde Cuba Fernando Ortiz, presidente de la Institución Hispanocubanade Cultura, institución que desde su creación, en diciembre de 1926 en La Habana,estableció una correspondencia e intercambio activo con la JAE, a la que nombrósu representante en España a comienzos de 1927.42

RELACIONES CULTURALES ENTRE EL CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS DE MADRID… 175

40 AFO, Sección Correspondencia, O.MS/C.104.4.41 AFO, Sección Noticias y Actividades, O-NA-9A.6 y 9A.8.Los años 1926-1927, en los que se fundó y puso en marcha el Departamento de Estudios Hispáni-

cos, son considerados por el rector de la joven Universidad, creada en 1903, los momentos de emergen-cia de ésta. En su libro, Benner menciona la presencia en la universidad de destacados profesores espa-ñoles, Federico de Onís, Tomás Navarro, Amado Alonso, Américo Castro, Fernando de los Ríos, yÁngel Valbuena Prat. Ver Thomas E. Benner, Five Years of Foundation Building. The University of

Puerto Rico 1924-1929, Río Piedras, University of Puerto Rico, 1965, pp. 67-111.42Véanse los artículos ya citados sobre la Institución Hispanocubana de Cultura de Consuelo Na-

ranjo y Miguel Ángel Puig-Samper.

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Tejida la red, la coordinación entre estos intelectuales hizo posible que la cola-boración académica y las relaciones culturales científicas prosperasen y fueranmás fluidas, salvando en ocasiones obstáculos económicos e incluso políticos quepodrían haber dificultado el intercambio. En estos intercambios participaron granparte de la intelectualidad y algunos científicos españoles. Un ejemplo de ello es elviaje a distintos países de América que Salvador de Madariaga comenzó a prepararcon Onís y Ortiz a mediados de 1928, con vista a realizarse en 1931. La propuestainicial de Onís abarcaba la visita de Madariaga a distintas Instituciones CulturalesEspañolas en México, Cuba, Puerto Rico y Santo Domingo, y una estancia másprolongada en la Universidad de Nueva York. Madariaga aceptó el plan propuestoexcepto el punto referente a su estancia como profesor en la universidad neoyor-quina, ciudad en la que dictó diversas conferencias en centros como el Instituto delas Españas.43

La relativa independencia política de la JAE y la financiación de algunas de lasactividades por las Instituciones Culturales Españolas de Puerto Rico y EstadosUnidos, la Institución Hispanocubana de Cultura, la Hispanic Society, o el Institu-to de las Españas contribuyeron al mantenimiento y pujanza de las relaciones cul-turales.

Por otra parte, el contacto continuo entre Ortiz, Onís y Castillejo fue esencialpara garantizar que las redes y las relaciones fluyeran. Sus vínculos con las Institu-

176 LOS LAZOS DE LA CULTURA

Federico de Onís (a a izquierda) a su llegada a San Juan en julio de 1926, acompañado del

rector Thomas Benner, el profesor Rafael Ramírez, el periodista Samuel R. Quiñónes y José

Robles, profesor español visitante en la Isla.

43 AFO, Sección Correspondencia, O-MS/C-92.1-8.

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ciones Culturales Españolas, tanto la de Puerto Rico como la de México, tambiénayudaron a que los científicos e intelectuales españoles recorrieran diversos cen-tros de Estados Unidos, Cuba y Puerto Rico, y en ocasiones México, en un únicoviaje.

En una carta de Fernando Ortiz a José Castillejo, del 21 de febrero de 1928, lecomenta la importancia de haberse establecido una amistad triangular entre Espa-ña, Estados Unidos y la América ibérica, y le manifiesta su interés en continuar fo-mentando dicha amistad. Asimismo, le anota que esta opinión ya la había hechopública en la presentación que le hizo al profesor James Brown Scott, invitado porla Institución Hispanocubana de Cultura.44 En 1927 el boletín del Departamentode Estudios Hispánicos anuncia el inicio de las relaciones entre las universidadesnorteamericanas y puertorriqueñas, el Centro de Estudios Históricos y la Institu-ción Cultural Española de San Juan.45

En Puerto Rico, los lazos entre estos países se estrecharon con la fundacióndentro del Departamento de Estudios Hispánicos, en 1927, de la Revista de Estu-

dios Hispánicos46 (1927-1929) publicación cuatrimestral que aparecía con objeti-vos similares a los que tenía la revista de filología que funcionaba en el Centro deEstudios Históricos de Madrid regentado por Ramón Menéndez Pidal. Con sucreación Onís perseguía que Puerto Rico, España y Estados Unidos tuvieran unaempresa común, en la que intelectuales de los tres países se vieran implicados. Através de ella se perseguía también, como se lo confesaba Américo Castro a Fede-rico de Onís, en mayo de 1928, mantener la presencia de España en el continenteamericano y contrarrestar el avance norteamericano:

Hay que hacer en cada sitio una cosa distinta: unas cosas en España, otras en Hispanoa-mérica, y otras en los Estados Unidos. Este último es un campo que sería suicida aban-donar. ¿Es que alguien cree que si nosotros no colaboramos con los norteamericanos,éstos van a quedarse quietos? Seguirían haciendo lo suyo sin contar con nosotros, comoya hacen, y la influencia que hemos logrado ejercer para encauzar las actividades hispá-nicas-norteamericanas en un sentido favorable a nuestros intereses, será siempre unagran ventaja para nosotros. Si los franceses, italianos, ingleses o alemanes lograsen loque nosotros hemos logrado hacer en la nueva revista, tener una intervención directivaen una obra hecha con medios norteamericanos, se considerarían muy felices; porqueno escatiman sus propios medios para propagar su cultura en los Estados Unidos.47

Los objetivos científicos que animaron a Onís y a la redacción de la Revista allevar a cabo su edición aparecen en el primer número de la Revista de Estudios

Hispánicos (enero-marzo de 1928), que además contiene un primer artículo –que

RELACIONES CULTURALES ENTRE EL CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS DE MADRID… 177

44 BNJM, CM. Ortiz Nº 261. 45 ACUPR, Fondo Facultad de Humanidades. Departamento de Estudios Hispánicos.46 Dirigida por Onís, tuvo como Secretario de Redacción a Robert H. Williams (New York), y con-

tó con redactores en Madrid – Tomás Navarro Tomás, Enrique Díaz Canedo y Fernando de los Ríos-,en Puerto Rico –Ramón Lavandero, Antonio S. Pedreira, Concha Menéndez y Rafael W. Ramírez– y enNueva York –José Padín, E. Herman Hespelt y D. Ratdiff–. Ver AFO, Sección Noticias y Actividades.O-NA-9A.18

47 AFO, Sección Noticias y Actividades. O-NA/C-44.33.

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viene a ser una declaración de intenciones de lo que se pretendía con la creacióndel Departamento de Estudios Hispánicos y de la Revista– sobre las relaciones quedeberían prevalecer entre España, Hispanoamérica y Estados Unidos. Bajo el títu-lo «Hacia la amistad triangular», William R. Shepherd, catedrático de Historia dela Columbia University, alababa la nueva disposición de España, de una Españaabierta y modernizadora, a encontrarse y vincularse con las dos Américas, tratabade ahuyentar los temores que suscitaba en América hispana la penetración econó-mica y comercial norteamericana, que según él, se limitaba a esas esferas, y ani-maba a participar en la nueva empresa cultural y espiritual a los pueblos norteame-ricano, hispanoamericanos y español, señalando que la difusión de la cultura era elúnico medio para llegar al conocimiento y acercamiento entre los pueblos.48

178 LOS LAZOS DE LA CULTURA

Federico de Onís, Fernando de los Ríos, T. Benner y Ramón Lavandero en la Universidad

de Puerto Rico. De izquierda a derecha. (Seminario Federico de Onís, Departamento de

Estudios Hispánicos, UPR).

48 William R. Shepherd, «Hacia la amistad triangular», Revista de Estudios Hispánicos, t. I, núm.,1, Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras, enero-marzo de 1928, pp. 1-17. El autor resu-mía en catorce puntos la esencia del acercamiento cultural entre España, la América hispana y los Esta-dos Unidos: instrucción adecuada para el servicio público y privado en nuestras respectivas patrias; im-pulsar en Estados Unidos la enseñanza del castellano; fomentar en los países de habla castellana laenseñanza del inglés; recíproco estudio sistemático de la geografía, historia e instituciones hispanas ynorteamericanas; promoción de intercambio de maestros y estudiantes; estimulación del interés nortea-mericano en España e Hispanoamérica y viceversa, por medio de campañas de publicidad a través de laprensa; hacer desaparecer de los Estados Unidos todo concepto erróneo sobre los países latinos; hacerque en éstos desaparezca la desconfianza hacia los Estados Unidos; reconocimiento por los norteameri-canos de las ventajas que obtienen de los pueblos hispanos; que éstos comprendan el aspecto beneficio-so de la influencia norteamericana; reconocimiento por los norteamericanos de la individualidad de lospaíses hispanos; desarrollo de un espíritu de aproximación amistosa, más que el deseo de hacer negocio

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En 1927 el Departamento de Estudios Hispánicos comenzó a recibir a los pro-fesores españoles del Centro de Estudios Históricos; filólogos, historiadores ypoetas españoles empezaron a frecuentar como profesores visitantes las aulas uni-versitarias y el Ateneo Puertorriqueño, las mismas instituciones y centros que añosdespués, terminada la Guerra Civil española, les acogiera a muchos de ellos deforma definitiva. En 1928, a tan sólo un año de haberse creado el Departamento deEstudios Hispánicos, las relaciones entre Puerto Rico y España se habían consoli-dado. En una carta de Thomas E. Benner al presidente de la Junta de RelacionesCulturales del Ministerio de Estado español, del 5 de septiembre de 1928, el rectorle agradecía las visitas de los espléndidos profesores españoles, Federico de Onís,Tomás Navarro Tomás, Fernando de los Ríos y Américo Castro, auspiciados por laInstitución Cultural Española de Puerto Rico, fundada en mayo de 1928,49 y quealbergaba los mismos fines que las otras instituciones culturales existentes en otrospaíses americanos.

En ese mismo año, la ayuda de España tras el paso del huracán San Felipe sematerializó en el envío de Ramón Menéndez Pidal al Departamento de EstudiosHispánicos de una importante colección de publicaciones que contenían alrededorde 100 libros de estudios contemporáneos sobre el idioma español en España eHispanoamérica, y en la dotación de dos becas a estudiantes para que viajaran aEspaña. La colaboración entre el Centro español y el Departamento de EstudiosHispánicos se completaba con el intercambio bibliográfico y el envío de otros ma-teriales de trabajo como eran las colecciones de discos elaborados por Tomás Na-varro Tomás en el Archivo de la Palabra del CEH, en los que se recogieron todaslas variaciones del español en España.

Onís puso al servicio del Departamento de Estudios Hispánicos la experienciaque había adquirido en la Institución Cultural Española de Estados Unidos en laorganización de cursos con el Centro de Estudios Históricos. Intervino en todo elproceso a fin de lograr el buen funcionamiento de las relaciones y los cursos, des-de el salario que debían recibir los profesores, la revisión y corrección meticulosadel programa, hasta su envío a los medios de difusión y centros académicos puer-torriqueños y norteamericanos, con suficiente antelación.50

Los esfuerzos académicos e institucionales recibieron un fuerte respaldo de lacolectividad española mediante la creación en San Juan de Puerto Rico de la Insti-tución Cultural Española, bajo el auspicio de miembros de las colectividades espa-ñolas asentadas en esos países como fueron los casos de las Instituciones Cultura-les de Argentina, Uruguay, Chile y México. El financiamiento de los viajes yestancias de los profesores hizo posible que su magisterio se duplicara, y en oca-

RELACIONES CULTURALES ENTRE EL CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS DE MADRID… 179

plenamente; cultivo de relaciones personales entre los pueblos hispanos y el pueblo norteamericano; yapreciación mutua de nuestra respectiva cultura e ideales.

49 En una carta del 12 de noviembre de ese año el presidente de la Junta de Relaciones Culturalesagradeció las palabras del rector de la Universidad de Puerto Rico. AGAAH, Asuntos Exteriores, Sec-ción VIII-Relaciones Culturales, Caja 1282.

50 El salario para los profesores universitarios que impartían cursos de verano era de unos 2.500$; alos más jóvenes que aún no eran profesores se les pagaba unos 2.000 dólares. Véase la correspondenciaque Onís mantuvo con el rector de la Universidad de Puerto Rico en el último trimestre de 1926. AFO,Sección Correspondencia O-MS/C-115.

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siones la visita del doctor invitado por la Universidad coincidió con la del invitadopor la Institución.

El proyecto de su fundación arranca de 1925 tras una visita a Madrid de RafaelFabián –uno de los miembros más destacados de la colectividad española de Puer-to Rico, aspesto estudiado en esta obra por Jaime Pérez–, en la que se entrevistócon un grupo de intelectuales españoles, como se desprende de la correspondenciamantenida entre Onís y Tomás Navarro.51

El carácter exclusivamente cultural de estas instituciones aparece en sus estatu-tos: conocer y difundir en Puerto Rico los estudios e investigaciones sobre lengua,literatura y cualquier otro aspecto científico y artístico de la civilización española.Para ello, financiaron las cátedras que fueron desempeñadas por profesores espa-ñoles, organizaron conferencias, y dieron becas a los universitarios puertorrique-ños para que fueran a España a cursar estudios sobre cultura española.52 Bajo lapresidencia de Rafael Fabián, esta Institución coordinó sus actividades con la JAE,con el Departamento de Estudios Hispánicos y con el Instituto de las Españas.53

En su inauguración, el 27 de abril de 1928 en el Ateneo Puertorriqueño, TomásNavarro Tomás destacó el carácter cultural y abierto de las Instituciones Culturalesde América que tenían que servir para fortalecer las relaciones culturales de Espa-ña con Hispanoamérica y que debían de hacerse a partir de la cultura y de la cien-cia y no «con exaltaciones sentimentales»:

Las Culturales Españolas de América y los Centros Hispanoamericanos de España (sedan cuenta) de que si hay pueblos que deben vivir unidos por lazos de mutua compren-sión son sobre todo éstos a quienes la historia ha dado una misma tradición y un mismoidioma.La experiencia ha demostrado que es inútil querer mantener relaciones de este génerocon exaltaciones sentimentales. Las Culturales Españolas sólo han podido empezar aexistir cuando el renacimiento científico de España, basado en rigurosos estudios técni-cos y en arduos trabajos de investigación, ha llegado a resultar digno de estimación ge-neral.54

Muy distinta era la impresión que Américo Castro, durante su estancia en Puer-to Rico en el verano de 1928, le transmitía a Federico de Onís sobre la actitud delas sociedades españolas en la isla, que enfrentadas entre sí, en nada beneficiabanla labor de difusión de los intelectuales españoles, o sobre la escasa retribuciónque recibían por sus conferencias:

180 LOS LAZOS DE LA CULTURA

51 AFO, Sección Correspondencia O-MS/C-109.1. Un primer intento por parte de la colonia espa-ñola y de Coll y Cuchi de llevar profesores españoles a Puerto Rico fue a comienzos de 1922, cuandose le cursó una invitación a Américo Castro, la cual finalmente tuvo que declinar debido a la situacióneconómica y política de la isla. AFO, Sección Correspondencia O-MS/C-44.10.

52 Agradecemos la información facilitada al profesor Jaime Pérez Rivera. AGPR. Fondo Departa-mento de Estado, Sección Corporaciones sin fines lucrativos, exp. 474, caja 31A.

53 AFO, Sección Noticias y Actividades O-NA-11.7 Ver también el artículo publicado en El Impar-

cial, San Juan, 8 de mayo de 1928, y La Democracia, San Juan, 9 de mayo de 1928.54 Tomás Navarro Tomás, «Impresiones sobre el estado lingüístico de Puerto Rico», Summer Scho-

ol News, Year VI, July 2-6, nº 1, Río Piedras, 1928, pp. 9-10.

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Creo que ha sido prematura la creación de la Cultural. Las sociedades españolas, rivalesde Fabián, se inhiben de toda colaboración, indicando, con cierta tácita sorna, que ahíestá la flamante sociedad presidida por Fabián para hacer frente a todas las eventualida-des que planteen los españoles conferenciantes...Unos y otros se creían obligados a hacer algo por la cultura española en la Isla. Ahoraese honor y esa responsabilidad caen de hecho sobre Fabián y el círculo estricto de susamistades.55

VISITAS DE PROFESORES ESPAÑOLES A PUERTO RICO Y SU ACOGIDA EN LA SOCIEDAD

BORICUA

Bajo la atenta mirada de Federico de Onís, el Departamento de Estudios Hispá-nicos recibió de forma ininterrumpida a muchos de sus antiguos compañeros delCentro de Estudios Históricos, alumnos todos de Ramón Menéndez Pidal, que esteprofesor y Tomás Navarro Tomás seleccionaban. En el curso de verano de 1926Federico de Onís impartió dos cursos titulados «Características del espíritu espa-ñol a través de su literatura» y «Don Quijote de la Mancha»; en agosto, José Ro-bles ofreció otros cursos sobre fonética y lengua españolas. En el verano siguienteAmado Alonso (investigador colaborador del Centro de Estudios Históricos) dictócursos sobre fonética y filología española; a él le sucedió Tomás Navarro Tomáscuya estancia en el primer semestre del curso académico de 1927-1928 la dedicó ahacer un estudio del lenguaje en la isla para incorporarlo a su Atlas Lingüístico del

Español. El segundo semestre impartió los cursos el propio Onís. Los españoles fueron docentes tanto en los cursos regulares como en los de ve-

rano, correspondiéndole a Américo Castro Quesada (catedrático de la UniversidadCentral de Madrid y colaborador del Centro de Estudios Históricos) las clases delverano de 1928, a Ángel Valbuena Prat (catedrático de literatura de la Universida-des de La Laguna y de Barcelona, y profesor en diferentes universidades inglesas)el curso de 1928-1929, a Fernando de los Ríos (catedrático de derecho en la Uni-versidad de Granada) el curso del verano de 1929, y a Samuel Gili Gaya (catedrá-tico del Instituto Escuela y colaborador de la Sección de Filología del Centro deEstudios Históricos) el año académico 1929-1930.

Tras suspenderse las invitaciones en el verano de 1930, el siguiente profesorespañol en la universidad puertorriqueña fue Manuel García Blanco (profesor au-xiliar de la Universidad de Salamanca, colaborador del Centro de Estudios Históri-cos, y catedrático de la Universidad de Salamanca desde 1934), durante los mesesde julio y agosto de 1931, quien prolongó su estancia durante el primer semestredel curso siguiente 1932; a él lo sucedieron Gabriela Mistral, docente durante elsegundo semestre de 1932-1933, y José A. Balseiro (profesor en la Universidad deIllinois) que en una dilata estancia, que abarcó los cursos de 1933 a 1936, dictóconferencias, e impartió clases y seminarios sobre temas referentes a la novela y alteatro español en los siglos XIX y XX. Según consta en su expediente, el salarioque Balseiro recibió como catedrático visitante de Estudios Hispánicos por el cur-

RELACIONES CULTURALES ENTRE EL CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS DE MADRID… 181

55 AFO, Sección Noticias y Actividades O-NA/C-44.36.

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so de verano de 1935 fue de 583.3$; en 1936, en su nombramiento como catedráti-co permanente de español en la Universidad de Puerto Rico, figura la cantidad de3.600$ anuales. Tras la aceptación del nombramiento, el 11 de agosto de 1936,Balseiro solicitó un año de licencia sin sueldo para enseñar en su antigua Universi-dad de Illinois.56

La acogida que, tanto los cursos sobre español y como los profesores, tuvieronen la sociedad y en el alumnado de Puerto Rico aparece en algunas cartas y artícu-los de periódicos. Una muestra de simpatía hacia el profesor José A. Balseiro es lacarta que los alumnos escribieron a la Junta de Síndicos de la Universidad de Puer-to Rico el 12 de agosto de 1936, en la que dicen:

Honorable Junta de SíndicosUniversidad de Puerto RicoRío Piedras, P.R.Señores:Si para ser maestro es factor primordial la comprensión del alma juvenil, no sólo en lointelectual, sino más en función de la simpatía, un gran maestro es José A. Balseiro. Ensus clases hemos experimentado la emoción y el entusiasmo saludable que sólo despier-tan los maestros provocadores de cordiales y fecundas inquietudes. En este momento enel que se sugiere reconocer su mérito honorable por la Cancillería de nuestra Universi-dad, aplaudimos el justo intento y lo hacemos nuestro; porque sabemos que sólo inspirael afán de superación y grandeza de espíritu el que ha llevado siempre en sí mismo esehonrado anhelo y esa noble ambición. Y porque eso deseamos para nuestra universidady nuestros universitarios, rogamos respetuosamente a la honrosa Junta de Síndicos sedigne elevar a la cancillería a quien a su vez honrará ese puesto, al maestro que lo es nopor la vasta cultura que posee, sino porque primero y después sabe ser fraterno amigo,al maestro JOSÉ AGUSTÍN BALSEIRO.57

Junto a los trabajos docentes en el Departamento de Estudios Hispánicos, losprofesores españoles impartieron conferencias en diferentes ciudades y pueblos dela isla dentro del programa desarrollado por este departamento denominado Misio-nes Culturales. Estas actividades así como las conferencias dictadas en el AteneoPuertorriqueño, sociedades españolas, Rotary Club, y en otros centros académi-cos, como la Biblioteca Carnegie, fueron recogidas y reproducidas en varias revis-tas y periódicos de la isla, Summer School News, Puerto Rico Ilustrado, La Co-

rrespondencia de Puerto Rico, El Mundo, y La Prensa en Estados Unidos.En sus estancias en la isla muchos de ellos ocuparon la cátedra instaurada en la

Institución Cultural Española como Tomás Navarro Tomás en 1928; Ángel Valbue-na Prat en 1928-1929; y Samuel Gili Gaya en 1929-1930.

182 LOS LAZOS DE LA CULTURA

56 AFO, Sección Noticias y Actividades. O-NA-9A.6, y Sección Correspondencia, O-MS/C-5.1, yla correspondencia continua entre Onís y Benner en la que se planificaba el viaje y la estancia de losacadémicos españoles: AFO, Sección Correspondencia, O-MS/C-115.46,47, 50 y 51. Ver tambiénACUPR, Fondo Facultad de Humanidades, Departamento de Estudios Hispánicos. H106, Fondo Infor-mes Anuales H11, y Fondo Expedientes Personales Pasivos.

57 AFO, Fondo Informes Anuales H11, y Fondo Expedientes Personales Pasivos.

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En contraste con las conferencias y artículos escritos por estos intelectuales, lavisita de Luis Araquistain, en el último trimestre de 1926, estuvo rodeada de polé-mica. Como en Cuba y Santo Domingo, las declaraciones y valoraciones de Ara-quistain sobre la sociedad, la cultura y la política de estos países causó un hondomalestar. Su postura crítica contra Estados Unidos, sus juicios sobre la escasa li-bertad en diferentes esferas de la vida que gozaban estos países, sus opiniones so-bre el mestizaje y el futuro de la población, así como sobre el estado de decadenciade los pueblos sobre todo en el caso de Cuba, fue duramente criticado en variaspublicaciones de los países visitados por Araquistain.58 Las conferencias y artícu-los del intelectual publicados en diciembre de 1926 en la isla, algunos de los cua-les fueron reproducidos en el periódico madrileño el Sol, en torno al idioma, laamericanización de la enseñanza y de la cultura en Puerto Rico, la falta de inde-pendencia y, en general, la política de Estados Unidos contra cualquier vestigio decultura y presencia de España, provocó una fuerte respuesta en algunos periódicosy revistas en los que se le tachó de «embajador de la raza» y de «Sancho Panzaibérico».

Uno de estos artículos escritos a raíz de los comentarios de Araquistain es el deLuis Data, aparecido en diciembre en Los Quijotes, en el que denuncia la utiliza-ción de la «raza» como uno de los fundamentos principales de la política pan-ibe-ro-americanista, y el envío de determinados intelectuales, como Araquistain y Al-tamira, que, en su intento de hispanizar a América, menospreciaban las identidadesde los pueblos hispanoamericanos. En su denuncia el autor distinguía entre estos«embajadores de la raza» y los otros intelectuales españoles que establecían las re-laciones a partir de nuevos conceptos de la cultura y la ciencia.59

La difusión de la cultura y la lengua española, y la defensa del español y de lasraíces hispanas de los pueblos de Hispanoamérica fue posible tanto por la colabo-ración estrecha mantenida a lo largo de estos años entre Onís, Benner, MenéndezPidal y Navarro Tomás, y sus instituciones, como por el cambio de mentalidad y lanecesidad política que en las décadas de los veinte y treinta vivió Puerto Rico. Lalucha por el mantenimiento de su identidad dio lugar a la búsqueda de sus raícesculturales y a la reivindicación de la cultura española como una de las principalesbases de dicha identidad. Los escritores de la Generación del Treinta fueron losprotagonistas de esta nueva visión de la historia y del pueblo puertorriqueño.

La defensa de la cultura española y del intercambio cultural con España se in-tensificó en estos años, en los que se publicaron en diferentes periódicos y revistasartículos laudatorios sobre los progresos intelectuales y científicos que en Españase estaban consiguiendo, y la necesidad de mantener la presencia española en launiversidad puertorriqueña. En el nuevo contexto cultural y económico de la isla,para algunos pensadores España pasa a ejercer un nuevo papel, el de puente conEuropa, y vínculo con la civilización occidental frente a la temida absorción porNorteamérica. El conocimiento y la aproximación a España no sólo les proporcio-

RELACIONES CULTURALES ENTRE EL CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS DE MADRID… 183

58 Luis Araquistain, La agonía antillana. El imperialismo yanqui en el mar Caribe, La Habana,Editorial Lex, 1961.

59 Luis Data, «Las embajadas de la raza», Los Quijotes, año II, núm. 46, San Juan, 18 de diciembrede 1926.

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naría un conocimiento de ellos mismos –«conocer a España es como conocernos anosotros mismos», escribían a la altura de 1930–, era también el mejor medio inte-lectual de penetrar y conocer el alma europea: «...Por España nos bañamos en ple-na civilización occidental, y con ella y por nosotros habemos de salvar y conservarnuestra civilización, lengua, cultura y buen gusto».60

LA DEFENSA DE LA IDENTIDAD NACIONAL A PARTIR DE LA DEFENSA DE LA LENGUA

Y LA CULTURA ESPAÑOLAS

A este interés por la cultura española y por España contribuyeron en gran me-dida los intelectuales puertorriqueños, sobre todo la llamada Generación del Trein-ta, cuyo afán por sentar las bases y definir la identidad boricua, en afirmarse comonación y reivindicar su cultura hispana frente a la anglosajona, les hizo volver susojos a España. Este nacionalismo cultural será utilizado posteriormente como ins-trumento del nacionalismo político. En este proceso, la cultura hispana se erigió ensímbolo de identidad nacional.

La Generación del Treinta reflejó en la literatura, la historia y la política susanhelos y temores. La debilitación de la identidad nacional, el peligro de la desin-tegración de Puerto Rico como nación, la lucha por la soberanía nacional, la de-fensa del campesino desplazado de sus tierras fueron factores que convergieron enmedio de una aguda crisis económica y que mostraron la necesidad de crear y con-solidar un proyecto cultural articulado en torno a la identidad puertorriqueña. Di-cho proyecto tendría 3 fases: definición y refuerzo de la identidad cultural; robus-tecimiento de la identidad nacional; y fortalecimiento de la conciencia nacional, dela nación.

Los intelectuales puertorriqueños de esta generación reconstruyen un pasadolimitado al siglo XIX, al ser éste el período en el que enmarcan el afianzamientode la cultura nacional en manos de una elite culta, en su mayoría hacendados, ycon posiciones autonomistas. Dicha reconstrucción le sirve a Antonio Pedreira,uno de los mayores exponentes de esta generación, para establecer el proceso deformación y diferenciación de la cultura nacional de la cultura española, y paramarcar las consecuencias de 1898 sobre la identidad y la conciencia nacional. Apesar de que la invasión norteamericana es considerada como un momento de rup-tura en la continuidad de esa identidad, Pedreira reivindica el mantenimiento de lamisma dentro del proceso evolutivo de la formación del pueblo puertorriqueño; unproceso continuo que, como la evolución, siguió, aunque a diferentes ritmos. ParaPedreira, como para otros intelectuales de su generación, el fortalecimiento de laidentidad tenía que hacerse a través de un proyecto cultural; éste fue el imperativode este grupo, que a diferencia de otros anteriores jugó un papel decisivo en el de-bate en torno a la nación, combinándose el proyecto político-nacional con el pro-yecto cultural, al aunar la nación con la cultura como rasgo de identidad.

Antonio Pedreira conocía perfectamente el ambiente cultural español, no sólopor el magisterio de los profesores españoles en Río Piedras, sino también por sus

184 LOS LAZOS DE LA CULTURA

60 Filiberto Vázquez, «La necesidad de maestros españoles en nuestra Universidad», ABC Univer-

sitario, vol. 1, núm. 8, Río Piedras, abril de 1930, pp. 5 y 8.

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estudios en España donde realizó el doctorado, en el Centro de Estudios Históricosde Madrid. Desde allí, el 2 de mayo de 1932, escribía a Julio García Díaz, decanode la Universidad de Puerto Rico de Río Piedras, comunicándole que se había doc-torado en la Universidad Central de Madrid, el 29 de abril de 1932, con sobresa-liente, y solicitarle un aumento de salario en condición de profesor y director delDepartamento de Estudios Hispánicos de dicha universidad.61

A finales de julio de 1932 le remitía otra carta al presidente de la Universidaden la que daba cuenta de sus investigaciones en Madrid sobre Hostos, que dieronlugar a la publicación en esta ciudad de Hostos, ciudadano de América, su colabo-ración en la edición completa de la Bibliografía Puertorriqueña, la publicación devarios artículos en la prensa sobre Puerto Rico y América, y de otros estudios en laRevista de Filología Española, así como de sus contactos con la intelectualidad es-pañola (Menéndez Pidal, Tomás Navarro Tomás, Américo Castro, Antonio Balles-teros, Ángel Valbuena, Samuel Gili Gaya, Homero Seris...) tanto Madrid, en elCentro de Estudios Históricos, Ateneo, Unión Ibero Americana, Academia Espa-ñola, Academia de la Historia, Biblioteca Nacional, y Biblioteca de San Isidro, co-mo en el Institut d’Estudis Catalans de Barcelona, y en el Archivo de Indias de Se-villa:

...Para tener mejor conocimiento de España que ayudara a la eficacia de mis cursos enesta Universidad, hice frecuentes viajes al norte, al centro, al sur, recorriendo las pro-vincias, capitales, pueblos y aldeas que de alguna manera han ayudado a la evolución dela historia y la cultura españolas.....logré comunicarme con muy conspicuas personalidades españolas y entablar relacio-nes que ayudarán al desarrollo del Departamento de Estudios Hispánicos que en esaUniversidad dirijo. Estas relaciones empezaron a dar frutos palpables, en una serie defolletos, cuadros y diapositivas que el Patronato Nacional del Turismo me entregó parael Departamento, y en la magnífica colección de discos fonográficos que el Archivo dela Palabra, presenta a la Universidad de Puerto Rico por mediación del que suscribe. Meenteré del funcionamiento del Centro de Estudios Históricos con el cual trabajamos encolaboración y de otras instituciones análogas como los Institutos, las Academias, lasUniversidades.62

La intensa relación que mantuvo con los miembros del Centro de EstudiosHistóricos la destaca en otra de sus obras, Aristas-Ensayos, escrita en 1930.63 Atodos ellos Pedreira los califica como hombres integrantes de la España Nueva.Este reconocimiento de la historia y de la cultura española, de sus aspectos positi-vos y renovadores está presente en toda la obra del intelectual puertorriqueño, es-crita con una intencionalidad nacionalista y política muy concreta. Ello condicio-nó su análisis del sistema colonial hispano, pese a que reconocía que uno de losmales de la cultura puertorriqueña era el estado de coloniaje continuo en el quesiempre estuvo.

RELACIONES CULTURALES ENTRE EL CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS DE MADRID… 185

61 ACUPR, Fondo, Organización y sus Funciones. F.D.O. E-3.62 ACUPR, Fondo, Facultad de Humanidades, Departamento de Estudios Hispánicos.63 Antonio S. Pedreira, Aristas. Ensayos, Madrid, 1930.

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Desde la literatura y la historia se reivindican el idioma y la «raza» como lasseñas de identidad, mantenidas por el campesino, el jíbaro. De ahí la defensa quehacen de estos elementos, sobre todo del jíbaro, de forma dramática algunos escri-tores como por ejemplo, Enrique Laguerre en obras como La llamarada; Solar

Montoya, de 1941, o La resaca, de 1949. En ellas se combinan las denuncias porla expropiación de las tierras en manos de compañías norteamericanas, la desapa-rición del pequeño agricultor y la expansión del latifundio azucarero, con las re-presentaciones de lo autóctono, que se convierte en sinónimo de la puertorriqueñi-dad64.

La inmediatez en los objetivos que tuvieron los intelectuales que desarrollaronsu obra en los años 20 y 30, su profundo sentimiento nacionalista, su preocupaciónpor el Estado, por la permanencia de la identidad, y, algunos, por alcanzar la sobe-ranía del pueblo puertorriqueño, les empujaron a afianzar su cultura como símbolode su nacionalidad. El pasado les sirvió para elaborar su proyecto nacional, aunquea veces se apeló a un pasado idealizado; asimismo, a menudo se elaboran imagina-rios excluyentes como base para redescubrir y afianzar sus identidades sometidas acambios. Los intelectuales puertorriqueños, con gran pragmatismo, eran conscien-tes que sólo podían hacer frente a dichos cambios con una base cultural sólida des-de la cual los irían incorporando, algunos de ellos incluso creyeron que la culturales conduciría a todas las formas de independencia. Apelaron a la historia como lafuente donde se encontraban los fundamentos de sus culturas con el fin, nos diceAntonio S. Pedreira (sucesor de Onís en la dirección del Departamento de Estu-dios Hispánicos de la UPR), de dar «al porvenir un sentido netamente puertorri-queño». 65

Órganos de expresión de la Generación del 30 fueron las revistas aparecidas enestos años como Índice (1929-1931), Brújula (1934-1937), Ámbito (1934-1937), yAteneo Puertorriqueño (1935-1940), cuyos objetivos aparecen en la revista Índice:

Vamos a definir concretamente nuestra situación, a orientar nuestra vida... que nos per-mita conservar lo que tenemos y recuperar lo que perdimos.

En este ambiente hispanófilo la colectividad española participó de forma activano sólo a través del financiamiento de la Institución Cultural Española, sino tam-bién colaborando en otras empresas mediante las cuales veía una manera de invo-

186 LOS LAZOS DE LA CULTURA

64 Sobre la idea de nación e identidad en Puerto Rico en el siglo XIX véase el libro de Lillian Gue-rra, Popular Expression and National Identity in Puerto Rico. The Struggle for Self, Community, and

Nation, Gainsville, University Press of Florida, 1998.65 Sobre la búsqueda de la identidad puertorriqueña y la generación de los treinta pueden consul-

tarse algunas de las obras de Antonio S. Pedreira, La actualidad del jíbaro, 1935, e Insularismo: En-

sayos de interpretación puertorriqueña, San Juan, 1942 (en 1943 se publicó en Madrid); así como lasde Arcadio Díaz Quiñones, «El enemigo íntimo: cultura nacional y autoridad en Ramiro Guerra ySánchez y Antonio S. Pedreira», Op. cit. Revista del Centro de Investigaciones Históricas, núm. 7,Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras, 1992, pp. 9-68; Juan G. Gelpí, Literatura y pa-

ternalismo en Puerto Rico, San Juan, EDUPR-ICP, 1993; Pedro Álvarez Ramos, «Reflejos en torno aldiscurso histórico ‘trentista’. El siglo XIX puertorriqueño en el Insularismo de Antonio S. Pedreira»,Revista de Estudios Hispánicos, año II, núm. 15, Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras,1995, pp. 237-251.

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lucrase en los asuntos relacionados con España y su cultura.66 Este interés se hizomanifiesto tras las conferencias pronunciadas en octubre de 1926 por Luis Ara-quistain y Cayetano Coll y Cuchi sobre «La España Moderna», en las que se men-cionaba la labor cultural que desde 1910 venía desarrollando en España el Centrode Estudios Históricos. Este impulso dado a la cultura por la nueva España derivóen la organización en San Juan de un Comité Pro-Centro de Estudios Históricoscon el fin de recaudar fondos para dotar a dicho Centro de un edificio propio. EsteComité, presidido por el español Manuel Cambor e integrado por 6 españoles y 3puertorriqueños, pretendía involucrar a otros españoles residentes en Cuba y enSanto Domingo. En el telegrama que envía Miguel Cambor a Ramón MenéndezPidal le mostraba «su orgullo de pertenecer a una familia de pueblos que está dan-do tan poderosas muestras de vitalidad extraordinaria en todos los órdenes de laactividad y de un modo especificado en las aquilataciones de la cultura de que espromotor el insigne nuestro Centro de Estudios Históricos de Madrid»67.

Fue en estos años cuando se sucedieron los viajes de estudiantes y profesores isle-ños a estudiar o conocer a España, como el ya comentado de Antonio S. Pedreira,Margot Arce también en el Centro de Estudios Históricos, Evaristo Ribera Chevre-mont, Bernal Díaz Caney, etc., y cuando se editaron en Madrid por el Centro de Estu-dios Históricos algunas investigaciones de puertorriqueños, como por ejemplo Folklo-

re Puertorriqueño de Rafael W. Ramírez en 1928, surgieron algunas publicaciones enlas que se abogaba por la unión de los pueblos de habla hispana, y se reivindicaba elpapel de España en la difusión de su cultura, de la otra España surgida a raíz del mo-vimiento intelectual que allí se estaba produciendo en los últimos años. Los Quijotes,fundada en San Juan en enero de 1925, recoge estas inquietudes:

Con preferencia esta revista se ocupará de los altos problemas de la raza: La unidad delos pueblos de habla española, la unidad que haga del conglomerado hispanoamericano

RELACIONES CULTURALES ENTRE EL CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS DE MADRID… 187

66 Diferentes valoraciones de la hispanofilia aparecen recogidas en el libro editado por Enrique Vi-vone Farage y Silvia Álvarez Curbelo (eds.), Hispanofilia: arquitectura y vida en Puerto en Rico,

1898-1950, San Juan, Editorial de la Universidad de Puerto Rico, 1998; las Tesis Doctorales de JaimePérez, Asociacionismo, prensa y cultura entre los inmigrantes españoles de San Juan, 1871-1913, De-partamento de Historia, Facultad de Humanidades, Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Pie-dras, 2002 (inédita), y la de Libia González, L’Elite cultivée à Porto Rico et la construction de l’identi-

té «Nationale» (1860-1930), Paris, Université Paris I, 2000 (inédita).67 Tras agradecer el gesto y las palabras del Presidente del Comité Pro-Centro de Estudios Históri-

cos, Menéndez Pidal remitió el escrito al Secretario del Ministerio de Estado. AGAAH, Asuntos Exte-riores, Sección VIII- Relaciones Culturales, caja 1267. Esta noticia apareció en varios periódicos entreello en El Imparcial, San Juan, 21 de noviembre de 1926.

Las actividades del Centro de Estudios Históricos pueden rastrearse en algunas revistas de PuertoRico como Alma Latina, véase el artículo «Trabajos bibliográficos del Centro de Estudios Históricosde Madrid», núm. 34, San Juan, 1933, pp.4-7. La actitud de la colectividad española y la ayuda recla-mada por Araquistain y Coll y Cuchí para recaudar fondos a favor del Centro de Estudios Históricosfue atacada duramente en algunos periódicos locales en los que se acusaba a los conferenciantes depracticar una «mendicidad patriótica».

En la editorial publicada por Los Quijotes, el 20 de noviembre de 1926, -en el mismo periódicoque unos días antes se aplaudía esta iniciativa- se comentaba la incongruencia que suponía el que Espa-ña y sus intelectuales propagasen el desarrollo que en los últimos años había tenido la cultura y la cien-cia en el país, y a la vez pidieran fondos para construir un edificio destinado al CEH. Véanse los edito-riales de la revista Los Quijotes, año II, núm. 40, San Juan 30, de octubre de 1926, y núm. 42, San Juan,20 de noviembre de 1926.

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un bloque resistente en todos los órdenes, contra la feroz acometida de los despojadoresdel tesoro sagrado del idioma, costumbres, espíritu... Tendrá un profundo reconoci-miento para España, la España madre, la España creadora... Tendrá un amor profundopara Puerto Rico... Un Puerto Rico que no sea nada más que Puerto Rico, con psiquis ycuerpo puertorriqueños.68

Este discurso nacionalista, manejado por varios intelectuales de distintas ideo-logías, contenía en ocasiones la exaltación de la «raza», de la denominada «razahispana», como un baluarte de diferenciación y de identidad frente a los anglosajo-nes. Recuérdese que en España, Cuba y Puerto Rico, desde 1898, en el proceso dela creación de la memoria histórica, a través de la elaboración de las historias na-cionales en las que se fijaban además de los referentes de identidad de cada pue-blo, los hechos y figuras sobre los que descansaba la historia nacional, la «raza»ocupó un lugar principal. En estos países la mayoría de los intelectuales recurrie-ron de forma continua a la «raza» como un elemento explicativo de fenómenos so-ciales, culturales y políticos, actuando, a menudo, como eje de las relaciones polí-ticas, sociales y culturales, y como factor esencial en el diseño y constitución de lasociedad y de la nación, de tal manera que la gran mayoría de los autores, al menosdurante las dos primeras décadas del siglo XX, equipararon nación y cultura a «ra-za», reduciendo la nación a la existencia de una «raza».

Para estos intelectuales que se vieron conminados a sentar los rasgos definito-rios de las identidades nacionales, la homogeneidad racial era la condición primor-dial para que existiera una nación, el sinónimo de ésta, de ahí los intentos por de-mostrar la existencia de una «raza» común, que en la mayoría de los casos partíande concepciones exclusivistas y algunos trataron de probar que era únicamentehispana. En este proceso, también pesaron las concepciones heredadas del sigloanterior que clasificaban a los pueblos, a las llamadas «razas», en distintas catego-rías, en función de su mayor o menor proximidad al hombre civilizado, es decir alhombre blanco. De ahí que muchos de estos intelectuales también equipararon«raza» con cultura, como lo habían hecho en el siglo XIX69.

REFLEXIONES FINALES

A pesar de que el discurso racial fue común a muchos pueblos, y en concreto aespañoles y puertorriqueños, y encontró un ambiente propicio desde el noventa yocho hasta entrada la década de 1930, y a pesar de que algunos conferenciantes es-pañoles en la isla aludieron a la «raza» como elemento vertebrador de los pueblosy sus culturas, el programa desarrollado por Federico de Onís para hacer fructífe-ras y continuas las relaciones entre España y América se basaron más en conteni-

188 LOS LAZOS DE LA CULTURA

68 «Nuevo programa», Los Quijotes, año II, núm. 37, San Juan, 1 de octubre de 1926. Ver tambiénel artículo de Gregorio Marañón, «Revolución y hombres nuevos», Puerto Rico Ilustrado, año XXIII,núm. 1189, 17 de diciembre de 1922, pp. 57,58 y 60.

69 Consuelo Naranjo Orovio, «Cuba 1898: Reflexiones en torno a la continuidad…», Cuadernos de

Historia contemporánea, Opus cit.

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dos culturales que en contenidos raciales, así como en el respeto y aceptación deotras culturas.

El programa científico y cultural desarrollado por la Junta para Ampliación deEstudios e Investigaciones Científicas de Madrid no sólo representó el proyectomás innovador para España desde 1907 a 1938 –año en que fue suprimida por undecreto suscrito por Pedro Sáinz Rodríguez; quien estaba al frente de nuevo Minis-terio de Educación Nacional creado en la «zona nacional»–, con la creación de la-boratorios, centros de investigación, dotación de becas para estudiar en el extranje-ro, etc., sino que puso en contacto a los principales pensadores y científicos deEspaña con los de otros países y continentes, posibilitando el acercamiento de lospueblos a través de la cultura y de la ciencia, y no de la «raza», tan aplaudida porlos defensores de los «panismos».

Para Onís, como para otros intelectuales, la cultura tenía que ser el nuevo nexoentre los pueblos. Como escribiera Onís:

Mi españolismo ha aprendido precisamente a afirmarse sin negar, a mirar cara a cara aotras formas de cultura. Siempre me ha parecido vacía de sentido la actitud de los nega-dores de una cultura nacional sin negar la cultura misma. Cada una de ellas es única einsustituible, y ni siquiera la creencia en la superioridad de alguna justificaría el desdénpor cualquiera de las demás. El intento de destrucción de la más insignificante de ellassería un atentado imperdonable contra la civilización.70

RELACIONES CULTURALES ENTRE EL CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS DE MADRID… 189

70 Federico de Onís, El sentido de la cultura española..., Opus cit., pp. 127-128.

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VII

FEDERICO DE ONÍS ENTRE ESPAÑA Y ESTADOS UNIDOS (1920-1940)

Matilde Albert RobattoDepartamento de Estudios Hispánicos, Facultad de Humanidades

Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras

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La misión de Federico de Onís a lo largo de su vida fue difundir los valores de lacultura hispánica en donde quiera que se encontrara. En España, ya fuera en la Uni-versidad, ya en el Centro de Estudios Históricos o en otros centros afines, este incan-sable hombre de letras dedicaba sus horas a la investigación y posterior escritura desus estudios filológicos, literarios, ensayos humanísticos y artículos diversos. Para1916 había desarrollado una brillante trayectoria académica: catedrático de la Univer-sidad de Salamanca, investigador y autor de uno de los libros más emblemáticos de suobra y de su momento histórico Disciplina y Rebeldía, además de editar las obras yescribir unas eruditas introducciones a Vida, de Diego de Torres Villarroel y De los

nombres de Cristo, de Fray Luis de León, ediciones ya clásicas por su información ycuidado; y en 1932 publicará otro importante libro Ensayos sobre el sentido de la cul-

tura española.1 También formaba parte del equipo de trabajo del Centro de EstudiosHistóricos y figuraba como tutor de la Residencia de Estudiantes. En fin, una relevan-te figura, con méritos propios, muy respetada en el mundo intelectual español.

Ahora bien, ¿ por qué este reconocido catedrático, si en España tenía su centrointelectual, en 1921 solicita la excedencia como catedrático en la Universidad deSalamanca y ya para 1924 decide fijar su residencia en los Estados Unidos, conti-nuar su vida académica en Columbia University y dedicar todos sus esfuerzos a ladifusión de la cultura hispánica en el mundo anglosajón, en el cual en términos ge-

1 Federico de Onís, Disciplina y Rebeldía, Madrid, Publicaciones de la Residencia de Estudiantes,1915, 51 p.; 4ª ed., Nueva York, Instituto de las Españas, 1929, 51 p. Federico de Onís, Ensayos sobre

el sentido de la cultura española, serie II, vol. 18, Madrid, Publicaciones de la Residencia de Estudian-tes, 1932.

Diego de Torres Villarroel, Vida, Ed. introd. y notas de Federico de Onís, Madrid, Editorial La Lec-tura, 1912 (Editorial Espasa-Calpe, Clásicos Castellanos, 1954, pp. VII-XXVI); Federido de Onís, «To-rres Villarroel», España en América, Río Piedras, Editorial Universitaria, Universidad de Puerto Rico,1955, pp. 342-352.

Fray Luis de León, De los nombres de Cristo, Ed., introd. y notas de Federico de Onís, 3 vols., Ma-drid, Editorial La Lectura, 1914, 1917, 1922; «Luis de León», España ..., Opus cit., pp. 296-312.

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nerales, además de los prejuicios existentes, había un gran desconocimiento de loque culturalmente se relacionara con el mundo hispánico? A lo largo de este ensa-yo intentaremos contestar esta pregunta –para nosotros esencial en la evolución dela vida personal y profesional de Federico de Onís– aunque siempre quede un mar-gen de duda, el cual sólo podría despejar la persona misma.

Todo parece indicar que el presidente de Columbia University, Nicholas Mu-rray Butler, quería reestructurar los estudios hispánicos, debido al incremento en elestudio del español durante y después de la Primera Guerra Mundial, de acuerdocon lo que el propio Onís relata en «Historia de los Estudios Hispánicos en la Uni-versidad de Columbia»:

Esta situación cambió radicalmente, no en 1929, cuando los estudios hispánicos adquirie-ron vida independiente al dividirse el Departamento de Lenguas Romances, sino en 1916,cuando Nicholas Murray Butler, presidente de la Universidad, decidió traer de España unprofesor para organizar los estudios hispánicos sobre nueva base. Mr. Archer M. Hunting-ton, presidente de la Sociedad Hispánica de América, a petición de Butler, se encargó debuscar el profesor y su elección cayó sobre Federico de Onís, profesor de Lengua y Li-teratura españolas de la Universidad de Salamanca y del Centro de Estudios Históricos, deMadrid, quien fue invitado para ocupar la nueva cátedra. Desde su llegada, en septiembrede 1916, el profesor Onís tuvo a su cargo los estudios hispánicos en el Departamento deLenguas Romances, y desde 1929 fue jefe del Departamento Hispánico independiente.2

Esta selección –que recae en uno de los más destacados colaboradores de Me-néndez Pidal y del Centro de Estudios Históricos– si bien significaba una distin-ción, también debió de suponer una decisión nada fácil para Federico de Onís,quien desde un principio accede, pero por un período limitado de tiempo. Dejar su

240 LOS LAZOS DE LA CULTURA

2 Federico de Onís, «Historia de los estudios hispánicos en la Universidad de Columbia», Espa-

ña..., Opus cit., pp. 725-734Archer M. Huntington (1870-1955 ) fue el presidente y fundador de «The Hispanic Society of

America» en 1904. Este distinguido hispanista era un admirador de la cultura española. La SociedadHispánica, en Nueva York, ha sido un centro de estudio e investigación de la cultura hispánica, en su bi-blioteca y archivos se encuentran importantes manuscritos, incunables y libros antiguos de gran valor.En la actualidad esta Institución, su biblioteca y archivos, por la importante documentación que allí seencuentra y el buen estado en que se mantiene, es una fuente de referencia obligada para estudiosos einvestigadores.

Federico de Onís fue miembro de «The Hispanic Society of America» y obtuvo la Medalla de Pla-ta, según consta en el documento del 22 de junio de 1917, depositado en el cartapacio correspondientea cartas y documentos de Federico de Onís –Members File– en los archivos de esta Institución en NewYork; así como también se guardan en dicho cartapacio, además de cartas entre Onís y Huntington, unatarjeta de presentación de Ramón Menéndez Pidal en la cual saluda a Mr. Huntington y: «tiene el honorde recomendar a su amistad al profesor Federico de Onís», HS, Department of Manuscripts and RareBook, New York La relación de Onís con esta Institución y con su presidente fue extensa y enriquece-dora. En la sección de «Correspondencia» del AFO hay varias cartas entre ambos hispanistas, que po-nen de manifiesto su gran amistad y relación profesional. Onís en 1920 hace una mención especial y dael debido reconocimiento a Huntington y The Hispanic Society of América en «El español en los Esta-dos Unidos», España ..., Opus cit., pp. 685-687. Con motivo del homenaje que la Organización de Es-tados Americanos y la Biblioteca del Congreso dedicaron a la memoria de este distinguido bibliófilo,erudito y humanista, Federico de Onís escribió un elogioso artículo sobre la figura y obra de este mece-nas de la cultura hispánica, «Huntington y la cultura hispánica», Huntington, (1870-1955), Washing-ton, D.C., Pan American Union, 1957, pp. 18-34.

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país, su familia y su brillante carrera como catedrático tuvo que representar para elelegido un cambio cualitativo en su estilo de vida, aunque acepta su nueva misióny lo hace con entusiasmo a la luz de cómo se desempeña en su nuevo trabajo.

En Nueva York, además de sus colegas claustrales y de sus alumnos, con quienessupo mantener a lo largo de su vida una gran cordialidad y respeto hacia su obra, val-ga mencionar a: Germán Arciniegas, Tomás Navarro, María Teresa Babín, LawrenceA. Wilkins, Emilio González López, Eugenio Fernández Granell, Uslar Pietri, Fer-nando de los Ríos, Gabriela Mistral, Francisco García Lorca, Jorge Mañach, LuisAlberto Sánchez, Concha Meléndez, Mariano Picón Salas, Antonio S. Pedreira, An-drés Iduarte, entre otros; estableció también estrechos lazos cordiales con otras per-sonas fuera de las aulas académicas, como José Camprubí –hermano de ZenobiaCamprubí de Jiménez y propietario de La Prensa, el más importante periódico en es-pañol en los Estados Unidos– con quien colaboró en actos culturales y con artículospara el periódico; de hecho, La Prensa siempre estaba al tanto de las noticias que po-dían referirse a Onís directamente o a otras actividades relacionadas con los mediosacadémicos del mundo hispánico. Mención especial merece la amistad y entendi-miento intelectual con Archer M. Huntigton, persona con autoridad, de gran influen-cia en los medios académicos y culturales neoyorkinos por su posición y prestigio enThe Hispanic Society y, a juzgar por la correspondencia que hemos podido ver, exis-tió entre ambos una comunicación muy fluida, Onís le consultaba, estimaba en mu-cho su opinión; veamos como ejemplo esta larga carta del 28 de marzo de 1920 en laciudad de Nueva York donde ambos vivían y se veían en diversos actos culturales,la misma es una respuesta de Onís a las recomendaciones que le hiciera Huntington:

...Debe usted comprender que si yo no tomo la alternativa de verlo es porque temo dis-traerle e interrumpirle teniendo como tiene usted tantas y tan importantes ocupaciones.Pero creo que le he dado pruebas suficientes de adhesión incondicional a su persona y asu obra para que usted pueda disponer de mí y de mi tiempo en la forma que le parezcamás conveniente. Al mimo tiempo ( como le he dicho en una de mis cartas anteriores)por respeto y por agradecimiento a usted me creo obligado a darle cuenta periodicamen-te de todas mis actividades, buscando su aprobación y su consejo que hasta ahora nuncame han faltado. No le extrañe, pues, que reclame ahora su atención sobre esta larga car-ta, en la que quiero explicarle mis trabajos y proyectos actuales, muchos de ellos deriva-dos de nuestra última conversación. En lo que le voy a decir encontrará usted la pruebade lo que pesan y significan para mí sus consejos e indicaciones. Le escribo con com-pleta sinceridad y confianza: alguna vez me ha dicho usted que me hablaba como un pa-dre; ahora que he perdido el mío para siempre comprendo lo que significa el privilegiode poder acudir a otro hombre confiadamente en demanda de consejo. En nuesta última conversación me aconsejó usted apartarme de toda actividad que nofuera la estrictamente literaria y científica. Mi decisión en este sentido ha sido radical.Mi deseo de ayudar en lo posible todo lo que tendiese a dar a conocer a España en estepaís me había llevado a sumarme con diversos elementos y a emprender distintas activi-dades, de todos los cuales me he apartado ahora radicalmente…3

FEDERICO DE ONÍS ENTRE ESPAÑA Y ESTADOS UNICOS (1920-1940) 241

3 HS, cartapacio Federico de Onís; copia en cartapacio de Archer M. Huntington, Corresponden-cia, AFO.

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A continuación le detalla que minimizará su participación en la Unión Benéfi-ca Española, el Foreing Press Services, la Junta para la Ampliación de Estudios,los literatos españoles; y le menciona los libros o proyectos en los que está traba-jando: la edición de De los nombres de Cristo, de Fray Luis de León, El dialecto

leonés, La universidad española, Manual bibliográfico de la literatura española,

entre otros. Ante estos planteamientos, Huntington le contesta con rapidez en lacarta del 3 de abril del mismo año:

Dear Professor Onís:Your letter is very welcome and I hasten to write in reply to tell you how pleased I am

at what you have decide to do in the various matters you have discussed. I sincerily trustthat nothing may occur to change excellent and admirable plan. Yo are a scholar and allthis other, outside work has done little to aid in what you can produce. It never will.I completed the reading of the list of proposed publications with real pleasure and con-gratulated you upon it. It is, and will be, my great hope that nothing may arise to divertyou. If I can at any time be of aid, do not hesitate to come and talk with me. I am, as youknow, perhaps more than any other person, most keenly alive to the value of you work,and anxious that nothing should interfere with it.

Always faithfully yours,Archer M. Huntington [Firma] 4

En tierras americanas se dedicó a dar a conocer los valores de la literatura espa-ñola y de la literatura hispanoamericana por medio de conferencias, coloquios, ar-tículos periodísticos, ensayos y, sobre todo, a través de sus cursos y seminarios en laUniversidad de Columbia y en otros centros universitarios del nuevo continente, tan-to en el norte como en el sur. Desde que llegó a los Estados Unidos en 1916, mantu-vo correspondencia con reconocidos escritores, aunque ya con algunos la había ini-ciado con anterioridad, entre estos: Antonio Machado, Fernando de los Ríos,Alfonso Reyes, Juan Ramón Jiménez, Miguel de Unamuno, Ciro Alegría, AmadoAlonso, Pío Baroja, Claudio Sánchez Albornoz, Tomás Blanco, Américo Castro, Jo-sé Martínez Ruiz «Azorín», Vicente Blasco Ibañez, Carolina Michaelis de Vaconce-los, Ramón Menéndez Pidal, Pablo Neruda, Tomás Navarro, Antonio S. Pedreira,Arturo Torres-Rioseco, Evaristo Ribera Chevremont, Ramón Gómez de la Serna,Enrique Díez Canedo, Salvador de Madariaga, Gabriela Mistral, José de Diego, Ra-món María del Valle-Inclán, José Vasconcelos, María Zambrano, entre otros. Ya quela difusión de la literatura española e hispanoamericana contemporánea fue, desdeun principio, uno de sus objetivos prioritarios, la relación epistolar con sus colegas yamigos, además de mantener los lazos afectivos, facilitaba el proceso de las invita-ciones a dar conferencias así como el de las ediciones y traduciones de las obras dealgunos de estos escritores y sus correspondientes permisos. 5

242 LOS LAZOS DE LA CULTURA

4 AFO, Sección Correspondencia, Cartapacio de Archer Huntington. Existen otras cartas en el Ar-chivo de Huntington a Onís en que le muestra una gran deferencia: «... the most distinguished Spaniardin America...», 13 de noviembre de 1922.

5 Numerosa correspondencia de estos y otros autores con Onís se encuentra en AFO, Sección Co-rrespondencia.

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Si bien Onís se dedicó todo su esfuerzo a la renovación de los estudios hispáni-cos en Columbia University, como profesor del programa graduado y director delDepartamento Hispánico (Hispanic Department), es conveniente recalcar quemantuvo un vínculo permanente con España; de hecho, era el representante en Es-tados Unidos de la Junta para la Ampliación de Estudios, que era el organismo demayor autoridad en España en todo lo relacionado con la ciencia y la enseñanza.Su colaboración con el Centro de Estudios Históricos continuó, aunque debido alas circunstancias hubo de modificarse; trabajó en los proyectos que eran factibles,colectivos unos individuales otros. Uno de estos proyectos, quizá el más importan-te en su momento y fundamental en el conjunto de su obra, es la Antología de la

poesía española e hispanoamericana, publicada por el Centro de Estudios Históri-cos en 1934, después de solucionar algunas discrepancias relativas a la extensión ydiseño de la misma. En carta del 12 de diciembre de 1933, Menéndez Pidal –luegode previa consulta con Américo Castro y Tomás Navarro– le explica a Onís losproblemas que plantea la publicación de esta Antología: dificultades con la im-prenta, extensión y costo de la obra, retraso en el envío de las partes restantes deltexto; ante tal situación, le sugiere este cambio:

FEDERICO DE ONÍS ENTRE ESPAÑA Y ESTADOS UNICOS (1920-1940) 243

Federico de Onís y su

esposa en Puerto Rico,

1928.

(Seminario Federico de

Onís, Departamento de

Estudios Hispánicos,

UPR).

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... Creemos, por consiguiente, que lo mejor sería terminar el volumen con lo que ya haycompuesto, dejando fuera la parte correspondiente al postmodernismo, que aún está sincomponer. Para esto sería necesario que usted enviase, en el plazo más breve posible,las introducciones que faltan para los textos compuestos y aún sin ajustar. ...La sección postmodernista puede constituir obra aparte, perfectamente independiente, yganará con un pequeño retraso, pues se trata de autores cuya personalidad está sin defi-nir completamente por no haber dado aún sus frutos principales.

Con saludos de Castro y Navarro, sabe es suyo buen amigoR. Menédez Pidal [sic, firma ]6

La respuesta por parte de Federico de Onís fue contundente pues defendía unode sus más queridos proyectos. La Antología de la poesía española e hispanoame-

ricana –dedicada a Antonio Machado– era un libro pensado y compuesto mayor-mente en América y no sólo la respaldaba la sensibilidad del antólogo hacia el gé-nero, el estudio extenso de unas épocas y de determinados autores españoles, sinoque ahora contaba también con una experiencia más directa: la proximidad y el en-torno de los poetas hispanoamericanos, que si bien ya conocía la poesía de algu-nos, quizá no conociera tan de cerca la de otros, como bien pudo ser el caso delpuertorriqueño Luis Palés Matos; veamos su decisiva defensa, en la extensa cartadel 14 de marzo de 1934, año en que se publica la Antología:

Querido Don Ramón:Recibí su carta del 12 de diciembre y me propuse contestarla en un breve plazo de la

única manera completamente satisfactoria para Vd. y para mí, es decir, enviando con micontestación el resto de la Antología terminado. Pero las circunstancias me han sido ad-versas y no puedo retrasar el escribirle aunque no pueda enviar mas que la parte quehasta ahora tengo dispuesta para la imprenta. Enfermedades y cambios en el personalque me ayuda aquí en el trabajo del Instituto [Hispánico] y la Universidad, [de Colum-bia] han sido causa de un gran trastorno... Esto no es una excusa, es una desgracia quesólo puede apreciarse conociendo mis obligaciones y las circunstancias todas de mi tra-bajo aquí.

Por desgracia también tengo que estar separado de Vd. y del Centro, y lo mismo quemis dificultades tampoco puede interpretarse bien la naturaleza de los trabajos que parael Centro estoy haciendo. Si hubiera sido posible, como yo me proponía, pasar en Espa-ña una buena parte de cada año, el contacto constante le hubiera mantenido informadode mis ideas acerca de mis trabajos y creo que tendría Vd. confianza en su necesidad yen su seriedad científica. Digo esto porque, aparte de las molestias que contra toda mivoluntad he causado con motivo de la impresión de la Antología, me ha parecido notardesde el principio una reserva o indiferencia hacia este ensayo mío de estudio hispanoa-mericano, que creo está hecho con máxima seriedad y precaución científicas. Creo, ade-más, que es muy propio del Centro y de los tiempos nuevos que el Centro abra el cami-no del estudio de la literatura hispanoamericana, y creo también que mis puntos de vistahacen resaltar la unidad hispánica frente a tanto error parcial, negativo y separatista co-mo hay en América y España.

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6 AFO, Sección Correspondencia, Cartapacio de Ramón Menéndez Pidal.

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Si yo pudiera explicarle la estructura de la Antología, a la que he llegado con gran es-fuerzo y cuidado de todos los detalles, vería que la obra es una unidad indivisible y que ladivisión de ella en dos obras distintas es imposible sin destruir el valor de cada una de ellas.Las divisiones cronológicas que hay en ella no se refieren a los autores ni a las obras, sinoal momento de predominio de una cierta tendencia o movimiento literario; los autores in-cluidos en cada sección pueden ser anteriores o posteriores a los límites cronológicos [de]la sección. En un periodo de cincuenta años, que es todo lo que abarca la antología, todoslos autores son más o menos contemporáneos y muchos han pasado por las diversas fasesrepresentadas en las diversas secciones: cada autor se pone en la sección a la que pertenecesu obra mejor o más característica. Todo esto se explica en la introducción general y en laparticular de cada autor. El carácter común de esta época está en esa misma variedad y lu-cha de tendencias. Las dos secciones últimas llamadas postmodernismo y ultramodernismoson, mas que dos épocas sucesivas, dos modos paralelos y contradictorios de terminacióndel modernismo: uno reaccionando contra él, otro llevándolo más allá hasta sus últimasconsecuencias. Hay en la última sección poetas desaparecidos y en las anteriores poetasmuy jóvenes. No está formada la sección ultramodernista, como Vd. piensa, por autorescuya personalidad está sin definir por no haber dado aún sus frutos principales. Los autoresjóvenes que se encuentran en esta última categoría han sido totalmente excluidos de la An-

tología. Al final, en la última subsección se da una representación de la nueva literatura dehoy, reducida a cinco españoles y a siete americanos que entre los centenares que escribenpoesía hoy son los que quedarían aunque no escribieran más.

Esta es la concepción que yo tengo de esta época y conforme a ella está hecha la obra.Para mí quedaría ésta destruida si se rompe su estructura y unidad. No veo, por lo tanto,más que dos cuestiones por resolver: 1) la pronta terminación de la obra por mi parte; 2) lamanera de publicación de la obra íntegra.

Respecto a la segunda cuestión, sigo creyendo que la obra debería aparecer en un tomo.Según mis cálculos, que son los mismos que hice al planear la obra, esta tendrá unas 1300páginas. ...

Al revisar el texto de la sección de Ultramodernismo creo que podré reducir el texto pro-curando que el total de páginas se acerque lo más posible a 1200. No me parece que ese nú-mero de páginas sea excesivo para un libro de esta naturaleza, ni creo que el tamaño y elprecio consiguiente dificulten la venta de quien quiera poseerlo, siendo como es un libroque no puede sustituirse con otro y de materia moderna que interesa a un público extenso.La pérdida económica que pudiera haber en este libro, si para su difusión conviniera fijarun precio menor que el de coste, no creo que pueda ser mayor que la de muchas otras pu-blicaciones del Centro. Si por la apariencia se creyera más conveniente publicar la obra endos tomos, podían éstos dividirse por el número de páginas; pero en todo caso los dos to-mos deberían aparecer al mismo tiempo, para que pudiera compararse y juzgarse la obracompleta.

En resumen, que yo creo que no hay más cuestión que la primera, o sea, que yo termineel libro cuanto antes, que es lo que me propongo hacer en la confianza de que Vd. tendrá enconsideración mis razones y sabrá perdonar mis faltas « y volverme a la estimación que demí se tenía»…7

FEDERICO DE ONÍS ENTRE ESPAÑA Y ESTADOS UNICOS (1920-1940) 245

7 Ibidem; Antología de la poesía española e hispanoamericana (1882-1923), Edición, introduc-ción general e introducciones particulares de Federico de Onís, Madrid, Centro de Estudios Históricos,

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Salta a primera vista un primer planteamiento y es que en 1934 todavía Oníssiente un cierto extrañamiento que causa la distancia, y no quiere que lo aparten,que lo vean extraño a ellos, a su grupo de trabajo del Centro de Estudios Históricos–Américo Castro, Antonio G. Solalinde, Tomás Navarro bajo la dirección de Ra-món Menéndez Pidal– , puesto que desde Nueva York, con todas las obligacionescontraídas con la Universidad y con ser él entonces en el ámbito cultural el españolde mayor renombre en los Estados Unidos, continúa su colaboración con el Cen-tro, la Antología misma es un ejemplo de ello. Este alejamiento le había impedidoexponer un plan detallado de su proyecto, el cual intenta hacer en la carta; en ladespedida pide que se tengan en cuenta las razones de su atraso en la entrega deoriginales y se le restituya la confianza: «volverme a la estimación que de mí se te-

246 LOS LAZOS DE LA CULTURA

1934 (New York, Las Américas Publishing Co., 1961); «Historia de la poesía modernista» (1882-1923), España ..., Opus cit., pp. 182-279. En los viajes de Don Federico a España, en 1931 y 1934,consultó a Juan Ramón Jiménez sobre algunos aspectos de Antología de la poesía hispanoamericana,cuya revisión estuvo a cargo de Juan Guerrero, por petición expresa del autor; Guerrero era gran amigode Juan Ramón y conocedor de su obra, véase, Juan Guerrero, Juan Ramón de viva voz, prólogo de Ri-cardo Gullón, Madrid, Editorial Insula, 1961, pp. 137-138, 141,143,-145, 147, entre otras.

Federico de Onís y

Juan de Onís.

(Seminario Federico de

Onís, Departamento de

Estudios Hispánicos,

UPR).

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nía». No dudamos que tanto don Ramón como sus otros compañeros valoraron losméritos de su propuesta y confiaron en su capacidad y experiencia para llevarla acabo; sin embargo, el distanciamiento trajo consigo la falta de comunicación, undiálogo de preguntas y respuestas, de dudas, objeciones y defensas que se requiereen este tipo de empresa; diríamos que se dio una situación difícil para ambas par-tes debido a una circunstancia inevitable: la distancia.

El segundo planteamiento de la carta –la razón de la misma– es la defensa delconcepto y diseño de la Antología. Es importante notar cómo aquí aflora ya la po-sición americanista de Onís tantas veces expuesta en su obra y defendida ahora: «... Creo, ... que el Centro abra el camino del estudio de la literatura hispanoameri-cana, y creo también que mis puntos de vista hacen resaltar la unidad hispánicafrente a tanto error parcial, negativo y separatista como hay en América y España».

Su decidido americanismo no deja dudas sobre la firme defensa de sus ideas, suconocimiento del tema, ampliado ahora con una experiencia de primera mano. Enla Introducción de la obra reconoce las profundas diferencias entre las literaturasamericanas y la literatura española; no obstante, defiende la conveniencia de unalectura conjunta: « De esta manera no solo resaltará la unidad, sino la variedad dela literatura de nuestra lengua común. ...».8

No le inquietaban a Onís estas diferencias entre lo español y lo americano, másbien las veía como la consecuencia lógica de una independencia política y cultu-ral: «...Y será más patente y valiosa la tradición española de América si la encon-tramos en las creaciones americanas que más se diferencian de las españolas.9 Es-ta Antología, por fuerza, era producto de su nuevo entorno político y cultural, y deello se benefició con creces. Ya en un ensayo anterior confirmé esta posición ame-ricanista de Don Federico: «Defendió como pocos europeos lo hayan hecho antes,la originalidad de la cultura americana ...».10

Con gran lucidez explica en la carta a Menéndez Pidal y apunta en la Antología

que en un periodo de tan sólo cincuenta años la obra de los autores seleccionadosmuy bien puede haber pasado por diversos momentos literarios, y esto sí es decisivo,y no el criterio cronológico de autores y obras; por lo cual la división cronológica es-tá en función de las «tendencias literarias», así lo especifica en la Introducción:

Quizá sea necesario advertir, como observación general, que las unidades cronológicascorrespondientes a las secciones en que está dividida esta antología representan las va-

FEDERICO DE ONÍS ENTRE ESPAÑA Y ESTADOS UNICOS (1920-1940) 247

8 Onís, Antología ..., Opus cit., Introducción p. XXIII9 Federico de Onís, «La eternidad de España en América», España ..., Opus cit., p. 15

10 Matilde Albert Robatto, «La querencia americana de Federico de Onís», El reino de la memoria,San Juan, Editorial de la Universidad de Puerto Rico, 1997, pp.86-117. Entre los diversos artículos so-bre el americanismo de Federico de Onís, véanse los siguientes: Germán Arciniegas, «Onís el hombre.Madurez»; Luis Alberto Sánchez, «El hispanismo de don Federico», La Torre, Homenaje a Federico deOnís, Universidad de Puerto Rico, núms. 127, 128, 129, 130, Río Piedras, 1985, XXXIII, pp.37- 45 pp.325-329; María Teresa Babín, «Don Federico en mi recuerdo»; Andrés Iduarte, « Don Federico de Onísen vida y en muerte»; Enrique Laguerre, «La España de don Federico de Onís»; Concha Mélendez,«Federico de Onís y la América Hispánica»; Hugo Rodríguez Alcalá, «Sobre el americanismo de Fede-rico de Onís»; Luis Alberto Sánchez, «Don Federico (Recuerdo)», Revista Hispánica Moderna, Home-naje a Federico de Onís, Hispanic Institute, Columbia University, vol. I, núms. 1-2, New York, 1968,XXXIV, pp. 11-12; 20-24; 25-30; 31-36; 71-84; 85-87.

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rias fases por que ha pasado la poesía de esta época en su evolución y desarrollo, comohemos tratado de explicar, sin que esto signifique que los autores incluidos en dichassecciones correspondan a ellas en la totalidad de su vida y su producción…11

Defiende con autoridad y gran intuición crítica la obra de unos autores que, deacuerdo con su criterio, los cinco españoles y los siete americanos incluidos, de to-dos los poetas jóvenes de entonces: «... son los que quedarían aunque no escribie-ran más». El tiempo ha confirmado su apreciación y la muestra poética incluida enla Antología anticipaba ya lo que sería con el correr de los años la poesía de: PedroSalinas, Jorge Guillén, Gerardo de Diego, Federico García Lorca, Rafael Alberti,Vicente Huidobro, César Vallejo, Jorge Luis Borges, Pablo Neruda, Jorge CarreraAndrade, entre otros, además de los nombres incluidos en las extensas seccionesde «Postmodernismo»y «Ultramodernismo». Si bien es cierto que la nómina depoetas con sus selecciones resulta bastante extensa; también hay que reconocerque una obra de esta naturaleza, por su misma conceptualización, tiene que seramplia para recoger toda la gama posible de variaciones líricas dentro de un perío-do relativamente corto sí, pero en un espacio extenso y variado como lo es el mun-do hispánico. A Don Federico, en esta defensa, le asistía un gran conocimiento dela materia, además de la proximidad geográfica, en unos casos, y del contacto di-recto o epistolar en otros.

Resulta también innovadora la visión del postmodernismo y el ultramodernismo:«... dos modos paralelos y contradictorios de terminación del modernismo: uno reac-cionando contra él, otro llevándolo más allá hasta sus últimas consecuencias…», se-gún expone en su carta, tesis que amplía en la Introdución donde califica de «conser-vador» al postmodernismo y de «audaz y original» al ultramodernismo.12 La posicióncrítica de Onís con respecto del modernismo y las reacciones a éste, han influido enotras lecturas posteriores sobre este período literario; tanto en estudios panorámicoscomo especializados se puede notar la huella de su pensamiento.

La Antología tuvo una gran acogida por parte de la crítica, tanto de España comode América; para el Centro de Estudios Históricos su publicación fue todo un éxito,valió la pena para ambas partes solucionar las diferencias expuestas en las respectivascartas; desde Nueva York, no olvidaba Onís su estrecho vínculo de colaboración inte-lectual con el Centro. A nuestro juicio, bien puede ser esta obra un ejemplo de trabajocompartido entre dos mundos, la síntesis de un proceso de reflexión, estudio y expe-riencia; sobre todo, sorprende el conocimiento, el acierto y la sensibilidad lírica en lasselecciones poéticas. Lo cual nos hace pensar que el autor de esta Antología podía ar-monizar con plena comodidad el estudio de poéticas distintas y también distantes; yala Antología misma era una muestra de la unidad en la pluralidad y riqueza de la cul-tura hispánica, tema sobre el que escribió páginas fundacionales.13 En el Archivo Fe-

248 LOS LAZOS DE LA CULTURA

11 Federico de Onís, Antología ..., Opus cit., Introducción, pp. XXI-XXII.12 Ibidem, pp. XVIII-XIX.13 Onís escribió artículos, ensayos y dictó conferencias, habló en entrevistas sobre el tema, en él re-

currente, de España y América; parte de esta obra no está recogida como libro, pero se encuentra en«Onís: Obra y crítica» - la parte de Obra- AFO. Véanse también los siguientes artículos y ensayos: «Laeternidad de España en América», «Unidad y variedad hispánicas», «La originalidad de la literaturahispanoamericana», «América Hispana y la Ilustración», «Españoles en la Nueva España», «Cultismo

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derico de Onís se encuentran numerosas reseñas y artículos muy favorables a estaobra.14

En realidad, Onís siempre mantuvo un contacto directo con el Centro de Es-tudios Históricos, tanto en lo que se refiere a proyectos académicos y de inves-tigación como a la amistad, en el Archivo Federico de Onís se guarda la corres-pondencia entre sus colegas y también amigos, como lo fueron Tomás Navarroy Américo Castro, las cartas muestran los planes personales y conjuntos que losunían, la colaboración entre ellos. Tomás Navarro enseñó cursos de lingüísticaen el Departamento de Estudios Hispánicos de la Universidad de Puerto Ricodurante el verano de 1925 y el curso académico 1927-28, desde 1939 fue profe-sor de la Universidad de Columbia. Por su parte, Américo Castro fue profesor

FEDERICO DE ONÍS ENTRE ESPAÑA Y ESTADOS UNICOS (1920-1940) 249

y popularismo en México», «Lo mero principal», «Sarmiento y los Estados Unidos»: Federico de Onís,España ..., Opus cit., pp. 13-19,20-24, 115-128,129-131, 132-134, 135-137, 138-139, 140-150.

14 Véase, Guillermo de Torre, «Una gran antología poética», Revista de Occidente, Madrid, 1935,XLVII, pp. 222-232; «Onís: Obra y crítica», AFO.

Federico de Onís.

(Seminario Federico de

Onís, Departamento de

Estudios Hispánicos,

UPR).

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de literatura española en el Department of Romance Languages de la Universi-dad de Columbia durante la sesión académica de febrero a mayo de 1924 y enel Departamento de Estudios Hispánicos de la Universidad de Puerto Rico en elcurso de verano de 1928; además de dar ambos conferencias en otros centrosdocentes de Puerto Rico o Estados Unidos. Ramón Menéndez Pidal tambiéndictó cursos y dio conferencias en la Universidad de Columbia; de hecho de1937 a 1938 se encontraba en esta Universidad como profesor. Como se puedeinferir, el interés de Federico de Onís por ayudar a sus amigos para que pudie-ran visitar otras universidades y, a su vez, éstas se beneficiaran de tener en susaulas a catedráticos de gran conocimiento y prestigio, era manifiesto. Sin em-bargo, Américo Castro, con quien sostuvo Onís una extensa correspondencia, sesolía quejar en sus cartas de la tardanza de éste en contestarlas; en una del 2 demarzo de 1922, Onís responde a los amistosos reproches:

Tengo poco tiempo y no debo perderlo en comunicaros todo lo que hago. Debéis estarseguros de que no dejo de hacer todo lo que os importe. ... Te he contestado siempreampliamente cuando me has consultado cualquier cosa. A veces lo que me dices en car-tas posteriores estaba ya contestado en otras anteriores ...No debéis de dudar de mi interés por todo y cada uno de vosotros por una carta más o me-nos (cuando la carta además no es necesaria). ¿Qué he dejado de hacer cuando ha llegadola ocasión? Los hechos valen más que las palabras que podría escribir. Te abraza.15

En verdad no era ésta una mera disculpa para quedar bien ante sus amigos.Cuando se ha tenido la oportunidad –como es mi caso– de organizar el ArchivoFederico de Onís, leer sus cartas, artículos, ensayos, libros, proyectos, investiga-ciones; examinar la parte correspondiente a «Noticias y actividades» del Archivo,comprobar la comunicación frecuente con algunos escritores, quienes le pedíanopinión sobre sus obras o sencillamente le enviaban una copia de alguna en especí-fico para que emitiera un juicio, no dejamos de asombrarnos de su extraordinariacapacidad de trabajo; sumado a todo esto el que realizaba en la Universidad de Co-lumbia como director del Departamento Hispánico y como director del Instituto delas Españas.

Pues bien, entre sus numerosas actividades fuera del campus universitario, ca-be mencionar la que llevó a cabo con la editorial norteamericana Heat & Com-pany; desde 1920 Federico de Onís será el editor «General Editor» de la serie Spa-nish Contemporary Texts. Para esta época se publicaron obras de JacintoBenavente, Pío Baroja, Azorín, Rubén Darío, Juan Ramón Jiménez, Vicente Blas-co Ibáñez, Manuel Linares Rivas, Gregorio Martínez Sierra, Eduardo Marquina,una Antología de cuentos españoles, una Antología de cuentos americanos, entreotros. A Onís le correspondía solicitar el permiso de los autores para publicar suobra o fragmentos de la misma en esta serie, así como revisar el trabajo de los

250 LOS LAZOS DE LA CULTURA

15 La correspondencia de Federico de Onís con Américo Castro, Ramón Menéndez Pidal y TomásNavarro, se encuentra en los correspondientes cartapacios de la sección de Correspondencia de AFO.En la próxima publicación de mi libro Federico de Onís: cartas con el exilio, A Coruña, Ediciós doCastro, he dedicado una parte a la correspondencia entre Américo Castro y Federico de Onís.

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otros editores; como era de esperar, en ocasiones se tuvo que enfrentar a las difi-cultades inherentes a este tipo de trabajo.16

Una de las gestiones culturales de mayor relieve realizadas por Federico deOnís en aquel momento fue la venida de Federico García Lorca a Nueva York,desde el verano de 1929 hasta la primavera de 1930. De acuerdo con María Te-resa Babín –profesora y escritora puertorriqueña especializada en la obra lor-quiana– la presencia de Onís en la gran urbe resultó ser determinante en esteviaje:

... Don Federico fue el imán que atrajo al joven granadino a los predios neoyorkinosdel Instituto de las Españas, donde se instaló con todos los requisitos de matrícula y deresidencia, conviviendo con profesores, artistas, escritores y estudiantes españoles, his-panoamericanos y norteamericanos que ensancharon su círculo de amigos y en quienesLorca dejó la huella de su recuerdo y de su presencia... 17

García Lorca tuvo una importante participación en la vida cultural de laUniversidad de Columbia; dio conferencias, recitales poéticos y musicales en elInstituto de las Españas, además de compartir sus horas de descanso con la fa-milia Onís en la residencia de éstos en Claremont Av. y en el «farm» de New-burgh. Es importante anotar que ante el Servicio de Immigración de los EstadosUnidos (U. S. Department of Labor, Immigration Service ) Onís era la personaque representaba y respondía por García Lorca en territorio norteamericano, ladirección oficial de Lorca era la de Don Federico, según consta en la documen-tación existente en el Achivo Federico de Onís. Por ello a Onís se dirige el De-partamento de Immigración, en carta del 30 de julio de 1930, en la cual le pre-gunta sobre el paradero del poeta granadino; carta que contesta de inmediato–el 31 de julio de 1930– en la que informa sobre el viaje de Lorca en marzo aCuba para dar unas conferencias, y aclara que ya había partido en junio paraEspaña por barco vía Nueva York, pero que no se le permitió desembarcar; datoconfirmado en el telegrama siguiente: «Professor Onís = Phisosophy Hall Co-lumbia University New York NY= Estoy Manuelarnus [Manuel Arnús] muelletransatlántica. Imposible desembarcar avise Rubio. Vengan a verme Abrazos =Federico».18 La relación amistosa y profesional entre Lorca y Onís habrá decontinuar, así se refleja en esta carta:

FEDERICO DE ONÍS ENTRE ESPAÑA Y ESTADOS UNICOS (1920-1940) 251

16 Ibidem. En este libro hago una extensa referencia sobre el trabajo realizado por Federico deOnís, como «General Editor» en la serie Spanish Contemporary Texts en la nota 2; sobre la edición dePlatero y yo en esta serie, véanse las cartas de Onís a Zenobia, 27 de agosto de 1921; de Zenobia a Fe-derico de Onís, 12 de septiembre de 1921; de Onís a Zenobia, 3 de enero de 1923; de Zenobia a Onís, 2de febrero de 1923; además de las correspondientes notas 27, 28, 29, 30, 33, 35, 47.

17 María Teresa Babín, «Federico García Lorca», La Torre, Homenaje a Federico de Onís, núms.127, 128, 129, 130, Universidad de Puerto Rico, Río Piedras, 1985, XXXIII, p. 199.

18 AFO, Sección Correspondencia. Las cartas citadas, el telegrama y otros documentos relaciona-dos se encuentran en el cartapacio de Federico García Lorca. Para mayor información sobre la visita deGarcía Lorca a Nueva York, véase Matilde Albert Robatto, «Federico de Onís, compañero de exilio»,Xosé Luis Axeitos y Charo Portela Yánez (eds.), Sesenta años después. Os Escritores do Exilio Repu-

blicano, Sada, A Coruña, Ediciós do Castro, 1999, pp. 239-240, notas 7, 8.

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¿1933?] [sic]Sr. D. Federico de Onís.

Queridísimo Onís: Al empezar el año tengo gran alegría en desearle felicidad encompañía de los suyos y muy especialmente de mi ahijado Juan (ahí está papá).

... Ahora trabajo mucho. Estamos creando el Teatro Universitario, donde pienso mon-tar gran número de obras clásicas y preparo algunos libros, que ya le mandaré, y algu-nos estrenos.

Deseo muy pronto darle un abrazo. Adios. Recuerdos cariñosos a su mujer y besos a mi ahijado. Un saludo cordial de su siempre,

Federico García Lorca19

En Nueva York, durante esta época que ahora estudiamos –de 1920 a 1940– Fe-derico de Onís participó en numerosos actos académicos y culturales de diversa na-turaleza: conferencias, charlas, discursos, artículos en la prensa; fue el invitado dehonor o el conferenciante de distintas asociaciones y universidades como: la Socie-dad Americana de Maestros de Español, la Sociedad Española de Beneficencia, elAteneo Hispano de Nueva York, el Instituto de las Españas, Columbia University,The Hispanic Society of America, New York University, New York School for SocialResearch y otras. Entre los temas que este ilustre intelectual desarrolló figuran: la so-lidaridad con la República española, la unidad y variedad hispánicas, la nueva signi-ficación de Hispanoamérica, Lope de Vega y el teatro español, Miguel de Unamuno,Ramón del Valle Inclán, Rubén Darío, Antonio Machado, Pío Baroja, Juan RamónJiménez, el día de Cervantes –la Fiesta de la Lengua–, la vitalidad y grandeza de lalengua española, el folklore hispano, las escuelas literarias, etc. Por lo general, losperiódicos neoyorkinos y algunos españoles, puertorriqueños, cubanos y de otros pa-íses hispanoamericanos, recogían en sus páginas toda o parte de la información ofre-cida en estos actos; La Prensa, La Tribuna, Plus Ultra, España Republicana y Espa-

ña Libre, casi siempre informaron sobre ellos; también se encuentran algunasnoticias sobre Onís en: New York Evening Post, The New York Times, Wellesley Co-

llege News, Barnard Bulletin, New York Herald Tribune, La Voz, Diario de la Mari-

na, Repertorio Americano, La Opinión, El Mundo, El Imparcial, Summer School

News, La Democracia, La Correspondencia, La voz de Cantabria, El Sol; incluso El

Adelanto, de Salamanca, se hacía eco con natural orgullo de la labor que realizaba enlos Estados Unidos este ilustre profesor, ahora de la Universidad de Columbia y an-tes catedrático de la Universidad de Salamanca, y le llamaba «Adelantado Mayor dela cultura hispánica en Norteamérica».20 Con motivo de la publicación de Ensayos

sobre el sentido de la cultura española, Azorín le da una buena acogida al libro y di-ce de su autor: «Federico de Onís es una de las más simpáticas y cultas personalida-des españolas. Vive en el extranjero desde hace muchos años; en el extranjero, Esta-

252 LOS LAZOS DE LA CULTURA

19 Federico García Lorca, «A Federico de Onís», «Cartas de Federico García Lorca», Obras Com-

pletas, 16 ed., Recopilación y notas de Arturo del Hoyo, Prólogo de Jorge Guillén, Epílogo de VicenteAleixandre, Madrid, Editorial Aguilar, 1971 pp. 1669-1670.

20 R. Aguirre, El Adelanto, Salamanca 8 de junio, 1934; todos los artículos publicados en los perió-dicos citados de esta época, se encuentran en la Sección Noticias y Actividades, AFO.

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dos Unidos, explica literatura y lengua españolas; su profesorado es fecundo en re-sultados positivos para el buen nombre de España. ...»21 Su amigo, José Moreno Vi-lla, afirma: « ... Todos sabemos que viene a ser nuestro verdadero adelantado, nues-tro ministro permanente en Columbia University».22 Juan Ramón Jiménez, en 1935,hace en pocas palabras un penetrante retrato del joven salmantino: « ... Siempre esOnís igual al sí de ayer y al de hace un año, igual por fuera y por dentro; y creo queseguirá siendo igual hasta su fin español o americano. ...».23

Por su parte, Don Federico enviaba con cierta regularidad sus colaboraciones aperiódicos como El Sol, El Adelanto, La Tribuna, La Prensa, en las cuales infor-maba sobre algunas actividades, expresaba sus opiniones en torno a temas de li-teratura y cultura española e hispanoamericana o sobre el estilo de vida norteame-ricana. Vale la pena detenernos aquí en esa visión el hombre europeo e hispanoante una sociedad poderosa, rica y de indiscutible influencia mundial; una socie-dad que admiraba en algunos aspectos, no en otros, pero que con el tiempo pudocomprenderla; una sociedad, además, en la que tuvo que luchar para lograr el reco-

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21 Azorín, José Martínez Ruiz, «El parecer de Azorín», Repertorio Americano, San José de CostaRica, 14 de enero, 1933.

22 José Moreno Villa, «Federico de Onís o el fronterizo de la cultura», Residencia, núm. 3, Madrid,1931, II, p.174, en el Archivo José Moreno Villa, Residencia de Estudiantes, Madrid.

23 Juan Ramón Jiménez, «Federico de Onís», El Sol, Madrid, 15 de diciembre, 1935, véase tam-bién el elogioso artículo del profesor y crítico Angel Flores, «Spain’s Envoy of Good Will: Federico deOnís, New York Herald Tribune, 20 de agosto, 1933; traducido y reproducido en El Adelanto, Salaman-ca, 24 de marzo 1934.

Desde luego de esta labor suya, como hemos podido ver, se tenía entonces noticia en España; porel contrario, pienso que ahora éste no es el caso, pues, dentro del mundo académico y cultural españolde hoy día - la que esto escribe lo ha podido comprobar - es Federico de Onís el gran desconocido paralas generaciones más jóvenes y hasta no tan jóvenes. Como también pude constatar en mi reciente visi-ta - 23 de mayo de 2002 - a Columbia University, en particular al Hispanic Department y al HispanicInstitute, el olvido de su obra y la decadencia en que se encontraban ambas dependencias, que él fundóy a las que dedicó todo su entusiasmo: los muebles antiguos llenos de polvo, la famosa Dama de Elcheen un rincón, el estado de deterioro de los archivos - en un sótano cerca del río - el lector podrá suponerel grado de humedad que se sentía en el ambiente, el hongo había invadido ya algunos documentos va-liosos, como me ocurrió al no poder revisar el cartapacio de Méndez Pidal, cubierto de limo y hongo;por no mencionar la precaria organización de los mismos archivos; gracias a la ayuda de un amable es-tudiante graduado, Christian Rivera, pude ver los referidos archivos. Es lamentable que se pierda la la-bor y el legado de toda una vida dedicada a dar a conocer los valores de la cultura hispánica en los Es-tados Unidos; que en la propia España y en Hispanoamérica haya universitarios, profesores, genterelacionada con los departamentos de literatura española que ignoran que fue Federico de Onís quien,en los Estados Unidos, rompió barreras para que se reconociera y se le diera el lugar que le correspon-de a la lengua española y su literatura, así como también la literatura hispanoamericana. No tuve laoportunidad de ver - debido a diferencias cronológicas - lo que fue el Hispanic Institute ya con su sedefísica en el Instituto o la Casa de las Españas en su momento de esplendor, cuando se daban actos cul-turales todos los lunes y cuando este lugar era el punto de encuentro de lo más granado de la culturahispánica en los Estados Unidos; allí dieron sus conferencias, leyeron y hablaron de su poesía, reflexio-naron sobre temas culturales y políticos figuras de la talla de: Fernando de los Ríos, Américo Castro,Lawrence Wilkins, Federico García Lorca, Angel del Río, Frank Callcott, Archer M. Huntington, Clau-dio Sánchez Albornoz, Juan Ramón Jiménez, Concha Meléndez, Eduardo Mallea, Enrique Laguerre,Luis Alberto Sánchez, Tomás Navarro, Angel Flores, Gilberto Freyre, Arturo Uslar Pietri, Germán Ar-ciniegas, Gabriela Mistral, Pedro Salinas, Jorge Guillén, entre otros. Don Federico confió a ZenobiaCamprubí de Jiménez toda la decoración y arreglos de la Casa de las Españas; ella era también la re-presentante oficial de esta entidad ante la Junta para la Ampliación de Estudios; sobre este tema en es-pecífico, véanse el artículo de Matilde Albert Robatto, «La querencia americana...», Opus cit., y la pró-xima publicación del libro Federico de Onís: cartas..., Opus cit.

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nocimiento de los valores de su propia cultura, que él con tanto orgullo representa-ba. Ya en el «Discurso» de apertura del curso de la Universidad de Salamanca,Onís ve en la sociedad norteamericana una necesidad de cambio, de apertura, quese hizo inevitable a partir de la primera Guerra Mundial; desde el punto de vistapolítico y comercial también los Estados Unidos necesitaban esa expansión, aun-que algunos sectores de esta sociedad se mostraran renuentes al cambio; pero elnuevo orden mundial lo imponía; el «panamericanismo» se había iniciado en sufase preliminar, y así lo confirmaba Onís:

... La posición tomada se ha traducido en dos órdenes de hechos: una política general deestrechamiento de los lazos económicos y morales entre los pueblos todos de Américapara ayudarse a realizar sus fines comunes, es decir, la política llamada panamericanis-mo, y la intervención concreta de los Estados Unidos, en diversos momentos y con mo-tivos y fines de muy diferente carácter, en la vida interior de ciertos pueblos hispanoa-mericanos, como, por ejemplo, Cuba, Puerto Rico, Méjico, los países centroamerica-nos, Panamá y Santo Domingo. La primera tendencia, o sea el panamericanismo, puedeconsiderarse como un movimiento nacional que va definiéndose e identificándose dedía en día y que encuentra acogida y aplauso en todos los corazones norteamericanos;los hechos de la segunda clase, como son muy distintos entre sí, son juzgados de muydiferente manera por los ciudadanos de este pueblo y algunos de ellos están en francacontradicción con los sentimientos dominantes en la mayoría de los norteamericanos.Pero yo no voy a hablaros ahora de la política de los Estados Unidos, que, para ser en-tendida, necesitaría ser estudiada extensa y cuidadosamente; yo quiero simplementemostraros las consecuencias que esa política haya podido tener para desarrollar en estepaís el estudio y difusión de nuestra lengua y nuestra cultura. La tendencia de acercamiento a los pueblos hispanoamericanos y las relaciones comer-ciales cada día crecientes con ellos, han contribuido a crear un interés, cada día crecien-te también, por la lengua y civilización españolas....Los Estados Unidos, quiéranlo o no,han entrado en una nueva fase de su historia, francamente expansiva e internacional; yano pueden vivir dentro de sus fronteras ni sentirse ajenos a nada que en el mundo ocu-rra; el papel directivo que, por la fuerza de los hechos, han asumido desde los días de laguerra, les obliga, si han de vivir, a contar con todo el mundo como todo el mundocuenta con ellos, y a desarrollar, como lo vienen haciendo, no sólo una política interna-cional hispanoamericana, sino una política europea y una política asiática... Entonces empezó a desarrollarse, como una fiebre colectiva, el ansia de conocer el es-pañol y todo lo referente a los pueblos donde el español se habla. El español era el ins-trumento para entenderse con ellos y con ellos comerciar. Pero comerciar, si ha de ha-cerse bien, es una actividad difícil: no basta con conocer la lengua; hay que conocer alos hombres que la hablan, sus gustos, su carácter, sus costumbres, su psicología, susideales; para lograrlo hay que conocer su historia, su geografía, su literatura, su arte.24

254 LOS LAZOS DE LA CULTURA

24 Federico de Onís, «El español en los Estados Unidos», Discurso escrito para la apertura del cur-so de la Universidad de Salmanca, 1 de octubre de 1920; publicado sin permiso del autor - según lo ha-ce constar de su puño y letra - en el ejemplar del periódico La Tribuna, 18 de diciembre, 1920; Ensayos

..., Opus cit., y España ..., Opus cit., pp. 679-702; relacionado con el «panamericanismo», véase, Wi-lliam R. Shepherd, «Hacia la amistad triangular», Revista Hispánica Moderna, Boletín del Instituto deLas Españas, núm. I, Nueva York, 1934, I, pp.1-10.

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Es interesante notar como Don Federico percibe unos cambios en la sociedadnorteamericana, se esfuerza en interpretarlos, pero, sobre todo, toma una posicióndiplomática al referirse a la inevitable convivencia –impuesta por razones geográ-ficas e históricas– de ambas culturas: la norteamericana y la hispánica, a sabiendasde las diferencias políticas, sociales y culturales entre ellas; aunque recordemosque de él son estas palabras: «... No nos entendemos los hombres de los distintospueblos por aquello que hay de igual entre nosotros, sino por lo que más genuina-mente nos diferencia y separa. ...».25

Mas en esta referencia a la cultura hispánica, le duele el menosprecio que sehace del español al considerarlo solamente como una lengua de interés comer-cial, para negocios, con un precario fin utilitario; esta actitud hacia un idioma esper se minusvalorativa, ignora la riqueza que entraña la relación lengua-cultura.No es raro escuchar opiniones similares entre personas dedicadas al comercio oa profesiones con fines meramente prácticos, sin embargo, resulta inexplicableoírlas de personas relacionadas con la enseñanza de idiomas; y así le ocurría aDon Federico cuando se refiere a todas estas gentes como enemigos del español.

Contra ellos lucha con todas sus fuerzas, recomienda en la Universidad de Co-lumbia –en el Departamento Hispánico– una mayor variedad de cursos de len-gua y de las literaturas española, hispanoamericana, portuguesa y brasileña.26

Federico de Onís, que no sólo conocía muy bien, sino que explicaba de formaúnica Don Quijote de la Mancha, tenía él también mucho de «Quijote», y claroestá, es de suponer, con bastante probabilidad de acierto, que tuviera que desha-cer entuertos y pelear con gigantes o molinos; porque entre sus propios colegasexistían ciertos prejuicios hacia la lengua española y también hacia la misma li-teratura hispanoamericana; prejuicios que habría de desenmascarar, de su propiapalabra los conocemos:

... Las palabras que yo empleo son suaves, puesto que, no gente de la calle, sino profe-sores de lenguas romances, que deben saber algo de España, se han expresado publica-mente en formas mucho más violentas, y se han atrevido a presentar a discusión en reu-niones de sociedades sabias la tesis de que la lengua española no tiene literatura dignade tal nombre. Y estos hombres honestos se han preguntado publicamente: entonces¿para qué estudiarla? Claro está que los norteamericanos amigos y conocedores de lacultura española no han dejado sin contestación esa pregunta airada, y han tenido querecordar que Cervantes sólo con Shakespeare puede emparejarse en la historia de la li-teratura universal; que nuestro Romancero es el monumento de poesía popular másgrande y más vivo que ofrece ningún pueblo; que nuestra novela clásica creó para elmundo los diversos tipos de la novela moderna; que nuestra literatura mística es única;que nuestra comedia clásica es el primer teatro popular y romántico de Europa; ... queVelázquez y Goya, siendo tan grandes como los más grandes pintores del mundo, sonlos padres de la pintura moderna; ... que hoy mismo, el todo inseparable que forman los

FEDERICO DE ONÍS ENTRE ESPAÑA Y ESTADOS UNICOS (1920-1940) 255

25 Ibidem, p. 681.26 Sobre la historia y renovación de los estudios hispánicos en la Universidad de Columbia, véase,

Federico de Onís, «Historia de los estudios Hispánicos en la Universidad de Columbia», España...,

Opus cit., pp. 725-734.

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pueblos que hablan español ofrece al mundo manifestaciones de vitalidad cuyo valor noes menor que el de ninguno de los pueblos que se consideran directores de la civili-zación.27

A esta altura del ensayo podemos preguntarnos si Federico de Onís siguió decerca el consejo de su amigo Archer M. Huntington –como hemos visto en páginasanteriores– cuando le recomendaba abandonar todas las actividades que no fueranlas académicas y de investigación pues él era un scholar; sin duda que lo era, perotambién es verdad que al lado del scholar estaba el hombre de acción que le im-pulsaba a llevar a cabo otras tareas como diseñar, organizar, dirigir; funciones quellevó a cabo con todo éxito, pues estamos ante una personalidad con un gran lide-rato, lo que era muy importante para poder ejercer con efectividad en un puesto ytambién a la hora de tomar decisiones. Después de haber leído y repensado su obraescrita, de reconocer su valor de pionero en lo que se refiere al estudio de las li-teraturas hispánicas, hay que admitir que, gracias al hombre de acción, se pudieronrealizar tan importantes proyectos como los que mencionaremos a continuación.

En 1920 las autoridades de Columbia lo nombran director del Instituto Hispá-nico, Hispanic Institute o Instituto de las Españas; si bien la fundación del Institu-to es obra del esfuerzo colectivo de unos hispanistas, la presencia de Federico deOnís fue determinante para el éxito de esta Institución, la cual contaba no sólo conel auspicio de la Universidad de Columbia, sino también con el respaldo de la Jun-ta para la Ampliación de Estudios, la Junta de Relaciones Culturales, el Centro deEstudios Históricos, en España, y con el Instituto de Educación Internacional deNueva York, la Asociación de Maestros de Español y Portugués de los EstadosUnidos y la Cámara de Comercio Española de Nueva York, además de otras uni-versidades. Esta entidad tenía como fin dar actividades relacionadas con el Depar-tamento Hispánico de la Universidad y también servir de enlace cultural entre Es-paña, Hispanoamérica y los Estados Unidos. En 1930 el Dr. Butler, presidente deColumbia University, le comunica al director, Dr. Onís, la necesidad de tener un lu-gar para las actividades del Instituto Hispánico, que hasta entonces se celebraban enel campus universitario; de esta manera nace lo que fue la La Casa de las Españas,esto es, la sede física del Instituto, que desde el principio tuvo el apoyo económicode la Universidad de Columbia, y en 1934, 1935 y 1936 la Junta de Relaciones Cul-turales le concedió al Instituto la subvención de dos mil dólares. Don Federico con-fió en el buen gusto de Zenobia Camprubí de Jiménez para la decoración y arreglode La Casa de las Españas; el esplendor de esta Institución se recuerda con gran ad-miración y cierta nostalgia por los que conocieron aquella época.

El Instituto de las Españas hacía también una labor editorial en español y en in-glés; se publicaban tesis doctorales, conferencias y otros textos de interés para es-tudiosos de las literaturas hispánicas; se llegaron a publicar alrededor de cien li-bros. Ligada estrechamente al Instituto Hispánico y a la Universidad de Columbiaestá la Revista Hispánica Moderna, voz representativa de ambas instituciones.Onís fue su fundador y director desde 1934 hasta 1954; el prestigio de la misma,

256 LOS LAZOS DE LA CULTURA

27 Federico de Onís, «El español en los Estados Unidos», España ..., Opus cit., p. 694.

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desde sus inicios, lo ha confirmado la calidad de sus publicaciones, así como elpropio diseño de la revista.28

Puerto Rico ha sido un país de gran significado en la vida de Onís, aunque tam-bién se podría decir que esto ha sido recíproco. En 1925 Don Federico recibe unainvitación del presidente, Dr. Thomas E. Benner, para enseñar en la Universidad dePuerto Rico durante la sesión de verano de 1926; después se le encomendará lafundación del Departamento de Estudios Hispánicos.29 Desde sus inicios, el De-partamento contó con el apoyo de la Universidad de Columbia y con el Centro deEstudios Históricos de Madrid; era un buen comienzo para crear un joven departa-mento que, andando el tiempo, llegaría a ser uno de los mejores departamentos deestudios hispánicos en los Estados Unidos. La Universidad de Columbia autorizaal profesor Federico de Onís, para que lleve a cabo las funciones de director delDepartamento de Estudios Hispánicos de la Universidad de Puerto Rico; valga lapena aclarar que dichas funciones las realiza el director de forma gratuita; anteciertas observaciones, el propio Dr. Benner puntualizó:

... parece que hay muchos que equivocadamente creen que esta cooperación es costosa ala Universidad de Puerto Rico. No nos cuesta un centavo y en muchos casos nos ha aho-rrado grandes sumas de dinero. Don Ramón Menéndez Pidal y don Tomás Navarro To-más del Centro de Estudios Históricos, por ejemplo, al servir sin sueldo como direc-tores de nuestro Departamento de Estudios Hispánicos, han puesto a nuestradisposición sin costo alguno la sabiduría y la experiencia que todo el mundo reconoceen ellos. Igualmente , Don Federico de Onís de la Universidad de Columbia, nos prestasus brillantes servicios como director de este departamento sin sueldo u otra recompen-sa que la que vendrá del reconocimiento público de la parte que él tome en las laboresque muy propiamente podemos esperar. ¿Qué nos costaría emplear hombres como es-tos? Más, ciertamente, que lo que la Universidad puede pagar».30

El Centro de Estudios Históricos envía al nuevo Departamento profesores es-pañoles de prestigio por las investigaciones y publicaciones en su especialidad,

FEDERICO DE ONÍS ENTRE ESPAÑA Y ESTADOS UNICOS (1920-1940) 257

28 Para mayor información sobre este tema, véanse Fernando de los Ríos, «Sobre actividades delInstituto de las Españas», descripción del embajador de España en Washington al ministro de Estado enValencia, el 11 de febrero de 1937, cartapacio de Fernando de los Ríos, Sección Correspondencia,AFO; Federico de Onís, «Historia de los Estudios Hispánicos en la Universidad de Columbia», « LaCasa de las Españas», España ..., Opus cit., pp. 724-734, 735-736; Federico de Onís, «Memoria delCurso 1920-1921 presentada al Consejo General Ejecutivo, Junta para la Ampliación de Estudios, Ins-tituto de las Españas en los Estados Unidos, Madrid- Nueva York, 1921, «Onís: Obra y crítica», AFO;La Prensa, Nueva York, 12 de octubre, 1931; Yvonne Barret, « La Casa de las Españas en los EstadosUnidos», La Torre, Homenaje a Federico de Onís, Revista de la Universidad de Puerto Rico, núms.127, 128, 129, 130, Río Piedras, 1985, XXXIII, pp. 307-317; Matilde Albert Robatto, «La querenciaamericana...», Opus cit., pp. 86-117, y Federico de Onís ... Opus cit., la cita 23 de este ensayo.

29 Carta del 12 de noviembre de 1925, cartapacio núm. 7 B, cartas administrativas, Sección Noti-cias y Actividades, AFO.

30 «Federico de Onís nos presta sus servicios sin sueldo ni otra recompensa» La Democracia, 10 demayo, 1927, «Onís: crítica», AFO; para más información sobre la creación del Departamento de Estu-dios Hispánicos, véase los siguientes cartapacios núm. 7A y 7B, 1925-1926; núm. 8, 1926, núm. 9A y9B, 1927; núm. 10A y 10B, 1928; núm. 11, 1928-PR; núm. 12A y 12B, 1929-1930, Sección Noticias yActividades, AFO; cartapacio de Antonio S. Pedreira, Sección Correspondencia, AFO.

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Tomás Navarro, Amado Alonso, Américo Castro, Fernando de los Ríos, entreotros, y el propio Onís; ellos habrán de ser los que ayuden a formar a la generaciónjoven de profesores puertorriqueños que unos años más tarde –así lo pensabaOnís– tomarían las riendas del Departamento, como: Antonio S. Pedreira, ConchaMélendez, Enrique Laguerre –alumnos de Onís en Columbia– , Margot Arce, cuyatesis doctoral sobre Garcilaso de la Vega la publicó el Centro de Estudios Históri-cos en 1930, Jorge Luis Porras Cruz, Manuel García Díaz, Pablo García Díaz, en-tre otros

En 1928 Onís funda la Revista de Estudios Hispánicos, organo oficial del De-partamento; la misma cuenta también con el apoyo del Centro de Estudios Históri-cos, con la ayuda económica de la Universidad de Puerto Rico y la Universidad deColumbia y la cooperación de la oficina del Instituto de las Españas. Los editoresy colaboradores de la revista son personas de reconocidos méritos: Robert H. Wi-lliams, Tomás Navarro, José Padín, Ricardo Rojas, Pedro Henríquez Ureña, JoséVasconcelos, William R. Shepherd, Antonio S. Pedreira, Ramón Lavandero, Rafa-el W. Ramírez, Concha Meléndez, Fernando de los Ríos, Gabriela Mistral, Miguelde Unamuno, E. C. Hills, Fidelino de Figueirido, Antonio G. Solalinde, AméricoCastro, José María Chacón y Calvo, Alfonso Reyes, Arturo Torres Rioseco, Salva-dor de Madariaga, María de Maeztu, Ramiro de Maeztu, John G. Underhill, entreotros. La Revista fue muy bien recibida en los círculos intelectuales dentro y fueradel país; Don Federico estaba orgulloso de la misma, así se lo manifiesta a Améri-co Castro en una carta del 17 de mayo de 1928: «... Me alegra saber que la Revistade Estudios Hispánicos te parece bien, que estás deseoso de colaborar activamenteen ella y que condenas la actitud de Olariaga. ...Por lo demás la revista marchamuy bien, encontrando calurosa aprobación en todas partes, especialmente en His-panoamérica. ...».31

Para 1929 Federico de Onís renuncia a la dirección del Departamento de Estu-dios Hispánicos y de la Revista. Los motivos, como he podido comprobar a la luz delos documentos leídos al respecto, no están del todo claros pues la renuncia de Onís,al parecer, es una respuesta a la destitución del Dr. Benner por parte de la Junta deSíndicos de la Universidad, aunque podrían existir otras razones que se dejan leerentre líneas; la prensa del país pide una explicación. Onís, por su parte, en ese mismoaño de 1929 asumirá la dirección del Departamento Hispánico de Columbia Univer-sity, pero no se desligará de la Universidad de Puerto Rico ni de sus estudiantes; asílo asegura en carta al Sr. Gildo Massó, Presidente Interino, después de señalarle lasdificultades enfrentadas por el cambio de actitud de las autoridades universitarias yde aclararle que, con su renuncia, terminaba la colaboración de Columbia University

258 LOS LAZOS DE LA CULTURA

31 Cartapacio de Américo Castro, Sección Correspondencia, AFO; Luis Olariaga escribió un breveartículo «La propaganda española en América» en El Sol, Madrid, 12-IV-1928, sobre la nueva Revista

de Estudios Hispánicos, en términos generales de una manera positiva, aunque le señala lo que, a sujuicio, podría suponer algún riesgo para la Revista, sobre esto Onís le escribe a Castro en la citada car-ta: « ... Somos como niños mal educados y obramos con una ligereza inconcebible ante la gravedad deeste problema de América, que habría que tratar con tanto cuidado. ... Hay que hacer en cada sitio unacosa distinta: unas cosas en España, otras en Hispanoamérica y otras en los Estados Unidos.» Para ma-yor información sobre la Revista de Estudios Hispánicos, se pueden revisar las fuentes mencionadas enla nota 30.

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y del Centro de Estudios Históricos con la Universidad de Puerto Rico: « Siento mu-cho verme en la imposibilidad de continuar una labor en la que he puesto todo el en-tusiasmo y la fe que logró despertar en mí la juventud puertorriqueña, a la cual con-tinuaré sirviendo desde aquí [Columbia University] en la forma que pueda»32. Nodebe pasar inadvertida la negativa por parte de las autoridades de la Universidad, an-tes de 1926, a invitar al entonces catedrático de la Universidad de Granada, Fernandode los Ríos, por pertenecer éste al Partido Socialista. Onís, en una carta del 11 deseptiembre de 1926, al presidente de la Universidad Dr. Benner, le solicita su ayudapara volver a gestionar esta invitación:

Dr. Fernando de los Ríos, professor of University of Granada, has just come to thiscountry as a delegate to the Congress of Philosophy to be held in Boston next week.He will give lectures at several American universities, and in November will leave forMexico, where he is to inaugurate the Sociedad Cultural Española ... It has, however,seemed to me that perhaps the University of Porto Rico could take advantage of theproximity of Dr. de los Ríos to invite him there for the second semester. If this couldbe arranged it would mean a great deal to the University. Fernando de los Ríospossesses in an unusual degreee the best qualities of the Spanish gentleman, and hewould make an excellent impression on everybody. Although his chair if of PoliticalScience, he has specialized in the political history of Spain and Spanish-America, andnobody could give a better course than he in the history of Spanish civilization. Likehis distinguished uncle, D. Francisco Giner de los Ríos, he has always been keenlyinterested in pedagogical questions, and he has made especial studies of tem in En-gland and Germany.Several years ago the Centro and I recommended Dr. de los Ríos for Porto Rico, and itseems that his name was rejected on the ground that he was a Socialist congressman.This was a mistake in judgement: for a Socialist in Spain is very different from beingone in the United States, and besides Dr. de los Ríos is a gentleman of such tact andmental superiority that it is out of the question to think that his work in Porto Rico couldtake on the slightest political tinge.33

FEDERICO DE ONÍS ENTRE ESPAÑA Y ESTADOS UNICOS (1920-1940) 259

32 AFO, Sección Noticias y Actividades, cartapacio núm. 12B, 1929-1930. 33 Sobre este asunto véase también la carta de Onís a Benner del 11 de septiembre, 1926, cartapa-

cio núm. 7B, Sección Noticias y Actividades, AFO. Fernando de los Ríos fue invitado por la Universi-dad en 1928, 1929, 1939 y 1942.

Hay que recordar que en Estados Unidos, en aquella y otras épocas ha existido cierta desconfianzahacia quienes, de alguna forma, se han identificado con el socialismo en sus diversas interpretaciones.Federico de Onís era un hombre liberal y simpatizante de la República; los profesores españoles invita-dos a Puerto Rico y los Estados Unidos –personas con excelentes credenciales académicas– tambiénestaban del lado republicano, y entonces la política isleña seguía las pautas de la metrópoli. Me inclinoa pensar que la invitación a Salvador de Madariaga –véase cartapacio núm. 12B, ya citado– debió deser objeto de censura por parte de la administración universitaria puertorriqueña; habría que esperarotro tiempo para que en los Estados Unidos se entendiera en toda su amplitud lo que era el socialismo,el republicanismo e incluso el liberalismo de posguerra española. Años más tarde La Universidad dePuerto Rico y su entonces rector, Lcdo. Jaime Benítez, abriría sus puertas al exilio español, como biense pudo constatar en el Congreso «Cincuenta años del exilio español en Puerto Rico y el Caribe 1939-1989», celebrado en la Universidad, Recinto de Río Piedras, sobre esto véase Cincuenta años de exilio

español en Puerto Rico y el Caribe 1939-1989, editora Charo Portela Yáñez, Sada, A Coruña, Ediciósdo Castro, 1991.

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A nuestro modo ver, todo parece indicar que se dieron unos cambios inespera-dos por parte de la administración universitaria, de naturaleza política y académi-ca; se percibe en algunas cartas ciertos desacuerdos y oposición hacia la labor quellevaba a cabo Onís, quien, hay que recordar, fue el fundador del Departamento yde la Revista; todo esto debió de ofender la sensibilidad de Don Federico, pero, so-bre todo, estaba en conflicto con la visión que él tenía de lo debería llegar a ser elDepartamento de Estudios Hispánicos y la Revista; y también con su firme defen-sa del respeto y la tolerancia ante la diferencia de ideas que debe prevalecer en to-da universidad. Nos apoyamos para esto en la carta del 30 de mayo de 1929 de Fe-derico de Onís a Fernando de los Ríos, en la cual le informa sobre unos hechosirregulares llevados a cabo por la Junta de Síndicos de la Universidad de PuertoRico, que dice así:

Mi propuesta de Salvador de Madariaga como profesor visitante ha sido rechazada y seque en la Junta de Síndicos donde se tomó ese acuerdo se hizo a propuesta de [Juan B.Huyke, comisionado de Instrucción] Huyke quien dijo que habían hecho hasta ahorademasiado por el español y que de ahora en adelante they ought to stress the English.Ante estas cosas yo me he confirmado en la idea que hace tiempo tenía y voy a rompertoda conexión con la Universidad de Puerto Rico. Desde luego Columbia Universitytermina también su colaboración en el Departamento de Estudios Hispánicos....34

260 LOS LAZOS DE LA CULTURA

Federico de Onís y Jorge Guillén en el Seminario Federico de Onís.

(Seminario Federico de Onís, Departamento de Estudios Hispánicos, UPR).

34 Cartapacio Fernando de los Ríos, Sección Correspondencia, AFO.

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Durante sus periódicas visitas a la Isla, Onís dio conferencias en la Universidady en otros centros culturales como el Ateneo Puertorriqueño y la Biblioteca Carne-gie, donde disertó sobre temas de literatura española, hispanoamericana y puerto-rriqueña; siempre insistiendo en la importancia de las diferencias entre estas litera-turas, en cómo Hispanoamérica debía crear obras diferentes que respondieran a laoriginalidad de su cultura. Los periódicos del país, El Mundo, La Corresponden-

cia, El Imparcial, La Democracia, informaron sobre estos actos.35 Es tambiénOnís, con la ayuda de otros profesores y destacadas figuras en el mundo culturalespañol y puertorriqueño, el iniciador del proyecto «La Institución Cultural Espa-ñola» en Puerto Rico, entidad que tendría entre sus objetivos la difusión de la cul-tura hispánica así como mantener lazos de confraternidad entre los países america-nos; instituciones similares se crearon en otros países hispanoamericanos.

En honor a la verdad, hay que consignar que Don Federico tuvo en Columbiatres alumnos puertorriqueños de excepción, me refiero a Antonio S. Pedreira, Con-cha Meléndez y Enrique Laguerre; estos distinguidos alumnos, luego colegas yamigos, se referían a don Federico con gran admiración y cariño: Antonio S. Pe-dreira lo calificaba como «un admirable sembrador de ideas»;36 Concha Meléndezafirmaba: «En su cátedra, sus palabras geniales llevan a los alumnos por caminos aveces imprevistos de arte y de ideal. ... El Dr. de Onís es más que todo esto, el co-mentador más emocionante que he conocido de la belleza literaria que España hadado al mundo. ...» ;37 Enrique Laguerre, en su programa radial «Puntos de parti-da», describe así el trato de Don Federico con sus alumnos: « Mientras estuve en laUniversidad de Columbia, el estudiante puertorriqueño encontró en don Federico aun amigo y a un maestro cordial. Esa fue mi experiencia personal mientras estuveallí». Pregunta el entrevistador al entrevistado cómo logró identificarse con la vidaamericana, su interés y afecto por la cultura hispanoamericana; Don Federico, lue-go de dar una extensa explicación en la que alude a su inicial curiosidad por elmundo americano y a la influencia que en esto tuvo su maestro Miguel de Unamu-no, quien lo inició en el conocimiento de la lengua y literatura inglesa y tambiénde la norteamericana, especifica lo siguiente:

... Cuando vine a Columbia University en 1916 para organizar en ella los estudios espa-ñoles, la razón principal de que me quedase allí definitivamente fue mi interés en la otraAmérica, la española, y el Brasil. Nueva York era el mejor observatorio para conocerlaen su integridad y el centro de comunicación con todos sus países. En Nueva York con-vivíamos todos los hispanos como si fuésemos unos: ante otra cultura adquiríamosconciencia de la unidad profunda de la nuestra.

FEDERICO DE ONÍS ENTRE ESPAÑA Y ESTADOS UNICOS (1920-1940) 261

35 Para mayor información sobre los artículos periodísticos, véanse los cartapacios: núm. 7A,1925-1926; núm. 8, 1926; núm. 9A, 1927; núm.10A, 1928; núm. 11, 1928-PR; núm.12A, 1929-1930,Sección Noticias y Actividades, AFO.

36 Antonio S. Pedreira, «De Salamanca a Columbia», El Mundo, Puerto Rico, 20 de diciembre,1925, p. 3.

37 Concha Meléndez, «El Dr. Federico de Onís», Puerto Rico Ilustrado, San Juan, septiembre,1926, p. 17.

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Además he visitado casi todos los países hispanoamericanos y en cada uno de ellos seha confirmado mi convicción de la amplitud y riqueza de nuestra cultura, a la vez una ydiferente. Así he aprendido a entender y amar a América y a España. ...38

En otro programa radial realizado en 1957, Enrique Laguerre habla del ma-estro y recuerda sus palabras: « ... Cuando el otro día, en justo reconocimiento,le recordaba mis agradables experiencias estudiantiles en Columbia, sin ningúnempaque me dijo: La responsabilidad del maestro es ayudar a su discípulo. ...»Y así lo retrata Laguerre: « Diría que don Federico es de los que saben obser-var, escuchar, comprender. ...». El reconocido novelista puertorriqueño, quesiempre recibió el apoyo caluroso del maestro cuando se publicaban sus nove-las, conocedor también de su profundo americanismo, así nos lo confirma: «Con esa disposición suya para comprender lo americano ha servido don Federi-co la mejor causa española. No es extraño, pues, que lo sintamos nuestro sinque haya sido desleal a España; al contrario, su lealtad a España se manifiestavivamente en su amor por América».39

Sin duda que Puerto Rico ocupó para Don Federico un lugar de privilegio enel mundo de sus afectos. Cuando en 1954 se acoge a la jubilación en ColumbiaUniversity, el rector de la Universidad de Puerto Rico, Lcdo. Jaime Benítez, lecursa una invitación para que se incorpore a la Academia en calidad de directordel Departamento de Estudios Hispánicos, que él mismo había fundado añosatrás; invitación que acepta; desde esa fecha fija su residencia en la Isla con ca-rácter permanente. Se quedará como director del Departamento hasta 1957; en1958 crea y dirige el Seminario de Investigación del Departamento, que hoy lle-va su nombre. A la Universidad de Puerto Rico le hace donación de su Bibliote-ca y Archivo, legado importantísimo por la diversidad de libros y el valor de al-gunas ediciones que se catalogan como «libros raros», además de los librosantiguos, entre los que se encuentran dos del siglo XVI y otros de los siglosXVII, XVIII y XIX; en la «Bibliografía de libros antiguos», proyecto que llevéa cabo con la colaboración de unos estudiantes graduados del Departamento, serecogen todos los títulos de estos valiosísimos ejemplares, en su mayoría proce-dentes de la Biblioteca de Don Federico.40 Hoy día el Archivo Onís es una va-liosa fuente documental sobre literatura española, hispanoamericana y puerto-rriqueña; a modo de ejemplo podemos informar que, en la sección de «Noticias

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38 Enrique Laguerre, «Puntos de partida», «Entrevista con el Dr. Federico de Onís», Programa ra-dial, WIPR-Radio, estación del Gobierno, San Juan, Puerto Rico, 3 de octubre, 1954.

39 Enrique Laguerre, «Puntos de partida», «El profesor Federico de Onís», Programa radial, WIPR-Radio, estación del Gobierno, San Juan, Puerto Rico, 19 de mayo, 1957.

40 Matilde Albert Robatto, «Bibliografía de Libros Antiguos: S.XVI, XVII, XVIII, XIX del Semi-nario Federico de Onís», Revista de Estudios Hispánicos, Universidad de Puerto Rico, Río Piedras,núm. 2, 1997, XXIV, pp. 197-208; trabajé en este proyecto en el curso académico 1995-1996, cuandoera directora del Seminario Federico de Onís; también como directora de este proyecto, tuve a mi cargola orientación y entrenamiento primero y luego la valiosa colaboración de los siguientes ayudantes deinvestigación, pertenecientes al Programa Graduado de Estudios Hispánicos: Aura Colón, Angela Gon-zález, Gladis Ortiz de Jesús, Reginald Pierce y Jorge Jiménez Emanuelli. Separatas de esta publicaciónse encuentran en la Biblioteca del Congreso y en The Hispanic Society of America.

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y Actividades», se se han registrado más de seiscientas (600) entradas –quecomprenden desde 1915 hasta 1963– y corresponden a la actividad cultural de-sarrollada por Onís; asimismo, la correspondencia sostenida con numerosos es-critores, críticos profesores, amigos y otras cartas administrativas asciende amás de mil quinientas cartas (1,500).41

Siempre me ha sorprendido la lectura del artículo «Los ojos puertorrique-ños»,42 escrito por Don Federico en 1926; esto es, en los inicios de su encuentrocon Puerto Rico y, en especial, con sus estudiantes. Lo he leído en varias ocasio-nes, siempre me sorprende el tono personal y afectivo, que no es tan común en susescritos; como ya señalé anteriormente: «... está escrito con el corazón más quecon la razón, ...».43 El mismo recuerda su conferencia en la Residencia de Estu-diantes cuando afirmaba: «... sólo es digno de llamarse maestro quien sea capaz dedar a sus discípulos, una vez siquiera, una lección de amor y de intimidad senti-mental. Por eso ahora, al escribir estas líneas para mis estudiantes puertorriqueños,no me importa hablarles en tono tan sincero y personal. Y sólo a ellos he de decir-les lo que íntimamente siento acerca de su país ».44 Es curioso por demás que no leescribió un artículo de esta naturaleza a sus estudiantes de Columbia, sin que estareflexión menoscabe el afecto del maestro por sus alumnos. Quiere decir –y es miinterpretación– que se produjo una buena sintonía desde el comienzo y así lo con-signó en este pequeño pero importante ensayo, en el cual afirma el conocimientopor vía de la intuición y del sentimiento que percibe en los ojos puertorriqueños.

El maestro sabe que las vivencias profundas, las que tocan el centro del alma delhombre, se expresan mejor en los registros líricos correspondientes. A Don Federi-co le intriga la adaptación instantánea, sobre todo al pensar en las diferencias entrePuerto Rio y España, pese a esto afirma:

... hace más difícil de explicar mi adaptación instantánea al ambiente puertorriqueño detal manera que me parece que al llegar a él he vuelto a mi país. ... Es en los ojos –que nada ni nadie puede cambiar– donde leemos el fondo del alma hu-mana. Y yo, desde que llegué a Puerto Rico, veo por todas partes, en la calle, en mis cla-ses, unos ojos negros, castaños o garzos, alegres o tristes, a través de los cuales yo veoun alma que no tiene secretos para mí. Hay en ellos una mirada familiar y conocida, lamisma con que se encontraron mis ojos cuando empezaron a ver. 45

FEDERICO DE ONÍS ENTRE ESPAÑA Y ESTADOS UNICOS (1920-1940) 263

41 Todos los documentos del Archivo Onís se encuentran guardados en el Seminario, en las mejorescondiciones posibles. Cuando en 1995 me inicié como directora del Seminario Federico de Onís, unade mis prioridades fue la reorganización del Archivo; para poder realizar esto de la mejor manera posi-ble, me orienté con especialistas en este campo en la Universidad de Puerto Rico y también visité laOficina de Conservación de la Biblioteca del Congreso, con el propósito de tener el conocimiento ade-cuado. En este trabajo de lectura, organización, catalogación y automatización del Archivo conté con lagran ayuda de mis ayudantes de investigación: Lilliam Alicea, Profa. Elba Figueroa, Angela González,Mariaurely Rivera, mención especial merece la destacada colaboración de la ayudante de investigaciónProfa. Aura Colón.

42 Federico de Onís, «Los ojos puertorriqueños», Summer School News, Río Piedras, Universidadde Puerto Rico, july, 1926; España ..., Opus cit., pp. 36-38.

43 Matilde Albert, «La querencia americana...», Opus cit., p. 100.44 Federico de Onís, «Los ojos puertorriqueños», España ... Opus cit., p. 36.45 Ibidem, pp. 37-38.

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Juzgue el lector por sí mismo el grado de intimidad, empatía y cariño que con-tienen estas líneas. No creo que fuera la invitación del rector Benítez la razón prin-cipal que movió a Don Federico a tomar la decisión de pasar en Puerto Rico el úl-timo tramo de su viaje –tiempo tan importante en la vida del ser humano– piensoque ésa fue una gran motivación, pero quizá esa decisión ya la había tomado mu-cho antes.

Como hemos podido ver, estos años de Federico de Onís fueron muy producti-vos en su vida profesional pues, aparte de toda la actividad aquí registrada, tam-bién tuvo tiempo para hacer algunos viajes personales o de trabajo, a España envarias ocasiones, uno a México y otro a Oxford. Además, a partir de 1936, dedica-rá parte de su ocupado tiempo en atender las demandas de ayuda por parte de losexiliados españoles. El distinguido profesor de Columbia fue un exiliado volunta-rio, las manifestaciones verbales y escritas de su lealtad a la República así lo con-firman. En Nueva York asistía a los actos en apoyo al gobierno y, sobre todo, se so-lidarizaba con el pueblo español que luchaba en el campo de batalla o que partíapara el exilio. Secundó la iniciativa de Juan Ramón Jiménez para solicitar ayuda afavor de los intelectuales españoles en los campos de concentración de Francia; hi-zo programas de radio y escribió en los periódicos para crear conciencia del dramade España. Desde su prestigiosa posición académica pudo dar su apoyo o resolverlos problemas urgentes de quienes en situaciones penosas tocaban a su puerta; per-sonalidades como Jorge Guillén, Pedro Salinas, Claudio Sánchez Albornoz, Fer-nando de los Ríos, Joaquín Machado, Cipriano Rivas Cherif, Eugenio FernándezGranell, Américo Castro, entre otros, tuvieron para él palabras de gratitud. A Luis

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Busto de Federico de Onís, obra del escultor exiliado español en Puerto Rico, Francisco

Vázquez, «Compostela».

(Seminario Federico de Onís, Departamento de Estudios Hispánicos, UPR).

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Alberto Sánchez le expresaba así su abierta solidaridad con la República: «... Yono soy político, ... pero tengo conciencia de mis propias ideas. No puedo ser mo-nárquico, porque soy hombre de pueblo... no puedo estar con una dictadura cas-trense por las mismas razones por las que no soy monárquico... por tanto estoy conla República, sin necesidad de pegar gritos».46

Ya al término de este trabajo volvemos a preguntarnos ¿ por qué Federico deOnís desde 1916 viene a Estados Unidos, conoce Hispanoamérica y, desde su últi-mo viaje a España en 1935, pasará el resto de su vida en tierras americanas? Amé-rico Castro, en una carta del 9 de junio de 1921, hace referencia a otra suya ante-rior del 3 de junio de 1921, en la cual comunicaba a Onís que, con el fallecimientode Emilia Pardo Bazán, quedaba libre la cátedra en la Universidad, y animaba a sucolega para que hiciera la gestión oportuna; sin embargo recibirá una contestaciónno deseada: « ... Ayer llegó tu respuesta que nos ha producido tristeza; ya está vis-to que no volverás más por aquí, pues será difícil que se presente una oportunidadmejor que ésta: una vacante en el doctorado. Me doy clara cuenta, sin embargo, delos motivos de tu decisión, de índole absolutamente objetiva, tan independiente detu voluntad como de la nuestra».47 En 1925 su amigo y colega Antonio S. Pedreira,en una entrevista que le hace para el periódico puertorriqueño El Mundo, al repon-derle Onís a su pregunta sobre su permanencia en Estados Unidos, señalando lo si-guiente: « ... Aquí nuestra lengua, nuestra literatura, nuestro arte, nuestros valoresintelectuales necesitaban de gente preparada para su propagación, y era un deberpatriótico de todo buen español cooperar en tan magna empresa». Pedreira, por suparte, hace esta perceptiva reflexión:

El señor Onís está muy contento con su decisión. Pero el señor Onís está muy equivoca-do. No fue él quien quiso quedarse: fue la Universidad de Columbia, hoy la más grandedel mundo, la que se quedó con él. Conoció bien al notable catedrático, comprobó su in-discutible preparación y prestigio, y decidió por todos los medios a su alcance retenerpara siempre al seño Onís. Me atrevo a asegurar, sin miedo a equivocarme, que jamásvolverá a Salamanca.48

La lectura de este ensayo creo que ha dado varias pistas sobre la pregunta ini-cial que pueden ser ciertas. Por mi parte, me atrevo a aventurar que se dieron unaserie de circunstancias que propiciaron una decisión equilibrada. El indiscutibleapoyo de la Universidad de Columbia a sus iniciativas académicas, así como el re-conocimiento generoso de su excelente labor en el Departamento Hispánico y elInstituto de las Españas, su prestigio intelectual, su obra publicada, lo hacían unapersona muy respetada en los círculos universitarios; la Universidad necesitaba alprofesor Federico de Onís y, por su parte, el profesor conocía bien ese sistema uni-versitario, allí podía trabajar con la debida libertad y la tranquilidad necesaria; to-do esto, por supuesto, debió de ser determinante a la hora de tomar una decisión.Poderosas razones de índole familiar en España, pudieron inclinarlo a distanciarse,

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46 Luis Alberto Sánchez, «El hispanismo de...», La Torre, Opus cit., p. 325.47 Cartapacio de Américo Castro, Sección Correspondencia, AFO.48 Pedreira, «De Salamanca a...», Opus cit.

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aunque en un principio fuera temporalmente; su posterior matrimonio en 1924 conHarriet haría mucho más fácil su integración en tierra americana, adaptación queen realidad ya se había empezado a dar de una manera paulatina. Luego habría quetomar en consideración los lazos de amistad hechos en los Estados Unidos y enHispanoamérica, y ya más adelante –cómo no pensarlo también– Onís había mani-festado en diversas ocasiones a sus amigos y en entrevistas que no regresaría a Es-paña mientras estuviera en el poder la dictadura militar; además, ya para 1940,gran parte de sus colegas y amigos exiliados estaban en América.

«Don Federico de Onís o el conquistador conquistado», como lo describía Ger-mán Arciniegas,49 permaneció en la tierra elegida por él; en Nueva York realizóuna obra grande, fue como una misión; así también lo entendió su amigo José Mo-reno Villa:

... Hemos creído siempre que hacía falta en España y que sobre su solar daría sus mejo-res frutos. Pero él parece convencido de que es allí, en aquel punto del globo donde eldestino le llama y donde puede hacer algo verdaderamente eficaz y sin ostentación. ... Y,en efecto, con tenacidad y tacto va Onís sumando voluntades, afinando los propósitosde unos y otros, engarzando el esfuerzo cultural, múltiple y disgregado de las Repúbli-cas sudamericanas con Norteamérica y España... 509

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49 Germán Arciniegas, «Don Federico, o el conquistador conquistado», La Torre, Homenaje a Fe-derico de Onís, Río Piedras, Universidad de Puerto Rico, núm. 59, 1968, XVI, pp.37-44.

50 José Moreno Villa, «Federico de Onís...», Opus. cit.

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VIII

NAVARRO TOMÁS EN PUERTO RICO:CAPÍTULO DE UNA RELACIÓN ARTICULADA

EN LOS «TÓNICOS DE LA VOLUNTAD»1

María VaqueroDepartamento de Estudios Hispánicos, Facultad de Humanidades

Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras

1 Expresión tomada de Santiago Ramón y Cajal, Los tónicos de la voluntad (Discurso de ingresoen la Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de Madrid, sesión del 5 de diciembre de1897), Madrid, CSIC [1898], 1982. Puede decirse que este libro es la más crítica y honesta reflexiónsobre el panorama científico en la España de la época, sobre el oficio de la investigación responsable ysobre el papel decisivo de la elevación cultural colectiva como motora del progreso social.

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INTRODUCCIÓN

La presencia de Navarro Tomás en Puerto Rico, si consideramos la acogida quesu persona y su obra recibieron en el país, no sólo orientó las preocupaciones so-bre el idioma por caminos científicos, sino que validó la cuestión lingüística comouno de los elementos significativos de la identidad puertorriqueña, identidad polé-mica en el debate sobre la existencia de continuidades en el sincretismo de lo hete-rogéneo.

La coyuntura histórica que permitíría este encuentro fue capaz de articular dosvoluntades en un proyecto de relación cultural, nunca hasta entonces llevado a ca-bo entre España y Puerto Rico: por un lado, la voluntad académica de acercarse aEspaña como aliada, en el proyecto de organizar lo que iniciaría, en la Isla, los es-tudios humanísticos de su joven Universidad; en España, por su parte, y a raíz desus desastres, había ido madurando la voluntad de acercarse al mundo hispanoa-mericano para interesarlo en los planes de renovación científica interna que algu-nos de sus intelectuales proponían como necesarios, después de haber reconocidola abulia y el retraso nacionales. En las especiales circunstancias puertorriqueñasde los años veinte, este acercamiento cultural, de inmediatos resultados, prepara-ría, también, importantes contactos personales del futuro, sobre todo después de laGuerra Civil española.2

2 Estas especiales circunstancias explican, en parte, la participación activa, en los orígenes de esteencuentro cultural, de organismos norteamericanos, como la Universidad de Columbia, que, al apoyar-lo, lo favorecieron, en beneficio de Puerto Rico, por más que estos organismos estuvieran comprometi-dos con políticas expansionistas de otro alcance. A D. Federico de Onís se debe gran parte de la delica-da labor negociadora entre instituciones de tan diferente talante a uno y otro lado del mar, con elpropósito de lograr la creación de los estudios hispánicos en la Isla. Esta difícil y diplomática gestiónde D. Federico, comprometida, a mi modo de interpretar la documentación disponible, con propósitosestrictamente académicos, nada tiene que ver con la actitud ambigua que se ha querido descubrir en loque, sin duda, puede interpretarse como estrategia en beneficio de los puertorriqueños y de la cultura

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El propósito de este trabajo es colocar la obra de Navarro Tomás en Puerto Ri-co como resultado de la coyuntura histórica aludida, en la cual se dan la mano unaserie de proyectos que facilitaron la importante relación cultural entre Puerto Ricoy España. Considerando, por otro lado, que el idioma y la «cuestión del idioma»,con sus variantes temporales, puede verse como una constante histórica de PuertoRico, la presencia de nuestro autor, efectivamente, marcó un «después» en estacontinuidad, con los modos de acercarse, en Puero Rico, al idioma de Puerto Rico.Al margen, sin embargo, de la importancia indiscutible de sus investigaciones, losresultados obtenidos adquieren, además del científico, otro significado que, pro-yectado en el ámbito de las continuidades, trasciende teorías y métodos estricta-mente lingüísticos y se proyecta en el ámbito de la historia cultural. Acercarse aesta otra significación, más abarcadora y no identificada hasta ahora, puede serotro de los propósitos de este trabajo.

El texto consta de tres partes: en la primera se hace una síntesis de las actitudesante el idioma en el siglo XIX, enraizadas en la compleja trayectoria que el espa-ñol había seguido en Puerto Rico: muestra, a grandes rasgos, el ideario lingüísticoque encuentra Navarro en el país, ideario construido desde complejas actitudes,más o menos documentadas. La segunda parte colocará la obra de nuestro autor enla coyuntura histórica a que se ha hecho referencia más arriba. La tercera se deten-drá a considerar el proyecto lingüístico de Navarro Tomás en Puerto Rico y la sig-nificación científica y sociocultural de los resultados obtenidos.

APUNTES SOBRE EL IDEARIO LINGÜÍSTICO PUERTORRIQUEÑO EN EL SIGLO XIX

Si consideramos la enseñanza como una ventana abierta hacia las actitudes lin-güísticas oficiales, podemos aceptar que la política educativa revela de alguna ma-nera el ideario lingüístico, motivador, en un momento dado, de los criterios peda-gógicos. La enseñanza de la lengua en el siglo XIX puertorriqueño, a partir de losinformes y datos disponibles,3 se apoyó exclusivamente en la gramática y sus cri-terios, siguiendo fielmente los principios peninsulares y los modelos históricamen-te prestigiados del castellano central. Así lo demuestra Manuel Álvarez Nazario4 alhacer referencia a una serie considerable de libros de texto decimonónicos, cuyafiliación castellanizante se hace evidente en los títulos mismos, sin que los conte-

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hispánica, cultura que él defendió desde su primera juventud. Para no caer en valoraciones injustas, talvez sea oportuno sopesar las aparentes ambigüedades que se le han atribuido a D. Federico, no sólo a laluz de las circunstancias en que, irremediablemente se insertan, sino en lo que es evidente, por docu-mentado: sus mismos resultados, a corto y largo plazo. Para los esfuerzos de D. Federico de Onís a fa-vor de la formación científica de los primeros puertorriqueños que pudieran tomar (como así fue) el re-levo inmediato de la dirección extranjera en el Departamento de Estudios Hispánicos, véase la nota 73de este trabajo.

3 José Osuna, A History of Education in Puerto Rico, Río Piedras, Editorial de la Universidad dePuerto Rico, 1949, pp. 75-102.

4 Manuel Álvarez Nazario, «Visión en el tiempo de los trabajos de enseñanza e investigación delespañol en Puerto Rico», La Torre, vol. XXIV, núms. 93-94, Universidad de Puerto Rico, 1976, pp. 39-65. Para la importante contribución de este autor a los estudios lingüísticos: María Vaquero, «ManuelÁlvarez Nazario y la lingüística puertorriqueña», Actas del Homenaje a Manuel Álvarez Nazario, Uni-versidad de Mayagüez, abril de 2002 (en prensa).

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nidos hagan concesiones de ningún tipo a los usos locales. No es difícil suponerlas confusiones en la enseñanza puertorriqueña de una lengua reglamentada, sinmatizaciones, a partir de los usos castellanos, pero los criterios didácticos eran loscastizos, explícitamente adoptados: todavía en 1919 aparecerá en Puerto Rico unlibro de texto5 cuyo tercer ejercicio propone que los niños practiquen la distinciónfonética entre las parejas de palabras que se escriben abrazar/abrasar,acecinar/asesinar, cien/sien, gayo/gallo, poyo/pollo o varón /barón.6 Y no es elúnico ejemplo. Ante la proliferación y uso de textos con estos mismos principios,sin olvidar el conjunto de opiniones vertidas en la prensa, no hay duda de que lossectores beneficiados con la enseñanza, capitalinos o no, aceptarían estas prácticasdocentes como garantía de buen hablar. También parece razonablemente cierto quela docencia del idioma, al respaldar las formas castizas de la lengua, ponía en pri-mer plano lo español-peninsular como rasgo de cultura y aseguraba el prestigio dela norma castellana, por muy ajena que fuese. Al mismo tiempo, y por otra parte,

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Tomás Navarro Tomás.

5 Isaías Rodríguez, Tratado de Ortofonía Española, Ponce, Puerto Rico, Imprenta «El Día», 1919.6 Ibidem, p. 13.

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fomentaba la actitud purista ante el lenguaje, con las inseguridades expresivas queel purismo implica. Todas estas consideraciones merecen una breve digresión.

La existencia de un reducido sector beneficiado por la enseñanza pública era, en elsiglo XIX, el resultado de una trayectoria histórica, aunque no exclusiva de un deter-minado país ni del mundo hispánico, incluida la metrópoli, donde los índices de anal-fabetismo eran tan altos, o más, que en sus colonias. A pesar de varios planes y pro-yectos oficiales de extender la educación (para cuyo éxito habría hecho falta uncambio de plataforma en la política educativa, impensable en las circunstancias), y sinque pueda negarse la labor ejemplar y constante de la instrucción particular y privada,parece claro que a la enseñanza pública, en el siglo XIX, seguían teniendo accesoefectivo determinados grupos de la sociedad,7 capitalinos sobre todo.8 Este contextosin duda pudo favorecer en Puerto Rico, a su manera, el desarrollo de lo que CarlosRama identificó en Hispanoamérica como «la ciudad letrada»,9 poblada por gentescultas, viajeras e influyentes, que compartían el espacio con amplias mayorías analfa-betas. Silvia Álvarez Curbelo ha trazado el perfil de esta ciudad letrada de Puerto Ri-co,10 cuya presencia destacada en el país durante los «interludios de 1809-1814 y1820-1823», favoreció la fundación de instituciones importantes, como la «SociedadEconómica de Amigos del País», además de los primeros periódicos y las cátedrasprotouniversitarias. Si traigo esto a colación, de forma apresurada, para cuyos detallesremito a la estudiosa citada, es sólo en un intento de articular los criterios docentes dela lengua, presentes en los textos academicistas a ultranza, dentro del ideario de undeterminado sector culto, constituyente decisivo de la imagen cultural del país dentrode su evidente complejidad social. Como elementos de esta complejidad, mucho másopaca que la vertida en una oposición binaria, tienen sentido, incluso, las voces disi-dentes, incluidas en el mismo sector letrado al cual ambas pertenecen, de Santiago Vi-darte o de Manuel Alonso, éste último con su velada crítica, amparada en el costum-brismo, al «sistema educativo vigente en la colonia».11 Las disidencias estaban ahí,

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7 La documentación más temprana ya ofrece noticias sobre las instrucciones dadas por la Coronaa los gobernadores antillanos para asegurar la educación de «todos lo niños», [según un documento fe-chado en Alcalá de Henares el 20 de marzo de 1503], y hay referencias concretas a los centros antiguosde enseñanza en la Memoria de Melgarejo (1582, Caps. 35 y 37), además de contar con muchas alusio-nes documentales a la labor de los dominicos. A las medidas tomadas por Carlos V para generalizar laenseñanza, abriendo los «estudios secundarios» al pueblo, se debió precisamente la orientación popularque los dominicos dieron a la llamada «Casa del Noviciado» de San Juan; sin embargo, la enseñanzadel pueblo seguiría durante mucho tiempo en manos de las parroquias y de particulares. Por su parte, laLey XVI de Burgos, de 1512, especifica que se enseñe a «los hijos de los caciques». Para detalles: Fran-cisco de Solano, Documentos sobre la política lingüística en Hispanoamérica 1492-1800, Madrid,CSIC, 1992, pp. 6-8. Para la labor didáctica de los dominicos en el siglo XVI: Luis Padilla d’Onís, «Laprimera universidad de América», Boletín de la Academia de la Historia, vol. 6, San Juan, Puerto Rico,1972, pp. 13-77.

8 Jaime R. Colón, «La campaña de escolarización de los sectores populares en el Puerto Rico delúltimo tercio del siglo XIX», OP. CIT, Revista del Centro de Investigaciones Históricas, núm. 11, Uni-versidad de Puerto Rico, 1999, pp. 191-218.

9 Carlos Rama, La ciudad letrada, Hannover, Ediciones del Norte, 1984.10 Silvia Álvarez Curbelo, Un país del porvenir. El afán de modernidad en Puerto Rico (siglo XIX),

San Juan, Ediciones Callejón, 2001, pp. 222 y ss.11 Ibidem, p. 226. Esta misma estudiosa, al dejar constancia de la sociedad «desordenada, mestiza,

heterogénea», paralela de la sociedad oficial o letrada, explica los rasgos normativos que defiende la se-gunda como resultado de una actitud defensiva y de control, desarrollada en su propia defensa.

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aunque el distanciamiento entre realidad social y criterios oficiales educativos, porlas razones que fueran, se neutralizasen, o pasasen inadvertidas, por la relevanciavisible del sector culto a ultranza, complejo también en sí mismo y de ninguna ma-nera uniforme. Ahora bien, que el relieve de este sector, como grupo más o menosdestacado según las épocas, pueda ser una de las continuidades reconocibles de lahistoria cultural, no quiere decir que dicha relevancia signifique existencia en soli-tario (sociedad monolítica), o antagonismo lingüístico-cultural frente a otros sec-tores totalmente ajenos (sociedad bipartita);12 podría explicarse, tal vez, como lamanifestación de «lo prestigiado» en un conjunto de formas variables en conviven-cia no bien delimitadas, esto es, como parte de un todo en el cual ningún compo-nente opera de forma aislada o autónoma. La secular incultura masiva,13 como entodas partes, había ido generando y extendiendo, dentro de la lengua común, unaexpresión oral paralela a los usos coloquiales de todos los territorios hispánicos,usos populares especialmente favorecidos en territorios de variadas convivenciaslingüístico-culturales; muchos de ellos, perpetuados en las hablas rústicas, hancontinuado hasta nuestros días. Siglos de ajustes, discrepancias e integracionesmutuas, nunca detenidas, madurarán por fin, en el Caribe insular hispánico, en unaoralidad integradora de tendencias y adaptada al medio, desarrollada en el contac-to entre los distintos grupos sociales. Cuando Manuel Álvarez Nazario aseguraque el español de Puerto Rico, a fines del siglo XIX, ya es una modalidad acriolla-da de la lengua española,14 se refiere a que, en este momento, el español isleño halogrado su madurez en la total adaptación al medio (geografía y población), comoresultado de un lento proceso en el que había servido de enlace secular entre losindividuos y las instituciones reguladoras de la vida comunitaria: las corporacio-nes municipales, los patrones de organización familiar y jurídica, las relaciones

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12 La sociedad bipartita, claramente presente en otros contextos caribeños, habría desarrollado enel Caribe hispánico, sin duda, una nueva lengua, un créole de base hispánica (como el haitiano lo esrespecto al francés). El español del Caribe no es un créole, en ninguno de sus territorios, sino un con-junto de variedades del mismo idioma histórico, productos de la adaptación secular, con poquísimos fe-nómenos exclusivos de la zona, puesto que sus rasgos –hoy lo sabemos por la investigación actual- es-tán presentes en la mayoría de los territorios atlánticos. El español del Caribe es una variedad«acriollada» del español moderno, en el sentido de ‘adaptada’ al medio, igual que el español del restode todos los países hispanohablantes, cada uno con sus características propias (el andaluz es el españoladaptado al sur peninsular, etc.), pero esto no quiere decir que sea, en ningún territorio, una lengua«criolla», o créole. Que en los primeros siglos coloniales, y hasta después, existieran en el Caribe co-munidades con formas de hablar cercanas a un créole (el habla de los bozales, por ejemplo) es una rea-lidad sociolingüística que hay que incluir en la complejidad social de la colonia española. Estas formas,por variados factores, ni se desarrollaron ni se propagaron, sino que fueron perdiéndose en las genera-ciones siguientes de las mismas comunidades, en la medida que sus descendientes adquirían el idiomageneral (No fue éste el caso de los bozales de Haití, por ejemplo, que desarrollaron la lengua nueva,junto al francés estándar). La persistencia artística o folklórica de estas formas es otro capítulo de lacultura, importante en sí mismo.

13 Es verdad que el analfabetismo llegaba en Puerto Rico al 79%, según el censo de 1899, pero es-te índice, que concuerda con los de otros países en esta época, incluida España, no significa nada a lahora de identificar el grado de cohesión lingüística de una determinada comunidad de habla: con altosporcentajes de analfabetos que comparten el mismo sistema de comunicación, por muy variable quesea socialmente, una comunidad puede ser lingüísticamente homogénea, con las variedades sociocultu-rales que toda homogeneidad lingüística implica.

14 Manuel Álvarez Nazario, «El estado lingüístico de Puerto Rico al comenzar el siglo XX», La To-

rre, vol. XXI, núm. 121, Universidad de Puerto Rico, 1983, pp. 11-27.

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eclesiásticas, o la escolaridad y sus patrones.15 En síntesis: más que el desarrollode una sociedad de evolución lineal y monolítica, ajena a los vaivenes de la mareasocial, y frente a la hipótesis de una sociedad escindida en dos mundos ajenos, lasconsideraciones lingüísticas proyectadas en el tiempo nos confirman, en los resul-tados que se han obtenido hasta ahora, la convivencia efectiva, con sus luces y sussombras, de conjuntos de individuos e intereses inter- e intrarrelacionados. Esto nosignifica ignorar acusadas preeminencias, y hasta imposiciones, de ciertos gruposen determinadas sincronías, o las resistencias lógicas de quienes se enfrentaron ala necesidad de adoptar los patrones de los demás, por ser más generales. Distintosfactores extralingüísticos irán condicionando, en este contexto nada simplificado otransparente, el desarrollo de la convergencia cultural, integradora de factores di-versos y base de la modalidad que hoy llamamos español puertorriqueño.16

Desde la hipótesis de la convergencia, lejos de las simplicidades lineales y delas rupturas discutibles, pienso que al «país de cuatro pisos» se le podría imaginar,al menos, una escalera interior como respiradero obligado del edificio.17 ÁngelQuintero Rivera, al volver no hace mucho sobre el debatido problema de la identi-dad cultural,18 transita, si lo entiendo bien, por esta escalera imaginada cuandopropone para Puerto Rico una «hispanidad paradójica» como resultado de la fu-sión progresiva de elementos diversos. Este proceso de trasvase interrupto vertical(que yo extendería al nivel horizontal entre los variados compartimientos de cada«piso»), es paralelo a la adaptación o acriollamiento incesante de la lengua penin-sular, activos, uno y otra, al margen de evidencias explícitas. La «hispanidad para-dójica» de Quintero, a mi modo de ver, apunta a la propia identidad puertorrique-ña, templada en la búsqueda secular de su propio carácter. Por su parte, y conreferencia directa a la lengua española como a «uno de los elementos constituti-vos» de las «complejas construcciones de identidades» de América, el Caribe yPuerto Rico, Arcadio Díaz Quiñones ya había señalado que «cualquier intento re-duccionista empobrecería esa riqueza [la obtenida en el concurso de variadas pre-sencias culturales], y sería, en consecuencia, inadmisible».19 Cuando Díaz Quiño-nes habla aquí de «lengua española» no se aparta de la teoría de los lingüistas másautorizados; si lo interpreto bien, su «lengua española» es aquí la «lengua históri-ca» de Eugenio Coseriu o «la lengua unitaria en lo variable» de Manuel Alvar, es-to es, el idioma español como complejo de variedades regionales, una de las cua-les, la puertorriqueña, es, como las demás, el resultado de complejos y lentos

274 LOS LAZOS DE LA CULTURA

15 Ibidem, p. 18.16 Escrito desde la mejor historiografía crítica, por su ponderada actitud ante la compleja realidad

de los hechos y de las actuaciones humanas en sus circunstancias, me parece indispensable, para cer-carse a la realidad puertorriqueña, la colección de trabajos de Gervasio Luis García, Historia crítica,

historia sin coartadas. Algunos problemas de la historia de Puerto Rico, San Juan, Ediciones Huracán,1989.

17 Hago referencia, como es obvio, a José Luis González, El país de cuatro pisos y otros ensayos,San Juan, Ediciones Huracán, [1ª ed. 1980], 9ª ed. 2001.

18 Ángel G. Quintero Rivera, «Vueltita, con mantilla, al primer piso», Enrique Vivoni Farage y Sil-via Álvarez Curbelo (eds.), Hispanofilia: arquitectura y vida en Puerto Rico, 1900-1950, San Juan,Editorial de la Universidad de Puerto Rico, 1997, pp. 250-274.

19 Arcadio Díaz Quiñones, «La política del olvido», La memoria rota, San Juan, Ediciones Hura-cán [1ª ed. 1993], 2ª ed. 1996, pp. 137-174.

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procesos de elaboración particular. Estamos, por tanto, ante una modalidad localdel idioma español con las manifestaciones propias del espectro socioculturalconstitutivo de toda sincronía: lengua oral, vulgar o culta, y lengua escrita, literariao no literaria. La modalidad interna, con sus registros, fue lo que no supo ver, nientender, el Dr. Clark en su histórico informe sobre la educación de Puerto Rico,20

cuando en 1899, como Presidente del Insular Board of Education, sección dedica-da a «Remarks and Recommendations», y fijándose exclusivamente en determina-dos estratos sociolingüísticos, describió el español de la Isla como un patois.21 Elerror es evidente: Clark, sólo vio una manifestación de la lengua, dentro del con-junto total: de espaldas a la literatura que había ido construyendo el pueblo puerto-rriqueño en la tradición oral, no pudo escuchar las coplas, los romances, las déci-mas, las narraciones y leyendas, el refranero, las creaciones léxicas, los giros; porotra parte, al desconocer las manifestaciones locales de la lengua culta, pasó poralto el discurso argumentativo de Ramón Power, de Baldorioty de Castro, de Eu-genio María de Hostos. Leal a sus motivaciones ideológicas, Clark no pudo, tam-poco, percatarse de sus limitaciones.

En el siglo XIX, como es bien sabido, se habían abierto nuevos caminos deacercamiento al lenguaje, pero, lamentablemente, pasarían inadvertidos en las An-tillas. Los nuevos conocimientos, debidos al desarrollo del comparatismo alemán,sí permitieron a Rufino José Cuervo dar el salto desde el cerrado refugio gramati-cal al horizonte abierto de la «interpretación filológica». Debemos a GuillermoGuitarte22 el análisis de este cambio en Cuervo, a partir del estudio comparado delas cuatro ediciones iniciales de sus Apuntaciones críticas al lenguaje bogotano

(1867, 1876, 1881 y 1885). En su importante Castellano popular y castellano lite-

rario, aparecido después de la cuarta edición de sus Apuntaciones (1885), Cuervoya recoge una nueva visión del español de América. El sabio colombiano, apoyadoen la reflexión científica, fue dándose cuenta de que el uso, en primer lugar, estásobre la regla gramatical, y, en segundo lugar, de que no hay uso, por vulgar que seconsidere en un momento dado, ajeno a las tendencias del idioma. La investiga-ción filológica, que permitió a Cuervo dignificar los provincialismos como objetode estudio,23 le permitió alcanzar otro concepto de la corrección; su importante tra-bajo El castellano en América,24 es el resultado de este proceso, único en la Amé-rica hispánica del momento.

No se da, en las Antillas de la época, un salto como el de Cuervo. Una vez más,nuestro Álvarez Nazario25 ofrece un valioso testimonio de la ausencia general de

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20 Víctor S. Clark, Report of the Commisioner of Education, 1901, p. 65.21 Pedro A. Cebollero, A School Language Policy for Puerto Rico, San Juan, Superior Educational

Council, 1945, p.6, y Juan José Osuna, A History…, Opus cit., p.197.22 Guillermo Guitarte, «El camino de Cuervo en América», Philologica Hispaniensia in Honorem

Manuel Alvar, vol. I, Dialectología, Madrid, Gredos, 1983, pp. 243-318.23 Muchos años después, Tomás Navarro Tomás elevaría a estudio científico el español rural y po-

pular puertorriqueño, dentro de la mejor tradición románica. Sobre este punto volveré más adelante.24 Rufino José Cuervo, «El castellano en América 1899-1903», [Prólogo al poema Nastasio de

Francisco Soto y Calvo, Chartres, Imprenta de Durand, 1899], Obras Completas, 2ª ed., vol. III, Bogo-tá, ICCC, 1987, pp. 518-586.

25 A. Nazario, «Visión en el tiempo…», Opus. cit., p. 47.

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interés antillano en los estudios científicos de las hablas locales, consideradas poramplios sectores de la sociedad letrada como desvíos sin valor. Álvarez Nazarioilustra este desinterés cuando se refiere al silencio de Puerto Rico y de Santo Do-mingo ante la solicitud de Hugo Schuchard, quien, en 1882, necesitaba datos sobreel afroantillano, para sus estudios sobre las lenguas criollas. En cuanto a la colabo-ración de Cuba, es posible que la respuesta al sabio alemán sea el trabajo de Ba-chiller y Morales cuyo título recoge, sin fisuras, la actitud esencialmente ajena alos estudios de Schuchard y de la filología: «Desfiguración a que está expuesto elidioma castellano al contacto y mezcla de razas».26 Hostos, por su parte, que llama«distracciones lingüísticas» a sus propias reflexiones sobre el estudio del lenguaje–escritas probablemente en Chile, entre 1889 y 199027- sí se acercó a las nuevascorrientes, aunque, condicionado por su visión logicista, ve el lenguaje como tra-ducción del pensamiento, evidencia de un ideario lingüístico propio del sigloXVIII que no le permite aprovecharse mejor de las corrientes contemporáneas. Suagudeza y conocimiento del medio permitieron a Hostos reconocer, sin embargo,la personalidad variable del español de América, algo totalmente ajeno a su época,lo que le llevó a distinguir el carácter dialectal del Caribe mucho antes de que Pe-dro Henríquez Ureña hablara de zonas dialectales. Sus criterios de corrección, sinembargo, caen en determinismos externos, como cuando rechaza la «erre velar»puertorriqueña por deberse a «la anemia jíbara del régimen colonial». Hostos, co-mo el gran Henríquez Ureña ante la teoría andalucista, pagaría el tributo a su leal-tad patriótica con este tipo de deslices ante los usos regionales. Hostos, sin embar-go, más cerca de Sarmiento que de Bello, es, sin duda, una excepción en elpanorama antillano del siglo XIX, al defender una enseñanza de la lengua basada,no en la gramática y sus conceptos, sino en los «hechos gramaticales» del lengua-je, que es otra cosa muy diferente. Estos principios hostosianos, extraordinaria-mente actuales, no cristalizaron en un proyecto aplicado a la enseñanza del idiomaen Puerto Rico. Me atrevo a afirmar que todavía están esperando su aplicación enel país actual.

Lo que sobre la lengua llegaba explícitamente a la atención pública en PuertoRico, a finales del XIX, a través de periódicos y revistas era, o consideracionespintorescas sobre el lenguaje en general, o valoraciones de la enseñanza de la gra-mática como panacea de todos los males. Para citar un ejemplo del primer tipo depublicaciones, podemos recordar que, a finales del siglo, aparece una serie de ar-tículos de Enrique Álvarez Pérez,28 donde, en nombre de la ciencia del lenguaje, sehace relación de los humanistas más notables de Oriente y Occidente, sin otra alu-sión a la lingüística moderna que la enumeración arbitraria de nombres ligados alcomparatismo alemán. En cuanto a las preocupaciones didácticas, nunca ausentes,es importante destacar la abierta actitud de defensa del vernáculo, surgida después

276 LOS LAZOS DE LA CULTURA

26 Antonio Bachiller y Morales, «Desfiguración a que está expuesto el idioma castellano al contac-to y mezcla de razas», Revista de Cuba, vol. XIV, La Habana, 1883, pp. 97-104.

27 Guillermo Guitarte, «Los trabajos lingüísticos de Hostos», Filología, vol. XXI, núm. 2, BuenosAires, 1986, pp. 80-115.

28 Enrique Álvarez Pérez, «Ciencia del lenguaje», Revista Puertorriqueña, vol. I, núm. 1, SanJuan, 1887, pp. 153-156.

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del 1898, acompañada de panegíricos exaltados y vibrantes. Este es el caso de unartículo apasionado de Manuel Fernández Juncos, donde el idioma español se re-trata con todos los atributos de las grandes lenguas de cultura, sin ningún defectoposible:

Tiene nuestra lengua tanta dulzura como la italiana, sin sus extremados afeminamien-tos; es tan enérgica y cortés como la francesa, aventajándola mucho en soltura y ritmo;tiene ventajas notables sobre la alemana en punto a suavidad y elegancia, y llega en mu-chos casos sin esfuerzo a la sobriedad de la inglesa, siendo más que ella flexible, gran-dilocuente y armoniosa. 29

El entusiasmo desbordante de Fernández Juncos no le impide aceptar la conve-niencia de que el inglés y el español vivan en buena vecindad, ni que ambas len-guas «puedan coexistir en provecho del país y con favorable influencia en sus des-tinos futuros»,30 aceptando, incluso, que «Puerto Rico puede ser dentro de poco unpueblo bilingüe, y derivar todo provecho posible de esta afortunada cualidad».31

Contradictorio parecería el pensamiento de Fernández Juncos si no tuviéramospresente la actitud autonomista de finales del XIX, por él defendida en una de susversiones,32 identificada con la igualdad política que los Estados Unidos garantiza-ban: «Seremos americanos sin dejar de ser lo que somos», diría el autonomista yliberal Matienzo Cintrón en un famoso discurso político de 1902.33 Como explicaAgrait,34 pronto empezarían los recelos, pues la «Ley del Idioma» de aquel mismoaño 1902, que oficializó el inglés, no caería en el vacío. Con todo, la paradoja im-plícita en las palabras de Fernández Juncos no debe sorprender en absoluto; si in-terpreto bien los análisis de Astrid Cubano,35 nuestro autor bien podía formar partede un ideario autonomista en que, además de contar más la ideología que el origen,se perseguía el encuentro de la igualdad política sin traicionar la propia herenciacultural.36 «Lo cortés no quita lo valiente», parece decir nuestro autor, y el textoque me sirve de referencia es testimonio de esta actitud: para Fernández Juncos la

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29 Manuel Fernández Juncos, La lengua castellana en Puerto Rico. Su importancia y utilidad en

Puerto Rico. Medios recomendables para enseñarla, Texto del Discurso ante la «Exposición Escolar dePuerto Rico» celebrada en San Juan, Imprenta El País, 1903, p. 7.

30 Ibidem, p. 11.31 Ibidem, pp. 11-12.32 Mª de los Ángeles Castro Arroyo y Mª Dolores Luque de Sánchez, «Raíz y desarrollo del pensa-

miento autonomista», Puerto Rico en su historia. El rescate de la memoria, San Juan, Editorial La Bi-blioteca, 2001, pp. 221 y ss.

33 Sigo a Luis A. Agrait, «Puerto Rico en el vórtice del 98, “A prisa, a toda prisa, formemos la pa-tria”», Consuelo Naranjo, Miguel Ángel Puig-Samper y Luis M. García (eds.), La nación soñada: Cu-

ba, Puerto Rico y Filipinas ante el 98, Madrid, Ediciones Doce Calles, 1996, pp. 98-107.34 Ibidem, p. 102.35 Astrid Cubano, «Criollos ante el 98: la cambiante imagen del dominio español durante su crisis

y caída en Puerto Rico 1889-1899», Revista de Indias, vol. LVI, núm. 211, Madrid, CSIC, 1997, pp.637-655.

36 Sobre los anexionismos antillanos decimonónicos, sus actitudes y complejidades, véase: Gerva-sio L. García, «José Julio Henna Pérez: tema del traidor y el héroe (o los bordes dentados del fin de si-glo)», Op. Cit. Revista del Centro de Investigaciones Históricas, núm. 11, Universidad de Puerto Rico,1999, pp. 73-108.

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lengua vernácula debe enseñarse de forma rigurosa, constante y progresiva. El dis-curso acaba con estas palabras, que no necesitan glosa:

No permitáis que se extinga ni decaiga entre vosotros la lengua más grandilocuente quehablan hoy los humanos; […] y la única en que está escrito el inventario de los progre-sos aquí realizados durante cuatro centurias y el testimonio mismo de la cultura puerto-

rriqueña.37

El siglo XIX, oficialmente castizo y académico, ventiló el armario y desem-polvó la bien guardada veta local. Y lo hizo, no sólo al amparo de un costumbris-mo irónico e inofensivo, sino también a la vanguardia de un discurso de resisten-cia, poco estudiado a mi entender, que arremetía contra la retórica oficial desdeel ensayo crítico o el artículo de opinión. Así es como se instala el lenguaje colo-quial, por ejemplo, en los textos de Nemesio R. Canales, para quien el Puerto Ri-co real, sin exclusiones, es el punto obligado de toda referencia; este lenguajedeliberadamente cercano podría servir como trampolín hacia lo propio, desde unmodernismo de vuelta.38 Es el momento de la «puertorriqueñización de la pro-sa», en palabras de la estudiosa Ortiz Lugo,39 para quien el discurso de Canalestiene dos propósitos: a) la búsqueda de la identidad lingüística dentro de unagran cultura compartida, frente al inglés, y b) la oposición a una expresión ofi-cial incomprensible para el pueblo. Esta estudiosa nos lleva de la mano a la com-prensión de un Canales que rescata y pone sobre el tapete el tipo de expresiónconversacional que tanto admiraba en Matienzo, «que no hablaba en párrafos»,40

y que hubiera deseado en De Diego. En otras palabras: si Alonso «habló por eljíbaro», «Canales se propuso hablar con él»;41 no hay duda de que la actitud deCanales retoñará mucho más tarde en los textos de Luis Rafael Sánchez.42 El si-glo XIX, en fin, a la luz de lo que aquí, con toda la cautela que el asunto merece,sólo aparece esbozado con algunos testimonios importantes, fue poniendo sobreel tapete la posibilidad conciliatoria de una línea convergente, capaz de acoger larealidad lingüística del país.

A principios del XX, a manera de torrente que ha ido tajando su propio cau-ce, el español de Puerto Rico se revela como la lengua construida en la tensiónde dos líneas igualmente tercas, orillas cercanas o próximas, con sus mutuostrasvases y distanciamientos. De ambas, directa o indirectamente, tenemos

278 LOS LAZOS DE LA CULTURA

37 Manuel Fernández Juncos, La lengua castellana…, Opus cit., p. 7. Cursiva de la autora.38 Antonio Crespo prepara en este momento su tesis doctoral sobre Nemesio R. Canales y su dis-

curso de resistencia en La leyenda benaventina (Departamento de Estudios Hispánicos de la Universi-dad de Puerto Rico).

39 Julia Cristina Ortiz Lugo, Modernismo y estética de lo cercano en los artículos periodísticos de

Nemesio R. Canales, Tesis doctoral, Tulane University, Ann Arbor, 1989, pp. 155 y ss. (Debo esta fichabibliográfica a Antonio Crespo, citado en la nota anterior).

40 Ibidem, p. 164. Cita tomada de Canales, Glosario, 43.41 Ibidem, p. 165.42 Sobre este asunto: Efraín Barradas, Para leer en puertorriqueño. Acercamiento a la obra de Luis

Rafael Sánchez, Río Piedras, Puerto Rico, Editorial Cultural, 1981. María Vaquero, «Interpretación deun código lingüístico: La guaracha del Macho Camacho», Revista de Estudios Hispánicos, vol. 5, Uni-versidad de Puerto Rico, 1978, pp. 51-70.

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testimonios,43 propios de una situación lingüística compleja. Si a finales del sigloXX, se podrá poner en duda, no sin debate, que esta lengua sea signo de identidad,por los años veinte, en el contexto que encontró Navarro Tomás en Puerto Rico, lapreocupación estaba, precisamente, en que, al perderla, se perdería la propia iden-tidad. Esto era así porque la lengua española que estaba en juego ya no era «la len-gua del otro», cercano o distante, sino una lengua española de todos los puertorri-queños, más o menos cortada a la medida, donde cabían, convertidos ya en carnepropia, purismos y provocaciones. Que esta misma lengua convertida en sangrepropia pueda, a finales del XX, ponerse en solfa como signo de identidad cultural,merece otras reflexiones de indudable interés que no pueden abordarse aquí.44

ESPAÑA Y PUERTO RICO ENTRE DOS SIGLOS: COYUNTURA HISTÓRICA

PARA UNA RELACIÓN CULTURAL

Los intelectuales españoles del último cuarto del siglo XIX sintieron la necesi-dad de reflexionar sobre la imagen que la nación tenía de sí misma, con el propósitode comprender lo que puede llamarse «conciencia histórica», asumida por la colecti-vidad de forma más o menos intuitiva. Una serie de factores, podríamos decir de«historia interna» (la tradición oral, el ideario transmitido por los libros de texto opor la prensa, la propia experiencia vital e intransferible de cada uno)45 van configu-rando poco a poco esta conciencia colectiva, de efectos decisivos en la sociedad, porcuanto es capaz de condicionar sensibilidades y comportamientos. Cánovas del Cas-tillo, eslabón en una tradición de pensadores importantes, al proponerla como un he-cho, ya había usado, en 1854, el término decadencia para arropar la imagen que Es-paña se había ido construyendo de sí misma a partir del siglo XVII.46 Años más

NAVARRO TOMÁS EN PUERTO RICO: CAPÍTULO DE UNA RELACIÓN ARTICULADA EN… 279

43 De la oficial, basten las referencias hechas. Como testimonio importante de la segunda, ademásde los textos y autores aquí aludidos, vale la pena recordar las primeras observaciones sobre el hablacampesina del país que aparecen en Federico Pajeken, Gramática del español, Bremen, 1868, o el mis-mo testimonio de Hostos, citado más arriba, sobre pronunciaciones estigmatizadas en su época y recha-zadas por él mismo (la «erre velar», por ejemplo).

44 Hasta ahora, en la documentación revisada sobre el proyecto de creación de los estudios hispáni-cos en la Universidad de Puerto Rico, no he encontrado preocupación alguna por identificar el tipo delengua, general o local, que sería modelo para la enseñanza. No debe interpretarse, esta ausencia, comoindiferencia o rechazo de lo propio, pues no creo se pueda pedir, en épocas anteriores, incluso, al es-tructuralismo, la consideración y aplicación de los criterios y postulados de la sociolingüística o de lalingüística aplicada, nacidos muchísimo después y mal conocidos en el mundo hispánico, todavía, a fi-nales del siglo XX. Es oportuno recordar, en relación con la variedad dialectal y su lugar en la enseñan-za, el trabajo pionero en este aspecto de Margot Arce Blanco, «Sobre la enseñanza de la pronunciaciónespañola en Puerto Rico», Índice, vol. I, núm. 24. pp. 389 y ss., uno de los textos más sensatos que sehan escrito en el país sobre la didáctica del idioma en uno de sus niveles más importantes, el de la foné-tica, del cual hoy se ha llegado a afirmar que su conocimiento no le es necesario al maestro de españolpara enseñar a los niños a leer y escribir el idioma (!) . (Véase el documento (abril de 2002) Reacción

de la Facultad de Educación a la Propuesta de Creación de un Certificado de Lingüística Aplicada a la

Enseñanza de la Lengua Materna, presentada por el Programa Graduado de Lingüística de la Facultadde Humanidades ante las autoridades académicas del Recinto de Río Piedras, 2002).

45 José María Jover Zamora, «Restauración y conciencia histórica», España. Reflexiones sobre el

ser de España, Madrid, Real Academia de la Historia, 1997, pp. 331-363.46 Antonio Cánovas del Castillo, Historia de la decadencia de España desde el advenimiento al

trono de Don Felipe III hasta la muerte de Don Carlos II, Madrid, 1854.

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tarde, retoma la hipótesis47 para ampliarla, proyectándola hacia el futuro: para elCánovas de 1870, la decadencia española no era circunstancial sino esencial, den-tro del destino reservado a las naciones latinas. La hipótesis inicial es, ahora, para-lizante, por cuanto cierra el camino a la renovación: Cánovas «invita a asumir ladecadencia»48 desde una actitud derrotista, aunque vestida de dignidad y decoro;pero los mismos acontecimientos históricos europeos (Francia adquiere protago-nismo político-militar e Italia accede a la Triple Alianza) le obligarán a revisar suteoría de la decadencia como componente esencial de los pueblos latinos, si bienla mantiene en pie para el propio país. La noción de Cánovas tenía un arraigo con-siderable (la defendían otros intelectuales de paralelo prestigio y estaba enraizadaen el desengaño popular), pero el ambiente de finales de siglo, incluida la expe-riencia del 98, iba a poner en duda muchas ideas arraigadas, entre ellas la acepta-ción del determinismo histórico-cultural. Poco a poco, como ha explicado JoverZamora, se empezó a relacionar la noción de decadencia con la situación social ensu conjunto, desplazando hacia lo circunstancial las razones de su existencia. Estecambio de perspectiva representó un giro radical: la paulatina aceptación de queno hay decadencias esenciales ni determinadas, sino situaciones deficientes quefavorecen su desarrollo, como la paupérrima situación del campesinado, de la ins-trucción pública, de las instituciones, de la administración del Estado, del sufragio,del nivel científico…, etc., que España había arrastrado durante mucho tiempo. Esel conjunto de todas estas deficiencias lo que produce una «ciudadanía incapaz»,que puede hacerse «solvente» tan pronto como cambien las situaciones. La nociónde decadencia no desapareció de la conciencia colectiva, de la noche a la mañana,pero el cambio de visión abrió el camino a nuevas actitudes.

Todos los generacionistas, con distintos matices, participaron en los nuevosdebates. Me aparto de estos autores, muy conocidos, para detenerme en un textoinclasificable y de excepción, Los tónicos de la voluntad, de Santiago Ramón yCajal,49 poco conocido, creo, pero fundamental para los propósitos de esta expo-sición, por cuanto es uno de los pocos trabajos dedicados a justificar que la ele-vación científica y cultural de un país, responsabilidad del Estado, se traduce,automáticamente, en avance político, social y económico. Ramón y Cajal, hom-bre de reflexión probada en la investigación más exigente, sabe que la voluntadindividual necesita «tónicos», esto es ‘reconstituyentes’, que garanticen su »sa-lud». Los «tónicos» que Ramón y Cajal incluye en el título feliz de su Discurso

de Ingreso a la Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, además deconsejos invaluables, son los estímulos, apoyos y medios con los cuales el Esta-do puede vencer el atraso, la abulia o la indiferencia colectiva. Para Ramón yCajal, España era, y había sido, «un país intelectualmente atrasado, no decaden-te», «un pueblo ineducado, no degenerado»50; lo sería, si, con los cambios de si-

280 LOS LAZOS DE LA CULTURA

47 Antonio Cánovas del Castillo,«La cuestión de Roma» [Discurso pronunciado el día 26 de no-viembre de 1870, en el Ateneo de Madrid], Obras Completas, vol. I: Discursos en el Ateneo, Madrid,Fundación Cánovas del Castillo, 1981. Referencia tomada de José M. Jover [a quien sigo en este pun-to], Restauración y conciencia…, Opus cit., p. 335, n. 4.

48 Ibidem, p. 339.49 Santiago Ramón y Cajal, Los tónicos…, Opus. cit.50 Ibidem, pp. 139 y 140.

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tuación hacia lo positivo, continuase indefinidamente en el atraso secular. A Ra-món y Cajal, con la fe en el pueblo español y la mirada en el futuro, le interesa-ba más proponer remedios concretos que lamentarse de un pasado irreparable,razón de que su proyecto de elevación cultural y científica exigiera un ambientepropicio y adecuado, donde se respirase un aire nuevo que habría que buscarfuera del país, puesto que la renovación profunda de la vida intelectual siempreha exigido nuevas cabezas, sólo posibles si pueden distanciarse del ámbito cir-cundante. Dirá, la vista puesta en el blanco:

…No reside, pues, el daño en los que aprenden, ni en el Estado que, en la medida de loposible, sufraga los gastos, sino en los que enseñan. De unos salen los otros. Ideal deldiscípulo será siempre parecerse a su maestro, ¿cómo superarse si no halla cerca de sítérmino más alto de comparación? Y pues es fuerza romper la cadena de hierro de nues-tro atraso, rómpase por el anillo docente, único sobre el cual puede obrar directa y efi-cazmente el Estado.51

Desde la aristocracia del saber, y en su característica modestia personal, a Ra-món y Cajal no le basta con denunciar el atraso o la abulia si no se vivifica la inte-ligencia dormida y se tonifica la voluntad enferma: diagnóstico y terapéutica. Granafinidad existe entre las ideas y planteamientos de Ramón y Cajal y el ideario queFederico de Onís expondrá después públicamente, en otro discurso memorable,pronunciado en la sesión de apertura del curso académico de 1912, en la Universi-dad de Oviedo. Para Federico de Onís la elevación cultural sólo sería realidad enun porvenir de trabajo y esperanza.52

El problema de Puerto Rico era diferente. Aquí, mientras tanto, ante los nuevosdueños progresistas, que tenían, también, su propia tradición (no dispuestos a trai-cionar), se iba desdibujando el sueño autonomista de construir el progreso en lapropia tradición cultural. Las reservas se convirtieron en alerta y la enseñanza aca-demicista respondió ya, abiertamente, al freno del «deterioro idiomático», comourgente postura de defensa y protección. Baste recordar a Teófilo Marxuach,53 consu intención de corregir errores, lo cual le permite, por otra parte, y a manera de unAppendix Probi moderno, dejar constancia de los usos populares. O a EpifanioFernández Vanga, que, preocupado por las interferencias del inglés en el español,ofrece una serie de artículos publicados en la revista Puerto Rico Ilustrado, en loscuales no falta la fina y demoledora ironía al referirse a la facilidad con que los es-tudiantes del momento leían el inglés con buen acento sin enterarse del contenido.Las anécdotas que le permiten hacer las reflexiones correspondientes54 valen máspor sí mismas que todo cuanto se diga en defensa de las teorías más autorizadas en

NAVARRO TOMÁS EN PUERTO RICO: CAPÍTULO DE UNA RELACIÓN ARTICULADA EN… 281

51 Ibidem, p. 161.52 Federico de Onís, «El problema histórico de la Universidad española», España en América, Es-

tudios, ensayos y discursos sobre temas españoles e hispanoamericanos, San Juan, Editorial de la Uni-versidad de Puerto Rico, 1968, pp. 53-90.

53 Teófilo Marxuach, El lenguaje castellano en Puerto Rico; mecanismo del lenguaje, vicios de

dicción, San Juan, San Juan News, 1903.54 Epifanio Fernández Vanga, «La nueva hornada. Cómo lee la actual generación a causa del uso

del inglés y el español», Puerto Rico Ilustrado, núm. 208, 21 de febrero de 1914.

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el aprendizaje de segundas lenguas.55 Si, como se ha dicho arriba, el siglo se abríaen España hacia la renovación de la conciencia colectiva, con instituciones organi-zadas y proyectos concretos de elevación cultural, en Puerto Rico surgía poco apoco el recelo ante su más importante institución, la joven Universidad que, funda-da en 1903 como la realización de un sueño reiteradamente pospuesto, parecía máspreocupada ahora por la enseñanza del inglés que del español, aunque la verdadera (como ocurre a principios del siglo XXI) que las dos lenguas recibían enseñan-za inadecuada.56 De esta primera Universidad, nacida en «la tradición norteameri-cana de los colegios y universidades»57 alejados de los centros urbanos, y al abrigode las Escuelas Normales,58 saldría, más adelante, la renovación intelectual del pa-ís, pero, en estos años, la Institución no parecía dispuesta a orientarse en la tradi-ción local. Fue necesario esperar algún tiempo para que, con un rector en dedica-ción exclusiva, recibiera toda la atención necesaria, cumpliendo así el propósitofundamental de educar a los maestros del país. Este primer canciller sería ThomasE. Benner, un liberal norteamericano capacitado para desentenderse de la políticade adoctrinamiento vigente en los Estados Unidos, asumiendo el compromiso desu cargo al servicio de la comunidad. Muchos años después, Jaime Benítez lo re-cordaría con estas justas palabras:

Thomas E. Benner started the basic academic orientations which distinguish our Uni-versity to this day. He moved institutional leadership away from its Normal School tra-dition and led it towards its present day emphasis on the humanities and the sciences.

Asimismo, destaca su labor, como

…champion of Spanish culture and an advocate of Spanish as a vehicle of Instruction inthe Schools.59

Baste el siguiente dato para juzgar a Benner como persona comprometida conel presente y con el futuro: llegó a Puero Rico en agosto de 1924, y, apenas pasa-dos cuatro meses, en enero de 1925, aparece su texto «Nuestra Universidad»,60

282 LOS LAZOS DE LA CULTURA

55 Estos artículos de Fernández Vanga fueron reunidos y publicados más tarde con el título de El

idioma de Puerto Rico y el idioma escolar de Puerto Rico, San Juan, Ed. Cantero y Fernández, 1931.56 Constante ha sido, desde principios de siglo, la miopía de no ver que la enseñanza deficiente del

español, al margen de sus épocas de marginación oficial, es un problema de la enseñanza y del diseñocurricular que suele afectar a todas las demás disciplinas. Las investigaciones serias en este sentidosiempre han demostrado que la enseñanza deficiente, por las razones que sean, nunca se manifiesta ais-lada en una sola área del currículo escolar.

57 María Luisa Moreno, La Arquitectura de la Universidad de Puerto Rico. Recinto de Río Piedras,

San Juan, Editorial de la Universidad de Puerto Rico, 2002. Este libro es imprescindible para conocerla historia de la Universidad, con datos de primera mano; interesa aquí, sobre todo, el Capítulo I (1903-1923).

58 La primera de las cuales empezó a funcionar en 1891, precedida de los esfuerzos fallidos delAteneo y de las cátedras aisladas de principios del XIX. El antecedente inmediato fue la Escuela Nor-mal Industrial de Fajardo, de 1901, trasladada a Río Piedras y declarada Universidad, por ley, en 1903.

59 Jaime Benítez (ed.), «Preface», Thomas E. Benner, Five Years of Foundation Building. The Uni-

versity of Puerto Rico, 1923-1929, Río Piedras, University of Puerto Rico, 1965.60 ACUPR, Caja B-1 «Organización y sus funciones».

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donde presenta la situación del Recinto, la enumeración de sus necesidades con-cretas y los proyectos de necesario apoyo oficial. La Universidad de Río Piedrasentraba, así, en la etapa brillante que le daría prestigio internacional, basado, sobretodo, en el nacimiento y desarrollo de las Humanidades.

Ramón y Cajal había expuesto sus «tónicos de la voluntad» en 1897, publicadosen 1898 por primera vez. En 1912, fecha de la tercera edición, el autor añade al textooriginal algunos capítulos nuevos, de los cuales nos interesa ahora el Capítulo XI. Eneste último capítulo añadido, seguido de un Post Scriptum, el autor presenta los«Órganos sociales encargados de nuestra reconstrucción» existentes ya en ese mo-mento, dejando constancia de que su ideario, basado en la elevación cultural y com-partido sin duda por otros muchos intelectuales, -sólo se hace, más arriba, referencia aFederico de Onís por ser especialmente significativo para nosotros- no había caído enel vacío. Efectivamente, cuando Ramón y Cajal añade este capítulo a su texto, quinceaños después, ya funcionaban en España instituciones como la Junta de Ampliación

de Estudios y Pensiones y el Patronato de ingenieros y obreros, cuyo propósito eraeducar a la juventud intelectual y obrera, dentro y fuera del país, sosteniéndola «en losgrandes focos de producción científica e industrial de Europa y América».61 Por suparte, la Junta de Ampliación de Estudios, fundada en 1907 (de la cual fue Ramón yCajal su primer director), además de enviar pensionados al extranjero como medidade renovación intelectual interna, creaba centros de investigación científica de alto ni-vel, tres de los cuales ya funcionaban en 1912: el Centro de Estudios Históricos, elInstituto Nacional de Ciencias Físiconaturales y la Escuela de Roma para Arqueolo-

gía e Historia. Y junto a ellos, iba apareciendo una serie de instituciones educativasadecuadas y liberales, como la famosa Residencia de Estudiantes, ligada a las figurasmás significativas de la cultura en las décadas posteriores. La cosecha positiva de to-dos estos centros fue rápida y espléndida, razón de que, en 1912, Ramón y Cajal yapueda referirse al cambio de actitud de los docentes, uno de los efectos más importan-tes de la aplicación de estas reformas:

…en la nueva generación, el tipo mental del maestro declamador y meramente co-mentarista disminuye visiblemente, y de día en día aumenta el número de revistas cien-tíficas nacionales, de laboratorios y seminarios de investigación y de entusiastas profe-sores entregados a pesquisas originales.62

Una de las instituciones dependientes de la Junta de Ampliación de Estudios esespecialmente importante para el tema que nos ocupa: el Centro de Estudios His-

tóricos de Madrid –analizado en este libro por Miguel Angel Puig-Samper y Con-suelo Naranjo Orovio–.63

NAVARRO TOMÁS EN PUERTO RICO: CAPÍTULO DE UNA RELACIÓN ARTICULADA EN… 283

61 Santiago Ramón y Cajal, Los tónicos…, Opus cit., p.163.62 Ibidem, p. 165.63 Tanto de la Junta como del Centro de Estudios Históricos sólo se hacen aquí las referencias ne-

cesarias en función de la línea de exposición. Para detalles, véase el trabajo dedicado a estas institucio-nes en este mismo volumen. Para noticias muy importantes, y de primera mano, sobre el Centro, es im-prescindible el trabajo de Rafael Lapesa, «Menéndez Pidal, creador de escuela: el Centro de EstudiosHistóricos», ¡Alça la voz, pregonero! Homenaje a Don Ramón Menéndez Pidal, Madrid, Cátedra-Se-minario Menéndez Pidal y Corporación de Antiguos Alumnos de la Institución Libre de Enseñanza,1979, pp. 43-79.

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No podemos olvidar la presencia en el Centro de investigadores y estudiosospuertorriqueños como Margot Arce y Rubén del Rosario,64 que pronto llegarían aser figuras de relieve en la Universidad de Puerto Rico y en la cultura hispánica.Si, por los años veinte, el Centro de Estudios Históricos se había convertido enuno de los focos de investigación más prestigiosos para el estudio de la cultura his-pánica, no debe llamar la atención que la profesora Josephine W. Holt,65 en 1923,propusiera a la Junta de Administradores de la Universidad de Puerto Rico66 suplan de un programa en lengua y literatura hispánicas, con la invitación expresa aD. Américo Castro, uno de los miembros de dicho Centro. Según este programa,67

el profesor invitado se haría cargo de los cursos de lengua y literatura hispánicasdirigidos a profesores norteamericanos que, sin poder trasladarse a Madrid, pudie-ran perfeccionar sus conocimientos en un país hispanohablante. No pudo venirAmérico Castro en esta ocasión, pero las iniciativas de la profesora Holt, que se-rían la base de una relación cultural decisiva entre España y Puerto Rico, motivaronla invitación a Tomás Navarro en 1925, determinada por su prestigio de fonetista.

Desde 1916 Navarro Tomás publicaba sus trabajos sobre los sonidos del español,a partir de análisis hechos en el laboratorio del Centro de Estudios Históricos; prepa-raba, además, materiales didácticos para actualizar la enseñanza del nivel fónico dellenguaje (así redactó su Manual de pronunciación española68), o transcribía incansa-

284 LOS LAZOS DE LA CULTURA

64 Es entrañable la relación de recuerdos que hace Rafael Lapesa, «Menéndez Pidal, creador…»,Opus. cit., pp. 57-y 58, de los tiempos compartidos con los dos profesores puertorriqueños en Madrid,cuando el Centro estaba en la calle de Almagro, época de 1920 a 1930 (después pasó a la calle Medina-celi, hasta 1938; en sus años iniciales, 1910-1920, había ocupado un espacio de la Biblioteca Na-cional). Lapesa relata las dificultades de los antillanos ante el clima madrileño, en el ambiente pococonfortable de la época, y destaca la excelencia de sus trabajos e investigaciones. Los dos serían, des-pués, figuras decisivas para la elevación cultural de Puerto Rico, puesto que sus nombres están ligadosa una de las épocas más brillantes del Recinto de Río Piedras y a la llamada «Generación del 30», com-prometida con la búsqueda de la controvertida identidad nacional, junto a Antonio S. Pedreira y a otrosincansables estudiosos.

65 Pocas son las noticias, todas indirectas, que he podido allegar hasta ahora sobre Josephine W.Holt; alguna referencia epistolar de la época me permite suponer que esta profesora tenía a su cargo laorganización y dirección administrativa del programa hispánico que ella misma había promovido, ajuzgar por las referencias al respecto que hace don Federico de Onís en carta dirigida al canciller Ben-ner, el 11 de diciembre de 1925: «I sent Miss Holt some time ago the titles of my courses for next sum-mer», ACUPR, R-3.

66 Rafael W. Ramírez, «El doctor Navarro Tomás y su viaje a Puerto Rico», Revista de Archivos,

Bibliotecas y Museos, vol. I, núm. 1, Madrid, 1925, p. 1.67 En carta del 2 de febrero de 1924, Samuel R. Quiñones y Vicente Géigel Polanco, «Estudiantes

de Derecho», envían una carta a la Junta de Síndicos de la Universidad de Puerto Rico en la cual, des-pués de haber notado «la ausencia de la literatura nativa», en el nuevo Programa de Estudios de la Uni-versidad, solicitan «la creación de una cátedra de Literatura Puertorriqueña». Los autores se refieren aléxito obtenido por Concha Meléndez en sus conferencias sobre Literatura hispanoamericana, como in-dicio del entusiasmo que generaría la literatura puertorriqueña. ACUPR, R-3.

68 Tomás Navarro Tomás, Manual de pronunciación española, Madrid, Junta para la Ampliaciónde Estudios, Centro de Estudios Históricos, Publicaciones de la Revista de Filología Española, Sucs. deHernando, 1918. Además de sus más de veinte ediciones, apareció un resumen de esta obra en inglésque fue, durante décadas, la referencia fonética obligada del español en los Estados Unidos: Tomás Na-varro Tomás y Aurelio Espinosa, A Primer of Spanish Pronunciation, Boston, Sanborn and Co., 1926.Aunque sus estudios sobre la prosodia son muy tempranos, su tratado de entonación es más tardío, pe-ro igualmente prestigioso durante mucho tiempo: Tomás Navarro, Manual de entonación española,New York, Hispanic Institute on the United States, 1944.

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blemente textos medievales que luego formarían el gran corpus de Documentos Lin-

güísticos de Castilla (1919) y los Documentos Lingüísticos del Alto Aragón, inéditoshasta 1957. Su estancia en Hamburgo, dentro de los planes del Centro de enviar a susinvestigadores a los focos de prestigio del extranjero, lo habían puesto en contactocon nuevas teorías y técnicas de investigación, y de Alemania había regresado conlos nuevos acercamientos de la joven Geografía Lingüística, método de trabajo conque iniciaría el estudio científico del idioma español en Puerto Rico, pocos años des-pués. Para un pueblo como Puerto Rico que

…no quiere desprenderse de la más grande herencia que le legaron sus antepasados,

y que, por amar la lengua española, quiere conservarla

en el mayor grado de pureza, pues a pesar de los esfuerzos de los profesores, la influen-cia de la lengua oficial, el inglés, se nota ya en el habla de aquellos que tienen que em-plear ambos idiomas,

era necesaria una persona que,

libre de prejuicios raciales o políticos, presentara ante las autoridades del país, y sobretodo ante el cuerpo estudiantil, el desarrollo de la lengua española, empezando, poraquellas partes que tanto interés tienen hoy para los puertorriqueños: la pronunciaciónespañola.69

Los trámites de permiso de salida, gestionados ante las autoridades españolasdesde Puerto Rico, se iniciaron a principios del año 1925.70 Concedido el permisooficial y en regla todos los procedimientos, Navarro Tomás llegó a Puerto Rico el29 de junio de 1925. Antes, incluso, de hacer este primer viaje, Benner quiso com-prometerlo también para el curso siguiente, como demuestra una carta de Navarro,del 14 de mayo del mismo año, en respuesta a dicha invitación, enviada el siete deabril; pero este segundo viaje tendría que esperar.71 Al fin, y equipado con la he-rencia de D. Ramón Menéndez Pidal, Navarro vendría dos veces a Puerto Rico;traía, del viejo maestro, «la entrega cordial, el tesón contagioso, el don de consejo,el sentido del trabajo solidario».72 La Universidad de Río Piedras lo recibió como

NAVARRO TOMÁS EN PUERTO RICO: CAPÍTULO DE UNA RELACIÓN ARTICULADA EN… 285

69 Rafael W. Ramírez, «El doctor Navarro Tomás…», Opus cit. pp. 1-6.70 Benner escribe al Subsecretario de Instrucción Pública y Bellas Artes, Paseo de Atocha, Madrid,

el 21 de enero de 1925, solicitando «le conceda permiso al Dr. Tomás Navarro para venir a Puerto Ricoa dar un curso de conferencias en la escuela de verano de Español de la Universidad de Puerto Rico».ACUPR, R-3.

71 En esta carta de respuesta a Benner, del 14 de mayo, Navarro Tomás explica la imposibilidad deaceptar la segunda invitación, por tener comprometido el año 1926 con el Instituto de Filología de Bue-nos Aires. Ante la imposibilidad de que viniera Américo Castro (los dos no podrían faltar al mismotiempo del Centro), en esta misma carta propone que se invite a D. Antonio G. Solalinde, entonces enWisconsin, con la aclaración de que, si éste tampoco pudiese, y de no encontrar a otra persona, podríaaceptar. No se encontró profesor, razón de que Tomás Navarro aceptase al fin esta segunda invitaciónde Benner para el año 1927-28. ACUPR, R-3.

72 Rafael Lapesa, «Menéndez Pidal, creador…», Opus. cit., p. 61.

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recibe el país a los embajadores de buena voluntad, junto a un grupo excepcionalde jóvenes puertorriqueños, personalmente comprometidos con la elevación cultu-ral como herramienta de progreso (Antonio S. Pedreira, Concha Meléndez,73 Mar-got Arce o Rubén del Rosario), que eran, en aquel momento, la promesa de un fu-turo brillante para las Humanidades del Recinto; años más tarde, serían, junto aotros nombres puertorriqueños, el centro de su prestigio internacional.

NAVARRO TOMÁS EN PUERTO RICO

De acuerdo con su especialidad, Tomás Navarro dictó dos cursos en el veranode 1925, uno sobre Fonética y otro sobre Lírica Popular. El éxito y la importanciade Navarro no pasaron inadvertidos al recién nombrado canciller Benner, que ini-ció rápidamente las gestiones para ampliar y oficializar la continuidad de aquelloscursos, germen de los estudios humanísticos en la Universidad de Puerto Rico. Aeste propósito responde la siguiente carta telegráfica enviada a D. Ramón Menén-dez Pidal, director del Centro de Estudios Históricos de Madrid, en la cual se re-conoce que Puerto Rico, inicia una «nueva vida» intelectual:

MENÉNDEZ PIDAL,CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS,MADRID.Universidad de Puerto Rico, dotada medios amplio desarrollo, empieza nueva vida y sa-luda ese Centro, deseando íntima colaboración. País y Universidad agradecen presenciadoctor Navarro. Encantados su gran labor. Esperamos pueda volver curso completo1926-1927. Recibirá carta sobre esto.BENNER, CANCILLER74

Efectivamente, la labor de Navarro había sido ejemplar aquel verano, más allá,incluso, de la cátedra. En este sentido, merece la pena destacar su colaboracióncon otras instituciones culturales del país, no ya por su disponibilidad para dictarlas conferencias que se le pedían, sino porque, además, los temas seleccionados lepermitían presentar una imagen de la España revitalizada y comprometida connuevas actitudes. Nunca pagará España a Navarro Tomás, y a otros como él, la la-

286 LOS LAZOS DE LA CULTURA

73 El testimonio de lo que prometía la muy conocida después Dra. Concha Meléndez, consta en unacarta del propio canciller Benner a don Federico de Onís, entonces en Columbia University, fechada el4 de agosto de 1925. En esta carta, Benner solicita acogida y ayuda para la joven Concepción Melén-dez, «Instructor in Spanish at this institution, who intends to study under your direction next year. MissMeléndez is a young woman of brilliant promise we believe». No se equivocó el canciller Benner en suvaloración de la joven estudiante, como tampoco se equivocó en su valoración de Pedreira, según cons-ta en otra carta escrita a Onís, el 13 de agosto del mismo año, en que le recomienda a «Mr. Pedreira. Heis a young man of promise who has a quick mind, a good personality and an enthusiatic interest in thissubject». El 21 de agosto Onís contesta a Benner con una larga carta en la cual explica lo que pensabahacer por los jóvenes puertorriqueños (les buscaría acomodo y trabajo, además de apoyo y orientaciónacadémica). Benner, a su vez, agradece lo hecho por Onís, en otra carta del 9 de septiembre del mismoaño, en la cual le dice: «The University feals greatly under obligations to you.» Cartas posteriores de-muestran el interés continuo de D. Federico en los estudios y progresos de Meléndez y Pedreira, así co-mo su preocupación en asegurarles becas y ayudas. Todas las cartas citadas, en ACUPR, R-3.

74 Tomada de Rafael W. Ramírez, « El doctor Navarro Tomás…», Opus cit., p. 3.

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bor ejemplar de ir desmontando en el extranjero, al margen de la retórica gastada yde la política de turno, tantos errores y prejuicios del pasado. Conferencias comola dictada en la Biblioteca Carnegie sobre los Precursores españoles de la lingüís-

tica moderna, con importantes observaciones sobre la investigación española so-bre los sordomudos, por ejemplo, o las ofrecidas en el Ateneo Puertorriqueño so-bre los Problemas y métodos de la fonética experimental y sobre El movimiento

científico de la España actual, ponían, ante un auditorio sorprendido, la España re-novada y confiable que se empeñaba, ahora, en la conquista más difícil, la de«conquistarse a sí misma».

La colaboración de Navarro Tomás con las instituciones culturales del país, almargen de sus compromisos universitarios, no fue casualidad. Desde antes del1898 había ido apareciendo en Puerto Rico una serie de asociaciones, fundadaspor emigrantes españoles,75 que, no sólo sirvieron para que los peninsulares parti-ciparan en los debates culturales y políticos del país, sino que desempeñaron unpapel decisivo a la hora de perfilar los fundamentos de «la modernidad y la na-cionalidad puertorriqueña».76 De acuerdo con Jaime M. Pérez Rivera, a quien sigoen este punto, la ausencia de una política exterior efectiva de España hacia Hispa-noamérica, a raíz de las independencias, hizo que estas asociaciones, unidas a laprensa, desempeñaran un papel decisivo en las relaciones culturales de ambos paí-ses. En este contexto, una de las asociaciones de Puerto Rico, el Casino Español deSan Juan (SESJ), fundado en 1871, al tanto de los nuevos programas universitariosen beneficio de la cultura hispánica, no vacilaría en felicitar con entusiasmo alcanciller Benner por:

la meritoria labor que el departamento de Español de la Universidad de Puerto Rico vie-ne desarrollando; labor trascendental que ha tenido una acentuación digna de todos losencomios desde que usted asume la alta dirección de nuestro primer centro docente.77

Asimismo, y después de reconocer

con legítimo entusiasmo, la participación valiosa que en este movimiento cultural ha to-mado el eminente lingüista Dr. Tomás Navarro, uno de los más sólidos prestigios de lacátedra española…78

NAVARRO TOMÁS EN PUERTO RICO: CAPÍTULO DE UNA RELACIÓN ARTICULADA EN… 287

75 Sobre los españoles en Puerto Rico a raíz del 98: Jaime M. Pérez Rivera, «¿Qué pasó con los es-pañoles en Puerto Rico después del 98?», Ivonne Acosta Lespuer, (ed.), El 98. Cuadernos del 98, SanJuan, Ateneo Puertorriqueño, Editorial LEA, 1999, pp. 235-254.

76 Jaime M. Pérez Rivera, Asociacionismo, prensa y cultura entre los inmigrantes españoles de San

Juan, 1871-1913, Tesis doctoral, Departamento de Historia, de la Facultad de Humanidades de la Uni-versidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras, 2002, p. iii (inédita). Esta investigación es fundamen-tal para el tema que nos ocupa y para conocer el contexto cultural y político condicionante de las reac-ciones adoptadas por los españoles residentes en la Isla antes y después de los acontecimientos del1898.

77 Carta del «Presidente Accidental» del Casino Español de San Juan, de firma ilegible, dirigida alHon. Thomas Benner, Canciller de la Universidad de Puerto Rico, con fecha del 24 de agosto de 1925,ACUPR, R-3.

78 Idem.

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le hace saber el deseo del Casino de colaborar en el proyecto cultural iniciado,ofreciendo al Profesor Don Rafael W. Ramírez,

un modesto presente: quinientos dollars [sic] para ayudarle en la realización de suproyectado viaje a España a fin de obtener el doctorado en Letras y asimilar, para be-neficio de los estudiantes portorriqueños [sic], los métodos del Centro de EstudiosHistóricos de Madrid, que nos ha dado a conocer con tan rara perfección el Dr. Nava-rro Tomás.79

La conservación del español («castellano» en algunos documentos de la épo-ca) fue una de las responsabilidades de estas asociaciones, alguna, incluso, conespecial interés en establecer relaciones con la Real Academia Española, comoLa Unión Iberoamericana80, idea retomada en 1915 por D. José de Diego cuan-do propuso en Puerto Rico la fundación de una Academia Antillana de la LenguaEspañola, sin éxito en su momento pero con tres resultados positivos más tarde:la Academia Cubana se fundó en 1926, la Dominicana en 1927 y la Puertorri-queña en 1955. En palabras de Jaime M. Pérez, ni antes ni después del 98 repre-sentan, estas asociaciones de españoles, ni los periódicos y revistas dirigidos porlos mismos grupos, «un sector derrotado», sino más bien «una épica hispánicaque sirvió de símbolo aglutinador»81. Esta voluntad de colaboración cultural ex-plica la presencia de Navarro Tomás en estas asociaciones y sus continuas par-ticipaciones en los actos por ellas organizados durante el poco tiempo que estu-vo en el país.

Navarro Tomás no pudo volver, como se ha dicho arriba, en 1926-27,82 porestar ya comprometido para ir a Buenos Aires, donde se había puesto en marchael «Instituto de Filología», dirigido por su discípulo Amado Alonso. Sí pudo re-gresar para el año académico 1927-28, prestigiado por su estancia anterior, decuyo éxito hay testimonios coetáneos y posteriores,83 y fue desde aquí, en estasegunda estancia, cuando llevó a cabo su gran obra de renovación científica dela dialectología hispanoamericana. No abandonó, sin embargo, otros intereses,como el de «reunir una bibliografía metódica de todo lo que se ha publicado enlibros y revistas acerca de la isla y sus habitantes»;84 este magno proyecto bi-bliográfico fue magistralmente completado y publicado después por Antonio S.Pedreira, a quien Navarro entregó todas las fichas bibliográficas que él había re-

288 LOS LAZOS DE LA CULTURA

79 Idem.80 Jaime M. Pérez, Asociacionismo…, Opus cit., «Introducción».81 Idem.82 En 1926, y también en el segundo semestre del año 1927-28, dictó cátedra Federico de Onís;

Amado Alonso lo hizo en 1927; Américo Castro y Fernando de los Ríos en 1928; Ángel BalbuenaPratt, durante el año 1928-29. Para más detalles, Thomas Benner, Five years…, Opus. cit., p. 93. Paradetalles sobre Federico de Onís, véase el trabajo que se le dedica en este mismo volumen.

83 Rafael W. Ramírez, «El doctor Navarro Tomás…», Opus cit., p. 3, da cuenta de la actitud de Na-varro ante los alumnos y ante la cátedra y Mª Teresa Babín, «Alrededor del lenguaje de Puerto Rico»,Asomante, vol. II, núm. 4, Universidad de Puerto Rico, 1946, pp. 82-90, p. 84, evoca la figura de Nava-rro, siempre atento al destino de la lengua española en el país.

84 Tomás Navarro, «Impresiones sobre el estudio lingüístico de Puerto Rico», Revista de Estudios

Hispánicos, vol. II, núm. 2, Universidad de Puerto Rico, 1929, 127-147, p. 130.

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copilado.85 Asimismo, no se limitó a Puerto Rico; desde aquí viajó a Venezuelay al entonces llamado Santo Domingo, donde, en 1926, elaborados y publica-dos treinta años más tarde, recogió los materiales que le permitieron ofrecer losrasgos característicos del español dominicano, primer estudio de esta variedadantillana,86 puesto que la investigación de Henríquez Ureña es muy posterior.87

Estos rasgos dominicanos, modestamente identificados por su autor como«apuntes», representan, por su semejanza con los obtenidos para Puerto Rico enla misma época, el único testimonio de la unidad dialectal antillana a fines delsiglo XIX y principios del XX. Testimonian, por otra parte, la única aplicaciónde la investigación geolingüística en tierras dominicanas, puesto que HenríquezUreña usaría, años después, otros criterios de investigación.88

LA INVESTIGACIÓN CIENTÍFICA DE NAVARRO TOMÁS EN PUERTO RICO

Las investigaciones de campo habían ido tomando forma en España,89 por ini-ciativa de don Ramón Menéndez Pidal, que había concebido el gran proyecto deun Atlas Lingüístico de la Península Ibérica (ALPI),90 semejante al de Francia, queencargó, al fin, a Navarro Tomás, quien, por los años 20, diseñó la investigación,marcó los puntos de encuesta, redactó los cuestionarios y seleccionó a sus ayudan-tes. Los primeros estudios a partir de estos materiales son de 1935 y 1936, pero loimportante es que, desde mucho antes de estas fechas, Navarro Tomás estaba fami-liarizado con los métodos y principios de la nueva geolingüística. La Guerra Civildejó lamentablemente inconclusa esta obra, que sin duda habría rescatado un mun-do ya irrecuperable, esto es, la situación lingüística de España antes de la «moder-nización de las técnicas agrarias, el creciente abandono del campo y la influenciade los grandes medios de comunicación».91 Desparecido el Centro de Estudios

Históricos en 1938, y dispersos sus miembros por toda la geografía de América, lageolingüística no murió: como si de un sustrato latente se tratara, reaparecería denuevo varias décadas después, con los modernos atlas peninsulares de Alvar, el

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85 Antonio S. Pedreira, Bibliografía Puertorriqueña (1493-1930). Monografías de la Universidadde Puerto Rico, Serie A., Estudios Hispánicos, núm. 1, Madrid, Imprenta de la Librería y Casa EditorialHernando (SA), 1932, 707 pp.

86 Tomás Navarro, «Apuntes sobre el español dominicano», Revista Iberoamericana, vol. XXI,1956, pp. 417-428.

87 Pedro Henríquez Ureña, El español en Santo Domingo, Buenos Aires, Biblioteca de Dialectolo-gía Hispanoamericana, 1940. [Hay cinco reimpresiones posteriores: Santo Domingo, Ediciones de Ta-ller. La última es de 1987].

88 María, Vaquero, «La géolinguistique hispanique aux Caraibes», La géolinguistique en Amérique

Latine, Geolinguistique, Université Stendhal-Grenoble III, Hors série nº 2 de Géoloinguistique 2001-2002, pp. 7-31.

89 Para detalles sobre la investigación lingüística románica en tiempo de Navarro, especialmentesobre la geolingüística, véase: María Vaquero (ed.), «Navarro Tomás y el español de Puerto Rico. Estu-dio preliminar», Tomás Navarro Tomás, El español en Puerto Rico, Edición conmemorativa al cumplir-se los cincuenta años de su aparición, 1948-1998, San Juan, Editorial de la Universidad de Puerto Rico,y Comité del Centenario del 1898, 1999, pp. I-LIX.

90 Para detalles sobre la elaboración del ALPI: Lorenzo Rodríguez Castellanos, «El Atlas lingüísti-co de la Península Ibérica», Archivum, vol. 2, Oviedo, 1953, 272-282, y Manuel Sanchis Guarner, La

cartografía lingüística en la actualidad y el Atlas de la Península Ibérica, Palma de Mallorca, 1953.91 Rafael Lapesa, «Menéndez Pidal, creador…», Opus cit., p. 70.

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de Andalucía a la cabeza92 y, actualmente, con el monumental Atlas Lingüístico de

Hispanoamérica.93

En su segunda estancia en Puerto Rico, durante el año académico 1927-28, Na-varro Tomás dedica todo el tiempo que le dejan libre los cursos de la Universidad adiseñar y poner en práctica el proyecto de investigación que le permitiría recogerlos materiales destinados a la elaboración del Atlas Lingüístico de Puerto Rico,primero de Hispanoamérica, de acuerdo con los criterios teórico-metodológicos dela geografía lingüística vigente en su momento y aplicada por él mismo en el dise-ño del ALPI. La recogida de los materiales puertorriqueños duró cinco meses, des-de octubre de 1927 a marzo de 1928,94 pero la elaboración del atlas, con la inter-pretación de los datos recogidos en sus 73 mapas (a los cuales hay que añadir eldedicado a los municipios de Puerto Rico, y otro a los lugares visitados, 1º y 2º delconjunto, respectivamente) tuvo que esperar a 1948, fecha de la primera edición dela obra,95 cuidada y encuadernada en tela. La caja tipográfica mide 10.5 por 17centímetros, y la proporción de los márgenes consigue una composición y tamañode página que delatan el buen oficio de la casa editora. En 1966 aparece la segun-da edición,96 con la única novedad de un PRÓLOGO del autor en el que se lamen-ta de no haber podido volver a Puerto Rico para observar la marcha de algunos fe-nómenos importantes registrados en 1927. Esta reimpresión altera la medida yproporción de los márgenes, con la evidente reducción del tamaño de página y lasconsecuencias correspondientes en el formato del libro. En 1974 aparece la terceraedición,97 reimpresión exacta de la segunda. En 1999 aparece la cuarta edición,facsimilar de la primera y conmemorativa de sus cincuenta años (1948-1998).98

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92 Manuel Alvar, Atlas Lingüístico Etnográfico de Andalucía (ALEA), 6 Ts., con la colaboración deA. Llorente y G. Salvador, Universidad de Granada-CSIC, 1961-1973; Atlas Lingüístico-Etnográfico

de las Islas Canarias (ALEICan), 3 tomos, Las Palmas, Ediciones del Excmo. Cabildo Insular de GranCanaria, 1975-1978; El Atlas Lingüístico-Etnográfico de Aragón, Navarra y Rioja (ALEAR), 12 tomos,con la colaboración de A. Llorente, T. Buesa y E. Alvar, Madrid, Edit. La Muralla, 1979-1983; El Atlas

Lingüístico y Etnográfico de Cantabria, 2 tomos, Madrid, Arco/Libros, 1995. Recientemente, y conmateriales recogidos para el Atlas Lingüístico de Hispanoamérica, han aparecido, del mismo Alvar,cuatro espléndidos volúmenes: El español en la República Dominicana, Universidad de Alcalá, 2000, yEl español en el sur de los Estados Unidos, Universidad de Alcalá, 2001, El español de Venezuela, Uni-versidad de Alcalá, 2002, y El español en Paraguay, Univ. de Alcalá, 2002.

93 Manuel Alvar y Antonio Quilis, Atlas Lingüístico de Hispanoamérica. Estudios introductoriosde Manuel Alvar, Madrid, ICI, 1984.

94 En la conferencia leída ante la «Institución Cultural Española de Puerto Rico», antes de irse delpaís, el 27 de abril de 1928, Navarro explica y da cuenta del trabajo realizado al respecto, además deofrecer muchos detalles sobre la forma de hacer las encuestas de campo, la solución de problemas im-previstos, etc. Remito, para detalles, al texto publicado correspondiente, Tomás Navarro, «Impresio-nes…», Opus cit., p. 134, donde asegura haber visitado cuarenta pueblos distintos, en cada uno de loscuales aplicó un cuestionario de 450 preguntas relativas a pronunciación, morfología, sintaxis y voca-bulario, con un total de 18.000 contestaciones transcritas. En la obra, sin embargo, se enumeran cua-renta y tres lugares, con sus nombres y la relación de los sujetos entrevistados en cada uno; se haceconstar, asimismo, que el cuestionario constaba de 445 preguntas.

95 Tomás Navarro, El español en Puerto Rico, New York, Manufactured in The United States byGanis and Harris, 1948, 346 pp.

96 México, Editorial Cvltura, T.G., S.A., con «Derechos asegurados conforme a la ley por la Uni-versidad de Puerto Rico, 1966.

97 Barcelona, Talleres Gráficos de Manuel Pareja, 1974.98 Fue publicado en San Juan, Editorial de la Universidad de Puerto Rico y Comité del Centenario

de 1898, Opus cit.

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La realidad geográfica de Puerto Rico –isla de 5.500 km2, equivalentes a unas3.435 millas, con una población, en 1927, de 2.000.000 de habitantes– hizo posi-ble la realización de un atlas nacional con las características que ni siquiera hoy sehan podido igualar en los mejores atlas regionales, en lo que a densidad de los lu-gares de encuesta se refiere. Si tenemos en cuenta que los 528 puntos selecciona-dos para el atlas lingüístico de toda la Península Ibérica, el ALPI , representan unlugar de encuesta por cada 1.100 km2 y 68.000 habitantes,99 o que, en el Atlas de

Francia, el ALF, hay un punto de encuesta por cada 830 km2 y 64.000 habitantes,el Atlas de Puerto Rico ofrece una densidad muy alta: una localidad investigadapor cada 127 km2 y 364 habitantes. Esta riqueza de puntos hace de este atlas unaobra de excepción, con posibilidades de aplicar técnicas no ensayadas antes en es-te tipo de trabajos,100 dentro de la geolingüística de aquel momento.101 A esta in-discutible superioridad del Atlas de Puerto Rico se puede añadir otra ventaja, rela-tiva a la rapidez con que se recogieron sus materiales. Si tenemos en cuenta que elgran enemigo de los atlas lingüísticos fue, y sigue siendo, el tiempo,102 no hay du-da de que el de Puerto Rico ganó esta batalla, relacionada con la reducida exten-sión del territorio. En cinco meses, un solo explorador, Navarro Tomás, pudo reco-rrerlo completo y hacer las encuestas en los 43 lugares visitados, lo cual garantiza,por otra parte, la ideal unidad de transcripción a la que se sigue aspirando en estetipo de trabajos.

Otra cosa muy distinta es la relativa a la importancia dada por Navarro a losmedios rurales, según los criterios de su escuela, con escasa presencia de losnúcleos urbanos. La geolingüística del momento, no sólo intentaba rescatar lashablas locales, sino que pretendía recogerlas en su estado más puro, sin la con-taminación a que pueden estar expuestas en los medios urbanos. Navarro, fiel aestos principios de método, no sólo dio preferencia a los barrios sobre los pue-blos o cabezas de municipio,103 sino que, con la excepción de cinco, todos susinformantes eran analfabetos, rasgo que garantizaba, aún más, la pureza de lashablas recogidas, refugiadas en el uso rústico.104 Estos principios de escuela seavienen con un hecho, detectado por Navarro en Puerto Rico y expuesto a raízde sus encuestas; se refiere a que las verdaderas peculiaridades del español de

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99 Datos ofrecidos por Manuel Alvar, «Los atlas lingüísticos de España», Presente y futuro de la

lengua española, Madrid, OFINES, 1964, vol. 1, pp. 417-426, p 5. Se calculó a razón de los 600.000km2 de superficie peninsular y los 36.000.000 millones de habitantes de la época.

100 Así lo reconoce Humberto López Morales, «Un capítulo de la historia lingüística antillana; El

español en Puerto Rico, de Navarro Tomás», Revista de Estudios Hispánicos, Universidad de PuertoRico, vol. 3, 1973, 5-21, reproducido en Dialectología y sociolingüística. Temas puertorriqueños, Ma-drid- Miami-Nueva York-San Juan, Hispanova de Ediciones, S. A. 1979, pp. 41-50.

101 Navarro Tomás era consciente de la superioridad de la red de Puerto Rico, como consta en lanota 1 de la página 16 de su obra, donde la compara con las de las islas de Córcega y Cerdeña, en losatlas de Gillièron y Jaberg respectivamente.

102 Para detalles sobre este punto: Manuel Alvar, «La cartografía lingüística. Los exploradores»,Estructuralismo, Geografía Lingüística y Dialectología actual, Madrid, Gredos, 1969, p. 130.

103 Cada municipio de Puerto Rico encierra en su término, además del centro o cabeza de la juris-dicción (el pueblo propiamente dicho, identificado con el mismo nombre), una serie de barrios o núcle-os rurales, en número diferente para cada municipio.

104 Tomás Navarro, El español…, Opus cit., pp. 16-19.

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la Isla se dan en el nivel popular,105 puesto que «el español [...] de las personascultas se diferencia del de España mucho menos de lo que los mismos puerto-rriqueño creen».106 Y si tenemos en cuenta que el principal propósito de Nava-rro fue buscar, precisamente, las peculiaridades del español isleño,107 no debesorprender, por varios motivos, su atención exclusiva a la lengua popular. Noolvidemos, por otra parte, que la población puertorriqueña se ha concentradocon preferencia en los campos, a lo largo de la historia, razón de que la escasarepresentación urbana en la muestra de Navarro no se aparte en exceso de la re-alidad isleña.108 En cuanto a la escasa presencia de las mujeres en su muestra,se explica dado el carácter del cuestionario, cuyas preguntas se referían, casi ensu totalidad, a aspectos de la vida agrícola y a las faenas del campo, propias delos hombres. Tampoco debe llamar la atención el predominio de informantesblancos en la muestra, teniendo en cuenta que la mayoría de los lugares visita-dos pertenecen al interior del país, regiones de menor concentración africana,frente a las costas. En resumen, si bien Navarro, en la composición de la mues-tra y en la selección de los puntos, trató de justificar los criterios seguidos, ba-sándose en las realidades del país y en las tendencias seculares de su población,no hay duda de que siguió fielmente los principios metodológicos de la geogra-fía lingüística en boga. Superados hoy estos principios de escuela, Navarro To-más es un clásico, por una razón fundamental: por su interés genuino, dentro deun determinado marco teórico, en salvar de la muerte a los dialectos, más o me-nos marginados, como etapas indispensables en el conocimiento de las lenguasy en su evolución. Esta ha sido, al fin y al cabo, la vieja y clásica preocupaciónde los lingüistas, proyectada en las sucesivas escuelas y metodologías.109

En la geolingüística es fundamental el uso del cuestionario para allegar los ma-teriales. Navarro, que, como se ha dicho, había colaborado en el del Atlas de la Pe-

nínsula Ibérica (ALPI), publica su Cuestionario, con el título de Cuestionario lin-

güístico hispano-americano,110 antes de la aparición de su libro sobre Puerto Rico,que, no lo olvidemos, tiene como subtítulo Contribución a la Geografía Lingüísti-

ca Hispanoamericana. Graves cuestiones metodológicas se han venido planteandoante la aplicación de un único cuestionario general en un dominio nacional exten-

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105 Es sumamente importante, por otra parte, esta observación de Navarro, en momentos en que sesometía a revisión la pretendida uniformidad del español de América, revisión iniciada por Pedro Hen-ríquez Ureña en su trabajo «Observaciones sobre el español de América», RFE, vol. VIII, Madrid,1921, 357-390, uniformidad aceptada hasta entonces, precisamente, porque se partía de las hablas cul-tas y de la escritura, únicas que trascendían las fronteras regionales. Hoy sabemos que lo característicodel español americano es «la variedad en la unidad», haciendo de él un conjunto de modalidades regio-nales, cada una con su propia estratificación social interna.

106 Tomás Navarro, «Impresiones…», Opus cit., pp. 132 y ss.107 Ibidem.108 El mismo Navarro recuerda la observación del historiador Fray Iñigo Abbad y Lasierra, del si-

glo XVIII, cuando se refiere a la arraigada preferencia de los puertorriqueños por el campo: Tomás Na-varro, El español…, Opus cit., p. 17 y p. 18 n.1, con datos sobre censos de población de la época.

109 Para detalles: Manuel Alvar, Estructuralismo, Geografía Lingüística…, Opus cit., pp. 162 y ss.110 Aparece en 1943, estando ya Navarro en Nueva York, reeditado en 1945, y publicado, en las dos

fechas, por el Instituto de Filología de Buenos Aires. Para detalles sobre la trascendencia de este cues-tionario en las investigaciones dialectales de Hispanoamérica, véase: H. López Morales, «Un capítu-lo…», Opus cit. pp. 31-50.

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so, con el riesgo de que pueden quedar sin recoger muchos aspectos, propios dedeterminadas regiones dentro del territorio. No es el caso de Puerto Rico, donde, almargen del escaso número de preguntas que hizo Navarro (445 a cada informante),se recogió, con un solo cuestionario, lo general y peculiar del territorio estudiado,en lo que se refiere a la vida rural campesina.111

Es evidente la preferencia que dio Navarro al análisis fonético en su investiga-ción, con el 33% del total de páginas (229) dedicadas a la interpretación de los da-tos fonéticos recogidos. La preferencia no debe llamar la atención, por dos razonesfundamentales: de un lado, el interés personal de Navarro en la fonética, con aten-ción específica a los análisis instrumentales, y, por otro, la tradición foneticista quepesaba sobre la geografía lingüística, nacida a la sombra de los problemas que de-jaban sin resolver las leyes fonéticas de los neogramáticos.

Navarro recoge sus materiales en 1927-28, época del foneticismo a ultranza,época de descripciones articulatorias aisladas y atomistas, como corresponde almomento preestructural, sin referencia a los valores de las unidades en el sistema.En 1948, sin embargo, cuando interpreta los materiales recogidos, ya eran bien co-nocidos los trabajos de la Escuela de Praga, y los Principios de Fonología de Trou-betzkoy,112 pero la dialectología española, y la románica en general, con alguna ex-cepción en Italia y Francia,113 siguieron fieles a los principios tradicionales.114 Enotras palabras, Navarro interpreta sus materiales en 1948, en general, como si nadahubiera pasado desde 1927; sin embargo, y entre otras cosas, había nacido unanueva ciencia, la fonología, que reconocía invariantes funcionales en las realiza-ciones infinitas del habla.115

Pero una cosa es la interpretación de los datos y otra los criterios seguidos paradejar constancia de ellos. Está claro que Navarro se atiene a la precisión cartográ-fica del registro fonético, en el cual era un verdadero maestro, razón, por otra par-te, de que sigan teniendo importancia sus minuciosas descripciones, por atomistasque sean, como referencias obligadas y puntos de comparación. Navarro no entróen las interpretaciones fonológicas de sus materiales puertorriqueños, aunque estáclaro su conocimiento de las nuevas tendencias sistemáticas, pues no de otra formapuede explicarse su referencia indirecta a la teoría del desdoblamiento fonológicovocálico, con su cautelosa aceptación para Puerto Rico. En su obra, por otra parte,y al final de su ANÁLISIS FONÉTICO, dedica un apartado a «Modificaciones fo-nológicas», donde aparecen explícitos sus criterios en cuanto a la función de la fo-

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111 Sobre la conveniencia de usar un solo cuestionario en territorios de extensión abarcable, que re-coja las particularidades de la zona, véase: Manuel Alvar, «Los atlas lingüísticos de España», Presente

y Futuro de la Lengua Española..., Opus cit., vol. 1, pp. 417-126.112 Obra aparecida en alemán, en 1931, con traducción francesa de J. Cantineau, Principes de Pho-

nologie, París, 1949, de bastante difusión en el ámbito hispánico. 113En Italia, Tagliavini aplicó enseguida estos principios en sus Modificazioni del linguaggio nella

parlata delle done, Milán 1938, y en Francia, lo hacía André Martinet, Description phonologique du

parler franco-provençal d’Hauteville, París, 1939.114Sobre la aplicación de las nuevas teorías a la dialectología iberrománica, véase M. Alvar, «Foné-

tica y Fonología», Estructuralismo, Geografía Lingüística..., Opus cit., pp. 35 y ss.115 Véase, sobre el desarrollo de las nuevas corrientes en el mundo hispánico, el pionero y ya clási-

co trabajo de Antonio Quilis, «Hacia un nuevo concepto de la ciencia fonética española», Problemas y

principios del estructuralismo lingüístico. Madrid, CSIC, 1967, pp. 30-42.

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nogía en la geolingüística, dando por hecho que una cosa es el registro fonéticocartográfico y otra la interpretación a posteriori. Dice así:

Las observaciones fonéticas reunidas en las anteriores páginas [...] representan princi-palmente un trabajo descriptivo de las particularidades articulatorias y acústicas de lapronunciación puertorriqueña. La reducción de las variantes fonéticas a sus tipos bási-cos y funcionales corresponde a la fonología.116

Al margen de Navarro, y respecto a la discusión actual sobre si, en las encues-tas, debe transcribirse con criterios fonéticos o fonógicos, Manuel Alvar ha hechoobservaciones definitivas, que transcribo:

De la exactitud de las descripciones formales que obtengamos dependerá la interpreta-ción sistemática que en el cuarto de trabajo podamos hacer. [...]. ...veo difícil la aplica-ción de un método estrictamente fonológico a las encuestas dialectales: los rasgos perti-nentes de cada sonido no se perciben inmediatamente y ya depurados; el fonema no selimita sino con un preciso conocimiento del habla explorada. Justamente, tal conoci-miento es a posteriori.117

Dos fueron los instrumentos usados por Navarro como complementos de susanálisis auditivos en Puerto Rico, aplicados por primera vez a la lengua oral deHispanoamérica: el quimógrafo y el paladar artificial. Muy lejos, todavía, de laelectroacústica actual, encargada de la descomposición de la onda sonora en suscomponentes acústicos, con la posibilidad de identificar los rasgos de cada sonido,en 1927 sólo se podía contar con aparatos, primitivos para nosotros, que detecta-ban la vibración vocálica o la nasalidad (el quimógrafo, activado por un mecanis-mo de relojería), o que permitían identificar las zonas de contacto articulatorio en-tre la lengua y el paladar (el paladar artificial). Las descripciones fonéticas dealgunos sonidos del español de Puerto Rico parten, en la obra de Navarro, de losquimogramas y palatogramas correspondientes, encargados de hacer patentes lasarticulaciones cuyos rasgos, perceptibles auditivamente, no están al alcance de laobservación visual. Véanse, entre otras, las páginas 96 y 97 de su obra. Este interésen la experimentación, por otra parte, explica que, en 1927, ya estuviera instaladoen el «Edificio Janer» de la Universidad de Puerto Rico, bajo su estímulo y direc-ción, el primer laboratorio de fonética en el mundo hispanoamericano.118 A este la-boratorio llegó el primer aparato de fonética experimental construido en España,aparato que, fabricado para el Centro de Estudios Históricos de Madrid, se enviódefinitivamente a Puerto Rico. Con este aparato se llevaron a cabo, entre otros, losanálisis fonéticos que realizó Rubén del Rosario para una minuciosa investigacióncomparada entre el ritmo del habla puertorriqueña y el del castellano peninsular.119

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116 Tomás. Navarro, El español en…, Opus cit., pp. 103 y ss.117 Manuel Alvar, Estructuralismo, Geografía Lingüística..., Opus cit. , pp. 116-117.118 La prensa madrileña de la época informó ampliamente sobre la fundación de este laboratorio,

sobre todo el periódico El Sol. Thomas Benner, Five Years…, Opus cit., p. 132.119 Tomás Navarro, «Impresiones…», Opus cit., p. 132.

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Navarro se auxilió de estos instrumentos para precisar, por ejemplo, las zonasarticulatorias exactas de las consonantes alveólopalatales, las duraciones de losmomentos oclusivos y fricativos de la africada sorda /c/, o la intervención de la vi-bración laríngea en determinadas realizaciones. Sus análisis, que descansaron fun-damentalmente en la percepción auditiva, muy desarrollada, y en el dominio de latranscripción, aparecen respaldados por estos experimentos, a pesar de que hoy senos aparecen como extremadamente rudimentarios. Representaban entonces, sinembargo, la única posibilidad de experimentación, y se debían a la imaginación y ala habilidad manual del gran fonetista francés Rousselot, fundador del primer la-boratorio de fonética, en París, en el siglo XIX, y autor del primer manual de foné-tica experimental.120

El español en Puerto Rico de Navarro Tomás consta de 346 páginas, divididasen bloques de contenido (a los que llamaré «partes»). La «primera parte» incluyelas siguientes secciones:

ASPECTOS DE LA LENGUA (pp. 7-38), con todos los datos relativos a laelaboración del trabajo, la relación de los informantes y de los lugares visitados, y

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Quimógrafo del Laboratorio de Fonética del Centro de Estudios Históricos de Madrid.

120 J. P. Rousselot, Principes de phonétique experiméntale, Paris, 1897-1908. Rousselot, estudiosoconstante de la fonética, había sido colaborador de Gillièron en sus trabajos dialectales. En su famosotratado sorprende la minuciosidad con que describe los materiales con que él mismo construía sus apa-ratos, así como las formas más idóneas para entrenar a los estudiantes, o los métodos para obtener me-jores resultados. Estas raras cualidades son, por sus consecuencias científicas, las que hacen de Rosse-lot un nombre memorable en la disciplina fonética.

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la referencia a los documentos histórico-lingüísticos más relevantes de Puerto Ri-co, a partir del siglo XVI.

ANÁLISIS FONÉTICO (pp. 39-114), la sección más larga, con descripcionesdetalladas de vocales y consonantes, y atención al acento.

OBSERVACIONES GRAMATICALES (pp. 115-134), referencia, poco deta-llada, como su nombre indica, a las peculiaridades morfosintácticas más relevan-tes.

MATERIALES LEXICOGRÁFICOS (pp. 135-162), con las interpretacionesdel vocabulario recogido en los siguientes campos léxicos: ‘plantas y frutas’, ‘ani-males’ y ‘trabajo’.

ZONAS LINGÜÍSTICAS (pp. 163-176), donde se ofrece la variedad internadel territorio, motivada por factores topográficos e históricos, muestra antillanaque corrobora, a su vez, la complejidad dialectal de Hispanoamérica.

CORRIENTES Y TENDENCIAS (pp. 177-225), donde se caracteriza el voca-bulario recogido y la vitalidad del componente léxico indígena, el patrimonial, consus adaptaciones y pervivencias, los procedimientos para nuevas creaciones, launidad en la variedad y la influencia del inglés.

La «primera parte» acaba con un RESUMEN (pp. 226-232). La «segunda parte», dedicada a TEXTOS (pp. 235-247), ofrece la transcrip-

ción fonética, seguida de la transliteración correspondiente, de cinco textos orales,recogidos en distintos puntos.

El ATLAS, o lo que podría considerarse la «tercera parte», (pp. 251-327), reco-ge el conjunto de los 75 mapas, precedido de una breve ADVERTENCIA.

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Quimógrafo de campo, con estuche de madera, utilizado en las encuestas dialectales.

Centro de Estudios Históricos de Madrid.

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La obra se completa con un ÍNDICE DE PALABRAS (pp. 331-342) y el ÍNDI-CE GENERAL (pp. 343-346)

La investigación de Tomás Navarro da respuesta a las siguientes preguntas:¿Cuáles son las características del habla popular de la Isla? ¿Tiene más influenciade Andalucía que de otras regiones peninsulares? ¿Hay diferencias entre unas zo-nas y otras, dentro de Puerto Rico? ¿Coincide con las demás hablas antillanas deCuba y Santo Domingo? ¿Qué es lo exclusivamente puertorriqueño?121

A las cinco preguntas dieron respuestas sus datos, que ofrecen un español ruraly familiar de principios de siglo cuyas características se reducen a unos cuantos fe-nómenos exclusivos, pocos, unidos a la gran cantidad de rasgos presentes en todaslas hablas rústicas del mundo hispánico (vacilaciones vocálicas, reducción de hia-tos, ultracorrecciones de todo tipo, discordancias y vacilaciones de género y núme-ro), junto a los compartidos con las regiones lingüísticamente innovadoras (el má-ximo relajamiento articulatorio general de las consonantes, sobre todo en posiciónimplosiva, con variadas soluciones).122 Como fenómenos caracterizadores dePuerto Rico, Navarro Tomás destaca, en la pronunciación, la especial pronun-ciación velar de la «RR», con varias y complejas realizaciones, que él describeacertadamente por primera vez; se equivoca, sin embargo, al explicarla por in-fluencia indígena, con evidente aceptación de las motivaciones externas del sustra-to, propias de la época.123 En la morfosintaxis, es característico el avance de algu-nas tendencias generales del idioma español, como las relativas a la creaciónanalógica de ciertas formas léxicas (yerna, ovejo, cabro), o a las perífrasis (más

mejor, palo de china/de mangó, etc.). En el léxico, tal vez lo característico o propioestá en la riqueza de los recursos creativos y en la frecuencia de formas compues-tas y derivadas, con distinto valor afectivo (sangrigordo, boquiduro, reguerete, ta-

jureo, etc.).La discusión sobre la influencia de las hablas meridionales de España en el es-

pañol de América y de las Antillas, basada, sobre todo, en la evidencia de rasgosfónicos compartidos (el seseo, el más importante), alcanzaba su punto culminantepor los años en que Navarro Tomás emprendía sus investigaciones en Puerto Rico.No tiene nada de particular que uno de sus propósitos fuera comprobar, sobre el te-rreno, hasta qué punto tenían validez los argumentos encontrados de quienes sos-tenían acaloradamente la polémica del andalucismo. Eran tiempos en que hasta las

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121 Tomás Navarro, «Impresiones…», Opus cit., p. 135.122 Hoy sabemos que los mismos fenómenos lingüísticos, integrados a conjuntos diferentes de ras-

gos, adquieren valores distintos, razón de que lo exclusivo, en sí mismo, no sea característica dialectal.Este principio, desarrollado mucho más tarde, no puede estar presente en Tomás Navarro.

123 Las explicaciones dadas a la pronunciación velar de la RR, tanto las debidas a causas externas(sustrato indígena, influencia francesa y base africana, defendidas en el pasado), como las que partende la aceptación de fallas fisiológicas de los hablantes, han dejado paso en nuestra época a las explica-ciones lingüísticas internas. La velarización de RR, como hecho de fonética general, es una de las posi-bles manifestaciones de la evolución de la vibrante, a partir de las lenguas indoeuropeas y dentro de lasrománicas. Puerto Rico presenta, con alcance colectivo, esta realización velar de la / r/, una más dentrode la variedad de realizaciones que presenta en Hispanoamérica, desde la alveolar (vibrante o fricativa), o la asibilada, hasta la velar mixta y la uvular. Véase, al respecto: María Vaquero y Antonio Quilis,«Datos acústicos de / r/ en el español de Puerto Rico», Revista de Estudios Hispánicos, vol. XIII, Uni-versidad de Puerto Rico, 1986, pp. 121-154.

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mentes más equilibradas –la de Henríquez Ureña, por ejemplo– podían pagar sutributo de lealtad a lo propio, confundiendo «orígenes» y «originalidad», esto es,las bases andaluzas que sirvieron para el primer acriollamiento del español enAmérica (problema de orígenes), con la personalidad moderna del español ameri-cano, resultado de la integración de aquellos primeros rasgos en la totalidad de losque hoy le dan su fisonomía propia.124 Los datos recogidos por Navarro en PuertoRico no son favorables precisamente, a los antiandalucistas, si nos atenemos al re-gistro que él mismo hace de las pronunciaciones relevantes: seseo, aspiración, ye-

ísmo, neutralizaciones de líquidas y vibrantes implosivas, relajamiento consonán-

tico general, etc. Navarro adopta una actitud de cautela ante sus propiosmateriales, y, sin rechazar abiertamente el andalucismo, propone también la posi-ble influencia de otras modalidades del Norte peninsular, que explicarían el cierrede -e, -o finales en -i, -u (lechi, puenti, poti, nudu, hechu), característico de los dia-lectos noroccidentales de España y encontrados en el interior de la Isla. (Véanselas formas extremas recogidas en Jayuya para veinte y nudo, y el oscurecimientode estas vocales en toda la zona centra, en sus mapas 11 y 13). Al respecto, escribeNavarro:

298 LOS LAZOS DE LA CULTURA

Quimógrafo de campo utilizado en las encuestas dialectales.

Centro de Estudios Históricos de Madrid.

124 Es abundantísima la bibliografía al respecto. Véase, como somera síntesis, María Vaquero,«Orígenes y formación del español de América. Período antillano», Historia y presente del español de

América, César Hernández (coord.), Valladolid, Junta de Castilla y León, 1992, pp. 251-265.

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A primera vista, la impresión de las vocales en San Juan y sus contornos puede sugerircorrespondencias con la fonética andaluza. Los efectos son diferentes cuando se tieneen cuenta el conjunto del país. 125

«La impresión andaluza a primera vista», a la que se refiere Navarro, incluye,desde luego, el rasgo de abertura vocálica por pérdida de «ese» final, que es lo quellama su atención, único rasgo fonético que él mismo interpreta fonológicamente,a la manera andaluza oriental, como índice de desdoblamiento funcional.126 Con-viene recordar, ante estos hechos, que el cierre de las vocales finales en lechi, poti,

puenti, lejos de invalidar la importancia del andaluz, la corrobora, si tenemos encuenta que estas formas, de uso rústico, no tenían prestigio en la capital. Enten-diendo por «andalucismo» la ‘nivelación de distintas modalidades dialectales enconvivencia, bajo el signo meridional’, no hay duda de que una de dichas modali-dades haya sido la noroccidental, que bien pudo refugiarse en las montañas del in-terior, mientras la lengua del país se nivelaba con los rasgos del sur.

Navarro también plantea en su obra la convivencia de «andalucismo» y «oc-cidentalismo peninsular» en Puerto Rico, a propósito del vocabulario recogido.Señala como occidentalismos piquiña o chifle, y como andalucismos o canaris-mos toda una serie de nombres relacionados con los productos básicos de laagricultura, del azúcar, sobre todo, cultivo iniciado en el país por isleños: baga-

zo, trapiche, guarapo, y tantos otros. En síntesis, a la pregunta planteada sobre lainfluncia andaluza en el español isleño, da una contestación cautelosa y coheren-te, por un lado, con sus acercamientos atomistas a los materiales recogidos, y,por otro, acorde con los criterios de datación de fenómenos en que se había basa-do la polémica andalucista, esto es, los relativos a la fecha de documentación delos rasgos compartidos. Ahora bien, si es cierto, como dice, que los cambiospueden haberse desarrollado paralelamente en «ambos campos», ¿por qué, enlas Antillas, por ejemplo (y esto sí lo demuestran sus propios materiales de Puer-to Rico), se desarrollan, precisamente, los fenómenos del Sur? No hay duda deque Navarro, en 1948, ha superado el antiandalucismo a ultranza, que había de-fendido antes, más o menos abiertamente, si bien su nueva postura, que será ladefinitiva, es más bien conciliatoria.

Otro de los problemas que motivó la atención de los estudiosos de la época, yque Navarro somete a investigación empírica en Puerto Rico, se refiere a la preten-dida uniformidad del español de América. La hipótesis de Henríquez Ureña, con-traria a la uniformidad, lo llevó a postular, en 1921, la conocida división del espa-ñol americano en cinco zonas dialectales,127 provisional y hoy totalmente

NAVARRO TOMÁS EN PUERTO RICO: CAPÍTULO DE UNA RELACIÓN ARTICULADA EN… 299

125 Tomás Navarro, El español…,Opus cit., p. 52.126 Ibidem, pp. 46 y 48. El desdoblamiento fonológico vocálico, aceptado sin reservas, desde 1946,

para el español de Puerto Rico por Rubén del Rosario, La lengua de Puerto Rico, 6ª ed., San Juan, Edi-torial Cultural, 1985, pp. 8 y 9, ha perdido validez después de los análisis acústicos llevados a cabo, yde los estudios de percepción y reconocimiento de los índices de superficie que se encargan de repre-sentar, en el discurso, los morfemas subyacentes de número o de persona verbal. Para detalles: MaríaVaquero, «Estudios fonológicos de Puerto Rico: estado de la cuestión y revisión crítica», Voz y Letra

(Revista de la Universidad de Málaga), vol.1, 1991, pp.111-127. 127 Pedro Henríquez Ureña, «Observaciones…», Opus cit., pp. 357-390.

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superada, pero con el mérito de haber planteado y divulgado las reflexiones sobrela variedad dialectal de Hispanoamérica. En este contexto es en el que tiene senti-do la pregunta que se hace Navarro en 1927, sobre la posibilidad de identificar varie-dades lingüísticas internas en Puerto Rico, primer territorio sometido a la investiga-ción científica y posible microcosmos representativo de la complejidad general.

Catorce apretadas páginas de su obra dedica Navarro a la presentación delas ZONAS DIALECTALES de Puerto Rico (pp. 163-176). Los materiales re-cogidos le permiten proyectar los datos de acuerdo con cuatro tipos de divisio-nes geográficas (diagonal, central, laterales y parciales), a partir de la distribu-ción de variantes fonéticas y léxicas claramente delimitadas en el territorio.Pronunciaciones como nieta/ñeta o palmiyo/parmiyo, y designaciones comopenca/rama, amapola/pavona o papaya/lechosa, se repartían, en diagonal, elnorte y el sur de la Cordillera Central, el este y el oeste por el centro, o exten-siones incluso más reducidas. Los mapas 71, 72 ó 74 muestran la distribuciónde las formas recogidas.

Que hoy no se oiga ñeta, no quiere decir nada, para el caso que nos ocupa: en se-tenta años, esta pronunciación rústica, propia del sur, ha desaparecido, junto a otrosmuchos usos, frente al prestigio del norte y de la capital. El vocabulario, con la mo-derna movilidad de la gente, ha ido adquiriendo a lo largo del siglo un talante menosespecífico de cada lugar, a pesar de las variantes que perduran («así se dice en Pon-ce», «eso es de Mayagüez», puede oírse con frecuencia, hoy todavía, pero, cada día,las diferencias son menores). Ahora bien, con todas las nivelaciones ocurridas des-pués, con tantos olvidos de palabras campesinas,128 una cosa quedó clara en el estu-dio de Navarro Tomás: si en un territorio reducido y sin barreras naturales comoPuerto Rico, se podía documentar tanta variación, la uniformidad del español deAmérica pasaba a ser creencia del pasado. Navarro, sin embargo, ante estos hechos,buen cuidado tiene de aclarar que estas zonas no implican la existencia de dialectosinternos en el país, o sea, de conjuntos de fenómenos propios de cada una frente a lasdemás; estamos, simplemente, ante ejemplos léxicos o fonéticos de la variedad, den-tro de una única y bien perfilada modalidad del español, la puertorriqueña, caracteri-zada, como todas las del Caribe, por su gran riqueza polimórfica.

Seis páginas dedica Navarro en su obra a la situación de contacto entre el in-glés y el español en Puerto Rico, motivadas por los resultados obtenidos en suinvestigación (pp. 220-225). Teniendo en cuenta los criterios aplicados en laconfiguración de su muestra (sujetos analfabetos de las zonas rurales), era lógi-co que la influencia inglesa se revelara nula, o mínima, en sus resultados. Elmismo Navarro reconoce que su marco teórico (diseñado con otros propósitos),no había sido el idóneo para medir las posibles interferencias del inglés en elespañol de la Isla, ya que estos resultados no se avenían bien con un hecho: en

300 LOS LAZOS DE LA CULTURA

128 Basta repasar las investigaciones léxicas dirigidas por Humberto López Morales desde el Insti-tuto de Lingüística de la Universidad de Puerto Rico, encaminadas a actualizar el Vocabulario de Puer-

to Rico, de Augusto Malaret (1937), con porcentajes significativos sobre desconocimiento de tantas desus entradas en los municipios estudiados hasta ahora, para darse cuenta de la mortandad léxica del vo-cabulario recogido por Navarro y presente en Malaret. Para detalles: Humberto López Morales, «Des-gaste léxico en el español de Puerto Rico. El Proyecto Malaret», Investigaciones léxicas sobre el espa-

ñol antillano, Santiago de los Caballeros, República Dominicana, PUCMM, 1991, pp. 169-177.

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1927, hacía tiempo que el inglés era la lengua de la enseñanza en el país, razónde que su influencia se dejara sentir entre las personas de cultura media y supe-rior. Por eso dirá, en 1948:

Hace veinte años el inglés no había alcanzado aún ningún progreso apreciable entre la cla-

se campesina a que este estudio se refiere. Sólo los sujetos de Algarrobo, Dajaos y San Lo-

renzo, más jóvenes e instruidos que los restantes, poseían algunos conocimientos de la ci-

tada lengua. La influencia del inglés quedaba en realidad fuera del plan de investigación,aunque las manifestaciones de asunto tan importante, observadas en otros sectores del país,reclamaran la atención con poderoso interés. Resultaría extraño, en todo caso, que un libroen que se trata del español en Puerto Rico no se dedicara alguna mención a un problemalingüístico que es motivo de tantas preocupaciones y controversias.129

Al margen, por lo tanto, de sus datos, Navarro anota la abundancia de vocablosingleses entre las personas instruidas, unas veces crudos («sin adaptación fonética ni

NAVARRO TOMÁS EN PUERTO RICO: CAPÍTULO DE UNA RELACIÓN ARTICULADA EN… 301

Portada de la primera

edición, en Nueva York,

en 1948, del libro de

Tomás Navarro Tomás,

El español en PuertoRico.

129 Tomás Navarro, El español…, Opus cit., pp. 220 y 221 (Cursiva de la autora).

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ortográfica»), otras como anglicismos semánticos (aplicación por solicitud, planta

por fábrica, etc.), los cuales, disimulados en su apariencia, son, para él, los más noci-vos. La aparición, por aquellos años, de los artículos de Rubén del Rosario, con suactitud tranquilizadora frente al anglicismo en el español de Puerto Rico,130 hace queNavarro añada una larga nota en la cual aclara sus puntos de vista al respecto.131 Lasideas encontradas de los dos maestros serán el punto de partida del desarrollo de dosactitudes distintas entre los intelectuales del país, mantenidas a lo largo de varias dé-cadas: la actitud de vigilancia, acorde con Navarro, defendida, entre otros intelec-tuales, por Margot Arce, y la actitud del propio Rubén del Rosario y de algunos desus discípulos, para quienes el anglicismo en Puerto Rico no debe ser motivo de alar-ma.132 Ante la situación específica de Puerto Rico, Navarro, en 1948, lejos del positi-vismo, y dentro de los principios de la escuela idealista española, presidida por D.Ramón Menéndez Pidal, se declara abiertamente defensor de la intervención decisi-va del hablante en la marcha de la lengua. Por si los resultados a los cuales llegó suinvestigación (que no era idónea para medir estos problemas), pudieran confundir allector, respecto a lo que él, como lingüista, opinaba, dejó escrito lo siguiente:

Es error poner confianza en que la lengua, por su propia virtud, salvará obstáculos y di-ficultades, para cumplir, como suele decirse, el destino que le esté reservado. La lenguano tiene otro destino que aquel a donde la conducen las gentes que de ella se sirven.133

Asimismo, trata, con toda la cautela que el caso requiere, la errada políticaeducativa del momento, con la enseñanza en lengua extranjera, hecho que la pres-tigia frente al vernáculo, disminuido y marginado al ámbito familiar.134

¿Lo característico de Puerto Rico, en su contexto antillano? Lo propiamentepuertorriqueño se puede obtener, para la época que nos ocupa, sólo en compara-ción con el español dominicano, y de forma muy general, pues sólo disponemos delos datos recogidos en 1926 por el propio Navarro en la república vecina, y publi-cados muchos años después.135 Bien es verdad que, en 1948, el español dominica-no tenía ya la obra clásica de Henríquez Ureña,136 pero ya se ha señalado que susdatos, obtenidos al margen de la geolingüística, y con otros propósitos, no soncomparables con los puertorriqueños de Navarro. En cuanto a Cuba, nada aprove-chable puede ofrecer en este momento: Cuba saltó, desde las nóminas intuitivas defenómenos aislados, heredadas del siglo XIX, o desde las valoraciones pintorescas

302 LOS LAZOS DE LA CULTURA

130 Rubén del Rosario, «Anglicismos generales», «Localismo y arcaísmo», «Anglicismos fantas-mas» y «Nacionalidad y lengua», La lengua de Puerto Rico, San Juan, Editorial Cultural, 1955.

131 Me refiero a la nota de la página 222, donde Navarro precisa las diferencias entre las situacionesde contacto lingüístico por las que atravesó la historia peninsular y la situación de Puerto Rico, situa-ciones que Rubén del Rosario interpreta como semejantes.

132 María Vaquero, «Algunas reflexiones sobre las polémicas lingüísticas del siglo XX en PuertoRico», Revista de Estudios Hispánicos, vol. XXVII, núm. 1 [Volumen especial sobre El español de

Puerto Rico en el siglo XX. Estudios y Bibliografía, María Vaquero y Amparo Morales (eds.)], Univer-sidad de Puerto Rico, 2000, pp. 339-348.

133 Tomás Navarro, El español en Puerto…, Opus cit., p. 225.134 Ibidem, p. 224.135 Tomás Navarro, «Apuntes…», Opus cit. pp. 417-428.136 Pedro Henríquez Ureña, El español de Santo Domingo..., Opus cit.

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de los hechos lingüísticos observados,137 a los métodos y principios estructuralis-tas,138 sin pasar por la geografía lingüística.139

Ateniéndonos a rasgos generales, se puede decir que el español puertorriqueñode principios de siglo compartía los fenómenos esenciales dominicanos, lo cualpermite proponer la hipótesis de una modalidad hispano-antillana bien definida.Navarro registra en Santo Domingo las mismas formas puertorriqueñas lechi,

dienti, nudu; el mismo relajamiento consonántico general, la misma escasez de«efe» labiodental, la neutralización de las líquidas implosivas o la aspiración de -sfinal, aunque con la tendencia significativa a la pérdida total, que sigue siendo sucaracterística. Como rasgos propios de Puerto Rico se revelan, en esta compara-ción, además de determinadas palabras, el uso colectivo de la RR velar o posterior,muy rara en Santo Domingo, y la especial pronunciación que tenía la «che» puer-torriqueña en 1927,140 a la manera canaria, ausente en la modalidad dominicana.Ambos territorios comparten la variedad léxica y el polimorfismo extremo, locual, no sólo era propio de estas islas en los primeros años del siglo, sino en los úl-timos. Hoy, el español dominicano, el más innovador del Caribe, ha llevado a lasúltimas etapas los procesos de cambio. Frente a él, Cuba y Puerto Rico, dentro dela zona, presentan etapas más conservadoras.141

ÚLTIMAS REFLEXIONES

Si por investigación científica se entiende la búsqueda y avance del conocimientoen un determinado campo del saber, mediante la aplicación del método que haga po-sible la obtención de datos confiables y accesibles a la interpretación cualitativa, nohay duda que la investigación lingüística se inicia en Puerto Rico con Tomás Navarro.Antes de él, la lengua de Puerto Rico era objeto de enseñanza o de preocupación, pe-

NAVARRO TOMÁS EN PUERTO RICO: CAPÍTULO DE UNA RELACIÓN ARTICULADA EN… 303

137 En las primeras décadas del siglo, Cuba seguía, sin desviarse, la tradición que había iniciadoEsteban Pichardo, en el «Prólogo» a su Diccionario provincial de voces cubanas, 1ª edición. Matanzas,1836; o la que arrancaba de Antonio Bachiller y Morales, Cuba primitiva. Origen, lenguas, tradiciones

e historias de los indios de las Antillas mayores y las Lucayas, La Habana, 1883. Remito, para másfuentes, a Humberto López Morales, El Español de América. Cuadernos Bibliográficos. LAS ANTI-

LLAS, Madrid, Arco/Libros, 1994, pp. 41-97.138 Humberto López Morales, Estudios sobre el español de Cuba, New York, Las Americas Publis-

hing Co., 1971 (con trabajos de fechas inmediatas anteriores), y Cristina Isbasescu, El español en Cuba.

Observaciones fonéticas y fonológicas, Bucarest, Sociedad Rumana de Lingüística Románica, 1968.139 Para la geolingüística cubana hay que esperar a tiempos recientes, con los trabajos de Jesús

Abascal y, más recientemente, con los de Raquel García Riverón, colaboradora en el moderno Atlas

Lingüístico de Hispanoamérica, iniciado en Cuba con las encuestas hechas por M. Alvar y A. Quilis en1985. Véase: Humberto. López Morales, Cuadernos bibliográficos..., Opus cit., p. 93.

140 Era una «che adherente», con mayor duración del momento oclusivo. Después de 70 años, la«ch» actual puertorriqueña, debilitada y polimórfica, tiende a las realizaciones fricativas andaluzas:María Vaquero, «Hacia una espectrografía dialectal: el fonema /c/ en Puerto Rico», Humberto LópezMorales (ed.), Corrientes actuales en la Dialectología del Caribe Hispánico [Actas del «I Simposio deDialectología», 1976], San Juan, Editorial de la Universidad de Puerto Rico, 1978, pp. 239-246.

141Basta recordar los altos índices de ausencia de «ese» final dominicana, en contextos en los cua-les Cuba y Puerto Rico mantienen hoy la aspiración, o la sibilante. Véase: María Vaquero, «El españolde Puerto Rico en su contexto antillano», César Hernández et al, (eds.), El Español de América III. Ac-

tas del II Congreso Internacional sobre el Español de América, Valladolid, Junta de Castilla y León,1991, pp. 117-140. Véanse, asimismo, los trabajos de Tracy Terrell sobre el español cubano, HumbertoLópez Morales, Cuadernos bibliográficos..., Opus cit., pp. 42-97.

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ro no objeto de estudio, razón de que las perspectivas ante la lengua estuvieran aleja-das de su propia realidad. A partir de su presencia en Puerto Rico, el español isleñoadquiere valor en sí mismo y en su originalidad y carácter, por lo que su estudio abriólos horizontes de la investigación científica. Bien es verdad que la geolingüística deNavarro es cosa del pasado, pero cada estudioso es hijo de su tiempo y sólo en él tie-ne sentido el método que practica. Lo que importa señalar es que Navarro no depen-dió de la observación espontánea, de la intuición ni de las preocupaciones didácticas oideológicas, sino que partió de un modelo riguroso de análisis, de un plan de trabajocuidadosamente diseñado, que representa un eslabón, excepcional, en la cadena con-tinua de esfuerzos hacia la mejor comprensión del español de Puerto Rico.

Esta obra, en su presente y para su futuro, fue el resultado de una relación cul-tural surgida en la coyuntura histórica de acercamiento entre dos países, España yPuerto Rico, comprometido, el primero, con lograr la elevación cultural colectivacomo garantía del progreso, y decidido, el segundo, a lograr este progreso dentrode su tradición cultural.

El programa de trabajo y esperanza propuesto en España por Santiago Ramóny Cajal y secundado por tantos otros intelectuales, como Federico de Onís en1912, llegaba a Puerto Rico, en los años veinte, limpio de retórica y dispuesto a lacolaboración. Lo traía, con su voluntad sin fisuras, un grupo de personas creyentesen el valor personal y en el compromiso genuino; lo recibían en Puerto Rico otras,de igual talante y actitud, al margen de diferencias profundas y de motivaciones di-ferentes. Pocas veces se dan estas coincidencias personales.

Este intercambio cultural, en momentos críticos para ambos países, trascendió supresente y garantizó apoyos y confianzas mutuas para el futuro. Gracias a esta rela-ción cultural sin precedentes, Navarro Tomás pudo hacer, de la lengua oral y popularde Puerto Rico, el objeto de estudio a salvo de prejuicios. Después de haberse refu-giado en la ficción costumbrista o de haberse instalado en el palco de la resistenciadiscursiva, con Navarro Tomás, la lengua popular del país, recogida paso a paso porcostas y montaña, ocupó la escena sin disfraces y a cuerpo limpio, con la verdad desus pronunciaciones, de sus giros sintácticos, de sus préstamos, de sus piruetas léxi-cas, de su vitalidad provocadora. El científico la buscó y la sorprendió tranquila, ensu mestizaje robusto y ajena a toda teoría, instrumento hábilmente compartido porrurales y urbanos, cultos y letrados: todos guares en la expresión y el acento. A prin-cipios del siglo XX, el español que Navarro recogió metódicamente por todo el terri-torio isleño, no pertenece, en la fibra de su esencia, a ningún registro o grupo en par-ticular del país, ni se desvía, tampoco, de la savia hispánica; es la voz acordada enque todos los puertorriqueños pueden reconocerse, desde sus propias diferencias. Siel reconocimiento de afinidades esenciales es un reactivo de la identidad compartida,la literatura del país es, hoy, su mejor testimonio.

Gris, querido amigo, es toda teoría,/ pero es verde el árbol dorado de la vida...estos versos de Goethe, hace algunas décadas, abrían las puertas de un recinto ne-cesario para los estudiosos de la Lingüística Románica.142

304 LOS LAZOS DE LA CULTURA

142 «Grau, teurer Freund, ist alie Theorie, / Doch grün des Lebens goldner Baum». (Faust, I.), KarlVossler, Gesammelte Aufsätze zur Sprachphilosophie [1923], Amado Alonso, (trad.), Filosofía del len-

guaje, Buenos Aires, Editorial Losada, 4ª ed., 1963, p. 27.

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Bajo el «verde árbol dorado» de Fausto, siguen habitando, intocadas, las pala-bras de Vossler: «…la historia de la cultura no puede ser rival de la historia lin-güística». 143

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143 Karl Vossler, Filosofía…, Opus cit., p. 49.

Antonio S. Pedreira, Juan Ramón Jiménez, Carmen Gómez Tejera, Zenobia Camprubí, Mu-

na Lee, Concha Meléndez, Seontine Camprubí y Rafael W. Ramírez en la Universidad de

Puerto Rico. De izquierda a derecha. (Indiferente General. Diversos Asuntos. Centro de In-

vestigaciones Históricas, UPR).